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UNIVERSIDAD NACIONAL DE ASUNCIÓN

FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES

ESCUELA DE CIENCIAS SOCIALES Y CIENCIAS POLÍTICAS

Heráclito de Éfeso

HISTORIA DEL PENSAMIENTO SOCIAL Y POLÍTICO I

Profesor: Dr. Carlos Ibáñez Morino

Elaborado por:
Mario Patiño
Omar Rachid
Waldino Delgado

Asunción – Paraguay
Año 2006
HERÁCLITO DE ÉFESO

La Piedra de Heráclito

Sabemos que la misma agua


no pasa dos veces
por el mismo cauce

Sabemos que la misma piedra


no es pulida dos veces
por la misma agua

Sabemos que cada mañana


un río nuevo amanece y al entrar
la noche se hace océano

Sabemos entonces
que de los tantos ríos que
han pasado por un mismo cauce
queda como testimonio una isla
habitando entre aguas invisibles

Testigo mudo de que esa piedra


sin moverse
ya estuvo en el mar

2
HERÁCLITO DE ÉFESO

ÍNDICE

Introducción……………………………………………………………………………………………………………. 4

Heráclito de Éfeso……………………………………………………………………………………………….. 5

• Biografía…………………………………………………………………………………………………. 5
• Acerca de su obra………………………………………………………………………………… 6
• Pensamiento………………………………………………………………………………………….. 6
• Dificultades de interpretación……………………………………….……………………... 8
• El logos y los opuestos………………………………………………….……………………... 8
• La discordia entre opuestos. Causa del Cambio………….………………….. 10
• El mundo en Heráclito…………………………………………….……………………………. 12
• Los cuerpos celestes………………………………………………….………………………… 13
• El mundo humano en Heráclito………………………………….……………………….. 13
• Religión, ética y política…………………………………………….…………………………. 15
• Epistemología………………………………………………………………………………………... 16
• Metafísica………………………………………………………………………………………………. 16
• Ontología………………………………………………………………………………………………… 17

Conclusión……………………………………………………………………………………………………………... 18

Anexos…………………………………………………………………………………………………………………….. 19

• Frases de Heráclito……………………………………………………………………………….. 19
• Fragmentos probablemente auténticos……………………………………………... 19
• Parménides vs. Heráclito. Permanecer o cambiar…………………………... 27
• Cómo murió Heráclito…………………………………………………………………………… 29

Bibliografía……………………………………………………………………………………………………………… 39

3
HERÁCLITO DE ÉFESO

INTRODUCCIÓN
El saber filosófico
“Todo hombre, quiera o no, es filósofo. Una vida sin filosofía no puede
vivirse. El animal se orienta unívocamente por medio del instinto. No es libre.
No tiene opciones. Está determinado a hacer lo que hace. El hombre, en
cambio, tiene conciencia de la problematicidad de su existencia. Por ello, la
vida humana es inevitable búsqueda de orientación, forzoso discurrir para
darse un sentido. La encrucijada de la vida obliga la hombre a pensar, con el fin
de saber a qué atenerse. Vivir es tener que pensar sobre el peso de la
existencia. Pensar es filosofar.
Por otra parte, es evidente que todo hombre busca la felicidad. La
búsqueda de la vida dichosa es también causa de que todos los hombres
filosofen. Todo hombre, pues, se siente obligado de darse una visión total del
universo y de la vida, de acuerdo a su temperamento y situación. Sin embargo,
no todos los hombres hacen filosofía en igual grado y medida. Hay muchas
formas de vida. Cicerón, en sus “Cuestiones Tusculanas”, dice que Pitágoras
clasificó a los hombres y tres grupos:
• los unos, viven para esta vida, para servir al placer,
• los otros, al dinero,
• unos pocos, teniendo todo lo demás por nada, consideran con afán la
naturaleza de las cosas, se llaman los “filósofos” o amantes de la
sabiduría.
El filósofo supera en mucho a todos los demás por la contemplación y el
conocimiento de las cosas”.
Estas ideas, atribuidas a Pitágoras, filósofo griego del siglo VI a.C,
muestran que, desde hace muchos siglos, existe un grupo de hombres
dedicados a una peculiar actividad: la Filosofía. De ellos trata la Filosofía,
entendida en sentido estricto. Estos hombres, máximos exponentes de la
inteligencia humana, han tratado de responder a las eternas preguntas del
hombre. Los hombres que han tenido una mirada más profunda, que han
gozado de una mayor participación de la Sabiduría, son los verdaderos
filósofos”.1
Uno de estos grandes hombres es Heráclito de Éfeso, destacado filósofo
y pensador de la escuela jónica, enigmático personaje que vivió en el siglo VI
a.C. en la Grecia Antigua y apodado el oscuro.
El presente trabajo versará sobre los pilares principales de su
pensamiento, que se incluyen en la vertiente teórica de la filosofía griega, que
trata del entendimiento del Universo y, por lo tanto, se inclina hacia los saberes
como la metafísica o la física.

1
Problemas filosóficos EDB – Cuenca, Ecuador, Pág. 14-15

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HERÁCLITO DE ÉFESO

HERÁCLITO DE ÉFESO
Biografía
Heráclito (544 a.C - 484 a.C) (Herakleitos), llamado ho skoteinos, "el
oscuro"; Pocas son las cosas que sabemos de la vida de Heráclito de Éfeso.,
Nació hacia el 544 antes de Cristo, aproximadamente, y vivió en Éfeso, ciudad
enclavada en la costa Jonia, al norte de Mileto, hasta su muerte, en el 484
antes de Cristo. Pertenecía a una familia aristocrática y, al parecer, no se llevó
muy bien con sus conciudadanos, hijo de Blosón (o, según algunos, de
Heraclón) Escribió una obra a la que se le da el título común " Sobre la
naturaleza" que se le había dado también a los libros escritos por otros filósofos
anteriores. No es seguro que se tratara realmente de un libro en el que se
desarrollaran sistemáticamente temas relacionados con el conocimiento de la
naturaleza, el alma o la cosmología. Es probable que se tratara de un conjunto
de sentencias recopiladas en forma de libro, hipótesis que se apoya en el
carácter enigmático y oracular de los fragmentos que conservamos, carácter
que ya en su época le valió el sobrenombre de "El oscuro". Timón de Flíunte, el
escritor satírico del siglo III, denominó a Heráclito "enigmático" Esta crítica
justa de su estilo dio origen más tarde al epíteto casi invariable de obscurus en
latín. Otra calificación corriente en el período romano fue la de "el filósofo
llorón". Este último juicio es totalmente trivial y se basa, en parte, en referencias
humorísticas a su idea de que todas las cosas fluyen como los ríos, (los que
creen en el flujo son como gentes con catarro) y, en parte, en la conocida
atribución de Teofrasto con la que quiso significar "impulsividad" y no
"melancolía" en su sentido posterior y moderno, Se mantenía a distancia de la
multitud, a la que consideraba falta de entendimiento. En él se percibe un rasgo
común a muchos de los filósofos antiguos: el vivir una vida acorde a su
filosofía. Con el paso del tiempo, a medida que la Filosofía se fue
transformando en una disciplina, en un estudio, los filósofos fueron disociando
su saber de su actuar. Pero entre los primeros encontramos pensadores que
vivían las verdades y aparecían a los ojos de muchos como personas
especiales o raras. Se le puede considerar como uno de los iniciadores de la
metafísica griega, aunque sus ideas derivan de la escuela jónica de la filosofía
griega. Según Heráclito todo fluye, todo cambia, nada permanece .No podemos
bañarnos dos veces en el mismo río., dice en uno de los fragmentos que han
llegado hasta nosotros. (Ni el río ni nosotros seríamos los mismos.) El devenir
es el Principio de Todas las Cosas. Todo es fuego que se enciende y se apaga
según una medida. El cambio, el devenir, está regido por el logos. El logos
regula el devenir como una ley inmanente al mundo. El devenir se da según la
lucha de los contrarios. La tensión entre los contrarios en lucha genera el
movimiento; por eso a la paz sigue la guerra y a ésta nuevamente la paz. .La
guerra es la madre de todas las cosas., dice Heráclito. Y este movimiento
retorna eternamente sobre sí mismo. Al terminar el gran año solar todo vuelve
a comenzar y a repetirse ("eterno retorno"). Hacia el final de su vida se
convirtió en misántropo y se retiró a los montes, donde vivió comiendo hierbas
y plantas. A resultas de esto enfermó de hidropesía y regresó a la ciudad;
preguntaba a los médicos de forma enigmática si podrían hacer de la lluvia una
sequía. Como éstos no lo entendiesen, se enterró a sí mismo en un
estercolero, esperando que el calor del estiércol le absorbiera la humedad.

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HERÁCLITO DE ÉFESO

Acerca de su obra
Los biógrafos e historiadores antiguos de filosofía supusieron que todos
los presocráticos escribieron uno o más libros y, por ello, dieron por supuesto
que Heráclito escribió uno, sobre el cual, Diógenes, nos dice que su titulo era:
Sobre la naturaleza. Estos títulos se le asignaban normalmente a las obras
escritas por aquellos a quienes Aristóteles, y los peripatéticos, denominaron
como filósofos naturales y no hay porque considerarlos auténticos en todas los
casos. La afirmación de que su obra estaba dividida en tres secciones
(universo - política - teología) sugiere que Diógenes, al escribir esto, siguió una
colección de sentencias, hechas en Alejandria, y que seguía un análisis estoico
de las partes de la filosofía. Diels sostiene que Heráclito no escribió un libro
seguido sino que simplemente adujo una serie de opiniones cuidadosamente
formuladas. Es posible que esto sea correcto ya que los fragmentos
transmitidos tienen un marcado aspecto de declaración oral, expuesta de una
forma concisa y chocante y, por tanto, fácil de recordar. No dan la impresión de
ser extractos procedentes una redacción continúa. El único óbice a este punto
es la existencia de una sentencia (relacionada con el Lógos) de estructura
complicada, que se asemeja mucho a la introducción escrita hecha a un libro.
Por todo ello, es posible que cuando, Heráclito, adquirió fama de sabio se
hiciera una colección de sus declaraciones más famosas componiéndose para
ello un prólogo especial. De todas formas, las fragmentos que poseemos
fueron en su mayor parte mas apotegmas verbales que partes de un tratado
discursivo. En algunos textos se sugiere también que Heráclito formó escuela y
que sus discípulos, los heracliteos, eran adictos a la lectura de su obra. Incluso
Platón y Aristóteles hablan sobre este asunto. Sin embargo esto no parece más
que una conjetura ya que, a Heráclito, no se le conoce ningún seguidor
destacado hasta Crátilo, contemporaneo de Platón, quien desarrolló un
heracliteismo degradado, exagerando y combinando la creencia de Heráclito en
la inevitabilidad del cambio. Se lo dedico al templo de Ártemis e
intencionadamente lo escribió, como algunos dicen, de un modo un tanto
oscuro para que sólo tuvieran acceso a él los influyentes* y no fuera fácilmente
despreciado por el populacho.
Pensamiento
Suele situarse a Heráclito en oposición a Jenófanes y tambien a
Parménides. A pesar de todo coincide con Jenófanes en la total superación
que ámbos manifiestan ante el politeismo antropomórfico, asi como en el
reconocimiento de la unidad de todo ente, ya que ámbos piensan que es
propio del sabio reconocer que todo es uno. Pero esta coincidencias
desaparecen desde el momento en que Jenófanes identifica lo uno con la
divinidad inmovil. Y es que Heráclito no ve en el mundo (ni fuera de él) ningún
ser permanente sino cualidades contrarias conexionadas entre sí, así como el
paso de unos contrarios a otros en un eterno vencer y ser vencidos, aunque la
sangre, como veremos, nunca llegue al río. Y es que, según Heráclito, el
enfrentamiento de contrarios y el devenir del mundo no implica que este sea un
caos sino todo lo contrario, es decir, un kosmos. Y no es un caos porque existe
el Logos (al que Heráclito identifica con el fuego) que permite que todo lo que
sucede en el mundo, aún habiendo lucha y enfrentamiento entre los elementos
contrarios de la naturaleza, sea fruto de la proporción, del orden y de la
medida.

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HERÁCLITO DE ÉFESO

1.
Respecto a los contenidos esenciales de su interpretación de la
naturaleza, siguiendo la línea abierta por los filósofos de Mileto, podemos
destacar:
a) La afirmación del cambio, o devenir, de la realidad, ("Este cosmos [el
mismo de todos] no lo hizo ningún dios ni ningún hombre, sino que siempre fue,
es y será fuego eterno, que se enciende según medida y se extingue según
medida.) Que se produce debido a:
b) La oposición de elementos contrarios, que es interpretada por
Heráclito como tensión o guerra entre los elementos. ("Conviene saber que la
guerra es común a todas las cosas y que la justicia es discordia y que todas las
cosas sobrevienen por la discordia y la necesidad.") Ahora bien, esa "guerra"
está sometida a:
c) Una ley universal, el Logos, (que podemos interpretar como razón,
proporción...) que regula todo el movimiento de la realidad conduciéndolo a la
armonía, y unificando así los elementos opuestos; de donde se sigue la
afirmación de la unidad última de todo lo real. ("No comprenden cómo esto,
dada su variedad, puede concordar consigo mismo: hay una armonía tensa
hacia atrás, como en el arco y en la lira".)
2.
La identificación del cosmos con un fuego eterno probablemente no
deba ser interpretada en el sentido de que el fuego sea una materia prima
original, del mismo modo en que lo eran el agua para Tales o el aire para
Anaxímenes. El fuego sería la forma arquetípica de la materia, debido a la
regularidad de su combustión, que personifica de un modo claro la regla de la
medida en el cambio que experimenta el cosmos. Así, es comprensible que se
le conciba como constitutivo mismo de las cosas, por su misma estructura
activa, lo que garantiza tanto la unidad de los opuestos como su oposición, así
como su estrecha relación con el Logos.
3.
La idea de que el mundo nos ofrece una realidad sometida al cambio no
es original de Heráclito: a todos los pensadores presocrácticos les impresionó
dicha observación. Las afirmaciones de que "todo fluye" y "no se puede bañar
uno dos veces en el mismo río" se las atribuye Platón libremente en sus
diálogos, sugiriendo la correspondiente consecuencia: "nada permanece". Es
probable que Heráclito insistiera en la universalidad del cambio más que sus
predecesores pero, por los fragmentos que conservamos de su obra, lo hacía
aún más en la idea de la medida inherente al cambio, en la estabilidad
subsistente.
4.
Probablemente Platón se dejara influir por las exageraciones sofísticas
del siglo V, y por las de los seguidores de Heráclito, como Cratilo, quien al
parecer afirmaba que ni siquiera era posible bañarse una vez en el mismo río;
pero sus consideraciones transmitieron a la posteridad una imagen deformada
del pensamiento filosófico de Heráclito, en la que abundará posteriormente
Aristóteles, quien acusará a Heráclito de negar el principio de contradicción

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HERÁCLITO DE ÉFESO

(Una cosa no puede ser ella misma y su contrario, en el mismo aspecto y al


mismo tiempo..) al afirmar que los opuestos son "uno y lo mismo". Parece claro
por los fragmentos conservados que con esa expresión Heráclito quería
significar no que eran "idénticos" sino que pertenecían a un único complejo, o
que no estaban esencialmente separados.
Dificultades de interpretación
Ya hemos señalado que Heráclito tenía fama de ser oscuro. Pues bien, a
la propia dificultad que implica el entender sus propias citas, hay que añadir
también los testimonios que se nos han transmitido acerca de su pensamiento.
Estos testimonios podrían resumirse de este modo:
1. Platón y Aristóteles (auténticos gurus de la filosofía griega) pusieron
escaso empeño en penetrar en la real significación del pensamiento de
Heráclito. Platón menciona a Heráclito pocas veces y cuando lo hace, lo
lleva a cabo de un modo humorístico e irónico, insistiendo, sobre todo,
en una de sus opiniones más trillada y peor entendida, es decir, aquella
que dice que todas las cosas fluyen (panta rei). Lo curioso del caso es
que Platón, (según Aristóteles), estuvo influenciado, en su momento, por
Crátilo (seguidor de Heráclito) y sus ideas sobre el cambio. Es evidente
que, o bien Crátilo ya había adaptado a su propio pensamiento
(modificándolas) tales ideas, o Platón interpretó incorrectamente la
concepción de Heráclito sobre el cambio. Y es que, como veremos más
adelante, para Heráclito no era tan importante la idea del cambio, como
la idea anversa de la medida inherente al cambio, y, por tanto, la
estabilidad subsistente.
2. Por su parte, Aristóteles, aceptó la interpretación platónica e incluso la
exageró aún más. Aristóteles ataca a Heráclito por haber negado el
principio de contradicción cuando afirma que los opuestos son lo mismo.
El problema es que Aristóteles no se paró a pensar que cuando
Heráclito afirma esto no quería decir que los opuestos fueran lo mismo,
es decir, idénticos; sino que estaban esencialmente separados o que
pertenecían a un único complejo.
3. Por otro lado, Teofrasto, de quien depende toda la tradición doxográfica
posterior, basó su interpretación de Heráclito en Aristóteles.
4. A su vez, los estoicos deformaron aún más la versión, ya que adoptaron
a Heráclito como su máxima autoridad en cuestiones físicas. Aunque es
cierto que, en algunos aspectos, desarrollaron bien sus ideas, sobre
todo, en lo que se refiere a su ideal de vivir de acuerdo con la
naturaleza; lo cierto es que, otras veces, readaptaron sus opiniones a
sus propias y especiales exigencias, como por ejemplo sucede con al
atribución a Heráclito de la ecpyrosis, es decir, la consunción periódica
de todo el mundo mediante el fuego.
El logos y los opuestos
Según Heráclito, los hombres deberían tratar de comprender la
coherencia subyacente en las cosas. Esta coherencia está expresada en el
Logos, el elemento ordenador de todas ellas.
¿Cual es el significado del Logos?

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HERÁCLITO DE ÉFESO

El concepto de Logos tiene, en Heráclito, el significado general de


medida y proporción. Esto implica que, para Heráclito, el universo está
dispuesto según un plan o medida que hace que todas las cosas,
aparentemente diversas, sean realmente una. El logos es quien explica la
existencia de tal coherencia que permite que las cosas, en apariencia plurales,
se encuentre en realidad unidas en un complejo coherente del que los hombres
mismos constituyen una parte. En este contexto, Heráclito, tilda de almas
bárbaras a todos aquellos que no son capaces de entender el lenguaje de los
sentidos o que no pueden interpretarlo correctamente sino que se dejan
engañar por sus manifestaciones superficiales. Al mismo tiempo el logos no es
una mera idea sino el constitutivo real de las cosas, coextensivo con el fuego,
y, por tanto, elemento cósmico primario lo que no quiere decir que Heráclito
creyese, al modo de los milesios, que tal principio era el origen de donde
procedía todo. En Heráclito el universo siempre habría así y, en él, el fuego
(identificable con el logos) es elemento primario en el sentido de ser el
responsable de que los elementos naturales, aún siendo contrarios y
enfrentados entre sí, funcionen de modo coherente y equilibrado. ¿Cual es el
significado de los opuestos?
1. Según Heráclito en el mundo es algo fundamental la existencia de los
opuestos así como la unidad esencial de los mismos. Existen multitud de
textos que ejemplifican esta idea de Heráclito. Tal ejemplificación podría
resumirse del modo siguiente:
2. Las mismas cosas producen efectos opuestos sobre clases distintas de
seres animados. Asi, por ejemplo, el mar es saludable para los peces
pero para los hombres es insalubre.
3. Aspectos diferentes de una misma cosa pueden justificar descripciones
opuestas. Esta parece ser la interpretación más correcta aplicada a la
expresión el camino abajo y arriba es uno y el mismo, aunque Teofrasto
le dió a la expresión un sentido cosmológico que es aceptado por
algunos tratadistas modernos (Capelle). Hipólito, sin embargo, una
fuente muy fidedigna en relación a Heráclito, la consideró como una
mera ilustración de los opuestos y no como una metáfora cosmológica.
En este sentido, deberíamos pensar en un mismo camino, al cual
denominan camino hacia arriba los que lo ven desde abajo, y camino
hacia abajo los que lo ven desde arriba. Vlastos afirma que esta
interpretación es una banalidad.
4. Ciertas realidades solo son comprensibles si se reconocen sus
opuestos. Esto sucede, por ejemplo, con la salud o el descanso que solo
tienen sentido si se reconoce la existencia de sus opuestos la
enfermedad y el cansancio.
5. Ciertos opuestos están enlazados de un modo esencial porque se
suceden mutuamente sin más. Así sucede, por ejemplo, con el calor y el
frío o con el día y la noche, padre e hijo.
En definitiva, según Heráclito, tendemos a considerar la realidad como
formada por elementos como separados unos de otros y como opuestos unos a
otros, es decir, como una realidad desconexionada y diversa. Pues bien, esa
desconexión y diversidad es algo meramente accidental ya que la razón nos
muestra que se encuentra íntimamente conexionada formando un todo. Ello

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HERÁCLITO DE ÉFESO

significa que, según Heráclito, no existe una división realmente absoluta entre
lo que consideramos como elementos opuestos.
Ahora bien el que los opuestos formen una unidad no implica que no
exista la pluralidad diferente y encontrada. Cuando Heráclito habla de las cosas
tomadas en conjunto se está refiriendo a los opuestos formando un todo
continuo (día-noche-frío-calor). Esos opuestos no conviven, sin más, sino que
luchan y se enfrentan entre sí. Lo que sucede es que en esa lucha ningún
elemento acaba por imponerse y anular al otro, sino que es una lucha racional
(lógos) en donde lo que prima es el orden, la proporción y la medida. En este
sentido, cada uno de los opuestos podría expresarse, según Heráclito, en
términos de dios ya que todos ellos están impregnados por el rector de la
armonía cósmica (logos). En este sentido, Heráclito, contrapone la visión
sintética de las cosas por parte de la divinidad (para él no existe realmente la
separación entre los opuestos) frente a la visión caótica de los humanos.
Según Heráclito el mundo, como un todo, está, por tanto, íntimamente
conexionado aunque esta conexión sea invisible y no se nos muestre a primera
vista. Pero lo cierto es que, gracias al equilibrio entre los opuestos, el complejo
funciona armónicamente. Y es que si el equilibrio entre los opuestos no se
mantuviera, por ejemplo, si el calor comenzará en su lucha con lo frío, (o el día
con la noche), a imponerse el uno sobre otro, de tal forma que lo hiciera
desaparecer, entonces el complejo (universo) se destruiría. Sucede lo mismo
que si alguien tensiona la cuerda de un arco de tal forma que la fuerza de los
brazos se impone a la forma del arco; es evidente que, en este caso, el arco se
rompería porque uno de los opuestos (la fuerza de lo brazos que tensiona el
arco) se habría impuesto a la forma del arco, anulándolo en sus funciones.
La discordia entre opuestos. Causa del cambio
La guerra o discordia es una metáfora que emplea Heráclito para
expresar el cambio en el mundo. Esta guerra es la que se produce entre
opuestos (calor - frío - día - noche - salud -enfermedad - guerra - paz) por lo
que cabe inferir que el cambio en el mundo, según Heráclito, se debería a esta
lucha entre opuestos. Heráclito define la guerra o discordia como díke, el
camino señalado o regla normal de comportamiento. Este modo de expresarse
es una corrección a Anaximandro el cual decía que, las cosas se pagaban
mutua pena y retribución por su injusticia, por su alternativa usurpación en los
procesos del cambio natural. Esto implicaba, claro está, que en un momento
determinado, la guerra se paraba. Pues bien, para Heráclito si la discordia
cesara, el vencedor en cada lucha establecería un dominio permanente sobre
el vencido con lo que el mundo quedaría destruido. Ahora bien:
¿Significa esto que la discordia y la guerra entre los elementos opuestos
es total y sin ningún tipo de interrupción?
Con otras palabras:
¿Defendía Heráclito que el cambio en la naturaleza era algo continúo y
que no existe nada permanente?
Para responder a estas cuestiones deberían analizarse aquellos textos
en donde aparece la expresión, machaconamente repetida, y referida a
Heráclito, de la imagen del rio fluyente. En este contexto, habría que señalar lo
siguiente:

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HERÁCLITO DE ÉFESO

1. Según autores como Platón, Aristóteles,Teofrasto y los doxógrafos,


Heráclito, defendería la existencia de una absoluta continuidad en los
cambios de la naturaleza ya que, según él, todo estaría, como un río, en
un continúo flujo. Aristóteles llega a señalar algo que ya está implícito en
Platón, es decir, que Heráclito pensaba que no existía nada permanente
sino que, incluso lo que parecía ser estable, experimentaba también
cambios invisibles. Es posible que en esta imagen del río fluyente y
continuo, Platón, se viera influenciado por las exageraciones de Crátilo
quien creyó que no se podría uno sumergir dos veces en el mismo río.
Es el mismo Aristóteles quien nos dice que estas ideas de Crátilo
influyeron grandemente en Platón. Parece, por tanto, que ni Platón ni
Aristóteles nos transmiten el auténtico pensamiento de Heráclito. Y es
que Heráclito a través de la imagen del río lo que realmente quiso
transmitir es la unidad que depende de la conservación de la medida y
del equilibrio en el cambio
2. ¿Es posible que Heráclito hubiera pensado que, por ejemplo, una roca o
un caldero de bronce experimentan en sí mismos cambios continuos?
No parece probable que defendiera este tipo de ideas ya que él defendió
una positiva confianza en los sentidos siempre que se utilizaran de modo
inteligente. Pues bien, en este contexto, lo lógico es suponer que, tanto
la roca como el caldero, sufren cambios producidos por el uso y por el
paso del tiempo; pero, en tal caso, tales cambios serían absolutamente
perceptibles. Es cierto que Meliso llamó la atención sobre el hecho de la
realidad del cambio en algunas cosas que parecen estables, como por
ejemplo, el hierro que se desgasta por la fricción de los dedos. Ahora
bien, eso no quiere decir que Meliso estuviera pensando ( lo mismo
debió pasar con Heráclito ) que el cambio, por ser invisible, fuera
también continuo: siempre que los dedos frotan un caldero de bronce se
produce un desgaste por fricción en una parte invisible del hierro; pero
cuando no se frota ¿qué motivos se podrían aducir para pensar que el
caldero sigue cambiando?
3. Parece, por tanto, que el punto de vista, tanto de Meliso, como de
Heráclito, debió ser el de que los sentidos nos muestran que cualquier
cosa, aun cuando aparentemente sea estable, está sujeta a cambios
pero siempre que sean deducibles. Y lo cierto es que un cambio
continuo, (algo que Platón le atribuye a Heráclito), no es deducible en
muchos objetos aparentemente estables.
4. Ahora bien, el que Heráclito niegue que el cambio sea algo continúo no
quiere decir que no defendiera la existencia del movimiento y del cambio
en la naturaleza. La existencia del cambio y del movimiento son ideas
esenciales en el pensamiento de Heráclito. Ahora bien, el cambio no es
algo caótico y sin sentido sino el fruto de la racionalidad y el orden
cósmicos. Si se analizan aquellos textos en donde Heráclito habla del
movimiento, por ejemplo, de un río es de destacar que lo que prima no
es el movimiento continuo del mismo sino la imagen de que la unidad y
estabilidad del mismo ( río ) dependen de la regularidad del flujo de las
aguas que lo forman. Con ello se quiere hacer ver, por un lado, que
existe un equilibrio entre los constitutivos opuestos del mundo, y, por
otro, que debería rechazarse la idea de que cada cosa se comporta

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HERÁCLITO DE ÉFESO

individualmente como un río. Los objetos de la naturaleza, (una roca,


una montaña, etc) se nos presentan a los ojos como realidades
momentáneamente estáticas. Ahora bien, según la teoría de la discordia
de Heráclito, esos objetos acabarán por cambiar. Pero lo harán de una
forma proporcional y equilibrada de tal modo que terminarán por
contribuir a mantener el proceso armónico de los constitutivos del
mundo.
5. Ahora bien: ¿cuáles son los opuestos de la roca y de la montaña
(tierra)? ¿En qué sentido son algo estático? ¿Por qué terminarán por
cambiar? Para poder contestar todas estas cuestiones debemos analizar
la concepción que Heráclito tenía acerca del Cosmos.
El mundo en Heráclito
Heráclito afirma que el cosmos, como totalidad, podría ser descrito como
fuego en el sentido de que, cuando una determinada cantidad se extingue se
vuelve a encender una parte proporcional al extinguido en otra parte. Todo el
cosmos estaría ardiendo a la misma vez y siempre lo estuvo y siempre lo
estará. No existe, por tanto, en Heráclito, una cosmogonía como en los
milesios, ya que el fuego no es una materia prima original de la que procede
todo como sucedía, por ejemplo, con el agua de Tales. Para Heráclito el fuego
es la fuente continúa de los procesos naturales: de su región parece proceder
la lluvia que es fuente del mar. Este se convierte en tierra, y, ésta, en lugares y
momentos distintos, se convierte en agua. Son las tres masas ( fuego-tierra-
mar ) más importantes del mundo. Pues bien, en un momento concreto, esos
elementos serían estáticos (como lo eran la roca y la montaña de los ejemplos
anteriores) y estables.
¿Cómo comienzan a cambiar?
Según Heráclito si una cantidad de tierra se disuelve en mar, otra
equivalente de mar se disuelve en tierra y lo mismo acontece entre el mar y el
fuego. Esta parece ser la interpretación que se desprende de los textos . Ello
implica, al margen de la literalidad de tales textos, que la medida, el orden y la
proporción son elementos que rigen el proceso de cambio en la lucha de los
contrarios. Ningún elemento se impone sobre al otro anulándolo; y es que, en
esta lucha, no existen vencedores ni vencidos absolutos sino luchadores
(opuestos) que ceden parte de las posiciones que ganan. Este parece ser, por
tanto, el sentido de aquellos textos en donde Heráclito destaca las ideas de
proporción y medida. Tales ideas aparece descritas con toda claridad cuando
Heráclito hace referencia, por ejemplo, al intercambio del oro y de las
mercancías, en donde viene a decir que, del mismo modo que, en tal
intercambio, no se produce una situación en la que todas las mercancías se
conviertan por absorción en oro, hasta el punto de que todo sea oro y nada
mercancías; así también en el cosmos, sus tres elementos fundamentales (
tierra, mar, fuego ), aún estando enfrentados y en discordia, no se imponen
unos sobre otros buscando su desaparición sino que, únicamente, intercambian
sus elementos. En definitiva, el cosmos se encuentra regido por un logos
(fuego) el cual personifica la regla de la medida del cambio y que, de algún
modo, controla la materia, ejerciendo sobre ella una función directiva.

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HERÁCLITO DE ÉFESO

Los cuerpos celestes


En relación con los cuerpos celestes, ningún fragmento transmite de forma
clara el pensamiento de Heráclito. Diógenes Laercio es quien conserva una
versión más completa al señalar lo siguiente:
1. Los cuerpos serían, según Heráclito, cubetas sólidas llenas de fuego
alimentado por las exhalaciones húmedas procedentes del mar las
cuales le servían de combustible. Es de suponer que esta era la forma
en que, según Heráclito, el agua se convertía en fuego.
2. Al mismo tiempo, sin aducir causa alguna que no fuera mecánica,
explica los eclipses y las fases de la luna por la desviación, en su giro,
de las cubetas. Diógenes constató que Heráclito no dijo nada sobre la
constitución de dichas cubetas, por lo que es probable que se limitó a
adoptar mitos populares ya que sus sólidas cubetas nos recuerdan el
mito de que el sol navegaba cada noche de oeste a este sobre un
cuenco dorado en torno a la corriente del océano.
3. Heráclito decía también que el sol es nuevo cada día en el sentido de
que su fuego se vuelve a llenar cada noche con exhalaciones
enteramente nuevas. También aquí podemos observar como las ideas
de medida y proporción son esenciales en el pensamiento de Heráclito.
Existe un texto en donde díke, que personifica la regularidad, la
proporción y la medida, impide que el sol sobrepase sus medidas y, con
ello, que se acerque demasiado a la tierra.
4. La idea del orden y regularidad del cosmos físico es aplicada por
Heráclito al ámbito del mundo humano en tanto en cuanto éste es parte
de este orden general: del mismo modo que, dentro de la naturaleza,
aún existiendo elementos contrarios que luchan entre sí, nunca uno de
ellos acaba por imponerse totalmente al otro, anulándolo; lo mismo
debería suceder, en el ámbito de lo humano, en donde aun existiendo
ideas contrarias y enfrentadas entre sí, no, por ello, deberían imponerse
unas sobre otras. Hasta la llegada de los sofistas, con su división entre
physis y nomos, esta idea seguirá estando presente en Grecia.
El mundo humano en Heráclito
Heráclito no sintió únicamente interés por investigar el mundo de la
naturaleza sino que pensaba que tanto la vida del hombre como sus
instituciones estaban íntimamente ligadas al mundo natural que les rodeaba.
Por ello, afirma que la sabiduría consiste precisamente en ser consciente de
este hecho, es decir, en entender el modo en que opera el mundo aunque, deje
entrever que el único ser completamente sabio es dios que, Heráclito, no
identifica ni con los dioses antropomórficos de Homero ni con un dios al que
haya que rendir culto, pero que, si se asemeja al dios Zeus convencional. Tanto
el fuego como el logos son coextensivos con este dios, e, incluso,
manifestaciones suyas. Las opiniones de Heráclito sobre el hombre y sus
instituciones no las concibe al margen del mundo natural ya que, según él,
todas las cosas estarían regidas por las mismas leyes.
Entre las ideas de Heráclito sobre el hombre y sus instituciones serían
de destacar las siguientes:

13
HERÁCLITO DE ÉFESO

1. Mientras Anaxímenes, como ya hemos visto, identificaba el alma con el


aliento - aire; Heráclito la concibe como algo que estaría hecha de éter
ígneo, es decir, fuego. Piensa que el alma nacería de la humedad con lo
que estaría señalando que, del mismo modo que con el firmamento, el
alma sería mantenida como tal gracias a la humedad y que acabaría por
ser destruida cuando se convierte totalmente en agua. Es curioso notar
que cuando describe el alma es como si estuviera enumerando las
relaciones existentes entre las tres masas (mar, tierra, agua) que
formarían el mundo. Un alma excesivamente humedecida, por ejemplo,
por el exceso de bebida, hace que su dueño se comporte como un niño.
2. Heráclito coloca explícitamente al entendimiento en relación con el alma
y ésta, que pude moverse por todas las partes del cuerpo, según sus
necesidades, tiene unos límites inalcanzables. Con esto parece que
quería expresar no tanto que la capacidad intelectiva del hombre fuera
absoluta, sino que, en cuanto es una porción representativa del fuego
cósmico, abarcaría una vasta extensión.
3. Al mismo tiempo, para Heráclito, el alma era como un fragmento
adulterado del fuego cósmico y con poder directivo, lo que implica que,
de algún modo el cuerpo sería regido por el alma. Vlastos niega todos
estos presupuestos cósmicos del alma ya que, según él, debió ser
común la observación de que el calor estaba asociado al cuerpo vivo,
mientras que el cuerpo muerto y sin alma se asociaba al frío. Pues bien,
sobre esta base, y, sin necesidad de grandes reflexiones, podrían
deducir el carácter ígneo del alma y no, precisamente a partir del fuego
cósmico, como hace Heráclito.
4. La vigilia, el sueño y la muerte estarían en relación con el grado de
ignición del alma. Durante el sueño le parece al hombre que la oscuridad
está iluminada. Esta luz es engañosa ya que es una luz individual y
propia que suplanta a la verdadera luz del logos común a todos.
Heráclito también pensaba que el hombre durante el sueño estaría en
contacto con la muerte ya que alma-fuego ardería débilmente y estaría
casi extinta; por ello, según Heráclito, en la mayoría de los aspectos, el
que sueña se parece a un hombre muerto. El sueño sería, pues, un
estado intermedio entre la vida y la muerte, es decir, durante el sueño el
alma estaría parcialmente separada del mundo (fuego) con lo que su
actividad disminuye sensiblemente.
5. El alma, en tanto manifestación del fuego, sería una realidad física y,
por ello, es de suponer que Heráclito negaba toda dimensión espiritual
de la misma. En estado de vigilia, la conexión con el exterior estaría
suministrada por un contacto directo, con lo circundante, es decir, con el
fuego exterior, a través de los sentidos. En este sentido, el alma sería un
producto más de la naturaleza que mantiene contacto con el logos
(fuego). Según Sexto, durante el sueño el contacto se produce a través
de la respiración que inhalaría, dado que las almas proceden del agua,
humedad para seguir viviendo. Pero al no ser tan intensa la inhalación,
como cuando está despierta, se hallaría en un estado semejante a la
muerte. Según Aecio (en quien se nota reflejos estoicos) las almas se
nutren de exhalaciones internas y externas: las internas procederían de
la sangre y otros liquidos del cuerpo, mientras que las externas serían

14
HERÁCLITO DE ÉFESO

las que se absorben mediante la respiración. Por su parte, Calcidio, le


atribuye a Heráclito una opinión completamente distinta a la de Sexto. El
alma solamente tendría contacto con la razón cósmica durante el sueño
por estar libre de la interrupción de los sentidos. Es evidente que todas
estas ideas referidas a la razón cósmica no proceden de Heráclito sino
que son estoicas, y el resto de la interpretación es evidentemente
platónica.
Heráclito afirma también que algunas almas (virtuosas) no se convierten
en agua a la muerte del cuerpo, sino que sobreviven para unirse
definitivamente al fuego cósmico. Hemos visto como, para Heráclito, la muerte
de las almas consistía en convertirse en agua. Existe sin embargo algún texto
en donde parece sugerirse que ciertas almas sobreviven a la muerte y se
convierten en démones (vigilantes de vivos y muertos) lo que sería un
desarrollo de un pasaje de Hesíodo. La clave de esta creencia estaría en la cita
en donde se dice que las almas muertas en combate son más puras que las
que perecen de enfermedad. Según Heráclito ello se debería a que las almas
de los hombres enfermos estarían húmedas debido a que sus poseedores
estarían en estado semiinconsciente y semejante al sueño, mientras que los
muertos en batalla habrían sido eliminados en la plenitud de su actividad
anímica (fuego). De esta forma, las almas de los enfermos pierden con la
muerte tranquila su último residuo de fuego y se convierten en acuosas para
dejar de existir como almas; por su parte, las almas de los caídos en combate
continúan siendo ígneas y, por tanto, libres de convertirse en agua. Por todo
ello, al abandonar el cuerpo se vuelven a unir con el fuego cósmico; si bien,
antes de llegar a este estado puede ser que sigan siendo démones sin cuerpo
durante algún tiempo. Aquí, Heráclito, seguiría el patrón de Hesíodo. Todo esto
no quiere decir que Heráclito defendiese la supervivencia individual eterna en
calidad de fuego etéreo, ni que tal realidad individual se insertase
posteriormente en otro cuerpo, al modo de la teoría de la trasmigración de
Pitágoras. No puede olvidarse que para Heráclito las porciones de fuego
estarían intercambiándose continuamente con los otros elementos del cosmos
para contribuir así a su orden y estabilidad.
Religión, ética y política
En relación con la religión, la ética y la política, el pensamiento de
Heráclito era el siguiente:
1. En asuntos de religión, Heráclito, siguió a Jenófanes en su crítica al
antropomorfismo e idolatría de la religión tradicional. Según él las
prácticas de la religión convencional son necias e ilógicas, aunque, a
veces, apuntan accidentalmente hacia la verdad. De todos modos,
parece que no rechazó toda idea de divinidad como puede verse en
algunos textos. Señala también que los misterios no serían del todo
despreciables si se celebraran correctamente; y es que, según Heráclito
podrían conducir indirectamente al Logos. Es el caso de las fiestas
Leneas en honor a la vida (Dionisos) y a la muerte (Hades). La implícita
identificación de estos dos opuestos impediría, según Heráclito, que el
culto sea vergonzoso del todo. Es importante hacer notar, sin embargo,
que es difícil que los participantes en estas fiestas comprendieran el
significado de lo que hacían, al menos antes de que Heráclito se lo
revelara. Es curiosa también la identificación que Heráclito parece hacer

15
HERÁCLITO DE ÉFESO

entre su estilo oscuro y oracular con el método que adoptaba Apolo en


sus pronunciamientos délficos.
2. Por lo que se refiere a la ética sus consejos tienen forma gnómica y son
semejantes a los de sus predecesores. A veces los expresa con gran
sinceridad lo que explica que no cayese nada bien a sus conciudadanos.
Sus consejos éticos (comparables a las máximas délficas del conócete
a tí mismo) tienen una significación clara: se fundamentan en sus
teorías físicas ya que, según Heráclito, solo entendiendo la norma
central del mundo puede un hombre llegar a ser sabio. Es la primera vez
que encontramos, en la historia de la filosofía, enlazadas ética y física.
Por otro lado, Heráclito, niega tajantemente la opinión (generalizada
desde Homero) de que al individuo no se le puede imputar
responsabilidad por sus actos. Heráclito afirma que el hombre debe
buscarse a si mismo y que su destino está determinado únicamente por
su carácter, lo que implica que es el propio responsable de sus actos y
no el producto de poderes caprichosos (destino, dioses).
3. En cuanto a la política parece que sus ideales fueron antidemocráticos:
un solo hombre vale para mí tanto como 10.000 si es el mejor. De todas
formas lo esencial de su pensamiento, en política, se centra en la
necesidad de respetar la ley pero en el sentido siguiente: las leyes
humanas están nutridas por la ley divina universal (cósmica) que
concuerda con el Logos. Hay que seguir esas leyes ya que son el
producto de hombres sabios con almas ígneas que tienen clara la
relación existente entre hombre y cosmos.
Epistemología
En su explicación de la naturaleza parte del planteamiento de
Anaximandro.
Ahora bien, para éste la lucha entre opuestos no es más que un estadio
previo a la estabilización, deseable por otra parte, mientras que para Heráclito
es esencial para el Uno. Es más, el Uno sólo existe en cuanta tensión entre
contrarios: "la lucha es justicia", "la guerra es común a todas las cosas". Si
pensamos en los procesos de descomposición de animales o plantas muertos
que dan vida a nuevos seres vivos, comprenderemos esta visión heraclitiana:
todo proceso de generación implica a su vez la corrupción, sin el uno no se da
el otro.
Metafísica
En este sentido establece que la esencia de las cosas es el Fuego. Más
cuando propone este elemento no se debe pensar que pretende diferenciarse
de los Físicos Jonios. Cabe, más bien, entenderlo como metáfora (si bien hay
una alusión indirecta a aquellos) de esa tensión de contrarios en la naturaleza.
El fuego transforma la materia en sí mismo. Es más, necesita de una
materia que lo alimente, ya que si no se extingue. Todo en la naturaleza nace
de una tensión inicial, un consumir para inflamarse o crecer, para finalmente
extinguirse. La Naturaleza es Fuego. Pero este fluir de la naturaleza de una
forma a otra, esa transformación de una materia en otra (como de la leña en
fuego) se hace según medida: tanta materia se corrompe, tanta se genera
(tanta madera se consume, tanta llama, luz y calor se genera). De hecho, en

16
HERÁCLITO DE ÉFESO

cualquier cambio se produce una transacción.


Por esta razón, nos dirá que la materia va cambiando en cada momento
según el desarrollo de las tensiones, pero la cantidad total de esa materia es
constante. (De forma equivalente, ¡qué curiosidad!, se dice hoy que la cantidad
de materia del cosmos es constante.
Ontología
Desde el punto de vista ontológico, podemos decir que la unidad solo se
puede comprender por sus diferencias y que las diferencias son solo aspectos
de la unidad. El Uno se da en la diferencia. Así, de esa unión de contrarios en
la naturaleza surge una lógica del antagonismo, lógica que deberá subyacer a
todo discurso con pretensiones filosóficas. Así el discurso reunirá parejas
antagónicas, de contrarios: "El bien y el mal es lo mismo", "El río es uno y las
aguas diferentes". Esta lógica de lo antagónico supondrá el logos heraclitiano.
En este sentido, la lógica o las leyes del discurso deben adecuarse y coincidir
con las leyes y la lógica de la Naturaleza.

17
HERÁCLITO DE ÉFESO

CONCLUSIÓN
El mérito de Heráclito está en haber sido capaz de crear o ver la unidad
dentro de la diferencia, incluso más, descubre la identidad en la diversidad.
Reunir las diferencias que constituyen una identidad, explicar el cambio como
oposición de contrarios, desvelar el movimiento como esencia de la naturaleza,
e ahí la virtud del pensamiento de Heráclito.
Su enseñanza, se expresa de una manera abrupta, enigmática: se ha
pretendido que hacía del fuego el principio o la norma de todas las cosas que
"cambian", sin límite ni fin. Durante mucho tiempo se vio en él un precursor del
empirismo, del relativismo o, por el contrario, del racionalismo. Sus sentencias,
que le acarrearon el apelativo de Oscuro, testimonian un profundo pesimismo y
una "incertidumbre" en cuanto a la posibilidad de comunicar el Logos a los
demás hombres:
Vemos en Heráclito una anticipación de la dialéctica (tesis-antítesis-
síntesis) al introducir el planteamiento de la lucha de los opuestos como
realidad, ya que la dialéctica consiste en la disputa de argumentaciones
contrarias y su posterior síntesis.
Concluimos, por tanto, que Heráclito de Éfeso concibió una genuina
noción filosófica, aunque por un camino de simbolización sensible semejante al
de su predecesores jonios, y esta noción de lo Uno como esencialmente
múltiple se discierne con claridad bajo todo lo sensible del símbolo. Heráclito no
se elevó, ciertamente, a la concepción e pensamiento sustancial, ni explicó
suficientemente el elemento de estabilidad en el universo, como Aristóteles
trató de hacerlo; pero, según dice Hegel, “aunque desearíamos poder juzgar al
destino tan justo que conservara siempre par la posteridad lo mejor, hemos de
decir, al menos que lo que de Heráclito ha llegado hasta nosotros es digno de
tal conservación”.2

2
Historia de la Filosofía, I, Págs. 297-298

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HERÁCLITO DE ÉFESO

ANEXOS
I. Frases de Heráclito
- "En la circunferencia, el principio y el fin coinciden."
- "Si no esperáis lo inesperado no lo encontraréis, dado que es penoso
descubrirlo, y además difícil."
- "El agua del mar es mala para los hombres y saludable para los peces."
- "La virtud es la ruta más corta hacia la gloria."
- "El Sol tiene el tamaño de un pie humano."
- "Malos testimonios son los ojos y las orejas para quienes no entienden su
lenguaje."
- "El camino arriba y abajo es uno y el mismo."
- "La enfermedad hace a la salud buena, el hambre a la hartura, el cansancio al
descanso."
- "La auténtica naturaleza de las cosas suele estar oculta."
- "No te puedes sumergir dos veces en el mismo río."
- "Todo fluye, nada permanece."
- "Los médicos cortan, queman, torturan. y haciendo a los enfermos un bien,
que más parece mal, exigen una recompensa que casi no merecen."
- "Sin esperanza se encuentra lo inesperado."
- "Inmortales, mortales, inmortales. nuestra vida es la muerte de los primeros y
su vida es nuestra muerte."
- "Muerte es todo lo que vemos despiertos; sueño lo que vemos dormidos."
- "Dios es día y noche, invierno y verano, guerra y paz, abundancia y hambre."
- "Todas las leyes humanas se alimentan de la ley divina."
- "Para dios todo es hermoso, bueno y justo. los hombres han concebido lo
justo y lo injusto."
- "A todo hombre le es concedido conocerse a sí mismo y meditar sabiamente."
- "Nadie se baña en el río dos veces porque todo cambia en el río y en el que
se baña."
- "Todo cambia nada es."
- "Más vale apagar una injuria que apagar un incendio."
II. Fragmentos probablemente auténticos
712 (22 B 1) S. E. Adv. Math. VII 132: «Aunque esta razón existe siempre, los
hombres se tornan incapaces de comprenderla, tanto antes de oírla como una
vez que la han oído. En efecto, aun cuando todo sucede según esta razón,
parecen inexpertos al experimentar con palabras y acciones tales como las que
yo describo, cuando distingo cada una según la naturaleza y muestro cómo es;
pero a los demás hombres les pasan inadvertidas cuantas cosas hacen
despiertos, del mismo modo que les pasan inadvertidas cuantas hacen

19
HERÁCLITO DE ÉFESO

mientras duermen',
713 (22 B 2) S. E.Adv. Math VII 133: «Por lo cual es necesario seguir a lo
común; pero aunque la razón es común, la mayoría viven como si tuvieran una
inteligencia particular».
714 (22 B 3) AECIO, II 21: «Heráclito dice que el tamaño del sol es «del ancho
de un pie humano».
715 (22 B 4) ALB. MAG., De Veget. VI 401: Heráclito dijo que, si la felicidad
estuviera en los placeres del cuerpo, diríamos «felices los bueyes cuando
hallan arvejas amargas.»
716 (22 B 5) ARISTÓCR., Teos. 68: «En vano se purifican manchándose con
sangre, como si alguien, tras sumergirse en el fango, con fango se limpiara:
parecería haber enloquecido, si alguno de los hombres advirtiera de qué modo
obra. Y hacen sus plegarias a ídolos, tal como si alguien se pusiera a conversar
con casas, sin saber qué pueden ser dioses ni héroes».
717 (22 B 6) ARIST., Meteor, II 2, 355a: «El sol es nuevo cada día».
718 (22 B 7) ARIST., De Sent. V 443a: «Si todas las cosas se convirtieran en
humo, las narices discernirían».
719 (22 B 8) ARIST., Ét. Nicóm, VIII 2, 1155b: «Todo sucede según discordia».
720 (22 B 9) ARIST., Ét, Nicóm. X 5, 1176a: «Los asnos preferirían
desperdicios antes que oro».
721 (22 B 10) Ps.-ARIST., De Mundo 5, 396b: «Acoplamientos: cosas íntegras
y no íntegras, convergente divergente, consonante disonante, de todas las
cosas Uno y Uno de todas las cosas».
722 (22 B 11) PS.-ARITST., De Mundo 6, 401a: «Todo animal es llevado a
pastar con un golpe».
723 (22 B 12) ARIO DÍD. en EUS., Prep. Ev. XV 20: «Sobre quienes se bañan
en los mismos ríos afluyen aguas distintas y otras distintas».
724 (22 B 13) CLEM., Protr. 92, 4: .Los cerdos se regocijan más en el cieno
que en agua limpia».
725 (22 B 14) CLEM., Protr. 22, 2: «A los Bacantes que danzan de noche,
magos y celebrantes de Dioniso., iniciados en los misterios» a unos los
amenaza con lo que les sucederá tras la muerte, a otros les profetiza el fuego:
«pues sacrílega es la iniciación en lo que pasa por misterios entre los
hombres».
726 (22 B 15) CLEM. Protr. 34, 5: «Si no hicieran la procesión a Dioniso y
cantaran el himno a las partes impúdicas, procederían del modo más
irreverente, «pero son lo mismo Hades y Dioniso; por ello enloquecen y
celebran Bacanales',
727 (22 B 16) CLEM., Pedag, II 99, 5: « ¿Cómo podría alguien ocultarse de lo
que no se pone?».
728 (22 B 17) CLEM., Strom. II 8, 1: «La mayoría no comprende cosas tales
como aquellas con que se encuentran, ni las conocen aunque se las hayan
enseñado, sino que creen haberlas entendido por sí mismos ».

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HERÁCLITO DE ÉFESO

729 (22 B 18) CLEM., Strom. II 17 «Si no se espera lo inesperado, no se lo


hallará, dado lo inhallable y difícil de acceder que es».
730 (22 B 19) CLEM., Strom. II 24. «No saben escuchar ni hablar. .
731 (22 B 20) CLEM., Strom. III 14: «Una vez que nacen quieren vivir y tener
su muerte», o más bien reposar, «y dejar tras sí hijos que generen muertes».
732 (22 B 21) CLEM., Strom. III 21 «Muerte es cuantas cosas vemos al
despertar,sueño cuantas vemos al dormir».
733 (22 B 22) CLEM, Strom. IV 4: «Los que buscan oro excavan mucha tierra y
encuentran poco».
734 (22 B 23) CLEM., Strom, IV 9: «No conocerían el nombre de Dike, si tales
cosas no existieran».
735 (22 B 24) CLEM., Strom. IV 16: «A los caídos en la guerra», «los honran
los dioses y los hombres».
736 (22 B 25) CLEM., Strom. IV 49: «Muertes más grandes obtienen suertes
más grandes».
737 (22 B 26) CLEm., Strom. IV 141: «El hombre en la noche enciende para sí
una luz, cuando», al morir, «se han apagado sus ojos; viviendo toca al muerto»,
al dormir, cuando se han apagado sus ojos, despierto toca al que duerme».
738 (22 B 27) CLEM., Strom, IV 144: «A los hombres que mueren les aguardan
cosas que no esperan ni se imaginan».
739 (22 B 28) CLEM., Strom. V 9: «El más digno de fe conoce y custodia las
cosas que le parece. Y no obstante, Dike condenará también a los
procreadores y testigos de cosas falsas».
740 (22 B 29) CLEM., Strom. V 59: «Los mejores escogen una cosa en lugar
de todas: gloria perpetua en lugar de cosas mortales; pero la mayoría es
saciada como el ganado».
741 (22 B 30) CLEM., Strom. V 104-SIMPL., Del Cielo
294, 4: «Este mundo, el mismo para todos, ninguno de los dioses ni de los
hombres lo ha hecho, sino que existió siempre, existe y existirá en tanto fuego
siempre vivo, encendiéndose con medida y con medida apagándose».
742 (22 B 31) CLEM., Strom, V l05: «Fases del fuego: en primer lugar mar; del
mar, la mitad tierra y la mitad torbellino ígneo». «El mar se dispersa y es
medido con la misma razón que había antes de que se generase la tierra».
743 (22 B 32) CLEM., Strom. V 115: «Uno, lo único sabio, quiere y no quiere
ser llamado con el nombre de Zeus».
744 (22 B 33) CLEM., Strom. V 115: «Es ley, también, obedecer la voluntad de
lo Uno».
745 (22 B 34) CLEM., Strom. V 115: «Incapaces de comprender tras escuchar,
se asemejan a sordos; de ellos da testimonio el proverbio: aunque estén
presentes, están ausentes».
746 (22 B 36) CLEM., Strom, VI 17: «Para las almas es muerte convertirse en
agua; para el agua es muerte convertirse en tierra; pero de la tierra nace el

21
HERÁCLITO DE ÉFESO

agua y del agua el alma».


747 (22 B 37) COLUM., VIII 4: «Los cerdos se lavan en el cieno, las aves de
corral en el polvo o cenizas».
748 (22 B 39) D. L., I 88: «En Priena nació Bías de Teutameo, cuya valía era
mayor que la de los demás».
749 (22 B 40) D. L., IX 1: «Mucha erudición no enseña comprensión; si no, se
la habría enseñado a Hesíodo y a Pitágoras y, a su turno, tanto a Jenófanes
como a Hecateo».
750 (22 B 41) D. L, IX 1: «Una sola cosa es lo sabio: conocer la Inteligencia
que guía todas las cosas a través de todas».
751 (22 B 42) D. L., IX 1: «Homero es digno de ser expulsado de las
competiciones y azotado; y Arquíloco, de modo similar».
752 (22 B 43) D. L., IX 2: «La desmesura debe ser apagada más que un
incendio.»
753 (22 B 44) D. L., IX 2: «El pueblo debe combatir más por la ley que por los
muros de su ciudad».
754 (22 B 45) D, L., IX 7: «Los límites del alma no los hallarás andando,
cualquiera sea el camino que recorras; tan profundo es su fundamento».
755 (22 B 47) D. L., IX 73: «No hagamos conjeturas al azar acerca de las cosas
supremas».
756 (22 B 48) Etym. Magn. 198, 23: «Nombre del arco es vida; su función es
muerte».
757 (22 B 49) GAL., De dign. puls. VIII 773: «Uno solo es para mí como miles,
si es el mejor».
758 (22 B 50) HIPÓL., IX 9, 1: «Cuando se escucha, no a mí, sino a la Razón,
es sabio convenir en que todas las cosas son una».
759 (22 B 51) HIPÓL., IX 9, 2: «No entienden cómo, al diverger, se converge
consigo mismo: armonía propia del tender en direcciones opuestas, como la del
arco y de la lira».
760 (22 B 52) HIPÓL., IX 9, 4: «El tiempo es un niño que juega, buscando
dificultar los movimientos del otro: reinado de un niño».
761 (22 B 53) HIPÓL., IX 9, 4: «Guerra es padre de todos, rey de todos: a unos
ha acreditado como dioses, a otros como hombres; a unos ha hecho esclavos,
a otros libres».
762 (22 B 54) HIPÓL., IX 9, 5: «La armonía invisible vale más que la visible».
763 (22 B 55) HIPÓL., IX 9, 5: «De cuantas cosas hay vista, audición,
aprendizaje, a ellas prefiero».
764 (22 B 56) HIPÓL., IX 9, 5: .Se equivocan los hombres respecto del
conocimiento de las cosas manifiestas, como Homero, quien pasó por ser el
más sabio de todos los griegos. A éste, en efecto, lo engañaron unos niños que
mataban piojos y le decían: cuantos vimos y cogimos, a ésos los dejamos;
cuantos

22
HERÁCLITO DE ÉFESO

no vimos ni cogimos, a ésos los llevamos».


765 (22 B 57) HIPÓL., IX 10, 2: «Maestro de muchos es Hesíodo: consideran
que sabe muchas cosas éste, quien no conoció el día y la noche, ya que son
una sola cosa».
766 (22 B 58) HIPÓL., IX 10, 2-3: «Los médicos, que cortan y queman»,
reclaman por no recibir salario digno», pero producen lo mismo «que las
enfermedades».
767 (22 B 59) HIPÓL., IX 10, 4: «El camino recto y curvo del rodillo de cardar
es uno y el mismo».
768 (22 B 60) HIPÓL., IX 10, 4: «El camino hacia arriba y hacia abajo es uno y
el mismo».
769 (22 B 61) HIPÓL., IX 10, 5: «El mar es el agua más pura y más
contaminada: para los peces es potable y saludable; para los hombres,
impotable y mortífera».
770 (22 B 62) HIPÓL., IX 10, 6: «Inmortales mortales, mortales inmortales,
viviendo la muerte de aquéllos, muriendo la vida de éstos».
771 (22 B 63) HIPÓL., IX 10, 6: «Se levantan y se convierten en guardianes
despiertos de vivos y de muertos».
772 (22 B 64) HIPÓL., IX 10, 7: «Todas las cosas las gobierna el Rayo».
773 (22 B 65) HIPÓL., IX 10, 7: «Indigencia y saciedad» .
774 (22 B 66) HIPÓL., IX 10, 7: «A todas las cosas, al llegar el fuego, las juzga
y condena».
775 (22 B 67) HIPÓL., IX 10, 8: «El dios: día noche, verano invierno, guerra
paz, saciedad hambre; se transforma como fuego que, cuando se mezcla con
especias, es denominado según el aroma de cada una».
776 (22 B 72) MARCO ANTON., IV 46: «De aquello con lo cual más
continuamente están juntos divergen ».
777 (22 B 73) MARCO ANTON., IV 46: «No se debe hacer ni decir como los
que duermen».
778 (22 B 75) MARCO ANTON., IV 46: «Los que duermen son hacedores y
colaboradores de lo que sucede en el mundo».
779 (22 B 78) ORÍG., C. Celso VI 12: «El carácter humano no cuenta con
pensamientos inteligentes, el divino sí».
780 (22 B 79) ORÍG., C. Celso VI 12: «El hombre puede ser llamado niño frente
a la divinidad, tal como el niño frente al hombre».
781 (22 B 80) ORÍG., C. Celso VI 42: «Es necesario saber que la Guerra es
común, y la justicia discordia, y que todo sucede según discordia y necesidad».
782 (22 B 81) FILód., Ret, I, cols. 57 y 62: (Pitágoras) «iniciador de fraudes».
783 (22 B 82-83) PLATÓN, H. Mayor 289a-b: «El más bello de los monos, al
compararlo con la especie de los hombres, es feo», pero también «el más
sabio de los hombres en relación con Dios parece un mono tanto en sabiduría
como en belleza y en todo lo demás».

23
HERÁCLITO DE ÉFESO

784 (22 B 84a) PLOT., IV 8, 1: «Cambiando se descansa».


785 (22 B 84b) PLOT., IV 8, 1: «Es fatiga esforzarse para otros y ser
mandado».
786 (22 B 85) PLUT., Coriol. 22: «Difícil es combatir con el corazón: pues lo
que desea se compra al precio de la vida».
787 (22 B 86) PLUT., Coriol, 38: La mayoría de las cosas divinas «escapan al
conocimiento por falta de fe ».
788 (22 B 87) PLUT., De aud., 41a: «Un hombre estúpido suele excitarse con
cualquier palabra».
789 (22 B 88) PLUT., Consol. ad Apoll. 106e: «Como una misma cosa está en
nosotros lo viviente y lo muerto, así como lo despierto y lo dormido, lo joven y lo
viejo; pues éstos, al cambiar, son aquéllos, y aquéllos, al cambiar, son éstos».
790 (22 B 89) PLUT., De superst. 166c: «Para los despiertos hay un mundo
único y común, mientras que cada uno de los que duermen se vuelve hacia uno
particular».
791 (22 B 90) PLUT., De E 388e: «Con el fuego tienen intercambio todas las
cosas y con todas las cosas el fuego, tal como con el oro las mercancías y con
las mercancías el oro».
792 (22 B 91) PLUT., De E. 392b: «Se desparrama y se recoge», «confluye y
abandona», «se acerca y se aleja ».
793 (22 B 92) PLUT., De Pyth. Or. 397a: «La Sibila, con su boca delirante,
profiere palabras lúgubres».
794 (22 B 93) PLUT., De Pyth. Or. 400d-e: «El Señor, cuyo oráculo está en
Delfos, no dice ni oculta, sino indica por medio de signos».
795 (22 B 94) PLUT., De Exil. 604a: «El sol no traspasará sus medidas; si no,
las Erinias, asistentes de Dike, lo descubrirán».
796 (22 B 95) PLUT., De aud., 43d: «La ignorancia es mejor disimularla».
797 (22 B 96) PLUT., Quaest. Conviv., 1V 668f: «Los cadáveres deberían ser
arrojados al estiércol».
798 (22 B 97) PLUT., An seni, resp., 787c: «Los perros ladran al que no
conocen».
799 (22 B 98) PLUT., De fac. in orbe lun. 943d: «Las almas tienen olfato bajo el
Hades».
800 (22 B 99) PLUT., Aq. an ign. util., 957a: «Si no hubiera sol, sería de
noche».
801 (22 B 100) PLUT., Plat. Quaest. 1007d: «las estaciones llevan todas las
cosas».
802 (22 B 101) PLUT., Adv. Colot., 1118c: «Me investigué a mí mismo».
803 (22 B 101a) POLIB., XII 27. «Los ojos son testigos más exactos que los
oídos».
804 (22 B 102) PORF., Cuest. Hom. a Il., 1V 4: «Para el dios todas las cosas
son bellas y justas, mientras los hombres han supuesto que unas son injustas y

24
HERÁCLITO DE ÉFESO

otras justas».
805 (22 B 103) PORF., Cuest. Hom. a Il., XVIII 200: «Común es el comienzo y
el fin en la circunferencia de un círculo».
806 (22 B 104) PROCLO, Alc. May., pág, 255: «¿Qué es lo que comprenden o
se proponen? ¿Hacen caso a los aedos del pueblo y toman como maestro a la
masa, ignorando que muchos son los malos, pocos los buenos?».
807 (22 B l05) Esc. a Il. XVIII 251: «Homero, astrólogo»,
808 (22 B 106) PLUT., Cam. 19: «La naturaleza de cada día es única».
809 (22 B 107) S. E., Adv, Math. VII 126: «Malos testigos son para los hombres
los ojos y los oídos cuando se tienen almas bárbaras».
810 (22 B 108) ESTOB., Flor., III 1, 174: «De cuantos he escuchado discursos,
ninguno llega hasta el punto de comprender que lo Sabio es distinto de todas
las cosas».
811 (22 B 110) ESTOB., Flor. III 1, 176: «Para los hombres no sería mejor que
sucedieran cuantas cosas quieren».
812 (22 B 111) ESTOB., Flor. III 1, 177. «La enfermedad hace a la salud
agradable y buena; el hambre, a la saciedad; la fatiga, al reposo».
813 (22 B 112) ESTOB., Flor. III 1, 178: «El comprender es la suprema
perfección, y la verdadera sabiduría hablar y obrar según la naturaleza,
estando atentos».
814 (22 B 114) ESTOB., Flor. III 1, 179: «Es necesario que los que hablan con
inteligencia confíen en lo común a todos, tal como un Estado en su ley, y con
mucha mayor confianza aún; en efecto, todas las leyes se nutren de una sola,
la divina».
815 (22 B 117) ESTOB., Flor. III 5, 7: «Cuando el hombre se embriaga, se
tambalea y es conducido por un niño impúber, sin atender por dónde va, al
tener su alma húmeda».
816 (22 B 118) ESTOB., Flor. III 5, 8: «El alma seca es la más sabia y la
mejor».
817 (22 B 119) ESTOB., Flor. IV 40, 23: «El carácter es para el hombre su
demonio».
818 (22 B 120) ESTR., 1 6: «Los límites del amanecer y del atardecer, la Osa y,
opuesto a la Osa, el término del brillante Zeus».
819 (22 B 121) ESTR., XIV 25: «Merecerían los efesios ser ahorcados todos
los que ya no son niños, y abandonar en la ciudad a los que aún son niños,
porque desterraron a Hermodoro, el varón más útil entre ellos, diciendo: 'Que
ninguno de nosotros sea el único más útil; si no, que lo sea en otro lado junto a
otros'».
820 (22 B 122) Suda: (Ponerse aparte) «Ponerse al lado».
821 (22 B 123) TEM., Discursos V 69: «A la naturaleza le place ocultarse».
822 (22 B 124) TEOFR., Met. 7a: «El más bello ornamento es como un montón
de desperdicios echados al voleo».

25
HERÁCLITO DE ÉFESO

823 (22 B 125) TEOFR., De vertig., 9: «También la bebida de cebada se


descompone si no se mueve».
824 (22 B 125a) TZETZES, Com. a Aristóf, Plut. 90a: «Que no os falte la
riqueza, oh Efesios, para que se os pueda condenar por ser malvados».
825 (22 B 126) TZETZES, Escolio a Exég., II, 11 : «Las cosas frías se
calientan, lo caliente se enfría, lo húmedo se seca, lo reseco se humedece».
826 (22 B 129) D. L., VIII 6: Pitágoras, hijo de Mnesarco, se ejercitó en
informarse más que los demás hombres, y con lo que extrajo de esos escritos
formó su propia sabiduría: mucha erudición, arte de plagiarios.
III. PRINCIPALES FRAGMENTOS APÓCRIFOS,
827 (22 A 6) PLATÓN, Crát., 402a: Todo se mueve y nada permanece y en el
mismo río no nos bañamos dos veces,
828 (22 B 49a) HER. HOM., Cuest. Hom., 24: En los mismos ríos nos bañamos
y no nos bañamos, tanto somos como no somos.
829 PLUT., De E 392b: En el mismo río no nos bañamos dos veces.
830 ARIST., Ét. Nicóm. VIII 2, 1155b: Lo opuesto concuerda y de las cosas
discordantes surge la más bella armonía.
831 (22 B 35) CLEM., Strom. V 141 : Es necesario que los varones amantes de
la sabiduría se informen de muchas cosas.
832 (22 B 38) D, L., I 23: (Tales) el primero en estudiar astronomía.
833 (22 B 46) D. L., IX 7: La opinión es una enfermedad sagrada,
834 (22 B 67a) HISDOSO en CALC., Timeo 34b: Así como la araña, estando
en el medio de la tela, siente inmediatamente cuándo una mosca rompe algún
hilo suyo y corre rápidamente hacia allí, como si le doliera la rotura del hilo, así
también el alma del hombre, si alguna parte del cuerpo es dañada, se apresura
hacia allí como si no soportara el daño del cuerpo, al que està unida de modo
firme y proporcional.
835 (22 B 68) JÀMBL., De Mist. I, 11: También cuando contemplamos y
escuchamos ritos obscenos, nos liberamos del perjuicio producido por ellos
sobre nuestros actos. Se emplean tales cosas para el cuidado de nuestra alma
y la limitación de los males que han crecido en ella por causa del nacimiento,
así como para liberación y desligamiento de tales cadenas. Y probablemente
por todo esto los denominó Heràclito «remedios», en la idea de que
apaciguarán las calamidades y curarán a las almas enfermas de los males que
conllevan desde su nacimiento.
836 (22 B 69) JÀMBL., De Mist. V 15: Considero dos tipos de sacrificios: por un
lado, los de los hombres que se han purificado completamente, tal como podría
acontecer en un solo caso, raramente, como dice Heráclito, o en el caso de
algunos pocos varones, que se pueden contar fácilmente; por otra parte, los
sacrificios materiales, corporales, etc.
837 (22 B 70) JÀMBL., Del Alma: Juegos de niños pasan por conjeturas
humanas.
838 (22 B 71) MARCO ANTON., IV 46: Recordar al que ha olvidado hacia

26
HERÁCLITO DE ÉFESO

dónde conduce el camino.


839 (22 B 74) MARCO ANTON., IV 46: No hay que obrar como hijos de sus
progenitores.
840 (22 B 76) MÁX. TIRO, XII 4: El fuego vive la muerte de la tierra, y el aire
vive de la muerte del fuego, él agua vive la muerte del aire y la tierra la del
agua.
841 (22 B 76) MARCO ANTON., IV 46: Muerte de la tierra es convertirse en
agua, muerte del agua es convertirse en aire y muerte del aire convertirse en
fuego, y a la inversa.
842 (22 B 77; NUMENIO, fr. 35 T) PORF., Gr. Ninf. 10: Para las almas es
placer o muerte volverse humedad... y... nosotros vivimos la muerte de aquéllas
y aquéllas viven nuestra muerte.
843 (22 B 113) ESTOB., Flor. III 1, 179: Común a todos es el comprender.
844 (22 B 115) ESTOB., Flor. III 1, 180: Propio del alma es un fundamento que
se acrecienta a si mismo.
845 (22 B 116) ESTOB., Flor. 111 5, 6: Todos los hombres participan del
conocerse a sí mismos y del ser sabios.
Parménides vs. Heráclito. Permanecer o cambiar
A partir del siglo V y en el IV a. de C., pero todavía al margen de la
centralidad helénica, en dos ciudades espléndidas: Elea y Éfeso, se van
forjando dos concepciones diferentes del universo, dos cosmovisiones, que
darán que hablar hasta el momento y que están representadas por Parménides
de Elea, fundador y padre de una escuela de discípulos: los eleatas, y Heráclito
de Éfeso, el solitario, el oscuro, familia y discípulo de sí mismo, que, sin
embargo, permitía entrar "hasta la cocina", en dechado de hospitalidad a
cualquier extraño visitante.
Ambos nos dicen cosas opuestas de nuestro mundo, la naturaleza, de la
que siguen hablando apasionadamente, y donde ubican al hombre como una
parte más de la misma. Ambos, continuarán hablando, como les pasa a los
grandes filósofos, por la boca de otros filósofos, hasta ahora mismo.
Parménides nos ha legado el mejor poema filosófico de la historia. Es el poema
del ser, con un proemio cercano a la literatura mística y que, imitando al
enemigo mitológico, deja traslucir la antorcha de la razón en medio de
apariencias misteriosas. Todos los personajes de ese poema del ser y del no
ser acogen, orbitan la profundidad, son femeninos, salvo el propio amante de la
sabiduría, el filósofo, que va, en su carroza, a toda velocidad, llevado por las
yeguas (no caballos) y a quien le van marcando el paso sinuosas doncellas,
que le muestran las puertas de la verdad y de la vida, puertas bien guardadas y
cerradas y que ellas abren presurosas al halago del verbo filosófico. Es la
palabra la que enamora a la Sabiduría, la diosa que abre sus brazos al que la
busca, se desvela ante el viajero y le muestra el doble camino de la realidad: el
de las apariencias, sembrado de opiniones, y el del conocimiento, galardonado
con la ciencia auténtica. No hay posibilidad de revelaciones religiosas, sólo
desvelaciones, posibles para quien se pone en camino y busca, llevado por el
eros del saber.

27
HERÁCLITO DE ÉFESO

A partir del siglo V y en el IV a. de C., pero todavía al margen de la


centralidad helénica, en dos ciudades espléndidas: Elea y Éfeso, se van
forjando dos concepciones diferentes del universo, dos cosmovisiones, que
darán que hablar hasta el momento y que están representadas por Parménides
de Elea, fundador y padre de una escuela de discípulos: los eleatas, y Heráclito
de Éfeso, el solitario, el oscuro, familia y discípulo de sí mismo, que, sin
embargo, permitía entrar "hasta la cocina", en dechado de hospitalidad, a
cualquier extraño visitante.
Ambos nos dicen cosas opuestas de nuestro mundo, la naturaleza, de la
que siguen hablando apasionadamente, y donde ubican al hombre como una
parte más de la misma. Ambos, continuarán hablando, como les pasa a los
grandes filósofos, por la boca de otros filósofos, hasta ahora mismo.
Parménides nos ha legado el mejor poema filosófico de la historia. Es el poema
del ser, con un proemio cercano a la literatura mística y que, imitando al
enemigo mitológico, deja traslucir la antorcha de la razón en medio de
apariencias misteriosas. Todos los personajes de ese poema del ser y del no
ser acogen, orbitan la profundidad, son femeninos, salvo el propio amante de la
sabiduría, el filósofo, que va, en su carroza, a toda velocidad, llevado por las
yeguas (no caballos) y a quien le van marcando el paso sinuosas doncellas,
que le muestran las puertas de la verdad y de la vida, puertas bien guardadas y
cerradas y que ellas abren presurosas al halago del verbo filosófico. Es la
palabra la que enamora a la Sabiduría, la diosa que abre sus brazos al que la
busca, se desvela ante el viajero y le muestra el doble camino de la realidad: el
de las apariencias, sembrado de opiniones, y el del conocimiento, galardonado
con la ciencia auténtica. No hay posibilidad de revelaciones religiosas, sólo
desvelaciones, posibles para quien se pone en camino y busca, llevado por el
eros del saber.
Y lo que se puede llegar a pensar es lo que puede descubrirse en la
realidad. El "Ser y Pensar son la misma cosa". Desde Parménides en adelante
– y durante toda la Antigüedad y la Edad Media – el filósofo pensará que la
realidad se le brinda al conocimiento, que él no pone nada, que puede
abarcarlo todo y que su cabeza no es más que el reflejo de la realidad,
alrededor de la cual, su yo gira.
Lo cierto para Parménides será el Ser. Su camino, el certero. Su forma,
la redondez perfecta de lo que comienza y no acaba, del tiempo que
cíclicamente vuelve, de la eternidad siempre insondable. El Ser será la
perfección material que todo engloba, ya que cualquier cosa que pensemos
"es", participa del Ser. Está en él como en su casa. Por eso "todo es uno y lo
mismo". Cualquier cosa en la que reposemos el pensamiento no morirá nunca,
permanece para siempre, aunque haya cambiado en su apariencia, porque en
el Ser, nada muere, todo está a salvo. Sólo que sus elementos no cuentan, son
sólo un engranaje que el Ser engulle, que, insustanciales, únicamente son
percibidos por nuestros sentidos; pero éstos no nos dan la verdad de nada,
confunden. El verdadero saber y el verdadero camino es el del Ser. El no-Ser
es la apariencia sensible. Un griego no puede por ahora pensar el no-Ser como
nada. Esto será privilegio de los filósofos cristianos. Para Parménides lo que no
es, es lo que vemos: la sensibilidad no cuenta, cuenta la razón. Ella nos dice
que todo queda, aunque todo parezca pasar.
Es precisamente este pasar lo que Heráclito de Éfeso confiesa como la

28
HERÁCLITO DE ÉFESO

constante del universo. "Todo fluye". "No te puedes bañar dos veces en el
mismo río". Cuando vuelves a él, ya no es él la misma corriente de agua, ni tú
el mismo ser humano. Todo cambia. Nuestra esencia es ese continuo
movimiento, que hace del fuego el símbolo perfecto del pensamiento
heracliteano. En el Fragmento 30 de los "Fragmentos de los Presocráticos" se
puede leer: "Este mundo no lo hicieron ni los dioses ni los hombres. Este
mundo fue, es y será eterno fuego viviente, que se enciende según medida y
se apaga según medida". Porque en medio del aparente caos, hay un orden:
una medida, esa medida de todos los movimientos es el "Logos", la Palabra,
que resonará cuatro siglos después en el Evangelio de Juan, el discípulo de la
secta del Nazareno, que vive curiosamente en Éfeso. Ese Logos, sin embargo,
no es, por el momento ni puede ser concebido nunca, como una persona, sino
como un principio constitutivo del universo que convierte a éste en razonable y
al hombre en centella microcósmica de la Razón Universal. Este Logos,
azaroso y juguetón, llama continuamente a los "despiertos" a descubrirle y
gusta de ocultarse en una naturaleza que prosigue camaleónicamente
sorprendiéndonos y jugando al escondite en su continuo instalarse en el
cambio. Mundo como bullir y crepitar de brasas que continuamente encienden
y matan la vida, que por un momento guiña al cielo su existencia momentánea.
Qué hermosa visión del mundo no contaminada por el fanatismo.
Lástima que la visión de Parménides, subyugante, pero totalitaria, fuera la que
se impusiera en la historia del pensamiento. Sólo al alborear el siglo XX y tras
la revolución darwiniana del XIX, reaparece nuevamente Heráclito con la
revisión de las identidades imposibles y la certeza del cambio y de la evolución
como esencia inesencial de este maravilloso y terrible universo.
De Heráclito también, por fragmentos (¡Qué posmoderno!) conocemos
algo de lo humano. Sabemos que el alma (la Psiché) es insondable, que tiene
una profundidad no mensurable, que, en cierta medida, es desmedida, y que
"el carácter es nuestro destino". No en el sentido del "genio y figura", sino en el
que insistirá muchos siglos después Paul Ricoeur: la falibilidad como fractura
íntima del ser humano se esconde de fondo en él. Nuestro destino es la
equivocación, la trágica lucha (muy griega) por el éxito, reventada por la Hybris,
el orgullo autodestructor. Pero seguimos siendo semillas de lo "divino" (esto es:
la materia eterna en sentido griego), los únicos capaces de contemplar una
razón universal con nuestra fugaz razón particular. Ese es nuestro pavor y
nuestra grandeza desde el solitario de Éfeso.
Como murió Heráclito
1
Darío el grande, ya en el veinticinco aniversario de su llegada al trono,
había dado a Artafernes, la orden de convocar en Sardes a todos los diputados
de las ciudades estado del Asia Menor, con objeto de integrarlas plenamente
en el Imperio. La empresa no parecía nada fácil, sobre todo después de la
revuelta encabezada por Mileto y seguida por casi todos los jonios, y de la
contundente represalia de los persas, que habían deportado al continente o
esclavizado sin demasiados miramientos a sus enemigos. El conflicto estaba
demasiado reciente, y el clima de odio y desconfianza entre las dos
comunidades todavía no se había podido disipar.
Por lo demás el margen de maniobra para llegar a una solución política

29
HERÁCLITO DE ÉFESO

era muy escaso. Ciertamente había que descartar un régimen parecido al de


Atenas, aunque los partidos populares y la población más helenizada lo mirase
con simpatía. Darío mismo había contratado un esclavo con la única misión de
amargarle las comidas recordándoles a los atenienses, y en estas condiciones
cualquier veleidad democrática sería inmediatamente denunciada por los ojos y
oídos del Rey, y controlada por la acción independiente del virrey, el secretario
y el general. Pero tampoco el régimen tiránico, que primero estuvo vigente en
la Jonia en forma de vasallaje feudal había dado un resultado demasiado
satisfactorio. Artafernes recordaba que los cabecillas de la insurrección fueron
precisamente reyezuelos impuestos por Darío, el primero de ellos Aristágoras
de Mileto. Su poder absoluto estaba limitado a puntos muy concretos de la
geografía del Imperio, pero gracias a él se consiguió poner en jaque el dominio
del gran Rey, con resultados espectaculares, aunque pasajeros.
2
La asamblea de representantes jónicos tenía un extraordinario colorido.
Los sacerdotes de los grandes templos, el Clarion de Colofón, el Artemision de
Éfeso, aparecían revestidos de imponentes vestiduras, que los distinguían de
los ciudadanos comunes. Pero cada ciudad seguía su moda, unas habían
establecidas rígidas leyes suntuarias, mientras que otras rivalizaban entre sí en
elegancia. Como además estas comunidades estaban divididas entre una
minoría, que adoptaba las costumbres y la indumentaria de los persas –hasta
el punto de que llegaban a usar pantalones– y el resto de la población, fiel a
sus tradiciones helenizantes, el resultado de todo ello era un alegre y
disparatado desconcierto.
Artafernes no quería en ese primer encuentro provocar las sospechas de
sus antiguos enemigos, y por ello dejó para más adelante la organización
interna de las ciudades estado, notablemente afectadas en su dimensión
política por los efectos de las recientes guerras. Sabía que la victoria sobre los
jonios no sería completa si el Imperio no encontraba un modus vivendi,
lejanamente aceptable para la forma de ser de los griegos. Pero mientras esto
sucedía estaba obligado por su condición de virrey del Asia Menor, a lograr una
especie de contrato que encajase a las pólis dentro del Imperio. Teniendo en
cuenta el carácter particularista de los helenos, decidió que la fórmula ideal
para pacificar la Jonia consistía simplemente en forzar un acuerdo por el que
las ciudades se comprometían a renunciar a la violencia en los conflictos que
pudiesen surgir entre ellas. Darío, a través de su satrapía de Sardes,
aseguraba la paz de esta parte occidental de su Imperio, que desde ahora
debía dirimir sus diferencias por el diálogo amistoso. A cambio de esta garantía
del orden público, los jonios entregarían su tributo anual, reconociendo así su
subordinación.
3
La operación diplomática de Artafernes se completó con una atrevida
decisión política del joven general y almirante Mardonio, que ocupó las riveras
asiáticas del Helesponto con la ayuda de una flota y un ejército abundantes.
Mardonio suprimió las tiranías, y en vez de ellas estableció un régimen popular
por el que los ciudadanos se alternaban en el poder. A cambio de esta actitud
tolerante, Darío exigió que las ciudades reconociesen su soberanía haciéndole
entrega públicamente «del agua y la tierra», introduciendo unidades de medida

30
HERÁCLITO DE ÉFESO

persas, y renovando los tributos de cada pólis en función de su riqueza. El


mapa político de las islas y puertos de Jonia había experimentado mientras
tanto un cambio radical. Mileto y su templo, destruidos por los persas, ya no
eran la cabeza de un emporio marítimo ni el centro de información de todos los
procesos de colonización en el Ponto. La capitalidad se trasladó a Colofón y
sobre todo a Éfeso, una comunidad campesina, unida desde siempre a los
imperios continentales, que por lo demás había permanecido en la reciente
insurrección, fiel a los monarcas aqueménides. El rey Darío por su parte había
contribuido desde su llegada al poder, a dar riqueza al Artemision, que de esta
forma se convirtió en el más potente banco del Asia Menor. El sumo sacerdote
del templo tenía nombre persa, Megabizo, y también la tribu de los magos,
verdaderos profesionales de la liturgia irania, rendían culto al fuego. Al lado de
ellos, un conjunto de sacerdotes que seguían estrictas normas de castidad,
asistían a la virgen Artemisa, una divinidad que en el Asia Menor tenía perfiles
y funciones muy distintas de las que desempeñaba en el panteón heleno.
4
En cambio, el otro templo de Éfeso estaba dedicado a Deméter, y su
culto había sido introducido por los colonos griegos, y seguido por la población
culturalmente más helenizada, que pasó a tener un papel marginal, cuando la
ciudad quedó integrada en el imperio persa. El sacerdocio era vitalicio, y
pertenecía por herencia a los descendientes del rey Androclo, que
supervisaban los ritos y las ceremonias iniciáticas. La diosa de la fecundidad
regulaba la agricultura, el matrimonio, la vida civilizada y las leyes, y su fiesta
más espectacular, las Tesmoforias, tenía por protagonistas a las mujeres
casadas.
En aquellos momentos el rey-sacerdote del templo de Deméter se
llamaba Heráclito y era de sobra conocido, por su posición religiosa y política
dentro de la comunidad helena de Éfeso, y por sus doctrinas que hacían de él
el sabio más eminente de cuantos entonces vivían en las comunidades griegas
del Asia Menor. Desgraciadamente estas notables cualidades estaban
acompañadas de un ánimo melancólico y sombrío, que lo aislaba de todos sus
conciudadanos a quienes por otra parte despreciaba profundamente.
La comunidad helena de Éfeso, en vista de la tolerancia que el Imperio
demostraba hacia los regímenes populares de las ciudades jónicas, y del papel
central que el templo y su sacerdote tenían a la hora de organizar la vida
civilizada, decidió pedir a Heráclito un código de leyes para la ciudad. Los
delegados, elegidos cuidadosamente entre los varones más atrevidos y más
diplomáticos, solicitaron con la mayor educación la ayuda del sabio, haciéndole
ver que por su posición y jerarquía, a él antes que a nadie correspondía el
oficio de legislador, tanto más cuanto que tenía fama de ser uno de los más
sabios de los griegos. La contestación de Heráclito a esta demanda fue tan
contundente como inesperada.
5
Por lo que se refiere a mis presuntas obligaciones profesionales –
comenzó diciendo el cascarrabias– como guardián de los oficios de Deméter y
legislador de la vida civilizada, debo comunicarles con pesar que se han
equivocado de dirección. Hace exactamente quince días que he renunciado al
cargo vitalicio de Basileus en favor de mi pobre hermano, que guarda todavía

31
HERÁCLITO DE ÉFESO

cierta consideración hacia los helenos. Para mí sería una pérdida irreparable
de tiempo y de prestigio mantenerme en el oficio de rey y mucho más dar leyes
a un estamento de la ciudad absolutamente corrompido. Sus actitudes,
señores, son totalmente infantiles, y prefiero mil veces jugar con los niños, que
por lo menos no toman la vida en serio, a platicar con quienes no saben
escuchar ni menos hablar.
Y no me vengan diciendo que ustedes son en Éfeso una mayoría pues
no pienso por ello dedicarles la más mínima atención. Los componentes de
esta mayoría siguen caprichosamente sus opiniones y viven en un mundo
propio como quienes sueñan, como los borrachos que no saben dónde van y
necesitan ser llevados a cuesta por un niño de pocos años, o como los sordos,
que están ausentes por cercana que sea su presencia. Su maestro es la
multitud y los cantores populares, y no se dan cuenta de que la masa del
pueblo es miserable y sólo unos pocos verdaderamente nobles. Señores, no se
puede actuar ni hablar como si se estuviese dormido, igual que hicieron sus
padres, ni asustarse por mis palabras, como unos imbéciles.
6
También es verdad –continuó Heráclito que al parecer estaba aquel día
en forma– que los aristócratas prefieren por encima de todo ver cómo su gloria
corre de boca en boca, y hasta morir en batalla, porque a esos grandes
trabajos corresponden mayores premios, de forma que los honran los dioses y
los hombres. En cambio esa famosa mayoría es igual que los asnos cuando
prefieren la paja al oro o los bueyes, felices al comer algarrobas, o si quieren,
los cerdos revolcándose en el lodo. Para mí, señores, uno solo vale por diez
mil, con tal de que sea el mejor y el más noble.
Pero el comportamiento de la ciudad de Éfeso hacia sus varones ilustres
es todavía más indigno que el de otros helenos. Los habitantes de Priene
consagraron un templo en homenaje a Bías, aunque ese admirable varón
afirmó que la mayoría de los hombres son innobles. En cambio ustedes han
condenado al ostracismo a Hermodoro, partidario del gran rey Darío,
decretando que no deberá existir nadie superior, pero que si efectivamente
existe ha de ir a vivir en otra ciudad y entre otras gentes. Si efectivamente esta
delegación viene a pedirme leyes y está dispuesta a seguirlas, mi primer edicto
ante tales disparates sería que todos ustedes se ahorquen y dejen el gobierno
a los niños.
7
No sólo soy uno de los varones más sabios entre los helenos, como me
han recordado, sino el mayor de todos en sabiduría –cosa que por otra parte no
tiene demasiado mérito, en vista del nivel de inteligencia que demuestran sus
oráculos, poetas, filósofos y políticos–. En la esfera religiosa, su actividad es
patética, sobre todo cuando se empeñan en borrar sus crímenes con sacrificios
sangrientos, pues se parecen a un idiota, que hubiese andado con barro y
quisiese después lavar sus pies precisamente con barro. Sólo unos pocos
hombres nobles, libres de toda impureza pueden ofrecer holocaustos dignos.
Su conducta al conversar y suplicar a las imágenes sordomudas,
fabricadas por sus manos, demuestra que no conocen, ni siquiera de lejos, la
naturaleza de los dioses y los héroes. No muy lejos de nosotros, Jenófanes de

32
HERÁCLITO DE ÉFESO

Colofón, caminando por las infinitas ciudades de la Hélade favorables al Gran


Rey, dirige su sátira implacable contra esos dioses, parecidos a los hombres
por su figura, sus pasiones y su conducta indigna. Cuando ustedes tengan un
mínimo de sentido común se avergonzarán de sus ridículas creencias, y se
darán cuenta –como ese gran aeda canta– de que si los caballos, los bueyes y
los leones tuviesen manos, pintarían los cuerpos de sus dioses, tal y como
cada uno tiene el suyo.
8
Si de estas alturas descienden ustedes a los poetas, hallarán una
ignorancia parecida. Soy de la opinión de que Homero es el más inteligente de
los helenos, pero el Ciego no puede alcanzar el conocimiento de las cosas
visibles y por eso lo engañan hasta los más jóvenes. Yo no tendría
inconveniente en suprimirlo de los certámenes públicos, con la ceremonia de
los azotes, y lo mismo haría con Arquíloco, para que los líricos y los épicos se
hagan compañía. Peor es el caso de Hesíodo, que a pesar de ser totalmente
ignorante, hasta el punto de no conocer el día ni la noche es el maestro de la
mayoría.
Ustedes me dirán que por lo menos los filósofos helenos forman una
escuela digna de respeto, pues conocen muchas cosas. Pero ni siquiera esta
universal erudición es un criterio de distinción del auténtico sabio, porque en
este caso la distribución en espacios y días de Pitágoras y Hesíodo valdría
tanto como la crítica a la mitología de Jenófanes y la descripción de Persia por
Hecateo. Tengo particular simpatía por Pitágoras, que es el abuelo de todos los
charlatanes y además ha tenido el capricho de inventar un hemisferio sur
totalmente inalcanzable para nuestra mirada.
9
—Como no quiero que me acusen de crítica destructiva, o lo que es
peor, de holgazanería, debo decirles que, al contrario que la mayoría de los
ignorantes, me he dedicado a investigar los secretos ocultos de la naturaleza,
como un buscador de oro, que cava la tierra sin cesar, por muy escasos que
sean sus resultados. Y les voy a comunicar mis hallazgos en las materias más
variadas, pero para no seguir la triste condición de Hermodoro, he tomado una
serie de precauciones, que ahora mismo ustedes conocerán.
Ante todo he depositado mi pensamiento, verdadero en todos sus
puntos, en el templo de Artémis, donde tiene derecho de asilo y donde además
alcanzará la necesaria publicidad. Porque con toda seguridad, Megabizo, los
magos y la élite aristocrática de Éfeso, que apoya al Rey Darío verán con suma
satisfacción mis palabras, hasta tal punto que ya no tendré necesidad de
buscar el apoyo y el aplauso de la necia mayoría del pueblo. Después de esto,
no tengo inconveniente en hacer un breve resumen de mi doctrina, con la
esperanza de poner seso en su cabeza y una furia desatada en su ánimo.
10
Lo primero que afirmo, de acuerdo con Jenófanes, es que existe un solo
dios supremo –no armen escándalo y déjenme hablar– diferente de los
hombres por su forma y su pensamiento. Y al contrario de lo que todos ustedes
piensan –porque he tenido ocasión de oír sus palabras este Señor Sabio está
separado de cualquier realidad. Pero como además han tenido la insensata

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HERÁCLITO DE ÉFESO

ocurrencia de pedirme leyes para su ciudad, debo decirles para su


desesperación que los ordenamientos humanos se cimentan en el divino, pues
manda cuanto quiere, es suficiente y lo trasciende todo.
Para que no se enfaden demasiado, si ustedes quieren puedo llamar al
Único Sabio, Zeus, porque es el mayor entre los dioses y los hombres, pero
sólo por eso, ya que la naturaleza de ese Señor Supremo es totalmente distinta
de cuanto pueda concebir su menguada imaginación. También les puedo
conceder que gobierna todas las cosas con el látigo de su rayo, pero no se
hagan ilusiones, pues ese fuego, que los magos encienden cada día al aire
libre, que se inflama y apaga con medida en el cielo común a todos, y aumenta
o disminuye marcando las pautas del año, es sólo la imagen sensible del Dios.
Aparte de estas semejanzas traídas por los pelos, su mitología nada
tiene que ver con un conocimiento y una fe verdaderamente serios.
Únicamente la naturaleza divina, el Uno que todo lo sabe, tiene conocimiento, y
si ustedes se comparan con él en sabiduría, belleza, y en cualquier otra
cualidad positiva, serán parecidos a un niño o más exactamente a un mono. Su
pretensión de alcanzar los misterios más venerables, señores, es ciertamente
una enfermedad sagrada.
11
Y no me presuman ustedes de su régimen político y de la continua
rotación de los ciudadanos, que alternan el descanso de su vida con el trabajo
anual de un cargo público. La vida de cualquier comunidad es esencialmente
mudable y se parece a la trayectoria de la circunferencia de un círculo, al
camino de los rodillos, recto y curvo, a las notas de una melodía, y sobre todo a
la corriente interminable de un río, cuyas aguas son siempre diferentes dentro
del mismo cauce.
También el Imperio del Gran Rey exige una alternancia generacional,
pues entre nosotros es una misma cosa lo despierto y lo dormido, lo vivo y lo
muerto, lo joven y lo anciano, ya que cada estado nace del contrario y se
trasforma en él. Me llevaría demasiado tiempo hacerles entender que una
generación dura treinta años y el ciclo entero del Gran Eón treinta por
trescientos sesenta, es decir, nada menos que diez mil ochocientos años.
Ya hemos atravesado el invierno de ese Gran Eón, dominado por
hombres que tienen como ustedes el alma oscura y húmeda, y hemos entrado
en la estación cálida, al término de la cual el Imperio llegará a su plenitud, y la
Justicia del Señor Sabio descubrirá a los devas, creadores y testigos de
mentiras. Comprenderán fácilmente que ante tan colosales magnitudes la
rotación anual de Éfeso tiene la velocidad de un miserable regato comparado
con la lentitud majestuosa de un río caudal. Resumiendo, señores, váyanse
ustedes a paseo.
12
Sabedor el rey Darío del desplante que Heráclito había dado a sus
conciudadanos y del público homenaje que en su discurso había rendido al
Imperio persa, decidió escribirle para que se incorporase a su brillante corte.
No era la primera vez que el Gran Rey solicitaba la ayuda de los científicos y
pensadores griegos, porque en su calidad de político eminente, sabía encontrar
y respetar el talento de sus virtuales enemigos, mucho más si por sus

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opiniones estaban cercanos a su forma de ser y de pensar. Además Éfeso


seguía siendo la capital espiritual del Imperio aqueménida entre todas las
ciudades de la Jonia, y ya dentro de Éfeso Heráclito era el ciudadano más
ilustre por su sabiduría y por su condición de rey que había resignado, para
estar más cerca de la élite noble, partidaria de los medos. La carta del Rey,
después de alabar la sabiduría del filósofo, concluía aproximadamente en los
siguientes términos.
Darío, hijo de Histaspes, quiere que le hagas una visita en su palacio
real, pues desea ser tu discípulo. Ya tendrás experiencia de que los helenos no
tienen la costumbre de distinguir a sus varones sabios, y que desprecian
sentencias verdaderamente dignas de ser escuchadas, sobre todo cuando su
conocimiento exige aplicación y ánimo atento. En cambio en mi palacio te
prometo el primer lugar, un trato serio y justo y seguir con veneración tus
consejos.
13
Heráclito seguía teniendo una actitud altanera y puntillosa, lo mismo con
sus vecinos que con los extranjeros, por muy ilustres que ellos fuesen. Por lo
demás conocía la aventura del médico Democedes de Crotona, que
obedeciendo a una solicitud parecida, asistió al Gran Rey, permaneció durante
muchos años prisionero en su corte como en jaula de cristal y sólo consiguió
escapar de su triste condición y volver a su querida ciudad mediante una huida
verdaderamente complicada. Por todo eso su contestación a Darío fue breve y
terminante.
Es verdad que todos mis contemporáneos son unos auténticos
majaderos, cautivos de la desmesura, la vanidad y el poco juicio. Pero como yo
los desprecio y permanezco impasible ante sus insultos y su actitud llena de
envidia, estoy feliz con lo que tengo, y no experimento personalmente la menor
necesidad de abandonar Éfeso. Sería por otro lado indigno de mí andar a estas
alturas de mi vida, persiguiendo la ostentación y la grandeza, y por eso mismo
no puedo admitir la invitación de su majestad.
Heráclito permaneció en Éfeso, y allí conoció los últimos años de Darío y
los primeros de Jerjes, un nieto de Ciro, a quien el Rey había nombrado
sucesor. La derrota de Maratón no tuvo mayor efecto en las ciudades jonias,
que permanecieron fieles a Persia, por temor a una nueva represalia y en
agradecimiento a la relativa autonomía de que disfrutaban. Ni siquiera influyó
en esta actitud obediente la decisiva batalla de Salamina, que fue percibida
como una defensa del flanco europeo de la Hélade, sin consecuencias
inmediatas en los puertos del Asia Menor.
14
La nave mensajera había abandonado el promontorio de Micala, frente a
la isla de Samos, y ya contorneaba la amplia bahía que desde allí llevaba hacia
el norte, primero hasta Éfeso y después a los demás puertos del Asia Menor.
Sus dos compañeras navegaban, una al sur de la Jonia y la otra a Samos,
Quíos, Lesbos y las islas del Egeo, todas para anunciar el último parte de
guerra y provocar un universal alzamiento contra los persas. Sus noticias eran
verdaderamente sorprendentes, y señalaban el fin de la larga contienda contra
los medos.

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HERÁCLITO DE ÉFESO

Los generales Jantipo de Atenas y Leotíquides de Lacedemonia habían


derrotado a la guarnición naval de los medos, parapetada en Micala y lo que
era más importante, quemaron todos sus barcos, anulando para siempre el
dominio de sus eternos enemigos sobre el mar. Al mismo tiempo llegó el
anuncio de que el enorme ejército de tierra persa, estacionado en la Grecia
europea, había sido derrotado en Platea, por las fuerzas mancomunadas de
todas las ciudades griegas.
Noticias todavía más sensacionales confirmaron ese doble anuncio. El
jefe de los persas, Mardonio, había sido herido y muerto en batalla y su
desaparición fue causa de la desbandada general y de una persecución sin
cuartel contra los restos de su antiguo ejército. El príncipe Masistes, hijo de
Darío, huyó también desde Micala a Sardes, junto con los menguados
supervivientes persas del combate naval. Y todavía más, los dos hijos de
Jerjes, enviados por su padre a Éfeso en compañía de Artemisa luego del
desastre de Salamina abandonaron la ciudad, dando señal de que tanto ellos
como su pueblo renunciaban al dominio de la costa oriental del Egeo.
15
El nuevo escenario político varió bruscamente. Después de la retirada de
los persas al continente asiático, y de la generosa renuncia de los espartanos,
que a pesar de ayudar decisivamente a la victoria helena, se recluyeron en sus
seguros dominios del Peloponeso, las islas y ciudades portuarias del mar Egeo,
unas de buen grado y otras por fuerza, formaron una confederación con el
tesoro común en la isla de Delos y admitieron la indiscutible hegemonía naval
de los atenienses.
También Éfeso, abandonó su tradicional política, que desde siempre la
había ligado sucesivamente a los imperios continentales –los babilonios, los
lidios y los medos– y se incorporó a la Commonwealth de Atenas. El partido
popular apoyó con entusiasmo la nueva situación, y la élite aristocrática,
evidentemente frustrada, no tuvo más solución que acatar y admitir lo
irremediable. Heráclito, quizás el representante más ilustre de esa nobleza
partidaria de los persas, no pudo ocultar su proverbial mal humor, abandonó
temporalmente su ciudad natal y se refugió entre la población de montañeses y
campesinos que la rodeaba. Había calculado mal : la estación cálida y definitiva
del gran Eón, el dominio del Dios Sabio estaba todavía lejos, y en cambio
reinaba un invierno, donde predominaban los hombres de alma oscura y
húmeda. Heráclito no tenía sentido del humor ni paciencia para esperar una
mutación, que de todas formas parecía muy lejana y decidió organizar con todo
cuidado la despedida de este cochino mundo. Pero antes de nada investigó lo
que él mismo había escrito acerca del doble destino de las almas, pues sólo
quienes esperan en él pueden encontrar lo inesperado.
16
El aliento por el que cada uno de los humanos tiene vida, puede ser
seco –como sucede en la raza de los nobles– y en tal caso expira un aroma
fragante, o puede ser húmedo –como es el caso de la mayoría– y su hedor es
entonces repulsivo e insoportable. De todas formas, cuando las almas llegan al
Hades desprendidas de su envoltura corporal les queda como último residuo el
olor. Por eso los perros cuando olfatean a los hombres, son muy capaces de
conocerlos y les ladran, aunque nunca los hayan visto, y por eso mismos las

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HERÁCLITO DE ÉFESO

narices pueden distinguir la naturaleza de todas las cosas, aunque se


convirtiesen en humo. Y el fuego que quema las especias recibe en cada caso
el nombre que corresponde al olor de cada una de ellas.
Cuando llega el momento último, los alientos secos suben hasta la
suprema región del sol, desde donde proyectan sobre el mundo un rayo
luminoso, causante de la primavera y el verano del Gran Eón. Pero en cambio
los alientos húmedos, impedidos por el peso del agua, no pueden atravesar el
círculo de la Luna, y caen en forma de lluvia, que finalmente es absorbida por
la Tierra. Así que estos alientos mueren convertidos en agua y el agua en
tierra, y a la inversa, de la tierra procede la humedad, y de la humedad el vaho
oscuro y la estación del Gran Invierno. El Cielo luminoso y el Infierno sombrío
son los dos términos del Universo y de la existencia humana.
17
Cuando Heráclito sintió que llegaba su momento final, se investigó a sí
mismo, se dio cuenta de que su aliento seco era el más sabio, el más fragante
y el mejor, como correspondía a un hombre verdaderamente noble, y se
decidió a prepararse unos funerales verdaderamente dignos de él. Sabía por
las enseñanzas de los magos, que es preciso desprenderse de los cadáveres,
como de una basura que todo lo mancha. Por eso no es lícito enterrarlos, ni
ahogarlos, ni tampoco quemarlos, porque contaminarían uno de los principios
elementales, la tierra, el agua o el fuego. Y ese sería el destino de su cuerpo si
lo dejase en las manos criminales de los devas mentirosos y de los helenos
ignorantes. Sólo quedaba un recurso para que la naturaleza quedase limpia de
la basura de su cuerpo, y era entregarlo a la voracidad de los pájaros o los
perros, según una receta heredada de los mismos sacerdotes del Señor Sabio.
Heráclito midió cuidadosamente cada uno de sus pasos.
Fingió ante los físicos griegos una enfermedad, que naturalmente
ninguno pudo diagnosticar ni mucho menos curar. Después se preparó una
cataplasma con la boñiga de los bueyes, la extendió por su cuerpo hasta
hacerlo completamente irreconocible, se expuso al sol y a la atención de los
perros, y todo ello tuvo una consecuencia fatal y quizá querida, ya que los
animales devoraron su cadáver inmundo y dejaron por fin marchar a su
domicilio astral y a su aliento luminoso.

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HERÁCLITO DE ÉFESO

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