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El grotesco encanto del

macho argento
Guía práctica para sobrevivir en una sociedad de
hipócritas y pelotudos

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Este libro está dedicado a todas las personas que buscan mejorar en la vida,
ser felices y que se toman la vida con humor. Espero honestamente que los
ayude a encontrar su camino.
Adrián Alejandro Des Champs
Medellín, Colombia, 2018

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El baile de las máscaras
Dicen que quien ama lo profundo ama la máscara. La verdad nunca llegué a
entender el significado de esa frase. Mi interpretación es la siguiente: quien
tiene una agitada y compleja vida interior necesita ponerse un antifaz a la hora
de relacionarse con otros en sociedad para poder encajar, para poder estar
acompañado y así evitar la tan temida soledad. En el fondo todos somos
complejos y usamos la careta para protegernos.

Pero, ¿qué es una máscara? Es una coraza que nos ponemos para evitar
mostrarnos vulnerables. Es fácil quitarse la ropa, pero mostrarse tal cual es
uno y desnudar el alma frente a otro es una de las cosas más difíciles que un
ser humano puede hacer. ¿Por qué motivo le cuesta? No es fácil sentirse
vulnerable. El famoso “sé tú mismo” es el mayor de los desafíos. Sobre todo si
no sabes quién eres.

Cuando queremos acercarnos a una atractiva mujer preferimos usar la máscara


que desnudar nuestra esencia. El miedo al rechazo nos paraliza. El no ser
aceptados nos agarrota. Es humano querer pertenecer, ser parte de algo y
sentirse aceptado por nuestros pares. Somos seres gregarios y el sentido de
pertenencia es una necesidad casi instintiva. Los expertos en
publicidad, marketing y psicología social lo saben. De hecho, lo han sabido
desde tiempos inmemoriales, y lo usan una y otra vez para manipularnos. Los
ejemplos son infinitos.

Hoy quiero desnudar mi alma y compartir mi experiencia acerca de las


máscaras que he usado y de cómo decidí gradualmente dejar de utilizarlas.
Escribir sobre esto es mi forma de liberarme.

Durante mi adolescencia, fui un personaje, usé la máscara de un payaso. Hacía


reír a la gente y me comportaba de forma histriónica. Todos me decían: “Eres
un personaje”. En el fondo lo odiaba. No era una persona, era un ente
abstracto. Lo paradójico fue que me sentía más cómodo usando esa careta que
siendo realmente yo mismo. Porque la verdad no sabía quién era. No me
conocía.

Jamás me había hecho las preguntas mágicas: ¿Quién soy? ¿Qué quiero? ¿Qué
me apasiona? ¿Qué puedo hacer para obtener lo que quiero? ¿Para qué me
levanto cada mañana? ¿Cuál es mi propósito? Es más fácil vagar por la vida
sin dirección que responder a estas preguntas. Es más fácil dejar que el río te

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lleve que nadar hacia dónde quieres ir realmente, incluso aunque sea contra la
corriente.

Más allá de mis logros profesionales, me sentía solo. Nunca había estado en
pareja, ni de novio. Apenas salía y prácticamente no conocía demasiadas
mujeres. Tenía amigas de la universidad, lo que para mí era un avance si lo
comparaba con mis tiempos de adolescente. Yo sentía que ellas solo me
utilizaban para elevar sus frágiles egos. No les atraía, solo me querían como
“amigo”. Para mí, en aquel entonces, era un intercambio justo, ya que, por
primera vez, me relacionaba de alguna forma con el otro sexo.

El tiempo pasaba y nada sucedía. Me encontraba en soledad. Mis


acercamientos a las chicas que me atraían eran infructuosos. No generaba
atracción y sufría por dentro. La soledad y la tristeza eran un campo fértil para
que creciera la semilla del rencor y la depresión. Creía que el éxito profesional
compensaría dicha falencia. Fue un error. Escribí un cuento corto, sintetizando
cómo me sentía en aquel entonces. Tal vez leyéndolo, aunque no hayas pasado
por lo mismo, puedas ponerte en mi lugar.

Un día me desperté y tenía veintiocho años. Los últimos diez años parecían un
sueño que apenas podía recordar. Sentí que tenía dieciocho y que me había
despertado luego de un coma que había durado una década. La depresión y la
bronca habían crecido. No es fácil ser hombre y vivir en la Argentina. La
cultura del “chamuyo” y de la seducción frívola había hecho de nuestra
sociedad un baile de máscaras. No sé cómo ni cuándo la música había
comenzado a tocar. Tal vez fue al compás de una tarantela a principios del
siglo veinte, al llegar los inmigrantes italianos a las orilla del Río de la Plata.
Pocas mujeres y hombres osados, pícaros y lanzados podrían haber sido una
explicación del fenómeno.

Ahora teníamos una sociedad de mujeres que estaban siempre a la defensiva.


Desconfiadas de las dulces palabras pronunciadas por los hombres. Usaban la
máscara del cinismo y la irreverencia. Provocaban con sarcasmo e insultos a
los hombres para poner su temple a prueba y ver de qué estaban hechos.
Repiten una y otra vez que odian a estos “chamuyeros” pronunciadores de
palabras melosas y poseedores de pícaro humor, no obstante, en el fondo,
responden a eso. Cuando me acercaba como un novato para hablar con una de
ellas, era el frío de la indiferencia y la acidez del sarcasmo lo que recibía. No
conocía las reglas del juego y lo tomaba personal. El resentimiento crecía.

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Al despertar del coma, decidí cambiar mi situación y hacer algo al respecto.
Hasta ese entonces solo había tenido intimidad con no más de cinco mujeres y
no había estado en ninguna relación ni había experimentado la convivencia.
Ninguna de ellas me había atraído, sin embargo, se trataba de elegir entre
aquello que no me atraía o soportar el hambre provocada por la libido.
Igualmente, no establecí relación alguna con ninguna de ellas. Era demasiado
orgulloso para estar con alguien que no me atrajese físicamente. Prefería la
soledad por más dolorosa que fuera.

Fue allí cuando decidí comenzar a usar una nueva máscara y unirme al baile.
El antifaz de la arrogancia, de la seguridad, de la irreverencia y del sarcasmo.
La careta del “chamuyero”, como se lo llama en Argentina. Para mí era todo
un mundo nuevo. No conocía el juego ni sus crueles y particulares reglas. En
Argentina se utiliza la palabra “pendeja” para referirse a una mujer joven,
inmadura e irreverente de no más de veintitrés años. Cuando tenía esa edad, ni
siquiera sabía de su existencia. Para mí era todo lo mismo, tanto una mujer de
veinte como de treinta.

Usar la máscara del “chamuyero” significaba mentir en algunos aspectos, ser


arrogante y utilizar el humor en forma provocativa. Esa era la forma de lidiar
con la máscara del sarcasmo, el cinismo y la indiferencia que utilizaban las
mujeres. Ahora sé que no era su culpa actuar así. Usaban ese antifaz para
protegerse, para evitar mostrarse vulnerables. Desde pequeñas habían
aprendido a desconfiar de las palabras de los hombres. Es casi una tradición en
las escuelas secundarias que los alumnos de los últimos años utilicen las más
dulces mentiras para tener sexo con las mujeres del primer año.

Jóvenes, poco experimentadas e ingenuas caen bajo los más simples encantos.
Luego aprenden a desconfiar, aprenden que las palabras no son sinceras, sino
un instrumento para alcanzar un fin. El baile ha comenzado. Luego de unos
años, desarrollan un escudo para protegerse, para evitar mostrarse vulnerables
nuevamente y así evitar sufrir a causa de ello.

Ahora los hombres deben desarrollar técnicas más complejas para penetrar ese
escudo y, al lograrlo y decepcionarlas nuevamente, el escudo se vuelve más
fuerte. Como la relación entre las bacterias y los antibióticos, en el largo plazo
tenemos un espiral de cinismo y desconfianza que crece día a día. Una danza
macabra y triste marcada por el compás del resentimiento.

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Lo peor de todo es que la mayoría de los hombres no usan en un principio esa
máscara y, de hecho, son genuinos en sus intenciones, pero, gracias a esos
pocos que desde las eras del colegio secundario se aprovecharon de la
ingenuidad y desataron el círculo vicioso que encendió la música, el hombre
con buenas intenciones queda fuera del baile.

Ahora la mayoría de los hombres tienen opciones limitadas: usar la máscara o


estar en soledad, ya sea solo o en pareja, con una mujer que no les atrae. La
autoestima cae, la tristeza aparece y la posibilidad de estar con una mujer que
realmente les gusta se va desvaneciendo al escribirse en la mente las creencias
más limitantes. La felicidad es atractiva y la depresión repele. Otro círculo
vicioso comienza.

Sus amigas le dicen “sé tú mismo”, ya que, según ellas, ese es el secreto para
conquistar a una mujer. Eso sí, a otra mujer, no a ellas. Ellas le dicen que “lo
quieren como amigo”, que “es un buen chico pero…” y/o que “tienen una
amiga para presentarle” (normalmente no muy atractiva y con una autoestima
tan baja como la de él). Y aquí aparece el dilema: solo o con la amiga fea. Ella
también tiene el mismo dilema. En la mayoría de los casos ambos ceden y así
tenemos tantas parejas que recorren el camino de la vida juntos, pero en triste
miseria y soledad. No están donde quieren estar ni con quien quieren estar.
Sufren la fatalidad de la incongruencia que existe entre sus acciones y sus
aspiraciones. Y luego vienen los hijos y el divorcio. Y se encuentran donde
empezaron, saliendo de un coma.

Este no fue mi caso, por suerte. Era demasiado orgulloso para ceder ante la
presión de la soledad. Seguía insistiendo, pero era rechazado u objetivado y
cosificado bajo la figura del amigo, o como una persona que conocí me dijo
cruelmente una vez, un “subchongo”. La figura del “chongo” en la Argentina
se refiere, precisamente, al hombre que la mujer usa para satisfacer sus deseos
sexuales sin involucrarse con él. Es un vocablo muy utilizado por mujeres
profesionales de más de veinticinco años que son el resultado de la cultura
feminista de los noventa que arruinó a una generación de mujeres. En nombre
de la igualdad, les enseñaron que debían actuar como hombres. Pero no como
cualquier hombre, sino como aquel que tanto odiaban: ese que utilizaba los
artilugios del lenguaje para seducirlas y llevarlas a la cama. Ese hombre que
usaban para repetir la frase: “Todos los hombres son iguales”, sin darse cuenta
que siempre salían con los mismos. La serie de televisión Sex and the
city (representación cultural de estos valores nauseabundos) le pudrió el

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cerebro a miles de mujeres, arruinándoles la vida no solo a las susodichas,
sino también a los hombres que genuinamente querían estar con ellas.

Ahora están solas, tienen casi cuarenta y siguen recorriendo los bares de
Buenos Aires en busca de cariño, aunque no lo admiten. Se esconden tras la
máscara de la arrogancia. Actúan como superadas y tienen una actitud
sobradora. Están a la defensiva y tienen motivos. Van a los bares, los lugares
más equivocados donde jamás encontrarán lo que buscan. Allí, por el
contrario, encontrarán al hombre del que se quejan constantemente. Ese
hombre cínico que odia a las mujeres porque fue rechazado por ellas toda su
vida. No sabía jugar el juego. No supo bailar la danza de las máscaras. Su
antifaz no fue lo suficientemente efectivo. Ahora sufre en soledad y vaga por
la noche mostrando una falsa seguridad. Desprecia a las mujeres. Las acusa de
su miseria y las considera seres viles. En el fondo, busca aceptación y cariño.
Pero es tarde, muy tarde. Está demasiado orgulloso para admitirlo. Ellas lo
odian, pero igual se acostarán con él para hacer cumplir su profecía de que
“son todos iguales”. Se vanaglorian de sus “chongos”, sin embargo, en el
fondo, sufren en soledad. Se muestran seguras, aunque estén temblando de
miedo. Parecen felices, pero se sienten miserables. Ellos hacen lo mismo.

Por eso ya no voy a los bares, estos hombres y mujeres me producen una
mezcla de repulsión y tristeza. No quieren ser ayudados, son demasiado
orgullosos o, en el peor de los casos, se victimizan. Para pedir ayuda hay que
tocar fondo como lo hace un alcohólico. Al hacerlo, nos damos cuenta lo mal
que estamos. Pero cuando la miseria no se hace evidente, el proceso de llegar
a lo más bajo se vuelve un accidente de auto en cámara lenta. Jamás llega el
momento de quiebre y la degradación es lenta y silenciosa.

“Una cosa lleva a la otra. Un hombre tiene una debilidad, un defecto, es


imperfecto. Ese defecto le hace sentir culpable. La culpabilidad le hace sentir
vergüenza. La vergüenza se compensa con orgullo, arrogancia y vanidad. Y
cuando el orgullo falla, la desesperación asume el control y ésta lo lleva a su
destrucción. La cuál será su destino. Algo tiene que detener este flujo” 1.

La música debe parar. Debemos tener el valor de quitarnos las máscaras y


mirarnos a los ojos. Desnudar nuestras almas. Yo estoy cansado de usar el
antifaz. Ya no la necesito. Sé quién soy y por ello prefiero ser rechazado por
lo que soy en vez de por lo que no soy. No soy un gran seductor, pero pasé de

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Extraído de la película “Ink” (2009).

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ser un inadaptado a ser una persona atractiva que ahora tiene un nivel decente
de “chamuyo”. No necesito más. Me junto con quienes me aceptan como soy
y con quienes se atreven a bailar sin máscaras.

Tuve que irme a otro país, a otra cultura donde el antifaz no se usa tanto. Las
mujeres desconfían de mí cuando uso la máscara de argentino. No necesito
usarla. Me la quito y me muestro como soy. Es cierto que en la tierra de los
ciegos el tuerto es rey, pero no me interesa la realeza. Quiero estar con una
mujer que comparta mis pasiones, con la que pueda emprender un proyecto de
vida, a quien pueda guiar y apoyar y, al mismo tiempo, que pueda guiarme y
cuidarme, que crea en mí. Ese soy yo. Siempre fui yo, detrás de la máscara
que se deshace. Le agradezco al antifaz antes de quitármelo por todo lo que
me ha enseñado. Es parte de mí ahora, parte de mi historia, sin embargo, en
esta etapa debo continuar con el rostro descubierto. Me siento libre por
primera vez en veinte años. Siento la frescura del aire puro que respiro y que
me llena de energía y alegría.

Vivir el presente

¿Alguna vez tuviste uno de esos sueños donde estabas llegando tarde a un
lugar importante? ¿O donde te faltaba una materia para terminar la
universidad, el secundario o la escuela? ¿Que estabas atrapado en el pasado y
que apenas despertabas te dabas cuenta que ya habías terminado ese período
de tu vida y sentías el alivio que siente alguien que se está ahogando al ser
rescatado?

A mí me pasaba seguido. A veces siento que durante toda mi vida he llegado


tarde a todos lados. Que he aprendido las cosas cuando ya era tarde. Que me
he dado cuenta de nuevos puntos de vista cuando una situación ya era
irreversible. Cuando ya los errores habían sido cometidos. Cuando ya el
período había pasado. Cuando ya solo quedaba el árido presente.

Luego recuerdo que las palabras con las que me hablo crean la realidad en la
que vivo y que el pasado es tan solo una historia que me cuento. Puedo ser un
héroe, un monstruo, un maestro, un sobreviviente o una pobre víctima. En
cada período de mi vida he sido un personaje distinto. A estas alturas, creo que
todos.

En una época solía pensar que era un actor de reparto en la película de mi


propia vida. Hubo un tiempo en que pensaba que había personas que existían

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solo para torturarme. Hubo un período en que anhelaba la venganza más que
otra cosa. Hubo una época en la que quise ser amado más que nada. Hubo un
tiempo en el que la magia fue real. Hubo un momento en el que solo quería
que el día terminara.

¿En qué período me encuentro hoy? ¿Con qué nombre recordaré el presente
dentro de un año? ¿Y dentro de diez años? ¿Me contaré la historia una y otra
vez o le daré un significado distinto, o tal vez varios?

Hace un año que vine a este nuevo país. Una nueva aventura había
comenzado. Vine a dar la vida por la torre en la que dormía la princesa, tal vez
con la esperanza de que, en vez de morir por una ilusión, pudiera ver si la
doncella existía. Tal vez despertarla y ver quién era. Hago referencia al verso
de un poema que leí una vez:

“Daré mi vida por la torre en la que duerme la princesa”.

¿Qué significa dar la vida por la torre y no por la princesa? Significa dar la
vida por una ilusión, algo que no es real. Significa idealizar a una persona (en
este caso una mujer) al punto tal de perder la noción de quién es realmente.
Por supuesto, de llegar a conocerla, veríamos sus defectos, pero ahora no
podemos verlos. Solo vemos la ilusión que nuestra mente proyecta. Hace
quince años algo parecido me había ocurrido. La diferencia es que ahora
estaba consciente que lo estaba haciendo. Aún con la conciencia de perderme
en la ilusión, volví a caer en ella.

En el camino comencé a amar lo nuevo en vez de lo viejo. Mi perspectiva


cambió. Descubrí que las mujeres de mi edad no me atraían. Habían
envejecido. Su mente se había marchitado. Habían aprendido a odiar a los
hombres. Se quejaban demasiado y solo transmitían negatividad. Ahí recordé
la frase: “Si las manzanas están podridas, no vayas al cajón, ve al árbol”.

Incluso aquellas que no se habían marchitado sólo representaban un premio


para mí. Una suerte de revancha para satisfacer a esa versión de mí mismo que
había sido hace diez años. No me gustaban realmente. O tal vez sí. El tema era
que no las conocía. Algunas, al conocerlas, me hicieron alejarme de ellas.
Otras simplemente me produjeron pena o indiferencia. Hubo, no obstante, una
que realmente me maravilló. Un hermoso ser humano que parecía no haber
envejecido en cuerpo y espíritu. Aun así, la mayoría se había marchitado.

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La solución parecía bastante lógica: salir con mujeres más jóvenes, cuya
mente aún no haya sido corrompida por la amargura de los años. Que pudieran
amar con pasión. Que no creyeran que todos eran iguales. Que disfrutaran del
éxtasis sexual de forma plena. Encontré un verso de un poema que expresaba
lo que sentía:

“I was late for the most of the things of my time. I loved what was old above
anything new. But the young ones offered me on silver plates their thighs.
Their nipples flesh. ‘I am the true wine’ they said. And I drank”.

“Llegué tarde para la mayor parte de las cosas de mi tiempo. Amé lo viejo
sobre cualquier cosa nueva. Pero las jóvenes me ofrecieron en bandejas de
plata su muslos. La carne de sus pezones. ‘Yo soy el verdadero vino’, dijeron.
Y yo bebí”.

Durante toda mi adolescencia y mis veinte estuve durmiendo en una suerte de


coma. En la amargura de ese sueño fui rechazado por las jóvenes de mi edad.
Amargado, acumulé rencor. Quería venganza. Quería que experimentaran el
rechazo y la frustración que yo sentía. Quería que mi dolor fuera infligido en
ellas. El odio y la agresividad crecían en mí.

Tuve suerte. Desperté a un año de cumplir treinta. Antes de que esos


sentimientos se volvieran irreversibles. Antes que el rencor y la frustración se
convirtieran en odio. Quien sabe que tan lejos el desprecio hubiese llegado.
Me da miedo preguntármelo. Cuando veo en los noticieros historias trágicas
de violencia hacia las mujeres a veces me pregunto: ¿habría llegado tan lejos?
Por suerte nunca lo sabré.

Al escribir A sangre fría, Truman Capote dijo que se identificaba con el


asesino sobre el que estaba escribiendo. “Es extraño —dijo—. Si bien me
asquean sus acciones, entiendo de donde proviene su angustia y su odio. Es
como si él y yo hubiéramos sido criados en la misma casa pero, mientras yo
salí por la puerta delantera, el salió por la de atrás”.

Por suerte desperté. Desafié las creencias que me limitaban. Recuperé el


tiempo perdido. Aunque, si fue gracias a ese tiempo que pude salir adelante,
tal vez no sería justo llamarlo así. Fue el tiempo necesario. Somos el producto
de nuestras experiencias. Estamos donde estamos gracias al sufrimiento que
hemos experimentado. Este último nos da frutos dulces solo si le damos un

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significado. De lo contrario, se convertirá en amarga desesperanza. La
desesperanza es eso: sufrimiento sin significado.

Al ganar confianza y seguridad en mí mismo, me lancé en busca de las


mujeres que me habían rechazado alguna vez solo para encontrar que en
muchos casos habían envejecido, mientras que en otros casos no eran lo que
esperaba. Las había idealizado. Había estado dispuesto a morir por la torre en
la que duerme la princesa, pero no por esta última.

Tuve mis revanchas. En el primer momento sentí orgullo. Estaba haciendo las
paces con aquel niño frustrado que había sido. Luego fue simplemente una
cuestión de ego. Con una chica argentina me ocurrió que ella ni siquiera me
atraía o me agradaba. Cuando la conocí, mi autoestima estaba tan baja que no
pude ver cómo la negatividad de sus años la había consumido.

En otro caso, estaba tan dispuesto a lograr mi objetivo de intimar con una
chica, que no pude ver cuánto me atraía realmente. Y como usé una máscara,
simplemente la alejé de mí. Solo cuando se apartó pude ver el daño que la
máscara podía hacer. Solo cuando me la quité pude realmente conocerla. Ella
también usaba una máscara. Aun así, sentí que ella se alejaba. Tuve que
confesarle que fue el ego lo que hizo que actuara así. No me atreví a
confesarle lo que realmente sentía por ella. Que, al conocerla realmente, me
había gustado profundamente. Pero ya era tarde… Además había llegado a un
nivel de vulnerabilidad muy grande. Algo que era sano y liberador. Aun así,
no me atreví a decirle lo último. Temía perderla completamente. Suspiré y
seguí adelante.

Hubo un último caso donde ni siquiera llegué a conocerla. Y ella a mí


tampoco, ya que usé una máscara para protegerme del tan temido rechazo que
me había atormentado durante casi una década. Ahí aprendí que es mucho
peor que te rechacen por quien no eres que por quien eres. Me prometí a mí
mismo nunca más usar la careta. En el fondo, sabía que ella no era para mí.
Aunque la verdad es que nunca lo sabré ya. No pude conocerla realmente ni
ella a mí. Simplemente abandoné la causa por cansancio. Decidí seguir
adelante, soltar y ser libre. No fue fácil, ella fue la razón por la que viajé a
Colombia.

En el fondo, iba a buscar a esas mujeres porque “amaba lo viejo por sobre
todo lo nuevo”. La nostalgia era mi motor y, al mismo tiempo, mi perdición.
Tenía que vivir el presente. Y, al salir con mujeres jóvenes, ellas me

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mostraron una nueva forma de ver el mundo. Un mundo que nunca había
conocido. Que siempre estuvo delante mío, pero que no pude ver ya que
estaba mirando otros mundos. Vivir en la Argentina era un tema, debido al
estúpido prejuicio de la diferencia de edad que impera allí por algún motivo.
Por eso me fui. Era una sociedad que se jactaba de ser liberal cuando era más
conservadora de lo que le gustaría admitir.

Recuerdo con gracia que cuando tenía tan solo dieciocho años, las mujeres me
rechazaban por “pendejo”, y ahora lo hacían por “viejo”. Por supuesto, hoy
comprendo que se trataba de un juego. Un artilugio que utilizaban para
averiguar de qué estaba hecho. En el fondo, no les importaba. Aunque el
prejuicio sí existía.
Estando fuera del país, conocí a una persona maravillosa con quien hoy
actualmente comparto una extraordinaria relación. La primera que tengo, de
hecho. Me siento feliz con ella. Puedo decir que por primera vez sé lo que es
amar a alguien realmente. No un amor idealizado, sino un amor cotidiano. Me
siento parte de un equipo avanzando por el camino de la vida. Y, sin importar
las diferencias culturales y de edad, avanzamos paso a paso, conociéndonos
día a día un poco más. Sin prisa y sin pausa. Porque, en realidad, ninguna de
esas cosas importa si dos personas están dispuestas a trabajar por un proyecto
en común.

Me gusta estar afuera de Argentina. Y sí, encuentro en Colombia muchas


cosas que me hacen sentirme en casa. No sé si mi cabeza esté allí, pero, sin
duda, mi corazón lo está. Es una sociedad que se jacta de ser conservadora,
aunque es más liberal de lo que le gustaría admitir. Sin duda existen
prejuicios, pero no tantos. Cada cuanto la tentación de la nostalgia me lleva a
preguntarme: “Qué hubiese pasado si...”. Si hubiese hecho tal cosa, si hubiese
sabido tal otra. Me calmo diciendo: “Hice lo mejor que pude”, y perdono a esa
persona que fui en el pasado. El pasado ya se ha ido, el futuro no es todavía.
Ahora estamos liberados de ambos.

Cuando comencé a salir, a conocer mujeres al despertar del coma, me sentía


forzado a mentir sobre mi experiencia y mi edad. Siempre decía veinticinco.
La edad justa. Ni muy viejo ni muy joven. Las que tenían más de esa edad me
sobraban jactándose de su experiencia y diciéndome: “Qué chiquito”, aunque
a veces solo tenían veintiséis o veintisiete. Luego les revelaba mi verdadera
edad y se quedaban atónitas. En el fondo, sabía que era parte del juego, pero el
prejuicio se escondía detrás de él.

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A las de menos de veinticinco solo les decía mi verdadera edad luego del
sexo. Para ese entonces no les importaba. O tal vez sí, pero el objetivo ya
estaba logrado. Estúpidos prejuicios de una sociedad inmadura. ¿Tanto cambia
el valor de una persona por tan solo un número? En el caso de estas chicas me
sentía obligado a mentir sobre mi experiencia sexual y la edad en la que había
debutado. Sentía vergüenza. Las nuevas generaciones vienen con más
experiencia sexual de lo que a la comunidad de padres les gustaría admitir.
Parte de la hipocresía de nuestra sociedad. Hoy me río de aquellas situaciones
y de cómo me sentía.

Cuando me encontraba con una mujer mayor, a los veintisiete años, sentía que
estaba siendo entrevistado para un trabajo. Me preguntaban sobre mi
experiencia en otras relaciones, la cual era nula. Por supuesto, mentía. No te
contratan si no tienes experiencia. Una verdadera estupidez, pero es algo que
ocurre. En el fondo, las entiendo. No tienen tiempo que perder y tienen miedo.
Se muestran arrogantes para compensar sus inseguridades. Si se mostraran
vulnerables, atraerían al hombre que realmente buscan, pero su arrogancia
solo atrae al que detestan. Eso las vuelve más agresivas y arrogantes. Un
círculo vicioso. Pueden romper el círculo si se muestran vulnerables, tal cual
son. Mostrando sus miedos. El hombre que las acepte lo haría por lo que son
realmente, mientras que los que las rechacen, no importaría realmente.

Con el tiempo y la experiencia comencé a aceptar quien era. Comencé a estar


orgulloso de quien era y, por ello, agradecía a mis experiencias pasadas por
haberme convertido en la persona que soy. Ahora hablo con franqueza de
quien soy, de quien fui. Me muestro vulnerable, consciente de que hay algunas
personas que me aceptarán y otras que no. Si soy aceptado, seré aceptado tal
cual soy, y eso me llena de dicha. No fue un camino fácil, pero le he dado un
nuevo significado a mi pasado. Le he dado un propósito. Me ha convertido en
quien soy ahora y seguiré avanzando. Me seguiré contando esa historia hasta
que encuentre una mejor que contarme y seguiré avanzando sin prisa y sin
pausa, viviendo el ahora que es lo único que hay.

La era de la incomunicación

Vivimos en una época extraña, donde la tecnología se ha convertido en una


herramienta imprescindible para cada una de las actividades que realizamos.
De alguna forma nos hemos convertido en una especie de seres cibernéticos,
mitad hombre, mitad máquina. Al parecer, los aventurados profetas de la
literatura de la ciencia ficción han dado en el clavo. Tal vez no en la forma

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distópica que ellos imaginaron, pero si en el concepto: la tecnología es ahora
una extensión de nuestro ser. No solamente presenciamos extensiones
artificiales de nuestro cuerpo orgánico, sino que también nos vislumbramos
con la presencia de artefactos que se han convertido en una verdadera
prolongación de nuestra vida social.

Uno de ellos son las tecnologías de las comunicaciones, las cuales han
cambiado para siempre la forma en la que nos relacionamos con los otros. La
distancia ya no es un obstáculo para las relaciones humanas, ya que podemos
mantener contacto con personas de latitudes lejanas con un simple clic. Hoy
en día existen programas que hacen posible comunicarnos oralmente, e
incluso mediante imágenes, a través de nuestras computadoras y teléfonos
celulares. Un deslumbramiento imposible de imaginar veinte años atrás. Con
las nuevas maravillas de las telecomunicaciones y la aparición de la Internet,
una nueva forma de comunicación se extendió de manera masiva: el chat o los
mensajes de texto. Si bien el lenguaje escrito es algo que existe desde hace
miles de años, la era moderna le otorgó un nuevo rol a dicha expresión del
lenguaje. En cierta forma, resulta bastante paradójico que en la era de las
comunicaciones intraplanetarias, donde las video-llamadas son cada día más
accesibles y eficientes, se haya generalizado una forma de comunicación tan
rudimentaria. No obstante, lo cierto es que sucedió: el chat es ahora un medio
aceptado y generalizado de comunicación. Se ha convertido en una nueva
forma de relacionarnos, para bien o para mal, con sus pros y sus contras.

Al principio solo era un medio que se utilizaba entre computadoras solitarias.


Luego, con el apogeo de la Internet, su uso se generalizó y el lenguaje del
texto mutó hacia una forma cada vez más compleja, adoptando su propia
identidad. Esto nunca antes había sucedido en toda la historia de la
humanidad, ya que, hasta ese entonces, el lenguaje escrito como medio de
comunicación era usado en cartas y otros medios que aparecieron
posteriormente, como lo fue el fax. Sin embargo, ahora es distinto, la dinámica
del juego del texto se aceleró y comenzó a tomar una nueva forma mucho más
compleja. Al generalizarse su uso, gracias a las redes sociales, fue necesario
agregar un nuevo código y significados para darle mayor emocionalidad a los
mensajes. Así fue como aparecieron los emoticonos. Éstos aumentaron la
gama de interpretaciones posibles y expresiones para así mejorar la
expresividad y claridad de un medio ya precario en términos comunicativos.

Finalmente, con los celulares de las nuevas generaciones, su uso se masificó a


niveles cotidianos. Ya no solo se lo utilizaba para “hablar” con un primo

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ubicado en una locación lejana, sino que, a partir de ese momento, comenzó a
ser usado también para comunicarse con alguien localizado, a veces, a solo
metros de nuestra presencia, y aquí es donde surgió el problema. Somos seres
gregarios y la comunicación está en nuestra esencia. Fuimos creados para
interactuar con otros. Por eso podemos hablar, escuchar, ver y sentir. Nos
comunicamos con palabras, con tonos de voz, con caricias, con golpes, con
abrazos, con besos. En lo personal, necesito estar frente al otro para conectar.
Si no es posible esto, aunque sea necesito escuchar una voz en tiempo real. El
chat siempre me ha generado rechazo. Lo veo como un mal necesario. He
aprendido sus mañas para sobrevivir, pero detesto sus designios. Soy
consciente que una nueva generación lo utiliza como medio primario de
comunicación y que la llamada telefónica puede ser considerada como un tabú
mortal o como una invasión al espacio personal. Hoy en día las chicas te dan
sus números celulares como si nada. En otra época, aquel número significaba
algo, era algo valioso y difícil de obtener. Esto se perdió desde que existe la
posibilidad de ignorar o bloquear a alguien. La indiferencia nunca tuvo un uso
tan difundido como hoy en día. Y ese es el peor de los males.

La indiferencia es, por definición, lo opuesto a la empatía, a que te importe el


otro. Incluso, si odias a alguien, es porque te importa. No es inocente ni es
coincidencia que su uso se haya difundido tanto. Con el desarrollo de las redes
de telecomunicaciones y las nuevas tecnologías, vivimos cada vez más
desconectados de los otros. Se ha vuelto cada vez menos necesario interactuar
en persona e incluso mediante una cálida conversación telefónica. Eso nos
vuelve seres apáticos. ¿Realmente estamos más conectados o, por el contrario,
estamos conectados al vacío? Nos sentimos tan solos que escondemos nuestra
miseria pretendiendo que estamos rodeados de amistades y afectos al tener
muchos amigos virtuales en nuestras redes sociales. Nos engañamos para
sobrevivir. La soledad nos consumiría de no hacerlo.

El lenguaje del texto es un cómplice de esta conexión al vacío y es la que


proporciona el contexto para hacer fluir la indiferencia y matar la empatía. El
juego del texto nos aleja más de lo que nos conecta, no importa si
intercambiamos diez o mil mensajes por día. También nos aleja de la realidad
al crear imágenes irreales de aquellos con quienes intercambiamos mensajes.
Como no escuchamos un tono de voz y no vemos la expresividad de un rostro,
no tenemos otra opción que imaginarlo. Sin embargo, al recrearlo, no
podemos dejar de utilizar nuestros juicios y, por ello, terminamos por recrear
imágenes y voces que reflejan nuestra visión del mundo. El mensaje ya no es
producto del emisor, sino producto del receptor, ya que es él quien determina

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el significado a partir de las creencias que definen su realidad. Entonces allí
aparecen los malos entendidos, que se retroalimentan cada vez que un mensaje
es enviado al repetirse el proceso de interpretación autorreferencial.

La comunicación humana ya es bastante compleja debido a la subjetividad


individual para que la hagamos aún más complicada con un medio de
comunicación precario que, gracias al contexto tecnológico y social, nos aleja
más de lo que nos acerca. ¿No sería lindo hablar por teléfono o tener una
cálida charla siendo acariciado por los abrasadores rayos de sol de una tarde
virtuosa? ¿No sería maravilloso conocerse y conectar? Para eso estamos
hechos, mediante la conexión con otros es que nuestra identidad se realiza y
damos sentido a nuestra existencia.
Al principio de este escrito mencioné cómo la literatura de la ciencia ficción
nos ha traído profecías sobre el porvenir. Muchas de ellas aún no se han
cumplido y, por su naturaleza distópica, espero que se trate tan solo de
advertencias. Finalizo parafraseando una obra de ciencia ficción que nos
advierte sobre los peligros de las tendencias que he descrito. Está en nosotros
que tan solo sea una advertencia y no una profecía:

“¿Quién realmente no está solo en esta sociedad que hemos construido? En el


momento en el que el contacto con otros ha desaparecido perdemos nuestra
identidad. En un mundo cubierto por estándares y medidas, la comunidad ya
no es necesaria y el uso de esta palabra es bastardeada una y otra vez al
hablar de comunidades virtuales. Precisamente, si son virtuales es porque ya
no son reales y, por lo tanto, han dejado de existir. Todos vivimos en nuestra
pequeña celda. Todos estamos solos, todos estamos vacíos. Ya no necesitamos
a los otros. Con tan solo las puntas de los dedos podemos alcanzar cualquier
distracción, cualquier placer, cualquier objeto, cualquier tecnología. Y las
relaciones se pueden remplazar con una simple búsqueda y un clic”2.

El amor y la amistad en tiempos de selfis

En muchas ocasiones he oído la frase “es el amor de mi vida” pronunciada por


amigos y amigas. Para todos los casos no puedo ver otra cosa que una actitud
ingenua e inmadura hacia la vida por parte de ellos. En el fondo quienes
emiten esta frase en referencia a otro ser humano no están haciendo más que
idealizarlo y, el acto de idealizar, es un triste subproducto de una autoestima
muy baja. Para cada uno de estos casos las evidencias sobran y sus carencias

2
Extraído de Psycho Pass (2012).

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emocionales y debilidades del ego se evidenciaban en las parafernalia de la
redes sociales.

También, por supuesto, se puede encontrar un factor hormonal cuando alguien


dice que se enamora. El amor genuino es algo práctico y diario que se observa
en largo plazo. No es el producto de la calentura sexual y de la idealización de
una mente inmaduramente “romántica” y con muchas escasez que huye de la
realidad idealizando porque le da miedo lidiar con ella y ser vulnerable.

Hace poco leí un artículo titulado “5 indicadores de una baja autoestima en


Facebook” y puedo asegurar que vi cada uno de ellos en el perfil de cada una
de estas personas. Normalmente el número excesivo de “amigos virtuales” era
el primer indicador, seguido por la búsqueda de validación externa mediante
los famosos “me gusta” publicando comentarios frívolos, opiniones, expresión
de sentimientos y, para el caso, de las mujeres, fotos exponiendo su belleza
que, de acuerdo al grado de pudor, aparecían con menos o más ropa. O, a lo
sumo, para ambos géneros, fotos mostrando lo interesante y felices que son
sus vidas. En última instancia el juego es mostrar y vanagloriarse.

Aunque sí, la búsqueda de validación externa mediante fotos es algo que suele
atribuírsele a las mujeres y estadísticamente hablando esto se confirma. Por
este motivo, se inventaron redes exclusivas para publicar fotos: Instagram ,
Snapshot, etc…

Y, por supuesto, el target son las mujeres jóvenes las cuales buscan
desesperadamente compensar sus bajísimos niveles de autoestima con la
validación externa de unos onanistas arrastrados que, a su vez, presentan los
mismos síntomas de una autoestima dañada al depender su felicidad de que
ellas reaccionen a su patético acercamiento virtual.

Quisiera poder decirles a muchos de mis amigas y amigos que sus serios
problemas afectivos los van destruir muy lentamente en el largo plazo, sin
embargo no lo hago porque la respuesta es predecible: las personas con
problemas de autoestima suelen victimizarse constantemente lo que se traduce
en que se pondrán a la defensiva y negarán el planteo. Incluso, llegando a
ponerse agresivos. Es difícil admitir lo que les planteo ya que es un golpe al
ego y, asimismo, es difícil mostrarse vulnerable, sobre todo, en la era de la
superficialidad.

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Los hombres también hacen lo mismo, en algunos casos con fotos de sus
cuerpos pero para el caso de Facebook mostrando que tan entretenidas y
fascinantes son sus vidas. Poniendo imágenes con frases célebres u optimistas
o simplemente comentando banalidades o estados sentimentales. Todo para
buscar la validación de sus “amigos” virtuales. Tanto el amor como el
concepto de la amistad jamás han sido tan bastardeados como en nuestro
presente. En un artículo que he leído hace poco el autor ironiza diciendo: “Que
las vidas perfectas de Facebook no te depriman”.

El problema de fondo consiste en que las redes sociales y la virtualidad han


deshecho las relaciones humanas fomentando la auto glorificación y la
indiferencia. Qué ejemplo más claro y funesto que el uso generalizado de
mensajes de texto a través del Whastapp cuya única función es fomentar la
indiferencia. Todo se vuelve una patética competencia de “quien ignora más
quién”, un continuo intento por reprimirse para no parecer un necesitado.

En términos globales y en el largo plazo, cada vez nos aislamos más y, en


lugar de dar y compartir, dudamos a la hora de comunicarnos por miedo a
invertir demasiado y perder el marco de la comunicación. Esta actitud produce
una retroalimentación que destruye la empatía e institucionaliza la
indiferencia. La vuelve normal cuando se trata de la peor expresión de miseria
y desprecio. Dicen que el odio es lo opuesto del amor pero no lo es. Es la
indiferencia su contraparte. La ausencia absoluta de empatía.

Hace poco tuve el honor de hablar con dos personas sobre este polémico
tópico. Uno de ellos, un religioso con posturas bastante sugestivas y algo
peligrosas para la misma institución conservadora para la que trabaja, planteó
algo muy interesante. Él dijo que el secreto se encuentra en la filosofía de
poner la otra mejilla. La pregunta obvia es cómo hacerlo. Digo, poner la otra
mejilla con el odio parece más sencillo. Al fin y al cabo consiste en aguantar
los golpes e insultos. Ahora bien, ¿cómo se le pone la otra mejilla a la
indiferencia?

Muy simple: se da sin esperar recibir nada a cambio. Esa es la definición más
pura y realista del amor. En pocas palabras respondemos a la indiferencia con
el amor. Pero no con el amor condicional (producto de una mente llena de
escasez y necesidad) sino con un amor incondicional. El primero es producto
de una autoestima dañada, el segundo de un espíritu lleno de abundancia.
Cuando escucho a esos patéticos hombres arrodillarse ante una mujer

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diciéndole que la aman y odiándola luego y sintiéndose victimas de ella al ser
rechazados, solo siento lástima.

Eso no es amor, aquello es necesidad y egoísmo. Ellos dan pero esperan algo
cambio. Precisamente, el rechazo es un invento de una persona con baja
autoestima pues si alguien está dispuesto a dar por el hecho mismo de hacerlo
y eso es lo que los hace feliz, entonces lo que haga o diga la otra persona no
debería importarle. Incluso si lo insulta o le es indiferente. Por otro lado, en la
mayoría de los casos, ese rechazo, desprecio o indiferencia por parte de la
persona que recibe algo (ya sea en forma condicional o incondicional) es
producto de la falta de humildad y de la ignorancia de dicho individuo.
Piénsalo así. Tu das algo y la otra persona te trata con indiferencia o rechazo
¿Qué quiere decir esto? Que esa persona no te conoce y tampoco ha buscado
conocerte por lo tanto su opinión expresada a través de ese acto no tiene
validez.

Si una persona te dice que eres el amor de su vida o, por el contrario, que
jamás estará contigo, en ambos casos sus palabras no significan nada. Esto así
porque simplemente no te conoce y ni siquiera tiene la humildad para
admitirlo. En un caso te está idealizando, en el otro, te está demonizando. En
el fondo, no tiene ni idea de quién eres ¿Por qué debería afectarte su opinión
entonces? Es como si un extraño se acercara a ti por la calle y te dijera que
eres el peor ser de la tierra ¿Tiene validez su opinión? ¿Y entonces porque te
dejas afectar por ella? Si lo haces es tu problema y no el de él. Tu eres el que
tiene un problema de autoestima y se está victimizando. Tu no controlas lo
que hace el otro pero si controlas si lo que hace el otro te afecta o no. O por lo
menos puede elegir si quieres que te afecte o no.

Una persona que idealiza o demoniza y que es incapaz de ver al otro como es
y que encima no tiene la voluntad para conocerlo es, en general, un individuo
con una autoestima lastimada ¿Quieres hablar del amor real en una pareja?
¿De ese amor de la vida del que me hablas? Pregúntale a los miembros de una
pareja que llevan décadas juntos y siguen siendo felices y han sobrevivido
conflictos, aburrimiento y tragedias a través del trabajo y el esfuerzo en el día
a día por parte de ambos. El amor de la vida, en todo caso, se ve en
retrospectiva mirando hacia atrás. Y, de todas formas, yo no lo llamaría el
amor de la vida. De hecho ninguna pareja que ha estado tanto tiempo lo llama
así. Sería bastardear la relación ¿Sabes cómo lo llaman? Amistad.

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Y no es la amistad que tanto bastardean hoy los seres de baja autoestima
rodeándose de personas (ya sea real o virtualmente), para sentirse queridas y
buscar compensar mediante validación externa de otros individuos de baja
autoestima sus frágiles egos. La amistad también es dar sin esperar nada a
cambio y requiere la existencia de autoestimas sanas y una mentalidad de
abundancia. De lo contrario, la presencia de una necesidad de validación por
parte de los demás, lo tergiversa todo. Pregúntaselo a tu amigo o amiga que
tiene millones de amigos virtuales y organiza eventos para mostrarse a sí
mismo y a los demás cuantos amigos tiene y, a su vez, para sentirse querido y
especial. Necesita de algo externo para compensar que no se quiere a sí
mismo. Ese es su gran problema. El día en que esas personas que lo rodean lo
abandonen o el día que esté muy vieja y no tenga el atractivo físico para atraer
a esos “amigos” arrastrados que le tienen ganas (aunque ella lo niegue pero en
el fondo lo sepa) y que están ahí para subir su ego…ese día va a ser muy
complicado para él o para ella. Para poder querer genuinamente primero
debemos aprender a querernos a nosotros mismos para así librarnos de la
adicción a la validación externa.

La amistad es estar ahí. En ese sentido, el amor genuino y la amistad genuina


son los mismo. Hace un tiempo atrás presencié el discurso de una viuda que al
referirse en lágrimas a su fallecido esposo dijo desconsolada: “He perdido a
mi mejor amigo”. Exactamente, no dijo que perdió al amor de su vida, bien
sabía ella que eso no existía. Perdió a su mejor amigo. Más claro imposible.

Amar al prójimo es clave para ser feliz y, para amar realmente, se necesita
humildad para admitir que no conocemos al otro y que solo los años y el día a
día, nos ayudará a conocerlo. También necesitamos de esa humildad para
reconocer cuando tenemos problemas emocionales que nos impiden amar.
Uno de ellos es el miedo y el otro es la idealización. Ambos están
relacionados pero para darnos cuenta de este problema debemos ser humildes
y admitir la posibilidad de que algo no funcione bien en nuestro interior, en
vez de salir a la defensiva y victimizarnos. Debemos hacer esto en vez crear
una imagen mental (ya sea positiva o negativa) de una persona determinada
sin ni siquiera conocerlo.

Por último, debemos tener la humildad de abrir el corazón y abrazar a esa


persona superando el miedo a ser vulnerables. Las religiones católica, judía y
musulmana dicen: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”. En esa frase se
resumen todas las enseñanzas de cada uno de sus fundadores. La diferencia
entre cada una de esas religiones son sencillamente detalles. El mensaje es el

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mismo. Tan simple y sin embargo la mayoría de los que las profesan parecen
olvidarse de ello. O se hacen los tontos a la hora implementarlo. Haz lo que yo
digo pero no lo que yo hago. Hay demasiada hipocresía en nuestro mundo. Es
más fácil seguir al pie de la letra los rituales superficiales escritos en la Biblia,
la Tora o el Corán que seguir la enseñanza principal.

“No comas carne los viernes, ve a la iglesia los domingos, no comas cerdo,
ora tantas veces al día”. ¿Y qué hay con ama a tu prójimo como a ti mismo?
¿No era esa la idea principal?

El resto son detalles y encima escritos por hombres no por Dios porque Dios
es amor, amante y amado ¿Por qué es tan difícil de entender para todas las
sectas religiosas del mundo algo tan simple? Una vez escuché que si
cualquiera de los fundadores de las principales religiones viajará en el tiempo
a nuestros días señalaría que hemos hecho todo mal y que no hemos entendido
nada. Lo que ocurriría luego sería que las instituciones eclesiásticas matarían a
sus propios profetas ya que sus enseñanzas reales y pragmáticas contradecirían
a los líderes religiosos de la actualidad.

Pero volviendo a la cuestión principal ¿Cómo le hacemos frente a la


indiferencia? Con amor. Recuerdo que un buen amigo (uno de esos que
realmente está ahí aunque a veces sea medio colgado) me dijo que en una
época era vendedor ambulante en los buses y que la indiferencia de la gente
era la reacción normal ante su presencia. Él me decía: “me hubiera deprimido
mucho si todos los días hubiese esperado algo a cambio de mi sonrisa y los
chistes que contaba para alegrarle el día a la gente. Simplemente iba a
alegrarle la vida a las personas y eso era lo que me ponía contento. Con el
tiempo he descubierto que si uno mantiene esa postura, a la larga es muy
difícil para los otros mantener la indiferencia. Los lastima hacerlo”.

Y algo de verdad hay en esto puesto que somos seres empáticos programados
para interactuar con el otro. Al fin y al cabo, dicen que la mejor forma de ser
feliz es hacer feliz alguien.

¿Cuándo fue la última vez que hiciste feliz a alguien?

La clave para poder mantener el optimismo y la positividad, incluso en las


circunstancias más adversas es, precisamente, transmitir dicha energía sin
importar las circunstancias o el contexto en el que nos encontremos. Esta
historia que te contaré es una muestra de ello.

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Durante los últimos días de mi estadía en Paris, período que siempre recordaré
bajo el título de “los últimos sinsabores”, mi estado de ánimo estaba cargado
con una amarga decepción. Me sentía algo deprimido por mi regreso, ya que
lo interpretaba como la evidencia de mi fracaso. Perdido en los laberintos de
mi mente, vagaba por la ciudad como un alma perdida en el limbo de la
existencia. La depresión, la frustración y la bronca eran las emociones que mis
pensamientos generaban.

Tan ensimismado en mí mundo estaba mientras caminaba en esas noches


solitarias, que ni siquiera notaba la presencia de otros, del ambiente o del
paisaje. Ni siquiera del clima. Una de esas tantas noches de caminatas
angustiosas, una figura surgió con brusquedad de la oscuridad, elevando con
sus manos lo que parecía un objeto metálico y alargado. Por supuesto, mi
primera reacción fue sentir miedo y alejarme en forma rápida de dicha
fantasmagórica figura. Al tomar cierta distancia, pude visualizar que se trataba
de un habitante de la calle que se había aproximado a mí, pidiendo alguna
limosna o algo de comida y que el objeto que sostenía con su mano derecha se
trataba de una muleta de metal. Me pareció extraño que fuera poseedor de
dicho objeto, pues nada anormal había en su forma de caminar. Era un sujeto
bastante corpulento y de alta estatura, según pude divisar.

De pronto, su rostro se tornó hostil y con un rápido movimiento me golpeó


con llamativa fuerza, utilizando el bastón metálico. El golpe fue seco y sentí
un dolor agudo. Repentinamente noté que un calor extraño comenzó a recorrer
todo mi cuerpo como si fuera electricidad. La bronca empezó a consumirme a
una velocidad sinigual, y antes de que pudiera percatarme de ello, ya había
lanzado un golpe hacia la mandíbula de aquel hombre. Ante mi acción, el
susodicho reaccionó con mayor violencia, volviéndome a golpear con eficacia
con el alargado objeto. Este segundo ataque me dejó algo atontado, por lo que
retrocedí aún más, pronunciando toda clase de insultos. Él hizo lo mismo y me
lanzó la más variada cantidad de improperios.

Al alejarme de él, y mientras sentía los chichones en mi cabeza producto de


los ataques, la bronca poseía mi ser, y dos opciones giraban por mi mente:
volver y matarlo a golpes o ir a la policía. Sin embargo, algo muy extraño
ocurrió en ese momento mientras analizaba el curso de acción a seguir. Fue
como si la bronca se hubiese congelado y como si una ráfaga de pensamientos
hubiese comenzado a circular por mi cabeza:

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“¿Qué pasó? ¿Qué estoy haciendo? Mira más detenidamente la situación que
ocurrió. Un hombre se acercó a otro pidiendo limosna, pero más que nada,
atención, y el otro se alejó asustado. ¿Qué hubiese sentido yo en esa situación?
¿Qué hubiera sentido si una persona hubiese actuado como si fuese una
especie de monstruo? Me hubiera dado bronca y probablemente hubiera
reaccionado con violencia. ¿Y luego que hice? Ataqué a una persona que se
encontraba en una situación mucho peor que la mía. ¿Quién sabe las
desgracias que le han ocurrido a lo largo de su vida? ¡Qué situación de
mierda! Todo por un mal entendido y circunstancias fortuitas se ha dado una
situación que pudo haber terminado en una tragedia. ¿Y qué tal si ahora
descarga su bronca acumulada en alguien más? ¿Y qué tal si lo hiere de
gravedad o peor?”.

En ese momento, la opción más racional fue ir a una tienda, comprar un


sándwich y buscarlo antes de que fuese tarde. Entonces eso fue lo que hice:
compré el alimento y los busqué con desesperación por casi cuarenta minutos.
Estaba a punto de abandonar la búsqueda cuando, en la oscuridad del Canal
Saint Martin, lo vi sentado en un banco al borde de la orilla. Me le acerqué
con prudencia y, al él notar mi presencia, le dije con calma y con algo de
melancolía en mi tono de voz: “No sé qué me sucedió, no soy una persona
violenta. Quería disculparme con usted. Realmente lamento lo que sucedió. Le
traje algo”. Él me observó con una mirada perpleja y replicó: “¿Me has
buscado durante todo este tiempo para pedirme disculpas? Estoy conmovido.
Fue mi culpa, no debí haber reaccionado así. Realmente los siento”. Y se
acercó hacia mí.

No sé por qué, pero en ese momento lo abracé con fuerza y comencé a llorar.
Él hizo lo mismo y luego nos sentamos en el banco a conversar. El me
compartió la mitad de su sándwich y me narró su historia. Era un inmigrante
de Argelia, más específicamente de la Cabilia, una zona de dicho país que
había sido azotada por las guerras y la discriminación a lo largo de la historia.
Luego de estar un rato hablando, nos despedimos y cada uno siguió su
camino.

Recordar este episodio siempre me hace reflexionar sobre el efecto que


tenemos sobre los otros. Si al pelearnos con alguien en la calle o en el
trasporte público estamos afectando la vida de terceros que apenas
conocemos, debemos tener mucho cuidado de adonde nos llevan nuestras
emociones. En las grandes ciudades, las personas viven acumulando tensión y
solo se requiere una chispa para hacerlos estallar. A veces estallan insultando,

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otras veces agrediendo físicamente. Las emociones se retroalimentan
constantemente y el resultado final nos es desconocido. ¿Qué tal si una acción
que iniciamos como, por ejemplo, la de insultar a alguien por la calle, termina
iniciando una reacción en cadena que luego de cinco o diez interacciones
afecta dramáticamente la vida de alguien? ¿Qué tal si alguien que ni
conocemos termina siendo afectado trágicamente por nuestra reacción, en
apariencia inocua? Tal vez se trate de una persona que habló con el señor que
fue agredido por la mujer que, a su vez, fue insultada por el señor con el que
tuve una confrontación leve en el bus. Fue una discusión trivial, pero ésta se
sumó a su bagaje de bronca que venía acumulando y él lo transmitió a otros.

Nunca sabremos donde terminará el espiral de negatividad y violencia que


generemos. Por eso debemos dejar de ser egoístas y asumir responsabilidad
por nuestras acciones. ¿Cuántas vidas estoy afectando negativamente si realizo
tal o cual acción? ¿Vale la pena? La bronca me daña también a mí. Es como si
mi sangre se llenara de vidrios rotos. Y, por el contrario, ¿qué tal si realizo una
acción que salve la vida de alguien? Algo tan pequeño como realizar un
simple gesto. Algo como contar un chiste en la fila de un banco para alegrarle
la vida a un desconocido o simplemente preguntarle si se encuentra bien.

En el primer año de la universidad, al salir de rendir un examen, sentía un


alivio y una alegría tan profunda que me daban unas ganas inmensas de
transmitir dicho sentimiento. Entonces compraba un ramo de flores y se las
entregaba a la primera chica hermosa que veía por la calle. En la mayoría de
los casos, la reacción era asombrosa. Directamente se les iluminaba el rostro y
al ver su felicidad yo me sentía mejor. Dicen que la mejor forma de ser feliz es
hacer feliz a alguien, y a veces tan poco es necesario para lograrlo.

Aprender a perdonarse

En un mundo lleno de resentimiento, vagamos por la vida acumulando ira y


frustración. No nos damos cuenta que la clave para ser libres y estar en paz
con nosotros mismos consiste simplemente en aprender a perdonar, a soltar.
Eso nos hace libres, nos permite seguir adelante y alcanzar la paz interior que
tanto anhelamos. Sin embargo, para que este proceso se complete, la primera
persona a la que debemos perdonar es a nosotros mismos.

Cuando una persona nos ha ofendido de alguna forma, nuestra mente se llena
de bronca, incluso de odio. Nuestro cuerpo se tensa y sentimos ese calor
punzante en el pecho y en nuestra cabeza. La persona que nos ofendió tal vez

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ni siquiera sepa sobre nuestro estado emocional, independientemente de cual
haya sido su intención. Tal vez él, o ella, ni siquiera sepa que nos ha ofendido
y somos nosotros quienes generamos ese estado de ira asumiendo la mala
intención del otro. No nos cabe en la cabeza que la única persona que se
perjudica debido a este sufrimiento somos nosotros mismos.

El perdón es un acto reparador. Y aquí no hablo de este concepto en un


sentido religioso o espiritual, sino más bien en un sentido práctico. El perdón
es un acto que, si bien se puede exteriorizar en forma oral o escrita, es
puramente interno. Independientemente de si la persona que nos ha ofendido
esté interesada genuinamente en disculparse, el acto de soltar el resentimiento
pertenece exclusivamente a nosotros. Es independiente de lo externo, y debe
serlo. Imaginen el caso de alguien que quiere perdonar a una persona que ha
fallecido. Esto es posible. Es cuestión de soltar. Esto nos libera. Nos hace
sentir más livianos. Nos hace estar en paz con nosotros y con el mundo que
nos rodea.

Ofrecer disculpas también es un acto reparador. Ahora bien, lo más importante


de este acto es darse cuenta del daño que hemos causado y hacernos
responsables de nuestras acciones. Para ello, debemos primero aprender a
ponernos en el lugar del otro. Comprender su situación, cómo se siente,
entender su dolor, bronca o frustración. Esto nos hace más humanos y nos
pone más cerca de los otros. Nos permite entender a los demás y mejorar la
relación con las personas que nos rodean. Independientemente de si recibimos
el perdón de la persona a la que hemos ofendido, el acto de la disculpa
genuina nos acerca más al otro y nos ayuda a crecer.

Debido a mi falta de tacto y a mi carencia de sentido común, he ofendido con


acciones y palabras a muchas personas a lo largo de mi vida y he resentido en
cada ocasión el deterioro del vínculo con el individuo en cuestión. Sufría al
dañar las relaciones con los otros y, a su vez, me frustraba no poder absorber
los principios básicos del sentido común: aprender a observar y a escuchar al
otro. En los últimos tiempos, he aprendido a generar más empatía con los
demás aunque aún me falta un largo trayecto por recorrer. El disculparme me
trae paz aunque, al mismo tiempo, se ha convertido en una excusa para no
cambiar los hábitos que molestan a los demás, algo en lo que estoy trabajando
muy duro por cambiar en el día a día, paso a paso. La clave consiste, entonces,
en aprender a ponerse en el lugar del otro para así cambiar aquellos hábitos
que dañan las relaciones.

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Recuerdo que hace un tiempo atrás vi un documental sobre el proceso de
reconciliación en Sudáfrica, donde se encontraban frente a frente los
torturados y sus torturadores, estos últimos dispuestos a reconocer las
atrocidades que habían cometido y a disculparse por las graves faltas hacia las
personas a las que habían hecho sufrir. Recuerdo un caso en donde una de las
víctimas miró a su antiguo captor con una expresión de calma y compasión, y
le dijo en un tono de paz absoluta que lo perdonaba, que ya todo estaba en el
pasado. El torturador no pudo contenerse y se quebró abruptamente. No podía
contener sus lágrimas. La víctima ya no era tal. Había hecho las paces consigo
mismo y había perdonado, había soltado. Independientemente de la reacción
de la otra persona, él ya era libre. El torturador, en cambio, era el verdadero
prisionero. La culpa lo corroía al escuchar los relatos de las víctimas que
describían sus viles acciones. Apenas podía contenerse, simplemente se
quebraba en lágrimas. Cuando este acto tuvo lugar, cuando una de sus
víctimas lo perdonó, él fue libre también, aunque probablemente necesite de
años para perdonarse a sí mismo por lo que había hecho. Él sólo será
realmente libre cuando pueda perdonarse.

Irónicamente, perdonar a otros resulta mucho más sencillo que perdonarse a


uno mismo. A veces somos nosotros mismos quienes nos juzgamos con más
severidad. Nos juzgamos por lo que hicimos, por lo que no hicimos, por lo que
podríamos haber hecho. Nos cuesta soltar porque no es fácil hacerlo. Aún me
cuesta perdonarme por haber ofendido a tantas personas debido a mi falta de
empatía. Con algunas me he podido disculpar, con otras no he tenido esa
oportunidad. No obstante, a la persona que más me cuesta perdonar es a mí
mismo. No es fácil, pero es por lo que trabajo día a día para estar en paz
conmigo y con los demás. Finalizo con una cita de Rafael Echeverría que
resume lo antedicho:

“El resentimiento nos hace esclavos de quien culpamos y, por lo tanto, socava
no sólo nuestra felicidad, sino también nuestra libertad (…) perdonar es un
acto declarativo de liberación personal (…). Al perdonar reconocemos que no
sólo el otro, sino también nosotros mismos, somos ahora responsables de
nuestro bienestar (…). El perdón a sí mismos tiene el mismo efecto liberador
(…) y hacerlo es una manifestación de amor a sí mismo y a la propia vida”.

Aprender a escuchar

Ahí estaba yo y mi buen amigo Juan Pablo, en medio de un pueblo perdido en


las colinas provincianas. Antes de seguir buscando un lugar donde comprar los

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pasajes de vuelta, decidimos comer unos aperitivos en un modesto restaurante.
Allí, una mujer muy amable nos recibió con el afecto de una madre. Como no
contábamos con demasiado dinero nos limitamos a pedir unas piezas de
cereal. En ese momento yo decidí a continuar la búsqueda mientras que Juan
Pablo se quedó sentado en la mesa del humilde lugar.

De repente, la mujer comenzó a hablar y a contarle a Juan como había


regresado a aquel pueblo luego de recorrer, junto a su marido, incontables
ciudades y pueblos colombianos. Ella era originaria de allí pero había decidido
emprender desde una muy temprana edad un viaje espiritual junto con su
familia e hijos. Ella había decidido formar parte de una comunidad taoísta que
se movía por los verdes y calurosos montes colombianos. Una comunidad que
había sufrido un fuerte desprestigio social en manos de un gobierno inmoral y
corrupto el cual había ejercicio una violencia directa e ilegítima sobre dicha
población a través de los tristemente célebres paramilitares. Juan se sorprendió
al escuchar el relato de aquella mujer. No solo por el contenido personal, sino
por la crudeza del relato. Su vida no había sido fácil y, debido a las
persecuciones y ataques que había sufrido su comunidad, había perdido tres
hijos, uno de ellos envenenado por las sustancias arrojadas por aquel vil
gobierno que había decidido enriquecerse a partir de dolor ajeno.

Juan escuchaba atentamente mientras la mujer narraba su emotiva historia que


mezclaba amor, alegría, política y espiritualidad. Un canto a la vida y una
estremecedora semblanza que describía la violencia de un país dividido y
podrido por el cinismo y la corrupción. En un momento del relato, Juan
intentó realizar una breve acotación en referencia a lo descrito por aquella
buena mujer sin embargo, al intentar hacerlo notó que ella subió levemente el
volumen de su voz. Era claro que quería seguir contando su historia, que
quería ser escuchada a toda costa, que sentía la necesidad de compartir,
aunque sea con un extraño, su historia de vida. Por ello, Juan permaneció en
silencio y siguió escuchando aquel mágico relato. Luego de casi una hora y
media ella concluyó su narración ante la mirada comprensiva de Juan. Él solo
podía decir una cosa, una frase mágica que cualquier persona que necesita ser
escuchada y decide compartir algo valioso con alguien quiere escuchar:
“Gracias por compartir lo que me contaste”. Nada más simple, nada más
poderoso. Cuando alguien habla con nosotros y nos cuenta sus problemas,
sentimos esa necesidad de aconsejar, de guiar, cuando en realidad lo único que
debemos hacer es escuchar. Solo eso. La escucha es más poderosa de lo que la
gente cree. Hace tiempo atrás me ocurrió algo parecido con una chica que me
encontré por azar en el lugar menos pensado.

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Volviendo al relato, luego de que la mujer terminó de contar su historia, le
regaló a Juan una bolsa repleta de las célebres arepas santandereanas, un
alimento muy tradicional del lugar. Él se quedó sorprendido, no lo podía creer.
Aparentemente él no había hecho nada por ella, sin embargo ella estaba
enormemente agradecida. Cuando volví al restaurante agarramos los bolsos y
nos dirigimos a la parada del bus. En el camino Juan me comentó lo
acontecido y, en un segundo de iluminación llegó una poderosa conclusión:
“Las personas solo quieren ser escuchadas, nada más y cuando haces eso se
sienten increíblemente agradecidas”. Sabias palabras para alguien de tan corta
edad. Bien por él, mejor que lo aprenda lo antes posible. La mayoría de los
chicos de sus edad tienen la cabeza podrida y su arrogancia de creer que lo
saben todo los ciega de una forma dramática.

Ahora bien, ¿Cómo desarrollamos el hábito de la escucha? ¿Cómo


aprendemos a escuchar al otro? Aprender a ser un paciente y comprensivo
oyente está directamente relacionado con otro hábito esencial para una vida
plena: vivir el presente. Y la pregunta del millón es: ¿Cómo desarrollamos el
hábito de vivir el presente en una sociedad que nos incita a preocuparnos
constantemente por el futuro? Una sociedad que nos enseña que,
precisamente, que lo mejor está por llegar y se encuentra en algún momento
lejano del futuro. “Voy a ser feliz cuando me reciba, cuando esté en pareja,
cuando aquella o aquel chica/o me corresponda, cuando tenga mucho dinero,
cuando obtenga aquel trabajo”. Y lo peor de todo es que cuando esos
momentos llegan, es decir cuando el futuro se transforma en el presente,
sentimos una gran desilusión ¿Y qué hacemos? Ponemos nuestras esperanzas
en nuevo futuro que nos traerá “definitivamente” la felicidad que buscamos.

El primer paso para vivir el presente es percatarnos de aquellos hábitos de la


mente que no arrastran hacia las orilla del pasado o del futuro y nos alejan del
ahora ¿Nunca te pasó estar de vacaciones pensando en las cosas que podrías
estar haciendo en lugar de descansar o de las cosas que vas a hacer cuando
vuelvas de tu merecido descanso? Y lo peor es que cuando regresas a tu
trabajo te la pasas pensando en cuando llegaran las próximas vacaciones,
momento en el que, por supuesto, serás feliz. Este círculo vicioso de proyectar
la felicidad en un tiempo futuro se termina convirtiendo en un estilo de vida en
donde estamos eternamente esperando que sucedan las cosas. Si puedes
comenzar a reconocer estos patrones entonces comenzarás a apreciar la
intensidad del ahora. Puedes disfrutar maravillosamente del momento
presente, ese tiempo huidizo que siempre estará contigo, si te entregas

28
completamente a él. Absorbe todo lo que te brinda el momento presente y
desconéctate del pasado que ya no existe y del futuro que no es todavía. Ahora
estamos liberados de ambos .

La hipocresía social

A la hora de comprender los matices de una sociedad en un tiempo


determinado, la mejor fuente que un analista social puede tener (ya sea
economista, sociólogo, politólogo u otro profesional) es la literatura de la
época. Nada describe con más sutileza y crudeza los detalles sociales que
habitan un contexto determinado. Para describir a la Argentina contemporánea
(de, digamos, los últimos 30 años) he encontrado una pequeña novela del
autor Sergio Olguín, que expone los reales y patéticos estereotipos de la
realidad Argentina: Oscura y monótona sangre.

La novela describe los eventos que vive Julio Andrada, un empresario de 50


años de edad, al conocer a una prostituta de 15 años habitante del barrio
carenciado "Villa 20". Lo asombroso de esta novela es la descripción
llamativamente real de los personajes y de lo que les ocurre, empezando, por
supuesto, por el protagonista.

Julio Andrada es un empresario, dueño de una fábrica y una vasta riqueza que
vive en un barrio pudiente de Buenos Aires. Sin embargo, siempre intenta
ocultar sus orígenes humildes en el barrio de Lanús, donde, de niño, padeció
una dura situación económica. Por un golpe de suerte y, desde luego, gracias a
su esfuerzo y habilidades personales, logra ser dueño de una fábrica y amasar
una fortuna. Casado y con dos hijos (uno estudiando ingeniería en el MIT y
otra psicología en la UCA), disfruta de las comodidades de una vida de
abundancia. Aun así, se siente siempre temeroso de perder su fortuna y volver
al lugar de donde vino. Siempre en su pensamiento está la idea de que si la
gente de su actual estatus social supiera de sus orígenes humildes, lo
rechazaría.

"Cada vez que Andrada pasaba por delante de la villa, pensaba: "yo no voy a
ser como mi tío". Su mayor terror era imaginar que un día perdería todo lo
que poseía y debería mudarse a un lugar así. Era tal el temor que ni siquiera
su esposa o sus amigos sabían que tenía, o que había tenido, un tío que vivía
en una villa miseria. Era su secreto y también la fuerza que lo impulsaba a
acumular cada vez más. Alejarse de la pobreza era lo único que le producía
una auténtica tranquilidad interior".

29
Dicen que el mayor miedo de alguien poderoso es perder todo lo que tiene.
Por eso sigue amasando fortunas a costa de la vida de los demás. Eso es lo que
ocurrió, por ejemplo, en la última crisis financiera internacional donde un
grupo de individuos pertenecientes a grandes empresas financiera (JP Morgan,
Goldman Sachs, etc...) quebraron el sistema financiero internacional para
ganar aún más dinero del que tenían. Es decir, gente muy rica produjo una
crisis por la que mucha gente se volvió pobre para volverse aún más rica. No
sé si esta gente responde al mismo patrón que el personaje, pero, sin duda,
están intentando cubrir una falencia interna o espiritual con recursos externos
o materiales, y eso simplemente es imposible. Es como beber de un colador.
La descripción de los hábitos del personaje y sus pares es crudamente realista.
Si uno ha trabajado en el ambiente empresarial sabrá identificar la doble moral
existente en estos ámbitos: familia y misa los domingos por un lado, y
prostitutas y modelos caras por el otro; protección de la familia y los amigos
por un lado, actos de corrupción e indiferencia hacia los que no están dentro
de su círculo personal y social por el otro. Es interesante ver cómo el
personaje justifica sus actos de corrupción alegando que, si bien soborna a los
funcionarios públicos para conseguir las licitaciones, sus obras son sólidas.
Desde su punto de vista, él es un hombre moral con valores bien definidos.
Igual que el personaje de Nicholas Cage en la película El señor de la
guerra cuando dice: "Yo trafico armas, no mato gente. La culpa es de quien
las dispara. A diferencia de las drogas, mis armas tienen un seguro". Más
cínico imposible.

"Andrada sabía que las obras no siempre se conseguían de la manera más


limpia, sobre todo cuando se trataba de licitaciones públicas o trabajos para
la municipalidad. Pero nada de todo esto le quitaba el sueño, él tenía el
convencimiento de que los trabajos que realizaba siempre estaban bien
hechos, eran sólidos, indestructibles; y eso era lo que realmente contaba".

Hablé con muchos empresarios y funcionarios públicos en mi vida y tanto


estos actos de corrupción naturalizados como la forma de justificarlos son
moneda corriente en este país donde la corrupción es sistémica.También
aparecen otros temas bastante tabús para nuestra hipócrita sociedad como, por
ejemplo, la presencia de prostitutas o "gatos" en el ámbito laboral de las
grandes empresas y el sector público. Es muy común en la Argentina que los
gerentes de las empresas o funcionarios públicos de alto rango contraten
prostitutas como secretarias u oficinistas para disponer de ellas cuando lo
deseen.

30
"¿Cuánta plata gastaría Miguens en esa oficina, en esas putas disfrazadas de
recepcionistas y secretarias?".

La cultura del machismo en la Argentina es algo aceptado por lo bajo, sin


importar cuantas campañas por los derechos de la mujer se organicen.
Precisamente, una forma de consolidar el machismo y la desigualdad de
género es organizando marchas y eventos en defensa de los derechos de la
mujer y colocando mujeres en altos cargos empresariales o políticos. La
apariencia lo es todo. Cuanto más cambian las cosas más siguen igual.

También está muy presente en la novela el hecho de que la cultura de la


prostitución está totalmente difundida en la Argentina, al punto tal que, por
más que haya campañas contra la trata de personas, no existe un interés
genuino en la sociedad por combatir este flagelo. En la novela se mencionan
tanto los circuitos más exclusivos (prostitución vip) como la prostitución en
las clases bajas (prostitución de menores en las villas y barrios pobres). El
relato, precisamente, encierra la relación entre el protagonista y una prostituta
de 15 años de edad que vive en un barrio carenciado que el protagonista
decide visitar para saciar su morbo de "cogerse a una pendeja".

Aquí aparece un tema que también se relaciona con la hipocresía de nuestra


sociedad, es decir, la diferencia entre lo que decimos y lo que ocurre
realmente. Muchos hombres en Argentina buscan mujeres menores de edad.
Reprobable sí, pero es lo que ocurre y a nadie parece importarle. Menos a los
padres de esas chicas que van a discos a las dos de la mañana y consumen
enormes cantidades de alcohol, éxtasis y otras drogas. Como lo afirma Sergio
Sinay, vivimos en una sociedad de hijos huérfanos con padres. Y si usted se
quiere hacer el moralista y quiere negar que esto es así, salga en la noche y
vaya a una disco promedio (donde en teoría no pueden entrar menores de
edad) y observe lo que pasa. Lo peor de esto es que si uno habla sobre el tema,
se arriesga a parecer una especie de pervertido. Los hipócritas dicen: "¿Pero
cómo se te ocurre decir que las cosas son así?". Son así, no deberían serlo,
pero lo son. El tema es que decirlo es políticamente incorrecto. Pregúntenselo
a Nicolás Maquiavelo, quien luego de describir la política tal cual era, fue
catalogado como un hombre vil para el resto de la historia, cuando, en
realidad, fue un hombre honesto toda su vida. Su único pecado fue decir: "Así
son las cosas, así funciona la política. Sí, debería funcionar de otra forma, pero
no funciona así, lamentablemente".

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Al sexólogo Kinsey le ocurrió lo mismo. Al publicar estadísticas certeras de
los hábitos sexuales de la sociedad norteamericana, fue catalogado de
pervertido. Él no dijo: "Las cosas deberían ser así", él dijo: "De acuerdo a un
estudio estadístico, las cosas son así". Maten al mensajero parece ser el lema.
La única forma de decir la verdad sin ofender o no ser acusado de malvado o
pervertido es hacerlo a través del humor. ¿Por qué nos reímos al escuchar a un
cómico describir con crudeza la realidad? Porque nos identificamos con lo que
dice, porque, en el fondo, sabemos que es verdad. Muy en el fondo. De lo
contrario, no sería gracioso el chiste.

El resentimiento social
Continuando con el brillante análisis social que realiza la novela, quiero
destacar otro tema que está casi omnipresente en la novela y, aun así, aparece
de forma implícita como “fondo de pantalla” en la cual se desarrolla la
historia: las desigualdades sociales y el resentimiento que ellas generan entre
las personas como “miembros” de clases diferentes.

En realidad, este tema trasciende la situación en la Argentina, ya que es una


característica intrínseca del mundo que nos ha tocado vivir. Un mundo en el
cual cada vez hay más desigualdad pese a la negación constante de los
economistas mercenarios (a veces llamados neoclásicos o neoliberales), que
son contratados para negar la realidad y recomendar políticas que benefician a
unos pocos. Recientemente un economista francés, Thomas Piketty, publicó
un trabajo fruto de su larga investigación, en el cual afirma que, en el último
siglo, la desigualdad económica y social a nivel mundial ha venido
aumentando en forma progresiva. ¿De veras? No me había dado cuenta. Sí, la
obviedad no podría ser mayor, pero tiene que venir un economista a probarlo
“científicamente”. De todas formas, aclaro que su trabajo es válido y sus
conclusiones acertadas, aunque se queda un poco corto al describir la
gravedad del aumento de la pobreza y la situación de la marginalidad en la
actualidad.

Por supuesto, al publicar su trabajo, salieron enseguida los cínicos defensores


del libre mercado y la libertad individual a despotricar contra su trabajo. En
algunos casos lo hacían criticando su metodología, mientras que otros, menos
disimulados, lo hacían llamándolo comunista, marxista y alguno que otro
epíteto de esa índole. Por supuesto, negar la realidad (ya sea por estúpida
ceguera o simple conveniencia) no cambia el hecho que el mundo se ha
convertido en una sociedad de castas. Así es, castas, no clases sociales. Digo:
¿para qué engañarnos? El ascenso social es más la excepción que la regla en
32
un sociedad en donde la distancia entre quienes tienen una abundancia de
oportunidades y los que no tienen absolutamente nada es cada vez mayor. En
síntesis: a mayor desigualdad menores probabilidades de ascenso social, tanto
en cantidad como en calidad.

Volviendo al caso particular de la Argentina, se puede apreciar que esta


tendencia mundial se ha reflejado en nuestra sociedad (sobre todo a partir de
los años noventa) y no ha dejado de empeorar hasta el presente. Lo fascinante
de la novela es que el protagonista experimenta su ascenso social en una época
donde todavía éste era posible y, de hecho, bastante común (las décadas del
sesenta y setenta). Los tiempos han cambiado indudablemente. Julio Andrada
pasó de vivir en una “villa miseria” (o barrio carenciado si prefiere el
eufemismo) a vivir en uno de los barrios más ricos de Buenos Aires. Andrada
prefiere estar allí y no en un country o barrio privado, donde sentiría realmente
que no pertenece. Tendría miedo que descubrieran la verdad sobre él, que no
es uno de ellos. Tendría miedo que descubrieran la verdad de sus orígenes y
que su sangre no es azul, no es pura.

Lo paradójico es que, ahora que pertenece a una clase social privilegiada,


desprecia profundamente a los que viven en las “villas”, constantemente
insultando a los “cartoneros” que revisan la basura afuera de su edificio. Una
suerte de síndrome de Estocolmo social indudablemente.

“(…) Y se habría sorprendido si alguien (su hija, por ejemplo, que estudiaba
psicología) le hubiera dicho que cada mañana hacia el camino inverso a su
ascenso social, una suerte de recordatorio que señalaba de donde venía y a
donde había llegado (…). Porque Julio Andrada alguna vez había sido como
la gente que viajaba colgada en los colectivos”.

En la Argentina actual, el resentimiento entre clases ha venido creciendo a


medida que la distancia de oportunidades fue creando un precipicio entre la
clases marginales (que en ciertos barrios viven con niveles de vida muy
cercanos a los de África Subsahariana) y las clases más pudientes (que en
algunos casos viven en barrios privados tan ostentosos que se puede observar
la magnificencia de sus construcciones solo cuando uno viaja en avión). El
mundo de los ricos y el mundo de los pobres son universos paralelos. Ninguno
de los dos podrá jamás comprender la complejidad del mundo donde el otro
vive, pero, aun así, se odian. El pobre (“negro mierda” o “villero”, como se le
conoce peyorativamente) odia el rico por dos motivos: por un lado porque
envidia el estatus y la seguridad económica social y biológica con la que

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cuenta y por el otro, porque recibe un maltrato y una estigmatización
constante de la sociedad. En pocas palabras: desprecio. El rico cree que el
pobre no trabaja porque es vago, porque prefiere robar. Lo que no sabe es que
no tiene opción, su destino en esta sociedad ya fue escrito. ¿Puede cambiarlo?
Todo es posible, pero las probabilidades están en su contra. Un niño que nació
con menos capacidad mental debido a una mala alimentación, que fue criado
al lado de una cloaca expuesto a una infinidad de enfermedades y que vive
cerca de la violencia más vil producto del narcotráfico, ya no tendrá las
mismas oportunidades que otros. Además, este niño tendrá muchas
probabilidades de generar un resentimiento hacia el resto de la sociedad por
ser percibido con ojos prejuicios debido a cómo se viste, a cómo luce, y por el
hecho de vivir en una villa. Muy probablemente el odio social y la cercanía a
malas compañías, un contexto social tóxico y recursos de dolor, los
convertirán en el monstruo que la sociedad le dijo que era al nacer. Algo
parecido al cuento de Mary Shelley, Frankenstein, donde la criatura
(originalmente bondadosa) se vuelve malvada, ya que, precisamente, es
percibido y tratado como si fuera un monstruo por su desagradable apariencia:

“¡Aquella era la recompensa de mi bondad! Había salvado una vida humana


y, como premio, me retorcía de dolor a causa de una herida de bala que
desgarraba carne y huesos. Los sentimientos de bondad y suavidad abrigados
hasta unos pocos momentos antes dieron lugar a rabiosos rechinamientos de
los dientes. Vencido por el dolor, juré odio y venganza eternos contra el
género humano; finalmente pudo más mi herida, el pulso se me paralizó y
perdí el conocimiento”.

“¿Quieren que sea el monstruo que dicen que soy? ¡Entonces lo voy a ser!”. El
resentimiento que sentimos nos convierte en eso, monstruos. Ya no vemos al
otro como un ser humano, sino como un objeto de odio que merece el
sufrimiento más profundo por habernos hecho sufrir primero. En un genial
artículo humorístico que he leído se satiriza el pensamiento prejuicioso de las
clases altas al afirmar:

“Estas gentes son de escasos recursos y la gente pobre generalmente es mala.


Esto es lo bueno de estudiar en el mundo civilizado, se encuentran soluciones
rápidas a problemas complejos”.

El rico y la clase media, por otro lado, odian a los marginales porque muchos
ya se han convertido en ese monstruo que describí anteriormente y, por lo
tanto, no hacen más que generalizar. Ese prejuicio, a la larga, se transforma en

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odio y resentimiento: “Esos monstruos que no respetan la vida deben morir”.
Ahora se trata de un círculo vicioso que no tiene fin y que solo genera una
retroalimentación de resentimiento, odio violencia y sufrimiento. ¿Cómo
llegamos a esta situación? ¿Cómo salimos ahora?

Costa Salguero: la muerte toca a la puerta de nuestra conciencia

Las muertes que ocurrieron en la fiesta electrónica de Costa Salguero


(producidas por consumo de éxtasis en “mal estado”) dejaron una vez más
expuesta a nuestra sociedad. Sin embargo, debido a nuestra falencia como
colectivo de asumir un compromiso de largo plazo con las futuras
generaciones y con el bienestar general, nos limitamos a ver solo el problema
en forma superficial. Pero, ¿cuál es realmente el problema?

Como siempre la reacción institucional y política fue predecible: se toman


acciones de apariencia ejecutivas para calmar al vulgo y trasmitir un mensaje
claro: “Nos estamos ocupando. No importa cuál sea al problema (porque en
el fondo a nadie le importa), estamos haciendo algo”. Es como si un médico
dijera: “No sé cuál es la enfermedad pero vamos a operar al paciente y llenarlo
de medicamentos”. Esta actitud podrá parecer irresponsable, incluso estúpida
sin embargo, la verdad, es que si yo estuviera en lugar de los políticos y las
autoridades haría lo mismo. La culpa no es del cerdo sino del que le da de
comer, es decir de la sociedad.

Los políticos saben que la personas, en general, se guían por las apariencias y
que, lo único que se tiene que hacer es actuar, hacer algo que parezca
trascendental y pragmático. También saben que si se indaga sobre lo que se
esconde detrás de esta tragedia, la conclusión sería tan compleja que obligaría
a la sociedad entera a asumir responsabilidad. No obstante, la gente no quiere
eso, quiere respuestas simples y superficiales a problemas complejos. Quieren
meter todo debajo del alfombra y olvidarlo en un breve tiempo. Quiere
encontrar culpables en lugar de asumir responsabilidad como parte de un
colectivo. Los gobernantes lo saben y, aunque estuvieran decididos a hacer
frente al problema (sea cual sea), no se arriesgarían a perder capital político.
Un líder que exige mirar hacia dentro y auto sacrificio es disfuncional en una
sociedad hedonista de corto plazo que no hace más que buscar “quien fue el
culpable”, en lugar de buscar la forma de solucionar el problema.

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Ya hemos visto la primeras medidas superficiales para calmar a doña Rosa,
quien por cierto es una triste representación de la mayoría del electorado
argentino: “Hay que hacer algo con el narcotráfico” gritan algunos. Y los
políticos se lanzan hacia una lucha que, por cierto, ya se perdió antes de
comenzarla. No se puede derrotar a un enemigo que se encuentra adentro.
Además, el narcotráfico (o el crecimiento exponencial de éste en las últimas
dos décadas) obedece a estas causas complejas y sistémicas que no queremos
conocer y menos aún, abordar, ya sea por miedo o pereza. Y, por cierto, no
hablo de un miedo a algo externo, hablo del miedo a mirarnos al espejo y ver
algo que podría no gustarnos.

Se habla de suspender las fiestas electrónicas y de cerrar los locales nocturnos.


Como si eso tuviera algo que ver con lo que ocurrió. Respuestas
unidimensionales para problemas complejos, la fórmula de los políticos para
manejar una sociedad onanista que pretende soluciones rápidas para seguir
(sobre) viviendo. Y probablemente, dentro de poco, vuelva la ya conocida
estrategia del falso debate: legalidad vs ilegalidad de las drogas.

¿Qué es una falso debate? Es una estrategia de la retórica que consiste en crear
una discusión bipolar (donde hay dos opciones contrapuestas e
irreconciliables) para evitar que se entre en una discusión más profunda que
pueda sacar a la luz problemas mucho más complejos. Es una forma de reducir
el análisis a un enfoque superficial que evite entender la complejidad que nos
rodea. Y tiene sentido, si podemos llegar a entender aunque sea un uno por
cierto de la complejidad de nuestra realidad, aplicar las respuestas y
soluciones indicadas nos costarían cien veces más. Y nadie quiere eso. Si
fuera político, haría exactamente lo mismo: “Hay que luchar contra el
narcotráfico, “Hay que discutir la legalización de las drogas”, “La culpa es de
los inmigrantes ilegales”, “La culpa de las discotecas, la policía, los políticos,
los padres que les importan poco y nada su hijos, etc...”.

Bueno, de esto último salió algo interesante. No digo que sea la única causa
porque eso sería caer en el simplismo que estoy denunciando sin embargo
valdría la pena preguntarse el rol de la apatía parental en todo esto. Por lo
menos ya tendríamos que hacernos cargo de algo en lugar de echar culpas
afuera y sería un buen comienzo. Sería un punto de partida para hacer

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preguntas inteligentes. Pero sigamos haciendo preguntas para ver qué es lo
que ocurre.

Queriendo cuestionar la estupidez del falso debate y sin entrar en él me


pregunto ¿Realmente todo se reduce a la legalidad o ilegalidad de una
sustancia? Digo, las drogas más consumidas a nivel masivo son de origen
legal, ya sea que se obtengan sin o con prescripción médica ¿De cuáles hablo?
De los anti depresivos. Y también hacen estragos.

Un dato interesante es que, según la Organización Mundial de la Salud, el


consumo de anti depresivos en jóvenes entre 13 y 25 años aumentó
llamativamente en las últimas dos décadas. Aquí apareció algo interesante.
Valdría la pena preguntarse por qué, por supuesto sin caer en el mismo
reduccionismo estúpido de siempre. También valdría la preguntarse porque
aumentó llamativamente el consumo de drogas sintéticas (LSD, éxtasis y
otras) desde los 13 años de edad. ¿Tendrá esto que ver con la apatía parental o
esta última es solo la punta del iceberg de un problema aún más complejo?
Solo hago preguntas nada más. No tengo las respuestas.

También valdría la pena preguntarse sobre el rol de cada uno de nosotros, ya


sea en el aumento de la demanda del consumo en jóvenes de distintos estratos
sociales como en el aumento del narcotráfico y el auge de la industria de las
drogas sintéticas. Sí, por supuesto, nada de eso hubiese ocurrido sin la
complicidad política, de la policía, del periodismo, de los empresarios, de los
padres, de los hijos, de los sindicatos, de…todos.

Habrá complicidades más directas que otras pero la indiferencia y el cinismo


es también una peligrosa forma de complicidad. La más peligrosa a mi
entender. La cultura del “dejar hacer, dejar pasar” no está pasando factura. Tal
vez para mejor, tal vez eso nos mueva a actuar y a romper el círculo vicioso de
la indiferencia y la impunidad. Tal vez nos obligue a asumir nuestro rol en
todo lo ocurrido.

O tal vez no, quizás hagamos como siempre: exigiremos explicaciones


simplistas y acciones superficiales para ahogar nuestra culpa y sentirnos más
tranquilos. La corrupción, el cinismo, la indiferencia y los miles de problemas
sociales parecerán puntos aislados en el espacio. Nada tiene que ver el

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aumento de la pobreza con la destrucción del vínculo familiar. No, claro que
no...o tal vez sí.

Tal vez todo sea parte de un sistema podrido cuyas partes se retro alimentan
dinámicamente generando resultados cuyas causas las buscamos en los
fenómenos más simples y más cercanos.

La mediocridad del periodismo argentino

Mucho se ha hablado en las últimas dos décadas sobre el rol del periodismo en
la democracia. Precisamente, el debate llegó de la mano de una estrategia
discursiva implementada por el kirchenrismo con el fin de crear otro chivo
expiatorio más para asegurar su hegemonía y garantizar el apoyo de un vasto
sector de la población. Una estrategia de manual de psicología social para
lavarle el cerebro a las masas: “si quieres asegurar que la gente te siga, crea un
enemigo, alguien que represente la suma de todos los males, alguien a quien la
gente pueda culpar por sus desgracias”.

En el caso del partido que gobernó la Argentina durante los últimos doce años
el enemigo elegido fue la “Oligarquía”, “La clase media” y el periodismo
disidente (representado por el Grupo Clarín). Los primeras dos las puse entre
comillas ya que no estaban muy definidas. Es decir, nadie tenía muy en claro
de quien se estaba hablando. Más allá de unos pocos nombres, era difícil saber
quiénes estaban incluidos en dichas categorías. Recuerdo una vez estando en
el subterráneo de Buenos Aires el comentario de una mujer de alrededor de
cuarenta años. Ella se quejaba de la “clase media” y de cómo se beneficiaba a
costa del pueblo. Lo que no pude dejar de notar es que, teniendo en cuenta una
caracterización por ingresos, esta mujer pertenecía a aquella “clase media”
que criticaba.

Las estrategias de psicología social (en las que se incluye la mencionada de


crear un enemigo) han sido utilizadas una infinidad de veces a lo largo de la
historia. Desde los gobiernos autoritarios de la Alemania nazi y la Italia
fascista hasta los gobierno de George Bush hijo y otros republicanos, pasando
por los gobiernos populistas latinoamericanos de la última década y los
nuevos movimientos europeos de ultra derecha, todos las han usado.

Como se puede observar las técnicas de manipulación de masas van más allá
del hecho que un gobierno sea de “derecha”, “centro” o “izquierda”. A la vez,

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trascienden en el tiempo y en el espacio. Son simplemente estratégicas y
herramientas de manipulación que las puede usar cualquiera. Incluso usted mi
querido lector si desea crear su propia secta o bien generar fidelidad y
admiración en los clientes de su empresa. El sector privado también las utiliza
con mucha eficacia ¿Que literatura cree usted que leen los estudiantes de
marketing? Si quiere saber más al respecto sobre estas técnicas le sugiero ver
las películas “La ola”, “El experimento” (basada en la experiencia realizada en
la Universidad de Stanford) y “El experimentador” (basada en las experiencias
llevadas a cabo por Stanley Milgram). Todos experimentos sociales que solo
prueba una cosa: somos muy fáciles de manipular.

En el caso del gobierno kirchnerista, la estrategia se concentró en atacar a los


llamados “medios hegemónicos”, a los cuales se los acusaba de distorsionar la
realidad con el fin de beneficiar a un sector específico de la población ¿Porque
fue tan eficiente dicha estrategia? Debido, precisamente, a que algo de verdad
había en ello. Es decir, los grandes medios de comunicación alrededor de todo
el mundo representan intereses particulares y han participado en campañas de
difamación, encubrimiento o, incluso, golpes de Estado. Esto no es una
novedad y, de hecho, Noam Chomsky lo ha denunciado durante años. No se
trata de teorías conspirativas sino meramente de un descripción de cómo
funciona la realidad. Aquel que tiene dinero puede comprar todos los medios
que quiera y así pintar la realidad como le convenga. Es así de simple.

Así como dentro de los medios han existido periodistas que han denunciado
casos de corrupción y estrategias de desestabilización tanto a nivel nacional
como internacional, hay otros que han contribuido a incentivar dichos eventos
y estrategias. Y solo para aclarar, me estoy refiriendo a renombrados medios
como el New York Times, CNN y la BBC. No mencionó a Fox News porque
su apoyo al partido republicano y a las políticas neo liberales es demasiado
obvio (tanto que son blanco de bromas por los más sarcásticos comediantes
norteamericanos).

Ejemplos sobran. Puedo mencionar la campaña de difamación a Jeffrey


Wigand quien denunció a las compañías tabacaleras y cuya historia fue
retratada en la película “El informante”. O también el caso de Gary Webb,
periodista cuya reputación fue destruida por los medios masivos debido a que
denunció como la CIA había participado en una de las mayores redes de
narcotráfico en los Estados Unidos. Los triste de este caso es que su
reputación quedó destruida e, irónicamente, años después la Agencia Central
de Inteligencia terminó admitiendo lo que había hecho.

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Volviendo al tema en cuestión, se puede afirmar que el Frente para la Victoria
en Argentina utilizó un discurso basado en hechos reales para ganar cierta
veracidad. Aun así, lo cierto es que, en realidad, estaba haciendo precisamente
lo mismo que denunciaba: el diario Página 12 y el canal 678 se convirtió en un
vehículo mediático para influenciar a la opinión pública. Igualmente, no fue la
única estrategia. Menciono ésta ya que estamos hablando de los medios de
comunicación.

Ahora bien, independientemente de las estrategias utilizadas por el partido en


cuestión, valdría la pena aclarar que el periodismo “crítico” (ya sea Clarín, La
Nación, Infobae, TN, C5N y otros), nunca se destacó por su seriedad
periodística. Claro que, debido a que quien los denunciaba por ser medios
representantes de interesas tenía sus propios medios que defendían los suyos,
la acusación carecía de seriedad. No obstante, una cosa no quita la otra. El
problema era que, lamentablemente, quien denunciaba carecía totalmente de
autoridad moral, por lo que la denuncia, por más verdadera que haya sido,
perdió credibilidad. Y, en este caso, terminó por aumentar la credibilidad de
los, en ese entonces, medios opositores quienes realizaron exhaustivas notas
denunciado cientos de casos de corrupción que, de hecho, resultaron ser
verdaderos.

Y aquí el dilema ¿Son estos medios realmente independientes como ellos se


autodenominan? Para nada. Sin ir más lejos Clarín siempre ha sido un medio
representante de intereses privados que ha apoyado en forma burda gobiernos
específicos como el de Menem, por ejemplo. Si no me cree vaya a la
hemeroteca del Biblioteca Nacional y busque los diarios de los años noventa y
verá de lo que hablo. De hecho, el periodista Jorge Lanata se la pasaba
denunciado como dicho medio ayudaba a un gobierno corrupto a defender los
intereses de grupos específicos. Es más, si vamos más atrás, dicho medio ha
ayudado a desestabilizar gobiernos democráticos y ha apoyado gobiernos que
han destruido el tejido social de nuestra sociedad. Por supuesto ya nadie se
acuerda.

Una cosa no quita la otra: tanto los medios oficialistas como los medios
disidentes eran claramente periodismo dependiente de alguien. Cada uno
apoyaba a un sector específico. Cada uno se interesaba en generar su verdad.
El periodismo serio e independiente en la Argentina no existe como tal. El
último bastión de aquel se puede encontrar en los blogs o en los portales que,
de alguna forma, han desafiado la hegemonía de los medios masivos (ya sea

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de un lado o del otro). No por nada estos últimos se han dedicado a comprar o
cooptar a los blogueros. Saben que representan una amenaza para su
hegemonía.

Finalizo con una anécdota que representa lo expuesto. Hace un tiempo atrás
tuve una interesante conversación en un bar con un periodista del medio
Infobae. Como ya iba por la tercera cerveza su lengua comenzó a aflojarse.
Además de hablar pestes de Daniel Hadad (a quien definió como un sociópata
manipulador extremadamente peligroso) mencionó que, si alguien poseía el
dinero suficiente podía pagar para poner una nota que beneficiara o
perjudicara a algún sector específico o, incluso, a una persona física.
Honestamente no me sorprendió, digo al fin y al cabo, por la plata baila el
mono.

La era de la manipulación

Carlos es un muchacho inseguro. Tiene tan solo 19 años. No sabe decir que
no. Siempre acepta compromisos que no desea realizar. En cuanto a las
mujeres, no sabe cómo acercarse y aunque lo hace, es rechazado, ya sea con
crudeza o cayendo en la fatídica zona de amigos.

Un buen día decide cambiar su situación. Comienza a leer miles de libros


sobre relaciones humanas, seducción, manipulación, negociación y desarrollo
personal para mejorar sus habilidades sociales. En los libros que lee y en los
vídeos que observa se señala que un verdadero hombre debe ser un “alfa”.
Alguien que se respeta y que expresa dominancia frente a los otros. Ya sea
ante una mujer o ante un hombre. Ya sea si se trata de un grupo o de un
individuo. A partir de ese momento, comienza a tratar a todos con agresividad.
Es cortante y constantemente expresa algún ultimátum para obligar a los otros
a ceder: “O haces lo que digo, o me voy”. Cuando le envían un mensaje, no
contesta. Solo lo hace luego de varias horas y en forma resumida y cortante.
Antes de que el otro conteste, termina la conversación abruptamente diciendo:
“No puedo seguir con esta conversación. Soy un hombre muy ocupado”.
Aunque solo sea un muchacho. Un pendejo inmaduro que juega a ser adulto.

Ha leído en uno de esos libros de aquellos magnánimos gurús que un hombre


importante no tiene tiempo para aquello que no produzca dinero. “Las
relaciones son inversiones”, dice ese orador arrogante en el vídeo más visto de
YouTube.

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Con respecto a las mujeres, sucede lo mismo. Comienza a ser cortante,
indiferente y mandón. Algo agresivo en el trato. “Un hombre de verdad se
respeta”, dice uno de esos sabios modernos que venden millones de libros.
Con el tiempo, la acción genera ser. Sus actos se convierten en hábitos y luego
éstos se integran a su personalidad. Aparenta ser una persona más segura. Un
auténtico “alfa”. Sin duda, muchas personas notan su cambio. Para aquellos
con sentido común, es simplemente un “arrogante de mierda”. Pero él se
siente respetado y confiado. De pronto, los resultados empiezan a surgir.
Comienza a tener sexo con muchas mujeres. Eso le da más confianza. Sus
relaciones no duran mucho pero fornica en abundancia. Sus amigos ya no lo
soportan. “No los necesito”, piensa él. En los ambientes que frecuenta, él
siempre posee una actitud dominante. Nadie lo confronta. Algunos le temen.
En el corto plazo, muchos lo admiran. En el largo plazo, simplemente se
alejan de él, ya que no lo soportan.

El sujeto que acabo de describir es el típico pendejo que descubre la vasta


literatura moderna basada en el concepto de “sé un macho alfa para tener éxito
en los negocios y con las mujeres”. Puede estar disfrazada con adornos de auto
superación para no parecer tan cruda, pero, en realidad, se trata de un material
que estimula actitudes increíblemente tóxicas y psicopáticas. Una generación
de muchachos normales a los que llamamos millennials está interiorizando
valores pútridos basados en esta lógica de pragmatismo, negociación y
manipulación. Se vende como cultura emprendedora y de la superación
personal, y la literatura es tan vasta como la Internet misma. Ellos absorben el
conocimiento como esponjas y luego lo aplican. Consideran que las ideas
detrás de este paradigma son saludables. En la superficie lo aparentan. Sin
embargo, de pronto, se han convertido en seres fríos y pragmáticos que ven el
mundo en términos de costo, inversión y beneficios. Así es como miden las
relaciones con las demás personas y, de hecho, muy seguido obtienen
resultados enormes en forma increíblemente rápida. Pero, ¿a qué precio?

El falso alfa
La historia de Carlos ya la he escuchado millones de veces. En el ámbito de
las relaciones, los “pendejos” leen mucho ese tipo de material y luego actúan
como imbéciles. Aun así, gracias a ello, obtienen resultados muy rápidamente.
Ahora creen que se la saben todas. Encima leen de negociación y retórica, y ya
es imposible mantener una conversación sensata con ellos.

Una vez, estando en una cena social, se comenzó a hablar de política, y un


hombre, Javier, expresó su opinión. A los dos minutos, Carlos, el “alfa”, saltó
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a contradecirlo y a humillarlo con ironías y comentarios descalificadores. No
obstante, lo hacía utilizando un lenguaje intelectual aprendido de la retórica, lo
que encubría su comportamiento inmaduro. Ante las personas presentes, él
estaba “ganando” la discusión, aunque a duras penas estaba argumentando.
Solo estaba descalificando, sin embargo, para la mayoría, era difícil ver la
sutil diferencia entre agredir y argumentar. Las mujeres presentes lo deseaban.
Él era el macho dominante. Se acostarían con él. Luego descubrirían su
esencia y lo dejarían. No obstante, muchas se quedarían con él a pesar de sus
maltratos, ya que la autoestima de aquellas muchachas también estaba dañada.

¿Por qué es un falso alfa? Porque en el fondo es inseguro y lo que hace es


simplemente compensar con exceso para disimular su inseguridad y su
miseria. Hace un año que viene actuando así. Al principio, le costaba, pero
ahora ya se volvió un hábito. Las personas que poseen una autoestima
saludable y han madurado emocionalmente se alejan de él. Para ellos los
vínculos significan conectar con el otro y no frías inversiones. Carlos se rodea
de personas que tienen la autoestima corroída, ya que las puede dominar y
manipular fácilmente. El sádico se junta con el masoquista. Él se siente
poderoso, aunque, en el fondo, su condición límite con lo miserable. Sin
embargo, no lo puede ver. Los resultados diarios (el sexo y el dinero) actúan
como un velo que tapa el problema de fondo: aquella angustia original con la
que comenzó todo aquel proceso. Tarde o temprano, la mierda que se acumula
en su interior explotará y luego sentirá una desdicha atroz.

La era del pragmatismo


El ejemplo de Carlos puede presentarse en distintas dosis. Pensemos una
versión más diluida: Jorge. Se trata de otro pendejo inmaduro que descubrió el
santo grial de la información: las habilidades sociales. El otro día hablé con él.
Quise entablar una conversación amena. Al rato, noté que expresaba los
patrones tóxicos aprendidos en los manuales. En libros como Las 48 leyes del
poder, Todo es negociable, Como manipular a cualquier persona, etcétera.

Me dijo que no puede escuchar mis audios. “Son muy largos”, comenta. Me
pide que resuma y escriba. “Es una cuestión de inversión”, exclama.
Definitivamente, esa forma de pensar la absorbió de algún lado. Es un
admirador de las escuelas de seducción y desarrollo personal que se han
expandido en los Estados Unidos. Probablemente de ahí haya sacado esas
ideas. Yo lo consideré una falta de respeto y no puede evitar enojarme. Le dije
que deje de aplicar a rajatabla lo que lee en manuales de manipulación y
negociación. Tal vez no fue una respuesta adecuada.
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Lo cierto era que yo estaba hablando amenamente y con una actitud
respetuosa y, de repente, recibo esa actitud arrogante y asquerosa. Encima,
obtenida de un manual. Su siguiente respuesta parecía sacada de un libro de
retórica: “Tu respuesta no es lógica porque es un argumento inválido”, dijo
con petulancia. ¡Que idiota! Luego señaló que debía seguir trabajando en su
emprendimiento. Era un hombre ocupado, aquel pendejo inmaduro que apenas
rozaba los veinte. En ese momento, perdí mi paciencia. No solo no había
escuchado los mensajes de audio que le mandé muy amenamente y
respetuosamente (o con la mejor onda, como solemos decir en mi país), sino
que insistía en que era por una cuestión de inversión. Partíamos de dos
paradigmas distintos: yo desde la comunicación y las relaciones humanas, él
desde pragmatismo y la negociación. Él hizo lo que decía el manual y “ganó”
la discusión. A mí me pareció un pendejo idiota y arrogante que cree que se
las sabe todas y no sabe nada.

Sí, probablemente él tenga mucho sexo con muchas mujeres y termine


haciendo mucho dinero con su emprendimiento. Quiere abrir una escuela de
seducción para enseñarles a otros a ser un alfa como él. Cría cuervos y te
comerán los ojos. No obstante, tendrá mucho éxito en términos monetarios.
Otros como él harán lo mismo y nuevas generaciones de “alfas” saldrán a la
sociedad con una visión estratégica de la vida. “Debo vencer al otro, todo es
una negociación”, como dice Herb Cohen, autor de Todo es negociable. Ellos
eligieron ver el mundo de esa forma habiendo tantas maneras de ver la vida.
Las creencias generan realidades. No es el primer pendejo que observo con
este tipo de actitudes. Hace tiempo que se puso de moda.

Otro pendejo, Martin, de 18 años, suele hacer lo mismo. Siguiendo al pie de la


letra lo que dicen los manuales, quiso ejercer una técnica para despertar culpa
en mí. Resulta que habíamos acordado encontrarnos en un lugar determinado.
Una emergencia tuvo lugar y tuve que cancelar. Él ya había llegado al lugar
del encuentro. Se enojó y tenía razón. Al otro día me disculpé y le propuse
acercarme a su casa para compensarlo por la situación sucedida. Él podría
haber aceptado las disculpas y aceptar mi ofrecimiento. Hubiera sido una
respuesta emocionalmente inteligente y madura. No obstante, eso no ocurrió.
Sacó su respuesta de un manual de la manipulación: “Debería darte vergüenza,
un emprendedor como tú haciendo estas cosas. No sé de qué forma manejas tu
negocio”.

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¿Qué estaba buscando? ¿Qué pretendía conseguir con esa respuesta? Si
esperaba una reacción positiva de mi parte, estaba muy equivocado al decir
eso. Le dije: “Pendejo, por favor, no utilices esos trucos de manipulación
conmigo”. Su respuesta fue irreverente e inmadura como la de Jorge. Martín
también tiene una escuela de seducción y de desarrollo personal. Les enseña a
otros chicos de su edad a ser un alfa y a ser la mejor versión de sí mismos. En
el fondo, tiene buenas intenciones, al igual que Jorge. Ambos quieren ayudar a
otros y llevar a cabo un emprendimiento exitoso. Creo que sus intenciones son
nobles. Pero el camino al infierno está pavimentado con buenas intenciones.
Gradualmente, sin que se den cuenta, sus acciones se transforman en hábitos,
y estos últimos en su nueva forma de ser.

Ellos no lo saben, pero yo ya había conocido a otros como ellos. Sé en lo que


se van a convertir si continúan por ese camino. Traté de advertirles. Traté de
decirles que yo mismo cometí esos errores al igual que otros que no han
terminado nada bien. Pero no escucharon, los mensajes de audio los
consideraban demasiado largos. Tal vez debí ser más paciente y comprender
que solo se trataba de pendejos inmaduros que no saben nada. Puede haber
sido más conciliador. Ahí fallé yo. En el fondo, me caen bien y sé que son
buenas personas y quisiera conocerlos. Sé que tienen un potencial enorme.
Uno puede alcanzar el éxito con cualquier paradigma. La diferencia reside en
que, al llegar a la meta, seremos la persona en la que el paradigma nos
convirtió. Creo que sus emprendimientos tienen el potencial de ayudar a
muchos hombres a ser mejores. Sin embargo, deben elegir el paradigma
correcto.

Jorge, por ejemplo, tiene miedo. Temeroso de las empresas que compiten con
él, se cierra ante la posibilidad de colaborar. Considera que los otros ofrecen
basura. Tal vez no ofrezcan el mejor producto, pero han ayudado a muchos. El
producto que ofrece su competencia puede mejorarse, sin duda, pero ellos se
desenvuelven mejor que él en el mercado. Es más, él podría aprender de su
modelo de negocios. Él no me escuchaba: según el paradigma de la estrategia,
la manipulación y la negociación, todos son sus enemigos. Le sugerí que
hablara con una empresa de conocidos con quien podría trabajar en conjunto,
pero me siguió ignorando.

El gurú del desarrollo personal


Quisiera haberles podido hablar a Jorge y a Martín sobre Francisco, coach de
seducción y dinámicas sociales, y viajero empedernido. Ese sería uno de sus
posibles futuros. Se trataba de una persona que desde los quince años se había
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obsesionado con la idea de convertirse en un coach de seducción y desarrollo
personal. Por supuesto, se leyó todos los libros correspondientes, pero fue aún
más lejos. Comenzó a viajar por el mundo y a conocer a los gurús
internacionales de la seducción para aprender de ellos. Cuando lo conocí por
primera vez, mi impresión fue que se trataba de una especie de genio
superdotado. Una suerte de ser iluminado. Uno se encandilaba al escucharlo
hablar sobre su vida. Viajaba por el mundo dando seminarios internacionales
de seducción y estando con las mujeres más hermosas. Asimismo, hablaba de
sus proyectos empresariales junto a los grandes gurús. Sin duda, era una
persona que sabía cómo vender un proyecto de negocios. Y, por supuesto, eso
tenía sentido, ya que se había leído hasta el último libro de ventas.

Claro que, luego de hospedarlo en mi casa por seis meses, descubrí la verdad.
Se trataba de una persona que mucho decía, pero poco hacía. Desde su punto
de vista delirante, él era una especie de rock star y por ello el trabajo deberían
realizarlo otros mientras él solamente cobraba las ganancias. Desde su
perspectiva, a lo largo de su vida él había estudiado y trabajado para
convertirse en aquel gurú que él creía que era. En realidad, nadie lo conocía
realmente y vivía una constante fantasía delirante. Igualmente era cierto que
conocía gente muy importante. Sus habilidades sociales lo habían llevado a
estar en los ambientes más privilegiados. De hecho, hacía bastante dinero,
pero rápidamente lo perdía al gastarlo en forma irresponsable en un estilo de
vida pornográficamente lujoso que no podía mantener.

Si bien con sus socios temporales hacía dinero y viajaba, cuando llegaba el
momento de trabajar, él se eximía de toda responsabilidad. Básicamente era
una sanguijuela social. Vivía de que otros lo invitasen o le prestaran dinero y
cuando alguien cuestionaba sus hábitos tóxicos, él lo atribuía a la envidia que
sentían al ver su “exitoso” estilo de vida. Utilizaba con frecuencia técnicas de
manipulación para obtener dinero y favores de personas de muy baja
autoestima. Al mismo tiempo, sus socios lo abandonaban al darse cuenta con
quién estaban tratando. Cuando eso sucedía (e incluso hasta cuando sus
víctimas de baja autoestima descubrían su verdadero ser), continuaba haciendo
contactos y ganándose a otras personas. Incluso vivía de muchas de sus
novias. Por supuesto, a la larga debía abandonar su locación y buscar un
nuevo ambiente donde no lo conociesen. Cuando otros dejaban de ayudarlo, se
victimizaba y acusaba a los otros de traicionarlo utilizando alguna técnica para
manipular y generar culpa. Más allá de su triste verdad, cuando uno estaba
cerca de él, podía sentir que emanaba una confianza que te absorbía. Uno se
sentía indestructible junto a él. Se llamaba así mismo “coach de seducción” y

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cobraba dinero para ayudar a otros, aunque apenas tenía 23 años y no había
logrado ningún mérito significativo en su vida.

Personas como él sudan un nivel de autoconfianza ilusorio. Esta seguridad


puede ser atractiva tanto para una mujer como para un hombre. Al menos en el
corto plazo. A veces este tipo de autoconfianza delirante puede ser contagiosa
e incluso puede ayudar a otros a creer en sí mismos. A pesar de todos sus
hábitos tóxicos, debo admitir que era divertido pasar tiempo con él.

La mayoría de las personas son pésimas en comprender los motivos de su


actuar. Les cuesta llegar a ese nivel donde están los valores en los que basan
sus acciones. Si lo pudieran hacer, verían que el análisis superficial sobre ellos
mismos que hicieron estuvo basado en evitar asumir la responsabilidad de sus
problemas en vez de identificarlos. Verían que sus decisiones están dirigidas a
alcanzar momentos llenos de adrenalina en vez de la verdadera felicidad. La
mayoría de los gurús del desarrollo personal ignoran ese nivel profundo de
conciencia que ellos mismos recomiendan alcanzar. Toman a personas que
son miserables y les dan todo tipo de consejos sobre cómo hacer dinero
mientras desconocen el verdadero motivo por el cual ellos mismos sienten la
necesidad de ser ricos.

Aclaro que no tiene nada de malo hacer plata a partir de un emprendimiento


que ayude a la gente. Mientras el producto sea bueno, genial. Aquí estoy
hablando de algo más profundo. No importa si terminas como Francisco o si,
por el contrario, te llenas de plata. El problema del que hablo consiste en la
persona en la que Jorge y Martín podrían llegar a convertirse: en individuos
carentes de empatía que ven al mundo como un lugar frívolo y venden valores
pútridos disfrazados de ideas optimistas, solidarias y de auto superación. Ellos
podrían volverse seres miserables que se esconden detrás de su éxito material
y terminan haciendo miserables a otros, o peor, creando una generación de
imbéciles que harán a otros miserables mientras su éxito material crece
exponencialmente.

El emprendedor
La cultura del emprendedor parece la panacea. Los millennials la han
adoptado como su lema. Sus valores parecen puros y honestos: compromiso,
voluntad, esfuerzo y disciplina. Sí, existe un potencial enorme. No obstante,
estos valores se mezclan con otros indudablemente tóxicos que producen una
generación de seres apáticos, cínicos, individualistas y pragmáticos. Ellos
predican la colaboración, la sinergia y el crecimiento, sin embargo, practican
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el individualismo, el pragmatismo y la lucha por el poder. Muchos rechazan
los valores negativos, pero otros los adoptan sin darse cuenta. Siguen al pie de
la letra las “estrategias” y, a la larga, la acción genera ser. Muchos se tornan al
lado oscuro, pero se ven a sí mismos como seres llenos de luz. La degradación
es tan lenta que ni ellos la notan. De hecho, la mayoría que los observan los
admiran fervientemente. Son emprendedores exitosos, ejemplos a seguir para
las nuevas generaciones. Se dice que los millennials son una generación sin
valores. Esto es una falacia absoluta. Hay valores, tanto positivos como
negativos. El problema es que están tan mezclados que es difícil separarlos.
Parece irónico que aunque sean contradictorios (empatía vs manipulación,
colaboración vs individualismo, sinergia vs negociación, etcétera.), están
amalgamados de una forma casi inseparable. Debemos ser conscientes de ello
para así poder elegir el paradigma más sano para nosotros y para los demás.
En esencia, se trata de tomar el punto de vista más humano.

Nadie vio el club de la pelea

Es increíble y patético ver como cada vez más personas caen bajo el encanto
de las mismas técnicas con las que los nazis convencían a la población
alemana. Aquella que les hizo creer que eran la raza superior y que debían
eliminar al resto de la humanidad: “Aunque fuese tu vecino si no es de genes
puros, hay que matarlo. No importa que lo conozcas de toda la vida. Ya no es
humano.” Antes lo era pero alguien les metió otro discurso en la cabeza y
ahora tiene que morir.

La cruda verdad

Parece ridículo pero, aún con todo lo estudiado sobre este fenómeno que tuvo
lugar hace como más de medio siglo, la gente sigue cayendo en las mismas
tretas baratas de la psicología social y el marketing. Ya sea por parte de un
gobierno de derecha, un gobierno populista de izquierda o una empresa de
desarrollo personal o seducción, las moscas caen y se comen toda la mierda
¿No me cree? Entre a la Internet y vea la cantidad de negocios que explotan la
miseria de la gente. La era de la información y de las comunicaciones nos dejó
sin propósito, nos arrebató la identidad. Y, en la búsqueda por recuperar lo
perdido, nos topamos con empresas que usan esta falencia para vendernos lo
que sea.

Quisiera aclarar que no estoy diciendo que esto esté mal. Es perfectamente
normal que las empresas de multinivel, de desarrollo personal o de lo que sea

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usen estas técnicas para vender. Si la gente es lo suficientemente idiota como
para caer en ellas y creerse la propaganda, merecen ser adoctrinados.
Igualmente debo precisar que no todos los emprendimientos de esa naturaleza
son estafas. Para ser honesto, la mayoría no lo son y ofrecen productos y
servicios legítimos. Si decido armar una empresa y deseo vender mi producto
debo usar todos los medios posibles para hacerlo. Si mi mercadería o servicio
es bueno y satisface una necesidad, no tiene porque que haber un conflicto
moral. Lo que estoy denunciando no es la herramienta utilizada sino el hecho
de que cada vez más personas caen bajo el encanto de estas técnicas. Ello
evidencia que, en la era de la información y la comunicación, estamos cada
vez menos desprovistos de armas para defendernos de estrategias de
manipulación que, en otras épocas, se usaron para realizar genocidios.

Hoy en día nos hacemos los maduros y los inteligentes. Creemos que aquello
no va a volver a suceder. En la era del coaching y el desarrollo personal
nuestro intelecto se fortalece con el conocimiento infinito. Las nuevas
generaciones absorben como esponja los conocimientos disponibles en la
vasta red de información. Son emocionalmente más inteligentes, más sabios.
Los millennials son la generación del porvenir. Son los emprendedores del
nuevo mundo que desafían los viejos y anticuados paradigmas. Buscan su
propósito e identidad y desafían el autoritarismo de la rutina… ¿De vedad?
¿Es tan así? Honestamente lo dudo mucho. Cuanto más cambian las cosas más
siguen igual.

El club de la pelea
Es verdad que las nuevas generaciones absorben información como
aspiradoras. Los jóvenes han visto “La ola” y “El club de la pelea” y, por ello,
creen que nadie puede subyugarlos. Esas películas les enseñaron a desafiar al
sistema y a cuestionar lo dado. Sobre todo la segunda que fue un hito para
varias de las nuevas generaciones.
¿De veras? ¿No podrá ser más de lo mismo? Tal vez se trate de una estrategia
más compleja para buscar el mismo fin de siempre: someter la voluntad
individual a la cultura de las masas. Disolver la identidad individual para
imponer una identidad colectiva es sencillo cuando las personas buscan llenar
un vacío existencial generado por una cultura mediática basada en el de
consumismo y la satisfacción instantánea.

Analicemos uno de estos pilares de las nuevas generaciones: “El club de la


pelea”. En este largometraje que las generaciones de “libres pensadores” sigue
como los cristianos a la biblia, el personaje principal cuestiona al sistema. Les

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enseña a sus discípulos a desconfiar del discurso consumista, a no someterse a
la esclavitud de la cultura de masas. “No eres la ropa que usas” “No eres los
muebles que compras” “No eres tu trabajo”. Frases que repite a lo largo de la
película. Cada vez más personas se unen a su causa absorbidas por su atractivo
discurso desafiante y liberador. En una sociedad que despoja a los individuos
de sentido, es fácil venderles una ideología orientada a comprar un producto.
Esto es lo que denuncia Tyler Durden, el protagonista de aquel film. Pero lo
cierto es que cuestionar los discursos de una sociedad superficial y vacía es, en
sí mismo, también un discurso que llena de identidad y propósito a personas a
quienes les han sido arrebatados dichas construcciones. Tyler está haciendo lo
mismo que, según él, la sociedad hace con nosotros. Por supuesto, lo hace de
una forma mucho más sutil.

Reflexionemos sobre esto último ¿Acaso no está él haciendo lo mismo? ¿No


está vendiéndoles un discurso, un propósito? ¿No les dice en el fondo: “dejen
de ser las ovejas de la sociedad y sean ahora las mías”? Eso es exactamente lo
que hace. El club de la pelea que él funda actúa como cualquier grupo, club,
religión, partido político, movimiento. Su fin es adoctrinar a los individuos
para que crean los valores del colectivo en cuestión. Ellos creen que eligen
unirse a la causa por voluntad propia ¿Pero realmente es así? A fin de cuentas
es más de lo mismo. En vez de ser un discurso funcional a un sistema, se trata
de uno que se construye a partir de la crítica a otro discurso. Y la ovejitas
obedecen y están dispuestas a matar y a morir por la causa. El líder hace lo
mismo que hace el sistema, solo que lo hace denunciando a este último.

A diferencia de la película “La ola”, donde la denuncia a estas estrategias se


evidencia en forma más clara, “El club de la pelea” expone un discurso
seductor con el cual el personaje principal adoctrina a las personas, estando
éste repleto de atractivas ideas: libertad, propósito, lucha. Al final todos caen
una vez más solo que, a diferencia del primer film, no hay un
desenmascaramiento del proceso efectuado. Por eso tuvo más impacto entre
las jóvenes generaciones. La ola denuncia lo manipulable que somos por
cualquier persona, empresa o gobierno. El club de la pelea denuncia que la
sociedad nos despoja de identidad para poder manipularnos y que debemos
abrir los ojos. El problema es que no nos dicen (al menos directamente) que
alguien puede utilizar ese mismo discurso de apertura de mente y lucha por la
individualidad para hacernos lo mismo que la sociedad ya hace con nosotros.
El mensaje de denuncia a los mecanismos de manipulación de psicología
social está presente en la película y la novela, sin embargo, se encuentra en un
nivel subterráneo. Por ello, la mayoría de las personas solo se quedó con el

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discurso del personaje y no con la denuncia de la película. El meta discurso
fue ignorado y con mucha razón: en el mundo de las apariencias y la
superficialidad, el espectador no tiene la capacidad para analizar con
profundidad.

Las nuevas generaciones: cada vez más manipulables


De aquella película que las nuevas generaciones aman, solo es eso lo que la
gente rescata: el mensaje de rebelarse contra un sistema que aliena y oprime,
de buscar el propósito verdadero. Genial, es un bello discurso. Uno que
cualquiera puede usar para someter y vender un producto, una idea, un
servicio, un ideal, un mensaje. Es increíble como la misma generación que
idolatra una película que denuncia la manipulación es su más compleja
estructura, sea tan fácil de manipular. Cuando los gobiernos populistas
florecían en Latinoamérica, fueron los jóvenes los primeros en caer en las
técnicas de psicología social que estos utilizaban. Y, sobre todo, fueron
aquellos que estudiaban en las universidades donde estas técnicas son
analizadas una y otra vez. La ironía es hermosa y aterradora. Cuando los
gobiernos de derecha se consolidaron se dio el mismo fenómeno. Cuando las
empresas de multi nivel se expandieron ¿Quiénes caían en sus marañas
argumentivas y se volvían fanáticos religiosos de las ventas? Si, las
generaciones del libre pensamiento y del emprendimiento. Las que absorben
toneladas información y buscan desarrollarse y ser la mejor versión de ellos
mismos. Al parecer son tan o más manipulables que las generaciones
anteriores solo que, en vez de adoctrinarlos con un discurso genérico, utilizan
uno que se basa en sus carencias y necesidades específicas: la ausencia de
identidad y propósito. Precisamente, como los integrantes del club de la pelea
¿Qué ironía verdad?

Y así miles de empresas y emprendimientos replican la misma estrategia para


vender. Insisto, si el producto o el servicio es de calidad, esto no tiene nada de
malo, lo que me preocupa es cuan fácil las personas se tragan el discurso y lo
asimilan como un feligrés absorbe las enseñanzas bíblicas. No cuestionan
nada o, si lo hacen, cuestionan todo salvo el discurso cuestionador del “todo”,
que es en sí mismo otro discurso con el que, precisamente, los manipulan. Se
ofenden si alguien ataca su discurso. Salen a defenderlo como fanáticos
dispuestos a dar la vida por él. Eso es lo que me preocupa. Las nuevas
generaciones son asquerosamente manipulables y carecen de defensas contra
estos artilugios. En parte, esto se debe a que han nacido en la sociedad de las
imágenes y de lo efímero. A duras penas saben lo que es leer. La lectura crea
seres pensantes. Lamentablemente lo único que estos otarios leen son libros de

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desarrollo personal y seducción que solo convalida el discurso que les quieren
vender. Los más inteligentes, a lo sumo, leen libros de marketing y psicología
social para someter a los otros pero a la larga se trata de lo mismo. La mayoría
no puede leer más de cinco párrafos. Son casi analfabetos funcionales. O
mejor dicho analfabetos emocionales y sociales. Para colmo, gracias a la
expansión del mundo virtual, han perdido el contacto con las otras personas.
Creen que tienen miles de amigos en sus redes virtuales. En realidad están más
solos de lo que creen y en el fondo lo perciben. Esto los deprime y los hace
moldeables.

Yo mismo participé en varios experimentos de psicología social del estilo “La


ola” de los cuales pude observar todo este triste proceso repetirse una y otra
vez. Creo que vale la pena analizarlos. Son la punta del iceberg de una
sociedad en decadencia que se cree cada vez más madura emocionalmente
aunque se desarticula sin percatarse de ello. El secreto es siempre utilizar la
misma fórmula: si las personas se sienten atrapadas por un sistema que los
somete mediante un discurso determinado y quieres someterlos, mejor crea un
discurso anti sistema con el cual puedas manipularlos. Ellos no podrán ver lo
que estás haciendo ya que te verán como un liberador que les abre los ojos
para evitar que otros los manipulen. No podrán evitar sentirse seducidos por tu
discurso y compraran lo que quieras venderles ya sea una idea política o un
producto comercial. Y por cierto ¿Sabes que discurso eligieron los expertos
del marketing de las empresas que venden cursos de seducción y desarrollo
personal para vender sus seminarios desde que surgieron en los Estados
Unidos a principios de los noventa hasta la actualidad en toda Latinoamérica?
El de la película “El club de la pelea” ¿Qué amarga ironía verdad? Nadie vio
“El club de la pelea”.

Como manipular a los millennials

Existe una modalidad de trabajo que viene ganando terreno entre los jóvenes.
Se vende como trabajo independiente y hasta como la posibilidad de obtener
el santo grial de la modernidad: la independencia financiera. En realidad se
trata de una forma más de empleo precario. Tal vez la peor de todas. Al fin y
al cabo, por lo menos el trabajador precario tiene un sueldo mínimo
asegurado. En el caso al que me refiero ni siquiera se cuenta con eso.

¿De qué estoy hablando? De las llamadas empresas multi nivel, tales como
Herba life, Omni Life, y tantas otras. Cito a estas porque son las más
conocidas aunque en las últimas décadas han aparecido muchas más como

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hongos bajo la lluvia. Desde los tradicionales batidos nutricionales hasta
cosméticos, café e inversiones financieras, estas empresas se caracterizan por
una enorme fuerza de venta integrada por trabajadores independientes.

Las modalidades de venta de cada una puede diferir en algunos detalles así
como los sistemas de retribución e incentivos a los vendedores. Lo que las une
es la capacidad para generar una fuerza laborar casi esclava que, encima, está
feliz de poder “ser parte” de estas compañías. A la hora de hacer ganancias, el
límite del sector privado es su imaginación y su creatividad. Sin duda, debo
reconocer que es un ingenioso modelo de negocios.
El secreto del éxito de estas empresas no pasa tanto por su estructura
financiera, claramente piramidal, sino más bien por la fidelización de la fuerza
de venta. La cultura corporativa nunca alcanzó niveles tan eficientes de
manipulación.

Vender es la clave de cualquier negocio. No importa que tan bueno sea un


producto o un servicio, sin venta no hay ganancia. Y, a la hora de vender, ¿qué
mejor que un trabajador que esté dispuesto a inmolarse por la compañía? Ese
es el secreto del éxito, convertir a las personas en fieles seguidores que estén
dispuestos a dar su vida por la causa. Esto no se inventó en el sector privado,
los gobiernos y los movimientos políticos lo vienen haciendo desde hace
siglos con mucha eficiencia. Y no solo se hace a nivel político: las religiones,
los cultos y hasta las sectas también lo hacen.

Estas técnicas fueron estudiadas por la psicología social durante la década de


1960. En aquel entonces se estaba intentando comprender lo que había pasado
durante el nazismo en Alemania. Se quería explicar cómo se había podido
adoctrinar a millones de personas al punto tal de hacerlos cómplices de un
genocidio atroz. Fue así como las técnicas y procesos fueron estudiados y
esquematizados al punto tal de convertirse en modelos replicables. Y no solo
fueron usados por sucesivos gobiernos para apoyar sus causas. También
fueron incorporadas por el sector privado para poder, entre otras cosas,
aumentar la productividad de sus trabajadores y para bajar los costos
laborales.

Y sí que funcionó. Las empresas multi nivel son el ejemplo extremo de cómo
aplicar los principios de la psicología social para lucrar. Ya no se trata de
convencer a la gente de ir a un país extranjero a pelear por una causa vacía.
Ahora la idea es directamente ganar dinero. Por supuesto, nadie se inmolaría

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por una causa tan superficial como ésta. Es necesario crear un propósito
trascendental para poder llegar al alma humana.

Imagine que le dice a los soldados: “vamos a pelear esta guerra para que unas
cuantas empresas puedan apoderase de todo el petróleo de aquel país”.
Claramente pocas personas se alistarán en el ejército. En cambio, imagínese si
les dicen algo como: “Vamos a pelear para defender nuestra libertad y para
liberar a un pueblo oprimido”. Eso es distinto. Por esa causa muchas personas
idealistas estarían dispuestas a dar sus vidas porque es noble. Porque da
significado a sus tristes vidas. Les da un propósito a sus vacías existencias.

De eso se trata todo esto, de llenar con una causa noble el vacío existencial
que sienten las personas. Hoy en día es mucho más fácil hacer esto porque la
era del consumismo y la relaciones líquidas creó una generación que carga con
vacíos existenciales más grandes que una casa. Por ello es más fácil venderles
productos, ideas y causas. Tomarán cualquier cosa con tal de sentirse llenos.

Esto es universal y humano. A la vez, es la respuesta buscada por las empresas


que se estaban preguntando qué hacer con los millennials. Ellos quieren tener
un trabajo con un propósito trascendental y que tenga significado. Por eso la
mayoría de las empresas no los logra retener. Ellos quieren libertad, quieren
ser sus propios dueños, amos de sus destinos. Por eso la figura del
emprendedor se ha convertido en un su héroe, su ejemplo a seguir. Quieren
tener esa preciada libertad e independencia financiera. Quieren dirigir su
propio proyecto. Uno que tenga significado, que ayude a cambiar al mundo.

Las empresas multi nivel, sabiendo lo que ellos querían, se lo terminaron


dando. Bueno, no exactamente. Pero eso fue lo que les vendieron. Por eso la
mayoría de la fuerza de venta de estas empresas está integrada por jóvenes de
entre 18 a 30 años. Estas compañías averiguaron las necesidades de esta
generación y les dieron lo que buscaban. Les vendieron los beneficios y las
ventajas. Así se hace una venta: calmando un dolor, satisfaciendo una
necesidad y ofreciendo un beneficio o una ventaja.

Les dicen que son emprendedores, que son independientes. Les hablan de la
posibilidad de ser líderes de equipos. Los hacen sentir que son parte de un
proyecto que hace al mundo un mejor lugar. No están vendiendo productos
para verse mejor o para mejorar la salud, sino que ayudan a otros a alcanzar su
independencia financiera. O eso les dicen. Por eso ahora hay una legión de
estos jóvenes que te contactan por las redes sociales para ofrecerte armar un

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negocio. “Soy emprendedor como tú” les dicen al otro joven, y le proponen
trabajar juntos para armar un proyecto.
Normalmente, buscan en grupos de emprendedores y desarrollo personal. Ahí
hay miles de personas con baja autoestima buscando hacer algo con sus
míseras vidas. Buscando armar un proyecto que le dé sentido a su existencia y
que les permita lograr la tan ansiada libertad financiera. Están en esos grupos
porque buscan a otros como ellos. Quieren estar acompañados por personas
que busquen lo mismo, que los entiendan, con quien puedan armar sinergias
(otra palabra de moda).

Entones aparece una sujeto que les dice que está buscando personas como
ellos, que quieran auto superarse y ser emprendedores. Les dice que tienen una
idea genial a través de la cual pueden armar un equipo de venta, ser líder de un
grupo de personas que se dedique a vender productos. La idea es tentadora y
viene de alguien que los entiende, alguien como ellos.

De ahí viene el nombre multi nivel: distintos niveles. Cuando eres parte de un
equipo un porcentaje de lo que vendes va para el líder del mismo. A su vez,
parte de ese porcentaje que recibe el líder de ese grupo va para el líder del
equipo del que él, a su vez, forma parte. Y así sucesivamente. Uno puede
obtener ingresos vendiendo los productos y, al mismo tiempo, armando
equipos de personas que a su vez armen sus propios equipos. Uno puede ser
independiente y, al mismo tiempo, convertirse en un líder motivador que
ayude a los demás a ser independientes y a formarse como líderes, a cumplir
sus sueños. O por lo menos lo sueños que los convencieron que debían tener.
La verdad es que ya no saben cuáles eran los suyos propios.

En el caso de algunas empresas, la venta se hace a través de una página y


luego se les envía a los vendedores y a sus respectivos líderes de equipos su
comisión de venta. Otras empresas son mucho más cínicas: hacen que el
vendedor tenga que comprar con su dinero el producto para luego venderlo.
Para la empresa es un negocio redondo: hace que los clientes vendan por ella y
consigan nuevos clientes que, a su vez, venden más. En el fondo son eso,
clientes que venden ideas idílicas: libertad, independencia, liderazgo,
emprendimientos, proyectos, propósito.

En realidad se trata de trabajadores precarios que ni siquiera ganan un sueldo


mínimo. El costo laboral para la empresa es cero. Al igual que los esclavos de
la antigua Grecia, los Ilotas, el vendedor no cuestiona su rol porque no se ve a
sí mismo como tal sino como algo más. Como parte de un proyecto mundial

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que ayuda a los demás. La mejor forma de someter a un pueblo es haciendo
que él entregue su libertad voluntariamente. La historia del mundo, si me
preguntan.

El mito de la generación emprendedora

La clave de emprender consiste en atreverse, en enfrentar tus peores miedos.


¿Crees que eso es fácil? Para nada. Es el reto más difícil. Hoy la palabra
emprender se puso de moda, aparentemente. Todos quieren ser
emprendedores, pero son pocos los que se atreven a dar el salto. Esto no es
distinto de como siempre fueron las cosas. Desde hace más de un siglo el
mismo patrón se repite: la mayoría opta por ser empleados en relación de
dependencia, mientras que unos pocos se lanzan a la aventura de tener un
negocio propio y de hacer dinero. ¿Por qué se da esto? En palabras de un sabio
amigo y comerciante: “El empleado tiene miedo de perder lo que tiene: su
ingreso seguro de fin de mes. Irónicamente, ese miedo es lo que lo paraliza y
lo mantiene en la misma posición toda la vida”. El dilema que enfrenta el
trabajador es simple: un ingreso seguro a fin de mes (eso sí, fijo y con pocas
posibilidades de aumento) contra una vida de incertidumbre y riesgo, pero con
la posibilidad de un ingreso sin techo. Tanto para el empleado como para el
comerciante, el dilema se resuelve fácilmente. Uno actúa, el otro se queda.
Para uno es mejor lo seguro, para el otro es mejor arriesgarse para ganar más.

Emprendimiento y cultura
Si bien es una cuestión personal, detrás de esta decisión hay una influencia
cultural. Hay sociedades y grupos culturales que tienen más propensión al
comercio que otras. Por ejemplo, a principios del siglo veinte, el proceso
inmigratorio que tuvo lugar en la Argentina trajo consigo un aumento del
pequeño y mediano comercio en la ciudad de Buenos Aires. Muchos de los
inmigrantes provenían del sur de Italia y de España, y traían consigo la
tradición del pequeño negocio (carnicerías, panaderías, etc.). Por otro lado,
aquellos con menos cultura del negocio no tuvieron más opción que probar
suerte en dichos emprendimientos debido a la necesidad de sobrevivir. Con el
tiempo y la práctica, comenzaron a adquirir habilidades y éstas fueron pasando
de generación en generación. Algunos con mayores habilidades que otros
lograron constituir empresas de considerable tamaño, incluso llegando a
construir imperios industriales.

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Asimismo, por el lado de la inmigración rusa y polaca encontramos la
tradición del comercio, y la venta arraigada en el judaísmo. Muchos de
nuestros abuelos fundaron pequeños y medianos comercios, llegando, en
algunos casos, a la creación de medianas y grandes empresas. Algo parecido
ocurrió con la población de la ciudad de Medellín. Actualmente conocida
como la ciudad de los emprendedores, es la envidia de todas las ciudades
colombianas. Los paisas (como son llamados) tienen un don para el comercio
y la venta. Son emprendedores natos y se dice que no existe tal cosa como un
paisa pobre. El motivo de su idiosincrasia es igualmente cultural. Son
descendientes de una comunidad judía que inmigró hace como cuatrocientos
años atrás, huyendo de la inquisición española. Para no ser quemados en la
hoguera, se convirtieron al catolicismo, sin embargo, mantuvieron sus
costumbres. Con el tiempo, las generaciones olvidaron el origen religioso,
pero, aun así, mantuvieron el gen de comerciante. Hoy día, si bien son muy
católicos, mantienen el espíritu emprendedor que los caracteriza.

Los conocimientos técnicos se aprenden, ya sea observando y preguntándole


al que sabe o leyendo material que pueda ayudar según el rubro. Si voy a
poner una empresa de ropa, leeré sobre las características del mercado, iré a
las cámaras del sector y estudiaré una estrategia de marketing acorde a dicho
producto y al cliente potencial. Pero, sobre todo, la mejor forma de adquirir
información para emprender, es hablando con los que ya están en el juego,
conociendo su historia, aprendiendo de sus errores.

¿La generación emprendedora?


La palabra emprender está de moda, pero sólo en teoría, no en la práctica.
Existe un montón de publicidad que promociona al emprendedor como el
nuevo modelo a seguir. El héroe de esta nueva sociedad formada por los
nativos digitales, pero, ¿en qué condición realmente se encuentran los jóvenes
que pertenecen a esta generación, cuyos máximos ídolos son los
emprendedores, nómadas digitales, youtubers y otros personajes del mundo
virtual? ¿Realmente hay un movimiento hacia la independencia financiera
guiados por el lema emprendedor? Sin duda, muchas personas se lanzaron
hacia la aventura motivados por el discurso hegemónico y, de hecho, luego de
persistir, han logrado obtener cierto éxito. Pero la verdad es que los que se
aventuraron hacia el mundo de la incertidumbre en busca de atractivos

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beneficios, fueron pocos. Ya sean personas de más de cuarenta o menos de
treinta años. Incluso, muchos de los famosos millennials dieron un paso al
costado a la hora de llevar la teoría a la práctica. Por supuesto, aquellos que
contaban con recursos educativos y económicos tenían una ventaja si deseaban
lanzarse a la aventura.

De todas formas, los que, finalmente, no emprendieron el viaje, fue por la


razón de siempre: el miedo a la incertidumbre. Prefirieron quedarse en la
famosa zona de confort. Pero no quiero hablar de ellos. Quiero hablar de los
jóvenes entre 18 y 35 años que les tocó vivir la era de la precarización laboral
y desafiliación social, que, por cierto, son la mayoría de los jóvenes. Esos que
se encuentran totalmente desganados a causa del abandono social. Esos entre
los que se encuentran los famosos “ninis” (ni estudian ni trabajan), y ni
siquiera lo intentan. Muchos viven en la pobreza más atroz, y los que no lo
están, se encuentran en una situación de desidia absoluta. Al mismo tiempo,
están los que luchan por mantener un ingreso digno, el cual temen perder. El
riesgo de perder lo poco que tienen —ese trabajo precario sin cobertura social
y beneficios— les aterra. Si eso ocurre, conocen su destino: la pobreza. La
amenaza es tan horrorosa que el miedo es comprensible. Tal vez un joven de
clase media tenga más incentivos para lanzarse a la aventura, ya que cuenta
con una red de seguridad humana y social que lo contiene. Aun así, son pocos
los que se aventuran. La mayoría elige el camino fácil: el ingreso fijo a fin de
mes en condiciones no tan favorables. Pero, al menos, es un ingreso seguro.
En algunos casos es un ingreso considerable, aunque esté atado a un contrato
de duración trimestral o, en el mejor de los casos, anual. Esto es lo que se
llama precariedad laboral. Hay un ingreso, pero no es seguro por cuánto
tiempo existirá y el temor a perderlo los hace aferrarse más a él, y harán todo
para mantenerlo. En el fondo, ellos son los afortunados. Sí, los precarios. Al
compararlos con aquellos que se encuentran en la pobreza extrema (los
desafiliados) su situación no parece tan dramática. Sumando los desafiliados,
desocupados y precarios; éstos alcanzan en algunos países más del 50 % de la
población de jóvenes (es el caso de España y Argentina, por ejemplo).
Algunos países de la región están en una peor situación, otros apenas mejor;
pero no tanto. ¿Será que la generación de los emprendedores es sólo un
espejismo para tapar la realidad que vivimos en el mundo de la precariedad y
la desafiliación? ¿Acaso estos emprendedores son los mismos de siempre,
habiéndose sumado sólo unos cuantos al pequeño grupo selecto? ¿La cultura

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del emprendimiento es una tendencia general o sólo se restringe al siempre
selecto grupo? Vale la pena responder a estas preguntas y aclarar de una vez
por todas la cuestión.
El espejismo del emprendedor

En un estudio del que formé parte tuve el honor de escuchar cientos de


historias de los héroes de esta nueva era: los emprendedores. La idea era a
través de entrevistas desenmascarar el mito detrás de esta aparente nueva
tendencia: “La moda de emprender”. No todo es lo que parece. Menos en este
mundo cínico. Cuanto más cambian las cosas más siguen igual.

Los emprendedores: el nuevo sueño americano


En primer lugar, ya he puesto en duda la afirmación de que hoy en día “todos
somos emprendedores”. Los que emprenden y deciden construir un negocio o
una empresa son siempre los mismos. Antes se les llamaba comerciantes ahora
emprendedores. Igualmente, es cierto hay una veta generacional asociada a
esta moda. Las tecnologías de la información y de la comunicación convocan
a las nuevas generaciones. Esto tiene sentido ya que los famosos y
estereotipados millennials nacieron a la par de éstas. El término “emprendedor
digital” responde, precisamente, a esto.

Sin embargo, como lo he mencionado, vivimos en la era de le precariedad


laboral y, aquellos que nacieron en este contexto, también quedan envueltos
en esta tendencia. La distribución del ingreso sigue tan regresiva como
siempre, la pobreza va en aumento y la precariedad se intensifica ¿Qué es lo
que está pasando realmente?

Cuando leo todas esas historias de emprendedores publicadas en libros,


revistas y medios digitales no puedo dejar de pensar en el famoso “Sueño
Americano”. El mito del ascenso social creado en los Estados Unidos para
darles esperanzas a los recién llegados inmigrantes. Básicamente, la historia
del trabajador pobre que mediante esfuerzo y dedicación logra el preciado
ascenso social.

Al igual que ocurre el día de hoy con las historias de emprendedores exitosos,
hace medio siglo se llenaban miles de libros y periódicos con estas estas
historias. Todos debían creer que era posible lograr el éxito. El esfuerzo y el
trabajo duro era la clave. Vale aclarar que, en la época en que el mito fue
creado, el ascenso social todavía era una realidad posible para la mayoría de la
población. En la actualidad, en cambio, es nada más que un espejismo para las
59
masas. Por supuesto, si todas las personas se enteraran de que vivimos en un
mundo injusto donde el ascenso social es más la excepción que la regla, esto
podría provocar ciertos disgustos. Y, normalmente, los disgustos
generalizados llevan a cuestionar el statu quo lo que, a su vez, deviene en
cambios estructurales.

Sin duda se necesitan cuentos que nos inspiren y que generan la ilusión de que
todo es posible. Para nada estoy diciendo que estas historias no sean ciertas.
Lo son. Pero si las examinamos con atención veremos que muchas de esas
historias involucran a personas de estratos altos o medios altos que han
recibido una educación privilegiada y cuentan con una extensa red de
contactos que le permiten progresar y llevar a cabo sus proyectos. Sí, hay
individuos que de la pobreza han llegado a la cima. O al menos desde una
posición media baja. No obstante, de vuelta, encontramos que esas historias
son más la excepción que la regla.

Conozco historias de personas que desde muy abajo han llegado muy arriba.
Son admirables y mucho se puede aprender de ellas. Ahora bien, la verdad es
que los emprendedores de la era digital raras veces provienen de estratos bajos
sino que pertenecen a la selecta cultura de las clases altas que cada vez están
más solas en la cima. La distribución del ingreso se hace cada vez más
regresiva y la exclusión más generalizada. Es la dinámica del capitalismo,
siempre la ha sido y siempre la será. Cada vez necesitaremos mejores
contadores de historias para generar el opio que nos haga olvidar la miseria
que nos rodea. Como si el consumismo no fuera suficiente. El poder de las
historias nos hipnotiza. Nos hace sentirnos fuertes, capaces de todo. De hecho,
llegan a inspirar a un par de personas las cuales tal vez lleguen a conseguir
algo y a ser exitosos. Pero, seamos realistas, ¿cuántos de los lectores de
“Padre Rico, Padre pobre” se han vuelto ricos? No muchos. Leer el libro no
tiene el mismo efecto que vivir durante toda tu existencia rodeado de la
cultura de la abundancia, donde los preceptos del éxito son trasmitidos por
ósmosis.

Recuerdo cuando leí ese libro por primera vez. Era una historia bien narrada
con valiosas lecciones, lo admito. Ahora bien, lo que nunca voy a olvidar es el
comentario de una chica joven de clase alta al ver el libro: “Sí, es bastante
básico, es para gente que no tiene muchas nociones sobre el tema”. O sea para
gente que no pertenece a su círculo, que no les fue trasmitido desde pequeños
los valores necesarios para sobrevivir en un mundo despiadado.

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Hace mucho tiempo atrás surgió una teoría conocida como el Darwinismo
Social, la cual establece que los ricos de una sociedad son la clase “más apta”
para la supervivencia. Son el resultado evolutivo de la lucha por adaptarse a
un medio hostil. Por corolario, el resto está condenado a extinguirse. Por
supuesto, la antropología rechazó rápidamente este tipo de teorías. Aun así,
secretamente, muchos la siguen creyendo. Se disfraza cuando escuchamos los
discursos de la meritocracia: “Aquellos que más tienen éxito son los que más
esfuerzan y los pobres y desempleados son vagos que no se esfuerzan. No
merecen caridad ni riqueza porque no se la han ganado”.

Por supuesto este tipo de pensamiento no tiene fundamento si se tiene en


cuenta que alguien que nace en la pobreza tendrá menos recursos que alguien
que nace en la abundancia. Desde menos nutrientes para alimentar a su
cerebro hasta menos recursos educativos. Incluso un joven de clase media no
tendrá las mismas oportunidades que un joven de clase alta. Este último
estudiará en una escuela y en una universidad de elite cuyo programa fue
diseñado para garantizarle el éxito. Y por supuesto la red de contactos será
otro activo más con el que contará.

Si usted se fija bien, en las universidades más prestigiosas del mundo, como
Harvard, la mayoría de los alumnos son de clases pudientes. Y, aunque el
dinero no fuera la barrera de acceso, es lógico suponer que una mejor
preparación académica en el secundario aumenta las probabilidades de pasar
cualquier examen de ingreso. Eso sin contar que se dispone de toda la ayuda,
tutores, coaches y profesores particulares que el dinero puede comprar.

¿Es realmente un mérito entrar a dichas universidades? Si todas las personas


en el mundo tuvieran los mismos recursos dudo que los individuos que
actualmente allí asisten puedan entrar. Ahí veríamos realmente quienes son los
más capaces. Por supuesto, esto es una mera utopía. El discurso de la
meritocracia en un mundo pornográficamente desigual es un cuento más,
como el del sueño americano y el de los emprendedores exitosos. Pueden que
las historias sean reales pero éstas se han convertido en una herramienta para
esconder una triste y desgraciada verdad.

Un nuevo nombre para los mismos de siempre


El emprendedor es el nuevo nombre para algo que ha existido desde siempre:
el comerciante o empresario. Ese ser pragmático que no hace más que pensar
en la utilidad que podría obtener con cada acción. Se trata de aquella persona
para la que cada acción debe tener su rentabilidad correspondiente. El tiempo

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es dinero y cualquier segundo que se dedique a algo que no genere
rentabilidad es un simple desperdicio. Incluso si se trata de relaciones
humanas y afectivas. Estas últimas solo tienen sentido si contribuyen a venerar
a su verdadero Dios: el dinero.

El emprendedor es una suerte de versión mejorada del comerciante de antaño.


Incluye entre su función de utilidad al bien común. Pero en realidad se trata de
una fachada. Quiere poder convencerse que es una buena persona. Que
realmente le importa el entorno en el que mueve. Que está contribuyendo a
crear un mundo mejor. Así le da sentido a su vida. Y sí, vivir una vida sin
propósito no es fácil, incluso para el más cínico de los individuos.

Por eso apareció la célebre Responsabilidad Social Empresaria en las


compañías modernas. En la era de lo políticamente correcto la imagen lo es
todo. Y, a su vez, en la era de las relaciones líquidas y de los vacíos
existenciales, el propósito es lo único que nos puede salvar de la
desesperación. El estar ocupado ya no es suficiente para distraernos del hecho
que vivimos una vida sin sentido, la cual llenamos con ocio, relaciones
líquidas y proyectos. El propósito es lo que nos mantiene cuerdos. Aunque se
trate de una mentira más.

En el fondo no les importa crear un mundo mejor. Sin embargo, creer que lo
hacen los hace sentir importantes y satisface su sentido de la trascendencia.
Algunos se convencen de que es su propia actividad la que proporciona ese
factor de cambio a su entorno y al futuro de la humanidad. Otros donan dinero
a fundaciones e incluso participan de alguna que otra actividad solidaria. En
los casos más llamativos hasta buscan ser presidentes honorarios de dichas
fundaciones. Es su forma de sentirse importantes, de creerse el discurso de que
son buenas personas.

Antiguamente solo se conformaban con ir a la iglesia todos los domingos o a


la sinagoga los viernes. Hoy en día eso ya no es suficiente. Tal vez lo era para
el empresario o el comerciante de otras generaciones. El emprendedor busca
que la fachada sea aún más realista. En el fondo sigue siendo un hipócrita solo
que termina convenciéndose así mismo que le importan los demás. En este
sentido, el cínico al que no le importa los demás y es consciente de ello e
incluso honesto al respecto, tiene más dignidad ya que es menos hipócrita.
Esto ya era reflejado por la literatura hace medio siglo atrás. Como aparece
escrito en la novela de Sandor Marai “La mujer justa”:

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“Todo burgués es orgulloso si es un verdadero burgués. Y no me refiero a los
burgueses de tres al cuarto que solo llevan ese título en virtud de su dinero o
porque han ascendido de cualquier modo en la escala social. Esos son una
paletos. Hablo de los verdaderos burgueses ya sean creadores o
conservadores. Es en ellos donde un día empieza a cristalizarse la soledad. Y
entonces empiezan a tener frio, se vuelven hieráticos y majestuosos, como los
nobles objetos de artes, los jarrones chinos o las mesas renacentistas. Se
vuelven solemnes, empiezan a coleccionar títulos estúpidos y condecoraciones
inútiles, hacen todo lo que están en sus manos para que los llamen Ilustrísimo
o Su Excelencia, o pierden su tiempo en procedimientos tortuosos para que
los nombren vicepresidentes o, incluso, presidentes de algo, aunque sea
presidentes honoríficos…Es la soledad que actúa de ese modo. Las personas
felices no tienen títulos, no hacen distinciones de rango, no conocen ni
pretenden ningún papel inútil en el seno de la sociedad”.

¿Todos quieren ser emprendedores pero lo son realmente?


Volviendo al discurso del imaginario social de: “ahora todos somos
emprendedores”, “emprendedores una raza de campeones”, etc…No pude
notar, a través de varios estudios de etnografía digital que he leído, que la
mayoría de los integrantes de los grupos de Facebook que agrupan a los
interesados en convertirse en emprendedores y alcanzar la tan ansiada libertad
financiera, raras veces lo logran. De hecho se trataba, en su mayoría, de
personas con pequeñas actividades que son, en la mayor parte de los casos, de
carácter informal. Adicionalmente constituyen los principales consumidores
de productos hechos a la medida de sus necesidades: libros y seminarios
virtuales y presenciales de cómo volverse un emprendedor y alcanzar la
libertad financiera.

Los “verdaderos” emprendedores o empresarios ni si quieran se molestan en


meterse en estos grupos. Si bien pueden ser útiles para armar algún tipo de
negocio, no lo hacen porque tienen su propio círculo de contactos. Esos
grupos fueron creados por y para personas que buscan perseguir el nuevo
sueño americano pero no saben cómo. De hecho, una gran parte, no saben ni
siquiera lo que quieren en la vida. Por eso “compran” el discurso de “soy
emprendedor”. Precisamente porque les da una identidad y un círculo de
pertenencia. Ahora son alguien importante. Alguien que lucha por ideales
nobles como lo es la libertad financiera, el santo grial de la modernidad. Para
nada estoy diciendo que en esos grupos no haya personas enfocadas que estén
en un proceso de crear su propia empresa. Tampoco estoy diciendo que allí no
encuentren recursos para crecer. Los hay no obstante son la minoría. La

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mayoría están más concentrados en defender a la nueva “raza” de
emprendedores y sus ideales que en encarar un proyecto. Se vuelven feroces
defensores y agreden con violencia a cualquiera que proponga una actitud
crítica.

Decir “Soy emprendedor” para muchas personas significa ser alguien. Tener
una identidad. En el fondo no saben bien que quieren decir pero suena
importante. Recuerdo que un chico español que me contactó por Facebook me
dijo orgulloso que quería ser emprendedor. No sabía que quería hacer con su
vida ni que es lo que amaba hacer pero estaba seguro que quería ser una
persona emprendedora, la mejor versión de él mismo. Alguien que aporte algo
a la sociedad y, por supuesto, ser independiente financieramente. Un discurso
repetido una y otra vez en los medios y la Internet. Palabras vacías si me
preguntan.

Algo parecido ocurre en los grupos de seducción y desarrollo personal: “Soy


un seductor, quiero ser la mejor versión de mí mismo”. Me parece genial, pero
¿Qué es lo que realmente amas hacer? ¿Qué quieres hacer de tu vida? La
verdad es que no lo sabes.

Hace un tiempo atrás publiqué en uno de esos grupos un artículo donde


describo la forma en la que las empresas de multinivel explotan esta nueva
moda de querer ser emprendedor utilizando dicho discurso para obtener una
fuerza de venta prácticamente gratuita. El artículo lo escribí como parte de una
serie de análisis sobre esas empresas que me habían pedido. En el fondo no
estaba diciendo nada nuevo sino más describiendo algo que ya ha sido
analizado miles de veces. Incluso hay un documental en Netflix sobre el tema.
Me pareció interesante ver la reacción de las personas en estos grupos de
emprendedores.

Lo que ocurrió confirma muchas de las cosas que he venido enunciando. Si


bien una gran mayoría coincidió con el análisis, un porcentaje no menor se
dedicó a insultarme en forma directa. Casi como si hubiese insultado a su
propia madre. Le expresión “más papista que el papa” vino a mi mente. Me
decían de todo: que era un “zurdo de mierda”, que era un análisis poco serio,
que era un fracasado que quería pasar toda mi vida trabajando para una
empresa, etc… Al comentario de “zurdo de mierda” le respondí que, de hecho,
era de derecha y que había estudiado finanzas en una universidad de elite. Lo
cual es cierto. Quería probar la ridiculez de la argumentación pero era inútil,
seguían agraviando. De hecho, muchos me denunciaban al administrador

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como niños pequeños llamando a su madre. Al final me echaron de dicho
grupo con la excusa que había puesto el link al sitio donde había publicado el
artículo y a otro donde tenía otros artículos de ese estilo. Como esa página la
creó un amigo con un perfil comercial me acusaron de promocionar mi
emprendimiento y encima traicionar a la causa. ¿Acaso no se hace evidente la
ironía al contradecir ellos sus propio ideales?

Lo único que evidenciaba estas actitudes era que se trataba de gente muy
frustrada que necesitaba descargar dicha frustración con otras personas y que
realmente carecían de identidad al adueñarse de una causa que ni siquiera era
la suya. A uno de ellos le pedí que leyera otro artículo a lo que me respondió
“No puedo, mi tiempo es valioso, soy emprendedor”. A aquella persona le
pregunté porque perdía su tiempo agrediendo a un extraño desde el anonimato
de la Internet si su tiempo era tan valioso como decía serlo. Aquí se evidencia
que él estaba repitiendo un discurso y enunciando frases hechas.

Lo gracioso fue que tuve la oportunidad de mostrarle la discusión a varios


amigos empresarios los cuales se descostillaron de la risa. Básicamente porque
jamás tendrían el tiempo de ponerse a discutir en la Internet sobre un artículo.
Simplemente no tenían tiempo. A duras penas contestan un mensaje cuando se
los enviaba. Desde luego, y como lo reveló otro estudio, en estos grupos se
aglutinaban personas de estratos bajos y medios que ansiaban obtener el sueño
dorado. Un porcentaje de ellos con altos niveles de frustración más que con
ganas de ir por sus metas. Por supuesto, como siempre, hay de todo.

Aquel artículo, como este mismo, no lo escribí con el fin de criticar o agredir
sino como una forma de plantear un punto de vista crítico hacia una tendencia.
Quien sabe, tal vez a muchos les sirva. De hecho estos amigos empresarios me
comentaron que estaban totalmente de acuerdo con lo afirmado en el artículo
de las empresas multi nivel. Incluso uno de ellos incorporó uno de los
conceptos que mencioné a una estrategia de marketing que realizó. Era una
persona muy pragmática. Una vez me dijo: “cuando leo un artículo veo si me
sirve o no y luego tomo lo que me sirve, no hago nada más. Si no me sirve
busco otro y punto. No me pongo a discutir si está mal o no.” Quien realmente
está encaminado hacia una meta no tiene mucho tiempo que perder en esas
cosas. Más todavía en insultar o responder a insultos.

Les dejo uno de los comentarios representativos para que vean no solo el nivel
agresividad y frustración de esos grupos sino también como muchas personas

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han asumido una posición de “defensores de una causa” más qué aplicar los
principios que ellos mismos predican:

“DAS LASTIMA.TIENES UN PROBLEMA EXISTENCIAL..MISERABLE


ERES UN DON NADIE…SEGURO ALGUN VEZ HICISTE MULTINIVEL
Y TE FUE MAL…BASURA ERES UN ESTUPIDO …NUNCA DEBES
NOMBRAR EMPRESAS… BASTARDO MAL PARIDO ESPERO TE
VIOLE UN GORILA POR ESTUPIDO…NO TIENES NI EL MAS MINIMO
CONOCIMIENTO DE LO QUE ES SER UN NETWORKER…TU DEBES
ESTAR AUN EN LA ERA INDUSTRIAL
…BESTIA…LAS PIRAMIDES DE VEN DESDE LA IGLESIA..LOS
GOBIERNOS…LA UNIVERSIDAD…UN TRABAJO
TRADICIONAL…LAS FUERZAS ARMADAS ETC NO PUEDES
HABLAR ESTUPIDECES PERRO MISERABLE….BASURA SIN
CEREBRO…..”

Cada cual con su tema. Si me preguntan, no importa a lo que te dediques. No


importa si trabajas para alguien o si eres independiente. Lo importante es que
busques aquello que te apasiona y te haga feliz. No tienes que ser un seductor,
un emprendedor, un tipo de alto valor o alguien “exitoso” para ser feliz. Solo
sé lo que quieras ser. Por cierto ¿Lo sabes?

Los secretos del éxito

Realizar el sueño de tener tu propia empresa es posible. Poder oler, tocar y


sentir la libertad de trabajar para uno mismo. Nada de jefes mediocres ni
horarios tiranos torturándote constantemente. Levantarte a la mañana sin
presiones y degustar un delicioso desayuno casero sintiendo el cálido abrazo
del hogar. ¿Te gustaría saber cómo lograrlo?

No me digas que nunca has pensado en la posibilidad de independizarte


financieramente. De ser el dueño de tu destino y capitán de tu alma. Todo el
mundo lo ha pensado al menos una vez. Tanto es así, que las publicidades
usan estos conceptos para venderte algún producto. O peor, para que vendas
productos por ellos. Lo sé porque eso me pasó a mí con una empresa de
cremas. Las compañías que crean fuerzas comerciales a partir de vendedores
independientes se vuelven más eficientes cada día. Debo admitir que se trata
un modelo de negocios exitoso ¿Y en qué basan su éxito? En crear un discurso
que promueve una lealtad incondicional en sus vendedores hacia la marca. Los
que venden se sienten parte de algo más grande. Parte de un equipo, de una

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familia. Irónicamente, se trata de la misma psicología social de manual que
usaron los nazis, los gobiernos populistas y los movimientos de ultra derecha
para someter a sus pueblos.

Suena medio trillado, lo sé, pero funciona. Sino no lo usarían. Una de las
claves de ser un buen emprendedor es aprender de los que más saben y emular
sus procedimientos y técnicas. Digo ¿Para que inventar la rueda?

Utilizar estas técnicas de psicología social está a disposición de cualquiera. Ya


sea para crear una fuerza de venta motivada y leal dispuesta a inmolarse por ti
y vender el producto aunque tengan que matar a su propia madre, o para
convertir a tus clientes en fieles seguidores como si fueran los miembros de
una secta.

Pero antes de que salgas corriendo para averiguar más sobre estos mecanismos
de marketing y de fidelización te sugiero volver al principio. No puedes dar el
paso diez si no has dado el paso uno y dos ¿No te parece? ¿Y cuál es el paso
uno? Encontrar tu propósito en la vida y convertirlo en una marca personal. Es
decir hallar aquello que te apasiona y encontrar la forma de monetizarlo
mediante una idea de negocio o emprendimiento. Una idea de negociosos debe
surgir de lo más profundo de tu ser. Conociéndote a ti mismo podrás enfocarte
en el nicho adecuado. Cuando la mente se concentra puedes ver oportunidades
que antes pasaban desapercibidas, como por ejemplo, vender ropa barata
importada de China en un país que, por algún extraño motivo, eliminó sus
aranceles de importación. Lo último era un ejemplo, nada más, no es para que
salgas corriendo a cursar un seminario de comercio exterior y a buscar que
países han eliminado sus aranceles.

Puedo ver que estas ansioso por emprender ¿Verdad? Eso es bueno. Por eso
debes enfocar tus energías como un río furioso que debe encausarse mediante
un canal para darle dirección y un uso provechoso a su fuerza. De lo contrario,
ésta solo se disipará desperdiciándose su energía y poder. Sería una pena que
eso sucediera ¿No estás de acuerdo? Entonces vamos por partes como dijo
Jack.

Lo primero es identificar una idea, un nicho, una oportunidad. Para ello hay
muchas metodologías. Una de ellas consiste en desarrollar tu creatividad.
Aunque no lo creas cualquier tipo de actividad artística puede servirte para
este propósito ¿Nunca has pensado en hacerlo? Bueno, si eres demasiado
pragmático para el arte y crees que es algo solo para bohemios te equivocas.

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El arte ayuda desarrollar la creatividad y esta última es necesaria para
encontrar esa idea que te permita emprender un proyecto personal. Que te
permita ser libre e independiente. Incluso te servirá para resolver los
problemas que se vayan presentando una vez que hayas emprendido ¿Acaso
no sabías que las escuelas de negocios más renombradas les dedican un
espacio muy importante a las actividades destinadas a desarrollar la
creatividad?

Desde los llamados talleres de creatividad y auto conocimiento, hasta los


seminarios de expresión corporal, todo está enfocado, precisamente, en crear
nuevos recursos mentales para que aparezcan esas ideas traviesas. Son los
famosos hábitos de los ricos de los que tanto hablan esos libros de desarrollo
personal y financiero. Por supuesto, estos hábitos se desarrollan gracias a un
sistema educativo privilegiado al que solo pocas personas en este mundo
tienen acceso. Pero sin duda funcionan. Claro que, si se corre la voz de que
esa educación está restringida a la mayoría de la población, muy
probablemente los libros del estilo “Padre rico, Padre pobre” ya no se vendan
tanto.

Voy a revelarte los secretos de un emprendimiento exitoso. No obstante, voy a


serte sincero porque lo mereces. No existen fórmulas mágicas como prometen
los libros que he mencionado. Precisamente lo único y más importante que te
pueden enseñar ese tipo de libros, tales como “El secreto de los ricos”,
“Desarrolle su IQ financiero” y otros de ese estilo es, precisamente, es su
forma de vender. Ellos saben que existe un nicho de personas que buscan una
salida fácil para escapar de sus aburridas vidas. Que piensan que siendo
millonarios todos sus problemas afectivos y personales de sus vidas se
solucionarán. Personas que quieren los beneficios del dinero sin dedicarle el
tiempo y el esfuerzo para conseguirlo.

Este nicho es muy sencillo de conquistar. Solo hay que ofrecerles de forma
atractiva y con apariencia de seriedad lo que ellos quieren: una fórmula
mágica que les permita alcanzar lo que tanto añoran. Normalmente, el
marketing de estos libros está diseñado a la medida de estas personas ¿Quieres
saber cuál es el secreto de su éxito en ventas?

En primer lugar, ofrecen el producto en forma de una historia. El autor del


libro se presenta como un héroe que estuvo en desgracia. Una situación
sospechosamente parecida a la del lector. El protagonista de la historia estaba

68
en un estado desesperación y, de repente, tuvo una epifanía. Llegó a su mente
esa idea única. El secreto de su éxito. Esta fórmula es universal en la literatura
y los amos del marketing lo saben. Aquí está el primer secreto de aquellas
personas que triunfan como vendedores de libros de auto ayuda y desarrollo
financiero: conocen la necesidad (debilidad) del público al que apuntan y
manejan con precisión el fino arte de contar historias.

Haz memoria y piensa en todos los libros que has leído sobre temas técnicos y
piensa cuales realmente te han apasionado al mismo tiempo que te han
entretenido. Seguramente son los que utilizaron el famoso recurso de contar
historias para ilustrar una enseñanza. Y seguro que, si se trata de una historia
sobre el mismo autor del libro, éste utiliza la famosa estructura del “Héroe y la
epifanía” ¿Verdad? En realidad, la estructura es más compleja, pero me
entiendes ¿Por qué crees que las mejores escuelas de marketing destinadas
exclusivamente para los estratos de la población más ricos dedican tantas
materias al famoso Story Telling? Nada es casualidad, menos en el marketing
¿Vas entendiendo como funciona esto?

Déjame contarte algunos de los detalles más jugosos de estos “Artistas de las
Ventas”. Por ejemplo, utilizan palabras como “exclusivos” o como “secretos”
para endulzar tus ojos. Por supuesto que lo que dicen esos libros no es
exclusivo y menos aún secreto. ¡Si se venden en todas las librerías! Aun así,
esas palabras cautivan. Y el lenguaje genera realidades.

Estos son solo algunos ejemplos de cómo realizar un emprendiendo exitoso.


Digo ¿Para que inventar la rueda? Debes aprender una estructura a la
perfección que ha probado ser exitosa y aplicarla una y otra vez hasta que te
salga bien. Sí, por supuesto, la primera vez no te saldrá y la segunda tampoco.
Tal vez tengas que hacerlo diez veces hasta que te salga en forma decente. La
práctica hace al maestro y el error es tu principal aliado en este camino hacia
la libertad financiera y la felicidad plena. El esfuerzo, en este caso, está puesto
en el aprendizaje de la técnica elegida y en darle un toque personal (la idea
original).

Incluso si tomas una estructura exitosa de otro modelo, el resultado será


original porque le imprimirás tu sello. En realidad la felicidad vendrá cuando
encuentres la actividad que amas y cuando la comiences a realizar todos los
días. Debes aprender a disfrutar cada momento en lugar de ponerte encima
una actividad tras otra para distraer a tu mente de la miseria existencial que te
acongoja.

69
Si realmente tu pasión es emprender hazlo. Si quieres ser exitoso haciéndolo
paga el precio: dedicación y esfuerzo. Necesitarás la creatividad para
imprimirle a esa estructura prestada tu sello personal y, para ello, deberás
haber creado tu marca personal primero.

Y volvemos a lo mismo ¿Qué te apasiona? No me digas “viajar” porque esa es


la respuesta estándar e idiota de la estudiante de administración que intentas
seducir en un bar de ejecutivos. Si no lo puedes escribir en una carilla en letra
“Times New Roman 10” es que no lo sabes. El secreto de un emprendimiento
exitoso empieza por conocerte, por saber quién eres, que quieres y cuál es tu
propósito ¿Para qué te levantas cada mañana? Sí la respuesta es “para trabajar
o estudiar”. Es que no lo sabes. A menos que estés trabajando en lo que amas.
En ese caso, no los considerarás trabajo como tal.

Lo cierto, es que la mayoría de la gente se llena de estudio y trabajo para


evitar hacerse las preguntas claves y, cuando se dan cuenta, ya han pasado
diez años de sus vidas. Insisto ¿Por qué crees que en las carreras de
administración de las universidades destinadas a los hijos de los ricos más
pudientes hay materias como “Taller de auto conocimiento”? Nada es
casualidad, ni en el marketing, ni en la vida, ni en esta sociedad estratificada
en castas donde el ascenso social es un espejismo para que nadie cuestione el
Statu Quo y los ricos sean más ricos y los pobres más pobres.

El ascenso social es más la excepción que la regla. Pero es necesario que haya
ejemplos para mostrarle a los idiotas: “miren es posible, si trabajan duro lo
lograran”. Es posible pero requiere desarrollar una serie de habilidades que no
todo el mundo está en condiciones de desplegar. Es decir, todos los seres
humanos tenemos el mismo potencial. Ahora bien, si nacemos en un barrio
pobre y, debido a la mala alimentación, tenemos un desarrollo neuronal sub
normal, no podremos desarrollar al máximo ese potencial. No será lo mismo si
somos el hijo de un obrero de una construcción. Menos aún, no será lo mismo
si hablamos del hijo de uno de los dueños del país.

El potencial humano es igual para todos, las condiciones sociales no lo son.


Los ricos creen que ellos están donde están porque lo merecen. El mundo,
para ellos, es una meritocracia y es gracias a su esfuerzo e inteligencia que han
llegado a donde están. Creen que el que no logra ser exitoso es porque no se
esfuerza lo suficiente y piensan que el desempleado es un holgazán. No
comprenden la complejidad del mundo que los rodea porque simplemente no

70
la conocen. Viven encerrados en barrios privados aislados de la realidad.
¿Nunca has notado que los modelos de los economistas neoclásicos que
justifican las políticas que benefician a unos pocos parten de suponer que el
desempleo es voluntario y que no existen las desigualdades sociales? Para
ellos, el que no trabaja es porque no quiere y todos tienen las mismas
oportunidades. Muy en el fondo algunos creen que se trata de una cuestión
evolutiva: “el más apto sobrevive”, “debemos cuidar nuestra estirpe.” Por eso
se reproducen entre ellos. Y claro, si viven todos en el mismo lugar y
frecuentan los mismos círculos sociales es una cuestión casi lógica.

¿Quieren hablar de ascenso social? Puedes practicar tenis y convertirte en


instructor en uno de sus clubes privados. De esta forma tendrás la oportunidad
de seducir a la hija de alguien importante y luego trabajar en su empresa. Por
más trillado que pueda sonar, conozco historias de este tipo. También puedes
matarte trabajando para hacer una maestría en una universidad de alto nivel
social luego de haber estudiado en una universidad pública. El prestigio no
importa, lo que importan son los contactos. Rodéate de personas que sean
emprendedoras. Ya sea que se trate de individuos que se hayan vuelto así por
motivos culturales o gracias a su educación privilegiada, en ambos casos te
será de utilidad tenerlos cerca. Nútrete de ellos, obsérvalos y emula. Esa es la
forma de ser exitoso, aprendiendo de aquel que ya lo es, ya sea porque lo es de
nacimiento o porque ha aprendido las herramientas para lograrlo. No solo
tendrás el conocimiento, ahora tendrás también la red de contactos para
conseguir socios, inversores y profesionales capacitados para realizar tu
emprendimiento. Pero primero hay que llegar ahí. Debes comprender las
dinámicas sociales. Saber cómo crear contactos. Como entrar en los ambientes
privilegiados y conectar con personas de distintos ambientes y distintos
estratos. Si no sabes que hacer, empieza a moverte. Sal y conoce gente,
conecta con ellos, descubre sus habilidades, lo que los hacen únicos y aprende
de ellos. Encuentra tu habilidad única que está cerca de tu propósito y pasión.

Como ser un coach banana de desarrollo personal

Hoy en día vivimos en el mundo de la idolatría. Todos podemos convertirnos


en gurús de algo y ser adorados y seguidos por millones de personas.
Bienvenido al mundo de las redes sociales. Ahora bien ¿Te gustaría tener
millones de seguidores y ser admirado por algo? Te voy a decir cómo hacerlo.
Seguramente has visto o escuchado hablar sobre esos gurús financieros que te
prometen que te vas a hacer rico de la noche a la mañana y que te hipnotizan
con la estereotipada promesa de la libertad financiera. O seguro que viste a

71
esos otros gurús: los del coaching y el desarrollo personal, esos que tienen
unas fotos de ellos en su página de Facebook con una mirada arrogante
mirándote con intensidad. Una mirada que dice: “Yo soy el capo y tú un pobre
mortal”. Normalmente, en la imagen están vestidos de la forma más elegante
y están mostrando sus bíceps bien fortalecidos. Y entonces uno piensa: “me
gustaría hacer lo que ellos hacen. Tener millones de seguidores y mi página
personal repleta de fotos mías con cara de “banana” y tirando alguna que otra
frase cursi de superación personal. Al igual que la moda de ser emprendedor,
ser coach de superación personal es la nueva tendencia. Pero ¿Cómo lograrlo?
Bueno déjame ilustrarte.

Una tendencia pero pocos ganadores


Como ocurre con la mayoría de las tendencias, son pocos los que logran
acaparar la atención de las masas y, normalmente, no son, precisamente, los
más calificados. Lo único que hacen ellos es seguir pautas de marketing muy
precisas que cualquiera puede seguir. Solo que lo hacen mejor que la mayoría,
como, por ejemplo, con lo de la foto con cara de “winer”, los brazos cruzados
y los bíceps súper desarrollados. O con una foto contemplando el paisaje con
cara de reflexivo, con el mate, el libro y la guitarra. Esa era la imagen que
usaba mi amigo “polvo” en su Facebook para levantarse damiselas. Y le
funcionaba a la perfección. Las pendejas era tan estúpidas que se creían lo del
tipo “profundo” aunque el susodicho a duras penas sabía leer. Aun así, estaba
al tanto de lo manipulable que son las personas y sobre todo las pendejas a
cierta edad. Y éxito tenía, porque su apodo era “polvo”, así que imagínense.

En fin, esto es solo la punta del iceberg. Está demostrado que esas fotos
hacen que la gente piense: “debe ser un tipo muy capaz y muy inteligente.
Ahora mismo me voy al gym…pero no sin antes haberle comprado todos los
libros y seminarios”. Pero volviendo al tema. Tú quieres ser uno de ellos.
Excelente. Para eso hay que aprenderse la fórmula mágica y aunque no lo
creas, no es tan compleja. De hecho, es bastante sencilla. Lo único que
requiere es tiempo y dedicación. Muchos creen que necesitas mucho capital
inicial para realizar semejante epopeya, pero se equivocan. Necesitas muy
poco dinero para empezar. Solo debes saber cómo invertirlo adecuadamente.
Pero antes de entrar en ese tema, debo contarte un secreto.

La clave del éxito: la autoridad


Hoy en día, en la Internet, es fácil convertirse en un experto de algo:
debes hacer que la personas te reconozcan como tal. Ni siquiera necesitas ser
experto en algo, solo debes crear la apariencia de que lo eres y listo. La forma

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más sencilla es creando contenido en un blog y, si cuentas con más recursos,
en un video blog. O sea, crearte un canal de Youtube. Pero, atento que tiene
que tratarse de buen contenido de lo contrario no funciona. Y, por supuesto,
debe ser entregado de una forma muy específica para cooptar y mantener la
atención de la gente. Recuerda que el internauta promedio es de la generación
Z (nacido luego de 1994 aproximadamente) y no puede prestar atención más
de cinco minutos. Y si de leer se trata, debe hacerse en un formato muy
específico, ya que ese target a duras penas sabe lo que es un libro. En realidad
leen pero solo libros de desarrollo personal, que a la larga te queman el
cerebro. Además, debido a la falencia en la educación a nivel mundial, la
expansión de la cultura de la satisfacción instantánea y el crecimiento de los
medios visuales de comunicación, muchos usuarios de la Internet son
prácticamente analfabetos funcionales, por lo que un vídeo será en la mayoría
de los casos la mejor opción.

El secreto de tu éxito
Quiero aclararte que crear contenido no es nada sencillo. Si crees que los
“bloggers” o “youtubers” más famosos son gente inculta y analfabeta como la
mayoría de los internautas te equivocas. Son gente muy bien formada, en
muchos casos autodidactas. Son personas que invirtieron mucho de su tiempo
leyendo y viendo vídeos para formarse y poder producir contenido de calidad.
El secreto es, precisamente, producir ese contenido útil e interesante para las
personas y regalarlo. Es decir, mostrárselo a todo el mundo para que la gente
lo vea y para que aprecien tu arte y lo critiquen (así puedes mejorarlo). Así
comienza. Por supuesto, deberás tener en cuenta a que público quieres apuntar
y cuáles serán las redes sociales que elegirás. Cada red tiene su estratégica
óptima. De hecho, hay expertos en cada una de ellas que puedes contratar si
no sabes cómo hacerlo o si no quieres dedicarle tiempo a ello. Es como todo
en la vida: maximiza el tiempo. Haz lo mejor que sabes hacer y el resto
déjaselo a otro experto. Si no sabes programar, contrata a un programador,
sino no sabes diseñar contrata a un diseñador. Si ni siquiera quieres hacer el
contenido, contrata a un creador de contenido. Hay para todo. Por supuesto,
cuanto más cosas delegues más inversión inicial necesitarás.

La clave de autoridad: publica un libro


Escribir un libro y artículos en importantes publicaciones ayudan a crear
autoridad en el tema que te quieras especializar, ya sea que quieras ser un
economista o un coach “banana” de desarrollo personal. De hecho, puede ser
un paso muy importante para impulsar una carrera de consultor, especialista o
conferencista. Además, a medida que lees, escribes y entrevistas a gente

73
especializada, te irás convirtiendo en eso que ya dices que eres. Para mí,
escribir (ya sean artículos o guiones de vídeos) es una forma muy práctica de
formarme en un tema específico. Como dice el refrán: si quieres volverte
experto en algo, enséñalo. O mejor dicho escríbelo. Es como estudiar haciendo
resúmenes.

Un libro es fácil de escribir. Puedes dedicarte a escribir una página por día o
sino a escribir muchos artículos para luego sacar un libro recopilando cada
uno de ellos. Por supuesto, agregando algunos inéditos. Hay autores que viven
de eso. Un sabio consejo es ir con el libro a distintas editoriales. Quien sabe,
tal vez algunas interese. Y aunque hoy en día los libros físicos no generan
tanta ganancia como antes por la aparición de los libros digitales, tener uno
físico da mucha autoridad. La imagen es todo.

Lograr la famosa libertad financiera

Vivir en la playa o la montaña, viajar por el mundo, tener la flexibilidad de


trabajar a tu voluntad y ganando un ingreso considerable mientras lo haces, es
el estilo de vida que muchos sueñan. No me digas que nunca has pensado en
tener un estilo de vida que te permita viajar por el mundo todo el tiempo y
vivir increíbles aventuras contando con un ingreso geográficamente
independiente. Seguro que lo has hecho ¿Verdad?

Si lo sé todo el mundo quiere eso, por eso la publicidad lo explota para vender
productos. Si realmente quieres tener un estilo de vida flexible y tener la
libertad para trabajar desde donde quieras con un ingreso atractivo, solo te
quiero decir una cosa: ¡Esto es posible!

Pero también te quiero advertir que no será fácil. No es cuestión de hacer unos
simples clics con el mouse. Deberá esforzarte y mucho. Puede tomarte años y
habrá momentos donde deberás hacer frente a la desesperación. Entonces
¿Estás listo para esto?

Escribir artículos en Internet es una poderosa forma de lograr este estilo de


vida tan deseado ¿Quieres saber cómo lograrlo? Déjame enseñarte con estos
simples pasos:

Primero: encuentra el nicho adecuado para el tema que deseas desarrollar y


estudia sus necesidades: ¿Qué beneficios están buscando? ¿Qué herramientas

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necesitan para alcanzarlos? Los foros son buenos lugares para estudiar la
demanda.

Segundo: diseña cuidadosamente una estratégica de marketing que esté


exquisitamente planeada de principio a fin.

Tercero: produce artículos en forma regular ya que es la clave para mantener a


los potenciales clientes y lectores enganchados. Lo ideal es escribir en forma
diaria o por como máximo cada tres días. Lo sé, nadie dijo que era fácil.

Cuarto: asegúrate que los lectores de tus artículos dejen su mail así comienzas
a construir una lista de prospectos (potenciales clientes).

Quinto: una vez que tu página tenga un nivel de usuarios alto presenta el
producto o servicio que ofreces.

Te sorprenderás de cuantas personas están dispuestas a pagar por dicho


servicio. Igualmente el diablo está en los detalles. Para que las personas
quieran leerte debes producir contenido de calidad, es decir artículos que de
una u otra forma sean útiles para el usuario. Debes aprender cómo lograr esto
primero.

Estructura y contenido
Solo podrás lograr el beneficio de una vida libre y relajada si aprendes el
secreto de cómo generar contenido interesante y como presentarlo de manera
que genera emociones. Si lo que produces es de una calidad superior, en el
mediano plazo la gente te vera como una autoridad en el tema en cuestión. Y
luego es cuestión de elegir la estrategia de venta más adecuada.

¿Quiere saber cuál es la mejor parte de todo esto? Que podrá trabajar desde
cualquier lugar y a medida que escribes irás mejorando en técnica y estilo.
Comenzarás a aprender de todo un poco: venta, marketing, redacción. A la
larga de verdad que serás un verdadero experto.

Existen una infinidad de formas de monetizar el contenido que generas en tu


página una vez que has generado un grupo importante de fieles lectores. Lo
ideal es crear los productos y/o servicios que tus leales usuarios necesiten.
Dejame contarte sobre esos servicios y productos que puedes ofrecer…

La revelación

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¿Te das cuenta como está armado este artículo? Te voy tirando migajas de
información útil a lo largo de la lectura siempre prometiendo más y mejor
información. “¿Te gusta?, ¿Quieres más?”. La mayoría de los textos y
artículos de marketing utilizan esta estructura. Lo bueno que tiene esta técnica
es que a lo largo del texto te voy metiendo ideas sin que te des cuenta.
Siempre con preguntas cuya respuesta en sí: “¿Te gusta?” “¿Te sientes
motivado?” “¿Verdad?”. Y el cerebro dice “si, si, si” y sigues leyendo.

Por supuesto, que te doy información útil pero en pequeñas dosis. Quiero que
sigas dependiendo de mí. Quiero subyugare y someterte. Y, para ello, a lo
largo del proceso te voy prometiendo hermosas recompensas: libertad
financiera, riquezas, felicidad, etc…

Y tú sigues leyendo...

Si llegaste hasta aquí es que literalmente te forniqué por el cerebro. Al menos


aprende la lección: eres muy manipulable. También ahora sabes cómo escribir
un texto publicitario para vender un producto o una idea, como hacen los
políticos. Ahora vete, me gusta dormir solo. Y ni pienses que voy a llamarte.

El manipulador y la víctima

Hay dos tipos de personas que me producen un verdadero rechazo visceral:


aquellas que se victimizan y aquellas que manipulan para lograr sus fines. Es
verdad que todos los seres humanos nos victimizamos en ciertas situaciones y
manipulamos en otras sin embargo, estas características no son rasgos que
definen la personalidad de la mayoría. Estas conductas tan solo forman parte
de un peligroso repertorio de hábitos tóxicos que, de no cambiarlos, afectarán
nuestra calidad de vida y nuestra relación con los demás. Por eso, si no hemos
llegado al extremo patológico de ser una de las dos, debemos reflexionar sobre
nuestras conductas para evitar llegar a esas instancias donde dichos hábitos
nos terminan por definir completamente.

La víctima
Las primeras personas mencionadas, “las víctimas”, aluden a una situación en
la cual el mundo conspira contra ellos. Las otras personas LES hacen cosas.
LOS hacen enojar. LOS deprimen. LOS humillan. LES producen daño. Ellas
no asumen responsabilidad en lo que les pasa y sus vidas transcurren en la
pasividad. Su destino ha sido sellado y nada de lo que hagan podrá cambiar
dicha fatalidad. Buscarán cualquier excusa para ofenderse y la descripción de

76
su pasado será una historia trágica. El presente es consecuencia de lo que les
aconteció y una excusa más para poder justificar su desgracia inmutable.
Buscarán cualquier forma y harán lo que sea necesario para que los otros
sientan lastima por ellos. Particularmente no les tengo paciencia. A veces
siento que chupan la energía vital de las otras personas como vampiros
emocionales. Necesitan de la compasión de los demás para sentirse
importantes. Sus frágiles autoestimas dependen de ello. Puede que no sean
malas personas no obstante son seres tóxicos y conviene mantenerlos lejos.

El manipulador
El manipulador es una figura despreciable. Busca satisfacer sus necesidades
de corto plazo a costa de explotar las debilidades en el carácter de los
otros. Conoce las falencias humanas a la perfección y no vacilará en
explotarlas cuando tenga la oportunidad. Siempre encontrará como justificar
sus acciones y, cuando sea acusado de manipulador, recurrirá a ingeniosas
estrategias de retórica para confundir a las personas y hacerlos dudar de sí
mismos. Sabe, precisamente, que la mayoría de los seres humanos carecen de
un carácter fuerte y que, de repetir algo con suficiente seguridad, a la larga la
mayoría cederá o, al menos, dudará se su propia convicción. Podrá repetir con
toda la seguridad del mundo “esto que sostengo en mi mano es una tijera”,
cuando en realidad solo sostengan una lapicera. Y la mayoría, al menos,
durará. El manipulador es inseguro en el fondo. Sin embargo, la gente lo
describe como seguro de sí mismo. No es necesariamente un sociópata.
Muchas veces se trata de una persona que llevó el tóxico hábito de la
manipulación al extremo para poder sobrevivir. Y, ahora, es el único modo de
vivir que conoce, el cual no lo quiere cambiar ¿Para qué hacerlo? Le resulta
tan fácil obtener lo que quiere de los demás y, buscar otras alternativas, sería
demasiado difícil y le llevaría demasiado tiempo. Ya está cómodo con su
forma de ser, está sumergido en un caliente baño de inmersión del que no
quiere salir. En el fondo es un ser miserable que, si bien en el corto plazo,
logra parecer verdaderamente genuino, a la larga, revela su verdadera
naturaleza. Está condenado a buscar contentamente nuevas relaciones y
nuevos lugares en donde moverse ya que tarde o temprano su mayor fortaleza
es la causa de su derrumbe. Es la razón por la cual las personas lo terminan
por rechazar y se alejan de él. Su única esperanza es seguir moviéndose,
buscando blancos fáciles que sean proclives de ser engañados: normalmente
personas de baja autoestima que buscan confort en sus dulces y cálidas
palabras. Es un verdadero seductor. Ha dominado el arte de la adulación a la
perfección hasta hacerla parecer genuina. Puede que no sea una mala persona
pero es un ser tóxico y conviene mantenerlo lejos.

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El manipulador y la víctima: más cerca de lo que creen
El manipulador y la víctima tienen en común más de lo que a ellos les gustaría
admitir. El manipulador muchas veces se victimiza, acusando a los demás de
agredirlo, traicionarlo o avergonzarlo. Él es una víctima del vil
comportamiento de los demás y usará la culpa como su arma predilecta. Sabe
que ésta es un instrumento para el que muy pocas personas han desarrollado
una armadura lo suficientemente resistente.

Usará frases como: “La verdad que me siento herido por lo que hiciste”, “Me
das muchas lastima”, “Hice tanto por vos, ¿Y así me lo agradeces?”, “¿Así
se supone que tratas a tus amigos?”. Cualquier instrumento es válido para
quebrar las voluntades ajenas. Cuanto más frágil sea el carácter y la
autoestima de sus interlocutores, más simples serán sus técnicas y estrategias.
Te acusará de haberlo traicionado y haberle hecho cosas terribles, aunque no
hayas hecho nada. Pero lo dirá con tanta convicción que dudarás de todo.
Incluso te preguntarás si realmente eres una buena persona o un ser malicioso.
Hasta podría acusarte de hacer lo que él hace: manipular y victimizarse.

La victima también se asemeja al manipulador. Ella también manipula para


obtener lo que quiere: usa la lastima de los demás. Uno creería que la víctima
es un ser depresivo con baja autoestima, indefenso e innocuo. Alguien que
jamás podría hacernos daño. Para nada es así. Las personas que se victimizan
suelen ser muy agresivas y muy manipuladoras. Como creen que son los
demás los que LES hacen algo, reaccionarán con agresiones y violencia ante
las acciones de otros. Desde su perspectiva, su acción estará justificada porque
están convencidos de que tienen la razón. Y usarán los mismos artilugios que
el manipulador utilizando frases estereotipadas: “Al final era verdad lo que
me habían dicho de ti”, “¿Así tratas a tus amigos/colegas/alumnos?, que
buen amigo/ profesor/ colega/ terapeuta debes ser”, “Solo querías mi dinero,
todo para ti es un negocio, te alimentas de las debilidades de las personas,
debería darte vergüenza”.

Ambos son seres peligrosamente cercanos a nuestra vida cotidiana. Debemos


saber reconocerlos y estar atentos a sus artimañas ya que, de lo contrario,
seremos blanco fácil para sus tretas y hábitos tóxicos. Ambos son inseguros y
en el fondo pueden tener una autoestima dañada. Pero esto no hace que no
puedan lastimarnos. Pueden ser muy peligrosos y conviene mantenerse
alejados de ellos. Tal vez el ostracismo social sea el llamado de atención que

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necesiten para ser conscientes de lo destructivo que son sus hábitos, para que
se decidan finalmente a buscar ayuda y cambiar su forma de ser.

Advierto que cuando hablo de víctimas en este texto, me refiero a aquellas


personas que se victimizan. No estoy hablando de personas que realmente han
sido víctimas de un evento externo, como un accidente o una agresión real.
Muchas personas que han estado en estas circunstancias, de hecho, deciden no
victimizarse y hacerle frente a la adversidad resinificando sus
experiencias. Hago esta aclaración porque me ha pasado que, al publicar estos
textos, algunas personas buscan malinterpretarlo adrede para poder ofenderse
y sentirse víctimas de un malvado escritor. Escriben comentarios agresivos y
argumentan a partir de una lectura superficial del texto su punto de vista sin
realmente haberlo comprendido. Por supuesto nunca les respondo. La mejor
forma de hacer frente al juego de la víctima y el manipulador es ignorarlos y
mantenerlos lejos. No jugar su juego que tanto daño hace a los demás y a ellos
mismos.

Argentina: tierra de resentidos

Estamos cada vez más agresivos. La violencia física, verbal y simbólica se ha


vuelto algo de todos los días. Antes, simplemente, la tolerábamos. Ahora es
una parte más del paisaje y ya ni siquiera la notamos. A partir de aquí solo nos
resta seguir descendiendo. Pero, ¿realmente la agresividad surgió a partir de la
última década como forma generalizada de expresión y de relacionarnos con
el otro? Sin duda ha empeorado, de eso ya no me cabe la menor duda. Con un
discurso impuesto, muchos hicieron suyas ideas que, en realidad, les eran
ajenas. Aun así, es fácil implementar un eficiente lavado de cerebro en una
sociedad naturalmente agresiva, pedante, frustrada y “patotera”.

He vivido casi toda mi vida en la Argentina y habiendo recorrido otros países


admito con tristeza que somos un pueblo de resentidos. El corolario de este
resentimiento es, precisamente, la agresividad y ésta, a su vez, trae consigo la
violencia. Recuerdo hace cinco años cuando no se podía escribir ningún
comentario en las redes sociales sin recibir agravios, sarcasmos y frases
agresivas de extraños y conocidos. De algunos que yo conocía era esperable.
Siempre habían sido los estereotipados imbéciles que buscan, mediante la
retórica y la humillación del otro, sub comunicar que el tamaño de sus
miembros es más grande que el del promedio. De otros, en cambio, era triste
ver que en nombre de una causa vacía insultaban y agredían con el único
propósito de alejar al otro. Quien busca convencer argumenta. No obstante, la

79
idea de aquella conducta era la de llanamente odiar al prójimo. “Aquel que
está enfrente es el enemigo”. Muchos se creyeron aquel discurso y actuaron
acorde a eso. No había espacio para la neutralidad: “Si no estás conmigo, sos
el enemigo”.

Hoy en día muchos se hacen los “boludos” (tontos): les cuesta admitir que
fueron tan manipulables. Que se dejaron sobornar, hicieron la vista gorda o se
prostituyeron a cambio de un plan social, un crédito hipotecario, un aumento
salarial o algún que otro beneficio. Si el presidente Bush en persona me
hubiera regalado una casa como parte de un plan social la hubiese aceptado.
Boludo no soy. Aun así, hubiese seguido pensando que era un dictador
genocida e hubiese hecho pública mi opinión sobre aquel ser miserable. En la
Argentina, los beneficios se intercambian por la forma de pensar. Hoy solo los
fanáticos se siguen creyendo el discurso. Esos pobres diablos que luchan por
llegar a fin de mes. La cúpula, que nunca se creyó nada, hace rato que se
alineó con los nuevos vientos. El cínico siempre es el que sobrevive porque
nunca se cree nada y sabe adaptarse. El resto son simples idiotas.

Sin embargo, en el fondo, el discurso era funcional a una sociedad donde la


arrogancia es la moneda corriente. Todos quieren avasallar al otro para probar
que “la tienen grande”. Triste caricatura que nos representa. También la
agresividad es casi la primera respuesta a todos los problemas del día a día.

Hace unos meses estuve en Buenos Aires durante dos semanas. Los sucesos
que describo a continuación ocurrieron el mismo día en el barrio de Palermo:

“Salgo a la mañana para encontrarme con un amigo. Lo miro al otro lado de


la avenida. Al ponerse en verde cruzo el semáforo y, antes de llegar al otro
lado, una moto por poco me atropella. El motociclista me insulta. Él había
cruzado en rojo.

La misma tarde estoy caminando por la vereda muy lentamente. Un hombre


que viene caminando a toda prisa y con un intenso enojo en su rostro me
choca de frente y me golpea con el hombro. Se da vuelta y comienza a
insultarme.

A eso de las cinco de la tarde estoy regresando del supermercado y observo a


una mujer joven que parece algo perdida. Dado que me había acostumbrado
a ser amable con quien estuviera perdido como resultado de haber vivido bajo
otras pautas culturales, me le acercó. “¿Necesitás algo?” Le pregunto en un

80
tono educado, a lo que ella me responde: “No de vos”, en un tono agresivo y
sobrador. Me quedo impactado por su respuesta. Palermo solía ser un barrio
familiar hacía unos 15 años atrás. No obstante, desde que la arrogancia y la
frustración de los “chetos” o los “nuevos ricos” (como los denominan los
aún más chetos) invadió el barrio, ya me da asco vivir allí. Igualmente, esto
no solo tiene que ver con la existencia de un desprecio interclasista. En cada
eslabón de cada casta se puede sentir la arrogancia, la frustración y el
desprecio. Ya sea entre pares o hacia los de arriba o los de abajo”.

Si usted quiere dominar al pueblo argentino use el mayor de sus defectos en su


contra y estarán comiendo de su mano al poco tiempo. Ya se ha hecho tantas
veces y, sin embargo, aún no se dan cuenta. Argentina: tierra de resentidos.

El humor

El humor es la sal de la vida. Por cada risa que liberamos se dice que vivimos
quince minutos más. La forma en la que nos tomamos los problemas de la
vida define qué clase de personas somos. Y si somos capaces de tomarnos las
cosas con humor eso dice mucho de nosotros. No hay que tomarse la vida tan
en serio. Al fin y al cabo no saldrás vivo de ella. Pero ¿Que le está ocurriendo
a nuestra sociedad? Cada día pareciera que avanzamos más hacia la censura
más peligrosa de todas: la autocensura. La que peor reprime este arte tan
maravilloso que ha inventado la humanidad: el sentido del humor.

Durante siglos la sátira social y política ha servido para denunciar las


injusticias más atroces y para desenmascarar el lado más grotesco de la
naturaleza humana. El humor siempre ha sido el medio para hablar de esas
cosas que no se dicen, el medio idóneo para describir los aspectos más
grotescos de la realidad. Hay tópicos que los políticos y los periodistas no
pueden tratar. La hipocresía de lo políticamente correcto y la censura explicita
los callan. Ni siquiera el ciudadano común puede hacerlo. Pero entonces
¿Quién es aquel que puede tratar esos temas tabúes de una forma tan sutil y
astuta que nadie es capaz de censurarlo? El humorista claro está.

Desde luego que los políticos y los hombres poderosos no son estúpidos.
Conocen el poder del humor y sus consecuencias. La censura explicita
siempre ha sido su patética reacción para evitar que aquel grito de mordaz
denuncia se les escapara de las manos. Aun así, el problema con la censura es
que no cae bien. Las personas solemos entregar cálidamente nuestro corazón a

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quien nos haga reír y si alguien osara censurarlo, esa persona se ganará el odio
de todos.

La censura explicita al humor y el odio que genera


Recordemos al genio entre genios del humor político argentino: Tato Bores.
Un hombre que denunció más que nadie la corrupción y la injusticia social
imperante en la Argentina durante la década de los noventa. Ningún político
se atrevía a censurarlo dada su increíble popularidad. De hecho, los más
astutos se mataban por ir a su programa como invitados (a pesar de ser los
constantes blancos de sus denuncias y chistes).

Solo una persona se atrevió a censurarlo y dicen que hasta hoy es una de las
cosas que más ha lamentado en su vida pues les costó el odio de la mayoría de
la población. Hablo de la jueza María Servini de Cubría, un triste exponente
del autoritarismo, arrogancia y mediocridad que caracterizan al poder judicial
en la Argentina. Ella emitió una orden judicial para evitar que un chiste, que
hacía referencia a su persona, saliera al aire. Sin embargo, debido a la enorme
indignación social y el apoyo de muchas personas del ambiente político y del
espectáculo, tuvo que dar una marcha atrás a su decisión muy rápidamente. Lo
más triste del asunto es que cuando se trasmitió el programa completo con los
dos minutos que habían sido censurados, la gente se sorprendió al ver que el
chiste era bastante sencillo (aunque ingenioso como siempre). El mismo Tato
Bores lo dijo: “¿Tanto lío por esta tontería? Esto es realmente grave”. Y sí lo
era.

El sentido del humor: una forma de ver la vida


Reírse de uno mismo y de la realidad que nos ha tocado vivir define una
actitud optimista y positiva hacia la vida. Recuerde que cosas malas siempre
suceden. El punto es no dejar que estas situaciones o hechos nos afecten.
Nosotros tenemos la libertad última de decidir si algo nos afecta o no. Lo
externo no lo podemos controlar en cambio lo que sentimos con respecto a lo
que ocurre afuera sí.

La verdad es que me resulta ridículo cuando alguien se toma a pecho algo que
no lo afecta directamente. Si alguien viene y te roba, digamos que eso es algo
que sí te impacta en forma directa. No obstante, que alguna persona escriba
sobre un tema dado en un foro de la Internet o en un medio de comunicación,
no es algo que te impacte verdaderamente.

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Claro que hay gente que busca intencionalmente ofenderse por cualquier cosa
para así llamar la atención y así satisfacer su sentido de la importancia.
Normalmente, se trata de gente mediocre y resentida que busca salir del
anonimato y reclamar su existencia. Esa es su forma de sentirse importantes:
ofendiéndose y agrediendo al otro en respuesta. Luchan bajo la bandera de lo
políticamente correcto como una excusa barata para canalizar sus
frustraciones personales. Por supuesto, es una estupidez que busquen
ofenderse y luego censurar pero, al conocer sus situaciones de miseria
existencial, puedo comprender porque lo hacen. Eso sí, no lo justifico.

En el ejemplo de la jueza censurando al humorista vemos un clara muestra de


cómo una persona mediocre y resentida usa su poder para castigar a aquella
persona que la hace enojar. La verdad es que el humorista hizo su trabajo de
forma brillante mientras que la jueza se dejó afectar por sentirse inferior y al
ver amenazada su sentido de la importancia.

El humor como medio de denuncia


A lo largo de la historia hemos visto como el ingenio en la sátira política ha
sido utilizado para expresar ideas. Claro está, de una forma aguda y sutil. Se
requiere de una inteligencia muy desarrollada para realmente llegar al corazón
de las personas. Se precisa de un perspicaz sentido de la observación y de la
astucia para expresarlo de la forma más original y sagaz posible. Eso es lo que
hacen los buenos humoristas: observan lo que ocurre en la realidad y lo
cuentan con indignación. Porque en el fondo, la mayoría de las situaciones que
se dan en el mundo humano son grotescas y merecen ser expuestas por su
ridiculez, así se trate de sátira política o social.

Cuando hablamos de denuncia, las personas tienden a pensar en escándalos


políticos, corrupción e injusticia social. Sin embargo, la denuncia puede ir
mucho más allá. Se trata de hablar y de burlarse de esos temas de los que
todos tenemos miedo de hablar. Esos tópicos que ningún político se atrevería a
mencionar por miedo a quedar mal parado ante un vulgo prejuicioso e
hipócrita. Los únicos que siempre ha tenido la libertad de trascender la barrera
hipócrita de lo políticamente correcto han sido los humoristas, los cuales dicen
las cosas tal cual son.

Ellos pueden hablar de cualquier cosa ya que, al fin y al cabo, se trata de


humor. Pero la gracia de lo que cuentan parte de la identificación por parte
público. Por este motivo, para que el chiste o el comentario sea gracioso, debe

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basarse en una observación o descripción de la realidad. De lo contrario el
chiste no tendrá sentido y nadie se reiría.

Por ejemplo, un humorista puede hablar de los hábitos sexuales de los


adolescentes y del consumo de drogas haciendo descostillar al público de risa.
Claro está, que las personas saben que todas las atrocidades productos de la
desidia parental y de una sociedad irresponsable son ciertas. Por eso se ríen.
Ahora bien, si un político habla por televisión del mismo tema,
probablemente, la misma sociedad lo obligará a disculparse acusándolo de
pervertido. La hipocresía no podría ser más grande. Así ocurre con una
infinidad de temas. El humor siempre ha sido ese ámbito en donde podemos
decir las cosas tal como son realmente, relajando nuestro duro tejido
conservador. Podemos, entonces, aceptar duras críticas sin hacernos
responsables. Al fin y al cabo es humor. Luego del espectáculo podemos
volver a casa a vivir una vida doble moral e hipocresía.

El humor como medio para desenmascarar la doble moral


Una vez dije que la Argentina, por citar un ejemplo, es una sociedad que se
jacta de ser liberal cuando está dejando de ser conservadora. En el fondo es
una sociedad llena de prejuicios cuya nueva forma de hipocresía es la de fingir
mayor liberalidad. Nos jactamos de ser el primer país en aprobar el
matrimonio gay como lema de nuestra liberalidad pero en el fondo fue solo
una medida para que las cosas sigan más o menos igual. Como dice el dicho:
“cuanto más cambian las cosas más siguen igual”.

Los mismo ocurre con la lucha por la igualdad de género y con la violencia
contra la mujer. Hay marchas y manifestaciones. Programas estatales y
cobertura mediática masiva. Nos creemos nuestra propia mentira: “somos el
país que más lucha por el derecho por las mujeres” ¿De verdad? ¿Tanto
cambiaron las cosas? Para nada.

La discriminación por género en las empresas y organismo estatales sigue más


viva que nunca. Las mujeres ganan menos y si son ascendidas o contratadas,
normalmente, es gracias al onanismo de los cargos jerárquicos. Si no me cree
vaya a las financieras de micro centro o al Congreso de la Nación. O a las
oficinas del Banco Iberoamericano de Desarrollo y el Banco Mundial. Vera la
cantidad de “gatos” disfrazados de asesoras y secretarias. Son las reglas del
juego. Para nada me gusta pero así es.

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¿Lo ve? Ahora soy yo el machista y misógino. Todo por denunciar las cosas
como son. En el fondo estoy denunciando una injusticia en contra de la mujer
¿Y que gano? Agravios, insultos de hipócritas que niegan la realidad. De
mujeres que por hacer marchas y no depilarse creen que hacen algo en contra
del problema real que ni si quiera quieren ver y del que, en realidad, son
cómplices. De hombres y mujeres que creen que por criticar a alguien que
hace humor y llamarlo machista resuelven el terrible flagelo de la trata y la
violencia de genero.

En realidad, no resuelven nada. Y, como la mayoría de las mujeres que sufren


estos flagelos son de clase baja, a nadie le importa. Ni a los medios, ni a las
mujeres y hombres de clase media alta para arriba que limpian su conciencia
yendo a dichas demostraciones.

Son todos hipócritas. Cuanto más cambian las cosas más siguen igual. Claro
está que, si armo un show de stand up hablando sobre estos temas, muy
probablemente tenga un éxito rotundo. Si realmente mis chistes son buenos e
ingeniosos la gente se reirá porque sabe que en el fondo lo que digo es verdad.
Por supuesto, lo admitirán en secreto al reírse. Igualmente, cada día, gracias al
avance norma de lo políticamente correcto como nueva forma de censura,
incluso a los comediantes les resulta difícil expresarse. Sin duda, se trata de
una nueva versión más elaborada de la censura: la autocensura por miedo a
quedar mal, a ser políticamente incorrectos, a ofender a otros.

La censura tradicional
La censura al humor siempre ha estado presente. Ya sea por motivos sociales
o simplemente por no aceptar la opinión del otro. Si vamos al caso de la
censura en la Argentina, podemos recordar la cancelación del programa de
sátira política “Canal K” en la década de 1990. El motivo fue bastante
estúpido como de costumbre. En este caso fue la inglesa la que se ofendió al
aparecer el Papa en uno de los sketches cómicos tirándose una flatulencia.
También esta conservadora institución presionó para que no se trasmitiera el
película “La última tentación de Cristo” por el canal “Space”. Por supuesto
años después, cuando la “Pasión de Cristo” se estrenó y hubo personas que se
quejaron de la extrema violencia de dicha película, la iglesia fue muy
contundente en su respuesta: “El que no le gusta que no la vea”. Bastante
hipócrita teniendo en cuenta su actitud una década atrás.

Como sea, estos actos de censura, ya sea por incomodad política o por el
hecho de ofender a algún grupo conservador, ocurrieron en todo el mundo a lo

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largo del siglo XX. Normalmente temas como la religión, el sexo y las
tradiciones eran tabú incluso para el ojo irreverente del humor, sufriendo tanto
humoristas como programas cómicos presiones políticas y censura directa.

Igualmente al acercarnos al siglo XXI, con la aparición de la Internet y el


desarrollo de la libertad de expresión como cruzada ideológica, estas censuras
directas fueron cada vez más escasas debido a que cada acto de censura tenía
cada vez más consecuencias negativas para los censuradores que para los
censurados. Estos últimos, en cambio, comenzaron a beneficiarse de la
popularidad de ser un producto “prohibido”. Por otro lado, lo censuradores
solo conseguían cultivar el odio del público.

Recuerdo en los Estados Unidos cuando la serie “Padre de Familia” (“Family


Guy”) fue cancelada gracias a las presiones del gobierno de George Bush hijo
y el Lobby conservador republicano. Lo único que consiguieron fue que la
serie no solo volviera dos años después con más fuerza, sino que sus chistes y
críticas al gobierno, al partido republicano y a la iglesia fuesen mucho más
duras y corrosivas, llegando a niveles increíblemente ofensivos. Claro que,
debido a su popularidad y al hecho de que habían sido víctimas de la censura,
ya prácticamente no podían hacerles nada y tuvieron que aguantar la dulce
venganza.

Mecanismos de control disimulados


Definitivamente la censura explicita y directa se ha vuelto políticamente
incorrecta. En la era de la libertades civiles y de la libre expresión censurar al
otro es muy mal visto. Sobre todo si lo hace algún organismo público. Viva la
libertad.

Como siempre, es parte de todo una fachada. Como ha sucedido con muchas
de las libertades democráticas adquiridas en las últimas décadas, el juego está
en las apariencias. La idea de los centros de poder siempre ha sido mantener el
control de la población. Sin embargo, actualmente, utilizar medios autoritarios
es inviable. Por eso fue necesario el desarrollo de mecanismos control más
complejos. Los medios de comunicación jugaron un rol fundamental para este
propósito. La idea fue mantener la apariencia de que vivimos en democracia
por ello se introdujeron mecanismos de control más sutiles. Quien haya leído
“Diálogos entre Maquiavelo y Montesquieu en el infierno” y “Los perros de
guardia” sabe de lo que estoy hablando.

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No se necesita demasiado para controlar a una población. El primer paso es
mantener las apariencias de que aún tienen su preciada libertad. Lo cierto es
que en el mundo de la precarización y la desigualdad creciente, los derechos
políticos, sociales y humanos son corroídos muy gradualmente a medida que,
precisamente, los derechos económicos van desapareciendo. Pero sucede con
tanta lentitud que apenas damos cuenta. Nos acostumbramos y aprendemos a
tolerar lo intolerable.

Del mismo modo, este proceso de disimulación llegó al dominio de la


expresión y del humor. La pregunta del millón es ¿Cómo disimular la censura
en el mundo de la libertad? Muy simple: provocando la auto censura a través
de la norma de lo políticamente correcto. En este sentido, este singular
mecanismo encontró en los medios virtuales y las tecnologías de la
información comunicación un poderoso aliado.

La nueva censura: lo políticamente correcto


Hoy en día encontramos una presión invisible de no querer ofender a nadie.
De ser políticamente correctos. Este precepto surge, justamente, de los
avances en libertades civiles y del respeto por el otro. Sin embargo, terminó
por convertirse en un arma de doble filo. O mejor dicho, se ha vuelto una
nueva forma de censura.

Hoy en día los comediantes temen ofender a su audiencia ya que saben que,
pese a existir la libertad de expresión, cada acto y dicho tienen sus
consecuencias. Irritar la sensibilidad de un grupo determinado puede
significar, gracias a las redes sociales, la ruina de una persona. De esta forma,
la auto censura se convierte en una perversa forma de control: la censura del
siglo XXI. Y esto, lamentablemente, está dañando la misma esencia del
humor. El humor debe ser políticamente incorrecto. Debe desafiarnos, debe
provocar y cuestionar los cimientos mismos de la normas sociales. De eso se
trata. No se puede hacer humor sin al menos ofender a alguien y, si un
comediante tiene miedo de ofender que se dedique a otra cosa. No obstante, en
el mundo de lo políticamente correcto (donde decimos una cosa pero hacemos
otra cosa), decir las cosas como son está mal visto. El lema es: “puedes decir
lo que quieras (hay libertad de expresión) pero cuidado con lo que dices habrá
consecuencias”. Esto tiene el olor de la censura en toda su extensión. De la
peor clase de hecho.

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El miedo a ofender
Como ciegas ovejas seguimos al rebaño y si alguien acusa a otro de
discriminar, calificándolo de machista, racista u homofóbico, acusamos sin
cuestionar. Y si no imputamos, miramos al calumniado con desconfianza. Las
redes sociales se han convertido en fiscal, juez, jurado y verdugo.

El famoso comediante Jerry Senfield ya ha denunciado esta macabra tendencia


al mencionar que en uno de sus shows, al hacer un chiste realmente inocente e
inocuo, el público lo cuestionó por implicar que las personas gays tenían
ciertas características en su forma de mover los brazos. El chiste era realmente
simple y desde luego no había mala intención. Sin embargo, la sensibilidad
extrema de una sociedad cada vez más paranoica cuestionó al más vainilla de
los comediantes ¿Realmente? ¿Jerry Seinfield, un comediante controversial?
Quien sabe de humor sabe que él es el comediante más cuadrado que existe.
Aquí es donde nos damos cuenta de que algo se salió de control.

Cuando un comediante debe dar explicaciones de cinco minutos antes de


hacer un chiste para evitar herir sentimientos debemos preguntarnos si algo
está mal con nuestra sociedad. Si es verdad que existe una paranoia en el aire
la cual nos hace ver racistas y machistas por todos lados, debemos
preguntarnos si estamos errando algo. Ya bastantes racistas, misóginos e
idiotas hay en el mundo ¿Para que buscar donde no hay?

Así como la cobertura mediática de la violencia de género aumentó, también


lo hizo la sensibilidad de las personas. Ahora todo nos ofende y la pregunta
emerge: ¿Es esto sano? ¿Realmente por ofenderse y ser políticamente
correctos las cosas cambiarán? Para nada todo permanece igual. El mecanismo
de lo políticamente correcto censura el único medio que quedaba para
denunciar las injusticias sociales, el machismo, la violencia de género, el
racismo. Muy ingenioso el sistema: callamos a los denunciadores manteniendo
en apariencia la libertad de expresión y nos aseguramos que todo permanezca
igual con la sensación de haber impulsado un cambio radical.

Incluso el humor se va volviendo más perezoso. El verdadero humor es aquel


que desafía y obliga a cuestionar las creencias de la forma más astuta posible.
La mejor forma de criticar una postura es adoptándola y llevándola al
extremo. Recuerdo un comediante que, para criticar el racismo, se inventó un
personaje racista para exponer el grotesco de esta postura extrema. Para
quienes sabían apreciar su humor, su método era realmente eficaz e ingenioso.
Sin embargo, algunas personas lo llegaron a llamar racista. La

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hipersensibilidad crea ciegos que obedecen a las normas establecidas y
contribuyen a la auto censura la cual mantiene todo inmutable. Lo
políticamente correcto es la nueva forma adoptada por el fascismo.

La victimización está de moda


No importa cuán ofensivo pueda llegar a ser el humor, mientras haga reír será
imprescindible para nuestra sociedad. El único pecado del humor es no ser
gracioso. Allí es cuando ofende. Y el hecho de que el humor nos ofenda, habla
de cómo nosotros vemos el mundo. De nuestra escasa inteligencia emocional
para evitar que lo externo nos afecte y para evitar reírnos de nosotros mismos
y de nuestra grotesca naturaleza.

Sin embargo, en el fondo, aquellos que se sienten agraviados en realidad


buscan ofenderse. Es fácil ser una víctima y muy ventajoso. Como dije al
principio: se sienten importantes y, al mismo tiempo, les da una excusa
perfecta para llamar la atención y sentirse socorridos. A otras personas,
incluso, les da la excusa perfecta para expresar su más crudos resentimientos.
Les da un motivo para agredir cuando no están de acuerdo con las ideas del
otro.

Cuando alguien critica al judaísmo lo llaman Nazi. Entonces uno se queda


callado. Cuando alguien critica al feminismo (o hace un comentario objetivo
sobre la situación actual de la violencia de género) lo llaman machista.
Entonces uno se queda callado.

La comunidad afroamericana en Estados Unidos utiliza el mismo sistema. Si


no estoy de acuerdo con el otro lo acuso de racista. Tendrá que desviar el tema
de conversación para defenderse. De esta forma gano la discusión (retórica de
manual). El peronismo en Argentina hace lo mismo desde hace décadas, pero
no es el único movimiento que lo hace. La victimización es una técnica muy
eficaz en política: hace que la gente apoye tu causa. Ya no se trata de
intercambiar ideas y resolver un problema. Se trata de tener razón, de ganarle
al otro.

El problema es que, en una sociedad, cuando alguien gana, el otro pierde y si


uno pierde perdemos todos. La norma de lo políticamente correcto creo un
contexto que masifica el uso de la victimización y eso solo nos ciega más.
Creemos que avanzamos pero en realidad retrocedemos. Creemos que
cambiamos pero en realidad todo se mantiene igual. Nuestros derechos son

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pisoteados en nombre del respeto por el otro. La libertad de expresión es solo
un espejismo.

Puede que no esté de acuerdo conmigo en muchos puntos pero no pierda de


vista el mensaje general. Aprenda a leer. Sáquese la venda de la arrogancia, el
resentimiento y/o la inseguridad. Vea más allá y aunque sea hágase
estas preguntas mágicas “¿Y qué tal si me equivoco? ¿Y qué tal si hay algo de
todo esto que es verdad? ¿Qué puedo hacer al respecto?”.

Las tribulaciones del Whatsapp

“Uno debe analizar las cosas tal como son y no pensar cómo deberían ser”.
Sabio consejo acuñado por Nicolás Maquiavelo en su obra magnánima “El
príncipe”. Aun así, no es fácil evitar caer en el vicio de imaginar mundos
perfectos o situaciones ideales. A veces, a la hora de reflexionar sobre un
determinado tema, caminamos sobre la delgada línea que separa la reflexión
sobre la realidad, del mundo de la fantasía, donde caemos en la tentación de
perdernos.

Realizar una reflexión sobre un determinado tema puede llevar al lector al


famoso “darse cuenta” que lo incitará y motivará a buscar el cambio y a
romper las estructuras. Sin llegar al idealismo desconectado de la realidad, el
análisis crítico permite abrir los ojos de las personas. Por supuesto, se pueden
producir materiales (ya sea en formato de textos o vídeos) más aplicables que
otros. En este sentido, un texto con consejos pragmáticos sobre cierta temática
pueden abrir los ojos de las personas al mostrarle la forma de proceder ante
determinadas situaciones.

He recibido una gran cantidad de mensajes referidos al texto titulado “La era
de la incomunicación” en el cual planteé en forma crítica como el chat (ya sea
desde una computadora como desde un dispositivo móvil) ha entorpecido
nuestra forma de relacionarnos con los demás. No solo destruyendo posibles
vínculos, sino también entorpeciendo la comunicación entre conocidos,
amigos y familiares.

De hecho, muchos de los mensajes provenientes de nobles caballeros, se


referían a la célebre temática del levante por chat, de la cual no tengo mucha
experiencia ya que, por los motivos establecidos en dicho artículo,
simplemente trato de utilizar el contacto físico en tiempo real al relacionarme
con otras personas. Por lo tanto, para poder escribir este artículo realicé una

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serie de entrevistas a una suerte de “expertos” en la materia los cuales me
iluminaron con una variada cantidad de consejos. Fue como en los tiempos en
donde realizaba investigaciones con metodología cualitativa. A través de
entrevistas, la idea fue entender el funcionamiento de las relaciones virtuales.
Por supuesto, me opongo rotundamente a ellas y al medio de comunicación
utilizado. Ahora bien, hay que ver el mundo como es y no como debería ser y,
lamentablemente, muchos hombres dependen de este medio para enhebrarse
algo decente. O al menos lo necesitan para relacionarse con mujeres. Aun así,
los sabios consejos extraídos de estas entrevistas no estarán enfocados en el
chat propiamente dicho, sino que estarán encuadrados en un paradigma más
holístico. Por último, hago la aclaración de que, para muchos temas
mencionados, haré muchas generalizaciones, consciente de que para cada
temática siempre hay excepciones (y a veces las suficientes para cuestionar la
regla). Aun con el riesgo de sonar prejuicioso prefiero que el aporte sea
pragmático. Así que caballeros, sin más preludio, aquí van:

Primer consejo: siempre que estemos chateando con una bella cortesana
conviene mantener un apropiado acompasamiento temporal ¿Qué quiere decir
esto? Si ella tarda dos minutos en contestar, nuestro siguiente mensaje deberá
ser enviado al menos tres minutos después. Si ella tarda dos horas en
contestar, nosotros contestaremos a las tres horas. Y si ella tarda un día en
contestar, nosotros tardaremos un día y medio. La idea es sub comunicar que
tenemos vida y que no estamos tan necesitados. Lo cierto, es que la mayoría
de los onanista que intentan levantar una damisela utilizando el chat no tienen
mucha vida y están bastante necesitados. “Hay mucha hambre” como diría una
buena amiga.

La pregunta del millón es: ¿Porque tardar un poco más y no lo mismo en


responder cada mensaje? Bueno, según uno de mis celebres entrevistados, “de
esta forma revertimos el marco en el que muchas mujeres ponen a una
cuantiosa cantidad de caballeros. Es decir, hacemos que ella sea la
necesitada, que venga a nosotros (…) En general las mujeres aman a los tipos
que son indiferentes con ellas, aman a los “asquerosos” porque lo interpretan
como seguridad”.

Según otro de mis entrevistados, esta estrategia debe incluir un “clavado de


visto” una vez cada cuánto. Es decir, lo que se debe hacer es ver el mensaje
para que la susodicha contemple que éste ha sido leído y, luego, no respetar la
regla del acompasamiento y tardar bastante en contestar (de doce a dieciocho
horas). Según un reconocido sociólogo de Cambridge, quien prefirió mantener

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su anonimato para este artículo, realizar esta acción generará ansiedad en la
dama, quien se pasará todo el día preguntándose: “¿Que habré hecho mal?
¿Qué habré dicho para ofenderle? ¿Se habrá enojado?”.

Por algún motivo que no entiendo, las cortesanas se ven particularmente


atraídas hacia los hidalgos que se enojan con facilidad. Según el ya citado
sociólogo (quien en el mundo virtual es conocido bajo el seudónimo de “Sex
Machine” o “Maquina sexual” en su versión castiza) esto se debe a que, así
como las doncellas suelen confundir la arrogancia con la seguridad en un
hombre, también confunden con facilidad el enojo y el renombrado “carácter
de mierda” con la confianza en uno mismo. Pido disculpas por el uso de mi
académico lenguaje. Para la mejor comprensión del texto publicaré un
apéndice con las definiciones de los términos científicos utilizados.

En caso de que usted sea la víctima del cruel “clavado de visto” por parte de
una cortesana, le sugiero que conserve la calma y evite hacer lo que hace la
mayoría del “populacho”, es decir escribir otro mensaje. Lo que debe hacer es
simplemente nada. Espere a que ella retome la conversación y, si no sucede
nada, espere al menos una semana para enviar un nuevo mensaje. Recuerde: lo
importante es ocultar que usted es un onanista compulsivo. Durante esa
semana usted deberá aplicar lo que el filósofo David Hume llamó “La regla de
tres simple”, que consiste en encararse (o al menos empezar una conversación)
con tres cortesanas por cada una que le “clave un visto”. Usted podrá objetar
diciendo que durante el período en el que David Hume vivió no existía la
Internet, ni ningún medio de comunicación virtual, a lo que replicaré
aclarando que la misma mecánica del chat se aplicaba a la correspondencia
escrita. Y créame cuando le digo que el notable filósofo la “solía poner” más
que usted.

Segundo consejo: mantenga la regla del acompasamiento en la cantidad de


texto enviada. Si la damisela envía dos renglones usted escriba uno, si ella
escribe cuatro, usted escriba tres, y así. Siempre manteniendo una menor
inversión. Y en general, compórtense en forma “seca” y “asquerosa”,
respondiendo con los fríos “Dale”, “Ok” y “Mira vos”. Eso, sin duda, generará
mucha ansiedad en las cortesanas. Funcionará tan bien como cuando se lo
hacen a usted.

De hecho, cuando le suceda, aplique la regla de tres simple: salga a la vida


real y consiga tres teléfonos más. Esto será sencillo ya que hoy en día las
mujeres jóvenes o “pendejas”, como las llamamos en la Argentina, regalan sus

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números tan fácilmente como realizan favores sexuales en una disco al dealer
de turno para obtener la tan ansiada onza de diversión nocturna. Las épocas en
las que el teléfono significaba algo ya han pasado de moda. Sobre todo para
las nativas digitales. Hoy día, dar el teléfono es un recurso que las jóvenes
damiselas utilizan para tener un listado de babosos cromañones en sus
celulares quienes, mandándoles mensajes, compensarán los frágiles egos de
las damas. En el caso de las mujeres de más de treinta, es más relativo, aun así
la mayoría de los hombres sigue prefiriendo la dureza de la carne (es un hecho
histórico no una opinión).

Usted podrá decir: “estas son reglas generales y en la realidad pasa de todo”.
Sí, es cierto pero aquí me concentro en la generalidad y no en la
particularidad. En mi caso particular, quiero una mujer que prefiera tener una
agradable y atractiva conversación telefónica o física y no un intercambio de
vacíos mensajes. Y, en caso de tener lo segundo, escribo cuanto se me da la
gana y contesto cuando tengo tiempo. Y si a la susodicha “no le va” esto,
busco una a la que sí “le vaya”.

También usted podrá decir: “Este texto es muy prejuicioso, machista, y me


ofende mucho”. A lo que puedo responderle que no tiene mucho sentido del
humor y se toma la vida demasiado en serio. Además probablemente se
victimice bastante seguido. Si es hombre, probablemente no la ponga muy
seguido (salvo que sea de esos que se enoja para que las mujeres piensen que
es un tipo con carácter y seguro de sí mismo). Si es mujer, sepa que debe
aprender a reírse del mundo y de usted misma. El sentido de humor es la sal
de la vida y una característica muy atractiva tanto para un hombre como para
una mujer.

A los hombres nos encanta una mujer que nos haga reír genuinamente. Eso es
difícil de encontrar. Temas como la discriminación y violencia de género (que
son importantes y que deben tratarse con seriedad) han tenido un efecto
secundario muy nocivo: han censurado el humor y han hecho que todos
tengamos que ser “políticamente correctos” y el humor no puede caer dentro
de esta categoría. Recuerda: No te tomes la vida tan en serio, al fin y al cabo
no saldrás vivo de ella. Y si la vida te da la espalda, tócale el culo.

El fino análisis económico de una sociedad bananera

Analizar la estructura productiva de un país nos ayuda a predecir su errático


comportamiento. Si podemos intuir su comportamientos podemos averiguar

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fácilmente quienes son los dueños del país. Esto es clave para saber predecir la
evolución de la economía y saber dónde están los nichos en los que podemos
invertir. Empecemos por lo básico: las variables económicas. Sí, todos los
manuales de inversión nos hablan de las variables fundamentales de la
economía. Las bolsas del mundo siempre esperan que revelen esos datos. Y
una vez que se dan a conocer las ovejitas siempre hacen lo mismo. El punto es
ver que hacen estas últimas y hacer exactamente lo opuesto. En la vida, los
negocios y otras frutillas, la clave es hacer lo opuesto de lo que hacen la
“gilada”. O sea la mayoría de las personas. Entender cómo opera la mayoría
los consumidores, de los inversionistas y de los hombres es una la verdadera
variable maestra. Pero primero analicemos algunas variables básicas que hay
que tener en cuenta.

¿Estamos hablando de un país industrializado o un país bananero?


Normalmente lo que caracteriza a los países industrializados es que exportan
productos con mayor valor de los que importan. En general exportan
productos industriales e importan materias primas. Eso les da bastantes
ventajas a la hora de garantizar su estabilidad económica. Sobre todo se
ahorran las “archi” conocidas crisis de la balanza comercial. Y, en caso de
tenerlas, pueden pedirle plata al mercado emitiendo deuda en forma de bonos
o “mangeádole” a algún organismo internacional que seguro les va a prestar
plata porque son países “serios”. Además normalmente ellos controlan a los
organismos internacionales así que…Piénselo, si a usted le preguntan si se
prestaría plata a usted mismo ¿Que respondería? “Si, por supuesto soy el tipo
más serio que conozco”.

Mejor apuéstele a “Bananolandia”


El problema con los países “serios” es que son aburridos. Su estabilidad
garantiza que habrá pocas oportunidades de hacer buenos negocios. En
general una mayor inestabilidad (riesgo) garantiza mayor rentabilidad. Por eso
es que los fondos de inversión a nivel mundial (o capitales golondrina) suelen
ir a los países bananeros a buscar jugosas ganancias. Eso sí, al menor signo de
problemas salen corriendo (o volando). Y por supuesto, después se quejan de
que ese país es “inestable”, “poco serio”, “peligroso”, etc…Pero me consta
que fueron en primer lugar, las muy putas, y abrieron las piernas de una. Y ni
siquiera les compró un trago. Después se quejan de que el “paisucho”
bananero no quería nada serio y que son todos iguales… ¡No! “México no es
argentina, México no es argentina” Decía cierto ministro de Economía
cordobés y al final resultó que no era lo mismo…era peor.

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Pero igual, insisto, en esos países donde todo explota cada cuanto es donde
más plata uno puede sacar. El motivo es simple: la economía no cae un 2% de
un año a otro como en un país como “la gente”. Acá, literalmente, todo se va a
la mierda de un día para el otro. Puede haber abruptas caídas del producto
bruto, de las variables financieras, del precio de la banana…de todo. Y acá es
donde aparece la oportunidad. Si usted apostó a que todo iba a volar en
pedazos y, efectivamente, todo se fue por el caño (y encima de forma colosal),
usted se volverá asquerosamente rico. Sí, usted puede apostar que un país se
va ir al demonio y, cuanto peor le vaya, mejor para usted. Es como si usted
apostara a que un equipo de fútbol va a perder y, encima, cuanto más goles le
metan más dinero ganará. Y lo mejor es que estos países suelen meter goles en
contra muy seguido (los cuales, por cierto, valen doble).

En los países de “gente bien” esto ocurre una vez cada muerte de Obispo,
como la crisis financiera del 2008. En cambio en “bananolandia” ocurre muy
seguido. No tiene que esperar mil años para que haya una oportunidad para
forrarse de guita a costa de la miseria general. Acá las muertes de Obispos y
de Papas ocurren a una tasa cercana a la edad media donde tenían lugar las
tristemente célebres orgías papales. Claro que, a la hora de invertir, no sea un
idiota como los fondos de capital. Sepa analizar el momento y ver la situación.
Consulte a los actores claves. Pregúnteles cuando piensan hacer el próximo
golpe de estado o de mercado. Haga “inside trading”. Si, ya sé que es ilegal
pero los que realmente triunfan en el mercado bursátil lo hacen todo el tiempo.
Por supuesto, hay que hacerlo bien para que no te descubran o por lo menos
para que exista una duda razonable de si lo hiciste o no. Es lo mismo que
cogerte una pendeja de 17 años. Sí, es ilegal pero, aun si te descubren, usted
puede decirle al juez: “Señoría no sabía que era menor de edad…mirelá parece
de 22…Además no me diga que usted no le daría…”.

Encima, lo bueno de los países descartables es que es muy fácil tener


información de adentro de las empresas y del gobierno e, incluso si te atrapan,
terminás pagando una multa mucho menor a la ganancia que hiciste. Así hizo
el padre de Mauricio Macri, Franco, durante los años 90. Normalmente estos
países están controlados por una élite de familias bien acaudaladas cuyo
nombre y apellido es fácil de obtener. Y, adicionalmente, cuyos círculos
sociales (no siempre de fácil acceso) son de público conocimiento. Así que ya
sabe dónde ir a preguntar y donde hacer su nuevos mejores “amigos”.

Entendiendo a los países bananeros

95
A la hora de entender la estructura productiva y económica de un país
subdesarrollado (o en vías de desarrollo si queremos ser políticamente
correctos), conviene usar un enfoque heterodoxo (o sea opuesto al de la
economía tradicional). Esto no lo digo porque yo sea un zurdo roñoso. Para su
información, sepa que me baño todos los días, me afeito dos veces al día, me
depilo las extremidades y las “partes”, pago por meretrices que cotizan en
dólares y voy a excomulgar mis pecados todos los domingos a la iglesia a la
que doné cuantiosas cantidades de dinero para que le pusieran mi nombre a la
capilla. Ahora bien, hablando en serio, la teoría tradicional está hecha para
justificar políticas que benefician a un grupo selecto de personas
(normalmente a las élites que ponen a los políticos de turno) y a ciertos países
(los “serios”). Por lo que si usted sabe que un político pone a un ministro de
economía “del palo” sepa que va aplicar esa teoría. De esta forma, por lo
menos estudiar la teoría tradicional o del “mainstream” le servirá para saber
con qué tipo de políticas le van a salir. Ahora bien, para entender las
consecuencias de las políticas que se implementan (sean de un lado o del
otro), necesitamos, si, un enfoque más científico (o por lo menos más serio).
Téngalo en cuenta a la hora de invertir en el mercado financiero o si piensa
poner una empresa. Bueno, si es lo último mejor hable con un empresario
porque los economistas no saben un carajo.

Si usted está buscando trabajo como economista ni siquiera mencione a la


heterodoxia. Se morirá de hambre y estará condenado a enseñar en las
universidades públicas. Ningún organismo le dará una consultoría en su puta
vida y siempre lo tratarán de zurdo sucio, comunista, marxista, puto,
etc…Aunque haya militado en el Nacional Socialismo o el partido
Republicano y sea más cristiano que Cristiano Ronaldo. O sea, si usted
realmente sabe que efectivamente la teoría económica que se enseña en la
mayoría de las universidades del mundo es una chantada (estafa) quédeselo
para usted mismo. Use el enfoque heterodoxo cuando tenga que invertir y
listo. El resto del tiempo prostitúyase y defienda la idea que la pendiente de
demanda es negativa, que la de oferta es positiva, que existe algo llamado
punto equilibrio y cuando su novia dice que esta “todo bien” y que no está
enojada esto es efectivamente así.

Ahora bien, si usted es de esos economistas que cree todas esas pelotudeces
que acabé de mencionar, puedo estar seguro de un par de cosas: que usted
enseña en las universidades más caras del mundo (y, por lo tanto, más
prestigiosas), que usted tiene un puesto en algún organismo internacional o
institución financiera nacional muy importante teniendo a su disponibilidad

96
dos pasantes de la carrera de economía de 20 años de edad con mucha
angustia oral y, por último, que le pagan como mínimo cinco mil dólares por
escribir “papers” econométricos que hasta un mono borracho puede escribir
en menos de diez minutos. También asumo con bases estadísticas sólidas que
su novia u esposa se está enfiestando a varios pigmeos nigerianos mientras
usted lee este artículo. Pero no se preocupe, ella luego también excomulgará
sus pecados el domingo y luego vivirán felices para siempre enfiestándose
pendejas de 20 años que estudian economía y pigmeos nigerianos
respectivamente. Si es así, bien por usted.

La música como afrodisíaco

¿Te gusta el rock nacional? A mí no mucho pero si decís que si la “ponés”


más. Siempre me produce gracia la forma en la que los hombres actuamos
para impresionar a las tiernas damiselas que nos rodean. Ya sea para contar
con una abundante vida sexual (enhebrando cuanta silueta que más o menos se
asemeje a una figura femenina) o sencillamente para conseguir pareja, el
modus operandi es siempre el mismo e incluso algo estereotipado.

A partir de cierta edad cuando los hombres comenzamos a interesarnos por las
mujeres, nuestra cabeza intelectual (motivada por la otra cabeza que requiere
más sangre), comienza a generar ideas para lograr el preciado objetivo:
introducir nuestro bastón viril en una húmeda roqueta. En este sentido, como
la mayoría de nosotros no contamos con ideas propias, lo primero que
hacemos es ver lo que hacen los otros o lo que la sociedad recomienda que
uno haga para lograr introducir nuestro majestuoso miembro dentro de una
doncella. ¿Y qué ideas nos llegan primero? Bueno la cultura popular nos lleva
a tomar las películas como modelos para relacionarnos con el sexo opuesto, lo
que realmente no suele funcionar en el largo plazo. Sin embargo, una idea que
prevalece en el inconsciente colectivo y que, de hecho, es bastante intuitiva, es
que el músico la pone seguido. Y es verdad: el tipo más idiota y gris puede
ponerla si es capaz de coordinar dos o tres acordes. ¿Acaso no has notado que
la mayoría de tus idiotas amigos de la secundaria comenzaron a tomar clases
de guitarra a penas luego de descubrir que sus manos pueden ser usadas para
otro propósito que el de sacudir sus nutrias?

Pues claro, captaron rápidamente que un tipo que toca un instrumento tiende a
humedecer los espíritus lascivos de las damas. Sobre todo en la etapa en la que
son adolescentes donde las doncellas tienen más hormonas que cerebro. En
ese período de sus vidas están tan hambrientas de cilindros de carne que

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confunden cualquier cosa con “seguridad”. Claro, es lo que buscan en un
hombre (o lo que, por lo menos, dicen que buscan) pero, están tan
desesperadas por consumir de una u otra forma cantidades abundantes de
semen lubricante, que se conforman con lo que pudiera llegar a parecer un
hombre “de verdad” (aunque claramente no lo sea).

Es decir, si ven a un pendejo arrogante (que en el fondo actúa como un


imbécil para compensar su falta de seguridad) se lo violan sin piedad. Lo
devoran al pobre hombre asesinando hasta el último de sus espermatozoides.
Para ellas, la arrogancia, el carácter de mierda e incluso la manía que puede
tener un bipolar, se confunde con seguridad. ¿Acaso no ha notado que las
personas que tienen una carácter de mierda y se enojan seguido humedecen las
rosquetas de las damas? Sí, les tienen miedo, pero los respetan porque son
“seguros” de sí mismos. En realidad no lo son, son unos pelotudos con
carácter de mierda, aun así se puede entender la confusión. Como sea, use esto
a su favor: siempre ponga cara de serio y/o medio enojado para que las damas
le teman y piensen: “Oh, no debo hacerlo enojar”. Y de esta forma ella
buscara su aprobación ¿Es medio de manipulador hacer esto? Si lo es y, de
hecho, creo que es una estupidez…pero funciona…y como un padre a un hijo
quiero darle un consejo que pueda servirle para mejorar su calidad de vida.

Eso sí, le advierto que en el largo plazo usted podría llegar a creerse el
personaje y convertirse en un imbécil pero por lo menos la habrá puesto
mucho. Y, coger, cagar y comer son los mejores placeres de la vida ¿Porque
privarse de ellos?

La era de los pelotudos

Cuando uno observa los comentarios publicados en el mar de foros de la


Internet solo puede llegar a una sola conclusión: la gente se ha vuelto muy
pelotuda. Sin embargo, de lo que en realidad no se percata uno es que la gente
siempre ha sido pelotuda. Sencillamente, la era de la información lo ha hecho
más evidente.

Quiero aclarar, igualmente, que cuando hablo de pelotudez, no estoy hablando


de alguna falencia intelectual. No, para nada. La palabra pelotudo si inventó
por un motivo muy específico. Si uno quiere insultar la inteligencia intelectual
de alguien lo llama tarado, idiota o, a lo sumo, retrasado mental. Si analizamos
la definición literal de estos vocablos, nos daremos cuenta de lo ofensivo que
pueden llegar a ser ya que denotan una deficiencia cognitiva.

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Decir “Sos un pelotudo” o “Que pelotudo”, en cambio, tiene otra connotación
totalmente distinta. En mi humilde entender, la gente es pelotuda cuando tiene
actitudes de un nene de cuatro años de edad en situaciones donde debería
actuar como un adulto. Para ser técnicos: habla de la falencia en la inteligencia
emocional. Igualmente, hay distintas clases de pelotudos. He descubierto a
través de un sondeo representativo en muchos foros que la mayoría de los
pelotudos se congrega en la Argentina, Uruguay y Chile. En los dos primeros
países tiene sentido: ahí es donde se usa más el término. En el caso de Chile,
tal vez tenga que ver con que la pelotudez en contagiosa. De todas formas ésta
no es exclusiva de dichos países. Aun así cada uno de los países del mundo
tiene su palabra para expresarla.

Desde hace varios años que empecé a escribir para muchos medios digitales y
foros sobre diversos temas y siempre me terminaba encontrando con los
mismos tipos de internautas infumables. Empecemos con el más tristemente
célebre: el ofensor o troll como se le llama por esos pagos. No hay mucho que
decir sobre este pelotudo. Se la pasa insultando y/o agrediendo a cuanto
internauta se atreva a escribir un comentario. En realidad, más allá de su
pelotudez, es un pobre imbécil resentido que busca una forma descargar la
frustración que siente a diario. En la vida real es un simple “cagón” medio
tímido. Generalmente, un gordo cuarentón que vive con su madre o un
pendejo de catorce años. Es través de su alter ego virtual que expresa su
miseria existencial. Uno no podría reconocerlo por su actitud en la vida real
claramente.

Usted pensará que este es el más de insoportable de los pelotudos que habita el
océano virtual pero se equivoca. Hay uno mucho más infumable: el cuya
personalidad en la red no es un alter ego sino un triste reflejo de quien es
realmente en mundo real. Aquí tenemos a todos esos imbéciles que se la pasan
insultando y agrediendo en los foros de discusión sobre cada tema sobre el que
no están de acuerdo. No importa si se trata de política o de cocina, salen con
los tapones de punta a defender su posición la cual es la única válida.

Comentario: “El flan está bueno con dulce de leche”.

Respuesta: “Que idiota que sos. Sos el tipo más infeliz que conocí. Seguro que
no tenés trabajo y te la pasas rascándote todo el día. Ya por tu perfil puedo ver
que no sabes nada de postres” (¿?).

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Usted pensará que la respuesta es digna de un pelotudo por lo incoherente (y
lo es) pero es más peligrosa que la del pelotudo del primer tipo. Lo que hacen
estos salames se llama retórica y consiste en descalificar al comentador y no al
comentario para ganar una discusión. Los políticos en los debates lo hacen
todo el tiempo. El objetivo no es convencer al interlocutor (eso sería
argumentar) sino a lo terceros que observan la discusión (al público o la
“gilada”). Es su forma de sentirse importante y mostrar que la tienen grande.
Por ejemplo:

Comentario: “el mate es más saludable que el café”.

Respuesta del pelotudo: “¿Vos que sabes si no sabes nada de bebidas? Que se
puede esperar de alguien que pone esa foto de perfil”.

Como puede ver el objetivo no es convencer al que hizo el comentario. Si ese


fuera el caso pondría algún argumento científico para intentar convencerlo de
su posición. Por el contrario, como lo que quiere es convencer a los que
observan, agrede al interlocutor descalificándolo. Y la gente que observa,
como es estúpida, piensa:

“Como la persona que hizo el argumento es…(insulto, descalificación,


etc…)… entonces lo que dice debe estar mal”. Así de simple. No tiene razón
pero gana la discusión. Por eso no vale la pena ni gastarse en responderle a
estos pelotudos.

Estos salames en la vida real son iguales que en el mundo virtual. Son
increíblemente agresivos y esa es la base para imponer su posición. Tenía un
conocido que era así y era literalmente infumable. En una época era el único
de un grupo de amigos que había “garchado” (fornicado) con una mina (chica)
por lo que se basaba en eso para ganar cualquier discusión. Por ejemplo:

Comentario: “Creo que el mate debería tomarse caliente”.


Respuesta: “¿Y vos que sabes si todavía no la pusiste?”

Era tan hincha pelota que terminé llevando a todos mis amigos de putas para
que no tuviera como seguir usando el mismo artilugio. Igual después encontró
otro. Siempre encuentran una forma de degradar, insultar o agredir al rival. En
eso se basa su exposición. Nunca en argumentos lógicos.

100
Hay que aclarar que estos tipos la suelen poner bastante seguido en la vida real
porque la mujeres se emboban con cualquier imbécil que tenga este tipo de
actitudes. Lo ven como el alfa, el macho dominante aunque en el fondo sea un
pelotudo. Por supuesto, en el largo plazo la mayoría de las minas lo dejan y
solo se queda con las que tienen alguna patología que permita bancárselo.

Lo gracioso es que si uno lee la mayoría de los textos que he publicado, en su


mayoría se expresa alguna opinión en forma coherente y exponiendo una serie
de argumentos. Algunos pueden estar de acuerdo y otros no. Así es la vida. De
todas formas, sucedía a menudo que uno de estos pelotudos cada cuanto ponía
algún comentario directamente insultándome cuando no estaba de acuerdo. No
sé qué quería lograr con eso. Obviamente ni siquiera le iba a contestar porque
un insulto no es ni un argumento ni una opinión sobre el tema. Es
simplemente una descalificación hacia mi persona. A lo sumo podría
responder: “No estoy de acuerdo con tu opinión de que soy un imbécil. Creo
que no es válido clasificar a una persona con ese epíteto sin conocerla”. No
obstante ¿Para qué mierda voy a contestarle a ese pelotudo?

De hecho, mi argumento de que es un pelotudo tiene fundamentos: está


insultando gratuitamente como respuesta a un texto impersonal que ni siquiera
presenta un contenido ofensivo. Si se ofendió es un pelotudo por buscarle la
quinta pata al gato para ofenderse. Hay gente que busca ofenderse
simplemente para encontrar una excusa para agredir. Eso es ser un pelotudo
según mi definición. Es increíble como hay personas que hacen
interpretaciones de lo que uno escribe tan alejadas de lo que aparece escrito
que uno no puede entender cómo llegó a esa conclusión.

Comentario: “Creo que los Pet Shop Boys tienen onda”.

Respuesta: “Me parece que sos un misógino, antisemita falo céntrico”.

¿WTF?

De vuelta ni me gasto en responder. O realmente tienen una deficiencia mental


o buscan roña y llevarte a una discusión sin sentido cuya único objeto es
probar que la tienen grande. Como normalmente escribo mucho de los
artículos en un tono humorístico, muchos de estos energúmenos de los que
buscan ofenderse por cualquier cosa aprovechan eso para interpretar lo dicho
en “joda” (broma) en serio. O simplemente para decir que les parece

101
desubicado. Por amor de Dios, tomate la vida con soda, al fin y al cabo no vas
a salir vivo de ella.

La personas que se victimizan o que buscan ofenderse son insoportables. No


salen a defender una posición porque la creen, lo hacen para sentirse
importantes. El sentido del humor es una característica que denota inteligencia
emocional, algo que estos pelotudos no tienen. Los grupos de filosofía y
letras, psicología y sociología de la UBA están repletos de estos boludos.
Viven ofendiéndose por todo.

En resumidas cuentas, vos fuma. Escribí tranquilo y se aparece alguno de


estos pelotudos que mencioné ignóralo que para eso están. En algunos casos
me divierto publicando artículos en joda para ver cómo reaccionan los muy
giles. Eso lo hacía mucho en la época que se me había caído la cuenta den
Netflix. Digo, si de todas formas se van a ofender, mejor publicar algo
irreverente y políticamente incorrecto.

Un ejemplo de victimización insoportable (infumable)

Si hay seres irremediablemente insoportables eso son los que se victimizan.


Pero los que más me sacan y me tienen limpiando el piso con los huevos son
los “fuma porro”. No hay un ser más pelotudo que el que se victimiza por una
causa pelotuda. Y la verdad andar diciendo que te discriminan por que le das
al faso solo quiere decir una cosa: ¡Que venís fumando desde hace mucho
pedazo de pelotudo!

No sé si usted ha tenido una conversación con uno de estos seres infumables


(valga la redundancia) pero créame que cuando uno lo hace siente que está
caminando por la cuerda floja. Como están tan paranoicos de que “alguien” (el
sistema, el anti porro, el facho, el falso zurdo careta, el minotauro o algún otra
figura de la mitología porrera) los vaya a atacar por sus ideales (?) están
siempre re a la defensiva. O sea, en realidad están esperando que digas algo
por lo que puedan ser ofendidos aunque remotamente tenga que ver con el
faso.

– “Che hace calor”


– “Eh ¿Qué te pasa? El porro es lo mejor que hay. Hay que legalizarlo loco.
Es ilegal porque “Winsto” Churchill le cabía la merca y no quería
competencia”(o algún argumento de ese estilo con supuestos fundamentos
históricos).

102
Y ahí uno ya sabe lo que viene: el discurso de que el faso es ilegal porque no
se cual interés político o económico fue afectado. “Porque Rockefeller quería
ganar un millón de dólares con no sé qué…” Y uno se lo tiene que fumar (al
tipo, no al porro). Lo peor de todo es que seguro Rockefeller fumaba de la
buena y le chupaba un huevo pero bueno…Igualmente, si uno habla con
suficientes porreros o acérrimos defensores del faso o dealers consumidores
(Y Dios sabe que yo lo hecho), empieza a ver que los argumentos, tanto para
justificar su injusta ilegalidad o sus maravillosas propiedades médicas, son
sospechosamente idénticos. Como si lo sacaran del mismo lugar y todos
repitieran lo mismo. Si no me cree vaya por algún centro cultural, la
universidad de filosofía y letras de la Universidad de Buenos Aires (UBA) o
alguna escuela secundaria y póngase a hablar con los consumidores. Observe
que repiten los mismos argumentos casi calcados. Puedes decirle que su vieja
es una puta pero ni se te ocurra decirle que la marihuana es adictiva, que
produce cáncer o que produce problemas psiquiátricos. Se vuelven locos y
empiezan con el discurso que uno ya escucho miles de veces de la boca de un
fumado. Y no importa que haya miles de estudios probando que efectivamente
el consumo produce todo esos efectos. Ellos lo niegan diciendo que es parte de
alguna conspiración médica o de las farmacéuticas ¡Como si las farmacéuticas
tuvieran tiempo de hacer esa pelotudez! Ya bastante trabajo tienen probando
medicamentos en África. A demás con lo infumables que son los porreros,
perderían plata y mucha paciencia. Y si no salen con la teoría de la
conspiración te vienen con que los estudios son inconclusos o boludeces así y
citan alguna revista de divulgación pseudo científica que uno después nunca
encuentra. Eso sí, todos los efectos del tabaco, el alcohol, la merca, el café, el
té, el mate y el agua ya están todos comprobados.

“Por eso el porro es lo mejor loco”

Fumachero idiota…Sí, es la droga perfecta: miles de beneficios y ningún


efecto colateral. Y después empiezan a enumerarte los estudios que
descubrieron un nuevo beneficio….y otra vez te lo tienes que fumar. En estas
situaciones te sugiero que te fumes un “churrito” porque es la única forma de
bancarte a estos pelotudos. Es la súper droga te dicen. Y nada de efectos
secundarios. Y si lo hay, bueno, consumir con moderación por favor.

“Yo solo fumo una vez cada tanto” Mentira vil que si la hay, como la de un
pendejo de secundaria que le dice a su novia “Solo te meto la puntita” pero en
la punta está el veneno. En realidad, están los que fuman algo, los que fuman

103
bastante y los que fuman “mucho”. Y lo que fuman mucho los sacas “al
“toque” porque se la pasan hablando del porro todo el puto tiempo. Estos son
los verdaderos infumables.

El hermano de un amigo llegó a ese punto y mi amigo no se lo fumaba más.


Por suerte le agarró una aguda crisis depresiva tal que lo tuvieron que
internar…a causa de comer muchas arvejas: está demostrado que comer
arvejas hace que te vuelvas bipolar o travesti…Igual, por lo menos mi amigo
ya no se lo tenía que seguir fumando. Pero ya escucho a los acérrimos
defensores del porro…

“El porro no tuvo nada que ver chabón, de hecho mi primo me dijo que en
“Harvar” descubrieron que cuando fumas faso los pedos te vuelen a como al
perfume de “Chrisitia” Diorr…yo a mi novia siempre la despierto con los
pedos y le encanta”.

Por supuesto, su primo vive en Wilde y conoce a un chabón cuyo mejor amigo
se cruzó a un flaco en un bar de San Telmo que tiene un amigo que estudia en
Harvard…abogacía Y la novia bueno…claramente tiene que vivir fumada
para bancarse los pedos de este pelotudo.

En fin, el hermano de mi amigo nunca volvió a ser el mismo: una pena pero,
por lo menos, para bien de mi amigo, ya no habla de porro…ahora habla de
Jesús y mi amigo se quiere cortar la pelotas. Y ese no fue el único caso, una ex
de mi hermano que fumaba desde los 14 años y una pendeja con la que salí
que amaba el porro, las dos ahora son bipolares…ojo eso fue por comer
demasiados chicles de menta.

A ver imbécil, todo tiene efectos secundarios: si tomas cinco litros de una de
agua te morís y además sos un pelotudo por haberlo hecho. Por lo menos el
fumador de tabaco tiene más dignidad: no es un boludo negador de la realidad.
Sabe que se está haciendo mierda pero lo hace “porque quiere y es su
derecho”. No sé si es el último de los idealistas o el primero de los pelotudos
pero igual tiene más dignidad. No viene con argumentos inválidos como el
típico: “mi abuelo fuma porro desde los 14 y tiene 90 y todavía se le
para….” O sea bien por tu abuelo…Pero a ver pedazo de gil, yo conozco un
amigo que fue a 160 Km por hora desde Buenos Aires a Mar de Plata en 3
horas y no chocó ¡¡¡¿Y qué?!!!! Eso no significa que no vayas a chocar. Si
cien pelotudos más hacen lo mismo da por seguro que noventa y nueve
terminan adornando el pavimento. Y aunque conozcas a diez giles que haya

104
hecho eso el argumento sigue siendo un invalido porque es inducción. Estabas
tan fumado cuando cursaste “Pensamiento científico” que ni sabes que eso.

Igualmente al que no me banco, ni en pedo, de todos estos engendros de


mierda “fumancheros” caretas es al porrero “outsider”. Ese es el pelotudo que
descubrió el porro y de la noche a la mañana se volvió el defensor de la causa,
el mártir y el perseguido “number one”. Ese no es un verdadero fumanchero,
se trata del típico pelotudo que está todo el tiempo buscando causas para
encontrar una excusa que le permita discutir y humillar a un rival frente a
terceros y mostrarle a las damiselas que presencian la discusión que tan grande
la tiene. Como las pendejas son bastante idiotas se lo terminan cogiendo. Al
cabo de unos años cambia de causa y así se mueve de una causa otra, yendo de
la política a la liberalidad sexual. Son sencillamente infumables.

Por último, quiero aclarar que no estoy diciendo que no fumes porro, o sea, lo
que me rompe soberanamente los huevos es la actitud de estos salames, no el
porro en sí. Todo con moderación, ya sea el café, el alcohol, el porro o las
anfetaminas. De hecho, el porro es un medio eficaz para enfiestar pendejas.
Están tan hechas mierda y baqueteadas porque vienen haciéndose mierda
desde los 13 años, que llegan al a los 18 con más “millaje” en polvos que un
viajero frecuente de Air France y menos neuronas que una ameba unicelular.
Entre la pepa, el LSD y la merca no les quedó mucho. Ahora bien, con toda
leche ordeñada que tienen adentro vamos a poder exportar productos lácteos
por 10 años sin tener problemas en la balanza comercial. Y lo padres…bueno
ese es otro tema: en nombre de la libertad dejan que su hijos se hagan mierda.

Y otra cosa, yo sé que escuchaste que hay muchas personas que a partir de que
empezaron a fumar levantan más “minitas” (mujeres jóvenes) y que garchan
como locos. He visto un par de casos así pero cada sustancia tiene un efecto
particular según la persona y créeme, luego de unos años terminan medios
tarados. Y no funciona con la mayoría. Así que no te recomiendo ese camino.
Si querés levantar, en todo caso hace que la minas fumen o usa éxtasis que es
más efectivo. ¡Hey! No estoy recomendando nada, solo digo que es más
efectivo…eso escuché.

En fin, fuma porro solo para cogerte alguna pendeja descerebrada o para
cuando tengas que fumarme a algún tarado “fuma porro”. En realidad la
mayoría fuma por eso: para no tener que bancárselo. Y para que vean que todo
esto es verdad de casualidad entré a un grupo de Facebook donde una mina
posteo un artículo cuyo título era:

105
“La marihuana es una llave que abre el gen dormido de enfermedades
psiquiátricas” (Chocolate por la noticia). Y por supuesto los comentarios de
los pelotudos pseudo intelectuales eran:

Pelotudo 1: “Eso es falaz; si fuera así todos los que fumamos tendríamos
problemas mentales. ¿De dónde salen los estudios sobre esto?”.

Yo respondí:

“En realidad, hablando en serio, estos estudios, se vienen haciendo hace más
30 años y son bastante serios y concluyentes, igual que los del tabaco. Igual
yo fumo ambos y aceptó las consecuencias. No quiero ser el típico
“fumaporro” paranoico fanáticos que dice: “a mi vieja la podes
insultar…pero no metas con el faso…”
Le ponen “like”. Luego yo comento:

“No sé si sea verdad, pero cuatro personas que conozco que fumaban todo el
tiempo desde temprana edad terminaron medio mal: dos bipolares y otras con
depresión aguda. Ojo, pudo haber sido por otros factores, qué se yo. Yo tengo
una ulcera y no ando culpando al café.” Le ponen “like”.

Pelotudo 2: “Es muy molesto que la gente se tome el tiempo de publicar


mentiras, sin tomar en tiempo para corroborar que sean verdad y peor que
son publicaciones que promueven la intolerancia a los consumidores.”

¿¿¿¿¿Intolerancia a los consumidores????? Si serás hijo de puta.

Yo respondí: “Es una vergüenza. A mí me va peor: me discriminan por


ponerle edulcorante y manzanilla al mate. En el INADI se me cagan de la risa
siempre. Malditos intolerantes de mierda. Macho es el que probó y después
volvió al amargo…pero no dejó la manzanilla”.

Se cagaron de risa…el humor bien calibrado todo lo puede…Tómenselo con


humor, sobre todo los fumacheros de mierda. Si no le gustan fúmense un
“churrito” o chúpenme la pija. Bueno, los dejo, me voy a fumar un fasito….

Como tener sexo en el mundo de la noche

106
Volviendo al tema del humor y el ingenio a la hora de levantar mujeres
jóvenes, como dije anteriormente, estas solo quieren diversión, por lo que no
las vas conquistar con aburridos sermones sino con emociones, humor e
ingenio… Bueno, solo con emociones a veces. Sobre todo, este es el caso si
estás pensando en discotecas (o boliches como les decimos en Argentina). Ahí
todo es rápido, la música es fuerte y la adrenalina esta en los niveles más altos.
Además, la mayoría de la gente está borracha o drogada así que no importa
demasiado el contenido de lo que dices. Debes adaptarte al lugar, es
decir moverte, bailar, sonreír. O sea, estar al mismo nivel energético que las
chicas. Si lo sé, puede ser cansador, así que por ello existen las bebidas
energéticas y otras sustancias. No las recomiendo porque te hacen mierda pero
si no te queda otra…

¿Te has preguntado quienes son los personajes de la noche que más chicas
jóvenes ser levantan? Dejame darte una pista: la respuesta tiene que ver con
las emociones. La disco es el centro de la diversión por lo tanto la entrada al
lugar es clave y aquel que provea dicha entrada tendrá más posibilidades de
besarse con una chica, de recibir un favor sexual o, directamente, de irse a
casa con ella.

Un amigo mío, de hecho, se hizo Relaciones Públicas (RRPP) de uno de esos


antros para, precisamente, poder alcanzar el objetivo de fornicar más
fácilmente. Y, la verdad, es que mal no le fue. Se enhebró a muchas pendejas.
Igualmente él me decía: “el verdadero poder lo tienen los “patovicas”
(guardias de seguridad de la entrada) ya que son el cancerbero de la noche”.

Así es, estos energúmeno adictos a los esteroides y cruzados del bocho
fornican más que los Relaciones Públicas porque tiene más poder en el micro
mundo de la noche: deciden quienes entran y quienes no al epicentro de la
fiesta. He hablado con estos personajes y me han contado la cantidad de veces
que alguna pendeja les exprimió oralmente su bastón viril o de como se la
apretaron vilmente en un callejón.

También escuché a muchas amigas de 25 años recordar todas las travesuras


sexuales (mamadas, orgías, tríos, zoofilia), que habían hecho cuando eran
pendejas. Ya no lo hacen tan seguido porque chupársela a un patovica para
entrar a una disco a los 25 años es bastante triste. Es de gato viejo como
decimos en Argentina. Además se supone que ya tienen plata para pagar la
entrada.

107
En conclusión, a las mujeres les encanta el sexo (más que a los hombres tal
vez) y a diferencia de los hombres, que se “garchan” (fornican) lo que pueden,
las damiselas se “empalman” lo que quieren. Así que, si eres hombre y soltero
(o pirata), sal por las noches con la mentalidad de que muchas mujeres
salieron en modo frenesí sexual. Y si son jóvenes, más todavía porque tienen
el libido por las nubes.

Volviendo al tema de los que tiene “el poder” en el mundo de la noche, los
otros personajes que la “mojan” seguido son los proveedores de diversión en
estado material: los barman. Tengo otro amigo que, con el único propósito de
engarzar cortesanas (disculpe mi bajo lenguaje, no sé cómo expresarme en
español neutro sin repetir expresiones), le pidió al dueño de la discoteca (que
era amigo de él) que lo dejara ser barman en su establecimiento.

Aclaro que mi amigo era un tipo que ganaba muy bien y tenía su propia
empresa. Él solo quería “ponerla” y estaba dispuesto a “trabajar” extra los
fines de semanas para lograr su objetivo. Es más, lo hacía gratis porque plata
no necesitaba ¡Que voluntad señores! Y sí, es admirable. Su meta podrá ser
polémica para algunos pero su voluntad para llegar a su objetivo es admirable.

Lo mejor de todo es que lo disfrutaba. Se ponía a bailar sobre la barra mientras


preparaba tragos especialmente elaborados luego de una extensa investigación
por la Internet de cómo hacer los mejores batidos. Lo gracioso es que, al cabo
de dos semanas, la recaudación de la barra que manejaba subió un 500%. El
dueño de la disco, agradecido por el inusual amento de las ventas, le ofreció
un porcentaje de las ganancias. Él dijo con un toco seco: “No me interesa la
plata, quiero poder dentro de este lugar, dame poder y estatus, es lo único que
quiero”. Entonces el dueño lo puso a cargo de todas la barras. Al cabo de unos
meses ya tenía estatus dentro de ese micro mundo. Sabía lo que quería y lo
obtuvo: incontables encuentros sexuales a cambio tragos (triste) y siempre se
iba acompañado al amanecer. La voluntad y la constancia son claves para el
éxito (cualquiera sea tu objetivo claramente).

Finalmente los que tienen el mayor ratio de “sexo por sustancias” son los
proveedores de productos ilegales: marihuana, cocaína y las tan de moda
sustancias sintéticas (éxtasis, LSD y derivados). No estoy recomendándote
que te vuelvas dealer. Lo único que hago es describir la realidad: estos tipos
son los que más pendejas penetran ya que proveen la “diversión” en estado
puro. Polémico sí, pero es la realidad.

108
De hecho, el arquetipo de hombre ideal para una mujer 20 no es un abogado
de Harvard sino un delaer de cocaína. Por supuesto que, ya a los 30, tiene que
sentar cabeza y encontrar un buen proveedor (de comida no de merca/
cocaína) por lo que el abogado de Harvard es una opción más rentable a largo
plazo. Por supuesto, el fino caballero nunca sabrá sobre todas las pijas que ha
chupado y todas las veces que ha entregado su húmeda “rosqueta” en forma
inmediata a cambio de una onzas de éxtasis. Es más, ella dirá que es virgen.
Por supuesto, a él lo hará esperar tres meses para el sexo. No vaya a creer que
es una cualquiera. Además querrá asegurarse de que el honrado caballero está
buscando algo serio.

Finalizo con una jugosa anécdota de un amigo cirujano plástico que como la
mayoría de los pertenecientes a esta profesión son poseedores de una moral
bastante cuestionable. Este singular personaje se había hecho cirujano plástico
simplemente para poder tener más sexo con mujeres jóvenes. Y debo decir
que mucho éxito tenía ya que, cogerse una pendejea con baja autoestima (que
son la mayoría de las mujeres que se someten a estos procedimientos) es
bastante sencillo.

El tipo no tenía muchos problemas de ética: apenas terminaba la cirugía le


mandaba un mensaje a la paciente para concretar una cita y, en la mayoría de
los casos, aceptaban. Por supuesto que la cita era en su departamento para
ahorrar tiempo. Es más, en una ocasión los puntos de sutura de una de estas
damiselas comenzó a desprenderse mientras lo montaba salvajemente a
nuestro querido cirujano ya que solo habían pasado unas pocas horas de la
operación.

También penetró a la novia de un paciente mientras éste estaba en


recuperación. Así que ya lo sabe: si usted va a hacerse una cirugía estética, no
lleve a su pareja con usted, sobre todo si tiene baja autoestima y, por ende, es
impresionable ante el estatus de un médico y ante una falsa muestra de
dulzura. Estos seres inmorales no perdonan y “cogen” todo lo que camina.
¿No me cree? Miré lo que el genio del neuro marketing Jürgen Klaric dice
sobre este ambiente en su libro “Véndele a la mente, no a la gente”.

“Pero hay que tener mucho cuidado de cómo se usan las neuro ventas. Una
vez me llamaron para hacer un taller en un congreso de cirujanos plásticos.
Cuando llegué, los veía como hambrientos y empecé a sentir el ambiente
pesado. En menos de media hora me di cuenta, por las preguntas, que todos
ellos querían aprender cómo vender cirugías a la mala. Imagínate, un doctor

109
puede operar máximo a tres personas al día, pero creo que querían usar las
neuro ventas para operar a nueve, por decir algo. Entonces, durante cinco
horas me la pasé repitiendo a cada rato que primero estaba la ética. Me di
cuenta que es un sector peligroso y nunca más volví a aceptar hacer un taller
para este segmento”.

Más claro échale agua. Lo terrible es que mi amigo no se detuvo ahí. Al poco
tiempo descubrió que la marihuana era una excelente forma de llegar al sexo
sin muchas habilidades seductoras. Y que la chicas de 18 a 23 años se mueren
por ella. Triste lo sé. El mundo se fue a la mierda tan gradualmente que ni nos
dimos cuenta. Como sea, lo que hacía era ponerse en la puerta de la disco y
decir: “¿Fumas porro?” “¿Vamos a mi casa fumar?”. Y así todas aceptaban.

Una vez le pasó que estaba con un amigo y unas chicas les preguntaron si
tenían cocaína. Como él ese tipo de substancia no consumía ni proveía (algo
de ética tenía), no supo que hacer, así que mintió y les dijo que sí pero que la
tenía en su casa. El problema con las pendejas cocainómanas es que, a la
inestabilidad emocional que conlleva su edad, se le agrega la inestabilidad por
su adicción la cual las hace bastante peligrosas. Al llegar a su apartamento la
chicas se pusieron frenéticas y comenzaron a exigir el producto con
agresividad. “Malditas ninfas descerebradas” pensó él. “Qué carajo hago
ahora?”. Justo cuando él y su amigo empezaban a experimentar pánico, les
vino a la cabeza un pensamiento salvador: “¡Hay azúcar impalpable en la
cocina! Lo peor que les puede pasar es una rinitis y sería mucho más sano que
la cocaína”.

Es increíble lo que una mente inmoral puede pensar para justificar su accionar.
En fin, fueron a la cocina y les ofrecieron el azúcar a las chicas diciéndole que
era la tan ansiada droga. La chicas aspiraron como dos aspiradoras
automáticas y luego del tercer “saque” dijeron: “¡Como pega esto!” Sí, el
efecto placebo. Gracias a esta mentira “blanca”, el cirujano y su amigo
terminaron la noche realizando una orgía de proporciones bíblicas.

¿Qué conclusión podemos sacar de estas historias? Que aquel que no fornica
es porque, o no quiere, o porque es muy pajero (no tiene la voluntad) para
lograr ese objetivo. La voluntad es clave. Si tanto te obsesiona el sexo y
quieres sacarte el morbo hay formas eficientes, como lo describen estas
historias sin embargo se requiere voluntad y persistencia. Para lograr tus
objetivos hay que trabajar.

110
Coger/follar/ garchar no es la único en la vida pero si quieres sacarte el morbo
hay formas de tener sexo con mujeres hermosas encontrando el nicho
adecuado y teniendo la constancia y la paciencia para llegar a tu meta. Ahora
bien, si eres un “pajero” y no tienes constancia, empieza a trabajar para
adquirirla porque sin ella no podrás lograr nada en la vida. Y si logras sacarte
el morbo de empalmarte a una mujer hermosa te darás cuenta que la vida
consiste en más que en eso y es cuestión de encontrar tu pasión, comer un rico
asado con los amigos y encontrar una (o varias) mujeres con las que valga la
pena recorrer el camino de la vida.

La verdad sobre el sexo

Garchar (coger/fornicar/follar) es una de las cosas más lindas de la vida (junto


con comer y cagar). Un estudio en Harvard demostró que el 90% de las
acciones que realizamos, las hacemos para poder garchar. Desde la
construcción de las pirámides, hasta la llegada del hombre a la luna, el
objetivo siempre es el mismo: garchar, ponerla, mojarla, follar…Y, es algo
natural, digo, por un lado es un instinto y por otro es un mandato: hoy en día
la sociedad espera que lo hagamos. Digo, vivimos en una sociedad que
prácticamente nos estimula e incluso nos demanda que forniquemos a cuanta
damisela podamos y especialmente a las que están más buenas. Es más, nos
dicen que si no lo hacemos somos unos pelotudos y, como la mayoría
estamos en esa situación, nos sentimos unos pelotudos. La típica es la de la
propaganda la cerveza. Como odio las propagandas de cerveza.

En la publicidad aparece el típico flaco que se garcha a todas (es decir el


chamuyero o seductor natural o bien entrenado). Es el estereotipo del porteño
chamuyador (que todos desearían ser pero que la mayoría no son). Siempre
vestido igual, con un poco de barba y con la sonrisa del “winer”. Como lo
odio al hijo de puta. En fin, obvio, vemos esto y hacemos la asociación: si me
pongo en pedo con esta birra, me transformo en Juan “el chamuyador”
(siempre se llaman Juan o Diego). Y es verdad, en la vida real este tipo garcha
mucho y no solo coge mucho sino que se enhebra a las minas más lindas. Y a
las damitas les encanta garcharselo (aunque en largo plazo se quejen de que es
un chamuyero y que “todos los hombres” son iguales).

No boluda, son todos iguales los chabones que vos te encamas y encima
representan el 5% del universo poblacional masculino. Es decir que asumís
que el 5% representa al 100%. Podría ser educado y decirte que eso se llama
inducción y que, de hecho, David Hume refutó esta forma de razonamiento

111
hace 300 años pero ¿Sabes qué? Prefiero decirte que sos una pelotuda que
generaliza todo el tiempo y que ni siquiera sabe quién es David Hume porque
cuando debiste haberlo aprendido estabas haciendo orgías con tipos 20 años
mayor que vos totalmente borracha y “falopeada” mientras que tu viejo creía
que estabas en casa de tu amiga Flopi estudiando. “Mi nena no hace esas
cosas” “No sabes las cosas que me hace tu nena viejo pelotudo”.

En fin, sin entrar a discutir la ausencia de los padres hoy en día y la falta de
moral de nuestra sociedad (que son un hecho a pesar que insistamos en
negarlo), gracias a este tipo de propagandas, a la “tinealización” creciente y a
la invasión de la cultura pop yankee estamos todo el tiempo pesando en
garchar minas que están buenísimas. Pero esas minas son enhebradas por un
selecto grupo de pelotudos que por alguna razón representa a todo el género
masculino.

¿Qué pasa con el resto de los hombres mortales? Por un lado tenemos un
amplio espectro de flacos que, si bien pueden garchar, se engarzan lo que
pueden (o más bien lo que ellos creen que pueden). “¿Y estaba buena?”
“Y…estaba dable”. De vez en cuando se enhebran algo decente y, muy de vez
en cuando, alguna mina que está realmente buena. Por supuesto, cuando
ocurre algo así, estos energúmenos lo atribuyen a la suerte. Casi con el mismo
nivel de pedo mental que tenían los romanos y los griegos hace 3000 años
(que cada vez que pasaba algo que no entendían se lo atribuían a los dioses del
olimpo), estos salames se desligan de toda responsabilidad de controlar la
realidad en la que viven. “No sabes la mina que me garché anoche, tuve un
culo (suerte)”. Y no te hagas el pelotudo, seguro que alguna vez dijiste algo
así.

Después están lo que se conforman realmente con lo que les toca. O sea, a
diferencia del grupo anterior ni siquiera salen a buscar una buena concha (a un
boliche por ejemplo) y si salen, los hacen una vez cada muerte de obispo.
Estos patéticos personajes tienen aún más arraigada la creencia que tienen la
mayoría de los hombres de que:

1) Hay que tener facha (atractivo físico) para estar con minas lindas.
2) La mina que te gusta no te va dar pelota así que agarra lo que puedas.

Estas dos creencias limitantes (pelotudas), no solo reducen tus chances de


garchar, sino también de estar con la mina que realmente te gusta. Y en este
caso realmente se quedan con lo que sobra, o sea con lo que ni usted ni yo nos

112
gachariamos aunque estuviéramos a punto de ser ejecutados por el ISIS. En
cierta forma no culpo a estos individuos, están atrapados en su depresiva
realidad inventada por ellos cuyas creencias funcionan como profecías que
auto cumplen una y otra vez. Estos están en una situación más jodida que los
de la primera categoría. Si salieran e irían a un boliche (un lugar diseñado
para la procreación por el más idóneo de los científicos de Cambridge), tal vez
conseguirían algo más decente e incluso, si tuvieran “suerte”, alguna mina que
realmente les guste tal vez les daría bola. Pero como no quieren ir a un boliche
porque no les gusta esos antros de mierda debido a que:

1) Creen que el boliche es único lugar donde podes conseguir minas.


2) Se conforman con lo que tienen.

Igual, aclaro que el boliche no es el único lugar para conseguir minas. Si no te


gustan no vayas. Yo también pienso que son una mierda pero tampoco creas
que es el único lugar para conseguir minas porque eso es otra creencia
pelotuda.

En conclusión: Si no sos de la categoría de los semidioses que pueden


corromper con su chamuyo súper poderoso a cualquier hembra que se crucen,
lo más probable (si no tenés “suerte”) es que termines de novio con la primera
mujer que te de bola y que (con suerte), más o menos te guste. Digo, estar solo
es una mierda.

Y en cierta forma las mujeres hacen lo mismo, porque tampoco les gusta estar
solas. Por eso, al final tenemos muchas parejas que viven una vida de callada
desesperación. Con esto no quiero decir que muchas parejas que se formaron
así no sean son felices, pero muchas más viven una vida de mierda ¿A quién
no le paso de cogerse una mina con novio? Eso pasa todo el tiempo. Y es
normal, digo si yo fuese mina y no encontrara a alguien con quien estar que
valga la pena, antes de seguir garchándome cuanto flaco me cruce, preferiría
estar con alguien hasta que consiga algo mejor. Ojo eso no quiere decir que no
siga en modo frenesí sexual. Sobre todo las pendejas. A cierta edad las
hormonas mandan. Ya a partir de los 25 se calman un poco pero el tema de
“estar de novia” para no estar sola es una regla más que una excepción. Si ya
escucho:

“Ay nene sos un boludo, yo cuando me pongo de novia es en serio y a mi


novio nunca lo cagué”. Puede ser que vos seas la excepción… pero para ¿No
eras vos la que estaba con los dos nigerianos en la combi la otra noche?

113
Los hombres también nos ponemos de novio para no estar solos. Nada te baja
la autoestima más que estar solo sin haberlo elegido. Ojo, si tuviéramos la
oportunidad nos cogeríamos cuanta mina podamos pero si ese fuese el caso no
estaríamos con este bagre en primer lugar… “pero la quiero” (o de eso se
convencen). Si son unos hijos de puta pero las minas también.

BASTA, nadie es un hijo de puta: ni las minas por cogerse cuanto flaco
pueden ni los flacos por cogerse lo que pueden. Acá el problema son las
creencias que tenemos que por supuesto determinan la realidad en la que
vivimos. ¿Nunca escuchaste la frase “Las palabras crean realidades”?
Probablemente no, porque cuando debiste haberla escuchado muy
posiblemente te estabas haciendo una paja pensando en Antonela tu
compañerita de curso que o no te daba ni la hora o “te quería como amigo” y
que por cierto, era penetrada como taladro por el miembro viril del chamuyero
natural del curso que por cierto se garchaba a Mariana, Grisel, María, Martina,
Natalia…en fin, salvo a la gorda que se la dejaba a la plebe (¡Que generoso!).

En fin, las palabras crean realidades. La forma en la que nos hablamos afecta
la forma en la que percibimos la realidad, la forma en la que actuamos y la
forma en la que los demás reaccionan ante como actuamos. Si creés que
Antonela le da bola a los que tienen facha o a los que tienen guita (dinero), y
bueno, muchas chances no vas a tener. Pero te puedo asegurar que eso está
lejos de ser así. Bueno, no siempre, tal vez Antonela sea “alto” gato pero, en
general no es así. Ese tipo de mujeres (los gatos) por lo general se nuclean en
ciertos ambientes (Tinelli).

Si obvio, Antonela se quiere garchar a Horacio (el chamuyero del curso)


¿Quién no querría? Hasta yo me lo garcharía… eh no, mentira. Pero bueno,
seguro que también va querer estar con vos si realmente creés un poco en ti y
dejas de actuar como un pajero pelotudo. Si en vez de pensar en garchártela
empezás a verla como un ser humano, muy probable aumenten tus chances
de…

Sí, ya sé “Te quiere como amigo”, “es más todas te quieren como amigo”
Bueno, ese es otro tema. Eso es porque nadie te enseñó despertar lo que
despierta Horacio en las minas, a calentarlas, a generar atracción. Sí, ya sé que
las mujeres son difíciles de entender y es imposible saber cómo funciona su
mente. Preguntémosle a Mel Gibson. La verdad es que ni ellas saben lo que
quieren. Quieren a un tipo que las respeté, que las trate bien, que sea buen

114
tipo, etc.. pero cuando a aprese Mr rigth lo mandan a la zona de amigos. Mr
rigth es el “el Sr correcto” en inglés. Te lo aclaro por si estabas en una orgia o
pajeándote cuando debiste haber estado estudiando inglés.

Incluso peor, capaz que ya están de novia o casadas con Mr Rigth, ¿Y qué
hacen? Lo engañan con el chamuyero de turno, que no solo las trata como una
puta, sino que las ignora y las denigra. En definitiva, las mujeres no saben lo
que quieren (ojo, los hombres tampoco pero ya llegaremos a eso). Para la
mujer promedio la situación ideal sería estar con ambos o mejor, que en el
fondo el chico malo sea sensible y solo ellas pueden ver su bondad interior, es
más solo ellas pueden sacar lo bueno de él, domesticar al chico malo….

Pelotuda volvé a la realidad, ya estas grande para creer en Papa Noel y los
reyes magos…..(suspiro). En fin las mujeres lo quieren todo y eso no existe, el
mundo no es una película de Hollywood, es imperfecto. En la vida real lo que
hay que hacer es, primero mostrarle a los hombres que pueden estar con la
mujer que le gusta o con las mujeres que les gustan. O sea, tienen que borrarse
la creencia pelotuda de que no pueden, de que solo los tipos con facha pueden
o los que tienen guita, o que no se pueden aprender chamuyar, etc…

Si serás gilipollas, sacate esas idea de la cabeza. Y no solo las creencias


limitantes con respecto a las minas sino todas las creencias pelotudas. La baja
autoestima se huele a metros de distancias como la bosta en las carreteras y las
mujeres lo sienten, y nada es más repelente que eso. Vos que crees que la
facha es todo. A ver no te voy a decir que no. Si fuiste bendecido por los
dioses y tenés más facha que Brad Pitt y George Clooney juntos. Bien por vos.
Sos un hijo de puta, tenés más culo que Jessica Sirio (y probablemente se lo
hayas roto sin pagar, lo cual es un mérito).

Es muy probable que nunca tengas que acércate a una mina hermosa porque
ellas se te acercan a vos. Conozco casos y es así. ¿Pero que pasa después? Si
tu autoestima es baja (y siendo así de carilindo es difícil aunque puede pasar),
esas chicas que te enhebraste la noche anterior y con la que te pusiste a salir te
dejan a los dos meses porque están confundidas….o sea alguien la
confundió…Fue Milton, el que trabaja en el Starbucks, sí, ese que además de
ser un seductor natural, un rey del chamuyo, y el rey de la noche, es más feo
que pisar mierda descalzo, tan feo que pareciera que lo parieron por el culo.
Sí, Milton. Y sí, la facha sin la autoestima es un tema. O sea garchás pero la
pasas mal porque te “enamoras” todo el tiempo (es decir idealizas a las minas

115
con las que salís porque tenés una mentalidad de escases más grande que la
pija de un pigmeo africano) y ellas obviamente te dejan.

Sí, desde luego que si tenés facha y guita, es muy probable que te la re creas y
garches un montón y a los 23 ya estés casado porque te “cansaste de garchar”.
Sin ningún lugar a duda. Bien por vos hijo de la re mil puta. Pero tené en
cuenta que según un informe de la ONU, a nivel mundial el 1% de la
población concentra casi el 90% de la riqueza por lo que dudo que tengas
mucha guita. Y, como la facha está repartida tan mal como lo está la riqueza,
es muy probable que seas feo y pobre. O, en el mejor de los casos, “normal”
de clase media. Aunque si tenés facha pero sos pobre tu vida igual va a estar
solucionada porque en este mundo de mierda ser atractivo es como nacer con
guita: tu vida ya está solucionada. Algún contrato publicitario vas a obtener y
en el peor de los casos terminas como un gato caro.

Conclusión: la facha no importa, así que si no naciste con ella no te hagás


drama. No la tenés, acéptalo y trabaja acorde a eso. Como decía Maquiavelo:
acepta las cosas como son, no como deberían ser. Si Milton fornica con una
modelo vos también podes. Ahora, me dices “Pero es difícil…” Pero nada, las
excusas son para los cobardes. Es más fácil echar la culpa afuera y no hacerse
cargo que tomar al toro por las astas. Si la vida te da la espalda tócale el culo.
Si no vivís en un barrio privado, pensá una forma de hacer guita. Y aun así no
creas que la guita te va a garantizar minas que estas buenas o minas al fin. Sí,
podrás pagar finos gatos pero eso no son minas. Uno quiere a una mujer de
verdad….Y si no es así raja de acá putañero de mierda.

¿Y sabes qué? Aunque te sorprenda, en el fondo a la mayoría de las minas no


les importa la guita ¿Vos creés que para salir con una modelito que vive con
sus papis en un country necesitas tener guita y tener un noble apellido? ¡Esta!
Milton se la enhebra… Y trabaja en un Starbucks, desde hace como 5 años, y
no tiene un PHd, a duras penas terminó la secundaria el muy hijo de puta. y
garcha más que vos. A la minas con guita (que en su mayoría son lindas
porque la gente con guita es más linda que el promedio) les chupa un huevo
que no tengas dinero porque ellas ya tienen así que no me rompas los huevos.
El tema es estar en el mismo círculo social que ella. ¡Pero siempre para esas
fiestas caras necesitan algún lava copas, un mozo o un Stripper! Bueno, con lo
de Stripper seguro terminás con una vieja pero en fin… me entendés.

Ahora bien ¿Querés dejar de ser el pibe que no le dan ni la hora, o el que lo
ponen en la zona de amigos? ¿Querés saber cómo cachondear a una mina?

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¿Cómo seducirla, como enamorarla? Es un largo camino, pero vale la pena
recorrerlo. En el fondo nos hacemos los machotes de que queremos garchar
mil minas, no gusta el futbol y tomamos cervezas, pero en el fondo nos
gustaría estar viendo “Vampire Diaries”, tomando cepita de frutas tropicales
con una mujer que nos guste, que nos haga feliz. Pero atención, no es que
somos felices porque ella está con nosotros, ella está con nosotros porque
somos felices. No hay nada más atractivo para una mujer que un tipo feliz, que
va por la vida sonriendo, que acepta quien es y lo disfruta al máximo. Y de eso
se trata la vida ¿No?

Las 50 sombras de Milton

Anteriormente he hablado sobre la posibilidad de que una damisela con la que


estemos “se confunda” al entrar en contacto con un ambiente festivo durante
los cálidos días de verano. Como ya ha sido mencionado: tu novia/ pareja/
chica con la que sales se va de vacaciones con las amigas a la playa (por
ejemplo) y millones de machos en celo se le acercaran con el único fin de
enhebrarla impíamente. En estos ambientes donde las hormonas de las
mujeres se van al techo junto con sus egos, es donde nuestra damisela “se
confundirá” ya que será engarzada por el más vil de los seres: Milton.

Aclaro que Milton es una creación de mi imaginación que representa a ese


seductor natural que se diferencia de los demás cromañones que habitan estos
sitios por ser simplemente implacable. Él suda energía sexual y seducción, su
mirada es penetrante y sus palabras quiebran la voluntad de cualquier
damisela que ose ponerse en su camino. Nuestra dama podrá ignorar (pese a
sentirse halagada) los intentos de los miles de otarios que se le acerquen pero,
debido a la sagrada ley de los grandes números, tarde o temprano se topará
con Milton y ella no podrá resistirse, simplemente se entregará a sus instintos
más bajos ¿Podemos culparla por ello? Para nada, las mujeres son esclavas de
sus emociones y Milton las conoce a la perfección, sabe que interruptores
activar para que su lado racional desaparezca.

A su regreso ella nos dirá que está confundida y que necesita tomarse un
tiempo. Nosotros la dejaremos ir. Si vuelve bien y sino seguiremos nuestra
vida y encontraremos otra mujer: “Después de un gran amor siempre viene
otro gran amor”.

Pero hablemos propiamente de este ser, Milton. Más allá de la pintoresca


descripción que haya hecho sobre su persona como un amante pasajero, creo

117
que él representa precisamente a ese otro con la que nuestra damisela puede
partir, ya sea en forma temporal o en forma definitiva. A veces es el chico
irresistible que la seduce en la playa y con la que tiene un intenso encuentro
sexual en el mar, otra veces es ese compañero de trabajo o de universidad con
quien tiene un sabroso amorío, y otras veces es con quien termina en pareja,
luego de abandonarnos.

En fondo Milton puede ser cualquiera que vea con ojos de deseos a nuestra
querida damisela y que tenga los recursos para llegar a sus emociones.
Aunque tu esposa tenga 50 años, esté fea y gorda, siempre va a ver un hombre
que le va querer dar (probablemente el verdulero). Alguien que con sus
cumplidos y sus detalles llegará al fondo de su corazón y/o de su húmeda
rosqueta.

La pregunta aquí es: ¿Qué hacemos ante esta situación? ¿Salimos en busca de
Milton con una escopeta recortada en mano? No, no serviría de nada. Por una
lado ejercer la violencia y ser reactivos solo mostrará lo inseguros que somos
y, por ello, nuestra cortesana se alejara aún mas de nosotros. Por otro lado,
Milton no puede ser destruido. Se regenera con mucha facilidad como el T-
1000 de Terminator 2. Además es como el agente Smith de “Matrix”, hay uno
en cada esquina. No vale la pena, por uno que eliminamos aparecen dos más.

Entonces ¿Qué hacemos? Déjenme decirles algo: por más grotesca que la
existencia de Milton nos pueda parecer, él nos recuerda que podemos ser
mejores personas. Si, Milton es un gran seductor, pero las mujeres que dejan a
sus novios, maridos o parejas no van a él simplemente por sus características.
Terminan con él porque van a buscar lo que no obtienen en otro lado: detalles,
afecto, comprensión, sexo, emoción, pasión. Una mujer no deja a un hombre
por las características del “otro”. Lo deja por la falencias de éste. La existencia
de Milton, nos recuerda que debemos trabajar en nosotros, en nuestra
autoestima, y en nuestro defectos. Hacer esto nos conecta más con nosotros y
con lo demás, nos hace más empáticos, más atentos: más atractivos a los ojos
de una muer. Milton es un recordatorio de lo que podría pasar si descuidamos
a nuestra dama. Y no estoy hablando de celos y de vigilarla (eso empeora las
cosas), hablo de cariño comprensión y atención. Y para ello no solo hay que
trabajar en la pareja sino en nosotros, en nuestros miedos e inseguridades.
Milton es una suerte de versión para adultos del hombre de la bolsa o el cuco:
“Cuidado, si no atiendes bien a tu mujer, Milton se la llevará y se la
enhebrará”.

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También podemos aprender de Milton. Digo, es un experto en seducción,
¿Quién mejor para iluminarnos el camino?¿Que ocurre por ejemplo si nos
gusta una hermosa y cálida mujer que está con otro? Milton sabría qué hacer y
hay tanto que podemos aprender. Él sabe, por ejemplo, que la mayoría de las
mujeres están en relaciones insípidas o incluso complicadas por el simple
hecho de evitar estar solas o, simplemente por miedos y presiones sociales o,
incluso debido a una baja autoestima. Milton también sabe que la mayoría de
los hombres son descuidados y poco atentos con sus mujeres. En algún
momento se van a mandar una cagada. Tienen tanto miedo a perderlas que
finalmente la profecía se auto cumple. Un hombre celoso es un hombre
inseguro. Vigilarlas en forma paranoica no es la forma de conservar una
mujer. La mejor forma es atenderlas y comprenderlas. Eso sí, para ello hay
que trabajar todos los días. Es fácil seducir una mujer distinta cada día pero
¿Seducir a la misma todos los días? Ahí está el desafío.

Podemos aprender y convertirnos en Milton para, precisamente llegar a esa


mujer con la que queremos estar. Así que ¿Porque odiarlo si nos puede
enseñar tanto?

Y al final…

Mi querido lector, si ha llegado hasta aquí muy probablemente se sienta algo


desorientado. Este libro comenzó hablando en un tono muy serio sobre temas
extremadamente importantes y al final pareció descender a lo vulgar y al
sinsentido, incluso a lo ofensivo. Sin embargo, si usted es un lector perspicaz,
habrá notado que esto para nada es así. Los apartados que usted leyó a partir
de “Las tribulaciones del Whatsapp”, siguen la misma línea de los primeros
artículos, solo que lo hacen con irreverencia y humor los cuales, al fin y al
cabo, son la pimienta y la sal de la vida. Como lo describí en el escrito sobre
el humor: éste nos sirve para reflexionar, para hablar de los temas más tabúes
y para desafiar la convenciones. Nos permite expresar las cosas de formas más
inteligentes e irónicas. Por eso la falencia de sentido del humor es un grave
síntoma de una inteligencia emocional deteriorada. La verdad no me
sorprendió cuando, al publicar muchos de estos artículos en grupos de
Facebook que he denominado “estúpidamente hiper sensibles y frustrados” las
reacciones hayan sido de agresividad. Lo más triste es que suponía que se
trataba de agrupamientos de individuos con cierto grado de pensamiento
crítico. Hablo de grupos de egresados y alumnos de: Filosofía y Letras,
Sociología y Psicología de la Universidad de Buenos Aires. Al parecer, doce
años del experimento de psicología social al estilo “La ola” llamado

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“Kircherismo” los dejó resentidos con el mundo e increíblemente sensibles.
Aun así no fueron los únicos. Los textos sobre la cultura emprendedora fueron
publicados en grupos de emprendedores y el nivel de agresividad fue igual o
peor. Solo que, en vez de llamarme “facho de mierda” me llamaban “zurdo
roñoso”. En algunos casos fue por el mismo texto. Dicen que si te critican los
de la derecha y los de la izquierda al mismo tiempo esto quiere decir que estás
haciendo bien las cosas. De hecho, por algunos de los textos humorísticos fui
llamado machista, por algunos, y feminista por otros. Claramente, los textos
son un espejo del alma del lector y solo reflejan sus valores, sentimientos y
frustraciones. Fueron muy pocos los que captaron las ironías y pudieron ver
más allá del análisis superficial. No obstante, con gente sensible no hay otro
resultado posible: se ofenderán por cualquier cosa. En uno de los grupos
consideraban “violentos” los textos del “Baile de las máscaras” y aquel en el
que hablo sobre el amor y la amistad en tiempos de Selfis. Claro que está
gente tiene el pésimo habito de victimizarse todo el tiempo y por ello se la
pasan viendo personas violentas, racistas, machistas y homofóbicas por todos
lados. Como si no hubiera suficiente de todo eso en el mundo, buscan donde
no hay.

Tanto para los grupos con alguna afinidad política como para los grupos de
emprendedores se da algo muy curioso: la necesidad de defender con uñas y
dientes un ideal o una causa, ya sea el feminismo, un movimiento político, el
movimiento emprendedor, etc… En el fondo se trata de personas que no
encuentran sentido a sus vidas y que viven muy frustradas. Por este motivo es
que fueron fácilmente manipuladas gracias a las técnicas que describí en
algunos de los textos. Todos queremos pertenecer a algo, especialmente a un
movimiento noble que nos haga trascender. El problema es que los políticos y
expertos en marketing lo saben muy bien y lo usan en contra de nosotros. Y
ocurre en todo el mundo. Miren lo que ocurrió con Trump y Bush en los
Estados Unidos. Siempre las mismas técnicas: crear una causa de apariencia
noble y utilizar luego los prejuicios y frustraciones individuales de las
personas en contra de ellas. Hasta los publicistas lo hacen.

Tomemos un ejemplo concreto para ilustrar este punto. Hace un tiempo atrás
en Argentina apareció una propaganda creada por el Alto Palermo Shopping
para aumentar las ventas. Hasta aquí nada del otro mundo. Lo que ocurrió fue
que lo genios malvados de la publicidad descubrieron un dato interesante:
existía un segmento poblacional y demográfico que sufría de mucha
frustración y decidieron aprovecharse de ello para venderles el producto. Se
trataba de las mujeres profesionales de 25 a 40 años. Las tristemente

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conocidas bajo el nombre de “treintañeras resentidas”, la cuales usted puede
encontrar en cualquier bar de Palermo luego de las 21hs o en un After Office.
Es un perfil interesante porque, por supuesto, tiene el poder adquisitivo para
comprar en las tiendas de dicho shopping. También son famosas por repetir
frases asquerosamente estereotipadas como “los hombres son todos iguales”
cuando en realidad siempre salen con los mismos. Los publicistas notaron
rápidamente lo frustradas y solas que se sienten están mujeres luego de
amargas experiencias en la tierra del “chamuyo” y se preguntaron cómo
podrían aprovecharse de ello. No les fue fácil deducirlo, los nuevos
movimientos feministas se la pasan reclutando soldados en esta demografía
utilizando el truco más viejo: cuando quieres buscar un adepto a una causa
dale alguien a quien culpar por sus frustraciones. Podemos observar este
“truco” en todos lados. Desde en el nazismo y los movimientos de derecha
europeos de la actualidad hasta en los regímenes populistas de Latinoamérica.
Funciona siempre. Es más fácil echar la culpa afuera que hacerse responsable
de lo que sentimos. Es casi un tentación. En este libro hay varios textos donde
hablo de ello. Como sea, en la publicidad aparecían mujeres que se
encontraban con sus ex parejas y, al verlas, los hombres las veían radiantes y
por supuesto, acompañadas por un hombre más atractivo. El lema de la
propaganda era: “ve a comprar al shopping para ponerte más linda y vengarte
de tu ex”. Sin duda triste y peligroso. Triste porque se aprovecha de un
sentimiento negativo y peligroso porque lo exacerba.

Los movimientos feministas en la actualidad utilizan la misma técnica: crean


un movimiento (sentimiento de pertenencia), una causa noble que los legitima
(la lucha por la igualdad) y un enemigo a combatir (el hombre, el machismo y
el patriarcado). Cada vez es más común encontrarse con mujeres aferradas a
estas ideas y lo que noto en ellas es lo mismo que notaba en los adeptos al
kirchenrismo o cualquier movimiento que utilice dichas técnicas: fanatismo.
Para volver alguien fanático a una causa dale algo por lo que luchar y alguien
a quien odiar. Pregúnteselo a los nazis o sino a los estadounidenses durante la
presidencia de Bush. También he notado mucha agresividad: es casi imposible
mantener una conversación normal con ellas porque cualquier cosa que digas
te hará quedar como un machistas falo céntrico patriarcal. Las pobres no se
dan cuenta que ningún hombre decente (o cualquier ser humanos normal si
vamos al caso) querrá estar con ellas. Su actitud aleja a las personas que
contradicen sus creencias sobre el mundo y atraen a aquellos que las
confirman. A su vez, este tipo de movimientos justifica la victimización de
muchos hombres con el mismo nivel de resentimiento los cuales se agrupan en
patéticas agrupaciones como MGTOW, la cual lucha contra un enemigo

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despiadado: “el feminismo”. Cada extremo tiene su contraparte que le da
sentido a su existencia. De ahí viene la famosa frase: “si el anti semita no
existiera el judío lo hubiese inventado”. Creo que la frase era al revés pero el
sentido es el mismo. Y antes de que diga que soy un nazi por decirlo (típico
comportamiento de alguien que se victimiza y usa la retórica para agredir), le
aclaro que mi madre es de origen judío (aunque ahora es budista) y mi padre
de origen católico (aunque ahora musulmán e hinduista). Así que hágame el
favor y váyase a la mierda y con todo el cariño del mundo le digo: chúpeme la
pija.

En el fondo es más de lo mismo: las mismas técnicas de psicología social


usadas con personas que se victimizan todo el tiempo. Lo mismo ocurrió en
política: por odio al kirchnerismo (un movimiento corrupto basado en el
resentimiento social) mucha gente votó a Mauricio Macri quién representa un
movimiento elitista cuyos único objetivo es beneficiar a un sector reducido de
la población.

En realidad, la solución emocionalmente inteligente para estos hombres y


mujeres frustrados y resentidos es trabajar sus prejuicios y creencias que son,
en última instancia, los que determinan el mundo en el que viven. La idea es
trabajar por relaciones constructivas y amorosas y estos movimientos que se
alimentan de emociones negativas y las exacerban solo empeoran la situación.
Incluso atentan contra las mismas causas que dicen defender. Nada peor para
una causa que alguien que se le une, no para luchar por construir un mundo
mejor, sino para canalizar sus frustraciones personales. Si peleas por algo
asegúrate que sea por el motivo adecuado. Si sientes bronca e ira, muy
probablemente estés allí por el motivo errado. Si luchas desde la comprensión
y en forma emocionalmente desapegada, estás en el camino correcto.

El problema con la sociedad Argentina es que siempre fuimos propensos a


canalizar nuestro resentimiento interno mediante movimientos políticos y
causas externas en lugar de trabajar lo interno. Por eso nos victimizamos todo
el tiempo y la agresividad es una de nuestras características principales así
como la arrogancia. Para colmo de males, en las últimas décadas esto se ha
potenciado gracias a los movimientos que lo utilizan a su favor para fabricar
adeptos. Hace muy poco un amigo colombiano me dijo: “¿Qué les pasa a las
mujeres de tu país están muy agresivas?”. Que le iba a decir. No tiene que ver
con ellas sino con una sociedad de rasgos específicos. Es un reflejo más de un
problema históricamente complejo. Yo, por mi parte, me puse de novio con
una Colombiana que son dulces y tiernas. En ese sentido, siempre fui

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pragmático. Por eso me fui del país. Quería estar en pareja con alguien con
quien pudiera construir un proyecto de vida y que me malcriara mucho porque
soy muy consentido.

Necesitamos hablar de estos temas con libertad, empezar a ver las cosas con
una óptica más amplia. No se trata de “la guerra de los sexos”. Tenemos una
enorme cantidad de problemas sociales que se esconden bajo de pantalla
“marketinera” de los debates bipolares. Desde la pobreza hasta el verdadero
machismo, debemos abordar los temas con seriedad y no desde una
perspectiva egoísta a través de la cual canalizamos nuestras frustraciones.
Hace poco hablé con una mujer joven que habitaba en una villa miseria cerca
de Buenos Aires. Es gracioso la forma en la que se refirió a las marchas
feministas del “Ni una menos”, “La marcha de las putas” y el reciente “Me
too”. ¿Saben lo que me dijo?: “Ah sí, la marcha de las chetas (las ricas)”.

La violencia de género en sus formas más atroces afecta más que nada a las
mujeres de clase baja (que gracias al aumento de la pobreza en la Argentina
ahora constituyen la mayoría de la población femenina) y no a la niña rica
mimada que vive en la burbuja de su barrio privado o en una “nube de pedos”
en la Universidad de Sociología o de Filosofía y Letras de la UBA. Es como
dice una de las pocas feministas con sentido común Camille Paglia: “el nuevo
feminismo es un feminismo burgués armado por la niña rica que quiere que el
mundo sea como su barrio privado”. Y así no son la cosas: el mundo es un
lugar hostil y para cambiarlo primero debemos aceptar como es y salir de
nuestras burbujas de ignorancia. A mí me encantaría poder salir con un traje
Armani a pasear por un barrio peligroso sin ser asaltado. Pero muy
probablemente terminé siendo atracado. Así funciona el mundo y, si en todo
caso, deseo ejercer mi derecho a vestirme como quiero, llevaré un arma para
defenderme porque sé cómo funciona el mundo y no voy a ser ingenuo ni a
quejarme porque me discriminan debido a la forma en la que me visto. Ese es
el primer paso para cambiar las cosas, viéndolas como son y no como deberían
ser. A la mayoría de las manifestantes de esas marchas les importa poco y
nada las mujeres pobres del conurbano bonaerense que son violadas todos los
días. Dicen que marchan por una cuestión de género (una actitud altruista)
pero en el fondo marchan por sus intereses particulares y de clase (una actitud
egoísta). Las mujeres de clases bajas ven a las representantes de esos
movimientos por lo que realmente son: una par de “chetitas” con aspiraciones
de gloria, reconocimiento y fama cuyo máximo sueño es ir hablar de las
injusticias contra la mujer en la Naciones Unidas mientras promocionan sus

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libros y comen comida gourmet. Es necesario ver las cosas como son y
abordarlas en forma honesta.

Por eso el humor en la Argentina se hace más necesario que nunca: nos
enfrenta con nuestros demonios, nos obliga a pensar, nos desafía. Y lo
necesitamos más irreverente que nunca para enfrentar esta tendencia a la
victimización que se esconde detrás de lo políticamente correcto. Tomemos
como ejemplo los textos que he escrito. Claramente un lector astuto se dará
cuenta que fueron escritos con mucho sarcasmo. Como lo mencioné antes, a
veces la forma de atacar una postura, racista, discriminatoria o misógina es a
través de la exageración o la ironía. Claro que, debido al analfabetismo
funcional de hoy en día, a mucha gente le cuesta entender ese nivel del
lenguaje. Y, lamentablemente, hablo de personas que se encuentran en los
grupos a los que me referí los cuales, se supone, tienen un alto nivel de
educación no obstante, se quejan si el texto es muy largo y leen el título pero
no el contenido. Tan desesperados están por ofenderse que ni siquiera leen con
atención lo escrito.

Si se fijan, en el texto “Como tener sexo en el mundo de la noche” y “La


verdad sobre el sexo”, estoy denunciando temas muy graves como el aumento
del consumo de drogas en personas cada vez más jóvenes, la desidia parental,
la falta de empatía por el otro, la depresión adolecente. Ahora bien, en lugar
de hacerlo de forma directa lo planteo en forma irónica: “Como levantarte una
pendeja borracha”. El título parecerá inmoral pero busca llamar la atención y
denunciar y, si el lector es lo suficientemente perspicaz, se dará cuenta de esto.
No se imaginan la cantidad de puteadas que he recibido por esos textos. Hay
que reírse en la vida. En esos textos y en otros como “La música como
afrodisiaco” y en el que hablo de los fumadores compulsivos de marihuana,
me burlo del grotesco del hábito de victimizarse. A su vez, destaco los
comportamientos ridículos pero reales de los hombres y las mujeres. Una
madre me comentó que luego de leer el artículo entendió porque su hijo de
catorce años quería que le comprasen una guitarra. Claramente la mujer captó
la ironía y el humor. Lamentablemente fue la única, el resto no hizo más que
insultarme y llamarme machista. Lo único que hice es describir lo que observo
día a día. Muchas amigas me han admitido que se han “enfiestado” a un
músico hippie roñoso durante un viaje por norte argentino. Es el único
momento en el que pueden hacerlo, cuando vuelven a la ciudad no tienen
libertad porque la sociedad las reprime. Y sí, también les encanta
vanagloriarse de sus cuerpos en la playa y en las redes sociales. Yo lo haría
también si no tuviera una panza cervecera. En fin, por cada tema podemos

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tomar un enfoque serio o uno humorístico. A veces elijo el serio y otras veces
el humorístico. Hay que reírse un poco. Finalizó con el monologo final del
personaje de la serie Duckman quién resume la importancia del humor:

“Es precisamente cuando el humor es ofensivo cuando lo necesitamos más.


La comedia debe provocar. Debe desafiar los prejuicios. El humor debe
dejarte distinto de cómo te encontró. Sí, seguro, el humor puede herir, incluso
alienar pero el riesgo es mejor que la alternativa. Exijan ser desafiados.
Demanden ser ofendidos y ser tratados como adultos pensantes e
inteligentes”.

Para qué escribo


Muchos me preguntan para qué escribo. Es decir porque me la paso
escribiendo artículos casi con una compulsión automática. La respuesta es
simple: escribo porque necesito hacerlo. Si estoy feliz, necesito expresar esa
emoción en palabras. Necesito pintar una hoja en blanco con la tinta de la
dicha. Así de simple. Si estoy triste o enojado, me pasa lo mismo.
Simplemente escribo con la esperanza de que, a medida que avanzo, mi mente
vaya resinificando la emoción.

Escribiendo me conozco más. Conozco mis más profundos pensamientos y me


permito modificarlos. Lo hago a través del humor y la ironía. Reírme de mí
mismo y del mundo grotesco en el que vivo es mi forma de lidiar con el día a
día. Quiero estar todos los días borracho de escritura para poder tolerar la
monotonía de la rutina y para encontrarle sentido a mi vida. Por eso desde
hace cuatro años que vengo escribiendo un diario de mi vida. No solo me
conozco más ahora gracias a ello, sino que puedo modificarme. Al modificar
los pensamientos en la hoja, modifico lo que siento transformando mi ser. La
acción genera ser y escribir es una acción increíblemente poderosa.

Escribo para ser libre y público para que, tal vez, con mucha suerte, algunos
de los escritos toquen el alma de alguien y modifiquen aunque sea en forma
infinitesimal los pensamientos y creencias de quien los lee. Tal vez escribo
también para que me conozcan, para que me comprendan, para que puedan ver
la vida a través de mis ojos. Eso no es fácil. La única forma de ver esto es leer
todo lo que he escrito, lo cual equivaldría a leerse diez novelas. En vez de eso,
solo publico fragmentos de lo que soy y, en cierta forma, esos textos terminan
convirtiéndose en un espejo de quien los lee. Es gracioso que he sido de
acusado de fascista de mierda y zurdo sucio por el mismo texto. Asimismo me

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llamaron machista y feminista por el mismo artículo. También me llamaron
rencoroso y tolerante por el mismo escrito.

Solo los que se atrevieron realmente a conocerme fuera del espejismo virtual
pudieron ver más allá de las apariencias. Admiro el valor de aquellos que se
han atrevido a ir más allá de sus prejuicios. En cierta forma, esto habla bien de
ellos y de su deseo de deshacerse de sus pre concepciones. Aquello no es fácil
teniendo en cuenta que escribo con un estilo provocativo y algo irreverente.
Sin embargo, de no hacerlo, ¿cuál sería la gracia? Me río de las variadas,
opuestas y curiosas interpretaciones de mis textos. Desde comentarios de
halago hasta agresiones sin sentido. Desde descargas emocionales hasta
interpretaciones lógicas de lo más complejas.

Si bien escribo para mí, también escribo para otros porque, insisto, si puedo
aunque sea cambiar la vida de una de las personas que me lee, incluso sin
enterarme, entonces mi vida tiene propósito. Posiblemente la mayoría será
indiferente, burlones o incluso agresivos pero si por lo menos existe en aquel
mar de resentimiento alguien que pueda percibir la verdadera naturaleza de lo
que escribo, entonces este efecto secundario de una actividad de catarsis
personal dará significado a todo.

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