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Diego Rivera (1886-1957), el pintor y muralista mexicano, fue una de las figuras
artísticas más significativas del siglo XX. En la producción de sus obras más
importantes, se inspiró en grandes eventos, especialmente la Revolución Rusa de 1917 y
la Revolución Mexicana de 1910-1920.
Rivera tuvo una larga y complicada historia con el Partido Comunista y la Unión
Soviética, la mayoría de la cual, desafortunadamente, no es examinada en la exposición.
Sin este contexto, el espectador no podría entender los cambios que Rivera —y la
misma URSS— vivieron a lo largo de las tres décadas entre sus dos visitas. A pesar de
sus limitaciones, la exhibición, particularmente los materiales de su primera visita,
develan las experiencias que lo inspiraron a escapar los confines del nacionalismo
mexicano y, durante su periodo más sano como artista, emprender la creación del arte
revolucionario.
En 1927, Rivera fue invitado a la URSS para participar en las conmemoraciones del
décimo aniversario de la Revolución de Octubre. Fue parte de una delegación de
“trabajadores y campesinos” representando a México. Al llegar, fue nombrado miembro
del Partido Comunista y un delegado de la Liga Nacional Campesina mexicana.
Su relación con el Partido Comunista Mexicano (PCM) ya era tensa, sin embargo. Antes
de su primera visita, ya había renunciado (1925) y había sido readmitido (1926) al
partido estalinista mexicano.
Rivera atestiguó las festividades del aniversario de primera mano, creando bocetos de
las masas serpentinas marchando por la Plaza Roja. Se conmovió profundamente por
esta poderosa manifestación de la fuerza de la clase obrera. “Nunca olvidaré la primera
vez que vi en Moscú la marcha y el movimiento organizado de la gente”, escribió
Rivera. “Una mañana temprano caía la nieve en las calles. La masa en marcha era negra,
compacta, unida rítmicamente, elásticamente tenía el flotante movimiento de una
víbora, pero era más amenazante que cualquier serpiente que yo pudiera imaginar”.
A principios de mayo de 1928, Lunacharski le informó a Rivera que debía dejar el país
para evitar ser arrestado por actividades “en contra de Stalin”. Aunque no es claro cuál
fue la razón inmediata de su semiexpulsión, es probable que la relación de Rivera con
artistas que previamente tuvieron una relación positiva la Oposición de Izquierda lo
pusieron en la mira de la burocracia. Su mural del ejército rojo nunca fue completado, y
no regresaría a la Unión Soviética hasta dos años antes de su muerte.
El Ejército
Rojo, 1928, Boceto de Mural, Museo de Arte de la Ciudad de Nagoya, Japón
El tiempo que pasó con el grupo Octubre también tuvo un efecto duradero en las
composiciones de Rivera. Las configuraciones de collage que usaban en sus carteles
propagandísticos están presentes en los murales de Rivera después de su visita, según el
catálogo de la exposición.
Un año después de su visita, Rivera fue expulsado una vez más del Partido Comunista
por hablar en contra del estalinismo. Una cacería de brujas anticomunista en México el
mismo año llevó a que Rivera y Frida Kahlo, su esposa y compañera socialista, pasarán
una gran parte del principio de los años 30 en Estados Unidos.
Rivera pintó muchos de sus murales mejor conocidos durante este periodo. Terminó sus
asombrosos frescos Industria de Detroit en el Instituto de Artes de Detroit en 1933. El
hombre controlador del universo fue reproducido en el Palacio de Bellas Artes en la
Ciudad de México en 1934 después de que el original en el Centro Rockefeller en la
Ciudad de Nueva York fuera destruido por mostrar a Lenin. Estas obras le dieron vida a
las dificultades y luchas de la clase obrera y mostraban a líderes socialistas —
principalmente Lenin y Trotsky— proporcionándoles liderazgo a las masas.
En 1936, Rivera se convirtió en un partidario abierto del movimiento para una Cuarta
Internacional y ayudó a persuadir al presidente mexicano Lázaro Cárdenas para darle
asilo a Trotsky en México. En este periodo, Rivera expresaba conscientemente la
necesidad de vincular los esfuerzos artísticos con el avance del socialismo internacional,
lo cual lo hizo uno de los intérpretes más importantes de la Revolución de Octubre
durante ese tiempo. Es 1938, Rivera colaboró con Trotsky y el escritor francés André
Breton en el “Manifiesto por un arte revolucionario independiente”.
“El verdadero arte, es decir aquel que no se satisface con las variaciones sobre modelos
establecidos, sino que se esfuerza por expresar las necesidades íntimas del hombre y de
la humanidad actuales, no puede dejar de ser revolucionario, es decir, no puede sino
aspirar a una reconstrucción completa y radical de la sociedad, aunque sólo sea para
liberar la creación intelectual de las cadenas que la atan y permitir a la humanidad
entera elevarse a las alturas que sólo genios solitarios habían alcanzado en el pasado”.
Revolución
Rusa, 1933, Museo del Palacio de Bellas Artes, Ciudad de México
También en 1938, (en “Arte y política en nuestra época”), Trotsky le dio tributo a la
contribución específica de Rivera al arte y la sociedad.
“En el área de pintura, la Revolución de Octubre encontró su intérprete más grande no
en la URSS, sino el lejano México… Nutrido en las culturas artísticas de todos los
pueblos, de todas las épocas, Diego Rivera ha permanecido mexicano en las fibras más
profundas de su genio. Pero lo que lo inspiró en estos magníficos frescos, que lo
elevaron por encima de la tradición artística, por encima del arte contemporáneo, en
cierto sentido, por encima de él mismo, es la poderosa erupción de la revolución
proletaria. Sin Octubre, su poder de penetración creativa en la épica del trabajo, la
opresión y la insurrección, nunca habría alcanzado tal amplitud y profundidad".
El esfuerzo artístico de Rivera es indeleble, pero no resultó ser inmune a las enormes
presiones y traumas de mediados del siglo XX. El asesinato de Trotsky en 1940,
combinado con las traiciones del estalinismo, el ascenso y los crímenes del fascismo y
los horrores de la Segunda Guerra Mundial, desorientaron a un sector cada vez más
escéptico y pesimista de artistas e intelectuales que eligieron creer que el estalinismo
presentaba la continuidad de la Revolución de Octubre. Perdiendo su confianza en la
clase obrera y la habilidad de la Cuarta Internacional para construir una dirección
revolucionaria, Rivera fue víctima de esta confusión y desmoralización. Hizo
numerosos intentos para reincorporarse al PCM y finalmente fue readmitido en 1954.
Rivera visitó la Unión Soviética por segunda vez en 1955-56 para recibir un tratamiento
de cáncer en el Hospital Botkin en Moscú. La terapia de cobalto —el tratamiento que
recibió Rivera— era más avanzado en la Unión Soviética y no estaba disponible en
México.
En ese entonces, Rivera no era particularmente honesto consigo mismo o con los demás.
En sus comentarios durante este tiempo, es difícil, y quizás imposible, separar lo que era
una genuina apreciación por los avances de la sociedad soviética y lo que era un
esfuerzo para ganar favores con el régimen posterior a Stalin y su aparato internacional.
“Estoy viviendo dentro de una sociedad nueva, compuesta de seres que sí son realmente
seres humanos. ¡Qué fineza, qué firmeza, qué claridad en el pensar, qué delicadeza en el
ser, y qué amabilidad y qué bondad sencilla y constante!”
Veterano de 1917
Sin embargo, con algunas excepciones, hay una disminución notable en la calidad del
arte que Rivera produjo durante su segunda visita. Las pinturas de la poderosa clase
obrera y el Ejército Rojo fueron reemplazadas en su mayoría por retratos individuales.
Ya no pinta a los grandes líderes socialistas que una vez defendió al punto de que
censuraran o destruyeran sus murales. La ruptura de Rivera con el socialismo
revolucionario y su capitulación a sus traicioneros hirieron gravemente su habilidad de
sintetizar la verdad objetiva del mundo a su alrededor.
Después del tratamiento de Rivera, Rivera y Hurtado hicieron un recorrido por el este
de Europa. Visitaron el campo de concentración en Auschwitz y el búnker de Hitler en
Alemania, entre otros sitios. Después, la pareja regresó a México en abril de 1956.
Rivera falleció el 24 de noviembre de 1957, dejando atrás varias obras que no pudo
completar antes de su muerte. En el Hospital Botkin, Rivera creó bocetos fascinantes
para un nuevo mural en la Facultad de Ciencias Químicas de la Universidad Nacional
Autónoma de México (UNAM). El boceto contiene instrucciones de Rivera, hechas a
mano, sobre los temas y materiales que deberían ser usados en el nuevo mural.
En septiembre de 1927 el muralista Diego Rivera llegó a la Unión Soviética. El artista formaba
parte de la delegación mexicana que emprendió un viaje a Moscú para celebrar el 10º
aniversario de la Revolución de Octubre. Rivera pasó medio año en el país de los soviets dando
conferencias y debatiendo temas artísticos y políticos. En mayo de 1928 Rivera hizo la maleta y
salió huyendo de la URSS. ¿Qué ocurrió? ¿Por qué se fue de la URSS de forma tan repentina?
Detalle del fresco de Diego Rivera "El hombre controlador del universo" con León Trotski, Friedrich
Engels y Karl Marx. Fuente: Éclusette (CC BY 3.0)
En realidad, Rivera hacía estos dibujos pensando en la creación de una obra más
imponente: tenía planeado hacer un fresco que representase las escenas de la vida
soviética. Finalmente, en 1933 por encargo de la familia Rockfeller, Diego Rivera
comenzó a pintar el mural El hombre controlador del universo para el Centro
Rockfeller de Nueva York. Sin embargo, la obra no fue terminada debido a las
discrepancias políticas y artísticas que surgieron entre Rivera y los Rockfeller. Cuando
el mexicano se negó a quitar la figura de Lenin, la familia millonaria mandó destruir el
fresco. Sin embargo, en 1934 Rivera reprodujo el mural en el Palacio de Bellas Artes de
México.
Detalle de Lenin en la obra El hombre en el cruce de caminos (1934) de Diego Rivera, mural en
exhibición permanente en el Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México. / Jaontiveros (CC BY-SA
4.0)
Parecía que Rivera se encontraba muy a gusto en Moscú, donde estuvo rodeado de
comunistas y artistas con los que compartía y debatía sus ideas. Las cosas le iban tan
bien que en noviembre de 1927 el muralista firmó un contrato con Lunacharski,
comisario de Educación y Cultura de la URSS, para la creación de un fresco en el
Palacio del Ejército Rojo. Pero no era una tarea fácil.
Los asistentes que ayudaban a Rivera eran amateurs, además, el mexicano discrepó en
lo esencial con los comunistas. Rivera propuso modificar la sala principal del palacio
quitando todas las decoraciones imperiales, que había clasificado como “basura”. Los
expertos soviéticos se opusieron a los cambios, ya que querían una obra al estilo
Imperio. Después llegó un nuevo encargo: hacer un retrato de Stalin (en aquella época
los pintores de renombre se sentían obligados a retratar al secretario general del Partido
Comunista para poder avanzar en su carrera artística). Pero, al parecer, esta petición no
lo hizo mucha gracia a Rivera.
Llegó el invierno, duro y frío. Rivera enfermó y tuvo que ser hospitalizado en el
Kremlin. Cuando salió del hospital, se dio cuenta de que las cosas habían empezado a
cambiar muy rápidamente en su ausencia. Su nombre, que antes provocaba admiración
y respeto en los soviéticos, ahora se recibía con gritos de protesta e indignación. Se
enfrentó a una campaña de difamación. Se le criticaba por todo y por todas partes.
Al mismo tiempo, Rivera seguía intentando sacar adelante el freso del Palacio del
Ejército Rojo. Pero sus peticiones diarias de ayuda material para el proyecto se
quedaban sin respuesta.
Sin embargo, la historia no acaba aquí. Veinte y tantos años después, entre 1955 y 1956,
Rivera volvió a Moscú. Hizo una serie de dibujos dedicados a la URSS, aunque esta
obra no fue terminada. Un año más tarde, Rivera murió en México.
Lea más:
INBADiego Rivera y la experiencia en la URSS en los museos Casa
Estudio Diego Rivera y Frida Kahlo, y Mural Diego Rivera
Boletín No. 1561 - 27 de noviembre de 2017
.
Una revisión, a través de 289 piezas, de las dos estancias del muralista en la extinta
Unión Soviética
Los museos Casa Estudio Diego Rivera y Frida Kahlo (MCEDRyFK) y Mural Diego
Rivera (MMDR), en colaboración con la Coordinación Nacional de Artes Visuales del
Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), mostrarán, por vez primera, una revisión
exhaustiva de los dos viajes que el muralista guanajuatense realizó a la extinta Unión
Soviética, en la exposición Diego Rivera y la experiencia en la URSS, que podrá ser
visitada del 30 de noviembre de 2017 al 8 de abril en ambos recintos del INBA.
Bajo la curaduría de María Estela Duarte y Mariano Meza Marroquín, la muestra reúne
289 piezas entre manuscritos, dibujos, óleos, acuarelas, fotografías, carteles, objetos,
video y material complementario.
Pieza fundamental fue el archivo de la cuarta esposa de Rivera y galerista de arte Emma
Hurtado (hoy en resguardo de su sobrino), quien conservó el registro de toda la obra
realizada por Diego Rivera durante su segundo viaje a la Unión Soviética, mediante el
cual fue posible consolidar gran parte de la investigación.
“Esta es la primera vez que se profundiza en las dos estancias de Diego Rivera en la
URSS. La primera fue en 1927, cuando fue invitado como parte del Partido Comunista
Mexicano a celebrar el décimo aniversario de la Revolución Rusa. Durante su estancia,
además de dictar conferencias e impartir clases sobre muralismo, fue invitado a realizar
un mural, el cual no fue terminado.
“La segunda visita fue en 1955, cuando lo invitaron para entregarle un reconocimiento.
Teniendo conocimiento de los avances médicos que se estaban desarrollando en la
Unión Soviética, el pintor decidió aprovechar este viaje para ser tratado del cáncer que
padecía en el hospital Botkin.
“Posiblemente haya algo en la Casa Azul, aunque no tenemos la certeza. Sin embargo,
fuimos armando piezas a partir de la correspondencia que encontramos y de la
colaboración muy importante de Larisa Ivanova, del Archivo de Literatura y Arte de
Rusia, que es el mayor repositorio de ese país, pero quedan líneas de investigación
abiertas”, detalló Duarte.
“Es muy importante resaltar que estos viajes no conforman una línea paralela de la vida
de Diego, sino que son experiencias sustantivas que transformaron su mirada en torno al
arte, la cual se ve en los murales que realizó después de 1927, por ejemplo, en la
Secretaría de Educación Pública o en el Palacio de Bellas Artes. También hay que
destacar que son experiencias concretizadas sobre todo en el ejercicio del dibujo. Quizá
por eso no se estudia tanto.
“En este primer viaje, lo que le embelesó fue el teatro, la arquitectura y toda esa
avanzada del constructivismo. Diego se sorprendió con los desfiles del aniversario de la
Revolución Rusa, en el cual participaron millones de personas. Él se sentó al lado de
Stalin, de quien hizo un dibujo que se perdió, pero salió publicado en una revista, la cual
está en la muestra”.
De acuerdo con Duarte y Meza, del primer viaje hay un contingente de obra perdida y
de información que falta por rastrear, como unas acuarelas fotografiadas por Tina
Modotti, quien entonces se encargaba del registro de obra para venta. “También falta
revisar los archivos de la Academia de Bellas Artes de Rusia, el del Ejército Rojo y los
de Mayakovski, entre otros. En el catálogo queda una buena cronología”, dijeron.
El viaje de Diego Rivera a Moscú en 1927-1928 fue esencial, sobre todo, en lo relativo
a la conceptualización de su obra, ya que comenzó a incluir soldados soviéticos y
obreros como protagonistas casi mesiánicos dentro de sus murales.
“El segundo viaje quedó muy bien registrado porque lo realizó con Emma Hurtado,
quien se encargó de tomar los datos, incluso, de los más pequeños bocetos. Sin
embargo, lo que destaca son los dibujos que realizó desde su llegada a Rusia hasta el
trayecto hacia Berlín.
“Es una serie que, incluso, puede verse como un diario de viaje, a través del cual
registró paisajes, personas y hasta el clima. Podemos sentir sus cambios de ánimo. Por
ejemplo, los dibujos referentes al último tramo del viaje antes de llegar a Berlín
capturan escenarios desolados con ruinas por todas partes. Sin embargo, en todos ellos
aparece un sol como base central de sus composiciones: una representación de la
esperanza de un renacer que bien puede ser descrito como un paralelismo con su
situación anímica y de salud.
El elemento que unirá a ambas sedes de la muestra es una selección de 21 carteles que
envió el gobierno ruso a Rivera tras su segunda estancia. Dichos carteles presentan
claramente la estética del realismo socialista que también influyó en el muralista
mexicano, y los cuales pertenecen al acervo del MCEDRyFK.
“Algo interesante que se podrá sentir en los recorridos es que en ambos viajes miró
sociedades en transformación. En el primero se cumplían diez años de la Revolución
Rusa, y en el segundo, diez años del fin de la Segunda Guerra Mundial. Es un mundo
que se encontraba consolidándose frente a los ojos del artista. Diego habla de los nuevos
mundos y los nuevos niños, quienes ya estaban creciendo dentro del sistema comunista.
En el segundo viaje se vio materializado su ideal de sociedad”, explicó Meza.
A decir del director de ambos recintos, Luis Rius, con esta muestra se cubre la tríada
que propuso Bertram Wolfe sobre la producción de Rivera: la del nacionalismo
mexicano, la que realizó en Estados Unidos y la de la URSS.
La exposición, que, en palabras de Luis Rius, tiene “un abordaje de investigación sólida,
con una visión contemporánea, bien documentada y que abre líneas de investigación”,
se complementará con visitas guiadas y talleres que permitirán una mayor aproximación
del público a la obra del artista. Asimismo, el resultado de la minuciosa investigación,
así como el rastreo de obra en las diversas colecciones e instituciones, quedará asentado
en el catálogo que acompañará a la muestra.
Más información:
Museo Casa Estudio Diego Rivera y Frida Kahlo. Teléfono: 8647 5470 extensiones
5358 y 5353. Correo electrónico: medr.difusion@inba.gob.mx. Facebook:
@CasaEstudioDRyFK. Twitter: @museoestudioDR. Sitio
web: www.estudiodiegorivera.bellasartes.gob.mx
Museo Mural Diego Rivera. Teléfono: 1555 1900 extensiones 5412 y 5417. Correos
electrónicos: mmdr.difusion@inba.gob.mx ymmdr.seducativos@inba.gob.mx.
Facebook: museomural.diegorivera. Twitter: @MuseoMural. Sitio
web: www.museomuraldiegorivera.bellasartes.gob.mx
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Diego Rivera (1886-1957) es uno de los iconos universales más importantes del siglo
XX. Sus obras, sean monumentales murales o pinturas de tamaño promedio, engalanan
los más importantes y exclusivos recintos de México y el mundo; y es, posiblemente, el
artista plástico más famoso que haya dado nuestro país a la humanidad.
Y es que Rivera mantuvo con el gran imperio rojo una estrecha afinidad que iba más
allá del terreno de las ideologías políticas y abarcó sensibles aspectos personales de su
vida y, trascendentalmente, influyó su labor artística de manera considerable.
Luis Rius Caso, director de ambos espacios, conversó en exclusiva con Siempre! sobre
las extraordinarias anécdotas entre Rivera y el gigante de hielo.
“Fue una figura clave en la conexión de México, América Latina y Rusia, ya que casi
toda su vida estuvo conectada con ese país y su arte inspirado en la Revolución de
Octubre, que tuvo lugar hace 100 años”.
Primer viaje
Para iniciar este recorrido, señala el historiador, se debe analizar todos aquellos
episodios que llevaron al muralista, por doble ocasión a pisar la URSS.
El primer viaje, en 1927, añadió Rius Caso, surgió después de que el gran poeta
Vladimir Maiakovski, en su estancia en México, viera los murales que el pintor
mexicano plasmaba en la Secretaría de Educación Pública. En ese momento el
dramaturgo revolucionario ruso descubría en la pintura de Rivera cierta esencia del
comunismo, por lo que aseguraba se trataba de las primeras obras comunistas en el
mundo.
“Maiakovski fue el primero en dar a conocer a los soviéticos la obra de Diego Rivera.
En su ensayo Mi descubrimiento de América, en el capítulo dedicado a Rivera, retrata al
pintor como una persona amable, sociable, dotada de fantasía y de gran sentido del
humor. Por ello, aquel interés de Maiakovski por Rivera, como pintor y activo aliado en
la lucha por un arte revolucionario, lo llevo hacer su primer viaje como invitado
especial en el decimo aniversario del triunfo de la Revolución”.
Durante aquel viaje, dice el también especialista en historiografía del arte, Rivera
reconoce a varios intelectuales rusos que había visto antes en su estancia en
Montparnasse, en París, por lo que se une al grupo denominado “Octubre”, para debatir
el tipo de expresión artística que debe aplicarse a la revolución, entre ellos el realismo
socialista, ya que en esos momentos se encontraba en pugna las ideas estalinistas y
trotskistas.
“Es ahí que Rivera empieza a alimentar su trotskismo, ya que observa que hay muchas
fisuras en el comunismo que viene de Stalin”.
Añadió que en ese periplo, Rivera también conoce a Alfred H. Barr, el futuro director
del Museo de Arte Moderno de Nueva York, y ambos, al generar una amistad en
Moscú, plantean elaborar obra muralística de Rivera en Estados Unidos, lo que se
convierte en una plataforma para llevar sus pinceladas al país norteamericano.
Luis Rius Caso.
“Años después, se convierte en un hecho aquellas propuestas por Barr. Rivera pinta
murales que celebran la industria, pero al mismo tiempo de manera muy notable al
comunismo, porque dentro de la teoría marxista, las sociedades evolucionadas
industrialmente eran las que podían dar el salto a dicho régimen”.
De ese primer viaje, la muestra —montada su primera parte en la Casa Estudio Diego
Rivera y Frida Kahlo— contiene obras en donde se ve a un Rivera que se embelesa del
teatro, la arquitectura y toda esa avanzada del constructivismo, apunta el promotor
cultural, quien asegura fue el Rivera que se sorprende con los desfiles del aniversario de
la Revolución Rusa, en el cual participaron millones de personas: “Él se sentó al lado de
Stalin, de quien hizo un dibujo que se perdió, pero salió publicado en una revista, la cual
está en la muestra”.
Por otro lado, el historiador explicó que existen hoy en día muchos misterios en torno a
Rivera, incluyendo aquella salida intempestivamente de la URSS, en su primer
recorrido. Apuntó que probablemente su marcha se debió al no sentirse cómodo con el
encargo que le pidió Lunacharski, comisario de Educación y Cultura de la URSS, pues
se trataba de un fresco demasiado grande en el Palacio del Ejército Rojo. Pero eso no
era todo, además Rivera propuso modificar la sala principal del palacio quitando todas
las decoraciones imperiales que había clasificado como “basura”. Los expertos
soviéticos se opusieron a los cambios, ya que querían una obra al estilo Imperio.
“Esto es solamente una hipótesis. Hay gente que dice que entró en relaciones con
trotskistas, y de ahí se derivo su salida. No obstante, debemos centrarnos en lo esencial
de ese primer trayecto, sobre todo en lo relativo a la conceptualización de su obra, ya
que comenzó a incluir soldados soviéticos y obreros como protagonistas casi mesiánicos
dentro de sus murales”.
Segundo viaje
“Lo reciben a cuerpo de rey, al igual que en sus visitas a países como Polonia,
Checoslovaquia y Alemania Oriental en donde pinta el bunker de Hitler ya destruido.
De este segundo viaje sale a la luz una obra de mayor nivel de Rivera, una obra
espléndida a pesar de que estaba enfermo”.
Asegura que Rivera de ese periodo también deseaba transmitir y dejar para la posteridad
los valores y los logros del comunismo, por ello, presenta obra que refleja por ejemplo
los desfiles obreros perfectamente organizados, creados por las masas del cambio en el
comunismo.
“Este segundo recorrido es una serie que, incluso, puede verse como un diario de viaje,
a través del cual registró paisajes, personas y hasta el clima. Podemos sentir sus
cambios de ánimo. Por ejemplo, los dibujos referentes al último tramo del viaje antes de
llegar a Berlín capturan escenarios desolados con ruinas por todas partes. Sin embargo,
en todos ellos aparece un sol como base central de sus composiciones: una
representación de la esperanza de un renacer que bien puede ser descrito como un
paralelismo con su situación anímica y de salud”.
“Pintó niños preciosos, llenos de ternura como símbolo de esperanza y futuro de él. A
su vez, pintó paisajes muy poéticos, utilizando colores pastelados, muy tenues,
marcados por la luz de esos países, por la luz soviética, alemana y checoslovaca. Una
luz muy tamizada con atmósferas que no recuerdan a otro Rivera, es una obra muy
hermosa y particular”.
Por ello, en este posterior viaje, agrega Rius Caso, es una obra de mensaje: por un lado,
“ven lo poderosa que es la URSS, lo fuerte e industrioso, el Kremlin de este país. Por el
otro lado, muestra toda esa parte tierna y estética que tiene él”.
Un Rivera diferente
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