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PRÓLOGO
La discusión del Dr. Cachanosky tiene el mérito adicional de no limitarse únicamente a una
explicación de las variaciones en el nivel general de los precios, sino que enfatiza particularmente los
efectos que la expansión monetaria tiene sobre la estructura de los precios relativos, y los consiguientes
efectos sobre la asignación de los recursos, siendo ésta la base de su explicación del fenómeno de las
recesiones económicas. En definitiva, la expansión monetaria nunca puede ser neutral en sus efectos.
Estamos seguros que este trabajo habrá de contribuir mucho a un mejor entendimiento del
problema inflacionario.
Julio H. Cole
Guatemala, julio de 1989.
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INTRODUCCIÓN
La inflación es un fenómeno que ha venido afectando a la mayor parte de los países del mundo,
especialmente luego de la Segunda Guerra Mundial. La causa de la inflación es la misma en todas partes
del mundo, y la única diferencia entre las inflaciones de los distintos países es el ritmo o velocidad con
que se produce este fenómeno.
Lamentablemente el Profesor Hayek tiene razón cuando dice: "…en el momento actual se espera
de los economistas digan "cómo ha de extirparse del mundo libre la serie amenaza de la inflación
acelerada"; cuando esta situación —hemos de admitirlo—es en realidad el resultado de la política que la
mayor parte de los economistas han recomendado, e incluso urgido, a los gobiernos. Hoy por hoy
tenemos pocos motivos para sentimos orgullosos: como profesión, hemos creado una confusión
enorme…”.
La afirmación de Hayek no puede ser más cierta. Como veremos, el problema no es simplemente
que no se puede detener la inflación, sino que además existe una gran confusión en cuanto al significado
de la misma palabra. Inclusive el análisis macroeconómico hizo perder de vista muchos de los efectos de
la inflación llevando a conclusiones erróneas.
Sin embargo, la palabra "inflación", como también "deflación", ha perdido su significado original.
Los economistas de la escuela austriaca tratan de mantener el significado original de estas palabras. Así,
por ejemplo, von Mises sostiene que "los vocablos inflación y deflación en modo alguno constituyen
conceptos praxeológicos. No fueron elaborados por economistas, antes al contrario, fue el lenguaje
popular empleado por el público y los políticos quienes los estructuraron... son numerosas la personas
que hoy en día denominan inflación o deflación, no al incremento o reducción de las existencias
monetarias, sino, a la inexorable consecuencia de dichos cambios; es decir a la general tendencia al alza
o a la baja de los salarios y los precios"
También el Profesor Hayek señala lo mismo: "Mucha de la confusión existente se deriva del
inapropiado uso del término inflación. Su significado correcto y original se refiere al incremento de los
medios de pago; lo que, en igualdad de otras circunstancias, dará lugar a un alza de los precios. No es
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inflación, sin embargo, un generalizado incremento de los precios que, por ejemplo, sea consecuencia de
la escasez provocada por una mala cosecha"
Podemos ver entonces que no parece haber acuerdo entre los mismos economistas ni siquiera
en la definición misma del problema. Sin embargo, esta diferencia no es meramente semántica. En
realidad el significado original de inflación y deflación eran mucho más claros en cuanto a la relación de
causa y efecto y permiten una mayor precisión en el análisis económico. Pues, como veremos, para los
economistas de la escuela austriaca puede darse el caso que el nivel de precios esté bajando y a pesar de
esto que haya inflación, mientras que el resto de los economistas dirían que hay deflación y por lo tanto
se puede llegar a conclusiones analíticas y/o empíricas totalmente opuestas.
El poder adquisitivo del dinero no es otra cosa que el precio del dinero y su inversa se suele
conocer con el nombre de "nivel de precios".
El poder adquisitivo del dinero está determinado como el precio de cualquier otro bien: por
oferta y demanda. La oferta de dinero se le puede definir como la cantidad de medios de pagos
disponibles en un momento determinado. La demanda de dinero la podemos dividir en dos partes:
a) atesoramiento y
Veamos cómo influye cada uno de estos factores en el poder adquisitivo del dinero empezando
por el lado de la demanda.
(1) La demanda de dinero: Muchos piensan que la gente demanda dinero en forma ilimitada, y
parecería que el dinero no tiene utilidad marginal decreciente como los demás bienes
económicos. Pero este pensamiento confunde la demanda de dinero con el deseo de ser cada vez
más rico. Como dijimos, la demanda de dinero puede ser atesoramiento u oferta de bienes. La
gente atesora dinero debido a la incertidumbre del futuro. Atesorar dinero da una cierta
sensación de seguridad y margen de maniobra en caso de ocurrir imprevistos. El dinero
atesorado satisface una necesidad como cualquier otro bien económico. Así como un plato de
comida calma el hambre, el dinero atesorado le da al individuo cierto grado de seguridad ante la
incertidumbre y muy pocos bienes podrían cumplir este rol.
La cantidad de dinero que la gente quiere atesorar depende de la utilidad marginal del dinero,
por un lado, y la de los bienes y servicios que ese dinero podría comprar, por otro. Si la utilidad marginal
del dinero es superior al del bien o servicio a comprar entonces el dinero será atesorado. Las utilidades
marginales dependen de las valoraciones subjetivas de los individuos.
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Si la gente decide en un momento dado atesorar una mayor cantidad de dinero, "ceteris
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paribus ", deberá disminuir sus compras de bienes y servicios desatando una tendencia a la baja de los
precios. Por el contrario la decisión de atesorar menos dinero hará aumentar la demanda de bienes y
servicios desatando una tendencia al alza de los precios.
En resumen el poder adquisitivo del dinero varía en forma directa con la demanda de dinero para
atesorar.
En resumen, el poder adquisitivo del dinero varia, ceteris paribus, en forma directa con la
productividad.
(2) La oferta de dinero: Cuando se incrementa la cantidad de dinero disponible, siendo la demanda
de dinero constante, aumentará la demanda de bienes y servicios y los precios tenderán a subir.
Todo lo contrario sucederá cuando se disminuye la oferta de dinero: si la demanda de dinero se
mantiene constante entonces la gente disminuirá sus compras y los precios tenderán a bajar. En
resumen el poder adquisitivo del dinero varía en forma inversa con su oferta.
Es así como la oferta y la demanda de dinero junto con la productividad harán variar el "nivel"
medio de los precios o, lo que es igual, el poder adquisitivo de la moneda. Pero estos factores
(atesoramiento, oferta de bienes y oferta de dinero) actúan todos al mismo tiempo. El análisis anterior
siguió uno a uno cada factor, viendo sus variaciones y efectos, suponiendo el resto constantes
simplemente para poder razonar. Sin embargo, al variar todos los factores al mismo tiempo podría
ocurrir, por ejemplo, que se incremente la oferta de dinero y al mismo tiempo su demanda, y el efecto
final dependerá de cuál haya aumentado en mayor proporción; es decir, todo depende del efecto neto.
De tal manera que el poder adquisitivo del dinero estará en permanente mutación como sucede
con el precio de cualquier bien o servicio. Nuestro problema es ver entonces si a estas variaciones en el
poder adquisitivo del dinero les cabe el nombre de inflación o si más bien conviene reservar esta palabra
para otro tipo de variaciones en el precio del dinero.
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«permaneciendo el resto constante»
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III El FACTOR QUE CAUSA LA INFLACIÓN
En un mercado libre los cambios en los precios relativos equivalen a señales que "revelan"
cambios en las valoraciones de los consumidores. Cuando estos demandan más de un determinado bien,
manteniendo el resto de las variables constantes, tendrán forzosamente que optar por una de las
siguientes alternativas:
En el primer caso se produce un cambio en los precios relativos de dos bienes lo cual alentará y
desalentará la producción de uno y otro. En el segundo caso lo que cambió fue el precio relativo de los
bienes con respecto al dinero, es decir debido a una menor demanda de este último aumentan los
precios, disminuyendo el poder adquisitivo del dinero.
Estos cambios en los precios relativos son justamente los que permiten una producción
ordenada en el mercado. Si los precios son artificialmente modificados, es decir por causas exógenas al
mercado, entonces se produce una mala asignación de los recursos y la producción se desordena. Por el
contrario, si los cambios en el poder adquisitivo son debidos a variaciones en la demanda de dinero
entonces están reflejando órdenes de los consumidores.
Lo mismo ocurre con los cambios en la productividad, simplemente reflejan a través del poder
adquisitivo del dinero si aumentó o disminuyó la oferta de bienes y por lo tanto si la gente puede
demandar más o si por el contrario debe disminuir sus compras. Si la productividad disminuye,
manteniendo el resto de las variables constantes, el nivel de los precios aumentará reflejando que hay
menos bienes disponibles para el consumo. En este caso los cambios en el poder adquisitivo del dinero
son señales que indican si hay más o menos bienes disponibles para el consumo. Cuando hay más bienes
el poder adquisitivo sube, cuando hay menos bienes el poder adquisitivo baja.
Por último, llegamos al punto que suele causar mayor confusión: los cambios en el poder
adquisitivo originados en las variaciones en la cantidad de dinero. Tenemos que poder distinguir cuándo
una variación en el poder adquisitivo del dinero se debe a un cambio en las valoraciones de los
individuos de cuándo se debe a un factor externo al mercado, generalmente político.
La mayor demanda de dinero también provoca, por razones imposibles de explicar aquí, una
reducción del encaje técnico que deben guardar los bancos y esto lleva a una expansión del crédito y por
lo tanto de la cantidad de dinero. Pero nuevamente, en un mercado libre los bancos no pueden expandir
el crédito más de lo que aumentó la demanda de dinero, porque si lo hicieran se verían en problemas
serios de liquidez.
Se puede concluir que en un mercado libre un aumento en la cantidad de dinero sólo es posible
en la medida que haya aumentado su demanda. Producir más dinero del que se está demandando
provocará reajustes similares a los que debe hacer cualquier empresario que produce una mayor
cantidad de bienes de los que la demanda puede absorber a un precio rentable.
En un mercado libre el poder adquisitivo del dinero no tiene por qué mantenerse constante, sino
que estará sujeto a modificaciones, producto de cambios en las valoraciones de los consumidores. El
precio del dinero está sujeto a las mismas reglas que el precio de cualquier otro bien.
Los precios que surgen del mercado son los que van ordenando la producción, pero existen
distintos factores exógenos que desvirtúan las señales de los precios (por ejemplo los controles de
precios, impuestos) y entre estos factores se encuentra la inflación. La inflación disminuye el poder
adquisitivo aún cuando no ha disminuido la demanda de dinero, ya sea por menor atesoramiento o por
una menor producción de bienes. Llamaremos inflación a un aumento en la oferta monetaria originada
en factores exógenos al mercado.
Para que pueda haber un aumento en la oferta monetaria exógena al mercado parece haber sólo
dos explicaciones:
(1) algún individuo o grupo de individuos está cometiendo fraude falsificado dinero que es
propiedad de algún banco privado, o
(2) los gobiernos falsifican dinero, pero haciendo esta falsificación legal al declarar de curso forzoso
los billetes que ellos emiten.
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Esta segunda alternativa es obviamente la más usual, sobre todo porque en el caso del
falsificador privado se puede ejecutar un juicio legal y terminar con la falsificación, mientras que en el
caso del gobierno esta alternativa está fuera de posibilidades debido al curso forzoso. Si no hay curso
forzoso tampoco hay inflación, porque los billetes emitidos perderán valor en el mercado y serán
rechazados por los consumidores.
No es un capricho querer cambiar el significado popular que hoy tiene la palabra inflación, y
tampoco es un problema puramente semántico. El significado original, i.e. "un aumento en la cantidad
de dinero provocado por los gobiernos"—aunque de origen popular—, le da más rigurosidad y claridad al
análisis del problema inflacionario. Supongamos, por ejemplo, que la demanda de dinero hubiese caído
un 10% y que en un mercado libre esto hubiese llevado también, por las razones que vimos
anteriormente, a una reducción en la oferta monetaria del 10% y que corto resultado de esto los precios
hubiesen bajado un 4%. Pero si el dinero está en manos del gobierno y este en vez de reducir la oferta
monetaria en un 10% la reduce en un 6% está produciendo inflación porque está poniendo en el
mercado más dinero del que libremente se hubiese determinado: los precios en vez de bajar un 4%
bajarían, digamos, un 1 %. Bajo la concepción popular estaríamos en un caso de deflación, mientras que
con la definición original habría inflación ¡aún cuando el "nivel" de los precios baje!
La diferencia está en que en nuestro ejemplo el poder adquisitivo del dinero tendría que haber
aumentado más de lo que en realidad lo hizo si no hubiese existido esa falsificación de dinero por parte
del gobierno. En realidad existió un incremento oculto en los precios. Solamente lo percibimos si lo
pensamos un poco, pero este incremento no aparecerá reflejado en las estadísticas.
La distinción es importante, el por qué del alza o caída en el "nivel" de precios es totalmente
intrascendente. El efecto negativo de la inflación radica en que distorsiona el sistema de precios relativos
llevando a una mala asignación de los recursos productivos y por lo tanto a un menor nivel de vida para
la población. Y esto es perjudicial, tanto en el caso en que el " nivel" de precios aumente, como en el caso
en que baje, o aún en el caso en que se mantenga igual.
Para poder tener éxito en la lucha contra la inflación es imprescindible conocer sus causas y sus
efectos. Para ello es importante tener en claro que no es lo mismo las variaciones en el poder adquisitivo
del dinero originadas en cambios en las valoraciones de los individuos, que las originadas en un aumento
compulsivo en la cantidad de dinero por encima del nivel que un mercado libre hubiese determinado.
Estas últimas distorsionan los precios relativos y desordenan, en consecuencia, la producción.
IV EFECTOS DE LA INFLACIÓN
Si por causa de un aumento exógeno al mercado en la oferta monetaria todos los precios se
incrementaran al mismo tiempo y en la misma proporción, entonces la inflación no tendría efectos
negativos. Pero el hecho es que la nueva cantidad de dinero la reciben determinadas y especificas
personas que compran determinados y específicos bienes y servicios, unos en mayor cantidad que otros.
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De esta manera se modifican los ingresos y precios relativos de la economía que cambian la asignación
de los recursos productivos.
Cuando el ritmo de crecimiento de los precios alcanza cierto nivel la gente empieza a percibir
que tener dinero en las manos equivale a perder riqueza. En ese momento las compras de bienes reales
se incrementan para evitar tener que comprar más caro posteriormente, o inclusive para evitar tener
dinero que se desvaloriza.
De esta manera, a la disminución del poder adquisitivo causado por la emisión gubernamental
de moneda hay que sumarle la que produce la menor demanda de dinero, tanto por un menor
atesoramiento como por una menor producción de bienes. Cuando esto sucede, los precios comienzan a
subir en mayor proporción que el crecimiento de la oferta monetaria. Algunos economistas pretenden
demostrar estadísticamente que el nivel de precios y la oferta monetaria se mueve con cierto
paralelismo, mientras que otros quieren demostrar lo contrario. Pero, como hemos visto, el aumento en
la cantidad de dinero no es la única causa de la pérdida del poder adquisitivo del dinero. Lo que sucede
es que afecta negativamente a la producción y al atesoramiento acentuando la desvalorización del
dinero que produce la emisión del gobierno.
Durante la década del veinte comienza a gestarse la idea, entre los economistas, de que en
situaciones de desocupación y recesión económica un cierto grado de expansión monetaria, lejos de
causar inflación, disminuirá el volumen de desocupación y estimulará la producción y las ventas. Para
ello era necesario abandonar la política de moneda dura, paso que ya se había dado en gran medida
cuando se abandona en 1923 el patrón oro y se adopta el patrón oro-divisa.
Lord Keynes, reviviendo viejas teorías de más de un siglo de antigüedad, le dio apoyo
aparentemente lógico a la política de expansión monetaria que se venía realizando desde comienzos de
la década del veinte. El déficit fiscal y el crédito barato, en otros momentos vergüenza de cualquier
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gobierno y rechazado por casi todos los economistas, se transformó en el gran remedio para eliminar la
desocupación.
No es que los economistas anteriores a Keynes desconocieran el hecho de que cuando existe
capacidad ociosa un aumento en la cantidad de dinero estimula la producción. Sin embargo, rechazaban
tal medida por todas las consecuencias negativas que trae la expansión monetaria, y aparte porque
solamente postergaba el problema, pero no lo solucionaba. Un siglo antes de Keynes, el economista
inglés John Stuart Mill explicó la relación entre la oferta monetaria y capacidad ociosa y al mismo tiempo
dio las razones por las cuales la política era estéril.
De manera que en poco tiempo lo que era considerado un deshonor para los gobiernos pasó a
ser la herramienta milagrosa para curar la desocupación y estimular la producción. Casi todos los
economistas modernos están educados en estas ideas. Según ellos, la expansión monetaria sólo causa
inflación cuando la economía está en pleno empleo.
La producción de cualquier bien o servicio es posible en la medida que exista demanda de ellos.
El déficit fiscal y la expansión monetaria crean una demanda artificial que estimula la producción de
algunas mercancías. Pero, puesto que la demanda de estas proviene de la creación de dinero y no de un
aumento en la producción, tan pronto como se deja de emitir moneda, deja de haber demanda.
Cuando existe una cierta desocupación, la expansión monetaria crea puestos de trabajo. Los
recursos productivos ociosos comienzan a producir, pero lo hacen en sectores diferentes de los que un
mercado libre hubiese determinado. De esta manera, si bien disminuye la desocupación, lo hace a costa
de una mala asignación de recursos. Los puestos de trabajo creados por la fabricación de dinero
desaparecen tan pronto como se disminuye el ritmo de emisión monetaria.
Es así como nace la relación inversa entre inflación o desempleo, puesto que para mantener los
puestos de trabajo hay que emitir dinero, pero tarde o temprano, cuando se alcanza el pleno empleo, los
aumentos en la oferta monetaria son transmitidos totalmente a los precios, y a este efecto se le ha
bautizado "inflación”. Luego, cada vez que se quiere detener la "inflación" restringiendo la expansión
monetaria, se dirá que es recesiva y por lo tanto antisocial.
De repente los políticos se enfrentan con el grave dilema que los "viejos'" economistas
anticiparon: ¿inflación o recesión? Se cree y se le quiere hacer creer a la gente que la relación inversa
entre inflación y desocupación está dada y que no se puede hacer nada. A los estudiantes de economía
se les enseña esta relación inversa en la llamada "curva de Philips", según la cual se deberá optar entre
una alta inflación y poca desocupación, o poca inflación y mucha desocupación.
Al cabo de cierto tiempo los efectos de la pérdida del poder adquisitivo empiezan a ser sentidos
por los consumidores y los empresarios. Los primeros comienzan a reclamar mayores salarios y los
segundos tratarán de cubrirse del aumento en sus costos para no perder rentabilidad. En un principio
tanto unos y otros tratarán de recuperar el poder adquisitivo perdido solicitando aumentos equivalentes
a la inflación pasada, pero cuando vean que la inflación continúa tratarán de adelantarse a la inflación
futura. Cuando esto suceda, asalariados y empresarios intentarán aumentar sus salarios y precios no
sólo para compensar la inflación pasada sino también la futura. Los aumentos que tratarán de obtener
serán superiores al 3% (digamos el 6%) para cubrirse del pasado y del futuro, y cuando esto suceda el
gobierno se verá ante la opción de aumentar el ritmo de creación de dinero para que se puedan
financiar los mayores salarios y precios, o mantener el ritmo anterior. Si opta por el primer camino estará
acelerando la tasa de inflación. Si opta por el segundo estará manteniendo la inflación del 3 %, pero
ahora surgirá una recesión y desocupación puesto que no habrá suficiente dinero para financiar el pago
de los aumentos de salarios y precios que los asalariados y empresarios reclaman (6%). Con un aumento
de precios y salarios del 3% habrá trabajadores que no encuentran trabajo y empresarios que no pueden
vender.
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Si el gobierno se decide por el camino de una mayor expansión monetaria acelerará la inflación
al 6% pero el mismo problema aparecerá más adelante, puesto que ahora las expectativas cambiarán de
una inflación del 3% a una del 6%. En algún momento los asalariados y empresarios no querrán
recuperar un 3% de inflación sino un 6% y no querrán anticiparse a una inflación del 3% sino a una del
6%, y entonces empezarán a reclamar aumentos del 12%. El gobierno tendrá, entonces, que decidir si
vuelve a ensanchar el ritmo de aumento en la emisión monetaria o no. Lo más probable es que decida
aumentarla, pero llegará un momento en que la inflación creciente no sólo tendrá los efectos
económicos negativos mencionados en el capítulo IV, sino que, además, empezará a tener costos
políticos crecientes. Si el gobierno quiere bajar la inflación del 12% (digamos al 8%) entonces pasará a
tener una inflación del 8% pero además desocupación y recesión, o sea, estanflación. Y este es el
fenómeno que ha venido afectando a la economía de la mayoría de los países occidentales durante los
últimos años. Podemos decir que la estanflación es, tarde o temprano, la consecuencia, casi inevitable,
de la política keynesiana.
Una vez que se ha incursionado por el camino del déficit fiscal y de la expansión crediticia para
solucionar el problema de la desocupación, se crea al mismo tiempo una mala asignación de recursos,
cuya duración dependerá que se siga aumentando la oferta monetaria. Y cuanto más tiempo dure esto,
tanto más grave será la distorsión de la producción.
La reorganización del mercado que produce una reducción en la creación de dinero es llamada
por la mayoría de los economistas "recesión". La recesión es temida por casi todos, mucho más que la
inflación; sin embargo, es el proceso que permite el saneamiento del mercado. Y sólo cuando el
mercado está saneado, i.e. cuando los recursos están destinados a producir lo que los consumidores
necesitan con mayor urgencia, es posible tener prosperidad económica sobre bases sólidas.
Es importante recordar que cuando se quiere terminar con una expansión monetaria es
inevitable la desocupación y las quiebras temporales. El reajuste será tanto más rápido si se quitan
todas las trabas y regulaciones gubernamentales que impiden la libre entrada y salida de todos los
mercados. De la misma manera que no hay que confundir inflación con aumento en el "nivel" de precios,
tampoco hay que confundir a la recesión con el reajuste del mercado.
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VIII. POR QUÉ SE EQUIVOCAN LOS MONETARISTAS
En el área de moneda, los monetaristas no aplican todo lo que sostienen para el resto de los
mercados. El dinero es un bien económico y como tal su valor (y por lo tanto su precio), depende de la
utilidad marginal, o más sencillamente de las valoraciones subjetivas de las personas. Pretender
mantener "estable" el precio del dinero manipulando la oferta monetaria es igual que pretender
mantener "estable" el precio de la manteca o las viviendas regulando la cantidad a producirse de estos
bienes.
El precio del dinero, como el precio de cualquier otro bien económico, tiene que ser el que los
consumidores determinen con sus valoraciones y no el que algún funcionario público decida. Puesto que
las valoraciones de las personas son cambiantes, lo más probable es que el precio del dinero también lo
sea.
El dinero es seguramente el bien económico más demandado: todos usamos dinero para
nuestras transacciones. Cuando la demanda de un bien es tan grande y, además tan atomizada entre
millones de individuos y empresas, entonces su precio tiende a ser más estable, ya que se requeriría que
casi todas las personas cambien de valoraciones al mismo tiempo y en la misma dirección para provocar
cambios muy significativos en el poder adquisitivo del dinero. Sin embargo, esta estabilidad es siempre el
resultado de valoraciones individuales y los gobiernos no tienen nada que hacer en esta materia. Todo lo
que los gobiernos hagan para regular el precio del dinero es necesariamente contraproducente porque
causará asignación antieconómica de recursos según la oferta y demanda real de bienes ya que viola las
valoraciones subjetivas de los individuos.
La mayor parte de los economistas, confunden inflación con los efectos de la inflación, i.e. el
aumento en el "nivel" de los precios y por lo tanto pretenden eliminar la "inflación" tratando de evitar a
toda costa que el "nivel" de precios suba. Por supuesto que si uno define a la inflación como un aumento
en el nivel de los precios (y a la deflación como una caída en el nivel de los precios), lo "óptimo" es un
nivel de precios estable. Pero esto es un error que no logra distinguir las variaciones en el poder
adquisitivo del dinero provenientes de cambio en las valoraciones de los que provienen de las
manipulaciones monetarias de los gobiernos.
De todo lo dicho anteriormente surge la idea que: para terminar con la inflación simplemente los
gobiernos deben dejar de emitir dinero. Es más, no sólo tienen que dejar de emitir dinero, sino que
además no tiene por qué existir un banco central ya sea privado o estatal.
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La forma de terminar con la inflación es permitiendo que el mercado elija su propia moneda. Se
debe eliminar el curso forzoso, ya que, de esta manera, la gente se desprenderá rápidamente de
cualquier moneda que pierda valor. La famosa ley de Gresham es válida solamente cuando exista curso
forzoso: la gente se desprende de la moneda mala porque la contraparte está obligada a recibirla. Pero si
no hubiese tal obligación, las monedas buenas serían las únicas que circularan en el mercado.
Al permitir que el mercado elija la moneda se elimina toda posibilidad de inflación. Con la
eliminación del curso forzoso el banco central podría seguir emitiendo muchos billetes, pero estos no
tendrían aceptación alguna en el mercado. En una economía libre, el dinero no es otra cosa que una
mercancía que reúne un conjunto de características que le permite desempeñar funciones monetarias.
Tal vez el oro surgiría como dinero nuevamente, pero esto es algo que no se puede saber de antemano.
Los bancos privados serían los emisores de billetes. Ningún banco puede emitir una mayor
cantidad de dinero que la que el mercado demanda (atesoramiento más producción de bienes) porque si
lo hicieran su dinero perdería poder adquisitivo, la gente lo dejada de demandar, y el banco arruinaría su
propio negocio. Así como un productor de manteca no puede vender manteca en mal estado porque
nadie la compraría, en un mercado libre (sin curso forzoso) un banco no podría colocar un dinero en mal
estado porque le ocurrirla exactamente lo mismo que al productor de manteca. El banco obtiene
ganancias otorgando créditos, y sólo puede dar créditos en su propia moneda si esta es aceptada en el
mercado, y será aceptada en el mercado si no hay expectativas de que se desvalorice.
Ningún funcionario público a cargo de un banco central está en condiciones de ofrecer casi
exactamente la cantidad de dinero que demanda el mercado con la precisión con que la hacen los
bancos privados. El banquero, como cualquier empresario, al querer maximizar sus ganancias, no va a
emitir ni un centavo más ni un centavo menos de los que el mercado está demandando, de la misma
manera que un productor de automóviles no va a producir ni una unidad más ni una menos de la
cantidad que le permite maximizar sus ganancias, dada cierta demanda.
(1) ¿para qué tener un órgano estatal de emisión cuando el sector privado puede
desarrollar tal actividad más eficientemente? (es más ¿por qué el Estado va a imitar lo
que haría el sector privado?)
(2) ¿no es una tentación para los políticos tener a su disposición la decisión de cuánto
dinero emitir?
Como dice H. Sennholz: "confiar la emisión de dinero al gobierno es como confiar nuestro
canario a un gato hambriento". En resumen, la inflación se elimina dejando que la oferta y la demanda
establezcan la cantidad de dinero que debe haber en el mercado.
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x. RESUMEN
i. Existe una gran confusión en cuanto al concepto de inflación. Se está confundiendo a la inflación,
una expansión monetaria por parte de los gobiernos por encima de lo que el mercado libre
hubiese determinado, con los efectos que ella produce: una desvalorización de la moneda.
iii. El dinero, como cualquier otro bien económico, debe tener en el mercado el precio que los
consumidores determinan y no el que quiere determinar el gobierno. En este segundo caso se
distorsiona la asignación de los recursos productivos.
iv. La única manera de terminar de raíz con el problema inflacionario es evitando que haya cualquier
tipo de monopolio, ya sea privado o público, sobre la creación de dinero. Cuando no existe curso
forzoso ni fijación de paridades entre las distintas monedas, entonces prevalecerán en el mercado
aquellas monedas cuyo poder adquisitivo siga las indicaciones de los consumidores. En ausencia
de curso forzoso nadie aceptaría una moneda que está sujeta a una desvalorización continua.
v. Cuando la moneda está en manos de los gobiernos, entonces su oferta no está guiada por fines
económicos sino por fines políticos, y cuando esto sucede prácticamente desaparecen los limites a
la creación de dinero. Los gobiernos siempre encuentran pretextos de distintos tipos,
supuestamente "sociales", para aumentar la cantidad de dinero y esta es la causa última de la
inflación.
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