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MUJERES
“Mientras ellos aún hablaban de estas cosas, Jesús se puso en medio de
ellos, y les dijo: Paz a vosotros. Entonces, espantados y atemorizados,
pensaban que veían espíritu. Pero él les dijo: ¿Por qué estáis turbados, y
vienen a vuestro corazón estos pensamientos? Mirad mis manos y mis pies,
que yo mismo soy; palpad, y ved; porque un espíritu no tiene carne ni
huesos, como veis que yo tengo” (Lucas 24:36-39)
Los discípulos de Jesús tenían el tremendo desafío de haber sido enviados. Por tres
años y medio, Jesús los había entrenado, había convivido con ellos y tenían un
fuerte nexo líder-discípulo. La pregunta que surge entonces es ¿cómo habrá sido
esa relación tan estrecha al estar con el Hijo de Dios? Seguramente cada día seria
una experiencia diferente, cada día debía ser un encuentro tan especial, una
revelación nueva, una sanidad, milagro tras milagro. Ellos tenían una gran
admiración por su líder Jesús.
Pero como todos sabemos, Jesús fue llevado a la muerte. Por un momento, imagine
usted esa escena. Esos hombres tenían toda la esperanza puesta en su líder, no
había ninguna duda en ellos, excepto Judas, de que Jesús era el Hijo de Dios. Ellos
veían que la redención sería a través del Mesías, y el Mesías es Jesús. Había tal
convicción de que, por una sola palabra Suya, los cielos se conmoverían porque en
Él estaba toda la autoridad representada en un hombre. Pero aunque eran tan
cercanos a Él, no entendieron por qué Jesús debía ir a la Cruz del Calvario, y así
vieron como lo flagelaban con el látigo, vieron las heridas sangrantes en Su
espalda, miraban como lo llevaban al matadero sin que ni siquiera abriera Sus
labios. Piense usted por un momento en esa escena desgarradora, porque Jesús
representaba la vida, la esperanza, la libertad. Todos los sueños de ellos estaban
en Jesús, porque los discípulos sabían que Él era el Dios hecho carne.
Uno como discípulo admira a su líder. Uno sigue un líder porque siempre le da
palabras de motivación cuando sale al frente y uno ve que es un hombre o una
mujer de fe, que es una persona valiente. Recuerdo cuando César sufrió el
atentado, nunca lo había visto así tan triste y lo primero que me dijo, fue: “No
quiero que mis discípulos me vean así, yo quiero que el Señor sane”. Fue cuando
salimos de Colombia porque él estaba herido, no quería que sus discípulos lo vieran
en esa condición.
Por muchos años, yo fui solamente espectadora del ministerio de mi esposo, pero
creo que hay una promesa que va más allá de los límites que nuestro temor y
nuestra inseguridad ponen. Es lo que dice Zacarías, que viene sobre la iglesia
espíritu de oración y de intercesión, y ¿qué significa esto? Es una oración donde
usted puede estar horas y horas buscando al Señor; usted quiere una, dos tres,
cuatro, más horas para estar en oración, y es cuando viene la revelación de la Cruz.
¿Qué es la revelación de la Cruz? Es que usted pueda sentir el dolor, lo que sintió
Jesús en la Cruz del Calvario, es que su espíritu se una al Espíritu de Cristo por un
momento, es sentir el desamparo que sintió Jesús en la Cruz. El Señor da esa
revelación a aquellos que tienen lo que dice Zacarías, un espíritu de intercesión y
de adoración.
Ruego para que usted tenga la revelación de la Cruz. Porque cuando tengo la
revelación de la Cruz, puedo sentir que soy libre de mis culpas, de mis pecados,
que la condenación no puede estar más en mí. Cuando tengo la revelación de la
Cruz, siento que soy una sierva de Dios, un siervo de Dios. Cuando usted se
encuentra con la revelación de la Cruz, ya no hay argumentos en contra suyo, se
desmoronan todos los argumentos espirituales que eran como ese derecho legal
que tenía el enemigo contra usted.