Sunteți pe pagina 1din 42

La actualidad de la teoría objetiva del valor (I)

Publicado el 4 marzo 2012 por Antonio Olivé

Queridas/os lectoras/es queremos pediros disculpas por adelantado, pero el mes de


marzo lo tenemos “cargadito” y puede que nos impida actualizar el blog con la
frecuencia que nos gustaría. No obstante, intentaremos solucionarlo como
podamos. Pero vamos con el presente. Para hoy hemos preparado la primera parte
de un interesante trabajo de Claudio Katz. Economista y docente de la Universidad
de Buenos Aires, integrante del grupo de Economistas de Izquierda (EDI), y es
colaborador de la revista Herramienta en la que publicó el artículo que os
ofrecemos. Para conocer más sobre el autor es muy recomendable la visita a su
web.

Sobre el contenido del mismo, os ofrecemos un resumen preparado por el mismo


autor:

La teoría marxista del valor plantea una caracterización del funcionamiento y de la


crisis del capitalismo a partir de una interpretación de la explotación y de una ley
de formación de los precios. Postula que el trabajo abstracto es la sustancia del
valor y analiza la forma del valor a través de una crítica al fetichismo de la
mercancía y el dinero. Indaga cómo los cambios, en primer lugar, en la
productividad y, en segundo término, en las necesidades sociales modifican el
tiempo socialmente necesario para la producción de las mercancías y puntualiza de
qué forma impactan estos cambios en el proceso de valorización. También
esclarece por qué la asignación mercantil de los recursos crea un marco de
desequilibrios acumulativos que desembocan en las crisis periódicas.

La teoría marxista del valor subraya la relevancia que tiene el trabajo como
fundamento del proceso económico. En oposición a la ortodoxia plantea que la
utilidad es una condición objetiva para el consumo de las mercancías y no un
parámetro de la satisfacción personal.
Critica el rechazo pragmático del concepto de valor por parte de los neoclásicos,
señalando que conduce a una descripción superficial de los acontecimientos del
mercado.

La teoría destaca la importancia del valor para comprender las causas y los límites
del condicionamiento institucional de la economía y de la manipulación
monopólica de los precios, que la heterodoxia presenta como los rasgos
predominantes del capitalismo contemporáneo.

Subraya además, que el valor es indispensable para entender la lógica de las


variables distributivas y de las condiciones técnicas, que los neoricardianos
consideran suficientes para interpretar los precios, la ganancia y la acumulación.

La teoría marxista le asigna al valor un significado preciso, frente al uso difuso de


este concepto que predomina en la actualidad. Se han desarrollado, por otra parte,
importantes aplicaciones empíricas de esta categoría en el terreno de la crisis y del
intercambio desigual. Los debates más recientes entre los marxistas giran en torno
a tres temas: la resolución lógica del problema de la transformación, la
comprobación empírica de la correlación entre los valores y los precios, y el
significado político del valor.

LA ACTUALIDAD DE LA TEORÍA OBJETIVA


DEL VALOR (I)
Claudio Katz

LA ACTUALIDAD DE LA TEORÍA OBJETIVA DEL VALOR

La teoría marxista del valor contempla tres aspectos: una interpretación de la


explotación, una ley de formación de los precios y una concepción sobre el
funcionamiento y la crisis del capitalismo. Al integrar estos componentes, la teoría
ofrece una explicación de cómo se reproduce el sistema económico-social vigente y
cuáles son los desequilibrios intrínsecos que dificultan su perdurabilidad.

Debido a esta significación la teoría fue tradicionalmente muy cuestionada por las
concepciones ortodoxas y heterodoxas, que propusieron caracterizaciones
alternativas del valor para explicar las relaciones entre el salario y el beneficio, el
origen y comportamiento de los precios y la dinámica general de la acumulación.
Las cuatro principales objeciones a la teoría marxista fueron planteadas por las
corrientes austriaca y walrasiana de la ortodoxia y por los autores neokeynesianos y
neoricadianos de la heterodoxia.

Dentro del marxismo predomina un generalizado


reconocimiento de la importancia del valor. Pero se ha polemizado intensamente
en la definición de las conexiones lógicas y empíricas existentes entre los valores y
los precios, y en la caracterización de la relevancia política del valor. Revisar los
ejes de la teoría y debatir sus críticas y su defensa permite comprender por qué esta
concepción comienza a recobrar actualidad y puede llegar a inspirar una
renovación del pensamiento económico.

INTERPRETACIÓN DE LA EXPLOTACIÒN

La teoría del valor surgió en el siglo XVIII para explicar el comportamiento de los
precios, cuando la expansión del mercado inviabilizó el sistema de regulaciones
medievales. La economía política clásica consideraba que la industria
manufacturera se había convertido en el centro del proceso productivo y atribuía la
variación de los precios a la cantidad de trabajo incorporado en las mercancías. A
partir de esta relación buscó establecer una forma de cálculo de las principales
variables económicas. Al formular una crítica a esta concepción, Marx modificó por
completo el objetivo de la teoría.

Mientras que Smith intentaba ilustrar la pérdida de relevancia del intercambio


mercantil y de la vieja agricultura frente a la nueva industria, y Ricardo pretendía
probar que el aumento de la renta deterioraba la ganancia, Marx se propuso
demostrar que el capitalismo es un sistema históricamente transitorio, que se basa
en la explotación de los trabajadores. Este cambio transformó radicalmente el
sentido del concepto de valor.

Marx recurrió a esta última categoría para explicar cómo los capitalistas expropian
una parte del valor creado por los trabajadores en el proceso productivo y cómo se
redistribuyen esta plusvalía a través de distintas modalidades del beneficio.
Semejante apropiación es posible porque los asalariados generan durante su
jornada laboral más valor que el requerido para su propia reproducción. La
magnitud del valor que incorporan a las mercancías es superior al valor de su
fuerza de trabajo expresada en salarios. Esta desigualdad no es un “engaño”, ni una
estafa circunstancial. Es un producto de la propiedad privada de los medios de
producción, que otorga a los capitalistas el derecho a apropiarse del fruto del
trabajo ajeno. Los empresarios detentan la atribución de contratar y despedir
asalariados, que al carecer de medios propios de subsistencia están obligados a
vender su fuerza de trabajo en el mercado. En estas condiciones surge la plusvalía,
cuya acumulación permite la aparición y el acrecentamiento del capital.

Marx desarrolló esta concepción a partir de su contacto con los socialistas


ricardianos que remarcaban el fundamento del valor en el trabajo, frente al
creciente abandono y desaprobación de esta noción por parte de la burguesía. A
mediados del siglo XIX resultaban cada vez más evidentes las consecuencias
teóricas y políticas de asignarle al trabajo un papel central en la interpretación del
proceso económico: todo el secreto de la valorización del capital podía explicarse a
partir del aprovechamiento empresario de este “factor”. Desarrollando este planteo
Marx desenvolvió su teoría de la plusvalía. Rechazó la interpretación smithiana del
salario, la ganancia y la renta como “retribuciones naturales” a los trabajadores, los
empresarios y los terratenientes. Y tampoco aceptó que el nivel de ingresos
percibido por los trabajadores debía situarse –como pensaba Ricardo– en los
“salarios de subsistencia”.
Al considerar que el centro del capitalismo es la explotación, Marx postuló que el
trabajo abstracto, nutrido de los asalariados y uniformado en el proceso de
intercambio, es la sustancia del valor. Destacó que esta modalidad social del
trabajo es específica del capitalismo y por lo tanto no se identifica con el gasto
fisiológico laboral que se desarrolla en cualquier sociedad, ni con el trabajo
concreto de un tipo particular de actividad. Marx subrayó esta dimensión
cualitativa del valor, antes de abordar su estimación cuantitativa. Por eso –a
diferencia de Ricardo– en lugar de indagar las “propiedades” del valor y buscar su
medición con criterios de cálculo semejantes al volumen o al peso, puso de relieve
las relaciones sociales en que se fundamenta el valor.

Marx utilizó esta categoría para demostrar que bajo la apariencia de armonía y
justicia, el capitalismo se basa en la desigualdad social. Pero, además, destacó que
esta inequidad estructural es universalizada como un acontecimiento natural por
toda la sociedad. En la actividad cotidiana desarrollada en el mercado se torna
común observar que las mercancías se intercambian como equivalentes, que el
dinero circula y que el capital se acumula, como si estos elementos motorizaran
automáticamente, y por sus propias fuerzas, la reproducción económica, sin
ninguna intervención de los hombres. Las huellas de la acción humana quedan
borradas en el universo de compras, ventas, contrataciones y negociaciones
corrientes, opacando el control que detenta la clase dominante de todo este
proceso. Y lo que se torna particularmente invisible es el origen del beneficio en la
plusvalía y las causas de su acrecentamiento en la explotación. La teoría del valor es
una crítica a este fetichismo y al ocultamiento de las relaciones sociales que
viabilizan la acumulación del capital y la distribución de la ganancia. Es una
concepción que demuestra por qué la mercancía, el dinero y el capital no tienen
cualidades mágicas para generar satisfacción, riqueza y poder, sino que
representan distintas instancias de un mismo proceso de valorización asentado en
la apropiación empresaria de una parte del valor generado en la actividad
productiva.

A fin de probar que la mercancía, el dinero y el capital no son simples instrumentos


técnicos del proceso económico, sino expresiones de relaciones de producción y por
lo tanto, categorías sociales específicas del capitalismo, Marx acompañó su análisis
de la sustancia de valor con una investigación de la forma de valor. Explicó que la
mercancía y el dinero constituyen dos modalidades de un mismo proceso de
intercambio, que requiere el desdoblamiento de la forma mercantil del producto en
su forma monetaria, para que el trabajo abstracto contenido en las diferentes
mercancías pueda valuarse a través de un mismo equivalente general. Las
mercancías que se adquirieren en atención a su valor de uso son vendidas por su
valor de cambio, en sucesivas transformaciones de las formas equivalentes y
relativas. Marx ilustró así que las formas de valor constituyen fases necesarias de
un mismo proceso de valorización, basado en la incorporación de trabajo abstracto
en la esfera de la producción y en su realización en el plano de la circulación.
Posteriormente utilizó este mismo razonamiento para analizar cómo el capital
adopta diversas modalidades mercantiles, monetarias o productivas en su
reproducción y cómo la plusvalía asume formas variadas (interés, ganancia, renta)
en su distribución entre la clase dominante.

La teoría del valor es la clave para entender estos desdoblamientos que oscurecen
la naturaleza del capitalismo. La interpretación que propuso Marx es totalmente
original y no corresponde englobarla bajo una misma denominación de “teoría del
valor-trabajo” con el enfoque de Ricardo. Subrayar esta especificidad del enfoque y
su énfasis en la sustancia del valor, la forma del valor y la función del fetichismo es
un mérito de toda la corriente de autores contemporáneos (Salama, Itoh, Mohn,
entre otros), que continuaron el camino de investigación del valor propuesto en las
primeras décadas del siglo XX por el economista ruso Isaac Rubín.

LEY DE FORMACIÓN DE LOS PRECIOS

Marx explícitamente destaca que su teoría incluye una ley de formación de los
precios basada en el valor. Pero señala que este principio rige como una
determinación general del total de los precios por la suma total del trabajo
abstracto incorporado en los bienes y no como una relación particular y directa del
precio de cada mercancía con la magnitud del trabajo que contiene. Como el
trabajo abstracto es la única fuente de valor de las mercancías, el total de los
precios no puede superar ni ser inferior al total de los valores. Los precios de los
bienes surgen del trabajo abstracto invertido en su producción y no de una
sumatoria de “costos diversos” (del trabajo, del capital, del financiamiento, de los
insumos).
Pero al subrayar que esta igualdad de los precios con los valores se expresa como
una equivalencia de totales, Marx se separó de la economía clásica que buscó sin
éxito una relación de proporcionalidad directa entre los precios y las magnitudes de
trabajo incorporado en cada producto. Justamente al notar esta falta de
correspondencia, Adam Smith renunció a la teoría del valor y se deslizó hacia una
explicación de los precios por el “costo de producción”, optando por una
interpretación distributiva en desmedro de los fundamentos productivos en que se
basó inicialmente su análisis. Supuso equivocadamente que el salario, la ganancia y
la renta ya no era magnitudes que debían ser explicadas, sino explicaciones de los
precios de las mercancías.

Ricardo intentó preservar el valor, pero al chocar con la evidencia de bienes con
alto contenido de trabajo y precios bajos (y viceversa) comenzó a enunciar
“excepciones” a la teoría y concluyó postulando que la ganancia es un regulador
independiente de los precios.

Marx superó estas dificultades al plantear que la teoría del valor debía analizarse en
varios niveles de razonamiento, distinguiendo un plano más abstracto que ilustra
una relación de clase (la plusvalía valoriza los capitales de todos los empresarios) y
otro más concreto que describe una relación de competencia (mediante la
concurrencia los empresarios se distribuyen la apropiación de esta plusvalía). En el
primer caso, el valor de cambio de la mercancía representa el tiempo de trabajo
socialmente necesario para recrear las condiciones materiales de la producción y
asegurar la continuidad de la explotación, y en esta instancia de razonamiento los
precios de mercado –determinados coyunturalmente por la oferta y la demanda–
giran estructuralmente en torno al valor. Pero en el segundo caso, el valor de
cambio (ahora denominado precio de producción) expresa la magnitud de trabajo
requerido para reproducir condiciones materiales de producción de cada rama y
remunerar a cada capitalista en proporción a la magnitud de su capital adelantado
y ya no en relación al trabajo incorporado en las mercancías. En esta segunda
instancia de análisis los precios de mercado oscilan en torno a los precios de
producción y por lo tanto se rompe la proporcionalidad –infructuosamente
buscada por Ricardo– entre la magnitud del trabajo incorporado a las mercancías y
los precios.
Este desvío entre los valores y los precios de producción es una consecuencia de la
homogeneización de todo el proceso de valorización en torno a una ganancia
media, que unifica en un mismo nivel a sectores que operan con tasas de
explotación, proporciones de mano de obra y maquinaria (composición orgánica
del capital) y tiempos de maduración de la inversión (velocidad de rotación del
capital) muy distintos. Esta igualación se concreta mediante la movilidad del
capital que acompaña la búsqueda de los beneficios superiores, surgidos del
aumento de la productividad en cada sector o del desarrollo de nuevas ramas con
nuevos mercados.

La estructuración de la acumulación en torno a esta base común de valorización


implica redistribuciones de plusvalía y por lo tanto desvíos ignorados por la
economía política clásica. A diferencia de sus precursores, Marx considera que la
ley del valor se desenvuelve por este camino indirecto de la redistribución de la
plusvalía y de la separación de cada precio individual de su valor. Llegó a esta
explicación de la formación de los precios recurriendo a varias instancias de
reflexión y al uso de categorías muy abstractas (valor individual, valor social),
intermedias (precios de producción) y concretas (precios de mercado, precio de
monopolio).

Estas categorías son instrumentos analíticos y no instancias empíricamente


observables, ya que en el proceso real e inmediato de la acumulación sólo existen
los precios de mercado o los de monopolio. El uso de estas nociones contribuye a
explicar que los precios dependen del valor, pero divergen al mismo tiempo de esa
magnitud en el plano de cada mercancía.

Marx precisó que al interior de cada sector, la ley del valor explica la formación de
los precios a partir del establecimiento de una magnitud social dominante (y
referencial de las magnitudes individuales), que se establece en torno a la
productividad (alta, media o baja) de las empresas que predominan en la oferta de
la rama. Este nivel de productividad premia y castiga respectivamente a las
empresas que economizan o derrochan trabajo social. Pero además –como
puntualizaron varios autores (Rosdolsky, Mandel, Carchedi, Giusani) – la
productividad interactúa con las necesidades sociales, que establecen un marco
condicionante para dirimir si la oferta es dominada por empresas de menor o
mayor productividad. Si las necesidades sociales de la rama están aumentando (por
ejemplo, calzado deportivo) habrá lugar para ambas, mientras que en el caso
inverso (por ejemplo, sombreros) tenderán a subsistir sólo las más eficientes.

A escala de toda la economía, la ley del valor explica el sentido de la redistribución


de la plusvalía que se dirige hacia los sectores de mayor composición orgánica,
porque de esta manera se forja una ganancia media que asegura la remuneración a
cada empresario en proporción a su capital adelantado. Pero este proceso –
concebido en torno a los precios de producción– es un análisis teórico y explicativo
de la dinámica observable en los precios de mercado, que oscilan según los
movimientos de la oferta y la demanda. Cuando existen limitaciones a la movilidad
del capital y aparecen los precios de monopolio cambian muchos aspectos de este
proceso, pero no se altera el principio de formación de los precios en base al tiempo
de trabajo.

En términos generales la ley del valor explica, por lo tanto, cuánto tiempo de
trabajo social necesario destina la sociedad capitalista a la producción de cada bien,
en cada época y circunstancia del proceso de acumulación. Esta es la explicación
integral que Marx propone de la formación de los precios a partir del valor.

FUNCIONAMIENTO Y CRISIS DEL CAPITALISMO

Al definir cómo se estructuran los precios, la teoría del valor explica también el
comportamiento de las principales variables económicas y ofrece una concepción
general del funcionamiento y de las crisis periódicas del capitalismo.

La teoría plantea que el tiempo de trabajo opera como un principio coordinador de


la actividad económica, en un sistema estructurado en torno a la competencia
mercantil y carente de un plan común de organización de la producción y del
consumo. Describe cuál es el mecanismo que permite ordenar la reproducción
económica en sucesivos intervalos de acumulación y crisis, en el marco de la
competencia empresaria por producir, invertir e innovar siguiendo las señales del
mercado. En ausencia de un sistema de planificación que oriente racionalmente la
producción de los bienes requeridos y deseados mayoritariamente por la población,
la determinación de los precios por el tiempo de trabajo actúa como un principio
depurador de las empresas que derrochan trabajo social produciendo por debajo de
la productividad de su sector y de las ramas que se divorcian de la demanda
solvente.

La teoría del valor explica en qué medida la carencia de un mecanismo de


regulación anticipada de las principales variables económicas crea las condiciones
para la aparición y la repetición de los desequilibrios cíclicos del capitalismo. La
competencia por el beneficio impide una asignación ex ante de los recursos que
equilibre las posibilidades de la producción con el consumo deseado. Por esta razón
el trabajo es incorporado en las mercancías a partir de un cálculo aproximativo de
los costos y una expectativa de ganancias, que el mercado valida o invalida a
posteriori, sancionando en cada caso si hubo desperdicio o ahorro del trabajo
socialmente necesario.

Este mecanismo “pos-festum” es la causa de las desproporciones que obstaculizan


la acumulación y crea el marco en que se desencadenan las crisis del capitalismo.
Como recién en la transacción mercantil se efectiviza la conversión del trabajo
privado, concreto e individual en trabajo abstracto y socialmente necesario, no
resulta posible evitar –mediante la planificación– el periódico desfasaje de la
producción con respecto al consumo.

La teoría del valor analiza cómo funciona el capitalismo en su tendencia al


desequilibrio. Estudia cómo es posible la continuidad de la reproducción de un
sistema que por su propia dinámica mercantil tiende a la desproporcionalidad, a la
sobreproducción y a la declinación tendencial de la tasa de ganancia. Este
significado de la teoría fue puesto de relieve por todos los autores (Rubin,
Rosdolsky, Mandel,Weeks) que estudiaron cómo el tiempo de trabajo regula la
distribución del trabajo social, orientando las inversiones, en el marco
potencialmente caótico del mercado.

La teoría del valor es el fundamento de los distintos modelos que a partir de Marx
se han utilizado para explicar la lógica de la reproducción capitalista, considerando
las proporciones y relaciones inter-sectoriales que deben cumplirse para que este
proceso sea factible. Pero la teoría del valor es al mismo tiempo el pilar conceptual
de todos los análisis de la crisis. No es una interpretación adicional a la tendencia
decreciente de la tasa de ganancia, la desproporcionalidad o a los desajustes de la
realización, sino un principio explicativo general de todos estos desequilibrios.

Por la multiplicidad de problemas que aborda y la importancia de las respuestas


que propone, la teoría del valor es el “núcleo duro” de la concepción económica
marxista. Su aporte es vital en la esfera cualitativa del trabajo abstracto y la
explotación, en el plano cuantitativo de la formación de los precios y en terreno
articulador de la lógica general del funcionamiento y de la crisis del capitalismo.

LA OBJECIÓN SUBJETIVISTA

La corriente neoclásica austriaca (Bohm Bawerk), que a principio de siglo lideró


una reacción ortodoxa contra la tradición de la economía política y que en la
actualidad constituye un soporte teórico del neoliberalismo, contrapone la
concepción subjetiva de la utilidad a la teoría objetiva del valor. Afirma que el
trabajo no es el único “factor” de la economía, que la explotación es una anomalía
circunstancial bajo el capitalismo, que los precios expresan las preferencias de los
consumidores y que el mercado armoniza estos deseos con la maximización de las
ganancias de los productores.
Pero este enfoque ignora que el trabajo no es un “factor” complementario del
“factor capital”, sino que constituye el pilar de toda la producción y es la fuente en
que se nutre la existencia y reproducción del propio capital. Ningún proceso
económico puede desarrollarse prescindiendo del trabajo humano y por eso la
“productividad del trabajo” es el principal indicador del desarrollo económico. El
trabajo es una cualidad común a todas las mercancías y su magnitud es
determinante de los precios. Es cierto que existen bienes inmateriales o derivados
de la naturaleza o resultantes de la actividad artesanal y artística, cuyos precios no
se establecen en función del tiempo de trabajo. Pero incluso estas excepciones
están sometidas a la lógica general del valor, cuanto más se integran a las
condiciones de producción capitalistas.

También es cierto que el trabajo no es homogéneo y que la hora de actividad de un


operario calificado y de un obrero descalificado repercuten de manera muy
diferente en la valorización de las mercancías. Pero el mercado reduce
objetivamente las distintas modalidades del trabajo concreto a un mismo tipo de
trabajo abstracto. Y esta reducción contempla los diferentes costos de formación y
reproducción de la fuerza de trabajo. En la valuación de las distintas mercancías se
refleja que la inversión exigida para preparar un trabajador calificado es superior a
la destinada al entrenamiento de un obrero. Por eso los salarios de las distintas
profesiones varían en proporción al grado de formación requerido para elaborar
cada tipo de bien y para asegurar la reproducción de la fuerza de trabajo
comprometida en esa producción.

Los neoclásicos argumentan que la utilidad es el verdadero elemento común a


todas las mercancías y por eso consideran que los precios reflejan directamente el
grado de satisfacción que el individuo alcanza con el uso de cada bien. Este es el
fundamento de la teoría del consumidor y de las estimaciones cardinales de la
utilidad a partir de las preferencias personales o de las mediciones ordinales
comparativas de estos deseos.
Pero si bien la utilidad es una propiedad indispensable de todas las mercancías,
para comprender su relevancia económica se requiere analizarla como una
condición objetiva de la producción y del consumo y no como un parámetro de la
satisfacción personal. La utilidad es una categoría social y no individual cuya
importancia se pone a prueba, por ejemplo, en los departamentos de control de
calidad de las empresas cuando se garantiza el cumplimiento de las normas
técnicas requeridas para la elaboración de cada producto. Este valor de uso es la
condición del valor de cualquier mercancía y debe corresponder con el tipo y la
magnitud de necesidades sociales solventes que prevalecen en cada etapa de la
acumulación y el consumo.

La utilidad no es una propiedad comparable a escala individual. Ni el placer, ni la


satisfacción, ni el bienestar que cada individuo recibe de un producto pueden
compararse con el efecto que genera otro bien en otra persona. La utilidad social
influye en la fijación de los precios, a través de la configuración de un cuadro de
necesidades sociales dependiente de la producción y estructurado en torno de la
distribución del ingreso entre las clases sociales. Esta incidencia no puede
evaluarse mediante el registro mercantil de las preferencias individuales agregadas,
como suponen los austriacos.

Para los neoclásicos el mercado actúa como un fiel registro de la utilidad porque
suponen que en este ámbito confluyen las necesidades de los consumidores con el
beneficio de los productores. Pero esta imagen idílica omite la desconexión
existente entre los bienes que la mayoría desearía consumir si pudiera elegir
libremente sus prioridades y lo que es producido habitualmente con el parámetro
del lucro. El mercado es incapaz de registrar la utilidad social colectiva e indicar
cuáles son las necesidades sociales no satisfechas que privilegia la población.

Esta desconexión es parcialmente reconocida por todos los autores no ortodoxos


que promueven la intervención del estado en sectores, países, productos o
actividades en los cuales el mercado “no llega”, “no puede”o “no tiene incentivos
para actuar”. El alcance de esta limitación es muy debatido, pero su origen en la
contradicción del valor de uso con el valor, es decir en el conflicto entre las
necesidades sociales y la rentabilidad, es generalmente ignorado.

Los autores neoclásicos siempre buscaron formas de medir las utilidades de los
consumidores para corroborar sus teorías. Pero estos intentos no han llegaron
nunca a buen puerto. No hubo forma de establecer cálculos ordinales y cardinales
aceptables de las preferencias, porque no se pudo encontrar un barómetro de la
satisfacción individual. Cuando, además, tomaron en cuenta las conductas
variadas, inciertas y carentes de información suficiente o las psicologías complejas,
la estimación de los precios a partir de las preferencias se tornó aún más inviable.
Estas dificultades tampoco fueron superadas con la introducción del arsenal
formalizador de curvas de indiferencia, rectas de presupuesto y tasas marginales de
sustitución. Así comenzó el abandono de la utilidad y el giro contemporáneo hacia
las “preferencias reveladas”, que simplemente constatan los comportamientos de
los consumidores.

El pensamiento neoclásico tiende en la actualidad a omitir por completo cualquier


referencia al valor.

LA CRÍTICA PRÁGMATICA BASADA EN EL EQUILIBRIO

La corriente walrasiana, que se constituyó en la vertiente neoclásica dominante en


las últimas décadas enfatizando las tendencias espontáneamente armónicas de la
economía capitalista, critica duramente a la teoría objetiva del valor. Pero en este
cuestionamiento recurre sólo parcialmente al fundamento subjetivista de la
utilidad. Su principal argumento es el carácter inservible del valor para cualquier
razonamiento en términos de equilibrio. Planteando que el mercado brinda el
mecanismo de ajuste natural de la economía, considera que el agente racional elige
cómo trabajar y qué consumir en base a los precios que equilibran a la oferta con la
demanda. Este enfoque no sólo ignora la explotación y la crisis, sino que tampoco
indaga cómo se forjan las preferencias individuales. Impulsa un giro pragmático
hacia la descripción de cómo oscilan los precios, despreocupándose del por qué de
esta variación.

Suponiendo que los consumidores demandan de acuerdo a sus funciones de


utilidad, que las empresas ofertan siguiendo sus funciones de producción, que los
“factores” son retribuidos según su productividad marginal y que un subastador
imaginario asegura el ajuste optimizador, los walrasianos enfatizan el cálculo y no
la explicación de los precios. Atentos a la consistencia formal del análisis y al
registro de lo ocurrido con la última unidad producida o consumida, proclaman la
“inutilidad del valor”. El cálculo de la tasa interna de retorno (TIR) como un
indicador de la remuneración de la inversión, estimable en cualquier marco
institucional (Solow) es un ejemplo de este pragmatismo. La deducción técnica del
salario y la tasa de interés del equilibrio del mercado, con total independencia de la
distribución del ingreso (Samuelson) es otra versión de este enfoque.

Pero al mismo tiempo que critican las “complicaciones abstractas” del valor, los
walrasianos recurren paradójicamente al modelo imaginario de la competencia
perfecta, la información transparente, la movilidad plena y la certidumbre total
para justificar su concepción. La caracterización que presentan de los precios no
son inocentes retratos de los vaivenes del mercado. Construyen las curvas de
demanda ignorando la distribución del ingreso e imaginando comportamientos de
“consumidores soberanos”, como si las necesidades sociales no preexistieran, ni
condicionaran las preferencias de cada individuo. Elaboran las curvas de oferta
suponiendo las conductas de los empresarios, en lugar de tener en cuenta lo que
efectivamente ocurre en la estructura productiva. Además, la oferta ocupa un papel
subordinado, porque en el pensamiento neoclásico la “teoría del productor” deriva
analíticamente de la “teoría del consumidor”.
Bajo la superficie de una montaña de ecuaciones, los walrasianos se limitan a
postular que los precios son resultantes de la escasez y de la sabia reacción de la
oferta frente a la demanda.

Explican cada precio específico a partir de otro precio, lo que irremediablemente


conduce a un razonamiento circular, como destacaron en los años 70 los
economistas de Cambridge al demostrar que en el modelo neoclásico la tasa de
interés es al mismo tiempo la condición y el resultado de la productividad marginal
del capital. La única salida de este pantano es reconocer que los precios son
expresiones monetarias del valor y que la cuantificación de esta categoría sólo es
posible a través del tiempo de trabajo socialmente necesario para producir las
mercancías.

En la línea de pensamiento ortodoxa que nace con Say, se afirma con Walras y se
refuerza luego con la introducción de la estática comparada y la relectura de Keynes
en la clave de la ISLM, cada precio debe estudiarse a partir de otro con el auxilio
del procedimiento estático. Pero con este método el tiempo es eliminado del
análisis y el estudio de los cambios en ciertas variables se realiza suponiendo –
“ceteris paribus”– la inmovilidad de las restantes. Esta simplificación simultaneista
impide investigar la realidad cambiante y contradictoria del proceso de formación
de los precios. En una economía de mercado dominada por la incertidumbre, la
asignación ex post de los recursos, la imprevisibilidad de los resultados de la
inversión y la competencia descontrolada, razonar desconociendo la temporalidad
de los precios equivale a ignorar la lógica del capital.

En la variante austriaca y en el enfoque del equilibrio, el planteo neoclásico


impugna la teoría objetiva del valor porque esta concepción desmistifica los pilares
de la ortodoxia. Este desenmascaramiento se realiza demostrando la centralidad de
la explotación, la gravitación del trabajo abstracto, la dependencia de los precios
del valor y la permanencia de los desequilibrios del mercado
La actualidad de la teoría objetiva del valor (II)
Publicado el 11 marzo 2012 por Antonio Olivé

Estimad*s amig*s una vez más por aquí. Hemos podido, no sin esfuerzo, encontrar
un hueco para completar el trabajo de Claudio Katz. Si la primera parte fue
interesante, la segunda lo es mucho más ya que se centra en los debates y
aportaciones de marxistas contemporaneos sobre la teoría del valor. Sin más
dilaciones, os ofrecemos la segunda parte.

La actualidad de la teoría objetiva del


valor (II)
Claudio Katz

CUESTIONAMIENTOS HETERODOXOS

La heterodoxia, que con excepción del marxismo reúne a todas las escuelas
actualmente críticas de los neoclásicos, cuestiona la teoría objetiva del valor
argumentando que esta concepción no toma en cuenta la alta determinación extra-
económica que tienen los precios en el capitalismo contemporáneo. Plantea,
además, que la categoría de valor tampoco contribuye al análisis de la explotación,
porque atribuye este hecho a desigualdades sociales originadas en la distribución
del ingreso o en el poder político de los grupos dominantes en la sociedad.

La heterodoxia estima que el funcionamiento de los sistemas económicos depende


de su configuración institucional. Por eso considera que el valor es una “noción
metafísica” (Joan Robinson) o prescindible para explicar la dinámica de los
“regímenes de acumulación” (Boyer). Algunos autores avalan las objeciones
neoclásicas, señalando que el “valor-trabajo omite el papel de la utilidad”
(Schumpeter) o “ignora al consumidor” (Bunge). En los cuestionamientos más
recientes se añade que el valor es un concepto “naturalista” (Milberg) o
“esencialista” (Amariglio), porque implica suponer que alguna sustancia misteriosa
subyace en el proceso económico. Todas estas críticas convergen en una misma
conclusión pragmática: ¿para qué utilizar la noción de valor si ningún empresario
la considera para calcular sus inversiones, costos o beneficios?.

Sin embargo, los capitalistas tampoco recurren a los conceptos de “modo de


regulación” o “reproducción sistémica” para evaluar si les conviene o no invertir en
tal sector, simplemente porque no suelen elaborar teorías a partir de su propia
actividad. Quienes deben formular las preguntas que los empresarios no se
plantean ni pueden responder, son los economistas. Descartar el valor
argumentando que en la actividad económica se opera directamente con precios es
lo mismo que impugnar el estudio de la utilidad marginal, la preferencia por la
liquidez o las normas de consumo, afirmando que en las transacciones corrientes
no se utilizan estas nociones. Cualquier teoría recurre a conceptos abstractos para
explicar los acontecimientos concretos y la teoría del valor no es la excepción.

El mérito de esta concepción es explicar cuáles son los procesos que inciden
subterráneamente en la persistencia de la explotación, en la formación de los
precios y en la dinámica general del capitalismo. Estos fenómenos son
desconocidos por los heterodoxos, que interpretan los precios a partir de acciones
políticas, decisiones técnicas o propuestas retóricas, como si estos hechos fueran
independientes de los acontecimientos económicos objetivos. Al subrayar, además,
la gravitación de los condicionamientos institucionales olvidan que estas normas
forman parte de la lógica del capitalismo y que no transforman, reglamentan o
modifican los precios en un vacío económico. La manipulación extra-económica
solo es efectiva en el largo plazo si confluye con los patrones generales de la
acumulación.

El concepto de valor es vital para entender las relaciones entre la explotación, los
precios y el funcionamiento del capitalismo, porque no alude –como
malinterpretan los heterodoxos– a algún tipo de sustancia física o química. Indica,
en cambio, que el tiempo de trabajo socialmente necesario es el principio clave para
entender todo el entramado de relaciones sociales que determina la dinámica del
mercado. El valor es el único enlace cuantitativo entre productos que satisfacen
necesidades distintas y actúa como el único cohesionador cualitativo del
funcionamiento de una economía mercantil.

La heterodoxia recurre a la teoría del monopolio para impugnar la interpretación


marxista de los precios, afirmando que las abundantes evidencias de cartelización
industrial o de regulación estatal de las cotizaciones estratégicas (salarios, tipos de
cambios, insumos claves) demuestra que los precios no dependen del valor, sino de
la acción intervencionista de las grandes empresas. Pero esta fijación concertada de
los precios es sólo parcial y no elimina la compulsión competitiva. Si esta
concurrencia hubiera desaparecido, la asignación de los recursos ya no sería caótica
y el comportamiento de las variables macroeconómicas sería previsible y
enmendable por la misma vía regulatoria.

Muchas interpretaciones del “fin de las crisis y del ciclo”, basadas en estas
caracterizaciones heterodoxas de un “capitalismo organizado” fueron desmentidas
por los desajustes económicos imprevistos de las últimas décadas. La concertación
monopólica no puede alterar en el largo plazo el fundamento competitivo de una
economía mercantil, que funciona creando beneficios y pérdidas a partir de los
cambios en los precios. Ninguna modalidad de la concurrencia puede anular este
principio del mercado. Mientras el sistema sea capitalista las regulaciones no
podrán preestablecer la marcha de los precios, ni predeterminar su influencia sobre
la inversión, el ahorro, la ganancia o la acumulación.

Es igualmente cierto que con el aumento de la escala de las corporaciones, todos los
mercados se han fragmentado y jerarquizado. La batalla que libran entre sí las
grandes compañías es totalmente distinta a la que individualmente desarrollan
contra empresas de pequeña o mediana envergadura. Nuevas formas de “alianzas
competitivas” que mixturan la asociación con la rivalidad se están generalizando en
la actualidad, recreando distintos tipos de rentas artificiales, basadas en obstáculos
a la movilidad del capital. Pero ni estas barreras, ni las plusganancias que las
acompañan son permanentes. Están sometidas a la erosión que generan los
aumentos de productividad en otras empresas del sector.

La acción de la ley del valor se modifica cuando aparecen limitaciones a la


movilidad del capital, pero sin alterar el principio de formación de los precios en
base al tiempo de trabajo. Y la vigencia de este principio se expande a medida que
el capital penetra en sectores (agrícolas, mineros, artesanales) tradicionalmente
excluidos de esta influencia. Cuanto mayor es la concertación entre grandes
empresas, mayor es la intensidad de la concurrencia por la obtención de tasas de
ganancias diferenciadas.

LAS OBJECIONES DE LA ESCUELA DEL EXCEDENTE

La corriente heterodoxa del excedente (también conocida como neoricardiana), que


en los años 60 y 70 alcanzó gran predicamento al revalorizar la tradición de la
economía política, profundizó la crítica a la teoría marxista del valor planteando
que este concepto es “redundante e innecesario”. Señalaron que para explicar y
calcular los precios no se requiere ningún conocimiento adicional a las variables
distributivas y a las condiciones técnicas (Steedman, Garegnani, Napoleoni,
Hodgson). Se inspiraron en el modelo que Sraffa elaboró para refutar al
marginalismo rehabilitando la teoría ricardiana del valor-trabajo y buscando
demostrar que los “precios de los factores” no pueden deducirse directamente del
mercado, sino que se requiere considerar los datos sociales o institucionales que
definen al salario o la ganancia. Este enfoque propinó un golpe demoledor a todas
las categorías neoclásicas (empezando por la “función de producción”), pero
también planteó implícitamente una seria objeción a la teoría marxista, porque si
los precios se derivan de las condiciones técnicas y distributivas: ¿Para qué se
necesita una teoría del valor?.
Los neoricardianos retomaron, además, otros dos viejos cuestionamientos a Marx.
El primero destaca que el concepto de valor desarrollado teóricamente en el tomo1
de “El Capital” fue abandonado en el tomo 3, cuando se recurre a los precios para
estudiar concretamente al capitalismo. La segunda crítica es el “problema de la
transformación” y señala la inconsistencia de los ejemplos numéricos que Marx
utilizó para describir el pasaje de los valores a los precios.

Puntualizan que en estos cuadros se violan las dos condiciones establecidas para
que la transformación fuera factible (la cantidad de capital constante debe
equipararse a lo producido por el sector de bienes de producción y el total de los
salarios debe igualarse a la producción de bienes de consumo). Para los
neoricardianos se puede prescindir, por lo tanto, del valor no sólo para interpretar
los precios, sino también para explicar la explotación (que derivan del control
capitalista de los resortes distributivos), para analizar el excedente (que identifican
con el plusproducto físico que se apropian los empresarios) o para comprender el
funcionamiento del capitalismo (que asimilan a la reproducción técnico-económica
del sistema).

Pero al eliminar el valor, los teóricos del excedente anulan el concepto que unifica
toda la lógica general del capitalismo. Sólo esta noción permite demostrar que la
técnica, el salario o la ganancia no son variables desconectadas entre sí, sino
componentes integrados de un mismo proceso de valorización del capital.
Expulsando el valor necesariamente se debe recurrir a los supuestos apriorísticos
tan objetados a los neoclásicos. Aunque en este caso no es la tasa de interés lo que
se define exógenamente, sino el salario y los requisitos materiales de la
reproducción, la explicación de los precios se diluye al convertir a las variables
distributivas en el eje de la interpretación. Estas magnitudes se transforman en
explicativas de los otros precios, sin ninguna justificación de cómo ellas mismas se
determinan en el proceso económico.

Utilizando, en cambio, al valor se puede definir objetivamente al salario por el valor


de la fuerza de trabajo y a las condiciones técnicas por el tiempo socialmente
necesario para fabricar y reemplazar los bienes de producción. Al prescindir del
valor los neoricardianos reinterpretan la necesidad de la explotación bajo el
capitalismo como una posibilidad dependiente de circunstancias político-
institucionales. Pero con el mismo razonamiento se podría también caracterizar
que el beneficio es una posibilidad, lo que contradice su evidente insustituibilidad
en el actual sistema económico-social. En el esquema del excedente nunca se aclara
cuál es el origen de la ganancia, porque rechazando el valor desaparece el único
nexo que conecta la acumulación de beneficios con la apropiación empresaria de un
valor adicional al requerido por los asalariados para la reproducción de su fuerza de
trabajo.

La escuela del excedente ignora la dimensión cualitativa y el significado social del


valor, pero a veces reformula el concepto en su acepción naturalista como unidades
de gasto fisiológico de trabajo (Reati). Utilizando este mismo enfoque concibe al
excedente como un sobrante de valores de uso. Pero al reducir el proceso social de
la valorización del capital a una acumulación material de bienes se potencia una
visión fetichista de todo el proceso económico. Los neoricardianos suponen que las
“mercancías se intercambian por mercancías”, sitúan en las condiciones técnicas el
secreto de la reproducción, equiparan la plusvalía a cualquier modalidad de sobre-
trabajo e identifican la circulación con la acción de un numerario. Toda la red de
relaciones coercitivas entre capitalistas y trabajadores (y compulsivas entre los
propios empresarios) es presentada como conexiones técnicas de la reproducción.
A esta distorsión cualitativa se añaden numerosas dificultades cuantitativas para
aplicar esta visión fisicalista del valor al cálculo de los precios, al análisis del dinero
o al cómputo de la ganancia. En el primer caso, la estimación directa de los precios
en unidades físicas de trabajo incorporado recrea todos los problemas que ya
enfrentó Ricardo en esta medición, cuando al ignorar la redistribución de plusvalía
no pudo resolver la discrepancia existente entre los precios y la magnitud del
trabajo incorporado a cada mercancía. En el plano monetario los neoricardianos
utilizan modelos de trueque reemplazando la moneda por numerarios y omitiendo
que el dinero es un verificador objetivo del trabajo social que no puede
preestablecerse, ni introducirse artificialmente. En la estimación de la ganancia
parten de una identificación con el excedente material y esta asimilación les impide
evaluar la tendencia de la tasa de ganancia, porque esta investigación requiere
distinguir la composición técnica de la composición orgánica del capital y
desarrollar los cálculos con las categorías correspondientes al proceso de
valorización.

Toda la incomprensión neoricardiana del valor se resume en su rechazo a la


distinción metodológica que estableció Marx para estudiar primero al capitalismo
en términos abstractos (subrayando la explotación y suponiendo que los precios
equivalen al valor) y luego en el plano concreto (destacando la competencia por la
distribución de la plusvalía y la diferencia entre precios y valores). Esta separación
no es un “enredo filosófico”, sino una forma de remarcar que el eje del sistema es la
extracción de plusvalía por todo el bloque de capitalistas y no su redistribución
entre los empresarios. Por eso el tomo l de “El Capital” se anticipa y difiere del
tomo 3. La validez de la teoría objetiva del valor no depende de la exactitud del
procedimiento analítico que Marx utiliza para “transformar” los valores en precios.
Centrar la impugnación al valor en este punto carece de sentido, porque la
veracidad de esta concepción no puede dilucidarse a través de este cálculo. Como
en la realidad empírica sólo existen los precios, lo que está en debate en la
transformación es cuál es el mecanismo más apto para ilustrar cuantitativamente la
dependencia de los precios del valor. Y esta discusión no puede reducirse a un
procedimiento algebraico, sino que exige una evaluación de la totalidad de la teoría
del valor como explicación de la explotación, los precios y el funcionamiento y
crisis del capitalismo.

ACIERTOS MARXISTAS

Al colocar a la teoría objetiva del valor en el centro de la reflexión económica, la


concepción marxista contribuye, en primer término, a superar una de las grandes
paradojas que rodea al estudio contemporáneo del valor: cuanto mayor es la
percepción de su importancia, menor es la atención que se le presta a su análisis
teórico. Por eso es muy común la distorsión del significado del término. Cuando se
habla corrientemente del “valor competitivo de las empresas”, del “valor agregado”
de los países o del “valor estratégico del conocimiento”, nunca queda claro qué
definen exactamente estos conceptos. Y mucho más oscuras son las expresiones: el
“valor de la producción subió” o el “valor nominal y real de los activos no coincide”.
Frente a estas imprecisiones, la caracterización marxista del valor aporta una
interpretación muy precisa del concepto.

El enfoque marxista destaca, además, que todas las restantes corrientes del
pensamiento económico se fundamentan en alguna otra teoría del valor y que los
autores que pretenden descartar esta noción, simplemente ignoran a cuál de estos
enfoques adscribe su análisis. Se puede declarar que la noción de valor es “inútil”,
pero no se puede prescindir de su uso en cualquier intento de explicación de la
lógica del capitalismo. Ni el giro formalista hacia la sofisticación matemática, ni la
tendencia pragmática a abandonar las cuestiones sustanciales de la economía han
eliminado la gravitación del valor.

Cualquier reflexión relevante sobre el proceso económico replantea la tradicional


oposición entre la teoría subjetiva de la utilidad y la concepción objetiva del
trabajo. Ningún investigador de la economía puede sustraerse de esta divisoria. La
visión marxista destaca, en segundo lugar, que el estudio del valor es la llave
maestra para comprender por qué el capitalismo se basa en la explotación. El
capital se valoriza con la extracción de plusvalía porque la fuerza de trabajo es
remunerada por debajo del valor creado por los asalariados. Esta caracterización
refuta no sólo la negación ortodoxa de la explotación ( “el salario corresponde a la
productividad”, “el mercado remunera adecuadamente al factor trabajo”), sino
también la evaluación heterodoxa de este fenómeno como un acontecimiento
apenas potencial y surgido de las desigualdades distributivas.

La teoría marxista puntualiza, en tercer lugar, que el valor es la clave para


comprender cómo se forman los precios en el capitalismo en función del parámetro
objetivo del tiempo socialmente necesario para la producción de las mercancías.
Esta caracterización coloca el estudio del problema en la esfera productiva, contra
la pretensión neoclásica de analizarlo como un hecho puramente mercantil.
Subraya la centralidad del trabajo abstracto en esta indagación, en oposición a la
preeminencia que la ortodoxia le asigna al consumidor y a sus preferencias.
Destaca el carácter objetivo de este proceso frente a la interpretación heterodoxa de
los precios a partir de las instituciones, las regulaciones o las variables
distributivas.

La concepción marxista destaca, en cuarto lugar, que el valor es el pilar de una


teoría del funcionamiento del capitalismo, cuya reproducción es periódicamente
desestabilizada por crisis, que en última instancia se originan en la competencia
por el beneficio y en la ausencia de mecanismos de asignación planificada de los
recursos. Esta caracterización desmiente las superstición que los neoclásicos han
difundido en torno de la acción armónica de la “mano invisible” del mercado y
cuestiona también las alternativas heterodoxas a este mito, basada en atribuirle al
estado o a las instituciones un rol de “mano visible”, de “mano evolutiva” o de
“reproducción sistémica” del capitalismo.

Finalmente, en quinto lugar, cabe señalar que varios autores marxistas han
comenzado a utilizar la teoría del valor como instrumento empírico de evaluación
de las tendencias del capitalismo contemporáneo. Para ello han definido el
concepto “valor del dinero” (Foley) como una relación entre el producto neto de
cada economía y el total de las horas trabajadas (por ejemplo, un dólar es igual a
cuatro minutos de trabajo en cierto período de la economía norteamericana), a fin
de realizar diversas estimaciones. En otros casos (Ramos) recurren a la relación
inversa –denominada expresión monetaria del valor (MELT) – que indica cuánto
dinero representa cierta hora de trabajo (por ejemplo, una hora igual a 15 dólares).

Con estos conceptos se han realizado mediciones de la evolución de la tasa de


ganancia en el largo plazo y comprobando su relación inversa con el aumento de la
composición orgánica del capital. Esta evaluación permite a su vez corroborar la
existencia de dos tipos de crisis (periódicas y generales), derivadas de las
contradicciones internas del proceso de valorización (Freeman). Con las mismas
herramientas se ha elaborado –en otros estudios– una “labour aproppiation ratio”
para medir comparativamente la evolución del poder de compra de cada hora de
trabajo en distintas regiones del mundo. Este cálculo confirma el impresionante
aumento de la dolarización de ingresos registrado en las últimas décadas entre los
países desarrollados y los periféricos. El ensanchamiento de esta brecha en
términos de la capacidad adquisitiva de las horas de trabajo constituye una
evidencia del intercambio desigual y del imperialismo contemporáneos, en base a
la teoría objetiva del valor (Freeman).

DEBATES MARXISTAS

Existen por lo menos tres temas de la teoría objetiva del valor de intenso debate
actual entre los marxistas: la resolución lógica del problema de la transformación,
la comprobación empírica de la correlación entre los valores y los precios y el
significado político del valor. Inicialmente algunos marxistas (Sweezy) aceptaron la
búsqueda de una solución matemática de la transformación en base al diagnóstico
de teóricos ricardianos (especialmente Bortkiewicz) que atribuían la falta de
correspondencia de los cuadros de Marx a un error de cálculo, originado en la
computación de los insumos en valor y de los productos en precios. Esta
caracterización condujo a varios intentos algebraicos de corrección del “error”
basados en la introducción de un “coeficiente de transformación” uniformador de
los insumos y de los productos en términos de precios. El artificio resolvía las
incógnitas del sistema respetando las igualdades exigidas para la reproducción,
pero distorsionaba toda la concepción de Marx porque, en lugar de ilustrar cómo
los precios surgen del valor, planteaba un modelo centrado en los precios,
omitiendo su dependencia analítica respecto de los valores. La profundización de
este camino con el auxilio de ecuaciones desagregadas, formalizaciones matriciales
y coeficientes técnicos en unidades de trabajo directo e indirecto acentuó la
tendencia a prescindir por completo del valor.

Otros autores (Meek) retomaron, en cambio, la hipótesis histórica que Engels dejó
planteada al afirmar que en el origen del capitalismo existió una coincidencia de los
precios con los valores que se fue disolviendo con la formación de los precios de
producción. Esta convergencia de los valores y los precios en la “producción simple
de mercancías” desapareció con la redistribución de la plusvalía y el desarrollo de
ganancias diferenciadas de los sectores industriales. Pero otros autores (Moseley,
Smith) consideran que la “producción simple de mercancías” es un artificio
puramente lógico que jamás existió y que apunta sólo a a ilustrar la dinámica de la
acumulación. Señalan que toda la secuencia de valores, precios de producción y
precios de mercado expuesta en “El Capital” sigue un orden exclusivamente lógico,
tal como ocurre también con el estudio de la reproducción simple y ampliada. El
problema de la transformación no parece resolverse en el plano histórico. La ley del
valor operó sin dominar nunca en las sociedades precapitalistas y difícilmente
podría haber actuado durante ese estadio como patrón de fijación de los precios.

Otro enfoque distinto plantean los partidarios de la corriente “temporalista”


(Carchedi, Freeman, Kliman) que intentan una resolución lógica de la
transformación, resaltando el impacto de las redistribuciones de plusvalía en la
formación de los precios. Se oponen a buscar “coeficientes de transformaciòn” y
consideran que los ejemplos numéricos de Marx no presentan a los insumos en
valor y a los productos en precios, sino que ilustran dos momentos temporalmente
distintos de la formación del precio en el proceso de la reproducción. Señalan que
en la transformación aparece la secuencia cronológica de los precios finales
variando en cada ciclo productivo, en función de precios de reposición cambiantes.
La transformación registra, por lo tanto, una adaptación de los precios a los valores
sociales efectivamente realizados de las mercancías a partir de sus valores
potenciales. Se trata de una ejemplificación de cómo se adecuan temporalmente los
precios a los cambios en la productividad y en las necesidades sociales.

Esta línea de pensamiento ha convergido parcialmente con autores “antidualistas”


(inicialmente Wolff, Callari y Roberts, en la fusión con los temporalistas Freeman,
Kliman, McGlone, Ramos) que plantean que los valores y los precios forman parte
de un mismo sistema analítico que no puede subdividirse, ni debe resolverse
mediante artificios algebraicos, como creyeron los intérpretes tradicionales de la
transformación. Para indagar simultáneamente las dimensiones abstractas y
concretas de los procesos estudiados y evitar interpretaciones esencialistas (el valor
como sustancia metafísica) o empiristas (sólo importa la realidad observable de los
precios) hay que considerar el problema en un sólo sistema. Este es el tratamiento
que originalmente planteó Marx en varios ejemplos numéricos expuestos
directamente en precios transformados y que no incluyen las columnas intermedias
de plusvalía y valor introducidas posteriormente por los intérpretes dualistas.

Otros autores (Foley, Lipietz, Dumenil) han propuesto una “nueva solución” del
problema dela transformación incorporando conceptos operativos (por ejemplo, el
“valor del dinero”) que toman en cuenta la forma concreta que asume el valor ya
transformado en precios (1 dólar es igual a 4 minutos de trabajo), sin considerar
cómo se desenvolvió esta conversión. Este enfoque evade la resolución analítica del
problema, estimando que la redistribución de la plusvalía en la formación de los
precios no es una caracterización que requiera ser probada.

Los partidarios de cada uno de estos enfoques debaten, además, cómo realizar el
cómputo del valor creado en cada período. Para los partidarios de la “nueva
solución” esta magnitud corresponde al producto neto y por eso se debe tomar en
cuenta exclusivamente el capital variable (los cuatro minutos que, por ejemplo,
igualan a un dólar involucran solamente al trabajo vivo). La corriente antidualista
propone, en cambio, incluir en esta estimación a todo el capital constante,
considerando junto al nuevo valor creado el valor transferido a lo largo del período.
Por su parte el temporalismo plantea registrar no solo el capital variable y
constante, sino también todo el acervo de capital. Esta discusión surge a partir de
los distintos abordajes que se plantean frente al problema de la transformación.

Un segundo campo de debate es la corroboración empírica de la teoría del valor y la


consiguiente dependencia de los precios del tiempo socialmente necesario para la
producción de mercancías. Algunos autores (Reuten) se oponen a intentar esta
demostración argumentando que al proceder a este cálculo se identifica al valor con
una sustancia física observable, olvidando que expresa exclusivamente una relación
social de explotación entre capitalistas y asalariados. Pero esta objeción no aclara
cuál es la incompatibilidad entre reconocer esta dimensión cualitativa del trabajo
abstracto y buscar instrumentos para medir el tiempo de trabajo. La teoría
marxista del valor incluye una ley interpretativa de los precios, cuya corroboración
exige recurrir al cálculo porque si se renuncia a la conmensurabilidad del valor, el
concepto queda situado en el universo de las entidades ideales. No hay que olvidar
que la teoría tuvo su origen clásico en la finalidad práctica de utilizar al trabajo
como instrumento de estimación de las cotizaciones de los terrenos y de registro de
las ganancias y las pérdidas en términos reales. Apuntó a encontrar una forma de
contabilización del trabajo social, que facilitara la organización de la producción.

Algunos teóricos (Negri) plantean que el cálculo del valor se ha vuelto imposible en
la actualidad, porque la producción se ha “desmaterializado” y el crecimiento
económico depende de los incrementos en las calificaciones y de la productividad,
aportados por la subjetividad incuantificable de los trabajadores. Pero incluso sin
abrir juicio sobre el alcance real de esta transformación virtualista del capitalismo
contemporáneo, no existe ningún obstáculo para mensurar la nueva influencia
laboral de la subjetividad evaluando los costos de formación y reproducción de la
fuerza de trabajo calificada.

La forma de corroborar empíricamente la dependencia de los precios del valor ha


sido desarrollada por varios autores (Shaik, Valle Baeza, Cockshott, Cotrell)
utilizando la matriz insumo-producto. Consideran que las cifras representativas del
trabajo contenido en cada segmento industrial que aparece en el input de estas
tablas puede identificarse con el valor creado en estos sectores y que las
magnitudes que figuran en los ouputs equivalen a los correspondientes precios de
producción. Se han realizado numerosas estimaciones con matrices de diversos
países y se han obtenido altos coeficientes de regresión. En otras estimaciones se
han tomado elementos diferentes (electricidad, petróleo, acero) como base de
cálculo, para demostrar que la baja correlación observada en estos casos confirma
la concordancia empírica de los precios con los valores en base al trabajo.

Estos intentos de hacer operativa la ley del valor constituyen un aporte reconocido
por todos los marxistas, aunque está en debate si el criterio elegido es el adecuado,
porque Marx a diferencia de Ricardo no consideraba que los precios constituyen
aproximaciones directas del valor. Por eso introdujo categorías intermedias
indagando la redistribución de la plusvalía en función de la composición orgánica
de los capitales intervinientes. La búsqueda de proporcionalidad directa entre
precios y valores utilizando coeficientes integrados verticalmente no contempla
esta redistribución. Si los precios son expresiones del valor porque incluyen no solo
el trabajo incorporado, sino también el valor transferido a las mercancías (como
adición o sustracción), entonces más que probar la correspondencia de los valores y
los precios habría que demostrar que su divergencia es coherente con las diferentes
composiciones orgánicas de los capitales involucrados en este ejercicio. En lugar de
coincidencias se tendría que analizar la lógica de esta desviación. También es
controvertible si corresponde considerar al valor como un indicador registrable en
la correlación de los insumos con los productos.

El tercer aspecto del debate es el significado político del valor. Todos los marxistas
coinciden en que este concepto no se refiere a “valores” morales, éticos o familiares,
ni tampoco a un principio jurídico de equidad. Para los marxistas el valor
representa un criterio de estudio de la lógica del capitalismo. Pero la relación entre
este análisis objetivo y la interpretación de la acción subjetiva de las clases sociales
es un tema de aguda discusión.

Mientras que algunos autores (Mandel, Carchedi, Husson) caracterizan


correctamente a la teoría del valor como un pilar de las leyes del capital que
determina el marco de condiciones, posibilidades y límites en que se desenvuelve la
lucha de clases, otros analistas (De Angelis) interpretan que el valor es una “noción
política”, cuyo sentido es conceptualizar la resistencia de los trabajadores frente a
las imposiciones de la burguesía. Este enfoque restringe la teoría a la función de
proveer argumentos en favor de la lucha contra la opresión social, omitiendo que
su sentido básico es estudiar leyes, hipótesis y principios, mediante una
investigación relativamente autónoma de las modalidades o las coyunturas de la
lucha de clases. Si el análisis de los precios, la acumulación, o la tasa de ganancia se
desarrolla exclusivamente en función de las contingencias de la lucha social se
pierde el encuadre de la lógica del capital que requiere este estudio.

Este mismo problema aparece en la caracterización de la ley del valor como


representativa de “una teoría de la esperanza” de los asalariados frente a la
“debilidad del capital para lograr la subordinación del trabajo” (Holloway). En esta
acepción la teoría parece asociada a una secuencia de éxitos sindicales, políticos o
sociales de los trabajadores, lo que desvirtúa que su finalidad es analizar los
mecanismos que permiten la reproducción del capital en base a la extracción de
plusvalía. No existe ninguna relación directa entre la rebelión popular y la ley del
valor. Tan sólo puede afirmarse que la insubordinación de los trabajadores tiende a
socavar el funcionamiento normal de la acumulación, especialmente cuando la
intensidad de esta lucha conduce a formas de regulación estatal generalizadas de
los precios. En general, la ley del valor funciona normalmente en base a la
subordinación de los oprimidos y no en los momentos de ruptura de este
sometimiento.

Existe finalmente un terreno de discusión de la ley del valor –que se ha debilitado


sensiblemente en los últimos años– y que está referido a la forma en que se
transforma o se extingue este principio durante la transición del capitalismo al
socialismo. El debate entre quienes postulan su perdurabilidad (Lange) o su
progresiva desaparición (Rosdolsky) ha pasado a segundo plano desde la implosión
del ex “bloque soviético”. Pero esta controversia no es accesoria, ni prescindible. Al
contener una interpretación de la explotación, una explicación de los precios y una
caracterización del funcionamiento del capitalismo, la teoría marxista del valor
también incluye una propuesta de emancipación basada en el socialismo. La
actualización de la concepción incluye, por lo tanto, una renovación de este
proyecto liberador.

BIBLIOGRAFÍA
 AMARIGLIO JACK. “El cuerpo, discurso económico y poder. Introducción a
Foucault de un economista”. Revista Buenos Aires. Pensamiento Económico,
n 2, primavera de 1996.
 BOHM BAWERK, EUGEN VON. “La conclusión del sistema de Marx”.
Economía burguesa y economía socialista, Cuadernos de Pasado y Presente,
n 49, Córdoba, 1975.
 BOYER, ROBERT. La Teoría de Regulación (cap 1), Humanitas, Buenos
Aires, 1988.
 BRONEFENBRENNER MARTIN. “Das Kapital para el hombre moderno”..
Horowitz David. Marx y la economía moderna. Laia, Barcelona , 1968
 BUNGE, MARIO. Economía y filosofía y economía, (cap 4 y 7) Tecnos,
Madrid, 1982.
 CARCHEDI, GUGLIEMO. Frontiers of political economy, Verso, London,
1991, (Cap 3 y 4).
 COCKSHOTT PAUL, COTTRELL ALLIN. “Labour times versus alternative
value bases”. Cambridge Journal of Economics, vol 21, n 4, july 1997,
London.
 COLLIOT THELENE, CATHERINE. “Afterword” in Rubin Isaac Illich . A
history of economic thought. London Plutto Press.
 DE ANGELIS MASSIMO. “Beyoind the technological and the social
paradigms”. Capital and class n 57, autumm 1995
 DE VROEY, MICHAEL. “La teoría marxista del valor: balance crítico de los
debates recientes”, en Lecturas de Economía, n 27, septiembre de 1988,
Bogotá.
 DOBB, MAURICE. Teorías del valor y de la distribución desde Adam Smith.
(cap. 8), Siglo XXI, Madrid, 1975.
 DOSTALER, GILLES. Valor y precio. La historia de un debate, Terra nova,
México, (cap, 1)
 DUMÉNIL GERARD, LEVY DOMINIQUE. “Szumski´s validation of the
labour theory of value: a comment”. Cambridge Journal of Economics, 1991,
15.
 FOLEY DUNCAN K. “Recent developments in the labor theory of value”.
Paper to IWGT, februay 1997.
 FREEMAN ALAN. “Crisis and the poverty of nations”. Historical
Materialism, n 4, 1999. London
 GAREGNANI, PIERANGELO. “La realidad de la explotación”; “Por el
reencuentro de Marx con los clásicos”; “Fórmulas mágicas”, en Debate sobre
la teoría marxista del valor, Pasado y Presente 82, México, 1979.
 GIUSSANI Paolo. “Demand, supply and market prices” in Marx and non-
equilibrium economics. Freeman Alan, Carchedi Guglielmo. Edward Elgar.,
1996.
 GLEICHER DAVID. “A historical approach to the question of abstract
labour”. Mohun Simon. Deabates in value theory. St Martin’s Press, New
York, 1994.
 GUILLÉN ROMO, HECTOR. “Marx, Sraffa and the neo-classicals in
context”, in Mandel Ernest; Freeman, Alan, Ricardo, Marx, Sraffa. Verso,
1984, London.
 HOGDSON, GEOFF. “La teoría de la caída de la tasa de ganancia” Teoría, n 1,
abril-junio 1979, Madrid.
 HOLLOWAY JOHN. “El Manifiesto Comunista” Cuadernos del Sur, n 26,
abril 1998, Buenos Aires.
 HUSSON, MICHEL. Misere du capital. Syros, Paris, 1996. (Cap 2).
 ITOH MAKOTO. La crise mondiale, EDI, Paris , 1987(cap 1,2)
 KLIMAN ANDREW. “Physical quantities, value and dynamics, New York,
1998 Congres Marx International II. 30 septembre-3 octobre 1998, Paris.
 LAIBMAN DAVID. “Value theory and the quest for the core of capitalism. A
new expedition”. International Working Group on Value Theory 1999. Mini-
Conference (12-14 march 1999, Boston).
 LANGE OSKAR. Economía política. Fondo de Cultura Económica, 1974,
México.
 LIKITKIJSOMBOON, PICHIT. “Marxian theories of value form” Review of
Radical Political Economics, n 2, vol 27, june 1995, URPE, Pittsburgh.
 LIPIETZ, ALAIN. “Le debat sur la valeur”, Dostaler, Gilles. Un echiquier
centenaire. Theorie de la valeur et formation des prix, La Decouverte, Paris,
1985.
 MANDEL ERNEST. “Variables partiellement indépendantes et logique
interne dans l’analyse economique marxiste clasique”. Le capitalisme tardif,
Nouvelle Edition, La Pasion, Paris, 1998.
 MARX, CARLOS. El Capital, tomo I, II, III. Fondo de Cultura Económica,
México, 1973
 MATTICK PAUL. “Samuelson o la “transformación” del marxismo en
economía burguesa” Crítica a la teoría económica contemporánea. Era,
México, 1980
 MCGLONE TED, KLIMAN ANDREW. “One system or two? in Marx and
non-equilibrium economics. Freeman Alan, Carchedi Guglielmo. Edward
Elgar., 1996.
 MEEK RONALD. “El método económico de Karl Marx”. Economía e
ideología, Ariel, Barcelona, 1972.
 MILBERG W. “Orden natural y postmodernismo en el pensamiento
económico”. Revista Buenos Aires. Pensamiento económico n 1, otoño 1996,
Buenos Aires.
 MOHUN, SIMON. “A re(in) statement of the labour theory of value”.
Cambridge Journal of Economic, vol 18, n 4, august 1994, London.
 MOSLEY FRED. “Marx’s logical method and the transformation problem”.
Marx’s method in Capital, Humanities Press International, New Jersey, 1993.
 NAPOLEONI, CLAUDIO. “El enigma del valor”; “Nos obliga a recomenzar
desde el principio”, en Debate sobre la teoría marxista del valor, Pasado y
Presente 82, México, 1979.
 NEGRI ANTONIO. “Valor y deseo”. El Rodaballo, n 6/7, otoño-invierno
1997, Buenos Aires.
 RAMOS ALEJANDRO. “Value and price of production: new evidence on
Marx’s transformation procedure”, 1999. (Mimeo).
 REATI ANGELO. “The post-keynesian and marxian approaches to labor
values: contradiction or complementarity?” Congres Marx International II.
30 septembre-3 octobre 1998, Paris.
 REUTEN GEERT. “The difficult labor of a theory of social value”. Marx’s
method in Capital, Humanities Press International, New Jersey, 1993.
 ROBINSON, JOAN. Introducción a la economía marxista. (Introducciòn),
Siglo XXI, México, 1968.
 ROSDOLSKY, ROMÁN. Génesis y estructura de El Capital. (Cap 3 y 9), Siglo
XXI, México, 1979.
 RUBIN, ISAAC. Ensayo sobre la teoría del valor, Cuadernos de Pasado y
Presente n 53, México, 1985.
 SALAMA PIERRE, Tran Hai Hac. Introduction a l’economie marxiste (cap 1
y 3). La decouverte, Paris, 1992
 SAMUELSON, PAUL. “Parábola y realismo en la teoría del capital: la funcíón
de producción sustituta”, y “Resumen¨, en Harcourt, G.C.; Laing, N.F.
Capital y crecimiento, Fondo de Cultura Económica, México, 1973.
 SCHUMPETER, JOSEPH. Capitalismo, socialismo y democracia, (cap 1, 2,
3,4) Folio, Barcelona, 1984.
 SHAIK, ANWAR. “L’economie neo-ricardienne” Dostaler, Gilles. Un
echiquier centenaire. Theorie de la valeur et formation des prix, La
Decouverte, Paris, 1985.
 SMITH, TONY. Dialectical Social Theory. From Hegel to analytical marxism
and postmodernism, Suny, New York, 1993
 SOLOW, R.M. “La tasa de interés y la transición entre técnicas”, en Braun,
Oscar. Teoría del capital y la distribución, Tiempo Contemporáneo, Buenos
Aires, 1973.
 STEEDMAN, IAN. Marx, Sraffa y el problema de la transformación, FCE,
México, 1977.
 SWEEZY, PAUL. Teoría del desarrollo capitalista, Fondo de Cultura
Económica, México, 1973. (cap 7).
 VALLE BAEZA ALEJANDRO. Valor y precio. Una forma de regulación del
trabajo social. UNAM, México, 1991.
 WEEKS JOHN. ¨The law of value and the analysis of underdevelopment¨.
Historical Materialism, n 1, autumn 1997.
 WILLIAMS MICHAEL. “Money and labour-power: Marx after Hewgel or
Smith plus Sraffa? Cambridge Journal of Economics, vol 22, n 2, 1998,
London.
 WOLFF RICHARD, ROBERTS BRUCE, CALLARI ANTONIO. “Marx´s (not
Ricardo´s) transformation problem: a radical reconceptualization”. History
of Political Economy 14′-4 (82). Duke Univesity Press
n
19

Teoría del Valor, el problema de la transformación y la teoría de la crisis

El siguiente es un artículo traducido de la página Critique of Crisis Theory que trata sobre la teoría del
valor-trabajo de Marx y la relación del valor de las mercancías con los precios de mercado de esas mismas
mercancías.Aquellos lectores que conozcan un poco de economía, ya sean marxistas o no, conocerán
una discusión recurrente que surge al afirmarse que la teoría del valor de Marx no da cuenta de los
precios de mercado de las mercancías. Es inusual que quienes afirman esto hayan leido El Capital, y
tampoco parece estar en sus planes leerlo. Un poco para ahorrarles el trabajo, pero sobre todo para los
genuinamente interesados en conocer el pensamiento real de Marx, es que presento el texto que sigue,
en el que se demuestra la pertinencia de la teoría del valor-trabajo de Marx, para calcular tanto el valor
como el precio.

Teoría del Valor, el problema de la transformación


y la teoría de la crisis
El problema de la transformación en la economía política

La ley del valor como fue desarrollada por la economía política clásica, sostenía que el valor de una mercancía viene determinado por la cantidad de trabajo que, bajo las
condiciones prevalecientes de producción, es necesario en promedio para producirla.
De acuerdo a los economistas clásicos el valor de una mercancía determina su precio natural, alrededor del cual fluctúan los precios de mercado, en respuesta a los cambios en
la oferta y la demanda. Las fluctuaciones de los precios de mercado alrededor de los valores -o lo que viene a ser lo mismo- de acuerdo a los precios naturales, según la economía
política clásica, regulan la distribución del capital entre las varias ramas de la producción.
En lo que concierne a los clásicos, el precio natural (para usar la terminología de Adam Smith) o el costo o el precio de producción (para usar la terminología preferida por Ricardo)
era idéntico al valor de la mercancía. (1)
Supongamos que se produce demasiado grano y no suficientes zapatos. El precio de mercado del grano caerá por debajo de su precio natural o valor, mientras que el precio de
mercado de los zapatos se elevará por sobre su valor o precio natural. Los capitalistas invertirán entonces menos capital en la producción de grano, donde los beneficios serán
menores a la tasa media de beneficio o incluso negativos, y más en la producción de zapatos, donde los beneficios serán mayores a la tasa media de beneficio.
Mientras cada capitalista individual busca beneficios extraordinarios -beneficios superiores a la tasa media de beneficio- la tasa de beneficio tenderá a nivelarse entre las varias
ramas de la producción. Al mismo tiempo, los varios tipos de mercancías serán producidas en las proporciones necesarias para satisfacer las necesidades de la sociedad. Todo
esto se logra sin ningún tipo de gestión centralizada de la economía.
El principio central que emerge de la economía política clásica, es que mientras que todos sean libres de desarrollar sus intereses materiales individuales, el bien común emergerá
gracias a la operación de la ley del valor-trabajo de las mercancías. Esto se convirtió en la principal doctrina del liberalismo económico.
Sin embargo, ya Adam Smith se había percatado de que la ley del valor así formulada está en aparente contradicción con la tendencia de la competencia a igualar la tasa de
beneficio.
Bajo la presión implacable de la competencia, ningún capitalista individual puede permitirse conformarse con una menor tasa de beneficio, si se puede conseguir una tasa de
beneficio más alta. Cada capitalista, bajo pena de bancarrota, debe procurarse la tasa de beneficio más alta posible. (2)
Asumiendo que no haya barreras al libre flujo de capital entre las varias ramas de la producción -esto es, libre competencia o, como lo llamó Adam Smith, "libertad perfecta"- la
competencia entre capitales tenderá hacia una situación en la que los capitales de igual tamaño ganen iguales beneficios en iguales periodos de tiempo.
Pero esto lleva a una contradicción. Los capitales que emplean una cantidad de capital fijo mayor a la media, tienen periodos de retorno más largos que aquellos que emplean una
cantidad menor de capital fijo en promedio. ¿Pero acaso las ramas de producción con periodos de retorno de su capital más largos que el promedio no tienen que cobrar -el resto
permaneciendo igual- precios más altos que los capitales de aquellas ramas de la industria con un periodo de retorno más corto que el promedio? Si así no fuere, los capitales con
diferentes periodos de retorno no pueden realizar beneficios iguales en iguales periodos de
tiempo.

El problema de los vinos finos añejados en baúles de roble

Un ejemplo frecuentemente utilizado para ilustrar al capital con un periodo de retorno largo, es el del vino fino añejado en viejos baúles de roble a lo largo de muchos años.
Mientras el vino descansa en los baúles, parece estar acumulando "interés", a la manera en que sucede con el dinero en una cuenta de ahorros de alto rendimiento, aunque no esté
absorbiendo trabajo humano adicional alguno.
Los economistas burgueses modernos argumentan que esto muestra que la ley del valor-trabajo no puede ser verdadera. Según ellos, el trabajo que el vino absorbe a través del
proceso de producción, al añadírsela el "interés" que el vino gana mientras se añeja en viejos baúles, prueba que el vino y los baúles también están produciendo valor. De hecho,
¿no es verdad acaso que los vinos añejados con muchos años son más caros debido a este "interés" acumulado?
Desde los días de Adam Smith, casi todas las escuelas de economía —la clásica, la marxista, y la marginalista, aunque los marginalistas dirán igual tasa de interés en lugar de tasa
de beneficio- han aceptado esta ley económica básica. ¿Pero porqué existe una aparente contradicción entre la determinación de los valores de las mercancías por la cantidad de
trabajo necesaria para producirlas, por un lado, y la tendencia de la tasa de beneficio a igualarse, por el otro?

El problema de la transformación en Marx

La aparente contradicción entre la ley del valor-trabajo y la tendencia de la tasa de beneficio a igualarse, se ve agudizada aún más en la transición desde la economía política
clásica a la economía de Marx tal como fue desarrollada en el Volumen I de "El Capital".
A diferencia de los economistas clásicos, Marx distinguía entre capital constante -capital fijo y materias primas y auxiliares, por un lado, y capital variable -fuerza de trabajo- por el
otro.
Recordemos que para Marx, sólo el trabajo vivo, capital variable, produce valor y plus-valor. El capital constante, en contraste, sólo puede transferir su valor existente a las
mercancías que ayuda a producir.
Supongamos que una rama de la producción emplea $50 de capital constante — depreciación de máquinas y materias primas y auxiliares- y $50 para salarios para producir una
mercancía individual. Abstrayendo las fluctuaciones de los precios de mercado alrededor de los valores, asumimos que las mercancías se venden a sus valores-trabajo.
Asumamos que la tasa de plus-valor es de 100 por cien. Esto es, cada trabajador trabaja la mitad del tiempo para sí mismo y la mitad para su capitalista. Tenemos que 50C + 50V +
50P = 150. La tasa de beneficio será del 50 por ciento.
Asumamos que otra rama de la producción emplea $75 en valor de capital constante y $25 en valor de capital variable para cada mercancía individual producida. Asumamos otra
vez una tasa de plusvalor del 100 por ciento. Tenemos que $75C + 25V + 25P = 125. Por lo tanto, asumiendo otra vez que las mercancías se venden a sus valores, la tasa de
beneficio es de sólo 25 por ciento. (3)
Sin embargo, bajo la presión abrumadora de la competencia, ningún capitalista puede permitirse invertir en una rama de la industria en la que la tasa de beneficio es de 25 por
ciento, si este capitalista puede invertir con igual facilidad en una rama en la que la tasa de beneficio sea de 50 por ciento. Por lo tanto, el precio natural, para usar la terminología de
Adam Smith, alrededor del cual fluctúan los precios de mercado, no estará determinado por la cantidad de trabajo socialmente necesario para producir las mercancías.

La solución de Smith al problema de la transformación

Adam Smith reaccionó al problema de la transformación, apartándose de la ley del valor trabajo en muchos pasajes de su "La Riqueza de las Naciones". En su lugar, sugirió que en
una sociedad capitalista regulada por la tasa media de beneficio, el precio natural o valor, podría determinarse simplemente sumando los ingresos básicos ganados por los
diferentes miembros de la sociedad: salarios del trabajo, beneficio del stock -capital- y renta de la tierra. (4) Esencialmente, Smith proclamó que la ley del valor-trabajo se aplicaba
sólo en una economía de producción simple de mercancías, en la que los productores fueran dueños de sus propios medios de producción.
Para una sociedad capitalista, Smith sugirió una teoría del valor del costo de producción. El valor de una mercancía estaba determinado por la suma de los salarios, beneficios y
rentas incluidos en su producción. Adam Smith pudo hacer esto sólo porque ignoró el capital constante, omisión que consideró legítima porque el capital constante siempre podía
reducirse a los salarios en el "análisis final".
Esta teoría del valor del costo de producción fue suficiente para los economistas que dominaron la economía política entre la muerte de Ricardo en 1823 y la llamada revolución
marginalista de los 1870s.

Ricardo y el problema de la transformación

David Ricardo estuvo de acuerdo con Adam Smith en que el valor de una mercancía era el precio promedio alrededor del cual fluctuaba el precio de mercado de acuerdo a los
flujos y reflujos de la oferta y la demanda de esa mercancía. Pero mientras que la visión de Ricardo era mucho más estrecha que la de Smith, también era mucho más lógica. A
Ricardo simplemente, no le gustaban las contradicciones lógicas.
Mientras que Smith podía moverse de una teoría del valor a otra dentro de su "La Riqueza de las Naciones" como le conviniera en cada momento, Ricardo buscaba consistencia.
Aunque bien al tanto de las contradicciones de la ley del valor-trabajo de Smith, se esforzó de todos modos para usar la teoría del valor trabajo consistentemente.
Pero Ricardo no fue capaz de resolver las contradicciones de la teoría clásica del valor trabajo, en mayor medida que Adam Smith. A diferencia de Smith, sin embargo, él consideró
que las aparentes contradicciones de la teoría del valor-trabajo podían ser resueltas, y esperaba que un sucesor pudiera lograrlo. Tal sucesor no fue, sin embargo, un economista
político, sino un representante de la clase trabajadora que se erigió en oposición a toda la economía política burguesa. (5) Su nombre era Karl Marx.

Marx y el problema de la transformación

Marx desarrolló la ley del valor-trabajo mucho más allá del nivel alcanzado por cualquiera de los economistas clásicos, incluyendo a Ricardo. Junto a su teoría del plus-valor, que al
distinguir entre trabajo y fuerza de trabajo (...), el mayor avance de Marx en la economía, por encima de la economía política clásica, fue su descubrimiento de las categorías de
trabajo concreto, que produce valores de uso, y trabajo abstracto, que produce valor. (6)
Esto no es la cosa más fácil de entender y explica porqué para aquellos que abordan "El Capital" por primera vez -o la segunda o la tercera vez- los primeros tres capítulos son tan
difíciles. Especialmente para aquellos que no estén entrenados en filosofía y lógica, los primeros tres capítulos representan un verdadero desafío. (7) Pero una vez que al concepto
de trabajo le son abstraídas todas sus características específicas, como trabajos con diferentes calificaciones, trabajos que producen distintos tipos de valores de uso, o aún
trabajos de obreros individuales a diferentes horarios (por ejemplo, antes y después de la taza de café matutina), obtenemos el trabajo humano como tal, como pura sustancia social
homogénea.
Es el trabajo abstracto lo que hace posible equiparar diferentes tipos de valores de uso materiales, tales como manzanas y naranjas, entre sí en el proceso de intercambio. La
abstracción ocurre no sólo en las páginas de "El Capital" sino de manera inconsciente, cuando las mercancías con valores de uso cualitativamente diferentes, son sin embargo
intercambiadas y por lo tanto equiparadas unas con otras. Deben tener algo en común, o sino no podrían ser equiparadas entre sí, ¿pero qué es eso en común? Marx razona en los
tres primeros capítulos de "El Capital" que las mercancías que son tan diferentes en términos de sus valores de uso materiales deben, igualmente, compartir una cualidad en
común. Esa cualidad en común es que todas son productos del trabajo humano.
No el trabajo concreto que las produce, por ejemplo el de un metalúrgico, o el trabajo de un joyero, o el de un pocero, sino la cualidad que todas las formas de trabajo tienen en
común.
Esto es trabajo humano en abstracto, dejando de lado todas las características que distinguen una hora de trabajo concreto de otra hora de trabajo concreto.
La habilidad o falta de ella del trabajador individual, la salud del trabajador, si el trabajador tomó su café matutino, el momento del día en que el trabajo es realizado, y todo por el
estilo, son abstraídos. Dejamos todo esto afuera y todo lo que distinga una hora de trabajo humano de otra, y tendremos una hora de trabajo abstracto. Esto, explicó Marx, es la
sustancia social pura -no sustancia física- del valor que todas las mercancías tienen en distinto grado.
Una vez que el valor es reducido a una sustancia social homogénea, puede ser medida por una unidad de tiempo en común. Cuanto más trabajo abstracto contiene una mercancía,
más valor tiene. En términos de valor, las mercancías difieren cuantitativamente entre ellas, pero son cualitativamente similares.
Esta teoría del valor representó un enorme avance sobre la teoría del valor de Ricardo. A diferencia de la teoría ricardiana, hizo posible una teoría consistente del valor y el precio.
Marx pudo mostrar que el trabajo abstracto que representa una mercancía, funciona como la medida inmanente -medida interna- del valor de la mercancía.
Pero la cantidad de trabajo abstracto que una determinada mercancía representa, nunca puede ser conocida directamente por los productores -ni siquiera aproximadamente- una
vez que la producción y el intercambio de las mercancías se han desarrollado más allá de sus etapas primarias.
Por lo tanto, Marx distinguió entre valor y valor de cambio en tanto forma del valor. Los economistas clásicos sólo habían distinguido entre valor de uso y valor de cambio. Yendo
más allá de la teoría clásica burguesa del valor de cambio, Marx hizo una distinción entre valor medido en términos de una cierta cantidad de trabajo abstracto - su medida
inmanente-, y el valor de cambio en el cual el valor de una mercancía se mide en términos del valor de uso de otra mercancía (la que se usa como equivalente universal, por
ejemplo, el oro, que se mide por su peso, N. del T.). Esto lleva directamente a la teoría del dinero y el
precio de Marx.
Entonces, en el modo de producción capitalista, que es la forma más alta de producción de mercancías, en el cual la fuerza de trabajo se ha vuelto una mercancía, el valor sólo
puede tomar la forma de valor de cambio. (8) Antes de Marx, el valor y el valor de cambio eran usados como sinónimos. Pero Marx mostró que en realidad son bastante distintos. El
valor de cambio de una mercancía particular —la forma relativa de la mercancía- siempre debe ser medida en términos del valor de uso de otra mercancía —la forma equivalente.

El oro no es dinero por naturaleza, pero el dinero es por naturaleza oro

Mucho antes del ascenso de la producción capitalista, la producción de mercancías surgió del intercambio aleatorio de diferentes productos del trabajo humano. A medida que este
proceso se desarrollaba, una o a lo sumo unas pocas mercancías emergieron como equivalentes universales. A lo largo de miles de años de producción e intercambio de
mercancías, el oro ha probado ser el mejor dinero-mercancía. No sólo contiene una gran cantidad de valor en una relativamente pequeña sustancia física. En su forma de lingote, el
oro es extremadamente homogéneo, dado que es un elemento químico, no un compuesto.
Además, debido a sus propiedades químicas naturales, el oro no se corroe. Por añadidura, como un simple valor de uso material, el oro no cambia cualitativamente durante la
historia de la producción. Una onza de lingotes de oro producida en los días de Adam Smith es idéntica a una onza de lingotes de oro producida hoy, aún si el método de producirla
desde la materia prima y la cantidad de trabajo humano abstracto que una cantidad de oro representa, han cambiado drásticamente.
Esto mismo no puede decirse de los valores de uso de la mayoría de las otras mercancías. (...) Además de su invariabilidad como valor de uso material, un lingote de oro puede ser
dividido en barras más pequeñas, o ser derretido y combinado en barras mayores. Por lo tanto, así como el trabajo humano abstracto es divisible en tanto sustancia social, también
lo es el oro en tanto sustancia física. Por estas razones, como dijo Marx, el oro no es por naturaleza dinero, pero el dinero es por naturaleza oro.
Una vez que emerge un equivalente universal -asumiré aquí que el oro es este equivalente universal- el lingote de oro en su valor de uso material se vuelve la medida de los valores
de cambio de las demás mercancías. Los valores de cambio son por lo tanto medidos en términos del valor de uso del lingote de oro -esto es, en términos del peso del lingote de
oro. No sólo las mercancías individuales sino también las más complejas formas de la mercancía -riqueza en una sociedad capitalista- tales como capital, precios, rentas, interés y
el beneficio empresario, están todas medidas en términos de dinero, esto es, en términos de peso del lingote de oro.
Como toda mercancía, una cierta cantidad de oro en lingote representa en cualquier punto en el tiempo, una cantidad dada de trabajo humano abstracto. A diferencia del trabajo
social incorporado en otras mercancías, el trabajo humano abstracto incorporado en un lingote de oro no tiene que demostrar su naturaleza social al ser intercambiado por una
suma de dinero. A diferencia de las otras mercancías, el lingote de oro ya es dinero. No tiene que mostrarse como riqueza social mediante su venta en el mercado.
Precio directo

Tradicionalmente, los marxistas desde el propio Marx en adelante, se han referido a menudo a una mercancía vendida "a su valor". No hay nada malo con esta expresión usada
como abreviación, mientras se sepa exactamente lo que significa. Pero pocos marxistas después de Marx han sabido exactamente qué se quiere decir con esta expresión.
Muchos marxistas tienen una visión del valor más o menos idéntica a aquélla desarrollada por la economía política clásica, más bien que la comprensión mucho más sofisticada del
valor que fue desarrollado por Marx.
En pos de una mayor claridad, voy a seguir a Anwar Shaikh en su reemplazo de la terminología tradicional de una mercancía vendida a su valor, por la terminología de una
mercancía vendida a su precio directo. Si una mercancía se vende a su precio directo, quiero decir que el valor del precio de una mercancía es idéntico al valor de la mercancía en
sí (valor-trabajo, N. del T.). Dado que el precio es siempre una cantidad de oro en lingote medido en términos de su peso -asumiendo que el oro es el dinero-mercancía- el
precio siempre tiene su propio valor independiente de la mercancía por la cual es intercambiada o cuyo valor está midiendo.
O lo que viene a ser lo mismo, el precio directo de una mercancía es el precio al cual la cantidad de trabajo abstracto incorporado en el lingote de oro representado por ese precio,
es exactamente igual a la cantidad de trabajo abstracto incorporado en esa mercancía.

Usos de los precios directos

El valor del precio de una determinada mercancía puede en teoría ser idéntico al valor de esa misma mercancía, pero en la práctica casi nunca lo es. Aún así, el asumir que los
valores de las mercancías y los valores de sus precios son idénticos -esto es, que todas las mercancías se venden a su precio directo- es una poderosa herramienta analítica para
el análisis de los secretos de la economía capitalista. Esto es especialmente cierto en el análisis de la naturaleza y origen del plus-valor, la cuestión más importante de toda la
economía. Pero también es una poderosa herramienta para analizar otras relaciones.

Precio de mercado

Este es el precio en sentido cotidiano del término. Es lo que figura en la etiqueta y lo que se paga en la caja registradora. El precio de mercado puede, y casi siempre está, por
encima o por debajo del precio directo. Sólo existe una mínima posibilidad de que el precio que uno ve en la etiqueta sea realmente igual al precio directo de una mercancía dada.
En los días en que empecé a leer a Marx y Engels, en lugar de leer los trabajos de vulgarización de sus ideas, me sorprendió cuando Marx -o Engels- escribían que las mercancías
casi nunca se intercambiaban según sus valores -o en nuestra terminología, según sus precios directos. Como yo lo entendía, la esencia de la economía marxista era que los
precios de las mercancías eran determinados por sus valores. Y los valores eran a su vez determinados por la cantidad de trabajo socialmente necesario, requerido para producir
las mercancías.
¡Y he aquí que Marx (o Engels) parecían estar rechazando la teoría del valor-trabajo por la cual Marx era tan famoso! Ya había sido suficientemente complicado aprender que los
precios de las mercancías están determinados por la cantidad de trabajo socialmente necesario para producirlas. ¡Y ahora los maestros decían que no lo estaban! Si lo que estaba
leyendo no llevara la firma de Karl Marx o Frederick Engels, habría estado seguro de estar leyendo el trabajo de un peligrosos revisionista.
Al principio, mi reacción fue la de borrar de mi mente estos pasajes de apariencia extravagante, ya que parecían contradecir a la misma "economía marxista" que yo intentaba
dominar. Ahora me doy cuenta de que en aquellos tempranos días mi propia teoría del valor estaba bastante cerca de aquélla de los economistas clásicos, pero aún a bastante
distancia de la teoría del valor desarrollada por Marx. Fue un buen primer paso hacia el entendimiento de la teoría del valor de Marx, pero nada más. Aún estaba a una
gran distancia de comprenderla por completo.

Precio de producción

El precio de producción es la cantidad de oro en lingote por el cual una mercancía sería intercambiada, si la tasa de beneficio en todas las ramas de la industria capitalista fuera
igual. (...) Esto es, si por doquier, los capitales de igual tamaño -medidos en términos de peso de oro en lingotes- obtienen los mismos beneficios - medidos también en términos de
peso de oro en lingotes- en iguales periodos de tiempo.
En el mundo real, esto nunca será así. Aún si un capital particular -una empresa capitalista- gana realmente la tasa promedio de beneficio, esto ocurre casi con seguridad porque
está comprando algunos de sus insumos a precios que se desvían de sus precios de producción, ya sea hacia arriba o hacia abajo. La tendencia hacia la igualación de la tasa de
beneficio es sólo una tendencia, incluso en una economía basada en la "libre competencia".
Pero es una tendencia importante, como correctamente lo entendieron los economistas clásicos. Con los precios de producción, como opuestos a los precios directos, empezamos
a acercarnos a la superficie de la vida económica. La tasa promedio de beneficio existe en las mentes de los capitalistas del día a día, como la "tasa de valla", la mínima tasa de
beneficio que debe esperarse -aunque nunca haya certeza de que pueda realizarse- por debajo de la cual ninguna nueva inversión se llevará a cabo, en una rama industrial dada.
El capitalista del día a día, para hacer una suposición informada acerca de si una inversión propuesta va a realizar la "tasa de valla", tendrá que hacer una estimación informada del
precio que el mercado va a sostener y aún ser capaz de realizar al menos la "tasa de valla". Este precio más o menos se va a corresponder con el "precio de producción".

Salarios de la fuerza de trabajo y precios de producción

La fuerza de trabajo, la única mercancía que produce plus-valor, no es de hecho producida de manera capitalista. Por lo tanto no tiene precio alguno de producción como tal,
aunque tiene tanto un valor como un precio: el salario. Pero en la medida en que las tasas de beneficio se igualan, y los precios de mercado se acercan a los precios de producción,
estos precios de producción determinarán el salario. Si los precios de mercado de hecho igualaran los precios de producción de las mercancías, el valor del precio de la fuerza de
trabajo que un obrero vende al capitalista, se desviaría por lo tanto un poco de lo que sería si el obrero
comprara las mercancías necesarias para reproducir su fuerza de trabajo, a sus precios directos.

El oro y los precios de producción

Una complicación subsiguiente involucra al mismo lingote de oro. Un lingote de oro de cierto peso, asumiendo sus funciones como dinero, carece de precio, en cambio sólo tiene un
valor medido en términos de la cantidad de trabajo abstracto que es necesario para producirlo. Dado que el lingote de oro no tiene precio de ningún tipo, tampoco tiene precio de
producción.
Pero si la composición orgánica y el periodo de rotación del capital involucrados en la producción de oro se desvían del promedio, el oro se intercambiará con otras mercancías a
una tasa algo diferente de lo que sería si la composición orgánica y el periodo de rotación del capital no se desviaran del promedio.
También existen otras complicaciones. Por ejemplo, podemos asumir que los capitalistas industriales que producen oro en lingotes, compran sus insumos a precios de producción y
no a precios directos, y que sus obreros compran sus medios de subsistencia que reproducen su fuerza de trabajo, a precios de producción y no a precios directos.
También es probable que los capitalistas industriales que producen oro en lingotes a través de la extracción y refinamiento del oro, se conformen con una tasa de beneficio algo
menor que la promedio, ya que su riesgo es también menor. Ya tienen dinero en cuanto producen el lingote, no tienen que preocuparse por venderlo.
Voy a evitar las complicaciones derivadas de la renta del suelo que otorgan las tierras que contienen oro, ¡para que esta respuesta no se convierta en un libro más largo que el
Volumen III de "El Capital"!
Si después de tomar en consideración todos estos elementos perturbadores, el oro se intercambia con las mercancías a una tasa inferior a la que prevalecería si las mercancías de
hecho se vendieran a sus precios directos, entonces la suma total de los precios de las mercancías en términos de oro en lingotes será mayor de lo que sería la suma total de los
precios en lingotes de oro si los precios de hecho se correspondieran con los precios directos.
Si el caso fuera el inverso, la suma de los precios de las mercancías en términos de lingotes de oro sería algo menor a lo que sería si las mercancías se vendieran a sus precios
directos.
En "El Capital" Marx trabajó esencialmente con tres tipos de precios: precios directos, precios de producción, y precios de mercado. ¿Cuál de estos tres tipos de precio usó Marx en
"El Capital" y otros lugares en sus escritos maduros (es decir, cuál en cada caso, N. del T.)? Todo depende del contexto en que Marx estuviera escribiendo.
Cuando Marx escribió acerca de cómo la crisis de 1857 o la Guerra de Secesión estadounidense afectaron los precios del algodón, una cuestión vital para Inglaterra en aquellos
días, usó precios de mercado.
Cuando lidió con la cuestión de la renta diferencial, usó precios de producción. Cuando lidió con la renta absoluta, usó precios de producción y precios directos. (9)
Pero cuando tuvo que explicar la cuestión más importante de la economía política, el origen y naturaleza del plus-valor, encontró absolutamente necesario el uso de los precios
directos.
Si uno intenta analizar los orígenes del plus-valor -beneficio y renta- en términos de precios de producción, parecerá que el trabajo muerto -capital constante- produce plus-valor. Ya
vimos esto al ver el problema del vino fino añejado en viejos baúles de roble. Cuando usamos precios de producción, parecería que el añejamiento del vino y los viejos baúles de
roble están produciendo considerables cantidades de plus valor. Pero Marx ya se dio cuenta de que esto era una ilusión. Por esto es que Marx no usó precios de producción para
analizar los orígenes y la naturaleza del plus-valor. Efectivamente, los precios de producción
esconden la real naturaleza del plus-valor.
La mayor diferencia entre la economía científica -tanto la escuela clásica como Marx- y lo que Marx llamó economía vulgar, es que la economía vulgar comienza con la "tasa de
beneficio uniforme" y precios de producción, dado que ésa es la manera en que las cosas se le presentan a los capitalistas involucrados en la competencia diaria en el mercado, y
así es como funciona el mundo real después de todo. La economía científica -especialmente la de Marx- comienza con valores y precios directos donde el valor de la mercancía se
corresponde exactamente con su precio.
Marx usó precios directos no sólo para explicar el plus-valor sino también para analizar la reproducción, tanto simple como ampliada, así como la famosa tendencia decreciente de
la tasa de ganancia. Esto es, usó los precios directos no sólo a lo largo de los Volúmenes I y II sino aún bien entrado el Volumen III también. Aunque los precios directos no son los
precios que uno paga en la tienda, son un medio muy poderoso para analizar el modo capitalista de producción.
Sin embargo, los precios directos no son adecuados para lidiar con la cuestión de la renta diferencial y absoluta de la tierra. Por lo tanto, antes de abordar el problema de la renta,
Marx tuvo que explicar los precios de producción. Esto llevó a Marx inevitablemente al problema de la transformación, el cual como vimos, no había sido resuelto por la economía
política clásica.

La solución de Marx al problema de la transformación

En el Volumen III de "El Capital", Marx dio el primer paso en el desarrollo de un modelo matemático que ilustrara el proceso de la transformación de los precios directos a precios de
producción. Como duvrdr dirmptr con sus abstracciones, la transformación parcial de precios directos a precios de producción, es una herramienta podero sa para develar los
procesos ocultos del modo capitalista de producción. Por ejemplo, si confundimos los precios directos con los precios de producción, como hicieron los economistas clásicos y la
gente que recién aborda a Marx -como me ocurrió a mí mismo-, cometeremos significativos errores. Estos errores jugaron un rol clave en la decadencia de la economía política
clásica.
En su solución parcial del problema de la transformación, Marx asumió que los insumos se venden a sus precios directos pero lo producido se vende a sus precios de producción.
Marx mostró usando esta transformación parcial, que la transición de precios directos a precios de producción redistribuye el plus-valor desde las ramas que tienen una composición
orgánica del capital menor al promedio, hacia las ramas que tienen una composición orgánica del capital mayor a la media. Las ramas de la industria con una composición orgánica
del capital mayor a la media, venden sus mercancías a precios mayores a los
precios directos de estas mercancías, mientras que aquéllas con una composición orgánica del capital inferior a la media, venden sus mercancías a precios menores a sus precios
directos.
En el ejemplo de Marx, la masa y la tasa de beneficio en términos de precios directos es idéntica a la masa y la tasa de beneficio en su parcialmente transformado sistema de
precios de producción. Este es un poderoso primer paso hacia el entendimiento de lo que sucede en la transformación de un sistema de precios directos a un sistema de precios de
producción.
Sabemos que las ramas de la industria que tienen una composición orgánica del capital mayor a la media, venden sus mercancías a precios de producción, y por lo tanto asumimos
como regla precios de mercado que están por encima de sus precios directos.
Inversamente, las ramas de la industria que tienen una composición orgánica del capital menor a la media, también se ven forzadas a vender sus mercancías a precios de
producción -y por lo tanto- a precios de mercado que estarán por debajo de sus precios directos. Por consiguiente, ellos estarán entregando una porción d el plus-valor que extraen
de sus trabajadores, a los capitalistas que producen con capitales de una composición orgánica superior a la media.
Este resultado tiene implicaciones muy importantes en el análisis de los cambios en el sistema capitalista que hemos visto en recientes décadas. Vemos que la producción industrial
se está moviendo cada vez más desde los países imperialistas de Norteamérica, Europa Occidental y Japón, hacia los países en donde el valor de la fuerza de trabajo es mucho
menor, y por lo tanto la tasa de plus-valor es mucho más alta.
Las industrias que permanecen en los países imperialistas, tales como las manufacturas de chips de computadoras, tienen composiciones orgánicas de capital extremadamente
altas y emplean muy pocos trabajadores. Por lo tanto, aún excluyendo toda la cuestión de los precios de monopolio, cada vez menos del plus-valor está siendo producido en los
países imperialistas, y cada vez más está siendo producido en los países históricamente oprimidos.
De todos modos, la solución de Marx al problema de la transformación es sólo una solución parcial. Los modernos economistas burgueses que se especializan en "refutar a Marx"
ven esto como una debilidad en la teoría marxista, que esperan usar para destruir el "sistema" de Marx por completo. Ellos hablan del "error" que Marx cometió en el Volumen III
con su parcial transformación de precios directos a precios de producción. Esto se parece mucho al "error" que Marx cometió en el Volumen I cuando usó los precios directos para
explicar los orígenes y la naturaleza del plus-valor, en vez de empezar con la tasa de beneficio uniforme y el "costo de producción" como hacen los economistas burgueses. En
realidad, Marx estaba bien al tanto de que su solución era sólo parcial.

Completando la transformación de precios directos a precios de producción

Para completar el cálculo, hay que repetirlo, reintroduciendo en las ecuaciones los precios de producción parcialmente calculados en la primera etapa como insumos, y entonces
recalculando los precios de producción una vez más. Cuanto más se repite esta iteración, ha sido probado matemáticamente, más los precios de producción que se obtienen,
convergen hacia la solución correcta.
¿Entonces porqué es la transformación de precios directos a precios de producción, todavía tratada como un problema mayor de la teoría del valor marxista? ¿Y porqué los
economistas burgueses todavía piensan que pueden usar la transformación para "refutar" a Marx?
Mientras se asuma que todas las mercancías son usadas como insumos -que reingresan al proceso de reproducción- no sólo uno ha transformado los precios directos a precios de
producción, sino que puede mostrar que la tasa y la masa de beneficio calculada en términos de precios directos es idéntica a la tasa y masa de beneficio calculada en términos de
precios de producción , un resultado asombroso que no da cabida alguna a los "refutadores" profesionales de Marx.
¿Pero qué hay de las mercancías que no entran al proceso de reproducción? Esto es, ¿qué hay de los bienes de lujo -finos carruajes en el tiempo de Ricardo y yates de hoy, por
ejemplo- que sólo son comprados por los capitalistas o sus allegados? ¿Y qué hay de los medios de destrucción que son producidos como mercancías por capitalistas privados
pero son comprados por el estado? Las bombas que el gobierno de EE.UU. está lanzando en Pakistán, Afganistán, Irak, y otros países, ciertamente no están reingresando en el
proceso de producción. Son simplemente medios de destrucción.
En el mundo real, las mercancías de lujo que los mismos productores de las mercancías, los trabajadores, no llegan a consumir -más los medios de destrucción- forman una parte
no despreciable de la masa total de la producción de mercancías en el capitalismo de hoy. Es aquí donde toda una serie de críticos de Marx, incluyendo a algunos socialistas
bienintencionados que quieren "mejorar" la crítica marxiana de la economía política burguesa descartando su teoría del valor, y a algunos economistas burgueses que quieren
"refutar" a Marx del todo, comienzan su ataque.
Una vez que las mercancías que no reingresan en el sistema de reproducción son tenidas en cuenta, la identidad absoluta entre la masa y la tasa de beneficio referida arriba, se
rompe.
En este caso, la masa y la tasa de beneficio sufren una cierta transformación cuando se cambia de un sistema de precios directos a uno de precios de producción. Probablemente
no sea una transformación muy grande, ya que después de todo algunos bienes de lujo y militares tendrán precios de producción por encima de sus precios directos y otros por
debajo, pero cierta transformación tanto en la masa como en la tasa de beneficio, ocurrirá de todos modos.
En este punto, los críticos de Marx proclaman, la ley del valor está refutada y debe ser abandonada. ¿Y qué crítico de Marx descubrió primero esta supuesta "falla" en el sistema de
Marx? Ninguno. Fue el mismo Marx, como veremos.

La historia del problema de la transformación

El problema de la transformación ha estado con nosotros de una forma u otra, desde los tiempos de Adam Smith. Cuando Smith ser encontró con la aparente contradicción entre la
determinación de los precios naturales por la cantidad de trabajo socialmente necesario para producir las mercancías, y la tendencia de la competencia a igualar la tasa de
ganancia, se retiró hacia una teoría vulgar del costo de producción, que no comenzaba con valorestrabajo, sino con la tasa uniforme de ganancia.
El problema con este "análisis del costo de producción" es que explica la determinación de los precios, por los precios. Es lo que los lógicos llaman argumento circular. ¿Cuál es el
costo de producción de una mercancía? Pues es la suma de los precios de los insumos necesarios para producirla. Los precios son entonces determinados mediante los precios.
Por lo tanto, en el trabajo de Smith, junto con los comienzos de un sistema de economía científica, también vemos un sistema de lo que Marx llamó economía vulgar. Ricardo
entonces desarrolló el lado científico del sistema de Smith, mientras que los economistas vulgares —
tales como J.B. Say, por ejemplo— desarrollaron el lado vulgar de Smith.
Con la muerte de Ricardo, cualquier progreso ulterior en el desarrollo de una economía científica con bases burguesas, llegó a un final. Los sucesores burgueses de Ricardo
tomaron la economía ricardiana sin la teoría del valor-trabajo de Ricardo, un poco a la manera en que Smith lo había hecho en sus “pasajes vulgares” en “La Riqueza de las
Naciones”. Estos economistas comenzaron con la tasa de ganancia uniforme y entonces derivaron los “costos de producción” alrededor de los cuales fluctúan los precios de
mercado.

La revolución marginalista

Los marginalistas se encontraban incómodos con el razonamiento circular de la economía política post-ricardiana. En su lugar, desarrollaron una teoría del valor basada en la
escasez relativa de valores de uso materiales, en relación a necesidades humanas subjetivamente determinadas. De esta manera, escaparon del “problema de la transforma ción” –
o al menos eso creyeron. No por mera coincidencia, otra “gran ventaja” de la teoría marginalista del valor fue que el origen del plusvalor podía ser explicado a partir de la escasez de
los factores de producción.
Sobre estas bases, los marginalistas probaron –al menos para su propio convencimiento, ya que no para el de los trabajadores conscientes- que la clase trabajadora no era
explotada por la clase capitalista, mientras prevaleciera la libre competencia.
Cada factor de producción, explicaron los marginalistas, ganaba el valor de su producto marginal. Mientras prevaleciera la libre competencia —ningún monopolio como los
sindicatos, por ejemplo— ningún factor explotaba a otro factor. Los trabajadores ganaban en salarios, exactamente el valor que producían, los capitalistas ganaban el valor que
producían en forma de “interés” y los terratenientes —no debemos olvidarlos- ganaban el valor producido por la tierra en la forma de renta.

La historia moderna del problema de la transformación

En 1960, el economista ítalo-británico de izquierda Piero Sraffa (1898-1983) publicó un pequeño libro en el que había estado trabajando por décadas, “La producción de mercancías
por medio de mercancías”.
Sraffa había emigrado a Gran Bretaña en los 1920s para escapar de la dictadura fascista de Mussolini, y pasó allí el resto de su vida. En su juventud, había sido un claro
simpatizante del comunismo y la Revolución Rusa. Fue un amigo cercano de Antonio Gramsci, el fundador del Partido Comunista Italiano. Como emigrante anti-fascista en Gran
Bretaña, fue acogido por John Maynard Keynes y por sugerencia suya se convirtió en el principal coleccionista de los escritos de David Ricardo. (10) Sraffa emergió como el pricipal
estudioso de Ricardo en el mundo.
En “La producción de mercancías por medio de mercancías”, Sraffa no lidió con el “problema de la transformación” en la economía marxista ni con la ley del valor-trabajo de Marx —
ni tampoco con la ley del valor-trabajo de Ricardo. En su lugar, su objetivo era el marginalismo “neoclásico”, que dominaba —y aún domina—los departamentos de economía
universitaria.
El punto de partida de Sraffa no fue la economía marxista sino los propios supuestos de los marginalistas. Entre estas suposiciones se encontraba la de que bajo condiciones de
libre competencia, la competencia lleva a la economía hacia un punto en que todos los capitales ganan una tasa de interés uniforme (Como expliqué en mis posts, los marginalistas
reducen beneficio a interés).

La controversia capital de Cambridge

Sraffa demostró usando simples matemáticas, que el marginalismo se quiebra en términos de sus propias suposiciones. Los marginalistas estaban -y están— muy orgullosos de sus
matemáticas. En que el marginalismo se quiebra matemáticamente, involucra el cambio de técnicas de producción trabajo-intensivas, donde se supone que el trabajo es más
abundante que el capital, a técnicas capital-intensivas, donde el capital es más abundante que el trabajo.
Sraffa mostró que bajo ciertas condiciones, a medida que el capital se vuelve más abundante que el trabajo, ocasionando que los salarios aumenten y las “tasas de interés” – en
realidad tasas de beneficio- caigan, ocurre un “reacomodamiento” desde técnicas capital-intensivas hacia técnicas trabajo-intensivas. Una reivindicación, dicho sea de paso, de las
luchas de los sindicatos contra los patronos —un resultado que sin duda complació al izquierdista Sraffa, quien era simpatizante del movimiento sindical, aunque estuviera lejos
de la vida real de la clase trabajadora en su ambiente académico en Cambridge.
Muchos de los economistas que enseñaban en Cambridge habían estado asociados a John Maynard Keynes y se inclinaban hacia la izquierda política. Estaban cada vez más
disconformes con el marginalismo y les alegraba ver a Sraffa agujereando el sistema marginalista con sus simples matemáticas. En los años posteriores a la Segunda Guerra, los
Estados Unidos, que en tanto principal potencia imperialista tenía un ambiente políticamente mucho más conservador que la Gran Bretaña de posguerra, ahora dominaba
la economía marginalista. Era improbable que aunque sea unos pocos profesores de economía que enseñaran en universidades estadounidenses, desafiaran al marginalismo. El
finado Paul Samuelson (1915-2009), un profesor de economía en el Instituto de Tecnología de Massachusetts, era reconocido como el líder del marginalismo norteamericano.
Acudió a la defensa de la teoría marginalista contra el ataque lanzado por Sraffa contra ella.
Esto llegó a ser conocido como “La controversia capital de Cambridge”, porque involucró una disputa entre los economistas de Cambridge en Inglaterra liderados por Sraffa, y los
economistas de Cambridge, Massachusetts, liderados por Samuelson. Samuelson era un economista fuertemente pro-capitalista que se describía a sí mismo como neo-
Keynesiano. Apoyaba políticas monetarias exapansionistas y gasto deficitario durante los periodos de recesión, pero removió los elementos de la teoría de Keynes que entraban en
conflicto con el marginalismo tradicional.

Los resultados de la ‘controversia de Cambridge’

Abajo en palabras de Samuelson estaba el resultado del choque entre los anti-marginalistas liderados por Sraffa de Cambridge, Inglaterra, contra los marginalistas liderados por
Samuelson de Cambridge, Massachusetts.
“El fenómeno de retrotraerse, a una tasa de interés muy baja [en realidad tasa de beneficio—SW], a un conjunto de técnicas que habían parecido viables sólo a una tasa de interés
muy altas, involucra dificultades más que esotéricas. Muestra que la simple historia contada por Jevons, Böhm-Bawerk, Wicksell y otros escritores neoclásicos —alegando que, a
medida que la tasa de interés cae como consecuencia de la abstención de consumo presente en favor de consumo futuro, la tecnología debe volverse en algún sentido más
’roundabout’, más ‘mecanizada’ y ‘más productiva’— no puede ser universalmente válida [énfasis añadido—SW].” (“A Summing Up”, Quarterly Journal of Economics vol. 80, 1966,
p. 568)
El marginalismo neo-clásico ahora tenía, como señaló Anwar Shaikh, su propio “problema de la transformación”. Se mostró como matemáticamente inconsistente. Hasta el día de
hoy, los marginalistas no han podido tapar los agujeros hechos por Sraffa. ¿Pero acaso el libro de Sraffa contra los marginalistas, que comienza —como toda la economía vulgar—
con una tasa de beneficio uniforme y precios de producción, sienta las bases para una nueva teoría científica de la economía capitalista que pudiera reemplazar no
sólo al marginalismo sino también a la teoría marxista del valor? (11)
El economista socialista británico Ian Steedman, ahora profesor emérito de economía en la University de Manchester, respondió afirmativamente. En su libro de 1977 “Marx After
Sraffa”, Steedman apoyó la afirmación de los críticos burgueses de Marx, de que el método marxiano de transformar precios directos en precios de producción era incorrecto. Una
vez que los bienes de lujo y militares se tomaran en cuenta, señaló Steedman, la absoluta igualdad de la masa y la tasa de beneficio en términos de precios directos y en términos
de precios de producción, se rompe. Lo que les importa a los capitalistas y por lo tanto explica
las operaciones de la economía real, según Steedman, no es los valores de las mercancías, valores-trabajo de los que los capitalistas no son concientes de todos modos, sino el
sistema del mundo real de precios de producción.
Steedman se inclinó fuertemente del lado de los “economistas vulgares”, que comienzan con la tasa de beneficio uniforme y los precios de producción. Empezar con los valores,
afirmó Steedman, es redundante y lleva a serios errores en el análisis. Por lo tanto, Steedman urgió al movimiento socialista a abandonar a la ahora “refutada” ley del valortrabajo
en todas sus formas, clásicas así como marxistas, de una vez por todas.
Según Steedman, Sraffa mostró cómo es posible calcular precios de producción sin valorestrabajo y todos los problemas que acarrean. Sraffa, sostuvo Steedman, era el digno
sucesor de Marx.
Por alguna razón, Steedman y su tendencia basada en Sraffa han llegado a ser conocidos como “neo-Ricardianos”. Esto es extraño, ya que el propio Ricardo sostuvo
empecinadamente la ley del valor-trabajo, aún cuando admitió que existían contradicciones que no pudo resolver en su propia versión. Tal vez el término neo-Ricardiano proviene
del hecho de que Sraffa era de hecho un estudiante de Ricardo que obviamente despreciaba al marginalismo.
¿Pero están los “neo-ricardianos” realmente haciendo avanzar a la economía más allá de Marx, o están meramente cayendo en el pantano de la economía vulgar post-ricardiana?

Lo que está en juego en el debate

Según Frederick Engels, el socialismo se convirtió en una ciencia con la teoría de Marx del plus valor. Sin embargo, la teoría de Marx del plus valor depende completamente de su
teoría general del valor. Si la versión marxista de la teoría del valor-trabajo ha sido en verdad finalmente refutada por los “neo-ricardianos”, el socialismo científico está en ruinas,
tanto como el marginalismo.
En tal caso, no hay por supuesto alternativa alguna más que comenzar el trabajo de construir una nueva teoría económica, tal vez basada en el trabajo de Sraffa. ¿Quién sabe
adónde llevaría eso o qué conclusiones serían derivadas en última instancia? Tal teoría tendría que explicar no sólo la lucha de clases entre la clase trabajadora y la clase
capitalista, sino que eventualmente tendría que proveer una teoría del imperialismo y, de especial interés para este blog, de las crisis capitalistas. Hasta donde puedo ver, los
“neoricardianos”, basándose en Sraffa, han realizado un progreso notablemente escaso en esta dirección.

Mandel versus Shaikh

Dándose cuenta de la importancia de lo que estaba en juego, el marxista estadounidense Robert Langston se vio profundamente disgustado por las afirmaciones de Steedman y
sus
llamados “neo-ricardianos” de que finalmente habían localizado una falla fatal en la teoría económica del valor de Marx. Langston reunió a algunos de los economistas marxistas
líderes de su tiempo, incluyendo a Ernest Mandel y al joven Anwar Shaikh. Se trasladó a Europa para trabajar con Mandel y otros en el problema. Desafortunadamente, Langston
murió de un ataque al corazón a los cuarenta y cinco años, antes de que el proyecto pudiera dar frutos. Sin embargo, el proyecto de Langston sí logró llevar al libro “Ricardo, Marx,
Sraffa”, publicado por Verso en 1984.
Aunque todos los que contribuyeron a este libro, incluyendo a Ernest Mandel y Anwar Shaikh, apoyaban la teoría del valor-trabajo marxista hasta el punto en que la entendían,
contra Steedman, fueron incapaces de llegar a un acuerdo completo.
Ernest Mandel afirma en su introducción que aunque los varios contribuyentes intentaron armonizar sus visiones, fueron incapaces de lograrlo completamente. “Pierre Salama y yo
argumentamos”, explicó Mandel, “que el principal propósito teórico de la solución de Marx al problema de la transformación en el tercer volumen de El Capital, era sostener una
identidad combinada ,,, la identidad tanto de la suma de los valores [precios directos—SW] igualando la suma de los precios de producción, como de la suma del plusvalor [en
términos de precios directos—SW] igualando la suma de beneficios [calculado en términos de precios
de producción—SW].”
‘La contribución de Anwar Shaikh al presente volumen”, sigue Mandel, “mientras que comparte la posición de que el valor y el plusvalor sólo pueden ser creados por trabajo vivo en
el proceso de producción, y que el beneficio se origina en el plusvalor, sin embargo concluye que la suma del beneficio puede y generalmente sucede que difiere de la suma de
plusvalor.”
Esta crítica amistosa de Mandel a Shaikh parece pisar firmemente en el terreno del marxismo “ortodoxo”, pero en mi opinión, aquí Mandel está siendo más “marxista” que el propio
Marx. Sucede que Marx estaba bien al tanto de los problemas señalados por Steedman, aunque esto ciertamente no llevó a Marx —o a su amigo Frederick Engels— a deshacerse
de la ley del valor-trabajo, como urgen a hacerlo los “neo-ricardianos” de hoy en día. “Este fenómeno de la conversión de capital en ganancia debería ser notado, porque crea la
ilusión [énfasis de Marx] de que la cantidad de beneficios crece (o en su contrario, decrece) independientemente de la cantidad de plusvalor”.
Aquí Marx anticipa toda la crítica “neo-ricardiana” de su teoría del valor-trabajo. Llamativamente, Marx apunta a la última solución al problema de la transformación que se encuentra
en las líneas indicadas por Anwar Shaikh, y no al abordaje más estrictamente “ortodoxo” de Mandel.
En este libro, ni Mandel ni ningún otro de los contribuyentes pudo negar que la masa y la tasa de beneficio se ven de alguna manera transformadas durante la transición de un
sistema de precios directos a un sistema de precios de producción. En este terreno, no pudieron refutar los puntos señalados por Steedman.

La solución de Shaikh al problema de la transformación

Mientras estemos tratando con mercancías que entran en la reproducción, no hay de hecho transformación alguna de la masa y la tasa de beneficio cuando nos move mos de la
esfera del cálculo en términos de valor (en que se calcula en términos de horas de trabajo abstracto), a precios directos (en que se calcula en términos de pesos de oro en lingotes),
y de precios directos a precios de producción (en que se calcula también en términos de pesos de oro en lingotes). Si un capitalista industrial gana al vender una máquina-
herramienta por encima de su valor, los capitalistas industriales que compran esas máquinas herramientas perderán exactamente en el mismo grado en que el productor de la
máquina-herramienta gana. Los capitalistas como un todo no ganan ni pierden. Es un juego de suma cero.
Lo mismo es cierto respecto a los medios de consumo consumidos por los (productores de plus valor) trabajadores. La fuerza de trabajo que los capitalistas industriales compran a
los trabajadores no es, hablando estrictamente, una mercancía producida "capitalistamente" y por lo tanto no tiene precio de producción. Pero podemos asumir que los trabajadores
compran sus medios de subsistencia necesarios para reproducir su fuerza de trabajo, a sus precios de producción, no a sus precios directos.
Supongamos que los precios de producción de los medios de subsistencia comprados por los trabajadores están por encima de los precios directos de estos mismos medios de
subsistencia. Los capitalistas industriales sufrirán una pérdida cuando compren la fuerza de trabajo de los obreros por encima de su valor -o más precisamente por encima de la
suma de los precios directos de los medios de subsistencia- pero ellos recuperan lo perdido cuando venden los medios de subsistencia a los trabajadores a precios de producción
superiores a sus precios directos. Lo que pierden con una mano, lo recuperan con la otra.
O podemos hacer la suposición contraria, de que los trabajadores compran sus medios de subsistencia a precios de producción menores a sus precios directos. El resultado aún
será el mismo juego de suma cero. Lo que los capitalistas industriales ganan comprando la fuerza de trabajo a un precio menor a los precios directos de sus medios de
subsistencia, lo pierden al vender los medios de subsistencia a los mismos trabajadores, a precios de producción menores a sus precios directos. Hasta ahora no hay problema. La
tasa de beneficio en términos de precios directos siempre igualará la tasa de beneficio en términos
de precios de producción.
¿Pero qué sucede con los bienes de lujo que sólo los capitalistas pueden comprar? Supongamos que los bienes de lujo que los capitalistas industriales producen, son vendidos a la
mismo colectivo de la clase de capitalistas a precios de producción que de hecho están en promedio por encima de los precios directos de estas mismas mercancías de lujo. Los
capitalistas realizarán en términos de dinero, un beneficio extra por encima del que hubieran realizado si hubieran vendido los bienes de lujo a sus precios directos. Pareciera
que los capitalistas estuvieran realizando un beneficio parte del cual al menos, está siendo producido por algo distinto al trabajo no remunerado de la clase trabajadora.

¡Capitalistas felices!

Desafortunadamente para los capitalistas y sus economistas-refutadores-de-Marx -así como para sus seguidores socialistas tales como Ian Steedman- hay un problema.
Shaikh mostró —y Marx como vimos arriba, estaba ya al tanto del hecho— que lo que la clase capitalista gana en términos de beneficio cuando venden los bienes de lujo a precios
de producción superiores a sus precios directos, lo perderán en términos de ingreso cuando compren estos mismos items de lujo a precios "inflados" -esto es, a precios de
producción por encima de los precios directos. El beneficio extra que los capitalistas realizaron en términos de dinero, que no reflejó ningún trabajo no pagado realizado por la clase
trabajadora, ¡es una pura ilusión monetaria!
Lo mismo es cierto en el caso contrario. Supongamos que los capitalistas se venden a sí mismos bienes de lujo a precios de producción inferiores a sus precios directos. Realizarán
en términos de dinero una masa y tasa de beneficio menores de la que habrían tenido si hubieran vendido estos items a sus precios directos. Por lo tanto, ¿no está desapareciendo
una cierta cantidad de plus valor en la esfera de la circulación?

¡Capitalistas infelices!

Pero antes de sentirnos demasiado apenados por nuestros capitalistas, deberíamos darnos cuenta de que aquello que pierden cuando se venden bienes de lujo entre sí a precios
de producción inferiores a sus precios directos, lo recuperan como consumidores, cuando compran estos mismos items de lujo a precios de producción de "ganga" por debajo de los
precios directos. ¡La aparente pérdida que nuestros capitalistas sufren es otra vez, pura ilusión monetaria!

El verdadero error de Steedman

En el fondo, la crítica de Steedman a la teoría del valor de Marx se basa en su fracaso en entender la relación entre valor y la forma del valor, o lo que viene a ser lo mismo, ¡la
entera teoría marxista de los precios y el dinero! Éste es el mismo error que cometen tantos marxistas que aceptan la teoría del valor-trabajo —sin entenderla completamente,
cuando se trata de la teoría de la crisis.
Una señal de que un escritor marxista dado no ha comprendido enteramente la teoría del valor de Marx, aparece cuando intentan explicar la naturaleza del papel-moneda que ya no
es convertible al oro a una tasa fija. Ellos explican que el dinero “no-mercancía” moderno de alguna manera representa el valor directamente o refleja los valores de las mercancías
que hace circular, más bien que simplemente representar el valor de un dinero-mercancía tal como el oro, que actúa como el equivalente universal —esto es, actúa como la medida
del valor de las mercancías en términos de su propio valor de uso.
¿No es éste el mismo error que cometen Steedman y los “neo-ricardianos”? La única diferencia es que Steedman y sus seguidores “neo-ricardianos” han derivado la conclusión
lógica de su error —y entonces basados en su error, concluyen que la entera teoría del valor de Marx, incluyendo el plus-valor, es inválida.
En mis posts, hemos visto a un grupo de marxistas que ven el problema de la producción de plus valor pero no comprenden el problema de su realización. Otros marxistas tales
como los de la Monthly Review School —que examinaré en mi próxima respuesta— caen en la trampa del “subconsumismo”, creen que el problema de la realización del plus-valor
surge porque la tasa de plus valor es demasiado alta. Si tan sólo los capitalistas fueran menos ambiciosos, las crisis capitalistas podrían evitarse.

Las implicaciones prácticas

Lo que hemos visto es que aún cuando los precios de producción se desvían de los precios directos, siguen siendo determinados por la ley del valor-trabajo. Y en la medida en que
los precios de producción se desvíen de los precios directos en las industrias de bienes de lujo y militares, la tasa y masa de beneficio en términos de precios directos se verán de
alguna manera transformadas como resultado de la transición a precios de producción. En el mundo real, es altamente probable que algunos de los precios de producción en
algunas de las industrias involucradas en la producción de bienes de lujo y/o armas, tendrán precios de
producción superiores a sus precios directos, mientras que otros tendrán precios de producción inferiores a sus precios directos.
Por lo tanto, la tasa y la masa de beneficio en el sistema de precios de producción deberían verse como una imagen ligeramente distorsionada de la masa y la tasa de beneficio que
existe en el sistema de precios directos. Como enfatiza Shaikh, esto no cambia el hecho de que en última instancia, los precios son determinados por los valores-trabajo, como
tampoco lo modifica la desviación de los precios de producción de los precios directos, o ya que estamos, el mero hecho de que los precios de mercado se desvíen de los precios
directos. Si los precios de mercado siempre se correspondieran con los valores, entonces la
ciencia económica sería mucho más simple, pero entonces difícilmente habría necesidad alguna de una ciencia económica.
¿Y qué puede explicar esta desviación de la masa y tasa de beneficio en el sistema de precios de producción desde la masa y tasa de beneficio en los precios directos, que ha
acosado de una manera o de otra a los economistas por los últimos dos siglos? Es la relación entre el valor y la forma del valor, entre el valor de una mercancía y su forma de valor
independiente. ¿Y cuál es la solución del “problema de la transformación”?
Pues es la teoría entera del valor de Marx incluyendo su teoría del valor de cambio como la forma necesaria del valor, y del dinero como la forma independiente del valor de cambio.
Entonces la piedra con la que han venido tropezando generaciones de marxistas cuando se trata de responder ataques a la teoría del valor-trabajo de Marx en el punto del
problema de la transformación, resulta ser la misma piedra con que han tropezado generaciones de marxistas, cuando se trata de la teoría de la crisis.

El enfoque en la inflación

Este blog se ha concentrado en la teoría de la crisis, no en la teoría del valor. Pero ha sido construido sobre las bases de la teoría del valor. La distinción de Marx entre el valor,
valor de cambio como forma de valor, dinero y precios, ha jugado un rol no despreciable.
Me he apoyado fuertemente en el hecho de que el nivel general de precios no es arbitrario sino que está determinado por un mundo de valores-trabajo. Cuando el nivel general de
precios se eleva demasiado por sobre los valores subyacentes —o más precisamente los precios directos de las mercancías— un violento ajuste en la forma de una crisis
económica de sobreproducción generalizada se vuelve inevitable, y esto inevitablemente causa que de uno u otro modo, cualquiera sea la política de los gobiernos capitalistas y sus
bancos centrales, el nivel general de precios ha de caer por debajo de los precios directos de las mercancías. A menudo he mostrado que tales divergencias entre el nivel general
de precios y los precios directos de las mercancías son, dada la naturaleza de la producción capitalista, no sólo posibles sino inevitables.
Los economistas capitalistas, por ejemplo el “experto en depresiones” y actual presidente de la Junta de la Reserva Federal de EE.UU., Ben Bernanke, han notado que antes de la
Segunda Guerra Mundial, dramáticas caídas de precios habían acompañado siempre a severas crisis económicas y depresiones, con sus subsiguientes largas crisis de desempleo.
Han concluido que la manera de evitar la clase de prolongadas depresiones que ponen en peligro la continuidad del entero sistema de producción capitalista, es evitar cualquier
caída del nivel general de precios.
El entrenamiento económico formal que han recibido estos economistas ha sido dominado por el marginalismo. Las universidades siguen enseñando el marginalismo a pesar de la
demostración de Sraffa de que es lógicamente y matemáticamente inválido, dado que carecen de otra alternativa —¡difícilmente puede esperarse que enseñen a Marx! (12)
Como consecuencia de su deformación marginalista, estos economistas burgueses no tienen sospecha alguna de que tras el mundo de precios en papel moneda, acecha un mundo
de precios, beneficios y rentas en términos de dinero real —lingote de oro. Y detrás del mundo de precios en términos de pesos de lingote de oro, acecha un mundo de valores y
plus valor medidos en términos de horas de trabajo abstracto.
Aún menos comprenden que en última instancia es el mundo oculto de valores-trabajo — más oculto que nunca en los países imperialistas a medida que el mundo de la producción
se mueve cada vez más hacia los países oprimidos— el que domina los precios, tasas de beneficio, y por lo tanto las alzas y caídas de la real economía mundial capitalista.
Por ejemplo, al final de los 1960s, el sistema internacional de convertibilidad dólar-oro de Bretton Woods estaba al borde del colapso. Los economistas burgueses de aquellos días y
los tomadores de decisiones a los que aconsejaban, decidieron que no había necesidad de contraer la “oferta de dinero” o de defender el valor en oro del dólar estadounidense y de
las otras monedas ligadas a él, como habría sido requerido por las reglas de la convertibilidad dólar-oro.
No estaba el precio de $35 la onza de oro artificialmente fijado, como explicó Milton Friedman? Porqué debería el oro, que juega un rol tan pequeño en el mundo de la producción,
importar después de todo? El oro debería ser tratado “como cualquier otra mercancía” y permitírsele encontrar su propio precio en el mercado mundial. En efecto, al propender a la
desmonetización del oro, su principal valor de uso —el actuar como dinero— sería destruido. Los economistas marginalistas creían que una vez que el oro fuera debidamente
“desmonetizado”, su precio en dólares se desplomaría.
No resultó de esa manera. El fenómeno de la estanflación —la combinación de precios crecientes en términos de papel moneda más el estancamiento económico— finalmente fue
tan malo que el “shock Volcker” con todas sus consecuencias, se volvió necesario para prevenir el colapso del sistema entero de papel moneda y de los sistemas de crédito y banca
construidos sobre él. Esto fue seguido por años de altísimas tasas de interés que dañaron severamente a las economías alrededor del globo, tanto en los países imperialistas como
en los oprimidos ¿Y pueden los economistas marginalistas —o los “neo-ricardianos”— explicar qué pasó durante los 1970s y el subsecuente shock Volcker, aunque sea en
retrospectiva? ¿Porqué el precio en dólares del oro no cayó como los marginalistas asumieron que ocurriría cuando la convertibilidad fija entre el dólar y el oro terminara, sino que
por el contrario el precio subió? (13)
Sabemos que los economistas y policy makers en los 1970s creían que tenían que “expandir la oferta de dinero” y llevar a cabo grandes gastos deficitarios para evitar otra Gran
Depresión. ¿Pero qué causó la Depresión en primer lugar? Más precisamente ¿porqué una recesión aparentemente “ordinaria” que comenzó en 1929 se convirtió en el colapso
económico que ahora llamamos la Depresión con todas sus consecuencias, incluyendo el fascismo de Hitler y la Segunda Guerra Mundial? Aún en retrospectiva los economistas
marginalistas no pueden explicarlo. Pero tampoco los “neo-ricardianos” pueden hacerlo.
En mi propio análisis de la Depresión de 1930, basado en la teoría del valor-trabajo de Marx, apunté a la extraordinaria inflación de los precios en términos de lingotes de oro en
relación a los valores subyacentes —o precios directos— de las mercancías, que ocurrió como resultado de la Primera Guerra Mundial. No importa realmente si en los 1920s la
diferencia de la tasa y masa de beneficio en términos de precios directos, comparados con la tasa y la masa de beneficio en términos de precios de producción, se desvía 1 por
ciento ó 2 por ciento o aún 5 por ciento. Existe efectivamente aún una minúscula posibilidad de que la tasa y la masa de beneficio en los años que llevaron a la Depresión, fueran de
hecho iguales en términos de precios directos y de precios de producción, hasta el último punto decimal.
Nadie conoce ni puede conocer la respuesta a esta pregunta. Pero lo que sí importó y en última instancia llevó a la muerte de decenas de millones de personas, fue que los precios
de mercado en términos de lingotes de oro se vieron extremadamente inflados en relación a los precios directos subyacentes. Esto es, como resultado de la Primera Guerra Mundial
se vieron extremadamente inflados en relación a los precios directos que son gobernados por los valores-trabajo.
¿Cómo podemos saber que los precios estaban extremadamente inflados en relación con los niveles que están determinados en última instancia por los valores-trabajo
subyacentes? Sabemos eso porque la producción de oro estaba muy deprimida en relación con los niveles prevalecientes antes de la Primera Guerra Mundial. Una vez que los
precios de mercado en términos de oro hubieron caído drásticamente durante la Depresión, la producción de oro se recuperó mie ntras que la producción real y el empleo
colapsaban. Como resultado del colapso de la “economía real” que conocemos como la “Gran Depresión”, hubo una gran cantidad de oro y de dinero ociosos en general después
de la Segunda Guerra Mundial.
Esto llevó a un boom —una súbita expansión del mercado mundial— que era completamente inesperado por la mayoría de los marxistas, que asumían que la Depresión se
reanudaría después de la guerra. En verdad, la mayoría de los marxistas del momento no podían explicar porqué la Depresión había ocurrido en primer lugar. Cuando el boom —o,
más estrictamente hablando, varios ciclos industriales con fuertes y prolongados auges y débiles recesiones— ocurrió, muchos marxistas se retiraron enteramente del marxismo o a
lo sumo terminaron dándole un crédito indebido a las políticas gubernamentales justificadas en las prevalecientes teorías económicas keynesianas, que entonces dominaban las
universidades.
Estaban completamente desguarnecidos para el colapso de la dominación keynesiana en las universidades y su reemplazo por el “neo-liberalismo” de Friedman. ¿Qué explicación
tienen los neo-ricardianos para estos eventos? Si hubiera seguido el camino preconizado por Ian Steedman —estaba bien al tanto de él hacia finales de los 1970s, dado que su libro
“Marx después de Sraffa” estaba prominentemente exhibido en cada librería radical de New York, donde yo residía entonces, y no podía simplemente asumir que Steedman estaba
equivocado— nunca habría podido producir este blog. Pero como mi más añoso contemporáneo Robert Langston, admito que me molestaban las af irmaciones de que un
prominente economista socialista como Ian Steedman, a través del uso de sofisticadas matemáticas, había probado que la economía
marxista que yo estaba tratando de dominar, estaba equivocada.
Me vi forzado a reveer toda la cuestión del valor-trabajo, cosa que admito que al principio había malinterpretado completamente.
Es posible que algunos de los “neo-ricardianos” hayan desarrollado un análisis convincente de la crisis capitalista —la Depresión, la “estanflación” de los 1970s que terminó con el
sock Volcker y crisis capitalistas más tempranas, tanto las relativamente menores como las mayores— usando las teorías derivadas de Sraffa y Steedman. Pero si lo han hecho, no
lo he visto. Por lo que he podido ver, a pesar de la brillante destrucción de Sraffa de las afirmaciones de la teoría marginalista, los intentos de usar “Producción de mercancías por
medio de mercancías” de Sraffa, para crear una nueva escuela económica que pudiera reemplazar a la desarrollada por Marx, han producido escasos frutos en verdad.
Sólo se puede llegar tan lejos asumiendo una “economía muy simple, que produce dos mercancías, hierro y trigo”. De hecho, Marx siempre evitó este tipo de “abstracciones
violentas”. En su lugar, el camino señalado por Marx, Engels y los modernos marxistas como Anwar Shaikh que han seguido desarrollando la teoría de Marx en algunos aspectos —
por ejemplo, al introducir el término “precio directo” — ha sido clave para mi entendimiento actual del mundo en el que vivimos.
En el post que publicaré dentro de dos semanas, examinaré la Monthly Review School. En muchos aspectos, esa respuesta será una continuación de ésta
Estructura de la praxis económica capitalista
en su dinamismo histórico
Producción Circulación Apropiación
(distribución y consumo)

Naturaleza Valores de Cambio Guerra de expropiación


(Tierra) originaria -
+ (mercancías y mercado) Apropiación con tendencia
Medios de producción (precios; precios directos monopólica de los:
(capital constante) y precios de producción)
Medios de Tierra Producción
+
Mercado y mercancías

Fuerza
de Trabajo Dinero
(capital variable) Guerra de expropiación
(medición originaria -
(trabajo (mínimo) del trabajo abstracto) Apropiación con tendencia
socialmente necesario; monopólica del:
en un momento realización de la
histórico concreto de plusvalía en el mercado Sistema de fuerza de Trabajo
competencia) capitalista (laboral)
+
+ Sistema Financiero
Generación y
encubrimiento de
plusvalía

Capital Guerra de expropiación


Valores originaria -
de uso personal (acumulación Apropiación con tendencia
y social de la plusvalía) monopólica de los:

Valores de Uso
+
Capital

S-ar putea să vă placă și