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Seminario Mayor - Martes 24 de mayo de 2016

Ciclo C - VIII Semana del Tiempo Ordinario

Agradecer por la vocación

¿Recuerdan cuando estaban discerniendo la vocación? Probablemente varios de


nosotros dijimos: “Me lo diste todo, Señor, ¿cómo decirte que no?”.

Por tomar conciencia de que hemos recibido mucho, lo dejamos todo. Qué
contradicción, ¿verdad? Pero hay una contradicción aún mayor: que, como lo dejamos
todo, Cristo nos da aún más que antes. Es decir, nuestra vocación es un regalo aún
mayor que el que teníamos antes y por tanto hay que agradecerlo y cuidarlo.

Debemos agradecer cuando nos regalan algo, sobre todo cuando nos merecíamos lo
contrario. Esto es parte de la virtud de la justicia, la gratitud. Santo Tomás 1 dice que
uno tiene que ser más agradecido mientras más grande sea el don, la gracia -que se
dio gratis-.

Nosotros tenemos la gracia de haber recibido cien veces más, incluso mucho más, que
lo que entregamos. Así que nuestra gratitud debe ser proporcional a ese 100% divino, a
ese “todo”; Dios nos creó y sabe que somos finitos, por eso se contenta con lo que
podemos darle, pero esto se traduce en nuestro 100% humano. Nuevamente, la
totalidad.

Pero tenemos otra razón para ser agradecidos, porque no merecíamos un regalo por
nuestra obras, sino un castigo. Y es mucho mayor el darle un plato de sopa a un
delincuente que regalarle un banquete a un rico. Por lo tanto, la gratitud que debemos
tener por nuestra vocación debe ser casi infinita.

Vemos que es una obligación de nuestra parte dar gracias por la vocación y por todo lo
que ella conlleva, sobre todo por las persecuciones. Porque ellas nos hacen cuidar más
lo que poseemos. Si no somos agradecidos, lo más probable es que caigamos en el
error de pensar que lo que tenemos ahora, alguna vez lo merecimos; por tanto que no
nos entreguemos con esa totalidad que en justicia, Dios merece, y que en vez de darle
gracias a Dios por el ciento por uno, pensemos que el debería darnos a nosotros las
gracias por entregarle tan solo el uno por ciento en vez del cien por ciento.

1
Respondo: Lo que es objeto de gratitud por parte de la persona favorecida es la gracia que ella recibió del bienhechor. Por lo que,
donde la gracia es mayor por parte del donante, se requiere por parte del donatario una gratitud mayor. Ahora bien: gracia es
aquello que se da gratis; y, según esto, por parte del donante, la gracia puede ser mayor de dos maneras. En primer lugar, por la
cantidad del don. Y de este modo el inocente debe mayor gratitud, porque, hablando en absoluto, Dios, en igualdad de condiciones,
le concede un don mayor.
En segundo lugar, la gracia puede decirse que es mayor en cuanto más gratuitamente se concede. Y, según esto, debe
agradecerla más el penitente que el inocente, por ser más gratuito lo que Dios le da, ya que siendo digno de castigo, a pesar de
ello se le da la gracia. Así, pues, a pesar de que el don hecho al inocente sea, si se lo considera en absoluto, mayor, sin embargo,
el del penitente, por lo que se refiere a su persona, es mayor, como es mayor para el mendigo una pequeña limosna que un gran
regalo para un rico. Y, porque los actos versan sobre lo singular y concreto, en el terreno de la acción se da más importancia a lo
que las cosas son aquí y ahora que a lo que son en sí mismas, como dice el Filósofo en el III Ethic.acerca del voluntario e
involuntario. (Suma teológica - Parte II-IIae - Cuestión 106)
Seminario Mayor - Martes 24 de mayo de 2016
Ciclo C - VIII Semana del Tiempo Ordinario

Pidamos a Nuestra Madre, agradecer todas las mañanas nuestra vocación,


especialmente con el sacrificio de la Santa Misa.

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