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El sol entibia las frondas serranas, apenas iniciado el invierno. Sus rayos
recuerdan ardores estivos y a lejanas tierras remite su brillo. Como un viejo amanuense
curvado sobre su banco, miro por la ventana de mi implacable scriptorium, hurgando en
la memoria aquellos sucesos que alguien –siempre– sientiera necesario narrar para
juicio de generaciones venideras. Serán para algunos infaustos eventos, que
enrojecieron hasta el cansancio gargantas de predicadores e hicieron desvelar a tantos
cancilleres; que levantaron en armas a prebostes y policías, cobrando vidas y sembrando
muerte. Jirones de historia tornados canciones, poesías desvergonzadas con las que se
escribió una gesta; la saga de los estudiantes que dejaron su huella, cuando poblaron
ciudades en busca de ciencia.
El Consejo Editorial –a través de sus Representantes– ha sabido transmitirme su
interés por el argumento, sin que enturbiaran su pedido bajos antojos de frívolos
eventos, ni sombrías concesiones a la chusma sedienta de escándalos. Me dispongo
entonces a desempolvar algunas crónicas y a indagar en el lado oculto de la vida
universitaria en su mismo nacimiento. Exactamente allí donde lo mejor para algunos es
lo peor para otros. El soporte venéreo, alcohólico, onírico y poético de quienes
aprendieron jóvenes la joven scientia que liberaban sus maestros, mientras un mundo
recién nacido se levantaba con las murallas nuevas de las ciudades viejas y echaba a
andar vacilante rumbo a imprevistas metas. Espero honrar así el amistoso pedido y dejar
librado a quien lea el juicio sobre lo claro y lo obscuro, sobre lo hermoso y lo feo.
1
ANÓNIMO, Carmen Buranum 4 (“Omnia sol temperat”): «A todos conforta el sol / puro y fino; /
de nuevo está radiante / el rostro del mundo en abril; / hacia el amor se apresura / el corazón del hombre, /
y sobre un pueblo feliz, / reina Dios joven».
2
masculino, ya que sólo los varones podían formar parte de la Universidad. No lo decía
el Estatuto (evidentemente porque ninguna mujer solicitó el ingreso), pero lo señalaba
claramente la costumbre. Bastante “progresista” con relación a otras ciudades
importantes en la primara mitad del siglo XIII, Paris contaba con 21 profesoras y tutoras
en escuelas femeninas. La actividad docente de las mujeres se extenderá cada vez más
desde entonces por el resto de Europa, pero siempre limitada a escuelas elementales (no
necesariamente infantiles). Su actividad científica más importante, sin lugar a dudas, fue
la medicina; tanto a nivel teórico –piénsese, por ejemplo, en la gran Trotula– como
práctico, en el caso de las parteras o comadronas (también llamadas “madres de
dolores”).
Las mujeres, las jóvenes mujeres, podían escribir –y escribían de hecho– en las
Cortes y en los Monasterios. Los argumentos, comprenderán, variaban de un lugar a
otro, pero, por lo general, las escritoras se distinguían por su lucidez y su sentido
común. Pido pues perdón a las Lectoras de Lekton, pero es muy difícil hallar una voz
femenina en el tipo de fuentes de las que estas páginas dependen.
Volviendo entonces a los estudiantes, el obispo Jacques de Vitry, que había
recorrido tanto el mundo como para escribir una amplia Historia occidentalis, recoge de
su ciudad natal las siguientes impresiones:
La ciudad de París era entonces más disoluta en el clero que en el pueblo. Parecida a la
cabra sarnosa, a una oveja enferma, corrompía con sus malos ejemplos a muchos viajeros
que llegaban a ella de todas partes, devorando a sus mismos moradores, arrastrándolos al
abismo con ella. La simple fornicación ya no era más un pecado para ellos. Las mujeres
públicas diseminadas por todas partes en calles y plazas de la ciudad, compelían casi a la
fuerza a los clérigos que pasaban por delante de sus lupanares. Si ellos protestaban no
querer entrar, las prostitutas de inmediato los denunciaban como sodomitas, los
perseguían gritando. Este vicio feo y abominable como lepra sin cura y veneno sin
antídoto, había invadido la ciudad a tal punto que era tenido por honorable quien poseía
una o varias concubinas. En una misma casa, había escuelas en el piso superior y en el
inferior la habitación de las prostitutas. En el piso de arriba los maestros daban sus
lecciones, mientras que abajo las mujeres públicas ejercían su vergonzoso comercio. De
un lado las cortesanas disputaban entre ellas y sus clientes; del otro, los clérigos discutían
y respondían procediendo con espíritu de polémica. Cuanto más pródigos y dispendiosos
ellos se mostraban, dilapidando vergonzosamente sus bienes, más alabanzas recibían;
eran aclamados como honestos y generosos. Por el contrario, quienes habían preferido
vivir entre ellos según el precepto del Apóstol, con templanza, justicia y piedad, eran
denunciados por los viciosos y la gente sin carácter, como avaros y miserables, hipócritas
y supersticiosos2.
2
JACQUES DE VITRY, Historia Occidentalis 8.
3
cierto, pagar rondas, ocuparse de que nada falte en la mesa y de que nadie quede solo en
la taberna. A quien se destacara en esta virtud se le concedía una suerte de bastón de
mando y se lo coronaba como rey de la noche (o “de las fiestas”), confiando a su
arbitrio la elección del lugar y los modos de la diversión mientras durara su mandato.
Tal fue el caso de Francesco, por ejemplo, antes de ser nombrado “el santo de Asís”.
Llegados a Paris de todas partes del mundo, era natural que cada proveniencia se
ganara su fama o la padeciera. Las motivaciones del estudio eran muchas, como suele
suceder y, para el viejo obispo, no todas justificables. Escuchémosle nuevamente:
Piadosamente ruego a Vuestra Paternidad que me ayude, por amor de Dios, para que
pueda terminar lo que buenamente empecé. Sepa pues que, sin Ceres ni Baco, Apolo se
muere de frío4.
3
BUONCOMPAGNO, Antiqua rethorica, citado por CH. H. HASKINS, “The Life of Medieval Students
as Illustrated by their Letters”, The American Historical Review 3 (1898) [203-229] 209: «Primum
carmen scolarium est petitio expensarum, nec unquam erit epistola que non requirit argentum».
4
CH. H. HASKINS, “The Life” 210.
4
pandillas que se enfrentan entre sí y teme sufrir en carne propia la violencia de dichos
embates, ya cansado de recibir insultos e improperios contra su dedicación al estudio.
Se conserva la carta de otro, residente en Toulouse, en la que denuncia a un vecino no
deseado que se había instalado por la fuerza en su habitación y lo molestaba tanto que
no lo dejaba estudiar, por lo que solicitaba permiso para abandonar la Universidad y
regresar a su casa en Pascua. En ambos casos, sin duda, se trata de representantes de
aquél pequeño grupo que estudiaba –según Jacques de Vitry– “para ser mejores”. Mis
hijos los llaman Nerds. Un desesperado estudiante le pide a su padre desde Orleáns el
urgente pago de una fianza de cincuenta libras para poder ser liberado de la prisión en la
que se encuentra por haber herido de un palazo en la cabeza a su desafortunado
contrincante (“enviado por el mismísimo diablo”, según cree) en una reyerta callejera.
Seguramente el diablo consiguió que el otro, que también estuvo en prisión, haya
sanado de sus heridas y salido en libertad, mientras él permanece a la espera de ayuda
financiera…5
Las peleas, en efecto, eran frecuentes entre jóvenes tan dados al estudio. Al punto
que, en 1252, el papa prohibió beneficiar con privilegios universitarios a todo estudiante
que portara armas, en respuesta a los interminables escándalos y perjuicios que
entorpecían el recto curso de las lecciones y privaban de toda paz las almas y no daban
sosiego a los cuerpos. El gran Rutebeuf, un poeta satírico parisino del siglo XIII,
apadrinado por el teólogo Guillaume de Saint-Amour (enemigo acérrimo de Tomás,
Buenaventura y, por extensión, de todos los frailes dominicos y franciscanos), deplora
el hecho que “basten tres o cuatro [estudiantes] para provocar una trifulca entre
cuatrocientos e interrumpir los cursos”6. Revoltosos entre los revoltosos, las crónicas
coinciden en señalar a los artistas (estudiantes de filosofía), como los principales
responsables de los peores estragos. ¿Quiénes, sino, podrían destruir una taberna entera
–tras haberse bebido toda su bodega– y arriesgar su propia vida para vengar la muerte
de Arturo? Pero escuchemos a Rutebeuf:
Llegados a Paris (sobre todos los filósofos), sin embargo, parecen caballos
salvajes a quienes por fin se libera del freno, entregándose a sus anchas a buscar en cada
rincón la mejor taberna y en cada esquina –como sea– una amante8. Considerad, si no,
la historia de cierto estudiante de Worms, joven y pobre, que se enamoró de su vecina,
una muchacha judía de singular belleza. El caso es que logró seducirla y la doncella
quedó embarazada. Cuando estuvo segura de su estado, apresuróse a referírselo a su
5
Se reportan además algunos pedidos más inocentes, como el de un perro para compañía
(denegado) y el caballo del padre para correr la justa de San Nicolás en Oxford (también denegado).
6
RUTEBEUF, Le dit de l’universitè, vv. 37-39, trad., J. DUFOURNET, Rutebeuf et les frères
mendiants. Poèmes satiriques. Traduits et presentes par Jean Dufournet, Paris, Librairie Honoré
Champion 1991, 138. Existe una reciente traducción española de algunos de sus poemas: RUTEBEUF,
Poemas. Trad. de A. Martínez Perez, Gredos, Madrid 2002.
7
RUTEBEUF, Le dit de l’universitè, vv. 13-20, trad., J. DUFOURNET 137.
8
Vuelvo a disculparme ante mis Lectoras, pero todas las fuentes de las que me sirvo en este
trabajo fueron escritas por varones y a varones se dirigen.
5
9
El fenómeno de los goliardos surge y alcanza su apogeo en el siglo XII a partir de las escuelas
urbanas y se extiende hasta la Universidad del siglo XIII.
10
CH. H. HASKINS, “The Life” 226-228.
6
11
Sin ánimo demagógico alguno, he de observar que el calendario académico medieval no preveía
vacaciones ni recesos, salvo en las solemnidades litúrgicas más importantes, como Navidad y Pascua. En
Paris, por ejemplo, sólo había 79 días –esparcidos a lo largo del ciclo lectivo– en los que no se dictaban
clases (non legitur), pero porque todos debían asistir a las Disputaciones solemnes, a los Sermones, a las
graduaciones y clases magistrales y diversas actividades por el estilo. Cf. EVERARDUS DE V ALLE
SCHOLARIUM, Sermo “Obtulerunt domino munera magi”, 2,3, ed. C. MARTÍNEZ R UIZ, “Cinco sermones
parisinos sobre la Epifanía del siglo XIII”, en Archives d´histoire doctrinale et littéraire du Moyen Âge 63
(1996) 306: «Sicut prauus scholaris, qui semper uacationes querit, tam ordinarias quam cursorias audire
negligit et ideo ad perfectionem scientie nequaquam pertingit».
12
GUIBERT DE TOURNAI, Collectio de scandalis Ecclesie 10, ll. 10-16, ed. A. STROIK, “Guilberti de
Tornaco. De Scandalis Ecclesiae. Nova Editio”, en Archivum Franciscanum Historicum 24 (1931) [32-
62] 47.
7
13
Opiniones 219 Sigeri de Brabantia, Boetii de Dacia aliorumque a Stephano episcopo Parisiensi
de consilio doctorum sacrae scripturae condemnatae, en H. DENIFLE - A. CHATELAIN (eds.),
Chartularium Universitatis Parísiensis 1 (París 1889) 553.
8
social del que surgen y al que se dirigen, no menos que Le roman de la rose, los cuentos
de Chaucer, el Roman de Renart o la multitud de fabliaux, en los que dicha radicación
parece más evidente.
Cuando gran parte de la Universidad de París se transfirió a Angers, debido a una atroz
ofensa en su contra que ya es de público conocimiento, aprovechando la escasez de los
escolares presentes y arrastrados por su propia codicia, se apoderaron del magisterio
solemne de una cátedra magistral, con la connivencia del obispo y del canciller de París,
en ausencia de los maestros14 .
14
UNIVERSIDAD DE PARÍS, Excelsi dextera, en Chartularium Universitatis Parísiensis 1 ed. H.
DENIFLE - A. CHATELAIN (París 1889) 230.
9
Nosotros, Universidad de los maestros y de los estudiantes que estudian en París, nos
hallamos gravemente afligidos por el nuevo y enorme delito que ha sido perpetrado de
noche contra cuatro estudiantes pertenecientes al clero y un servidor laico, por obra de los
mismos guardias de París que deberían defendernos [...] Hemos decidido promulgar, en
virtud de la autoridad que nos ha sido concedida por los privilegios, una obligación que
ha de ser suscrita bajo juramento, mediante el cual nos empeñamos en la lucha –según
Dios y la justicia–, en la medida de lo lícito, para obtener satisfacción de esta ofensa. Así
y todo, tres maestros regulares, a saber, los dos dominicos y el fraile franciscano, no están
de acuerdo con esto. Y, si bien fueron solicitados una y otra vez, se resistieron de modo
arbitrario a dar su asentimiento15.
Se trata de una de las tomas de posición más fuertes y más significativas por parte
del Consejo superior de la Universidad en el siglo XIII. El documento prosigue,
especificando los modos con los cuales todo aquel que se resista a la solidaridad con la
corporación universitaria debía ser excluido de la misma:
Hemos, pues, considerado oportuno establecer que, de ahora en más, ningún maestro, en
ninguna facultad, sea admitido al colegio de los maestros y a formar parte de nuestra
comunidad universitaria, si antes no ha jurado observar con rigor las ordenaciones y los
privilegios concedidos a nosotros por la Santa Sede y sus legados, así como también
nuestros legítimos estatutos [...] Además, si durante una suspensión de las actividades de
la Universidad de París [...] alguno de los maestros regentes osara retomar las lecciones,
desde ese mismo momento será excluido a perpetuidad de nuestra comunidad, y no será
admitido de ninguna manera entre nuestros maestros o estudiantes, ni en París ni en
ningún otro lugar en el que la Universidad se transfiera16.
vino17. Y en otra, que transcribiré por entero, este célebre teólogo, gramático, biólogo y
físico, postula una tesis historiográfica de peculiar valía, digna de mayor consideración
por parte de los eruditos: si el estudio floreció y reinó en Atenas –sostiene– fue a causa
de la abundancia y la generosidad de su mosto. Y, rayano a la metafilosofía, prosigue:
Sólo el vino y la borrachera mantienen en su ser al estudio; grave motivo por el que
confiesa su deseo de que nunca le falte el vino… para poder seguir estudiando:
El escuadrón
de la gente erudita
siga el pendón
de Venus Afrodita.
No se dé en él cabida
al lego inculto y rudo,
pues es para las artes sordo y mudo.
Tal como reza esta declaración goliárdica, las de los estudiantes no son huestes de
Atenea, sino de Venus. Esto contradecía abiertamente la secular enseñanza del gran
Agustín, esforzado en demostrar la total incompatibilidad entre vida sexual activa y
sabiduría; e instalaba otro debate capital en los mismísimos fundamentos del bien y del
mal. La vida parecía levantarse contra toda visión celibataria y monástica de la fe y de
la ciencia y los jóvenes aprendices del nuevo status que terminaría renovando tanto la
una y como la otra, se ufanaban de darle materia a la forma y cuerpo al alma. Era, sin
duda alguna –y estoy hablando en serio– el clarear de un tiempo nuevo. Tiempo alegre,
festivo, liberado por los hombres y las mujeres que construyeron las ciudades y les
dieron vida casi de la nada. Totus floreo! exclamaban: “Florezco”, “surjo”, “nazco”,
“emerjo por entero”, manifestando la luz donde muchos veían tinieblas. El Carmen
Buranum al que me estoy refiriendo, le da voz a este tiempo, a este sentimiento nuevo
que, más acá de los excesos, confiere pleno sentido a las tesis defendidas por tantos
filósofos y teólogos y formalmente excluidas del deber ser y del deber saber en la
censura universitaria de 1274, que reproduje al comienzo. La traducción de sus primeros
versos –como en todos los demás casos– sólo pretende verter algo de su letra, incapaz
de rozar siquiera la delicadeza de su espíritu:
17
M. ESPOSITO, “On Some Unpublished Poems Attributed to Alexander Neckam”, The English
Historical Review 119 (1915) 453: «Mientras libo, libador, unos vinos, osados poemas escribo».
18
M. ESPOSITO, “On Some Unpublished Poems” 456.
11
“Enanos sobre los hombros de gigantes”, como dijera unos años antes el
gramático Bernard de Chartres, las mujeres y los hombres de la Baja Edad Media son
bien conscientes de vivir en un mundo nuevo, no sólo por sus muros, sus edificios y sus
instituciones, sino también por su saber y, sobre todo, por su ethos. Ellos mismos
acuñaron una palabra para decirse: moderni (“modernos”). Allí radica, según creo, el
claroscuro de las fuentes, la ambigüedad de las apreciaciones y el vehemente conflicto
de las interpretaciones en juego. El anónimo autor del poema Puer cum puellula, lo dice
en una sola estrofa y con menos rodeos que recursos literarios:
Traduzco como “tedio” una expresión latina (tedium) que no expresa sólo
aburrimiento, sino más bien desagrado, rechazo, pesadumbre, incluso angustia, en
algunos casos (tedet gaudere sine te –gritaba a Dios Buenaventura de Bagnoregio–). El
amor “descubierto” por los estudiantes licenciosos, no sólo divierte y alegra, sino que
libera de la oscuridad más profunda, que ensombrece el alma allí donde más debería
brillar. Otra canción de amor estudiantil lo dirá más claramente:
19
Una versión bien lograda del Carmen a cargo del Ensamble Decamerón, puede apreciarse en
http://www.youtube.com/watch?v=Fu9WGQpe_Yw&feature=related.
12
20
ELOÍSA, Carta IV a Abelardo, en ABELARDO, Storia delle mie disgrazie. Lettere d’amore di
Abelardo e Eloisa. Introduzione, traduzione e note di F. RONCORONI, Garzanti, Milano 1983, 121 y 120
(existe traducción española).
13
Bibliografía
21
Serenari / uultum dioneum: Según cierta tradición, Dione era la madre de Venus. Aquí designa a
la misma Venus.
22
Coronidis era el nombre elegido por los poetas de los Carmina para indicar una muchacha muy
joven y delicada.