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Ensayo crítico: La maternidad como eje de opresión

Introducción

La maternidad ha sido considerada desde antiguo por muchas mujeres una de las
principales causas de su opresión. Simone de Beauvoir, deja claro en “El segundo sexo”,
cómo la sujeción de la mujer a la reproducción ha sido una de las principales causas de
su sometimiento al poder masculino (de Beauvoir, 2005). Sin embargo, la no
obligatoriedad de la maternidad que experimentamos en nuestra sociedad, no ha logrado
que la maternidad deje de ser una condición en la que interseccionan múltiples opresiones.

Tesis

El hecho que aquí se discute es que la maternidad aparta a las mujeres de las supuestas
condiciones de igualdad que nos ofrece la sociedad actual. En un sistema social que no
contempla los cuidados como un elemento central en su economía y en su política, las
personas que se encargan de estos cuidados son invisibilizadas y excluidas. Los derechos
sociales están basados en la participación de la persona en el sistema productivo, siendo
el cuidado de las criaturas difícil de compaginar en este mercado competitivo. Muchas
mujeres, al convertirse en madres, tienen que elegir entre una u otra de estas dos opciones,
renunciando así a una parte fundamental de sus vidas.

Es por ello que la frágil igualdad de condiciones que supuestamente defiende nuestra
sociedad actualmente se desmorona al situarnos en la maternidad. Para mostrar cómo esto
se produce debemos hablar de la esencialidad de los cuidados para el desarrollo de todo
ser humano y de cómo, sin embargo, estos son invisibilizados junto a las personas que los
realizan.

Como muestran diversas autoras (Durán, 2011; Esquivel, Faur y Jelin, 2012; Peterson,
2009), el trabajo de cuidados, unido a la esfera de la reproducción social, se ha
infravalorado dentro del sistema de los estados de bienestar, haciendo que este recaiga en
la esfera familiar (y dentro de la misma en las mujeres) desvalorizándolo e ignorándolo
económica y socialmente. El hogar-familia se convierte, por tanto, en la institución que
el capitalismo ha aprovechado para hacerse cargo de la organización de la vida cotidiana
y de la reproducción (Esquivel, Faur y Jelin, 2012). Esta organización se lleva a cabo a
través de un modelo de “familia nuclear patriarcal”, en la cual el varón-sustentador trabaja
fuera del hogar y provee a la familia de ingresos económicos, mientras que la mujer-ama
de casa transforma estos ingresos en bienes y servicios para la familia. Este papel de la
mujer queda implícito en el modelo, pero no se nombra, es decir, se invisibiliza (op. cit).

Larguía y Dumoulin (1976, citado por Esquivel, Faur y Jelin, 2012), destacan la
invisibilización del trabajo doméstico en la economía capitalista definiendo este trabajo
como una “reposición directa y privada de la fuerza de trabajo” sin la cual no funcionaría
el sistema. Durán (2011) también señala su invisibilización, especialmente aquel que es
desempeñado de manera no remunerada, dentro de los análisis económicos, reflejando el
sesgo en el que se encuentran las cuentas del Estado en sus análisis macroeconómicos.

Esta invisibilización de los cuidados tiene como resultado la falta de reconocimiento


social y económico para las personas que los llevan a cabo, lo que a su vez implica la
expulsión de las mujeres cuidadoras de los derechos asociados al trabajo remunerado
(Esquivel, Faur y Jelin, 2012).

De esta forma, la maternidad, fuertemente relacionada con el cuidado no remunerado de


las criaturas, se convierte en un eje de opresión para las mujeres, al apartarlas de las
supuestas condiciones de igualdad que se desprenden del trabajo remunerado. Siguiendo
la conceptualización propuesta por Kimberlé Crenshaw sobre la interseccionalidad de
opresiones, podríamos situar a las madres dentro de un cruce de opresiones en el que, a
las desventajas de ser mujer, junto con otros ejes de opresión como pueden ser la clase o
la raza, se le suma su condición de madres o cuidadoras. Este eje de opresión se desprende
de la asunción social que actúa de manera implícita por la que las mujeres deben
encargarse del cuidado de sus familiares (ya sean sus propias criaturas u otras personas
de la familia) como una obligación moral altruista. De esta manera se justifica la falta de
retribución al trabajo de cuidados dentro de la esfera familiar, y se despoja a las personas
que ejercen esta función (muchas veces incompatible con otras actividades remuneradas)
de los derechos económicos y sociales que se desprenden del trabajo remunerado.

Como muestra muy bien Carolina del Olmo al hablar de la experiencia de la maternidad
(2013), cualquier modelo de crianza en la actualidad implica una explotación para las
mujeres: como sobrecarga de trabajo a las mujeres que continúan con sus trabajos
remunerados, a través de la renuncia a unos u otros aspectos de su vida (cuidado de las
criaturas o trabajo remunerado), y a causa la expulsión del ámbito social y económico a
aquellas que deciden cuidar dejando de lado el trabajo remunerado.
Antítesis

Frente a este cúmulo de opresiones que implica la maternidad, dos opciones se han visto
desde el movimiento feminista como un logro para las mujeres, puesto que, en
comparación con épocas anteriores, las aleja de la maternidad como obligación y destino.
Por un lado, la posibilidad de ser madre o no serlo como elección personal: desde que se
han popularizado los métodos anticonceptivos y ha aumentado la autonomía de las
mujeres la maternidad ha empezado a considerarse como una elección y no como un
destino para las mujeres. Por otro, a través de la externalización de los cuidados, para
aquellas mujeres que deciden ser madres existen unos servicios que permiten externalizar
el cuidado de sus criaturas, ya sea a través de instituciones o través de personas
remuneradas que desempeñan las tareas de cuidado, lo que permitiría a estas mujeres
continuar con su carrera profesional.

Ambas posturas se enmarcan dentro de una ideología que en palabras de Beatriz Gimeno
podríamos denominar como ideología de la “antimaternidad” (Gimeno, 2017). Desde este
enfoque se ha realizado un análisis de la maternidad como atadura al sistema patriarcal,
la crítica a la maternidad como eje de la identidad femenina y la deconstrucción del
instinto maternal.

Simone de Beauvoir (citado por Saletti, 2008) fue la primera en señalar la maternidad
como atadura para las mujeres, intentando descubrir su carácter socialmente construido,
lo que ha servido para imponerla socialmente como único destino femenino. A partir de
este desarrollo de Beauvoir, la maternidad ha sido fuertemente criticada por diversas
posturas feministas, para quienes la abolición de la construcción social de la maternidad
ha sido visto como la herramienta necesaria para acabar con la subordinación de las
mujeres (Saletti, 2008).

La teoría del instinto maternal por el cual se asume la predisposición de la mujer al


cuidado de las criaturas y de otras personas vulnerables de forma innata, ha sido utilizada
tanto por la ciencia como por los discursos políticos para convencer a las mujeres de su
responsabilidad exclusiva en el cuidado. Aunque actualmente no hablemos de instinto, el
amor maternal ha ocupado este lugar en los discursos contemporáneos exigiéndose en la
madre como cualidad imprescindible. En palabras de Beatriz Gimeno (2014), el amor
maternal, por encima de una misma, siempre e incondicional, es lo que realmente define
la maternidad.
Este es, por tanto, uno de los pilares en los que el movimiento feminista se ha centrado
para descargar a las mujeres de la obligación de cuidar. Dentro de esta crítica destaca la
figura de Elisabeth Badinter (citado por Saletti, 2008), quien realizó uno de los mayores
aportes teóricos para desmontar la idea del instinto maternal como algo natural e innato
argumentando cómo las exigencias sobre una correcta crianza y la necesidad de este
instinto maternal han ido evolucionando a lo largo de la historia.

Gracias a estas aportaciones teóricas hoy en día tenemos la posibilidad de elegir la


maternidad o no elegirla y, en caso de elegirla, delegar el cuidado de nuestras criaturas en
otras personas o instituciones.

Síntesis

Las opresiones asociadas a la maternidad (la sobrecarga de trabajo, la renuncia a otros


aspectos de la vida, la expulsión de los ámbitos sociales y económicos..), se han visto
suavizadas por las tesis antimaternales: por un lado, la maternidad se percibe cada día
menos como una obligación o atadura, pudiendo las mujeres elegir con mayor libertad la
opción de ser madres o no serlo; por otro, la carga de trabajo asociada a la maternidad y
las desventajas sociales y económicas se han suavizado gracias a la externalización de los
cuidados. Esto ha permitido que las mujeres puedan vivir menos opresivamente sus
maternidades y, todavía más trascendental en comparación con épocas pasadas, que
puedan elegir la maternidad como una opción vital y no como una imposición social.

Sin embargo, como expresa Gimeno (2014), la elección de la maternidad no se hace


libremente sino en un contexto coercitivo que sigue impulsando a las mujeres hacia la
maternidad, exaltando las ventajas que conlleva tener hijos e invisibilizando los
problemas que surgen por su cuidado. Además, siguiendo la argumentación de Gimeno,
cualquier posición, política o personal, contraria al discurso maternalista recibe una
sanción social, económica o psicológica. Como dice esta autora:

No ser madre es una elección personal al alcance de muy pocas mujeres


en el mundo y se sigue llevando con discreción, casi en soledad, y sobre
la que siguen recayendo sanciones sociales. La no-madre se pasará la
vida contestando a preguntas que dan por hecho que lo normal es elegir
ser madre. (Gimeno, 2014).

Esto nos lleva a cuestionar cuanta libertad tenemos de facto las mujeres para la elección
de la maternidad. Y, por otra parte, ¿y si queremos ser madres? Del Olmo (2013)
argumenta cómo, paradójicamente, lo que la libre elección de la maternidad ha reflejado
es precisamente el enorme deseo de las mujeres de ser madres. En este caso, la libre
elección de la maternidad no conlleva ninguna mejora de las condiciones de las mujeres
que deciden ser madres. Por otro lado, la externalización de los cuidados tampoco parece
ser una opción realmente liberadora. Las instituciones dedicadas al cuidado solo cubren
de manera muy deficitaria las necesidades de las criaturas y de las mujeres (del Olmo,
2013). Por otro, el hecho de que algunas mujeres puedan delegar las tareas de cuidado en
otras mujeres para centrarse en actividades productivas de mayor valor social ha venido
unido, como muestra Beck-Gernsheim (2001), a la ocupación del trabajo doméstico y de
cuidados por mujeres migrantes o de clase baja. De esta forma, no podemos hablar de una
liberación de las mujeres del trabajo de cuidados sino de una dislocación en su realización
a otras mujeres que encierra una opresión clasista.

La externalización de los cuidados, por último, solo cubre un modelo de maternidad,


aquel en que las mujeres deben seguir produciendo para el mercado a pesar de la
vulnerabilidad de sus criaturas. Muchas mujeres se ven obligadas a aceptar estas
condiciones, determinadas por condiciones económicas más que personales, mientras que
las mujeres que deciden cuidar a sus hijos se ven obligadas a abandonar el mercado de
trabajo y perder todos los derechos asociados a este.

Conclusiones

Como decía, a pesar de la apertura que han supuesto las tesis antimaternales, no se ha
superado el hecho de que la maternidad sigue actuando como un eje de opresión sobre las
mujeres. Los discursos provenientes de estas posturas no han mejorado las condiciones
de opresión de las madres, tan solo han ayudado a concebir la maternidad como una
elección y ni siquiera esta aparece realmente dentro de un contexto de libertad sino en un
contexto coercitivo que sigue presionando a las mujeres hacia la maternidad.

Discusión

¿Qué modelos contestatarios de la maternidad podemos buscar entonces? ¿Qué discursos


ideológicos queremos? ¿Qué políticas? ¿Hay un paradigma que pueda luchar por las
necesidades de todas las mujeres: madres y no madres, inmigrantes, racializadas,
monomarentales…? ¿Se puede superar la maternidad como opresión? ¿Debemos las
mujeres buscar la no maternidad para exigir unas condiciones de igualdad? ¿Cómo luchar
desde la maternidad para superar esta opresión?

Sin duda alguna, no debe buscarse la superación de las opresiones a causa de la


maternidad sin proponer una revalorización del cuidado y una reconceptualización de los
estados de bienestar y de la economía capitalista. Sin embargo, al no existir un modelo
único de maternidad ni una única forma de luchar contra las imposiciones patriarcales
que acompañan a la maternidad, es necesario buscar soluciones a partir de un feminismo
dialógico en el que todas las posibilidades y elecciones sean valoradas. (Flecha y Puigvert,
2010). Siguiendo el planteamiento de Judith Butler (2000), no pretender lograr una
unicidad en la lucha contra el patriarcado sino dar la bienvenida a los conflictos y
tensiones que se originan dentro de diferentes movimientos sociales articulándolos hacia
una lucha políticamente productiva.
Referencias bibliográficas

Beauvoir, Simone de (2005). El segundo sexo. Los hechos y los mitos. Madrid: Cátedra.

Beck-Gernsheim, E. (2001), “Mujeres migrantes, trabajo doméstico y matrimonio. Las


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Puigver, L. Mujeres y transformaciones sociales. Barcelona: El Roure.

Butler, Judith (2000). "El Marxismo y lo meramente cultural", en New Left Review N° 2
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Durán, M.A. (2011) El trabajo del cuidado en el marco macroeconómico, en Durán M.


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Flecha, Ainhoa, Puigvert, Lidia (2010). Contributions to social theory from dialogic
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Gimeno, Beatriz (febrero, 2014). Construyendo un discurso antimaternal. En Pikara


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Gimeno, Beatriz (2017). La maternidad y otros cuentos. Charla organizada por la


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Olmo, Carolina del (2013). ¿Dónde está mi tribu? Maternidad y crianza en una sociedad
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Peterson, E. (2009) Género y Estado de bienestar en las políticas españolas. Gender and
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Saletti Cuesta, Lorena (2008). Propuestas teóricas feministas en relación al concepto de
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