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Ensayo Seminario Derrida, Profesor: Rene Baeza.

La escritura y la diferencia. Derrida. Edmond Jabes y el libro


Daniel Navarro Delgado

Para comenzar a problematizar la cuestión del libro, comenzare con el capítulo


“Edmons Jabes y la cuestión del libro”, del texto “La escritura y la diferencia”.
Derrida comienza indicándonos que en “Le libre des questions” de Jabes ni se altera la voz,
ni se rompe la intención, pero se agrava el acento, se exhuma una antigua raíz y queda al
desnudo una herida sin edad, un cierto judaísmo como nacimiento y pasión de la escritura.
Pasión de la escritura, amor y resistencia de la letra, de los que no se sabría decir si su
sujeto es el judío o la misma letra. Un destino inconmensurable, que injerta la historia de
una “raza salida del libro”. En él no podría haber historia sin la seriedad y la labor de la
literalidad. Lo único que comienza por medio de la reflexión es la historia. Y este pliegue
es el judío. “dificultad de ser Judío, que se confunde con la dificultad de escribir; pues él
judaísmo y la escritura no son sino una misma espera, una misma esperanza, un mismo
desgaste”.1
Dicho esto nos presenta la afirmación que encontramos en “libre des questions” : Tu eres el
que escribe y el que es escrito. ¿Qué diferencia hay entre elegir y ser elegido cuando no
podemos hacer otra cosa que someternos a la elección.” La situación del judío se convierte
en la situación del poeta, del hombre de las palabras y la escritura. Se encuentra
abandonado al lenguaje y liberado por una palabra, de la que es señor. “las palabras eligen
al poeta”. Una generación lenta del poeta por parte del poema, del cual es padre. “poco a
poco el libro me consumara”, el poeta es el sujeto del libro, su sustancia y su señor. Y el
libro es realmente el sujeto del poeta, ser que habla y sabe, que escribe en el libro acerca del
libro. La sabiduría del poeta culmina su libertad: “traducir en términos de autonomía la
obediencia a la ley de la palabra. Sin lo cual, y si la pasión se hace sujeción, caemos en la
locura. El loco es la victima de la rebelión de las palabras.”2 Estamos frente a un Jabe que
quizás ha renunciado al delirio, al dejarse inspirar por la ley.

La libertad se comprende y se intercambia con aquello que la retiene, con aquello que
recibe de un origen enterrado con la gravedad que sitúa su centro y su lugar; este lugar no
es un terreno cercado, una localidad de exclusión, es un siempre allá, no un aquí empírico;
la libertad no se le da a la tierra no pagana, a no ser que este separado por el desierto de la
promesa, en este caso, la poesía. Una tierra si se deja decir por la poesía, se esta siempre
fuera de toda proximidad. El poeta y el judío, ha nacido allá, no aquí. Caminando errantes y
separados de su verdadero nacimiento, autóctonos únicamente de la palabra y la escritura,
autóctonos del libro; pero a la vez autónomos, la poesía no recibe a diferencia del judío, la
palabra y su ley de dios. La autonomía poética supone las tablas rotas. “"En el origen, la
libertad fue grabada diez veces en las Tablas de la Ley, pero nos la merecemos tan poco,
que el Profeta, en su cólera, las rompió".3 De la tabla rota brota el poema y se enraíza el

1
Derrida, Jacques. “la escritura y a diferencia”, cap. Edmond Jabes y la cuestión del libro. Pag. 91.
2
Derrida, Jacques. “la escritura y a diferencia”, cap. Edmond Jabes y la cuestión del libro. Pag. 92.
3
Derrida, Jacques. “la escritura y a diferencia”, cap. Edmond Jabes y la cuestión del libro. Pag. 93.
derecho a la palabra. Sin embargo siempre habrá rabino y poetas. Y dos interpretaciones de
la interpretación, la ley se hace pregunta y el derecho a la palabra se confunde con el deber
interrogar. El libro del hombre es un libro de preguntas.

La ruptura de las tablas significa la ruptura con dios como origen de la historia, dios se ha
separado de si para dejarnos hablar, para que nos extrañemos y preguntemos. Lo hizo no
hablando si no callando, dejando que el silencio interrumpa su voz y sus signos, dejando
romper las tablas, la negatividad de dios. En palabras de Kafka: “somos pensamientos
nihilistas que surgen en el cerebro de dios”, dios procede en la duplicidad, no es sincero, la
sinceridad esa una virtud mentirosa, hay que conseguir llegar a la virtud de la mentira. Este
camino es el camino del desierto. Camino en el cual dios ya no nos habla, hay que tomar
sobre si las palabras, hay que separarse de la vida y las comunidades. Una escritura que se
desplaza a lo largo de una línea de palabras pérdidas y palabras prometidas. La diferencia
entre la palabra y la escritura es la falta, la cólera de dios que sale de sí. “El jardín es la
palabra, el desierto es la escritura. En cada grano de arena nos sorprende un signo”.

Continuando nos indica que la ausencia es el alma de la pregunta, la separación no puede


sobrevenir más que en la ruptura de dios, con dios. “Le libre des questions” es a la vez el
canto interminable de la ausencia y un libro sobre el libro. Por un lado tenemos la Ausencia
de lugar, un “libre des questions” que se mantiene en el no lugar, entre la ciudad y el
desierto. Una poesía de Jabe, que echa palabras en el desierto donde el judío nómada queda
afectado de infinito y de letra. El poeta de escritura solo se consagra en la desgracia que
dice Nietzsche, esconde desiertos en él, un poeta que protege su palabra que solo puede
hablar en el desierto, un camino inencontrable y no destinado. Por otra parte tenemos la
ausencia del escritor. Escribir es retirarse, retirarse de su escritura misma, donde ser poeta
es saber dejar la palabra, dejarla hablar completamente sola, cosa que solo se hace en lo
escrito, un dejar a la escritura, estar ahí para dejarla pasar. Un escritor que es todo y nada. A
la vez solo lo escrito me hace existir al nombrarme, no basta con ser escrito, hay que
escribir para tener un nombre, hay que llamarse.
Escribir, supone el acceso al espíritu mediante el valor de perder la vida, de morir a la
naturaleza; la ausencia es el permiso que se les da a las letras para deletrearse y significar.
La ausencia como aliento de la letra, la letra vive. Es soledad, dice soledad y vive soledad.
Hay una animalidad de la letra que toma las formas de su deseo, de su inquietud y su
soledad. como el judío, el poeta, el hombre, dios, los signos no tienen otra elección que
entre una soledad de naturaleza o una soledad de institución.
Continuando, nos indica que ante la falta de voz del dios o del poeta, tenemos que
contentarnos con el grito y la escritura, eso es “Le libre des questions”, la repetición nazi, la
revolución poética de nuestra siglo, la extraordinaria reflexión del hombre que intenta
tomar posesión de su lenguaje, como si eso tuviese algún sentido. Un poema debe siempre
correr el riesgo de no tener sentido, no sería nada sin este riesgo. “entre la carne demasiado
viva del acontecimiento literal y la piel fría del concepto, transcurre el sentido. Así es como
este pasa al libro. Todo pasa al libro y en el libro. Todo tiene que habitar el libro, por eso el
libro no está terminado nunca, siempre en suspenso”4. El libro solo puede ser amenazado
por la nada, por el no ser, por el sin sentido. Todas las afirmaciones y negaciones, preguntas

4
Derrida, Jacques. “la escritura y a diferencia”, cap. Edmond Jabes y la cuestión del libro. Pag. 103.
contradictorias se acogen en la unicidad del libro. Por lo que surge la pregunta ¿y si el libro
no fuese más que una época, en todos los sentidos de la palabra, y si la forma del libro no
tuviese que ser ya el modelo del sentido, y si el libro no fuese sino el más seguro olvido de
la muerte?. La ilegibilidad originaria no es un momento simplemente interno del libro, la
razón o el logos. Anterior al libro, aquella ilegibilidad es la posibilidad misma del libro. El
ser que se manifiesta en lo ilegible está más allá de estas categorías, mas allá, al escribirse,
de su propio nombre. Los libros son siempre libros de vida o de supervivencia, la pregunta
sobre el origen del libro, la interrogación absoluta, la interrogación acerca de todas las
interrogaciones posibles, la interrogación de dios no formara parte nunca de ningún libro.

Dicho esto, tomo un gran salto dentro de este mismo texto, “La escritura y la
diferencia”, hacia el capítulo final “Elipsis”, en el cual sigue entregándonos y esclareciendo
el problema del libro y la cuestión de la lectura continuando además con Jabe y su libro “Le
libre des questions”.
“Elipsis”, comienza planteando como hemos ahondado a lo largo del texto, en la escritura,
viendo la clausura del libro y la abertura del texto por otro lado. La cuestión de la escritura
solo podría abrirse a libro cerrado, la abertura del texto se nos plantea como aventura, el
gasto sin reserva. Pero es esto lo que hace el surgimiento de la duda “¿Qué es solo en el
libro, volviendo a él sin cesar, tomando del todos nuestros recursos, como nos haría falta
designar, indefinidamente, la escritura de ultra-libro?”.
Esto nos da paso a pensar en el retorno del libro, título de Edmon Jabes, que nos lleva a
entender lo que es “abandonar el libro”, la clausura no es el fin. Dios sucede a Dios y el
Libro al Libro”, vemos una escritura que pasa entre Dios y Dios, y entre Libro y Libro. Este
movimiento de retornar al libro, no nos encierra en este. Estamos en un momento de
errancia, la totalidad de suspensión oscilante entre dos escrituras, “un libro que es el
entredós del riesgo”. Sin embargo, nos hace entender Derrida, que la repetición no es la
reedición del libro, sino que hay una descripción del origen a partir de una escritura que no
le pertenece, aquello mediante la repetición, crea la ilusión de dejarse comprender en él.
Esta repetición es la primera escritura, una escritura de origen, que vuelve a marcar el
origen, “escritura loca de origen: escribir es tener la pasión del origen”. No es una ausencia
remplazando a la presencia, es el remplazo de un presencia que nunca ha sido presentada,
por ende, un origen que nunca ha comenzado; este es el engaño del libro. “la pasión, al
estar originalmente apasionada por algo, al final podía quedar apaciguada mediante el
retorno de eso. Engaño del origen, del final, de la línea, del bucle, del volumen, del
centro”5.
Estamos entonces frente a un bucle, un circulo que da vueltas, donde el volumen se enrolla
sobre si mismo, el libro se repite, en cuya repetición la identidad presenta una diferencia
poco notoria, la cual nos entrega una salida de la clausura. Redoblar la clausura del libro,
desdoblarla. Escapamos por una misma línea, por el mismo bucle. Una salida que no vale
por ella sola, no pesa por ella misma, si no que “piensa y pesa el libro como tal”. Estamos
entonces en el entendimiento de que el retorno del libro es aquel abandono del libro. Ha
pasado de entre Dios en Dios, y de Libro y Libro, dentro de un espacio neutro. Un retorno
que no toma posesión, no vuelve a apropiarse del origen. “la escritura, pasión del origen:

5
Derrida, Jacques. “la escritura y a diferencia”, cap. Elipsis. Pag. 403.
eso debe entenderse también por el lado del genitivo subjetivo. Es el origen mismo lo que
esta apasionado, pasivo y sobrepasado, por ser escrito. Lo cual quiere decir inscrito. La
inscripción del origen es, sin duda, su ser-escrito… estar-inscrito en un sistema”.6
Nos hace entender como el retorno al libro contiene esta noción elíptica. Existe algo no
visto que le falta a la gramática de esta repetición. Una repetición que redobla el libro, pasa
por todos los puntos existentes dentro de este, pero sin mover nada.
Sin embargo al pasar por todos los puntos, todo el sentido, debido a la falta, queda alterado.
Cada línea no es la misma, el bucle circulo ya no tiene el mismo centro, “el origen ha
actuado”, la falta hace que el circulo no sea perfecto, por esto estamos frente a elipsis, que
redobla el camino, rompe la línea, clausura, hace que el libro se deje pensar como tal. El
retorno del libro se nos presenta entonces, como el eterno retorno. Un retorno de lo mismo
que se ve alterado solo por el hecho de volver a lo mismo. Es decir, tan solo y la pura
repetición contiene en si la capacidad de pervertir y subvertir. Una repetición que es
escritura, ya que desaparece la identidad consigo misma del origen. Esta es el gran engaño,
nos indica Derrida, del cual vive el primer libro, este cuidado de toda repetición, es el
hecho de que el centro se encontrara en el “abrigo del juego”, el surgimiento de un
pronombre invariable que pudiese invocar pero no repetir. Es decir, el centro del primer
libro, no debía haber tenido la capacidad de ser repetido en su representación. Es el hecho
de que se pueda leer un libro en el libro, origen en el origen, centro en el centro, es cuando
se nos presenta el abismo, el redoblamiento infinito.
Continuando, entendemos como desde el momento del surgimiento de un signos, es cuando
comienza y se entrega la posibilidad de repetición, es lo que contiene un signo. El grafema
en su repetición, no posee lugar ni centro en una naturalidad. Este hecho crea las preguntas
“¿acaso se los perdió alguna vez? ¿es su excentricidad una descentramiento?”, una
excentricidad negativa que es necesaria. “y yukel dice: El centro es el fracaso… ¿Dónde
está el centro? –Bajo la ceniza… el centro es el duelo”7. Hay una teología negativa y a la
vez una ateología negativa, pero ambas muestran la ausencia del centro al momento de
reafirmar el juego. Una escritura como descentramiento y la escritura como aquella
afirmación del juego, una eterna vacilación. Forma parte del juego y lo liga al fracaso, a la
muerte. Se produce “¿Quién sabe? Sin sujeto y sin saber”.
Nos lleva al entendimiento de que si “el desplazamiento de la cuestión” ha sido siempre el
centro, se debe a que siempre ha existido un sobrenombre al innombrable pozo del cual el
mismo era signo, aquel signo del vacío, agujero, que el libro quiere llenar; el centro era el
nombre de un agujero. Se nos presenta el volumen, pergamino y el rollo como aquellos que
vienen a tapar este vacío, este agujero, “mediante un movimiento animal, vivo silencioso,
liso, brillante, deslizante, a la manera de una serpiente o de un pez”, estamos frente al deseo
del libro, a la vez eficaz y al mismo tiempo parasitario.
Una repetición que afirma el abismo, escribir el aquel vacío, “la ocasión del libro” en el
cual nos vemos hundidos. Libro como laberinto, enigma, el cual creemos la salida pero no
hacemos mas que hundirnos más y más: “El libro es el laberinto. Cuando crees que estas
saliendo de él, te estas hundiendo ahí. No tienes ninguna ocasión de salvarte. Te hace falta
destruir el artefacto. No puedes resolverte a eso. Advierto el lento pero seguro ascenso de tu

6
Derrida, Jacques. “la escritura y a diferencia”, cap. Elipsis. Pag. 404.
7
Derrida, Jacques. “la escritura y a diferencia”, cap. Elipsis. Pag. 405.
angustia. Muro tras muro. ¿Quién te espera al final? – nadie… tu nombre se ha replegado
sobre si mismo, como la mano sobre el arma blanca.”8.
“Libre des questions”, en su tercer volumen, se mantiene abierto, mostrando la no-clausura,
infinitamente abierta y sobre sí mismo, “un ojo en el ojo”. Un libro recuperado desde un
lugar que no está dentro ni tampoco fuera del libro, un abertura que es lo sin salida, la
repetición, el retorno, el laberinto. Encierra dentro de si las salidas del, el mismo abre sus
puertas sobre sí mismo, y así se cierra con el fin de su abertura. Una contradicción que se
nos presenta en el tercer libro de “Libre des questions”, en donde la triplicidad es su cifra;
“el tercer libro dice: “soy el primer libro en el segundo”… “y Yukel dice: tres cuestiones
han seducido al libro y tres cuestiones lo acabaran. Lo que acaba comienza tres veces. El
libro es tres. El mundo es tres. Y dios, para el hombre, las tres respuestas”.9 “El libro me ha
llevado, del alba al crespúsculo, de la muerte a la muerte, con tu sombre, Sarah, en el
número, Yukel, al cabo de mis cuestiones, al pie de las tres cuestiones”.
Nos habla de una muerte que esta al alba, ya que todo ha partido desde la repetición. El
centro y el origen siempre repitiéndose y redoblándose, un doble que divide y suple, un
doble origen junto con su repetición. El tres es aquella cifra de la repetición, la primera y la
última, en la cual la representación y su abismo está dominado por ella, siempre. El dos es
la conjetura inútil pero a la vez que no puede faltar, en el libro, aquel mediador que permite
la existencia de la triplicidad, una juntura que es rotura.
Nada ha antecedido a la repetición, es “el vacío lo que se ahonda y se marca con señales”,
en donde la escritura no sigue la línea recta de presentes modificados. Un porvenir ya no es
futuro, y el ayer no es un pasado. Es un más allá de la clausura del libro, está ahí pero más
allá, esta como la sombra del libro, el tercero, “la separación entre el libro y el libro, es otra
mano”.
Para finalizar y continuar con una noción sobre el problema de la escritura y la lectura en
Derrida, relacionado con el capítulo “Freud y la escena de la escritura”, en donde comienza
a poner atecion en el enigma de la presencia “pura y simple”, aquella que la ve como
suplicación, repetición originaria, auto-feccion, diferencia. Haciendo de esta manera la
distinción entre el dominio de la ausencia como palabra y como escritura. “La escritura en
la palabra. Alucinación como palabra y alucinación como escritura”10.
Dentro de este capitulo Derrida nos habla del hecho que podemos entender a un Freud que
ha estado traduciendo continuamente a lo largo de sus estudios, teniendo por ende la
creencia en un código de escritura “onírica”. “Cuando se está familiarizando con la
sobreabundante explotación de la simbolica para la puesta en escena del material sexual en
el sueño, tiene que preguntarse uno si buen numero de estos símbolos no hacen su entrada
como las “siglas” de la estenografía con una significación bien estblaecida de una vez para
todas y se encuentra uno ante la tentación de proyectar un nuevo Traumbuch según el
método-del-desciframiento”11.

8
Derrida, Jacques. “la escritura y a diferencia”, cap. Elipsis. Pag. 407.
9
Derrida, Jacques. “la escritura y a diferencia”, cap. Elipsis. Pag. 407.
10
Derrida, Jacques. “la escritura y a diferencia”, cap. Freud y la escena de la escritura. Pag. 272.
11
Derrida, Jacques. “la escritura y a diferencia”, cap. Freud y la escena de la escritura. Pag. 289.
Un Freud que está en una constante proposición de códigos y establecer reglas de la
generalidad, notando de está manera que la significación forma parte esencial del proceso
del psicoanálisis al momento de iterpretar. Derrida nos habla de la veracidad de esta
afirmación, pero que Freud ha establecido limites (dos) para esta operación.
Al tomar lo verbal como expresión, tal como se encuentra en el sueño, nota su sonoridad y
no es borrada ante el significado, no es atrevesada por el, muy diferente como se haya en la
operación del consciente. Nos habla de un cuerpo verbal que no se deja traducir por otra
lengua, encontrando asi lo que la traducción deja caer; la traducción siempre pierde o deja
caer el cuerpo, es la energía de la traducción, el dejar caer. Por ende el cuerpo del
significante constituye el idioma para el sueño, hace que el sueño no tenga la capacidad de
ser leído, traducido. “el sueño depende tan íntimamente de la exprsion verbal que, cada
lengua tiene su propia lengua de sueño. Como regla general, un sueño es intraducible a
otras lenguas, y un libro como este no lo es mas, eso pensaba yo al menos”12.
Notamos pues de esta manera la incapacidad una traducción sin perder el cuerpo, sin
embarho se nos muestra otra incapacidad dentro de esta problemática. Esta tiene que ver
con el hecho de hacer “consientes pensamientos inconscientes”, al existir la imposiblidad
de que el sueño sea traducido en otra lengua, es debido a que el sistema existente dentro de
lo psíquico no tiene alguna relacion capaz de ser traducida. Es dicho de manera errada
“traducción” “transcripción”, el paso de los pensamientos desde el inconscientes, por medio
del camino de la preconsciencia hasta la consciencia. Una metáfora de traducción y
transcripción que hace referencia a la escritura, pero su real peligro radica en que propone
la existencia de un texto, una forma de leer, ya establecida y ya ahí; aquel archivo existente
que nos entrega los pasos para realizar el traspaso de pensamientos inconscientes al
consciente, sin daño alguno.
No podemos entender, pues entonces, al texto consciente como una transcipcion, ya que el
resultado de un texto consciente no tuvo que pasar por una transcripción de entido, no tuvo
que pasar por una lectura que le diera un sentido, no existe la necesidad de ponerlo como un
texto inconsciente que debe ser repensado y re leído para luego entregarle cierto sentido y
clasificarlo como consciente, no existe una verdad inconsciente circunscrita dentro de ella
al cual haya que encontrar. No existe un texto que se encuentre “presente” en otra parte,
que implique trabajo de búsqueda, lectura y traducción, ese algo que se encuentre externo a
el y que debemos hacer flotar a la superficie.
Derrida nos habla de la inexistencia de un “texto presente, y ni siquiera texto presente
pasado, texto pasado como habiendo sido presente”. Nos plantea que el texto no puede ser
pensado en la forma de la presencia. Estamos frente a un texto inconsciente que ya contiene
en si pureza propia, “texto en ninguna parte presente”, el cual se encuentra formado por
archivos que se nos presentan desde siempre como transcripciones, “laminas originarias.
Todo empieza con la reproucción”.

12
Derrida, Jacques. “la escritura y a diferencia”, cap. Freud y la escena de la escritura. Pag. 290

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