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ASESINATO DEL ROCK

Pablo Dacal

El rock ya no nos representa sino en parte, como el tango o la música romántica. Algo de
nosotros puede ser dicho en sus términos, pero son géneros que representaron la experiencia
de generaciones pasadas, no la nuestra.
El rock, al integrarse en todas las escalas del sistema de vida imperante, muere como canal
de ideas nuevas y ocupa el lugar de la crítica dentro de la estructura del poder. Es otra oferta
del discurso oficial, y atacarlo desde el Estado es parte del juego dialéctico. Creer que aún
guarda algún poder de transformación es ingenuo y conservador.
El rock es antropofágico, y al ocupar socialmente el rol de música juvenil no permite ser
desplazado. Quien tenga ideas nuevas deberá ser ingerido o pasar a la clandestinidad.
El rock, como todo género envejecido, añora su vitalidad original y vive enamorado de su
pasado. Se expresa en el gesto de su juventud triunfante a través de la mirada pop. Creer que
lo hace a través de la sexualidad o la violencia es falso: todos los géneros expresaron su
propia sexualidad y violencia.
A través del pop hablan los arquetipos de la sociedad espectacular, utilizando ciertos géneros
del siglo pasado, como el rock o el cine.
El mercado del rock oculta a la novedad proponiéndose como lo siempre nuevo. Decir que ya
todo está realizado es parte de su truco: lo que ha sido hecho es solo lo que ha sucedido, lo
nuevo esta por hacerse y no tiene nombre.
Te sedan con sexo, drogas, rock y tecnología.
Géneros como el rock pueden ser interpelados, disfrutados e incluso desarrollados mediante la
tradición, pero el placer o el desarrollo de una tradición no tienen que ver con la construcción
de ideas nuevas.
No se trata de fusionar o poner en tensión géneros y estéticas del pasado, si no de utilizarlos
como herramientas para que aflore nuestra sensibilidad. Las rítmicas, los colores, el sonido, la
armonía y la estructura compositiva que conocemos son instrumentos que una nueva idea
puede requerir, o no.
Las vanguardias realizan una lectura pretendidamente novedosa sobre los géneros e ideas
instituidas en un momento determinado. Los movimientos genéricos, en cambio, surgen tras
una verdadera ruptura con lo establecido y dejan el dibujo de una nueva moral, pudiendo o no
generar moda.
Para encontrar lo nuevo hay que atreverse a no formar parte de la sociedad artística
imperante. Si no hay sitios donde mostrar ni medios que nos comuniquen, deberemos
inventarlos. Hacer sin dudarlo, como un acto de fe.
En la reacción que la obra genera está el norte de nuestro movimiento: solo hay que saber
oírla.
Una nueva sensibilidad no encuentra la manera de expresarse física y espiritualmente con
facilidad.
La canción y la historieta son las formas narrativas de nuestro tiempo, cargan con la herencia
secreta de la poesía y la tragedia, y continuarán existiendo cuando todo estalle.
El mundo tal cual lo conocemos vivirá probablemente mucho menos de un siglo. Nuestra
música, al igual que nuestra vida, debe dejar de relacionarse con temporalidades ficticias como
el futuro o el pasado para enfrentar lo actual en toda su crudeza.
Cantamos nuestro idioma y vivimos nuestro sitio.
No nos alcanza el tiempo.

Rosario - Buenos Aires, Argentina.


Diciembre de 2006

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