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Primera Parte
Kristina Dietz
Lateinamerika-Institut - Freie Universität Berlin
Red desigualdades.net
Introducción
Las implicaciones de desigualdad en el contexto de la explo-
tación de la naturaleza, las representaciones utilitarias de esta, y
los procesos del cambio ambiental (global) son substanciales. En
América Latina, por ejemplo, las desigualdades sociales están
históricamente arraigadas en sistemas de reparto de los derechos
sobre la tierra y la renta minera, que se caracterizan por una alta
inequidad. Estos sistemas datan de la era colonial y están estrecha-
mente vinculados con jerarquías raciales, de esclavitud o trabajo
contractual (Bergquist 1996; Therborn 2011, 6). En el presente, el
crecimiento de las inversiones en la región, orientadas hacia los
recursos naturales —como tierra, minerales, metales, hidrocar-
buros, o bosques— tienden a incrementar, inclusive, múltiples
patrones de desigualdad. Entre algunos de estos patrones, se des-
tacan las relaciones de propiedad y de trabajo, los mecanismos de
exclusión e inclusión, las representaciones y los significados cul-
turales de la naturaleza, los mecanismos de acceso a y de control
sobre esta, y las condiciones ambientales para cambios en la repro-
ducción social (Humphreys Bebbingon y Bebbington 2010; Borras
* Traducido del inglés al español por Rita Bitar Deeb, Freie Universität Berlin.
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et al. 2012; Ulloa 2013). Finalmente, tanto los efectos negativos del
cambio ambiental a nivel global (p. ej. cambio climático), como los
peligros para el medio ambiente de la producción industrial, sin
duda, impactan a las sociedades de una forma desequilibrada, re-
forzando de esta manera viejas desigualdades o generando nuevas
a lo largo de líneas de clase, género, etnia y raza2 (Auyero y Swiston
2008; Carruthers 2008; Dietz 2011).
A pesar de estas evidencias, vincular el análisis de las desigual-
dades sociales con los cambios y las políticas ambientales globales, o
con las prácticas sociales dominantes de apropiación de la naturaleza
y de su representación cultural, es aún incipiente dentro de la investi-
gación social científica. Las desigualdades sociales tradicionalmente
han sido abordadas dentro de las esferas socioeconómicas, sociales,
y políticas, empleando como categoría central la clase social. Asi-
mismo, la unidad de análisis predominante ha sido el Estado-nación
y se considera que los procesos de producción y reproducción de la
desigualdad social, básicamente, son simultáneos (para una crítica
ver Boatcă 2011; Costa 2011; Braig, Costa y Göbel 2013). Ello significa
que la academia dominante no ha tenido en cuenta propiamente el
asunto de la naturaleza, ni sus políticas afines (climáticas, de con-
servación, de biodiversidad, etc.), ni las relaciones de poder-conoci-
miento, así como tampoco las prácticas sociales de la apropiación de
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Justicia ambiental
La justicia ambiental, como reivindicación política y concepto
de investigación, floreció a principios de la década de los ochenta
en los Estados Unidos como una respuesta a las protestas sociales
urbanas —organizadas principalmente por las comunidades afro-
descendientes e hispanas— que se llevaron a cabo en contra de la
exposición desigual a los riesgos ambientales y a la contaminación
(Szasz y Meuser 1997; Bullard 2000; Flitner 2007; Schlosberg 2007).
Desde ese entonces, el concepto se ha trasladado hacia otras re-
giones y otros contextos espaciales (por ejemplo, América Latina,
áreas rurales) (cf. Martínez-Alier 1997; Carruthers 2008). El con-
cepto de justicia ambiental se formula sobre el supuesto básico de
que los problemas ambientales «nunca son socialmente neutrales,
así como tampoco los argumentos (y decisiones) sociopolíticos son
ecológicamente neutrales» (Harvey 1993, 25). La última parte de
dicho supuesto permite resaltar que una distribución socioespacial
de los impactos ambientales que se caracterice por ser desigual no
es, de manera alguna, un fenómeno apolítico y tampoco arbitrario.
Precisamente, por el vínculo estrecho entre movimientos locales
y las actividades de investigación, los académicos en los Estados
Unidos, al inicio, prestaron especial atención al tema de raza4
como la variable explicativa principal para entender la exposición
desigual a los riesgos ambientales. El asunto fue, inclusive, for-
mulado en términos de raza o clase, como si estos y otros ejes de la
estratificación social fueran mutuamente excluyentes y «compar-
timentalizables como cosas distintas» (Szazs y Meuser 1997, 113).
Esta explicación unidimensional y la reificación de las categorías
sociales fueron más tarde criticadas y superadas, especialmente
por los académicos que arrancaron desde la convicción de que las
relaciones sociales como las de clase, género y raza interactúan de
manera compleja y que es, precisamente, esta interacción la que
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Ecología política
La idea de una coconstitución de la sociedad y la naturaleza
constituye un foco central en otra área de trabajo, la cual brinda
indicios para una conceptualización de las dimensiones socioam-
bientales de la desigualdad: la ecología política. Esta no es una
teoría; más bien, puede ser entendida como un «“marco de inves-
tigación” interdisciplinario, que se apoya en un vasto conjunto de
temas, modelos explicativos y métodos para el análisis» (Martín
2013, 4). Dichos modelos y métodos han sido nutridos por diferentes
teorías críticas (marxista, gramsciana, feminista y foulcaultiana),
disciplinas (antropología, geografía, ciencia política, sociología),
y, también, por distintas ramas investigativas (ecología cultural,
economía política, estudios agrarios, estudios del desarrollo, an-
tropología ambiental-ecológica, crítica feminista de la ciencia) (cf.
Robbins 2004; Watts y Peet 2004; Paulson y Gezon 2005; Palacio
Castañeda 2009; Biersack 2011). Los ecologistas políticos, funda-
mentalmente, se plantean cómo el acceso al conocimiento y el
control de la naturaleza se encuentran mediados por las relaciones
sociales de poder, basadas en la desigualdad, y las relaciones de
diferencias (como lo son clase, género, raza, etnicidad).
A través de los años, este campo de análisis ha experimentado
diferenciaciones provechosas; las más significativas, que han evo-
lucionado desde los setenta, son las perspectivas neomarxistas y
los enfoques feministas y posestructurales de la ecología política.
Todas ofrecen ideas fructíferas para una comprensión de las dimen-
siones socioambientales de la desigualdad ancladas en la teoría.
Los enfoques neomarxistas, dentro de la ecología política, con-
ceptualizan el vínculo naturaleza-desigualdad social en términos
de economía política. Como ejemplo se pueden mencionar aquellas
relaciones sociales bien engranadas en la producción capitalista, la
distribución y la división internacional del trabajo (véase Blaikie
1985; Blaikie y Brookfield 1987; cf. Wissen 2014). En los ochenta, la
teoría estructural, con un enfoque basado en clases sociales, fue
exitosa en ir más allá de un análisis meramente local de cambios
socioecológicos a través de conectar aquellas transformaciones que
ocurren primordialmente en la escala local —p. ej. degradación del
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Materialidad
En su trabajo, Claudia Leal y Shawn van Ausdal concluyen
que las condiciones ambientales no determinan las historias diver-
gentes pero sí marcan lo que es viable en cada lugar [en este caso,
la costa pacífica y la costa caribe de Colombia] (Leal y van Ausdal
2013). Pero ¿cómo sucede esto?, ¿cómo la naturaleza, o el mundo
no-humano pasan a ser productivos en la historia social y en la (re)
producción de las desigualdades sociales? Por supuesto, algunas
respuestas a estas preguntas ya han sido dadas: desigualdad en el
acceso, asimetrías de poder-conocimiento con referencia a la natu-
raleza, etc. Sin embargo, otras cuestiones continúan sin resolverse:
en primer lugar, si la naturaleza y su materialidad específica, sus
propiedades geológicas, (bio)físicas y químicas, marcan una di-
ferencia en la forma como las personas controlan, se apropian, o
acceden a la naturaleza. En segundo lugar, si la materialidad de la
naturaleza influye sobre la forma en que las configuraciones so-
ciales se desarrollan. En otras palabras, ¿puede atribuirse a la natu-
raleza alguna función independientemente de su contexto social?
Todas estas formulaciones y preguntas están en el centro de
los debates más actuales dentro de las subdisciplinas de la geografía
humana (crítica, cultural, geografía feminista), economía política
y antropología (Castree 2000; Bakker y Bridge 2006; Bridge 2008;
Wissen 2008; Richardson y Weszkalnys 2014). A partir de estos de-
bates, el siguiente párrafo intenta ofrecer algunas reflexiones teóricas
y conceptuales preliminares relacionadas con la materialidad física
de la naturaleza y su influencia sobre las desigualdades sociales.
La materialidad como concepto no es nuevo para la teoría
social, especialmente en la tradición marxista. Aquí, la noción de
materialidad se refiere a las formas sociales al igual que a la forma
del Estado. Por ejemplo, aquellas relaciones sociales que hasta
cierto punto han pasado a ser independientes de las múltiples ac-
ciones de individuos y grupos y, por consiguiente, orientan dichas
acciones permitiendo la reproducción de sociedades capitalistas
muy a pesar de sus contradicciones inherentes (Wissen 2014). Sin
embargo, siguiendo el argumento de la teoría crítica en relación
a una «interconexión constitutiva» entre naturaleza y sociedad,
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véase Castree 2001). Con esta tesis, Smith argumenta que el capi-
talismo moderno produce la naturaleza para el interés específico
de la ganancia. Es decir, la naturaleza es producida en función a
su máxima valoración y rentabilidad explotable. Un ejemplo de
esto es el caso de la soya genéticamente modificada producida por
compañías agroalimentarias transnacionales, cuyo crecimiento
expansivo se da en terrenos de América del Sur recientemente des-
pejados. Sin embargo, esta tesis mantiene el mismo problema de
aquellas consideraciones preponderantemente constructivistas, las
cuales niegan las atribuciones específicas de la naturaleza.
En definitiva, lo cierto es que la materialidad específica de
los recursos —p. ej. petróleo, agua, plata—, los cuales poseen un
rol generativo en una variedad de significados, se ha hecho visible
en numerosos estudios. Por ejemplo, contribuciones desde la geo-
grafía crítica han mostrado cómo la producción y la apropiación
de la naturaleza pueden fracasar por las mismas propiedades fí-
sicas de los recursos a ser explotados. Karen Bakker (2005), a través
de su estudio sobre la comodificación del agua en el Reino Unido,
muestra cómo los intentos de liberalización del suministro de agua
se han enfrentado a una serie de dificultades nunca previstas. Pre-
cisamente, dichos imprevistos tienen que ver con las propiedades
bioquímicas del agua: el problema de transportar agua potable a
través de largas distancias o el problema de mezclar aguas pro-
venientes de diferentes fuentes sin correr el riesgo de que se pro-
duzcan reacciones químicas que puedan afectar negativamente
su calidad. En esta misma línea de investigación, Marcela López
Rivera (2013) afirma, en su estudio sobre las reformas impulsadas
por el mercado del suministro de agua en el sector de Medellín, que
tomar en cuenta la materialidad de naturaleza ofrece nuevas posibi-
lidades para la comprensión de cómo y de qué manera las diferentes
características biofísicas y espaciales de los recursos influyen sobre
las formas sociales de su apropiación, comodificación o valoración
y, por ende, en la producción y reproducción de desigualdades.
Otros ejemplos derivan de la investigación antropológica.
Los antropólogos han demostrado cómo la explotación de los re-
cursos está asociada a los cambios de las configuraciones sociales,
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Conclusión
Uno de nuestros objetivos con este capítulo fue identificar
puntos de partida analíticos para el estudio de las dimensiones
socioambientales de las desigualdades sociales entrelazadas. El
enfoque y la principal motivación fue, en principio, profundizar
nuestra comprensión teórica sobre las interdependencias entre la
naturaleza y las desigualdades sociales. Desde una perspectiva dia-
léctica sobre las relaciones sociedad-naturaleza, identificamos tres
formas de interdependencias entre naturaleza y desigualdad, las
cuales están estrechamente interrelacionadas:
• Las desigualdades sociales son elementos inherentes a los fe-
nómenos actuales de la crisis ambiental.
• La naturaleza social, su dominación, transformación y repre-
sentación constituyen unas variables explicativas para la pro-
ducción y reproducción de las desigualdades sociales en todas
sus dimensiones.
• La materialidad de la naturaleza —como efectos de cambios
ambientales socialmente producidos o en términos de sus pro-
piedades materiales— tiene implicaciones para las desigual-
dades sociales.
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