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Más adelante veremos que la moral se aprende, pero que depende del contexto social,
del género de cada persona, de su condición social, de su etnia, del contexto
geográfico, etc, también esta parte de la “conciencia” del individuo depende de las
personas que rodean al mismo, ya sea en su círculo más cercano, es decir, padres,
hermanos, etc, hasta el ámbito social más amplio.
Hablaremos de la conciencia moral que básicamente es el razonamiento que ocurre
basado en la moral que hemos aprendido a lo largo de nuestras vidas, es esta
conciencia que tenemos dentro de nosotros, la “vocecita” que nos dice si algo está bien
o mal. Evidentemente esta depende del avance o progreso que hayamos tenido
aprendiendo la moral, sea esta “cristianamente” correcta o no, para efectos religiosos.
El autor también nos habla de que la moral puede ser predicha por el tipo de carácter
de una persona y por las virtudes que esta posea, más que por las opiniones y actos
que esta tenga, para teologizar el asunto, debemos de poner en cuestión la
interrogante, la cual parafraseando dice así: “¿Cómo quiere Dios que sea?”
Hay que tener en cuenta que dichas virtudes no se adquieren de la nada, sino que al
igual que el carácter se forman y desarrollan permanentemente.
En la siguiente porción se nos menciona que hay varias teorías del crecimiento moral
de las personas, de hecho, dichas teorías son, por así decirlo, contrarias entre sí, o
quizás complementarias una de la otra, puesto que en una se nos habla de un
pensamiento racional y la otra contrasta con un pensamiento relacional y afectivo.
Como se viera en algunos ejemplos bastante trillados, los sentimientos son lo que nos
hace humanos y por eso es de vital importancia considerar que el discernimiento
moral viene de este tipo de pensamiento, puesto que nos da empatía con otros
individuos, entre otros valores y/o sentimientos como la compasión.