Sunteți pe pagina 1din 2

Guerra genocida VII

Esta guerra de exterminio puede contarse desde distintas vertientes.


Una testigo, Leonora Sansay, la cuenta en presunta correspondencia con el
Vicepresidente de los Estados Unidos Aaron Burr, desde Le Cap durante el
mando del general. Rochambeau (traducción mía del inglés de “The
Horrors of St. Domingue):
Los bandidos han por fin hecho ataque que tanto amenazaron, y hemos
sido terriblemente alarmados. El jueves último, una partida se acercó al
fuerte antes del amanecer, mientras otra, pasando detrás de la barrera que
esta a la entrada de la planicie, sin ser vista por los guardias sorprendió al
fuerte Bellair, que ocupa una lometa junto al pueblo, y mató al oficial de
mando y a doce soldados. La esposa del oficial que comandaba el puesto,
había ido el día anterior a permanecer con su esposo. Ella y su hijo fueron
atravesados con la misma bayoneta. El cuerpo del oficial quedó sobre la
cama, como si hubiera muerto en el acto de defenderlos. Los negros
avanzaban en silencio hacia la ciudad cuando fueron descubiertos por un
centinela que dio la alarma.
Las tropas se apresuraron a tomar las armas. Los bandidos fueron
rechazados: pero aquellos que habían tomado posesión de Bellair hicieron
una vigorosa resistencia. St. Louis, quien comanda una compañía de la
guardia nacional, fue el primero en el frente. Se descubrió que los negros
de la ciudad intentaban unirse a aquellos que lo atacaban desde afuera para
matar las mujeres y los niños que encerrados en sus casas no tenían quien
los defendiera; pero las patrullas de la guardia de honor previno, por su
vigilancia, la ejecución de tal propósito. A las nueve en punto el general
(Rochambeau) mandó a decir a Clara que la parte del pueblo en que ella
vivía por ser mucho mas expuesta, mejor fuera si se allegara a su casa para
enviarla a bordo del navío del almirante. Ella respondió que era imposible
para ella salir, porque su esposo no deseaba bajo ninguna circunstancia que
abandonara la casa; por consiguiente, añadió, “Aquí debo quedarme hasta
inclusive estoy segura de perecer.” La acción continuó en la barrera y los
puestos avanzados durante el día. Los negros, dependiendo de su cuantía,
parecen convencidos de decidir de inmediato la suerte del pueblo, y hemos
pasado el día en una situación que no puedo describir.
En la noche el general envió un oficial a decir a Clara que él tenía
noticias de su esposo que podía comunicar solo a ella. La primera idea
que vino a la mente fue la muerte de St. Louis. Me agarró por el brazo y
sin siquiera ponerse un velo salió huyendo de la casa.
Un silencio sepulcral reinaba en todas las calles. Llegó sin aliento a la
casa de gobierno. El general la recibió en la antesala y ella de inmediato
procuró saber lo que pasaba con su esposo, inquiriendo del general lo que
pasaba con él. “Nada”, respondió. “Se ha portado muy bien, conservando
su vida. Pero usted debe irse al navío como otras han hecho”. Mas, Clara
se negó a abordar el barco...
Marcos Taveras es consultor privado

S-ar putea să vă placă și