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Universidad Nacional de Colombia Facultad de Ciencias Humanas

Centro de Estudios Sociales Maestría en Estudios Culturales


Teorías de la Cultura III Multiculturalismo e interculturalidad
Henry Córdoba Villanueva

Una mirada a La cuestión multicultural de Stuart Hall


Protocolo de exposición
¿Puede un concepto que significa tantas cosas diferentes y que tan
Eficazmente atrae enemigos tan diversos y contradictorios tener
verdaderamente algo que decirnos? Dicho de otro modo
¿su valor radica acaso en su sitial controversial?

El artículo de Stuart Hall tiene origen en los comentarios del académico indo-inglés Homi Bhabha
sobre el multiculturalismo, “un paraguas extendido de forma heterogénea” y, de lo multicultural,
“convertido en un significante flotante” (2000: 583). La proliferación y universalización de ambas
nociones, su existencia y pertinencia en el discurso político británico contemporáneo y la dificultad de
conceptos alternativos para reflexionar sobre el tema, nos invitan a hacer un uso cuidadoso –bajo
borradura- de estos y a profundizar en la denominada cuestión multicultural.

La estructura del artículo está dividida en tres partes: la primera, una crítica deconstructivista de
las nociones de multiculturalismo y multicultural, teniendo en cuenta las condiciones de su eclosión y
difusión en la sociedad y política británicas; segundo, un análisis sobre los “efectos transruptivos” de la
pregunta multicultural; tercero y último, la propuesta por parte de Hall de una nueva “logíca” política
multicultural a partir de los remanentes de los vocabularios políticos tras la cuestión multicultural.

Primera parte: Multiculturalismo y multiculturalidad

En principio el autor considera útil aclarar las distinciones entre multiculturalismo y


multiculturalidad, dado que muchas veces su uso intercambiable plantea confusiones y dificultades. Estar
implicado en sus prácticas, además de expresar públicamente el valor de la diversidad cultural, nos lleva a
fijarnos en la importancia de estos términos, no sin antes una deconstrucción.

Multicultural es un adjetivo, que “describe las características sociales y los problemas de


gobernabilidad que confronta toda sociedad en la que coexisten comunidades culturales diferentes
intentando desarrollar una vida en común y a la vez conservar algo de su identidad <<original>>” (583).
Su uso, por consiguiente, es plural por definición.

Entretanto Multiculturalismo es un sustantivo y “refiere a las estrategias y políticas adoptadas para


gobernar o administrar los problemas de la diversidad y la multiplicidad en los que se ven envueltas las
sociedades multiculturales” (583). Su empleo –en singular- suele referir a la doctrina o filosofía que
sostiene las estrategias multiculturales.

Específicamente, cabe decir, que el multiculturalismo como tal, “alude a un amplio rango de
articulaciones, ideales y prácticas sociales”, cuyo problema ha sido el confinamiento de la noción en una
categoría política. Así mismo, no se puede reducir el multiculturalismo a una versión, ya que en realidad,
describe una variedad de estrategias y procesos políticos inconclusos en muchas partes. En la medida –
afirma Hall- que existen diferentes sociedades multiculturales, también existen diferentes
“multiculturalismos”.

Si bien las sociedades multiculturales no son nuevas, responden a una reconfiguración estratégica
de las fuerzas y relaciones sociales en el planeta, que acontecen con la disolución de los antiguos imperios
europeos y los procesos de descolonización, el final de la guerra fría y la caída del comunismo, la

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globalización y el neoliberalismo. Se trata de un contexto donde se combinan viejas y nuevas formas
emergentes de “etnicidad”, en medio de una desigual globalización, así como cada vez más las crisis de
muchas sociedades asumen una forma multicultural o etnizada (587).

Hall interpreta la globalización como un proceso hegemonizador, pero también un “sistema para
la con-figuración de la diferencia antes que un sinónimo de obliteración de la diferencia”, siendo este un
aspecto crucial para la formulación de estrategias y contra-estrategias (589). En otras palabras, con la
globalización se da una “proliferación subalterna de la diferencia”.

Para entender esto, el autor trae a colación la noción derridiana de la differánce, como:
“el movimiento de juego que “produce” estas diferencias, estos efectos de diferencia. Esta no es la
forma binaria de la diferencia, entre lo que es absolutamente lo mismo y lo que es absolutamente lo
“Otro”. Es un “tejido de similitudes y diferencias que se niegan a separarse en oposiciones binarias
fijas. La differánce caracteriza un sistema en el que “cada concepto (o significado) se inscribe en
una cadena o en un sistema dentro del cual se refiere a otros conceptos (significados), mediante un
juego sistemático de las diferencias”. (590)

En otras palabras, el significado atañe más a una posición que a un destino. Y su valor político no
puede determinarse de manera esencial sino relacional. La differánce nos permite considerar un sistema
con “brechas y aporías que constituyen potenciales enclaves de resistencia, intervención y traducción”, así
como la base de una nueva clase de “localismo”, como sombra que acompaña la globalización, su
“externalidad constitutiva”. Las implicaciones e impactos políticos causados por el retorno de lo particular
y lo específico, no está determinado por sus contenidos esenciales, sino por sus articulaciones con otras
fuerzas. La emergencia de lo local en muchos lugares es para el autor, pertenece a un momento de
descentramiento de Occidente (591).

Segunda parte: la especificidad del caso británico y los efectos transruptivos de la cuestión
multicultural

En la segunda parte del artículo, Hall se ocupa de la descripción de su especificidad histórica en


Gran Bretaña con relación con el multiculturalismo, así como a rastrear algunos de sus “efectos
transruptivos”.

El autor pone en duda la supuesta homogeneidad de la britanicidad como cultura nacional,


acentuando que “siempre ha habido muchas maneras de ser británico”. Sin embargo, la experiencia
imperial británica, con sus relaciones históricas de dependencia, es un hecho que dejó marcas en su
construcción de nación, y que en el presente se encuentra en reconfiguración, con la llegada de distintas
comunidades migrantes al Reino Unido (592).

A grandes rasgos existen una serie de puntos a considerar –de manera relacional- frente a las
comunidades migrantes, evitando generalizar debido a que son formas de diásporas distintas y a la
complejidad multicultural en el que están inscritas: el tipo de comunidad generada por ellos y sus grados
de homogeneidad; la relación con la sociedad oficial; y las estrategias para su integración en la sociedad
oficial británica.

En este sentido, ha sido y es importante para las comunidades en su autocomprensión mantener


identidades racializadas, etnoculturales y religiosas; así como que estas identidades sean opcionales para
las personas y los grupos, con variaciones en sus compromisos y prácticas. Por tanto, el camino de las
comunidades fruto de la diáspora, no ha sido la asimilación, sino una nueva configuración cultural –de
“comunidades cosmopolitas” marcadas por una extensa transculturación (595).

Teniendo en cuenta lo anterior, Hall se propone rastrear algunos de sus efectos:

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1. El impacto transruptivo sobre las categorías de la “raza” y la etnicidad. Con esto se refiere
al viraje epistemológico, que ha llevado a una “racialización” diferenciada en la cultura y vida británicas
como efecto de la cuestión multicultural. En otras palabras, los “británicos se han visto obligados a pensar
en sí mismos y sus relaciones con los otros en términos racializados” (595).

La raza como una construcción política y social –y no una categoría-, aplicada en Gran Bretaña a
las comunidades afrocaribeñas y asiáticas. El autor define raza como “la categoría discursiva organizadora
en torno de la cual se ha construido un sistema de poder socio-económico de explotación y exclusión (es
decir, el racismo)”, a lo que se suma un “efecto natualizador”, para legitimar una exclusión basada en
diferencias genéticas y biológicas, como mecanismos de clausura en situaciones cotidianas (596-597).

Entretanto, la etnicidad conduce a un discurso en el que la diferencia es explicada por


características culturales y religiosas, en el que “la articulación de la diferencia con la naturaleza (la
biología y lo genético) está presente, pero desplazada mediante el parentesco y el matrimonio
intergrupal” (597). Los discursos, tanto de raza como de etnicidad, operan como dos registros del
racismo, mediante una articulación discursiva o cadena de equivalencias entre los registros socioculturales
y los biológicos (y no de “racismo” versus “diferencia cultural”). Frente a esto, cabe aludir que en los años
ochenta, observadores notaron el descenso de un racismo de base biológica paralelo al ascenso de un
“nuevo racismo cultural”. No obstante, es la fusión de estos dos registros de racismo, lo que definiría un
rasgo del “momento multicultural”, si se considera las exigencias para abrir en la agenda multicultural dos
políticas similares y diferentes al tiempo: la demanda de igualdad y justicia social (contra un racismo
diferenciado) y la demanda de reconocimiento de la diferencia cultural (contra un etnocentrismo
universalizador).

2. La desestabilización de la cultura. El segundo efecto transruptivo ha sido en nuestra


comprensión de la cultura. La “cuestión multicultural” y la globalización han puesto en entredicho y
socavado las oposiciones derivadas de la Ilustración (particularismo vs. Universalismo; tradición vs.
Modernidad), así como las características usualmente asociadas al liberalismo.

Es el caso, de la hibridez como noción para caracterizar la mezcla entre culturas y comunidades.
Para Hall, este sería el término para designar la lógica cultura de la traducción, en tanto “define la lógica
cultural combinada e irregular de la manera en que la llamada “modernidad” occidental ha impactado en
el resto del mundo desde que empezó el proyecto globalizador de Europa” (600-601). Es un proceso de
traducción para individuos y grupos, no solo de apropiación y asimilación cultural, sino también de
revisión de las propias normas y sistemas de referencia cultural, en términos considerados ambiguos,
ambivalentes y contradictorios. En otras palabras, negociar culturalmente con un algún espectro de la
differánce.

3. La desestabilización de los cimientos del estado liberal constitucional. Un tercer efecto


transruptivo de la “cuestión multicultural”, consiste en su desafío a los discursos dominantes de la teoría
política occidental y a las bases de los Estados liberales. Con el multiculturalismo, el liberalismo ya no es
vista como “la cultura más allá de las culturas” sino como “el particularismo que exitosamente se
universalizó y se hegemonizó en todo el mundo”.

En parte, una de las consecuencias del multiculturalismo ha sido el desnudamiento de aspectos


oscuros de la Ilustración. Este es el caso de las brechas entre los ideales y práctica del liberalismo, como la
ciudadanía universal y la neutralidad cultural de los Estados, aplicables solo en medio de una vasta
homogeneidad cultural.

La principal consecuencia ha sido la deconstrucción de elementos pertenecientes a los estados


liberales constitucionales: la neutralidad del estado liberal; la insostenibilidad del binarismo universalismo
vs. reconocimiento de la diferencia; la revisión de los fundamentos que constituyen los estados-nación

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como “comunidades imaginadas”, expuestos por Hall para la sociedad británica; la dificultad de la
separación entre la esfera pública y la esfera privada, con “lo personal” devenido en “lo político” (605).

A lo anterior debe sumarse el tránsito hacia un “Liberalismo 2”, donde el estado –para el caso
británico- ha buscado “un equilibrio entre el pluralismo cultural definido en relación a las comunidades y
las concepciones de libertad en la persona individual” (606). Por consiguiente, ha reconocido formalmente
necesidades sociales diferenciadas, la diversidad cultural de sus ciudadanos en el reconocimiento de
derechos colectivos e individualmente definidos. No obstante, el compromiso y disputas entre partidos y
sectores políticos, han generado –de acuerdo con Hall- una especie de “multiculturalidad a la deriva”
(607).

3. Conclusiones: un multiculturalismo más allá del vocabulario político existente

En la última parte del artículo, el autor se concentra en Hace una síntesis de los efectos
transruptivos de la cuestión multicultural, como balance previo para proponer una nueva lógica política
multicultural y las condiciones necesarias para que se abra espacio dentro de los agendas políticas de su
país.

Primero, el examen de lo que significa realmente “comunidad” y cómo interactúan las


comunidades en el escenario de la nación, con la referencia a los dos registros del racismo (raza y
etnicidad). De ahí que exista un compromiso por exponer y confrontar el racismo en cualquiera de sus
formas, como objetivo y obligación del gobierno. Resultado de lo anterior, la necesidad de una estrategia
de reinvención –radical y postnacional- de la nación como “comunidad imaginada”

Segundo, el reconocimiento de la doble demanda por la igualdad y la diferencia, y su relación con


el liberalismo, que no siempre ha armonizado con estas premisas. Así mismo, la advertencia por evitar
caer en la esencialización de la noción de “comunidad” y, por el contrario, ser consciente de la impronta
de diáspora, hibridización y differánce en las comunidades migrantes. Esto último es notable en la manera
como los individuos, en particular, migrantes, negocian sus identidades dentro y fuera de las comunidades.
En otras palabras, sugiere evitar retroceder hacia otras formas de clausura étnica.

Hall concluye al decirnos que el dilema de la cuestión multicultural reside en su impacto


transruptivo y reconfigurativo de lo multicultural, al obligarnos ir más allá de las fronteras
tradicionales, los discursos políticos y las soluciones preparadas. Nuestra obligación se dirige a pensar
en maneras nuevas y novedosas “de combinar la diferencia y la identidad, reuniendo en el mismo
terreno las inconmensurabilidades formales de los vocabularios políticos –la libertad y la igualdad- con la
diferencia, “lo bueno” y “lo correcto” (610). Claro está si se tiene en cuenta también la importancia de la
“diferencia” para definir la democracia como un espacio genuinamente heterogéneo, donde se debe
intentar construir una diversidad de nuevas esferas públicas.

Por tanto, la estrategia para una nueva lógica política multicultural, reside en “efectuar una
reconfiguración radical de lo particular y lo universal, de la libertad y la igualdad con la diferencia”,
dentro de un horizonte común mucho más amplio para los individuos y comunidades.

Hall no considera que el desenlace sea sencillo, y en el cual no debemos perder de vista el carácter
relacional de las identidades bajo el multiculturalismo. Sin embargo, las dos condiciones necesarias para
esta lógica política multicultural son: 1) la profundización, expansión y radicalización de las prácticas
democráticas en nuestra vida social; y 2) la oposición a toda forma de exclusión racializada y etnizada.

BIBLIOGRAFÍA

Hall, Stuart (2010). La cuestión multicultural. En: Sin garantías: Trayectorias y problemáticas en estudios
culturales. Eduardo Restrepo, Catherine Walsh y Víctor Vich (editores). Bogotá: Envíon editores.

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