Sunteți pe pagina 1din 5

IMPUTACIÓN CONCRETA

y
¿Corrupción y Judicialización de la política?

Francisco Celis Mendoza Ayma

1. Imputación: ¿política, mediática o concreta?


Los conflictos políticos expresan contradicciones de factores reales de poder
económico, bélicos, religiosos etc. Estas tensiones políticas –por mejor
representar los intereses del poder real- ha devenido en antagónica y
desencadena una guerra mediática con impacto en el colectivo social (de)
formando opinión pública. El antagonismo político orienta su objetivo al
castigo y supresión del adversario utilizando los cauces legales del poder
punitivo. Se recurre a denunciar sus viejas y estructurales prácticas corruptas y
criminales; así se desnuda patrones normalizados en el ejercicio del poder
público: “roba pero hace obras”, el “diezmo en la contratación estatal”,
“hermanito estamos para servirnos”, etc. internalizadas en las castas
burocráticas.
Cuando la política de coyuntura encausa sus conflictos a través de la justicia
penal todo se enrarece; así, cualquier insignificante información es suficiente
para disfrazarla de imputación penal, y es el pretexto para criminalizar al
adversario político. Una comunicación telefónica, fotografías, cual sea la
relación amical profesional, laboral, etc., es considerada como suficiente para
imputar pertenencia a una organización criminal.
Se inician investigaciones, impulsadas mediáticamente, motivadas por el
impacto político antes que por la relevancia típica de los hechos. Con ello se
difumina la demarcación entre lo político y lo jurídico –penal-1. Se desata una
persecución punitiva sin contención típica como límite. Será suficientes las
imputaciones difusas, mediáticas y políticamente convenientes, para iniciar
investigaciones; así se asume el placebo punitivo solo para atenuar los
síntomas epidérmicos de la corrupción.

2. La imputación concreta como límite


En este contexto, la imputación concreta se erige en un formidable método
para contener las pulsiones y contrapulsiones políticas. En efecto, la
configuración de una imputación concreta no debe estar sujeta a coyunturas
políticas. El núcleo típico de la imputación se concreta en una proposición
fáctica, y ese dato de la realidad expulsa cualquier extraño interés de
coyuntura.
La imputación concreta define y demarca la geografía de lo jurídico y lo
político; sus características de concreción, explicitud, etc., son decisivas en
esta demarcación. Precisamente la exigencia de proposiciones fácticas que
realicen todos los elementos del tipo, condicionan una selectiva subsunción
solo de hechos con características que se adecuen al tipo penal. Se diferencia
de las imputaciones mediáticas y política que se configuran de manera difusa
y cargadas de implicitudes, por sus fuentes y objetivos.
Los excesos punitivos en la coyuntura actual pueden ser controlables, si se
exige a los operadores penales un adecuado juicio de tipicidad en la
configuración de la imputación concreta; esto es, de hechos que realicen
plenamente los elementos del tipo.

1
O por lo menos la predominancia jurídica con relación a lo político
Esto no significa que el tipo penal pueda contener, por si, las pulsiones y
contrapulsiones políticas; en efecto, el tipo penal requiere materializar
principios constitucionales. El límite de los intensos flujos y reflujos políticos
es la Constitución; por eso, la exigencia de que el hecho imputado realice
todos los elementos del tipo, supone materializar la Constitución como límite
al poder.

3. Estándar de información mínima e hipótesis de imputación


La imputación concreta es la llave maestra que pone en marcha el proceso
penal; exige para ello de información –simple, reveladora, grave- para su
configuración y decisión; ese es su límite epistémico. Si se no cuenta con
información conforme a esos estándares entonces no existe posibilidad de
construir hipótesis de imputación de hecho punible; por tanto, no se puede
aventurar una investigación sin brújula. La hipótesis de investigación fija el
norte de los actos de investigación; sin ésta, las aventuras investigativas no
tienen objeto y permanecen durante años sin actos significativos de
investigación. Solo su mediatización le da vida con movimientos burocráticos
y justificativos sin horizonte.
Imputar un hecho punible mediáticamente, es bastante grave; imputar por
imputar constituye una irresponsabilidad más grave. Una imputación debe
contener un mínimo de información que permita la reconstrucción del hecho
histórico y la construcción de la imputación concreta. Las conjeturas,
intuiciones, etcétera, generadas por comunicaciones telefónicas, fotografías,
mensajes, etc. sin directo contenido delictivo, son por sí, insuficientes.

4. Cifra negra y criminalidad funcionarial.


Son pocos los casos de corrupción funcionarial que dejan vestigios o indicios
para construir una hipótesis de imputación para habilitar investigación. La
cifra negra de la criminalidad funcionarial tiene dimensiones insertas en
estructura del Estado. Sus formas sofisticadas evitan dejar rastros de su
permanente realización. Las denuncias sobre corrupción funcionarial son
pocas; la proyección de la criminalidad funcionarial escapa a cualquier cálculo
optimista.
Empero, la exigencia de una hipótesis de imputación de un delito funcionarial
punible requiere con un estándar mínimo de información; por esa razón, no es
posible investigar judicializar toda la estructural corrupción funcionarial. Así,
la respuesta punitiva, sin observar mínimos estándares epistémicos, resulta un
placebo de momento para aplacar iras mediáticas y populares; empero, no
resuelve las causas estructurales de la corrupción. Esto en absoluto supone
renunciar a la imposición de pena en los supuestos probados de hechos de
corrupción; pero, es emotivo e ingenuo considerar que las penas impuestas a
los pocos casos judiciales desincentivará los actos corruptos; por lo contrario,
genera un efecto opuesto, pues incentiva un perfeccionamiento de los actos de
corrupción para evitar su descubrimiento.
La corrupción estructural no puede ser remediada con placebos punitivos;
corresponde a decisiones de otra magnitud, de verdaderas políticas de Estado,
para configurar e institucionalizar eficaces y eficientes modos de control
previo y concomitante. Desde la fiscalización a los medios como se accede a
los cargos públicos de elección popular, de control eficaz de las burocracias
estatales, etc. etc. Este control debe ser institucional y estructural, para
prevenir un fenómeno, también estructural, de corrupción. Cualquier otra
medida coyuntural es “un cuentito más”.
Concluyendo: El derecho a ser presumido inocente emerge con una
imputación concreta y corresponde a todo ciudadano contra quien se atribuye
un hecho punible, independientemente de su perspectiva política, social, de
clase, etc. Reina la infamia de la imputación mediática conforme a intereses
diversos; y es más infame si su contenido es falso. Se cuestiona la imputación
sin fundamento. Pero, si se tiene sospecha simple o reveladora, se debe
investigar, sea quien sea. Puede parecer paradójico, pero el derecho a una
imputación, con un mínimo de información, es también un derecho de
aquellos que lo violan sistemáticamente en el ejercicio de cargos públicos.

S-ar putea să vă placă și