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Historia Argentina

Nancy Calvo
Judith Farberman
Silvia Ratto

Índice de contenidos

Introducción

Unidad

Unidad
Versión digital de la
Unidad
Carpeta de trabajo Unidad

Unidad
Unidad

Unidad

Página siguiente
2

Calvo, Nancy
Historia argentina / Nancy Calvo ; Judith Farberman ; Silvia Ratto. -
1a ed. - Bernal : Universidad Virtual de Quilmes, 2013.
E-Book.

ISBN 978-987-1856-70-1

1. Historia Política Argentina. 2. Peronismo. I. Farberman, Judith II.


Ratto, Silvia III. Título
CDD 320.098 2

Procesamiento didáctico: Bruno De Angelis

Diseño original de maqueta: Hernán Morfese, Marcelo Aceituno


y Juan Ignacio Siwak
Diagramación: Juan Ignacio Siwak

Primera edición: julio de 2013

ISBN: 978-987-1856-70-1

© Universidad Virtual de Quilmes, 2013


Roque Sáenz Peña 352, (B1876BXD) Bernal, Buenos Aires
Teléfono: (5411) 4365 7100 http://www.virtual.unq.edu.ar

La Universidad Virtual de Quilmes de la Universidad Nacional de


Quilmes se reserva la facultad de disponer de esta obra, publicarla,
traducirla, adaptarla o autorizar su traducción y reproducción en
cualquier forma, total o parcialmente, por medios electrónicos o
mecánicos, incluyendo fotocopias, grabación magnetofónica y cual-
quier sistema de almacenamiento de información. Por consiguiente,
nadie tiene facultad de ejercitar los derechos precitados sin permiso
escrito del editor.

Queda hecho el depósito que establece la ley 11.723


3

Íconos

LL
Leer con atención. Son afirmaciones, conceptos o definiciones destacadas
y sustanciales que aportan claves para la comprensión del tema que se
desarrolla.

PP
Para reflexionar. Propone un diálogo con el material a través de preguntas,
planteamiento de problemas, confrontaciones del tema con la realidad,
ejemplos o cuestionamientos que alienten la autorreflexión.

Texto aparte. Contiene citas de autor, pasajes que contextualicen el desa-


rrollo temático, estudio de casos, notas periodísticas, comentarios para for-
mular aclaraciones o profundizaciones.

N
Pastilla. Incorpora informaciones breves, complementarias o aclaratorias de
algún término o frase del texto principal. El subrayado indica los términos a
propósito de los cuales se incluye esa información asociada en el margen.

CC
Cita. Se diferencia de la palabra del autor de la Carpeta a través de la inser-
ción de comillas, para indicar claramente que se trata de otra voz que ingre-
sa al texto.

Ejemplo. Se utiliza para ilustrar una definición o una afirmación del texto
principal, con el objetivo de que se puedan fijar mejor los conceptos.

AA
Para ampliar. Extiende la explicación a distintos casos o textos como podrían
ser los periodísticos o de otras fuentes.

KK
Actividades. Son ejercicios, investigaciones, encuestas, elaboración de cua-
dros, gráficos, resolución de guías de estudio, etcétera.

SS
Audio. Fragmentos de discursos, entrevistas, registro oral del profesor expli-
cando algún tema, etcétera.

EE
Audiovisual. Videos, documentales, conferencias, fragmentos de películas,
entrevistas, grabaciones, etcétera.

II
Imagen. Gráficos, esquemas, cuadros, figuras, dibujos, fotografías, etcétera.

WW
Recurso web. Links a sitios o páginas web que resulten una referencia den-
tro del campo disciplinario.

OO
Lec­tu­ra obli­ga­to­ria. Textos completos, capítulos de libros, artículos y papers
que se encuentran digitalizados en el aula virtual.

RR
Lectura recomendada. Bibliografía que no se considera obligatoria y a la que
se puede recurrir para ampliar o profundizar algún tema.
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5

Índice

Las autoras............................................................................................ 9
Introducción.......................................................................................... 11
Historia y sectores populares................................................................. 11
Los procesos de construcción estatal desde el siglo XIX.......................... 13
Los problemas vinculados con la ciudadanía política............................... 15
Mapa conceptual.................................................................................. 17
Objetivos del curso................................................................................ 19

1. El ciclo revolucionario (1810-1820) ................................................. 21


1.1. La crisis de la monarquía y la ruptura revolucionaria......................... 22
1.1.1. Las reformas borbónicas...................................................... 22
1.1.2. Las invasiones inglesas........................................................ 25
1.1.3. La crisis imperial.................................................................. 27
1.2. El primer gobierno autónomo: diferencias políticas,
incertidumbres e inestabilidad.............................................................30
1.3. De la autonomía a la independencia................................................ 34
1.3.1. Los primeros Congresos Constituyentes y la opción por
la república.................................................................................... 35
1.4. La guerra de la independencia y la guerra civil.................................. 37
1.4.1. Elites, ejército y plebe en la primera década revolucionaria .... 42
1.5. Cambios económicos: comercio, producción agropecuaria y
finanzas públicas........................................................................... 44
Referencias bibliográficas...................................................................... 49

2. Las soberanías en disputa y el surgimiento de la Confederación


(1820-1852)................................................................................. 51
2.1. La crisis del año veinte y la fragmentación del espacio .................... 52
2.1.2. Las autonomías provinciales................................................. 52
2.1.3. Buenos Aires: reformas, nuevo sistema político y
expansión ganadera ...................................................................... 53
2.1.4. El Litoral y el Interior: cambios económicos e instituciones
políticas ....................................................................................... 59
2.2. Unitarios y federales en Buenos Aires, el Litoral y el Interior.............. 62
2.2.1. El primer gobierno de Rosas (1829-1832)............................. 68
2.2.2. El Pacto federal (1831) y el origen de la Confederación........... 69
2.3. La construcción del régimen rosista................................................ 71
2.3.1. La división del federalismo y el liderazgo de Rosas................. 71
2.3.2. Dispositivos de poder y de movilización ................................ 73
2.3.3. Hacia la suma del poder....................................................... 78
2.3.4. Desafíos externos e internos: la gran crisis del sistema
federal.......................................................................................... 80
2.4. La economía durante el rosismo: Buenos Aires y el Interior .............. 84
Referencias bibliográficas...................................................................... 87

3. La construcción del Estado nacional (1852-1880)............................. 89


3.1. La generación del ‘37 y los debates sobre la construcción de la
Nación.......................................................................................... 89
3.1.1. Los proyectos de Alberdi y de Sarmiento................................ 89
6

3.2. El país escindido: el Estado de Buenos Aires y la Confederación


Argentina (1854-1861)................................................................... 91
3.3. El Estado unificado: presidencias de Mitre, Sarmiento y Avellaneda .... 92
3.3.1. Los partidos políticos y las alianzas electorales..................... 95
3.3.2. Las prácticas eleccionarias................................................... 96
3.3.3. Las oposiciones federales en el Interior y el Litoral................. 97
3.3.4. La guerra del Paraguay......................................................... 99
3.3.5. La ocupación del territorio indígena: la conquista de
Patagonia y Chaco........................................................................ 101
3.4. Del surgimiento a la consolidación del modelo agroexportador........ 103
3.4.1. El auge de la lana y la colonización agrícola en el Litoral ...... 106
3.4.2. Las economías regionales del Interior.................................. 108
3.4.3. La crisis de 1873............................................................... 109
3.5. La nueva sociedad....................................................................... 110
3.5.1. El espacio público en Buenos Aires: opinión pública y
las nuevas formas de sociabilidad................................................. 111
Referencias bibliográficas.................................................................... 115

4. El orden conservador (1880-1916).................................................. 117


4.1. El PAN y las herramientas políticas de un “gobierno elector”........... 117
4.2. La revolución de 1890 y el surgimiento del radicalismo ................. 119
4.3. Las izquierdas: socialistas y anarquistas....................................... 122
4.4. El ocaso del régimen oligárquico................................................... 126
4.5. La economía................................................................................ 128
4.5.1. Las inversiones de capital.................................................. 129
4.5.2. Producción, productores y mercados.................................... 130
4.5.3. La población...................................................................... 134
4.5.4. Las crisis........................................................................... 137
4.6. La sociedad aluvial....................................................................... 138
4.6.1. Los trabajadores ............................................................... 138
4.6.2. Las clases altas . .............................................................. 140
Referencias bibliográficas.................................................................... 145

5. Los gobiernos radicales (1916-1930).............................................. 147


5.1. La ley Saénz Peña y la ampliación de la ciudadanía política ............ 147
5.2. Yrigoyen, Alvear y la división de la UCR ......................................... 149
5.3. La economía entre la Primera Guerra Mundial y la depresión .......... 151
5.3.1. El impacto de la guerra....................................................... 152
5.3.2. Diversificación económica e industrialización en la
década de 1920 ......................................................................... 153
5.3.3. Las economías regionales.................................................. 155
5.4. La sociedad................................................................................. 156
5.4.1. Las organizaciones sindicales............................................. 158
5.4.2. Los conflictos obreros durante el primer gobierno de
Yrigoyen...................................................................................... 159
5.4.3. La reforma universitaria ..................................................... 162
5.5. El regreso de Yrigoyen: crisis económica y ascenso de las
ideologías antiliberales................................................................. 164
Referencias bibliográficas.................................................................... 169
7

6. La crisis de un modelo (1930-1943)................................................ 171


6.1. Un orden político en crisis: el golpe de Estado y la dictadura de
Uriburu........................................................................................ 172
6.2. La crisis económica y el intervencionismo estatal........................... 173
6.2.1. La industrialización............................................................. 176
6.3. Las tranformaciones sociales: migraciones internas....................... 178
6.4. La organización de la clase obrera: la CGT y el comienzo de la
negociación colectiva................................................................... 179
6.5. El gobierno de Agustín P. Justo y la restauración conservadora......... 182
6.5.1. Los partidos políticos: La Concordancia, la oposición
parlamentaria y las alternativas de la UCR..................................... 182
6.6. Los nacionalismos....................................................................... 185
6.7. El nuevo papel de la Iglesia católica y las Fuerzas Armadas............ 187
6.8. El gobierno de Roberto Ortíz y el nuevo intento restaurador
de Ramón Castillo........................................................................ 189
6.9. El estallido de la Segunda Guerra Mundial: realineamientos y
alternativas ................................................................................ 189
6.9.1. La sucesión presidencial y el golpe de 1943........................ 190
Referencias bibliográficas.................................................................... 191

7. El peronismo (1943-1955).............................................................. 193


Introducción........................................................................................ 193
Objetivos de la unidad......................................................................... 193
7.1. El GOU y el golpe de 1943 ........................................................... 193
7.2. Hacia la “fundación” del peronismo............................................... 195
7.3. El 17 de octubre ......................................................................... 197
7.4. Perón y los trabajadores............................................................... 201
7.5. La primera presidencia (1946-1952)............................................. 206
7.6. La segunda presidencia (1952-1955)............................................ 208
7.7. El Estado peronista...................................................................... 215
7.8. La economía en tiempos de abundancia........................................ 219
7.9. La economía en tiempos de escasez............................................. 223
Referencias bibliográficas.................................................................... 227

Referencias bibliográficas generales................................................... 229

Historia Argentina Nancy Calvo - Judith Farberman - Silvia Ratto


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Historia Argentina Nancy Calvo - Judith Farberman - Silvia Ratto


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Las autoras

Nancy Calvo es Profesora de Historia (UBA) y Máster en Ciencias Sociales


(FLACSO). Es docente-investigadora en la UNQ. Se especializa en temas de
historia política del siglo XIX. Es miembro del grupo de estudios de historia de
la Iglesia con sede en el Instituto Ravignani de la Facultad de Filosofía y Letras
de la UBA. Ha publicado artículos en revistas especializas y ha participado
en publicaciones colectivas tales como Los curas de la Revolución, compilado
junto a Roberto Di Stéfano y Klaus Gallo (Emecé, 2002) y Para una Historia
de la Iglesia , compilado por Gabriela Caretta e Isabel Zaca, edic CEPIHA,
Universidad de Salta (2008). Actualmente es vice directora del Departamento
de Ciencias Sociales de la UNQ.

Judith Farberman es Doctora en Historia por la Universidad de San Marino,


docente de historia argentina en las universidades nacionales de Quilmes y
Buenos Aires e investigadora del CONICET. Su campo de estudio es la historia
indígena y colonial y del siglo XIX. Ha publicado los libros Las salamancas de
Lorenza. Magia, hechicería y curanderismo en el Tucumán colonial (Siglo XXI,
2005) y Magia, brujería y cultura popular (Sudamericana, 2011) además de
numerosos artículos en revistas nacionales y extranjeras. Actualmente se
desempeña como Directora del Centro de Estudios sobre Historia, Cultura y
Memoria (CeHCMe) de la UNQ.

Silvia Ratto es Doctora en Historia (UBA), investigadora de CONICET y docente


en la UNQ. Sus investigaciones tratan sobre las relaciones interétnicas en la
frontera rioplantense en el periodo tardo colonial y primera mitad del siglo XIX.
Es autora de los libros La frontera bonaerense. Espacio de conflicto, negocia-
ción y convivencia (La Plata, 2003) e Indios y cristianos. Entre la guerra y la paz
en las fronteras (Sudamericana, 2007). Actualmente dirige la Diplomatura en
Ciencias Sociales de la UNQ.

Historia Argentina Nancy Calvo - Judith Farberman - Silvia Ratto


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Historia Argentina Nancy Calvo - Judith Farberman - Silvia Ratto


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Introducción

Esta asignatura propone una visión procesual de la historia argentina desde


las revoluciones de independencia hasta 1955. En la economía del plan de
estudios de la Licenciatura en Ciencias Sociales y Humanidades, “Historia
argentina” –incluida en el núcleo básico– está destinada a proporcionar algu-
nos de los recursos y contenidos contextuales imprescindibles para un mejor
aprovechamiento de, por lo menos, cuatro materias previstas en el núcleo
de formación complementaria: “Literatura argentina. 1830-1930”, “Historia
intelectual argentina”, “Historia económica y políticas públicas en la Argentina
(1930-2001)” e “Historia del Estado de Bienestar en Argentina”.
La organización de la carpeta de trabajo responde a un relato cronológico
que privilegia como ejes los principales procesos económicos, sociales y polí-
ticos del siglo XIX y de la primera mitad del XX. Si este esquema es el conven-
cional para los cursos básicos de historia argentina, las problemáticas sobre
las que se profundizará en el desarrollo de cada unidad lo son algo menos.
Se tratará, en efecto, de rescatar

•• La participación de los sectores populares en los diversos periodos.


•• Los procesos de construcción estatal desde el siglo XIX.
•• Los problemas vinculados con la ciudadanía política.

Son todas éstas cuestiones que han recibido una profusa atención en la his-
toriografía argentina reciente –con desigual énfasis para las diversas regiones
de nuestro país– y que no son habitualmente incorporadas en los textos de
consulta general.

Historia y sectores populares


La movilización popular que se inicia con la resistencia a las invasiones ingle-
sas de 1806 y 1807 y, a posteriori y más intensamente, con la revolución
de la independencia ha convocado a un número importante de historiadores
a estudiar las diversas formas de expresión de sectores muy heterogéneos
–pero que compartían su subalternidad social– en clave política. La participa-
ción plebeya en las milicias y en el ejército, la expresión de identidades “par-
tidarias” a través de las elecciones y de otras prácticas menos formalizadas
han sido objeto de valiosas investigaciones cuyas conclusiones merecen ser
incorporadas al relato histórico destinado al lector no especialista.
En efecto, los sucesos de principios del siglo XIX le abren las puertas a
una inusitada participación y movilización de los sectores populares, fenóme-
nos que las elites políticas no pueden ignorar. La guerra revolucionaria, que
se prolongaría más de lo pensado creando derechos perdurables, requerirá
encausar las energías plebeyas a través de canales pacíficos. La ampliación
del sufragio masculino, especialmente a partir de la ley provincial de 1821,
será uno de estos canales que, no obstante, no conseguirá neutralizar el movi-
miento político de las montoneras rurales, especialmente activas durante la
guerra contra Brasil.

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La relación entre el gobernador de Buenos Aires Juan Manuel de Rosas y


los sectores populares rurales y urbanos constituye un tema que la historio-
grafía argentina abordó casi desde sus comienzos. En este sentido, los apoyos
plebeyos del “Restaurador de las Leyes” fueron interpretados ya fuera como
un signo de la popularidad de sus políticas o, por el contrario, y retomando las
tesis sarmientinas, como una expresión más del avance de la barbarie cam-
pesina sobre la ciudad. En ambas posturas, sin embargo, la primacía otorga-
da a la figura de Rosas oscurecía el sentido de una relación que permanecía
inexplorada. Aunque el papel articulador del caudillo –necesitado de mantener
el delicado equilibrio entre las exigencias de las elites y sus apoyos políticos
populares– sigue siendo un elemento explicativo importante en los análisis
del fenómeno rosista, el largo régimen instaurado en 1829 es hoy objeto de
miradas que pretenden ir más allá del caudillismo y de los vínculos clientela-
res. La creación de identidades políticas –y en particular del federalismo–, los
dispositivos discursivos del rosismo y la continuidad resignificada de las insti-
tuciones provinciales creadas durante el periodo rivadaviano (1821-1824) son
algunos de los temas que, directa o indirectamente, contribuyen a comprender
la popularidad de un régimen que se sostuvo largamente a pesar del recluta-
miento constante y de los múltiples y simultáneos conflictos que lo asediaron.
Menos conocido quizás es el papel desempeñado por los sectores populares
durante el periodo formativo del Estado nacional (1852-1880). Por cierto, actual-
mente se está poniendo en duda que ese proceso haya sido tan pacífico como
alguna vez se propuso: de hecho, la movilización militar de las montoneras federa-
les en el Interior, que vino luego a sumarse al descontento popular por la participa-
ción argentina en la guerra del Paraguay, fue muy intensa y sólo recientemente es
objeto de estudios rigurosos. En todo caso, es sabido que la caída del rosismo –y
los intentos de implantación de un orden liberal y propietario que le sucedieron–
implicaron turbulencias notables, especialmente en las zonas de frontera indígena.
La década de 1870 inaugura una nueva etapa en la historia social de la
Argentina. La inmigración ultramarina, masiva hasta 1930, transformó radical-
mente la composición de los sectores populares urbanos y rurales del litoral,
la región donde de preferencia se radicaron los recién llegados. Y ya desde
1890, aunque sin poner en duda la necesidad de la inmigración extranjera, las
elites políticas demostraron preocupación frente a sus efectos paradójicos: la
“cuestión social” u obrera podía canalizarse a través de ideologías “maximalis-
tas” entre las cuales el anarquismo era la más perturbadora. Justamente de
los anarquistas, así como de otros grupos de izquierda como el socialismo, se
ha ocupado la historiografía argentina desde hace unos cuantos años. En este
sentido, cabe destacar que no sólo la movilización política y las ideologías de
izquierda han sido objeto de estudio ya que, en estos tiempos de democracia
restringida, las prácticas políticas se desplegaron también en ámbitos como
la prensa, las asociaciones de ayuda mutua, los clubes, etcétera.
Como es sabido, sólo a partir de la reforma electoral de 1912 –que asegu-
ró la competencia entre los partidos– pudo la participación popular expresar-
se de manera más plena a través del voto. Y, aunque los extranjeros queda-
ban excluidos de ejercer este derecho, en 1916 ya eran numerosos los hijos
de inmigrantes habilitados para votar. La llegada de la Unión Cívica Radical al
poder significó así una importante ampliación de la participación política y un
avance en la democratización argentina. Un enfoque “desde abajo” de la his-
toria de estos sectores populares en este periodo y en el que le sigue, sigue
sin embargo pendiente para la historiografía del radicalismo.

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Para los años que van de 1930 a 1943, son los sectores obreros sindi-
calizados los que se conocen mejor. En este sentido, si por un lado se han
subrayado las continuidades entre el sindicalismo revolucionario de los años
30 y el peronista posterior –especialmente en lo que toca a su pragmatismo y
tendencia a negociar con el Estado– por el otro, se ha destacado la memoria
obrera de aquellos años identificados con la opresión y el desamparo.
El periodo peronista es quizás uno de los que mayor atención ha suscitado
entre los historiadores. La redefinición de la ciudadanía política en términos
sociales y económicos ha sido el punto de partida para el examen de las diver-
sas formas de movilización popular. De esta manera, a través de la acción se
ha podido evaluar, más allá de las organizaciones sindicales, la formación de
la clase obrera como tal y el peso de la experiencia peronista en la construc-
ción de su fisonomía peculiar.

Los procesos de construcción estatal desde el siglo XIX


El movimiento revolucionario que se inició en Buenos Aires en mayo de 1810
tuvo enormes dificultades para hacerse obedecer y mantener la unidad terri-
torial del ex Virreinato del Río de la Plata. A la separación de Paraguay y la
imposibilidad de conquistar el Alto Perú se agregó la disidencia del Litoral. En
efecto, para 1814, el movimiento revolucionario estaba dividido en dos alas
en guerra abierta, el Directorio asentado en Buenos Aires y la Liga de los
Pueblos Libres liderada por José G. Artigas caudillo de la Banda Oriental que
extendió su influencia por las provincias del Litoral rioplatense. Lo que estaba
en discusión era el grado de autonomía que debían tener las provincias en la
nueva estructura nacional, es decir, si debía organizarse una federación –que
limitaba la soberanía de las partes integrantes– o una confederación –con un
alto grado de autonomía de los estados que conformaban la Nación.
La derrota de Artigas permitió una efímera unión de las provincias bajo la
égida de Buenos Aires que se quebró luego de la redacción de la Constitución
de 1819, de carácter fuertemente centralista, y de la oposición armada que,
nuevamente, se concentró en el Litoral. Con la derrota de Buenos Aires, se
inició, a partir de 1820, un periodo de autonomías provinciales que se exten-
dió hasta fines de la década. Durante la misma, varias provincias promulgaron
constituciones, construyeron instituciones de gobierno y establecieron regíme-
nes electorales. Pero no todas las provincias fueron exitosas en sus intentos
autonómicos: la debilidad del sistema financiero conspiró en muchos casos
para que esto se lograra, creándose vínculos de endeudamiento con provin-
cias más poderosas.
A partir de 1828, con la caída del gobierno de Dorrego en Buenos Aires y la
asunción de Lavalle en dicho cargo, comenzó un periodo signado por el enfren-
tamiento entre unitarios y federales. Mientras los primeros se hacían fuertes
en las provincias del Interior, los segundos –concentrados en los gobiernos
del Litoral– se unieron para enfrentarlos mediante la firma del Pacto Federal,
en 1831, que constituyó, de alguna manera, un segundo intento de unificación
territorial bajo la forma confederacional. En efecto, el Pacto Federal estableció
una Confederación “de hecho” entre las provincias signatarias que se mantu-
vo durante todo el periodo de gobierno de Juan Manuel de Rosas en Buenos
Aires. A través de dicho tratado, las provincias delegaban en ese gobierno la
gestión de los asuntos relacionados con la guerra y las relaciones exteriores.

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En febrero de 1852, la derrota de Rosas en manos del caudillo entrerriano


Justo José de Urquiza inició una nueva etapa de disgregación política entre
la Confederación Argentina y el Estado de Buenos Aires que se extendió por
casi diez años.
Será recién a partir de 1861, con la imposición militar de Buenos Aires
sobre las tropas de la Confederación, que se inicia de manera definitiva el pro-
ceso de construcción estatal. El objetivo básico en este proceso fue garanti-
zar la integración del país en la economía mundial. Para ello, debían lograr el
orden interior y asegurar el progreso económico a través del montaje de un
aparato institucional eficiente que permitiera, además, sostener el crecimien-
to económico.
El orden interno se alcanzó mediante acuerdos políticos que permitieron
superar la conflictiva relación que había signado la etapa revolucionaria entre
el gobierno nacional y las provincias. De tal manera, en las últimas, las figuras
más poderosas se convirtieron en piezas clave de este acuerdo. La presiden-
cia de Roca a partir de 1880 marcaría la definitiva consolidación nacional que
fue acompañada con la promulgación de una serie de leyes que establecieron
de manera definitiva la organización del territorio (federalización de Buenos
Aires, Ley de Territorios Nacionales), promovieron una mayor laicización de la
sociedad (Ley 1420 de educación primaria, gratuita y laica; ley de registro civil
y de matrimonio civil), la creación de un ejército nacional (Ley Ricchieri) y alen-
taron la inmigración (ley de inmigración). Fue precisamente este último fenó-
meno –que desde principios de siglo XX dio origen a una creciente sindicaliza-
ción y reclamo obreros y que se denominó “la cuestión social”– el que derivó
en la asunción de nuevas responsabilidades por parte del Estado. Esta etapa,
que algunos autores denominan “de institución de lo social”, se expresó en
la expansión del sistema educativo público, en el auge del higienismo y en la
constitución de un campo propio de la sanidad y salud pública.
Durante los gobiernos radicales este modelo no fue modificado de manera
sustancial, pero el aumento de la conflictividad social derivada de la depresión
económica de posguerra llevó al gobierno a asumir nuevos roles. La búsque-
da por conciliar los intereses de patrones y empleados se expresó en el rol
mediador del Estado en los conflictos laborales y en su reconocimiento de la
capacidad de representación de los sindicatos. Sin embargo, este rol sufrió
un revés incontestable con la represión estatal durante los acontecimientos
de la “semana trágica” de 1919.
A partir de la crisis de 1929, y siguiendo una tendencia que se extendió por
Europa y varios países americanos, el modo de relación entre el Estado y la
sociedad comenzó a modificarse al asumir el primero un rol protagónico para
solucionar las ineficiencias del mercado que, hasta el momento, se pensaba
que se resolverían de manera autónoma. En Argentina, el cambio del modelo
de Estado que había imperado desde la década de 1880, se dio en dos eta-
pas. En un primer momento, durante la década de 1930, se tomaron las pri-
meras medidas de intervención en la esfera económica, mediante la creación
de institutos de regulación de producción y consumo; políticas que tuvieron su
máxima expresión con la promulgación del Plan de Reconstrucción Económica
de 1940. El segundo momento de este modelo de intervención estatal comen-
zó luego del golpe de Estado de 1943 y se desarrolló más plenamente durante
el peronismo. Durante el periodo 1946-1955, la presencia estatal se incremen-
ta en políticas que regulan las actividades de producción, de las empresas y
de sus empleados, favoreciendo la redistribución de la renta y creando siste-

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mas de seguridad social. En definitiva, se pasa de un modelo de crecimiento


hacia fuera y de libertad de mercado a otro de desarrollo hacia adentro o de
sustitución de importaciones.

Los problemas vinculados con la ciudadanía política


La crisis de la monarquía hispánica no sólo generó el vacío de poder que abrió
el camino a la Revolución. En su descomposición, fue también el punto de
partida del sinuoso proceso de constitución de un nuevo orden político basa-
do ya no en la soberanía trascendente, propia del Antiguo Régimen, sino en
aquélla inmanente y abstracta que se expresaba a través de nociones como
la de pueblo o nación. Así, desde muy temprano se planteó, asociada a estas
nociones, el tema de la representación y surgió la cuestión de la ciudadanía
política.
En tal sentido, en las primeras décadas del siglo XIX, en el ex-virreinato del
Río de la Plata se asiste a una discusión acerca del sujeto de la representa-
ción. Por una parte, concernía a quiénes debían ser representados, quiénes
podían elegir y, además, ser elegidos. Por otra, junto al derecho a sufragar –
entendido como el sostén del sistema “moderno” de representación– influye-
ron en aquella discusión, y en la configuración inicial del régimen político, la
perduración de nociones e instituciones propias del periodo colonial: los pue-
blos, los cuerpos y, muy especialmente, la condición de vecino, a través de la
cual, obtenían derechos y cumplían sus obligaciones los domiciliados en las
ciudades, configurando de este modo un estatuto privilegiado. La vecindad,
como base de los derechos civiles y políticos, se mantuvo luego de la indepen-
dencia, no sin alterar su contenido y sobre todo su alcance, que se ampliaría
para incluir a los habitantes del mundo rural, cuya representación en el régi-
men político naciente no podía ser soslayada.
En esas transformaciones, que afectan a la vecindad tal como era enten-
dida en el antiguo orden hispánico, y que se trasmiten durante estos años a
la condición de ciudadano, un factor clave fue la participación en las milicias,
cuerpo auxiliar del ejército regular conformado por vecinos, cuya presencia cre-
ció en el Río de la Plata a partir de las invasiones inglesas y cuya relevancia
aumentó durante la Revolución y las guerras de independencia. A través de
ellas, los sectores subalternos –fundamentalmente– protagonizaron un inten-
so proceso de politización.
Más allá de estas consideraciones, la nueva ciudadanía, convertida en fun-
damento y objetivo a la vez de la comunidad política, se fue delineando como
uno de los elementos indispensables para sostener la legitimidad del régimen
de gobierno que, luego de la declaración de la independencia en 1816, adoptó
decididamente, igual que en el resto de Hispanoamérica, la forma republicana.
Uno de los temas más estudiados en las últimas décadas por la histo-
riografía iberoamericana, y también por la Argentina, es el de las elecciones
entendidas como un conjunto de normas y prácticas que se combinan para
dar cuenta del proceso de definición y ejercicio de la ciudadanía política en
los nuevos estados.
Las leyes, decretos y reglamentos electorales, así como las prácticas que
hacían efectiva la producción del sufragio, fueron aspectos claves para desen-
trañar los modos y usos que asumía la representación del poder soberano. Un
hito en ese recorrido, luego de que los estatutos provisorios de 1815 y 1817

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16

intentaron llenar el vacío y canalizar la inquietud de una sociedad altamente


movilizada como era la de la primera década revolucionaria, fue la ley electoral
de 1821, establecida en la provincia de Buenos Aires luego de la disolución del
poder central. Esta ley introdujo el voto “universal” y directo que consagraba la
capacidad de votar de los varones adultos y libres, no dependientes. El resto
de las provincias también fueron conformando sus sistemas republicanos de
gobierno sobre la base de regímenes electorales de base amplia –salvo algu-
nas excepciones como la de Córdoba y Mendoza. De allí que no sorprende
que estas experiencias fueran la base del sistema adoptado a nivel nacional a
partir de 1862, cuando la provincia de Buenos Aires abandonó su aislamiento
y se comenzó a transitar el camino que iba a conducir a la construcción y con-
solidación del Estado Nacional, unificado bajo la forma de un régimen federal.
Por otra parte, la ley es, ni más ni menos, que el marco para dar cabida a
las formas concretas de ejercicio de la representación pero es el conocimien-
to de las prácticas electorales lo que permite medir la distancia que separa
el ideal, supuesto de la norma, del mundo de la política en el cual las redes,
facciones o partidos asumen la tarea de hacer efectivo el voto. En efecto, el
acto electoral era por lo general el resultado de la actividad de las redes diri-
gidas por las elites que movilizaban sus clientelas; eran fuerzas electorales
que actuaban más o menos colectivamente para participar en jornadas tumul-
tuosas y muchas veces violentas, en las cuales el fraude y la manipulación
no eran la excepción.
Estas características del sistema electoral acompañaron el desarrollo de
la formación del Estado y se combinaron con el origen de las organizaciones
políticas que, hacia la segunda mitad del siglo XIX, comenzaron a estructura-
se cada vez más como partidos políticos. Los cambios vertiginosos que vivi-
ría la sociedad Argentina por esos años no podían dejar de impactar en sus
organizaciones. El surgimiento de fuerzas políticas y sociales que comenzaron
a impugnar fuertemente la endogamia del sistema político, garantizada entre
otras cosas por esas prácticas electorales, junto al hecho de la baja participa-
ción electoral, que no convocaba más que a una mínima parte de los habilita-
dos por la ley para votar, hizo madurar en un sector de la elite –que conducía
los destinos del Estado– la idea de que era necesaria una reforma del régimen
electoral. Uno de sus objetivos era lograr un mayor compromiso, sobre todo
de los sectores más favorecidos de la sociedad, que eran los que se mostra-
ban más reticentes a participar del acto comicial. Producto de estas conside-
raciones, y de la fuerte resistencia que ejercían la UCR y otras organizaciones
políticas, en 1912 se sancionó la llamada Ley Sáenz Peña que consagraba el
secreto y la obligatoriedad del voto.
El cambio sería significativo. Aun cuando las prácticas de fraude no iban
a desaparecer de inmediato, la ampliación de la base electoral fue el sostén
de transformaciones sustanciales del sistema representativo, que daría lugar
a la inclusión de los grandes partidos de masas característicos del siglo XX
con amplios márgenes de legitimidad. La ley de voto femenino de 1947 y la
ampliación de la ciudadanía en términos sociales fueron pasos decisivos en
el camino de la universalización.

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Mapa conceptual

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Objetivos del curso

Que los estudiantes:

•• Se acerquen al conocimiento de los grandes procesos sociales, económi-


cos, políticos y culturales que se desarrollaron en la Argentina desde las
revoluciones de independencia hasta 1955.
•• Incorporen la dimensión histórica para evaluar los problemas del presente.
•• Se inicien en las problemáticas de la investigación científica a través del
debate historiográfico.
•• Exploren los problemas historiográficos relacionados con la participación de
los sectores populares en la política, la construcción del Estado y de la ciuda-
danía en el periodo de referencia.

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21

El ciclo revolucionario (1810-1820)

Introducción
El año 1808 marca el punto de partida de la crisis de la monarquía españo-
la. La invasión napoleónica a la península y el cautiverio del rey desencade-
naron una reacción mayoritariamente adversa hacia la monarquía francesa
que se expresó en la creación de juntas locales de gobierno, situación que
se extendió a las colonias americanas. La crisis institucional con epicentro
en la península fue el inicio de la revolución liberal en España y del proceso
de ruptura del vínculo colonial, que desde entonces se volvió irreversible.
El proceso revolucionario en el Río de la Plata cobró características
regionales muy diversas según el grado de apoyo que obtuvieran los revo-
lucionarios porteños entre las elites locales. De todos modos, hubo puntos
en común vinculados a la participación masiva de las clases subalternas en
los ejércitos revolucionarios y al impacto económico que implicó una gue-
rra que duró mucho más de lo previsto y que fue continuada por conflictos
militares entre defensores de proyectos políticos muy diferentes.
Desde el inicio, en España y en América, se planteó el problema de la
legitimidad del poder. ¿A quiénes tocaba asumir el gobierno en ausencia
del rey? Este dilema no logró ser resuelto en los años posrevolucionarios,
no obstante la declaración de independencia en 1816. Así, la disolución
del orden colonial no cristalizó inmediatamente en la construcción de un
orden nuevo.

Objetivos de la unidad
•• Identificar los condicionantes externos e internos del proceso
revolucionario.
•• Comprender los cambios políticos que se producen a partir de 1810 y
analizar las alternativas disponibles para la construcción de un nuevo
orden.
•• Conocer el impacto del proceso revolucionario en las diferentes regiones
del espacio rioplatense.
•• Caracterizar el sistema económico colonial y sus transformaciones pos
revolucionarias.

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22

1.1. La crisis de la monarquía y la ruptura


revolucionaria
Hace ya varias décadas que los historiadores acuerdan en privilegiar las
causas externas en la explicación de las revoluciones de independencia
que sacudieron el perdurable imperio colonial español en la primera década
del siglo XIX. También lo percibieron de esta manera quienes protagonizaron
aquellos hechos: en realidad, la invasión napoleónica a la península ibérica
abría el camino a aspiraciones autónomas bastante recientes. Sin embargo,
si los dos años fundamentales que corren entre 1808 y 1810 constituyen
una verdadera bisagra en la historia de las revoluciones americanas, el
impacto de las reformas borbónicas en el flamante virreinato del Río de la
Plata y las novedades que introducen las dos invasiones inglesas de 1806
y 1807 le confieren especificidad al proceso que involucró a nuestro país
actual.

1.1.1. Las reformas borbónicas


La llegada de Carlos III al trono español habilitó una serie de reformas
tendientes a la modernización y a la centralización del imperio hispano.
Esta política, tributaria del despotismo ilustrado, suponía también una
El despotismo ilustrado fue una de redefinición del pacto colonial, que le asignaba a los reinos de ultramar un
las formas que asumieron algunas nuevo papel: el de mercados y espacios para una acrecentada y más efi-
monarquías absolutas europeas ciente fiscalidad. Persiguiendo estos dos objetivos, fueron implementadas
durante el siglo XVIII. En la conse-
desde la metrópoli diversas medidas administrativas y económicas, que
cución del beneficio de todos sus
súbditos, pero sin contemplar su produjeron efectos dispares a lo largo del imperio colonial y una variedad
participación política, los monar- de respuestas –que oscilaron del descontento a la conformidad– en las
cas intentarían aplicar, asesorados elites americanas.
por una corte de filósofos, algunas
de las ideas iluministas en boga
Dos reformas resultan singularmente importantes para comprender los
en aquella época. posteriores procesos revolucionarios en nuestro territorio. Por un lado, las
administrativas que crearon el virreinato del Río de la Plata en 1776 y el
sistema de intendencias, en reemplazo de las antiguas gobernaciones. Por
el otro, el Reglamento de comercio libre de 1778, cuyos efectos amplifica-
ron ciertas coyunturas – como la participación de España en las guerras
europeas y su alianza con Gran Bretaña a partir de 1808– que profundiza-
remos más adelante.

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Virreinato del Río de la Plata


Fuente: Portal de Salta. <www.portaldesalta.gov.ar>. [Consulta: 08 de mayo de 2013]. Imagen dis-
ponible en: <www.portaldesalta.gov.ar/fot2009/mapavirreinato.jpg>

La creación del virreinato del Río de la Plata implicaba el reconocimiento de


hecho del ascenso gradual de la ciudad de Buenos Aires, hasta entonces un
puerto clandestino aunque bastante activo en el comercio de plata y esclavos.
Las reformas suponían un cambio considerable porque despojaban a Lima
del control de un área neurálgica –las minas de Potosí, corazón del espacio
peruano– en beneficio de la capital del nuevo virreinato.
Carlos Sempat Assadourian
De esta manera, a fines del siglo XVIII, Buenos Aires se alzaba como un (1982) entiende por espacio
pujante polo administrativo y comercial. Desde 1776 era sede del Virrey, de peruano a un espacio económico
su corte y de la nueva Audiencia, el más alto tribunal de justicia, pero también articulado por la economía mine-
ra y coincidente con la geografía
de sucursales de importantes casas comerciales de Cádiz. Sus responsables, del virreinato del Río de la Plata.
de origen peninsular, contribuirían al reciclaje de la elite local, desposando a La circulación de plata en el inte-
las herederas de las familias porteñas más notables. Estos recién llegados rior de este espacio, así como las
conseguirían hacer pingües negocios sin innovar demasiado sus métodos tra- demandas de los mercados mine-
ros satisfechas en buena medida
dicionales. En efecto, en este sistema monopólico, la plata seguía conforman- por el mercado interno, genera-
do el 80% de las exportaciones que salían del puerto a trueque de “efectos rían una especialización produc-
de Castilla” (nombre genérico de los productos de ultramar entre los que pre- tiva de las diferentes regiones
que, en conjunto, resultan casi
dominaban los textiles de lujo) y de esclavos.
autosuficientes.
Más allá de su eficacia –que es materia de discusión– las reformas borbó-
nicas tuvieron resultados contradictorios según las regiones por ellas afecta-
das. En este sentido, la elite comercial porteña fue ampliamente beneficiada,
tanto por la creación del virreinato como por el reglamento de comercio libre.
El panorama general fue de crecimiento aunque Buenos Aires se destacara
del conjunto. Por otra parte, dicho crecimiento no se interrumpió una vez que

Historia Argentina Nancy Calvo - Judith Farberman - Silvia Ratto


24

los ímpetus reformistas se acallaron y España participara activamente en las


guerras europeas. Siguiendo a Tulio Halperín Donghi (1972), la ciudad del
Plata vivió en la década de 1790 un verdadero “auge mercantil”, consiguien-
do evadir la rigidez del monopolio, que sólo habilitaba los intercambios con
algunos puertos peninsulares y el comercio intercolonial. De esta suerte, los
más aventureros entre los mercaderes capitalizaron la relativa autonomía que
la coyuntura bélica europea inauguraba ya que España, acosada por las deu-
das, apenas si podía hacerse cargo de sus colonias. Esta situación se agravó
todavía más al perderse la armada hispana en la batalla de Trafalgar de 1805.
Algunos historiadores, entre ellos John Lynch (1985), trazaron una estre-
cha relación de causalidad entre los efectos de las reformas borbónicas –
según este autor, vividas como una verdadera “segunda conquista” por parte
de las elites locales– y las revoluciones de independencia. Otros autores, en
cambio, no les han otorgado un papel tan decisivo en la ruptura del vínculo
colonial. Cualquiera sea la explicación que se acepte, es necesario conside-
rar que las vicisitudes mencionadas generaron y frustraron expectativas entre
las elites de un territorio que probaba un ascenso reciente pero vertiginoso.
A partir de 1806, con las invasiones inglesas, nuevos grupos sociales harían
sentir su presencia. En un proceso que fue sobre todo porteño, la ausencia
de la metrópoli se haría sentir una vez más y una inédita politización sumaría
también a la plebe.

PARA REFLEXIONAR

Según Jorge Gelman, la uniformidad de las políticas borbónicas

PPC
[…] generaría reacciones fuertes en los distintos lugares de América y ten-
dría resultados diversos. En todo caso, la historiografía tiende a coincidir en
que las mayores reacciones en contra de estas reformas provinieron de los
lugares y de las elites que veían mermado su poder, como Lima y México,
capitales de los dos grandes virreinatos pre borbónicos, mientras que las
zonas realzadas por las nuevas medidas, recibieron más bien con benepláci-
to esas mismas medidas reformadoras como sería el caso de Buenos Aires,
Caracas o Santiago de Chile. Paradójicamente, en aquellos lugares donde se
recibieron mejor fue donde los movimientos revolucionarios se desarrollaron
más temprana y eficazmente mientras que aquéllos que más y mejor resis-
tieron a las reformas luego mostraron mayor fidelidad al mantenimiento del
orden colonial. (Gelman, 2010:34-35)

LECTURA RECOMENDADA

RR
Gelman, J. (2000), “La lucha por el control del estado. Administración y elite en His-
panoamérica” en: Historia General de América Latina, vol. IV, Procesos americanos hacia
la redefinición colonial. UNESCO-Trotta, París-Madrid, 251-264.

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25

1.1.2. Las invasiones inglesas


En 1806 y 1807 la población porteña tuvo que defender su ciudad de dos
invasiones británicas. La “reconquista” y la “defensa”, como se llamó a los
respectivos fastos, han sido consideradas por los historiadores experiencias
fundamentales de militarización y de debut político de diversos sectores socia-
les. Paradójicamente, estos porteños que en 1806 y 1807 se remitían al Rey
y al catolicismo como emblemas identitarios (por eso la invasión inglesa era
también “hereje”), en 1810 lucharían contra los “mandones”, incluidos per-
sonajes que llegaron a ser muy populares en aquellas gestas, como Santiago
de Liniers. Ambas invasiones fueron repelidas con éxito. La primera de ellas
dejó como herencia un conjunto de fuerzas milicianas –que alcanzó los 7.800
hombres– y dos líderes políticos –Santiago de Liniers y Cornelio Saavedra– que
jugarían un papel notable en los últimos años coloniales. Por cierto, se trataba
de liderazgos locales –Santiago de Liniers era un militar francés al servicio
de España avecindado en Buenos Aires y Cornelio Saavedra un comerciante
altoperuano que se hizo famoso al ser investido como jefe del Regimiento de
Patricios– que brillaron en contraste con el poco lúcido comportamiento de
los funcionarios a los que les competía proteger a la ciudad de los ataques
externos.
En este sentido, la retirada del virrey Sobremonte hacia Córdoba para sal-
vaguardar las Cajas Reales y organizar el ejército fue interpretada por la pobla-
ción como un acto de abandono y el sometimiento de las autoridades civiles
y de los principales vecinos a los invasores generó indignación en la capital.

LEER CON ATENCIÓN

La organización de las milicias de 1806 reflejaba muy bien los crite-

LL rios clasificatorios vigentes en la sociedad colonial. Había regimientos


divididos por el origen geográfico de sus miembros, ya fueran éstos
peninsulares (catalanes, gallegos, vizcaínos) o criollos (patricios, arri-
beños), y otros separados por líneas de color (morenos, pardos). Sin
embargo, a pesar de su carácter tradicional, las milicias dieron lugar a
fenómenos novedosos desde el mismo momento de su creación. Por
ejemplo, la elección de los jefes por parte de las tropas contribuyó al
ascenso de personajes de orígenes más humildes y la adhesión volun-
taria a los regimientos aportó un particular espíritu de cuerpo entre
sus miembros. Las milicias, y en particular las criollas, cambiaron las
relaciones en el interior de las elites y entre éstas y los sectores plebe-
yos. Como ha demostrado Halperín Donghi, los criollos encontraron
en la carrera de las armas un camino de ascenso alternativo, que no
entraba en conflicto con los cargos y funciones que los peninsulares
casi monopolizaban –los altos rangos administrativos, las dignidades
eclesiásticas, el alto comercio– y que, a diferencia del sacerdocio y las
leyes, no requería de una larga y costosa preparación.

Una vez superada la amenaza británica, las milicias criollas continuaron acti-
vas y sus agentes cobrando sus salarios. Por eso, para los sectores plebeyos,
las milicias se convirtieron en un medio de vida pero también en algo más:

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26

en una verdadera escuela de política. Un acontecimiento que tuvo lugar el 14


de agosto de 1806 –la presión popular para destituir al virrey Sobremonte y
la formación de una Junta General que terminó delegando el mando político
y militar en el aclamado Santiago de Liniers– da cuenta de las situaciones
inéditas que podían crear las acciones conjuntas de las milicias y el “bajo
pueblo” (en buena medida contenido en las primeras).

PARA REFLEXIONAR

En el anónimo Diario de un soldado (1960:72), un miembro del regi-

PP miento de patricios describía el episodio del 14 de agosto de 1806


como sigue más adelante (se reproduce la grafía original). El testi-
monio, además de singularmente vívido, permite imaginar la inten-
sidad de la participación política plebeya así como su percepción de
los hechos.

CC
Se abrió Cabildo publico adonde concurió toda la ciudad a tratar si devían reze-
vir el Sr Virey Sobremonte que estava cerca de Lujan en camino para esta
Capital con 3 mil cordoveses esta mañana ubo en Cabildo unos partidos aun-
que el populacho cuando el Sr Rejenti Obispo y otros masjistrados se presen-
taron al Cavildo digo en su balcon a preguntar al pueblo si eran gustosos que
fuesen governados por Sobremonte y viniera a esta ciudad todos respondieron
que no no no no no lo queremos, muera ese traidor nos a vendido es desertor
en el caso mas peligrosos nos a dejado se a uido con 9 mil onsas de oro que-
remos a Dn Santiago Linierse de Virey y si intenta Sobromente venir a Governar
respondio el pueblo que antes permitirian el pueblo se le cortaran a todos la
caveza Viva Viva Viva a nuestro General Liniers tiraron todos el sombrero a el
aire que parecia el dia del juicio de la gritería. (Diario de un soldado, 1960:72)

En resumen, en el momento de conformarse el primer gobierno autónomo,


Buenos Aires contaba ya con fuerzas militares experimentadas y movilizadas
políticamente. Aunque a partir de entonces, la composición y envergadura del
ejército cambiarían, su existencia previa a 1810 sería decisiva como sostén
de la revolución.

LECTURA RECOMENDADA

RR
Halperín Donghi, T. (1978), “Militarización revolucionaria en Buenos Aires 1806-
1815” en: El ocaso del orden colonial en Haispanoamérica, Sudamericana, Buenos Aires,
151-178.

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27

Fuente: Wikipedia.org. <www.wikipedia.org>. [Consulta: 05 de junio de 2013]. Imagen disponi-


ble en: https://es.m.wikipedia.org/wiki/Archivo:Laminadoldan.jpg#file>

1.1.3. La crisis imperial


En 1808 la crisis de las monarquías ibéricas se precipitó. La invasión de las
tropas napoleónicas a Portugal con autorización de España y la ocupación
posterior del norte de la península creó una coyuntura excepcional que colocó
a los súbditos de la metrópoli y de las colonias frente a dilemas inéditos.
La corte portuguesa se trasladó a Río de Janeiro y el desprestigio del
monarca español Carlos IV y de su favorito Manuel Godoy, principal artífice de
las alianzas con Francia, se exacerbó. En este sentido, el motín de Aranjuez,
que capitalizaron los partidarios de Fernando, hijo de Carlos IV y candidato al
trono, fue el último eslabón de una serie de tumultos antiseñoriales que devi-
nieron antifranceses después de la invasión. Napoleón supo aprovechar este
descontento generalizado y, luego de reunir al padre y al hijo en Bayona, forzó
a Fernando a abdicar a favor de su padre y a éste en su beneficio. Para con-
cluir la “farsa” tan cuidadosamente preparada, Napoleón delegó la corona en
su hermano José y ordenó la prisión de Carlos y Fernando.
Con la doble abdicación de Bayona la guerra de independencia comenzó en
la península, ya que la legitimidad de Bonaparte no fue reconocida por la mayo-
ría de los españoles. En numerosas ciudades se formaron juntas de gobierno
que, para mejor coordinar las acciones militares, terminaron reuniéndose en
una Junta Central con sede en Sevilla. Inglaterra, la antigua enemiga, se vol-
vió aliada de los rebeldes y contribuyó a financiar la guerra.
La historia posterior de las colonias quedó anudada a los avatares de la
guerra en la península. Inicialmente, los resultados fueron favorables para las
fuerzas antinapoleónicas, que obtuvieron su mayor triunfo en Bailén, en julio
de 1808. Sin embargo, en el otoño de 1808, el mismo Napoleón se ocupó

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28

de recuperar lo perdido y hasta 1812 el dominio francés sería incuestionable


en Europa. La derrota de Ocaña y la ocupación de Andalucía en noviembre de
1809 provocaron la disolución de la Junta Central, reemplazada a partir de
fines de enero de 1810 por un Consejo de Regencia de cinco miembros de
dudosa legitimidad.
Todos estos hechos fueron decisivos en la gestación de movimientos auto-
nomistas e independentistas en diversos puntos de América. La coyuntura
abría una grieta impensada e impensable, que les proponía contradictorias
fidelidades a los súbditos americanos. Si en 1808 muchos se preguntaban
hasta qué punto la Junta Central de Sevilla representaba al Rey en un contexto
de desenlace incierto, la inquietud se agudizó en 1810, frente a la perspectiva
de una dominación francesa que parecía inquebrantable.
Como respuesta, entre 1808 y 1810 varios movimientos autonomistas se
sucedieron en América. Tres de ellos –el iniciado en Montevideo en enero de
1809 y los de Chuquisaca y La Paz en mayo y julio del mismo año respectiva-
mente– afectaron el virreinato del Río de la Plata. El de Montevideo nos inte-
resa de manera particular porque logró poner en jaque la autoridad del virrey
Santiago de Liniers, sospechado por su origen francés y sus comunicaciones
con el emisario de aquel país, el Marqués de Sassenay. El cabildo de Buenos
Aires, con el apoyo de los regimientos de catalanes, vizcaínos y gallegos, se
hizo eco de las pretensiones del gobernador Elío y exigió la renuncia del virrey
y la formación de una junta que lo reemplazara, convocando al pueblo al son
de las campanas. Sin embargo, el movimiento fracasó gracias a la moviliza-
ción de los regimientos de patricios y arribeños, que sostuvieron al héroe de
la reconquista en su cargo.

LEER CON ATENCIÓN

El fallido intento de instalar una junta en Buenos Aires y desplazar al

LL virrey en funciones mostraba a las claras el poder político alcanzado


por las milicias criollas. Tanto los partidarios de Santiago de Liniers
como los de su deposición apelaron a Fernando VII como fuente de
legitimidad.

Por fin, en Chuquisaca y La Paz llegaron a formarse juntas de gobierno, la pri-


mera de composición elitista, la segunda más abierta y liderada por un oficial
mestizo que sostenía actuar “por el Rey, la Religión y la Patria”, desconociendo
toda autoridad metropolitana o virreinal. Este último movimiento fue sangrien-
tamente aplastado por fuerzas militares provenientes de Lima y Buenos Aires.

CC
La crisis imperial se manifestaba con toda intensidad en el Río de la Plata a fi-
nes de 1809, aunque aquí el quiebre del orden colonial había comenzado an-
tes y tenía su propia dinámica. Ahora, ambas crisis, la local y la imperial, se
entrelazaban y entre 1808 y 1809 llevaron a la formulación de los primeros in-
tentos autonomistas y juntistas. Serían experiencias decisivas para el futuro
inmediato, como también lo sería la intensidad de los enfrentamientos y con-
flictos que se habían puesto de manifiesto. (Fradkin y Garavaglia, 2009: 219)

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Si en 1809 las autoridades coloniales consiguieron capear el temporal, las


alarmantes noticias de 1810, aunque acalladas el mayor tiempo posible,
precipitaron la crisis. En América, los cabildos de Montevideo, Lima y México
reconocieron a la Regencia y le juraron fidelidad. En cambio, no ocurrió lo
mismo en Caracas, Buenos Aires, Santiago de Chile y Quito, las regiones a
partir de aquel momento insurgentes. En aquellas ciudades, se organizaron
gobiernos autónomos que, como había ocurrido en España en 1808, se procla-
maron como herederos y custodios de la legitimidad del rey prisionero. Como
era previsible, las adhesiones no fueron unánimes, principiando una larga y
costosa guerra por la independencia.

LECTURA RECOMENDADA

RR
Piqueras, J. (2008), “Revolución en ambos hemisferios: común, diversa (s), con-
frontada (s)”, en: Historia Mexicana 229, Colmex, México, 31-98.

1.

KK a. Lea el artículo de José Carlos Chiaramonte y responda el siguien-


te cuestionario. El texto está publicado en el número especial del
Bicentenario de la Revolución de Mayo del Boletín del Instituto de
Historia Argentina y Americana 33, disponible en línea en:

W
<http://editorialteseo.com/archives/3499>
b. El artículo hace referencia a dos modelos analíticos que han estu-
diado las revoluciones de fines del siglo XVIII y principios del XIX
desde perspectivas integradoras. ¿Cuáles serían esos modelos, sobre
qué dicotomías se basan según Chiaramonte y qué autores los han
propuesto?
c. ¿Qué diferencias separan las revoluciones francesa, hispanoameri-
canas y norteamericanas? ¿Qué semejanzas las unen? ¿Qué criterios
analíticos se están tomando en cuenta para pensar las diversas tra-
yectorias revolucionarias?
d. ¿Qué se entiende por “principio de consentimiento” y qué papel
juega este principio en el análisis de Chiaramonte?
e. Reflexione sobre las oposiciones sugeridas por el autor entre “realida-
des esenciales” e historia y entre “historiografías nacionales” y pers-
pectivas integradoras para interpretar los procesos revolucionarios.

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30

1.2. El primer gobierno autónomo: diferencias


políticas, incertidumbres e inestabilidad
La crisis de autoridad desatada en el virreinato del Río de la Plata, evidente a
partir del impacto de las invasiones inglesas, otorgó protagonismo a hombres
e instituciones que iban a jugar un rol fundamental en los sucesos de Mayo
de 1810.
Hemos hecho referencia al crecimiento de las milicias de las cuales surgie-
ron nuevos liderazgos como el de Cornelio Saavedra y un sostenido proceso
de movilización política. El cabildo de Buenos Aires fue otro de los núcleos de
irradiación de poder, cuya acción resultó determinante en tiempos de la defen-
sa –por ejemplo, para reemplazar a Sobremonte por Liniers en la conducción
militar, así como para resistir su nombramiento como virrey interino y socavar
su limitado poder cuando las tropas de Napoleón invadieron la península– y
lo seguiría siendo por muchos años. Las tensiones entre las autoridades y
los conflictos jurisdiccionales eran la norma más que la excepción durante la
colonia pero el vacío de poder causado por la crisis metropolitana otorgó a
este rasgo habitual de la política del Antiguo Régimen otra trascendencia; del
seno de esas instituciones y al calor de las diferencias de intereses y pers-
pectivas que anidaban en ellas, debía surgir una solución política capaz de
alcanzar cierta legitimidad para conducir un proceso cuyas derivaciones no
podían ser previstas.
A principios de 1809, la Junta de Sevilla, establecida en el marco de la
resistencia al dominio napoleónico en España, sustituyó a Liniers, cuyo origen
francés lo hacía poco confiable, por el virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros. La
solución no sería muy duradera. La Junta, arrinconada por las tropas france-
sas, decidió delegar el mando en un Consejo de Regencia que se refugió en
Cádiz y aunque el nuevo virrey del Río de la Plata intentó ocultar estas inquie-
tantes noticias llegadas a Montevideo en Mayo de 1810, fue inevitable que
trascendieran, así como que su autoridad, emanada de una institución que
había dejado de existir, fuera puesta en entredicho. Este fue el punto de parti-
da del dilema al que habría que dar respuesta en un marco de incertidumbre
tanto externa como interna y echando mano de los recursos jurídicos y polí-
ticos disponibles ¿Quién estaba en condiciones de ejercer legítimamente la
autoridad, ante el cautiverio del rey?
La determinación de exigir la convocatoria a un cabildo abierto encontra-
ba antecedentes cercanos en los días de la invasión británica. En mayo de
1810, Cisneros debió enfrentar aquella demanda que contaba con el aval de
Cornelio Saavedra y del regimiento de milicias a su cargo. Este apoyo decisivo
le fue retaceado no solo para continuar siendo virrey sino también para inte-
grar la junta creada por el cabildo porteño el día 24. Al día siguiente fue pro-
clamada la Junta Provisional, integrada por nueve miembros cuyos nombres
integraban el petitorio presentado por el grupo revolucionario, con el respaldo
de las milicias y de una modesta movilización popular al mando de Domingo
French y Antonio Beruti.

CC
No es posible que una mutación como la anterior se haya hecho en ninguna parte
con mayor sosiego y orden, pues ni un solo rumor de alboroto hubo, pues todas
las medidas se tomaron con anticipación a efecto de obviar toda discordia, pues
las tropas estuvieron en sus cuarteles, y no salieron de ellos hasta estar todo con-

Historia Argentina Nancy Calvo - Judith Farberman - Silvia Ratto


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cluido, y a la plaza no asistió más pueblo que los convocados para el caso, tenien-
do estos una cabeza que en nombre de ellos, y de todo el pueblo daba la cara pú-
blicamente y en su nombre hablaba; cuyo sujeto era un oficial segundo de las
reales cajas de esta capital don Antonio Luis Beruti. (Beruti, 2001: 141)

La Primera Junta se proponía ejercer un gobierno autónomo de las autoridades


peninsulares pero igualmente fiel al rey Fernando VII. El fundamento del nuevo La primera junta de gobierno se
poder era el principio de la “retroversión de la soberanía a los pueblos” en constituyó de la siguiente forma:
ausencia del monarca. Tal principio, que formaba parte de la tradición política Presidente: Cornelio Saavedra
hispánica, fue clave para lograr la autonomía. También fue, en su variada inter- (comandante de milicias).
Secretarios: Mariano Moreno (abo-
pretación, uno de los factores de disputa entre los líderes de la junta y de los gado), Juan José Paso (abogado y
prolongados conflictos de representación que caracterizaron la relación entre fiscal de la real hacienda).
Buenos Aires y las regiones del interior en las décadas siguientes. Vo c a l e s : M a n u e l B e l gr a n o
(Secretario de Consulado de
En efecto, la solución alcanzada era el resultado de la acción del cabildo de
Comercio), Juan José Castelli
Buenos Aires y contaba con el apoyo de los vecinos de esa ciudad, identificados (abogado), Miguel de Azcuénaga
con la que comenzaría a ser llamada la causa patriota. Sin embargo, desde el pri- (comandante de milicias), Manuel
mer momento, en la reunión del 22 de mayo, se escuchó el planteo de que los pue- Alberti (párroco de San Nicolás),
Domingo Matheu (comerciante),
blos, depositarios de la soberanía, se hallaban representados en cada ciudad con Juan Larrea (comerciante).
cabildo y no sólo en Buenos Aires. Esta posición, desechada en principio alegan-
do la urgencia del momento, sería retomada al poco tiempo como argumento para
constituir la Junta Grande, que selló la derrota del secretario Mariano Moreno fren-
te al presidente de la Junta, Cornelio Saavedra. Saavedra apeló a los diputados del
interior para frenar el avance de Moreno, que representaba el desplazamiento del
poder de la milicias porteñas y la radicalización de la revolución frente a las crecien-
tes dificultades que debía enfrentar el nuevo poder para hacerse obedecer. Frente a
aquella noción tradicional de la soberanía, que veía en la representación corporati-
va de los cabildos contenida en el plural “los pueblos” la base del poder soberano,
Moreno se convirtió en el líder de un grupo de dirigentes revolucionarios que enten-
día la soberanía popular en clave roussoniana, como resultado del pacto voluntario
de los miembros de la sociedad. Era “el pueblo”, en singular, tal como había sido
invocado en la Independencia norteamericana y en la Revolución Francesa.
Si bien las diferencias aparecieron en el seno del primer gobierno autóno-
mo la solución del dilema planteado –convertido en oposición entre gobierno
central y autonomías provinciales– se prolongará en el tiempo; y no estará
ajeno a las paradojas, al menos aparentes, tales como la pretensión de con-
servar la herencia virreinal de una administración y un poder centralizado en
la capital mientras se propiciaba la idea de establecer una soberanía única e
indivisible, acorde con la moderna idea de nación y alejada, por tanto, de la
impronta de la tradición política hispánica. De momento, esta posición fraca-
só. Moreno abandonó la Junta a fines de 1810 y su final es conocido, aun-
que sus seguidores no dejaron de gravitar en la política en los años por venir.
La inestabilidad política fue a partir de ese momento una consecuencia inevi-
table de las tensiones y conflictos de distinto orden que afectaron el ejercicio
del poder. Los vaivenes de la guerra de independencia; el cambiante escenario
territorial cada vez más difícil de definir, a juzgar por los límites del espacio que
el poder central estaba en condiciones de controlar. El Paraguay, Montevideo y el
Alto Perú se sustraían a la obediencia de Buenos Aires, pero los recelos estaban
a la orden del día también en otras ciudades del interior, como iban a mostrar los
episodios de Córdoba que culminaron con el fusilamiento de Liniers y sus segui-
dores en Cabeza de Tigre. Al mismo tiempo, en la península la Regencia había

Historia Argentina Nancy Calvo - Judith Farberman - Silvia Ratto


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convocado a las Cortes. Mientras algunas regiones de Hispanoamérica optaron


por incorporarse, pese a la desigual representación concedida a los america-
nos, otras, entre ellas el Río de la Plata, no aceptaron el convite. Se ahondaba
la división entre leales e insurgentes, se hacía más drástico el enfrentamien-
to entre españoles y criollos. Por otra parte, la escasez de recursos acentuada
por el desorden económico que acompañó la revolución y la guerra y, por fin,
las alianzas políticas más o menos circunstanciales en las cuales se apoyaban
los distintos grupos para sostener sus posiciones, eran en conjunto motivos de
incertidumbre, ineludibles a la hora de decidir.
La Junta Grande, como hemos dicho, se constituyó como resultado de
la convergencia entre los diputados del interior, que comenzaron a llegar a
Buenos Aires en diciembre de 1810 en cumplimiento de la circular de mayo,
y los saavedristas, que con este apoyo inclinaron la balanza a su favor. Por su
parte, la oposición morenista, reunida en la Sociedad Patriótica, contó con el
apoyo del cabildo porteño para atizar la frágil posición de sus adversarios. El
conflicto faccional se resolvió con la movilización del 5 y 6 de abril de 1811
que, liderada por los oficiales de milicias Joaquín Campana y Martín Rodríguez,
significó la movilización política de los habitantes de los suburbios que fueron
conducidos por el alcalde de barrio Tomás Grigera.

LEER CON ATENCIÓN

Lo anterior hace referencia a un tema central que se ha empezado a

LL discutir desde hace pocos años dentro de las nuevas perspectivas de


la historia política en Argentina: el estudio de los sectores populares
como sujetos activos de la historia.

C Esta relación entre la plebe y la política ha sido poco explorada hasta el


momento. Habitualmente, cuando se escribe sobre las décadas de 1810 y
1820 la atención recae sobre los miembros de la elite porteña, que fueron
los dirigentes del proceso revolucionario y de la etapa formativa de la provin-
cia de Buenos Aires. Es mucho menos claro cómo participaron políticamente
aquellos que no integraban las altas esferas. […] En realidad, en las histo-
rias escritas por quienes vivieron en las décadas en cuestión la presencia
política de la plebe porteña fue un tópico recurrente […] También en los orí-
genes de la historiografía argentina el tema tuvo peso. Bartolomé Mitre sos-
tuvo que el “populacho” permitió derrotar a las Invasiones Inglesas y asegu-
rar “con su decisión la preponderancia de los nativos sobre los españoles
europeos. Esta era la gran reserva de la Revolución”. Por su parte Vicente
Fidel López le otorgó al mismo grupo –que “ofrecía una notable analogía con
la plebe romana”– un papel fundamental en la resolución de distintos conflic-
tos de las dos décadas aquí consideradas […] Sin embargo, durante la mayor
parte del siglo XX la relación entre el proceso independentista y la plebe por-
teña prácticamente desapareció del horizonte de los historiadores, que se
abocaron a otras preocupaciones. (Di Meglio, 2006: 20)

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2.

KK En los fragmentos seleccionados, dos historiadores dan su interpretación


sobre la participación popular en las jornadas del 5 y 6 de abril. Escriba
un texto breve identificando el rol que ambos investigadores dan al “bajo
pueblo” y explicando cómo argumentan esa idea.

CC
[…] a comienzos de abril de 1811 es el influjo de la muchedumbre de los arra-
bales, movilizada y encuadrada por sus alcaldes, el que salva a la facción do-
minante de la que parece su ruina segura… La amenaza de ampliación perma-
nente del sector plenamente incorporado a la actividad política es eludida con
sorprendente facilidad, fundamentalmente porque la movilización de los secto-
res populares, cuyo carácter masivo la ha hecho impresionante, es a la vez
muy superficial: en este sentido es significativo que los jefes de abril no hayan
sido dirigentes surgidos de la misma plebe, sino las autoridades designadas
por el poder revolucionario para controlarlas. (Halperín Donghi, 1972: 185-186)

CC
Los instigadores utilizaron el poder local de los alcaldes de barrio para reunir a
la gente. Pero éstos no lo hicieron solamente con su influencia sino que apela-
ron a un argumento que figuró como primer punto del petitorio: “Convencido el
pueblo de Buenos Aires de que las medidas adoptadas hasta el día para la re-
conciliación de los españoles europeos con los americanos, son a mas de in-
eficaces, perjudiciales a la gran causa y sistema de gobierno que se sigue y
debe abrazarse en lo venidero; es su voluntad que se expulsen de Buenos
Ayres a todos los europeos de cualquier clase o condición”. […] lo que es pre-
ciso destacar es que este paso adelante del grupo más conservador de la elite
revolucionaria se debió a que se trataba de un tema capaz de movilizar a la
plebe y sin duda fue el principal medio empleado para ello. (Di Meglio,
2006:105-106)

Pero el triunfo de la facción saavedrista no fue duradero. En setiembre los


morenistas junto al cabildo, retomaron el control político cuando el Triunvirato,
creado para ejercer el poder ejecutivo, desconoció el reglamento redactado por
la Junta Grande y dictó un Estatuto Provisional que fue sometido a la aproba-
ción del cabildo porteño.
El Primer Triunvirato, integrado por Juan José Paso, Manuel de Sarratea y
Feliciano Chiclana, cuyo secretario y hombre fuerte fue Bernardino Rivadavia,
distó de contar con la armonía entre sus miembros pero, además, debió
soportar la presión del cabildo, un persistente foco de poder que se mantuvo
durante toda la década, y de los sectores más radicalizados, agrupados en
la Sociedad Patriótica y en la recientemente creada Logia Lautaro, de donde
empezaban a surgir las voces que sostenían la necesidad de reunir un con-
greso y sobre todo de declarar la independencia.
Al mismo tiempo, Saavedra, derrotado políticamente, conservó cierta
influencia en las milicias, que supieron mostrar su descontento en el Motín de
las Trenzas, duramente reprimido por orden de su nuevo jefe, Manuel Belgrano.
Las noticias del frente externo no eran más tranquilizadoras. En marzo de
1812 las Cortes de Cádiz, sancionaron una Constitución “liberal”, en la cual
proclamaban la existencia de una nación española compuesta por todos los

Historia Argentina Nancy Calvo - Judith Farberman - Silvia Ratto


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dominios de la monarquía. Aceptar esta solución, tal como hicieron las regio-
nes centrales de Hispanoamérica era un camino posible. El rechazo, en cam-
bio, consolidaba la ruptura y hacía cada vez más insostenible el argumento
de la fidelidad a Fernando VII con el cual se había justificado la cada vez más
ambigua autonomía. La convocatoria a un Congreso Constituyente, impulsada
por los grupos más radicalizados, se presentaba como el camino para resol-
ver el problema de la soberanía.
En este escenario se agudizaron los enfrentamientos políticos. Las dife-
rencias entre Bernardino Rivadavia y los miembros de la Sociedad Patriótica,
liderados por Monteagudo, junto a la Logia de la cual formaban parte José de
San Martín y Carlos María de Alvear, estallaron en octubre 1812 como conse-
cuencia de la manipulación en las elecciones para la renovación de los triun-
viros. Una movilización de civiles reclutados por Juan José Paso con apoyo
de los regimientos de los jefes de la logia puso término a la experiencia del
Primer Triunvirato.

LECTURA OBLIGATORIA

Di Meglio, G. (2001), “Un nuevo actor para un nuevo escenario.

OO La participación política de la plebe urbana de Buenos Aires en la


década de la Revolución (1810-1820)”, en: Boletín del Instituto de
Historia Argentina y Americana “Dr Emilio Ravignani” Nº 24, Buenos
Aires, 7-38.

1.3. De la autonomía a la independencia


El Segundo Triunvirato nació con el aval de los grupos más radicalizados, que
habían conducido los sucesos de octubre de 1812. La elección recayó una
vez más en Juan José Paso, completaban el trío Álvarez Jonte y Rodríguez
Peña, ambos miembros de la Logia, que fogoneaba la propuesta de declarar
la independencia. La misión del nuevo gobierno fue convocar un Congreso
Constituyente, que sería el primero de una serie de intentos fallidos. Más allá
de las dificultades de distinto orden que impidieron la inmediata declaración
de la independecia la sola pretensión constituyente era expresión de una
voluntad soberana, incompatible con la cada vez más difícil fidelidad al rey
cautivo, así como difícil de plasmar en un acuerdo capaz de expresar la forma
que debía adquirir el nuevo Estado. En efecto, el primer objetivo se revelaría
más fácil de cumplir. En 1816, un nuevo congreso declaró la independecia de
la Provicias Unidas de Sud América, en cambio, fracasó en el intento de orga-
nizar constitucionalmente un Estado. La crisis con la que se cierra la década
pone al descubierto de modo drámatico el dilema de largo aliento contenido en
el debate acerca de cuál era el modo legítimo de entender y ejercer la nueva
soberanía: bajo la forma de una república, o de una monarquía representativa,
en plural como mandato de “los pueblos”, o en singular como encarnación de
“el pueblo”. Si, por un lado, la década de 1810 deja el legado irrenunciable
de la independencia conquistada, por otro, abre hacia el futuro el desafío de
sentar las bases de un orden nuevo despojado de la herencia material y sim-
bólica de la sociedad colonial.

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1.3.1. Los primeros Congresos Constituyentes y la opción por la


república
La Asamblea del año XIII tomó varias medidas, habitualmente citadas como
ejemplo del rumbo progresista que quisieron imprimirle sus promotores. Un
conjunto de leyes apuntaban a establecer la igualdad civil: la libertad de vien-
tre, que si bien no eliminaba totalmente la esclavitud le ponía límites precisos
y marcaba un rumbo, el fin de toda forma de servidumbre indígena y del pago
del tributo, la supresión de los mayorazgos y de los títulos de nobleza. Además,
se estableció la libertad de prensa, la abolición de la tortura y se eliminó la
jurisdicción del Tribunal de la Inquisición.
Al mismo tiempo, en el orden eclesiástico se tomaron decisiones que fue-
ron antecedente de las reformas futuras: se concedía la primacía a la auto-
ridad civil sobre las eclesiásticas y al clero diocesano sobre el clero regular
que, además, desde ese momento quedaba desligado de “toda autoridad resi-
dente fuera del territorio”. El afán de independencia fue claro no sólo en este
ámbito. La aprobación del Escudo que serviría en adelante para identificar al
nuevo poder y del Himno Nacional, fueron ambos manifestaciones simbólicas
de aquella voluntad.
Sin embargo, la Asamblea no declaró la independencia y mucho menos
sancionó una constitución. El impulso inicial se vio frenado tanto por la cir-
cunstancias externas como por las crecientes dificultades que se produjeron
en el terreno local. En cuanto al primer aspecto, el retorno de Fernado VII al
trono de España fue solo el anticipo del giro conservador que no haría más
que profundizarse con la derrota de Napoleón a manos de la Santa Alianza
y la Restauración monárquica en Europa. Por su parte, el monarca español
estaba decidido a recuperar sus dominios americanos tanto como a eliminar
todo vestigio del “liberalismo” que había querido garantizar la Constitución de
Cádiz de 1812.
Hacia 1814 la situación militar era apremiante, solo el Río de la Plata man-
tenía la resistencia a los ejércitos realistas. En el orden interno las complica-
ciones no fueron menos drámaticas. Dos órdenes de problemas condenaron
a la Asamblea a la impotencia. El primero fue la división de la Logia como
consecuencia del cambio de rumbo político que significó el crecimiento del
poder personal de Alvear. El alejamiento de San Martín, que se hizo cargo de
la jefatura del Ejército del Norte y luego de la intendencia de Cuyo, se dio en
paralelo con la creación del régimen unipersonal del Directorio que acompañó
el auge y la caída del liderazgo de Alvear y el fracaso definitivo del Congreso.
El segundo orden de problemas se entrelaza con ese desenlace pero tiene
un origen diferente. Se trata del modo en que el Congreso asumió la cues-
tión de la soberanía que, como hemos visto, tenía sus raíces en el incio de la
Revolución. El juramento que dio inicio a las sesiones es un indicador claro
del rumbo que se quiso imponer. Por un lado, se excluía a Fernando VII, por
otro, según la nueva fórmula, la Asamblea se declaraba soberana y los dipu-
tados debían jurar como representantes de las Provincias Unidas, considera-
das como una unidad, más allá del mandato con el que habían sido elegidos
por sus respectivas ciudades. Esta forma de expresión de la soberanía polí-
tica, única e indivisible, acorde con la definición de “nación”, adoptada en la
Francia revolucionaria y en la Constitución de Cádiz, estaba lejos de expresar
la voluntad de los diputados de todas las ciudades.

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Fue el litoral, liderado por Artigas, quien logró expresar una alternativa
confederal, plasmada en las “Instrucciones” que el Congreso de Tres Cruces
impartió a los representantes electos. El rechazo de la Asamblea a la incorpo-
ración de los diputados de la Banda Oriental, Corrientes, Entre Ríos y Santa
Fe, selló la ruptura y condujo a un enfrentamiento militar que se prolongó por
un lustro. De momento, fueron las tropas enviadas a enfrentar la resistencia
artiguista las que se rebelaron en Fontezuela en abril de 1815 y provocaron el
derrumbe simultáneo de Alvear y del primer intento constitucional.
El vacío de poder provocado por esta crisis fue llenado por el Cabildo por-
teño, que una vez más asumía la tutela del gobierno, aunque no era más que
la expresión de los vecinos de Buenos Aires. La Junta de Observación, creada
bajo su órbita, tenía como misión custodiar al nuevo Director Supremo interi-
no, el Coronel Álvarez Thomas, designado en reemplazo del General Rondeu,
quien estaba al frente del ejército que marchaba contra Artigas y contra la Liga
de los Pueblos Libres del litoral. La Junta estableció el Estatuto Provisorio de
1815 con el cual Álvarez Thomas convocó a elecciones, para integrar un nuevo
Congreso Constituyente. El objetivo era declarar la independencia puesto que
el marco internacional no dejaba margen para la indefinción. El monarca espa-
ñol Fernando VII, decidido a restaurar el absolutismo, avanzaba en la recupera-
ción de sus dominios americanos, aislando el foco rebelde rioplatense.
El Congreso comenzó a sesionar en la ciudad de Tucumán para paliar el
malestar contra Buenos Aires, exacerbado por la política alvearista. De todos
modos, no participaron el Paraguay –segregado de las provincias unidas
desde 1811–, ni las provincias artiguistas. Una vez elegido el nuevo Director
Supremo, Juan Martín de Pueyrredón, los diputados cumplieron con el obje-
tivo prioritario: el 9 de julio de 1816 fue declarada la independencia de las
Provincias Unidas de Sud América de la dominación española y de toda otra
dominacion extranjera. La fórmula era necesarimente imprecisa, dada la impo-
sibilidad de delimitar el alcance territorial de la nueva entidad independiente.
De un lado, San Martin se preparaba para su campaña trasandina, con vis-
tas a expulsar a los realistas de Chile, Perú y el Alto Perú, de otro, la Banda
Oriental, ganada por el artiguismo, comenzaba a sufrir las consecuencias del
avance portugués, ante la indiferencia del gobierno de las Provincias Unidas.
La incertidumbre no terminaba ahí. Trasladado a Buenos Aires, el Congreso
debía asumir la tarea de sancionar una Constitución que diera forma al nuevo
Estado. Dos cuestiones, necesariamente vinculadas, mostraron los límites
que debían reconocer las posibles soluciones institucionales. En principio,
era necesario acordar cuál habría de ser la forma de gobierno. En tal senti-
do, el contexto europeo de la Restauración parecía inclinar la balanza a favor
de la monarquía constitucional, entendida como el modo más aceptable para
lograr el necesario reconocimiento internacional del nuevo orden. Ya fuera el
proyecto de Belgrano de buscar un descendiente de los incas, ya se procurara,
por la vía de los enviados ante las cortes europeas, conseguir algún príncipe
dispuesto a calzarse la corona que se le ofrecía desde este alejado punto de
la geografía mundial, el propósito era dar con alguien que pudiera exhibir el
linaje requerido para ejercer la soberanía hereditaria, constitutiva de la forma
monárquica. Todas las propuestas fracasaron. De allí en más, sólo iba a ser
considerada la forma republicana de gobierno, que se impuso en toda América
donde, entre otras consideraciones, no existía una estirpe noble en la cual
pudiera asentarse legítimamante la monarquía.

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La segunda cuestión remite, como desde el comienzo, a la relación entre


el poder central y la cada vez más clara configuración de los poderes locales,
defensores de su autonomía. El Congreso había dado la espalda al desafío
federal del artiguismo. En el arranque, en territorio tucumano, primó la pruden-
cia pero ya el Reglamento Provisorio de 1817 mostró una tendencia al cen-
tralismo para la elección de los gobernadores-intendentes que culminó en el
texto Constitucional de 1819 concentrando en manos del poder ejecutivo la
designación de todos los funcionarios. La Constitución, de fuerte sesgo con-
servador también en otros órdenes, como el de la composición corporativa del
poder legislativo, selló su fracaso con aquella disposición que desconocía los
derechos de las ciudades y los pueblos del interior.
Esta vez la crisis condujo a la caída del poder central sellada por la derrota
del ejército porteño frente a las tropas del litoral en la batalla de Cepeda. Diez
años desde el inicio de la revolución habían terminado por configurar un nuevo
escenario que contaba con enormes desafíos y algunas pocas certezas, entre
ellas la opción por la república, aunque sin soluciones a la vista para sentar
las bases de un nuevo Estado nacional.

LECTURA OBLIGATORIA

Ternavasio, M. (2009), “Nace un nuevo orden político”, en: Historia

OO de la Argentina 1806-1852, Siglo XXI, Buenos Aires, 67-69.

1.4. La guerra de la independencia y la guerra civil


El movimiento revolucionario que se inició en mayo de 1810 en Buenos Aires
triunfó rapidamente en la ciudad portuaria. Como hemos visto, el proceso de
militarización surgido durante las invasiones inglesas había dejado mayoritaria-
mente en manos de los criollos el manejo de las fuerzas milicianas y, por ello,
pudieron imponer al virrey, sin demasiada resistencia, su propia destitución.
Pero a diferencia de lo sucedido en Buenos Aires, el movimiento revolu-
cionario tuvo serias dificultades en consolidarse en el extenso territorio que
formaba el Virreinato del Río de la Plata. En Córdoba y en Paraguay, al cono-
cerse la destitución del virrey, las autoridades locales juraron obediencia al
Consejo de Regencia. La Primera Junta envió expediciones militares para lograr
el reconocimiento del movimiento revolucionario con resultados disímiles. En
Córdoba, el grupo contrarrevolucionario fue rápidamente sofocado y sus cabe-
cillas entre los que se encontraba Santiago de Liniers, fueron fusilados en
Cabeza de Tigre.
En Paraguay, Manuel Belgrano al mando del Ejército Auxiliador, fue vencido
por las tropas paraguayas en las batallas de Paraguary y Tacuarí en diciem-
bre de 1810. La tensa relación con el gobierno central y Buenos Aires motivó
que los hacendados se negaran a acatar la autoridad de la Junta, ya que sus
miembros no derogaron los impuestos que afectaban los intereses de los sec-
tores comerciantes. En 1811, se organizó un triunvirato y, en 1813, se san-
cionó una Constitución que consagró al Paraguay como la Primera República
de América del Sud.

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La expedición de Belgrano al Paraguay mostró un fenómeno que sería recurrente durante la


guerra revolucionaria y los enfrentamientos civiles que siguieron: la deserción. El ejército que
sería derrotado por las fuerzas paraguayas era un conglomerado heterogéneo compuesto por
soldados de los regimientos de granaderos, arribeños y pardos de Buenos Aires, milicianos de
Paraná y Corrientes y milicias de indios guaraníes procedentes de las ex misiones jesuíticas.
El motivo principal de las fugas por parte de los milicianos era el haber sido movilizados
por largo tiempo a regiones muy distantes de sus lugares de residencia.

Entre 1810 y 1815 el gobierno revolucionario enfrentó distintos frentes de cam-


paña: la Banda Oriental, el Alto Perú y el Interior. En cada una de estas regiones
el proceso revolucionario tuvo características diferentes. Halperín Donghi definió
la situación en el Alto Perú como una revolución social ya que los enviados del
gobierno porteño intentaron captar a la población indígena proclamando el fin
de su condición servil. Esta política filoindigenista (aunque estaba básicamente
sustentada en la necesidad de reclutar hombres para el ejército) unida a las
contribuciones forzosas en ganado, dinero y alimentos para las milicias, produjo
un gran descontento en las clases adineradas que “no sabían si habían sido
liberadas o conquistadas”. El resultado de la acción criolla en el Alto Perú fue
que luego de la derrota de Huaqui todas las ciudades altoperuanas se volcaron
a la causa realista. (Halperín Donghi, 1972: 263-265)

Luego de la derrota de Huaqui, el general Manuel Belgrano que había tomado el mando
del Ejército del Norte, dispuso la evacuación de la tropa y de la población del norte hacia
Tucumán. El éxodo jujeño, realizado el 23 de agosto de 1812, significó no solo el abandono
del territorio sino también, como medida estratégica ante el avance del ejército realista, la
destrucción de todos los recursos que no se pudieran acarrear. El objetivo era dejar a los
realistas tierras arrasadas, sin víveres para la tropa.

Éxodo jujeño
Fuente: Diario El Litoral. <www.ellitoral.com>. [Consulta: 05 de junio de 2013]. Imagen dispo-
nible en: <http://www.ellitoral.com/um/fotos/60019_exodo_g.jpg>

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EE

Canal Encuentro. Éxodo, ciclo dirigido por Leandro Ipiña, coproducción


con la Secretaría de Turismo y Cultura de Jujuy [Consulta: 14 de mayo de
2013]. Disponible en <http://www.encuentro.gov.ar/sitios/encuentro/
Programas/detallePrograma?rec_id=110593&capitulo_id=110595>

En el Interior la relación entre los enviados del poder revolucionario y las elites
locales fue más equilibrada. La imperiosa necesidad de obtener recursos llevó Cronología de la guerra en el
al gobierno de Buenos Aires a buscar adhesiones de los clanes familiares del Interior:
- 1811, derrota de Huaqui.
Interior. Esa misma necesidad motivó un desplazamiento del centro de poder
- 1812, triunfo en Tucumán.
desde los ámbitos urbanos, sede de las autoridades políticas, al ámbito rural, - 1813, triunfo en Salta.
lugar de donde provenían los hombres y ganado requeridos para la guerra. - 1813, derrotas de Vilcapugio
Allí, los comandantes de campañas comenzaron a adquirir una importancia y Ayohuma.
- 1815, derrota de Sipe-Sipe
creciente dando origen, en algunos casos a jefes locales de gran envergadura (pérdida del Alto Perú).
como Martín Miguel de Güemes en Salta.
Las milicias gauchas de Güemes cumplieron un rol fundamental en la gue-
rra revolucionaria. A la vez que llevaban a cabo una guerra de guerrillas contra
los ejércitos realistas que intentaban tomar el control del norte del espacio
rioplatense, sirvieron como antemural de los preparativos del Ejército de los
Andes que San Martín reunía en Cuyo para llevar adelante su plan de expedi-
cionar sobre Chile.

“El Gral. Martín Miguel de Güemes y sus Gauchos”, Óleo sobre tela de A. Struch
- Salta 1912 - Museo Histórico del Norte - Cabildo de Salta.
Fuente Portal de Salta. <www.portaldesalta.gov.ar>. [Consulta: 08 de mayo de 2013]. Imagen dis-
ponible en: <http://www.portaldesalta.gov.ar/fot2009/expoguemes/gu-26-g.jpg>

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En la Banda Oriental el proceso revolucionario tuvo características muy parti-


culares. A diferencia del movimiento en Buenos Aires que fue esencialmente
urbano, en la Banda Oriental se trató de un alzamiento rural originado en las
exacciones fiscales a que eran sometidos los pobladores rurales por parte de
las autoridades de Montevideo. En esta ciudad se había nucleado la resisten-
cia española que impuso el bloqueo del puerto de Buenos Aires.
Para hacer frente a esa resistencia el gobierno porteño decidió aliarse a la
sublevación rural que liderada por José Gervasio de Artigas, comandante de
campaña, contaba con la adhesión de hacendados, campesinos e indígenas.
Las fuerzas conjuntas de Artigas y la junta porteña sitiaron Montevideo pero
ante la posibilidad de una intervención portuguesa y los efectos del bloqueo,
el gobierno de Buenos Aires negoció un armisticio en octubre de 1811 por el
que acordó que las tropas patriotas desocuparan la Banda Oriental a cambio
del levantamiento del bloqueo del puerto de Buenos Aires y del retiro de las
fuerzas portuguesas.
Esto provocó el comienzo de un enfrentamiento entre la dirigencia de
Buenos Aires y Artigas bajo cuyo liderazgo se organizó un movimiento políti-
co alternativo a la dirección porteña con influencia sobre el litoral rioplatense,
sustentado en bases sociales mucho más rurales y plebeyas y de una orien-
tación más radical que cuestionaba la orientación centralista de la dirigencia
porteña proclamando “la soberanía particular de los Pueblos”.
De manera que, a la guerra entre fuerzas revolucionarias y realistas se sumó
la que se entabló entre ambas alas del movimiento revolucionario. Esta con-
frontación adquirió mayor intensidad cuando en 1814 las tropas porteñas se
apoderaron de Montevideo mientras en Buenos Aires se consolidaba un nuevo
gobierno, el Directorio y, a principios del año siguiente cuando los porteños
debieron abandonar Montevideo, Artigas se transformó en gobernador de la pro-
vincia oriental y en el “Protector de los Pueblos Libres”, que abarcaba las anti-
guas misiones guaraníticas y por momentos, a Entre Ríos, Santa Fe y Córdoba.

“Artigas dictando a su secretario José Monterroso”. Óleo sobre tela, Pedro Blanes
Viale. Dimensiones: 3283 x 2393 mm.
Fuente: Portal Ceibal. <http://www.ceibal.edu.uy>. [Consulta:
��������������������������������������������
05 de junio de 2013]. Imagen dis-
ponible en: http://www.ceibal.edu.uy/UserFiles/P0001/ODEA/HTML/090612_artigas_retratos.
elp/pedro_blanes_viale.html

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41

El liderazgo de Artigas comenzó a sufrir un serio desgaste cuando la conti-


nuación de la guerra con Buenos Aires derivó en una constante sangría de
recursos para la guerra que lo llevó a distanciarse de la elite montevidea- Cronología de la guerra en la
Banda Oriental:
na. Paralelamente, los caudillos locales de Santa Fe y Entre Ríos decidieron - 1811 en Montevideo, Francisco
sustraerse del influjo del jefe oriental para llevar a cabo su propia guerra de de Elío fue nombrado virrey del
oposición a la dirigencia porteña. Río de la Plata por el Consejo
de Regencia.
- M ayo d e 1 8 1 1 , s i t i o d e
Montevideo por fuerzas porte-
ñas y orientales lideradas por
PARA REFLEXIONAR
Artigas.
- Octubre de 1811, armisticio
El canal Encuentro del Ministerio de Educación de la Nación realizó

PP una serie de programas sobre Caudillos en la historia argentina. Para


profundizar sobre el proceso revolucionario que estamos analizando,
vean los siguientes videos correspondientes a José Gervasio de Arti-
entre Buenos Aires y Montevideo
ante el temor de la invasión por-
tuguesa. Éxodo oriental de las
tropas artiguistas.
- Enero de 1812, reinicio del sitio
gas y Martín Miguel de Güemes. de Montevideo.
- 1814, caída de Montevideo ante
las fuerzas porteñas.
- 1815, retiro de las fuerzas porte-
ñas. Gobierno de Artigas y crea-

EE ción de la Liga de los Pueblos


Libres.

http://www.encuentro.gov.ar/sitios/encuentro/programas/
detallePrograma?rec_id=103610

http://www.encuentro.gov.ar/sitios/encuentro/programas/
detallePrograma?rec_id=103610
En estos videos se puede ver que Güemes y Artigas tienen elementos
comunes en la manera de ejercitar su liderazgo personal.
• Ambos caudillos pertenecen a los sectores más bajos de la elite y
tienen cargos militares en la campaña lo que los coloca como inter-
mediarios entre ésta y las masas rurales. Las elites aceptan su lide-
razgo porque dependen de él para contener a los sectores rurales.
Sin embargo, la relación se va tensando a medida que el esfuerzo
financiero de la guerra cae sobre ellos.

Historia Argentina Nancy Calvo - Judith Farberman - Silvia Ratto


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• Para conseguir el apoyo de los sectores subalternos ambos caudillos


conceden privilegios y acceden a reclamos de antigua data (otorga-
miento del fuero militar y exención en el pago de arriendos en el
caso de Salta y promesa de entrega de tierras en la Banda Oriental).
La relación con Buenos Aires es de tensión. En el caso de Güemes se
distiende ante la necesidad de que las milicias gauchas actúen como
barrera ante la ofensiva realista altoperuana. En el caso de Artigas el
planteo de un proyecto político alternativo que se extiende por el
Litoral impide el entendimiento.

A comienzos de 1815, el Directorio vivió uno de sus peores momentos cuan-


do uno de sus ejércitos se sublevó en Fontezuelas, en el extremo norte de la
campaña bonaerense, y exigió la destitución del Director que una “revolución”
impulsada por el cabildo porteño hizo realidad. Era evidente que la dirección
revolucionaria porteña había equivocado el camino. La disidencia litoral y la
pérdida de territorios pertenecientes a la antigua estructura virreinal como
el Alto Perú y el Paraguay eran un reflejo de ello. Bajo una nueva dirección,
el Directorio intentó reconstituir su poder sobre territorios y poblaciones que
le eran crecientemente hostiles. Dos años más tarde, esta estrategia había
producido importantes avances pero su éxito se iba a demostrar totalmente
efímero y hacia 1819 los signos de descomposición del poder directorial eran
evidentes.
Como hemos visto, la Constitución de 1819, de carácter fuertemente cen-
tralista, fue rechazada por las provincias y significó el retorno a la situación de
enfrentamiento interno. Los caudillos del Litoral, Estanislao López de Santa
Fe y Francisco Ramírez de Entre Ríos, encabezaron la ofensiva contra Buenos
Aires. El ejército leal al Directorio que debía enfrentar a esas fuerzas se suble-
vó en Arequito bajo las órdenes del general Bustos. El Directorio solo contaba
con las milicias de la ciudad para detener el avance de los caudillos del litoral.
En enero de 1820, la victoria de estos últimos provocó el fracaso del primer
intento de organización nacional del territorio.

CC
Ciudadanos: al fin podemos gloriarnos, porque los sacrificios de los pueblos
que tenemos el honor de mandar, nos han proporcionado los medios de sacu-
dir el yugo de vuestros opresores sin prodigar vuestra sangre. Elegid ya sin re-
celo el gobierno provisorio que os convenga […] Marchamos sobre la capital
no para talar vuestra campaña […] ni para mezclarnos en vuestras deliberacio-
nes; sí, para castigar a los tiranos cuando fuesen tan necios que os hagan pre-
tender el mando con que casi os han vuelto a la esclavitud.
Proclama de Estanislao López y Francisco Ramírez, 1 de febrero de 1820.
(Molinari, 1938: 56).

1.4.1. Elites, ejército y plebe en la primera década revolucionaria


El proceso revolucionario provocó la constitución de una elite política –distin-
ta de la elite económica– que estaba integrada por aquellos que adquirieron
liderazgo y poder militar y por sectores letrados. Esta convergencia generará
más de una tensión que se definirá con un ascenso de la facción militar que

Historia Argentina Nancy Calvo - Judith Farberman - Silvia Ratto


43

terminará por restringir la dirigencia revolucionaria y buscará disciplinar la


movilización miliciana y plebeya con la formación de un ejército de línea a partir
de 1812, que se convertirá en su base de apoyo más sólido.
Esto le permite mantener independencia frente a los sectores altos, de
donde había surgido y frente a los sectores populares, a los cuales había
movilizado utilizando su apoyo, en algunos casos, para dirimir peleas al inte-
rior de la elite política.
En efecto, a partir de 1812 y ante la necesidad de aumentar y disciplinar
al ejército revolucionario se llevó a cabo una transformación de las milicias en
cuerpos veteranos a la vez que se producía una masiva ampliación de nuevas
milicias –esta vez no tan espontáneas como en los primeros momentos– y
se incentivaba el reclutamiento voluntario en el ejército regular. Además, para
incrementar el número de soldados regulares comenzó a destinarse al servi-
cio de armas a los infractores a la ley.

CC
En tales condiciones, diversas tensiones atravesaban a los nuevos ejércitos y
una en particular: la resistencia de los milicianos a convertirse en veteranos. Y
no podía haber sido de otro modo pues la población tenía bien en claro las di-
ferencias que debía haber entre una y otra forma de organización militar así co-
mo sus respectivas connotaciones sociales. […] De esta manera, los primeros
ejércitos revolucionarios constituían un aglomerado inestable y heterogéneo,
estructurado a partir de un reducido núcleo veterano y de milicias locales, que
reproducían en su interior las tramas sociales que hacían posible el recluta-
miento y la conformación de sus jefaturas inmediatas. En esas condiciones,
sus relaciones con el ampliado servicio miliciano tendían a ser tensas y con-
flictivas. (Fradkin, 2010: 68-69)

La continua ampliación del ejército revolucionario –tanto el regular como las


milicias– y la perduración de la guerra tuvieron profundas repercusiones en la
sociedad y en la economía rioplatenses. Como las milicias eran fuerzas terri-
torialmente reclutadas y que solían reflejar las jerarquías y relaciones sociales
preexistentes, su multiplicación constituyó todo un entramado de actores polí-
ticos locales; además, tendió a encuadrar militarmente las relaciones sociales
y a establecer a las autoridades milicianas como instancias de mediación en
las relaciones entre patrones, arrendatarios y peones.
Uno de los resultados de este proceso fue la configuración de liderazgos
políticos de base local de cuya mediación dependió cada vez más la capaci-
dad de movilización de las autoridades políticas y militares. De esta manera,
las fuerzas movilizadas contenían lealtades y solidaridades competitivas que
no tardaron en hacerse rivales y enfrentadas.
Pero además, la magnitud de las fuerzas revolucionarias convocadas no
deja lugar a dudas sobre el impacto que tuvo el reclutamiento sobre la pobla-
ción del territorio. Si a fines de la colonia la infantería veterana de Buenos
Aires no superaba los 2.500 hombres, en 1815 la jurisdicción bonaerense
contaba con 6.600 efectivos de línea distribuidos en 4.650 de infantería, 900
de artillería y 1.100 de caballería. Estas fuerzas regulares se completaban
con 4.000 milicianos en la ciudad y alrededores y 1.000 en la campaña en
servicio activo y otros 4.000 en servicio pasivo. Si se tiene en cuenta que el
censo de ese año arrojaba, para la misma jurisdicción, una cifra de 92.000

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habitantes, se llega a el 12% de la población pasible de ser involucrada en el


esfuerzo de guerra.
Algo similar sucedía en otras jurisdicciones. El ejército auxiliar del Alto
Perú llegó a reunir unos 8.000 efectivos. Las fuerzas enviadas al Paraguay
superaron los 2.000 efectivos y las que se remitieron a sitiar Montevideo los
2.900 mientras otros 3.300 componían las milicias orientales que comanda-
ba Artigas. La creación del Ejército de los Andes significó la formación de una
fuerza de unos 5.000 efectivos, de modo que para 1817 solo la infantería rio-
platense movilizada rondaba los 14.000 hombres. A la movilización de esas
fuerzas debe agregarse la formación del ejército de observación sobre Santa
Fe, que hacia 1818 llegó a movilizar unos 4.000 hombres.
La guerra, mucho más larga, sangrienta y generalizada de lo que se pensó
en un principio, sacaba miles de hombres de sus territorios y sus encuadra-
mientos sociales y convertía el abastecimiento de los ejércitos y el recluta-
miento en cargas muy pesadas sobre estas sociedades. No extraña, por tanto,
que la deserción fuera un fenómeno recurrente y que el bandolerismo adqui-
riera una magnitud desconocida hasta entonces.

LECTURA RECOMENDADA

RR
Fradkin, R.,“Bandolerismo y politización de la población rural de Buenos Aires tras la
crisis de la independencia (1815-1830)”, [en línea]. En: Revista Nuevo Mundo. Mundo
nuevo [2005]. Disponible en <http://nuevomundo.revues.org/index309.html> [Con-
sulta: 27-02-2012]

El impacto de la militarización fue también profundo en la economía. En los


distintos frentes de lucha la guerra no solo significada una tremenda punción
de hombres y una pesada carga para auxiliar a los ejércitos, sino que adoptó
la forma de una “guerra de recursos” de tremenda capacidad destructiva de
las economías rurales y campesinas que convertía al alistamiento en un medio
de subsistencia mientras erosionaba las bases de las relaciones de poder y
hacía aflorar las tensiones que contenía la sociedad.
Los ejércitos revolucionarios obtenían lo que necesitaban del territorio por
el que pasaban o en el que se asentaban. El costo de las guerras lo paga-
ron principalmente los vecinos de los territorios que fueron escenarios de las
batallas hasta 1820.

1.5. Cambios económicos: comercio, producción


agropecuaria y finanzas públicas
La revolución y la guerra no podían sino introducir cambios radicales en la
economía del ex virreinato. Durante la colonia, buena parte del comercio y de
la producción se encontraban organizados en torno al eje potosino que hacía
circular parte de la plata en el mercado interno, articulando espacios produc-
tivos especializados. Otro eje, que cobró mayor relevancia con las reformas
borbónicas, era el atlántico. Como se anticipó, desde fines del siglo XVIII

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también Buenos Aires se convirtió en un polo de atracción y un mercado de


consumo importante.
Entre las producciones regionales más relevantes destinadas a estos dos
grandes mercados consumidores de Buenos Aires y Potosí se encontraban las
mulas –que se criaban desde Buenos Aires hasta Salta–, los vinos y aguar-
dientes cuyanos, las carretas tucumanas, la yerba mate de las misiones y los
textiles rústicos provenientes de las tolderías indígenas pampeanas y de los
hogares campesinos de Córdoba, Santiago del Estero o San Luis. La produc-
ción agrícola –en la que el trigo era un producto sobresaliente– se consumía a
nivel doméstico o bien, dado el alto precio de los fletes, se destinaba al abas-
to de las ciudades. Por el contrario, buena parte de la producción pecuaria –
básicamente cueros y carne salada de la Banda Oriental– se exportaba hacia
Europa, ocupando un lejano segundo lugar, después de la plata, en el globo
de las exportaciones.
En consonancia con este sistema económico, eran los comerciantes –y muy
especialmente los llegados desde la península a partir de las reformas– quie-
nes dominaban las elites urbanas. Para cubrir sus riesgos –muy altos en las
frecuentes coyunturas de guerras europeas–, estos comerciantes solían diver-
sificar sus inversiones, aunque sólo secundariamente las orientaban hacia la
producción agraria.
El quiebre del vínculo colonial implicó el derrumbe de esta estructura doble-
mente centenaria y forzó una recomposición de las elites. Una vez que el Alto
Perú se perdió definitivamente, la plata potosina dejó de bajar y por lo tanto
también de nutrir los circuitos regionales que dependían de ella. Pero la plata
implicaba también el 80% de ingresos financieros de la caja de Buenos Aires
que, ante la desaparición de este rubro de importación, debió modificar su
estructura de entradas.

El cuadro ilustra lo dicho más arriba. Los fondos potosinos debieron

PP ser reemplazados por otros rubros entre los cuales los impuestos a las
importaciones y a las exportaciones tuvieron un papel central. También
la deuda interna aumentó, en particular en los años más difíciles de la
guerra.
Evolución de ingresos fiscales de la Caja de Buenos Aires 1806-1809
1806-1810 1811-1815 1816-1819
Potosí 4.800.000 900.000 ---
Aduana 2.300.000 6.400.000 5.900.000
Impuestos a la 840.000 2.800.000 2.140.000
producción y al
comercio
Donativos, 330.000 730.000 1.164.000
contribuciones y
préstamos

Fuente: (Halperín Donghi, 1982: 119-125)

Por otro lado, los comerciantes peninsulares se convirtieron en el blanco privi-


legiado de los gobiernos revolucionarios, imperiosamente urgidos de recursos
para sustentar la guerra. No pocos de ellos perdieron sus antiguas fortunas;
algunos buscaron inversiones más seguras en otros rubros como la tierra.

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Fue este el caso de la familia Anchorena que de grandes comerciantes mono-


polistas pasaron a ocupar uno de los primeros lugares entre los estancieros
del siglo XIX.
Además, como hemos visto, la secuela inmediata de la revolución fue una
economía de inseguridad, saqueo y destrucción de recursos. La movilización
permanente de las tropas restó mano de obra a las estancias y debilitó a las
economías campesinas, que no consiguieron recuperarse por varias décadas.
En cualquier caso, el antiguo sistema monopólico –filtrado de hecho por el
contrabando y la virtual ausencia de la metrópoli desde 1793– estaba heri-
do de muerte en un contexto internacional dominado por el nuevo taller del
mundo: Inglaterra. Y fueron justamente los comerciantes de aquella nación
los que vinieron a reemplazar a los antiguos emisarios de las casas peninsu-
lares caídos en desgracia, trayendo consigo nuevos productos y novedosos
métodos. Ya en la segunda invasión de 1807, el mercado porteño se había
visto inundado por las telas inglesas, atractivas y baratas; a partir de 1809,
el avance de las importaciones británicas no habría de detenerse.
La liberalización del comercio generó efectos múltiples. Por un lado, los
impuestos a las importaciones fueron creando gradualmente una fuente de
reemplazo para los recursos que la minería altoperuana había dejado de
proveer. Por el otro, ciertas producciones locales se resintieron, aunque los
resultados sólo terminarían de apreciarse en la década siguiente. Las pocas
regiones que pudieron escapar a la crisis fueron aquellas que reorientaron
sus producciones a los mercados de ultramar o Chile: Salta y algunas regio-
nes de Tucumán, La Rioja y Cuyo dirigieron su producción hacia la agricultura
y ganadería, producciones que encontraron destino en los mercados trasandi-
nos. Córdoba reorientó su producción hacia la cría de vacunos y lanares para
la exportación de cueros y cerda a Buenos Aires.
De todos modos, del territorio sobre el que se extendía el virreinato, el
Litoral fue la región que mejor pudo preservarse de los perjuicios de la guerra y
dentro de ella, Buenos Aires fue la que menos afectada se vio por los cambios.
Su situación estratégica y las nuevas demandas de los mercados europeos
facilitaron su ascenso y profundizaron la atlantización de la economía posrevo-
lucionaria. Cueros, carne salada y grasas serían los nuevos rubros exportables
pero sólo superada la década de 1810 la producción conseguiría estabilizarse.

LEER CON ATENCIÓN

En todo caso, si se debiera definir el eje del cambio económico que

LL se produce en estas primeras décadas de siglo XIX se podría sinteti-


zar como la transición entre un sistema económico centrado toda-
vía a fines de la colonia en el mercado interno –motorizado por los
centros mineros de plata del alto Perú– y los inicios de un modelo
agroexportador que va a encontrar su nuevo motor en el comercio
atlántico. (Gelman, 2010:145)

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47

LECTURA OBLIGATORIA

Schmit, R. (2010), “Las consecuencias económicas de la Revolución

OO en el Río de la Plata”, en: S. Bandieri, La historia económica y los pro-


cesos de independencia en la América hispana, Prometeo, Buenos Aires,
pp. 71-105.

LECTURA RECOMENDADA

RR
Gelman, J. (2010), “El proceso económico”, en: Argentina. Crisis imperial e indepen-
dencia, Mapfre-Taurus, Lima, pp. 143-192.

Historia Argentina Nancy Calvo - Judith Farberman - Silvia Ratto


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Historia Argentina Nancy Calvo - Judith Farberman - Silvia Ratto


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51

Las soberanías en disputa y el surgimiento


de la Confederación (1820-1852)

Introducción
La primera década de vida política independiente dejó secuelas y certezas
que iban a formar parte de la agenda futura. La revolución y la guerra contri-
buyeron a transformar la sociedad y la economía de un territorio que a partir
de la crisis política de 1820 se fragmentó en estados provinciales celosos de
su autonomía. Unitarios y federales fueron expresión de un conflicto abierto
entre modos distintos de entender cómo debía ser la futura unión y a la larga
también la forma de manifestar diferencias sociales y culturales persisten-
tes. Luego del fracaso unitario en el Congreso Constituyente de 1824-1827,
el ascenso político de Rosas en la provincia de Buenos Aires y su influjo en
el resto del territorio aplazó la solución constitucional. En cambio, fueron los
pactos inter-provinciales la base sobre la cual se estableció la Confederación.
Buenos Aires mantuvo su predominio político y económico y, sobre todo, el
control de los recursos de la aduana que seguirían estando en el centro de
las disputas luego de la derrota de Rosas en 1852.

Objetivos de la unidad
•• Comprender el proceso político de desintegración territorial y la frag-
mentación del poder político que conduce a la formación de los estados
proviciales.
•• Analizar las tranformaciones sociales y políticas provocadas por la revo-
lución y la guerra y la emergencia de nuevas formas de liderazgo militar y
político.
•• Describir el enfrentamiento entre unitarios y federales y las diferencias que
expresan en torno al modo de entender la soberanía.
•• Comprender las características de la organización Confederal y el modo en
que se articulan las relaciones entre los estados provinciales durante el
periodo rosista.
•• Analizar la dimensión conflictiva de la política y los componentes de la movi-
lización durante el periodo de predominio del rosismo.
•• Comprender los cambios económicos producidos por la desarticulación del
eje Potosí-Buenos Aires y la orientación hacia el Atlántico de la economía
del litoral.

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52

2.1. La crisis del año veinte y la fragmentación del


espacio
El régimen del Directorio sucumbió ante la imposibilidad de conservar una
unidad política y territorial que ya no respondía a las condiciones creadas por
los cambios de todo tipo que trajo la disolución del orden colonial. En febrero
de 1820 las tropas del litoral vencían a Buenos Aires; hasta entonces el centro
de irradiación de un poder que se quería tanto heredero del legado institucio-
nal de la colonia como responsable de su transformación. La crisis política
desatada como consecuencia de la derrota frente a los ejércitos de López y
Ramírez iba a traer novedades de largo alcance. De momento, el cabildo por-
teño asumió la función de gobierno, proclamó el fin del Directorio y renunció
a la condición de capital de las Provincias Unidas, inaugurando una situación
que se prolongó hasta la definitiva consolidación de un nuevo estado central.
Las autoridades de la provincia firmaron con los vencedores de Cepeda el
Tratado de Pilar, en el cual se establecía la federación como futura forma de
organización política y se proponía la convocatoria a un nuevo Congreso al que
debían asistir los representantes de “los pueblos”.

2.1.2. Las autonomías provinciales


En la primera década ya había comenzado la disgregación de las gobernacio-
nes intendencias, a través de las cuales estaba organizado territorial y admi-
En 1814, durante el gobierno
del Director Posadas, se crearon nistrativamente el Virreinato. El Litoral artiguista encabezó este proceso a la
las provincias de Entre Ríos y vez que impulsó la resistencia a la centralización promovida desde Buenos
Corrientes y unos años después Aires, delineando una alternativa federal.
Santa Fe se separó de Buenos
Aires por propia voluntad. Más
Con la crisis desatada a fines de 1819, el proceso de reconfiguración terri-
al norte, Cuyo se autonomizó de torial adquirió nuevas características. Las ciudades proclamaron su indepen-
Córdoba en 1814 y Tucumán de dencia del poder central a la vez que se fueron estructurando entidades políti-
Salta en 1815. co-territoriales autónomas sobre la base de las ciudades y su jurisdicción. En
el caso de Tucumán, el gobernador Bernabé Aráoz intentó sin éxito mantener
la unidad con Santiago del Estero y Catamarca en la República de Tucumán
(1819-1821). La Rioja se separó de Córdoba (1820), que había proclamado
su autonomía de Buenos Aires en la sublevación de Arequito. En la región de
Cuyo, San Juan, Mendoza y San Luis se autonomizaron y crearon una liga de
provincias. Finalmente, Jujuy se iba a separar de Salta (1834).

LEER CON ATENCIÓN

Las provincias surgidas en estos años no eran, en sentido estricto, una

LL prolongación de las antiguas intendencias sino el producto de una


realidad nueva, surgida de los cambios económicos y políticos que
trajo consigo la guerra y la revolución. Estos territorios, portadores
de una soberanía que comenzaría a plasmarse en instituciones repre-
sentativas y en acuerdos constitucionales a través de los cuales se hacía
legítimo el ejercicio del poder, fueron la base para la búsqueda de un
nuevo modo de vinculación.

Historia Argentina Nancy Calvo - Judith Farberman - Silvia Ratto


53

Sin renunciar a la idea de una unión futura, el lazo entre las nuevas provincias
se plasmó durante décadas a través de tratados y acuerdos interprovinciales.
Al mismo tiempo, la aparición de caudillos y tendencias localistas, la tensión
entre dos modos contrapuestos de entender cómo debía representarse la
soberanía en el futuro estado, así como las diferencias y asimetrías entre las
economías regionales, que se hacían cada vez más notables, fueron motivo
de alianzas tanto como de conflictos y enfrentamientos violentos durante todo
el periodo.

2.1.3. Buenos Aires: reformas, nuevo sistema político y


expansión ganadera
La crisis política que se desencadenó en Buenos Aires a fines de 1819, con
la disolución del Congreso y el gobierno central implicó el encumbramiento y
la caída de varios gobernadores en pocos meses. La politización surgida en
los años previos mostraba una de sus caras más conflictivas.
El cabildo había creado la Junta de Representantes de la provincia para ele-
gir gobernador pero los enfrentamientos entre partidarios del régimen caído y
los defensores de la autonomía y del federalismo o confederacionismo, junto
a la intervención de los triunfadores de Cepeda, impidieron lograr la estabili- El federalismo refiere a una forma
dad durante varios meses. Manuel de Sarratea, elegido gobernador provisio- de organización estatal en la cual
nal, firmó con López y Ramírez el Tratado de Pilar. Ni el gobernador electo ni el las provincias en tanto estados
soberanos mantienen algunas
acuerdo alcanzado iban a ser duraderos.
esferas de acción autónomas pero
En setiembre de 1820, las milicias rurales de Buenos Aires, al mando de delegan en el Estado nacional
sus jefes, entre los cuales estaba el estanciero y comandante Juan Manuel cuotas importantes de poder. En
de Rosas, impusieron como nuevo gobernador al general Martín Rodríguez. La los estados confederados, en cam-
bio, cada provincia constituye un
firma del Tratado de Benegas entre el flamante gobernador y Estanislao López, estado independiente y autónomo
al frente del territorio santafesino, selló la paz entre ambas provincias, al tiem- que delega solo algunas funcio-
po que un nuevo escenario se habría en la ex capital virreinal. El nuevo gobier- nes en el Estado nacional, cuya
no, que había surgido del respaldo político de los sectores rurales contó con el autoridad se concibe como débil y
laxa. En realidad, es esta segunda
apoyo de la elite porteña, que vio en la autonomía una oportunidad de ordenar opción la que mejor representa el
y sobre todo de reorientar la economía local; ahora que la provincia se desli- sentir de los llamados federales
gaba de las presiones políticas y económicas de la guerra de independencia. en este periodo.

La campaña libertadora de San Martín llevó la guerra primero a Chile y después al Perú.
En agosto de 1820 se inició la expedición hacia Lima y casi un año después fue declarada la
independencia del Perú. San Martín, alejado de las Provincias Unidas, inició la organización
de aquel Estado con el título de Protector del Perú hasta que las circunstancias locales y la
situación militar lo llevaron a retirase del escenario de la guerra y de la política. La guerra de
la independencia continuó con la conducción de Simón Bolívar hasta el triunfo definitivo
del Gral. Sucre y su ejército en la Batalla de Ayacucho, donde expulsaron a los realistas del
Alto Perú, en diciembre de 1824.

A poco de asumir, Martín Rodríguez nombró a Bernardino Rivadavia ministro


de gobierno y a Manuel José García ministro de Hacienda. El primero de ellos
se convirtió en el hombre fuerte del gobierno y en impulsor de un conjunto
de ambiciosas reformas que cambiaron la fisonomía del estado provincial.

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54

Rivadavia fue a la vez, durante ese periodo, el referente de un grupo de hom-


bres de la elite porteña que compartían en líneas generales una perspectiva
heredada de la cultura ilustrada, cuyos antecedentes se habían visto en el Río
de la Plata en la época de las reformas borbónicas.
Entre ellos se destacaron por su actuación pública Julián Segundo de
Agüero y Valentín Gómez, ambos miembros del clero porteño, e Ignacio Núñez,
Manuel García y Santiago Rivadavia (hermano del ministro). Otros miembros
del círculo, entre ellos Vicente López y Planes y Juan Cruz Varela acompañaron
las iniciativas reformistas desde distintos ámbitos de acción.

CC
Efectivamente, en la década del ´20, el pensamiento de la Ilustración en su últi-
ma etapa se desplegaría en múltiples corrientes de gran variedad de contenido,
a la manera de un río convertido en delta al finalizar su recorrido. En un campo
intelectual dominado aún por los debates instalados en el apogeo de la
Ilustración, comenzarían a discernirse múltiples “ismos” cuyas desemejanzas no
eran menos significativas que sus coincidencias: el Utilitarismo, la Ideología, el
“Doctrinarismo” liberal y diversas variedades del discurso republicano clásico,
se entrecruzarían y mezclarían en el ecléctico pensamiento rivadaviano. Sin em-
bargo, tanto en la selección operada cuanto en la combinatoria de aquellas co-
rrientes un factor constante sería la relación percibida entre cultura y política, o,
dicho de otra forma, entre ilustración y Estado. (Myers, 1998: 34).

El llamado grupo rivadaviano, identificado como el Partido del Orden contó


en los primeros años de la década con el consentimiento del sector más
poderoso de la clase propietaria, con intereses en el comercio y la actividad
ganadera. La perspectiva de expandir la frontera para aprovechar la creciente
demanda internacional de productos de la ganadería se combinaba con la
nueva situación de la provincia que replegada sobre sí misma, podía desen-
tenderse de la guerra, como hemos adelantado, y del costo de mantener un
gobierno central que atendiera a los problemas del resto de las provincias. De
este modo, se abrió la perspectiva de disponer de modo exclusivo del puerto y
de los recursos de la Aduana. Este fue, sin duda, el núcleo de un conflicto de
intereses de larga data entre Buenos Aires y el resto del territorio.
Las reformas de esta etapa se encaminaron a organizar el estado provin-
cial, modernizando sus instituciones políticas y culturales y creando las con-
diciones para la expansión económica. Entre las reformas políticas, la ley
electoral de 1821 fue la base del nuevo sistema representativo y tuvo una
perdurable vigencia. Por ella se estableció el voto activo amplio (todos los
varones libres, no dependientes, mayores de 20 años) y directo para la elec-
ción de los miembros de la Sala de Representantes. Se restringía, en cambio,
el voto pasivo ya que para ser electo era necesario ser mayor de 25 años y
poseer “alguna propiedad inmueble o industrial”, según lo determinaba el artí-
culo tercero de la ley. En un principio, debían elegirse 12 representantes por
la ciudad y 11 por la campaña y si bien, al poco tiempo, el número de miem-
bros de la Sala se duplicó se mantuvo la ventaja a favor de la ciudad sobre
el campo. Por otra parte, a partir de este momento, la Sala se convirtió en
el poder legislativo provincial, trasformando su función original, limitada a la
elección del gobernador.

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55

LECTURA OBLIGATORIA

Cansanello, O. (2001), “Itinerarios de la ciudadanía en Buenos

OO Aires. La ley de elecciones de 1821”, en: Prohistoria, Nº 5, Rosario,


pp. 143-170.
Ternavasio, M. (2002), “La ley electoral de 1821”, en: La revolución
del voto. Política y Elecciones en Buenos Aires 1810-1852, Siglo XXI,
Buenos Aires, pp. 75-98.

La decisión política del propio ministro Rivadavia condujo a la supresión de


los cabildos provinciales, el de la ciudad y el de Luján. De este modo se ponía
fin a una dualidad que durante la primera década de vida independiente había
causado no pocos enfrentamientos. El cabildo de Buenos Aires, ligado a la
conquista de la autonomía política desde mayo de 1810, había acompañado la
práctica asamblearia de distintos grupos que en más de una ocasión jaquea-
ron la legitimidad de los gobiernos, convirtiéndose en árbitro y límite del poder.

LEER CON ATENCIÓN

La supresión del cabildo se justificaba en la necesidad de eliminar la

LL representación corporativa que era propia de este tipo de concejos y


que era interpretada como una rémora del pasado colonial. Por otra
parte, la propuesta de reformar el viejo ayuntamiento para conver-
tirlo en una municipalidad moderna fue desechada y la nueva ley de
municipalidades debió esperar, en Buenos Aires, hasta 1854.

Las funciones antes ejercidas por la institución concejil, tales como la aplica-
ción de justicia y la policía, fueron objeto de una reforma específica. En primer
lugar, se creó una justicia de paz, y una justicia civil. La primera, lega y gratuita,
era dependiente del poder ejecutivo y se abocó a la justicia de menor cuantía.
La segunda, letrada y rentada, quedó a cargo de cinco jueces de primera ins-
tancia, dos en la ciudad y tres en la campaña. Si bien esta última fracasó en
su intento de impartir justicia en el mundo rural y fue suprimida en 1825, la
justicia de paz tuvo larga actuación judicial y política.
También se estableció una policía centralizada, sobre la base del modelo
francés, distribuida por todo el territorio provincial, con éxito dispar. De este
modo, se separaban las funciones que en el antiguo cabildo estaban reuni-
das en los alcaldes de hermandad. Otras instituciones heredadas, como el
Consulado de Comercio, fueron suprimidas y como parte de la reforma admi-
nistrativa se crearon los ministerios de Gobierno y Hacienda y Guerra.
Junto a estos cambios en la administración estatal dos reformas específi-
cas, la militar y la eclesiástica, fueron apuestas fuertes del gobierno provincial
que, según un periódico de la época, conducía “la feliz experiencia de Buenos
Aires”. En el caso de la reforma militar el objetivo era doble. Por un lado, se
trataba de reducir el gasto militar en tiempo de paz, para lo cual se pasó a

Historia Argentina Nancy Calvo - Judith Farberman - Silvia Ratto


56

retiro a un gran número de oficiales y, por otro lado, se buscaba reorientar


el ejército regular y las milicias hacia un nuevo objetivo considerado priorita-
rio: expandir y resguardar la frontera de los ataques indígenas. La Reforma
General del Clero fue una ley, intensamente debatida y aprobada en noviem-
bre de 1822, cuyos antecedentes podían rastrearse en las últimas décadas
del periodo colonial, y con la cual se daba sustento legal a la reorganización
de las instituciones eclesiásticas de la provincia. Por la misma ley se eliminó
el fuero especial del clero. Un antecedente para la supresión de todos los fue-
ros especiales, impulsada al año siguiente, en busca de una mayor igualdad
ante la ley. Además, el diezmo, un impuesto que gravaba la producción agro-
pecuaria en un momento en el cual se procuraba su fomento, fue eliminado.
El Estado se hizo cargo de una parte de los gastos del culto y de la retribución
a algunos miembros del clero.

LEER CON ATENCIÓN

Algunas órdenes religiosas, intervenidas un año antes de que se apro-


LL bara la ley, fueron suprimidas y sus bienes expropiados. Un objeti-
vo central de la reforma fue la secularización de los sacerdotes y su
subordinación al diocesano, tanto como a las autoridades civiles, de
acuerdo con el modelo de Iglesia galicana ampliamente difundido en
los países católicos durante el siglo XVIII. También se reordenaron
las funciones y la distribución territorial del clero con el propósito de
mejorar el servicio religioso y paliar la relativa escasez de sacerdotes
sobre todo en el mundo rural.

Durante estos años hubo, en Buenos Aires, una gran proliferación de periódicos que ali-
mentaron el debate público. Algunos de ellos como La Abeja Argentina o El Argos unían
el propósito educativo y cultural con la intervención política. Este último formó parte de
una experiencia más amplia que fue la creación de la Sociedad Literaria, una institución
que recreaba las formas de sociabilidad promovidas por el reformismo ilustrado del siglo
XVIII y a través de la cual se pretendía crear una opinión pública favorable a las reformas
impulsadas por el gobierno.
El debate provocado por la Reforma Eclesiástica se expresó en gran medida a través de
los periódicos. Por ejemplo, El Centinela, editado por Juan Cruz Varela, en 1822, alimentó
la polémica en defensa de la política oficial, mientras que los múltiples periódicos del fraile
Francisco de Paula Castañeda, tales como el Desengañador gauchi-político o Doña María
Retazos, expresaban en tono satírico una fuerte impugnación.

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57

Periódicos El Desengañador gauchi-político y La abeja argentina


Fuente: http://www.barriada.com.ar/CarlosSuarez/LaAbejaArgentina.jpg [Consulta: 10 de mayo
de 2013]
Y http://www.ellitoral.com/diarios/2011/02/22/culturadiario/CULT-01-web-images/01_fmt.jpeg
[Consulta: 10 de mayo de 2013]

Ambas reformas generaron descontento en buena parte de los miembros de


las corporaciones afectadas y captaron cierto malestar de otros grupos. La
revuelta conocida como Motín de Tagle, ocurrida en marzo de 1823 fue una
consecuencia de ese descontento que marcó cierto punto de inflexión, en el
consentimiento que hasta allí parecía cosechar el gobierno.

En la madrugada del 19 de marzo de 1823 algunas columnas de “gente de a caballo”,


llegada del campo, y una parte de la plebe urbana, junto a algunos miembros del clero,
sobre todo regular, y oficiales retirados de las fuerzas militares se aprestaron en la Plaza de
la Victoria para manifestar su malestar en contra del gobierno.
Era la primera expresión pública de oposición frente al gobierno. Gregorio Tagle,
identificado como el organizador de la revuelta, ex-secretario del Director Supremo Juan
Martín de Pueyrredón –y enemistado con Rivadavia desde aquellos años- ya había inten-
tado sin éxito una conspiración contra el gobierno de Rodríguez en agosto de 1822,
cuando apenas comenzaba a discutirse, en la Sala de representantes, la ley de reforma
eclesiástica, desatando una fuerte polémica a través de los periódicos.
El gobierno logró sofocar el movimiento y reprimió con dureza a los cabecillas detenidos,
pero la presunción del pleno consenso ya no se correspondía con los hechos.

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58

LECTURA RECOMENDADA

RR
Di Meglio, G. (2005), “¿Una feliz experiencia? La plebe urbana de Buenos Aires y el
problema de la legitimidad posrevolucionaria a la luz del Motín de Tagle (1823)”, en:
Entrepasados, Revista de Historia, año XIV, nº 28, Buenos Aires.

Durante la década 1820 se inició, tal como se ha anticipado, la reorientación


económica de la provincia, que tuvo como uno de sus ejes la expansión de la
frontera sur, con el propósito de incorporar nuevas tierras para la explotación
ganadera. Esta novedad era la consecuencia de un conjunto de razones que
se combinaron para poner en marcha un proceso de crecimiento territorial y
económico sin precedentes en el territorio provincial.
Por un lado, la pérdida del Alto Perú dejó a los grandes comerciantes de la
ciudad sin la posibilidad de beneficiarse de los metales preciosos que fluían
hacia el puerto de Buenos Aires. Luego de la Revolución las formas tradicio-
nales del comercio local se vieron trastocadas. Por otra parte, desde fines del
siglo XVIII, el litoral –especialmente Entre Ríos y la Banda Oriental– se había
integrado al comercio Atlántico, por medio de la exportación de productos deri-
vados de la ganadería y habían logrado una notable expansión. Este desarro-
llo se vio afectado, después de 1810, como consecuencia de las guerras civi-
les y de las reiteradas invasiones portuguesas al territorio oriental, justo en el
momento en que se incrementaba la demanda externa.
De este modo, se abrió para Buenos Aires una oportunidad de reconver-
sión económica que captó la atención de la elite. Martín Rodríguez llegó al
gobierno provincial luego de conducir una campaña militar que corrió la línea
de frontera hacia lo que hasta entonces era territorio indígena. Su gobierno
fijó en esta política una de sus prioridades y el gobernador se ocupó de ello
personalmente.
Además de establecer una política de defensa de la frontera frente a la
resistencia indígena que afectaba tanto al ejército de línea como a las milicias,
el Estado se ocupó de garantizar la ocupación de las nuevas tierras a bajo
costo mediante el sistema de enfiteusis, convertido en ley por el Congreso de
1826. Por este sistema se entregaron aproximadamente 2.500 leguas entre
La ley de enfiteusis dispuso la 1823 y 1840, más de la mitad durante la primera década. Así, grandes exten-
entrega en arriendo de la tierra siones fueron a engrosar el patrimonio de los sectores altos de Buenos Aires.
pública. Esta siguió siendo pro-
La estancia ganadera se convirtió en una unidad productiva que se exten-
piedad del Estado, que la usó
como garantía para el empréstito dió en las tierras ganadas a los indios, sobre todo en la frontera sur, creando
contratado con la casa Baring. El nuevas relaciones sociales y laborales en el medio rural. La escasez de mano
canon establecido para las tierras de obra, agravada por el reclutamiento militar y por la posibilidad de vivir sin
de pastoreo se fijó en el 8% de su
valor y para las tierras de agricultu-
trabajo permanente, dio lugar a una serie de decretos y reglamentos a través
ra en el 4%. Fueron entregadas en de los cuales el Estado se proponía combatir lo que llamaba “la vagancia”.
general grandes extensiones cuyo Por otra parte, el saladero, cuyos antecedentes se remontan a la primera
destino fue la ganadería. década pos revolucionaria, sumó a la ganadería el procesamiento y la comer-
El texto completo de la ley puede
consultarse en el siguiente enla- cialización de nuevos productos destinados a la exportación. Junto al cuero,
ce: http://archivohistorico.educ. que siguió siendo el rubro principal, se vendía el tasajo o carne salada con
ar/sites/default/files/II_10.pdf destino a los esclavos de Brasil y del Caribe.

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59

Emeric Essex Vidal, “Trabajo con el ganado vacuno”, 1817. Acuarela.


Fuente: CELA. <http://www.celarg.org/>. [Consulta: 05 de junio de 2013]. Imagen disponible en:
<http://www.celarg.org/archivos/acuarelas_de_emeric_essex_vidal.pdf>

Una iniciativa largamente postergada, que se concretó en estos años como parte de un
dispositivo de cambios culturales, fue la fundación de la Universidad de Buenos Aires en
1821. Siguiendo la impronta centralizada del modelo francés, la universidad tuvo durante
aquellos años bajo su órbita la enseñanza elemental, que contaba con la experiencia de las
escuelas lancasterianas o de educación mutua. Con ese método proliferaron las escuelas de
la ciudad y la campaña bajo la supervisión del Departamento de Primeras Letras. La ense-
ñanza secundaria, también dependiente de la universidad, se impartió a través del Colegio
de Ciencias Morales que impulsó una política de becas para jóvenes provenientes de las
elites provinciales.

2.1.4. El Litoral y el Interior: cambios económicos e


instituciones políticas
Las diferentes regiones, corrieron distinta suerte en el reordenamiento eco-
nómico que resultó tanto de las transformaciones que se venían dando en el
mercado internacional como de la desestructuración del espacio a causa de
la revolución, la guerra y la ruptura del eje que unía el centro minero de Potosí
con el puerto de Buenos Aires.
Mientras Buenos Aires, tal como hemos visto, orientó su economía a la
expansión ganadera y se benefició del crecimiento de las exportaciones en
un momento en el cual los términos de intercambio resultaban favorables a
las materias primas y a los alimentos, frente a las manufacturas importadas,
otras regiones encontraron dificultades para encauzar su economía.
El litoral, que tenía condiciones propicias para la actividad ganadera, no
tuvo beneficios inmediatos a causa de la devastación causada por las guerras,
la inestabilidad de la frontera indígena del Chaco y, también, por la competen-
cia de los productos brasileños como tabaco y yerba que ingresaban por el

Historia Argentina Nancy Calvo - Judith Farberman - Silvia Ratto


60

puerto de Bueno Aires, tal el caso de la provincia de Corrientes. Córdoba vio


trabada su recuperación en el nuevo escenario, una vez perdido definitivamen-
te el mercado altoperuano, al cual destinaba su actividad más rentable que
era la cría de mulas. La producción artesanal, especialmente textil, destinada
al mercado local no iba a compensar esa pérdida ni resistiría por mucho tiem-
po la competencia de los textiles importados.
En el resto del interior la situación no fue muy diferente. En Salta se dio
cierta recuperación con la apertura del mercado chileno después de la cam-
paña de San Martín en 1817 y del boliviano en 1825, aunque hacia 1830 una
parte de su producción se orientó hacia Buenos Aires. En Jujuy las cosas fue-
ron aún más difíciles por la fragmentación del espacio en el que producía la
población de la puna. El resto de las provincias interiores –es decir, Tucumán,
Santiago del Estero, La Rioja cada una con sus peculiaridades– fueron desa-
rrollando su sector ganadero con destino a otros mercados, junto a la agricul-
tura de consumo local y la producción artesanal. Para el caso de Catamarca,
la producción textil junto al aguardiente, se vio fuertemente afectada por la
pérdida de los mercados del litoral y Buenos Aires abiertos a la competencia
extranjera. Este fue también el caso de Cuyo que a pesar de la apertura de
la ruta andina hacia Chile, no logró por varias décadas reponerse de la pérdi-
da del mercado porteño y del litoral para sus vinos y aguardientes. En líneas
generales, el interior recompuso los circuitos de intercambio pero los flujos
eran escasos y las penurias era más la norma que la excepción.
Con este telón de fondo, las provincias, a partir de 1820, se organizaron
institucionalmente. Si bien con variantes, un rasgo en común que identifica
este proceso es que en todos los casos se establecieron sistemas represen-
tativos de acuerdo con el modelo republicano. Los cabildos fueron reemplaza-
dos por legislaturas, elegidas a partir de un sistema electoral de base amplia
para la época –salvo en unas pocas excepciones– que se encargaban de nom-
brar al gobernador. Las funciones judiciales pasaron a depender de autorida-
des específicas y progresivamente se fue dando forma a la administración y
alguna forma de sistema fiscal.
Las diferencias en cuanto a la fisonomía que adquirieron los sistemas ins-
titucionales en cada provincia tampoco fueron menores. En ciertos casos pre-
dominó la figura del caudillo, cuyo poder personal emanaba de su condición
de jefe de las milicias rurales. En tal sentido, su presencia representaba la
ampliación de las bases sociales y territoriales del poder. El caso de Santa
Fe constituye un buen ejemplo: luego de la derrota y el alejamiento de Artigas
–en desacuerdo con la firma del Tratado de Pilar al que nos hemos referido
más arriba– fue Francisco Ramírez quien intentó capitalizar su herencia pero
el entrerriano resultó desplazado y luego vencido por Estanislao López.
Un muevo tratado, el de Benegas, firmado entre Buenos Aires y Santa Fe
fue el inicio de un periodo de recuperación de la provincia en la cual el cau-
dillo santafesino gravitó por más de 20 años. López se hizo nombrar caudi-
llo en el Estatuto Provisional de 1819 y gobernó secundado por la Sala de
Representantes. En la provincia de Corrientes no existió nada similar. La
estabilidad política fue resultado del acuerdo entre los sectores vinculados
al comercio y la ganadería que lograron dominar la escena local durante el
mismo periodo. Los gobernadores se alternaron cada tres años sin posibilidad
de reelección inmediata y sin mando directo sobre las tropas.

También en el norte, al igual que en Cuyo, difieren las situaciones locales

Historia Argentina Nancy Calvo - Judith Farberman - Silvia Ratto


61

y el funcionamiento de las instituciones nacidas durante la década de 1820


para hacer efectiva la autonomía recién conseguida. Mientras Santiago del
Estero, con Felipe Ibarra o la Rioja con Facundo Quiroga son ejemplos conoci-
dos del ejercicio del poder por parte de caudillos surgidos del liderazgo militar
que dominaron el escenario político por periodos prolongados, en Tucumán,
en Salta, en Catamarca, en San Juan y Mendoza, y también en la provincia de
Córdoba, varió la dinámica de los sistemas políticos al ritmo de las cambian-
tes alianzas locales, de la interferencia de los poderes vecinos y de los lazos
de afinidad u hostilidad con la ex capital.
En efecto, este último aspecto adquiere relevancia porque a lo largo del
periodo los estados provinciales, aun celosos del manejo autónomo de sus
asuntos, no renunciaron al propósito de constituir una organización que los
uniera. Los pactos y acuerdos interprovinciales dan cuenta de esa voluntad al
señalar el compromiso con la próxima convocatoria a un congreso para resol-
ver la forma que debía tener aquella organización, dicho de otro modo, para
definir cómo habría de representarse legítimamente la soberanía territorial en
el nuevo estado central.
Luego del fracaso de la propuesta de reunir un Congreso en Santa Fe
que formaba parte de lo acordado por el Tratado de Benegas, fue el gober-
nador de la provincia de Córdoba, Juan Bautista Bustos, quien promovió un
nuevo encuentro interprovincial, impedido por la resistencia de Buenos Aires.
Finalmente, por iniciativa de esta última, se reunió el Congreso Constituyente
de 1824, que terminaría en un nuevo fracaso, no sin antes contribuir a delinear
la tajante división entre unitarios y federales que iba a caracterizar el conflicto
político en las siguientes décadas.

LEER CON ATENCIÓN

Las investigaciones de las últimas décadas han revelado la existen-

LL cia de una sociedad y un espacio político menos simplificado del


que aportaba la imagen tradicional para la etapa pos-independiente.
Según aquella versión, muy arraigada, en una sociedad de estancieros
y peones, los caudillos no eran más que la expresión de la “barbarie”
que resultaba del vacío institucional posterior a 1820. Hoy se han
revisado las visiones puramente clientelares de esta forma de lideraz-
go. Es posible sostener entonces, que los caudillos, con diferencias y
matices que responden a las distintas realidades locales, han sido la
expresión de formas de legitimidad emergentes, entrelazadas con las
nuevas instituciones republicanas que acompañan la creación de los
estados autónomos. En este marco, se han reinterpretado las formas
políticas, económicas, territoriales y simbólicas, asociadas al fenó-
meno del caudillismo de la primera mitad del siglo XIX que dista de
ser homogéneo.

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62

LECTURA OBLIGATORIA

Chiaramonte, J. (1986), “Legalidad constitucional o caudillismo:

OO el problema del orden social en el surgimiento de los Estados autó-


nomos del Litoral Argentino en la primera mitad del siglo XIX”, en:
Desarrollo Económico, 26/102, Buenos Aires, pp. 175-196.

1.

KK La ciudadanía constituye un concepto clave de la teoría política y es un


aspecto central de los regímenes políticos cuya legitimidad reside en
la soberanía popular, como tal ha sido problematizada desde distintas
dimensiones y disciplinas. A partir de lo expuesto y de las lecturas que se
sugieren a continuación, elaborar un texto que dé cuenta del aporte que
la perspectiva histórica puede hacer al conocimiento de este concepto.
Annino, A., “El voto y el XIX desconocido”, [en línea], Foro ibero-ideas, 2004.
Disponible en: <http://foroiberoideas.cervantesvirtual.com/foro/data/4864.pdf>

Cansanello, O. (2001), “Itinerarios de la ciudadanía en Buenos Aires. La ley de


elecciones de 1821”, en: Prohistoria, Nº 5, Rosario, pp. 143-170.

Ternavasio, M. (2002), “La ley electoral de 1821”, en: La revolución del voto. Política
y Elecciones en Buenos Aires 1810-1852, Siglo XXI, Buenos Aires, pp. 75-98.

2.2. Unitarios y federales en Buenos Aires, el Litoral y


el Interior
La convocatoria a un nuevo congreso constituyente resultó de un cambio de
escenario local e internacional. Por una parte, los miembros del Partido del
Orden, encabezados por Rivadavia, se sintieron confiados en poder liderar el
nuevo encuentro. Por otro, varias razones llevaron a apurar la convocatoria.
En principio, la llegada de una misión española para evaluar la posibilidad de
un acuerdo de paz y amistad, que finalmente no prosperó por la derrota de los
liberales en la península. Además, la posibilidad de obtener el reconocimiento
de la independencia por parte de Gran Bretaña. Si bien Brasil y Portugal lo
habían hecho en 1821 y Estados Unidos en 1822, la firma de un Tratado de
Amistad y Comercio, acorde con la política que patrocinaba la corona británica
como condición para el reconocimiento de la independencia y la negociación
de un préstamo de la banca Baring Brothers, imponían la necesidad de contar
con una autoridad central.
Finalmente, otra razón que justificaba la urgencia de la reunión era la situa-
ción creada en la Banda Oriental, que se encontraba ocupada por los portu-
gueses desde 1817. En 1822 pasó a formar parte del Imperio del Brasil con
el nombre de provincia Cisplatina. La intervención o no en este asunto dividía
la opinión en las Provincias Unidas.
Mientras tanto, en Buenos Aires, Martín Rodríguez fue sucedido por Las
Heras y Rivadavia viajó a Londres, dispuesto a tomar distancia de la política
provincial, luego de perder la elección. Los principales referentes de su fac-
ción se trasladaron al Congreso recién reunido y proyectaron su influencia al

Historia Argentina Nancy Calvo - Judith Farberman - Silvia Ratto


63

escenario nacional donde comenzarían a ser reconocidos como unitarios. La


elección de representantes de las provincias se hizo con base en el criterio
de proporcionalidad, que otorgó el predominio numérico y la iniciativa política
a la delegación porteña.
El Congreso comenzó en un clima de moderación, justificado por las des-
confianzas mutuas entre Buenos Aires y algunos estados provinciales lo cual
quedó reflejado en la solución de compromiso que significó la aprobación de
la Ley Fundamental. Por ella se disponía que la Constitución que el congreso
iba a sancionar debía ser aprobada por cada una de las provincias, en un claro
reconocimiento de sus derechos soberanos. Por esa misma ley, las provin-
cias delegaban el poder ejecutivo nacional provisorio en el estado de Buenos
Aires. El dilema planteado no era nuevo. Se trataba de definir dónde residía el
poder constituyente, por tanto, cómo habrían de comportarse los legisladores:
¿eran representantes de las soberanías particulares, de los pueblos, o debían
representar a la Nación allí reunida, como la “voluntad general” del pueblo?
El tema estuvo presente desde el comienzo y aunque de momento se pos-
tergó la discusión de fondo era claro que resultaría ineludible. La aprobación
del Tratado de Amistad con Gran Bretaña, que habilitó el debate sobre la tole-
rancia religiosa resistida por varios estados provinciales, o la promulgación
de la ley que creaba el Ejército nacional sobrevolaron aquel asunto, dejando
claro los términos y las diferencias que habría que saldar para poder sancio-
nar una constitución.

El artículo 12 del Tratado de Amistad con Gran Bretaña establecía:

C
[…] los súbditos de S.M.B. residentes en las Provincias Unidas del Río de la Plata,
no serán inquietados, ni perseguidos, ni molestados por razón de su religión; más
gozarán de una perfecta libertad de conciencia en ellas, celebrando el oficio Divino
ya dentro de sus propias casas o en sus propias y particulares Iglesias o Capillas,
las que estarán facultados para edificar y mantener en los sitios convenientes que
sean aprobados por el gobierno de las dichas Provincias Unidas, también será
permitido enterrar a los súbditos de SMB que murieran en territorio de las dichas
Provincias Unidas en sus propios cementerios que podrán del mismo modo libre-
mente establecer y mantener. Iguales condiciones se reconocen a los ciudadanos
de las Provincias Unidas en conformidad con el sistema de tolerancia establecido
en los dominios de su Majestad. (Asambleas Constitucionales Argentinas. Conferencias
Secretas, 15 de febrero de 1825, p. 1275)

La oposición y la desconfianza que despertó la reforma eclesiástica porteña,


sobre todo en algunas provincias, fue el trasfondo de la discusión sobre el
Tratado con Gran Bretaña, que tenía como condición la libertad religiosa para
los ingleses. La prensa cordobesa, nacida justamente en estos años, azuzó
el fantasma de la “irreligión” a través de periódicos como El Intolerante o
el Cristiano Viejo. En este clima, varios representantes provinciales llegaron
al Congreso con el mandato expreso de las legislaturas provinciales de no

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admitir ninguna alteración en materia de religión. Finalmente, se aprobó el


tratado con el resguardo que había establecido la ley fundamental. Así, cada
provincia se reservaba el derecho de no suscribir normas que contradijeran
las leyes provinciales que en más de un caso establecían la exclusividad del
culto católico. En la práctica, el artículo 12 sólo beneficiaba a los ingleses
protestantes de la provincia de Buenos Aires. Poco después, a instancias del
gobernador Las Heras, la legislatura porteña estableció la libertad de cultos,
ampliando un derecho que por efecto del tratado se había constituido en un
privilegio exclusivo para los residentes británicos.

PARA REFLEXIONAR

Las disputas en torno a las cuestiones religiosas fueron parte del con-

PP flicto político abierto durante la década de 1820. En última instancia


se expresaban las diferencias y las tensiones provocadas por el desplie-
gue de una sociedad más secularizada, en la cual se iba abandonan-
do la unanimidad religiosa propia de la época colonial. Mientras que
se incorporaban gradualmente nuevas ideas e influencias culturales
diversas así como miembros de otros cultos se hacía necesario redefi-
nir el lugar de la iglesia católica y de la religión como tal en el nuevo
orden que se estaba construyendo.

LECTURA RECOMENDADA

RR
Calvo, N. (2004), “Lo sagrado y lo profano. Tolerancia religiosa y ciudadanía política
en los orígenes de la república rioplatense», en: Andes. Antropología e Historia, n° º15,
CEPIHA, Facultad de Humanidades, UNSalta, pp. 151-180.

Durante el año 1826, un conjunto de leyes impuestas por el grupo porteño,


con el trasfondo de la declaración de guerra al Brasil, condujo a un nuevo fra-
caso constitucional y desató el enfrentamiento entre unitarios y federales, que
terminó en la guerra civil y en una crisis política de vasto alcance.
En efecto, la oposición porteña, al frente del gobierno provincial desde
1824, se había incorporado al Congreso. Manuel Moreno y Manuel Dorrego,
encabezaron a los federales y se opusieron a la aprobación de la ley de presi-
dencia, que creaba el poder ejecutivo nacional, al frente del cual fue designa-
do Rivadavia, antes de que fuera sancionada la Constitución.
La reacción en contra de la ley de Capitalización de Buenos Aires fue aún
más fuerte. Con ella, el grupo unitario se malquistaba no sólo con los fede-
rales sino también con los sectores de la elite porteña vinculados a los inte-
reses ganaderos. Esta ley dividía la provincia en tres: el poder nacional se
reservaba la ciudad y el puerto mientras que al norte se establecía la provin-
cia del Paraná con capital en San Nicolás y al sur la del Salado con capital en
Chascomús. Como consecuencia también se eliminaban las instituciones pro-
vinciales –la gobernación y la Sala de Representantes– que el mismo grupo
había contribuido a crear en 1821 pero que ya no controlaban.

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Todo esto con un trasfondo de penuria a causa de la guerra contra el


Brasil: reclutamientos forzados, desorden productivo en la campaña y fuerte
inflación monetaria a causa de la desmesurada emisión. Finalmente, en un
marco de fuertes enfrentamientos dentro y fuera de la asamblea, se sancionó
la Constitución unitaria de 1826 que si bien tenía puntos de contacto con su
antecedente de 1819, introducía algunas novedades. Entre ellas, la restric-
ción del derecho a votar, que afectaba a peones, jornaleros, soldados de línea
y a los considerados vagos. Uno de los más firmes opositores a esta disposi-
ción fue Dorrego, un político con predicamento entre los sectores populares
porteños.

LEER CON ATENCIÓN

La participación política de los sectores populares en las primeras

LL décadas del siglo XIX ha sido uno de los temas estudiados en los últi-
mos años. El resultado de las investigaciones ha permitido poner en
discusión las explicaciones más simplistas, que sólo reconocen mani-
pulación y clientelismo en la adhesión de los sectores subalternos a
un jefe o a un grupo. Los modos de intervención y las acciones polí-
ticas de los sectores subordinados encuentran, desde este cambio de
perspectiva explicaciones diversas:

C
Las dirigencias unitaria y federal tenían una composición social similar, todos
eran miembros de la elite. Pero los federales se identificaron y fueron iden-
tificados con lo popular mientras sus adversarios eran “considerados como
miembros de una nueva aristocracia que empezaba a fundarse” (T Iriarte
Memorias vol3 p218). En 1826 en el congreso constituyente, los unitarios
propusieron quitarle el derecho de voto a los “vagos”, jornaleros, domésticos
y soldados, porque en su opinión hacían lo que decían sus patrones. Dorrego
sostuvo que los “domésticos asalariados” y los jornaleros gozaban de más
libertad que los empleados del Estado, puesto que podían cambiar de tra-
bajo y de patrón, al tiempo que los otros eran totalmente dependientes del
gobierno. Si se excluía injustamente el sufragio a unos, era también nece-
sario quitárselo a los otros. ”¿Y qué es lo que resulta de aquí?” una aristo-
cracia la más terrible, si se toma esta resolución, porque es la aristocracia
del dinero, argumentó, “y desde que esto se sostenga se echa por tierra el
sistema representativo, que fija su base sobre la igualdad de los derechos”.
El unitario Manuel Castro le contestó que “las aristocracias de sangre” eran
perniciosas “pero aquellas aristocracias que nacen de la naturaleza de las
cosas, no hay poder en la tierra que pueda vencerlas (…) Dios ha puesto a
esa misma desigualdad en las cosas”–(ACA tomo3. p736). Debates como
éste, que se conocían muy bien en una ciudad donde las nuevas corrían
rápidamente, eran reveladores para una plebe con aspiraciones igualitarias.
Todo esto ayudó a construir la adhesión popular al federalismo, percibido por
muchos como un defensor de los intereses populares. (Di Meglio, 2010: 20)

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La Constitución fue rechazada por las provincias en medio del conflictivo esce-
nario creado por las negociaciones de paz emprendidas por Manuel José
García para terminar la guerra contra Brasil. Sin que mediara una derrota mili-
tar, la anexión de la Banda Oriental al Imperio de Brasil resultaba una solución
inadmisible. Así, como consecuencia del conjunto de desaciertos, Rivadavia
renunció y el Congreso eligió para remplazarlo a Vicente López y Planes, quien
no pudo evitar el derrumbe del gobierno ni del congreso.

La guerra contra el Brasil fue consecuencia de la acción iniciada por los Treinta y Tres
Orientales, conducidos por Juan Antonio Lavalleja, para independizar la Banda Oriental
del imperio del Brasil. Durante el año 1825 obtuvieron el control sobre la campaña orien-
tal y el Congreso de la Florida declaró la reunificación de la Banda Oriental a las Provincia
Unidas. La aceptación de esta decisión por parte de los constituyentes precipitó la decla-
ración de guerra por parte de Brasil. La causa de los orientales tenía apoyos en Buenos
Aires y el Litoral y en el marco del Congreso el grupo rivadaviano vio en la contienda una
forma de apurar la solución unitaria, incluida la concentración del poder en la flamante
institución de la presidencia.
El resultado no sería el esperado. La guerra se prolongó y causó problemas económicos
derivados del bloqueo al puerto que redujo los impuestos aduaneros. El empréstito inglés
se consumió totalmente en este trance y Buenos Aires conocería la inflación a causa de la
emisión de papel moneda con la cual se financió el endeudamiento del Estado con el recién
creado Banco Nacional. Por otra parte, el reclutamiento afectó a los sectores populares y
alimentó las tensiones que habrían de desatarse al final del conflicto, no solo en la campaña
de Buenos Aires. Para completar el cuadro, los intereses de Gran Bretaña jugaron un papel
fundamental en la solución acordada. La creación de un estado independiente distaba de ser
el resultado esperado por los promotores de la guerra y por la oficialidad del ejército regular
que participó en el campo de batalla.

En el interior, como corolario de las tensiones acumuladas durante esos años


estalló una guerra civil que fortaleció el liderazgo de Facundo Quiroga, con-
vertido en jefe político del federalismo luego de una primera etapa en que, su
rivalidad con el gobernador de Córdoba Juan Bautista Bustos, lo había llevado
a apoyar la posición unitaria en el Congreso. El conflicto entre Unitarios y
Federales se alimentó con el rechazo a la Constitución de 1826 y se propagó
como resultado del regreso de los ejércitos que habían participado en la guerra
con el Brasil.
En Buenos Aires, restablecida la situación anterior a la sanción de ley de
capitalización, fue electo gobernador Manuel Dorrego, consagrando por pri-
mera vez en la provincia el triunfo de los federales. Entre las cuestiones más
apremiantes a resolver por el nuevo gobernador, a cargo de las relaciones exte-
riores de las Provincias Unidas, se encontraban las negociaciones de paz con
Brasil. A instancias de Inglaterra, el resultado fue la creación de la República
Oriental del Uruguay.
La prolongación del conflicto se hacía insostenible por las dificultades eco-
nómicas y por la fatiga social pero el regreso de las tropas y especialmen-
te de la oficialidad alineada mayoritariamente con los unitarios, que habían
sido derrotados políticamente en el congreso y en las elecciones provinciales,
no auguraba precisamente el fin de los enfrentamientos. En efecto, el 1° de
diciembre de 1828 un golpe liderado por Lavalle depuso al gobernador para

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luego ordenar su fusilamiento. Este hecho marcó la política provincial y sus


consecuencias se irradiaron más allá de ella.
Los amotinados de diciembre buscaron fortalecerse en la ciudad de
Buenos Aires pero la campaña fue el escenario de una movilización de fuer-
zas sin precedentes, cuyo contenido y significado ha sido revisado por la his-
toriografía en los últimos años con el propósito de conocer las motivaciones y
modos de acción de los sectores populares en el medio rural.

LECTURA RECOMENDADA

RR
González Bernaldo, P. (1987), “El levantamiento rural de 1829: el imaginario social
y sus implicancias políticas en un conflicto rural”, en: Anuario IEHS, n°2, Tandil, pp.
135-176.
Fradkin, R. (2008), ¡Fusilaron a Dorrego!, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, pp.
73-139.

El liderazgo político de Rosas se consolidó desde entonces. Poco antes había


sido designado por Dorrego comandante general de milicias en la campaña y
pudo aglutinar las heterogéneas fuerzas que participaron del levantamiento
rural de 1829 entre las cuales los milicianos –vecinos y paisanos en cumpli-
mento del servicio militar– y los indios amigos jugaron un rol fundamental.
También logró reunir el apoyo de Estanislao López y de los federales del litoral
reunidos en la Convención de Santa Fe para sitiar la ciudad y vencer a las
fuerzas de Lavalle.
El conflicto entre unitarios y federales se exacerbó y entre 1829-1832 se
desencadenó la guerra civil en todo el territorio. En Buenos Aires, Lavalle y
Rosas suscribieron el Pacto de Cañuelas para poner fin a las hostilidades pero
las fallidas elecciones de julio de 1829 mostraron una vez más el grado de
violencia que se había instalado en la política provincial. Un nuevo acuerdo,
firmado en Barracas, culminó con el nombramiento de Juan José Viamonte
como gobernador provisorio. Se decidió, entonces, restablecer la Sala de
Representantes que había sido suprimida durante el golpe de diciembre de
1828. Así, un año después de aquel suceso eligieron gobernador, casi por
unanimidad, a Juan Manuel de Rosas, que a lo largo de ese año se había con-
vertido a los ojos de muchos en el único que podía conducir los destinos de
la provincia.
Mientras tanto,el General Paz, una vez que se apartó de la política porte-
ña, donde había integrado el gabinete de Lavalle, se dirigió a la provincia de
Córdoba y derrotó al gobernador Bustos para ocupar su lugar. Poco después,al
frente de las fuerzas unitarias venció a las milicias de Quiroga en la Batalla de
la Tablada y luego en Oncativo. Con esta ventaja –que alimentaba los temores
entre los federales del litoral, prescindentes hasta el momento en ese esce-
nario regional– Paz armó,a mediados de 1830, la Liga del Interior que agrupa-
ba a las provincias del norte bajo su control.

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2.2.1. El primer gobierno de Rosas (1829-1832)


Rosas fue electo gobernador de la provincia de Buenos en diciembre del 1829
con “facultades extraordinarias” según lo resuelto por los firmantes del acuer-
do de Barracas. Estas condiciones excepcionales, por las cuales se suspen-
dían las garantías de los derechos individuales, se justificaban en el estado
de inquietud que aún perduraba en la provincia y estarían vigentes hasta que
se inaugurara la nueva Sala de Representantes, algunos meses después. Más
novedoso fue el título de “Restaurador de las Leyes”, con el cual se aludía al
orden en general pero en particular al que se había creado en la provincia a
partir de la autonomía del año veinte. Este elemento llama la atención sobre
un aspecto que la historiografía reciente ha destacado.
El orden rosista se construyó sobre las instituciones y con la vigencia de
las normas establecidas en la provincia de Buenos Aires durante la década
anterior. La Sala de Representantes, la justicia de Paz y la práctica regular
del sufragio, que habilitaba a una parte importante de la población masculi-
na, según los términos de la Ley de 1821, son ejemplos notables y no únicos
de las continuidades institucionales sobre las cuales se asentó un gobierno
cuya preocupación por generar un orden estable, después de dos décadas de
guerra, era también compartida por el conjunto de la elite rioplatense. Más
significativo aún, en orden a las continuidades, fue la persistencia del esta-
do de Buenos Aires como beneficiario exclusivo de las rentas de la aduana
que producía el crecimiento del comercio exterior y la expansión de la fronte-
ra ganadera. Este Estado, que antecedió en diez años al gobierno de Rosas,
sobrevivió a su caída en 1852 y su subordinación a los poderes nacionales
se demoró por varias décadas, hasta 1880. Por otra parte, los factores de
continuidad que inscriben al rosismo como un momento en el recorrido hacia
la construcción del Estado nacional, no anulan los elementos propios de un
régimen político que movilizó distintos recursos materiales y simbólicos para
garantizar su permanencia por casi veinte años.

LEER CON ATENCIÓN

En los últimos años las investigaciones sobre este periodo han per-

LL mitido superar las barreras impuestas por una polémica que hacía de
la época de Rosas no solo un campo de disputa ideológico sino tam-
bién una especie de ruptura, un momento excepcional que obtura-
ba la posibilidad de ver, más allá de las diferencias reconocibles en
este largo periodo capturado por la figura de Juan Manuel de Rosas,
los procesos sociales, económicos y políticos que con persistencias y
transformaciones fueron configurando el espacio territorial y social
sobre el cual habría de construirse más tarde el Estado nacional.

Entre las primeras acciones del gobierno de Rosas se cuentan las exequias
de Manuel Dorrego, realizadas en la ciudad de Buenos Aires con un gran
despliegue. Este acto estuvo cargado de significaciones. Si, por una parte,
se procuraba dar por terminada una etapa, más importante aún era la que se
iniciaba a partir de allí.

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Hay en este evento un sentido de reparación, dirigido a los sectores que


apoyaban al gobernador Dorrego y que de allí en más se convirtieron en una
sustancial base de apoyo para el nuevo gobierno. Además, los rituales y las
fiestas constituyeron una de las claves para amalgamar la identidad federal
que durante los años rosistas acentuó su identificación con lo popular. No se
trató, sin embargo, de un recorrido exento de conflictos. La disputa por el lega-
do de Dorrego fue, sin duda un elemento de la división entre los propios fede-
rales de Buenos Aires. El contenido de esa identidad y el lugar que se le otor-
gaba al liderazgo de Rosas en ese universo, fue materia de la disputa entre
los “cismáticos”, reacios a conceder todo el poder al gobernador y “apostóli-
cos” que se alinearon sin ambages detrás de su jefatura.

Charles Henri Pellegrini, La tertulia porteña, 1831. Acuarela.


Fuente: CELA. <http://www.celarg.org/>. [Consulta: 05 de junio de 2013]. Imagen disponible en:
<http://www.celarg.org/archivos/cuadros_de_charles_henri_pellegrini.pdf>

2.2.2. El Pacto federal (1831) y el origen de la Confederación


Los federales del litoral tenían en común, más que los objetivos sobre los
cuales debía establecerse la futura unión de las provincias, el creciente rece-
lo por el crecimiento del poder de José María Paz en el interior. Una serie de
misiones y misivas intercambiadas a lo largo del año 1829 no habían logrado
resultados concretos para la paz de modo que ambos bloques se preparaban
para la guerra.
Durante el año 1830, se sucedieron reuniones y acuerdos que consolidaron
las posiciones enfrentadas. El general Paz, en un escenario político precario
por las luchas internas en los territorios provinciales arrebatados a los fede-
rales, logró conformar la Liga del Interior –que congregaba a Córdoba, Salta,
Tucumán, Santiago, La Rioja, Catamarca, San Juan, Mendoza y San Luis–, con-
centraba el poder militar y disponía el retiro de la representación que hasta
entonces ejercía Buenos Aires para el manejo de las relaciones exteriores.

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Por su parte, Rosas se reunió en San Nicolás de los Arroyos con Estanislao
López y Pedro Ferré, enviado por la provincia de Corrientes, dando inicio a una
serie de encuentros al cabo de los cuales se sellaría un acuerdo interprovin-
cial. Pero, al mismo tiempo, se iniciaron los preparativos militares en Buenos
Aires, donde se encontraba Facundo Quiroga –luego de su derrota en Oncativo–
y en Santa Fe, donde se refugiaban los caudillos federales del Norte como
Felipe Ibarra de Santiago del Estero.
Hacia mediados de 1830 los representantes de Santa Fe, Entre Ríos,
Corrientes y Buenos Aires encaminaban las negociaciones hacia la redacción
de un tratado que fue también la ocasión de expresar las diferencias. La posi-
ción librecambista del representante porteño daba cuenta de los intereses de
los exportadores de esa provincia mientras que el proteccionismo del corren-
tino Ferré procuraba la defensa de las “industrias provinciales” que necesi-
taban del mercado interior, también proponía la formación de un organismo
interprovincial encargado de disponer el marco apropiado para la organización
del país.
El acuerdo se demoró. Corrientes no suscribió inicialmente el tratado firma-
do el 4 de enero de 1831. El Pacto Federal fue al comienzo, principalmente,
una alianza militar pero esta condición fue superada con la derrota unitaria,
acaecida por la captura de Paz y el triunfo de Quiroga sobre Lamadrid a fines
de 1831. Más allá de este aspecto, el acuerdo reconocía la libertad e inde-
pendencia de los estados provinciales y creaba una Comisión Representativa
de las Provincias Litorales en la cual delegaba un conjunto de atribuciones
militares y la potestad de invitar al resto de las provincias a reunirse en una
federación para organizar el país.
Este último aspecto fue boicoteado por el representante de Buenos Aires,
que expresaba la posición del Gobernador, en el sentido de evitar la convo-
catoria a un nuevo congreso constituyente, hasta tanto no estuviera garanti-
zada la pacificación. Estaban en juego, entre otras cosas, los recursos de la
aduana de Buenos Aires que, como hemos dicho, fueron objeto de disputa por
varias décadas, más allá del periodo rosista. Las provincias, empezando por
Corrientes y sumando luego al Noroeste y Cuyo, suscribieron el acuerdo que
dio lugar a una confederación en la cual cada una conservaba su soberanía y,
por tanto, su autonomía institucional.
Éste fue el marco de las relaciones interprovinciales hasta la sanción de
la Constitución de 1853. La representación en el manejo de las relaciones
exteriores recayó una vez más en Buenos Aires, cuya hegemonía política estu-
vo asegurada por la mayor disponibilidad de recursos políticos y económicos
pero también por influencia creciente del liderazgo de Rosas. De todos modos,
en 1832 los hombres fuertes del federalismo eran también Estanislao López
y Facundo Quiroga.

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71

LEER CON ATENCIÓN

El sistema confederal establecido en 1831 resguardaba la sobera-

LL nía de las provincias y de allí su autonomía institucional. Tal forma


de organización, avalada por Rosas que recelaba de la convocatoria
a un nuevo Congreso donde se discutieran las condiciones para un
nuevo orden unificado, favorecía especialmente a la provincia de Bue-
nos Aires que expandía su frontera agropecuaria en consonancia con
el crecimiento de la demanda externa de productos pecuarios. Así,
ganaderos y comerciantes disfrutaban de la integración al mercado
internacional mientras engrosaban las rentas de la aduana, recursos
celosamente resguardados por los poderes provinciales que, en esta
etapa, fueron clave para la defensa del sistema político provincial e
interprovincial

2.3. La construcción del régimen rosista


El orden político creado por el federalismo porteño se asentó en gran medida
en el liderazgo de Rosas, que se impuso progresivamente al tiempo que supri-
mía la competencia de los posibles rivales. Como hemos visto, la capacidad
de movilizar adhesiones se manifestó a partir de su función de comandante
de las milicias rurales a las que se sumaron otros sectores de la campaña
como los indios amigos, a los que nos hemos de referir. Convertido en jefe de
los federales porteños, luego del fusilamiento de Dorrego, heredó también el
arraigo popular que había identificado a aquel gobernador.
Por otra parte, mientras que la firma del pacto federal dio el marco jurídico
que sustentó la Confederación, la impronta de Rosas trascendió el territorio
provincial. Sin embargo, tanto en el escenario porteño como en el plano inter-
provincial la consolidación del poder personal que caracterizó el largo periodo
iniciado en 1835, fue el resultado de un conflictivo proceso en el cual sin alte-
rar radicalmente la continuidad, el federalismo encarnado por Rosas innovó
en distintas dimensiones de la política.

2.3.1. La división del federalismo y el liderazgo de Rosas


Durante el año 1832, derrotados militarmente los unitarios y mientras se
acercaba a su fin el periodo para el cual Rosas había sido electo gober-
nador, se profundizaron las diferencias entre los federales porteños. El
emergente del conflicto entre las dos facciones era la posibilidad de la
vuelta a la normalidad institucional, que se traducía en la no renovación de
las facultades extraordinarias. Esta se convirtió en la posición mayoritaria
en la Sala de Representantes, mientras Rosas consideraba inadmisible
gobernar sin esas condiciones de excepción por el peligro que a su juicio
representaba carecer de ellas para el mantenimiento de la concordia.
Así, hacia fin de año, la Sala proponía con insistencia la reelección pero
se negaba a concederle la excepcionalidad. El gobernador, por su parte,
declinó reiteradamente la candidatura. Finalmente, con su consentimien-
to, resultó electo Juan Ramón Balcarce, hasta entonces su ministro de

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72

guerra. Rosas, reasumió su cargo de comandante de milicias y se dispuso


a emprender la “Campaña al Desierto”. Como se verá, este alejamiento de
La “Campaña al Desierto” fue la
la ciudad no significó en modo alguno un desentendimiento de los asuntos
expedición al Río Colorado que políticos provinciales, más bien al contrario.
Rosas inició en marzo de 1833.
El plan original, diseñado durante
su gobierno, preveía una acción
combinada entre varias provincias, En enero de 1833 los ingleses obligaron a José María Pinedo y a los pocos pobladores que lo
con participación de Chile, con el acompañaban a abandonar las Islas Malvinas. En 1823 Luis Vernet había iniciado el repo-
propósito de afianzar la frontera al
sur del Salado. Finalmente, Rosas
blamiento de las islas, disputadas por las potencias colonialistas a lo largo del siglo XVIII y
encaró solo la tarea y no contó efectivamente ocupadas por España hasta la época de la revolución. Desde Buenos Aires se
con fondos extra de la provincia creó una comandancia militar a cargo del gobernador Luis Vernet desde 1829. Poco después
por lo cual recurrió a la colabo- se sucedieron incidentes con barcos norteamericanos, la fragata “Lexington” atacó Puerto
ración de algunos hacendados. Soledad en 1831 y Vernet viajó a Buenos Aires. Al año siguiente el gobernador Balcarce
El ejército organizado en tres divi-
envió a Pinedo con la orden de resistir pero dada la superioridad de las fuerzas británicas
siones –a la derecha Félix Aldao,
el centro a cargo de José Ruiz la flota Sarandí abandonó el territorio. Así, se inició en 1833 la ocupación de las islas por
Huidobro, y a la izquierda el pro- parte de los británicos.
pio Rosas que asentó su cuartel
general en el Rio Colorado– avan-
zó hasta la isla Choele-Choel en
el Rio Negro y consolidó la fron-
tera incorporando a la provincia
Entre1832 y 1835 los conflictos entre los federales de Buenos Aires se
de Buenos Aires 2900 leguas de
territorio pacificado mediante la agudizaron. En abril de 1833, las elecciones para la renovación de la
combinación de una hábil política Sala de Representantes, dieron la ocasión de actuar la fractura entre los
de alianzas con los indios amigos federales doctrinarios o cismáticos y los rosistas o apostólicos, como se
y con la derrota de una gran can-
tidad de tribus enemigas. El éxito
denominaban a sí mismos. Es de notar que se echaba mano de nocio-
de la expedición fue un factor más nes que evocaban las diferencias religiosas. El potencial simbólico de las
a favor del prestigio personal de divergencias entre católicos estaba a la orden del día desde la época de
Rosas que había asumido el desa- Rivadavia en que la reforma del clero había anticipado las luchas políticas.
fío de modo personal.
El grupo opositor a Rosas, liderado por Enrique Martínez, primo y minis-
tro de guerra del gobernador Balcarce, logró colar una lista alternativa a la
que había sido consensuada con los seguidores de Rosas y aprovechando
el poder institucional para controlar las mesas, como era habitual en aquel
tiempo, movilizó parte de la fuerza militar a su cargo y a los empleados de la
administración y volcó en su favor el resultado. La maniobra sorprendió a los
apostólicos y desató fuertes tensiones en la ciudad que se repitieron y agrava-
ron en las elecciones complementarias del mes de junio. En esta ocasión los
seguidores de Rosas estaban prevenidos y movilizaron sus apoyos. El triunfo
fue contrarrestado por la acción de Balcarce que decidió suspender las elec-
ciones llevando las cosas a un enfrentamiento sin retorno que culminaría en
la llamada Revolución de los Restauradores, preludio del retorno de Rosas a
la gobernación.
En efecto, en los meses siguientes las tensiones fueron en aumento. Una
manifestación de la disputa encarnizada entre ambos bandos eran las publi-
caciones de los periódicos. El gobierno decidió intervenir, a través de la acción
del fiscal de Estado, Pedro Agrelo y se propuso enjuiciar a un periódico de cada
sector para determinar si abusaban de la libertad de imprenta, recientemente
restablecida. El elegido por el lado de los apostólicos fue El Restaurador de
las Leyes. La noticia del juicio, instaló en muchos el convencimiento de que el
juzgado era el propio Rosas.
De esta manera, el 11 de Octubre cuando debía comenzar el juicio cierta
multitud se congregó en la Plaza de la Victoria dando vivas al Restaurador.
Entre ellos se encontraban figuras de la segundas líneas del rosismo, como

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Andrés Parra y Ciriaco Cuitiño que habían formado parte de las partidas cela-
doras de la policía de a caballo hasta que el gobierno provincial los cesanteó.
Ellos, junto con unas trescientas personas marcharon hacia el sur y después
de cruzar el Riachuelo se instalaron en Barracas e iniciaron un sitio de la ciu-
dad que recibió el apoyo de la campaña. El gobierno no supo cómo responder
ante “los restauradores”, como comenzaron a llamarse, y Balcarce renunció.
Poco después, la legislatura eligió gobernador a Juan José Viamonte.
Su política de conciliación entre ambos grupos encontró buena acogida en
muchos de los políticos apostólicos pero uno de los miembros más prominen-
tes de esta facción, con capacidad para impugnar cualquier arreglo, no estaba
de acuerdo. Encarnación Ezcurra, muy directamente involucrada en los suce-
sos anteriores y en permanente contacto con su marido que aún estaba en la
frontera, estaba dispuesta a utilizar los recursos a su alcance para provocar
un giro de los acontecimientos a favor del retorno de Rosas, sin medias tintas.

PARA REFLEXIONAR

A partir de la siguiente cita podemos reflexionar acerca de los modos

PP y motivaciones de la participación política:

C Los restauradores entraron victoriosos en la ciudad el 7 de noviembre, menos


de un mes después del comienzo de la revolución. El mote que adoptaron
en esa oportunidad ya existía antes, pero desde entonces los identificó más
que el de apostólicos (aunque este siguió usándose). Ese nombre marcaba
la participación popular: si antes había habido un restaurador de las leyes
ahora habían sido muchos los que la habían hecho, era una restauración
colectiva. (Di Meglio, 2007: 49)

2.3.2. Dispositivos de poder y de movilización


Durante el desarrollo de la crisis política porteña Rosas se encontraba, como
hemos anticipado, físicamente alejado de la escena pero de ningún modo des-
entendido. Su esposa, Encarnación Ezcurra, era su informante clave. La corres-
pondencia entre ambos da cuenta del lugar que ella ocupó en la construcción
del escenario que trajo nuevamente a Rosas al gobierno de la provincia.
Disconforme con lo que consideraba la tibieza de los políticos que secunda-
ban a su marido –Manuel Vicente Maza, Tomás de Anchorena y Felipe Arana,
entre los más destacados– se dispuso a jugar la carta de la participación
popular. Tanto ella como Rosas ponían mucho empeño en el cuidado de esos
vínculos que no eran un dato menor en la política porteña, donde la inestabili-
dad y las disputas facciosas contaban, las más de las veces, con la moviliza-
ción plebeya como aliada, a la vez que su acción era siempre percibida como
un peligro.
La popularidad de Rosas como jefe de la milicia le había granjeado el apoyo
en la campaña. Con la desaparición de Dorrego, la plebe urbana se alineó
detrás del nuevo jefe del partido federal que se ocupó, durante los tres años

Historia Argentina Nancy Calvo - Judith Farberman - Silvia Ratto


74

de su primer gobierno, de afianzar esta identificación. Su mujer fue su princi-


pal colaboradora en la empresa de mantener el favor popular. En medio de la
disputa entre los federales porteños el recurso a la movilización de quienes
para entonces identificaban la causa federal con la figura del Restaurador, fue
un factor clave y un rasgo que caracterizó su política. Así, el potencial peligroso
de esa movilización se convirtió en la base principal del consenso a favor de
un orden político y social garantizado por el federalismo y cuyo mantenimiento
constituía, según coinciden distintos autores, el principal objetivo de Rosas.

CC
Si bien Rosas asume su primer gobierno con facultades extraordinarias, limi-
tando a los otros poderes del Estado y repudiando públicamente los intentos
unitarios recientes, no hará mayores modificaciones en el orden legal y político
heredado de la experiencia rivadaviana. No se encuentra allí la novedad, sino
más bien en la implementación de un discurso y unas prácticas que intentan
consolidar su liderazgo sobre los sectores subalternos y acallar las disputas
intraelites, para reconstruir la autoridad del Estado sobre una comunidad defi-
nida como federal, que se encuentra amenazada por enemigos internos y ex-
ternos […]. (Gelman, 2009: 33-34)

La acción del rosismo en cuanto al orden eclesiástico y a la religión combinó, como en otros
aspectos de la política estatal, continuidad y novedades. En lo que respecta a las primeras,
lejos de tratarse de una restauración del catolicismo colonial, una vuelta al pasado –como
han sugerido algunas interpretaciones nacidas en la segunda mitad del siglo XIX– Rosas, a
pesar de que algunos de los principales hombres de su entorno le sugerían lo contrario, con-
servó el andamiaje legal de la reforma eclesiástica rivadaviana que le permitió contar con una
iglesia subordinada al Estado y un clero adicto o bajo su control. Sin embargo, el escenario
era nuevo. No solo por la conflictividad heredada de la sanción y puesta en marcha de la ley
de reforma que convirtió la defensa de la religión en una bandera federal, por oposición a
los unitarios, sino también porque los años del primer gobierno rosista coincidieron con el
acercamiento a Roma y el restablecimiento del obispado porteño, luego de la prolongada
vacancia iniciada con la muerte del Obispo Lué en 1812. Un nuevo marco institucional; el
retorno de los jesuitas en un entorno menos adverso para los regulares –siempre y cuando
no aspiraran a disponer de un poder autónomo–; el desplazamiento de los sacerdotes que
formaban parte del círculo rivadaviano –tal es el caso de Julián Segundo de Agüero, Valentín
Gómez o Estanislao Zavaleta, entre los de destacada actuación– y, tal vez más importante,
el recurso a la religiosidad popular. Al decir de Ricardo Salvatore (1998: 338) “Más que
fortalecer la fe católica, el federalismo rosista hizo uso de la religión para afianzar su propio
catecismo político”.

LECTURA RECOMENDADA

RR
Di Stéfano, R. (2004), El púlpito y la plaza. Clero, sociedad y política. De la monarquía
católica a la república rosista. Siglo XXI, Buenos Aires, pp.153-237.

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75

César Hipólito Bacle, Peinetones en el paseo, (Nº3 de la serie “Extravagancias de


1834”),1834. Litografía. Localización: Museo de Arte Hispanoamericano Isaac
Fernández Blanco, Buenos Aires.
Fuente: CELA. <http://www.celarg.org/>. [Consulta: 05 de junio de 2013]. Imagen disponible en:
<http://www.celarg.org/archivos/litograf_as_de_c_sar_hip_lito_bacle.pdf>

Fue durante el enfrentamiento con los “cismáticos” y con la anuencia de


Encarnación Ezcurra que se creó la Sociedad Popular Restauradora. Un club
o sociedad política cuyo propósito era actuar públicamente en favor de Rosas
–en las calles o ejerciendo presión en la Sala de Representantes– y molestar,
por la burla o el agravio, a quienes se interpusieran en su camino de regreso al
gobierno. A diferencia de otras sociedades que habían existido en el Río de la
Plata en las décadas previas, esta contaba entre sus miembros con hombres
ajenos a la elite. La actividad de la Sociedad, avalada por Encarnación Ezcurra,
contribuyó a la caída de Balcarce, de Viamonte y a la derrota definitiva de los
llamados “cismáticos”.
Cuando Rosas volvió al gobierno en 1835 la Sociedad se fue apartando del
uso directo de la violencia y en cambio se dedicó a colaborar con una de las
líneas matrices de la política rosista: garantizar el apoyo activo y la unanimidad
de las expresiones públicas de la política. Además de mostrar su adhesión en
las fiestas, los socios desplegaban su celo federal a través del control sobre
el uso de los distintivos como la divisa punzó.
Por otro lado, una parte de la Sociedad fue el origen de la conocida y temi-
da Mazorca. Un grupo de choque, identificado por figuras como Andrés Parra y
Ciriaco Cuitiño –a los que ya nos hemos referido– y Leandro Alen, todos miem-

Historia Argentina Nancy Calvo - Judith Farberman - Silvia Ratto


76

bros de la policía, al igual que el resto de los integrantes de aquella institución.


Este elemento distinguía a la Mazorca de la Sociedad a la cual pertenecía al
principio. Otro elemento distintivo fue el uso de la violencia extrema, en
particular el asesinato. Así ocurrió durante el mes de octubre de 1840 y
abril de 1842, cuando la crisis que atravesaba el rosismo tuvo como corre-
lato el terror, con el cual esta organización parapolicial se propuso contro-
lar a la sociedad. La Mazorca se mantuvo como una amenaza hasta 1846,
cuando fue disuelta por el gobierno.
Entre las formas de reforzar la adhesión y la unanimidad se encuentran
ciertos elementos, colores y símbolos surgidos en buena medida de la pola-
rización política de estos años. Junto a la divisa punzó, el bigote, el poncho
y la chaqueta roja fueron signos visibles de la identidad federal. Estos ele-
mentos se oponían a la levita que, según el discurso rosista, identificaba a
los hombres de la elite y por extensión a los unitarios, al igual que el color
celeste era el opuesto al rojo que distinguía la causa federal.
En el mismo sentido, la definición del otro, condensada en el término
unitario, era sinónimo de aristócrata, en contraposición a lo popular. Pero
esta asimilación no impugnaba a todos los propietarios de grandes fortu-
nas –muchos de los cuales eran fieles rosistas– sino sólo a los opositores
y a quienes recelaban de lo popular. De allí que la palabra “popular” en el
nombre de la asociación rosista se impusiera como un elemento de afir-
mación de lo federal. También los extranjeros, ingleses o españoles, con-
siderados como tales desde la época de la revolución, generaban encono
entre los hombres y mujeres de los sectores populares que podían ver en
ellos resabios del colonialismo, ya sea por las invasiones de 1806-1807
como por las condiciones opresivas del sistema de castas de la época
colonial. Ese sentimiento antiextranjero se vio reforzado en estos años por
los bloqueos de ingleses y franceses al puerto de Buenos Aires. La asocia-
ción entre ellos y los unitarios se hizo habitual por entonces. (Di Meglio:
2007: 17-118)

LECTURA RECOMENDADA

RR
Di Meglio, G. (2007), ¡Mueran los salvajes unitarios! La mazorca y la política en tiempos
de Rosas. Editorial Sudamericana, Buenos Aires.

Entre los dispositivos que sustentaron el orden republicano durante el largo


gobierno de Rosas, las elecciones que se realizaban para renovar la Sala
de Representantes constituyeron un aspecto fundamental. La ley de 1821,
referida más arriba que habilitaba un amplio ejercicio del sufragio, fue el
soporte normativo que dio continuidad y regularidad a la práctica electo-
ral. A partir de 1835 la unanimidad fue la base de la legitimidad política.
El sistema de lista única eliminó la competencia y las pujas a que daban
lugar las elecciones entre los miembros de la elite política.

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77

El dispositivo electoral incluía la elección de los candidatos, de la cual


participaba directamente el gobernador, la publicidad amplia a través de la
prensa, que por aquel tiempo también había sido fuertemente uniformada
por efecto de la censura, y el control de la mesa electoral a cargo de una
figura clave: el juez de paz de cada distrito o parroquia, cuyas funciones
políticas y judiciales fueron esenciales en la articulación del orden políti-
co federal, muy especialmente en la campaña. Junto a las elecciones para
renovar la Sala se recurrió, en ocasiones, a la consulta a través del plebis-
cito que suprimía las mediaciones entre el electorado y las autoridades,
para dotar de legitimidad las decisiones y acciones políticas.
Finalmente, un aspecto de la política provincial que adquirió un sello
particular en estos años fue la relación con las poblaciones indígenas que
compartían el territorio y conformaban la frontera provincial. Durante la
década de 1820, se acumularon tensiones como resultado de una políti-
ca que alternaba los acuerdos, habitualmente incumplidos, con la guerra.
En 1825 Rosas fue designado por el gobierno provincial encargado de la
Comisión Pacificadora de indios y desde entonces se preocupó de desple-
gar una estrategia que tenía como condición el conocimiento de las diferen-
tes tribus, alcanzado a raíz de sutrato personal, como estanciero primero
y comandante de milicias después.
Tal estrategia preveía una política negociadora con las parcialidades con-
sideradas amigas y otra de guerra con aquellas que no aceptaban las con-
diciones de la paz. Así surgió el “Negocio Pacífico con los Indios”, que se
convirtió en política de Estado desde su primer gobierno, y por el cual se
llegó a reservar una partida presupuestaria para otorgar regalos y raciones
regulares de ganado a las tribus aliadas, asentadas en los territorios lin-
dantes, y a las tribus amigas, que estaban en la frontera y actuaban como
barrera defensiva.
Por tanto, luego de la “Campaña al Desierto”, a la que ya nos hemos
referido, Rosas logró pacificar el territorio fronterizo que se extendía más
allá del Salado y contó al mismo tiempo con la amistad y la alianza militar
de las tribus que fueron un consistente apoyo hasta 1852. (Ratto, 2003).

LECTURA RECOMENDADA

RR
Ratto, S. (2003), “Una experiencia fronteriza exitosa: el Negocio Pacífico de Indios
en la provincia de Buenos Aires (1829-1852)”, en: Revista de Indias, vol. LXIII, No.
227, Madrid, pp. 191-222.

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78

Charles Henri Pellegrini, La montonera. Acuarela.


Fuente: CELA. <http://www.celarg.org/>. [Consulta: 05 de junio de 2013]. Imagen disponible en:
<http://www.celarg.org/archivos/cuadros_de_charles_henri_pellegrini.pdf>

2.3.3. Hacia la suma del poder


Mientras el poder personal de Rosas se afianzaba en Buenos Aires, donde la
Sala de Representantes eligió interinamente a su presidente, Manuel Maza,
casi como parte de una fatalidad que conduciría al retorno del Restaurador en
las condiciones por él exigidas, en algunas provincias del noroeste se reaviva-
ron los conflictos. Las tensiones crecientes entre los gobernadores Alejandro
Heredia y Pablo de la Torre, que terminaron con el asesinato del segundo,
impulsaron al gobernador Maza a enviar como mediador a Facundo Quiroga
que se hallaba en Buenos Aires.
A su vez, Rosas le solicitó que utilizara su influjo para convencer a los líde-
res provinciales de la necesidad de posponer la convocatoria a un nuevo con-
greso constituyente. La suerte corrida por el caudillo riojano volvería a transfor-
mar el escenario interprovincial, acrecentando en los hechos la influencia del
liderazgo de Rosas. En efecto, luego de cumplir con su misión, en el camino
de regreso a Buenos Aires, Quiroga fue asesinado en Barranca Yaco, por una
partida enviada por los Reynafé, caudillos de la provincia de Córdoba.
El impacto que provocó la muerte de Facundo, el miedo a que comenza-
ra una nueva guerra civil fueron los condimentos que faltaban para el retor-
no de Rosas al gobierno. La Sala porteña le concedió no sólo las facultades
excepcionales que hasta entonces reclamaba sino también la suma del poder
público, con el cual obtenía junto con la potestad del ejecutivo las atribuciones
legislativas. Pocos días después, esta decisión fue ratificada por un plebiscito

Historia Argentina Nancy Calvo - Judith Farberman - Silvia Ratto


79

realizado en la ciudad de Buenos Aires, que contó con una amplia participación
de los votantes: obtuvo 9.320 votos a favor y sólo 8 en contra.
En marzo de 1835 se iniciaba, así, una etapa de predominio del federalis-
mo rosista, que extendería su influencia en todo el territorio de las provincias
no sin atravesar crisis y tensiones de distinto orden que contribuyeron a deli-
near algunas de las características que la historiografía ha considerado pro-
pias de este periodo

LEER CON ATENCIÓN

El largo periodo en el que Rosas gobernó la provincia de Buenos

LL Aires, la concentración creciente del poder en su persona y su condi-


ción de gran estanciero perpetuaron en la historiografía interpretacio-
nes, surgidas en buena medida en el siglo XIX, que condensaron en
la figura del caudillo autoritario, patrón de estancia, el conjunto de
las relaciones políticas y sociales de esa etapa. Así, la total correspon-
dencia entre sus intereses económicos, representativos de los grandes
terratenientes porteños y la administración de los asuntos de Estado;
el manejo clientelar de la relaciones políticas, asimiladas a las relacio-
nes entre peón y patrón y, en definitiva, una visión del periodo que
va entre 1830 y 1852 recortada casi exclusivamente en la figura de
Rosas, invisibilizó a los distintos grupos sociales, sus intereses eco-
nómicos, las adhesiones políticas y las relaciones de fuerza, así como
la cultura, las costumbres y las instituciones públicas que formaban
parte del orden social y político del momento. En los últimos años,
así como ha sido revisado el fenómeno del caudillismo, ha sido posi-
ble conocer mejor la vinculación para nada lineal entre el Estado y las
clases propietarias y también las motivaciones políticas y la inserción
socio-económica de los grupos subordinados tanto urbanos como
rurales que ayudan a entender su comportamiento. De este modo,
las explicaciones sobre el rosismo no sólo se han enriquecido sino
que han ingresado en una muy necesaria perspectiva de largo plazo
para comprender el proceso que conduce a la formación del Estado
argentino.

LECTURA OBLIGATORIA

Halperín Donghi, T. (1994), “Clase terrateniente y poder político en

OO la provincia de Buenos Aires, 1820-1930”, en: Cuadernos de Historia


Regional 5, UNLU, Luján, pp. 11-45.
Gelman, J. (2009), “Capítulos 1 y 2”, “Conclusiones”, en: Rosas
Bajo Fuego. Los franceses, Lavalle y la rebelión de los Estancieros,
Sudamericana, Buenos Aires, pp. 9-120 y 181-205.

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80

LECTURA RECOMENDADA

RR
López, M. y Rodríguez, A. (2009), “De bandos y pactos. Versiones fílmicas sobre
la época de los caudillos”, en: Un país de película. La historia Argentina que el cine nos
contó, Del Nuevo Extremo, Buenos Aires, pp. 55-94. (análisis de las películas: Yo maté
a facundo, 1975; Facundo. La sombra del Tigre, 1994; Juan Manuel de Rosas,1972;
Camila, 1984).

2.3.4. Desafíos externos e internos: la gran crisis del sistema


federal
A principios de 1838, como corolario de un conflicto diplomático, nacido
del reclamo francés por obtener el trato de “nación más favorecida” que
implicaba ventajas comerciales y la excepción de servicio militar para los
residentes franceses –tal como sucedía con los ingleses desde la firma del
tratado de 1825– una flota de origen francés bloqueó el puerto de Buenos
Aires. El bloqueo no puede separarse de la prepotencia y las ambiciones
colonialistas de la Francia de Luis Felipe, pero se combinó con las cues-
tiones políticas del Estado uruguayo, convertido en uno de los principales
destinos de los opositores al gobierno de Buenos Aires.
Manuel Oribe, líder de los blancos y aliados de Rosas, fue derrocado en
1838 por Fructuoso Rivera, referente de los colorados y, a la sazón, protec-
tor de los emigrados, quienes junto a él alentaron la intervención francesa. El
Bloqueo se prolongó por dos años y fue el telón de fondo de otra serie de con-
flictos que involucraron a distintas regiones y a la propia provincia de Buenos
Aires y que buscaron desestabilizar el poder de Rosas.

En 1837 un grupo de jóvenes universitarios que durante los años previos habían introdu-
cido las novedades literarias y, también, filosóficas, políticas, jurídicas… del movimiento
romántico en el Río de la Plata, creó el Salón Literario. Esteban Echeverría, quien para
ese entonces ya había escrito algunas obras literarias, era uno de los referentes principales
del grupo que inició sus actividades en la librería de Marcos Sastre. Participaban también
Juan Bautista Alberdi, Juan María Gutiérrez y Vicente Fidel López, entre los fundadores
del núcleo original. En el plano político, se consideraban continuadores de la Revolución
de Mayo, interrumpida por los desaciertos de los políticos precedentes. Críticos de los
unitarios –también de los federales– se propusieron al principio secundar a Rosas en su
gobierno pero el poco interés demostrado por el gobernador y sobre todo, la crisis desatada
con el bloqueo francés que exacerbó la censura, determinaron su pasaje a la oposición. La
creación de la Joven Generación Argentina, con cuyo nombre se evocaba a las asociaciones
liberales nacionalistas que por entonces surgían en Europa, marcó el inicio de la nueva etapa.
Desde el exilio, fustigaron al régimen de Rosas a través de la prensa y apoyaron el bloqueo
francés. El principal publicista de Rosas, Pedro de Angelis, solía responder desde las páginas
del periódico El Monitor. Después de 1852, varios miembros de la llamada Generación del
37 asumirían responsabilidades públicas e intelectuales y gravitarían en la política nacional.

En la provincia de Buenos Aires, el bloqueo afectaba la vida cotidiana


de los pobladores y, muy especialmente, los intereses de los sectores
exportadores, al tiempo que hacía descender los ingresos del Estado en

Historia Argentina Nancy Calvo - Judith Farberman - Silvia Ratto


81

gran medida dependientes de la aduana. Durante el año 1838, circularon


con insistencia rumores de conspiración contra el gobierno, que incluían
un desembarco de Lavalle apoyado desde Montevideo y apañado por los
franceses. El hecho tendría lugar finalmente al año siguiente, pero antes
el epicentro de los acontecimientos se situó en la ciudad y la campaña de
Buenos Aires.
En la ciudad, durante el mes de junio, fue descubierto un complot
organizado por el coronel Ramón Maza, hijo del presidente de la Sala de
Representantes. Como consecuencia, padre e hijo perdieron la vida. Para
contrarrestar este clima adverso se sucedieron las fiestas y manifestaciones
públicas de adhesión a Rosas. Sin embargo, no fue posible suprimir el males-
tar provocado por las dificultades económicas y sobre todo por la decisión del
gobierno de introducir cambios en el sistema fiscal.
En octubre de 1839, en los partidos de Dolores y Chascomús situados en
la zona sur, escenario privilegiado de la nueva expansión ganadera, se inició
una rebelión, que se anunciaba desde hacía un tiempo. Sin esperar la ansiada
llegada de Lavalle que, como veremos, un mes antes había decidido desembar-
car en Entre Ríos, estancieros y comerciantes junto a jefes de milicias y algu-
nos jueces de paz movilizaron a los peones y milicianos en contra del gobierno.
El dato, destacado en todos los análisis, es que muchos de los subleva-
dos eran hasta no hacía mucho tiempo reconocidos federales. Los estancie-
ros del sur se veían afectados por las dificultades comerciales que causaba
el bloqueo y responsabilizaban a Rosas por los costos de su política de con-
frontación. Además, la presión reclutadora era un factor de competencia entre
el Estado y los terratenientes, e impactaba en el costo de la escasa mano de
obra. Este elemento, que no comenzó ni terminó en el periodo rosista, fue sin
duda causa de discordia. Pero el mayor motivo de descontento en 1838 esta-
ba en la política fiscal. El gobierno se propuso compensar la pérdida de los
recursos de la aduana por medio de un aumento en el canon de la enfiteusis,
régimen que beneficiaba especialmente a los ganaderos del sur, y también con
la venta de tierras a partir del acortamiento de los contratos.
A la vez, el Estado provincial emprendió una reforma para efectivizar el
cobro de la contribución directa, un impuesto sobre los capitales, establecido
en la década de 1820 pero que no había resultado muy efectivo por las excep-
ciones y la evasión, facilitada por medio del registro voluntario de propietarios
y capitales. (Gelman, 2009:76-84)

CC
Al inicio de su gobierno, Rosas tuvo mucho cuidado de no afectar a las familias
más tradicionales y ricas, aunque no compartiesen su proyecto político. A su
criterio, los sectores bajos de la población le debían respeto, aun cuando fue-
ran tildados de unitarios. Sin embargo, la lucha facciosa, ahora mezclada con
un conflicto internacional, había llevado a una situación que el propio Rosas no
podía imaginar al principio: ser sindicado como unitario en esta coyuntura era
algo que merecía la peor de las condenas y el ataque sin piedad, aunque se
perteneciera a la propia familia del gobernador. Además, las necesidades fis-
cales del gobierno le habían llevado a señalar públicamente a los propietarios
que no cumplían con sus deberes impositivos. Por ejemplo, desde hacía un
tiempo se venían publicando en los periódicos las listas de los enfiteutas que
se atrasaban en el pago del canon, sometiendo así al escarnio público a mu-
chos importantes propietarios. (Gelman, 2009: 82-83)

Historia Argentina Nancy Calvo - Judith Farberman - Silvia Ratto


82

La rebelión, conocida como “Los Libres del Sur”, fue sofocada y reprimida
con dureza pero algo cambió desde entonces en la configuración política
del rosismo. Esta coyuntura crítica afectó los alineamientos y las formas de
expresión de las adhesiones y los repudios, reforzando ciertas tendencias y
creando opciones nuevas. Rosas contó con el apoyo de diversos sectores en
las regiones cercanas de la campaña, con el acompañamiento de los sectores
populares en la ciudad y, también, con la colaboración de los indios amigos,
pero la defección de buena parte de los ganaderos del sur definió el discurso
contra los sectores pudientes y el faccionalismo antiunitario se agudizó.
En esos mismos años aumentaron las tensiones entre los jefes federales
de la Confederación. En el litoral, Estanislao López, aliado de Rosas pero sin
duda una figura con peso propio, murió en 1838, dejando el terreno libre para
el gobernador de Buenos Aires. Ya antes de su muerte López había enviado a
Buenos Aires a Domingo Cullen para tratar sobre los perjuicios que ocasiona-
ba el bloqueo a las provincias del litoral. Corrientes, que ya en el pasado se
había manifestado en contra de la exclusividad del puerto de Buenos Aires,
compartía las prevenciones de Santa Fe.
En medio de la crisis política desatada como consecuencia de la presencia
francesa y ante el vacío dejado por López, Rosas aliado con el jefe entrerria-
no Pascual Echague desplazó a Cullen e impuso a Juan Pablo López, hermano
del fallecido, como gobernador de Santa Fe. En Corrientes, Berón de Astrada
buscó apoyo en Fructuoso Rivera y en los franceses, pero fue derrotado por
las tropas entrerrianas y murió en la batalla de Pago Largo, en 1839. La resis-
tencia correntina cedió con la llegada al gobierno de Pedro Cabral, favorable
al gobierno de Buenos Aires. Sin embargo, volvería a encenderse la alarma en
Entre Ríos con el desembarco de Lavalle.
Como hemos mencionado, el jefe unitario era esperado en el sur de Buenos
Aires para iniciar el levantamiento pero decidió ir al litoral donde al poco tiem-
po su avance fue detenido por las disensiones en su propio campo y por la
derrota frente a las tropas del gobernador Echagüe. A pesar de este panorama
no muy auspicioso, hacia mediados de 1840, emprendió la invasión de Buenos
Aires por el norte, al parecer convencido de que con el apoyo de Montevideo y
de los franceses su llegada haría finalmente posible la sublevación de amplios
sectores descontentos con Rosas.
Su pronóstico no se cumplió, al menos del modo esperado. Si bien recogió
apoyos de los sectores propietarios en los partidos del norte de la provincia,
la lealtad al gobernador se manifestó con fuerza en la zona del centro, más
cercana a la ciudad, y entre los sectores medios y bajos.

CC
La conclusión de esta coyuntura de tremenda crisis parece consolidar una es-
tructura de apoyos regionales y sociales al federalismo rosista por un lado y a
su oposición por otro que no había sido tan definida en sus inicios, pero que
fue cristalizando de esa manera al calor del creciente enfrentamiento político.
(Gelman, 2009: 163-164)

En pocas semanas, Lavalle y sus seguidores tuvieron que abandonar la pro-


vincia. Se dirigieron hacia el Norte, donde encontraron la derrota definitiva.
Desde tiempo antes, en el interior se expresaban tensiones y diferencias
entre los jefes políticos que tampoco veían de modo unánime el liderazgo del

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83

gobernador de Buenos Aires y su encumbramiento por encima del resto, inicia-


do claramente con la ausencia de Quiroga. En principio, como representante
de las relaciones exteriores de los estados de la Confederación, Rosas había
reclamado y obtenido la potestad de intervenir en Córdoba para castigar a los
responsables de aquella muerte.
Luego del juicio y la muerte de Reinafé, considerado el instigador y uno de
los imputados por el crimen, logró el encumbramiento de un hombre de su
confianza, el comandante Manuel López, al frente de la provincia de Córdoba.
En el Noroeste, Alejandro Heredia, gobernador de Tucumán, terminó siendo
su principal aliado, aunque al comienzo compartía las prevenciones de otros
caudillos federales como el santiagueño Felipe Ibarra, frente al crecimiento
de la influencia regional de hombre fuerte de Buenos Aires. Sin embargo, con
su ayuda Heredia colocó jefes de su confianza y logró controlar Catamarca,
Salta y Jujuy. Juntos también enfrentaron al Mariscal Santa Cruz, creador de la
Confederación Peruano-Boliviana. Por entonces, Bolivia era uno de los destinos
elegidos por los opositores, emigrados de las provincias del norte. Además
la unidad política entre Bolivia y Perú generaba desconfianza razón por la cual
no le fue difícil a Chile conseguir el apoyo de la Confederación para enfrentar
militarmente a Santa Cruz
La guerra se prolongó entre 1837 y 1839. Finalmente Santa Cruz fue ven-
cido por los chilenos. Sin embargo, la estabilidad no llegó al norte donde
Heredia fue asesinado. Lamadrid lo sucedió en el gobierno de la provincia de
Tucumán y organizó la Coalición del Norte, conducida desde Tucumán y Salta,
con el apoyo de Catamarca, La Rioja y Jujuy. Desde Buenos Aires se envió
un ejército al mando de Manuel Oribe que derrotó a Lamadrid e impidió que
Lavalle se le uniera. El general unitario, en retirada con sus seguidores, murió
en Jujuy.
Mientras que en el norte las fuerzas rosistas recobraron el control, en
Buenos Aires el bloqueo llegó a su fin con la firma del tratado Makcau-Arana
por el cual se restablecían las relaciones comerciales y se restituía la Isla
Martín García a cambio de las garantías que los franceses reclamaban para
sus súbditos. Un nuevo conato de rebelión se dio en el litoral, estrechamente
ligado a la situación de Uruguay, donde Oribe, con el apoyo de Rosas y luego
de la victoria obtenida en el norte enfrentó, una vez más, a Fructuoso Rivera.
Este contó con la colaboración del General Paz quien en 1842 escapó de su
prisión porteña y marchó a Montevideo.
A principios de 1843, Oribe inició desde el Cerrito el sitio de Montevideo,
que afectaba los intereses comerciales del litoral y donde estaban entrelaza-
das las potencias extranjeras y el Brasil. En este conflicto estaban contenidas
las razones que iban a traer el fin del largo gobierno de Rosas pero de momen-
to el régimen parecía consolidado y en Buenos Aires el recurso de la violencia
y el terror –con el cual la Mazorca había enfrentado los momentos críticos– se
hizo infrecuente. En 1846 el mismo Rosas disolvió esa organización.
La oposición se siguió expresando desde Montevideo, donde se editaron
incluso algunos periódicos de fuerte contenido antirrosista, como El Grito
argentino o Muera Rosas. De todos modos en 1845, alimentado por la maraña
de intereses comerciales y geopolíticos que estaban presentes en la cuenca
del Río de la Plata, se reeditó la experiencia del bloqueo al puerto de Buenos
Aires, esta vez a cargo de una flota conjunta franco-inglesa, que se proponía
abrir el Paraná a la navegación internacional. El bloqueo se prolongó hasta
1848. Al cabo, la resistencia local, el perjuicio económico de algunos y el

Historia Argentina Nancy Calvo - Judith Farberman - Silvia Ratto


84

desprestigio de los sitiadores, por episodios como la batalla de la Vuelta de


Obligado, llevó a la diplomacia de París y Londres a abrir las negociaciones y
En1845, recién iniciado el blo-
al reconocimiento del carácter interior del río Paraná, cuya libre navegación era
queo se libró la batalla de la
Vuelta de Obligado, sobre el río un tema a resolver por la Confederación. En 1848, todo parecía indicar que la
Paraná. La escuadra anglo-fran- paz había sido recobrada junto con la prosperidad económica y un clima dis-
cesa, con una notable superiori- tendido animó a algunos emigrados a regresar a Buenos Aires.
dad técnica, derrotó a las fuerzas
locales que al mando del Gral. Sin embargo, el sitio de Montevideo, donde dirimían su enfrentamiento
Lucio Mansilla se dispusieron a los colorados de Rivera con los blancos de Oribe conjugaba los elementos
cortar el paso de la escuadra de un conflicto irresuelto en el cual, además de las potencias europeas,
con cuatro baterías, en un reco-
hacía valer sus intereses el Imperio de Brasil.
do del río. Más allá del resultado,
la agresión fue condenada por Como se ha anticipado, en este escenario se condensaban los elementos
figuras como José de San Martín que llevaron a su fin el largo periodo rosista. A principios de 1851, cuando la
y aún por algunos unitarios como guerra con el Brasil parecía inminente el gobernador de Entre Ríos, Justo José
Martiniano Chilavert y Miguel Eguía
y contribuyó al desprestigio de los
de Urquiza, hasta entonces aliado de Rosas, daba muestras de un cambio de
atacantes por la gran cantidad alianzas que expresaba a los intereses económicos en juego. El 1 de mayo,
de bajas producidas entre los a través de un “pronunciamiento” público, recobraba el manejo de las relacio-
defensores locales. nes exteriores de su provincia, hasta entonces delegadas en el gobernador de
Buenos Aires e invitaba, sin mucho éxito, a los estados provinciales a seguirlo.
Urquiza, decidido a enfrentar a Rosas, buscó el apoyo de Brasil y del gobier-
no de Montevideo, decidido a terminar con el sitio de Oribe. El ejército reuni-
do por los aliados desembarcó en Buenos Aires y sin mucha dificultad avanzó
hasta los campos de Caseros donde el 3 de febrero de 1852 Rosas era final-
mente derrotado.

2.

KK a. Realice una síntesis de lo expuesto dando cuenta de:


• las fortalezas y debilidades que caracterizan al régimen rosista en
plano político,
• las novedades y continuidades que exhibe la economía durante
este periodo.
b. Sintetice la hipótesis del texto obligatorio: Halperín Donghi, T.
(1994), “Clase terrateniente y poder político en la provincia de
Buenos Aires, 1820-1930”, en: Cuadernos de Historia Regional 5,
UNLU, Luján, pp. 11-45.

2.4. La economía durante el rosismo: Buenos Aires y el


Interior
La orientación exportadora del litoral se fue perfilando en estos años. Si bien
la ganadería, que suministraba los principales productos exportables, era
una actividad común a toda la región, la provincia de Buenos Aires fue la más
beneficiada. La expansión de la frontera sur y la disponibilidad de tierras per-
mitió el crecimiento extensivo: tierra abundante y relativamente barata com-
pensaban la escasez de mano de obra y de capital que, por eso, resultaban
relativamente caros.
Los saladeros suministraron el complemento adecuado y se convirtieron en
una industria rentable porque permitían el aprovechamiento total del animal:
cueros, tasajo, sebo, grasa, cerdas y pezuñas incrementaron las exportacio-

Historia Argentina Nancy Calvo - Judith Farberman - Silvia Ratto


85

nes. Por lo demás. Las grandes estancias destinaban sus productos al mer-
cado externo mientras que el abastecimiento interno era cubierto por huertas
y quintas del área cercana a la ciudad y por chacras cerealeras que se distri-
buían en zonas un poco más alejadas y bien provistas de agua.
En la zona norte de la campaña, de más antiguo poblamiento, eran comu-
nes las explotaciones mixtas. El crecimiento económico y la escasez de mano
de obra estimularon las constantes migraciones desde el interior y el asenta-
miento de labradores pobres dentro y fuera de las estancias, configurando un
territorio que se caracterizó por la amplia movilidad y el mestizaje de la pobla-
ción. El resto de las provincias del litoral sobre todo Entre Ríos y en menor
medida Santa Fe, compartían las ventajas naturales de clima y cercanía para
el desarrollo de la actividad pecuaria y fueron recomponiendo su riqueza gana-
dera a partir de 1820.
La competencia con Buenos Aires, que concentraba los recursos fiscales
del comercio exterior por medio del control exclusivo de la aduana, era inevita-
ble. Corrientes, con una producción más diversificada, veía además perjudica-
da su economía por las importaciones que entraban por el puerto de Buenos
Aires y crecían al ritmo del aumento de las exportaciones. Los productos bra-
sileños, tales como yerba mate y tabaco, que competían con la producción
local, crearon el marco de una oposición persistente a la política librecambis-
ta de Buenos Aires por parte de los gobernantes correntinos, y acicatearon el
debate por la libre navegación de los ríos interiores.
El interior, que desde 1820, como hemos visto, reorientaba sus actividades
productivas de acuerdo con los cambios que ocasionó la pérdida del Alto Perú
y el giro hacia el Atlántico o el Pacífico de los circuitos comerciales, también
sufría la competencia de las importaciones y la escasez de recursos fiscales.
Como una respuesta a estas dificultades, y como consecuencia de los acuer-
dos alcanzados a partir de 1831 con la firma del Pacto Federal al que fueron
adhiriendo todas las provincias, en 1835 la Sala de Representantes porteña
sancionó la Ley de Aduana.
La ley pretendía mejorar la posición de los productos locales en el merca-
do porteño y generar cierto equilibrio en la balanza de pagos entre las pro-
vincias, dado que las compras de productos ingresados desde Buenos Aires
superaban ampliamente a las ventas y la diferencia solía arrastrar el metálico
de las economías provinciales. Se fijaron aranceles para los productos ultra-
marinos que iban desde el 25 al 40% y se establecía la prohibición de impor-
tar algunos productos que la confederación podía proveer. Se ha llamado la
atención sobre la ineficacia de la ley para cumplir con su objetivo económico,
entre otras razones porque, como consecuencia de las crisis y los bloqueos,
su texto original fue modificado varias veces, reduciendo los aranceles que
debían amparar a los productos locales.
Sin embargo, más allá de la viabilidad del desarrollo industrial de aquellos
productos, un factor sobre el cual es necesario llamar la atención es que en la
disputa por los recursos fiscales las provincias dependían de los flujos comer-
ciales con Buenos Aires que nunca se interrumpieron y reclamaban la fijación
de mayores aranceles para poder repartir las rentas (Cansanello: 1998:274-
275). Así, mientras que la postergación indefinida del debate constitucional
posponía también la discusión de fondo sobre las rentas de la aduana, la ley
de 1835 fue una condición necesaria para sostener los acuerdos interprovin-
ciales que dieron sustento a la Confederación. También insuficiente, si atende-

Historia Argentina Nancy Calvo - Judith Farberman - Silvia Ratto


86

mos a las persistentes tensiones que se volvieron críticas cuando se desenca-


denó la rebelión de Entre Ríos contra Buenos Aires. Sin embargo, tampoco de
esa crisis surgió la solución. El desequilibrio económico y fiscal entre Buenos
Aires y el Interior se arrastraría por varias décadas.

Historia Argentina Nancy Calvo - Judith Farberman - Silvia Ratto


87

Referencias bibliográficas

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89

La construcción del Estado nacional (1852-


1880)

Introducción
Con la caída de Rosas en 1852 se iniciaba un largo proceso en pos de cons-
tituir un Estado nacional. El primer escollo en la tarea fue la separación de
Buenos Aires del resto de las provincias constituidas en la Confederación
Argentina. Luego de diez años de existencia de dos Estados separados, se
llevó a cabo la unificación de todas las provincias. Pero este hecho no significó
el fin de los conflictos internos ya que el Gobierno nacional, para imponer su
autoridad en todo el territorio, debió hacer frente a las resistencias federales
del Interior y del Litoral a la vez que conquistar de manera definitiva el espacio
en poder de los grupos indígenas independientes.

Objetivos de la unidad
•• Comprender los proyectos políticos que enfrentaron a los liberales y fede-
rales en el proceso de construcción nacional.
•• Distinguir el desigual desarrollo económico de la región del Interior y del
Litoral durante el periodo.
•• Conocer los cambios que se producen en la sociedad a partir de las migra-
ciones internas e internacionales.

3.1. La generación del ‘37 y los debates sobre la


construcción de la Nación
A mediados del siglo XIX los miembros de la elite ilustrada que habían optado
por el exilio durante el régimen rosista, produjeron cantidad de textos donde
planteaban diversos proyectos para la organización nacional. En esos escritos
se compartían ideas básicas como la necesidad de lograr el orden social y el
progreso económico. Diferían, no obstante, en los medios que debían utilizar-
se para lograr esos fines. La polémica más representativa de estos modelos
diferentes es la que se estableció entre Juan Bautista Alberdi y Domingo
Faustino Sarmiento.

3.1.1. Los proyectos de Alberdi y de Sarmiento


Juan Bautista Alberdi proponía delegar el ejercicio del poder a una minoría
privilegiada, limitando la participación política de la sociedad pero asegurando
a los habitantes el máximo de garantías civiles. El orden, era un instrumento

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90

fundamental de gobierno sin el cual todo proyecto reformista corría el riesgo


de caer en la anarquía. De igual manera, el orden social era una condición
necesaria para el progreso económico, se lograría con una fuerte concentra-
ción del poder en manos del presidente y mecanismos que restringieran la
participación política. Los sectores populares debían ser controlados política
y socialmente para que mantuvieran una absoluta pasividad por lo que su
instrucción también debía ser limitada. El autoritarismo político contrastaba
con la defensa de libertades civiles que debían ser garantizadas mediante un
marco jurídico moderno. Este modelo era la “república posible”, que dejaría
paso a la “república verdadera” cuando la modernización económica permi-
tiera crear una sociedad y una política con la plenitud de sus derechos civiles
y políticos.
En el planteo de Sarmiento se invertían los argumentos de Alberdi. Para el
sanjuanino, el cambio cultural y social debía ser previo al cambio económico
y condición imprescindible para el funcionamiento de la política republicana.
El enemigo a vencer para lograr el cambio social era la barbarie, representada
por el mundo rural. Los medios para lograrlo eran la inmigración y la educa-
ción popular. En el primer caso, Sarmiento tomaba el modelo estadounidense
de pequeños propietarios campesinos que consideraba la clave del éxito nor-
teamericano en construir un sistema político en que se conjugaban libertad,
igualdad y progreso.

LEER CON ATENCIÓN

Ambos autores reflexionaron sobre la conveniencia de incentivar la

LL educación popular entre los sectores subalternos y también en este


punto sus planteos se enfrentaban. Para Alberdi, era posible crear
una fuerza de trabajo adecuada a la economía moderna capitalista a
la que aspiraba y mantener a los trabajadores en la “feliz ignorancia
de las modalidades del mundo moderno”; en definitiva, desaconseja-
ba acelerar el proceso de educación popular. En contraposición, para
Sarmiento era prioritario que el Estado tomara un papel activo en
su implementación. La misma resultaba vital para que la población
abandonara su atraso intelectual y moral; a la vez, posibilitaba la pros-
peridad económica y el progreso al crear nuevos consumidores ya que
pondría en contacto a la gente con los bienes y servicios.

LECTURA RECOMENDADA

RR
Halperin Donghi, T. (2005), “Un proyecto nacional en el período rosista”, en: Halp-
erín Donghi, T, Una nación para el desierto argentino, Prometeo, Buenos Aires, pp.
53-73.

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91

3.2. El país escindido: el Estado de Buenos Aires y la


Confederación Argentina (1854-1861)
En febrero de 1852 la batalla de Caseros puso fin al gobierno de Rosas. El ven-
cedor, Justo José de Urquiza, gobernador de Entre Ríos, intentó llevar adelante
el proyecto de organización nacional pero los porteños no apoyaron la idea de
una futura Confederación con predominio entrerriano. En el enfrentamiento
entre Buenos Aires y la Confederación se planteaban dos temas claves: la
federalización de la ciudad y la nacionalización de las rentas de la Aduana.
Ambas medidas implicaban una disminución del papel central que Buenos
Aires había jugado hasta el momento.
La revolución del 11 de septiembre expresó este rechazo y derivó en la
separación de Buenos Aires del resto de la Confederación. Pero poco después,
el 1 de diciembre, un movimiento con base rural dirigido por el coronel Lagos
desafió a las nuevas autoridades porteñas por su proyecto separatista. El 21
de enero las fuerzas opositoras se encontraron en la batalla de San Gregorio
pero la victoria confederacional no implicó la reintegración de Buenos Aires a
la Confederación. A pesar de la misma y del sitio que experimentó la ciudad
por espacio de seis meses, el movimiento separatista triunfó y los dos Estados
se mantuvieron separados por cerca de 10 años.
Hasta 1859 los dos Estados se dieron a la tarea de organizarse interna-
mente. En Buenos Aires, la legislatura porteña dictó su propia Constitución,
redactó un Código Comercial, Criminal y Rural y reorganizó sus finanzas alre-
dedor de los ingresos provenientes de las rentas de la Aduana.
En el ámbito político se comenzaron a delinear dos posiciones políticas
diferentes en torno a la organización nacional. Los Autonomistas, liderados
por Adolfo Alsina, mantenían fuertemente la autonomía provincial, y los nacio-
nalistas, seguidores de Bartolomé Mitre, buscaban poner a la provincia a la
cabeza de una organización nacional.

La ribera del Río de la Plata (1852), en la actualidad Avenida Paseo Colón.


Fuente: “La fotografía en la historia argentina» (Tomo 1). Diario Clarín. Buenos Aires, Argentina. 2005.

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92

La Confederación dictó la Constitución en mayo de 1853 y se nombró a Urquiza


como primer presidente constitucional. Con el fin de incrementar los recursos
fiscales y como medida de presión sobre Buenos Aires, se dictó en marzo de
1856 la Ley de Derechos Diferenciales que benficiaba arancelariamente a los
bienes que se introdujeran directamente por los puertos de la Confederacion.
Esta medida favoreció de manera notable el crecimiento de Rosario pero
no derivó en un aumento sustancial de los ingresos de la Confederación.
Ejemplos de la penuria financiera de la Confederación son la imposibilidad de
realizar un primer censo nacional y de concretar el financiamiento del ferroca-
rril que debía unir Rosario con Córdoba. En materia de defensa la diferencia
entre ambos Estados era extremadamente evidente.
El clima de creciente tensión derivó en octubre de 1859 en un enfren-
tamiento armado en Cepeda donde las tropas de la Confederación vencie-
ron al ejército porteño dirigido por Mitre. Como resultado del encuentro, se
firmó el Pacto de Unión Nacional por el cual Buenos Aires se incorporaría a
la Confederación previa revisión de la Constitución a la que podría introducir
reformas. Entre ellas se acordó que las rentas de la Aduana fueran nacionali-
zadas y se derogara la Ley de Derechos Diferenciales. Buenos Aires recibiría
una compensación monetaria durante cinco años por la pérdida de los ingre-
sos aduaneros. El tema de la capitalización de Buenos Aires quedó posterga-
do. Sin embargo, el Pacto no resolvió el tenso clima político y el enfrentamien-
to entre liberales porteños y federales no se aquietó.
En septiembre de 1861 tropas urquicistas y mitristas volvieron a enfren-
tarse en los campos de Pavón. Mitre fue vencedor proclamándose presiden-
te provisorio y luego elegido presidente constitucional para el período 1862-
1868. Marcaba el comienzo de una organización liderada por Buenos Aires.

3.3. El Estado unificado: presidencias de Mitre,


Sarmiento y Avellaneda
Los gobiernos sucesivos de Bartolomé Mitre (1862-1868), Domingo Faustino
Sarmiento (1868-1874) y Nicolás Avellaneda (1874-1880) debieron encarar la
tarea de organizar el Estado nacional. Para llevar adelante la unificación políti-
ca del territorio era necesario la creación de un conjunto de instituciones que
organizaran el sistema administrativo, judicial y financiero en el marco y con las
bases presentadas por la Constitución. La misma planteaba como punto de
organización la división en tres poderes. El Poder Ejecutivo se estructuró en la
figura del presidente y rodeado de una serie de ministerios que debieron redi-
señar sus funciones para darle una envergadura nacional. De igual manera el
Poder Legislativo se constituyó en las dos Cámaras que integraron a represen-
tantes de todas las provincias. La organización del Poder Judicial se concretó
con la sanción de una ley que creaba la Corte Suprema y se complementó con
la realización de una codificación que suprimiera la legislación vigente hasta el
momento que en algunos casos se remontaba a prácticas coloniales y otras
a la época de la independencia. En esa dirección se promulgaron el Código
Civil, el de Comercio y el Penal.
La expansión del aparato estatal nacional sobre el territorio implicó también
tomar a cargo ciertas esferas de acción que hasta el momento habían estado en
manos de los Gobiernos provinciales. Las áreas que concitaron el mayor interés
del Gobierno nacional fue el de las finanzas y el de la organización militar. En el

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93

primer caso, a la nacionalización de las rentas de la Aduana se agregó la elimi-


nación de las aduanas interiores dentro del territorio nacional y la centralización
de la recaudación impositiva para lo cual se creó la Dirección General de Rentas.
La creación de un Ejército nacional constituía otro objetivo prioritario del
gobierno. El mismo se componía de los cuerpos de línea que hacían un servi-
cio militar regular y las Guardias Nacionales. Los cuerpos regulares estaban
integrados por soldados voluntarios y, cuando éstos no alcanzaban a cubrir los
puestos necesarios –lo que ocurría generalmente– se completaban con con-
tingentes de “destinados”. Estos, como en el periodo anterior, eran personas
enviadas al ejército para cumplir condena por diversos delitos.
Las Guardias Nacionales venían a reemplazar a las antiguas milicias que
servían de complemento cuando los cuerpos regulares no alcanzaban para
llevar adelante su tarea y eran convocados por periodos limitados de servicio.
Si bien el Presidente era el comandante supremo de todas las fuerzas milita-
res, en los hechos, las Guardias Nacionales eran cuerpos de carácter provin-
cial ya que eran los gobernadores quienes las convocaban. Esto implicó una
larga y ardua tarea de subordinacion de estas milicias provinciales. Durante la
presidencia de Mitre se crearon el Colegio Militar y la Escuela de Náutica con
el objetivo de lograr la profesionalización del ejército. Sin embargo, a pesar
de estas creaciones, el Ejército siguió dependiendo en gran medida de los
contingentes de destinados y de la convocatoria de las Guardias Nacionales.

LEER CON ATENCIÓN

La historiadora Hilda Sábato ha trabajado en profundidad las dife-

LL rencias simbólicas y las semejanzas en cuanto a las prácticas de los


cuerpos de Guardias Nacionales y regulares en la provincia de Bue-
nos Aires.

C Ejército de línea y Guardia Nacional respondían a dos maneras diferentes de


concebir la defensa militar: un ejército de ciudadanos libres versus uno de sol-
dados profesionales […] eran motivo de tensiones las diferencias simbólicas y
prácticas entre los milicianos o guardias y los soldados profesionales. Mientras
la figura del soldado pago se asociaba con frecuencia a la del mercenario, la
del miliciano, en cambio, portaba el aura del ciudadano […]. El soldado profe-
sional se asimilaba en general al pobre, al delincuente, “vago y malentretenido”
–en los términos de la época– reclutado por la fuerza, “destinado”. Milicianos
eran, en cambio, todos los ciudadanos. […] Estas diferencias en varios planos
no necesariamente se correspondían con clivajes efectivos. En términos de su
composición social, las milicias también reclutaban mayoritariamente, aunque
no de manera exclusiva, a varones provenientes de las capas populares de la
población. Sus derechos eran con frecuencia violados, se los retenía en servi-
cio mucho más tiempo del reglamentario, se los enviaba al frente en las mis-
mas condiciones que a los regimientos de línea y se los castigaba con métodos
iguales a los usados para los soldados. En cuanto a sus funciones, con mucha
frecuencia se superponían y, en ocasiones como la Guerra de la Triple Alianza
contra Paraguay (1865-1870) y en el servicio regular de frontera, era difícil dis-
tinguir entre una y otra fuerza. (Sábato, 2010: 235-236)

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94

LECTURA RECOMENDADA

RR
Sábato, H. (2010), “Milicias, ciudadanía y revolución: el ocaso de una tradición políti-
ca (Argentina, 1889)”, en: Bragoni, B y E. Míguez, Un nuevo orden político. Provincias
y Estado Nacional 1852-1880, Biblos, Buenos Aires, pp. 227-244.

PARA REFLEXIONAR

En un compilación reciente, Beatriz Bragoni y Eduardo Míguez han

PP realizado una novedosa aproximación sobre el proceso de formación


estatal remontándose a las situaciones provinciales luego de la caída
de Rosas. La idea principal de los autores se funda en que:

C Existe una muy amplia bibliografía sobre (la formación del Estado nacional)
que, sin embargo, en general ha atendido poco algunos de sus aspectos
esenciales. Uno de los más descuidados es la caracterización de las for-
mas institucionales previas a la formación del Estado nacional […] En una
visión preocupada por retrotraer la existencia de la nación al momento de la
disolución del vínculo colonial y darle continuidad histórica con el presente,
la naturaleza de un protoestado nacional constituyó un tema regularmente
visitado por los cultores de la historia institucional quienes, munidos de ins-
trumentos jurídico-políticos, sedimentaron potentes imágenes sobre la fiso-
nomía del Estado federal argentino. En disidencia, una rica discusión sobre
la naturaleza de los estados provinciales en la primera mitad del siglo XIX ha
destacado cómo la concentración de atributos soberanos en ellos hacía del
Estado central más una hipótesis que una realidad. En ambas vertientes, se
trata por cierto de una bibliografía copiosa y rica que sin embargo mantuvo
ese tradicional divorcio entre la primera y la segunda mitad del siglo XIX. Así,
quienes han intentado reconstruir el proceso formativo de la nación a partir
de 1852 pocas veces han prestado suficiente atención al sistema político e
institucional preexistente (Bragoni y Míguez, 2010: 11-12).

LECTURA OBLIGATORIA

Oszlak, O. (1982), “Reflexiones sobre la formación del estado y

OO la construcción de la sociedad argentina”, en: Desarrollo Económico


Revista de Ciencias Sociales, Vol. XXI, Enero-Marzo, IDES, Buenos
Aires pp. 531- 548.
Bragoni, B y E. Míguez, (2010), “Introducción”, en: Un nuevo
orden político. Provincias y Estado Nacional 1852-1880, Buenos Aires,
2010, pp. 9-28.

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95

1.

KK Lean con atención los textos obligatorios y contesten las siguientes


preguntas.
a. ¿Qué significado le asigna Oszlak a lo que define como formas de
penetración del Estado nacional –cooptativa, represiva y material?
b. ¿En qué puntos de esta propuesta se contraponen los argumentos de
Bragoni y Míguez?

3.3.1. Los partidos políticos y las alianzas electorales


Las sucesiones presidenciales implicaban el tejido de una trabajosa red de
alianzas provinciales para sostener a los candidatos, que debía renovarse para
cada contienda electoral. En este manejo de la política, eran de fundamental
importancia las elites provinciales, las familias poderosas, que contralaban un
amplio sector del electorado. En la década de 1850 Mitre había organizado el
Partido de la Libertad, agrupación que en sus inicios era básicamente provin-
cial. En la misma convivían dos tendencias diferentes con respecto al tipo de
organización política que debía tener la Nación: los autonomistas y los nacio-
nalistas. Durante su presidencia, Mitre se propuso extender la influencia del
partido sobre el resto del país mediante una combinación de alianzas políticas
con algunas elites e intervención armada en provincias claramente hostiles.
La contrapartida de este avance fue que, el impulso dado a la federalización
de Buenos Aires por Mitre llevó a la división de la agrupación; los partidarios
de Alsina constituyeron el Partido Autonomista y los seguidores de Mitre, el
Partido Nacionalista.
En ocasión de las elecciones presidenciales de 1868 se perfilaban tres blo-
ques políticos: el federalista, centrado en las provincias del Litoral que apoya-
ban la candidatura de Urquiza, los autonomistas porteños liderados por Alsina
y la alianza nacionalista con las provincias del noroeste realizada por Mitre con
la familia Taboada de Santiago del Estero.
En este escenario, un nuevo actor entró en escena llevando un candidato
propio: el Ejército Nacional que sostenía la candidatura de Sarmiento. Alsina
decidió apoyar a Sarmiento que, al ser candidato provinciano, atraía votos del
interior.
En 1874 una nueva sucesión presidencial volvió a enfrentar a los parti-
dos de Mitre y Alsina en Buenos Aires. A diferencia de las elecciones anterio-
res, el presidente saliente –Sarmiento– impuso un candidato propio, Nicolás
Avellaneda, que, al igual que él carecía de partido propio pero tenía adeptos
en las provincias. Nuevamente Alsina decidió unirse al candidato oficial para
garantizar el triunfo. Las elecciones de 1874 –de diputados en febrero y presi-
denciales en abril– fueron claramente fraudulentas alcanzándose un alto grado
de violencia en Buenos Aires protagonizado por mitristas y alsinistas. En estas
condiciones, el triunfo de Avellaneda fue resistido por el candidato naciona-
lista Mitre, quien, con el apoyo de parte del ejército, encabezó una revolución
que fue rápidamente sofocada.

CC
La elección (de diputados) fue el domingo 1° de febrero. Al día siguiente todos
los diarios reflejaban la violencia que había tenido lugar en varias parroquias
de la Capital […] Los partes que llegaron en días sucesivos denunciaban la

Historia Argentina Nancy Calvo - Judith Farberman - Silvia Ratto


96

violencia y los abusos de los jueces de paz e involucraban a partidarios de am-


bos bandos. La República (alsinista) denunciaba: ‘El caso de Saladillo ha pro-
ducido un verdadero combate con 9 muertos y 33 heridos’. La Tribuna: ‘Avisan
que han cometido fraude escandaloso en Tuyú, Monsalvo y Vecino […] Por las
cartas que nos dirigen desde Monte, la responsabilidad de los crímenes allí co-
metidos caerá sobre Mitre’. Días más tarde, La Nación abriría una suscripción
para las viudas y los heridos de la elección, anunciando cotidianamente los do-
nantes y el monto recaudado” (Míguez, 2011: 15-16)

El nuevo presidente Avellaneda impulsó un acuerdo político con mitristas y


alsinistas que se conoció con el nombre de “conciliación”. Pero luego de la
muerte de Alsina, autonomistas y nacionalistas “conciliados” abandonaron el
acuerdo con el oficialismo y reconstruyeron el viejo partido Liberal. Por otra
parte, Avellaneda avanzó en el armado de la red de alianzas personales con
los dirigentes de las provincias que, hacia 1878 tomó forma institucional
con la formación de la Liga de Gobernadores encabezada por Córdoba y que
contaba con el acuerdo de los gobiernos de San Juan, Mendoza, San Luis,
Catamarca, La Rioja, Santiago del Estero, Entre Ríos, Salta, Jujuy y Santa Fe.
Con la creación del Partido Autonomista Nacional (PAN), estructura com-
plementada por la Liga de Gobernadores se impulsó la candidatura del gene-
ral Roca que triunfó en 1880 sobre el candidato autonomista y gobernador
de Buenos Aires, Carlos Tejedor. La victoria de Roca llevó a un enfrentamiento
entre las tropas porteñas y el Ejército nacional que se resolvió a favor del últi-
mo. Inmediatamente la provincia fue intervenida y la ciudad de Buenos Aires
fue declarada Capital Federal.

3.3.2. Las prácticas eleccionarias


Dentro de la estructura de los partidos existían los clubes políticos. La tarea
de los mismos se centraba en la definición de las candidaturas y luego en
la difusión pública de las mismas. Estas organizaciones tenían una fuerte
división jeráquica; un grupo dirigente tomaba las decisiones más importantes
pero existían asambleas mucho más numerosas y abiertas donde se daba
espacio al debate más abierto. Por debajo de estas organizaciones se halla-
ban los clubes parroquiales, que eran asambleas de vecinos que armaban la
lista de candidatos de cada barrio. A pesar de que, nominalmente las listas
surgían “de abajo hacia arriba”, es decir, del debate en el club parroquial se
elevaban los candidatos a los clubes y de allí a los partidos, estos últimos
intentaban controlar el mayor número posible de clubes parroquiales para
imponer sus candidatos. Los clubes parroquiales además debían realizar el
“trabajo electoral” que consistía en el empadronamiento de los ciudadanos
aptos para votar, la celebración de las reuniones y manifestaciones de apoyo a
los candidatos y el desarrollo del mismo acto electoral. Los cargos dirigentes
de los clubes eran ocupados por aquellos personajes que tuvieran la capaci-
dad de movilizar una amplia clientela: el cura, el juez de paz.
Las movilizaciones tenían el objeto de convalidar las decisiones tomadas
por las dirigencias y mostrar la capacidad de reclutamiento de los clubes.
El acto electoral comenzaba con el nombramiento de autoridades de mesa
adictas que podían llegar a amedrentar a los votantes con la exhibición de

Historia Argentina Nancy Calvo - Judith Farberman - Silvia Ratto


97

armas de fuego, prohibición del voto, expropiación, etc. A su vez la oposición


buscaba ubicar en las mismas a sus adherentes para fiscalizar el desarrollo
del acto. Los votantes, coaccionados o comprados por dinero, conformaban
una masa disciplinada y pasiva que era arrastrada hacia la mesa. En
ocasiones estos grupos eran convocados el día anterior al comicio y ubicados
en corrales o cuarteles eran movilizados conjuntamente hacia el lugar de
votación. El resultado de este tipo de prácticas eleccionarias fueron los altos
niveles de abstención de los grupos medios de la sociedad (la mayor cantidad
de votantes provenían de los niveles socio económicos mas bajos que podían
ser movilizados) y los frecuentes hechos de violencia que se registraban.

LEER CON ATENCIÓN

Las prácticas electorales en el Interior reproducían las prácticas por-

LL teñas como puede verse en el informe sobre las elecciones de legisla-


dores provinciales en Tucumán en enero de 1872:

C […] traiga a su memoria el espectáculo que presentan los atrios de los tem-
plos en un día de elecciones. Allí no se ve sino una chusma medio salvaje
que no sabe ni el nombre del ciudadano por quien va a sufragar. Tome Ud.
los registros electorales y encontrará por cada 100 votantes uno cuyo nom-
bre sea conocido o que sepa leer y escribir. Y bien, éstos son los ciudadanos
que hacen la elección, asistiendo a los comicios por el mandato del patrón o
del comandante o por lo menos interesados en la empanada y el aguardien-
te que se les propina. (Bonaudo y Sonzogni, 1999: 76-77)

3.3.3. Las oposiciones federales en el Interior y el Litoral


A partir de 1860 una serie de levantamientos federales en el Interior y en
el Litoral reflejaron el rechazo de los caudillos provinciales a una unificación
nacional bajo la éjida de Buenos Aires. Tanto Mitre, que impulsó la política de
la “unidad a palos” que significaba ocupar militarmente aquellas provincias
que se resistieran al nuevo modelo de organización nacional como Sarmiento,
que se apoyó fuertemente en el Ejército para lograr la unificación, fueron impla-
cables en la represión de estos movimientos.
La provincia de La Rioja fue el centro de dos rebeliones de importancia
contra el Gobierno nacional. En 1862, Angel Vicente Peñaloza, el Chacho, que
había sido lugarteniente de Quiroga, se levantó contra el gobierno contando
con la adhesión de los federales de San Juan, San Luis y Mendoza. Tras un
breve acuerdo de paz que no pudo mantenerse, la rebelión se reanudó alcan-
zando esta vez a la provincia de Córdoba. A pesar de la importante cantidad
de milicianos que integraban las filas federales (unas 2.000 personas) las tro-
pas nacionales vencieron la resistencia y el Chacho fue asesinado en noviem-
bre de 1863.
Poco después otro nuevo movimiento federal encabezado por el lugarte-
niente del Chacho, Felipe Varela, se extendió por varias provincias y se enca-

Historia Argentina Nancy Calvo - Judith Farberman - Silvia Ratto


98

denó con la impopularidad de la guerra del Paraguay. La deserción de miles de


soldados que habían sido reclutados en las provincias para luchar en el país
vecino, fue adjudicada a maniobras conspirativas de Felipe Varela y a Ricardo
López Jordán. La rebelión de Varela se conectó con otro movimiento federal:
la rebelión de los colorados en Mendoza. En abril de 1867 la disidencia fede-
ral fue aplastada.

PARA REFLEXIONAR

Ariel de la Fuente ha analizado en profundidad las motivaciones de

PP la participación política de los gauchos en las montoneras riojanas


de Felipe Varela. Para el autor, varios fueron los factores que expli-
can la movilización política. En primer lugar, una clara motivación
económica expresada en las recompensas materiales y en el acceso a
distinto tipo de bienes. En segundo lugar, la existencia de vínculos
previos entre los caudillos y los gauchos que se gestaban en la vida
cotidiana en donde el carisma del caudillo era esencial para generar
un vínculo emocional con sus seguidores. En tercer lugar –y esta es
una de las principales originalidades de la investigación–, el autor
señala que estos elementos no deben opacar otro igualmente consti-
tutivo en la formación de las montoneras: las identidades políticas.
En palabras del autor:

C
Años de movilización significaron que la relación caudillo-seguidor se desa-
rrollara en el contexto de luchas partidarias en las que surgieron identidades
y en las que las lealtades partidarias se reconocían explícita y públicamen-
te. De esta forma, la relación caudillo-seguidor creó el espacio para que los
seguidores fueran concientes de las luchas políticas y eventualmente, para
que hubiese una identificación política entre líderes y gauchos. (de la Fuente,
2007: 251)

La rebelión de López Jordán en Entre Ríos puede rastrear sus orígenes en


1865. La política cada vez más personalista de Urquiza y su relación cada vez
más estrecha con Buenos Aires creaba un profundo malestar entre los federa-
les entrerrianos. La visita del presidente Sarmiento en febrero de 1870 para
ratificar el arreglo de Urquiza con el partido Liberal aumentó el descontento y
desencadenó la revolución que iniciada en abril de 1870 acabó con la vida de
Urquiza. López Jordán fue elegido por la legislatura provincial para terminar el
mandato de Urquiza. La reacción del Gobierno nacional no se hizo esperar y
Sarmiento decretó la intervención armada de la provincia. En 1873 la rebelión
fue vencida totalmente.

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99

3.3.4. La guerra del Paraguay


El detonante de la guerra fue la participación de Paraguay y Brasil en la guerra
civil uruguaya. Sin embargo, causas más profundas dieron motivo al enfrenta-
miento. Desde el gobierno de Gaspar Francia, en Paraguay se había llevado a
cabo un proceso modernizador fomentando la industria y limitando al máximo
el intercambio con el exterior con lo cual el comercio inglés veía frustradas sus
miras de llegar al mercado paraguayo. Esta política se acentuó con el sucesor
de Francia, Carlos Antonio López quien intentó hacer de Paraguay una nación
importante en la geopolítica de la cuenca del Plata.
El problema central que enfrentaba a los países de la región era la libre
navegación de los ríos internacionales. En Brasil, la conexión entre Río de
Janeiro y la provincia interior del Mato Grosso debía hacerse por el río Paraguay
hacia el interior de la república del mismo nombre. Si bien López había per-
mitido esa circulación, la instalación del fuerte de Humaitá en la confluencia
del Paraguay con el Paraná tenía el objetivo de controlar la circulación fluvial.
En contrapartida, la salida de los productos paraguayos para el mercado mun-
dial debía hacerse por el Paraná atravesando territorios de la Confederación
Argentina. Todas estas tensiones terminaron de desencadenarse con motivo
de la guerra civil en Uruguay.
En 1864, Venancio Flores, del Partido Colorado (liberal) movilizó sus tropas
para derrocar al gobierno del Partido Blanco (federal) cuyos dirigentes mante-
nían buenas relaciones con el Gobierno paraguayo. Brasil y Argentina, ambos
países gobernados por partidos liberales, apoyaron el movimiento de Flores.
Paraguay decidió participar en ayuda del partido gobernante y pidió autoriza-
ción al gobierno argentino para cruzar por Corrientes. La negativa de Mitre llevó
al presidente de Paraguay, Solano López a la declaración de la guerra. En mayo
de 1856 Brasil, Uruguay y Argentina firmaron el tratado de la Triple Alianza
para enfrentar a Paraguay en una guerra que se extendió entre 1865 y 1870.
A pesar de que en 1870 las acciones militares concluyeron, los ejércitos
brasilero y argentino permanecieron en territorio paraguayo hasta 1876 y 1878
respectivamente. Como resultado de la guerra y de las negociaciones de paz,
Paraguay perdió un 60% de sus habitantes y un 40% de su territorio. Hacia
1872, los mayores de 13 años no representaban más del 13% de la población
total. Pero las bajas no fueron sentidas solamente en el ejército paraguayo:
en la batalla de Curupaytí murieron unos 9.000 argentinos.

Historia Argentina Nancy Calvo - Judith Farberman - Silvia Ratto


100

Ejército paraguayo en la batalla de Tuyutí, Guerra de la Triple Alianza. Detalle de


la pintura de Cándido López.
Fuente: E’a Periódico de interpretación y análisis. <http://ea.com.py>. [Consulta, 17 de
junio de 2013]. Imagen disponible en: <http://ea.com.py/wp-content/uploads/2011/10/
guerra-de-la-triple-alianza.jpg>

LEER CON ATENCIÓN

El historiador Luc Capdevila realizó un exhaustivo estudio sobre el

LL impacto de la guerra en el Paraguay señalando, entre otros aspectos,


la masividad de la movilización de población:

C Desde las primeras batallas libradas contra los tres aliados, entre junio y
octubre de 1865, las fuerzas paraguayas sufrieron pérdidas importantes.
Para peor, las condiciones sanitarias de la movilización provocaron una fuerte
mortalidad en los campamentos […] El 23 de febrero de 1866 Solano López
decretó la movilización general. Al día siguiente precisó que nadie estaba
exento del “llamado de la nación”, salvo los “notablemente inútiles”, ningún
individuo podía ser separado de la conscripción. […] El 16 de marzo de 1866
fue decretada la suspensión de la escolaridad obligatoria para los varones,
con el fin de permitir la incorporación de los maestros. La aplicación inme-
diata del texto es confirmada por el cierre de numerosas escuelas. Al año
siguiente la edad de los conscriptos fue oficialmente disminuida a 13 años y
aumentada a sesenta para los mayores. […] En el transcurso de las últimas
semanas de 1867, al final de una fase de movilización moral, un movimiento
femenino se afirmó en la región de Asunción y en las pequeñas ciudades del
interior. Las mujeres pidieron portar armas y combatir al lado de los hombres.
Batallones femeninos desfilaron con lanzas sobre la espalda en las calles
desde Areguá hasta Asunción. (Capdevila, 2010, 41-42 y 51-52)

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101

EE

Serie documental Guerra Guasú (2013), dirección: Alejandro Fernández


Mouján y Pablo Reyero, realizado por Canal 7, Argentina, TV Pública digital.
http://blogosfera.tvpublica.com.ar/guerraguasu/?p=18

3.3.5. La ocupación del territorio indígena: la conquista de


Patagonia y Chaco
Lograda la unificación nacional y acallada la resistencia federal en el Interior,
la ocupación de los territorios en poder de los pueblos indígenas –Patagonia y
Chaco– se convirtió en un tema prioritario del Gobierno nacional. La inserción
del país en la economía mundial llevaba la necesidad de incorporar y poner en
producción nuevas tierras productivas con el fin de aumentar la exportación
de bienes pecuarios.
Durante la presidencia de Avellaneda se sucedieron dos proyectos diferen-
tes. Adolfo Alsina, ministro de Guerra impulsó una estrategia defensiva que
consistió en la construcción de una zanja de 2 metros de profundidad por 3 de
ancho con un parapeto de 1 metro de alto por 4,5 de ancho. La zanja pasaba
por los fuertes de Bahía Blanca, Puán, Carhué y Guaminí y logró la incorpo-
ración de 56.000 km2 de tierras; el proyecto fue suspendido a la muerte de
Alsina que fue reemplazado en el Ministerio por Julio A. Roca y en su proyecto
por otro ofensivo que apuntaba a la ocupación total del territorio.
La llamada “conquista del desierto” tuvo una etapa inicial que consistió en
una ofensiva preliminar con pequeños contingentes cuyo objetivo era ir debi-
litando las fuerzas indígenas. La segunda etapa era la ofensiva total y fue lle- Las fuerzas movilizadas por el
vada a cabo por cinco divisiones militares que operaron sobre distintos territo- gobierno consistieron en 6.000
soldados y 820 indios aliados. Los
rios indígenas. De julio de 1878 a enero de 1879 se realizaron 26 ataques. La
recursos en ganado comprendie-
ocupación definitiva de la Patagonia concluyó con las expediciones del general ron 7.000 caballos, 1.290 mulas
Conrado Villegas al lago Nahuel Huapi en 1881 y a los Andes en 1882. Entre y 270 bueyes. Como resultado de
1884 y 1885, el general Lorenzo Vintter nombrado gobernador de Patagonia los enfrentamientos se capturaron
10.513 indios de pelea y 46 caci-
logró apresar a los jefes indios rebeldes Inacayal y Foyel y el sometimiento del ques. La campaña tuvo un costo
último cacique araucano del sur: Valentín Sayhueque que aceptó las leyes y de 1.600.000 pesos fuertes; con
autoridades del gobierno argentino. ella se pudo avanzar el territorio
nacional en 55 millones de hec-
Finalizada la guerra con el Paraguay la atención del gobierno se volvió sobre
táreas. Como resultado colateral
el Chaco. Al igual que en el sur, se realizó primero un plan de desgaste repre- se lograron rescatar 150 cautivos
sentado por siete expediciones que entre 1870 y 1884 fueron debilitando y se obtuvieron 150.000 cabezas
las fuerzas indígenas. Ese año el ministro Benjamín Victorica encabezó una de ganado.
gran ofensiva que consiguió desbaratarar a los principales grupos, la muer-
te de varios principales caciques y la prisión de numerosos indígenas. Las
acciones militares fueron complementadas con la construcción de caminos
que unieron a las distintas zonas de la región. Asimismo, se produjo el avan-
ce estatal sobre el territorio dividiéndose la zona en los territorios de Chaco

Historia Argentina Nancy Calvo - Judith Farberman - Silvia Ratto


102

y Formosa. Para su gobierno se nombró a los coroneles Manuel Obligado e


Ignacio Fotheringham que habían participado de la expedición de conquista.
En 1899 una ofensiva generalizada dirigida por el general Lorenzo Vintter llevó
a la extinción de los principales cacicazgos de los tobas y mocovíes.
Luego de la conquista se planteó la necesidad de definir qué se haría con
los indios que habían sido tomados prisioneros. A lo largo del siglo se suce-
dieron distintos proyectos que reflejaban la carencia por parte del Estado de
un plan general y coherente. Los sectores más cercanos a la Iglesia apela-
ban a la integración de los nativos a través del trato pacífico y la conversión
al catolicismo, los medios más idóneos para lograrlo serían la escuela y el
trabajo. En ese sentido se proponía la creación de colonias mixtas de inmi-
grantes e indígenas.
Para el Gobierno el medio más efectivo para la “civilización” de los indíge-
nas era el sistema de distribución, es decir, el reparto de ancianos, mujeres
y niños entre las familias principales para el servicio doméstico. Los hom-
bres eran utilizados como mano de obra en establecimientos rurales tanto de
Buenos Aires como de las provincias de Entre Ríos y Tucumán, o eran desti-
nados al servicio de las armas. Esta política fue duramente censurada en los
periódicos de la época porque implicaba la separación de las familias y no
demostraba mejorar la condición de vida de los indígenas.
Esta decisión gubernamental fue desechada a mediados de la década de
1880 debido a una nueva mirada sobre el problema indígena. El indio ya no
era considerado un peligro latente y había dejado de ser un problema priorita-
rio. Se vuelve así a considerar la formación de colonias agrícolas con los res-
tos de las tribus reducidas para lo cual se legisla el otorgamiento de tierras
a los indígenas. Relacionado con este debate se encontraba la definición del
indio como ciudadano. Si bien había cierto consenso en definirlo como tal, se
evidenciaba en los discursos de la época la existencia de dos tipos de ciuda-
danos: los verdaderos ciudadanos argentinos representantes de la civilización
y los ciudadanos indígenas representantes de la barbarie. De hecho los indí-
genas no gozaron por mucho tiempo de los derechos y garantías establecidos
por la Constitución Nacional a los ciudadanos.

PARA REFLEXIONAR

En la actualidad, varios historiadores y antropólogos definen las cam-

PP pañas de conquista de los territorios indígenas como políticas geno-


cidas considerando que existió un plan sistemático de aniquilar a las
poblaciones originarias. Algunos de estos autores retrotraen esta polí-
tica a inicios del siglo XIX.

LECTURA RECOMENDADA

RR
Intervenciones de Florencia Roulet, Diego Escolar y Julio Vezub en:
VVAA. «Genocidio y política indigenista: debates sobre la potencia explicativa de una
categoría polémica», [en línea. En: CORPUS Archivos virtuales de la alteridad amae-
ricana Vol. 1, Nº 2 Julio-diciembre, 2011. Disponible en: <http://ppct.caicyt.gov.ar/
index.php/corpus/issue/view/51> [Consulta: 10 de mayoo de 2013].

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103

EE

Canal Encuentro. Historia de un país. Argentina siglo XX. Campaña del


desierto [Consulta: 14 de mayo de 2013]. Disponible en: <http://conectate.
gov.ar/educar-portal-video-web/module/detalleRecurso/DetalleRecurso.
do?canalId=1&temaId=9&modulo=menu&temaCanalId=9&tipoEmisionI
d=3&recursoPadreId=50001&idRecurso=50003>

2.

KK A partir de la lectura recomendada y el documental de Canal Encuentro


sobre la conquista del desierto, respondan las siguientes preguntas:
a. ¿Cuáles son los argumentos utilizados para sostener que la conquista
del territorio indígena puede ser considerada un genocidio?
b. ¿Desde qué momento histórico se señala la existencia de prácticas
genocidas?
c. ¿Cuál es la posición del documental con respecto a este tema?
d. ¿Qué argumentos se plantean para englobar como prácticas geno-
cidas a las campañas nacionales contra los caudillos federales del
Interior?

3.4. Del surgimiento a la consolidación del modelo


agroexportador

CC
“Los símbolos que destaca la nueva generación en el poder son […] la apertu-
ra a la civilización europea, […], a los capitales, la inmigración, la libre navega-
ción de los ríos, los ferrocarriles y la política de colonización agrícola. Los dis-
cursos de la época están plagados de estos tópicos y ellos insisten en
destacar la absoluta novedad de todos estos elementos en oposición a la bar-
barie y el atraso que los precede. Y sin embargo, más allá de los discursos, a
nivel del agro e incluso de las políticas agrarias, las transformaciones son me-
nos notables que lo proclamado con tanta vehemencia y a su vez, los cambios
que acaecen dependen menos de la voluntad de los gobiernos que de otros
factores” (Barsky y Gelman, 2001:136).

Historia Argentina Nancy Calvo - Judith Farberman - Silvia Ratto


104

LECTURA OBLIGATORIA

Barsky, O. y J. Gelman (2001), “Desierto y Nación: cambios y con-

OO tinuidades entre 1850 y 1810”, en: O. Barsky y J. Gelman, Historia


del agro argentino, Mondadori, Buenos Aires, pp. 135-163.

La cita precedente rompe con una idea muy tradicional de la historiografía argentina
que insiste en los profundos cambios producidos luego de la caída de Rosas; por el con-
trario, actualmente se tiende a ver que las continuidades fueron más marcadas de lo que
se suponía donde lo que primó fue la aceleración de procesos que ya habían comenzado
en el período anterior. A la apertura del comercio que trajo la independencia se suma-
ron desde la década de 1850 cambios vinculados con la economía internacional. La
demanda europea de alimentos y bienes primarios a bajos precios comenzó a provocar
cambios significativos en las condiciones de producción de las regiones que podían pro-
ducirlos y exportarlos; de esta forma, en varios países latinoamericanos algunas regio-
nes fueron reorientando y especializando su producción en función de los cambios en
la demanda externa. Ello era posible también por la generalización de la navegación a
vapor que abarataba costos, reducía tiempos de traslado y aumentaba la capacidad de
carga. A su vez, los capitalistas europeos buscaban nuevas oportunidades de inversión
más allá de sus propios países y hacia 1870 la Argentina se convirtió en el primer país
de Latinoamérica en donde los inversores ingleses colocaron sus capitales.
La primera iniciativa en la construcción de ferrocarriles correspondió al gobierno
de Buenos Aires que con la ayuda de capitales privados inauguró en 1857 el Ferrocarril
Oeste. A poco de instalado el gobierno central se encaró la construcción del Ferrocarril
Central que tenía como primer tramo la unión de Rosario con Córdoba. El trazado de
esta línea, realizada con capitales ingleses, pasaba por zonas prácticamente despobla-
das. La expectativa era que el paso del ferrocarril incentivara la producción en aquellas
áreas. El Ferrocarril del Sur comenzó a construirse a mediados de la década de 1860
con capitales ingleses. Al igual que la línea Oeste el objetivo era unir zonas productoras
con la ciudad de Buenos Aires para garantizar la comercialización de la producción
agropecuaria.

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105

Estación Chascomús del Ferrocarril del Sud, ca. 1875.


Colección del Archivo General de la Nación. Christiano Junior (atribuída).
Obtenida del libro: «Un país en transición. Fotografías de Buenos Aires, Cuyo y
el Noroeste, 1867-1883», Ediciones Fundación Antorchas.
Fuente: Museo Ferroviario Ranchos. <http://museoferroviario.flavam.com>. [Consulta: 10 de
junio de 2013]. Imagen disponible en: <http://www.flavam.com/museo_ferroviario_ranchos/est-
chascomus.html>

La construcción del Estado nacional fue igualmente decisiva para la implemen-


tación de una legislación sobre tierras apoyada en principios liberales donde la
propiedad privada y la libre iniciativa de los empresarios fueran los pilares funda-
mentales. El gobierno intentó imponer a toda la vida social dentro de un marco
jurídico liberal con el objetivo de crear una sociedad y un Estado modernos acorde
con el pensamiento político de la época. El liberalismo, la concepción ideológica
imperante en Europa que hacía sentir su influencia también en América, proclama-
ba la libertad del individuo que debía garantizarse mediante el goce de una serie
de derechos. Uno de estos derechos fundamentales era el de la propiedad priva-
da y en este esquema el Estado se convertía en el garante del disfrute de estos
derechos. Los principios liberales se plasmaron en general, en constituciones y
códigos –como el Código Civil o el Código Penal– que tenían el objetivo de aportar
normas y reglas que debían ser aceptadas y de esta manera se reglamentaba la
convivencia social. En lo que respecta a la producción agropecuaria, la sanción
del Código Rural en 1865 sistematizaba un conjunto de prácticas y derechos
consuetudinarios en la provincia de Buenos Aires. En el mismo se avanzaba deci-
didamente en la protección de la propiedad privada limitando el acceso a recursos
considerados de libre acceso como la paja, la leña, la piedra, etcétera.

CC
Ahora, el proceso de apropiación jurídica de la tierra en Buenos Aires estaba
casi acabado y los sistemas legales que la regían (Código Rural provincial,
Códigos nacionales Comercial y Civil) habían sido perfeccionados desde el
punto de vista del resguardo del derecho de propiedad, como lo entendían los
hombres que dirigían el país […]. Ya no era posible cruzar los campos alambra-

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106

dos para llevar su tropilla de azulejos a pastar o su majadita a beber, tampoco


se podía cortar leña para cocinar o paja para techar el rancho sin pedir permi-
so, como lo había permitido la costumbre desde tiempo inmemorial. Ni era po-
sible salir a cazar nutrias, a bolear avestruces o a correr unas gamas por el
campo abierto. (Garavaglia, 2007: 342)

La llegada de comerciantes ingleses que tenían mayores contactos con los


mercados ultramarinos y nuevas técnicas de comercialización que los vincula-
ban de manera más directa con los productores, llevaron al desplazamiento de
algunos comerciantes locales que giraron sus actividades, y su dinero, hacia
el agro. Estos nuevos estancieros mantendrían la diversificación de sus inver-
siones utilizando parte de su capital en la compra de propiedades urbanas,
en actividades crediticias y en la compra de fondos públicos.

3.4.1. El auge de la lana y la colonización agrícola en el Litoral


A la primacía absoluta de la producción de ganado vacuno que imperó desde la
década de 1820 se fue agregando la lana como nuevo rubro de exportación en
la década de 1840. Tal fue su éxito para satisfacer la demanda de la industria
textil europea a partir de la década de 1850 que se convirtió en la principal
exportación del Litoral. La creciente demanda de lana llevó a la incorporación
de animales de raza dando origen a un proceso de mestizaje y refinamiento
del ganado para adaptarlo a la demanda europea. Esta especialización produjo
modificaciones en la estructura productiva. El mestizaje requería un cuidado
más intenso del ganado y aumentó la necesidad de mano de obra; además,
fue necesario el cercamiento de las parcelas para garantizar el cuidado de los
rebaños y por ello comenzó a emplearse el alambrado, que modificó profunda-
mente las costumbres rurales en la década de 1870. La producción ovina en la
provincia de Buenos Aires, se basó en dos tipos de unidades productivas muy
diferentes: las grandes estancias y las pequeñas y medianas explotaciones
familiares de pastores que generalmente pagaban el arriendo de los campos
con parte de la producción. Entre ellos había tanto campesinos criollos como
inmigrantes vascos e irlandeses. El crecimiento de la cría de ovinos fue trans-
formando el uso del espacio bonaerense y aumentó la necesidad de nuevas
tierras pues mientras las ovejas ocupaban las tierras más cercanas a la ciu-
dad, la cría de vacunos se fue desplazando hacia la frontera.
La producción agrícola tuvo un impulso mucho mayor con el desarrollo de
la colonización en Santa Fe y el sur de Córdoba, aunque recién en la década
de 1870 comenzó a manifestarse en las exportaciones. La construcción de
un Estado unificado ayudó a este proceso y permitió a muchos empresarios
realizar inversiones en varias provincias. Entre 1850 y 1880 el Estado vendió
a particulares más de cinco millones de hectáreas en Buenos Aires y más de
dos millones en Santa Fe y Córdoba.
A partir de la década de 1850, la creciente necesidad de mano de obra
para llevar adelante la expansión agropecuaria llevó a que desde los distin-
tos gobiernos porvinciales del litoral se promoviera la llegada de inmigrantes
europeos. Estos formaron colonias agrícolas que recibieron tierras por parte
del Estado para su asentamiento.

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107

Una mención especial merece la colonización galesa de la Patagonia ya que se realizó en


una zona totalmente aislada del resto del territorio poblado. La primera de las colonias que
se fundó (1865) fue Trelew o “Pueblo Luis” en honor a uno de sus fundadores Luis Jones.
Este primer contingente se componía de 132 personas; diez años más tarde la población
había aumentado a 500 colonos galeses. La gran distancia que separaba esta colonia del
resto del territorio poblado llevó a la necesidad de establecer una relación amistosa con
los indios tehuelches que habitaban la región. De este contacto surgió un fluido comercio
que posibilitó, en los momentos iniciales de la colonia y en períodos de malas cosechas, la
subsistencia de los habitantes galeses.

Santa Fe fue la provincia pionera y más exitosa en el Litoral en establecer


colonias agrícolas. La Colonia Esperanza a ocho leguas de la ciudad de Santa
Fe fue creada en 1856 con 200 familias de inmigrantes suizos, alemanes y
franceses. Los comienzos de esta colonia fueron muy duros por escasez de
abrigo y por la pérdida de cosechas a consecuencia de la seca y de la plaga
de langosta. Como consecuencia de esto, en el primer año de vida 300 de
los 1.200 colonos que se habían asentado, abandonaron la colonia. Con el
tiempo la situación fue mejorando y a 10 años de su instalación se producía
trigo, cebada, maíz, maní y papas.
En sus inicios, la colonización santafesina tuvo un fuerte impulso por
parte del gobierno provincial. Ofrecía tierras a bajo precio a las compañías
colonizadoras y de este modo favoreció el desarrollo comercial a través del
ferrocarril entre Rosario y Córdoba que garantizaba el acceso de la producción
a los mercados.

Rosario-Elevadores, Colección de postales de Rosario, Museo de la ciudad.


Fuente: Museo de la ciudad. <www.museodelaciudad.org.ar>. [Consulta: 10 de junio de 2013].
Imagen disponible en: <http://www.museodelaciudad.org.ar/wp-content/uploads/archivo-fotogra-
fico/postales-de-rosario/174051-13-ELEVADOR-DE-GRANO.jpg>

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108

La colonización en Entre Ríos tuvo la característica de conformar islas étnicas que convivían
aisladamente de la sociedad criolla. Moisesville fue una de las ocho colonias conformada
por rusos alemanes en la provincia. En ellas, la organización era comunitaria y existía un
Consejo Directivo que determinaba las tierras que debían ser aradas, en barbecho, pastoreo
y cuestiones que los vinculaban con el exterior como compra de nuevas tierras.

La necesidad de mano de obra en el Litoral también incentivó un proceso


de migraciones internas procedente fundamentalmente de algunas provin-
cias del norte (Santiago del Estero, Córdoba y, en menor medida, de las
provincias cuyanas). En la primera región, la escasez de tierras y los bajos
salarios pagados por los estancieros llevaron a los trabajadores rurales a
intentar mejor suerte en las nuevas tierras que se estaban poblando en las
provincias del litoral.

CC
Si se intenta describir el mundo pampeano desde los cambios económicos de
fines del siglo XIX es posible diseñar retrospectivamente un mapa dividido en
cuatro áreas o zonas teniendo en cuenta las distinciones existentes en la eco-
logía, forma de acceso a los mercados, régimen de propiedad de la tierra, es-
pecialización productiva e historias de colonización.
1) La zona de antiguo poblamiento: norte de Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba y
Entre Ríos. […].
2) El centro agro-pastoral. Estas tierras ubicadas al sur del río Salado fueron lenta-
mente pobladas durante el siglo XIX […].
3) El nuevo sur. La incorporación de tierras se produjo lentamente a partir de 1820,
las posteriores campañas militares intentaron “liberar” los campos de las incur-
siones indígenas pero ello no fue posible hasta la década de 1870 […].
4) El oeste productor de cereales. Esta región ocupaba la superficie de los departa-
mentos del sudoeste de la provincia de Buenos Aires y del este de la provincia
de La Pampa.
[…] En cada una de estas provincias que partieron a mediados de siglo de con-
diciones políticas, sociales y económicas diferentes, se ensayaron modelos de
colonización y poblamiento que exigían, según los casos, una mayor o menor
intervención del Estado o de los empresarios. En tal sentido aparecen dos
casos extremos: el de Santa Fe que para sortear el estancamiento tuvo como
única opción recurrir a la colonización dirigida y el de Buenos Aires donde la
existencia de una burguesía más consolidada fue capaz de llevar por sí sola la
expansión, limitándose la presencia estatal a conducir una política de fronteras
que sustentara el desarrollo capitalista. (Zeberio, 1999:323-325)

3.4.2. Las economías regionales del Interior


La década de 1850 no produjo cambios sustanciales en la vida económica del
Interior. Entre esa fecha y 1880 se dio un proceso de acumulación de capitales
que permitió dos décadas más tarde la reconversión productiva del Norte y
Cuyo donde pueden identificarse dos modelos productivos exitosos. Uno, mer-
cantil-manufacturero con epicentro en Tucumán y el otro ganadero-comercial

Historia Argentina Nancy Calvo - Judith Farberman - Silvia Ratto


109

con eje en Mendoza, tema que desarrollaremos en profundidad en en la próxi-


ma unidad. Lo más característico de esta etapa para el primer modelo pro-
ductivo del noroeste fue la pervivencia de las economías campesinas y los
mercados hacia donde se dirigía la producción.
En efecto, hasta 1880, Tucumán desarrolló una economía muy diversifica-
da que abastecía a una diversidad de mercados: al Litoral con suelas, tabaco,
quesos y aperos de montar; a Bolivia fundamentalmente con manufacturas de
cuero y a los mercados de la región con artículos de cuero, azúcar y aguardien-
te. Esta diversificación productiva llevó al desarrollo de una importante canti-
dad de curtiembres, ingenios y talleres ubicadas principalmente en el ámbito
urbano. En los valles tucumanos el cultivo del azúcar y del tabaco abastecía
la demanda local y las necesidades de exportación a diferentes mercados.
Otros cultivos como el maíz, el trigo y el arroz eran básicamente consumidos
en la provincia aun cuando por momentos hubo excedentes exportables hacia
las provincias vecinas. En la década de 1870 una fuerte crisis en la industria
de la curtiembre y la llegada del ferrocarril, incentivaron una transformación
de la economía que se orientó decididamente hacia la producción de azúcar.

CC
Uno de los rasgos distintivos de la agroindustria azucarera tucumana es la pre-
sencia de un significativo sector de pequeños y medianos propietarios dedica-
dos al cultivo de la caña de azúcar. Su origen y evolución constituyó una singu-
laridad de la agroindustria tucumana comparada con la estructura del complejo
azucarero saltojujeño que integró la plantación y elaboración en una misma
unidad productiva. (Bravo, 1999: 201)

3.4.3. La crisis de 1873


La estructura financiera del país se asentaba sobre una balanza comercial
deficitaria merced a un nivel de importaciones que excedía a las exportacio-
nes. Para cubrir el déficit de la balanza comercial y enfrentar el gasto público
el gobierno dependía en alto grado de los empréstitos extranjeros. En 1873
se inició en Europa una crisis de rentabilidad por el saturamiento de los mer-
cados de bienes primarios e industriales. Para paliar los efectos de la crisis
los países europeos iniciaron una política proteccionista de su economía. Este
giro en la política económica mundial incidió negativamente en nuestro país al
producirse una disminución en la demanda de cueros y lana y un descenso de
los precios internacionales de esos productos. Por otro lado, se hizo cada vez
más difícil la obtención de nuevos empréstitos en el exterior. De esa manera
las deudas debieron ser cubiertas con una disminución de las exportaciones
y una contracción del gasto público.
La crisis afectó en un primer momento a los sectores urbanos y al sistema
bancario; en 1876 tuvo su impacto más profundo sobre los productores rura-
les. Con anterioridad a la misma se había verificado un auge en el sistema
bancario. En 1872 se habían fundado el Banco Hipotecario de la Provincia de
Buenos Aires, el Banco Nacional y varios otros bancos con capitales extranje-
ros y nacionales. El primer efecto de la crisis fue el retiro de metálico que el
Gobierno nacional comenzó a realizar de los bancos y que utilizaba para sal-
dar una balanza comercial deficitaria. La disminución de las reservas metáli-
cas llevó a una rápida contracción de los créditos y a que varias instituciones

Historia Argentina Nancy Calvo - Judith Farberman - Silvia Ratto


110

bancarias debieran cerrar sus puertas ante la imposibilidad de garantizar sus


operaciones.
Al igual que en Europa, la crisis planteó en el país un debate entre posi-
ciones librecambistas y proteccionistas. La creciente disminución de las com-
pras realizadas por los países europeos, embarcados en políticas tarifarias
que buscaban proteger a las industrias locales, hacía necesario revisar la posi-
ción sostenida hasta el momento que se basaba en impulsar la producción de
bienes primarios para la exportación. Esta polémica se evidenció fuertemente
en el Congreso durante los años 1875 y 1876 al tratarse la Ley de Aduanas
que establecía tarifas aduaneras para proteger fundamentalmente a algunas
industrias del Interior. Hacia 1879 la situación comenzó a revertirse. La drás-
tica disminución de las importaciones llevó a que la balanza comercial diera
saldos positivos a la vez que los precios internacionales de los cueros y lana
volvían a equilibrarse.
En 1867 el Banco de la Provincia de Buenos Aires creó la Oficina de
Cambios estableciéndose el régimen de convertibilidad de la moneda. Este
régimen significaba que todos los billetes emitidos tenían garantía metálica
en una relación de 25 pesos papel por 1 peso oro. Los efectos de la crisis
llevaron a que se decretara la inconvertibilidad de la moneda en el año 1876
situación que persistió hasta 1881.

3.5. La nueva sociedad


La llegada de inmigrantes modificó la fisonomía de la sociedad y su distribu-
ción en el territorio nacional. En 1869 se realizó el Primer Censo Nacional y
los resultados obtenidos mostraban una gran dispersión de la población con
una fuerte concentración en el Litoral y nucleos poblacionales en el Interior
que reflejaban un gran aislamiento. En efecto, los datos poblacionales asignan
los siguientes porcentajes: Zona este (Buenos Aires, Santa Fe, Entre Ríos,
Corrientes), 48,79%; Zona centro (Córdoba, San Luis, Santiago del Estero),
22,83%; Zona oeste (Mendoza, San Juan, La Rioja, Catamarca) ,14,64% y zona
norte (Tucumán, Salta, Jujuy), 13,74%.
Un dato importante que arrojaba el censo se relacionaba con la tasa de
escolarización alcanzada para ese momento. Si bien el sistema educativo
nacional se estructuró a partir de la Ley 1420 (1884), el período previo refleja
un importante impulso inicial. Mientras que en 1850 sobre una población
escolar calculada en 183.000 niños solo el 6,5% asistía a las escuelas, para
la época del primer censo nacional, el porcentaje se había elevado al 20,4%.
A partir de la década de 1860, los sucesivos gobiernos nacionales se
plantearon la necesidad de impulsar fuertemente la educación como un
medio de modernizar la sociedad y homogeneizar culturalmente a la población
nativa e inmigrante. Bartolomé Mitre centró su interés en la educación media
y superior. Para Sarmiento, por el contrario, el énfasis debía estar puesto en la
instrucción primaria. Estas medidas llevaron a un incremento significativo de
los niveles de asistencia escolar. En 1850, de un total de 183.000 niños en
edad escolar, sólo 11.903 (un 6,5%) asistían a establecimientos educativos.
En 1869, la cantidad de alumnos llegó a 82.679, lo que representaba el
20,4% del total de niños en edad escolar.

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111

Población escolarizada según jurisdicciones en 1850 y 1869


Localidades 1850 1869
Capital Federal ---- 46,5
Buenos aires 5,2 20
Santa Fe 14 21,5
Entre Ríos 33,6 21,8
Corrientes 14,2 20
Córdoba 2 17
San Luis sin datos 15
Santiago del Estero 0,8 11
Mendoza 13,7 12,3
San Juan 3,1 34
La Rioja 4,1 24
Catamarca 3,9 13,4
Tucumán 4,3 12
Salta 5,1 14
Jujuy 3 23

Fuente: (Eujenian, 1999: 550)

A pesar de que los datos anteriores evidencian un avance en la escolarización,


el analfabetismo seguía siendo muy alto.

CC
Si desagregamos estos datos para la provincia de Buenos Aires, tenemos co-
mo resultado que el analfabetismo entre la población activa de la ciudad de
Buenos Aires llegaba al 38%. Entre los peones […] en su mayoría extranjeros,
la proporción era aún más notable, elevándose el índice de analfabetismo al
58%. En la campaña, los peones […] eran en su mayoría nativos que vivían en
las áreas rurales y entre los cuales se hacía evidente la participación de mi-
grantes del interior. De ellos, el 77% eran analfabetos, superando la media pa-
ra la población activa, del 36,3%. Mientras que en el sector del comercio, en el
que predominaban españoles seguidos por italianos y franceses, el analfabe-
tismo llegaba al 50%. (Eujenian, 1999: 550-551)

3.5.1. El espacio público en Buenos Aires: opinión pública y las


nuevas formas de sociabilidad
Luego de 1852, con el fin del régimen rosista y el triunfo de la facción liberal
en Buenos Aires surgen nuevos espacios de sociabilidad en donde comienzan
a participar, a diferencia de periodos anteriores, los sectores subalternos.
Comenzaba, también, una etapa nueva en la historia del asociacionismo argen-
tino, caracterizada por un enorme incremento de experiencias más claramente
modernas que las anteriores al constituir expresiones espontáneas de una
sociedad civil que se volvía más compleja.
Surgen en este periodo asociaciones voluntarias de todo tipo –de ayuda
mutua, de oficio, deportivos, logias masónicas además de comisiones peque-

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112

ñas y destinadas a fines puntuales como erección de monumentos o esta-


tuas, sociedades carnavalescas– a la vez que se expande notablemente la
prensa periódica. Otra novedad de este momento se relaciona con el mayor
número de adhesiones que se obtienen donde se destaca la incorporación de
un público mucho más heterogéneo que abarca sectores muy diversos a la
vez que se implementan novedosas modalidades de funcionamiento –como
la elección libre de autoridades por parte de los socios o la realización perió-
dica de asambleas.
La opinión pública, a su vez, tuvo un campo propicio de expansión en la
proliferación de periódicos que recogían los debates políticos del momento.

CC
La activa y diversa producción de diarios y otros impresos se convirtió en una
constante como consecuencia de la normativa constitucional que garantizaba
la libertad de expresión, la expansión de grupos de opinión y de asociaciones y
el febril protagonismo de periodistas fogueados en el exilio y de otros, más jó-
venes que se enrolaron después de 1860 en la carrera de formar opinión con-
vencidos todos de que el desarrollo periodístico se convertía en umbral de la
“civilización”. (Bragoni, 2011: 243-244)

LECTURA OBLIGATORIA

Sabato, H. (2004), “La sociedad civil y sus redes”, en: La política en

OO las calles. Entre el voto y la movilización 1862-1880, Editorial de la


UNQ, Bernal, pp. 53-80.

Dentro de la literatura, un punto de encuentro entre la cultura de elite y la cul-


tura popular se plasmó en la poesía y novela gauchesca. La cultura de elite,
caracterizada hasta bien entrado el siglo XIX por la influencia de estilos litera-
rios europeos se expresaba a través de escritos literarios, ensayos. Al lado de
esta cultura letrada existía otra, característica de los sectores populares. Una
de las marcas distintivas entre una y otra era el modo de difusión: la cultura
escrita de la elite se contraponía a la cultura oral de los sectores populares.
En las provincias, esas leyendas y cantares fueron más tarde recogidos en
compilaciones escritas que dieron origen a un extenso cancionero popular.
Hacia fines de siglo este panorama se modificó al producirse cambios de
importancia en la visión de los intelectuales. El gaucho dejó de ser una figura
que representaba a un personaje holgazán, fuera de la ley, símbolo de la igno-
rancia y del atraso rural para convertirse en un elemento integrante de la cul-
tura nacional. Obras como El gaucho Martin Fierro de José Hernández y, más
tarde, Juan Moreira, de Eduardo Gutiérrez, supusieron una manera peculiar de
relación entre el mundo de la alta cultura y la cultura popular en la medida en
que el lenguaje y las temáticas eran de los sectores populares y que los sec-
tores dominantes se apropiaban de ellos para crear bienes que consumirían
los dos sectores. Esa relación se irá afianzando luego de los años ochenta y,
sobre todo, a principios de siglo, cuando se alfabetice la población y se cons-
tituyan las bases de la industria cultural. De manera no tan marcada como el
anterior, la imagen del indio también fue revisada en algunos textos que brin-

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113

daron una mirada más benigna como sucedió con la obra de Lucio Mansilla,
Una excursión a los indios ranqueles.

En este período surgen las primeras narrativas nacionales escritas por Bartolomé Mitre y
Vicente F. López que constituyen el punto de partida de la historiografía argentina. Las
diferencias entre ambos autores eran muy marcadas: para Mitre era posible realizar una
reconstrucción “objetiva” de la historia mediante una operación de crítica de los documen-
tos; para López, en cambio, el historiador debía romper con los dictados de éstos aplicando
una operación conjetural y literaria para hacer “revivir” el pasado.

LEER CON ATENCIÓN

Si el surgimiento y expansión de la esfera pública puede registrarse

LL en todo el territorio nacional, es indudable que los mayores avances


se concentraron en la ciudad de Buenos Aires. Según analiza Pilar
González:

C La historia del siglo XIX argentino, y más particularmente la del proceso de


construcción de una nación, no podría comprenderse sin tomar en cuenta
los objetivos geopolíticos tramados en torno de la ciudad puerto de Buenos
Aires. Una abundante literatura histórica recuerda las dificultades específicas
que, para la organización nacional, plantea una ciudad puerto que pretende
monopolizar los beneficios de su emplazamiento en desmedro de un territo-
rio que imagina como un vasto interior tributario. Las prolongadas y sangrien-
tas guerras civiles también dan testimonio de un destino de sumisión que
dista entonces de despertar la unanimidad de las elites regionales. En ese
vaivén de proyectos constitucionales y conflictos militares se construye esta
nueva representación de la nación que se concibe no solo como una socie-
dad de derecho, sino como una sociabilidad vinculada a una cultura urbana
cuyo marco ha llegado a ser, entretanto, la ciudad de Buenos Aires. Así, la
ecuación de la nación no pasa únicamente por la esfera pública, sino por
un espacio físico preciso asociado a la cultura cívica: la ciudad de Buenos
Aires. Si esta asociación entre ciudad y nación está presente desde el movi-
miento insurreccional de Buenos Aires, que pretende entonces representar
a la totalidad de las ciudades del Virreinato del Río de la Plata, durante los
años de secesión, período antinacional por excelencia, se introducirá todo
un dispositivo para hacer del conjunto de la comunidad urbana un modelo de
pertenencia cultural, a partir del cual pueda pensarse y construirse la nación
argentina. (González, 2001: 322)

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114

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115

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117

El orden conservador (1880-1916)

Introducción
1880 es un año emblemático. En el orden económico, señala el comienzo de
un periodo de extraordinaria expansión, que sólo hacia 1930 se vería seria-
mente cuestionada. El monumental crecimiento de las exportaciones, gracias
a la abundancia de tierras y la continuidad de los aportes de población y
capital europeos, contribuyeron a colocar a la Argentina entre los países de
destino más promisorio de su época. En lo social, aunque con pronunciados
contrastes regionales, la masiva llegada de inmigrantes europeos produjo
radicales transformaciones en todos los ámbitos, reconfigurando tanto los
sectores populares como las elites. Finalmente, en el orden político predominó
un sistema exclusivista de “gobierno elector” que aseguraba la sucesión al
partido gobernante.
Hacia 1890, este sistema comenzó a ser discutido desde afuera y desde
adentro de la clase dirigente. Desde afuera, fue particularmente notable el
surgimiento de una oposición que se nucleó en estructuras partidarias, como
fue el caso de la Unión Cívica Radical (UCR) y del Partido Socialista (PS) o de
organizaciones alternativas al partido político, como lo hicieron los anarquis-
tas. Desde adentro, se recortó una facción regeneracionista que, entre otras
medidas, sería la impulsora de la reforma electoral de 1912.

Objetivos de la unidad
•• Caracterizar el sistema político conservador e identificar los cambios que
atraviesa a lo largo del periodo 1880-1916.
•• Definir los principales procesos de modernización en sus diversos niveles.
•• Contrastar las situaciones regionales reconociendo las disparidades del
crecimiento económico.
•• Conocer las impugnaciones al régimen conservador y los canales a través
de las cuales se desplegaron.

4.1. El PAN y las herramientas políticas de un


“gobierno elector”
Como se vio en la unidad anterior, en 1879 y bajo los auspicios del presidente
Nicolás Avellaneda y de la Liga de Gobernadores, el general Julio A. Roca fue
promovido a la candidatura presidencial.
Tucumano y líder de la “campaña al desierto”, Roca representaba la pren-
da de unión de las oligarquías provinciales y a la vez el personaje providencial

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118

para saldar las lacerantes disputas entre Buenos Aires y la Nación que habían
ensombrecido las etapas precedentes. En contraste, hacia 1880, buena parte
de los problemas pendientes parecían definitivamente resueltos: Buenos
Aires ya había sido capitalizada, las díscolas montoneras y los malones indios
habían quedado en el pasado y parecían darse las condiciones para aprove-
char al máximo una coyuntura económica internacional ampliamente favorable.
Símbolo del clima de reconciliación imperante era también el Partido
Autonomista Nacional (PAN), patrocinante de Roca y síntesis de los par-
tidos que anteriormente se habían disputado la preeminencia política: el
Autonomista y el Nacional. El PAN habría de controlar la política del periodo,
caracterizada por los historiadores como “conservadora” u “oligárquica” dada
la virtual ausencia de competencia, la manipulación del sufragio y la percep-
ción contemporánea de la identidad entre los opulentos sectores terratenien-
tes y la clase política.

LEER CON ATENCIÓN

Aunque la constitución de 1853 establecía el sufragio universal mas-

LL culino (no obligatorio), pocos ciudadanos se acercaban a las urnas a


votar. Entre los que lo hacían, predominaban los empleados estata-
les, movilizados a través de mecanismos clientelares por caudillos o
punteros. Para los hombres del PAN la ritualidad de las elecciones
era considerada necesaria pero no se esperaba que el gobierno elegi-
do reflejara la voluntad popular de una ciudadanía concebida como
inexperta.

Durante el gobierno de Roca se sancionaron un conjunto de leyes que consoli-


daron el Estado, centralizándolo y acrecentando sus atribuciones. Entre ellas,
podemos destacar la disolución de la Guardia Nacional, la ley de Unificación
Monetaria (1881), la de Territorios Nacionales (1884) y las de Registro Civil
(1884) y Educación Común (1884). El primer proceso reforzaba al Ejército
Nacional, asegurándole al Estado el monopolio de la violencia. En cuanto a
los territorios nacionales, conformaban para entonces vastísimas extensio-
nes, la mayoría conquistadas a las sociedades indígenas y dependientes del
poder ejecutivo que designaba sus autoridades. Por fin, las dos últimas leyes
implicaban el avance estatal sobre la Iglesia Católica que había llevado hasta
el momento el registro de nacimientos, matrimonios y defunciones y poseía
una decisiva influencia en las escuelas. No obstante, sólo el carácter laico
de la educación prescripto por la ley de Educación Común 1420 fue objeto de
discusiones acaloradas y tanto las leyes de divorcio como la separación entre
Iglesia y Estado quedaron en el tintero.

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119

LECTURA OBLIGATORIA

Di Stéfano, R. «El pacto laico», [EN LÍNEA]. En: Historia y reli-

OO gión. Recursos para investigadores. <www.historiayreligion.com>.


2012. Disponible en: <http://historiayreligion.com/wp-con-
tent/uploads/2012/03/Di-Stefano-El-pacto-laico-argentino.pdf>
[Consulta: 10 de junio de 2013].

Esta frenética actividad legislativa tuvo lugar en un escenario poco conflictivo.


La expansión económica adormecía la actividad política, buena parte de la
población era extranjera y no se encontraba habilitada para votar y las herra-
mientas del régimen resultaban todavía eficaces para traspasar el poder sin
mayores dificultades. Nada hacía prever entonces que el elegido para suceder
a Roca en 1886 –su cuñado Miguel Juárez Celman– concluiría abruptamente
su gobierno en 1890.
En efecto, el flamante presidente no tardó en separarse de la tutela de
Roca para rivalizar con él en el liderazgo político. Por un momento, pareció
alcanzar aquel objetivo, detentando conjuntamente la presidencia del partido y
la de la república. Esta concentración de poder fue calificada como Unicato por
los adversarios de Juárez, que fueron multiplicándose dentro y fuera del PAN.
Para compensar la pérdida de consenso, el presidente intentó consolidar sus
apoyos en el Interior, favoreciendo a sus aliados, por ejemplo, con la Ley de
Bancos Garantidos, que descentralizaba la emisión de moneda. No obstante,
Juárez Celman no consiguió disipar el descontento frente a una administración
tenida por autoritaria y corrupta.

LECTURA OBLIGATORIA

Gallo, E. (2000), “La consolidación del Estado y la reforma política

OO (1880-1914), en: Academia Nacional de Historia. Nueva historia de la


nación argentina, vol. 4, La configuración de la república independiente
(1810-1914), Planeta, Buenos Aires.

4.2. La revolución de 1890 y el surgimiento del


radicalismo
En 1889 un núcleo de jóvenes universitarios dio origen al primer movimiento
de oposición al régimen juarista: la Unión Cívica de la Juventud. En poco tiem-
po, el grupo fue aumentando su influencia a la par que se sumaban a sus filas
hombres provenientes del mitrismo, del autonomismo y también algunos cató-
licos críticos de las leyes laicistas. La mayoría de estos opositores pertenecía
a los sectores altos y, más que una propuesta en común, articulaba una crítica
de tono moral hacia el Gobierno. También los convocaba cierta nostalgia de
una tradición republicana que consideraban traicionada desde 1880.

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120

En julio de 1890, perdido ya su sesgo juvenilista, la Unión Cívica organizó


una revolución cívico militar que procuró deponer al gobierno. Aunque fue
derrotada por las armas, quedó en evidencia la vulnerabilidad del presidente
quien, desprovisto de apoyos, dejó el mando en manos de su vice Carlos
Pellegrini, en aquel momento firme aliado de Julio Roca.

Revolución de 1890, Buenos Aires


Fuente: El Historiador. <http://www.elhistoriador.com.ar>. [Consulta, 10 de junio de 2013].
Imagen disponible en: <http://www.elhistoriador.com.ar/imagenes_rapido/1875-1899/images/
big/1890-001.jpg>

La revolución de 1890 alumbró un partido de oposición, que alcanzó una


identidad más definida a partir de la fractura de la Unión Cívica y la retirada
de su ala mitrista. En efecto, la invitación del presidente Carlos Pellegrini a
integrar un gobierno de coalición para conjurar la crisis, reconfiguró el mapa de
las alianzas políticas una vez más. En este contexto surgió en 1891 la Unión
Cívica Radical, cuyo líder más visible fue Leandro Alem, antiguo autonomista y
partidario de una actitud crítica e intransigente hacia el gobierno. El lema que
condensaba aquella crítica era “la Causa contra el Régimen” según la cual
los radicales encarnaban la ética y ninguna concesión podían hacer frente
a un sistema corrupto de elecciones viciadas y de concentración del poder.
Por otra parte, como ha sostenido Paula Alonso (2001), Alem esgrimía una
concepción muy particular de la revolución, que aspiraba a una “vuelta atrás”.
Así, el reclamo de la puesta en vigencia o la realización de los principios de
la Constitución de 1853 –que se consideraban abandonados– fungía como
vaga propuesta opositora.

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121

LECTURA OBLIGATORIA

Alonso P. (2001), “La Unión Cívica Radical: oposición y triun-

OO fo (1890-1916)”, en: Falcón R. (dirección de tomo), Democracia,


conflicto social y renovación de ideas (1916-1930), tomo VI de Juan
Suriano (director) Nueva Historia Argentina, Sudamericana, Buenos
Aires, pp. 209-258.

LEER CON ATENCIÓN

Hacia 1890, tanto el PAN como la oposición se encontraban divi-

LL didos y debilitados. Mientras que el primero se recompuso cooptan-


do a algunos hombres notables de la Unión Cívica, la UCR surgió
de las cenizas de la revolución de 1890, conocida como la Revolu-
ción del Parque, hito fundacional de su historia. El telón de fondo
fue una profunda crisis económica –que estudiaremos más adelan-
te- que visibilizó las limitaciones de un modelo de crecimiento que
parecía invulnerable.

La continuidad y fortalecimiento posterior del PAN le debió mucho al


liderazgo reconquistado de Julio A. Roca. El sucesor de Carlos Pellegrini,
el anciano Luis Sáenz Peña (1892-1895), fue ungido por el caudillo (en
lugar de su hijo Roque, candidato de la corriente modernista de los ex
seguidores de Juárez Celman) y, tras la breve presidencia del vice José
Evaristo Uriburu (1895-98), Roca pudo regresar a la primera magistratura
(1898-1904).
No obstante, los hechos de 1890 dividieron profundamente al grupo
dirigente y las impugnaciones al régimen continuaron. En 1893, la UCR
intentó sin éxito revoluciones en varios puntos del país, debilitando aún
más al gobierno de Luis Sáenz Peña. Fue también a partir de 1890 que
los círculos terratenientes comenzaron a articular una fuerza opositora y
crítica del PAN –la Liga Agraria– que se proponía como expresión política
del grupo económico más próspero de la época.

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122

Revoluciones de 1893 Tropas del Ejército Revolucionario Radical tras su entre-


namiento en Temperley, 1893. Autor desconocido.
Fuente: Dominio público. [Consulta 10 de junio de 2013]. Imagen disponible en: <https://
es.m.wikipedia.org/wiki/Archivo:Ej%C3%A9rcito_Revolucionario_Radical_%281893%29.jpg>.

Los cambios de humor del oficialismo y de la oposición acompañaban de


cerca las vicisitudes del proceso económico. La crisis de 1890 –que veremos
más adelante– inauguró una recesión que afectó más duramente a los secto-
res trabajadores. Los flujos inmigratorios se interrumpieron, la desocupación
se incrementó y el acceso a la propiedad y al crédito quedó severamente
restringido.

4.3. Las izquierdas: socialistas y anarquistas


Mientras la UCR se conformaba como partido político, otras fuerzas de opo-
sición organizaban sus estructuras. A diferencia de la primera, las segundas
se pretendían clasistas y aspiraban a conquistar y a representar a los traba-
jadores. Además de las restricciones del sistema político, las izquierdas se
toparon con dificultades adicionales como la segmentación étnica de los tra-
bajadores, su alta movilidad y las aspiraciones al ascenso individual al alcance
de muchos de ellos. Sólo después de superada la crisis de 1890, la prédica
de las izquierdas encontró un público más amplio y receptivo.
Los círculos socialistas de inmigrantes europeos se habían iniciado en
Buenos Aires en la década de 1870. El surgimiento del partido en 1896 expre-
saba, además de la argentinización de su dirigencia, la decisión de intervenir
en la política a través de diversos canales, en particular, el de la concientiza-
ción ciudadana y la participación electoral. Para lograr el primer objetivo, los

Historia Argentina Nancy Calvo - Judith Farberman - Silvia Ratto


123

socialistas impulsaron múltiples iniciativas, desde la fundación de bibliotecas


populares hasta la organización de cooperativas de vivienda y consumo que
tenían por destinatarios a los trabajadores.
Por otra parte, desde el diario La Vanguardia criticaron a la mezquina “polí-
tica criolla” –para ellos común denominador de la oligárquica y de la radi-
cal– proponiéndose como alternativa electoral. Aunque en 1904 lograron con-
quistar la primera banca en la Cámara de Diputados (el elegido fue Alfredo
Palacios) sólo después de la Ley Saénz Peña el Partido Socialista conoció cier-
ta expansión, aunque siempre limitada a Buenos Aires y Santa Fe.
A pesar de sus esfuerzos, el Partido Socialista arraigó mejor entre los sec-
tores medios (particularmente entre los profesionales) que en el mundo popu-
lar. En éste último, en cambio, la prédica anarquista fue mucho más eficaz.
Se han esgrimido diferentes razones para explicar este éxito; entre ellas el
predominio de estructuras productivas más artesanales que fabriles, la hete-
rogeneidad étnica de los trabajadores y la amplitud del universo de destinata-
rios del mensaje. En efecto, los anarquistas supieron articular una verdadera
cultura –que se expresó en una variedad de publicaciones, círculos culturales
y hasta feministas– que convocaba no sólo a los obreros sino a los oprimidos
en general.

LEER CON ATENCIÓN

Entre 1896 y 1897, un grupo de mujeres anarquistas publicaron el

LL periódico La Voz de la Mujer. Según Maxine Molyneux:

C […] en el contexto latinoamericano, en el cual el feminismo es frecuentemen-


te despreciado por los grupos radicalizados como un fenómeno “burgués”
o “reformista”, el ejemplo de La Voz constituye un cuestionamiento a este
modo de caracterizar lo esencial del movimiento. (Molyneux, 1997: 11-12)

A continuación, un ejemplo de la prédica anarquista feminista:

C
La voz de la mujer, Buenos Aires, 8 de enero de 1896 (Año 1, N°1)
Compañeros y Compañeras ¡Salud! Y bien: hastiadas ya de tanto y tanto llanto y
miseria, hastiadas del eterno y desconsolador cuadro que nos ofrecen nuestros
desgraciados hijos, los tiernos pedazos de nuestro corazón, hastiadas de pedir
y suplicar, de ser el juguete, el objeto de los placeres de nuestros infames explo-
tadores o de viles esposos, hemos decidido levantar nuestra voz en el concierto
social y exigir, exigir decimos, nuestra parte de placeres en el banquete de la vida.
Largas veladas de trabajo y padecimientos, negros y horrorosos días sin pan
han cesado sobre nosotras y ha sido necesario que sintiésemos el grito seco
y desgarrante de nuestros hambrientos hijos, para que hastiadas ya de tanta
miseria y padecimiento, nos decidiésemos a dejar oír nuestra voz, no ya en
forma de lamento ni suplicante querella, sino en vibrante y enérgica deman-
da. Todo es de todos.

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124

Portada del libro La Voz de la Mujer. Periódico comunista-anárquico, de Editorial


Gato Negro de Bogotá, Colombia.
Fuente: Portal libertario oaca. <www.portaloaca.com>. [Consulta 10 de junio de 2013]. Imagen
disponible en: <http://www.portaloaca.com/articulos/antipatriarcado/6221-libro-la-voz-de-la-
mujer-periodico-comunista-anarquico.html>.

En los primeros diez años del siglo XX, los anarquistas condujeron la protesta
social. Desde la Federación Obrera Regional Argentina (FORA) –central obrera
surgida en 1901, que señaló el desplazamiento de las tendencias antiorgani-
zadoras dentro del anarquismo– promovieron la huelga general como metodo-
logía de lucha, protagonizando episodios resonantes en 1901 y 1910. Algunos
anarquistas tampoco desdeñaron el atentado terrorista, como la bomba en el
teatro Colón que empañó los festejos del Centenario en 1910.

Huelga de los conventillos, Defensa al 800, 1907.


Fuente: Educ.ar. Ministerio de educación. Presidencia de la Nación. <www.educ.ar>. [Consulta: 10 de
junio de 2013]. Imagen disponible en: <http://galerias.educ.ar/v/imagenes_de_la_historia_argentina/
proyectoliberal/inmigracionextranjera/conventillos/Huelga+de+los+conventillos+_1908_.jpg.html>.

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125

El Estado respondió represivamente a la protesta social y fueron sobre todo los


militantes libertarios los que quedaron en su mira. Dos leyes –la de Residencia
(1902) y la de Defensa Social (1910)– ordenaban la deportación de los inmi-
grantes que perturbaran el orden público, reflejando el creciente temor que
despertaba para entonces el activismo de estos grupos.
Sin embargo, la represión no fue la única respuesta. Otros sectores del
grupo dirigente hicieron un diagnóstico alternativo de las señales de descon-
tento popular, muy evidentes en los años previos al Centenario. Así, la “cues-
tión social” –agudizada por la protesta obrera- reclamaba nuevas interven-
ciones del Estado que mejoraran las condiciones de trabajo y atenuaran el
conflicto. El Código de Trabajo de 1904, propuesto por Joaquín V. González,
recogía estas preocupaciones, que iban más allá de las regulaciones sanita-
rias y las políticas caritativas dominantes hasta entonces. Si bien no fue san-
cionado, algunas de sus disposiciones fueron recogidas en diversas leyes.

LECTURA RECOMENDADA

RR
Zimmerman, E. (1994), Los liberales reformistas. La cuestión social en Argentina (1890-
1916), Sudamericana, Buenos Aires.

PARA REFLEXIONAR

Según Juan Suriano, el aumento de las demandas laborales, de las

PP tasas de sindicalización y de la politización e ideologización de los


inmigrantes “convirtieron el conflicto obrero en conflicto social al
comenzar el siglo XX. “Fue en ese momento cuando la cuestión social
se hizo plenamente visible y se transformó en una cuestión de Estado
y se impulsó su participación directa para hallar soluciones a los pro-
blemas sociales” (Suriano, 2000: 5). Sin embargo, “la cuestión social
no es sólo una construcción del discurso dominante o de intelectuales
y profesionales preocupados por los problemas sociales, es también
una construcción discursiva (y práctica) de los propios actores invo-
lucrados, esto es, los trabajadores y sus instituciones” (Suriano, 2000:
16). Así, socialistas y anarquistas ya habían denunciado y propuesto
alternativas para abordar el problema con anterioridad.

LECTURA RECOMENDADA

RR
Suriano, J. (2000), “Introducción: una aproximación a la definición de la cuestión
social en Argentina”, en: Juan Suriano (comp.) La cuestión social en Argentina 1870-
1943, La Colmena, Buenos Aires, pp. 1-29.

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126

Por último, para otros miembros y allegados a la elite política la cuestión


social se solapaba con una “cuestión nacional”. Aunque nadie dudaba acer-
ca de la necesidad económica de la inmigración, no faltó la alarma ante la
supuesta disolución de una identidad argentina, amenazada por la altísima
proporción de extranjeros. El “nacionalismo cultural” fue una de las respues-
tas que se esbozaron hacia 1910 y que se canalizó, entre otras formas, en
la voluntad de argentinizar a través de la educación. Los rituales patrióticos,
todavía importantes en las escuelas argentinas, buscaron así la “conversión”
de los hijos de los inmigrantes y su integración en una homogénea comuni-
dad nacional.

LEER CON ATENCIÓN

Según Lilia Ana Bertoni (2007), aunque la preocupación por la

LL orientación nacional de la educación figura ya en la prensa de los


primeros años de la década de 1880 y en la Ley Nacional de Educa-
ción de 1884, sólo posteriormente se convierte en una cuestión prio-
ritaria. A fines de la década “la importancia atribuida a las escuelas
en la formación de la nacionalidad […] terminó por marcar un lími-
te a la autonomía de las actividades culturales de los extranjeros” (p.
67) cuestionando, por ejemplo, a las escuelas italianas que “educaban
italianamente” y que quedaron bajo el control del Consejo Nacional
de Educación. Otra dimensión del cambio puede observarse en el
intento por crear una tradición nacional a través de diversos medios.
En efecto, después de 1887, “se desenvolvió un vasto movimiento de
construcción de la tradición patria que se materializó en monumen-
tos, institución de museos, recordación y homenaje de los próceres
y en la elaboración de una legitimación de la identidad basada en la
apelación al pasado patrio” (p. 80).

LECTURA RECOMENDADA

RR
Bertoni, L. (2007), Patriotas, cosmopolitas y nacionalistas. La construcción de la nacio-
nalidad argentina a fines del siglo XIX, FCE, Buenos Aires.

4.4. El ocaso del régimen oligárquico


En 1898 Julio A. Roca llegaba a la presidencia de la república por segunda
vez. Su candidatura fue impulsada por su experiencia militar en un contexto de
inminente guerra con Chile. Esta disputa limítrofe tenía ya una larga historia
que el desacuerdo sobre los criterios para fijar las fronteras internacionales
no permitía concluir. Roca intentó dos caminos: de un lado, propició acerca-
mientos con Brasil y con Estados Unidos, del otro, dio comienzo a los prepa-
rativos para la guerra, aumentando significativamente el presupuesto militar.
Finalmente, una serie de prolongadas negociaciones diplomáticas puso fin al

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127

conflicto que, no obstante, dejó una herencia perdurable: la ley Ricchieri de


servicio militar obligatorio (1901), que vino a sumarse a los impulsos nacio-
nalizadores de la educación.

LEER CON ATENCIÓN

Sin embargo, a pesar de los logros en materia de relaciones interna-

LL cionales, el liderazgo de Roca en el PAN estaba tocando a su fin. En


los casi veinte años transcurridos entre sus dos presidencias, mucha
agua había corrido bajo el puente. La sociedad argentina, especial-
mente en las regiones más tocadas por la modernización económica,
se había complejizado y, como vimos en los apartados anteriores, a
esta altura las propuestas de anarquistas, socialistas y radicales compe-
tían con las del oficialismo. El engrosamiento de los sectores medios
de origen inmigratorio también presionaba sobre los márgenes de un
sistema político que, en la opinión de muchos, había quedado dema-
siado estrecho.

La UCR, que descreía con razón del régimen vigente, lo desafiaba a través de
la abstención electoral y de la impugnación revolucionaria. Como se anticipó
ya, en 1893 y en 1905 los radicales reeditaron los métodos de 1890 y, aun-
que fueron derrotados, aumentaron su popularidad, alcanzando a los sectores
medios en los que hallaron seguidores y dirigentes. Asimismo, ampliaron sus
estructuras partidarias a través de comités diseminados a lo largo del país y
sofisticaron su organización a partir de la celebración de convenciones nacio-
nales. En 1896, el suicidio de Leandro Alem y el traspaso del liderazgo a su
sobrino Hipólito Yrigoyen sentó las bases de una nueva UCR, preparada para
darle preeminencia a la estrategia electoral.

En el siguiente enlace podemos acceder al testamento político de Lean-

WW dor N. Alem: <http://archivohistorico.educ.ar/content/testamento-


pol%C3%ADtico-de-leandro-n-alem>.

Así pues, camino al Centenario, los sectores antirroquistas consideraron que


ya estaban dadas las condiciones para transitar hacia un sistema electoral con
apoyos sociales más amplios. El primero en enunciar esta idea públicamente
fue Carlos Pellegrini, que en 1905 había pasado a la vereda de enfrente de su
antiguo aliado. Aunque la reforma recién llegó en 1912, los presidentes que
sucedieron a Roca recogieron la preocupación y la hicieron propia.

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128

PARA REFLEXIONAR

¿Qué se proponía la ley Saénz Peña de 1912 de sufragio universal,

PP secreto y obligatorio? Fue pensada como una manera de formar al


ciudadano “desde arriba” y con la expectativa de que un sistema de
partidos programáticos (y ya no personalistas) ocupara el centro de la
escena. Según algunos historiadores, se esperaba de esta forma apartar
a la UCR de la vía revolucionaria y neutralizar al anarquismo, pro-
moviendo el crecimiento del partido socialista (PS), moderado en sus
propuestas y métodos. Según otros, la aspiración era la de conformar
un partido conservador de masas, legitimado en elecciones limpias.

La respuesta del electorado a la Ley Sáenz Peña no fue inmediata. Aunque


la concurrencia a las urnas se incrementó notablemente, pasaron muchos
años hasta que alcanzó a la mayoría de los varones argentinos mayores de
18 años habilitados para votar. Los radicales accedieron al gobierno de tres
provincias antes de 1916 y a la presidencia de la nación en aquella fecha.
También los socialistas se beneficiaron del nuevo sistema que, en cambio,
erosionó a los grupos conservadores, que sólo conservaron su preeminencia
en las provincias más tradicionales. También el anarquismo inició una decli-
nación inexorable.

4.5. La economía
En líneas generales, el proceso económico que acompañó los años que se
estudian en esta unidad fue de crecimiento a escalas desconocidas hasta
entonces. El valor y el volumen de las exportaciones se incrementaron de
modo exponencial al ritmo de las inversiones de capital, de la ampliación del
mercado de trabajo gracias a la inmigración masiva y de la incorporación de
vastas extensiones de tierras antes ocupadas por sociedades indígenas.
Hacia 1880 la complementariedad entre factores parecía augurarle un
éxito sin fin al modelo agroexportador. En la Argentina sobraban tierras fér-
tiles, aptas para la producción de bienes primarios, mientras que faltaban
población, capital y múltiples bienes manufacturados. En Europa, especial-
mente en las regiones meridionales que atravesaban su transición demográ-
fica, muchas familias se hallaban dispuestas a establecerse del otro lado del
océano, mientras que los inversores buscaban oportunidades de mayor renta-
bilidad en otros continentes

Los regímenes demográficos antiguos se caracterizaban por mantenerse en equilibrio. La


alta natalidad –tributaria de la virtual ausencia de métodos anticonceptivos- se compensaba
con una alta mortalidad, especialmente en los primeros cinco años de vida. En contraste, los
regímenes demográficos modernos suponen una relativamente baja natalidad y mortalidad.
Algunos países europeos transitaron hacia estos nuevos regímenes desde mediados del siglo
XVIII por razones que todavía se discuten. Sin embargo, está demostrado históricamente
que las tasas de natalidad y mortalidad no descendieron simultáneamente. La mortalidad
retrocedió en primer lugar mientras la natalidad respondió después. Por lo tanto, entre un

Historia Argentina Nancy Calvo - Judith Farberman - Silvia Ratto


129

sistema y otro, se produjo una transición que generó desequilibrios, incrementos demográ-
ficos ya no compensados por la alta mortalidad. La emigración resultó así una válvula de
escape para descomprimir el sistema durante la transición.

Por otro lado, los procesos de industrialización europeos habían habilitado la


complementariedad en términos comerciales: la relativa baratura del trans-
porte volvía conveniente la compra de alimentos y materias primas en países
muy distantes.

LEER CON ATENCIÓN

Aunque casi todos los países latinoamericanos se beneficiaron por la

LL expansión del comercio internacional, pocos de ellos fueron tan exi-


tosos como la Argentina. En ello intervino el control de las oligar-
quías nacionales sobre los factores de producción pero también la
amplia variedad de bienes de exportación que permitía una adecua-
ción muy flexible a las cambiantes demandas del mercado.

Por supuesto, estos logros no significaron que el “progreso argentino” fuera


equitativo ni ininterrumpido. Las regiones litorales se vieron mucho más bene-
ficiadas que las demás aunque ciertas economías del interior –como la azu-
carera y la del vino- también prosperaran gracias a la demanda interna y el
incentivo estatal. Por otro lado, al no existir un control sobre los precios de
las exportaciones y depender tan estrechamente de la inversión externa, las
crisis fueron inevitables. La peor del periodo fue la de 1890, que aconsejó a la
elite política un manejo más cauteloso del crédito y de los gastos. El estallido
de la primera guerra, como se verá, también complicó el funcionamiento del
comercio y de las inversiones.

4.5.1. Las inversiones de capital


Entre 1862 y 1914 la afluencia de capital extranjero a través de empréstitos
o de inversiones directas aumentó exponencialmente. La gran inversora fue
Gran Bretaña aunque a partir de 1895 también se sumaron otros países como
Francia, Alemania y, a fines del periodo, Estados Unidos.
Dos fueron los momentos de mayor afluencia: 1885-1890 y los años pre-
vios a la Primera Guerra Mundial. Aproximadamente un tercio del capital
extranjero fue destinado a inversiones ferroviarias (que alcanzaron el 40%
antes de la primera guerra), mientras que el resto estaba constituido por títu-
los públicos. En el último periodo, tuvo lugar una mayor diversificación de las
inversiones y de los países inversores: así Francia, Alemania, Bélgica y los
Estados Unidos apuntaron a rubros novedosos como electricidad, transporte
urbano y frigoríficos.
Cabe destacar que los préstamos eran tomados no solamente por el gobier-
no nacional sino también por provincias y municipios, que también acumula-

Historia Argentina Nancy Calvo - Judith Farberman - Silvia Ratto


130

ron en estos años una frondosa deuda externa. Esos fondos fueron destina-
dos prioritariamente a grandes obras de infraestructura, sin las cuales la gran
expansión habría sido imposible. Los puertos se modernizaron, la red ferrovia-
ria alcanzó rincones del país antes alejados (a veces siguiendo motivaciones
puramente especulativas) y las ciudades cambiaron radicalmente su fisono-
mía, modernizándose y embelleciéndose al estilo europeo.
Los ferrocarriles comunicaron las nuevas zonas productoras con los puer-
tos y contribuyeron a articular un mercado nacional. La red ferroviaria se
extendió velozmente y de los 2.500 km existentes en 1880 pasó a contar con
12.500 en 1892. Especialmente en los inicios, el Estado alentó la inversión
garantizando la rentabilidad. Un caso particular fue el del Ferrocarril Central
Argentino, compañía que recibió tierras a la vera de las vías y que combinó su
actividad específica con la de colonización rural. Después de 1890, incenti-
vos como los descriptos ya no fueron necesarios y el Estado se ocupó sobre
todo de regular el sistema. Para entonces, el 90% del negocio ferroviario esta-
ba en manos privadas.

4.5.2. Producción, productores y mercados

LEER CON ATENCIÓN

En la unidad anterior, estudiamos el ciclo de la lana, el primer pro-

LL ducto que integró a la Argentina al mercado internacional. A partir


de 1880, la lana sería acompañada –y posteriormente desplazada- en
la composición de las exportaciones por otros bienes. Su producción
a gran escala implicó cambios en la organización económica regional
y –a mediano plazo- en las estructuras agrarias.

Después de la lana, las nuevas grandes estrellas de las exportaciones argen-


tinas serían los cereales (sobre todo a partir de 1890, con la incorporación
plena de las colonias agrícolas del litoral) y las carnes enfriadas (desde 1900).
Las unidades de producción fundamentales de estos bienes fueron las colo-
nias y las estancias mixtas en el caso de la agricultura y la estancia dotada
de pasturas artificiales en el de la ganadería refinada. Estos establecimientos
florecieron en la región pampeana, sede privilegiada de las transformaciones
de la época, por lo que los actores más importantes del periodo fueron los
colonos –notable fue en este sentido la contribución de Santa Fe y de Entre
Ríos- y los chacareros arrendatarios, inmigrantes casi todos ellos. En la cús-
pide de los productores, se situaba un rico grupo de empresarios agrarios,
propietarios de vastas extensiones y mayoritariamente argentinos. Fueron
ellos quienes gestionaron en las estancias mixtas la invernada del ganado
destinado al frigorífico.
En buena medida, la demanda del mercado internacional determinó el tipo
de explotación y su localización. La producción ovina –ahora “desmerinizada”
y reemplazada por animales de raza Lincoln, de mejor lana y carne– fue des-
plazándose hacia las tierras nuevas y menos fértiles. Los campos de la provin-
cia de Buenos Aires y de Santa Fe fueron despoblándose de majadas, proceso
que culminó con la baja internacional del precio de la lana. Así, la producción

Historia Argentina Nancy Calvo - Judith Farberman - Silvia Ratto


131

ovina fue desplazada hacia el sur, creando una nueva especialización en las
estancias patagónicas.

Esquila. Estancia Maitén 1902.


Fuente: Bandieri, S. (2000: 165)

La agricultura de cereales floreció en Santa Fe, la “pampa gringa”. A partir


de 1880, y favorecidas por un trazado ferroviario que las conectaba con los
puertos, las colonias agrícolas se multiplicaron en el litoral, enriqueciendo a
una zona otrora relegada y dedicada casi exclusivamente a la ganadería exten-
siva. La producción cerealera alcanzó posteriormente la provincia de Buenos
Aires, desplazando la actividad agrícola de los alrededores de las ciudades a
las estancias más alejadas. En uno y otro caso, quedaba atrás la producción
campesina que había sido típica de la Argentina criolla y especialmente del
interior del país. El proceso típico para la provincia de Buenos Aires fue la
vinculación entre la ganadería y la agricultura, que fue abriéndose paso gracias
a la primera.
En efecto, ya antes de la aparición de los frigoríficos la demanda de carne
de calidad había impulsado la mestización de los planteles ganaderos. La
exportación de carne congelada y luego enfriada aumentó aún más los requi-
sitos: la necesidad de contar con pasturas artificiales incentivó la agricultura
de cereales, imprescindible para preparar los campos alfalfados. En lugar de
recurrir al trabajo asalariado, los grandes estancieros optaron por arrendar
parcelas a chacareros inmigrantes. Los contratos los comprometían a sem-
brar cereales durante tres años al cabo de los cuales el campo debía quedar
alfalfado.

Historia Argentina Nancy Calvo - Judith Farberman - Silvia Ratto


132

LEER CON ATENCIÓN

De esta manera, este tipo de unidad agraria desarticulaba la compe-

LL tencia entre agricultura y ganadería que había caracterizado las for-


mas de producción anteriores, asegurándoles a los propietarios una
interesante rentabilidad. Los chacareros, en cambio, eran la variable
de ajuste del sistema, los más vulnerables frente a la naturaleza y a los
vaivenes de los precios internacionales.

Hemos visto que las nuevas demandas del mercado internacional promovieron
cambios en la estructura productiva, que tuvo que modernizarse para respon-
der a las exigencias. Así como la mestización y el refinamiento del ganado
convocaron a técnicos y especialistas, también la agricultura incorporó tecno-
logías nuevas y se mecanizó, habilitando un uso más intensivo de la tierra.
Sin embargo, el crecimiento del sector dejó de ser espectacular al cerrarse el
periodo bajo estudio en esta unidad. Existe cierto consenso acerca de que en
1914 ya se habían tocado los límites de la frontera agraria, concluyéndose el
“crecimiento fácil” o extensivo.
Lanas, carnes y cereales eran destinados sobre todo a la exportación,
aunque el crecimiento del mercado interno también implicó un aumento en el
consumo local de alimentos. A partir de 1890, Gran Bretaña aumentó su par-
ticipación como compradora (ya en 1880 era la principal inversora y provee-
dora de manufacturas) y en ello tuvo que ver el cambio en la composición de
las exportaciones. Una vez que las lanas fueron desplazadas por los cerea-
les –y sobre todo por las carnes-, la preeminencia británica se hizo evidente.
Alrededor de un tercio de las exportaciones argentinas tenían en Inglaterra un
mercado seguro.
El estallido de la Primera Guerra Mundial significó un nuevo cambio en la
composición de las exportaciones. La demanda se volcó hacia las carnes y
los cereales –cuya producción se retrajo- se reorientaron hacia países no beli-
gerantes como Estados Unidos y Canadá.

LECTURA RECOMENDADA

Rocchi, F. (2000), “El péndulo de la riqueza: la economía argentina

RR en el periodo 1880-1916”, en: Mirta Zaida Lobato, El progreso, la mod-


ernización y sus límites 1880-1916, Sudamericana, Buenos Aires, pp.
17-70.

1.

KK a. Lea atentamente las cifras expuestas en los cuadros 2 y 3 del texto de


lectura obligatoria de Fernando Rocchi, pags. 20 y 21.
b. Redacte un breve texto relacionando la información de los dos cua-
dros y vinculándola con los conceptos principales expuestos en el
artículo.

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133

Las regiones extrapampeanas también se transformaron, aunque no todas en


la misma medida que la provincia del Buenos Aires y el litoral. Dos agroindus-
trias se destacaron especialmente durante este periodo, abasteciendo a un
mercado interno cada vez más amplio: la del azúcar en el noroeste y la de los
vinos en Mendoza y San Juan.
En Tucumán, la producción de caña y los ingenios azucareros enriquecie-
ron a un grupo de industriales favorecidos por la clase política. Los sectores
terratenientes pampeanos no vieron con buenos ojos la promoción de lo que
consideraban “industrias artificiales” de bienes que resultaba más económi-
co importar que producir localmente. Sin embargo, el azúcar no sólo terminó
por convertirse en una especialización tucumana sino que se extendió hacia
regiones de Salta y de Jujuy, promoviendo intensos flujos internos de trabaja-
dores estacionales desde otras provincias norteñas. En cambio, las antiguas
producciones campesinas del norte y los históricos intercambios con Bolivia y
Chile fueron retrocediendo a la par que se reforzaban los vínculos con el mer-
cado porteño.

Trabajadores cañeros durante un descanso


Fuente: (Campi, 2000: p.94.)

LECTURA RECOMENDADA

RR
Campi, D. (2000), “Economía y sociedad en las provincias del norte”, en: Mirta Zaida
Lobato, El progreso, la modernización y sus límites 1880-1916, Sudamericana, Buenos
Aires, pp. 71-118.

En Cuyo, la producción de vinos y aguardientes tenía raíces coloniales aunque,


como estudiamos en unidades anteriores, esta especialización había dejado
paso a otras desde fines del siglo XVIII. Mendoza, por ejemplo, comenzó a
destacarse por sus exportaciones de ganado a Chile y por la producción de

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134

trigo y alfalfa. Fue desde mediados de 1880 que los vinos regresaron para
dominar la economía cuyana, y en particular la mendocina. Empero, esta vez
los actores fueron otros. Ya se dijo que Mendoza fue la única provincia del
interior transformada radicalmente por la inmigración europea, sobre todo ita-
liana, que en 1914 alcanzaba un tercio de la población. De sus filas salieron
buena parte de los trabajadores –arrendatarios y contratistas de viña- pero
también de los viñateros y bodegueros, la elite de los productores vitivinícolas.
Al igual que con la producción de azúcar, el Estado intervino activamente a
través de la provisión de crédito y del proteccionismo. Ello, acompañado de la
modernización técnica, permitió que los vinos cuyanos garantizaran el abasto
del mercado interno.
Además de las agroindustrias, también otros bienes se produjeron local-
mente para el abasto del mercado interno, engrosando un incipiente sector
secundario. Las primeras fábricas se localizaron en las cercanías de las ciu-
dades, a las que abastecieron de harinas, bebidas, golosinas y diversos tipos
de alimentos. En este primer momento de la industrialización predominaron
los talleres con escasa concentración de trabajadores bajo un mismo techo;
sólo los frigoríficos y los talleres ferroviarios fueron una excepción a la norma.

LEER CON ATENCIÓN

¿Qué relación tuvo la emergencia de un sector industrial con la polí-

PP tica de gobiernos que se decían liberales en lo económico? Según


Andrés Regalsky:

C […] desde el viraje en la política arancelaria dispuesto bajo el gobierno de


Avellaneda, en 1876-1877, ya no hubo más retorno a una política librecam-
bista, que había predominado en su expresión más neta en los años sesen-
ta. Aunque originado en las dudas e incertidumbres que la crisis de 1873-
1876 había generado respecto de las reales posibilidades de la orientación
agroexportadora en curso, el viraje habría de perdurar aún bajo el cambio de
clima económico de los años ochenta. En parte, esto era fruto de las alian-
zas sociales y regionales sobre las que se había construido el gobernante
Partido Autonomista Nacional y que tuvo entre sus baluartes a las elites de
Tucumán y Mendoza pero también lo era de las necesidades fiscales de un
Estado en expansión, que se financiaba casi exclusivamente con los recur-
sos aduaneros. (Regalsky, 2011, 179-180)

4.5.3. La población
A partir de 1880, la inmigración extranjera hacia la Argentina conoció un radi-
cal cambio de escala y, con algunas interrupciones coyunturales, mantuvo
su masividad hasta 1930. Los incentivos estatales --la ley de inmigración y
colonización de 1876, la política de pasajes subsidiados entre 1888 y 1891 y
algunas facilidades como la instalación temporaria en el hotel de inmigrantes
o el traslado gratuito a las zonas de trabajo– fueron insuficientes y erráticos

Historia Argentina Nancy Calvo - Judith Farberman - Silvia Ratto


135

y poco explican la inmensa magnitud del fenómeno. La clave del éxito, en


cambio, parece haber residido en la eficacia de las redes sociales que como
sólidos puentes se tendieron sobre el océano. De esta manera, la soledad y
la incertidumbre de los recién llegados era menor de lo que podría suponerse
ya que en general disponían de información y contactos. Los más afortunados,
podían incluso contar también con un primer hogar en casa de algún paisano
o pariente y hasta con un trabajo para empezar su nueva vida.

LEER CON ATENCIÓN

En este apartado, nos limitaremos a analizar el papel económico y

LL modernizador de la inmigración en el ya referido contexto de com-


plementariedad de factores. Desde esta perspectiva, cabe destacar
que los inmigrantes fueron actores protagónicos de los procesos de
urbanización y de los mercados de trabajo urbanos y rurales. De la
misma manera, contribuyeron a la ampliación de un mercado inter-
no que, especialmente en las zonas más dinámicas, fue sofisticando (y
en algunos casos también fragmentando) cada vez más sus consumos.

Los censos nacionales del periodo permiten una primera aproximación al impac-
to del gran aluvión inmigratorio. El de 1869 registraba cerca de 1.800.000
habitantes mientras que los siguientes, de 1895 y 1914, alcanzaban los 4 y 8
millones respectivamente. Ya desde el primer censo, la clave del crecimiento
demográfico se encontraba en la inmigración que, en un principio, se concentró
en el ámbito urbano (hacia 1869, el 40% de los inmigrantes residía en Buenos
Aires aunque Rosario también se destacaba ya como un centro dinámico y
promisorio). En 1895, los inmigrantes conformaban la cuarta parte de la pobla-
ción del país y continuaban prefiriendo Buenos Aires y las provincias del litoral,
donde la demanda de trabajo era mayor. Sin embargo, para entonces no sólo
las ciudades los alojaban: desde 1880, los inmigrantes fueron centrales en
la colonización rural santafesina. Por fin, el censo de 1914 registó el 27% de
extranjeros que, en mayores proporciones que los nativos, residía en pueblos
–en su mayoría de reciente fundación– o ciudades.
Los censos permiten también constatar la desigual distribución de la inmi-
gración a lo largo del territorio. Las provincias pampeanas fueron las más
transformadas, con hasta el 50% de inmigrantes, mientras que el interior –
salvo Mendoza- fue menos tocado por su influjo y rara vez los porcentajes de
extranjeros superaron el 20%.

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136

PARA REFLEXIONAR

¿Por qué emigrar hacia Argentina? Por cierto, quienes eligieron este

PP destino lo hicieron atraídos por salarios relativamente más altos pero


no fue ésta la única razón ni la principal. Muchos inmigrantes tuvie-
ron la expectativa de valorizar sus oficios artesanales o de acumular
algunos ahorros que les habilitaran un futuro mejor pasar en sus luga-
res de origen. Y, en efecto, las tasas de retorno fueron altas (rondando
el 50%), especialmente en determinadas coyunturas críticas como la
crisis de 1890 (cuando por primera vez los saldos migratorios fueron
negativos) o los prolegómenos de la Primera Guerra Mundial.

La mayor parte de los recién llegados provenían de Italia y de España. Aunque


los porcentajes fueron variando y también las regiones de origen, la primacía
de estos dos países se mantuvo a lo largo del periodo, sumando casi dos
tercios de la masa de inmigrantes. Otros grupos los siguieron de lejos (fran-
ceses, rusos judíos, turcos-sirio libaneses, austrohúngaros), sin embargo,
su incidencia en las sociedades locales no fue menos profunda. Todos los
inmigrantes, en efecto, traían patrones famiiares diferentes de los de los nati-
vos y apuntalaron un proceso de transición demográfica con características
peculiares, que apuntó a la reducción gradual del número de hijos por familia.
En el mismo sentido, sus niveles de alfabetización eran relativamente más
altos que los de los nativos, aunque con el tiempo, y las políticas masivas de
educación popular, tendieron a emparejarse.
En cualquier caso, los inmigrantes se integraron a un mercado de trabajo
altamente flexible y dinámico.

CC
La relevancia de la migración inducida por la búsqueda de oportunidades con-
tribuye a explicar por qué el flujo migratorio fue más sensible a la evolución ge-
neral de la economía que a las fluctuaciones del salario (real o nominal). Los
migrantes arribaban en mayor número en épocas de expansión, aun si estas
etapas no venían acompañadas de una mejora en las remuneraciones al traba-
jo; del mismo modo el flujo se contraía en épocas de desaceleración del creci-
miento e incluso llegó a revertirse en momentos de gran adversidad. La elasti-
cidad de la llegada y salida de extranjeros favorecía el ajuste del mercado del
trabajo, en especial en el mediano plazo. Un mercado laboral tan flexible con-
tribuía a potenciar las fases de desarrollo y a morigerar (vía la salida de inmi-
grantes) el impacto negativo sobre las fases recesivas. (Hora, 2010: 178)

LECTURA RECOMENDADA

Bjerg, M. (2009), Historias de la inmigración en la Argentina, Edhasa,

RR Buenos Aires, pp.19-103.

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137

4.5.4. Las crisis


La integración del mercado mundial exponía más directamente al país a las cri-
sis internacionales. Como se anticipó, la que más profundamente marcó este
periodo fue la de 1890 mientras que los prolegómenos de la Primera Guerra
Mundial y los años del conflicto generaron inestabilidad e incertidumbre.
La crisis de 1890 fue más estrictamente anglo argentina que internacio-
nal. Como se recordará, Gran Bretaña era el principal inversor y también uno
de los compradores más importantes de los productos argentinos. Los prime-
ros síntomas de la crisis se experimentaron en 1889, cuando el gobierno de
Juárez Celman incentivó una gran cantidad de inversiones especulativas. Por
otra parte, la “Ley de Bancos Garantidos” favoreció el surgimiento de entida-
des sin respaldo, que comenzaron a levantar sospechas entre los inversores.
La desconfianza no tardó en trasladarse a Inglaterra. Así, en 1890 el valor
del peso cayó súbitamente, desencadenándose un retiro masivo de dinero
de la Casa Baring que, atestada de valores argentinos, quedó al borde de la
quiebra. Aunque no hay acuerdo sobre las responsabilidades –si fue la política
irresponsable de Juárez o la fragilidad del sector externo- para la Argentina la
crisis de 1890 significó un punto de inflexión, que clausuró una etapa expansi-
va en materia monetaria y crediticia. Desde entonces, la ortodoxia económica
y las restricciones al crédito predominaron. Sólo a principios del siglo XX, en
un nuevo contexto expansivo de exportaciones e inversiones externas, volvió
a ampliarse la base monetaria y se flexibilizaron los requisitos para obtener
préstamos. Por otra parte, también los flujos de capital y de inmigrantes se
interrumpieron, regresando muchos europeos a su lugar de origen por las difi-
cultades para encontrar trabajo.
Le tocó al (presidente) Carlos Pellegrini –sucesor de Juárez (Celman)- resol-
ver la crítica situación. Para ello, aumentó los impuestos a las importaciones
y reorganizó el sistema bancario, suprimiendo los bancos garantidos y crean-
do nuevas instituciones como la Caja de Conversión –única autorizada a emi-
tir moneda- y el Banco de la Nación. También negoció una moratoria de diez
años para pagar la deuda.
Hay acuerdo en que la plena incorporación económica de las colonias del
litoral fue clave en la salida de la crisis. Gracias al ferrocarril, los cereales de
las colonias pudieron acercarse al puerto y convertirse en las nuevas estre-
llas de los bienes exportables. A mediados de la década, ya eran evidentes
los signos de recuperación de la crisis.
Aunque hubo otras crisis, sólo hacia 1913 el crecimiento de la econo-
mía argentina volvió a ponerse en entredicho. El contexto internacional de la
preguerra generó una fuerte caída en las inversiones, afectando el funciona-
miento interno. La guerra europea produjo una drástica reducción del comer-
cio internacional, contrayendo las importaciones y modificando la estructura
de las exportaciones, que priorizaron la carne sobre los granos. Sin embargo,
como veremos en la próxima unidad, fue Hipólito Yrigoyen quien tuvo que sufrir
la peor parte de los efectos que vino a instalar un nuevo escenario mundial.

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138

4.6. La sociedad aluvial


José Luis Romero calificó de “aluvial” a la nueva sociedad argentina que la
inmigración contribuyó a moldear. Aunque los extranjeros fueran mayoritarios
entre los colonos y arrendatarios rurales y entre los sectores populares urba-
nos de la región pampeana, su presencia permeó a toda la sociedad, dejando
una impronta duradera en estos años de transformaciones vertiginosas.
Los testigos del fenómeno inmigratorio oscilaron entre la inquietud y el opti-
mismo. Mientras algunos de ellos, especialmente los intelectuales, se preocu-
paban por la pérdida de la identidad nacional, la contaminación y vulgarización
del idioma o la creciente inseguridad de las ciudades, otros pensaban a los
inmigrantes como un elemento saludable y destinado a su integración armó-
nica en un “crisol de razas”. En cualquier caso, la política de “puertas abier-
tas” a la inmigración no fue cuestionada como sí ocurrió en otros países, en
los que se fijaron cuotas por nacionalidad y restricciones diversas.

PARA REFLEXIONAR

Hoy en día la historiografía coincide en que el signo del gigantesco

PP movimiento inmigratorio fue el de la pluralidad cultural y étnica. Las


acendradas identidades étnicas –no obstante el cosmopolitismo de
muchas de las viviendas colectivas o conventillos y de ciertos ámbi-
tos de trabajo- enraizaron en instituciones –como las mutuales y los
órganos de prensa étnicos- y en prácticas –como la preferencia por
el matrimonio endogámico- que contradijeron de hecho el armó-
nico crisol de las visiones optimistas. Por otra parte, la vitalidad del
mutualismo étnico desalentó la organización de sindicatos o parti-
dos clasistas que, como vimos antes, tendieron a mantenerse bastan-
te débiles hasta 1900. La lucha obrera –intensa en la primera década
del siglo XX- sería justamente uno de los elementos de integración
de una clase trabajadora surcada por líneas étnicas.

LECTURA OBLIGATORIA

Bjerg, M. (2009), Historias de la inmigración en la Argentina,

OO Edhasa, Buenos Aires, pp.19-103.

4.6.1. Los trabajadores


Ya se dijo que las ciudades fueron los ámbitos que en primer lugar atrajeron a
los inmigrantes. No obstante los orígenes campesinos de muchos de ellos, la
flexibilidad de un mercado que demandaba abundante trabajo de baja califica-
ción les facilitaba la tarea de “reinventarse” y, aunque los inicios les resultaran
siempre bastante duros –son conocidas las descripciones de los sórdidos
conventillos y de muchos lugares de trabajo- lo cierto es que el signo de los

Historia Argentina Nancy Calvo - Judith Farberman - Silvia Ratto


139

tiempos fue el del ascenso social. No se trataba de “hacer la América”, ideal


accesible para muy pocos, sino de concretar algunos sueños más modestos y
realizables, como el de la casa propia o el del acceso a la educación superior
para los hijos.
La expansión de los barrios periféricos y de los suburbios –cada vez más
próximos gracias al desarrollo del transporte urbano y la difusión de los loteos-
permitió a muchos inmigrantes cambiar el conventillo por viviendas saluda-
bles y dignas. El camino hasta las aulas universitarias fue algo más lento. Sin
embargo, el crecimiento estudiantil fue importante en estos años y desde prin-
cipios del siglo XX los hijos de extranjeros comenzaron gradualmente a acom-
pañar a los de las familias más tradicionales, por mucho tiempo destinatarios
“naturales” de la educación superior.
En el campo los inmigrantes dejaron su rastro en las colonias de Santa Fe,
de Entre Ríos y, más débilmente, también en otras provincias. Aunque en sus
inicios las colonias fueron promovidas por el Estado –que facilitó las tierras y
fomentó la radicación de los inmigrantes- en el periodo tratado en esta uni-
dad la iniciativa privada fue mucho más fuerte. En Santa Fe las primeras colo-
nias de suizos y alemanes dejaron lugar a otras pobladas mayoritariamente
por italianos (seguidos de los españoles), mientras que Entre Ríos conoció una
diversidad todavía mayor con sus colonias de alemanes del Volga, menonitas
y sus “gauchos judíos”. En estos contextos, las tasas de matrimonio endogá-
mico fueron altas y, especialmente en las colonias entrerrianas, la formación
de “islas lingüísticas” favorecidas por una educación poco integradora preocu-
pó a las elites dirigentes.
Por el contrario, fuera de las colonias las condiciones propiciaban un mayor
cosmopolitismo. En la provincia de Buenos Aires, y sobre todo en las zonas
de incorporación más reciente, la instalación de inmigrantes complejizó una
estructura agraria hegemonizada por la gran estancia. Pequeños y medianos
propietarios –además de un sinnúmero de arrendatarios- salpicaron los cam-
pos y, al igual que en las colonias, contribuyeron a la formación de numerosos
pueblos rurales.
Tanto en la ciudad como en el campo los inmigrantes reforzaron los lazos
preexistentes de sus redes sociales, y los que espontáneamente se crearon
a partir de la vecindad y del trabajo, con la creación de asociaciones mutualis-
tas. A través de éstas, era posible obtener ayuda en la búsqueda de empleo
o protección en caso de enfermedad pero también un espacio de sociabilidad
para los inmigrantes que podían recrear sus identidades étnicas lejos de sus
lugares de origen. Estas asociaciones contribuyeron también a la formación
de verdaderas elites dirigentes en el seno de las colectividades.
El tiempo, las interacciones cotidianas entre extranjeros y nativos en
diversos ámbitos, así como la voluntad de integración de buena parte de
los inmigrantes, confluyeron en la gestación de una cultura híbrida y nueva.
Instituciones de origen étnico –como algunos famosos clubes de fútbol- fueron
completando un proceso de “nacionalización”, la popular literatura gauchesca
se hizo exitosa entre los inmigrantes y expresiones musicales nuevas –como
el tango- surgieron de una sociedad en ebullición. Este proceso de desdibuja-
miento de las líneas étnicas sólo sería plenamente visible después de 1920,
en el contexto de una sociedad más integrada.

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140

PARA REFLEXIONAR

El sostenido crecimiento económico del periodo, la fortaleza de las

PP identidades étnicas por encima de las clasistas y la flexibilidad de


los mercados de trabajo rural y urbano atenuaron el conflicto social
durante buena parte del periodo. Sin embargo, existieron coyuntu-
ras críticas en las que la protesta de los trabajadores se dejó escuchar.
Para la clase dirigente, estas coyunturas hicieron visible una nueva e
indeseable faz de la inmigración, que identificaba en el extranjero a
un peligroso “agitador”.
Entre 1901 y 1910, años de expansión económica, tuvieron lugar
numerosos movimientos huelguísticos, impulsados sobre todo por
militantes anarquistas. En 1907 una original “huelga de inquilinos”
llamó a no pagar los abusivos alquileres en los conventillos de Buenos
Aires y Rosario. En el campo, la protesta rural estalló en 1912 con el
“Grito de Alcorta”, protagonizado por un amplio grupo de chacare-
ros santafesinos que se negó a recoger la cosecha de no cambiar las
condiciones de arrendamiento. De este movimiento, que sólo consi-
guió respuestas parciales a sus reivindicaciones, surgió la Federación
Agraria Argentina.

4.6.2. Las clases altas

LEER CON ATENCIÓN

En estos tiempos signados por la vertiginosa transformación aluvial,

LL las clases altas se preocuparon muy especialmente por distinguirse de


los recién llegados que habían conseguido enriquecerse y eran tenidos
por advenedizos. La austeridad de la clase política y de los sectores
propietarios característica del periodo anterior quedó atrás en estos
años, dejando paso a la opulencia y a la ostentación. Las lujosas resi-
dencias urbanas, los elegantes cascos de las estancias y el surgimiento
de exclusivas instituciones – como el Jockey Club- fueron íconos de
una época y mantienen aún hoy su potencia simbólica.

Las elites argentinas no conocían los oropeles de los títulos nobiliarios ni


tenían una tradición para exhibir. Así pues, en esta verdadera belle epoque,
su misma composición se demostró relativamente heterogénea y abierta.
En su interior convivían algunos miembros de los antiguos linajes coloniales
del interior –muchos de ellos radicados en Buenos Aires desde la formación
del PAN–, las familias patricias de Buenos Aires y también algunas nuevas
fortunas, frecuentemente de origen extranjero. Todos estos grupos fueron
entrelazándose a partir de matrimonios muy escogidos, que avanzaron hacia
una gradual endogamia.
Sin dudas, el núcleo más importante y prestigioso de la elite está conforma-
do por los grandes propietarios rurales. Aunque algunos de ellos eran extranje-
ros, mucho más significativo fue el aporte local. Como se vio en las unidades

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141

anteriores, los orígenes de estos grandes estancieros se encontraban en la


actividad comercial o rentista, reorientada hacia la tierra desde 1820. En esta
etapa, los herederos de aquellos grandes estancieros de la era criolla habían
sofisticado sus gustos y pasaban más tiempo en sus suntuosas mansiones
porteñas (o viajando por Europa) que en el campo, donde fueron levantando
residencias veraniegas tan principescas como las urbanas.

Puerto de Buenos Aires, agosto de 1912


Fuente: Fuente: Educ.ar. Ministerio de educación. Presidencia de la Nación. <www.educ.ar>.
[Consulta: 10 de junio de 2013]. Imagen disponible en: <http://galerias.educ.ar/v/inmigracion/
puerto+agosto+1912.jpg.html>

PARA REFLEXIONAR

Una imagen de sentido común asocia linealmente a la clase dirigente

PP que emergió en la década de 1880 con el grupo económico que gozó


de mayor prosperidad durante el periodo abordado en esta unidad.
En rigor, esta relación no fue menos ambigua que en el pasado. Así,
la elite terrateniente no alcanzó una gravitación política proporcional
a su incidencia económica y social. Los intentos fallidos por articular
partidos políticos de oposición (el de la Liga Agraria fue el más sóli-
do) demuestran lo problemático de la relación.

LECTURA RECOMENDADA

RR
Hora, R. (2009), Los estancieros contra el Estado. La Liga Agraria y la formación del
ruralismo político en la Argentina, Siglo XXI, Buenos Aires.

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142

Otro grupo relevante de la elite era el de los políticos e intelectuales, que a


veces confluían en una misma persona. La “Generación del 80” acomunaba
a hombres de letras que además ejercían la política y que compartían algu-
nas coincidencias: su optimismo positivista, un liberalismo sui generis y un
conservadurismo político que apuntaba a la preservación y ampliación de los
derechos civiles y a la restricción de los políticos. Esto último, sin embargo,
fue replanteado por algunos hombres de la clase política, especialmente a
partir de 1890, creando profundos disensos y pulverizando la homogeneidad
de los primeros tiempos.
Por fin, aunque menos prestigiosos, algunos industriales se destacaban
también entre los sectores altos. Salvo en el noroeste –donde los grandes
propietarios de ingenios azucareros eran criollos- predominaban los extranje-
ros. La conformación de la Unión Industrial Argentina no dejó de mostrar esta
composición.
Lo que todos estos grupos compartían era un estilo de vida que aspiraba
a la sofistación y que se exhibía públicamente en el “corso de las flores”, en
las noticias sociales de los periódicos y en los paseos y parques que evoca-
ban los parisinos y embellecieron las renovadas ciudades y muy especialmen-
te la capital.

CC
Los recambios políticos del ochenta modificaron la estructura de los círculos
dominantes (fundamentalmente por proyectar una clase política que no tenía
sus principales anclajes en Buenos Aires sino en el interior), pero también sua-
vizaron los conflictos en comparación con los enfrentamientos y las luchas ar-
madas que habían sido moneda corriente durante el siglo XIX. La prosperidad
económica, por su parte, dio a las familias más pudientes una riqueza sin pre-
cedentes en un escenario en el que además las posibilidades de consumo al-
canzaron un grado inusual. En otras palabras, el arco temporal que va desde
1880 a los últimos años de la década de 1910 les deparó a los sectores en-
cumbrados incentivos y condicionamientos por igual que habían sido inexisten-
tes –o poco relevantes– hasta esa fecha. (Losada, 2008: XXVI-XXVII)

LECTURA RECOMENDADA

Losada, L. (2008), La alta sociedad en la Buenos Aires de la Belle Epoque,

RR Siglo XXI, Buenos Aires, pp. 149-216.

2.

KK a. El régimen emergente en 1880 ha sido a menudo caracterizado como


conservador en lo político y liberal en lo económico. ¿Qué principios
y acciones de gobierno se ajustan a esta definición? Fundamente sus
respuestas a partir de la lectura del texto bibliográfico obligatorio de
Ezequiel Gallo.
b. Analice el texto de lectura obligatoria de Roberto Di Stéfano sobre
las “leyes laicas” sancionadas entre 1884 y 1888, disponible en his-
toriayreligion.com. ¿En qué medida la idea de un “enfrentamiento

Historia Argentina Nancy Calvo - Judith Farberman - Silvia Ratto


143

entre catolicismo y liberalismo” debe ser revisada?


c. Analice el texto de lectura obligatoria de Fernando Rocchi “El pén-
dulo de la riqueza”. ¿Qué elementos permitirían matizar el liberalis-
mo económico que habría predominado en este periodo?

Historia Argentina Nancy Calvo - Judith Farberman - Silvia Ratto


144

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145

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147

Los gobiernos radicales (1916-1930)

Introducción
Entre 1916 y 1930 la Unión Cívica Radical gobernó la Argentina como resul-
tado de la implementación de un sistema de sufragio masculino universal
obligatorio. Los gobiernos radicales de Hipólito Yrigoyen y Marcelo Torcuato
de Alvear se produjeron en un contexto internacional signado por el desarrollo
de la Primera Guerra Mundial, de la revolución rusa y de las reconfiguraciones
económicas de la posguerra. El enfrentamiento internacional provocó modifi-
caciones en la economía y la sociedad argentinas a la vez que la experiencia
comunista se tradujo en la expansión de reclamos obreros vividos con gran
dramatismo por las clases medias. En 1930, en un nuevo contexto de crisis
económica, la oposición política entre la que se destacaban militantes de la
derecha antidemocrática organizó un movimiento cívico militar que terminó con
la primera experiencia democrática del país.

Objetivos de la unidad
•• Comprender las características que adoptó la ampliación de la ciudadanía
política.
•• Entender las prácticas políticas de la UCR.
•• Conocer las modificaciones que experimentó la economía y sociedad argen-
tinas en un contexto mundial de reconfiguración del comercio internacional.
•• Comprender la organización del movimiento obrero y su relación con los
gobiernos radicales.

5.1. La ley Saénz Peña y la ampliación de la ciudadanía


política
Como hemos visto en la unidad anterior, la sanción de la ley Sáenz Peña tenía
el objetivo de formar al ciudadano “desde arriba”, es decir, no fue resultado
de la presión de la población por participar políticamente sino que puede con-
siderarse una decisión pragmática del gobierno entre uno de cuyos objetivos
estaba el de apartar a la UCR de su política revolucionaria. Se esperaba que
el sufragio universal incorporara al partido radical al juego político.

Historia Argentina Nancy Calvo - Judith Farberman - Silvia Ratto


148

PARA REFLEXIONAR

El historiador Fernando Devoto ha realizado una interesante pues-

PP ta al día sobre las diferentes interpretaciones en torno a los objetivos


de la ley de sufragio universal y analizó la interacción, conflictos y
acuerdos entre los tres principales grupos de solidaridad política del
orden conservador.

LECTURA RECOMENDADA

RR
Devoto, F. (1996), “De nuevo el acontecimiento: Roque Sáenz Peña, la reforma elec-
toral y el momento político de 1912”, en: Boletín del Instituto Ravignani No. 14, pp.
93-113.

La democratización iniciada en 1916 tuvo sus límites. Por un lado la ley de


sufragio universal dejaba de lado a las mujeres y a los habitantes de los
Territorios Nacionales y fue demorada en su aplicación en las provincias de
El voto femenino recién se obtuvo manera que en el plano municipal se mantuvo por un tiempo el voto censitario
durante el primer gobierno pero- o calificado. De ahí que puede hablarse de una democracia política ampliada
nista pero en esta etapa, desde
distintas organizaciones feminis- por un lado y restringida por otra. Por otro lado, se mantuvieron en el periodo
tas –como el Partido Feminista radical ciertos rasgos de la cultura política argentina del periodo oligárquico
Nacional, el Comité Pro Sufragio como el caudillismo, el clientelismo y la intransigencia política.
Femenino y la Unión Feminista
Nacional- se reclamaba al gobier-
no la extensión de los derechos
políticos a las mujeres. En 1919,
diputados radicales presentaron LECTURA RECOMENDADA
un proyecto de ley de sufragio

RR
femenino pero en él se exigía una
Nari, M. (1995), “Feminismo y diferencia sexual. Análisis de la “Encuesta Feminista
mayor edad que la de los varones
Argentina de 1919”, en: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr.
para acceder al voto.
Emilio Ravignani”, No 12. Versión on line disponible en: <http://ravignanidigital.com.
ar/_bol_ravig/n12/n12a03.pdf> [Consulta: 10 de mayo de 2013]

La inexistencia de una presión de la población por acceder al voto derivó en


que fueron las fuerzas partidarias quienes debieron acudir a estos sectores
para incorporarlos a la contienda electoral. Para ello fue esencial el papel
cumplido por caudillos locales, herederos de la política tradicional que, incor-
porados a los nuevos partidos, movilizaron amplias clientelas electorales. Los
representantes más claros de la política caudillista fueron los gobernadores
José Néstor Lencinas en Mendoza, Federico Cantoni en San Juan y Miguel
Aníbal Tanco en Jujuy, todos ellos procedentes de la UCR que luego organi-
zaron movimientos políticos particulares. La UCR constituyó la fuerza política
más eficiente en esta tarea y logró organizar una maquinaria partidaria que
alcanzó dimensión nacional convirtiéndose en el primer partido de masas; por
el contrario, las fuerzas conservadoras herederas del PAN no lograron articular
un partido nacional y los partidos Socialista y Demócrata Progresista, aunque

Historia Argentina Nancy Calvo - Judith Farberman - Silvia Ratto


149

tuvieron personalidades de proyección nacional como Juan B. Justo y Lisandro


de la Torre, no llegaron a trascender de manera eficaz las regiones en donde
se habían originado.
El sistema de partidos que se inauguró en la primera década del siglo XX,
aún era débil lo que se evidencia por los procesos de fracturas y por la difi-
cultad en consolidarse que sufrieron las principales agrupaciones políticas.
En efecto, los conservadores no lograron constituirse en un verdadero partido
nacional; los radicales sufrieron fracturas en algunas provincias además de la
división a nivel nacional entre los personalistas que respondían a Yrigoyen y
los antipersonalistas de Alvear; y el socialismo, la tercera fuerza electoral de
consideración también se fracturó en tres ocasiones. A pesar de estas limi-
taciones, la respuesta del electorado, hacia fines de la década de 1920 mos-
tró un incremento significativo de la participación política. Si antes de la san-
ción de la ley el porcentaje de votantes era el 15%, diez años después había
alcanzado el 70%.
Entre las elecciones provinciales de 1912 y la presidencial de 1916, el radi-
calismo ganó el gobierno de tres provincias (Santa Fe, Entre Ríos y Córdoba)
y 28 bancas de la cámara de Diputados. Hacia 1930, la UCR había ocupado
el Poder Ejecutivo Nacional en tres oportunidades, la mayoría de las gober-
naciones provinciales y aumentado sustancialmente su representación en el
Congreso Nacional.

En el siguiente documental se presentan los principales ejes que se tra-

EE tarán en la unidad: estilo político del radicalismo, modificaciones en la


política económica e impacto en el movimiento obrero, reforma univer-
sitaria y organización de la oposición antidemocrática.

Canal Encuentro. Historia de un país. Argentina siglo XX. Capítulo: Auge


y caída del yrigoyenismo [Consulta: 14 de mayo de 2013]. Disponible en:
<http://www.conectate.gob.ar/educar-portal-video-web/module/deta-
lleRecurso/DetalleRecurso.do?searchString=yrigoyen&tipoFuncionalI
d=12&idRecurso=50009>

5.2. Yrigoyen, Alvear y la división de la UCR


El gobierno de Yrigoyen comenzó con una fuerte oposición ya que los con-
servadores mantenían la mayoría en el Congreso y gobernaban en catorce
provincias. Ana María Mustapic plantea que, en ese contexto, se planteó una

Historia Argentina Nancy Calvo - Judith Farberman - Silvia Ratto


150

clara tensión entre el Poder Ejecutivo y el Congreso en la medida que Yrigoyen


se concebía como ejecutor de un mandato encomendado por el pueblo y, por
ende, el Poder Ejecutivo representaba la realización de la soberanía popular.
De tal manera, el congreso dejaba de expresar un valor democrático porque
éste estaba institucionalmente expresado en el Poder Ejecutivo. En virtud
de ese mandato popular y ante la continuidad de componentes del régimen
oligárquico que permanecían en el régimen democrático, el presidente llevó
adelante una política de intervención en las provincias “devolviendo al pueblo
los derechos usurpados por la oligarquía mediante el fraude”. Siguiendo con
la interpretación de Mustapic, la intervención se resignificó presentando una
paradoja: la principal fuerza propulsora de la democratización política se apo-
yaba en una práctica institucional que, de alguna manera, conspiraba contra
las posibilidades de afirmar dicha democratización en tanto los sectores oli-
gárquicos se presentaban como los defensores del orden institucional.

LECTURA RECOMENDADA

RR
Mustapic, A. (1984), “Conflictos institucionales durante el primer gobierno radical:
1916-1922”, en: Desarrollo Económico, vol. 24, No 93, Buenos Aires.

Yrigoyen desarrolló una política económica e internacional nacionalista y se


propuso un acercamiento creciente a la Iglesia y a las fuerzas armadas. Con
el objetivo de captar a militares fieles, otorgó ascensos a aquellos que habían
participado en los movimientos revolucionarios radicales del periodo anterior.
Esto produjo fuertes rechazos dentro del Estado Mayor y comenzó a gestarse
un grupo fuertemente opositor al yrigoyenismo cuyas principales figuras fueron
José Féliz Uriburu y Agustín P. Justo.
Según el análisis de Persello (2007), el estilo personalista de Yrigoyen
generó, además del rechazo de las fuerzas políticas opositoras, una precoz
división dentro del partido radical. Un grupo de dirigentes de dicha agrupación
demandaba la separación entre el partido y el gobierno; los parlamentarios de
ese sector consideraban que eran representantes de la Nación encontrándo-
se, por tanto, por encima de las estructuras partidarias y como tales debían
controlar y cuestionar al gobierno. Esta división interna se plasmó en la orga-
nización de una agrupación separada de la UCR que agregó a dicha sigla el
término “principista” y que presentó listas propias en la elección de renova-
ción presidencial.

LECTURA RECOMENDADA

Persello, A. (2007), “El partido en el gobierno”, en: Historia del radi-

RR calismo, Edhasa, Buenos Aires, pp. 51-91.

Historia Argentina Nancy Calvo - Judith Farberman - Silvia Ratto


151

1.

KK Teniendo en cuenta la argumentación de Persello, explique la relación


que el radicalismo propone entre las nociones de democracia, nación y
partido y entre presidencialismo y parlamentarismo.

A pesar de estas divisiones, en 1922 el radicalismo volvió a triunfar en las


elecciones llevando como candidato a Alvear aceptado por la elite de adentro
y de afuera del radicalismo. Como veremos más adelante, la mejora de la
situación económica coincidió con el gobierno de Alvear por lo que se verificó
un descenso del clima de conflictividad social y un crecimiento de las exporta-
ciones, de la inversión extranjera y una creciente radicación de industrias de
capitales norteamericanos.
Si bien la elección de Alvear como candidato presidencial había sido un
intento de mantener unido al radicalismo, no logró evitarse una ruptura entre
personalistas y antipersonalistas que referían a diferentes modos de concebir
la vida política y la conducción pero también el origen social de sus militan-
tes. En sus primeros años de gobierno Alvear redujo el gasto público pero la
ascendencia popular de Yrigoyen se hizo más notoria y en 1927 comenzó a
preparar su regreso al gobierno. Alvear, que no contaba con apoyo partidario
propio, buscó sustento en figuras fuertes de su gobierno, entre ellos, Agustín
P. Justo, su ministro de guerra. La tensión entre los dos grupos llegó a su
punto álgido con la separación de la UCR de la UCR Antipersonalista liderada
por Alvear que se presentaría con sus propios candidatos en las elecciones
presidenciales de 1928. A pesar de la unión entre radicales antipersonalistas
y conservadores, Yrigoyen ganó ampliamente con más del 57% de los votos.
Sin embargo, la oposición a su gobierno podía percibirse en diferentes
sectores de la sociedad que veían con desagrado el regreso de un estilo de
gobierno personalista. A esta oposición se sumó el empeoramiento de las con-
diciones económicas producto de la crisis económica mundial, situación que
el gobierno parecía incapaz de revertir.

5.3. La economía entre la Primera Guerra Mundial y la


depresión
En general, entre aquellos investigadores que estudian esta etapa de la eco-
nomía argentina conocida como modelo agroexportador, es decir, el desarrollo
de una economía exportadora de bienes primarios, existe una discusión en
torno a las características del periodo 1914-1930. Algunos historiadores con-
sideran que esa etapa forma parte del modelo económico inaugurado a fines
del siglo XIX con una producción agropecuaria que se constituye en el principal
sector económico y que permite su inserción en el mercado mundial mediante
la venta de productos primarios. La única alteración que puede percibirse es
una detención del ritmo expansivo, una desaceleración.
Otros historiadores, por el contrario, la toman como una etapa diferencia-
da sosteniendo que el corte del comercio debido a la Guerra Mundial, por su
intensidad y por la paralización de capitales y mano de obra reflejó que esa
no era una crisis más y que el Estado debía modificar su política participando
de modo creciente en la economía.

Historia Argentina Nancy Calvo - Judith Farberman - Silvia Ratto


152

LECTURA OBLIGATORIA

Bellini, C. y Korol, J. (2012), “Los nuevos desafíos y las respuestas

OO fallidas (1914-1929). La economía argentina entre la Primera Guerra


Mundial y la Gran Depresión”, en: Historia económica de la Argentina
en el siglo XX, Siglo XXI, Buenos Aires, pp. 25-65.

5.3.1. El impacto de la guerra


La irrupción de la guerra modificó sustancialmente el escenario económico
internacional surgiendo variables nuevas como la suspensión del patrón oro
que regía los intercambios internacionales y la restricción en los movimientos
de capitales. En ese contexto el comercio internacional se vio fuertemente
afectado por varios motivos: la disminución en la oferta de bienes manufactu-
rados por parte de países involucrados de manera directa en la guerra –y por
ende, centrados en la producción de material bélico- y la mayor concentración
de la capacidad de carga de los buques ultramarinos para transportar bienes
para uso militar. Este último factor llevó al país a reorientar la exportación de
bienes hacia aquellos de más alto valor unitario como la carne y sus subpro-
ductos ganaderos en desmedro del comercio de granos.

CC
Así, los embarques de carne vacuna congelada, que en 1914 alcanzaban las
330.000 toneladas, llegaron en 1918 a su máximo histórico de casi 500.000 con
valores superiores al doble de los del año inicial. Los de lanas, aun manteniendo
sus volúmenes, también aumentaban sus valores en la misma proporción. En con-
junto el sector ganadero, que aportaba poco más del 40 por ciento en los años de
la inmediata posguerra, pasó a casi el 50 por ciento entre 1918 y 1920, constitu-
yéndose en el polo más dinámico de la economía. (Regalsky, 2011: 190)

Este cambio productivo se expresó en el traspaso de parte de la tierra destinada a


la producción cerealera al cultivo de forraje para alimento del ganado, fundamental-
mente vacuno. Esto que implicó el pase de actividades intensivas -como el cultivo- a
tareas más extensivas como el pastoreo de ganado, se vio alterado también por la
detención en el ingreso de inversiones extranjeras lo que llevó a un brusco descenso
de las construcciones de viviendas, obras públicas y ferrocarriles. La disminución del
comercio internacional también afectó la entrada de bienes de consumo provocando
un encarecimiento de productos consumidos por toda la población. Los principales
perjudicados en esta coyuntura fueron los trabajadores que debieron hacer frente a
un claro encarecimiento del costo de vida en momentos de contracción del mercado
laboral. Estos hechos llevaron a un deterioro importante del nivel de vida de los
obreros –con una disminución de los salarios reales del 40% entre 1914 y 1918-
que reaccionaron con un ciclo de protestas.

Yrigoyen y la neutralidad
Durante la Primera Guerra Mundial el Gobierno argentino mantuvo una política de neu-
tralidad fundada en causas económicas y políticas. En el primer caso y debido a la depen-
dencia de la economía del comercio exterior se intentaba preservar a cualquier posible socio

Historia Argentina Nancy Calvo - Judith Farberman - Silvia Ratto


153

comercial y garantizar la entrada de insumos estratégicos. En el segundo caso, el presidente


Yrigoyen mostró un claro rechazo al panamericanismo de Estados Unidos e intentó –sin
éxito- organizar una unión de países latinoamericanos de naciones neutrales.

5.3.2. Diversificación económica e industrialización en la década


de 1920
La recuperación económica del país durante la posguerra fue bastante rápida
y hacia 1919 los valores del PBI equipararon a los máximos de preguerra.
Pero esta recuperación mostró modificaciones al interior de la economía. El
cambio más significativo fue el deterioro de la relación bilateral entre el país y
Gran Bretaña que había estado sustentada, del lado argentino, en la venta de
productos ganaderos y, del lado británico, en las inversiones en el sector ferro-
carrilero. La crisis de posguerra impidió que Gran Bretaña siguiera cumpliendo
ese papel ante el ascenso espectacular de la economía norteamericana. En
esta recomposición de la economía mundial, se creó una relación triangular
que vinculaba a los tres países. Argentina siguió siendo el principal proveedor
de bienes primarios para los ingleses pero los productos industriales comen-
zaron a ser provistos, en la nueva coyuntura, por los norteamericanos.
En torno a la producción ganadera se produjo una fuerte crisis en los años
1921-1922 vinculada a la exportación de carne refinada con una técnica que
había comenzado a comienzos de siglo: el enfriado, desarrollada con capitales
norteamericanos. La crisis se produjo por una caída de los precios del gana-
do vacuno que fue sentida fundamentalmente por los criadores que debieron
liquidar sus planteles para mantener un ingreso.

Obreros preparando carnes para la exportación antes del uso de la técnica del
enfriado (principios del siglo XX).
Fuente: Anred. Agencia de noticias. Redacción. <www.anred.org> [Consulta: 10 de junio de 2013].
Imagen disponible en: <http://www.anred.org/spip.php?article2979>

Historia Argentina Nancy Calvo - Judith Farberman - Silvia Ratto


154

La crisis del sector ganadero fue compensada con un incremento de la pro-


ducción agrícola y un aumento significativo de las exportaciones –que llegaron
a constituir el 60% de éstas en el periodo 1927-1929- incentivados por la
recuperación de los precios internacionales del cereal frente a la carne. Para
sostener este crecimiento se llevó adelante una expansión del área sembrada
y una fuerte inversión en maquinaria y mejoramiento de semillas.
Con respecto al sector manufacturero, se ha planteado, que en esta etapa
la economía sufrió “una gran demora” ya que la década de 1920 fue una opor-
tunidad perdida para iniciar el camino de la industrialización. Actualmente esta
propuesta es muy discutida mostrándose que los efectos de la Primera Guerra
fueron ambiguos para incentivar la producción de manufacturas. Si bien la
dificultad por proveerse de bienes esenciales como insumos, combustible y
maquinarias provocó el derrumbe de producciones como la metalúrgica, otras
producciones como las derivadas del sector agroalimentario y los textiles tuvie-
ron un incremento sensible.
Los investigadores que impugnaron la teoría de la “demora” hicieron fuer-
te hincapié en el importante crecimiento y equipamiento del sector industrial
en la década de 1920 coadyuvado por la protección arancelaria impulsada en
los primeros años del gobierno de Alvear. En efecto, en la década de 1920,
inversiones americanas permitieron la instalación de las industrias textiles,
metalúrgicas, automotrices, del caucho, químicas. De este periodo es la ins-
talación de empresas que tendrían una larga historia en nuestro país: Ford,
Colgate Palmolive, Nestlé, Toddy, GoodYear, Pirelli y otras.

CC
En el periodo entre 1923 y 1929 fue común la instalación de filiales de empre-
sas extranjeras. En ocasiones, el nexo con el exterior no era tan directo, pero
había lazos tecnológicos o financieros que también indicaban la creciente des-
nacionalización de la industria. La irrupción mayor fue la del capital norteameri-
cano pero también hubo una destacada presencia de empresas alemanas.
Tomando solamente a las 43 “grandes” firmas no argentinas que iniciaron sus
operaciones entre 1921 y 1930, se comprueba que las actividades preferidas
eran la producción de químicos (13 de las 43), metales (7) y artículos eléctri-
cos (10). (Gerchunof y Llach, 1998: 91)

Un sector de creciente importancia en la economía fue el petrolero. A fines


de su primer gobierno, Yrigoyen había creado una Dirección Nacional de
Yacimientos Petrolíferos Fiscales. Alvear nombró como director del nuevo
organismo al general Enrique Mosconi que llevó a cabo una decidida política
tendiente a lograr el autoabastecimiento del país. En vinculación con esta
política, en el ámbito parlamentario se discutieron ideas relacionadas con la
soberanía del país: la nacionalización de los yacimientos de petróleo y el mono-
polio estatal. La primera discusión fue apoyada por la mayoría de los partidos
políticos. La segunda, por el contrario fue fuertemente resistida. Junto a YPF
existían empresas privadas de capitales argentinos y extranjeros que veían
con desagrado el intento del gobierno por quitarlos del mercado.
Las empresas más importantes eran la Compañía Ferrocarrilera de Petróleo
con capitales ingleses y la Standard Oil de origen norteamericano. Hacia 1929
la producción de ambos sectores era equiparable; para frenar el papel de
estas empresas, el Gobierno decidió bajar los precios de la nafta y el quero-
sén lo que produjo una violenta reacción contra YPF y el gobierno de Yrigoyen.

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155

5.3.3. Las economías regionales


En el interior del país las principales producciones regionales siguieron sien-
do la vitivinicultura localizada centralmente en Mendoza y San Juan y la pro-
ducción de caña de azucar en Tucumán. En ambos casos la superficie no
se amplió significativamente pero la producción se duplicó alcanzando en el
primer caso el momento de mayor expansión a fines de la década de 1920.
La producción de azúcar, como se ha visto en unidades anteriores, estaba
en manos de grandes ingenios altamente tecnificados y una gran cantidad de
pequeños y medianos propietarios cañeros quienes en 1918 se organizaron
en el Centro Cañero. Uno de los principales cuestionamientos del organismo
eran los bajos precios que obtenían como abastecederos de caña para los
ingenios y proponían intervenir o expropiar aquellos que no procesaran la can-
tidad de caña acorde con su capacidad y organizar cooperativas para adminis-
trar ingenios construidos por el Estado.
A esta tensión latente entre los productores se sumaba la presión que
podían ejercer los trabajadores, sometidos a durísimas condiciones labora-
les. Ambas situaciones hicieron eclosión en el año 1923 y se incrementaron
en 1926 con una exitosa zafra que planteó el problema del consiguiente des-
censo de precios que afectaría a la redistribución de los beneficios. El Laudo
Alvear de 1928 estableció mecanismos de arbitraje proponiendo la interven- El Laudo Alvear fue el primer inten-
ción del Estado en las negociaciones intersectoriales que comenzaron a diri- to de alcanzar una regulación
mirse dentro de la Cámara Gremial de Productores de Azúcar del Tucumán nacional de la industria azucare-
ra. Establecía que los productores
que nucleó a productores e industriales. Si bien esta decisión logró alcanzar
debían recibir un precio provisorio
el entendimiento entre plantadores cañeros y los dueños de los ingenios dejó al entregar el producto que sería
de lado al tercer sujeto de la producción azucarera, los obreros. ajustado luego de la venta del
Durante este periodo surgieron nuevas producciones como el algodón en el azúcar según el precio obtenido
en el mercado.
Chaco en los terrenos que habían quedado libres como producto de la defores-
tación de la región que había llevado al agotamiento de los quebrachales. El
auge del “oro blanco” se produjo por la demanda del mercado mundial, funda-
mentalmente el británico, que consumió entre el 60 y 80% del total de la pro-
ducción en la década de 1920. En las provincias de Misiones y Corrientes se
llevó a cabo un nuevo corrimiento de la frontera con la producción de tabaco,
yerba y té. Los productores fueron principalmente colonos de origen inmigran-
te. Al sur del país, surgió un polo frutícola en el alto valle del Río Negro que
logró impulsar la producción por el apoyo del Ferrocarril del Sur que conectó
la zona productora con Buenos Aires.
Todas estas nuevas producciones llevaron a una mejor incorporación de
esas regiones al mercado interno con un crecimiento porcentual del 25% en
1910 a un 29% en la década siguiente.

LECTURA RECOMENDADA

RR
Bravo, M. «Las representaciones en torno a la agroindustria y el proteccionismo en
la Argentina. La cuestión azucarera en la década de 1920», [En línea]. En: Pági-
nas, revista digital de la Escuela de Historia Ano 1, N° 2. Rosario. 2008. Disponible
en: <http://web.rosario-conicet.gov.ar/ojs/index.php/RevPaginas/article/view/20>
[Consulta: 21 de junio de 2013].

Historia Argentina Nancy Calvo - Judith Farberman - Silvia Ratto


156

5.4. La sociedad
El proceso de urbanización y la concentración de la población en la región
litoral del país –proceso que había tenido su inicio en el periodo anterior con
el surgimiento de algunas industrias y la llegada masiva de inmigrantes- se
incrementó aun cuando el flujo de migrantes extranjeros se interrumpió a
consecuencia de la guerra. En las ciudades, junto con la actividad industrial,
creció un sector relativamente nuevo: el del comercio y de los servicios. Este
sector terciario se convirtió en la vía de ascenso social.

PARA REFLEXIONAR

En un reciente libro, el historiador Ezequiel Adamovsky resume los

PP fundamentos de una discusión que pone en duda la idea aceptada


tradicionalmente sobre un mejoramiento general de la condición de
los trabajadores durante el periodo en estudio:

C Los cambios en la estructura demográfica y social de la Argentina fueron pro-


fundos y evidentes. Su significado, sin embargo, es más difícil de estable-
cer. Sobre estos datos se ha construido uno de los grandes mitos de nues-
tra historia, el mito de la “modernización social”. Durante muchos años nos
han enseñado que el país que finalmente se puso en marcha hacia 1880,
comparado con el de tiempos anteriores, fue más próspero y trajo un mayor
bienestar para la mayoría de la población, sentando las bases de una socie-
dad más “igualitaria” y con oportunidades de progreso abiertas a todos. […]
Uno de los que más colaboró en instalar esta visión fue el padre fundador de
la sociología empírica argentina: Gino Germani. Fue él quien por primera vez
ofreció pruebas de este proceso de “modernización”. Sin embargo, con los
datos con los que hoy contamos, no resulta evidente que luego de 1880 haya
habido un proceso de cambio continuo hacia una mayor igualdad o que hubie-
ra un bienestar mayor para todos los habitantes. Sin duda el gran desarrollo
económico trajo al país muchas riquezas. El mayor dinero circulante engro-
só las arcas públicas y permitió grandes obras de infraestructura. Los servi-
cios de salud y educación estuvieron al alcance de más personas y existen
datos objetivos de mayor bienestar social, como la mayor alfabetización y la
caída de la tasa de mortalidad. Las nuevas actividades económicas brinda-
ron a muchos oportunidades de empleo lucrativas. Sin embargo, las ventajas
materiales y el mayor bienestar no beneficiaron a todos por igual, ni llegaron
a todos los grupos sociales. (Adamovsky, 2012: 38-39)

La Primera Guerra Mundial provocó un quiebre irremediable en el flujo migrato-


rio hacia la Argentina. Esa corriente que, a pesar de haber atravesado etapas
de desaceleración, había mantenido una tendencia creciente desde los años
ochenta del siglo XIX marcó una época de profundas transformaciones en el
país. Si después del fin de la guerra el flujo se reinició no logró recuperar ni
su ritmo ni los niveles de ingreso históricos.

Historia Argentina Nancy Calvo - Judith Farberman - Silvia Ratto


157

En cuanto a la estructura demográfica, se produjeron en el periodo cambios


en los patrones familiares y culturales al pasar la población de un régimen de
natalidad y fecundidad altos a otro en el que ambas variables disminuyeron
marcadamente. A su vez, la mortalidad cayó de 30 cada 1.000 personas en el
siglo XIX a 15 en 1920. En términos generales, la expectativa de vida pasó de
40 años a comienzos del siglo XX a 55 hacia 1930. Se produjo una retracción
de la mortalidad infantil y de las grandes epidemias, producto de la difusión
de la vacunación, la mayor presencia médica y las condiciones de higiene de
las ciudades a través de obras de entubamiento de arroyos, rellenos sanita-
rios, etc. Todos estos factores llevaron a un crecimiento vegetativo alto pero
con un régimen demográfico más moderno.
Durante el periodo se produjo un crecimiento importante de las clases
medias empujado por una demanda mayor de trabajadores calificados para
el sector terciario, las actividades administrativas en la industria, el sistema
educativo y la burocracia estatal. Este sector se desarrolló en un contexto de
fuertes expectativas de movilidad y elementos objetivos que marcaban la dife-
renciación social de las capas intermedias. Un elemento fundamental en este
último punto fue la ampliación de un mercado de consumo masivo y diferen-
ciado que insistía en la aspiración a la comodidad en la vida cotidiana a tra-
vés del consumo de aparatos domésticos. El automóvil alcanzó una difusión
sorprendentemente amplia.

Durante las primeras décadas del siglo XX surgió un nuevo tipo de periodismo que
intentó llegar a un público amplio utilizando un lenguaje cercano al habla popular y con un
formato gráfico que facilitara la lectura. El diario Crítica, dirigido por Natalio Botana fue
uno de ellos. Con una amplia variedad de secciones –deportes, policiales, literatura- buscó
con éxito llegar a un amplio público. Entre sus redactores se contaron Raúl y Enrique Gon-
zalez Tuñón, Roberto Arlt y Jorge Luis Borges.

La situación laboral de los sectores populares no fue tan ascendente, sobre


todo en el campo. En las ciudades, el proceso de industrialización avanzaba
incorporando una cantidad creciente de mano de obra. Pero al lado de estas
posibilidades laborales se mantuvo una esfera importante de trabajo precario
por cuenta propia representado por zapateros, vendedores ambulantes, plan-
chadoras, lavanderas, etcétera.
Las condiciones del trabajo rural variaban sustancialmente según la región
productiva. En el litoral, la difusión del arrendamiento y el proceso de adqui-
sición de tierras con la ayuda de créditos hipotecarios llevó a un proceso
de diferenciación social en el cual, algunos pequeños productores pudieron
emprender el camino de la mecanización de sus trabajos. Pero fuera de la zona
agroexportadora la situación de los pequeños agricultores no era tan buena.

CC
En los llanos de La Rioja, en los valles Calchaquíes en Salta y en varias zonas
de Jujuy, Catamarca y otras provincias continuaba en vigor el sistema tradicio-
nal de grandes haciendas en vinculación con comunidades campesinas indíge-
nas o mestizas que cultivaban para su propia subsistencia, generalmente con

Historia Argentina Nancy Calvo - Judith Farberman - Silvia Ratto


158

el propio hacendado. […] De norte a sur del país, el campo era lugar de traba-
jo para innumerable cantidad de peones. En la región pampeana y luego tam-
bién en la Patagonia desempeñaron un lugar central en la expansión de la
crianza de ovejas lanares y por supuesto siguieron siendo requeridos en la de
vacas […]. Junto a estos empleados permanentes se contrataba estacional-
mente a muchos más para los meses de esquila, pagaderos por jornal o a des-
tajo. El desarrollo agrícola de fines de siglo también los requirió en gran núme-
ro. […] Los jornales podían variar enormemente: solo luego de 1928 por la
acción combinada de las regulaciones estatales y de los sindicatos rurales,
fue surgiendo un verdadero mercado de trabajo con condiciones de paga más
o menos uniformes en todas partes. (Adamovsky, 2012: 70-71)

El tango

C
Carlos Gardel cantó Mi noche triste en 1917. Esa memorable actuación marcó
el comienzo de la era del tango-canción, protagonizada por grandes poetas como
Enrique Cadícamo o Armando Discépolo y por grandes intérpretes como Ignacio
Corsini, Azucena Maizani o el propio Gardel cuyas voces fueron popularizadas
por la radio y las grabaciones. En los cafés, los cabarets o los salones de baile,
las grandes orquestas como la de Francisco Canaro reemplazaron a las más
modestas guitarras y flautas de los primeros conjuntos tangueros. Julio de Caro
y la Guardia Nueva introdujeron en el tango los arreglos más complejos, la diver-
sidad armónica y el empleo del contrapunto. (Saítta, 2011: 1376)

5.4.1. Las organizaciones sindicales


Durante este periodo existían varias organizaciones de trabajadores con distin-
tas tendencias: socialistas, anarquistas y sindicalistas. A comienzos del perio-
do radical, se encontraban dos centrales sindicales que se habian originado
de la ruptura al interior de la Federación Obrera Argentina (FORA) durante el IX
congreso realizado en abril de 1915: la FORA del V congreso de orientación
anarquista y la FORA del IX congreso que quedó dominada por los sindicalistas
aunque en su interior existían grupos socialistas, comunistas e independien-
tes. A diferencia del periodo anterior, una característica novedosa fue el inicio
de una política de diálogo por parte del gobierno con los sindicatos y gremios
obreros. Esta disposición al diálogo provocó reacciones diversas en las agru-
paciones según el signo político de sus dirigentes.
A comienzos de la década de 1920 –y luego de un periodo de estancamien-
to- se registró un fuerte crecimiento de las organizaciones sindicales motiva-
do por el ciclo ascendente de las movilizaciones obreras como veremos más
adelante. La convivencia dentro de la FORA del IX congreso de distintas ten-
dencias produjo bien pronto el alejamiento de algunos grupos que organiza-
ron nuevas asociaciones. En 1929 existían, producto de estas divisiones y
de la creación de otros sindicatos, cuatro asociaciones gremiales: La Unión
Sindical Argentina (USA) –nuevo nombre dado a la FORA del IX- sindicalista;

Historia Argentina Nancy Calvo - Judith Farberman - Silvia Ratto


159

la Confederación Obrera Argentina (COA) –fundada por los gremios importan-


tes de ferroviarios, La Fraternidad y la Unión Ferroviaria- donde convivían sin-
dicalistas y socialistas; la FORA anarquista y el Comité de Unidad Sindical
Clasista (CUSC) comunista. Al año siguiente, la USA y la COA junto con otros
gremios menores decidieron integrarse conformando la Confederación General
del Trabajo (CGT).

CC
A grandes rasgos, durante las presidencias radicales, esto es, entre 1916 y
1930, se pasó paulatinamente de un movimiento obrero con fuerte base arte-
sanal y perspectivas anarquistas o anarcosindicalistas que todavía tenían vi-
gencia en algunos grupos, a un movimiento cuya organización más importante
era un sindicato grande, centralizado, capaz de obtener mejoras notorias para
sus trabajadores por la vía de la negociación con la patronal y el estado.
(Cattaruzza, 2009: 106-107)

LECTURA OBLIGATORIA

Cattaruzza, A. (2009), “Las transformaciones sociales”, en: Historia

OO de la Argentina, 1916-1955, Siglo XXI, Buenos Aires, pp. 91-112.

5.4.2. Los conflictos obreros durante el primer gobierno de


Yrigoyen
Se pueden señalar distintas etapas en la dinámica de las protestas sociales y
el tratamiento que los gobiernos radicales hicieron de las mismas. Una prime-
ra etapa se puede ubicar en los inicios del primer gobierno de Yrigoyen cuando
se trató de captar a los trabajadores mediante arbitrajes en la estipulación
de los contratos laborales; en esos arbitrajes frecuentemente se favorecían
a los trabajadores intentando captar el favor de algunos sectores del movi-
miento sindical. Una segunda etapa marca una creciente conflictividad social
con episodios muy importantes: la Semana Trágica de 1919, las huelgas y la
represión de La Forestal y los episodios de la Patagonia entre 1920 y 1921.

LEER CON ATENCIÓN

Semana Trágica. En 1919 los trabajadores de los talleres metalúrgi-

LL cos Vasena declararon una huelga en protesta por la reducción de sus


salarios y la contratación de mujeres y niños para ocupar lugares de
trabajo. La empresa contrató rompehuelgas para disuadir a los traba-
jadores de su medida de fuerza. Estos grupos contaron con el apoyo
de la policía y grupos civiles armados como la Liga Patriótica. Los
enfrentamientos entre ambos grupos provocaron cantidad de muer-
tos y heridos. La actitud de Yrigoyen ante la represión fue distante;
solo con posterioridad a los hechos ordenó la liberación de los dete-
nidos y un aumento en los sueldos de los trabajadores.

Historia Argentina Nancy Calvo - Judith Farberman - Silvia Ratto


160

Luego de los episodios de la Semana Trágica el gobierno, preocupado por el


accionar que en esas jornadas habían tenido los empresarios y grupos de
civiles armados reunidos en la Liga Patriótica, intentó atraer a los trabajadores
mediante la sanción de legislación laboral. A pesar de la oposición que se
dio en el Parlamento donde se intentaban bloquear la sanción de las leyes
(como fue el caso del Código del Trabajo rechazado por el Congreso en 1921
y la jubilación universal y obligatoria en 1925), algunas pudieron promulgarse.
En efecto, durante el primer gobierno de Yrigoyen y el gobierno de Alvear,
caracterizado por un descenso significativo de los niveles de conflictividad
social derivados fundamentalmente por un mejoramiento de las condicio-
nes económicas del país, se sancionaron, entre otras, las siguientes leyes:
11.317 que reglamentaba las condiciones en que podía contratarse el trabajo
de menores; 11.318 que prohibía el trabajo nocturno en panaderías; 11.278
que establecía la forma de pago del salario; 11.544 que limitaba a ocho horas
la jornada de trabajo. Estas leyes eran de aplicación para todos los trabaja-
dores. Se sancionaron, por otro lado, leyes que favorecían especialmente a
algunos sectores obreros como la referida a la jubilación que se circunscribió
a los empleados de servicios públicos y otros sectores.
La protesta social no se circunscribió a los ámbitos urbanos; también se
extendió por el campo. La propiedad de la tierra seguía en manos de grandes
terratenientes que arrendaban o subarrendaban pequeñas parcelas para su
puesta en producción. Las condiciones que establecían los contratos de arren-
damiento eran muy duros para los trabajadores. La duración de los mismos
era muy limitada, en general no superaba los tres años, lo cual creaba una
población rural itinerante en busca permanente de tierra donde asentarse y
trabajar. El arrendatario debía entregar al propietario un porcentaje de su cose-
cha que variaba entre el 30 y el 40% de la producción anual. Los créditos que
otorgaba el Banco Nación no eran muy fáciles de conseguir debido a los altos
intereses que se debían pagar. Teniendo en cuenta estos inconvenientes, que
formaban un telón de insatisfacción, cualquier problema en las cosechas o en
la caída de los precios, producía una situación de potencial explosión social.
Precisamente esto sucedió en 1919 cuando una huelga de los chacareros
se extendió por toda la región pampeana. La resolución del conflicto fue la pro-
mulgación de la ley 11.170 de alquileres agrarios que si bien no resolvió el pro-
blema agrario, introdujo algunas modificaciones favorables a los trabajadores.
En los años 1921 y 1922 los reclamos obreros tuvieron un centro en el sur
patagónico, entre los trabajadores rurales de Santa Cruz agobiados por bajos
salarios, extensas jornadas de trabajo, desocupación y duras condiciones de
El escritor Osvaldo Bayer escribió
la novela La Patagonia Rebelde
vida. El conflicto tuvo un inicio de resolución con la mediación del gobernador
que describió estos hechos y que entre los empresarios y los sindicatos anarquistas pero los acuerdos no fue-
fue llevada al cine por el director ron cumplidos y la polícía encarceló a los principales dirigentes gremiales. Esto
Héctor Olivera. no hizo mas que extender la protesta: los empresarios organizaron bandas
armadas que expulsaban a los peones sin pagarles sus salarios y éstos reac-
cionaron recorriendo las estancias para buscar provisiones y tomando como
rehenes a los administradores. Ante la generalización del conflicto el gobier-
no nacional envió un regimiento de caballería al mando del teniente coronel
Héctor Varela que terminó cruentamente con la movilización obrera dejando
como saldo más de 1500 peones muertos.

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161

Afiche de la película La Patagonia rebelde.

LECTURA RECOMENDADA

RR
López, M. y Rodríguez, A. (2009), «Bajo el cielo de la pampa. Indios, tierra y Esta-
do». (ensayo sobre las películas Guerreros y cautivas, El ultimo malón, Viento Norte,
Pampa bárbara, Huella y El último perro), en: Un país de película. La historia argentina
que el cine nos contó, Del Nuevo Extremo, Buenos Aires, pp 95-127.

Los pueblos indígenas sometidos también fueron objeto de fuertes repre-


siones. En julio de 1924, los pobladores tobas y mocovíes de la Reducción Durante el periodo radical se
Aborígen de Napalpí ubicada a 120 kilómetros de la ciudad de Resistencia, presentaron tres proyectos de ley
para reglamentar el trabajo indí-
se declararon en huelga denunciando los maltratos y la explotación de los
gena pero ninguno de ellos pasó
terratenientes algodoneros. Los pobladores intentaron abandonar la reducción la resolución favorable de las
y dirigirse a los ingenios de Salta y Jujuy donde los salarios eran más altos comisiones de estudio. En 1921
pero el gobernador Centeno prohibió a los indígenas abandonar el Chaco. Los el Departamento de Trabajo pro-
puso un nuevo Código de Trabajo
pobladores de Napalpí decidieron resistir lo que provocó una matanza de cerca
en el que se postulaba que no
de 200 indígenas. debía hacerse ninguna diferencia
El periodista Darío Aranda relata los acontecimientos de la siguiente mane- entre el trabajo del indio y el de
ra: “El 18 de julio, y con la excusa de un supuesto malón indígena, Fernando los restantes obreros.
Centeno dio la orden. A la mañana del 19 de julio, 130 policías y algunos civi-
les partieron desde la localidad de Quitilipi hasta Napalpí. Después de 45
minutos de disparar los Winchester y Mauser a todo lo que se movía, sólo
quedó el silencio y la humareda de los fusiles. Los heridos –fueran hombres,
mujeres o niños– fueron asesinados a machetazos”.

Aranda, D. «La masacre de Napalpí, 19 de julio de 1929. 80 años de

WW memoria prohibida», [En línea]. En: La Gazeta Federal. Confederación


argentina. Disponible en: <http://www.lagazeta.com.ar/napalpi.htm>
[Consulta: 20 de junio de 2013.

Historia Argentina Nancy Calvo - Judith Farberman - Silvia Ratto


162

Melitona Enrique, última sobreviviente de la masacre de Napalí.


Fuente: La Gazeta Federal. Confederación argentina. <www.lagazeta.com.ar>. [Consulta: 20 de
junio de 2013]. Imagen disponible en: <http://www.lagazeta.com.ar/napalpi.htm>

5.4.3. La reforma universitaria


El Estado siguió impulsando la educación que se convirtió en una de las
vías de progreso social para la población. El crecimiento de la educación
pública restó importancia a las escuelas religiosas y a las comunidades de
inmigrantes. El esfuerzo estatal se vio reflejado en una clara disminución
del analfabetismo. En el censo nacional de 1914 se registraba un porcen-
taje del 36% entre las personas de más de 14 años y en el censo de 1947
ese porcentaje se había reducido al 13,6%. De todos modos, la diferen-
ciación regional en torno a la escolarización era muy clara. Tomando los
dos extremos, en la provincia de Jujuy el analfabetismo se había reducido
en los dos cómputos mencionados del 67 al 35% en tanto en la ciudad de
Buenos Aires había descendido del 21 al 5,7%.
Un fenómeno similar de ampliación de la matrícula se produjo a nivel
universitario desde inicios del siglo XX cuando aparecieron nuevas universi-
dades y carreras técnicas. La facultad de Filosofía y Letras se convirtió en
una institución formadora de docentes secundarios de clase media. Hacia
el centenario existían unos 6.000 alumnos universitarios, el doble que una
década anterior y seis años después había 5.400 estudiantes universita-
rios en Buenos Aires, 1.000 en La Plata y 700 en Córdoba. La Facultad de
Medicina, que reunía la mayor cantidad de alumnos, era vista como una
vía de ascenso social, en tanto Derecho, viejo refugio de la elite y escuela
de cuadros para la política, también se fue ampliando en su integración y
perspectiva.
Este ingreso masivo de sectores de clase media provocó el recelo de
las clases tradicionales que, desplazadas del ámbito político, mantenían
el control de las altas casas de estudio a través del gobierno universita-
rio y de planes de estudio tradicionales, sobre todo en la Universidad de
Córdoba.

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163

CC
Si en opinión de González, el espíritu de la Universidad de Córdoba era “con-
servador, unilateral y reaccionario”, para Carlos Cossio, la institución era pro-
ducto del clericalismo cordobés; era una universidad positivista pero confesio-
nal, básicamente clerical. En materia de enseñanza esto se traducía en el
estudio del derecho público eclesiástico y canónico, en la inclusión en el pro-
grama de filosofía del derecho de los “deberes para con los siervos”; se ense-
ñaba una teoría del derecho público que sostenía que “el Estado, aunque dis-
tinto, está no obstante subordinado a la Iglesia, no puede separarse de ella
por la pretendida libertad de conciencia y de culto y está obligado a proteger a
la Iglesia con sus leyes y a poner su espada material al servicio del reino de
Dios y del orden espiritual”. (Chiroleu, 2000: 74).

Desde inicios del siglo, los estudiantes habían realizado una serie de
huelgas para pedir algunas modificaciones puntuales: disminución de los
aranceles, actualización de los planes de estudios, cambios en las regla-
mentaciones de los exámenes. En abril de 1918, el Comité Pro Reforma
Universitaria de Córdoba elevó al ministro de Justicia e Instrucción Pública
un Memorial donde se planteaba la necesidad de refomas tanto en el ámbi-
to de la educación como en el del gobierno universitario. Este último estaba
en manos de las Academias, una oligarquía de profesores que ejercía sus
funciones de manera vitalicia.
Ante la produndización del conflicto, el Gobierno decidió intervenir la
Universidad nombrando como interventor a José Nicolás Matienzo. Su
gestión no fue eficaz ya que a pesar del establecimiento de nuevas reglas
para la elección de los cuerpos directivos, la misma adoleció de fallas y
derivó en una nueva y masiva huelga que fue apoyada por políticos de dis-
tintos partidos. El proceso terminó con la victoria de los reformistas que
obtuvieron gran parte de sus reivindicaciones: participación estudiantil en
el gobierno, docencia libre y asistencia voluntaria a los cursos. Durante
estas jornadas, los estudiantes dieron a conocer el documento conocido
como Manifiesto Liminar que se convirtió en un referente para gran parte
de los jóvenes intelectuales que se dedicaron en los años veinte y treinta
a la política universitaria en la Argentina y también para algunos dirigentes
latinoamericanos muy importantes como el peruano Victor Haya de la Torre,
fundador y líder de la Alianza Popular Revolucionaria Americana.

CC
Manifiesto Liminar.
La juventud argentina de Córdoba a los hombres libres de Sud América
Manifiesto de la Federación Universitaria de Córdoba – 1918.
Hombres de una república libre, acabamos de romper la última cadena que
en pleno siglo XX nos ataba a la antigua dominación monárquica y monás-
tica. Hemos resuelto llamar a todas las cosas por el nombre que tienen.
Córdoba se redime. […] Las universidades han sido hasta aquí el refu-
gio secular de los mediocres, la renta de los ignorantes, la hospitalización
segura de los inválidos y -lo que es peor aún- el lugar en donde todas las
formas de tiranizar y de insensibilizar hallaron la cátedra que las dictara.
Las universidades han llegado a ser así el fiel reflejo de estas sociedades
decadentes que se empeñan en ofrecer el triste espectáculo de una inmovi-
lidad senil. Por eso es que la Ciencia, frente a estas casas mudas y cerra-

Historia Argentina Nancy Calvo - Judith Farberman - Silvia Ratto


164

das, pasa silenciosa o entra mutilada y grotesca al servicio burocrático. […]


Nuestro régimen universitario -aún el más reciente- es anacrónico. Está fun-
dado sobre una especie del derecho divino: el derecho divino del profesora-
do universitario. Se crea a sí mismo. En él nace y en él muere. Mantiene un
alejamiento olímpico. La Federación Universitaria de Córdoba se alza para
luchar contra este régimen y entiende que en ello le va la vida. Reclama un
gobierno estrictamente democrático y sostiene que el demos universitario,
la soberanía, el derecho a darse el gobierno propio radica principalmente en
los estudiantes. El concepto de Autoridad que corresponde y acompaña a un
director o a un maestro en un hogar de estudiantes universitarios, no solo
puede apoyarse en la fuerza de disciplinas extrañas a la substancia misma
de los estudios. La autoridad en un hogar de estudiantes, no se ejercita
mandando, sino sugiriendo y amando: Enseñando. […] La juventud univer-
sitaria de Córdoba, por intermedio de su Federación, saluda a los compa-
ñeros de la América toda y les incita a colaborar en la obra de libertad que
inicia. 21 de junio de 1918.

El siguiente enlace de la Universidad Nacional de Córdoba tiene infor-

WW mación ampliatoria sobre la reforma de 1918.


<http://www.unc.edu.ar/institucional/historia/reforma> [Consulta: 25
de junio de 2013].

2.

KK Sobre la base de los puntos 5.3. y 5.4. realice un informe escrito en


donde se reflejen y expliquen los motivos de las diferencias regionales
(en lo económico y en lo social) que caracterizan este periodo.

5.5. El regreso de Yrigoyen: crisis económica y ascenso


de las ideologías antiliberales
El segundo gobierno de Yrigoyen se iniciaba con un amplio apoyo de los votan-
tes; su triunfo fue contundente en todos los distritos que presentaron electores
que apoyaban su candidatura. Sin embargo, bien pronto, la crisis económica
iniciada con la caída de la bolsa de valores de Wall Street provocó dificulta-
des en la economía argentina que el gobierno no lograba resolver. La lentitud
política que acompañó el segundo gobierno de Yrigoyen y la recurrencia a los
elementos más criticados del primero –las intervenciones y el rechazo a las
interpelaciones- crearon un clima de oposición donde comenzó a plantearse
como única alternativa la destitución del presidente.

Historia Argentina Nancy Calvo - Judith Farberman - Silvia Ratto


165

LEER CON ATENCIÓN

La crisis de 1929 afectó profundamente a las economías latinoameri-

LL canas organizadas fundamentalmente en la producción de bienes pri-


marios para su exportación. Con la caída de la bolsa de Nueva York
disminuyó sensiblemente el comercio internacional y las inversiones
extranjeras se hicieron cada vez más escasas tornando los préstamos
caros. Estos rasgos se extendieron rápidamente por el mundo indus-
trializado y su efecto más contundente fue la caída en la actividad
económica. La depresión a su vez trajo como consecuencia una fuer-
te desocupación. Con respecto a Latinoamérica, la conjunción de
ambos factores de la crisis -caída del comercio internacional y escasez
de préstamos-, determinó la disminución de las reservas monetarias
de los países latinoamericanos que se vieron cada vez más dificulta-
dos en hacer frente al pago de la deuda externa.

La oposición a Yrigoyen iba cobrando cada vez más adeptos. Dentro del entor-
no político, a los grupos conservadores que habían sido desplazados del poder
se unieron los radicales disidentes. La mayor expresión de estos grupos fue la
difusión, en agosto de 1930 del llamado Manifiesto de los 44 firmado por par-
lamentarios de distintos sectores que derivaron en la convocatoria de mitines
políticos opositores en donde grupos universitarios y nacionalistas provocaron
disturbios reclamando la renuncia de Yrigoyen. Solo los socialistas auténticos
y los demócrata progresistas reclamaron calma.

CC
Propuesta del Manifiesto de los 44: “1º Coordinar en las Cámaras la acción par-
lamentaria, para exigir al Poder Ejecutivo el cumplimiento de la Constitución
Nacional, la correcta inversión de los dineros públicos y la fiel aplicación de las
leyes orgánicas fundamentales;” 2º Coordinar asimismo, la acción opositora fue-
ra de las Cámaras, en todos los distritos, para difundir en el pueblo y ante el
electorado de los respectivos partidos, el conocimiento de los actos ilegales del
Poder Ejecutivo y del oficialismo, y crear un espíritu cívico de resistencia a esos
abusos y desmanes;” 3º Proyectar un plan de acción encaminado al logro de los
propósitos enunciados, y, en caso necesario, solicitar y admitir la adhesión de to-
dos los ciudadanos que quieran para la República un gobierno constitucional y
democrático y deseen prestar hasta lograrlo, su esfuerzo sano y desinteresado.
Buenos Aires, agosto 9 de 1930.” (Halperín Donghi, 2007: 473)

Otro sector de oposición se originó a inicios de la década de 1920 cuando


comenzaron a surgir grupos nacionalistas relacionados con intelectuales cató-
licos y con las organizaciones de derechas surgidas durante los episodios de
La Semana Trágica. Los hermanos Julio y Rodolfo Irazusta fueron representan-
tes de esta creciente oposición a Yrigoyen; desde el año 1927 publicaban el
semanario La Nueva República, una influyente tribuna donde se propiciaba un
cambio en el orden institucional.

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166

CC
Como lo habíamos previsto, el país se encuentra hoy en un estado mucho más
caótico que lo que estaba en marzo de 1929, fecha de la última aparición de
La Nueva República. Si entonces, a raíz de un plebiscito nunca visto en
América, se empezaron a sentir los efectos del mal gobierno, la consecuencia
natural que de ello debiera sacarse es que el elemento primario del mismo ple-
biscito es el origen del mal. No han querido admitir verdad tan evidente las cla-
ses directivas del país; se empeñan con empeño absurdo y deshonesto en
personificar todos los males que sufre la Nación en la persona del presidente
Yrigoyen. […] La evidencia del mal gobierno, el cinismo con que el régimen ce-
sarista se manifestó a poco de comenzar el actual periodo, hicieron reaccionar
a la opinión. Los ciudadanos empezaron a manifestar signos de desaproba-
ción. […] Los defectos y aún los vicios de los detentadores del favor democrá-
tico salieron a la superficie causando el escándalo más profundo en toda la
sociedad. El espíritu de responsabilidad ciudadana, despojado de ficciones le-
gales, se despertó con ímpetu no registrado desde muchos años antes.
Murmullo de desaprobación primero, protesta franca después, protesta airada,
aunque medida por un día, por último grita ensordecedora y alboroto callejero.
¡La Liga Republicana! El país vislumbró por un instante el origen y la intensidad
del mal que aquejaba al Estado. El instinto de conservación social, ayudado
por una reflexión oportuna y patriótica, cuya difusión encontraba obstáculos in-
superables (que aquí también hay obstáculos tradicionales), en las institucio-
nes usufructuarias del régimen democrático, produjo en la opinión un reflejo in-
terior, cuya exteriorización fue un vómito, en cuya charca viscosa se
entremezclaban la democracia, el plebiscito, el sufragio universal. Todo uno y
lo mismo. La Nueva República, 18/6/1930. (Halperín Donghi, 2007: 475)

Portada del diario La Nueva República del 26 de mayo de 1928.

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167

Finalmente, cabe mencionar la creciente oposición dentro del ejército que


tenía su origen en diversas causas: la política de Yrigoyen de modificar las
pautas de promoción de oficiales introduciendo criterios políticos para benefi-
ciar a los partidarios del radicalismo; vinculado a esto, la creciente tendencia
en algunos grupos a rechazar la injerencia exterior al considerar que el Ejército
era la verdadera corporación depositaria de la tradición patria y por ello tenía
la misión de lograr la unidad nacional.
Pronto, se produjo la reunión de estas fuerzas dispersas. En 1928, feste-
jando el primer cumpleaños de La Nueva República, el general Uriburu se com-
prometió públicamente a encabezar un movimiento de renovación espiritual y
política. A partir de entonces comenzaron a producirse reuniones de civiles y
militares en los salones del Círculo de Armas. Con este telón de descontento
y críticas al gobierno radical, el 6 de septiembre de 1930 se produjo el golpe
militar que fue liderado por Uriburu y Agustín P. Justo.

PARA REFLEXIONAR

¿Un golpe con olor a petróleo? Algunos historiadores han planteado

PP que los intereses de las empresas petroleras tuvieron un peso decisi-


vo en la organización del golpe de Estado debido al creciente control
que el gobierno radical había comenzado a ejercer sobre las empresas
extranjeras que comercializaban y extraían petróleo. De hecho, uno
de los temas de campaña para la reelección de Yrigoyen había sido
precisamente la búsqueda del monopolio estatal del petróleo alentado
por una creciente ola antiimperialista que existía en Latinoamérica.

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169

Referencias bibliográficas

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proteccionismo en la Argentina. La cuestión azucarera en la década de
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index.php/RevPaginas/article/viewFile/20/23>
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Argentina, 1916-1955, Siglo XXI, Buenos Aires, pp. 91-112.
Chiroleu, A. (2000), “La reforma universitaria”, en: Falcón, Ricardo (dir),
Democracia, conflicto social y renovación de ideas: 1916-1930,
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Halperín Donghi, T. (2007), Vida y muerte de la República verdadera, 1910-1930,
Colección Biblioteca del pensamiento argentino, Tomo 4, Emecé, Buenos
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López, M. y Rodríguez, A. (2009), Un país de película: la historia argentina que el
cine nos contó, Editorial Del Nuevo Extremo, Buenos Aires.
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en la historia contemporánea, Tomo 3, 1880-1930, MAPFRE, Madrid.
Mustapic, A. (1984), “Conflictos institucionales durante el primer gobierno
radical: 1916-1922”, en: Desarrollo Económico, vol. 24, No 93, Buenos
Aires.

Historia Argentina Nancy Calvo - Judith Farberman - Silvia Ratto


170

Historia Argentina Nancy Calvo - Judith Farberman - Silvia Ratto


171

La crisis de un modelo (1930-1943)

Introducción
La década de 1930 constituye una etapa de fuertes transformaciones en el
mundo y también en la Argentina. La noción de crisis expresa bien la fractura
del orden que hasta entonces, aún atravesado por fuertes tensiones como las
que caracterizaron la época de los gobiernos radicales, se había sostenido en
las certezas muy poco cuestionadas del modelo económico agroexportador.
La crisis de la economía mundial impactó sobre el sector externo y cambió las
condiciones para la acumulación económica. El golpe de Estado, por su parte,
inauguró un periodo de prolongada ilegitimidad del sistema político, cuyas
notas distintivas fueron la corrupción, en distintas formas, y el fraude electo-
ral. Junto a ellos, instituciones como la Iglesia Católica y las Fuerzas Armadas
iban a ocupar un lugar hasta entonces desconocido en la política argentina.
El clima de ideas se tiñó con las distintintas vertientes de un pensamiento
nacionalista que era también un rasgo de época. Por otra parte, como conse-
cuencia de las dificultades que atravesaba la economía el Estado comenzó a
intervenir, regulando allí donde hasta entonces sólo el mercado tenía incumben-
cia. Las limitaciones del sector externo crearon las condiciones para desarrollar
ciertas industrias locales y los requerimientos de mano de obra empujaron a
los trabajadores rurales desocupados hacia las ciudades, creando los cinturo-
nes suburbanos que desde entonces se convirtieron en un dato permanente.
Estos nuevos trabajadores constituyeron un gran desafío para las organizació-
nes obreras que al comienzo de la década, sin abandonar del todo las diferen-
cias ideológicas y la tendencia a la fragmentación habían logrado crear la CGT.
Los cambios surgidos en estos años encontraron una nueva forma de
expresión luego de que, al final de este periodo, un nuevo golpe de Estado
interrumpió la continuidad de un sistema político e institucional que había
fallado en su propósito de restaurar las condiciones para una vuelta al orden
oligárquico.

Objetivos de la unidad
•• Analizar los transformaciones económicas provocadas por la crisis interna-
cional de 1929 y su impacto en el modelo agroexportador.
•• Analizar las características que asume el proceso de industrialización por
sustitución de importaciones, sus alcances y sus límites durante el periodo.
•• Describir las formas de intervención estatal y analizar sus objetivos.
•• Comprender las consecuencias políticas de largo plazo que implicó el golpe
cívico- militar y describir la reacción de los distintos grupos sociales, polí-
ticos e institucionales.

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172

•• Analizar las características que asume la crisis de legitimidad del régimen


político, su impacto ideológico así como su relación con el surgimiento de
nuevos actores políticos.
•• Comprender las tranformaciones sociales y los cambios en la composición
y organización del movimiento obrero.
•• Analizar el impacto de los conflictos internacionales en el escenario políti-
ca e ideológico local.

6.1. Un orden político en crisis: el golpe de Estado y la


dictadura de Uriburu
El 6 de setiembre de 1930, como hemos visto en la unidad anterior, un grupo
de civiles y militares, liderados por los generales Agustín P. Justo y José Evaristo
Uriburu unidos por un fuerte antiyrigoyenismo, concretaban el primero de un larga
serie de golpes de Estado. La dictadura impuso el estado de sitio y la ley marcial,
suprimió el poder legislativo y, con este marco, persiguió, encarceló y torturó a mili-
tantes políticos y sindicales. La recurrencia a estas intervenciones cívico-militares
constituye uno de los rasgos salientes del proceso político argentino a lo largo del
siglo XX, con ondas implicancias económicas, sociales y culturales.
La posibilidad de derrocar al gobieno de Yrigoyen se venía conversando en
círculos del ejército y entre varios miembros de la elite opositora desde al menos
un año antes de concretarse el golpe. Sin embargo, a pesar del clima enrareci-
do de la política durante esos meses previos, en las elecciones legislativas el
oficialismo volvió a triunfar. Este resultado era indicativo de que los conspirado-
res no podían confiar ni contar con el favor popular. La impresión se confirmó
meses después cuando, por las presiones de los sectores que habían partici-
pado del golpe como un medio para retomar lo que consideraban la normalidad
institucional –es decir, con la exclusión de los radicales yrigoyenistas– Uriburu
convocó a elecciones para gobernador en la provincia de Buenos Aires.
El 5 abril de 1931, aún en las condiciones adversas que imponía la dic-
tadura, la UCR obtuvo una clara primera minoría que si bien no le alcanzaba
para controlar el colegio electoral mostraba un panorama poco propicio para
el sector de los golpistas liderado por el Gral. Justo, que pretendían restable-
cer un cierto orden republicano. Las elecciones fueron anuladas pero el dato
no sería olvidado y el recurso a la fuerza y la malversación del voto habría de
perfeccionarse en los años por venir.
Por su parte, el objetivo de Uriburu, y de los grupos de la derecha naciona-
lista que lo rodeaban, de establecer un régimen de tipo corporativo, inspirado
en los fascismos en boga en Europa –aunque en la versión criolla el sostén
principal debía ser la institucion militar– no logró convencer a ningún segmen-
to importante de la política local. La reforma constitucional que pretendían los
partidarios del Gral. Uriburu ni siquiera se intentó, aunque la Corte Suprema
de Justicia dotó de legalidad al golpe de Estado a través de un fallo que justi-
ficaba los gobiernos de facto.
Tal doctrina tuvo un extendido uso en los años venideros. Por su parte,
Justo se preocupó desde el comienzo por el armado político que debía llevarlo
a la primera magistratura, para lo cual presionaba por la convocatoria a elec-
ciones y se proponía capitalizar los lazos políticos tendidos con los dirigentes
del radicalismo antipersonalista, desde la época en que había sido ministro de
Alvear y también con los hombres del Partido Socialista Independiente (PSI).

Historia Argentina Nancy Calvo - Judith Farberman - Silvia Ratto


173

EE

Canal 7. La Televisión pública. Ciclo: Huellas de un siglo. El golpe de 1930.


(Dir. Hernán Khourián) [Consulta: 14 de junio de 2013]. Disponible
en: <http://www.tvpublica.com.ar/tvpublica/articulo?id=3025>

6.2. La crisis económica y el intervencionismo estatal


El deterioro de la situación política y el golpe de Estado que inauguró una
etapa en la cual los conservadores buscaron la restauración del mundo perdi-
do tuvo como telón de fondo una crisis internacional sin precedentes. El crack
norteamericano del ‘29 y la depresión posterior tuvieron profundas repercu-
ciones en la economía mundial. La proliferación de medidas proteccionistas
y el control de divisas que comenzaron a aplicar los países desarrollados así
como la caída del volumen y los precios del comercio internacional impactaron
de lleno en la economía argentina, fuertemente dependiente de sus exporta-
ciones de productos primarios.

CC
Las exportaciones argentinas estaban compuestas esencialmente por produc-
tos agropecuarios, que en el periodo 1925-1929 determinaron el 96% de ellas.
El 60% de las exportaciones correspondían a productos agrícolas - el trigo,
maíz y lino ocupaban los tres primeros lugares y el 40% a pecuarios. Pero ade-
más, la inserción internacional era de tal magnitud, que las exportaciones de
maíz eran dos tercios de las mundiales, las de semillas de lino el 80% del to-
tal, las de carnes el 61% y las de trigo ocupaban el segundo lugar con el 20%.
(Barsky y Gelman, 2001: 263)

Hemos analizado que hacia finales de la década de 1920 el sistema producti-


vo sobre el cual se había asentado la mentada prosperidad del área pampeana
y litoral mostraba signos de agotamiento, entre otras razones porque la ten-
dencia favorable de los términos de intercambio entre productos primarios e
industriales había comenzado a invertirse, la crisis del sector externo precipitó
el fin del ciclo. Una consecuencia directa de estos cambios en el escenario
internacional fue la alteración del esquema triangular que había caracterizado
las relaciones comerciales entre Gran Bretaña, Argentina y EE.UU en la década
anterior. Para afrontar el deterioro de su economía Gran Bretaña decidió aplicar
medidas de protección y control de su comercio exterior que se plasmaron en
la Conferencia de Ottawa de 1932.

Historia Argentina Nancy Calvo - Judith Farberman - Silvia Ratto


174

El sistema de compras preferenciales establecido en esa ocasión deriva-


ba la demanda de productos primarios hacia los países de la Commonwealth.
Commonwealth o más precisa- El sector agropecuario argentino se veía perjudicado, al tiempo que no podía
mente British Commonwealth reemplazar esta pérdida recurriendo al mercado norteamericano ya que las
of Nations es el nombre que se economías primarias de ambos países eran competitivas no complementarias.
le ha dado a la asociación de paí-
En este nuevo marco, los grupos directamente afectados, especialmente los
ses que integra al Reino Unido y
muchas de sus antiguas colonias “invernadores” de carne para exportación, presionaban al Estado argentino
y dominios hoy independientes, en busca de una solución conforme a sus intereses.
y cuya cabeza es la monarquía A la vez, la caída de las exportaciones era también la causa de una fuerte
británica. El origen es del siglo
disminución de la recaudación fiscal que presionaba sobre las cuentas públi-
XIX, cuando las colonias británi-
cas comenzaron a reclamar un cas. En mayo de 1933 la respuesta llegó por medio del acuerdo firmado entre
grado mayor de autonomía y final- el vicepresidente argentino Julio A. Roca (h) y el ministro de Comercio británico
mente obtuvieron de la corona el Walter Runciman. El pacto Roca-Runciman, ampliamente debatido tanto enton-
reconocimiento de capacidad de
autogobierno. Canadá, Australia, ces como en la historiografía posterior, establecía una cuota de exportación
Nueva Zelanda y Sudáfrica fueron para las carnes enfriadas argentinas que no podía ser menor a las 39.000
las primeras en incorporarse a la toneladas, aunque Gran Bretaña se reservaba la posibilidad de reducir sus
asociación imperial, luego fueron
compras. Además, las exportaciones debían relizarse el 85% desde frigoríficos
sumando otras naciones.
extranjeros, el 15% restante de las empresas podían ser argentinas siempre
que la producción fuera colocada en el mercado inglés por buques y comer-
ciantes ingleses. La Argentina se comprometía a mantener libre de derechos
aduaneros el carbón y otros productos ingleses y a no reducir las tarifas de los
ferrocarriles, otorgando trato preferencial a las empresas de transporte inglés.
Además, el pacto contenía algunas claúsulas secretas por las cuales el
Estado argentino asumía el compromiso de crear el Banco Central que adopta-
ría la forma de una corporación mixta de bancos nacionales y capitales extran-
jeros y de establecer la Corporación de Transporte de Buenos Aires. Ambas
instituciones fueron creadas en 1935. El primero contó en su directorio a
representantes del capital británico. La Corporación, desde que fue creada,
concedió el monopolio en el manejo del transporte urbano a capitales ingle-
ses, por un lapso de 56 años. Estos procesos así como el manejo de la cuota
de exportación de carnes, estuvieron envueltos en altos niveles de corrupción.

Entre los casos de corrupción más escandalosos se encuentra la investigación parlamen-


taria dirigida por el senador demócrata progresista Lisandro de la Torre sobre la manipu-
lación contable y la evasión impositiva de los frigoríficos ingleses Anglo, Armour y Swift,
beneficiados por la cuota establecida por el pacto Roca-Runciman. El informe, presentado
en mayo de 1935, aportaba pruebas que comprometían a los ministros Federico Pinedo,
de Hacienda y Luis Duhau, de Agricultura. El debate en el Senado terminó con el asesi-
nato del compañero de bancada de De La Torre, Enzo Bordabeherre. El diario El Mundo
(Año VII, N° 2612, Buenos Aires) del 24 de julio de 1935 publicó: “De tres balazos por
la espalda fue muerto en pleno recinto el senador electo por Santa Fe, Dr. Bordabehere.
También resultaron heridos el ministro de agricultura y el diputado Manzini.”
El caso es recreado en la película Asesinato en el Senado de la Nación dirigida por Juan
José Jusid que se estrenó el 13 de septiembre de 1984 con un elenco encabezado por los
actores Pepe Soriano y Miguel Ángel Sola.

Historia Argentina Nancy Calvo - Judith Farberman - Silvia Ratto


175

EE

Fragmento de la película Asesinato en el Senado de la Nación de Juan José Jusid (1984).


<http://www.youtube.com/watch?v=V6aQeBkuEHE> [Consulta: 10 de mayo de 2013]

Junto a las respuestas que procuraban paliar las consecuencias de la crisis


con instrumentos más bien tradicionales como la reducción del gasto público
y el aumento de la recaudación o las políticas “defensivas” tales como el
acuerdo con Gran Bretaña, durante la década de 1930, surgieron novedades
en el plano económico. La intervención estatal por medio de la implementación
de políticas anticíclicas, fue una de las principales consecuencias prácticas
del reconocimiento del nuevo escenario. La economía abierta había tocado
fondo por efecto de la crisis internacional. El abandono definitivo del patrón
oro creó la necesidad de establecer el valor de la moneda. La creación del
Banco Central más allá de su implementación se justificaba, entre otras razo-
nes, por ese objetivo. El control de cambios, surgido durante la dictadura de
Uriburu como una medida defensiva frente a una depreciación excesiva del
peso, fue hacia el futuro un instrumento central de las políticas económicas,
no solo para fijar la relación de la moneda local con la extranjera sino también
para permitirle al Estado disponer de las divisas, orientando su uso. En tal
sentido, desde 1933, con la firma del acuerdo con Gran Bretaña, las dispo-
siciones cambiarias beneficiaron a las importaciones británicas y facilitaron
el envío de dividendos de las empresas de ese origen en detrimento del
comercio norteamericano, buscando restaurar el bilateralismo perdido en la
década anterior. Otras creaciones de la época fueron el Instituto Movilizador
de Inversiones Bancarias cuyo propósito era ayudar a los bancos que estaban
en dificultades y a la vez orientar el crédito y la Dirección General del Impuesto
a los Réditos para administrar el nuevo impuesto establecido frente a la baja
de la recaudación aduanera. Esta dirección fue aumentando sus atribuciones
y hacia finales del periodo procuró unificar el sistema fiscal, tal como ocurrió
con su sucesora la Dirección General Impositiva, creada durante el peronismo
(Sánchez Román, 2010).
A su vez, el Estado asumió la tarea de regular la producción en el sector
primario frente a la prolongada caída de los precios. Se crearon las Juntas
Reguladoras, que en el caso de las exportaciones de granos garantizaban un
precio sostén a los productores y vendían a los exportadores a precio de mer-
cado. Esta política se financiaba con la diferencia obtenida entre el precio de
compra y el de venta de las divisas, a partir del control de cambios. Las Juntas
también se encargaron de proteger las producciones locales de vid, azúcar,

Historia Argentina Nancy Calvo - Judith Farberman - Silvia Ratto


176

yerba mate y otros productos regionales para lo cual en ciertos casos com-
praban y destruían parte de la cosecha o subsidiaban la reducción o relocali-
zación del área sembrada.
Las distintas medidas de intervención que hemos mencionado, fueron apli-
cadas para evitar o al menos reducir el impacto de la crisis. Para los gobier-
nos conservadores se trataba de restablecer el ciclo clásico de la economía
local utilizando instrumentos novedosos. Los economistas y los historiadores
han analizado, desde distintos posicionamientos teóricos e ideológicos la efi-
cacia de estas medidas en función de los resultados y han llegado a conclu-
siones muy diferentes y hasta opuestas. La polémica entre Jorge Fodor, Arturo
O’Connel y Peter Alhadeff a mediados de la década de 1980 acerca de las ven-
tajas o desventajas del Pacto Roca–Runcimann, constituye un buen ejemplo.
Sin embargo, más allá de estos debates, es necesario advertir que la gran depre-
sión y sus consecuencias provocaron un quiebre profundo. El ocaso del paradigma
del progreso indefinido, que se había iniciado sobre todo en Europa en la década
de 1920, se extendió y se hizo más profundo, su correlato en la economía fue el
abandono de las certezas que postulaba la doctrina liberal. Las elites dirigentes
recurrieron a la a intervención del Estado en el mercado en busca de soluciones
más estructurales frente a la persistencia de la crisis. Con distintos propósitos y en
circunstancias muy diferentes las instituciones y las formas de intervención estatal
que se hicieron habituales en estos años estaban destinadas a perdurar.

LECTURA RECOMENDADA

RR
La polémica sobre el pacto Roca-Runcimann en:
Fodor, J. y O’Connell, A. (1973), “La Argentina y la economía atlántica en la primera
mitad del siglo XX”, en: Desarrollo Económico, vol. 13, nº 49, Buenos Aires.
Alhadeff, P. (1985), “Dependencia, Historiografía y objeciones al Pacto Roca”, en:
Desarrollo Económico, vol. 25, nº 99, Buenos Aires.
Fodor, J. y O’Connell, A. (1985), “Dependencia, historiografía y objeciones al Pacto
Roca. Un comentario”, en: Desarrollo Económico, vol. 25, nº 99, Buenos Aires.

1.

KK Realice un texto breve que sintetice los principales argumentos en torno


a la polémica sobre las ventajas y desventajas del Pacto Roca-Runciman.

6.2.1. La industrialización
Aldo Ferrer consideró a los años treinta como la etapa de sustitución “fácil”.
En su libro La Economía Argentina postula que fueron las condiciones externas
y las medidas coyunturales tomadas para equilibrar la balanza comercial, en
momentos en que se vieron reducidas las exportaciones, las que orientaron
la industrialización a falta de una política deliberada (Ferrer: 1963). Es cierto
que esta industria sustitutiva no fue una completa novedad. Como hemos
visto, durante los años veinte se habían comenzado a desarrollar ciertas acti-
vidades industriales. En torno a estas cuestiones se han dado importantes
debates en la historia económica argentina especialmente entre las décadas
de 1950 y 1970.

Historia Argentina Nancy Calvo - Judith Farberman - Silvia Ratto


177

LEER CON ATENCIÓN

Debates:

LL La premisa del declive de la economía sustentada en la compara-


ción con el desarrollo de Australia o Canadá, países con los cuales la
Argentina había compartido una etapa de crecimiento similar pero
cuyo desempeño económico posterior fue muy diferente, orientó
gran parte de las investigaciones y las interpretaciones surgidas entre
la década de 1950 y 1970. Durante esos años maduraron las teorías
desarrollistas, cuya referencia más importante se encuentra en los tra-
bajos de la CEPAL. La industrialización fue abordada como el pro-
ducto de un retraso y su evolución anómala o incompleta. La idea de
una “gran demora” en la década de 1920, que hemos comentado en la
unidad anterior, se inscribe en esta línea. La década de 1930, siguien-
do a Rostow y su teoría de las etapas del desarrollo económico, fueron
considerados los del “Take Off”. Esta versión, difundida a través del
libro de Di Tella y Zymelmann, (1967) fue discutida por importan-
tes historiadores económicos tanto desde perspectivas “heterodoxas”
como “ortodoxas”. Por ejemplo, el análisis en clave neoclásica reali-
zado por Carlos Díaz Alejandro (1983) que reivindica la eficiencia
de las políticas económicas conservadoras, en tanto privilegiaban el
mercado externo y facilitaban la competitividad. Este texto ha sido
ampliamente difundido y debatido por los especialistas en historia
económica Argentina.

2.

KK Escriba un texto breve donde se analice la noción de anomalía o desvío


desde el punto de vista de su aplicación al análisis historiográfico. ¿Qué
supuestos están contenidos en estas nociones? ¿Cuál ha sido su influen-
cia en los estudios e interpretaciones de la historia argentina? ¿Cómo
han influido estas nociones y sus supuestos en la utilización de teorías
y/ o conceptos como modernización, desarrollo, etc. aplicadas al aná-
lisis histórico?

Si bien tanto en la década de 1930 como en la de 1920 la indutrialización


surgió como consecuencia de las adversas condiciones externas y se trató
en general de industria liviana, con baja inversión de capital, uso intensi-
vo de mano de obra y orientada al cosumo interno, una diferencia entre
ambos momentos es que, sobre todo con el comienzo de la Segunda Guerra
Mundial, los gobiernos conservadores asumieron una actitud más decidida
en cuanto a la aplicación de políticas que facilitaran, al menos parcialmente,
la industrialización.
El “Programa de reactivación de la economia nacional”, más conocido como
Plan Pinedo de 1940, preveía una serie de medidas a través de las cuales el
Estado orientaba el desarrollo de algunas industrias, sobre todo las ligadas
a las actividades tradicionales que no dejaban de ocupar un lugar central en
la economía. En tal sentido, el plan promovía las exportaciones en general y
contenía disposiciones para obtener divisas “libres”, es decir, no sujetas a los

Historia Argentina Nancy Calvo - Judith Farberman - Silvia Ratto


178

acuerdos bilaterales subscriptos en esos años, con el objetivo de mejorar la


balanza comercial, deficitaria con EEUU, y obtener en el futuro bienes de capi-
tal provenientes de ese país. Este ha sido un aspecto habituamente destaca-
do por los que se han ocupado del plan (Llach, 1984).
Si bien el Programa presentado por el ministro de Hacienda Federico Pinedo
no obtuvo la aprobación parlamentearia se ha destacado que muchas medidas
inspiradas en él fueron aplicadas en el periodo 1940-1943. En este sentido
se han visto las políticas de esta etapa, sobre todo a partir del gobierno de
Ramón Castillo, como la muestra de que al menos una parte de los conserva-
dores, consideraba cada vez más la necesidad de que el Estado asumiera un
rol activo para lograr objetivos económicos. De hecho las críticas al “dirigismo”
que se harían habituales con las políticas del peronismo comenzaron a expre-
sarse en esta etapa en boca tanto de miembros de la oposición parlamenta-
ria como de grupos empresarios que veían afectado algun interés particular.
También esta creciente presencia estatal en la arena pública ha sido un
elemento de peso en las interpretaciones que, en los ultimos años, han bus-
cado establecer continuidades con el peronismo. En tal sentido, el papel de la
Dirección Nacional de Trabajo, en la mediación obrero patronal y la regulación
del trabajo fue una respuesta al crecimiento de la conflictividad que acompa-
ñó el aumento de la actividad industrial. Sin abandonar las medidas represi-
vas, que habían alcanzado niveles muy altos sobre todo durante la dictadu-
ra de Uriburu –persecusión, deportaciones, encarcelamiento y tortura, que
incluyó el estreno de la picana eléctrica por parte de la policía–, los gobier-
nos conservadores comenzaron a utilizar la mediación estatal en las huelgas,
especialmente cuando estas afectaban el desarrollo de actividades vincula-
das a la exportación. De todos modos, es necesario tener en cuenta, en pos
de atender también a los cambios entre uno y otro periodo, que la interven-
ción estatal y el arbitraje no implicaba una solución favorable o conveniente
al movimiento obrero.

6.3. Las tranformaciones sociales: migraciones internas


Los cambios económicos que hemos reseñado –la crisis del sector agroexpor-
tador, el impacto de la caída de los precios en las economías regionales y el
desarrollo de la industria sustitutiva- impactaron en el mercado de trabajo y,
por tanto, tuvieron su correlato en el plano social. Por un lado, la crisis frenó
la inmigración europea, por el otro, el despliegue industrial alentó las migra-
ciones internas, del campo o del interior, a las ciudades.
Los datos reflejan este cambio: mientras que en 1914 los extranjeros
representaban el 47% de la población ocupada en 1947 ese porcentaje era
del 22%; en contrapartida, la población nativa censada fuera de su jurisdicción
pasó en el mismo periodo del 14 al 25%. Aunque no existen datos interme-
dios, porque no hubo censos en el periodo, en general se admite que la mayor
parte de ese cambio se produjo en la década de 1930.
Así, a partir de 1935, el desempleo comenzó a revertirse como consecuen-
cia del establecimiento de nuevas industrias orientadas al consumo del merca-
do interno y de uso intensivo de mano de obra, al tiempo que las migraciones
internas y de los países limítrofes comenzaron a configurar un nuevo paisaje
urbano. La localización industrial en el área metropolitana de Buenos Aires –
Capital Federal y lo que comenzaría a constituir el conurbano–, centros urbanos

Historia Argentina Nancy Calvo - Judith Farberman - Silvia Ratto


179

del litoral como Rosario y la ciudad de Córdoba, reforzaron una tendencia de


desplazamiento de la población del interior hacia el litoral que si bien no era
nueva adquirió dimensiones novedosas. La Capital Federal y el Gran Buenos
Aires concentraban ya en 1935 el 59% de las industrias y el 71% de la fuerza
laboral. Con esta nueva localización, no prevista ni planificada, surgieron en la
periferia de las aglomeraciones urbanas las villas de emergencia, emblemáti-
cas –igual que lo fueron los conventillos en la etapa anterior- de las condicio-
nes de vida de la clase obrera.

LEER CON ATENCIÓN

El fenómeno de las “villas miseria” además de ser una consecuencia

LL del déficit habitacional resultó también una respuesta al desarraigo


cultural, un modo de preservar lazos y elementos de la cultura de ori-
gen frente a un medio receptor que se percibía hostil y con el cual los
migrantes se vinculaban exclusivamente en el mundo del trabajo. En
la sociedad receptora, por su parte, predominó una mirada atomi-
zada del fenómeno migratorio. Entre los sectores medios y altos fue
común la desconfianza y la tendencia al racismo y la discriminación
que se expresaron en el mote de “cabecita negra”.

Además, el impacto de la llegada de una gran cantidad de trabajadores del


interior del país en muchos casos de origen rural que se incorporó a la acti-
vidad industrial provocó profundos cambios en la composición de la clase
obrera e influyó progresivamente en las formas de identidad política así como
en el desarrollo de sus organizaciones gremiales. La distinción entre viejos y
nuevos obreros ha sido utilizada como clave explicativa de las trasformaciones
que permitieron la emergencia de lo que se denominó sindicalismo peronista.
En efecto, los nuevos obreros provenientes del interior tenían características
culturales diferentes, producto de sus experiencias divergentes. Sin embargo,
como veremos en la unidad siguiente, las continuidades entre el sindicalismo
de la década de 1930 y el que acompañó el ascenso de Perón al poder fueron
muy significativas.

6.4. La organización de la clase obrera: la CGT y el


comienzo de la negociación colectiva
Como señalamos en la unidad anterior, poco después del golpe, la USA de
tendencia sindicalista revolucionaria y la COA que agrupaba a los grandes gre-
mios del transporte y donde convivían sindicatos socialistas y sindicalistas se
unificaron y crearon la CGT. La corriente sindicalista que en el pasado mantenía
un posición intransigente respecto de la participación política de los trabaja-
dores a través de los partidos y postulaba la lucha revolucionaria, había ido
variando hacia una posición más proclive a negociar mejoras en las condicio-
nes de trabajo, aunque manteniendo la prescindencia respecto de los partidos
políticos. Los socialistas, en cambio, apostaban a la organización sindical pero
consideraban un aspecto fundamental la participación en el parlamento y la

Historia Argentina Nancy Calvo - Judith Farberman - Silvia Ratto


180

búsqueda de mejoras por esta vía. Fuera de esta central quedaron los anar-
quistas nucleados en la FORA, sensiblemente debilitados luego de la represión
de la década de 1920 y los comunistas que habían comenzado a organizarse,
también en esa década, a través de la creación del Partido Comunista (PC) y
del Comité de Unidad Sindical Clasista (CUSC).
Al comienzo de la década, a pesar de la unificación que fue un intento de
superar la fragmentación de la organización obrera para enfrentar una coyuntu-
ra adversa, la lucha sindical sufrió una fuerte retracción. En 1931 la CGT pre-
sentó un Programa Mínimo que expresaba las aspiraciones de mantener las
escasas conquistas de los años previos. Incluía el reconocimiento de los sin-
dicatos, la jornada de ocho horas, vacaciones pagas, salario mínimo, defensa
de la infancia, protección de la maternidad y derogación de la ley de residen-
cia entre otras reivindicaciones. Sin embargo, como resultado de la crisis eco-
nómica, la desocupación y la actitud estatal que oscilaba entre la represión y
la indiferencia, los conflictos laborales alcanzaron los niveles más bajos y el
movimiento obrero quedó en una situación claramente defensiva frente a las
imposiciones de la patronal, al menos hasta mediados de la década.
Este cuadro comenzó a revertirse a partir de 1935 con la mejora de las
condiciones económicas. Se crearon nuevos sindicatos a nivel nacional y cre-
ció la influencia de los dirigentes y militantes comunistas, sobre todo en los
nuevos sindicatos como el metalúrgico, también en los textiles, la carne y la
construcción. Otro cambio que se verificó en estos años fue el desplazamien-
to de los dirigentes de la tendencia sindicalista, que habían predominado en
la primera parte de la década, por los socialistas.
Los alineamientos históricos se expresaban, por un lado, en la denominada
corriente “apolítica”, como era el caso de los sindicalistas que rechazaban la
participación en organizaciones partidarias y, por otro, en la línea de quienes
defendían esta participación como una forma de lograr mejoras o de buscar
la emancipación de la clase obrera, tal el caso de los socialistas y los comu-
nistas respectivamente.
En la segunda mitad de la década 1930 se desarrolló una tendencia a la
negociación en los conflictos laborales que fue también la consecuencia de
un cambio de actitud por parte del gobierno conservador. Así, desarrolló su
papel el Departamento Nacional del Trabajo (DNT), al que ya nos hemos referi-
do, cuyo propósito era amortiguar los conflictos laborales. Su actividad obtuvo
cierto éxito, como se refleja en las cifras: mientras que en 1934 las huelgas
perdidas por los trabajadores fueron aproximadamente el 56% y en 1935 las
ganadas alcanzaron el mismo porcentaje, en el periodo que transcurre entre
1936 y 1939 las transigidas o resueltas por algún tipo de negociación fueron
el 78% y para 1942 casi el 90%.
La forma de interpretar estos datos ha sido motivo de controversia entre
los investigadores. Murmis y Portantiero consideran que el crecimiento de
las huelgas negociadas se correspondió con un aumento de las aspiraciones
insatisfechas de los trabajadores; para Gaudio y Pilone son indicativas de un
relativo éxito en la defensa de un determinado nivel de vida. Hugo del Campo,
por su parte, llama la atención respecto de que ese nivel de vida que lograron
defender era muy bajo. El estancamiento del salario real durante esta década
contrasta con su aumento durante la anterior y permite suponer que las aspi-
raciones obreras estaban lejos de ser satisfechas. Lo cierto es que la partici-
pación del Estado en la resolución de los conflictos creció significativamente.
(Del Campo, 2005: 76-77)

Historia Argentina Nancy Calvo - Judith Farberman - Silvia Ratto


181

De todos modos, no hay que perder de vista que los obreros sindicaliza-
dos no representaban más del 10 al 15% de la fuerza laboral, con grandes
variaciones por sector, a lo largo del periodo. Las condiciones de trabajo, en
la mayoría de los casos eran fijadas por los patrones. Si bien la práctica de
los convenios de trabajo comenzó lentamente a ejercitarse en la segunda
mitad de la década, su número fue escaso y su cumplimiento por parte de las
empresas resultaba aleatorio. El Estado no se mostraba interesado en hacer
cumplir las leyes (escasas por otro lado) que protegían a los trabajadores del
abuso empresarial. Durante todo el periodo los salarios se mantuvieron en
promedio por detrás del aumento del costo de vida. De este modo, un impor-
tante número de trabajadores quedó al margen de los beneficios de la nego-
ciación colectiva y de los efectos de la creciente acumulación de ganancias
que experimentaron las empresas. Estas últimas beneficiarias de un modelo
de desarrollo industrial que privilegiaba la incorporación masiva de mano de
obra en condiciones de transitoriedad e inestabilidad y con tecnología de baja
productividad.

LEER CON ATENCIÓN

Al cuadro descripto respecto del cambio en la composición de la clase

LL obrera y la transformación en la organización y las prácticas sindicales


hay que sumar el vacío político en que se encontraban gran parte de
sus miembros. Al respecto sostiene Hugo del Campo:

C Quizás la imagen de una clase obrera formada principalmente por extranje-


ros y en la que predominaban las ideologías antipolíticas –imagen que ya no
se ajustaba a la realidad influyó en parte para ocultar a la percepción de los
políticos el potencial electoral que su creciente número representaba. Quizás
la práctica habitual del fraude y la manipulación electoral los absorbía dema-
siado como para prever que en unas elecciones verdaderamente limpias su
peso podría ser decisivo. (del Campo: 2005: 89)

LECTURA OBLIGATORIA

del Campo, H. (2005), Sindicalismo y peronismo. Los comienzos de un

OO vínculo perdurable, Siglo XXI, Buenos Aires, pp. 53-169.

Historia Argentina Nancy Calvo - Judith Farberman - Silvia Ratto


182

6.5. El gobierno de Agustín P. Justo y la restauración


conservadora
Desechado el proyecto corporativo de inspiración fascista que proponía Uriburu
y sus seguidores nacionalistas, y que representaba una innovación en la polí-
tica local, los conservadores que se estaban reorganizando desde 1928, se
abocaron a reconquistar el gobierno por la vía electoral con el propósito de
recrear el régimen republicano del cual habían sido los principales benefi-
ciarios antes de 1916. Esta ilusión restauradora guió las acciones políticas
de los dirigentes del conservadurismo, quienes consideraban inaceptable la
ampliación social del espacio político, que había sido consecuencia de los
gobiernos radicales. Como veremos, el recurso del fraude y su justificacion se
orientaban en esa línea. Sin embargo, mas allá de la voluntad de restablecer
un orden que se consideraba “normal”, las circunstancias habían cambiado.
Así como en la economía aún para beneficiar a los grupos agroexportadores
que tradicionalmente habían usufructuado las ventajas de la concentración
del poder económico y sus vinculaciones políticas, el Gobierno tuvo que echar
mano de instrumentos e instituciones novedosas que –en un contexto inter-
nacional adverso para las exportaciones tradicionales posibilitaron la emer-
gencia de nuevos desarrollos también en el plano de la política– restaurar la
hegemonía conservadora significó dar cabida a nuevos actores. Los partidos
políticos, pero también las Fuerzas Armadas y la Iglesia Católica tuvieron una
presencia novedosa en un momento signado por nuevos desafíos a nivel local
e internacional.

6.5.1. Los partidos políticos: La Concordancia, la oposición


parlamentaria y las alternativas de la UCR
Para las fuerzas políticas que se alinearon detrás de la candidatura del Gral.
Justo en noviembre de 1931, las elecciones bonaerenses de abril de ese mismo
año habían dejado en claro que la opción electoral hacía necesario neutralizar al
radicalismo. Esta fuerza política entró en una etapa de reacomodamiento, atra-
vesada por estrategias y posicionamientos políticos divergentes, de acuerdo con
las situaciones provinciales y la inserción social de sus dirigentes. Marcelo T.
de Alvear, quien desde Europa había justificado el golpe, cambió su perspectiva
al regresar a la Argentina; entonces, con el visto bueno de Yrigoyen, preso en la
isla Martín García, se hizo cargo de la conducción del partido.
La UCR de ahí en más oscilaría entre participar en las elecciones o retor-
nar a la vieja práctica de la abstención y la rebelión. A mediados de 1931 un
levantamiento fallido de militares radicales causó la detención y deportación
de varios dirigentes, incluído el propio Alvear que como jefe radical se había
convertido en referente de la oposición. La jefatura de Alvear facilitó el retor-
no al partido de algunos antipersonalistas. Cuando se concretó el llamado a
elecciones, para noviembre de ese año, el radicalismo proclamó la fórmula
Alvear-Güemes pero Justo presionó al gobierno y logró la prohibición de estas
candidaturas con el argumento de que no se habían cumplido los plazos de
residencia que establecía la ley. Los radicales optaron por la abstención, man-
tenida hasta mediados de la década.
La alianza que acompañó a Justo no fue facil de sellar. La conformaban el
Partido Demócrata Nacional que agrupaba a un heterogéneo universo conser-

Historia Argentina Nancy Calvo - Judith Farberman - Silvia Ratto


183

vador, distribuido en las provincias; los Socialistas Independientes, escisión


del Partido Socialista, consumada durante la segunda presidencia de Yrigoyen;
y la UCR Antipersonalista. Las debilidades de este acuerdo se pusieron de
manifiesto desde el comienzo en la presentación de dos fórmulas.
En una, el compañero de Justo era Julio A. Roca, en la otra José Nicolás
Matienzo, candidato de los antipersonalistas. El Gral. Justo sumaba, además,
apoyos en el Ejército y en la Iglesia Católica que, intoduciendo una novedad
en el escenario político, respaldó abiertamente su candidatura.
La oposición que pudo presentar candidatos conformó la Alianza Civil com-
puesta por el Partido Demócrata Progresista y el Partido Socialista. Lisandro
de la Torre y Nicolás Repetto fueron los candidatos de esta alianza constituida
por dos partidos de tradición más bien local –el DP tenía origen y presencia en
la provincia de Santa Fe y el PS en la Capital Federal- que lograron canalizar
una parte de los votos que podrían haber ido al radicalismo. La Alianza amplió
su representacion en el congreso y fortaleció de este modo la oposición parla-
mentaria, que ofició de interlocutor del oficialismo en un contexto de exclusión
de otros grupos cuya participación estaba vedada.
El general Justo asumió el gobierno en febrero de 1932. La fuerzas políticas
que lo secundaron conformaron en el parlamento La Concordancia. Una alianza
inestable en la cual la competencia entre los conservadores, que reclamaban
mayor presencia en razón de su mayor número a nivel nacional y los Socialistas
Independientes y Antipersonalistas, que según la opinión de aquellos se halla-
ban sobrerepresentados en las listas, era una fuente de tensiones. Justo, con-
vertido en árbitro de la situación, reforzaba de ese modo su liderazgo. El General
se convirtió en la figura fuerte de la política hasta su muerte, ocurrida en el año
1943. Por su parte, la oposicón quedó dividida entre los partidos con represen-
tación parlamentaria, que aún con momentos de fuertes enfrentamientos com-
partían la arena política con el oficalismo y la UCR que como hemos anticipado,
mantuvo la abstención electoral hasta mitad de la década.
El radicalismo, sin embargo, no clausuró la actividad partidaria. Hasta su
muerte, ocurrida en 1933, Yrigoyen mantuvo un liderazgo reconocible entre
muchos dirigentes y militantes y los levantamientos frustrados o fracasados
le dieron continuidad a una forma de identidad partidaria que desde el origen
del partido hacía de la impugnación del régimen su fuerza. Pero esta metodo-
logía, cuestionada no sólo por el oficialismo sino también por la prensa y las
otras fuerzas políticas no resultaba satisfactoria para contener la heteroge-
neidad de los grupos que componían el radicalismo en todo el país y creaba
el dilema de vulnerar las reglas del orden republicano que en su retórica el
partido decía defender.
Por su parte, el Gobierno explotaba hábilmente este aspecto pretendiendo
un apego a esas reglas que pronto se mostraría falso. El cambio de escenario
político fue consecuencia del abandono de la abstención por parte de la UCR,
para las elecciones legislativas de 1935. Esta decisión produjo, a su vez, divi-
siones en el radicalismo, tal el surgimento de FORJA, que veremos más ade-
lante. En lo inmediato puso a los conservadores y sus aliados ante un desafío
que, más allá del discurso acerca del valor de las instituciones republicanas
y el respeto a las normas, sería afrontado a través de un conjunto de disposi-
tivos para tergiversar los resultados de las urnas todas las veces que lo cre-
yeran conveniente. Las variadas formas de fraude electoral practicadas sobre
todo en territorios considerados estratégicos, como la provincia de Buenos
Aires, dieron lugar a una profunda ilegitimidad del sistema político.

Historia Argentina Nancy Calvo - Judith Farberman - Silvia Ratto


184

LEER CON ATENCIÓN

La decisión de los gobiernos conservadores de impedir un posible

LL triunfo del radicalismo que le permitiera retomar la conducción


del Estado se plasmó a través de la práctica del fraude electoral que
asumió distintas formas, tales como el voto cantado, el vuelco de
padrones, la apertura de urnas o el amedrentamiento de los fisca-
les. Más allá del modo, más o menos violento, el recurso busca-
ba desalentar la participación de los votantes del radicalismo una
vez que el partido decidió levantar la abstención. Hubo diferen-
cias entre las provincias. En 1935 en Córdoba, en elecciones sin
fraude, triunfó el radical Amadeo Sabattini, en cambio en Bue-
nos Aires el triunfo del candidato conservador Manuel Fresco fue
ampliamente cuestionado por sus irregularidades. Fresco, gober-
nador de esa provincia entre 1936 y 1940, fue un defensor del
voto cantado, considerado un antídoto a la participación dema-
gógica de las masas. En esta línea se acuñó la consigna política
del “fraude patriótico”. Con ella muchos conservadores, como el
dirigente bonaerense Rodolfo Moreno, pretendían estar paliando
la situación provocada por la ausencia del voto calificado, con el
cual debía impedirse que los sectores populares, incultos e inca-
paces de discernir, accedieran a la representación política. En la
práctica, el fraude fue un método violento de intervención en los
comicios que junto a otros procedimientos, como la confección
de las listas y el manejo de los recursos del Estado, permitió que
los dirigentes hicieran valer el peso de sus clientelas políticas para
impedir el triunfo de sus rivales.

LECTURA RECOMENDADA

RR
Béjar, M. (2005), El régimen fraudulento. La política en la provincia de Buenos Aires.
1930-1943, Siglo XXI, Buenos Aires, pp. 187-214.

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185

LEER CON ATENCIÓN

El periodista y ensayista José Luis Torres (1901-1965), alineado por

LL aquellos años con los grupos nacionalistas y antimperialistas, acuñó


el nombre Década Infame, cuyo persistente arraigo en la historio-
grafía posterior se debe presumiblemente a su eficacia para sintetizar
aspectos distintivos del periodo, tales como los casos de corrupción
que causaron escándalo (la venta de tierras de El Palomar, la exten-
sión de la concesión a la CAdE por parte de los ediles porteños, la
ley de creación de La Corporación de Transporte de Buenos Aires o
las obras del puerto de Rosario, entre otros) y la recurrencia al fraude
y la violencia que afectaron la legitimidad del régimen político. Las
investigaciones históricas de los últimos años, sin desconocer estos
aspectos, han procurado despojar a esta etapa de la condición de
excepcionalidad que supone esa denominación, buscando en temas
claves como la intervención del Estado y la creación de instituciones,
la industrialización, la composición y organización del movimiento
obrero o la incursión de las FFAA y la Iglesia Católica en la política,
elementos que aportan no solo complejidad sino también notables
continuidades con los años por venir.

6.6. Los nacionalismos


Las transformaciones de la época tanto a nivel local como internacional impac-
taron en el plano de las ideas y en la ideología, creando un espacio propicio
para el debate que encontró en el pensamiento nacionalista un sustrato poten-
te. Al nacionalismo de derecha, que desde la década de 1920 denunciaba y
perseguía al anarquismo y al marxismo y buscaba la afirmación de la naciona-
lidad en lo que consideraba la genuina tradición criolla no contaminada por la
presencia de ideas foráneas, se agregaron otras expresiones del pensamiento
nacional que hicieron del antimperialismo y la denuncia de los intereses britá-
nicos, protegidos por las políticas oficiales y vinculados a estruendosos casos
de corrupción, el eje de sus intervenciones políticas.
El nacionalismo del primer tipo que en la década de 1920, como hemos
visto, se agrupó en buena medida en el periódico La Nueva República, desde
donde acompañó el golpe del 6 de setiembre, encontró espacio para su conti-
nuidad durante los gobiernos conservadores. Ernesto Palacio y Julio y Rodolfo
Irazusta así como Carlos Ibarguren, iniciadores del revisonismo histórico y
escritores como Manuel Gálvez y Martínez Zuviría fueron mentores de esta
versión del nacionalismo de matriz antiliberal, que se asoció sin dificultad al
pensamiento conservador y al catolicismo.
También revistan en estas filas sacerdotes como Gustavo Franchesci, direc-
tor de la revista Criterio que por entonces supo albergar expresiones del nacio-
nalismo católico y Leonardo Castellani, un jesuita de larga y cambiante trayec-
toria que en aquel tiempo sostenía posturas marcadamente antisemitas. Por
los demas, la convergencia entre las ideas nacionalistas y el catolicismo reno-
vado, que pugnaba por imponer un orden cristiano, contribuyó a consolidar un
nuevo mito fundante, el de la “nación católica” que se basaba en identificar la
historia nacional, desde su origen, con la acción civilizadora del catolicismo y

Historia Argentina Nancy Calvo - Judith Farberman - Silvia Ratto


186

definir desde allí la única identidad genuina y el único remedio para los males
del presente (Di Stefano y Zanatta, 2000: 424-425)
En cuanto al nacionalismo popular, FORJA (Fuerza de Orientación Radical de
la Joven Argentina) un nucleamiento creado en 1935 por un grupo de jóvenes
radicales descontentos con la conducción del partido, representó una expre-
sión crítica acerca de la política y la economía del momento y fue, a la vez, un
modo de intervención política. Formaron parte de este espacio algunos uni-
versitarios, ligados a la militancia reformista, como Arturo Jauretche y Gabriel
de Mazo a los que se sumaron hombres de la cultura, como Homero Manzi y
Enrique Santos Discépolo, entre otros. También Raúl Scalabrini Ortiz, que en
1931 había publicado con buena repercusión El hombre que está solo y espe-
ra, se integró a FORJA por sus coincidencias ideológicas con el nacionalismo
popular, democrático y antimperialista, que era una novedad en el pensamien-
to nacional criollo. De esa época fueron sus textos Política Británica en el Río
de la Plata (1936) e Historia de los Ferrocariles argentinos (1940). Algunos de
los integrantes del grupo FORJA se sumaron al peronismo a partir de 1946 .

EE

Canal Encuentro. Ciclo: Bio.ar. Capítulo: Arturo Jauretche. (Conducido


por Gabriel Di Meglio) [Consulta: 29 de junio de 2013]. Disponible en:
<http://www.youtube.com/watch?v=C4GwPxHkq3k>
Para ver los capítulos sobre Raúl Scalabrini Ortiz, Enrique S. Discépolo
y otros: <http://conectate.gov.ar/educar-portal-video-web/module/bus-
queda/busquedaAvanzada.do?tipoEmisionId=3&tipoFuncionalId=11&
searchString=BIO.AR>

La reflexión acerca de lo nacional fue, además, el eje de obras que busca-


ban en ese tópico las causas o las respuestas a un estado de crisis cuyas
manifestaciones políticas, económicas y sociales eran tal vez menos dra-
máticamente percibidas que su impacto en la cultura. El ensayo de Ezequiel
Martínez Estrada Radiografia de la Pampa (1933) que volvía sobre la dicotomía
sarmientina entre civilización y barbarie o el texto de Eduardo Mallea (1937)
Historia de una pasión argentina son ejemplos de esa tendencia.

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187

LEER CON ATENCIÓN

El clima de debate que envolvió la cultura argentina en torno a la

LL definición de la identidad nacional se trasladó a los estudios históri-


cos. En 1938 con la creación del Instituto Juan Manuel de Rosas de
Investigaciones Históricas se daba forma institucional a la corriente
revisionista que nacía con un afán polémico. Los hombres del revi-
sionismo asumían que la lucha en la cual estaban empeñados no era
solamente historiográfica sino también política.

C
El revisionismo hacía de la reivindicación de Juan Manuel de Rosas uno de
sus objetivos principales y decía discutir con la historia escrita por “los vence-
dores de Caseros”, una fórmula a la que se apeló a menudo. De acuerdo con
los argumentos revisionistas era la que sostenía la Academia Nacional de la
Historia, organizada también en 1938 sobre la base de la vieja Junta de Historia
y Numismática, creada por Bartolomé Mitre a fines del siglo XIX. Según la críti-
ca revisionista, se trataba de una versión liberal, porteña y falsa de la historia
nacional, y ella constituía lo que llamaban la historia oficial, de estirpe mitrista.
(Cattaruzza, 2009: 153-154).

LECTURA RECOMENDADA

RR
Cattaruza, A. (2007), Los usos del pasado. La historia y la política argentina en discusión,
1910-1945, Sudamericana, Buenos Aires, pp. 138-188.

6.7. El nuevo papel de la Iglesia católica y las Fuerzas


Armadas
Durante la década de 1930 la Iglesia Católica vivió una época de “renacimien-
to” signada por su creciente presencia en los espacios públicos y por el pres-
tigio de muchos de sus hombres y sus ideas. El fenómeno, sin precedentes
en las décadas previas, en las cuales el avance del liberalismo había puesto
a la doctrina católica a la defensiva, no era exclusivamente argentino.
También en los países europeos las propuestas del catolicismo social eran
asumidas con simpatía, sobre todo por aquellos que veían en ellas un buen
modo de poner freno al crecimiento de los partidos comunistas y del marxis-
mo. Estas expresiones ideológicas junto a las ideas liberales eran considera-
das desde el campo católico causantes de los extravíos de la sociedad moder-
na. En Argentina, además, el momento coincidía con la culminación de un largo
periodo de organización y fortalecimiento institucional de la Iglesia, iniciado en
las últimas décadas del siglo XIX, con el sello del proceso de romanización.
El propósito de conquista de la sociedad y la pretensión de convertirse en
guía del orden social y político se manifestó en diferentes planos y tuvo dis-
tintos modos de expresión, pero fue sin duda el resultado de una acción deli-

Historia Argentina Nancy Calvo - Judith Farberman - Silvia Ratto


188

berada, impulsada desde la propia institución y conducida por el episcopado.


Un producto directo de esta política fue el amplio apoyo dado por la jerarquía
eclesiástica a la creación y el crecimiento de la Acción Católica (1931). A
la vez, una demostración del éxito alcanzado fue la masividad del Congreso
Eucarístico reunido en Buenos Aires en 1934.
No sorprende, entonces, que animada por el panorama descripto y con la
orientación ideológica que suministraba el mito de la “nación católica”, al que
ya nos hemos referido, la Iglesia argentina representada por su jerarquía, se
convirtiera en esos años en un actor político, cuya intervención se justificaba
por el objetivo de influir sobre el Estado para imponer un orden cristiano. En
esta tarea, más allá del apoyo dado a la candidatura del Gral. Justo y de las
intenciones del jefe de la coalición conservadora de congraciarse con la ins-
titución eclesiástica persiguiendo con saña a los comunistas, conforme avan-
zaba la década fue el Ejército, convertido en el “guardián del mito de la nación
católica”, el aliado por excelencia en la tarea de sentar las bases del nuevo
orden cristiano. (Di Stéfano y Zanatta, 2000: 431).

LECTURA OBLIGATORIA

Di Stefano, R. y Zanatta, L. (2000), “El espejismo del ‘nuevo

OO orden cristiano’. El renacimiento católico de los años treinta”, en: La


Historia de la Iglesia Argentina. Desde la conquista hasta fines del siglo
XX, Mondadori, Buenos Aires, pp. 412-435.

Desde las filas del Ejército argentino la respuesta no se hizo esperar. Resulta
claro que ya antes del golpe de 1930 y mucho más claramente a partir de allí,
la presencia de las Fuerzas Armadas en la escena política se fue incremen-
tando. Sin embargo, en la primera mitad de la década, tal vez en respuesta
a la estrategia de “profesionalización” de la fuerzas, impulsada por el Gral.
Justo, que incrementó formidablemente el presupuesto militar y modernizó el
equipamiento y las instalaciones militares, la actitud de los militares frente al
régimen fraudulento fue más bien la de pasividad. Esta posición comenzó a
cambiar ante los nuevos desafíos que se presentaban en el mundo de entre-
guerras y ante la interpelación que representaban las ideas nacionalistas y la
convocatoria a la acción que surgía desde las filas del catolicismo integral, al
que ya nos hemos referido.
Hacia fines de la década las concepciones imperantes en el seno de las
Fuerzas Armadas acerca de la defensa nacional dejaban al descubierto los
límites del desarrollo industrial y las dificultades que enfrentaba el Estado
argentino para abastecerse de armas y equipos en un mundo en guerra. A
ello se sumaban, en el marco de la Segunda Guerra, las presiones de EEUU
y su estrategia a favor del Brasil, que estimulaba el sentimiento nacionalista
y antimperialista y la preocupación por las cuestión social, en la cual se com-
binaba el interés por cuidar el estado físico de las población, como un factor
clave para la defensa nacional, con el objetivo de evitar la proliferación de
ideas comunistas y socialistas entre los trabajadores, tal como promovía la
doctrina social de la iglesia. (AAVV, 2008: 153-156)

Historia Argentina Nancy Calvo - Judith Farberman - Silvia Ratto


189

6.8. El gobierno de Roberto Ortíz y el nuevo intento


restaurador de Ramón Castillo
Las elecciones presidenciales de 1937 tuvieron al Gral. Justo como gran
elector. La fórmula integrada por Roberto Ortíz, un radical antipersonalista
que tenía en su mentor el principal apoyo y Ramón Castillo un catamarqueño
conservador del Partido Demócrata Nacional, respondía, a primera vista, a la
lógica con la cual Justo había manejado el poder dentro de la Concordancia.
La oposición, por su parte, se unificaba en el reclamo de democratización
y respeto a las reglas electorales que el oficialismo malversaba en cada comi-
cio. En tal reclamo coincidía la UCR, el PDP , el PS y también el PC, persegui-
do por el gobierno conservador, pero cuya estrategia respecto de la participa-
ción política se había modificado, siguiendo la línea de la III Internacional, en
el momento que la Guerra Civil Española (1936-1939) apuraba la formación
de frentes populares con las fuerzas democráticas, para enfrentar al fascismo.
El frente popular no se concretó, en parte por las resistencias de la UCR a
aliarse con otras fuerzas y en especial con el comunismo. El oficialismo triun-
fó una vez más consumando las elecciones presidenciales más fraudulentas
de la década, lo cual hacía prever el continuismo más absoluto.
Sin embargo, el presidente Ortíz se reveló menos dócil de lo que su origen
insinuaba. A poco andar se puso al frente de la política contra el fraude, ali-
mentando las esperanzas de la oposición y en especial del radicalismo. En su
afán por autonomizarse de los conservadores tomó algunas medidas en con-
tra de la elecciones amañadas en la provincia de San Juan, frenó el propósito
de suprimir por ley el voto secreto y obligatorio en La Rioja e intervino la pro-
vincia de Catamarca, de donde era oriundo el vicepresidente.
En lo que fue su mayor osadía llegó a intervenir la provincia de Buenos
Aires, bastión de Manuel Fresco, y el territorio que había garantizado el triun-
fo sostenido de la Concordancia. De todos modos, los propósitos del presi-
dente se vieron frustrados por su mala salud que lo obligó a pedir licencia
hasta su retiro definitivo. El vicepresidente Castillo pudo retomar las riendas
del sistema y desandar el camino iniciado aunque el panorama no iba a ser el
de una mera restauración. El estallido de la Segunda Guerra Mundial impactó
de lleno en la política creando un nuevo marco para el debate ideológico y el
desarrollo económico.

6.9. El estallido de la Segunda Guerra Mundial:


realineamientos y alternativas
El estallido de la Guerra Civil Española había activado las divisiones ideológi-
cas entre los defensores de la República entre los que se encontraban princi-
palmente los grupos de la izquierda política y sindical, algunos intelectuales y
miembros de los partidos democráticos que asumían una posición claramente
antifascista y los sectores nacionalistas y católicos admiradores del Gral.
Franco, con claras simpatías por las potencias del eje.
Este panorama se alteró con el inicio, a mediados de 1939, de la Segunda
Guerra Mundial. La división se dio, entonces, entre admiradores de los aliados
y, por tanto, partidarios de romper relaciones con el eje, sobre todo a partir de
1941, cuando EEUU entró en el conflicto, y defensores de la neutralidad. Esta
línea divisoria debía distinguir también, al menos en teoría, a los defensores

Historia Argentina Nancy Calvo - Judith Farberman - Silvia Ratto


190

de la democracia liberal frente a los admiradores de los regímenes autorita-


rios. Sin embargo, los alineamientos en este sentido se mostraron algo con-
fusos, especialmente en la coalición gobernante.
Miembros prominentes del conservadurismo como Federico Pinedo o el
propio Gral. Justo asumieron una postura claramente proaliada y comenzaron
a buscar un acercamiento con otras fuerzas políticas en pos de formar una
alianza o frente que empezó a llamarse Unión Democrática. Por su parte, el
presidente Castillo inclinado hacia la neutralidad buscó interlocutores entre
los militares donde predominaba, aunque no era excluyente como lo muestra
el propio Justo, la posición neutralista que solía vincularse a las simpatías
hacia Alemania e Italia.
De todos modos, la neutralidad podía ser justificada por la defensa de los
intereses comerciales e industriales del país. En este sentido, la guerra, así
como abría posibilidades de exportar y producir localmente en un marco de
sustitución de importaciones también ponía al desubierto las limitaciones del
desarrollo económico argentino y su clara dependencia de los factores exter-
nos. Estas preocupaciones estuvieron cada vez mas presentes entre los mili-
tares argentinos que unían su preocupacion por el desarrollo industrial con las
necesidades de la defensa. Un nuevo modelo de intervención estatal comen-
zaba a perfilarse a partir de las nuevas preocupaciones creadas por la guerra.
La produccion de energía, de acero y el desarrollo de la flota mercante fueron
algunos de los desarrollos promovidos en estos años. (AAVV, 2008: 149-153)

6.9.1. La sucesión presidencial y el golpe de 1943


La Concordancia había comenzado a desintegrarse con la política reparadora
de Ortíz y no pudo salvarse con el intento restaurador de Castillo. En los prime-
ros meses del año 1942 el cuadro político se alteró nuevamente con el falle-
cimiento de Alvear, seguido pocos meses después por el del mismo Ortíz. En
enero del 1943 murió el General Justo. El vacío político dejado por la ausencia
de los referentes más importantes del periodo solo sumó incertidumbre a un
cuadro de por sí complicado tanto por la crisis de legitimidad que arrastraba
el régimen como por el contexto internacional.
Los conservadores decidieron impulsar la candidatura de Robustiano
Patrón Costa, un personaje sumamente impopular, de inclinacion proaliada.
Esta candidatura se tornaba insostenible para los militares nacionalistas que
se habían acercado al poder con la designación del Gral. Ramírez al frente
del ministerio de Guerra. El golpe del 4 de junio, liderado por los oficiales del
Grupo de Oficiales Unidos (GOU), clausuró el ciclo de los gobiernos conser-
vadores y abrió un nuevo escenario del cual surgieron condiciones de cambio
profundo, entonces insospechadas.

LECTURA OBLIGATORIA

Macor, D. (2001), “Partidos, coaliciones y sistemas de poder”,

OO en: Alejandro Cataruzza (Comp.) Nueva Historia Argentina, Crisis


Económica, Avance del Estado e Incertidumbre Política (1930-1943),
Sudamericana, Buenos Aires, pp 49-95.

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a la actualidad), Prometeo, Buenos Aires.
Zanatta, L. (1996), Del estado liberal a la nación católica. Iglesia y Ejército en los
orígenes del peronismo. 1930-1943, Editorial UNQ, Bernal.

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193

El peronismo (1943-1955)

Introducción
El periodo inaugurado por el golpe militar de 1943 implicó una inflexión tras-
cendental en la historia argentina. En lo político, nuevas dicotomías cargadas
de contenidos de clase fueron reemplazando a las antiguas, que confrontaban
a conservadores y radicales. Este proceso, inicialmente entremezclado con
las alineaciones introducidas por la Segunda Guerra Mundial, apuntó a una
polarización cada vez más pronunciada de las fuerzas políticas, evidente en
la década de 1950. También los actores involucrados en la alianza que llevó
a Juan Domingo Perón a la presidencia de la nación fueron variando sus posi-
ciones desde 1946. Si en sus inicios el flamante movimiento pudo contar con
el apoyo de las Fuerzas Armadas, de la Iglesia Católica y de un movimiento
obrero ahora masivamente sindicalizado, sólo el último actor permaneció en
la alianza al concluirse la década peronista.
En el contexto económico excepcionalmente propicio de la segunda posgue-
rra, el peronismo propuso un modelo planificado e industrialista basado en una
política redistributiva que no reconocía precedentes. Aunque ya desde antes
de ingresar en la década de 1950 ese modelo mostraba sus limitaciones, las
mejoras económicas y la expansión de los derechos sociales no serían olvida-
dos por los sectores trabajadores, sus beneficiarios privilegiados.

Objetivos de la unidad
•• Contextualizar el golpe de 1943 en el escenario nacional e internacional.
•• Analizar el modelo económico peronista identificando sus reajustes en el
periodo 1946-1955.
•• Identificar la composición y actuación de diversos actores: Fuerzas Arma-
das, Iglesia Católica y sindicatos durante el periodo.
•• Recuperar las políticas de “democratización del bienestar” del periodo
peronista.
•• Analizar los procesos de polarización social durante la segunda presiden-
cia de Perón.

7.1. El GOU y el golpe de 1943


Como se desarrolló en la unidad anterior, durante el gobierno de Ramón
Castillo los avatares de la guerra mundial condicionaron los realineamientos
políticos. Las Fuerzas Armadas se vieron afectadas por la contienda y las
tensiones de los diferentes posicionamientos afectaron a la oficialidad. Así,

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194

mientras algunos oficiales presionaban por la ruptura con las potencias del
Eje, los cuadros intermedios persistían en mantener la neutralidad, una política
interpretada como profascista por la oposición al gobierno de Castillo.
La institución tampoco era ajena a las candidaturas que se barajaban para
reemplazar al Presidente, pronto a concluir con su mandato. Para compleji-
zar aún más el panorama, la cuestión sucesoria vino a coincidir con el falle-
cimiento de los dos candidatos “naturales” de la puja electoral: Agustín P.
Justo y Marcelo T. de Alvear. La propuesta del presidente Castillo de elevar a
Robustiano Patrón Costas, un industrial salteño pro-aliado y convencido de la
necesidad de mantener la política del fraude, generó rechazo unánime entre
los militares, sin lograr tampoco demasiado consenso fuera de esos círculos.
Por fin, el apartamiento del ministro de guerra Francisco Ramírez, tentado por
la UCR para presentarse como candidato del partido, le proporcionó al Ejército
el pretexto para el golpe.
El 4 de junio de 1943 el general Arturo Rawson se imponía como presiden-
te pero su mandato fue efímero. Los coroneles del GOU (Grupo de Oficiales
Unidos según algunos autores y Grupo Obra de Unificación según otros),
impulsaron un “golpe dentro del golpe” y designaron en su lugar a Francisco
Ramírez, controlando a partir de entonces el gobierno y la conducción política.
El GOU era un núcleo de conspiradores nacionalistas, preocupado por man-
tener la neutralidad durante la guerra y la moral en el ejército. El comunismo
y el liberalismo eran sus declarados enemigos y sin ambigüedad se alineaban
con las políticas de corte autoritario. En esta línea se inscribieron las prime-
ras medidas de gobierno como la disolución del Congreso y el aumento de los
gastos de defensa. Por otro lado, se implantó la enseñanza religiosa en las
escuelas públicas, incorporando al gabinete a notorios nacionalistas y católi-
cos integristas. La nueva situación generó desconcierto entre las fuerzas polí-
ticas opositoras a Castillo, que habían depositado ciertas expectativas en el
golpe de junio. Los radicales, y en general quienes promovían una política rup-
turista, quedaron decepcionados y termerosos frente a los cambios.

LEER CON ATENCIÓN

Juan Domingo Perón integraba el GOU. Sin embargo, sólo adquirió

LL visibilidad pública a partir de su designación en el Departamento de


Trabajo (luego promovido por él a Secretaría) en octubre de 1943.
Fue desde allí que construyó su capital político y su liderazgo perso-
nal, imprimiéndole a la revolución de junio un giro inesperado inclu-
so para sus mismos protagonistas

Entre tanto, el gobierno de Francisco Ramírez se encontraba cada vez más aco-
sado por las presiones para romper la neutralidad. No sólo los Estados Unidos
sino la misma oposición interna –que identificaba al gobierno militar con una
dictadura fascista- forzaban una ruptura que el GOU no estaba dispuesto a
conceder. Por fin, el acercamiento del presidente Ramírez a los Estados Unidos
y su alejamiento de los nacionalistas precipitaron su renuncia y reemplazo por
Edelmiro Farrell, que era como decir el retorno del GOU.

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195

Desde entonces, la influencia de Perón no hizo más que crecer, expresándo-


se en una creciente acumulación de cargos: además de secretario de Trabajo
y Previsión, fue designado ministro de Guerra y vicepresidente de la República.
En la misma medida en que se acrecentaban el poder y visibilidad de Perón,
también lo hacía la desconfianza dentro de las Fuerzas Armadas.

PARA REFLEXIONAR

En el año 1945 la sociedad argentina, y muy particularmente la por-

PP teña, se encontraba dividida en su diagnóstico de la situación nacio-


nal. Mientras la oposición civil al gobierno militar seguía concentra-
da en los acontecimientos de la guerra, celebraba como propias las
victorias de los aliados y trasladaba la oposición democracia-fascismo
a la Argentina, los sectores más favorecidos por las políticas sociales
de Perón se proponían conservarlas y profundizarlas a toda costa. La
oposición directamente ignoraba -o reducía a pura demagogia- las
políticas sociales que habían tenido lugar en escasos dos años.

7.2. Hacia la “fundación” del peronismo


Las primeras políticas del gobierno militar hacia los sindicatos fueron repre-
sivas (incluyendo la intervención del más importante de la época, la Unión
Ferroviaria). Recién en octubre de 1943, con la designación de Perón en el
Departamento de Trabajo –posteriormente Secretaría de Trabajo y Previsión-,
cambiaron radicalmente y de manera inédita las relaciones con los sectores
trabajadores.
Debe pensarse que el escenario que diversos actores imaginaban para
la posguerra era de aguda conflictividad social. Para muchos, la “era de las
masas” ya era un hecho y se imponía un tránsito ordenado en esa dirección,
una “evolución” que impediría la “revolución”. Así pues, la clase obrera sindi-
calizada era una garantía para el orden social y, en consecuencia, el Estado
debía abandonar su papel prescindente para mediar entre capital y trabajo,
evitando el progreso de las ideologías clasistas y en particular del comunismo. Ello no implicaba una posición
En esta línea, a partir de mayo de 1944 y una vez desplazados sus rivales neutral del Estado sino una decidi-
en el gobierno, Perón dio un nuevo giro de timón promoviendo a través de una da toma de partido de los gober-
serie de decretos las negociaciones colectivas de trabajo, válidas únicamente nantes. Según Perón, “nosotros
dividimos el país en dos catego-
bajo control estatal. Aunque éstas ya existían, se incrementaron sustancial- rías: una, la de los hombres que
mente en dos años, facilitando la sindicalización de los trabajadores. En ese trabajan y la otra la que vive de
momento inicial, los más favorecidos con la medida fueron los tradicionales los hombres que trabajan. Ante
esa situación nos hemos coloca-
sindicatos de transporte y servicios.
do abiertamente del lado de los
hombres que trabajan”. (Citado
en Plotkin, 2007: 55)

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196

LEER CON ATENCIÓN

El tipo de sindicato surgido en estos años era de naturaleza y enverga-

LL dura muy diferente al pre-peronista. En 1943, apenas el 20% de los


trabajadores se hallaba sindicalizado y la situación era muy despare-
ja a lo largo del territorio nacional. Transporte y servicios reunían a
los gremios más importantes, mientras que el sector industrial care-
cía prácticamente de organización sindical. Los liderazgos eran com-
partidos por socialistas y sindicalistas, aunque en la década de 1930
también los comunistas comenzaron a adquirir cierto peso, especial-
mente en la nueva industria sustitutiva de importaciones crecida al
amparo de la protección de la guerra. En cualquier caso, se trataba de
sindicatos pequeños que además se hallaban divididos en dos centra-
les rivales. Por contraste, el nuevo sindicalismo era masivo. En poco
tiempo multiplicó sus funciones, que abarcaron esferas tan diversas
como la atención de la salud de sus afiliados y el turismo. El puente
entre un tipo de sindicato y otro fue tendido por una porción signi-
ficativa de líderes sindicales de diversa extracción, que pasaron a las
filas peronistas. De sus negociaciones, Perón sólo excluyó a los sindi-
calistas de orientación comunista.

Los convenios colectivos de trabajo inauguraban una relación de cercanía


entre los sindicatos y el Estado. Muy pronto, esta medida se acompañó de
otras –ya no estrictamente dirigidas a los sectores tradicionalmente sindicali-
zados sino a los que se encontraban en proceso de organización y a la clase
obrera en general- como el establecimiento de tribunales de trabajo, la exten-
sión del régimen jubilatorio, las vacaciones pagas y el aguinaldo. La sanción
del Estatuto del Peón completó un conjunto de derechos difíciles de ignorar,
que llevaron a muchos de los viejos cuadros sindicales a plegarse al gobierno y
El Estatuto del Peón fijó por prime-
ra vez la intervención del Estado a la creación de nuevos dirigentes. Los reticentes, en cambio, fueron excluidos
en la fijación de las condiciones y algunos de ellos, perseguidos.
de trabajo de los asalariados rura- En 1945, año clave y signado por la creciente polarización política y el debi-
les. Estipuló el salario mínimo, el
litamiento del gobierno militar, los sindicatos tuvieron que abandonar definiti-
descanso dominical, las vacacio-
nes pagas y promovió la estabili- vamente su cautela y pronunciarse de manera más decidida a favor de Juan
dad laboral y las condiciones de Domingo Perón. Para entonces, el aparato sindical ya era capaz de movilizar a
vivienda dignas para los trabaja- 70.000 personas en pocas horas, como ocurrió el 10 de octubre, fecha en la
dores. En un contexto en el que
todavía predominaban las relacio-
que Perón se despidió públicamente de los trabajadores a través de la cade-
nes paternalistas en el campo, el na nacional de radiodifusión. En su alocución, el líder no dudó en diferenciar-
estatuto fue muy resistido entre se del Gobierno militar, invitando a los trabajadores a defender lo conseguido
los sectores propietarios. desde la Secretaría de Trabajo. En el mismo acto, comunicó al país la firma
de un decreto autorizando el aumento de salarios y la implantación del sala-
rio básico, vital y móvil.

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197

7.3. El 17 de octubre
El desenlace de la Segunda Guerra Mundial se acercaba y la oposición
al Gobierno militar ganaba las calles. En septiembre, una multitudinaria
manifestación exigió la convocatoria a elecciones y el traspaso temporal
del gobierno a la Corte Suprema, una institución que había vetado buena
parte de las medidas obreristas tomadas hasta entonces.
Por su lado, Perón no había logrado concitar apoyos que superaran los
marcos sindicales. Los empresarios no confiaban demasiado en sus pro-
yectos de conciliar capital y trabajo (más bien, los asustaba la moviliza-
ción de los sectores obreros y la confrontación que Perón alentaba en sus
discursos) y tampoco los partidos de oposición deseaban apostar a una
figura política que parecía condenada al fracaso en el nuevo contexto de
posguerra. Finalmente, el Gobierno militar cedió a las presiones: el 9 de
octubre le ordenó a Perón renunciar a sus cargos y tres días después lo
recluía en la isla Martín García.
Los dirigentes sindicales no tardaron en pasar a la acción y el 16 de
octubre la CGT llamó a una huelga general para el día 18. Sin embargo,
los trabajadores no esperaron hasta aquella fecha y el 17 de octubre se
movilizaron hasta el centro mismo de la ciudad, reclamando la liberación
de Perón. Aquella escena, que significaba la irrupción de los trabajadores (y
no solamente de los sindicalizados) en la vida política, se replicó en otros
centros urbanos, generando desconcierto y estupor entre los testigos (ver
la actividad que sigue), poco habituados a la presencia obrera en aquellos
espacios urbanos que hasta entonces les eran ajenos.
En todo caso, a partir de la concentración en la Plaza de Mayo, los
hechos se precipitaron. Perón fue liberado, trasladado al Hospital Militar y
finalmente convocado con urgencia a “pacificar” a las masas que lo reque-
rían desde el balcón de la Casa de Gobierno. Antes, se concluyó un arre-
glo que implicaba el alejamiento del general Eduardo Ávalos, artífice de la
prisión de Perón, el nombramiento de un nuevo gabinete y la convocatoria
a elecciones. Aunque despojado de sus cargos, el poder de Perón se pro-
yectaba más sólido que nunca. Rodeado de las voces amigas que desde
la plaza lo invocaban, había nacido el peronismo. El 17 de octubre sería
su hito fundacional.

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198

EE

Canal Encuentro. Ciclo: Historia de un país. Argentina siglo XX. Capítulo:


El 45 [Consulta: 21 de junio de 2013]. Disponible en: <http://www.
conectate.gob.ar/educar-portal-video-web/module/detalleRecurso/
DetalleRecurso.do?searchString=yrigoyen&tipoFuncionalId=12&recu
rsoPadreId=50001&idRecurso=50011>

LECTURA RECOMENDADA

RR
De Ípola, E. (1995), “Desde estos mismos balcones. Nota sobre el discurso de Perón
del 17 de octubre de 1945”, en: Torre, J.C. (comp.), El 17 de octubre de 1945, Ariel,
Buenos Aires, 131-147..

PARA REFLEXIONAR

¿Qué grado de incidencia tuvo la CGT en los hechos de octubre?

PP Según Juan Carlos Torre -que accedió a las actas de la asamblea del
día 16- aunque la central obrera tuvo una labor organizativa rele-
vante fue sin duda la presión de las bases la que inclinó la balanza a
favor de la decisión sobre la huelga general programada para el 18.
Las reivindicaciones se condensaban en cinco puntos: no entregar el
gobierno a la Corte Suprema, levantamiento del estado de sitio, for-
mación de un gobierno que consultara a las organizaciones sindica-
les, mantenimiento de las conquistas sociales y, como parte de una
misma demanda, aumento inmediato de sueldos y jornales, salario
mínimo vital y móvil, participación en las ganancias, reforma agraria
y cumplimiento integral de estatuto del peón. La libertad de Perón
quedaba implícita en el tercer punto.

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199

Las elecciones tuvieron lugar en febrero de 1946. Dos alianzas se enfren-


taban: la Unión Democrática –que reunía a buena parte de la UCR, el PS, el
PDP, el PC y algunos conservadores (ya que el partido no había sido admitido
formalmente)- y el frente político que apoyaba la candidatura de Perón, cuyo
núcleo era el efímero Partido Laborista que aglutinaba a los dirigentes sindica-
les y a un pequeño sector disidente del radicalismo (UCR Junta Renovadora).
La fórmula Juan D. Perón- Hortensio Quijano contaba con el apoyo explícito
de las jerarquías eclesiásticas que habían invitado a los fieles a no votar por
los partidarios del divorcio y la separación entre Iglesia y Estado, vale decir,
por los socialistas y con el aval de las Fuerzas Armadas, que no lograban
digerir la revancha civil para ellos encarnada en la Unión Democrática de
Tamborini-Mosca.
Los programas de los dos frentes no eran sustancialmente distintos pero sí
diferían en sus énfasis los eslóganes de campaña. El de la Unión Democrática
contraponía la preservación de las libertades públicas al “nazi fascismo” del
heredero de la revolución de junio, mientras que el Partido Laborista enarbo-
laba la bandera de la justicia social, elevada a democracia de hecho. Poco
antes de las elecciones, dos episodios favorecieron ulteriormente a Perón y
desacreditaron la fórmula Tamborini-Mosca: la adhesión explícita del embaja-
dor norteamericano Spruille Braden a la Unión Democrática (que le proporcionó
al frente opositor el eficaz eslogan “Braden o Perón”) y una huelga por recla-
mo de aguinaldos que forzó un lock out patronal. Dado que los empresarios
apoyaban mayoritariamente a la Unión Democrática, quedaba claro que la jus-
ticia social no se encontraba entre las principales preocupaciones del frente.

LECTURA RECOMENDADA

RR
Torre, J.C. (1995), “El 17 de octubre en perspectiva”, en: Torre, J.C. (comp.), El 17
de octubre de 1945, Ariel, Buenos Aires., pp. 7-21.

1.
KK La democracia de masas significó la irrupción de la clase obrera en la
vida política. La movilización del 17 de octubre de 1945 señalaba ese
desafío: de allí su valor “fundacional” en el movimiento peronista y su
intensa carga simbólica. En esta actividad, se reúne un conjunto de fuen-
tes primarias con el objetivo de analizarlas y confrontarlas con la inter-
pretación de Daniel James, lectura obligatoria para este punto.

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200

Una imagen

Patas en la fuente
Fuente: Educ.ar. Ministerio de educación, Presidencia de la Nación. <www.educ.ar>.
[Consulta: 20 de junio de 2013]. Imagen disponible en: <http://www.educ.ar/recursos/
ver?rec_id=14708>

El recuerdo de un testigo (Félix Luna, joven militante radical en 1945)

CC
Bueno, ahí estaban. Como si hubieran querido mostrar todo su poder para que
nadie dudara de que realmente existían. Ahí estaban por toda la ciudad, pulu-
lando en grupos que parecían el mismo grupo multiplicado por centenares. Los
mirábamos desde la vereda con un sentimiento parecido a la compasión. ¿De
dónde salían? ¿Tantos? ¿Tan diferentes a nosotros? ¿Realmente venían a pie
desde esos suburbios cuyos nombres componían una vaga geografía descono-
cida, una terra incognita por la que nunca habíamos andado? [...] Habíamos re-
corrido todos esos días los lugares donde se debatían preocupaciones como
las nuestras. Nos habíamos movido en un mapa conocido, familiar: la facultad,
la Recoleta en el entierro de Salmún Feijoo, la Plaza San Martín, la Casa
Radical. Todo, hasta entonces, era coherente y lógico: todo apoyaba nuestras
propias creencias. Pero ese día cuando empezaron a estallar las voces y a
desfilar las columnas de rostros anónimos color tierra sentíamos vacilar algo
que hasta entonces había sido inconmovible. (Luna, 1969: 397)

La prensa

CC
Diario La Capital (Rosario), 18 de octubre de 1945:
La mayoría del público que desfiló en las más diversas columnas por las calles lo
hacía en mangas de camisa. Vióse a hombres vestidos de gauchos y a mujeres
de paisanas [...] muchachos que transformaron las avenidas y plazas en pistas
de patinaje, y hombres y mujeres vestidos estrafalariamente, portando retratos
de Perón, con flores y escarapelas prendidas en sus ropas, y afiches y carteles.
Hombres a caballo, y jóvenes en bicicleta, ostentando vestimentas chillonas, can-
taban estribillos y prorrumpían en gritos. (Citado en James, 1990: 454)

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201

CC
Diario Crítica (Buenos Aires), 17 de octubre de 1945:
Las muchedumbres agraviaron el buen gusto y la estética de la ciudad, afeada
por su presencia en nuestras calles. El pueblo las observaba pasar, un poco
sorprendido al principio pero luego con glacial indiferencia. (Citado en James,
1990: 460.

De la fuente a la interpretación
a. Lea el texto de lectura obligatoria de Daniel James (1987) sobre el
17 de octubre de 1945.
b. ¿Por qué motivos afirma el autor que la movilización del 17 de octu-
bre representó “un rechazo de las formas aceptadas de jerarquía social
y los símbolos de autoridad”? ¿A través de qué actitud se manifiesta
ese rechazo en la imagen? Fundamentar la respuesta.
c. En el texto de James se habla de la Plaza de Mayo como de un “terri-
torio reservado a la gente decente”. ¿A qué sectores sociales hace
referencia esa expresión? ¿En cuáles de los documentos seleccionados
es posible rescatar esta percepción?
d. ¿Cómo percibieron a los sectores que se movilizaron el 17 de octubre
sus contemporáneos? Confronte con las fuentes periodísticas y con
el testimonio de Félix Luna.
e. Atendiendo a los testimonios contemporáneos reproducidos por
James en el texto de lectura obligatoria ¿Sobre qué bases se funda-
menta la afirmación del historiador según la cual la movilización del
17 de octubre “representó una recuperación del orgullo y la autoes-
tima de la clase trabajadora”?

LECTURA OBLIGATORIA

James, D. (1987), “El 17 y 18 de octubre de 1945: El peronis-

OO mo, la protesta de masas y la clase obrera argentina”, en: Desarrollo


Económico 107:27, IDES, Buenos Aires.

7.4. Perón y los trabajadores


Perón solía apelar en sus discursos a “los trabajadores” en forma genérica,
más allá de que los obreros, centro del proyecto económico industrialista, juga-
ran un papel destacado entre ellos. ¿Quiénes eran estos actores a mediados
del siglo XX? ¿Qué identidades de clase, culturales, profesionales, políticas
entraban en juego?

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202

PARA REFLEXIONAR

Como se desarrolló en la unidad anterior, la crisis económica de

PP 1930 alentó las migraciones internas desde el campo hacia las ciu-
dades. Lejos de revertirse, este proceso continuó en los años siguien-
tes, a la par que la industria se consolidaba y sus salarios resultaban
cada vez más atractivos para los trabajadores no calificados. Según
Carlos Torre y Elena Pastoriza (2002: 266), estos jóvenes del interior
menos arraigados en las metrópolis litorales “más que una sociedad
toda por hacerse, se encontraron con una sociedad sustancialmente
hecha, cuyos valores y estilos de vida, popularizados por la radio, los
periódicos y las revistas, estaban además revestidos de un prestigio
que la Argentina criolla tradicional nunca tuvo entre los inmigrantes
europeos”. Así pues, el proceso predominante en el mundo del tra-
bajo fue el de asimilación o incorporación de los recién llegados a la
sociedad receptora.

Sin embargo, hipótesis como la señalada son relativamente recientes. Por


mucho tiempo triunfó otra visión, con importante resonancias en el sentido
común, según la cual un abismo separaba a los “obreros viejos” de origen
europeo, radicados en la ciudad desde principios del siglo XX e imbuidos de
ideologías clasistas, de los “obreros nuevos” del interior del país,fácilmente
manipulables por carecer de ideología. La misma retórica peronista enfatizó
la brecha entre los dos grupos, aunque invirtiendo la valoración y depositando
las potencialidades renovadoras en los “obreros nuevos”.
Este enfoque dualista –uno de cuyos exponentes clásicos fue el sociólogo
Gino Germani- enfatizaba la ausencia de autonomía de la clase obrera, el con-
formismo sindical y la inexistencia de vocación revolucionaria en sus filas. En
última instancia, la fundamentación de este esquema era cultural y remitía a
los orígenes rurales de los obreros nuevos y a sus dificultades para integrar-
se en el mundo urbano. Los apoyos sociales del peronismo, enraizados en el
mundo tradicional, explicaban el fuerte componente autoritario del régimen,
pensado en términos de desviación del proceso de modernización.
Los cuestionamientos a este modelo han apuntado tanto a la definición
de los actores como a sus formas de organización y a sus relaciones con el
gobierno y con la carismática figura de Perón. Como se verá, en buena medi-
da, el grado de autonomía de los trabajadores y de sus organizaciones siguió
manteniéndose como uno de los ejes en debate.
Por lo que toca a los actores, los supuestos de Germani ya fueron discuti-
dos en la década de 1970 por Miguel Murmis y Juan Carlos Portantiero, que
demostraron la participación conjunta de obreros “viejos” y “nuevos” en el
naciente movimiento. Ello implicaba “la continuidad programática con recla-
mos previos de las organizaciones obreras, del mismo modo que la posibili-
dad de participación obrera en una alianza policlasista” (Murmis y Portantiero,
1972: 73,84). Por otro lado, tampoco el pragmatismo de las organizaciones
sindicales y el diálogo directo con el Estado eran completamente novedosos.
Los líderes sindicalistas revolucionarios ya lo habían hecho durante los gobier-
nos yrigoyenistas: sin duda, las innovaciones no se hallaban en ese plano.

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203

Más recientemente, Daniel James (1987, 1990) matizó la idea de una clase
obrera cada vez más homogénea, desplazando el análisis hacia “las formas
concretas de movilización y de protesta social” de aquellos actores – como las
desplegadas el 17 de octubre de 1945. A su juicio, el énfasis en las acciones
en las que la clase se construía como tal -con sus rituales, apelaciones a la
burla, etc. iluminaba la fisonomía de una clase obrera que reafirmaba que “su
experiencia tenía un valor y un mérito cultural propios” (James, 1987, 120).
Se configuraba de esta suerte una particular cultura de clase, que llevaba la
impronta de la antinomia ciudad/periferia y una actitud “herética” de defensa
de los intereses propios.
Como se vio en la actividad 1 de análisis del 17 de octubre de 1945, estas
actitudes ya habían sido notadas por los testigos externos de aquel episodio,
que no pudieron disimular en sus escritos el estupor que les producía aquella
manifestación “carnavalesca”.
Siguiendo a James, la memoria de la explotación y de la invisibilidad de los
sectores populares durante la década de 1930 incidió profundamente en la
conformación de la clase obrera argentina. Así lo reflejan los testimonios ora-
les, como el debido a Lautaro, un obrero que ingresó hacia 1930 al mercado
de trabajo, y que se reproduce a continuación

CC
Una cosa que recuerdo de los años 30 fue la manera en que la trataban a la
gente. Sentías que no tenías ningún derecho a nada. Todo parecía ser un favor
que te hacían a través de la iglesia o alguna caridad o si ibas a pedir un favor
al caudillo de comité él te ayudaba a conseguir remedios o entrar al hospital.
Otra cosa que recuerdo de los años 30 es que siempre me sentía extraño
cuando iba al centro de Buenos Aires [...] como si uno no estuviera en su am-
biente, que era absurdo pero te sentías que ellos te miraban despectivamente,
que no estabas bien vestido. (James, 1990: 45-46)

Citas como la expuesta permiten comprender mejor el cambio que el pero-


nismo significó para las clases trabajadoras en términos de adquisición de
derechos e inclusión en la ciudadanía. En otras palabras, más allá del pragma-
tismo y de la racionalidad de los obreros, la adhesión a Perón asumía una sig-
nificación social más amplia, que hacía a su propia construcción como clase.
Viceversa, ¿qué significaba para Perón integrar a los sectores obreros a
su proyecto de país? En sus términos más amplios, implicaba hacerles un
lugar en la “comunidad organizada” que imaginaba desde antes de acceder
al gobierno. Como se dijo ya, Perón no tenía dudas acerca de la peligrosidad
de las masas si no se las conducía y ordenaba y quiso dejarlo en claro, espe-
cialmente frente a sus auditorios empresarios:

CC
Si no se contribuye con la mayor constancia y el más denodado empeño a orien-
tar, organizar y encauzar la vida del cuerpo social y de cuantos elementos, facto-
res y sistemas contribuyen a que cumplan naturalmente sus funciones, el cuer-
po social, como el cuerpo muerto, cae y se precipita en los abismos del
desorden para desintegrarse finalmente en la anarquía. (Altamirano, 2001: 28)

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204

En la medida en que los empresarios no aceptaron el convite de Perón,


el discurso del líder fue deslizándose cada vez más claramente hacia el
contenido social del programa. En este sentido, como ha afirmado Carlos
Altamirano (2001: 36), también Perón “inventó” a su manera a la clase
trabajadora argentina ya que “inclusive a través de su verbo, contribuyó a
producir la realidad en nombre de la cual él había explicado la necesidad
de una nueva acción del Estado: la masa trabajadora como actor político”.
Esta propuesta, por otra parte, se expresaba eficazmente a través de
una retórica particular, el “lenguaje peronista” (James, 1990), un lenguaje
constelado de referencias plebeyas y respaldado por realizaciones concre-
tas e inmediatas. Por cierto, si se los analiza aisladamente, sus compo-
nentes no eran del todo novedosos. El discurso industrialista existía desde
hacía tiempo, la justicia social y la soberanía política eran temas y consig-
nas tomados en préstamo del nacionalismo y la invocación al conjunto de
los oprimidos constituía un tópico del mensaje anarquista.
Así pues, lo nuevo de este discurso –que se alimentó de otros tan diver-
sos– pasaba por otro lado. En palabras de Daniel James, este lenguaje a
la vez “visionario y creíble”, se distinguía por “refundir el problema total de
la ciudadanía en un molde nuevo” (James, 1990: 29) que, a diferencia de
las democracias liberales, negaba la separación entre Estado y política, por
un lado y sociedad civil, por el otro. En otras palabras, se proclamaba una
redefinición de la democracia que excedía la dimensión política para expre-
sarse también en la ampliación de los derechos económicos y sociales.
Una retórica plebeya y realista, que no prometía revoluciones ni apoca-
lipsis futuros y que, sin embargo, entrañaba una cuota de utopía (la igual-
dad social). Un discurso que invertía el sentido y la valoración de algunos
términos: ahora los “descamisados”, durante tanto tiempo despreciados e
invisibles, eran elevados a sujetos privilegiados de cambio y depositarios
de los valores nacionales. Un discurso, finalmente, que se acompañaba de
acciones inmediatas que refrendaban su verosimilitud.
Las respuestas populares se expresaron en formas de movilización, que
también invertían los signos (recordar la “atmósfera carnavalesca” regis-
trada por la prensa periódica del 17 de octubre y la “invasión” de la plaza
de mayo), y que dotaron al peronismo de un “impacto herético” (James,
1990) que, de alguna manera, definió la fisonomía del movimiento. En
este proceso, entre palabras y acciones, la clase trabajadora se constru-
yó como tal, redefiniendo su identidad dialécticamente en su permanente
interacción con el líder. Al presentarse Perón como vocero de los trabaja-
dores, se redefinía al mismo tiempo el papel del Estado como espacio de
negociación de derechos. Y a su vez Perón era “el Estado”, puesto que lo
encarnaba en su persona.

Historia Argentina Nancy Calvo - Judith Farberman - Silvia Ratto


205

LEER CON ATENCIÓN

La incorporación de los trabajadores al Estado se operó fundamentalmen-

LL te a través de los sindicatos, que se volvieron masivos y perdieron buena


parte de su autonomía en el proceso. Los sectores no sindicalizados canali-
zaron sus demandas y fueron atendidos por la Fundación Eva Perón, que
también fue multiplicando sus funciones durante su existencia. En con-
junto, la universalización de los derechos sociales quedó garantizada duran-
te el periodo peronista, lo que permite referenciar al Estado peronista en
el modelo de Estado de Bienestar característico de la segunda posguerra.

PARA REFLEXIONAR

Las perspectivas historiográficas sobre el peronismo y sus apoyos han pri-

PP vilegiado, generalmente, el espacio porteño y bonaerense, que fue el más


beneficiado por la industrialización. ¿Cómo pensar al peronismo de las pro-
vincias? Sin duda, fue muy diferente porque también lo eran sus estructuras
productivas, sus dirigencias políticas y sus sectores populares. En general,
los vínculos con los dirigentes conservadores fueron más sólidos, las políti-
cas sociales en mayor medida subsidiadas por el Estado y los apoyos socia-
les con un componente obrero menos decisivo. Pero sólo una profundi-
zación detallada de cada caso regional podrá dar cuenta de las diferencias.

LECTURA RECOMENDADA

RR
Macor, D. y Tcach, C. (2003), La invención del peronismo en el interior del país, Uni-
versidad Nacional del Litoral, Santa Fe, Universidad Nacional del Litoral.

EE

Primer capítulo del Ciclo Diálogos de Investigación. El Lic. Ernesto Picco


entrevista a los investigadores Ana Teresa Martínez y José Vezzosi, acerca
de los estudios realizados sobre los orígenes del peronismo en Santiago
del Estero.
Fuente: Ciclo Diálogos de Investigación. (UNSETV e INDES) Universidad
Nacional de Santiago del Estero. <http://www.youtube.com/user/unseteve>.
[Consulta 02 de julio de 2013]. Disponible en: <http://www.youtube.com/
watch?v=hJk-UNUxgwk&feature=youtu.be>

Historia Argentina Nancy Calvo - Judith Farberman - Silvia Ratto


206

7.5. La primera presidencia (1946-1952)


La fórmula Perón-Quijano ganó por una diferencia ajustada, en buena medida
gracias a la división de los conservadores. No obstante, salvo en la provincia
de Corrientes, todos los gobiernos quedaron en manos de la coalición pero-
nista que, además, contó con mayoría en las dos cámaras. En cualquier caso,
la victoria electoral de la flamante agrupación sobre los partidos tradicionales
no dejaba de ser sorprendente y –como ha señalado Carlos Torre (1995: 12)-
mostraba un cambio fundamental en la primigenia fórmula política de Perón.
Los trabajadores organizados ya habían dejado de ser “una pieza importan-
te pero complementaria dentro de un esquema de orden y paz social” para
convertirse en el principal soporte del movimiento. A ellos, como actores
privilegiados, se les ofrecía un programa industrialista del que resultaban un
engranaje clave y en ellos se identificaba la clase “verdaderamente nacional”.
Sin embargo, pronto quedó claro que el precio del acuerdo con estos sec-
tores era la resignación de la autonomía sindical y el apartamiento de los
líderes más díscolos de las organizaciones obreras. En cuanto llegó al poder,
Perón disolvió el Partido Laborista para crear uno nuevo –el Partido Único de
la Revolución Nacional, desde 1947 Partido Peronista- que ponía a su perso-
na en el centro de la coalición. Dirigentes sindicales como Luis Gay y Cipriano
Reyes - que habían tenido un rol destacado en la movilización del 17 de octu-
bre y en la conformación del Partido Laborista- fueron apartados y, en general,
los cuadros de más trayectoria quedaron desplazados por personajes de per-
fil bajo y lealtad asegurada. La CGT, por otra parte, reforzó sus vínculos con el
Estado, fundamentalmente a través de la relación personal de sus líderes con
Eva Perón, cuyo peso político fue creciendo a partir de 1946.
Aunque los sectores obreros fueran particularmente favorecidos, la “demo-
cratización del bienestar” alcanzó a capas sociales muy amplias, sobre todo
en los años de bonanza económica. Durante la primera presidencia, los decre-
tos emitidos por el gobierno militar adquirieron fuerza de ley y los derechos del
trabajador fueron incluidos en la nueva constitución de 1949. Y sin embargo,
el vínculo con los obreros había de ser más estrecho y duradero, en la medi-
da en que estos sectores por mucho tiempo habían carecido de derechos y
beneficios que otros disfrutaban desde antes. Así, en un esquema que recha-
zaba la lucha de clases (no obstante el corte clasista de muchos de los dis-
cursos de Perón y sobre todo de Evita) y apuntaba a una armónica “comunidad
organizada”, los trabajadores sindicalizados adquirieron un poder que nunca
habían tenido en el pasado.
También quienes se hallaban por fuera de la organización sindical encon-
traron amparo bajo el ala del Estado. La Fundación Eva Perón se ocupaba de
acoger las demandas de los más humildes y, al igual que los sindicatos, fue
multiplicando sus funciones, que excedían con mucho las de las tradicionales
instituciones de beneficencia. Desde la construcción de viviendas hasta la de
hospitales, desde la organización de campeonatos deportivos hasta el repar-
to de juguetes, desde el cuidado de los ancianos hasta la asistencia de las
mujeres en busca de trabajo, nada parecía escapar a la atención personal de
su infatigable animadora.

Historia Argentina Nancy Calvo - Judith Farberman - Silvia Ratto


207

Evita en la Fundación
Fuente: Fundación Eva Perón Delegación Berazategui. <www.lafundacionevaperon.org>. [Consulta: 2 de
julio de 2013]. Imagen disponible en: <http://2.bp.blogspot.com/_LPt_Z9nxQTg/SK4MVNBFXpI/
AAAAAAAAACM/Dzme85j-rZY/s1600-h/200px-Evita_%28fundaci%C3%B3n%29.jpg>

La Iglesia católica también fue recompensada por su apoyo inicial que, a


poco de andar, se demostró circunstancial y condicionado. En rigor, además
del rechazo histórico de las iniciativas socialistas que los convocó a votar
en contra de ellos, lo primordial para los católicos era no perder el terreno
ganado durante los años del gobierno militar. Perón retribuyó la colaboración
convirtiendo en ley el decreto de educación religiosa, participando oficialmente
en ceremonias e incluyendo cuadros católicos en su gobierno.También invocó
con frecuencia la Doctrina Social de la Iglesia aunque, como ha demostrado
Lila Caimari (1995), se trataba de apelaciones meramente instrumentales.
La retórica fascista y la comunista le estaban vedadas en el contexto de pos-
guerra, por lo que la Doctrina Social de la Iglesia resultó funcional mientras
el peronismo careció de dispositivos discursivos propios. La Doctrina Social de la Iglesia
Por último, las Fuerzas Armadas también obtuvieron lo suyo. Los gastos de es un conjunto de orientacio-
nes plasmadas en documentos
defensa se incrementaron superando un tercio del presupuesto y una parte
pontificios y de otras instancias
importante de los cargos de gobierno fueron ocupados por militares. También eclesiásticas que versan sobre la
se les asignó un papel relevante en la fundación de una industria de base, problemática social. Entre ellos,
reforzando las funciones de la ya existente institución Fabricaciones Militares. hasta el momento que nos atañe,
sobresalían las encíclicas Rerum
Sin embargo, casi desde el inicio, se dejaron sentir algunas tensiones y la críti- Novarum de León XIII (1891) y
ca fue desplazando gradualmente a la expectativa. Para empezar, el Gobierno Quadragesimo Anno de Pío XI
no dudó en privilegiar al Ejército y a la flamante Fuerza Aérea en detrimento (1931) en las que se expresaba
de la más aristocrática Marina, que poco simpatizaba con las medidas popu- la preocupación por los conflictos
entre capital y trabajo, condenan-
listas de Perón. do a un tiempo al liberalismo y al
Más en general, las políticas destinadas a la democratización de las socialismo/comunismo y propo-
Fuerzas Armadas (como el otorgamiento de becas para hijos de obreros que niendo la acción del Estado como
agente mediador.
cursaran el Liceo Militar) fueron vividas como un proceso de proletarización
por buena parte de sus agentes, habituados a una institución rígidamente
jerarquizada y aferrada a las tradiciones. En cualquier caso, el elemento más

Historia Argentina Nancy Calvo - Judith Farberman - Silvia Ratto


208

irritante para los militares –que históricamente se habían proclamado apo-


líticos- fue el intento de “peronización” institucional, que no exceptuó a las
Fuerzas Armadas. El descontento latente estalló en 1951, según algunos
autores, cuando la CGT propuso la candidatura de Eva Perón secundando a
su esposo desde la vicepresidencia. Un fallido intento de golpe de Estado,
promovido por el general Benjamín Menéndez, resultó el inicio de una depu-
ración de los cuadros de oficiales y de un mayor control sobre la institución.
También el presupuesto militar fue reducido a partir de 1951, en parte por la
crisis económica y en parte como represalia.
Como sea, a lo largo de su primera presidencia Perón fue consolidando su
liderazgo, independizándose gradualmente de los apoyos más incómodos de
la alianza que lo había conducido al gobierno y desarticulando las institucio-
nes opositoras. Los miembros de la Corte Suprema fueron sometidos a juicio
político y destituidos y el Poder Judicial pasó al control del gobierno.
También la universidad –con la depuración de los docentes hostiles y la
supresión de las organizaciones estudiantiles- y la prensa periódica –con la
clausura de los diarios opositores y el monopolio estatal de los medios que
le siguió- fueron perdiendo terreno. Por su parte, los partidos políticos de opo-
sición, sumidos en una profunda crisis, se vieron aún más disminuidos luego
de la reforma electoral que restauraba el sistema de circunscripciones unino-
minales para la elección de legisladores.
Este fortalecimiento del gobierno –que se hacía tangible en los resultados
electorales y en las imponentes movilizaciones públicas- y de debilitamiento
de la oposición tuvo lugar en un contexto económico excepcionalmente favora-
ble, que contribuyó a amortiguar por un tiempo la conflictividad. En ese marco,
en 1949 fue sancionada una nueva constitución que habilitaba la reelección
del presidente de la República. Con ello, quedaba abierto el camino para la
continuidad de Perón en el gobierno.

PARA REFLEXIONAR

Según Carlos Altamirano (2001: 47), más allá de asegurar la suce-

PP sión de Perón, la Constitución de 1949 era aquélla “de la comunidad


organizada, el orden de la Nueva Argentina”. Con ella, la “revolución
peronista” se volvía doctrina, contradiciendo el espíritu liberal que
animaba la carta magna de 1853. En la nueva constitución, en efec-
to, se consagraba la función reguladora del Estado en diversas esfe-
ras. En sintonía con esta concepción, los derechos del trabajador, de
la familia, de los ancianos, de la educación y de la cultura eran inte-
grados a la carta magna así como la nacionalización de los servicios
públicos y del subsuelo.

7.6. La segunda presidencia (1952-1955)


Las elecciones de 1951 se resolvieron con una amplísima victoria del oficialis-
mo (62%). Eva Perón, la candidata de la CGT, no logró acompañar a su marido
en la fórmula y se apartó en un muy recordado y emotivo gesto de renuncia.
En cambio, sobresalió públicamente promoviendo el derecho al voto de las

Historia Argentina Nancy Calvo - Judith Farberman - Silvia Ratto


209

mujeres que, aunque fue otorgado por decreto en 1947, recién se efectivi-
zó en las elecciones presidenciales. La UCR, principal oposición, apenas si
obtuvo 14 bancas en la Cámara de Diputados asegurándole al peronismo una
mayoría aplastante.

Renuncia de Eva Perón


Fuente: Evita 60 aniversario. <www.evita60aniversario.gob.ar> [Consulta 02 de julio de
2013]. Imagen disponible en: <http://www.evita60aniversario.gob.ar/images/1951.jpg>

Sin embargo, desde la misma asunción de Perón, comenzaron las dificultades.


Ya durante la campaña electoral Eva Perón se hallaba gravemente enferma.
En el mes de julio, su muerte sería lamentada por devotas y gigantescas
multitudes, que la elevaron a las alturas de una santa laica. Perón perdía no
solamente a su esposa sino a su más importante colaboradora y eficiente
nexo con la CGT.

Funerales de Eva Perón


Fuente: Universidad Nacional de Rosario.<www.unr.edu.ar> [Consulta: 02 de julio de 2013]
Imagen disponible en: <http://www.unr.edu.ar/files/notas/640x272_29a2cf800443a
5a32a99224b4f8ae312.jpg>

Por otro lado, como se verá en el siguiente apartado, el contexto económico


era ya muy diferente al de 1946. 1952 fue el año culminante de la crisis y
Perón se vio obligado a anunciar impopulares medidas de austeridad.

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210

Sin embargo, los historiadores coinciden en que el signo del segundo perio-
do de Perón fue el de la polarización política, que tuvo también un correlato
social. En efecto, hacia 1952 el peronismo había adquirido ya un nítido perfil
clasista, especialmente en las zonas más modernas y dinámicas de país. Las
conquistas recientes de los sectores más postergados eran vistas con recelo
desde los sectores altos y medios y también por las instituciones que inicial-
mente habían apoyado a Perón: las Fuerzas Armadas y la Iglesia Católica. En el
interín, los partidos de oposición se reorganizaban, sin desdeñar la alianza con
aquellas dos instituciones, que actuaron como catalizadoras del descontento.
Perón, consciente de los peligros que acechaban a su gobierno, respondió
redoblando la apuesta. Los años de la segunda presidencia fueron, en efec-
to, aquéllos que conocieron los intentos más sistemáticos de “peronización”
de las instituciones. Las masivas dosis de propaganda oficialista, la crítica
abierta a las jerarquías eclesiásticas, el descuido de la enseñanza religiosa
(posteriormente suprimida), el adoctrinamiento peronista en el Ejército, entre
los empleados públicos y aún en las escuelas primarias, se volvieron agobian-
tes para una porción significativa de los argentinos que no acordaba con el
gobierno. De la misma manera, la exigencia de afiliación al partido oficial para
mantener o conseguir empleo estatal no pudo menos que ser reprobada por
quienes no sentían afinidad con el gobierno.

El Peronismo en los Libros de Lectura


Fuente: Museo Virtual de la Escuela <www.unlu.edu.ar>.[Consulta: 02 de julio de 2013]
Imagen disponible en: <http://www.unlu.edu.ar/~museo/libros/peronismo.htm>

Si estos intentos de “peronización” produjeron más irritación que buenos


resultados, tampoco fue exitosa la estrategia de conquistar a los sectores
medios que, en rigor, también se habían beneficiado notablemente con las polí-
ticas sociales de Perón. Así fue que, en estos años de formidable expansión
de la matrícula de educación secundaria, Perón intentó seducir al estudiantado
a través de la fundación de la UES (Unión de Estudiantes Secundarios), consi-
guiendo mayores críticas, muchas de ellas de corte moral. Las clases medias
parecían casi impermeables a su carisma e influencia.
La confrontación entre peronistas y antiperonistas fue adquiriendo tintes
cada vez más violentos a partir de 1953. En abril de ese año, dos bombas
estallaron durante una concentración de apoyo a Perón organizada por la CGT.
La respuesta de los militantes peronistas fue inmediata y se materializó en

Historia Argentina Nancy Calvo - Judith Farberman - Silvia Ratto


211

ataques contra los edificios del Jockey Club y las sedes de los partidos socia-
lista, radical y conservador. Muchos opositores fueron encarcelados, aunque
meses después se los benefició con una amnistía.

Incendio de la Casa del Pueblo


Fuente: Imagen disponible en: Diario La Nación. <www.lanacion.com.ar>. [Consulta:
2 de julio de 2013]
Imagen disponible en: <http://bucket3.clanacion.com.ar/anexos/fotos/42/230142w300.jpg>

Entre 1954 y 1955, también las tensiones con la Iglesia católica llegaron al límite.
Aunque el deterioro de la relación con el Gobierno venía in crescendo, a mediados
de los 50 la institución consiguió imponerse como catalizadora del heterogéneo
grupo de opositores. En 1955 Perón ya no se limitó a denunciar al clero y a la
Acción Católica o a los “católicos formales” que, a diferencia de los peronistas, no
practicaban el “verdadero cristianismo”: toda una batería de iniciativas parlamen-
tarias indigeribles para la Iglesia fueron propuestas en el Congreso. Medidas pro-
gresistas tales como la igualdad entre hijos legítimos e ilegítimos, la legalización
del divorcio, la supresión de la enseñanza religiosa y un proyecto de separación
de Iglesia y Estado resonaban agradablemente en los oídos de los numerosos
anticlericales de las filas peronistas pero constituían una insoportable afrenta
para los católicos, que encontraron insólitos apoyos en otros sectores.
Fue así que en el Día de la Virgen y en el de Corpus Christi las multitudi-
narias manifestaciones, a las que se sumaron opositores de las tendencias
más variadas, excedieron su contenido religioso para adquirir otro más preci-
samente político.
El 16 de junio oficiales de la Marina y de la Aeronáutica bombardearon
la Plaza de Mayo en un fallido intento de asesinar a Perón. Como resultado,
murieron más de 300 personas y otras muchas fueron heridas.

Historia Argentina Nancy Calvo - Judith Farberman - Silvia Ratto


212

Bombardeo 16 de junio
Fuente: Radio Provincia. <www.amprovincia.com.ar>. [Consulta: 2 de julio de 2013]
Imagen disponible en: <http://www.amprovincia.com.ar/imagenes_noticia/8878_FOTO1.jpg>

Esa misma noche militantes peronistas incendiaron la curia metropolitana y


varias iglesias céntricas.Tras un breve intento reconciliatorio, Perón regresó a
la confrontación (ver discurso) pero ya era demasiado tarde. El 16 de septiem-
bre un golpe de estado derrocaba al Presidente e inauguraba un nueva nueva
secuela de gobiernos militares.

2.
KK La polarización política en 1955
a. Lea atentamente el discurso de Perón que se reproduce a continuación.
b. Investigue y contextualice la coyuntura en la que el discurso fue pro-
nunciado. ¿A qué episodio/s atribuido/s a los “enemigos del pueblo”
se refiere Perón? ¿A qué intento de conciliación se está aludiendo?
c. Identifique los diversos destinatarios del discurso. ¿Quiénes estarían
incluidos en el “nosotros” invocado por el presidente?
d. ¿A qué situaciones del pasado – en 1945 y 1943 se alude en el
discurso?
e. ¿Qué acepción se le está confiriendo al término “oligarquía”?
f. El discurso señala dos actitudes contrapuestas que el Gobierno (a
través de Perón) le propone al pueblo. Identifíquelas y explicite sus
contextos.

CC
Compañeras y compañeros:
He querido llegar hasta este balcón, ya para nosotros tan memorable, para diri-
girles la palabra en un momento de la vida pública y de mi vida, tan trascenden-
tal y tan importante, porque quiero de viva voz llegar al corazón de cada uno de
los argentinos que me escuchan. Nosotros representamos un movimiento nacio-

Historia Argentina Nancy Calvo - Judith Farberman - Silvia Ratto


213

nal cuyos objetivos son bien claros y cuyas acciones son bien determinadas; y
nadie, honestamente, podrá afirmar con fundamento que tenemos intenciones
o designios inconfesables.
Hace poco tiempo esta plaza de Mayo ha sido testigo de una infamia más de
los enemigos del pueblo. Doscientos inocentes han pagado con su vida la satis-
facción de esa infamia. Todavía nuestra inmensa paciencia y nuestra extraordi-
naria tolerancia, hicieron que no solamente silenciáramos tan tremenda afrenta
al pueblo y a la nacionalidad, sino que nos mordiéramos y tomáramos una acti-
tud pacífica y tranquila frente a esa infamia. Esos doscientos cadáveres destro-
zados fueron un holocausto más que el pueblo ofreció a la patria. Pero espe-
rábamos ser comprendidos, aun por los traidores, ofreciendo nuestro perdón a
esa traición. Pero se ha visto que hay gente que ni aún reconoce los gestos y
la grandeza de los demás.
Después de producidos esos hechos, hemos ofrecido a los propios victimarios
nuestra mano y nuestra paz. Hemos ofrecido una posibilidad de que esos hom-
bres se reconcilien con su propia conciencia.
¿Cuál ha sido su respuesta? Hemos vivido dos meses en una tregua que ellos
han roto con actos violentos, aunque esporádicos e inoperantes. Pero ello
demuestra su voluntad criminal. Han contestado los dirigentes políticos con dis-
cursos tan superficiales como insolentes: los instigadores, con su hipocresía de
siempre, sus rumores y sus panfletos. Y los ejecutores, tiroteando a los pobres
vigilantes en las calles.
La contestación para nosotros es bien clara: no quieren la pacificación que le
hemos ofrecido. De esto surge una conclusión bien clara: quedan solamente
dos caminos; para el gobierno, una represión ajustada a los procedimientos sub-
versivos, y para el pueblo, una acción y una lucha que condigan con la violencia
a que quieren llevarlo.
Por eso, yo contesto a esta presencia popular con las mismas palabras del 45:
a la violencia le hemos de contestar con una violencia mayor. Con nuestra tole-
rancia exagerada nos hemos ganado el derecho de reprimirlos violentamente. Y
desde ya, estableceremos como una conducta permanente para nuestro movi-
miento: aquel que en cualquier lugar intente alterar el orden en contra de las
autoridades constituidas, o en contra de la ley o de la Constitución puede ser
muerto por cualquier argentino.
Esta conducta que ha de seguir todo peronista no solamente va dirigida contra
los que ejecutan, sino también contra los que conspiren o inciten. Hemos de
restablecer la tranquilidad, entre el gobierno, sus instituciones y el pueblo por la
acción del gobierno, de las instituciones y del pueblo mismo. La consigna para
todo peronista, esté aislado o dentro de una organización, es contestar a una
acción violenta, con otra más violenta. Y cuando uno de los nuestros caiga, cae-
rán cinco de los de ellos.
Compañeras y compañeros: hemos dado suficientes pruebas de nuestra pruden-
cia. Daremos ahora suficientes pruebas de nuestra energía. Que cada uno sepa
que donde esté un peronista estará una trinchera que defienda los derechos de
un pueblo. Y que sepan, también que hemos de defender los derechos y las con-
quistas del pueblo argentino, aunque tengamos que terminar con todos ellos.
Compañeros: quiero terminar estas palabras recordando a todos ustedes y a
todo el pueblo argentino que el dilema es bien claro; o luchamos y vencemos
para consolidar las conquistas alcanzadas, o la oligarquía las va destrozar al
final. Ellos buscarán diversos pretextos. Habrá razones de libertad, de justicia,
de religión, o de cualquier otra cosa, que ellos pondrán por escudo para alcanzar

Historia Argentina Nancy Calvo - Judith Farberman - Silvia Ratto


214

los objetivos que persiguen. Pero una sola cosa es lo que ellos buscan: retro-
traer la situación a 1943.
Para que ello no suceda estamos todos nosotros para oponer a la infamia, a
la insidia y a la traición de sus voluntades nuestros pechos y nuestras volun-
tades. Hemos ofrecido la paz. No la han querido. Ahora, hemos de ofrecerles
la lucha, y ellos saben que cuando nosotros nos decidimos a luchar, luchamos
hasta el final.
Que cada uno de ustedes recuerde que ahora la palabra es la lucha, se la vamos
a hacer en todas partes y en todo lugar. Y también que sepan que esta lucha
que iniciamos no ha de terminar hasta que no los hayamos aniquilado y aplas-
tado. Y ahora, compañeros, he de decir, por fin, que yo he de retirar la nota que
he pasado, pero he de poner al pueblo una condición: que así como antes no
me cansé de reclamar prudencia y de aconsejar calma y tranquilidad, ahora les
digo que cada uno se prepare de la mejor manera para luchar.
Tenemos para esa lucha el arma más poderosa que es la razón; y tenemos tam-
bién, para consolidar esa arma poderosa, la ley en nuestras manos. Hemos de
imponer calma a cualquier precio, y para eso es que necesito la colaboración del
pueblo. Lo ha dicho esta misma tarde el compañero De Pietro: nuestra Nación
necesita tranquilidad y paz para el trabajo, porque la economía de la Nación y el
trabajo argentino imponen la necesidad de la paz y de la tranquilidad. Y eso lo
hemos de conseguir persuadiendo si no, a palos.
Compañeros: Nuestra patria, para ser lo que es, ha debido ser sometida muchas
veces a un sacrificio. Nosotros, por su grandeza, hemos de imponernos en cual-
quier acción, y hemos de imponernos cualquier sacrificio para lograrlo. Veremos
si con esta demostración nuestros adversarios y nuestros enemigos compren-
den. ¡Si no lo hacen, pobres de ellos! Pueblo y gobierno, hemos de tomar las
medidas necesarias para reprimir con la mayor energía todo intento de altera-
ción del orden. Pero yo pido al pueblo que sea él también un custodio. Si cree
que lo puede hacer, que tome las medidas más violentas contra los alterado-
res del orden. Este es el último llamamiento y la última advertencia que hace-
mos a los enemigos del pueblo. Después de hoy, han de venir acciones y no
palabras. Compañeros: para terminar quiero recordar a cada uno de ustedes
que hoy comienza para todos nosotros una nueva vigilia en armas. Cada uno
de nosotros debe considerar que la causa del pueblo está sobre nuestros hom-
bros, y ofrecer todos los días, en todos los actos, decisión necesaria para salvar
esa causa del pueblo. (Juan Domingo Perón. Texto integral del discurso del 31
de agosto de 1955). Disponible en: <http://archivohistorico.educ.ar/content/
discurso-de-per%C3%B3n-del-31-de-agosto-de-1955>

DFragmentos del discurso de Juan Domingo Perón del 31 de agosto de

SS 1955. <http://www.youtube.com/watch?v=2ZtKu35nrrc>

LECTURA OBLIGATORIA

Torre, J.C (2002), “Introducción a los años peronistas”, en: Torre,

OO J.C. Los años peronistas. 1943-1955, Sudamericana, Buenos Aires,


pp. 11-78.

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215

LECTURA RECOMENDADA

RR
Caimari, L. (1995), Perón y la Iglesia Católica, Ariel, Buenos Aires-

EE

Fuente: Canal Encuentro. Ciclo: Historia de un país. Capítulo: Los años


peronistas. [Consulta: 02 de julio de 2013].
Disponible en: <http://www.encuentro.gov.ar/sitios/encuentro/
programas/detallePrograma?rec_id=50001>

7.7. El Estado peronista


La era peronista significó una profunda redefinición de los ámbitos y alcances
de la competencia estatal. Como se desarrolló en la unidad anterior, esta ten-
dencia ya era visible en la década de 1930, especialmente en la esfera eco-
nómica. Esta intervención, lejos de ser privativa de la Argentina, representaba
un fenómeno de alcance planetario y una respuesta frente a situaciones de
crisis. Sin embargo, a partir del gobierno militar surgido en 1943, una nueva e
inédita dimensión fue incorporada: la de allanar a través de políticas públicas
específicas la movilidad social de los sectores postergados.
La planificación fue una de las expresiones del nuevo Estado: en ella se
condensaba la refundación de un nuevo pacto social que, a un tiempo, lo legi-
timaba y beneficiaba a la ciudadanía (Berrotarán, 2004). La imagen que se
procuraba comunicar era la de un Estado racional que se hallaba fuertemente
centralizado en torno del poder ejecutivo.

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216

PARA REFLEXIONAR

Para asegurar la eficiencia de sus funcionarios, el gobierno creó dis-

PP positivos de selección del personal (concursos públicos) y organizó


instancias de formación como la Escuela Superior de Administración.
La Secretaría Técnica, dependiente del Poder Ejecutivo, se encargaba
de centralizar y coordinar las diversas políticas, que incluían tareas de
diagnóstico de las realidades sobre las que pretendía operar. La inte-
racción con los intereses privados y sectoriales se produjo a nivel de
los Consejos que, aunque ya existían, amplificaron sus funciones a
partir de 1946.
En la práctica, el sistema no funcionó tal como estaba previsto.
Como ha señalado Patricia Berrotarán, “esa ilusión de racionalidad
[…] entraba en colisión con sus condiciones de posibilidad pero
sobre todo, con la multiplicidad de conflictos que sólo la política
podía resolver”. De esta suerte, la inspiración tecnocrática del pri-
mer momento se desvirtuó, convirtiendo la formación profesional en
adoctrinamiento político. Así ocurrió con el proyecto de la Escuela
de Administración, finalmente cristalizada en la Escuela Superior
Peronista. Tampoco pudieron suprimirse los conflictos entre distintos
funcionarios, no obstante la creación de organismos de control trans-
versales como el Consejo Económico y Social y el de Coordinación
Interministerial.

LECTURA OBLIGATORIA

Berrotarán, P. (2004), “Organización y política durante el primer

OO peronismo: la planificación como instrumento”, en: Berrotarán, P. y


otros (eds.) Sueños de bienestar en la Nueva Argentina. Estado y polí-
ticas públicas en la argentina peronista 1946-1955, Imago Mundi,
Buenos Aires.

En este marco, las políticas públicas eran concebidas como instrumentos


esenciales para alcanzar la “justicia social”. Ello ocurrió efectivamente y tanto
los sectores medios como los populares fueron alcanzados por las mejoras,
en un proceso que Carlos Torre y Elisa Pastoriza definieron como de “demo-
cratización del bienestar”. Más allá del pleno empleo y de los salarios altos
-que ampliaban las fronteras del consumo popular- durante la década pero-
nista se gestaron políticas de más largo alcance que concernían a la salud,
la educación, la vivienda, la previsión social y hasta el uso del tiempo libre.
Los sindicatos asumieron algunas de estas funciones y, de hecho, resistieron
denodadamente la universalización que desde el Estado se auspiciaba para
la previsión social y la cobertura de la salud.
La salud pública quedó a cargo de una flamante Secretaría, que en 1949
devino en Ministerio. Una de sus figuras centrales fue Ramón Carrillo, ministro
de Salud que impulsó vastas campañas preventivas y de vacunación a escala
nacional. En esos años, enfermedades como la tuberculosis lograron ser erra-

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217

dicadas y se combatió con éxito la mortalidad infantil. También la construcción


de hospitales fue alentada, duplicándose la cantidad de camas disponibles
durante el periodo peronista. Sin embargo, el proyecto de universalización de
la salud pública propiciado por Carrillo no pudo llevarse a cabo según su plan
original. La competencia de los sindicatos y de la Fundación Eva Perón aten-
tó contra la conducción centralizada de las políticas de salud, fragmentando
las prestaciones. Los sindicatos no se resignarían a perder el control de sus
obras sociales y el gobierno tuvo que ceder en ese punto.
Las escuelas públicas incrementaron sus matrículas a lo largo del territo-
rio nacional y las tasas de analfabetismo siguieron disminuyendo. Uno de los
fenómenos más notables fue el de democratización de la escuela secundaria,
que comenzó a acoger a estudiantes provenientes de los sectores populares
y también la creación de las escuelas técnicas, que jerarquizaban las destre-
zas obreras. En el nivel universitario, la gratuidad de la enseñanza fue decre-
tada a partir de 1950; un ulterior intento de democratización del acceso a la
educación superior fue la creación de la Universidad Tecnológica Nacional –
concebida originalmente como Universidad Obrera- en 1952.
Las políticas de vivienda de la era peronista también marcaron una inflexión
con el pasado. Por un lado, ya desde 1943 los inquilinos se habían beneficia-
dos por el congelamiento de alquileres, contribuyendo a mantener el valor real
de sus salarios en un contexto económico inflacionario. Pero, sobre todo, la
década peronista habilitó para muchos el sueño de la casa propia y el final del
hacinamiento. Un primer avance fue la Ley de Propiedad Horizontal de 1948,
que permitió la división de los edificios de departamentos en unidades. De
esta forma, muchos inquilinos pudieron comprar las casas que alquilaban. Por
otra parte, los créditos a baja tasa del Banco Hipotecario permitieron a los tra-
bajadores asalariados construir su propia vivienda o adquirir una en los barrios
populares levantados por el gobierno o la Fundación Eva Perón: en conjunto,
estas políticas incrementaron sustancialmente el número de propietarios.
Según Torre y Pastoriza (2004), las viviendas ocupadas por propietarios en el
área metropolitana pasaron del 26,8% en 1947 al 42% en 1960.
Por otro lado, como ha señalado Anahí Ballent (2006), las intervenciones
estatales de la era peronista modificaron el paisaje urbano. Un caso del todo
particular fue el de Ezeiza, donde se localizaron algunas de las iniciativas más
importantes. Un aeropuerto internacional, un complejo deportivo rodeado de
un entorno de bosques, una ciudad jardín (Ciudad Evita) y complejos de vivien-
das populares fundaron una suerte de “ciudad peronista”, surgida ex novo en
aquella zona periférica.

LECTURA RECOMENDADA

RR
Ballent, A. (2006), Las huellas de la política. Vivienda, ciudad, peronismo en Buenos
Aires. Editorial de la UNQ, Bernal.

La previsión social contaba con algunos antecedentes que favorecían al perso-


nal de grupos restringidos de actividad. Los dos grandes saltos que conoció el
sistema previsional argentino fueron en 1943 y 1946, cuando prácticamente

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218

todos los empleados en relación de dependencia quedaron cubiertos por el


beneficio. Al mismo tiempo, como se dijo ya, en los primeros años, los aportes
jubilatorios de los empleados en actividad contribuyeron a financiar los gastos
del gobierno. Al igual que en el sistema de salud, la universalización de la
seguridad social no fue posible por la resistencia de los sindicatos. De esta
manera, no obstante el aumento sustancial del número de beneficiario, los
regímenes jubilatorios mantuvieron su fragmentación y desigualdad.
Por último, también el uso del tiempo libre fue objeto de políticas públicas
específicas. Al contar con vacaciones pagas y dinero para gastar en esparci-
miento, muchos empleados conocieron, quizás por primera vez, los beneficios
del turismo. Lugares hasta entonces exclusivos –como Mar del Plata- se trans-
formaron en accesibles e incluso masivos, cambiando su fisonomía al popu-
larizarse. Los hoteles sindicales, las colonias turísticas estatales y los planes
de la Fundación Eva Perón abrieron el mundo del “turismo social”.
La “democratización del bienestar” se produjo aceleradamente y se inte-
rrumpió con el golpe de 1955. Por otro lado, como han destacado Torre y
Pastoriza (2002: 308-309), en el contexto de creciente polarización política de
la década de 1950, desde los sectores altos y medios se miraron con suspi-
cacia conquistas que, para buena parte de la sociedad, eran recientes.

3.

KK Como puede observarse, las actividades de la Fundación Eva Perón se


superponían y solapaban con la mayor parte de las políticas públicas
peronistas, gestionadas desde otras dependencias.
a. ¿Qué diferencias puede señalar entre el esquema de la beneficencia
tradicional y el propuesto por la Fundación Eva Perón?
b. ¿Cómo se insertan las competencias de la Fundación en la aspirada
universalización de los derechos sociales?

LECTURA OBLIGATORIA

Torre, J. y Pastoriza, E. (2004) “La democratización del bienes-

OO tar”, en: J.C. Torre, Los años peronistas, Sudamericana, Buenos Aires,
pp. 259-311.

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219

7.8. La economía en tiempos de abundancia

LEER CON ATENCIÓN

En el contexto de la segunda posguerra, el modelo económico pero-

LL nista aspiraba a una economía liderada por la industria, con disponi-


bilidad de crédito barato, pleno empleo y una redistribución social
que propiciara la expansión del mercado interno. Sin embargo, a
poco de andar quedó demostrado que el cumplimiento de estos obje-
tivos sólo era alcanzable en tiempos de abundancia, prohijados por
una coyuntura excepcional. Así, desde 1949, el Gobierno tuvo que
implementar un cambio de rumbo que, al mismo tiempo, no pusiera
en riesgo el liderazgo político de Perón.

Cuando Juan D. Perón llegó a la presidencia, la Argentina ya contaba con una


infraestructura industrial consistente que las dificultades para comerciar en los
tiempos de guerra habían protegido y estimulado en su crecimiento. Por otro
lado, al concluir la contienda bélica, el país disponía de superávit comercial y
de sobrantes de divisas. Los términos de intercambio –óptimos entre 1946
y 1949- moderaban los efectos de la inflación y auguraban un escenario de
prosperidad sobre el cual proyectar reformas estructurales, ampliando las
injerencias del Estado.
Perón reconoció este escenario y, ya desde su actuación en el Consejo
Nacional de Posguerra, se preocupó por conservar la industria heredada y pro- El Consejo Nacional de Posguerra
fundizar el proceso de sustitución de importaciones. Según su diagnóstico, la fue un organismo consultivo crea-
normalización del comercio internacional amenazaba la producción local. La do en agosto de 1944 cuya pre-
ocupación central era el estudio
obsolencia de los equipos industriales, las dificultades para competir con los
de los problemas socioeconó-
bienes importados y la eventualidad de la desocupación obrera condicionaban micos y las estrategias a seguir
el programa económico propuesto para la Argentina de posguerra. en el nuevo contexto internacio-
La sustitución de importaciones reconocía como mecanismo fundamental nal. A partir de septiembre, Juan
Domingo Perón asumió en tanto
la transferencia de recursos del agro a la industria, la expansión del mercado que vicepresidente de la Nación
interno y el proteccionismo aduanero. Tanto el modelo económico como las la presidencia del Consejo, que
metas a alcanzar, se explicitaban en los planes quinquenales, planificaciones terminó por desempeñar funcio-
y a la vez instrumentos de comunicación a los ciudadanos de las políticas eco- nes múltiples. Por un lado, las
pertinentes a un organismo técni-
nómicas del gobierno. co con competencias en la reco-
pilación de datos económicos y
producción de informes estadís-
ticos. Por el otro, la de apuntalar
ulteriormente el capital político
de Perón.

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Plan quinquenal
Fuente:<www.fotosimagenes.org> [Consulta: 10 de mayo de 2013]
Imagen disponible en: <http://www.fotosimagenes.org/plan-quinquenal-en-argentina>

Una importante reforma del sistema bancario y fiscal y la nacionalización del


subsuelo y de las empresas de servicios completaban las bases de la econo-
mía de la Nueva Argentina, contracara de la denostada “Argentina Granja” del
modelo agroexportador. Miguel Miranda, presidente del Banco Central entre
1946 y 1948, fue el encargado de recorrer aquella senda que conduciría a
la independencia económica. Como se verá, los resultados obtenidos fueron
dispares.
Por razones fundamentalmente políticas, la industria liviana tuvo en este
primer momento prioridad sobre la de base. La principal institución para cana-
lizar los recursos hacia el sector secundario fue el Instituto Argentino para
la Promoción del Intercambio (IAPI) que, entre otras múltiples funciones, se
encargaba de comprar las cosechas y de exportarlas sin intermediarios. Esta
nacionalización del comercio exterior le permitía al Estado apropiarse de la
renta agraria, cubrir sus costos de funcionamiento y encauzar, a través de cré-
ditos y subsidios, los fondos hacia el sector secundario. Por otro lado, garan-
tizaba la importación de los bienes de capital e insumos imprescindibles para
las fábricas.
La expansión del mercado interno se hallaba íntimamente asociada al estí-
mulo de la industrialización, ya que sus productos iban dirigidos a aquel mer-
cado. El gobierno peronista contribuyó de diferentes maneras a aumentar el
consumo: el control de precios, el congelamiento de los alquileres, las ingen-

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221

tes inversiones en seguridad social protegían el ahorro interno y favorecían


las compras. Pero sobre todo, fueron el pleno empleo y el constante aumento
salarial impulsado por los potentes sindicatos los que habilitaron una redistri- Según Bellini y Korol (2012: 117),
bución social nunca conocida en el pasado. entre 1945 y 1949 los salarios
Esta política inédita de reparto se expresó también en la expansión del reales crecieron el 62% e inclu-
so en 1954, cuando la inflación
consumo popular. No sólo se incrementaron los consumos de alimentos (y en había afectado su nivel, eran el
particular de carne); ahora los bienes de consumo durables producidos local- 50% más altos que en 1945. En
mente –aparatos de radio, planchas eléctricas, heladeras- ingresaban a los el nuevo patrón de distribución
hogares argentinos mejorando el confort y la calidad de vida. del ingreso, por primera vez la
participación de los trabajadores
igualó las retribuciones percibidas
por el capital.

Lavarropa, 1950
Fuente: Colecciones Teatrales. <http://coleccionesteatrales.blogspot.com.ar>.
[Consulta: 20 de julio de 2013] Imagen disponible en: <http://coleccionesteatrales.
blogspot.com.ar/2011/10/la-madre-de-tita-merello.html>

El eje de la reforma del sistema bancario de 1946 fue la nacionalización del


Banco Central y la garantía estatal de los depósitos de los bancos privados.
De esta suerte, el Banco Central asumía nuevas facultades tales como regular
el volumen y el destino de los créditos y controlar buena parte de la política
cambiaria. También quedaron bajo su éjida otros bancos estatales como el
Nación y el Hipotecario. A partir de la reforma y junto con el IAPI, el Banco

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222

Central se erigió como una de las principales herramientas para favorecer la


autonomía del estado en materia económica, incrementando sus posibilidades
de intervención.
Las nacionalizaciones de las empresas de servicios (ferrocarriles, electri-
cidad, gas, teléfono, agua) reemplazaron casi de inmediato al primer modelo
propuesto de formación de empresas mixtas, de capital privado y estatal. La
bandera de la “independencia económica” auspiciaba esta política que, por
otra parte, no era privativa de la Argentina sino que expresaba una tendencia
mundial muy extendida. La estatización también alcanzó en 1947 a algunas
fábricas de origen alemán, que fueron reorganizadas en holdings estatales.

PARA REFLEXIONAR

La nacionalización de las empresas fue un factor más en la amplia-

PP ción de las competencias estatales. Según algunos autores, tanto la


administración de las empresas como el proceso de industrialización
alentado desde el gobierno contribuyeron a configurar un Estado
empresario, que requería de transformaciones estructurales para asu-
mir su nuevo rol en la economía. Cabe destacar que no existió un
formato único de nacionalización de empresas, barajándose opciones
diversas como el monopolio estatal y la empresa mixta en sus dife-
rentes variantes.

Por último, el equilibrio fiscal se alcanzó a través del aumento de la presión


tributaria, en un contexto de radical transformación de la estructura impositiva.
Se crearon nuevos impuestos directos que afectaron sobre todo a los sectores
de ingresos más altos y también creció el volumen de los indirectos. De esta
manera, pudo compensarse el formidable aumento del gasto público que las
políticas económicas reseñadas implicaban. No obstante, según Gerchunoff y
Antúnez (2002) fue sobre todo la reforma previsional de 1945 la que revolu-
cionó el sistema impositivo poniendo a disposición del Gobierno los aportes
personales y patronales de las cajas jubilatorias en un momento en que la
mayoría de los agentes se encontraban aún en actividad.
Este conjunto de medidas conllevó un inmenso incremento del gasto públi-
co (que pasó del 16% del PBI en 1946 al 29% en 1948) y de la expansión
monetaria (de alrededor del 250%) en los primeros tres años de gobierno.
Aunque el crecimiento industrial era cierto, el futuro auspiciaba crecientes difi-
cultades. Por otra parte, ya comenzaba a hacerse evidente el desaliento del
sector agroexportador del cual seguían proviniendo las divisas.
El censo industrial de 1947 representa una buena fotografía del estado
de situación. El número de establecimientos industriales se había duplica-
do desde 1935, pero sin que aumentara la cantidad de trabajadores por uni-
dad de producción. Así pues, la pequeña empresa seguía siendo el motor de
la sustitución de importaciones. Alimentos, bebidas y tabaco habían perdido
su importancia relativa, mientras que la industria de textiles y confección, la
metalmecánica, la química y petroquímica habían avanzado en los últimos
años. Aunque sin dudas, el objetivo del pleno empleo había sido alcanzado, la
calidad de los productos era deficiente y su precio demasiado alto.

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223

PARA REFLEXIONAR

En esta primera etapa los esfuerzos del gobierno se canalizaron hacia

PP el estímulo de la industria liviana. Sin embargo, no faltaron algunas


iniciativas que apuntaban a la creación de una industria de base. Sig-
nificativamente, esa tarea le fue encomendada a las Fuerzas Armadas,
signo de su peso inicial en el proyecto de desarrollo peronista. Así, en
1947 y a instancias del presidente de la Dirección General de Fabri-
caciones Militares, se creó la Sociedad Mixta Siderurgia Argentina
(SOMISA). Posteriormente, en 1952, fue fundada la empresa Indus-
trias Aeronáuticas y Mecánicas del Estado (IAME).

7.9. La economía en tiempos de escasez


A partir de 1949, comenzó a sentirse la disminución de la producción agro-
pecuaria y de las exportaciones. A ello se sumó la caída de los términos de
intercambio, el agotamiento de las reservas y una inflación que parecía fuera Según Gerchunoff y Antúnez
de control. (2002), desde 1949 y hasta prin-
Esta delicada situación empeoró en los años siguientes. Si las sequías cipios de 1952, los términos del
intercambio cayeron un 36%. Se
de 1949-50 azotaron duramente al campo, las de 1951-52 fueron notable-
trataba del mismo nivel de 1935.
mente peores. Por primera vez, los argentinos tuvieron que reemplazar el pan
de trigo por otro inferior, de mijo y centeno, que el gobierno distribuyó para
paliar la escasez. El boicot norteamericano, que excluyó a la Argentina del
Plan Marshall, alejó todavía más al país del lugar de “granero del mundo” que
alguna vez había ocupado.
En resumen, desde 1949 el modelo de crecimiento presentaba claros sig- El Plan Marshall, implementa-
do por el secretario de Estado
nos de agotamiento. Perón tomó nota de la situación y en enero de aquel año de los Estados Unidos, consistió
reemplazó al impulsor de las políticas económicas Miguel Miranda por Alfredo en la donación o venta a pre-
Gómez Morales, de perfil más técnico. El nuevo equipo –que a diferencia de cios bajos de equipos y alimen-
tos destinados solidariamente a
Miranda estaba muy atento a los efectos de la escasez de divisas– tuvo que
los países europeos. Aunque su
afrontar el desafío de lidiar con un contexto internacional poco favorable y con objetivo explícito era colaborar
el dilema de contener la inflación sin poner en riesgo la popularidad y los apo- en la reconstrucción de Europa
yos de Perón. Por otro lado, quedaba claro a esta altura que el desaliento del en la posguerra, no era menor
el interés de los Estados Unidos
sector agropecuario tenía buena parte de la responsabilidad de la crisis y que, de limitar las relaciones entre
en adelante, las políticas públicas no podrían descuidar al campo. las democracias occidentales y
Escaso de divisas, el país veía restringida su capacidad de importar, algo la Unión Soviética. La aspiración
muy problemático para una industria extremadamente dependiente de bienes del gobierno peronista era la de
participar en el Plan (no obstante
de capital e insumos importados. Dado que la producción industrial se ven- se trataba de ventas realizadas a
día en el mercado interno, la obtención de divisas requería del incremento de bajo precio) pero la Administración
las exportaciones o de la inversión extranjera, que hasta entonces había sido para la Cooperación Económica –
que coordinaba la ayuda- se negó
desalentada.
a incorporar a la Argentina.
Gómez Morales no desdeñó ningún recurso pero tuvo que tomar sus recau-
dos. En 1951, la Argentina recibió un préstamo del Eximbank que fue vivido
como una humillación por contradecir el lema de “vivir con lo nuestro”. En
cuanto a las inversiones extranjeras, sólo hacia fines del periodo –y con gran-
des resistencias- podrían ser recibidas. Tampoco era posible apelar a la deva-
luación –que implicaba el rezago de los salarios reales- por lo menos hasta que
la victoria electoral de Perón quedara asegurada y con ella su liderazgo. Fue así
que la principal apuesta del Gobierno se sustanció en un “retorno al campo”.

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224

Como primera medida, las funciones del IAPI fueron reducidas a las más
básicas y a partir de 1949 la institución se concentró en comercializar las
cosechas. En pos de la recuperación del sector agropecuario, esta vez los
precios pagados a los productores superaron a los muy alicaídos del merca-
do internacional. Finalmente, la “vuelta al campo” implicó una reasignación
del crédito, que hasta entonces había beneficiado casi exclusivamente a la
industria. De esta manera, el sector rural tuvo a su alcance el dinero necesa-
rio para la compra de insumos y bienes de capital que permitieran aumentar
la productividad y con ella el volumen de la producción exportable. Los permi-
sos de importación favorecieron el ingreso de maquinaria agrícola y se alentó
la mejora de razas ganaderas. También se reforzaron los saldos exportables
a partir de restricciones al consumo interno (vedas), nuevo ingrediente de una
economía familiar cuya máxima era, en palabras del mismo Perón, “ahorrar,
no derrochar”. En todo caso, los efectos de estas políticas sectoriales sólo
pudieron advertirse tiempo después, en la medida en que los azotes climáti-
cos condicionaron todo lo demás.
Hasta 1952, la lucha contra la inflación exigió una estrategia gradualista a
fin de no paralizar la actividad económica. El gobierno procuró reducir el des-
equilibrio fiscal incrementando la presión tributaria y frenó el gasto público
discontinuando y cancelando obras. Por otra parte, aunque sin interrumpirse,
el crédito se volvió más selectivo. En todo caso, la inflación no cedió y, hasta
1952, superó el 30%.
Una vez pasadas las elecciones, Perón anunció el “¨Plan de Emergencia”
que hasta aquel momento había postergado. En éste, la estrategia antiinfla-
cionaria tenía un papel central e implicaba una opción riesgosa, consistente
en el congelamiento de salarios, precios y tarifas por dos años.
El Segundo Plan Quinquenal (1952-57) –que comenzó a aplicarse en 1953,
cuando ya eran palpables los signos de la recuperación completó los ajustes
del programa económico peronista. En él se admitía que el Plan de Gobierno
1946-52 había consolidado la industria liviana y que al Segundo le correspon-
día afianzar la industria pesada.
Como se anticipó, los intentos de fundar una industria de base no eran
nuevos, pero los resultados habían sido magros. Quedaba claro que para con-
cretar esta nueva fase era necesario reasignar las inversiones estatales pero
también sumar otras de origen externo. Entre 1952 y 1955, el Estado aumen-
tó sus inversiones en transporte, energía, comunicaciones y siderurgia mien-
tras que descendieron aquéllas en defensa y en salud (Gerchunoff y Antúnez,
2002: 182). No obstante, el déficit de inversión pública se hizo sentir, espe-
cialmente en el sector energético.
El gobierno sólo podía salir de esta encerrona acudiendo a la inversión
extranjera, algo que se contradecía con el orgulloso principio de la “indepen-
dencia económica”. En este contexto, en 1953 se presentó un proyecto de ley
de inversiones extranjeras orientadas hacia la industria y la minería. El vuel-
co no era privativo de la Argentina: otros países latinoamericanos siguieron la
misma senda en aquellos años.
El proyecto de inversiones extranjeras fue muy discutido y encontró opo-
sición incluso en las mismas filas peronistas, oposición que fue volviéndose
más enconada cuando se lo evaluó en relación a la producción de petróleo. En
cualquier caso, la ley que se sancionó en 1953 tuvo un éxito relativo porque
pocas empresas extranjeras se dejaron tentar por la invitación del Gobierno
(una de las más importantes fue la fábrica de automóviles Kaiser Motors). En

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225

contraste, los acuerdos con la Stándard Oil, petrolera de origen norteameri-


cano, no llegaron a sancionarse a pesar de que YPF carecía de la capacidad
económica para realizar nuevas exploraciones y aprovechar los yacimientos
conocidos.
¿Qué ocurrió en tanto con las tarifas y salarios, congelados desde 1952?
Como estaba previsto, pasados los dos años llegó el momento de la renego-
ciación salarial. Cabe destacar que, con algunas excepciones, la intensa movi-
lización obrera de los primeros años peronistas ya había quedado atrás en la
década de 1950. La satisfacción de las principales demandas laborales, el fin
de la tolerancia oficial hacia las huelgas, el disciplinamiento conseguido por
la CGT y la misma declinación económica habían desactivado la conflictividad.
De todas maneras, la resistencia hacia las políticas de incentivación de
la productividad se hizo sentir a través de la negativa a cooperar. La cuestión
salarial dividía a los trabajadores entre dos lealtades: la que los unía al gobier-
no y la defensa de sus intereses. Aunque la brecha ente las demandas obre-
ras y las ofertas patronales fue inmensa (las primeras reclamaban un 40% de
aumento mientras que las segundas rondaban entre el 3 y el 5%), la estrate-
gia seguida por los trabajadores privilegió el trabajo a desgano (que apuntaba
La Confederación General
contra los empresarios y no contra el Gobierno) por sobre la huelga. Los sala-
Económica era una representa-
rios reales fueron finalmente ajustados 12% respecto de 1952. ción empresaria que competía
En cuanto a la productividad, una vez más los trabajadores organizados con la tradicional Unión Industrial
mostraron su fortaleza. En 1954 se convocó al Congreso Nacional de la Argentina opuesta a Perón y que
estaba presidida por José Gelbard.
Productividad y el Bienestar Social, cuyos actores protagónicos serían los sin-
dicatos y los empresarios de la Confederación General Económica.
No fue posible alcanzar un acuerdo. Las demandas de los empresarios cas-
tigo del ausentismo, utilización de incentivos a la productividad, un margen
más amplio en las convenciones colectivas y sobre todo la limitación del poder
de las comisiones internas de las fábricas eran indigeribles para los sindicalis-
tas, que se opusieron por completo a los proyectos de racionalización. De esta
suerte, el Acuerdo Nacional de la Productividad arrojó resultados muy magros. La decisión de privilegiar la pro-
Sin embargo, para entonces, las preocupaciones más acuciantes habían ductividad para acordar aumentos
dejado de ser las económicas. La confrontación política se hallaba en primer salariales suponía el abandono
del sistema de negociación vigente
plano y opacaba todo lo demás. desde 1944, que otorgaba a los
sindicatos un papel fundamental.
La propuesta –cara a los intereses
empresariales- consistía en una
LECTURA OBLIGATORIA regulación acorde al incremen-
to de la producción, medido en
Belini, C. y Korol, J. (2012), “La economía del primer peronismo.

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