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Nancy Calvo
Judith Farberman
Silvia Ratto
Índice de contenidos
Introducción
Unidad
Unidad
Versión digital de la
Unidad
Carpeta de trabajo Unidad
Unidad
Unidad
Unidad
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2
Calvo, Nancy
Historia argentina / Nancy Calvo ; Judith Farberman ; Silvia Ratto. -
1a ed. - Bernal : Universidad Virtual de Quilmes, 2013.
E-Book.
ISBN 978-987-1856-70-1
ISBN: 978-987-1856-70-1
Íconos
LL
Leer con atención. Son afirmaciones, conceptos o definiciones destacadas
y sustanciales que aportan claves para la comprensión del tema que se
desarrolla.
PP
Para reflexionar. Propone un diálogo con el material a través de preguntas,
planteamiento de problemas, confrontaciones del tema con la realidad,
ejemplos o cuestionamientos que alienten la autorreflexión.
N
Pastilla. Incorpora informaciones breves, complementarias o aclaratorias de
algún término o frase del texto principal. El subrayado indica los términos a
propósito de los cuales se incluye esa información asociada en el margen.
CC
Cita. Se diferencia de la palabra del autor de la Carpeta a través de la inser-
ción de comillas, para indicar claramente que se trata de otra voz que ingre-
sa al texto.
Ejemplo. Se utiliza para ilustrar una definición o una afirmación del texto
principal, con el objetivo de que se puedan fijar mejor los conceptos.
AA
Para ampliar. Extiende la explicación a distintos casos o textos como podrían
ser los periodísticos o de otras fuentes.
KK
Actividades. Son ejercicios, investigaciones, encuestas, elaboración de cua-
dros, gráficos, resolución de guías de estudio, etcétera.
SS
Audio. Fragmentos de discursos, entrevistas, registro oral del profesor expli-
cando algún tema, etcétera.
EE
Audiovisual. Videos, documentales, conferencias, fragmentos de películas,
entrevistas, grabaciones, etcétera.
II
Imagen. Gráficos, esquemas, cuadros, figuras, dibujos, fotografías, etcétera.
WW
Recurso web. Links a sitios o páginas web que resulten una referencia den-
tro del campo disciplinario.
OO
Lectura obligatoria. Textos completos, capítulos de libros, artículos y papers
que se encuentran digitalizados en el aula virtual.
RR
Lectura recomendada. Bibliografía que no se considera obligatoria y a la que
se puede recurrir para ampliar o profundizar algún tema.
4
5
Índice
Las autoras............................................................................................ 9
Introducción.......................................................................................... 11
Historia y sectores populares................................................................. 11
Los procesos de construcción estatal desde el siglo XIX.......................... 13
Los problemas vinculados con la ciudadanía política............................... 15
Mapa conceptual.................................................................................. 17
Objetivos del curso................................................................................ 19
Las autoras
Introducción
Son todas éstas cuestiones que han recibido una profusa atención en la his-
toriografía argentina reciente –con desigual énfasis para las diversas regiones
de nuestro país– y que no son habitualmente incorporadas en los textos de
consulta general.
Para los años que van de 1930 a 1943, son los sectores obreros sindi-
calizados los que se conocen mejor. En este sentido, si por un lado se han
subrayado las continuidades entre el sindicalismo revolucionario de los años
30 y el peronista posterior –especialmente en lo que toca a su pragmatismo y
tendencia a negociar con el Estado– por el otro, se ha destacado la memoria
obrera de aquellos años identificados con la opresión y el desamparo.
El periodo peronista es quizás uno de los que mayor atención ha suscitado
entre los historiadores. La redefinición de la ciudadanía política en términos
sociales y económicos ha sido el punto de partida para el examen de las diver-
sas formas de movilización popular. De esta manera, a través de la acción se
ha podido evaluar, más allá de las organizaciones sindicales, la formación de
la clase obrera como tal y el peso de la experiencia peronista en la construc-
ción de su fisonomía peculiar.
Mapa conceptual
Introducción
El año 1808 marca el punto de partida de la crisis de la monarquía españo-
la. La invasión napoleónica a la península y el cautiverio del rey desencade-
naron una reacción mayoritariamente adversa hacia la monarquía francesa
que se expresó en la creación de juntas locales de gobierno, situación que
se extendió a las colonias americanas. La crisis institucional con epicentro
en la península fue el inicio de la revolución liberal en España y del proceso
de ruptura del vínculo colonial, que desde entonces se volvió irreversible.
El proceso revolucionario en el Río de la Plata cobró características
regionales muy diversas según el grado de apoyo que obtuvieran los revo-
lucionarios porteños entre las elites locales. De todos modos, hubo puntos
en común vinculados a la participación masiva de las clases subalternas en
los ejércitos revolucionarios y al impacto económico que implicó una gue-
rra que duró mucho más de lo previsto y que fue continuada por conflictos
militares entre defensores de proyectos políticos muy diferentes.
Desde el inicio, en España y en América, se planteó el problema de la
legitimidad del poder. ¿A quiénes tocaba asumir el gobierno en ausencia
del rey? Este dilema no logró ser resuelto en los años posrevolucionarios,
no obstante la declaración de independencia en 1816. Así, la disolución
del orden colonial no cristalizó inmediatamente en la construcción de un
orden nuevo.
Objetivos de la unidad
•• Identificar los condicionantes externos e internos del proceso
revolucionario.
•• Comprender los cambios políticos que se producen a partir de 1810 y
analizar las alternativas disponibles para la construcción de un nuevo
orden.
•• Conocer el impacto del proceso revolucionario en las diferentes regiones
del espacio rioplatense.
•• Caracterizar el sistema económico colonial y sus transformaciones pos
revolucionarias.
PARA REFLEXIONAR
PPC
[…] generaría reacciones fuertes en los distintos lugares de América y ten-
dría resultados diversos. En todo caso, la historiografía tiende a coincidir en
que las mayores reacciones en contra de estas reformas provinieron de los
lugares y de las elites que veían mermado su poder, como Lima y México,
capitales de los dos grandes virreinatos pre borbónicos, mientras que las
zonas realzadas por las nuevas medidas, recibieron más bien con benepláci-
to esas mismas medidas reformadoras como sería el caso de Buenos Aires,
Caracas o Santiago de Chile. Paradójicamente, en aquellos lugares donde se
recibieron mejor fue donde los movimientos revolucionarios se desarrollaron
más temprana y eficazmente mientras que aquéllos que más y mejor resis-
tieron a las reformas luego mostraron mayor fidelidad al mantenimiento del
orden colonial. (Gelman, 2010:34-35)
LECTURA RECOMENDADA
RR
Gelman, J. (2000), “La lucha por el control del estado. Administración y elite en His-
panoamérica” en: Historia General de América Latina, vol. IV, Procesos americanos hacia
la redefinición colonial. UNESCO-Trotta, París-Madrid, 251-264.
Una vez superada la amenaza británica, las milicias criollas continuaron acti-
vas y sus agentes cobrando sus salarios. Por eso, para los sectores plebeyos,
las milicias se convirtieron en un medio de vida pero también en algo más:
PARA REFLEXIONAR
CC
Se abrió Cabildo publico adonde concurió toda la ciudad a tratar si devían reze-
vir el Sr Virey Sobremonte que estava cerca de Lujan en camino para esta
Capital con 3 mil cordoveses esta mañana ubo en Cabildo unos partidos aun-
que el populacho cuando el Sr Rejenti Obispo y otros masjistrados se presen-
taron al Cavildo digo en su balcon a preguntar al pueblo si eran gustosos que
fuesen governados por Sobremonte y viniera a esta ciudad todos respondieron
que no no no no no lo queremos, muera ese traidor nos a vendido es desertor
en el caso mas peligrosos nos a dejado se a uido con 9 mil onsas de oro que-
remos a Dn Santiago Linierse de Virey y si intenta Sobromente venir a Governar
respondio el pueblo que antes permitirian el pueblo se le cortaran a todos la
caveza Viva Viva Viva a nuestro General Liniers tiraron todos el sombrero a el
aire que parecia el dia del juicio de la gritería. (Diario de un soldado, 1960:72)
LECTURA RECOMENDADA
RR
Halperín Donghi, T. (1978), “Militarización revolucionaria en Buenos Aires 1806-
1815” en: El ocaso del orden colonial en Haispanoamérica, Sudamericana, Buenos Aires,
151-178.
CC
La crisis imperial se manifestaba con toda intensidad en el Río de la Plata a fi-
nes de 1809, aunque aquí el quiebre del orden colonial había comenzado an-
tes y tenía su propia dinámica. Ahora, ambas crisis, la local y la imperial, se
entrelazaban y entre 1808 y 1809 llevaron a la formulación de los primeros in-
tentos autonomistas y juntistas. Serían experiencias decisivas para el futuro
inmediato, como también lo sería la intensidad de los enfrentamientos y con-
flictos que se habían puesto de manifiesto. (Fradkin y Garavaglia, 2009: 219)
LECTURA RECOMENDADA
RR
Piqueras, J. (2008), “Revolución en ambos hemisferios: común, diversa (s), con-
frontada (s)”, en: Historia Mexicana 229, Colmex, México, 31-98.
1.
W
<http://editorialteseo.com/archives/3499>
b. El artículo hace referencia a dos modelos analíticos que han estu-
diado las revoluciones de fines del siglo XVIII y principios del XIX
desde perspectivas integradoras. ¿Cuáles serían esos modelos, sobre
qué dicotomías se basan según Chiaramonte y qué autores los han
propuesto?
c. ¿Qué diferencias separan las revoluciones francesa, hispanoameri-
canas y norteamericanas? ¿Qué semejanzas las unen? ¿Qué criterios
analíticos se están tomando en cuenta para pensar las diversas tra-
yectorias revolucionarias?
d. ¿Qué se entiende por “principio de consentimiento” y qué papel
juega este principio en el análisis de Chiaramonte?
e. Reflexione sobre las oposiciones sugeridas por el autor entre “realida-
des esenciales” e historia y entre “historiografías nacionales” y pers-
pectivas integradoras para interpretar los procesos revolucionarios.
CC
No es posible que una mutación como la anterior se haya hecho en ninguna parte
con mayor sosiego y orden, pues ni un solo rumor de alboroto hubo, pues todas
las medidas se tomaron con anticipación a efecto de obviar toda discordia, pues
las tropas estuvieron en sus cuarteles, y no salieron de ellos hasta estar todo con-
cluido, y a la plaza no asistió más pueblo que los convocados para el caso, tenien-
do estos una cabeza que en nombre de ellos, y de todo el pueblo daba la cara pú-
blicamente y en su nombre hablaba; cuyo sujeto era un oficial segundo de las
reales cajas de esta capital don Antonio Luis Beruti. (Beruti, 2001: 141)
2.
CC
[…] a comienzos de abril de 1811 es el influjo de la muchedumbre de los arra-
bales, movilizada y encuadrada por sus alcaldes, el que salva a la facción do-
minante de la que parece su ruina segura… La amenaza de ampliación perma-
nente del sector plenamente incorporado a la actividad política es eludida con
sorprendente facilidad, fundamentalmente porque la movilización de los secto-
res populares, cuyo carácter masivo la ha hecho impresionante, es a la vez
muy superficial: en este sentido es significativo que los jefes de abril no hayan
sido dirigentes surgidos de la misma plebe, sino las autoridades designadas
por el poder revolucionario para controlarlas. (Halperín Donghi, 1972: 185-186)
CC
Los instigadores utilizaron el poder local de los alcaldes de barrio para reunir a
la gente. Pero éstos no lo hicieron solamente con su influencia sino que apela-
ron a un argumento que figuró como primer punto del petitorio: “Convencido el
pueblo de Buenos Aires de que las medidas adoptadas hasta el día para la re-
conciliación de los españoles europeos con los americanos, son a mas de in-
eficaces, perjudiciales a la gran causa y sistema de gobierno que se sigue y
debe abrazarse en lo venidero; es su voluntad que se expulsen de Buenos
Ayres a todos los europeos de cualquier clase o condición”. […] lo que es pre-
ciso destacar es que este paso adelante del grupo más conservador de la elite
revolucionaria se debió a que se trataba de un tema capaz de movilizar a la
plebe y sin duda fue el principal medio empleado para ello. (Di Meglio,
2006:105-106)
dominios de la monarquía. Aceptar esta solución, tal como hicieron las regio-
nes centrales de Hispanoamérica era un camino posible. El rechazo, en cam-
bio, consolidaba la ruptura y hacía cada vez más insostenible el argumento
de la fidelidad a Fernando VII con el cual se había justificado la cada vez más
ambigua autonomía. La convocatoria a un Congreso Constituyente, impulsada
por los grupos más radicalizados, se presentaba como el camino para resol-
ver el problema de la soberanía.
En este escenario se agudizaron los enfrentamientos políticos. Las dife-
rencias entre Bernardino Rivadavia y los miembros de la Sociedad Patriótica,
liderados por Monteagudo, junto a la Logia de la cual formaban parte José de
San Martín y Carlos María de Alvear, estallaron en octubre 1812 como conse-
cuencia de la manipulación en las elecciones para la renovación de los triun-
viros. Una movilización de civiles reclutados por Juan José Paso con apoyo
de los regimientos de los jefes de la logia puso término a la experiencia del
Primer Triunvirato.
LECTURA OBLIGATORIA
Fue el litoral, liderado por Artigas, quien logró expresar una alternativa
confederal, plasmada en las “Instrucciones” que el Congreso de Tres Cruces
impartió a los representantes electos. El rechazo de la Asamblea a la incorpo-
ración de los diputados de la Banda Oriental, Corrientes, Entre Ríos y Santa
Fe, selló la ruptura y condujo a un enfrentamiento militar que se prolongó por
un lustro. De momento, fueron las tropas enviadas a enfrentar la resistencia
artiguista las que se rebelaron en Fontezuela en abril de 1815 y provocaron el
derrumbe simultáneo de Alvear y del primer intento constitucional.
El vacío de poder provocado por esta crisis fue llenado por el Cabildo por-
teño, que una vez más asumía la tutela del gobierno, aunque no era más que
la expresión de los vecinos de Buenos Aires. La Junta de Observación, creada
bajo su órbita, tenía como misión custodiar al nuevo Director Supremo interi-
no, el Coronel Álvarez Thomas, designado en reemplazo del General Rondeu,
quien estaba al frente del ejército que marchaba contra Artigas y contra la Liga
de los Pueblos Libres del litoral. La Junta estableció el Estatuto Provisorio de
1815 con el cual Álvarez Thomas convocó a elecciones, para integrar un nuevo
Congreso Constituyente. El objetivo era declarar la independencia puesto que
el marco internacional no dejaba margen para la indefinción. El monarca espa-
ñol Fernando VII, decidido a restaurar el absolutismo, avanzaba en la recupera-
ción de sus dominios americanos, aislando el foco rebelde rioplatense.
El Congreso comenzó a sesionar en la ciudad de Tucumán para paliar el
malestar contra Buenos Aires, exacerbado por la política alvearista. De todos
modos, no participaron el Paraguay –segregado de las provincias unidas
desde 1811–, ni las provincias artiguistas. Una vez elegido el nuevo Director
Supremo, Juan Martín de Pueyrredón, los diputados cumplieron con el obje-
tivo prioritario: el 9 de julio de 1816 fue declarada la independencia de las
Provincias Unidas de Sud América de la dominación española y de toda otra
dominacion extranjera. La fórmula era necesarimente imprecisa, dada la impo-
sibilidad de delimitar el alcance territorial de la nueva entidad independiente.
De un lado, San Martin se preparaba para su campaña trasandina, con vis-
tas a expulsar a los realistas de Chile, Perú y el Alto Perú, de otro, la Banda
Oriental, ganada por el artiguismo, comenzaba a sufrir las consecuencias del
avance portugués, ante la indiferencia del gobierno de las Provincias Unidas.
La incertidumbre no terminaba ahí. Trasladado a Buenos Aires, el Congreso
debía asumir la tarea de sancionar una Constitución que diera forma al nuevo
Estado. Dos cuestiones, necesariamente vinculadas, mostraron los límites
que debían reconocer las posibles soluciones institucionales. En principio,
era necesario acordar cuál habría de ser la forma de gobierno. En tal senti-
do, el contexto europeo de la Restauración parecía inclinar la balanza a favor
de la monarquía constitucional, entendida como el modo más aceptable para
lograr el necesario reconocimiento internacional del nuevo orden. Ya fuera el
proyecto de Belgrano de buscar un descendiente de los incas, ya se procurara,
por la vía de los enviados ante las cortes europeas, conseguir algún príncipe
dispuesto a calzarse la corona que se le ofrecía desde este alejado punto de
la geografía mundial, el propósito era dar con alguien que pudiera exhibir el
linaje requerido para ejercer la soberanía hereditaria, constitutiva de la forma
monárquica. Todas las propuestas fracasaron. De allí en más, sólo iba a ser
considerada la forma republicana de gobierno, que se impuso en toda América
donde, entre otras consideraciones, no existía una estirpe noble en la cual
pudiera asentarse legítimamante la monarquía.
LECTURA OBLIGATORIA
Luego de la derrota de Huaqui, el general Manuel Belgrano que había tomado el mando
del Ejército del Norte, dispuso la evacuación de la tropa y de la población del norte hacia
Tucumán. El éxodo jujeño, realizado el 23 de agosto de 1812, significó no solo el abandono
del territorio sino también, como medida estratégica ante el avance del ejército realista, la
destrucción de todos los recursos que no se pudieran acarrear. El objetivo era dejar a los
realistas tierras arrasadas, sin víveres para la tropa.
Éxodo jujeño
Fuente: Diario El Litoral. <www.ellitoral.com>. [Consulta: 05 de junio de 2013]. Imagen dispo-
nible en: <http://www.ellitoral.com/um/fotos/60019_exodo_g.jpg>
EE
En el Interior la relación entre los enviados del poder revolucionario y las elites
locales fue más equilibrada. La imperiosa necesidad de obtener recursos llevó Cronología de la guerra en el
al gobierno de Buenos Aires a buscar adhesiones de los clanes familiares del Interior:
- 1811, derrota de Huaqui.
Interior. Esa misma necesidad motivó un desplazamiento del centro de poder
- 1812, triunfo en Tucumán.
desde los ámbitos urbanos, sede de las autoridades políticas, al ámbito rural, - 1813, triunfo en Salta.
lugar de donde provenían los hombres y ganado requeridos para la guerra. - 1813, derrotas de Vilcapugio
Allí, los comandantes de campañas comenzaron a adquirir una importancia y Ayohuma.
- 1815, derrota de Sipe-Sipe
creciente dando origen, en algunos casos a jefes locales de gran envergadura (pérdida del Alto Perú).
como Martín Miguel de Güemes en Salta.
Las milicias gauchas de Güemes cumplieron un rol fundamental en la gue-
rra revolucionaria. A la vez que llevaban a cabo una guerra de guerrillas contra
los ejércitos realistas que intentaban tomar el control del norte del espacio
rioplatense, sirvieron como antemural de los preparativos del Ejército de los
Andes que San Martín reunía en Cuyo para llevar adelante su plan de expedi-
cionar sobre Chile.
“El Gral. Martín Miguel de Güemes y sus Gauchos”, Óleo sobre tela de A. Struch
- Salta 1912 - Museo Histórico del Norte - Cabildo de Salta.
Fuente Portal de Salta. <www.portaldesalta.gov.ar>. [Consulta: 08 de mayo de 2013]. Imagen dis-
ponible en: <http://www.portaldesalta.gov.ar/fot2009/expoguemes/gu-26-g.jpg>
“Artigas dictando a su secretario José Monterroso”. Óleo sobre tela, Pedro Blanes
Viale. Dimensiones: 3283 x 2393 mm.
Fuente: Portal Ceibal. <http://www.ceibal.edu.uy>. [Consulta:
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05 de junio de 2013]. Imagen dis-
ponible en: http://www.ceibal.edu.uy/UserFiles/P0001/ODEA/HTML/090612_artigas_retratos.
elp/pedro_blanes_viale.html
http://www.encuentro.gov.ar/sitios/encuentro/programas/
detallePrograma?rec_id=103610
http://www.encuentro.gov.ar/sitios/encuentro/programas/
detallePrograma?rec_id=103610
En estos videos se puede ver que Güemes y Artigas tienen elementos
comunes en la manera de ejercitar su liderazgo personal.
• Ambos caudillos pertenecen a los sectores más bajos de la elite y
tienen cargos militares en la campaña lo que los coloca como inter-
mediarios entre ésta y las masas rurales. Las elites aceptan su lide-
razgo porque dependen de él para contener a los sectores rurales.
Sin embargo, la relación se va tensando a medida que el esfuerzo
financiero de la guerra cae sobre ellos.
CC
Ciudadanos: al fin podemos gloriarnos, porque los sacrificios de los pueblos
que tenemos el honor de mandar, nos han proporcionado los medios de sacu-
dir el yugo de vuestros opresores sin prodigar vuestra sangre. Elegid ya sin re-
celo el gobierno provisorio que os convenga […] Marchamos sobre la capital
no para talar vuestra campaña […] ni para mezclarnos en vuestras deliberacio-
nes; sí, para castigar a los tiranos cuando fuesen tan necios que os hagan pre-
tender el mando con que casi os han vuelto a la esclavitud.
Proclama de Estanislao López y Francisco Ramírez, 1 de febrero de 1820.
(Molinari, 1938: 56).
CC
En tales condiciones, diversas tensiones atravesaban a los nuevos ejércitos y
una en particular: la resistencia de los milicianos a convertirse en veteranos. Y
no podía haber sido de otro modo pues la población tenía bien en claro las di-
ferencias que debía haber entre una y otra forma de organización militar así co-
mo sus respectivas connotaciones sociales. […] De esta manera, los primeros
ejércitos revolucionarios constituían un aglomerado inestable y heterogéneo,
estructurado a partir de un reducido núcleo veterano y de milicias locales, que
reproducían en su interior las tramas sociales que hacían posible el recluta-
miento y la conformación de sus jefaturas inmediatas. En esas condiciones,
sus relaciones con el ampliado servicio miliciano tendían a ser tensas y con-
flictivas. (Fradkin, 2010: 68-69)
LECTURA RECOMENDADA
RR
Fradkin, R.,“Bandolerismo y politización de la población rural de Buenos Aires tras la
crisis de la independencia (1815-1830)”, [en línea]. En: Revista Nuevo Mundo. Mundo
nuevo [2005]. Disponible en <http://nuevomundo.revues.org/index309.html> [Con-
sulta: 27-02-2012]
PP ser reemplazados por otros rubros entre los cuales los impuestos a las
importaciones y a las exportaciones tuvieron un papel central. También
la deuda interna aumentó, en particular en los años más difíciles de la
guerra.
Evolución de ingresos fiscales de la Caja de Buenos Aires 1806-1809
1806-1810 1811-1815 1816-1819
Potosí 4.800.000 900.000 ---
Aduana 2.300.000 6.400.000 5.900.000
Impuestos a la 840.000 2.800.000 2.140.000
producción y al
comercio
Donativos, 330.000 730.000 1.164.000
contribuciones y
préstamos
LECTURA OBLIGATORIA
LECTURA RECOMENDADA
RR
Gelman, J. (2010), “El proceso económico”, en: Argentina. Crisis imperial e indepen-
dencia, Mapfre-Taurus, Lima, pp. 143-192.
Referencias bibliográficas
Introducción
La primera década de vida política independiente dejó secuelas y certezas
que iban a formar parte de la agenda futura. La revolución y la guerra contri-
buyeron a transformar la sociedad y la economía de un territorio que a partir
de la crisis política de 1820 se fragmentó en estados provinciales celosos de
su autonomía. Unitarios y federales fueron expresión de un conflicto abierto
entre modos distintos de entender cómo debía ser la futura unión y a la larga
también la forma de manifestar diferencias sociales y culturales persisten-
tes. Luego del fracaso unitario en el Congreso Constituyente de 1824-1827,
el ascenso político de Rosas en la provincia de Buenos Aires y su influjo en
el resto del territorio aplazó la solución constitucional. En cambio, fueron los
pactos inter-provinciales la base sobre la cual se estableció la Confederación.
Buenos Aires mantuvo su predominio político y económico y, sobre todo, el
control de los recursos de la aduana que seguirían estando en el centro de
las disputas luego de la derrota de Rosas en 1852.
Objetivos de la unidad
•• Comprender el proceso político de desintegración territorial y la frag-
mentación del poder político que conduce a la formación de los estados
proviciales.
•• Analizar las tranformaciones sociales y políticas provocadas por la revo-
lución y la guerra y la emergencia de nuevas formas de liderazgo militar y
político.
•• Describir el enfrentamiento entre unitarios y federales y las diferencias que
expresan en torno al modo de entender la soberanía.
•• Comprender las características de la organización Confederal y el modo en
que se articulan las relaciones entre los estados provinciales durante el
periodo rosista.
•• Analizar la dimensión conflictiva de la política y los componentes de la movi-
lización durante el periodo de predominio del rosismo.
•• Comprender los cambios económicos producidos por la desarticulación del
eje Potosí-Buenos Aires y la orientación hacia el Atlántico de la economía
del litoral.
Sin renunciar a la idea de una unión futura, el lazo entre las nuevas provincias
se plasmó durante décadas a través de tratados y acuerdos interprovinciales.
Al mismo tiempo, la aparición de caudillos y tendencias localistas, la tensión
entre dos modos contrapuestos de entender cómo debía representarse la
soberanía en el futuro estado, así como las diferencias y asimetrías entre las
economías regionales, que se hacían cada vez más notables, fueron motivo
de alianzas tanto como de conflictos y enfrentamientos violentos durante todo
el periodo.
La campaña libertadora de San Martín llevó la guerra primero a Chile y después al Perú.
En agosto de 1820 se inició la expedición hacia Lima y casi un año después fue declarada la
independencia del Perú. San Martín, alejado de las Provincias Unidas, inició la organización
de aquel Estado con el título de Protector del Perú hasta que las circunstancias locales y la
situación militar lo llevaron a retirase del escenario de la guerra y de la política. La guerra de
la independencia continuó con la conducción de Simón Bolívar hasta el triunfo definitivo
del Gral. Sucre y su ejército en la Batalla de Ayacucho, donde expulsaron a los realistas del
Alto Perú, en diciembre de 1824.
CC
Efectivamente, en la década del ´20, el pensamiento de la Ilustración en su últi-
ma etapa se desplegaría en múltiples corrientes de gran variedad de contenido,
a la manera de un río convertido en delta al finalizar su recorrido. En un campo
intelectual dominado aún por los debates instalados en el apogeo de la
Ilustración, comenzarían a discernirse múltiples “ismos” cuyas desemejanzas no
eran menos significativas que sus coincidencias: el Utilitarismo, la Ideología, el
“Doctrinarismo” liberal y diversas variedades del discurso republicano clásico,
se entrecruzarían y mezclarían en el ecléctico pensamiento rivadaviano. Sin em-
bargo, tanto en la selección operada cuanto en la combinatoria de aquellas co-
rrientes un factor constante sería la relación percibida entre cultura y política, o,
dicho de otra forma, entre ilustración y Estado. (Myers, 1998: 34).
LECTURA OBLIGATORIA
Las funciones antes ejercidas por la institución concejil, tales como la aplica-
ción de justicia y la policía, fueron objeto de una reforma específica. En primer
lugar, se creó una justicia de paz, y una justicia civil. La primera, lega y gratuita,
era dependiente del poder ejecutivo y se abocó a la justicia de menor cuantía.
La segunda, letrada y rentada, quedó a cargo de cinco jueces de primera ins-
tancia, dos en la ciudad y tres en la campaña. Si bien esta última fracasó en
su intento de impartir justicia en el mundo rural y fue suprimida en 1825, la
justicia de paz tuvo larga actuación judicial y política.
También se estableció una policía centralizada, sobre la base del modelo
francés, distribuida por todo el territorio provincial, con éxito dispar. De este
modo, se separaban las funciones que en el antiguo cabildo estaban reuni-
das en los alcaldes de hermandad. Otras instituciones heredadas, como el
Consulado de Comercio, fueron suprimidas y como parte de la reforma admi-
nistrativa se crearon los ministerios de Gobierno y Hacienda y Guerra.
Junto a estos cambios en la administración estatal dos reformas específi-
cas, la militar y la eclesiástica, fueron apuestas fuertes del gobierno provincial
que, según un periódico de la época, conducía “la feliz experiencia de Buenos
Aires”. En el caso de la reforma militar el objetivo era doble. Por un lado, se
trataba de reducir el gasto militar en tiempo de paz, para lo cual se pasó a
Durante estos años hubo, en Buenos Aires, una gran proliferación de periódicos que ali-
mentaron el debate público. Algunos de ellos como La Abeja Argentina o El Argos unían
el propósito educativo y cultural con la intervención política. Este último formó parte de
una experiencia más amplia que fue la creación de la Sociedad Literaria, una institución
que recreaba las formas de sociabilidad promovidas por el reformismo ilustrado del siglo
XVIII y a través de la cual se pretendía crear una opinión pública favorable a las reformas
impulsadas por el gobierno.
El debate provocado por la Reforma Eclesiástica se expresó en gran medida a través de
los periódicos. Por ejemplo, El Centinela, editado por Juan Cruz Varela, en 1822, alimentó
la polémica en defensa de la política oficial, mientras que los múltiples periódicos del fraile
Francisco de Paula Castañeda, tales como el Desengañador gauchi-político o Doña María
Retazos, expresaban en tono satírico una fuerte impugnación.
LECTURA RECOMENDADA
RR
Di Meglio, G. (2005), “¿Una feliz experiencia? La plebe urbana de Buenos Aires y el
problema de la legitimidad posrevolucionaria a la luz del Motín de Tagle (1823)”, en:
Entrepasados, Revista de Historia, año XIV, nº 28, Buenos Aires.
Una iniciativa largamente postergada, que se concretó en estos años como parte de un
dispositivo de cambios culturales, fue la fundación de la Universidad de Buenos Aires en
1821. Siguiendo la impronta centralizada del modelo francés, la universidad tuvo durante
aquellos años bajo su órbita la enseñanza elemental, que contaba con la experiencia de las
escuelas lancasterianas o de educación mutua. Con ese método proliferaron las escuelas de
la ciudad y la campaña bajo la supervisión del Departamento de Primeras Letras. La ense-
ñanza secundaria, también dependiente de la universidad, se impartió a través del Colegio
de Ciencias Morales que impulsó una política de becas para jóvenes provenientes de las
elites provinciales.
LECTURA OBLIGATORIA
1.
Ternavasio, M. (2002), “La ley electoral de 1821”, en: La revolución del voto. Política
y Elecciones en Buenos Aires 1810-1852, Siglo XXI, Buenos Aires, pp. 75-98.
C
[…] los súbditos de S.M.B. residentes en las Provincias Unidas del Río de la Plata,
no serán inquietados, ni perseguidos, ni molestados por razón de su religión; más
gozarán de una perfecta libertad de conciencia en ellas, celebrando el oficio Divino
ya dentro de sus propias casas o en sus propias y particulares Iglesias o Capillas,
las que estarán facultados para edificar y mantener en los sitios convenientes que
sean aprobados por el gobierno de las dichas Provincias Unidas, también será
permitido enterrar a los súbditos de SMB que murieran en territorio de las dichas
Provincias Unidas en sus propios cementerios que podrán del mismo modo libre-
mente establecer y mantener. Iguales condiciones se reconocen a los ciudadanos
de las Provincias Unidas en conformidad con el sistema de tolerancia establecido
en los dominios de su Majestad. (Asambleas Constitucionales Argentinas. Conferencias
Secretas, 15 de febrero de 1825, p. 1275)
PARA REFLEXIONAR
Las disputas en torno a las cuestiones religiosas fueron parte del con-
LECTURA RECOMENDADA
RR
Calvo, N. (2004), “Lo sagrado y lo profano. Tolerancia religiosa y ciudadanía política
en los orígenes de la república rioplatense», en: Andes. Antropología e Historia, n° º15,
CEPIHA, Facultad de Humanidades, UNSalta, pp. 151-180.
LL décadas del siglo XIX ha sido uno de los temas estudiados en los últi-
mos años. El resultado de las investigaciones ha permitido poner en
discusión las explicaciones más simplistas, que sólo reconocen mani-
pulación y clientelismo en la adhesión de los sectores subalternos a
un jefe o a un grupo. Los modos de intervención y las acciones polí-
ticas de los sectores subordinados encuentran, desde este cambio de
perspectiva explicaciones diversas:
C
Las dirigencias unitaria y federal tenían una composición social similar, todos
eran miembros de la elite. Pero los federales se identificaron y fueron iden-
tificados con lo popular mientras sus adversarios eran “considerados como
miembros de una nueva aristocracia que empezaba a fundarse” (T Iriarte
Memorias vol3 p218). En 1826 en el congreso constituyente, los unitarios
propusieron quitarle el derecho de voto a los “vagos”, jornaleros, domésticos
y soldados, porque en su opinión hacían lo que decían sus patrones. Dorrego
sostuvo que los “domésticos asalariados” y los jornaleros gozaban de más
libertad que los empleados del Estado, puesto que podían cambiar de tra-
bajo y de patrón, al tiempo que los otros eran totalmente dependientes del
gobierno. Si se excluía injustamente el sufragio a unos, era también nece-
sario quitárselo a los otros. ”¿Y qué es lo que resulta de aquí?” una aristo-
cracia la más terrible, si se toma esta resolución, porque es la aristocracia
del dinero, argumentó, “y desde que esto se sostenga se echa por tierra el
sistema representativo, que fija su base sobre la igualdad de los derechos”.
El unitario Manuel Castro le contestó que “las aristocracias de sangre” eran
perniciosas “pero aquellas aristocracias que nacen de la naturaleza de las
cosas, no hay poder en la tierra que pueda vencerlas (…) Dios ha puesto a
esa misma desigualdad en las cosas”–(ACA tomo3. p736). Debates como
éste, que se conocían muy bien en una ciudad donde las nuevas corrían
rápidamente, eran reveladores para una plebe con aspiraciones igualitarias.
Todo esto ayudó a construir la adhesión popular al federalismo, percibido por
muchos como un defensor de los intereses populares. (Di Meglio, 2010: 20)
La Constitución fue rechazada por las provincias en medio del conflictivo esce-
nario creado por las negociaciones de paz emprendidas por Manuel José
García para terminar la guerra contra Brasil. Sin que mediara una derrota mili-
tar, la anexión de la Banda Oriental al Imperio de Brasil resultaba una solución
inadmisible. Así, como consecuencia del conjunto de desaciertos, Rivadavia
renunció y el Congreso eligió para remplazarlo a Vicente López y Planes, quien
no pudo evitar el derrumbe del gobierno ni del congreso.
La guerra contra el Brasil fue consecuencia de la acción iniciada por los Treinta y Tres
Orientales, conducidos por Juan Antonio Lavalleja, para independizar la Banda Oriental
del imperio del Brasil. Durante el año 1825 obtuvieron el control sobre la campaña orien-
tal y el Congreso de la Florida declaró la reunificación de la Banda Oriental a las Provincia
Unidas. La aceptación de esta decisión por parte de los constituyentes precipitó la decla-
ración de guerra por parte de Brasil. La causa de los orientales tenía apoyos en Buenos
Aires y el Litoral y en el marco del Congreso el grupo rivadaviano vio en la contienda una
forma de apurar la solución unitaria, incluida la concentración del poder en la flamante
institución de la presidencia.
El resultado no sería el esperado. La guerra se prolongó y causó problemas económicos
derivados del bloqueo al puerto que redujo los impuestos aduaneros. El empréstito inglés
se consumió totalmente en este trance y Buenos Aires conocería la inflación a causa de la
emisión de papel moneda con la cual se financió el endeudamiento del Estado con el recién
creado Banco Nacional. Por otra parte, el reclutamiento afectó a los sectores populares y
alimentó las tensiones que habrían de desatarse al final del conflicto, no solo en la campaña
de Buenos Aires. Para completar el cuadro, los intereses de Gran Bretaña jugaron un papel
fundamental en la solución acordada. La creación de un estado independiente distaba de ser
el resultado esperado por los promotores de la guerra y por la oficialidad del ejército regular
que participó en el campo de batalla.
LECTURA RECOMENDADA
RR
González Bernaldo, P. (1987), “El levantamiento rural de 1829: el imaginario social
y sus implicancias políticas en un conflicto rural”, en: Anuario IEHS, n°2, Tandil, pp.
135-176.
Fradkin, R. (2008), ¡Fusilaron a Dorrego!, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, pp.
73-139.
En los últimos años las investigaciones sobre este periodo han per-
LL mitido superar las barreras impuestas por una polémica que hacía de
la época de Rosas no solo un campo de disputa ideológico sino tam-
bién una especie de ruptura, un momento excepcional que obtura-
ba la posibilidad de ver, más allá de las diferencias reconocibles en
este largo periodo capturado por la figura de Juan Manuel de Rosas,
los procesos sociales, económicos y políticos que con persistencias y
transformaciones fueron configurando el espacio territorial y social
sobre el cual habría de construirse más tarde el Estado nacional.
Entre las primeras acciones del gobierno de Rosas se cuentan las exequias
de Manuel Dorrego, realizadas en la ciudad de Buenos Aires con un gran
despliegue. Este acto estuvo cargado de significaciones. Si, por una parte,
se procuraba dar por terminada una etapa, más importante aún era la que se
iniciaba a partir de allí.
Por su parte, Rosas se reunió en San Nicolás de los Arroyos con Estanislao
López y Pedro Ferré, enviado por la provincia de Corrientes, dando inicio a una
serie de encuentros al cabo de los cuales se sellaría un acuerdo interprovin-
cial. Pero, al mismo tiempo, se iniciaron los preparativos militares en Buenos
Aires, donde se encontraba Facundo Quiroga –luego de su derrota en Oncativo–
y en Santa Fe, donde se refugiaban los caudillos federales del Norte como
Felipe Ibarra de Santiago del Estero.
Hacia mediados de 1830 los representantes de Santa Fe, Entre Ríos,
Corrientes y Buenos Aires encaminaban las negociaciones hacia la redacción
de un tratado que fue también la ocasión de expresar las diferencias. La posi-
ción librecambista del representante porteño daba cuenta de los intereses de
los exportadores de esa provincia mientras que el proteccionismo del corren-
tino Ferré procuraba la defensa de las “industrias provinciales” que necesi-
taban del mercado interior, también proponía la formación de un organismo
interprovincial encargado de disponer el marco apropiado para la organización
del país.
El acuerdo se demoró. Corrientes no suscribió inicialmente el tratado firma-
do el 4 de enero de 1831. El Pacto Federal fue al comienzo, principalmente,
una alianza militar pero esta condición fue superada con la derrota unitaria,
acaecida por la captura de Paz y el triunfo de Quiroga sobre Lamadrid a fines
de 1831. Más allá de este aspecto, el acuerdo reconocía la libertad e inde-
pendencia de los estados provinciales y creaba una Comisión Representativa
de las Provincias Litorales en la cual delegaba un conjunto de atribuciones
militares y la potestad de invitar al resto de las provincias a reunirse en una
federación para organizar el país.
Este último aspecto fue boicoteado por el representante de Buenos Aires,
que expresaba la posición del Gobernador, en el sentido de evitar la convo-
catoria a un nuevo congreso constituyente, hasta tanto no estuviera garanti-
zada la pacificación. Estaban en juego, entre otras cosas, los recursos de la
aduana de Buenos Aires que, como hemos dicho, fueron objeto de disputa por
varias décadas, más allá del periodo rosista. Las provincias, empezando por
Corrientes y sumando luego al Noroeste y Cuyo, suscribieron el acuerdo que
dio lugar a una confederación en la cual cada una conservaba su soberanía y,
por tanto, su autonomía institucional.
Éste fue el marco de las relaciones interprovinciales hasta la sanción de
la Constitución de 1853. La representación en el manejo de las relaciones
exteriores recayó una vez más en Buenos Aires, cuya hegemonía política estu-
vo asegurada por la mayor disponibilidad de recursos políticos y económicos
pero también por influencia creciente del liderazgo de Rosas. De todos modos,
en 1832 los hombres fuertes del federalismo eran también Estanislao López
y Facundo Quiroga.
Andrés Parra y Ciriaco Cuitiño que habían formado parte de las partidas cela-
doras de la policía de a caballo hasta que el gobierno provincial los cesanteó.
Ellos, junto con unas trescientas personas marcharon hacia el sur y después
de cruzar el Riachuelo se instalaron en Barracas e iniciaron un sitio de la ciu-
dad que recibió el apoyo de la campaña. El gobierno no supo cómo responder
ante “los restauradores”, como comenzaron a llamarse, y Balcarce renunció.
Poco después, la legislatura eligió gobernador a Juan José Viamonte.
Su política de conciliación entre ambos grupos encontró buena acogida en
muchos de los políticos apostólicos pero uno de los miembros más prominen-
tes de esta facción, con capacidad para impugnar cualquier arreglo, no estaba
de acuerdo. Encarnación Ezcurra, muy directamente involucrada en los suce-
sos anteriores y en permanente contacto con su marido que aún estaba en la
frontera, estaba dispuesta a utilizar los recursos a su alcance para provocar
un giro de los acontecimientos a favor del retorno de Rosas, sin medias tintas.
PARA REFLEXIONAR
CC
Si bien Rosas asume su primer gobierno con facultades extraordinarias, limi-
tando a los otros poderes del Estado y repudiando públicamente los intentos
unitarios recientes, no hará mayores modificaciones en el orden legal y político
heredado de la experiencia rivadaviana. No se encuentra allí la novedad, sino
más bien en la implementación de un discurso y unas prácticas que intentan
consolidar su liderazgo sobre los sectores subalternos y acallar las disputas
intraelites, para reconstruir la autoridad del Estado sobre una comunidad defi-
nida como federal, que se encuentra amenazada por enemigos internos y ex-
ternos […]. (Gelman, 2009: 33-34)
La acción del rosismo en cuanto al orden eclesiástico y a la religión combinó, como en otros
aspectos de la política estatal, continuidad y novedades. En lo que respecta a las primeras,
lejos de tratarse de una restauración del catolicismo colonial, una vuelta al pasado –como
han sugerido algunas interpretaciones nacidas en la segunda mitad del siglo XIX– Rosas, a
pesar de que algunos de los principales hombres de su entorno le sugerían lo contrario, con-
servó el andamiaje legal de la reforma eclesiástica rivadaviana que le permitió contar con una
iglesia subordinada al Estado y un clero adicto o bajo su control. Sin embargo, el escenario
era nuevo. No solo por la conflictividad heredada de la sanción y puesta en marcha de la ley
de reforma que convirtió la defensa de la religión en una bandera federal, por oposición a
los unitarios, sino también porque los años del primer gobierno rosista coincidieron con el
acercamiento a Roma y el restablecimiento del obispado porteño, luego de la prolongada
vacancia iniciada con la muerte del Obispo Lué en 1812. Un nuevo marco institucional; el
retorno de los jesuitas en un entorno menos adverso para los regulares –siempre y cuando
no aspiraran a disponer de un poder autónomo–; el desplazamiento de los sacerdotes que
formaban parte del círculo rivadaviano –tal es el caso de Julián Segundo de Agüero, Valentín
Gómez o Estanislao Zavaleta, entre los de destacada actuación– y, tal vez más importante,
el recurso a la religiosidad popular. Al decir de Ricardo Salvatore (1998: 338) “Más que
fortalecer la fe católica, el federalismo rosista hizo uso de la religión para afianzar su propio
catecismo político”.
LECTURA RECOMENDADA
RR
Di Stéfano, R. (2004), El púlpito y la plaza. Clero, sociedad y política. De la monarquía
católica a la república rosista. Siglo XXI, Buenos Aires, pp.153-237.
LECTURA RECOMENDADA
RR
Di Meglio, G. (2007), ¡Mueran los salvajes unitarios! La mazorca y la política en tiempos
de Rosas. Editorial Sudamericana, Buenos Aires.
LECTURA RECOMENDADA
RR
Ratto, S. (2003), “Una experiencia fronteriza exitosa: el Negocio Pacífico de Indios
en la provincia de Buenos Aires (1829-1852)”, en: Revista de Indias, vol. LXIII, No.
227, Madrid, pp. 191-222.
realizado en la ciudad de Buenos Aires, que contó con una amplia participación
de los votantes: obtuvo 9.320 votos a favor y sólo 8 en contra.
En marzo de 1835 se iniciaba, así, una etapa de predominio del federalis-
mo rosista, que extendería su influencia en todo el territorio de las provincias
no sin atravesar crisis y tensiones de distinto orden que contribuyeron a deli-
near algunas de las características que la historiografía ha considerado pro-
pias de este periodo
LECTURA OBLIGATORIA
LECTURA RECOMENDADA
RR
López, M. y Rodríguez, A. (2009), “De bandos y pactos. Versiones fílmicas sobre
la época de los caudillos”, en: Un país de película. La historia Argentina que el cine nos
contó, Del Nuevo Extremo, Buenos Aires, pp. 55-94. (análisis de las películas: Yo maté
a facundo, 1975; Facundo. La sombra del Tigre, 1994; Juan Manuel de Rosas,1972;
Camila, 1984).
En 1837 un grupo de jóvenes universitarios que durante los años previos habían introdu-
cido las novedades literarias y, también, filosóficas, políticas, jurídicas… del movimiento
romántico en el Río de la Plata, creó el Salón Literario. Esteban Echeverría, quien para
ese entonces ya había escrito algunas obras literarias, era uno de los referentes principales
del grupo que inició sus actividades en la librería de Marcos Sastre. Participaban también
Juan Bautista Alberdi, Juan María Gutiérrez y Vicente Fidel López, entre los fundadores
del núcleo original. En el plano político, se consideraban continuadores de la Revolución
de Mayo, interrumpida por los desaciertos de los políticos precedentes. Críticos de los
unitarios –también de los federales– se propusieron al principio secundar a Rosas en su
gobierno pero el poco interés demostrado por el gobernador y sobre todo, la crisis desatada
con el bloqueo francés que exacerbó la censura, determinaron su pasaje a la oposición. La
creación de la Joven Generación Argentina, con cuyo nombre se evocaba a las asociaciones
liberales nacionalistas que por entonces surgían en Europa, marcó el inicio de la nueva etapa.
Desde el exilio, fustigaron al régimen de Rosas a través de la prensa y apoyaron el bloqueo
francés. El principal publicista de Rosas, Pedro de Angelis, solía responder desde las páginas
del periódico El Monitor. Después de 1852, varios miembros de la llamada Generación del
37 asumirían responsabilidades públicas e intelectuales y gravitarían en la política nacional.
CC
Al inicio de su gobierno, Rosas tuvo mucho cuidado de no afectar a las familias
más tradicionales y ricas, aunque no compartiesen su proyecto político. A su
criterio, los sectores bajos de la población le debían respeto, aun cuando fue-
ran tildados de unitarios. Sin embargo, la lucha facciosa, ahora mezclada con
un conflicto internacional, había llevado a una situación que el propio Rosas no
podía imaginar al principio: ser sindicado como unitario en esta coyuntura era
algo que merecía la peor de las condenas y el ataque sin piedad, aunque se
perteneciera a la propia familia del gobernador. Además, las necesidades fis-
cales del gobierno le habían llevado a señalar públicamente a los propietarios
que no cumplían con sus deberes impositivos. Por ejemplo, desde hacía un
tiempo se venían publicando en los periódicos las listas de los enfiteutas que
se atrasaban en el pago del canon, sometiendo así al escarnio público a mu-
chos importantes propietarios. (Gelman, 2009: 82-83)
La rebelión, conocida como “Los Libres del Sur”, fue sofocada y reprimida
con dureza pero algo cambió desde entonces en la configuración política
del rosismo. Esta coyuntura crítica afectó los alineamientos y las formas de
expresión de las adhesiones y los repudios, reforzando ciertas tendencias y
creando opciones nuevas. Rosas contó con el apoyo de diversos sectores en
las regiones cercanas de la campaña, con el acompañamiento de los sectores
populares en la ciudad y, también, con la colaboración de los indios amigos,
pero la defección de buena parte de los ganaderos del sur definió el discurso
contra los sectores pudientes y el faccionalismo antiunitario se agudizó.
En esos mismos años aumentaron las tensiones entre los jefes federales
de la Confederación. En el litoral, Estanislao López, aliado de Rosas pero sin
duda una figura con peso propio, murió en 1838, dejando el terreno libre para
el gobernador de Buenos Aires. Ya antes de su muerte López había enviado a
Buenos Aires a Domingo Cullen para tratar sobre los perjuicios que ocasiona-
ba el bloqueo a las provincias del litoral. Corrientes, que ya en el pasado se
había manifestado en contra de la exclusividad del puerto de Buenos Aires,
compartía las prevenciones de Santa Fe.
En medio de la crisis política desatada como consecuencia de la presencia
francesa y ante el vacío dejado por López, Rosas aliado con el jefe entrerria-
no Pascual Echague desplazó a Cullen e impuso a Juan Pablo López, hermano
del fallecido, como gobernador de Santa Fe. En Corrientes, Berón de Astrada
buscó apoyo en Fructuoso Rivera y en los franceses, pero fue derrotado por
las tropas entrerrianas y murió en la batalla de Pago Largo, en 1839. La resis-
tencia correntina cedió con la llegada al gobierno de Pedro Cabral, favorable
al gobierno de Buenos Aires. Sin embargo, volvería a encenderse la alarma en
Entre Ríos con el desembarco de Lavalle.
Como hemos mencionado, el jefe unitario era esperado en el sur de Buenos
Aires para iniciar el levantamiento pero decidió ir al litoral donde al poco tiem-
po su avance fue detenido por las disensiones en su propio campo y por la
derrota frente a las tropas del gobernador Echagüe. A pesar de este panorama
no muy auspicioso, hacia mediados de 1840, emprendió la invasión de Buenos
Aires por el norte, al parecer convencido de que con el apoyo de Montevideo y
de los franceses su llegada haría finalmente posible la sublevación de amplios
sectores descontentos con Rosas.
Su pronóstico no se cumplió, al menos del modo esperado. Si bien recogió
apoyos de los sectores propietarios en los partidos del norte de la provincia,
la lealtad al gobernador se manifestó con fuerza en la zona del centro, más
cercana a la ciudad, y entre los sectores medios y bajos.
CC
La conclusión de esta coyuntura de tremenda crisis parece consolidar una es-
tructura de apoyos regionales y sociales al federalismo rosista por un lado y a
su oposición por otro que no había sido tan definida en sus inicios, pero que
fue cristalizando de esa manera al calor del creciente enfrentamiento político.
(Gelman, 2009: 163-164)
2.
nes. Por lo demás. Las grandes estancias destinaban sus productos al mer-
cado externo mientras que el abastecimiento interno era cubierto por huertas
y quintas del área cercana a la ciudad y por chacras cerealeras que se distri-
buían en zonas un poco más alejadas y bien provistas de agua.
En la zona norte de la campaña, de más antiguo poblamiento, eran comu-
nes las explotaciones mixtas. El crecimiento económico y la escasez de mano
de obra estimularon las constantes migraciones desde el interior y el asenta-
miento de labradores pobres dentro y fuera de las estancias, configurando un
territorio que se caracterizó por la amplia movilidad y el mestizaje de la pobla-
ción. El resto de las provincias del litoral sobre todo Entre Ríos y en menor
medida Santa Fe, compartían las ventajas naturales de clima y cercanía para
el desarrollo de la actividad pecuaria y fueron recomponiendo su riqueza gana-
dera a partir de 1820.
La competencia con Buenos Aires, que concentraba los recursos fiscales
del comercio exterior por medio del control exclusivo de la aduana, era inevita-
ble. Corrientes, con una producción más diversificada, veía además perjudica-
da su economía por las importaciones que entraban por el puerto de Buenos
Aires y crecían al ritmo del aumento de las exportaciones. Los productos bra-
sileños, tales como yerba mate y tabaco, que competían con la producción
local, crearon el marco de una oposición persistente a la política librecambis-
ta de Buenos Aires por parte de los gobernantes correntinos, y acicatearon el
debate por la libre navegación de los ríos interiores.
El interior, que desde 1820, como hemos visto, reorientaba sus actividades
productivas de acuerdo con los cambios que ocasionó la pérdida del Alto Perú
y el giro hacia el Atlántico o el Pacífico de los circuitos comerciales, también
sufría la competencia de las importaciones y la escasez de recursos fiscales.
Como una respuesta a estas dificultades, y como consecuencia de los acuer-
dos alcanzados a partir de 1831 con la firma del Pacto Federal al que fueron
adhiriendo todas las provincias, en 1835 la Sala de Representantes porteña
sancionó la Ley de Aduana.
La ley pretendía mejorar la posición de los productos locales en el merca-
do porteño y generar cierto equilibrio en la balanza de pagos entre las pro-
vincias, dado que las compras de productos ingresados desde Buenos Aires
superaban ampliamente a las ventas y la diferencia solía arrastrar el metálico
de las economías provinciales. Se fijaron aranceles para los productos ultra-
marinos que iban desde el 25 al 40% y se establecía la prohibición de impor-
tar algunos productos que la confederación podía proveer. Se ha llamado la
atención sobre la ineficacia de la ley para cumplir con su objetivo económico,
entre otras razones porque, como consecuencia de las crisis y los bloqueos,
su texto original fue modificado varias veces, reduciendo los aranceles que
debían amparar a los productos locales.
Sin embargo, más allá de la viabilidad del desarrollo industrial de aquellos
productos, un factor sobre el cual es necesario llamar la atención es que en la
disputa por los recursos fiscales las provincias dependían de los flujos comer-
ciales con Buenos Aires que nunca se interrumpieron y reclamaban la fijación
de mayores aranceles para poder repartir las rentas (Cansanello: 1998:274-
275). Así, mientras que la postergación indefinida del debate constitucional
posponía también la discusión de fondo sobre las rentas de la aduana, la ley
de 1835 fue una condición necesaria para sostener los acuerdos interprovin-
ciales que dieron sustento a la Confederación. También insuficiente, si atende-
Referencias bibliográficas
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Indios en la provincia de Buenos Aires (1829-1852)”, en: Revista de
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Ternavasio, M. (2002), La revolución del voto. Política y Elecciones en Buenos
Aires 1810-1852. Siglo XXI, Buenos Aires.
Introducción
Con la caída de Rosas en 1852 se iniciaba un largo proceso en pos de cons-
tituir un Estado nacional. El primer escollo en la tarea fue la separación de
Buenos Aires del resto de las provincias constituidas en la Confederación
Argentina. Luego de diez años de existencia de dos Estados separados, se
llevó a cabo la unificación de todas las provincias. Pero este hecho no significó
el fin de los conflictos internos ya que el Gobierno nacional, para imponer su
autoridad en todo el territorio, debió hacer frente a las resistencias federales
del Interior y del Litoral a la vez que conquistar de manera definitiva el espacio
en poder de los grupos indígenas independientes.
Objetivos de la unidad
•• Comprender los proyectos políticos que enfrentaron a los liberales y fede-
rales en el proceso de construcción nacional.
•• Distinguir el desigual desarrollo económico de la región del Interior y del
Litoral durante el periodo.
•• Conocer los cambios que se producen en la sociedad a partir de las migra-
ciones internas e internacionales.
LECTURA RECOMENDADA
RR
Halperin Donghi, T. (2005), “Un proyecto nacional en el período rosista”, en: Halp-
erín Donghi, T, Una nación para el desierto argentino, Prometeo, Buenos Aires, pp.
53-73.
LECTURA RECOMENDADA
RR
Sábato, H. (2010), “Milicias, ciudadanía y revolución: el ocaso de una tradición políti-
ca (Argentina, 1889)”, en: Bragoni, B y E. Míguez, Un nuevo orden político. Provincias
y Estado Nacional 1852-1880, Biblos, Buenos Aires, pp. 227-244.
PARA REFLEXIONAR
C Existe una muy amplia bibliografía sobre (la formación del Estado nacional)
que, sin embargo, en general ha atendido poco algunos de sus aspectos
esenciales. Uno de los más descuidados es la caracterización de las for-
mas institucionales previas a la formación del Estado nacional […] En una
visión preocupada por retrotraer la existencia de la nación al momento de la
disolución del vínculo colonial y darle continuidad histórica con el presente,
la naturaleza de un protoestado nacional constituyó un tema regularmente
visitado por los cultores de la historia institucional quienes, munidos de ins-
trumentos jurídico-políticos, sedimentaron potentes imágenes sobre la fiso-
nomía del Estado federal argentino. En disidencia, una rica discusión sobre
la naturaleza de los estados provinciales en la primera mitad del siglo XIX ha
destacado cómo la concentración de atributos soberanos en ellos hacía del
Estado central más una hipótesis que una realidad. En ambas vertientes, se
trata por cierto de una bibliografía copiosa y rica que sin embargo mantuvo
ese tradicional divorcio entre la primera y la segunda mitad del siglo XIX. Así,
quienes han intentado reconstruir el proceso formativo de la nación a partir
de 1852 pocas veces han prestado suficiente atención al sistema político e
institucional preexistente (Bragoni y Míguez, 2010: 11-12).
LECTURA OBLIGATORIA
1.
CC
La elección (de diputados) fue el domingo 1° de febrero. Al día siguiente todos
los diarios reflejaban la violencia que había tenido lugar en varias parroquias
de la Capital […] Los partes que llegaron en días sucesivos denunciaban la
C […] traiga a su memoria el espectáculo que presentan los atrios de los tem-
plos en un día de elecciones. Allí no se ve sino una chusma medio salvaje
que no sabe ni el nombre del ciudadano por quien va a sufragar. Tome Ud.
los registros electorales y encontrará por cada 100 votantes uno cuyo nom-
bre sea conocido o que sepa leer y escribir. Y bien, éstos son los ciudadanos
que hacen la elección, asistiendo a los comicios por el mandato del patrón o
del comandante o por lo menos interesados en la empanada y el aguardien-
te que se les propina. (Bonaudo y Sonzogni, 1999: 76-77)
PARA REFLEXIONAR
C
Años de movilización significaron que la relación caudillo-seguidor se desa-
rrollara en el contexto de luchas partidarias en las que surgieron identidades
y en las que las lealtades partidarias se reconocían explícita y públicamen-
te. De esta forma, la relación caudillo-seguidor creó el espacio para que los
seguidores fueran concientes de las luchas políticas y eventualmente, para
que hubiese una identificación política entre líderes y gauchos. (de la Fuente,
2007: 251)
C Desde las primeras batallas libradas contra los tres aliados, entre junio y
octubre de 1865, las fuerzas paraguayas sufrieron pérdidas importantes.
Para peor, las condiciones sanitarias de la movilización provocaron una fuerte
mortalidad en los campamentos […] El 23 de febrero de 1866 Solano López
decretó la movilización general. Al día siguiente precisó que nadie estaba
exento del “llamado de la nación”, salvo los “notablemente inútiles”, ningún
individuo podía ser separado de la conscripción. […] El 16 de marzo de 1866
fue decretada la suspensión de la escolaridad obligatoria para los varones,
con el fin de permitir la incorporación de los maestros. La aplicación inme-
diata del texto es confirmada por el cierre de numerosas escuelas. Al año
siguiente la edad de los conscriptos fue oficialmente disminuida a 13 años y
aumentada a sesenta para los mayores. […] En el transcurso de las últimas
semanas de 1867, al final de una fase de movilización moral, un movimiento
femenino se afirmó en la región de Asunción y en las pequeñas ciudades del
interior. Las mujeres pidieron portar armas y combatir al lado de los hombres.
Batallones femeninos desfilaron con lanzas sobre la espalda en las calles
desde Areguá hasta Asunción. (Capdevila, 2010, 41-42 y 51-52)
EE
PARA REFLEXIONAR
LECTURA RECOMENDADA
RR
Intervenciones de Florencia Roulet, Diego Escolar y Julio Vezub en:
VVAA. «Genocidio y política indigenista: debates sobre la potencia explicativa de una
categoría polémica», [en línea. En: CORPUS Archivos virtuales de la alteridad amae-
ricana Vol. 1, Nº 2 Julio-diciembre, 2011. Disponible en: <http://ppct.caicyt.gov.ar/
index.php/corpus/issue/view/51> [Consulta: 10 de mayoo de 2013].
EE
2.
CC
“Los símbolos que destaca la nueva generación en el poder son […] la apertu-
ra a la civilización europea, […], a los capitales, la inmigración, la libre navega-
ción de los ríos, los ferrocarriles y la política de colonización agrícola. Los dis-
cursos de la época están plagados de estos tópicos y ellos insisten en
destacar la absoluta novedad de todos estos elementos en oposición a la bar-
barie y el atraso que los precede. Y sin embargo, más allá de los discursos, a
nivel del agro e incluso de las políticas agrarias, las transformaciones son me-
nos notables que lo proclamado con tanta vehemencia y a su vez, los cambios
que acaecen dependen menos de la voluntad de los gobiernos que de otros
factores” (Barsky y Gelman, 2001:136).
LECTURA OBLIGATORIA
La cita precedente rompe con una idea muy tradicional de la historiografía argentina
que insiste en los profundos cambios producidos luego de la caída de Rosas; por el con-
trario, actualmente se tiende a ver que las continuidades fueron más marcadas de lo que
se suponía donde lo que primó fue la aceleración de procesos que ya habían comenzado
en el período anterior. A la apertura del comercio que trajo la independencia se suma-
ron desde la década de 1850 cambios vinculados con la economía internacional. La
demanda europea de alimentos y bienes primarios a bajos precios comenzó a provocar
cambios significativos en las condiciones de producción de las regiones que podían pro-
ducirlos y exportarlos; de esta forma, en varios países latinoamericanos algunas regio-
nes fueron reorientando y especializando su producción en función de los cambios en
la demanda externa. Ello era posible también por la generalización de la navegación a
vapor que abarataba costos, reducía tiempos de traslado y aumentaba la capacidad de
carga. A su vez, los capitalistas europeos buscaban nuevas oportunidades de inversión
más allá de sus propios países y hacia 1870 la Argentina se convirtió en el primer país
de Latinoamérica en donde los inversores ingleses colocaron sus capitales.
La primera iniciativa en la construcción de ferrocarriles correspondió al gobierno
de Buenos Aires que con la ayuda de capitales privados inauguró en 1857 el Ferrocarril
Oeste. A poco de instalado el gobierno central se encaró la construcción del Ferrocarril
Central que tenía como primer tramo la unión de Rosario con Córdoba. El trazado de
esta línea, realizada con capitales ingleses, pasaba por zonas prácticamente despobla-
das. La expectativa era que el paso del ferrocarril incentivara la producción en aquellas
áreas. El Ferrocarril del Sur comenzó a construirse a mediados de la década de 1860
con capitales ingleses. Al igual que la línea Oeste el objetivo era unir zonas productoras
con la ciudad de Buenos Aires para garantizar la comercialización de la producción
agropecuaria.
CC
Ahora, el proceso de apropiación jurídica de la tierra en Buenos Aires estaba
casi acabado y los sistemas legales que la regían (Código Rural provincial,
Códigos nacionales Comercial y Civil) habían sido perfeccionados desde el
punto de vista del resguardo del derecho de propiedad, como lo entendían los
hombres que dirigían el país […]. Ya no era posible cruzar los campos alambra-
La colonización en Entre Ríos tuvo la característica de conformar islas étnicas que convivían
aisladamente de la sociedad criolla. Moisesville fue una de las ocho colonias conformada
por rusos alemanes en la provincia. En ellas, la organización era comunitaria y existía un
Consejo Directivo que determinaba las tierras que debían ser aradas, en barbecho, pastoreo
y cuestiones que los vinculaban con el exterior como compra de nuevas tierras.
CC
Si se intenta describir el mundo pampeano desde los cambios económicos de
fines del siglo XIX es posible diseñar retrospectivamente un mapa dividido en
cuatro áreas o zonas teniendo en cuenta las distinciones existentes en la eco-
logía, forma de acceso a los mercados, régimen de propiedad de la tierra, es-
pecialización productiva e historias de colonización.
1) La zona de antiguo poblamiento: norte de Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba y
Entre Ríos. […].
2) El centro agro-pastoral. Estas tierras ubicadas al sur del río Salado fueron lenta-
mente pobladas durante el siglo XIX […].
3) El nuevo sur. La incorporación de tierras se produjo lentamente a partir de 1820,
las posteriores campañas militares intentaron “liberar” los campos de las incur-
siones indígenas pero ello no fue posible hasta la década de 1870 […].
4) El oeste productor de cereales. Esta región ocupaba la superficie de los departa-
mentos del sudoeste de la provincia de Buenos Aires y del este de la provincia
de La Pampa.
[…] En cada una de estas provincias que partieron a mediados de siglo de con-
diciones políticas, sociales y económicas diferentes, se ensayaron modelos de
colonización y poblamiento que exigían, según los casos, una mayor o menor
intervención del Estado o de los empresarios. En tal sentido aparecen dos
casos extremos: el de Santa Fe que para sortear el estancamiento tuvo como
única opción recurrir a la colonización dirigida y el de Buenos Aires donde la
existencia de una burguesía más consolidada fue capaz de llevar por sí sola la
expansión, limitándose la presencia estatal a conducir una política de fronteras
que sustentara el desarrollo capitalista. (Zeberio, 1999:323-325)
CC
Uno de los rasgos distintivos de la agroindustria azucarera tucumana es la pre-
sencia de un significativo sector de pequeños y medianos propietarios dedica-
dos al cultivo de la caña de azúcar. Su origen y evolución constituyó una singu-
laridad de la agroindustria tucumana comparada con la estructura del complejo
azucarero saltojujeño que integró la plantación y elaboración en una misma
unidad productiva. (Bravo, 1999: 201)
CC
Si desagregamos estos datos para la provincia de Buenos Aires, tenemos co-
mo resultado que el analfabetismo entre la población activa de la ciudad de
Buenos Aires llegaba al 38%. Entre los peones […] en su mayoría extranjeros,
la proporción era aún más notable, elevándose el índice de analfabetismo al
58%. En la campaña, los peones […] eran en su mayoría nativos que vivían en
las áreas rurales y entre los cuales se hacía evidente la participación de mi-
grantes del interior. De ellos, el 77% eran analfabetos, superando la media pa-
ra la población activa, del 36,3%. Mientras que en el sector del comercio, en el
que predominaban españoles seguidos por italianos y franceses, el analfabe-
tismo llegaba al 50%. (Eujenian, 1999: 550-551)
CC
La activa y diversa producción de diarios y otros impresos se convirtió en una
constante como consecuencia de la normativa constitucional que garantizaba
la libertad de expresión, la expansión de grupos de opinión y de asociaciones y
el febril protagonismo de periodistas fogueados en el exilio y de otros, más jó-
venes que se enrolaron después de 1860 en la carrera de formar opinión con-
vencidos todos de que el desarrollo periodístico se convertía en umbral de la
“civilización”. (Bragoni, 2011: 243-244)
LECTURA OBLIGATORIA
daron una mirada más benigna como sucedió con la obra de Lucio Mansilla,
Una excursión a los indios ranqueles.
En este período surgen las primeras narrativas nacionales escritas por Bartolomé Mitre y
Vicente F. López que constituyen el punto de partida de la historiografía argentina. Las
diferencias entre ambos autores eran muy marcadas: para Mitre era posible realizar una
reconstrucción “objetiva” de la historia mediante una operación de crítica de los documen-
tos; para López, en cambio, el historiador debía romper con los dictados de éstos aplicando
una operación conjetural y literaria para hacer “revivir” el pasado.
Referencias bibliográficas
Introducción
1880 es un año emblemático. En el orden económico, señala el comienzo de
un periodo de extraordinaria expansión, que sólo hacia 1930 se vería seria-
mente cuestionada. El monumental crecimiento de las exportaciones, gracias
a la abundancia de tierras y la continuidad de los aportes de población y
capital europeos, contribuyeron a colocar a la Argentina entre los países de
destino más promisorio de su época. En lo social, aunque con pronunciados
contrastes regionales, la masiva llegada de inmigrantes europeos produjo
radicales transformaciones en todos los ámbitos, reconfigurando tanto los
sectores populares como las elites. Finalmente, en el orden político predominó
un sistema exclusivista de “gobierno elector” que aseguraba la sucesión al
partido gobernante.
Hacia 1890, este sistema comenzó a ser discutido desde afuera y desde
adentro de la clase dirigente. Desde afuera, fue particularmente notable el
surgimiento de una oposición que se nucleó en estructuras partidarias, como
fue el caso de la Unión Cívica Radical (UCR) y del Partido Socialista (PS) o de
organizaciones alternativas al partido político, como lo hicieron los anarquis-
tas. Desde adentro, se recortó una facción regeneracionista que, entre otras
medidas, sería la impulsora de la reforma electoral de 1912.
Objetivos de la unidad
•• Caracterizar el sistema político conservador e identificar los cambios que
atraviesa a lo largo del periodo 1880-1916.
•• Definir los principales procesos de modernización en sus diversos niveles.
•• Contrastar las situaciones regionales reconociendo las disparidades del
crecimiento económico.
•• Conocer las impugnaciones al régimen conservador y los canales a través
de las cuales se desplegaron.
para saldar las lacerantes disputas entre Buenos Aires y la Nación que habían
ensombrecido las etapas precedentes. En contraste, hacia 1880, buena parte
de los problemas pendientes parecían definitivamente resueltos: Buenos
Aires ya había sido capitalizada, las díscolas montoneras y los malones indios
habían quedado en el pasado y parecían darse las condiciones para aprove-
char al máximo una coyuntura económica internacional ampliamente favorable.
Símbolo del clima de reconciliación imperante era también el Partido
Autonomista Nacional (PAN), patrocinante de Roca y síntesis de los par-
tidos que anteriormente se habían disputado la preeminencia política: el
Autonomista y el Nacional. El PAN habría de controlar la política del periodo,
caracterizada por los historiadores como “conservadora” u “oligárquica” dada
la virtual ausencia de competencia, la manipulación del sufragio y la percep-
ción contemporánea de la identidad entre los opulentos sectores terratenien-
tes y la clase política.
LECTURA OBLIGATORIA
LECTURA OBLIGATORIA
LECTURA OBLIGATORIA
C
La voz de la mujer, Buenos Aires, 8 de enero de 1896 (Año 1, N°1)
Compañeros y Compañeras ¡Salud! Y bien: hastiadas ya de tanto y tanto llanto y
miseria, hastiadas del eterno y desconsolador cuadro que nos ofrecen nuestros
desgraciados hijos, los tiernos pedazos de nuestro corazón, hastiadas de pedir
y suplicar, de ser el juguete, el objeto de los placeres de nuestros infames explo-
tadores o de viles esposos, hemos decidido levantar nuestra voz en el concierto
social y exigir, exigir decimos, nuestra parte de placeres en el banquete de la vida.
Largas veladas de trabajo y padecimientos, negros y horrorosos días sin pan
han cesado sobre nosotras y ha sido necesario que sintiésemos el grito seco
y desgarrante de nuestros hambrientos hijos, para que hastiadas ya de tanta
miseria y padecimiento, nos decidiésemos a dejar oír nuestra voz, no ya en
forma de lamento ni suplicante querella, sino en vibrante y enérgica deman-
da. Todo es de todos.
En los primeros diez años del siglo XX, los anarquistas condujeron la protesta
social. Desde la Federación Obrera Regional Argentina (FORA) –central obrera
surgida en 1901, que señaló el desplazamiento de las tendencias antiorgani-
zadoras dentro del anarquismo– promovieron la huelga general como metodo-
logía de lucha, protagonizando episodios resonantes en 1901 y 1910. Algunos
anarquistas tampoco desdeñaron el atentado terrorista, como la bomba en el
teatro Colón que empañó los festejos del Centenario en 1910.
LECTURA RECOMENDADA
RR
Zimmerman, E. (1994), Los liberales reformistas. La cuestión social en Argentina (1890-
1916), Sudamericana, Buenos Aires.
PARA REFLEXIONAR
LECTURA RECOMENDADA
RR
Suriano, J. (2000), “Introducción: una aproximación a la definición de la cuestión
social en Argentina”, en: Juan Suriano (comp.) La cuestión social en Argentina 1870-
1943, La Colmena, Buenos Aires, pp. 1-29.
LECTURA RECOMENDADA
RR
Bertoni, L. (2007), Patriotas, cosmopolitas y nacionalistas. La construcción de la nacio-
nalidad argentina a fines del siglo XIX, FCE, Buenos Aires.
La UCR, que descreía con razón del régimen vigente, lo desafiaba a través de
la abstención electoral y de la impugnación revolucionaria. Como se anticipó
ya, en 1893 y en 1905 los radicales reeditaron los métodos de 1890 y, aun-
que fueron derrotados, aumentaron su popularidad, alcanzando a los sectores
medios en los que hallaron seguidores y dirigentes. Asimismo, ampliaron sus
estructuras partidarias a través de comités diseminados a lo largo del país y
sofisticaron su organización a partir de la celebración de convenciones nacio-
nales. En 1896, el suicidio de Leandro Alem y el traspaso del liderazgo a su
sobrino Hipólito Yrigoyen sentó las bases de una nueva UCR, preparada para
darle preeminencia a la estrategia electoral.
PARA REFLEXIONAR
4.5. La economía
En líneas generales, el proceso económico que acompañó los años que se
estudian en esta unidad fue de crecimiento a escalas desconocidas hasta
entonces. El valor y el volumen de las exportaciones se incrementaron de
modo exponencial al ritmo de las inversiones de capital, de la ampliación del
mercado de trabajo gracias a la inmigración masiva y de la incorporación de
vastas extensiones de tierras antes ocupadas por sociedades indígenas.
Hacia 1880 la complementariedad entre factores parecía augurarle un
éxito sin fin al modelo agroexportador. En la Argentina sobraban tierras fér-
tiles, aptas para la producción de bienes primarios, mientras que faltaban
población, capital y múltiples bienes manufacturados. En Europa, especial-
mente en las regiones meridionales que atravesaban su transición demográ-
fica, muchas familias se hallaban dispuestas a establecerse del otro lado del
océano, mientras que los inversores buscaban oportunidades de mayor renta-
bilidad en otros continentes
sistema y otro, se produjo una transición que generó desequilibrios, incrementos demográ-
ficos ya no compensados por la alta mortalidad. La emigración resultó así una válvula de
escape para descomprimir el sistema durante la transición.
ron en estos años una frondosa deuda externa. Esos fondos fueron destina-
dos prioritariamente a grandes obras de infraestructura, sin las cuales la gran
expansión habría sido imposible. Los puertos se modernizaron, la red ferrovia-
ria alcanzó rincones del país antes alejados (a veces siguiendo motivaciones
puramente especulativas) y las ciudades cambiaron radicalmente su fisono-
mía, modernizándose y embelleciéndose al estilo europeo.
Los ferrocarriles comunicaron las nuevas zonas productoras con los puer-
tos y contribuyeron a articular un mercado nacional. La red ferroviaria se
extendió velozmente y de los 2.500 km existentes en 1880 pasó a contar con
12.500 en 1892. Especialmente en los inicios, el Estado alentó la inversión
garantizando la rentabilidad. Un caso particular fue el del Ferrocarril Central
Argentino, compañía que recibió tierras a la vera de las vías y que combinó su
actividad específica con la de colonización rural. Después de 1890, incenti-
vos como los descriptos ya no fueron necesarios y el Estado se ocupó sobre
todo de regular el sistema. Para entonces, el 90% del negocio ferroviario esta-
ba en manos privadas.
ovina fue desplazada hacia el sur, creando una nueva especialización en las
estancias patagónicas.
Hemos visto que las nuevas demandas del mercado internacional promovieron
cambios en la estructura productiva, que tuvo que modernizarse para respon-
der a las exigencias. Así como la mestización y el refinamiento del ganado
convocaron a técnicos y especialistas, también la agricultura incorporó tecno-
logías nuevas y se mecanizó, habilitando un uso más intensivo de la tierra.
Sin embargo, el crecimiento del sector dejó de ser espectacular al cerrarse el
periodo bajo estudio en esta unidad. Existe cierto consenso acerca de que en
1914 ya se habían tocado los límites de la frontera agraria, concluyéndose el
“crecimiento fácil” o extensivo.
Lanas, carnes y cereales eran destinados sobre todo a la exportación,
aunque el crecimiento del mercado interno también implicó un aumento en el
consumo local de alimentos. A partir de 1890, Gran Bretaña aumentó su par-
ticipación como compradora (ya en 1880 era la principal inversora y provee-
dora de manufacturas) y en ello tuvo que ver el cambio en la composición de
las exportaciones. Una vez que las lanas fueron desplazadas por los cerea-
les –y sobre todo por las carnes-, la preeminencia británica se hizo evidente.
Alrededor de un tercio de las exportaciones argentinas tenían en Inglaterra un
mercado seguro.
El estallido de la Primera Guerra Mundial significó un nuevo cambio en la
composición de las exportaciones. La demanda se volcó hacia las carnes y
los cereales –cuya producción se retrajo- se reorientaron hacia países no beli-
gerantes como Estados Unidos y Canadá.
LECTURA RECOMENDADA
1.
LECTURA RECOMENDADA
RR
Campi, D. (2000), “Economía y sociedad en las provincias del norte”, en: Mirta Zaida
Lobato, El progreso, la modernización y sus límites 1880-1916, Sudamericana, Buenos
Aires, pp. 71-118.
trigo y alfalfa. Fue desde mediados de 1880 que los vinos regresaron para
dominar la economía cuyana, y en particular la mendocina. Empero, esta vez
los actores fueron otros. Ya se dijo que Mendoza fue la única provincia del
interior transformada radicalmente por la inmigración europea, sobre todo ita-
liana, que en 1914 alcanzaba un tercio de la población. De sus filas salieron
buena parte de los trabajadores –arrendatarios y contratistas de viña- pero
también de los viñateros y bodegueros, la elite de los productores vitivinícolas.
Al igual que con la producción de azúcar, el Estado intervino activamente a
través de la provisión de crédito y del proteccionismo. Ello, acompañado de la
modernización técnica, permitió que los vinos cuyanos garantizaran el abasto
del mercado interno.
Además de las agroindustrias, también otros bienes se produjeron local-
mente para el abasto del mercado interno, engrosando un incipiente sector
secundario. Las primeras fábricas se localizaron en las cercanías de las ciu-
dades, a las que abastecieron de harinas, bebidas, golosinas y diversos tipos
de alimentos. En este primer momento de la industrialización predominaron
los talleres con escasa concentración de trabajadores bajo un mismo techo;
sólo los frigoríficos y los talleres ferroviarios fueron una excepción a la norma.
4.5.3. La población
A partir de 1880, la inmigración extranjera hacia la Argentina conoció un radi-
cal cambio de escala y, con algunas interrupciones coyunturales, mantuvo
su masividad hasta 1930. Los incentivos estatales --la ley de inmigración y
colonización de 1876, la política de pasajes subsidiados entre 1888 y 1891 y
algunas facilidades como la instalación temporaria en el hotel de inmigrantes
o el traslado gratuito a las zonas de trabajo– fueron insuficientes y erráticos
Los censos nacionales del periodo permiten una primera aproximación al impac-
to del gran aluvión inmigratorio. El de 1869 registraba cerca de 1.800.000
habitantes mientras que los siguientes, de 1895 y 1914, alcanzaban los 4 y 8
millones respectivamente. Ya desde el primer censo, la clave del crecimiento
demográfico se encontraba en la inmigración que, en un principio, se concentró
en el ámbito urbano (hacia 1869, el 40% de los inmigrantes residía en Buenos
Aires aunque Rosario también se destacaba ya como un centro dinámico y
promisorio). En 1895, los inmigrantes conformaban la cuarta parte de la pobla-
ción del país y continuaban prefiriendo Buenos Aires y las provincias del litoral,
donde la demanda de trabajo era mayor. Sin embargo, para entonces no sólo
las ciudades los alojaban: desde 1880, los inmigrantes fueron centrales en
la colonización rural santafesina. Por fin, el censo de 1914 registó el 27% de
extranjeros que, en mayores proporciones que los nativos, residía en pueblos
–en su mayoría de reciente fundación– o ciudades.
Los censos permiten también constatar la desigual distribución de la inmi-
gración a lo largo del territorio. Las provincias pampeanas fueron las más
transformadas, con hasta el 50% de inmigrantes, mientras que el interior –
salvo Mendoza- fue menos tocado por su influjo y rara vez los porcentajes de
extranjeros superaron el 20%.
PARA REFLEXIONAR
¿Por qué emigrar hacia Argentina? Por cierto, quienes eligieron este
CC
La relevancia de la migración inducida por la búsqueda de oportunidades con-
tribuye a explicar por qué el flujo migratorio fue más sensible a la evolución ge-
neral de la economía que a las fluctuaciones del salario (real o nominal). Los
migrantes arribaban en mayor número en épocas de expansión, aun si estas
etapas no venían acompañadas de una mejora en las remuneraciones al traba-
jo; del mismo modo el flujo se contraía en épocas de desaceleración del creci-
miento e incluso llegó a revertirse en momentos de gran adversidad. La elasti-
cidad de la llegada y salida de extranjeros favorecía el ajuste del mercado del
trabajo, en especial en el mediano plazo. Un mercado laboral tan flexible con-
tribuía a potenciar las fases de desarrollo y a morigerar (vía la salida de inmi-
grantes) el impacto negativo sobre las fases recesivas. (Hora, 2010: 178)
LECTURA RECOMENDADA
PARA REFLEXIONAR
LECTURA OBLIGATORIA
PARA REFLEXIONAR
PARA REFLEXIONAR
LECTURA RECOMENDADA
RR
Hora, R. (2009), Los estancieros contra el Estado. La Liga Agraria y la formación del
ruralismo político en la Argentina, Siglo XXI, Buenos Aires.
CC
Los recambios políticos del ochenta modificaron la estructura de los círculos
dominantes (fundamentalmente por proyectar una clase política que no tenía
sus principales anclajes en Buenos Aires sino en el interior), pero también sua-
vizaron los conflictos en comparación con los enfrentamientos y las luchas ar-
madas que habían sido moneda corriente durante el siglo XIX. La prosperidad
económica, por su parte, dio a las familias más pudientes una riqueza sin pre-
cedentes en un escenario en el que además las posibilidades de consumo al-
canzaron un grado inusual. En otras palabras, el arco temporal que va desde
1880 a los últimos años de la década de 1910 les deparó a los sectores en-
cumbrados incentivos y condicionamientos por igual que habían sido inexisten-
tes –o poco relevantes– hasta esa fecha. (Losada, 2008: XXVI-XXVII)
LECTURA RECOMENDADA
2.
Referencias bibliográficas
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Radical y la política argentina en los 90, Sudamericana, Buenos Aires.
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Buenos Aires, 1887-1936. Editorial UNQ, Bernal.
Introducción
Entre 1916 y 1930 la Unión Cívica Radical gobernó la Argentina como resul-
tado de la implementación de un sistema de sufragio masculino universal
obligatorio. Los gobiernos radicales de Hipólito Yrigoyen y Marcelo Torcuato
de Alvear se produjeron en un contexto internacional signado por el desarrollo
de la Primera Guerra Mundial, de la revolución rusa y de las reconfiguraciones
económicas de la posguerra. El enfrentamiento internacional provocó modifi-
caciones en la economía y la sociedad argentinas a la vez que la experiencia
comunista se tradujo en la expansión de reclamos obreros vividos con gran
dramatismo por las clases medias. En 1930, en un nuevo contexto de crisis
económica, la oposición política entre la que se destacaban militantes de la
derecha antidemocrática organizó un movimiento cívico militar que terminó con
la primera experiencia democrática del país.
Objetivos de la unidad
•• Comprender las características que adoptó la ampliación de la ciudadanía
política.
•• Entender las prácticas políticas de la UCR.
•• Conocer las modificaciones que experimentó la economía y sociedad argen-
tinas en un contexto mundial de reconfiguración del comercio internacional.
•• Comprender la organización del movimiento obrero y su relación con los
gobiernos radicales.
PARA REFLEXIONAR
LECTURA RECOMENDADA
RR
Devoto, F. (1996), “De nuevo el acontecimiento: Roque Sáenz Peña, la reforma elec-
toral y el momento político de 1912”, en: Boletín del Instituto Ravignani No. 14, pp.
93-113.
RR
femenino pero en él se exigía una
Nari, M. (1995), “Feminismo y diferencia sexual. Análisis de la “Encuesta Feminista
mayor edad que la de los varones
Argentina de 1919”, en: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr.
para acceder al voto.
Emilio Ravignani”, No 12. Versión on line disponible en: <http://ravignanidigital.com.
ar/_bol_ravig/n12/n12a03.pdf> [Consulta: 10 de mayo de 2013]
LECTURA RECOMENDADA
RR
Mustapic, A. (1984), “Conflictos institucionales durante el primer gobierno radical:
1916-1922”, en: Desarrollo Económico, vol. 24, No 93, Buenos Aires.
LECTURA RECOMENDADA
1.
LECTURA OBLIGATORIA
CC
Así, los embarques de carne vacuna congelada, que en 1914 alcanzaban las
330.000 toneladas, llegaron en 1918 a su máximo histórico de casi 500.000 con
valores superiores al doble de los del año inicial. Los de lanas, aun manteniendo
sus volúmenes, también aumentaban sus valores en la misma proporción. En con-
junto el sector ganadero, que aportaba poco más del 40 por ciento en los años de
la inmediata posguerra, pasó a casi el 50 por ciento entre 1918 y 1920, constitu-
yéndose en el polo más dinámico de la economía. (Regalsky, 2011: 190)
Yrigoyen y la neutralidad
Durante la Primera Guerra Mundial el Gobierno argentino mantuvo una política de neu-
tralidad fundada en causas económicas y políticas. En el primer caso y debido a la depen-
dencia de la economía del comercio exterior se intentaba preservar a cualquier posible socio
Obreros preparando carnes para la exportación antes del uso de la técnica del
enfriado (principios del siglo XX).
Fuente: Anred. Agencia de noticias. Redacción. <www.anred.org> [Consulta: 10 de junio de 2013].
Imagen disponible en: <http://www.anred.org/spip.php?article2979>
CC
En el periodo entre 1923 y 1929 fue común la instalación de filiales de empre-
sas extranjeras. En ocasiones, el nexo con el exterior no era tan directo, pero
había lazos tecnológicos o financieros que también indicaban la creciente des-
nacionalización de la industria. La irrupción mayor fue la del capital norteameri-
cano pero también hubo una destacada presencia de empresas alemanas.
Tomando solamente a las 43 “grandes” firmas no argentinas que iniciaron sus
operaciones entre 1921 y 1930, se comprueba que las actividades preferidas
eran la producción de químicos (13 de las 43), metales (7) y artículos eléctri-
cos (10). (Gerchunof y Llach, 1998: 91)
LECTURA RECOMENDADA
RR
Bravo, M. «Las representaciones en torno a la agroindustria y el proteccionismo en
la Argentina. La cuestión azucarera en la década de 1920», [En línea]. En: Pági-
nas, revista digital de la Escuela de Historia Ano 1, N° 2. Rosario. 2008. Disponible
en: <http://web.rosario-conicet.gov.ar/ojs/index.php/RevPaginas/article/view/20>
[Consulta: 21 de junio de 2013].
5.4. La sociedad
El proceso de urbanización y la concentración de la población en la región
litoral del país –proceso que había tenido su inicio en el periodo anterior con
el surgimiento de algunas industrias y la llegada masiva de inmigrantes- se
incrementó aun cuando el flujo de migrantes extranjeros se interrumpió a
consecuencia de la guerra. En las ciudades, junto con la actividad industrial,
creció un sector relativamente nuevo: el del comercio y de los servicios. Este
sector terciario se convirtió en la vía de ascenso social.
PARA REFLEXIONAR
Durante las primeras décadas del siglo XX surgió un nuevo tipo de periodismo que
intentó llegar a un público amplio utilizando un lenguaje cercano al habla popular y con un
formato gráfico que facilitara la lectura. El diario Crítica, dirigido por Natalio Botana fue
uno de ellos. Con una amplia variedad de secciones –deportes, policiales, literatura- buscó
con éxito llegar a un amplio público. Entre sus redactores se contaron Raúl y Enrique Gon-
zalez Tuñón, Roberto Arlt y Jorge Luis Borges.
CC
En los llanos de La Rioja, en los valles Calchaquíes en Salta y en varias zonas
de Jujuy, Catamarca y otras provincias continuaba en vigor el sistema tradicio-
nal de grandes haciendas en vinculación con comunidades campesinas indíge-
nas o mestizas que cultivaban para su propia subsistencia, generalmente con
el propio hacendado. […] De norte a sur del país, el campo era lugar de traba-
jo para innumerable cantidad de peones. En la región pampeana y luego tam-
bién en la Patagonia desempeñaron un lugar central en la expansión de la
crianza de ovejas lanares y por supuesto siguieron siendo requeridos en la de
vacas […]. Junto a estos empleados permanentes se contrataba estacional-
mente a muchos más para los meses de esquila, pagaderos por jornal o a des-
tajo. El desarrollo agrícola de fines de siglo también los requirió en gran núme-
ro. […] Los jornales podían variar enormemente: solo luego de 1928 por la
acción combinada de las regulaciones estatales y de los sindicatos rurales,
fue surgiendo un verdadero mercado de trabajo con condiciones de paga más
o menos uniformes en todas partes. (Adamovsky, 2012: 70-71)
El tango
C
Carlos Gardel cantó Mi noche triste en 1917. Esa memorable actuación marcó
el comienzo de la era del tango-canción, protagonizada por grandes poetas como
Enrique Cadícamo o Armando Discépolo y por grandes intérpretes como Ignacio
Corsini, Azucena Maizani o el propio Gardel cuyas voces fueron popularizadas
por la radio y las grabaciones. En los cafés, los cabarets o los salones de baile,
las grandes orquestas como la de Francisco Canaro reemplazaron a las más
modestas guitarras y flautas de los primeros conjuntos tangueros. Julio de Caro
y la Guardia Nueva introdujeron en el tango los arreglos más complejos, la diver-
sidad armónica y el empleo del contrapunto. (Saítta, 2011: 1376)
CC
A grandes rasgos, durante las presidencias radicales, esto es, entre 1916 y
1930, se pasó paulatinamente de un movimiento obrero con fuerte base arte-
sanal y perspectivas anarquistas o anarcosindicalistas que todavía tenían vi-
gencia en algunos grupos, a un movimiento cuya organización más importante
era un sindicato grande, centralizado, capaz de obtener mejoras notorias para
sus trabajadores por la vía de la negociación con la patronal y el estado.
(Cattaruzza, 2009: 106-107)
LECTURA OBLIGATORIA
LECTURA RECOMENDADA
RR
López, M. y Rodríguez, A. (2009), «Bajo el cielo de la pampa. Indios, tierra y Esta-
do». (ensayo sobre las películas Guerreros y cautivas, El ultimo malón, Viento Norte,
Pampa bárbara, Huella y El último perro), en: Un país de película. La historia argentina
que el cine nos contó, Del Nuevo Extremo, Buenos Aires, pp 95-127.
CC
Si en opinión de González, el espíritu de la Universidad de Córdoba era “con-
servador, unilateral y reaccionario”, para Carlos Cossio, la institución era pro-
ducto del clericalismo cordobés; era una universidad positivista pero confesio-
nal, básicamente clerical. En materia de enseñanza esto se traducía en el
estudio del derecho público eclesiástico y canónico, en la inclusión en el pro-
grama de filosofía del derecho de los “deberes para con los siervos”; se ense-
ñaba una teoría del derecho público que sostenía que “el Estado, aunque dis-
tinto, está no obstante subordinado a la Iglesia, no puede separarse de ella
por la pretendida libertad de conciencia y de culto y está obligado a proteger a
la Iglesia con sus leyes y a poner su espada material al servicio del reino de
Dios y del orden espiritual”. (Chiroleu, 2000: 74).
Desde inicios del siglo, los estudiantes habían realizado una serie de
huelgas para pedir algunas modificaciones puntuales: disminución de los
aranceles, actualización de los planes de estudios, cambios en las regla-
mentaciones de los exámenes. En abril de 1918, el Comité Pro Reforma
Universitaria de Córdoba elevó al ministro de Justicia e Instrucción Pública
un Memorial donde se planteaba la necesidad de refomas tanto en el ámbi-
to de la educación como en el del gobierno universitario. Este último estaba
en manos de las Academias, una oligarquía de profesores que ejercía sus
funciones de manera vitalicia.
Ante la produndización del conflicto, el Gobierno decidió intervenir la
Universidad nombrando como interventor a José Nicolás Matienzo. Su
gestión no fue eficaz ya que a pesar del establecimiento de nuevas reglas
para la elección de los cuerpos directivos, la misma adoleció de fallas y
derivó en una nueva y masiva huelga que fue apoyada por políticos de dis-
tintos partidos. El proceso terminó con la victoria de los reformistas que
obtuvieron gran parte de sus reivindicaciones: participación estudiantil en
el gobierno, docencia libre y asistencia voluntaria a los cursos. Durante
estas jornadas, los estudiantes dieron a conocer el documento conocido
como Manifiesto Liminar que se convirtió en un referente para gran parte
de los jóvenes intelectuales que se dedicaron en los años veinte y treinta
a la política universitaria en la Argentina y también para algunos dirigentes
latinoamericanos muy importantes como el peruano Victor Haya de la Torre,
fundador y líder de la Alianza Popular Revolucionaria Americana.
CC
Manifiesto Liminar.
La juventud argentina de Córdoba a los hombres libres de Sud América
Manifiesto de la Federación Universitaria de Córdoba – 1918.
Hombres de una república libre, acabamos de romper la última cadena que
en pleno siglo XX nos ataba a la antigua dominación monárquica y monás-
tica. Hemos resuelto llamar a todas las cosas por el nombre que tienen.
Córdoba se redime. […] Las universidades han sido hasta aquí el refu-
gio secular de los mediocres, la renta de los ignorantes, la hospitalización
segura de los inválidos y -lo que es peor aún- el lugar en donde todas las
formas de tiranizar y de insensibilizar hallaron la cátedra que las dictara.
Las universidades han llegado a ser así el fiel reflejo de estas sociedades
decadentes que se empeñan en ofrecer el triste espectáculo de una inmovi-
lidad senil. Por eso es que la Ciencia, frente a estas casas mudas y cerra-
2.
La oposición a Yrigoyen iba cobrando cada vez más adeptos. Dentro del entor-
no político, a los grupos conservadores que habían sido desplazados del poder
se unieron los radicales disidentes. La mayor expresión de estos grupos fue la
difusión, en agosto de 1930 del llamado Manifiesto de los 44 firmado por par-
lamentarios de distintos sectores que derivaron en la convocatoria de mitines
políticos opositores en donde grupos universitarios y nacionalistas provocaron
disturbios reclamando la renuncia de Yrigoyen. Solo los socialistas auténticos
y los demócrata progresistas reclamaron calma.
CC
Propuesta del Manifiesto de los 44: “1º Coordinar en las Cámaras la acción par-
lamentaria, para exigir al Poder Ejecutivo el cumplimiento de la Constitución
Nacional, la correcta inversión de los dineros públicos y la fiel aplicación de las
leyes orgánicas fundamentales;” 2º Coordinar asimismo, la acción opositora fue-
ra de las Cámaras, en todos los distritos, para difundir en el pueblo y ante el
electorado de los respectivos partidos, el conocimiento de los actos ilegales del
Poder Ejecutivo y del oficialismo, y crear un espíritu cívico de resistencia a esos
abusos y desmanes;” 3º Proyectar un plan de acción encaminado al logro de los
propósitos enunciados, y, en caso necesario, solicitar y admitir la adhesión de to-
dos los ciudadanos que quieran para la República un gobierno constitucional y
democrático y deseen prestar hasta lograrlo, su esfuerzo sano y desinteresado.
Buenos Aires, agosto 9 de 1930.” (Halperín Donghi, 2007: 473)
CC
Como lo habíamos previsto, el país se encuentra hoy en un estado mucho más
caótico que lo que estaba en marzo de 1929, fecha de la última aparición de
La Nueva República. Si entonces, a raíz de un plebiscito nunca visto en
América, se empezaron a sentir los efectos del mal gobierno, la consecuencia
natural que de ello debiera sacarse es que el elemento primario del mismo ple-
biscito es el origen del mal. No han querido admitir verdad tan evidente las cla-
ses directivas del país; se empeñan con empeño absurdo y deshonesto en
personificar todos los males que sufre la Nación en la persona del presidente
Yrigoyen. […] La evidencia del mal gobierno, el cinismo con que el régimen ce-
sarista se manifestó a poco de comenzar el actual periodo, hicieron reaccionar
a la opinión. Los ciudadanos empezaron a manifestar signos de desaproba-
ción. […] Los defectos y aún los vicios de los detentadores del favor democrá-
tico salieron a la superficie causando el escándalo más profundo en toda la
sociedad. El espíritu de responsabilidad ciudadana, despojado de ficciones le-
gales, se despertó con ímpetu no registrado desde muchos años antes.
Murmullo de desaprobación primero, protesta franca después, protesta airada,
aunque medida por un día, por último grita ensordecedora y alboroto callejero.
¡La Liga Republicana! El país vislumbró por un instante el origen y la intensidad
del mal que aquejaba al Estado. El instinto de conservación social, ayudado
por una reflexión oportuna y patriótica, cuya difusión encontraba obstáculos in-
superables (que aquí también hay obstáculos tradicionales), en las institucio-
nes usufructuarias del régimen democrático, produjo en la opinión un reflejo in-
terior, cuya exteriorización fue un vómito, en cuya charca viscosa se
entremezclaban la democracia, el plebiscito, el sufragio universal. Todo uno y
lo mismo. La Nueva República, 18/6/1930. (Halperín Donghi, 2007: 475)
PARA REFLEXIONAR
Referencias bibliográficas
Introducción
La década de 1930 constituye una etapa de fuertes transformaciones en el
mundo y también en la Argentina. La noción de crisis expresa bien la fractura
del orden que hasta entonces, aún atravesado por fuertes tensiones como las
que caracterizaron la época de los gobiernos radicales, se había sostenido en
las certezas muy poco cuestionadas del modelo económico agroexportador.
La crisis de la economía mundial impactó sobre el sector externo y cambió las
condiciones para la acumulación económica. El golpe de Estado, por su parte,
inauguró un periodo de prolongada ilegitimidad del sistema político, cuyas
notas distintivas fueron la corrupción, en distintas formas, y el fraude electo-
ral. Junto a ellos, instituciones como la Iglesia Católica y las Fuerzas Armadas
iban a ocupar un lugar hasta entonces desconocido en la política argentina.
El clima de ideas se tiñó con las distintintas vertientes de un pensamiento
nacionalista que era también un rasgo de época. Por otra parte, como conse-
cuencia de las dificultades que atravesaba la economía el Estado comenzó a
intervenir, regulando allí donde hasta entonces sólo el mercado tenía incumben-
cia. Las limitaciones del sector externo crearon las condiciones para desarrollar
ciertas industrias locales y los requerimientos de mano de obra empujaron a
los trabajadores rurales desocupados hacia las ciudades, creando los cinturo-
nes suburbanos que desde entonces se convirtieron en un dato permanente.
Estos nuevos trabajadores constituyeron un gran desafío para las organizació-
nes obreras que al comienzo de la década, sin abandonar del todo las diferen-
cias ideológicas y la tendencia a la fragmentación habían logrado crear la CGT.
Los cambios surgidos en estos años encontraron una nueva forma de
expresión luego de que, al final de este periodo, un nuevo golpe de Estado
interrumpió la continuidad de un sistema político e institucional que había
fallado en su propósito de restaurar las condiciones para una vuelta al orden
oligárquico.
Objetivos de la unidad
•• Analizar los transformaciones económicas provocadas por la crisis interna-
cional de 1929 y su impacto en el modelo agroexportador.
•• Analizar las características que asume el proceso de industrialización por
sustitución de importaciones, sus alcances y sus límites durante el periodo.
•• Describir las formas de intervención estatal y analizar sus objetivos.
•• Comprender las consecuencias políticas de largo plazo que implicó el golpe
cívico- militar y describir la reacción de los distintos grupos sociales, polí-
ticos e institucionales.
EE
CC
Las exportaciones argentinas estaban compuestas esencialmente por produc-
tos agropecuarios, que en el periodo 1925-1929 determinaron el 96% de ellas.
El 60% de las exportaciones correspondían a productos agrícolas - el trigo,
maíz y lino ocupaban los tres primeros lugares y el 40% a pecuarios. Pero ade-
más, la inserción internacional era de tal magnitud, que las exportaciones de
maíz eran dos tercios de las mundiales, las de semillas de lino el 80% del to-
tal, las de carnes el 61% y las de trigo ocupaban el segundo lugar con el 20%.
(Barsky y Gelman, 2001: 263)
EE
yerba mate y otros productos regionales para lo cual en ciertos casos com-
praban y destruían parte de la cosecha o subsidiaban la reducción o relocali-
zación del área sembrada.
Las distintas medidas de intervención que hemos mencionado, fueron apli-
cadas para evitar o al menos reducir el impacto de la crisis. Para los gobier-
nos conservadores se trataba de restablecer el ciclo clásico de la economía
local utilizando instrumentos novedosos. Los economistas y los historiadores
han analizado, desde distintos posicionamientos teóricos e ideológicos la efi-
cacia de estas medidas en función de los resultados y han llegado a conclu-
siones muy diferentes y hasta opuestas. La polémica entre Jorge Fodor, Arturo
O’Connel y Peter Alhadeff a mediados de la década de 1980 acerca de las ven-
tajas o desventajas del Pacto Roca–Runcimann, constituye un buen ejemplo.
Sin embargo, más allá de estos debates, es necesario advertir que la gran depre-
sión y sus consecuencias provocaron un quiebre profundo. El ocaso del paradigma
del progreso indefinido, que se había iniciado sobre todo en Europa en la década
de 1920, se extendió y se hizo más profundo, su correlato en la economía fue el
abandono de las certezas que postulaba la doctrina liberal. Las elites dirigentes
recurrieron a la a intervención del Estado en el mercado en busca de soluciones
más estructurales frente a la persistencia de la crisis. Con distintos propósitos y en
circunstancias muy diferentes las instituciones y las formas de intervención estatal
que se hicieron habituales en estos años estaban destinadas a perdurar.
LECTURA RECOMENDADA
RR
La polémica sobre el pacto Roca-Runcimann en:
Fodor, J. y O’Connell, A. (1973), “La Argentina y la economía atlántica en la primera
mitad del siglo XX”, en: Desarrollo Económico, vol. 13, nº 49, Buenos Aires.
Alhadeff, P. (1985), “Dependencia, Historiografía y objeciones al Pacto Roca”, en:
Desarrollo Económico, vol. 25, nº 99, Buenos Aires.
Fodor, J. y O’Connell, A. (1985), “Dependencia, historiografía y objeciones al Pacto
Roca. Un comentario”, en: Desarrollo Económico, vol. 25, nº 99, Buenos Aires.
1.
6.2.1. La industrialización
Aldo Ferrer consideró a los años treinta como la etapa de sustitución “fácil”.
En su libro La Economía Argentina postula que fueron las condiciones externas
y las medidas coyunturales tomadas para equilibrar la balanza comercial, en
momentos en que se vieron reducidas las exportaciones, las que orientaron
la industrialización a falta de una política deliberada (Ferrer: 1963). Es cierto
que esta industria sustitutiva no fue una completa novedad. Como hemos
visto, durante los años veinte se habían comenzado a desarrollar ciertas acti-
vidades industriales. En torno a estas cuestiones se han dado importantes
debates en la historia económica argentina especialmente entre las décadas
de 1950 y 1970.
Debates:
2.
búsqueda de mejoras por esta vía. Fuera de esta central quedaron los anar-
quistas nucleados en la FORA, sensiblemente debilitados luego de la represión
de la década de 1920 y los comunistas que habían comenzado a organizarse,
también en esa década, a través de la creación del Partido Comunista (PC) y
del Comité de Unidad Sindical Clasista (CUSC).
Al comienzo de la década, a pesar de la unificación que fue un intento de
superar la fragmentación de la organización obrera para enfrentar una coyuntu-
ra adversa, la lucha sindical sufrió una fuerte retracción. En 1931 la CGT pre-
sentó un Programa Mínimo que expresaba las aspiraciones de mantener las
escasas conquistas de los años previos. Incluía el reconocimiento de los sin-
dicatos, la jornada de ocho horas, vacaciones pagas, salario mínimo, defensa
de la infancia, protección de la maternidad y derogación de la ley de residen-
cia entre otras reivindicaciones. Sin embargo, como resultado de la crisis eco-
nómica, la desocupación y la actitud estatal que oscilaba entre la represión y
la indiferencia, los conflictos laborales alcanzaron los niveles más bajos y el
movimiento obrero quedó en una situación claramente defensiva frente a las
imposiciones de la patronal, al menos hasta mediados de la década.
Este cuadro comenzó a revertirse a partir de 1935 con la mejora de las
condiciones económicas. Se crearon nuevos sindicatos a nivel nacional y cre-
ció la influencia de los dirigentes y militantes comunistas, sobre todo en los
nuevos sindicatos como el metalúrgico, también en los textiles, la carne y la
construcción. Otro cambio que se verificó en estos años fue el desplazamien-
to de los dirigentes de la tendencia sindicalista, que habían predominado en
la primera parte de la década, por los socialistas.
Los alineamientos históricos se expresaban, por un lado, en la denominada
corriente “apolítica”, como era el caso de los sindicalistas que rechazaban la
participación en organizaciones partidarias y, por otro, en la línea de quienes
defendían esta participación como una forma de lograr mejoras o de buscar
la emancipación de la clase obrera, tal el caso de los socialistas y los comu-
nistas respectivamente.
En la segunda mitad de la década 1930 se desarrolló una tendencia a la
negociación en los conflictos laborales que fue también la consecuencia de
un cambio de actitud por parte del gobierno conservador. Así, desarrolló su
papel el Departamento Nacional del Trabajo (DNT), al que ya nos hemos referi-
do, cuyo propósito era amortiguar los conflictos laborales. Su actividad obtuvo
cierto éxito, como se refleja en las cifras: mientras que en 1934 las huelgas
perdidas por los trabajadores fueron aproximadamente el 56% y en 1935 las
ganadas alcanzaron el mismo porcentaje, en el periodo que transcurre entre
1936 y 1939 las transigidas o resueltas por algún tipo de negociación fueron
el 78% y para 1942 casi el 90%.
La forma de interpretar estos datos ha sido motivo de controversia entre
los investigadores. Murmis y Portantiero consideran que el crecimiento de
las huelgas negociadas se correspondió con un aumento de las aspiraciones
insatisfechas de los trabajadores; para Gaudio y Pilone son indicativas de un
relativo éxito en la defensa de un determinado nivel de vida. Hugo del Campo,
por su parte, llama la atención respecto de que ese nivel de vida que lograron
defender era muy bajo. El estancamiento del salario real durante esta década
contrasta con su aumento durante la anterior y permite suponer que las aspi-
raciones obreras estaban lejos de ser satisfechas. Lo cierto es que la partici-
pación del Estado en la resolución de los conflictos creció significativamente.
(Del Campo, 2005: 76-77)
De todos modos, no hay que perder de vista que los obreros sindicaliza-
dos no representaban más del 10 al 15% de la fuerza laboral, con grandes
variaciones por sector, a lo largo del periodo. Las condiciones de trabajo, en
la mayoría de los casos eran fijadas por los patrones. Si bien la práctica de
los convenios de trabajo comenzó lentamente a ejercitarse en la segunda
mitad de la década, su número fue escaso y su cumplimiento por parte de las
empresas resultaba aleatorio. El Estado no se mostraba interesado en hacer
cumplir las leyes (escasas por otro lado) que protegían a los trabajadores del
abuso empresarial. Durante todo el periodo los salarios se mantuvieron en
promedio por detrás del aumento del costo de vida. De este modo, un impor-
tante número de trabajadores quedó al margen de los beneficios de la nego-
ciación colectiva y de los efectos de la creciente acumulación de ganancias
que experimentaron las empresas. Estas últimas beneficiarias de un modelo
de desarrollo industrial que privilegiaba la incorporación masiva de mano de
obra en condiciones de transitoriedad e inestabilidad y con tecnología de baja
productividad.
LECTURA OBLIGATORIA
LECTURA RECOMENDADA
RR
Béjar, M. (2005), El régimen fraudulento. La política en la provincia de Buenos Aires.
1930-1943, Siglo XXI, Buenos Aires, pp. 187-214.
definir desde allí la única identidad genuina y el único remedio para los males
del presente (Di Stefano y Zanatta, 2000: 424-425)
En cuanto al nacionalismo popular, FORJA (Fuerza de Orientación Radical de
la Joven Argentina) un nucleamiento creado en 1935 por un grupo de jóvenes
radicales descontentos con la conducción del partido, representó una expre-
sión crítica acerca de la política y la economía del momento y fue, a la vez, un
modo de intervención política. Formaron parte de este espacio algunos uni-
versitarios, ligados a la militancia reformista, como Arturo Jauretche y Gabriel
de Mazo a los que se sumaron hombres de la cultura, como Homero Manzi y
Enrique Santos Discépolo, entre otros. También Raúl Scalabrini Ortiz, que en
1931 había publicado con buena repercusión El hombre que está solo y espe-
ra, se integró a FORJA por sus coincidencias ideológicas con el nacionalismo
popular, democrático y antimperialista, que era una novedad en el pensamien-
to nacional criollo. De esa época fueron sus textos Política Británica en el Río
de la Plata (1936) e Historia de los Ferrocariles argentinos (1940). Algunos de
los integrantes del grupo FORJA se sumaron al peronismo a partir de 1946 .
EE
C
El revisionismo hacía de la reivindicación de Juan Manuel de Rosas uno de
sus objetivos principales y decía discutir con la historia escrita por “los vence-
dores de Caseros”, una fórmula a la que se apeló a menudo. De acuerdo con
los argumentos revisionistas era la que sostenía la Academia Nacional de la
Historia, organizada también en 1938 sobre la base de la vieja Junta de Historia
y Numismática, creada por Bartolomé Mitre a fines del siglo XIX. Según la críti-
ca revisionista, se trataba de una versión liberal, porteña y falsa de la historia
nacional, y ella constituía lo que llamaban la historia oficial, de estirpe mitrista.
(Cattaruzza, 2009: 153-154).
LECTURA RECOMENDADA
RR
Cattaruza, A. (2007), Los usos del pasado. La historia y la política argentina en discusión,
1910-1945, Sudamericana, Buenos Aires, pp. 138-188.
LECTURA OBLIGATORIA
Desde las filas del Ejército argentino la respuesta no se hizo esperar. Resulta
claro que ya antes del golpe de 1930 y mucho más claramente a partir de allí,
la presencia de las Fuerzas Armadas en la escena política se fue incremen-
tando. Sin embargo, en la primera mitad de la década, tal vez en respuesta
a la estrategia de “profesionalización” de la fuerzas, impulsada por el Gral.
Justo, que incrementó formidablemente el presupuesto militar y modernizó el
equipamiento y las instalaciones militares, la actitud de los militares frente al
régimen fraudulento fue más bien la de pasividad. Esta posición comenzó a
cambiar ante los nuevos desafíos que se presentaban en el mundo de entre-
guerras y ante la interpelación que representaban las ideas nacionalistas y la
convocatoria a la acción que surgía desde las filas del catolicismo integral, al
que ya nos hemos referido.
Hacia fines de la década las concepciones imperantes en el seno de las
Fuerzas Armadas acerca de la defensa nacional dejaban al descubierto los
límites del desarrollo industrial y las dificultades que enfrentaba el Estado
argentino para abastecerse de armas y equipos en un mundo en guerra. A
ello se sumaban, en el marco de la Segunda Guerra, las presiones de EEUU
y su estrategia a favor del Brasil, que estimulaba el sentimiento nacionalista
y antimperialista y la preocupación por las cuestión social, en la cual se com-
binaba el interés por cuidar el estado físico de las población, como un factor
clave para la defensa nacional, con el objetivo de evitar la proliferación de
ideas comunistas y socialistas entre los trabajadores, tal como promovía la
doctrina social de la iglesia. (AAVV, 2008: 153-156)
LECTURA OBLIGATORIA
Referencias bibliográficas
El peronismo (1943-1955)
Introducción
El periodo inaugurado por el golpe militar de 1943 implicó una inflexión tras-
cendental en la historia argentina. En lo político, nuevas dicotomías cargadas
de contenidos de clase fueron reemplazando a las antiguas, que confrontaban
a conservadores y radicales. Este proceso, inicialmente entremezclado con
las alineaciones introducidas por la Segunda Guerra Mundial, apuntó a una
polarización cada vez más pronunciada de las fuerzas políticas, evidente en
la década de 1950. También los actores involucrados en la alianza que llevó
a Juan Domingo Perón a la presidencia de la nación fueron variando sus posi-
ciones desde 1946. Si en sus inicios el flamante movimiento pudo contar con
el apoyo de las Fuerzas Armadas, de la Iglesia Católica y de un movimiento
obrero ahora masivamente sindicalizado, sólo el último actor permaneció en
la alianza al concluirse la década peronista.
En el contexto económico excepcionalmente propicio de la segunda posgue-
rra, el peronismo propuso un modelo planificado e industrialista basado en una
política redistributiva que no reconocía precedentes. Aunque ya desde antes
de ingresar en la década de 1950 ese modelo mostraba sus limitaciones, las
mejoras económicas y la expansión de los derechos sociales no serían olvida-
dos por los sectores trabajadores, sus beneficiarios privilegiados.
Objetivos de la unidad
•• Contextualizar el golpe de 1943 en el escenario nacional e internacional.
•• Analizar el modelo económico peronista identificando sus reajustes en el
periodo 1946-1955.
•• Identificar la composición y actuación de diversos actores: Fuerzas Arma-
das, Iglesia Católica y sindicatos durante el periodo.
•• Recuperar las políticas de “democratización del bienestar” del periodo
peronista.
•• Analizar los procesos de polarización social durante la segunda presiden-
cia de Perón.
mientras algunos oficiales presionaban por la ruptura con las potencias del
Eje, los cuadros intermedios persistían en mantener la neutralidad, una política
interpretada como profascista por la oposición al gobierno de Castillo.
La institución tampoco era ajena a las candidaturas que se barajaban para
reemplazar al Presidente, pronto a concluir con su mandato. Para compleji-
zar aún más el panorama, la cuestión sucesoria vino a coincidir con el falle-
cimiento de los dos candidatos “naturales” de la puja electoral: Agustín P.
Justo y Marcelo T. de Alvear. La propuesta del presidente Castillo de elevar a
Robustiano Patrón Costas, un industrial salteño pro-aliado y convencido de la
necesidad de mantener la política del fraude, generó rechazo unánime entre
los militares, sin lograr tampoco demasiado consenso fuera de esos círculos.
Por fin, el apartamiento del ministro de guerra Francisco Ramírez, tentado por
la UCR para presentarse como candidato del partido, le proporcionó al Ejército
el pretexto para el golpe.
El 4 de junio de 1943 el general Arturo Rawson se imponía como presiden-
te pero su mandato fue efímero. Los coroneles del GOU (Grupo de Oficiales
Unidos según algunos autores y Grupo Obra de Unificación según otros),
impulsaron un “golpe dentro del golpe” y designaron en su lugar a Francisco
Ramírez, controlando a partir de entonces el gobierno y la conducción política.
El GOU era un núcleo de conspiradores nacionalistas, preocupado por man-
tener la neutralidad durante la guerra y la moral en el ejército. El comunismo
y el liberalismo eran sus declarados enemigos y sin ambigüedad se alineaban
con las políticas de corte autoritario. En esta línea se inscribieron las prime-
ras medidas de gobierno como la disolución del Congreso y el aumento de los
gastos de defensa. Por otro lado, se implantó la enseñanza religiosa en las
escuelas públicas, incorporando al gabinete a notorios nacionalistas y católi-
cos integristas. La nueva situación generó desconcierto entre las fuerzas polí-
ticas opositoras a Castillo, que habían depositado ciertas expectativas en el
golpe de junio. Los radicales, y en general quienes promovían una política rup-
turista, quedaron decepcionados y termerosos frente a los cambios.
Entre tanto, el gobierno de Francisco Ramírez se encontraba cada vez más aco-
sado por las presiones para romper la neutralidad. No sólo los Estados Unidos
sino la misma oposición interna –que identificaba al gobierno militar con una
dictadura fascista- forzaban una ruptura que el GOU no estaba dispuesto a
conceder. Por fin, el acercamiento del presidente Ramírez a los Estados Unidos
y su alejamiento de los nacionalistas precipitaron su renuncia y reemplazo por
Edelmiro Farrell, que era como decir el retorno del GOU.
PARA REFLEXIONAR
7.3. El 17 de octubre
El desenlace de la Segunda Guerra Mundial se acercaba y la oposición
al Gobierno militar ganaba las calles. En septiembre, una multitudinaria
manifestación exigió la convocatoria a elecciones y el traspaso temporal
del gobierno a la Corte Suprema, una institución que había vetado buena
parte de las medidas obreristas tomadas hasta entonces.
Por su lado, Perón no había logrado concitar apoyos que superaran los
marcos sindicales. Los empresarios no confiaban demasiado en sus pro-
yectos de conciliar capital y trabajo (más bien, los asustaba la moviliza-
ción de los sectores obreros y la confrontación que Perón alentaba en sus
discursos) y tampoco los partidos de oposición deseaban apostar a una
figura política que parecía condenada al fracaso en el nuevo contexto de
posguerra. Finalmente, el Gobierno militar cedió a las presiones: el 9 de
octubre le ordenó a Perón renunciar a sus cargos y tres días después lo
recluía en la isla Martín García.
Los dirigentes sindicales no tardaron en pasar a la acción y el 16 de
octubre la CGT llamó a una huelga general para el día 18. Sin embargo,
los trabajadores no esperaron hasta aquella fecha y el 17 de octubre se
movilizaron hasta el centro mismo de la ciudad, reclamando la liberación
de Perón. Aquella escena, que significaba la irrupción de los trabajadores (y
no solamente de los sindicalizados) en la vida política, se replicó en otros
centros urbanos, generando desconcierto y estupor entre los testigos (ver
la actividad que sigue), poco habituados a la presencia obrera en aquellos
espacios urbanos que hasta entonces les eran ajenos.
En todo caso, a partir de la concentración en la Plaza de Mayo, los
hechos se precipitaron. Perón fue liberado, trasladado al Hospital Militar y
finalmente convocado con urgencia a “pacificar” a las masas que lo reque-
rían desde el balcón de la Casa de Gobierno. Antes, se concluyó un arre-
glo que implicaba el alejamiento del general Eduardo Ávalos, artífice de la
prisión de Perón, el nombramiento de un nuevo gabinete y la convocatoria
a elecciones. Aunque despojado de sus cargos, el poder de Perón se pro-
yectaba más sólido que nunca. Rodeado de las voces amigas que desde
la plaza lo invocaban, había nacido el peronismo. El 17 de octubre sería
su hito fundacional.
EE
LECTURA RECOMENDADA
RR
De Ípola, E. (1995), “Desde estos mismos balcones. Nota sobre el discurso de Perón
del 17 de octubre de 1945”, en: Torre, J.C. (comp.), El 17 de octubre de 1945, Ariel,
Buenos Aires, 131-147..
PARA REFLEXIONAR
PP Según Juan Carlos Torre -que accedió a las actas de la asamblea del
día 16- aunque la central obrera tuvo una labor organizativa rele-
vante fue sin duda la presión de las bases la que inclinó la balanza a
favor de la decisión sobre la huelga general programada para el 18.
Las reivindicaciones se condensaban en cinco puntos: no entregar el
gobierno a la Corte Suprema, levantamiento del estado de sitio, for-
mación de un gobierno que consultara a las organizaciones sindica-
les, mantenimiento de las conquistas sociales y, como parte de una
misma demanda, aumento inmediato de sueldos y jornales, salario
mínimo vital y móvil, participación en las ganancias, reforma agraria
y cumplimiento integral de estatuto del peón. La libertad de Perón
quedaba implícita en el tercer punto.
LECTURA RECOMENDADA
RR
Torre, J.C. (1995), “El 17 de octubre en perspectiva”, en: Torre, J.C. (comp.), El 17
de octubre de 1945, Ariel, Buenos Aires., pp. 7-21.
1.
KK La democracia de masas significó la irrupción de la clase obrera en la
vida política. La movilización del 17 de octubre de 1945 señalaba ese
desafío: de allí su valor “fundacional” en el movimiento peronista y su
intensa carga simbólica. En esta actividad, se reúne un conjunto de fuen-
tes primarias con el objetivo de analizarlas y confrontarlas con la inter-
pretación de Daniel James, lectura obligatoria para este punto.
Una imagen
Patas en la fuente
Fuente: Educ.ar. Ministerio de educación, Presidencia de la Nación. <www.educ.ar>.
[Consulta: 20 de junio de 2013]. Imagen disponible en: <http://www.educ.ar/recursos/
ver?rec_id=14708>
CC
Bueno, ahí estaban. Como si hubieran querido mostrar todo su poder para que
nadie dudara de que realmente existían. Ahí estaban por toda la ciudad, pulu-
lando en grupos que parecían el mismo grupo multiplicado por centenares. Los
mirábamos desde la vereda con un sentimiento parecido a la compasión. ¿De
dónde salían? ¿Tantos? ¿Tan diferentes a nosotros? ¿Realmente venían a pie
desde esos suburbios cuyos nombres componían una vaga geografía descono-
cida, una terra incognita por la que nunca habíamos andado? [...] Habíamos re-
corrido todos esos días los lugares donde se debatían preocupaciones como
las nuestras. Nos habíamos movido en un mapa conocido, familiar: la facultad,
la Recoleta en el entierro de Salmún Feijoo, la Plaza San Martín, la Casa
Radical. Todo, hasta entonces, era coherente y lógico: todo apoyaba nuestras
propias creencias. Pero ese día cuando empezaron a estallar las voces y a
desfilar las columnas de rostros anónimos color tierra sentíamos vacilar algo
que hasta entonces había sido inconmovible. (Luna, 1969: 397)
La prensa
CC
Diario La Capital (Rosario), 18 de octubre de 1945:
La mayoría del público que desfiló en las más diversas columnas por las calles lo
hacía en mangas de camisa. Vióse a hombres vestidos de gauchos y a mujeres
de paisanas [...] muchachos que transformaron las avenidas y plazas en pistas
de patinaje, y hombres y mujeres vestidos estrafalariamente, portando retratos
de Perón, con flores y escarapelas prendidas en sus ropas, y afiches y carteles.
Hombres a caballo, y jóvenes en bicicleta, ostentando vestimentas chillonas, can-
taban estribillos y prorrumpían en gritos. (Citado en James, 1990: 454)
CC
Diario Crítica (Buenos Aires), 17 de octubre de 1945:
Las muchedumbres agraviaron el buen gusto y la estética de la ciudad, afeada
por su presencia en nuestras calles. El pueblo las observaba pasar, un poco
sorprendido al principio pero luego con glacial indiferencia. (Citado en James,
1990: 460.
De la fuente a la interpretación
a. Lea el texto de lectura obligatoria de Daniel James (1987) sobre el
17 de octubre de 1945.
b. ¿Por qué motivos afirma el autor que la movilización del 17 de octu-
bre representó “un rechazo de las formas aceptadas de jerarquía social
y los símbolos de autoridad”? ¿A través de qué actitud se manifiesta
ese rechazo en la imagen? Fundamentar la respuesta.
c. En el texto de James se habla de la Plaza de Mayo como de un “terri-
torio reservado a la gente decente”. ¿A qué sectores sociales hace
referencia esa expresión? ¿En cuáles de los documentos seleccionados
es posible rescatar esta percepción?
d. ¿Cómo percibieron a los sectores que se movilizaron el 17 de octubre
sus contemporáneos? Confronte con las fuentes periodísticas y con
el testimonio de Félix Luna.
e. Atendiendo a los testimonios contemporáneos reproducidos por
James en el texto de lectura obligatoria ¿Sobre qué bases se funda-
menta la afirmación del historiador según la cual la movilización del
17 de octubre “representó una recuperación del orgullo y la autoes-
tima de la clase trabajadora”?
LECTURA OBLIGATORIA
PARA REFLEXIONAR
PP 1930 alentó las migraciones internas desde el campo hacia las ciu-
dades. Lejos de revertirse, este proceso continuó en los años siguien-
tes, a la par que la industria se consolidaba y sus salarios resultaban
cada vez más atractivos para los trabajadores no calificados. Según
Carlos Torre y Elena Pastoriza (2002: 266), estos jóvenes del interior
menos arraigados en las metrópolis litorales “más que una sociedad
toda por hacerse, se encontraron con una sociedad sustancialmente
hecha, cuyos valores y estilos de vida, popularizados por la radio, los
periódicos y las revistas, estaban además revestidos de un prestigio
que la Argentina criolla tradicional nunca tuvo entre los inmigrantes
europeos”. Así pues, el proceso predominante en el mundo del tra-
bajo fue el de asimilación o incorporación de los recién llegados a la
sociedad receptora.
Más recientemente, Daniel James (1987, 1990) matizó la idea de una clase
obrera cada vez más homogénea, desplazando el análisis hacia “las formas
concretas de movilización y de protesta social” de aquellos actores – como las
desplegadas el 17 de octubre de 1945. A su juicio, el énfasis en las acciones
en las que la clase se construía como tal -con sus rituales, apelaciones a la
burla, etc. iluminaba la fisonomía de una clase obrera que reafirmaba que “su
experiencia tenía un valor y un mérito cultural propios” (James, 1987, 120).
Se configuraba de esta suerte una particular cultura de clase, que llevaba la
impronta de la antinomia ciudad/periferia y una actitud “herética” de defensa
de los intereses propios.
Como se vio en la actividad 1 de análisis del 17 de octubre de 1945, estas
actitudes ya habían sido notadas por los testigos externos de aquel episodio,
que no pudieron disimular en sus escritos el estupor que les producía aquella
manifestación “carnavalesca”.
Siguiendo a James, la memoria de la explotación y de la invisibilidad de los
sectores populares durante la década de 1930 incidió profundamente en la
conformación de la clase obrera argentina. Así lo reflejan los testimonios ora-
les, como el debido a Lautaro, un obrero que ingresó hacia 1930 al mercado
de trabajo, y que se reproduce a continuación
CC
Una cosa que recuerdo de los años 30 fue la manera en que la trataban a la
gente. Sentías que no tenías ningún derecho a nada. Todo parecía ser un favor
que te hacían a través de la iglesia o alguna caridad o si ibas a pedir un favor
al caudillo de comité él te ayudaba a conseguir remedios o entrar al hospital.
Otra cosa que recuerdo de los años 30 es que siempre me sentía extraño
cuando iba al centro de Buenos Aires [...] como si uno no estuviera en su am-
biente, que era absurdo pero te sentías que ellos te miraban despectivamente,
que no estabas bien vestido. (James, 1990: 45-46)
CC
Si no se contribuye con la mayor constancia y el más denodado empeño a orien-
tar, organizar y encauzar la vida del cuerpo social y de cuantos elementos, facto-
res y sistemas contribuyen a que cumplan naturalmente sus funciones, el cuer-
po social, como el cuerpo muerto, cae y se precipita en los abismos del
desorden para desintegrarse finalmente en la anarquía. (Altamirano, 2001: 28)
PARA REFLEXIONAR
LECTURA RECOMENDADA
RR
Macor, D. y Tcach, C. (2003), La invención del peronismo en el interior del país, Uni-
versidad Nacional del Litoral, Santa Fe, Universidad Nacional del Litoral.
EE
Evita en la Fundación
Fuente: Fundación Eva Perón Delegación Berazategui. <www.lafundacionevaperon.org>. [Consulta: 2 de
julio de 2013]. Imagen disponible en: <http://2.bp.blogspot.com/_LPt_Z9nxQTg/SK4MVNBFXpI/
AAAAAAAAACM/Dzme85j-rZY/s1600-h/200px-Evita_%28fundaci%C3%B3n%29.jpg>
PARA REFLEXIONAR
mujeres que, aunque fue otorgado por decreto en 1947, recién se efectivi-
zó en las elecciones presidenciales. La UCR, principal oposición, apenas si
obtuvo 14 bancas en la Cámara de Diputados asegurándole al peronismo una
mayoría aplastante.
Sin embargo, los historiadores coinciden en que el signo del segundo perio-
do de Perón fue el de la polarización política, que tuvo también un correlato
social. En efecto, hacia 1952 el peronismo había adquirido ya un nítido perfil
clasista, especialmente en las zonas más modernas y dinámicas de país. Las
conquistas recientes de los sectores más postergados eran vistas con recelo
desde los sectores altos y medios y también por las instituciones que inicial-
mente habían apoyado a Perón: las Fuerzas Armadas y la Iglesia Católica. En el
interín, los partidos de oposición se reorganizaban, sin desdeñar la alianza con
aquellas dos instituciones, que actuaron como catalizadoras del descontento.
Perón, consciente de los peligros que acechaban a su gobierno, respondió
redoblando la apuesta. Los años de la segunda presidencia fueron, en efec-
to, aquéllos que conocieron los intentos más sistemáticos de “peronización”
de las instituciones. Las masivas dosis de propaganda oficialista, la crítica
abierta a las jerarquías eclesiásticas, el descuido de la enseñanza religiosa
(posteriormente suprimida), el adoctrinamiento peronista en el Ejército, entre
los empleados públicos y aún en las escuelas primarias, se volvieron agobian-
tes para una porción significativa de los argentinos que no acordaba con el
gobierno. De la misma manera, la exigencia de afiliación al partido oficial para
mantener o conseguir empleo estatal no pudo menos que ser reprobada por
quienes no sentían afinidad con el gobierno.
ataques contra los edificios del Jockey Club y las sedes de los partidos socia-
lista, radical y conservador. Muchos opositores fueron encarcelados, aunque
meses después se los benefició con una amnistía.
Entre 1954 y 1955, también las tensiones con la Iglesia católica llegaron al límite.
Aunque el deterioro de la relación con el Gobierno venía in crescendo, a mediados
de los 50 la institución consiguió imponerse como catalizadora del heterogéneo
grupo de opositores. En 1955 Perón ya no se limitó a denunciar al clero y a la
Acción Católica o a los “católicos formales” que, a diferencia de los peronistas, no
practicaban el “verdadero cristianismo”: toda una batería de iniciativas parlamen-
tarias indigeribles para la Iglesia fueron propuestas en el Congreso. Medidas pro-
gresistas tales como la igualdad entre hijos legítimos e ilegítimos, la legalización
del divorcio, la supresión de la enseñanza religiosa y un proyecto de separación
de Iglesia y Estado resonaban agradablemente en los oídos de los numerosos
anticlericales de las filas peronistas pero constituían una insoportable afrenta
para los católicos, que encontraron insólitos apoyos en otros sectores.
Fue así que en el Día de la Virgen y en el de Corpus Christi las multitudi-
narias manifestaciones, a las que se sumaron opositores de las tendencias
más variadas, excedieron su contenido religioso para adquirir otro más preci-
samente político.
El 16 de junio oficiales de la Marina y de la Aeronáutica bombardearon
la Plaza de Mayo en un fallido intento de asesinar a Perón. Como resultado,
murieron más de 300 personas y otras muchas fueron heridas.
Bombardeo 16 de junio
Fuente: Radio Provincia. <www.amprovincia.com.ar>. [Consulta: 2 de julio de 2013]
Imagen disponible en: <http://www.amprovincia.com.ar/imagenes_noticia/8878_FOTO1.jpg>
2.
KK La polarización política en 1955
a. Lea atentamente el discurso de Perón que se reproduce a continuación.
b. Investigue y contextualice la coyuntura en la que el discurso fue pro-
nunciado. ¿A qué episodio/s atribuido/s a los “enemigos del pueblo”
se refiere Perón? ¿A qué intento de conciliación se está aludiendo?
c. Identifique los diversos destinatarios del discurso. ¿Quiénes estarían
incluidos en el “nosotros” invocado por el presidente?
d. ¿A qué situaciones del pasado – en 1945 y 1943 se alude en el
discurso?
e. ¿Qué acepción se le está confiriendo al término “oligarquía”?
f. El discurso señala dos actitudes contrapuestas que el Gobierno (a
través de Perón) le propone al pueblo. Identifíquelas y explicite sus
contextos.
CC
Compañeras y compañeros:
He querido llegar hasta este balcón, ya para nosotros tan memorable, para diri-
girles la palabra en un momento de la vida pública y de mi vida, tan trascenden-
tal y tan importante, porque quiero de viva voz llegar al corazón de cada uno de
los argentinos que me escuchan. Nosotros representamos un movimiento nacio-
nal cuyos objetivos son bien claros y cuyas acciones son bien determinadas; y
nadie, honestamente, podrá afirmar con fundamento que tenemos intenciones
o designios inconfesables.
Hace poco tiempo esta plaza de Mayo ha sido testigo de una infamia más de
los enemigos del pueblo. Doscientos inocentes han pagado con su vida la satis-
facción de esa infamia. Todavía nuestra inmensa paciencia y nuestra extraordi-
naria tolerancia, hicieron que no solamente silenciáramos tan tremenda afrenta
al pueblo y a la nacionalidad, sino que nos mordiéramos y tomáramos una acti-
tud pacífica y tranquila frente a esa infamia. Esos doscientos cadáveres destro-
zados fueron un holocausto más que el pueblo ofreció a la patria. Pero espe-
rábamos ser comprendidos, aun por los traidores, ofreciendo nuestro perdón a
esa traición. Pero se ha visto que hay gente que ni aún reconoce los gestos y
la grandeza de los demás.
Después de producidos esos hechos, hemos ofrecido a los propios victimarios
nuestra mano y nuestra paz. Hemos ofrecido una posibilidad de que esos hom-
bres se reconcilien con su propia conciencia.
¿Cuál ha sido su respuesta? Hemos vivido dos meses en una tregua que ellos
han roto con actos violentos, aunque esporádicos e inoperantes. Pero ello
demuestra su voluntad criminal. Han contestado los dirigentes políticos con dis-
cursos tan superficiales como insolentes: los instigadores, con su hipocresía de
siempre, sus rumores y sus panfletos. Y los ejecutores, tiroteando a los pobres
vigilantes en las calles.
La contestación para nosotros es bien clara: no quieren la pacificación que le
hemos ofrecido. De esto surge una conclusión bien clara: quedan solamente
dos caminos; para el gobierno, una represión ajustada a los procedimientos sub-
versivos, y para el pueblo, una acción y una lucha que condigan con la violencia
a que quieren llevarlo.
Por eso, yo contesto a esta presencia popular con las mismas palabras del 45:
a la violencia le hemos de contestar con una violencia mayor. Con nuestra tole-
rancia exagerada nos hemos ganado el derecho de reprimirlos violentamente. Y
desde ya, estableceremos como una conducta permanente para nuestro movi-
miento: aquel que en cualquier lugar intente alterar el orden en contra de las
autoridades constituidas, o en contra de la ley o de la Constitución puede ser
muerto por cualquier argentino.
Esta conducta que ha de seguir todo peronista no solamente va dirigida contra
los que ejecutan, sino también contra los que conspiren o inciten. Hemos de
restablecer la tranquilidad, entre el gobierno, sus instituciones y el pueblo por la
acción del gobierno, de las instituciones y del pueblo mismo. La consigna para
todo peronista, esté aislado o dentro de una organización, es contestar a una
acción violenta, con otra más violenta. Y cuando uno de los nuestros caiga, cae-
rán cinco de los de ellos.
Compañeras y compañeros: hemos dado suficientes pruebas de nuestra pruden-
cia. Daremos ahora suficientes pruebas de nuestra energía. Que cada uno sepa
que donde esté un peronista estará una trinchera que defienda los derechos de
un pueblo. Y que sepan, también que hemos de defender los derechos y las con-
quistas del pueblo argentino, aunque tengamos que terminar con todos ellos.
Compañeros: quiero terminar estas palabras recordando a todos ustedes y a
todo el pueblo argentino que el dilema es bien claro; o luchamos y vencemos
para consolidar las conquistas alcanzadas, o la oligarquía las va destrozar al
final. Ellos buscarán diversos pretextos. Habrá razones de libertad, de justicia,
de religión, o de cualquier otra cosa, que ellos pondrán por escudo para alcanzar
los objetivos que persiguen. Pero una sola cosa es lo que ellos buscan: retro-
traer la situación a 1943.
Para que ello no suceda estamos todos nosotros para oponer a la infamia, a
la insidia y a la traición de sus voluntades nuestros pechos y nuestras volun-
tades. Hemos ofrecido la paz. No la han querido. Ahora, hemos de ofrecerles
la lucha, y ellos saben que cuando nosotros nos decidimos a luchar, luchamos
hasta el final.
Que cada uno de ustedes recuerde que ahora la palabra es la lucha, se la vamos
a hacer en todas partes y en todo lugar. Y también que sepan que esta lucha
que iniciamos no ha de terminar hasta que no los hayamos aniquilado y aplas-
tado. Y ahora, compañeros, he de decir, por fin, que yo he de retirar la nota que
he pasado, pero he de poner al pueblo una condición: que así como antes no
me cansé de reclamar prudencia y de aconsejar calma y tranquilidad, ahora les
digo que cada uno se prepare de la mejor manera para luchar.
Tenemos para esa lucha el arma más poderosa que es la razón; y tenemos tam-
bién, para consolidar esa arma poderosa, la ley en nuestras manos. Hemos de
imponer calma a cualquier precio, y para eso es que necesito la colaboración del
pueblo. Lo ha dicho esta misma tarde el compañero De Pietro: nuestra Nación
necesita tranquilidad y paz para el trabajo, porque la economía de la Nación y el
trabajo argentino imponen la necesidad de la paz y de la tranquilidad. Y eso lo
hemos de conseguir persuadiendo si no, a palos.
Compañeros: Nuestra patria, para ser lo que es, ha debido ser sometida muchas
veces a un sacrificio. Nosotros, por su grandeza, hemos de imponernos en cual-
quier acción, y hemos de imponernos cualquier sacrificio para lograrlo. Veremos
si con esta demostración nuestros adversarios y nuestros enemigos compren-
den. ¡Si no lo hacen, pobres de ellos! Pueblo y gobierno, hemos de tomar las
medidas necesarias para reprimir con la mayor energía todo intento de altera-
ción del orden. Pero yo pido al pueblo que sea él también un custodio. Si cree
que lo puede hacer, que tome las medidas más violentas contra los alterado-
res del orden. Este es el último llamamiento y la última advertencia que hace-
mos a los enemigos del pueblo. Después de hoy, han de venir acciones y no
palabras. Compañeros: para terminar quiero recordar a cada uno de ustedes
que hoy comienza para todos nosotros una nueva vigilia en armas. Cada uno
de nosotros debe considerar que la causa del pueblo está sobre nuestros hom-
bros, y ofrecer todos los días, en todos los actos, decisión necesaria para salvar
esa causa del pueblo. (Juan Domingo Perón. Texto integral del discurso del 31
de agosto de 1955). Disponible en: <http://archivohistorico.educ.ar/content/
discurso-de-per%C3%B3n-del-31-de-agosto-de-1955>
SS 1955. <http://www.youtube.com/watch?v=2ZtKu35nrrc>
LECTURA OBLIGATORIA
LECTURA RECOMENDADA
RR
Caimari, L. (1995), Perón y la Iglesia Católica, Ariel, Buenos Aires-
EE
PARA REFLEXIONAR
LECTURA OBLIGATORIA
LECTURA RECOMENDADA
RR
Ballent, A. (2006), Las huellas de la política. Vivienda, ciudad, peronismo en Buenos
Aires. Editorial de la UNQ, Bernal.
3.
LECTURA OBLIGATORIA
OO tar”, en: J.C. Torre, Los años peronistas, Sudamericana, Buenos Aires,
pp. 259-311.
Plan quinquenal
Fuente:<www.fotosimagenes.org> [Consulta: 10 de mayo de 2013]
Imagen disponible en: <http://www.fotosimagenes.org/plan-quinquenal-en-argentina>
Lavarropa, 1950
Fuente: Colecciones Teatrales. <http://coleccionesteatrales.blogspot.com.ar>.
[Consulta: 20 de julio de 2013] Imagen disponible en: <http://coleccionesteatrales.
blogspot.com.ar/2011/10/la-madre-de-tita-merello.html>
PARA REFLEXIONAR
PARA REFLEXIONAR
Como primera medida, las funciones del IAPI fueron reducidas a las más
básicas y a partir de 1949 la institución se concentró en comercializar las
cosechas. En pos de la recuperación del sector agropecuario, esta vez los
precios pagados a los productores superaron a los muy alicaídos del merca-
do internacional. Finalmente, la “vuelta al campo” implicó una reasignación
del crédito, que hasta entonces había beneficiado casi exclusivamente a la
industria. De esta manera, el sector rural tuvo a su alcance el dinero necesa-
rio para la compra de insumos y bienes de capital que permitieran aumentar
la productividad y con ella el volumen de la producción exportable. Los permi-
sos de importación favorecieron el ingreso de maquinaria agrícola y se alentó
la mejora de razas ganaderas. También se reforzaron los saldos exportables
a partir de restricciones al consumo interno (vedas), nuevo ingrediente de una
economía familiar cuya máxima era, en palabras del mismo Perón, “ahorrar,
no derrochar”. En todo caso, los efectos de estas políticas sectoriales sólo
pudieron advertirse tiempo después, en la medida en que los azotes climáti-
cos condicionaron todo lo demás.
Hasta 1952, la lucha contra la inflación exigió una estrategia gradualista a
fin de no paralizar la actividad económica. El gobierno procuró reducir el des-
equilibrio fiscal incrementando la presión tributaria y frenó el gasto público
discontinuando y cancelando obras. Por otra parte, aunque sin interrumpirse,
el crédito se volvió más selectivo. En todo caso, la inflación no cedió y, hasta
1952, superó el 30%.
Una vez pasadas las elecciones, Perón anunció el “¨Plan de Emergencia”
que hasta aquel momento había postergado. En éste, la estrategia antiinfla-
cionaria tenía un papel central e implicaba una opción riesgosa, consistente
en el congelamiento de salarios, precios y tarifas por dos años.
El Segundo Plan Quinquenal (1952-57) –que comenzó a aplicarse en 1953,
cuando ya eran palpables los signos de la recuperación completó los ajustes
del programa económico peronista. En él se admitía que el Plan de Gobierno
1946-52 había consolidado la industria liviana y que al Segundo le correspon-
día afianzar la industria pesada.
Como se anticipó, los intentos de fundar una industria de base no eran
nuevos, pero los resultados habían sido magros. Quedaba claro que para con-
cretar esta nueva fase era necesario reasignar las inversiones estatales pero
también sumar otras de origen externo. Entre 1952 y 1955, el Estado aumen-
tó sus inversiones en transporte, energía, comunicaciones y siderurgia mien-
tras que descendieron aquéllas en defensa y en salud (Gerchunoff y Antúnez,
2002: 182). No obstante, el déficit de inversión pública se hizo sentir, espe-
cialmente en el sector energético.
El gobierno sólo podía salir de esta encerrona acudiendo a la inversión
extranjera, algo que se contradecía con el orgulloso principio de la “indepen-
dencia económica”. En este contexto, en 1953 se presentó un proyecto de ley
de inversiones extranjeras orientadas hacia la industria y la minería. El vuel-
co no era privativo de la Argentina: otros países latinoamericanos siguieron la
misma senda en aquellos años.
El proyecto de inversiones extranjeras fue muy discutido y encontró opo-
sición incluso en las mismas filas peronistas, oposición que fue volviéndose
más enconada cuando se lo evaluó en relación a la producción de petróleo. En
cualquier caso, la ley que se sancionó en 1953 tuvo un éxito relativo porque
pocas empresas extranjeras se dejaron tentar por la invitación del Gobierno
(una de las más importantes fue la fábrica de automóviles Kaiser Motors). En
OO
horas hombre.
(1946-1955)”, en: Historia económica de la Argentina en el siglo XX,
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