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Quien se ha acercado a la narrativa de Vallejo con el prejuicio sembrado por las altas cortes
morales de la sociedad colombiana, no podrá menos que cerrar las páginas del libro cuando se
encuentre con frases como: “Vejez hijueputa que pasas más que teta caída de vieja…” (Vallejo
Fernando, 1993, p. 7), o, “[…] ¡Cuál Dios, cuál patria! ¡Pendejos! Dios no existe y si existe es un
cerdo y Colombia un matadero!” (Vallejo Fernando, 2001, p.8), también en la que dice: “Dios es
un cerdo y hoy me quiso atropellar” (Vallejo Fernando, 1985, p. 137). Pues, acostumbrados al
eufemismo, al sonido vacuo de la gramática, no asumen el reto de indagar qué significación tiene
en una obra literaria el uso del lenguaje. Muy posiblemente no apagarán la radio cuando
alaba… de este surtido de desaires tan cómodo, sin reparar que las palabras son muchas, pero la
Ahora, si bien es cierto que la obra de Vallejo tropieza con los usos coloquiales del lenguaje, no
es menos cierto que ellos son el resultado de una costumbre social reflejada en la imagen de la
literatura, o de los autores que son afinidades electivas en la narrativa de Vallejo; el problema
parte del lenguaje, y a través del él la representación crítica y escéptica del autor. Antes de
Precisamente el escepticismo esencial, entendido así por Borges, sólo tiene significación y
representación por medio del lenguaje, más aún, es la caricatura formada por el lenguaje.
También lo había manifestado Gottfried Benn: “Dios es un mal principio estilístico” Pero en
Vallejo la imagen de Dios no solo es un mal principio estilístico, sino uno de los males de la
decir que el lenguaje en todas sus connotaciones representa un posibilidad crítica, así como
escéptica; sin embargo, se trata aquí de ver los alcances de éste en función de la representación
lenguaje llega, en Vallejo, a tal alcance, que logra traspasar la barrera de lo puramente literario,
Dichos momentos son analizados a través de sus textos narrativos, pues, fuera de ellos no hay
más que ideas sueltas para despistar al lector. Por supuesto, para ello será esencial ahondar en
Bibliografía
Borges, Jorge Luis. (1928). El idioma de los argentinos. Buenos Aires. M. Gleizer.