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el divorcio
Guía para padres
y educadores
Educación
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ISBN: 978-84-7197-894-3
Depósito Legal: BI - 3217 - 07
Printed in Spain
Impreso en España por: RGM
Padre Larramendi, 4
48012 Bilbao (Vizcaya)
A mi marido, Josep Mª,
y a mis hijos, Miquel y Maria
por el regalo de su amor.
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Cómo afrontar el divorcio
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Prólogo
El final de una pareja o matrimonio, con o sin hijos, puede ser un hito desgarrador
en la vida de las personas implicadas o un verdadero renacimiento personal, depen-
diendo de cómo se afronte tal situación. Minimizar los destrozos o acentuarlos es
tarea nuestra y no precisamente fácil.
Maria Sureda recorre el laberinto emocional que delimita el proceso de divor-
cio, que nace del conflicto como punto de partida para, a continuación, abordar su
ciclo como un recorrido con unas etapas bien definidas y ciertos «denominadores
comunes».
La autora navega por los mares bravos del antes de la separación –o predivor-
cio– y su proceso de deliberación; por las aguas agitadas del divorcio propiamente
dicho y su proceso de separación, divorcio legal y divorcio emocional; y por un mar
más calmo y algo menos doloroso después del divorcio –o postdivorcio– en el que
la nueva familia se reacomoda.
La convivencia del nuevo grupo familiar requiere de una recolocación importante
de roles y funciones y ese proceso, por lo general, no es fácil sino más bien compli-
cado y complejo. De eso precisamente versa este libro, riguroso, bien documentado
y práctico, que tiene entre sus manos: de cómo la pareja debe aprender a vivir las
diferentes etapas que la separación, la ruptura, el nuevo enamoramiento, la nueva
unión y la creación de un nuevo grupo familiar «mixto», que permita a sus compo-
nentes adaptarse de la mejor manera posible y, en definitiva, ser más felices con su
nueva realidad.
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Cómo afrontar el divorcio
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Prólogo
sobre cómo ayudar a los hijos e hijas implicados en el proceso de regulación de esas
emociones.
Tenemos ante nosotros un libro que, además, aborda la temática de las familias
reconstruidas, tema de gran actualidad y que surge de una situación que, habiendo
existido desde siempre, cobra especial relevancia en los últimos años por el aumento
significativo del número de familias con estas características. De hecho, tan novedo-
so es el tratamiento científico y documental de la temática que ni siquiera contamos
con un consenso sobre el concepto de «familia reconstruida». La única condición
que sí se considera ineludible para poder hablar de este término es que exista, por lo
menos, uno de los cónyuges que tenga un hijo o hija fruto de una relación anterior
–vienen con mochila, si se me permite la expresión–, lo cual excluye a familias re-
construidas por parejas que no tienen descendencia.
El motivo de tal distinción se debe a las particularidades del proceso de rehacer la
pareja en un caso u otro. Una familia reconstruida cuenta con unos problemas defi-
nidos, específicos de esa situación, más allá de las situaciones generadas por el ciclo
vital –noviazgo, matrimonio, nacimiento del primer hijo/a, etc.– o los conflictos
generacionales de toda familia, sea ésta del tipo que sea.
Los dos ejemplos más comunes de familias reconstruidas serían la clásica en la
cual la persona viuda vuelve a emparejarse, o aquella en la que una persona divor-
ciada se une a otra persona y uno de los dos o los dos miembros de la nueva pareja
tienen hijos y/o hijas. Excepto en el caso de la persona viuda que se casa con una
persona soltera, hay por lo menos tres adultos implicados; por lo general hay cuatro,
y tampoco es imposible que haya seis. Los niveles de complejidad pueden llegar a
ser importantes. Si se me permite la licencia, recordaré aquel chiste en el cual la se-
ñora pregunta al niño, ingenuamente: «¿Y tú cómo te llevas con tus padres? A lo cual
el niño responde: Con la mayoría de ellos, bien». No queda duda de que la realidad
puede superar a la ficción.
Uno de los capítulos clave que la autora nos presenta magistralmente es el refe-
rente a la mediación familiar como técnica facilitadora del diálogo entre las partes
implicadas en el conflicto. Hasta ahora han sido los profesionales del derecho y de la
psicología los que han tenido que asumir el peso de los divorcios y las separaciones.
La mediación familiar propone la entrada en escena de una persona neutral y experta
que acompaña a los integrantes de la pareja afectada, que ayuda a pensar, pero que
no les resuelve el problema, sino que los orienta para que ellos encuentren el cómo
resolverlo. Así pues, de la intersección del ámbito jurídico, social y psicológico nace
la mediación familiar como «espacio humanizador» en el proceso de divorcio que
permite paliar sus posibles efectos devastadores en la pareja que se separa y en sus
hijos e hijas.
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Cómo afrontar el divorcio
Del poder reparador del perdón nos habla la autora muy acertadamente. Nos in-
vita a la reflexión sobre expresiones como «reconocimiento de la ofensa», «arrepen-
timiento genuino» y «vulnerabilidad». Y todo ello con un objetivo no explicitado
pero que rezuma en cada una de las líneas de esta obra: preservar la dignidad de la
persona incluso en aquellas situaciones en las que el dolor lo invade todo y contami-
na el buen criterio y la lucidez.
Estamos ante padres y madres que, a diferencia de hace unos años, desean recibir
asesoramiento, ayuda, consejo, orientación para abordar la tarea que se les presenta
de la manera más efectiva posible para el bienestar de sus hijos e hijas y el suyo
propio. Padres y madres abiertos a asistir a cursos de formación, a leer documenta-
ción que aporte luz a un proceso en el que a veces sienten que van a tientas, y eso
es precisamente lo que Maria Sureda les ofrece. Sin intención alguna de facilitar
recetas simplistas que ignoran las «especificidades situacionales idiosincrásicas», el
contexto de cada caso y circunstancias, la autora nos marca un itinerario emocional
francamente generalizable a la mayoría de estas familias en las cuales el denomina-
dor común es el de tener que superar lo que la autora denomina «el ciclo del divor-
cio»: la deliberación, la ira, el miedo, el duelo, la superación de adversidad, etc.
De este modo podrán superarse dificultades y obstáculos relacionados con aspec-
tos tales como: cuál es el espacio de cada miembro del nuevo grupo familiar, quién
pone las normas y los límites, y de manera especial, cómo superar el «conflicto de
lealtades» que surge entre los hijos e hijas.
De sanar viejas heridas, de cerrar vínculos previos, de superar pérdidas, de hacer
un espacio al dolor en lugar de dejar que nos invada, de esto y mucho más nos habla
Maria Sureda, a quien agradezco profundamente el haberme dejado compartir «a su
vera» la realidad de ver publicado este libro.
Isabel Paula
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Introducción
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Cómo afrontar el divorcio
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Introducción
ción de la ansiedad nos preserva del estrés, y la regulación de la ira nos protege de
la violencia. De este modo, nos capacita para disfrutar más a fondo de los tiempos
favorables a la vez que nos habilita para afrontar los tiempos adversos, fortaleciendo
nuestro ánimo para resistir y superar las dificultades.
Se concede especial relevancia a la Mediación Familiar, ya que es, a mi enten-
der, un instrumento muy válido para afrontar un proceso de divorcio. Así, propone
una forma no «adversarial» de afrontar los conflictos familiares que se ha mostrado
eficaz para lograr un divorcio más pacífico y, de forma especial, para preservar la
relación entre la pareja parental. Además, la Mediación Familiar, como facilitadora
del diálogo entre los miembros de la pareja, contribuye al restablecimiento de su
capacidad para negociar sus propios asuntos, al tiempo que les sitúa en un contexto
ganar-ganar. Asimismo, se parte de los puntos que acercan a los (ex)cónyuges para
ir abordando paulatinamente los temas más espinosos. Todo ello favorece una reso-
lución del divorcio con menos costes emocionales ya que, sin obviar las emociones
que surgen, intenta reconducirlas de forma que no se profundice en las heridas y no
escale el conflicto.
Como este trabajo se plantea desde un optimismo realista, quiero señalar que
confío plenamente en los recursos que nos proporciona la Educación Emocional y,
al mismo tiempo, soy consciente de que sería iluso presentarlos como la panacea
universal. Presentan limitaciones, qué duda cabe, pero creo que constituyen un buen
equipaje para transitar por tierras del divorcio. Éste es un camino complejo y difícil
para sus protagonistas, pero desde estas páginas espero contribuir a que no desfa-
llezcan los ánimos más allá de lo previsible y a que se mantenga viva la esperanza.
Después de un arduo trabajo, en algún punto del recorrido sentirán renacer la alegría,
la felicidad y, si lo desean, el amor.
Maria Sureda Camps
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PUNTO DE PARTIDA
Capítulo I
El conflicto
El conflicto está muy presente en los procesos de divorcio, pero no es exclusivo
de este ámbito, sino que constituye una realidad ineludible para todos nosotros. Los
conflictos forman parte de nuestras vidas, de nuestras relaciones y, por satisfactorias
que éstas sean, deberemos afrontar, en algún momento, situaciones conflictivas.
1. ¿QUÉ ES EL CONFLICTO?
1. Farré, S. (2004). Gestión de conflictos: taller de mediación. Barcelona: Ariel. Pág. 47.
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Cómo afrontar el divorcio
2. Farré (2004), op. cit. págs. 36-37; Suares (2003) Mediando en sistemas familiares. Barcelona:
Paidós. Pág. 59; Vinyamata, (2001). Conflictología: Teoría y práctica en Resolución de Conflictos.
Barcelona: Ariel. Pág. 12.
3. Bach, E. y Darder, P. (2004). Sedueix-te per seduir. Barcelona: Edicions 62. Pág. 238.
4. El contenido de este apartado se basa en Suares (2003), op. cit., págs. 41-48; con alguna aporta-
ción puntual de otros autores.
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El conflicto
Fase 2
Prevención
Nacimiento del conflicto
Fase 4
Asistencia
Guerra
5. Suares (2004) entiende por «conversación» la comunicación típicamente humana, que incluye
los componentes digitales y analógicos de la comunicación y de las emociones.
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Cómo afrontar el divorcio
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El conflicto
una etapa más colaborativa, sino que puede bastar con detener la carrera hacia
etapas más destructivas.
Cabe destacar que la tarea fundamental dentro del campo del conflicto –en to-
das sus fases– es la desescalada. Si bien «prevención» no es sinónimo de «des-
escalada»: un conflicto que desescala está previniendo, pero la prevención de
una escalada no siempre tiene efecto desescalador; puede frenar la escalada,
pero no implica necesariamente regresar al campo de la paz.
Cuando el conflicto estalla, se establece claramente una relación de competen-
cia y, a menudo, existe el deseo de perjudicar a la otra parte.
Es característico de esta fase que las partes se centren en sí mismas. Los
«monólogos en paralelo» ocupan el lugar del diálogo y se deja de escuchar
al otro; en realidad, el tema de discusión pierde relevancia, y pasa a ocupar
un segundo plano. Así, se constata la fijación de las partes en sus posiciones
respectivas, a la vez que la ‘rigidización’ y la repetición de las pautas de inte-
racción. Las personas que acuden a mediación acostumbran a encontrarse en
esta fase.
La asistencia es la tarea propia de esta etapa. El objetivo de laa intervención del
mediador/a consiste en disminuir la tensión del conflicto (des-escalar) y gene-
rar pautas colaborativas de relación.
A tal fin puede generar comprensión mutua de las personas implicadas, tanto
hacia sí mismas, como hacia la otra parte. Por otro lado, puede actuar sobre la
relación, rescatando las áreas de armonía que se mantienen –sin negar el con-
flicto–. Asimismo, cabe intentar descubrir qué intereses y qué necesidades se
esconden detrás de las posiciones de las partes, antes de que lleguen a fijarse.
En la fase de guerra, el conflicto se convierte en destructivo y es frecuente que
aparezca la violencia verbal y el deseo de las partes de perjudicar al otro. Tam-
bién es posible que aparezca la violencia física. La mediación no es recomen-
dable en esta fase. Cabe señalar que numerosos conflictos quedan estancados en
esta fase.
Sin embargo, la escalada del conflicto no siempre sigue todas las fases descritas
anteriormente: en ocasiones el conflicto parece surgir repentinamente; otras veces,
el conflicto fluctúa entre una fase y otra. Asimismo, el proceso de desescalada no se
produce de forma ordenada, y acostumbra a darse un «ir y venir» entre fases. Estas
secuencias son habituales en los procesos de separación, donde peleas y reconci-
liaciones se alternan en un ciclo que puede llegar a eternizarse, hasta que, en algún
momento, se produce un cambio que conduce, ya sea a la reconciliación definitiva,
o a la decisión irrevocable de separarse.
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Cómo afrontar el divorcio
6. Zanuso, L. (2005). Las nuevas familias: mitos y realidades de las nuevas organizaciones fami-
liares. Seminari de Ponts de Mediació, Barcelona, 15 y 17 febrero (papel). Cita un estudio realizado
de forma conjunta por jueces y mediadores, que abarca 100 casos, en un período de 5 años.
7. A partir de Farré (2004), op.cit., págs. 35-36; Redorta, J. et al. (2006). Emoción y conflicto.
Barcelona: Paidós. Págs. 139-140; y Suares (2003), op. cit. pág. 63
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El conflicto
Interés por
los propios COMPROMISO
objetivos y
necesidades
POCO
FIRME EVITACIÓN ACOMODACIÓN
POCO COOPERADOR MUY COOPERADOR
Fuente: Adaptación de Martí (2002) sobre ideas de Thomas y Kilmann, cit. por Redorta (2006), pág. 140.
8. Goleman (1998), cit. por Carpena (2003), Educación socioemocional en la etapa de primaria.
Barcelona: Eumo-Octaedro. Pág. 178.
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Cómo afrontar el divorcio
Como afirma Suares: «lo negativo no es el divorcio, que en sí podría ser una for-
ma efectiva de concluir un conflicto», «lo negativo es el modo como se conducen
y la frecuencia con la que se producen los conflictos, aun en las familias llamadas
intactas». En esta línea, se exponen una serie de consideraciones en relación con el
impacto que producen en los hijos, las peleas –conflictos que ya han escalado– de los
padres y de otros miembros de la familia10.
La relación de base entre los padres es fundamental, ya que los conflictos conyu-
gales resultan ser los mejores pronosticadores de problemas de desajuste en los
hijos. Asimismo, cabe considerar la frecuencia con que se pelean los padres, cómo
discuten –cuanta agresividad e ira manifiestan–, y si aparece violencia física.
La exposición a las peleas de los padres afecta negativamente el funciona-
miento social de los hijos. Además, sus efectos no se limitan al momento de
la batalla –durante la pelea–, sino que se prolongan más allá –después– de
la disputa.
28 © WK Educación
El conflicto
El enojo y la ira son emociones que compartimos todos los humanos y que no
podemos no expresar, ya que se manifiestan a través del lenguaje no-verbal.
Por tanto, debemos prestar atención a cómo se expresa la ira durante y después
del conflicto. Por lo que respecta a los niños, se diría que éstos pueden manejar
niveles normales de ira.
Los hijos que están expuestos con frecuencia a las peleas entre los padres,
copian la forma de interacción de éstos y no desarrollan habilidades para
contener sus propias expresiones de ira. Con toda probabilidad, piensan que
se trata de la forma correcta de actuar, lo cual puede causarles problemas en
otros ámbitos.
Desde los primeros seis meses de vida, mucho antes de que puedan entender el
contenido de la discusión y de que puedan hablar, son sensibles a los conflictos
interpersonales. Este dato está avalado por investigaciones que se centraban en
modificaciones fisiológicas –ritmo cardíaco, presión arterial, etc.–. La reacción
difiere según la edad, pero se desconoce en qué momento de su evolución el
daño es mayor.
Los niños son muy sensibles a las expresiones no verbales de ira. Estos estudios
han evidenciado que las expresiones verbales de ira producen tanta angustia a
los niños como las no-verbales.
Los niños son especialmente sensibles a las peleas de las que ellos son «el
tema» de discusión.
No hay conclusiones relativas a si son los niños o las niñas quienes más sufren
la exposición continuada a las peleas de los padres, si bien hay diferencias de
reacción entre los dos géneros: los niños desarrollan una conducta agresiva, en
tanto que las niñas muestran más angustia y preocupación. Los comportamientos
reactivos no adaptativos (ser demasiado «bueno») abundan más entre las niñas.
El grado de involucración de los niños en el conflicto de los padres aumenta
con la edad. Así, pasan de ser «observadores impotentes» a un mayor grado
de implicación, que suele alcanzar su punto más alto en la adolescencia.
El umbral de sensibilidad de los hijos respecto a la conflictividad de los
padres es inversamente proporcional a su exposición e involucración en las
peleas. A mayor grado de exposición y de implicación, más sensibles se
muestran.
La agresión hacia los hijos está relacionada con la agresión entre los padres.
Así, el riesgo de conducta problemática aumenta en aquellos hijos que son víc-
timas de la violencia y, a la vez, testimonio de las agresiones entre sus padres.
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Cómo afrontar el divorcio
Es importante explicar a los hijos que ellos no son los culpables de las peleas
entre sus padres.
Desde la perspectiva de los niños, las disculpas suelen ser la mejor manera de
solucionar un conflicto.
Los conflictos entre otros subsistemas también tienen influencia en los hijos
–por ejemplo, los conflictos con las familias de origen de los cónyuges–.
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El conflicto
Sería preciso investigar si los hijos que han estado expuestos a conflictos que
han sido conducidos de forma no agresiva, aprenden lecciones positivas para
afrontar y manejar los conflictos.
En consecuencia, cómo los padres afrontan y resuelven los conflictos constituye
un modelo muy valioso para los hijos; conviene pues manejar estas situaciones de
forma positiva y constructiva para fomentar en ellos hábitos adecuados con los que
hacer frente a los conflictos.
11. Carme Boqué (2002) propone una Guia de mediació escolar. Programa comprensiu d’activitats.
Barcelona: Rosa Sensat, 60.
12. Carpena (2003), op. cit. págs 188- 209, desarrolla una adaptación del modelo de Myrna Shure
(1982,1987) para enseñar a resolver problemas en la escuela. El profesorado puede encontrar pro-
puestas metodológicas, materiales y recursos en el libro de la autora, págs. 177-217.
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Cómo afrontar el divorcio
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El conflicto
OBJETIVOS PROCEDIMIENTOS
Equilibrio
Ejercicios cognitivos Razonamiento moral
emocional
Identificación del Reconocimiento Distinción entre
problema de los propios justo e injusto
Comprensión de sentimientos (entendido como el
Comprender
la relación causa / Reconocimiento hecho de que no se
el problema
efecto de los es imparcial, sino
Definición de sentimientos de que se va a favor o
objetivos los otros en contra de alguien)
Búsqueda de
posibles soluciones
Deducción de las
Distinción entre
consecuencias
justo e injusto
Reflexión sobre
(aquellas soluciones
si la solución es
Solucionar que favorezcan a
practicable Autocontrol
el problema todos por igual, con
Elaboración de un
las que nadie gana
plan
ni pierde más que el
Identificación de los
resto)
medios necesarios
para conseguir un
objetivo
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Cómo afrontar el divorcio
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El conflicto
Deporte. Los beneficios del ejercicio físico y del contacto con la naturaleza, son
de sobra conocidos.
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Cómo afrontar el divorcio
Cuidar y disfrutar del hogar. Las tareas para mejorar el confort y el bienestar
en el hogar, pueden contribuir a la recuperación física y psíquica de los que
habitan en él.
Relaciones sociales y amistades. El hogar, las relaciones sociales y las amistades
forman nuestro ecosistema y pueden ser fuente de bienestar y de equilibrio.
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Capítulo II
El ciclo del divorcio
1. LAS CRISIS FAMILIARES
1. Campo, C., y Linares, J.L. (2002). Sobrevivir a la pareja. Barcelona: Planeta. Pág. 36.
2. Suares (2003), op. cit. pág. 190.
3. Zanuso, L. (2001). Mediación familiar. Quadern d’estiu nº 4. Fundació Pere Tarrés. Pág. 5.
4. Zanuso, (2005).
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Cómo afrontar el divorcio
Cuando una pareja entra en una crisis que no logra superar y la convivencia deja
de tener sentido, suele optar por el divorcio, que se produce «cuando los cónyuges
dejan de tener la necesidad y, al mismo tiempo, el deseo de seguir juntos»7. Obvia-
mente, el divorcio representa el fin del matrimonio, pero no constituye el fin de la
familia8: los miembros de la pareja se separan como cónyuges pero no como padres
de sus hijos y, en lo sucesivo, seguirán siendo «pareja de padres».
Fariña9 se refiere a los estadios predecibles en las parejas que, finalmente, optan
por divorciarse:
40 © WK Educación
El ciclo del divorcio
⎧ a) separación
⎪
DIVORCIO instrumentalización ⎨ b) divorcio legal
⎪
⎩ c) divorcio emocional
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Cómo afrontar el divorcio
11. Ripol-Millet (1994), cit. por Pérez Testor, C. et al. (2001). La familia: nuevas aportaciones.
Barcelona: Edebé. Págs. 210-211.
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El ciclo del divorcio
3. EMOCIONES Y DIVORCIO
3.1. La pareja
12. Ibíd.
13. Ibíd.
14. Rojas Marcos, L. (1994). La pareja rota. Madrid: Espasa. Pág. 103.
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Cómo afrontar el divorcio
sonas que afrontan una separación. Campo y Linares15 han investigado qué tipo de
sentimientos aparecen en las personas separadas que solicitan psicoterapia, en rela-
ción con los tres motivos principales de demanda de ayuda:
Dificultades relacionales sin patología.
Síntomas psicopatológicos en los adultos separados que solicitan ayuda.
Síntomas psicopatológicos en los hijos.
Esta clasificación distingue tres grupos según la gravedad de los problemas que les
afectan, alcanzando el impacto emocional de la separación su mayor grado cuando
tiene efectos negativos en los hijos; medio cuando toca a los miembros de la pareja
y menor cuando no se da patología.
El estudio muestra que abundan los sentimientos de tendencia depresiva en los
tres grupos, sin que existan diferencias significativas entre ellos. Por otra parte, re-
vela una mayor presencia de sentimientos agresivos y destructivos en el grupo con
patología en los hijos, y la preponderancia de sentimientos de confusión y angustia
en el grupo con patología propia.
Los autores del estudio señalan que el perfil más intenso y agresivo parece co-
rresponder a los padres que triangulan a sus hijos, favoreciendo así el desarrollo de
síntomas psicopatológicos en éstos; el perfil de intensidad media tendente a la an-
gustia y a la confusión propiciaría síntomas en los propios cónyuges; y por último, el
perfil más sano, correspondiente a las dificultades relacionales, sería menos intenso
y de contenido ligeramente depresivo. El mismo estudio indica que los hombres se-
parados presentan mayor intensidad emocional que las mujeres, lo cual implica más
riesgo psicopatológico.
44 © WK Educación
El ciclo del divorcio
La separación de los padres constituye para los hijos un hecho totalmente indesea-
do e inesperado. El grado de sorpresa puede verse reducido en función de la edad de
los hijos y del grado de efervescencia de las tensiones conyugales, pero incluso en el
caso de «temerse lo peor», la reacción inmediata de los hijos suele ser de shock. Como
consecuencia de la ruptura, los hijos16 suelen presentar síntomas de depresión y proble-
mas adicionales –de conducta, aprendizaje, etc.– en relación con los niños o jóvenes
que no han estado expuestos a esta circunstancia. Sin embargo, conviene recordar que
también los hijos de parejas intactas, pero desdichadas, están expuestos a los efectos
nocivos que derivan de la relación insatisfactoria y conflictiva entre sus padres.
A continuación se exponen las reacciones más comunes de los hijos como conse-
cuencia de la separación de sus padres, en relación con el momento evolutivo en que
se encuentran17:
Entre dos y cinco años:
– Confusión, ansiedad y miedo suscitados por los cambios profundos en la
familia.
– Fantasías de reconciliación en las que sus padres vuelven a ser pareja.
– Conducta agresiva hacia padres, hermanos o compañeros. Un profundo sen-
timiento de pérdida suele ocultarse tras este comportamiento (ya no convi-
ven a tiempo completo con ambos progenitores).
– Sentimientos de culpa pues acostumbran a imaginar que su mal comporta-
miento ha motivado la separación.
– Regresión que se manifiesta en un retroceso a etapas previas de su desarrollo
(dificultad en el control de esfínteres) o en forma de conductas muy depen-
dientes («pegarse a las faldas»).
– Trastornos del sueño producidos en muchas ocasiones por un incremento
del miedo, que se traduce en miedo a la oscuridad, pesadillas, etc.
– Problemas alimentarios.
Entre cinco y siete años:
– Tristeza y sufrimiento profundos.
16. Fariña (2002), op. cit. pág. 45; Rojas Marcos (1994), op. cit. págs. 118-119; Testor et al. (2001),
op. cit. pág. 212.
17. Parkinson, L. (2005). Mediación Familiar. Teoría y práctica: principios y estrategias operati-
vas. Barcelona: Gedisa. Págs. 172-175. A partir del estudio de Wallerstein y Kelly (1980).
© WK Educación 45
Cómo afrontar el divorcio
46 © WK Educación
El ciclo del divorcio
18. Según Fariña, Arce e investigadores (2001) cit. por Fariña (2002) op. cit. pág. 46.
© WK Educación 47
Cómo afrontar el divorcio
4. HOJA DE RUTA
19. Wallerstein (1983) cit. por Parkinson (2005) op. cit. pág. 177.
48 © WK Educación
El ciclo del divorcio
a iniciar el recorrido del ciclo del divorcio siguiendo, a modo de hilo conductor, el
itinerario emocional que se ha dibujado a partir del cuadro inferior. En el predivorcio
se abordan la ira y el miedo, para seguir con la tristeza en el divorcio, y finalizando,
en el postdivorcio, con la felicidad y el amor, que aparece de forma implícita en el ca-
pítulo dedicado a la familia reconstruida. Aunque, en realidad, el amor está presente
a lo largo de todo el camino del divorcio, pues no deja de fluir entre padres e hijos, y
sigue vivo en el entramado de afectos entre éstos y la familia extensa, amigos, etc.
Obviamente, las emociones no aparecen aisladamente, ni siguen un orden estricto
a lo largo del trayecto del divorcio, sino que aparecen «juntas y revueltas», con in-
tensidad variable, en todas las etapas del itinerario.
SÍ NO
Acontecimientos
(¿relevantes?)
Emoción No emoción
Alegría Miedo
Amor Ira
Felicidad Tristeza
© WK Educación 49
PREDIVORCIO
Capítulo III
La deliberación
La agonía del amor
Es fa llarg, es fa llarg esperar
Oh que llarga es fa sempre l’espera
Quan s’espera que vingui el pitjor
I que trista i que llarga és l’espera
Quan s’espera la mort de l’amor.
Quan s’espera que tot ja s’acabi
Per tot d’una tornar a començar
Quan s’espera que el mon tot s’enfonsi
Per tornar-lo a edificar,
Es fa llarg, es fa llarg esperar
¡Oh! Qué larga se hace siempre la espera/ cuando se espera que llegue lo peor/ y
qué triste y qué larga es la espera/ cuando se espera la muerte del amor./ Cuando se
espera que todo se acabe ya/ para enseguida volver a empezar/ cuando se espera que
el mundo entero se venga abajo/ para enseguida volver a edificarlo./ Se hace largo,
se hace largo esperar.
(Fragmento de la canción de Pau Riba)
Y de repente este mundo de los dos, aburrido y previsible, cotidiano y tan gris, le
parece muy seguro porque lo conoce, muy confortable porque no pasa nada (...).
(Fragmento de L’últim tren, de Maria Mercè Roca)
© WK Educación 55
Cómo afrontar el divorcio
La ruptura
(...) ha dado mil vueltas a este momento.
Me voy de casa, dice, y ambos escuchan lo que ha sido dicho y ambos tienen la
sensación de que caen, hechos pedazos, tronchados por el impacto, por la brutali-
dad que tienen las palabras que él acaba de decir casi en voz baja, muy pausada, y
que ella ha escuchado como si vinieran de muy lejos, como si a duras penas hubie-
ran sido dichas. Ha habido una explosión, se ha despedazado un paisaje, un mundo
entero y ahora, en la sala donde están, entre los sofás de piel, están los trozos de uno
mezclados con los trozos del otro en medio de un gran silencio.
En su interior los corazones palpitan con tanta furia que ambos los sienten retumbar,
ampliados, en el estómago y en las sienes. Ya ha sido dicho, ya ha sido escuchado. ¿Quién
sufre más ahora? ¿Quién se siente más desamparado? La espalda está empapada de un
sudor helado y, como si la sangre de golpe hubiera espesado, los muebles, los libros, los
cuadros, las lámparas, la mesa, pierden los contornos y se oscurecen. Los mismos sínto-
mas, dos agonías idénticas para quien abandona y para quien es abandonado.
(Fragmento de L’últim tren de Maria Mercè Roca)
1. LA DELIBERACIÓN
1. Zanuso (2005).
56 © WK Educación
La deliberación
Sin duda, se hace triste y larga la espera cuando se asiste a la agonía del amor.
Como si de un enfermo terminal se tratara, uno se aferra a la vida e intenta ver
indicios de recuperación, pero intuye en lo más profundo de su ser que el final se
acerca. Esta etapa, que puede durar meses e incluso años, es una época marcada por
la incertidumbre, llena de fluctuaciones: con enorme pesar, se vislumbra el fin de un
proyecto de vida en común, al tiempo que uno se resiste a dar crédito a esta realidad.
Las discusiones suelen abundar entre los miembros de la pareja, alternándose los
sentimientos de rabia, hacia el cónyuge, con los sentimientos de pena por la relación
que agoniza. La relación entre los miembros de la pareja suele hallarse en un ciclo
interminable de peleas y tentativas de reconciliación, que vienen a intensificar el dis-
tanciamiento entre ellos y su malestar. Así, el lugar que antes ocupaba el amor, cede
paso al resentimiento y al desamor.
Los siguientes párrafos de Rojas Marcos2 ilustran a la perfección este período de
intenso malestar:
«El amor se marchita y en su lugar surge el desánimo, el resentimiento o la apa-
tía»; «La decisión de separarse o de divorciarse es el resultado de una larga y do-
lorosa lucha, en la que es preciso atravesar un túnel embrollado y tenebroso donde
sentimientos intensos de miedo, culpabilidad, rencor, e incluso odio, se convierten
en parte integrante del día a día. Al final, cada cónyuge deberá pasar de un mundo
que, aunque malo, conoce, a otro totalmente desconocido»; «Romper una relación de
pareja en la que creció, habitó y murió el amor, supone siempre una prueba espinosa,
un tránsito angustiante, un reto enorme».
En una segunda fase, se toma la decisión de divorciarse. La ruptura puede llegar
después de una pelea o bien sin que ocurra nada en especial, pero las personas que
han vivido una separación coinciden en identificar el momento de la decisión final
con un punto de no retorno, que suele asociarse a un episodio concreto, y a partir del
cual la decisión de separarse aparece como irreversible e irrevocable.
Abandonar una cotidianidad pobre en alegrías, pero previsible, por un futuro des-
conocido e incierto, acostumbra a generar ansiedad en las personas que se separan.
Pero no sólo el miedo angustia a los cónyuges, también la ira y la tristeza por no
haber podido preservar la relación de pareja. Y es que un profundo malestar suele
acompañar esta resolución, que pretende poner fin a una situación que Rojas Marcos
denomina de insostenible infelicidad. Si bien, más allá del dolor, la ruptura supone
también un hilo de esperanza pues representa, no sólo el final de una etapa importan-
te, sino el inicio de un futuro que se desea mejor.
© WK Educación 57
Cómo afrontar el divorcio
Preocupados por los efectos que su separación pueda causar en los hijos, los sen-
timientos de culpa abundan entre los padres que deciden divorciarse. Qué duda cabe
de que el divorcio puede suponer una experiencia de riesgo para los hijos. Con el
cese de la convivencia entre los padres, desaparece una determinada forma de vida
en familia, infeliz tal vez, pero conocida y previsible. Con el tiempo, la familia se re-
organizará y adoptará otra forma igualmente válida, pero con el divorcio se produce
la «supresión de los puntos de referencia y la desaparición momentánea de las líneas
de desarrollo»3. Inevitablemente, los niños cuyos padres se separan sufren. Pero,
trascurrido un período razonable de elaboración del dolor, el divorcio no debe tener
consecuencias negativas a largo plazo.
Recordemos que el divorcio pretende ser una solución efectiva a una situa-
ción de conflicto que ya existía antes de la ruptura; y que aquello que realmente
perjudica a los hijos es el grado de conflictividad entre los padres y su forma de
conducir las disputas4. En consecuencia, la forma en que los padres manejen la
situación que resulta de su separación es fundamental para el bienestar de sus
hijos.
Precisamente el momento de mayor tensión para los hijos es cuando se hace
efectivo el cese de la convivencia entre sus padres5. Este cambio sustancial en
la vida de la familia, no siempre viene acompañado de una explicación clarifi-
cadora a los hijos, quienes creen a menudo ser los causantes de la ruptura de sus
padres, aumentando con ello su temor y su confusión. Los hijos necesitan que
sus padres les comuniquen a tiempo y de forma adecuada que van a divorciarse.
Informarles de esta decisión supone un primer ejercicio de cooperación entre
los padres, que puede contribuir a sentar las bases de la relación parental post-
divorcio.
3. Meltzer y Harris (1989) y Pérez Testor (1994), cit. por Pérez Testor (2001) op. cit., pág. 209.
4. Suares (2003).
5. Parkinson (2005).
58 © WK Educación
La deliberación
La noticia de que sus padres van a divorciarse produce un gran impacto emocional
en los hijos, y no existe un discurso capaz de anestesiar el dolor que este anuncio les
ha de causar. Obviamente no podemos recurrir a la improvisación para comunicar un
cambio de tal magnitud, sino que debemos elaborar un relato con detenimiento.
Fundamentalmente, este relato debe estar orientado a clarificar a los hijos cuatro
cuestiones esenciales6:
Qué cambios van a producirse.
Los hijos no son culpables del divorcio de sus padres.
El amor de los padres hacia los hijos no cesa con el divorcio.
Los hijos podrán seguir amando a ambos padres después del divorcio.
Los niños necesitan tiempo para asimilar la decisión de sus padres. Y para favo-
recer su adaptación es importante «comenzar con buen pie». A tal fin, se exponen a
continuación una serie de puntos básicos para la preparación del relato que anunciará
la separación a los hijos7:
1. Informar a los hijos
Es imprescindible informar a los hijos. Si bien algunos padres, con intención de
ahorrar sufrimiento a sus hijos, creen poder prescindir de este paso. En otras oca-
siones, piensan que sus hijos son todavía demasiado pequeños para comprender la
situación.
No obstante, sea cual sea su edad, los niños necesitan de las explicaciones de
sus padres, y están capacitados para aceptar la realidad que les toca vivir8. Por otra
parte, cuando los niños no disponen de tales explicaciones acostumbran a recurrir a
la imaginación y a la fantasía, atribuyéndose en la mayoría de los casos la culpa del
divorcio de sus padres (porque no se han portado bien, etc.).
Otros padres esperan a informar a sus hijos justo en el último momento. Sin em-
bargo, es aconsejable proporcionarles cierto margen de tiempo para poder asimilar la
6. Beyer y Winchester (2003). Cómo explicar el divorcio a los niños. Barcelona: Oniro.
7. A partir de Benedek, E.P. y Brown, C.F. (1999). Cómo ayudar a sus hijos a superar el divorcio.
Barcelona: Médici.; Fernández Ros, E., y Godoy Fernández, C. (2002). El niño ante el divorcio.
Madrid: Pirámide; Pagés i Crivillé, M. (2002). Hijos y divorcio. Barcelona: Martínez Roca; Zanuso
(2005).
8. Dolto (1989).
© WK Educación 59
Cómo afrontar el divorcio
noticia, y comunicarles la decisión antes de que uno de los progenitores deje el hogar
conyugal. Se recomiendan entre una o dos semanas antes de que se haga efectiva la
separación. Una vez notificada, se recomienda no prolongar este período a fin de no
alentar fantasías de reconciliación en los hijos, que podrían añadir más confusión. En
este sentido, los períodos de prueba que algunas parejas se conceden, alternando pe-
ríodos de separación con períodos de convivencia, pueden generar inseguridad en los
hijos; también pueden propiciar que éstos se impliquen en la tarea de volver a unir a
sus padres. Tampoco es recomendable informar antes de que exista una decisión en
firme, pues ello podría generar más temor e incertidumbre.
También es aconsejable informar de forma conjunta a todos los hijos; hacerlo por
separado podría hacer más confusa la situación. Si bien, en lo sucesivo, será con-
veniente destinar espacios a solas con cada uno de los hijos, para poder atender de
forma individualizada a sus dudas y a sus temores.
3. Dejar muy claro que se rompe el vínculo como pareja, pero no como padres
Uno de los temores más frecuentes en los hijos de parejas que se divorcian –que
han dejado de quererse– es que sus padres dejen de quererlos a ellos también. Es
fundamental, por tanto, tranquilizarles al respecto y explicarles que la pareja se di-
vorcia como marido y mujer, pero no como padres: «Papá y mamá van a separarse
como marido y mujer, pero no vamos a separarnos de vosotros»; «El amor de los
padres hacia los hijos es para siempre y no se acaba con el divorcio».
60 © WK Educación
La deliberación
Este mensaje debe reforzarse asegurando que, a pesar de no vivir juntos, los hijos
podrán seguir contando con ambos padres. En este sentido, resulta útil explicarles
de qué forma los padres van a ocuparse de ellos, cómo se han organizado para poder
seguir cuidando de ellos teniendo en cuenta que ya no van a convivir. Ello referido
a la idea general de poder seguir contando con ambos padres, y también en relación
con la nueva rutina. Resulta útil dedicar un tiempo a organizar las tareas del día a día
que asumirá cada progenitor a fin de evitar situaciones de confusión.
En definitiva el mensaje que debemos transmitir a los hijos es: «Te queremos mu-
cho y nunca dejaremos de hacerlo aunque ahora tal vez dudes y tengas miedo de que
eso suceda»; «Los adultos a veces dejan de amarse como marido y mujer pero los
padres nunca dejan de amar a sus hijos»; «Hay muchas clases de amor: el amor entre
marido y mujer a veces termina; el amor de los padres hacia los hijos no»;«Siempre
nos tendrás a los dos, aunque ahora vayamos a vivir separados»; «Estaremos a tu
lado y te ayudaremos a acostumbrarte a todos estos cambios», etc.
4. Los hijos necesitan poder seguir amando a ambos padres
Del mismo modo que precisan tener la seguridad de que sus padres seguirán amán-
dolos después de la separación, los hijos necesitan saber que podrán seguir amando
a ambos padres, es decir, que no deberán elegir a uno de ellos. Es conveniente que
éste sea uno de los hilos conductores de la actuación de los padres pues se trata de un
aspecto fundamental a cuidar en los procesos de separación. De ahí la necesidad de
una actuación conjunta, que asegure a los hijos que van a poder seguir contando con
ambos padres, y que evite en lo posible generar conflictos de lealtades.
Con demasiada frecuencia, algunos progenitores instalados en el rencor prosiguen
su «guerra conyugal» más allá del divorcio y convierten a sus hijos en aliados de su
lucha particular. En el fragor de la batalla, llegan a descuidar la necesidad de los hijos
de seguir queriendo a ambos progenitores.
5. Prestar atención al lenguaje verbal y al no verbal
Conviene utilizar un tono sereno y evitar los dobles mensajes. Recordemos que
los niños son expertos en los mensajes no verbales, y captan a la perfección la hosti-
lidad que se camufla en frases del tipo: «No voy a hablar mal de su padre/madre pero
tampoco diré nada en su favor».
6. Evitar informar con detalle de las discusiones y de los conflictos que han po-
dido motivar la ruptura
Debemos hacer una distinción entre el tipo de información que damos a un amigo
y la que damos a los hijos. Éstos precisan una información veraz, pero no es nece-
sario que sea demasiado explícita; en realidad la necesidad de dar explicaciones
© WK Educación 61
Cómo afrontar el divorcio
exhaustivas responde más a una necesidad de los adultos que de los niños. Así, po-
demos ser fieles a la verdad al tiempo que nos reservamos información relativa al
divorcio. De otro modo, un exceso de detalles puede confundir a los hijos y propiciar
conflictos de lealtad hacia uno u otro progenitor.
Como afirma Dolto10 «todas las justificaciones del divorcio son falsas justificacio-
nes». En realidad, aquello que los hijos necesitan oír de sus padres es que, a pesar
de haber intentado con todas sus fuerzas solucionar sus problemas, no pueden seguir
viviendo juntos; que la decisión de divorciarse ha sido enormemente difícil y que el
desenlace les entristece profundamente.
Resulta del todo desaconsejable dar explicaciones del tipo: «Vuestro padre/madre
tiene ahora otra familia»; «Vuestro padre/madre nos abandona»; «Vuestro padre/ma-
dre quiere que me vaya de casa», etc.
7. Asegurar a los hijos que no tienen ningún tipo de responsabilidad en la
ruptura
Aunque en ocasiones no lleguen a explicitarlo, muchos hijos se sienten culpables
de la ruptura de sus padres. Conviene pues que los padres les tranquilicen al respec-
to, y les repitan cuantas veces sea necesario que el divorcio «no es culpa suya»; se
trata de clarificar que nada de lo que puedan haber dicho o hecho los hijos ha tenido
que ver con la decisión de los adultos de optar por el divorcio.
A fin de reforzar este mensaje, es recomendable evitar las disputas en presencia
de los hijos, pues podrían reavivar el temor a ser el origen de las desavenen-
cias entre sus padres. Aún existiendo el firme propósito de no discutir delante de
los hijos, en ocasiones será inevitable que se produzca algún tipo de discusión,
en cuyo caso podemos decirles: «Lamento que papá y mamá hayan discutido; a
veces nos cuesta no hacerlo, pero seguiremos intentando resolver nuestras dife-
rencias de una forma más pacífica; quiero que sepáis que nuestra discusión no se
debe a nada de lo que habéis dicho (o hecho) vosotros». Otras veces, el ambiente
se tensa y es tan sólo uno de los cónyuges quien no logra mantener la calma; en
este caso, el otro puede dirigirse a él/ella, en un tono neutral, y aplazar la conver-
sación para más tarde.
Cuando los padres no puedan resolver sus desacuerdos a dos, pueden recurrir a
la mediación familiar, un espacio donde el mediador/a actuará como facilitador del
diálogo entre ambos.
62 © WK Educación
La deliberación
11. Lucas, P. y Leroy, S. (2003). El divorci explicat als nostres fills. Barcelona: Empuréis. Pág. 41.
© WK Educación 63
Cómo afrontar el divorcio
Nuestro afán de tranquilizar a los hijos puede llevarnos a decirles que «nada cam-
biará» y que «aunque papá y mamá se separen, todo seguirá igual que antes». Po-
demos distinguir entre el mensaje implícito («papá y mamá os seguirán queriendo
igual que antes») y la conveniencia de clarificar los detalles de la nueva rutina que,
inevitablemente, cambiará de forma sustancial.
Es del todo desaconsejable traspasar a los hijos decisiones que sólo corresponden
a los padres: «con quién de nosotros quieres ir a vivir»; «cuanto tiempo deseas pa-
sar con cada uno de nosotros», etc. Resulta reiterativo, pero la máxima es: los hijos
aman y necesitan seguir amando a ambos padres después de la separación. Para ello
hay que evitar cualquier situación susceptible de generar conflictos de lealtad.
Así pues, es preferible utilizar fórmulas veraces, claras y desprovistas de cualquier
tipo de chantaje emocional: «A partir de ahora, tendréis dos casas, la casa de papá y
la casa de mamá»; etc.
12. No alimentar fantasías de reconciliación
Los hijos acostumbran a tener la fantasía de que sus padres volverán a unirse;
incluso más allá de haber formado éstos nuevas familias pueden soñar con un hogar
donde vivan todos juntos. Especialmente entre los más pequeños, es más habitual
que se dé esta confusión entre los deseos y la realidad.
Teniendo en cuenta que son proclives a culparse por el divorcio de sus padres, en
ocasiones creen que si se esfuerzan lo suficiente en portarse bien, podrán lograr que
sus padres vuelvan a estar juntos. Debemos dejar muy claro que se trata de una deci-
sión que han tomado los padres y que los hijos no pueden hacer nada por cambiarla,
ni para volver a unirlos como pareja.
Cuando los padres logran mantener una relación fluida después de la ruptura, deben
evitar transmitir señales equívocas que puedan confundir a los hijos, y puntualizar que
la historia común entre ambos ha terminado, aunque su relación actual sea cordial:
«Papá y mamá reflexionaron mucho antes de tomar esta decisión pero, aunque nos
entristece y sabemos que también os entristece a vosotros, no vamos a cambiarla».
13. Adaptar el relato a la edad de los hijos
El relato de los padres comunicando la decisión de separarse no será el mismo
según se dirija a niños en edad preescolar o a niños mayores; en consecuencia será
necesario adaptarlo a la edad de los hijos12:
12. Según Benedek y Brown (1999) cit. por Fernández Ros, E. y Godoy Fernández, C. (2002). El
niño ante el divorcio. Madrid: Pirámide. Págs. 38-39.
64 © WK Educación
La deliberación
Los menores de cinco años en realidad imaginan a sus padres como una uni-
dad indisoluble y no en una mamá y un papá por separado. No necesitan ex-
plicaciones excesivamente largas ni detalladas; en estas edades el tono de voz
que acompañe las explicaciones de los padres resulta más importante si cabe
que las propias palabras, para transmitirles seguridad y confianza. Puede ser
tranquilizador para los pequeños, que los padres les aseguren que «no le ocu-
rrirá nada malo» al progenitor que se marcha del hogar.
Entre cinco y ocho años precisan una explicación más detallada de los cambios
que afectarán su rutina. Dado que la relación con los iguales cobra más impor-
tancia, resulta beneficioso asegurarles que seguirán en la misma escuela y que
no deberán separarse también de sus compañeros y amigos (siempre que sea
posible).
Entre nueve y doce años pueden producirse reacciones más airadas. Puesto que
imaginan la realidad en términos de buenos-malos / correcto-incorrecto, cabe
esperar la implicación de los hijos en la ruptura culpando a uno de los proge-
nitores de la separación y tomando partido por el otro progenitor.
El ejemplo que sigue sólo pretende servir de orientación para elaborar otros rela-
tos que se adapten a cada situación específica13:
«Tenemos que deciros una cosa muy importante: papá y mamá ya no seguirán
viviendo juntos porque vamos a divorciarnos. Queremos que sepáis que los dos os
queremos muchísimo y que seguiremos cuidando de vosotros. Siempre nos tendréis
a vuestro lado. También los abuelos (tíos, primos) seguirán siendo vuestra familia.
También deseamos deciros que es una decisión que hemos tomado los dos y que
no tiene nada que ver con vosotros. Nos hubiera gustado que esto no sucediera, pero
ya no queremos seguir viviendo juntos. Estamos muy tristes por este motivo y nos
duele que vosotros también lo estéis. Seguro que sentís muchas cosas y que tenéis
muchas preguntas. Podemos hablar de ello ahora o en otro momento. Siempre que
deseéis hablar de esto, decídnoslo y hablaremos.
Nos duele que nos hayáis visto discutir más en estas últimas semanas y lo lamen-
tamos. Es difícil y doloroso tomar esta decisión, y sabemos que para vosotros tam-
poco ha sido fácil, y que también os habéis enfadado más a menudo. Pero queremos
que sepáis que nada de lo que vosotros hayáis podido hacer o decir tiene nada que
© WK Educación 65
Cómo afrontar el divorcio
ver con nuestra decisión. Estamos muy contentos de que seáis nuestros hijos y os
queremos mucho. Siempre os querremos».
3. DESPUÉS DE LA NOTICIA
«Ante una pena o una congoja, una caricia tierna y sincera vale todas las explica-
ciones del mundo»14.
A la notificación del divorcio, seguirán otras conversaciones con los hijos. Al-
gunas se habrán acordado previamente, otras surgirán espontáneamente, pero, en
cualquier caso, es esencial que los hijos sepan que pueden contar con sus padres.
Necesitan tener la certeza de que serán escuchados y de que van a poder volcar
sus sentimientos, sus dudas y sus temores en estos espacios a solas con sus padres.
También es útil que, además de sus padres, puedan contar con otros miembros de la
familia extensa, con amigos de los padres, etc.
Por otra parte, no todos los niños reaccionan de la misma forma y, en ocasiones,
pueden desconcertar a los padres. Mientras algunos no dudan en preguntar a sus
padres, otros se sumen en el mutismo y otros se comportan como si nada hubiera
ocurrido. Desde el respeto por la forma de actuar de cada hijo, los padres pueden
facilitar que éstos expresen su malestar, alentándoles a expresar cómo se sienten y
fomentando las preguntas («¿Te ha sorprendido la noticia?»; «¿De qué tienes mie-
do», etc.). También pueden acompañarles con su presencia amorosa, sin decir nada;
haciéndoles saber, en definitiva, que papá y mamá les quieren, les comprenden y
pueden recurrir a ellos siempre que lo deseen.
Antes de adentrarnos en la fase siguiente del divorcio, y enlazando con las reco-
mendaciones para dar la noticia a los hijos, quiero cerrar esta etapa exponiendo, a
modo de síntesis, las necesidades de los hijos durante la separación y el divorcio15:
Mantener lazos y relaciones con ambos padres y con las demás personas signi-
ficativas para ellos.
66 © WK Educación
La deliberación
Se trata de un trastorno cada vez más frecuente en casos de divorcio, por el cual un
progenitor prosigue su batalla particular más allá de la separación, manipulando a los
hijos en contra del otro cónyuge; como consecuencia produce daños profundos en
los propios hijos y en el otro progenitor. Asimismo, si éste/a forma una nueva fami-
lia, compromete seriamente su reconstrucción, que suele verse torpedeada sutil pero
implacablemente, extendiéndose el daño a todos los miembros de la nueva familia.
© WK Educación 67
Cómo afrontar el divorcio
SAP leve
En una primera fase el progenitor alienador elige uno o varios temas con los
que iniciará la campaña de denigración. Este tema comienza a ser asimilado
por el menor.
En la segunda fase se consolida el tema o motivo, lo cual genera una fuerte
conexión entre el hijo y el progenitor alienador, así como fuertes sentimientos
de complicidad y de comprensión entre ambos, fomentando la proximidad y la
lealtad.
16.. Se entiende por triangular a los hijos «hacerles partícipes en los juegos relacionales disfuncio-
nales de sus padres. O, dicho de otro modo, implicarlos en las tentativas de resolución de los conflic-
tos conyugales paternos». Linares, J.L. (2006). Las formas del abuso. La violencia física y psíquica
en la familia y fuera de ella. Barcelona: Paidós. Pág. 55.
17. Aguilar, J.M. (2004). S.A.P. Síndrome de alienación parental. Córdoba: Almuzara. Pág. 21
18. Ibíd.
19. Ibíd. págs. 47-53.
68 © WK Educación
La deliberación
SAP moderado
En la tercera fase el hijo comienza a manifestar tenues conductas de negación,
enfrentamiento y temor a la hora de relacionarse con el otro progenitor, lo cual
refuerza aún más los lazos con el progenitor alienador. A través de comentarios
y de estrategias diversas (supervisión de las visitas a la vuelta del hijo, etc.) se
refuerza la programación. Asimismo, el progenitor alienador revisa y refuerza
la lealtad de sus hijos, incitándoles a tomar partido en la situación, preguntán-
doles qué opinan de la conducta del otro progenitor, etc. Todo este proceso se
desarrolla sin que el progenitor alienador reconozca su propia responsabilidad
en los hechos.
La campaña de denigración se intensifica, aunque todavía es sutil y de baja
intensidad. Las visitas con el progenitor alienado empiezan a ser conflicti-
vas, especialmente en el momento en que regresan los hijos al hogar; también
empiezan a producirse interferencias en las visitas con distintas excusas. Los
vínculos de afecto hacia el progenitor alienado se debilitan, al tiempo que se
refuerzan con el progenitor alienador. Éste involucra a los hijos y, bajo el pre-
texto de «jugar limpio», les informa detalladamente de los procesos que pueda
haber en curso, etc.; los hijos se convierten así en confidentes privilegiados,
reforzándose los lazos de complicidad entre ellos. Empiezan las provocaciones
y los sentimientos de culpa o de malestar ante los problemas con el progenitor
alienado son mínimos o desaparecen. Además, los hijos empiezan a mostrar
un pensamiento dependiente, defendiendo con vigor al progenitor alienador y
mostrando apoyo al progenitor alienado en contadas ocasiones. En esta fase,
las visitas a la familia extensa del progenitor alienado se evitan o se realizan
mostrando desagrado.
SAP severo
En una cuarta fase, se intensifican las conductas de rechazo en el hijo, al tiem-
po que hay ausencia de ambivalencia en las emociones de los hijos, que ma-
nifiestan rechazo u odio hacia el progenitor alienado, al tiempo que defienden
de forma absoluta e irracional al progenitor alienador. Ante este panorama,
el progenitor alienador elude toda responsabilidad en los hechos y legitima
© WK Educación 69
Cómo afrontar el divorcio
70 © WK Educación
Capítulo IV
La ira
La pareja
Poco a poco, una ola de ira caliente y desolada nace en su interior y sube por su
estómago hecha un aullido. Pero se contiene, mesurada, como casi siempre; cierra
la boca y aborta un grito en una náusea de saliva y lágrimas.
Los hijos
Cuando me desperté, mamá hablaba por teléfono y reía. Sus risas me dieron mu-
cha rabia. Ya sé que debería haberme puesto contento, porque, desde que papá no
estaba, resultaba imposible ver a la princesa de la luna de buen humor, pero no me
alegré (...).
A mí me producía una irritación, muy, muy grande. Tan grande, que no me cabía
en la barriga. Tan caliente, que me quemaba los ojos. Tan roja, que parecía que la
cocina era el infierno. Y comencé a lanzar las croquetas contra la pared. Y ¡paf!,
catapultaba una y, cuando reventaba contra los azulejos verdes, mi indignación se
hacía un poco más pequeña (...).
Me hubiera gustado decirle que necesitaba tirar las croquetas para que la rabia
inmensa de haber perdido a papá fuera pasajera. Pero no pude explicárselo.
Un grito gigante y muy negro comenzó a nacerme dentro del pecho. Me hubiera
gustado vomitar a papá. Pero no lo hice. En lugar de gritar, me enfadé y me crucé
de brazos encima del plato.
© WK Educación 73
Cómo afrontar el divorcio
En esto de pasarlo mal, Paqui acertaba. Porque tenía un dolor de barriga cada
día mayor. Quizá el vientre se me estaba agujereando. Y, además, me entraban unas
ganas irresistibles de dar patadas a las puertas y a las sillas, y algunos días lo hacía
y otros no.
(Fragmento de El final del joc de Gemma Lienas)
1. LA IRA
74 © WK Educación
La ira
2. ¿QUÉ ES LA IRA?
Existen diversas palabras que dan nombre a la ira: enojo, indignación, rabia, ren-
cor, odio, furia, hostilidad, violencia, irritabilidad, impotencia, animosidad, resenti-
miento, exasperación, tensión, agitación, animadversión, animosidad y cólera2. La
emoción de la ira, que puede oscilar entre una leve irritación y el odio más profundo,
es «una reacción de irritación, furia o cólera desencadenada por la indignación y el
enojo de sentir vulnerados nuestros derechos»3. Esta forma de trasgresión percibida
contra uno mismo se refiere básicamente a tres aspectos: la justicia, la razonabilidad
y las expectativas4.
Ser tratados injustamente (cuando se viola alguna regla personal importante).
Ser heridos (en nuestro amor propio).
Ver dificultada la consecución de alguna meta importante para nosotros.
Como todas las emociones, la ira predispone a la acción y cuando nos enfada-
mos nuestro cuerpo moviliza las defensas o el ataque. Como mecanismo de de-
fensa ha servido para preservar la especie pero, en la actualidad, los desencade-
nantes de nuestra ira son de naturaleza muy distinta a los peligros que acechaban
a nuestros ancestros. Atacar y destruir ha dejado de ser la respuesta adecuada a
las amenazas actuales, que se pretenden afrontar con un manejo pacífico de esta
emoción.
Es obvio que la ira puede perjudicar nuestras relaciones y a nosotros mismos5:
© WK Educación 75
Cómo afrontar el divorcio
Cuando estamos bajo los efectos de la ira tendemos a actuar impulsivamente y nos
cuesta pensar con claridad y evaluar las consecuencias de nuestro comportamiento.
Ceder a la ira puede ser una forma de proteger nuestro orgullo cuando nos senti-
mos heridos; a veces es más fácil sentirse enfadado que angustiado. De este modo,
la ira dificulta reconocer nuestros propios sentimientos.
La ira es energizante
Nos provee de fuerza para defendernos y puede facilitar que llevemos a cabo una
tarea cuando nos resulta difícil.
La ira puede ser útil para expresar tensión y comunicar a los demás nuestros
sentimientos negativos
Puede actuar como señal de alarma para indicarnos que algo es injusto, amenazan-
te o frustrante para nosotros. También puede mostrarnos cuándo debemos afrontar
el malestar..
6. Ibíd.
76 © WK Educación
La ira
3. COMPRENDIENDO LA IRA
Ante todo cabe distinguir entre «ira» (la emoción) y «agresión» (la conducta). La
ira, como todas las emociones, es una reacción compleja que incluye tres tipos de
respuestas7:
Así pues, para comprender la ira necesitamos saber cómo funcionan sus tres com-
ponentes esenciales: las respuestas corporales (activación), los pensamientos y la
conducta.
© WK Educación 77
Cómo afrontar el divorcio
cuerpo11. Estos cambios corporales nos preparan para actuar ante una amenaza
potencial.
El proceso de la ira incrementa su intensidad en espiral12:
1. En la fase inicial, la ira se dispara (activación elevada) y se produce la explo-
sión emocional, lo cual hace muy difícil actuar o pensar de forma racional en
este punto del proceso. Como afirman Redorta et al.13: «la emoción inunda
la cognición y la neutraliza», pues «las conexiones entre el sistema límbico
(amígdala) y la corteza cerebral pasan por unos canales muy potentes (…). En
cambio, la comunicación inversa entre la corteza cerebral y el sistema límbico
pasa por unos canales muy delgados, que se pueden colapsar con facilidad
impidiendo la comunicación».
2. En una segunda fase, la ira se modera y disminuye el nivel de agresividad.
3. Finalmente, desaparece el comportamiento hostil y se regresa al nivel racional;
es la fase de normalización. Entre la fase de encendido de la ira y el retorno
a la calma, deben transcurrir, como mínimo, veinte minutos14. Es importante
retener estos datos a la hora de planificar estrategias que nos permitan regular
la ira.
Cuando la ira alcanza niveles elevados y este estado de excitación permanece, no
sólo estamos más predispuestos a actuar de forma impulsiva, sino que aumenta nues-
tra susceptibilidad y nos irritamos con más facilidad. Asimismo, puede ocasionarnos
problemas de salud, y dañar nuestros sistemas cardiovasculares15. Por otra parte, la
ira reprimida hace que aumente nuestro malestar. Esta incapacidad para expresar la
ira, mantiene a nuestro organismo en un nivel considerable de activación y produce
una insatisfacción que va en aumento que, dependiendo de la intensidad, puede oca-
sionar trastornos:
Físicos: migraña, mareos, vértigos, etc.
Funcionales: dispepsia, fibromialgia, etc.
Psíquicos: ansiedad, pánico, fobias, depresión, etc.
11. Ellis, A. (1999). Controle su ira antes de que ella le controle a usted. Barcelona: Paidós.
Pág. 24.
12. Según Arranz, P. et al. (2003). Intervención emocional en cuidados paliativos. Barcelona: Ariel;
y Weisinger (1988).
13. Redorta et al. (2006), op. cit. pág. 45.
14. Ibíd.
15. Ellis (1999), op. cit. pág. 25.
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La ira
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Cómo afrontar el divorcio
arbitrarias, subjetivas e irracionales que en muchos casos poco o nada tienen que
ver con lo que está ocurriendo19. Las distorsiones cognitivas son hábitos de pen-
samiento automáticos que se basan en una visión negativa e ilógica de la realidad.
Esta visión sesgada de los acontecimientos o de nosotros mismos, puede hacer que
nos enojemos; cambiando el sentido o malinterpretando lo que la gente dice o hace.
Muchas de las afirmaciones internas que nos hacemos cuando estamos enfadados,
están originadas por una forma de pensar distorsionada, que nos ofrece una visión
deformada de los acontecimientos. Este estilo de pensamiento distorsionado genera
el hábito de utilizar el mismo «diálogo interno» cada vez que nos enfadamos, con lo
cual este circuito se retroalimenta20.
Sin embargo, no siempre que nos enfadamos estamos pensando de forma distor-
sionada, pues en ocasiones la ira puede ser legítima y estar justificada; pero cuando
estamos enojados, este tipo de pensamientos actúa a modo de combustible, echan
más leña al fuego, con lo cual la ira puede intensificarse y prolongarse, llegando a
ser destructiva.
Tipos de distorsiones cognitivas
Existen varios tipos de distorsiones cognitivas, pero los que se exponen a conti-
nuación21 contribuyen de forma especial a generar y alimentar la ira.
Imperativos. Este tipo de pensamientos se rigen por unas normas autoimpues-
tas, de carácter rígido e inflexible, que se aplican a uno mismo, al mundo o a
los demás. Cuando los demás no cumplen estos «deberes», o las cosas no ocu-
rren de la forma que esperamos, lo vivimos como una injusticia o una trasgre-
sión y nos enojamos: «Maldito guardia urbano, ¡no debería haberme puesto la
multa!»; «Puñetera lluvia, ¡justo ahora que empiezo las vacaciones!». Cuando
somos nosotros quienes no cumplimos estas expectativas, nos sentimos fraca-
sados y frustrados, con lo cual la ira también está asegurada: «¡Debería haber-
me acordado!».
Leer el pensamiento. Esta distorsión nos lleva a interpretar y a hacer supo-
siciones acerca del comportamiento de los demás: «¡Lo hace para fastidiar-
me!»; «¡Me tiene manía!»; «Ya no me necesita»; de esta forma nos enfadamos
porque creemos que los motivos de su comportamiento se deben a nuestras
suposiciones.
19. Castanyer, O. y Ortega, E. (2001). ¿Por qué no logro ser asertivo? Bilbao: Desclée De Brouwer.
Pág. 26.
20. Weisinger (1988), op. cit. pág. 60.
21. A partir de Neenan, M. y Dryden, W. (2004). Coaching para vivir. Barcelona: Paidós. Págs.
19-24; Redorta et al. (2006), op. cit. págs. 73-74; Weisinger (1988), op. cit. págs. 60-67.
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La ira
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Cómo afrontar el divorcio
La ira puede impulsarnos a agredir pero no debemos confundir la ira (la emoción)
con la conducta agresiva. Así, es posible sentir enojo sin actuar de forma agresiva.
Experimentar y expresar ira depende de:
Aprendizaje anterior de conductas (la conducta agresiva es un hábito apren-
dido).
Patrones de pensamiento.
Niveles de activación.
En consecuencia, la ira es controlable25 ya que podemos:
Desaprenderla y aprender nuevos hábitos de comportamiento.
Cambiar nuestro pensamiento creador de ira.
Reducir el nivel de activación.
Una regulación adecuada de la ira conlleva beneficios para nuestra salud y para
nuestras relaciones. Resulta eficaz prevenir los escenarios que supongan un alto ries-
go de experimentar ira; se trata de evitar situaciones con gran potencial para desen-
cadenar nuestro enfado, a fin de poder reflexionar y evaluar de nuevo las circunstan-
cias, antes de afrontarlas.
Actuando sobre la respuesta fisiológica (activación)
Si bien la respuesta fisiológica es involuntaria y escapa a nuestro control, técnicas
adecuadas como la respiración y la relajación, pueden prevenir los efectos negativos
de una activación intensa producida por la emoción de la ira. Las estrategias que
siguen a continuación no constituyen en sí mismas la solución a los problemas, sino
que permiten afrontarlos en mejores condiciones. Así, facilitan la recuperación del
control sobre nuestro estado de ánimo (deteniendo la escalada de la ira) y nos permi-
ten pensar, de forma más serena, en las posibles soluciones.
a) La relajación constituye un buen antídoto para la reacción airada ya que,
mientras se practican estos ejercicios, se reduce el consumo de oxígeno, la
frecuencia cardiaca disminuye, la respiración se hace más lenta y el flujo
25. Winogrom, W.Ph.D., et al. CALM. Programa para aprender a manejar la ira. Guía 1. Gener-
alitat de Catalunya. Departament de Justícia i Interior. Pág. 36.
26. A partir de Bisquerra (2003); Greenberger y Padesky (1998); Salmurri (2004) y Weisinger
(1988).
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La ira
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Cómo afrontar el divorcio
Como es bien sabido la tensión emocional que conlleva el divorcio no sólo afecta
a los padres, también los hijos se hallan inmersos en este «mar de emociones». Es
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La ira
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Cómo afrontar el divorcio
30. A excepción de algunas aportaciones puntuales de otros autores, este apartado se ha elaborado
a partir de: Corkille Briggs, D. (1998). El niño feliz. Barcelona: Gedisa.; Ford, J. (2002). Transforma
tu ira en energía positiva. Barcelona: Oniro.; Pearce, J. (1987). Praktische opvoed-tips. Nijkerk
(Bélgica): Intro; y Weisinger (1988) op. cit.
86 © WK Educación
La ira
Hemos visto como algunas de estas conductas aparecen por primera vez con el
divorcio de los padres; incluso es posible que tengan una virulencia inusual. Ello
puede ser debido a sus dificultades para adaptarse a la situación que resulta de la se-
paración. Probablemente, necesite una dosis «extra» de atención por nuestra parte.
La ira nos informa de una frustración
La ira de los niños suele ir vinculada a la no-consecución de algo que es impor-
tante para ellos. Cuando las cosas no van como planeamos, sentimos frustración;
enfadarse forma parte del proceso de adaptación.
Podemos ayudarles a manifestar su enfado, invitarles a que nos hablen de aquello
que les causa enojo; a veces basta con clarificar la situación para que sus ánimos se
calmen. Conviene utilizar un tono tranquilo, sereno, a fin de no echar más leña al
fuego.
Tras los comportamientos agresivos de los niños, a menudo se esconden el
miedo o la tristeza
Si los niños no tienen la madurez suficiente para distinguir si sienten enfado, mie-
do o tristeza, podemos ayudarles a comprender su malestar, ya sea hablando con
ellos o a través de cuentos.
En ocasiones, los hijos de padres divorciados intentan hallar un responsable; a
menudo sienten que son ellos los «culpables» de la separación, otras veces respon-
sabilizan a uno de los progenitores de la ruptura. Así, los conflictos de lealtad son
bastante comunes entre los hijos, quienes a veces suelen inhibir su enfado con el
progenitor ausente (a quien suelen idealizar), y descargar su ira con el progenitor
custodio31.
Muchas crisis de rabia tienen su origen en la falta de comunicación
A veces pensamos que sólo los adultos tenemos razones de peso para sentir enojo
y consideramos la ira de los niños un asunto menor; tendemos a banalizar sus enfa-
dos y, en ocasiones, llegamos a ridiculizarlos («¡Cosas de niños!»).
Una buena dosis de empatía puede facilitarnos esta tarea y, si realizamos el es-
fuerzo de «ponernos en sus zapatos», nos será más fácil comprender los motivos de
la ira de los niños.
Las quejas de los niños a menudo esconden ira o dolor, y puede que no resulte
grato afrontar estos sentimientos. Si optamos por ignorar sus quejas, éstas no des-
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Cómo afrontar el divorcio
aparecerán, sólo quedarán escondidas y en algunos casos puede que reaparezcan con
mayor virulencia.
Sintonizar con el malestar de los niños les transmite seguridad y propicia un clima
que favorece la expresión de las emociones.
Hemos visto como reconociendo y legitimando la ira de los niños, éstos aprenden
que pueden sentir enojo; ahora debemos enseñarles a actuar la ira. Necesitan saber
que no pueden causar daño a los demás y ejercitarse en comportamientos adecuados
que sustituyan a las patadas, los empujones, los mordiscos, etc.
Debemos permitirles expresar sus emociones y, al mismo tiempo, limitar sus reac-
ciones negativas. Se trata de reconducir sus acciones, enseñándoles formas adecua-
das de expresar su enfado. Recordemos que este aprendizaje se realiza en gran parte
a través de la imitación. Los niños aprenden a manejar su enojo a partir del modelo
que ofrecen los adultos en el manejo de su propia ira.
Los niños precisan libertad para expresar su ira pero, al mismo tiempo, necesitan
sentirse seguros. Los adultos les proporcionamos seguridad si comprendemos su en-
fado, ponemos límites a su comportamiento y les enseñamos conductas alternativas
con las que puedan expresar su enojo de forma adecuada.
Ante el enfado de los niños, podemos ayudarles a expresar con palabras lo que
sienten y a reconducir su conducta: «Vamos a ver, explícame qué te ha ocurrido y
intenta hacerlo sin gritar tanto». Si queremos transmitir calma, conviene que atenda-
mos al lenguaje no verbal y usemos un tono sereno y tranquilo. Pronunciado en un
tono crispado y con un volumen de voz elevado, el ejemplo anterior produciría, con
toda seguridad resultados bien distintos.
Por otro lado, los mensajes en positivo suelen ser más eficaces que los mensajes
en negativo; así, el ejemplo anterior resulta más adecuado que decir: «¡No grites!».
En esta línea, Vallet32 afirma: «Cuando, en lugar de regañarle por lo que hace mal,
le enseñamos a hacerlo bien, se siente tranquilo interiormente. Cuando le gritamos
constantemente porque no hace bien las cosas, le ponemos nervioso, le alteramos, y
sigue sin saber cómo debe ser su comportamiento la próxima vez».
32. Vallet, M. (2005). Educar a niños y niñas de 0 a 6 años. Madrid: Praxis. Pág. 22.
88 © WK Educación
La ira
33. A partir de: Vallet, M. (2005). Cómo educar a mi hijo durante su niñez (de 6 a 12 años). Madrid:
Praxis. Págs. 135-140.
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Cómo afrontar el divorcio
90 © WK Educación
La ira
– En la misma línea, explicarle qué pensamos hacer para solucionar las cosas
(les da seguridad).
Recordar que los episodios con un nivel de ira leve suelen durar poco y habitual-
mente se resuelven con comprensión y empatía. A menudo basta con darles un poco
de tiempo para calmarse. Los más pequeños suelen tranquilizarse si los sentamos en
nuestro regazo. Los adolescentes suelen requerir más tiempo.
(Las indicaciones que siguen a continuación son útiles para detener la escalada de
ira, pero deberemos enseñarle a regular su ira sin que llegue a ser explosiva).
– Mantener la calma.
– Hacerle preguntas.
© WK Educación 91
Cómo afrontar el divorcio
Recordar que tras la ira intensa puede esconderse miedo e inseguridad que a
menudo está relacionada con una pérdida. Que necesita ayuda para superar su
dolor y su malestar. Que los episodios de furia de los niños duran menos que los
de los adultos35.
– Mantener la calma.
– No pretender razonar con el niño. Cuando la ira es intensa está bajo los
efectos de un «secuestro emocional»36. Conviene hablar con él cuando se
haya tranquilizado.
Después de la «tempestad»
Recordar que es importante que conozcamos su versión de los hechos, y que ellos
necesitan saber qué pensamos nosotros de lo ocurrido.
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La ira
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Cómo afrontar el divorcio
La cuestión básica que los niños aprenden sobre la cólera (y, en realidad, con
el resto de emociones) es que «todos los sentimientos son adecuados», pero que
algunas reacciones son adecuadas y otras, por el contrario, no lo son37.
94 © WK Educación
Capítulo V
El miedo
La pareja
En las paredes de las casas, le dice su marido, se quedan todas las conversacio-
nes, las palabras, las promesas, los insultos, los gritos, las mentiras (...).
Teresa mira la sala en la que se encuentran, está pinada de un gris muy pálido,
casi blanco, haciendo juego con las cortinas y los sofás. No está muy segura de lo
que puede estar enganchado en las paredes. Un poco de amor, sí. La fina voz de Cla-
ra cuando era pequeña. Unas pocas palabras ásperas al cabo de los años. Silencios
que protegían la intimidad de cada uno. Sueños privados. El miedo de perder al otro.
Miedo de los días que pasaban.
(Fragmento de L’últim tren, de Maria Mercè Roca)
Cada vez que le miramos a la cara, nos hacemos más fuertes, más valientes, más
seguros de nosotros mismos.
(Eleanor Roosevelt)
Los hijos
Al día siguiente, mi estómago continuaba tan encogido como uno de esos gusanos
de San Antonio que se hacen una bolita cuando los tocas. Dice papá que es su ma-
nera de defenderse. Se convierten en una diminuta bola para dificultar el ataque del
adversario. Quizá mi estómago se había transformado en una bola para protegerse
del miedo que, como un ejército de hormigas, se paseaba dentro de mi cuerpo.
(Fragmento de El final del joc de G. Lienas)
© WK Educación 97
Cómo afrontar el divorcio
El miedo es la emoción básica que nos rige y nos domina. La única que nos per-
mitimos, a veces, y la que cierra el paso al resto de emociones1.
1. ¿QUÉ ES EL MIEDO?
2. CLASES DE MIEDO
Hay miedos innatos y miedos adquiridos5. Existe un miedo innato, que comparti-
mos con todos los animales, y que nos alerta de los peligros, a fin de evitar un daño o
98 © WK Educación
El miedo
la muerte. Sin embargo, no todos los peligros que nos amenazan son reales; existen
peligros que desencadenan la misma respuesta emocional, pero que no constituyen una
amenaza real. Es lo que denominamos miedo irracional, y que se desencadena ante
peligros imaginarios; se trata de estímulos reales, pero no existe un peligro real6.
Esta diferencia se hace patente en el caso del temor a hablar en público; es ob-
vio que en tales circunstancias nuestra vida no corre peligro, pero muchas personas
viven esta experiencia con auténtico pavor. Este tipo de miedo es adquirido, y está
condicionado por la propia experiencia vital (sucesos desagradables o traumáticos)
y por la educación recibida. Sin duda, es esta clase de miedo el que nos causa pro-
blemas. Y es que nuestro cuerpo está diseñado para un mundo que ya no existe. Los
peligros que acechaban a nuestros antepasados requerían de soluciones inmediatas y
podían resolverse con una acción puramente física; si lograban sobrevivir, su cuerpo
había consumido todas las hormonas de defensa que había segregado.
Nosotros, en cambio, nos enfrentamos a peligros mucho más sutiles y nuestra
vida no suele verse amenazada, pero sí nuestra autoestima y nuestro bienestar. Los
miedos que rigen la vida de las personas son el miedo al rechazo y el miedo al fraca-
so7. Así, todos deseamos fervientemente relaciones donde fluya el afecto, sentir que
pertenecemos a una familia, a una pareja, a un grupo de amigos, etc. El miedo a ser
rechazados es el que nos mueve, en ocasiones, a buscar la aceptación de personas
significativas para nosotros a cualquier precio; ello nos lleva a primar los intereses
de los demás por encima de los nuestros, adoptando conductas pasivas, o comporta-
mientos evitativos ante los conflictos.
El miedo al fracaso está directamente vinculado a nuestras expectativas de al-
canzar las metas que nos hemos propuesto. Proponernos objetivos demasiado am-
biciosos o desconfiar de nuestros recursos para lograrlos, suele estar en el origen de
algunos de nuestros miedos.
Para una mejor comprensión de nuestros miedos, puede resultar útil ver qué nece-
sidades se ven amenazadas. La pirámide de Maslow8 nos sirve para este cometido: en
la base de la pirámide se hallan las necesidades materiales (necesidad de sustento y
alojamiento); en el nivel siguiente está la necesidad de seguridad (necesidad de vivir
en un entorno seguro, de sentirnos seguros en nuestro trabajo, etc.); en el tercer nivel
se encuentra la necesidad de amor y de pertenencia (necesidad de sentirnos queridos
y de pertenecer a una familia, pareja, grupo de amigos, etc.); por encima de este ni-
© WK Educación 99
Cómo afrontar el divorcio
Autorrealización
Reconocimiento
Amor y compañía
Seguridad
Fisiológicas
Sin lugar a dudas, todas estas necesidades pueden verse seriamente cuestionadas
cuando una pareja se separa; así, la pirámide de los miedos del divorcio se ajustaría
al esquema siguiente.
En primer lugar, pueden verse amenazadas las necesidades materiales; la necesidad
de una nueva vivienda para el cónyuge que se va, la mudanza, etc., representan una
fuente de gastos extraordinarios que será preciso afrontar. También se ven alteradas
las condiciones relativas a la necesidad de seguridad; el que hasta ahora era nuestro
hogar desaparece (uno se va y el que se queda debe afrontar la ausencia), puede que se
produzcan cambios en el trabajo, etc. En el tercer nivel, el divorcio provoca un impacto
profundo y las necesidades de sentirse amado, de pertenecer a una pareja, etc., se ven
fuertemente sacudidas por razones obvias. Esta misma onda expansiva alcanza el cuar-
100 © WK Educación
El miedo
3. COMPRENDIENDO EL MIEDO
Todos hemos sentido miedo en alguna ocasión. Si bien, puede que no siempre
reconozcamos haberlo experimentado; a menudo el miedo se asocia a la cobardía, y
¿quién no aspira a ser visto como «valiente»?. Con frecuencia, cometemos el error
de confundir valentía con «ausencia de miedo», cuando ser valiente consiste pre-
cisamente en actuar a pesar del miedo11 (¡meditando las consecuencias de nuestra
acción!). Lo que nos impide ser valientes no es el miedo, sino evitar sentir miedo.
Dejar de hacer aquello que nos causa temor, nos produce un alivio momentáneo,
pero, a largo plazo, no hace sino aumentar nuestra inquietud. Huyendo del miedo nos
convertimos en sus rehenes.
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Cómo afrontar el divorcio
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El miedo
15. Ellis, A. (1999). Controle su ira antes de que ella le controle a usted. Barcelona: Paidós. Pág. 57.
16. A partir de: Castanyer y Ortega (2001); Güell (2005); Neenan y Dryden (2004).
© WK Educación 103
Cómo afrontar el divorcio
Cada noche, al acostarse, explicas un cuento a tu hijo; esta noche estás agotada
y no lo haces; piensas «Soy una mala madre».
Personalización. Hace que las personas con este tipo de pensamiento se sien-
tan responsables de todo lo que acontece a su alrededor.
Después del divorcio has podido mantener la relación con todos los amigos
comunes, a excepción de una pareja, piensas «¡Me he quedado sin amigos!».
El miedo puede mover a conductas de evitación o de huida, que nos llevan a es-
capar de algún modo de la situación amenazante; también puede bloquear nuestra
acción, llevándonos a permanecer pasivos e indefensos ante personas o situaciones
que tememos. Estos estilos de conducta inhibida suelen corresponderse con un estilo
evitador de los conflictos.
17. Corrie, C. (2003). Becoming Emotionally Intelligent. Stafford (Reino Unido): Network Educa-
tional Press Ltd. Pág. 45.
18. Conangla (2004), op. cit. pág. 122.
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El miedo
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Cómo afrontar el divorcio
106 © WK Educación
El miedo
La separación de los padres y los cambios que comporta, genera miedo en los
hijos. La forma y la intensidad del miedo está en función de las características per-
sonales de los niños y jóvenes, y de la etapa evolutiva en la que se encuentren. Sin
embargo, un miedo recurrente entre los hijos de las parejas divorciadas es la inquie-
tud que provoca el temor a que sus padres, habiendo dejado de «quererse», dejen
también de quererles a ellos. También la partida del hogar de uno de los progenitores
puede ser vivida de forma especialmente angustiosa por los hijos, que temen acabar
«perdiendo» a ambos progenitores.
Haynes22 manifiesta que el miedo es la emoción preponderante en niños de entre
tres y cinco años, y la atribuye al creciente desarrollo de la autonomía. En conse-
cuencia, la ansiedad que produce la separación en esta etapa evolutiva, es general-
mente elevada. Este miedo suele manifestarse con el llanto; es frecuente que lloren
cuando deben separarse de un progenitor (el no custodio) y también cuando éste
regresa. Asimismo, temen que el progenitor custodio les abandone y puede que vi-
van con ansiedad quedarse en casa de amigos, etc., sin la presencia de un progenitor.
También es posible que su temor se extienda a perder el hogar, sus cosas, etc.
Así pues, es de esperar que muestren más rechazo y más ansiedad cuando deben
separarse de sus padres (visitas, fin de semana, etc.), y que se aferren más que nunca
a las personas que les cuidan; igualmente, es bastante habitual que rescaten objetos
de apego que ya no utilizaban (ositos de peluche, mantita, etc.) y que les sirven para
sentirse más seguros. Además, pueden aparecer nuevos miedos o intensificarse los
ya existentes (miedo a la oscuridad, miedo a dormir solo, pesadillas, etc.).
Si un temor recurrente de los hijos es que los padres dejen de quererlos «también»
a ellos, nuestra intervención debe dirigirse principalmente a tranquilizarles en este
aspecto; explicándoles que la relación entre una pareja es de naturaleza distinta a la
relación entre padres e hijos, y asegurándoles que ellos (los padres) no les abando-
narán nunca.
Por otra parte es importante que padres y educadores faciliten la expresión del
miedo en los niños, reconociendo y aceptando esta emoción, y aportándoles tranqui-
lidad y seguridad con su apoyo y su afecto. Sin duda, la máxima prioridad está en
nutrir la confianza.
22. Haynes, J.M. (1995). Fundamentos de la mediación familiar. Madrid: Gaia. Pág. 136.
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Cómo afrontar el divorcio
23. Salmurri (2004), op. cit. págs. 59-62, donde se expone de forma detallada esta técnica.
108 © WK Educación
DIVORCIO
Capítulo VI
La mediación familiar
La mediación familiar
Poco después, mi pareja y yo nos separamos. Tenemos dos hijos y decidimos se-
pararnos nosotros, pero no separarnos de ellos. Fue duro, como cualquier ruptura,
como cualquier proyecto que finaliza, ya que por el camino dejas ilusiones y trocitos
de ti mismo que tienes que ir recomponiendo. Pero hicimos una separación lo menos
dolorosa posible, con una guardia y custodia completamente compartida. No sé si
entrar en contacto con la mediación me ayudó en todo el proceso (...). En la actua-
lidad no se tiene mucha confianza en esta posibilidad, hay demasiadas cosas que
llevan al enfrentamiento y la judicialización.
1. EL DIVORCIO LEGAL
© WK Educación 113
Cómo afrontar el divorcio
114 © WK Educación
La mediación familiar
La mediación es una técnica para la gestión positiva del conflicto que con inter-
vención de un tercero neutral –el mediador– facilita el diálogo entre las partes impli-
cadas en el conflicto. De este modo, el proceso de mediación pretende ayudar a las
partes a recuperar la capacidad de comunicarse entre sí de forma adecuada y eficaz,
y con ello la posibilidad de negociar de forma colaborativa y de llegar, si cabe, a
acuerdos satisfactorios para ambos.
4. A partir de: Farré, 2004: 51-52-109; Suares, 2002: 28-29; Zanuso, 2001: 7; Vinyamata, 2001:
110.
5. Ortuño Muñoz, P. (2002). La Mediación Familiar como alternativa a la resolución judicial de
los conflictos matrimoniales. La experiencia jurisdiccional frustrada. Mosaico nº 13. Disponible en:
http://ebro.unizar.es/rits/mosaico/Mosaico13/MonoMF.htm.
© WK Educación 115
Cómo afrontar el divorcio
trar las soluciones honestas y adecuadas, que supongan la superación positiva de los
conflictos. Algo que, como juez de familia, no he podido conseguir».
Así, la mediación familiar representa una manera diferente de ver el divorcio ya
que, tradicionalmente, se ha identificado la separación con el ámbito judicial. Y no
siempre es necesario interponer un juicio para finalizar una relación conyugal, sólo
cuando se agotan otras vías de solución. El contexto judicial sitúa a la pareja en una
posición de «ganador-perdedor», que puede hacer más profundas las heridas, y que
no beneficia las relaciones coparentales.
La mediación, por el contrario, puede contribuir a que las parejas que se separan
encuentren un final digno a su relación, que les permita seguir relacionándose como
padres de sus hijos. Martí6 cita la Recomendación 1 (98), de 21 de enero, del Comité
de Ministros del Consejo de Europa, en la cual se anima a fomentar la mediación
entre los Estados miembros porque «puede mejorar la comunicación entre los miem-
bros de la familia; reducir los conflictos entre las partes en litigio; permitir acuerdos
amistosos; asegurar las relaciones personales entre padres e hijos; reducir los costes
económicos y sociales de las separaciones y divorcios; y reducir el tiempo de trami-
tación de las rupturas».
116 © WK Educación
La mediación familiar
más «íntimo» a las partes, donde tratar los conflictos interpersonales. Este contexto
permite generar un ambiente de confianza y tratar con mayor comodidad las emocio-
nes que afloran a lo largo del proceso. Sin embargo, la mediación es un espacio di-
señado para tratar específicamente conflictos interpersonales, y no debe confundirse
con la psicoterapia. Aunque se hace difícil separar las cuestiones intrapersonales de
las interpersonales en estos procesos.
En un proceso de mediación, el protagonismo pertenece a las partes. El mediador
es el conductor del proceso, pero la responsabilidad del proceso es de las partes que
acuden a la mediación. A ellos corresponde hallar la solución a su conflicto y, condu-
cidos por el mediador, encontrar las bases para un acuerdo, que tenga en cuenta las
necesidades de cada uno, y que satisfaga a ambos.
8. Este apartado está elaborado a partir de: Suares, M. (2003) págs. 28-30 y Farré, S., (2004), op.
cit. Pág. 37.
© WK Educación 117
Cómo afrontar el divorcio
La confidencialidad del proceso obliga tanto a las partes como al mediador y pre-
tende proteger la intimidad de los protagonistas de la mediación. Tanto es así, que la
mayoría de legislaciones protegen los contenidos de las sesiones de mediación hasta
el punto de impedir que el mediador pueda actuar como testigo en un procedimiento
judicial, aunque sea requerido por las partes o por sus abogados. No obstante, esta
disposición admite excepciones cuando están en juego la integridad física o psíquica
de las personas.
Indudablemente, los más expertos en los temas relativos a su familia son los pro-
pios miembros de la pareja; nadie está mejor cualificado que ellos para tomar las
resoluciones que afectan a ellos y a sus hijos. Sin embargo, el despliegue emocional
que acompaña al divorcio puede entorpecer e incluso bloquear, la capacidad de diá-
logo de las personas que se separan; la mediación pretende ayudarlas a recuperar esta
habilidad, a fin de que puedan proseguir construyendo su futuro, por sí solos.
118 © WK Educación
La mediación familiar
Así, algunos autores estiman que la mediación no es posible cuando existen malos
tratos, aunque las opiniones al respecto están divididas. En cualquier caso, «la vio-
lencia» no puede ser objeto de mediación, pues no se puede negociar la cantidad o
forma de malos tratos, sino que el debate se centra en la posibilidad de mediar en te-
mas relacionados con los hijos, bienes, etc., en familias donde existe violencia10.Esta
autora opina que deben ser mediadores especializados quienes atiendan los casos
con violencia. Por otra parte, no todos los conflictos son «mediables»; la mediación
se muestra eficaz en conflictos interpersonales de intensidad baja y media11.
© WK Educación 119
Cómo afrontar el divorcio
con ellos durante un largo período. Cuando se produce esta situación, pueden
surgir conflictos en todos los «bandos», ya sea porque los hijos rechacen al
progenitor ausente, ya sea debido a la negativa del progenitor custodio a acep-
tar los cambios que implica la nueva situación.
Conflictos por invalidación que se refiere a una de las situaciones más conflic-
tivas, en tanto que la invalidación pretende alejar a uno de los progenitores de los
hijos, basándose en denuncias por conductas relacionadas con malos tratos, abu-
sos sexuales, toxicomanías, etc. Debe comprobarse la veracidad de la acusación
a través de una pericia psicológica, antes de iniciar cualquier intervención13.
En situaciones de conflicto, las emociones están presentes con una intensidad es-
pecial. Las personas separadas (o en trámites) son un vivo ejemplo, y cuando llegan
a la mediación suelen encontrarse bajo una fuerte tensión; no en vano las emociones
que les embargan les impiden (al menos temporalmente) negociar por sí solos cues-
tiones relativas a su nueva realidad. Diversos autores14 señalan la conveniencia de
atender, valorar y comprender las emociones de las partes implicadas, que reciben un
tratamiento insuficiente cuando sólo se aplican soluciones jurídicas a los conflictos
familiares. La mediación, por el contrario, se presenta como una alternativa capaz de
generar un espacio de respeto, y de contribuir de forma eficaz a rebajar la intensidad
emocional de la situación.
120 © WK Educación
La mediación familiar
Creo que el modelo que propone Redorta16, donde recomienda una acción para
cada emoción, constituye un instrumento útil para el mediador en la conducción de
las emociones de las partes.
EMOCIÓN ACCIÓN
Ira Calmar / desviar
Miedo Comprender / proteger
Tristeza Cuidar / animar
Interés Ayudar / explorar
Sorpresa Orientar / prevenir
Alegría Comprender / compartir
Disgusto Explorar / orientar
Envidia Evitar / explicar
Culpa Reducir / desplazar
Admiración Racionalizar / aprender
Placer / Displacer
Habitualmente, las personas que acuden a la mediación recorren el camino que va
desde el displacer, cuando se reencuentran con la otra parte, al placer, cuando llegan
a un acuerdo. En este sentido, las intervenciones del mediador pueden propiciar un
© WK Educación 121
Cómo afrontar el divorcio
clima adecuado para mediar, ya sea con la conversación –tono de voz, lenguaje cor-
poral, etc.– o creando condiciones ambientales favorables –luz, temperatura, etc.–.
Ante el malestar de (alguna de) las partes, se recomienda que el mediador recurra
a la relajación, o bien a la escritura, como otra forma de establecer un sistema de
relajación efectiva que ayude a reflexionar y que logre atemperar el ánimo18 así, es-
cribir se ha revelado como un instrumento eficaz que, sin pretender hallar respuestas,
permite explicar qué nos sucede, cómo nos sentimos. Para ello, el mediador puede
servirse tanto de textos abiertos como de cuestionarios breves, que faciliten la tarea a
quienes no gusten los textos demasiado extensos. Así, el objetivo de estos cuestiona-
rios es generar respuestas positivas y orientarlas hacia soluciones compartidas; ello
es posible gracias a que permite que ambas partes expresen de forma tranquila sus
necesidades y conozcan, a su vez, las dificultades de la otra parte.
Alegría / Tristeza
La emoción de la tristeza suele estar muy presente en las personas que acuden a la
mediación, pues no debemos olvidar que el divorcio conlleva muchas pérdidas signi-
ficativas. Conviene, por tanto, que el mediador reconozca y comprenda las distintas
fases del duelo en que se encuentra cada una de las partes. Recordemos que uno de
los dos suele ir «un paso por delante» con respecto al del otro miembro de la pareja,
y que esto puede reflejarse en el grado de aceptación de la ruptura, etc.
Cuando nuestro ánimo es triste, solemos ver la realidad teñida de colores oscuros
y los pensamientos de tono pesimista se instalan en nuestra mente. La acción que
propone el modelo de Redorta para la tristeza es cuidar y animar. Ante la tristeza,
el mediador puede intervenir a través de la escucha activa y de la empatía, ya que
escuchando activamente a la persona que está afligida, y tratando de «sentir» cómo
se siente, puede lograr que se sienta comprendido (cuidado) y que, paulatinamente,
sea capaz de ver la situación desde otros puntos de vista (posibles o hipotéticos).
Por otro lado, puede ser de utilidad que el mediador adopte una postura optimista
(animar), ya que una actitud emocional positiva por su parte, puede cambiar el clima
de una sesión. Sin embargo, la actuación del mediador debe ser cuidadosa en extre-
mo y no forzar el ánimo de las partes.
A menudo aparece el llanto, y esta expresión de la tristeza suele aportar alivio y
rebajar la tensión del ambiente. Pero, frente a una gran aflicción19, es recomendable
preguntar a las partes qué podría ayudarles, y proponer «aparcar» temporalmente
122 © WK Educación
La mediación familiar
algún tema especialmente delicado, para retomarlo más adelante. Esta constituye
también una buena estrategia para tranquilizar. No obstante, conviene considerar la
posibilidad de que el llanto se utilice como estrategia para obstaculizar el proceso.
Por lo que se refiere a la alegría, ésta no suele estar muy presente en los encuentros
de mediación y no acostumbra a surgir hasta que se alcanza un acuerdo satisfactorio;
también puede que aparezca brevemente, en el transcurso de alguna sesión, cuando
una o ambas partes se sienten comprendidas.
Calma / Ira
La ira está presente en toda clase de conflictos, y las personas que acuden a me-
diación suelen experimentar esta emoción en intensidad variable. Frente a la ira, las
acciones recomendadas son calmar y desviar, por lo que el mediador deberá ayudar
a las partes a transitar de la ira a la calma. Cuando la ira aparece con mucha fuerza,
conviene recordar que las emociones intensas necesitan tiempo (unos veinte minutos
aproximadamente) para que las hormonas que ha segregado nuestro cuerpo puedan
reintegrarse al torrente sanguíneo20. Reconocer y legitimar la ira de las partes puede
tener un efecto tranquilizador, aunque no debe propiciarse su expresión, ya que pue-
de provocar un aumento de la intensidad de esta emoción. Por este motivo, se des-
aconsejan las catarsis, que no contribuyen a calmar los ánimos sino a intensificar la
ira y a escalar el conflicto. Ante una ira intensa el mediador puede intentar desviarla,
canalizando la energía que genera el enfado hacia la resolución de problemas21.
Una buena estrategia del mediador para reducir la tensión es recurrir a sesiones
individuales22; allí la persona airada podrá usar sus propias estrategias para calmar-
se (andar, respirar, etc.) de forma privada y sin verse sometido a «la mirada» de
la otra parte. Estos encuentros privados también son útiles para desvelar posibles
intereses ocultos, tal vez miedos subyacentes o, simplemente, para clarificar la
situación.
Cuando se trata de gestionar la ira de las partes puede ser de ayuda recordar
para qué sirve esta emoción, así cuando sentimos ira, normalmente tratamos de
defendernos de algo; esta comprensión puede darnos pistas acerca del manejo de
la situación.
© WK Educación 123
Cómo afrontar el divorcio
Confianza / Miedo
Las acciones recomendadas son comprender y proteger. Cuando aparece el miedo
en el proceso de mediación, puede ser debido al temor de las partes hacia el proce-
so, y de que éste les perjudique o de que el mediador no sea imparcial. También es
posible que una de las partes tenga miedo de la otra parte. Por ello, es conveniente
realizar entrevistas privadas, ya que cabe considerar la posibilidad de que se deba a
episodios de violencia o de abuso, en cuyo caso es preciso tomar medidas.
Si se descarta la violencia, también resultan indicadas las sesiones individuales
para tratar de hallar información acerca de ese temor, y averiguar así de qué está
intentando protegerse la persona.
La confianza es imprescindible para generar una relación de colaboración y sólo
desde la emoción de la confianza, puede desarrollarse la mediación. Sin embargo,
cuando se produce una ruptura conyugal, la confianza suele estar dañada –tal vez
sólo temporalmente–, y el mediador debe realizar esta reconstrucción de la confian-
za de forma gradual.
Para generar confianza el mediador puede recurrir a diversas estrategias: tranqui-
lizando a las partes, informándoles de que pueden consultar con un abogado antes de
llegar a un acuerdo; proponiendo acuerdos transitorios (no definitivos); planteando
el proceso en fases, donde se aborden en primer lugar los temas donde exista más
consenso, para avanzar así en los temas más «espinosos».
Amor / Odio
En el contexto de la mediación las emociones de amor y de odio están presentes
con mucha intensidad, y es que este par de emociones simbolizan perfectamente el
yin y el yang de que habla Suares y, como refiere, dejar de ser amado produce un
dolor profundo. Así, cuando la relación de la pareja funciona, predomina el amor y,
por el contrario, cuando se produce la ruptura, es el odio el que aparece. Tal vez sea
por esta causa que las parejas para poder separarse necesiten, de algún modo, degra-
dar al otro. Pero que desaparezca el amor no debe implicar forzosamente la pérdida
124 © WK Educación
La mediación familiar
A modo de síntesis, Suares propone mediar a partir del «polo positivo» de las emo-
ciones, y recurrir a la legitimación, a la revalorización y al reconocimiento, amplifi-
cando las emociones que favorecen un clima de colaboración –la alegría, la calma, la
confianza, etc.–. En cuanto al «polo negativo» –tristeza, ira, miedo, etc.– recomienda
no negarlas ni ignorarlas, pues podrían verse reforzadas, y reconducirlas adecuada-
mente.
© WK Educación 125
Cómo afrontar el divorcio
Por otra parte, Bolaños24 apunta una lista de sentimientos, no necesariamente ne-
gativos, que pueden estar detrás de lo que el autor denomina «punto de anclaje»:
alienación, alivio, ambivalencia, angustia, ansiedad, autocompasión, confusión,
culpa, depresión, desesperación, desilusión, enojo, furia, inadecuación, incerti-
dumbre, incredulidad, indefensión, infravaloración, insatisfacción, insensibilidad,
pérdida, preocupación, remordimiento, resignación, soledad, temor, traumatismo,
tristeza, vergüenza, vacío.
El mediador deberá, por tanto, tratar de identificar el «punto de anclaje», y buscar
algún tipo de intervención para acceder a este sentimiento, que facilite el desbloqueo
de la situación. En este sentido, desaconseja la intervención desde el terreno cogni-
tivo y recomienda intervenir desde el terreno emocional, en sesiones individuales y,
esencialmente, a través de la escucha activa y de la empatía.
24. Bolaños, I. (2004). Taller El punt de desbloqueig a la mediació familiar presentado en el Fòrum
de les Cultures Barcelona 2004, «Conflictes a la vida quotidiana», Barcelona, 13-15 junio (papel).
25. Zanuso, L. (2005). El poder del perdó. Eina reparadora en situacions de molt dolor familiar.
Seminario de Ponts de Mediació, Barcelona, 6 y 7 julio (papel).
26. Vinyamata (2003), op. cit. pág. 16.
27. Soler y Conangla (2004), L’ecologia emocional: l’art de transformar positivament les emocio-
ns. Pág. 131.
126 © WK Educación
La mediación familiar
El reconocimiento de la ofensa.
28. Este apartado del perdón se basa fundamentalmente en Zanuso (2005). El poder del perdó.
Eina reparadora en situacions de molt dolor familiar. Seminario de Ponts de Mediació, Barcelona,
6 y 7 julio (papel).
29. Liliana Zanuso denomina mediación terapéutica al proceso de mediación que ayuda a las
partes a afrontar los vínculos dañados y discriminarlos de aquellos que siguen intactos. En este sen-
tido, considera intervención terapéutica toda intervención que facilite el cambio, sin ser exclusiva
de terapeutas, y pudiendo resultar del trabajo de trabajadores sociales, pedagogos, mediadores, etc.
30. Urpí (2004), op. cit. págs. 47-48.
31. Farré (2004) op. cit. pág. 84; Sastre, (2005).
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Cómo afrontar el divorcio
El perdón no puede ser forzado, pues, si las partes no pueden conectar con el
dolor, lo transforman en ira.
La disculpa sólo puede ser instrumentada por el mediador.
Es preciso recurrir a sesiones individuales.
Primer paso: entrevista con la parte ofensora
El objetivo de esta entrevista es conducirlo al camino de la autocrítica, de la res-
ponsabilidad. (Si esta parte no está preparada para el pedir disculpas, es inútil seguir
con el proceso).
Mediador – Imagine que (la otra parte) le pide disculpas, ¿cómo se siente? (Se
recurre a la empatía).
Mediador –¿Qué lugar ocupa el perdón en su familia? ¿Le sirvió? ¿Qué personas
«no se hablan» en su familia? ¿Cree que habría sido útil pedir perdón?, etc. (Se in-
vestiga el papel de la disculpa en su familia de origen).
Mediador –¿Usted puede ser el pionero de la familia en pedir perdón? (Se utiliza
el empoderamiento).
Mediador –Podemos ensayar: ¿qué le diría a «X»? (Se utiliza el rol-playing).
Segundo paso: entrevista con la parte ofendida
Mediador –¿Hay algo que puede hacer «X» para que se sienta mejor? (No se utili-
za el término «perdón»). La respuesta es generalmente: «¡Qué me pida perdón!»
Mediador –¿Estarías dispuesto a escuchar a «X» si te pide perdón? (No se utiliza
la palabra «perdonar»).
Mediador –¿Qué lugar ocupa el perdón en su familia?, etc. (Se sigue la misma
trayectoria con la familia de origen que se ha seguido con la otra parte).
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La mediación familiar
Mediador –No te pedimos que perdones, pues es un proceso muy íntimo, sino que
te preguntamos qué puede hacer «X» para que volváis a hablar. (No se presiona).
Mediador –¿Alguien tiene algo que decir? (Sin dirigirse a ninguna de las partes
en particular, aunque se espera que sea la parte ofensora quien inicie el diálogo).
Mediador –Parece que tiene algo muy íntimo que decir… (Dirigiéndose a la parte
ofensora).
Una vez efectuado el pedido de disculpas, hay que ser especialmente cuidadosos
en finalizar en este punto la instrumentalización del perdón, a fin de evitar que se
reinicie una espiral de reproches.
Finaliza la sesión: Se felicita a ambas partes, a una parte por haberse disculpado
y a la otra por haber aceptado la disculpa (se utiliza el empoderamiento). Éste suele
ser el inicio de una nueva narrativa entre las partes.
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Cómo afrontar el divorcio
de separación se traten todos estos vínculos con esmero para evitar posibles «daños
colaterales».
Por otra parte, un proceso de mediación acostumbra a durar menos tiempo –unas
seis sesiones de hora y media– que un proceso judicial, lo cual supone un ahorro
considerable de tiempo y de dinero, además de facilitar una resolución más ágil de
la crisis, que no prolongue de forma innecesaria el malestar inherente a las circuns-
tancias del divorcio.
Por el contrario, la resolución del divorcio por la vía judicial suele ser más cos-
tosa, tanto en el aspecto emocional como en el aspecto económico. Al entrar en la
dinámica de un juicio, los excónyuges se convierten en rivales, cuando en realidad
las parejas que se separan no siempre lo son.
Así, el sistema adversarial, al alejar las posiciones de las partes, puede contribuir
a potenciar las emociones de ira, dolor, etc., presentes en estas situaciones. Como
sabemos, estas emociones pueden obstaculizar la resolución de los temas prácticos
y favorecer la escalada del conflicto, amenazando con ello el futuro de las relaciones
entre la expareja, que pueden verse seriamente dañadas. De este modo, la situación
130 © WK Educación
La mediación familiar
Otro de los inconvenientes del sistema judicial es que los acuerdos suelen incum-
plirse con más frecuencia. Por último, a los costes emocionales deben añadirse los
gastos que se derivan de los honorarios de abogados, procuradores, etc., que, tenien-
do en cuenta la mayor duración de estos procesos, se elevan a sumas considerables.
ABOGADO MEDIADOR
Ve un marido (que tiene un problema) y
Ve una pareja (que tiene un problema)
una esposa (que tiene un problema)
Ve opiniones diferentes (diferencia de
Ve intereses contrarios (disputa)
opiniones)
El acuerdo lo impiden las connotacio-
El acuerdo lo impiden los intereses con-
nes emocionales que dan lugar a las
trarios
diferencias
Se centra en los aspectos legales y mi- Se centra en el contexto de la crisis vi-
nimiza los aspectos emocionales tal que representa el divorcio
Enfatiza lo que las partes tienen en co-
Enfatiza las diferencias entre las partes
mún
Ve un problema personal que tiene
Ve un problema legal
consecuencias legales
La ley deberá resolver los problemas Las partes deberán resolver el problema
Ve el matrimonio de la pareja y su di- Ve el matrimonio de la pareja y su di-
vorcio como dos realidades a parte vorcio como parte de una secuencia
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Cómo afrontar el divorcio
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La mediación familiar
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Cómo afrontar el divorcio
En las situaciones de divorcio y, en general, para poder superar las crisis, las per-
sonas deberían incorporar las habilidades de vida (life skills) y las habilidades para
afrontar dichas situaciones de conflicto (coping skills)38.
Creo que este planteamiento coincide con Vinyamata39 cuando señala la con-
veniencia de no limitar la mediación a la aplicación de técnicas facilitadoras de la
comunicación, y de buscar un equilibrio entre la aplicación de estas técnicas y el
«desarrollo de valores humanísticos que permitan la persistencia de resultados y el
desarrollo de formas de convivencia respetuosas y satisfactorias».
Bernal40 cita, entre las características personales que precisa el mediador, la «ac-
titud favorable a la cooperación» ya que para ejercer de mediador se requiere una
postura conciliadora, abierta a soluciones pacíficas. Asimismo, se refiere a la ne-
cesidad de que el mediador posea habilidades para: la comunicación; la negocia-
ción; las relaciones interpersonales; la conducción de conflictos; el reconocimiento
y comprensión de las emociones, motivaciones, etc., de los demás. Recogiendo estos
aspectos y aquellos que se han venido exponiendo a lo largo del capítulo, creo que
puede considerarse que las habilidades que requiere el mediador se corresponden
con las competencias emocionales, propias de las personas que han desarrollado su
inteligencia emocional:
Inteligencia Regulación
interpersonal emocional
Autonomía
Personal
Fuente: Bisquerra (2004)
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La mediación familiar
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Habilidades de vida y bienestar, que se orientan a potenciar el bienestar perso-
nal y social. Implica la capacidad para identificar problemas, para fijar objeti-
vos positivos y realistas, así como la capacidad para afrontar conflictos y resol-
verlos de forma pacífica, teniendo en cuenta la perspectiva y los sentimientos
de los demás.
Capítulo VII
El divorcio emocional: el duelo
La pareja
Adéu amor, jardí de flor menuda,
illa del meu cor i mar que m’envoltava,
adéu besades, gavines de la nit,
adéu al temps encara per venir.
Adiós amor, jardín de flor menuda/ isla de mi corazón y mar que me rodeaba/
adiós besos, gaviotas de la noche,/ adiós al tiempo aún por llegar.
(Maria del Mar Bonet canta M. Theodorakis)
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Cómo afrontar el divorcio
Lágrimas. ¿Cómo curar el dolor, si está por todos sitios, dentro y fuera, en el vien-
tre, en el cielo, en las piernas y en las manos, en las calles? ¿Cómo curar el dolor
de las toallas y las sábanas, de los zapatos, de los platos, de los muebles y de las
puertas? El dolor que no para de caer como la lluvia y lo empapa todo. Todo.
(Fragmento de L’any del te de Manuel Brugarolas)
No podemos evitar que los pájaros de la tristeza se posen sobre nuestro hombro.
Pero podemos impedirles anidar en nuestro pelo.
(Antiguo proverbio chino1)
Los hijos
Y me dormía pensando en el papá de Jenny, que tenía un olor semejante al del
mío. Y recordé que estaba muy triste, muy triste, porque hacía mucho tiempo que no
lo veía...
(Fragmento de El final del joc de G. Lienas)
140 © WK Educación
El divorcio emocional: el duelo
El divorcio legal no siempre coincide con el divorcio emocional. Más allá de los
trámites reglamentarios, los miembros de la pareja deberán afrontar el divorcio emo-
cional, que comporta la elaboración del duelo por el final de la relación de pareja.
Este proceso supone vivir el dolor por las múltiples pérdidas que conlleva la ruptura
conyugal: la pérdida de un proyecto de vida en común; la compañía del otro; a veces,
de la relación con algunos amigos o con algunos miembros de la familia extensa.
Si las parejas se divorcian legalmente, pero no emocionalmente, la separación no
queda resuelta. Su futuro y el de sus hijos puede verse comprometido si no elaboran
adecuadamente este duelo. Así, algunas parejas de divorciados siguen vinculados
por una relación de hostilidad crónica, que puede prolongarse incluso más allá de ha-
ber formado nuevas familias. Paradójicamente, en una situación crónica de conflicto
las personas están más unidas que nunca; el malestar de las parejas y de sus hijos se
eterniza e impide dedicar la energía a la construcción de un nuevo futuro.
1. ¿QUÉ ES EL DUELO?2
2. Este apartado se ha elaborado a partir de: Rodríguez, P. (2002). Morir es nada. Barcelona: Sine-
quanon. Págs 213-228.
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Cómo afrontar el divorcio
sufre cambios la relación con la familia extensa, con los amigos comunes. Ineludi-
blemente, uno de los miembros de la pareja deberá abandonar el hogar; puede que
incluso deba cambiar de trabajo. La nueva realidad se impone y los excónyugues
deberán hacer frente a todas estas pérdidas; el sufrimiento que aflige a las personas
que se divorcian, resulta del todo comprensible.
No obstante, detrás del proceso por asumir una pérdida irreparable, hay un intento
de reconstrucción. El proceso de duelo hace posible la adaptación progresiva a la
pérdida y, en consecuencia, a la nueva situación.
De un lado, se pretende recomponer el mundo interno, ya que una parte del uni-
verso emocional y cognitivo queda fracturado; y por otro lado, se intenta rehacer el
mundo externo, mediante la reorganización de las relaciones sociales y la asunción
de roles diferentes.
En un proceso de duelo podemos distinguir tres aspectos: cognitivos, pragmáticos
y emocionales.
Los elementos cognitivos se relacionan con el deterioro de la autoestima, que
puede verse afectada tanto por la pérdida en sí, como por el desgaste emocio-
nal que implica el proceso de duelo. Por otra parte, abundan los pensamientos
distorsionados de culpa, fracaso, etc.
En el caso concreto del divorcio, es habitual que uno de los miembros de la
pareja se vea a sí mismo como víctima y al otro como el causante de todo el
dolor («el malo de la película»).
Los elementos pragmáticos del duelo se refieren al cambio en las rutinas y a
los rituales, que tienen un papel importante en el equilibrio psicológico3. Como
se ha mencionado, las personas divorciadas precisan reorganizar su vida co-
tidiana, y deberán acostumbrarse a realizar en solitario todo un conjunto de
actividades que antes compartían con la pareja (tareas domésticas, ocio, etc.).
Los elementos emocionales constituyen el núcleo esencial de todo el proceso.
Así, las emociones de las personas que viven un duelo son la ira, el miedo, la
culpa y, fundamentalmente, la tristeza4.
La depresión, frustración, decepción, aflicción, pena, melancolía, autocompasión,
soledad, desgana, morriña, y el abatimiento, dolor, pesar, desconsuelo, pesimismo,
desaliento constituyen la «familia de la tristeza». Esta emoción suele desencadenar-
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El divorcio emocional: el duelo
se ante la pérdida irremediable de algo que valoramos como importante y, más que
una emoción aguda, se considera un estado de ánimo. El objeto de la pérdida puede
abarcar desde la muerte de un ser querido hasta la pérdida de una relación, un traba-
jo, la salud, la juventud, una ilusión, etc. La separación y el divorcio son valorados
como pérdidas y, como es sabido, comportan una gran tristeza; la intensidad de esta
emoción parece estar en relación directa con el amor, el placer y la alegría que nos
ha aportado la relación5 que acabamos de perder.
Los cambios físicos que pueden acompañar los estados de aflicción son: alteracio-
nes del sueño, insomnio, sensación de fatiga, alteraciones del apetito, etc. La inten-
sidad y el alcance de estos cambios estarán en función de la intensidad de la pena y
de la duración del estado de ánimo abatido.
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Cómo afrontar el divorcio
negativo que supone una pérdida. La depresión es una enfermedad que siempre es el
resultado de pensamientos que están distorsionados de algún modo7».
Las personas que están deprimidas suelen tener pensamientos negativos acerca
de sí mismos (autocrítica), acerca de su futuro (desesperanza), así como una imagen
negativa del mundo. Estos pensamientos forman la denominada «tríada cognitiva de
la depresión8».
Los pensamientos que adoptan la forma de autocrítica negativa contribuyen a mi-
nar la autoestima, la autoconfianza y a tener problemas en las relaciones. Ejemplos
de este tipo de pensamientos son: «Siempre mis parejas acaban por dejarme»; «No
sé porqué, pero no gusto a los demás»; «Todo lo echo a perder»; «Mi vida es un de-
sastre», «Estas cosas sólo me ocurren a mí», etc.
La visión pesimista acerca del mundo y de los demás, nos lleva a maximizar los
acontecimientos negativos y a vivirlos con más intensidad que los acontecimien-
tos positivos, que apenas se perciben. Ejemplos de pensamientos de este estilo son:
«Seguro que me encuentran raro/a»; «Nadie me comprende»; «Todas las relaciones
acaban mal»; «La pareja es una mentira»; «La vida es un mar de lágrimas»; etc.
Por otra parte, el futuro se contempla con desesperanza y se prevé negativo. Ejem-
plos: «Nunca volveré a tener pareja»; «Mi vida ya no tiene sentido»; «Estoy conde-
nado/a a la soledad»; «Mis hijos se distanciarán de mí», etc.
Las distorsiones cognitivas que desfilan tras esta evaluación sesgada y negativa de
uno mismo, del futuro y del mundo, suelen ser: «magnificar/minimizar»; «generali-
zación»; «personalización»; «filtro mental»; «catastrofismo»; «etiquetar».
2. COMPRENDIENDO EL DUELO
7. Burns (1981) cit. por Neenan, M., y Dryden, W. (2004). Coaching para vivir. Barcelona: Paidós.
Pág. 32.
8. Beck et al. (1979) cit. por Neenan y Dryden (2004), pág. 31.
9. Rodríguez (2002, op. cit. págs. 213-214.
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El divorcio emocional: el duelo
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Cómo afrontar el divorcio
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El divorcio emocional: el duelo
envidia hacia otras personas más afortunadas que no se han visto obligados a
vivir la misma desventura. La añoranza y el sentimiento de sublevación hacia
la nueva realidad pueden llevar a la desesperación («No veo el final del tú-
nel»). Otras veces, uno se recrimina no haber luchado lo suficiente, no haber
agotado todos los recursos para salvar la pareja, dando lugar a sentimientos de
culpa.
La apatía es característica de esta etapa; de esta forma, comer, dormir y demás
actividades cotidianas se llevan a cabo con escasa implicación («Hago las co-
sas como un autómata»).
Tercera etapa. Es la fase del «hacer como si…». En un intento por aplazar
la aceptación plena de la nueva realidad, se mantienen rutinas, costumbres,
disposición de objetos, etc.; y se intenta vivir «como si nada hubiera ocurri-
do». Así, la función de esta etapa es la de ganar tiempo al tiempo, y atenuar el
miedo y el dolor que produce un futuro incierto.
Con las personas que atraviesan esta fase, uno tiene la impresión de que
dominan mejor la situación; pero no es más que una apariencia. Las defen-
sas psicológicas mencionadas se ocupan de mantenerlas en esta realidad de
ficción.
Cuarta etapa. Es la fase de desorganización y desesperanza, donde apare-
cen períodos de apatía y de desesperación; también es habitual sumirse en
la depresión. En esta etapa se vive al día y se intenta no mirar el futuro. Con
frecuencia se elude el contacto social y se opta por el aislamiento.
Se acabaron las prórrogas para afrontar la realidad y la pérdida se muestra ya
sin paliativos; las defensas se derrumban, y un gran vacío aparece en su lugar.
En consecuencia, el sentimiento de impotencia se hace más intenso y una pro-
funda tristeza lo inunda todo.
La situación aparece como definitiva («Nuestra relación de pareja se acabó
para siempre»). En consecuencia, esta fase reviste una gran dureza y la visión
del futuro inmediato, solos y sin la presencia cotidiana de los hijos, produce
un dolor profundo. Los miembros de la pareja afrontan, abatidos y exhaustos,
el último tramo del proceso de duelo.
Quinta etapa. Es la fase de la recuperación y la reorganización gradual. «A
pesar de los pesares», la vida continúa. El dolor cede paso a la serenidad y,
poco a poco, van recobrándose el ánimo y las fuerzas. Vuelven las ganas de
respirar profundamente el aire de la vida, y se hallan nuevas razones para
seguir adelante. Una vez asumida la pérdida, se está en condiciones de mirar
hacia el futuro y de dedicar esfuerzos a construir un nuevo proyecto de vida.
© WK Educación 147
Cómo afrontar el divorcio
Sin embargo, no es una etapa especialmente feliz; las recaídas son frecuentes
y un pequeño detalle puede bastar para sumir de nuevo en el dolor y en la tris-
teza. Como si de una convalecencia se tratara, la fragilidad y la vulnerabilidad
acompañan a las personas que viven esta etapa.
Resulta difícil precisar cuándo ha finalizado un proceso de duelo, pero se conside-
ra un factor determinante que la persona en cuestión sea capaz de mirar al pasado y
recordarlo con pena, pero sin dolor.
Cabe señalar que la sociedad actual es proclive a eludir las situaciones de duelo,
así como las emociones desagradables que conllevan. Esta tendencia a «pasar de
puntillas» por las etapas de crisis, se traduce en cierta presión hacia las personas que
atraviesan alguno de estos desiertos del alma. Y, con la mejor de las intenciones, se
insta a familiares y amigos a salir con celeridad de su abatimiento. Así, suele haber
un empeño en despabilar a las personas afligidas, y se acostumbra a recriminarlas
cariñosamente con observaciones del tipo: «¡Debes animarte!»; «¡El mundo no se
acaba aquí!»; «¡Basta ya de lamentarse!»; etc.
Esta falta de empatía hacia las personas que afrontan una pérdida, puede generar
en ellas un profundo sentimiento de incomprensión, que unido a la baja autoestima,
incremente aun más su sensación de fracaso y les lleve a evitar la relación con los
demás.
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El divorcio emocional: el duelo
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Cómo afrontar el divorcio
Pero hay factores que son específicos del divorcio, y que pueden contribuir a
entorpecer el desarrollo del duelo: las fantasías de reversibilidad y la ausencia de
rituales.
Un estudio15 compara el duelo que sigue a la muerte del cónyuge con el duelo que
sigue al divorcio. Se demostró que ambos grupos experimentaban sentimientos de
pérdida y de aflicción parecidos, y problemas similares para superar la pérdida y re-
construir sus vidas. Sin embargo, ambos duelos presentaban diferencias en relación
con la duración del proceso, que era más largo en caso de divorcio. De acuerdo con
este estudio, el duelo por la muerte de la pareja podía durar 18 meses aproximada-
mente, mientras que la elaboración de la pérdida en caso de divorcio podía durar
entre dos y cuatro años.
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El divorcio emocional: el duelo
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Cómo afrontar el divorcio
Reconocer la tristeza.
No forzarnos a recorrer el trayecto del duelo en menos tiempo del que el pro-
pio proceso requiere, respetando nuestro propio tempo.
18. A partir de: Conangla (2004); Greenberger y Padesky (1998) y Redorta et al. (2006).
19. Bach y Darder (2004), op. cit. págs. 228-229.
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El divorcio emocional: el duelo
CUANDO FUE-
DENTRO ESTÁ Y ESTÁ BIEN
RA HAY COSAS Y ES POSITIVO HACER…
BIEN… NOTAR…
COMO…
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Cómo afrontar el divorcio
Abre los ojos y mira hacia delante./ Encontrarás siempre a alguien que quiera tu
aliento/ que diga: «Dame fe, quiero continuar en el camino».
Los sentimientos que acompañan a la pérdida sacuden como si del viento gélido
del norte se tratara. Sin duda, habrá de pasar un tiempo antes de poder despren-
derse de este frío penetrante, pero la cercanía de personas queridas actúa como el
calor de la lumbre y los ratos transcurridos en su compañía son impagables. Pero, en
ocasiones, puede que familiares y amigos deseosos de brindar su apoyo se sientan
desconcertados, y no logren adivinar si la persona doliente necesita de su compañía
o si prefiere la soledad.
En tales momentos, dudan y les cuesta decidir entre quedarse a su lado o de-
jarles a solas. En otras ocasiones, su desconsuelo es tal que llegan a sentirse in-
cómodos con su tristeza; o tal vez ni siquiera crean servir de ayuda. El caudal de
emociones que experimentan los dolientes puede despistar a las personas de su
entorno; resulta difícil encontrar el comportamiento adecuado ante un abatimiento
que reclama ayuda y que se encierra acto seguido en el mutismo. Tampoco es fácil
gestionar la ira que suelen dirigir hacia personas o cosas sin relación aparente con
la situación.
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El divorcio emocional: el duelo
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Cómo afrontar el divorcio
Ser pacientes, respetando los tiempos, sin tratar de imponer nuestro ritmo.
Nuestro familiar o amigo requiere tiempo para ir asimilando de forma gradual
la pérdida hasta abandonar la actitud de negación o rechazo.
Mantener actitudes que faciliten la aceptación de la pérdida. Ya sea no alimen-
tando fantasías de reconciliación; o bien ayudándoles a «vivir sin él/ella» y
ofreciéndoles apoyo logístico en algunas tareas durante el período de adapta-
ción; o bien inventando algún ritual que les ayude a despedirse de la pareja y
de su vida anterior.
Desaconsejando los cambios radicales cuando el divorcio es aún reciente. En
momentos de tempestad emocional es recomendable no tomar decisiones de
mucha trascendencia (venta de propiedades, cambio de empleo, adopción,
etc.). ¡El divorcio en sí ya representa un cambio muy radical!
Sugerencias para escuchar activamente
LENGUAJE VERBAL Y
TÉCNICAS OBJETIVOS EJEMPLOS
NO VERBAL
156 © WK Educación
El divorcio emocional: el duelo
nos a gestionarlas. Por desgracia, no está a nuestro alcance evitar que sufran a causa
de la separación de sus padres, pero sí podemos acompañarles en su dolor, haciendo
que éste sea más llevadero. Así, la recuperación emocional de los hijos depende, en
gran medida, de la capacidad de padres y educadores para abordar las emociones
propias de esta situación y darles un cauce adecuado.
Como es sabido, las pérdidas forman parte de la vida y de nada sirve negar la
evidencia; conviene hacerles frente y gestionar el impacto emocional que producen.
Hemos visto también que hay muchas clases de pérdidas, y que no todas son de la
misma magnitud que el divorcio. Al igual que los adultos, los niños que viven una
situación de divorcio, afrontan múltiples pérdidas:
Convivirá menos tiempo con uno de los padres (aunque sea de forma alterna-
tiva).
La familia ha cambiado y nunca volverá a ser como antes.
Tal vez pierda el contacto (total o parcial) con algún miembro de la familia.
Tal vez pierda amigos (hijos de los amigos de los padres que interrumpen su
relación a consecuencia de la separación).
Perderá rutinas.
Perderá seguridad.
Tal cambie de vivienda o de lugar de residencia.
Tal vez cambie de escuela.
La reacción de los hijos al conocer la noticia de la separación de sus padres va-
ría en función de su forma de ser, y de su etapa evolutiva. La respuesta inmediata
del hijo al conocer la noticia de la separación de sus padres, suele ser de entume-
cimiento, tratándose de un estado temporal cuya duración depende de cada niño.
Por otro lado, la reacción de los niños ante el divorcio de los padres suele incluir
los sentimientos propios del proceso de duelo: cólera, miedo, culpa, tristeza, etc.
© WK Educación 157
Cómo afrontar el divorcio
cómo abordar la ira, el miedo, la tristeza, etc. Algunos de estos modelos resultan ade-
cuados para gestionar las emociones, pero otros no propician la salud emocional. A
partir del libro de James21, quiero referirme a un conjunto de mitos relacionados con
la tristeza de los niños, que convendría revisar y cambiar por fórmulas más acordes
con los valores de la educación emocional.
5.2.1. Mito número 1. ¡No te sientas mal!
A lo largo de los años, hemos adoptado la idea de que «está mal sentirse mal».
Creemos erróneamente que ignorar o dejar de lado las emociones negativas es una
buena estrategia para lograr el bienestar. Probablemente, la confusión emocional
de nuestra sociedad se deba a esta prohibición, explícita o implícita, para sentir
tristeza o dolor.
Si los adultos no nos permitimos sentir estas emociones, difícilmente podremos
como padres o educadores, aceptar el malestar de hijos y alumnos. Así pues, la
mayoría de personas apoyan las emociones positivas y no suelen hallar dificulta-
des para manifestar sentimientos de alegría o de felicidad. Pocas veces nos senti-
mos obligados a justificar el motivo de nuestro contento; por el contrario, cuando
estamos tristes, nos vemos obligados, a menudo, a razonar acerca del origen de
nuestra aflicción. Se diría que existe cierta premura por borrar las manifestaciones
de tristeza o de dolor.
Tal vez debamos preguntarnos por qué podemos sentirnos bien como respuesta a
acontecimientos positivos, y no podemos, en cambio, sentirnos mal ante los acon-
tecimientos negativos. Retomando el concepto de «parejas de emociones» que pro-
pone Suares, no puede concebirse la alegría sin la tristeza, y viceversa. Si podemos
sentirnos contentos, debemos también podernos sentir afligidos. No sea que en el
empeño por no sentirnos mal, lleguemos a no sentir.
Los recién nacidos comunican sus emociones con intensidad, pero aprenden
desde la más temprana edad qué conductas son recompensadas y cuáles provo-
can rechazo. Si padres y educadores no transmitimos la idea de que la tristeza y
de dolor son emociones normales y útiles, los niños disimularán o esconderán
esta clase de sentimientos. Por el contrario, si les permitimos experimentar estas
emociones, les estamos animando a integrarlos con toda normalidad a su vida, y
les proporcionamos herramientas adecuadas para poder hacer frente a situaciones
difíciles. De este modo, diseñamos para ellos un modelo eficaz en el manejo de
las emociones.
21. El apartado del duelo de los niños se ha elaborado a partir de: James, J.W., et al. (2002). Cuan-
do los niños sufren. Madrid: Los Libros del Comienzo.
158 © WK Educación
El divorcio emocional: el duelo
Por otra parte, el niño necesita afrontar las frustraciones; sólo así desarrollará
los recursos emocionales con qué abordarlas. Cuando los adultos «sustituimos la
pérdida», sobreprotegemos al niño y le impedimos que desarrolle su potencial para
encarar situaciones adversas.
Del mismo modo, conviene que los adultos valoremos la importancia de las rela-
ciones del niño con personas, animales u objetos, y les enseñemos a considerar cada
relación como única y especial. Así, cuando el niño afronte una pérdida –una mas-
cota, por ejemplo– debemos permitir que cierre el círculo emocional con la relación
anterior, antes de empezar una nueva relación –que también será única y especial–.
Si adquirimos con demasiada urgencia un nuevo objeto o mascota, y desviamos el
dolor hacia un sustituto, no sólo impedimos que reconozca sus emociones, sino que
le enseñamos que las relaciones son de «usar y tirar».
De acuerdo con estos supuestos, y por temor al rechazo, algunas personas afligidas
optan por aislarse socialmente (¡No se refiere al deseo sano y legítimo de espacios de
soledad!). Paradójicamente, reímos en compañía de otros, pero lloramos a solas.
© WK Educación 159
Cómo afrontar el divorcio
160 © WK Educación
El divorcio emocional: el duelo
5.3. Factores que pueden dificultar la elaboración del duelo en los niños
Las esperanzas de reconciliación de los padres, que pueden ser alentadas –sin
darse cuenta– por los propios padres. Así, este aspecto está íntimamente rela-
cionado con el duelo de los adultos, y sus propias fantasías de reconciliación,
y puede contribuir a aplazar el afrontamiento de la pérdida.
También puede ser debido al deseo de trastocar al mínimo las rutinas de los
hijos; así, la expareja puede llegar a pasar tanto tiempo en el que antes fuera
hogar conyugal, que confunda al niño, y no acierte a ver la diferencia entre el
«antes» y el «después» de la separación de sus padres. Así pues, sin renunciar
a compartir el mayor tiempo posible con los hijos, conviene que los padres
distingan claramente los dos hogares que, tras el divorcio, van a conformar la
nueva realidad de padres e hijos. Se trata de facilitarle el afrontamiento de la
pérdida y su posterior aceptación.
Los conflictos de lealtad hacia los padres, que generan sentimientos contradic-
torios hacia uno o ambos progenitores, dificultando su adaptación a las nuevas
circunstancias.
© WK Educación 161
Cómo afrontar el divorcio
El duelo patológico de los padres dificulta, sin duda, el duelo de los hijos.
«Se dice que las lágrimas que no se derraman se depositan sobre el corazón y
que, con el tiempo, hacen una costra que lo paraliza, del mismo modo que la cal se
incrusta y paraliza los engranajes de una lavadora. Es importante permitirse expresar
la tristeza y también aprender a dar permiso a los demás para que la expresen. La
represión y la contención excesiva bloquean el proceso de duelo»22.
Esencialmente, padres y educadores pueden ayudar a los niños a través del pro-
ceso de duelo, permitiendo que expresen las emociones que forman parte de este
recorrido por el dolor. Así, desde la educación emocional, padres y educadores deben
procurar transmitir que aceptan todas las emociones, y que no les asustan ni sus pro-
pios sentimientos, ni los de sus hijos o alumnos. Y, con respecto a la tristeza, comu-
nicar que los sentimientos de pena son adecuados, y que pueden ser expresados.
Desde esta perspectiva, las ideas clave para acompañar a los niños en el duelo son
las siguientes:
162 © WK Educación
El divorcio emocional: el duelo
© WK Educación 163
Capítulo VIII
Habilidades de interacción social para ex parejas
Em pregunto perquè mai no sabré comprendre que l’adéu d’un amor faci sempre
oblidar moments de tendresa.
Me pregunto por qué nunca sabré comprender que el adiós a un amor hace siem-
pre olvidar momentos de ternura.
(Lluís Llach)
© WK Educación 167
Cómo afrontar el divorcio
Coprogenitores
Denominado coparenting en los países donde esta forma de relación parental
está más extendida. El vínculo entre los excónyuges es de amistad, con una es-
trecha colaboración entre ambos. Así, además de repartirse la responsabilidad de
la educación de sus hijos y de tomar de mutuo acuerdo las decisiones relativas a
ellos, la expareja suele hablar con frecuencia, llegando incluso a realizar activida-
des sin la presencia de sus hijos. En este tipo de relación, los hijos suelen vivir con
uno de los padres y pasar largos períodos con el otro progenitor, manteniendo una
relación fluida con cada uno de ellos. También es habitual que padres (expareja) e
hijos se reúnan a menudo y lleven a cabo actividades conjuntamente. En este modelo
2. Cámara y Resnick (1998) cit. por Fernández Ros y Godoy Fernández, 2002, pág. 76.
3. Según Fernández Ros y Godoy Fernández (2002), págs. 52-54.
168 © WK Educación
Habilidades de interacción social para exparejas
Progenitores colegas
Consiste en un modelo de relaciones paternas en paralelo en el cual los excón-
yugues mantienen una relación cordial, respetando mutuamente sus criterios edu-
cativos, con buenos acuerdos respecto al tiempo que comparten con los hijos y no
interfieren en las decisiones del otro cónyuge en relación con los hijos. No obstante,
y a pesar del buen entendimiento, no acostumbran a mantener encuentros más allá
de tratar temas relativos a los hijos.
En este contexto, los hijos viven con uno de los progenitores y realizan visitas,
más o menos prolongadas, al hogar del otro progenitor; sin embargo, estas reuniones
acostumbran a realizarse con el padre o la madre, por separado.
Padres competitivos
Ambos se ocupan de los hijos, pero viven instalados en el desacuerdo y la crítica,
cuestionando a menudo las decisiones del otro progenitor. En este contexto familiar,
cuando existen encuentros entre la pareja parental, suelen producirse frecuentes dis-
putas en presencia de los hijos; en otros casos optan por evitar el contacto con el otro
cónyuge. Es frecuente que los hijos se vean presionados (más o menos sutilmente)
para ‘tomar partido’ por uno de los padres.
Los hijos conviven con uno de los progenitores y no se fomenta el contacto con el
progenitor no conviviente; en ocasiones se llega a prohibir la visita al hogar del pro-
genitor no custodio –en especial cuando los niños son más pequeños–. El malestar
que ocasiona en los hijos este modelo de relación parental suele reflejarse en forma
de tensión e irritación, pues suelen verse obligados a realizar verdaderos malabaris-
mos para poder mantener una relación distendida con el progenitor que no convive
con ellos. En este ambiente enrarecido, abundan el desconcierto y los conflictos de
lealtad entre los hijos; en ocasiones, éstos llegan a optar también por el chantaje
emocional, para manejar a los padres en su provecho.
Padres enemigos
Los excónyuges mantienen una actitud abiertamente hostil entre ellos. En este
contexto familiar, sólo uno de los padres se ocupa de los hijos, ya sea porque el
otro progenitor los desatiende voluntariamente o porque el progenitor custodio se lo
impide.
© WK Educación 169
Cómo afrontar el divorcio
En este tipo de relación parental, si el progenitor que convive con los hijos cum-
ple adecuadamente su función de padre o madre, los hijos se desarrollan con cierta
normalidad. A menudo, intentan contactar con el otro progenitor cuando llegan a la
adolescencia o cuando son ya adultos.
Por el contrario, cuando el progenitor que convive con los hijos tiene problemas
psicológicos o se instala en el rencor hacia el excónyugue, éste se convierte en una
presencia permanente, ya sea porque se le idealiza o bien porque se convierte en la
«cabeza de turco».
4. Excepto algunas aportaciones puntuales de otros autores, el contenido de este apartado se basa
en Salmurri (2004), op. cit. págs. 110-125 y 139-141.
170 © WK Educación
Habilidades de interacción social para exparejas
Comunicación no verbal
Expresión facial
cuerpo Contacto ocular
Gesticulación de brazos y piernas
Postura corporal
Distancia
Tono
Resonancia
Valumen
Articulación voz
Velocidad y ritmo
© WK Educación 171
Cómo afrontar el divorcio
intensidad del mensaje, así, los gestos que contradicen aquello que decimos pueden
dar una impresión de poca credibilidad, de inseguridad e incluso de manipulación.
Por otra parte, la distancia que mantenemos con respecto a nuestro interlocutor tam-
bién condiciona la comunicación. Hall7 establece cuatro zonas: de 0-45 cms se con-
sidera distancia íntima; de 45-120 cms es considerada como distancia personal; de
120-130 cms se estima distancia social; y más allá de 350 cms se considera distancia
pública. Dependiendo del tipo de relación que deseemos establecer, no respetar estas
distancias, puede provocar inquietud o molestia –si nos acercamos demasiado– o no
permite crear un ambiente de intimidad.
Asimismo, debemos prestar atención al tono de voz, ya que éste es esencial para
que transmitamos a nuestro interlocutor exactamente aquello que queremos, pues «el
tono es el regulador entre el sentimiento y la expresión, entre lo que sentimos y lo
que verbalizamos»8. Sabemos que las emociones producen alteraciones en nuestro
organismo que condicionan la respiración y, también, la voz. Así, cuando hablamos
en público y sentimos miedo, nuestra voz se resiente y nos cuesta más transmitir
aquello que deseamos, pues el miedo «cierra» la respiración y hace que hablemos en
un tono agudo que puede resultar desagradable a nuestro oído y a la audiencia.
Del mismo modo, la alegría tiende a aumentar el tono de voz –le da más gra-
vedad– pues el cuerpo está más erguido y la voz se expande con más facilidad; la
tristeza o la preocupación, por el contrario, tienden a bajar el tono de voz, pues el
cuerpo se encoge y la respiración se expande con dificultad desde el abdomen. Así
pues, tomar conciencia de nuestro tono de voz –triste, alegre, enfadado, etc.–, es
importante para optimizar nuestra comunicación.
También cabe considerar el volumen de la voz: un volumen bajo tiende a asociarse
a la confianza, a la atención y a la comprensión –también puede expresar falta de
confianza o una actitud pasiva–; un volumen alto suele manifestar intención de man-
do, demanda de reconocimiento de superioridad o agresividad.
172 © WK Educación
Habilidades de interacción social para exparejas
de sus palabras, lo que no dice explícitamente, pero que dice a través de ellas. Volun-
tad de comprender: he aquí la base del acto de escuchar»9.
Para mejorar nuestra capacidad de escucha, se proponen los siguientes pasos10:
Implicarse en la comunicación, intentando aclarar, resumir, hacer preguntas,
retroalimentando aquello que nos está comunicando la otra persona.
Escuchar con empatía, constituye la mejor fórmula para escuchar activamente.
Implica «ponerse en la piel del otro», sin juzgarle y sin que necesariamente
compartamos su punto de vista, pues el objetivo de la escucha radica en com-
prender no en evaluar11. Se trata de comprender desde el corazón, sintiendo
con él, más que pensando como él.
Escuchar con la mente abierta, lo cual significa estar dispuesto a escuchar sin
juzgar ni condenar, a cambiar de opinión y a no tener razón. Se trata escuchar
con toda la atención. Para aprender a escuchar con la mente abierta, Urpí12
recomienda concentrarse en la respiración mientras la otra persona habla, para
mantener la mente limpia de todo diálogo interior.
Escuchar con conocimiento, que implica estar dispuesto a pedir aclaraciones y
a manifestar discrepancias si las hay.
Entre los hábitos que dificultan la escucha activa figuran:
Comparar o compararse.
Adivinar lo que piensa la otra persona. Hacer suposiciones.
Estar preparando el siguiente comentario.
Estar sólo interesado en algún tipo de información y desatender el resto.
Juzgar, etiquetar, prejuzgar.
Pensar en otras cosas.
Dar consejos.
Buscar desacuerdos. Discutir.
Tener razón. Hacer lo posible para evitar equivocarse.
Cambiar de tema. Hacer bromas para evitar al otro.
Estar únicamente pendiente de gustar al otro.
9. Torralba, F. (2006). L’art de saber escoltar. Lleida: Pagès Editors, págs. 15, 17 y 18.
10. Según McKay, Davis y Fanning, cit. por Salmurri (2004) págs. 114-115.
11. Mendieta, C. y Vela, O. (2005). NI TU NI JO. Com arribar als acords. Barcelona: Graó. Pág. 56.
12. Urpí (2004), op. cit. págs. 108-109.
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Cómo afrontar el divorcio
2.3. Asertividad
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Habilidades de interacción social para exparejas
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Cómo afrontar el divorcio
ELEMENTOS NO EMOCIONES Y
PATRONES DE PENSAMIENTO
VERBALES SENTIMIENTOS
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Habilidades de interacción social para exparejas
EMOCIONES Y
ELEMENTOS NO VERBALES PATRONES DE PENSAMIENTO
SENTIMIENTOS
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Cómo afrontar el divorcio
Para lograr comunicarnos de forma eficaz, conviene tener presentes unas cuantas
ideas básicas:
No dar nada por supuesto. Nuestro interlocutor no puede adivinar nuestro pen-
samiento, necesita que nosotros le digamos lo que pensamos o lo que queremos.
Tener claro el objetivo del mensaje y transmitirlo de forma directa y clara.
Mostrar coherencia entre nuestro lenguaje verbal y no verbal.
Saber hallar el momento adecuado para transmitir nuestro mensaje. Se reco-
mienda cierta inmediatez si bien, no es aconsejable actuar cuando estamos bajo
los efectos de una emoción intensa y con el ánimo alterado. Tampoco resulta
eficaz dejar transcurrir demasiado tiempo ya que puede ser interpretado como
falta de interés, como una huida o incluso como una forma de agresión14.
Utilizar mensajes que mantengan abierta la comunicación. La asertividad es
una habilidad de comunicación que permite mantener abierta la receptividad
del interlocutor.
Cuando se trata de comunicar algo positivo no suelen haber dificultades, pero
cuando el contenido es negativo es fundamental recurrir al mensaje en clave
de «yo» que constituye un excelente facilitador de la comunicación, pues se
centra en aquello que sentimos y no en aquello que hacen o dicen los demás.
Este tipo de mensajes acostumbra a ser especialmente eficaz para manifes-
tar quejas, para solicitar cambios y para expresar sentimientos negativos. Los
mensajes en «tú» son, por el contrario, grandes dificultadores de la comunica-
ción. El ejemplo ilustra la diferencia entre ambos tipos de mensajes: «No me
siento comprendido, tal vez no me he expresado bien» (mensaje en «yo»); «Es
que tú no me comprendes…» (mensaje en «tú»).
A continuación se exponen elementos que facilitan la expresión asertiva:
Elección del lugar y del momento adecuado.
Estados emocionales facilitadores.
Escuchar activamente.
Sentir empatía.
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Habilidades de interacción social para exparejas
© WK Educación 179
Cómo afrontar el divorcio
Hablar en «ruso»
No escuchar.
Ser asertivos implica respetar los derechos de los demás, al tiempo que respeta-
mos los propios derechos. Es preciso conocer cuáles son estos derechos para poder
así respetarlos, reclamarlos y defenderlos tanto con los demás como con nosotros
mismos.
SUPOSICIONES
DERECHOS LEGÍTIMOS
TRADICIONALES ERRÓNEAS
Es ser egoísta anteponer las necesida- Algunas veces, tienes derecho a ser el
des propias a las de los demás primero/a
Es vergonzoso cometer errores. Hay
que tener una respuesta adecuada para Tienes derecho a cometer errores
cada ocasión
Si uno/a no puede convencer a los de-
Tienes derecho a ser el juez último de
más de que sus sentimientos son razo-
tus sentimientos y aceptarlos como vá-
nables, debe ser que está equivocado/a
lidos
o bien que se está volviendo loco/a
Hay que respetar los puntos de vista de
los demás, especialmente si desempe-
Tienes derecho a tener tus propias con-
ñan algún cargo de autoridad. Guardar-
vicciones y convencimientos
se las diferencias de opinión para uno/a
mismo/a; escuchar y aprender
180 © WK Educación
Habilidades de interacción social para exparejas
Hay que intentar ser siempre lógico/a y Tienes derecho a cambiar de idea o de
consecuente acción
Hay que ser flexible y adaptarse. Cada
Tienes derecho a la crítica y a protestar
uno/a tiene sus motivos y no es de bue-
por un trato injusto
na educación interrogar a la gente
No hay que interrumpir nunca a la gen- Tienes derecho a interrumpir para pedir
te. Hacer preguntas denota estupidez una aclaración
Las cosas podrían ser aún peores de lo
Tienes derecho a intentar un cambio
que son. No hay que tentar la suerte
No hay que hacer perder a los demás
Tienes derecho a pedir ayuda o apoyo
su valioso tiempo con los problemas de
emocional
uno/a
A la gente no le gusta escuchar que
Tienes derecho a sentir y expresar do-
uno se encuentra mal, así que es mejor
lor
guardárselo para sí
Cuando alguien se molesta en dar un
Tienes derecho a ignorar los consejos
consejo, es mejor tomarlo seriamente
de los demás
en cuenta, porque suele tener razón
La satisfacción de saber que se ha he-
cho algo bien es la mejor recompensa.
A la gente no le gustan los alardes; la Tienes derecho a recibir el reconoci-
gente que triunfa en el fondo, cae mal y miento por un trabajo bien hecho
es envidiada. Hay que ser humilde ante
los halagos
Hay que intentar adaptarse siempre
a los demás, de lo contrario no se en- Tienes derecho a decir «no»
cuentran cuando se necesitan
No hay que ser antisocial. Si dices que
Tienes derecho a estar solo/a aún cuan-
prefieres estar solo/a, los demás pensa-
do los demás deseen tu compañía
rán que no te gustan
Hay que tener siempre una buena razón Tienes derecho a no justificarte ante los
para todo lo que se siente y se hace demás
Cuando alguien tiene un problema hay Tienes derecho a no responsabilizarte
que ayudarle de los problemas de los demás
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Cómo afrontar el divorcio
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Habilidades de interacción social para exparejas
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Cómo afrontar el divorcio
ELEMENTOS NO Tono de voz suave, pero firme. Mirando a los ojos, no desa-
VERBALES fiando
Escoger palabras que suavicen la emoción del diálogo: «Tie-
nes todo el derecho a verlo de esta manera»; «Es posible...»
Utilizar frases serenas y tranquilizadoras: «Me gustaría que
regresaras con los niños antes de las …horas»; «¿Puedo
colaborar de alguna manera para que te sea más fácil?»
ELEMENTOS Utilizar frases cortas –una o dos oraciones– y emocional-
VERBALES mente neutras: «Lamento que esto te afecte»; «Comprendo
que lo veas de esta manera»; «Es interesante»; «¿De ve-
ras?»; «Hablaremos de ello cuando estés más calmado/a»
No responder a un «por qué» con otro «por qué»: «Vemos
las cosas de forma diferente»; «Comprendo que no te resul-
te cómodo»
EMOCIONES Mantener la calma. No entrar al trapo
No interpretar el enojo del otro como un ataque personal
Podemos atribuir el enojo de la expareja a la importancia
que el tema en cuestión tiene para él
No pensar en los contenidos más hostiles o negativos del
ELEMENTOS intercambio –el tono, las críticas– ¡hasta cierto punto!
COGNITIVOS Extraer los contenidos más importantes del diálogo
Ignorar las manifestaciones de enojo del otro ¡hasta cierto
punto!
«¿Quieres hacer el favor de dejarme hablar?» Respuesta:
«Te escucho, continúa» (en tono sereno)
15. Cuadro elaborado a partir de: Forward, S. (2004). Chantaje emocional: Claves para superar
el acoso moral. Barcelona: Martínez Roca; y de: Goleman, D. (2004). Intel·ligència emocional.
Barcelona: Cairos.
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Habilidades de interacción social para exparejas
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Cómo afrontar el divorcio
Negar derechos.
Remarcar desacuerdos.
Es importante:
Aunque, generalmente, pongamos todos los medios a nuestro alcance para que la
negociación prospere, no debemos ignorar que cabe la posibilidad de que la negocia-
ción fracase. Y ello puede ser debido a varias razones:
17. Cuadro elaborado a partir de Salmurri (2004), op. cit. págs. 139-140.
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Habilidades de interacción social para exparejas
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POSTDIVORCIO
Capítulo IX
La resiliencia: superando las adversidades
La resiliencia
Nunca te entregues, ni te apartes,
junto al camino, nunca digas
no puedo más y aquí me quedo,
y aquí me quedo.
Otros esperan que resistas,
que les ayude tu alegría,
que les ayude tu canción,
entre sus canciones.
Entonces siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí,
pensando en ti, pensando en ti,
como ahora pienso.
La vida es bella ya verás,
como a pesar de los pesares,
tendrás amigos, tendrás amor,
tendrás amigos.
(Fragmento de Palabras para Julia de José Agustín Goytisolo)
«Conseguí superarlo», dicen con asombro las personas que han conocido la resi-
liencia cuando, tras una herida, logran aprender a vivir de nuevo1
1. Cyrulnik, B. (2006). Los patitos feos. La resiliencia: una infancia infeliz no determina la vida.
Barcelona: Gedisa. Pág. 23.
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Cómo afrontar el divorcio
1. ¿QUÉ ES LA RESILIENCIA?
El término resiliencia procede de resilio, palabra del latín que significa «volver
atrás, rebotar», y corresponde a un término que surge de la física y de la mecánica, y
que se refiere a la capacidad de los metales de resistir un impacto y recuperar su es-
tructura. También es usado en medicina, donde la osteología expresa la capacidad de
los huesos para crecer en sentido correcto después de una fractura. Así, este término
procedente de la palabra inglesa resilience se traduce como resistencia o elasticidad,
y se refiere a la capacidad de las personas para afrontar las adversidades, superarlas
y ser transformado positivamente por ellas2.
Para Forés y Grané, la resiliencia es más que una forma de «poner buena cara
al mal tiempo»; se trata de un recurso creativo que nos permite encontrar res-
puestas nuevas a situaciones que parecen no tener salida. La resiliencia no es
sólo una característica personal, sino un proceso dinámico y complejo que nos
permite aprender de la experiencia y cuyo resultado se traduce en una adaptación
positiva.
Esta capacidad para seguir adelante a pesar de las circunstancias adversas, pone
de relieve determinados aspectos de las personas resilientes3:
194 © WK Educación
La resiliencia: superando las adversidades
© WK Educación 195
Cómo afrontar el divorcio
YO TENGO YO SOY
Soporte social Fortaleza interna
YO ESTOY YO PUEDO
Dispuesto a hacer Habilidades
6. Boqué, M.C. (2002). Guia de mediació escolar. Programa comprensiu d’activitats. Barcelona:
Rosa Sensat 60. Pág. 20.
7. Grotberg (1997), cit. por Forés y Grané (2005).
196 © WK Educación
La resiliencia: superando las adversidades
Yo tengo
Implica saber que contamos con el apoyo de los demás. Una persona resiliente
cuenta –como mínimo– con una persona que cree en ella.
Yo soy
Se refiere al nivel de autoestima, a la capacidad para ser feliz. La persona resi-
liente es una persona a quien los demás tienen afecto, que se siente feliz de hacer
cosas para los demás y de mostrarles su afecto; se trata de alguien con autoestima,
autónoma, que es respetuoso consigo mismo y con los demás, y que practica la
empatía. Asimismo, es alguien que mira al futuro con fe y esperanza, y que cree en
algún principio moral.
Yo estoy
se refiere a la seguridad, al grado de fortaleza, a tener esperanza. De este modo, la
persona resiliente es alguien que se responsabiliza de sus actos y que confía en que
podrá resolver la situación de forma adecuada.
Yo puedo
Se refiere a las habilidades personales, a la capacidad para resolver problemas, al
sentido del humor. Así, la persona resiliente se comunica de forma eficaz y es capaz
de pedir ayuda cuando lo requiere, de hallar el momento adecuado para hablar con
alguien o para actuar. Por otra parte, es alguien con sentido del humor, creativo y
tenaz, que afronta los problemas y acostumbra a resolverlos de forma adecuada.
«Propiciar una nueva oportunidad, afrontarla con un bagaje personal más rico y
obtener resultados más satisfactorios depende en buena medida de nuestra compe-
tencia emocional»8.
© WK Educación 197
Cómo afrontar el divorcio
Ejes de la resiliencia
La resiliencia10 surge de las interacciones sociales que aseguran a los niños los nu-
trientes afectivos, cognitivos, relacionales y éticos que permiten dotar de significado
las experiencias, en especial cuando son dolorosas.
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La resiliencia: superando las adversidades
11. Manciaux, M., Vanistendael, S., Lecomte, J. y Cyrulnik, B, (2003) cit. por Barudy y Dantagnan
(2005), págs.53-54.
12. Bowlby (1972), Spitz (1978), Berger (1992), Barudy (1998), Stern (1997) y Cyrulnik (1994),
cit. por Barudy y Dantagnan (2005), pág. 64.
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Cómo afrontar el divorcio
13. M. Conangla y J. Soler (2006). Ámame para que me pueda ir. Barcelona: Amat.
200 © WK Educación
La resiliencia: superando las adversidades
Pero, aun siendo estos espacios un factor esencial de transmisión de amor a los
hijos, debemos fomentar al mismo tiempo la seguridad psicológica para lograr
que los niños se sientan realmente queridos. Así, la confianza es la base de la
seguridad. Y podemos construirla siendo coherentes y actuando de acuerdo a un
criterio, sin arbitrariedad. Para sentirse seguros y protegidos, los niños necesitan
de una estructura adecuada que les permita saber, a través de reglas implícitas
o explícitas, qué es o no aceptable y cuál es el papel de cada uno en la familia.
La carencia de límites genera inseguridad en los niños. Asimismo, la estructura
adecuada es aquella en que los padres no se ponen en un plano de igualdad con
el niño y ejercen como tales –no como amigos o colegas–. Tampoco adoptan una
postura autoritaria ni sobreprotectora, que transmite en ambos casos un mensaje
de inseguridad. Sólo desde la autoridad pueden los padres transmitir confianza
a sus hijos: «Sé que eres capaz de hacerlo y por eso dejo que lo intentes (o te
enseño cómo hacerlo)». También permiten el error como parte inseparable del
aprendizaje y, con ello, animan al niño a aprender de sus errores, dándole segu-
ridad para volverlo a intentar, ya que no vive los intentos fallidos como fracasos
sino como oportunidades.
Otra forma de construir la confianza consiste en evitar los dobles mensajes, es
decir, cuando nuestros mensajes verbales no coinciden con nuestro lenguaje
corporal. Los niños necesitan una comunicación analógica, en la que concuer-
den las palabras con la expresión facial, el tono de voz, etc. Recordemos que
los niños son expertos en captar los mensajes no verbales y que priorizan éstos
cuando no coinciden con los verbales. En consecuencia, de nada sirve negar
aquello que sentimos pues las emociones producen cambios en nuestro cuerpo,
y se manifiestan a través de respuestas involuntarias –tensión, etc.– que no
controlamos, y de expresiones corporales que no siempre logramos disimu-
lar14. Así, si el niño nos pregunta qué nos ocurre, no debemos negar o camuflar
nuestros sentimientos, pues con ello no sólo no lograremos tranquilizarle, sino
que generaremos desconcierto e incertidumbre. Tampoco se trata de dar una
explicación exhaustiva acerca de nuestro estado de ánimo o de los motivos
de nuestro malestar; al niño puede bastarle una aclaración del tipo: «Estoy
enfadado/triste, pero no tiene nada que ver contigo, son cosas de mayores que
confío resolver». Podemos limitar la información que damos sin dejar de ser
honestos. Además, poniendo nombre a nuestros sentimientos, contribuimos a
la educación de las emociones del niño, que aprenderá de este modo a identifi-
carlas y a reconocerlas en los demás y en sí mismo.
14. La mayoría de las personas podemos fingir una expresión alegre, triste, o enojada, pero no
sabemos cómo hacerla surgir de pronto, cuánto tiempo mantenerla o cuándo debe desaparecer de
nuestra cara sin que resulte incongruente (Urpí, 2004: 57).
© WK Educación 201
Cómo afrontar el divorcio
No juzgar al niño contribuye también a que se sienta seguro. Los juicios, sean
negativos o positivos, propician que el niño confunda su comportamiento con
su persona; de esta forma, su valor personal se ve sometido a constantes fluc-
tuaciones pues varía en función de sus logros. Ello impide que pueda desa-
rrollar un sentido sólido de su valor personal para poder creer en sí mismo;
así, necesita que manifestemos nuestra aprobación o desaprobación hacia su
conducta, sin cuestionar su valor como persona.
Se trata de que nuestra actuación fomente en él la convicción: «Soy digno de
que me amen aunque no siempre aprueben mi comportamiento». No son reco-
mendables los «juicios del tú», que describen al niño etiquetándole –en positivo
o en negativo–, y son preferibles los «mensajes del yo», que describen funda-
mentalmente la conducta del niño y nuestros sentimientos al respecto. Imagi-
nemos una situación cotidiana: nos disponemos a disfrutar de unos momentos
de descanso, y el sofá está «ocupado» por los juguetes que nuestro hijo/a no ha
recogido; ante esta situación, podemos reprobar su comportamiento emitiendo
un juicio: «Eres un desordenado», referido a su valía como persona; o bien
escoger una fórmula que se centre exclusivamente en el comportamiento: «No
me gusta sentarme a leer en medio de este desorden; sabes que debes recoger
los juguetes antes de cenar». En consecuencia, los padres competentes separan
la persona de la conducta. De este modo, cuando se desaprueba el comporta-
miento, no se cuestiona el amor de sus padres hacia él, ni su valía personal, que
permanecen intactas. Ello le permite aprender y crecer como persona –y ganar
seguridad– sin menoscabo para su autoestima.
Permitirle sentir lo que siente, también aporta seguridad al niño. Así, cuando
aceptamos sus emociones, el niño aprende a aceptarse a sí mismo. Le transmi-
timos seguridad cuando le acogemos y legitimamos sus sentimientos, dándole
la oportunidad de experimentar: «Está bien que sienta lo que siento», al tiempo
que le ayudamos a elaborar y a regular estas emociones. Por el contrario, cuan-
do negamos, minimizamos o reprobamos sus sentimientos, no sólo dificulta-
mos la educación de sus emociones, sino que el niño aprende a rechazarse a
sí mismo. No obstante, aceptar sus sentimientos no implica aprobar todas sus
conductas, que necesitan límites.
Para Bach y Darder15 las raíces de la autoestima se encuentran en las emocio-
nes, así, «las emociones reconocidas y aceptadas son la base de la autoestima».
De acuerdo con estos autores, para fomentar la autoestima es preciso que legi-
timemos aquello que sienten nuestros hijos y alumnos, pues si «prohibimos»
202 © WK Educación
La resiliencia: superando las adversidades
© WK Educación 203
Cómo afrontar el divorcio
mos su emancipación. Difícilmente podemos trasmitirles que la vida vale la pena ser
vivida, si comunicamos desencanto y frustración. Además, si dejamos que todo en
nuestra vida gire en torno a ellos, aprenden que ellos son más importantes que los
demás, y fomentamos su egoísmo.
Sin duda, el amor es un regalo, es gratis; pero no está reñido con educar en la
generosidad. Teniendo en cuenta su momento evolutivo, podemos educarles paula-
tinamente en la generosidad, en el placer de regalar amor ellos también. Se trata de
enseñarles a amar, de iniciarles en la construcción de entramados de complicidad y
afecto con los demás. Como afirma Carpena16 «hay padres que en nombre del amor
que sienten por sus hijos les inculcan la idea de que no hay que devolver nada a
cambio, es decir, que el amor es gratuito, con el resultado de que así se fomenta una
tacañería en los sentimientos y una resistencia a dar, olvidando que este es el modo
como el niño conectará con el mundo».
Ana Carpena17 propone a los padres «que eduquen, empáticamente, la empatía
de los hijos», en el principio básico de «trata a tu hijo tal como te gustaría que los
demás te trataran a ti». Así, la empatía educa para la convivencia y contribuye a
que padres e hijos tengan una relación más íntima y cercana. Sus propuestas son
las siguientes:
Tener una actitud empática hacia uno mismo. Las madres han de tomar con-
ciencia de las dificultades que tienen para desarrollar la empatía aplicada a sí
mismas y superar esa dificultad.
El padre y la madre se han de mostrar empáticos recíprocamente.
Esforzarse por entender y compartir los sentimientos de sus hijos.
Esforzarse por entender el punto de vista de sus hijos.
Saber escuchar las razones que aportan sus hijos respecto a sus actuaciones.
Mostrar flexibilidad ante las normas cuando los razonamientos de sus hijos
tengan la suficiente solidez.
Estimular el mismo modelo de expresión afectiva tanto para los niños como
para las niñas.
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La resiliencia: superando las adversidades
© WK Educación 205
Capítulo X
Felicidad y divorcio
Vivir es aprender a ser más feliz
Ferran Salmurri
Cuando una puerta de la felicidad se cierra, otra se abre; pero a menudo nos
quedamos mirando durante tanto tiempo la puerta cerrada que no somos capaces
de ver aquella que se ha abierto para nosotros.2
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Cómo afrontar el divorcio
1. ¿QUÉ ES LA FELICIDAD?
Hay diversas miradas acerca de la felicidad y resulta difícil ponerse de acuerdo so-
bre ese estado de ánimo tan codiciado. Así, la felicidad puede ser concebida como:
210 © WK Educación
Felicidad y divorcio
Así, las personas que se definen como felices –o relativamente felices– poseen:
buena autoestima; autocontrol de la conducta; autocontrol emocional; estilo cogniti-
vo positivo y buenas relaciones con los demás9.
Buena autoestima, entendida como el afecto y la consideración hacia nosotros
mismos, hacia nuestra identidad. En las personas con una autoestima sana esta
valoración no depende del contexto, lo que les permite no preocuparse en ex-
ceso cuando no reciben la aprobación de los demás o cuando reciben críticas10.
Además, estas personas suelen responsabilizarse de sus acciones y no acos-
tumbran a hacer atribuciones externas –culpar a las circunstancias exteriores–.
La felicidad está vinculada a sentimientos de competencia y de eficacia que
refuerzan nuestra autoestima11.
Autocontrol de la conducta, también relacionado con la autoestima, implica
tener constancia, capacidad de esfuerzo y llevar a cabo con buenos resultados
gran parte de los proyectos que uno se propone.
Autocontrol emocional, que no supone la represión de las emociones sino un
estado de ánimo bueno y estable, y un buen control de las circunstancias estre-
santes; es así como estas personas no acostumbran a anticipar acontecimientos,
no suelen verse afectados por pequeños incidentes y no pierden fácilmente el
control de la situación. En consecuencia, no son tan vulnerables a las emocio-
nes negativas.
Mejores relaciones con los demás, tanto en relación con la cantidad como a la
calidad. Estas personas acostumbran a sentirse cómodas con los demás –inclu-
so con los desconocidos– y no tienen dificultades para expresar sus sentimien-
tos. Por otra parte, saben defender sus derechos, al tiempo que saben respetar
los de los demás, y no suelen generar conflictos. Y es que la felicidad propor-
ciona un sentimiento de seguridad que aleja el miedo y nos ayuda a disfrutar
de las relaciones personales12.
Estilo cognitivo positivo, que refleja un estilo optimista de ver la vida y de ex-
plicar los acontecimientos, y conduce a aceptar las circunstancias favorables
con confianza y los éxitos como algo que merecemos, al tiempo que ayuda a
restringir el efecto de las circunstancias adversas y a ver el lado positivo de las
cosas13. Las personas con este estilo de pensamiento no acostumbran a antici-
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Cómo afrontar el divorcio
Cultivar un estilo cognitivo positivo puede ser un aporte valioso a nuestra felici-
dad, para ello conviene ampliar nuestra mirada. Cuando en el trayecto del divorcio
quedamos presos del rencor, de la amargura y de los deseos de venganza, nuestro
pasado se convierte en un lastre que dificulta que «vuelva a lucir el sol» en nuestras
vidas. Pero no sólo nuestro pasado puede ser un obstáculo, también nuestro futuro
se presenta poco esperanzador cuando nos estancamos en pensamientos depresivos
que incluyen a su vez evaluaciones negativas del pasado. Así pues, una reevaluación
del pasado y una visión optimista del futuro pueden representar un giro decisivo en
nuestra sensación de «infelicidad».
212 © WK Educación
Felicidad y divorcio
− R se refiere al «recuerdo del daño», que debe ser lo más objetivo posible.
16. Worthington, E. Five steps for forgiveness, Crown, Nueva Cork, 2001; cit. por Seligman (2005)
op. cit. pág. 125.
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Cómo afrontar el divorcio
También Liliana Zanuso incluye una ceremonia del perdón en algunas mediacio-
nes, como instrumento de reparación en situaciones de intenso malestar familiar. La
instrumentalización del perdón se expone con más detalle en el capítulo dedicado a
la «Mediación familiar».
El siguiente cuadro pretende ilustrar las diferencias entre estos dos tipos de pen-
samientos21:
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Felicidad y divorcio
SITUACIONES
SITUACIONES ADVERSAS
FAVORABLES
PESIMISTAS OPTIMISTAS PESIMISTAS OPTIMISTAS
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Cómo afrontar el divorcio
Gestión del tiempo. «Un tiempo para cada cosa y cada cosa a su tiempo».
Fijarse objetivos realistas. En función del tiempo disponible, y de las posibili-
dades y limitaciones, fijarse metas alcanzables.
Disfrutar los pequeños logros que se consiguen.
Autoestima. Siendo permisivos con nosotros mismos y con los demás, si las
cosas no salen como deseábamos. Evitando el perfeccionismo.
Ser positivo. Practicar un optimismo realista.
216 © WK Educación
Felicidad y divorcio
Relacionarse preferentemente con personas con una actitud positiva. Los esta-
dos de ánimo son contagiosos y las personas crónicamente descontentas, envi-
diosas, egoístas, etc., pueden ser una influencia negativa para nosotros.
Padres y educadores podemos enseñar la habilidad para ser feliz, que puede apren-
derse como se aprenden otras habilidades28. Salmurri considera que podemos ayudar-
les a ser más felices potenciando: la autoestima y el autocontrol de la conducta.
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Cómo afrontar el divorcio
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Felicidad y divorcio
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Cómo afrontar el divorcio
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Felicidad y divorcio
33. Carpena (2003), op. cit. propone actividades y recursos para tratar el autocontrol en las págs.
112-123.
34. Ibíd. Págs. 201-204 para ver en detalle la técnica del semáforo y poder aplicarla en el aula.
35. Salmurri (2004), op. cit. pág. 161.
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Capítulo XI
Las nuevas familias: la familia reconstruida
Vivimos en compañía de otros, y vivir con otros está lleno de riesgos, pero, a la
vez, es la fuente de todas las alegrías que hacen que la vida merezca ser vivida
Zygmunt Bauman (cit. por Barranco, 2005)
En el arte que amar y entretejer relaciones estrechas con otros conviene no darse nun-
ca por vencido. Se puede recomenzar una y otra vez, tantas veces como queramos.
Eva Bach- Pere Darder
© WK Educación 225
Cómo afrontar el divorcio
que podrán seguir contando con ellos después de la ruptura matrimonial. Con el paso
del tiempo, puede ser que a esta familia inicial vengan a sumarse otras personas; es
probable que los padres inicien otra relación de pareja y que ésta se consolide; puede
que la nueva pareja tenga a su vez hijos de una unión anterior; también cabe la posi-
bilidad de que nazcan nuevos hijos de esta unión…
Es así como van tejiéndose nuevas relaciones, nuevos vínculos y como se constru-
yen las denominadas «familias reconstituidas» o «familias reconstruidas»1. Algunos
padres divorciados tienen reservas cuando se plantean iniciar un proyecto de vida en
común con otra pareja, pues temen perjudicar a sus hijos. Sin duda, la nueva familia
representa un proyecto complejo y no exento de dificultades. Pero desde la perspecti-
va de los hijos, «sumar familia» no es dañino; aquello que debe evitarse a toda costa
es «restar» y privarle de vínculos importantes para su desarrollo afectivo2.
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Las nuevas familias: la familia reconstruida
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Cómo afrontar el divorcio
nes trabajan con familias, y no tienen como fin etiquetar a las familias, pues éstas se
están construyendo permanentemente7.
Me inclino por el término «familia reconstruida», pues en estas familias «el tra-
bajo se centra en una auténtica reconstrucción de lo anteriormente vivido y experi-
mentado»8.
Con toda probabilidad, éste será el prototipo de familia en un futuro no muy leja-
no, y se refiere a la familia formada por una pareja y sus hijos, cuando (al menos) uno
de los cónyuges inicia la relación de pareja siendo ya progenitor. Así, la condición
para poder hablar de familia reconstruida es la existencia de al menos un hijo de una
relación anterior9. Este concepto incluye los primeros matrimonios de padres y ma-
dres solteros, y también las convivencias prolongadas entre parejas heterosexuales y
entre parejas homosexuales. Se descartan modelos familiares en los que pueda haber
hijos de varias relaciones si no se da la presencia de dos adultos, como sería el caso
de algunas familias monoparentales.
Las que provienen de un divorcio, en las que uno de los cónyuges tiene hijos
previos.
Las que proceden de un divorcio donde ambos cónyuges tienen hijos previos.
Los divorciados/as con hijos cuyo excónyugue tiene una nueva pareja.
Constituidas por padres o madres que han enviudado e inician una nueva pareja.
228 © WK Educación
Las nuevas familias: la familia reconstruida
Vivir las nuevas familias con naturalidad favorece la integración de estos nuevos
modelos. Además, su grado de aceptación contribuye al bienestar emocional de sus
miembros, y redunda especialmente en beneficio de los hijos. Sin duda, los hijos po-
drán afrontar mejor los cambios familiares, en la medida que la propia familia, edu-
cadores, etc., les proporcionen el apoyo suficiente. En este sentido, los profesionales
–educadores, mediadores, etc.– pueden ser auténticos generadores de aceptación ha-
cia los nuevos modelos11 Y es que «cualquier estructura familiar puede llevar a cabo
exitosamente su función educativa si es coherente en la aplicación de las normas,
apoya a sus miembros y está implicada en la labor de crianza de los hijos»12.
© WK Educación 229
Cómo afrontar el divorcio
formada por dos adultos más hijos de ambos cónyuges (procreados con otros
adultos-fruto de uniones anteriores) y, eventualmente, pueden contar con hijos
procreados por los dos (nuevos) cónyuges. En consecuencia, existen diferen-
cias en relación con:
Por otra parte, y con relación al ciclo vital familiar –noviazgo, matrimonio,
nacimiento del primer hijo, etc.–, en las familias convencionales el nacimiento
de los hijos (si los hay) se produce con posterioridad a la creación de la pareja
conyugal. En las familias reconstruidas, por el contrario, la unidad parento-
filial es anterior a la pareja conyugal, lo cual modifica la historia familiar de
forma sustancial, y requiere, en consecuencia, de un proceso de adaptación
completamente distinto.
230 © WK Educación
Las nuevas familias: la familia reconstruida
Sobre las familias reconstruidas existen una serie de creencias falsas acerca de
madrastras y padrastros15, de la relación entre éstos y los hijos de su pareja, etc., que,
sin duda, no contribuyen al ajuste entre los miembros de la nueva familia. Destacan
los siguientes mitos16:
Entre el hijo y el padrastro o madrastra surge el afecto instantáneamente.
Estas familias requieren de un período de construcción que será de uno a dos
15. Debo reconocer la incomodidad que me produce utilizar este término para designar a la nueva
pareja del padre o la madre biológicos pero, lamentablemente, no se dispone todavía de una expresión
más adecuada.
16. Zanuso (2005), op. cit.
© WK Educación 231
Cómo afrontar el divorcio
años, cuando los hijos son pequeños, y de cinco años cuando se trata de ado-
lescentes. Una vez finalizado este período, puede que el afecto no cristalice
y se consolide una relación donde prevalezca una formalidad más o menos
cordial.
Los hijos del divorcio o del nuevo matrimonio llevan una herida para toda la
vida. Los estudios demuestran que no existe patología cuando el divorcio es
funcional.
En estos tipos de familia se lleva a cabo una delicada labor de reajustes, que ha
de conducir a una nueva estabilidad y permitir a la nueva familia un funcionamiento
eficaz como sistema familiar. La familia reconstruida requiere, ante todo, paciencia,
comprensión y tiempo.
232 © WK Educación
Las nuevas familias: la familia reconstruida
Las fases iniciales, en las que los miembros de la familia empiezan a ‘mover-
se’ o permanecen en la misma posición.
Octava etapa: trabajar en común con el otro hogar de los hijos. Así, es con-
veniente que los hijos puedan ver, en ocasiones, a los miembros de la familia
anterior y a los de la nueva familia juntos.
17. Ibíd.
18. Ibíd.
© WK Educación 233
Cómo afrontar el divorcio
Así, los hijos de familias reconstruidas, deben afrontar tres problemas esenciales:
las pérdidas; la lealtad y la falta de control. En consecuencia, los padres deberán
prestar especial atención a:
Afrontar las pérdidas y los cambios. Es útil identificar y reconocer las pérdidas
de cada uno de los miembros de la familia, permitiendo y aceptando las expre-
siones de tristeza. Es preciso animar a los hijos a que hablen de lo que sienten
y no instarles a que disimulen sus sentimientos. Además, los cambios deben
realizarse gradualmente, aceptando la inseguridad que generan. En consecuen-
cia, conviene introducir la nueva pareja de forma paulatina, sin forzar la situa-
ción. Es muy probable que los hijos no compartan el entusiasmo que embarga
a la recién formada pareja y sientan tristeza o enfado. Y es que con la llegada
de una nueva pareja se desvanecen definitivamente las esperanzas de que los
padres se reconcilien y vuelvan a vivir juntos. También es beneficioso para los
hijos que se respeten espacios a solas de éstos con los padres biológicos.
Conciliar las diferentes necesidades evolutivas. Los miembros de estas fami-
lias se hallan en diferentes fases del ciclo de la vida familiar; conviene, por
tanto, conocer y aceptar las diferentes etapas por las que atraviesan adultos y
niños. En este sentido, es útil mostrarse abiertos y tolerantes, favoreciendo que
cada uno de los integrantes de la familia expresen claramente sus necesidades,
al tiempo que se intentan negociar los aspectos más difícilmente conciliables.
Crear nuevas tradiciones. Reconociendo que hay diversos modelos de familia
–ni mejores ni peores– y aceptando que tanto adultos como niños lleven con-
sigo expectativas de las familias anteriores. Así, resulta provechoso mantener
las costumbres anteriores y combinarlas paulatinamente con las nuevas, para
que puedan ser integradas de forma gradual. Ver «las otras costumbres» como
fuente de enriquecimiento, puede facilitar esta tarea.
Establecer una sólida relación de pareja.- Los sentimientos de culpa por el
sufrimiento que ocasiona el divorcio a los hijos no deben bloquear la cons-
trucción de la nueva pareja. Paralelamente a la dedicación a los hijos, la nueva
pareja debe alimentar su relación, pues su bienestar emocional puede ser una
fuente importante de energía positiva. Un verdadero combustible que alimente
la esperanza y la motivación, ya que ambas son necesarias para afrontar los
retos que supone edificar esta nueva familia. También es beneficioso para los
hijos ver que su padre/madre y su nueva pareja se aman.
Algunos progenitores no aciertan a encontrar el punto de equilibrio entre aten-
der las necesidades de sus hijos y sus propios deseos de formar una nueva
familia. No es infrecuente que en una situación de divorcio los progenitores
acaben estableciendo relaciones simétricas con sus hijos y se conviertan en co-
234 © WK Educación
Las nuevas familias: la familia reconstruida
legas, o que se inviertan los roles y los hijos se parentalicen. Ocurre que llegan
a poner su vida en manos de los hijos, consultándoles cualquier iniciativa y es-
perando su beneplácito; de esta manera los hijos ejercen un control sobre su(s)
progenitor(es) que no les corresponde en absoluto, y acaban convirtiéndose en
pequeños déspotas.
La formación de nuevas relaciones. No cabe esperar afecto instantáneo entre
los hijos y la nueva pareja del progenitor. Este vínculo se establece gradual-
mente, con grandes dosis de paciencia y generosidad por parte de padrastros
y madrastras, y con cuotas no menos importantes de complicidad por parte de
padres y madres biológicos. La generosa colaboración de éstos resulta esencial
para que los hijos puedan establecer lazos de afecto con padrastros y madras-
tras. Recordemos al respecto, que sumar afectos nunca resulta perjudicial para
los hijos. Sin embargo, también cabe la posibilidad de que el afecto entre hijos
y padrastros/madrastras no llegue a prosperar, y se establezca una relación
correcta pero escasa en cercanía y calidez. Éste desenlace resulta poco cauti-
vador, pero la nueva pareja debe contar con esta posibilidad. La paciencia y la
comprensión se imponen, pero no debe concederse ningún espacio a la falta de
respeto ni a la mala educación hacia la nueva pareja.
También cabe la posibilidad de que padrastros y madrastras se sientan, en oca-
siones, excluidos e incluso rechazados. Deben tener presente que los hijos de
su pareja y su pareja tienen más historia en común, y que el progenitor ausente
ocupa un lugar importante en la memoria de los hijos. Conviene aceptar, por
tanto, los sentimientos de nostalgia –especialmente al principio de la relación–
y el amor hacia el progenitor ausente.
Asimismo, es habitual que los hijos de la pareja se resistan a aceptar la autori-
dad del padrastro o de la madrastra. Por ello es recomendable que éstos mues-
tren interés por los hijos de su pareja de forma no invasora, evitando competir
con el padre o la madre biológicos. Éstos deberán dejar paulatinamente un
espacio para la relación de sus hijos con los padrastros y las madrastras, hasta
que llegue a crearse un vínculo estable. Si se logra establecer un vínculo de
afecto con los hijos, es importante que éste se mantenga incluso si la pareja
llega a fallecer o si se produce una nueva separación.
Crear una alianza parental. Éste es un aspecto decisivo para el buen funciona-
miento del complejo entramado de relaciones, ya que una buena alianza entre
los «adultos parentales» de la familia –padres y madres biológicos y padrastros
y madrastras– reduce los conflictos de lealtad y las tensiones entre los dos
hogares. Los hijos necesitan tiempo para aceptar a los recién llegados, pero
la cooperación de los adultos parentales es decisiva; de ahí la necesidad de
mantener una comunicación, a ser posible, fluida con la expareja. Del mismo
© WK Educación 235
Cómo afrontar el divorcio
modo, debe evitarse la competición entre uno y otro hogar, y tratar de que los
hijos se sientan cómodos en ambas casas.
También es esencial que padres y madres biológicos deleguen autoridad de for-
ma paulatina en padrastros y madrastras, si bien deberán aguardar a que se esta-
blezca un vínculo afectivo entre ellos y los hijos. Por otro lado, es fundamental
que se respeten las pautas acordadas con el otro cónyuge, al tiempo que se evitan
las críticas y las coaliciones con los hijos en contra del otro progenitor. En nin-
gún caso es aceptable utilizar a los hijos como mensajeros ni como espías del
otro cónyuge. Por último, la aceptación de las limitaciones propias de la situa-
ción reforzará el caudal de paciencia y de confianza que el proceso requiere.
Aceptar los cambios permanentes. Que sobrevienen en la composición del
grupo familiar, intentando mantener la coherencia en medio de tantos cambios,
al tiempo que damos tiempo a los hijos para acostumbrarse a ellos. Cuando se
trata de hijos adolescentes, conviene recordar que acostumbran a cambiar a
menudo de hogar –del padre y de la madre– y que no debemos culpabilizarnos
por ello.
Arriesgarse a mantener una relación estrecha con los hijos de la pareja. La
relación entre hijastros y padrastros y madrastras puede encontrar no pocos
obstáculos en el camino hacia la construcción de un vínculo de afecto pro-
fundo. Este proceso requiere que padrastros y madrastras sean generosos en
ternura y calidez hacia los hijastros, sin ánimo de sustituir al padre o a la madre
biológicos. Sin embargo, este proceso no siempre se ve culminado por una re-
lación estrecha; en este caso, se impone afrontar la frustración o la tristeza que
ello conlleve, con la certeza de que el cariño volcado hacia los hijastros habrá
contribuido, de alguna manera, a su nutrición emocional y a su crecimiento
como personas.
Esta lista de indicaciones19 pretende servir de guía orientativa para familias re-
construidas o en proceso de reconstrucción:
No provocar conflictos de lealtades en los hijos. Los hijos han de tener per-
miso para poder amar a todos los adultos parentales de su familia.
19. A partir de: Ochoa de Alda (2004: 245-246); Ríos (2005: 209) y Zanuso (2005).
236 © WK Educación
Las nuevas familias: la familia reconstruida
Que cada uno de los cónyuges se sienta responsable de sus propios hijos
biológicos, estableciendo reglas, pautas, normas, etc., como padres biológicos.
Aceptar la responsabilidad y sentimientos del nuevo cónyuge respecto a
los hijos del primer matrimonio.
El progenitor necesita ayudar al padrastro/madrastra a integrarse en la
familia.
Son los padres biológicos quienes deben asumir el rol activo ante los hi-
jos. En ocasiones, el progenitor no custodio siente la tentación de no asumir
este papel –tal vez por miedo o por sentimientos de culpa, etc.– y su objetivo
prioritario pasa a ser «que el niño se divierta mucho» cuando está con él, en
detrimento de las otras funciones como padre/madre.
El padrastro/madrastra debe integrarse paulatinamente y ser paciente al
establecer el vínculo con los hijastros. Es primordial que no intente asumir el rol
co-parental antes de establecer lazos emocionales con los hijos de la pareja.
El padrastro/madrastra debe apoyar a su pareja en el rol parental, llegan-
do, con el tiempo, a compartir el rol co-parental con el progenitor.
Los miembros de la familia previa al divorcio, precisan «momentos a so-
las», para poder seguir construyendo el vínculo. Es importante que las nuevas
parejas tengan en cuenta esta necesidad.
Los «momentos especiales» –preparar alguna comida familiar, comprar el
regalo de cumpleaños para el progenitor, etc.– entre padrastro/madrastra e hi-
jastros pueden contribuir a consolidar este tipo de relaciones.
Todas las familias necesitan «rituales» y formas de hacer las cosas que sean
previsibles. Los rituales forman parte de la cotidianidad y son importantes. Con-
viene ser respetuoso con las viejas costumbres familiares, que aportan tanto hijos
como adultos, y flexible para integrar nuevas costumbres. Los hijos de las fami-
lias reconstruidas suelen comparar la manera cómo se hacen las cosas entre la fa-
milia anterior y la actual; es importante trasmitirles la idea de que ambas formas
de hacer son igualmente válidas: ni mejor ni peor, simplemente distintas.
Conceder la doble ciudadanía a los hijos en ambos hogares, con los derechos
y deberes que ello implica.
Negociar un acuerdo entre las dos familias, por el cual ninguna de las
dos tomará decisiones respecto a los hijos de forma unilateral. Ello puede
contribuir a desactivar la competitividad entre los dos hogares; también el
chantaje emocional de algunos hijos reticentes a cumplir las normas («Me
© WK Educación 237
Cómo afrontar el divorcio
voy con papá/mamá porque allí no tengo que colaborar en las tareas domés-
ticas»).
Incluir a los abuelos previos y a los abuelos nuevos. Ambos grupos son parte
importante de la familia.
Érase una vez –quizá incluso la semana pasada– una niña llamada Rosa. Un día
escuchó que su padre hablaba con alguien por teléfono y le contaba que tenía pla-
nes de volver a casarse. Rosa conocía a la presunta amiga de su padre y le parecía
simpática, pero sabía que eso iba a cambiar cuando fuera su madrastra.
De niña, los cuentos de hadas le habían enseñado que las madrastras son mal-
vadas.
De joven, como muchacha muy instruida, había aprendido en los periódicos que
ser una hijastra equivalía a ser una metáfora viviente del abuso, el descuido y el
maltrato.
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Las nuevas familias: la familia reconstruida
© WK Educación 239
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Bibliografía
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Índice
Agradecimientos............................................................................................ 7
Prólogo ........................................................................................................... 9
Introducción .................................................................................................. 13
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Índice
PREDIVORCIO ............................................................................................ 51
Capítulo III. La deliberación ....................................................................... 53
1. La deliberación ..................................................................................... 56
2. Comunicar la decisión a los hijos ......................................................... 58
2.1. Preparando nuestro relato ............................................................. 59
3. Después de la noticia ............................................................................ 66
3.1. Síndrome de alienación parental (SAP) ....................................... 67
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Índice
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Cómo afrontar el divorcio
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Actualmente, el divorcio es una realidad a la
que se enfrentan un número considerable de
parejas. La generalización de este tipo de
Cómo afrontar procesos puede haber contribuido a mitigar el
impacto de la ruptura en la familia, ya que las
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