Correspondencia
ciente subjetiva se debería correlacionar con el cronización) [5]. Las continuas investigaciones
Mente y biofísica (II)
Manuel Fontoira-Lombos
Servicio de Neurofisiología Clínica. Complejo Hospitalario
de Pontevedra. Pontevedra, España.
Correspondencia: Dr. Manuel Fontoira Lombos. Servicio
de Neurofisiología Clínica. Complejo Hospitalario de
Pontevedra. Loureiro Crespo, s/n. E-36001 Pontevedra.
E-mail: manuel.fontoira.lombos@sergas.es
Aceptado tras revisión externa: 23.10.09.
Cómo citar este artículo: Fontoira-Lombos M. Mente y
biofísica (II). Rev Neurol 2010 51: 190-1.
© 2010 Revista de Neurología
En la primera parte de este artículo [1] se hace
referencia a la ‘percepción subjetiva’. La percep-
ción subjetiva es la percepción como sujeto a
simple vista (con ‘a simple vista’ se quiere decir
a escala macroscópica confinada). Percepción
como sujeto quiere decir, por tanto, que la per-
cepción mental consciente, por ser subjetiva, se
caracteriza por dos cosas: primero, por tener lu-
gar con carácter único (un solo observador sub-
jetivo por mente), y dos, por tener carácter indi-
vidual (dicho observador, además de único, po-
see un carácter individual, es decir, indivisible,
no reducible a partes menores, a simple vista al
menos, con un error despreciable en la práctica).
En dicho artículo [1] también se deja entre-
ver que la estructuración morfofuncional en re-
des neurales, que son estructuras macroscópi-
cas, debería ser correlativa con esa experiencia
también macroscópica que es la percepción
subjetiva; de hecho, la evidencia actual permite
afirmar la existencia de dicha probable correla-
ción [2], y así mismo existe la evidencia de la
importancia probable de la corteza de asocia-
ción, en particular, para establecer el correlato
neural de la subjetividad de la experiencia men-
tal consciente [3].
Esto lleva a pensar que la experiencia subje-
tiva, por ser macroscópica y confinada, pero por
tener su fundamento posiblemente en la inter­
acción neuronal, que es microscópica, debe emer-
ger mediante un cambio de escala en el sistema
que tenga correlación con la emergencia de la
red neural como estructura morfofuncional efec-
tiva también a escala macroscópica.
Esta efectividad de la percepción mental cons-
ciente de manera subjetiva y a gran escala, dada
la correlación con la emergencia de la red neu-
ral como estructura morfofuncional efectiva a
gran escala, concluye que la percepción cons-
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tipo de interacción neuronal que explique la
presencia de la red neural como unidad morfo-
funcional efectiva a gran escala.
Desde antiguo se ha sospechado, con buena
lógica, que dicho tipo de interacción neuronal
correlacionable con la experiencia consciente a
simple vista debe consistir en un proceso de in-
tegración neuronal en función del tiempo, so-
bre todo a partir de la investigación de la fisio-
logía de la visión, dado que, por ejemplo, se
perciben con facilidad y de forma simultánea
los componentes visuales de un objeto que se
esté contemplando, como pueda ser el brillo y
el color de una manzana, pues se percibe una
sola manzana en cada instante, no su color y su
brillo por separado. De ahí que se sospeche que
la percepción subjetiva de lo que se ve en parti-
cular, y tal vez de todo lo demás en general,
debe tener que ver con una integración en fun-
ción del tiempo, y en particular con que, por
ejemplo, brillo y color se estén integrando (es
decir, que sus respectivas redes neurales se in-
tegren) cuando sean efectivos ‘a la vez’.
Como sabemos, el principal candidato para
que tenga lugar esta coincidencia de brillo y co-
lor ‘a la vez’, por ejemplo, ha sido desde antiguo
la sincronización neuronal, que se ha invocado
repetidamente como el mecanismo de integra-
ción neuronal en correlación con la ‘conciencia’
(con frecuencia se usa el término conciencia en
general, aparentemente sin atender a la dife-
rencia terminológica que se podría establecer
entre mente, conciencia y subjetividad, pues se
podría considerar que la mente es la informa-
ción abstracta que el sistema nervioso procesa,
y conciencia y subjetividad sus propiedades; de
modo que la conciencia es la propiedad por la
cual dicha información consigue ser efectiva con
concreción, aparentando no ser idéntica a su
sustrato neural, y la subjetividad, la propiedad
por la cual dicha información adquiere aparen-
temente entidad única e individual).
Son numerosos los investigadores que se han
ocupado de la importancia de la sincronización
desde la época de Sherrington, algunos incluso
han propuesto modelos cabales por los que di-
cha sincronización sería posible y tendría lugar
[4]. Diversos investigadores han añadido inte-
resantes elementos a este ‘puzzle’ del correlato
neural de la mente, la conciencia y la subjetivi-
dad; por ejemplo, Edelman y Tononi han apor-
tado un elemento que parece crucial: la reen-
trada (la retroacción entre redes durante su sin-
sobre la importancia de la sincronización en los
correlatos neurales de la mente abarcan ya dé-
cadas [6,7]. Estas investigaciones se ocupan tan-
to de la sincronización de señales simples (neu-
rona a neurona) como de la sincronización de se-
ñales complejas (entre poblaciones neuronales).
Estos mecanismos de interacción neuronal
(sincronización neuronal, reentrada) y otros de
los descritos a lo largo de los años (internuncia­
lidad, inhibición lateral, reclutamiento, conver-
gencia, integración somatovegetativa, etc.) no
son, en conjunto, otra cosa que mecanismos de
integración neuronal. Por tanto, al hablar de la
emergencia de la propiedad mental de la subje-
tividad y de su correlato neural, de lo que se está
hablando es del posible, y a día de hoy hipotéti-
co, mecanismo de integración neuronal correla-
tivo con dicha experiencia consciente subjetiva.
La sincronización neuronal consiste en la co-
incidencia de fase entre los potenciales de ac-
ción neuronal. Dicha sincronización llevaría, por
tanto, a una homogeneización entre señales
neuronales distintas, cuando el objeto de per-
cepción es, sin embargo, heterogéneo (p. ej.,
forma y color, que se perciben a la vez, pero
con heterogeneidad de uno respecto del otro).
Si la heterogeneidad de forma y color, por
ejemplo, tal como emergen en la subjetividad,
dependen de una codificación neural y a su vez
heterogénea (ciertos trenes de potenciales de
acción con un determinado patrón espaciotem-
poral para forma y otro para color), entonces,
la emergencia de una manzana individual con
cierta forma y color que forma un todo único e
indivisible no debería correlacionarse con una
sincronización de ambos códigos, pues en tal
caso su coincidencia de fase llevaría a su homo-
geneización y la manzana perdería su forma
al convertirse ésta en color, y perdería su color al
convertirse éste en forma; y sin embargo la man-
zana se percibe, por lo que es dudoso que el
mecanismo de integración neuronal clave sea la
sincronización. Esto no quiere decir que la sincro-
nización, la reentrada, etc. no sean necesarios
para la percepción subjetiva de una manzana,
pero sí quiere decir que haría falta ‘algo más’
aparte de la sincronización y demás mecanismos
neurales descritos.
La integración de forma y color, por ejem-
plo, debería tener lugar en función del tiempo,
de todos modos, pues de lo que se trata, para
que la percepción de la manzana sea subjetiva,
es de que forma y color formen un todo único e
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individual, para lo cual deben conservar su he-
terogeneidad particular, pero deben ser efecti-
vos a la vez. Y si la sincronización o coincidencia
de fase parece no garantizar esta posibilidad,
ha de buscarse otro candidato para explicar
que este tipo de integración se produzca: la co-
herencia entre señales simples corticales com-
patibles parece un buen candidato.
La coherencia se define aquí como el mante-
nimiento de una diferencia de fase constante
entre señales simples (entre los trenes de po-
tenciales de acción de dos neuronas de dos re-
des neurales distintas y compatibles).
Es fácil confundir esta coherencia, tal como
se ha definido aquí (mantenimiento de una di-
ferencia de fase constante), con la sincroniza-
ción (coincidencia de fase), ya que a esta cohe-
rencia con frecuencia se la denomina ‘sincroni-
zación de fase’, y a la sincronización con ‘cohe-
rencia’ (como pueda ser en el caso de la ‘co­
herencia’ o sincronización interhemisférica en
electroencefalografía). De modo que no hay que
confundirse con estos términos, y tampoco hay
que confundir a las señales simples con las
complejas, porque la coherencia o sincroniza-
ción de fase ya lleva años investigándose para
el caso de las señales complejas [8].
Pero no consta que haya investigación al
respecto de la coherencia entre señales simples
corticales, y hay que hacer mención a esta posi-
bilidad, pues podría ser una pieza importante
para terminar de componer el ‘puzzle’ del co-
rrelato neural de la percepción consciente sub-
jetiva, algo con gran interés médico, científico y
humano.
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La comprobación de este nuevo e hipotético
mecanismo de integración neuronal lógicamen-
te requeriría la detección de dicha entrada en
coherencia entre señales simples de neuronas
corticales compatibles (sinaptadas) de redes di-
ferentes; por ejemplo, tal vez de neuronas de
áreas V1 y V2 (forma y color), coherencia que de-
bería observarse en correlación con la percepción
visual subjetiva de forma y color, pero no en au-
sencia de dicha percepción subjetiva (esta hipó-
tesis es, por tanto, comprobable y falsable).
Las características de la mente hacen que
con frecuencia se invoque un posible mecanis-
mo de tipo cuántico para explicarla [9]. Inde-
pendientemente de la libertad existente a la
hora de proponer modelos hipotéticos sobre el
fundamento de la mente, hasta ahora la evi-
dencia sugiere que la mente se correlaciona con
el sistema nervioso y que, por tanto, la mente
es un proceso físico en general y biológico en
particular [1]. Lo biológico responde a una mecá-
nica clásica, no a una mecánica cuántica, por lo
que hoy en día es dudoso que la mente cons-
ciente sea un fenómeno cuántico.
Sin embargo, los sistemas clásicos a veces re-
crean comportamientos que recuerdan a los de
estructuras de una escala menor, incluso de es-
cala cuántica, quizá por la posible estructura frac-
tal del universo. Y la mente, aunque su funda-
mento no sea cuántico, pero por ser un proceso
físico también podría recrear (adoptar la forma
de) comportamientos similares a comportamien-
tos de tipo cuántico. Es más, si se comprobase
como cierta la hipótesis presentada aquí, y tal
como ya se ha propuesto previamente [10], ha-
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bría que entender que dicha entrada en cohe-
rencia entre señales simples a escala microscópi-
ca, por correlacionarse a escala macroscópica
con un fenómeno de unicidad e individualidad
mental, podría entonces interpretarse como la
recreación efectiva a gran escala de una super-
posición de estados producto en corteza, es de-
cir, un entrelazamiento entre objetos mentales,
y de ahí que, por ejemplo, forma y color, dos co-
sas diferentes, consigan en la práctica parecer
una sola cosa a simple vista, con un error des-
preciable –una manzana–, como así ocurre.
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