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Roger Chartier

Pluma de ganso,
libro de letras, ojo viajero

UNIVERSIDAD IBEROAMERICANA
DEPARTAMENTO DE HISTORIA
UNIVERSIDAD IBEROAMERICANA
CENTRO DE INFORMACION ACADEMICA Índice
BIBLIOTECA FRANCISCO XAVIER CLAVIGERO

Pluma de ganso, libro de letras, ojo viajero /

1. Sociología histórica. 2. Lenguaje y cultura. 3. Libros —


Historia. I. Chartier, Roger, 1945-

HM 104 P59.1997

Traducción: Alejandro Pescador 11 I Prólogo


Cuidado de la edición: Glandy Horita, Rubén Lozano Herrera
y Julieta Valtierra
13 / 1. El poeta y el rey
Eduardo Contreras Soto, "El poeta que queremos" (1995)

21 / 2. La pluma, el taller y la voz


1 a. Edición, 1997 Michel de Certeau, "Leer: una cacería furtiva" (1980)
D.R. © Universidad Iberoamericana, A.C.
Prol. Paseo de la Reforma 880
Col. Lomas de Santa Fe
47 / 3. El alfabeto y la imprenta
01210 México, D.F. Jorge Luis Borges, "Nota sobre (hacia) Bernard Shaw" (1960)

63 / 4. De la reproducción mecánica a la representación


ISBN 968-859-296-X
electrónica
Alfonso de la Torre, "Visión delectable de la Philosophia"
(1526)
Impreso y hecho en México
Printed and made in Mexico
73 / 5. Obedecer y razonar
Emmanuel Kant, "Si el género humano se halla en progreso
constante hacia mejor" (1798)

Esta investigación se realizó en el marco de


las actividades del programa de historia 85 / 6. Al borde del acantilado
cultural de la Universidad Iberoamericana Samuel Tíssot, "De la canté des gens de lettres" (1768)
que está auspiciado por la Fundación
Rockefeller 109 / Referencias bibliográficas
Al borde del acantilado

1 borde del acantilado": esta imagen con la cual


Michel de Certeau caracterizó el trabajo de Michel
Foucault me parece situar con agudeza todos los
intentos intelectuales que colocan en el centro de sus inves-
tigaciones o reflexiones las relaciones entre producciones
discursivas y prácticas sociales.' Proponer la inteligibilidad
de las prácticas que no son gobernadas por las reglas que
constriñen la formación de los discursos es siempre un pro-
yecto difícil, inestable, ubicado al borde del acantilado.
Siempre está amenazado por la tentación de borrar toda di-
ferencia entre dos lógicas, articuladas pero heterogéneas: la
que organiza la producción y la interpretación de los enun-
ciados, y la que rige las acciones y las conductas. La distin-
ción entre estas dos lógicas es, sin embargo, esencial para
todas las perspectivas que como la mía intentan construir
una historia que vincula la construcción discursiva del mun-
do social con las coacciones objetivas que, a su vez, limitan
y hacen posible la producción de los discurSos.

Michel de Certeau, "Microtécnicas y discurso panóptico: un quipro-


quo" , en Historia y psicoanálisis entre ciencia y ficción, pp. 27-37.

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iL

Caminar así, al borde del acantilado, conduce a formu- lugar, el tiempo de las dudas y los interrogantes es también
lar de una manera quizás más adecuada el diagnóstico de un tiempo de dispersión: todas las tradiciones historiográ-
crisis o, por lo menos, de incertidumbre, a menudo pro- ficas han perdido su unidad, todas se han fragmentado en-
puesto hoy día a propósito de la historia.' A los impulsos tre perspectivas diversas, a veces contradictorias, que mul-
optimistas y conquistadores de la "nueva historia" ha suce- tiplicaron los objetos de investigación, los métodos, las
dido, en efecto, un tiempo de dudas e interrogantes. Esta "historias".4
inquietud ampliamente compartida obedece a diversas ra- Frente al retroceso de los modelos explicativos tradicio-
zones ya bien conocidas y comentadas: 3 la pérdida de con- nales, una primera y poderosa tentación es el retorno al ar-
fianza en las certidumbres de la cuantificación; la renuncia chivo, al documento que registra las palabras singulares de
a las definiciones clásicas de los objetos históricos —en par- los actores históricos siempre consideradas como más ricas
ticular, dentro de la tradición francesa, a partir de su di- y complejas que lo que el historiador, al analizarlas, puede
mensión territorial—; o la crítica de las nociones ("menta- escribir según su intención. Al desaparecer tras la palabra
lidades", "cultura popular"), categorías analíticas (clases, del otro, el historiador intenta liberarse de la postura que
clasificación socioprofesional) o modelos de comprensión ha heredado de Michelet y que, según Jacques Ranciére,
(marxista, estructuralista, malthusianismo, etcétera) que consiste en "hacer hablar a los pobres haciéndolos callar, en
eran los de la historiografía de los años sesenta y setenta. hacerlos hablar como mudos"?
Esta crisis de la inteligibilidad histórica tuvo dos conse- Hay quizás algo paradójico en esta voluntad del histo-
cuencias. En primer lugar, quitó a la historia su posición riador de desvanecerse detrás de las palabras de los muertos
federativa en el campo de las ciencias sociales. No sólo en en un tiempo en que, por el contrario, se afirman la reivin-
Francia, sino también en toda la historiografía europea y dicación de su subjetividad, los derechos del "yo" en el dis-
estadounidense, los dos programas sucesivos de la revista curso histórico y las tentaciones de la "egohistoria". 6 Pero
Annales (en los años treinta, el programa estuvo regido por la contradicción es sólo aparente. Como escribe Arlette Far-
la historia económica y social; en los años setenta, por la ge, dar a leer las palabras de los actores no es de ninguna
antropología histórica) fueron los que confirieron a la his-
toria el papel de piedra angular en el encuentro de las di-
versas ciencias sociales. Hoy día ya no es así. En segundo Joyce Appleby, Lynn Hunt y Margaret Jacob, Telling the Truth about
History y Franfois Bedarida (ed.), L'histoire et le métier d'historien en
France 1945-1995.
2 Gérard Noiriel, Sur la "crise" de l'histoire. Jacques Ranciare, Les Mots de l'histoire. Essai de poétique du savoin p. 96.
3 Jean Boutier y Dominique Julia (eds.), Passés recomposés. Champs et 6 Pierre Nora, Essais d'ego-histoire y Roy Hora y Javier Tromboli (eds.),
chantiers de l'histoire. Pensar la Argentina. Los historiadores hablan de historia y política.

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manera "copiar lo real". Por sus elecciones, sus selecciones, taurar el papel de los individuos en la construcción de los
sus exclusiones, el historiador atribuye un sentido nuevo a lazos sociales. De ahí, una serie de desplazamientos funda-
las palabras que saca del silencio de los archivos: "Recoger mentales: de estructuras a redes, de jerarquías a interrela-
las palabras antiguas traduce la preocupación de introducir ciones, de normas colectivas a estrategias singulares. La "mi-
las existencias particulares en el discurso histórico, y de di- crohistoria" ha proporcionado la traducción más viva de la
bujar con estas palabras escenas que son a la vez tantos acon- transformación del paso histórico inspirado por el recurso
tecimientos"! Cambia así el sentido de la cita en el texto de los modelos interaccionistas o etnometodológicos. Ra-
histórico. Ya no es una mera ilustración de una regularidad dicalmente diferente de la monografía tradicional, cada
establecida gracias a la cuantificación; no desempeña sólo "microhistoria" intenta reconstruir, a partir de una situa-
"el encargo de acreditar el discurso porque, como es refe- ción particular, normal por excepcional, la manera en que
rencia!, introduce cierto efecto de lo real". 8 Indica la irrup- los individuos producen el mundo social, mediante sus alian-
ción de una diferencia, el surgimiento de lo extraño. zas y sus enfrentamientos, a través de las dependencias que
Esta perspectiva plantea el problema de las relaciones los unen o los conflictos que los oponen. El objeto de la
entre las categorías manejadas por los actores históricos y historia ya no son las estructuras y los mecanismos que ri-
las utilizadas por los historiadores. Durante mucho tiem- gen, fuera de toda intención o percepción subjetiva, las je-
po, una distancia radical entre unas y otras fue considerada rarquías sociales, sino las racionalidades y las estrategias que
como la condición misma de la cientificidad del discurso practican las comunidades, los linajes, las familias, los in-
histórico. Esta certidumbre no es ya aceptable. Por un lado, dividuos.
los criterios, nociones y técnicas más clásicos de la historia Se afirmó así una forma inédita de historia, a la vez so-
social han perdido vigencia. Los historiadores han tomado cial y cultural, centrada en las desviaciones y discordancias
conciencia de que estos conceptos o instrumentos mismos existentes, por una parte, entre los diferentes sistemas de
tenían una historia y que toda historia que los utilizaba normas propios de cada una de las comunidades que com-
debía ser necesariamente una historia de las condiciones de ponen una sociedad y, por otra, dentro de cada uno de estos
su producción y sus diversos usos. sistemas. La mirada se desplazó, por ende, de las reglas im-
Por otro lado, sensibles a los nuevos enfoques antro- puestas a sus usos imaginativos, de las conductas obligadas
pológicos o sociológicos, los historiadores han querido res- a las decisiones permitidas por los recursos propios de cada
uno: su poder social, su fuerza económica, su acceso a la
' Arlette Farge, Le Cours ordinaire des choses dans la cité du siecle, información. Acostumbrada a reconocer jerarquías y a cons-
p. 9; y Le goút de l'archive. truir entidades colectivas, la historia de las sociedades se
Michel de Certeau, La escritura de la historia, p. 111. propuso nuevos objetos, estudiados a pequeña escala, por

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ejemplo: la biografía ordinaria que permite analizar los usos prender cómo la libertad del lector siempre resulta conte-
inventivos de los sistemas normativos 9 o los procesos diná- nida por las coacciones de la escritura del texto que lee, de
micos (negociaciones, transacciones, intercambios, conflic- las formas del objeto escrito que utiliza o de las capacidades
tos, etcétera), que trazan de manera móvil e inestable las y normas de lectura propias de su comunidad.
relaciones sociales, al mismo tiempo que perfilan los espa- Un acercamiento cuyo rasgo principal es transformar las
cios abiertos a las estrategias individuales.' fronteras canónicas se encuentra en muchos otros campos
De ahí, el desafío lanzado a toda historia definida como de la investigación histórica: los estudios sobre la ciudad,
social y cultural: ¿cómo articular las percepciones, los len- los procesos educativos, la construcción de los saberes cien-
guajes y las racionalidades propias de los actores con las tíficos. Estas aproximaciones recuerdan que las produccio-
interdependencias que ellos mismos desconocen y que, no nes intelectuales y estéticas o las prácticas sociales, están
obstante, constriñen y gobiernan sus estrategias? De esta siempre regidas por mecanismos y dependencias descono-
articulación depende la posibilidad de evitar el enfrenta- cidas para los sujetos mismos. A partir de tal perspectiva se
miento estéril entre el estudio de las posiciones y relacio- debe entender la importancia asignada, a expensas de las
nes, por un lado, y el análisis de las acciones e interacciones, nociones habituales de la historia de las mentalidades, de
por el otro. Superar esta oposición entre "física social" y un concepto como el de representación. Sus diversos senti-
"fenomenología social" exige la construcción de nuevos es- dos permiten, efectivamente, designar y enlazar tres gran-
pacios de investigación en los que la definición misma de des realidades: primero, las representaciones colectivas que
los planteamientos obligue a inscribir los pensamientos, las hacen que los individuos incorporen las divisiones del mun-
intenciones individuales, las voluntades particulares, en los do social, y que organizan los esquemas de percepción y
sistemas de coerción colectivos que, a su vez, los hacen po- apreciación a partir de los cuales éstos clasifican, juzgan y
sibles y los refrenan. Los ejemplos de estas reparticiones actúan; después, las formas de exhibición del ser social o
novedosas donde se articulan necesariamente estructuras del poder político, que utilizan los signos y actuaciones sim-
objetivas y representaciones subjetivas serían múltiples; por bólicas —por ejemplo, las imágenes, los ritos o la "estili-
ejemplo, el espacio de trabajo que anuda crítica textual, zación de la vida", según la expresión de Max Weber—;
historia del libro y sociología cultural, y que intenta com- finalmente, la representación, por parte de un representan-
te (individual o colectivo, concreto o abstracto) de una iden-
9 Giovanni Levi, L'Ereditá immateriale. Carriera di un esorcista nel Pie- tidad social o de un poder dotado asimismo de continuidad
monte del Seicento y "Les usages de la biographie", pp. 1325-36. y estabilidad.
' Jaime Contreras, Sotos contra Riquelmes. Regidores, inquisidores y Hay muchos trabajos que recientemente han utilizado
criptojudíos. esta triple definición de la representación. Existen dos ra-

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zones para esto. Por una parte, el retroceso de la violencia va vitalidad después de la dominación absoluta de las pers-
que caracteriza a las sociedades occidentales entre la Edad pectivas estructuralistas y formalistas.
Media y el siglo xvin, que resulta de la tendencia a la con- Para dar un solo ejemplo, basta citar que hoy día los
fiscación por parte del Estado del monopolio sobre el uso postulados clásicos de la historia de la filosofía han perdido
legítimo de la fuerza, hace que los enfrentamientos basados su hegemonía. Contra tales postulados es decir, la defini-
en las confrontaciones directas y brutales cedan cada vez ción de la legitimidad de los problemas y los autores plena-
más el lugar a las luchas que encuentran en las representa- mente "filosóficos" a partir de los interrrogantes filosóficos
ciones sus armas y su objeto. La violencia simbólica se situó contemporáneos, y la autonomía de estos problemas, inde-
así en el centro de una nueva comprensión de la historia de pendientemente de toda formulación histórica particular—
la dominación colonial" o de las relaciones entre los sexos. se han construido nueva maneras de pensar la relación de la
Por otra parte, la fuerza de un poder o la identidad de un filosofía con su historia. En una tipología clásica, Richard
grupo dependen de la aceptación o del rechazo de las repre- Rorty distingue así, junto a las reconstrucciones volunta-
sentaciones que proponen de sí mismos. De ahí, los esfuer- riamente anacrónicas de la filosofía analítica, otras tres ma-
zos para entrecruzar la historia de las representaciones que neras de escribir la historia de la filosofía, todas plenamente
intentan imponer una autoridad política o social, y la his- históricas y legítimas: en primer lugar, la Geistgeschichte,
toria de las formas de las creencias que aceptan o rechazan definida como la historia de la formulación de las cuestio-
esta imposición.' nes consideradas como específicamente filosóficas y la his-
El retorno de los historiadores al archivo, al documento toria de la construcción del repertorio de los autores canó-
citado en su literalidad, constituye sólo un aspecto particu- nicos; en segundo lugar, la "historia intelectual", entendida
lar de un movimiento más amplio: la nueva atención dada a como la historia de las condiciones mismas que hacen posi-
los textos. Los historiadores han perdido un poco de su in- ble, de diversas maneras según los tiempos, la práctica filo-
genuidad y timidez frente a los textos canónicos de sus ve- sófica, y finalmente las reconstituciones históricas que in-
cinos: los historiadores de la literatura, de la ciencia, de la tentan establecer el sentido de los textos respecto de su
filosofía. Al mismo tiempo, en todas esas "otras" historias, contexto de producción y recepción» Esta última perspec-
los acercamientos sociohistóricos han encontrado una nue- tiva es, por supuesto, la más cercana a la práctica de los
historiadores de la cultura, puesto que hace hincapié en la
" Serge Gruzinski, La colonisation de l'imaginaire. Sociétés indigénes et discontinuidad de la actividad filosófica, diferenciada se-
occidentalisation dans le Mexique espagnol, xvIc-xvilf
'Carlo Ginzburg, I Benandanti. Stregoneria e culti agrari tra Cinquecento " Richard Rorty, "The Historiography of Phi losophy: Four Genres",
e Seicento; y Louis Marin, Le portrait du roi y Des pouvoirs de l'image. Gloses. pp. 49-75.

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gún varios criterios: el lugar social o la institución del saber a los efectos de sentido buscados a través de la escritura,
donde se ejerce, las variaciones del repertorio de las cuestio- sino también a los usos impuestos por las materialidades,
nes legítimas y de los estilos aceptables, los géneros que que son las formas materiales de los textos, y a las catego-
puede emplear el discurso filosófico o las configuraciones rías que gobiernan las relaciones de cada comunidad con la
intelectuales que dan sentidos diversos a los mismos con- cultura escrita. La sociología de los textos entendida de tal
ceptos. manera se vincula estrechamente con el uso histórico de la
Estas tres aproximaciones encuentran sus equivalentes noción de representación ya que, como lo subrayó Louis
en otros campos: la historia de la literatura, de la ciencia, Marin, toda representación tiene dos dimensiones: una
del arte. Ilustran un retorno a los textos (o a las obras) que transitiva que hace que la representación represente algo, y
los remite al lugar social de su producción o destinación (la una reflexiva que hace que la representación se presente como
corte, el mecenazgo, la institución académica, el público y que representa algo.' Los dispositivos materiales de los tex-
el mercado), que los sitúa en el repertorio de los géneros y tos (o de los cuadros) desempeñan este papel reflexivo que
convenciones propios de su época, y que atiende las formas caracteriza a cada representación, por lo menos en la tradi-
de su circulación y apropiación. ción occidental.
Un efecto del retorno al texto es la importancia recobra-
da por las disciplinas eruditas cuyo objeto es justamente la Hoy día el retorno al archivo y al texto han reforzado la
descripción y el análisis de las formas materiales que sirven convicción de que los historiadores también escriben tex-
de vehículo a los discursos. La paleografía se transformó así tos. Las reflexiones pioneras de Michel de Certeau" y el
en una historia de los usos sociales de la escritura," y la gran libro de Paul Ricoeur" los han obligado, de buena o
bibliography en una sociología de los textos,' dedicada a de mala gana, a reconocer la pertenencia de la historia al
reconstruir sus condiciones de producción, divulgación y género de la narración, entendido en el sentido aristotélico
recepción. Contra la tiranía de las aproximaciones estricta- de "poner en marcha la intriga de las acciones presentadas".
mente lingüísticas, estas disciplinas así transformadas in- La afirmación no se aceptó fácilmente por parte de quienes
dican que son múltiples las determinaciones que operan en —por ejemplo los historiadores de los Annales— al negar la
el proceso de la construcción del sentido. Se refieren no sólo historia de los acontecimientos (I' histoire événernentielle) a fa-

"Armando Petrucci, La scrittura: Ideologia e rappresentazione y Le scri- Louis Marin, Opacité de la peinture. Essais sur la représentation au
tture ultime. Ideología della morte e strategie dello scrivere nella tradizione Quattrocento, pp. 73-4.
occidentale. 'Michel de Certeau, La escritura de la historia.
15 D. F. Mckenzie, Bibliography and the Sociology of Texts. "Paul Ricoeur, Temps et récit.

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vor de una historia estructural y cuantificada, pensaban que Un análisis así, que inscribe a la historia en la categoría
habían terminado con las falsas apariencias de la narración de las narraciones y que identifica los parentescos funda-
y con la muy grande y dudosa proximidad entre historia y mentales que unen a todos los relatos, ya sean de historia o
fábula. Entre una y otra, la ruptura parecía inevitable: en el de ficción narrativa, acarrea muchas consecuencias. La pri-
lugar que ocupaban los personajes y los héroes de los anti- mera permite considerar como una pregunta mal planteada
guos relatos, la "nueva historia" colocaba entidades anóni- el debate surgido por el supuesto "resurgimiento de la na-
mas y abstractas; el tiempo espontáneo de la conciencia rrativa" que habría caracterizado a la historia en estos últi-
era sustituido por una temporalidad construida, jerarqui- mos años. ¿Cómo podría, en efecto, haber "resurgimiento"
zada, articulada; al carácter autoexplicativo de la narración o retorno allí donde no hubo ni partida ni abandono? Exis-
se oponía la capacidad explicativa de un conocimiento ob- te un desplazamiento pero de otro orden; tiene que ver con
jetivo. la preferencia otorgada a ciertas formas de narraciones en
En Temps et récit, Paul Ricoeur muestra cuán ilusoria era detrimento de otras, más tradicionales. Por ejemplo, las
esta proclamada cesura. En efecto, toda historia, incluso la microhistorias no emplean las mismas construcciones que
menos narrativa, aun la más estructural, está construida las grandes narraciones de la historia global, o que los "rela-
siempre a partir de las fórmulas que gobiernan la produc- tos" estadísticos de la historia cuantitativa.
ción de las narraciones. Las entidades que manejan los his- De lo anterior surge una segunda proposición: la necesi-
toriadores ("sociedad", "clases", "mentalidades", etcétera) dad de identificar las propiedades específicas de la narra-
son "cuasi personajes", dotados implícitamente de propieda- ción histórica en relación con las otras. Éstas tienden, pri-
des que son las de los héroes singulares o de los individuos mero, a la organización "foliada" (como escribió de Certeau)
ordinarios que configuran las colectividades que designan de un discurso que comprende en sí mismo, bajo la forma
estas categorías abstractas. Por otra parte, las temporalidades de citas, los materiales de los que intenta producir una com-
históricas mantienen una gran dependencia en relación con prensión. Esas propiedades tienden, igualmente, a los pro-
el tiempo subjetivo: la larga duración no es más que una cedimientos de acreditación específicos gracias a los cuales
modalidad derivada de la puesta en marcha de la intriga de la historia muestra y garantiza su condición de conocimiento
los acontecimientos. Por último, los procedimientos expli- verdadero.
cativos de la historia continúan sólidamente anclados en la Descubrir las formas discursivas a través de las que se da
lógica de la imputación causal singular, es decir, en el mo- el relato histórico puede conducir a diversas reflexiones. Las
delo de comprensión que, en lo cotidiano o en la ficción primeras intentan establecer taxonomías y tipologías uni-
narrativa, permite dar cuenta de las decisiones y las accio- versales e identificar las figuras retóricas que gobiernan to-
nes de los individuos. dos los modos posibles de la narración y la explicación his-

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tóricas —por ejemplo, los cuatro tropos de la retórica neo- ria "científica", que utilizaba el lenguaje de los cálculos para
clásica—,' 9 o las constantes que constituyen las estructuras asegurarse de que, como escribió de Certeau, "el pasado (lo
temporales de la experiencia histórica y que rigen sus mo- que las ciencias modernas han rechazado y constituido como
dos de representación.'" Otras aproximaciones, al contra- pasado: una cosa terminada, apartada) se produce y se cuen-
rio, hacen hincapié en las diferencias que muestran cómo ta dentro de ella". 23
historiadores que pertenecen a una misma "escuela" movi- Con estas perspectivas, la narración no tenía y no podía
lizan de manera muy diversa las figuras de la enunciación, tener condición propia alguna, porque resultaba anulada en
la proyección o la desaparición del "yo" en el discurso del las figuras de la retórica, o era el lugar mismo en el que los
conocimiento, el sistema de los tiempos verbales, la perso- acontecimientos se desarrollaban, o se le percibía como obs-
nificación o no de las entidades abstractas, las modalidades táculo para la cientificidad del conocimiento. Sólo cuando
de la prueba, etcétera.' la epistemología de la correspondencia se tornó dudosa y
Estas reflexiones plantean una cuestión esencial: ¿por qué cuando los historiadores tomaron conciencia de la distancia
la historia desconoció por tanto tiempo su pertenencia al que siempre existe entre el pasado y su representación (o
género de las narraciones? Tal pertenencia estaba necesaria- para decirlo como Ricoeur, "entre lo que fue un día y que ya
mente oculta en todos los regímenes de historicidad que no es" y los discursos construidos para "ocupar el lugar de"
postulaban una identidad sin distancia entre los aconteci- o representar ese pasado), pudo iniciarse una reflexión sobre
mientos históricos y el discurso que se encargaba de resti- las características comunes a todas las narraciones y las sin-
tuirlos.' Éste fue el caso de la Antigüedad, cuando la histo- gularidades propias de las narraciones que se dan como his-
ria se consideraba como un repertorio de ejemplos y modelos. tóricas.
Tal fue el caso de la tradición historicista alemana del siglo La conciencia de la dimensión narrativa de la historia,
xix, que inscribía a la manera hegeliana el despliegue de los cualquiera que sea su objeto o su técnica, ha lanzado un
acontecimientos históricos en la escritura historiográfica, desafío considerable a todos los que rechazan una posición
de la Geschichte en Historie. También fue el caso de la histo- como la de Hayden White, quien considera que la historia
tal y como la escribe el historiador no depende ni de la rea-
9 Hayden White, Metahistory. T he Hist ,..rical Imagination in Nineteenth- lidad pasada, ni de las operaciones propias de la disciplina.
Century Europe.
Según él, la elección que hace el historiador de una matriz
Reinhart Koselleck, "Erfahrungswandel und Methodenwechsel.
Eine historische historischanhtropologische Skizze", pp. 13-61. tropológica, de una modalidad en la urdimbre de una intri-
21 Phi I ippe Carrard, Poetics of the New History. French Historical Discourse
from Braudel to Chartier. 23 Michel de Certeau, "La historia, ciencia y ficción", en Historia y
22 FranÇois Hartog, "L'art du récit historique", pp. 184-93. psicoanálisis entre ciencia y ficción, pp. 51-75.

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ga, de una estrategia explicativa, es idéntica a la del nove-
de un régimen de verdad propio. En efecto, el mito y la
lista. Esta posición se reafirma de manera consistente, en
literatura son formas de conocimiento: "¿Acaso alguien
1974: "En general ha habido una renuencia a considerar las podría creer seriamente que el mito y la ficción literaria no
narraciones históricas como lo que más claramente son: fic- se refieren al mundo real, no dicen las verdades sobre él y
ciones verbales cuyos contenidos son tan inventados como no nos proporcionan un conocimiento útil de ese mundo
descubiertos y cuyas formas tienen más en común con sus
real?".' Engendrado por la misma matriz, el relato históri-
contrapartes en la literatura que con las de las ciencias"»
co despliega el mismo tipo de conocimiento que las cons-
En 1982: "Debe encararse el hecho de que, frente al dato trucciones de la ficción narrativa.
histórico (the historical record), no existen fundamentos so-
Contra un enfoque de esta naturaleza, me parece necesa-
bre ese dato mismo para preferir una forma de construir su
rio recordar que el objetivo de un conocimiento específico
significado en vez de otra"." Resulta entonces algo por com- es constitutivo de la intencionalidad histórica misma. Esta
pleto ilusorio querer clasificar o jerarquizar las obras histó- última fundamenta las operaciones propias de la disciplina:
ricas en función de su mayor o menor pertinencia para dar construcción de datos, producción de hipótesis, crítica y
cuenta de la realidad pasada, la cual constituye su objeto. verificación de resultados. Aun si escribe en forma "litera-
Los criterios de diferenciación son meramente formales e ria", el historiador no hace literatura, y esto surge a partir
internos respecto al discurso, sea que dependan de la cohe- del hecho de su doble dependencia, en relación con el archi-
rencia y de la completad del relato o que demuestren una vo, y por tanto en relación con el pasado del cual ésta es la
conciencia aguda de las diversas posibilidades ofrecidas por huella. Como ha escrito Pierre Vidal-Naquet:
el uso sucesivo de los diferentes modelos tropológicos y las
narraciones rivales.
El historiador escribe y esta escritura no es ni neutra ni
Frente a sus adversarios, que denuncian tal posición como transparente. Se moldea bajo las formas literarias, cierta-
destructiva de cualquier saber, Hayden White responde que mente bajo las figuras de la retórica [...1 ¿Quién lamenta-
él considera a la historia como una ficción narrativa, y que rá que el historiador haya perdido su inocencia, que se
el hecho de que la historia comparta con la literatura las deje tomar como objeto, que se tome a sí mismo como
mismas estrategias y procedimientos, no es despojarla de su objeto? Pero si el discurso histórico no se vinculara a tra-
valor de conocimiento, sino tan sólo considerar que carece vés de tantos intermediarios como se quiera, a lo que lla-
maremos, a falta de otro término, la realidad, estaríamos
'Hayden White, Tropics of Discourse. Essays in Cultural Criticisrn, p. 82.
'Hayden White, The Content of the 17 orm. Narrative Discourse and 26Hayden White, "'Figuring the Nature of the Times Deceased':
Historical Imagination, p. 75.
Literary Theory and Historical Writing", p. 28.

100
1 0 1.
siempre en el discurso, pero este discurso dejaría de ser histórico ya no se puede pensar como una sencilla repro-
histórico.' ducción o equivalencia entre un objeto y un discurso, entre
el pasado y su representación en la narración histórica?
Dependencia, a continuación, con los criterios de cienti- Ésa es la razón por la que Appleby, Hunt y Jacob recien-
ficidad y las operaciones técnicas relativas a su "oficio". temente han intentado definir una nueva "teoría de la obje-
Reconocer sus variaciones no implica, por tanto, concluir tividad", entendida ésta como una relación recíproca entre
que estas restricciones y criterios no existen, y que las úni- el sujeto investigador y el objeto exterior que analiza —lo
cas exigencias que frenan la escritura histórica son aquellas que se podría describir a la manera de Foucault como la
que gobiernan la escritura de ficción narrativa. constitución recíproca del objeto del saber por medio del
Este recuerdo me parece particularmente útil en un tiem- sujeto cognoscitivo y la del sujeto cognoscitivo por medio
po en que la voluntad de afirmación o de reconquista de las de los conocimientos que lo objetivan—. La posición de las
identidades perdidas o reprimidas corre el riesgo de borrar tres historiadoras estadounidenses es la del "realismo prác-
toda diferencia entre un saber histórico controlable, veri- tico", en el cual la objetividad es compatible con la plurali-
ficable, universal, y las reconstrucciones míticas que refuer- dad de las interpretaciones y en el que "existen criterios
zan las memorias y aspiraciones particulares. Como escri- para discriminar entre las proposiciones válidas y las que no
bió Eric Hobsbawn: "la proyección en el pasado de los deseos lo son, aunque estos criterios sean históricamente construi-
del tiempo presente, o en términos técnicos el anacronis- dos y váriables".29
mo, es la manera más común y fácil para crear una historia Por su parte, Paul Ricoeur ha reflexionado sobre las con-
propia que satisfaga las necesidades de grupos o 'comuni- diciones de posibilidad de un "realismo crítico del conoci-
dades imaginarias', según la expresión de Benedict Ander- miento histórico". Esas condiciones las remite, en primer
son, que no son todas exclusivamente nacionales"." Pero lugar, a la pertenencia del historiador y de su objeto al mis-
¿puede acaso resistirse a esta desviación, muy peligrosa para mo campo temporal: "es un mismo sistema cronológico que
la condición referencial de la historia, sólo reafirmando la incluye los tres acontecimientos que son los comienzos del
dimensión crítica de la disciplina? ¿No es menester em- periodo considerado, su fin o conclusión, y el presente del
prender una reflexión más fundamental puesto que el saber historiador (o más precisamente el presente del enunciado
histórico)". En segundo lugar, Ricoeur remite las condicio-
27 Pierre Vidal-Naquet, Les Assassins de la mémoire. Un Eichmann de nes de posibilidad del "realismo crítico del conocimiento
papier et autres études sur le révisionnisme, pp. 148-9. histórico" a la pertenencia del historiador, y de los actores
28 Eric Hobsbawn, "L'historien entre la quéte d'universalité et la quéte
d'identité", p. 61. 29 Joyce Appleby, Lynn Hunt y Margaret Jacob, op. cit., pp. 259 y 283.

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históricos a un campo de prácticas y experiencias que está mente enunciarse así: la historia es un discurso en el que
lo suficientemente compartido como para fundamentar "la intervienen construcciones y figuras que son las de la escri-
dependencia del quehacer del historiador en el quehacer de tura narrativa, por tanto también de la ficción narrativa.
los agentes históricos". Ricoeur añade: "En primer lugar Pero, al mismo tiempo, produce un cuerpo de enunciados
como herederos, los historiadores se sitúan en relación con "científicos" si por ellos se entiende "la posibilidad de esta-
el pasado, antes de ser los maestros artesanos de los relatos blecer un conjunto de reglas que permitan 'controlar' operacio-
que hacen de ese pasado. Esta noción de herencia supone nes proporcionadas a la producción de objetos determinados"»
que de una cierta manera el pasado se perpetúa en el pre- Michel de Certeau nos invita aquí a pensar lo propio de
sente y así lo afecta"?' la comprensión histórica. ¿Bajo qué condiciones podemos
Puede parecer un poco paradójico que un historiador considerar como coherentes, plausibles, explicativas, las re-
como yo, que suele subrayar las diferencias y los desfases, laciones instituidas entre la operación historiográfica que
haga hincapié en la posición hermenéutica y fenomenológica construye su objeto y valida sus procedimientos, y, por otro
de Paul Ricoeur que postula, por el contrario, la existencia lado, la realidad referencial que esa operación pretende re-
de invariantes antropológicas. Pero es precisamente al con- presentar adecuadamente? La respuesta no es fácil en un
frontar estas dos perspectivas como quizás se pueda enten- tiempo en que las certidumbres de la objetividad crítica y
der cómo es posible la comprensión del pasado o del otro la epistemología de la coincidencia entre lo real y su cono-
más allá de las discontinuidades que separan las configura- cimiento no protegen ya a la historia de una inquietud en
ciones históricas y producen extrañeza. cuanto a su régimen de verdad. Los historiadores han per-
Esta observación no basta, empero, para conferir a la his- dido sus ilusiones. Saben desde ahora que deben empezar
toria la condición de un conocimiento verdadero. En un una nueva reflexión sobre la naturaleza de las relaciones que
texto al que siempre hay que volver, Michel de Certeau for- sus discursos mantienen con lo real, puesto que "La histo-
muló la tensión fundamental que caracteriza a la historia. riografía (es decir 'historia' y 'escritura') lleva inscrita en su
Ésta es una práctica "científica" productora de conocimien- propio nombre la paradoja —y casi el oxímoron— de la
tos, pero una práctica cuyas modalidades dependen de las relación entre dos términos antinómicos: lo real y el discur-
variaciones de sus procedimientos técnicos, de los constre- so"•' Seguir el recorrido que conduce del archivo al texto,
ñimientos que le imponen el lugar social y la institución del texto a la escritura de la historia, y de esta escritura al
del conocimiento donde se ejerce o incluso las reglas que conocimiento histórico es una manera de considerar, al bor-
necesariamente gobiernan su escritura. Lo cual puede igual-
31 Michel de Certeau, La escritura de la historia, p. 68, n. 5.
30 Paul Ricoeur, "Histoire et rhétorique", pp. 9-26. 32 Ibid., p. 3.

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de del acantilado, esta relación problemática, paradójica, zarandeadlos, arrancadlos de sus gabinetes, forzadlos al reposo y a
que liga historia y grafía. los solaces que ahuyentarán los males y restablecerán las fuerzas;
además el tiempo que pasan fuera de su gabinete no está perdido;
volverán al trabajo con un ardor renovado, y algunos momentos
consagrados todos los días al esparcimiento serán bien recompensa-
dos por el goce de una prolongada salud que prolongará el tiempo
Se puede decir que la Gente de Letras en general constituye el tipo dedicado a los estudios.
de enfermos más difícil de tratar; ésta es una razón de más para
indicarles los medios para conservar y restablecer su salud. Samuel Tissoc, De la santé des gens de lettres, Lausana, 1768.
La primera protección, aquella sin la cual todos los otros auxi-
lios resultan inútiles, es brindar solaz al espíritu. Sé que hay un
muy pequeño número de hombres superiores a los cuales no me atre-
vería a dar consejo alguno, pues sería una especie de crimen el
distraerlos: a Descartes, entregado a las más sublimes meditacio-
nes al trazar el camino que va a conducir a los hombres a la
verdad; a Newton al descubrir y desarrollar las leyes de la Natu-
raleza; a Montesquieu al componer un código para todas las na-
ciones, y por todos los siglos, debe respetárseles en sus ocupaciones;
nacieron para estas grandes obras, así lo exige el bien común; pero
¿cuántos de estos hombres, cuyas vigilias fueron tan interesantes,
pueden contarse? La mayor parte pierden inútilmente su tiempo y
su salud; uno se dedica a compilar las cosas más comunes, el otro
repite lo que se ha dicho cien veces, un tercero se ocupa de las inda-
gaciones más inútiles, éste se mata al entregarse a las composiciones
más frívolas. aquél al pergeñar las obras más fastidiosas, sin que
ninguno de ellos imagine el mal que se causa, ni el escaso fruto que
el público obtendrá de esas obras; la mayor parte de ellos nunca
tiene el público a la vista y no devora el estudio más que como el
goloso devora los manjares para saciar su pasión, lo cual muy a
menudo los hace descuidar muchos de sus deberes esenciales;

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