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R e p e r t o r io b i b l i o g r á f i c o

Este repertorio, queforma parte de la version de defensa de la tesis, nofue


retomado en la primera edición (1964).

Este repertorio solo incluye los títulos de obras técnicas o científicas, y no las de
los textos filosóficos antiguos o recientes que ya han entrado en la historia
del pensamiento.

Louis de Broglie, Communication faite à la Société Française de Philosophie, sesión


del 25 de abril de 1953 (Bulletin de la Société Française de Philosophie,
octobre 1953).
Louis de Broglie, Ondes, Corpuscules, mécanique ondulatoire, Albin Michel, Paris,
1945.
Louis de Broglie, Physique et microphysique. Albin Michel, Paris, 1947.
Réunions Louis de Broglie, La Cybernétique, théorie du signal et de l ’information
(Loeb, Fortet, Indjoudjian, Blanc-Lapierre, Aigrain, Oswald, Gabor, Ville,
Chavasse, Colombo, Delbord, Icole, Marcou, Picault), éditions de la Revue
d’optique théorique et instrumentale, Paris, 1951.
Dalcq (A.-M.), Nouvelles données structurales et cytochimiques sur l ’oeufdes Mam­
mifères, Revue générale des Sciences, Tome LXI, N° 1-2, Société d’édition
d’enseignement supérieur, Paris, 1954.
Doucet, Les aspects modernes de la cryométrie, en el Mémorial des sciences phy­
siques, fascículo LIX, Gauthier-Villars, Paris, 1954.
Gesell, l ’Ontogénèse du comportement de l ’Enfant, en Carmichael, Manuel de
Psychologie de l ’Enfant (VI), traducción francesa P.U.F., París, 1952.

433
Goldstein (K.), La structure de l ’Organisme, traducción Burckhardt et Kuntz,
Gallimard, Paris, 1951.
Haas, La mécanique ondulatoire et les nouvelles Théories quantiques, traducción
Bogros Y Esclangon.
Heisenberg (W.), La physique du noyau atomique, Albin Michel, Paris, 1954 (esta
obra es la traducción, por Peyrou, de Die Physik der Atomkerne, Vieweg,
Brunswick, 1943).
Kahan (Th.) et Kwai (B.), La mécanique ondulatoire, Colin, Paris, 1953.
Kubie (Lawrence S.), The neuroticpotential and human Adaptation, en Conference
on cybernetics, transcripciones de la sexta conferencia, 24 y 25 de Marzo de
1949, Nueva York, publicación de Josiah Macy, Jr. Foundation, por Heinz
von Foerster, Nueva York, 1950.
Lewin (K.), Le comportement et le développement comme fonction de la Situation
totale, en Carmichael, Manuel de Psychologie de l ’Enfant.
Portmann {K), A nim alforms and Patterns, traducción de Hella Czech, Faber and
Faber limited, Londres, 1952. El titulo original de esta obra publicada en
lengua alemana es Die Tiergestalt.
Rabaud (E.), Sociétés humaines et sociétés animales, Amnée psychologique, 1951,
50, 263.
Rabaud (E.), Zoologie biologique (Cuarta parte)
Wiener (N.), Cybernetics or Control and Communication in the A nim al and the
Machine, Hermann et Cie, Paris; The technology Press, Cambridge, Mass.;
John Wiley and Sons, Inc., Nueva York, 1948.
Wiener (N.), Cybernetics and Society, traducción francesa Cybernétique et Société,
Deux-Rives, Paris, 1952.
Conference on Cybernetics, Heinz von Foerster, Josiah Macy, Jr. Foundation.
Transcripciones de la sexta conferencia, 1949, Nueva York, 1950.
Transcripciones de la séptima conferencia, 1950, Nueva York, 1951.
Transcripciones de la octava conferencia, 1951, Nueva York, 1952.
Colloque International du Centre National de la Recherche Scientifique sur la pola­
risation de la matière (Paris, del 4 al 9 de abril de 1949), informe editado
por el Centro nacional de la investigación científica (Centre National de
la Recherche Scientifique, París, 1949).

'i- V- '

f- V , l:j f {ft-ya.

434
N o t a c o m p l e m e n t a r ia s o b r e
LAS CONSECUENCIAS DE LA NOCION
DE INDIVIDUACIÓN

Esta «Nota complementaria sobre las consecuencias de la noción de individuación» estaba


integrada, en un primer estado de la tesis, a continuación de la conclusión, bajo el titulo
«Nota complementaria: Losfundamentos objetivos de lo transindividual». Todo elpasajefue
retiradojusto antes de la defensa. Gilbert Simondon quiso él mismo reintegrarla en la edición
Aubier 1989. En unaprimera redacción, este texto era abiertopor la pregunta: «¿Quépodemos
entenderpor valor?» y no comportaba ningún recorte enparágrafos.

Capítulo primero
Valores y búsqueda de objetividad

i. Valores relativos y valores absolutos


El valor representa el sím bolo de la integración más perfecta posible,
es decir de la complementariedad ilim itada entre el ser in d iv id u a l y los
otros seres individuales. Supone que existe u n m edio de volver com ple­
mentarias todas las realidades, y el m edio más sim p le es evidentemente
suponer que todo lo que es se integra en una voluntad universal; la fina­
lid ad divina, universalización del principio de razón suficiente, supone y
fija este requerimiento de valor; busca compensar la inadecuación entre
todos los seres existentes a través de una disim etría aceptada de una vez
y para siempre entre el ser creador y los seres creados. D ios es invocado
com o condición de complementariedad. Esta complementariedad puede
hallarse o bien mediante la conexión directa de una co m unid ad con el
plan de finalidad d ivin o (es entonces el sentido del A ntiguo Testamento
con la n oción de pueblo elegido), o bien por la constitución de una

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NOTA COMPLEMENTARIA

co m unid ad virtual final de los elegidos, los cuales serán determinados


solo tras la prueba de la existencia terrestre (es el sentido del cristianism o
com unitario), o bien in c lu so com o una p o sib ilid ad indefinida de pro­
greso o de retroceso en la vía del descubrim iento de D ios; San Pablo y
Simone W eil representan esta voluntad de transparencia directa. Se puede
tam bién concebir una perfección absoluta y no com unitaria, com o la de
Péguy, que representa u n esfuerzo de integración que sobrepasa todos los
pensam ientos abstractos precedentes.
Pero debemos notar que los presocráticos habían concebido la com-
plementariedad de una manera diferente, com o pareja de contrarios,
nacim iento y muerte, ascenso y descenso, cam ino hacia lo alto y cam ino
hacia lo bajo. Para ellos, la muerte de u n ser es condición del nacim iento
de otro; es la complementariedad de la sum a del devenir la que tiene por
expresión el eterno retorno, que Nietzsche recobró como un m ito esencial
en los presocráticos, y que integró a su panteísmo.
En todos los casos, el valor es la acción gracias a la cual puede haber
complementariedad. Este p rin cip io tiene por consecuencia que sean
posibles tres tipos de valores; dos valores relativos y un valor absoluto.
Podemos llam ar valores relativos a aquellos que expresan la llegada de
una co ndició n complementaria; este valor está ligado a la cosa m ism a que
constituye dicha condición, pero no reside sin embargo en esa cosa; se
puede considerar que está atada a esa cosa sin serle no obstante inherente;
es el valor del remedio que cura, o del alimento que permite vivir. Puede
haber aquí el valor como condición orgánica o el valor com o condición
técnica, según que la condición ya realizada sea técnica u orgánica. El
tercer tipo de valor es el valor que permite la relación: comienzo o in icio
de la relación que permite esta actividad, y que se mantiene por sí m ism o
una vez que ha comenzado. Entre esos valores, se puede poner la cultura,
que es com o un conjunto de comienzos de acción, provistos de una rica
esquematización, y que esperan ser actualizados en una acción; la cultura
permite resolver problemas, pero no permite construir o v iv ir orgánica­
mente; supone que la posib ilid ad de vida orgánica y de vida técnica está
ya dada, pero las posibilidades complementarias no están en frente y, por
esa razón, permanecen estériles; crea entonces el sistema de sím bolos que
les permiten entrar en relación mutua.
Esto supone que la cultura sea capaz de m anipular en cierta manera
los sím bolos que representan tal gesto técnico o tal p u lsió n biológica; ya
que, la inercia y la compacidad de las condiciones orgánicas o de las con-

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LAS CONSECUENCIAS DE LA N O C IÓ N DE INDIVID U ACIÓ N

d id o n e s técnicas es lo que im pide su puesta en relación en estado bruto;


comprendemos por qué la cultura está ligada a la capacidad de simbolizar
las condiciones orgánicas y técnicas en lugar de transportarlas en bloque, en
estado bruto: así com o para iniciar una reacción difícil no se busca actuar
sobre toda la masa de los cuerpos a combinar, sino por el contrario sobre
masas reducidas que propagarán analógicamente la reacción en el todo, la
cultura solo puede ser eficaz si posee en el punto de partida esta capacidad
de actuar sobre sím bolos y no sobre las realidades brutas; la condición de
validez de esta acción sobre los sím bolos reside en la autenticidad de los
sím bolos, es decir en el hecho de que son verdaderamente la prolongación
de las realidades que representan, y no u n sim ple signo arbitrario, que
está ligado de manera artificial a las cosas que debe representar. Platón
mostró que la rectitud de las denom inaciones es necesaria al pensamiento
adecuado, y que el filósofo debe preocuparse en descubrir el verdadero
sím bolo de cada ser, aquel que tiene u n sentido incluso para los dioses,
según los térm inos del Cratilo. Es por esta razón que todos los ejercicios
de expresión juegan u n rol mayor en la cultura, sin que se deba confundir
no obstante en n in g ún m omento la cultura con dichos ejercicios. Las
Bellas-Artes, en tanto que m edios de expresión, ofrecen a la cultura su
fuerza de sim bolización adecuada, pero no constituyen la cultura la cual,
js i queda en un esteticismo, no posee eficacia alguna.
( Hace falta además que la cultura, en lugar de ser pura consum idora de
' m edios de expresión constituidos en géneros cerrados, sirva efectivamente
para resolver los problemas hum anos, es decir que ponga en relación las
condiciones orgánicas y las condiciones técnicas. Un puro organicism o
o un puro tecnicism o eluden el problema de la eficacia de la cultura. El
m arxismo y el freudismo reduce la cultura al rol de m edio de expresión;
pero en realidad una cultura es reflexiva, o bien no lo es: queda como
una m itología o una superestructura. C onsideremos por el contrario una
cultura de tipo reflexivo, que pretende resolver problemas: encontramos
en ella una utilización del poder de simbolizar que no se agota n i en una
prom oción de lo orgánico n i en una expresión de lo técnico; la cultura
reflexiva es sensible al aspecto problemático de la existencia; investiga lo
que es hum ano, es decir aquello que, en lugar de efectuarse por sí m ism o
y automáticamente, necesita de un cuestionam iento del hombre por sí
m ism o en la vuelta de la causalidad de la reflexión y de la conciencia de
sí; es en el encuentro del obstáculo que se manifiesta la necesidad de la
cultura; W la d im ir Jankélévitch escribe que todo problema es por esencia

437
NOTA COMPLEMENTARIA

tanatológico; sucede que, en las condiciones sim ples de existencia, el


hombre es organism o o técnico, pero nunca los dos simultáneamente;
ahora bien, el problema aparece cuando surge, en lugar de esta alternan­
cia entre la vid a orgánica y la vid a técnica, la necesidad de un m odo de
com patibilidad entre las dos vidas, en el seno de una vid a que las integra
de manera simultánea, y que es la existencia hum ana. Todas las culturas
dan una respuesta a este problem a de com patibilidad planteado en tér­
m in os particulares. Platón halla la respuesta en la analogía de estructura,
de operaciones y de virtudes que existe entre el in d iv id u o y la ciudad en
la cual se explicita su actividad técnica; es la «ciudad sin fricción» de la
República y de las Leyes. El cristianism o, que ya no intenta eternizar el
hombre en el devenir, introduce la noción del mérito de las obras, y enlaza
el esfuerzo técnico con la vida orgánica a través de la esperanza en una vida
eterna que integra los dos aspectos: el esfuerzo no orgánico se convierte
en vida espiritual. El sacrificio es u n m odo de conversión que supone la
posibilidad de dicha integración. La relación entre los dos térm inos es
posible por la co m ún relación con Dios.

2. La zona oscura entre e lsu sta n c ia lism o d e l in d iv id u o


y la integración a l grupo

Debemos notar el carácter especialmente agudo que toma el problema


cuando la actividad técnica no se reduce a la guerra o a la gestión de la
ciudad, com o para los ciudadanos de las ciudades en las cuales el escla-
vism o liberaba a estos ú ltim o s del trabajo; el cristianism o corresponde a
la necesidad de integrar al problem a el trabajo, que no estaba entre las
técnicas del ciudadano. Sería completamente falso considerar que la cu l­
tura cristiana es desvalorizada porque corresponde al problema hum ano
del esclavo, mientras queda cultura greco-latina sería valorizada porque
corresponde a u n planteamiento del problema que no contiene la función
del trabajo; si una de esas culturas es incompleta, la otra lo es también;
son incom pletas de manera sim ultánea y complementaria. Son culturas
inacabadas, en el sentido de que cada una de ellas supone a la vez la ex­
clusió n espiritual y la existencia material de la otra cultura. Paganismo
y cristianism o son culturas recíprocas, que constituyen com o una pareja
existencial. Profundizando en el estudio de la propia cultura greco-romana,
encontraríamos que, antes de la aparición histórica del cristianism o, al­
gunas tradiciones culturales cum plían la función que él asum ió más tarde

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LAS CONSECUENCIAS DE LA N O C IÓ N DE INDIVID U ACIÓ N

con una am plitud a la medida del nuevo m undo intelectual: a escala de la


ciudad, los cultos iniciáticos como el orfismo y el pitagorismo, o también
los misterios de Cibeles, constituían un elemento no propiamente pagano
del pensamiento: la obra de Platón manifiesta la importancia de los valores
que representaban. Para exponer lo que es el cristianism o. Tácito lo apro­
xima al culto de D ionisos, con el cual lo confunde casi completamente. El
cristianism o, considerado como cultura, viene a reemplazar la pluralidad
de los cultos iniciáticos del sacrificio y de la resurrección; pero está dotado
de u n poder de universalidad que hace de él el antagonista de la religión
oficial del im perio romano; la com patibilidad entre el paganismo puro
y los cultos iniciáticos, que ya había manifestado su precariedad, cesa
cuando el cristianism o hace converger hacia él las aspiraciones que hasta
ese día estaban repartidas en m isterios particulares.
Este antagonism o de aspectos culturales no obstante com plem enta­
rios nunca ha cesado; subsiste todavía hoy una relativa op osició n entre
una cultura cívica y una cultura religiosa. Ahora bien, no hay un id ad
po sib le entre estas dos vertientes de la cultura al nivel de su contenido
particular; solo u n pensam iento reflexivo puede descubrir u n sentido
unitario de los valores en dicho antagonism o; toda voluntad de síntesis
al nivel de estos dos contenidos culturales solo podría desembocar en
u n h u n d im ie n to en determ inaciones estereotipadas; es lo que muestra
el examen de esas dos síntesis m u y insuficientes que constituyen la
cultura cívica devenida religión o la cultura religiosa devenida soporte
de una sociedad cerrada; el pensam iento m asónico se cierra sobre sí
m ism o en la m editación de virtudes cívicas abstractas, y la fe religiosa
deviene sentim iento de pertenencia farisea en el pequeño grupo de los
fieles, que afirman gracias al sim b o lism o y al rito su d istin ció n para
con el otro grupo social. Un civism o devenido religión se opone a una
religión devenida civism o . Ahora bien, solo un pensam iento capaz de
in stitu ir una verdadera relación allagm ática entre estos dos aspectos de
la cultura es válida; es entonces no dogmática sin o reflexiva; el sentido
de los valores desaparece en esta incom p atib ilid ad de las dos culturas;
so lo el pensam iento filosófico puede d escubrir una co m p a tib ilid a d
d inám ica entre estas dos fuerzas ciegas que sacrifican el hom bre a la
ciudad'CKk vid a colectiva a la búsqueda in d iv id u a l de la salvación. Sin
el pensamifento-reflexivo, la cultura se degrada en esfuerzos incom p ati­
bles y no constructivos, que consum en en u n enfrentamiento estéril la
preocupación cívica y la búsqueda de un destino in d ivid u a l. E l sentido

439
NOTA COMPLEMENTARIA

de los valores es el rechazo de una incom p atib ilid ad en el d o m in io de


la cultura, el rechazo de u n absurdo fundamental en el hombre.

3. Problem ática y búsqueda de co m p a tib ilid a d

Este antagonism o deja el lugar a una com patibilidad posible si el in ­


dividuo, en lugar de ser concebido com o una sustancia o u n ser precario
que aspira a la sustancialidad, es captado com o e l punto sin g u la r de una
in fin id a d abierta de relaciones. Si la relación tiene valor de ser, ya no hay
oposición entre el deseo de eternidad y la necesidad de la vida colectiva.
El civism o apremiante -bajo la forma que sea- es lo sim étrico y a veces
el antídoto de una concepción del destino in d ivid u a l aislado; responde a
u n sustancialism o del in d ivid u o , y se opone a él aceptándolo. Lo trágico
de la elección ya no es fundamental si la elección no es ya lo que hace
com unicar una ciudad y u n in d iv id u o independientes com o sustancias.
El valor no se opone a las determinaciones; las compatibiliza. El senti­
do del valor es inherente a la relación por la cual el hom bre pretende
resolver el conflicto instituyendo una com patibilidad entre los aspectos
norm ativos de su existencia. Sin una norm atividad elemental, en cierta
manera padecida por el in d ivid u o , y que encierra ya una in com p atib ili­
dad, no habría problema-, pero es importante notar que la existencia de
una problemática no nos hace salir de la incom patibilidad que enuncia o
designa: este problema, en efecto, no puede ser enteramente definido en
sus términos, puesto que no hay simetría entre los térm inos del problema
moral; el in d iv id u o puede v iv ir el problema, pero solo puede elucidarlo
resolviéndolo; es el suplemento de ser descubierto y creado bajo forma de
acción el que permite a la conciencia con posterioridad definir los tér­
m in os en los cuales se planteaba el problema; la sistemática que permite
pensar sim ultáneam ente los térm inos del problema, cuando se trata del
problema moral, solo es realmente posible a partir del m om ento en que
se descubre la solución.
Frente al problema, el sujeto está en u n nivel de ser demasiado débil
como para poder asum ir el planteamiento sim ultáneo de los térm inos
entre los cuales se establecerá una relación en la acción; en estas co n di­
ciones, n in g un a marcha intelectual pura, ninguna actitud vital puede
resolver el problema. E l sentido del valor reside en el sentim iento que
nos im pide buscar una so lució n ya dada en el m u n d o o en el yo, com o
esquema intelectual o postura vital; el valor es el sentido de lo optativo;

440
LAS CONSECUENCIAS DE LA N O C IÓ N DE INDIVID U ACIÓ N

en n in g ún caso se puede reducir la acción a la elección, puesto que la


elección es un recurso a esquemas de acciones ya preformadas y puesto
que, en el instante en que las elim inam os a todas salvo a una, son como
lo real ya existente en el porvenir, y que debemos condenar a no ser. El '
sentido del valor es aquello que debe evitar que nos encontremos frente
a problemas de elección; el problema de la elección aparece cuando ya no
queda otra cosa que la forma vacía de la acción, cuando las fuerzas técni­
cas y las fuerzas orgánicas son descualificadas en nosotros y nos aparecen
com o indiferentes. Si no hay pérdida inicial de las cualidades biológicas ^
y técnicas, el problema de elección no puede plantearse com o problema
moral, puesto que no hay acciones predeterminadas, comparables a esos
cuerpos que las almas platónicas deben escoger para encarnarse. No hay
elección trascendente, n i elección inmanente, puesto que el sentido del
valor es el de la auto-constitución del sujeto por su propia acción. El pro­
blema moral que el sujeto puede plantearse reside entonces en el nivel de
esta permanente mediación constructora gracias a la cual el sujeto toma
conciencia progresivamente del hecho de que resolvió problemas, cuando
d ichos problemas fueron resueltos en la acción.

4. C onciencia m o ra l e in d iv id u a c ió n ética
\
Se podría hacer notanque en una concepción semejante la concien­
cia moral parece ya no tejier que jugar más rol. De hecho, es im posible
disociar la verdadera conciencia moral de la acción; la conciencia es la
reactividad del sujeto por relación a sí m ism o, que le permite existir como
in d ivid u o , siendo por sí m ism o la norma de su acción; el sujeto actúa
controlándose, es decir poniéndose en la com unicación más perfecta po­
sible consigo m ism o; la conciencia es la vuelta de la causalidad del sujeto
sobre sí m ism o, cuando una acción optativa está a punto de resolver un
problema. La conciencia moral difiere de la conciencia psicológica en '
que la conciencia psicológica expresa la repercusión en el sujeto de sus
actos o de los acontecimientos en función del estado presente del sujeto.
Es ju ic io según una determinación actual. Por el contrario, la conciencia '
moral-relaciona los actos o los comienzos de actos con aquello que el^
áújeto tiende a ser al térm ino de ese acto; solo lo puede hacer de forma
extremadamente precaria, en cierta manera «extrapolando» para tomar en
cuenta la transformación actual del sujeto; es tanto más fina cuanto mejor
llega a juzgar en función de lo que será el sujeto; es por esta razón que hay

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NOTA COMPLEMENTARIA

una relativa indeterm inación en el ám bito de la conciencia moral, puesto


que instaura ante todo un primer tipo de reactividad, com o la conciencia
simplem ente psicológica, y luego u n segundo tipo de reactividad, que
proviene del hecho de que las modalidades de ese retorno de causalidad
dependen del régimen de acción que controlan: en esta recurrencia de la
información, el sujeto no es solamente un ser dotado de una teleología
interna sim ple, sin o tam bién de una teleología sometida ella m ism a a una
auto-regulación: la conciencia psicológica es ya reguladora; la concien­
cia moral es una conciencia reguladora sometida a una auto-regulación
interna; esta conciencia doblemente reguladora puede ser llamada con­
ciencia normativa. Ella es libre ya que elabora por sí m ism a su propio
régimen de regulación. Esta libertad no puede encontrarse en n in g ú n ser
o en nin g ún sistema que solamente dependiera de un único co njunto de
condiciones; desembocaría en una indeterm inación o en una actividad
iterativa, oscilatoria o por relajación; esta libertad solo puede hallarse en la
auto-creación de u n régimen de com patibilidad entre condiciones asim é­
tricas como las que encontramos en la base de la acción. Un m ecanism o
teleológico puede im itar el funcionam iento de la conciencia psicológica,
la cual puede ser instantánea; pero el m ecanism o teleológico no puede
im itar la conciencia moral, puesto que jam ás tiene un condicionam iento
doble y sim ultáneo; para que la conciencia moral pueda existir, hace falta
que lo orgánico y lo técnico estén ya presentes, listos para ser puestos en
relación. La conciencia valorizadora define por tanto un nivel de actividad
teleológico que no puede ser reducido a ning ún automatismo. La solución
al problema moral no puede ser buscada por ordenador.

5. É tica y proceso de in d iv id u a c ió n

Ciertamente, las conductas automáticas y estereotipadas surgen desde


que la conciencia moral dim ite; entonces, el pensamiento por especies
y géneros reemplaza el sentido de los valores; la clasificación moral ca­
racteriza entonces la sim ple teleología social u orgánica, y es de orden
automática. Es lo que se puede descubrir utilizando los estereotipos na­
cionales com o m edio para pensar moralmente: al cabo de poco tiempo
se llega a un bloqueo de la conciencia, incluso psicológica, y uno queda
al nivel de los instintos sociales po sitivo s o negativos, com o la xenofobia,
la asim ilación de los extranjeros a seres malvados. La m ism a experiencia
puede ser intentada con sentim ientos de grupo com o los de las clases

442
LAS CONSECUENCIAS DE LA N O CIÓ N D E INDIVID U ACIÓ N

sociales. Lo que puede engañar aquí es la fácil convergencia que poseen


los instintos o los sentim ientos de grupo, y que parece darles el poder de
resolver problemas por un consentim iento colectivo obtenido fácilmente.
Pero de hecho, los sentim ientos puramente reguladores son m ucho menos
estables que los valores elaborados por los in d ivid u o s; basta u n cambio
en las circunstancias sociales para que los estereotipos se inviertan y den
lugar a una convergencia diferente; se podría comparar los sentim ientos
sociales a esa im antación que es fácil de producir en un metal magnético
por debajo del punto de Curie; basta un campo u n poco intenso para
cargar la im antación remanente; por el contrario, si las m oléculas fueron
imantadas por encima del punto de Curie y pudieron orientarse en el
campo, y luego se enfriaron conservando dicha im antación, hace falta un
campo desmagnetizante m ucho más intenso para desimantar el metal; es
que ya no se trata solamente de u n fenómeno de grupo, sino de una im an­
tación y orientación de cada m olécula tomada individualm ente'. Ciertos
hombres u n id o s por el sentido de un m ism o valor no pueden ser unidos
por una sim p le circunstancia orgánica o técnica; la amistad contiene un
sentido de los valores que funda una sociedad sobre algo distinto que las
necesidades vitales de una com unidad. La amistad necesita de un ejercicio
de la conciencia moral, y de u n sentido de la com unidad de una acción.
La com unidad es biológica, mientras que la sociedad es ética.
Por eso m ism o, podemos comprender que las sociedades no pueden
existir sin com unidades, pero que la recíproca de esta afirmación no es
verdadera, y que pueden existir com unidades sin sociedades; la d istin ció n
que hace Bergson entre sociedad cerrada y sociedad abierta es sin duda
válida, pero la sociedad abierta corresponde a un d o m in io de los in d i­
vid u o s sobre sus relaciones mutuas, mientras que la com unidad, forma
estatutaria de la relación, no necesita para existir de la conciencia moral;
toda sociedad es abierta en la m edida en que el único criterio válido está
^constituido allí por la acción, sin que haya un av(jßokov de naturaleza
biológica o técnica para reclutar o excluir los m iem bros de esta sociedad.
Una sociedad cuyo sentido se pierde porque su acción es im posible de­
viene com unidad, y por consiguiente se cierra, elabora estereotipos; una
sociedad es una com unidad en expansión, mientras que una com unidad
es una sociedad vuelta estática; las com unidades utilizan u n pensamiento
que procede por inclusiones y exclusiones, géneros y especies; una sociedad

Esta aproximación es dada a título de comparación, no de analogía.

443
NOTA COMPLEMENTARLA

Utiliza u n pensamiento analògico, en el verdadero sentido del término, y


no conoce solamente dos valores, sin o una infinidad continua de grados
de valor, desde la nada hasta lo perfecto, sin que haya oposición entre las
categorías del bien y del mal, y seres buenos y malos; para una sociedad,
solo existen los valores morales positivos; el m al es una pura nada, una
ausencia, y no la marca de una actividad voluntaria. El razonamiento de
Sócrates, oùBeiç éxàiv àfiapràvet, según el cual nadie hace el m al volunta­
riamente, es notablemente revelador de lo que es la verdadera conciencia
moral del in d iv id u o y de una sociedad de in d ivid u o s; en efecto, com o la
conciencia moral es auto-normativa y auto-constitutiva, está por esencia
colocada en la alternativa o bien de no existir, o bien de no hacer el mal
voluntariamente; la conciencia moral supone que la relación con el otro
es una relación de in d iv id u o a in d iv id u o en una sociedad.
Por el contrario, en una com unidad,, las com unidades exteriores son
pensadas como malvadas, por el hecho de que son exteriores; las categorías
de in clu sió n y de exclusión están contenidas en su tipo im plícito, que es
la interioridad o la exterioridad por relacióA a la com unidad; sobre estas
categorías prim itivas de in c lu sió n y de exclusión, que corresponden a ac­
ciones de asim ilación o de desasim ilación, se desarrollan categorías anexas
de pureza y de impureza, de bondad y de nocividad, raíces sociales de las
nociones de bien y de mal. Hay aquí nociones simétricas com o las que el
in d ivid u o viviente manifiesta en la oposición bipolar entre lo asim ilable
y lo peligroso. La bipolaridad de los valores manifiesta una com unidad;
la unipolaridad de los valores manifiesta una sociedad. Debemos notar
aquí que la actividad técnica no introduce una bipolaridad de los valores
de la m ism a manera que la actividad biológica; en efecto, para el ser que
construye, no hay lo bueno y lo malo, sino lo indiferente y lo constructivo,
lo neutro y lo positivo; la positividad del valor se destaca sobre un fondo de
neutralidad, y de neutralidad completamente provisoria, completamente
relativa, puesto que lo que todavía no es útil puede devenirlo según el gesto
del in d ivid u o constructor que sabrá utilizarlo; por el contrario, aquello
que recibió u n rol funcional en el trabajo no puede volver a perderlo, y
resulta por ello m ism o investido por siempre de u n carácter de valor; el
valor es irreversible y por entero positivo; no hay simetría entre el valor
y la ausencia de valor.

444
LAS CONSECUENCIAS DE LA N O CIÓ N DE IN D IVID U AC IÓ N

Capítulo segundo
Individuación e invención

1. E l técnico como in d iv id u o puro

La actividad técnica puede por consiguiente ser considerada com o una


introductora de la verdadera razón social, y como una iniciadora en el
sentido de la libertad del in d ivid u o ; en efecto, la com unidad identifica el
in d ivid u o con su función, que es orgánica o técnica; pero, mientras que
puede identificarlo totalmente con su función orgánica y su estado orgá­
nico (hombre joven, viejo, guerrero), no puede hacerlo adherir totalmente
a su función técnica: el médico es considerado, en los poemas homéricos,
com o equivalente por sí solo a varios guerreros {iroXXcov àvrâ^iôç è a ri), y
honrado de forma particular. Sucede que el médico es el técnico de la cura;
tiene u n poder mágico; su fuerza no es puramente social com o la del jefe
o del guerrero; es su función social la que resulta de su poder in d ivid ual,
y no su poder in d ivid u a l el que resulta de su actividad social; el m édico es
más que el hom bre definido por su integración al grupo; es por sí m ism o;
tiene u n don que solo está en él, que no tiene la sociedad, y que define la
consistencia de su in d ivid ualid ad aprehendida de manera directa. No es
solamente un m iem bro de una sociedad, sino también un in d ivid u o puro;
en una com unidad, es como de otra especie; es un punto singular, no está
sometido a las m ism as obligaciones y a las m ism as prohibiciones que los
demás hombres. El brujo o el sacerdote son igualmente los detentores de
una técnica de orden superior, gracias a la cual son captadas las fuerzas
naturales o vueltas favorables las potencias divinas; un único hombre puede
enfrentar al jefe de u n ejército, im ponerle el respeto: el adivino Tiresias es
más potente que cualquier otro ser definido por su función, puesto que
es el técnico de la previsión del porvenir. Incluso un rey está atado a su
función, aun si es «legibus solutus>K El técnico, en una com unidad, aporta
un elemento nuevo e irremplazable, el del diálogo directo con el objeto
en tanto que está oculto o es inaccesible al hom bre de la com unidad; el
médico conoce a través del exterior del cuerpo las misteriosas funciones
que se cum plen al interior de los órganos. El adivino lee en las entrañas
de las víctim as el destino oculto de la com unidad; el sacerdote está en
com unicación con la voluntad de los dioses y puede modificar su s deci­
siones o al m enos conocer sus designios y revelarlos.

445
NOTA COMPLEMENTARIA

En las ciudades griegas de Jonia en el siglo V I antes de cristo, el


ingeniero se convierte en el técnico por excelencia; aporta a dichas c iu ­
dades el poder de expansión, y es el hombre evfj/ïjXdvoç èç ré%vaç. Tales,
Anaximandro, Anaximenes, son ante todo técnicos. No se debe olvidar
que la primera aparición de un pensamiento in d ivid u a l libre y de una
reflexión desinteresada es el hecho de técnicos, es decir de hombres que
han sabido despegarse de la co m unid ad a través de u n diálogo directo
con el m undo. Tannery mostró en su obra intitulada: Para una historia
de la ciencia helenística, el rol preponderante del pensamiento técnico en
lo que se ha llamado el «milagro griego»; el milagro es el advenim iento,
al interior de la com unidad, del in d iv id u o puro, que reúne en él las dos
condiciones del pensamiento reflexivo: la vida orgánica y la vida técnica.
Estos primeros técnicos mostraron su fuerza prediciendo, com o lo hizo
Tales, un eclipse de sol. No se puedé^ confundir técnica y trabajo; en efecto,
el trabajo, perdiendo su carácter dé operación sobre un objeto oculto, ya
no es propiamente hablando-una técnica; el verdadero técnico es aquel
que es un mediador entre la co m unid ad y el objeto oculto o inaccesible.
H oy en día llam am os técnico a hom bres que en realidad son trabajadores
especializados, pero que no ponen la com unidad en relación con un do­
m in io oculto; una técnica absolutamente elucidada y divulgada ya no es
una técnica, sin o u n tipo de trabajo; los «especialistas» no son verdaderos
técnicos, sino trabajadores; la verdadera actividad técnica reside hoy en el
ámbito de la Investigación científica la cual, porque es investigación, está
orientada hacia objetos o propiedades de objetos aún desconocidos. Los
in d ivid u o s libres son aquellos que efectúan la investigación, e instituyen
por ello una relación con el objeto no social.

2. La operación técnica como condición de in d ivid u a c ió n . Invención y


autonom ia; co m un id ad y relación tr a n sin d iv id u a l técnica

La relación del hombre con el m und o puede efectuarse en efecto o bien


a través de la com unidad, por el trabajo, o bien desde el in d iv id u o hacia el
objeto, en u n diálogo directo que es el esfuerzo técnico: el objeto técnico
así elaborado define cierta cristalización del gesto hum ano creador, y lo
perpetua en el ser; el esfuerzo técnico no está som etido al m ism o régimen
temporal que el trabajo; el trabajo se agota en su propia realización, y el
ser que trabaja se aliena en su obra que toma cada vez más distancia por
relación a él m ism o; por el contrario, el ser técnico realiza la adición de una

446
LAS CONSECUENCIAS DE LA N O C IÓ N D E INDIVID U ACIÓ N

disponibilidad que permanece siempre presente; el esfuerzo desplegado en


el tiempo, en lugar de disiparse, construye discursivam ente un ser cohe­
rente que expresa la acción o la serie de acciones que lo han constituido, y
los conserva siempre presentes: el ser técnico mediatiza el esfuerzo hum ano
y le confiere una autonomía que la com unidad no confiere al trabajo. El
ser técnico es participable; como su naturaleza no reside solamente en su
actualidad, sino tam bién en la información que fija y que lo constituye,
puede ser reproducido sin perder esa información; es entonces de una
fecundidad inagotable en tanto ser de información; está abierto a todo
gesto hum ano para utilizarlo o recrearlo, y se inserta en un im p ulso de
com unicación universal. Los sofistas comprendieron y expresaron este
valor del esfuerzo técnico que libera al hom bre de la com unidad y hace
de él un verdadero ind ivid uo. El hom bre no es solamente ^G )ov ttoX itik Óv ,
es también Çwov re^yiKov, y la com unicación del pensamiento técnico está
grabado con el carácter de universalidad hasta en sus formas más gastadas
o más elementales. Auguste Comte señaló la inherencia de los «gérmenes
necesarios de positividad» a la operación técnica.
La operación técnica realiza en efecto lo que el trabajo o las otras
funciones com unitarias no pueden realizar: la reactividad del acto; la
actividad constructiva ofrece al hombre la imagen real de su acto, ya que
lo que es actualmente objeto de la construcción deviene medio de una
construcción ulterior, gracias a una permanente mediatización; es este
régimen continuo y abierto del tiempo del esfuerzo técnico lo que permite
al in d ivid u o tener la conciencia reactiva de su propia acción, y ser por sí
m ism o su propia norma. En efecto, las normas técnicas son enteramente
accesibles al in d ivid u o sin que deba recurrir a una norm atividad social.
El objeto técnico es válido o no válido según sus caracteres internos que
traducen el esquematism o inherente al esfuerzo por el cual se ha consti­
tuido. Una norm atividad intrínseca de los actos del sujeto, que exige su
coherencia interna, se define a partir de la operación técnica inventiva.
Estas normas nunca bastan para producir la invención, pero su inm anen­
cia al sujeto condiciona la validez de su esfuerzo. El técnico solo puede
actuar libremente, puesto que la norm atividad técnica es intrínseca por
relación al gesto que la constituye; no es exterior a la acción o anterior a
ella; pero la acción no es tampoco anómica, ya que solamente es fecunda
si es coherente, y esa coherencia es su normatividad. Ella es válida en tanto
que existe verdaderamente por sí m ism a y no dentro de la com unidad. La
adopción o el rechazo de u n objeto técnico por una sociedad no significa

447
NOTA COMPLEMENTARIA

nada en favor o en contra de la validez de dicho objeto; la norm atividad


técnica es intrínseca y absoluta; se puede notar incluso que es a través de
la técnica que se vuelve posible la penetración de una norm atividad nueva
en una com unidad cerrada. La norm atividad técnica modifica el código
de los valores de una sociedad cerrada, ya que existe una sistemática de
los valores, y toda sociedad cerrada que, adm itiendo una técnica nueva,
introduce los valores inherentes a dicha técnica, opera por eso m ism o una
nueva estructuración de su código de los valores. Como no hay com unidad
que no utilice ninguna técnica o que no introduzca alguna vez nuevas
técnicas, no existe com unidad completamente cerrada e involutiva.
Todo grupo social es u n mixto de co m unid ad y de sociedad, que de­
fine en tanto que com unidad un código de obligaciones exttínsecas por
relación a los in d iv id u o s y en tanto que sociedad una interioridad por
relación a los in d ivid u o s. El esfuerzo com unitario y el esfuerzo técnico
son antagonistas en. una sociedad determinada; las fuerzas com unitarias
tienden a incorporar las técnicas en u n sistema de obligaciones sociales,
asim ilando el esfuerzo técnico al trabajo; pero el esfuerzo técnico obliga
a la com unidad a rectificar siempre su estructura para incorporar creacio­
nes siempre nuevas, y somete al ju ic io de acuerdo a sus propios valores
la estructura de la com unidad, analizando sus caracteres dinám icos que
predeterminan dicha estructura. El tecnicism o positivista es u n ejemplo
m u y claro de la manera en la que semejante pensam iento introduce
valores nuevos en la com unidad. Un sociólogo que, creyendo captar
la realidad hum ana en su especificidad, elim ina la consideración del
in d iv id u o puro y por consiguiente de las técnicas en su génesis, define
lo social por la obligación, pero deja de lado una parte importante de la
realidad social, parte que puede devenir preponderante en ciertos casos.
La realidad colectiva es indisolublem ente com unitaria y social, pero esos
dos caracteres son antagonistas, y la sociología m onista no puede dar
cuenta de ese antagonismo.
Sería falso considerar que la co m u n id a d solo reacciona contra la
influencia disolvente del in d iv id u o que busca satisfacer deseos egoístas;
u n inventor o un hombre de ciencia no es más egoísta que u n pintor o
u n poeta; sin embargo, la co m unid ad acepta al pintor o al poeta, pero
rechaza la invención, ya que hay en la invención algo que está más allá de
la com unidad e instituye una relación transindividual, que va del ind ivid uo
al in d iv id u o sin pasar por la integración com unitaria garantizada por una
m itología colectiva. La relación inm ediata entre in d iv id u o s define una

448
LAS CONSECUENCIAS DE LA N O C IÓ N DE INDIVIDUACIÓN

existencia social en el sentido propio del término, mientras que la relación


com unitaria no hace com unicar a los in d ivid u o s directamente entre ellos,
sin o que constituye una totalidad por intermedio de la cual com unican
de manera indirecta y sin conciencia precisa de su individualidad. Una
teoría de la com unidad deja escapar el dinam ism o de la sociedad de los
in d ivid u o s; la sociología, para ser completa, debe integrar un estudio de
las técnicas. También el hum anism o, como el hu m an ism o de los sofistas,
debe integrar un estudio de las técnicas.
Se podría objetar que la creación técnica es algo raro, y que en esas
condiciones la conducta in d ivid u a l solo puede ser m u y excepcional; sin
embargo, hay una irradiación de los valores en torno de una conducta, y
una conducta no está aislada en la sum a de las acciones del in d ivid u o , del
m ism o m odo que un in d iv id u o no está aislado en el m edio social en que
existe; está en la propia naturaleza del in d ivid u o comunicar, hacer irradiar
alrededor suyo la información que propaga aquello que crea; es eso lo que
se vuelve posible por la invención técnica, la cual es ilim itada en el espacio
y en el tiempo; ella se propaga sin debilitarse, incluso cuando se asocia a
otro elemento, o se integra en u n todo más complejo; la obra del in d iv i­
duo puede en efecto propagarse de dos maneras más allá del in d ivid u o
m ism o; como obra técnica propiamente dicha o como consecuencia de
esta obra bajo la forma de una m odificación de las condiciones colectivas
de existencia, las cuales im plican exigencias y valores. Así, la invención de
u n m edio de com unicación veloz no es destruida por el descubrim iento
de un medio más rápido; aun si los procedimientos técnicos son trans­
formados totalmente, subsiste una continuidad dinám ica que consiste
en el hecho de que la introducción en la com unidad del primer m odo de
transporte ha desarrollado una exigencia de rapidez que sirve para pro­
mover con fuerza el segundo modo: el primero ha creado la función y la
ha insertado en el conjunto de los d inam ism os de la com unidad. Todo
dispositivo técnico modifica en cierta medida la com unidad, e instituye
una función que vuelve posible el advenim iento de otros dispositivos
técnicos; se inserta entonces en una continuidad que no excluye el cambio
sin o que lo estimula, ya que las exigencias están siempre adelantadas a
las realizaciones. Por eso, el ser técnico se convierte en civilización; por
otra parte, u n ser técnico, in clu so poco integrado en la com unidad, vale
com o objeto a comprender; exige un tipo de percepción y de concep-
tualización que apunta a comprender el ser técnico recreándolo; el ser
técnico existe entonces com o u n germen de pensamiento, que contiene

449
NOTA COMPLEMENTARIA

una norm atividad que se extiende m ucho más allá de sí m ism o. El ser
técnico constituye entonces de esta segunda manera una vía que transmite
del in d iv id u o al in d ivid u o cierta capacidad de creación, com o si existiera
u n d inam ism o co m ún a todas las investigaciones y una sociedad de los
in d ivid u o s creadores de seres técnicos.
Esta segunda dirección es de igual m odo apta para hacer del ser técnico
un elemento de civilización. La civilización es entonces el co njunto de
los d inam ism o s de la com unidad y de los d in am ism o s de las diferentes
sociedades que encuentran en el m und o de los seres técnicos una condición
de com patibilidad. Incluso si la noción de progreso no puede ser direc­
tamente aceptada y debe ser elaborada mediante u n trabajo reflexivo, es
esta com patibilidad entre la com unidad y las sociedades la que encuentra
un sentido en la noción de desarrollo progresivo. El progreso es el carácter
del desarrollo c|ue integra en u n todo el sentido de los descubrim ientos
sucesivos discontinuo s y de la unid ad estable de una com unidad. Es por
interm edio del progreso técnico que com unidad y sociedad pueden ser
sinérgicos. Finalmente, la propia consistencia del ser técnico se constituye
como una realidad en expansión en la continuidad temporal del universo
técnico, donde una doble solidaridad, sim ultánea y sucesiva, enlaza los
seres técnicos entre sí mediante u n m utuo condicionam iento; se podría
hablar de una resonancia interna del universo técnico, en la cual cada ser
técnico interviene efectivamente com o condición de existencia real de los
otros seres técnicos; de este m odo cada ser técnico es com o un m icrocos­
m os que encierra en sus condiciones de existencia m onàdica u n núm ero
m u y grande de otros seres técnicos válidos; una causalidad circular crea
una reciprocidad de condiciones de existencia que ofrece al universo téc­
nico su consistencia y su unidad; esta unidad actual se prolonga por una
unidad sucesiva que vuelve a la hum anid ad comparable a ese hombre del
que habla Pascal que aprendería siempre sin olvidar jamás. El valor del
diálogo del in d iv id u o con el objeto técnico es por tanto el de conservar
el esfuerzo hum ano, y el de crear u n d o m in io de lo transindividual, d is­
tinto de la com unidad, en el cual la noción de libertad toma un sentido,
y que transforma la noción de destino pero no la destruye. El carácter
fundamental del ser técnico es integrar el tiempo a una existencia concreta
y consistente; en esto es el correlativo de la auto-creación del ind ivid uo.
Sin duda, este aspecto del objeto técnico no fue totalmente desconoci­
do; una forma particular del objeto técnico com o germen de civilización
fue reconocido y honrado desde hace m ucho tiempo: el .objeto estético

450
LAS CONSECUENCIAS DE LA N O C IÓ N DE INDIVIDUACIÓN

artificial, o también objeto de arte. Los orígenes religiosos y mágicos del


objeto de arte habrían bastado para señalar su valor; pero se debe notar
que el objeto de arte se ha desprendido de sus orígenes, y se ha convertido
en instrum ento puro de com unicación, medio libre de expresión, aun
desde el tiempo en que el poeta era todavía vates. Sin embargo, el estatus
de existencia del objeto estético es precario; se reinserta de manera o b li­
cua en la vida de la com unidad, y solo es aceptado si se corresponde con
d inam ism os vitales ya existentes. Todo artista sigue siendo el Tirteo de
una com unidad; el últim o recurso consiste en formar una com unidad de
personas de buen gusto, un cenáculo prevenido de autores y de críticos
que cultiven el arte puro; pero entonces, el arte deviene el criifißoXov de
los m iem bros de esta com unidad, y pierde por eso m ism o su carácter de
pureza; se cierra sobre sí m ism o. El surrealismo íue la tentativa últim a
para salvar el arte puro; ese esfuerzo tiene un sentido m u y noble; no nos
corresponde decir si el surrealismo fue paralizado por su propio esfuerzo
y desembocó a pesar suyo en un esteticismo; pero quisiéram os notar que
las vías liberadoras del surrealismo conducen a la construcción de un
objeto estable, auto-organizado com o un autómata, independiente de su
creador e indiferenre a aquel que lo encuentra. El surrealism o existe en la
manera, por así decirlo hiperfuncional, de construir el objeto; ese objeto
no es útil n i agradable; es consistente y vuelto hacia sí m ism o, absurdo
por el hecho de que no está som etido a la obligación de significar en otra
realidad que la suya.
Está dotado de resonancia interna, sensible hasta en la forma poética
o la pintura. El objeto surrealista es una m áquina absoluta. N inguna
función, ni siquiera la de la yoi]Te¡a, sigue siendo esencial para él. Para
que el azar lo produzca, hace falta un encuentro que quiebre la finalidad
natural de un conjunto, y haga aparecer un ser despegado de su función,
y por consiguiente absoluto, «insólito». El objeto surrealista tiende hacia
u n surreal positivo, y una de las vías de ese surreal es la del ser técnico,
insó lito por el hecho de que es nuevo y está más allá de lo útil. El ser
técnico reproducido y divulgado por la industria pierde su valor surreal
en la medida en que la anestesia del uso cotidiano quita la percepción de
los caracteres singulares del objeto. V isto como utensilio, el ser técnico
ya no tiene sentido para el ind ivid uo. La com unidad se lo apropia, lo
normaliza, y le da u n valor de uso que es extraño a su esencia dinám ica
propia. Pero todo objeto técnico puede ser recobrado por el in d ivid u o
cuyo «gusto técnico» y cuya «cultura técnica» estén lo suficientemente

451
NOTA COMPLEMENTARIA

desarrollados. Así, el objeto técnico es u n surreal, pero solo puede ser


sentido com o tal si es captado por u n in d ivid u o puro, por u n hombre
capaz de ser creador, y no por u n usuario que trata el objeto técnico como
mercenario o com o esclavo.

3. La in d iv id u a c ió n de los productos d e l esfuerzo hum ano

Hasta aquí hem os intentado analizar el objeto técnico de otro m odo


que por la vía indirecta de su relación con el hom bre que lo produce o
que lo utiliza y sin intentar definir su estructura y su d in am ism o internos.
Ahora bien, si el vínculo \rappori[ del objeto con el hom bre presenta en
este caso los caracteres de una relación \relation\ , debemos encontrar en el
objeto técnico una estructura y u n dinam ism o hum an o analógicos. Estos
dos caracteres internos del objeto técnico no pueden ser com prendidos
si se confunde'H 'objeto técnico con u n útil, lo cual le hace perder su
in dividualidad, y por eso m ism o su valor propio; la herramienta, com o
lo mostró de manera tan notable Piaget a partir de consideraciones ar­
queológicas y etnográficas, es desprovisto de ind ivid u a lid a d propia ya
que es ensamblado sobre un m iem bro de otro organism o individualizado
que tiene por función prolongar, reforzar, proteger, pero no reemplazar.
Una lente de aproximación no es un ser técnico dotado de in d ivid u alid ad
propia, ya que supone el ojo y solo tiene sentido dinám ico ante un ojo^:
su d inam ism o es inacabado; está hecho para ser m anipulado y regulado
por un in d iv id u o que ve, o por el fotógrafo, los cuales son hombres. Una
pinza es el prolongam iento afinado y endurecido de las uñas hum anas o
de las manos hum anas. Un m artillo es un puño insensible y endurecido.
La evolución de las formas de la aldaba muestra que en el comienzo era
concebida com o una mano que sostiene una bola de bronce, siendo el
puño reemplazado por un pivote fijado a la puerta. La llave griega era en
el origen un brazo delgado, terminado en un gancho, y que se introducía
en una ranura estrecha de la puerta, a través de la cual se podía agarrar el
cerrojo interior. Teócrito describe la sacerdotisa que lleva sobre su hom bro
la llave de u n templo, insignia de su función y de su majestad. La llave
moderna es todavía en cierta manera u n gancho para abrir una puerta.
Inversamente, los motores, en lugar de ser prolongaciones del in d iv id u o
hum ano, son seres que aportan desde el exterior una energía disponible

^ O ante un aparato fotográfico que prepara la vista que observará el ojo.

452
LAS CONSECUENCIAS DE LA N O C IÓ N DE INDIVIDUACIÓN

según la necesidad del ind ivid u o ; están dotados de exterioridad por rela­
ción a la estructura y a la dinám ica del in d ivid uo. Por eso aparecen desde
el origen como dotados de individualidad; el esclavo es el modelo primero
de todo motor; es un ser que encierra en sí m ism o su organización com ­
pleta, su autonomía orgánica, aun cuando su acción está sometida a una
dom inación accidental; el anim al domesticado es también u n organismo.
Incluso a través de la degradación del estado de domesticidad o de esclavi­
tud, el motor orgánico y viviente conserva por su espontaneidad natural
una inalterable individualidad. El esclavo ciego que huye a lo largo de la
carretera de Larissa es un in d ivid u o , así como el anim al furioso, vuelto
nuevamente salvaje al peligrar su vida. La rebelión de los animales y de
los esclavos, a pesar de los golpes y de la horca patibularia, muestra que
esos motores orgánicos tienen una autonomía, una naturaleza, que puede
al menos manifestar su autonomía a través del furor destructor, más allá
de toda estim ación de los peligros o de las chances. A pesar de la célebre
definición, un esclavo nunca es completamente una herramienta que
habla: la herramienta no tiene individualidad.
Ahora bien, el ser técnico es más que herramienta y menos que esclavo;
posee una autonomía relativa, limitada, sin verdadera exterioridad por
relación al hombre que lo construye. El ser técnico no tiene naturaleza;
puede ser u n análogo funcional del in d ivid u o , pero jam ás es un verdadero
in d iv id u o orgánico. Supongamos que una m áquina haya sido dotada por
sus constructores de los m ecanism os teleológicos más perfectos, y que sea
capaz de efectuar los trabajos más perfectos, más veloces; esta máquina,
funcionalmente equivalente a m iles de hombres, no será sin embargo un
verdadero individuo; la mejor máquina de calcular no tiene el m ism o grado
de realidad que un esclavo ignorante, ya que el esclavo puede sublevarse
mientras que la m áquina no puede; la máquina, por relación al hombre,
no puede tener verdadera exterioridad, ya que, en sí m ism a, no tiene ver­
dadera interioridad. La m áquina puede estropearse y presentar entonces
las características de funcionamiento análogas a la conducta loca en un
ser viviente. Pero no puede sublevarse. La revuelta im plica en efecto una
profunda transformación de las conductas finalizadas, y no un desarreglo
de la conducta. La m áquina es capaz de conductas auto-adaptativas; pero
entre una conducta auto-adaptativa y una conversión subsiste una diferencia
que ninguna semejanza exterior puede enmascarar: el hom bre es capaz
de conversión en el sentido de que puede cambiar de fines en el curso
de su existencia; la ind ivid ualid ad está más allá del m ecanism o teleoló-

453
NOTA COMPLEMENTARIA

gico, puesto que puede modificar la orientación de esa finalidad. Por el


contrario, la m áquina es tanto más perfecta cuanto que su autom atism o
le permite arreglarse por sí m ism a según su finalidad predeterminada.
Pero la m áquina no es auto-creadora. A un si se supone que la máquina,
durante su funcionam iento, regula sus propios m ecanism os teleológicos,
se obtiene solamente, por m edio de esta teleología que actúa sobre una
teleología, una m áquina capaz de integrar a título de datos los resultados
de las etapas precedentes del funcionam iento; es una m áquina que reduce
cada vez más el margen de indeterm inación de su funcionam iento según
los datos del m edio, y conforme a u n determ inism o convergente. Esta
máquina, por consiguiente, se adapta. Pero la adaptación es posible según
dos procesos opuestos: aquel que acabamos de evocar es el adiestramiento,
que desemboca en una conducta cada vez más estereotipada, y en una
conexión cada vez más estrecha con u n medio determinado. La segunda
forma de adaptación es el aprendizaje, que aumenta por el contrario la
d isp o nib ilid ad del ser por relación a los diferentes m edios en los cuales
se encuentra, desarrollando la riqueza del sistema de sím b olo s y de d i­
n am ism os que integran la experiencia pasada según u n determ inism o
divergente. En este segundo caso, aumenta la cantidad de inform ación
que caracteriza la estructura y la reserva de esquemas contenida en el
ser; los saltos bruscos sucesivos que se pueden denom inar conversiones
marcan los m om entos en los que habiéndose vuelto demasiado grande
la cantidad de informaciones no integradas, el ser se unifica cambiando
de estructura interna para adoptar una nueva estructura que integra la
inform ación acumulada.
Este carácter de discontinuidad, esta existencia de umbrales no se ma­
nifiesta en el autómata, ya que el autómata no cambia de estructura; no
incorpora a su estructura la inform ación que adquiere; jam ás hay in co m ­
patibilidad entre la estructura que posee y la información que adquiere,
ya que su estructura determina de antemano qué tipo de información
puede adquirir; jam ás hay entonces para el autómata u n verdadero pro­
blem a de integración, sino solamente una cuestión de puesta en reserva
de una inform ación por definición integrable puesto que es homogénea
por relación a la estructura de la m áquina que la adquirió. El in d ivid u o
posee por el contrario una facultad abierta de adquirir información, aun
si esta inform ación no es homogénea por relación a su estructura actual;
subsiste por tanto en el in d iv id u o cierto margen entre la estructura actual
y las informaciones adquiridas las cuales, siendo heterogéneas por relación

454
LAS CONSECUENCIAS DE LA N O C IÓ N DE INDIVID U ACIÓ N

a la estructura, necesitan refundiciones sucesivas del ser, y el poder de


ponerse en cuestión a sí m ism o. Esta capacidad de ser uno m ism o uno de
los términos del problema a resolver no existe para la máquina. La m áqui­
na tiene cuestiones que resolver, no problemas, puesto que los términos
de la dificultad que la m áquina tiene que resolver son homogéneos; por
el contrario, el in d ivid u o tiene que resolver una dificultad que no está
expresada en térm inos de información homogénea, sin o que comprende
u n término objeto y un término sujeto. Es por esta razón que el m ecanis­
m o teleológico de los seres técnicos está universalmente constituido por
una causalidad circular: la señal de la diferencia entre el fin perseguido
y el resultado efectivamente alcanzado está reducido en los órganos de
com ando de la m áquina de manera de comandar un funcionamiento
que d ism in u ye la brecha que ha causado la señal. Esta causalidad reactiva
adapta la máquina; pero en el caso del in d ivid u o , la señal no es la de una
brecha entre un resultado efectivo y u n resultado apuntado: es el de una
disim etría entre dos finalidades, una realizada bajo forma de estructura,
la otra inm anente a un conjunto de informaciones todavía enigmáticas
y no obstante valorizadas.
La claridad y la com patibilidad solo aparecen en este sistema virtual si
el problema es resuelto gracias a un cambio de estructura del sujeto in d iv i­
dual, según una acción que crea una verdadera relación entre el in d ivid u o
anteriormente estructurado y su nueva carga de información. La noción
de adaptación sigue siendo insuficiente para dar cuenta de la realidad del
in d ivid u o ; se trata de hecho de una auto-creación por saltos bruscos que
reforman la estructura del individuo. El in d ivid u o no encuentra solamente
en su medio elementos de exterioridad a los cuales debe adaptarse como
una m áquina automática; encuentra también una información valorizada
que pone en entredicho la orientación de sus propios m ecanism os teleo-
lógicos; la integra por transmutación de sí m ism o, lo cual lo define como
ser dinám icam ente ilim itado. La problemática in d ivid u a l está más allá
de la relación entre el ser y su medio; esta problemática exige en efecto
soluciones por rebasamiento, no por reducción de una brecha entre un
resultado y u n fin. La problemática in d ivid u a l solo puede resolverse por
construcciones, aumento de la información según u n determ inism o d i­
vergente, y no por un cálculo. Todas las m áquinas son como máquinas de
calcular. Su axiomática está fija durante toda la duración de una operación,
y el cum p lim iento de la operación no reacciona sobre la axiomática. Por
el contrario, el in d ivid u o es un ser en el cual el cum p lim iento de la ope­

455
NOTA COMPLEMENTARIA

ración reacciona sobre la axiomática, mediante crisis intensas que son una
refundición del ser. La continuidad del funcionamiento de la m áquina se
opone a la continuidad entrecortada por discontinuidades que caracteriza
la vida del ind ivid uo.
Por esta razón, la reflexión debe rechazar la identificación entre autómata
e individuo. El autómata puede ser el equivalente funcional de la vida,
puesto que la vida conlleva funciones de automatismo, de autorregulación,
de homeostasis, pero el autómata jam ás es el equivalente funcional del
ind ivid uo. El autómata es com unitario, y no individualizado com o u n ser
viviente capaz de ponerse en cuestión a sí mism o. Una com unidad pura se
conduciría como u n autómata; elabora un código de valores destinados a
im pedir los cambios de estructura, y a evitar el planteamiento de los proble­
mas. Las sociedades por el contrario, que son agrupamientos sinérgicos de
in d ivid uos, tienen por sentido buscar resolver problemas. Ponen en entre­
dicho su propia existencia, mientras que las comunidades buscan perseverar
en su ser. Norbert W iener ha analizado la manera en que los poderes de
rigidez de una com unidad aseguran su homeostasis. La com unidad tiende a
automatizar a los in d ivid u o s que la componen, dándoles una significación
funcional pura. Desde entonces, la capacidad que el in d ivid u o posee de
ponerse en entredicho es peligrosa para la estabilidad de la comunidad; nada
garantiza en efecto el sincronism o de las transformaciones individuales,
y la relación interindividual puede ser rota por una iniciativa in d ivid u al
pura. Por eso, como un coeficiente formal superior que condiciona el valor
funcional de un in d ivid u o en la com unidad, la estabilidad afectiva deviene
el criterio fundamental que permite la permanente integración del in d i­
vid uo al grupo; esta garantía de continuidad es también una garantía de
automatism o social. Dicha estabilidad es el correlativo de la capacidad de
adaptación a una com unidad. Ahora bien, estas cualidades de adaptación
directa por asim ilación y de estabilidad estructural definen el autómata
perfecto. Toda civilización tiene necesidad de cierta tasa de automatism o
para garantizar su estabilidad y su cohesión. También tiene necesidad del
dinam ism o de las sociedades, las únicas capaces de una adaptación cons­
tructiva y creadora, para no cerrarse sobre sí m ism a en una adaptación
estereotipada, hipertélica, e involutiva. Ahora bien, el ser hum ano es un
autómata bastante peligroso, que corre siempre el riesgo de inventar y de
darse estructuras nuevas. La m áquina es un autómata superior al in d ivid u o
hum ano en tanto que autómata, ya que es más preciso en los m ecanism os
teleológicos, y más estable en sus características.

456
LAS CONSECUENCIAS DE LA N O C IÓ N DE INDIVID U ACIÓ N

4. La postura in d ivid u a n te en ¡a relación d e l hom bre


con e l ser técnico inventado

Uno puede preguntarse entonces cuáles valores están comprometidos


en la relación del in d ivid u o con el ser técnico. Q uisiéram os mostrar que
cualquier tentativa para constituir una relación simétrica entre el hombre
y el ser técnico es destructora tanto de los valores del in d iv id u o com o del
ser técnico. Se puede en efecto intentar identificar la m áquina al in d iv i­
duo o el in d ivid u o a la máquina, de manera igualmente destructora. En
el primer caso, la m áquina deviene una propiedad del hombre, quien se
glorifica de su criatura y solo la produce para someterla a necesidades o
a usos de cada in d ivid u o , satisfecho por sus servidores mecánicos hasta
en su s fantasías más singulares: el gusto por el m aq uinism o en la vida
cotidiana corresponde en ocasiones a una deseo desmesurado de mandar
y dominar. El hom bre se conduce hacia las máquinas com o u n amo hacia
esclavos, en ocasiones amando saborear en su desmesura el espectáculo de
su destrucción dramática y violenta. Este singular despotismo de civilizado
manifiesta una identificación posible del hombre con seres mecánicos. Los
juegos del circo se vuelven a encontrar en las competiciones entre m áqui­
nas, y los combates de gladiadores en el enfrentamiento de «stock-cars».
El cine ama mostrar terribles destrucciones de seres mecánicos. La v isió n
de las máquinas puede tomar u n giro épico; el hom bre reencuentra allí
cierta prim itividad. Pero precisamente, esta postura de superioridad del
hom bre hacia la m áquina corresponde sobre todo al ocio, a la distensión
del hom bre que ya no abraza la com unidad, y que halla una compensación
en el despotismo fácil sobre los sujetos mecánicos sometidos.
La postura inversa y complementaria es la del hombre en su función
comunitaria: allí, él sirve a la máquina, y se integra a esta m áquina más
vasta que es la com unidad sirviendo a su m áquina particular según los
valores fundamentales del código del automatism o (por ejemplo la rapi­
dez de las respuestas a las señales). En ocasiones, la m áquina porta en sí
m ism a los registradores que permitirán a la com unidad juzgar la conducta
del hombre en el trabajo (caja negra). En una civilización fuertemente
industrializada. La relación del ser in d ivid u a l con la com unidad pasa
por la máquina. Aquí, la m áquina se asim ila al hombre, definiendo las
norm as comunitarias. Además, una norm alidad suplem entaria resulta
de la m áquina cuando esta últim a es utilizada para la clasificación de los
in d ivid u o s según sus rendim ientos o sus aptitudes; sin duda, jam ás es la

457
NOTA COMPLEiMENTARlA

m áquina la que juzga, puesto que ella es puro autómata y solo es u tili­
zada para calcular. Pero, para poder utilizar la máquina, es preciso que
los hombres, en su relación con la máquina, se expresen según sistemas
de información que sean fácilmente traducibles, con la codificación de
la máquina, en u n conjunto de señales que tengan u n sentido para la
máquina (es decir que correspondan a u n funcionam iento determinado).
Esta necesidad para la acción hum ana de ser traducible en lenguaje de
automatism o desemboca en una valorización de la estereotipia de las con­
ductas. Finalmente, la propia cantidad de información, en una relación de
in d ivid u o a in d ivid u o , se convierte en u n obstáculo para la transm isión
de dicha inform ación mediante una vía que utiliza el automatismo. Por
ejemplo, una civilización que adapta sus m edios de com unicación a una
transm isión automática de los mensajes se ve conducida a reemplazar la
expresión directa y particular de los sentim ientos en las circunstancias
com unitarias ya sometidas a ciertos usos por fórmulas más perfectamen­
te estereotipadas, inscritas en pequeño núm ero sobre una n óm ina en la
ofijcina de recepción, e impresas en fórmulas completamente hechas en
la/oficina de arribo; basta entonces con transm itir la dirección del des­
tinatario, el núm ero de la fórmula, y el nombre del remitente. Aquí, el
in d ivid u o atipico se ve paralizado en la elección, pues ninguna fórmula
probada responde m u y exactamente a lo que habría querido expresar. El
atipico, que causa a la com unidad u n gasto de inform ación demasiado
grande, es un ser deficitario a partir del m om ento en que la inform ación
se transmite indirectamente del in d iv id u o al in d ivid u o por interm edio de
un dispositivo que utiliza el automatismo; una voz m u y grave, m u y aguda,
o rica en arm ónicos se ve más deformada por la transm isión telefónica o
el registro sonoro que una voz cuyas frecuencias medias se sitúan en las
bandas telefónicas y que no plantea al aparato n in g ú n problema difícil
relativo a la transm odulación. La norm alidad deviene una norma, y el
carácter promedio una superioridad, en una com unidad en la cual los
valores tienen un sentido estadístico.
Ahora bien, estos dos com portam ientos inversos de estereotipia o
de fantasía, de despotism o privado y de som etim iento com unitario por
relación al objeto técnico provienen del hecho de que la relación entre
el hombre y la m áquina no es aquí realmente disimétrica. Es una doble
asim ilación, no una relación analógica constructiva. C onsideremos por
el contrario la relación noble entre el hom bre y la máquina: apunta a no
degradar n i uno n i el otro de los térm inos. Su esencia reside en el hecho

458
LAS CONSECUENCIAS DE LA N O CIÓ N DE INDIVID U ACIÓ N

de que esta relación tiene valor de ser: posee una función doblemente
genética, hacia el hombre y hacia la máquina, mientras que en los dos
casos precedentes, la m áquina y el hom bre estaban ya enteramente
constituidos y definidos en el m om ento en que se encontraban. En la
verdadera relación complementaria, es preciso que el hom bre sea u n ser
inacabado que completa la máquina, y la m áquina un ser que encuentra
en el hom bre su unidad, su finalidad, y su conexión con el conjunto del
m und o técnico; hombre y m áquina son mutuamente mediadores, ya que
la m áquina posee en sus caracteres la integración a la espacialidad y la
capacidad de salvaguardar información a través del tiempo, mientras que
el hombre, mediante sus facultades de conocim iento y su poder de acción,
sabe integrar la m áquina a un universo de sím bolos que no es espacio-
temporal, y en el cual la m áquina jam ás podría integrarse por sí misma.
Entre estos dos seres asimétricos se establece una relación gracias a la cual
se realiza una doble participación; hay quiasma entre dos universos que
permanecían separados; se podría hacer notar que la m áquina ha salido
del esfuerzo hum ano, y que forma parte, por consiguiente, del m undo
hum ano; pero de hecho, ella incorpora una naturaleza, está hecha de
materia y se encuentra directamente insertada en el determ inism o espacio-
temporal; aunque resultante del trabajo hum ano, conserva una relativa
independencia por relación a su constructor; puede pasar a otras manos,
puede devenir el eslabón de una serie que su inventor o su constructor
no había previsto. Por otra parte, una m áquina solo adquiere su sentido
en u n conjunto de seres técnicos coordinados, y esta coordinación solo
puede ser pensada por el hombre, y construida por él, puesto que no está
dada en la naturaleza.
El hom bre confiere a la m áquina la integración al m u n d o construido,
en el cual ella encuentra su definición funcional por su relación con las
otras máquinas; pero es la máquina, y cada máquina, en particular, la que
confiere a ese m undo construido su estabilidad y su realidad; trae desde
el m und o natural la condición de materialidad, de espacio-temporalidad,
sin la cual este m und o no tendría nin g ún espesor n i consistencia. Para
que pueda existir esta relación entre el hombre y la máquina, hace falta
una doble condición en el hom bre y en la máquina. En el hombre, hace
falta una cultura técnica, hecha del conocim iento intuitivo y discursivo,
ind uctivo y deductivo, de los dispositivos que constituyen la máquina, lo
cual im plica la conciencia de los esquemas y de las cualidades técnicas que
están materializadas en la máquina. El hombre debe conocer la m áquina

459
NOTA COMPLEMENTARIA

según un conocim iento adecuado, en sus principios, en sus detalles, y su


historia; entonces, ya no será para él un sim ple instrum ento o u n criado
que jamás protesta. Toda m áquina cristaliza cierto núm ero de esfuerzos,
de intenciones, de esquemas, e inviste tal o cual aspecto de la naturaleza
de los elementos químicos. Sus caracteres son mixtos de esquemas técnicos
y de propiedades de los elementos constituyentes de la materia, y de las
leyes de transformación de la energía. La verdadera cultura técnica exige
un saber científico; conduce a no despreciar ning ún ser técnico incluso
antiguo; bajo caracteres exteriores pasados de moda o vetustos, recobra
el sentido de una ley científica y la propiedad de u n elemento material; el
ser técnico captado en su realidad define cierta mediación entre el hombre
y el m undo natural; es esta m ediación lo que la cultura técnica permite
aprehender en su auténtica realidad.
Puede desarrollarse un gusto técnico, comparable al gusto estético y a
la delicadeza moral. M uchos hom bres se conducen de manera prim itiva
y grosera en su relación con las máquinas, por falta de cultura. La estabi­
lidad de una civilización que comporta un núm ero cada vez más grande
de seres técnicos no podrá ser alcanzada en tanto que la relación entre
el hombre y la m áquina no sea equilibrada e impregnada de sabiduría,
según una mesurad interior que solo podrá dar una tecnología cultural.
El frenesí de posesión y la desmesura de utilización de las m áquinas es
comparable a u n verdadero desorden de las costumbres. Las máquinas
son tratadas com o bienes de co nsum o por una hum anidad ignorante y
grosera, que se lanza con avidez sobre todo lo que presenta un carácter de
novedad exterior y facticia, para repudiarlo tan pronto como el uso agotó
las cualidades de novedad. El hom bre cultivado debe tener cierto respeto
por el ser técnico, precisamente porque conoce su verdadera estructura y
su funcionam iento real.
A la delicadeza cultural del hom bre deben corresponder la verdad y la
autenticidad de la máquina. Ahora bien, en tanto que el gusto hum ano
está corrompido, la civilización industrial no puede producir máquinas
verdaderamente auténticas, ya que esta producción está sometida a las
condiciones comerciales de la venta; debe plegarse entonces a las condi­
ciones de la o p in ió n y del gusto colectivo. Ahora bien, si consideram os
las máquinas que nuestra civilización entrega al uso del in d ivid u o , ve-

^ Itálicas en el original. Aquí Simondon juega con los dos sentidos de mesure, medida
y mesura. (N. de T.)

460
LAS CONSECUENCIAS DE LA N O C IÓ N DE INDIVID U ACIÓ N

remos que sus caracteres técnicos están obliterados y d isim ulad os por
una impenetrable retórica, recubiertos de una m itología y de una magia
colectiva que apenas llegamos a elucidar o a desmitificar. Las máquinas
modernas utilizadas en la vida cotidiana son en gran parte instrum entos
de adulación. Existe una sofística de la presentación que busca dar un giro
mágico al ser técnico, para adormecer las potencias activas del in d ivid u o
y llevarlo a un estado hipnótico en el cual gusta del placer de comandar a
una m ultitud de esclavos mecánicos, a m enudo bastante poco diligentes
y poco fieles, pero siempre halagüeños. Un análisis del carácter «lujoso»
de los objetos técnicos mostraría qué estafa encierran; en un gran núm ero
de aparatos, el fetichismo del tablero de com ando d isim u la la pobreza de
los dispositivos técnicos, y bajo una impresionante carrocería se ocultan
singulares negligencias de la fabricación. Sacrificada a un gusto deprava­
do, la construcción técnica es u n arte de fachada y de prestidigitación.
El estado de hip n o sis se extiende desde la compra hasta la utilización; en
la propia propaganda comercial, el ser técnico está ya revestido de cierta
significación comunitaria: comprar un objeto, es adquirir un título para
formar parte de tal o cual com unidad; es aspirar a un género de existencia
que se caracteriza por la posesión de dicho objeto: el objeto es codiciado
como un signo de reconocimiento comunitario, u n av/jßoXov (símbolo), en
el sentido griego del término. Luego, el estado de h ip n o sis se prolonga en
la utilización y el objeto jam ás es conocido en su realidad, sino solamente
por lo que representa.
La com unidad ofrece así, al lado de las duras obligaciones que im ­
pone al in d ivid u o , una com pensación que le im pide revelarse y tener
una conciencia aguda de sus problemas; el estado de inquietud, siempre
latente, es siempre diferido por la h ip n o sis técnica, y la vida del in d ivid u o
transcurre en un balance entre las coacciones de la rigidez social y los es­
tados gratificantes que la com unidad procura mediante el encantamiento
técnico. Este estado es estable, ya que la comercialización de la industria
encuentra una vía más fácil en la acción sobre la op in ió n colectiva que
en la verdadera investigación y los perfeccionamientos técnicos reales,
que no tendrían n in g ú n valor comercial en tanto que permanecerían
incom prendidos por el gran número, que solo es informado por las vías
comerciales. Para romper este círculo vicioso, ya no basta con decir que
el hom bre debe comandar la m áquina en lugar de dejarse someter por
ella; hace falta comprender que si la m áquina sirve al hombre, es en la
medida en que el hombre degrada a la m áquina haciendo de ella un

461
NOTA COMPLEMENTARIA

esclavo. Si, en lugar de buscar en la m áquina estados de hip n osis, o una


fuente fácil de maravilla para el ignorante, el hom bre asocia la m áquina
a los estados en los cuales es verdaderamente activo y creador, com o es el
caso en la investigación científica, el aspecto com unitario de la m áquina
puede desaparecer. Si consideram os las m áquinas que son utilizadas en la
investigación científica, veremos que, aun cuando utilicen u n automatismo
m u y com plejo, no sirven al hombre y no son tampoco servidas por él; no
son objeto de consum o, y no son tampoco seres destinados a producir
u n trabajo predeterminado en sus resultados, esperado y exigido por la
com unidad que hace pesar su obligación sobre el in d ivid u o . En estas con­
diciones, la m áquina es integrada a la cadena causal del esfuerzo hum ano;
el fin de este esfuerzo sobrepasa la m áquina que lo acciona. La m áquina
realiza entonces la m ediación por relación al objeto de la investigación y
no por relación a la com unidad. Esta se borra del campo de percepción
del in d ivid u o ; éste no acciona la máquina; actúa sobre el objeto y observa
el objeto a través de la máquina. Gracias a la m áquina se instituye u n ciclo
que va del objeto al sujeto y del sujeto al objeto: la m áquina prolonga y
adapta entre sí sujeto y objeto, a través de u n encadenamiento com plejo
de causalidades. Es herramienta en tanto que permite al sujeto actuar sobre
el objeto, e instrum ento en tanto que aporta al sujeto señales provenientes
del objeto; ella véhicula, amplifica, transforma, traduce y conduce en un
sentido una acción y en sentido inverso una inform ación; es herramienta
y a la vez motor. El carácter recíproco de esta doble relación hace que el
hombre no se aliene en presencia de esta máquina; él sigue siendo hombre
y ella sigue siendo máquina. La posición del hom bre y la p o sició n de la
m áquina no son simétricas por relación al objeto; la m áquina tiene una
conexión inm ediata con el objeto, y el hombre, una relación mediata. Son
el objeto y el hom bre los que son sim étricos por relación a la máquina.
El hom bre crea la m áquina para que ella instituya y desarrolle la relación.
Es por esta razón que la relación con la m áquina solo es válida si atraviesa
la m áquina no hacia lo hum ano bajo forma comunitaria, sin o hacia u n
objeto. La relación del hombre con la m áquina es asimétrica porque esta
m áquina instituye una relación simétrica entre el hom bre y el m undo.

462
LAS CONSECUENCIAS DE LA N O C IÓ N D E INDIVIDUACIÓN

5. Carácter allagm ático d e l objeto técnico in d iv id u a d o

Una postura que consistiera en considerar que la m áquina puede ser


realmente conocida y captada com o gesto hum ano ctistalizado dejaría
escapar el carácter propio de la máquina; la confundiría con la obra de arte.
La identificación de la m áquina con el hombre o del hombre con la
m áquina solo puede producirse si la relación se agota en la conexión del
hom bre con la máquina. Pero si la relación es realmente de tres términos,
el término mediador permanece d istinto de los térm inos extremos. Es la
ausencia del término objeto la que crea la po sib ilid ad de dom inación del
hom bre sobre la m áquina o de la m áquina sobre el hombre.
Si la verdadera esencia de la m áquina es instituir esta com unicación, es
en términos de información, y no según su utilización práctica, que hace
falta definir una m áquina a fin de poder analizarla; en efecto, algunos tipos
de máquinas idénticas pueden ser empleadas en ciertas industrias y para
fines prácticos extremadamente diferentes; toda tecnología que partiera
de un principio de clasificación salido de los oficios o de las industrias
desembocaría en un fracaso seguro en la tentativa que apunta a constituir
una verdadera cultura tecnológica. La m áquina no se deja conocer por su
incorporación a una com unidad profesional. El ser técnico solo puede ser
definido en términos de información y de transformación de los diferentes
tipos de energía o de información, es decir de una parte como vehículo de
una acción que va del hombre al universo, y de otra parte com o vehículo
de una información que va del universo al hombre. La tecnología cultural
deviene un mixto de energética y de teoría de la información. La ciberné­
tica, teoría inspirada en una medida bastante am plia por consideraciones
extraídas del funcionam iento de las m áquinas, sería una de las bases de
la tecnología si no hubiera privilegiado desde el comienzo u n mixto de
acción y de información que es el «feed-back», o acción en retroalimen-
tación (causalidad recurrente); en efecto, una m áquina puede existir sin
comportar ninguna relación entre la cadena de causalidad que véhicula
la acción y la cadena de causalidad que véhicula la información; cuando
comporta tal conexión, contiene un autom atism o; pero existen máquinas
que no son autómatas, o que al m enos solo im plican autom atism os para
funciones secundarias o temporarias y ocasionales (por ejemplo aquellas
que garantizan la seguridad, el servo-comando, o el telecomando).
La noción de reacción, que es ya una noción sintética, es extremada­
mente útil, pero no es una noción primera; solo adquiere todo su sentido
en una teoría más general de las transformaciones, que podemos llamar

463
NOTA COMPLEMENTARIA

allagmática general. La m áquina es u n ser allagmático. Ahora bien, una


teoría pragmatista, preocupada por la acción, solo ve en la m áquina el
rol de m otor comandado por el hom bre y que actúa sobre el m undo; la
recurrencia de inform ación mediante la cual la m áquina lleva mensajes
desde el m u n d o hacia el in d ivid u o es considerada como natural y fun­
cionalmente subordinada al rol motor. Ahora bien, el «feed-back» no
da cuenta del rol informador de toda máquina, en el sentido de que la
inform ación puede ser anterior a la acción del in d ivid u o . No hay una
necesaria anterioridad de esta acción sobre la información; la cibernética,
al considerar la inform ación com o la señal de la brecha entre el resultado
de la acción y el fin de la acción, en el «feed-back», corre el riesgo de
conducir a subestim ar el rol de la inform ación directa, que no está inserta
en la recurrencia del «feed-back», y que no necesita para formarse de una
iniciativa activa del in d ivid u o . Esta información directa, a la inversa de
la inform ación recurrente, no comporta una referencia a la acción del
sujeto, y por consiguiente no es valorizada en tanto señal de un éxito o
de un fracaso. C uando la inform ación del «feed-back» llega, se inserta
com o una forma en ese fondo de inform ación no recurrente, de m odo
que el in d iv id u o se encuentra en presencia de dos informaciones: una
inform ación am plia y permanente, que la inserta en el m u n d o como
medio; y una inform ación estrecha y temporaria, in cluso instantánea,
que está em inentemente ligada a la acción, variable com o ella, y siempre
renovada com o la acción. Esta información, que es de tipo recurrente,
no comporta una riqueza tan grande com o la precedente, sin o que se
define por el contrario por algunas señales concretas pero más sim ples
(color, forma, comportam iento), las cuales, en razón de su débil riqueza
en información, pueden ser fácilmente reemplazadas o rápidamente m o ­
dificadas sin necesitar un gran gasto de energía nerviosa en el operador,
o una transm isión m u y compleja en la máquina.
La diferencia entre estos dos tipos de inform ación deviene extrema­
damente sensible desde el m om ento en que estamos obligados a traducir
am bos tipos en una forma única que permita compararlos; la diferencia
entre los dos roles se manifiesta entonces como una diferencia considerable
entre las cantidades de información. Así, las indicaciones que un piloto
de avión recibe del altímetro solo valen com o «feed-back» que permite al
piloto regular su acción de descenso o de ascenso según las indicaciones
de la aguja sobre el cuadrante; se insertan com o forma en u n fondo que
es la v isió n global y sintética de la región recorrida, e in clu so del estado

464
LAS CONSECUENCIAS DE LA N O C IÓ N DE INDIVIDUACIÓN

de la atmósfera o del techo de nubes; ese «feed-back» debe ser tanto más
preciso cuanto más importantes son las consecuencias prácticas del gesto
motriz del piloto; por ejemplo, el altímetro sim ple de las altitudes eleva­
das no puede servir para apreciar la distancia del avión pór relación a la
pista en el m om ento del aterrizaje; se emplea entonces un dispositivo que
emite ondas electromagnéticas que se reflejan en el suelo y que vuelven
con cierto retardo, apreciado gracias a una variación de la frecuencia de
em isió n con la cual puede latir la frecuencia de la onda reflejada: la señal
es constituida por ese latido. En ese primer caso, cualquiera sea el sistema
técnico empleado, el principio es siempre el m ism o; captar una m agnitud
variable según los resultados de la acción del in d iv id u o y llevar al sujeto
la señal que indica el resultado de esta acción por relación a un término
de referencia fijo y que forma parte del objetivo. La señal puede entonces
ser presentada al sujeto según una escala intensiva o extensiva simple,
que corresponde a u n eje orientado sobre el cual un punto o una línea
representan el objetivo, y otro punto u otra línea el resultado de la acción.
Esta información puede ser representada mediante el desplazamiento de
un índice frente a una graduación.
M uy por el contrario, si se trata de transmitir la información relativa al
fondo y no a la forma, nin g ún procedimiento de información susceptible
de inscribirse sobre una escala bipolar puede ser exitoso: es necesaria la
sim ultaneidad de una m ultiplicidad, y el in d iv id u o es el centro que in ­
tegra dicha m ultiplicidad. Todos los procedimientos se tropiezan con la
necesidad de descomponer la totalidad en elementos sim ples transmitidos
de manera aislada, sea que ese aislamiento de la singularidad sea realizado
por una m u ltitu d de transm isiones sim ultáneas e independientes (como
en los primeros dispositivos de televisión) sea mediante la d istribución en
u n ciclo que asegura un sincronism o en el punto de partida y de llegada
(habiendo tenido cada elemento su instante en el ciclo), suponiéndose
invariable la información durante u n ciclo. C om o en este caso no es la
m áquina la que juega el rol de integrador, sino el sujeto, la necesidad de
llevar al sujeto fondos y no formas se traduce por una enorme cantidad
de inform ación a transportar. Eis esta enorme cantidad de información
a colectar y a transm itir sin integrarla lo que lim ita la finura de la detec­
ción electromagnética por el radar, lo cual plantea graves problemas a la
transm isión de imágenes movientes en televisión obligándola a adoptar
videofrecuencias m u y elevadas y tanto más grandes cuanto más alta es
la definición de la imagen. La cantidad de inform ación necesaria para

465
N O TA c: ü m p l e m e n t a r i a

la transm isión solo puede ser d ism in u id a gracias a una codificación del
m un d o a percibir, codificación conocida por el sujeto, lo cual correspon­
de a u n recurso a una percepción de formas sobre u n fondo que ya es
conocido, y que ya no tiene necesidad de ser transm itido. Así, es posible
reemplazar la observación del terreno y de las zonas recorridas en avión por
un mapa sobre el cual el piloto hace su evaluación por m edio de las rela­
ciones de fase entre las señales provenientes de tres estaciones de em isión
electromagnética dispuestas en triángulo, com o en el sistema de pilotaje
Decca, Shoran o actualmente por las radiobalizas. Aquí, el piloto lleva un
análogo de la región sobrevolada (el mapa), y gracias a una formalización
del m undo, conocida y adoptada por convención (la construcción de
los tres emisores del dispositivo de sincronización que los une), el piloto
realiza sobre el mapa una integración m ucho más fácil, ya que opera
sobre elementos abstractos; hay aquí dos integraciones concéntricas: una
primera integración fundamental del mapa del m und o, gracias a la cual
el mapa puede tener una significación, y una segunda integración de las
señales recibidas con el mapa transportado, que es más fácil ya que la
inform ación está ya seleccionada por el paso del m un d o concreto al mapa
y de las señales visuales m últiples a las tres ondas hertzianas en relación de
fase. El trabajo se hace aquí sobre una imagen (el mapa) y sobre sím bolos
(las señales provenientes de los emisores sincronizados). Esto es válido
gracias a una doble localización, una por la cual el mapa es reconocido
como imagen de tal región, por el piloto, y la otra por la cual los postes
de los tres emisores sincronizados han sido construidos de hecho en tal
lugar del territorio geográfico y no en tal otro. Las fuentes de los sím bolos
están localizadas en la imagen, lo cual establece una coherencia sin la cual
el pilotaje no sería posible.
La presencia del m und o jam ás es elim inada entonces por la utilización
de la máquina; pero la relación con el m und o puede ser fraccionada, y
pasar por el interm ediario de varios estratos de sim bolización, a lo cual
corresponde una construcción técnica que distribuye a lo largo del m undo
localizaciones válidas según una percepción por intermedio de la máquina;
esta percepción no es m ucho más automática que la percepción directa
mediante los órganos sensoriales; pero corresponde a una integración por
escalones, y en cierta medida especializada según cada tipo de actividad.
Pero lo concreto, aun fraccionado, sigue siendo concreto; la relación
entre el fondo y la forma es inalienable. La pura artificialidad conduciría
a la confusión entre el fondo y la forma, de m odo que el in d iv id u o se

466
LAS CONSECUENCIAS DE LA N O C IÓ N DE INDIVID U ACIÓ N

encontraría frente a u n m undo sim plificado donde ya no habría universo


n i objeto. La percepción del in d iv id u o integrado totalmente en la com u­
nidad es en cierta medida una percepción abstracta semejante; en lugar de
despejar el objeto del m undo, recorta el m un d o según las categorías que
corresponden a las clasificaciones de la com unidad, y establece entre los
seres lazos de participación afectiva según dichas categorías comunitarias.
Solamente una profunda educación tecnológica en el nivel del in d ivid u o
puede liberar del confusionism o de la percepción com unitaria estereoti­
pada. Una imagen no es un estereotipo.
Los valores im plicados en la relación del in d iv id u o con la máquina
han dado lugar a m uchas confusiones ya que el desarrollo reciente de las
máquinas y de su utilización por las com unidades modificó la relación
del in d iv id u o con la com unidad: esta relación, que antaño era directa,
pasa ahora por la máquina, y el m a q u inism o está ligado en cierta medida
con el com unitarism o; la noción de trabajo ya no es directamente un
valor com unitario, ya que el pasaje del esfuerzo hum an o a través de una
organización mecánica afecta el trabajo de un coeficiente relativo a dicho
trabajo: el rendimiento-, se está constituyendo una moral del rendimiento,
que será una moral comunitaria de un nuevo tipo. El esfuerzo ind ivid ual no
es intrínsecamente válido: hace falta además que se vuelva eficaz por cierto
favor extrínseco, que se concretiza en la fórmula del rendimiento. Esta
noción tiene cierto poder invasivo, y se despliega ampliamente más allá
de las operaciones comerciales o incluso industriales; afecta todo sistema
educativo, todo esfuerzo y todo trabajo. Cierto resurgimiento comunitario
del pragmatismo confiere a la ética u n nuevo tipo de heteronomía d isi­
m ulada bajo las especies de un deseo de racionalidad o de preocupaciones
concretas. Cuando una idea o un acto son rechazados porque son juzgados
ineficaces y de débil rendimiento, es en realidad porque representan una
iniciativa in d ivid u a l creadora, y porque la com unidad se subleva con un
permanente instinto m isoneista contra todo lo que es singular. El m iso ­
neísm o concierne a lo nuevo, pero sobre todo en aquello que presenta
de singular, por tanto de ind ivid ual. Lo nuevo, colectivo, posee derecho
de ciudadanía bajo la forma de la moda; resulta in cluso eminentemente
valorizado por la com unidad. Es lo nuevo in d iv id u a l lo que es perseguido
y expulsado en tanto desprovisto de rendimiento. El criterio de rendi­
m iento está impregnado de subjetividad colectiva y manifiesta el favor
que la com unidad concede o niega a la creación in d ivid u al. No es porque
una civilización ama el dinero que se apega al rendimiento, sino p o n iiir

467
NO TA COMPLEMENTARIA

ella es ante todo civilización del rendim iento que deviene civilización del
dinero cuando ciertas circunstancias hacen de ese m odo de intercambio
el criterio concreto de rendimiento.
Ahora bien, a pesar de las apariencias, una civilización del rendimiento,
a despecho de las aparentes libertades cívicas que reserva a los individuos, es
extremadamente coactiva para ellos e im pide su desarrollo, ya que somete
simultáneamente al hombre y a la máquina; realiza a través de la m áquina
una integración com unitaria coactiva. No es contra la m áquina que el
hombre, bajo el im perio de una preocupación hum anista, debe revelarse;
el hombre solo está sometido a la m áquina cuando la m áquina m ism a está
ya sometida por la com unidad. Y com o existe una cohesión interna del
m undo de los objetos técnicos, el h u m a n ism o debe apuntar a liberar ese
m undo de los objetos técnicos que están llamados a devenir mediadores
de la relación del hom bre con el m undo. El h u m a n ism o apenas ha podi­
do incorporar hasta hoy la relación de la hum anidad con el m undo; esta
voluntad que lo define, de reconducir al ser hum ano todo aquello que las
diversas vías de alienación le han arrancado al descentrarlo, permanecerá
impotente en tanto que no haya com prendido que la relación del hom bre
con el m un d o y del in d ivid u o con la com unidad pasa por la máquina. El
antiguo h u m a n ism o permaneció abstracto ya que solo definía la posesión
de sí para el ciudadano, y no para el esclavo; el h u m a n ism o moderno
sigue siendo una doctrina abstracta cuando cree salvar el hom bre de toda
alienación luchando contra la m áquina «que deshumaniza». Lucha contra
la com unidad creyendo luchar contra la máquina, pero no puede llegar a
n in g ún resultado válido ya que acusa a la m áquina de aquello de lo que
no es responsable. Desplegándose com o plena mitología, esta doctrina se
priva del auxiliar más fuerte y más estable, que ofrecería al h u m an ism o una
dim ensión, una significación y una apertura que n in g ú n criterio negativo
le ofrecerá jamás. Según la vía de investigación que aquí es presentada, se
vuelve posible buscar u n sentido de los valores de otro m odo que en la
interioridad lim itada del ser in d ivid u a l replegado sobre sí m ism o y que
niega los deseos, tendencias o instintos que lo invitan a expresarse o a actuar
fuera de sus límites, sin condenarse por ello a destruir el in d iv id u o frente a
la com unidad, com o lo hace la d iscip lina sociológica. Entre la com unidad
y el in d ivid u o aislado sobre sí m ism o, está la máquina, y esta m áquina
está abierta sobre el m undo. Va más allá de la realidad com unitaria para
instituir la relación con la Naturaleza.

468
A l l a g m á t ic a

Textoconservadoenlos manuscritos
preparatoriosdeGilbertSimondon

La allagm ática es la teoría de las operaciones. Es, en el orden de las


ciencias, sim étrica a la teoría de las estructuras, constituida por un con­
ju n to sistematizado de conocim ientos particulares: astronomía, física,
quím ica, biología.
No se puede designar cada rama de la allagm ática por u n d om inio
objetivo com o estudio de la materia, estudio de la v id a ... En cambio una
forma prim itiva pero útil de d istinguir sus especificaciones consiste en
servirse de las ciencias ya constituidas para denom inar intervalos. Un inter­
valo significa en efecto posibilidad de una relación, y una relación im plica
operación. O btendríamos de este m odo la allagmática físico-química, la
allagmática psico-fisiológica, la allagmática mecánica-termodinámica. Pero
el defecto de esta nomenclatura concreta es que podem os ignorar ciertas
operaciones que podrían ser teoretizadas si otro principio de clasificación
permitiera descubrirlas.
Tal vez convendría más definir las grandes categorías de operaciones,
los diferentes tipos de dinam ism os transformadores que señala el estudio
objetivo, e intentar clasificarlos según sus características intrínsecas.
Finalm ente la meta teórica quizá sería alcanzada si pudiera ser
definido u n ú nico tipo fundamental de operación, cuyas operaciones

469
COMPLEMENTO

particulares se trazarían todas com o casos más sim p les: estos grados de
sim p lic id a d definirían entonces una jerarquía que sería u n princip io
riguroso de clasificación.
Es m u y difícil definir una operación, como definir una estructura, de
otro m odo que por el ejemplo. Sin embargo, siendo dada una estructura
com o el resultado de una construcción, se puede decir que la operación es
lo que hace aparecer una estructura o lo que modifica una estructura. La
operación es el complemento ontològico de la estructura y la estructura
es el complemento ontològico de la operación. El acto contiene a la vez
la operación y la estructura; por eso, según la vertiente del acto sobre la
cual se d irija la atención, retiene el elemento operación o el elemento
estructura, dejando de lado su complemento. Así, cuando el geómetra
traza una paralela a una recta por un punto tomado fuera de esa recta,
presta atención, en la totalidad de su acto, al único elemento estructural
que interesa al pensamiento geométrico, a saber el hecho de que es una
recta la que ésTrazada, y con tal relación con otra recta. Pero el geómetra
también podría prestar atención al aspecto de operación de su acto, es decir
al gesto mediante el cual traza, sin preocuparse de lo que traza. Este gesto
de trazar posee su esquematism o propio. El sistema del que forma parte
es u n sistema operatorio, no u n sistema estructural; este gesto procede en
efecto de una vo lició n que es ella m ism a cierto gesto mental; supone la
d isp onibilid ad de cierta energía que resulta liberada y comandada por el
gesto mental a través de todos los eslabones de una cadena de causalidades
condicionales complejas. La ejecución de este gesto pone en juego una
regulación interna y externa del m ovim iento en u n esquema operatorio
de finalidad. Así, la geometría y la allagmática tom an vías divergentes
desde el comienzo m ism o de su actividad.
Tal vez podríam os intentar no obstante aprehender encuentros en
los que el m ism o acto es captado a la vez com o operación y com o es­
tructura. Estos casos privilegiados y excepcionales tom an un sentido a la
vez metafisico y norm ativo. Son axiontológicos: así el cogito de Descartes
o el volo de M aine de Biran; en el cogito, el acto del pensam iento se
aprehende objetivam ente com o una estructura y subjetivam ente com o
una operación. Cuanto más duda el pensamiento de su propia existencia
estructural, más esta operación de la duda, aprehendida com o estructura
es decir com o realidad-objeto ante el pensam iento reflexionante, se
presenta ella m ism a al pensam iento com o una existencia de la cual no
se puede dudar. La oscilación de la duda, la alternancia reflexiva permite

470
a l l a g m At ic a

al acto de pensam iento aprehenderse a la vez y de manera idéntica com o


objeto y com o sujeto. La evidencia del pensam iento es una evidencia de
la existencia del pensamiento. La hipótesis cartesiana del genio m aligno
está allí solo com o u n m edio de acrecentar esta necesaria oscilación,
volvien d o consciente para el sujeto la doble situación de su pensam ien­
to por relación a sí m ism o , aprehendido a veces com o objeto, a veces
com o sujeto, a veces com o estructura de una operación, a veces como
operación sobre una estructura. Este segundo sujeto negador que es el
genio m aligno tiene por rol volver necesaria la inestabilidad oscilante
de la conciencia de sí, creando una conciencia reflexiva de dicha ines­
tabilidad: el sujeto, obligado a pensarse no solam ente por relación a sí
m ism o sin o tam bién en su relación con el genio m aligno, se aprehende
com o si se volviera exterior y superior a la doble situació n que ocupa
por relación a sí m ism o: deviene sujeto reflexivo adoptando, para resistir
al genio m aligno, ya no solamente el punto de vista del ser sujeto o del
ser objeto sin o tam bién del ser del acto de pensam ien to que la atención
de la conciencia descom pone en operación y estructura. La negación
dem oníaca entrega al sujeto la conciencia de su acto y de su ser. Maine
de Biran ha extraído de la prueba del volo la m ism a verdad fundamental.
La negación es proporcionada aquí por una exterioridad que ya no es la
de otro sujeto ho stil, sin o la de un m undo inerte que resiste manifestando
así su irreductible alteridad. Estas dos pruebas son las m ism as: son la
prueba de u n acto, y es en la m edida en que el acto es identificado al
ser que adquieren una significación de princip io y de punto de partida;
su m in istra n una ontologia y una axiología, puesto que dan al sujeto el
conocim iento de una primera realidad, y com o esta realidad es co n oci­
da absolutam ente, el éxito de este acto de conocim iento su m in istra el
parangón del conocim iento em inentemente válido: el conocim iento de
una realidad primera sum inistra el criterio de una verdad.
Sin embargo, incluso tras semejante punto de partida que parece
pretender no privilegiar n i el aspecto operatorio n i el aspecto estructural
del ser, el pensamiento de Descartes com o el de Biran tratan de una parte
de la estructura, de otra parte de la operación. La moral permanece en
cierta medida definitivamente provisoria en Descartes, ya que no puede ser
enteramente adecuada a una ciencia estructural que se mantiene inacabada.
Y Maine de Biran, mediante un salto en el m un d o de la pura operación,
define la jerarquía de las tres vías abandonando el punto de vista de la
unidad psicofisiològica en la cual se había situado la prueba del esfuerzo.

471
COMPLEMENTO
/

Lo que ha faltado tanto a Descartes com o a Maine de Biran es un


estado de acabamiento suficiente de las ciencias estructurales. La ciencia
de las operaciones solo puede ser alcanzada si la ciencia de las estructuras
siente desde el interior los lím ites de su propio dom inio. La allagmática
es la vertiente operatoria de la teoría científica. La ciencia solo está, hasta
hoy, realizada a medias; debe ahora constituir la teoría de la operación.
Ahora bien, com o una operación es una conversión de una estructura
en otra, hacía falta ante todo una sistemática de las estructuras para que
este trabajo pueda cumplirse. La cibernética marca el comienzo de una
allagm ática general.
El programa de la allagm ática — que apunta a ser una cibernética u n i­
versal- consiste en hacer una teoría de la operación. Pero no es posible
definir una operación aparte de una estructura; desde entonces, el sistema
estructural estará presente en la definición de la operación bajo su forma
rhás~^stracta y más universal; y definir la operación remitirá a definir
cierta convertibilidad de la operación en estructura y de la estructura
en operación, puesto que la operación realiza la transformación de una
estructura en otra, y está investida por tanto de la estructura antecedente
que va a convertirse, al final de la operación, en la estructura siguiente;
la operación es u n fie ra ^íi entre dos estructuras y es sin embargo de una
naturaleza distinta que toda estructura. Podemos por tanto prever que la
allagm ática deberá definir la relación de una operación con una operación
y la relación de una operación con una estructura. Estas relaciones pueden
llamarse, las primeras, transoperatorias, las segundas, conversiones.
Postulado de eq uivalencia: una operación y una operación, o una ope­
ración y una estructura son equivalentes cuando mantienen cada cual una
relación transoperatoria o de conversión con una m ism a tercera.
D efinición: la analogía es una equivalencia transoperatoria.
D efinición: la m odulación y la desm odulación son las equivalencias
entre operación y de estructura: la m odulación es la transformación de
una energía en estructura y la desm odulación la transformación de una
estructura en energía. En este caso, la estructura es una señal.
Nosotros no podem os determinar por adelantado si la relación entre
dos operaciones pasa por el interm ediario de una estructura o si esta
relación es directa pero supone una estructura de puesta en relación. Sin
embargo, según el postulado que hem os planteado, la analogía y el acto
analógico serían diferentes de la m odulación, la cual pone en relación una
operación y una estructura. Supondremos que la relación de m odulación

472
ALLAGMATICA

define la aplicación de una estructura a una operación, por el intermediario


de un estado que es la de la operación y de la estructura a saber la
energia. En la m odulación, hace falta distinguir la estructura verdadera que
es la estructura de la señal, o form a, de la estructura que pone en relación la
f o rm a y iz energía. La operación es esta puesta en relación, o más bien una
condición de esta puesta en relación. Puesto que la puesta en relación de
una operación y de una estructura es un acto, que supone operación bajo
forma de energía y estructura mediante la forma, llamada todavía señal.
El acto analógico es la puesta en relación de dos operaciones, direc­
tamente o a través de las estructuras, mientras que el acto de m odulación
es la puesta en relación de la operación y de la estructura, a través de un
conjunto activo llam ado modulador.
Todas las operaciones son aspectos del acto de m odulación o del acto
analógico, o com binaciones del acto de m odulación y del acto analógico.

Teoría del acto analógico


El acto analógico es la puesta en relación de dos operaciones. Fue
empleado por Platón com o método lógico de descubrim iento inductivo:
el p arad ig m atism o consiste en transportar una operación de pensamiento
aprendida y probada sobre una estructura particular conocida (por ejem­
plo aquella que sirve para definir al pescador de caña en el Sofista) a otra
estructura particular desconocida y objeto de investigación (la estructura
del sofista en el Sofista). Este acto de pensamiento, transferencia de ope­
raciones, no supone la existencia de u n terreno ontològico com ún al pes­
cador y al sofista, al arte de la pesca y a la sofística. No busca de ninguna
manera probar que el pescador y el sofista resultan de la im itación por el
Demiurgo de un m ism o modelo com ún: el paradigm atism o lógico se libera
del ejem plarism o metafisico. La transferencia de operación es válida por
una identidad de relaciones operatorias reales en el ejercicio de la pesca y
en el ejercicio de la sofística. Si se inscriben las operaciones del pescador
y del sofista, y se borran los términos entre los que se desarrollan dichas
operaciones, se puede hacer abstracción de la especificación del sistema
de térm inos que designa las condiciones de las operaciones del pescador
o las condiciones de las operaciones del sofista. La serie de los térm inos
que constituyen la sofística es reemplazable térm ino a térm ino por la serie
de los térm inos que constituyen el arte de la pesca: «pescador de caña»

473
C:OMPLEMENTO

reemplaza a «sofista», «peces» reemplaza a «jóvenes ricos», mientras que


las operaciones entre estos térm inos subsisten integralmente; la operación
de seducción, luego la operación de ¿aptura fructífera, son las m ism as en
las dos series: todas las características intrínsecas de los térm inos m ism os
son puestos fuera de d iscu sió n en el acto analógico. Y es esta abstracción,
esta independencia de las operaciones por relación a los térm inos la que
da su universalidad al método analógico. Puesto que la consideración
de los térm inos no cambia nada de la naturaleza de las operaciones, se
puede pasar de lo grande a lo pequeño, o de lo pequeño a lo grande: tal
es el método empleado para definir el hom bre a partir de la ciudad, ya
que el m odelo lógico, más grande, es más fácil de captar. Este método es
semejante a aquel que las matemáticas emplean bajo el nombre de cálculo
del cuarto proporcional: la primera operación (cociente de la primera
pareja de térm inos, a/b), es transferida a la segunda pareja de térm inos
(b/c) y permite, siendo dado b, calcular c; pero en el método analógico
platónico, no es solamente la operación de m edición la que es transferida,
sin o tam bién cualquier otro tipo de operaciones.
De este m odo. Platón descubrió un medio de racionalizar el devenir,
el cual, tras haber sido el objeto de las teorías fisiológicas jónicas, había
sido abandonado al d o m in io del conocim iento engañoso por los elea-
tas, teóricos de lo inm utable y del ser intemporal. El método analógico
supone que se puede conocer definiendo estructuras p o r la s operaciones
que la s d in a m iz a n , en lugar de conocer definiendo la s operaciones p o r la s
estructuras entre la s cuales se ejercen. La condición lógica de ejercicio de la
analogía supone una condición ontològica de la relación entre la estruc­
tura y la operación. Ya que la transferencia de la operación lógica por la
cual se piensa un ser, desde un ser a un ser análogo, solo puede ser válida
si la operación lógica estuviera m odulada por el conjunto sistemático de
las operaciones esenciales que constituyen el ser. Si la analogía fuera una
sim ple transferencia de las m odalidades del pensamiento mediante la cual
se considera un ser, con otro ser, solo sería una asociación de ideas. La
analogía solo deviene lógica si la transferencia de una operación lógica es
la transferencia de una operación que reproduce el esquema operatorio
del ser conocido. La analogía entre dos seres por m edio del pensamiento
solo se legitima si el pensamiento sostiene una relación analógica con el
esquema operatorio de cada uno de los seres representados. Antes de que
sea establecido el conocim iento de la relación analógica entre dos seres, es
preciso que el conocim iento de un ser sea ya una relación analógica entre

474
ALLAGMÁTICA

las operaciones esenciales de dicho ser y las operaciones del pensamiento


que lo conoce. Es el conocim iento de un esquematismo operatorio lo que
el pensamiento transfiere, y este conocim iento de u n esquematismo es él
m ism o un esquematismo que consiste en operaciones del pensamiento.
El pensamiento analógico establece una relación entre dos términos, ya
que el pensamiento es un a m ediación entre dos térm inos con los cuales tiene,
separadamente, un a relación inm ediata. Esta m ediación está hecha de dos
inmediateces aisladas: el pensamiento deviene el opetatorio de
seres sin relación ontològica ya que no forman parte del m ism o sistema
natural de existencia.
Se debe notar por tanto que el pensam iento analógico es aquel
que depende de las identidades de relaciones, no de las relaciones de
identidad, pero hace falta precisar que dichas identidades de relaciones
son identidades de relaciones operatorias, no identidades de relaciones
estructurales. De este modo se descubre la oposición entre la semejanza
y la analogía; la semejanza está hecha de relaciones estructurales. El pen­
samiento pseudo-científico hace un am plio uso de la semejanza, a veces
incluso de la semejanza de vocabulario, pero no hace uso de la analogía.
Así, el pensamiento pseudo-científico produce un verdadero derroche
de imágenes y de palabras-claves: onda, rayo... Estas palabras solo re­
cubren imágenes confusas, apenas capaces de asegurar una semejanza
afectiva entre la propagación de una alteración mecánica en un fluido y
la de un campo electromagnético sin soporte físico. M uy recientemen­
te, se ha podido notar la confusión entre dos consonancias vecinas: la
del «servomecanismo» y la del «cerebro», en el sentido en que se puede
llamar cerebro a u n centro de pilotaje automático o de autorregulación:
el sentido de «esclavo» y de «órgano de comando» son mezclados en la
semejanza afectiva de todo lo que es «de orden cibernético», y emplea
relevos y tubos al vacío o tiratrones. Por el contrario, el uso de la analogía
comienza con la ciencia. Así, Fresnel empleó verdaderamente el método
analógico cuando definió las leyes de la propagación de la luz; en tanto
que se quiso conservar la sem ejanza entre la propagación de la luz y la
propagación del sonido, hemos estado paralizados por la sem ejanza entre
la onda lum ino sa y la onda sonora. Si se supone una identidad estructural
entre la onda lum in o sa y la onda sonora, nos vem os obligados a disponer
de manera idéntica la elongación de la alteración sonora y de la onda
lum inosa; por el contrario, el genio de Fresnel consistió en abandonar
la semejanza por la analogía: suponiendo una estructura diferente de la

475
COMPLEMENTO ^

onda lum ino sa y de la onda sonora, representa la onda lum in o sa como


teniendo una elongación perpendicular al sentido de la propagación, y
deja a la onda sonora su elongación longitudinal, paralela al sentido del
desplazamiento. Desde entonces, aparece la analogía. Entre estos términos
estructurales diferentes, las operaciones son las m ism as: la com binación
de ondas, sean lum inosas o sonoras, se hace de la m ism a manera en el
caso de las ondas sonoras que en el de las ondas lum inosas. Pero algunos
de los resultados estructurales son diferentes, a saber aquellos en los que
interviene el carácter estructural de la elongación por relación al sentido
del desplazamiento: cuando esta diferencia estructural no interviene los
resultados estructurales son los m ism os. El fenómeno de difracción es
diferente pero el de las ondas estacionarias es idéntico.
Tal es la legitim idad del método analógico. Pero toda teoría del cono­
cim iento supone una teoría del ser; el método analógico es válido si refiere
a un m und o en el que los seres son definidos por sus operaciones y no por
sus estructuras, por lo que hacen y no por lo que son: si un ser es lo que
hace, si no es independientemente de lo que hace, el método analógico
puede ser aplicado sin reservas. Si por el contrario un ser se define por su
estructura tanto como por sus operaciones, el pensamiento analógico no
puede alcanzar toda la realidad del ser. Si finalmente es la estructura, y no
la operación, lo que es primordial, el método analógico está privado de
sentido profundo y solo puede tener un rol pedagógico y heurístico. La
pregunta primera de la teoría del conocim iento es por tanto metafísica:
¿cuál es la relación entre la operación y la estructura en el seri Si se res­
ponde que es la estructura, se desemboca en el ob jetivism o fenom enològico
de Kant y de Auguste Comte; el conocim iento permanece necesariamente
relativo y deviene indefinidamente extensible por el progreso científico; si
en cambio se responde que es la operación, se desemboca en el in tu icio n is-
mo d iná m ico de Bergson; el conocim iento es absoluto e inm ediato, pero
no alcanza necesariamente todos los objetos: el término inerte como la
materia solo puede ser conocido com o degradación del dinam ism o vital, y
el conocim iento de lo estático es una intu ició n que se deshace, que recae;
por otra parte, si bien el término dinám ico puede ser objeto de intuición,
las rupturas o incluso los límites de ese dinam ism o son difíciles de conocer
por intuició n; la ciencia deviene — paradójicamente— pura pragmática del
saber, receta para actuar. Este método se niega parcialmente a sí m ism o
puesto que, habiendo partido del primado de la operación, ya no reconoce
el valor operatorio del conocim iento científico, o más bien se sirve de su

476
ALLAGMÁTICA

destino operatorio para censurarlo mediante el calificativo de «utilitario».


Ahora bien, la utilidad caracteriza una congruencia operatoria. Bergson,
salido del pragmatismo, ha sublim ado esta inspiración operatoria de la
teoría del conocim iento para privilegiar una «operación pura» que es la
intu ició n contemplativa desinteresada, la intu ició n metafísica. Habiendo
introducido el dualism o en el propio m undo de la operación distinguiendo
la operación utilitaria de la operación desinteresada, esta espiritualidad
recobrada en la operación desinteresada se vuelve contra el materialismo
de la operación interesada para juzgarla, condenarla, y reducirla a la es­
clavitud de una especie infetior. Ahora bien, esta dialéctica de separación
de dos formas de intuición, en el conocim iento bergsoniano, así como
el nacimiento, al interior del racionalism o positivista, de principios irre­
ductibles a leyes fenoménicas, tales com o las define la termodinámica o
tales como las utiliza la biología, lo cual conduce a concebir la existencia
de dos tipos de estructura de nivel desigual (segundo principio de la
termodinámica, o principio de la idea organizadora en Claude Bernard),
esto es, la estructura jerarquizante y la estructura término de la relación-
ley, pone de manifiesto la im p o sib ilid a d de p riv ile g ia r de form a absoluta
la estructura o la operación. Un m onism o epistemológico de la estructura o
de la operación no permanece fiel a sí m ism o y recrea en el curso de su
desarrollo el término que había prim itivam ente excluido. El p o sitivism o
estructural reintroduce la noción de jerarquía, vital o energética, lo cual es
en realidad una operación de organización o de transformación irreversible,
por tanto un d inam ism o puro e independiente de toda estructura, puesto
que productor de estructura. El intu icio n ism o bergsoniano distingue de
la operación que es la intu ició n filosófica el pensamiento interesado y
utilitario, materializante, espacializante, es decir el pensamiento que se
apega a las estructuras, artificiales o naturales: el conocim iento vulgar es
una búsqueda de lo idéntico a través de la fluidez sin fin del devenir, un
rechazo del m ovim iento en provecho de lo estático. Actuar, es decir operar,
se convierte en sin ó n im o de espacializar, inmovilizar, estructurar. La per­
cepción utilitaria abstrae y conceptualiza. El dinam ism o operatorio de la
vida produce una sistemática de la inm ovilidad: mediante el conducto del
dinam ism o, la estructura se reintrodujo en el conocim iento bajo la forma
de una in tu ició n desplazada, deshonrada, destituida. El aristocratismo de
la intuición pura no puede hacer nada contra la formación de una clase
inferior. Solo puede despreciarla, no destruirla ni siquiera reemplazarla; no
puede resolver ese problema social del conocim iento, y n i siquiera puede

477
t:OM PLEM ENTO

plantearlo. En la m ism a m edida no puede descubrir entonces el criterio


del uso válido del m étodo analógico: conserva el empleo de la metáfora
que se presenta com o expresión pero no com o definición.
El deber de la epistemología alla g m d tica es determinar la verdadera
relación entre la estructura y la operación en el ser, y, en consecuencia,
organizar la relación rigurosa y válida entre el conocim iento estructural
y el conocim iento operatorio de u n ser, entre la ciencia a n a lític a y la
ciencia analógica.
La ciencia a n a lítica , estructural, supone que un todo es reducible a
la sum a de sus partes o a la com binación de sus elementos. La ciencia
analógica supone por el contrario que el todo es prim ordial y se expresa
por su operación, que es un funcionam iento hólico. Establece equivalen­
cias entre operaciones, es decir funcionam ientos hólicos. Preguntarse lo
que es e l ser, es preguntarse cómo se a rtic u la n e lfuncionam iento, es decir e l
esquem atism o hólico de u n ser, y la estructura, es decir la sistem ática a n a lítica
d e l m ism o ser. el esquematism o cronológico y la sistemática espacial son
organizados en conjunto en el ser. Su u n ió n constituye la individualidad,
siendo el in d iv id u o un ám bito de convertibilidad recíproca de operación
en estructura y de estructura en operación: el in d iv id u o es la unid ad del
ser captada previamente a toda d istin ció n u oposición entre operación
y estructura. Es aquello en lo cual una operación puede convertirse en
estructura y una estructura en operación; es el ser previamente a cualquier
conocim iento y a cualquier acción: es el m edio del acto allagm ático.
La teoría allagm dtica es e l estudio d e l ser in d iv id u o . Organiza y define la
relación entre la teoría de las operaciones (cibernética aplicada) y la teoría
de las estructuras (ciencia determ inista y analítica). La teoría allagm dtica
introduce a la teoría del saber com o a la teoría de los valores. Es axion-
tológica, puesto que capta la reciprocidad entre el d in am ism o axiológico
y las estructuras ontológicas. Capta el ser no por fuera del espacio y del
tiempo, sino previamente a la d iv isió n en sistemática espacial y esque­
m atism o temporal.
El conocim iento de la relación entre la operación y la estructura se
establece gracias a una m ediación entre el esquematismo temporal y la
sistemática espacial en el in d iv id u o . A esta m ediación, a esta condición
com ún, a esta realidad aún no desplegada en esquematismo y sistemá­
tica, en operación y en estructura, podem os llamarla tensión interna,
o tam bién sobresaturación o in clu so incom patibilidad. El in d iv id u o es
tensión, sobresaturación, in co m p a tib ilid a d . Esta tensión, sobresaturación

478
a l l a g m At ic a

e incom patibilidad, se desarrolla en operación y en estructura, en ope­


ración de una estructura, de m odo que debemos siempre considerar la
p a reja operación-estructura com o equivalente allagm ático de la tensión,
sobresaturación e incom patibilidad de un ind ivid uo. Hay dos estados del
in d ivid u o : el estado unificado, sincrético, es decir el estado de tensión, y
el estado analítico, es decir el estado de d istinció n entre la operación y la
estructura. El acto es el cambio de estado del individuo.
Hay dos partes en la a lla ^ á t ic a :
\ ° l la teoría del pasaje del estado sincrético al estado analítico.
2 °l la teoría del pasaje del estado analítico al estado sincrético.
Todo acto de la primera especie equivale a un acto de la segunda. Se
puede llamar cristalización a la primera clase de acto y m odulación a la
segunda. Tomaremos como postulado que toda cristalización equivale a
una m odulación invertida, y recíprocamente. La cristalización es el acto
que, partiendo de una ind ivid u alid ad sincrética, la transforma en una
in d ivid u alid ad analítica, compuesta de una estructura espacial (topo­
logía de interioridad y de exterioridad, nacimiento de u n lím ite, forma
organizada y homogénea en u n m edio devenido amorfo, heterogeneidad
estable asegurada por el lím ite topològico) y de una función operatoria
que se expresa bajo forma de actividad organizada por un esquematismo
temporal energético: la cristalización reemplaza el estado sincrético del
in d iv id u o in d iv id u a n te por el estado analítico del in d iv id u o in d iv id u a d o ,
caracterizado en particular por la alteridad m utua entre la forma estructural
y el m edio m a te ria l en el cual existe. Por el contrario, la m odulación hace
la síntesis entre una estructura y una operación ordenando una operación
temporal según una estructura morfológica: la fuerza de una operación
es allí informada por \m z form a-señal que gobierna áivjsxz fuerza. La des­
m odulación es el análisis de ese com plejo sincrético de fo rm a y de fuerza.
Toda desm odulación, o detección, que separa h. form a de h, fuerza que ella
informa es una cristalización. Solo puede producirse si la condición de
tensión, sobresaturación, e in c o m p a tib ilid a d es completada. De lo contra­
rio, h i fuerza m odulada subsiste como in d ivid u o individuante, sin jamás
descomponerse en estructura y operación.
C omo existe cierto núm ero de intuiciones en la base de toda teoría,
remitiremos aquí a los dos d o m in io s de donde provienen las dos in tu i­
ciones de base cuya simetría postulamos: el primero es la q uím ica física ,
con el estudio de las condiciones de génesis de los cristales, de las so lu ­
ciones sobresaturadas o sobrefundidas, así com o el estudio de la epitaxia-.

479
c:oM rLK M U N TO

el segundo es la teoría de la información, y en particular de la relación


entre señal, energía de a lim e ntació n, y estructura d e l m odulador en los
diferentes tipos de moduladores que estudia teóricamente la técnica de
las transm isiones. Este últim o estudio comporta su recíproca, a saber la
teoría de la desm odulación, llamada también detección, con tal de que se
comprenda en dicho término no solamente un dispositivo de rectificación
aplicado a una energía alternativa modulada, sin o también el conjunto
de los filtrados selectivos gracias a los cuales la o las formas moduladoras
son separadas de la energía m odulada y recobrados en el estado de la señal
pura. Este últim o estudio, tras haber considerado el m odulador sim ple,
deberá describir el m odulador complejo, o intermodulador, en el cual la
energía de la alimentación ha recibido ya una m odulación previa, y reci­
be una segunda m odulación: deberá describir tam bién el desm odulador
complejo, en el cual se realizan varias detecciones sucesivas, tom ando el
residuo energético de una desm odulación precedente el valor de energía
modulada para la desm odulación siguiente.
Al término de este doble estudio, resultará enriquecida la noción
filosófica de ca u sa lid a d y definida la noción de individuo.
Quedará por precisar la manera en la que se unen el acto de cris­
talización y el acto de m odulación en el devenir de los sistemas físicos,
biológicos, psicológicos, sociales. Será el rol de la hipótesis allagm ática
sobre la naturaleza d e l devenir.

480
F o r m a , in f o r m a c ió n y p o t e n c ia l e s

ConferenciapronunciadaenlaSociedadFrancesadeFilosofiael27defebrerode1960. Este
textoreúneelargumentoylaconferenciapropiamentedicha, quebahíasido introducidapor
GastonBerger.Enocasióndelaediciónparcialen1989porAubier(L’InJividiiation psychique
et collective), estetextofueinsertadoenlapágina31bajoel título«Conceptsdirecteurspour
unerecherchedesolution: Forme, information, potentiels etmétastabilité».

A rgum ento

La ausencia de una teoría general de las ciencias hum anas y de la


psicología incita al pensamiento reflexivo a buscar las condiciones de
una axiomatización posible. En vista de este trabajo que conlleva necesa­
riamente cierto aporte de invención y no puede ser el resultado de utia
pura síntesis, conviene poner al día los principales sistemas conceptuales
que fueron empleados, sin conceder privilegio a los más recientes: los
descubrim ientos de teoría quím ica de comienzos del siglo XIX retomaron
esquemas atomísticos definidos desde hacía más de veinte siglos, y los
enriquecieron con el aporte del análisis ponderal.
De este m odo podríam os, de torma análoga, volver a evocar los
p rincipio s de diada indefinida, de arquetipo, de forma y de materia,
y aproximarlos a los modelos explicativos recientes de la psicología de
la forma, luego a los de la cibernética y de la teoría de la inlorm ación,
llegando hasta a convocar nociones extraídas de las ciencias tísicas, como
la de potencial. Q uisiéram os mostrar que un esbozo de axiomática de
las ciencias hum anas o al menos de la psicología es posible si se intenta
captar en conjunto las tres nociones de forma, inform ación y potencial,

481
a condición de añadir, para enlazarlas y organizarías interiormente, la
definición de un tipo particular de operación, que aparece cuando hay
forma, información y potencial; la OPERACIÓN TRANSDUCTIVA.
1° LA N O C IÓ N DE FORMA, en todas las doctrinas en las que
aparece, juega un rol funcional constante: la de \mgermen estructural
posee cierto poder director y organizador; supone una dualidad de base
entre dos tipos de realidad, la realidad que recibe la forma y aquella que
es la forma o encierra la forma; este privilegio de la forma reside en su
unidad, su totalidad, su coherencia esencial consigo m ism a. Incluso en
la Gestaltpsychologie, la forma, que ya no es anterior a ninguna materia,
conserva sin embargo su superioridad de Ganzheit, y existe jerarquía de las
formas (buena forma, mejor forma). Inmanente o trascendente, anterior
a la adquisición de forma o contemporánea de dicha operación, conserva
su privilegio de superioridad por relación a la materia o a los elementos;
lo que constituye el fundamento de toda teoría de la forma, arquetípica,
hilemórfica o gestáltica, es la asimetría cualitativa, funcional y jerárquica
entre la Forma y lo que adquiere forma.
2” LA N O C IÓ N DE INFORMACIÓN es por el contrario la piedra
angular de toda doctrina de la reciprocidad, de la equivalencia, incluso
aún de la reversibilidad del término activo y del término pasivo en el in ­
tercambio. El em isor y el receptor son las dos e.xtremidades homogéneas
de una línea en la cual la información es transm itida con el m áxim o de
seguridad cuando la operación es reversible; es no solamente el hecho del
control, sin o tam bién la propia co ndició n de la inteligibilidad la que su ­
pone reversibilidad y univocidad. Codificación y decodificación se operan
según convenciones com unes al emi.sor y al receptor: solo un contenido,
y no un código, puede ser transmitido. Se puede asociar a la teoría de la
información todo tipo de explicación que suponga la simetría, la ho m o­
geneidad de los elementos que se asocian y adquieren forma mediante
un proceso aditivo o de yuxtaposición; más en general, los fenómenos
cuantitativos de masa, de población, que dependen de la teoría del azar,
que suponen la simetría de los elementos (y su carácter cualquiera), pueden
ser pensados en teoría de la información.
3° LA OPERACIÓN TRANSDUCTIVA sería la propagación de una
estructura que ocupa progresivamente un campo a partir de un germen
estructural, com o una solución sobresaturada cristaliza a partir de un ger­
men cristalino; esto supone que el campo esté en equilibrio metaestable,
es decir que encierre una energía potencial que solo puede ser liberada

482
FORMA, INFORM ACIÓN Y POTENCIALES

por el surgim iento de una nueva estructura, que es com o una resolución
del problema; desde entonces, la inform ación no es reversible: es la d i­
rección organizadora que emana a corta distancia del germen estructural
y que se apodera del campo: el germen es emisor, el campo es receptor, y
el lím ite entre em isor y receptor se desplaza de manera continua cuando
la operación de adq uisición de forma se produce al progresar; se podría
decir que el lím ite entre el germen estructural y el campo estructurable,
metaestable, es un MODULADOR; es la energía de metaestabilidad del
campo, por tanto de la materia, la que permite a la estructura, por tanto
a la forma, avanzar: los potenciales residen en la materia, y el lím ite entre
forma y materia es un relevo amplificador.
Los fenómenos de masa no se deben descuidar en absoluto, pero
debemos considerarlos como condiciones de la acum ulación de energía
potencial en un campo, y, propiamente hablando, com o condiciones de
la creación del campo en tanto que ám bito posible de transductividad,
lo cual supone una relativa homogeneidad, y una repartición parte por
parte de los potenciales enetgéticos; la relación forma-materia se transpone
entonces en relación transductiva y en progreso de la pareja estructurante-
estructurado, a través de un límite activo que es pasaje de información.

Conferencia

Señor Director, señoras, señores, com o acaba de indicarlo el señor


Director Berger, existe cierta relación entre un estudio del objeto técnico
y el problema aquí presentado, a saber: Farina, Información y Potenciales.
Sin embargo, el objeto técnico solo está destinado a servir de modelo, de
ejemplo, quizás de paradigma, para interpretar — de una manera que no se
buscará presentar como nueva, sino que se querría explicativa— el problema
de las relaciones entre la noción de forma, bajo sus diferentes especies, la
noción de información, y finalmente la del potencial o de energía poten­
cial. Lo que nos ha determinado a investigar una correlación entre forma,
información y potenciales, es la voluntad de encontrar el punto de partida
de una axiomática de las ciencias hum anas. En nuestros días, se habla de
ciencias hum anas y existen m uchas técnicas de la gestión hum ana, pero
ese térm ino de «ciencias humanas», está siempre en plural. Ese plural
significa probablemente que no le hem os llegado a definir una axiomática
unitaria. ¿Por qué hay ciencias hum anas mientras que existe una física? ¿Por
qué estamos siempre obligados a hablar de psicología, de sociología, de

483
SU IM .I-M I'N I'O

psico-sociologia; por qué estamos obligados a distinguir diferentes campos


de estudio al interior de la psicología, de la sociología, de la psicología
social? Y no hablem os de las otras ciencias hum anas posibles. Para tomar
solo estas tres, a saber aquella que se propone estudiar los grupos, la que
se propone estudiar el ser ind ivid u al, y la que explica la correlación entre
el ser in d ivid ual y los grupos, encontramos una m ultitud de campos y
un fraccionamiento casi indefinido del estudio; esto revela que incluso a
propósito de solo una de esas ciencias humanas, la búsqueda de la unidad es
m u y problemática y que a m enudo hace falta fundar una teoría reductora
para llegar a la unidad al interior de cada una de esas ciencias. Se observa
una unidad de tendencias antes que una unidad de principios explicativos.
Si comparamos la situación actual de las ciencias hum anas con la de las
ciencias de la naturaleza, tal com o ella se presentaba en la Antigüedad, en
el siglo XVI, o a comienzos del siglo XIX, hallamos que, en el comienzo
del siglo XIX, había una quím ica y una física, quizá incluso varias físicas
y varias químicas. Por el contrario, poco a poco, en el comienzo del siglo
XIX y en el comienzo del siglo XX, hem os visto nacer grandes teorías que
han proporcionado posibilidades de axiomatización. Así, en el d o m in io
de la electricidad y del magnetismo, hem os visto aparecer, hacia 1864,
la teoría electromagnética de la luz de Maxwell, que es y seguirá siendo
probablemente el ejem plo de una síntesis creadora; síntesis, ya que reúne
los viejos elementos de las diferentes investigaciones sobre las acciones
recíprocas de las corrientes y de los campos, sobre los fenómenos de in ­
ducción, y creadora, porque aporta una noción nueva'gracias a la cual la
síntesis es posible y sin la cual la axiomatización no existiría: las corrientes
de desplazamiento; estas corrientes de desplazamiento se han convertido en
la propagación del campo electromagnético, tal como Hertz lo ha vuelto
manifiesto, de manera experimental, veinte años más tarde.
¿No podría consum arse la m ism a obra en las ciencias humanas? ¿No
se podría fundar la Ciencia hum ana, respetando, claro está, m últiples
posibilidades de aplicación, pero teniendo, al menos, una axiomática
com ún aplicable a los diferentes dominios?
1,o que nos incita a proceder de este m odo, es la visió n de la evolución
de las ciencias de la naturaleza. Existía una física y una quím ica separadas:
ahora existe una físico-química, y vem os que las correlaciones entre física
y quím ica se vuelven cada vez más fuertes. ¿No habría que buscar entre los
dos extremos, es decir entre la teoría de los grupos, que es la sociología, y
la teoría del in d ivid u o , que es la psicología, un término m edio que sería

484
FORMA, INFORM ACION Y POTENCIALES

precisamente el centro activo y com ún de una axiomatización posible? En


efecto, vem os incluso que en varios casos, si tom am os la psicología in d i­
vid ua l más directamente monográfica e interiorista, si tom am os incluso
la sociología de los conjuntos más grandes, nos vem os llevados siempre
a una búsqueda de la correlación, vuelta necesaria por el hecho de que
no existe, en sociología, el grupo de todos los grupos, ni, en psicología,
al interior del in d ivid u o , un elemento, un átomo de pensamiento que se
pudiese aislar para hacer de él el análogo del cuerpo sim ple quím ico, que
permitiese recomponer todo mediante com binaciones con otros elementos
sim ples. El aislamiento de una mónada, átomo psicológico, o de un grupo
hum ano c]ue fuera una totalidad, es decir una especie de universo social,
resulta im posible. No hay, en sociología, una «humanidad», y no hay, en
psicología, un elemento últim o; siempre estamos en el nivel de las corre­
laciones, sea que vayamos hacia la búsqueda de los elementos interiores
al in d ivid u o , sea que vayamos hacia la de los grupos sociales más vastos.
En estas condiciones, la lección extraída de la evolución de las ciencias
de la naturaleza nos incita a evocar nuevamente los principios más antiguos
de explicación que han sido propuestos al interior de las ciencias hum anas,
en la medida en que dichos principios son principios de correlación. He
aquí por qué hem os creído poder escoger nociones tales com o forma,
inform ación y potenciales, comenzando por la noción de forma. Esta
noción es probablemente una de las más antiguas que haya sido definida
por los filósofos que se interesaron en el estudio de los problemas hum anos.
Ciertamente, ha evolucionado m ucho, pero la encontram os en el
arquetipo platónico; luego, en la relación forma-materia en Aristóteles
y en el esquema hilemórfico; es la que encontramos tras una m u y larga
marcha, a veces platónica, a veces aristotélica, en la Edad m edia y en el
siglo XVI; es la c]ue todavía encontramos en el extremo final del siglo XIX
y en el siglo XX, en esta reanudación de las antiguas nociones bajo una
influencia nueva que es la Gestaltpsychologic. La Gestaltpsychologie renueva
la noción de forma y hace en cierto m odo la síntesis entre la forma arque-
típica platónica y la forma hilemórfica aristotélica, gracias a una noción
explicativa y ejemplar, sacada de las ciencias de la naturaleza: el campo.
Intentaremos mostrar que la noción de forma es necesaria, pero que no
permite, por sí sola, fundar una axiomática de las ciencias hum anas, si no se
la presenta al interior de un sistema que comprenda la de inform ación y la
de potenciales, en el sentido en que se habla de energía potencial. Intentaré
entonces trazar una evolución histórica de la noción de forma, primero

485
SUPLIÙVIENTO

arquetípica, después hilemórfica, finalmente gestáltica, luego intentaré


mostrar en qué es insuficiente para nuestro propósito axiomatizante; aña­
diré entonces cierto núm ero de consideraciones relativas a la información,
y finalmente intentaré presentar aquello que permitiría reunir la noción
de información a la de forma: es lo que llam o la operación transductiva o
también /a modulación, que solo puede existir en un d o m in io de realidad
en estado metaestable, que contiene energía potencial.
Se debe añadir una palabra explicativa a propósito del térm ino de m o­
dulación. No se toma esta palabra en el sentido técnico am plio que tiene
cuando se habla de la m odulación del escalón final de un emisor, sin o en
el sentido más restringido que designa la operación que se efectúa en un
relevo amplificador con núm ero infinito de estados, como, por ejemplo,
un tubo de cátodo caliente -triodo, tetrodo, pentodo— , o un transistor. Es
la operación mediante la cual una señal de débil energía, com o la que se
envía sobre la grilla de comando de un triodo, actualiza con cierto número
de grados posibles la energía potencial representada por el circuito anòdico
y el efector que es la carga exterior de este circuito anòdico. El término
no es perfecto, puesto que es ligeramente am bívoco dado que tam bién se
entiende por m odulación esa influencia m utua de dos energías, una que es
soporte futuro de información como, por ejemplo, una oscilación de alta
frecuencia, y la otra, que es energía ya informada por una señal, como, por
ejemplo, la corriente de baja frecuencia que m odula la oscilación de alta
frecuencia, en el procedimiento de m odulación anòdica de los emisores.
Hay aquí, entonces, una precisión semántica que hace falta sum inistrar,
desde el comienzo, para definir este tipo de operación de interacción física.
Si la psicología pura y la sociología pura son im posibles ya que no hay
elemento extremo en psicología y no hay co njunto de todos los co njuntos
en sociología, es necesario ver cómo los psicólogos o los sociólogos de la
Antigüedad trataron el proceso de interacción y de influencia. Tomemos
ante todo la oposición significativa y complementaria que existe entre
la forma arquetipo en Platón y la forma hilemórfica en Aristóteles. La
forma arquetipo en Platón es el m odelo de todo lo que es superior, eterno
y único, según un m odo vertical de interacción. El arquetipo — de ápzv,
el origen, y tvtïoç, la huella— es el m odo primero. Esta palabra designa
el sello mediante el cual se puede acuñar monedas, el cuño, com o se
dirá más tarde. El t Útto<; es la huella, y es también el golpe: con un trozo
de acero grabado, se puede im p rim ir caracteres sobre una plaqueta de
metal precioso, y ese arquetipo permite dar la m ism a figura, la m ism a

486
FORMA. INFORM ACIÓN Y POTENCIALES

configuración, a esta materia deformable que es la plaqueta de metal. Si


el arquetipo es de buen acero, todas las piezas acuñadas con el m ism o
cuño se asemejan entre sí y son reconocibles, ya que, de forma causal,
provienen de la m ism a operación de modtilación, a partir del arquetipo.
Ciertamente, el arquetipo puede degradarse, pero se debe notar su supe­
rioridad ontològica: si se llega a perder una pieza, no se pierde más que
metal, mientras que si se llega a perder el arquetipo, es preciso grabar otro
a partir de la pieza, y la pieza puede encerrar una perfección m enor que
la del arquetipo; el segundo arquetipo no será absolutamente semejante
al primero. D icho de otro modo, de una pieza a otra pieza acuñada con
el m ism o arquetipo, hay cierto núm ero de fluctuaciones aleatorias — tal
grano de polvo, tal desigualdad del metal-, recubiertas por una tendencia
central; esta tendencia central, normativa y superior, está representada por
la torma primera que es la del cuño, del arquetipo.
Resulta aquí un m odelo de proceso de interacción que apenas merece
el nombre de interacción, sino que es un térm ino extremo de todos los
otros tipos posibles de interacción: es la interacción no recíproca, irreversible,
sin retorno, entre la pieza y el arquetipo, la cual endetta una asimetría
que es ítindamental: el arquetipo es superior a la pieza; no hay relación
complementaria, puesto que el arquetipo no tiene necesidad de las piezas
para existir: es anterior así com o superior; existe antes que toda pieza.
Este es el m odelo de la teoría de las Ideas en Platón: r á eihr¡, las formas,
que son com o los arquetipos, las cuales permiten explicar la existencia de
los sensibles; estos sensibles son comparables a piezas que habrían sido
acuñadas con cuños, las Ideas; los cuños son inm utables, existen más allá
de la esfera de los fijos y no se degradan. El ser engendrado que está en la
yévea-tg y en la ^dopá, lo sensible, puede degradarse, pero la forma, por su
parte, to eiSog, no se degrada. Tampoco es capaz de progreso, lo cual con­
duce a una teoría del conocim iento donde el hombre solo puede recordar
la forma, en ocasión del encuentro con lo sensible y con las dificultades
que se elevan cuando el sujeto que conoce aborda lo sensible. No puede
más que recordar la visió n de las formas, e interpretar lo sensible a partir
de esta visió n , sin verdadera marcha inductiva del pensamiento. ¿Por qué?
Porque toda la perfección de la forma, toda la perfección del contenido
estructural, está dada en el origen. Platón construye un universo metafi­
sico y un sistema epistemológico en los cuales la perfección está dada eyi
el origen. La perfección, la más alta riqueza de estructura, reside en este
m und o que está más allá de la esfera de los fijos, es decir que es él m ism o

487
.SUI'LiîMF.NTO

eterno y trascendente y que no está som etido a degradación ni a progre­


so. La degradación caracteriza solamente a lo engendrado; aquello que es
engendrado a partir de la relación de ejem plarism o puede degradarse, o
bien, en la m edida en que el alma es hermana de las Ideas, puede gobernar
un ascenso hacia la perfección original; el primer platonism o es esto, para
el cual la intención de la filosofía es ascender a partir de esta guardería' de
los Dioses en la que estamos — la expresión se atribuye a Sócrates— hacia
el m undo en el que reencontraremos los arquetipos.
Si quisiéram os describir de un trazo esta manera de considerar la
forma, diríam os que siendo la forma perfecta desde el origen, el pla­
tonism o constituye un sistema de conservación y de respeto de la Idea
dada de una vez y para siempre, o bien de retorno a la Idea; la ciencia es
un recordatorio, una ¿và/zvTjcr/ç, es tam bién una contem plación cuando
se ha redescubierto lo que el alma recuerda ya que ella es a^eXcj)'^ tw v

eYScüv, hermana de las Ideas. La moral in d iv id u a l es una conservación;


es la conservación de la estructura del in d iv id u o mediante la cual realiza
la idea del hombre; es la conservación de la relación que debe existir
justam ente entre i>ovç, Ovfiôç y emOußia, según un principio de ju sticia
(pero, de hecho, habría que decir «justeza») que salvaguarda el sistema
estructural que caracteriza al in d ivid u o .
Ahora bien, la forma tal como es presentada en el platonism o, superior
e inm utable, conviene perfectamente para representar la estructura del
grupo, y funda una sociología implícita, una teoría política del grupo ideal.
Este grupo es más estable que los in d iv id u o s y está dotado de tal inercia
que parece permanente; por otra parte la permanencia relativa es conside­
rada por Platón como siendo o debiendo ser una auténtica fijeza: sabemos
que la ciudad ideal es lo t]ue no debe variar. El filósofo-magistrado, quien
conoce el núm ero de la ciudad y la m edida que caracteriza las relaciones
entre las diferentes clases sociales, así com o conoce la relación entre las
virtudes del in d ivid u o (el voûç, el ôu/zôç y la émOvfúa), tiene por tarea ser
el guardián de la constitución; la ley es lo que permite a la ciudad no m o­
dificarse, a la manera en que las leyes físicas nos recuerdan los invariantes.
Lo que Platón hizo es efectivamente un descubrim iento de lo invariante;
ahora bien, nosotros sabemos, según el ejemplo de las ciencias, que se
podría considerar un invariante com o característica de una teoría física:
conservación de la energía, conservación de la materia, conservación de

^povpá.

488
FORMA, INFORM ACION Y POTENCIALES

la totalidad constituida por la materia y la energía. Lo invariante, para


Platón, es la Idea, pero esta Idea, es la estructura del grupo, que funda
una sociología metafìsica, una sociología pura convertida en metafìsica.
Semejante concepción de la forma conduce a un idealism o realista y a un
repudio de cualquier posibilidad de em pirism o lógico o de com binatoria
fìsica comparable a la de Leticipo y Demócrito, la cual constituye el ser
a partir de los elementos y de un encuentro fortuito debido al azar. Sin
duda Platón no estaba absolutamente satisfecho con su doctrina, puesto
que vemos, gracias a lo que nos ha dejado Aristóteles en los libros M y N
de la Metafísica^ que, hacia el final de su vida y en la enseñanza iniciática.
Platón quería encontrar una fórmula capaz de explicar el devenir: en lugar
de buscar huir de aquí hacia allí, pretendía inmortalizarse en lo sensible. La
doctrina de las ideas-números manifiesta tal vez un deseo de descubrir una
significación más precisa, más esencial, en el devenir. De igual m odo aún,
la noción de diada indefinida (de lo grande y de lo pequeño, de lo cálido
y de lo frío), que permite explicar con más precisión el ßerpiov, se aplica
mejor que el elèoç a los sensibles y a su devenir genético. Sin embargo,
lo esencial de la inspiración platónica (al menos bajo la forma que pasó a
la posteridad y se convirtió en el platonism o), es la forma arquetípica, es
decir la explicación y la presentación de un proceso de inßuencia que coloca la
estructura completa antes que todos Los seres engeiidrados y por encima de ellos.
Por el contrario, la forma del esquema hilem órfico, tal com o resul­
ta presentada en Aristóteles, es una forma que está al interior del ser
in d iv id u a l, en el avvoXov, en el «todo junto» que es el ser in d iv id u a l;
ya no es anterior ni superior a la yevecnq y a la (¡)9opá, a la generación
y a la corrupción; interviene al interior del juego de interacción entre
estructura y materia, al interior del ser sensible. De otra parte, no es
estrictamente eterna o en toda caso inm utable, puesto que pasa de la
virtualidad a la actualidad en el interior del in d ivid u o . No existe sin
relación con la materia: la materia aspira hacia la forma como la hembra
hacia el macho: en lo viviente, que es u n campo de interacciones recí­
procas y com plem entarias, hay tendencias. Una relación «horizontal», y
ya no vertical com o en Platón, entre el ser in d iv id u a l y la forma, im p id e
pensarlo bajo las especies del grupo, com o un m icrocosm os que es un
análogo de la ciudad. Tenemos en esta doctrina una significación dada
en el ser in d iv id u a l, a partir de una biología im plícita o explícita. Si
Platón representa una sociología pura vuelta metafísica, según la cual las
estructuras del grupo, y del grupo de todos los grupos, el U niverso, han

489
SÜPÜ-.MENTO

devenido forma arquetípica, Aristóteles, por el contrario, representaría


la tendencia inversa, la elección primera del ser in d iv id u a l, para hallar
la explicación del devenir en los procesos de interacción que envuelve.
El devenir ■ü'çizvect entonces com o co nstitutivo del ser; hay en Aristóteles
una ontogénesis siempre subyacente, m ientras que en Platón no sucede
igual. De otra parte, la pareja hilemórfica, la relación forma-materia,
en Aristóteles, explica el devenir que im p ulsa el ser hacia su estado de
entelequia, de plena realización, m ientras que Platón, con la forma
eterna, para explicar el devenir e in c lu so la creación de los sensibles,
está obligado a convocar un motor, un poder que no es e/^oç, que no es
estructura: ese poder es el Bien, ro áyaOóv que es ércé%eiva, T 'rjq oùcriaç,
que aclara el m u n d o de las ideas y proyecta, si se puede decir así, la
sombra de las ideas bajo forma de sensibles, así com o el sol proyecta la
som bra de los objetos o como, tam bién, el Ttúp ßeya, ^cuó/ttevov, «el gran
fuego que arde» de los taumaturgos, proyecta la imagen de las lám inas
recortadas y de los ávépiávra, sobre el muro-pantalla que adm iran los
espectadores. La relación de ejem plarism o, con degradación progresiva a
partir de la idea, muestra la existencia de un motor (\uc no es el eîSoç, n i la
relación entre la idea y lo sensible, entre la forma y la materia que recibió
la forma. Este podet, eventualm ente completado por el del dem iurgo,
jamás es inherente a la idea ni a la relación entre la idea y el d o m in io
que recibe la estructura. Por el contrario, en Aristóteles, existe un poder
de devenir en la pareja hilemórfica; la relación forma-materia al interior
de lo viviente es una relación que im p u lsa hacia el porvenir; el ser tiende
a pasar a su estado de entelequia; el n iñ o crece porque tiende hacia el
adulto; la bellota que contiene la esencia virtual del roble, la forma del
roble en estado im plícito, tiende a devenir un árbol adulto enteramen­
te desarrollado. Aquí, hay en efecto una interacción, en cierto m odo
horizontal entre forma y materia, con cierto grado de reciprocidad. En
el ámbito del conocim iento, esto conduce a Aristóteles a u n empirismo,
puesto que es el in d iv id u o el que es primero, y el que, siendo el crvvoÁov,
esconde el poder del devenir; el hom bre puede confiarse al encuentro
sensible del ser in d iv id u a l para fundar el conocim iento, y la forma ya no
contiene por sí sola todo el conocim iento. Sin nin g un a duda, la marcha
del conocim iento consiste en ir de abstracción en abstracción; de los
diferentes sentidos, se pasa al sentido co m ún, luego a las nociones más
abstractas; pero cuando se va de la aprehensión de los sensibles hacia
las nociones de especies, luego de las nociones de especies hacia las de

490
FORMA, INFORiMACIÓN Y POTENCIALES

géneros, se pierde inform ación, perfección del co n o cim ien to ; y, en


Aristóteles, la noció n más alta, la de ser, es tam bién la más vacía; hay
correlación inversa entre la com prensión y la extensión; un térm ino que
se aplica a todo, com o el de ser, está casi vacío de contenido, mientras
que en Platón, debido a que la forma arquetipo es primera, el co n o ci­
m iento de lo Uno, o el conocim iento del Bien, son los más altos y los
más ricos. Tratamos entonces con dos marchas que se oponen. Por otra
parte, se podría decir que la historia del pensam iento a partir de Platón
y Aristóteles se ha com placido en oponer los dos sentidos de la noción
de forma en estos dos pensadores, haciendo de ellos los polos extremos
del rol que se le puede atribuir a la forma, a la estructura, cuando se
quiere explicar procesos de interacción. La forma de Aristóteles conviene
perfectamente al devenir y al in d iv id u o en devenir, ya que comporta
la virtualidad, la tendencia, el instinto; es una noción em inentem ente
operatoria. C onviene, por consiguiente, para interpretar lo s procesos
on to genéticos, pero co n vie n e m u c h o m enos para com p ren d er lo s
grupos. La noción de ciudad en A ristóteles apela necesariamente a la
noción de convención interindividual, mientras que en Platón la realidad
primera es el grupo, la ciudad, de m o do que el in d iv id u o es conocido
com o un análogo de la ciudad, una reproducción de su estructura, un
m icrocosm os por o p osició n a ese m acrocosm os que es la ciudad, una
micro-organización que reproduce la macro-organización; esto conlleva
una tipología in d iv id u a l fundada sobre una tipología social y política:
la estructura democrática o tiránica, la organización m ental y moral de
magistrado o de artesano son m odos de ser ind ivid u ales; la ciud ad y la
casta son realidades primeras que se reflejan en el régimen interior del
in d iv id u o y le dan una estructura.
La larga marcha de la Edad media y del Renacimiento no halló cierta­
mente, según parece, una correlación, un verdadero/zeTO-^ú que reuniría
en sí, de manera completa, la forma arquetipo y la forma hilemórfica.
Sin n in g un a duda, existen doctrinas de un extremo interés, com o, por
ejem plo, la de G iordano Bruno, q uien identifica los diferentes tipos de
causas, y que, a través de un vocabulario más bien aristotélico, permitiría
quizá esbozar una síntesis entre la forma arquetípica y la forma aristo­
télica. Sin embargo, faltaba una clave, en el análisis de los procesos de
interacción, una n oció n que se pudiese tomar com o paradigma, y esa
n oció n solo apareció al final del siglo XIX, en la psicología de la forma:
es la n oció n de campo-, es un regalo hecho a las ciencias h u m an as por las

491
M i l ’ UÍMI'.N'ro

ciencias de la naturaleza. Establece una reciprocidad de estatus ontológicos


y de modalidades operatorias entre el todo y el elemento. En efecto, en un
campo, sea cual sea, eléctrico, electromagnético, de gravedad, o de cual­
quier otra especie, el elemento posee dos estatus y cum ple dos funciones:
1” en tanto que recibe la influencia del campo, está som etido a las tuerzas
del campo; se encuentra en cierto punto del gradiente a través del cual se
puede representar la repartición del campo; 2" interviene en el campo a
título creador y activo, m odificando las líneas de tuerza del campo y la
repartición del gradiente; no se puede definir el gradiente de un campo
sin definir lo que hay en tal punto. Tomemos el ejem plo de un campo
magnético: d isp onem os aquí de un im án, otro al tondo de la sala, otro
en esa esquina; están orientados de una torma definida, y poseen masas
magnéticas m edibles. En lo inm ediato, existe cierto campo magnético
com o resultado de la interacción de los campos de esos tres imanes.
Traemos ahora un pedazo de hierro dulce desde el exterior — previamente
calentado a una temperatura superior al punto de Curie, por tanto no
imantado; ese pedazo de hierro no posee ese modo selectivo de existencia
caracterizado por la existencia de polos. Ahora bien, desde el m om ento
en que lo colocam os en el campo, adquiere una existencia por relación
a él, se imanta. Se ¡manta en tunción del campo creado por los tres
im anes previos, pero desde el m om ento en que se imanta, y por el hecho
m ism o de que se imanta, reacciona sobre la estructura de ese campo, y
deviene ciudadano de la república del co nju nto , como si fuera él m ism o
un im án creador de ese campo; tal es la reciprocidad entre la función de
totalidad y la función de elemento a l ulterior del campo. Ea definición del
m odo de interacción característico del campo constituye un verdadero
descubrim iento conceptual. Antes de este descubrim iento. Descartes
buscó, para representar mediante procesos de acción por contacto las
influencias a distancia, com plicaciones mecánicas que hacen honor a su
genio creador pero que no desembocan en una elucidación definitiva de
los fenómenos. Para explicar cóm o un im án atrae otra masa magnética,
se ve obligado a im aginar torbellinos de materia sutil; salidos de los polos
del im án, estos torbellinos se enroscarían unos en otros, repeliéndose
o alejándose, lo cual es por otra parte — in c lu so al nivel hipotético y
formal— difícil de im aginar: si uno de los sentidos de rotación se acerca
a los polos, la inversió n de uno de los im anes debería solam ente hacer
cesar la acción a distancia y no crear la acción repulsiva que marca la
experiencia. Descartes no pudo hallar un esquema de proceso de in-

492
FORMA, INFORMACION Y POTENCIALES

teraccióii satisfactorio ya que no tenía la noción de campo. Cargó la


materia su til con todos los caracteres que ho y se atribuyen a los campos.
Ahora bien, esta noció n de campo conoció un desarrollo m u y notable
en el siglo XIX. Al final del siglo XVIII y a com ienzos del XIX, fueron el
campo magnético y el campo eléctrico los campos descubiertos y anali­
zados; luego vin o la interacción entre las corrientes y los cam pos (Arago,
Ampère), luego, hacia 1864, apareció la teoría electromagnética de la
luz. Ella define un nuevo tipo de campo, el campo electro-magnético,
que no es solam ente u n campo que se podría llamar estático com o los
precedentes, sin o que conlleva la propagación de una energía, y ofrece,
entre el elemento y el todo, una reciprocidad m ucho más notable, y
más ricamente ejemplar, definiendo un acoplamiento dinám ico entre los
elementos. Si colocam os aquí un oscilador electro-magnético provisto de
una antena para que haga irradiar un campo a su alrededor; si ponem os
en el fondo de la sala, o m ucho más lejos, a algunos kilóm etros, otro
oscilador de igual tipo y si am bos osciladores tienen la m ism a frecuencia
exacta, el segundo entrará en resonancia con el primero, m ientras que
si no están regulados a la m ism a frecuencia, no entrarán en resonancia:
tendremos en ocasiones resonancia difusa, en otras resonancia aguda, y
la cantidad de energía intercambiada entre los osciladores será fu n d ó n
de su acorde de frecuencia, y no solam ente de su distancia y de la im ­
portancia de los órganos de acoplam iento. Vemos aquí procesos mucho
más refinados de interacción entre las partes por el intermediario del todo
en los cuales intervienen intercambios selectivos. He aquí sin dudas por
qué la noción de campo, de finales del sig lo XIX, poseía una pregnancia
tan especial y penetró, casi por efracción, en el m u n d o de las ciencias
hum anas. Fue introducida por filósofos que habían m editado sobre las
antiguas nociones de interacción, sobre los procesos de relación entre la
forma y la materia. No hay que olvidar que fue Brentano el precursor
de la teoría de la forma, y quien insp iró los trabajos de von Ehrenfels,
quien publicará Ueber Gestalt Qualitäten de forme. Más tarde, Kohler,
Kofflca, y todos los otros teóricos de la forma, utilizaron cada vez más
la noción de campo, y se podría decir que es la noción fundam ental al
n ivel del últim o desarrollo que recibió esta doctrina, con Kurt L ewin,
quien funda una teoría de los intercam bios psico-sociales y sociales con
su interpretación dinám ica de un universo hodológico y topològico.
Ahora bien, la teoría gestáltica, que ha surgido de la aplicación de la
noción de campo, rechaza a la vez la visió n empirista y la v isió n idealista

493
S U I'U 'M IÍN I'O

de la forma que eran la de Aristóteles y la de Platon; las reemplaza por


un genetismo instantáneo^ la percepción es la aprehensión de una confi­
guración del campo perceptivo. Existe un campo, el campo perceptivo;
los diversos elementos que se encuentran a h í j lo constituyen (es la doble
situación característica del campo), están en interacción, com o imanes
en un campo magnético. No es solamente la percepción, sin o también la
acción la que constituye la aprehensión y la realización de una configura­
ción; basta extender la noción de campo; si existe un campo exterior, un
campo fenoménico en el proceso de la percepción, ¿por qué no considerar
el sujeto como siendo en el campo, por tanto como realidad de campo^.
Existiría u n campo total que se sub d ivid iría en dos sub con jun tos, el
campo sujeto, el campo objeto; la acción sería el descubrim iento de una
estructura, de una configuración co m ún al campo exterior y al campo
interior. Pero precisamente aquí aparece la insuficiencia axiomática de la
teoría de la forma: la estructura es considerada como el resultado de un
estado de equilibrio. Sin esta insuficiencia, se podría pensar que la forma
arquetípica y la forma hilemórfica están reunidas en la teoría de la forma;
la forma arquetípica es el todo, Ganzheit, la forma hilemórfica, sería el
conjunto de las estructuras elementales en correlación unas con otras,
puesto que habría allí una organización que atraviesa la propia materia
del campo; se daría cuenta a la vez del aspecto elemental, de la organi­
zación de los subconjuntos, y de la organización global del todo. Pero,
para dar cuenta de esta estructura, que es una configuración, los teóricos
de la forma han recurrido a la noción de equilibrio. ¿Por qué hay una
estructura que es estructura del todo? ¿Por qué esa estructura del todo es
realmente participable por cada una de las partes? Porque se trata de la
buena forma, la m ejor forma. La mejor forma, es una forma que posee dos
aspectos; 1. Es la que envuelve la mayor cantidad de elementos posibles
y que continúa de la mejor manera lo que se podría llamar la tendencia
de cada uno de los sub conjuntos a encaminarse. 2. Es la más pregnante,
es decir, según los teóricos de la forma, la más estable, la que no se deja
disociar, la que se impone. Y los teóricos de la forma apelan a una ana­
logía entre el m und o físico y el m und o psíquico, lo cual los conduce al
postulado del isom orfism o, fundamento de una teoría del conocim iento;
muestran que hay génesis de formas, y que existe una posible morfología

Al menos espontáneo y cuasi-instantáneo, en el presente del sistema: los gestálticos


admiten que pueden existir preformas, Vorgestalten.
494
FORMA, INFORM ACIÓN Y POTENCIALES

experimental, que estudia la morfogénesis en el m un d o físico; esas formas


son, por ejemplo, las de la repartición de u n campo eléctrico alrededor
de un cuerpo conductor; supongam os que u n cuerpo conductor (como,
por ejemplo, este micrófono si no estuviera unido a nada) esté colocado
sobre cuñas aislantes; si se carga de electricidad una varilla de ámbar o de
vidrio, y se le aporta al cuerpo conductor la carga eléctrica de la varilla,
esta se reparte en la superficie del conductor, siguiendo leyes conocidas:
así, el campo será más fuerte alrededor de las p u n ta si Si se sum in istra
una nueva cantidad de electricidad, ella se reparte todavía de la m ism a
manera, la cantidad aumenta, pero la forma sigue siendo la m ism a; habría
por tanto cierta constancia de las formas que solo depende de la relación
entre todos los elementos y se m antiene independiente de toda condición
cuantitativa. Von Ehrenfels mostraba que al interior de una melodía, se
cambia m ucho más el aspecto total de la melodía m odificando una sola
nota que elevando todas las notas a la octava superior o rebajándolas todas
a la octava inferior. Pero hay — a nuestro parecer— una contradicción entre
la noción de equilibrio estable, que sería el fundamento de la pregnancia
de las formas, y la otra noción, la de buena forma. Nos parece m u y difícil
decir que una forma es una buena forma porque es la más probable, y
aquí ya se d ib uja una teoría de la información. ¿Qué significa decir: «Una
forma es una buena forma porque es la más probable»? Supongamos que
tomáramos esta sala, que la sometiéramos a un tratamiento físico que la
sacudiera de manera m u y violenta en todos los sentidos, al azar, luego
la abandonara com o un sistema cerrado y la dejara librada a su propio
y único devenir. Al cabo de un siglo, se habría obtenido seguramente
un estado de eq uilibrio definitivo y m u y estable en ese sistema aislado,
lo cual quiere decir que todo lo que está pegado al techo habría caído a
tierra; todas las diferencias de potencial, eléctricas, químicas, de gravedad,
habrían dado lugar a las transformaciones posibles: todas las energías que
pueden actualizarse se habrían efectivamente actualizado; habría habido
aumento de la temperatura, aum ento del grado de homogeneidad, y se
habría perdido lo que hace que aquí haya buenas formas, es decir seres
vivientes y pensantes que tienen m otivaciones y representaciones variadas
y coherentes — fuentes de acción— y, más generalmente, todas las reservas
energéticas aquí presentes en todos los ámbitos: una pila, un acum ulador

■’ Más exactamente, el gradiente del campo tendrá una mayor pendiente alrededor
de las puntas.
495
Ml l ' l l -MI' NTO

cargados se habrían descargado; los condensadores cargados del registrador


magnético estarían descargados y todas las acciones quím icas que pue­
den efectuarse entre el electrolito y los armazones se habrían efectuado.
D icho de otro modo, todo lo que puede advenir habría advenido; ya no
habría evolución posible para esta sala; estaría enteramente degradada,
degradada com o se degrada la energía potencial contenida en un reloj de
pared“* cuyas pesas están en lo alto de la jaula; cuando las pesas están en
lo más bajo de su recorrido, se ha consum ado un proceso irreversible, y,
sin intervención exterior, el reloj ya no puede funcionar: este estado de
no-funcionamiento es estable, y es el más probable. En todos los d o m i­
nios, el estado más estable es un estado de muerte; es un estado degradado
a partir del cual ya no es posible ninguna transformación siti intervención
de una energía exterior a l sistema degradado. Es un estado que se podría
llamar pidverulento y desordenado; no contiene n in g ún germen de de­
venir y no es una buena forma, no es significativo. Si se tratara esta sala
como sistema cerrado, se obtendría un resultado que sería m u y análogo
a aquel que se obtendría si se tratara de igual m odo cualquier otra sala, o
cualquier otro conjunto de objetos de igual volum en. Todo tratamiento
de este tipo, desorganizante, aplicado a un conjunto altamente coherente
y altamente valorizado, rico en potenciales, alcanzaría resultados similares,
al término de la pérdida de forma; no es esta marcha hacia la estabilidad
homogénea la que inicia la génesis de las form as pregnantes. Parece por tanto
que existe confusión entre la estabilidad de una forma para el espíritu (su
poder de imponerse a la atención y de permanecer en la memoria), que
se podría llamar la cualidad de una forma, y, de otra parte, la estabilidad
de los estados físicos. Aquí, se manifiesta una insuficiencia característica
en la teoría de la forma, puesto que una evolución convergente no puede
explicar una estabilidad de forma-, solo puede explicar una estabilidad de
estado, y no la superioridad de una forma, que está hecha de actividad y
de proyección, de capacidad de ilu m in a r dominios nuevos. Para evitar este
error es necesario pensar aquí en la forma arquetípica de Platón, pues la
superioridad de la buena forma es lo que le da su pregnancia; es más bien
la permanencia de una metaestabilidad.
Dicho de otro modo, la psicología de la forma tiene un valor ejemplar,
ya que buscó reunir la forma aristotélica y la forma platónica para inter­
pretar los procesos de interacción, pero tiene un defecto fundamental,

* En el sistema reloj-gravedad, reloj-Tierra.


496
FORMA, INFORM ACION Y POTENCIALES

puesto que presenta procesos de degradación como procesos de génesis


de buena forma. ¿Sería posible, desde entonces, apelar a una teoría de la
inform ación para enriquecer y para corregir la noción de íorm a tal como
nos es presentada por la teoría de la forma? ¿Sería posible apelar a la teoría
de Shannon, de Fischer, de Hartley, de Norbert Wiener? Lo que hay de
co m ún a todos los autores que fundaron la teoría de la información, es
que para ellos la inform ación corresponde a lo inverso de una probabi­
lidad; la inform ación intercambiada entre dos sistemas, entre un em isor
y un receptor, es nula cuando el estado del objeto sobre el cual uno debe
ser informado es totalmente previsible, absolutamente determinado de
antemano. Cuando estamos seguros del estado del objeto hay información
nula y no es necesario hacer pasar u n mensaje: es lo m ism o no enviar
ninguno. Si se envía un mensaje, si se procura uno, es porque el estado
del objeto no es conocido.
La teoría de la inform ación es el punto de partida de u n conjunto
de investigaciones que han fundado la noción de eíztropía negativa (o
negentropía), que muestra que la iníorm ación corresponde a lo inverso
de los procesos de degradación y que, al interior del esquema completo, la
información no es definible a partir de iin único término, com o la fuente,
o com o el receptor, sin o a partir de la relación entre fuente y receptor. La
pregunta planteada, a la cual responde funcionalmente la información, es:
¿cuál es el estado de la fuente? Se podría decir que el receptor se plantea
la pregunta: «¿Cuál es el estado de la fuente?» y la información es lo que
aporta la respuesta al receptor. Por eso es posible presentar la cantidad de
iníorm ación com o -log P, siendo P la probabilidad del estado de la fuente.
Por razones secundarias, pero importantes, se ha tomado los logaritmos
con base 2 para definir la información en Hartleys o en bits.
A pesar de esto, no sabemos si la teoría de la inform ación podría
aplicarse directamente a nuestro propósito, es decir si podría perm itirnos
captar en qué una forma es una buena forma o una forma mejor que otra.
En electo, en la teoría de la inform ación, se considera de hecho como
fundamental — de manera m u y legítima en el d o m in io tecnológico donde
esta teoría tiene u n rol funcional por jugar- la relación entre un em isor
y un receptor que tienen necesidad de una correlación, de m odo que la
inform ación es aquello por lo cual cierto sistema, el receptor, puede
guiarse sobre otro sistema, el emisor; se podría decir que el objetivo del
pasaje de inform ación es ceñir la correlación entre el em isor y el receptor,
aproximar el funcionam iento del receptor al del emisor; tal es el caso, por

497
SIMM l- M l'N I'O

ejemplo, de la sincronización; algunas señales de sincronización son em i­


tidas para permitir al receptor sincronizarse con el emisor. Semejante
esquema conviene a una teoría del aprendizaje, com o la que fue desarro­
llada por O mbredane y Faverge en la obra consagrada al estudio del
trabajo. La teoría de la información está hecha para eso, para perm itir la
correlación entre em isor y receptor en los casos en los que hace falta que
exista dicha correlación; pero, si se la quisiera transponer directamente
en el d o m in io psicológico y sociológico, contendría una paradoja: cnan­
to más estrecha es la correlación entre el emisor y el receptor, menor es la
cantidad de infoi-mación. Así, por ejem plo, en un aprendizaje completa­
mente realizado, el operador solo tiene necesidad de una cantidad de
información m u y pequeña proveniente del emisor, es decir del objeto
sobre el cual trabaja, de la m áquina que conduce. La m ejor forma sería
pues aquella que exige la menor cantidad de información. Hay allí algo
que no parece posible. La teoría de la información no se puede aceptar
sin modificación en el d o m in io psico-social ya que, en dicho dom inio,
habría que encontrar algo que permita cualificar la mejor forma como
siendo aquella que posee el grado más alto de información, y eso no
puede hacerse a partir del esquema negentrópico de la investigación pro­
babilistica. D icho de otro modo, habría que sum inistrar un término no
probabilistico a la teoría de la información. Tal vez sería posible - y aquí
reside el punto de partida de la tesis personal que quisiéram os presentar
ahora- hablar de una cualidad de inform ación o de una tensión de infor­
mación. En una energía como la energía eléctrica, se toma en cuenta un
factor de cantidad (Intensidad m ultiplicada por Tiempo), y de un factor
cualitativo que se relaciona con la diferencia de potencia entre los bornes
de la fuente. A sim ism o, sería quizá posible caracterizar la forma, a fin de
explicar el proceso de interacción, no solamente por su cantidad, sino por
su tensión, y la buena forma, sería aquella que corresponde a una tensión
elevada. «Tensión» parece evidentemente un término bastante singular;
sin embargo, si se puede_ continuar empleruido _eita. ¿/¿¡i/c^iz_entr£_las_
ciencias de la naturaleza y lo que quisiera que fuera el inicio, el germen
estructural, de una ciencia hum ana, ¿no sería posible apelar a una noción
de este tipo? La cantidad de energía que se puede almacenar en un con­
densador es tanto más elevada, para cierta superficie de armazones, cuan­
to más cercanos están, aunque permanezcan aislados, de lo contrario se
llega a la descarga disruptiva a través del dieléctrico. ¿No habría algo
análogo en la buena forma? ¿No sería aquella que contiene en sí m ism a

498
FORMA, INFORM ACION Y POTENCIALES

cierto campo, es decir a la vez un aislam iento entre dos térm inos, antité­
ticos, contradictorios, y sin embargo una correlación? ¿No sería la buena
forma aquella que contiene un campo de form a elevado, es decir una
buena distinción, un buen aislam iento entre los dos térm inos o la plura­
lidad de térm inos que la constituyen, y no obstante, entre ellos, u n cam­
po intenso^ es decir un poder de producir efectos enérgicos si se intro­
duce algo allí? El hecho de que haya u n campo electrostático importante
entre dos armazones de condensador se traduce por el hecho de que si se
introduce un cuerpo en dicho campo, se carga intensamente. ¿No habría
algo semejante en la buena forma? Ella podría ser, com o lo presintió
Platón, una diada o bien una p lu ra lid a d de diadas coordinadas en conjun­
to, es decir ya una red, un esquema, algo de uno y de m últip le a la vez,
que contiene una correlación entre térm inos diferentes, una correlación
rica entre térm inos diferentes y distintos. Uno y m últiple, u n ió n signifi­
cativa de lo uno y de lo m últiple, esa sería la estructura de la forma. Si
fuera así, se podría decir que la buena forma es aquella que está cerca de
la paradoja, cerca de la contradicción, aunque no es contradictoria en
térm inos lógicos; y la tensión de forma se definiría así: el hecho de aproxi­
marse a la paradoja sin devenir una paradoja, de aproximarse a la contra­
dicción sin devenir una contradicción. Esto solo puede ser una hipótesis,
que supone una analogía entre ciencias de la naturaleza y ciencias del
hombre. Así, se hablaría de una tensión de forma y, en la m ism a medida,
de una cualidad de información, que sería concentración hasta el límite
disruptivo, una reunión de contrarios en unidad, la existencia de un
campo interior a ese esquema de inform ación, cierta d im e n sió n que re­
úne aspectos o d in am ism o s habitualm ente no compatibles entre sí. Esta
buena forma o forma rica en potencial sería un com plejo tenso, una
p luralid ad sistematizada, concentrada-, en el lenguaje se convertiría en un
organismo semántico. Elabría en ella com patibilidad y reverberación interna
de un esquema. Y tal vez sería también posible medir el potencial de forma,
la tensión de forma, como se m ide una tensión eléctrica, es decir por la
cantidad de obstáculos que llega a vencer, por la resistencia exterior a
través de la cual llega a producir un efecto. Se puede decir que un gene­
rador posee en los bornes una tensión más elevada que la de otro genera­
dor si puede llegar a hacer pasar una m ism a corriente a través de una
cadena de resistencias mayor, a través de las resistencias cuya sum a es más

’ De gradiente elevado.
499
M T I I mM I - N I ' O

elevada. Sería esta propiedad la que caracterizaría la pregnancin de la for­


ma. La pregnancia de la forma, no sería su estabilidad en el sentido de la
termodinámica de los estados estables y de las series convergentes de
transformaciones, sino su capacidad de atravesar, de anim ar y de estructu­
rar un dominio variado, dominios cada vez más variados y heterogéneos. La
diferencia entre esta hipótesis y la de la teoría de la inform ación proviene
del hecho de que una teoría de la tensión de información supone abierta la
serie posible de receptores: la tensión de información es proporcional a la ca­
pacidad que tiene un esquema de ser recibido como información por recepto­
res no definidos de antemano. Así, mientras que una teoría probabilistica
puede aplicarse a la m edición de la cantidad de iníorm ación en la previ­
sió n de un intercambio entre em isor y receptor, una m edición de la
tensión de información apenas podría ser hecha por experiencia, al menos
actualmente. Por ejemplo, se puede decir que el esquema hilemórfico, o
la noción de arquetipo, poseen una alta tensión de iníorm ación ya que
han suscitado estructuras de significaciones a través de veinticuatro siglos
de culturas m u y variadas. La tensión de información sería la propiedad
que posee un esquema de estructurar un d om inio, de propagarse a través
de él, de ordenarlo. Pero la tensión de iníorm ación no puede actuar sola;
no aporta consigo toda la energía capaz de asegurar la transformación;
aporta solamente esta tensión de información, es decir cierta disposición
capaz de m odular energías m ucho más considerables, dispuestas en el
d o m in io que va a recibir la forma, que va a adquirir una estructura. Solo
puede haber allí adquisición de forma si se encuentran reunidas dos con­
diciones: una tensión de información, aportada por un germen estructu­
ral, y una energía contenida por el m edio que adquiere forma: el medio
— correspondiente a la antigua materia— debe estar en estado metaestable
tenso, como una solució n sobresaturada o en sobrefusión, que espera el
germen cristalino para poder pasar al estado estable liberando la energía
que encierra'’.
Este tipo particular de relación que existe entre la tensión de hiformación
del germen estructural y el dominio informable, metaestable, que encierra
una energía potencial, hace de la operación de la adquisición de forma una

En este sentido, la definición de un modulador como resistencia negativa, habitual


en la enseñanza de la electrónica, es un absurdo epistemolt'tgico, que reduce la esmicnira
triodo a una resistencia pasiva y por tanto simétrica. La asimetría se manifiesta ya en el
diodo bajo todas sus formas.
500
FORiMA, INFORM ACION Y POTENCIALES

modulación: la forma es comparable a la señal que comanda un relevo sin


añadir energía al trabajo del efector. Sin embargo, estructuras comparables
a los moduladores técnicos son m ucho más raras que los d o m in io s en
los que se erigen procesos de ad q uisició n de forma. Para que la hipótesis
que hem os hecho pueda aplicarse a todos los casos, conviene por tanto
indicar según qué proceso puede desarrollarse una adq uisición de forma
por m odulación en un d o m in io que no está contenido en un modulador.
Supongamos que la operación de m o dulación puede desarrollarse en
una micro-estructura que avanza progresivamente a través del dom inio que
adquiere forma, constituyendo el lím ite m oviente entre la parte informada
(por ende estable) y la parte todavía no informada (por tanto todavía
metaestable) del dom inio. En la mayor parte de los casos de adquisición
de forma, esta operación sería transductiva, es decir que avanza gradual­
mente, a partir de la región que ya ha recibido la forma y va hacia la que
permanece metaestable-, volveríamos a hallar de este m odo la asimetría
motriz de la pareja hilemórfica, con la materia capaz de tendencia, y el
poder arquetípico de la forma que preexiste a la adq uisición de forma.
Si esta hipótesis merece ser retenida, debe aplicarse a los diferentes cipos
de adquisición de forma, desde la ontogénesis y la filogénesis hasta los
fenómenos de grupo, y permitir señalar procesos de interacción conformes
al esquema de la m odulación, por lo general según un modo transductivo.
En el d o m in io de la ontogénesis somática, estudios com o los de A rnold
Gesell, sobre el crecimiento y la em briología del comportamiento, pare­
cen poder ser axiomatizados por m edio de nociones tales com o las que
se acaban de proponer com o hipótesis. En efecto, para A rnold Gesell, la
ontogénesis del comportamiento, desde la concepción hasta la muerte, es
una evolución que marca la sucesión de cierto núm ero de etapas, a veces
de adaptación a los m u nd o s exteriores, a veces de desdiferenciación al
menos aparente de los ajustes adaptatives y de búsqueda de nuevos ajus­
tes. Las crisis por las cuales son buscados estos nuevos ajustes adaptatives
se caracterizan por lo que Gesell llam a fluctuaciones auto-reguladoras.
Los estudios que ha hecho sobre el régimen de auto-alimentación de los
n iñ o s le han mostrado que un n iñ o es capaz de encontrar él m ism o las
estructuras de adaptación para \z feeding behaviour (conducta alimenta­
rio) y para el régimen de reposo y de vigilia, tanto si se lo deja actuar por
sí m ism o com o si se le im ponen marcos definidos. Si se lo deja actuar
por sí m ism o durante cierto tiempo, sigue un régimen, por ejemplo, de
siete com idas por día y duerme durante cierto tiempo. Luego, cuando

501
MIl'IJ'iVlI-NI'O

la m aduración ha engendrado nuevas tendencias y nuevas demandas, in ­


terviene un período de desdiferenciación y de desadaptación. El n iñ o se
despierta en cualquier momento, y reclama a gritos alim ento; de pronto,
él reestructura su actividad, pero sobre la base de seis com idas por día. Al
cabo de cierto tiempo, sucede de nuevo una fase de desdiferenciación,
luego un orden de cinco comidas, y así sucesivamente. El esquema es
claro: alternancia de adaptaciones al m und o exterior y de desadaptaciones,
las desadaptaciones marcan un m om ento de búsqueda de una estructura
nueva, cuando el régimen de adaptación ya constituido no corresponde
más a las tendencias internas, y al nivel de m aduración del organismo
(maduración del sistema nervioso, del sistema digestivo, del sistema m o­
tor). En los autores americanos. Gesell y Carmichael, encontramos una
generalización de esta idea en la noción de ontogénesis del comportamiento,
que consiste en una sucesión de pasos de adaptación seguidos de desa­
daptación y de desdiferenciación. Los «patrones», es decir los esquemas
de una primera adaptación parecen perdidos en el m om ento en que se
llega a la desdiferenciación, pero, de hecho, resultan reincorporados en la
nueva adaptación. Así, en el estudio de lo que él llama «proneprogression in
hum an infant», es decir el hecho de avanzar, hablando del lactante hum ano
de entre cero y un año, en posición de pronación, Gesell descubre cuatro
ciclos sucesivos: la reptación, luego la marcha a cuatro patas de rodillas,
luego a cuatro patas en extensión, por últim o el cam inar de pie. Ahora
bien, los patrones, que son adquiridos en la reptación, llegan a una especie
de perfección al final de este primer período, luego, bruscamente, cuando
la maduración es suficiente, se produce una desadaptación, el n iñ o repta
mal; repta mal y se levanta sobre los brazos, se pone de rodillas; ya no
avanza, está desadaptado. Busca entonces un nuevo tipo de adaptación,
y al interior de ese nuevo tipo de adaptación, son reutilizadas relaciones
ipsilaterales, contralaterales, de in h ib ició n , de facilitación, que existían
en la reptación; la reptación se pierde, pero el contenido de la reptación
no es totalmente perdido, es reincorporado. Existe entonces una especie
de dialéctica en este aprendizaje, yendo aprendizaje y m aduración a la
par, de modo que, en la parada de pie, lo que era una u n ió n ipsilateral
o contralateral en la reptación se convierte en m o vim ientos alternados
de los brazos y de las piernas que permiten el eq uilibrio armonioso. Es
posible interpretar la ontogénesis del comportam iento com o constituida
por la sucesión de m om entos de plena adaptación al m u n d o exterior
altamente formalizados, bien individualizados, y de m om entos que se

502
FORMA. INFORM ACIÓN Y POTENCIALES

caracterizan por el contrario por la presencia de una tensión (que puede


aparecer al observador puramente conductista com o una desadaptación y,
por consiguiente, una regresión), pero que, en realidad, muestran que el
organism o está constituyendo en sí m ism o lo que se podría llamar sistemas
de potenciales, a partir de los cuales ese d o m in io de esquemas elementales
de alguna forma licuados, que constituyen un campo metaestable como
una solución en sobrefusión, podrá estructurarse m uy velozmente por su
propia energía alrededor de un tema de organización que presente una
más alta tensión de forma.
Los autores que acabamos de citar ponen en paralelo esas pulsaciones
de la ontogénesis del comportam iento con descubrim ientos de genéticos
que representan las estructuras de los genes como agenciamientos cruzados
entre cadenas de moléculas; pretenden hallar una base m ucho más general
para esta noción de correlación entre cadenas; para ellos, por otra parte, la
maduración del organism o se efectuaría según cierto gradiente, según el
eje céíalo-caudal y próximo-distal, y se podría considerar la m aduración
del organismo com o efectuándose a partir de un polo, el polo cefálico,
y pasando a través del organismo por ondas sucesivas (como si hubiera
gérmenes estructurales contenidos en el eje cefálico), propagándose trans-
ductivam ente a través del cuerpo entero. Por consiguiente, la propia ma­
duración orgánica, que es la condición de esta alternancia entre adaptación
y evolución, se realizaría según un proceso transductivo en el cual habría
propagación de una adquisición de forma, extensión de una organización
a partir de un reservorio de las formas o de un lugar de nacim iento de las
formas en el organismo. Desde entonces, estaríamos obligados a decir que,
en semejante doctrina, la forma se conserva arquetípica en cierto sentido,
por su anterioridad y su no-inmanencia inicial al campo estructurable que
es su materia-, sin embargo, esta forma solo puede estructurar el campo
porque este está en estado metaestable y puede pasar al estado estable
cuando recibe la forma: en la operación transductiva de m odulación que
es verdaderamente la operación hilemórfica, no es cualquier forma la que
puede desencadenar la actualización de la energía potencial de cualquier
campo metaestable: la tensión de forma de un esquema depende del cam­
po al cual se aplica. Un líquido sobresaturado o sobrefundido no puede
cristalizar a partir de cualquier germen: hace falta que el germen cristalino
sea del m ism o sistema cristalino que el cuerpo cristalizable^: hay por tanto

^ Condiciones de sincristalización.
503
SUPLEMENTO

en los acoplamientos posibles entre forma y materia cierta libertad, pero


una libertad lim itada. Así, en el curso de una ontogénesis, los aportes
de gérmenes estructurales debidos a las circunstancias exteriores pueden
orientar en cierta m edida la estructuración que sobreviene luego de una
desdiferenciación. Pero un germen estructural que se aparta demasiado de
las características del campo estructurable ya no posee ninguna tensión de
información por relación a dicho campo. La tensión solo puede definirse
en un campo capaz de formar un circuito. No es una propiedad de la
hiente aislada, sin o del sistema fuente + receptor.
En dicha teoría entonces, se encuentra la idea según la cual no se
puede explicar la génesis de un ser viviente sin apelar a dos principios
m uy distintos: un origen de las formas — aquí, el eje céfalo-caudal— y un
campo, un d o m in io que recibe esas formas y a través del cual, a partir del
polo de origen de las formas, se produce la extensión progresiva. ¿Habría
que aproximar esto a la teoría de los organizadores biológicos®? Tal vez; en
todo caso, se debe retener la idea según la cual una desdiferenciación del
campo (campo de comportamiento o campo corporal), es necesaria para
que una nueva estructuración pueda transmitirse en él. Llegaríamos por
tanto, para el estudio del ind ivid uo, a un nuevo principio que tomaría en
cuenta los dos aspectos de la forma evocados hace un momento: el aspecto
arquetípico, el aspecto hilemórfico. H acefalta un campo que exteriormente
se desdiferencie ptiesto que interiormente y esencialmente se potcncializa-, ese
campo sería quizá el que corresponde a la materia aristotélica, el cual puede
recibir una forma. E l campo que puede recibir tina form a es el sistem a en el
cual energías potenciales que se acum ulan constituyen una m etaestabilidad
favorable a las transformaciones. Una conducta que se desadapta, luego se
desdiferencia, es un d om inio en el cual hay incom p atibilidad y tensión-, es
un d om inio cuyo estado deviene metaestable. Una adaptación que ya no
corresponde al m und o exterior, y cuya inadecuación por relación al medio
reverbera en el organismo, constituye una metaestabilidad que correspon­
de a un problema a resolver: hay im p o sib ilid ad para el ser de continuar
viviendo sin cambiar de estado, de régimen estructural y funcional. Esta
metaestabilidad vital es análoga a la sobresaturación y a la sobrefusión de las
sustancias físicas. Este estado sobretensado y por consiguiente metaestable
es propicio para una adquisición de forma transductiva a partir de un
germen estructural; desde el m om ento en que ese germen está presente.

DaJcq, L’Œufetsondyyiamismeorganisateur.
504
FORMA. INFORM ACION Y POTENCIALES

m odula la región del campo más próxima; la adquisición de forma se


propaga y recorre todo el campo. En esta concepción, la totalidad que era
sim ultánea y global, coherente consigo m ism a y ligada a sí m ism a desde
el origen en la teoría de la forma, la cual hace del todo una estructura
orgánica de totalidad (Goldstein evoca el Sphairos parmenideano), deviene
el d o m in io metaestable que es capaz de cristalizar desde el m om ento en
que se le aporta un germen formal’ . El arquetipo sería ese germen formal
que solo puede iniciar adq uisición de íorm a en cierto m om ento de sobre­
saturación y por consiguiente de m aduración de un organismo. He aquí
tal vez cómo la noción de torma arquetípica y de relación hilemórfica se
podrían aplicar a la ontogénesis del com portam iento, y a la m aduración
de los sistemas orgánicos, gracias a una teoría energética de la form a que se
aplica a los campos de metaestabilidad.
Falta el espacio para decir cóm o esta doctrina podría aplicarse también
a la génesis del pensamiento. D irem os sin embargo esto; se podría con­
siderar la adquisición de la eßtreipia, la reduplicación de las experiencias,
com o la actividad que hace pasar el d o m in io del contenido mental de un
estado no saturado a un estado sobresaturado. La experiencia relativa a un
m ism o objeto añade y superpone aspectos parcialmente contradictorios,
que producen un estado metaestable del saber relativo al objeto. Si en ese
m om ento aparece un germen estructural bajo la forma de una dim ensión
nueva, tenemos entonces una estructuración que se exriende sobre ese
campo metaestable que es la experiencia-, hay operación de adq uisición de

’’ Rsrc campo c.s giob;i) y simultáneo por relación a sí mi.sino solo como campo,
antes de la adquisición de forma; la ausencia interior de fronteras traduce el ascenso de
las energías potenciales y la homogeneidad por desdiferenciación que permitirán a la
adquisición de forma avanzar transducrivamente: la materia es campo metaestable antes
de la adquisición de forma. Pero la adquisición de forma es precisamente un pasaje de la
metaestabilidad a la estabilidad: la materia informada se diferencia y ya no es un campo;
pierde su resonanciainterna. La teoría de la forma atribuye a la totalidad los caracteres del
campo y alavezlos de un organismo; ahora bien, elcampoexisteiintesdelaadquisiciónde
forma, yel organismodespués. 1.a adquisición de forma, considerada como una operación
de modulación transductivamente propagada, hace pasar lo real del estado metaestable al
estado estable y reemplaza una configuración decampopor una configuración deorganismo.
Como corolario, la teoría energética de la adquisición de forma, que nosotros present;mios,
no emplea la noción de virtualidad que es supuesta por el concepto de buena forma; el
potencial, concebido como energía potencial, es de lo real, puesto que expresa la re;didad
de un estado metaestable, y su situ;tción energética. La potencialidad no es una simple
posibilidad; no se reduce a una virtualidad, la cual es menos que el ser y la existencia.
503
M i l ’ U'MI'.NTO

forma. Por ejemplo, el semi-campo izquierdo y el semi-campo derecho en


la visio n conducirían a la diplopia si el contenido directo de los mensajes
aportado por cada una de las retinas subsistiera en la v isio n del sujeto.
Incom patibilidad y sobresaturación resultan evitadas si descubrim os la
dim ensión de desvinculación de los planos en profundidad. Este descu­
brim iento de estructura no se lim ita a conservar todo lo que es aportado
por el ojo izquierdo y todo lo que es aportado por el ojo derecho'®: hay,
además, utilización de lo t]ue se llam a la disparidad binocular, es decir del
grado de no-coincidencia de los mensajes izc]uierdos y derechos para percibir
el escalonamiento de los planos; una teoría de la percepción (teoría de la
relación entre los diferentes mensajes sensoriales) sería posible a partir de
esta noción de estructuración de los campos sobresaturados. Sería pues la
indicación de una nueva vía de investigaciones para la psicología in d iv i­
dual " . El principio analógico que está en el origen de esta teoría energética

En lugar de operar un empobrecimiento (que dejaría suponer una teoría inductiva


iiilemórfica) que consistiese en suprimir todos los mensajes no comunes a los dos ojos, la
teoría que nosotros proponemos, que es una doctrina de la integración, permite evitar el
empobrecimiento inductivo del «sentido común», luego de la formación de las nociones
comunes, y el nominalismo que deriva de esto.
" Esta teoría se distinguiría del innatismo realista (ligado a la teoría arquetípica) y
del empirismonominalista(ligado a una teoría hilemórfica): el progreso del conocimiento
sería efectivamente una formalización, pero no un empobrecimiento ni un dejamiento
progresivo que abandone lo concreto sensorial; la formalización sería una adquisición
de forma, consecutiva a una resolución de problema: señalaría el pasaje de un estado
metaestable a un estado estable del contenido de la representación. El descubrimiento
de una dimensión organizadora del saber utiliza como índice positivo de organización
estructural aquello que, en el contenido en estado metaestable, era precisamente el
fundamento de la incompatiblidad: en el caso de la percepción binocular, es la disparidad
de las imágenes monoculares lo que las vuelve incompatibles. Alrota bien, es precisamente
esc grado de disparidad el que es tomado como índice positivo de la distancia relativa de
los planos, en la percepción tridimensional. Por tanto, el saber avanza positivizando las
incompatibilidades, haciendo de ellas las bases y los criterios de un sisteina m.ás elevado del
saber. La teoría deductiva del saber es tan insuficiente como la teoría inductiva; la teoría
inductiva describe las condicioires de campo metaestable que preceden la adquisición de
forma; pero olvida el gernren estructural, y quiere dar cuenta de la formalizacitSir mediante la
abstracción -que empobrece el contenido del campo sin positivizar las incompatibilidades,
puesto que las elimina: se aleja entonces de lo real. La teoría deductiva de.scribe el juego del
germen estructural, pero no puede mostrar su fecundidad, ya que lo considera como un
arquetipo y no como un germen. La teoría de la .adquisición de forma por positivización
de las incompatibilidades de la experiencia debería permitir reromar el problema del
esquematismo sobre bases nuevas, y dar quizás un sentido nuevo al relativismo, al mismo
5 0 6
FORMA, INFORM ACION Y POTENCIALES

de la adquisición de forma está sacado del estudio físico de la cristalización,


que se opera a partir de un germen cristalino dentro de un d o m in io en el
que h a y o bien sobrefusión, o bien sobresaturación, condiciones casi equi­
valentes y que vuelven posible la formación de un cristal artificial a pattit
de un getmen cristalino. Una concepción energética de la adq uisición de
forma puede reunir los esquemas de pensamiento com unes a la teoría de la
inform ación y a la cibernética. En efecto, la acción del germen estructural
sobre el campo estructurable, en estado metaestable, que contiene una
energía potencial, es una modulación. El germen arquetípico puede ser m uy
pequeño y no añadir energía, o casi; basta con que posea un m u y débil
campo modulador. Pero dicho campo es comparable a la corriente débil
que es apottada sobre la grilla de un triodo, y esa energía completamente
débil, con el campo m ín im o que crea entre cátodo y grilla de comando,
es capaz de contra-balancear el fuerte campo que existe entre ánodo y
cátodo. Este campo m ín im o -algunos volts— llega a conttabalancear el
campo de sentido contratio, m ucho más gtande (de 100 a 300 volts),
que existe entte cátodo y ánodo; y es gracias al hecho de que ese campo
creado por la grilla es más o menos el antagonista del otro que es capaz
de m odular la energía potencial de la fuente de tensión ánodo-cátodo, y
pot consiguiente de condicionar efectos considerables en el efector exte­
rior. ¿No se consumaría un ejercicio sim ila r de causalidad condicionante
cuando un getmen estttictutal, que llega a un medio metaestable, es decir
rico en energía potencial, llega a esparcit su esttuctura al intetiot de d i­
cho campo? En lugar de concebir una forma arquetípica que dom ina la
totalidad, e itradia pot encima de ella, com o el arquetipo platónico, ¿no
podtíam os plantear la posibilidad de una propagación transductiva de la
adq uisición de forma, que avanza etapa por etapa, al interiot del campo?
Para esto, bastatía suponer que el germen arquetípico, luego de haber
m odulado una zona inmediatamente en contacto con él, utiliza esta zona
inmediatamente próxima como un nuevo getmen atquetípico para ir más
lejos. Habría cam bio local progresivo de estatus ontològico del medio:
el germen arquetípico prim itivo produciría alrededor suyo una primera
zona de cristalización; crearía así un m odulador un poco más grande,
luego ese m odulador un poco más grande m odularía alrededor suyo, y se
agrandaría cada vez más, permaneciendo el lím ite modulador. Es así que

tiempo que proporcionaría una base para la interpretación de todos los procesos psíquicos
de génesis y de invención. El modulador es un sistema de interacciones.
507
s u n l■MI■■N■|■()

avanza un cristal, cuando se alimenta de un cristal artificial; a partir de


un germen cristalino microscópico, se puede producir un monocristal de
varios decímetros cúbicos. ¿No contendría la actividad del pensamiento,
m utatis m utandis, un proceso comparable? Podríamos buscar en particular
el fundamento del poder de descubrim iento de la analogía: el hecho de
haber resuelto por medio de cierto escjuema mental los problemas de un
campo lim itado de nuestro contenido de pensamiento nos permite pasar
transductivamente a otro elemento'^, y cretormar nuestro entendimiento».
Este es, al menos, un esquema propuesto para interpretar una de las evo­
luciones del pensamiento, que no se deja reducir ni a la inducción pura ni
a la deducción pura. Si dejamos el ser ind ivid ual, uno puede preguntarse
si la realidad social no contiene también potenciales. Generalmente los
fenómenos sociales y psico-sociales se explican por procesos de interacción.
Pero, com o lo apunta Norbert Wiener, es m uy difícil hacer intervenir
teorías probabilísticas en el ámbito social. El empleó una comparación
que yo no puedo desarrollar en su totalidad, y que se resume así: hacer
intervenir un muestreo más vasto en el estudio probabilistico no es mejor
que incrementar la apertura de un lente, cuando la precisión'-’ de ese lente
no es superior a la longitud de onda de la luz. No se obtiene un poder
resolutivo superior acrecentando la apertura de un lente si el lente no es
suficientemente perfecto. Norbert W iener quiere decir que las variaciones
aleatorias, en las muestras del ámbito social hum ano, no permiten una
verdadera predictividad ni una verdadera explicación, ya que cuanto más
se extienden las muestras, más heterogéneas son. El autor llega a esta idea
de t]ue las teorías probabilísticas son débiles en el d o m in io sociológico y
psico-social. Con una teoría energética de la adquisición de forma, ten­
dríamos un método no-probabilístico, que no concede ningún privilegio a
las coiifigiirnciones estables. Consideraríamos que lo más importante que
hay qtie explicar en el d o m inio psico-social, es lo que se produce cuando
tratamos con estados metaestahles: es la adquisición de forma efectuada en
campo metaestable la que crea las configuraciones. Ahora bien, estos esta­
dos metaestables existen; sé en efecto cjue no son por lo general estados
de laboratorio, son estados calientes, com o diría Moreno, y sobre los
cuales no se puede experimentar largamente. En ese caso no se pueden
organizar psicodramas o sociodramas, y tampoco se pueden trazar los

'• Pasar a un campo más extenso, a la vez más potente y más complejo.
Que se denomina «poder de resolución».
SÜ8
FORMA, INFORM ACIÓN Y POTENCIALES

sociogramas que les corresponden. Pero U7i estado pre-revolucionario, he


aquí lo que parece el tipo m ism o del estado psico-social a estudiar con la
hipótesis que presentamos aquí; un estado pre-revolucionario, un estado
de sobresaturación, es aquel en el que un acontecimiento está m u y cerca
de producirse, en el que una estructura está presta a brotar; basta que el
germen estructural aparezca y a veces el azar puede producir el equivalente
del germen estructural'“*. En un estudio m u y notable de Pierre Auger se
dice que el germen crisralino puede ser sup lid o en ciertos casos por encuen­
tros azarosos, por una correlación de azar entre dos moléculas; asim ism o,
quizá, en ciertos estados pre-revolucionatios, la resolución puede advenir
o bien por el hecho de que una idea cae de otra parte — e inmediatamente
adviene una estructura que pasa por todas pattes— , o bien tal vez por un
encuentro fortuito, aunque sea m u y difícil adm itir que el azar tenga valor
de creación de buena forma'^.
En todo caso, llegatemos a la idea según la cual una ciencia hum ana
debe e.sx.2.'c Jiin d ad a sobre una energética hum ana, y no solamente sobre
una morfología-, una morfología es m u y importante, pero una etiergética
es necesaria; habría que preguntarse por qué las sociedades se transfor­
man, por qué los grupos se modifican en función de las condiciones de
metaestabilidad. Ahora bien, vemos en efecto que lo más importante
que hay en la vida de los grupos sociales, no es solamente el hecho de
que son estables, es que en ciertos momentos no pueden conservar su es­
tructura: devienen incompatibles por relacióti a s í mismos, se desdiferencian
y se sobresaturan-, así como el niño que ya no puede permanecer en un
estado de adaptación, estos grupos se desadaptan. En la colonización, por
ejemplo, durante cierto tiempo, hay cohabitación posible entte colonos
y colonizados, luego de golpe ya no es posible ya que algunos potenciales
han nacido, y es preciso que brote una nueva estructura. Y hace falta una
verdadera estructura, es decir que salga realmente de una invención, un
surgim iento de forma para que dicho estado se cristalice; de lo contrario,
quedamos en un estado de desadaptación, de desdiferenciación, compa­

La criminología de.scubre una dimensión nueva en el estudio de las situaciones


peligrosas: tales situaciones constituyen un tipo particular de estado psico-social
metaestable, que no puede .ser adecuadamente pensado ni según una teoría determinista
ni según una teoría de la libre elección de las acciones.
’’ Una teoría energética de la adquisición de forma en un campo metaestable
nos parece convenir para la explicación de fenómenos a la vez complejos, veloces, y
homogéneos, aunque progresivos, como el Gran Miedo.
509
M M 'I.I'M I'N I'O

rabie al desajuste de Gesell y Carmichael. Vemos aquí, por consiguiente,


una perspectiva para crear una ciencia hum ana. En cierto sentido sería
una energética, pero una energética que tomaría en cuenta los procesos
de adquisición de forma, y que intentaría reunir en un único principio el
aspecto arquetípico, con la noción de germen estructural, y el aspecto de
relación entre materia yform a''''.
En conclusión, en la unidad de la operación de adq uisición de forma
transductiva del campo metaestable, propondríam os que se distinga, en
ciencia hum ana, el campo del dom inio. Reservaríamos la noción de campo
a lo que existe al interior de un arquetipo, es decir a esas estructuras casi
paradojales que han servido de germen para el in d ivid u o , com o decíamos
hace un momento; sería la tensión de forma la que sería un campo, com o
existe un campo entre las dos armazones de un condensador cargado.
Pero llamaríamos dom inio al conjunto de la realidad que puede recibir
una estructuración, que puede tomar forma por operación transductiva
o por otra operación (puesto que la operación transductiva no es quizá la
única que existe; hay también procesos disruptivos, que no son estructu­
rantes, sino solamente destructivos). El d o m in io de metaestabilidad sería
m odulado por el campo de forma. La segunda distinción, que se prolonga
en principio axiológico, consiste en oponer desadaptación y degradación:
la desadaptación a l interior de un d om inio, la incom patibilidad de las
configuraciones al interior del d om inio, la desdiferenciación interior, no
deben ser asim iladas a una degradación; son la condición necesaria de una
adquisición de forma; señalan, en efecto, la génesis de una energía potencial
que permitirá la transducción, es decir el hecho de que la forma avance al
interior de dicho dom inio. Si esta desadaptación jamás se produce, si no
hay esta sobresaturación, es decir una reverberación interior que vuelve
los sub conjuntos homogéneos unos por relación a los otros — com o la
agitación térmica que hace que todas las m oléculas se encuentren cada
vez más frecuentemente en un espacio— , la transducción no es posible.
D icho de otro m odo, consideraríamos el proceso de desdiferenciación al
interior de un cuerpo social, o al interior de un in d ivid u o que entra en
período de crisis, com o los alquim istas de los tiempos pasados considera­
ban la Liquefactio o la Nigrefactio, es decir el primer m om ento de la Opus
M agnum, a la cual sometían las materias puestas en la retorta: la Opus

En su estudio de la relación entre culturas, Léopold Cedar Senghor adopta una


hipótesis que confirmaría el sentido de este principio de heterogeneidad organizada.
510
FORMA, INFORM ACIÓN Y POTENCIALES

M agnum comenzaba por disolver todo en el mercurio o reducir todo al


estado de carbón — donde ya nada se distingue, perdiendo las substancias
su lím ite y su individ ualid ad , su aislam iento; luego de esta crisis y este
sacrificio viene una diferenciación nueva; es la Albefactio, luego Cauda
pavoni, que hace salir los objetos de la noche confusa, com o la aurora
que los distingue por su color. Jung descubre, en la aspiración de los
alquim istas, la traducción de la operación de in d ivid u ació n , y de todas
las formas de sacrificio, que suponen retorno a un estado comparable al
del nacimiento, es decir retorno a un estado ricamente potencializado,
todavía no determinado, d o m in io para la propagación nueva de la Vida.
Si es posible generalizar este esquema y precisarlo mediante la noción
de información, mediante el estudio de la metaestabilidad de las co n di­
ciones, podemos pretender fundar la axiomática de una ciencia hum ana
sobre una nueva teoría de la forma.

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