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Algo distinto a un planeta gigante puede

estar oculto en los confines del Sistema


Solar
El extraño comportamiento de algunos cuerpos lejanos
puede explicarse por la fuerza gravitacional combinada
de pequeños objetos más allá de Neptuno
Un equipo de investigadores del Instituto de Tecnología de California dio a conocer en
2016, a bombo y platillo, un estudio que sugería la existencia de un mundo gigantesco
oculto en los confines helados del Sistema Solar. Nadie lo había visto, pero según estos
astrónomos su presencia en la oscuridad era necesaria para explicar las extrañas órbitas de
otros cuerpos distantes. Ese hipotético «Planeta Nueve» tendría diez veces la masa de la
Tierra y estaría situado extremadamente lejos, veinte veces más lejos del Sol de lo que lo
está Neptuno. No es difícil imaginar la expectación que creó semejante anuncio, tanta que
hasta la NASA tuvo que intervenir para aclarar que ese mundo todavía no se había
detectado directamente. Desde entonces, diferentes grupos científicos se han mostrado a
favor y en contra de la teoría, sin que una evidencia indiscutible del mundo misterioso se
haya manifestado ni una sola vez.

Los investigadores de la Universidad de Cambridge y la Americana de Beirut pertenecen al


grupo de los escépticos. En un nuevo informe publicado en la revista «Astronomical
Journal» [Una copia del estudio, en ArXiv.org] sugieren que esas extrañas órbitas de
algunos objetos en el borde de nuestro sistema pueden explicarse perfectamente por la
fuerza gravitacional combinada de pequeños objetos que orbitan más allá de Neptuno.

Esta explicación alternativa a la llamada hipótesis del «Planeta Nueve» propone un disco
formado por pequeños cuerpos helados que, todos juntos, tienen una masa de hasta diez
veces la de la Tierra. Cuando se combina con un modelo simplificado del Sistema Solar,
las fuerzas gravitacionales de ese supuesto disco pueden explicar la arquitectura orbital
inusual que exhiben algunos objetos distantes. Si bien esta teoría no es nueva, sí es la
primera vez que puede explicar las raras órbitas observadas al tiempo que la masa y la
gravedad de los otros ocho planetas de nuestro vecindario.

Valores misteriosos

Más allá de la órbita de Neptuno se encuentra el Cinturón de Kuiper, que está formado por
pequeños cuerpos que quedan de la formación de nuestro sistema. Neptuno y los otros
planetas gigantes influyen gravitacionalmente sobre los objetos en ese cinturón y más allá,
conocidos colectivamente como Objetos transneptunianos (TNO, por sus siglas en inglés),
que rodean al Sol en caminos casi circulares desde casi todas las direcciones.
Sin embargo, los astrónomos han descubierto algunos valores atípicos misteriosos. Desde
2003, se han detectado alrededor de 30 de esos objetos en órbitas altamente elípticas: se
distinguen del resto al compartir, en promedio, la misma orientación espacial. Este tipo de
agrupación no puede explicarse por la arquitectura del Sistema Solar de ocho planetas, lo
que ha llevado a plantear la hipótesis de un «Planeta Nueve» al acecho.

«La hipótesis del Planeta Nueve es fascinante, pero si existe, hasta ahora ha evitado ser
detectado», dice el coautor del estudio Antranik Sefilian, estudiante de doctorado en el
Departamento de Matemáticas Aplicadas y Física Teórica de Cambridge. «Queríamos ver
si podría haber otra causa, menos drástica y quizás más natural, para las órbitas inusuales
que vemos en algunos TNO», explica.

Muchos pequeños

El profesor Jihad Touma, de la Universidad Americana de Beirut, y Sefilian modelaron la


dinámica espacial completa de los TNO con la acción combinada de los planetas exteriores
gigantes y un disco masivo y extendido más allá de Neptuno. Los cálculos resultantes
revelaron que un modelo de este tipo puede explicar las desconcertantes órbitas agrupadas
en el espacio de algunos de estos objetos. En el proceso, pudieron identificar los rangos en
la masa del disco, su «redondez» (o excentricidad) y los cambios graduales forzados en sus
orientaciones, que reproducían fielmente las órbitas de los transneptunianos.

«Si elimina el Planeta Nueve del modelo y en cambio permite que haya muchos objetos
pequeños dispersos en un área amplia, las atracciones colectivas entre ellos podrían
explicar las órbitas excéntricas que vemos en algunos TNO», aclara Sefilian.

Los intentos anteriores de estimar la masa total de objetos más allá de Neptuno solo han
sumado alrededor de una décima parte de la masa de la Tierra. Sin embargo, para que los
TNO tengan las órbitas observadas y para que no haya un «Planeta Nueve», el modelo
presentado por Sefilian y Touma requiere que la masa combinada del Cinturón de Kuiper
tenga hasta diez veces la masa de la Tierra.

Desechos masivos

«Cuando observamos otros sistemas, a menudo estudiamos el disco que rodea a la estrella
anfitriona para inferir las propiedades de los planetas en órbita a su alrededor», apunta
Sefilian. «El problema es que cuando observas el disco desde dentro del sistema, es casi
imposible verlo todo de una vez. Si bien no tenemos evidencia de observación directa del
disco, tampoco la tenemos del Planeta Nueve, por lo que estamos investigando otras
posibilidades. Sin embargo, es interesante observar que las observaciones de los análogos
del cinturón de Kuiper alrededor de otras estrellas, así como los modelos de formación de
planetas, revelan poblaciones remanentes de desechos masivos.

«También es posible que ambas cosas puedan ser ciertas, podría haber un disco masivo y
un noveno planeta. Con el descubrimiento de cada nuevo TNO, reunimos más evidencias
que podrían ayudar a explicar su comportamiento», concluye el investigador. Que no exista
un noveno planeta gigante puede ser una desilusión, pero a cambio nos queda una reunión
de enanos desconocidos que ejercen su poder en la sombra.

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