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JOSÉ MARÍA EGUREN, POETA FUNDADOR/ CFC

La crítica literaria en el Perú adolece de muchas deficiencias. En


primer lugar, no ha podido desarrollar una autorreflexión
epistemológica suficientemente rigurosa; en otras palabras, no ha
problematizado el funcionamiento y operatividad de ciertas categorías
útiles para el análisis textual. En segundo término, no ha abordado el
estudio minucioso de algunos autores claves de nuestra tradición
poética. Por eso, quedan algunos vacíos que debieran ser llenados en
los próximos años.
El caso de José María Eguren (1874-1942) es ciertamente ejemplar.
Su poemario Simbólicas (1911) constituye, sin duda, la fundación de
la poesía contemporánea en el Perú porque significó el alejamiento
del paradigma romántico y la asimilación de los aportes del
Simbolismo francés.
Cronológicamente, Eguren es, en el Perú, el primero que asume la
idea de que el poeta es un operador de lenguaje. Para él, la poesía se
hace con palabras y no con ideas. Por lo tanto, Eguren es consciente
del papel del significante en la estructuración del poema.
De otro lado, Eguren toma distancia del paradigma romántico. El
Romanticismo poético en el Perú careció de originalidad y no se
independizó de los modelos hispánicos. No bebió, con suficiente
creatividad, de las fuentes directas del romanticismo alemán o inglés.
Además, implicaba una hipertrofia del yo como centro del universo.
Faltaba un distanciamiento del objeto y una óptica impersonal. Por el
contario, el locutor (aquel que “cuenta” algo en el texto poético)
revela, en muchos poemas de Eguren, una perspectiva exterior y
objetiva. Tal es el caso del poema “El Duque”:

Hoy se casa el Duque Nuez;


Viene el chantre, viene el juez
Y con pendones escarlata
Florida cabalgata

En este texto no hay marcas del yo gramatical; más bien, predomina


el funcionamiento de dos personajes (el Duque y Paquita). Se
incorpora de modo innovador el ludismo en la poesía peruana
contemporánea. Los cargos aristocráticos son vistos de manera lúdica
y disueltos en la propia estructura poética a través del empleo del
humor.
La poesía es un juego para Eguren, quien así socava las raíces de la
racionalidad instrumental y se opone a la óptica grandilocuente de
Chocano. Éste creía en una poesía dirigida a un gran auditorio; en
cambio, Eguren cultiva una escritura hermética que presupone un
lector activo que complete la significación del texto. Para Chocano, el
lector modelo sería alguien que no sólo leyera, sino que escuchara la
recitación del texto poético; para Eguren, aquel lector sería un ente
activo, un creador de sentido.
Sin embargo, Eguren no fue comprendido plenamente por la
denominada Generación del 900. Por ejemplo, Riva Agüero nunca
entendió el mensaje de Simbólicas[1]. Fueron los miembros de la
Generación del Centenario (en especial, Mariátegui, Basadre y, sobre
todo, Estuardo Núñez) quienes valoraron el mensaje de Eguren. Por
su parte, Mariátegui, lo situó como un representante del período
cosmopolita de la literatura peruana. Núñez publicó un libro en 1932
que significó, en rigor, la fundación de la tradición crítica sobre la
poesía de Eguren y allí evidencia el carácter innovador de éste. Hay
una preocupación de Núñez por el análisis textual que resulta
fundamental en los años treinta en el Perú.
Quisiera enfatizar, en este breve artículo, dos aspectos de la lírica de
Eguren. El primero es la creación de un universo poético que tiene su
propia lógica y donde hay personajes, como la niña de la lámpara
azul y el andarín de la noche, que presuponen un lector que deje de
lado la biografía del autor real y se concentre en la lectura creativa de
los poemas como estructuras autónomas y autárquicas. El discurso
poético, de ese modo, adquiere visos de autonomía en el contexto de
la tradición literaria peruana.
El segundo aspecto es la manera como el mensaje de Eguren se
articula al desarrollo del vanguardismo en el Perú. Esta correlación no
ha sido suficientemente estudiada. Eguren ya no es un modernista,
pues no cultiva el preciosismo ni el exotismo de Rubén Darío.
Además, el autor de Simbólicas duda de su capacidad de
conocimiento y allí radica su modernidad.
En efecto, el sujeto moderno es aquel que duda de la posibilidad de

[
un conocimiento total y se proclama como sujeto de un supuesto
saber, porque percibe sus límites y asume su incapacidad de captar la
totalidad como una virtud que permite problematizar las relaciones
entre el sujeto y el objeto de conocimiento.
En la poesía peruana, Eguren es el primero cronológicamente que
--lejos de la óptica de aquel Chocano demasiado seguro de su propio
saber--indaga por la imposibilidad de conocer la esencia de las cosas.
En “La Pensativa”, se afirma:

La vi en rosados barandales
donde lucía sus briales;
y en su faz bella vespertina
era un pesar en la neblina…

Luego marchaba silenciosa


a la penumbra candorosa;
y un triste orgullo la encendía,
¿qué pensaría?

Esa duda del locutor en este poema anticipa las complejas reflexiones
de los vanguardistas acerca de las relaciones entre el lenguaje y el
mundo real. El saber, para Eguren y los vanguardistas, está hecho a
base de silencios, de quiebres discursivos y no nos queda sino
complacernos en el fragmento y contemplar nuestras propias
limitaciones para aprehender el objeto de conocimiento.
Este año se cumplen sesenta años de la muerte de José María Eguren
y consideramos que este poeta merece nuevos estudios, congresos y
homenajes porque, sin duda, es el fundador de la poesía
contemporánea en el Perú.

(Lima, 2002)

[
1] El pensamiento de Riva Agüero no permite comprender el
desarrollo de la poesía contemporánea. Por ejemplo, él no pudo
valorar la originalidad de la poesía de Rubén Darío.

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