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EL LEGADO DE HUMBERTO MATURANA:

LA BIOLOGÍA DEL AMAR Y DEL CONOCER (*)

Algunos antecedentes: autopoiesis, realidad y lenguaje.


Humberto Maturana, como biólogo, es reconocido a nivel mundial por establecer
una definición del fenómeno de la vida, inexistente anteriormente. Con la ayuda de su
estudiante, el recordado Dr. Francisco Varela, definió el concepto de autopoiesis, a
comienzos de la década de 1970. Para entender este concepto, debemos considerar a
todo organismo vivo, como un sistema dinámico, o sea, una colección de elementos
relacionados entre sí, y que pueden variar sus relaciones con el tiempo.

Entonces, un sistema autopoiético es aquél que se reproduce, crea y repara sus propios
elementos, y para Maturana y Varela, se trata de la propiedad básica y distintiva de los
seres vivos, pues al no existir autopoiesis, o sea, al no poder renovar sus células, limpiar
las toxinas, etc., el ser vivo muere. Este concepto ha tenido un profundo impacto en
la cibernética, la sociología, la psicología y múltiples otros campos.

Respecto a la naturaleza de la realidad, Maturana nos indica que para uno, como
organismo, la realidad existe únicamente si la percibimos. Y que además, nuestros
cerebros no pueden distinguir en primera instancia la ilusión de la percepción de la
realidad, necesitamos un contexto para darnos cuenta de cuál es cual. Esto tiene
interesantes consecuencias para el concepto de “objetividad”, que abarcaremos más
adelante.

Sobre el lenguaje, Maturana estima que es básicamente una coordinación de


coordinaciones y es lo que, además, nos hace humanos. Al relacionarme con otros a
través del lenguaje, voy cambiando mi propia forma de entender las cosas y produciendo
cambios palpables a nivel físico, al interactuar desde el lenguaje, pues se establecen
nuevas conexiones neuronales. En otras palabras, nuestros cuerpos se van transformando
según lo que hacemos desde el lenguaje y, naturalmente, también hacemos en nuestro
lenguaje según lo que se transforme en nuestros cuerpos.

Sobre estas bases, Maturana ha ido construyendo un aporte esencial al entendimiento de


nuestra experiencia como seres humanos, y que se manifiesta en sus propuestas sobre la
biología del amar y del conocer.

Las bases biológicas del conocimiento


Humberto Maturana, partiendo desde la biología, vincula el lenguaje con las emociones, la
cultura y el amor. Nos dice que todo el quehacer humano se da dentro del lenguaje, por lo
que si no hay lenguaje, no hay quehacer humano. Y simultáneamente, como todo lo que
hacemos se hace desde la emoción, entonces todo nuestro quehacer, como seres
humanos, ocurre dentro del cruce entre el lenguaje con la emoción. Plantea además
que el lenguaje surge desde la aceptación del otro, o sea, desde el amor.

Pero vamos por partes.

El planteamiento básico de Maturana, es que el hecho de conocer, debe tener bases


biológicas… porque es claro, sin un sustento biológico, es imposible que podamos
tener experiencia humana alguna. Por lo tanto, pensó él, debe haber bases biológicas
que determinen la manera en que conocemos las cosas. Algo esencial en esto, es la
emoción, que es una respuesta biológica a nuestras necesidades como organismos.
En general, tratamos lo racional como si fuera un fundamento universalmente válido para
todo lo que hacemos. Y no es así. Porque todo sistema racional está basado en
premisas aceptadas a priori, de forma arbitraria, desde las preferencias
personales. En el fondo, somos seres emocionales, que buscamos validar
racionalmente esas emociones. Esto es efectivo incluso en ámbitos tan “fríos” o
“abstractos” como la matemática y las ciencias exactas, pues las premisas fundamentales,
los puntos de partida, uno los acepta porque quiere hacerlo, lo hace por motivos
emocionales, no racionales..

A partir de esta conciencia de nuestra propia emocionalidad, nos podemos dar cuenta
que hay dos tipos de desacuerdos. El primero, se centra en cómo entendemos los
procedimientos lógicos: si uno dice, por ejemplo, que 1 más 1 suma tres, o bien explico
qué quiero decir con eso o debemos ponernos de acuerdo sobre las reglas. O sea, si yo
pienso que 1+1= 3, y todo el resto del mundo piensa que es 2, es un tema de cómo se
entienden los procedimientos lógicos, y nadie se siente realmente agredido o amenazado
por ello.

En cambio, en el segundo tipo de desacuerdos, sí nos sentimos atacados. Cuando


estamos en desacuerdo en las premisas fundamentales, esas premisas emocionales
que validamos racionalmente, entonces uno siente que el otro es una amenaza para
nuestra existencia, pues niega los fundamentos de nuestro pensamiento y nuestra
coherencia interior. Muy mal. Entonces, ahí sí que tenemos reacciones explosivas.

Por ejemplo, en el tema del fútbol: si yo soy del equipo A y mi archienemigo del equipo B,
dice que el equipo A es de lo peorcillo y que son feítos, si mi identificación con el equipo es
muy grande, reaccionaré de forma violenta, pues en el fondo lo que percibo no es que se
hable de fútbol… sino que se habla de mí mismo. Y ante esa negación de mi propia
existencia, reacciono con muchísimo vigor, con consecuencias que tristemente están a la
vista de todos. Situaciones similares ocurren cuando hablamos de nuestra visión política
o religiosa, donde es casi imposible mantenerse impasible. Ambas cosas definen, en
buena medida, nuestra construcción del mundo.

Sobre la objetividad
Viendo así las cosas, habría dos formas de entender la realidad. En una de ellas, podemos
intentar convencer a alguien de la verdad de nuestras ideas, a través de “argumentos
objetivos”. Usando estos argumentos, pretendemos que la realidad es universal y
que precisamente esa realidad, la hemos aprehendido de forma racional. Por lo tanto, si la
otra persona persiste en sus propios argumentos, la tacharemos de ilógica o de absurda,
porque nuestra verdad, sería la verdad absoluta.

Aquí lo que debemos pensar, es cómo accedemos a la realidad. Y es donde aparece esta
segunda mirada sobre las cosas.

Para Maturana, no podemos tener acceso a una realidad objetiva independiente, sino
que existe un “Multiverso”, donde hay tantas realidades como experiencias. Por lo
tanto, lo que existe son dominios, campos, sistemas de explicaciones para nuestras
distintas experiencias, los que pueden o no coincidir con los de otras personas.

Uno podrá decir: “pero entonces, ¿cómo es posible el progreso científico, si no hay una
sola realidad?”. Y bien, es posible porque existe coincidencia sobre las premisas básicas a
utilizar y la lógica que se aplica a ellas. Y dentro de ese campo, que es uno de los tantos
posibles, se puede avanzar. De la misma forma que se puede progresar en otros campos
que no sean los científicos, en tanto exista coherencia entre las descripciones de la
realidad aceptadas por las personas participantes, o sea, que estén de acuerdo en cómo
entienden el mundo.
Las bases emocionales de nuestras relaciones
Para Maturana, a medida que crecemos, vamos uniendo las emociones al lenguaje. Al
entrelazamiento de emociones y lenguaje, Maturana le llama conversaciones. Y
plantea que todo lo que hacemos como seres humanos, lo hacemos en conversaciones.

Y en dichas conversaciones, entonces, se expresan las emociones subyacentes. Por


ejemplo, a través de la agresión, el otro es negado en forma directa o indirecta como un
otro que puede coexistir legítimamente con uno. En cambio, a través de la indiferencia,
sencillamente no vemos al otro como un otro. No tiene presencia y queda fuera de nuestro
ámbito de preocupaciones.

En cambio, el amor, es la emoción donde el otro tiene una presencia y existencia


legítima, donde no se le niega, sino que se le acepta como un otro válido. Y es desde ahí
que se puede construir una vida en sociedad, nos dice Maturana.

La biología del amar


La definición que Maturana da del amor, es desde su perspectiva como biólogo, y
considera que es la emoción fundamental que hace posible nuestra evolución como seres
humanos. La define de la siguiente forma: "... cuando hablo de amor no hablo de un
sentimiento ni hablo de bondad o sugiriendo generosidad. Cuando hablo de amor
hablo de un fenómeno biológico, hablo de la emoción que especifica el dominio de
acciones en las cuales los sistemas vivientes coordinan sus acciones de un modo
que trae como consecuencia la aceptación mutua, y yo sostengo que tal operación
constituye los fenómenos sociales".

En ese sentido, los seres humanos somos intrínsecamente amorosos, y podemos


comprobarlo fácilmente, observando lo que ocurre cuando a una persona se le priva del
amor, o sea, se les niega el derecho a existir o se les quita validez a sus propios
fundamentos básicos, emocionales, para la existencia. Esta carencia afectiva produce
trastornos, como la ansiedad, la agresividad, desmotivación, inseguridad, tristeza y estrés
crónico.

Entonces, el amor es una manera de vivir en sociedad. Surge cuando al interactuar con
otras personas, no importa quienes sean o su lugar en la comunidad, las consideramos
como un legítimo otro, que puede coexistir con nosotros. Esta emoción, entonces, amar,
es el fundamento de la vida social, al aceptar la existencia de los demás, sin querer
anularlos o negar su propia visión del mundo.

Entonces, ¿qué recomienda Maturana?


Maturana nos indica que lo mejor es aceptar nuestra naturaleza, nuestra propia forma de
sentir y experimentar la realidad, no negarla, pues eso genera un estrés innecesario y nos
hace la vida más difícil e incluso miserable. En otras palabras, nos recomienda aceptar
que no existe una realidad objetiva donde se imponga una sola forma de entender
las cosas, pues cada ser humano posee su propia realidad, y de esta forma, no excluimos
al resto.

Asimismo, esto obedece al hecho que nuestra naturaleza biológica está fundada en el
amor, por lo que la no exclusión de distintas miradas, responde a ello mismo. Así, nuestros
pensamientos o creencias no excluyen o niegan las de los demás y viceversa.
Para ello, además, debemos abrirnos al espectro emocional de nuestra existencia y
recordar que no constituye una interferencia con el campo intelectual, sino que a la
inversa, las emociones entregan sentido y profundidad a nuestro razonamiento.

Además, al relacionarnos desde la aceptación del otro y no desde el conflicto, se producen


numerosas reacciones en cadena, que efectivamente nos hacen la vida más llevadera con
los demás. Resulta sumamente interesante, que una teoría científica tenga una aplicación
tan directa en nuestra vida diaria.

Ustedes dirán que todo esto es un poco “soñador”, pero como dijo un gran sabio, el mundo
ideal está a sólo un día de distancia... si todos nos pusiéramos de acuerdo en respetar la
existencia del otro.

(*) NB. Texto cuyo autor desconozco, pero que ayuda a la lectura del texto
original de la Fenomenología del Conocer, de Humbero Maturana.- FCR.

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