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Entonces, un sistema autopoiético es aquél que se reproduce, crea y repara sus propios
elementos, y para Maturana y Varela, se trata de la propiedad básica y distintiva de los
seres vivos, pues al no existir autopoiesis, o sea, al no poder renovar sus células, limpiar
las toxinas, etc., el ser vivo muere. Este concepto ha tenido un profundo impacto en
la cibernética, la sociología, la psicología y múltiples otros campos.
Respecto a la naturaleza de la realidad, Maturana nos indica que para uno, como
organismo, la realidad existe únicamente si la percibimos. Y que además, nuestros
cerebros no pueden distinguir en primera instancia la ilusión de la percepción de la
realidad, necesitamos un contexto para darnos cuenta de cuál es cual. Esto tiene
interesantes consecuencias para el concepto de “objetividad”, que abarcaremos más
adelante.
A partir de esta conciencia de nuestra propia emocionalidad, nos podemos dar cuenta
que hay dos tipos de desacuerdos. El primero, se centra en cómo entendemos los
procedimientos lógicos: si uno dice, por ejemplo, que 1 más 1 suma tres, o bien explico
qué quiero decir con eso o debemos ponernos de acuerdo sobre las reglas. O sea, si yo
pienso que 1+1= 3, y todo el resto del mundo piensa que es 2, es un tema de cómo se
entienden los procedimientos lógicos, y nadie se siente realmente agredido o amenazado
por ello.
Por ejemplo, en el tema del fútbol: si yo soy del equipo A y mi archienemigo del equipo B,
dice que el equipo A es de lo peorcillo y que son feítos, si mi identificación con el equipo es
muy grande, reaccionaré de forma violenta, pues en el fondo lo que percibo no es que se
hable de fútbol… sino que se habla de mí mismo. Y ante esa negación de mi propia
existencia, reacciono con muchísimo vigor, con consecuencias que tristemente están a la
vista de todos. Situaciones similares ocurren cuando hablamos de nuestra visión política
o religiosa, donde es casi imposible mantenerse impasible. Ambas cosas definen, en
buena medida, nuestra construcción del mundo.
Sobre la objetividad
Viendo así las cosas, habría dos formas de entender la realidad. En una de ellas, podemos
intentar convencer a alguien de la verdad de nuestras ideas, a través de “argumentos
objetivos”. Usando estos argumentos, pretendemos que la realidad es universal y
que precisamente esa realidad, la hemos aprehendido de forma racional. Por lo tanto, si la
otra persona persiste en sus propios argumentos, la tacharemos de ilógica o de absurda,
porque nuestra verdad, sería la verdad absoluta.
Aquí lo que debemos pensar, es cómo accedemos a la realidad. Y es donde aparece esta
segunda mirada sobre las cosas.
Para Maturana, no podemos tener acceso a una realidad objetiva independiente, sino
que existe un “Multiverso”, donde hay tantas realidades como experiencias. Por lo
tanto, lo que existe son dominios, campos, sistemas de explicaciones para nuestras
distintas experiencias, los que pueden o no coincidir con los de otras personas.
Uno podrá decir: “pero entonces, ¿cómo es posible el progreso científico, si no hay una
sola realidad?”. Y bien, es posible porque existe coincidencia sobre las premisas básicas a
utilizar y la lógica que se aplica a ellas. Y dentro de ese campo, que es uno de los tantos
posibles, se puede avanzar. De la misma forma que se puede progresar en otros campos
que no sean los científicos, en tanto exista coherencia entre las descripciones de la
realidad aceptadas por las personas participantes, o sea, que estén de acuerdo en cómo
entienden el mundo.
Las bases emocionales de nuestras relaciones
Para Maturana, a medida que crecemos, vamos uniendo las emociones al lenguaje. Al
entrelazamiento de emociones y lenguaje, Maturana le llama conversaciones. Y
plantea que todo lo que hacemos como seres humanos, lo hacemos en conversaciones.
Entonces, el amor es una manera de vivir en sociedad. Surge cuando al interactuar con
otras personas, no importa quienes sean o su lugar en la comunidad, las consideramos
como un legítimo otro, que puede coexistir con nosotros. Esta emoción, entonces, amar,
es el fundamento de la vida social, al aceptar la existencia de los demás, sin querer
anularlos o negar su propia visión del mundo.
Asimismo, esto obedece al hecho que nuestra naturaleza biológica está fundada en el
amor, por lo que la no exclusión de distintas miradas, responde a ello mismo. Así, nuestros
pensamientos o creencias no excluyen o niegan las de los demás y viceversa.
Para ello, además, debemos abrirnos al espectro emocional de nuestra existencia y
recordar que no constituye una interferencia con el campo intelectual, sino que a la
inversa, las emociones entregan sentido y profundidad a nuestro razonamiento.
Ustedes dirán que todo esto es un poco “soñador”, pero como dijo un gran sabio, el mundo
ideal está a sólo un día de distancia... si todos nos pusiéramos de acuerdo en respetar la
existencia del otro.
(*) NB. Texto cuyo autor desconozco, pero que ayuda a la lectura del texto
original de la Fenomenología del Conocer, de Humbero Maturana.- FCR.