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Acontecimento político

Raúl Prada Alcoreza

Índice:

¿Qué es la política? I

Plan de trabajo 3

¿Qué es la política? II

Nacimientos de la política 19

¿Qué es la política? III

Las ficciones del realismo político 57

Defensa crítica del proceso 90

Reflexiones sobre el “proceso” de cambio 103

La convocatoria del mito 122

Defensa de la revolución bolivariana 152

Paradojas de la “revolución”

Conservadurismos recalcitrantes

El concepto de modernidad 185

Crítica al esquematismo maniqueo 209

El meandro de los gobiernos progresistas

Conservadurismo de los intelectuales 269

Subversión comunitaria

1
Propaganda, imperio e imperialismo 314

Expropiación de lo común

Lo común no es estatal ni privado 322

Potencia y trama política

Intuición subversiva

Los tejidos y nudos de los entramados sociales 348

Drama y retórica de un gobierno reformista

Umbral y horizonte político 360

Trama política y potencia social

Balance y perspectivas del gobierno “progresista 365

Ceremonialidad y comedia política 384

Un discurso anacrónico 388

Poniendo los puntos sobre las íes

Retórica y realidad del discurso gubernamental 390

Incertidumbres y vicisitudes políticas 396

La política como campo de fuerzas 401

Crisis militar y colonialidad 407

Estado-nación versus Estado plurinacional 410

Dirigencia de llunk’us 413

El dedo en la llaga 416

¿Qué sentido tienen las elecciones? 422

2
Dedicado a los y las nuevas combatientes, heterodoxos,
iconoclastas, destructores de imperios y de estados, quienes
inventan los nuevos horizontes de emancipaciones y
liberaciones múltiples.

Política, democracia y crisis

¿Qué es la política?

¿Qué es la política? I

Plan de trabajo

Esta pregunta parece reiterativa y en los distintos contextos desde


que Nicolás Maquiavelo escribiera El príncipe y los Discorsi. Cuatro
siglos después se publica un libro de Hannah Arendt que lleva el título
interrogativo de ¿Qué es la política? Se trata de un libro armado por
Ursula Ludz, socióloga alemana, recompilando los trabajos de Hannah
Arendt destinados a un proyecto que titularía Introducción a la
política. Libro que nunca va a concluirse. El libro armado sale a luz en
1993 bajo el título en alemán Was ist Politik? Ahora volvemos hacer
la misma pregunta ante los contradictorios y complicados
acontecimientos que se dan en el proceso boliviano, ecuatoriano y
venezolano. Vale la pena hacerse la misma pregunta y tratar de
responderla a partir de estas últimas experiencias en Sud América.
Algo nos acerca a los escritos de Maquiavelo, ese algo es que el
escritor florentino parte de la experiencia que tuvo en los ámbitos de
poder y decisión, así como en su experiencia en el manejo de los
asuntos públicos, también en los temas militares. Esta experiencia lo
llevó a hacer una profunda reflexión sobre los alcances de estos
temas, abriendo definitivamente la visibilización y el conocimiento de
3
ese ámbito que se llamará modernamente política. En pocas palabras
Maquiavelo parte de la experiencia turbulenta de los principados, de
la naciente razón de Estado, de los manejos y procedimientos de los
poderosos, de su relación con el pueblo; es decir, enfrenta los
problemas de su tiempo. Algo que tenemos que hacer ahora,
enfrentar los problemas políticos de nuestro tiempo.

Podríamos decir que Maquiavelo abre un campo de análisis y


reflexión, sobre todo abre una problemática, descubre una
problemática; esta es la del manejo de la gente, que hoy podríamos
llamar el del gobierno de los hombres, mejor de los humanos, pero
también la problemática asociada a las relaciones de dominación o de
dominio, que hoy claramente podríamos llamar, las relaciones de
poder. Relacionada a estas problemáticas abre también la temática
de la relación con el pueblo, del consenso, que hoy podríamos
identificar con la problemática de la legitimidad. A Maquiavelo se lo
conoce por relacionar la política como el arte de del juego entre el
consenso y la fuerza, entre la legitimidad y la coerción. Sin embargo,
lo que importa es comprender que estos campos del gobierno de la
gente, del dominio, del gobierno, de la legitimidad y la fuerza tiene su
historia, su larga historia, que este ámbito de la política tiene su
genealogía, que debe ser analizada de acuerdo a los contextos y los
periodos históricos. Esto quiere decir también que el perfil de las
problemáticas cambia, no es el mismo en un tiempo y en otro. Es
muy aleccionador evaluar las distintas formas como se han acercado
a los campos problemáticos de la política distintos autores y
corrientes, la forma que lo abordan es ilustrativa del perfil y el
horizonte político en cuestión. No podemos hacer un repaso
exhaustivo y una comparación minuciosa de los distintos
desplazamientos, empero si podemos seleccionar algunas miradas y
enfoques característicos de las épocas, logrando vislumbrar sus
cambios, sus contrastes y transformaciones. Empero lo más
importante no es esto; no se busca una exposición académica, lo que
se quiere es conseguir dibujar el perfil, el contenido, la composición
de las problemáticas políticas que hoy se enfrentan en las
experiencias de los procesos boliviano, ecuatoriano y venezolano.
Averiguar qué enseñanzas nos dan para la comprensión histórica de
la política y de lo político.

Entonces el ensayo tiene dos partes; una que tiene que ver con un
análisis comparativo de los enfoques políticos, de acuerdo a los
contextos y periodos; la otra, la más importante, que tiene que ver

4
con las enseñanzas de los procesos en curso en Bolivia, Ecuador y
Venezuela. En la primera parte se ha escogido el propio enfoque de
Maquiavelo como fundador de una manera de ver, de comprender, de
analizar los campos problemáticos de lo que se va a llamar
modernamente la política, a diferencia de lo que los clásicos
denominaban con este nombre1. Por razones de tiempo y de espacio,
vamos a saltar a los teóricos de la razón de Estado como Juan
Bodino, Tomas Hobbes y otros que trabajan el tema del Estado como
razón, pero también como necesidad. Vamos a intentar tocar este
tema en la discusión, pero en este momento no nos vamos a detener
en la evolución de este enfoque. Nos interesa contrastar el enfoque
de Maquiavelo con enfoques dinámicos de la política, con aquellos
enfoques que están imperiosamente necesitados de vislumbrar lo
nuevo, de construir lo nuevo, con los enfoques que podemos
llamarlos revolucionarios, que persiguen abolir el viejo régimen e
inaugurar uno nuevo. Estos son importantes pues nos muestra un
aspecto que el mismo Maquiavelo había contemplado, la relación con
el pueblo, la participación del pueblo, no sólo en el logro del consenso
y de la legitimación sino en cuanto despliegue de la fuerza necesaria
popular, en la comprensión de la democracia como pueblo armado.

El otro enfoque abordado es el marxismo, sus distintas corrientes,


sobre todo atender la versión leninista; esto por sus vinculaciones y
preocupaciones relacionadas a la acción, sus esfuerzos de articular
teoría y práctica. Los problemas que plantea Vladimir Ilich Lenin son
nuevos, el desafío de una revolución proletaria en un país periférico,
de mayoría campesina. Los problemas que plantea una transición
como la dictadura del proletariado, las tareas que debe asumir un
gobierno obrero y campesino, cumpliendo tanto con temas
pendientes como por tópicos relativos a la transformación y la
construcción del socialismo. ¿Cómo se enfrenta la cuestión agraria y
la problemática campesina? ¿Cómo se enfrenta la guerra imperialista
y sobre todo la guerra desatada por los llamados rusos blancos,
apoyados por los países imperialistas? ¿Qué se hace cuando fracasa
la revolución obrera en Europa? Estos problemas tienen que ver con
las dinámicas de la política, las dinámicas relacionadas con las tareas
de transformación y de construcción. No son los mismos problemas,
empero hay una analogía sobresaliente con la problemática que
aborda Maquiavelo, esto es la construcción de la nación, incluso
tendríamos que decir, desde la perspectiva actual, la construcción del
1
Cuando hablamos de los clásicos nos referimos a la tradición tanto latina como medieval que trabaja
los escritos de Platón y Aristóteles sobre el concepto de política.

5
Estado-nación. Aunque éste, específicamente, no es un problema de
los bolcheviques, pues ellos tienen la tarea de la construcción de la
patria socialista, del Estado socialista, en las condiciones
problemáticas que se dan en la flamante Unión Soviética. La analogía
está en la construcción de lo nuevo. Por eso mismo, el problema se
convierte en un problema de convocatoria, o lo que los mismos
bolcheviques van a llamar de hegemonía, aunque la hegemonía se
restrinja, en ese momento a la alianza obrero campesina, a la
hegemonía proletaria respecto a las clases explotadas. Todavía no se
trata del concepto de hegemonía que ha de elaborar Antonio Gramsci
en los Cuadernos de la Cárcel. Este acento en la política como espacio
y tiempo, como experiencia, como ámbito de dispositivos para la
transformación viene dado en estos enfoques.

No nos apresuremos a señalar que los enfoques relativos a la razón


de Estado son conservadores, comparados a los enfoques
revolucionarios. Sencillamente se trata de otros problemas, de otra
problemática y por lo tanto de otro análisis y otra forma de
interpretación, así como otra manera de resolver teóricamente estos
problemas. Reduciendo esquemáticamente nuestra interpretación,
podemos decir que el problema de Hobbes es cómo lograr la paz en
ambiente de guerra permanente, sobre todo de una guerra de todos
contra todos. Por lo tanto, cómo elevar un poder sobre todos que
garantice la paz; un poder que a la vez los represente, pero a la vez
exprese la ley y el orden ante los cuales deben subordinarse todos.
En esta tesis se supone que para lograr la paz se requiere de un
poder, de un poder supremo y superior, de un poder que exprese la
voluntad de todos, que sea como síntesis y delegación de la voluntad
de todos. En cambio, en los bolcheviques el problema era cómo
destruir un Estado burgués y cómo construir un Estado en transición
hacia el socialismo. A propósito, es tremendamente ilustrativo la
forma cómo Lenin se plantea el problema y como propone resolverlo,
por lo menos teóricamente. Esta es la discusión que emprende en el
Estado y la Revolución.

Después del enfoque de Lenin sobre esta problemática política de la


revolución, hemos seleccionado abordar el enfoque que desarrollo
Hannah Arendt. En este caso no por su vinculación con la
problemática política revolucionaria, con el eje problemático de la
dinámica política transformadora, sino por el balance que hace de las
dramáticas experiencias políticas del siglo XX, por sus reflexiones
sobre la violencia, la condición humana y la temporalidad. Sobre todo

6
por su pregunta: ¿Qué es la política? Pregunta que es abordada
desde la mirada fenomenológica y existencial. Quizás podríamos decir
desde la problemáticas que plantea una contemporaneidad incierta, la
misma que goza, sin embargo, de una acumulación de experiencias,
de una extensión enorme de las interpretaciones teóricas, y sobre
todo de un horizonte de mundo, el mundo moderno, el mundo
moderno en su propio acabamiento, que significa tanto consolidación
como clausura. Nos interesa este balance porque hace la evaluación
desde otro lugar, distinto a los lugares y territorios de la comprensión
política como revolución, aunque su reflexión y análisis también
busque abarcar estas experiencias y problemas. No nos interesa
Hannah Arendt como lugar final desde dónde se valoriza la historia
política; no compartimos la posición de esta filósofa y política, sino
interesa sobre todo por el contraste que se hace evidente entre
enfoques, además de mostrar claramente una de las tendencias más
eruditas del mundo moderno, de la academia, de la filosofía.
Mostrando también los alcances de la preocupación filosófica y
política de un mundo logrado en su dominación y ordenamiento
institucional.

En el transcurso, desde el enfoque de Lenin hasta el enfoque de


Hannah Arendt, se han dado, como en el caso de las teorías de la
razón de Estado, algunos desplazamientos teóricos en los marxismos,
como es el caso de Antonio Gramsci. También hay incidencias y
desplazamientos teóricos de la forma de asumir el marxismo en
América Latina. No hablamos, a propósito, de un marxismo
latinoamericano, esta denominación resultaría polémica ante la
variedad de corrientes marxistas. Interesan los escritos que tienen
que ver con la acción política, pues es este el punto de vista que
hemos privilegiado en el análisis de la política como experiencia
histórica, pero también como expresión y pensamiento.

Sin embargo, por lo que hemos anunciado, la evaluación crítica de


procesos políticos en Sud América, nos interesa detenernos en el
análisis de los planteamientos políticos que se desarrollan desde los
movimientos indígenas y los movimientos sociales contemporáneos.
Desde la guerrilla zapatista hasta el proceso constituyente boliviano
se han desplegado nuevas hipótesis sobre la condición política. Hay
como un replanteamiento de lo que es la política, a partir de
consideraciones que tienen que ver con las tareas de descolonización
y con la exigencia básica de la participación, la autogestión y el
autogobierno. La democracia deja de ser concebida

7
homogéneamente como un ejercicio de la conquista y ampliación de
derechos para llegar a ser pensada como condición plural y el
ejercicio plural de la democracia. Por lo tanto, los problemas del
poder, de la mantención en el poder, de la conservación del poder,
del uso del poder para la transformación, cambian. Ya no estamos
ante el problema de la institucionalidad sino ante el problema de
constitución plural de subjetividades. En resumidas cuentas se trata
de un problema civilizatorio.

Indudablemente los discursos críticos desde la descolonización, desde


la interpelación descolonizadora, ayudan a establecer perspectivas de
evaluación de los procesos en cuestión. Aunque no sólo, pues
también se requiere de otros parámetros evaluadores, por ejemplo
los relativos a la propia genealogía política, reviviendo los problemas
de legitimación, consenso, hegemonía, también razón de Estado, así
como los problemas de transición. Sin embargo, no hay que olvidar
que estos recursos, el relativo a la arqueología de los enfoques, es un
ámbito del análisis. Interesa pasar a la evaluación de las prácticas, de
las experiencias fácticas, de la materialidad histórica y política, de la
historia efectiva de los procesos en cuestión. Eso corresponde a una
segunda parte de este ensayo.

La historia efectiva de los procesos políticos y sociales

¿Qué hay de nuevo en los procesos desatados en Bolivia, Ecuador y


Venezuela? ¿Qué los distinguen de otros procesos? Algo que llama la
atención es que son procesos vinculados a sus procesos
constituyentes, procesos que terminan elaborando sus constituciones
como un acto multitudinario de participación. Intentan con esto
inaugurar un nuevo tiempo, abren un nuevo horizonte histórico y
cultural. Otro rasgo de estos procesos que emergen de la crisis
profundas de sus Estado-nación. Esto en el caso boliviano de una
manera evidente, también en el caso ecuatoriano, con sus propias
particularidades, aunque no podemos decir lo mismo con el proyecto
bolivariano, pues este refunda el Estado-nación, con una perspectiva
más propia, más popular, recuperando el proyecto bolivariano de
integración. Se caracteriza a los tres procesos como los más
radicales, en comparación con lo que sucede en Brasil y en Argentina,
que tienen ribetes más reformistas, sobre todo en Argentina, que no
termina de salir de “eterno retorno del peronismo”.

8
Los procesos boliviano, ecuatoriano y venezolano, obviamente son
diferentes, responden a sus historias y contextos, aunque hay
analogías fuertes en el caso boliviano y ecuatoriano, por el tema
indígena, la descolonización y el Estado plurinacional, además de sus
concepciones civilizatorias alternativas del suma qamaña y el suma
kausay, traducidos como el vivir bien y el buen vivir. ¿Cómo
podemos apreciar estas diferencias, aunque también sus analogías?
Podemos recurrir a la comparación de sus constituciones, pero esto
no es suficiente. Es importante evaluar la dinámica molecular de sus
procesos y de sus crisis de Estado para poder encontrar las
singularidades de los procesos y las formas políticas que adquieren
sus diferencias. Es indispensable comprender la composición de los
sujetos sociales, actores y protagonistas de los procesos, sus
relaciones en el campo político, su confrontación con las instituciones
y el Estado, pero también sus vínculos con estas estructuras. Es
primordial dimensionar las posibilidades, las potencialidades, las
capacidades, que entran en juego en la dinámica de la movilización y
el conflicto. También es importante contar con las figuras de las
formas de organización desplegadas, compararlas con organizaciones
tradicionales, distinguir sus transformaciones, pero también la forma
como se politizan las multitudes. ¿Cómo entra en conflicto este
magma candente con el Estado? Y en este sentido, ¿cómo se plasman
y se expresan las vivencias colectivas en las constituciones?

Por lo tanto es indispensable efectuar un análisis comparativo de los


procesos boliviano, ecuatoriano y venezolano. En este análisis
comparativo se incluye no solamente lo fáctico, la dinámica molecular
de los procesos, la materialidad política de los mismos, sino también
lo imaginario, la institución imaginaria de la sociedad y del poder.
Partimos del supuesto de que el ser humano no solamente es
racional, político, lingüístico, simbólico, como se lo ha definido en
distintas circunstancias, a partir de la perspectiva de diferentes
teóricos y teorías, sino que es también y sobre todo un ser
imaginario, que está constituido primordialmente por esta facultad, la
facultad imaginaria. Hablamos de un ser que se constituye en la
dimensión imaginaria, gracias a esta dimensión se constituye
subjetivamente, constituye su subjetividad. Es esta facultad humana
la que sostiene la facultad racional, la acción política, las estructuras
lingüísticas, los sistemas simbólicos, también las instituciones, la
sociedad y el Estado. Las experiencias humanas son profundamente
imaginarias; están no solamente atravesadas por lo imaginario, sino
también que son interpretadas en el sentido de la pre-comprensión

9
por la facultad imaginaria. La vivencia humana no solo que es
somatizada sino también semantizada por ese articulador que es la
imaginación2. Particularmente interesa esta facultad por las
connotaciones en las relaciones de poder. Haciendo paráfrasis a
Cornelius Castoriadis podemos hablar de la institución imaginaria del
poder3. Por eso es importante comprender los imaginarios sociales y
colectivos inherentes a los procesos en cuestión.

A estas alturas de los acontecimientos, nos preguntarnos por los


procesos en cuestión, pero también por la comprensión que tenemos
de lo que llamamos proceso. ¿Es posible preguntarse por la
estructura del proceso? ¿Cómo puede haber una estructura en un
proceso que siempre está cambiando, fluyendo, desplegando,
desenvolviéndose? A veces la teoría y la metodología de investigación
son sorprendentes por los usos conceptuales que hace; estructura,
sistema, combinando estos términos con historia y movimiento. No
dejan empero de ser atinadas y hasta ordenadores estos usos, nos
obligan a auscultar la composición de los procesos, también la
diferencia de los procesos en el tiempo y en el espacio, dependiendo
de los contextos. Es muy posible que no podamos sostener lo de
estructura y lo de sistema, pues el flujo de los procesos exige más
bien figuras plásticas y mutantes; empero podemos usarlas como
referentes metodológicos para aproximaciones interpretativas y de
enfoque de los procesos, sobre todo en determinadas coyunturas que
llamaremos críticas. Las crisis ponen en cuestión las estructuras, los
sistemas y las instituciones; sería complicado sostener la figura de la
estructura de la crisis, menos pretender encontrar un sistema en la
crisis, aunque se puede tener un enfoque sistémico de la crisis.
Mucho más complicado pretender encontrar la institucionalidad de la
crisis; empíricamente las crisis son crisis institucionales. Empero para
no embarcarnos en una tarea filosófica y epistemológica de buscar la
figura plástica apropiada para hablar del proceso y de la crisis,
usamos críticamente esos conceptos de estructura y de sistema como
conceptos metodológicos de aproximación, bajo las condicionalidades
histórica, transformadoras, de que las estructuras y los sistemas
cambian en el proceso mismo.

Entonces volvamos a la pregunta general, ¿cuál es la composición de


los procesos en cuestión? De esta pregunta podemos hacer una
aproximación: ¿Cuáles son las estructuras de los procesos,

2
Revisar de Raúl Prada Alcoreza La subversión de la praxis. Episteme 1988. La Paz.
3
Revisar de Cornelius Castoriadis La institución imaginaria de la sociedad. Siglo XXI. México.

10
dependiendo de las coyunturas? De aquí podemos pasar a otras
preguntas: ¿Hay una diferencia estructural de los procesos o hay una
diferencia histórica, dependiendo de sus contextos? ¿Cuáles son las
características de sus movimientos sociales y de las relaciones de
estos movimientos con el Estado y la sociedad? ¿En qué consiste su
interpelación al capitalismo? Y quizás las preguntas más importantes
se centren en las preguntas sobre los desenlaces de los procesos:
¿Qué pasa con los procesos? ¿Cuál es su ruta? ¿Dónde van? ¿Qué
significan las contradicciones inherentes al proceso? ¿Qué pasa con el
Estado? ¿Por qué no se puede desmantelar esta fabulosa maquinaria?

El análisis comparativo de los procesos nos permite mirar la


interioridad de los procesos también desde una perspectiva externa,
desde la perspectiva de otros procesos. Este procedimiento se puede
diseñar de la siguiente manera, haciendo una paráfrasis a la
metodología sistémica de Niklas Luhmann: un proceso le presta su
complejidad a otro proceso para ser interpretado4. Y obviamente,
estos tres procesos no pueden comprenderse aislados de los que
pasa en el mundo, en el contexto de la crisis mundial del capitalismo,
de la crisis de dominación mundial, de la crisis de la modernidad.

Hipótesis interpretativa sobre la política

Antes de terminar el plan de trabajo, debemos hacer conocer


nuestras interpretaciones sobre la política, respondiendo a la
pregunta inicial: ¿Qué es la política?

A propósito quisiéramos colocarnos en el momento de ruptura


epistemológica, que suponemos que se da con los escritos de
Maquiavelo, principalmente El príncipe y Los Discorsi. ¿Por qué
ruptura epistemológica? Porque hay un cambio de problemática y de
comprensión del problema, un horizonte de visibilidad y de decibilidad
distinto. Partimos del estudio de Claude Lefort, quien nos dice, en su
monumental obra sobre Maquiavelo, que el escritor florentino se
coloca en un punto de desplazamiento, de quiebre, de inflexión, entre
dos grandes comprensiones de lo político, la tradicional, que se debe
a los clásicos griegos, y la moderna, la que se va construir
precisamente a partir del desplazamiento teórico que produce

4
Revisar de Niklas Luhmann La ciencia de la sociedad. Antrhropos 1996; México.

11
Mauiqvelo5. Con este apego o punto de partida, nos separamos de la
interpretación de Michel Foucault, quien considera a Maquiavelo
todavía un escritor atrapado en las concepciones tradicionales de la
política, profusas en su época, que Maquiavelo no puede considerarse
un teórico del Estado, como son los autores que van a trabajar la
razón de Estado. Creemos que esta interpretación, esta lectura,
fuertemente vinculada a las teorías del poder que el propio Foucault
desarrolla, se concentra mucho en los diagramas de poder que
encuentra, de alguna manera correspondientes a las grandes teorías
sobre el Estado y la gubernamentalidad, la monarquía patrimonial, la
monarquía absoluta, obsesionadas por la territorialidad; la República,
preocupada por la seguridad; y el bio-poder, que se corresponde con
las teorías neoliberales, que tiene como referente a la población, las
políticas de población6. Ciertamente si evaluamos desde la
perspectiva de la genealogía del Estado y de las formas de
gubernamentalidad, es complicado situar a Maquiavelo como teórico
del Estado. Pero, si entendemos que los ámbitos de lo político
abarcan mucho más que la cuestión estatal y la cuestión
gubernamental, que llevan más allá las propias relaciones de poder,
que le dan precisamente una plasticidad y flexibilidad asombrosa,
podemos comprender bien que lo que se produce en Maquiavelo es
precisamente una ruptura con las concepciones filosóficas, morales y
éticas sobre la política, que formaban parte de una tradición,
alimentada durante lo que se llama el Medioevo. Que es precisamente
esta concepción nueva, moderna de la política, la que va liberar una
reflexión y análisis más propio sobre el Estado. Entonces vemos
meridianamente la razón por la que el escritor florentino causa un
torbellino de pasiones durante siete siglos. Nuestro punto de partida
se resume a lo siguiente: Maquiavelo inaugura la comprensión
moderna de la política.

¿En qué consiste esta comprensión moderna de la política? La política


ya no puede ser deducida de la justicia, tampoco de la ética y de la
moral. La política no está vinculada al bien común. Si bien la política
no se reduce a un juego de fuerzas, la correlación de fuerzas termina
siendo una condición de posibilidad del desenlace político. La política
no se reduce al juego de fuerzas porque también juega un papel

5
Claude Lefort: Le travail de l’oeuvre machiavel. Gallimard 1986 ; París. Hay una traducción al
castellano, empero sin la primera parte mas bien antológica de varios autores. El título es Maquiavelo.
Lecturas de lo político. Trotta 2010; Madrid.
6
Revisar de Michel Foucault Seguridad, territorio, población. Fondo de Cultura Económica 2004; Buenos
Aires.

12
importante la astucia; es decir, un cierto saber, un cierto
conocimiento, de la gente, de los entornos, de las armas, del
territorio, de los pueblos, de la relación con los otros estados. De lo
que se trata es de comprender los métodos y procedimientos
desplegados por los que tienen el mando, pero también de
comprender las coyunturas de su utilidad y alcance. No hay recetas,
sino complejidades, también singularidades, que terminan incidiendo
de una determinada manera sobre las fuerzas, pero también sobre el
territorio y sobre todo el pueblo. De lo que se trata es de contar con
la experiencia de la política y elevarla a comprensión práctica para la
acción. En este sentido El príncipe es un manifiesto político, según la
interpretación de Luis Althusser7. Empero, los escritos de Maquiavelo
no pueden reducirse sólo al valor candente de un manifiesto, pues
comprenden varias dimensiones, varios tejidos entrelazados. No se
renuncia a la interpretación teórica; al contrario se busca comprender
las situaciones concretas donde las articulaciones de la acción derivan
en desenlaces de alcance, como por ejemplo la conservación del
poder. Althusser decía que Maquiavelo, antes que Antonio Gramsci,
es un pensador de la relación concomitante entre coerción y
hegemonía, de su combinación dialéctica. Pues vemos en los últimos
capítulos de El príncipe una evidente preocupación de Maquiavelo de
la relación entre el príncipe y el pueblo, apostando por la legitimidad
del nuevo príncipe, no sólo sobre las armas y las fuerzas, sino sobre
una composición potenciada del pueblo con las armas, convirtiéndose
en la más importante de las fuerzas de defensa. Entonces la política
no se reduce a las fuerzas, sino que define un campo de acciones y
de saberes, de prácticas y de conocimientos, íntimamente vinculadas
a la participación del pueblo, a su relación con el príncipe en la
fundación del Estado. Lo que hoy podríamos decir lucha de clases.

Desde esta perspectiva la política no es la teoría del Estado sino la


lucha que funda el Estado, es la acción que compromete la expresión
de la voluntad popular y pueblo en acción. Algunos intérpretes de
Maquiavelo han encontrado en esta vinculación el llamado a la
nación, sobre todo cuando Maquiavelo llama a luchar contra los
“barbaros” extranjeros que dominan y subyugan Italia. La nación
aparece como el reconocimiento dramático del nosotros frente al
invasor. La política entonces es asumida como espacio-tiempo de
acciones y prácticas que ponen en juego saberes y conocimientos en
la perspectiva de una fundación. Antonio Gramsci interpretaba esta

7
Revisar de Louis Althusser Maquiavelo entre nosotros. AKAL; Madrid.

13
característica de los escritos del escritor florentino convirtiéndolo en
un teórico de la praxis. No vamos a discutir esta interpretación como
de un marxismo antelado de Maquiavelo, sin embargo, queda claro
que el escritor florentino elabora una teoría práctica de la política en
tanto teoría de la acción. Esta característica no deja de ser ilustrativa
de uno de los rasgos sobresalientes del escritor florentino, entre
múltiples rasgos develados por sus intérpretes. Esto nos lleva
comprender que estamos ante una textura literaria de varias capas
entrelazadas, nos lleva ante un autor que tiene múltiples propósitos
en sus escritos principales, propósitos que vienen dados desde la
minuciosa detallada critica que realiza frente a los prejuicios de su
tiempo sobre el poder y la política. Por lo tanto asume una posición
crítica a las concepciones, ideologías y teorías en boga. El
procedimiento de esta crítica puede ser sumamente sinuoso por los
contradictorios ejemplos que utiliza a lo largo de los primeros
capítulos de El príncipe. Según Claude Lefort es el método que
emplea para mostrar lo insostenible de las creencias y prejuicios de
su tiempo sobre el poder, para descartar tesis asumidas en su
tiempo, incluso comportamientos cristalizados, casi reiterativos en los
gobernantes. Se trata de un método pedagógico que ha confundido a
muchas generaciones de intérpretes, analistas y detractores. El
asombro de los siglos de interpretaciones de los escritos en cuestión
se evidencia en las dicotómicas caracterizaciones del escritor
florentino por parte de generaciones de intérpretes; se ha calificado a
Maquiavelo de todo, desde la encarnación del demonio hasta de
continuador de la corriente filosófica cínica. Estas interpretaciones
exacerbadas y apresuradas han sido las que han derivado en esa
reducción pragmática y utilitarista de que la política se restringe
lograr el fin por cualquier medio posible. El fin justifica los medios.
Tesis que ciertamente no se encuentra en el escrito florentino sino en
esa corriente detractora, reduccionista y utilitarista del
maquiavelismo, que puede entenderse como un uso perverso de la
fama y no de los escritos de Maquiavelo. A propósito de este
equívoco, hay que decirlo de una buena vez, el maquiavelismo no
pertenece a la órbita de Maquiavelo.

Hablando del tejido de los escritos de Maquiavelo, de las capas


entrelazadas, podemos encontrar, en una lectura deconstructiva,
varias dimensiones posibles. Haciendo una recapitulación, podemos
decir que entonces hay una dimensión pedagógica en los escritos; es
esta sedimentación la que sostiene el desplazamiento, la ruptura, con
el horizonte de comprensión tradicional. Hay una dimensión

14
descriptiva de todo lo que hace a la política; no solamente los
métodos, los instrumentos, los procedimientos empleados, sino los
contextos, los escenarios, los entornos involucrados, los problemas
que se enfrenta, las formas cómo se logra el poder, las formas de
conservarlo, las formas de perderlo. También los tipos de principado,
los tipos de Estado; los que se fundan en la violencia, los que se
fundan en la ley, los que se fundan en la fe, los que se apoyan en el
pueblo, los que se apoyan en las armas. Los perfiles individuales de
los príncipes, inclinados a la virtu o a la fortuna. La flexibilidad o
dureza de adecuación de los príncipes a las nuevas circunstancias.
Las remembranzas históricas, las innovaciones. También las
relaciones con los estados extranjeros, las relaciones con los
mercenarios, con los Condonttieri, la relación con el pueblo armado.
Cómo se puede ver el ámbito de la política no se reduce a un plano,
el que se pueda escoger o privilegiar según la perspectiva, sino que la
política comprende una pluralidad de planos condicionantes en el
momento de la acción.

Hay una dimensión teórica de la política, cuando Maquiavelo lanza


sus propias interpretaciones y tesis sobre la política, como
comprensión práctica de las relaciones de poder, de dominación, pero
también de emancipación, de fundación de lo nuevo. Esta dimensión
se encuentra un poco dispersa en los escritos, pero aparecen como
conclusiones ilustrativas de arduas exposiciones. Son importantes
retomarlas pues ayudan a comprender el alcance de la irrupción de
Maquiavelo en la concepción moderna de la política.

También hay una dimensión referida a la acción innovadora, a la


acción transformadora, a la convocatoria, una dimensión donde se
manifiesta el proyecto político convocando al nuevo príncipe, a la
nación y al nuevo Estado. Podríamos llamar a esta dimensión
propiamente política, en el sentido pleno del desplazamiento de las
acciones transformadoras, lo que el propio Lefort, también más tarde
Jacques Rancière, llama lucha de clases.

Esta apertura de la teoría política moderna se caracteriza por develar


los rasgos dinámicos de la política, problemáticos, cambiantes, las
características explosivas de la política, distanciándose de la
comprensión tradicional de la política como equilibrio. Que algunas
corrientes características de la ciencia política hayan reducido la
teórica política a la ciencia del Estado y busquen recetas de equilibrio,
postulando el orden, es precisamente un retorno a los prejuicios
clásicos de la comprensión de la política, empero buscando mas bien
15
satisfacer un interés denostado, la conservación de las instituciones.
Se trata de una posición conservadora, mas bien “policial” que
política, como dice Jacques Rancière8. De todas maneras el
desplazamiento teórico producido por Maquiavelo también comprende
estas comprensiones y conocimientos de las dinámicas
institucionales. Lo que importa es visualizar el alcance de la apertura
política y la comprensión de la política moderna.

Se ha dicho desde el enfoque weberiano que la modernidad produce


no sólo la desacralización y el desencanto, sino también la
autonomización de la política y la autonomización de la economía.
Habría que discutir estas tesis, pues lo que se ve también es una
politización de ámbitos sociales y económicos, ahora, una politización
de los ámbitos culturales, territoriales y ecológicos, así como también
una irradiación de la economía a los distintos ámbitos del
desenvolvimiento social, político, cultural, territorial y ecológico. No
es posible separar estos mapas, así como lo han pretendido las
ciencias clásicas de la modernidad, pues se encuentran intersectados
y entrelazados. Por lo tanto, podemos decir que, la política es una
perspectiva transversal de la modernidad, así como la economía es
otra perspectiva transversal de la modernidad.

La experiencia social de la política y la experiencia social de la


economía han constituido memorias contradictorias, que en todo nos
muestra el recorrido convulso de la política y el recorrido no menos
problemático de la economía; es decir, hablamos de la marcha
despiadada a la acumulación y a concentración. La mundialización
capitalista habla de ello, también las convulsas vivencias políticas de
las sociedades modernas. La historia de las luchas sociales, de las
luchas económicas y de las luchas políticas nos muestra la
imbricación profunda de estas experiencias. Hay una gran conquista
de la modernidad que resume estas imbricaciones, la conquista
democrática, basada en el pre-juicio de la igualdad, en la pre-
comprensión de la igualdad, que se convierte en juicio y en
comprensión de la igualdad, en conquista de derechos y en
transformaciones políticas. La democracia y la profundización de la
democracia es producto de las luchas y conquistas sociales. La
democracia tiene que ser leída políticamente, económicamente y
socialmente. Claro que se expresa en sus logros jurídicos como
derechos y garantías constitucionales, pero indudablemente se trata
de un acontecimiento político y social.
8
Revisar de Jacques Ranciére El desacuerdo. Política y filosofía. Nueva Visión 1996. Buenos Aires.

16
No pude confundirse la democracia con el liberalismo; el liberalismo
comprende teorías liberales, pero sobre todo un posicionamiento
institucional, una forma gubernamental de administrar el Estado y
liberar el mercado, basándose en los derechos fundamentales del
individuo. Claro que el liberalismo supone la democracia, pero se
trata de una manera de reducir la democracia al equilibrio
institucional y a la garantía de los derechos individuales. El
liberalismo se convierte en una contención institucional, jurídica y
gubernamental de la democracia, de las posibilidades y
potencialidades de la democracia. El liberalismo es una forma de
atomizar el pueblo.

Volviendo a la pregunta ¿qué es la política? Debemos resolver un


problema planteado por Rancière. Él diferencia entre política y
policía; la política es asimilada a la democracia, que pone en
suspenso los mecanismos de dominación, y por lo tanto tiene que ver
con lucha de clases; la policía es la represión de la política, es la
apuesta institucional del orden; la tarea de la policía es mantener y
conservar el orden. El estudio de Claude Lefort sobre Maquiavelo nos
muestra que la comprensión política que abre el escritor florentino es
incluir ambos espacios de acciones y prácticas, de procedimientos y
normas, al campo político. La política contendría una contradicción y
dualidad inherentes, la política supone tanto las actitudes y acciones
encaminadas a conservar el poder, así como también comprende las
actitudes, las acciones y prácticas encaminadas a desmontar el
poder, construir un nuevo Estado, incluso conformar un contrapoder y
trascender las relaciones de poder. La política comprende los
pequeños detalles, las decisiones coyunturales, los acuerdos, incluso
secretos, los convenios formales e informales, las movidas de pasillo
y las firmar públicas, los perfiles de los gobernantes, los entornos, los
movimientos y los posicionamientos milimétricos. La política
comprende el poder y el contra-poder, la hegemonía y la contra-
hegemonía, el espacio de acciones conservadoras, así como el
espacio de acciones revolucionarias. La política es una experiencia y
vivencia intensa de las sociedades modernas, de las masas, de las
clases y de las comunidades. La experiencia política también ha
mostrado contrastes y paradojas; cuando los que se situaban en el
espacio de acciones interpeladoras y revolucionarias toman el poder
se ven impelidos al pragmatismo o el realismo politico ante la tarea
de conservar el poder, de defender su gobierno y terminan
ingresando al espacio conservador. Estos temas son sobresalientes
por las contradicciones inherentes y por los dilemas que plantea:

17
transformar o conservar, cambiar o dilatar, institucionalizar o abrirse
a la participación. La política entonces supone ambas disposiciones,
ambos agenciamientos. La política plantea de fondo la cuestión del
poder, concebida como mapas de relaciones de fuerza, tanto desde la
perspectiva de las dominaciones, como desde la perspectiva de las
resistencias y emancipaciones. La política se mueve en esa
contradicción que la desgarra, la cuestión que sitúa a los pueblos, las
comunidades, las clases, las multitudes ante dilemas que
comprenden contrastes profundos, selecciones y elecciones
diferentes, conservar o cambiar. Los mismos sujetos sociales están
constituidos por ambas inclinaciones, son conservadores y son
revolucionarios, están atravesados por imaginarios contradictorios.
Pueden comportarse de una determinada manera en un escenario y
pueden comportarse de otra manera en otro escenario. Esto nos lleva
a la comprensión de sujetos múltiples, de distintos posicionamientos
del sujeto; una cosa es el sujeto de la movilización, otra cosa es el
sujeto de la organización, otra cosa es el sujeto individual, por
ejemplo, los dirigentes. La política comprende tanto la reproducción
del poder así como la transformación del poder, incluyendo la utopía
de liberarse de las relaciones de poder como dominación.

Desde Maquiavelo varios teóricos coincidieron en el juego político y la


combinación específica y singular de la coerción y el consenso;
Gramsci y Althusser recogen este aporte del escritor florentino. No
parece reducirse la política a esta composición contradictoria, parece
más bien que hay una matriz más compleja que sostiene ese juego
de la coerción y el consenso, es la matriz contradictoria y convulsa de
la dominación y la emancipación. El ser humano moderno parece
desgarrado por esa contradicción constitutiva de su subjetividad,
deseo de dominar y deseo de emanciparse; pulsiones, si podemos
hablar así, que tienen que ver también con otras, deseo del amo y
deseo de ser libre. ¿Cómo se resuelve esta convulsión? Si revisamos
la historia de las crisis políticas, sociales y económicas, esta
contradicción parece no resolverse. En los momentos más intensos
las crisis empujan a las masas, las multitudes, las clases explotadas,
los pueblos colonizados a emanciparse de sus cadenas; empero, este
mismo flujo magmático arrastra composiciones que cuando cristalizan
reproducen la pulsión de dominación. Esto se ve más claramente
cuando el proceso conduce a la toma del poder, cuando los
revolucionarios se transforman en funcionarios y se ven ante la tarea
imperiosa de defenderse. Incluso cuando el gobierno revolucionario
despliega su programa de transformaciones se encuentra como

18
obligado a recurrir a la violencia para imponer su programa de
transformaciones. El recurso a la violencia, aunque esta sea
revolucionaria es complicada pues arrastra rápidamente hacia la
necesidad de dominación. Lo paradójico de todo esto es que la
violencia no solamente se aplica a los enemigos de la revolución, a
las viejas clase dominantes, sino también y sobre todo a los estratos
más comprometidos con el proceso y el programa revolucionario, que
reclaman consecuencia y transformaciones radicales. Entonces el
gobierno revolucionario se ve obligado a reprimir a los sectores de
avanzada porque exigen la continuidad, la permanencia, el carácter
interrumpido de la revolución. Este es uno de los síntomas
característicos en todos los procesos revolucionarios, que podemos
seguirlos, sobre todo los que son más ilustrativos desde la revolución
francesa hasta los procesos contemporáneos, pasando por las
llamadas revoluciones socialistas. Ocurre como cuando después de la
explosión volcánica el magma tiende a solidificarse.

¿Se puede salir de este círculo? ¿Se puede escapar de estos avances
y retornos? ¿De estas transgresiones y después restauraciones? Es
algo que no se puede responder sino auscultando la matriz misma de
la política a partir de una mirada acuciosa de las experiencias
políticas más intensas vividas. Es indispensable un saber y
conocimiento, una comprensión de esta convulsión intima del ser
humano moderno, de su constitución subjetiva íntima. Pero también
es indispensable un saber y un conocimiento, una comprensión
descriptiva de las dinámicas de las relaciones de poder especificas
que entran en juego en coyunturas y contextos determinados. No se
puede seguir caminando a ciegas respecto a estos problemas,
embarcándose en procesos, atrapados por los ritmos indetenibles de
los mismos, arrastrados por condicionamientos y estructuras
incontrolables. Sorprendiéndose después de los desenlaces de los
resultados paradójicos producidos.

La política entonces es una de las experiencias primordiales


constitutivas del ser humano moderno cuyas condiciones y causas
profundas desconocemos. Ante los desafíos del presente, ante la
magnitud de la crisis civilizatoria, de la modernidad, del capitalismo,
ante la envergadura de la crisis ecológica, estamos obligados a
escapar de esta aparente condena de dejar la suerte de los procesos
al juego del azar y de la necesidad. No se trata de ninguna manera
de controlar el azar sino de comprender la determinación de ciertas
condiciones subjetivas y la dinámica molecular de las relaciones de

19
poder. Esta comprensión, cocimiento y saber puede ayudar a incidir
en el curso mismo de los procesos.

Apuntes para una introducción a la política de Hannah Arendt

Reflexiones de fragmento 1

Como clausura de este plan de trabajo y haciendo un círculo,


retomando la pregunta filosófica con la que comenzamos, vamos a
discutir las interpretaciones y tesis que despliega Hannah Arendt
ante la pregunta de ¿qué es la política? Hannh Arendt escribe en su
primer fragmento que:

1. La política se basa en el hecho de la pluralidad de los hombres.


Dios ha creado al hombre [Mensch.], los hombres son un producto
humano, terrenal, el producto de la naturaleza humana. Puesto
que la filosofía y la teología se ocupan siempre del hombre, puesto
que todos sus enunciados serían correctos incluso si sólo hubiera
un hombre, o dos hombres, o únicamente hombres idénticos, no
han encontrado ninguna respuesta filosóficamente válida a la
pregunta: ¿Qué es la política? Peor todavía: para todo
pensamiento científico sólo hay el hombre —tanto en la biología o
la psicología como en la filosofía y la teología, así como para la
zoología sólo hay el león. Los leones serían una cuestión que sólo
concerniría a los leones. En todos los grandes pensadores —
incluido Platón— es llamativa la diferencia de rango entre sus
filosofías políticas y el resto de su obra. La política nunca alcanza
la misma profundidad. La ausencia de profundidad de sentido no
es otra cosa que la falta de sentido para la profundidad en la que
la política está anclada.

¿Qué significa decir que la política se basa en la pluralidad de los


hombres? Un poco más adelante Hannah Arendt nos va a decir que la
política no es algo constitutivo del hombre, no es como la esencia del
hombre, pues el hombre es a-político. La política acontece entre-los
hombres. En esa interrelación, en esa intersubjetividad es donde se
da la política. Es en el espacio de los ámbitos de relaciones entre los
hombres que se produce ese acontecimiento que es la política. La
política supone relaciones, siendo además la política un mapa de
relaciones, relaciones que adquieren una significación propia de la
política, que según la filósofa tiene que ver con la diversidad, pero
también con el reconocimiento de la igualdad, valor que sustenta a la
democracia misma.

La filosofía no sabe lo qué es la política, la representación universal


del hombre no le ayuda, la concepción de una naturaleza humana no
20
le ayuda, la representación del hombre hecho a la imagen de la
soledad de Dios no le ayuda. Todo esto aleja a la filosofía de la
comprensión de la política. No hay hombre, lo que hay es una
pluralidad de humanos que entran en relación y es en esa
interrelación dónde se constituyen como sujetos y subjetividades. Es
esa pluralidad existencial y esa pluralidad de relaciones la que da
lugar al acontecimiento político, entendido como revelación de la
pluralidad misma. En relación a la comprensión de la política, la
filosofía nos muestra la falta de sentido para la profundidad en la que
la política está anclada. Los enunciados de la filosofía política son
superficiales, no logran penetrar en la insondable matriz donde se
construye la política. A propósito, la pregunta que debemos hacernos
es: ¿si lo que se requiere, lo que reclama Hannah Arendt, es un
pensamiento pluralista que logre pensar la pluralidad del
acotamiento?

En el siguiente apartado continúa:

2. La política trata del estar juntos y los unos con los otros de los
diversos. Los hombres se organizan políticamente según
determinadas comunidades esenciales en un caos absoluto, o a
partir de un caos absoluto de las diferencias. En la medida en que
se construyen cuerpos políticos sobre la familia y se los entiende a
imagen de ésta, se considera que los parentescos pueden, por un
lado, unir a los más diversos y, por otro, permitir que figuras
similares a individuos se distingan las unas de las otras.

En esta forma de organización, efectivamente, tanto se disuelve la


variedad originaria, como se destruye la igualdad esencial de todos
los hombres. En ambos casos, la ruina de la política resulta del
desarrollo de cuerpos políticos a partir de la familia. Con esto ya
se da a entender lo que en la imagen de la Sagrada Familia es
simbólico, la opinión de que Dios ha creado no tanto al hombre
como a la familia.

Este párrafo es más claro: La política trata del estar juntos. Esta
conjunción hace a la política. ¿Es entonces la multitud la condición
manifiesta de la política? La respuesta parece afirmativa cuando se
añade a la condición del estar juntos la figura de y los unos con los
otros diversos. Hay pues un caos constitutivo de la política; empero
la ruina de la política comienza cuando se organizan los cuerpos
políticos a partir de la familia. Es cuando se juega a ser Dios y se
persigue crear al hombre. El arquetipo de la sagrada familia inaugura
un imaginario circunscrito al orden patriarcal. Aunque esto último no
escribe Arendt, da entender que los cuerpos políticos que se
conforman a partir de la familia se alejan de la pluralidad e instituyen
una homogeneidad desigual.

21
3. Cuando se ve en la familia más que la participación, esto es, la
participación activa, en la pluralidad, se empieza a jugar a ser
Dios, es decir, a hacer como si naturaliter se pudiera escapar del
principio de la diversidad. En vez de engendrar a un hombre, se
intenta, a imagen fiel de sí mismo, crear al hombre.

Desde un punto de vista práctico–político, sin embargo, la familia


adquiere su arraigado significado por el hecho de que el mundo
está organizado de tal modo que en él no hay ningún refugio para
el individuo, para el más diverso. Las familias se fundan como
albergue y fortificación en un mundo inhóspito y extraño en el que
uno desea establecer parentescos. Este deseo conduce a la
perversión fundamental de lo político, porque, a través de la
introducción del concepto de parentesco, suprime, o más bien
pierde, la cualidad fundamental de la pluralidad.

Otra cosa que queda claro en este párrafo es que Hannah Arendt
concibe al individuo como átomo de esta diversidad y este caos
constitutivo; lo que niega el cuerpo político es precisamente es esta
individualidad. Se concibe al mundo como inhóspito donde no hay
refugio para el individuo, lo que lleva a establecer parentescos. Este
arcaísmo disuelve al individuo y lo integra en cuerpos, en
comunidades. Integración que suprime la cualidad fundamental de la
pluralidad. En esta apreciación se nota la perspectiva liberal de
Hannah Arendt, el punto de partida de la política en el individuo, en la
individualidad. Sin embargo, lo inquietante de esta perspectiva es
que conecta a la individualidad con la pluralidad y la diversidad, no
con el espacio homogéneo de la concurrencia, como en el caso del
liberalismo clásico.

4. El hombre, tal como filosofía y teología lo entienden, sólo existe —


o se realiza— en la política con los mismos derechos que los más
diversos se garantizan. En esta garantía voluntaria y en la
concesión de una exigencia de igualdad jurídica, se reconoce que
la pluralidad de los hombres, que deben su pluralidad únicamente
a sí mismos, tiene que agradecer su existencia a la creación del
hombre.

El desafío del acontecimiento político a la filosofía es grande,


cuestiona su representación mayúscula, el hombre, quién existe en la
política con los mismos derechos, sujeto que exige la igualdad
jurídica. Desde este punto de vista, la multiplicidad singular de los
hombres debe agradecer a la creación de la universalidad homogénea
del hombre; naturaleza abstracta que los hace existir. Empero, a
pesar de este salto de lo singular a lo abstracto, al concepto de
hombre, la política no puede ser atrapada. El acontecimiento plural
de la política demuele el mito de la soledad del hombre al hacer
22
evidente la proliferación de formas humanas, concretas y culturales.
La política asoma en esa elocuencia magnífica de los diversos.

5. La filosofía tiene dos buenos motivos para no encontrar nunca el


lugar donde surge la política. El primero es:

a) Zoon politikon.: como si hubiera en el hombre algo político que


perteneciera a su esencia. Pero esto no es así; el hombre es a–
político. La política nace en el Entre–los–hombres, por lo tanto
completamente fuera del hombre. De ahí que no haya ninguna
substancia propiamente política. La política surge en el entre y se
establece como relación. Así lo entendió Hobbes.

b) La representación monoteísta de Dios, a cuya imagen y semejanza


debe haber sido creado el hombre. A partir de aquí, ciertamente,
sólo pueda haber el hombre, los hombres son una repetición más
o menos afortunada del mismo. El hombre creado a semejanza de
la soledad de Dios es la base del hobbesiano state of nature as a
war of all against all. Es la guerra de uno contra todos los otros,
que son odiados porque existen sin sentido — sin sentido para el
hombre creado a imagen de la soledad de Dios.

La solución de Occidente a esta imposibilidad de la política dentro


del mito occidental de la creación es la transformación de la
política en historia o su sustitución por ésta. A través de la
representación de una historia universal la pluralidad de los
hombres se diluye en un individuo humano que también se
denomina humanidad. De ahí lo monstruoso e inhumano de la
historia, que al fin se impone plena y brutalmente a la política.

No hay un animal político, no se trata de una propiedad esencial del


ser humano. La política aparece como relación, acontece en la
relación entre la pluralidad de seres humanos. El no mirar esta
manifestación relacional, esta experiencia política estructurada en los
ámbitos de las relaciones humanas, entre humanos, ha alejado a la
filosofía de la posibilidad de encontrar el lugar de la política.

Otra cosa que ha alejado la comprensión de la política es la imagen


monoteísta de Dios. El hombre al ser hijo de Dios hereda su soledad
inmensa. Bajo esta condición no pude sino entrar en guerra con los
demás hombres, que no pueden ser vistos sino como enemigos. La
relación con los demás hombres es concebida entonces como guerra,
en tanto se parte de un antagonismo primordial. Para esta
comprensión bélica de las relaciones humanas la política viene a ser
la continuación de la guerra por otros medios. Llama la atención que
Michel Foucault haya caído también en esta tradición, que no es otra
cosa que la tesis invertida de Carl von Clausewitz, que dice que la
guerra es la continuación de la política por otros medios. Ambas tesis
23
se complementan, pues ya la política es percibida como disputa,
como polémica. En cambio la política pensada desde el pensamiento
pluralista, pensada como acontecimiento plural, se abre a la
comprensión de relaciones no antagónicas y no hay necesidad de
suponer una guerra inicial. En el nacimiento de la política se dan
pluralidad de relaciones, que han tenido que ser de apoyo, de
solidaridad, de cohesión, de colaboración, para poder permitir la
existencia, la continuidad y la reproducción social. No se descartan de
ninguna manera relaciones conflictivas, polémicas, contradictorias y
hasta antagónicas, sino que estas se dan en un conjunto múltiple de
relaciones, que plantean precisamente la complejidad de la política.

6. Es tan difícil darse cuenta de que debemos ser realmente libres en


un territorio delimitado, es decir, ni empujados por nosotros
mismos ni dependientes de material dado alguno. Sólo hay
libertad en el particular ámbito del entre de la política. Ante esta
libertad nos refugiamos en la «necesidad» de la historia. Una
absurdidad espantosa.

La política requiere de la condición de posibilidad de la libertad, de la


existencia de humanos libres, humanos con derecho a la palabra y
que no se encuentren sometidos a nadie. Humanos que puedan
hablar y actuar, deliberar y aventurarse. Este acontecimiento de la
palabra y de la acción entre hombres iguales es primordial en la
práctica política. Empero frente a esta irrupción creativa de la política,
la angustia del hombre solitario, que no asume la contingencia y el
azar de la libertad, lo lleva a resolver el problema por la tesis de la
necesidad, sobre todo por la necesidad histórica, por la interpretación
teleológica, que exige encaminar las acciones a la realización de fines
supremos. Esta interpretación concibe a la política como medio.

7. Podría ser que la misión de la política fuera elaborar un mundo tan


transparente para la verdad como la creación de Dios. En el
sentido del mito judeo–cristiano esto significaría: el hombre,
creado a imagen de Dios, ha recibido una fuerza generadora para
organizar al hombre a semejanza de la creación divina. Esto
probablemente es un disparate. Pero sería la única demostración y
justificación posible de la idea de una ley natural.

En la absoluta diversidad de todos los hombres entre sí, que es


mayor que la diversidad relativa de pueblos, naciones o razas; en
la pluralidad, está contenida la creación del hombre por Dios. Ahí,
sin embargo, la política no tiene nada que hacer. Pues la política
organiza de antemano a los absolutamente diversos en
consideración a una igualdad relativa y para diferenciarlos de los
relativamente diversos.
24
Dos ideas fundamentales hay que rescatar de este parágrafo; una,
que la historia, lo que llamamos modernamente la historia, en tanto
razón inherente a la temporalidad de los acontecimientos y sentido de
los mismos, también entendido como memoria y espíritu, es decir,
cultura y comunidad, está íntimamente imbuida por el mito judeo-
cristiano de la creación, de la imagen divina y de la realización de la
verdad. De alguna manera, la historia moderna reproduce la figura
providencial del mito judeo-cristiano, ciertamente desacralizado,
convirtiendo el designio de la escritura en astucia de la razón. Esta
interpretación nos lleva a comprender que la filosofía de la historia,
incluyendo al materialismo histórico, no hace otra cosa que seguir el
significado de la providencia concebida ahora como sentido de la
historia. La historia vendría a ser no solamente otro mito, un mito
moderno, sino una hermenéutica teleológica, donde una “religión”
desacralizada sustituiría a la política, al negar la libertad y el azar a
nombre de la necesidad.

La otra idea es que la mayor diversidad, la absoluta diversidad, se


encuentra entre los individuos, que son absolutamente singulares,
únicos. Que esta absoluta diversidad es organizada por la política
teniendo en cuenta su igualdad relativa, en tanto su condición
humana, distinguiéndolos de la relativa diversidad como pueblos y
naciones. La democracia se funda entre los absolutamente diversos y
no entre lo relativamente diverso. Este segundo caso no corresponde
a la política sino a las relaciones entre Estados.

Hannah Arendt comprende la política como acción libre, de seres


humanos libres, que ponen en actividad la palabra, la reflexión y la
deliberación, que desencadenan acciones consensuadas que ejecutan
decisiones y voluntades plurales. La política en el sentido moderno es
el ejercicio de la democracia, es la democracia misma, la realización
elocuente de la pluralidad. Cuando no hay palabra, cuando no se
permite el despliegue libre, la realización de la libertad, no hay
política. Lo que se dan son formas de despotismo, de tiranía y de
autoritarismo, encaminándose en los casos más extremos al
totalitarismo.

¿Qué es la política? II

Nacimientos de la política

Una nota necesaria sobre descolonización

Ciertamente la problemática de este ensayo trata de la política, en


sentido moderno, tiene como tarea responder a la pregunta qué es la
política después de la experiencia de los movimientos sociales anti-

25
sistémicos contemporáneos y los movimientos indígenas, sobre todo
teniendo las experiencias de Sudamérica, la boliviana, la ecuatoriana
y a venezolana, respondiendo también a la pregunta implícita de qué
es el poder en estas latitudes, cómo funciona, cuál es la lógica y la
forma de las estructuras y relaciones de poder, además de qué es el
Estado, por qué no puede desmantelarse y por qué se traga a los
gobiernos progresistas, contrastando con los alcances y los horizontes
que abren los movimientos sociales antisistémicos, con vocación
autogestionaria, con capacidad de autoconvocatoria y autogobierno.
La tesis de este ensayo supone que la política, en sentido moderno,
en la periferia del sistema-mundo capitalista nace con las luchas
anticoloniales. Se constituyen sujetos políticos en la experiencia de
las resistencias a la dominación colonial, durante las crisis coloniales,
abriendo el espacio histórico de las emancipaciones de las estructuras
coloniales y diagramas de poder colonial. Estas luchas se hacen
evidentes a lo largo del siglo XVIII, en cuanto guerra indígena
anticolonial en la región pan-andina; esta guerra anticolonial es
retomada por los criollos y los mestizos del continente en guerra por
la independencia con un contenido liberal y en los códigos
republicanos. En el intervalo la revolución francesa hace emerger el
contenido social de la revolución política, planteando de manera
universal los derechos del hombre. El iluminismo y la ilustración
asociados a las ideologías que acompañan a la convulsión política y
discursiva de la revolución se irradian y es retomado tanto por los
insurrectos afros, esclavizados por el descomunal capitalismo en
expansión, como por los criollos y mestizos americanos. La política
adquiere las dimensiones de las transformaciones sociales,
incluyendo la conquista de los derechos civiles y políticos, sin dejar su
matriz anticolonial. Esto condiciona la experiencia y el ejercicio
político en las periferias pero también abre la posibilidad de la
conexión de las luchas emancipatorias entre el centro y en las
periferias, entre el norte y el sur, del sistema-mundo capitalista.

Ante la crisis estructural del capitalismo, ante la crisis civilizatoria de


la modernidad, ante la crisis ecológica, no se puede sino pensar en
una articulación integral y global de las luchas anticapitalistas.
También es importante comprender que en las periferias se cuentan
con densos contingentes demográficos urbanos, directamente
afectados por las condicionantes de la modernidad, aunque esta sea
una modernidad barroca o abigarrada. Esta situación exige construir
alternativas de transición integrales, diferenciales y complementarias.

26
Esta es la razón por la que se requiere una discusión integral entre
descolonización, crisis del capitalismo y crítica de la modernidad.

Este el contexto histórico del presente en el que se mueve nuestro


debate sobre las experiencias políticas. Estas condiciones históricas
van a ser retomadas en la reflexión y análisis de la política a partir de
las experiencias mencionadas, los discursos políticos emancipatorios
y de lucha, además de considerar las reflexiones teóricas sobre la
política.

Antes de comenzar queremos dejar en claro nuestra posición sobre la


tarea primordial de la descolonización. En tanto el mundo
contemporáneo ha sido construido por la expansión capitalista, a
partir del procedimiento violento de la colonización, las
emancipaciones de las dominaciones polimorfas capitalistas y
modernas pasan necesariamente por la descolonización. No cabe
duda que esta es la tarea fundamental de la política contemporánea.
Entendemos por descolonización la deconstrucción y la destrucción de
los mecanismos de dominación heredados de la colonia, basados en
la geopolítica de la racialización, de la subordinación, el sometimiento
y el despojamiento de territorios y recursos natrales. La colonización
y la colonialidad implican colonialismos internos, modulación de los
cuerpos, internalización del poder en los sujetos, fragmentación de
los imaginarios y subordinación a la comunicación mediática. La
descolonización exige una subversión múltiple contra modernidad y el
capitalismo, para eso se requiere una deconstrucción y destrucción de
la modernidad, de sus mitos, relaciones y estructuras. Esto exige una
crítica demoledora de la modernidad, por eso mismo un conocimiento
de sus lógicas, de sus funcionamientos, de sus irradiaciones, sobre
todo de sus formas de totalización y universalización. Estas tareas
deconstructivas no se pueden efectuar adecuadamente si se da una
actitud de reclusión local, buscando un refugio en la exaltación propia
de lo local, tampoco si se persigue una desconexión absoluta con el
debate sobre la crisis de la modernidad. Decimos esto porque en el
presente emergen movimientos populares de descolonización,
entonces la crítica deja de ser meramente teórica y adquiere
características políticas, es decir de acción multitudinaria. Se da
entonces un escenario de luchas descolonizadoras contemporáneas.
El desemboque de la acción exige la revisión de los discursos de la
descolonización, sobre todo de los discursos teóricos. Al respecto
podemos identificar tres tendencias sugerentes, en todo un panorama
de variaciones discursivas más o menos locales; estas tendencias han

27
aportado al debate de-colonial y postcolonial, sin embargo, a la luz de
las experiencias de la movilización, incluso de gobiernos que cuentan
con constituciones que se reclaman descolonizadoras, estas
tendencias descolonizadoras teóricas puede convertirse en
posicionamientos limitativos de la lucha descolonizadora. Una de
estas tendencias tiene que ver la invención de un localismo puro, no
contaminado, como si la modernidad no la hubiera atravesado. La
otra tiene que ver con el retiro del debate sobre la modernidad, en
algunos casos, también el retiro de las discusiones sobre la crisis del
capitalismo, pretendiendo la fundación de otro saber y otra
epistemología sobre las bases del olvido del presente. A lo mucho que
ha llegado esta tendencia es a ofrecernos una versión racionalista de
la teología de la liberación. Una tercera tendencia tiene que ver con el
desplazamiento de la reflexión crítica hacia los proyectos diseñados
en encuentros alternativos regionales. Hay una riqueza propositiva y
una apertura epistemológica a pensar desde el sur en este trabajo
descolonizador; sin embargo, su irradiación y repercusión no ha
trascendido de las organizaciones, academias y dirigencias vinculada
a los foros sociales; no se ha logrado afectar el ámbito de las
costumbres y los habitus, de las prácticas y de las relaciones. Una
cuarta tendencia tiene que ver con el ámbito académico, en el cual se
ha logrado abrir un espacio sobre los estudios poscoloniales; estas
investigaciones han permitido recuperar las problemáticas identitarias
de las sociedades poscoloniales y la pervivencia de relaciones
coloniales; también su búsqueda de saberes testimoniales han
ayudado a hacer otras lecturas de la realidad social, incorporando la
voz y el comportamiento de sujetos afectados y en lucha por sus
derechos. Lo complicado de estos estudios es que se quiere construir
un conocimiento de la colonialidad desentendiéndose de la
modernidad y el capitalismo, lo que contrae limitaciones en el
develamiento de la problemática.

Sin desmerecer los aportes que pueden haberse dado en estas


expresiones críticas descolonizadoras, creemos que son todavía
incompletas y limitativas para la acción política, pues conducen a una
suerte de desarme frente a la conflagración con la herencia colonial y
de las formas de colonialidad, frente a las propias condicionantes,
mutaciones y transformaciones de la modernidad. Resulta difícil
admitir que las interpretaciones de un localismo puro, de la teología
de la liberación, de los desplazamientos investigativos y conceptuales
regionales hacia una perspectiva desde el sur, así como los aportes
hacia una epistemología propia, además de la investigaciones

28
académicas que se concentran el fenómeno de la colonialidad como si
fuese un fenómeno único, independiente de la modernidad y el
capitalismo, sean la ultima palabra ni abarquen toda la complejidad
concomitante entre colonialidad, modernidad y capitalismo. La
apertura a un horizonte epistemológico emancipado de la
modernidad, de la colonialidad y del capitalismo, va ser un producto
colectivo y de múltiples acontecimientos liberadores. Los aportes
intelectuales son eso, aportes a una discusión necesaria.

Lo que importa en todo caso es retomar el debate abierto por estas


tendencias descolonizadoras en el contexto del debate abierto contra
la modernidad y el capitalismo. Es importante no perder de vista no
solo la perspectiva anticapitalista y de crítica de la modernidad, sino
también abordar la crítica desde las experiencias de la
interculturalidad y de las modernidades heterogéneas. Al respecto la
corriente de la subalternidad hindú enseñan un abordaje de
consecuencias políticas, aportando con saberes de contraculturas y
contra-hegemonías de las resistencias heterogéneas de sujetos
sociales atravesados por la modernidad múltiple, resistiendo a las
formas de dominación. Esto se lo hace tocando los nudos
problemáticos de la subalternidad, las dominaciones polimorfas y las
modernidades abigarradas. Por otra parte es urgente actualizar la
discusión comprendiendo el aporte y los desplazamientos que
producen los movimientos sociales antisistémicos y los movimientos
indígenas recientes.

En Bolivia, el gran tema transversal a la Constitución es la voluntad y


la tarea de descolonización. ¿Qué se entiende por descolonización?
Literalmente significa desandar el camino de la colonización y de la
colonialidad, des-construir lo que ha conformado el colonialismo y la
colonialidad, por lo tanto emanciparse de las relaciones y estructuras
de dominación colonial. El camino de la descolonización parece ser
largo, pasa por varias etapas; además la colonialidad sobrevive y
continua incluso después de la independencia. La interpelación
indígena a los Estado-nación y a las sociedades nacionales devela la
subsistencia de complejas relaciones coloniales, cristalizadas en las
mismas instituciones nacionales. Las repúblicas desconocerían los
derechos de las naciones y pueblos indígenas. Estos derechos han
sido logrados después de una larga lucha en los organismos
internacionales y en el espacio nacional, como el dado en los
procesos constituyentes. Ahora se trata de institucionalizar estos
derechos, de convertirlos en ley, en práctica, en hábitos y en habitus.

29
Esto requiere transformaciones institucionales, construir el pluralismo
institucional que sostenga la propia construcción del Estado
plurinacional comunitario y autonómico, que es el camino de
transición optado por la Constitución y el recorrido descolonizador
diseñado por este instrumento matriz de las normas, las leyes y las
instituciones del nuevo Estado.

La descolonización también significa una lucha anticapitalista, pues la


colonización se explica como procedimiento violento de la expansión
capitalista. Colonización y capitalismo forman parte del mismo
proceso de conformación del sistema-mundo capitalista y de la
geopolítica de dominación mundial. Una lucha anticolonial tiene que
ser consecuentemente anticapitalista y una lucha anticapitalista tiene
que ser consecuentemente anticolonial. No se pueden separar estas
luchas ni estos conceptos, forman parte de lo que se conoce
mundialmente como modernidad. Por lo tanto la descolonización
significa también una crítica de la modernidad y una orientación
civilizatoria que atraviese la modernidad y abra un horizonte más allá
de la modernidad misma.

Arqueología de la política

El problema es el lenguaje, pues nacemos en los lenguajes y desde


ellos nombramos el mundo. Eso decía Emile Benveniste 9. También
podríamos decir que se trata de lenguajes y de mundos; hay que
entender que los leguajes sufren las transformaciones temporales,
hay historia de los lenguajes. Los lenguajes se transforman y con
ellos también los conceptos. Entenderemos los conceptos no tanto
como estructuras categoriales, como pretendía KarelKosik10, sino
como estructuras ideacionales, estructuras imaginarias que
responden al conocimiento de estructuras experimentadas,
estructuras fácticas, que corresponden a los referentes del mundo, de
la naturaleza, de la ética, de la estética, de la historia, de la política.
Todos estos referentes obviamente son discutibles, pues también son
ideas de lo que llamamos realidad, también filosóficamente ser.
Parece que no es posible separar lo imaginario de la realidad, pues

9
Los trabajos más conocidos en castellano de Emile Benveniste son Problemas de lingüística
general, t. I (1966). Tr.: México, Siglo XXI, 1974.Problemas de lingüística general, t. II (1974). Tr.: México,
Siglo XXI, 1979.Vocabulario de las instituciones indoeuropeas (1969). Tr.: Madrid, Taurus, 1983.
10
Ver de KarelKosikDialéctica de lo concreto.

30
vivimos esa realidad y la experimentamos recurriendo a las imágenes
que obtenemos de ella. Empero, en este caso, no interesa una
discusión ontológica sobre las condiciones del conocimiento; lo que
interesa mas bien es una comprensión arqueológica del saber político.

Hemos distinguido el sentido moderno de la política de sus sentidos y


significados medievales y antiguos, sobre todo para resaltar las
experiencias y la problemática política en la modernidad, experiencias
y problemática que se sostienen en la experiencia de la
mundialización, de la vertiginosidad y de las transformaciones de las
propias experiencias y de las instituciones. Sobre todo interesa esa
inmediata concomitancia entre política, democracia, revolución y
crisis. No se están negando otras experiencias de las relaciones y
estructuras de poder, del gobierno de la gente y de las cosas, sino
que se entiende que los códigos, los valores, las concepciones de
estas experiencias son diferentes; son comprensibles en sus propios
horizontes histórico-culturales. Estas significaciones de los órdenes de
poder deben abordarse a partir de sus propias problemáticas; no se
trata de exportar, de ninguna manera, problemáticas modernas a
otros horizontes histórico-culturales, reduciendo sus particularidades
a único horizonte-cultural, que es el moderno. De esa manera
terminamos por no comprender nada, ni el presente, ni la
modernidad, tampoco su crisis, ni menos los sentidos y significados
de las problemáticas de poder de la antigüedad.

Por otra parte el término de política (polis) es heredado de la Grecia


antigua. De alguna manera cuando usamos la palabra política
traemos a colación los sentidos iniciales, los sedimentos más
arcaicos, empero lo hacemos cuando ya el uso práctico del término
ha sufrido transformaciones lingüísticas y conceptuales. Las
experiencias romanas, de la república y del imperio, las experiencias
de la cristianización de Europa y posteriormente de parte del mundo
colonizado, transforman los sentidos y significados del manejo del
poder y de su legitimación. El renacimiento, el humanismo y sobre
todo las crisis de las instituciones medievales y de las sociedades
tradicionales, la emergencia de la modernidad sobre las ruinas de la
antigüedad, las luchas emancipatorias anticoloniales, la rebeliones
sociales y políticas, el nacimiento de la democracia moderna, vuelven
a transformar los sentidos y las significaciones de las relaciones y
estructuras de poder, con una fuerte interpelación a las formas de
dominación, abriendo causes a nuevas subjetividades que reclaman
libertades y derechos colectivos e individuales. Por eso los intérpretes

31
radicales van a concebir la política como lucha de clases,
profundización de la democracia, revolución y crisis de las
instituciones que sostienen las dominaciones polimorfas. Sin
embargo, también hay otras consideraciones sobre la política; una
muy conocida tiene que ver con el Estado, con la estructura e
institucionalidad de un orden que se separa de la lucha de clases y se
plantea el problema de la conservación del poder y del equilibrio.
Empero hay una concepción de la política, que comparten
sorprendentemente derechas e izquierdas, es la concepción de la
política como hostilidad contra el enemigo público. Habría política en
tanto este identificado el enemigo y se plantee un combate con éste.
Carl Smith expresa sistemáticamente esta tendencia al comprender la
política como hostilidad; comparten esta comprensión de la política
las corrientes marxistas leninistas. Al respecto se puede hacer todo
un recorrido de Lenin a Mao. Por lo tanto, en sentido moderno
estamos ante toda una arqueología de la política que por lo menos
tiene que ver con tres ejes paradigmáticos de la política; el principal
despliega toda una concepción emancipatoria de la política; otro eje
importante, desde el punto de visto de la acción, es la comprensión
de la política como hostilidad a partir de la identificación del enemigo;
un tercer eje de fuerte influencia es el que tiene que ver con el
Estado. Este último eje político se ha desarrollado como ciencia
política, también es retomada como filosofía política.

Ante la crisis de la modernidad, la constatación de modernidades


heterogéneas, la crisis estructural del capitalismo, sobre todo en sus
graves síntomas de crisis ecológica, ante la emergencia de nuevos
movimientos sociales antisistémicos, indígenas, ecologistas,
feministas y diversos, vale la pena preguntarse sobre las
posibilidades de la emergencia de otra experiencia de la política y por
lo tanto otro sentido alternativo y alterativo de la política. Por eso es
indispensable auscultar en la experiencia de los movimientos sociales
antisistémicos contemporáneos, en los movimientos indígenas, en los
movimientos ecologistas, en los movimientos feministas y en los
movimientos diversos, la existencia de una nueva posibilidad política.
También y en la misma perspectiva es menester revisar la
elaboración crítica al respecto. Interesa la crítica deconstructiva de
Jacques Derrida, sobre todo sus reflexiones sobre lo político. Esta
hermenéutica deconstructiva desteje los entramados inherentes a la
textura de la escritura política.

32
La auscultación de los movimientos indígenas contemporáneos pasan
necesariamente por el viaje interpretativo de sus memorias largas,
este viaje nos lleva necesariamente a revisar los acontecimientos
históricos inaugurales de las luchas y levantamientos anticoloniales.
Esta genealogía de los movimientos indígenas nos plantea uno de los
desafíos más importantes de la contemporaneidad y de la crisis de la
modernidad, esto es encontrar y descifrar las otras subjetividades
constituyentes e instituyentes alternativas al sujeto moderno por
excelencia, el individuo. La comprensión de los significados histórico-
políticos e histórico-culturales de las comunidades va permitirnos otra
perspectiva de interpretación de la crisis del capitalismo y de la
modernidad, va permitirnos visualizar las potencialidades y
posibilidades de emancipación y de proyección civilizatoria alternativa
para el mundo.

La política, más allá del amigo y enemigo

El concepto de lo político se ha estructurado a partir de esa dicotomía


del amigo y enemigo, primordialmente a partir de la identificación del
enemigo. Como si se hubiera hecho política contra el enemigo, de la
misma manera como se le ha hecho la guerra. Desde esta
perspectiva habría pues un continuo entre guerra y política, política y
guerra. Izquierdas y derechas parecen compartir este arquetipo.
Empero, este modelo es el único posible para la política, en todas sus
versiones, incluyendo a la política en sentido pleno, lo que comprende
la lucha de clases y las luchas por las emancipaciones. Jacques
Derrida pone en cuestión esta estructura en Políticas de la amistad,
hace una interpretación crítica, deconstructiva, de los sedimentos
discursivos que sostienen la historia de la política pensada a partir de
la diferenciación amigo/enemigo. En esta deconstrucción se abre a
otras posibilidades de concebir la política, ya no desde la dicotomía
amigo/enemigo, poniendo en consideración también la interpretación
crítica de las políticas de la amistad. Ahí aparece la figura alterativa
de la mujer como absoluta alteridad, también aparecen
consideraciones criticas de las éticas, alumbrando otras posibilidades
de las experiencias humanas, afectivas, lúdicas, estéticas, éticas y
lúcidas. Es conveniente un repaso por estas perspectivas que
posibilitan la comprensión de la política ya no como la continuación

33
de la guerra por otros medios, ya no como identificación del enemigo,
sino en términos de las políticas de la amistad11.

El primer capítulo lleva el sugestivo título de Oligarquías: Nombrar,


enumerar, contar. Comienza con una frase, atribuida a Aristóteles,
que la recoge Montaigne, la frase dice:

Oh, amigos míos, no hay ningún amigo.

A lo largo del texto, para no entrar en la discusión del origen de esta


frase, pues se convierte en rumor, que atraviesa los tiempos, Derrida
figura un cuadro donde el sabio moribundo reúne a los amigos para
decirles eso, que no hay ningún amigo. La discusión sobre los
significados de esta frase forma parte de las reflexiones del texto.
Esta frase es contrastada con la de Nietzsche, quien se expresa de
manera opuesta, empero con la misma lógica:

Oh, enemigos, no ha ningún enemigo.

Esta frase también tiene su cuadro y su personaje, se trata del loco


viviente. Ambas frases nos dicen que no hay amigo, que no hay
enemigo. Haciendo con esto desaparecer la política como
confrontación. Las significaciones de las implicaciones de que no haya
enemigo también son expuestas y reflexionadas a lo largo de la
interpretación crítica. En ambos casos lo que llama la atención es que
no se tenga en cuenta a la mujer, en a consideraciones de la amistad.
¿Es que la mujer no pude ser amigo? ¿Tampoco enemigo? Lo que
pone en juego las estrategias de la fraternidad, las formas de la
amistad entre hombres. ¿Por qué la mujer es tan difícil de asumir por
la filosofía?

Este es el tema, ¿cuáles son los límites de la amistad? Cuando entra


la mujer, más allá del erotismo y la religión, ¿qué espacio abre? ¿Qué
clase de relación? No hablamos sólo de la amistan entre mujeres, la
sororidad, sino lo que políticamente propone su presencia activa, su
interpelación. ¿Qué forma de política se libera? ¿Más allá del amigo y
enemigo? ¿Más allá de la confrontación? No parece tratarse del
retorno al matriarcado, como utopía buscada en el pasado más
remoto, sino otra forma de relación, construida como contrapoder.
¿Más allá de los constructos histórico-culturales de género, de sexo?
¿A qué clase de subjetividades ingresaríamos? Al respecto, también
debemos preguntarnos sobre los alcances demoledores de la des-

11
Jacques Derrida: Políticas de la amistad. Trotta 1998; Madrid.

34
patriarcalización, demoledores en cuanto a la historia de la
institucionalidad, la institucionalidad como agenciamientos concretos
de poder. Entra también en juego la familia, las figuras de la familia.

La liberación femenina da lugar a otro comienzo, pues demuele no


sólo las estructuras institucionales, sino los arquetipos sobre los que
se han basado estas estructuras y estas instituciones. Hablamos de la
posibilidad de la construcción de otras relaciones, practicas y
concepciones de la política, hablamos de la política no patriarcal,
tampoco conformada en base a la identificación del enemigo y la
dicotomía amigo/enemigo. Esta posibilidad, la posibilidad de esta
experiencia también tiene que ver con otra atmósfera de sensaciones
y sensibilidades, también otra ética. La pregunta es pertinente:
¿Cómo sería el mundo sin las instituciones patriarcales, fundadas en
esta matriz y arquetipo del poder que es el patriarcalismo? Esta
pregunta induce a otra: ¿Cómo serían los sujetos y las
intersubjetividades en este mundo des-patriarcalizado? Estos temas
son fuertes e importantes en lo que respecta al horizonte abierto por
el debate de la descolonización, por las exigencias políticas de la
descolonización. Las formas de la dominación colonial, formas
múltiples, son relaciones de poder que atraviesan los cuerpos e
inscriben en ellos historias políticas, también modelaciones e
identidades, constructos culturales. La dominación masculina sobre
las mujeres, el cuerpo de las mujeres, pasa por estas construcciones
culturales y modelaciones. ¿Qué pasa cuando las mujeres se liberen
de estas representaciones sociales, de estos constructos culturales,
de estas identidades, qué potencialidades se liberan, no sólo en las
mujeres sino también en los hombres.

Estos problemas nos llevan a volver a la cuestión de la genealogía del


Estado. Esta institución macro-política, que también corresponde al
imaginario del poder, que es el gran cartógrafo y la
instrumentalización compleja de las tecnologías de poder que
atraviesan los cuerpos. No sólo entendido como un instrumento
separado de la lucha de clases, para mejor servir a la burguesía
dominante. Sino una maquinaria fabulosa construida sobre la
experiencia política de la modulación y modelación de los cuerpos,
podríamos decir colonización de los cuerpos. Con estos tópicos la
problemática de la colonización se agranda enormemente, pues se
encuentra íntimamente vinculada con la expansión y proliferación de
las tecnologías de poder, tecnologías de poder que tenían que
atender a las tareas de domesticación de los cuerpos en los extensos

35
territorios conquistados y colonizados. Ya no se trata solamente de
disciplinar los cuerpos, sino inscribir en ellos formas de
comportamiento de subordinación, sometimiento, supeditación,
convertirlos en cuerpos marcados, pero también aptos no solo para el
trabajo y la producción sino también como flujos de energía, como
recursos biológicos, de los que se puede absorber información
genética y prácticas útiles a la acumulación y concentración del
poder.

Entonces se trata de pensar la posibilidad de una práctica y


concepción política sobre la base de la descolonización radical, que
pone en suspenso los múltiples mecanismos de dominación que
atraviesen los cuerpos. La liberación entonces de las potencialidades
corporales, estéticas, éticas, creativas, de nuevos ámbitos de
relación, de nuevos espacios de prácticas, de nuevos imaginarios,
universos simbólicos, lingüísticos y figurativos. Un nuevo horizonte
político, de la política y de lo político, de las prácticas, de las fuerzas
y de las relaciones, un mundo alternativo, otra alternativa civilizatoria
y cultural, ya no estructurados en la dicotomía amigo/enemigo, sino
más allá. ¿Qué es el más allá del amigo/enemigo? Esta es una
pregunta primordial cuando nos preguntamos sobre los umbrales y
horizontes de la política. Será una pregunta latente a lo largo del
análisis.

Nacimientos y emergencias

No vamos a buscar el momento histórico del nacimiento de la política,


política en sentido moderno, pues este momento tiene que ver mas
bien con acontecimientos un tanto dispersos y otro tanto
concomitantes. Hablamos entonces de un conjunto de condiciones
que se dan en ese proceso constitutivo e instituyente de la
modernidad. Por lo tanto se trata de momentos. ¿Cómo se articulan
estos momentos? ¿De qué depende? ¿Un tejido invisible que anuda
los eventos o se trata de la manera cómo se asumen los hechos en la
memoria, en la imaginación, en el discurso y en lastransformaciones
institucionales?Se trata de desplazamientos institucionales como los
dados en las monarquías patrimoniales (siglos XI-XIII), acontece la
formación de los Estados territoriales, la formación de las monarquías
absolutas (siglos XIV-XVII), el desplazamiento del peso del comercio
del Mediterráneo al Atlántico, el descubrimiento y la Conquista del
quinto continente (1492). También el logro de la circunnavegación

36
con la expedición de Magallanes-Elcano y el dominio de los océanos y
mares del mundo (siglo XVI). Las guerras civiles inglesas que llevaron
a constituir la república (1642-1646, 1648-1649). La crisis de las
monarquías absolutas (siglos XVII-XVIII), la crisis de las
administraciones coloniales españolas y portuguesas (siglos XVII-
XVIII), la independencia de las trece coloniasde norte américa del
Imperio británico (1775-1783), la rebelión indígena en los Andes
(1781), la revolución francesa (1789), la independencia de Haití del
dominio francés (1795), las independencias de las colonias españolas
de América (siglo XIX).Todos estos entontecimientos tienen que
también interpretarse a partir del acontecimiento cultural que se da
en el norte de Italia, conocido como el renacimiento, entendido como
un retorno a los clásicos griegos y latinos (siglos XV-XVI). No se trata
sólo de múltiples desplazamientos y transformaciones en distintos
planos y niveles sociales, políticos y económicos, sino también de
movimientos culturales que se abren a un nuevo clasicismo y al
humanismo.Ahora bien, el caso del renacimiento y de la reforma
(1517) tiene que evaluarse también a partir de las resistencias que
provocan, sobre todo la reforma que provoca una reacción de la
Iglesia Católica que se conoce como contrarreforma. Aunque la
contrarreforma comienza un poco antes que la reforma luterana, en
realidad se trata de una reacción de la Iglesia Católica contra los
movimientos protestantes, un tema que lo tenía pendiente ante las
corrientes que consideraba herejes y de interpretación de la Biblia no
autorizadas por el papado. Lo que interesa es comprender la marcha
de procesos contradictorios, que expresan ciertamente la lucha de
intereses, la lucha de clases, las luchas institucionales y contra-
institucionales, la aparición profusa, multitudinaria e interpeladora del
pueblo.

También conveniente comprender cómo estos acontecimientos son


asumidos por unos y por otros, cómo ingresan a las memorias y a los
imaginarios, cómo impactan en las representaciones y
comportamientos colectivos. ¿De qué manera van adquiriendo una
textura, una composición? ¿De qué manera llegan a ser una
narrativa? Es de esperar que estos tejidos no se den en el momento
mismo de los acontecimientos, sino que ocurren subjetivamente, en
la conformación de las memorias, en la construcción de los
significados y de las interpretaciones sociales. Seguramente, entrado
el siglo XIX se tiene ya una certeza de una experiencia vivida, sobre
todo ante la evidente configuración de las ciudades modernas, la
experiencia vertiginosa que se vive, la transformación de las

37
sensibilidades estéticas, la vivencia de las transformaciones y los
trastrocamientos de las viejas instituciones, el peso de la imprenta,
de la comunicación, del arte, de las universidades, de la académica
moderna, que tienen la capacidad de acumular conocimientos,
distribuir saberes, desarrollar investigaciones, abrir perspectivas
teóricas, poner en conflicto a las facultades y responder, a través de
los filósofos, teóricos, ideólogos, escritores y artistas a los desafíos de
la experiencia dramática de los cambios y de la velocidad de los
ritmos. En ese abigarrado contexto bullente se constituyen los sujetos
modernos, las subjetividades modernas, las intersubjetividades
correspondientes a las experiencias y a las relaciones dadas en la
modernidad. Este fenómeno no acontece solamente en Europa, sino
en el mundo entero.

Ocurre que se forman múltiples certezas sobre el mundo, se


conforman múltiples memorias sobre el mundo, se construyen
concepciones sobre el mundo y la mundanidad. Es de esperar que
estas certezas, estas memorias, estas concepciones, sean
contradictorias, pues pugnan por el sentido legítimo del mundo,
empero, a pesar de esta compulsa, se tiene como el mismo referente.
Se tiene consciencia del mundo y que habitamos y vivimos dentro del
mismo. Hay que relacionar entonces la modernidad y la mundanidad,
aunque no son lo mismo se correlacionan, uno es un fenómeno
transcultural, el otro es un fenómeno geopolítico y de representación
compartida. Aunque vivamos de una manera singular el mundo, a
partir de nuestros particularismos, nuestros contextos, nuestras
coyunturas, nuestros localismos, lo cierto es que vivimos el mundo a
nuestra manera; el mundo se realiza a partir de nuestras actividades
y nuestras prácticas, de nuestras manipulaciones, laburos,
producciones, relaciones y circuitos. Somos seres en el mundo,
aunque también somos sujetos en la modernidad, es decir sujetos
modernos, a pesar de todos los contrastes que se den y puedan dar.
A estos contrastes la corriente de la subalternidad hindú le llama
modernidades heterogéneas.

Modernidades heterogéneas en América Latina

Bolívar Echeverría define la múltiple modernidad de América Latina.


Expone que:

Para desarrollar esta idea se puede decir que son tres los estratos
principales de determinación identitaria que entran en juego desde el
38
pasado en la realidad histórica actual de la América Latina, tres
estratos que corresponden a también tres distintos momentos de
configuración histórica de la modernidad latinoamericana. La primera
modernidad que está allí y que constituye el estrato tal vez más
determinante, el que con más frecuencia domina en la identificación
de las formas reproducidas por la cultura latinoamericana, sería la
modernidad barroca, la que proviene de la época que se extiende
desde finales del siglo XVI hasta mediados del siglo XVIII y cuya
función fundante de identidad no ha podido serle arrebatada hasta
ahora. También está allí el estrato de otra modernidad que fue muy
importante en la historia de la América Latina y que determina
todavía el modo como se vive hoy en ella; se trata de la que vino con
el segundo shock de modernización, el impuesto por el Despotismo
Ilustrado y que corresponde a la época en que la España borbónica
intentó dar un trato propiamente colonial al continente. Es una
modernidad de otro tipo que reorganizó a la sociedad latinoamericana
ya desde la primera mitad del siglo XVIII y que se continuó hasta
después de las guerras de Independencia. Tendríamos después una
tercera modernidad, que determina también como un estrato
histórico vigente la auto-identificación de los latinoamericanos y que
vino con el siguiente shock de modernización en los tiempos de la
instauración de los múltiples Estados latinoamericanos; es la
modernidad republicana o nacional, que ha prevalecido durante el
siglo que va de mediados del siglo XIX hasta mediados del siglo XX.
Estas serían las tres modernidades históricas que pueden reconocerse
hoy, con su gravitación histórica inconfundible, sobre la modernidad
actual de la América Latina12.

Bolivar Echeverría reconoce tres formas de modernidades básicas en


América Latina, la modernidad marroca, la modernidad de la
ilustración y la modernidad republicana. Estas modernidades se
asientan sobre civilizaciones tradicionales construidas en base al
cultivo y las identidades conformadas en estas culturas agrícolas.
Recurriendo a Fernad Braudel habla de la civilización del maíz, la
civilización del trigo, la civilización del arroz; nosotros también
podríamos hablar de la civilización de la papa. Claro que ninguna de
estas civilizaciones es sólo de estos cultivos, al contrario estos
cultivos sostienen una diversidad de cultivos, con lo que se abren
ordenes de relaciones en torno a los productos agrícolas. Ahora bien,
con la conquista, la colonización, la expansión del capitalismo, la
modernidad, estas civilizaciones son destruidas, en tanto sistemas-
mundoreginales, arrinconadas, fragmentadas y mantenidas como
fijaciones. La modernidad capitalista no va dar ninguna oportunidad
para la regeneración de estos proyectos civilizatorios, ni permitir su
actualización, su dinamismo intercultural. Sin embargo, la

12
Bolivar Echeverría: Crítica de la modernidad capitalista. Vicepresidencia del Estado. Presidencia de la
Asamblea Legislativa Plurinacional 2011; La Paz. Pág. 251-252.

39
multiplicidad y heterogeneidad de las modernidades en América
Latina va recrear espacios de articulación de estos proyectos
civilizatorios en términos interculturales y como irradiaciones políticas
emancipatorias. A estas multiplicidades modernas las caracteriza
Bolívar Echeverría como estrategias alternativas de sobrevivencia en
la modernidad capitalista, estrategias que dan lugar a formas de
mestizaje. Abría que matizar esta afirmación de Bolívar Echeverría
puesto que paralelamente a los procesos de mestización se da en
algunas regiones y países proyectos políticos descolonizadores
estrechamente vinculados a la reivindicación de las identidades
indígenas.

Empero de lo que se trata en nuestro análisis es comprender la


función de estas condicionantes de posibilidad histórica en la
formación de los sujetos de las luchas sociales, de las luchas
emancipatorias y las luchas descolonizadoras. Estas luchas son los
ámbitos de desenvolvimiento de la política, de la lucha plural de la
política, de la lucha plural democrática, por los derechos múltiples y
por la incidencia popular en las formas políticas. El nacimiento de la
política, en sentido moderno, esta asociada con la constitución de
estos sujetos y estas subjetividades combativas. Hay una invención
de la política, como dice Marie Danielle Démelas13. Las experiencias
de la modernidad y de la mundanidad son asumidas en tanto
acciones de interpelación, como posibilidades de construcción
alternativas. La vivencia de la modernidad es requerida como crisis y
da lugar a la crítica.

Las historias en América Latina parecen las de una crisis permanente,


sus formas estatales, administrativas e institucionales no parecen
consolidarse, parecen vivir una constante interpelación de los sujetos
sociales que ponen en cuestión precisamente su legitimidad. ¿A qué
se debe esta temporalidad problemática? ¿Resistencia a ser
incorporada plenamente a la modernidad capitalista, por lo tanto a la
búsqueda insaciable de alternativas, como parece sugerir Bolívar
Echeverría? ¿O mas bien se debe a la estructura de la geopolítica del
sistema-mundo capitalista, precisamente a la forma de estar
incorporada, como periferia? A propósito es conveniente comprender
la constitución de los sujetos que van a colocarse precisamente como
cuestionadores de las formas modernas que pretenden la dominación
y la hegemonía. El perfil de estos sujetos nos muestra las formas de
experimentar la política. Un tema que debe ser analizado con
detenimiento es el que precisamente toca Bolívar Echeverría al
mostrar el cambio de la modernidad barroca a la modernidad de la
ilustración; las políticas borbónicas ocasionan una modificación
considerable en las formas de administración colonial, ocasionando

13
Revisar de Marie Danielle Démelas La invención política: Bolivia, Ecuador, Perú en el siglo XIX.
Instituto Francés de Estudios Andinos e Instituto de Estudios Peruanos.

40
levantamientos y movilizaciones. Quisiéramos detenernos en este
punto y auscultar los tempranos levantamientos indígenas del siglo
XVIII en los Andes.

¿Qué es lo que se produce a lo largo de los siglos XVI y XVII


coloniales? ¿Lo qué llama Bolívar Echeverría modernidades barrocas?
¿Lo que llama Serge Gruzinski la otra modernidad articulada por
españoles y portugueses? ¿El mestizaje profuso de las comunidades
indígenas sobrevivientes al etnocidio y genocidio? ¿El replanteo de la
cuestión nativa en la perspectiva de un renacimiento indígena y un
nuevo humanismo, ya no solamente europeo sino ahora mundial?
¿Un pacto colonial, que comprende autonomías indígenas y la
participación de la nobleza indígena en las estructuras de poder y en
la administración colonial? ¿La incorporación del trabajo indígena a la
extracción minera, principalmente de la plata y el oro, lo que significa
la incorporación de la explotación colonial a las órbitas del capital?
¿Qué crisis se gesta en estos siglos? ¿La crisis viene por la crisis de la
minería de la plata? ¿La crisis viene por la crisis económica del
Imperio Español? ¿La crisis viene por la toma de España por el
ejército francés y los virajes hacia una modernización de la
ilustración? Estas preguntas son importantes para comprender la
crisis desatada a lo largo de la segunda mitad del siglo XVIII, para
comprender los levantamientos indígenas panandinos y comprender
la constitución del sujeto político indígena. Si este sujeto estaba
vinculado a un proyecto de reconstitución, a un proyecto milenarista,
por lo tanto ya afectado por el imaginario cristiano, mesiánico, a un
proyecto convocativo como el de Tupac Amaru o a un proyecto de
nuevo tipo, es una discusión aparte, que se la puede tener en cuenta;
empero lo importante es obtener el perfil del campo político abierto y
de la constitución subjetiva que abre la posibilidad a la politización de
los temas relativos a la crisis colonial.

Uno de los sujetos mencionados en los levantamientos indígenas es la


comuna, el común, que se refiere a la comunidad, a la asamblea
comunitaria, a las decisiones consensuadas entre parcialidades de los
ayllus. Son las comunidades las que se rebelan a las mediaciones
entre las autonomías coloniales indígenas y la administración colonial,
que se rebelan contra las exacciones y los tributos, los diezmos,
contra los párrocos, los caciques y los funcionarios locales. Este es un
sujeto colectivo, que no muestra ciertamente el perfil de la
subjetividad individual liberal. ¿Habrá que esperar lo que ocasiona la
modernidad de la ilustración despótica borbónica para que se den
lugar estas subjetividades individuales? Esta subjetividad individual
va a ser patente en los levantamientos criollos del siglo XIX, cuando
el discurso de la ilustración forme parte de la interpelación
independentista. Los perfiles singulares que aparecen son el de los
líderes y dirigentes, que más que ser un perfil del individuo, del
sujeto individual de derechos, son perfiles que encarnan, por decirlo
41
así, las voluntades colectivas. Sus nombres cambian, ya no son
nombres cristianos, sino nombres autóctonos, nombres de guerra.
Son la serpiente luminosa, que anuncia el pachakuti, el retorno del
ciclo. Estas subjetividades son asombrosas por el juego afectivo que
connotan y el movimiento de las identidades. Se trata de pliegues
afectivos comunitarios, pero también de proyectos políticos, que
tienen que ver con el discurso de que ahora nos toca gobernarnos,
ahora nos corresponde, ahora es cuando, ahora es nuestro tiempo,
nuestro ciclo. ¿Este es un proyecto que corresponde a un
nacionalismo indígena? ¿Es un proyecto que corresponde a la utopía
de reconstitución que transita una modernidad barroca? El historiador
Sinclair Thomson deja pendiente las respuestas, pues es muy difícil
descifrar el significado político de los levantamientos indígenas del
siglo XVIII. Lo más probable, como el mismo historiador aprecia, es
que se hayan dando tendencias concurrentes en los levantamientos,
sin que ninguna de ellas se imponga hegemónicamente 14. Lo que si
se puede decir es que se trata de subjetividades que se conforman en
la crisis colonial, que corresponde a la invención política indígena que
comprende un imaginario anticolonial, a la lucha contra las
dominaciones coloniales, a la lucha por el reconocimiento de los
derechos colectivos y territoriales de comunidades y pueblos nativos.
La totalización de este proyecto se mueve en un intervalo incierto que
se configura como retorno del Inka y como reacomodo de las
relaciones en términos igualitarios15. Quizás lo de la comunidad
imaginada como nación esté más cerca del proyecto de Tupac Amaru,
pero estos perfiles no pueden ser definidos en las construcciones
políticas de los levantamientos del siglo XVIII. En todo caso debemos
aclarar que la cuestión nacional también corresponde a una
proyección mas bien liberal que comunitaria.

En todo caso, hablando en lenguaje político, se puede decir que el


pueblo en los levantamientos indígenas son las comunidades rurales
enfrentando a los vecinos de los pueblos y de las ciudades. Como dije
alguna vez, se trata del enfrentamiento de dos espacios tiempos, dos
concepciones espaciales, las territorialidades indígenas enfrentando a
la cartografía colonial16. La guerra indígena anticolonial es una lucha
política en pleno sentido de la palabra pues es una lucha contra
formas de dominación, en este caso coloniales. El nacimiento de la
política, en sentido moderno, en las periferias del sistema-mundo
capitalista, en sus periodos tempranos, corresponde a una lucha
anticolonial. La demanda de libertad se refiere a desmontar estos
mecanismos de dominio colonial. No se trata por cierto de demanda

14
Revisar de Sinclair Thomson Cuando sólo reinasen los indios. La política aymara en la era de la
insurgencia. Muela del Diablo 2006; La paz.
15
Revisar de Sinclair Thomson el capítulo Proyectos de emancipación y dinámica de la insurrección
indígena (I). Ob. Cit.
16
Ver de Raúl Prada Alcoreza Genealogía del poder. Episteme. La Paz.

42
de libertades individuales como en caso de la modernidad de la
ilustración, sino de libertades colectivas, de libertades comunitarias,
de libertad de autogobierno, de libertades territoriales. Las
subjetividades colectivas y comunitarias son la matriz de la política y
la lucha anticolonial. Este es el referente que no puede olvidarse,
incluso para entender las contradicciones de la guerra de la
independencia y de la genealogía de los Estado-nación subalternos.

¿Qué nos enseñan los levantamientos indígenas pan-andinos del siglo


XVIII? Primero que hay una serie de pronunciamientos y después de
levantamientos, en el contexto de formaciones enunciativas que
articulan tanto las profecías milenaristas, derivadas de una forma de
asumir el cristianismo, sincretizado con las cosmovisiones
precolombinas, con proyectos políticos que van desarrollándose hacia
el planteamiento del retorno del Inka, que podemos llamar de
reconstitución. Esos proyectos políticos pueden comprenderse e
interpretarse en el contexto de lo que llama Bolívar Echeverría
modernidad barroca. Los sublevados tenían pleno conocimiento de su
relación de vasallaje con la corona española, también se entiende su
pertenencia al mundo de entonces. Las obligaciones impuestas a las
comunidades a través de la encomienda, la mita y otras tributaciones
e impuestos, además de servicios, tenían que ver con la formación de
relaciones integradas al mercado, principalmente la mita minera, que
tenía que ver con el mercado de minerales. Pero también nos
muestra la historia de estas relaciones el funcionamiento pervertido
de la administración local, sobre todo por el papel que cumplen las
autoridades locales y regionales. La corrosión de las instituciones y su
permeabilidad a la corrupción hablan de las tempranas
concomitancias entre poder y las relaciones perversas que llamamos
genéricamente como corrupción. Lo primero que denuncian los
dirigentes sublevados son estas anomalías y el incumplimiento de las
normas establecidas. En principio los levantamientos se dan a
nombre del rey contra las autoridades locales. También al principio se
da una suerte de alianza con los criollos, que también tenían
contradicciones con los españoles peninsulares, empero esta alianza
es altamente compleja y generalmente va tender a su ruptura, en la
medida que los propios movimientos se van radicalizando. Esto se
observa sobre todo en la segunda etapa de los levantamientos,
particularmente en el cerco a La Paz, aunque también se anuncia con
los sucesos en Oruro, con cierta antelación. En este caso la guerra
anticolonial asume las características de lo que se puede llamar una
guerra de razas, apreciando las significaciones histórico-políticas de
esta confrontación. Sin embargo también hay que anotar las grandes
ambivalencias discursivas de la revuelta, cuando los líderes del
levantamiento se preocupaban por la legitimidad de su posición y por
su relación con el cristianismo. También se observa las diferencias de
tendencias si venían de líderes vinculados a la nobleza indígena o si
43
se constituían como expresión de las comunidades de base, los
ayllus. En este segundo caso los comunarios estaban propiamente
interesados en recuperar la tierra y los territorios, entrando
tempranamente en confrontación con los hacendados criollos. Se
puede notar la diferencia de tendencias y de proyectos si
comparamos el proyecto integracionista de Tupac Amaru y el
proyecto radical de separación y escisión de Tupac Katari, aunque
también Tupac Katari tiene un comportamiento ambivalente con los
curas. También se pueden notar contrastes entre los planteamientos
de Tomas Katari y Tupac Katari, sobre todo porque en el primero se
observa su predisposición a corregir las anomalías de la
administración colonial, levantando la propia legalidad y legitimidad
del rey. Sin embargo estos contrastes no se los puede descifrar si es
que no se abarca el despliegue de todo el proceso del levantamiento,
incluyendo sus distinciones temporales, regionales y locales, además
de la misma evolución del enfrentamiento de los levantamientos. Esto
es precisamente lo que vamos a tratar de hacer apuntando a develar
el campo político que se abre con esta rebelión indígena.

Sinclair Thomson en su revisión de los proyectos de emancipación


pan-andinos escribe:

Los proyectos anticoloniales, tal como los concebimos aquí, son


aquellos que desafían explícita y conscientemente los fundamentos
del orden político colonial: la soberanía española y la subordinación
política de los indios. El desafío a ambas condiciones podía implicar
cualquiera de los siguientes elementos: (1) el repudio o
desplazamiento del rey de España (al remplazarlo, por ejemplo, por
un rey Inka); (2) el rechazo de la subordinación política indígena (sea
a través de la subordinación de los españoles o de la equivalencia
entre los dos pueblos); y (3) la afirmación de la autonomía indígena
(a través del rechazo a la corona y a las autoridades españolas en
territorio americano, y en este caso, en territorio andino). Es
importante señalar que, según estos criterios, los proyectos
anticoloniales no siempre implicaban un repudio directo al monarca
español. La agenda de eliminar o dominar a los colonos españoles y
de dotar a los indios de una condición de igualdad, o bien de rechazo
a las autoridades coloniales regionales, no siempre fue acompañada
de un antagonismo explícito o de referencias directas a la corona17.

El proyecto del retorno del Inka, el rechazo a la subordinación política


indígena y la afirmación de la autonomía indígena dibujan las
tendencias en el campo político pan-andino. Lo que importa es
comprender la formación del campo político pan-anadino como
respuesta a la dominación colonial, la estructuración de la rebelión a
lo largo del siglo XVIII, la constitución de sujetos y subjetividades

17
Sinclair Thomson; Ob. Cit.; pág. 174.

44
que van alimentar a la rebelión con voluntades, imaginarios y
acciones. Ciertamente el desarrollo de los levantamientos indígenas
comprenden un proceso complejo y hasta contradictorio; la relación
con el rey, al que no se lo veía nunca y de quién se tenía una idea tan
vaga y vivía tan lejos, que parecía más bien un fantasma, es
obviamente ambigua. Podía en un momento ser sustituido por un rey
real y legitimo, el Inka. El hablar a nombre del rey contra las
autoridades locales no niega el carácter anticolonial de las luchas; el
problema de la totalización de la rebelión, de las consecuencias
políticas en lo que respecta a la organización del Estado y de la
sociedad, en lo que respecta a la legitimidad última, va estar
pendiente. Empero, se va configurando la solución en la medida que
se radicaliza el movimiento. Lo que importa de las insurrecciones
indígenas del siglo XVIII es que tocan las matrices de poder del
capitalismo y la modernidad, el colonialismo. Podemos decir que el la
lucha anticolonial es la base de la política en las periferias del
sistema-mundo capitalista, es el sustrato más profundo, que le da
una perspectiva a las luchas sociales. No se podrían vislumbrar los
límites y los alcancesde las corrientes políticas y las luchas que se
dan posteriormente si no comprendemos la apertura históricade los
levantamientos indígenas del siglo XVII. El carácter problemático de
la política moderna asoma con toda la complejidad de la lucha contra
las dominaciones y la exigencia de libertades, derechos, además de la
constitución de las subjetividades y sujetos rebeldes.

Respecto a la importancia de los levantamientos indígenas del siglo


XVIII,importancia en la configuración de la política, por lo tanto de las
luchas descolonizadoras, de las luchas sociales, de las luchas
nacional-populares de los países andinos, vamos adelantar una
interpretación genealógica de la historia política de Bolivia.
Recogemos esta interpretación en una hipótesis sobre el
acontecimiento político.

Hipótesis

El nacimiento de la política en la región andina se da con las


insurrecciones indígenas del siglo XVIII, la matriz de la política en
esta región se encuentra en este substrato de la historia moderna.
Política en tanto cuestión de poder y de emancipaciones, política
como espesor dinámico de las luchas sociales, por lo tanto que
comprende en su geología sedimentada varias capas, las mismas que
recoge la memoria larga de los levantamientos, delas rebeliones y las
insurrecciones. Después de la insurrección indígena anticolonial del
siglo XVIII se van a dar otros campos políticos en el contexto de otra
modernidad, la relativa a la ilustración, fuertemente vinculada a un
programa liberal, basada en el principio de individualización
ciudadana, apuntando a la independencia a la conformación de la
república. Nos encontramos ante otro imaginario y a un
45
replanteamiento de la política, configurada en el espacio de las
comunidades imaginadas, las naciones. La guerrilla de los 15 años y
la guerra de la independencia se mueven en esta formación
discursiva liberal. Se trata ciertamente de una lucha por la
emancipación de la corona española, por lo tanto de una guerra
anticolonial, empero lo que llama la atención es que esta guerra de la
independencia criolla ignore la insurrección indígena el siglo anterior,
como si lo que ocurriese en el siglo XIX y lo que ocurrió en el siglo
XVIII no tuvieran conexión. Era difícil para los criollos y mestizos
liberales comprender la insurrección comunitaria indígena. El
desencuentro no solamente político sino también epistemológico se
ahondó con la llegada de la ilustración.

Un tercer campo político se abre con la guerra del Chaco y sus


consecuencias traumáticas. Podemos hablar de la formación de un
campo político correspondiente a las luchas sociales ya la lucha
nacional-popular. Es cuando se da se dan las formaciones de grandes
organizaciones sindicales, de los partidos marxistas y también del
partido nacionalista, se desatan luchas sociales, económicas y
políticas de envergadura, que cuestionan el Estado oligárquico, es
decir la forma del Estado-nación liberal dominado por la oligarquía
minera. Este periodo de luchas sociales, que expresan un discurso
marxistas, como la escrita en la Tesis de Pulacayo, que también
expresan un discurso nacionalista que persigue recuperar la
soberanía y los recursos naturales, soberanía enajenada por el
llamado super-Estado de los “barones del estaño”, culmina en la
revolución nacional de 1952 y en los 12 años que dura el periodo de
los gobiernos nacionalistas revolucionarios. Tenemos aquí otro
imaginario, de clase y nacionalista, tenemos también otra formación
discursiva, marxista, mejor dicho obrerista, y nacional-popular. Por lo
tanto también nos encontramos ante un nuevo replanteamiento de la
política. En alguna la literatura política e histórica contemporánea se
considera esta temporalidad histórica como si fuese el único intento
de modernización del Estado y la sociedad. Empero podemos decir
con Bolívar Echeverría que se trata de la modernidad de los Estado-
nación; se trata de una modernidad institucional que intenta
encaminarse por la industrialización para escapar de la dependencia
económica, basando su gestión política en medidas de
nacionalización. La política es marcada por la lucha de clases, el
proyecto socialista, pero también por la convocatoria popular a la
defensa de la nación y sus recursos naturales. Se trata de otra
“episteme” en tanto circulación de saberes, una “episteme” que llamo
boliviana, pues se pone como en el centro del debate la pregunta de
¿qué es ser boliviano? Ante esta pregunta se responde con el desafío
de atrevamos a ser bolivianos18. En este caso también llama la
atención la desconexión con la insurrección indígena des siglo XVIII,

18
Revisar de Sergio Almaraz Paz Obra completa. Plural. La Paz.

46
con la lucha anticolonial indígena. Cómo si quedara resuelta la
cuestión colonial con la interpretación del problema del poder y de las
dominaciones desde la lucha de clases, por lo tanto subsumiendo la
cuestión indígena en la figura del proletariado o de la alianza obrero
campesina. No sólo los marxistas ignoraron la insurrección del siglo
XVIII, las exigencias históricas del levantamiento, el profundo
carácter anticolonial de las luchas políticas, sino también los
nacionalistas; el discurso del nacionalismo revolucionario supuso que
la cuestión indígena se resolvía con el proceso de mestización que
acompañaba a la formación de la consciencia nacional.

Como se puede ver estos tres campos políticos no se logran conectar,


salvo que se entienda que hay alguna conexión con las
interpretaciones que se hacen en el discurso nacionalista de los 15
años de la guerrilla y de la guerra de la independencia, así también
salvo se entienda como alguna conexión el indigenismo que incorpora
el nacionalismo en su proyecto de mestización. Se puede hablar de
una desconexión de imaginarios, no se da un diálogo entre horizontes
históricos culturales. Para que ocurra esto habrá que esperar la crisis
de la década de los setenta, cuando irrumpe el discurso katarista
interpelando al Estado y a la nación boliviana, retornando a la
memoria larga indígena. Empero el dialogo intercultural se comienza
a dar en la década de los noventa, después de la marcha indígena de
tierras bajas por el territorio y la dignidad. A lo largo de los noventa
se produce como una reflexión popular sobre el fracaso de los
proyectos políticos y la necesidad de abrir un nuevo horizonte; esta
reflexión también es asumida teóricamente y termina formando parte
del debate en las organizaciones sociales, sobre todo indígenas y
campesinas. La apertura y vivencias intensas de un nuevo horizonte
político se despliegan durante las luchas y los movimientos sociales
anti-sistémicos de 2000 al 2005, horizonte político ciertamente
intercultural, a diferencia de los otros campos políticos anteriores. Se
toma plena consciencia del significado histórico político de la
insurrección indígena del siglo XVIII, de la exigencia profunda del
proyecto descolonizador, de la necesaria articulación de la
descolonización y de la mirada indígena a las otras luchas, sobre todo
nacional-populares.

La política en este cuarto campo político, en este horizonte


descolonizador, asume la pluralidad de las luchas, incorporando la
lucha primordial por la madre tierra, en plena crisis estructural del
capitalismo, crisis que tiene connotaciones destructivas ecológicas. La
política se mueve en un pensamiento pluralista que piensa
precisamente la pluralidad de los acontecimientos, la multiplicidad de
singularidades, las conexiones interculturales, por eso mismo busca
realizar las luchas en un mapa de transformaciones pluralistas del
Estado y la sociedad. Estas son las razones de la complejidad de la
Constitución Política del Estado Boliviana, lugar donde se logra
47
transcribir los mandatos de los movimientos sociales y de las
naciones y pueblos indígenas originarios, incluyendo temas
pendientes de transición, tareas que tienen que ver con concepciones
nacional-populares. Se trata de una Constitución intercultural y de
transición, una Constitución que establece las características de las
transformaciones en la transición. Hablamos de una transición
pluralista, la invención de una nueva forma de Estado plurinacional
comunitario y autonómico, también los referimos a una transición que
conecta el modelo productivo con el vivir bien, como alternativa
civilizatoria a la modernidad, al capitalismo y al desarrollo. Los ejes
de la transformación política plurinacional, territorial, autonómica,
comunitaria y productiva, también se halla contrastados por temas no
superados, que tienen que ver mas bien con normativas
conservadoras en el terreno del órgano ejecutivo, del órgano
legislativo, órgano judicial y órgano electoral, copiando estructuras
parecidas a la anterior Constitución y de otras constituciones
liberales, como lo de la Procuraduría. Sin embargo, también es una
Constitución que avanza en el sistema político, entendido como
democracia participativa, como ejercicio plural de la democracia,
directa, representativa y comunitaria. Se trata de una Constitución
que exige la construcción colectiva de la decisión política, de la ley y
de la gestión pública.

Esta complejidad del campo político y del horizonte político abierto


quizás también pueda explicarnos las razones de las profundas
contradicciones del proceso de cambio, también las razones del
retroceso del gobierno ante las tareas que exige la Constitución. Ante
la episteme intercultural abierta retrocede al folklore y reduce la
emancipación cultural al simbolismo y la escenificación. En otras
palabras, retorna al mestizaje, descartando la posibilidad de un gran
diálogo intercultural y a la gran tarea de construir una
institucionalidad intercultural. Ante la tarea de las transformaciones
pluralistas, renuncia a la construcción de un pluralismo institucional y
opta por restaurar el Estado-nación. Ante la tarea de la
transformación comunitaria, se desliga de esta responsabilidad y
prefiere optar por la defensa de la propiedad privada de la tierra,
particularmente de la que siguen siendo latifundios. Ante la tarea de
la descentralización administrativa política y la construcción de las
autonomías, retrocede en todo prefiriendo anclarse en un centralismo
obsoleto e ineficiente. Respecto a la tarea del modelo productivo, que
tiene también que ver con la industrialización, empero conectada a la
soberanía alimentaria, retrocede a la repetición devastadora del
modelo extractivista. Respecto al modelo alternativo del vivir bien, lo
usa como discurso en las presentaciones internacionales, sin tener
ninguna repercusión en las políticas públicas nacionales. Frente a este
problemática, en vez de debatir y discutir, de hacer participes a los
movimientos sociales de las dificultades, prefiere retroceder a una
solución “técnica”, a un empobrecido pragmatismo y realismo
48
político, que les da una tranquilidad momentánea, empero termina
colocándolos frente al proceso, en contra del mismo proceso.

Estas contradicciones y estos desenlaces conservadores forman parte


de la cuestión política, de la problemática política, de la política en
tanto relaciones de poder, estructura y diagramas de fuerza, que no
sólo corresponden al ámbito del país sino también a las relaciones
internacionales y con orden de dominación mundial. Una de las
preguntas que tenemos que responder en relación a esta
problemática de los retrocesos es ¿qué es el poder?, acompañada por
otras preguntas, ¿cómo funciona?, ¿por qué no se puede desmantelar
e Estado-nación y construir el Estado plurinacional comunitario y
autonómico? ¿Por qué el Estado se traga a los gobernantes,
conductores, a los que deberían transformar, en cambio los
transforma y los convierte en los engranajes de estructuras y de
relaciones de poder que parecen incontrolables? Estos temas tienen
que ver con el tópico político que llamamos en la introducción, en el
plan de trabajo de ¿Qué es la política?, la parte de la política que
tiene que ver con la conservación del poder. Cómo dijimos, la política
esta desgarrada por dos tendencias dicotómicas, la conservación del
poder y la destrucción del poder, la administración de los humanos y
de las cosas o el camino de las emancipaciones múltiples.

Ahora bien, de qué depende lo que pueda ocurrir con el proceso. El


horizonte pluralista e intercultural de la política se ha abierto, el
recorrer esta distancia hacia el horizonte depende vivir plenamente la
política, las luchas y transformaciones abiertas por la política en su
sentido pluralista intercultural, en su sentido de transición hacia otro
modelo civilizatorio. Se trata de asumir las tareas comprometidas, la
descolonización, el desmantelamiento del Estado-nación, la
construcción del Estado plurinacional comunitario y autonómico, el
modelo productivo, la soberanía alimentaria, la armonía con los ciclos
vitales de la madre tierra. Empero para esto es menester desarticular
las prácticas y habitusde las formas de hacer gestión tradicionales,
por así decirlo, desmontar las estructuras y relaciones de poder que
sostienen estas prácticas y este habitus. Esto significa la crítica
radical al discurso justificativo del gobierno y de los gobernantes, la
crítica al pragmatismo y realismo político optado, que encubre la
restauración del Estado-nación y la subordinación a las empresas
trasnacionales extractivistas.

Con esta interpretación marcamos una diferencia radical con la tesis


de la conspiración, que considera un lugar primordial a las
conspiraciones, a los grupos de conspiración, incluso a los secretos
pactos. Esta tesis también deriva en la explicación de la decadencia
de las revoluciones a través de factores subjetivos como la traición.
Con esto se les atribuye un papel preponderante y determinante a los
conspiradores, como si tuvieran en sus manos las riendas de la
49
historia. Nada más desesperado y fácil que estas interpretaciones
para explicar las contradicciones de los procesos. Los conspiradores
son uno de los factores en la multiplicidad de factores que intervienen
en los desenlaces de los procesos, no son de ninguna manera de los
factores determinantes. La complejidad de los procesos se explica a
partir de sus condiciones de posibilidad histórica, de las estructuras
inherentes, los ámbitos de relaciones, las prácticas y claro también la
constitución de sujetos y subjetividades. En el caso de los procesos
revolucionarios y los que se proponen transformaciones, sus
contradicciones, incluso sus retrocesos y decadencias, estos
desenlaces deben explicarse a partir de la estructuras, relaciones,
diagramas de poder, que juegan un papel no solamente en las
resistencias institucionales al cambio, sino también la cooptación e
integración de los revolucionarios precisamente a estas estructuras,
relaciones y diagramas efectivos. La crisis, en este caso la crisis del
Estado, tiene que llegar a ser tan profunda que desmantele estas
estructuras, relaciones y diagramas. Parece que para efectuar esta
tarea se requiere de saberes que sean capaces de descifrar la lógica
inherente de estas estructuras, relaciones y diagramas de poder, un
nuevo saber que circule y sea producto de la participación colectiva y
comunitaria. No se puede seguir actuando a ciegas ante
acontecimientos políticos estructurados por diagramas de poder y
relaciones de fuerza que se ocultan en la maquinaria de las
instituciones y en la profusión de las prácticas.

Acontecimientos políticos inaugurales de la política

La insurrección pan-andina

El historiador Sinclair Thomson describe las características del


proceso insurreccional anticolonial del siglo XVIII de una manera
sobresaliente por su manejo de las fases, estructuras e imaginarios
involucrados; en su evaluación de los proyectos de emancipación y
dinámica de la insurrección indígena comienza con la experiencia
política de la comunidad Chuani de Ambaná, en la actual provincia de
Larecaja. Escribe:

En la comunidad Chuani de Ambaná (Larecaja), entre fines de los


años 1740 y principios de los años 1750, salió a la luz un proyecto
radical inspirado en la conspiración de Azángaro en los años 1730.
Bajo el liderazgo de los Palli, los indios de Chuani rechazaron a la
autoridad local tanto civil como eclesiástica, y difundieron sus
mensajes de “redención” por todo el distrito. El objetivo del
movimiento era de “acabar o dominar los viracochas”, para restituir
la libertad a los indios. Creían que eran los redentores, “ellos son

50
redentores del pueblo y a fuerza de rigor harán vencimiento a todos
y aún los de la provincia, por que a ellos les toca el mandar”19.

Los levantamientos y pronunciamientos son anticipados por la crisis


de dominación, manifestada primero por los conflictos institucionales
e intra-comunales, después por las consecuencias del reparto
tributario y el fin de las mediaciones. La crisis de la dominación viene
acompañada por una crisis de legitimidad; se cuestiona la perversión
de las representaciones de mediación entre las autonomías indígenas
coloniales y la administración colonial. Se incrustan en estas
mediaciones personajes que venían de la nobleza indígena, también
mestizos que aprovechan a través de matrimonios para habilitarse
como caciques. También se cuestiona a caciques que se
aprovechaban de su representación para esquilmar a las
comunidades y enriquecerse a costa de ellas. Después el
cuestionamiento se extiende a los párrocos y a las autoridades civiles
coloniales. Son las comunidades las que se encargan de interpelar y
juzgar la los caciques, los representantes, las autoridades civiles y
eclesiásticas. Se produce una difusión de los pronunciamientos, que
poco a poco se convierten en convocatorias al levantamiento.

El segundo momento excepcional en que surgió un proyecto


identificable como anticolonial fue el cerco de Chulumani en 1771.
Menos de dos años antes, el levantamiento del pueblo de Sicasica fue
también provocado por la explotación del Corregidor Villahermosa y
sus agentes en el sistema de repartos, y sin embargo no hay
evidencias de que su dirigente, Alejandro Chuquiguaman, buscara el
derrocamiento de la dominación colonial o la eliminación de los
españoles como metas de la movilización de los ayllus20.

En cambio:

El liderazgo y la insurrección de Chulumani adquirieron una


naturaleza aún más radical. La movilización de Yungas había sido
premeditada, y dio lugar al surgimiento de un grupo de dirigentes
comunales – que no eran caciques y en su mayoría no habían sido
antes autoridades comunales – que se lanzaron a organizarla y
dirigirla21.

Fueron las comunidades la base de la movilización, también


entregaron su perspectiva a los levantamientos, una perspectiva
radical en relación a lo que había que hacer, la perspectiva del

19
Sinclair Thomson: Ob. Cit.; pág. 175.
20
Ibídem: Pág. 177.
21
Ibídem: Pág. 177.

51
autogobierno. La rebelión de yungueña fue abiertamente anticolonial,
las comunidades se organizaron para gobernar el territorio liberado.

El tercer momento excepcional de naturaleza radical y anticolonial se


dio a principios de noviembre del mismo año (1771), cuando los
comunarios de Pacajes se levantaron atacando a su Corregidor Josef
del Castillo y tomando el poder en la capital provincial de Caquiaviri.
La muerte del corregidor y de varios de sus lacayos en Jesús de
Machaca fue una reacción espontánea, en ocasión de las festividades
de Todos Santos, en contra del trato violento que había dispensado a
los comunarios reunidos en el pueblo. Aunque sin duda esta
confrontación estuvo llena de significación política, no hubo un
proyecto político comunal que animara o dirigiera el ataque. Un
compromiso más explícito con opciones y programas políticos claros
habría de emerger después de la matanza, cuando los comunarios de
Caquiaviri se vieron de pronto con el poder en sus manos, y tuvieron
que enfrentar el inesperado desafío de gobernar22.

Se dan rebeliones locales como núcleos profundos de la crisis y focos


de irradiación, se trata de eventos que muestran los alcances de la
crisis de la administración colonial, empero todavía eventos de
convocatoria restringida. Aunque se dan intensas experiencia de la
inversión de valores. Es el caso de la indemnización de españoles y
mestizos que son obligados a formar parte de la comunidad, de las
parcialidades del ayllu, a vestir con vestimenta autóctona, vistiendo
mantas, camisetas y monteras, en tanta las mujeres de axsu.

El movimiento de Tomas Katari en Chayanta podría haber añadido


leña al fuego de la visión de que una nueva era estaba comenzando.
Las batallas de Katari contra los funcionarios regionales y locales
abusivos comenzaron en 17777, cuando luego de regresar de un
notable viaje a pie hasta las cortes de Buenos Aires, proclamo:
“Ahora traigo nuevo mando del señor virrey, que ya no ha de ser
como antes todo landroncio”. Bajo la conducción de Katari, la
autonomía indígena parecía estar volviéndose una realidad hacia
1780: las comunidades obligaron a renunciar a los caciques ilegítimos
que actuaban en complicidad con el corregidor; depusieron al propio
Corregidor Joaquín Alós y actuaron con el fin de impedir que los

22
Ibídem: Pág. 181.

52
sucesores designados por las autoridades asumieran el cargo; en
ausencia del control colonial efectivo, Katari llego a gobernar la
provincia prácticamente por sí mismo23.

La rebelión en Chayanta y la dirección de Tomas Katari nos muestra


una fase intermedia del proceso de la rebelión indígena. Se recurre a
la autoridad del virrey para deponer a las autoridades locales y
cambiar la situación de los abusos en la región; se convierte en la
autoridad en toda la región por el lapso que dura la ocupación
indígena, llevando a cabo una especie de autogobierno. Sin embargo,
no está cuestionada la autoridad del virrey tampoco la colonia. Estos
hechos nos muestran las ambivalencias de la rebelión; en principio
son rebeliones locales, llegan a ser incluso regionales, empero en
esta etapa no prospera un cuestionamiento a la totalidad de la
dominación colonial.

El 4 de noviembre de 1780, José Gabriel Tupac Amaru capturó al


corregidor de la provincia de Tinta, Antonio de Arriaga, e inició su
movimiento como heredero de la corona de los reyes nativos del
Perú. Aunque no anunciará públicamente su separación de la corona
de España, se comportó como un solo monarca lo haría, y la
población reconoció de inmediato sus aspiraciones reales.
TupacAmarú comenzó asegurándose victorias militares y la adhesión
de los indios, mestizos y criollos en el distrito sur de la ciudad del
Cuzco. Un inicial momento culminante. En el que al parecer se
confirmó la abrumadora superioridad de las fuerzas indígenas y la
naturaleza providencial de su movimiento, llegó a ser tan intenso
que quizás infundió en los participantes una cierta complacencia
acerca de la continuación de la guerra. No fue capaz de capturar la
estratégica ciudad capital; pero las provincias del sur se entregaron a
las tropas indígenas leales al Inka. A lo largo de la lucha, su arraigo
político se extendería hasta Arica, Tarapacá y Atacama en la costa;
los valles de Charcas como Larecaja, Yungas y parte de Cochabamba
hacia el este; y hacia el sur hasta Jujuy y Salta, con ecos en Mendoza
en el nuevo Virreinato de Río de la Plata. El movimiento también
cosechó simpatías en la sierra central y norte del Perú, y sus
repercusiones se sintieron incluso hasta el Virreinato de Granada de
Nueva Granada en el extremo norte24.

23
Ibídem: Pág. 198.
24
Ibídem: Pág. 200-201.

53
Con la dirección de Tupac Amaru y ciertamente la rebelión
propiamente pan-andina que dirigió, se llega al nivel de mayor
convocatoria y proyección de los levantamientos indígenas, también
se llega a la proyección política mayor cuando se convierte en la
figura de retorno del Inka, sustituyendo prácticamente al mismo res,
y anuncia la conformación de un inmenso Estado que abarcaría desde
las costas del pacífico hasta la el Paititi, es decir la Amazonia. La
convocatoria a todos los nacidos en el continente, indios, criollos,
mestizos, afrodescendientes, mulatos para conformar una unidad en
contra de los españoles peninsulares puede entenderse como el
proyecto político de mayor alcance durante el siglo de la rebelión
indígena.

La violencia estalló en Oruro el 10 de febrero, en medio del pánico


por una oleada de rumores de que el corregidor y su facción de
europeos iban a atacar a los miembros de la milicia criolla y acabar
con sus adversarios. Luego de un confuso incidente, una revuelta
plebeya de criollos, mestizos y cholos se amotinó e incendió la casa
de un comerciante peninsular en la que se habían refugiado muchos
europeos con sus caudales. A la mañana siguiente, once españoles y
cinco esclavos habían perecido como resultado de las quemaduras y
golpes. En una asamblea improvisada, la multitud proclamó su
voluntad de que el prominente criollo Jacinto Rodríguez sea el nuevo
corregidor y que los europeos abandonen la ciudad de inmediato o se
los mate. A medida que transcurrió el día, miles de comunarios
convergieron en la ciudad, en apoyo a sus camaradas o “hermanos”,
en el lenguaje de Tupac Amaru, y en defensa del nuevo corregidor.
Se veían indios y criollos abrazándose en las calles25.

Lo que se observa en la toma de Oruro es la inmediata alianza entre


indios, criollos y mestizos contra los europeos. Sin embargo, una
alianza frágil, que no llega a durar, debido a las diferentes
percepciones sobre los desenlaces del conflicto. Los indígenas de las
comunidades no van a tardar de entrar en contradicciones con criollos
y mestizos; estos últimos toman la decisión de sacar a los indígenas
de la ciudad cuanto antes. Uno de los temas en conflictos es el de la
tierra; las comunidades exigían la devolución de tierras, esto afectaba
también a propietarios terratenientes criollos y mestizos. Para los
criollos y mestizos estaba bien sacar a los españoles, pero no veían

25
Ibídem: Pág. 207.

54
con buenos ojos las pretensiones comunitarias sobre la tenencia de la
tierra. Estas contradicciones terminaron rompiendo la alianza inicial.

Si bien la rebelión con Tupac Amaru fue la más extensa y


comprometió al mundo pan-andino, además fue la que contó con un
proyecto político en pleno sentido de la palabra, apuntando a la
totalización de la rebelión y la conformación de otro Estado, la
rebelión dirigida por Tupac Katari, más concentrada en la región del
Altiplano norte y sitiando a la ciudad de La Paz, correspondió a la
etapa más radical del proceso de la rebelión indígena. También fue
como el momento de clausura de la insurrección indígena en el siglo
XVIII, aunque siguieron los levantamientos esporádicos y locales
después de la muerte del líder. Las características de esta última
etapa del proceso de la rebelión indígena del siglo XVIII son
sintomáticas, muestran elocuentemente la fuerza del levantamiento
indígena, pero también, al mismo tiempo profundos contrastes,
debido a comportamientos ambiguos del propio líder, además de
evidenciar una composición de alianzas que no terminó de
solidificarse.

El historiador al que seguimos, Sinclair Thomson, escribe sobre Julián


Apaza, en un apartado sugestivo que titula Manifestaciones de la
“Serpiente Resplandeciente”, lo siguiente:

Hacia principios de 1781, podemos imaginar que Julián Apaza, a la


madura edad de 30 años, era un hombre curtido por años de
dificultades personales y dotado de una larga experiencia. Como
forastero comunario de un ayllu rural del altiplano, fue criado y vivió
en las circunstancias más exigentes y empobrecidas. Sufría de una
enfermedad física, quizás una poliomielitis infantil, que dejó algo
retorcidas sus piernas y brazos. Sin embargo, su energía física no
parece haber disminuido con ello, y siempre estuvo a la altura de su
intensidad de carácter. Sin duda, había desarrollado desde temprana
edad un sentido de autoconfianza. Si trabajó en un ingenio de
minerales, como rumoreaba, habría conocido de primera mano el
poder económico criollo y los rigores de una proto-industria colonial.
Como comerciante itinerante, habría sido expuesto a las duras
condiciones de los caminos. Sin duda estaba acostumbrado a tratos
bruscos con los otros indios, cholos y mestizos que llevaban sus

55
caravanas de llamas o recuas de mulas por las mismas rutas, y a
través de sus encuentros habría escuchado historias acerca de los
rincones más distantes del reino. En sus viajes, ha debido conocer
mucho sobre la vida de la gente que residía en el altiplano y en los
valles interandinos, y ha debido visitar otras ciudades coloniales
además de La Paz. Habría adquirido un amplio conocimiento de los
modos de dominación colonial cotidianos y sutiles, así como de los
sufrimientos comunes de los indios, sus miedos y resentimientos, y
su aspiración liberarse del “pesado yugo”26.

El dibujo de este semblante es un buen comienzo para comprender el


protagonismo que va jugar Julián Apaza en la etapa más radical del
proceso de la rebelión indígena, sido oriundo comunario, es decir
plebeyo y no descendiente de la nobleza indígena. Adquiere el
nombre de Tupac de Tupac Amaru y el de Katari de Tomas Katari, los
otros líderes de la rebelión que le antecedieron. Es el encargado de
llevar adelante la continuación de la rebelión, quizás en momentos
difíciles debido la derrota de Tupac Amaru. La tarea más complicada,
a unprincipio, ha debido ser convencer a las comunidades, a sus
jilakatas y malkus, de que era el encargado de continuar la rebelión.
Para eso contaba con una carta interceptada de TomasKatari dirigida
a TupacAmaru. Seguramente que no fue fácil ganarse el liderato, fue
un trabajo arduo, incluso mantener la unidad de la confederación que
sitiaba la ciudad de La Paz. Empero el hecho que un liderato haya
surgido desde las bases expresa el carácter de esta etapa de la
rebelión y las razones de su radicalización. A propósito Sinclair
Thomson anota que:

La formación política de Julián Apaza deriva claramente de la fase


aguda de las luchas comunales (ocurrida cuando él era adolescente),
que culminó en los levantamientos de los pueblos de SicaSica en
1769 y de Yungas y Pacajes en 1771. En 1781, la mujer de Apaza,
Barolina Sisa, declaró que él había estado preparando el movimiento
durante diez años27.

A lo largo del proceso de la rebelión la misma había combinado dos


interpelaciones, la de las comunidades y la de las estructuras y redes
donde se asentaban los lideres. Se ha visto que los comunarios
tendían a la radicalización del proceso, en tanto que los líderes
tendían a mantener las alianzas. Esta vez tanto la interpelación de las

26
Siclair Thomson; Ob. Cit.; págs. 224-225.
27
Ibídem: Pág. 225.

56
comunidades como la interpelación del líder coincidieron. Fue
indudablemente la etapa más radical del proceso de la rebelión
indígena durante el siglo XVIII, pero también no dejó de mostrar sus
propias ambigüedades. Como en el caso de la rebelión de Tupac
Amaru no se tomó la ciudad del Cuco, Tupac Katari tampoco llegó a
tomar la ciudad de La Paz. Ambas tomas eran indispensables en la
estrategia militar, prácticamente se dejó pasar el tiempo, dándole la
oportunidad al ejército español que llegó del sur a socorrer a la
ciudad sitiada. Este es un tema que quedó pendiente en el análisis y
en la historia; se debe abordar la respuesta a esta cuestionante de
manera abierta y analítica. Puede ser que haya habido desacuerdos
internos en la confederación de mandos que situaban a las dos
ciudades; sin embargo, este hecho forma parte de la complejidad del
proceso de la rebelión pan-andina. Otro tema complicado es la
relación con la religión católica; las rebeliones no se desprendieron de
los imaginarios cristianos, recurrieron a éstos tanto en forma
sincrética como directa. Esto se ve en la relación que tenía Tupac
Katari con los curas que asistieron en el campamento militar
indígena. Sin embargo, estas ambivalencias no opacan de ninguna
manera la conducción de la rebelión indígena y del sitio a la ciudad de
La Paz, sino que muestran el desarrollo del proceso en esta etapa, su
desenvolvimiento molecular, avanzando, emancipándose de las
ataduras coloniales. Todo esto forma parte de la complejidad y
riqueza del levantamiento indígena del siglo XVIII.

La revolución negra

¿Qué es el colonialismo? Esta pregunta es grave, sobre todo cuando


se tiene que responderla ante los abominables hechos de la
esclavización, del comercio de esclavos y la trata de humanos
reducidos a las condiciones de la mayor bestialidad inimaginables. La
realidad supera a la imaginación. Por otra parte hablamos de
bestialidad, no de animalidad, pues los animales son otra cosa; la
bestia es la invención humana más atroz. Quizás es la realización de
sus más terribles pesadillas. La pregunta también es: ¿de qué es
capaz el hombre? No estamos hablando de la mujer, pues ellas, la
pluralidad, han sido reducidas también por la dominación masculina a
distintas condiciones de subalternidad, de sumisión y de goce. ¿Cómo
llegaron a inventarse un régimen tan espantoso como el comercio de
esclavos y la cruel esclavización de la modernidad y de los orígenes
del capitalismo? ¿Qué los empujo a cometer semejantes crímenes en
57
tan gigantesca escala? ¿El dinero? ¿La ganancia? ¿La abismal
diferencia de poder, es decir de dominio, basado en la superioridad
en los mares y en la tecnología militar?

Con la conquista del quinto continente, Abya Ayala, se generaron


transformaciones en la estructura y correlación de fuerzas en el
mundo; Europa salió de su aislamiento por el Atlántico,
convirtiéndose la península de Eurasia en el centro y el eje de los
nuevos circuitos mercantiles. Abya Ayala fue desbastada de norte a
sud, de este a oeste, generando el despoblamiento a consecuencia
del genocidio y etnocidio sumados. Esto fue francamente
problemático incluso para los regímenes coloniales pues ya no
contaban con mano de obra servil en vastos espacios geográficos,
tanto para el trabajo de las minas como para el trabajo de las
plantaciones. El dominico Bartolomé de las Casas preocupado por la
desaparición de la población indígena, y ante la descomedida y
reiterativa violencia de los conquistadores, quienes no cumplían ni
con las leyes coloniales, que protegían a los indígenas como vasallos
del rey, leyes de indias; el dominico, quién había logrado convencer a
los reyes de que los indígenas eran humanos y tenían alma, propuso
para salvar a la población indígena ante los atropellos que no
parecían detenerse, que se trajesen esclavos del África para realizar
las duras tareas a que eran sometidos los indígenas. Comenzaron los
españoles, después les siguieron los portugueses, continuaron los
holandeses, franceses e ingleses. Se convirtió el tráfico de esclavos
en el negocio más rentable, además de traer efectos multiplicadores
con el trabajo esclavo, energía productiva no-pagada, sobre todo en
las plantaciones.

El vaciamiento del África negra, el traslado de grandes contingentes


de hombre, mujeres y niños, arrancados de sus aldeas, hacia el
nuevo continente y sus islas del caribe, fue producto de una
gigantesca empresa descomunal, que involucraba a la marina de
varios países europeos, en mutua competencia. Muchísimos
murieronprimero en el transcurro del viaje por tierra; después en los
calamitosos depósitos de humanos, donde los hacinaban;
seguidamente, en las estructura de los barcos, donde prácticamente
los tapiaban en estrechos espacios. Esta iniquidad fue cambiada por
subidas temporales a la cubierta, para elevar la moral depresiva de
los esclavos. Este era el momento que algunos aprovechaban de
liberarse de este infierno; muchos esclavos transportados, para
escapar de esta condena inaudita, se arrojaban al mar a la menor

58
oportunidad. El costo de muertes fue muy alto en este comercio de
esclavos, compensado, según los cálculos mercantiles de los
esclavistas negreros, con la venta de los cargamentos. Este crimen
de lesa humanidad, esta deuda irremediable nunca fue pagada por
Europa y los otros países involucrados en el comercio de esclavos,
como Estados Unidos de Norte América. Tuvieron los propios esclavos
que revelarse para conquistar su libertad.

La historia de la revolución negra de Haití es una de las más


profundas y reveladoras del nacimiento de la política moderna, del
alcance de las conquistas democráticas y de las conquistas de los
derechos humanos, del sentido histórico que adquirieron, para no ser
meras abstracciones en los discursos y en las constituciones. En
cierto sentido, en términos de la concreción de la significación
histórica, el significado de la emancipación alcanzó con a revolución
negra mayor profundidad que la revolución francesa debido al
carácter descolonizador de la revolución, a la elevada liberación que
lograba la rebelión de los esclavos, al admirable gesto liberador de los
humanos más destruidos y condenados de la tierra, reducidos a
propiedad absoluta de los amos esclavistas, reducidos a la condición
deshumanizada de meros instrumentos de trabajo, a la condición más
inhumana y brutal que se puede imaginar. El grito de la revolución
negra viene desde la herida más profunda, más desgarrada, desde el
abismo más oscuro del ser humano. Acompañando a las conquistas
más democráticas de la revolución francesa, los derechos del hombre,
la igualdad, la fraternidad y la solidaridad, la abolición de la
monarquía y las aristocracias, entre ellas la aristocracia de sangre, se
levantaron los esclavos de la isla la Española, del lado de la posesión
francesa. Quemaron las plantaciones de caña de los colonos blancos,
expulsándolos de sus propiedades, haciéndolos huir, devolviéndoles
la violencia que ellos cristalizaron en sus huesos, arrinconándolos a
las ciudades y a los puertos, tomando territorios y hasta poblados.
Así comenzó la larga guerra civil de Haití que duraría como una
docena de años.

Hay que aprender de estos conmovedores acontecimientos, que son


como los dolores de parto de la modernidad, hay que penetrar hasta
la raíz de la convulsión misma, de la potencia social de la revolución
negra, para comprender la capacidad creativa de los explotados de la
tierra, convertidos en insurrectos. La lucha por la igualdad nunca se
hubiera entendido a cabalidad si no hubiera sido por estos hombres y
mujeres de color que exigieron este reconocimiento de igualdad, en

59
sentido pleno y concreto, en el sentido profundo de la conmovedora
condición humana, con la abolición de la esclavitud. Tocaron lo más
irracional de los prejuicios humanos de entonces, el prejuicio racial,
por el color de la piel. Interpelaron incluso a los revolucionarios de
París, a la Convención, a la Constituyente, al Directorio, pero sobre
todo a los revolucionarios de París, los san culottes, al pueblo
trabajador parisino, que empujó a la Asamblea a apoyar a los
insurrectos negros, a sus demandas por la abolición y el
reconocimiento a la igualdad. Esta alianza entre explotados fue clave
para extender la fuerza de combate del ejercito negro de Toussaint
L’Overture, que venció al ejército monárquico francés, al ejercito
colonial inglés, al ejército español y, por último, con la continuidad de
la lucha al mando de Dessalines, al ejército napoleónico invasor.

Esta historia de la revolución negra ha sido ocultada o disminuida a


acontecimiento local por la llamada historia universal, historia oficial
de la legitimación del orden mundial, del orden imperialista, por el
intencional ocultamiento de los historiadores de la modernidad. Son
pocos los historiadores que han sacado a luz las grandiosas
dimensiones de esta revolución, entre ellos el conocido historiador
marxista C.L.R. James, quien en su famoso libro Los jacobinos
negros28 devela el papel crucial de la revolución negra en la
configuración de un mundo post-esclavista, en el transcurso de la
transformación de la re-configuración europea y posteriormente
americana. ¿Cuánto se les debe a estos revolucionarios de color en la
historia de las conquistas democráticas? Es indudable su gran aporte
en la lucha anticolonial y descolonizadora, incluso en la arqueología
de las teorías de la descolonización. Esto es importante decirlo pues
hay algunas corrientes académicas y algunos intelectuales
contemporáneos que se creen los portadores de las teorías de la
descolonización. No solamente esta es una muestra desproporcionada
de falta de humildad sino una manifestación de desprecio académico
por los movimientos, procesos y discursos descolonizadores,
íntimamente arraigados con estos acontecimientos transgresores de
órdenes de dominación colonial, con estas insurrecciones y guerras
anticoloniales. Uno de los creadores del discurso descolonizador y de
las bases de la teoría descolonizadora es pues Toussaint L’Overture.
En su correspondencia se encuentra expuesta con suma claridad las
tesis más caras de la descolonización. Esto se debe sobre todo a la
lucidez crítica contra el régimen esclavista, basada precisamente en
28
C.L.R. James: Los jacobinos negros. Toussaint L’Ouverture y la revolución de Haití. Fondo de
CulturaEconómica 2003; México.

60
la experiencia desgarradora y destructiva de la esclavitud.
Experiencia que permite abrir a la mirada los lugares y las escenas
más degradantes donde puede ser arrojado el ser humano. La
convicción por la emancipación de los esclavos, no sólo de la isla, sino
incluso de los que se encontraban en América, era en él una
convicción por la emancipación humana. No podía separar la lucha de
los esclavos de la lucha por las emancipaciones de la humanidad de
las cadenas de sus dominaciones, impuestas por los amos, patrones y
burgueses. No era pues el proletariado obrero la última de las clases,
los que nada tenían que perder, sino estos proletarios esclavos,
convertidos en propiedad, susceptible de destrucción, reducidos a la
condición de meros instrumentos de trabajo, despreciados y
maltratados, como no se lo hace con las máquinas; oprimidos
bestializados por la violencia colonial y esclavista. Eran los esclavos
los que debían liberar al mundo de las dominaciones que se asientan
sobre la matriz colonial. No podía haber paz mientras no se
reconociese la plena libertad y por lo tanto la igualdad entre los
humanos, cobre todo el reconocimiento de esta condición a los
humanos reducidos a esclavos. No puede haber una sociedad libre
basada en el régimen esclavista, base del sistema colonial. Como
republicano fincó sus esperanzas en la república francesa; empero
cuando el proceso revolucionario derivó en una curva regresiva,
cuando los jacobinos llegaron a su límite con el laberinto del terror,
sin atreverse a seguir a los comunistas, a lossan culottes, por lo tanto
quedando solos, aislados de las masas revolucionarias, comenzó la
etapa reaccionaria del proceso.Esta etapa fue conducida por la nueva
burguesía, que apartó a las masas de toda influencia en el Congreso,
llevando al proceso al termidor y después al régimen bonapartista.
Toussaint vio el peligro de una intervención napoleónica y el retorno a
la esclavitud de sus compatriotas liberados, seres humanos ya en
armas y trabajadores libres. Esta situación lo obligó a tomar toda la
isla, la parte española de Santo Domingo, para evitar o contener el
desembarco de las tropas napoleónicas.

Esta sensibilidad ante las variaciones de las coyunturas de un proceso


dramático lo llevó a entender que la garantía de la abolición de la
esclavitud no se logra sólo con la ley abolicionista, el reconocimiento
de libertad para los esclavos, por parte de la república francesa, sino
que era necesario garantizar la abolición en el tiempo. Esto
significaba la independencia y la construcción de una república negra.
A esta conclusión no llegó Toussaint L’Ouverture, pues se mantuvo
fiel hasta el final a la república francesa; fue su comandando

61
Dessalines quién comprendió más radicalmente la situación y supo
sacar las consecuencias de las enseñanzas de la guerra anticolonial
que llevaron a cabo.

Historia y emancipación

C.R.L. James condensa la historia de la revolución de los esclavos de


Haití en las primeraspáginas de su libro de la siguiente manera:

En 1879, la colonia de Santo Domingo de las indias occidentales


francesas representaba las dos terceras partes del comercio de
Francia con el exterior y era la isla comercial más importante para el
tráfico de esclavos europeo. Era parte integrante de la vida
económica de la época: la mejor colonia del mundo, el orgullo de
Francia y la envidia de todas las demás naciones imperialistas. Toda
su estructura reposaba sobre el trabajo de medio millón de
esclavos29.

En agosto de 1791, a dos años de la revolución francesa, los esclavos


se revelaron. El combate duró 12 años, hasta la declaración de
Independencia. El ejército de esclavos derrotó paulatinamente,
primero a los blancos colonos de la isla y propietarios de
plantaciones, después al ejército monárquico francés, resistieron a la
invasión española, a la armada británica que lanzó sobre la isla, en
plena crisis, una expedición de 60 000 hombres; por último vencieron
a la expedición napoleónica de tamaño similar a la británica,
comandada por el cuñado de Napoleón Bonaparte. La derrota del
ejército de Bonaparte desembocó en 1803 en la creación del Estado
negro de Haití. Se trata de la única revuelta de esclavos en la historia
que salió con éxito. Los problemas que tuvo que enfrentar la
revolución muestran patentemente los grandes intereses que estaban
en juego. Lo que llama la atención es la potencia de transformación
de la energía emancipatoria liberada; de esclavos temerosos ante la
sólo presencia de un hombre blanco, se convirtieron en una fuerza
revolucionaria capaz de derrotar a las potencias europeas dominantes
de entonces30.

29
C.R.L. James: Ob. Cit.; pág. 17.
30
Ibídem: Pág. 17.

62
La expedición de Cristóbal Colón fue primera que desembarcó en
estas islas paradisiacas del Caribe, primero en la isla de San
Salvador, después en la Isla que será bautizada como la Española,
donde se encuentra Haití. Los españoles preguntaron dónde había oro
y los nativos le señalaron la gran isla donde se encontraba el precioso
metal, isla donde ahora se encuentran Haití y Santo Domingo,
bautizada en el desembarco de los conquistadores como la
Hispaniola. Se trata de una de las islas grandes del Caribe, en
comparación se puede decir que es de un tamaño equivalente a la
isla de Irlanda31.

Refiriéndose a este momento el autor de los Jacobinos negros


escribe:

Los españoles, los europeos más adelantados de la época, se


anexionaron la isla, la llamaron la Hispaniola, y asumieron la
protección de los atrasados nativos. Introdujeron el cristianismo, el
trabajo forzado en las minas, el crimen, la violación, los perros
asesinos, las enfermedades desconocidas y la hambruna planificada
(mediante la destrucción de los cultivos para que los rebeldes
murieran de hambre). Estos y otros requisitos de la civilización
superior redujeron la población nativa de entre medio a un millón de
habitantes a 60 000 en 15 años32.

Bartolomé de las Casas, un sacerdote dominico, contando con la


experiencia dramática de la población nativa en la colonia, viajo a
España para defender la abolición de la esclavitud de los nativos. La
pregunta que les hizo a los monarcas es: ¿cómo iba a perdurar la
colonia sin los nativos? Todo lo que recibían como paga los nativos
era la cristianización y se encontraban obligados a trabajar en las
minas. Los monarcas accedieron al pedido. La corona abolió los
repartimientos, el trabajo forzado; empero esto quedó en los papeles,
pues los encargados de los trabajos y a economía siguieron
practicando el trabajo forzado, a pesar de las disposiciones de la
corona. Bartolomé de las Casas abrumado por la contundente
realidad, donde veía la desaparición de la población nativa, sugirió la
idea de importar robustos esclavos del continente africano. En 1517
Carlos V autorizó la exportación de 15 000 esclavos a la isla de Santo

31
Ibídem: Pág. 21.
32
Ibídem: Pág. 21.

63
Domingo. De esta manera el sacerdote y el rey trajeron a esta parte
del mundo el comercio de esclavos33.

Llegaron a las islas del Caribe toda clase de forasteros y aventureros,


venían a la Española desde las islas cercanas; eran cazadores,
cultivadores de café y algunos ganaderos. Los españoles decidieron
dar guerra sin cuartel a estos advenedizos, optaron por matar a las
cabezas de ganado. Ingleses, francés y españoles se entrabaron en
una lucha despiadada que desgarró a la isla, hasta que en 1695 el
Tratado de Ryswick, suscrito entre España y Francia,otorgó a Francia
la posesión legal de la parte occidental de la isla. Una vez que se
asentaron los colonos se necesitó cada vez más cuerpos y brazos
para descargar su energía en los duros trabajos requeridos; se
decidió traer contingentes de esclavos del África. Vinieron por
centenares de miles a poblar la isla, transformando su composición
demográfica34.

Un cuadro devastador de este comercio de esclavos dibuja C.L.R.


James:

Los traficantes de esclavos saquearon las costas del golfo de Guinea.


Devastaban una zona y a continuación proseguían su marcha hacia
occidente, y a continuación hacia el sur, década tras década, desde el
Niger hasta las riberas del Congo, desde Loango y Ángola hasta el
cabo de Buena Esperanza, y en 1789 habían llegado incluso a
Mozambique, en la costa oriental del África35.

Los traficantes de esclavos se abalanzaron sobre aldeas campesinas,


que tenían una mejor organización que los pueblos de campesinos
europeos para la agricultura. Destrozaron estos sistemas de cultivos,
empujando a poblaciones a la hambruna y a la degradación. Los
humanos eran cazados en el interior, atados los unos a los otros en
columnas, cargados con pesadas piedras para evitar tentativas de
fuga, obligados después a emprender el largo camino hasta el mar,
incluso de cientos de kilómetros en muchos casos. La parte
despiadada la cargaban los enfermos y los débiles, se desplomaban
para morir en la selva. Una vez sufrido estos dramáticos percances,
eran transportados hasta la costa en canoa, tendidos en el fondo de
las embarcaciones durante días que parecíanimperecederos, con las
manos atadas, los rostros expuestos al sol y a la lluvia tropical, las

33
Ibídem: Pág. 22.
34
Ibídem: Pág. 22.
35
Ibídem: Pág. 23.

64
espaldas sobre el agua acumulada en la concavidad de las canoas.
Cuando por fin se llegaba a los puertos de embarque, se los
encerraba en “empalizadas” para ser inspeccionados por tratantes de
esclavos. De este modo millares de seres humanos se aglomeraban
en estos “antros de putrefactos”, en los que se dice que ningún
europeo podía mantenerse de pie por más de un cuarto de hora sin
desmayarse. Los africanos también se desmayaban, pero se
recuperaban o morían. El número de bajas en las “empalizadas” llego
a rondar por el 20%36.

Cuando se emprendía el viaje por mar, en los barcos, se comprimía


literalmente a los esclavos en galerías escalonadas. A cada esclavo de
le asignaba un espacio reducido apenas de un metro y medio de largo
por un metro de alto. Se puede comprender que las revueltas en los
puertos y a bordo de los navíos eran incesantes. Por eso se tomaron
medidas; se encadenaba a los esclavos, la mano derecha a la pierna
derecha, la mano izquierda a la pierna izquierda, enganchándolos en
fila a largas vigas de hierro. Puede uno imaginarse el infierno vivido
en esas embarcaciones, donde los esclavos prácticamente tapiados,
apenas podían moverse. Se los sacaba para limpiar los cubículos y
volverlos a meter37. Cuando se llegaba a destino del mercado de
esclavos, eran subidos a cubierta donde eran minuciosamente
examinados, antes de ser comprados.

Podemos decir que el infierno volvía a comenzar en el nuevo mundo


donde fueron vendidos los esclavos. Ahora comenzaba la faena del
trabajo forzado, plagado de múltiples violencias. El trabajo en las
plantaciones era extenuante, la noche era relativamente un sosiego,
empero cuando amanecía maldecía el comienzo del día que los
condenaba al tormento rutinario del trabajo esclavo. Eran castigados
por cualquier falta con azotes de látigo que restañaban en sus
espaldas, que no solamente los dejaba mal trechos sino a veces los
mataba. El Código Negro de Luis XIV trató de corregir este martirio,
disminuyendo los castigos, los azotes, y determinando horas de
comida y descanso. Empero fue un saludo a la bandera, pues los que
deberían llevarlo a cabo no cumplían, siguieron con sus prácticas de
violencia descarnada. In embargo, a pesar de esta destrucción
sistemática de toda humanidad, los esclavos recurrieron para escapar
de esta condena a la danza y a los cantos. No se pudo aplacar el

36
Ibídem. Pág. 24.
37
Ibídem: Pág. 25.

65
sueño de emancipación, este sueño reapareció en el culto del vudú,
cuando bailaban y cantaban su letra favorita:

Eh! Eh! Bomba! Heu! Heu!

Canga, bafio té!

Canga, mouné de lé!

Canga, do ki la!

Canga, li!

Canción que quiere decir en la traducción: Juramos destruir a los


blancos y todas sus posesiones; mejor morir, que faltar a este
juramento.

Estratificación social en la colonia esclavista

En las colonias es importante tener en cuenta la estratificación racial,


pero también la estratificación social, estratificaciones que
conformaban estas sociedades de profundos contrastes, construidas
al calor de violencias desmedidas y avances intensos del capitalismo
y sus mercados. En el caso de Haití, el contraste mayor se daba entre
blancos europeos y esclavos africanos; empero, en ambos conjuntos
el cuadro no era homogéneo. Estaban los colonos propietarios de
plantaciones, empero, como encima de ellos se encontraban los
funcionarios y los militares de la monarquía; no todos del mismo
rango. Entre los colonos había grandes, mediano y pequeños
propietarios. Debajo de los colonos blancos, había otros blancos que
no eran propietarios y vivían en las ciudades; algunos de ellos
funcionarios de bajos puestos, comerciantes, artesanos, incluso
marginales. Entre blancos y esclavos africanos, había quienes no eran
ni blancos ni negros, estos son las diversas tonalidades de los
mestizos. Algunos llegaron a ser propietarios de plantaciones y ricos
comerciantes, incluso se formaron profesionalmente en París; había
abogados. Empero la masa de mestizos se encontraba también en las
ciudades cumpliendo labores en los intersticios del mercado, incluso
llegaban a puestos de funcionarios o de empresas comerciales. El
mestizo adquiría un código racial mas o menos positivo en la medida
que se acercaba su tonalidad de piel al blanco, en tanto que adquiría

66
un código racial negativo en la medida que su tonalidad de piel se
acercaba al negro. Se llegó al colmo de hacer una clasificación
detallada de estas diversas tonalidades. En el conjunto de los negros,
tampoco había homogeneidad; aunque la masa se encontraba en los
esclavos africanos trabajadores de las plantaciones y del campo,
había esclavos privilegiados, si se puede hablar así, que tenían tareas
domésticas en casa de los patrones. Con el tiempo también
aparecieron los esclavos libertos, así como los que escaparon al
monte en busca de su libertad, los cimarrones. Algunos de los
esclavos con ciertos privilegios y tiempo se llegaron a formar,
aprovechando el aprendizaje de la lectura y de la escritura. Uno de
ellos fue Toussaint L’Ouverture.

Hay que interpretar el desafío de la composición social de las


sociedades coloniales. Estamos hablando de islas donde
prácticamente han desaparecido las poblaciones nativas; entonces
sobre los cementerios indígenas se estructuraron estas sociedades.
Bartolomé de as Casas no pudo salvarlos en estos lugares tropicales,
fueron sustituidos por las poblaciones africanas y los
afrodescendientes. En estas sociedades coloniales lo que nunca hay
que perder de vista es que es la energía expropiada de los cuerpos de
los esclavos la que dado lugar a la dinámica económica, social,
política y cultural de las estructuras e instituciones coloniales. El
dominio colonial se inscribe en estos cuerpos y los engancha o todo el
circuito económico y comercial del Atlántico, a todo el proceso de
acumulación de capital, por lo tanto a la formación de las burguesías
europeas comerciales, mercantes y marítimas, también a la
burguesía financiera.

Los colonos eran la clase dominante en Haití, empero no eran la clase


dominante en Francia. La clase dominante en Francia era la burguesía
configurada en todos sus estratos. Desde la comercial hasta la
industrial, pasando por la marítima y comenzando a traspasar los
propios limites de la burguesía industrial, la formación de la
burguesía financiera, en el marco de las nuevas finanzas del sistema
capitalista. Son las burguesías marítima y la comercial las que van a
incidir en el curso de los acontecimientos de la guerra anticolonial de
Haití; sus decisiones, en una etapa avanzada de la guerra y en una
etapa regresiva de la revolución francesa, van a provocar la caída de
Toussaint L’Ouverture y el curso a la independencia de Haití,
conducido por Dessalines, que se va a entronar como rey de la nación
independiente. Los colonos blancos fueron la causa inmediata del

67
levantamiento de los esclavos, la explotación desmedida de estos
colonos sobre sus propiedades humanas es la causa de esta
acumulación de odio y deseo de venganza, base pasional de la
acumulación de fuerzas en tal intensidad que van a estallar
convertidas en una rebelión imparable.

¿Cómo explicar esta estructura racial y social colonial? Los colonos no


son bien vistos en Francia, ni en la Francia monárquica, ni en la
Francia republicana, aunque van a ser los que aparen y sostengan a
la decrépita nobleza francesa, en sus últimos días. Son como los
nuevos ricos, que, cuando contaban con suficiente dinero, se iban a
París o al interior, vivían de sus rentas, dejando administradores de
sus plantaciones en la isla. Otros, que no gozaban de este
atesoramiento, se quedaban administrando directamente sus
plantaciones, optando por viajar de vez en cuando, también
mandando a sus hijos a estudiar en París. Empero, la presencia de
estos colonos dependía de la ocupación militar y de la burocracia
gobernante, quienes estaban directamente vinculados con las
estructuras de poder de la monarquía, después de a república. Los
funcionarios y militares de alto rango se sentían estar por encima de
los colonos, aunque dependieran de sus sueldos. Es posible, que
algunos de ellos hayan cruzado la línea y se hayan convertido
también en propietarios de plantaciones y de esclavos. Sin embargo,
administraban, en todo caso un régimen esclavista.

Como dice C.R.L. James, las dos terceras partes del comercio francés
dependían de la isla. Podemos entonces decir que se trata de una
economía capitalista asentada en la explotación de los esclavos. La
economía capitalista tiene en sus cimientos las cavernas de la
esclavización. Se sostiene en este despojamiento. Esta es la razón de
la manera desesperada con la que se aferraron a la colonia y se
embargaron en una guerra desgastante. Lo que ocurre con Francia
monárquica, también ocurre con Gran Bretaña y Holanda, aunque con
sus diferencias y contextos propios. También ocurría con España y
Portugal, sólo que en este caso, hablamos de estados territoriales
coloniales, empero con menor desarrollo capitalista, quizás
estancados en un capitalismo comercial con incipiente desarrollo
industrial, por lo tanto no pudiendo ser suelos del centro de la
acumulación ampliada de capital.

Lo que interesa en estas anotaciones es observar que no se puede


comprender a estas sociedades coloniales y sus estratificaciones
independientemente de lo que ocurre en el mundo de los circuitos
68
donde están integradas. Se trata de flujos y circuitos, flujos de
muerte, cuando se trata de la desaparición de las poblaciones
nativas; flujos del tráfico humano, cuando se trata del transporte y
asentamiento de contingentes de esclavos en las plantaciones y en
las minas; flujos de colonizadores, cuando se trata de la llegada de
los blancos a las islas. También se trata de circuitos, circuitos
dinerarios y de mercancías; circuitos de navegación, que articulan las
islas al continente dominador;circuitos militares, cuando se trata de
las expediciones punitivas. En el curso de la guerra anticolonial, se va
a tratar también de alianzas; alianzas entre esclavos y cimarrones, al
principio; alianzas de esclavos con negros libertos, alianzas de
esclavos con mestizos; aunque también, en ciertos momentos de la
guerra, alianza de esclavos con republicanos blancos, que eran en
gran parte habitantes urbanos. En el caso de los delegados enviados
por la república, en su momento de mayor radicalidad, incluso
alianzas entre el ejercito negro y altos funcionarios y oficiales del
ejército francés, sobre todo en la lucha contra los británicos.

¿Cómo se forman las clases sociales? ¿Cómo se forman las


estratificaciones? ¿Cómo se forma la estratificación y la estructura
social racial? Estos fenómenos no pueden explicarse a partir de la
tesis del determinismo económico; no es el modo de producción el
que explica la formación de clases sociales, sobre todo tratándose del
modo de producción capitalista. El modo de producción puede
consolidar y petrificar a las clases sociales, pero no las inventa. Este
es un fenómeno que tiene que comprenderse a partir de sus actos
constitutivos. Ya lo decía Thomson cuando ventilaba su interpretación
de que la lucha de clases es la que crea a las clases sociales. Es pues
una acción violenta y de dominación la que funda a la clase
dominante y a la clase dominada. Es la conquista de las islas del
caribe, el genocidio y el etnocidio sobre las poblaciones nativas, el
despojamiento de sus tierras y recursos, el tráfico de esclavos, el
asentamiento de propietarios de plantaciones, acompañados de las
instituciones administrativas, como acontecimientos de irrupción, los
que se colocan como condicionantes históricas y políticas en la
constitución de las clases, de las razas, en la formación de las
estructura sociales coloniales.

La colonización no solamente debe verse como la expansión del


capitalismo, como procedimiento violento de conquista y
despojamiento, no solo debe entenderse como forma de dominación
basada en la inscripción y marca de los cuerpos, codificados en la

69
diferencia jerarquizada del color de piel, legitimando el mismo acto de
conquista y dominio, sino también debe comprenderse como
acontecimiento avasallante de formación de sociedades nuevas,
asentadas en suelos conquistados. Sociedades que pueden
caracterizarse de barrocas por el tipo de composiciones sociales
estratificadas que conforma, por las mezclas que ocasiona, por la
yuxtaposición de flujos, de circuitos, de alianzas, incluso de
instituciones complejas. A la luz de la experiencia de las islas del
caribe, podemos ver que se trata de una sociedad totalmente nueva,
debido a la desaparición de los pueblos nativos; una sociedad
compuesta por esclavos, en la base, por colonos, en la cúspide,
pasando por libertos, cimarrones, mestizos, estratificaciones de
blancos. No se ve aquí yuxtaposición de temporalidades, como en el
caso de las colonias en Mesoamérica y en los Andes. Se trata de una
colonización en sentido pleno de la palabra; adaptación al paisaje y
adecuación del medio a los requerimientos del mercado capitalista.
Transformación del medio y también transformación de las mismas
poblaciones migrantes, de las mismas clases.

Con la colonización observamos un fenómeno peculiar. Se forman


sociedades nuevas, que no son pre-capitalistas, como se las ha
calificado en cierta literatura marxista, sino todo lo contrario, son la
plena consecuencia de la expansión capitalista; se forma sociedades
nuevas, limítrofes, de avanzada, con estas combinaciones y
composiciones arrojadas por los requerimientos del mercado. Son
sociedades como un espejo del futuro en los horizontes del mismo
capitalismo. Esto es lo que arma el capitalismo; arrasa la tierra
conquistada e instala sus artefactos, sus flujos, sus migraciones, sus
circuitos. Instala su propia historia desentendiéndose de las historias
pasadas, de sus herencias, de las que no puede escapar en Europa y
en las regiones donde perduran las sociedades antiguas. El modo de
producción capitalista no hay que verlo en los talleres de las fábricas,
como se ha acostumbrado a hacerlo, sino en estas colonias, donde se
ofrece de manera descarnada. La misma proliferación de las fabricas
y talleres, su mismo desarrollo, la revolución industrial, no podrían
explicarse sin esta expansión violenta de la colonización.

El capitalismo es eso, despojamiento, no solo explotación, migración


y flujos, asentamientos coloniales, utilización extrema de los cuerpos
en la forma de trabajo esclava, implantación de una maquinaria social
adecuada plenamente al mercado, a los requerimientos del mercado
y del capital. Marx se equivocó en este tema al focalizar su análisis en

70
Europa y creer que el origen del capitalismo se generó en la península
de Eurasia. No, el capitalismo sólo es explicable como sistema-
mundo. La extrema forma del capitalismo es el colonialismo y la
colonización modernos. En las experiencias coloniales se alojan los
secretos del capitalismo, sus orígenes y su fin.

A estas alturas hay que hacer una anotación. La experiencia mundial


de la expansión del capitalismo y la modernidad a través de los
procedimientos de la colonización, la experiencia desbocada del
capitalismo en su plenitud, destilando sus distintas formas,
abriéndose camino con las armadas, las conquistas, los
despojamientos, las migraciones, los tráficos de esclavos, los circuitos
mercantiles, las transferencias de recursos naturales, nos muestra
que de lo que se trata en el fondo no es de apropiación de tiempo no
pagado a los obreros empleados. Esta medida no hace otra cosa que
ratificar la mirada aritmética de la economía política clásica. El tiempo
es una medida; esta medida oculta lo que está ocurriendo realmente.
Aunque clasifiquemos el tiempo a partir de la diferencia en tiempo
excedente y tiempo necesario, no se resuelve el problema. No es de
tiempo de lo que se apropia la máquina capitalista, sino de energía,
de energía humana y de energía en todas sus formas encontradas en
la naturaleza. La esclavización, el comercio de esclavos, la
incorporación del trabajo esclavo, muestra patentemente a cuerpos
humanos reducidos a meros portadores de energía, la misma que se
transfiere a través del trabajo. Humanos sin derechos, convertidos en
propiedad de los patrones, se articulan como recursos energéticos,
recursos vivos, en este caso, a los flujos y circuitos del capitalismo.
Lo mismo ocurre con los obreros; aunque obtengan un salario, son
convertidos mientras se emplean sus cuerpos en el taller de la fábrica
en meros portadores de energía, la que es apropiada, privatizada,
usada en el proceso de producción.

La metafísica de la economía política, de la contabilidad económica,


ha borrado esta evidencia indudable al obviar este acontecimiento
material, reduciendo el acontecimiento a una contabilidad del tiempo,
a una medida. Marx cayó también en esta metafísica. Por eso su
critica de la economía política no pudo romper los propios marcos de
la legitimación de la producción basada en la explotación del
proletariado, también, como hemos vistos, la violenta explotación
desmesurada de los esclavos. Cuando basamos la crítica al sistema
mundo-mundo capitalista, al modo de producción capitalista,
inherente al sistema-mundo, quizás su núcleo orgánico, en la

71
apropiación de la energía humana y de la naturaleza podemos
destrozar los límites del marco de legitimación de la explotación
capitalista. Recién la crítica adquiere su plenitud materialista, en
cuanto lectura de la potencia inherente a los cuerpos humanos y a los
seres naturales.

El capitalismo se apropia de la vida y de la energía. Privatiza los ciclos


vitales y se apropia de la energía, de los flujos energéticos, de las
distintas formas de energía, las introduce a sus múltiples procesos de
producción y transformación de la materia. Se apropia de la potencia
humana en el trabajo, de las capacidades que expresan esa potencia.
Transfiere la potencia humana al ciclo de producción, esta potencia
forma parte inherente de este proceso; las transformaciones
producidas en el proceso, las realizaciones de estas transformaciones
y cristalizadas en productos, son apropiadas, se privatizan, son
propiedad de empresarios y de empresas. Pero esto no detiene la
circulación y los flujos, la energía circula en todas las formas. La
energía circula y la materia se transforma. Si dejara de circular
energía el capitalismo caería de por si como un castillo de naipes.

La energía es la clave en el proceso de producción, empero no se


concibe este hecho, menos se lo contabiliza, a no ser reducido a
medidas de volúmenes o de fuerzas. También, como hemos visto, la
economía política clásica, reduce la contabilidad a otra medida, la del
tiempo. La economía monetarista es más pragmática, asume la
medida del dinero, como equivalente general. La medida suprema del
capitalismo. El tiempo ya es una medida, se mide el tiempo
aritméticamente, y se valora el tiempo en dinero. Toda esta
contabilidad esta sostenida en la metafísica de la economía política.
Esta es la manera de borrar la dinámica material de la energía y de la
vida. Pues si se pusiera al descubierto, se pondría en evidencia los
costos materiales del capitalismo. Este sistema de producción no
puede desarrollarse sin destruir la vida, la naturaleza, para
apropiarse de la energía que contienen.

La energía circula en la tierra en forma de ciclos, se reproduce.


Cuando se trata de lo que se identifica en la jerga de recursos no
renovables, cuando se habla de yacimientos, nos referimos a largos
procesos de formación, de consolidación, de sedimentación, de
formación de bolsones y vetas, de distribución geológica. En todas
sus formas hablamos de energía. La energía que contiene y
desprende el ser humano tiene su propia modalidad, sobre todo por
las características de este ser colectivo y social. No sólo se trata de
72
desgaste psíquico y físico, de acuerdo a la caracterización del trabajo
de la economía política, hablamos de saberes, conocimientos,
destrezas, habilidades, culturas, hablamos del intelecto general,
también de formas de asociación y acumulación de energía. El
problema es que cuando esta energía es desviada de sus ciclos
vitales, de la reproducción de la vida, se está afectando a los mismos,
ocasionando entropía, pérdida irremediable de energía, destrucción
de sus ciclos. El capitalismo crea entropía, desperdicia energía con el
objeto de acumular una ilusión, la medida de una medida, el dinero.
Claro que se produce transformaciones materiales, como las de la
revolución industrial y la revolución cibernética, empero estas
transformaciones son como dispositivos tecnológicos para seguir
efectuando los mismo, la apropiación de energía con fines privados,
sacándola de sus ciclos vitales, produciendo entropía y ocasionando
desequilibrios que son como las condiciones de posibilidad de la
muerte, la desaparición de la vida y de la energía.

Visto desde este punto de vista, el capitalismo es no sólo un modo de


producción sino también una maquinaria contable, una maquinaria
contable que hace desaparecer la misma materialidad de la
producción, la convierte en un presupuesto de lo único que interesa,
la contabilidad de la acumulación dineraria. ¿Cómo ha podido caer el
ser humano en tan extraña sociedad de la contabilidad dineraria?
Todo se convierte en un presupuesto de esta metafísica aritmética,
incluso las propias satisfacciones de necesidades, el bienestar; todo
esta destinado a valorizar el dinero. Hay dos caminos
complementarios que se pueden tomar en este momento; el de la
critica a la metafísica de la economía política; también el de la critica
materialista al des-potenciamiento de la vida y de los ciclos vitales, a
partir de la destrucción de la energía y sus condiciones de
reproducción que ocasiona el capitalismo. Optamos, en principio por
lo segundo. Esta critica la retomaremos más tarde, pues debemos
volver a nuestro asunto.

Estos problemas son muy pertinentes para entender lo que pasó en


Haití. Primero entender que estamos ante una sociedad nueva,
armada a partir de flujos migratorios, por o tanto estamos ante una
composición barroca, que responde a las transformaciones globales
del capitalismo, a sus productos sociales más liminares y también a
sus deshechos. Este tema estuvo en la cabeza de Toussaint
L’Ouverture, sobre todo cuando vencieron a la armada británica,
cuando enfrentaban la preparación de la expedición napoleónica.

73
Había preguntas que lo atormentaban, un a de estas era: ¿Es posible
mantener las alianzas conformadas durante la guerra? Con mulatos,
con mestizos, con negros libertos, con blancos, a los que se respetó
su propiedad en las plantaciones; hablamos de los que volvieron y se
mantuvieron bajo el gobierno afro. Hasta el final se mantuvo firme
intentando mantener las alianzas, escribiendo a Napoleón Bonaparte
en este sentido, explicándole que era la única manera de que la isla
se mantenga vinculada a la república. Napoleón o entendió nada, ya
se encontraba embarcado en una etapa regresiva de la revolución,
optó por la estrategia de la burguesía mercante, sentar la mano a los
esclavos alzados, volverlos a someter a la esclavización, después de
una guerra de exterminio. ¿Tenía razón Toussaint? La otra pregunta,
entre tantas, era: ¿Ha llegado el momento re romper las alianzas y
conformar un Estado negro? ¿Romper con los mestizos y los blancos;
contraponer a la guerra de exterminio del imperialismo con otra
guerra de exterminio de los blancos?Es Dessalines quien tomó esta
determinación; en cambio Toussaint fue apresado y deportado,
encarcelado hasta su muerte.

El otro tema, el de la lectura del capitalismo desde el des-


potenciamiento de los cuerpos, desde la destrucción de la energía y
de los ciclos vitales, también es importante. Sobre todo para encarar
la experiencia global del capitalismo, su expansión mundial, la
formación del sistema-mundo, basados en la materialidad de la
destrucción de la vida y de la energía.

Las sociedades coloniales nos muestran temprano la violencia


desmesurada de esta destrucción, en los lugares donde se plasma el
capitalismo en su forma descarnada. La tesis es la siguiente: El
colonialismo no solamente es la avanzada del capitalismo, también la
matriz en la que el capitalismo encuentra la fuerza de su expansión,
sino también es el futuro del capitalismo. El capitalismo lleva a esto,
a la explotación por despojamiento; esto lo ha hecho en la inmensa
llamada periferia del sistema-mundo, que en realidad es su tierra
nueva, su tierra prometida, su verdadero territorio. También lo esta
haciendo ahora en los espacios del llamado centro del sistema-
mundo, que en realidad no es otra cosa que centro de acumulación.
Descarga su furia financiera en las sociedades europeas y
norteamericanas, castigando a las llamadas clases medias, además
de los trabajadores. El capitalismo no subsistir puede sin crecer y
para crecer tiene que destruir, incluso en los lugares donde afinca su

74
acumulación y atesoramiento. El futuro del capitalismo es la
recolonización global del planeta.

La revolución de los esclavos

Del libro de referencia, Los jacobinos negros, la parte más intensa


corresponde al relato de los acontecimientos de la larga guerra
anticolonial de los esclavos. C.R.L. James comienza así este relato:

Los esclavos trabajan en la agricultura y su objetivo, como el de los


campesinos revolucionarios en todas las latitudes, era el exterminio
de sus opresores. Pero sus condiciones de vida y de trabajo,
hacinados por centenares en las inmensas factorías que se extendían
por la Llanura del Norte, los aproximaba al proletariado moderno más
que a cualquier grupo de trabajadores de la época, y el levantamiento
fue, por tanto, un movimiento de masas metódicamente preparado y
orquestado. Sabían por amarga experiencia que las tentativas
aisladas estaban condenadas al fracaso, y en los primeros meses de
1791 se preparaban para la revolución en Le Cap y sus alrededores.
El vudú era la herramienta de la conspiración38.

Boukman, un papaloi o alto sacerdote, era el líder de la insurrección.


Boukman era capataz de una plantación,por sus contactos tanto con
blancos como mulatos se encontraba informadosobre la situación
política de la isla. La atmósfera era como de espera de un
levantamiento; por eso, a fines de junio de 1791, los blancos de Le
Cap y alrededores se encontraban preparados y a la expectativa. El
plan subversivo había sido forjado con antelación y convocando a una
gran mayoría de los esclavos; el plan contemplaba la exterminar de
los blancos y apoderados de la colonia39.

El relato del estallido del levantamiento que hace C.R.L. James es


elocuente:

En la noche del 22 de agosto estalló una tormenta tropical,


acompañada de relámpagos, ráfagas de viento y densos chaparrones.
Valiéndose de antorchas para alumbrar su camino, los líderes de la
revolución accedieron a un claro de los densos bosques de Mourne
rouge, una montaña que rodeaba Le Cap. Boukman impartió allí las
últimas instrucciones y, tras el conjuro del vudú, tras sorber sangre

38
Ibídem: Pág. 91.
39
Ibídem: Pág. 91.

75
de cerdo sacrificado, sugestionó a sus seguidores por medio de una
plegaria en criollo que, como de tanto de cuanto se dice en ocasiones
semejantes, ha llegado hasta nosotros. “El dios que creó el sol que
nos alumbra, que riza las olas y gobierna las tormentas, aunque
oculto tras las nubes, nos contempla. Ve todos los actos de los
blancos. El dios de los blancos incita al crimen, pero el dios de los
negros inspira la bondad. Nuestro buen dios nos ordena vengar
nuestras ofensas. El dirigirá nuestras armas y nos ayudará.
Derribemos el símbolo del dios blanco que tan a menudo nos ha
obligado a llorar, escuchemos la voz de la libertad, que habla en el
corazón de todos nosotros”.

El símbolo del dios de los blancos era la cruz que todos ellos,
católicos, llevaban alrededor del cuello40.

Las tropas que defendían las inmediaciones de las plantaciones


cercanas se retiraron a Le Cap para defender más bien la ciudad,
donde la gente andaba asustada y temerosa. Muchos propietarios
huyeron hacia la ciudad dejando a la suerte a las plantaciones. Una
vez que se vio que la revuelta prosperaba, Toussaint, que tenía
contactos con los líderes, decidió unirse, aconsejo a su propietaria,
Bayou de Libertas, que se retirara a Le Cap para protegerse y
refujiarse, mandó a su propia familia a un lugar seguro, y se integró
a la rebelión. Hasta ese momento se había quedado a cuidar la
plantación y a madame De Libertas. Desde ese instante la vida de
Toussaint cambiará radicalmente, convirtiéndose en el estratega
indiscutible de la guerra anticolonial. C.R.L. James dibuja el
semblante de Toussaint de una manera ejemplar:

La persona que tan metódicamente había decidido unirse a la


revolución era un hombre de 45 años, edad avanzada para aquellos
tiempos, el pelo ya gris, al que todos conocían como Old Toussaint, el
viejo Toussaint. Sobre el caos de Santo Domingo de aquel momento
y de años posteriores sentaría las bases de un Estado negro que
perdurará hasta hoy en día. Desde el momento que se unió a la
revolución se convirtió en líder, y progresó, sin encontrar gran
rivalidad, hasta desempeñar un papel protagonista41.

La guerra se desató, las masacres de un lado y otro se sumaban;


eran más despiadados los blancos, que incluso asesinaban a los
esclavos de las plantaciones que se acercaron asustados,

40
Ibídem: Pág. 95.
41
Ibídem: Pág. 96.

76
encontrándose ante las plantaciones devastadas. El líder de entonces,
Boukman cayó peleando valerosamente; como trofeo la asamblea
exhibió en Le Cap su cabeza decapitada. Los blancos en guerra
incluso la emprendieron contra los mulatos, a quienes asesinaban en
las ciudades. Los mulatos, que no habían visto con buenos ojos la
revuelta de los esclavos, terminaron revelándose en el oeste. Se
concentraron en Croix-des-Bouquets, un distrito ubicado a cinco
kilómetros de la capital. Rápidamente formaron un núcleo
organizativo de dirigentes, de los cuales el más sobresaliente era
Rigaud, hijo de un hombre blancoy una mujer negra. Educado en
Burdeos, aprendió el oficio de orfebre, además de contar con
instrucción militar. Sirvió como voluntario en el ejército francés
combatiendo en la Guerra de la Independencia de los Estados Unidos.
Llegó a ser oficial interino y prestó servicios en Guadalupe42.

La guerra anticolonial, su largo proceso, muestra distintas fases, así


como sus inherentes complejidades. El levantamiento mulato no se
sumó de manera inmediata a la rebelión de los esclavos; al contrario,
en principio se aliaron a los monárquicos contra los republicanos,
además de defenderse también de la insurrección negra. Las
contradicciones entre esclavos y mestizos, comprendiendo a los
mulatos, eran evidentes. Fue un lento proceso de maduración hasta
reconocer al enemigo principal, por así decirlo. En una etapa
avanzada de la guerra, sobre todo cuando la lucha estaba bajo la
dirección de Toussaint, se articuló la alianza entre esclavos, negros
libertos, mestizos y mulatos, además de blancos republicanos. El
movimiento de las alianzas a lo largo del proceso muestra el carácter
de la fase de la guerra anticolonial, la intensidad de la lucha, además
del avance del mismo proceso. Toussaint era muy consciente de este
devenir y fue cuidadoso en el manejo de las alianzas. Cuando la
república declaró la abolición de la esclavitud, en una coyuntura de
radicalización de la propia revolución francesa, empujada por los san
culottes, por la multitud plebeya de París, que reconoció en los
propietarios a los mismos aristócratas, enemigos de la revolución, a
los aristócratas de sangre, los mestizos y mulatos se dieron cuenta
que su alianza con los monárquicos no era otra cosa que extender la
discriminación racial, a pesar de los acuerdo desesperados a que
llegaron los blancos monárquicos con ellos, a un principio. El ejército
mestizo jugó un papel preponderante en la lucha y expulsión de los
británicos de la isla.

42
Ibídem: Pág. 101.

77
El itinerario de las alianzas es como el de una curva que comprende
la acumulación de fuerzas, en los momentos más intensos de la lucha
y la disociación de fuerzas, en los momentos dónde se ponía en mesa
los intereses particulares. Sólo al final de la guerra anticolonial,
cuando Toussaint va a ser apresado y exilado, cuando Dessalines se
convierte en el conductor de esta etapa contra la expedición
napoleónica, se toma la decisión de la exterminación de los blancos y
su expulsión definitiva de Haití. Esta experiencia tan intensa nos
muestra la complejidad del proceso y los recorridos laberínticos de la
política. Los cambios se producen tanto en Haití como en Francia,
también en el contante europeo. La derrota de los jacobinos, por lo
menos de los radicales, así como el aislamiento de las masas por la
política regresiva de la nueva burguesía, va incidir en el destino del
decurso de la guerra anticolonial y en la suerte de la propia nación de
Haití.

Las preguntas al respecto son: ¿Tenía razón Toussaint al insistir en


las alianzas o Dessalines que opta por un Estado negro en alianza con
los afrodescendientes? ¿Depende sólo de su intuición o de las
coyunturas y contextos internacionales? Para entender lo que ha
ocurrido debemos introducir el factor de la geopolítica británica, que
quería perjudicar a Francia quitando de su dominio y control a la isla
de Santo Domingo. Una vez derrotados los británicos por ejército de
esclavos y mulatos, van a proponer primero a Toussaint el apoyo si
se independizan, después a Dessalines. El primero se niega, pues no
confiaba para nada en los imperialistas, el segundo, a pesar de sus
primeras reticencias, termina aceptándola al final. A los británicos no
les interesaba la prosperidad de la isla, buscaban el dominio de los
mares y del comercio mundial. Una vez independizada Haití y
convertido en emperador Dessalines, Haití queda aislada de los
circuitos del mercado. Las potencias europeas no iban a apoyar a un
Estado negro.

En este contexto lo que llama la atención es lo que pasa después


respecto a las independencias americanas. En principio, británicos y
estadounidenses contraen acuerdos comerciales con Haití; en cambio,
cuando se producen las independencias del resto de países
americanos, sobre todo en lo que respecta a Bolívar que tiene
contactos con Dessalines y es apoyado por él, las repúblicas
latinoamericanas no establecen una alianza estratégica con Haití. Es
más, los acuerdos comerciales van a prosperar con el imperialismo
británico, en pleno auge de la revolución industrial. Estos hechos nos

78
muestran también el carácter de las independencias
latinoamericanas; en estos casos no se produce una radicalización de
los procesos inherentes a las guerras de independencia, sino mas
bien, el control cae en manos de los criollos y mestizos, quienes no
tenían interés en resolver la independencia por la vía de la
radicalización, es decir, en unos casos por la vía de la emancipación
indígena, en otros, por la vía combinada con la emancipación de los
afrodescendientes. Incluso la mantención de la esclavitud siguió en
los propios periodos republicanos en algunos de los casos más
notorios.

En el caso pan-andino la rebelión indígena había sido derrotada a


finales del siglo XVIII, cerrándose de esta manera la vía radical de los
procesos. Fueron las burguesías comerciales, sobre todo portuarias,
además de las oligarquías criollas las que tomaron la iniciativa y las
riendas de la guerra de la independencia. Por eso también se explica
por qué no estaban interesadas en proyectos como la gran Colombia
de Bolívar, que les parecía un proyecto utópico y quizás atentatorio a
sus intereses. En el caso boliviano, tampoco se puede decir que los
quince años de guerrillas y de las llamadas republiquetas, sobre todo
la de Ayopaya, encarna un proyecto radical. Los guerrilleros estaban
ligados al ejército argentino de Belgrano y del gaucho Guemes, así
como a intereses profundamente locales en el combate con la
administración colonial y el ejército español. De los comandantes, el
más radical era el llamado comandante Tambor Vargas, pero
tampoco expresaba él un proyecto radical, aunque si tenía en mente
la lucha por la patria.

Tampoco se puede decir que los liberales independentistas eran los


jacobinos criollos o mestizos del continente americano. Tenían mas
bien una idea general de la república, quizás mas bien normativa,
contando con una ideología liberal matizada. No se les puede pedir
una reflexión profunda sobre la cuestión indígena y el problema de la
colonialidad. El tutor y mentor de Simón Bolívar, Simón Rodríguez,
tenía una idea más elaborada de las reformas liberales, empero las
mismas no se llevaron a cabo, sobre todo por resistencias de las
oligarquías regionales, cuya base económica se sustentaba en la
propiedad latifudinaria y en la explotación de las poblaciones y
campesinos indígenas.

A estas alturas debemos decir que no toda crisis deriva en un proceso


revolucionario, tampoco no todo proceso revolucionario deriva en una
independencia o, dicho de manera general, en una victoria política,
79
llegando a la situación de Estado o disolución del Estado. Parece que
los procesos revolucionarios son mas bien escasos; muchas crisis se
resuelven de otra manera, a través de pactos. En la región pan-
andina a finales del siglo XVIII se vivió un proceso revolucionario, se
abrió la lucha y el levantamiento indígena a una guerra anticolonial,
empero esta no culminó con la victoria indígena, tampoco con la
independencia. Durante en el siglo XIX se dio lugar la guerra de
guerrillas y prosperó esta crisis y contienda bélica en la guerra de la
independencia. Empero es difícil hablar en este caso de un proceso
revolucionario. Los pueblos y naciones conquistadas no estaban
involucrados en la contienda anticolonial, tampoco las clases
explotadas. Fue una guerra contra la corona española conducida por
las clases pudientes de criollos, acompañados por los mestizos,
comunidades indígenas formaron parte esporádicamente del apoyo a
la guerrilla, también grupos indígenas formaron parte del ejército
independentista, como también formaron parte del apoyo al ejército
realista. Las naciones y pueblos indígenas no estuvieron involucradas
como proyecto político. Empero la guerra de la independencia derivo
en la formación de repúblicas criollas. Estas repúblicas criollas se
sostuvieron sobre pactos.

Los procesos revolucionarios emergen desde lo más profundo de las


matrices sociales, ocasionadas por desgarradoras contradicciones,
encontradas diferencias, explotaciones y dominaciones de unas clases
sobre otras, de una nación sobre otras, de Estado sobre los pueblos y
las sociedades. Son las clases explotadas y pueblos dominados los
que se levantan y empujan el proceso que emerge de la crisis en una
temporalidad intensa. Cuando no ocurre esto, cuando no solamente
las clases explotadas son dominadas sino sometidas a la disgregación
y silencio, las clases dominantes logran capear el vendaval y dirigir el
decurso de los acontecimientos de acuerdo a sus intereses. Las clases
logran formar pactos entre ellas y con ciertos estratos y grupos de las
clases dominadas; en este caso, la crisis no deriva en un proceso
revolucionario sino en un conflicto de otras proporciones, susceptible
de ser manejado mediante acuerdos. Las contradicciones entre
criollos y españoles no responden a un antagonismo irreconciliable
sino a competencias y concurrencias en relación al monopolio del
mercado, así como al control de la tierra y del gobierno. La
contradicción antagónica se hizo sentir en el siglo XVIII entre pueblos
indígenas y españoles, incluso, en momentos radicales de la
conflagración, entre indígenas y criollos, así como entre indígenas y
mestizos. En el siglo XIX estas contradicciones no fueron el eje de la

80
guerra de la independencia. No hubo clases explotadas y pueblos
dominados que empujaran el proceso adelante. Las republicas criollas
fueron, como hemos dicho, producto de pactos. Se apresaron a
entablar relaciones comerciales con la potencia industrial dominante,
Gran Bretaña, y desecharon toda lucha anticolonial y antimperialista.
En este contexto, se puede ver que no les podía interesar una alianza
estratégica con Haití, las islas del caribe, incluso no podía interesales
una integración una integración de las repúblicas nacientes, menos
aún un alianza con el continente martirizado del África. La consciencia
antimperialista de Toussaint L’Ouverture no estaba presente en la
cabeza de los caudillos liberales de estas repúblicas criolla, salvo
quizás, en determinados momentos, en Simón Bolívar.

¿Qué es la política? III

Las ficciones del realismo político

Dedicado a Rebeca Delgado

El realismo político

Vamos a hablar de los límites del realismo politico. El realismo político


más que una teoría es una perspectiva, una manera de apreciar la
llamada “realidad”, que no es otra cosa que una representación; en
este caso una representación disminuida a lo que se considera
“realidad”, es decir, la percepción conformista de las condiciones
dadas. Las condiciones objetivas y subjetivas dadas, aparecen
entonces como límite impuesto por la “realidad”. Esta tesis es un
poco como el complemento simétrico de la tesis del fin de la historia;
esta última tesis propone el fin, el acabamiento, la realización plena
de la historia; no hay un más allá. La anterior tesis, la del realismo
político, propone el fin de las posibilidades, de las potencialidades, de
las capacidades creativas. Las condiciones están dadas como una
regla eterna impuesta por la providencia de la historia, que para los
realistas es una especie de fatalidad. Entonces la tesis conservadora
del fin de la historia tiene su complemento en la tesis del realismo
político del fin del comienzo, la inmovilidad de las condiciones. Ambas
tesis son conservadoras.

Ahora bien, el realismo político tiene varios modos de expresión; uno


de los más conocidos es la onda descriptiva, que se esmera en hacer
descripciones de lo que hay, de lo que se cuenta, de los recursos. La
onda descriptiva llega al extremo de reducir las descripciones a las

81
cifras; adquiere una forma de exposición aparentemente estadística,
pues usa cuadros e indicadores; pero esto no es más que forma
descriptiva reducida a lo conmensurable. Está muy lejos de usar las
teorías estadísticas, sobre todo el tratamiento de los problemas de
medida y las exigencias en la construcción de indicadores. Es pues
una pose de legitimación esta pedantería de las exposiciones
oficiales, llenas de cifras, para cubrir sus vacíos cualitativos. Pero,
bien, resulta que uno de los modos del realismo politico es esta forma
descriptiva de la “realidad”. Otro modo es el formalismo, defensor del
institucionalismo y seducido por las apariencias; la apariencia de
seriedad, por ejemplo. Esta es quizás la posición más conservadora
del realismo político, pues considera a las instituciones como eternas
y garantizadoras del orden. De aquí al prejuicio jurídico, como núcleo
de la “realidad” social no hay más que un paso; este modo jurídico,
que se presenta, en principio como respetuoso de las leyes y las
reglas, termina, en la forma de su adulteración, en la manipulación
mañosa de las leyes y las reglas. También hay otros modos de
expresión del realismo político; daremos el ejemplo de uno más, con
pretensiones teóricas; se trata de la perspectiva lineal de la historia.
En este caso se concibe un tiempo lineal y sucesivo; sobre este
presupuesto se construye la teoría la “revolución” por etapas. Ésta
también es una posición conservadora, pues aplasta la potencia
social, desconociendo la complejidad del espacio-tiempo concreto de
lo histórico social.

En la contemporaneidad, también durante gran parte del siglo XX,


sobre todo durante las experiencias “revolucionarias”, el realismo
político sirve y ha servido, para limitar las posibilidades de las
“revoluciones”. En Bolivia, durante la experiencia del llamado
“proceso” de cambio, que todavía vivimos, el realismo político ha
detenido la fuerza social de las movilizaciones anti-sistémicas y ha
limitado al máximo las posibilidades de las transformaciones
institucionales. El realismo político, después de haber sido apoyado y
promovido en todas las instancias institucionales, en todas las
políticas públicas, después de siete años de gestión, se encuentra en
crisis, interpelado, ante la imposibilidad de explicar la “realidad” de
los conflictos y contradicciones, sobre todo la evidencia de sus
propias imposibilidades, al no poder reducir lo que llama “realidad” al
prejuicio de sus representaciones conservadoras.

El conflicto de los “libres pensantes”


82
El planteamiento de reconducción ha causado no solo zozobra en los
y las llunk’u, aduladores y apologistas, sino también hilaridad y
desesperación. Ya perdieron los estribos. El ataque se dirige a Rebeca
Delgado, cuya actitud digna y valiente no sólo les molesta sino les
cuestiona, pues desmorona su máscara de “disciplina”, al descubrir
no sólo el más indigno servilismo, sino haberse entregado al más
descarado prebendalismo y clientelismo, impulsado por la cúpula
gobernante, particularmente por el vicepresidente. La desesperación
del vicepresidente y candidato a su reelección inconstitucional es
notoria, hasta turbadora; ha dicho que las “bartolinas”, las mujeres
campesinas afiliadas a la CNMCIOB “BS”, así conocidas, que se
oponen a su candidatura, son de derecha. En su imaginario frenético
se ha convertido en el referente de lo que es izquierda y lo que es
derecha; en esto, en estas clasificaciones insólitas, en esta exaltadas
definiciones del enemigo, ha ido más lejos que George Busch, cuando
en la declaración de la guerra infinita contra el terrorismo, después
del 11 de septiembre, ha dicho que el que no está con nosotros,
refiriéndose al gobierno estadounidense, es enemigo. El
vicepresidente dice prácticamente lo mismo, sólo que con el
aditamento de decir que las y los que no están con su candidatura
son de derecha. En su imaginario se ha convertido en el referente
supremo de lo que es izquierda y lo que es derecha. Nadie antes, ni
el más alucinado fanático, se le ha ocurrido semejante clasificación e
identificación política.

¿Por qué se hace esto? No basta decir que es extravagante esta


definición de izquierda y derecha; es menester comprender por qué
se llega a este extremo, sin guardar las apariencias ni recato alguno.
¿Qué hay detrás? ¿Por qué el vicepresidente se ha vuelto tan
indispensable, que el mismo llega al extremo de afirmar que los y las
que están en contra de su candidatura son de derecha, sin que nadie
del gobierno, del MAS, tampoco el mismo presidente, digan nada;
mas bien parecen apoyarlo y defender esta insólita postura?
¿Depende tanto el presidente del vicepresidente? ¿Depende tanto el
gobierno del vicepresidente? Incluso el Congreso y los demás
órganos de poder del Estado. ¿Ocurre lo mismo con el MAS?

Ante semejantes preguntas sólo podemos proponer una hipótesis de


interpretación.

Hipótesis

83
Ante la premura de gobernar y administrar el aparato público desde
el 2006, se tuvo que tomar decisiones sobre la base de dos
alternativas: 1) El camino de la utopía; es decir, de la construcción
alterativa y alternativa; o 2) el camino del realismo político; es decir,
la modificación paulatina y diferida de lo que hay. La decisión no era
fácil, por lo menos en el sentido de aceptar lo que parecía más
plausible a los ojos de los conductores. Se requería una
argumentación que justificase la decisión. La construcción de esta
argumentación estuvo en gran parte a cargo del vicepresidente; esto
debido a su formación académica y el manejo de teorías, que se
pueden considerar “revolucionarias”. No es que se inclinase por las
consecuencias de estas teorías, sino que las teorías sirvieron de
premisas para sacar otras consecuencias, sobre todo introduciendo el
supuesto de que las condiciones objetivas y subjetivas no estaban
dadas. La conclusión realista fue que se tiene el Estado para
transformar; esta es la “realidad”, lo demás es “utopía”, en el sentido
de irrealizable. A partir de esta conclusión se podía considerar una
estrategia “pragmática”, que se basa primordialmente en un camino
de reformas, que preparen el camino para cambios, más radicales,
más adelante. Entonces las transformaciones se podían diferir; lo que
importaba, por el momento, era administrar bien lo que se había
tomado, el Estado.

Empero, como se está en el tiempo “real” de la historia concreta, no


en el tiempo imaginario de la teoría, había que enfrentar mandatos
de los movimientos sociales; estos mandatos se encontraban en la
Agenda de Octubre; que puede resumirse a dos consignas, la
nacionalización de los hidrocarburos y la convocatoria a la Asamblea
Constituyente. Estas tareas encomendadas por el pueblo no se podían
eludir; exigían desde ya ir un poco más allá del realismo político. Las
tareas fueron asumidas por el gobierno; empero, acompañadas con la
dosis de “pragmatismo”. El resultado fue una combinación extraña de
invención y realismo político. Las dos medidas, la nacionalización de
los hidrocarburos y la convocatoria a la Asamblea Constituyente,
tuvieron que ser corregidas constantemente desde la perspectiva del
realismo político. Por eso se llegó a los contratos de operaciones que
disminuyeron los alcances del Decreto “Héroes del Chaco”, por lo
tanto, restricción de la misma nacionalización. También por eso se
limitaron los alcances de la Asamblea Constituyente, después, se
limitaron los alcances de la misma Constitución.

84
Hay que anotar que hay por lo menos como dos planos que hay que
distinguir; una cosa es lo que se planea y otra cosa es la práctica. Las
“lógicas” de las prácticas no responden a la lógica de la teoría, a la
lógica de la estrategia planeada. Las prácticas despiertan otros
juegos, otros sentidos, otras consecuencias. El “pragmatismo”
desencadenó otros decursos no-planeados. En poco tiempo el
gobierno se encontró atrapado en “contradicciones” no predichas,
antagonismos dramáticos, difíciles y hasta imposibles de solucionar
por la vía del realismo político. Ante semejantes desafíos el ideólogo
del realismo elaboró una teoría, expuesta en Las tensiones creativas
de la Revolución43. Nuevamente se tranquilizó a los gobernantes,
autoridades, representantes y dirigentes; estamos ante tensiones
creativas en el seno del pueblo. Sin embargo, si bien el discurso era
tranquilizador, no podía, no tenía los recursos, para domesticar la
dinámica incontrolable de los conflictos. Sin embargo, se siguió
adelante con esta tranquilizante y adormecente explicación.

Se puede observar entonces que el teórico del realismo político juega


un papel importante, no sólo en la “ideología” pragmática del
gobierno y del MAS, sino también como premisas para las políticas
públicas que se implementaron, así como para el desarrollo legislativo
desplegado. También jugó un papel importante en el enfrentamiento
de los conflictos; se encontraron los argumentos para justificar la
represión y los deslindes con sectores populares y con pueblos
indígenas. El problema radica en que el contraste es cada vez mayor
entre lo que se esperaba y lo que resultó como consecuencia de las
políticas públicas y el desarrollo legislativo aplicados. A tal punto que
podemos decir, sin temor a equivocarnos, que asistimos a una crisis
política del llamado “proceso” de cambio. A estas alturas, vale
preguntarse: ¿es conveniente seguir manteniendo este realismo
político y el “pragmatismo”? ¿No es más bien aconsejable hacer una
evaluación crítica del “proceso” en curso, y quizás buscar otra
perspectiva teórica y política, que abra el decurso de otras
alternativas prácticas? ¿Por qué insistir en la misma perspectiva, que
parece que lleva a un desastre político? ¿Por qué hay tanta
resistencia a deliberar y reflexionar sobre estos temas?

La teoría del realismo político fue indispensable para un gobierno que


había optado por el “pragmatismo”, la cautela política, el reformismo.
Si la opción hubiera sido otra, seguramente esta teoría hubiese sido

43
Álvaro García Linera: Las tensiones creativas de la Revolución. La quinta fase del proceso.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional de Bolivia.

85
inútil, hasta peligrosa. Después de dos gestiones de gobierno el uso
del realismo político no parece lograr los resultados esperados, fuera
de haber ayudado a administrar el aparato de Estado tomado. Este
uso ha desatado problemas no contemplados por la estrategia
“pragmática”. Sin embargo, para el gobierno sigue siendo
indispensable este realismo político; ahora por razones justificadoras,
pues se ha decidido seguir adelante, a pesar de todo, con la
continuidad de la misma estrategia “pragmática”. Esta es quizás la
razón por lo que la presencia del vicepresidente se vuelve
obsesivamente indispensable para los gobernantes, sobre todo para
el presidente.

Ahora bien, ¿en el conflicto interno reciente, calificado como el de los


“libre pensantes”, por qué se ataca, por parte del gobierno y los
voceros oficiales del Congreso, con tanta vehemencia, a la diputada
Rebeca Delgado? ¿Por qué causó tanto malestar la revisión del
Proyecto de Ley de Extinción de Bienes, efectuada por parte de
Rebeca Delgado, cuando fungía de presidenta de la cámara baja?
¿Por qué provoca semejantes ataques desproporcionadas cuando
observa el procedimiento inconstitucional de la reelección del
presidente y del vicepresidente? ¿Por qué se le acusa de todo, hasta
de la incoherente y desvariada acusación de “golpista”, cuando la
diputada promueve reuniones de reflexión, de análisis y de
deliberación sobre el “proceso” de cambio? ¿Qué representa Rebeca
Delgado para el imaginario adormecido de los defensores fanáticos de
la estrategia del realismo político, defensores, mas bien, de una
práctica política reducida al clientelismo y prebendalismo? Rebeca
Delgado es una amenaza para esta práctica prebendal y clientelar,
para este conformismo cómodo, para este “pragmatismo”, que
adquiere ribetes corrosivos en su ejercicio oportunista. No se puede
perdonar a alguien que desde las propias filas no es cómplice de lo
que acontece. Se entiende entonces la conmoción que provoca en
espíritus conformes, que ya se habían acostumbrado al usufructúo de
su mayoría absoluta aplastante, la que no les exigía mayor esfuerzos
en las aprobaciones legislativas. El ataque es despiadado, sin
miramientos, se opta por la guerra sucia; a esta labor descomedida
se presta incluso la ejecutiva del Ministerio de Transparencia y Lucha
contra la Corrupción. Se habla de delito de influencias, cuando se
olvidan de toda la corrosión prebendal y clientelar practicada
extensamente en el Congreso, en el gobierno y el toda la
institucionalidad del Estado. Esta práctica es conocida y
experimentada por los y las que ahora denuncian, como gran cosa, el

86
supuesto delito de influencias, exigiendo auditoría a la gestión de
Rebeca Delgado, cuando ésta prácticamente se la hizo cuando
entregó la presidencia de diputados. Sin embargo, no se hace
auditoria de las gestiones del Congreso; la Contraloría brilla por su
ausencia. No hay resquemor en acusar sin mirarse a sí mismos; no
hay pudor de hablar de inconducta sin atender a las propias
conductas. Estamos ante un mundo cambalache, problemático y
febril.

¿Cuáles son los escenarios hipotéticos en el futuro inmediato?


Empezaremos con lo probable. Dadas las circunstancias, que las
expresaremos en términos de correlación de fuerzas, es probable que
el gobierno y la mayoría congresal impongan la continuidad del
realismo político, acompañado con su consecuente “pragmatismo”, ya
maleado, convertido en oportunismo, prebendalismo y clientelismo.
Seguiremos con lo menos probable. El otro escenario, menos
esperado, es que se llegue a un acuerdo por efectuar una evaluación
crítica del “proceso”, se logre la deliberación colectiva de las
organizaciones sociales, del MAS, y de las instancias estatales,
buscando salidas a la crisis política. Ahora continuamos con lo
improbable. El tercer escenario no parece posible, por el momento;
hablamos de la reconducción del “proceso”, contando con una
movilización general que nos saque del adormecimiento, del
conformismo y de las complicidades múltiples. Logrando operar
intervenciones democráticas participativas en transformaciones
institucionales, apuntando a la transición transformadora y la
construcción del Estado plurinacional comunitario y autonómico.

Como no somos partidarios del realismo político, apostamos; en


primer lugar, por la reconducción del “proceso”; en segundo lugar,
por la posibilidad de un consenso. En cambio, luchamos
consecuentemente contra la continuidad del realismo político, que
consideramos nos lleva al derrumbe de lo que queda del “proceso” de
cambio.

Crítica al esquematismo maniqueo

Asistimos desde hace un buen tiempo a una reducción juzgadora que


llamaremos maniqueísmo. Decimos que se juzga, pues se ha
sustituido el análisis por el “juicio”, en el sentido jurídico, incluso de
condena, no en el sentido racional. Para este maniqueísmo el mundo

87
se divide entre buenos y malos, entre justos e injustos, entre
realistas y utopistas, entre amigos y enemigos; en fin, la lista puede
ser larga. Entonces los maniqueos se colocan del lado de los buenos,
de los justos, de los realistas, de los amigos; los demás son
condenados. El gobierno ha hecho gala de este maniqueísmo,
llevándolo al extremo de la vulgarización; la llamada oposición de
derecha también lo hace, reclamándose de institucionalista y
defensora del Estado de Derecho; incluso las izquierdas, sobre todo
tradicionales, son maniqueas cuando anteponen su proyecto
“revolucionario” como valedero, descalificando lo que ocurre
efectivamente. Una de las formas de expresión del maniqueísmo se
muestra en la simple hipótesis de la teoría de la conspiración; el
supuesto es que hay grupos de conspiradores que dirigen la historia;
de aquí se deduce la conclusión de que hay traidores; en nuestro
caso se dice que hay traidores del “proceso” de cambio. Entonces
toda la explicación histórica se reduce a personas, al problema de las
personas, de lo que son y de lo que no lo son. Esta explicación
maniquea de la teoría de la conspiración se parece al guión de una
novela, pero sin los atributos literarios e intuitivos de la novela.

El acontecimiento político es complejo, supone multiplicidades de


singularidades, por lo tanto de posibilidades; no puede reducirse a la
perspectiva insuficiente del realismo político, menos al cuento
sospechoso de la teoría de la conspiración. El decurso de un
“proceso” no depende de personas, de lo que hagan o dejen de
hacer, sino que se encuentra “producido”, por así decirlo, por
múltiples composiciones, juegos, interrelaciones, que podemos
identificar hipotéticamente como “estructuras”, puestas en práctica,
puestas en escena, alianzas, relaciones, intereses, conflictos, lucha
de clases, guerra anti-colonial. Dicho en términos resumidos, no
aconsejables para tratar la complejidad, en relación a la incidencia en
el “proceso” nos enfrentamos a “estructuras” y mapas institucionales,
a subjetividades constituidas, a relaciones enquistadas y
dominaciones internalizadas. De lo que se trata, con el objeto de
incidir en el acontecimiento, es de desmantelar estas estructuras,
estas instituciones, de suspender las relaciones enquistadas, estas
relaciones de dominación internalizadas. Ahora bien, estas tareas no
se efectúan solas, como vanguardias incomprendidas, insufladas de
gran voluntad. Las incidencias son posibles si se logra compartir
perspectivas críticas y voluntades de cambio con los colectivos
sociales, si se participa en las dinámicas moleculares sociales, que
son como la materialidad social e histórica de la alteratividad y de la

88
creación de alternativas. De lo que se trata entonces es de compartir,
convivir, con las dinámicas moleculares, buscando que su
alteratividad micro-social, se convierta, en un momento, en
alteratividad molar, transformando las instituciones y las
“estructuras”.

¿Qué queremos decir con todo esto? Que los llamados “procesos”
políticos y sociales, encaminados a transformar, no se dan por los
buenos deseos de las vanguardias, ni tampoco como resultado de una
estrategia “revolucionaria”, se dan como acontecimientos en
momentos de crisis múltiple del Estado, de las representaciones, de
los valores institucionalizados, obviamente en el contexto de la crisis
orgánica del capitalismo, dependiendo de su ciclo vigente. Lo que se
experimenta como “proceso” es lo que compartimos como
acontecimiento; no se trata de que sea una condición dada, como en
el caso de las hipótesis del realismo político, sino de una complejidad,
la misma que hay que comprender y entender en sus dinámicas
moleculares y molares. Por lo tanto, no es, de ninguna manera,
pertinente, desentenderse del “proceso” experimentado, sino de
vivirlo plenamente buscando romper las resistencias y los obstáculos
históricos. Parafraseando nuevamente a Albert Camus44, si los
“procesos” de cambio caen en la decadencia, debemos sufrir con el
“proceso”, no alegrarse de su decadencia, sacando lecciones de esta
experiencia dramática. En otras palabras, de lo que se trata es de
prolongar su decurso buscando la oportunidad de realizar sus
posibilidades y potencialidades.

44
Albert Camus: El hombre rebelde. La frase completa es: Lo difícil es asistir a los extravíos de una
revolución sin perder la fe en la necesidad de ésta. Para sacar de la decadencia de las revoluciones
lecciones necesarias, es preciso sufrir con ellas, no alegrarse de esta decadencia. Esta reflexión de Camus
aparece también como cita en el libro Réquiem para una republica de Sergio Almaraz Paz, al inicio del
capítulo El tiempo de las cosas pequeñas.

89
Defensa crítica del proceso

La vida no es esquemática, menos se nos presenta como una película


en blanco y en negro; incluso, en este caso, hay tonalidades entre el
blanco y el negro. Cuando intervienen los colores como señales, no
sólo hay un intervalo de tonalidades, sino muchos intervalos posibles,
una gama abierta de posibilidades, de juegos, de combinaciones y
composiciones. Si a todo esto le añadimos espesores e intensidades,
la proliferación creativa de las variedades posibles es, por decir algo,
infinita. En política es insostenible moverse esquemáticamente,
mucho peor si se ofrece como alternativa la polaridad pura del blanco
o el negro. Sin embargo, lo que decimos no puede usarse como
argumento para apoyar el oportunismo y el “pragmatismo” vulgar de
los políticos. Hablamos de cosas distintas; el primer tópico tiene que
ver con la complejidad, en tanto el segundo tópico tiene que ver con
la inconsecuencia, el aprovechamiento del momento en beneficio de
objetivos pedestres, el uso de la ocasión para lograr ventajas
“tácticas”. De lo que estamos hablando ahora es del primer tópico, de
la complejidad que hay que enfrentar como desafío, de las exigencias
de esta complejidad a políticas comprometidas con emancipaciones y
liberaciones.

En relación a estos desafíos de la complejidad como realidad, en


coyunturas determinadas y en periodos dados, descartamos, de
entrada, dos posiciones, que parecen contrarias, empero se
complementan. Hablamos, por un lado, del esquematismo político,
del contraste polarizado, de lo uno o lo otro, ambos opciones puras; y
hablamos, por el otro lado, del oportunismo, que considera que todos
los movimientos son posibles, como en una simulación contante,
todos los medios son validos, con tal de conseguir los fines
perseguidos. En el último caso, el oportunismo se combina con un
maquiavelismo vulgar. Aparentemente ambas opciones son opuestas,
el esquematismo y el oportunismo, empero extrañamente se
complementan. El esquematismo político, que tiende a polarizar, que

90
muchas veces se combina con el ultimatismo, anula la posibilidad de
la acción, del movimiento y del desplazamiento político; fija el dilema
en una estática abstracta, como si se tuviera que esperar que se
cumplan las condiciones para decidir entre lo uno o lo otro. Muchas
veces esta posición se convierte en una espera eterna. El
oportunismo, en cambio, acepta cualquier situación para intervenir,
se camufla con mucha facilidad, se mueve en un permanente
simulacro, todas las opciones son validas, se puede juntar lo uno y lo
otro, por más contrastadas que se encuentren. Si bien el
esquematismo estanca la acción política, el oportunismo disemina la
política en múltiples puntos de aprovechamientos y astucias, puntos
que se conectan por curvas sinuosas. En ambos casos, la política
como emancipación, como suspensión se los mecanismos de
dominación, como efectuación radical de la democracia, no se realiza.
O queda fijada en una suspensión eterna de un dilema irresoluble o
se diluye en la nada mediante la efectuación compulsiva de conductas
puntuales, de “tácticas” singulares, de astucias momentáneas.

El ejercicio de las políticas emancipatorias requiere responder a la


complejidad del momento, de la coyuntura, del periodo, del proceso.
Obviamente que no se puede perder de vista los campos
encontrados, los frentes de lucha, la diferencia de los proyectos de
sociedad; por lo tanto, no se puede dejar de distinguir las opciones
enfrentadas. Todas las acciones tácticas están íntimamente
vinculadas a las estrategias, todos sus movimientos se despliegan de
acuerdo a los proyectos emancipatorios; no hay en ningún momento
una renuncia a la emancipación, a la liberación. No se parece en nada
al “pragmatismo” vulgar, al llamado realismo político. A diferencia del
esquematismo político y el ultimatismo, no se inmoviliza, sino que se
desplaza actuando sobre las condiciones histórico-políticas concretas,
adecuando sus recorridos sin perder la perspectiva contra-
hegemónica y de contra-poder. No se renuncia a la política, sino que
se la realiza en el espacio-tiempo en el que se mueve, no disemina la
política, sino que articula sus pasos y movimientos en función de los
proyectos sociales. Su perspectiva es crítica y su actitud
contestataria, no cede a las veleidades del poder, ni se apacigua en
los momentos de transición; al contrario, se mantiene vigilante ante
la posibilidad de quedarse atrapada en las redes institucionales del
poder. De lo que se trata no es de reproducir el poder, sino de
destruirlo, de liberar la potencia social, de la que se alimenta el
mismo poder.

91
Las políticas emancipatorias tienen que responder a la estructura de
la complejidad de la coyuntura, tiene que asumir las condiciones de
posibilidad histórica en las que se mueve, lo que equivale a reconocer
el “principio de realidad”, y, al mismo tiempo, tiene que buscar
desplazar, cambiar, las condiciones de posibilidad, incidiendo en la
creación de las condiciones apropiadas. Comprender la estructura de
la coyuntura es como tener una memoria del periodo, tener un mapa,
una cartografía, del contexto, a los que pertenece la coyuntura, en
tanto secuencia de coyunturas, también en tanto territorios y
espacios más o menos amplios que contienen al contexto. De la
misma manera, se debe tener en cuenta no sólo lo que comúnmente
se llama “realidad”, sino también la “realidad” efectiva, el campo de
posibilidades abierto. En este sentido, se entiende que las políticas
emancipatorias requieren una comprensión, así como también el
entendimiento, del proceso, es decir, del desplazamiento del espacio-
tiempo político, de las dinámicas inherentes al espaciamiento mismo
del proceso, a sus ritmos, intensidades, expansión, alcances y
cambios. El proceso como producción histórica. Por lo tanto, el
proceso entendido como acontecimiento y el acontecimiento como
espacio-tiempo de múltiples singularidades. En esta perspectiva y
desde este enfoque es menester una mirada teórica del proceso, la
conceptualización de su desplazamiento, de su espaciamiento, de sus
dinámicas, concibiendo también sus contradicciones, los obstáculos
históricos, las resistencias y las posibilidades abiertas.

Al respecto quizás sea conveniente contar con una genealogía de las


políticas emancipatorias, así como una genealogía específica del
proceso político en cuestión, el que toca entender, el que se vive
como “realidad” empírica y “realidad “efectiva. Comprendemos
genealogía como acoplamiento de los conocimientos eruditos y las
memorias locales, acoplamiento que permite la constitución de un
saber histórico de las luchas y la utilización de ese saber en las
tácticas actuales45. Entonces un enfoque adecuado, entre otros que
pueden haber y asumirse, es el genealógico.

El proceso en cuestión es de por sí complejo y problemático,


pertenece a varias historias, por así decirlo, el ciclo de larga duración,
el ciclo de mediana duración y el ciclo de corta duración; en el mismo
sentido, forma parte de interpretaciones sedimentadas de larga y
reciente data. Hablamos de la memoria larga, la memoria mediana y

45
Esta definición se encuentra en Defender la sociedad. Curso del Collège de Fance (1975-1976) de
Michel Foucault. Fondo de Cultura Económica 2000. Buenos Aires. Pág. 22.

92
la memoria corta. Nos referimos en otros textos a estas memorias
como memoria indígena, memoria nacional-popular y memoria
reciente de los movimientos sociales46. El proceso nombrado como de
cambio se mueve en distintos planos y temporalidades; recoge los
ciclos de larga duración, los ciclos de mediana duración y los ciclos de
corta duración, que lo atraviesan como condicionamientos de
múltiples temporalidades, interpretadas desde distintas memorias y
subjetividades. Usando los conceptos propuestos por Boaventura de
Sousa Santos, el proceso se vive y se experimenta abiertamente
desde una ecología de los saberes y desde una ecología de las
temporalidades47. La experiencia plural del proceso dibuja su propia
complejidad dinámica. Las políticas emancipatorias requieren
comprender y reconocer estas dinámicas moleculares, actuar en los
distintos planos y temporalidades, incidir en la pluralidad de
subjetividades, encarar la comunicación con ellas de tal forma que
haga posible su participación plural, la construcción de consensos y
composiciones dinámicas, el ejercicio plural de la democracia.

Ahora bien, el proceso de referencia es el que experimentamos a


partir de sus propios devenires y acontecimientos, de sus propias
contradicciones inherentes; proceso abierto por las formas de
movilizaciones prolongadas de los diferentes sectores sociales del
campo popular. Proceso en el que también se enfrenta el desafío de
gobernar, mejor dicho de construir una gubernamentalidad de las
multitudes, una democracia plural. Desafío al que no se ha
respondido adecuadamente, pues el curso de los eventos políticos
derivó en la reproducción de la forma liberal de gobernar, en los
marcos del Estado-nación. Quizás sea esta la dificultad mayor que
enfrentan los movimientos sociales; ¿cómo cruzar ese límite impuesto
por las condiciones estructurales del poder? ¿Cómo cruzar el límite
que se comporta como una barrera donde se rebota y se repite la
reproducción del poder y la reproducción del Estado? Todas las
revoluciones se han estrellado con esta barrera, al llegar al límite, no
pudieron cruzarlo, rebotaron. Ante esta historia de las revoluciones,
¿hay que renunciar al proyecto emancipador, al proyecto de
liberación? ¿Es esta una utopía, que aparece como horizonte lejano,
pero que no puede alcanzarse? ¿Tiene razón el realismo político y el
“pragmatismo” de sentido común cuando dice que lo único real es el
Estado y hay que usarlo para transformar, aunque esta
transformación se efectúe de una manera diferida y contradictoria?
46
Raúl Prada Alcoreza: Horizontes de la descolonización. Plural 2013; La Paz.
47
El milenio huérfano. Ensayos para una nueva cultura política. Trotta 2005; Madrid.

93
¿O, al final, cuando se opta por el realismo político ya se experimenta
el rebote, el retroceso, por no haberse atrevido a cruzar el límite y
entrar a otro espacio-tiempo de agenciamientos? Estas preguntas son
cruciales, deben ser tratadas en toda su extensión y consecuencias.
Por otra parte, es importante comprender que si bien los procesos
son productos de composiciones intensas de dinámicas sociales
moleculares, éstos se convierten, en su periodización, en
condicionamiento histórico y político, en un desplazamiento espacial y
temporal que articula de una determinada manera sus componentes,
sus ciclos, sus memorias, sus subjetividades, sus dinámicas
moleculares. Las políticas emancipatorias tienen que actuar
reconociendo las singularidades del proceso; actuar en el proceso,
desentendiéndose del mapa de sus singularidades, como si el proceso
fuese homogéneo, parecido a otros, interpretado desde universales,
es preparar errores y derrotas. Tanto el realismo político como la
perspectiva opuesta, la perspectiva esquemática, perspectiva
polarizante, que empuja al ultimatismo, a escoger entre lo uno o lo
otro, toman el proceso en el sentido homogéneo, compuesto por
tendencias y figuras universales. Ambas son interpretaciones que
anulan la pluralidad del acontecimiento.

Mientras se vive y se experimenta un proceso político es


indispensable actuar en su complejidad singular, no ignorar tanto su
complejidad y su singularidad cuando entra en contradicciones y
tiende a deshacerse, suponiendo que se puede inventar procesos con
sólo imaginarlos. La incursión en los procesos, el activismo político,
equivale a entender que su defensa sólo es posible mediante su
profundización. La defensa de un proceso exige entonces una actitud
crítica, la defensa no es posible de una manera acrítica, reduciendo la
defensa a la apología del gobierno. Esta no es una defensa del
proceso, sino que se ha reducido la defensa del proceso a la defensa
de un gobierno entrabado en sus propias contradicciones; cuando de
lo que se trata es desmontar los obstáculos, desmontar las
resistencias institucionales y estructurales, desmontar las estructuras
de poder heredadas y sus habitus concomitantes. La crítica permite
enfrentar los obstáculos y las herencias estructurales de las
dominaciones polimorfas; en cambio, la apología del gobierno supone
que la llegada al Estado es el fin del proceso, el logro supremo del
proceso, su realización. La apología es una manera de terminar con el

94
proceso, es la expresión del Termidor48. Por eso, la apología es no
solamente conservadora y termina siendo restauradora, sino que
acaba con el proceso mismo, lo termina. Es una renuncia a las
transformaciones.

Por otro lado, abandonar el proceso, porque se lo considera acabado


por sus contradicciones proliferantes, en la perspectiva de abrir otro
proceso, es también terminar con el proceso a cambio de una ilusión.
El otro proceso no aparece por arte de magia, ni por un deseo
recóndito que ocurra, ni por el ejercicio voluntario. El proceso político
de transformación ha sido gestado largamente, como por
acumulación de crisis múltiples, en distintos niveles, acumulación de
experiencias y formas de organización, formas de interpelación, de
movilizaciones prolongadas. Mientras otro proceso no se dé
efectivamente, y esto puede durar un dilatado tiempo, no se puede
abandonar el proceso que se vive, por más contradictorio y
deteriorado que se encuentre. Esto también significa terminar con el
proceso. Es como dice Albert Camus:

Lo difícil es asistir a los extravíos de una revolución sin perder la fe en


la necesidad de ésta. Para sacar de la decadencia de las revoluciones
lecciones necesarias, es preciso sufrir con ellas, no alegrarse de esta
decadencia49.

El activismo político emancipatorio es crítico y contestatario, enfrenta


a los apologistas y a los ultimatistas, ambos termidorianos del
proceso, ambos universalistas. Cuando se trata de reconocer la
singularidad del proceso a partir de su pluralidad componente, buscar
su prolongación creativa profundizando sus posibilidades
emancipatorias. La defensa del proceso no es la defensa del gobierno
ni del Estado; es esta la reducción institucional de los apologistas. La
defensa del proceso no es la defensa de una ida no realizada, de una
utopía traicionada; esta es la reducción abstracta de los ultimatistas.
La defensa del proceso es la defensa de las posibilidades de
transformación inherentes todavía al devenir intenso y contradictorio
del proceso, la defensa de las posibilidades del cambio social, defensa
de las posibilidades creativas en la perspectiva de las emancipaciones
y liberaciones múltiples. La defensa del proceso es la defensa de las
praxis comunitarias, colectivas, sociales, feministas, diversas. La
defensa del proceso es, en cierto sentido, contra-gubernamental y
48
Termidor, término relativo a la Revolución francesa, término referido a la actitud política de terminar
con la revolución.
49
Albert Camus: El hombre rebelde.

95
contra-estatal; es la defensa de la apertura y el desplazamiento a
otras formas de composiciones de cohesión social, de articulación
“política” o post-política, más allá del Estado moderno y del Estado-
nación. Esta transición posmoderna, pos-capitalista y de-colonial es la
perspectiva subversiva del Estado plurinacional comunitario y
autonómico, reducido por los apologistas a la representación
folklórica del mismo Estado-nación; Estado plurinacional descartado
por los ultimatistas en la búsqueda del Estado socialista traicionado, a
pesar de qué este fue experimentado, se hundió en el drama sus
contradicciones por no haber salido del circulo vicioso de la
reproducción del Estado.

Los apologistas y ultimatistas se mueven en la misma episteme


universalista, historicista, moderna; su diferencia radica en que son
dos expresiones, aparentemente opuestas, del mismo suelo
epistemológico. El desplazamiento del Estado plurinacional no puede
decodificarse ni comprenderse desde la episteme moderna, forma
parte de otra modo de pensar, es una representación política que
forma parte de la epistemología pluralista50. Es difícil que apologistas
y ultimatistas comprendan el desplazamiento teórico y político del
Estado plurinacional, pues ellos piensan el Estado como unidad
homogénea, universal, como síntesis social; no pueden pensar las
unidades heterogéneas, plurales, singulares, como composiciones
creativas de las dinámicas sociales moleculares. Apologistas y
ultimatistas son modernistas, creen que son anticapitalistas, sin
embargo, reviven alguna de las formas consumadas del capitalismo,
por la vía de la reforma o la vía “revolucionaria”, reducida ésta
también al telos socialista, que no es otra cosa que el mismo modo
de producción capitalista donde la burguesía es sustituida por la
burocracia del Estado.

Entonces las políticas emancipatorias están lejos del dilema


ultimatista del todo o nada, también lejos del “pragmatismo” del
sentido común de todo vale, el juego de las pequeñas tácticas y las
puntuales astucias, pues el fin justifica los medios, enunciado del
maquiavelismo vulgar. Las políticas emancipatorias hacen estallar las
pluralidades y singularidades, ocultadas por la represión universal y
homogeneizante del pensamiento moderno. Las políticas
emancipatorias requieren moverse en el devenir del acontecimiento,
comprendido como desplazamiento de múltiples singularidades.

50
Ver de Raúl Prada Alcoreza Epistemología pluralista y descolonización. Para su publicación en
Bolpress; La Paz.

96
Requiere actuar en la variación de ritmos y de los intervalos de las
ondas de los procesos, buscando sus desplazamientos, sus
transformaciones y trastrocamientos, las rupturas iniciales que cruzan
las líneas e inician otros agenciamientos. Cuando se habla de defensa
crítica del proceso se habla de esta actitud abierta a las posibilidades,
a las fuerzas de la potencia social.

En el proceso político boliviano, la defensa del proceso pasa por la


defensa del germen del Estado plurinacional comunitario y
autonómico, que se encuentra en la Constitución, en los territorios
indígenas, en las resistencias comunitarias, en la defensa de los
derechos de los seres de la madre tierra, en la defensa de la
democracia participativa y pluralista, en la defensa del ejercicio de la
democracia directa, de la democracia comunitaria y la democracia
participativa. La defensa entonces de la participación social en la
construcción de la decisión política, en la construcción de la ley, en la
construcción de la gestión pública. La defensa de los derechos
fundamentales, de los derechos de las naciones y pueblos indígenas
originarios, de los derechos de las mujeres, de los derechos de las
diversidades, de los derechos de los trabajadores y el proletariado
nómada, de los derechos de los seres de la madre tierra. La defensa
de las dinámicas asambleístas, deliberativas, colectivas, de la
construcción de consensos, defensa de las movilizaciones, de los
ejercicios participativos y democráticos en el despliegue de las
transformaciones especificas y singulares. La defensa crítica del
proceso es la defensa de la potencia social contra las usurpaciones y
suplantaciones de representantes y funcionarios, de políticos que
hablan a nombre del pueblo, a nombre de los movimientos sociales, a
nombre de la sociedad. Es defensa de la potencia social contra las
estructuras de poder y relaciones de dominación heredadas, contra
las prácticas burocráticas de gobierno, contra las prácticas despóticas
de los jefes, contra la dominación masculina, contra la política
beligerante de definición del enemigo externo e interno, que
corresponde al enunciado de la política como hostilidad, política
experimentada en sentido moderno, enunciado vanguardista y
estatalista, a la vez. Este enunciado ha sido compartido tanto por
Nicolás Maquiavelo como por K. von Clauzewitz, tanto por Lenin como
por Carl Smith, tanto por bolcheviques como por los nazis, tanto por
liberales como por “revolucionarios”. Esta forma de política tiene
como matriz la fraternidad masculina, la dominación patriarcal, donde
la guerra es el recurso inicial y final de la concurrencia de las fuerzas.

97
No se trata de descartar la posibilidad del enfrentamiento, que
siempre está presente, tampoco de descartar una guerra
emancipatoria, que puede desatarse como defensa contra la violencia
de las dominaciones, sino de interpelar al paradigma de la política,
que toma a la guerra como inicio o final de la misma, convirtiendo la
beligerancia en el procedimiento primordial, por medio del cual se
depura a enemigos internos y se ataca a enemigos externos,
buscando conservar el monopolio y el control del poder. Este sentido
de la política es conservador, conserva el Estado, y anti-
emancipatorio. Incluso puede llegar a simular que emplea los
procedimientos de la depuración y de la destrucción para lograr la
emancipación buscada, cuando efectivamente descarta las
emancipaciones al apropiarse de su representación. Por lo tanto, se
trata de buscar la “política” más allá de la política, la política más allá
de la fraternidad masculina, la política más allá de las estructuras
patriarcales. La política ya no como representación y delegación sino
la “política” como participación plural, como construcción colectiva, la
“política” como autonomía, en el sentido de autodeterminación.

La degradación de la política, como definición, identificación y


combate con el enemigo, ha llegado a tal punto que es usada en el
sentido más pedestre y policial del término, no sólo depuración del
enemigo interno y destrucción del enemigo externo, sino la extorsión
del enemigo indefinido, que puede variar desde el catalogado como
delincuente, hasta el demandante de democracia interna, pasando
por los supuestos conspiradores, incluyendo a los defensores críticos
del proceso, desde los catalogados como resentidos, hasta las
mujeres indomables. La degradación de la política es notoria cuando
se incorpora a abogados extorsionadores en los mecanismos
represivos, quienes se convierten en “defensores del proceso”. Estos
“defensores”, calificados por un ex-ministro de gobierno como
“profesionales”, se dan el tupe, desde las celdas, donde se encuentra
recluidos, de denunciar al ministro de gobierno, que los llevó a la
cárcel y les inició un juicio, de ser agente de la embajada
estadounidense. Ellos dicen que cumplieron órdenes, acusan al
ministro y no dan nombres de quienes les dieron las órdenes. Esta
gente “profesional” está disponible al servicio de cualquier gobierno,
son incorporadas por su perfil osado, por su subjetividad sin
escrúpulos, a los aparatos represivos. Son como los torturadores que
han seguido sirviendo a distintos gobiernos. No se hacen problema de
que los gobiernos sean diferentes y hasta opuestos, lo importante es
ejercer la “profesión” represora y extorsionadora al servicio de

98
celosos y paranoicos gobernantes. Se ha llegado muy lejos en el
deterioro y la degradación de la política en tanto definición del
enemigo, se han borrado las fronteras de lo lícito y lo ilícito, de lo
legal y lo ilegal; se ha llegado lejos cuando vemos que estos
personajes inescrupulosos y estas “profesiones” coercitivas se han
convertido en “defensores del proceso”. De la usurpación e impostura
de políticos astutos, de funcionarios, burócratas, jefes, que
sustituyeron a los movimientos sociales y simulan la escena
“revolucionaria”, pasamos a la usurpación e impostura grotesca de
los “profesionales” de la extorsión, convertidos en paladines de la
“defensa del proceso”. La política de la hostilidad se ha convertido en
el mejor instrumento del diagrama de poder de la corrupción y la
economía política del chantaje.

Los que pueden hablar con propiedad de la defensa del proceso son
las y los movilizados, las y los insurrectos, las y los interpeladores,
las y los que resisten a la distorsión de la política y la usurpación del
proceso por “profesionales” de la extorsión y astutos políticos. Son las
comunidades indígenas que resisten a la destrucción de su territorio,
son las mujeres más pobres del mundo51, reducidas a la
subalternidad más oprobiosa, son el proletariado nómada, que hacen
un recorrido itinerante en la oferta del trabajo del capitalismo salvaje,
son el pueblo que se levanta contra medidas monetaristas como las
del “gasolinazo”, son las y los que abrieron este proceso usurpado,
luchando y entregando su gasto heroico. Todas ellas y ellos son el
contenido ético y la potencia del proceso, la posibilidad de la re-
conducción del proceso.

La defensa crítica del proceso enfrenta la problemática del poder, de


las relaciones de dominación, de las estructuras y diagramas de
fuerza, que atraviesan los cuerpos modulándolos en adecuación a las
estrategias de domesticación, disciplinamiento, control, simulación.
En lo que respecta al Estado-nación y a la sociedad moderna, estas
estructuras y diagramas de poder parecen tan inscritas en los
cuerpos, tan internalizadas en las subjetividades, en los habitus y
prácticas, en los imaginarios sociales, que parecen forman parte de la
“realidad natural”, de condiciones históricas fosilizadas, que parecen
hacer imposible sus transformaciones. El mensaje del realismo
político respecto a esta constatación es que hay que aceptar lo que
hay y actuar bajo la determinación de sus condiciones. Acompaña al

51
Las mujeres más pobres del mundo, descripción usada por Gayatri Spivak. Crítica de la razón
postcolonial. Akal; Valencia.

99
realismo político una suerte de mentalidad oportunista, que se presta
a apoyar esta versión “ideológica” del fetichismo del poder; una de
las consignas de este oportunismo es que todo tiene que cambiar
para que nada cambie; la política del gato pardo. Se trata de la
adecuación a la fuerza dominante del momento. Otra versión, menos
relevante del oportunismo, empero, de efectos masivos, es la actitud
servil a los nuevos amos; cuyas expresiones son la sumisión, la
adulación, el servilismo. Estas dos formas de respuesta a la irrupción
de la plebe, de la insurrección de las multitudes y de la movilización
prolongada, son no solo conservadoras, pues se adaptan a los
cambios para detener sus alcances, sino son formas destructivas e
inhibidoras del impulso popular, por lo tanto son formas demoledoras
del proceso. La primera forma, la relativa a la simulación y
adaptación, termina mimetizándose a tal punto que convierten a la
política de gobierno en una constante puesta en escena, en una
teatralización donde todo cambia en la escena, pero no pasa nada en
la “realidad”. La segunda forma, llamada popularmente “llunkerio”,
termina creando atmósferas de pleitesía, climas de alabanza,
espacios de propaganda, que desconectan al gobierno de la
“realidad”. Se puede comprender que ambas formas oportunistas
forman parte de la gama de posicionamientos apologistas. Aunque el
oportunismo no cuente necesariamente con un discurso explicativo y
auto-justificativo, dejando este papel a la apología con pretensiones
teóricas, es de las prácticas más difundidas en el campo burocrático y
en el campo político. En los gatos pardos y en los “llunkus” encuentra
la posición apologista a la masa de seguidores, que aplauden y
actúan en consecuencia de lo que entienden, a su modo, la “defensa
del proceso”.

Fuera del consabido enfrentamiento con las clases dominantes, las


oligarquías regionales, y sus expresiones políticas, hay que considerar
seriamente el enfrentamiento constante, permanente, minucioso y
detallado, con la masa difundida de las formas del oportunismo, pues
estas masivas prácticas de mimetismo y de adulación se han
convertido en el principal obstáculo a las transformaciones que
empuja el proceso de cambio. El apologismo, en general, y el
oportunismo, en particular, consideran que el proceso está en
ascenso, se encuentra como en una quinta o sexta fase ascendente,
que el punto de inflexión ya se ha dado, se ha dado la bifurcación, se
pasó por la consolidación del proceso, ahora se avanza en la
resolución de las tensiones creativas. Que el Estado plurinacional se
ha conformado, por lo tanto se ha cumplido la revolución democrática

100
y cultural. Ahora compete cumplir con tareas económicas y
administrativas que aprovechen el crecimiento y redistribuyan
adecuadamente los ingresos, cumpliendo con los derechos
establecidos en la Constitución. Si esta es la situación, los que
critican, los que interpelan, los que resisten, están fuera de escena;
son llamados conspiradores, resentidos, infiltrados, agentes del
imperialismo, libres pensadores. Como puede verse este
posicionamiento, que combina el apologismo, el realismo político, el
“pragmatismo” de sentido común, con el oportunismo de simulación y
el oportunismo adulador, es un Termidor, una manera de terminar
con el proceso. La “defensa del proceso” por parte de este
apologismo político es una terminación del proceso mismo. La
“defensa del proceso” los lleva a la represión, a la descalificación, a la
persecución, a emplear métodos de coerción y de cooptación.
Procedimientos justificados por la “defensa del proceso”. Nada se
tiene que cambiar, nada se tiene que corregir, nada se tiene que re-
conducir. Los problemas que se enfrentan son tensiones creativas. De
esta forma la “defensa del proceso” se convierte en la culminación del
proceso mismo.

El discurso apologista y la masa de comportamientos de simulación y


de pleitesía institucionalizados, con los que se cruza, terminan
reforzando las estructuras de poder establecidas, termina
reproduciendo el Estado en sus formas más teatrales, en la
ceremonialidad del poder, tanto espectacular así como minuciosa y
detallada, tanto como escenificación gigantesca así como drama
cotidiano, detallado, puntual. A los apologistas y oportunistas lo que
les interesa es convencer y convencerse que las cosas son como
dicen que son. Este es el efecto de la representación; el efecto
práctico es el reforzamiento del Estado y de las estructuras de poder
y dominación. Por una parte se construye una ilusión, por otra parte
se construye un aparato represivo, tan grande como el tamaño de la
propia ilusión. El aparato represivo no solamente sirve para el
enemigo externo, sino sobre todo para el enemigo interno, para el
control, la vigilancia, la persuasión de los propios, y cuando las cosas
van más lejos, para la depuración. Entonces las tareas de
transformación son sustituidas por las tareas policiales, represivas, de
espionaje, de control y vigilancia. El Estado en cuestión se convierte
en un Estado paranoico, una fortaleza rodeada por la proliferación de
conspiraciones externas e internas.

101
Ahora bien, la aparición del discurso apologista y de las prácticas
oportunistas se han dado, a partir de un determinado momento, en
todos los procesos revolucionarios. El impulso de las luchas que abren
el proceso irradia su fuerza y su espíritu a un principio; empero, a
partir de un punto de inflexión, como que se tiende mas bien a
restaurar el Estado, a reforzar las estructuras de poder y dominación,
a conservar lo que se tiene y no arriesgarlo, a optar por la defensa
del Estado, ha reproducir las mismas tácticas represivas que otros
gobiernos, que los gobiernos depuestos, aunque se lo haga en otro
contexto. ¿Por qué sucede esto? Las “vanguardias”, usemos esta
palabra aunque no nos guste, para ejemplificar, son desplazadas, son
sustituidas por camadas de obedientes, por funcionarios
burocratizados, por perfiles represivos, por personajes sin escrúpulos,
por serviles y oportunistas. Esto puede suceder desde un principio, al
día siguiente de la toma o la llegada al poder, o puede tardar un
tiempo previo, donde se vive la primavera del entusiasmo. Cada
proceso tiene su propia historia singular. ¿Después de la tormenta
viene la calma y las aguas vuelven a su sitio? ¿Después del
entusiasmo vuelve el apaciguamiento y la “racionalidad”? ¿Por qué
ocurre esto, de tal forma que no se pueda escapar a esta trama
dramática, donde no se tiene un final feliz? Para responder a estas
preguntas no caigamos en la ingenua hipótesis de que si hubieran
sido otros hombres hubiera sido otra cosa. Las personas le dan su
carisma, inciden en las características subjetivas, producen ciertos
desplazamientos, que hacen distintos a los procesos, empero la
trama parece sucederse de todas maneras. No es un problema de
personas, otras hubieran quizás dado otro carisma, incidir en otras
características subjetivas, ocasionar otros desplazamientos, empero,
en algún momento se enfrentan al mismo problema, la reproducción
del Estado y de las estructuras de poder y dominación. El problema
no es de personas, sino de mapas institucionales mantenidos,
estructuras y diagramas de poder conservados, Estado restaurado. Si
una revolución, si un proceso de transformación, no desmonta estas
estructuras de poder, termina tragada y subsumida a la lógica de la
reproducción de poder.

La defensa crítica del proceso lucha en los lugares, los territorios, los
espacio-tiempo con los que se cuenta, enfrenta los problemas
singulares que emergen en el desplazamiento del proceso; comparte
las desilusiones y desencanto popular ante la experiencia de un
proceso contradictorio y un gobierno teatral, perdido en el laberinto

102
de su soledad52; también se anima cuando las organizaciones sociales
salen a las calles, denuncia, resiste, interpela, cuando las
comunidades indígenas defiende sus territorios, cuando el pueblo
defiende la Constitución contra la impostura de un gobierno que
promueve leyes inconstitucionales, cuando el pueblo defiende
nuevamente los recursos naturales contra parciales y mediáticas
nacionalizaciones. La defensa crítica del proceso no renuncia a la
utopía, no deja de concebir la lucha por las emancipaciones múltiples,
por las liberaciones heterogéneas, por la descolonización radical.
Respecto al proceso que se vive, aunque las evidencias muestran el
declive y desmoronamiento del proceso, quizás hasta su propia
muerte anunciada, no acepta esta evidencia como fatalidad, sino
como desafío, como una convocatoria al gasto heroico. El “realismo”
de la defensa crítica del proceso es el de la consigna de 1968 heroico:
Seamos realistas, pidamos lo imposible53. Aunque parezca imposible
la reconducción del proceso, la defensa crítica del proceso apuesta a
este imposible. La realidad se realiza a veces por el lugar de lo
improbable y por lo inesperado de lo imposible.

Reflexiones sobre el “proceso” de cambio54

Supongo que lo que interesa a la carrera de filosofía de la


UMSA, que es la auspiciadora de este seminario, que precisamente
pretende reflexionar sobre el proceso político. No tanto así como
efectuar reflexiones políticas, sino teóricas, aunque, como dice
Françoise Lyotard, la filosofía hace política. Intentaremos entonces
una reflexión teórica sobre el llamado proceso de cambio. ¿Qué es
entonces lo primero que tenemos que poner sobre la mesa de
reflexión acerca del proceso? ¿La caracterización del proceso? ¿Las
contradicciones del proceso? ¿Un análisis comparativo con otros
procesos políticos? ¿Cómo caracterizar el proceso? ¿A partir de cómo
la definen sus protagonistas? ¿A partir de la crisis de dónde emergió?
Comenzaremos por definir la crisis de donde emergió el proceso;
entonces comenzaremos por la caracterización de la crisis.

52
Alusión al Ensayo de Octavio Paz: El laberinto de la soledad.
53
Seamos realistas, pidamos lo imposible; consigna de los estudiantes parisinos movilizados del mayo de
1968.
54
Esta es la ponencia para el seminario sobre Reflexiones del proceso de cambio, organizado por la
Carrera de Filosofía de la UMSA, el 16 de mes de Mayo de 2013, y realizado en el salón de la
Vicepresidencia. Se puede considerar este documento como el segundo autocrítico; el primero es
Epistemología, pluralismo y descolonización.

103
Como estamos en un seminario de filosofía, que se propone
reflexionar sobre el proceso político, debemos priorizar, se supone, la
reflexión teórica; entonces es conveniente definir dos conceptos
iniciales de la reflexión, crisis y proceso. Etimológicamente crisis
quiere decir momento decisivo, situación inestable; viene del latín
crisis y del griego krísis, que significa punto decisivo, viene de
krínein, que quiere decir separar, decidir55. Desde la perspectiva
médica se ha hecho hincapié en el sentido de descompensación
fisiológica; una ruptura del equilibrio fisiológico. De ahí al concepto de
crisis en la teoría de sistemas no hay mucho trecho; la teoría de
sistemas habla de crisis cuando el sistema, los subsistemas
componentes, los intercambios entre ellos, la retroalimentación con el
entorno, ya no puede darse; ya no hay posibilidades de reproducción
del sistema. El sistema entra en crisis. Ciertamente es un concepto
abstracto, tiene el sentido de crisis estructural y sistémica. Jürgen
Habermas la ha usado en este sentido, dándole también la tonalidad
de problemas de legitimación. El marxismo se ha referido a la crisis
haciendo referencia a la crisis estructural y orgánica del capitalismo,
crisis descifrada a partir de la contradicción entre fuerzas productivas
y relaciones de producción, interpretada a partir de las dificultades
para mantener la tendencias ascendentes de las tasas de ganancia;
crisis que también es entendida, en un marco general, como crisis de
acumulación, crisis de sobre-producción, también crisis de la
reproducción del modo de producción capitalista. De aquí, se pasa a
las consecuencias políticas y a las crisis sociales; las crisis políticas
son entendidas como crisis del Estado, las crisis sociales son
interpretadas desde la intensidad de la lucha de clases. Los análisis
políticos, casi en general, hablan de crisis refiriéndose a hechos
diferentes; crisis de gobierno, crisis de representación, crisis del
sistema de partidos políticos, crisis coyunturales específicas. Como se
podrá ver, el término crisis se presta a un abanico polisémico amplio;
empero, de todas maneras, no pierde su raíz; momento decisivo,
situación inestable, incluso momento de ruptura, de separación.

En Bolivia se ha hablado de crisis de una manera connotativa


más o menos amplia; se ha hecho alusión a una crisis múltiple del
Estado, caracterizando al Estado como Estado colonial, aunque la
referencia se la hacía al Estado-nación. En este contexto connotativo,
la referencias más puntuales se dirigían a la crisis del modelo
neoliberal, a la crisis de los gobiernos neoliberales, a la crisis de
55
Ver de Guido Gómez de Silva Breve diccionario etimológico de la lengua española. El Colegio de
México.

104
representación, a la crisis del sistema de partidos; aunque también
las connotaciones alcanzaban a la crisis de la sociedad y el Estado
boliviano. Interesa detenerse en estas lecturas de la crisis o, mas
bien, en esta lectura del acontecer político desde la crisis.

Como se trata de reflexiones teóricas, que también llamaremos


problemas filosóficos, relativas a la experiencia del proceso de
cambio, vamos a tratar de identificar problemas teóricos en los
análisis, las interpretaciones y los discursos referidos a la
contingencia política, social, económica y cultural del proceso. En
adelante haremos un repaso a lo que consideramos los principales
problemas teóricos del análisis y de la crítica de la política.

Un primer problema aparece con el atributo mismo de las


teorías; se trata de cuerpos hipotéticos y de tesis que arman
explicaciones lógicas de los acontecimientos que observan,
convertidos, si se quiere, en “objetos” de estudios. El problema no se
encuentra en que los acontecimientos se conviertan en “objetos” de
estudio, sino en la forma como lo hace y lo logra esta mirada, que es
la teoría. La teoría forma parte del mundo como representación. Para
que se entienda bien, no se desecha la teoría, el servicio de la teoría
en la construcción de explicaciones y en la formación del
conocimiento; el problema radica en el uso que se hace de la teoría.
Los usos teóricos, al otorgarle una significación estructurada a los
acontecimientos que estudian, terminan no sólo representando estos
acontecimientos, en forma de recortes de realidad, sino que son
concebidos como si funcionaran desde la lógica preformada por los
cuerpos teóricos. Las analogías encontradas entre lógicas teóricas y
las “secuencias” de los procesos inherentes a los acontecimientos
ayudan a esta sustitución de los procesos por las lógicas.
Indudablemente estas “reducciones” ayudan a explicar los hechos, los
sucesos, los eventos y los acontecimientos, a través de la
comprensión de relaciones, de estructuras, de sistemas, de
composiciones más o menos complejas. Sin embargo, no hay que
olvidar nunca que, el acontecimiento no es representación, no es
“realidad”, que es otra representación, sino la diferencia absoluta
irreductible. Por otra parte, la misma teoría experimenta su propia
transformación; las teorías concurren mejorando, adecuando,
desplazando, renovando e inventando nuevas explicaciones. Ciertas
teorías quedan rezagadas en relación a la aparición de nuevas
problemáticas, que son el resultado del desplazamiento de los
horizontes de visibilidad y decibilidad de la experiencia. Otro

105
problema radica entonces en las resistencias de las teorías a quedar
descartadas; se empecinan por mantenerse, creando, como dice Karl
Popper, hipótesis ad doc56. Al respecto de este empecinamiento,
obviamente no se trata del empecinamiento de las teorías, pues éstas
no son sujetos, como suelen convertirlas, por una especie de
fetichismo teórico, sino del empecinamiento de los sujetos que usan
las teorías. Cuando esto ocurre, se da lugar como a por lo menos tres
desfases; primero, en relación a la que identificamos anteriormente,
el desfase entre representación y acontecimiento; segundo, el
desfase entre teoría y problemática; tercero, el desfase entre la
problemática misma y otras problemáticas posibles, que se
encuentran opacas o invisibles a la mirada teórica.

En relación a estos desfases, los mejores “instrumentos” para


recorrer estas distancias y re-articular los desfases son: en primer
lugar, la intensidad y la expansión de la experiencia social; en
segundo lugar, la crítica. La virtud de la crítica es que hace visible las
problemáticas, identifica los límites de las teorías y busca
replanteamientos estructurales. La vitalidad de la experiencia social
es que extiende, desplaza, los horizontes de visibilidad y decibilidad,
por un lado, y profundiza los espesores de la subjetividad. Ambas, la
crítica y la experiencia, nos permiten, posibilitan, no solamente
desplazar los horizontes epistemológicos, sino también y sobre todo,
replantear las relaciones y articulaciones entre teoría, experiencia,
subjetividad y la experiencia de los acontecimientos.

Como dijimos a un principio, la discusión que nos trae es


política; entonces también hablamos de la pasión política, de la
pasión como substrato de la política. El discurso político es mucho
menos cuidadoso que el discurso teórico; no se hace problema si se
trata de representaciones, si estas representaciones son
cuestionables y contraen problemas de configuración. Usa el discurso
como si éste hablara directamente de “realidades”; no hay ni siquiera
una pretensión de verdad, sino, mas bien, una pretensión de
“realidad”. El discurso político está directamente vinculado con la
fuerza que se emplea respecto a las materias y objetos de poder. El
discurso político acompaña a la fuerza; no está para demostrar su
verdad, sino está para legitimar la fuerza que se emplea. Entonces,
cuando tratamos con el discurso político, no solamente respecto al
horizonte de las representaciones, sus límites, en relación a la
complejidad del acontecimiento, sino cuando estamos ante los límites
56
Ver de Karl Popper Lógica de la Investigación científica. Taurus; Madrid.

106
mismos de una “ideología”, en pleno sentido de la palabra, como
fetichismo del poder, estamos ante un discurso que se considera la
expresión misma de la “realidad”, produce “realidades”.

El discurso político es un dispositivo para la acción, no se


plantea problemas de verdad, no tiene exactamente pretensiones de
verdad, sino que, le interesa directamente incidir en los hechos. Si el
discurso político alude a teorías, no lo hace tanto para manifestar su
pretensión de verdad, tampoco para reflexionar sobre su propia
actuación, sino que usa los fragmentos teóricos como herramientas
en su disposición para la acción. Ahora bien, el discurso político
puede entrar a la acción con pretensiones emancipatorias o, en su
caso, de manera opuesta, puede hacerlo con pretensiones
institucionales, buscando el apoyo a las políticas públicas. En ambos
casos, el discurso político forma parte de la acción; en un caso,
contestataria, o, de lo contrario, reforzando la institucionalidad del
Estado. Lo que hay que tener en cuenta es esta característica del
discurso político; desde esta perspectiva parece vano entrar en
debate teórico o, si se quiere, científico con el discurso político.
Aunque se dé una especie de comunicación, incluso se den
respuestas por parte del discurso político, esto no quiere decir que
asistimos a un debate teórico o científico, sino a un intercambio
discursivo donde no se modifica el funcionamiento de la política, que
produce “realidades”, tampoco el funcionamiento y las lógicas
teóricas, que produce verdades. Las prácticas políticas se fortalecen,
por la manera cómo manejan las teorías; las fragmentan y las usan
para apoyar los propios objetivos, que son mas bien
posicionamientos. Las teorías terminan vulgarizadas y de alguna
manera devaluadas por este uso político; rara vez ocurre que el uso
de las teorías, en los escenarios políticos, derivan en una
interpelación con efectos políticos demoledores, obligando a
modificaciones en las prácticas políticas. Cuando esto ocurre es que
las prácticas políticas, el estilo coyuntural y periódico,
correspondiente a una época, se encuentran en crisis.

Por eso, cuando nos invitan hablar del proceso de cambio, es


decir, del proceso politico que se vive en Bolivia desde inicios del siglo
XXI, debemos contextualizar los ámbitos de la reflexión y la
discusión. Preferimos, en principio, separar, metodológicamente, el
ámbito teórico del ámbito político, para después enfocar sus zonas de
yuxtaposición.

107
Una mirada teórica sobre el llamado proceso de cambio

De entrada tenemos un problema teórico; proceso es un


concepto teleológico, supone una finalidad, a la que se llega
precisamente mediante un proceso, que pasa por etapas de
aproximación. El proceso procesa, por así decirlo, las condiciones de
posibilidad histórica, los medios, las fuerzas involucradas, llevándolas
hacia el fin propuesto. Se trata de una producción histórica. A
propósito, el concepto de proceso es concomitante con el concepto de
producción. Si estas son las características del concepto proceso, se
entiende que se tienda a evaluar el proceso de acuerdo a las
finalidades propuestas. No es esta valorización de ninguna manera un
contra-sentido, sino mas bien algo coherente con el concepto mismo
de proceso. El problema no radica ahí, sino en llamar proceso al
acontecimiento político experimentado. La ventaja del concepto de
acontecimiento es que no es teleológico; no supone ningún propósito,
ni de la providencia ni de la historia. El concepto de acontecimiento,
como multiplicidad y pluralidad de singularidades, está abierto a
distintas contingencias, a diferentes posibilidades, a la aleatoriedad
misma de múltiples juegos de fuerzas.

Si queremos salir del acto de juzgar el proceso, juzgar en el


sentido jurídico del término, como tarea de jueces, ya sea para bien o
para mal, negativamente o positivamente, observando sus
desviaciones o, en su caso, haciendo apología de su consecuencia,
debemos, en primer lugar dejar de hablar de proceso. Debemos decir
categóricamente que no hay proceso; lo que hay, es ciertamente un
acontecimiento político, en el que estamos insertos, lo que hay es
una lucha entre tendencias encontradas, además de una lucha de
estas tendencias en relación a las condiciones de posibilidad histórica,
que casi todas ellas llaman “realidad”. Condiciones de posibilidad que
las tendencias tratan de controlar o inducir para lograr sus
propósitos. Lo que ocurra no depende de sus voluntades sino del
juego azaroso de las fuerzas, de las contingencias, y, ciertamente, de
la dosis de consecuencia que se imprime en las acciones,
dependiendo de una suerte de acumulación y disponibilidad de
fuerzas.

Es preferible entonces tratar de comprender la complejidad del


acontecimiento político, que se vive desde el 2000, que buscar
juzgarlo, de una u otra manera. Con este propósito intentaremos
proponer algunas hipótesis interpretativas del acontecimiento político.

108
Hipótesis

1. Lo que se experimenta como acontecimiento político es una lucha


no sólo de tendencias voluntarias y conscientes, inherentes a los
partidos, las organizaciones, los movimientos sociales, las clases
sociales, naciones y pueblos, sino la lucha de estas tendencias con
las condiciones de posibilidad, los desplazamientos materiales y
subjetivos, que no controlan. Entonces se da como una
concurrencia de desplazamientos materiales y subjetivos no
controlados y tampoco suficientemente visibilizados,
desplazamientos que inciden en el decurso de la actualización
concreta de la complejidad en las coyunturas sucesivas.

2. En la interpretación del acontecimiento político es imprescindible


identificar las tendencias en juego y la disponibilidad de fuerzas
con las que cuentan; además es indispensable identificar algunas
de las condiciones de posibilidad histórica y de los
desplazamientos materiales y subjetivos en curso, por lo menos
los que parecen de mayor condicionalidad e incidencia.

3. De las tendencias concurrentes, la que cuenta con mayor


disponibilidad de fuerzas, por lo menos hasta ahora, es la
tendencia oficial, la gubernamental y la estatal; tendencia
dominante en el escenario. Sin embargo, esto no quiere decir que
controle las condiciones de posibilidad y los desplazamientos
materiales y subjetivos concurrentes. Tampoco que logre vencer y
dominar a las otras tendencias en juego. Por eso la tendencia
dominante está sujeta a contingencias, así como a sus propias
pugnas internas. Muchas de sus acciones desatan consecuencias
inesperadas para los propios actores oficiales.

4. Por lo menos desde el 2009, desde la segunda gestión del


gobierno popular, la otra tendencia, con disponibilidad de fuerza,
si se puede hablar en singular y no en plural, como corresponde,
no es, desde nuestro punto de vista, la llamada “derecha”, que
comprende a los partidos conservadores, ligados a las oligarquías
regionales, a la burguesía y a los terratenientes, aunque como
clases sociales sigan contando con un dominio económico
apreciable. La tendencia con disponibilidad de fuerza, por lo tanto,

109
con capacidad de incidencia, corresponde a las organizaciones
sociales que se ha colocado en posición crítica y demandante
respecto al gobierno. De entre estas organizaciones hay que
destacar a las organizaciones indígenas y la las organizaciones
sindicales, aglutinadas en la COB. Fuera de estas organizaciones
sociales, han tenido incidencia intermitente y coyuntural, otras
organizaciones como los comités cívicos y gremialistas. Estas
incidencias en los acontecimientos se comprueba en determinadas
coyunturas intensas, como la que corresponde al levantamiento
popular contra el “gasolinazo”, que obligó al gobierno a retirar la
medida; también en el Conflicto del TIPNIS, sobre todo con la
llegada de la VIII marcha indígena, que obligó al presidente a
promulgar una ley en defensa del TIPNIS; así como la actual
movilización y huelga indefinida de la COB, que obliga al gobierno
a revisar y discutir su promulgada ley de pensiones.

5. La otra tendencia con disponibilidad de fuerza y capacidad de


incidencia son las clases económicamente dominantes, como la
burguesía, los agro-industriales, los banqueros. La burguesía
recompuesta, que no necesariamente se confronta con el
gobierno, al contrario, ha optado por incidir en sus políticas
públicas, sobre todo económicas; tiene una comprobada incidencia
en el decurso de los acontecimientos.

6. En el contexto internacional, del cual Bolivia forma parte


ineludible, las empresas trasnacionales, el sistema financiero
internacional y el contexto del orden mundial, conforman lo que
podemos llamar las estructuras condicionantes en el mercado
mundial y en el orden mundial y regional. Estas estructuras
condicionantes llegan a convertirse en tendencias en juego, en el
contexto del país, a través de los agentes y agenciamientos
operativos.

7. En el mismo contexto internacional, mas bien regional, debemos


citar a otras estructuras condicionantes, cuya presencia trata de
compensar la influencia y la incidencia de las estructuras
condicionantes internacionales, dominantes y hegemónicas. Estas
estructuras de compensación son los gobiernos afines de la región,
los organismos de integración, como el ALBA, el UNASUR y el
CELAC, además del MERCOSUR y la Comunidad Andina.

110
8. Ciertamente también se encuentran como tendencia de incidencia,
en este contexto de tendencias en juego, la que comúnmente se
ha identificado políticamente como “derecha”; hablamos de
partidos políticos conservadores. Aunque debilitados desde el
2008, tienen representación en el Congreso, en menos de 1/3,
además de controlar dos gobernaciones, fuera de la vocería que
adquieren en los medios de comunicación.

9. Otra tendencia, cuya disponibilidad de fuerza es mas bien local


que “nacional”, con cierto impacto regional, es la relativa a un
posicionamiento de centro, con variantes de centro-izquierda y
variantes de centro-derecha, por las últimas alianzas electorales
logradas.

10. En lo que respecta a las condiciones de posibilidad histórica,


podemos nombrar a la condición estructural de Bolivia en la
geopolítica del sistema-mundo capitalista. Como parte de las
periferias y su condicionamiento histórico como país condenado al
extractivismo, al modelo primario exportador, y al Estado rentista,
la dependencia ha llegado formas extremas, limitantes,
obstaculizadoras y generando un circulo vicioso gravitante.

11. Otra condición de posibilidad histórica tiene que ver con lo que
llamaremos la historia de las estructuras subjetivas de las
sociedades, de las naciones y de los pueblos. Estas estructuras
subjetivas son como las memorias de estas sociedades, de estas
naciones y de estos pueblos; pero, también sus estados de ánimo.
Como dijimos en otro texto57, cuando hablamos de estructura lo
hacemos metafóricamente, mucho más cuando nos referimos a
estructuras subjetivas. No podrían darse tales estructuras, ni como
una macro-estructura que comprenda la memoria y el estado de
ánimo de un pueblo, ni como micro-estructuras que se hallaran
inscritas en cada uno de los individuos. Sencillamente se trata de
una manera de organizar la explicación y el análisis, corriendo el
riesgo de convertir a la estructura en un sustituto del sujeto,
sujeto de la filosofía o de la psicología, convirtiéndola en algo así

57
Este texto es Hacia una teoría de la sociedad alterativa. Todavía no publicado, se encuentra en
elaboración y revisión. Será difundido en Horizontes nómadas, también en Bolpress.

111
como la combinatoria inherente al funcionamiento de una
composición dada; en este caso de una multiplicidad de
subjetividades. Recurrimos auxiliarmente y provisionalmente a
este concepto de estructura para usarlo como nombre comodín,
como nombre de algo, en este caso de experiencias, memorias y
ánimos de pueblos. Lo que interesa es esto último, pues,
suponemos, que las experiencias, las memorias y los ánimos, de
las sociedades y de los pueblos, se sedimentan y estratifican en
sus imaginarios, de tal suerte que se convierten como en
condiciones de posibilidad subjetivas.

12. Otra condición de posibilidad histórica tiene que ver con el


mapa institucional, en otras palabras, la cobertura institucional en
relación a la extensión de la misma sociedad. El mapa institucional
puede abarcar más o menos la extensión misma de la sociedad,
puede capturar torrentes constantes de las dinámicas moleculares
sociales, en zonas más o menos extensas de la reproducción
social; en este sentido incide preponderantemente en la
orientación de la reproducción social, convirtiéndola en el
substrato primordial del Estado. Cuando el mapa institucional tiene
una cobertura tan grande como la extensión misma de la sociedad,
el Estado habría integrado a la sociedad a la reproducción misma
del Estado; hablaríamos de un Estado realizado y consolidado.
Este es el objetivo de los que propugna la consolidación del
Estado-nación. En todo caso, un mapa institucional extenso y
articulado, un Estado-nación integrado, hacen de maquinarias
abstractas de poder lo suficientemente gravitantes como para
incidir en el decurso de los acontecimientos, sin necesidad de
controlarlos.

13. Otra condición de posibilidad histórica puede ser nombrada


como mapa de las organizaciones sociales, que hacen como
contraste del mapa institucional. El accionar de las organizaciones
sociales, su convocatoria, sus demandas, sus movilizaciones y
luchas, puede oponerse a los agenciamientos concretos de poder
de las instituciones, por lo tanto, puede desordenar la consistencia
del mapa institucional, o, en su caso, de manera distinta, en por lo
menos, algunos casos, puede reforzar los efectos de poder del
mapa institucional.

112
¿Cuál es el problema de este cuadro de hipótesis? En primer lugar
que es un cuadro, por lo tanto una pintura y un punteo de
tendencias y de condiciones de posibilidad histórica, a las que se
ha llegado analíticamente, diferenciando, líneas, aspectos y
tópicos, incluso temporalidades. Una vez hecho esto, son como
fichas de un rompecabezas, a las que hay que volver a reunir
encajando, para armar el cuadro. El problema es que se le
atribuye “vida” propia a cada una de estas fichas separadas, como
si estuvieran animadas y fuesen autónomas, cuando esto no
ocurre en absoluto. En “realidad” estas fichas separadas ni tienen
vida propia, ni son autónomas, ni funcionan separadas. No hay
fichas separadas, todo ha funcionado efectivamente como
conjunciones complejas y articuladas; no hay tal separación
analítica. Esto es parte del fetichismo teórico, del que hablamos al
principio. Por lo tanto, si asumimos el acontecimiento como
configuración espacio-temporal, como matriz múltiple y compleja,
en la cual nos encontramos insertos, no es posible pensar
analíticamente, separando piezas, para estudiar sus relaciones y
causalidades. Es menester pensar pluralmente el acontecimiento
como multiplicidad de singularidades.

Con esta aclaración y esta advertencia, podemos aproximarnos a


éstos propósitos del pensamiento pluralista, usando las hipótesis,
en hipotéticos movimientos, flujos, torrentes singulares, en
constante composición y re-composición.

Aproximaciones al acontecimiento político

Quiero retomar esta aproximación al acontecimiento político


recordando una apreciación altamente, sugerente y esclarecedora,
que pronuncio Vicky Ayllón en la presentación de un libro de Luis
Tapia sobre los grupos roqueros de la ciudad de el Alto y la Ciudad
de la Paz58. Vicky Ayllón dijo que el problema de dar nombres a
los grupos, de nombrarlos, no sólo cómo se nombran a sí mismos,
de acuerdo a la identificación de su banda, sino el nombre que les
atribuye el autor, al calificarlos de underground, es hacerlos existir
de esa manera, atribuirles un sentido, el valorado por el
investigador; además el nombrar a unos y no nombrar a otros, es
como hacerlos existir a unos y condenar a la in-existencia a otros,

58
El libro fue editado y publicado por Autodeterminación.

113
por lo menos a aquella existencia documentada por los libros59.
Por lo demás, el libro de Luis Tapia es el resultado de una
investigación vivencial, pues el investigador era amigo de los
grupos roqueros y los visitaba donde tocaban. Además de
mostrarnos otra de las facetas de este teórico e investigador, el
libro tiene la virtud de alumbrar en la oscuridad refugiada del
underground de los jóvenes rebeldes. Volviendo a Viky Ayllón,
quiero tener en cuenta esta observación, pues cuando escribimos
sobre el acontecimiento político, también nombramos y
terminamos dando existencia escrita a lo que nombramos,
atribuyéndole un sentido, el del analista, teórico, intérprete,
escritor y activista. Se produce entonces una “captura” de las
experiencias múltiples y singulares en el sentido teórico asignado.
De alguna manera esta significación se convierte en código de
intercambio, en sentido compartido, en la medida que los textos
se difunden y son apropiados. Puede ocurrir, a su vez, que los
textos difundidos sean usados por otros portadores de discursos,
entonces los sentidos que circulan vuelvan a ser “capturados” por
otras composiciones discursivas. Pero, lo que interesa, en este
caso, es que las singularidades del acontecimiento son
“capturadas” por otras singularidades, conformando
composiciones, de sentido, que llegan a ser políticas, debido al uso
en el tráfago de las fuerzas. ¿A dónde apuntamos con esto? No es
posible decir la verdad del acontecimiento político, pues tal verdad
no existe; lo que se dan son distintas perspectivas, dependiendo
de los referentes. Algunas perspectivas son más compartidas que
otras, en la medida que su uso sea más difundido, además de
lograr mayor “captura” que otras perspectivas.

Al respecto, no estoy seguro del alcance de la difusión de los


análisis críticos del colectivo Comuna respecto al seguimiento de
los movimientos sociales del 2000 al 2005, tampoco de la
expansión de las “capturas” logradas de las singularidades de los
acontecimientos; empero, de alguna manera, sus libros fueron
referencia para la academia y la discusión política. En este sentido,
es conveniente revisar los sentidos y significaciones teóricas y
políticas asignadas por Comuna al acontecimiento político de las
movilizaciones sociales de ese periodo. Algo que se compartió con

59
He recurrido a mi memoria, tratando de rescatar, no literalmente lo que dijo Viky Ayllón, sino
interpretando lo que dijo, el significado de sus comentarios y observaciones. Es difícil recordar los
términos literales de su exposición.

114
otros colectivos y activistas, además de los voceros de las
organizaciones sociales involucradas, además de organizaciones
políticas, es haber nombrado esta experiencia multitudinaria como
proceso. Entonces ya este concepto conducía la interpretación y el
análisis en una dirección teleológica; el proceso semi-
insurreccional, pues así se hablaba y se escribía, conduce los
levantamientos, las rebeliones, las resistencias, las luchas, las
movilizaciones, hacia finalidades inscritas en la memoria indígena
y en la memoria popular. Estas finalidades no podían ser otra cosa
que la descolonización y la nacionalización de los recursos
naturales; de estas finalidades, compartidas por las organizaciones
sociales, se encontraron otras finalidades más definidas y de
efecto estatal. Hablamos de las figuras concebidas de la
transformación estatal. Al principio estas figuras tenían que ver
con las distintas perspectivas de lo que se entendía por
descolonización, por una parte, y nacionalización, por otra parte.
Por ejemplo, el CONAMAQ entendía por descolonización la
reconstitución del Collasuyu y del Tawantinsuyu; el CIDOB ya
había trabajado la idea del Estado plurinacional; las organizaciones
campesinas hacían hincapié en la reforma agraria, aunque
compartían distintas propuestas sobre la transformación del
Estado, desde las propuestas por las organizaciones indígenas
hasta las propuestas socialistas, pasando por la consolidación del
Estado-nación. Las organizaciones sindicales de los trabajadores
no abandonaron el horizonte definido por sus tesis legendarias, el
socialismo, aunque también compartían fuertemente la idea de la
consolidación del Estado-nación, recurriendo a su memoria
nacional-popular.

La forma como se llega a definir la finalidad del Estado


plurinacional social-comunitario, fue lograda en reuniones,
seminarios, talleres, conferencias y “congresos” del Pacto de
Unidad. A esta significación del proceso se llega por el camino de
“capturas” de singularidades. Son las organizaciones sociales, las
dirigencias de estas organizaciones, los asesores de las
organizaciones, las ONGs de apoyo, los dispositivos de “captura”,
que coadyuvan a componer una interpretación más o menos
compartida. Es así como la finalidad del Estado plurinacional
social-comunitario fue asumida orgánicamente. Es así también
como el proceso fue interpretado como una producción política del
Estado plurinacional social-comunitario. Empero, que la finalidad

115
compartida orgánicamente por el Pacto de Unidad sea la del
Estado-plurinacional social-comunitario no quiere decir que el
Pacto de Unidad controlaba todas las variables en juego en el
contexto de las fuerzas; era la voluntad del Pacto de Unidad, que
de ninguna manera garantiza per se que el decurso de los
acontecimientos desatados conduzca a tal finalidad. Este decurso
no depende de la voluntad orgánica, incluso si llegara a
comprometer y convencer a otras fuerzas, como ocurrió en la
Asamblea Constituyente, sino del juego y del peso de las fuerzas
puestas en juego, de las tendencias, su gravitación, y de las
condiciones de posibilidad histórica, la condicionalidad e incidencia
de las mismas. Por eso, podemos decir que lo que hacen el Pacto
de Unidad y, después, la Asamblea Constituyente, en este
recorrido, también Comuna, es estructurar una voluntad,
interpretando el acontecimiento político como proceso. El MAS,
como “partido” político, va terminar de asumir, en su generalidad,
este discurso, “capturando” también sentidos y singularidades. No
vamos a detenernos en cómo haya entendido el MAS la finalidad
Estado plurinacional comunitario autonómico, que corresponde a
los desplazamientos logrados en la Constitución respecto del
Estado social comunitario del Pacto de Unidad. La interpretación
oficial más se parece a la “captura” del símbolo caudillo de la
gama de significaciones del proceso, que ya era una interpretación
teleológica del acontecimiento político experimentado
multitudinariamente. Lo que interesa, por el momento, es que se
construye un sentido común sobre el acontecimiento
experimentado colectivamente, se le llama proceso, al que se le
asigna una finalidad, el Estado plurinacional comunitario y
autonómico.

Los límites de este sentido común, de esta interpretación


compartida, de esta lectura del acontecimiento como proceso,
aparecen prontamente ante las dificultades evidentes de construir
un Estado plurinacional comunitario y autonómico. Lo sugerente,
ante la constatación de los problemas de la interpretación, son las
hipótesis ad hoc que se crean, para conservar a la interpretación
construida. El gobierno dice que ya se ha logrado el Estado
plurinacional comunitario y autonómico; la crítica, que llamaremos
de “izquierda”, dice que no se ha alcanzado este objetivo, que más
bien nos mantenemos en el Estado-nación, restaurado y
consolidado. La derecha asume que eso que tiene ante los ojos es

116
el Estado plurinacional, aprovechando sus resultados para
criticarlo, buscando, mas bien, restaurar el Estado de derecho. En
otras palabras, todos asumen la finalidad enunciada como
referente suficiente para evaluar el proceso. De esta manera,
todos terminan juzgando el proceso desde la perspectiva de su
finalidad.

Como dijimos, el acontecimiento no se reduce al proceso; hay


un campo de posibilidades abierto. Por donde vaya el decurso,
depende de las contingencias, la disponibilidad de fuerzas de las
tendencias y de la gravitación de las condiciones de posibilidad
históricas. Esto no quiere decir que no se tengan objetivitos, que
no se tengan finalidades, tampoco, mucho menos, que haya que
renunciar a la voluntad. Lo que no se puede hacer es reducir la
complejidad del acontecimiento a la idea de una secuencia
preformada, la de proceso por ejemplo, y confiar, que como
estamos en un proceso, la secuencia de los eventos seguirá la
lógica de una producción planificada. Como no ocurre esto, cuando
los hechos contrastan con la idea de proceso, sobre todo con sus
finalidades no logradas, las tendencias en pugna generalmente
recurren a explicaciones fáciles. La tendencia radical tiende a
explicarse la no realización plena del proceso debido a
inconsecuencias, incluso a traiciones; la tendencia conservadora,
ya acomodada en el gobierno, tiende a explicar la incomprensión
de la crítica debido a una conspiración interna, que termina
apoyando a la derecha derrocada. Las pugnas internas al bloque
“revolucionario” arrecian, a pesar de los esfuerzos por acallarla y
ocultar la presencia de tendencias. Lo que comúnmente se llama
“derecha”, se explica lo que ocurre como si hubiera esperado que
pase; dice que no podía ser de otra manera, cuando el Estado se
hace cargo de la economía, vuelve a comprobarse que es un mal
administrador. A la “derecha” todo le parece el fracaso del
socialismo; entonces cree volver a ratificar sus aseveraciones
sedimentadas en su concepción de fin de la historia; el mundo no
puede llegar a ser otra cosa de lo que es.

Se trata de distintos planos, por así decirlo. Un plano o plano-


meno, plano de intensidad, es el del acontecimiento; otro plano,
mas bien de representación, el que corresponde a la idea que se
tiene del acontecimiento, que en este caso es la idea de proceso,
donde se presenta la voluntad estructurada como programa,

117
finalidad, constitución. Pretender mantener la idea que se tiene, en
este caso, la de proceso, a pesar de las contrastaciones, es un
suicidio. Lo aconsejable es conocer mejor la complejidad del
acontecimiento, mejorar las representaciones que se tienen,
adecuar la voluntad estructurada y la estructura de la voluntad a
la complejidad puesta en juego, adecuar las finalidades,
mejorando también las formas de intervención y los
agenciamientos de transformación. Lo que importa es comprender
mejor cómo funcionan las fuerzas puestas en juego, cómo
funcionan las dinámicas moleculares, cómo funcionan las
composiciones moleculares, también cómo funcionan las
composiciones molares. En una coyuntura concreta, un periodo y
contexto específicos, qué efectos institucionales se dan, qué
efectos transformadores provocan las movilizaciones, cuáles son
las consecuencias del forcejeo entre el mapa institucional y el
mapa de las organizaciones.

Ahora bien, este saber del acontecimiento no es deducción


teórica, sino efecto de la acumulación de la experiencia activista y
de los movimientos sociales. Este saber colectivo puede
convertirse en teoría; esto ayuda a tener una comprensión
novedosa del acontecimiento y de la experiencia social de las
recientes movilizaciones y luchas. Esta dinámica interpretativa
forma parte del aprendizaje social y colectivo, del desplazamiento
de los horizontes de visibilidad y decibilidad, de la acumulación de
experiencia. Ante esta exigencia, esta vertiginosidad y volatilidad
de la imaginación social, inducida por los desplazamientos de la
experiencia, se oponen desesperadamente resistencias
representativas, que se adhieren a lo que pretenden que son
cuerpos fijos teóricos, verdades eternas. Es de estas posiciones
conservadoras, de esta ilusión de verdad, de las que se alimentan
los “aparatos ideológicos” del Estado, ahora tomados por los
“revolucionarios”. Esta es una negativa al aprendizaje y una clara
muestra de la convicción de que se trata de defender el poder
tomado, por lo tanto una renuncia a las transformaciones.

Sin embargo, el mismo peligro la experimenta el ala radical del


proceso; al mantenerse en esta representación teleológica del
acontecimiento politico. Tampoco quiere aprender de la
experiencia al explicar lo que acontece por las inconsecuencias y
traiciones. Hay que abandonar definitivamente la teoría de la

118
conspiración. No sirve, es pueril y simple, como para ayudar a
comprender la complejidad, el juego de las fuerzas, las dinámicas
moleculares y molares, las relaciones y las estructuras de poder en
juego.

En relación a lo que acabamos de escribir, es menester


proponer un segundo grupo de hipótesis; ahora de carácter
dinámico, ya no como cuadro.

Hipótesis dinámicas

1. El acontecimiento politico que vivimos, cuya referencia inicial


acordada es fines del siglo XX y principios del siglo XXI,
acontecimiento múltiple en cuanto a la proliferación de hechos,
eventos, sucesos y desplazamientos diversos, acontecimiento
registrado en la experiencia plural de las multitudes, sociedades,
pueblos, clases sociales, se mueve en un espacio-tiempo curvo,
no-lineal, que no se reduce tampoco a un solo plano, sino mas
bien comprende múltiples planos en un espesor magmático.

2. Cuando estalló la guerra del agua, entre fines de 1999 y principios


de 2000, había distintas posibilidades de secuencias contenidas;
una de ellas, es la experimentada. La experiencia vivida se resume
en la siguiente secuencia: La primera victoria del bloque popular,
de la Coordinadora del Agua y por la Defensa de la Vida; la
renuncia del gobierno de coalición a la Ley de Agua; la aceptación,
a regañadientes, de la salida de la empresa trasnacional del agua,
Aguas del Tunari, subsidiaria de la Bechtel; la continuidad de la
movilización general hasta la segunda guerra del gas, mayo y
junio del 2005, pasando por la primera guerra del gas, en octubre
del 2003, la caída del gobierno de Sánchez de Lozada, la primera
sucesión constitucional, la renuncia de Carlos Mesa, la segunda
sucesión constitucional; la victoria electoral del MAS, la asunción
del gobierno por el primer presidente indígena. Como otros
decursos posibles, se podría dibujar, por ejemplo, el siguiente: el
gobierno de coalición podía no sólo aceptar lo que aceptó, sino
podía revisar su política privatizadora, amortiguando sus impactos,
buscando resolver el conflicto social. ¿Qué hubiera pasado si los
gobiernos de coalición hubieran aprendido la lección de la derrota,
en vez de insistir en el proyecto, de una forma represiva,

119
acusando a los dirigentes de las movilizaciones como terroristas,
incluso narcotraficantes? Por otra parte, ¿qué hubiera ocurrido si
no se daban las movilizaciones, bloqueos y sitio de ciudades,
indígenas y campesinos de septiembre de 2000? Decimos eso,
pues en la CSUTCB se dio al respecto una discusión; no todos
estaban de acuerdo con la movilización y el sitio. En la discusión
se impuso la tendencia radical, que terminó conduciendo la
movilización, los bloqueos y el sitio a las ciudades. La proximidad
entre uno y otro evento, la guerra del agua y el sitio a las
ciudades, terminó impregnando a los acontecimientos, a los
movimientos sociales involucrados, un halo de corriente
incontenible, de rebelión desbordante indetenible. Lo que vino
después contó con este impulso de continuidad semi-
insurreccional. Lo que queremos decir es que, si se dio lugar la
secuencia de eventos que se sucedieron no fue porque había una
lógica inscrita en un proceso desenvuelto en la historia reciente,
sino porque en el contexto de las fuerzas en pugna, de las
tendencias evidenciadas, de las condiciones de posibilidad histórica
y las condiciones de posibilidad subjetivas constatadas, las fuerzas
insubordinadas, rebeldes, movilizadas, lograron mantener la
convocatoria abierta de la movilización, radicalizando sus
objetivos. Ante este desafío popular, las fuerzas que defendían a
los gobiernos de coalición recurrieron a la represión ascendente,
llegando, de este modo, a la masacre en la ciudad de El Alto, en
octubre de 2003. Este fue un momento no sólo de alta intensidad
de las luchas, quizás el de más alto nivel, sino también una
coyuntura de encrucijadas, además de punto neurálgico de
decisiones. ¿Qué hubiera pasado si la toma de la ciudad de La Paz
por medio millón de movilizados y movilizadas, que bajaron de la
ciudad de El Alto, hubiera tomado el Palacio Quemado? Lo que
querían algunos grupos radicalizados. ¿Qué hubiera pasado si el
alto mando del ejército hubiera decidido defender al gobierno de
Sánchez de Lozada, intervenir, generando una escalada de
violencia ascendente de la represión? ¿En ambos casos, guerra
civil? ¿Si esto ocurría, cuál hubiera sido el desenlace? En todo
caso, es de prever que cualquier modificación en los hechos
ocasionaba desplazamientos en los sucesos, aunque sean estos
desplazamientos próximos a los hechos acaecidos. Lo que
finalmente sucede no acaece por el decurso o la implicación de
una lógica histórica implacable, sino por la combinatoria de
singularidades, que al moverse, ocasionan distintos desenlaces.

120
3. Con esto no se quiere decir que todo es azar y aleatoriedad, que
estamos ante potencias ciegas e incontrolables; no, de ninguna
manera. El acontecimiento conjuga, combina, contiene, múltiples
singularidades en juego y en constante composición, desprendidas
de sus dinámicas moleculares; esto es contingente. Empero, en el
contexto de estas combinaciones, juegos de fuerza y
composiciones, entre la voluntad organizada y estructurada de
movimientos sociales, organizaciones y pueblos, las acciones
múltiples de la movilización general intervienen afectando al
conjunto de las combinaciones, empujando a su incidencia en un
determinado sentido. En la medida que esta voluntad organizada
tiene una amplia y profunda convocatoria, cuenta con una
acumulada disponibilidad de fuerzas, entonces su participación e
incidencia en el decurso de los acontecimientos es preponderante.

4. El desenlace de los acontecimientos no es controlable; no es


posible una ingeniería social que controle todas las variables
intervinientes y pueda producir los hechos planificadamente. Lo
que se puede es, de alguna manera, prever una banda de
probables y posibles resultados, como una curva contingente de
eventualidades efectivas.

Conclusiones

Ahora bien, dónde nos conducen los dos grupos de hipótesis


que presentamos. En primer lugar, que hay que renunciar a la
teleología; dejar de proponerse finalidades, a partir de las cuales
juzgamos y evaluamos el proceso, que es la metáfora teleológica,
que sustituye al acontecimiento, reduciéndolo a la lógica histórica
preformada. Este fue el error del socialismo, llamado científico,
que no abandonó la concepción del socialismo utópico, que el
mismo criticó. También puede ser el error del proyecto de
construcción del Estado plurinacional comunitario y autonómico,
como otra alternativa, más completa y compleja, pos-capitalista,
que la diseñada por la dictadura del proletariado. Hay que
aprender de las revoluciones llamadas democráticas de los siglos
XVIII y XIX; ante la complejidad del acontecimiento político,
social, económico, cultural, ecológico, es preferible establecer el

121
punto de partida, con las reglas del juego bien establecidas; lo que
venga después, dependerá de el ejercicio democrático, del juego
de fuerzas, de los consensos que se formen. Las reglas del juego
democráticas fueron la igualdad política y jurídica, con la
ampliación al voto universal, incluso el pluralismo liberal. Entre las
reglas del juego de un proyecto descolonizador y pluralista,
además de social y ecológico, deben plantearse la igualdad y
equivalencia de las mismas condiciones de posibilidad para las
culturas, las lenguas, las instituciones propias, las naciones y los
pueblos; además de plantearse la igualdad económica y social
para todos, como garantía de las mismas condiciones de
posibilidad. Por otra parte, es indispensable reconocer y garantizar
los derechos de los seres de la madre tierra, comprendiendo a los
ciclos vitales. En cuanto respecta al mapa institucional, se debe
conformar una cartografía de nuevas instituciones, de
organizaciones sociales, de organizaciones populares y de pueblos,
de organizaciones de las diversidades subjetivas, que garantice el
ejercicio de la democracia participativa, directa, comunitaria,
representativa de todos.

La convocatoria del mito

Aproximaciones a la figura del caudillo y a la revolución


bolivariana

De acuerdo a la etimología, mito es el relato tradicional relativo a


seres sobrenaturales, o a los antepasados o héroes de un pueblo.
Mythos, del latín tardío, quiere decir cuento; y mýthos, del griego
antiguo, significa fábula60. Como se puede ver, la raíz de la palabra
mito nos lleva a la significación del relato imaginario sobre los
orígenes del cosmos o sobre los orígenes de los pueblos, también
relato de la epopeya de los héroes primordiales. Paul Ricoeur
entiende que se trata de una trama, de una narración, que articula el
principio, la mediación y el desenlace de un texto, en la configuración
de una totalidad; es un modelo de concordancia. Emile Durkheim
encuentra en el mito la estructura que sostiene valores y la cohesión
60
Guido Gómez de Silva: Breve diccionario etimológico de la lengua española. Fondo de Cultura
Económica, El Colegio de México; México.

122
social61. Para George Sorel el mito es como una intuición social que
convoca a la acción62. Claude Levi-Strauss estudia los mitos como
estructuras de racionalizaciones que diferencian y encuentran
analogías, que clasifican plantas y animales, que construyen
calendarios, usando la fuerte narrativa de imágenes y figuras
arquetípicas, las que sufren metamorfosis y cambios63. Para una de
las corrientes hermenéuticas, dedicadas al estudio e interpretación de
los mitos, el mito es la matriz de la cultura, de la narrativa, del
imaginario, que es como la totalidad de sentidos de la que nunca
salimos64. Como se puede ver, estamos ante una gama de
interpretaciones del mito; empero, en todas ellas, el mito cobra
relevancia; ya sea como relato primordial; ya sea como estructura
cultural subyacente; ya sea como imaginario total, que es como decir
que nacemos en lo imaginario, que nacemos en el mito; ya sea como
intuición convocativa a la acción. Nosotros usaremos la figura del
mito en este último sentido, empero, sin descartar los otros usos e
interpretaciones del mito.

¿Por qué es importante analizar los acontecimientos desde esta


perspectiva? Se acostumbra a analizar la experiencia política desde
una perspectiva que llamaremos objetiva, tomando en cuenta la
descripción de los hechos, eventos, secuencias, contextos y
coyunturas políticas; usando modelos analíticos y teorías explicativas,
que orientan el análisis a dar cuenta causalidades, de estructuras
subyacentes, de contradicciones dialécticas, de enfrentamientos de
bloques. No desechamos la utilidad de estos análisis; sin embargo,
notamos que muchas veces se quedan sorprendidos y sobrepasados
por el desborde de acontecimientos políticos inéditos. Sobre todo
estos análisis se quedan un tanto atónitos ante la presencia de
figuras políticas carismáticas, que subjetivan los enfrentamientos
políticos, las luchas sociales, sintetizando densamente el acontecer
político en el dramatismo de sus personalidades.

La política, en tanto campo de prácticas y de acciones, y lo político,


en tanto campo de distribución de fuerzas, posiciones, dispositivos y
agenciamientos, además de instituciones, no son acontecimientos
políticos que solamente pueden describirse y explicarse desde una
exterioridad académica. La política es una experiencia fuertemente

61
Ver de Emile Durkheim: Las reglas del método sociológico. Fondo de Cultura Económica 2001; México.
62
George Sorel: Reflexiones sobre la violencia. Alianza Editorial 1976; Madrid.
63
Claude Levi-Strauss: Mitológicas, cuatro tomos. Siglo XXI; 1976; México.
64
Ver de Gilbert Durand De la mitocrítica al mitoanalisis. Anthropos 1993; Barcelona.

123
subjetiva; se vive la política pasionalmente, se figura la experiencia
política en los imaginarios sociales. Determinados acontecimientos
políticos, como las rebeliones, las movilizaciones, las revoluciones,
despiertan entusiasmo; otros acontecimientos políticos, como la
crisis, el desgaste y el deterioro de los referentes de las expectativas,
incluyendo la inercia misma en la que cae la rutina política,
desencantan. Estas experiencias no se hacen inteligibles si es que no
se consideran la constitución y des-constitución de subjetividades, si
es que no se comprende el espesor de la experiencia política. Claro
que es indispensable estudiar las políticas públicas, las prácticas, las
relaciones y las estructuras en su manifestación objetiva; empero
esto no basta. Nos quedaríamos en una descripción que trata a la
política como una exterioridad o en una explicación abstracta, que no
deja, en todo caso de ser pedante.

La figura del caudillo es indudablemente un acontecimiento político,


es un lugar de condensación de la experiencia política, una
subjetivación concentrada de de las tensiones y contradicciones
políticas, a tal punto que todos sus actos, incluso los más
insignificantes, no solamente se convierten en actos públicos, esto ya
lo sabíamos, sino se convierten en signos políticos. Adquieren
significación, connotación, irradian en el ámbito social, apropiándose
del sentido y de los significados de los fenómenos políticos no
personalizados. El carisma es seductor y atrayente, se concierte en
un núcleo gravitatorio, que captura los entornos, haciéndolos circular
alrededor. Lo que importa, en el análisis de estos acontecimientos
políticos, centrados en la emergencia carismática, no es, obviamente,
descartarlos o reducirlos, menospreciando el caudal emotivo y
afectivo de las vivencias políticas, sino, al contrario, tomarlos en
cuenta como fenómenos integrales, que logran develar el juego
intenso de las fuerzas, sus composiciones y relaciones, sobre todo
sus pliegues subjetivos. Los acontecimientos políticos, centrados en el
carisma, deberían ser mas bien privilegiados en el análisis.

Ahora bien, el mito no es algo que está en nuestras cabezas, tampoco


es una estructura abstracta; el mito es producido y reproducido en la
dinámica de las relaciones lingüísticas, discursivas, imaginarias,
afectivas, pasionales de la gente. Se figura, configura y refigura en la
dinámica de estas relaciones. Son los sujetos sociales los que crean y
recrean el mito, así también son los que terminan atrapados en sus
redes. Creen que nacen en el mito, que se mueven en el interior de
su esfera, y que lo que les ocurre se explica por la trama del mito.

124
Entonces el mito tiene que ser entendido como una estructura
imaginaria, construida y reconstruida en las dinámicas relacionales de
los sujetos sociales. Hay pues como una “economía política” del mito,
si nos excusan de hablar así; donde el mito pretende diferenciarse,
separarse, autonomizarse, respecto a sus productores, a sus
imaginadores, sobre quienes terminan actuando como una
“ideología”65. De lo que se trata es de efectuar una crítica de la
“economía política” del mito, como de toda economía política, en el
contexto de su generalización. Empero, esto no significa decir que el
mito es un fantasma; al contrario, es una estructura y un ámbito de
relaciones dinámicas, que actúan en el cuerpo, induciendo
comportamientos y conductas. De lo que se trata es de comprender
estas dinámicas relacionales que sintonizan subjetividades, la del
caudillo y la del pueblo.

El mito del caudillo

El mito es una trama y un entramado; una trama pues es un tejido,


una narrativa, una textura de hilos sensibles e imaginarios, hilos que
se encuentran en los filamentos más recónditos del cuerpo; un
entramado pues en el mito también se entrelazan tramas. Quizás por
eso, el mito se remonta al origen, explica el cosmos por este origen,
pero también nuestra tragedia en el acontecer del mundo. El mito
avizora entonces, descifrando en las convulsiones de esa matriz, el
anuncio de nuestra emancipación. El mito es poderoso pues es la
captura de la totalidad por medio del inmediato e intenso
procedimiento de la intuición. Sólo la estética y el arte podrían
acercarse a una experiencia parecida. El mito remueve nuestras
fibras, conmueve nuestro cuerpo, lo empuja al abismo de la nada,
otorgándole la plenitud del sentido en su propia caída, en la
experiencia de la caída, vivida como una resurrección.

El mito cohesiona, sostiene la consistencia perdurable de la


comunidad, al otorgarle una identidad descomunal, a la altura de los
dioses o de las fuerzas creativas. El mito comunica en la iniciación al
hombre, a la mujer, al guerrero, a la tejedora, con las fuerzas
inmanentes del devenir, devenir animal, devenir planta, devenir
agua, devenir fuego. El mito es un torbellino pasional sublime, es una
hermenéutica sensible del acontecer. Si clasifica es porque todo se

65
Ver de Raúl Prada Alcoreza La colonialidad como malla del sistema-mundo capitalista. Horizontes
nómadas, Bolpress, 2012; La Paz.

125
conecta, no se divide; no es pues una analítica, sino más bien una
“síntesis”; empero una “síntesis” en tanto “experiencia” de la
metamorfosis o la metamorfosis hecha “síntesis” mutante.

El mito es memoria, pero, se trata de una memoria simbólica, de una


memoria alegórica, cuya narrativa figurativa concibe el tiempo, el
transcurrir del tiempo, como una actualidad pura, un acontecimiento
fabuloso que repite el eterno retorno del origen. Hay toda clase de
mitos experimentados por los pueblos; mitos cósmicos, pero también
mitos históricos; mitos del origen del fuego, de la caza, de la
agricultura, de la civilización, pero también mitos mesiánicos. El
padre y la madre, después de muertos, se convierten en mitos; los
padres y madres vivos son vistos como mitos vivientes. Los guerreros
se convierten en héroes, los héroes condensan la historia en su
epopeya. Los conductores de la guerra anticolonial son nombrados
como libertadores; sus nombres y sus perfiles se convierten en la
razón de ser las naciones liberadas. Los libertadores se
institucionalizan, sus fantasmas acompañan los actos cívicos y
adornan las paredes de las oficinas públicas. De alguna manera sus
fantasmas han sido domesticados. Sin embargo, pueden reaparecer
cuando son convocados nuevamente en la actualización de antiguas
luchas.

El mito que revive Hugo Chávez Frías es el del libertador Simón


Bolívar. La tarea del libertador ha quedado inconclusa, no hay
integración, la constitución de la Patria Grande no se ha realizado.
Los pueblos liberados enfrentan ahora otra guerra anti-colonial o, si
se quiere, la continuidad de la guerra de la independencia; se trata
de la guerra contra la dominación imperialista y el control
hegemónico del capital. El golpe del oficial Hugo Chávez es contra la
oligarquía entreguista de los recursos naturales, la partidocracias y la
corrupción de la clase política. Este gesto es un acto heroico, que
convoca a la guerra a las clases populares, gesto que reclama su
despertar ente la crisis y decadencia de la república. Años después, la
victoria electoral de Hugo Chávez se explica tanto por la convocatoria
del mito, así como por la crisis política de Venezuela. Las clases
populares respondieron al gesto, a la irradiación del gesto, al golpe
de cabeza, efectuada por oficiales intrépidos y grupos de izquierda
radicales. La figura del libertador se convirtió en un proyecto: La
República Bolivariana de Venezuela. Este proyecto se plasma en la
Constitución, que da nacimiento a la quinta república, que ya no
ansia una institucionalidad liberal, como en el caso del libertador, sino

126
que busca una transformación socialista. La Constitución es
integradora, es participativa, profundiza la democracia, la soberanía
adquiere connotaciones omnipresente, recupera los recursos
naturales para los venezolanos, se plantea la redistribución del
ingreso y la inversión social, enfrentando de cara la estructura de las
desigualdades, además de proponerse la integración Latinoamericana
y del Caribe. Después de promulgada la Constitución, el gobierno, el
partido, los intelectuales comprometidos, las organizaciones sociales,
se dan la tarea de definir el nuevo proyecto socialista, nombrado
como socialismo del siglo XXI. Las tareas de construcción socialista,
las definiciones de este socialismo del siglo XXI aparecen en los
planes de desarrollo. En la segunda victoria electoral de Chávez se
define el carácter socialista de la revolución bolivariana.

El mito ha removido el suelo y la geología de la formación histórica,


social, económica y política venezolana. Después de Chávez
Venezuela ya no será la misma; es otra, bolivariana y socialista, tiene
como tarea la integración y la igualdad social. Se ha dado una
sintonía armoniosa y pasional entre el que encarna el mito y las
multitudes, el pueblo, las clases populares. Esta sintonía ha sido
acompañada por la organización de movimientos sociales de
magnitud, las comunidades, las misiones, la formación masiva de
líderes, la inversión social. El golpe militar reaccionario del 2002 se
enfrentó a un pueblo organizado, empoderado, convocado, consciente
de la certidumbre de los tiempos de cambio y de su responsabilidad
histórica. La gigantesca movilización popular derrotó al golpe
reaccionario de la oligarquía rentista. Esta victoria popular y el
retorno al poder de Hugo Chávez le dio un impulso inmenso a los
ritmos del proceso politico y social. El mito se convirtió en el
entrañable sentido del proceso, en el intérprete de los
acontecimientos, incluso en la significación de la compleja búsqueda
de un nuevo horizonte socialista.

No creo que la experiencia del proceso revolucionario bolivariano se


pueda explicar por interpretaciones “racionalistas” que desprenden
las tesis del partido de vanguardia, tampoco creo que cubra la
complejidad del proceso explicaciones economicistas, del tipo
contradicción entre fuerzas productivas y relaciones de producción,
así mismo, son insuficientes tesis como las de la autonomía relativa
de la superestructura. Del mismo modo, del otro lado, debemos
descartar las tesis simplistas de los apologistas del culto de la
personalidad, que convierten al caudillo en el protagonista absoluto

127
de la historia. El caudillo, como veremos más adelante, es una
relación entre el mito, la memoria intuitiva, y lo popular, relación
afectiva y pasional; relación que emerge de una sintonía entre el flujo
figurativo del caudillo, sus discursos, sus acciones, sus gestos, que
conforman una narrativa carismática, y los imaginarios populares, las
pasiones y expectativas populares, prácticas y habitus populares, que
interpretan la narrativa carismática como una convocatoria y una
anunciación. El secreto entonces se encuentra en la alteridad popular,
que despierta ante el sonido y el simbolismo irradiante del mito.

Los apologistas del caudillo

En este texto no está en cuestión el caudillo; él vive su vida, de una


manera propia o impropia, auténtica o inauténtica, lo hace
apasionadamente y hasta dramáticamente. Él es, queriéndolo o no, el
caudillo; éste imaginario patriarcal cristalizado en los huesos de los
humanos desde épocas antiguas. El problema son los apologistas,
quienes apuestan con todas sus fuerzas y sus argumentos al caudillo;
el caudillo se convierte en sentido de sus vidas, en anhelo
encarnecido. Lo invocan y convocan. Para los apologistas el caudillo
se convierte una figura explicativa histórica, una figura que hace
inteligible el conflicto social y el conflicto político. El caudillo es la
razón de ser de los apologistas. A sus ojos el caudillo se convierte en
la síntesis suprema histórica, política, social, cultural, psicológica, de
las masas, del pueblo. Le otorgan una materialidad vital
omnipresente en los acontecimientos, de tal forma que lo convierten
en el motor de todo, casi como Dios maquinizado, Deus machina.
Para las tesis de los apologistas el caudillo es como el núcleo de un
sistema de órbitas; somatizan, simbolizan, subjetivaban, al extremo
la historia, que ésta se resume a las compulsiones, pulsiones, afectos
del caudillo.

En las tesis de los apologistas del caudillo han desaparecido las


dinámicas sociales, las dinámicas políticas, las dinámicas económicas,
las dinámicas culturales, los ciclos del capitalismo, las contradicciones
histórico-políticas. Todo se resume a una épica, a la epopeya colosal
de un enfrentamiento entre el héroe supra-histórico, el caudillo, que
es como el bien supremo, contra la monstruosidad de la maquina
descomunal y despiadada de la opresión forastera. Los apologistas
han construido un nuevo mito fabuloso, el mito de una guerra
cósmica entre el caudillo y el fantasma del imperio; otra vez, el bien

128
absoluto en guerra contra el mal absoluto. No vamos a criticar el
maniqueísmo inscrito en esta suerte de teoremas mitológicos, sino
vamos a anotar lo que hacen desaparecer.

Con estas tesis sobre el caudillo heliocéntrico desaparece la política.


Ya no hay política sino “religión”, o un sustituto de la religión. Ha
desaparecido la política como campo de fuerzas, como dinámicas
moleculares de cohesión y descohesión, como “concentración”, si se
puede usar esta palabra, de enfrentamientos económicos, sociales,
culturales, territoriales; por lo tanto como diferencias, aunque
también como contradicciones. Ha desaparecido la política como
dinámica histórica especifica, en su contexto y singularidad. Ha sido
convertida, como dijimos, en una epopeya, en una épica, en un mito.
Si algo nos dejó el marxismo es precisamente el análisis de las
relaciones; el capital como relación, el Estado como relación, la
política como proceso de relaciones mutantes. Esta herencia es
significativa, a pesar de que los marxistas partidarios hayan vuelto a
convertir al marxismo en una “religión”, terminando de endiosar a los
teóricos de esta formación enunciativa dialéctica, sobre todo a los
conductores de las revoluciones. Tal parece que la mitificación y el
maniqueísmo forman parte de los recursos imaginarios más a la
mano, muy afines a la reproducción de las estructuras de poder
interpeladas. Pues bien, se trata de desplegar este análisis relacional;
se trata de analizar, de desmenuzar, los procesos políticos en la
composición de sus dinámicas moleculares, en los ámbitos de
relaciones en curso, en las coyunturas y contextos específicos, en las
singularidades de sus contradicciones.

Desde esta perspectiva, desde el análisis relacional, el caudillo


aparece no como el núcleo, el centro, de un sistema de órbitas, sino
también como una relación. Relación entre una conformación popular
y el mito que anida en su memoria, mito patriarcal, milenarista,
ancestral, mesiánico. Cuando se produce la sintonía entre esta
memoria y la presencia carismática de un personaje público, cuyo
accionar discursivo y práctico, deriva en interpelación, entonces el
mito retorna, se encarna, adquiere nombre, perfil propio, se actualiza
en una figura. El caudillo es un invento del imaginario popular y el
pueblo es el referente de caudillo, el interlocutor, el espacio de
irradiación discursiva y afectiva. No se crea que el caudillo haya
buscado estos efectos; los caudillos son como las casualidades
creativas; aparecen como meteoritos que atraviesan el cielo e
impactan en las aguas estancadas de la rutina política de las clases

129
dominantes. Los caudillos no se crean por programa, como proyectos
planificados, ni por el deseo de políticos, sino aparecen como lo que
son, como acontecimientos políticos. Son vanos los esfuerzos por
sustituirlos cuando desaparecen. No hay otros. No porque son
sustanciales, únicos, sino porque su acontecer, que responde a la
sintonía con las masas, a la relación de lo popular con su mito, como
memoria, se da, ocurre, en determinadas circunstancias y bajo
determinadas condiciones de crisis. No porque alguien es parecido al
caudillo, comparte su ideal, deviene de su etnia, va poder sustituirlo,
tiene la posibilidad de ser un caudillo. Este supuesto es la base de la
pretensión de muchos; empero se equivocan. No han comprendido el
ámbito relacional, la singularidad del momento del campo de fuerzas,
que han dado lugar a ese acontecimiento político que llamamos
caudillo.

Entonces de lo que se trata es de comprender las dinámicas, las


relaciones, las contradicciones, la singularidad de la crisis, que ha
hecho aparecer esa relación de lo popular con su memoria. Ahora
bien, esta relación carismática, expresa, de una determinada manera,
las otras relaciones de sus contextos; las relaciones de poder, las
relaciones económicas, las relaciones sociales, las relaciones
culturales. La explicación no se encuentra en el caudillo, convertido
en una figura que hace inteligible la realidad, como hace el discurso
de los apologistas, sino en estos ámbitos de relaciones, en el
momento de sus contradicciones y diferencias, además de sus
conexiones y entrelazamientos. El caudillo es una figura más, una
relación más, en este ámbito de relaciones; es una figura que debe
ser también explicada, no es la explicación misma.

El problema no es el caudillo, que vive su vida, como dijimos, sino los


apologistas, quienes reinventan el mito sobre la base de la invención
del imaginario popular. Lo reinventan “teóricamente” para sostener
tesis épicas. Al contrario de lo que creen, esta narrativa no enaltece,
no enriquece, la figura del caudillo, sino la simplifica, la convierte en
una figura estereotipada, algo así como ocurre con las caricaturas de
los dibujos animados respecto a lo que representan, características
abstractas y aisladas de valores; bueno, malo, o de sentimientos,
orgullo, odio, egoísmo, ambición. Le quitan lo humano que tiene, sus
dilemas, sus contrastes y contradicciones, sus debilidades y sus
fortalezas, sus experiencias dramáticas de cargar en su cuerpo una
compulsa de fuerzas que lo excede. Un análisis de estas figuras
carismáticas, más apegadas a la descripción que al mito, ayudaría a

130
comprender mejor las contradicciones en las que se embarcan y
avizorar potencialidades emancipadoras de las multitudes, de lo
popular, de las clases “subalternas”, que no dependan de la vida
dramática del caudillo.

Recorridos y desafíos de la revolución bolivariana

Vamos a intentar abordar una aproximación al proceso revolucionario


bolivariano de Venezuela. No es fácil, pues, a pesar de la información
con la que se cuenta, no solamente de fuentes primarias y
secundarias, sino de encuentros de análisis, de debate y reflexión,
falta una experiencia directa en el lugar de los acontecimientos66. Por
eso considero que es un riesgo atreverme a desplegar una
aproximación al proceso bolivariano; sin embargo, dadas las
circunstancias y el avance de la polémica en Bolivia, me siento
obligado a decir algo, sobre todo después del fallecimiento del líder y
el símbolo de la revolución bolivariana, Hugo Chávez Frías. Para tal
efecto, cuento con textos de análisis, además de la colaboración y las
correcciones de mis amigos/amigas y compañeros/compañeras de
lucha, Edgardo Lander, Víctor Álvarez y Alexandra Martínez; los tres
venezolanos y ciudadanos de la Patria Grande.

Dibujo del contexto en la historia reciente

Víctor Álvarez escribe en La transición al socialismo de la revolución


bolivariana67 lo siguiente:

Hugo Chávez ganó las elecciones de 1998 con la promesa de


convocar una Asamblea Nacional Constituyente para redactar una

66
Conocedor de esta queja, mi amigo y compañero de lucha por la emancipación de los pueblos de Abya
Ayala - el quinto continente, que comprende tanto a llamada Norteamérica como a la llamada Latino
América y el Caribe, toponimia que se refiere en realidad a la geografía de parte de Norteamérica,
México, Centro América, Sud América y las islas del Caribe -, Edgardo Lander, me invitó a visitar
Venezuela, hacer una escala en Caracas y visitar experiencias populares como las de las Comunidades,
conocer algunas de las Misiones, además de asistir a foros y seminarios. Esto hubiera suplido, en parte,
la falencia mencionada arriba, falencia por la que no me atrevía a opinar sobre la experiencia de la
revolución bolivariana. No puede asistir a tan gentil invitación, indispensable por cierto, pues se me
cruzó el apoyo a elaborar colectivamente con las organizaciones indígenas de la región andina,
agrupadas en la CAOI, un Proyecto de Ley de la Madre Tierra para seis países. Este proyecto de ley
todavía está inconcluso; es ciertamente indispensable culminarlo. Me arrepiento entonces no haber
aprovechado esa valiosa oportunidad. Ahora hubiera contado con esta aproximación empírica.
67
Víctor Álvarez R.: La transición al socialismo de la revolución bolivariana. Texto digital, en circulación
en la Fundación Rosa Luxemburgo.

131
nueva Constitución, refundar la República y derrotar los flagelos de la
pobreza, la desigualdad y la exclusión social. Aunque en las
elecciones presidenciales de 1998 se escuchan algunos
planteamientos en torno al “nuevo socialismo” y al “socialismo del
siglo XXI”, el discurso electoral de Chávez se concentra en el “Poder
Constituyente”. Las primeras ideas68 de la Revolución Bolivariana se
encuentran en los documentos la “Agenda Alternativa Bolivariana” y
“Una Revolución Democrática. La propuesta de Hugo Chávez para
transformar a Venezuela”69.

Los fundamentos de la revolución bolivariana serán desarrollados en


la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, aprobada en
1999, así como en los lineamientos del Plan de Desarrollo Nacional
2001-2007. En ese momento, la convocatoria al pueblo radicaba en
impulsar la “democracia participativa y protagónica”70.
Siguiendo el diagnóstico Víctor Álvarez anota:
A partir de la crisis e inestabilidad políticas que comienzan con el
Golpe de Estado de 2002, se recrudecen con el paro patronal y el
sabotaje petrolero de 2003 y terminan con el Referéndum
Revocatorio de 2004, el proceso se radicaliza y aparecen las primeras
críticas directas al imperialismo y al capitalismo. Es en el Taller de
Alto Nivel de Gobierno, realizado el 12 y 13 de noviembre de 2004 en
Caracas, cuando se presenta el “Nuevo Mapa Estratégico”, en cuyo
contenido se comienzan a perfilar cambios significativos en relación
con la orientación de la Revolución Bolivariana (Chávez, 2004). En
esa oportunidad Chávez esboza una primera idea del socialismo que
en las próximas elecciones presentaría como opción: “(…) el tema
del control social, es básico para la nueva sociedad que
tenemos que construir, porque siempre el socialismo ha tenido
el problema de que el Estado maneja recursos, pero nunca la
población ha tenido el control de esos recursos” 71.

El balance de Víctor Álvarez continúa:

68
Véase al respecto: Movimiento Revolucionario 200. “Agenda Alternativa Bolivariana. Una propuesta
patriótica para salir del laberinto. Julio 1996. Analitica.com. “Una Revolución Democrática. La propuesta
de Hugo Chávez para transformar a Venezuela” 1998. En:
http://www.analitica.com/bitblio/hchavez/programa.asp.
69
Ibídem. Pág. 3.
70
Ibídem. Pág. 3.
71
(Nuevo Mapa estratégico, 2004, 62). Ibídem. Pág. 3.

132
En la Conferencia de la Red de Intelectuales en Defensa de la
Humanidad, a finales de 2004, y en el acto de instalación de la IV
Cumbre de la Deuda Social, el 25 de febrero del año 2005, Chávez
hizo un llamado más explícito a inventar el socialismo del siglo XXI,
sin que se llegará a avanzar más allá de estas referencias aisladas en
el contenido de esos discursos. Lo cierto es que desde la aprobación
de la Constitución de 1999, hasta la presentación del Primer Plan
Socialista de la Nación en 2007, no se plantea formalmente la
transformación del capitalismo rentístico en una nueva sociedad
socialista. El énfasis se pone en la recuperación de los precios del
petróleo y el control de la empresa estatal petrolera (PDVSA) en
manos de la tecnocracia, con el fin de financiar la inversión social y
reactivar la economía. En el primer período gubernamental de
Chávez, la prioridad fue reducir los altos niveles de desempleo,
pobreza y exclusión social72.
La identificación del momento de definición es importante:

Pero es en las elecciones presidenciales de diciembre 2006 cuando


surge el planteamiento de declarar el carácter socialista de la
Revolución Bolivariana. Luego de siete años en el poder, Chávez
planteó abiertamente la orientación socialista que en adelante le daría
a su gobierno y, al calor de la campaña electoral como candidato a la
reelección presidencial, el líder de la Revolución Bolivariana planteó
claramente que “quien vote por Chávez estará votando por el
socialismo”.

La demoledora consagración electoral puede ser descifrada como un


apabullante respaldo a la orientación socialista del gobierno. La
declaración del carácter socialista de la revolución Bolivariana se
formalizó en el segundo período presidencial, cuando la Asamblea
Nacional aprobó con rango de Ley el “Primer Plan Socialista de la
Nación 2007-2013”. Es en este documento donde se destacan los
lineamientos generales que guían la construcción del Socialismo del
Siglo XXI: nueva ética socialista; suprema felicidad social;
democracia protagónica revolucionaria y modelo productivo socialista.
También, en este documento se forjan los lineamientos generales de
las políticas y estrategias que en adelante serán diseñadas y
ejecutadas para avanzar en la construcción del socialismo
venezolano73.

72
Ibídem: Págs. 3-4.
73
Ibídem. Pág. 4.

133
Víctor Álvarez dice que:
La definición de socialismo se desarrolla posteriormente y se
encuentra plasmada en el parágrafo 14 del artículo 4 de la Ley de
Comunas:
“Socialismo: Es un modo de relaciones sociales de producción
centrado en la convivencia solidaria y la satisfacción de
necesidades materiales e intangibles de toda la sociedad, que
tiene como base fundamental la recuperación del valor del
trabajo como productor de bienes y servicios para satisfacer
las necesidades humanas y lograr la suprema felicidad social y
el desarrollo humano integral. Para ello es necesario el
desarrollo de la propiedad social sobre los factores y medios
de producción básicos y estratégicos que permita que todas
las familias y los ciudadanos y ciudadanas
venezolanos/venezolanas posean, usen y disfruten de su
patrimonio o propiedad individual o familiar, y ejerzan el pleno
goce de sus derechos económicos, sociales, políticos y
culturales. Con la creación del Sistema Económico Comunal se
plantea avanzar en la transformación del capitalismo
rentístico en un modelo productivo socialista, con base en
nuevas formas de propiedad social en manos de los
trabajadores directos y las comunidades organizadas”74.
Hugo Chávez, para su tercer mandato, como resultado de las
elecciones presidenciales de octubre de 2012, expuso su propuesta
“Para la Gestión Bolivariana Socialista 2013-2019”. Propuesta en la
que se proyecta una nueva etapa para la Revolución Bolivariana,
caracterizada por el fin a las concesiones al sector capitalista,
apoyándose en el nuevo marco legal y entorno institucional que se
aprobó a los largo del segundo mandato para diseño y ejecutar
medidas realmente revolucionarias que permitan la creación de
nuevas formas de propiedad social que sean la base para la
organización y empoderamiento de los productores directos y la
comunidad organizada. En la exposición de su Programa de Gobierno
2013-2019, Chávez plantea claramente lo siguiente:
“No nos llamemos a engaño: la formación socioeconómica que
todavía prevalece en Venezuela es de carácter capitalista y rentista.
Ciertamente, el socialismo apenas ha comenzado a implantar su
propio dinamismo entre nosotros. Este es un programa precisamente

74
Ibídem. Págs. 4-5.

134
para afianzarlo y profundizarlo; direccionado hacia una radical
supresión de la lógica del capital que debe irse cumpliendo paso a
paso, pero sin aminorar el ritmo de avance del socialismo”75.

El problema de estas tareas es la transición, la forma como se lleva a


cabo la transición, cómo se conduce la misma, de qué manera se
identifican las áreas de transformación, sus ritmos y sus diferencias.
A propósito, Víctor Álvarez anota lo siguiente:
Ahora bien, en el período de transición de la economía capitalista a la
economía socialista será necesario delimitar los sectores económicos
que el Estado se reserva por razones estratégicas, tales como
petróleo, gas, industrias básicas, electricidad, telecomunicaciones,
ferrocarriles, metros, puertos y aeropuertos, etc. Al mismo tiempo,
será necesario dejar claro en cuáles sectores se permitirá y
fomentará la inversión privada nacional y extranjera. Pero lo más
importante es identificar los sectores, ramas y productos,
comenzando por la producción de las materias primas, bienes
intermedios y demás insumos que se requieren para fabricar los
componentes de las canastas alimentaria y básica, cuya producción
debe quedar bajo el control de los trabajadores directos, los
consumidores y la comunidad. En palabras del propio Chávez:
“Debemos crear un nuevo modelo productivo, un nuevo
modelo de relaciones de propiedad social, directa o indirecta,
colectiva y comunal, fundamentados en proyectos
76
eminentemente socialistas”.

La conclusión de esta parte inicial del balance plantea el problema de


la transición:
Pero estas definiciones no son precisamente las que han guiado a la
Revolución Bolivariana desde su origen. Los triunfos en las elecciones
presidenciales de 1998, 2000 o 2006 no constituyen la toma del
poder por un partido nítidamente proletario o campesino, con un
programa de gobierno que responda a sus intereses de clase. Más
bien, fueron el triunfo de una coalición de fuerzas políticas, sociales y
económicas en las que coexisten campesinos, obreros y empleados
75
Ibídem. Pág. 5. (Chávez, 2012: 2).
76
Hugo Rafael Chávez Frías. Acto de Firma de Compromiso Socialista de los candidatos del
PSUV [en línea] www.abn.info.ve/noticias.php?articulo.

135
públicos; profesionales y técnicos de la clase media; pequeños,
medianos y hasta grandes empresarios conformados por
terratenientes, industriales, comerciantes y banqueros que, una vez
ganadas las elecciones, comenzaron a pugnar por lograr mayores
espacios de poder e instaurar o mantener su dominio a nivel nacional,
estatal o municipal; pero que, en la medida que la Revolución se fue
radicalizando comenzaron a desmarcarse hasta declararse
abiertamente de oposición. En esa coalición de fuerzas políticas
favorables al gobierno que ha logrado la mayoría en el parlamento
venezolano, las organizaciones obreras, campesinas o sociales no han
sido las fundamentales, ni las de mayor fuerza y autonomía como
para imponer su programa o agenda por encima de la de otras
organizaciones políticas, grupos económicos u organizaciones de
base. Por el contrario, las organizaciones obreras y campesinas y los
movimientos sociales han sido apenas un apoyo complementario,
nada imprescindibles para asegurar la toma del poder político por la
vía electoral. Esta realidad se expresa en el debate sobre los
diferentes modelos para construir el socialismo venezolano. Se
enfrentan las tesis que defienden el viejo dogma de la propiedad
estatal sobre todos los medios de producción, hasta las que justifican
el apoyo público al capital privado, pasado por las propuestas de
priorizar una nueva economía social y popular en manos de los
trabajadores directos y de la comunidad organizada77.

Es ilustrativo el balance que hace Víctor Álvarez de parte del proceso


de la revolución bolivariana. Tomando nota y registrando nuestras
impresiones, diremos que:
1. Al parecer la revolución bolivariana aparece como proceso
constituyente, como desborde del poder constituyente, como
interpelación al estado de cosas, a las estructuras de poder, a la
desigualdad social, a la oligarquía parásita, a la economía
extractivista y el Estado rentista.
2. Se gesta entonces una nueva Constitución, ideando una nueva
república, la quinta, cuya composición y contenido responda a la
“ideología” bolivariana, basada en el pensamiento de Simón
Bolívar, pensamiento actualizado al siglo XXI, transformando su
horizonte liberal en un horizonte socialista.

77
Ibídem. Pág. 6.

136
3. La oligarquía y la burguesía rentista venezolana reaccionan ante el
avance político popular con un golpe de Estado y boicot a la
producción del petróleo. Las tensiones y contradicciones sociales y
políticas llegan a un punto máximo. El intento de restauración de
la oligarquía y la burguesía es desbaratado por la movilización
popular en defensa del presidente Hugo Chávez y por el
contragolpe de las Fuerzas Armadas.
4. A partir de esta victoria política y militar popular el proceso se
radicaliza. Claramente se propone la transición al socialismo. Se
piensa en un socialismo de nuevo cuño, llamado socialismo del
siglo XXI. Lo sugerente de este socialismo no está tanto en
nombrarse como del siglo XXI, donde una mayoría de
comentaristas hacen hincapié, sino en las formulaciones
concretas; en la propiedad social sobre los factores y medios de
producción básicos y estratégicos que permita que todas las
familias y los ciudadanos y ciudadanas venezolanos/venezolanas
posean, usen y disfruten de su patrimonio o propiedad individual o
familiar, y ejerzan el pleno goce de sus derechos económicos,
sociales, políticos y culturales. También con la creación del
Sistema Económico Comunal se plantea avanzar en la
transformación del capitalismo rentístico en un modelo productivo
socialista, con base en nuevas formas de propiedad social en
manos de los trabajadores directos y las comunidades
organizadas.
5. En este transcurso y ante estas tareas aparecen las dificultades y
obstáculos de la transición. Las alianzas políticas en el poder no
son las más adecuadas para esta transición y la profundización del
proceso. Los sectores que tienen mayor incidencia en el gobierno y
en la institucionalidad estatal no son las clases sociales que
pueden sostener la construcción del socialismo, el proletariado y
los campesinos, tampoco los sectores más populares de las urbes.
Se da entonces como una limitación de los alcances y una
disminución de los ritmos del proceso, a pesar de los beneficios
obtenidos por la inversión social.
6. Hablando de los alcances cualitativos del proceso y de las
transformaciones estructurales, se constata que no se ha salido de
la economía extractivista y del Estado rentista, que todavía está
pendiente la conformación del modelo productivo, orientado a la
soberanía alimentaria, basado en gran parte en la propiedad social

137
y la organización comunitaria. Esta constatación fue compartida
por el mismo Hugo Chávez.

Devenir revolucionario

A estas alturas del partido, como dice el refrán popular, aludiendo a


la experiencia vivida, en este caso experiencia de la humanidad, si
podemos hablar así, no es conveniente insistir en la repetición acrítica
las formaciones enunciativas y discursivas que dieron lugar a las
revoluciones del siglo XX. Mucho menos caer en la apología de estas
revoluciones y las que se están dando a fines del siglo XX y principios
del siglo XXI. De lo que se trata, indudablemente, es aprender de la
experiencia. Replantearse los antiguos problemas heredados y
avizorar la nueva problemática. De nada nos sirve el
fundamentalismo racionalista78, menos el fundamentalismo investido
de místico; tampoco nos sirve la apología y la defensa
propagandística, inútil para abordar los problemas del presente. Estas
composturas se convierten mas bien en obstáculos para encarar los
problemas y encontrar salidas; se trata ciertamente, en el mejor de
los casos, de obstáculos epistemológicos, en el peor de los casos, de
obstáculos políticos, pues optan por el autoritarismo secante y formas
verticales de centralización de la decisión política, pasando por
obstáculos que llamaremos “ideológicos”, debido a las reiterada
fetichización de los objetos de poder. Dejemos, entonces, todo esto a
un lado. Encaremos los problemas y desafíos desde perspectivas
móviles y dinámicas, perspectivas críticas, que se esfuercen por
encontrar las estructuras de los problemas, las resistencias de las
estructuras de poder subyacentes, los anacronismos insertos en los
procesos críticos y de transformación.

De principio, no es ciertamente el fundamentalismo racionalista el


que puede ayudarnos en este abordaje crítico e integral, pues el
“pecado” de este fundamentalismo racionalista es que parte de un
modelo ideal; todo lo que se separa de este modelo es objeto de
“crítica”, es errado, es desviación, distorsión, incluso traición. El
fundamentalismo racionalista ha reducido los ámbitos de “realidad” al

78
Está en preparación un ensayo sobre los fundamentalismo racionalistas, dedicados en gran parte a las
corrientes y fracciones marxistas.

138
plano racional, haciendo gala, de una manera vulgar, de la tesis
hegeliana de que todo lo real es racional y de que todo lo racional es
real. Los distintos ámbitos y planos, sedimentaciones, complejidades
de la “realidad”, no pueden reducirse al plano racional, independiente
de qué racionalidad estemos hablando, ni de qué paradigma y
episteme se trate. La complejidad, que tomaremos como sinónimo de
“realidad”, excede en mucho, desborda cuantitativa y
cualitativamente, si podemos hablar así, a los esquemas de la
racionalidad, por más ricos y dinámicos que sean.

Para los casos que nos ocupan, las revoluciones del siglo XX y
principios del siglo XXI, ya no es posible juzgarlas a partir de modelos
preformados. Las revoluciones son lo que fueron y son lo que son.
Responden a acontecimientos compuestos por multiplicidad de
singularidades, procesos singulares, dinámicas moleculares, campos,
correlaciones, diagramas de fuerzas, que devienen composiciones
históricas, políticas, sociales, económicas y culturales, también
singulares. La pregunta, respecto a estos acontecimientos, no es ¿por
qué se desviaron del modelo?, sino ¿cómo llegaron a ser lo que
fueron y lo que son?, también ¿qué dinámicas, qué estructuras, qué
campos de relaciones, qué correlación de fuerzas, derivaron en la
resultante, en la formación revolucionaria, con todas las aberraciones
que pueda contener? Se pueden extender estas preguntas a otras
más específicas: ¿por qué se impusieron y no fracasaron, como en
otros muchos casos? ¿Por qué perduraron en el tiempo que pudieron
mantenerse? ¿Por qué otras siguen perdurando, a pesar de los
grandes obstáculos y bloqueos? ¿Por qué las llamadas revoluciones
del siglo XXI adquieren un perfil ambiguo, abigarrado y cómo de
búsqueda?

En relación a la primera parte de estas preguntas mantendremos, en


principio, una hipótesis de trabajo: Las revoluciones socialistas no
podían ser sino lo que han sido, el “modelo” real, singular, en cada
caso: no podían ser lo que deberían ser según el modelo ideal. La
correlación de fuerzas, la composición de las dinámicas moleculares y
molares experimentadas, los alcances de la crisis del capitalismo, del
Estado, del imperialismo, del colonialismo, los alcances de las propias
organizaciones revolucionarias involucradas, derivaron en lo que
lograron sus fuerzas. La hipótesis de la conspiración no es
aconsejable para explicar estos resultados, la hipótesis de la traición
no ayuda a comprender la complejidad de las dinámicas y de los
procesos insertos en estos acontecimientos revolucionarios. Aunque

139
hubiera habido mejores conductores, una mejor dirección, lo más
probable es que los resultados se hubieran aproximado a lo ocurrido,
aunque posiblemente de una mejor manera, con una experiencia más
auténtica. Lo mismo podemos decir de las revoluciones del siglo XXI,
sobre todo de las que se proponen un horizonte plurinacional. Como
por ejemplo, la revolución indígena - es esta la que se experimenta
en Bolivia -, es lo que puede ser de acuerdo a la correlación y
composición de fuerzas, a pesar del grotesco enfrentamiento
paradójico con las naciones y pueblos indígenas en el conflicto del
TIPNIS y en los conflictos en tierras altas, sobre todo con el tema de
la minería. En lo que respecta a Venezuela, la revolución bolivariana,
que se propone un socialismo del siglo XXI, que supere los límites del
socialismo real del siglo XX, también se ha topado con
contradicciones y dilemas, aunque se nota el alcance mayor, más
extenso, del impacto social de la revolución, sobre todo por el
empoderamiento, la participación popular y la formación masiva de
líderes, en las comunidades y misiones. Al respecto, la pregunta es:
¿cómo estas revoluciones llegaron a ser lo que son? También:
¿Cuáles son las dinámicas moleculares y molares, los procesos
singulares, las estructuras, los diagramas de poder, las limitaciones
inherentes, que llevaron a las resultantes histórico-políticas que se
experimentan?

Sabemos que esta hipótesis es cruda, no permite otras posibilidades,


las deja en la virtualidad de la posibilidad, sólo toma como “real” lo
que definitivamente se ha realizado. Sin embargo, como hipótesis de
trabajo nos ayuda a enfocar el análisis de las formaciones
revolucionarias concretas respecto a la composición de sus dinámicas
y procesos singulares, no en contraste con los modelos ideales.

En relación al segundo grupos de preguntas, más específicas,


dejaremos que el análisis de este ensayo pueda decir algo, tocando
los problemas concretos con los que se enfrentan los procesos
revolucionarios, además de hurgar en las descripciones más
detalladas de algunos aspectos del proceso mismo.

Recogiendo, ahora, el balance que hace Víctor Álvarez de la


revolución bolivariana, la primera hipótesis interpretativa que
planteamos es: La formación de la consciencia política, de la voluntad
política, social y popular, transferida a la Constitución, al desarrollo
legislativo y a las transformaciones institucionales, aunque sean
parciales, incluyendo la nacionalización del petróleo, el control de
PDVSA, la redistribución del ingreso, encarando en gran escala la
140
inversión social, se desenvolvió más rápidamente que las
transformaciones estructurales del modelo extractivista y rentista de
la economía, también de la política, por cuanto esto afecta al mismo
perfil del Estado.

Una de las explicaciones, hipotéticas por cierto, es que las estructuras


del modelo extractivista y rentista y del modelo de Estado,
burocrático y subalterno, tienen una más larga duración; su ritmo de
transformación es más lento y más difícil. Las estructuras del modelo
extractivista y rentista resisten los cambios, también las estructuras
del modelo de Estado burocrático y subalterno resisten a las reformas
y transformaciones institucionales. Hay como hábitos cristalizados en
las prácticas de los funcionarios, también, por esto mismos, habiutus
internalizados en funcionarios y ciudadanos, subjetividades
conservadoras reproducidas en el campo burocrático, en el campo
político, pero, también, en el campo escolar. Así mismo se dice que,
no es posible cambiar, de la noche a la mañana, la división del
trabajo internacional, la división del mercado internacional, asignada
por la geopolítica del sistema-mundo capitalista. Qué estos cambios
sólo se pueden dar mundialmente. Esta tesis entra en contradicción
con la tesis de soberanía, que al mismo tiempo se sostiene. ¿Cómo
puede haber soberanía si se mantiene incólume la dependencia de las
llamadas periferias a los centros del sistema-mundo capitalista? La
soberanía no puede ser solamente política y jurídica, también
requiere ser económica. Se descartan propuestas como las de
conformar una economía endógena, aunque no lo hagan de manera
directa, sino se diga que corresponde para una siguiente fase. Se
dilata una efectiva transformación productiva y a gran escala,
experimentando proyectos locales y dispersos, fragmentados, no
realizados de manera integral. No se hacen los esfuerzos de impacto
extensivo de lograr la soberanía alimentaria; estos proyectos también
son locales y dispersos. El grueso de la estructura económica sigue
en la inercia reproductiva de la economía extractivista y rentista. ¿Es
qué es imposible, por de pronto, en el momento presente, lograr su
modificación y transformación?

Víctor Álvarez nos describe una característica problemática en lo que


respecta a las alianzas políticas y al peso político de las alianzas. No
son los sectores populares, el proletariado y el campesinado, los que
tienen una participación decisiva en el gobierno, sino los sectores
empresariales que, en principio, se han acercado al gobierno e
incorporado a sus políticas, aunque algunos de estos sectores hayan

141
abandonado después el gobierno y se hayan pasado a la oposición,
cuando el proceso se ha venido radicalizando. No es que sólo las
estructuras extractivistas y rentistas, las estructuras del Estado
burocrático, se resisten a cambiar, sino que el perfil de las alianzas
políticas es todavía conservadora en relación a las tareas de
transformación de estas estructuras. Esto nos traslada directamente
a los problemas de la herencia burocrática, de los estilo de
gubernamentalidad heredada, de gestión centralizada y
administración pesada. Nos encontramos todavía lejos del ejercicio de
una democracia participativa, de la gestión social y comunitaria. ¿Es
que estos ejercicios y prácticas son difíciles de implementar? ¿Se
requiere más tiempo? ¿Se requiere formación de la gente que se
involucraría en la gestión participativa? Los conflictos puntuales entre
comunidades y burocracia se han dado en relación a los proyectos, a
la ejecución de proyectos, a la asignación de recursos, al mismo
control de los proyectos.

Tal parece que estas alianzas perdurables con las reminiscencias de


las viejas élites, esta reincorporación de los especialistas y técnicos
de las burocracias perecederas, terminan reforzando las resistencias,
la inercia, la reproducción, la sedimentación geológica, de la
estructuras del modelo extractivista y rentista, así como las
estructuras fosilizadas el Estado burocrático. Estas formas de
gobierno o, mas bien, estas composiciones inherentes a estas formas
liberales heredadas, no condicen con la necesidad de trastrocar estas
prácticas, estos habitus, estas relaciones burocráticas, esa pesada
maquinaria administrativa; no condicen con la necesidad de inventar
nuevas formas de gestión, formas dinámicas y participativas, formas
donde la administración de las ejecuciones sea una experiencia
colectiva y de control social. La gestión burocrática y liberal no
condice con la autogestión, la cogestión, la gestión comunitaria y la
gestión participativa. Por lo tanto, lo que ponen en mesa estas
cuestiones de gestión, de dilemas de la gestión, que pueden ser
resumidas al dilema de reproducir una gestión burocrática heredada,
especializada en la administración de normas, o inventar una gestión
dinámica movilizadora de colectivos y comunidades, las que se
apoderen de la gestión, de la administración, de la ejecución, así
como de la corrección y retroalimentación, de una manera social,
como aprendizaje social, como dinámica social, que compromete al
conjunto con la obra, sin delegar la responsabilidad y el control a los
especialistas. No se trata de descartar a los especialistas y técnicos;
la diferencia radica en que éstos no son los encargados de dirigir, de

142
hacer, de ejecutar, de informar, sino son dispositivos requeridos bajo
el control y la participación social.

Desde esta perspectiva, no es que las estructuras del modelo


extractivista y rentista, del Estado burocrático, tengan más larga
duración, en tanto que la formación de la consciencia interpeladora,
la formación de la consciencia histórica, situada en el momento crítico
y de emergencia popular, es más bien de corta y de mediana
duración, sino que las estructuras del modelo extractivista y rentista,
del modelo de Estado burocrático, se reproducen precisamente por la
concomitancia de estas alianzas conservadoras, de estas
conservaciones del trajín del viejo aparato de Estado, de estas
prácticas y habitus del campo burocrático. Por lo tanto, el conflicto ya
no se sitúa sólo en el enfrentamiento de clase, en el enfrentamiento
político con el bloque de la derecha, sino en los espacios de los
engranajes del Estado. Este enfrentamiento es crucial, pues se trata
de modificar el contenido, la composición y la ingeniería de los
engranajes institucionales, en el caso que se requiera una
intervención de desplazamiento más dilatada, o se trata de trastrocar
los mismos mecanismos, la arquitectura, la estructura, la ingeniería
misma del mapa institucional. El destino del proceso revolucionario se
traslada a estos escenarios. Es inútil responder a estos desafíos con
propaganda y apologías; esto sólo sirve para convencer a los
convencidos y a los no completamente convencidos de los avances
efectuados, empero no inciden en lo mínimo en los avances que hay
que efectuar.

Los que desdeñan estas tareas urgentes, los que incluso consideran
peligroso cualquier observación al respecto, cualquier crítica, develan
que se han colocado en la posición conservadora de mantener la
inercia del Estado, de contentarse con lo logrado, aunque éste sea
sólo el principio de una agenda de transformaciones imprescindibles.
No se puede confundir el análisis de una coyuntura del proceso con
otro, de una fase del proceso con otra; esto equivale a considerar que
los problemas siguen siendo los mismos, que el cuadro no ha
cambiado, que la lucha con el bloque de la derecha es la misma que
antes. Esto equivale a situarse en la trama de una narrativa
estereotipada donde se ungen como héroes incontestables, caballeros
de triste figura, entrabados en una batalla interminable contra los
monstruos del mal. No ven su propia quimera, no ven que las
herencias conservadoras se encuentran en ellos mismos, que el

143
combate entonces es también contra esta quimera, que acompaña los
habitus y prácticas burocráticas.

Este es quizás el tema más importante de la experiencia de los


procesos revolucionarios, aquí se encuentra la raíz de su propia crisis,
cuando se topan con las resistencias estructurales de las formas
institucionalizadas del Estado que se quiere demoler. En estas
situaciones, aparece una tendencia “pragmática” de sentido común,
que considera que hay que defender lo avanzado, defender la colina
tomada, no arriesgarse en pasos audaces, no tomar todavía otras
colinas, utilizar los instrumentos estatales para transformar, aunque
estos instrumentos formen parte de la “caja de herramientas” del
viejo Estado. No ven que estos instrumentos, cuando funcionan,
reproducen el viejo Estado, no construyen el nuevo. La tendencia de
seguir transformando, que se basa en la tesis que la mejor defensa
es transformar, es más bien minoritaria, sujeta a sospecha, acusada
de que termina favoreciendo a la conspiración de la derecha. La
tendencia “pragmática” mayoritaria termina imprimiendo su sello al
curso del proceso, termina reforzando una posición ambigua a mitad
del camino, a mitad del puente. Las políticas públicas terminan siendo
una mezcla entre lo nuevo y lo antiguo, los espacios institucionales
son espacios de tensión entre la administración normada y las
innovaciones incorporadas. Los esfuerzos ya no se los dedica a las
transformaciones institucionales, sino a la propaganda, a la
publicidad, a la lucha “ideológica”.

A mediano y largo plazo, estas ambigüedades deterioran, confunden,


merman y carcomen las fuerzas de la transformación, que detenidas
en una inmovilidad expectante o distraídas en campañas electorales,
terminan relegando la oportunidad de transformaciones
institucionales para otro momento, de un futuro incierto. No se puede
pues soslayar, en el análisis de coyuntura, la caracterización de las
contradicciones en el momento, el cuadro cambiante de las
contradicciones de las fases del proceso. Los que se quedan con una
fotografía anterior se quedaron con la imagen de un corte anterior,
rumiando el recuerdo de ese presente anterior, sin lograr
experimentar plenamente el presente efectivo que se vive.

La base social de la revolución bolivariana

144
Alexandra Martínez caracteriza la procedencia de los migrantes
rurales a las urbes de Venezuela, en Horizontes de transformación
del movimiento urbano popular79, de la siguiente manera:

Venezuela, como país dependiente de la renta petrolera, vivió en el


siglo pasado un gran éxodo campesino que recompuso la distribución
de su población, actualmente urbana en 90%. Los pobladores que
llegaron a las ciudades, se ubicaron en asentamientos improvisados,
no planificados, en los alrededores de la zona plana de la ciudad, en
las montañas que la bordean (las periferias en las zonas
geográficamente mas riesgosas, menos estables y menos accesibles).
El éxodo masivo del campo a la ciudad ocurrió en el marco del auge,
construcción y hegemonización del imaginario desarrollista, en el cual
la renta petrolera y las promesas de la redistribución del ingreso
construyeron un discurso de bonanza, riqueza y progreso; de
definitiva entrada a la “modernidad”80.

Le sigue un dibujo genealógico de la relación entre estos pobladores


migrantes y la génesis de la ciudad misma:

En estos “márgenes” de las ciudades se conformaron las amplias


zonas populares. Allí, los habitantes comenzaron a construir algo más
que viviendas o ranchos; comenzaron a construir ciudad. Por un lado,
levantaban la ciudad “moderna”, en calidad de mano de obra; esa
ciudad de la riqueza proveniente de la renta petrolera. Pero, por otro
lado, montaban la ciudad informal, la ciudad “otra”, la que hasta hace
algunos años no aparecía en los mapas, la de los márgenes; la ciudad
de la exclusión, pero también la ciudad cantera para posibles
transformaciones81.

Se conformaron las Asambleas Barriales de Caracas como


organizaciones sociales de defensa popular frente a las políticas
neoliberales que se venían implementando. Estas formas de
organización participativas, auto-gestionarías y deliberativas
desplazaron las formas de ejercicio de la política, cambiando
radicalmente el perfil de la intervención social. Alexandra Martínez
nos dice que estos cambios se manifiestan en “el caracazo”:

El 27 de febrero de 1989, ocurre “el caracazo”; un levantamiento


popular sin direccionamiento politico clásico de ninguna organización,
que cuestiono profundamente los cimientos de lo que se suponía era
el modelo de “democracia liberal” latinoamericano, en el que se
promulgaba la coexistencia, complementariedad y cooperación entre

79
Alexandra Martínez: Horizontes de transformación del movimiento urbano popular. En Alternativas al
capitalismo, colonialismo, del siglo XXI. Fundación Rosa Luxemburgo, Abya Yala, 2013; Quito.
80
Ibídem: Págs. 259-260.
81
Ibídem: Pág. 260.

145
las clases sociales, como mito pacificador y encubridor de las
profundas desigualdades existentes. Fueron los pobladores y
pobladoras urbanas quienes protagonizaron esta revuelta82.

“El caracazo” es quizás el antecedente más importante de la historia


reciente, de la historia de la revolución bolivariana. Aquí se gesta la
base social de la revolución bolivariana, esta experiencia de la
revuelta popular es constructiva de la nueva subjetividad popular.
Una subjetividad que deja de ser subalterna y tiende a forjar su
propia autonomía. Desde esta perspectiva, no se puede decir, como
se acostumbra, que los movimientos sociales en Venezuela fueron
formados desde arriba, desde el Estado, como si fueran promovidos
estatalmente. Esto no es cierto; en esta tesis hay como un intento de
sobrevalorar el papel del gobierno popular, el papel del presidente
bolivariano. Los movimientos populares no pueden formarse desde
arriba, nacen del propio enfrentamiento con las estructuras de
dominación, con los aparatos burocráticos que subordinan y marginan
a los estratos sociales populares. Nacen en la consecución de sus
demandas por mejorar sus condiciones de vida, demandas de
vivienda, de tierra, de servicios, de educación, de salud, de trabajo,
de medio ambiente sano. Los movimientos populares nacen en la
experiencia de las luchas concretas, de luchas por derechos
específicos democráticos y humanos. Lo que ocurrió es que estos
movimientos populares se encontraron en el camino con la
interpelación carismática, con la convocatoria del mito, produciéndose
la sintonía explosiva entre lo popular y la interpelación carismática.
¿Se puede decir que el movimiento bolivariano es como la síntesis de
estos dos desplazamientos, la constitución del movimiento popular y
la emergencia de la figura y el discurso carismático? Depende que
queramos decir con síntesis; preferimos hablar de conexión, de
sintonía, de articulación, de relación dinámica y complementaria.

Estos movimientos populares urbanos son territoriales, se forjan en


los barrios. Alexandra Martínez da una descripción de estas
territorialidades urbanas organizativas:

Los barrios se han conformado en el contexto de procesos de


ocupación, cuya característica fundamental es la autoconstrucción
progresiva a partir de ocupaciones de terreno que no pertenecen, de
derecho, a sus pobladores. Estos asentamientos urbanos populares
han sido la respuesta desde la gente; la solución habitacional, al
margen del financiamiento de planes públicos y privados83.

82
Ibídem: Págs. 260-261.
83
Ibídem: Pág. 262.

146
Los barrios se conforman tanto en la lucha por la inclusión social
como en la lucha por la identidad, por el reconocimiento de una
cultura urbana popular:

En gran medida, desde los barrios, las luchas por la democratización


de la ciudad surgen con fuerza, en un doble movimiento. Por un lado,
exigen el acceso a la ciudad: a la tenencia de la tierra, al acceso a la
vivienda, a los servicios básicos (luz, agua, transporte). Son luchas
por la inclusión (en algunos casos, en términos de acceso a la
redistribución de la renta, para tener la posibilidad de tener un nivel
de consumo que nunca han experimentado). Por otro lado, las luchas
apuntan al reconocimiento y la identidad: el reconocimiento del barrio
como espacio territorial, generado desde sus pobladores y
pobladoras, con construcciones culturales, saberes, formas de
organización, de resistencia y de vida. Es la pelea por la existencia de
un modo de vida distinto al impuesto por el imaginario desarrollista,
capitalista y neoliberal84.

Una combinación de lucha contra las desigualdades, por lo tanto


lucha por la igualdad social, lucha democrática por excelencia, y lucha
por la identidad, la cultura propia, por lo tanto, lucha por un proyecto
civilizatorio alternativo a la modernidad y al desarrollismo. La
identificación, que hace Alexandra Martínez, de estas tendencias y
composiciones en el movimiento popular urbano, nos ayuda a
comprender mejor las dinámicas sociales que sostienen a la
revolución bolivariana. Podríamos decir que sería prácticamente
imposible un acontecimiento político como el de Hugo Chávez sin la
experiencia y la emergencia de movimientos sociales que interpelan
el orden institucional existente, particularmente estos movimientos
urbanos que jugaron y juegan un papel primordial en la defensa y la
continuidad del proceso. Se trata de movimientos que tienen un
carácter más de base, tiene que ver con la organización territorial de
los barrios. Por lo tanto también se trata de una gestión territorial, de
una gestión comunitaria, de la generación de formas de participación
y control social. De acuerdo a las formulaciones específicas del
socialismo del siglo XXI, de índole más bien práctica que teórica, en
esta experiencia de base territorial se encuentra el sostenimiento de
un nuevo proyecto socialista, basado en la propiedad social y en la
propiedad comunitaria. Las posibilidades de este socialismo del siglo
XXI no están pues en la retórica oficial y de los apologistas, quienes,
a pesar de sus esfuerzos, no terminan de explicar cuál es la diferencia
entre el socialismo real del siglo XX y el socialismo del siglo XXI, sino
en la construcción colectiva de la igualdad social y la identidad
cultural, construcción que se hace efectiva cuando la participación, la
formación, la propiedad social y comunitaria, el control social son los
ejes cardinales de esta edificación.

84
Ibídem: Pág. 263.

147
Relación con el Estado: posibilidades y tensiones

El problema en esta transición es entonces la relación con el Estado.


Alexandra Martínez nos dice a propósito:

Teniendo como marco el proceso político venezolano, la relación con


la institucionalidad forma parte del campo de tensiones en el que se
desarrolla la organización urbana y la apuesta por la construcción de
otra ciudad; pero, al mismo tiempo, constituye una disputa
permanente a la gestión única estatal. Por una parte, es innegable
que distintas políticas y propuestas organizativas promovidas desde
el gobierno, han generado y permitido amplios espacios de
movilización y participación, antes inexistentes. No obstante, estas
mismas propuestas pueden llegar a institucionalizar y burocratizar la
expresión popular. En la experiencia del movimiento de pobladores, el
desafío ha sido pasar de la organización promovida desde el Estado a
la construcción de movimiento social, con espacios de autonomía, de
construcción y orientación colectiva y propia, donde la relación con el
Estado sea desde el dialogo entre sujetos políticos. Por ello, para las
organizaciones urbanas las ideas de autogestión, cogestión y
cogobierno pasan a ser apuestas fundamentales para pensar
cualquier transformación85.

Este es el lugar problemático de las transformaciones en las


transiciones, el lugar o la zona de los relacionamientos con la
institucionalidad. Los movimientos sociales se enfrentan a estructuras
normadas y administradas de acuerdo a las lógicas de gestión
establecida. Estas estructuras no soportan otras formas de gestión,
sobre todo aquellas que requieren una amplia democratización de las
decisiones, la participación y deliberación colectiva, la agilización no
burocrática de las asignaciones y los recursos. La centralización de las
órdenes y la relación vertical del manejo administrativo choca con la
descentralización y horizontalidad de voluntad colectiva, con la
deliberación asambleísta, la gestión comunitaria y el control social.
Hay pues una clara necesidad de transformaciones institucionales, de
construir otro mapa institucional, adecuado a las dinámicas sociales
moleculares autogestionarias. En esta zona de tensiones y
contradicciones micro-políticas se encuentra el secreto de la
transformación, de la continuidad y profundización del proceso. Si no
se llega a cambiar la maquinaria institucional se detiene la iniciativa y
creatividad popular, delegando la iniciativa a las burocracias. Es el
momento, el punto de inflexión, donde se estataliza el proceso
revolucionario, reproduciéndose un mapa institucional parecido al

85
Ibídem: Pág. 268.

148
anterior, sólo que con más inclusión social. Cuando de lo que se
trataba es de las transformaciones institucionales, de la emancipación
y liberación social, de la emergencia de la sociedad alternativa,
integrando en sus dinámicas sociales formas políticas democráticas y
participativas. Evitando la autonomización de lo político y la
consecuente subordinación de la sociedad al Estado.

Alexandra Martínez identifica tres ejes del activismo y gestión de lo


urbano-popular:

Tres son las líneas claves para impulsar las políticas populares en
materia urbana:

• Lucha contra el latifundio urbano y la especulación inmobiliaria.


Democratización de la ciudad.

• Transformación de barrios y ciudad: poder popular, justicia


territorial y reivindicación del hábitat popular.

• Producción popular del hábitat: producción socialista de la ciudad 86.

Conclusiones

Hugo Chávez forma parte de América Latina y el Caribe, del espacio-


tiempo del quinto continente, del espesor histórico-político del
continente de los mestizajes barrocos y de la ancestral identidad
indígena. Nuestra historia abigarrada, exuberante y heterogénea,
historia que se condensa en el dramático recorrido de nuestros
héroes y heroínas, mayormente incomprendidos, empero intrépidos y
temidos, incluso en su tiempo, que es otro, diferente al nuestro,
desde donde los rememoramos. El caudillo que nos ha abandonado y,
a la vez, se ha cobijado en la interioridad misma de nuestra memoria
y nuestro reconocimiento, es parte de esta historia intempestiva,
donde se mezcla la aventura y la resistencia indomable indígena. Es
también la migración obligada africana, la otra manifestación morena,
que denuncia los orígenes violentos del capitalismo, el comercio sin
precedentes de esclavos, y la reiteración de estos orígenes, de esta
desposesión y despojamiento, en el despliegue compulsivo de la
acumulación de capital. Hugo Chávez es la memoria actualizada de

86
Aportes al Programa de la Patria, 2012. Ibídem: Pág. 270.

149
las gestas audaces por emancipaciones y liberaciones soñadas. En
este sentido, América Latina y el Caribe es la utopía, el territorio de la
utopía. No en vano, el quinto continente, Abya Yala para los pueblos
indígenas, América para los modernos, se convierte en el referente de
la utopía; este es el lugar del no-lugar, del ninguna parte. Aquí ocurre
lo imposible. Por eso Macondo de los Cien años de soledad87, por eso
también la escritura pasional y ética de un Ché Guevara, escritura
como gramática de la guerrilla permanente. Hugo Chávez, este oficial
latinoamericano se rebela, como otros oficiales nacionalistas y anti-
imperialistas, como es el caso de Lázaro Cárdenas, y buscan expresar
abiertamente su descontento, la rebelión recóndita que les viene de
la tierra, de la experiencia de sus pueblos, donde nacieron. Todos los
latinoamericanos y caribeños somos, de alguna manera, así, aunque
algunos, la minorías privilegiadas no quieran reconocerlo, pues
pretenden imitar lo que no son, la imagen consumista de la burguesía
euro-céntrica y norteamericana hegemónica. Las mayorías lo son,
quizás de una manera espontanea y hasta “inconsciente”, viven esta
mezcla de una manera apasionada, sin entender completamente lo
que pasa. Empero lo primordial es que se trata de una experiencia
histórica turbulenta, de una aventura interminable, de una búsqueda
insaciable de utopías, de proyectos libertarios, de sueños despiertos,
de fábulas de ciudades perdidas, de leyendas de riqueza como la del
dorado. Sobre todo, en esta historia de múltiples recorridos, en esta
multiplicidad temporal, que a veces se presenta como simultaneidad,
en vez de sucesiva, lo que late, si se puede hablar así, como
duración, como desplazamiento de la memoria, como intuición del
tiempo vivido, es lo que llama Georges Bataille el gasto heroico 88. La
entrega pasional sin retorno. Esta es la razón por la que quizás fue a
buscar el Che Guevara la muerte en le Higuera. En el caso de Chávez
la muerte lo encontró a él en los momentos cruciales de la revolución
bolivariana. No deja de ser una tragedia a pesar de que se diga que
Chávez vive en nosotros, pues se trata de la continuidad de la
convocatoria del mito, de la relación entre memoria y presente
popular, de la decodificación multitudinaria de los signos
carismáticos. ¿Quién va a seguir con esta comunidad simbólica? ¿O
se trata mas bien de continuar sin el mito, continuar por caminos más
“racionales”, cuya convocatoria no sea carismática, sino
organizacional? Sin embargo, no podemos olvidar que no solamente
hay el mito del caudillo o el caudillo como reverberación del mito,

87
Novela de Gabriel García Marques.
88
Ver de Georges Bataille La Parte Maldita. La cuarentena 2007; Buenos Aires.

150
sino otros mitos; Sorel consideraba, en sus tiempos, el mito de la
huelga general como una gran convocatoria proletaria en lucha contra
la burguesía y el capital. Para este autor polémico el mito es voluntad
social, convocatoria ética a la movilización general. ¿Cuál es el mito
que va a continuar como convocatoria popular? ¿El mito del caudillo
sin el cuerpo del caudillo, el caudillo mas bien diseminado en todos,
internalizado por los cuerpos de las multitudes? ¿El mito como
mandato, en el mejor de los casos, como Constitución, como tarea, la
construcción socialista?

Lo que está pendiente no es simple. Fuera de ganar la elecciones, la


principal tarea es transformar el modelo económico extractivista y
cambiar el modelo de Estado rentista. La consecuencia de esta tarea
primordial es la transformación estructural e institucional, conformar
un nuevo mapa institucional, donde la institucionalidad sea más bien
dinámica, promueva la participación, la gestión y el control social. La
otra tarea imprescindible es la transformación de las ciudades, la
construcción de urbes del vivir bien, que tienen que ver con las líneas
que anotamos anteriormente: Lucha contra el latifundio urbano y la
especulación inmobiliaria; democratización de la ciudad;
transformación de barrios y ciudad, poder popular, justicia territorial
y reivindicación del hábitat popular; producción popular del hábitat:
producción socialista de la ciudad. Por otra parte se tienen las tareas
de la integración. Materializar el proyecto del sucre, la contra-monea,
y el Banco del Sur, la alternativa financiera al sistema financiero
mundial. Ambos proyectos no han sido asumidos en su plenitud, ni de
acuerdo a cómo fueron concebidos. Su manejo burocrático ha
repetido las formas del sistema financiero tradicional y siguen
subordinándose al sistema financiero internacional. El ALBA todavía
sigue circunscrita a un área de intercambios, de
complementariedades, de actividades menores, que no sustituyen al
extensivo espacio del mercado mundial. La economía sigue regida por
los circuitos monetarios y de circulación, condicionados por la división
mundial del trabajo, el comercio mundial y el sistema financiero
internacional. UNASUR no debe repetir la historia de las instituciones
de integración burocratizadas, donde la integración termina en las
oficinas de integración. La integración no es nada sino es integración
de los pueblos, no de los estados, menos de sus organismos
burocráticos. Lo mismo podemos decir del CELAC. Al respecto, no
cabe duda; América Latina y el Caribe deben integrarse, formar un
bloque, que no sea sólo un bloque económico alternativo, tampoco
sólo un bloque politico alternativo; debe convertirse en un bloque

151
civilizatorio alternativo, convocando a la integración de los pueblos
del sur del mundo, apuntando a conformar una organización de
naciones unidas del sur, como había pensado Hugo Chávez, empero
convocando a los pueblos del norte, que también se encuentran
sometidos por el imperialismo financiero, para conformar un mundo
alternativo al capitalista.

Defensa de la revolución bolivariana

Ya van a ser quince años de la revolución, la misma que comienza en


1998, cuando Hugo Chávez gana las elecciones por primera vez. Se
trata de una revolución que ha venido profundizándose, en la medida
que ha venido avanzando y sorteando dificultades, desafíos y
amenazas. La contingencia de la lucha, de las contradicciones, de las
resistencias de las clases dominantes, vinculadas a las estructuras de
poder dominante mundial, le ha dado ritmo y su propia velocidad a la
revolución. La Asamblea Constituyente y la aprobación de la
Constitución bolivariana (1999) fue un paso decisivo para inaugurar
un nuevo horizonte constitucional, en la consecución de una autentica
soberanía e independencia, en la perspectiva de una democracia
participativa, abriendo los primeros senderos a las transformaciones
sociales. Ante esta transformación constitucional y normativa,
seguida por la recuperación del recurso petrolero, rescatando PDVSA
de las manos y el control de una tecnocracia al servicio de las
empresas trasnacionales, la burguesía venezolana y los dispositivos
de intervención del imperialismo efectuaron un golpe de Estado el
2002. El fracaso del golpe frente la movilización popular y la
respuesta de las fuerzas armadas en defensa del presidente
constitucional, apresado por los golpistas, radicalizó el proceso
revolucionario. La derecha intento continuar con la vía escogida de
violencia boicoteando la producción petrolera (2003). Su derrota,
como consecuencia del fracaso del saboteo efectuado, que duró
varios meses, radicalizó la nacionalización de los hidrocarburos y
apresuró el control de la empresa estatal del petróleo. Sobre todo
después del referéndum revocatorio (2004), de la cual sale
fortalecido Chávez, se toma la iniciativa de encaminarse al
socialismo. A partir de entonces se crearon las condiciones para
definir la ruta socialista, que pretende ser diferente a la experiencia
del socialismo real del siglo XX. Se comenzaron con definiciones de
152
este nuevo socialismo, llamado del siglo XXI. Empero los pasos más
certeros fueron los efectos masivos de la inversión social, la
conformación de las comunas y de las misiones, además de la
formación de líderes en gran escala, abriendo espacios de formación
y de universidades populares.

Ciertamente, el proceso de la revolución bolivariana tropieza con


problemas y contradicciones. Uno de los problemas principales es
salir del modelo extractivista y del Estado rentista; otro problema es
avanzar efectivamente en el ejercicio de la democracia participativa,
el control social y la autogestión comunitaria. Una de las
contradicciones tiene que ver con la preservación de formas de
Estado burocrático, en contraste de la necesidad de gestión social y
comunitaria. Empero, no por estos problemas y esta contradicción, la
revolución se ha detenido. Al contrario, la experiencia de la revolución
ha adquirido intensidad, sobre todo por el replanteamiento de la
estrategia de la derecha, que ha mantenido, en las últimas dos
elecciones, unidad, un solo candidato, apoyada por la intervención
indisimulada de la burguesía internacional. El fallecimiento de Chávez
ha dado un nuevo ímpetu al frente de derecha, creyendo que sin el
caudillo podía tener mejor chance; sin embargo, la respuesta
compacta del pueblo venezolano, consciente, organizado y
movilizado, ha podido conservar la victoria electoral anterior, cuando
Chávez todavía vivía. Esto no lo ha podido aceptar el frente de
derecha, tampoco la burguesía internacional. Sospechando que esto
podía ocurrir, el frente conservador no firmó el compromiso de
aceptar los resultados de las votaciones; ahora los impugna,
exigiendo una auditoria voto a voto, además de tener el tupe de
exigir al poder electoral de que no posesione al candidato ganador
como presidente, poniendo en cuestión el mismo sistema electoral,
que es el más moderno del mundo y, según las instituciones y
organismos que la evaluaron, entre ellos Jimmy Carter, confiable y
satisfactorio.

A muchos llama la atención que las distancias se hayan acortado; la


diferencia de más del 10% se acortó a menos del 2%. Sin embargo,
hay que anotar que el candidato victorioso obtuvo la mayoría
absoluta, es decir, más del 50%. Además esta victoria se logró con
Chávez ausente, lo que ya era de por sí difícil, a pesar de la
delegación a Maduro de continuar con la revolución, transfiriendo la
candidatura a la presidencia en su persona. Sin embargo, no se
puede descuidar, no se puede obviar que el margen de diferencia es

153
pequeño, lo que habla de una polarización en el seno de la sociedad.
La pregunta entonces es: ¿Qué pasó? ¿Por qué una parte del pueblo,
porque es así, pues la burguesía no es tan numerosa, votó por el
candidato opositor? Este dato exige evaluar aspectos del proceso que
no convencen, que no seducen, que inducen a ponerse en contra, que
mantienen y conservan formas y prácticas políticas anteriores. Esta
evaluación es indispensable, sobre todo aceptar la crítica y
autocrítica. Estos mecanismos son los mejores dispositivos de la
profundización del proceso, de la defensa del proceso, buscando
corregir los errores y las contradicciones. Ahora bien, la crítica debe
venir acompañada por profundización de la democracia, por el
ejercicio de la democracia participativa, además por el cambio de
formas de gestión, pasando a la autogestión y a la cogestión. En este
contexto, quizás la tarea más difícil es efectuar las transformaciones
institucionales y estructurales que ayuden a salir del modelo
extractivista y del Estado rentista, encaminando un modelo
productivo, eco-industrial y de soberanía alimentaria.

¿Si hay una victoria electoral, como resultado de las últimas


elecciones, por qué hablar de la defensa de la revolución bolivariana?
Se ha puesto en evidencia la guerra declarada de la burguesía
internacional a la revolución bolivariana. Por otra parte, para el orden
de dominación mundial imperial, para el sistema financiero mundial,
para el control monopólico de las empresas trasnacionales, es un
objetivo estratégico el despojamiento y desposesión de los preciados
recursos y la reserva de petróleo más grande del mundo. En
contraste, un objetivo claro de la revolución bolivariana es la
integración continental por la construcción de la Patria Grande. Este
objetivo no es de ninguna manera bien visto por el imperialismo, el
orden mundial imperial, la dominación del sistema financiero mundial,
que azota con sus medidas a Europa e irrumpe en el mundo con la
forma de acumulación especulativa. Estas son ya tres razones para
defender la revolución bolivariana. Los pueblos latinoamericanos y del
Caribe debemos defender la revolución bolivariana. Debemos
defenderla haciendo la revolución en nuestros países, que es la mejor
manera de defensa de la revolución, debemos defenderla
movilizándonos, impidiendo, interpelando, denunciando, las
maniobras del imperialismo, de la burguesía mundial y del orden de
dominación internacional.

La defensa no puede convertirnos en apologista. Este sería un error,


una muestra de debilidad, creyendo que la apología ayuda a la

154
defensa. Nada más equivocado. La revolución de por sí es crítica,
crítica del poder, crítica de la dominación; la revolución sólo puede
alimentarse de la crítica, de la autocrítica, pues eso ayuda a develar,
visibilizar contradicciones y errores, a corregirlos, a tomar conciencia
de la complejidad del proceso y de las tareas transformadoras.
Cuando un proceso, que se dice revolucionario, descarta la crítica, es
un síntoma de regresión, de una clausura de la voluntad seguir
adelante, creyendo que a lo que se ha llegado ya es el fin.
Confundiendo que la defensa del proceso es la defensa ciega de todo
lo que hace el gobierno. Nada más equivocado, el proceso es un
proceso transformador, que transforma instituciones, estructuras,
prácticas, incluso debe transformar al mismo gobierno. La defensa del
proceso es la defensa del cambio permanente, defensa de la crítica y
de la democracia participativa.

Un objetivo primordial de la revolución bolivariana es el socialismo.


Independientemente de nuestra discusión, la discusión en los
movimientos sociales anti-sistémicos, sobre la experiencia del
socialismo real, sobre si el socialismo no es nada más que la otra cara
de la misma medalla, la otra cara del modo de producción
capitalista, un capitalismo sin burgueses, un capitalismo de Estado, lo
que importa son los objetivos prácticos de la revolución; control
social, empresas comunitarias, autogestión y autodeterminación
comunitaria, igualación de las condiciones de posibilidad social. Este
socialismo práctico o efectivo es lo que importa. Esta transformación
social en curso, esta posibilidad de transformaciones sociales, tiene
que ser defendida por todos, frente a la expoliación del capitalismo
financiero y del capitalismo trasnacional que se enriquece por
despojamiento y desposesión.

Hay que apoyar a las comunas, que son las formas organizativas
sociales más avanzadas de la revolución. Hay que apoyar al poder
social, que es la institución y la instancia diseñada precisamente para
dar poder efectivo a las organizaciones sociales, empero tiene que
pasar necesariamente por su desburocratización. Hay que apoyar
ciertamente al Partido Socialista Unificado de Venezuela (PSUV), al
presidente Maduro; empero, este apoyo no puede dejar de ser
crítico. El apoyo efectivo y solidario de los y las activistas del mundo
es no sólo movilizar la defensa de la revolución bolivariana en cada
uno de los países, sino también canalizar apoyos políticos y técnicos,
participando en debates sobre la construcción del socialismo y la
profundización del proceso, proponiendo proyectos, coadyuvando con

155
apoyo concreto en todos los terrenos. Veámoslo así, la revolución
bolivariana tiene que ser vista como la posibilidad del recomienzo de
la revolución mundial contra la dominación y el control del capital,
contra el dominio de la especulación financiera internacional, contra
el orden de la dominación imperial. Nadie puede ser ajeno de lo que
pasa en Venezuela, el destino de la revolución bolivariana está ligada
al destino de las revoluciones en nuestros países y la posibilidad de
una confederación de los pueblos del mundo.

En el ojo de la tormenta

Después de las elecciones en Venezuela se vive una ofensiva del


frente conservador liderado por Henrique Capriles Radonski.
Aprovechando el estrecho margen de cercanía respecto al candidato
ganador, reconocido por el poder electoral, se ha animado a
impugnar los resultados, desconociendo el mismo veredicto de la
Corte Nacional Electoral (CNE), a la que reconocieron los mismos
opositores en variadas elecciones, nacionales, municipales y
parlamentarias. La CNE ha sido reconocida por distintos organismos
internacionales y ONGs, los cuales han validado la modernidad
tecnológica del mecanismo electoral venezolano, su idoneidad y
transparencia. El desconocer a la CNE apunta a destruir la legitimidad
no solamente de la última elección, sino del conjunto de elecciones
que ha administrado este órgano de poder. Haciendo un recuento de
los eventos que se han venido sucediendo desde la penúltima
elección hasta la reciente, se puede entrever la preparación de un
desconocimiento del ordenamiento jurídico y de la Constitución,
pertrechado por la burguesía venezolana, los grupos de poder,
nacional, regional e internacional. Desde su derrota en el golpe de
2002 y el fracaso del sabotaje petrolero organizado por la derecha,
no se ha descansado por tratar de detener el avance de la revolución
bolivariana. Después de un tiempo, hay que reconocer que el frente
conservador ha aprendido a hacer bloque único; en las dos últimas
elecciones le ha dado resultado esta cohesión. En la última, frente a
Nicolás Maduro, ha aprendido a desenvolverse en el juego de
espejos, buscando parecerse a aspectos del programa bolivariano,
formas de expresión y símbolos del movimiento bolivariano. Sin
embargo, esta simulación no es más que una estratagema electoral,
pues el programa efectivo entre manos es revertir los logros sociales,
políticos y económicos de la revolución. Además, la simulación se
muestra como lo que es, discurso fofo y vacío. El ex-candidato del
156
frente conservador hace gala de aspavientos, hasta de enojos,
empero, su discurso no deja de ser un discurso lleno de
generalidades sin contenido. ¿De qué Venezuela habla cuando habla
del país? Se nota que de la Venezuela de la que habla es un
esqueleto que está en su imaginación; no puede darle cuerpo, pues
no conoce la Venezuela concreta, de carne y hueso, de ritmo y
musicalidad, no conoce lo nacional-popular. Por eso sus críticas a la
revolución no pasan de lugares comunes, corrupción, autoritarismo,
dictadura, inseguridad; no puede darle un referente concreto a su
crítica. Si lo hiciera, si fuese sincero, si diría lo que piensa,
seguramente saldría una concepción antipopular y racial, pero, sobre
todo, una concepción que considera que lo único real es el
capitalismo y que hay que seguir las reglas del juego de la
geopolítica del sistema-mundo capitalista, bajo el dominio del sistema
financiero internacional y el monopolio de las empresas
trasnacionales. Empero, el discurso real no puede ser emitido, pues
no es electoral; se perderían votos. Si bien se ganaría en concreción
y estaríamos ante un discurso que dice algo, pues cree en algo y lo
transmite, no sería convocativo. La derecha ha optado por el discurso
de la simulación; este discurso es electoral, pero no dice nada. Sólo
queda en la memoria un conjunto de expresiones acaloradas y
comportamientos en forma de aspavientos, que no dicen nada, salvo
el desacuerdo con los resultados electorales, la desesperación de no
haber logrado ganar al adversario.

Se entiende entonces la jugada exasperada del todo o nada. No es


fácil mantener un frente unido de derecha, debido a los intereses en
juego, los grupos de poder, que no coinciden en todos los temas, que
tienen sus perspectivas propias. Al final son 14 años de gobiernos
bolivarianos, que, a pesar de las dificultades y las contradicciones,
han venido avanzando en la transformación de la sociedad y del
Estado en Venezuela, aunque en este último aspecto sea más de
forma que de contenido, igualando las condiciones sociales,
ampliando la inversión social, la organización y la formación popular.
Se trata del perfil de una burguesía, como muchas burguesías
latinoamericanas, acostumbradas a gobernar impunemente a favor
de sus intereses oligárquicos y sobre todo a favor de los intereses de
las empresas trasnacionales; esta burguesía no puede aceptar, que la
plebe impoluta irradie, se abra espacio, influencia, se articule con
expresiones políticas populares, irrumpa en los palacios del poder.

157
Toda revolución es difícil y complicada, sobre todo cuando se asume
el poder. Pues ahí comienzan las contradicciones más profundas; es
muy difícil deshacerse de las viejas prácticas políticas, del aparato y
las costumbres burocráticas, de las mediaciones representativas e
institucionales. Se hace evidente la dificultad de construir la
autogestión, la cogestión, la autodeterminación, el autogobierno local
comunitario. Se cometen muchos errores en el camino, es difícil lidiar
con los propios, sobre todo cuando están en función de gobierno. Hay
como una tendencia a dilatar y diferir las transformaciones; cosa que
parece adecuado a un sentido común “pragmático” y del realismo
político. Empero, esta actitud es la más peligrosa en el curso de un
proceso de transformaciones, pues no solamente lo atenúa, sino que
termina jugando en contra, pues crea insatisfacciones populares,
además de perder tiempo, no aprovecharlo, creando las condiciones
para una contraofensiva conservadora.

Es posible que una serie de factores de este tipo se haya acumulado y


de lugar a desavenencias, como para explicar la disminución de la
votación bolivariana, poniendo en peligro la propia continuidad del
proceso. Estos factores negativos, estos factores conservadores
dentro del proceso mismo, tienen que ser puestos a luz. Es menester
la crítica y la autocrítica, para corregir los errores, para retirar del
camino los obstáculos conservadores, dentro el propio proceso. Es
urgente entender que una revolución no avanza sino por la constante
y permanente manifestación de la voluntad de cambio, que se
enfrenta al mundo, a la realidad dada, a las estructuras de poder
locales, regionales y mundiales. La revolución no espera, hay que
hacerla en el momento, a cada momento; no se puede dejar para
mañana nada. Mañana puede ser tarde. Sólo la entrega y el sacrificio
de todos los comprometidos con la revolución pueden impulsarla
adelante, hacia su propia profundización. Por eso, es peligrosa la
actitud de los celosos apologistas, que no quieren ninguna crítica;
solo defensa, sólo propaganda, sólo canto a los logros. Sin crítica una
revolución no avanza, retrocede y termina debilitada cuando hay que
enfrentar a la contraofensiva de la derecha.

Diagnósticos de la coyuntura

158
Salim Lamrani hace un balance de lo sucedido en la última elección.
Nos presenta 25 verdades sobre las elecciones presidenciales en
Venezuela89. Estas son expuestas de la manera siguiente:

1. Nicolás Maduro consiguió 7.505.338 votos, o sea el 50,66% de los


sufragios.

2. Henrique Capriles consiguió 7.270.403 votos, o sea el 49,07%.

3. 38.756 electores votaron blanco o nulo, o sea el 0,26%.

4. La participación electoral fue de un 78,71%.

5. Sólo 234.935 votos, es decir un porcentaje de 1,59%, separa a


ambos candidatos.

6. Todas las encuestas de opinión que daban a Maduro vencedor con


un margen de 10 a 20 puntos resultaron erróneas.

7. El estrecho margen no pone en tela de juicio la legitimidad de


Nicolás Maduro. A guisa de comparación en Francia, en las últimas
elecciones presidenciales de mayo de 2012, la diferencia entre
François Hollande y Nicolas Sarkozy sólo fue de un 3,28%.

8. Maduro triunfó en 16 Estados de los 24.

9. Capriles consiguió la victoria en 8 Estados.

10. Los observadores internacionales, entre ellos la Unión Europea y


la Unión de Naciones Suramericanas, reconocieron la transparencia
de los escrutinios.

11. Henrique Capriles se niega a reconocer la victoria de su rival


hasta que haya un recuento de votos.

12. Nicolás Maduro aceptó el recuento de votos.

13. Max Lesnik, director de Radio Miami, donde vive una fuerte
comunidad venezolana favorable a Capriles, declara que el estrecho
margen confirma la validez de las elecciones. Según él “nadie
asaltaría un banco para robar mil dólares cuando tiene la posibilidad
de robar un millón. Nadie organizaría un fraude para conseguir menos
de 300.000 votos”.

89
Ver Rebelión; Venezuela. Página web. Abril 2013.

159
14. A guisa de comparación, en octubre de 2012 Hugo Chávez
derrotó a su rival Henrique Capriles con 8.191.132 votos, o sea un
total de un 55,07%.

15. Capriles obtuvo 6.591.304 votos, o sea un 44,31%.

16. 1.599.828 votos separaban a ambos candidatos, o sea un


porcentaje de un 10,76%.

17. La participación electoral fue de un 80,48%.

18. Chávez consiguió la victoria en 21 Estados.

19. Capriles sólo ganó en tres Estados.

20. Así, en el espacio de seis meses, el campo chavista perdió


685.784 votos.

21. Por su parte, Capriles ganó 679.099 votos.

22. La inmensa mayoría de los 685.784 electores que votaron por


Chávez en octubre de 2012 eligieron a Henrique Capriles el 14 de
abril de 2013.

23. A pesar de las impresionantes políticas sociales a favor de las


categorías más desfavorecidas que permitieron reducir la pobreza y
elevar el nivel de vida de los más desheredados de modo sustancial,
resulta evidente que un número importante de ellos eligieron votar al
candidato de derecha.

24. La campaña electoral de 2013 del candidato, mucho más agresiva


que la de 2012, fue todo un éxito.

25. En cambio, la campaña electoral del nuevo Presidente de la


República Bolivariana de Venezuela fue un estrepitoso fracaso.

Este diagnóstico sucinto de los resultados electorales deja claro lo


que implican los mismos, también deja claro que el chavismo perdió
votos; se dieron desplazamientos del propio campo al otro frente.
Este hecho no puede explicarse sólo con sorpresa y delegación de la
culpabilidad a los sectores que abandonaron el campo popular, como
lo ha hecho Diosdado, presidente de la Asamblea legislativa, pues, lo
que ha ocurrido no se explica si no se toman en cuenta errores y
contradicciones en el gobierno, en el PSUV y en el bloque popular.
Tampoco explica que la derecha tenga una convocatoria tan amplia,
que es prácticamente la mitad del electorado. No basta acusar a la
campaña mediática, nacional e internacional, ni a las manipulaciones
y simulaciones de la derecha. Estos argumentos no explican por qué

160
una parte del pueblo no se convence ni se deja seducir por la
revolución bolivariana. Al respecto, si bien una etapa de la
conformación y de la consolidación del bloque popular está generada
por la experiencia de las confrontaciones; es cuando se cohesiona, se
identifica y se forma el núcleo del bloque popular. Sin embargo, la
confrontación no puede seguir siendo el procedimiento más usado en
etapas posteriores del proceso, cuando se requiere ganar a sectores
populares, que todavía están atrapados en las redes de las
estructuras de poder y dominación de la burguesía. Sobre todo
cuando hablamos de profundización democrática, del ejercicio de la
democracia participativa, cuando entendemos que no puede haber
construcción del socialismo, la transición al socialismo, sino mediante
el ejercicio dinámico de la democracia, como dice Samir Amin,
entonces es indispensable concentrarse en el diálogo, en el debate,
en el convencimiento, de sectores populares no persuadidos. Parece
que estos procedimientos de apertura no son los usuales;
generalmente los procedimientos de confrontación, de la fase de
formación y consolidación, son los que adquieren raigambre y
perduran imponiendo una conducta política mas bien hostil. No se
trata de bajar la guardia, sino de combinar formas de comunicación,
intercambiar experiencias, perspectivas y concepciones, buscando
construir nuevos horizontes de saber compartidos. La transición al
socialismo no es posible confrontando a la otra mitad de la población,
a no ser que se quiera repetir las amargas experiencias del socialismo
del siglo XX. Si bien la confrontación es con la burguesía, quizás no
con toda, como ocurría en la revolución china, que concibió una
alianza estratégica con parte de lo que llamaba burguesía nacional, la
confrontación no es conveniente con sectores populares, incluyendo
lo que se viene en llamar “clases medias”, además de estratos
sociales pobres.

Por otra parte, el aprendizaje de la experiencia de las revoluciones


socialistas del siglo XX, nos debería haber enseñado que la burocracia
se convierte prácticamente en una clase dominante. Cuando se
afirma en el poder, se afinca en el mismo, y termina orientando las
políticas hacia la conservación del poder y sus privilegios. Esta es una
de las contradicciones más fuertes en las experiencias de las
construcciones del socialismo real. Estas configuraciones políticas y
de re-clasificación social no pueden repetirse en las revoluciones
llamadas del socialismo del siglo XXI, a no ser que se quiera repetir
los escenarios y desenlaces conocidos. La orientación de conservar el
poder, de proteger los intereses burocráticos, lleva a tomar medidas
antipopulares, que empujan a sectores populares a abandonar el
bloque popular.

161
En relación a estos temas y problemas, algo que llamó la atención
Víctor Álvarez90, es la débil incidencia en el partido de gobierno de las
organizaciones de los trabajadores y de los campesinos. El
socialismo, como se entiende, de acuerdo a la teoría, es una
perspectiva proletaria y de los campesinos pobres, quienes
hegemonizan el frente popular. No se trata de descartar la presencia
de otros sectores populares, al contrario, se trata de conformar una
composición que garantice el contenido de las transformaciones. La
presencia irradiante e influyente del proletariado y de los campesinos
pobres es como un requisito histórico-político de la transición al
socialismo.

Yendo a otro diagnóstico, Carlos Meneses Reyes, en Se impone la


autocrítica Bolivariana, artículo de Rebelión, plantea, además de la
autocrítica, algunos desplazamientos en las políticas públicas. El
diagnóstico económico del autor señala los nudos gordianos del
problema latente y desenvuelto:

Resulta agobiante lo de una deuda pública (sea en bolívares o en


dólares) venezolana de doscientos diez mil millones, con pagos
vencidos de diecisiete mil millones. Lo de un déficit fiscal de del 12%
del PIB; con inflación del 28% y devaluación del 45.6%.

Estos últimos datos son alumbradores respecto de la crisis económica


nacional, los alcances de la crisis y sus repercusiones. ¿Cómo se ha
podido llegar a semejante deuda, al tamaño del déficit fiscal, a la
proporción de la inflación, y, en consecuencia a la devaluación, que
terminó impactando negativamente en el poder adquisitivo de las
familias populares?

En lo que respecta a los desplazamientos en políticas públicas,


propone:

En el plano político (el desplazamiento) va a la consolidación de la


organización política popular y de masas; primando la erradicación
del clientelismo burocrático y la corrupción.

En el plano económico, a la consolidación de los instrumentos


constitucionales.

Un poco más abajo, dice que:

Se impone la racional expropiación y cierre de empresas privadas de


capital nacional e internacional, que no comulguen con el servicio

90
Ver de Víctor Álvarez R.: La transición al socialismo de la revolución bolivariana. Texto digital, en
circulación en la Fundación Rosa Luxemburgo.

162
público esencial popular. La carta constitucional bolivariana supera lo
del clásico bien común, liberal manchesteriano.

Se impone la consolidación del sistema de economía mixta (capital


privado y estatal), con miras al servicio público esencial popular. Esta
re-inmersión garantizará el tope o control a la fuga de capitales
privados. Aunque las exportaciones no petroleras han sido bajas; la
dependencia económica y fiscal, cuyos ingresos dependen en un 97%
de exportación del petróleo; no es una calamidad, es un vehículo de
aprovechamiento revolucionario circunstancial. Lo de “vehículo” es
profano, pero grafica movilidad, cambio, sustitución. Proyecta en la
dinámica que genera la autocrítica, la corrección a que cambie el
actual panorama de un 70% de productos agrícolas importados.

Estas medidas son puntuales. Ayudan a definir ciertas rutas de


corrección y re-conducción; empero no son suficientes, sino se tiene
una estrategia integral respecto a los procesos involucrados en la
transición, los distintos planos de intervención que configuran la
complejidad dinámica de la “realidad”. En relación a este
requerimiento, la pregunta es: ¿Se cuenta con esta estrategia
integral? Teniendo en cuenta lo que se tiene como dispositivos
políticos, la Constitución y el programa de gobierno, la otra pregunta
es: ¿Son suficientes? Para responder a estas preguntas haremos una
evaluación del programa de gobierno, en el marco de la Constitución;
entendiendo, además, que la Constitución define un horizonte. Es en
ese horizonte de transición donde es necesaria la radicalización del
proceso, que en el decurso del cumplimiento constitucional, donde la
lucha de clases arreció, ha empujado al bloque popular a definir la
ruta socialista.

Pero, antes de aventurarnos en esta tarea, nos detendremos en


reflexiones con la izquierda sobre la crisis política, particularmente en
reflexiones con la izquierda radical, aquella que mantiene una
perspectiva crítica del proceso. Hablamos de radical en pleno sentido
de la palabra, no solamente por el radicalismo de las posiciones, sino
porque se exige tocar los problemas de raíz. Esta izquierda tiene la
virtud de concentrarse en los problemas que detienen la marcha de
la revolución, en las contradicciones inherentes y denuncia la
preservación de formas de poder y de la dominación capitalista.
Muchas veces lo hace de una manera esquemática y abstracta,
empero estas falencias no le quitan su virtud.

Reflexiones con la izquierda

Hablamos de esa manera, refiriéndonos a la izquierda, a todas las


formas y características de izquierda, incluyendo, sobre todo, a las

163
posiciones radicales; a estas posiciones contundentes, pues son las
que empujan adelante, exigen consecuencia y denuncian las
debilidades de todo proceso de transformación. Hablamos a las
organizaciones sociales, ejes articuladores de los movimientos
sociales, sobre todo a las organizaciones más profundas, más
consecuentes, más críticas, que ponen en evidencia las
contradicciones recónditas del proceso.

Ya tenemos en la memoria, debido a la experiencia histórica de las


luchas sociales y políticas, la experiencia de desenlaces desfavorables
a la profundización de procesos populares y sociales. Teniendo en
cuenta esta memoria y esta experiencia, debemos saber que, frente a
la derecha no podemos actuar sino como un frente único de
izquierdas, de los movimientos sociales anti-sistémicos. Ahora bien,
esto no quiere decir, de ninguna manera, rebajar y disminuir la critica
al gobierno popular; al contrario, frente a los errores, a las
ambivalencias, hasta retrocesos, incluyendo restauraciones,
posiciones conservadoras, prácticas prebéndales, clientelares, y hasta
corruptas, hay que ser intransigentes. No se pueden tolerar estas
debilidades de los procesos, estas posiciones contrarias al mismo
proceso, pues estas carcomen las fuerzas, las fortalezas, del proceso,
de las organizaciones y de los movimientos sociales. Ciertamente, es
como estar en dos frentes. Pero, no se puede hacer otra cosa que
pelear en ambos.

Lo que no se puede hacer es caer en el fundamentalismo intelectual;


creer que por que se tiene razón se puede actuar
independientemente de la mayoría, que puede todavía estar
convencida por un populismo ambivalente, por un “pragmatismo” de
sentido común. No se puede sustituir el campo de la correlación de
fuerzas, que es el campo político, con el mapa abstracto de los
principios de la razón. Este camino lleva a convertirnos en un grupo
radical de convencidos, con fuerza del entendimiento, empero sin
fuerza política. Si la responsabilidad es prolongar el proceso de
transformaciones, profundizar la revolución, liberarla de sus
contradicciones profundas, estas tareas no se las puede efectuar sin
la mayoría, sin la actuación, sin el desenvolvimiento de la mayoría. La
tarea es convencer a la mayoría, interactuar con las mayorías,
aprender con las mayorías, de que la continuidad de la revolución
sólo es posible con las trasformaciones estructurales e institucionales
del proceso.

164
Esta apreciación política, que todavía es general, ciertamente solo
puede contrastarse en los contextos y coyunturas concretos. Esta
tarea es de los que viven y experimentan esas condiciones, esas
situaciones, la intensidad de las luchas, en contextos concretos. Son
los grupos más críticos, son las organizaciones más críticas, son las
tendencias más radicales, las que están en mejor condición de
interpretar la coyuntura y el contexto concreto, de actuar de manera
específica, si es que no se mantienen en los esquematismos
reduccionistas.

Pasando al tema en cuestión. En Venezuela se vive una situación


beligerante; pues el frente conservador a decidido una contraofensiva
violenta y descalificadora de la democracia efectiva, la que se ha
venido configurando desde 1999, después de promulgada la
Constitución. La fuerza de esta contra-ofensiva radica en que cuenta
con un caudal de votos importante, casi la mitad del electorado.
Empero, en la medida que no ha logrado ganar las elecciones, no
puede impugnar los resultados, salvo bajo el supuesto de fraude
electoral. Esto es precisamente lo que conjetura que ha pasado;
empero esta conjetura no ha sido verificada. No parece serlo por las
características del sistema electoral venezolano, por la tecnología de
conteo y de comprobación. Mientras no pueda comprobar el frente
conservador que esto ha ocurrido, sus actuaciones terminan siendo
inconstitucionales y antidemocráticas. Sus actuaciones forman parte
de una campaña de descalificación del sistema democrático logrado.
Y obviamente forma parte de una campaña contra-revolucionaria.
Estas actitudes quieren terminar con la revolución.

Ante esta situación evidenciada, la izquierda no puede equivocarse.


Actuar contra la contra-ofensiva de la derecha, contra la contra-
revolución en marcha, es una tarea primordial. Esto no quiere decir
que se deja la crítica a las posiciones titubeantes, dilatadoras,
restauradoras, contradictorias, burocráticas; de ninguna manera. De
lo que se trata es de luchar por mantener la posibilidad de continuar,
de prologar la profundización del proceso. La defensa del proceso no
es la defensa del gobierno, la defensa del proceso es la defensa de la
posibilidad de seguir transformando, de hacer las transformaciones
que no se han hecho, de reencausar el proceso que se encuentra en
el decurso de sus propias contradicciones.

La Liga de los Trabajadores por el Socialismo de Venezuela (LTS) ha


hecho una declaración, a propósito de la coyuntura intensa que vive
Venezuela. Esta declaración se titula: Ante el ajustado triunfo de
165
Maduro: No permitamos que la crisis del chavismo la capitalice el
imperialismo. En la declaración se caracteriza a la coyuntura como
tensión política; se dice que:

El cimbronazo político se transformó en crisis abierta con el


desconocimiento del resultado electoral por Capriles Radonski,
exigiendo el conteo de la totalidad de las urnas con el argumento de
que hubo anormalidades en las votaciones y hasta arguyendo que
han ganado las
elecciones. En esto cuenta con el apoyo del imperialismo
norteamericano.

Ante los hechos de violencia desatada por la derecha, la declaración


es categórica:

Desde la Liga de Trabajadores por el Socialismo (LTS) rechazamos


categóricamente estos ataques reaccionarios y completamente
antipopulares, incluso con ribetes de xenofobia hacia los
médicos cubanos que allí laboran. ¡Hay que hacerle frente! El pueblo
organizado en los barrios, llamando a asambleas, mediante
discusiones públicas y abiertas, ha de definir los métodos para
pararle la mano a estas acciones. Los módulos de barrio adentro –y
demás instalaciones deportivas o educativas, si fuese el caso– son
una conquista social del conjunto del pueblo trabajador y pobre, y
como tal deben ser defendidos.

La declaración de la LTS dice que esto no es defender al gobierno de


Maduro, sino defender la conquista de los trabajadores y del pueblo.
Esta posición se expresa distinguiendo una y otra cosa:

La defensa de los centros de salud públicos no significa en modo


alguno el apoyo político
al gobierno nacional, no hay que estar con Maduro para hacerle
frente a estos ataques, se trata de una posición clara de defensa de
lo que constituyen conquistas sociales del pueblo trabajador y pobre,
por lo que llamamos en estos casos específicos a un frente único de
clase, obrero y
popular, para pararle la mano a estos ataques, con los métodos de
los trabajadores y el pueblo, con base en la democracia obrera y
popular para definir la orientación política y las acciones a tomar, sin
que implique necesariamente una subordinación al esquema de
movilizaciones ordenadas por el gobierno de Maduro.

166
El diagnóstico de las elecciones se resume en el subtítulo: La derecha
capitalizó electoralmente la crisis del chavismo. La explicación de esta
capitalización tiene que ver con las medidas antipopulares que se vio
obligado a tomar Maduro, en su interinato, dada la inflación y la crisis
económica:

La crítica situación de la economía llevó al gobierno a tomar medidas


antipopulares y
anti-obreras en pleno período electoral: en menos de cien días a
cargo del gobierno interino, Maduró aplicó dos fuertes devaluaciones
de la moneda, lo que se hizo sentir rápidamente con el aumento
directo de los precios de bienes de consumo masivo. El gobierno se
equivocó en que estas medidas antipopulares no iban a tener
consecuencias electorales.

Una descripción más detallada es la siguiente:

Si bien el chavismo ganó en las grandes barriadas populares de las


principales ciudades, –como por ejemplo en la populosa Catia y en las
partes más pobres de Petare de la gran Caracas- se hizo notar la baja
de votos en estas regiones, y el mismo fenómeno se observó en
importantes
concentraciones obreras, como en los estados de Aragua y Carabobo,
y ciudades como Guayana centro de las grandes industrias básicas,
pero no precisamente por abstención sino que casi en la misma
medida que caían los votos de Maduro crecían los de Capriles,
comparado con las elecciones presidenciales de 2012.

Esta explicación y esta descripción son sumamente importantes, pues


ilustran sobre las condiciones económicas sobre las que se
desenvuelven los acontecimientos en cuestión; la inflación y la crisis
económica. La pregunta que viene de golpe es: ¿Por qué hay crisis
económica en Venezuela, teniendo en cuenta los grandes ingresos del
Estado, debido a los elevadísimos precios del petróleo? Ciertamente
lo que ocurre en Venezuela se da en el contexto de la crisis mundial
financiera y de la crisis estructural del capitalismo. Empero se podían
tomar medidas anti-crisis de carácter popular y no caer en las recetas
monetaristas, de impacto impopular. ¿Por qué se tomó la medida de
devaluación sabiendo que esto iba a incidir en los precios de los
productos de la canasta familiar? ¿No había otra salida? ¿Se confió en
el prestigio del líder desaparecido? ¿Por qué no se discutieron las
medidas con el pueblo, primordialmente con los trabajadores? ¿Acaso
la Constitución no establece el ejercicio de la democracia participativa

167
y protagónica? ¿Por qué no se es consecuente con la Constitución?
Estas son de las contradicciones del gobierno popular.

El discurso de defensa gubernamental no habla de estas causales. La


acusación de golpista a la derecha no resuelve estos problemas;
puede encubrirlos, pero no hacerlos desaparecer. Llamemos a esta
crisis estructural local, que es parte de la crisis general del
capitalismo, crisis del modelo extractivista y del Estado rentista. No
se puede escapar de la crisis a pesar de los altos precios de las
materias primas. El hecho de que la mayor parte de la estructura
económica recaiga en el modelo primario exportador, es una
condición material y latente de la posibilidad de la crisis económica
con características locales. La forma rentista de administrar el
excedente es una condición política y latente de la posibilidad de la
crisis. La búsqueda de soluciones monetaristas no hace otra cosa que
agudizar y desatar esta posibilidad. Las soluciones monetaristas
descargan sobre el pueblo el peso de la crisis y de la inflación. Este
análisis va más lejos que solamente explicar las razones de la
disminución de votos para Maduro, comparando con la última
elección con Chávez presente. El análisis habla de los límites
estructurales del Estado rentista y el modelo extractivista, también
habla de los límites políticos de un gobierno que se debate en el
intervalo ambivalente de populismo y construcción del socialismo. La
crisis entonces es más profunda que una asonada provocada por la
derecha, como segunda fuerza electoral. Lo que haga la burguesía
venezolana, la oligarquía local, en concomitancia con el imperialismo,
tiene que ver con su papel en la lucha de clases y su desempeño
reaccionario en la lucha anti-imperialista. Este comportamiento como
que es, de alguna manera, esperado. Lo que está en cuestión es el
papel del gobierno popular y del bloque popular. No solo por lo que
tiene que ver con haber empujado a parte del electorado afín a la
convocatoria del contrincante, sino por haber mantenido, durante
catorce años, sobre todo los que vienen después de la Constitución,
la inercia del Estado rentista y el modelo extractivista, estructuras
políticas y económicas de la dependencia. No se trata de salir de la
noche a la mañana del modelo extractivista, sino de definir una
transición sostenible, tanto en lo que respecta al mismo modelo
extractivista, así como al propio Estado rentista. Transición que no
puede dejar de estar acompañada por la efectiva democracia
participativa, la autogestión y la cogestión social.

168
No se trata solamente de errores políticos, sino que en el proceso no
se está pudiendo resolver temas como la conducción colectiva y social
del proceso, que sigue en manos de la burocracia. Esta conducción
colectiva tiene sus formas de organización: las comunas, los
sindicatos de trabajadores, las organizaciones campesinas, el poder
territorial de los barrios. Estas son las fuerzas profundas de una
revolución, que además dice que se encamina a un socialismo, cuya
base se encuentra en la propiedad social y en la gestión comunitaria.
A estas alturas, no se pueden repetir las formas de conducción dadas
en la experiencia del llamado socialismo real, más aún, cuando el
socialismo que se busca es el socialismo del siglo XXI. La defensa de
una revolución se encuentra en la potencia social; entonces, se trata
de liberar esta potencia, de desatar su creatividad. Para que esto se
dé es indispensable su empoderamiento efectivo en la conducción
colectiva del proceso.

Estos son los problemas que han sido constantes en todas las
revoluciones del siglo XX; ahora reaparecen en las revoluciones del
siglo XXI. Si no se logran resolver, es probable que se repitan
desenlaces parecidos a los acaecidos en la historia. Lo que está
ocurriendo en Venezuela no es solamente un fenómeno coyuntural y
local; es un problema estructural de las revoluciones. En Venezuela
también se juega con el decurso de las revoluciones en ciernes en el
mundo, particularmente en América Latina y el Caribe. Esta tarea
involucra a todos, incluyendo, sobre todo, a las posiciones radicales.
Pues si estas posiciones no logran incidir en los acontecimientos, no
logran salir de los límites grupales, del discurso iluminista, entonces,
esta inhibición es parte del drama, de la irresolución del problema. No
basta tener razón o creer que se la tiene, la política es una
correlación de fuerzas; es importante entonces incidir en la
acumulación de fuerzas y en la resultante de las mismas.

La política no se restringe, ni mucho menos, a los principios de la


razón. La política se mueve, como hemos dicho, en un campo de
distribución de fuerzas, de dispositivos y agenciamientos de poder,
así como de resistencias. La política se alimenta, por así decirlo, de
pasiones, de imaginarios, de esperanzas, expectativas, de
convocatorias, de simbolismos, mitos y alegorías. Las dinámicas
políticas, moleculares y molares, articulan, por así decirlo, distintos
planos, distintos ámbitos, distintos campos; juegan, casi
aleatoriamente, con diferentes composiciones y combinaciones,
dependiendo de los contextos y las coyunturas. La comunicación

169
política con los pueblos, con los sectores populares, con el
proletariado, no puede reducirse a una interpelación racional. Por
eso nunca es suficiente la denuncia, la diferenciación, la distinción de
los programas y de las tendencias. El fundamentalismo racional no
convoca, salvo en los ámbitos académicos. Incluso para comprender
la complejidad de la “realidad” que toca analizar, no es suficiente el
entendimiento y el uso de la razón. El uso crítico de la razón ayuda a
contextuar y des-contextuar las teorías en uso, ayuda también a
abrirse a otras formas de comprensión de la “realidad”, incorpora las
formas intuitivas, las memorias, los saberes, las relaciones con lo
popular, además de incorporar la dinámica misma primordial de la
experiencia. La mayoría de los grupos radicales, de los cuales no hay
que dudar sobre su dedicación, consecuencia y compromiso, pecan,
por así decirlo, de fundamentalismo racionalista; terminan siendo
grupos de convencidos, sin incidencia en la lucha efectiva política.
Terminan aislados, en los márgenes o en los rincones del campo
político, por más lúcidas que sean sus intervenciones. Precisamente
por el valor ético y moral, por el coraje, la consecuencia y el
compromiso, es indispensable que estos activistas, además de hacer
uso de la razón, es imprescindible que pasen al uso crítico de la
razón, abriéndose a la experiencia de los distintos planos de
comprensión de la “realidad”, así como abriéndose a las diferentes
“facultades” en juego en los sujetos sociales.

En todo caso, es importante detenerse en los análisis de la izquierda


radical, que además de crítica, tiene el valor de aportar con
apreciaciones más reveladoras que las descripciones de los discursos
apologistas, que sólo ven el problema en la derecha. La Liga de
Trabajadores por el Socialismo hace apreciaciones sobre las
tendencias encontradas en el chavismo, contradicciones agudizadas
después del fallecimiento del caudillo. Esta descripción de la pugna
interna, aunada a las contradicciones en el seno del pueblo, en el
bloque popular, da un panorama de lo que está puesto en juego en la
coyuntura. El documento citado dice:

Cínicamente Diosdado se pregunta cómo es posible que el pueblo


explotado vote por los explotadores, cuando se trata de uno de las
conspicuas figuras que más se han enriquecido en todo este período.
Como ha sostenido un analista “La herencia electoral que Chávez le
dejó a Nicolás Maduro y la dirigencia del Partido Socialista Unido de
Venezuela (PSUV) quedó sensiblemente mermada y sin su valor para
contener a una masa que puede presionar peligrosamente ante

170
ingentes requerimientos de la economía popular” (El Mundo, 16/04).
Pero las tensiones internas que se puedan desarrollar dentro del
PSUV no solo vendrán entre las distintas fracciones
existentes, sino también de las propias bases del chavismo que,
cansadas de seguir siendo furgón de cola de los altos burócratas,
puedan salir con más fuerza a protestar por lo que se les ha venido
negando, y exijan que se tomen medidas por izquierda frente a la
nueva situación económica y
política.

Del diagnóstico que hace la declaración, saca una conclusión de los


posibles desenlaces:

Los acontecimientos muestran que la transición a una etapa post-


chavista será traumática. El resultado electoral está actuando como
un gran catalizador de la crisis política que significa para el régimen
bonapartista, centrado en la figura presidencial, la desaparición física
de Chávez, mostrando que este no puede ser reemplazado. El
bonapartismo no es solo un proyecto político sino también y
fundamentalmente de liderazgo.

El triunfo pírrico de Maduro implica que el suyo será un gobierno


débil, pues tendrá que lidiar no sólo con una oposición envalentonada
y que busque jaquearlo permanentemente con el apoyo de Estados
Unidos, sino también con las peleas dentro del propio chavismo. Pero
fundamentalmente estará sometido, sin lugar a dudas, a la
resistencia de sectores de la clase trabajadora que saldrá con más
fuerza a pelear por sus demandas y por mejores condiciones de vida.
Más aún si, como todo indica, Maduro se verá gobierno obligado a
aplicar medidas de ajuste por la grave situación
económica que atraviesa el país, sin contar ni de lejos con la
legitimidad y autoridad de Chávez, que a la vez que concentraba las
expectativas de una resolución de las demandas de los explotados a
través de la acción del gobierno, era capaz de derrotar y “disciplinar”
a los sectores en lucha que
quisieran ir más allá. Es muy probable que vayamos a una liberación
de energías e iniciativas para lucha de clases, de parte de los
explotados y pobres.

Tomando en cuenta este análisis y la conclusión a la que deriva,


podemos, a su vez, sacar algunas otras conclusiones. No es pues
suficiente unir y cohesionar al bloque popular en defensa de la
revolución bolivariana, no es suficiente lograr un frente único de

171
izquierda que enfrente la asonada de la derecha. Pues allí, en el
poder de las oligarquías, de la burguesía, de la estructuras de poder y
dominación mundial, se encuentra parte del problema y de los
desafíos que afrontar. La otra parte del problema se encuentra en la
composición se fuerzas, de tendencias, de posiciones, dentro del
bloque popular; el problema es complicado cuando la hegemonía del
bloque popular la tienen posiciones que consideran que lo que se ha
logrado como avances y transformaciones es casi como el fin del
proceso; lo que queda es defenderlo. Se trata de sectores que tienen
una concepción de la política, como dice el documento de la LTS,
“bonapartista”; por lo tanto fuertemente ligados al prejuicio
burocrático y de la mediación institucional. Estos sectores están muy
lejos de comprender el carácter emancipador de la autogestión, la
auto-determinación, el ejercicio efectivo, no discursivo, de la
democracia participativa y el control social. Están también lejos de
comprender que la lucha contra el capitalismo no es discursiva y de
declaraciones anti-imperialistas, que se rasgan las vestiduras,
empero no son efectivas en la de-construcción del imperialismo, sino
que se trata de trastrocar las relaciones de producción capitalistas,
las relaciones sociales que se mueven en el imaginario del desarrollo
y el progreso, ilusiones del capital. Se comprende pues que la lucha
interna es mucho más difícil y compleja; sobre todo porque está llena
de incomprensiones, de incomunicaciones y desinformación, además
de los ataques de la nomenclatura y de los apologistas a los y las
activistas críticas. Pero, también, sobre todo, por lo que dijimos, que
muchas veces el activismo radical peca de fundamentalismo racional.
Sin embargo, esta tarea no deja de ser indispensable cuando está en
juego el destino del proceso, es decir, el curso y desenlace del
proceso.

¿De qué depende entonces modificar el mapa de la correlación de


fuerzas, el mapa del juego de las posibilidades más probables? ¿De
qué depende la realización de la posibilidad de prolongar el proceso
de transformaciones hacia su ruptura radical, transformando
estructuralmente el mapa institucional? ¿De qué depende pasar del
empoderamiento popular, del comienzo emancipatorio, a la liberación
efectuada? La composición de creencias, de sentidos comunes, de
certezas, en el campo popular, requiere de una revolución cultural,
usando un concepto tan caro de Mao Zedung, a la vez tan claro, de
las tareas a seguir. Mao Zedung buscaba con la revolución cultural
transferir el poder en manos de la burocracia a los consejos de
trabajadores, campesinos y estudiantes; también se enfrentó a las

172
herencias culturales y filosóficas de los confusionistas, incrustadas en
las formas de pensar y en las costumbres, además de combatir el
pragmatismo y el diletantismo. Es indispensable la emancipación de
los mitos, que aunque convoquen a las masas, terminan atrapándola
en una red de dependencia paternal. Es indispensable liberar las
potencialidades creativas populares, abriendo las experiencias
sociales no solamente al uso crítico de la razón, de las teorías, sino
también de los saberes, de las culturas locales, de las memorias.
Esta revolución cultural, cuyas consecuencias políticas son de largo
alcance, no puede dejar de estar acompañada por la conformación
efectiva de lo que se llama el poder social; es decir, la autonomía, la
autogestión, la autodeterminación, territoriales de las comunas, de
las organizaciones sociales y de las organizaciones barriales. La
construcción de la gestión colectiva de la política es como la condición
de posibilidad histórica-política para salir del Estado rentista y del
modelo extractivista, para transitar hacia una forma de gestión y
administración que deje de ser Estado y comience a ser asociación
libre de productores, como había soñado Marx un día.

Programa de Gobierno para el período 2013-2019

El programa de gobierno dejado por Hugo Chávez para la gestión


2013-2019 se concibe como:

Un programa de transición al socialismo y de radicalización de la


democracia participativa y protagónica. Partimos del principio de que
acelerar la transición pasa necesariamente por, valga la redundancia,
acelerar el proceso de restitución del poder al pueblo. El vivo, efectivo
y pleno ejercicio del poder popular protagónico es insustituible
condición de posibilidad para el socialismo bolivariano del siglo XXI.

Seguidamente hace una advertencia:

No nos llamemos a engaño: la formación socio-económica que


todavía prevalece en Venezuela es de carácter capitalista y rentista.
Ciertamente, el socialismo apenas ha comenzado a implantar su
propio dinamismo interno entre nosotros. Éste es un programa
precisamente para afianzarlo y profundizarlo; direccionado hacia una
radical supresión de la lógica del capital que debe irse cumpliendo
paso a paso, pero sin aminorar el ritmo de avance hacia el
socialismo.

173
En lo que respeta al Estado el diagnóstico es claro:

Para avanzar hacia el socialismo, necesitamos de un poder popular


capaz de desarticular las tramas de opresión, explotación y
dominación que subsisten en la sociedad venezolana, capaz de
configurar una nueva socialidad desde la vida cotidiana donde la
fraternidad y la solidaridad corran parejas con la emergencia
permanente de nuevos modos de planificar y producir la vida material
de nuestro pueblo. Esto pasa por pulverizar completamente la forma
Estado burguesa que heredamos, la que aún se reproduce a través de
sus viejas y nefastas prácticas, y darle continuidad a la invención de
nuevas formas de gestión política.

Estas apreciaciones objetivas del programa contrastan con el discurso


de los apologistas de toda laña, quienes no ven problemas y
consideran que hay que hacer la propaganda de los logros de la
revolución. Les molesta la crítica y la atacan, descalificándola como
debilitadora y hasta favorable a la derecha. Este comportamiento
apologista es francamente una de las más grandes debilidades de la
revolución; este comportamiento aparece en todas las revoluciones,
cuando estas han decidido defender lo logrando, clausurando la
prolongación de las transformaciones. Es una debilidad pues no
defiende la revolución, lo que defiende es el estado de cosas
alcanzado, defiende entonces al Estado que debe ser transformando y
sigue siendo un obstáculo para la revolución. Se pone en contra del
avance y la profundización de la revolución. Los apologistas son la
contra-revolución dentro de la revolución, cuando se trata de hacer
una revolución dentro de la revolución.

Los objetivos históricos del programa son los siguientes:

I. Defender, expandir y consolidar el bien más preciado que


hemos reconquistado después de 200 años: la Independencia
Nacional.

II. Continuar construyendo el socialismo bolivariano del siglo XXI,


en Venezuela, como alternativa al sistema destructivo y salvaje

174
del capitalismo y con ello asegurar la “mayor suma de
seguridad social, mayor suma de estabilidad política y la mayor
suma de felicidad” para nuestro pueblo.

III. Convertir a Venezuela en un país potencia en lo social, lo


económico y lo político dentro de la Gran Potencia Naciente de
América Latina y el Caribe, que garanticen la conformación de
una zona de paz en Nuestra América.

IV. Contribuir al desarrollo de una nueva Geopolítica Internacional


en la cual tome cuerpo un mundo multicéntrico y pluripolar que
permita lograr el equilibrio del Universo y garantizar la paz
planetaria.

V. Preservar la vida en el planeta y salvar a la especie humana.

El desglose del primer objetivo se plantea de la siguiente manera:

1.1 Garantizar la continuidad y consolidación de la Revolución


Bolivariana en el poder.

1.2. Preservar y consolidar la soberanía sobre los recursos petroleros


y demás recursos naturales estratégicos.

1.3 Garantizar el manejo soberano del ingreso nacional.

1.4. Lograr la soberanía alimentaria para garantizar el sagrado


derecho a la alimentación de nuestro pueblo.

1.5. Desarrollar nuestras capacidades científico-tecnológicas


vinculadas a las necesidades del pueblo.

1.6. Fortalecer el poder defensivo nacional para proteger la


Independencia y la soberanía nacional, asegurando los recursos y
riquezas de nuestro país para las futuras generaciones.

175
El desglose del segundo objetivo viene planteado de la siguiente
manera:

2.1. Propulsar la transformación del sistema económico, en función


de la transición al socialismo bolivariano, trascendiendo el modelo
rentista petrolero capitalista hacia el modelo económico productivo
socialista, basado en el desarrollo de las fuerzas productivas.

2.2. Construir una sociedad igualitaria y justa.

2.3. Consolidar y expandir el poder popular y la democracia socialista.

2.4. Convocar y promover una nueva orientación ética, moral y


espiritual de la sociedad, basada en los valores liberadores del
socialismo.

2.5. Lograr la irrupción definitiva del Nuevo Estado Social y


Democrático, de Derecho y de Justicia.

El desglose del tercer objetivo viene planteado de la siguiente


manera:

3.1. Consolidar el papel de Venezuela como Potencia Energética


Mundial.

3.2. Desarrollar el poderío económico de la Nación en base al


aprovechamiento óptimo de las potencialidades que ofrecen nuestros
recursos para la generación de la máxima felicidad de nuestro pueblo,
así como de las bases materiales para la construcción de nuestro
socialismo bolivariano.

3.3. Conformar y ampliar el poderío militar para la defensa de la


Patria.

3.4 Profundizar el desarrollo de la nueva geopolítica nacional y


regional, latinoamericana y caribeña.

176
El desglose del cuarto objetivo viene planteado de la siguiente
manera:

4.1. Continuar desempeñando un papel protagónico en la


construcción de la unión latinoamericana y caribeña.

4.2. Afianzar la Identidad Nacional y Nuestroamericana.

4.3. Continuar impulsando el desarrollo de un Mundo pluripolar sin


dominación imperial y con respeto a la autodeterminación de los
pueblos.

4.4. Contribuir con el desmontaje del anti-histórico y nefasto sistema


imperial y neocolonial.

El desglose del quinto objetivo viene planteado de la siguiente


manera:

5.1. Construir e impulsar el modelo económico productivo eco-


socialista, basado en una relación armónica entre el hombre y la
naturaleza, que garantice el uso y aprovechamiento racional, óptimo
y sostenible de los recursos naturales, respetando los procesos y
ciclos de la naturaleza.

5.2. Proteger y defender la soberanía permanente del Estado sobre


los recursos naturales para el beneficio supremo de nuestro Pueblo,
que será su principal garante.

5.3. Defender y proteger el patrimonio histórico y cultural venezolano


y nuestroamericano.

5.4. Contribuir a la conformación de un gran movimiento mundial


para contener las causas y reparar los efectos del cambio climático
que ocurren como consecuencia del modelo capitalista depredador.

Estamos ante un programa de transición, de una transición


transformadora, en la ruta de la profundización del proceso de la
revolución. El primer objetivo se plantea la independencia nacional, el
segundo objetivo se propone la construcción del socialismo del siglo

177
XXI, el tercer objetivo tiene que ver con ser un país potencia, el
cuarto objetivo busca una nueva geopolítica que sea pluri-polar, y el
quinto objetivo persigue salvar la vida en el planeta y a la
humanidad. Los objetivos del programa son eso, objetivos, que, en
general, se plantean la continuidad del proceso y alcanzar metas
trazadas. Queda claro que en el lapso de la gestión no se va alcanzar
el socialismo, empero se va avanzar en su construcción y transición,
construyendo las condiciones de posibilidad históricas para lograrlo.
Sin embargo, lo que importa es el cómo se van a alcanzar estos
objetivos; bajo qué prácticas, qué procedimientos, qué acciones, qué
dispositivos y mecanismos. ¿Con plena incorporación participativa de
las organizaciones sociales o todavía con mediaciones burocráticas e
institucionales? Sobre todo importa el contar con una predisposición
adecuada de los dispositivos de participación colectiva, comunitaria y
social, con escenarios eficaces de participación social, con prácticas
efectivas de democracia participativa. Estas tareas no son
ciertamente nada fáciles. No se está ante un espacio de actividades
similar y homogéneo; al contrario, es un espacio fracturado, disperso,
diferenciado, donde cada territorio tiene su propia especificidad, sus
propios actores y sedimentaciones institucionales, además de
costumbres incorporadas, heredadas como tradiciones, que atan a la
gente a la reproducción del viejo mapa institucional y de penurias. Así
parece que se tiene que promover diferenciales actividades
transformadoras, mejor si disputan el detalle, palmo a palmo, el
instante intensivo, buscando modificar los fragmentos, hasta
infinitesimales, de las cartografías del campo social, del campo
político y del campo burocrático. La articulación del control social y de
delegación popular, en el marco de los temas, seguramente
dependerá de la proximidad a las preocupaciones sociales más
sentidas; como la alimentación, la vivienda, los servicios, la
educación, el trabajo, la salud. Sin embargo, no se pueden descuidar
los temas y las áreas más especializadas; se tiene que participar en
el diseño de las políticas públicas; en la transformación de la
estructura económica, de la estructura política, de la estructura
cultural, de la estructura jurídica, repercutiendo en las
transformaciones de las estructuras sociales. Además la política
internacional y la integración de los pueblos no puede ser ajena al a
la participación social.

La independencia, no solamente entendida como independencia


nacional, sino como lo entendía la teoría de la dependencia, que es
salir del circulo vicioso de la dependencia, está íntimamente vinculada
178
a salir de la reproducción del modelo extractivista y del Estado
rentista. Esta es quizás la tarea más importante de todas, que,
incluso condiciona la posibilidad de las otras tareas. ¿Cómo se sale de
las estructuras de la dependencia, que son el Estado rentista y el
modelo extractivista? Parece ser que estamos ante la tarea de
encarar varios proyectos combinados; industrialización de las
materias primas, utilización de la energía para la industrialización del
país, inversión productiva del excedente en la revolución tecnológica,
que permita el paso a una eco-industrialización. Encaminando el
aparato productivo a la soberanía alimentaria. Todo esto viene
acompañado con la formación de la masa crítica de científicos y
técnicos, de la apropiación de las ciencias y de las técnicas, por parte
de los productores directo, transformando el uso especializado de la
tecnología a un uso combinado de tecnologías, apropiadas
colectivamente.

Ahora bien, no se parte de la nada ni de cero, sino de una herencia


estratificada, diferencial, que ha dejado a la mayoría fuera de la
formación especializada. El avance de la revolución bolivariana en la
formación y profesionalización de amplios sectores populares es
notorio. Pero, no termina de ser suficiente ante las tareas que hay
que emprender. Se requiere inversiones mayores, de mayor alcance,
en la educación y formación, apuntando a la apropiación social de la
revolución científica y tecnológica, actualizando las mallas
curriculares y dinamizando las formas de enseñanza y trasmisión de
conocimientos. Haciendo hincapié en el eje de la investigación, como
eje articulador de la enseñanza-aprendizaje-invención.

Al respecto, en relación a la conformación de una dinámica económica


endógena, que antes llamaban el mercado interno, es
complementario tomar en serio dos conformaciones institucionales,
que pretendían ser alternativas; el ALBA y el Banco del Sur, con el
consecuente circuito monetario del sucre. El ALBA no puede terminar
siendo una entidad burocrática de buenas intensiones. Para que se
convierta en una alternativa al libre mercado es menester que los
países integrantes orienten gravitatoriamente sus economías a la
construcción de una economía continental integrada, que,
obviamente, no funcione desde la lógica del libre cambio, sino de los
recorridos de las complementariedades. Los países integrantes no
tienen al ALBA como el principal espacio de realización de sus
economías, sino, como antes, se encuentran atrapadas en la lógica de
la economía de la dependencia, en el mercado internacional mundial.

179
El ALBA no puede ser una bandera de foros internacionales y de
encuentros grandilocuentes de funcionarios, sino debe ser apropiada
por los productores directos y los consumidores de los países
integrantes.

El Banco del Sur fue pensado por los diseñadores como un contra-
sistema alternativo al sistema financiero internacional. Esto no ha
ocurrido; en parte por que los gobernantes firmantes no
comprendieron la filosofía y la lógica del diseño del Banco de Sur;
pensaron que era otro banco, parecido a los otros, vinculado al
desarrollo de los pueblos, quizás más grande por su alcance
internacional. El Banco del Sur no solamente fue concebido como un
sistema alternativo de financiamiento productivo y de otras
actividades, sino que su lógica reproductiva no es el de la
acumulación y la especulación, inherentes a la lógica financiera, sino
de la distribución y redistribución de los recursos a los sectores
productivos, sobre todo de los pequeños productores. La moneda de
circulación del Banco del Sur, el sucre, no fue pensada tampoco como
una moneda, en tanto equivalente general, sino como contra-
moneda. Se trata de una “moneda” virtual, cuya circulación, no se
basa en la oferta y la demanda, sino en las complementariedades
regionales y territoriales, promoviendo la valorización de la
producción local y la retención en la localidad de la valorización
generada. El cálculo y la cuantificación se dan en base a contrapesos
y compensaciones. Su importancia es promover y financiar a los
productores directos, localizados, quienes casi nunca tienen acceso al
crédito de la banca. Bueno pues, este proyecto ha quedado en el
diseño, debido a la mala comprensión del proyecto aprobado, que
ciertamente se encuentra en curso y está institucionalizado,
interpretándolo de la manera acostumbrada por los especialistas y
ministros del área, de una manera monetarista91.

Los otros objetivos; el que tiene que ver con el de país potencia
económica, social y política; el que se plantea la geopolítica de un
mundo plural y multi-céntrico; además de el objetivo de defender la
vida del planeta; dependen del logro de los anteriores objetivos y de
la manera cómo se busque realizarlos. Lo mismo pasa con la
capacidad de defensa del país y de la revolución. No se trata de

91
Entre los diseñadores del Sucre y del Banco del Sur estaba Pedro Páez, economista ecuatoriano. Una
vez terminado el proyecto, él y su equipo, quedaron prácticamente sin presupuesto. Parece que a los
gobernantes sólo les interesaba contar con el proyecto, con el documento acabado, firmarlo por el
protocolo.

180
priorizar los primeros objetivos, ni descuidar los siguientes, sino de
combinar la realización y el logro de los mismos, tomando en cuenta
la interrelación de sus ritmos y condicionalidades. Por eso, parece
indispensable darle mucho impulso la transformación del modelo
extractivista y del Estado rentista. Así como es menester darle
impulso a la integración económica y política de América Latina y el
Caribe, basada en la complementariedad y solidaridad de los pueblos,
avanzando hacia una confederación de los pueblos. Esta tarea viene
acompañada por la conformación efectiva, no formal, burocrática y
discursiva, de una economía integrada alternativa del continente,
alternativa al mercado internacional capitalista, basado en la
geopolítica del sistema-mundo capitalista. Los dispositivos como el
Banco del Sur y el sucre deben funcionar como contra-sistema
financiero internacional y como contra-moneda, generando relaciones
de complementariedad e intercambio, apoyadas por la cuantificación
de las compensaciones, del trabajo colectivo y la valorización local.
Los otros dispositivos de integración como UNASUR, incluso los
anteriores como el MERCOSUR y la Comunidad Andina, deben ser
trasformados de acuerdo a la lógica complementaria y de
reciprocidades del Banco del sur y del Sucre. De esta forma
podremos salir de las experiencias frustrantes y limitadas, por su
subordinación al orden de dominación mundial, de los llamados
organismos de integración.

Sin embargo, no hay que olvidar que estas tareas no son de


funcionarios, sino que se trata de involucrar la participación abierta
de los pueblos, de su ejercicio democrático directo. No se pueden
hacer transformaciones estructurales e institucionales sin el pleno
desenvolvimiento de la potencia social. El secreto de las
transformaciones se encuentra en la profundización y expansión del
ejercicio democrático y la participación social. Hay que romper con las
mediaciones burocráticas e institucionales, generar, mas bien,
conexiones, entrelazamientos, co-gestiones, entre especialistas y
colectivos sociales. El aprendizaje en estas experiencias compartidas
va formar a los pueblos y capacitarlos en la autogestión. Una
confederación de pueblos autogestionarios es invencible.

Una anotación más, sobre la defensa del país y de la revolución.


Ciertamente, no se puede descuidar la defensa, pero no se trata de
caer en el armamentismo y destinar un gran presupuesto para este
cumplimiento. Se trata de lograr la movilización general para la
defensa, bajo la concepción revolucionaria del pueblo armado;

181
obviamente esta defensa debe estar bien equipada, mejor contando
con tecnología militar avanzada. Esta concepción de la defensa
armada es parte del concepto de defensa de la revolución, que vamos
a tocar después. Al respecto, comenzando a elucidar el concepto, no
podemos olvidar que la revolución socialista mundial ha sido
concebida en consonancia del internacionalismo proletario; ahora
tendríamos que hablar, como lo hace Samir Amin, del
internacionalismo de los pueblos, tomando en cuenta las
transformaciones en la composición del proletariado, además de
comprender que la proletarización se ha extendido a gran parte de la
población, fuera de retomar la tesis de que son los pueblos los que
están sometidos por el imperialismo. Los pueblos no son enemigos,
los son sus estados, bajo el dominio de sus burguesías. Sobre todo
tienen esta concepción hostil y beligerante los estados imperialistas,
pues ellos no conciben otra cosa que el control militar como parte del
control de sus monopolios, monopolio de los mercados, monopolio
tecnológico, monopolio militar, monopolio financiero, como parte de
la geopolítica del sistema mundo-capitalista. Frente a esta geopolítica
imperialista los pueblos, la confraternidad y la alianza de los pueblos,
tienen la alternativa de oponer una contra-geopolítica, una geografía
emancipadora92.

Desde la perspectiva de la revolución socialista, cuya realización


integral es mundial, la opción no es la guerra sino la revolución
socialista en los países. Desde esta perspectiva, tampoco se trató de
destruir el país donde se cobija el imperialismo, sino de convocar y
aliarse con el pueblo de ese país para destruir la estructura de poder
imperial, el aparato de la misma dominación universal que nos
somete a todos. La URSS y la Republica Popular China se vieron
obligadas al armamentismo y a la producción de tecnología militar
avanzada para defenderse de la descomunal agresión de los
imperialismos. La guerra de Corea, acaecida en los primeros años de
la década de los cincuenta (1950-1953), fue defensiva contra la
ocupación norteamericana al sur de la península; ocupación militar
estadounidense, dada después de finalizada la guerra contra el
imperio nipón. El gobierno de los Estados Unidos de Norte América se
negó a retirar sus tropas ante el pedido de la Republica Democrática
Popular de Corea (RDPC) a hacerlo, cuando ya las tropas soviéticas
acataron este pedido. La RDPC se constituyó después de una larga

92
Ver de Raúl Prada Alcoreza Guerra periférica y geopolítica regional. En torno a la guerra del pacífico.
Bolpress 2013; La Paz.

182
lucha de liberación nacional; la independencia se logró cuando se dio
la derrota de Japón en la segunda guerra mundial, aprovechando los
revolucionarios coreanos la proximidad de las tropas soviéticas que
ocuparon la Manchuria, también en guerra contra el Japón. La guerra
de Vietnam fue defensiva y de liberación nacional contra la ocupación
francesa, primero, y norteamericana, después. La batalla de Bahía
Cochinos en Cuba fue defensiva ante el desembarco del ejército
invasor armado, organizado y pertrechado por el imperialismo
estadounidense. La participación del las fuerzas armadas cubanas en
Angola fue defensiva y solidaria; se trataba de defender la revolución
angoleña de la invasión del ejército blanco de Sud África, de la guerra
de frentes armados por el imperialismo y apoyados por el régimen
racista de Sud África, en aquel entonces. Las guerras de guerrillas
desatadas en varios países periféricos del sistema-mundo fueron de
liberación nacional. Como se puede ver, nunca fue el objetivo
desencadenar una guerra destructiva y devastadora, menos una
guerra nuclear, para destruir al enemigo imperialista. La guerra
revolucionaria es de defensa; las armas atómicas son defensivas; la
estrategia activa es la revolución mundial. En una guerra nuclear no
hay ganadores, salvo la muerte, todos resultan perdedores. Después
de la guerra nuclear ya no tendría sentido nada, menos el socialismo,
ya no sería posible la construcción del socialismo, incluso la
reconstrucción de cualquier forma de sociedad; sobre las cenizas de
la destrucción de la “fuerzas productivas”, tal como habla la corriente
marxista del determinismo económico, no podría construirse un modo
de producción socialista. El plantearse como objetivo la guerra total,
en los términos de la guerra nuclear, es una aberración. A estos
absurdos de guerra total se llega por fundamentalismos políticos
esquemáticos, que se olvidaron de los objetivos, principios, valores y
la ética socialista. En contraste, como opción consecuente, es
indispensable convocar a la internacional de los pueblos en defensa
de la madre tierra, de la vida y por un mundo que garantice los ciclos
vitales de todos los seres, garantizando las mejores condiciones de
reproducción de sus potencias vitales. La confraternidad de los
pueblos, su solidaridad y complementariedad, configurada como
confederación de los pueblos, es la base material histórica y política
del socialismo.

El concepto de defensa de la revolución

183
El concepto de defensa de la revolución es diferente a las nociones
usuales de defensa, mas bien entendidas como protección,
resguardo, cuidado, control y vigilancia. El concepto de defensa de la
revolución, si bien comprende también estas connotaciones, va más
lejos que estas definiciones. Se trata de un concepto activo, forma
parte del desenvolvimiento de la revolución misma; la defensa está
involucrada con el desarrollo mismo de la revolución. El concepto
mismo de defensa se transforma. La defensa de la revolución es
posible si la defensa es concebida como crítica y se vincula con la
potencia de la revolución. La defensa defiende la marcha de la
revolución, su profundización, defiende la dinámica de las
transformaciones; por esto, requiere ser crítica con lo que obstaculiza
la marcha de la revolución, lo que se resiste a las transformaciones;
sobre todo requiere ser crítica con las herencias institucionales del
pasado, las practicas burocráticas heredadas, las estructuras de
poder preservadas. La defensa de la revolución defiende la potencia
inherente, busca liberar la plenitud de la potencia, liberar todas las
capacidades transformadoras, abrirse a las “facultades” creativas de
las multitudes; por eso se enfrenta a lo que inhibe la potencia, a lo
que restringe las capacidades transformadoras, a lo que anula las
“facultades” creativas. La defensa de la revolución se mueve en todos
los planos de la sociedad, convierte a la sociedad en la maquinaria
primordial de la defensa, mediante la movilización general. Se trata
de una defensa integral, que abarca todo los planos involucrados en
las transformaciones múltiples; comprende la defensa del territorio.

El concepto de defensa de la revolución nada tiene que ver con el


vulgar uso de defensa del proceso de cambio reducido a la defensa
del gobierno, a la defensa del estado de cosas logrado, haciendo caso
omiso de las contradicciones y los errores. Ciertos apologistas llegan
incluso al colmo de concebir que la defensa del proceso absuelve de
los errores y contradicciones al gobierno. Esta actitud es
extremadamente peligrosa para la revolución, pues carcome por
dentro el proceso, debilita, inhibe y anula las fuerzas sociales,
desmonta la capacidad organizativa y autónoma del pueblo. En el
momento que el proceso se encuentra amenazado, ya no se cuenta
con la fortaleza para enfrentar la amenaza; la madera de la
estructura que se construye está carcomida por las termitas.
Tomando en cuenta esta situación, la defensa de la revolución
requiere descargar parte de la crítica contra los apologistas, quienes
se convierten en los ideólogos de un tipo de Termidor, de una manera
de terminar la revolución, aproximándose a la tesis del fin de la
184
historia, pues suponen que la revolución concluyó y hay que
defenderla.

Paradojas de la “revolución”

Conservadurismos recalcitrantes

El concepto de modernidad

Dedicado a Karin Monasterios, marxista y feminista. Por su


pasión por la crítica de la economía política, por su lucha contra la
dominación masculina.

Cuando todo lo sólido se desvanece en el aire

Habíamos dicho, en otro texto, que la modernidad es un


concepto estético, que corresponde a la experiencia de la
vertiginosidad y de los trastrocamientos de las sociedades
capitalistas. Estético porque fue ideado por los poetas malditos,
pensado como expresión lúdica de la experiencia bochornosa de las
urbes. Fue Baudelaire quien le dedicó al lodo un poema, donde
resaltaba el tumultuoso barullo de la velocidad y la muchedumbre. A
propósito, en Subversiones indígenas escribimos:

185
La modernidad fuera de ser una experiencia intensiva de la
vertiginosidad, de la versatilidad y de la frugalidad del acontecer, es
también una representación colectiva, una creencia social, es decir un
prejuicio compartido. La representación más luminosa de la
modernidad se la debe al arte; son los poetas malditos los que
elaboraron la idea de la modernidad desde un posicionamiento de
asombro y reverencia, de perplejidad y resistencia vencida. Para
volverse acercar a esta elocuencia perdida es menester acudir a
Baudelaire93.

Lo que se captaba de esta experiencia es la movilidad crucial, la


migración, las transformaciones, manifestando la plasticidad de los
cuerpos. William Shakespeare, en La tempestad, expresa
elocuentemente esta idea, dibujando la imagen de levedad, de
desvanecimiento. El escritor británico, poniendo en boca de Prospero,
el legítimo Duque de Milán, escribe:

Te veo preocupado, hijo mío, y como abatido. Recobra el


ánimo. Nuestra fiesta ha terminado. Los actores, como ya te dije,
eran espíritus y se han disuelto en aire, en aire leve, y, cual la obra
sin cimientos de esta fantasía, las torres con sus nubes, los regios
palacios, los templos solemnes, el inmenso mundo y cuantos lo
hereden, todo se disipará e, igual que se ha esfumado mi etérea
función, no quedará ni polvo. Somos de la misma sustancia que los
sueños, y nuestra breve vida culmina en un dormir. Estoy turbado.
Disculpa mi flaqueza; mi mente está agitada. No te inquiete mi
dolencia. Si gustas, retírate a mi celda y reposa. Pasearé un
momento por calmar mi ánimo excitado94.

Marx retomó esta imagen de disolución para definir el carácter


diseminador de la modernidad, define la modernidad como cuando
todo lo sólido se desvanece en el aire95. En la contemporaneidad se
ha recurrido a este concepto plástico de modernidad, sobre todo a la
certeza de su vertiginosidad, para configurar las nuevas experiencias

93
Ver de Raúl Prada Alcoreza Subversiones indígenas. Comuna, La muela del Diablo; La Paz 2008. Pág.
32.
94
William Shakespeare: La tempestad. Libros Tauro.
95
Revisar de Marshall Berman All That Is Solid Melts Into Air. The Experience of Modernity. Penguin
Books. Middlesex, England 1982-1988.

186
desprendidas de las nuevas formas de diseminación capitalista. Para
ahondar las consecuencias del concepto se llegó a hablar de
“posmodernidad”.

La “posmodernidad” no es un concepto extraño a la


modernidad, es más bien su continuidad o, si se quiere, el mismo
concepto, sólo que dicho y pronunciado en una etapa tardía,
crepuscular, del capitalismo. Lo que quieren decir a los que se moteja
de “posmodernos” es lo mismo que quiso decir Marx, en su tiempo;
apuntar sobre la precipitación de los trastrocamientos y
transformaciones habidas, por el desencadenamiento de fuerzas
incontrolables, que empujan como al vacío o la evaporación. Esta otra
imagen análoga, de desencadenamiento de fuerzas incontrolables, se
encuentra en el Fausto de Goethe. Que esta experiencia de
vertiginosidad, de desvanecimiento y disolución se haya radicalizado,
se debe a la marcha incontrolable de la modernidad;
desencadenamiento desbocado empujado por las revoluciones
científicas y tecnológicas, comunicacionales y cibernéticas, que han
llevado al extremo la compulsión por el consumo desorbitado,
acompañadas por la explosión de los hedonismos multifacéticos.
Extraña pues, encontrar que haya gente, que se autocalifica de
“marxista”, que se desgarren las vestiduras ante corrientes teóricas
que hacen hincapié en los mismo que hizo Marx, en su tiempo, sólo
que ahora se experimenta en formas más radicales.

Podemos llamar a esta muestra de recalcitrante


conservadurismo un síntoma del carácter no sólo conservador de
estas posiciones, sino hasta reaccionario y represivo. Investidos por
los oropeles de revoluciones pasadas, se ungen como jueces de las
instituciones consagradas y de la verdad demostrada96. No se pueden
aceptar veleidades, que les suenan, a estos defensores de las
tradiciones institucionalizadas, como bohemias y vacías. Reclaman
seriedad, que no es otra cosa que repetir el sermón de la montaña.
Estos sacerdotes se escandalizan de las proposiciones de las nuevas
críticas, pues no pueden aceptar lo que consideran un juego
aventurero de escandalosas tesis, que hace hincapié en el
desvanecimiento de lo real y la realidad. El “realismo” siempre fue
una postura conservadora, que busca frenar la dinámica

96
Ver de Raúl Prada Alcoreza Deslindes históricos y políticos. Diferencias con la izquierda tradicional.
Horizontes nómadas, Dinámicas moleculares, Bolpress; La Paz 2011, 2012, 2013.

187
transformadora del tiempo. El “realismo” y el sentido común siempre
fueron buenos aliados para defenderse de la incertidumbre y de la
interpelación subversiva de la praxis. Que antes lo hayan hecho a
nombre del orden y ahora lo hagan a nombre de la “revolución” o del
paradigma teórico consagrado, no es más que la muestra de que el
orden tiene varios nombres, también de que la “revolución” puede ser
ordenada, asimilada al orden.

Estos jueces, supuestos marxistas, se proponen defender la


teoría ante las desventuradas osadías de la nueva crítica y las nuevas
corrientes teóricas, que las llaman, metiéndolas en la misma bolsa a
todas, sin mayor consideración, como “posmodernas”. Nada más
insensato como esto, nada más insostenible. De entrada muestran su
más desconcertante desconocimiento del tema y de los problemas
abordados. Una manifiesta y patética demostración de la
improvisación de sus juicios y descalificaciones. Se observa
claramente que actúan como en una competencia; quién es el mejor,
quién es el más “revolucionario”, que para ellos es el que más
defiende la teoría institucionalizada. No se inmutan de que los
tiempos han cambiado, de que los contextos y coyunturas son otros,
de que ha pasado mucha agua bajo el puente, de que ha habido
fracasos, dramas y tragedias, con las experiencias “revolucionarias”,
que es indispensable responder a las nuevas experiencias,
construyendo conceptos sobre las nuevas certezas. Consideran que la
teoría consagrada es como las sagradas escrituras; hay que
preservarlas y repetirlas, buscando desesperadamente en el texto
claves para entender un presente que los ha abandonado.

La teoría, el corpus conceptual de la teoría, es la construcción


racional, interpretativa, explicativa, de la experiencia histórica de un
momento, de un periodo; de la experimentación intensa de los
fenómenos sociales que se inscribieron en la memoria y en las
subjetividades. El valor de la teoría, sobre todo crítica, radica en este
testimonio reflexivo de la experiencia crucial de las sociedades.
Usando a Alain Badiou diremos que es el testimonio conceptual de la
verdad del acontecimiento vivido. De ninguna manera se puede
entender que esta verdad detiene la historia, que se convierte en una
“verdad” supra-histórica, absoluta, y que la teoría que la acompaña
sea indiscutible en los venideros tiempos. Las teorías son
percepciones racionales, los conceptos son dispositivos racionales,
que ayudan no sólo a hacer inteligible la experiencia y la “realidad”,
sino ayudan a intervenir en los medios, en los entornos, en los

188
mundos, adecuándolos a los ciclos de la vida. Si las teorías emergen
de la experiencia histórica, es comprensible que las teorías
experimenten su propia historicidad. En los nuevos contextos de las
experiencias sociales emergerán nuevas teorías, sobre todo importan
las críticas.

Con esto no se dice que lo nuevo es mejor que lo antiguo, de


ninguna manera, tampoco en lo que respecta a las teorías. Las
teorías tendrán que contrastarse con la experiencia y la “realidad”
histórica. Como apreciaba una de las tesis de Marx sobre Feuerbach,
que la “verdad” es un problema de la práctica; es en la práctica
donde se puede comprobar la validez de una teoría. Sin embargo,
hay gente que cree que la “verdad” es un tema de prestigio
institucional. Los advenedizos no pueden disputar ninguna validez, ni
cuestionar ninguna verdad. Lo que se ve claramente, que lo que está
en juego es otra vez el prestigio institucional y el poder de los
grupos, los círculos, las redes. Lo que se ha aprendido no puede ser
cuestionado. Lo que se repite en libros, lo que se comenta en
seminarios, congresos y foros, no puede ser interpelado. La “verdad”
está ahí, en los salones académicos, en los comentarios reiterados,
en los prestigios adquiridos, mejor si este prestigio está ligado a una
buena causa, y no hay mejor que la “revolución”. Sólo que esta
“revolución” ya fue hecha, ya aconteció. No se tienen que pasar el
trabajo de hacerla. Esto no se les ocurre, salvo en infladas
declaraciones o esmeradas denuncias. Ya se conocen los resultados
de las “revoluciones”; experiencias que ayudan a comprender los
límites, los desafíos, lo que no hay que repetir, lo que hay que
cambiar. Sin embargo, esta tarea no es la de los jueces defensores
de la “verdad” de la teoría. Tocar estos temas es como cuestionar la
teoría, el prestigio de las revoluciones, servir al enemigo, al
imperialismo. Esta comodidad intelectual es asombrosa. Se ha
resuelto el problema; el fracaso de las “revoluciones” se debe a
traiciones, a las campañas y boicot imperialista, a la falta de
disciplina, a problemas “ideológicos”. Lo que hay que hacer es hacerlo
mejor, repitiendo el guión. O, si se quiere, introduciendo variaciones
del nuevo siglo; pero, la convicción sobre lo mismo, la convicción de
la justeza de la teoría y la estrategia, no puede cambiar. Frente a
nuevas corrientes críticas, a nuevos movimientos sociales anti-
sistémicos, la tarea es de descalificarlos, denunciarlos de
inconsistentes, de dispersos, de incompletos, incluso de desvariados.
A sus expresiones teóricas descalificarlas, denunciarlas como

189
“posmodernas”, queriendo usar el término como calificativo de
desvarío, de excedencia juvenil.

Si revisamos la historia de las corrientes marxistas, sobre todo


teóricas, vemos que estas nuevas percepciones teóricas se han dado,
precisamente en la episteme marxista; sin embargo, han sido
rápidamente aisladas. Las corrientes teóricas que prosperaron
migraron a la academia. Allí encontraron refugio para desarrollarse;
sin embargo, se desconectaron de las masas, sobre todo del
proletariado. De las corrientes teóricas más sugerentes es
indudablemente la Escuela de Frankfurt, que incluso es el referente
de arranque y de irradiación a otras corrientes críticas no marxistas,
como lo que ocurre con las corrientes del pensamiento crítico francés
contemporáneo. Muchos de los temas que trabaja la filosofía crítica
francesa se encuentran en las investigaciones teóricas y trabajos de
Walter Benjamin, Teodoro Adorno y Max Horkheimer. Aunque las
teorías sobre la arqueología del saber, la genealogía del poder, la
hermenéutica de la subjetividad, las teorías nómadas, la teoría de la
deconstrucción, la teoría de la crítica de la economía política
generalizada, cobren autonomía y desplieguen sus propios recorridos,
desligados, aunque no del todo, del marxismo, no se puede olvidar
que la intuición del desplazamiento histórico y epistemológico se
encuentra en la Escuela de Frankfurt.

¿Cuál es la discusión?

Como se dice popularmente, antes de iniciar el debate, hay que


rayar la cancha. Más que poner las reglas del juego, es indispensable
saber qué se está discutiendo. Por un lado, cuáles son los referentes
de la discusión; por otro lado, cuáles son los argumentos que se
emplean. Para comenzar diremos que la primera pregunta que hay
que hacer es ¿si se acepta o no el referente o el conjunto de
referentes que sostienen o pueden sostener el concepto de
modernidad? En palabras más simples, pero, que no distinguen
referentes de discurso, la pregunta sería: ¿existe la modernidad? Una
cosa es la discusión entre los que aceptan que existe, que se da, esta
experiencia social que llamamos modernidad; otra cosa distinta es la
discusión entre los que la aceptan y los que no la aceptan. El debate
con los primeros es sobre la interpretación de esta experiencia
histórica y social llamada modernidad; el debate con los segundos es
sobre la condición o condiciones de la experiencia o las experiencias

190
sociales vividas históricamente, sobre si es o no modernidad u otra
cosa distinta. Cuando el referente del debate está claro, la discusión
puede comenzar; empero, cuando no lo está, la discusión nunca
comienza; es como una in-comunicación entre sordos y mudos. Sus
discursos sólo dan vuelta sobre sí mismos. Se encaracolan,
encontrando refugio en su propia concha, que les sirve de refugio
contra los peligros no sólo del mundo, sino del referente primordial,
llamado “realidad”.

Ahora bien, si se acepta este referente, que existe una


experiencia que da cuenta de la vertiginosidad de los
trastrocamientos y transformaciones, desatados por una forma de
sociedad o, si se quiere, modo de producción, entonces no hay por
qué no aceptar que esta modernidad cambie, dado que su dinámica
inherente es precisamente el cambio. La modernidad no puede dejar
de cambiar, pues precisamente es eso, cambio contante,
permanente. Sería un contrasentido pretender hablar de modernidad
y quitarle su condición fundamental, que cambia, que es cambio, que
se trasforma y se trastoca. Empero, parece, que hay quienes
postulan esta clase de contrasentidos, que pretenden sostenerlos y
repetirlos, a pesar de ello mantenerse en la discusión, pretendiendo
sostener que hay modernidad, empero ésta no ha cambiado desde
que se ha iniciado, que sus características siguen siendo las mismas
que en la época de Marx.

La supuesta discusión sobre “posmodernidad” tiene que ver con


esta in-comunicación, esta confusión. Quienes acusan de
“posmodernistas” a corrientes teóricas distintas, que dan cuenta de
los cambios habidos en la modernidad, lo que en el fondo dicen es
que la modernidad no ha cambiado. Esta posición insostenible, salvo
por sus pretensiones, se hace mucho más vulnerable cuando se trata
de atacar a la crítica de la modernidad, comprendiendo todos sus
cambios, todos sus ciclos, sobre todo los contemporáneos. Esta
conducta muestra que no se acepta la crítica. Llama la atención que
lo hagan quienes se autonombran como “marxistas” o defensores del
“marxismo”. No se dan cuenta que esta conducta los aleja de Marx y
los acerca a los que crítica Marx, al objeto de la crítica de Marx, que
es precisamente un orden dado, un estado de cosas, una
institucionalidad, una estructura de dominación, un modo de
explotación, que no es otra cosa el modo de producción capitalista.

Si se acepta que hay algo llamado modernidad, podemos partir,


más o menos, de que la modernidad ha abarcado el mundo o, si se
191
quiere, el mundo ha sido construido por esta expansión de la
modernidad. Entonces todos somos modernos desde un determinado
momento o lapso, ya sea el siglo XVI o después. En ese sentido Marx
era moderno, empero no modernista; al contrario, se lo puede
considerar crítico de la modernidad, soslayando su apego a cierta
apología del desarrollo de las fuerzas productivas. De la misma
manera, a quienes llaman “posmodernos”, los que pretenden
sostener que la modernidad no cambia, que es algo como decir que la
modernidad no es moderna, son, en su mayoría, críticos de la
modernidad, críticos de las formas cambiantes de la modernidad,
incluyendo, si se quiere, aquella forma que se llama
“posmodernidad”. Tengan o no razón estos críticos de la modernidad,
que también pueden considerarse como críticos de la
“posmodernidad”, que sería la condición actual de la modernidad, no
pueden ser llamados “posmodernistas”, de la misma manera que
Marx no podría ser llamado modernista, aunque sea un hombre
moderno.

Los descalificadores de los llamados “posmodernos” no tienen el


cuidado de distinguir estas notorias diferencias; una cosa es ser
moderno y otra cosa crítico de la modernidad; una cosa es ser
“posmoderno” y otra cosa crítico de la “posmodernidad”. Todo está
metido en una misma bolsa y revuelto. Esta confusión es la que
permite la efectuación de una diatriba descalificadora, que no es otra
cosa que regresión “ideológica”, que no es tampoco otra cosa que
represión política, como también defensa del orden y de la
institucionalidad. Ahora hecha a nombre de la teoría consagrada y de
la “revolución” institucionalizada. No hay pues ningún debate,
ninguna discusión. Lo que hay es un ataque institucional usando
todos los medios burocráticos, institucionales, comunicativos, todos
los prejuicios al alcance de la mano. Arengando contra el público a la
caza de brujas97.

Una vez que se tenga claro el referente y la relación con el


referente. En el primer caso, que existe la modernidad, entonces, de
lo que se trata es debatir las interpretaciones de la modernidad; en el
segundo caso, que una cosa es ser moderno y otra crítica de la
modernidad, entonces, se trata de debatir el alcance de la crítica. Si
ambos puntos de partida están claros, se puede iniciar el debate.

97
Ver de Silvia Federici Calibán y la bruja. Mujeres, cuerpo y acumulación originaria. Tinta Limón; Buenos
Aires 2010.

192
El debate

La pregunta es: ¿si hubo un desplazamiento “estructural” en la


contemporaneidad como para hablar de un cambio sustancial de la
modernidad? Que no es lo mismo que preguntarse sobre la
pertinencia de las corrientes teóricas de la nueva crítica, pues hay
varias y distintas. No se trata tanto de concentrarse, aunque esto
también haya que hacerlo, en el cambio discursivo, en la
transformación de la formación discursiva y de la formación
enunciativa, en el cambio teórico, como en el cambio y la
transformación del referente, en la experiencia misma de la
modernidad. Primero hay que dar cuenta de esta materialidad
histórica y social, después de las expresiones que ocasiona, de las
formaciones expresivas. Los descalificadores de estas nuevas
corrientes críticas se obsesionan en los cambios de discurso, en las
nuevas tesis, descuidando lo más importante, las transformaciones
estructurales de la modernidad. Sobre todo se han mostrado
patéticamente conmovidos ante la tesis de Françoise Lyotard sobre la
muerte de las grandes narrativas98. ¿Qué entienden por esto? ¿Son
defensores de las grandes narrativas? ¿De cuáles? ¿Están en contra
de las nuevas narrativas, que supuestamente son mas bien
fragmentadas y con menores pretensiones, no-universales? ¿Qué es
lo que defienden, fuera de su declarada pretensión de defender el
“marxismo”? ¿Qué entienden por “marxismo”? Son estas preguntas
las que hay que abordar antes de tratar con la argumentación vertida
por los defensores de la “modernidad”.

Los acontecimientos dados después de la segunda guerra


mundial, teniendo en cuenta la dramática experiencia de esta guerra,
nos muestran la conformación de otro mundo, que si bien es parte de

98
Ver de Françoise Lyotard ¿Qué era la posmodernidad? En El debate, modernidad, posmodernidad.
Compilación de Nicolás Casullo. Ediciones El Cielo por Asalto; Buenos Aires 1993. También ver la
Posmodernidad, donde escriben Hal Foster, Jürgen Habermas, Jean Baudrillard, Douglas Krim, Kenneth
Frampton, Frederic Jameson, Rosalind Krauss, Craig Oens, Edward W. Said, Gregory L. Ulmer. Libro
compilado, seleccionado y prologado por Hal Foster. Kairos; México 1988. El título original en inglés es
sugerente: The Anti-aesthetic: Essays on Postmodern Culture. También revisar de Françoise Lyotard El
Entusiasmo. Crítica kanteana de la historia. Gedisa; Barcelona 1987. Título original: L’enthousiasme.
Éditions Galilée; París 1986. Ver también del mismo autor Lo inhumano donde se deslinda del concepto
de “posmodernidad”. Manantial; Buenos Aires 1998. Así también el libro de Gianni Vattimo El fin de la
modernidad. Nihilismo y hermenéutica en la cultura posmoderna; texto de carácter más filosófico.
Gedisa; Barcelona 1986. Sobre la experiencia misma de la hiper-realidad, ver de Jean Baudrillard De la
seducción. Cátedra; Madrid 1989.

193
la continuidad del capitalismo monopólico y financiero, llamado
imperialismo, que desencadenó la primera y la segunda guerras
mundiales, configura una discontinuidad notoria: la aparición de dos
súper-potencias, que Mao Zedong llamó imperialismos, el
imperialismo capitalista y el social-imperialismo. La bipolaridad de la
dominación del mundo. Estamos hablando de un mundo cuya
virtualidad de la tercera guerra es nuclear, comprometiendo la
supervivencia humana. Estamos también hablando de un mundo que
experimenta una revolución científica-tecnológica-comunicacional-
cibernética continua. Un mundo unificado por las organizaciones
internacionales, comenzando por Naciones Unidas, donde el grupo de
decisión quedó a cargo de los aliados, los vencedores de la segunda
guerra mundial, incluyendo a China, otra potencia nuclear. Hablamos
también de un mundo conformado por las nuevas naciones y los
nuevos estados liberados del colonialismo, aunque no de la
colonialidad. Hablamos de un planeta descrito como conformado por
tres mundos; el primero, de los llamados países desarrollados; el
segundo, de los países que no habrían completado todavía su
desarrollo; el tercero, por países en desarrollo. Un mundo, entonces
tripartito, donde se cuenta con la experiencia del socialismo real. Un
mundo donde las empresas trasnacionales adquieren dimensiones
monstruosas, oligopólicas, articuladas con el sistema financiero
internacional, unificado y dominante.

Pretender que este mundo es el mismo que el anterior a la


segunda guerra mundial es no otra cosa que un anacronismo
desatinado. Si bien no todos los “modernistas” comparten este
criterio, débil e insostenible por cierto, pues hay los que asumen las
consecuencias de esta historia de la segunda mitad del siglo XX.
Estos últimos observarían la narrativa “posmoderna”, la explicación
“posmoderna” de estos eventos cruciales. Consideran que hay que
defender los logros de la modernidad, además de mantener las
explicaciones y teorías universales. Sin embargo, si se acepta las
transformaciones habidas en la segunda mitad del siglo XX, por lo
menos habría que aceptar también cambios en las explicaciones, en
las teorías universales, aunque se mantengan las “grandes
narrativas”. En este caso, lo que llama la atención es la escasa
incidencia y preocupación por revisar las “grandes narrativas”, las
teorías universales. En ambos casos se nota inclinaciones
conservadoras, aunque en el primer caso este conservadurismo sea
patético.

194
En la segunda mitad del siglo XX se dan la guerra de Corea
(1950-1953), la guerra de la independencia de Argelia, la revolución
cubana (1959-1960) y la guerra del Vietnam, se da también la
ocupación del Soviet de Hungría por el ejército rojo soviético de
Moscú, así mismo se da la ocupación militar por parte del Pacto de
Varsovia de Checoslovaquia, donde resurgía el entusiasmo
revolucionario, recuperando las iniciativas sociales, juveniles, críticas,
intelectuales y artísticas. Otra vez una revolución cultural. Estas
experiencias y estos acontecimientos son, como dice Badiou, las
verdades que acontecen en esta etapa de la historia, forman parte de
la memoria del ser, son verdades existenciales que constituyen al ser.
Estos sucesos y eventos cruciales no sólo muestran un mundo
cambiado, una modernidad diferente, sino que la “revolución” no ha
concluido; sigue siendo una tarea pendiente. Este es el sentir de la
revolución cultural china (1966-1976) y de la revolución cultural
mundial (1968), de acuerdo a Immanuel Wallerstein. Vamos a
detenernos en la revolución cultural, pues este parece ser el
acontecimiento que marca el desplazamiento epistemológico dado en
la modernidad, en la segunda mitad del siglo veinte.

La revolución cultural

Como dijimos en otros escritos, la revolución cultural es una


revolución en la revolución99. Se trata de iniciativas críticas
movilizadas para desbloquear los obstáculos que impiden al avance
de la revolución, sobre todo enfrentándose al esclerotizado partido-
Estado, convertido en el principal freno. Partido-Estado burocratizado,
que se arroga la representación de las masas, del proletariado, de los
campesinos y de los estudiantes, del pueblo emancipado. Partido-
Estado, en parte comprometido con la continuidad del capitalismo por
otras vías, las vías burocráticas, las vías del capitalismo de Estado. En
la revolución cultural están comprometidos los estudiantes, los
guardias rojos, parte del proletariado, una parte minoritaria del
partido-Estado, incluyendo al mismo Mao Zedong. Se lleva el debate
a las calles y a las plazas, se toma instituciones públicas, se presenta
a los burócratas al escarnio, invistiéndolos de bonetes y orejas de
burro. Se usa el mural como medio de expresión, comunicación,
denuncia, también como medio estético popular. El debate, la

99
Ver de Raúl Prada Alcoreza Horizontes de la descolonización. Abya Yala; Quito 2013. Horizontes
nómadas, Dinámicas moleculares; La Paz 2012, 2013.

195
movilización, los problemas de la revolución se hacen conocer
públicamente; se abren espacios para la participación y el
involucramiento; están convocados el proletariado, los campesinos, el
ejército, el mismo partido-Estado. El enfrentamiento con los
conservadores llega al extremo de la posibilidad de la guerra civil; es
cuando, el partido decide la reunificación de las fuerzas encontradas,
cuando Mao Zedong busca a la vez mantener el partido-Estado,
aunque cambiarlo hasta dónde se pueda, logrando, hasta donde se
pueda, la profundización de la revolución, sobre todo en los términos
de la revolución cultural. Sin embargo, en la convulsionada China
Popular, Mao Zedong no logra alcanzar estos objetivos; el
preponderante sector conservador del partido-Estado termina de
imponerse. Esperando la ocasión, en plena revuelta, moviliza al
ejercito que controla, a las milicias rurales, a parte del proletariado
que controla, logra aislar a los rebeldes, tomando presos a los líderes
de los guardias rojos; por último decide tomar las universidades,
ocupándolas con contingentes del proletariado convocado. La
revolución cultural, la revolución en la revolución, es un intenso
intento movilizado de cambiar el curso burocrático y conservador que
tomó la revolución.

La vinculación entre esta revolución cultural china y la


revolución cultural mundial de 1968 es grande. A propósito Badiou
escribe:

La “Revolución cultural” tiene por imagen oficial, tanto en China


como en Francia, diez años (1965/1976) de caos sangriento
ocasionados por feroces luchas por el poder. Las violencias,
especialmente ejercidas por una juventud liberada a la pasión de la
Historia, fueron en efecto anárquicas y extremas. Pero lo que nos
interesa es el enigma de una “revolución” en donde todo un Partido-
Estado por entero se expone, en suma voluntariamente, a una suerte
de destitución popular. Tentativa que, desde el interior de un
pensamiento del Partido, propone fragmentariamente un modo de
existencia de la política, singularmente obrera, librada del Partido.
Revolución en suma a la vez “del” Partido y “contra” el Partido.
Empleemos la palabra de Lacan: éxtima. Exterior e íntima,
simultáneamente. Y sin duda, fracasando en el ser, apertura de la
época de las políticas “sin partido”100.

Las movilizaciones estudiantiles y obreras de 1968 en Francia,


las estudiantiles en el resto del mundo, abarcando universidades
norteamericanas y a la gigantesca movilización estudiantil mexicana,

100
Alain Badiou: La revolución cultural. ¿La última revolución? Les conférences du Rouge-Gorge.

196
masacrada sangrientamente en la plaza de Tlatelolco, configuran el
mapa de la revolución mundial, de la revolución cultural mundial,
interpretada como tal por Wallerstein. Que esta revolución haya
fracasado o, si se quiere, haya sido interrumpida, no quiere decir, de
ninguna manera, que no ha existido. Se ha dado y al darse, como
acontecimiento, es una verdad, en el sentido de Badiou. Esta
revolución cultural se convierte en el referente del desplazamiento
político y epistemológico de la contemporaneidad. En relación a esta
experiencia se reordenan conmociones teóricas que se dieron con
cierta anterioridad, convergen al espesor de las nuevas emergencias
teóricas críticas. La episteme de la modernidad se conmueve, no
solamente se fisura, sino que se quiebra, dándose lugar a una
episteme plural, heterogénea, que reconoce heterogéneas
modernidades, dándose lugar a una episteme de la complejidad, que
concibe y conceptualiza las simultaneidades, las yuxtaposiciones, los
abigarramientos, las mezclas, que comprende lo diverso y diferencial.
Una episteme de la subversión de los saberes y de los cuerpos, donde
lo ancestral se actualiza, lo colectivo se revela como substrato
condicionante, donde el intelecto general evidencia su omnipresencia,
donde la física devela la dinámica del espacio-tiempo curvo y las
otras gravitaciones, la de la relatividad y la de la cuántica, donde la
biología destaca la vida como inteligencia y memoria.

Negar estos desplazamientos históricos, políticos, culturales y


epistemológicos, es develar los más recalcitrantes conservadurismos.
Es como comportarse de la misma manera que los inquisidores
juzgaban a Copérnico, defendiendo la cuestionable teoría de Tolomeo.
En definitiva, es defender la institucionalidad, es decir, el poder,
contra las nuevas interpelaciones, contra las nuevas formaciones del
contra-poder. La ironía de la historia juega malas pasadas; los
autonombrados “marxistas” se han convertido en los mejores
defensores del poder y del capitalismo. Estos “marxistas” que se
invisten del ropaje de las revoluciones pasadas, sin conllevar las
pasiones que las desató, usan esta investidura para reprimir,
descalificar, contener o, mejor destruir, las nuevas versiones de la
crítica, de la movilización y de las rebeliones contra el poder, contra
la colonialidad, la modernidad y el capitalismo. Estos “marxistas”
están muy lejos del perfil de Karl Marx, quien, en su tiempo fue
irreverente, transgresor, crítico radical, ocasiono un desplazamiento
filosófico, politico y epistémico, en relación a la ciencia de su
momento.

En Bolivia se puede anotar, por lo menos dos acontecimientos


de importancia, entre otros; la guerrilla del Che, que se da a los fines
de la década de los sesenta; la emergencia del movimiento katarista,
que se da en la segunda mitad de la década de los setenta. Ambos
acontecimientos modifican el panorama político boliviano, cada uno

197
de estos eventos irradiando y afectando a su manera. Sobre todo la
emergencia del movimiento político y cultural katarista va inaugurar
un nuevo ciclo de luchas anticoloniales en Bolivia. Estas irrupciones
histórico-políticas requieren ser analizadas, se debe atender su
impacto y sus repercusiones en las transformaciones subjetivas y del
periodo. Con la guerrilla del Che lo que ha hecho el “marxismo”
burocrático es apología y publicidad; empero, no se ha detenido a
analizar críticamente y reflexionar sobre este acontecimiento, sobre
todo sobre la huella y escritura geográfica de la guerrilla101. En
relación al acontecimiento de la emergencia katarista, Javier Hurtado
Mercado hace una exhaustiva investigación, donde describe la
generación, la conformación, la consolidación y despliegue del
katarismo102. En relación a esta irrupción indígena, el “marxismo”
burocrático quedó mudo, no dice nada, como si no hubiera existido,
salvo algunas murmuraciones. Son estos acontecimientos, entre
otros, los que configuran el espacio-tiempo de una formación social,
en este caso, la boliviana; tienen que ser tomadas como verdades, en
el sentido de Badiou, que efectúan pliegues en el ser, en la memoria
y la inteligibilidad del ser, usando este concepto ontológico, empero
críticamente. Son las transformaciones en las estructuras y
composiciones de la formación social, lo que provoca desplazamientos
epistemológicos en las formaciones discursivas y en las formaciones
enunciativas, que buscan interpretar la experiencia histórico-política
vivida. No atender estos cambios es como quedarse a rumiar
anacrónicamente textos sagrados, que no tienen incidencia en los
acontecimientos políticos, sociales, económicos y culturales, que el
sentido común llama “realidad”.

Desplazamientos epistemológicos

Ahora nos ocuparemos de las formaciones enunciativas, de las


formaciones discursivas, de las formaciones expresivas que se cruzan
con los movimientos histórico-políticos antes mencionados. No
decimos que son las expresiones teóricas de estos movimientos, sino
que, en otro ámbito, diremos teórico y filosófico, para facilitarnos la
descripción, también se producen desplazamientos de la época. Parte
de estos desplazamientos teóricos no están directamente
involucrados con los sucesos comentados, aunque sí con la
conmoción general de los periodos; otra parte de los desplazamientos

101
Ver De Raúl Prada Alcoreza Huella y escritura de la guerrilla del Che. Revista de Ciencia y Cultura;
Universidad católica Boliviana.
102
Ver de Javier Hurtado Mercado El Katarismo. Hisbol; La Paz 1986.

198
teóricos se siente involucrada con estos sucesos y trata de responder
al desafío de interpretarlos. Uno de los teóricos más connotados de la
Escuela de Frankfurt, Jürgen Habermas, de las siguientes
generaciones, posteriores a Horkheimer y Adorno, hace un balance
de estos movimientos teóricos, en un libro que titula El pensamiento
pos-metafísico. Es una de las pocas conexiones entre “escuelas”
europeas contemporáneas del pensamiento crítico, la Escuela de
Frankfurt y el pensamiento crítico francés, además del pensamiento
analítico anglo-sajón. La descripción exhaustiva, que ofrece de las
corrientes teóricas contemporáneas, ayuda a contar con un panorama
adecuado para la discusión y balance sobre estos movimientos
teóricos y filosóficos. Sobre todo contando con la posición crítica en la
que se coloca Habermas respecto del pronunciamiento crítico francés.
Nosotros no nos vamos a poner a defender las corrientes críticas, de
las que se puede decir que somos afines, pues ellas se defienden por
sí solas. Los detractores de estas corrientes no las han estudiado,
tampoco las conocen; empero, se han apresurado llevarse por sus
prejuicios, asustados por sus propios fantasmas, descalificando con
tono de jueces a estas novedosas críticas. No formamos parte de
estas corrientes teóricas; sin embargo su estudio nos ha servido para
replantearnos la crítica en el continente de Abya Yala, remover
actualizando la crítica de-colonial a las formas de dominación y
dependencia imperantes. Consideramos que, lo que se llamó, en su
momento, la construcción de un pensamiento propio, de un
pensamiento crítico en el continente, pasa por el uso crítico de estas
teorías críticas, sobre la base de la propia arqueología de los saberes
continentales, la propia genealogía de los poderes locales y la propia
hermenéutica de la subjetividad. La compenetración con las luchas
indígenas, el estudio de los saberes ancestrales, el colocar como
referente histórico las luchas sociales de los pueblos del continente,
las luchas populares anti-imperialistas, las luchas proletarias
anticapitalistas, ha situado el suelo donde se fermenta y se forma
nuestra crítica. Reconocemos el valor instrumental e “ideológico” del
marxismo vital, del marxismo combativo, del marxismo crítico
reelaborado en nuestras tierras, que se encarnó en las luchas sociales
y produjo expresiones propias. Por el momento mencionaremos dos;
lo que David Sobrevilla llama marxismo de Mariátegui103; lo que
nosotros nombramos como marxismo de guardatojo104. En este
sentido, desconocemos el “marxismo” burocrático de los partidos,
también de las instituciones académicas, de toda una casta
intelectual que se inviste de “marxismo” en un claro y evidente juego
de poder.

Comenzando el balance, Habermas escribe:

103
Ver de David Sobrevilla El marxismo de Mariátegui y su aplicación en los siete ensayos. Fondo de
Desarrollo Editorial; Universidad de Lima. Lima 2005.
104
Ver de Raúl Prada Alcoreza Subversión comunitaria. Dinámicas moleculares; La Paz 2013.

199
Pese a todas las diferencias que enseguida se advierten cuando
se miran las cosas de cerca. Del flujo de pensamientos destacan
cuatro complejos que presentan perfiles bien diferenciados: la
filosofía analítica, la fenomenología, el marxismo occidental y el
estructuralismo. Hegel hablaba de «figuras del espíritu». Y esta
expresión parece imponerse también aquí. Pues en cuanto a una
figura del espíritu, se la logra reconocer en su incanjeabilidad y
carácter único y se la nombra como tal; ha sido ya también puesta a
distancia y condenada a perecer. Por este lado, esos «post» no son
sólo denominaciones oportunistas cortadas al uso de quienes a toda
costa quieren mantenerse a la última: como sismógrafos del espíritu
de la época hay que tomarlos también en serio105.

Al respecto, comenzando con las distinciones, debemos anotar


que Habermas habla de pos-metafísica, no de “posmodernidad”. Los
cuatro movimientos del pensamiento que señala Habermas son
marcadamente diferentes; no forman parte de un mismo
desplazamiento teórico. Según él la fenomenología y la filosofía
analítica son los que habrían dejado las huellas más profundas. Estos
movimientos teóricos arrancan de sus propias tradiciones, de sus
propias matrices teóricas:

Algunos títulos han cobrado el rango de documentos


fundacionales: los Principia Ethica de G. E. Moore y los Principia
Mathematica de Russell y Whitehead, por un lado, y las
Investigaciones Lógicas de Husserl, por otro. Los trechos entre el
Tractatus de Wittgenstein y sus Investigaciones Filosóficas, o
entre Ser y Tiempo de Heidegger y su Carta sobre el Humanismo
marcan puntos de inflexión. Los movimientos de pensamiento se
ramifican: la filosofía analítica del lenguaje, por las sendas de una
teoría de la ciencia y de una teoría del lenguaje ordinario. La
fenomenología cobra latitud en sus corrientes antropologizantes y
profundidad en sus corrientes ontologizantes, a la vez que por ambas
vías absorbe y mantiene actualidad existencialista. Mientras que la
fenomenología - tras su última jornada productiva en Francia (Sartre,
Merleau-Ponty) -, por así decirlo, se dispersa, en los decenios
siguientes a la Segunda Guerra mundial cuando la filosofía analítica
cobra su posición imperial que sigue afirmando hasta hoy con Quime
y Davidson106.

Esta tradición desemboca en el historicismo de la filosofía


empirista de la ciencia con Kuhn y en el contextualismo de una
filosofía pos-analítica del lenguaje con Rorty. En cambio concurren

105
Jürgen Habermas: El pensamiento pos-metafísico. Taurus, Alfaguara; México 1990. Pág. 14.
106
Ibídem: Pág. 14.

200
otras transformaciones con las otras vetas del pensamiento crítico
contemporáneo. Habermas dice que:

Un tipo muy distinto de pensamiento es el que encarnan el


estructuralismo y el marxismo occidental. Mientras que el primero
recibió sus impulsos totalmente de fuera (de la lingüística de
Saussure y de la psicología de Piaget), el marxismo occidental (con
Lukács, Bloch y Gramsci) desliga el pensamiento de Marx de la
economía política y, en términos hegelianizantes, lo devuelve a la
reflexión filosófica. Pero ambos movimientos emprenden un camino
qué los conduce por las ciencias del espíritu y las ciencias sociales
antes de que la semilla de las ideas especulativas con que se iniciaron
acabara fructificando en el arriate de la teoría de la sociedad107.

Habermas considera que se produce una simbiosis entre


marxismo y psicoanálisis, simbiosis propugnada por el Instituto de
Investigación Social de Frankfurt. El estructuralismo se difunde, de
una manera radial, con la crítica de la ciencia de Bachelard, de la
antropología de Lévi-Strauss y el psicoanálisis de Lacan.

Mientras que la teoría marxista de la sociedad, en la forma que


cobra en la Dialéctica Negativa de Adornó, acaba reconvirtiéndose en
filosofía pura, el estructuralismo sólo desemboca de lleno en el
pensamiento filosófico en aquellos autores que pretenden superarlo:
en Foucault y Derrida108.

Habermas encuentra que son cuatro los motivos que


caracterizan la ruptura con la tradición, de la que vienen estos
movimientos teóricos: el primer motivos es el pensamiento pos-
metafísico, el segundo motivo es el giro lingüístico, el tercer motivo
es el carácter situado de la razón, y el cuarto motivo es la inversión
del primado de la teoría sobre la praxis, que también nombra como
superación del logo-centrismo. Considera que el pensamiento pos-
metafísico desmorona el concepto enfático de teoría, que pretendía
hacer inteligible no solamente el mundo de los humanos, sino, así
mismo las estructuras inherentes de la naturaleza. La racionalidad
procedimental de la ciencia será la encargada de atribuir sentido a
una proposición discursiva. La filosofía deja de ser de la consciencia
para ser del lenguaje. El lenguaje cobra primacía, autonomía y define
una problemática propia, dejando ser un mero instrumento. Las
relaciones entre lenguaje y mundo, entre discurso y estado de cosas
disuelven las relaciones sujeto-objeto. Las operaciones constituidoras

107
Ibídem: Pág. 15.
108
Ibídem: Pág. 15.

201
de mundo pasan de la subjetividad trascendental a ser estructuras
gramaticales. El trabajo reconstructivo de los lingüistas sustituye al
método filosófico introspectivo.

Así, no solamente la filosofía analítica y el estructuralismo se


crean una nueva base metodológica, sino que también desde la teoría
del significado de Husserl se tienden puentes hacia la semántica
formal, e incluso la Teoría Crítica de la Sociedad se ve, finalmente
alcanzada por el giró lingüístico109.

Recurriendo a la finitud, a la temporalidad y a la historicidad, la


fenomenología de orientación ontológica acaba también
desposeyendo a la razón de sus atributos clásicos. El sujeto
trascendental ha de realizarse en la práctica del mundo de vida, ha
de encarnarse en las materializaciones históricas. En tanto que la
fenomenología de orientación antropológica incorpora el cuerpo, la
acción y el lenguaje como contenidos primordiales de su reflexión.
Todos estos movimientos teóricos desmitifican a la razón colocándola
en los procesos operativos donde efectivamente se realiza.

En el balance Habermas encuentra nuevas verdades, pero


también nuevas limitaciones. La filosofía baja del escenario, deja su
privilegio cognitivo, convirtiéndose en una disciplina especializada.
Empero se ha caído en un exacerbado cientificismo. El giro lingüístico
ha colocado a la filosofía en un suelo más firme y la ha liberado de las
aporías de la filosofía de la consciencia. Empero, ha autonomizado al
lenguaje otorgándole una condición ontológica, transfigurando las
mudanzas lingüísticas en poiético acontecer esencial protagonizado
por un incierto poder originario. La radicalización de la crítica de la
razón le ha quitado su aureola mística, liberando sus potencialidades
múltiples, efectivas y operativas, retomando su papel de guardiana
de la racionalidad. Convierte al entendimiento en racionalidad
instrumental; sin embargo, equipara a la razón a la represión,
buscando refugio en figuraciones fatalistas o extáticas, como en lo
absolutamente otro. Al restablecer la relación entre teoría y praxis,
ha mostrado claramente que la teoría no es independiente, que las
pretensiones de validez dependen de una correspondencia, que se
encuentra más allá de las oraciones asertóricas; empero, ha
reducido la praxis al concepto de trabajo, ocultando las conexiones
que se dan entre el mundo de vida, simbólicamente estructurado,
acción comunicativa y discurso.

Hoy, en una situación que se ha vuelto inabarcable, se perfilan


nuevas convergencias. Sólo que todo ello no debería hacernos olvidar
que la disputa sigue siendo en torno a temas que no envejecen: la
disputa en torno a la unidad de la razón en la pluralidad de sus
109
Ibídem: Pág. 17.

202
voces; la disputa acerca de la posición del pensamiento filosófico en
el concierto de las ciencias; la disputa acerca de esoterismo y
exoterismo, de ciencia especializada e ilustración; la disputa, en fin,
en torno a los límites entre filosofía y literatura. La ola de
restauración que viene arrollando al mundo occidental desde hace
más de un decenio, incluso ha vuelto a sacar a flote un viejo tema
que ha venido acompañando desde siempre a la Modernidad: el del
remedo de sustancialidad que representaría la tentativa que hoy se
registra de renovar una vez más la metafísica110.

Este balance parece apropiado como punto de partida, sin


necesidad de compartir en todo con el mismo. Sobre todo interesa la
valoración que hace, de estos desplazamientos teóricos
contemporáneos, el pensador de la teoría de la acción comunicativa,
además de definir los límites que encuentra en estas corrientes
teóricas actuales. Como se puede ver no es un texto apologético, mas
bien, es crítico con estas corrientes. De entrada se nota las grandes
diferencia con el discurso de los descalificadores, que a lo que se han
inclinado es a la diatriba, no al debate, menos a la reflexión. Del
balance hecho por Habermas podemos sacar algunas conclusiones
iniciales. Primero, no se trata de una corriente aislada, a la que puede
encapsularse bajo el seudónimo de “posmodernismo”; se trata de un
conjunto de desplazamientos teóricos que concurren en la segunda
mitad del siglo XX, aunque puedan haber emergido antes. No son
corrientes asimilables a ninguna homogeneidad teórica, al contrario,
se trata de disímiles elaboraciones críticas, que, empero, comparten
su desligue de la metafísica, por lo menos de lo que fue
tradicionalmente la metafísica. No se oponen a la razón, sino que
encuentran múltiples racionalidades operativas. Ya no se trata del
sujeto, sea este trascendental o no, no se trata de consciencia, sino
de efectos discursivos, de efectos prácticos, de posicionamientos en
los espacios de las luchas. También podemos obtener conclusiones
críticas. Exagerando un poco, buscando figuras contrastantes,
diríamos que, el pensamiento pos-metafísico habría sustituido a la
filosofía por la ciencia, usando a la ciencia como referente de un
nuevo discurso especulativo, donde desaparece la unidad del mito y
se obtiene la diseminación de la pluralidad. O, en otro estilo,
obteniendo la figura hermética e inalcanzable de lo alterativamente
otro. Así como habría reducido la complejidad de la praxis a la
simplicidad del trabajo, convirtiendo al mundo en un mundo del

110
Ibídem: Pág. 19.

203
trabajo. Esta última conclusión no sería compartida por nosotros,
pues precisamente una de las corrientes o movimientos de este
pensamiento, apunta su crítica a este reduccionismo. Hablamos de
Jean Baudrillard111. En todo caso, dejaremos así las primeras
conclusiones relativas al balance de este pensamiento crítico de la
modernidad.

La competencia intelectual

Antes de seguir, algo que habría que dejar en claro es tratar de


ubicar el escenario de dónde se da esta discusión sobre
“posmodernidad”. De principio a fin, esta discusión es un debate
académico. Más que eso, concretamente, aparece como debate entre
sectores de influencia de las universidades. Hablamos de esas
gigantescas universidades europeas y norteamericanas, que cuentan
con más presupuesto, cada una de ellas, que la mayoría de los países
de la periferia del sistema-mundo capitalista. Allí, sobre todo en
Norteamérica, se da como una guerra soterrada entre corrientes
teóricas, en el campo de las llamadas ciencias sociales y ciencias
humanas. En parte, puede describirse esta pugna, entre “marxistas”
y “de-constructores”, llamados también “posmodernos”. La pelea es
no solamente en el sentido de las pretensiones de validez, como diría
Habermas, sino por espacios de influencia y control; es decir, por
espacios de poder. Se puede decir que la pelea es implacable; se
juegan presupuestos de investigación, de publicación y de cátedra.
Desde América Latina y el Caribe, sobre todo desde un país tan pobre
de recursos académicos como Bolivia, resulta un tanto incomprensible
entender esta pelea académica. Uno se pregunta: ¿Por qué la
deconstrucción, que para nosotros, por lo menos para los que usamos
a Jacques Derrida, que es un método hermenéutico, propuesto por el
filósofo francés, judío argelino, puede llegar a ser un oponente del
marxismo, que es, en todo caso una teoría crítica del capitalismo, y
se mueve en las dimensiones histórico-política-económicas? No se
puede comprender esta guerra soterrada de profesores, más aún
cuando el mismo Jacques Derrida se declara anti-imperialista, anti-
capitalista, llegando al extremo de ser anti-moderno. Se entendería el
debate teórico sobre la lengua, el lenguaje y la escritura, entre
distintos cuerpos teóricos, que se ocupan precisamente de estos

111
Jean Baudrillard en el Espejo de la producción hace esta crítica al marxismo, concretamente a la
crítica de la economía política. Gedisa 1996; Barcelona.

204
temas, la lingüística, la filología, la crítica literaria. Esto no ocurre, la
mayoría de los lingüistas toma en serio las interpretaciones de
Derrida, estén o no de acuerdo, salvo Noam Chomsky, que vierte
calificativos duros sobre este autor, sin llegar a discutir con sus
textos, solo de pasada y contando con versiones de otros. Al
respecto, lo primero que hay que diferenciar es eso que se llama en
Norteamérica “deconstrucción”, “de-constructivismo”,
“posmodernismo”, de lo que hace el autor de referencia o lo que
hacen los autores de referencia, franceses. Es muy difícil clasificar a
Derrida de “deconstructivista”, pues la deconstrucción es uno de los
métodos hermenéuticos que utiliza en sus interpretaciones y análisis
de textos. Las tesis sobre la escritura, que se encuentran en De la
gramatología112, no son propiamente de la “deconstrucción”, abordan
un tema que interesa en Abya Yala, la escritura más allá de la
escritura fonológica, más allá de la concepción imperante en
“occidente” sobre escritura. La escritura como huella, como marca,
como inscripción, como espaciamiento, como cuerpo. Esta tesis
rescataría a la escritura como inscripción, rescataría la escritura de
los pueblos llamados, por la Europa de la ilustración, “pueblos sin
escritura”, por lo tanto “pueblos sin historia”. La crítica al fono-
centrismo, al logo-centrismo y al falo-centrismo se coloca como
crítica a la colonialidad del saber eurocéntrico y machista. Obviar
estos temas es colocarse del lado del imperialismo del saber
“occidental”, que no es otra cosa que la reiteración de lo que se ha
llamado la colonialidad del saber113, sustentada sobre la colonialidad
del poder114. Algunos intelectuales “progresistas” del norte
manifiestan su posición colonial cuando se tocan estos temas. No
basta ser anti-imperialista para llegar a ser anti-colonial. No basta
apoyar las luchas sociales para dejar de formar parte de la
fraternidad de los machos, la dominación masculina. Estos son temas
políticos candentes en Abya Yala y en la inmensa geografía de la
periferia del sistema-mundo capitalista.

Ciertos llamados “marxistas” buscan utilizar esta entreverada


disputa de profesores norteamericanos, buscando llevar agua a su
molino. Buscan defender posturas conservadoras, tanto por su
positivismo decimonónico, como por su “marxismo” burocrático de
partido, como su manifiesta colonialidad respecto a las luchas de las
naciones y pueblos indígenas, a las luchas de-coloniales, así como a

112
Ver de Jacques Derrida De la gramatología. Siglo XXI; México 1998.
113
Concepto elaborado por Estudios Poscoloniales, en los que se encuentra Walter Mignolo.
114
Concepto trabajado por Aníbal Quijano.

205
las luchas feministas. Equivocan el camino. Habría que leer, en todo
caso, la obra de Noam Chomsky, y averiguar si comparten con sus
interpretaciones, tanto en el campo lingüístico como en el campo
histórico y político. Se encontraran con muchas sorpresas, pues
Noam Chomsky no es asimilable al “marxismo” burocrático.
Independientemente de sus comentarios sobre la teoría francesa, que
no es agrupable a una sola composición, que parece no conocer,
tampoco comprenderla, como el mismo Chomsky reconoce, las
investigaciones lingüísticas de Chomsky pueden situarse en el
contexto de las corrientes investigativas y teóricas de las que
hablamos más arriba. La crítica al imperialismo que ha desplegado
consecuentemente a lo largo de varios años no se parece en nada a
la interpretación del imperialismo del “marxismo” burocrático. Lo
mismo podemos decir de su crítica al neoliberalismo; mucho más de
sus tesis sobre el Estado. Sus apreciaciones sobre el levantamiento
zapatista no podrían ser compartidas por los “marxistas” burocráticos
de partido.

Entonces, hay que entender el conflicto académico de las


universidades norteamericanas para poder situar este debate entre
“marxistas” y “deconstructivistas”. Podríamos estar más cerca de los
profesores marxistas, debido a sus posiciones anticapitalistas y anti-
imperialistas, además de su apoyo a las luchas de los pueblos de
Abya Yala. Podríamos estar más lejos de los llamados profesores “de-
constructivistas” por su alejamiento de las luchas concretas sociales,
incluyendo a las de los pueblos norteamericanos, a pesar de que
usemos a Derrida, no solo en el tema de la deconstrucción, sino en el
tópico de la escritura y en el penetrante análisis de las
subjetividades políticas. Tampoco reconocemos en los trabajos de los
profesores “de-constructores” norteamericanos al Derrida que
conocemos, estudiamos y usamos. No nos interesó, ni tampoco nos
interesa, declararnos “de-constructores” o “derridianos”; entendimos
que se trataba de usar críticamente ciertas teorías críticas, con el
objeto de construir un pensamiento propio, cuya matriz se encuentra
en la experiencia de lucha de nuestros pueblos.

Dicho esto, es indispensable situar también qué se debate en


Bolivia y en América Latina y el Caribe, entre quienes se debate. El
debate en Bolivia es sobre el proceso social, político y cultural,
desatado el 2000, cuya movilización prolongada llega al 2005. Los
desemboques de esta movilización fueron salidas electorales, el 2002
y el 2005, con su prolongación en el 2009. Entonces la movilización

206
se interrumpe y se conforman dos gestiones de gobierno. Por lo tanto
el proceso político abarca, además de la movilización social, dos
gestiones gubernamentales. Lo que está en debate es la
interpretación de este proceso, que por cierto no es reconocido como
tal por el “marxismo” burocrático, salvo por los “marxistas”
burocráticos asimilados al gobierno. Para el “marxismo” burocrático,
que se opone al gobierno, el proceso no existe o las luchas sociales
han sido traicionadas por el gobierno. Hay por lo menos dos
posiciones claras, encontradas, en su propia discusión y diferencias.
Algo que, empero, comparten, es que esto de luchas indígenas y
descolonizadoras divide al proletariado, al pueblo explotado; en todo
caso, es una influencia de ONGs o invento de “posmodernistas”, en
este caso, de bolivianos; compartiendo entonces el mismo prejuicio
del vicepresidente115.

Esta es la discusión real, no la de “posmodernismo” y


“modernismo”, como entiende una versión de los conservadurismos
recalcitrantes, autonombrado “marxismo”. No es la discusión Foucault
o Marx; en todo caso, habría que averiguar de qué Foucault hablan,
¿de la imagen que tienen sin haberlo leído?, también de qué Marx
hablan, sin haber estudiado toda su obra, tampoco la rica historia del
debate marxista y sus corrientes teóricas. Para nosotros la discusión
es colonialidad o descolonización; capitalismo o alternativa al
capitalismo; modernidad, entendida como la cultura global del
capitalismo, o alternativa a la modernidad; desarrollismo, como
ilusión extractivista de las élites, gobernantes y, por cierto, del
“marxismo” burocrático, o alternativa al desarrollo. Para nosotros lo
imperativo es continuar las luchas emancipatorias y de liberación de
nuestros pueblos, el proletariado, las mujeres, las subjetividades
diversas; continuar la lucha contra el imperialismo de carne y hueso,
no con la imagen que comparten el vicepresidente y los “marxistas”,
que es el fantasma del imperialismo de mitad del siglo XX. Para esto
se requiere reconocer las transformaciones experimentadas por el
sistema capitalista, el modo de producción capitalista, la economía-
mundo capitalista, el sistema-mundo capitalista. No quedarse con la
imagen del capitalismo del principio del siglo XX. Para nosotros la
lucha contra el capitalismo es también contra toda prolongación del

115
Revisar el libro de Álvaro García Linera Geopolítica de la Amazonia. Publicado por la Vicepresidencia
del Estado Plurinacional de Bolivia; La paz 2013. También como crítica a la geopolítica extractivista mi
libro Miseria de la geopolítica; Autodeterminación; La Paz 2013. Horizontes nómadas, Dinámicas
moleculares, Bolpress; La Paz 2013. También revisar el mismo autor Potencia social o poder; Dinámicas
moleculares; La Paz 2013.

207
modo de producción capitalista, que se ha dado en forma de
capitalismo de Estado, en su versión nacionalista o en su versión del
socialismo real. La lucha contra el capitalismo es también una lucha
contra la ilusión desarrollista; ilusión que legitima el modelo
extractivista colonial del capitalismo dependiente, destructor
ecológico por excelencia. Este es el debate.

Nuestra crítica al gobierno y al MAS es conocida. Este no es el


lugar donde la vamos a repetirla116. Lo que llama la atención del
“marxismo” burocrático, que se opone al gobierno, es la reiteración
de un mismo discurso que no ha cambiado desde 1946. Aquí también
hay dos versiones; una, la que dice que es un gobierno neo-liberal; la
otra, la que reconoce las diferencias con el gobierno neo-liberal,
empero considera que hay traición a la lucha social de parte de
gobierno populista, o identifica los límites del gobierno popular para
cumplir con las tareas “revolucionarias”. Como se puede observar,
hay ausencia de un análisis histórico y político de la coyuntura y del
periodo, así como del contexto de la formación social boliviana en el
momento actual. Esta ausencia es llamativa cuando estamos ante
personas que se reclaman formar parte de la perspectiva del
materialismo histórico. El análisis de la realidad específica o el
encuentro de lo concreto, en tanto síntesis de múltiples
determinaciones, como definía Marx a lo concreto, los llevaría a
identificar las relaciones coloniales, las relaciones relativas a la
colonialidad, sosteniendo éstas las relaciones capitalistas. Lo que a su
vez los llevaría a valorizar la prioridad de las luchas de los pueblos
indígenas, junto a la lucha del proletariado. Este análisis específico lo
hizo José Carlos Mariátegui, en su tiempo. Empero, Mariátegui es casi
un marxista solitario, pues el “marxismo” burocrático prefirió
ignorarlo, en cambio repetir esquemas generales de interpretación,
que valen para todos los lugares, por lo tanto, también para ninguno.
Este análisis lo hizo el marxismo de guardatojo, marxismo minero
combativo, precisamente en 1946; empero, este aporte quedó ahí,
varado en el tiempo, sin que la militancia se encargue de dinamizarlo,
actualizarlo, enriquecerlo, logrando la especificidad requerida en las
nuevas coyunturas y periodos, logrando comprender lo concreto
histórico, develando la variación de las múltiples determinaciones.
Mucho menos se hizo la autocrítica después de la derrota de la
Asamblea Popular (1971).

116
Ver de Raúl Prada Alcoreza Descolonización y Transición. También Defensa del “proceso” de cambio.
Así mismo, Reflexiones sobre el “proceso” de cambio. Bolopress, Horizontes nómadas, Dinámicas
moleculares; La Paz 2013.

208
Cerrando esta parte, diremos que, Marx, en su tiempo, uso a
los autores y corrientes teóricas, que parecieron indispensables en la
elaboración de su crítica a la economía política. ¿Por qué no podemos
nosotros usar críticamente a autores y corrientes contemporáneas,
que parecen apropiadas en la reelaboración de la crítica a la
colonialidad, del capitalismo, de la modernidad, en sus formas
concretas actuales? Esto es precisamente lo que le falta al llamado
“marxismo” de partido. Su militancia se ha encaracolado y se atiene a
rumiar los viejos textos sagrados, que lastimosamente lo hace en
fragmentos seleccionados en manuales. Hay excepciones, por cierto,
como en todo; empero, más que en otros caso, aquí, la excepción
confirma la regla.

Crítica al esquematismo maniqueo

Dedicado a Raquel Gutiérrez Aguilar,


guerrillera y combatiente comunitarista,
feminista y descolonizadora. Inventora de
Comuna, que fue producto de su pasión, su
dedicación, su convocatoria, así como de sus
jaladas de oreja. A esta luchadora indomable y
escritora desbordante.

“Jucio” maniqueo

Asistimos desde hace un buen tiempo a una reducción


juzgadora que llamaremos maniqueísmo. Decimos que se juzga, pues
se ha sustituido el análisis por el juicio, en el sentido de condena, no
en el sentido racional. Para este maniqueísmo el mundo se divide
entre buenos y malos, entre justos e injustos, entre realistas y
utopistas, entre amigos y enemigos; en fin, la lista puede ser larga.
Entonces los maniqueos se colocan del lado de los buenos, de los
justos, de los realistas, de los amigos; los demás son condenados. El
gobierno ha hecho gala de este maniqueísmo, llevándolo al extremo
de la vulgarización; la llamada oposición de derecha también lo hace,

209
reclamándose de institucionalista y defensora del Estado de Derecho;
incluso las izquierdas, sobre todo tradicionales, son maniqueas,
cuando anteponen su proyecto “revolucionario” como valedero,
desconociendo y desechando lo que ocurre efectivamente,
descalificando la crítica. Una de las formas de expresión del
maniqueísmo se muestra en la simple hipótesis de la teoría de la
conspiración; el supuesto es que hay grupos de conspiradores que
dirigen la historia; de aquí se deduce la conclusión de que hay
traidores; en nuestro caso se dice que hay traidores del “proceso” de
cambio. Entonces toda la explicación histórica se reduce a personas,
al problema de las personas, de lo que son y de lo que no lo son. Esta
explicación maniquea de la teoría de la conspiración se parece al
guión de una novela, pero sin los atributos literarios e intuitivos de la
novela.

El acontecimiento político es complejo, supone multiplicidades


de singularidades, por lo tanto de posibilidades; no puede reducirse a
la perspectiva insuficiente del realismo político, menos al cuento
sospechoso de la teoría de la conspiración. El decurso de un
“proceso” no depende de personas, de lo que hagan o dejen de
hacer, sino que se encuentra “producido”, por así decirlo, por
múltiples composiciones, juegos, interrelaciones, que podemos
identificar hipotéticamente como “estructuras”, puestas en práctica,
puestas en escena, alianzas, relaciones, intereses, conflictos. Dicho
en términos resumidos, no aconsejables para tratar la complejidad,
en relación a la incidencia en el “proceso”, nos enfrentamos a
“estructuras” y mapas institucionales, a subjetividades constituidas, a
relaciones enquistadas y dominaciones internalizadas. De lo que se
trata, con el objeto de incidir en el acontecimiento, es de desmantelar
estas composiciones, estas “estructuras”, estas instituciones, de
suspender las relaciones enquistadas, estas relaciones de dominación
internalizadas. Ahora bien, estas tareas no se efectúan solas, como
vanguardias incomprendidas, insufladas de gran voluntad. Las
incidencias son posibles si se logra compartir perspectivas críticas y
voluntades de cambio con los colectivos sociales, si se participa en las
dinámicas moleculares sociales, que son como la materialidad social e
histórica de la alteratividad y de creación de alternativas. De lo que
se trata entonces es de compartir, convivir, con las dinámicas
moleculares, buscando que su alteratividad micro-social, se convierta,
en un momento, en alteratividad molar, transformando las
instituciones y las “estructuras”, ocasionando nuevas composiciones a
escala molar.

210
¿Qué queremos decir con todo esto? Que los llamados
“procesos” políticos y sociales, encaminados a transformar, no se dan
por los buenos deseos de las vanguardias, ni tampoco como resultado
de una estrategia “revolucionaria”, se dan como acontecimientos en
momentos de crisis múltiple del Estado, de las representaciones, de
los valores institucionalizados, obviamente en el contexto de la crisis
orgánica del capitalismo, dependiendo de su ciclo vigente. Lo que se
experimenta como “proceso” es lo que compartimos como
acontecimiento; no se trata de que sea una condición dada, como en
el caso de las hipótesis del realismo político, sino de una complejidad,
la misma que hay que comprender y entender en sus dinámicas
moleculares y molares. Por lo tanto, no es, de ninguna manera,
pertinente, desentenderse del “proceso” experimentado, sino de
vivirlo plenamente buscando romper las resistencias y los obstáculos
históricos. Parafraseando nuevamente a Albert Camus, si las
“revoluciones” caen en la decadencia, sufrir con ellas, sufrir el
“proceso”, no alegrarse de su decadencia, sacando lecciones de esta
experiencia dramática. En otras palabras, de lo que se trata es de
prolongar su decurso, buscando la oportunidad de realizar sus
posibilidades y potencialidades.

El esquematismo “leninista”

Hay un maniqueísmo heredado en la izquierda tradicional, se


reclame leninista, trotskista, maoísta, hasta estalinista; este
maniqueísmo parte de dos reduccionismo evidentes. Uno de ellos es
reducir la historia a las leyes económicas, lo que hemos llamado
determinismo económico; considerar que la historia puede ser
interpretada “dialécticamente”; esto quiere decir, interpretar la
historia hegelianamente, como superación ininterrumpida de
contradicciones; en la hermenéutica marxista, “dialéctica” entre
fuerzas productivas y relaciones de producción. El otro reduccionismo
es reducir la historia a un mito moderno, el mito del partido; el de
que el partido “revolucionario” representa al proletariado, que es su
consciencia para sí realizada. Este mito supone una imagen
“metafísica” del proletariado; su referente no es el proletariado real,
diverso, disperso o concentrado, articulado a su devenir clase, por lo
tanto conectado por el tejido social de sus procedencias. Como dice
Antoni Gramsci, proletariado vinculado a su fragmento territorial de
clase. Este mito moderno supone que la historia está escrita; de
alguna manera hay que esperar o mejor ayudar a que se cumpla el
211
destino. La astucia de la historia cosiste en lo siguiente: la lucha de
clases, concepto que corresponde al conflicto social, a los
enfrentamientos y contradicciones sociales, desatadas desde la
víspera, la alborada y su época inaugurada y extendida de la
modernidad, es pensada como “dialéctica”, donde la superación de la
contradicción de clases se resuelve en el socialismo. Es decir, la
superación “dialéctica” (Aufhebung) de la contradicción de clase
principal, proletariado-burguesía, es el socialismo. La “dialéctica” de
la historia marcha a ese decurso. Lo que hace el partido es hacer de
partero.

La tesis leninista expresa claramente esta concepción de la


historia y del papel protagónico, de vanguardia, del partido. Como
dice Vladimir Ilich Lenin en el ¿Qué hacer?, la “ideología”
revolucionaria, es decir, la consciencia de clase, se introduce desde el
exterior de la clase, desde el partido, a una clase, el proletariado,
que, en su lucha espontánea, encuentra sus límites en las
reivindicaciones económicas. No accede a la lucha política, a la
consciencia política, sino a través del partido. El partido es para Lenin
la organización de los militantes profesionales, de los conspiradores
revolucionarios, de los intelectuales imbuidos de la “ideología”
revolucionaria. Ocurre como si el partido conociera la astucia racional
de la historia y empujara su decurso, ayudando a hacer emerger la
“revolución”. Este es el mito de Prometeo actualizado, modernizado.
Prometeo roba el fuego a los dioses para entregárselos a los
hombres. El partido bolchevique “roba” a la providencia de la historia,
que es la razón, su secreto, para entregárselo al proletariado. Sobre
este mito moderno, el del partido revolucionario, se ha dado lugar
una de las manifestaciones más patentes de lo que puede la
voluntad, la condensación de la voluntad, la organización de la
voluntad enfocada a la realización de un ideal. Al contrario de lo que
los bolcheviques creen, en el determinismo económico, en la astucia
de la historia, lo que ha mostrado la revolución de octubre es la
capacidad de la voluntad, la fuerza de la voluntad, además de
mostrar que la historia es una invención de la creatividad humana. Lo
grandioso de este acontecimiento, la revolución rusa, comprendiendo
su largo, mediano y corto ciclo, es mostrarnos de lo que es capaz la
intrepidez humana. Contra todo pronóstico marxista, por lo menos
del marxismo hasta la segunda internacional, del marxismo
“occidental”, la revolución proletaria se da en un país atrasado, como
llamaba Lenin, semi-colonial, de aplastante mayoría campesina. En
un territorio inmenso, conformado por las conquistas del imperio

212
zarista; geografía que corresponde al eslabón más débil de la cadena
de dominación capitalista, en su etapa imperialista. En otras palabras,
la revolución socialista se da a pesar de la ausencia de las
condiciones objetivas; débil composición industrial, herencia de lo que
se nombra como “despotismo” asiático, incumplimiento de tareas
democráticas, nacionalidades incorporadas al imperio. Como dijimos
en otro texto, la revolución se da contra la historia y contra la
realidad, como gasto heroico117.

Es difícil sostener que la revolución de octubre verifica las tesis


marxistas; en primer lugar, por qué estas tesis son variadas y
distintas. Empero, sólo quedándonos con las tesis leninistas; es difícil
sostener que la revolución de octubre es el resultado del asenso del
proletariado, asenso que corresponde a la “evolución” subjetiva de la
consciencia de clase, que implica pasar de la conciencia en sí a la
conciencia para sí, inoculada por el partido. La socialdemocracia, de
ese entonces, marxista, no tiene incidencia en la revolución de 1905,
que no deja de ser una revolución constitucional, una revolución
democrática, que, empero, no logra realizarse completamente; se
tiene que pactar con el zarismo y conformar una combinación política
abigarrada. Las crisis vuelven a estallar con las huelgas obreras de
1914; hasta entonces el proletariado había crecido en las ciudades
industriales, dónde el capital extranjero invertió cuantiosamente; sin
embargo, el proletariado seguía siendo una minoría en un país
demográficamente campesino. En estas condiciones no era concebible
todavía una revolución socialista. Las condiciones históricas se
pueden resumir, simplificando, en sus configuraciones política y
económica panorámicas. Políticamente, la condición corresponde, en
primer lugar, a un Estado monárquico, casi como una monarquía
absoluta, Estado de un imperio zarista. Esta forma de Estado es
reconocido, por cierta historiografía, como del “despotismo” asiático,
asentado sobre un constitucionalismo abigarrado y pactado. Estado
sustentado sobre un enorme ejército; empero ineficiente, en los
contextos de la guerra moderna; contando con el gobierno de
partidos liberales y monárquicos condescendientes; teniendo en
frente a una gama de partidos socialistas, que dejaron en el recuerdo
a la lucha heroica campesinista de los populistas rusos.
Económicamente, usando el concepto de las tesis orientales (Lenin,
Trotsky y Mao), la condición histórica de la economía, su
caracterización, corresponde a la de un país cuyo perfil configura la

117
Ver de Raúl Prada Alcoreza La subversión comunitaria. Dinámicas moleculares; La Paz 2013.

213
composición de un capitalismo atrasado, de desarrollo desigual y
combinado.

Es la primera guerra mundial la que va cambiar radicalmente la


situación; la institucionalidad del imperio zarista se desmorona, la
combinación democrática y monárquica se derrumba, un gigantesco
ejército, por el número de soldados en combate, mayormente
campesinos, se estanca en un frente también gigantesco. Cuando la
crisis llega lejos, cuando el vacío político es evidente, en febrero de
1917, se conforman soviets, es decir consejos de soldados,
campesinos y obreros. La coyuntura es la del poder dual, el doble
poder; el institucional, que prácticamente no tenía fuerza, y el de los
soviets, que conjunciona a las fuerzas reales y armadas del
proletariado, los campesinos y los soldados. En los soviets no eran
mayoría los bolcheviques, sino las otras conformaciones socialistas,
los socialistas revolucionarios, entre ellos. En ese contexto, los
kadetes, demócratas liberales, con sus alianzas circunstanciales,
instauran un gobierno provisional revolucionario y convocan a la
Asamblea Constituyente.

De abril a octubre de 1917 el proceso es dramático e intenso.


Los aliados piden al nuevo gobierno continuar la guerra, los soldados
querían paz, los campesinos tierras y el pueblo en general pan. El
nuevo gobierno intenta con el general Kornilov una estrategia militar
en el frente, empero fracasa. Ante el claro intento de continuar la
guerra, el gobierno provisional se queda sin apoyo; la situación ya es
prácticamente insostenible. Los alemanes, por su parte, pedían el
retiro de Rusia de la guerra, para facilitarles la movilización y
concentración de fuerzas en el frente occidental. Lenin lanza la
consigna conocida de paz, pan y tierra, ganándose la simpatía de la
mayoría de los soviets. Sin embargo, había que resolver un problema
en el partido bolchevique, que siendo minoría en los soviets, deben
ganar la convocatoria de la mayoría de estos consejos de obreros,
soldados y campesinos; por otra parte, el partido no estaba
convencido con la tesis de abril de todo el poder a los soviets, para
resolver el dilema del poder dual. Lenin, si se quiere, se convierte en
la vanguardia de la vanguardia. Trotsky, menchevique, asimilado a
los bolcheviques, tiene el mandato de Lenin de preparar la toma del
poder; tampoco está muy convencido. Casi todos los bolcheviques
consideran que hay que esperar la maduración de las contradicciones.
En octubre ya no hay movilizaciones de masas como en febrero,
cuando efectivamente se derrumba la institucionalidad del imperio,

214
como si fuese un castillo de naipes, tampoco hubo movilizaciones
obreras como en julio, cuando cayeron 1700 obreros; las calles
prácticamente están vacías, lo que se da es un golpe de Estado,
como lo reconoce el mismo León Trostky e Historia de la revolución
rusa118.

Viendo en perspectiva, retrospectivamente, y de una manera


crítica, podemos decir que, en realidad, octubre es el momento donde
se produce el evento cuando concluye la revolución de febrero. A
principios de año, los barrios obreros de San Petersburgo toman la
ciudad y los palacios, enfrentándose a la policía, contando con la
simpatía o la neutralidad de los cosacos, después ganándose a los
soldados, incluso a algunos oficiales. Es cuando se evidencia
categóricamente el desmoronamiento del régimen y la
institucionalidad zarista, cuando el zar Nicolás, perdido en su tren, es
detenido en varias estaciones y se ve obligado a retroceder, hasta
que es arrestado y obligado a abdicar al trono. Se instaura un
gobierno provisional revolucionario, que tampoco cuenta con la
aquiescencia de las fuerzas sublevadas, que se organizan en los
soviets. Los soviets están representados por las distintas tendencias
socialistas de obreros y soldados radicalizados. La revolución como
tal se da en febrero, de febrero a octubre se vive el intenso dilema y
contraste del poder dual. La habilidad de Lenin y Trotsky, no de todos
los bolcheviques, es preparar el golpe de Estado para concluir
definitivamente en quién queda el poder; en la institucionalidad
ficticia representada en el Palacio de Invierno o en el partido
bolchevique, que termina asumiendo la representación del
proletariado, desplazando a los soviets, desplazando incluso a la
coalición de partidos socialistas sobre las que se apoyó la revolución y
los soviets.

Por eso, se puede decir, desde una perspectiva histórica,


haciendo un análisis retrospectivo, que octubre también es el
momento cuando se clausura la revolución, para ingresar a una etapa
de la dictadura del partido, que habla a nombre de la dictadura del
proletariado. Se trata del paso a la construcción de un Estado, no de
transición, como el concebido por la dictadura del proletariado, sino
permanente, rígido, militarizado, en constante defensa; primero,
contra la guerra civil, cuando la intervención imperialista apoya a los
“rusos blancos”; después, contra la amenaza imperialista constante,
defendiendo la “patria socialista”, aislada en un gigantesco territorio,
118
León Trotsky: Historia de la revolución rusa. Editorial Tilcara, Buenos Aires.

215
heredado del imperio zarista. Sin embargo, la guerra civil permite
llevar la “revolución” institucionalizada al resto de lo que van a ser las
repúblicas socialistas de la Unión Soviética. La historia del “socialismo
en un solo país” es la historia dramática de un mal entendido119.
Mientras el proletariado real se sumerge en la expansión de la
producción, la representación del proletariado emerge
apoteósicamente como mito, el mito de la universalización de la
misión del proletariado de la emancipación mundial del capitalismo,
cuando es un partido de intrépidos el que se ha hecho cargo de las
transformaciones, bajo la imposición de una férrea disciplina, que
lleva más lejos el diagrama disciplinario de los estados occidentales
del capitalismo y la modernidad. Se trata de un Estado policial
absoluto que emprende la más rápida revolución industrial
militarizada.

A fines de 1917, después de la toma del palacio de invierno, se


dan las elecciones por la Asamblea Constituyente. Los resultados son
ilustrativos de la composición de fuerzas elegidas, aunque no de la
correlación de fuerzas en el campo político; los bolcheviques obtienen
el 24% de la votación y de los escaños; la victoria corresponde al
socialismo revolucionario, que obtiene el 40% del sufragio; los
mencheviques obtienen el 2% de los escaños, el mismo porcentaje
consiguen los Kadetes. Martin Malia dice que el 85% de los asientos
electorales corresponde a las distintas corrientes socialistas; también
dice que en la Asamblea Constituyente no hay preponderancia
bolchevique, tampoco un claro reconocimiento del gobierno de los
soviets. El 6 de enero de 1918 se dispone la dispersión de la
Asamblea Constituyente; para tal efecto intervienen los marinos de la
flota del báltico120. El argumento de Lenin es que la democracia de los
soviets es superior a la democracia burguesa. Por este camino se
termina optando por abandonar la democracia constitucional a
nombre de la democracia de los consejos de obreros, soldados y
campesinos; empero, el problema va a ser, que incluso, después, se
abandona la democracia de los soviets por el comunismo de guerra,
con la emergencia de la guerra civil. Cuando acaba ésta no se deja el
comunismo de guerra, que concentraba y centralizaba el poder en el
gobierno; los soviets no recuperan su potestad democrática
proletaria; lo que ocurre es que el poder se transfiere al partido, del

119
Revisar el libro de Martin Malia La tragédie soviétique. Histoire du socialisme en Russie 1917-1991.
Éditions du Seuil; Paris 1994.
120
Ibídem: Pág. 168.

216
partido al comité central, del comité central a la dictadura de un
hombre.

Haciendo una digresión, en la misma perspectiva histórica, de


análisis retrospectivo, vemos que las proximidades de Lenin, Trotsky
y Stalin, son grandes, a diferencia de lo que las corrientes polémicas
posrevolucionarias lo creen. La base “ideológica” compartida es el
leninismo de antes de la toma de decisión por la Nueva Política
Económica (NEP); esta base “ideológica” puede resumirse a la tesis
del partido y a la tesis teleológica de la confluencia histórica en la
revolución socialista. Ambas tesis llevan a atribuir plenos poderes al
partido en el gobierno; ambas tesis sostienen el comunismo de
guerra, que va a ser la estrategia y política privilegiada a lo largo de
la dramática historia de la Unión Soviética, intercambiando, por
etapas, por distintas versiones de la NEP, que es la del capitalismo de
Estado y de la convivencia con los compañeros de ruta, los
campesinos, sobre todo los kulak, abriéndose al mercado, empero
sosteniendo la industrialización forzada. Durante la NEP, Trotsky va
ser opositor de izquierda a esta política, decidida por Lenin, en tanto
que Bukharin, apoyado por Stalin, en ese entonces, va apoyar esta
ruta, además de teorizar sobre ella, concibiendo la tesis, basada en la
tesis de Preobrazenski, de la acumulación originaria del socialismo.
Trostky propone una revolución industrial militarizada; es decir, la
radicalización del comunismo de guerra. Cuando en 1929, Stalin
asume la dirección del partido, decide retomar la ruta del comunismo
de guerra y de la industrialización militarizada. Desde esta
perspectiva, se puede decir que Stalin es un trotskista consumado;
también se puede decir que el trotskismo, como corriente
posrevolucionaria, es un leninismo consumado, llevándolo hasta sus
últimas consecuencias, por lo menos imaginarias. En este periodo
dramático de la revolución rusa, dos, hasta tres, expresiones, se
desplazan desde bolchevismo o leninismo. Primero, son los obreros y
marineros de Kronstadt, vanguardia de la revolución, que, una vez
que termina la guerra civil (1921), una vez que son derrotados los
“rusos blancos”, piden devolver el poder a los soviets, demandan la
democracia obrera, dejando el comunismo de guerra, que era
comprendido como recurso provisional y de emergencia para afrontar
la guerra civil. La respuesta va a ser represiva; el ejército rojo,
comandado por Trotsky, masacra a los sublevados, considerados
aliados del imperialismo. Segundo, es Bukharin, que del otro lado, en
contraste con los marineros y obreros de Kronstadt, participa y
teoriza sobre la ruta de la NEP. Tercero, es el mismísimo Lenin, que

217
en su testamento, propone una revisión de la estrategia del
comunismo de guerra y de la concepción del socialismo, apegada
esta estrategia, concibe un socialismo basado en cooperativas. Esta
apreciación puede parecer sorprendente; empero, no debería serlo,
forma parte de las paradojas en la historia. Corrientes, que se
enfrentan, se contrastan, se contradicen, corrientes “enemigas”,
comparten un mismo suelo “ideológico” y epistemológico, constituyen
la misma tendencia histórica, aunque los protagonistas no lo
consideren así y se esmeren por diferenciarse.

A propósito, Lezek Kolakowski, en Las grandes corrientes del


marxismo, dice que si entendemos por bolchevique a alguien que
acepta todos los principios del nuevo orden; vale decir, poder
ilimitado de un partido único, unidad granítica en el seno del partido,
ideología excluyente de las otras ideologías, dictadura económica del
Estado, considerando que todo esto es posible, en un determinado
sistema, evitando el despotismo de una oligarquía o de un individuo,
de gobernar sin recurrir al terror, preservando los valores
bolcheviques, sostenidos a lo largo de la lucha por el poder. Poder
definido como gobierno de los trabajadores o del proletariado,
comprendiendo la libertad del desarrollo cultural, en relación al arte,
a la ciencia y a las tradiciones nacionales. Si bolchevique significa
todo esto, la palabra designa simplemente a un hombre incapaz de
llegar a sus propias conclusiones a partir de sus propias premisas. Por
otra parte, si la ideología bolchevique no es solamente un conjunto de
ideas generales, sino que implica la aceptación de sus consecuencias
inevitables, derivadas de los propios principios, entonces Stalin es,
con todo derecho, de ser proclamado el más consecuente de todos los
bolcheviques y de todos los leninistas121. Kolakowski concluye que
Stalin es Trotsky e acción.

Esquematismos y maniqueísmos en Bolivia

Comencemos con los esquematismos y maniqueísmo de la


izquierda tradicional. El mito del partido es el imaginario compartido
en los partidos de la izquierda tradicional; en los que se clasifica por
“estalinistas” por los grupos trotskistas, así como en los mismos
grupos trotskistas, descalificados como “ultras” por los “estalinistas”,
incluso acusado por parte de los “estalinistas”, así como por el

121
Leszek Kolakowski: Las grandes corrientes del marxismo.

218
vicepresidente, por terminar de coadyuvar a la “derecha”. Mito del
partido compartido innegablemente por el vicepresidente, quien
parece haberse desplazado momentáneamente, por un lapso, a
posiciones comunitaristas, cuando formaba parte de Comuna; sin
embargo, ha vuelto al redil del mismo imaginario esquemático de la
izquierda tradicional. Es sintomático observar que esta izquierda se
esmera celosamente por ser la portadora del mito; son
anecdóticamente controversiales las pugnas y guerras intestinas en
esta izquierda. No es pues sorprendente que se acusen mutuamente
de traición, de desviación, de revisionismo, incluso, como es el caso
delirante del vicepresidente, de “derechismo”, cuando creen que los
otros no responden a la figura esquemática del imaginario maniqueo.
Lo cierto, es que a pesar de sus diferencias, comparten celosamente
el mito del partido y el esquematismo leninista, lo hagan de una
manera o de otra, incluso solitaria, como lo hace el vicepresidente,
sin contar con un partido bolchevique, sino con un partido populista,
que él mismo llama gelatinoso. El vicepresidente sintetizaría,
imaginariamente claro, en su persona el partido, la teoría leninista, la
representación del proletariado, aunque también pretende, en
vinculación con el presidente, representar a los pueblos indígenas, y
el centralismo democrático. Los demás, el resto, el partido gelatinoso
del MAS, los retrasados en la consciencia en sí, gremial, deben
obedecer. No nos interesa entonces escuchar quién es el portador del
fuego santo, el iluminador, si los residuos de la izquierda tradicional o
el vicepresidente, sino detenernos a describir la incidencia del mito
del partido y del esquematismo leninista en la dramática historia
política de la izquierda en Bolivia.

Hemos visto, en la historia inicial de la Unión Soviética, como


los bolcheviques descartan a los demás partidos socialistas,
componentes de los soviets y partícipes de la revolución de 1917,
desde comienzos del año; después asistiremos cómo un miembro del
comité central del Partido Comunista, Joseph Stalin, hace asesinar a
los demás miembros del comité central, quedando como único digno
representante del comité central, del partido, de la Unión Soviética y
del proletariado universal. Sorprende, que en los demás países,
después de la revolución rusa, sean los mismos bolcheviques los que
se descarten, incluso antes de la toma del poder, a la que no llegan,
a pesar de todo, salvo excepciones, que comienzan la revolución
fuera del esquematismo leninista.

219
En Bolivia, a partir de una coyuntura crítica, el golpe del
general Banzer Suárez (1971), la derrota de la Asamblea Popular, la
caída del gobierno nacionalista del general Juan José Torres, el
trotskismo, aglutinado y organizado principalmente en el POR, se
hace trizas, diseminándose en pedazos dispersos, cada uno de los
cuales se reclama de partido de vanguardia. Si ya antes había
ocurrido un desplazamiento, no necesariamente parecido, con el
“entrismo” de militantes trotskistas al MNR, también con la formación
del POR Combate, influenciados por el trotskismo de la cuarta
internacional de Nahuel Moreno122, lo insólito acaece después de la
Asamblea Popular. Lo mismo pasa con el PC, fundado por Sergio
Almaraz Paz, después de la crisis del PIR, que se alía a la “rosca
minera” para derrocar a Gualberto Villarroel. El PC expulsa a Sergio
Almaraz por sus “veleidades” nacionalistas y por leer más a Albert
Camus que Konstantinov. Más tarde, en pleno conflicto Chino-
Soviético, después de la muerte de Stalin, los PCs se dividen; unos
definidos según su tendencia moscovita, los otros definidos según su
tendencia pequinesa. Cada uno se reclama más marxista leninista
que el otro, es decir más bolchevique. Con la revolución cubana, va a
aparecer, en América Latina, también en Bolivia, una tendencia
clasificada, por los otros partidos “bolcheviques”, de “foquista”,
refiriéndose a la estrategia guerrillera que devino en la revolución
cubana. Esta tendencia se reclamará de guevarista, asumiendo la
concepción y el recorrido del insigne guerrillero Ernesto “Che”
Guevara. No olvidemos que es el PC de Cuba el que se constituye en
el poder y el que imprime su concepción bolchevique a las
transformaciones realizadas en la isla del Caribe, claro que
combinadas con la tradición guerrillera recogida, asumida y teorizada
por el propio partido. De todas maneras, lo que llama la atención son
tantos bolchevismos que, en vez de unirse, por lo menos para
efectuar la “revolución”, se esmeran por diferenciarse como
vanguardia respecto de los otros, calificados de revisionistas o
“ultras”.

Como dijimos, esta actitud insólita, no está exenta del


vicepresidente; al contrario, esta expresada de una manera
arrebatada y extrema, cuando se considera el “último bolchevique”,
solitario perdido en el desierto de la incomprensión. Estamos

122122
Nahuel Moreno (1924-1987). Teórico trotskista argentino. Organizador del Secretariado
Latinoamericano del Trotskismo Ortodoxo (SLATO) y luego de la Liga Internacional de los Trabajadores -
Cuarta Internacional (LIT-CI).

220
entonces ante un síntoma alarmante del imaginario esquemático y
maniqueo “leninista”. ¿Cómo explicar este fenómeno? ¿Cuáles fueron
sus incidencias y repercusiones en las luchas sociales?

El imaginario bolchevique ruso se basa en la confianza


racionalista del materialismo histórico, confianza sustentada en el
supuesto de la astucia de la historia y apoyada en las tesis orientales,
así como en la tesis del imperialismo. Esta confianza explica la gran
voluntad acumulada, concentrada, intensificada, en la formación del
partido revolucionario, partero de la historia. Hay como una
sobreestimación de las fuerzas, supuestamente acrecentadas por la
fuerza inmanente de la “dialéctica” histórica. La coyuntura de la
primera guerra mundial, el desmoronamiento del imperio zarista, les
otorga la oportunidad de efectuar la utopía marxista, en el contexto
de una demoledora crisis del capitalismo, en su fase imperialista. La
pregunta es: ¿sobre qué se sostiene la confianza de los bolcheviques
bolivianos, fuera de heredar el mito del partido y el fundamentalismo
racionalista de la astucia de la historia? Se puede decir que los
bolcheviques bolivianos, así como los latinoamericanos, basan
también su confianza en hecho de la revolución rusa y en la
existencia de la Unión Soviética. Son atrapados por este pasado
inmediato, se sienten apoyados por el peso del acontecimiento de la
revolución rusa, después por el peso de la revolución china, más
tarde por el peso de la revolución cubana. Son las imágenes de estas
revoluciones las que sostienen su confianza y su incursión en la lucha
política. Hay como un doble juego imaginario; primero, la de la
astucia de la historia; segundo, el imaginario reforzado por irradiación
de estas revoluciones. Hay también una doble sobrevaloración de las
fuerzas; no importa que no se llegue a la escala organizacional de los
bolcheviques rusos, basta con formar células, reconocerse como
partido leninista, como para adquirir la fuerza histórica de los
bolcheviques rusos. A cada partido bolchevique, por más pequeño
que sea, por poco organizado que sea, le es suficiente imitar a los
bolcheviques rusos como para seguir el mismo curso. Incluso se
repite imaginariamente las mismas facetas; eclosión espontanea,
gobierno provisional revolucionario, alguien que se parezca a
Kerenski, después la revolución de octubre repetida. Cada
bolchevique es portador del “espíritu” de la historia. La creencia de
ser portadores de este poder mesiánico explica la excesiva confianza,
además, también explica los insuflados egos, así como explica el
desperdicio de tiempo en micro-guerras intestinas, divisiones,
separaciones, defenestración de revisionistas o “ultras”, llegando al

221
extremo de minúsculos partidos, que no han perdido la certidumbre
en ser los portadores de la gran revolución mundial. Este estilo de
“bolchevismo” ha debilitado las fuerzas, ha ocasionado también
divisiones en el proletariado, ha empujado a fracasos políticos, a
pesar de los grandes esfuerzos de las masas, de las multitudes, del
proletariado, de los pueblos. Por otra parte, este estilo “leninista” los
ha aproximado al imaginario frenético de la revolución inminente, en
cualquier circunstancia, más o menos conflictiva, alejándolos de una
información y comprensión adecuada de la historia efectiva, las
coyunturas y contextos concretos.

Estamos ante ejemplos de la alucinación intelectual radical.


Estar atados al pasado, aunque sea el pasado inmediato, es una
condena, como lo había descrito Marx en el 18 de Brumario de Luis
Bonaparte. Los “revolucionarios” se invisten de los trajes y glorias de
los fantasmas del pasado, creyendo que con esto se insuflan del
espíritu acumulado de los héroes. Era preferible, como dice también
Marx, aconsejando a los revolucionarios del presente, que no tengan
nada que ver con el pasado, que comiencen una nueva historia,
inventando sus propias interpretaciones y sus propios métodos. Con
todo, los bolcheviques rusos tuvieron que inventarse una revolución
sui generis, un capitalismo de Estado y un socialismo de guerra,
propuestos por Lenin, como columna vertebral de un socialismo
estatal, es decir, policial. En cambio, en la mayoría de los casos, en
América Latina, los “bolcheviques” latinos quedaron atrapados en la
telaraña tejida por los fantasmas del pasado. No son más que
“bolcheviques” nostálgicos y melancólicos, arrepentidos de lo que
pudo haber sido y no fue.

Ahora bien, con el “último bolchevique” hay una variante,


quizás abrumado por su propia soledad buscada; el “último
bolchevique” considera que el proceso boliviano, de 2000 al 2013, es
ya la realización de la gran revolución, con el aditamento, que
también sería una revolución indígena. Imaginariamente ha resuelto
el problema de los “bolcheviques” andino-amazónicos; la “revolución”
no hay que efectuarla en el futuro, sino que ésta ya se ha hecho,
aunque nadie se dé cuenta de este acaecimiento. Ahora hay que
consolidarla, aunque nadie sepa qué es lo que hay que consolidar.

Lo que hay que evaluar es la incidencia y repercusiones de este


estilo de política y práctica “revolucionaria” en el decurso de las
luchas emancipatorias y de liberación anticapitalistas,
antiimperialistas y anticoloniales. Lo primero que hay que anotar al
222
respecto es que se opta por la fuerza, por la violencia
“revolucionaria”, que no hay que confundir con la dictadura del
proletariado, que más bien propone una transición en la desaparición
del Estado; transición que se basa en la participación y la
construcción colectiva del socialismo123. Al respecto, se puede
considerar, incluso comprender, sin necesariamente aceptar, que la
opción por la fuerza y la violencia responde, no sólo a las
amenazantes circunstancias en las que nace el Estado Soviético, sino
al entendimiento de que, en el fondo, incluso en democracia, la
pugna se resuelve por la correlación de fuerzas. En el substrato
político se mueven las fuerzas descarnadas. Nadie puede hacerse
ilusiones de los buenos oficios de los contendientes, ni de que van a
acatar las reglas del juego, al pie de la letra. Como se dice
popularmente, esta es la cruda realidad. Sin embargo, el problema es
la perspectiva emancipadora y liberadora, si se quiere,
revolucionaria; ¿se puede emancipar, liberar, trasformar radicalmente
la sociedad, mediante el uso privilegiado de la fuerza y de la
violencia? ¿Imitar el uso del poder de las clases dominantes no es
convertirse en clase dominante? Este es el tema crucial. La
emancipación, la liberación, el socialismo, la descolonización, no se
impone, se construye colectivamente. Si no se puede hacer esto,
construir el socialismo con la sociedad, construir la alternativa social
de-colonial, construir el comunismo, construir el comunitarismo, con
la participación democrática de la sociedad, se termina construyendo
una sociedad a imagen y semejanza del Estado, una sociedad
disciplinada. La potencia social es reducida, inhibida, domesticada,
capturada, obligándola a seguir los moldes diseñados por la ingeniera
social burocrática. Sólo el autoengaño puede llamar a esta
conformación socialismo, comunitarismo, comunismo,
descolonización. Aunque se avancen en la resolución de los
problemas de desigualdad, discriminación y marginamiento, con
programas y ejecuciones gigantescas en lo que respecta a la salud y
la educación, logrando, además el pleno empleo, como ocurrió en los
países del los estados del socialismo real, el problema es que se ha
convertido a la sociedad en rehén del Estado, inhibiendo sus
capacidades creativas. Una sociedad disciplinada no es una sociedad
liberada, aunque si se puede aceptar, con mucha reticencia, que
pueda ser una sociedad emancipada. En otras palabras, este camino
de la violencia “revolucionaria”, condicionado por la cruda realidad,

123
Revisar de Etiene Balibar Dictadura del Proletariado.

223
no resuelve el problema mayúsculo, que se encuentra en la matriz
del problema; no resuelve el problema del poder.

A estas alturas de las historias políticas, debemos hacer


memoria y evaluar críticamente las experiencias “revolucionarias”.
Contando con la caída de los estados socialistas de la Europa oriental,
con el decurso contradictorio del “socialismo de mercado”, optado por
la Republica Popular de China, quizás también por Vietnam. Contando
con la tremenda discusión en Cuba, respecto de la apertura dirigida y
controlada hacia el mercado, que muy pocos “bolcheviques”, fuera de
Cuba, se han interesado e informado. La mayoría ha descalificado
esta discusión y ha condenado a la revolución Cubana, en el
momento crítico que le asiste asumir y resolver. A estas alturas de
las temporalidades políticas acumuladas, no sólo se deben discutir las
estrategias, las tácticas, los métodos de emancipación y liberación,
sino que la discusión debe llevar a transformar las estrategias y las
tácticas, las concepciones “revolucionarias”, que parecen
cuestionadas y contrastadas por la misma historia efectiva. Insistir en
los mismos procedimientos, en las mismas concepciones, que
acompañaron a las revoluciones pasadas, que ciertamente forman
parte de la memoria de las luchas sociales, que hay que valorarlas y
recordar, es creer en la eterna repetición de lo mismo. Ahora, hacer
esto, repetir lo mismo, en las condiciones histórico-sociales-
económicas-culturales del siglo XXI, las trasformaciones del
capitalismo, del orden mundial de dominación, de la combinación y
composición de los diagramas de poder, es apostar al fracaso, por
más que se prologue por un lapso de tiempo la ilusión del cambio.

A estas alturas de la experiencia histórica-política de los


pueblos, es indispensable evaluaciones críticas de esta experiencia,
es urgente hacer otras rutas, que sean efectivas en la destrucción del
poder y del Estado, que son los problemas, los límites, los obstáculos,
que no han podido cruzar ni resolver las “revoluciones”. Una de las
rutas sugerentes y propositivas se encuentra en la experiencia
zapatista en la selva lacandona. Experiencia maya y experiencia de
resistencia social popular, combinada y compuesta de comunidades
indígenas. Experiencia conformada por la confluencia guerrillera, así
como de marxismos, puestos en cuestión en el escenario comunitario,
también de prácticas y discursos de la teología de liberación, de los
mismos modos puestos a prueba. Experiencia texturada por la
emergencia colectiva, donde comienzan a desaparecer los perfiles
individuales y protagónicos; lugar donde nace el enunciado de

224
mandar obedeciendo, apropiado y usado por otros de manera
demagógica, sin comprender que el sostén del enunciado es un
conjunto de prácticas participativas y éticas. El zapatismo enseña a
romper las jerarquías, las representaciones y delegaciones
consabidas, los egos inflamados, aceptar humildemente y
pacientemente la construcción deliberada de la decisión comunitaria.
El logro de las autonomías indígenas, la realización integral de estas
autonomías, sobre todo en la constitución de sujetos comunitarios,
solidarios, complementarios, recíprocos, es ya una victoria sobre el
Estado y el poder.

Si bien el zapatismo no se extendió a toda la formación social


mexicana, a los Estados Unidos Federales de México, a la sociedad
abigarrada mexicana, se debe a condicionamientos y factores que
podemos considerar como de cristalizaciones conservadoras,
coagulaciones institucionales, todavía ancladas en el imaginario
recurrente y proliferante del poder. Tanto “izquierdas” como
“derechas” han mostrado descarnadamente sus conservadurismos
recalcitrantes124. La sociedad, el grueso popular de la sociedad, que
en principio recibió con entusiasmo la emergencia, la guerrilla
territorial y comunicacional zapatista (1994), empujada a reflexionar
a partir de su propia memoria, de su propia matriz, la de la
revolución mexicana (1910-1940), la revolución agraria, la
movilización guerrillera de indígenas y campesinos de principios del
siglo XXI, se vio en dificultades cuando el zapatismo preguntó a la
sociedad qué se pone en el programa colectivo hacia una Asamblea
Constituyente. Lejos de la predisposición a la participación,
acostumbrados, los miembros de la sociedad, a seguir un programa,
a un líder, a un partido, se vieron interpelados, empujados a ser
responsables inmediatos de la construcción colectiva de la política.
Este desafío no fue respondido o, mas bien, la respuesta fue optar
por lo conocido, por seguir haciendo lo que antes se hizo, buscar
opciones electorales de “izquierda”. Cuando se ganó las elecciones,
no se defendió a muerte la victoria, como corresponde, dejando
escatimar los resultados con fraudes escandalosos, empero
institucionalizados. Se puede decir, entre otras cosas, entre otras
atribuciones, que el zapatismo es una pedagogía política.

Hay que aprender de esta experiencia, que ya se acerca a las


dos décadas, cuyos resultados son altamente apreciables, cuando las

124
Ver de Raúl Prada Alcoreza Conservadurismo recalcitrantes. Bolpress, La Paz 2013; Rebelión, Madrid
2013; Dinámicas Moleculares, Horizontes nómadas; La Paz 2013.

225
comunidades zapatistas lograron no solo ejercer la autonomía y el
autogobierno, la gestión territorial, la gestión social y la gestión
comunitaria, de manera ejemplar, conformado sus entramados
sociales comunitarios, su “economía” complementaria, su educación
desescolarizada, su política de mandos rotativos y asambleístas, la
constitución de subjetividades auto-determinantes. Hay que aprender
del zapatismo a liberar la potencia social de-construyendo
sistemáticamente las formas y los perfiles del poder.

La re-insurrección zapatista

Nicté Fabiola Escárzaga, en su tesis de doctorado La comunidad


indígena en las estrategias insurgentes de fin del siglo XX en Perú,
Bolivia y México, hace el análisis comparativo de tres insurgencias
dadas en el continente, en su contemporaneidad intensa y crítica. Las
tres experiencias subversivas tienen una vinculación importante con
las comunidades indígenas mayas, en México, aymara y quechua, en
Perú y Bolivia. La investigación de Fabiola Escárzaga es un gran
aporte por su análisis comparativo, lo que falta hacer en América
Latina y el Caribe, así también por los temas complejos e intensos
que toca, porque aporta luces a la comprensión de estos movimientos
insurgentes y, a través de estos movimientos, hacer inteligibles el
presente de las formaciones sociales de Mesoamérica y los Andes. En
lo que respecta a la emergencia zapatista escribe:

En la experiencia mexicana, un grupo de guerrilleros mestizos


provenientes del norte capitalista y próspero del país, Nuevo León y
de otras ciudades de provincia, las Fuerzas de Liberación Nacional
(FLN) se instalan en forma clandestina en territorio chiapaneco en
1969, que consideran el espacio más atrasado del país y por ello
suponen que es el más propicio para organizar una insurrección
campesina. Los campesinos se enfrentan al despojo de sus tierras por
los terratenientes para el cultivo de café y por el propio gobierno para
la extracción de petróleo, gas y la construcción de hidroeléctricas, en
beneficio de los intereses del gran capital y de las trasnacionales. La
única salida dejada por el gobierno federal a los campesinos sin
tierras es la colonización de la selva lacandona.

Para afrontar la tarea de colonizar una tierra virgen, la


población campesina mayoritariamente indígena, desarrolla un
complejo proceso de reconstitución comunitaria, que es apoyado por
la diócesis de San Cristóbal a cargo del obispo Samuel Ruiz, que
aporta recursos materiales, promueve la organización comunal y
estimula el desarrollo de la conciencia de su identidad étnica entre los
campesinos y más tarde, reconociendo las limitaciones de sus

226
recursos técnicos y políticos, convoca a trabajar en la diócesis a
grupos militantes maoístas Unión del Pueblo y Línea Proletaria que
ofrecen los recursos técnicos y políticos necesarios para la
organización campesina de carácter regional y para la negociación
con el estado. La forma de organización ejidal impuesta por el
gobierno, es asumida por grupos de colonizadores indígenas y
mestizos organizados como el soporte jurídico oficial que permite una
organización comunal recreada. Los protozapatistas mestizos de las
FLN se incorporan a esta dinámica y establecen, luego de un
prolongado trabajo clandestino de infiltración, una alianza con los
dirigentes indígenas formados en ese proceso, de su conjunción se
constituye en 1983 el EZLN.

La insurgencia indígena zapatista hace visibles las fisuras del


desgastado proyecto nacionalista revolucionario y del sistema de
partido de estado construido por él, que han sido profundizadas por el
neoliberalismo y pone en evidencia la fragilidad del proceso de
democratización del país. El zapatismo saca a la luz y denuncia las
grandes contradicciones del país: la no integración de los indígenas
mexicanos a la nación mestiza que los excluye; la persistencia de
mecanismos de opresión precapitalista en algunas regiones
periféricas del país, particularmente en aquellas de predominio
demográfico indígena, donde los mecanismos del racismo viabilizan la
persistencia y legitimidad de tales relaciones productivas. Visibiliza
también la recurrente apuesta por la lucha armada por grupos
campesinos indígenas y mestizos y urbanos descontentos durante la
segunda mitad del siglo XX, negada por el gobierno mexicano.

El zapatismo en su discurso juzga y condena desde la


conciencia del México moderno el atraso de la periferia y la
marginación de los indígenas que es solapado y aprovechado por los
políticos del centro del país y por los grandes intereses económicos,
nacionales y trasnacionales. El zapatismo se mueve en ambos
mundos, el atrasado y el moderno, en ambos terrenos, en Chiapas y
en el centro político del país, cuyas lógicas conoce gracias a la
conformación heterogénea de sus cuadros. Aprovecha también el
contexto internacional favorable a las reivindicaciones étnicas e
inscribe parcialmente en él su propio proyecto. La estrategia zapatista
desplaza desde lo militar hacia lo mediático gran parte de sus fuerzas
y coloca el conflicto en distintos niveles: el local, el regional, el
nacional y el internacional125.

125
Nicté Fabiola Escárzaga: La comunidad indígena en las estrategias insurgentes de fin del siglo XX en
Perú, Bolivia y México. Tesis de Doctorado en Estudios Latinoamericanos Facultad de Ciencias Políticas y
Sociales Programa de Posgrado en Estudios Latinoamericanos de la UNAM.

227
En lo que respecta a la caracterización de las condiciones
histórico-sociales-económicas y culturales donde va emerger la re-
insurrección zapatista, Escarza las describe da la siguiente manera:

El caso de Chiapas no corresponde al patrón productivo


dominante en la mayor parte del territorio mexicano (centro y norte),
en donde las relaciones de producción capitalistas fueron dominantes
desde las últimas décadas del siglo XIX, a través de la hacienda en la
que no obstante persistieron mecanismos de explotación
precapitalista, hasta el triunfo de la burguesía en la revolución de
1910-1920. En Chiapas, su vinculación al mercado mundial a pesar
de su atraso fue la constante, mientras que permaneció
prácticamente ajena al mercado nacional y a la intermediación de las
élites económicas y políticas del centro del país, hasta muy avanzado
el siglo XX, allí, a diferencia de lo que ocurrió en los países andinos,
los grandes o medianos propietarios, los finqueros, tomaron en sus
manos la dirección del proceso productivo en las tierras susceptibles
de producir para esa demanda externa o para el mercado interno,
para ello fueron despojando de la tierra a las comunidades indígenas
e incorporaron a la fuerza de trabajo bajo el mecanismo del peonaje
por deudas, permanentemente en algunas regiones del estado y
temporalmente en otras, de acuerdo a las necesidades de la
producción.

Este mecanismo permitió la sobrevivencia marginal de las


comunidades indígenas en los Altos, que reproducen a muy bajo
costo la fuerza de trabajo temporal que requerían otras zonas del
estado, que eran contratados como peones por los enganchadores y
retenidos mediante el endeudamiento. La cultura del desalojo como la
denomina García de León, que vuelve a los indios dependientes de los
finqueros, sometidos bajo mecanismos precapitalistas que se
legitiman mediante relaciones paternalistas del patrón sobre los
peones. Paradójicamente, este proceso de desintegración comunitaria
convierte a la comunidad indígena autónoma, prácticamente
inexistente, en la máxima aspiración de la población indígena,
autonomía campesina que sólo podría ser alcanzada recuperando la
tierra126.

Una primera pregunta debemos hacernos: ¿dónde está la


matriz de la re-insurrección zapatista? Ciertamente, por el mismo
nombre dado y asumido, nos trasladamos a la revolución mexicana
de principios del siglo XX, desde la segunda década, cuando estalla.
Emiliano Zapata es el símbolo de la revolución agraria; su fantasma

126
Ídem.

228
es constitutivo de la memoria mexicana; sobre su cadáver, sobre su
asesinato y traición, se erige el Estado mexicano. La institucionalidad
del Estado-nación va poner la primera piedra imaginaria en este
general campesino, enterrado para construir precisamente el Estado.
Los muertos sirven para eso, para ocupar el lugar del origen de los
que vienen. Sin muertos no hay nación, no hay sociedad, no hay
Estado. Cuando los zapatistas de la selva lacandona retomaron el
nombre del origen, removieron los cimientos imaginarios del Estado.
Cuestionaron su legitimad, la del Estado; esta legitimidad estatal se
encuentra cuestionada por otra interpretación del origen; nacimiento
convocado para continuar la guerra, no sólo agraria, sino también
indígena, descolonizadora.

Los zapatistas vencieron al invencible Partido de la Revolución


Institucional (PRI), al partido-Estado, que también es Estado-partido.
Después de los acontecimientos de 1994, cuando estalla la guerrilla,
en pleno momento de la firma del Tratado de Libre Comercio con
Estados Unidos y Canadá, queda interpelado este tratado, el acuerdo
multinacional neoliberal, la globalización privatizadora, así como
también la política, la estrategia económica y la legitimidad del PRI.
Una vez acaecido el contra-suceso, el contra-poder, el contra-tratado,
enunciado como rebelión indígena, el PRI no va tener nunca más la
consistencia aparente y coercitiva que tenía. Va a ser fácil vencerlo,
incluso en las elecciones, como se ha evidenciado esto después. Pero,
los zapatistas no estaban interesados en tomar el poder; la guerrilla
se efectuó para obligar al Estado a dialogar con los hombres y
mujeres invisibles o invisibilizados, los indígenas. Se trataba de una
guerrilla distinta o de un uso distinto de la guerrilla, una guerrilla que
reclama dignidad, reconocimiento por parte del Estado; poner en la
mesa la cuestión olvidada, la cuestión colonial y de la colonialidad;
colocar en la mesa, no como convidados de piedra, sino con voz
propia, lengua propia, presencia propia, a los olvidados, a los
indígenas. La guerrilla zapatista removió los cimientos del Estado y
conmocionó al ser mismo mexicano.

Ciertamente esta es la matriz histórica, pero, ¿cuál es la matriz


efectiva? El referente próximo. Indudablemente es Tlatelolco, la
movilización estudiantil y concentración en la plaza donde se masacró
y asesino a las multitudes estudiantiles congregadas (1968). Ante la
revolución cultural estudiantil, que pedía autogestión,
autodeterminación, los jerarcas del Estado vieron en esta
movilización una afrenta a la nación y una fuga de la

229
institucionalidad estatal coagulada. La respuesta fue de una violencia
descomunal; se optó por el asesinato masivo, así como se había
optado por la traición y el asesinato de Emiliano Zapata, para acabar
con la revolución agraria y reducirla a una reforma agraria
institucionalizada y controlada.

Algunos sobrevivientes de la masacre de Tlatelolco huyeron a la


selva lacandona. Después de un tiempo, el grupo guerrillero, que huía
del norte, perseguido, fue a buscar a sus compañeros, aquellos
sobrevivientes de la masacre. La matriz entonces efectiva de la re-
insurrección zapatista es este acontecimiento intenso y dramático de
la revolución cultural estudiantil de 1968. Este acontecimiento es el
referente de la guerrilla, la sublevación indígena zapatista. Se
entiende entonces que sobre la base de esta revolución cultural, de
esta nueva constitución subjetiva, se produzca ese desplazamiento de
la formación enunciativa zapatista. Un nuevo discurso de-
constructivo, autogestionario, auto-determinante y comunitario.
Fueron las comunidades mayas, donde se insertaron estos
guerrilleros, las que los re-educaron, interpelados por los saberes
indígenas, por la fortaleza ética y cultural de las comunidades mayas.
El marxismo de los guerrilleros tuvo que ser revisado.

Ahora bien, si hablamos de matrices, es la estructura de larga


duración, es el ciclo largo, es la memoria larga, lo que entra en
juego. Es la relación de las comunidades mayas con la tierra, el
territorio, los ciclos del suelo, los ciclos del agua, los ciclos del aire,
los ciclos de los bosques; es en definitiva, la relación con la vida, lo
que está en el comienzo, diremos, metafóricamente, eterno de la
vida. Lo que en lengua colonial se llama indígena es esto, lo común,
las formas de dar curso a lo común, de efectuar lo común, de convivir
en lo común. Es también la cultura de los cultivos, la cultura del maíz,
la cultura de la milpa y los tejidos.

Los guerrilleros mestizos que llegaron a la selva lacando tienen


en la constitución de su ser al “indígena”; no podía ser de otra
manera. No hablamos biológicamente, pues todos lo somos, todos
somos mestizos, sino de subjetividades, de mestizajes subjetivos; es
decir, de afectividades, de sensibilidades, de imaginaciones e
imaginarios, de reflexiones y memorias. Los y las mestizas son como
espesores de intensidades en torbellinos encontrados, contrastados.
Nunca saben quiénes son, aunque este dilema sea también de los no
mestizos; empero, en los mestizos es un dilema desgarrador.
Creyeron encontrar la realización en el padre blanco; pero, esta
230
imitación los llevó a perderse en el laberinto del reconocimiento. Solo
pueden encontrar la paz volviendo al vientre de la madre indígena.
Por eso, cuando los mestizos se encuentran sinceramente,
honestamente, abiertamente, humildemente, con los indígenas, se
reeducan, aprenden, se des-constituyen para reconstituirse de otra
manera. Es esta una enseñanza que se debe aprender de los
mestizos zapatistas, que, a su vez, asimilaron de los zapatistas
indígenas.

La primera enseñanza es no ser vanguardia, mejor dicho, no


creerse vanguardia. Al contrario, ser “retaguardia”, si podemos usar
eta palabra, metafóricamente. Mucho mejor, ser parte de la
comunidad, de las formas de organización de la comunidad. En
principio, sobre todo en el momento militar, cuando estalla la
guerrilla, había subcomandantes, los comandantes eran las
autoridades de la comunidad. El EZLN contaba con ciertas
atribuciones de decisión independiente; los subcomandantes, eran
como las autoridades militares, el subcomandante Marcos era como el
vocero del EZLN. Con el transcurrir del tiempo, sobre todo con la
acumulación de experiencia, se han diluido estas jerarquías; todo
queda a cargo de la comunidad. La educación, la “escuela”, el
ejército, la defensa, la vocería, la política, la economía, las relaciones,
etc. Los últimos rangos individualizados se han diluido. Los que
atienden a los visitantes, a los que van a recibir un poco de
enseñanza comunitaria, son recibidos por los y las custodias, una
familia se hace cargo de la visita, quien participa de las actividades
cotidianas de la comunidad.

Ciertamente, el territorio zapatista es pequeño, en comparación


con la geografía mexicana, además de estar rodeado por el ejército
mexicano, las empresas capitalistas, y estar atravesados por
comunidades no zapatistas. Empero, donde las comunidades
zapatistas se encuentran, ejercen su autonomía, su autogobierno y
su autodeterminación. Las diferencias se han dado entre las
comunidades zapatistas y las comunidades no zapatistas; sobre todo
son notorias las diferencias sociales, en lo que respecta a la salud, a
la educación, a la cohesión social, a la soberanía alimentaria, a la
formación y constitución de sujetos y subjetividades. El territorio y la
sociedad zapatista, compuesta por comunidades autónomas, se ha
transformado profundamente. Hablamos de territorios liberados,
donde se ejerce una ruta distinta, alternativa. Estas transformaciones

231
en las subjetividades, en el desenvolvimiento comunitario, en
distintos planos, hablan de la fortaleza de la “estrategia” zapatista.

La segunda enseñanza es que no se debe tomar el poder, sino


desmontarlo, des-construirlo; es decir, destruirlo, entendiendo que
esto implica desarmarmarlo, desacoplarlo, en sus distintas formas
polimorfas de manifestación. Tomar el poder implica tomar el lugar
del poder, el espacio del poder, por lo tanto reproducirlo con sus
nuevos ocupantes. Este es el error de todos los “bolcheviques”,
también de los nacionalistas revolucionarios y de los populistas.
Cuando se toma el poder, el poder transfiere sus estructuras y sus
funcionamientos a los nuevos detentores del poder, aunque estos
hayan cambiado su institucionalidad, como en el caso de los
socialismos reales, peor aún si esta institucionalidad no ha sido
cambiada, sino tan solo barnizada, como en el caso de los
nacionalismo y los populismo.

La tercera enseñanza es que no hay una “teoría revolucionaria”,


por lo tanto, tampoco hay iluminados. Lo que se tiene son saberes
colectivos; en el caso de la sublevación comunitaria, saberes
subversivos, saberes y prácticas alterativas, que tejen otras
composiciones sociales, creando mundos alterativos. Las teorías
críticas pueden ser incorporadas en las hermenéuticas e
interpretaciones colectivas; empero, como parte de los tejidos, de las
texturas, de las composiciones comunitarias. Todo entra en devenir,
forma parte de la constante creación de la potencia social.

La cuarta enseñanza es ética. Hablamos no sólo del sentido


comunitario, las sensaciones, los afectos, los valores compartidos
comunitarios, sino de la renuncia a las jerarquías y a los
protagonismos, que es una de las formas veleidosas del ejercicio del
poder.

La quinta enseñanza es estratégica. No se renuncia a la


defensa, por lo tanto a la organización militar; sin embargo, lo
militar no se convierte en la preocupación principal, no se convierte
en el plano principal de las actividades, como en el caso de los
proyectos y experiencias guerrilleras dadas en el continente y todavía
efectuadas. Lo militar no puede superponerse a la autonomía
comunitaria, al ejercicio común de lo comunitario, al ejercicio
comunitario de lo común, a la deliberación y decisión colectiva. Lo
principal no es lo militar; es apenas una herramienta, un recurso, en
el curso de la lucha, que ocupa múltiples planos. Lo principal está en

232
la autodeterminación, autogestión y autonomía comunitarias. Lo
principal son las transformaciones constantes, aunque sean
imperceptibles, a veces.

La sexta enseñanza es política o, si se quiere, de pedagogía


política. Se trata de enseñar con el ejemplo, de convertirse en
referente, de irradiar por difusión, en el sentido del difusionismo
cultural. No se pierde la comunicación con el pueblo y la sociedad
mexicana abigarrada; al contrario, se mantiene un contacto
permanente, mediante la interpelación a su ser. ¿Quiénes somos? No
podemos seguir haciendo lo que nos ha convertido en subalternos,
hay que escapar de esas prácticas reproductivas de lo mismo. Hay
que crear otros mudos, mediante otras prácticas, emancipadoras, hay
que constituir subjetividades libres y creativas, mediante la estética
de otros imaginarios. Hay que hacer política, pero, no la política que
quiere que se haga el poder, incluso con la invitación perversa y
seductora de que se lo tome, de una u otra manera, violentamente o
electoralmente. Pues esto es caer en la trampa de la reproducción.

No vamos seguir con la lista. Estas parecen las enseñanzas


principales. Lo importante es señalar que otra estrategia
revolucionaria es posible, que no sea la eterna reproducción del
poder.

Subversiones en las periferias del sistema-mundo capitalista

El siglo XX se inaugura con la subversión de los “bóxer”,


calificados así, en inglés, por los británicos, quienes se llamaban a sí
mismos los guerreros del cielo celeste (Tai-ping). Los guerreros del
cielo celeste estaban inspirados en una combinación hermenéutica,
que hoy podríamos llamar intercultural; eran taoístas y cristianos.
Esto, si se quiere, en lo que respecta a la “ideología”. En lo que
respecta a la historia efectiva, que obviamente no se desentiende de
la “ideología”, ni de los imaginarios, sino haciendo hincapié, a pesar
de las composiciones materiales e imaginarias, en las prácticas y en
las relaciones, los guerreros del cielo celeste son monjes,
relacionados también, con una parte de la burocracia monárquica,
que decidió enfrentar a la ocupación colonial e imperialista de los
puertos chinos. Este levantamiento es una de las insurrecciones más
sugerentes del siglo XX, que quizás haga inteligible las insurrecciones

233
desatadas en este siglo, que Alain Badiou llama ultimatista, en las
periferias del sistema-mundo capitalista.

Los monjes taoístas son “intelectuales” dedicados a prácticas


espirituales, de meditación, de auscultación íntima; intérpretes del
devenir inherente a la vida y al cosmos, el ying yang. También son
monjes maestros en las artes marciales, por lo tanto guerreros, en
momentos de emergencia. La ocupación imperialista en los puertos
chinos, sobre todo británica, que es el imperialismo que más han
ganado con el usufructo comercial de los puertos, fuera de la
ocupación francesa, alemana, japonesa, incluso rusa, remueve los
cimientos legendarios y milenarios del gran imperio manchú. No son
las mercancías británicas las que derrumban la muralla china, como
metaforiza Marx; el capitalismo “moderno”, es decir, europeo, ingresa
por los puertos. Fueron los mongoles los que ya atravesaron la
muralla china, siglos atrás, antes que Marx naciera. Los monjes,
sobre todo taoístas, comprenden los alcances de la amenaza, pues
destruía el devenir del curso de la vida. Una parte de la burocracia
monárquica, que podríamos llamar “nacionalista”, usando términos
“modernos”, también no corrupta, como la parte burocrática
comprometida y cómplice de la ocupación, no solamente se opone,
sino que prepara la resistencia y, después, la ofensiva contra los
ocupantes extranjeros. La sublevación de los “bóxer” sorprende a las
embajadas ocupantes, que eran territorios sojuzgados militarmente,
que, además instauraron formas de vida occidentales. El ejercicio
diplomático no era otra cosa que la decorosa forma “coctelera”,
mediante la que se ponían de acuerdo las potencias imperialistas,
fuera de ser el mecanismo de coerción y de presión frente a la
monarquía china y la burocracia.

Después de los enfrentamientos con los ejércitos imperialistas


en las ciudades portuarias, los guerreros del cielo celeste realizan una
larga marcha, que va a ser el antecedente matricial de la larga
marcha del ejército rojo chino, bajo la conducción de Mao Zetung.
Hay pues un substrato cultural que conecta las dos largas marchas,
aunque este substrato sea negado por la “ideología” bolchevique del
PC chino. No se trata de recurrir a la tesis del inconsciente colectivo
del psicoanálisis de Jung, sino de comprender una conexión histórica
entre las dos marchas. De visibilizar las estructuras de larga duración
que explican ciclos largos y memorias largas, que terminan
sosteniendo las rebeliones anti-imperialistas. Ciertamente el
marxismo en China, el uso y la adecuación del marxismo a las

234
condiciones chinas, va a ser un instrumento de análisis y de
interpretación apreciable para descifrar las claves del mundo de los
ocupantes, el llamado modo de producción capitalista. Arma con la
que no contaban los guerreros del cielo celeste. Empero, llama la
atención la represión consciente, en sentido psicoanalítico, de los
marxistas chinos, de este substrato cultural, de la memoria larga
china, a pesar que será el mismo ejército rojo que recorra casi el
mismo decurso de la larga marcha de los Tai-ping, recogiendo
simbólicamente las armas enterradas en aquella época inicial. Estos
contrastes, estas contradicciones, nos muestran los intensos síntomas
de las experiencias acumuladas en las memorias de los pueblos, en
este caso de las periferias de este sistema-mundo capitalista.

Desde la perspectiva de las estructuras de larga duración, los


guerreros del cielo celeste son los precursores del ejército rojo chino,
y el taoísmo cristianizado es el precursor de la interpretación china
del marxismo, de las tesis orientales. Que esto no sea consciente es
otro problema. El marxismo es un acontecimiento imaginario e
“ideológico”, si se quiere, también teórico, transversal, en tanto que
el substrato cultural sobre el que se asienta el taoísmo es un
acontecimiento, por así decirlo, longitudinal. No es que el taoísmo sea
un acontecimiento longitudinal, pues puede ser también transversal,
aunque de un ciclo de más larga duración, sino el substrato cultural,
el magma imaginario, usando la figura propuesta por Cornelius
Castoriadis, sobre el que se asienta el taoísmo. Entonces, a partir de
esta apreciación, podemos concluir en una hipótesis: La historia no es
lineal, sino un espacio-tiempo curvo, que se curva por efecto de la
masa gravitatoria de los acontecimientos intensos. Las dos largas
marchas están más próximas de lo que creen, que están alejadas, los
historiadores de la historiografía, de la historia universal y el propio
materialismo histórico.

No estamos de acuerdo con la tesis de Martín Malia, que supone


que la “ideología” marxista, en su versión bolchevique, explica el
descomunal derroche de voluntad, que trasforma el ex-imperio
zarista, en las condiciones experimentadas en la Unión Soviética,
aboliendo la sociedad civil vulnerable y estatalizándola, creando una
nueva “realidad” social. La “ideología” tomada como totalidad, como
dice Malia, no puede convertirse en la “explicación” última de la
revolución rusa y de su tragedia, incluso si se añaden condiciones
catastróficas como las de la primera guerra mundial, sus efectos
destructivos de la institucionalidad de la monarquía constitucional

235
rusa. Pues faltaría explicar la fuerza de irradiación de la “ideología”,
que no puede hacerse sino por su propia arqueología. El marxismo
ruso también ha escondido una de sus matrices culturales, el
populismo ruso, si se quiere la concepción política y teórica de la vía
campesina, diríamos hoy, rusa. Se produce la misma represión
consciente, como en el caso chino, de este substrato politico-cultural,
sobre todo en los bolcheviques, que son los que más van a develar
esta proximidad.

El mujik, el campesino, es la alteridad de la vía occidental, de la


vía capitalista, pero también de la vía marxista, sobre todo en la
versión de los mencheviques. Estos temas ya habían sido planteados
por Maksim Kovalevsky127 a Marx, quién los retoma en sus
cuadernos, haciendo anotaciones asombrosas. La comuna campesina,
MIR, como vía alternativa hacia el comunismo, saltando el
capitalismo. No son los bolcheviques los que replantean esta
posibilidad abiertamente, sino el mismísimo Lenin, hermano de un
populista revolucionario fusilado por la represión zarista. Aunque lo
hace de una manera matizada, a partir de su interpretación del
reparto negro, la reforma agraria, cuando todavía tenía apreciaciones
positivas sobre la comunidad campesina rusa.

La lucha larga contra el zarismo la dan las distintas corrientes


populistas; ellos son los que merman la legitimidad “ideológica” del
imperio zarista. No se puede comenzar la historia de la revolución
rusa sólo a partir de 1917 o, ampliando un poco más, sólo desde
1905, obviando la larga tradición de luchas de los populistas, sus
teorías políticas y sus interpretaciones de esta conformación
histórica-social-cultural euroasiática, de aplastante mayoría
campesina. Que hayan triunfado los bolcheviques y no los populistas
no es razón para obviarlos, desconociendo el substrato histórico-
cultural del que forman parte. La caída de los bolcheviques, después
de setenta y cuatro años, no habla precisamente de un triunfo de
largo plazo. Los campesinos no desaparecieron, a pesar de los Koljoz,
de la colectivización y mecanización obligada. Dieron varios dolores
de cabeza, desde el comienzo, al flamante Estado Soviético, después
al propio gobierno todopoderoso de Stalin. Los campesinos, la
presencia abrumadora de los campesinos, no sólo expresaba la otra
vía al comunismo, como creían los populistas radicales, sino que
fueron la corporeidad social que contiene el substrato cultural de la

127
Maksim Kovalevsky: ‘Obshchinnoe Zemlevladenie’ (Posesión comunal de
la tierra).
236
alteridad a la vía occidental, en esa transición dramática del
comunismo de guerra, después de la ruta contrastante de la NEP,
para volver a un comunismo militarizado, que no era otra cosa que la
concentración de fuerzas y voluntades para la realización de la
revolución industrial militarizada, idea compartida tanto por Lenin,
Trotsky y Stalin.

La matriz del populismo ruso es anarquista, con lo que quiere


decir esta clasificación y conceptualización en toda su variedad y
diferencias. Como notoria influencia en los populistas del periodo
“Tierra y Libertad” (Zemelia y Volia) se encuentra el teórico y
activista anarquista Mijail Bakunin, quien tiene fuertes discusiones
con Karl Marx. Este periodo se caracteriza por la “ida al pueblo”; en
principio la ida al campo, a convivir, aprender y organizar la lucha con
los mujik, los campesinos; después por el recurso al terror, al
comienzo como defensa y respuesta a la represión, seguidamente
como propaganda y publicidad, como agitación y convocatoria al
pueblo a luchar; para concluir, difícilmente y con desacuerdos, en la
lucha política por los derechos y la Constitución, sin abandonar el
objetivo socialista, que los había acompañado en toda su historia a
los populismos rusos. En esta última etapa ya se produce el retorno
de la lucha a las ciudades, convocando principalmente en las
universidades. El periodo de “Voluntad del Pueblo” (Narodnaia Volia)
ocupa a los populistas en desentrañar el fenómeno del capitalismo y
sus consecuencias en el trastrocamiento de la formación y estructura
social rusa, particularmente en el campo, donde el impacto del
capitalismo era devastador. Consideran, en parte, al capitalismo ruso
una promoción artificial del Estado y de la autocracia, un invento
suspendido, al margen de la vitalidad del pueblo ruso,
primordialmente campesino. Son muy sensibles al detectar la
formación de clase de una burguesía rural, conformada por los kulak,
aunque consideraban el fenómeno de la proletarización campesina
como arbitraria e innecesaria, llenando las ciudades de desocupados,
que no eran completamente empleados en las fábricas. El periodo de
la “Voluntad del Pueblo” corresponde a la lucha populista contra el
capitalismo; sin dejar de afincar el proyecto socialista en los
campesinos, como lo habían hecho los anteriores populismos.

El populismo ruso atraviesa el siglo XIX, particularmente es


importante su participación y difusión durante la segunda mitad, llega
al siglo XX influenciando a las nuevas versiones socialistas, incluso a
las corrientes marxistas. A pesar de la celosa demarcación de los

237
bolcheviques, principalmente de Lenin, respecto de la herencia
populista, en relación a sus interpretaciones sobre el particularismo
ruso, diferenciándose de su opción campesinista, los bolcheviques, en
la práctica, manifestaron efectivamente portar esta herencia. Las
tesis orientales que postulan la alianza obrero campesina como
articulación revolucionaria en la transición al socialismo, combinando
tareas democráticas y socialistas, basados en la teoría del desarrollo
desigual y combinado, hablan de ello, confirman compartir
“inconscientemente” esta herencia. Mucho más cuando en la práctica
se impone el comunismo de guerra, en plena guerra civil, se convoca
a los campesinos pobres a combatir a los campesinos ricos. Si
terminan instalando koljoz, que no tiene nada de campesino, sino es
la “revolución industrial” llevada al campo, es porque la emergencia
de la crisis alimentaria en las ciudades les obliga ello, adelantándose,
aunque hubieran tenido en mente hacerlo en algún momento del
“desarrollo de las fuerzas productivas”.

La historia efectiva no es la historia imaginada, la


reconstrucción teórica o “ideológica”; la historia efectiva despliega
todos sus tejidos, texturas, redes, nudos conexiones,
constantemente, en distintas composiciones y combinaciones
coyunturales, periódicas, epócales. La historia efectiva es material,
usando esta palabra tan conocida y problemática, es molecular, se
mueve en un espesor de intensidades, que comprende distintos
planos, que se curvan ante la gravitación de los acontecimientos. La
historia imaginada, teórica o “ideológica”, es una reducción, una
interpretación reducida, usada políticamente, para legitimar las
acciones en un presente. No se puede asumir como “verdad” lo que
los protagonistas dicen de sí mismos, cómo se conciben, cómo narran
su propia historia; esta es una apreciación ocasionada por una
perspectiva, que privilegia una referencia como si fuese absoluta.
Esta perspectiva no reconoce la relatividad de la perspectiva, la
relatividad de la referencia; por lo tanto, no reconoce la complejidad
del acontecimiento. No se trata de pedirles a los protagonistas que lo
hagan, sino decir que, en un presente como el nuestro, no se puede
seguir reconstruyendo historias lineales, historias teleológicas,
historias a partir de la preocupación de la legitimación, sino que
estamos empujados a comprender la complejidad de los
acontecimientos históricos.

En este sentido, decimos que el ejército rojo chino está más


cerca, de lo que cree, de los guerreros del cielo celeste, así como los

238
bolcheviques están más próximos, de los que consideran, de los
populistas rusos. Lo mismo ocurre con la historia de las otras
revoluciones dadas en la modernidad, temprana, media y tardía. Las
teorías no son “verdades”, en su sentido absoluto, son instrumentos
provisorios para resolver problemas, no solo de interpretación y
explicación, sino, sobre todo, para la acción y las prácticas. Que se
haya autonomizado la teoría y se la haya convertido en la mirada
privilegiada, lugar desde donde se ordenan los hechos, como si
tuviese vida propia, es un fenómeno, por así decirlo “ideológico”, un
fetichismo de la teoría. Esto ocurre particularmente en las teorías
llamadas “revolucionarias”. Llama la atención que ocurra
patentemente, fehacientemente y excesivamente, en el marxismo,
que es donde se ha desarrollado la teoría de la “ideología”, aunque
esta se haya circunscrito al fetichismo de la mercancía y no haya
expandido su acierto a la economía política generalizada.

La recurrente insurrección mexicana

La primera sublevación zapatista

Hay una imagen de México, entre otras, empero quizás


recurrente, explotada cinematográficamente, fuera de otros
estereotipos de la pantalla; esta es la imagen de México insurgente.
No es una imagen desacertada; al contrario, se acerca a una veta
perdurable en la historia política de México. Empero, habría que
contextuar esta imagen en un campo configurante mayor, que es
más pertinente, la de México intenso. Se puede decir que los
mexicanos y las mexicanas viven todo de manera intensa y hasta
desbordante. Hay como una inclinación pasional al momento de
experimentar las vivencias, cualquiera sean éstas. En este sentido,
las insurgencias se las vive con una intensidad mayúscula, sobre todo
campesinas. La “cuestión agraria” forma parte inherente de la
problemática histórica y social, la lucha por la tierra hace inteligible la
formación social mexicana. La reforma agraria fue el tema de fondo
de la revolución mexicana. La forma como se resolvió la “cuestión
agraria” marca la historia posrevolucionaria. Sin embargo, el Plan de
Ayala, la reforma agraria propuesta por el ejército campesino del sur,
por el ejército zapatista, plantea el contraste, que forma parte del
substrato del periodo revolucionario.

239
El Plan de Ayala dispone la devolución inmediata de las tierras a
las comunidades, usurpadas por los hacendados en los gobiernos de
Porfirio Díaz. La devolución se la arrancaba con las armas en la mano
y ocupando tierras. Se planteaba la indemnización de las tierras con
la tercera parte del valor, colocando al hacendado en la situación de
que él debería demostrar ante los tribunales que la tierra les
pertenecía, pues ya eran reconocidas de hecho como propiedad de las
comunidades por el Plan de Ayala, validando la toma de tierra. La
aplicación del Plan de Ayala significaba la conformación de lo que hoy
llamaríamos territorios liberados; el establecimiento de milicias, es
decir, un ejército popular, inmediatamente ligado a las comunidades;
la construcción desde “abajo” de una forma política, si se quiere, de
una forma de Estado. ¿Un Estado campesino? Es esto lo que hay que
discutir. Es problemático aceptar la tesis de Adolfo Gilly, de que los
zapatistas, de entonces, estaban entre el Estado burgués o el Estado
proletario; en el periodo, ausente como propuesta política, pues el
proletariado no estaba organizado como partido. Esta, obviamente,
es una tesis bolchevique128. No por tal incorrecta, sino que, a luz de
las teorías críticas del Estado, desprendidas de las dramáticas
experiencias “revolucionarias” y de las experiencias restauradoras
pos-revolucionarias, es difícil sostener este dilema simple entre dos
opciones contrastadas, sostenidas en el papel histórico, atribuido a
dos clases “fundamentales” del modo de producción capitalista.

Hay que hacerse algunas preguntas. ¿Los campesinos tienen en


su imaginario al Estado, es propio de ellos? ¿Se plantean, de alguna
manera, el dilema del Estado burgués o Estado proletario? Claro, que
en la medida que el Estado les entrega tierras con una forma de
reforma agraria, tienen en mente al Estado; también, cuando es el
Estado el que les quita las tierras, conciben al Estado negativamente.
Cuando el Estado participa en programas agrarios, el referente es el
Estado. Pero, ¿es éste un imaginario propio, emergido del mudo
campesino o es un imaginario compartido y asimilado, en sus
relaciones con el resto de la sociedad y el Estado? ¿En la insurgencia
campesina es este el imaginario radical campesino, usando este
concepto de Castoriadis? ¿Puede darse una vía campesina? ¿Tiene
que ser necesariamente Estado?

El problema de una buena parte de los historiadores de la


revolución mexicana es que suponen un modelo histórico de
antemano; es decir, suponen una direccionalidad dominante, una
128
Ver de Adolfo Gilly La revolución interrumpida. Ediciones El caballito, México 1980. Págs. 65-66.

240
especie de fatalidad histórica; por otra parte, bastante reducida,
bastante simple. Esta concepción de la historia no solamente es
lineal, no solo es racionalista, en el sentido de la astucia de la razón,
sino que ya tiene resuelto de antemano los problemas que debe
resolver. No se trabaja la historia como espesor de posibilidades,
menos como combinación abierta y composición desenvuelta de
singularidades. No se responden a las preguntas cruciales: ¿Qué
significaciones, qué implicaciones, tienen las insurrecciones
campesinas? ¿Cómo explicar que las llamadas revoluciones socialistas
proletarias se hayan dado en países de mayoría campesina? ¿Qué
clase de formación social es la campesina? ¿Cuál es su racionalidad,
ahora si racionalidad en el sentido de estrategias, inherente, en su
relación con otras formaciones de las sociedades, con el mercado, con
el capital, con el Estado? Tratar de comprender la insurgencia
campesina desde el telos proletario ya es un sesgo grande, acallando
al “sujeto” en cuestión, el campesino. También situar al campesinado
como un bloque, más o menos homogéneo, siempre subordinado, al
la nobleza, a los terratenientes, al mercado, al capital, a las
ciudades, al Estado, es mirar al campesinado panorámicamente,
desde las cumbres de la sociedad compacta. Llama la atención que no
se haya considerado las formaciones campesinas desde sus
articulaciones internas, desde sus potencialidades y posibilidades129.
Entre los pocos que lo hicieron, se encuentran los populistas rusos.

Quizás los términos “cuestión agraria”, “cuestión campesina”,


no sean términos lo suficientemente apropiados como para expresar
el conjunto y los alcances de la problemática en cuestión. Recurriendo
todavía al concepto marxista de capital como relación, diremos que
se trata del capital, de la valorización del capital, de la acumulación
del capital; cuando se expande, cuando se desarrolla, todo lo que
toca lo convierte en capital, en sus distintas formas, en sus distintos
grados de desvanecimiento. En lo que respecta a la tierra, la
valorización a través de la renta, renta absoluta y renta diferencial.

Las tierras de comunidades, reconocidas desde la colonia, son


expropiadas por los hacendados, por los latifundistas, por los
agroindustriales, como los empresarios del azúcar en Morelos. La
tierra se ha convertido en mercancía para el capital, aunque para los
campesinos sea su herencia de la comunidad, su medio de
subsistencia y, quizás, de un excédete que se lleva al mercado; es el
ámbito de sus relaciones sociales, culturales y de reproducción. Los
129
Ver de Raúl Prada Alcoreza Fragmentos territoriales. Dinámicas moleculares; La Paz 2013.

241
hacendados y empresarios, que, a vez, se afincan sobre la tierra
comunal, expropiándola, que consideran que así se enriquecen, lo
que es cierto, despojado a la gente que califican de improductiva, no
dejan de ser también mediaciones en el decurso de la acumulación
del capital. El Estado también, de alguna manera, lo es, una
medición. El capitalismo requiere de azúcar para llevarlo al mercado
internacional, en tanto que el mercado nacional requiere bienes
alimenticios para nutrir a la población de las ciudades. Desde esta
perspectiva, la propiedad comunitaria es desdeñable; la vulneración
de derechos comunitarios se puede interpretar de otra manera, se
puede establecer otras leyes que lo permitan. Esta legitimación de la
violencia expropiadora es tarea fácil en un Estado, en gobiernos, al
servicio del capital.

El problema aparece cuando se sublevan los campesinos y


retoman sus tierras, expropiadas indebidamente por los hacendados,
empresarios y el Estado, pues cortan el flujo de la acumulación de
capital, hacen visible las otras caras de la tierra no-mercantiles,
develan otras “realidades”, que no son productos del poder ni del
capital; cuestionan el Estado, el orden impuesto, la propiedad
latifundista y empresarial, y abren rutas, en los nudos de posibilidad
de un presente, a otros mundos. Por eso, el problema no concluye
con la reforma agraria. Continúa, dependiendo de cómo se
materializa la reforma agraria, de cómo se pacta, de cómo se
constituye el Estado, que renace de la crisis revolucionaria, además
de depender de cuáles son las demandas del sistema-mundo
capitalista en otro presente.

En contraste y dualidad con los ciclos del capital, la revolución


mexicana, que se prolonga desde 1910 a 1940, es una de las formas
singulares y concretas de la insurrección permanente, de lo que
llamaremos, provisionalmente, contra-capital. En otras palabras, de
las resistencias sociales que se oponen a la reducción abstracta de la
tierra, de los territorios, de los cuerpos, de la vida, a esta
desposesión, a este despojamiento, a esta explotación y subsunción
que se mide y significa como valorización del valor. Las
insurrecciones, las sublevaciones, las rebeliones, de los campesinos,
proletarios y pueblos, no pueden concluir mientras las formas del
capitalismo los amenacen con subordinarlos y subsumirlos como
formas mercantilizables.

Ahora bien, como dijimos en Devenir y dinámicas moleculares,


no es que el Estado y el capital existan como tales, no tienen vida
242
propia, no son “sujetos” que actúan, cuentan con autonomías
aparentes130. Son imaginarios, son instituciones imaginarias. Lo que
les anima, les insufla una aparente “vida”, lo que ocasiona su
reproducción institucional, son las dinámicas moleculares sociales
capturadas. Son efectos de masa, son efectos estadísticos, de las
dinámicas moleculares sociales. En este sentido, estas
representaciones del poder, el Estado y el capital, son los fantasmas
de diagramas de poder establecidos en el territorio.

Desde esta perspectiva, las haciendas, las empresas, su


expansión, la burocracia local y nacional, la iglesia, el ejército federal,
no son mediaciones, son, mas bien, dispositivos de poder, son
dispositivos de diagramas de poder. En el texto mencionado, también
dijimos que todo diagrama de poder, es decir, el poder, en general,
tiene como obsesión, el control de la vida; en este sentido, es un
biopoder. El sistema-mundo capitalista es como conjuntos de mallas,
de redes, de tecnologías, de dispositivos, que desencadenan, en su
funcionamiento integral, el control y el pretendido dominio de la vida,
en sus variados ciclos, en sus distintas formas y dimensiones; este
control y pretendido dominio tiene un alcance planetario. Las formas
locales, nacionales, regionales y mundiales de la articulación del
control y pretendido dominio de la vida, se complementan y
coadyuvan, generando impactos a distintas escalas. Una pregunta,
no adecuada, pero pertinente, es: ¿Para qué se quiere controlar y
dominar la vida si una vez que se lo logre la vida muere, se detiene?

Es una ilusión estatal el creer que con el pacto


posrevolucionario, que sirvió de cimiento al Estado institucional, al
Estado-partido institucionalizado, se resolvió el problema de la
convulsión y el conflicto social. En México no desaparecieron nunca
las formas de expresión insurgente de la guerrilla, aunque se den de
una manera diseminada, proliferante y micro. La estabilidad política
aparente, institucionalizada, se dio desde 1940 hasta 1994, sin
olvidar remesones ocasionales y circunstanciales. Y obviamente,
sacando a luz, la crisis cultural de 1968, que interpeló, desde los
estudiantes concentrados en la plaza de Tlatelolco, las bases
imaginarias del Estado del pacto institucional. La guerrilla zapatista
de 1994 volvió a poner en evidencia los vulnerables cimientos
imaginarios sobre los que se sostienen el Estado-nación.

130
Revisar de Raúl Prada Alcoreza Devenir y dinámicas moleculares. Dinámicas moleculares; La Paz 2013.

243
Dibujando un mapa de la distribución de fuerzas y tendencias
en el campo configurante de la revolución mexicana, en sus etapas
iniciales, vemos que por el norte campesinos y pequeños propietarios
se levantan contra el Presidente Madero por el incumplimiento de
promesas y acuerdos, denunciando patentemente su alianza con las
familias porfiristas derrocadas. El levantamiento campesino en el
norte, particularmente en Chihuahua, tiende a un reconocimiento de
la propiedad privada familiar. En el sur, en cambio, las comunidades
campesinas levadas en armas, al principio en Morelos, después
extendiéndose a los estados vecinos, exigían el reconocimiento de las
propiedades comunitarias, lo que implicaba el reconocimiento de
formas de propiedad combinadas, comunes y privadas. En el centro,
no sólo geográfico, sino político, no sólo en la capital federal, México
distrito Federal, sede del gobierno federal, sino en el centro del
campo burocrático, institucional y militar, los caudillos se disputan la
representación presidencial, la silla de gobierno, el matiz y el perfil
personal. Huerta, general de Madero, hace un golpe al presidente que
lo acababa de designar para defender el gobierno y atacar a los
golpistas que habían tomado el edificio de la Ciudadela, cuartel y
almacén de la zona central de la Ciudad de México 131. Cuando el
gobierno es derrocado, da la orden de fusilamiento del derrotado
presidente y de su vicepresidente. Con la llegada al poder de Huerta,
la sublevación campesina no se detiene sino que se extiende, ahora
contando con el legendario Francisco Villa como jefe de la insurgencia
en el norte. El gobierno de Estados Unidos, preocupado por la
extensión de la sublevación en el país vecino del sur, apoya el golpe
de Huerta buscando, el retoro institucional y del comercio. En este
panorama del campo social y del campo político en crisis, la
composición de fuerzas que escapa redituar lo mismo, el círculo
vicioso del poder, es la que corresponde la insurgencia campesina
bajo el liderato de Emilio Zapata.

Bolivia: 1952, ¿revolución inconclusa o revolución nacional-


popular?

Agustín P. Justo, conocido como Liborio Justo, así como por su


nombre de guerra, “Quebracho”, escribió La revolución derrotada132,

131
Ver de Adolfo Gilly La revolución ininterrumpida. Ob. Cit.; pág. 84.
132
Ver de Liborio Justo Bolivia: La revolución derrotada. También, del mismo autor, Estrategia
Revolucionaria; Buenos Aires, 1957. Entre otras obras tenemos a Nuestra patria vasalla y Pampas y
lanzas.

244
refiriéndose a la revolución boliviana de 1952. De acuerdo a la teoría
de la revolución permanente, las revoluciones proletarias y donde
interviene el proletariado, deben concluir en una revolución socialista.
Entonces, desde la perspectiva de la teoría, la revolución de 1952 es
una revolución inconclusa, pues no ha devenido socialista. El
“paradigma” para hacer esta interpretación de lo acaecido con la
insurrección de abril de 1952 es la revolución rusa de 1917. El
paradigma, no solamente contempla la transición, la conversión de la
revolución democrática en una revolución socialista, sino también, el
papel protagónico del partido del proletariado. Basándonos en lo que
dijimos más arriba, esta interpretación corresponde a la exégesis de
la voluntad revolucionaria. No vamos a caer en la discusión, también
maniquea, de si esta interpretación es “subjetiva” u “objetiva”,
realista o utópica, pues, ¿en qué teoría, en qué ciencia, en qué
interpretación, en qué “representación”, no interviene el “sujeto”? La
“objetividad”, como dice Karl Popper, es un acuerdo intersubjetivo133.
La interpretación por la voluntad revolucionaria es una forma de
saber, una de las formas del saber activista. El activismo accede a la
“objetividad”, mejor dicho, construye la “objetividad,
hegelianamente hablando; es decir, la construcción del concepto, por
intervención de la acción. Se trata de un saber que logra un
conocimiento de mayor profundidad, que el conocimiento
pretendidamente alejado del compromiso, hablamos de la pose de
“neutralidad”, pues accede a palpar, a la sensibilidad, de las
dinámicas sociales. Si bien este saber activista emplea la teoría
voluntariamente o, si se quiere, produce una teoría voluntarista, la
acción que desprende no está exenta de teoría. El problema no es
éste, sino, que determinado tipo de saber activista, teleológico, ha
transferido la voluntad, el deseo, proyectándola en la conjetura de la
astucia de la razón, de las leyes de la historia, ocasionando,
paradójicamente, algo inverso a lo que se buscaba. Se anula o inhibe
la capacidad creativa de la voluntad, pues se actúa según las leyes
“objetivas” de la historia.

Liborio Justo forma parte de los entusiastas intelectuales


bolcheviques, en su caso, viniendo del PC y después convertido al
trotskismo, que se impresionan con la insurrección armada boliviana,
con la destrucción del ejército y con la existencia de las milicias
obreras y campesinas. Por lo tanto, desde su punto de vista las
condiciones “objetivas” de la revolución socialista estaban dadas. Lo

133
Ver de Karl Popper Lógica de la investigación científica. Tecnos; Madrid.

245
que ha fallado son las condiciones “subjetivas”; el partido
revolucionario, no ha podido ayudar a pasar al proletariado de la
consciencia en sí a la consciencia para sí. Se trata no sólo de un
discurso teleológico, sino de un una evaluación voluntarista que
busca las fallas en la “ingeniería” insurreccional, en la “ingeniería”
bolchevique. De ninguna manera se trata de descalificar estos
discursos, ingresando, por otro lado, al esquematismo maniqueo,
sino de comprender su episteme, su formación enunciativa, así como
también, sus prácticas de poder.

El antecedente de la revolución de 1952 es la guerra civil de


1949; cuando en Chuquisaca, Potosí y en Oruro, sobre todo en estos
últimos departamentos, se organiza una insurrección contra el
gobierno del pacto oligárquico y del PIR, que había derrotado al
general nacionalista Gualberto Villarroel, que gobierna desde 1943
hasta 1946. Participan en la guerra civil militantes del POR, la parte
de izquierda y obrera del PIR y el MNR, que había sido desplazado del
poder, con la caída del gobierno nacionalista que apoyaba. La
insurrección termina en una represión incruenta; se dice
popularmente, que en Potosí faltaban los faroles para colgar a los
insurrectos.

En 1951 se dan las elecciones nacionales, donde votaban sólo


hombres; propietarios privados e ilustrados; incluyendo a “clases”
medias y artesanos. El MNR gana las elecciones. Como respuesta a
esta victoria electoral, la oligarquía responde con un golpe militar,
instaurando una junta, a la cabeza del general Ballivián, que
desconoce los resultados electorales, impidiendo que el MNR asuma
el gobierno. Ante esta violación de derechos y vulneración de la
democracia, el MNR decide conspirar y preparar un golpe militar,
involucrando al ministro de gobierno, general Antonio Seleme.
Cuando estalla el golpe, el 9 de abril, que involucra a la policía, la
reacción del gobierno es inmediata, moviliza al ejército, y el golpe
comienza a ser derrotado. En su desesperación el gobierno convoca a
los sindicatos, los que responden inmediatamente, salen a las calles a
luchar. Los obreros en Villa Victoria combaten heroicamente al
ejército, los mineros de Milluni se descuelgan de la ceja de El Alto y
toman la ciudad de La Paz. Los mineros de Oruro toman los caminos,
así como la ciudad, cortando la posibilidad de la llegada de refuerzos
a la sede de gobierno desde el sur. En tres días de combate se vence
al ejército. Varios cuarteles se rinden; por último, los cadetes del
Colegio Militar de Irpavi terminan rindiéndose a los comandos de Juan

246
Lechín Oquendo. El golpe militar se transformó en una insurrección
victoriosa.

En Historia y lecciones de la revolución boliviana, Tinta Roja


escribe:

Se llega a una situación donde la rosca se ve obligada a llamar a


elecciones y gana el MNR el 14 de Mayo de 1951. Sin embargo, el
presidente, Gral. Ballivián, las declaró nulas y continuó su gobierno
hasta el 9 de Abril de 1952. Víctor Paz Estensoro, el presidente
electo, se ve obligado a exiliarse en la Argentina de Perón, hasta el
estallido de la revolución.
Sucede que uno de los hombres del gabinete de Ballivián, el
Gral. Antonio Seleme, en una conspiración conjunta con el MNR,
planean un golpe de Estado. Previamente -el 6 de Abril-, en una
reunión secreta entre la elite del partido y el general, éste hace un
juramento de lealtad al mismo. Todo era parte del plan que
terminaría por llevar al poder a Seleme apoyado por el MNR, las
tropas bajo su mando directo y la policía paceña que debía aportar
armas para abastecer las milicias del partido. El plan debía ser un
golpe rápido aunque, conociendo lo conflictivo del país, los implicados
temían que la situación escape de su control.
Hacia el 8 de Abril, Seleme entregó algunas armas para
miembros del MNR y preparó los aspectos técnicos del levantamiento.
Por esas horas, el Gral. Ballivián, con serias sospechas, por los
movimientos de Seleme, lo cuestiona para saber qué estaba
tramando y éste le jura lealtad por enésima vez.
Desde tempranas horas de la madrugada del día 9 de Abril, el
MNR se encontraba literalmente listo para la acción, esto es, esperar
el llamado para copar las calles y los espacios públicos del Estado,
llevando a cabo el plan predeterminado. El líder del partido era Paz
Estensoro, pero al hallarse en Buenos Aires exiliado, la dirección
política del levantamiento recae en manos de Hernán Siles Zuazo. En
una acción coordinada, los carabineros y las milicias del MNR, se
apoderan de los lugares estratégicos del Estado y tras el
aparente éxito de los rebeldes, se proclama por radio a las 6 de la
mañana el triunfo. Pero desde entonces, las tropas leales se lanzan
a reprimir la insurrección y empieza el combate cuerpo a cuerpo por
toda la capital. El presidente Ballivián, dirige las operaciones junto a
su Estado Mayor, desde el Colegio Militar de La Paz.
La capital del país se hallaba dividida en dos partes. De un lado,
colmada de militares leales al gobierno y por otro las milicias del MNR
que a cada instante se empiezan a sumar masivamente las clases
más humildes, los pobres de la ciudad, estudiantes y trabajadores. Se

247
levantan barricadas en cada esquina que se nutren de cada vez más
y más trabajadores.
Se amplifican las milicias, de a poco van dejando de
ser exclusivas del MNR. Las patrullas revolucionarias -que se
improvisan en el mismo instante de la lucha-, prácticamente van al
combate sin disciplina y mal armadas, contra el ejército. Pero se
combate con heroísmo y alta moral revolucionaria y de querer acabar
con el gobierno, de años de represión, censuras y mentiras.
Las milicias se organizan para asaltar las armerías y con éxito
saquean la plaza militar de Antofagasta. Se combate incesantemente,
se derrama sangre y hay muertos de ambos bandos, pero ni siquiera
hay tiempo de recoger los cadáveres. El Gral. Ballivián, desesperado,
llama a todas las tropas más cercanas a la capital a sofocar el
levantamiento que pronto llegarían al rescate.
A través de las radios la noticia de los acontecimientos en la
capital, se expande como un rayo por todo el país. Mientras tanto,
empiezan los preparativos en los campamentos mineros que acuden
al socorro del levantamiento y pronto lo harán suyo. Dunkerley nos
comenta que:
“En términos netamente militares, los rebeldes estuvieron en
franca desventaja en abril de 1952. Empero, conviene no olvidar que
un ejército de conscriptos, solamente tiene ventaja marginal ante un
grupo de civiles armados cuando muchos de éstos tienen
entrenamiento militar y mayor decisión que los jóvenes y nerviosos
reclutas estrictamente comandados. Este factor indudablemente fue
esencial la noche del 10 de abril, cuando una luna llena anuló
totalmente la superioridad lograda por el ejército al ordenar un corte
de energía eléctrica en toda la capital. A medida que descendían las
columnas de El Alto y subían desde Miraflores y San Jorge, las tropas
tomaron conciencia de que los trabajadores fabriles organizados en
grupos guerrilleros maniobraban mejor que ellos por su mayor
conocimiento del terreno y porque en su mayoría, obraban por
iniciativa propia134.”
La decisión y valentía de los obreros fabriles, influye en el
enemigo: muchos reclutas se rinden voluntariamente, otros se pasan
del lado de la revolución, pero la gran mayoría empieza a
desmoralizarse.
A la mañana siguiente, el 10 de Abril, los combates no cesan,
las patrullas revolucionarias van por todo y por todos sus enemigos.
Es ahí cuando hacen su entrada los mineros de Milluni, armados de
fusiles y cartuchos de dinamita, atacan sorpresivamente a la
retaguardia del ejército. El pánico se apodera de los soldados.

134
Dunkerley James (2003). Rebelión en las venas. La Paz; Plural.

248
Mientras tanto en Oruro las jornadas de abril son realmente violentas.
Los regimientos Ingavi, Camacho y Loa, fueron derrotados por las
milicias mineras y el pueblo luego de intensos combates.
Lo auténticamente heroico se da cuando los mineros de Milluni,
vencen a las fuerzas del Regimiento ‘Camacho’, toman la estación de
tren de El Alto, se apoderan del mismo y se siguen repartiendo armas
y municiones entre los pobladores. Arrojan dinamita a lo que queda
del ejército, ya sin mando militar, en franca retirada. En La Paz se
reinician el avance hacia La Ceja, pegados al cerro, reptando, desde
cuya cima los soldados aún disparan135.
Una de las conclusiones descriptivas del texto expresa los
resultados:
Para el 11 de Abril, siete regimientos profesionales de las
FFAA son vencidos. Queda claro, que el gran vencedor de las
jornadas de Abril: es la clase obrera, que con su intervención,
logró quebrar en dos al ejército, ganando a un sector del
mismo para la revolución.
Siguiendo con la narración, se continúa con una cita:
Veamos como caracteriza Guillermo Lora a la clase obrera en
este periodo:
“La combatividad explosiva del proletariado boliviano es
excepcional y denuncia la influencia campesina (cuya historia está
llena de actos de heroicidad incomparable y de actos sanguinarios).
Su extremada juventud (no solamente por haber aparecido
recientemente, sino por la excepcional juventud física de sus
miembros, cuyo promedio de vida no alcanza los 30 años) es otra de
las causas de esa combatividad. Nuestros sindicatos no presentan
capas aristocráticas, formadas por el pago de salarios preferenciales y
por la concesión de una serie de privilegios, lo que hay es una
especie de nivelación en la miseria136.”
Y mas adelante caracterizando el proceso abierto y el lugar que
le toca al MNR en el poder dice:
“El MNR se vio a la cabeza de un movimiento motorizado por el
programa que le era totalmente extraño (…) Dos eran, pues, los
objetivos inconfundibles de la revolución, desde el primer día, y se
puede decir que sintetizaban las aspiraciones nacionales y toda la
historia del movimiento revolucionario: la liquidación del latifundio

135
http://tintarojablog.wordpress.com/2012/12/19/historia-y-lecciones-de-la-revolucion-boliviana-
parte-2/ http://tintarojablog.wordpress.com/2012/12/08/historia-y-lecciones-de-la-revolucion-
boliviana-parte-1/
136
Lora Guillermo (1978). Contribución a la historia política de Bolivia. La Paz; ISLA.

249
(vale decir del gamonalismo como sistema) y la nacionalización de las
minas137.”
El día 15 de abril Víctor Paz Estensoro vuelve del exilio en
Buenos Aires y asume como presidente “prisionero de las masas”,
dependiendo del apoyo de los sindicatos y “ministros obreros”. Las
milicias obreras armadas, todavía son dueñas de la ciudad de La Paz
y en varios centros mineros como Oruro, los trabajadores, también
permanecen armados. Todos los sindicatos en las grandes minas
asumen elementos de “control obrero” de la producción y se da una
situación de “doble poder”. Decimos doble poder, porque el 17 de
abril se funda la Central Obrera Boliviana, a lo que como Liborio
Justo, la caracteriza como un “soviet” (que en ruso, significa
“consejo”).
Veamos con que mecanismos el MNR en el poder, que sube con
“traje prestado”, es decir con un léxico político “revolucionario” y
“progresista” cuyo verdadero objetivo es reconstruir el Estado
burgués, las FFAA y la policía para volver a la normalidad burguesa, o
sea, a la explotación cotidiana de la clase obrera, y por ende, a
frenar la revolución. Justo nos comenta que:
“A las pocas semanas del 9 de abril, el “prisionero del Palacio
Quemado”, se dio maña para postergar la nacionalización de las
minas, principal demanda del pueblo de Bolivia, apelando al
subterfugio de designar una comisión que estudiara el paso y
dictaminara al efecto, paso en el que tuvo la colaboración de la
burocracia del Lechín, y este hecho, capital en el propósito de frenar
la revolución, produjo un detenimiento del ritmo con el que se
manifestaba el fervor de la masa, siendo aprovechado por el
oficialismo para tomar medidas que señalan el comienzo de la
contrarrevolución. Y tales medidas se orientaron, desde el primer
momento, hacia la destrucción de la democracia sindical y la
burocratización del poder adversario: la COB, y para eso contó con la
activa colaboración del estalinismo138.”
Mientras los obreros desfilaban en las calles de la capital, y
hacían gigantescas asambleas, con el fusil al hombro, querían
convertir a cada fábrica, mina y unidad productiva en una trinchera
de la revolución. El MNR, empieza a transformar a las milicias en
exclusivas de su partido y bajo su dirección y disciplina. En este
sentido Liborio Justo, plantea otro mecanismo para desactivar la
revolución en lo que respecta al sufragio universal:
“La concesión del voto universal, establecido por decreto el 21
de julio de 1952, con lo que se ponía fin al voto calificado que había
existido hasta entonces, el que dejaba al margen de las urnas a los

137
Ibídem. También ver, del mismo autor, Historia del movimiento obrero. La Paz; Amigos del Libro.
138
Justo Liborio (2007. Bolivia: La revolución derrotada. Razón y Revolución; Buenos Aires.

250
analfabetos. La concesión del voto universal , que en otras
circunstancias hubiera significado una medida altamente progresiva,
tenía un sentido muy distinto en el momento en que se decreto,
primero, por ya existía en los hechos una voluntad universal que se
expresaba por conducto más efectivo de los sindicatos y de las
armas, y para manifestar la cual ya se había dejado sin efecto la
discriminación alfabética , y el llamado a las urnas en estas
circunstancias solo trataba de distraer al pueblo del camino que
llevaba e ilusionarlo para que obtuviera con los votos lo que ya había
obtenido con las balas; y , segundo , porque con el camino electoral
se trataba de ahogar al proletariado bajo la masa del
campesinado139.”
Otra de las cuestiones, que el MNR hace para frenar el
movimiento iniciado el 9 de Abril es, el desmantelamiento del control
obrero de la producción. Aquí también lentamente se vuelve a la
“normalidad” del trabajo a reglamento convencional. Finalmente
Liborio Justo da cuenta de la medida más importante de esta política:
“La medida contrarrevolucionaria mas importante tomada por el
gobierno del MNR fue la reorganización del Ejército, que había sido
disuelto y desarmado por el pueblo, decretada el 24 de julio del 1953,
y la reapertura del Colegio Militar. El pretexto fue la necesidad de
crear el Ejército de la Revolución Nacional, embebido en el espíritu de
la misma, cuyas filas estarían abiertas a la clase obrera, y a pesar de
la decidida animadversión del proletariado a la adopción de tal
medida, manifestada en numerosas decisiones al respecto, la propia
dirección de la COB, con Lechín al frente, coadyuvó en dicha
tarea140.”
Será recién el 31 de Octubre de 1952 el día donde Víctor Paz
decreta la nacionalización de las minas, en términos burgueses y
pactando con los “barones del estaño” garantizándoles una suculenta
indemnización.
Nótese como se tarda tanto tiempo, con una dirección burguesa
como la del MNR en tomar medidas urgentes por las que se derramó
tanta sangre. Es muy grande la diferencia si comparamos los
decretos firmados por Lenin ni bien se hacen cargo del poder en
Octubre de 1917: el decreto de la Paz y el de la reforma agraria.
Tardo menos de una hora en proponer la firma de ambos decretos en
el II Congreso de los Soviets de toda Rusia, irradiado por el calor
mismo que generó haber tomado el poder para los trabajadores,
soldados y campesinos el 25 de Octubre de 1917.
Y el 2 de Agosto de 1953 el gobierno dicta la reforma Agraria
para canalizar en los marcos legales burgueses la insurgencia rural,

139
Ibídem.
140
Ibídem.

251
que desde hacía un año antes, se expandía por todo el altiplano y el
valle cochabambino. Ya para los años 1954-55 el gobierno
se estabiliza, asume rasgos más de derecha, abandona
progresivamente el léxico “revolucionario” y “progresista”. Con este
giro a la derecha, va desapareciendo el poder dual en el movimiento
obrero y campesino.
Hacia Junio de 1956 hay elecciones generales, gana el MNR y
asume el nuevo presidente Siles Suazo, con Ñuflo Chávez como
vicepresidente. El nuevo gobierno profundiza el acercamiento a
EE.UU. y lanza una ofensiva contra la COB y los obreros. Esta
situación represiva, caracterizada por la ausencia cada vez más
marcada de las grandes movilizaciones armadas de los trabajadores,
se lleva a cabo con la cooptación de los dirigentes de los sindicatos
campesinos.
Para despejar dudas de este giro represivo, ya en 1960, entre
el 22 y 24 de enero, se produce la masacre de Huanuni: el combate
entre los mineros y los comandos movimientistas duró tres horas y
cayeron 12 muertos y 32 heridos (entre ellos mueren tres militantes
del POR). En este mismo año se inicia la segunda presidencia de Paz
Estensoro, con Juan Lechín como vicepresidente141.

La pregunta que atormenta a los bolcheviques, sobre todo


trotskistas, no sólo del POR, sino también los voluntarios que llegan a
Bolivia a apoyar a la COB, principalmente argentinos, es: ¿Por qué los
proletarios no tomaron el poder si el ejército estaba destrozado, la
policía era extremadamente débil como para contener a las milicias
obreras y campesinas, además de que eran los milicianos mineros los
que cuidaban las puertas del palacio quemado? ¿Qué les costaba
subir un piso, de la puerta, del primer piso, donde se encontraban
armados, al segundo piso, donde se encontraba la silla presidencial?
Esta pregunta ha sido respondida de varias maneras; dos son
sintomáticas. La que dice que la revolución ha sido derrotada, que es
lo mismo que decir que ha quedado inconclusa o ininterrumpida. La
que dice que la consciencia del proletariado está retrasada, era
solamente economicista y no política. La primer es la hipótesis de
Liborio justo, la segunda es la hipótesis de Guillermo Lora.

Respecto a estas hipótesis las preguntas son: ¿Una revolución,


cuando estalla está predestinada a convertirse en revolución

141
http://tintarojablog.wordpress.com/2012/12/19/historia-y-lecciones-de-la-revolucion-boliviana-
parte-2/ http://tintarojablog.wordpress.com/2012/12/08/historia-y-lecciones-de-la-revolucion-
boliviana-parte-1/

252
socialista? ¿No hay otras vías posibles? ¿No es que la revolución es la
manifestación catártica de la crisis del poder, estructura de
dominaciones que renace, como el ave fénix de sus cenizas,
resolviendo su crisis, incorporado a los “revolucionarios” a su seno?

Si comparamos la magnitud del trabajo organizativo y de


formación de los bolcheviques rusos y lo desempeñado por los
bolcheviques bolivianos, vemos que hay grandes diferencias. Los
bolcheviques bolivianos se contentaron con aprobar la Tesis de
Pulacayo, exagerado un poco, para ilustrar, y esperar que, después
de esta gran “verdad”, de esta revelación histórica, los
acontecimientos se sucedan, de acuerdo a la dialéctica de la historia.
Empero, aunque lo que acabamos de decir, sea una constatación
descriptiva, un tanto anecdótica, no explica ni resuelve el problema
planteado. Desde una perspectiva mayor de los saberes activistas, de
lo que se trata no es de subsumir la “realidad”, es decir, el
acontecimiento, a la teoría, sino de reconocer, en la pluralidad de
singularidades del acontecimiento, el campo de posibilidades y actuar
en el juego de las mismas como una posibilidad más. Esto equivale,
en lenguaje marxista, al conocimiento de lo concreto, como síntesis
de múltiples determinaciones; a comprender la lógica específica del
“objeto” especifico. Por lo tanto, idear estrategias adecuadas, no
solamente al momento histórico, sino a la composición singular de
fuerzas y procesos que hacen a una coyuntura, a un contexto, a una
formación social dada, en un espacio-tiempo determinados. Los
bolcheviques terminaron atrapados en su “verdad”, la cual debería
verificarse en el decurso de la historia. Lo increíble es que, cuando no
se verifica esta “verdad”, tampoco la revisan, no hay autocrítica, al
contrario, la mantienen incólume, inventando hipótesis ad hoc para
explicar las anomalías.

En adelante, optaremos por una interpretación que concibe el


acontecimiento como diferencia radical, recurriendo a la mirada desde
las dinámicas moleculares, con apoyo de la genealogía del poder y las
metáforas geológicas142.

Bolivia: ciclo político, entre el gasto heroico y el conformismo

Al momento de interpretar, desde el presente que nos toca,


tanto el contradictorio decurso político de un gobierno popular, como

142
Revisar de Raúl Prada Alcoreza Devenir y dinámicas moleculares. Dinámicas moleculares, La Paz 2013.

253
la historia política, que hace como de memoria sedimentada y
estratificada, en constante recomposición y combinaciones, jugando
con la comprensión variable de los acontecimientos, estamos
empujados a la crítica, no solo de los actores del presente, no solo de
sus discursos de legitimación, no sólo se sus pretendidas teorías, que
los amparan, sino también toda pretensión teórica, que se situé como
si estuviera fuera del acontecimiento, como si no formara parte de él.
Lo importante es comprender que la teoría no es más que una
herramienta; como una linterna, alumbra, enfoca, saca de la
“oscuridad” la plural diferencia radical oculta. Lo importante de esta
iluminación es tanto lo que muestra como lo que no logra mostrar, lo
importante es la “relación” que se establece con “aquello”, que se
ilumina y no se ilumina, que se muestra y se oculta. Esta relación es
la experiencia. La condición de posibilidad misma de la iluminación,
de la mirada lograda, se encuentra en la experiencia. Lo que hay que
descifrar no es la teoría, que es una herramienta para descifrar, sino
los nudos, los hilos, las redes, los tejidos, las tramas, de la
experiencia.

Sorprende tanta discusión y debate sobre las teorías, cuando lo


que está en cuestión es lo que devela, percibe, sobre todo,
comprende y contiene la experiencia, plegándose en la memoria.
Ahora bien, la experiencia no es individual, aunque los individuos
intervienen en su conformación, como receptores, sensores, de la
misma; la experiencia es trans-individual, además de ser infra-
individual, incluso individual, en tanto experiencia de vida o historias
de vida. La experiencia es social y colectiva. Más allá y más acá de la
teoría está la experiencia, como espesor de intensidades y como
planos de constitución interconectados. La experiencia no solo
muestra, como la teoría, sino que da lugar a la constatación de la
vida, que es predisposición sensible y ciclo reproductivo de un
constante desciframiento de la existencia. No se trata de negar la
teoría, sino comprender que es parte de los recursos de la
experiencia. Teorías particulares pueden ser desechables, la
experiencia no. Tampoco es desechable la teoría como mirada
elaborada de la experiencia.

La experiencia acumulada de los pueblos ayuda a comprender y


a interpretar mejor que las teorías, el acontecimiento experimentado,
sin necesidad de desechar la teorías, sino haciendo uso crítico de
ellas, como decía Hugo Zemelman Merino. Intentaremos acercarnos a
esta búsqueda de la experiencia de la memoria social con la

254
intención de desentrañar algo de las complejidades del
acontecimiento presente. Nuestro primer movimiento no deja de ser
teórico, empero, en el sentido de uso crítico de la teoría, para orillar
el umbral de la experiencia social, de la que formamos parte, pues
somos una minúscula parte de ese proliferante saber práctico de la
experiencia social. Todas las mónadas de la experiencia reciben,
como en un holograma, la información no decodificada de la
“modalidad” dinámica de la experiencia. De lo que se trata es de
descifrar esa información, que no nos llega por signos, ni símbolos,
sino por formas de la experiencia, lo que llamaremos expemas,
palabra que combina experiencia y forma. Dejaremos la exposición de
las tesis sobre estas formas de la experiencia para un ensayo
temático, para una exposición teórica sobre el tema. Por el momento,
nos basta señalar la diferencia de la memoria, constituida por la
experiencia, y las expresiones discursivas y simbólicas. Nos
concentraremos, en lo que dijimos, en un acercamiento al umbral de
la memoria de la experiencia social.

Primera aproximación

Lo que está en juego es la experimentación en curso de lo que


unos y otros, casi un sentido común, llama “proceso de cambio”;
unos, para valorizarlo, otros, para descalificarlo. Término, que sin
embargo, tiene referente; se trata del lapso histórico inmediato, que
viene del 2000 y alcanza, hasta ahora, al 2013. La experimentación
social tiene millones de entradas y de capturas de información, de
retención seleccionada de la información, de constituciones singulares
de “memorias” individuales. Estas millones de entradas y
trayectorias, de mónadas, si se quiere, se comunican por el lenguaje;
pero, no lo hacen entre todas y simultáneamente, sino con los
próximos, los vecinos, los familiares, los amigos, los del barrio, la
escuela, el taller, la comunidad, el trabajo, el tránsito, etc. También
lo hacen masivamente mediante los medios de comunicación.
Entonces, en este caso, reciben información organizada, elaborada,
seleccionada, de una manera simultánea. Esta información no es la
misma que la vivida, que la experimentada propiamente, es
información trasmitida por las formas del lenguaje audiovisual. Sin
embargo, estas transmisiones también forman parte de la
experiencia, pues se produce una afectación en los cuerpos de la
recepción. Desde el lugar de la experiencia es desde donde se asume
la información trasmitida decodificada. En la medida que la memoria
255
de la experiencia está activada, es decir, la memoria actualiza sus
“recuerdos”, los sedimentos de la memoria acumulada, la persona
que recibe la transmisión puede mantener cierta distancia en relación
a la transmisión, incluso puede llegar a ser crítica; sin embargo, en la
medida que la memoria “duerme”, por así decirlo, guarda la
experiencia, no la actualiza, la persona es vulnerable ante la
transmisión.

El anterior apunte es importante para dejar claro que no se


trata sólo de contar con la experiencia, de tener memoria, pues si la
memoria no se activa, concurre el olvido, y se asume, no sólo lo que
se transmite, sino lo que ocurre, en un ámbito relacional estrecho y
circunscrito a la fugacidad de los hechos, a la imposición inmediata de
los significados e imágenes transmitidos. En otras palabras, se asume
lo que acaece de una manera conformista.

La memoria se activa en momentos de emergencia, de


convocatoria dramática, de crisis evidente, cuando la afectividad se
hace intensa y expansiva, cuando la sensibilidad conecta a masas
compactas, los discursos interpeladores se vuelven efectivos, son
atendidos, y se motivan acciones colectivas.

Descripción de un plano de intensidades

La movilización prolongada, de 2000 a 2005, emerge después


de una larga cadena de resistencias a las políticas neoliberales;
primero, de shock, después, de ajuste estructural, luego de
privatización del agua. Estas resistencias, focalizadas o de sectores,
estallan de una manera desesperada, buscando detener el
desmantelamiento de las empresas públicas, la perdida de los
derechos sociales, el pretendido nuevo régimen de la tierra, orientado
al mercado de tierras, contra las micro-deudas acumuladas, del
micro-crédito inventado, convertidas en impagables. También se
generaron movilizaciones por el territorio; esta vez, los pueblos
indígenas de tierras bajas desplegaron las marchas indígenas por el
territorio y la dignidad; la primera marcha indígena es la de 1990.
Desde 1985 hasta 1999 se efectuaron múltiples resistencias,
marchas, manifestaciones, protestas, demandas, incluyendo la
marcha por la defensa de la vida del proletariado minero (1986), que
intenta evitar el cierre de las minas y la privatización de COMIBOL.
Desde mediados de la década de los noventa, también se despliegan

256
marchas por la defensa de la hoja de coca, de parte de los
productores de coca, tanto del Chapare como de Yungas143. En este
conjunto de movilizaciones, que hemos llamado focalizadas y
sectoriales, no todas son locales y circunscritas. La marcha de los
mineros, la marcha indígena de tierras bajas y las marchas cocaleras
son de magnitud, podríamos decir de impacto nacional.

En Movimientos sociales y Estado, escrito antes de las


elecciones de 2005, como parte de un balance de la movilización
prolongada, se escribe:

Al iniciar el nuevo milenio de la era cristiana, en Bolivia


estalla una de las más grades crisis de su historia, crisis múltiple, que
atraviesa distintos planos de su composición estructural. Hablamos de
una crisis económica galopante, en parte, por lo que tiene que ver
con la crisis que arrastra el capitalismo desde la década de los
setenta, en parte por los efectos destructivos de la aplicación de
medidas neoliberales, llamadas del ajuste estructural, en pleno
contexto de la globalización. Crisis política, que podemos caracterizar
como crisis de la democracia formal, instaurada en 1982 como
conquista popular, después de la huelga de hambre de las mujeres
mineras (diciembre de 1978). Esta democracia sufre su primer
colapso cuando el Congreso, copado en su mayoría por las
representaciones de la derecha, termina haciendo imposible el
gobierno de la Unidad Democrática (UDP) y popular. La conspiración
de los sectores empresariales y de los parlamentarios conservadores
termina creando una situación insostenible, desde el punto de vista
de la ejecución y legalización de políticas de Estado. El gobierno de
Hernán Siles Suazo se ve obligado a renunciar un año antes de
cumplida su gestión. A esta situación colabora la oposición de los
sindicatos obreros y de organizaciones de izquierda opuestas a la
UDP, que demandan el cumplimiento de medidas concretas a favor de

143
A propósito de las marchas cocaleras, en Movimientos sociales y Estado escribimos lo siguiente:
Sobresale en estas marchas, por su dramatismo, el recorrido de las mujeres del Chapare a la sede de
gobierno; las coraleras burlan los puestos del ejército y llegan a la ciudad de La Paz, desplegando un
magistral juego de tácticas territoriales. Comuna; La Paz. Dinámicas moleculares; La Paz 2003.

257
las clases explotadas y la nación dependiente. La caída de la UDP va
traer como consecuencia la llegada al poder, después de las
elecciones de 1985, de una coalición de derecha, llevando a la
presidencia a nada menos que a Víctor Paz Estensoro, quien
comienza el ciclo de políticas neoliberales, con un paquete de
medidas de shock, conocido como el decreto 21060, para detener la
hiperinflación. Este gesto político borra con el codo lo que se había
escrito con la mano. El hombre que había firmado la ley de
nacionalización de las minas en 1952 y la ley de reforma agraria en
1953, termina conculcando las medidas revolucionarias de aquel
entonces, entregando en su última gestión los recursos naturales y la
economía del país a las trasnacionales, en pleno desencadenamiento
de la mundialización capitalista.

Los efectos de las políticas neoliberales se hacen sentir en la


cuarta gestión de lo que se ha venido a conocer como el periodo de la
democracia pactada (1985-2003), pactada entre los llamados
partidos tradicionales de la derecha neoliberal. Los efectos perversos
de las políticas de privatización se hacen sentir en la segunda gestión
de la secuencia de los gobiernos intercalados de Gonzalo Sánchez de
Lozada, esto es, en el lapso de la segunda mitad de la década de los
noventa. Sin embargo, hay un anticipo en el pronóstico social, los
efectos demoledores sobre la economía nacional y el bienestar social
comienzan a desprenderse ya desde las primeras medidas de ajuste
estructural aplicadas. Empero, la acumulación de los efectos es
calamitosa después de doce años de políticas neoliberales. La
pauperización alarmante de todas las clases, incluyendo a las clases
medias, es una de las señales del deterioro extendido en la sociedad,
salvo, claro está, con lo que ocurre con el pequeño sector oligárquico
y la casta política, que terminan beneficiándose con la crisis y en la
crisis. La desaparición del aparato productivo, el paro, la

258
desocupación, la virtualización de la economía, son otras señales de
los efectos destructivos del lapso neoliberal en los escenarios
nacionales. Estos efectos negativos en las condiciones de vida de la
población forman parte del caldo de cultivo de los movimientos
sociales recientes en Bolivia y en América Latina.

Si bien es cierto que los movimientos sociales se gestan en una


historia más larga, se enganchan con los ciclos largos de las luchas
sociales, los recientes movimientos sociales comienzan, de manera
determinada, al inicio mismo del periodo neoliberal, con la marcha
por la vida de los mineros (1986), en un intento desesperado de
revertir el curso de los acontecimientos que se venían encima. Este
periodo de gestación forma parte de la etapa de resistencia de las
organizaciones sociales a las políticas económicas. Indudablemente
debemos contar en esta narrativa con le emergencia de los
movimientos indígenas de la Amazonia y el Chaco. La marcha por la
dignidad y el territorio marca un hito importante en la historia de los
movimientos sociales (1990-1992). Se incorporan a las luchas
sociales contingentes indígenas que habían sido ignorados por el
Estado y sometidos a la sombra por los terratenientes y las
oligarquías del oriente del país. Hasta el año 2000 se desarrollan una
gama de movilizaciones de sectores afectados por las políticas
privatizadoras y las políticas de interdicción de la hoja de coca y
desarrollo alternativo. Todas estas movilizaciones son significativas
por las formas de resistencia que desatan contra los gobiernos de los
partidos de la coalición de derecha, contra el marco aplastante de
privatización y transnacionalización, contra la espiral de corrosión y
corrupción social, contra la desvalorización y deterioro de la política
que acompañan al descarnado neoliberalismo. Empero, todos estos
procesos son todavía de resistencia. Los movimientos sociales inician

259
su ofensiva durante la guerra del agua, en abril del 2000, en
Cochabamba.

A partir de la guerra del agua el mapa político de Bolivia se


modifica sustantivamente. Quedan en suspenso los partidos
tradicionales, quedan suspendidos los poderes tradicionales del
Estado, el poder legislativo, el poder judicial y el poder ejecutivo. La
iniciativa se encuentra en manos de las organizaciones sociales y de
los instrumentos políticos de los sindicatos y comunidades. Después
de la guerra del agua, en septiembre del 2000 se da lugar a un
gigantesco bloqueo de caminos que paraliza el país. Es un bloqueo de
campesinos e indígenas. Quizás el antecedente inmediato a este
bloqueo se encuentre en el bloqueo nacional de caminos de 1979,
cuando la Confederación Sindical Única de Campesinos de Bolivia
(CSUTCB) de aquel entonces, bajo la dirección del legendario Genaro
Flores, toma el control de los caminos, haciendo conocer una serie de
demandas campesinas, además de oponerse a los fraudes electorales
de los militares, que todavía se encontraban en el poder. La
diferencia con aquel bloqueo de caminos es que el de septiembre del
2000 se genera en un contexto distinto y sin presencia de los partidos
de izquierda, tampoco se encuentra presente el katarismo, la
ideología indianista y las organizaciones políticas indígenas,
conformadas en la década de los setenta. Es otro indianismo, más
radical, vinculado a un marxismo crítico al izquierdismo, expresión de
un marxismo indianista, expresión política que juega un papel
importante en el desenvolvimiento de las acciones de masa. Las
distintas marchas cocaleras cruzan el lapso de la ofensiva de los
movimientos sociales. Sobresale en estas marchas, por su
dramatismo, el recorrido de las mujeres del Chapare a la sede de
gobierno; las coraleras burlan los puestos del ejército y llegan a la
ciudad de La Paz, desplegando un magistral juego de tácticas

260
territoriales. Se suman las marchas de prestatarios, jubilados y
rentistas, además de los gremialistas y maestros. Reaparece la figura
esporádica de los épicos mineros con sus guardatojos y dinamitas,
después del motín policial de febrero del 2003. Llegamos así a una de
las cumbres de la curva de los movimientos sociales, que se sucede
en octubre del 2003. Acontecimiento conocido como la guerra del
gas. Se expulsa al gobierno neoliberal de Sánchez de Lozada y se
transita hacia una incierta transición política, después de una
sustitución constitucional. Los movimientos sociales viven una
especie de reflujo, expectando y esperando el cumplimiento de
medidas favorables, durante el gobierno de transición de Carlos
Mesa, quien fuera vicepresidente del anterior presidente expulsado
por una insurrección urbano-rural. Se abre un nuevo horizonte
político. Los movimientos sociales imponen una agenda, la llamada
agenda de octubre, que de manera sintética se expresa en la
exigencia de la nacionalización de los hidrocarburos y la convocatoria
a una Asamblea Constituyente.

La transición resulta siendo sinuosa además de incierta. El


gobierno de Carlos Mesa y el Congreso no cumplen con la demanda
de los sectores sociales. Prefieren oscilar hacia la derecha, dejándose
presionar por las oligarquías regionales y por las empresas
trasnacionales. Durante esta etapa de vacío político, vacío creado en
parte por el reflujo de los movimientos sociales y por otra parte por la
propia levitación del gobierno de transición, la derecha conspira con
todos sus recursos, con el monopolio de los medios de comunicación,
con el Congreso, con los organismos multilaterales, con las
trasnacionales, y hasta con el mismo gobierno, al que le imponen su
propia agenda, la llamada agenda de enero, a través de
concentraciones y cabildos. A propósito de estas concentraciones, por
lo menos dos son importantes, el cabildo de junio del 2004 y el de
enero del 2005. Ambos efectuados en la ciudad de Santa Cruz. El

261
gobierno de transición, en medio de dos agendas, las de los
movimientos sociales y la de las oligarquías regionales, en medio de
dos fuerzas encontradas, termina colapsando. El presidente renuncia.
Este hueco en la presidencia obliga a una segunda sustitución
constitucional, que trata de ser aprovechada por la derecha para
imponer un gobierno de acuerdo a sus intereses. Conspira para
imponer una sustitución constitucional que llegue al presidente del
Congreso, Hormando Vaca Diez, hombre plenamente afín a los
intereses de la oligarquía y de las trasnacionales. Empero, como
saliendo de su letargo, los sectores populares reaccionan ante esta
embestida, vuelven a tomar el territorio nacional y las ciudades
importantes del país. La lucha esta vez se sucede en todo el
territorio, trasladándose gran parte del conflicto al oriente, a Santa
Cruz de la Sierra, donde concentraciones multitudinarias de colonos,
campesinos e indígenas, bloquean por el norte y el sur a la ciudad de
la sierra. Sin embargo, el desenlace de este conflicto, que parecía
prosperar hacia una guerra civil es la capital del país, Sucre. El
Congreso se traslada a Sucre para poder sesionar, escapando de la
sede de gobierno, la ciudad de La Paz, que se encontraba
completamente convulsionada. Una vez arribados los parlamentarios
a Sucre, la capital es tomada por los movimientos sociales. Los
ayllus, los sindicatos campesinos, los maestros, organizaciones
cívicas y de estudiantes toman Sucre en la mañana, llegan en la
tarde los mineros, quienes dan un ambiente de mayor beligerancia,
enfrentándose con dinamitas a la policía. Llegan con un muerto en el
haber, después de un enfrentamiento con el ejército, en las cercanías
de la ciudad. El ambiente se encuentra completamente caldeado. En
estas circunstancias, ante una gigantesca expansión del movimiento
social, ante la evolución intensiva de los eventos, el desenlace no se
deja esperar. El movimiento social detiene en seco la conspiración de
la derecha. El resultado es otra sustitución constitucional, esta vez en
la persona del presidente de la Corte Judicial, Eduardo Rodríguez

262
Velzé. Ingresando con esto a una nueva coyuntura electoral, plagada
de la huella de seis años de luchas sociales. Se llega a un acuerdo
político, las elecciones deben garantizar la Asamblea Constituyente y
el referéndum autonómico.

El panorama de los movimientos sociales, en lo que llamaremos


la historia reciente, muestra ciertas tendencias, que es conveniente
analizarlas. Una de ellas es la sorprendente acumulación de fuerzas
que se ha dado lugar a lo largo de seis años de luchas sociales, desde
la guerra del agua, abril del 2000, a la segunda guerra del gas,
pasando de octubre del 2003 a mayo y junio del 2005. Este asenso
constante de los movimientos sociales exige una ruptura política
trascendental. Esta ruptura política es trascendental porque ocasiona
el quiebre respecto a los horizontes históricos heredados, horizontes
históricos y culturales heredados por la República criolla. Hablamos
de los horizontes coloniales, pero también de los horizontes neo-
coloniales, como los relativos a los periodos liberales, incluyendo el
último periodo neoliberal, el modelo capitalista, en su cuarto ciclo,
bajo la égida del ciclo norteamericano, particularmente en su versión
dependiente, en lo que respecta a los países periféricos. Una
Asamblea Constituyente, verdaderamente constitutiva, pensada
como instrumento democrático del poder constituyente de las
multitudes, parece ser una de las tendencias del proceso beligerante
de las luchas sociales. Otra tendencia, que puede ser característica en
esta historia reciente, es la preeminencia de las bases sociales, del
control social, de la gestión asambleísta, impuesta por los actuales
movimientos sociales. Esta situación nos muestra la emergencia de
modalidades de la democracia radical. Estas prácticas pueden
repercutir en las nuevas formas de Estado que emerjan de la crisis.
Otra tendencia, compartida por los países de la región, tiene que ver
con la inclinación electoral hacia las nuevas versiones de la izquierda.

263
En Bolivia esto tiene que ver con el crecimiento del Movimiento hacia
el Socialismo (MAS). Otra característica, que parece ser particular de
los países con presencia demográfica indígena, es el
condicionamiento de la complexión cultural multinacional. Esto exige
pensar la democracia en el contexto de las demandas de las
nacionalidades, identidades colectivas y pueblos indígenas. Tomando
en cuenta, por el momento, estas tendencias y estas características
de los movimientos sociales, se observa también, que quizás debido a
la rápida evolución de los acontecimientos, el desplazamiento de las
luchas sociales no termina dibujando el perfil de los sujetos sociales,
no termina de conformar un contenido político, no se culmina en un
proyecto político. Se viven las circunstancias como vienen,
improvisando y con propuestas inacabadas. Por esta razón es
indispensable, construir espacios de deliberación y reflexión
colectivos, que permitan consolidar lo ganado en términos de un
intelecto general autonomizado, en el diseño de un proyecto político
compartido144.

Tomando en cuenta la primera anotación, que hicimos en la


descripción del plano de intensidades, y la larga cita, que corresponde
a una evaluación de la movilización prolongada, efectuada desde la
perspectiva de fines del 2005, podemos observar algunos planos de
yuxtaposición en el espacio-tiempo social y político. El plano de
intensidades de la movilización prolongada se asienta, por así decirlo,
en el plano de intensidades de las resistencias. Ambos planos de
intensidades se colocan “sobre” el plano de intensidades de la crisis
de la democracia conquistada, después de una larga lucha contra las
dictaduras militares. Esta larga lucha, que corresponde a los años
1964-1982, conforma otro plano de intensidades, el de las
resistencias, las luchas, la reorganización política del bloque popular,
que comprende a sindicatos, obreros y campesinos, a estudiantes,
principalmente de las universidades, así como a los llamados partidos
de izquierda. Los anteriores planos de intensidad se “asientan”, por
así decirlo, “sobre” este plano de intensidades, que corresponde a la
lucha contra las dictaduras militares.

144
Raúl Prada Alcoreza: Movimientos sociales y Estado. Ob. Cit.; págs. 1-6.

264
Desde esta perspectiva “geológica”, usando la metáfora como
“geología” social-política, vemos que todos los planos de intensidad
comprenden un espesor de planos de intensidad. El plano de
intensidades de la movilización prolongada se pliega y despliega
sobre ese espesor histórico-social-político. Un plano de intensidad no
se da solo, aisladamente, como si no tuviera nada que ver con los
otros planos de sedimentación y des-sedimentación. Esto no podría
tener lugar. Al respecto llama la atención las interpretaciones que
hacen un corte, sólo retoman la temporalidad de este plano de
intensidades de la movilización prolongada, como si la historia
hubiera comenzado recién. Este mismo corte se produce tanto en
quienes hacen apología del gobierno, así como en quienes
descalifican al gobierno como a todo el “proceso de cambio”. Desde la
izquierda tradicional opuesta al gobierno y al “proceso” se considera
que este plano de intensidades no forma parte de la historia política y
social del proletariado boliviano. El plano de intensidades de la
movilización prolongada no existe sin el espesor de planos de
intensidad histórico-social-político; tampoco el espesor de planos de
intensidades existiría sin la actualización de sus memorias en el plano
de intensidades de la movilización prolongada. Si las luchas
legendarias del proletariado minero existen, si las luchas del
proletariado y de los movimientos campesinos existen, si las luchas
indígenas existen, si las luchas nacional-populares existen, es porque
han sido actualizadas por las luchas de la movilización prolongada. El
pasado no existe como tal, como una materialidad a la que se la
puede encontrar, “viajando” en el tiempo. El pasado existe como
memoria, constantemente actualizado en un presente, que si existe
como materialidad histórica. El pasado se pliega en el espesor del
presente y se despliega en el plano de intensidades del presente.

Ahora bien, el problema cosiste en comprender cómo el espesor


de intensidades histórico-social-político se actualiza en el plano de
intensidades, cómo se da la dinámica de los planos de intensidad y
yuxtapuestos, sedimentados. Por lo tanto, también el problema
radica en comprender cómo se constituye la memoria social, que
corresponde a la experiencia social, que corresponde, a su vez, a las
dinámicas de la vida.

Ahora bien, antes de seguir, debemos anotar que, obviamente


el espesor de intensidades descrito, que corresponde a las
temporalidades que se dan desde 1964 hasta 2005, no se da sólo; se
“asienta” sobre otro espesor de intensidades, el que corresponde a la

265
experiencia nacional-popular, cuyos planos de intensidad, se pliegan
y se despliegan desde la guerra del Chaco (1932-1935) hasta 1964,
pasando por la irrupción de la revolución de 1952. A su vez, este
espesor de intensidades relativo a la experiencia nacional-popular, se
asienta sobre el espesor de intensidades de la crisis del liberalismo,
interpelado por resistencias y luchas de las comunidades indígenas,
de las organizaciones gremiales y de las primeras organizaciones
sindicales. El espesor de intensidades, que está por “debajo” del
espesor de intensidades que corresponde a la experiencia de la crisis
del régimen liberal, es el espesor de intensidades del siglo corto
inaugural de la República de Bolívar, llamada después Bolivia;
corresponde entonces al primer ciclo de crisis del Estado-nación. En
este mapa “geológico” político, debemos seguir con los espesores y
los planos de intensidad de la época colonial, sobre todo
concentrarnos en el plano de intensidades del levamiento indígena
pan-andino del siglo XVIII, por la conexión que tiene con las
resistencias y luchas indígenas en los primeros periodos de la
república, en los periodos liberales, en los periodos de las dictaduras
militares, desembocado en las resistencias anti-neoliberales y en la
movilización prolongada.

Siguiendo con las metáforas geológicas, definiremos como


“corteza” del Estado-nación boliviano al conjunto de espesores de
intensidades que comprenden la época que viene desde la
independencia (1825) hasta nuestros días, primera y segunda
décadas del siglo XXI. La “corteza” de intensidades sobre la que se
asienta esta “corteza” de intensidades del Estado-nación, es la que
corresponde a los periodos coloniales; llamémosla “corteza” colonial.
Ahora bien, la conquista del Perú, efectuada como campaña del
virreinato de Nuevo México, por lo tanto, también comprendiendo la
conquista de Tenochtitlán, por lo tanto de México, ocasionan un
quiebre, un cataclismo, en las formaciones histórico-sociales, en los
sistema-mundo, del continente de Abya Yala. En este sentido, desde
el entendido de una ruptura y un quiebre, distinguiremos dos
“placas”, otra metáfora geológica; la “placa” moderna, con toda su
arqueología, los distintos ciclos de la modernidad, que comprende
tanto a la “corteza” colonial como a la “corteza” del Estado-nación; y
la placa autóctona, que comprende las “cortezas”, los espesores, los
planos de intensidades, de las genealogías, las arqueologías, las
constituciones e intuiciones, en sentido constituyente y de
constituido, en sentido instituyente y de instituido, los mapas

266
institucionales y culturales, de las sociedades conformadas en el
continente.

Entonces tenemos dos “placas” históricas que se friccionan,


chocan, produciendo sismos y alteraciones en la geografía histórica-
social-política de los planos de consistencia y de los planos de
intensidad. De los sismos de mayor escala, que se convirtió en
terremoto, se encuentra el registrado como rebelión indígena pan-
andina, en el siglo XVIII, prolongada como irradiación en la guerra
federal (1898-1899), por la intervención del ejército aymara, dirigido
por Zarate Willka; el otro “sismo” de gran escala es el lo que
llamamos la movilización prolongada, cuando la movilización indígena
se articula a la movilización nacional-popular, otorgándole a la
movilización un contenido anti-colonial y descolonizador; este
“sismo”, que también se convirtió en terremoto, fue anunciado por la
movilización katarista durante la segunda mitad de la década de los
setenta.

La revolución de 1952 corresponde a la crisis política y de


legitimidad, además de crisis social y económica, del Estado-nación.
Se podría decir que incumbe a una conmoción ocasionada por la
presión irresistible de los espesores de intensidad de la “corteza” del
Estado-nación; el espesor liberal y el espesor nacional-popular, de
manera más específica, el plano de intensidad de la crisis liberal y el
plano de intensidad de la emergencia nacional-popular, “chocan”,
ocasionando un quiebre en la continuidad liberal, abriendo o, mejor
dicho, articulando lo que venía formándose, el ciclo del nacionalismo-
revolucionario, comprendiendo su fase ascendente, desde 1952 hasta
1956, y su fase descendente, desde 1956 hasta 1964. Proyectando
rayos moribundos en los celajes de 1969-1971, en 1982-1984, y
anunciando una alborada barroca desde el 2006; empero, alborada
nublada y gris, cuyo día parece corto. Ciertamente esta convulsión de
los espesores de intensidad en la “corteza” del Estado-nación, tienen
como substrato el movimiento de las “placas”, la fricción de las
“placas”, colonial y autóctona, que terminan ocasionando volcanes.
La toma de tierras por parte de las comunidades campesinas, de los
“pongos”, al servicio de las haciendas, en el Altiplano y los valles, es
la manifestación de la emergencia indígena en la revolución nacional.

Teniendo en cuenta las perspectivas “geológicas”, genealógicas,


arqueológicas, territoriales, dinámicas moleculares, dinámicas
molares y dinámicas tectónicas, trataremos de elaborar una
interpretación de dos planos de intensidades, el de la movilización
267
prolongada y el de la crisis de las gestiones de gobierno popular. Dos
planos de intensidades, que en conjunto forman el ciclo del “proceso
de cambio”, con su etapa ascendente, relativa a la movilización, y su
etapa descendente, relativa las gestiones de gobierno.

Antes de seguir debemos hacer algunas anotaciones. Como


dijimos antes, no es que el pasado existe como materialidad, que nos
estuviera esperando, a la que llegaríamos medite un “viaje” en el
tiempo. Ese pasado no existe. Lo que ha quedado del pasado son sus
huellas, sus monumentos, sus registros, sus fuentes, sus archivos;
también, y sobre todo, su memoria, la constitución de la memoria, a
partir de la experiencia social acumulada. El pasado sólo puede existir
actualizándose en el presente. Puede darse una actualización más
integral o, de lo contrario, fragmentada, dispersa, circunscrita. Todo
depende de la capacidad de activar la memoria, lo que, a su vez,
significa remover los sedimentos de la experiencia. Ciertamente, la
actualización del pasado, no sólo implica activar la memoria, sino
también efectuar prácticas, acciones, que irrumpan en la superficie
del presente, configurando el plano de intensidades. La actualización
es virtual y efectiva.

Hipótesis interpretativa

La movilización prolongada comprende la confluencia de la


experiencia social; es decir, de experiencias sociales concurrentes.
Actualizando planos de intensidad y planos de consistencia,
renovando espesores de intensidad, restableciendo “cortezas”
históricas, siendo afectada por el movimiento tectónico de “placas” de
formaciones históricas-sociales-políticas-culturales; es decir, de
matrices culturales. La movilización prolongada fue el resultado, no
sólo de la crisis múltiple del Estado-nación, sino también de la
activación de la memoria social; es decir, de las memorias.
Reminiscencias largas, medianas y cortas; haciendo presente los
planos de intensidad, los planos de consistencia, los estratos de
intensidades, las “cortezas” históricas, la fricción de las “placas”
civilizadoras y las consecuencias de estos choques, que ocasionan
emergencias volcánicas. Esta actualización, este hacerse presentes,
este choque civilizatorio, que responde a la condición virtual de la

268
memoria, se hace efectiva en la gramática de las movilizaciones. Esta
escritura corporal, fáctica, pasional, desbordante, multitudinaria,
escribe una trama no resuelta. Las multitudes se conmueven y se
desplazan, abigarradamente, entre la entrega, el gasto heroico, y la
el retorno expreso del conformismo.

El meandro de los gobiernos progresistas


Conservadurismo de los intelectuales

Dedicado a Víctor Hugo Quintanilla Coro, a


José Luis Saavedra, intelectuales quechas, a Pablo
Mamani Ramírez, Lucía Choque, a María Eugenia
Choque, a Esteban Ticona, a Carlos Mamani Condori,
al Inka Waskar Choquehuanca, a Félix Patzi,
intelectuales aymaras. También dedicado al
historiador aymara Roberto Choque. De quienes
aprendí y aprendo de la densa perspectiva anti-
colonial y descolonizadora encarnada.

269
Intencionalidad

Esta es una crítica al conservadurismo intelectual y a la


apología de los gobiernos progresistas. Dos actitudes que debilitan la
potencia social, que debilitan las fuerzas de las luchas
emancipatorias, liberadoras y de-coloniales, que transfieren la
potencia y la fuerza a la captura institucional, por lo tanto a la
usurpación representada de las conquistas sociales.

De la intelectualidad

Hay una imagen, un tanto difundida, de que los “intelectuales”


son, por lo general críticos; esta imagen compartida compite con otra
más popular; de que los “intelectuales” habitan en la estratosfera,
que deambulan en los aires, con los pies suspendidos, sin pisar la
tierra. Ambas imágenes son equivocadas; en primer lugar, porque es
un grupo muy reducido de los “intelectuales” que es crítico; la
aplastante mayoría es, en realidad, conservadora. Legitiman el
régimen cuestionado por las y los críticos. La gran mayoría de los
“intelectuales” es realista, “pragmática”, funcional al sistema. En
segundo lugar, la gran mayoría de los “intelectuales” pisa tierra, pisa
tierra firme, conocen muy bien las reglas del juego y los intereses
vigentes. Aunque hay, entre ellos, una zona de incertidumbre,
cuando se aproximan a una cierta forma de “crítica”, que no deja de
ser formal, a pesar de los escenarios que se montan, permitidos.
Estos “intelectuales”, de cierta postura “crítica”, saben distinguir lo
“viable” de lo “imposible”, lo aconsejable de lo extremo. La dosis
“crítica” no puede comprometer ciertos márgenes de movimiento,
ciertos intervalos de desplazamientos, no se pueden cruzar ciertos
límites. Estos márgenes, estos límites tienen que ver con el Estado.
No se puede tirar por la borda al Estado; en manos de los gobiernos
progresistas es un instrumento de ampliaciones democráticas, de
mejoras sociales, de redistribuciones del excedente. Hay que
distinguir gobiernos progresistas de gobiernos claramente de
“derecha”. Este punto de vista es plenamente realista; por lo tanto,
conservador.

Lo que elude esta “crítica” realista es la cuestión estatal; es


decir, la cuestión del poder. El Estado es esencialmente violencia
concentrada, el Estado es el aparato privilegiado de las estructuras de

270
poder, de los diagramas de poder, el Estado es la macro-institución
primordial de los agenciamientos de poder. Hablar del uso del Estado
es casi una ilusión; pues es precisamente el Estado, como campo
institucional, como campo burocrático, como campo politico, el que
termina usando a los “revolucionarios” y a los progresistas 145. Se
puede decir que, estando en el Estado, a la larga, “derechas” e
“izquierdas” terminan pareciéndose, pues usan la violencia física y
simbólica del Estado como aparato de represión, pues terminan
expropiando la voluntad general, las voluntades colectivas y sociales.
La dramática historia de las revoluciones nos muestra esta ruta
sinuosa. Las revoluciones cambian el mundo, el mundo no va ser lo
que era antes; empero, todas las revoluciones se hunden en sus
contradicciones. No pueden resolver el problema del Estado y del
poder146.

No es que digamos que esta “critica” sensata no tenga validez.


Obviamente que la tiene, pues no se puede confundir tipos de
gobiernos, gobiernos, con pretensiones socialistas, gobiernos
progresistas, gobiernos nacionalistas, con gobiernos declaradamente
pro-capitalistas, gobiernos reaccionarios, gobiernos neo-liberales.
Esta es una premisa histórica política; empero, de aquí no se puede
concluir que es mejor no criticar a los gobiernos progresistas, pues
favorece a la “derecha”. Tampoco se puede concluir, incluso
criticándolos, que, por esta razón, es mejor que se queden en el
Estado a entregar el Estado a la “derecha”. Pues, qué es el Estado
sino aquel instrumento construido por las clases dominantes, que
termina invistiendo a los ocupantes de turno como funcionarios, como
técnicos del ejercicio de las dominaciones polimorfas. El problema no
es tanto quién ocupa el Estado, sino que el Estado no haya sido
desmantelado para instaurar, en su lugar, formas participativas de
gestión.

Cuando los gobiernos progresistas terminan haciendo lo mismo


que los gobiernos liberales y neoliberales, el problema del poder, de
la recurrente reiteración de las formas de poder, se manifiesta
patentemente. No sólo en lo que respecta a la represión, al uso de la
violencia concentrada del Estado, a la criminalización de la protesta, a
la persecución de los dirigentes indígenas, como ocurre en Ecuador y
en Bolivia, sino en lo que respecta al modelo colonial del capitalismo

145
Ver de Raúl Prada Alcoreza Genealogía del Estado. Dinámicas moleculares; La Paz 2013.
146
Ver de Raúl Prada Alcoreza Reflexiones sobre el “proceso” de cambio. Bolpress, Dinámicas
moleculares; La Paz 2013; Rebelión, Madrid 2013.

271
dependiente, que es la economía extractivista y el Estado rentista.
Las diferencias que marcaban a los gobiernos progresistas,
diferencias que tienen que ver con ampliaciones democráticas,
beneficios sociales, redistribución del ingreso, terminan haciéndose
difusas, sobre todo, si consideramos, que el multiculturalismo liberal
llegó a reconocer la interculturalidad. También se hacen difusas las
fronteras cuando son los gobiernos neo-liberales los que inventaron el
microcrédito y los famosos bonos, además del uso accionario de las
AFPs; medidas que han mantenido los gobiernos progresistas.

La tarea no es mantener a los gobiernos progresistas, sino


transformar la sociedad y demoler al Estado, aunque sea en una larga
transición. Los gobiernos progresistas se proponen mantenerse en el
poder, púes gozan de la legitimidad histórica de que son
“revolucionarios”. Eso basta. Los “intelectuales” de la “crítica”
sensata, también creen que la tarea es sostener a los gobiernos
progresistas, a pesar de sus crasos errores. Esto es caer en el mito
de los caudillos, como también caer en el mito del Estado como
instrumento, que antes estuvo al servicio de las clases dominantes, y
ahora puede estar al servicio de las clases dominadas, de las
naciones y pueblos colonizados.

El Estado no va dejar de ser lo que es, sencillamente porque


sus ocupantes sean otros; los nuevos ocupantes son simplemente los
nuevos funcionarios del mismo sistema de poder. Tampoco se puede
disociar la relación del Estado con el capital; el Estado es una
estructura fundamental en la acumulación de capital, por lo tanto, en
la realización del capital. Se podría decir que el Estado es el capital
porque garantiza su desenvolvimiento acumulativo. De la misma
manera no se puede disociar el Estado del orden mundial de
dominación y control; es un dispositivo de este orden de dominación
y control. Los Estado-nación son útiles para la transferencia de los
recursos naturales, de las periferias al centro del sistema-mundo
capitalista. Lo que tarden en manifestarse estas evidencias, depende
de contextos, coyunturas, relación de los gobernantes con las clases
explotadas y colonizadas, con las naciones y pueblos subordinados.
Depende de la vulnerabilidad de los nuevos ocupantes; cuánto más
retóricos más pronto caen en la lógica de una maquinaria de poder,
aunque chirriante y aparatosa. En contraste, cuánto más convicción
tengan en lo que llaman la transición, más se prolonga la ilusión de
usar al Estado. Empero, más tarde o más temprano, termina

272
imponiéndose el peso gravitatorio de un fabuloso instrumento de
dominación, vigilancia, disciplinamiento y control.

Apostar por mantener en el Estado a los gobiernos progresistas,


es volver a repetir el error del apoyo incondicional, que se le otorgó a
la Unión Soviética, suponiendo que era la patria socialista que había
que defender, que era la representación del proletariado universal;
cuando al no criticar, al no poner en evidencia el camino “despótico”
optado, usurpando a los consejos (soviets) la democracia obrera y
campesina, lo que se hacía, al final de cuentas, es contribuir,
paradójicamente a su caída. Esto acaecía con todo su dramatismo,
pues el burocratismo, el centralismo, el autoritarismo, el verticalismo,
terminaron minando las defensas del proceso de transformación. Lo
que menos requieren los procesos de cambio es el apologismo,
tampoco requieren sólo de “crítica” sensata, sino se advierte de la
necesidad de crítica radical; tocar de raíz los problemas. Se requiere
que la crítica radical acompañe y sea acompañada de participaciones
y movilizaciones sociales, que cuestionen la vía burocrática de
“cambio”; movilizaciones sociales que impongan de manera activa la
participación colectiva, comunitaria y social. Requieren transferir las
decisiones a la construcción colectiva y participativa.

No es sostenible el argumento de que, lo que acabamos de


decir, favorece a la “derecha”. Lo que favorece a la “derecha” es que
los gobiernos progresistas vuelvan a recorrer las rutas conocidas de
reproducción del poder, pues terminan en el laberinto politico, que
lleva a los gobiernos a su propia caída. La “revolución” no culmina
con la toma del poder, la “revolución” sólo puede continuar
profundizándose como “revolución” dentro de la “revolución”,
transformando las prácticas “revolucionarias”; sino ocurre esto, lo
más probable es que concurra la contra-revolución dentro de la
“revolución”, efectuada por los mismos “revolucionarios” en el poder.

Las crisis de los “procesos” de cambio, puestas en evidencia en


Bolivia, Ecuador y en Brasil por las movilizaciones sociales, las
movilizaciones indígenas, los conflictos reivindicativos, las
interpelaciones comunitarias, muestran claramente los límites de los
gobiernos progresistas, sus innegables contradicciones, su peligrosa
orientación hacia un Estado policial. No se puede cerrar los ojos ante
semejantes manifestaciones interpeladoras, no se puede seguir
sosteniendo que es mejor el mal menor, que es mejor preservar al
gobierno progresista que volver a los gobiernos neo-liberales. El
problema no es éste, mantener o no mantener al gobierno
273
progresista; el problema es continuar con el “proceso” de cambio,
que no puede darse sino cambiando, transformando. Esta
continuidad, esta profundización, esta transformación, no puede
darse sin la participación colectiva, comunitaria y social. Esta no es
tarea de burócratas; estos sólo saben repetir la gestión pública
establecida, la administración de las normas. Apostar por mantener al
gobierno progresista es apostar a detener el proceso, a congelarlo en
el punto de la toma del poder, por una vía u otra, por vía electoral o
“revolucionaria”; equilibrarlo en el momento mismo de la ilusión,
cuando la historia sigue su curso. Aquí se expresa patentemente el
conservadurismo de los “intelectuales” de la crítica sensata.

Marx decía que no hay peor derrota que no haber intentado. De


la manera sensata, entonces, se apuesta a la peor derrota;
contentarse con lo poco conquistado, el gobierno, sin haber demolido
el poder, las estructuras de poder, los diagramas de poder
disciplinarios, los diagramas de poder coloniales, constituidos en la
modernidad. Esta tarea de demolición no necesariamente se tiene
que efectuar de la noche a la mañana, puede darse en una transición,
que incluso puede ser larga, dependiendo de la correlación de fuerzas
y de las condiciones de posibilidad histórica; empero, una cosa es
esto, demoler el Estado, desmantelar el poder, aunque sea en una
transición larga, y otra cosa es preservar el Estado, preservar el
poder, preservar al gobierno progresista en el Estado.

El conservadurismo intelectual radica en renunciar


efectivamente a construir mundos alternativos, aunque se lo diga
discursivamente. La construcción de mundos alternativos se lo hace
alterativamente; alterando la reproducción del poder, en sus formas
polimorfas, alterando la reproducción del capital, en las formas
concretas de acumulación. Siendo dos de ellas las preponderantes en
la contemporaneidad; una, el extractivismo expansivo; otra, la
especulación financiera. Dos formas a las que apuestan los gobiernos
progresistas.

Defensa crítica de los procesos de cambio

Cuando hablamos de defensa crítica de los procesos de cambio


no hablamos, indudablemente de la defensa de los gobiernos
progresistas, que son composiciones burocráticas, que son la parte,
en todo caso, más conservadora de los procesos. Los apologistas han

274
confundido la defensa de los procesos, defensa, que debería
corresponder a la profundización de los cambios, con la defensa de
los gobiernos progresista. Esta confusión es conservadora y hasta
peligrosa para los procesos mismos. Los procesos de cambio de los
que hablamos se han inscrito en sus constituciones políticas; los
gobiernos progresistas han vulnerado sistemáticamente sus
constituciones, sobre todo en el caso de Bolivia y Ecuador, que
cuentan con constituciones que establecen el Estado plurinacional. La
defensa de las constituciones, en estos casos, significa defenderlos
contra sus gobiernos que vulneran las constituciones. Aquí no hay
donde perderse; no se puede hablar de distinguir a gobiernos
progresistas de gobiernos de “derecha”. Usando este término tan
discutible, heredado del imaginario de la revolución francesa, es
“derecha” violar la Constitución y los derechos colectivos consagrados
en la Constitución.

Frente a la continuidad expansiva del modelo extractivista, que


es la opción seguida por los gobiernos progresistas, no queda otra
cosa que defender la madre tierra, los derechos de los seres de la
madre tierra, defender los derechos comunitarios, los derechos
colectivos, los derechos de las naciones y pueblos indígenas, defender
el derecho de los pueblos a modelos alternativos al extractivismo, al
capitalismo, a la modernidad y al desarrollo. Esta defensa es contra
los gobiernos progresistas, pues ellos son los que llevan adelante la
expansión extractivista a nombre del “desarrollo”.

Frente a la centralización desmesurada de los mandos, el


verticalismo autoritario, que reproduce cristalizados burocratismos y
autoritarismo, heredados del Estado liberal, no queda otra cosa que
defender la democracia participativa, establecida por la Constitución.
Esta defensa del ejercicio plural de la democracia se lo hace también
contra los gobiernos progresistas, que descartan, en la práctica,
cualquier participación y control social, salvo si es demagógica y
teatral.

Frente a la decisión gubernamental de solventar la expansión


del uso de los transgénicos, que según el presidente de Bolivia, son
una solución para la soberanía alimentaria, apoyando taxativamente
a los empresarios involucrados en la producción de soya, no queda
otra cosa, que defender la producción y los cultivos orgánicos. Esta
defensa también se lo hace contra los gobiernos que introducen
normas de apoyo al empleo de los transgénicos y la ampliación de la
frontera agrícola.
275
Frente a la entrega de las reservas fiscales mineras a las
empresas trasnacionales, mediante leyes mineras de promoción al
capital extranjero, que en Bolivia también tiene un aditamento, la
entrega de reservas a la vorágine de las llamadas cooperativas
mineras, que de cooperativas sociales no tienen nada, sino son
instancias que encubren formas salvajes de propiedad privada, no
queda otra cosa que defender las reservas fiscales, que son
propiedad de los pueblos. Esta defensa también es contra los
gobiernos que orientan una política minera de extractivismo
depredador.

Frente a la escalada de corrupción descomunal que se efectúa,


en unos casos, a nombre de la formación de una nueva burguesía, de
una burguesía nativa, término tan inapropiado para ocultar el robo al
erario del país, otras veces se oculta bajo teatrales orquestaciones
institucionales, que dicen luchar contra la corrupción y la
transparencia, que, sin embargo, se ciegan ante evidentes y
conocidas proliferantes prácticas de corrupción institucionalizada, no
queda otra cosa que enfrentarse a la impostura de los gobiernos
progresistas. En este caso, es más criminal desatar prácticas
paralelas perversas institucionalizadas, pues corroen las propias
bases éticas y morales de legitimación del proceso de cambio.

Frente a políticas monetaristas, que entregan el ahorro nacional


al sistema financiero internacional, dispositivo hegemónico y
dominante del ciclo del capitalismo vigente, evitando generar
espacios alternativos de contra-moneda y contra sistema
financiero147, no queda otra cosa que defender la valorización
concreta de los productores locales frente a estas políticas
monetaristas de los gobiernos progresistas.

En todos estos casos la defensa del gobierno, confundir la


defensa del proceso con la defensa del gobierno, es pues
contraproducente, pues debilita a las posibilidades, las
potencialidades y las fuerzas del proceso. Esta posición conservadora
es debilitante, desactiva la vigilancia, el control, la interpelación, de
los movimientos sociales, de los pueblos y las comunidades. Esta
147
El proyecto de la moneda de integración sucre y del Banco del Sud, diseñado por un grupo de
economistas ecuatorianos, dirigidos por Pedro Páez Perez, concibe, en realidad, una contra-moneda y
un “banco” alternativo al sistema financiero internacional, basado en complementariedades y
compensaciones, estructurado en una lógica que retiene la valorización local, evitando su pérdida
centralizada. Este proyecto fue aprobado y firmado por los gobiernos del ALBA, empero, ninguno de
ellos entendió el proyecto, siguiendo en cambio, políticas monetaristas que los subordinan al sistema
financiero internacional.

276
perspectiva conservadora tiene una visión esquemática inmóvil. Hay
“derecha” e “izquierda”; dos campos estáticos, definidos por siempre,
como entidades eternas, como sustancias a-históricas, olvidando las
dinámicas políticas y sociales, fluidas y complejas. Los gobiernos, por
más que se proclamen populares, progresistas, socialistas,
“revolucionarios”, pueden devenir en gobiernos reaccionarios si es
que toman medidas represivas, antidemocráticas, inconstitucionales,
aunque lo hagan a nombre de la defensa de la “revolución”. Mucho
más aún si las medidas reproducen las mismas estructuras de
dominación polimorfas, aunque se lo haga a nombre de los indígenas,
sin consultarles, como corresponde. Lo que es un uso simbólico de la
víctima de la colonización y colonialidad. Al ocupar el lugar el lugar
del otro, en la estructura colonial mantenida, se termina siendo el
otro, el “blanco”, el dominador, el colonizador, pues al mantenerse la
estructura colonial, se hace lo que hacía el “blanco”. No se trata,
obviamente, como lo anotó Frantz Fanón, de sólo cambio de color, en
el puesto de mando, sino de ocupar el lugar, que debería haber sido
destruido y no tomado.

El problema de esta etapa de los procesos políticos, llamados


de cambio, etapa de gestión de gobierno, es el dilema planteado de
qué hacer con el Estado. El problema es creer que el Estado puede
ser usado, como si fuese un instrumento neutral, el problema es
creer que basta que el instrumento cambie de mano, para que tenga
otros fines, como si el Estado no estuviera constituido por relaciones
históricamente cristalizadas. El problema del Estado es antiguo en la
historia de los movimientos sociales anti-sistémicos, en la historia de
las “revoluciones”, en la historia política, así como también es antigua
la reiteración del fetichismo estatal.

El conservadurismo de esta posición intelectual radica en la


apuesta por los gobiernos progresistas y no en la potencia social, no
en la capacidad y potencialidad de las comunidades, no en la
capacidad de la dinámica molecular de las sociedades. Este no sólo es
un fetichismo estatal, sino un fetichismo institucional, que considera
que la fuerza social, producente y productiva, está en las
instituciones, y no en la capacidad producente y productiva de la
gente. Las instituciones son el efecto molar, el efecto de masa, el
efecto estadístico de las dinámicas moleculares148. En esta etapa, la
de las gestiones gubernamentales, es cuando se pierde el rumbo del

148
Revisar de Raúl Prada Alcoreza Devenir y dinámicas moleculares. Horizontes nómadas, Dinámicas
moleculares; La Paz 2013; Rebelión; Madrid 2013.

277
proceso, cuando se escabulle la posibilidad del proceso, pues, en vez
de orientar las políticas a una deconstrucción del Estado, se orienta a
una consolidación mayúscula del Estado.

A estas alturas de las historias políticas de la humanidad, ya


deberíamos haber aprendido las grandes lecciones. La ruta de la
institucionalización de la “revolución”, la ruta de la estatalización de
la “revolución”, es destructiva de la misma “revolución”. Es la
clausura misma de la “revolución”. Ciertamente, no se puede negar,
que hacer otra cosa, que la que se hizo en el pasado, es difícil,
requiere de invención, creatividad, imaginación e imaginario
radicales. Este es el desafío, para no repetir la dramática historia de
las “revoluciones” hundidas en sus contradicciones.

Ahora bien, la defensa crítica de los procesos de cambio debe


ser contextuada en cada uno de los países en cuestión. No es la
misma situación, la complexión de las fuerzas, en Bolivia, Ecuador,
Venezuela y Brasil. Se trata no sólo de contextos distintos, sino de
historias sociales y políticas diferenciales. El campo politico es variado
en los países; la distribución de las fuerzas es diferente. No se puede
proponer sólo una defensa crítica general del proceso; las
características de la defensa crítica del proceso son también variadas.
La lucha tenaz en Venezuela contra una “derecha” y burguesía fuerte,
que goza de convocatoria, además del apoyo de la Casa Blanca de
Estado Unidos de Norteamérica, a pesar de las fuerzas,
disponibilidad, y convocatoria popular del gobierno bolivariano, obliga
a considerar la distinción planteada por la “crítica” sensata, la
distinción entre “derecha” e “izquierda”, recurriendo a estos términos
esquemáticos. Incluso a pesar de los graves problemas burocráticos y
de corrosión del propio gobierno. No ocurre lo mismo ni en Ecuador,
ni en Bolivia, donde la “derecha” política se encuentra disminuida y
sin convocatoria apreciable, en tanto la “derecha” económica, que es
de clase, que corresponde a la reproducción de la burguesía, se halla
aliada al gobierno, gozando de sus beneficios, que corresponden, por
ejemplo, a las políticas monetaristas, a las políticas agrarias, a la
suspensión de la función económica y social, a la suspensión del
saneamiento de tierras, a la suspensión del control sobre tala de
bosques. En estos casos no aparece tanto el peligro de que la
“derecha” tome el gobierno, sino que el gobierno progresista se siga
derechizando.

El caso brasilero es notoriamente diferente; hablamos de un


gobierno que claramente ha optado por una alianza con la burguesía,
278
incorporada al propio gobierno, un gobierno que ha optado por el
aburguesamiento de la casta dirigente del PT, un gobierno que tiene
un claro diseño de geopolítica regional149. Por último hablamos de un
gobierno que no ha hecho la reforma agraria esperada por el
movimiento campesino más grande del mundo, el movimiento sin
tierras (MST). Más bien defiende a los latifundios y a las empresas
monopólicas de los transgénicos, como la Monsanto. No es pues una
sorpresa que en este país continental, cuyo Estado ha concebido una
geopolítica regional y continental, que abarca también al África, por lo
menos sud-sahariana, se hayan dado las gigantescas protestas contra
el gobierno de Dilma Rouseff, que ha destinado una cuantiosa y
fabulosa inversión en la infraestructura del mundial de futbol,
beneficiando a las empresas constructoras, descuidando el bien estar
social. También, no es pues de ninguna manera desconocido, la
legendaria lucha de los pueblos indígenas contra el avasallamiento de
sus tierras, avasallamiento ahora efectuado con los mega-proyectos
de las macro-hidroeléctricas, como es el caso del proyecto faraónico
de Belo Monte.

Por otra parte, no se puede decir, pues tampoco es sostenible,


que la crítica radical a los gobiernos progresistas debilita la lucha
antiimperialista. Al contrario, le otorga actualidad, pues pone en el
tapete las transformaciones dadas en la forma imperialista; propone
una lucha contra el imperialismo, de carne y hueso, tal como es hoy;
descarta seguir dibujando una figura obsoleta del imperialismo, que
corresponde las condiciones histórico-políticas-económicas de
mediados del siglo XX. Mantener la imagen de esta figura y lanzarse
discursivamente a la lucha antiimperialista, no es otra cosa que
pelear contra un fantasma, cuando en los hechos se mantienen
buenas relaciones con el imperialismo de carne y hueso. El
imperialismo de hoy es el orden mundial de dominación global e
integral, conformado por los organismos internacionales, el sistema
financiero internacional, el entramado de redes de las empresas
multinacionales y trasnacionales, el centro dinámico y cambiante del
sistema-mundo capitalista, que ha incorporado a las llamadas
potencias emergentes(BRICs), que tiene como gendarme a la híper-
potencia del complejo económico-industrial-tecnológico-cibernético-
mediático de los Estados Unidos de Norteamérica. Un orden mundial
de dominación global e integral, que articula distintos planos y
atraviesa ocupando todos los espacios posibles e imaginables de la
149
Ver de Raúl Prada Alcoreza Guerra periférica y geopolítica regional. En torno a la guerra del Pacífico.
Bolpress, Dinámicas moleculares, Horizontes de la razón; La Paz 2013.

279
existencia social, así como de la vida, los ciclos de la vida, la
información genética. Estamos ante un sistema global e integral de
dominación mundial, que avanza a su unificación, comprometiendo a
estados, por más diferentes que sean y pretendan cierta soberanía,
comprometiendo todos los recursos naturales, por más
pretendidamente nacionales que aparezcan; la subsunción formal,
real y virtual de los procesos de explotación de los recursos naturales
ha llegado a formas concomitantes y de dependencia agudas, por
más propios que se declaren los recursos naturales. La acumulación
ampliada de capital, en las condiciones de este capitalismo financiero-
trasnacional-posindustrial-cibernético-mediático, ha llegado a
espeluznantes dimensiones cuantitativas, a impresionante eficacia
cualitativa, además de la asombrosa rapidez y velocidad de
desplazamientos logradas. Nadie puede decir, en estas condiciones,
que es independiente, que escapa a estas formas de dominación y
explotación del capitalismo tardío, nadie puede decir que puede
lograr un desarrollo capitalista autónomo, local, regional, propio, sea
“andino-amazónico” u otro específico. Esto no sólo es una ilusión
desdichada sino una insensatez descomedida. Por eso, pretender una
acumulación originaria local, mediante la expansión del extractivismo,
para pasar a la industrialización y de ahí a formas de soberanía
alimentaria, no es más que una ilusión al servicio de la acumulación
ampliada desbordante y especulativa del capitalismo tardío,
políticamente conformado como imperio.

Esta es otra razón por la que no se puede apoyar a la


orientación económica escogida por los gobiernos progresistas, pues
se basan en esta ilusión descomedida y en esta “estrategia” de
“desarrollo”, que termina, precisamente, impulsando las formas de
acumulación combinadas del sistema-mundo capitalista; reiteradas y
recurrentes formas de acumulación originarias, por despojamiento y
desposesión; acompañando a desplegadas y dinámicas formas de
acumulación ampliada. Esta ruta es la de la reproducción de la
dependencia, del colonialismo y del capitalismo, en las condiciones
vertiginosas del presente. Esta ruta también es la destrucción de la
“naturaleza”, de la madre tierra, de la vida, de sus ciclos vitales,
comprometiendo la sobrevivencia humana.

Los gobiernos progresistas en su laberinto

280
En adelante haremos descripciones de los contextos y
coyunturas, diferenciales y análogas, en los que se encuentran los
gobiernos progresistas.

En Genealogía de la dependencia escribimos:

En lo que corresponde al balance de las rutas desarrollistas


contemporáneas, sobre todo en lo que respecta a las llamadas
potencias emergentes, es aleccionador leer a Francisco de Oliveira
cuando hace un análisis ilustrativo de lo que ocurre con la potencia
emergente de Brasil150. El autor de El neo-atraso brasileño propone
dos hipótesis interpretativas; una, que por un lado fueron las
actividades rurales de subsistencia, el trabajo informal y la
precarización de los salarios los que subsidiaron el crecimiento de la
industria y los servicios. La segunda hipótesis se refiere a la
emergencia de una nueva burguesía compuesta por técnicos,
economistas y banqueros, núcleo duro del Partido de los Trabajadores
(PT). Ambas condiciones determinan la identidad paradójica que
adquiere el capitalismo periférico en esta parte del mundo, aquí el
capitalismo se financia con la explotación de los trabajadores, en
tanto que el progreso sucede siempre en otro lugar, allí donde se
produce la ciencia y la tecnología de punta, en el centro del sistema-
mundo capitalista.

Este balance es contundente, no hay desarrollo en las potencias


emergentes, por lo menos entendiendo a este fenómeno de una
manera integral, sino neo-atraso, repitiendo las condiciones
perversas de este rezago. El desarrollo de las fuerzas productivas
deja en la ruina a una parte de la humanidad, el subdesarrollo
aparentemente deja de existir, no así sus calamidades, el trabajo
informal, el mismo que se transforma en un indicador de la
desagregación social. Lo que se produce son modernidades
heterogéneas y de contrastes. Por un lado, centros urbanos que
imitan el iluminismo edificado de las urbes del norte, burguesías
articuladas a las redes del capital financiero, por lo tanto que forman
parte de la misma burguesía globalizada; por otro lado, incluso en las
mismas ciudades, cordones, espacios, amplias zonas de
marginamiento y economía informal, incluso ilícita. Grandes mayorías
discriminadas. En las potencias emergentes se ha dado lugar a la

150
Francisco de Oliveira: El neo-atraso brasilero. Siglo XXI-CLACSO.

281
emergencia industrial, que no es otra cosa que el desplazamiento de
la desindustrialización del centro del sistema-mundo capitalista, que
ha optado por tecnología de punta, transfiriendo tecnología obsoleta a
las llamadas potencias emergentes. En estos lugares se ha dado lugar
a la formación de nuevas burguesías, que no tendrían nada que
envidiar a las burguesías del norte, sobre todo en lo que respecta a
su opulencia; empero este esplendor se construye sobre la base del
marginamiento, la informalización de las grandes mayorías
explotadas y dominadas, que habitan las zonas, los espacios del neo-
atraso y la pobreza repetida descomunalmente. La emergencia de las
potencias se basa en la destrucción devastadora de la naturaleza, la
ampliación de la frontera agrícola, el uso de los transgénicos. De esta
manera los costos de este progreso son demasiado altos como para
hacerlo sostenibles.

No hay pues destino con el desarrollismo, tampoco con el neo-


nacionalismo. Lo que hacen, en el mejor de los casos, en el caso de
las potencias emergentes, es volver a modificar los términos de
intercambio en las lógicas de acumulación del capital, modificar su
participación en la estructura mundial de dominación capitalista. Por
eso, podemos volver a decir, que los nacionalismo están mucho más
cerca de las ilusiones liberales criollas y gamonales que de los
proyectos emancipatorios y libertarios de los movimientos sociales,
naciones y pueblos indígenas originarios. Están más cerca de repetir
las formas coloniales, las del colonialismo interno, también las
reiteradas cadenas de la dependencia, que de lograr construir las
soberanías plurales que requiere un mundo alternativo de
autodeterminaciones, auto-convocatorias, de participaciones sociales
y ejercicios plurales de la democracia. Si bien los nacionalismos
heroicos forman parte de la historia de las luchas, pretender
repetirlos en los ciclos contemporáneos del capitalismo es apostar en
una repetición burda y cómplice de las formas de acumulación
mundial capitalista por despojamiento151.

Brasil

151
Raúl Prada Alcoreza: Genealogía de la dependencia. Horizontes nómadas, Dinámicas moleculares,
Bolpress. La Paz 2011-2012.

282
Lo que acabamos de recoger, comentando el sugerente e
iluminador libro de Francisco de Oliveira, titulado El neo-atraso
brasilero, y cuya metáfora interior es la figura aglomerada del
ornitorrinco, es la caracterización que vamos a manejar para
referirnos, en general, a los países de los gobiernos progresistas,
aunque esta caracterización no solamente sea válida para estos
países sino para el conjunto de los países del continente, que forman
parte de la geografía móvil periférica, semi-periférica y central,
incluso en las condiciones de BRICs, como es el caso de Brasil.
Francisco de Oliveira usa la metáfora del ornitorrinco para configurar
el llamado desarrollo brasilero; el autor escribe:

Altamente urbanizado, con poca fuerza de trabajo y población


en el campo, aunque sin ningún residuo pre-capitalista; por el
contrario, con presencia de un fuerte agrobusiness. A esto se suma
un sector completo de la segunda revolución industrial, avanzando
titubeante por la tercera revolución, la molecular-digital o
informática. Por un lado, una estructura de servicios muy
diversificada – sobre todo cuando está ligada a los estratos de altos
ingresos que, en rigor, son más ostensiblemente perdularios que
sofisticados - . En el otro extremo, una estructura muy primitiva,
ligada directamente al consumo de los estratos pobres. Posee
también un sistema financiero todavía atrofiado pero que,
precisamente por la financiarización y el aumento de la deuda
interna, acapara una gran proporción del PIB152.

Comentando el análisis y la caracterización que hace Francisco


de Oliveira, en el libro citado, escribimos:

Francisco de Oliveira visualiza la recreación y expansión de la


informalidad, la mantención del crónico desempleo, el encubrimiento
del subempleo, como formas de articulación y subvención a la
acumulación de capital, formas completamente articuladas y
funcionales a los sistemas de industrialización e incursión en la
tecnología molecular-digital. Combinaciones que forman parte de esa
complementariedad y recreación violenta entre la forma de
acumulación ampliada y la forma de acumulación originaria por
despojamiento. Todo esto atravesado por un sistema financiero que
cubre el funcionamiento económico, succionando las esferas y los
circuitos económicos a la lógica de la financiarización, que empuja al

152
Francisco de Oliveira: El neo-atraso brasileño. Los procesos de modernización conservadora, de
Getúlio Vargas a Lula. Siglo XXI, CLACSO, 2009. Buenos Aires. Pág. 144.

283
uso especulativo del capital financiero. Produciendo entonces un
endeudamiento externo e interno que caracterizan a las actuales
economías dependientes, llamadas emergentes. Este ornitorrinco
económico y social se sostiene sobre la extensa base de la
diferenciación social excluyente y marginada de la distribución de la
riqueza y el excedente, que se concentran desproporcionalmente en
la minoría poblacional de empresarios privilegiados por el monopolio
y el apoyo estatal, a la que se suman las clases medias beneficiadas
por la expansión de los servicios e impulsadas al consumo. La gran
mayoría de la población está condenada a vivir en los márgenes de
esta modernidad, pasando de ser el ejército industrial de reserva a la
masa gigantesca de trabajadores informales, proletariado nómada y
habitante de los barrios prohibidos.

Se trata del reino de la informalidad, el desvanecimiento del


salario, del adelanto del costo de producción.

“La tendencia moderna del capital es suprimir el adelanto: el


pago a los trabajadores pasa a depender de los resultados de las
ventas de los productos-mercancía. En las formas de tercerización del
trabajo precario, y en lo que – entre nosotros – se continúa
denominando “trabajo informal”, éste es un cambio radical en la
determinación del capital variable. Así, aunque parezca extraño, los
rendimientos de los trabajadores pasan a depender de la realización
del valor de las mercancías, lo que antes no ocurría. En los sectores
todavía dominados por la forma salario, sigue en pie la anterior
modalidad, tanto es así que la reacción de los capitalistas es des-
emplear la fuerza de trabajo. El conjunto de los trabajadores es
transformado en la suma independiente de un ejército de activos y de
reserva, que se intercambia no de acuerdo con los ciclos de negocios,
sino diariamente”153.

Esto es, se produce la suspensión de la producción, de la


valorización de la producción, por lo tanto de la valorización del
tiempo socialmente necesario del trabajo. Lo que se hace, sobre la
base de su ocultamiento, es abrir nuevamente las temporalidades de
la súper-explotación, así como del dominio absoluto de la circulación
y el mercado, obligando a la gente al sacrificio y a la donación de sus
vidas en aras de la realización de la ganancia. Suspendiéndose con
esto los derechos conquistados en la historia de las largas luchas
sociales. Desde entonces ya no se trata de los derechos, tampoco del

153
Ibídem: Pág. 148.

284
sujeto de los derechos, sino de la realización descarnada de las
ventas y de los resultados del sistema. Se vive entonces la dramática
experiencia de la precarización, de la fragmentación, de la dispersión
y la diseminación de las formas de vida y de las formas de
organización. La realización de las súper-ganancias, la construcción
deslumbrante de las grande urbes metropolitanas, la conformación de
barrios de ensoñación y oasis paradisiacos, contando también con los
moles comerciales y de consumo para las clases medias, sólo se
pueden dar si al mismo tiempos se transfieren los costos de la
magnificencia a extensas zonas suburbanas, a expansivos entornos
de miseria, a favelas interiores o ruralidades vaciadas y detenidas en
el tiempo. El costo no sólo se materializa en los perfiles de la
marginación y la exclusión, sino también en la conformación de
mundos paralelos y periféricos154.

En relación a las últimas movilizaciones dadas en Brasil (junio-


octubre 2013), de usuarios, de jóvenes y estudiantes, contra el
incremento de los pasajes, el mal servicio y las descomunales
inversiones en la infraestructura del mundial de futbol, Pablo
Ortellado, en Os protestos de junho entre o processo e o resultado155,
escribe:

Las protestas de junio dejan dos legados opuestos: por un lado,


a la explosión de manifestaciones con reivindicaciones difusas y sin
contar con orientación en la consecución de resultados; por otro
lado, la lucha contra el incremento de tarifas del pasaje de
transporte, lucha efectuada por el Movimento Passe Livre (MPL),
lucha que expresa un profundo sentido de táctica y estrategia.

Durante los momentos finales de la campaña contra el


incremento de los pasajes, la lucha fue tomada por asalto por la
proliferación de reivindicaciones. Cuando el incremento fue derogado,
la agitación quedó como desprovista y la difusión de reivindicaciones
proliferantes se apoderó, a la vez, del proceso. Estableciéndose un
activismo procesual muy poco orientado a conseguir resultados. En
relación a fenómenos semejantes en otros países, lo acontecido fue
más lejos: no se trata de la dificultad de encontrar un objetivo viable
común, como ocurrió en la ocupación de Wall Street o como
aconteció con el 15M español, sino de la incapacidad de encontrar un
horizonte ideológico común, aunque éste sea vago. La ausencia de
orientación política, donde el movimiento se consumió en problemas
procesales, principalmente en los relativos a los modos de lucha. Es
154
Raúl Prada Alcoreza: Ibídem; Ob. Cit.
155
Esse texto é o capítulo final do livro 20 centavos: a luta contra o aumento (Editora
Veneta, 2013).

285
por esta razón que los debates que se dieron a finales de 1990 en
torno de Black Bloc resurgieron con toda fuerza, ahora en la forma de
discusiones sobre los límites entre una respetable y cívica
movilización ciudadana y una criminalizada acción de vándalos. Sin
objetivos claros, los procesos fueron discutidos en clave principista y
sin referencia a sus resultados. En relación a este aspecto, junio fue
el mes en el cual explotó una indignación difusa, que es un enigma a
ser descifrado por la gran narrativa y sus analistas.

La estrategia del Movimento Passe Livre (MPL) es el resultado


de una acumulación de experiencias y aprendizajes de las luchas
sociales demandantes.

En el año 2003, los estudiantes de Salvador bloquearon las


calles de la ciudad para protestar contra el aumento de los pasajes de
ómnibus. La movilización fue espontanea y horizontal, sin embargo,
carecía de personas o grupos de referencia legitimados por el
movimiento para hacer de interlocutores con el poder público. En
ausencia de esas referencias, la UNE hizo este papel y terminó
subordinando, a la manera leninista, las reivindicaciones de los
estudiantes por la reducción del precio de los pasajes en su agenda
partidista. El MPL aprendió de esta experiencia, tomó conciencia que
era preciso que el movimiento tuviese una expresión política propia,
al mismo tiempo horizontal y contraria al aumento – en otras
palabras, que estuviese de acuerdo con su proceso y su propia meta.

El MPL aprendió de la experiencia y se desenvolvió en la lógica


inmanente de las lucha de los jóvenes y estudiantes contra el
incremento del costo de los pasajes. La evolución de la lucha por
rebaja de los pasajes, durante los años 1980, a la lucha por el “passe
livre estudantil”, durante los años 1990, y desde aquí, hacia la lucha
contra el incremento del precio de los pasajes, durante los primeros
años del siglo XXI, revelan una lógica de lucha orientada a la
ampliación de derechos que, debidamente interpretada, apunta a la
tarifa cero y a la des-mercantilización del transporte para todos. Esta
concepción no fue impuesta por un programa leninista externo, sino
que fue extraído de la propia lucha autónoma de los estudiantes.

Las lecciones aprendidas, en lo que van diez años del


movimiento social, permitieron al MPL una notable combinación
estratégica y táctica entre valorización del proceso y orientación al
logro de resultados. Por un lado, el movimiento supo preservar y
cultivar la lógica horizontal y contracultural, que se dio tanto en la
lucha de los estudiantes contra el incremento, como en el movimiento
contra la liberalización económica, de donde proceden muchos de los
militantes. Por otro lado, el MPL supo establecer, de manera táctica,
una meta objetiva factible: la derogación del incremento. Esta meta
parece “corta”, sin embargo, no lo es, en la medida, que se encuentra
286
ligada a la meta más ambiciosa de transformar un servicio mercantil
en derecho social universal.

El antecedente de la derogación del incremento o de reducir el


precio de los pasajes por la primera vez aconteció en Florianópolis en
el 2004 y en São Paulo en el 2013. El objetivo de la reducción se re-
direccionó de la lógica de la tarifa, ampliándose hacia una reducción
creciente, tendiendo al límite lógico de la tarifa cero. Al conquistar la
derogación del incremento, la reivindicación de la tarifa cero fue
inmediatamente lanzada en el corazón del debate político. La doble
victoria de reducir el costo de los pasajes y llevar al centro del
debate político la reivindicación de la tarifa cero, por medio de una
acción autónoma, contando con una estrategia clara, es el más
importante legado de las protestas de junio. Este legado no llega a
ser un nuevo paradigma de las luchas sociales del Brasil, sin
embargo, es ya un modelo de acción que combina la forma política
horizontal y contracultural de los nuevos movimientos, contando con
un maduro sentido de estrategia156.

¿Cómo podemos desentrañar las jornadas que desde junio de


2013 conmueven Brasil? ¿Son revueltas contra el capitalismo de
Estado, contra la burguesía sindical formada por el PT en el poder,
contra esta renuncia expresa a la política de la luchas de clases,
optando por la administración de los fondos de pensiones157, la
participación como sindicalistas en los puestos claves directivos, no
solo del gobierno, sino de los fondos, de los bancos, de las empresas,
impulsando a las gigantes empresas brasileras a competir en el
mundo con sus homologas? ¿Es una rebelión de los jóvenes, de los
estudiantes, de los usuarios y consumidores, es decir, de una parte
de las mayorías del pueblo y de la población, una parte que no
participa de los entornos e irradiaciones ondulatorias de esta élite
sindical? ¿Se trata del levantamiento de los nuevos marginados de
estas grandes urbes y metrópolis, completamente articuladas a los
flujos y retroalimentaciones del capital financiero? Nuevos
marginados decimos, pues se trata de clases medias afectadas, en
contraposición del proletariado beneficiado por la política de
democratización y moralización del capital, orientado por Luiz Inácio
Lula da Silva; un proletariado beneficiado por el “desarrollo”, el
crecimiento económico, por su participación en la dirección y
beneficios de las empresas, por su participación en la estrategia de

156
Ibídem: Ob. Cit.
157
Revisar de Raúl Zibechi Brasil potencia. Entre la integración regional y un nuevo imperialismo.
Ediciones de abajo. Bogotá 2012.

287
los fondos de pensiones. ¿Se trata de una nueva contradicción, como
fenómeno del capitalismo tardío, donde se enfrentan sectores
sindicalizados, organizados, con influencia e intervinientes en el
poder, aburguesados, contra sectores sociales atomizados,
fragmentados, diseminados, sin influencia, alejados del poder,
restringidos a los avatares de las exigencias de la cotidianidad, como
la del transporte y sus costos? ¿O son problemas del propio
crecimiento de una potencia emergente, que no puede llevar a todos
sus habitantes, a todos sus pobladores, a todos sus estratos sociales,
de la misma manera, otorgándoles beneficios similares, y al mismo
tiempo? Por último, ¿se trata de una nueva generación de luchas, de
movimientos sociales anti-sistémicos, que se caracterizan por su
compacidad horizontal, sin estructuras jerárquicas, sin considerarse
vanguardias, que ejercen resistencias contra-culturales y contra-
hegemónicas, como interpreta Pablo Ortellado? Estas son las
preguntas que colocan en la mesa estas jornadas de movilización de
los indignados brasileros.

El 2010 las llamadas clases medias engrosaron ampulosamente


la estructura social, con la entrada al estrato social de 30 millones de
personas, en movilidad social, constituyendo ya el 50% de la
población. Se estima que para el 2014 las clases medias lleguen a
conformar el 56% de la población, sumando 113 millones de
personas158. A propósito de esta movilidad social, Raúl Zibechi anota
que: en tanto los sectores más pobres llegarían a ser por primera vez
en la historia del Brasil menos de un tercio de la población. Sólo estos
datos nos muestran transformaciones de la sociedad, de su
estructura social, de su perfil, de su contenido de clase. No se puede
negar, con estas descripciones, que los gobiernos de Luiz Inácio Lula
da Silva impactaron positivamente en estas transformaciones
sociales, no se puede negar los efectos del gobierno progresista en la
redistribución del ingreso, como afirma Boaventura de Sousa
Santos159. Ciertamente; empero, en contraste, tenemos la elocuencia
cualitativa de la movilización social en las ciudades. A esta situación
contrastante, debemos añadirle la resistencia de los pueblos
indígenas a las macro-hidroeléctricas, que destruyen sus territorios,

158
Revisar de Raúl Zibechi Brasil Potencia; Ob. Cit. Capítulo 2; La ampliación de la élite en el poder, La
trayectoria sindical, Sindicalistas en cargos estatales, El papel de los fondos de pensiones, ¿Nueva clase o
capitalismo sindical?
159
Boaventura de Sousa Santos: Las revueltas mundiales de indignación. Conferencia en La Paz; CIDES-
UMSA; 17 de octubre de 2013.

288
que dañan el medio ambiente, que contaminan y depredan los
ecosistemas, que afectan las cuencas de los ríos.

Partamos coincidiendo con Pablo Ortellado, que estamos ante


un modelo de acción que combina la forma política horizontal y
contracultural de los nuevos movimientos, contando con un maduro
sentido de estrategia. Se trata de la manifestación, el despliegue y la
expresión de los nuevos movimientos sociales anti-sistémicos, sobre
todo de aquellos que se han caracterizado como de los “indignados”,
aunque los mismos sean variados y distintos, no sólo debido a sus
contextos, la razón por la que estallan, así como por sus historias
políticas propias. Las movilizaciones brasileras no estallan
exactamente debido a las consecuencias dramáticas de la crisis
financiera, como en Europa, sino que estallan como parte de una
lucha, que ya cuenta con su propia historia, por la ampliación de
derechos, que podemos llamarla profundización de la democracia.
Estalla como parte de las contradicciones de una potencia emergente,
así como también como parte de las contradicciones de los procesos
de cambio, de los que forman los gobiernos progresistas de Sud
América.

La ruta escogida, la del desarrollo, la ruta ya transmontada por


los llamados países desarrollados, la ruta de la revolución industrial,
la ruta de la modernidad, la ruta por la que los gobiernos progresistas
logran transformar la estructura social, sobre todo en Brasil y
también en Venezuela, aunque también ha ocurrido, con menor
intensidad en Ecuador, así como en Bolivia, es una ruta, en todo
caso, problemática. Ciertamente esta ruta ha ocasionado el
engrosamiento notable de la participación proporcional de las clases
medias, aburguesando al sostén social de la nueva conducción
estatal, sea sindicalista, como en Brasil, sea partidista, como en el
caso de Venezuela, sea profesional, como en el caso de Ecuador, sea
campesino, como en el caso de Bolivia; sin embargo, esta ruta
desarrollista no parece ser la ruta apropiada, en la etapa actual del
ciclo del capitalismo vigente. Lo que estas “revoluciones” han
conseguido es, en el mejor de los casos, la modernización de la
estructura social, apta ahora para el insaciable consumo. En esto se
parecen, aunque considerando distintas escalas; se diferencian en sus
nombres. Se nombran como “revolución” por la democratización y
moralización del capital, en el caso de Brasil, como socialismo del
siglo XXI, en el caso de Venezuela, como “revolución” ciudadana, en

289
el caso de Ecuador, como “revolución” democrática y cultural, en el
caso de Bolivia.

Los jóvenes que salieron a las calles, en el fondo, lanzando el


mensaje implícito, dicen: por esa ruta no queremos ir, no estamos de
acuerdo, queremos otros mundos alternativos posibles. Es mil veces
más importante leer este mensaje que escuchar el discurso
demagógico de los gobiernos progresistas, discurso, de por sí trillado
y harto conocido. Ellos, los gobiernos progresistas, dicen: somos los
representantes genuinos del pueblo, somos los libertadores del siglo
XXI, somos la conquista, en el poder, de una historia de largas luchas
sostenidas; no dejaremos que la “derecha” retorne. Cumpliremos con
la estrategia definida, con la planificación del desarrollo. Este discurso
patriarcal, fuera de dejar de lado la democracia participativa,
atribuyéndose el monopolio de las decisiones, otorgándose el
monopolio de la representación, de la legitimidad y de la violencia
legítima, supone que ellos, los gobiernos progresistas, son de
“izquierda”.

Sin embargo, todo depende de la perspectiva y el referente. Si


hipotéticamente vemos de otro modo; por ejemplo definir qué
“derecha” es el usufructuó del poder, el monopolio de la violencia y
de la representación, el aburguesamiento por procedimientos
burocráticos o financieros, entonces los gobiernos progresistas son la
“derecha”, pues la “derecha” es un lugar en la estructura de poder,
estructura espacial y temporal bio-social-económica-cultural.
Entonces podemos concluir, que la “derecha”, mas bien, se ha
mantenido, se ha preservado, cambiando de ocupantes, incluso
metamorfoseándose, modernizándose, tecnificándose,
democratizándose. Entonces lo que hace “derecha”, la función de
“derecha”, es el lugar que se ocupa y el ejercicio que se cumple. El
capitalismo contemporáneo no requiere de los perfiles de la vieja
burguesía, personal, familiar, propietaria privada; de manera distinta,
requiere de perfiles técnicos, altamente calificados, que se mueven
por redes, que no requieren ser propietarios de empresas, sino gozar
de grandes sueldos y jugosos beneficios, además de acceder a
circuitos financieros y puestos de decisión estratégica. Como muestra
el caso brasilero, la burguesía hoy, requiere de amplia base social
organizada, para esto son buenos los sindicatos. Por lo tanto, se
puede formar una burguesía sindical, cuando los sindicatos participan
en el control de fondos, bancos y empresas160. Ciertamente, con esta
160
Revisar el libro citado de Raúl Zibechi; Ob. Cit.

290
experiencia se cae la teoría leninista; el proletariado, por lo menos la
aristocracia obrera, puede llegar a conformar una burguesía o un
estrato importante de la burguesía. Los explotados de hoy ya nos son
los proletarios, por lo menos los proletarios sindicalizados, sino lo que
llamaba Frantz Fanón, los condenados de la tierra. Por eso, seguir
hablando de “derecha” e “izquierda”, no tiene mucho sentido, pues se
deviene “derecha”, cuando se tiene el control del Estado.

La lucha de los indignados brasileros se hilvana, a su manera,


con la lucha de los indignados del mundo, forma parte de las nuevas
formas de protesta, de las nuevas causas de protesta, de las nuevas
modalidades de protesta. Como dice Pablo Ortellado, estos
movimientos no son del todo espontáneos, tienen sus estrategias,
vienen de una acumulación de experiencias. Quizás la más cercana
son las jornadas de Seattle, cuando grupos de activistas y
movimientos anti-sistémicos se juntaron para boicotear la reunión del
grupo que controla el mundo. Algunas de sus tácticas son reconocidas
como anarquistas, sobre todo las calificadas de violentas, otras de
sus tácticas corresponden a proyectos autogestionarios, auto-
determinantes y autonomistas. La proximidad con los anarquistas es
grande; se diferencian en los métodos de acción. Sobre todo se
parecen en las formas organizativas horizontales, no representativas,
no delegativas, contra-culturales y contra-hegemónicas. Lo que
quieren impedir es que organizaciones de la izquierda tradicional,
leninistas, usurpen las reivindicaciones de los movimientos, y
terminen imponiendo mediaciones vanguardistas. Son ciertamente
nuevos movimientos, nuevos modelos de movilización, cuyos
objetivos no es la toma del poder, sino el desmantelamiento del
poder, su deconstrucción y destrucción, creando formas autonomistas
de gestión social, colectiva y comunitaria.

La tarifa cero, el concebir el transporte como un derecho, es


reclamar lo común, frente a lo público y lo privado. El enfrentamiento
entonces es claro. Las formas privadas y las formas públicas, aunque
sean estas progresistas, socialistas, nacionalistas, populares, son
formas del sistema-mundo capitalista, de la acumulación originaria y
de la acumulación ampliada de capital. Todas estas formas, por más
democráticas que sean, en sentido formal, reproducen la acumulación
de capital, llamado eufemísticamente desarrollo. Si se quiere un
mundo, o mundos, alternativo al capitalismo, cualquiera sea su
forma, la forma Estado y la forma gobierno, se tiene que salir de la
ruta del desarrollo. Desde esta perspectiva se hace indispensable la

291
crítica radical a los gobiernos progresistas, el combate contra la
ilusión del desarrollo.

El titubeo de los intelectuales de la “critica” sensata, que


termina apoyando a los gobiernos progresistas, es manifiesto en este
dilema. Se hallan más apegados al esquematismo maniqueo de
“derechas” e “izquierdas”161, se hallan atrapados en el mito
institucional de que el referente privilegiado es el Estado y no la
dinámica molecular social. La “crítica” sensata termina alimentando el
imaginario estatal, el imaginario institucional, termina alimentando el
fetichismo del Estado y el fetichismo institucional. Esta posición es
conservadora pues se mantiene en el mismo campo político, en el
mismo mapa político, que hay que desdibujar.

Bolivia

Bolivia parece una continuidad del Perú, tanto por la historia


precolombina. Historia que tiene que ver con la conformación del
Tawantinsuyo; lo que los estudiosos y los historiadores que derivan
de los cronistas, conocen como incanato. Unos llamaron al
Tawantinsuyo el “Imperio Inca”, sin nunca aclarar qué entienden por
imperio, asimilando el término analógicamente a lo que la
historiografía y ensayística consideró imperio, ateniéndose a la
historia euroasiática. Historia que tiene que ver también con la
historia del Virreinato del Perú, que administraba las tierras del
interior, las sierras del Alto Perú. Bolivia también parece una
continuidad de la Argentina, sobre todo por lo que acontece con el
Virreinato del La Plata, así también con las vinculaciones de los
guerrilleros charqueños con el ejército independentista de Belgrano,
así como con el legendario caudillo gaucho Güemes. En la
intersección de ambas geografías administrativas virreinales se
encuentra lo que se denominó institucionalmente la Audiencia de
Charcas, base geográfica y geopolítica de lo que va venir a ser
Bolivia. Por último, también podemos decir, que Bolivia parece una
continuidad del Paraguay, sobre todo por la historia de las misiones,
principalmente jesuíticas, que son las que dieron un carácter propio,
religioso, a la colonización del Chaco y la Amazonia; podemos hablar
de esta continuidad a partir también de las continuidades geográficas

161
Revisar de Raúl Prada Crítica al esquematismo maniqueo. Bolpress, Dinámicas moleculares,
Horizontes nómadas; La Paz 2013; Rebelión; Madrid 2013.

292
y ecológicas, los parecidos de los asentamientos, remarcando la
continuidad guaraní.

Ciertamente también, invirtiendo la perspectiva, viendo desde


una mirada interior, se puede decir que, mas bien, el Perú parece una
continuidad de Bolivia, sobre todo por las prolongaciones serranas y
los condicionamientos geográficos de la Cordillera de los Andes; lo
mismo podemos decir en lo que respecta a la Argentina, que es como
una continuidad de Bolivia, remontándonos al acontecimiento
constitutivo del entorno potosino y su irradiación económica y social,
debido a los circuitos de la plata, los circuitos de la coca y los
circuitos de los ponchos. De la misma manera podemos hablar de
Paraguay, pues la inmensa geografía de las misiones abarcaba desde
la Amazonia peruana hasta el Chaco paraguayo, pasando por
Apolobamba, Moxos, Guarayos, los llanos, la Chiquitanía y el Chaco
boliviano. No se trata de privilegiar ninguna de las perspectivas, en la
interpretación de los parecidos y las analogías, sino de lograr una
hermenéutica dinámica, de las dinámicas ecológicas, geográficas,
poblacionales, sociales, económicas, políticas y culturales. Esta
hermenéutica integral y dinámica es indispensable sobre todo con
vistas a la integración continental.

Ahora bien, ¿se puede decir lo mismo respecto a Brasil? ¿La


barrera lingüística se convierte en una barrera inexpugnable? ¿No
podemos hablar de continuidad histórica, social, económica y política,
a pesar de la evidente continuidad ecológica amazónica? Sería
sorprendente afirmar esto cuando hablamos de la frontera más
extensa que comparte Bolivia con Brasil. Para comenzar, descartemos
la hipótesis de la barrera lingüística, pues la fluida actividad en la
frontera nos muestra lo contrario, el “portoñol” y el bilingüismo se
han convertido en los códigos transfronterizos. Sorprende que se diga
esto contando también con una historia precolombina abundante en
la proliferación de pueblos amazónicos, cuya estrategia comunitaria,
social y espacial era, que a partir de un límite demográfico, el pueblo
se divide, y siguen su curso en los recorridos acuáticos y terrestres
de la Amazonia. Muchos pueblos nativos amazónicos y chaqueños se
refugiaron en lo que hoy es Bolivia, pues correspondían a territorios
del interior, de más adentro, ante el avance de los colonizadores
portugueses. Sorprende también no aceptar continuidades entre
Bolivia y Brasil, si contamos, de la misma manera, con las historias
compartidas de las llamadas misiones, después por características
similares de los asentamientos hacendados. El auge del caucho va

293
provocar, en ambos países, la economía de la goma, además de la
disputa por el control territorial de la siringa, llegándose así a la
guerra del Acre, cuando Bolivia perdió el más grande desgajamiento
geográfico. Hay pues continuidades entre Bolivia y Brasil, se vea
desde una perspectiva u otra, interna o externa. Lo que pasa es que
se ha investigado y escrito muy poco sobre estas continuidades. Es
hora de hacerlo.

¿Qué se puede decir respecto a Chile? País con la que Bolivia


tiene una frontera traumática, desde la guerra del Pacífico;
conflagración perdida, que derivó en el desgajamiento más
traumático de su historia, la pérdida de Atacama y de la costa del
Pacífico. Claro que hay continuidades. Atacama fue territorio
complementario aymara, fue parte de la geografía política de la
República de Bolívar, que se cambió de nombre por Bolivia. La guerra
del Pacífico enemistó a sus estados, pero no así, a sus pueblos. La
exportación minera, la exportación petrolera, además de las otras
exportaciones diversas, pasan por los puertos del norte de Chile; lo
mismo ocurre con gran parte de las importaciones. Por otra parte,
saltándonos a los escenarios culturales, últimamente hay una
invasión folklórica boliviana a las ciudades del norte de Chile, donde
las bandas orureñas son altamente cotizadas, acompañando las
mimesis de la morenada, la diablada y la saya; jóvenes chilenos
bailan entusiasmadamente estas danzas. Incluso en una interpelación
de los estudiante movilizados, en las resientes revueltas
estudiantiles, que luchan por una educación fiscal, des-privatizada y
de calidad, han bailado frente a la policía la danza guerrera del tinku.
Son estas continuidades las que deben preponderar sobre el recuerdo
traumático de la guerra del Pacífico.

Bolivia, a pesar del imaginario institucionalizado, no está


aislada; al contrario forma parte de bloques subcontinentales, de
ecologías, de desplazamientos poblacionales, de características
demográficas, de composiciones sociales, económicas, políticas y
culturales, diversas, que, confluyen, en este interior íntimo, que son
las territorialidades de adentro, donde el diablo perdió el poncho o el
ángel perdió su virginidad. Ese lugar, que es como el “inconsciente”
geográfico, si podemos hablar así, abusando de los términos, tanto
relativos al psicoanálisis como a la ciencia del espacio. Este interior,
estas tierras de adentro, es el lugar de archivo de la memoria social.
Lugar también, donde los problemas no se resuelven, sino se

294
guarecen, ante tempestades, esperando eternamente su resolución.
Lugar, por último, donde la historia se encuentra en suspenso.

Se puede decir que Bolivia ha tenido de todo, compartiendo


estas continuidades; señoríos aymaras, suyos, territorialidades y
espesores culturales, ligados al incanato, pueblos itinerantes
amazónicos y chaqueños, reducciones y fundaciones, intendencias, de
la época de las reformas borbónicas, levantamientos indígenas,
constitutivas de su historia, mestizajes variados, recuperación de las
poblaciones indígenas, economías mineras, la de la plata y la del
estaño, principalmente, economía del petróleo, economía de las
haciendas, economía de la goma, sin olvidar la fugaz economía del
guano y del salitre, que no supo retener en sus manos. Se conformó
una burguesía minera, después una burguesía agroindustrial, fue
asolada por caudillos militares, después sostuvo el peso de las
burocracias liberales y de las burocracias nacionalistas. Bolivia es
andina, amazónica y chaqueña, además de haber sido atacameña,
por el desierto de Atacama y la costa, que perdió en la guerra del
Pacífico.

Con una mirada retrospectiva, se puede decir que Bolivia es, de


alguna manera, inconclusa; no llega a consolidar el Estado-nación;
hay, al respecto, notoriamente y lamentablemente, una palpable
ausencia de estrategia política. No consolidó una burguesía minera,
no culminó las tareas democrático-burguesas de la revolución
nacional de 1952, no terminó de integrar a sus diversos territorios;
tampoco, ahora, da curso a la continuidad de la “revolución”
indígena, pachacuti, no da curso a la continuidad de la
descolonización. Todo queda a medias, como en una extraña
suspensión fatal.

¿Qué es entonces lo que cohesiona a Bolivia, fuera de su acto


constitutivo y la reproducción de sus instituciones? Por más
paradójico que parezca, lo que cohesiona a Bolivia es su propia
diversidad diferencial, la confluencia de las continuidades
mencionadas, de estos bloques histórico-geográficos distintos, la
complementariedad de estos bloques, su interculturalidad e
intraculturalidad efectivas, aunque no asumidas institucionalmente.
En definitiva, se puede decir que, lo que cohesiona a Bolivia es la
voluntad, las voluntades plurales, que quieren mantener las alianzas,
que los ciclos estatales han confundido con pactos. Los pactos son
institucionales, representativos, poco efectivos en la cohesión “real”,
empero altamente efectivos en la cohesión “ideológica”. Bolivia se ha
295
convertido en el lugar de la articulación de lo diverso. Todas las
formaciones lo son, pues todas las formaciones sociales son
abigarradas, unas más saturadas que otras; las formaciones más
homogenizadas, de todas maneras, tienen como substrato lo
abigarrado, en las condiciones dadas ancestralmente. Sin embargo,
en Bolivia, el abigarramiento adquiere una cualidad permanente, que
comparte con la característica histórica de suspender todo, de dejarlo
pendiente todo. Por lo tanto, la articulación de lo diverso también
adquiere una cualidad dramática. La cohesión pasa por la crisis y la
catarsis, para lograr emergencias masivas, experiencias intensas de
interpelación.

Desde la guerra anticolonial pan-andina del siglo XVIII, cuando,


en los territorios del Alto Perú, la insurrección de Tupac Amaru se
radicalizó bajo el comando de Tupac Katari, experimentando
intensidades mayores, hasta la movilización prolongada de 2000 al
2005, cuyo dramatismo e intensidades, manifiestan la capacidad de
gasto heroico, pasando por la insurrección de abril de 1952, sin
olvidarnos de la historia de los levantamientos indígenas, donde
sobresale la intervención del ejército aymara de Zarate Willka en la
guerra federal de fines del siglo XIX, ni de las resistencias mineras,
las transgresiones populares, las multitudinarias marchas proletarias
e indígenas, estas resistencias, levantamientos, rebeliones,
manifiestan claramente la apuesta por la voluntad arronjada.

No pasa, como dice René Zavaleta Mercado, que la crisis hace


inteligible la formación social abigarrada, sino es la forma intensa
como se asume la crisis, es la voluntad “plebeya” que apuesta a un
nuevo nacimiento lo que hace inteligible las dinámicas de la
formación abigarrada. De este modo, se puede decir que el
levantamiento indígena del siglo XVIII, que la intervención aymara en
la guerra federal, que la insurrección proletaria y nacional-popular de
1952, que la movilización prolongada descolonizadora del primer
quinquenio del siglo XXI, son actos de conocimiento. Abren
horizontes de visibilidad.

El problema vuelve después de estos gastos heroicos, cuando


hay que cuidar de este nacimiento; ocurre como si no se pudiera dar
lugar a una resolución estructural; se vuelven a dejar en suspenso las
tareas, la construcción de lo nuevo, manteniendo abigarradamente
las viejas estructuras e instituciones, combinadas con las nuevas
estructuras e instituciones que se haya podido crear. Entonces se
vuelve al juego del eterno retorno de la suspensión, de lo
296
indeterminado y de indefinición. Esta característica, esta combinatoria
de condiciones de posibilidad históricas, sin resolverse, quizás sea su
potencia y posibilidad, de mantener también abierta la puerta de lo
alternativo. Quizás por esta razón sea desde Bolivia desde dónde hay
que lanzar la convocatoria para la integración continental. Cuando
hablamos de integración lo hacemos pensando en la integración
“plebeya”, en la integración por procedimientos de los pueblos, de
ninguna manera, en la integración burocrática, teatral y demagógica
de los estados y gobiernos.

Una pregunta es indispensable, a propósito de la caracterización


marxista: ¿Bolivia es un país capitalista, atrasado y dependiente, de
desarrollo desigual y combinado? Bueno, muchos países lo son, de la
inmensa geografía periférica del sistema-mundo capitalista. Eso no
dice mucho de su especificidad, de su singularidad, lo que hace que
sea lo que es, su particularidad. Otra pregunta, del mismo estilo:
¿Bolivia es una formación social abigarrada? También muchos países
lo son, no sólo periféricos. ¿Dónde está entonces su característica
propia? Quizás se encuentre en esa manera inacabada de
constituirse, de avecindar sus construcciones inconclusas, formando
“barrios” barrocos históricos, donde conviven en la simultaneidad del
presente los distintos proyectos inconclusos. En parte se parece a la
figura del niño de Heráclito, que construye castillos de arena, para
deshacerlos y volver a construirlos, siempre de distinta forma. La
diferencia radica en que se trata de un niño u niña, o ambos, una
criatura hermafrodita, que no termina de construir lo que hace
jugando, tampoco destruye sus semi-productos completamente, sino
los deja, para construir, sin terminar, otros, al lado. ¿Cuándo
escogerá los que le gustan, para terminarlos? ¿Cuándo hará una
amalgama de todos? ¿O, mas bien, se perderá en el laberinto que ha
construido?

Bueno, Bolivia no es un sujeto, es un país, también un Estado-


nación, es una representación, un imaginario, sostenido en una
“realidad” institucional. Son los y las bolivianas los y las que “juegan”
con la historia de esta manera. Ahora bien, ¿esta “inconstancia”
forma parte de su ser, de su manera de ser? Ciertamente no todos
son así, y quizás ninguno, sino que es el efecto masivo de los
desacuerdos, pequeños y grandes. Se podría decir que los bolivianos
no nos ponemos de acuerdo, pero, tampoco nos dejamos imponer un
acuerdo de pocos o, incluso, de muchos. ¿Podremos llegar a un
consenso? El método de la fuerza no parece ser una buena solución.

297
Como cantaba Benjo Cruz162, ¿cuándo podremos bolivianos tomar
juntos, un vaso de chicha o de cerveza, y hablar? Aunque, tomar
chicha y cerveza, lo hacemos casi a diario, sin embargo, no juntos,
sino solo con los nuestros, los allegados, de lo que se trata, en
definitiva, es de ejercer la democracia participativa. Buscar el
consenso, aunque su construcción colectiva tarde. El consenso no se
logra sin sacar todo lo guardado, sin poner todas las “huacaychas” en
la mesa. Lo qué preguntaba Benjo Cruz es cuándo nos sincerábamos.
No es de ninguna manera mala esta idea. Quizás sea un buen
comienzo. Sin embargo, para que pueda darse este sinceramiento, se
requiere una condición de posibilidad histórica básica; suspender las
simulaciones, las representaciones, las pretensiones de legitimidad,
los juegos de poder. Se trata del ejercicio de una democracia directa,
también del ejercicio de la democracia comunitaria. ¿Esta condición
de posibilidad es viable? No se trata de contar o no con una
estrategia, con una geopolítica, que tal parece, no se la tiene; no se
trata de contar o no con un proyecto, que sí se lo tiene; este proyecto
es la Constitución. Empero, el gobierno cree que es un documento de
propaganda, que en la práctica no se puede cumplir; el partido de
gobierno, si es que lo hay, pues el MAS parece un partido electoral,
de apoyo a los eternos candidatos, considera que la interpretación de
la Constitución es la oficial, aunque esté plagada de contradicciones
insostenibles. Se trata de otra cosa, se trata, de lo que establece la
Constitución, de la construcción colectiva de la decisión política, de la
construcción colectiva de la ley, de la construcción colectiva de la
gestión pública. En pocas palabras, se trata del sistema de gobierno,
que establece la Constitución; la democracia plural y participativa.

El problema crucial es ciertamente ¿qué hacemos con el


capitalismo? Ya sabemos lo que el capitalismo hace con nosotros. No
vamos a repetir lo que ha elucidado la crítica de la economía
capitalista, desde Marx hasta nuestros días. Estos análisis son
contundentes, sobre todo aquéllos que estudian la expansión de las
relaciones capitalistas al campo, al área rural. Al respecto, hemos
expresado nuestras diferencias con estos análisis; pero, por el
momento, independientemente de estas diferencias, queremos
resaltar la pregunta ¿qué hacemos con el capitalismo? La respuesta a
esta pregunta marca la ruta que sigue, de acuerdo a la modalidad de
la respuesta.

162
Trovador y guerrillero, muerto en la guerrilla de Teoponte.

298
El modelo soviético buscado abolir el capitalismo, aboliendo las
relaciones de producción capitalistas, inclusive en el campo. Al
embarcarse en la revolución industrial, requerida, indudablemente,
ha construido un capitalismo de Estado, basado en la teoría del valor;
por lo tanto, en la subsunción de la fuerza de trabajo al excedente
apropiado burocráticamente. Los nacionalismo, de la liberación
nacional, vale decir, los que postulaban salir de la órbita de la
dependencia mediante la sustitución de importaciones, también
revolución industrial, que, sin embargo, aceptaban mantenerse
transitoriamente en el capitalismo, reprodujeron formas combinadas
de capitalismo; capitalismo de Estado, capitalismo empresarial
privado, “capitalismo” mixto, capitalismo bajo el control de empresas
trasnacionales, capitalismo financiero, capitalismo comercial, formas
de acumulación incipientes en un disperso universo de talleres, pero
también de propiedades familiares de la tierra. Los actuales gobiernos
progresistas de Sud América también aceptan mantenerse dentro del
capitalismo, de la misma manera, transitoriamente, empero,
pretendiendo iniciar un socialismo de nuevo cuño, llamado socialismo
del siglo XXI, en unos casos, y socialismo comunitario, en el caso de
Bolivia. En estos proyectos progresistas también se da una
combinación abigarrada de formas de capitalismo; casi los mismos
mencionados anteriormente, con el aditamento de formas de
capitalismo cooperativo y “capitalismo” comunitario163, como en el
caso de Bolivia. También hay que añadir la peculiaridad brasilera, que
combina el abigarramiento o, lo que llama Francisco de Oliveira, el
modelo del “ornitorrinco”, con un capitalismo trasnacional propio,
contando con empresas, supuestamente estatales monopólicas,
capaces de competir con las empresas trasnacionales del tradicional
centro del sistema-mundo capitalista. Parce una condena; las rutas
no-capitalistas o transitorias terminan re-articuladas a la
reproducción del capital a escala mundial, también a escala nacional.
¿Dónde está la clave para salir del capitalismo? ¿Si no es el cambio
de la forma de propiedad, expropiando a los expropiadores, si
tampoco lo es, como dicen Enrique Ormachea y Nilton Ramírez164,
una barrera al capitalismo la propiedad comunitaria de la tierra, pues
en la medida que su inserción en el mercado, en el caso de la quinua,
el mercado internacional, la comunidad termina formando parte de
los ciclos de acumulación de capital, cuál es la clave para escapar a la

163
Revisar de Enrique Ormachea S. y Nilton Ramírez F. Propiedad colectiva de la tierra y producción
agrícola capitalista. El caso de la quinua en el Altiplano sur de Bolivia. CEDLA; La Paz, 2013.
164
Ibídem.

299
vorágine capitalista? ¿Se puede escapar a este condicionamiento
mientras exista un sistema-mundo capitalista?

Depende desde qué teoría se responda. Sin ocuparnos de las


teorías “burguesas”, que ciertamente se han desarrollado
técnicamente mucho, desde los tiempos de Marx hasta ahora, sino
quedándonos con la teoría marxista; vemos que las tesis apuntan a la
transición. De lo que se trata es de crear las condiciones objetivas y
subjetivas, mediante la revolución industrial y mediante la lucha
“ideológica”, para dar el salto al socialismo en pleno sentido de la
palabra. Esta transición ha resultado dramática, se tome una
modalidad u otra. El problema del marxismo es su filosofía de la
historia y su creencia en la providencia racional de la historia. No hay
tal cosa, salvo en la cabeza hegeliana de los marxistas. Lo que se
pueda hacer depende de la decisión consensuada de los pueblos,
ahora, más que nunca, afectados, en su sobrevivencia, por la
descomunal productividad y dominación financiera capitalista. Lo
privado y lo público son formas de propiedad, pero también son
formas institucionales, formas estructurales de relaciones sociales,
que existen y se reproducen porque expropian lo común, forma de
acceso directo a los recursos, a los saberes, a las ciencias, al intelecto
general, a las tecnologías. Lo común no requiere esperar nada,
ninguna transición, ningún regalo de la providencia de la historia;
sólo requiere recuperar lo común de sus expropiadores, los
propietarios capitalistas y el Estado. Y eso es posible ahora y aquí. El
problema es la decisión colectiva, la construcción del consenso. El
problema es político, no económico.

¿Esta dificultad tiene que ver con lo que llama el marxismo


“ideología”, ahora extendiendo este concepto más allá del fetichismo
de la mercancía, comprendiendo el fetichismo del Estado, el
fetichismo de las instituciones, el fetichismo del poder? Es posible, si
ampliamos el concepto. Pero, también tiene que ver con la capacidad
de captura que tienen las instituciones; el Estado, el mercado, el
sistema financiero, los organismos internacionales. La lucha no solo
es “ideológica”, sino también contra estas mallas de captura; por eso
es indispensable fortalecer los flujos de las líneas de fuga, las
prácticas alterativas, los desplazamientos, las resistencias, creando
espacios liberados de estas capturas, que se muevan bajo las
“lógicas” de la reproducción de lo común. La lucha es “ideológica”,
política y material, en el sentido de la subversión de la praxis165. Hay
165
Ver de Raúl Prada Alcoreza La Subversión de la praxis. EPISTEME. Número 3. La Paz 1988.

300
que arrancarle a la dominación y control del capitalismo espacios-
tiempos liberados, que recuperen lo común, reproduzcan lo común,
garantizando los ciclos de la vida.

La lucha es descomunal; la lucha contra el capitalismo es


mundial. La convocatoria se la dio en la Conferencia Mundial de los
Pueblos contra el Cambio Climático, en Tiquipaya-Cochabamba, la
convocatoria es a conformar una Internacional de los Pueblos contra
el capitalismo y en defensa de la madre tierra. De esta resolución
podemos concluir que se trata de avanzar a una gobernanza mundial
de los pueblos, sin Estado y sin capital. Una asociación mundial de
productores/ras, consumidores/ras y creadores/ras.

No podemos sorprendernos entonces que, durante las dos


gestiones del gobierno popular, no sólo se hayan combinado
abigarradamente distintas formas capitalistas, sino que se estén
formando nuevos estratos de la burguesía, incorporando a
campesinos ricos, colonizadores ricos, cocaleros ricos, comerciantes
ricos y contrabandistas ricos. Hay pues una recomposición de la
burguesía, sin que haya desaparecido la antigua burguesía. La
defensa del gobierno, que no es, obviamente, la defensa del proceso,
sino todo lo contrario, conduce, lo quieran o no los “defensores” a-
críticos o de la crítica sensata, al apoyo a esta recomposición
burguesa, sobre la base de la expansión del modelo extractivista del
capitalismo dependiente y el paradigma del Estado rentista.

Ecuador

En la entrevista que hace Marta Harnecker a Alberto acosta,


cuando le pregunta sobre si ¿el gobierno está contra la Constitución?
Alberto Acosta responde:

Me ha costado mucho tiempo llegar a aceptar que hay una


suerte de proceso impulsado desde el gobierno contra la Constitución
de Montecristi, en contra de su propia Constitución. Hay una Ley de
minería que está en contra de la Constitución, hay una Ley de
Soberanía Alimentaria que además no aborda nada de lo de fondo y
que también está en contra de la Constitución y ahora la Ley de
Aguas ... ¡Es dramático!166

166
Ver de Marta Harnecker Tiempos políticos y procesos democráticos. Entrevista de Marta Harnecker
a Alberto Acosta, ex presidente de la asamblea constituyente de ecuador.

301
La siguiente pregunta es: “Tú estabas planteando que la Ley de
aguas no respetaba la Constitución, ¿podrías argumentar más sobre
éste tema?” Acosta responde:

La Constitución es muy clara en relación al tema del agua. El


agua fue declarada en la Asamblea Constituyente de Montecristi como
un derecho humano fundamental. El agua, entonces, no puede ser
vista como un negocio. Por eso, al inicio del texto constitucional se
estableció, en el artículo 12, que “el derecho humano al agua es
fundamental e irrenunciable. El agua constituye un patrimonio
nacional estratégico de uso público, inalienable, imprescriptible,
inembargable y esencial para la vida”.

La trascendencia de estas disposiciones constitucionales es


múltiple. En tanto derecho humano se superó la visión mercantil del
agua y se recuperó la del “usuario”, es decir, la del ciudadano y de la
ciudadana, en lugar del “cliente”, que se refiere solo a quien puede
pagar. En tanto bien nacional estratégico, se rescató el papel del
Estado en el otorgamiento de los servicios de agua; papel en el que el
Estado puede ser muy eficiente, tal como se ha demostrado en la
práctica. En tanto patrimonio se pensó en el largo plazo, es decir, en
las futuras generaciones, liberando al agua de las presiones
cortoplacistas del mercado y la especulación. Y en tanto componente
de la Naturaleza, se reconoció en la Constitución de Montecristi la
importancia de agua como esencial para la vida de todas las especies,
que hacia allá apuntan los Derechos de la Naturaleza.

Ésta constituyó una posición de avanzada a nivel mundial. Dos


años después de la incorporación de este mandato constituyente
referido al agua, el 28 de julio del 2010, la Asamblea General de
Naciones Unidas aprobó la propuesta del gobierno del Estado
Plurinacional de Bolivia declarando “el derecho al agua segura y al
saneamiento como un derecho humano”.

El actual proyecto de ley de aguas no es privatizador, lo


reconozco paladinamente, pero tampoco es des-privatizador. ¿Qué
quiere decir esto? Que está bien que no se abra la puerta a la
privatización, pero tienes que dar paso, como manda la Constitución,
hacia una profunda redistribución de la tierra y del agua167.

La explicación de Alberto Acosta al respecto es la siguiente:

La tendencia monopolizadora del agua en el agro es notoria. La


población campesina, sobre todo indígena, con sistemas comunales
de riego, representa el 86% de los usuarios. Sin embargo, este grupo
apenas tiene el 22% de la superficie regada y accede apenas al 13%

167
Ibídem.

302
del caudal. Mientras que los grandes consumidores, que no
representan el 1% de unidades productivas, concentran el 67% del
caudal.

Para un indígena es muy difícil acceder al agua, para un


terrateniente es muy fácil. Los terratenientes tienen agua incluso
para sus piscinas o lagos artificiales para su diversión, cuando los
campesinos no tienen agua para cultivar sus parcelas, que son
pequeñas o de tierras poco fértiles, ¡esa es la cruda realidad! Por eso
tiene que redistribuirse el agua, como tendrá que redistribuirse la
tierra, si realmente estamos construyendo un proyecto
revolucionario168.

La aclaración de Acosta sobre el carácter de la ley de aguas del


gobierno, precisa que la misma: no reconoce eso. Y peor aún, ahora
el presidente Correa ha dicho que esta ley no es fundamental ni
prioritaria. Esto es algo más grave todavía169.

En la comparación con la ley de aguas anterior, relativa al


régimen liberal, dice:

La ley anterior neoliberal era privatizadora, establecía la


posibilidad de privatizar el agua, de hacer del agua un producto
mercantilizado. Los artículos sobre el agua de la Constitución del
2008 revierten lo establecido en la Constitución de 1998. En esa carta
magna, una Constitución neoliberal, se establecía que el agua potable
y de riego así como los servicios relacionados con su utilización
“podrá prestarlos directamente o por delegación a empresas mixtas o
privadas, mediante concesión, asociación, capitalización, traspaso de
la propiedad accionaría o cualquier otra forma contractual”. No puedo
aceptar con que se mantenga la ley de los neoliberales, esa ley tiene
que cambiar. Ese es un tema de fondo170.

La entrevistadora, después toca temas concomitantes, como la


relación de la Ley de aguas y las concesiones del gobierno. El análisis
del que presidió la Asamblea Constituyente de Montecristi se
desenvuelve así:

El ejercicio democrático, de construcción colectiva de la nueva


Constitución ecuatoriana, se enmarca en la recuperación de espacios
de soberanía nacional y local. La disputa por el agua, recordémoslo,
fue intensa en el país. Varios fueron los actos privatizadores. El más
notable fue el de Interagua, en Guayaquil. Esta empresa
sencillamente suspendió el acceso a quienes no pagan unas tarifas

168
Ibídem.
169
Ibídem.
170
Ibídem.

303
colocadas al antojo de los intereses privados, en función de la
rentabilidad que define dónde y cómo invertir, dónde y cómo dar
servicios y en dónde no.

Habría que anotar, por ejemplo, en este recuento de


incongruencias, que resulta una violación constitucional la ampliación
de la concesión a Interagua autorizada por el gobierno del presidente
Correa. Me preguntó si el gobierno se ha propuesto pactar con Jaime
Nebot, el alcalde de Guayaquil, el gran líder local de las fuerzas de la
derecha. Sorprende también el mantenimiento de las concesiones
para las embotelladoras de agua y las aguas termales, marginando a
las comunidades de su aprovechamiento. ¿Cómo podemos hablar
entonces de un proceso revolucionario? Esas son cosas que van
debilitando el proceso de reforma y van desgastando lo que tenía de
espíritu revolucionario este gobierno, que apenas se perfila como
reformista171.

El otro tema crucial, donde se hace patente el comportamiento


del gobierno, es la Ley de Minería. La pregunta de Marta Harnecker
es: “¿Y qué pasa con la Ley de minería que tantas críticas tiene?”
Alberto Acosta responde:

La Ley de minería tiene muchos errores, muchos problemas.


Por ejemplo, no se respetaron los derechos colectivos establecidos en
la Constitución. En el artículo 57 de ésta se establece que tiene que
haber una consulta pre-legislativa cuando se trate de derechos
colectivos: hay que consultar a las comunidades para recoger sus
criterios e incorporarlos. “Es cierto—dirá alguien—, ya esa gente
nombró a sus asambleístas, ellos tienen todo el poder”. Pero lo que
nosotros queremos no es eso, sino que haya una activa participación
de la sociedad y que se escuche a todas las voces. Lamentablemente
esto no está ocurriendo172.

La posición del ex-presidente de la Asamblea Constituyente


frente al tema de la minería, en sus distintas formas de explotación,
particularmente en lo que respecta a la explotación a cielo abierto, se
expresa de la siguiente manera:

Yo estoy en contra de la minería metálica a gran escala a cielo


abierto. Aquí en el Ecuador no debe haber este tipo de minería por
una razón muy simple: tenemos en esos territorios una enorme
biodiversidad y comunidades cuya vida puede estar en riesgo,
además tenemos muchas alternativas más interesantes que la
minería. Conozco un estudio de las empresas mineras —como de
unas 900 páginas— que, en sus conclusiones, recomienda que los

171
Ibídem.
172
Ibídem.

304
países que tengan alternativas a la minería a gran escala deben
desarrollar esas alternativas y no dar paso a esa minería. Ecuador no
es Chile, donde se explota mineral en un desierto. No, aquí hay una
enorme biodiversidad que va a estar en riesgo. Esa es mi posición.
Ahora, eso no quiere decir que no haya que poner en orden la
minería existente, la minería a pequeña escala, artesanal y de
subsistencia, en donde reina el caos173.

A la entrevistadora le hace recuerdo que: yo fui ministro de


Energía y Minas y no cabe duda que hay que poner en orden esa
minería existente, y allí si hay que trabajar mucho, muchísimo, para
ir cambiando las cosas. Siguiendo con la exposición, Acosta dice:

En Montecristi aprobamos un mandato minero para empezar a


organizar el sector. Trabajé intensamente en este tema. Estaba
consciente de los problemas existentes y sabía que cuando fui
ministro no pude avanzar mucho en arreglar la situación.
Lamentablemente el gobierno luego no cumplió la totalidad de dicho
mandato. Las consecuencias de incumplimiento están a la vista: el
caos se mantiene y la violencia crece174.

Después se toca un tema importante, que está en boca de los


gobernantes progresistas, la ampliación considerable del excedente,
en relación a la posibilidad de financiar el desarrollo nacional por
otras vías. Alberto Acosta dice:

Ahora, si no explotamos los recursos minerales, ¿de dónde


vamos a sacar la plata para financiar el desarrollo nacional? Ese es el
tema que está a la orden del día. La solución existe si hay el
conocimiento y la voluntad política para enfrentar el reto. Existen
múltiples fuentes de financiamiento de la economía al margen de
extractivismo. Empecemos por corregir las mayores
disfuncionalidades existentes. Ecuador extrae petróleo, Ecuador
exporta petróleo, pero Ecuador importa derivados del petróleo porque
no tiene la suficiente capacidad de refinación. Y esos costosos
derivados del petróleo, como el diesel, los quema para generar
electricidad en plantas térmicas contaminantes. No aprovechamos
energías alternativas y renovables, como la hidráulica, la solar, la
eólica, la geotermia, recuérdese que nosotros literalmente dormimos
sobre volcanes activos. Esa es una gran tarea, transformar la matriz
energética reduciendo la dependencia del petróleo y sus derivados.

Ahora, por ejemplo, ¿por qué no discutimos y encontramos


respuestas a una serie de subsidios a los combustibles, mucho de los
cuales no están beneficiando a los sectores populares, sino a los

173
Ibídem.
174
Ibídem.

305
sectores más acomodados de la población? En el año 2008, los
subsidios bordearon los 3 mil millones de dólares. No se trata de
quitar los subsidios a la bruto, es decir a lo neoliberal. No, de ninguna
manera. Hay que hacerlo con creatividad, de manera selectiva. Los
subsidios deben mantenerse para los grupos empobrecidos y
marginados, no para los acomodados.

Adicionalmente, en el Ecuador, y en prácticamente todos los


países del mundo empobrecido, se precisa una adecuada política
tributaria. Los que más ganan y más tienen deben contribuir en
mayor medida al financiamiento del Estado. Con el gobierno del
presidente Rafael Correa se registra una cierta mejoría en la presión
fiscal. Esta se acerca al 13% en relación con el Producto Interno
Bruto. Pero todavía estamos lejos de lo que debería ser una meta
aceptable. El promedio en América Latina es del 24%, el promedio
del mundo desarrollado es del 44%, el promedio de Europa es del
46%. En Bolivia, para no irnos tan lejos, la presión fiscal bordea el
20%. Nuestra meta debería ser un 35%. Por lo pronto, si duplicamos
la presión fiscal, con impuestos directos progresivos —impuestos a la
renta, a la herencia y al patrimonio, especialmente— habríamos
resuelto por mucho tiempo el tema del financiamiento sin poner en
riesgo nuestras verdaderas riquezas: la vida de muchos compatriotas
y de la Naturaleza. Pero además, hay que avanzar en el combate a la
evasión y la elusión. Por ahí también hay que avanzar, es decir en la
honestidad y conciencia fiscal de la ciudadanía y en el sector
empresarial.

Por último, cuando estamos enumerando una serie de opciones


para conseguir el financiamiento que requiere la economía
ecuatoriana sin destrozar más la Naturaleza, recordemos que las
actividades petroleras y también las mineras provocan elevados
costos ambientales. Costos que, por lo demás, no entran nunca en
los cálculos de rentabilidad que hacen las empresas e incluso el
gobierno. Costos que luego, de una u otra manera, se los traslada de
manera brutal a la sociedad. La Texaco, para recordar, había dejado
pasivos ambientales superiores a los 27 mil millones de dólares,
incluso hay estimaciones que duplican o triplican dicha cifra. Además,
hay que maximizar el ingreso del Estado por cada barril de petróleo
que se extrae. Allí hay un enorme potencial para ingresos adicionales.

De todas maneras, tenemos que desmontar la creencia de que


la renta de la Naturaleza es lo que va a resolver nuestros problemas.
Nosotros hemos sido el principal productor y exportador de cacao y
banano en el mundo, pero no nos desarrollamos. Exportamos todo
tipo de frutas, espárragos, flores, exportamos camarones,
exportamos petróleo, pero no nos desarrollamos ¿Hasta cuándo
vamos a seguir siendo país-producto? ¿Cuándo vamos a ser país-
inteligencia, país conocimiento? ¿Cuándo vamos a aprovechar las
306
capacidades de los seres humanos, individual y colectivamente
hablando? ¿Cuándo vamos a hacer eso? Mientras no hagamos eso,
vamos a seguir presos de lo que yo llamo “la maldición de la
abundancia”. Mientras tanto seguiremos siendo pobres porque somos
ricos en recursos naturales. Y esas sociedades, sobre todo las
petroleras y las mineras, tienen características perversas: economías
rentistas, prácticas sociales clientelares y gobiernos autoritarios con
una democracia endeble.

Por la vía del “desarrollismo senil”, como dice Joan Martínez


Alier, no se encontrará la salida a este complejo dilema. El reto radica
en encontrar una estrategia que permita construir el Buen Vivir
aprovechando los recursos naturales no renovables, transformándolos
en “una bendición” como recomienda el Premio Nobel de Economía,
Joseph Stiglitz, pero sin depender exageradamente de ellos. Sólo así
saldremos de la trampa de la pobreza y del subdesarrollo.

Sólo un ignorante o un mal intencionado podrían sostener que


la crítica al extractivismo implica la negación total de la utilización de
los recursos naturales. No se trata de cerrar los actuales campos
petroleros en explotación, pero sí de discutir seriamente sobre si
conviene seguir ampliando la frontera petrolera con todos los
impactos devastadores que eso significa175.

El gobierno de Correa promulgó una ley de aguas


inconstitucional, afectando los derechos colectivos, consagrados en la
constitución, y apunta a una política minera devastadora,
expandiendo el modelo extractivista a la minería, beneficiando a la
acumulación originaria y ampliada capitalista. Las protestas de las
organizaciones indígenas y del pueblo ecuatoriano se han hecho
sentir; sin embargo, el gobierno ha seguido impávido, imponiendo la
decisión autoritaria y vertical del mandatario.

Como se podrá ver, son notorias las analogías de los gobiernos


progresistas, sobre todo, en este caso, entre el gobierno boliviano y
el gobierno ecuatoriano. Son similares sus contradicciones respecto a
la Constitución. ¿Por qué sus gobernantes creen que las
constituciones de sus países no son de utilidad práctica, por eso, lo
práctico es vulnerarlas? Por otra parte, ¿por qué, al final de cuentas,
los pueblos dejan que esto ocurra, sin defender la Constitución y los
derechos múltiples consagrados; salvo, es cierto, de honradas
excepciones, como la resistencia y la lucha de las organizaciones
indígenas, además de las intermitentes asonadas populares, cuando
la conducta del gobierno llega al escándalo, como en el caso, en
Bolivia, de la suspensión neoliberal a la subvención de los
carburantes y la descongelación de los precios en el mercado interno,

175
Ibídem.

307
favoreciendo palpablemente a las empresas trasnacionales del
petróleo, así como las protestas, marchas y bloqueos contra la Ley de
aguas gubernamental, en el Ecuador? Este es el asunto.

La respuesta parece evidente. Los gobiernos progresistas no


pueden salir del modelo extractivista del capitalismo dependiente.
Creen, como sus antecesores neo-liberales, que esta es la base del
desarrollo; a diferencia de éstos, los nacionalistas y progresistas lo
hacen nacionalizando, aunque sea a medias, no como los
nacionalistas del periodo heroico, de mediados del siglo XX, cuando la
nacionalización significaba expropiación de los expropiadores.
Respecto a la diferencia entre estos gobiernos progresistas y lo que
ocurrió en la Unión Soviética y la República Popular China, es que el
capitalismo de Estado en estos últimos realizó la revolución industrial,
aunque de una manera forzada y militarizada, en tanto que los
gobiernos nacionalistas, después, los progresistas, sólo atinan a
ampliar el modelo extractivista.

Ciertamente, es diferente, como hemos anotado, el caso


Brasilero; sin embargo, no hay que olvidar las observaciones de
Francisco de Oliveira, al respecto. El modelo brasilero se parece al
ornitorrinco; se trata de una combinación donde, si bien están
presentes la segunda y la tercera revoluciones, industrial y
tecnológica, se alcanza el desplazamiento a la cibernética, esta ultra-
modernidad, que comprende también la industrialización, de la
modernidad clásica, se encuentra enlazada a la tercerización de la
economía, a la base extractivista, en constante expansión, a la
ampliación de la frontera agrícola, en detrimento ecológico, al
crecimiento desmesurado de las ciudades, atravesadas por extensas
zonas marginales, empujando a una explotación salvaje del
proletariado nómada. Toda esta combinación no evita caracterizar al
modelo del ornitorrinco como extractivista y neo-extractivista, pues a
pesar de la industrialización, la segunda revolución tecnológica y la
tercera cibernética, la estructura de esta composición se basa en el
modelo extractivista y en las exportaciones primarias de Brasil.

Los gobiernos progresistas no pueden salir del modelo


extractivista porque no tienen voluntad para hacerlo, porque están
atrapados en un imaginario desarrollista. Para ellos, la historia tiene
que continuar, de la misma manera, que en el pasado, salvo bajo el
control del Estado, que redistribuye los ingresos, bajo el criterio de
políticas rentistas. Esta opción, esta ruta tomada, los convierte en
dispositivos del orden mundial de dominación y control capitalista,
por más estridente que sea su retórica anti-imperialista. Este es el
tema, ante el cual no se puede cerrar los ojos, bajo el argumento que
se trata de gobiernos de “izquierda” y que no se debe dejar este
lugar a la “derecha”.

308
Venezuela

Basándonos en el diagnóstico que hace Víctor Álvarez176 de la


revolución bolivariana y del socialismo del siglo XXI, en La
Convocatoria del mito177, escribimos:
Es ilustrativo el balance que hace Víctor Álvarez de parte del
proceso de la revolución bolivariana. Tomando nota y registrando
nuestras impresiones, diremos que:
7. Al parecer la revolución bolivariana aparece como proceso
constituyente, como desborde del poder constituyente, como
interpelación al estado de cosas, a las estructuras de poder, a la
desigualdad social, a la oligarquía parásita, a la economía
extractivista y el Estado rentista.
8. Se gesta entonces una nueva Constitución, ideando una nueva
república, la quinta, cuya composición y contenido responda a la
“ideología” bolivariana, basada en el pensamiento de Simón
Bolívar, pensamiento actualizado al siglo XXI, transformando su
horizonte liberal en un horizonte socialista.
9. La oligarquía y la burguesía rentista venezolana reaccionan ante el
avance político popular con un golpe de Estado y boicot a la
producción del petróleo. Las tensiones y contradicciones sociales y
políticas llegan a un punto máximo. El intento de restauración de
la oligarquía y la burguesía es desbaratado por la movilización
popular en defensa del presidente Hugo Chávez y por el
contragolpe de las Fuerzas Armadas.
10. A partir de esta victoria política y militar popular el proceso se
radicaliza. Claramente se propone la transición al socialismo. Se
piensa en un socialismo de nuevo cuño, llamado socialismo del
siglo XXI. Lo sugerente de este socialismo no está tanto en
nombrarse como del siglo XXI, donde una mayoría de
comentaristas hacen hincapié, sino en las formulaciones
concretas; en la propiedad social sobre los factores y medios de
producción básicos y estratégicos que permita que todas las
familias y los ciudadanos y ciudadanas venezolanos/venezolanas

176
Revisar de Víctor Álvarez La transición al socialismo de la revolución bolivariana. Transiciones
logradas y transiciones pendientes. CEDLA, Instituto de estudios Ecuatorianos, Centro Internacional
Miranda; La Paz, 2013.
177
Ver de Raúl Prada Alcoreza La convocatoria del mito. Bolpress, Dinámicas moleculares, Horizontes
nómadas; La Paz, 2013.

309
posean, usen y disfruten de su patrimonio o propiedad individual o
familiar, y ejerzan el pleno goce de sus derechos económicos,
sociales, políticos y culturales. También con la creación del
Sistema Económico Comunal se plantea avanzar en la
transformación del capitalismo rentístico en un modelo productivo
socialista, con base en nuevas formas de propiedad social en
manos de los trabajadores directos y las comunidades
organizadas.
11. En este transcurso y ante estas tareas aparecen las dificultades
y obstáculos de la transición. Las alianzas políticas en el poder no
son las más adecuadas para esta transición y la profundización del
proceso. Los sectores que tienen mayor incidencia en el gobierno y
en la institucionalidad estatal no son las clases sociales que
pueden sostener la construcción del socialismo, el proletariado y
los campesinos, tampoco los sectores más populares de las urbes.
Se da entonces como una limitación de los alcances y una
disminución de los ritmos del proceso, a pesar de los beneficios
obtenidos por la inversión social.
12. Hablando de los alcances cualitativos del proceso y de las
transformaciones estructurales, se constata que no se ha salido de
la economía extractivista y del Estado rentista, que todavía está
pendiente la conformación del modelo productivo, orientado a la
soberanía alimentaria, basado en gran parte en la propiedad social
y la organización comunitaria. Esta constatación fue compartida
por el mismo Hugo Chávez178.

Da la impresión que en Venezuela se combate una descomunal


batalla, entre dos bloques históricos confrontados; entre el boque
histórico conservador y elitista, compuesto por la burguesía, los
terratenientes, es decir, la oligarquía, que, además, incorpora a
una tecnocracia que estuvo al servicio de las empresas petroleras
trasnacionales, a la antigua burocracia, a los grandes
comerciantes, a una clase media alta, beneficiada por el renta
liberal y neoliberal, a la iglesia y otras instituciones de influencia,
como los medios de comunicación empresariales, por un lado; y el
bloque histórico nacional-popular, compuesto por el proletariado
nómada migrante, el proletariado sindicalizado, los distintos
estratos campesinos, las clases populares urbanas, las clases

178
Ibídem.

310
medias bajas, las organizaciones de base, las comunas, las
misiones, por otro lado. Es una lucha de clases, por cierto; empero
mediada por aparatos “ideológicos”; en el primer caso, del bloque
histórico conservador elitista, hablamos no solamente de los
medios de comunicación coaligados a este bloque, sino de toda
una atmósfera “ideológica” conformada, por lo menos en el último
siglo XX, de toda una “ideología” hecha carne, convertida en
comportamientos y en conductas, en prejuicios, en imaginarios.
Una “ideología” que considera al capitalismo como “realidad”
natural, incluso la forma de capitalismo dependiente en el
subcontinente sudamericano. En el otro caso, del bloque nacional-
popular, también se cuenta con aparatos “ideológicos”; uno de los
principales es el partido, ahora llamado PSUV, que cuenta también
con el dominio de influyentes medios de comunicación masivos
estatales, además de contar con influencia incluso en medios
privados, fuera del apoyo de los medios populares, que gozan de
cierta autonomía, que incluso les permite llegar a hacer críticas, en
algunos casos. El bloque conservador cuenta con un frente amplio
de coalición; sin embargo, no se puede hablar de partido, en pleno
sentido de la palabra. Se trata de un frente inestable, que reúne
variados intereses, perspectivas, discursos y proyectos. El
“partido”, en este caso, es todo el bloque, tal como lo teoriza
Antonio Gramsci.

Estas mediaciones no son las que distorsionan la lucha de


clases, sino que la llevan, precisamente al terreno “ideológico”. En
este espacio-tiempo las “cosas” no son como lo que se dice o,
usando a Michel Foucault, no del todo adecuadamente, mas bien
figurando, las palabras no son las cosas. La mediación del partido,
en el bloque nacional-popular, interpreta la lucha a su manera, de
una manera bolivariana, por así decirlo, en los términos de la
consolidación del Estado-nación bolivariano y la transición al
socialismo del siglo XXI. Sin embargo, podríamos decir, que el
problema no es este, el de la interpretación, del proyecto, del
programa político y, obviamente, de la Constitución. Esto nos
llevaría trasladar la discusión a la validez de las interpretaciones,
de los proyectos y los programas políticos. Al final se trata del
programa político y de la interpretación política que goza de gran
convocatoria masiva y organizada. No es pues una discusión
teórica la que va definir el curso de los acontecimientos. Tampoco
podemos inclinarnos por una interpretación más “ortodoxa” o, si
se quiere, más “radical”, que no goza de convocatoria popular,

311
formando parte de las alucinatorias iluminaciones de un pequeño
grupo vanguardista. La política, la acción política, no se resuelve
racionalmente, sino por el juego y correlación de las fuerzas. El
problema es otro; el problema es que el partido se convierte en la
representación legítima de las colectividades del bloque popular,
que el partido en el poder conforma una casta burocrática, que
monopoliza las decisiones, y termina llevando el proceso de
transición por los caminos conocidos de la expropiación de las
voluntades colectivas por la voluntad centralizada del partido. Por
último concurre el aburguesamiento de la jerarquía del partido,
que lleva a la repetición del guión, harto conocido, de la
sustitución de la antigua burguesía por la burguesía burocrática.
Las contradicciones, tensiones, conflictos y confrontaciones,
perturban la cohesión del bloque, aunque todavía no estallen,
debido a la confrontación con el bloque conservador. El problema
es la reproducción de viejas prácticas políticas, jerárquicas,
centralistas, autoritarias, “vanguardistas”, en el mejor de los
casos, demagógicas, en el peor de los casos.

La “verdad” del partido prepondera y se impone, descartándose


la construcción colectiva del saber social de la transformación, que
sólo se puede construir participativamente. La opción realista y
“pragmática” del partido, que, además, exige disciplina, termina
reforzando los condicionamientos aceptados efectivamente, la
dependencia del modelo extractivista y el círculo vicioso de la
dependencia por reiteración y recurrencia del modelo extractivista.
La matriz de la crisis política y económica, que afronta el partido
en el poder y el bloque popular, se encuentra en estos
condicionamientos aceptados, como regla “pragmática”. Es,
obviamente, pedir peras al olmo, que el partido atribuya el
desenvolvimiento de la crisis a la propia práctica partidaria, a la
burocratización, a la mediación partidaria, que en muchos casos
termina siendo prebendal y clientelar. La culpabilidad se la
atribuye a la “derecha” y al imperialismo. Si bien la “derecha”
tiene que ver con el boicot, como ocurrió el 2003, si bien el
imperialismo conspira, como lo hizo contra el gobierno de Salvador
Allende en Chile; esto ya se sabe que es así, en distintos
contextos, variando en formas y estilos. También se sabe que hay
que luchar contra el boicot y contrala conspiración; pero, lo que es
inconcebible es que se contribuya a este boicot y a esta
conspiración con errores, que se buscan ocultar con propaganda.

312
Es como una crónica anunciada; los personajes se apegan a su
papel, a pesar, de que tienen la libertad, de decidir otro rumbo.

La crítica radical a los gobiernos progresistas no es, para qué se


caigan, como creen los apologistas del partido; este es un tema de
las decisiones colectivas, no de “vanguardias”. ¿Cómo se puede
plantear tal cosa si no se puede sustituir este vacío político con
una alternativa constatable, vigente, dinámica, emergente? No se
trata de que no hay que dejar este lugar a la “derecha”, sino de
que si la invención social no puede todavía sustituir el lugar vacío,
lo indispensable es evitar que el proceso se rife por la propia
gestión del partido.

Conclusiones

Tres conclusiones son indispensables:

1. La necesidad de la interpelación de la crítica, entendida como tal,


radical, pues no puede haber crítica sin tocar los problemas en sus
raíces, sin tocar las condiciones de posibilidad histórica de los
problemas, como también de la misma crítica.

2. Los gobiernos progresistas, los gobiernos “revolucionarios”, son


dispositivos provisionales, en la bisagra de las épocas, la pasada y
la nueva que nace; son productos institucionales ligados a la
herencia institucional y burocrática del Estado. Lo urgente se
encuentra en la liberación de la potencia social, la invención y
creatividad colectiva, que desmantelan estos aparatos para
construir composiciones dinámicas y participativas.

3. La defensa de los procesos de cambio no puede confundirse con la


defensa de los gobiernos; hacerlo es un suicidio. Se confunden las
transformaciones, lo que posibilita las transformaciones, la
participación movilizada, con la representación conservadora e
institucionalizada de la conquista del poder. Es cuando las
criaturas se convierten en los buitres que comen las entrañas del
pueblo.

313
Subversión comunitaria

Propaganda, imperio e imperialismo

El gobierno boliviano ha aprovechado desmedidamente la ocasión


para la propaganda política, en plena coyuntura electoral. La ocasión
o la oportunidad es el comportamiento violatorio de los convenios y
las leyes internacionales, por parte de las potencias europeas,
timoneadas por el gendarme del imperio, Estados Unidos de
Norteamérica, apoyada por el brazo armado de la OTAN, al clausurar
el espacio aéreo europeo al avión del presidente de Bolivia, Evo
morales Ayma. Hecho desmesurado, que ha valido la respuesta de los
pueblos, sobre todo de los pueblos de América Latina y el Caribe al
rechazar esta agresión, que la consideran agresión al continente, a
las soberanías nacionales y a los pueblos. Hecho también que ha
patentizado lo develado por WikiLeaks, particularmente por Julian
Assange y, después, sobre el caso de espionaje mundial, por Edward
Joseph Snowden. La excusa para la clausura del espacio aéreo fue la
sospecha de que en el avión del presidente se trasladaba,

314
clandestinamente, Snowden. El tema en cuestión es éste, no hay que
perder la cabeza. El gobierno de Obama ya había amenazado al
gobierno de Ecuador de tomar sanciones y represalias si es que
asilaban a Snowden, teniendo en cuenta que Julian Assange ya se
encuentra asilado en la embajada ecuatoriana en Londres. ¿Hubiera
hecho lo mismo el gobierno de Obama, presionar a los gobiernos
europeos para que tomen medidas, como la clausura del espacio
aéreo, si es que no se presentaba el caso de Snowden, que se
encuentra, en una especie de limbo, en el aeropuerto de Moscú? No
parece ser este el caso. Indudablemente, la desfachatez con la que
han actuado los “imperialismos” en contra de un presidente indígena,
subleva doblemente; uno, por atentado contra las soberanías de los
estados; dos, por reproducir una actitud grotescamente colonial.
Ambas dimensiones tienen que ser analizadas. ¿Qué hay detrás de
esta persecución a Assange y a Snowden? ¿Qué hay detrás de los
mensajes amenazantes contra el gobierno de Ecuador, contra el
gobierno de Bolivia, amenaza extendida a todo gobierno que se
atreva a dar asilo a Snowden?

A la primera pregunta, respondimos en otros textos, anteriores a


éste; dijimos que se trata de la apuesta del imperio a marchar a un
Estado de excepción mundial prolongado, suspendiendo los derechos
fundamentales a los ciudadanos, a los pueblos y a los estados179. No
vamos a insistir en esta interpretación. Lo que nos interesa es
analizar la segunda pregunta, pues tiene implicaciones con el debate
sobre imperio, imperialismo, capitalismo y colonización, debate que
ha puesto en mesa la Conferencia Internacional Anti-imperialista, que
se lleva a cabo en Cochabamba, organizada por el gobierno boliviano,
aunque aparezca convocada por el Pacto de la Unidad – la mitad del
Pacto de Unidad por cierto, en ausencia de las organizaciones
indígenas -, promovida por la CSUTCB. Conferencia que no deja de
ser sugerente por el tema, a pesar de que forma parte del montaje
propagandístico del gobierno.

En el discurso de inauguración, el vicepresidente ha expuesto la


perspectiva que tiene del tema y del encuentro. Ha comenzado su
discurso caracterizando al colonialismo; de manera “pedagógica” ha
leído la apreciación que tenían los conquistadores sobre los nativos,
recurriendo a la correspondencia de uno de los clérigos conocidos de

179
Revisar de Raúl Prada Alcoreza Potencia social o poder; Dinámicas moleculares, Horizontes nómadas;
La Paz. También Ultra-burguesía y Estado de excepción mundial, así como La agonía del Leviatán,
Globalización del diagrama de control y Potencia de la vida. Bolpress, La Paz; Rebelión, Madrid.

315
entonces, que denotan los primeros pasos de la descalificación racial
en la constitución del sistema-mundo capitalista y su geopolítica
racializada. Después ha dicho que estas percepciones no han
cambiado, a pesar de los siglos transcurridos, refiriéndose a las
apreciaciones del gobernador de Santa Cruz sobre el presidente.
Posteriormente ha expuesto sucintamente las tesis de Vladimir Lenin
sobre el imperialismo, teniendo como referencia el libro conocido El
imperialismo, fase superior del capitalismo; destacando básicamente
el carácter de concentración del capital, la característica de
exportación de capitales para dominar y controlar, así como tomando
en cuenta que el imperialismo es la dominación de un Estado sobre
otros estados. Aunque quedaron pendientes esclarecer la
concentración de la producción y los monopolios, el nuevo papel de
los bancos en la fase imperialista, el capital financiero y la oligarquía
financiera, el reparto del mundo entre las asociaciones capitalistas, el
reparto del mundo entre las grandes potencias, para llegar, de una
manera más exhaustiva, a la tesis del imperialismo, la última fase del
capitalismo. Se puede comprender estas ausencias por las
características de la exposición “pedagógica”. En su exposición, el
vicepresidente, vinculó la indisoluble unión reciproca entre
colonialismo y capitalismo. Ambos se retroalimentan; más o menos
se estableció la siguiente tesis: el capitalismo es colonialismo y el
colonialismo es capitalismo. Tesis que también puede ser planteada
de la manera siguiente: el colonialismo es el procedimiento de
expoliación que emplea el capitalismo para extenderse y acumular,
en tanto que el capitalismo es el modo de producción que el
colonialismo usa para afincar su poder. En conclusión planteó que los
conceptos fundamentales son: colonialismo, capitalismo, imperialismo
e imperio. Dejaremos de lado la apología al líder, el culto a la
personalidad, de Evo Morales, que ya se ha vuelto una costumbre
ansiosa en el vicepresidente. Con esto dejaremos de lado su
interpretación de que Evo Morales Ayma es el líder más peligroso
para el imperialismo, por eso le teme. Nos interesa evaluar el
contenido del debate, no los discursos de alabanza.

Sobre los conceptos colonialismo, capitalismo, imperialismo e


imperio

A estas alturas no podemos recurrir a un texto despreciativo de lo


indígena, como el leído por el vicepresidente, para caracterizar al
colonialismo, de acuerdo a cómo pensaban los conquistadores, al
316
comienzo de la colonización. No se trata de saber cómo pensaban los
conquistadores, sino de cómo funcionaba y funciona el diagrama de
poder colonial.

El concepto de colonialismo, como todo concepto, tiene su historia,


no sólo por sus antecedentes, sino porque sufre mutaciones,
desplazamientos y transformaciones, en el espacio-tiempo. En esto
intervienen enfoques distintos, corrientes contrastadas, teorías
concurrentes; así como experiencias de los pueblos. Podemos decir
que el concepto de colonialismo ha venido logrando mayor cuerpo,
mejorando su composición, haciendo más inteligible la problemática
de la que trata. Hay como ritmos de variación entre las
configuraciones de colonialismo y colonialidad, articulados con el
concepto operador de colonización. La colonización como acción
desbordante habría instaurado y establecido el colonialismo como
sistema de dominación. La persistencia, en ciclos largos del
colonialismo, terminaría cristalizándose en una forma de sociedad,
cuyas características se describen en la colonialidad múltiple;
colonialidad del poder180, colonialidad del saber181, colonialidad del
cuerpo182, colonialidad de género183, colonialidad económica184; etc.
Para comprender el concepto múltiple de colonialidad, es
indispensable entender el alcance conceptual del concepto de
colonialismo interno185. Pues este concepto ayuda a comprender la
continuidad colonial después de las llamadas independencias, la
conformación de las repúblicas y los Estado-nación, en las llamadas
sociedades postcoloniales. Entonces el concepto de colonialismo
adquiere connotación no sólo en la descripción de la historia colonial,
sino en sus relaciones teóricas en la formación discursiva sobre
colonialismo, colonialidad, colonización.

Hoy podemos decir que el colonialismo no solo es el procedimiento


por excelencia de la reiteración recurrente de la acumulación
originaria de capital, por despojamiento y desposesión, sino que el
colonialismo es toda una economía política racial, pues inscribe la
diferencia racial en los cuerpos. La dominación, es decir, el ejercicio

180
Tesis trabajada por Aníbal Quijano.
181
Tesis trabajada por Estudios postcoloniales, en los que se encuentra Walter Mignolo.
182
Tesis trabajada por las teóricas del feminismo de-colonial.
183
Tesis trabajada y discutida por María Lugones.
184
Tesis propuesta por nosotros, recogiendo los aportes de la Teoría de la dependencia, sobre todo, las
investigaciones diferenciales de la colonialidad. Ver de Raúl Prada Alcoreza La colonialidad como malla
del sistema mundo capitalista; Dinámicas moleculares, Horizontes nómadas; La Paz.
185
Tesis elaborada por Rodolfo Stavenhagen.

317
de poder, se ejerce racialmente. Este es el aporte de los estudiosos y
estudiosas del colonialismo y de las distintas formas de colonialidad.
Independientemente de la discusión entre perspectivas teóricas,
entre Estudios poscoloniales, Estudios de la subalternidad, crítica de
la razón postcolonial, genealogía de la colonialidad, investigaciones
etnohistorias y antropológicas, el significado compartido entre los
distintos puntos de vista, es este de la geopolítica racial del
colonialismo. Esto es importante, no por decir algo que parece decir a
simple vista, lo que todo el mundo sabe, esto de la percepción del
prejuicio racial, sino porque se estudian las distintas prácticas,
técnicas, procedimientos, imaginarios, de racialización de las
relaciones sociales. La importancia de esos estudios radica en lo que
develan sus investigaciones; las formas específicas de colonización,
de colonialidad, de colonialismo, formas representativas, formas
institucionales, formas de saber, formas de poder.

En otro texto dijimos que el diagrama de poder colonial, que es un


diagrama múltiple, pues articula distintos diagramas de poder, tiene
como materia de poder a las sociedades nativas186. Primero, marca a
los cuerpos de las sociedades nativas, los separa, dualiza a las
sociedades, jerarquizando la dominante sobre la dominada; después,
subordina a las sociedades nativas a la sociedad dominante; para
luego subsumirlas, diluyéndolas en la sociedad “mestiza”. ¿De qué
manera esta colonización múltiple, que se concreta en la colonialidad
múltiple, efectuada en distintos “planos” y espesores, inscripción en
la superficie del cuerpo, inscripción en el espesor del cuerpo,
inscripción en la virtualidad de los imaginarios, coadyuva en la
acumulación capitalista?

Se entiende que la acumulación originaria de capital tiene que ver


con el despojamiento y desposesión de territorios, recursos, saberes,
técnicas, instituciones, cultura, lenguas. En lo que respecta a la
acumulación ampliada de capital, el colonialismo y la colonialidad han
logrado niveles espeluznantes de súper-explotación, desde la
esclavización hasta el trabajo asalariado, pasando por distintas
formas de servidumbre, aprovechando también la diferencia de
“género”, súper-explotando más a las mujeres. También sabemos
que la geopolítica colonial del sistema-mundo capitalista ha
establecido una geografía que distingue centros de periferias,
condenando a las segundas a ser exportadoras de recursos naturales,

186
Ver de Raúl Prada Alcoreza Potencia social o poder; Dinámicas moleculares, Horizontes nómadas;
2013, La Paz.

318
en la división mundial del trabajo. En otras palabras, el colonialismo
condena a las periferias a un capitalismo dependiente, basado en el
modelo extractivista. Esta división del trabajo, a escala mundial,
genera súper-ganancias a los centros industriales del sistema-mundo.
Mantenerse en el modelo extractivista es no sólo preservarse en el
círculo vicioso de la dependencia, sino en reproducir la dominación
colonial. Mientras se sigue en este modelo, no se puede hablar
seriamente de descolonización, a no ser que se quiera hacer
propaganda, incluso del colonialismo más peculiar de los últimos
tiempos. Decir que se ha resuelto el problema del colonialismo
porque se ha llegado al gobierno, porque se ha llegado a ocupar el
lugar del otro, del dominador, del amo, del patrón, haciendo después
lo mismo que éste. Esto no es otra cosa que hacer, cumplir, las
tareas coloniales y de dominación, que ya no cumple el dominador, el
amo, el patrón, porque simplemente ya no está.

Otra relación colonial, que podríamos llamar neocolonial o, si se


quiere, incluso trans-colonial, es lo que se ha convertido en deuda
infinita. Desde las tesis del marxismo austriaco, del que Rudolf
Hilferding era uno de los teóricos más destacados, que son las tesis
que retoma Vladimir Lenin, se puede decir que es la composición y
combinación entre capital financiero y Estado lo que le dio
características propias a la acumulación ampliada en las “fase(s)
superiores del capitalismo”, hablamos, por cierto, de la concentración
y la centralización fabulosas de capital. A esta composición es a lo
que se llamó entonces y en Europa, capitalismo de Estado187; es a
esta combinación, de alta concentración monopólica de capital,
producción, financiera, de mercados, por lo tanto, control geopolítico
efectivo, incluyendo el dominio militar, que se llamó imperialismo. La
exportación de capital amarró fuertemente a los estados periféricos a
los centros, no solo industriales, sino financieros. Entonces se puede
decir que el imperialismo tiene como una composición de edificación
“estructural”, basada en esta gran concentración de capital,
concentración de producción, concentración industrial, sobre todo, en
la “etapa superior del capitalismo”, concentración financiera.
Concentraciones y centralizaciones sostenidas, por lo que llama Samir
Amin, monopolio del complejo tecnológico-militar. Esta alta
composición y combinación explosiva lleva rápidamente a una
dominación financiera de toda la estructura del capitalismo y del

187
Desde otra perspectiva y con otra apreciación, en América Latina y el Caribe, llamamos capitalismo
de Estado a los gobiernos nacionalistas y populistas, que optan por las nacionalizaciones y la empresa
pública.

319
capital; donde la burguesía financiera domina a la burguesía
industrial. Esta “fase superior”, imaginada por Lenin como la “última”,
desencadenó la primera y la segunda guerra mundial, por la
competencia imperialista, por las ineludibles contradicciones
imperialistas. En esa “fase superior” había varios imperialismos
concurrentes. Al finalizar la segunda guerra mundial, la victoria de los
aliados, capitalistas y “socialista”, sobre el III Reich, derivó en la
conformación de dos híper-potencias, si se quiere, dos súper-
imperialismos; uno, el híper-imperialismo estadounidense; el otro, el
súper-imperialismo soviético, que Mao Zedung llamó social-
imperialismo. Esto ya no lo imaginó Lenin. Entonces, lo que la escuela
del marxismo austriaco conceptualizó no era “la última fase del
capitalismo”, no era, ahora podríamos decirlo, usando a Fukuyama, el
fin de la historia. Hay formas imperialistas mucho más descomunales,
que no son tampoco la “última fase”. El mundo se partió en dos; la
orbe capitalista y la llamada orbe “socialista”.

Hoy sabemos que tampoco terminó ahí la historia del imperialismo;


sobrevino una tercera “fase superior”, pasando por la primera, que
conoció Lenin, también por la segunda, que conoció Mao Zedung.
Esta tercera “fase superior” es el que corresponde a la dominación
única y casi absoluta de la mega-potencia capitalista, industrial,
tecnológica, comunicacional y militar de los Estados Unidos de
Norteamérica. Hemos pasado, de un mundo dual a un mundo
unilateral. En este contexto “superior” del capitalismo, que no parece
ser el último, se ha dado lugar a una nueva integración de capitales,
sobre todo financieros, articulando sólidamente la dominación
mundial, institucionalizando esta dominación y control capitalista,
redefiniendo una nueva estrategia geopolítica del sistema-mundo
capitalista, que ya no se basa en los repartos del mundo, sino en los
flujos financiero, rápidos, extremadamente rápidos, por la
digitalización y la cibernética, llamados “capitales golondrinas”.

Lo que no se ha dejado de manifestar reiterativamente, en las


distintas “fases” del capitalismo, en las distintas “fases superiores del
capitalismo”, es la reincidencia de las crisis cíclicas y orgánicas del
capitalismo. Las llamadas crisis de sobreproducción, que también
pueden ser interpretadas como de sobre-acumulación, así como de
sobre-concentración financiera, han llevado a una abrumadora
disponibilidad financiera, que no encuentra salida, para seguir
valorizando el dinero. La estrategia del sistema financiero mundial es
la especulación; inventó, lo que se ha venido en llamar, “burbujas

320
financieras”. Se trata de la valorización especulativa dineraria,
ocasionando un sistema capitalista inflacionario. El costo de esta
valorización ficticia recae indudablemente sobre las sociedades y los
pueblos del mundo.

En este decurso, lo que conoció Lenin, partiendo de las tesis de la


escuela austriaca, es la exportación de capitales, en la escala de su
tiempo; es decir, conoció la inversión capitalista en las periferias
colindantes y distantes de los centros imperialistas. Lo que no conoció
es la “exportación” propiamente financiera, la relativa a los
prestamos del sistema financiero mundial a los Estados, en la
gigantesca escala en la que se dio durante la segunda mitad del siglo
XX. Los mecanismos de este endeudamiento, la contabilidad de las
amortizaciones, de los intereses, de los refinanciamientos y por lo
tanto de los re- endeudamientos, derivó en la deuda infinita; una
deuda impaga. Una deuda que no solamente ya habría pagado su
amortización, más de una vez, sino que, por todo el engranaje
financiero, no puede dejar de seguir pagándose. Este es el gran
negocio financiero y la forma perversa del nuevo sometimiento de los
estados a esta dominancia del sistema financiero internacional. Nueva
dominación imperial y colonial del ciclo largo del capitalismo vigente.

A esta nueva composición y combinación integral del capitalismo,


cuya forma descomunal es única, es decir, la concentración y
centralización unificadas en un orden mundial consolidado, Antonio
Negri y Michael Hardt le llaman imperio, usando la metáfora del
imperio romano y de la paz romana. Independientemente de la
polémica apasionada que ha desatado esta tesis, independientemente
de la configuración cuestionada del imperio, recurriendo a la figura
piramidal propuesta por el historiador griego Polibio para la
explicación del dominio del imperio romano, lo sugerente de la tesis
es haber interpretado la transformación estructural del capitalismo,
su dominio absoluto y control sobre el orbe, haber comprendido su
transformación imperialista en imperio; es decir, si se quiere, en la
forma unificada de “imperialismo”, la forma unificada de
concentraciones y centralizaciones, realizadas por la lógica financiera,
la lógica de la mundialización y la genealogía del poder.

A estas alturas, seguir recurriendo a Lenin, al libro El imperialismo, la


última fase del capitalismo, es un anacronismo. No le hace bien a la
escuela austriaca, que son los elaboradores de las tesis sobre la
transformación imperialista del capitalismo, no le hace bien al
marxismo, que se supone es dinámico y se actualiza, no le hace bien
321
a la lucha contemporánea contra el capitalismo, el imperialismo, el
imperio y el colonialismo. Hay intelectuales, que se proclaman
marxistas, que se han desgarrado las vestiduras atacando el libro de
Negri y Hardt Imperio188, recurriendo al manual de Lenin. Creen que
esa es la mejor forma de demostrar que son “revolucionarios”, pues
son fieles a las “fuentes”. Esto no es más que fidelidad a los santos
escritos.

Se puede explicar el anacronismo del vicepresidente por el apego a la


propaganda, por la opción tomada por el gobierno, el realismo político
y el “pragmatismo”, que los llevó a la intensificación y expansión del
modelo extractivista colonial del capitalismo dependiente. El
vicepresidente requiere convencer a los convencidos que siguen
siendo “revolucionarios” y anti-imperialistas, aunque su anti-
imperialismo corresponda a una lucha con los fantasmas del
imperialismo de la mitad del siglo pasado, y no una lucha concreta
con el imperialismo de carne y hueso de la actualidad. El enojo de los
intelectuales anti-Negri, que se desesperan ante las nuevas
interpretaciones sobre la dominación imperial, dejando atrás las
sagradas escrituras de Lenin, se explica también, pues muchos de
ellos están acostumbrados a los escenarios académicos, congresos,
conferencias y foros, donde también hay que demostrar que son
“revolucionarios”, mejor aún si son añejos como el vino.

Expropiación de lo común

Lo común no es estatal ni privado

Dedicado a los y las común-istas que luchan


por la recuperación de lo común, de lo que es
de todos, lucha contra la expropiación privada
y pública de lo común. A los común-istas que
no requieren de un Partido Comunista para
ser común-istas, pues el Partido no es

188
Revisar de Michael Hardt y Antonio Negri Imperio; Paidós 2002; Buenos Aires.

322
propietario del común-ismo, es otro
expropiador del común-ismo como subversión
de la praxis. Tampoco la y el común-ista
requiere ser marxista para ser común-ista,
pues el marxismo ha terminado siendo una
expropiación teórica de la potencia social.

Lo común no es estatal ni privado, es, como dice su propia definición,


común; es decir, de todos, de acceso inmediato, espontáneo, sin
precio de ninguna clase, salvo el de la energía corporal. Hablar de lo
común como si fuera del Estado o como si lo que es del Estado, es
decir, público, fuera lo común, es no otra cosa que una expropiación
de lo común por parte del Estado. Pretender en un discurso oficial
que es así, que lo común es lo estatal, es un descomedido, también
una demagogia desmedida189. Eso es precisamente lo que hizo el
vicepresidente en el discurso de inauguración de la Conferencia
antiimperialista, organizada por el gobierno, en Cochabamba (agosto
2013), con el objeto de apoyar al presidente de Bolivia, por el agravio
imperialista, al clausurar el espacio aéreo europeo, a su regreso de
Moscú. No se pueden presentar las políticas del gobierno popular
como si fuesen una recuperación de lo común. Hay toda una
distorsión conceptual y fáctica en todo esto. La nacionalización de los
hidrocarburos es eso, una estatalización de los recursos
hidrocarburíferos; es decir, una conversión de la propiedad privada
en propiedad estatal. En este caso, lo que corresponde a la
apropiación privada fuera de boca de pozo, cuando el gas y el
petróleo salen de sus bolsones geológicos. Pues la propiedad nominal
de los recursos hidrocarburíferos bajo tierra seguía siendo del Estado
boliviano, antes de la promulgación de la Constitución. Lo que hace el
decreto “Héroes del Chaco” es recuperar los hidrocarburos para el
Estado, apropiados privadamente, fuera de tierra.

Después de la aprobación por el pueblo boliviano y la promulgación


de la Constitución se establece que la propiedad de los recursos
naturales es del pueblo boliviano, ya no del Estado. El Estado es un
mero administrador de la propiedad del pueblo boliviano. Empero,
este mandato constitucional es el que menos cumple el gobierno.
Pues para cumplir el mandato debe entregar esta propiedad al
pueblo, debe socializarla, debe consultar todos los pasos que se den,
administrativamente, técnicamente y políticamente sobre los recursos
naturales. Debe dar paso al ejercicio de la democracia participativa,
de la participación y el control social en la gestión de los recursos
naturales. Es lo que menos hace. Ha reproducido no solo la vieja
forma democrática administrativa publica, sino que ha reproducido

189
Discurso del vicepresidente en el discurso inaugural de la Cumbre Antiimperialista. Cochabamba,
Agosto 2013.

323
esta forma en su distorsión perversa, prebendal y clientelar. Hay
menos Estado en la gestión y control técnico de la explotación
hidrocarburífera, que lo que había en las empresas estatales del
periodo nacionalista de la mitad del siglo XX; el llamado, por
nosotros, periodo heroico del nacionalismo. Menos Estado que antes;
en estas condiciones, no se puede presentar esta situación como si
fuese gestión de lo común. Esto no solo es un exabrupto, un error
conceptual, sino una extravagante utilización política de los hechos.

¿Qué es lo común? Lo común es, por ejemplo, el territorio


comunitario, territorio cuya gestión territorial es de la comunidad,
gestión ejercida bajo normas y procedimientos propios, autogobierno,
libre determinación, instituciones propias. Lo común son los bienes
comunes, comenzando por los bienes naturales, la tierra, el agua, el
aire, las plantas, los frutos de las plantas, etc. También pueden
considerarse bienes comunes los productos del trabajo colectivo; sin
embargo, en este caso, median relaciones sociales, estructuras de
relaciones sociales, formas de posesión y de propiedad comunitaria
institucionalizadas. Formas institucionales comunitarias que también
se trasladan a la posesión y propiedad de los bienes naturales.

En las historias de las sociedades, éstas han conformado, en


principio, instituciones comunitarias; después, con las
transformaciones mismas de las instituciones, han conformado
instituciones que podríamos llamarlas “publicas”, en la medida que
tienen que ver con la captura del “Estado”, o lo que se va llamar
“Estado”; visto retrospectivamente, desde la perspectiva del historia
política, aunque no sean otra cosa que aparatos de captura de las
representaciones del poder instituido. Posteriormente las
transformaciones institucionales y la estratificación y diferenciación
social han conformado instituciones “privadas”. Se puede decir que el
conjunto de estas últimas instituciones han legalizado y materializado
la propiedad “privada”, así como la propiedad “pública”. En la
sociedad moderna, estas formas de propiedad se han extendido
considerablemente, con el crecimiento de la población, el crecimiento
económico, la estratificación social, el crecimiento de las ciudades, la
hipertrofia del Estado. En las llamadas sociedades capitalistas se ha
dado prioridad a la propiedad privada, sobre todo empresarial y
latifundista; en las sociedades llamadas “socialistas” se ha dado
prioridad a la propiedad pública, sobre todo empresarial y de la tierra,
además de los servicios. Ambas sociedades modernas lo han hecho
expropiando lo común a las comunidades, a la sociedad y a la madre
tierra.

En sentido amplio, lo común entonces no es una propiedad, tampoco


una posesión, es un acceso. Acceso de todos a los bienes naturales, a
los productos del trabajo colectivo, así como al leguaje, al intelecto
general, a los saberes, a las ciencias, a la cultura, que son también

324
bienes comunes. Lo común es de la comunidad, por lo tanto forma
parte de la territorialidad o las territorialidades de la comunidad. Lo
común nos hace íntimamente interdependientes y complementarios,
integrados en el compartir de lo que es inmediatamente accesible, sin
mediación alguna, ni costo, salvo el de la propia energía para
acceder. Ahora bien, si lo que compartimos, el hecho y la experiencia
de compartir, nos hace comunes, al compartir con las plantas y los
animales, la tierra, el agua, el aire, el sol, formamos una comunidad
biológica compleja y entrelazada. Entonces, las comunidades no sólo
se reducen a las comunidades humanas. Las comunidades son
comunidades bióticas, si es que no hablamos de otras formas de
asociaciones. Estamos hablando de formas de comunidad más ricas y
complejas, que exigen formas de correspondencia vitales. En
Subversiones indígenas escribimos:

En un hermoso libro intitulado Communitas. Origen y destino de la


comunidad, Roberto Esposito desplaza el sentido de comunidad a sus
raíces latinas y al origen mismo de lo social y lo colectivo, que no es
otro sino el de la exposición, el del circuito inaugural de la donación y
contradonación, del dar y de la deuda: de la reciprocidad y
complementariedad.190 Podríamos decir que la comunidad es una
predisposición. Por este camino, también una anticipación, lo previo a
la socialidad; pero también lo que la condiciona, lo que la hace
posible. Esta socialidad anterior a la sociedad misma, que da lugar a
las relaciones sociales, se funda en el socius, un socius que permite
la donación absoluta mediante el sacrificio. Este asociado es el
animal. El origen de la comunidad arranca en el acontecimiento de
este sacrificio. La carne y la sangre que se comparte es la del animal
sacrificado. La comunidad se construye en esta exterioridad. La
deuda entonces es con el animal. He ahí el misterio. Por eso el
fantasma del animal sacrificado persigue al ser humano. Por eso se
usa su imagen para apoderarse de su espíritu, vale decir de su
fuerza. El animal engullido forma parte de nosotros. La comunidad
tiene sus raíces en este sacrificio. Se hace comunidad al compartir la
muerte y la carne del animal. La comunidad se constituye en esta
exposición voraz. No solamente estamos hablando de una comunidad
de caza, tampoco podemos eludir que la misma caza presupone
relaciones sociales que sostienen al grupo y a su entorno. No se trata
de caer en la banal discusión de qué es lo primero: la caza o el grupo
de caza, sino precisamente de salir de este razonamiento causal. De
lo que se trata, para eludir estas dicotomías falsas, es de pensar el
proceso de constitución de la comunidad, que no deja de estar
íntimamente ligado con la caza y la recolección. De lo que se trata es
de preguntarse sobre el proceso de constitución de la comunidad, que
no es ajeno al proceso de constitución del animal, posiblemente

190
Roberto Esposito: Comunitas. Origen y destino de la comunidad, Buenos Aires, Amorrortu, 2003.

325
basado en la diferenciación y reciprocidad entre naturaleza y
cultura191.

Esta concepción de la comunidad es religiosa, se basa en el sacrificio.


Por más inquietante que aparezca esta concepción de comunidad,
muy ligada a la deuda y al compromiso, por lo tanto a la institución,
no logra comprender el sentido íntegro de comunidad, el sentido
anterior al institucional, anterior al imaginario institucional; este
sentido es el de compartir ni siquiera algo, sino mucho, quizás todo;
tener entrelazadas las vidas. Este compartir existencias hace a la
comunidad. Lo común entonces es la vida misma, en toda su
complejidad. En las sociedades humanas este compartir es
fundamental, incluso comprendiendo a las instituciones comunitarias,
que suponen los imaginarios comunitarios, que posiblemente tengan
que ver con el sacrificio, aunque no sólo, pues otras uniones, otras
simbolizaciones de uniones, otros mitos de origen fueron posibles. Si
se quiere, la comunidad espiritual puede haberse basado en el
sacrificio; empero, también había comunidad de caza, de pesca, de
recolección, comunidad de artefactos e instrumentos. Sobre todo
comunidad por asociación. El sacrificio aparece con los y las diosas,
con las fuerzas inmanentes; ¿la hominización tiene que ver con esta
aparición o es anterior a la misma? Pregunta difícil de responder; sin
embargo, podemos decir que el imaginario de los y las diosas no es el
único imaginario que puede haber aparecido; hay otros muchos, los
que permite el lenguaje. Si bien las imágenes de animales, plantas y
eventos climáticos, hayan sido vinculadas a fuerzas inmanentes, el
hecho de compartir algo ha tenido que haber construido imaginarios
de este hecho, más vinculados a la complementariedad que con la
reciprocidad; la complementariedad tiene que ver con la asociación y
la reciprocidad tiene que ver con el circuito del don, con lo que
podríamos llamar la deuda. La asociación, la complementariedad, no
necesariamente requiere de un imaginario inmanentista,
espiritualista.

Sin embargo, ésta, la del nacimiento de la comunidad, la de “origen”


de las instituciones comunitarias, no es la discusión que compete
ahora, sino el de la expropiación de lo común. ¿Por qué lo que es de
todos terminó siendo público y privado? Este es el tema en cuestión.
Es difícil comprender la expropiación de lo común por lo “público” si
no median las representaciones institucionalizadas. Esto supone que
alguien se convierte en el principio de todo, en el dueño absoluto de
todo, por eso mismo en el dador de todo, en el concesionario. Este
alguien es la representación suprema, el soberano, el absoluto, como
principio básico institucional. En la producción de este hecho
representativo e institucional juegan un papel importante las castas
sacerdotales, así como las consecuencias de la estratificación y

191
Raúl Prada Alcoreza: Subversiones indígenas. Comuna; CLACSO. La Paz, Buenos Aires.

326
diferenciación social, dadas por acumulación “privada”. En el
nacimiento de estos aparatos de captura, que después,
retrospectivamente, se va llamar Estado, en el sentido amplio de la
palabra, no moderno, la expropiación de lo común es el mecanismo
de institución y constitución de esta forma de poder, entendido como
disponibilidad y monopolización de fuerzas y recursos, de bienes y de
cuerpos. Bajo estas formas antiguas de sociedad, si bien no se ha
expropiado todo lo que es común, esto es imposible, se ha
expropiado lo suficiente como para instaurar el “Estado”.

En las sociedades antiguas también lo “privado” tiene comienzo por el


mecanismo de expropiación de lo común. Hay que anotar, antes, de
seguir adelante, que esta expropiación “publica” del común es
también, al mismo tiempo, una apropiación “privada”. El despotismo,
el reinado, la monarquía, no se apropian de lo común sólo de manera
abstracta; para concretar esta expropiación se tiene que usufructuar
de los bienes; esto no puede sino darse de manera “privada”. El goce
y el usufrutuo de los bienes es “privado”. La diferenciación social, la
estratificación, la formación de castas, la formación de “clases”,
basadas en familias privilegiadas, distinguidas como nobles,
legitimando su dominio y su acumulo de manera “religiosa”, son
como las condiciones de posibilidad de estas expropiaciones de los
común “publicas” y “privadas”. En las sociedades capitalistas la
extensión y generalización de lo privado adquiere no solo
características institucionales, propias de la sociedad civil, es decir,
de una jurisdicción diferenciada, atingente al comercio, a las
transacciones, a las finanzas, a la industria, a la economía en general.
En las sociedades antiguas la propiedad “privada” adquiere el
carácter de jurisdicción, de ley; en las sociedades capitalistas, la
propiedad privada se convierte en la jurisdicción principal; en las
repúblicas se convierte en parte de los derechos fundamentales.
Junto a los derechos civiles y políticos, a los derechos individuales, el
derecho de la propiedad privada es prioritario.

En las sociedades capitalistas también el derecho público es toda una


jurisdicción. En realidad, lo público y lo privado adquieren plena
realización institucional, se realizan como componentes
fundamentales del Estado y de la sociedad civil. Por decir algo, lo
público y lo privado adquieren carta de ciudadanía en las sociedades
modernas. Pero, ¿qué es lo público y que es lo privado? Son formas
instituidas e institucionalizadas de un bien común de todos; empero,
representado, mediado, abstracto. Lo público es de todos
nominalmente; no se tiene acceso inmediato a éste por parte de todo
público, pues se requiere del visto bueno del Estado. Para que se
forme lo público se requiere expropiar lo común, se requiere
estatalizar lo común. El bien común de todos, lo que debería ser el
acceso inmediato de lo común, de acogida inmediata, deja de serlo
cuando este todos se encuentran representados en el Estado. En esta

327
representación todos ya no es nadie en concreto, al no ser nadie ha
perdido el acceso a los bienes comunes, pues estos bienes ahora
están en manos del Estado o en manos privados. Para el Estado el
todos es como si llegara desnudo, sin pertenencias, de ninguna clase,
desposeído y desprotegido; entonces el Estado se tiene que encargar
de vestirlo, de darle pertenencias, de alimentarlo, educarlo, darle
trabajo, para que este ser desnudo pueda desenvolverse. Para el
derecho privado, que es también el Estado, este todos o su
composición de individuos tiene que tener propiedades, tiene que ser
propietario, o no es nadie.

La tesis nuestra es que la propiedad pública y la propiedad estatal


son formas de propiedad que se conforman sobre la base de la
expropiación de lo común. Lo común es de todos y no requiere de
requisito alguno, es de acceso inmediato; lo común es como se dice
gratuito, no pasa por intermediación alguna, no tiene costo, ni
pertenece a nadie. La “consciencia” de lo común, usando este
concepto tan comprometedor, atraviesa los tiempos, forma parte de
las luchas de las multitudes, de los pobres, de los y las que están
contra de esta expropiación de lo común, ya sea a nombre del
Estado, de la propiedad privada o de la iglesia. Apropósito, Michael
Hardt y Antonio Negri escriben en Common Wealth lo siguiente:

Los franciscanos dan valor prescriptivo al lema Decretum de


Graciano – “iure no omni sunt commuinia” (“por ley natural todo
pertenece a todos”) – que a su vez remiten a los principios básicos de
los padres de la iglesia y de los Apostoles. “habeant omnia
communia” (“por ley natural todas las cosas son comunes”) (Hechos:
2:44) -192.

El proyecto de lo común es esto, todo pertenece a todos, todas las


cosas son comunes. No hay que dar muchas vueltas en el asunto
como lo hacen algunos intelectuales académicos, que parecen
afligidos por el destino del comunismo. Uno de ellos es Bruno
Bosteels, de quien se saca un alusivo libro, El marxismo en América
Latina. Nuevos caminos al comunismo193. Libro que corresponde a la
compilación de tres capítulos de dos libros del autor; Marx y Freud en
América Latina y La actualidad del comunismo. El libro consta de tres
capítulos: 1) Lógicas del desencuentro: Marx y Martí, Crítica de la

192
Michel Hardt y Antonio Negri: Common Wealth. El proyecto de una revolución del común. Akal 2011;
Madrid; Pág. 59.
193
Bruno Bosteels El marxismo en América Latina. Nuevos caminos al comunismo. Publicado por la
Vicepresidencia del Estado Plurinacional de Bolivia; 2013. Se trata de una recopilación de algunos
capítulos de dos libros del autor. En la nota introductoria se aclara: En la presente edición tenemos un
extracto de dos capítulos del libro Marx y Freud en América Latina y un capítulo del libro La actualidad
del comunismo, en el que hace un estudio de la obra de Álvaro García Linera.

328
obsolescencia; 2) Travesías del fantasma, Pequeña metapolítica del
68 en México, La izquierda siniestra; 3) ¿Puede pensarse hoy la
actualidad del comunismo? Reflexiones en torno al pensamiento
teórico de Álvaro García Linera. En adelante vamos a ocuparnos de
estos tres capítulos compilados por la publicación de la
Vicepresidencia del Estado Plurinacional de Bolivia. Lo vamos a hacer
con breves comentarios, atendiendo al tema que nos preocupa, la
expropiación de lo común, por lo público y lo privado. Dejando para
después el tratamiento de esta aflicción de los intelectuales por el
destino del comunismo.

Los desencuentros y el fantasma del comunismo

Bruno Bosteels comienza con los desencuentros de Marx con América


Latina, se centra en las imágenes que tenía José Martí de Marx, de
quien escribe un comentario, después de asistir a su funeral, donde
se despedían del teórico de la crítica de la economía política
dirigentes del movimiento obrero de Europa y de América; despedida
acompañada de discursos y recuerdos. Bosteels deja claro que Martí
conocía poco de la obra de Marx; empero, al encontrarse con la
novela de Martí, escribe:

Hay, sin embargo, un lugar inesperado—esta vez en la literatura, más


específicamente en la única novela escrita por Martí, Lucía Jerez,
también conocida como Amistad funesta (título con el cual primero se
publicó en 1885 por entregas en el periódico neoyorquino El Latino-
americano) —donde el cubano parece estar resumiendo, casi palabra
por palabra, la lógica de las grandes transformaciones sociales que
encontramos en Marx194.

En relación a los desencuentros de Marx con América Latina, Bosteels


parece inclinarse a la interpretación que hace Álvaro García Linera,
que supone que se deben a la falta de información y a la evidente
falta de acceso a fuentes de parte del autor de El capital195. Dejando
de lado la interpretación de José Aricó sobre el tema en cuestión.
José Aricó interpretó los desencuentros de Marx por su hegelianismo
y por su eurocentrismo196. ¿Por qué desechar o relativizar la
interpretación de José Aricó? ¿Por qué el endiosamiento de Marx tan
notorio en los textos de García Linera, sobre todo en su revisión de
los escritos de Aricó al respecto? ¿Por qué no aceptar algo tan
194
Ibídem: Pág. 25.
195
Ver de Álvaro García Linera 3 retos al marxismo para encarar el nuevo milenio. Las virtudes de un
siglo infame: el reencuentro con la incredulidad activa. En Las armas de la utopía. Marxismo:
provocaciones heréticas (La Paz: Punto Cero, 1996). También revisar De demonios escondidos y
momentos de revolución. Marx y la revolución social en las extremidades del cuerpo capitalista (La Paz:
Ofensiva Roja, 1991).
196
Aricó, Marx y América Latina; Fondo de Cultura Económica, El Colegio de México; México 2012.

329
evidente a estas alturas, como el eurocentrismo de Marx y su apego
al paradigma de la revolución industrial inglesa? Hay por lo menos
dos razones; la primera, la competencia de quién está más apegado a
las fuentes e interpreta correctamente al padre de la teoría; la
segunda, García linera también se encuentra apegado al paradigma
de la revolución industrial inglesa. Obviamente son crasos errores de
Marx sus apreciaciones sobre América Latina. Lo que no se entiende
es si es que tenía tan mala información y no tenía acceso a las
fuentes, entonces ¿por qué hacer las afirmaciones que hizo sobre un
continente desconocido para él? Querer matizar estos errores con
apreciaciones de los escritos posteriores de Marx sobre Irlanda,
Polonia, Rusia o la India, después de 1870, donde resalta la cuestión
nacional y la cuestión colonial, no es más que encontrar justificativos
de errores jamás corregidos. Este tema amerita atención, pues el
marxismo parece persistir en no comprender la complejidad y
singularidad de las formaciones histórico-sociales del continente de
Abya Yala, salvando honradas excepciones como las de José Carlos
Mariátegui.

¿Cuál es el límite de Marx? Marx no comprende la cuestión colonial,


está lejos de articular la indisociable relación de colonialismo con
capitalismo, de entender el colonialismo como la matriz del
capitalismo, del modo de producción capitalista y del sistema-mundo
capitalista. Esta ausencia en la teoría le impide visualizar - su
horizonte de visibilidad es menor - los acontecimientos de dominación
colonial-capitalista en los continentes de Asia, África y América
Latina. Lo que hace es lo que hace todo economista político de su
época, proyectar lo que ocurre en Europa al resto del mundo
colonizado o, en su caso, buscar un concepto complementario, como
cuando se inventó el infeliz concepto de modo de producción asiático,
metiendo en una misma bolsa a múltiples y plurales sociedades
diversas y diferentes197. La hipótesis de la excepcionalidad europea se
convierte en su inversión en la hipótesis de la excepcionalidad
asiática. ¿Qué mirada tenía Marx de América Latina y el Caribe?
¿Continente atrasado y feudal? ¿Por eso veía con buenos ojos la
invasión de la capitalista Estados Unidos de Norte América a México?
¿Pensaba que al llevar el desarrollo industrial a los territorios
invadidos y asimilados iba a conformar un proletariado vigoroso,
protagonista de la revolución socialista? Si bien no se le puede pedir
a Marx una teoría del imperialismo, que viene después de la
experiencia monumental de concentración, centralización y
monopolización del capital, lo que queda por explicar son estas
generalizaciones tan avezadas que hace.

197
Revisar de Raúl Prada Alcoreza Epistemología, pluralismo y descolonización. Horizontes nómadas,
Dinámicas moleculares, La Paz 2013; también Rebelión, Madrid 2013.

330
El problema del marxismo, como de todo fundamentalismo, es el
endiosamiento de las fuentes teóricas. Cuando lo más sensato es
entender que son explicables las limitaciones epistemológicas, sin
desmerecer los aportes primordiales en la comprensión del sistema
capitalista y en el fortalecimiento de las luchas sociales contra el
dominio y control del capital. Toda teoría emerge de una experiencia
histórica y social, si no accede a otra experiencia histórica y social, es
conveniente esperar que esta otra experiencia histórica y social hable
por sí misma, para dar cuenta de su propia complejidad. Al hablar de
un sistema-mundo capitalista integrado, es indispensable compartir
las experiencias de esta mundialización, en la que se tiene como
matriz inaugural la colonización, como acumulación originaria de
capital, por despojamiento y desposesión. Es el entrelazamiento de
experiencias histórico sociales la que permite ampliar el horizonte de
visibilidad, por lo tanto lograr una perspectiva adecuada para la
formulación de teorías más completas y abarcadoras. Nadie se olvida
de que Marx formuló la tesis de la acumulación originaria de capital,
empero lo hizo sobre la base de la experiencia europea, no pudo
visualizar que la gran acumulación de capital se daba por la
colonización o, si se quiere no le dio el alcance que merecía en su
teoría a este acontecimiento de la colonización y la colonialidad.
Valorar la obra de Marx no implica, de ninguna manera, negar errores
y limitaciones, que las hay en toda teoría.

En el siguiente capítulo, Bosteels se ocupa del fantasma, no del


fantasma que acecha Europa, el fantasma del comunismo, sino del
fantasma que acecha a los movimientos subversivos, a los
movimientos sociales anti-sistémicos. Este fantasma es el fantasma
de la perdida, de la ausencia irrecuperable, perdida de algo que no ha
sido poseído. También es un fantasma del pasado, el cual es nuestro
presente oculto, fantasma al que no miramos cara a cara, por lo
tanto quedamos seducidos y empujados a su espectral y espectacular
realización, que no es otra que la festividad de la fiesta y la sangre.
Fantasma de nuestros muertos, los estudiantes asesinados en
Tlatelolco en mayo del 68, crimen cometido por un ejército y un
Estado que no podían permitir que los estudiantes se desliguen de la
institucionalidad de la nación. El fantasma ya no es la pesadilla de la
burguesía europea, el comunismo, sino son los fantasmas de los
mismos insurrectos, así como los fantasmas de los insurrectos
muertos, fantasmas que dejan como herencia estos muertos, los que
van a asumir la continuidad de la lucha. El comunismo se abría
convertido en un fantasma para los propios comunistas.

Este psicoanálisis de Bosteels se basa en las “confesiones” de


ensayistas y escritores a quienes no deja de atormentar el fantasma
de la movilización estudiantil en México del 68, sobre todo por su
cruenta represión y truncamiento violento. Entre los ensayistas y
escritores se encuentran Revueltas, Octavio Paz, Taibo II. Lo
331
sugerente del análisis es que el fantasma ya no es la pesadilla de la
burguesía, el comunismo, sino es el fantasma del fantasma, el
fantasma que acecha a los “comunistas”. Los muertos del fantasma.
La pesadilla se ha invertido, aunque ya no sea pesadilla, sino la
ausencia de de los muertos, de los que faltan. La revolución
inconclusa, las derrotas, se convierten en fantasmas, atormentan a
los “revolucionarios”, no los dejan no sólo dormir, sino no los dejan
actuar. El comunismo, que para Marx era la praxis revolucionaria, la
acción subversiva, el movimiento contradictorio de la historia, se
convierte en una inacción; por lo tanto en una pasividad, en la
inmovilidad de los “comunistas”.

Los textos publicados de Bruno Bosteels no dejan de ser sugerentes


en cuanto a detectar el desplazamiento de los problemas que atingen
a los “revolucionarios”, a los desplazamientos de las consideraciones
conceptuales del antagonismo, de la lucha anti-capitalista y anti-
sistémica, la transformación de la revolución, atrapada en el
determinismo económico, en una revolución cultural, que expresa el
antagonismo contra las formas de expropiación de la autogestión
social de las revueltas y rebeliones. Empero, lo que falta es una
crítica a ese supuesto “comunismo” de los “comunistas” que los ha
llevado a la inmovilidad, en un caso, a la psicosis, en otro caso, y al
oportunismo “pragmático” más craso, en un tercer caso. La
preocupación por el comunismo queda en una preocupación
intelectual de un académico, que busca entender qué pasó y busca
encontrar las vetas del nuevo comunismo en las “confesiones” de sus
pacientes como buen psicoanalista.

Hay, sin embargo, temas insoslayables, Bosteels toca, en el tercer


capítulo, un tema delicado, Bolivia, país interior de la geografía y la
geopolítica del sistema-mundo capitalista198. Hace una apología de los
escritos de Álvaro García Linera, el Qananchiri del Ejercito Guerrillero
Tupac Katari. No escatima observaciones desmedidas a los críticos,
conocidos por él, como Raúl Zibechi y José Rabasa, a quienes acusa
de falta de seriedad cuando denuncian, estos autores, que lo que
hace el gobierno de Evo Morales Ayma y de Álvaro García Linera es
destruir las comunidades indígenas. Bosteels desconoce otras críticas
hechas desde el país, Bolivia, en el debate abierto sobre el curso que
tomaron las gestiones del gobierno “indígena y popular”, además
autocalificado de “gobierno de los movimientos sociales”. Asombra
esta defensa apologética de un académico, que rehúsa todo el debate
histórico en América Latina y el Caribe sobre el tema, las
comunidades indígenas. Poniendo, como decimos popularmente, aquí
en el subcontinente del sur, los puntos sobre las íes, éste, el de las
comunidades indígenas, es un tema que tiene su propia historia.

198
Ver de Raúl Prada Alcoreza Estado periférico y sociedad interior. Comuna, La Paz; Dinámicas
moleculares, La Paz 2013.

332
Llama la atención que sea inexplorado por alguien que escribe sobre
la actualidad del comunismo.

Para comenzar, una ausencia grave es la ausencia de José Carlo


Mariátegui, en la alusión a la discusión no sólo de las comunidades
indígenas, sino del marxismo latinoamericano sobre la cuestión
colonial y la cuestión indígena. Mariátegui sino es el primero, es el
referente del tratamiento, de la reflexión y de la adecuación del
marxismo en tierras indígenas, en territorios andinos. Pretender que
sea Álvaro García Linera como uno de los primero o connotados
“marxistas” que toca el tema de la comunidad, nada más ni nada
menos, que desde los cuadernos de Maksim Kovalevsky199, para un
caso ruso correspondiente al siglo XIX, ya es un exabrupto, además
de denostar un impresionante descuido de la historia de una
discusión. En Bolivia, es el llamado Tristan Marof el que toca el tema
en su misiva Tierra para indios y minas para el Estado. Antes que él y
acompañando, después, a su misiva, se introduce el tema
comunitario en la formación de las agrupaciones anarquistas y
marxistas de primera mitad del siglo XX. Estos escritos no hablaban
de una comunidad rusa, el MIR, distante, histórica y espacialmente,
de la realidad andina, sino de las comunidades indígenas concretas de
esta región, que fue el testimonio geográfico de los levantamientos
pan-andinos del siglo XVIII.

Por otra parte no se puede tomar enserio una evaluación de la


actualidad del comunismo, que supone una consideración de su
historia, obviando los aportes del marxismo en América Latina,
concretamente, en lo que compete al caso boliviano. No se puede
obviar el aporte de Guillermo Lora y del POR, de entonces, en lo que
denomino como marxismo de guardatojo, es decir, el marxismo que
nace en la experiencia y memoria de la oscuridad luminosa de los
socavones mineros. Independientemente, de las posiciones, de las
lecturas, interpretaciones que se tenga de la incumbencia política de
este marxismo, lo que es apreciable es su singularidad, ser un
marxismo del proletariado minero boliviano, además de haber
incidido ideológicamente en la “consciencia” del trabajador minero. La
aprobación de la Tesis de Pulacayo y de las Tesis de la COB,
incluyendo a su retoma “ideológica”, en el último Congreso, hablan
de ello. Con todo lo obrerista que se puede calificar a Guillermo Lora,
sus escritos sobre la guerrilla indígena son sobresalientes, al
respecto. Ignorar la arqueología del marxismo boliviano es pretender
que la historia del marxismo boliviano comienza con Álvaro García
Linera, lo que de por sí suena a chabacanería.

199
Maksim Kovalevsky: Obshchinnoe Zemlevladenie (Posesión comunal de la tierra).Citado en Potencia
plebeya . Acción colectiva e identidades indígenas, obreras y populares en Bolivia. CLACSO; Buenos Aires
2009. También revisar Karl Marx, Cuadernos etnológicos (extractos escogidos), La Paz, Ofensiva roja
1968.

333
¿Son textos teóricos los textos de Álvaro García Linera? ¿Por qué
ignorar la producción marxista anterior? ¿Por qué no llegaron al
poder? ¿Ese es el criterio? En todo caso, puede ser el criterio estatal,
pero, es difícil aceptar que sea un criterio académico, de la
investigación histórica y política. A estas alturas, no se puede
pretender hablar de comunidades indígenas, ignorando las
investigaciones antropológicas y de la etnohistoria en la región
andina. Aunque no sean investigaciones marxistas, pues el marxismo
dejó de hacer investigación sobre estos tópicos; sean estas
investigaciones estructuralistas, han enseñado mucho sobre la
persistencia y estructura de las comunidades indígenas. Ciertamente
Álvaro García no ignoraba estas investigaciones, empero las ignora
completamente Bruno Bosteels. Sin embargo, Álvaro García no
rescata estas investigaciones en su ensayo comunitario, sino que es
el cuaderno de Kovalevsky el referente de este enigmático
“marxista”. La comunidad rusa MIR es el referente para proponer una
vía de defensa de la comunidad como alternativa al capitalismo. Una
comunidad vigente en el siglo XIX, seguramente desaparecida con la
colectivización soviética en el siglo XX. No son las comunidades
andinas concretas, persistentes, a fines del siglo XX, el referente del
ensayo comunitario de García Linera. Estos problemas evidentes,
sobre todo contrastes, no llaman la atención al investigador sobre la
actualidad del comunismo, Bruno Bosteels. Sin embargo, osa afirmar
que el aporte de García Linera consiste en esta lectura de los
cuadernos de Kovalevsky y su aplicación a la realidad andina del siglo
XXI.

Si tenemos que reconocer la reintroducción de la cuestión


comunitaria, de la vigencia, actualidad y porvenir de las comunidades
indígenas, en la contemporaneidad, tenemos que nombrar a Fausto
Reinaga; en la comisura de esta contemporaneidad, la nuestra, al
movimiento katarista de la segunda mitad de los años setenta, del
siglo pasado; así como a Silvia Rivera Cusicanqui, que ya en el inicio
de la nueva episteme pluralista en Bolivia, interpela con sus escritos a
la sociedad, al Estado y a la “ideología” boliviana; también a Javier
Medina, que con la biblioteca de Isbol pone en difusión un conjunto
de investigaciones andinas, donde se encontraba como núcleo
organizativo el ayllu, la comunidad indígena andina. Después de estos
aportes es anacrónico usar los cuadernos de Kovalevsky para
referirse a la vigencia y actualidad de la comunidad indígena como
alternativa al capitalismo. A no ser que se crea que Marx es una
autoridad en estos temas, cosa que no lo era; en todo caso lo era
Kovalevsky. Empero, después de Kovalevsky el tema ha sido
arduamente investigado, entonces se convirtieron en las referencias
obligatorias estas investigaciones antropológicas y etnohistóricas.

334
¿Cuál es el valor de los escritos de Álvaro García Linera, de Raquel
Gutiérrez y de Felipe Quispe? Es haber introducido nuevamente el
tema como cuestión política vigente, en una coyuntura dominada por
el discurso y la “ideología” neoliberal. En un momento cuando el
marxismo en crisis, por la caída de los estados socialistas de la
Europa oriental, se encontraba en desbande, sin atinar a plantear una
resistencia sólida a la avalancha privatizadora. Sin embargo, no hay
que olvidar que estos escritos no son solitarios; se dan en un
contexto de emergencias. En la selva lacandona, el año 1994, la
guerrilla zapatista plantea elocuentemente la problemática indígena,
incorporando los temas de la descolonización, de las comunidades
indígenas, de la autonomía comunitaria y la autogestión. En Bolivia, a
fines de la década de los ochenta y en la década de los noventa, se
dan tres proyectos guerrilleros con la misma intención y el mismo
discurso, comprendiendo la autocrítica marxista, que tiene el perfil
del dialogo indianismo-marxismo. El grupo de la incipiente guerrilla
urbana Zarate Willca, el grupo el CNPZ, del ELN y, ciertamente, el
Ejército Guerrillero Tupac Katari, de mayor incidencia y repercusión.
Más tarde, en este contexto autocrítico y de búsquedas subversivas,
el colectivo Comuna replantea el tema comunitario en pleno escenario
de la movilización social de 2000 al 2005.

Independientemente de la apreciación que se pueda tener de los


textos de entonces de García Linera -por cierto Bosteels tiene una
apreciación altisonante -, no se puede dejar de considerar la trama
de la formación discursiva indianista-marxista que se está
conformando. Como se puede ver hay grandes carencias en el texto
de Bosteels. No se puede sostener una investigación académica como
ésta, sobre todo su interpretación de la actualidad del comunismo en
Bolivia, después del conflicto del TIPNIS (2008-2013); cuando se
hace palpable la opción del gobierno popular por el extractivismo, por
la ampliación de la frontera agrícola, evidenciando su compromiso
con la geopolítica del IIRSA, estrategia de dominación geográfica de
la burguesía internacionalizada brasilera; cuando el gobierno decide
reprimir a las organizaciones indígenas, que defienden su territorio,
constitucionalizado; cuando el gobierno popular decide entregar en
concesión estos territorios a las empresas trasnacionales del petróleo.
Exponer ¿Puede pensarse hoy la actualidad del comunismo?
Reflexiones en torno al pensamiento teórico de Álvaro García Linera,
en el congreso bolivianista 2013, realizado en Sucre, organizado por
la Asociación de Estudios Bolivianos, como si nada hubiera pasado,
como si la única realidad fueran los textos de acceso y seleccionados
por el autor, ignorando los acontecimientos políticos y las luchas de
las comunidades y de los pueblos contra el despojamiento y
desposesión capitalista, que son, a decir de Marx, el comunismo
como praxis, es ignorar el común-ismo emergente, histórico, y
concreto.

335
El comunismo para cierta intelectualidad es el fantasma del
comunismo, que se encuentra en algunos textos, melancólicos, en un
caso, o de convocatoria, en otro caso, empero, des- contextuados de
las luchas concretas y efectivas de las comunidades y de los pueblos
contra las formas actuales del capitalismo vigente. El porvenir del
común-ismo, que en resumidas cuentas, está en manos de los y las
que luchan por lo común, por recuperar lo común, expropiando a los
expropiadores de lo común, sean lo público o lo privado, se encuentra
en la lucha de los pueblos contra la dominación imperial del capital
financiero internacional y de las empresas trasnacionales. No hay que
buscar este porvenir en los fantasmas que nos acechan, tampoco en
las pretensiones discursivas que se consideran la “verdad” de la
palabra de Marx, como si esta “verdad” de Marx y de los marxismos
no tuviera su propia historia. Cada corriente marxista se ha
proclamado como el retorno fidedigno a las fuentes, incluso la nueva
izquierda o las nuevas izquierdas lo han hecho, se han presentado
como una manera remozada de retornar a las fuentes. En Bolivia
como en otros lugares ha ocurrido lo mismo. Últimamente, un
solitario lector de los Grundrisse se ha proclamado como el
“clarividente” que retorna a las fuentes, como nadie lo habría hecho
antes. Estamos ante la historia degradante de repetidas pretensiones,
que exigen atender a su auto-referencia como núcleo privilegiado de
la discusión. Esto no es más que un desgarbado anhelo de poder en
el “triángulo de las Bermudas”, triangulo definido por el poder, la
verdad y la subjetividad.

Que haya académicos que tomen en serio estas veleidades, se debe a


que los mismos están embarcados en un viaje nostálgico al pasado
del comunismo; empero, insertos en estructuras de poder, que
reproducen, en universidades, en foros, en asociaciones, en
monopolios editoriales. Poco les interesan las luchas concretas y
efectivas de los pueblos, de las comunidades y del proletariado
nómada, contra las formas devastadoras del capitalismo vigente. Lo
que queda es el escenario donde se protagonicen las exposiciones de
las tesis del duelo, de la muerte de las revoluciones, de la
convocatoria a los fantasmas; tesis cada vez más desconectadas de
la lucha de los pueblos. Lo que resta es la acumulación del capital
simbólico, complementario de la acumulación del capital económico.

Marxismo de guardatojo

El marxismo debe ser la teoría más conocida y difundida del mundo,


la que ha dado lugar a múltiples corrientes teóricas, políticas, de
interpretaciones diversas y de diferentes aplicaciones, además de
convertirse en institución en los llamados estados socialistas. A
comienzos del siglo XX, el marxismo llega a Bolivia desde el sur y
desde los puertos. Guillermo Lora anota que:
336
No pocos comuneros perseguidos ganaron las playas
latinoamericanas, pero ninguno de ellos llegó hasta Bolivia. Esos
luchadores impulsaron el desarrollo del socialismo en diferentes
regiones. Sin embargo, de manera indirecta, sobre todo a través del
socialismo argentino, influenciaron sobre el movimiento obrero
altiplánico200.

Más abajo aclara que:

Esta teoría nos ha venido de fuera. Entendámonos: durante mucho


tiempo el marxismo llegaba de afuera virtualmente empaquetado. En
las universidades se repetían mecánicamente consignas y textos y
llegaban hasta la costra aristocratizante de los artesanos como
dogmas sagrados. Únicamente más tarde, después de los años
cuarenta del presente siglo, el método marxista se soldó con la acción
creadora de los explotados, lo que permitió vitalizar el árbol reseco
de la teoría. Lentamente, a través de tremendas luchas ideológicas,
fue elaborándose la teoría de la revolución, lo que con propiedad
puede considerarse como marxismo boliviano. Para esto ha tenido
que darse las espaldas al marxismo académico y devolverle su
carácter de instrumento revolucionario de los explotados201.

En el balance de la historia del socialismo escribe:

Tres fueron los socialistas extranjeros que mayormente contribuyeron


a la estructuración del socialismo boliviano: el argentino Palacios,
como social demócrata y reformista de cuerpo entero; el chileno
Recabarren, que contribuyó a la formación de muchos dirigentes
obreros y Mariátegui que en cierta manera modeló a los intelectuales
marxistas. En cierto momento el libro “ 7 ensayos” se convirtió en la
biblia de los izquierdistas universitarios202.

En principio, anarquistas y socialistas influenciaron en las


organizaciones de los trabajadores y de los artesanos. El marxismo
llegó a las universidades, fue difundido por docentes radicalizados.
Después de la guerra del Chaco (1932-1935), con la formación de los
partidos marxistas, el POR y el PIR, el marxismo se difunde no sólo
en la academia, sino también en las organizaciones obreras. Se
puede decir que el POR tiene una influencia “ideológica” en la
formación de la “consciencia” del proletariado minero. La aprobación
200
Guillermo Lora: El marxismo en Bolivia.
201
Ibídem.
202
Ibídem.

337
de la Tesis de Pulacayo en 1946 habla de ello. El debate entre los
partidos marxistas era el del enfoque temporal de la revolución; una
revolución por etapas, que propugnaba el PIR, o una revolución
permanente, que propugnaba el POR. En Pulacayo se asume la tesis
trotskista, se ratifica esta tesis en los congresos de la COB. ¿Era
trotskista el proletariado boliviano? Esta es una buena pregunta, que
debemos abordar, independientemente de cualquier inclinación, pues
se trata de comprender la dinámica molecular de la clase obrera en
Bolivia, en esta primera mitad del siglo XX.

De los mismos escritos de Guillermo Lora se puede colegir que el POR


llega a tener influencia “ideológica” en el proletariado minero, aunque
no necesariamente orgánica. El POR logra seducir con su tesis de
transición y su enfoque de revolución permanente, además de la
caracterización del país como capitalista, atrasado y de desarrollo
desigual y combinado. De esta caracterización y del enfoque de
transición, bajo la concepción de la revolución permanente, se deduce
el cumplimiento de las tareas democráticas pendientes contando con
el gobierno proletario, de tal forma que el cumplimiento de las tareas
democráticas se convierte en el inicio de la revolución socialista.
Ciertamente, esta formación enunciativa teórica y política, viene de la
concepción y la proyección asumida en la cuarta internacional, vine
de la teoría de transición y de tesis de la revolución permanente.
Empero, lo que hay que valorar en la conformación de este discurso
proletario es su singularidad; se trata de un marxismo de guardatojo,
un marxismo que es interpretado desde la oscuridad luminosa de los
socavones mineros. Un marxismo que adquiere vitalidad en la
interioridad de la mina, en la pugna entre la corporeidad del
trabajador minero, las herramientas que utiliza y la resistencia de la
roca, que esconde las vetas buscadas. La proximidad constante de la
muerte, el encontrarse fuera del espacio-tiempo cotidianos,
iluminados por el sol, el encontrarse acompañados por el espesor
profundo de una oscuridad entrañable, impregnó a la apropiación del
marxismo del vigor minero. La interpelación de los trabajadores
mineros a las formas locales del capitalismo dependiente, a las
formas concretas de la dominación, de lo que llamaban la feudal-
burguesía, de la rosca minera-latifundista, rodeada de abogados y
burócratas, la interpelación de estos trabajadores que salían de las
entrañas de la tierra, adquiere la misma intensidad del choque de las
herramientas contra la roca. Hombres rudos, que despreciaban las
dilaciones, los rodeos y las esperas, trabajadores mineros que

338
preferían ir al meollo de la cuestión, optaron por un proyecto directo,
continuo, aunque en transición, al socialismo.

Se puede decir que el proletariado minero pensó de esta manera,


independientemente de su filiación organizativa, ya sea en el PIR o,
más tarde, en el MNR. La idea y la pasión estaban más cerca del POR,
que del PIR o el MNR, aunque estuviesen orgánicamente afiliados a
estos partidos. Quizás esto no sea tomado por el proletariado minero
como una escisión o una disyunción, sino más bien como una
complementación. Se podía aprobar la Tesis de Pulacayo; pero,
también se podía salir en defensa de Gualberto Villarroel, cuando la
alianza de la rosca oligárquica y el PIR protagonizan un levantamiento
popular contra el presidente nacionalista (1946). Para el trabajador
minero no era incoherente la composición de una actitud y de otra
acción. Formaba parte de la combinación de acciones y posiciones en
los distintos planos de la “realidad”. Quizás para el proletariado
minero no era tan importante pertenecer a un partido u a otro, sino
sentirse perteneciente a la clase proletaria minera, que consideraba
vanguardia de la revolución. Independientemente de sus filiaciones
partidarias, el partido efectivo de los trabajadores mineros fue la
COB, conformada en 1952, cuyo núcleo de irradiación era la FSTMB,
instituida en 1945.

Se puede decir que el proletariado minero nunca dejó de ser


sindicalista, mejor dicho anarco sindicalista. Lo que importaba era
fortalecer al sindicato, a la federación sindical, a la central sindical,
que eran como las formas orgánicas de la clase. Los partidos eran
más bien apoyos, más externos que internos. Mientras los partidos se
esmeraban por disciplinar a los trabajadores, los trabajadores usaban
los partidos para resolver los problemas que enfrentaba la clase. Para
resolver los problemas teóricos y políticos estaba bien la Tesis de
Pulacayo; para resolver problemas de representación y delegación
podían estar los otros partidos; para la disputa para las direcciones,
incluso podían servir como mediación con el Estado, como es el caso
del MNR. Es explicable la reelección consecutiva de Juan Lechín
Oquendo, pues era presidenciable. También había un reconocimiento
afectivo por su valiente defensa de los derechos de los trabajadores.
El PIR, en su tiempo, también fue un mediador, entre trabajadores
mineros y la intelectualidad radicalizada marxista. El MNR sustituyó
esta mediación o más bien amplió esta mediación, al convertirse un
partido de gobierno. Cuando apareció el Partido Comunista (1950),
sustituyó el vacío dejado por el PIR, cuando éste partido entró en

339
crisis y deslegitimación, después de su complicidad con la rosca
oligárquica en el colgamiento de Villarroel. El PC se esmeró en la
articulación del proletariado con las otras clases, que hoy llamaríamos
subalternas. El PC ofreció una formación menos teórica y rigurosa
que la del POR, empero conformó una organización adecuada para las
disputas por las direcciones y la representación. Cuando se dividió el
PC, en su versión “pro moscovita” y su versión “pro pekinesa”, que
era como se los identificaba entonces, la disputa por las direcciones y
representaciones recrudeció, bajo el nombre de una supuesta diputa
“ideológica”, entre una versión burocrática del comunismo (PC) y otra
versión mas bien marxista leninista del comunismo (PCML). Se puede
suponer que esta disputa “ideológica” era más sentida en los partidos
comunistas, en los militantes, que en el proletariado. Si atendemos a
los perfiles de Federico Escobar, militante del PCML, Cesar Lora e
Isaac Camacho, militantes del POR, veremos que estaban más cerca,
pues eran elegidos por su consecuencia, por su entrega e indudable
convicción. En términos de concepción Federico Escobar estaba más
cerca de la Tesis de Pulacayo que de la disputa Chino-Soviética,
aunque militara en le PCML. La capacidad organizativa del PCML y su
mejor adecuación al trabajo clandestino, en la época de las
dictaduras militares, le permitió un mayor control de las direcciones y
representaciones, sobre todo en las minas. La muerte de Federico
Escobar, si bien no cambió la estrategia del PCML, que tenía fuertes
núcleos en las minas, impulsó una proyección más campesinista. A
diferencia del POR, los PCs tenían una mayor articulación del
proletariado con las otras clases subalternas; en esta perspectiva,
consideraron, desde un principio un trabajo militante en el área rural.
El PCML le dedicó un esfuerzo mayor a la militancia campesina. Sin
embargo, esta estrategia campesinista no tuvo las repercusiones
esperadas, pues a pesar de formar un sindicato campesino
independiente, y conformar las conocidas UCAPO, con el objetivo de
toma de tierras, el PCML no pudo romper el monopolio del Estado y
los gobiernos de turno en el sindicalismo campesino. Esta tarea, de
autonomización del sindicato campesino, respecto del Estado, será
logrado por el movimiento katarista de la década de los setenta203.

203
Fidel Ortuño me hace la siguiente observación, después de la consulta que le hice, a
porpósito de esta historia: Creo que la guerrilla del Ché influyó en la dirigencia minera y en los partido
comunistas, contingentes de mineros de ambos PCs querían integrarse a la guerrilla y fueron frenados
por sus direcciones. La masacre de San Juan es consecuencia de este atrevimiento de los mineros, ya que
la inteligencia del gobierno de Barrientos había detectado flujos de armamento en los distritos mineros.
La estrategia del PCML no cambia o se crea con la muerte de Federico Escobar Zapata, el PC unido ya

340
Volviendo al perfil histórico y subjetividad del proletariado minero,
podemos decir que el proletariado minero veía las disputas entre los
partidos marxistas como un contexto de aprendizaje; empero,
ninguno de los partido podían pretender ser el partido exclusivo del
proletariado. Como dijimos, este partido orgánico era la COB. La
Tesis de Pulacayo, después las Tesis de la COB, que derivaron de la
de Pulacayo, fueron como la expresión programática de de la clase,
organizada en la COB. Los partidos comunistas fueron como las
instancias organizativas en la disputa de las direcciones y
representaciones, además de articular las alianzas con las otras
clases subalternas.

El proletariado minero esculpió en la roca un marxismo de


guardatojo. Un proyecto comunista basado en la ocupación de las
minas, en la expropiación de los expropiadores, en la autogestión
obrera, que se extendía también a la socialización de las grandes
empresas privadas. Un proyecto comunista que pasa por el gobierno
obrero y campesino, la reforma agraria, la colectivización de la tierra,
la revolución industrial, el desarrollo de las fuerzas productivas y, en
el horizonte, la integración latinoamericana, que se llegó a llamar la
Confederación Socialista de América Latina y el Caribe.

Como se puede observar, una limitante de este proyecto era la


cuestión campesina, como llamaban estos discursos marxistas. Este
marxismo de guardatojo había emergido de las luchas de los
trabajadores mineros, de la experiencia de estas luchas, por lo tanto
del saber construido a partir de estas luchas. Empero, toda
proyección hecha a partir de esta experiencia a territorios de
experiencias de contextos desconocidos u olvidados, pues la raíz de
los mineros era andina, indígena y si se quiere, campesina, no era
más que una generalización arbitraria. Los marxismos no llegaron a
las comunidades indígenas y campesinas. Fueron los kataristas, que
emergieron de otra experiencia, del espesor de otra experiencia

había venido trabajando en el campo desde su fundación, tratando de arrebatarle influencia al MNR.
Hay que recordar que el PC no era un partido obrerista exclusivamente. Obviamente el katarismo hace lo
que nunca pudieron hacer los partidos comunistas que no entendieron el fenómeno indígena. Para los
PCs los indígenas eran parte de una clase social el campesinado. UCAPO se crea para tomar tierras a los
latifundistas del oriente, para operar donde no pudo haber llegado la reforma agraria del MNR, su
objetivo era sentar las bases para un guerra popular prolongada (otro sueño guajiro, la lucha armada
del PCML versus el foquismo del ELN).

341
histórica, quienes interpelaron al Estado y a la sociedad boliviana
desde la mirada de las comunidades.

Este marxismo de guardatojo, esta experiencia histórica y política del


proletariado minero, este saber insurreccional minero, no se puede
desconocer, desde ningún punto de vista, incluso mostrando sus
propios límites. La convocatoria a las comunidades indígenas y
campesinas no era posible desde este anti-capitalismo y anti-
imperialismo proletario; podría haber sido de otro discurso marxista;
si es que el mismo marxismo se hubiera descolonizado. Como
conocemos, la interpelación al Estado y al capitalismo desde las
comunidades indígenas y campesinas emergió de otro lugar, de otra
experiencia de las luchas; emergió de la memoria de la guerra anti-
colonial y de las luchas descolonizadoras de los pueblos y naciones
indígenas originarias.

El común-ismo indígena

Hay que aprender de las comunidades indígenas a ser común-ista.


Ellas están más lejos que lo que se propuso el comunismo marxista y
no lo logró. No sólo está en cuestión la expropiación de los
expropiadores, la gran propiedad empresarial capitalista, la gran
propiedad latifundista, en dar a cada quien según sus necesidades,
como, en resumidas cuentas está en el programa, sino que pone en
práctica la comunidad de los bienes, las bondades y los seres de la
madre tierra, compartiendo complementariamente con los seres
diversos que componen los ciclos de la vida. Lo común para las
comunidades indígenas es formar parte de una comunicación, si se
quiere espiritual, con los diversos seres de la madre tierra. La
comunidad compartida es mayor a la comunidad del comunismo
marxista. El común-ismo indígena cuando dice todo es de todos,
todos tiene acceso a todo, incluye a todos los seres de la madre
tierra. La comunidad territorial, vale decir, la gestión comunitaria,
usando términos especializados y técnicos de las instituciones
abocadas a estudiar la comunidad, supone una comunicación entre
los seres y la complementariedad. Más allá del alcance del equilibrio y
la armonía, que es lo que se ha venido diciendo a propósito de lo
comunitario, la dinámica molecular de lo común, que es la vida

342
misma, comprende la interpretación entre los seres involucrados y la
complementariedad de los mismos.

Que las comunidades indígenas hayan sido desterritorializadas y


reterritorializadas por la colonia, primero, y después
desterritorializadas y reterritorializadas por la república, pasando por
las distintas formas y ciclos del capitalismo dependiente, forma parte
de la expropiación de lo común por parte de la estatalización y la
privatización, como procesos paralelos de despojamiento y
desposesión. Las comunidades indígenas han sufrido ordenamientos
territoriales, expropiación privadas de la tierra, institucionalización de
la propiedad privada de la unidad campesina, por el mecanismo de
una reforma agraria vía farmer; ahora experimentan la ampliación de
la frontera agrícola y las concesiones extractivistas a las empresas
trasnacionales. Esta experiencia colonial y capitalista es
desgarradora, diluyente y fragmentadora; sin embargo, las
comunidades indígenas resisten, luchan por sus territorios, por sus
derechos, su autonomía, su autogobierno, autogestión y libre
determinación, sus instituciones constitucionalizadas.

Este común-ismo indígena no es una utopía, es una resistencia. El


enfrentamiento es descomunal; hay que enfrentar a estados
extractivistas, a la ampliación de la frontera agrícola por las distintas
formas de propiedad privada, hay que enfrentar a las empresas
trasnacionales extractivistas, a comerciantes de madera, a
comerciantes de todo tipo, que corroen; hay que enfrentar economías
políticas del chantaje, circuitos paralelos, coerción, extorsiones y
amenazas. Empero, la memoria larga hace recuerdo que con la
desaparición de los bosques, la contaminación de las cuencas, la
desertificación de los suelos, las comunidades indígenas estarían
condenadas a desaparecer. Por eso, la lucha se hace fiera y tenaz. No
se puede retroceder, cualquier retroceso es una aproximación a la
muerte.

El común-ismo indígena no es una utopía, es la lucha de todos y


todas, si no queremos desaparecer, después de la desaparición de las
comunidades indígenas. El común-ismo indígena es la prueba de que
el común-ismo es posible, siempre fue posible, no había que esperar
al desarrollo de las fuerzas productivas, a que las condiciones
productivas estén dadas. Esta fue la manera marxista de postergar la
recuperación de lo común de su expropiación privada y pública. El
común-ismo no es nada más ni nada menos que la recuperación de lo
que pertenece a todos y ha sido despojado por lo público y lo privado.
343
Siempre era posible otra historia, una historia de lo común, también
una res communis204, basada en las gestiones comunitarias de los
común; siempre fue posible una historia alternativa a la historia
efectiva que se dio, la de la genealogía de la violencia, de la
economía política del poder, del despojamiento y desposesión de lo
común. Esta historia alternativa puede ser retomada en cualquier
momento, no se requiere ninguna condición de acumulación, ni de
desarrollo de fuerzas productivas; solo se requiere expropiar a los
expropiadores. Los común-ismos que se den adquirirán distintas
formas, también experimentaran transformaciones en el tiempo,
experimentaran historias efectivas; la diferencia de estas historias es
que se mueven, se despliegan, se dinamizan, no a partir de la
expropiación de lo común, el despojamiento y desposesión de lo
común, la captura de la potencia social, sino, al contrario, por la
liberación de la potencia social, por la efectuación de la comunidad en
sus múltiples formas, por la composición de complementariedades
plurales, en todos los “planos” de los ciclos de la vida.

El conflicto del Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro-Sécure


(TIPNIS) nos muestra la resistencia y la lucha de los pueblos
indígenas frente a un gobierno que se autonombró indígena-popular,
además de autodenominarse “gobierno de los movimientos sociales”.
Gobierno que debería respetar los derechos de las naciones y pueblos
indígenas originarios, constitucionalizados en una Constitución que
define el mandato de construir el Estado plurinacional comunitario y
autonómico. Esta contradicción tiene su parangón en otras formas de
contradicción parecidas; por ejemplo, en la contradicción entre
proletariado y gobierno socialista; también entre gobierno
nacionalista revolucionario y pueblo. Los gobiernos que enarbolan los
símbolos de los cambios terminan atrapados en las estructuras de
poder, se convierten en parte de los engranajes de los diagramas de
poder, y terminan defendiendo la conservación de estas estructuras.
La historia política de las revoluciones nos ha enseñado esta
paradoja, las veces que ha podido, las veces que se han dado curso a
gobiernos “revolucionarios”. Sorprende que los intelectuales,
partidarios de la “revolución”, esperen mucho más de estos
gobiernos. Contemplen esperanzado el decurso sinuoso de estos
gobiernos, tratando de explicar sus contradicciones, inventando toda
clase de hipótesis ad hoc. Son incapaces de observar que la lucha
continúa, que la revolución sigue su curso en las luchas concretas de

204
Revisar de Michael Hardt y Antonio Negri CommonWealth. Akal; Madrid 2011.

344
los movimientos que exigen, no sólo el cumplimiento del programa,
sino la profundización del proceso político y social. Ven a estos
movimientos sociales como radicalismos, como incomprensiones, en
el mejor de los casos, como contradicciones en el seno del pueblo, en
casos extremos. Lo que no pueden ver es que se trata de
contradicciones profundas, contradicciones de la potencia social con
el poder. No pueden ver que nada de las contradicciones anteriores
se ha resuelto, que no podían resolverse con la llegada al gobierno de
los representantes de la “revolución”. Que este hecho no era nada
más que el comienzo de una etapa más difícil. La etapa de la
destrucción del poder es una etapa muchísimo más difícil que la etapa
de la toma del poder. Bajo estas condiciones subjetivas de los
intelectuales “revolucionarios”, se comprende que se dediquen a
hacer apología de los gobiernos “revolucionarios”, en vez de
esclarecer el lugar conservador que juegan una vez arribados al
poder. Están lejos de apoyar a los movimientos que se desatan como
parte de las contradicciones del pueblo con el gobierno, del
proletariado con el Estado, de las comunidades indígenas con el
Estado-nación. Estos movimientos son los únicos que pueden
continuar la “revolución”; sin embargo, quedan solos, estigmatizados
por el gobierno “revolucionario”, desconocidos por los intelectuales,
aislados por las organizaciones afines al gobierno.

Se puede decir que, en estos momentos, en estas coyunturas, donde


se evidencian nuevas contradicciones o, mas bien, emergen
contradicciones latentes, se manifiestan abiertamente los
conservadurismos guardados de los “revolucionarios” en el gobierno y
de los intelectuales “revolucionarios”. Incapaces de entender lo que
pasa, prefieren dedicarse al duelo, al velorio, a la convocatoria de los
fantasmas. Abandonando a los vivos, a los y las que siguen vivos
para seguir luchando, dejando que los vivos resuelvan sus asuntos,
condenados al silencio o, peor aún vilipendiados. Los intelectuales
creen que algo existe cuando los intelectuales se pronuncian sobre
ese algo. Son incapaces de comprender que la existencia de los
acontecimientos no depende de sus enunciados. Estos son los límites
de los intelectuales “revolucionarios”. Hasta aquí llegan. Pueden
acompañar la grandeza de las revoluciones, cuando emergen y llegan
victoriosas a los escenarios del poder; pero, no pueden
comprometerse con el laberíntico decurso de su decadencia; no
pueden entregarse a una lucha para evitar su caída; no pueden
acercarse a la lucha concreta de los descontentos y descontentas,
acompañándolos con la crítica de las nuevas formas remozadas del

345
poder. Claro que hay excepciones, cómo no las va haber; para no
hacer una lista larga, solo dando algunos nombres, hablemos de los
harringtonianos en la guerra de la independencia norteamericana; los
de la montaña de la revolución francesa; León Trotsky y rosa
Luxemburgo en la revolución rusa; el mismo Mao Zedung de la
revolución cultural; Frantz Fanon respecto de las guerras de
liberación nacional y los estados independientes, también respecto a
la descolonización; Ernesto “Che” Guevara en la revolución cubana;
Sergio Almaraz Paz en la revolución nacional de Bolivia. Todos ellos
vieron los problemas emergentes en la etapa de la construcción;
desde sus propias perspectivas y coyunturas intentaron no sólo
explicar lo que pasaba, sino también elaborar la crítica y buscar
salidas. No se trata de decir que tenían la respuesta, menos la
“verdad”, sino que intentaron continuar la “revolución” y su
profundización, optando por la crítica y no por la apología como la
mayoría de los intelectuales, militantes y funcionarios.

Para muchos intelectuales marxistas es, en cierto sentido,


incomprensible la resistencia y la lucha de los pueblos indígenas;
sobre todo por su resistencia a la modernidad y al desarrollo, aunque
puedan comprender su lucha contra el capitalismo. Para ellos queda
todavía un camino largo al comunismo; primero, es indispensable
cumplir con las tareas democráticas; segundo, crear las condiciones
de acumulación y desarrollo de las fuerzas productivas; tercero,
pasar por la experiencia de transición al socialismo; y cuarto, a partir
de un determinado momento, pasar del reino de las necesidades al
reino de la libertad, el comunismo. Incluso si se interpretan estos
pasos de manera combinada y continua, como en el caso de la teoría
de la revolución permanente, la condición de acumulación y
desarrollo de las fuerzas productivas es indispensable. No pueden ver
que el común-ismo es la posibilidad siempre presente; no sólo en el
sentido que le da Marx, como la lucha contra el estado de cosas
existente, como praxis, sino como recuperación de lo común de los
público y lo privado.

Alguien puede decirnos, como que lo hacen casi siempre, que


idealizamos a las comunidades indígenas; que, en “realidad”, estas
comunidades ya se encuentran atravesadas por relaciones
capitalistas, que ya están insertas en el mercado, que ya han sufrido
procesos de disgregación y descohesión. En primer lugar, no se ha
planteado comunidades indígenas aisladas del mundo y de la historia.
Las comunidades indígenas se encuentran insertas en los circuitos

346
mercantiles y comerciales, por lo menos desde la colonia. Lo que se
dice es que las comunidades indígenas, con todo, han sabido resistir,
mantener la cohesión comunitaria, adecuándose al intercambio y
resistiendo a las distintas formas del capitalismo. Incluso pueden
haber incursionado en estrategias de acumulación; sin embargo, han
contra-restado los efectos de descohesión con el reforzamiento de
nuevas complementariedades, consolidando la comunidad. En la peor
de las situaciones, la comunidad puede haber llegado a desaparecer
como institución jurídica y territorial, sustituida por formas privadas
de propiedad y formas sindicales de representación; sin embargo, la
comunidad lingüística y cultural es como la memoria estructural, que
hace de posibilidad permanente de reestructuración de la comunidad.

Por otra parte, la resistencia y la lucha de los pueblos indígenas no


están aisladas, comparten su lucha contra el extractivismo otros
pueblos, afectados por la depredación, la destrucción ecológica, la
contaminación, sobre todo de las aguas y los suelos, ocasionada por
las empresas trasnacionales mineras e hidrocarburíferas. En el
continente y en el mundo, los efectos de la explotación extractivista
se ha vuelto un gran problema, que atenta a la sobrevivencia de los
pueblos. Las movilizaciones contra la gran minería y la explotación
petrolera, cada vez son más numerosas e intensas. ¿Qué reclaman
estas movilizaciones? El respeto al bien común del agua, del aire, de
los suelos y de los bosques. ¿No es esta una lucha compartida? De
eso se trata, de recuperar los bienes comunes de la expropiación
privada y pública.

La resistencia y la lucha de los pueblos indígenas ha enseñado que el


común-ismo no está para las calendas griegas, sino aquí y ahora,
como posibilidad latente. Por otra parte, ha enseñado que la historia
no es lineal, sino envolvente y de múltiples cursos. En tercer lugar,
ha enseñado que es posible el autogobierno, la autonomía y la libre
determinación de los pueblos y las sociedades. En este sentido, los
pueblos del mundo pueden aprender a “indianizarse”, pueden
recuperar los bienes comunes, pueden recuperar sus comunidades
latentes e instaurar, contra el capital y el Estado, el común-ismo.

347
Potencia y trama política
Intuición subversiva

Los tejidos y nudos de los entramados sociales

Para salir de la enajenación, déjenme utilizar esta palabra tan


pretensiosa, tan discutible, tan próxima al concepto dramático de
extrañamiento, elaborada por Hegel. No se trata del término,
tampoco del concepto, sino de la constelación de significados que
puede abarcar la connotación del uso de esta palabra. Entonces para
salir de la enajenación de las representaciones, para escapar de esta
red lógica, cuya relación con el mundo es de despojamiento,
reduciendo al mundo a la representación del mundo. El mundo como
representación, donde se pierde la riqueza de las múltiples
experiencias que lo constituyen. Para salir de esta enajenación es
menester recuperar el substrato de las experiencias sociales,
desentrañar a partir de este substrato de percepciones, interpretar a
partir de estos espesores el mundo en su vitalidad, dejando el
referente lógico de representaciones como esqueleto de museo.
Museo de una época que redujo el conocimiento a la narrativa teórica
de conceptos, vaciados de contenidos, puras formas lógicas,
olvidando que incluso sus bocetos lógicos derivan de los espesores de
las experiencias. Fue una época de pretendido dominio instrumental
sobre la naturaleza, de pretendido dominio de la razón sobre la
complejidad integrada, reduciendo la misma razón al juicio deductivo.
La razón no es pura, se hace posible, se realiza en concomitancia con
la percepción; la misma razón es una combinación de sensaciones e
imaginaciones; es decir, percepciones, dadas en la experiencia,
articuladas de tal manera que confeccionan la explicación, el cálculo,
la cognición, la predicción, en la perspectiva de adecuaciones
efectivas respecto al mundo, de intervenciones efectivas en el
mundo, de composiciones; es decir, de creaciones de mundos. Fue
una época de reduccionismos instrumentales con objetivos
operativos. Esta época se enredó en sus propios laberintos, no pudo
resolver la contradicción que desató, entre la lógica abstracta de sus
maquinarias instrumentales y las complejidades concretas de la vida.
Sus sistemas instrumentales terminaron convirtiéndose en un peligro
para la vida, los ciclos creativos de la vida.

Retomar los substratos de la experiencia social, los espesores de las


percepciones sociales, buscando interpretar el mundo a partir de sus

348
complejidades, equivale a descentrarse de las teorías racionalistas de
la modernidad. Equivale a desechar sus centros, sus referentes
privilegiados, sus tesis causalistas y, al final, linealistas. Equivale a
vislumbrar la relatividad de los centramientos y descentramientos,
comprendiendo la simultaneidad de la pluralidad, la multiplicidad de
las composiciones y variaciones de los movimientos y procesos
inherentes a los acontecimientos.

Voy a retomar una aseveración sugerente que hace Tomás Ibáñez en


su exposición titulada ¿Es actual el anarquismo?, publicada en Página
abierta205. El militante y activista anarquista, refiriéndose a la
intuición subversiva ácrata, dice:

Las intuiciones básicas del anarquismo están enraizadas en un denso


fondo de experiencias multiseculares y de saberes más o menos
soterrados, que constituyen el legado depositado por infinitas luchas
contra la dominación y contra la explotación.

Nos interesa esta interpretación histórica y del presente de lo que


llamamos los saberes activistas, compartiendo con el expositor, que
no hay porque llamarles anarquistas, por la sencilla razón de que no
se trata de ponerles etiquetas, pues al hacerlo, el comportamiento es,
mas bien, conducta heredada, respondiendo a esquemas instituidos.
En todo caso, este no es el debate, el que mantenemos en esta
exposición, no en la de Tomás Ibáñez; el debate que compartimos
está relacionado al substrato de saberes, correspondientes a las
matrices de las experiencias sociales, conformados a partir de las
percepciones sociales, espesores de vivencias colectivas, que se
sedimentan y se estratifican en la memoria social. Estos saberes
activistas, de lucha, subversivos, que aunque no se lleguen a
formular en lenguaje teórico, en unos casos sí lo hacen, comprenden
la integral articulación de sensaciones, imaginaciones, reflexiones
dispersas, por lo tanto, de percepciones constituidas, compuestas, en
su complejidad, en su emergencia, desplazamiento e inscripción en el
cuerpo. En realidad, el saber, como intuición perceptual, como
conocimiento denso, construido en el espesor de la experiencia, se da
como acontecimiento de la experiencia y percepción social. Lo que ha
institucionalizado la modernidad como conocimiento, ciencia, filosofía,
también tiene su matriz en este substrato de experiencias; empero,
las ciencias y las filosofías modernas han negado, como principio esta
205
Tomás Ibáñez: ¿Es actual el anarquismo? Página abierta, 2002. Biblioteca nomadAnt.
http://nomadant.wordpress.com/biblioteca/textos/actual-anarquismo/. También se puede encontrar la
exposición en http://pradaraul.wordpress.com/anarquismo/es-actual-el-anarquismo/.

349
procedencia. Como origen se construyeron dos mitos; uno, relativo al
conocimiento objetivo; el otro, relativo al conocimiento subjetivo. El
primer mito supone relaciones neutrales e instrumentales con una
exterioridad controlada. El segundo mito supone la inmanencia
intuitiva de la razón, inscrita en la consciencia.

Ambos mitos, que responden a las tradiciones ejes de la modernidad,


conocidas como positivismo y racionalismo, se han desentendido,
como principio, axioma de partida, del cuerpo. El cuerpo no existe,
salvo como objeto de estudio o como causa de anomalías. Ambas
tradiciones modernas se han hecho la imagen de un mundo desértico,
habitado por cosas, en un caso, o de un mundo vacío, llenado por los
conceptos, enunciados y significados elaborados por el sujeto. En
ambos casos desaparece el mundo efectivo, mundo constituido por la
actividad vital de los cuerpos. Retomar la matriz, el substrato, que
sostiene las formas de conocimientos y de saberes, sean teóricos,
estéticos, culturales, técnicos, artesanales, es volver al espesor de
intensidades de la vida, a las dinámicas creativas, componentes de
saberes perceptuales, intuitivos, en sentido de la combinación y
articulación de distintos planos, campos, núcleos de la experiencia.
De entrada descartamos el sentido que le dio la filosofía moderna a la
intuición, tanto en su vertiente racionalista como en su vertiente
mística. Para nosotros la intuición no es una síntesis racionalista,
tampoco una revelación inmanentista. La intuición es la comprensión
inmediata dada como la integración perceptual de la experiencia.
Para ponerle un nombre, con todo el riesgo que esto conlleva, pero
para tener un referente de contraste, llamemos a esta comprensión
de la intuición como una de las formas de expresión de la memoria
sensible.

Los saberes subversivos responden a esta memoria social, podemos


llamarlos intuiciones subversivas, al estilo de Tomás Ibáñez; lo que
importa es que se trata de formas intensas de conocimiento colectivo,
emergidos en coyunturas de crisis, en el despliegue del dramatismo
social. En adelante vamos a formular algunas hipótesis sobre estos
saberes activistas, sobre esta intuición subversiva.

Antes de las hipótesis nos haremos algunas preguntas, sobre todo


para establecer los campos y los espesores en los que se mueve la
problemática planteada, desde la perspectiva de la percepción y
experiencia social.

350
¿A qué llamamos saber activista, a que llamamos conocimiento
subversivo? ¿Cuál es la relación de este saber subversivo con el
espesor de la percepción y la experiencia social? Hemos compartido
la definición dada por Georges Canguilhem de saber en el sentido de
atributo biológico que comprende la composición de capacidad de
adquirir información, retener la información, es decir, constituir una
memoria, de anticiparse, es decir, de actuar206. Esto se entiende
cuando nos referimos a organismos individualizados; empero, qué
pasa cuando nos encontramos ante las multiplicidades proliferantes
de organismos, entrelazados y en conexión. ¿Se puede mantener la
misma concepción de saber? Cuando sabemos que lo que configura
su morfología, su composición orgánica, sus capacidades, incluso su
teleonomía, es el genoma, vemos que el saber del genoma no es el
mismo que el saber del organismo, por más que el segundo suponga
al primero207. Georges Canguilhem, cuando se refiere al saber
humano, incorpora a esa composición dinámica entre información,
memoria y anticipación, la capacidad evocativa. Si bien, es más difícil
distinguir el funcionamiento individual del funcionamiento social,
colectivo, en el caso de el fenómeno evocativo, así como también es
difícil distinguirlo en el caso del saber de los organismos, pues estos
suponen asociaciones; es decir, sociedades orgánicas. De todas
maneras, se puede decir que el saber individual tiene determinadas
características, en tanto que el saber social, compartido, que hace de
contexto del saber individual, tiene otras características, quizás más
complejas. Por lo tanto, no es lo mismo hablar de saber en los
distintos casos; su connotación varía.

Hay pues una distinción grande entre el saber del genoma y el saber
de los organismos; en éstos, una distinción entre el saber social de
los conglomerados orgánicos y el saber de cada organismo. Lo mismo
con las sociedades humanas, añadiendo el componente evocativo,
que supone una dinámica propia entre la herencia y el substrato
social con la autonomía individual. El saber del genoma es más que
saber, en el sentido dado por Canguilhem, supone una capacidad
propia programadora. Su devenir, sus largos ciclos, está relacionado
con la información transmitida por los organismos; el genoma no está
directamente involucrado con la experiencia y el aprendizaje de los
organismos, son los organismos los que experimentan y aprenden. El

206
Ver de Georges Canguilhem Lo normal y lo patológico. Siglo XXI; México 1986.
207
Ver de Raúl Prada Alcoreza Devenir y dinámicas moleculares. Dinámicas moleculares, La Paz 2013. Se
puede también encontrar en http://pradaraul.wordpress.com/2013/12/04/devenir-y-dinamicas-
moleculares/.

351
genoma acumula la información y la procesa; en largos ciclos la
reprogramación del genoma tiene repercusiones en el perfil y la
composición de los organismos. Hay una parte virtual del genoma,
que tiene que ver con la programación; de esta manera, podemos
decir, que el genoma no se encuentra ni el tiempo ni en el espacio
percibido y experimentado por los organismos. El genoma está más
acá y más allá de los organismos, aunque forme también parte de
ellos.

El saber de los organismos es complejo, tanto en su dimensión


asociativa, conglomerada, social, así como en su dimensión
individual; también, claro está, en su composición dinámica entre la
dimensión asociativa y la dimensión individual. Cuando hablamos de
saber, esta figura es más adecuada a la composición individual, a la
autonomía orgánica; esta figura es menos adecuada cuando nos
referimos a conglomerados, a asociaciones, a colectividades. Se trata
más bien de nichos, usando la metáfora ecológica, comunicativos, de
intercambio, de redes, de campos; usando las memorias, el
reconocimiento del terreno, del clima, como fenómenos vitales,
íntimos. Logrando, de este modo, generar un torbellino de
circulaciones de información, aprendizajes, acumulaciones,
desprendiendo actividades, en consecuencia. Estamos ante el
acontecimiento de la vida, ahora visto desde la perspectiva de la
realización de saberes. En la dimensión asociativa, social, no es
exactamente saber el que se da, sino campos de posibilidad de los
saberes; campos de circulaciones de información, campos de
memorias, campos de circulación de actividades; es decir, un
torbellino creativo de experiencias y conocimientos.

Ciertamente, no se puede disociar el acontecimiento vital de esta


turbulencia asociativa, comunicativa, cognitiva, fáctica, de la
realización singular del saber en los individuos. Acontecimiento y
singularidad no es descomponible. La complejidad y articulación de
ambas dimensiones nos muestra que hablar de la dimensión colectiva
y de la dimensión individual es, más bien, una distinción abstracta,
no “real”, por así decirlo. Lo social está inscrito en lo individual, con
su propia peculiaridad, con su propia singularidad, en cada caso; las
singularidades componen dinámicamente lo social. Hablando, en
propiedad, tendríamos que decir que el saber se realiza
individualmente, empero deviene del conglomerado social, de su
memoria dinámica.

352
Uno de los problemas relativos a las representaciones es el haber
transferido características propias de los perfiles individuales a las
configuraciones sociales, a las composiciones colectivas. Incluso se
llega a concebir la idea de un “sujeto social”, de un “sujeto colectivo”,
como si fuese un individuo macro. Obviamente es esta una
deformación, una transferencia representativa, que en vez de ayudar
a comprender los fenómenos del acontecimiento, lo oscurecen, pues
atribuyen a lo social y colectivo composiciones relativas a los
organismos, en este caso, al cuerpo humano. Los conglomerados
asociativos no tienen porque parecerse al perfil singular; al contrario,
es de esperar que no se parezcan, pues se trata de fenómenos
masivos, plurales, que requieren se los tome en sus conformaciones
complejas, bullentes, como constelaciones activas. Menos se puede
hablar de una “consciencia social”, refiriéndose a ésta como
fenómeno colectivo; en todo caso, la consciencia también
corresponde a la autonomía singular del individuo. El acontecimiento
social, como pluralidad de singularidades, supone, para usar como
metáfora un concepto filosófico, lo que llamaba Hegel
autoconsciencia, dialéctica del reconocimiento, en otras palabras,
supone la interacción de las consciencias, de los sujetos, de las
subjetividades, de los cuerpos208. Lo que se da es esta proliferante
dinámica de entrelazamientos, asociaciones, composiciones,
interacciones, entre múltiples singularidades, donde cada singularidad
cobra consciencia, si se puede hablar así, de lo que acontece.
Empero, no se puede hablar con propiedad de una “consciencia
colectiva”, salvo metafóricamente.

Cada singularidad comprende a su manera lo que pasa, de una


manera singular. No es de esperar que su comprensión sea iguala a
otra comprensión, al contrario, es de esperar que, las comprensiones,
las consciencias, mas bien, sean diferentes y variadas. ¿Cómo es que
se entienden entonces las singularidades? ¿Cómo es que asumen que
se comparte la misma comprensión del fenómeno? Cada quien
imagina que esto ocurre, aunque cada quien imagina a su manera lo
que ocurre. ¿Por qué entonces se da el acuerdo, la asociación, la
comunicación? Porque se comparte un mundo, que aunque cada
quien lo asuma a su manera, es el mundo de nuestras experiencias;
es el mundo el que hace de referente en tanto acontecimiento
primordial, aunque puede ser interpretado, incluso percibido de
manera singular.

208
Revisar el concepto de autoconciencia en la Fenomenología del espíritu de Hegel. Siglo XXI. México.

353
Cada singularidad tiene al mundo como percepción, es el mundo
como experiencia el que conecta los cuerpos, los contiene como
acontecimientos singulares, se realiza en cada experiencia singular,
se fija en cada memoria singular. No importa que las vivencias sean
singulares, propias, lo que importa es que el mundo las constituye,
así como ellas constituyen al mundo. Este común, si se puede hablar
así, sitúa a las singularidades en el mundo. Este compartir el mundo
las hace coexistentes, convivientes, colectivas, sociales. No importa
que esta coexistencia sea asumida de una manera singular, por lo
tanto, distinta en cada quien, lo que importa es son en el mundo. Eso
las hace presentes, que compartan el presente, a su manera;
indiscutiblemente, indudablemente, comparten el presente, que es lo
que se tiene a mano, actualizando los pasados.

Más que la codificación y decodificación, más que el lenguaje, lo que


conecta a las singularidades es la experiencia del mundo y en el
mundo, experiencia y mundo que hacen posible el lenguaje, la
codificación y la decodificación, la comunicación, los saberes. Hasta
personas de diferente leguaje y de diferente cultura se pueden
comprender porque comparten el mundo, aunque lo hagan a su
manera.

Es el mundo el que nos constituye, son las singularidades las que


constituyen al mundo. El mundo me constituye al mismo tiempo que
lo constituyo para mi, en interacción y contraste con los demás. El
mundo forma parte de la fenomenología de la experiencia, de la
fenomenología de la percepción, aunque suponga la diferencia
absoluta, la existencia sin mundo, antes de que se conforme209. El
mundo es una construcción mía, en interacción con las demás
construcciones de mundos, al mismo tiempo que el mundo me
constituye, constituyendo también a los demás, con los que
interactuó, de manera próxima o de manera lejana, en distancias
cortas o en distancias largas, en el presente o en el pasado,
inmediato o largo. El Mundo está conformado por múltiples mundos,
entornos de las singularidades, aunque distintos y variados, al formar
parte del Mundo se conectan y cohabitan un presente. Y el Mundo
es porque forma parte de la diferencia absoluta, de la existencia sin
mundo, si se quiere, de la existencia sin la mirada humana.

Esta certeza es certeza de la percepción, es certeza sin


representación, inmediata, vivencial, aunque bien puede ser

209
Ver de Merleau-Ponty Fenomenología de la percepción. Editorial Planeta; Buenos Aires 1993.

354
interpretada por el lenguaje, como en la poesía. Es certeza del
acontecimiento210. Se sabe, de antemano, en los umbrales de la
experiencia, de esta totalidad, usando un concepto permeable,
totalidad des-totalizable y re-totalizable. Lo único que hacen las
ciencias y las filosofías, es trabajar sobre estas certezas, aunque
vaciándolas de sus contenidos. Salvo, hay que decirlo, lo que pasa
con las percepciones abiertas por la física relativista y la física
cuántica, que han cruzado los umbrales anteriores de la experiencia,
han cruzado los horizontes anteriores de la experiencia, han abierto
nuevos umbrales y nuevos horizontes de la experiencia humana,
ampliando el Mundo en espacio-tiempos curvos, relativos,
dependiendo de los referentes, ampliando el mundo hasta los lugares
de la propia desaparición del universo y de la materia; los confines
del universo, los agujeros negros, la infinitesimal nada en la que se
sostiene todo.

Asistimos al despliegue de la experiencia humana más allá y más acá


de lo que conocía; es una experiencia que incorpora en su memoria
presente lo infinitesimal inacabado, en su nada, pero una nada
creativa; que incorpora las gigantescas extensiones y distancias más
allá de lo imaginable; que incorpora la velocidad más allá de la
vertiginosidad; que incorpora la creación y dinámica de la energía
más allá de la materia. No es que se desecha la anterior experiencia,
ésta queda como sedimento de la memoria del presente.

Después de estos apuntes podemos volver a reflexionar sobre el


llamado saber activista, saber subversivo. Como saber se realiza
singularmente, individualmente; son las personas que padecen la
historia, la viven intensamente, intervienen en la historia, las que
contienen el saber, lo usan como parte de las acciones. Este saber no
es igual en las personas involucradas en las acciones; sin embargo,
en la medida que sus saberes forman parte del acontecimiento de la
crisis y de la rebelión, se conectan, se comunican, comparten y
participan. Cada quien asume a su manera esta vivencia, la
interpreta a su manera, suponiendo que los demás la interpretan del
mismo modo. Esta suposición hace como si se actuara en el mismo
sentido. No importa tanto si este sentido es igual, homogéneo, en
todos; al contrario, es de esperar variaciones. Lo que importa es el
compromiso, la concomitancia, la complicidad, en el consenso
logrado, compartir la lucha.

210
Ver de Raúl Prada Alcoreza Acontecimiento poético. http://pradaraul.wordpress.com/que-es-la-
poesia/acontecimiento-poetico/; La Paz 2014.

355
Lo que se llama saber activista, saber subversivo, en tanto se refiere
al conglomerado social movilizado, es, en realidad, una constelación
dinámica de saberes, de voluntades, de cuerpos, de deseos, de
esperanzas, de prácticas alterativas. Al compartir esta experiencia el
aprendizaje es colectivo, en el sentido que es singular en cada quién.
Desde una perspectiva estructuralista se podría decir que hay la
subversión, como una estructura subyacente; decir que es la
estructura la que se pronuncia, actúa, habla. Esto es una
aproximación abstracta. El estructuralismo olvida que no es la
estructura la que habla, actúa, se pronuncia, son los cuerpos los que
lo hacen, cuerpos vivos, pasionales, perceptivos, reflexivos. La
estructura es un fantasma de los estructuralistas. Son estos cuerpos
singulares los que se asocian, componen, acuerdan, emiten
discursos, se movilizan; en su dinámica generan acontecimientos,
acontecimientos, que a su vez los constituye como subjetividades y
sujetos, usando estos términos vulnerables.

La subversión existe como acto de creación de los y las movilizadas,


el activismo existe como acción de los y las activistas. Los y las
subversivas lo son porque generaron el acontecimiento de la
subversión, acontecimiento que los contiene, los envuelve, los
atraviesa y los constituye. Lo mismo pasa con los y las activistas, el
activismo como acontecimiento; también como historia, los contiene,
envuelve, atraviesa y constituye.

Se puede decir entonces que hay como constelaciones dinámicas,


bullentes, de desfases, de desacuerdos, de descentramientos, de
conflictos, de rupturas mínimas, que se convierten en campos de
posibilidad de saberes subversivos, de saberes activistas. Son los
cuerpos singulares, las subjetividades singulares, las que realizan
estas posibilidades como saber, a su modo, de una manera singular,
compartiendo con las demás singularidades. Es esta interacción, es
esta dinámica, es esta circulación, acumulación, alimentación y
retroalimentación, el referente de lo que se nombró como saber
subversivo, saber activista o, si se quiere, intuición subversiva,
intuición activista.

Hablaremos como de cuatro niveles de lectura del acontecimiento


subversivo. El primordial, es la emergencia del acontecimiento, como
crisis del Mundo, dada en el Mundo. No ahondaremos ahora al
respecto. El nivel singular, la forma singular vivida de esta crisis, la
forma como se elabora el conocimiento de esta crisis, el saber de la
crisis, que se convierte en saber activo, en saber para la acción. El
356
tercer nivel es el orgánico, la forma de organización que adquiere la
subversión, que adquiere el activismo. Tampoco vamos a ahondar en
este tema. Por último, la dirección o el desenlace del proceso
resultante. Puede continuar la ruta instituyente, constituyente,
creativa, de una subversión permanente; desenlace menos probable,
basándonos en la historia de las llamadas “revoluciones”. Puede
detener la marcha instituyente y constituyente, optar por consolidar
lo instituido, lo constituido, entonces hacer del desenlace una
recurrencia, una repetición cambiada o modificada, de la historia
repetida del poder; que es lo más probable, basándonos en la historia
de las “revoluciones”.

Queremos hacer hincapié en lo siguiente: En la medida que esta


experiencia subversiva, activista, se mantiene próxima, ligada, a los
espesores de la percepción, a los espesores de la experiencia, al
saber de los cuerpos, la potencia subversiva, activista, fluye
creativamente. Empero, en la medida que se da un alejamiento, un
desligamiento, de los espesores de la percepción, de la experiencia,
del saber de los cuerpos, en la medida que el distanciamiento implica
vaciamiento de contenidos, formulación de un discurso instrumental,
de un discurso oficial, del partido lo que se llame, la potencia
subversiva es sustituida por relaciones de poder, por estructuras de
poder, legitimadas por un discurso oficial, el discurso de la verdad.
Este debilitamiento de la potencia puede comenzar antes de lo que
comúnmente se llama la toma del poder, la serpiente puede
incubarse antes, en el preludio mismo de las acciones.

Hipótesis

1. A diferencia de lo que dice Émile Benveniste, cuando enuncia


que nacemos en el lenguaje y desde el lenguaje nombramos el
mundo, nosotros decimos que nacemos en el Mundo y desde
la experiencia del Mundo damos contenido, sentido,
significado, al lenguaje.

2. El lenguaje sólo es posible en el Mundo, como acontecimiento


en el Mundo de los acontecimientos.

3. De la misma manera, los saberes son posibles en el Mundo,


como acontecimientos en el Mundo.

357
4. Un saber es saber del Mundo, deviene saber de la experiencia
del Mundo.

5. El saber subversivo, el saber activista, es el conocimiento del


Mundo en crisis, también de la crisis del Mundo. Este saber
es una disposición volitiva, es decir, una intención, así como un
dispositivo en pleno ejercicio de las acciones alterativas,
encaminadas a transformar el Mundo.

6. El saber subversivo, como tal, como realización, es singular, es


una composición singular, en un cuerpo concreto, es una
subjetividad anidada en el cuerpo. Se da este saber subversivo
singular en los ámbitos de la constelación de actividades, de
memorias singulares, de manifestación de saberes singulares,
constelación que también contiene acumulación y circulación
de información, de transmisiones orales, escritas, estéticas, de
las experiencias de luchas.

7. Lo que se da es una participación, un compartir, en esta


constelación social, donde la experiencia social de las luchas se
transmite en interpretaciones, narraciones, leyendas, mitos,
también en aprendizajes colectivos o, más bien, socializados,
en transformaciones de esquemas de comportamientos y
conductas. Sobre todo adquiere cuerpo en movilizaciones.

8. La movilización es una de las formas desplegadas y


desenvueltas del saber activista, del saber subversivo en
acción. La movilización comprende varios desplazamientos, no
solo de las multitudes, de las organizaciones y estructuras
involucradas, sino también de los valores, de las
subjetividades, de la misma potencia social.

9. Las movilizaciones pueden convertirse en cruces de umbrales,


cruces de horizontes, cruces de límites, generando rupturas en
los horizontes mismos de la experiencia, abriendo horizontes
nómadas de la experiencia, iniciando nuevas épocas, que en la

358
interpretación teórica se nombra como nuevos horizontes
históricos-culturales.

10. Empero, si estas rupturas no logran trastrocar la


estructura sedimentada del poder, las estratificaciones
sedimentadas en el cuerpo de las formas múltiples de
dominación, si no logra crear un nuevo substrato, una nueva
matriz, algo así como inventar un nuevo origen o procedencia,
los cambios terminan siendo epidérmicos, por así decirlo, sin
llegar a transformar la misma base reproductiva del poder.

11. A esta altura de las historias políticas y de las luchas


sociales, emancipatorias y de liberación, es indispensable un
activismo integral, radical, autopoiética, capaz de crear un
nuevo substrato y matriz histórico-cultural, es decir, substrato
y matriz civilizatoria, que libere la potencia social de las
capturas de las redes institucionales del poder.

Conclusiones

1. Los saberes subversivos, los saberes activistas, las


intuiciones subversivas y activistas, son percepciones
sociales, conocimientos colectivos, de la crisis del sistema-
mundo, son, por eso, conocimientos y percepciones
creativos, de ruptura con un presente y un pasado de
dominaciones, de apertura hacia un futuro que actualiza las
luchas libertarias del pasado y la potencia del presente.

2. Hay que diferenciar la constelación dinámica de las


asociaciones, composiciones, circulaciones, realizaciones de
memorias, de informaciones, de aprendizajes, de
experiencias, de deliberaciones, de consensos, de
circulación de saberes singulares, respecto del saber, como
tal, que es como la materialización, la expresión, la
realización singular de esta constelación.

359
3. Se ha usado la metáfora del tejido social, de la trama social,
de los entramados sociales y colectivos, para referirse a las
asociaciones y composiciones sociales, en nuestro caso, de
la rebelión. Empero, no hay que olvidar que esta es una
metáfora. Figura en la que hay que develar la complejidad
de las relaciones, ligazones, comunicaciones, conexiones,
transmisiones, complicidades, compromisos, consensos, que
se dan en la constelación de los movimientos
emancipatorios.

Drama y retórica de un gobierno reformista

Umbral y horizonte político

Referencia histórica y ubicación política

Lo que define la relación con el imperio, el imperialismo de


ahora, en el siglo XXI, el imperio del sistema financiero mundial y del
modelo extractivista colonial, expansivo e intensivo, es la posición
respecto al extractivismo. Los gobiernos “progresistas” apuestan a
expandirlo intensamente, siguiendo la misma ruta colonial de las
oligarquías criollas. El imperio de hoy se encuentra bastante cómodo
con gobiernos, que discursivamente, siguen la radicalidad
“izquierdista” de mediados del siglo pasado, empero favorecen
concesiones a las grandes empresas trasnacionales depredadoras.
Esta situación no cambia porque estos gobiernos mejoren los
términos de intercambio con el imperio, mientras siguen aceptando la
división del mercado internacional y de la geopolítica del sistema-
mundo capitalista: ser países exportadores de materias primas. Lo
que no se puede dejar de tener en cuenta es lo siguiente: que
nuestros Estado-nación periféricos forman parte del orden mundial de
dominación, su papel asignado es el de garantizar la transferencia de
recursos naturales a los centros del sistema-mundo. No ver esto, es
aplaudir la restauración del Estado-nación, el incumplimiento de la
Constitución, que establece la muerte del Estado nación y la
construcción del Estado plurinacional comunitario y autonómico. No
ver esto es no tener en cuenta que “derecha” e “izquierda” son

360
términos relativos e históricos; todo depende de la relación que se
tenga con la lucha efectiva de los pueblos. En el caso de Bolivia, el
gobierno ha preservado toda la institucionalidad colonial del Estado,
ha convertido en un folklore la condición plurinacional y comunitaria,
ha renunciado a la reforma agraria, favoreciendo a los latifundistas,
ha decidido ampliar la frontera agrícola afectando a los territorios
indígenas. La caracterización del gobierno “progresista” de Evo
Morales Ayma es la siguiente: Se trata de un gobierno que administra
los intereses de la burguesía recompuesta, que aglutina a la
burguesía tradicional, a los terratenientes, a los nuevos ricos,
apoyados por una dirigencia campesina cooptada prebendalmente y
clientelarmente. Un gobierno que se enfrenta a las naciones y
pueblos indígenas a nombre del “desarrollo” y del progreso, como lo
hacían las élites criollas. El caso ejemplar e ilustrativo es el conflicto
del TIPNIS.

Desde esta perspectiva, cuando se habla de defensa del


“proceso de cambio”, la mejor defensa del “proceso” es la crítica y la
profundización efectiva del mismo, de la emancipación y la
descolonización.

Interpretación y acontecer político

Las interpretaciones críticas del “proceso de cambio” están


verificadas empíricamente. Eso es lo que ha ocurrido, no ha habido
demolición del Estado-nación colonial. No se ha construido el Estado
plurinacional, a pesar que se trabajó con propuestas concretas, y se
elaboraron instrumentos, para hacerlo: El anteproyecto de ley de
gestión pública plurinacional comunitaria e intercultural. Dejaron que
se trabaje durante casi un año, que se presenten informes, que se
incorporen personas como Boaventura de Sousa Santos y Alberto
Acosta. Que se incorporen alcaldes cuya experiencia venía de la
gestión en comunidades. Empero, cuando se tenía que discutir el
proyecto de ley de gestión pública plurinacional en el gabinete, no
quisieron hacerlo. Pues no quieren cambios. Ahora, este
comportamiento se explica: llegar al gobierno, no para transformar,
sino para hacer uso del monopolio de la concentración de fuerzas,
repitiendo las mismas prácticas de todos los gobiernos, aunque
acompañadas por una retórica populista y pretendidamente indígena,
aunque vacua y forzada. Esto, que pasa, no debería sorprender, pues
la historia se repite; es como una condena. El problema es el poder.

361
Como dice el MST de Brasil, no se toma el poder, el poder te toma.
Por lo tanto, te convierte en un engranaje de las lógicas de
dominación cristalizadas en las instituciones.

Cuando dicen que se lanzan críticas alegremente,


respondemos: en lo que no se puede ser alegre es en decir que lo
que se dice, sobre el balance de los gobiernos “progresistas”, son
apreciaciones alegres. Pues no lo son. Son experiencias dramáticas
de los pueblos. Hacer propaganda de un gobierno que vive el drama
de su propio laberinto, entrabado en contradicciones profundas, sin
una menor consideración en lo que pasa, en la sucesión de hechos,
que dibujan el perfil de una tendencia recurrente, es no sólo alegre,
sino un flaco favor al propio gobierno “progresista”. Nosotros
criticamos a los que llamamos llunk’u, los consideramos las termitas
que se comen la madera con la que hay que construir el Estado
plurinacional, la materialidad política con la que hay que defender el
“proceso”. Estos llunk’u son los otros sepultureros del ”proceso”, los
que alaban los errores de un gobierno “progresista”, en vez de
criticarlo.

Sobre las diferencias en la caracterización política

En varios documentos y posicionamientos, sobre todo en


nuestro debate con la izquierda tradicional, se dejó claro que, no se
pueden confundir los gobiernos “progresistas” con los gobiernos
neoliberales. Son distintos; emergen del bloque popular, se vinculan
con lo nacional-popular, entran en contradicciones limitadas con el
imperio. Esta diferencia, hace ver que no es lo mismo luchar contra
los gobiernos neoliberales que luchar en el marco de los gobiernos
“progresistas”. Además, dijimos que es diferente un contexto de otro,
una coyuntura de otra. Que lo que ocurre en Venezuela es un
descomunal enfrentamiento con una “derecha” fuerte, con
convocatoria, apoyada por el imperio. En cambio, lo que ocurre en
Bolivia y Ecuador se puede resumir de la manera siguiente: Una
derecha derrotada, electoralmente, en Bolivia y Ecuador; en Bolivia,
política y militarmente, después de los acontecimientos del Porvenir-
Pando. Una clase burguesa, económicamente dominante, desplazada
al bando del gobierno de Evo Morales, del cual consiguieron grandes
ventajas. En el panorama político pervive una minúscula derecha
política en el Congreso; bastante descolocada, sin ligazón efectiva y
concreta con la clase social que supuestamente representa, pues no

362
tiene apoyo de la burguesía, a la que aparentemente encarna. Por lo
tanto, podemos concluir, que los gobiernos son diferenciables;
empero, en la medida que expresa la cualidad operativa de la forma
Estado-nación, responden a la lógica de poder, estructurada en la
modernidad. En esa misma medida, reproducen la institucionalidad
homogénea, la mono-cultura dominante, la condición mono-nacional
heredada. Los gobiernos populares, por más vestidura o disfraz
“progresista” que usen, forman parte de la reproducción colonial y
capitalista del poder.

No es un problema de personas, como pretende la teoría de la


conspiración, como si la explicación de las contradicciones históricas
se resolviera con suponer que hay “traidores” de la “revolución”. Los
caudillos son mitos, son imaginarios construidos por los pueblos,
viven también un drama, pues son arrastrados por las
contradicciones de un proceso histórico, que requiere, para salir de
sus trampas reiterativas, de movilización, de democracia
participativa, de transferir las decisiones a los pueblos, a las naciones
y pueblos indígenas, a las comunidades, a las organizaciones
sociales. Esto es justamente lo que no se hace, es de esto de lo que
se alejan los gobiernos “progresistas”, que prefieren optar por
acrecentar la burocracia, recurrir al autoritarismo, desprender
despotismo, descalificar la crítica y dividir, sino pueden destruir, a
las organizaciones indígenas. Estos gobiernos contribuyen de esta
manera a su propia descomposición. Cayendo en este itinerario a una
ruptura ética y moral en todas las líneas.

Umbral de las “revoluciones”

A estas alturas de las historias políticas de las sociedades


humanas, sobre todo de las desplegadas durante la modernidad,
creemos que debemos tener claro que, el gran problema histórico de
las llamadas “revoluciones” es el poder, en tanto economía política
del poder. Mapa institucional que captura la potencia social, la fuerza
social, la dinámica molecular social; diagrama de fuerzas que
diferencia poder de potencia, usando la potencia capturada para la
reproducción del poder; es decir, de las dominaciones polimorfas. No
creemos que sea problema de velocidades, tampoco de aceleraciones
o desaceleraciones, de los “procesos” políticos, sino de la capacidad
de desmantelar el poder y liberar la potencia social.

363
Para nosotros es evidente que se deben concebir y desplegar
transiciones, transiciones del Estado-nación al Estado plurinacional;
estas transiciones pueden ser largas, medianas o cortas. Incluso,
mejor dicho, estas transiciones pueden concebirse diferencialmente;
en unos casos de una manera radical, en otros casos de una manera
reformista. Todo depende del contexto, la correlación de fuerzas, de
la institución en cuestión, también depende del tema y tópico de la
problemática de referencia. Les dijimos a los oficialistas,
“pragmáticos” y supuestamente partidarios del realismo político, que
no se trata de renunciar a las reformas, a las transiciones largas, sino
de que había que dar pasos, aunque cortos, de tal manera que
impliquen avances, aunque mínimos, incluso imperceptibles.
Después de A viene B, después de B viene C, y así sucesivamente.
Aunque nosotros somos partidarios y creemos, como establece la
Constitución, en la transformación pluralista, comunitaria,
participativa e intercultural del Estado; es decir, consideramos
preferible transformaciones radicales que reformas, se puede lograr,
en todo caso, el consenso en reformas. El problema es que tampoco
quieren esto; no quieren transformaciones radicales, que consideran
utópicas; no quieren reformas conscientemente ejecutadas. Se
contentan, cómplices de la representación teatral de la época, con la
simulación, con el montaje, con la publicidad, con los escenarios del
teatro político. Se prefiere apostar a la ficción, inclinándose a
procedimientos ilusorios, a lograr hacer creer a la gente, mediante la
propaganda y la publicidad, que se dan cambios, renunciando a
ejecutar efectivamente las transformaciones. Este es el problema,
que el gobierno “progresista” ha caído en la ilusión de su propaganda,
mientras se embarca en la ruta destructiva del extractivismo;
acompañando, esta entrega colonial a las empresas trasnacionales,
con prácticas prebendales y clientelares, embarcándose en el
derrumbe político de todo gobierno, de toda gestión, que da vueltas
en un círculo vicioso, cayendo degradantemente en la práctica
compulsiva de la corrupción. Este es el problema de fondo. Volver a
repetir, en otro contexto, en otro periodo, y en otra coyuntura, la
triste historia de la paradoja de las “revoluciones”. Las “revoluciones”
cambian el mundo; el mundo no va a volver a ser lo que era antes;
empero, las “revoluciones” se hunden en sus contradicciones.

Este no es solamente un tema boliviano, tampoco


sudamericano, ha pasado con todas las “revoluciones”. Por eso es
indispensable intentar cruzar este umbral de las “revoluciones”,
cruzar el límite e ingresar a otro horizonte posible. Esta eventualidad

364
se logra con la crítica, aprendiendo de las contradicciones, de los
problemas, de los errores, no ocultándolas con apologías. Lo que
menos se requiere es de estos cantos al fracaso, edulcorándolas,
como si fuese victoria, lo que menos necesitamos son estas
apologías, que lo único que hacen es debilitar las fuerzas vitales de
los “procesos” emancipadores.

Trama política y potencia social

Balance y perspectivas del gobierno “progresista

¿Se puede abordar el tema distinguiendo clasificatoriamente lo


positivo y negativo? ¿Así como se aborda la metodología conocida del
FODA, diferenciando fortalezas, debilidades y potencialidades? El
balance político no es necesariamente de planificación institucional;
aunque ésta tenga que ver, de alguna manera, en algún lugar, con el
balance político. Tampoco, mucho menos, con la disquisición de lo
positivo y negativo de un gobierno. El proceso político no puede
comprenderse como un cuadro en un plano, sin perspectiva ni
profundidad; la del tiempo político. El proceso político requiere ser
analizado en sus temporalidades mezcladas, en la diferenciación de
sus ritmos, en sus espacios fragmentados, en movimiento y
combinación, en los espesores de sus territorios; en las
composiciones complejas que se forman y transcurren. De lo que se
trata es de comprender el juego de las tendencias inherentes del
proceso, la resultante, si se puede hablar así, de esta concurrencia de
tendencias. Comprender cómo se da lugar el funcionamiento de esta
mecánica de las tendencias, cómo se da lugar la resultante, la
conformación de la tendencia dominante, quizás no buscada por
ninguna de las tendencias concurrentes. Las consecuencias de las
acciones no son controladas por los actores. En definitiva, de lo que
se trata es de entender la mecánica del despliegue del proceso
político. Desde esta perspectiva, vamos a tratar de dibujar el boceto
de la mecánica de las tendencias del proceso político.

Mecánica de las tendencias del proceso político

365
1. Tendencia es la inclinación de los sucesos, su encadenamiento, la
dirección que toman. La tendencia, en el análisis político, se
diferencia grandemente, conceptualmente, de la noción de
tendencia en economía, que viene definida, mas bien, por el
comportamiento zigzagueante de los precios. En el análisis
económico se define de esta manera el concepto de tendencia:

En un sentido general, es un patrón de comportamiento de los


elementos de un entorno particular durante un período. En
términos del análisis técnico, la tendencia es simplemente la
dirección o rumbo del mercado211.

En el análisis politico, la tendencia no puede venir definida de


esa manera, obviamente. Incluso por aquello de “patrón de
comportamiento de los elementos de un entorno”, que parece ser
una definición general aceptable. Pues, en el acontecer político, es
difícil hablar de patrón de comportamiento, menos aún cuando se
trata de identificar los “elementos de un entorno”. Es mejor
comprender la tendencia política como una resultante de fuerzas
concurrentes. Ahora bien, hay tendencias dadas en micro-
espacios, en lugares, concretos; así como hay tendencias en
macro-espacios, en regiones, naciones, mundo. No es que las
tendencias del micro-espacio sostienen las tendencias de los
macro-espacios. No necesariamente ocurre de esta manera; las
tendencias del macro-espacio requieren definirse a partir de la
concurrencia de fuerza en los macro-espacios correspondientes.
No es que las tendencias, resultantes de fuerzas, del micro-
espacio, sostienen, como en una construcción, las tendencias del
macro-espacio. Esto también puede darse, dependiendo de los
contextos, de los problemas tratados, así como del análisis
político.

Lo importante de la propuesta es la idea de mecánica de las


tendencias, sobre la definición de la tendencia como resultante de
fuerzas concurrentes, así como también de despliegue de
sucesos.

Ahora estamos en condiciones de proponer una hipótesis


teórica sobre la mecánica de las tendencias, en política.

2. Ciertamente, hablamos de mecánica, en el análisis político


metafóricamente, haciendo alusión a la mecánica en física, que
comprende la mecánica clásica, la mecánica relativista, la
mecánica cuántica y la teoría cuántica de los campos. La mecánica

211
Murphy, John (1999) Technical analysis of the Financial Markets. Revisar también Wikipedia,
Enciclopedia libre.

366
en política debería atender al movimiento de los “cuerpos”, su
desplazamiento en el tiempo, bajo la acción de las “fuerzas”. Esta
es una definición análoga a la dada en física, solo que habla de
otros “cuerpos” y otras “fuerzas”, además de referirse a otro
“tiempo”, entendiendo que se trata del tiempo histórico. De todas
maneras, esta definición análoga o prestada no es conveniente ni
suficiente en el análisis político. Intentaremos una definición más
prolija, más propia, que parta de las problemáticas y contingencias
del acontecer político.

3. ¿Cómo explicar un periodo político? Lo acaecido, sus desenlace, las


clausuras de ciertas posibilidades, sus contradicciones,
contingencias, incluyendo a los discursos emitidos, las medidas y
acciones tomadas. ¿Es válido hacer una mirada retrospectiva,
contando con los desenlaces, explicar, a partir de ellos, la “lógica”
inherente al proceso? Es ciertamente esta una ventaja; empero,
¿se pueden obviar las posibilidades clausuradas, las tendencias
opacadas? ¿No es al final suponer el decurso de una tendencia
dominante, que finalmente se realiza en el desenlace? ¿Es así o
sólo se trata de una interpretación privilegiada, el discurso de los
vencedores? ¿Cuál fue la mecánica del conjunto de las
singularidades, inherentes al acontecimiento? ¿Se puede hablar,
en este caso, en la configuración del acontecimiento, de mecánica,
aunque sea metafóricamente?

Estos son los problemas referenciales, anticipados, a la


definición conceptual de una comprensión integral del
acontecimiento político. Cuando hablamos de mecánica, en el
análisis político, suponemos que las dinámicas singulares se
afectan, que sus composiciones afectan a otras composiciones,
que tanto singularidades como sus composiciones pueden ser
pensadas como fuerzas, que estas fuerzas afectan “cuerpos” y
subjetividades, que afectan instituciones y estructuras sociales.
Esta conjetura permite hablar de mecánica de fuerzas, a través de
estas aproximaciones. Analizar, desde esta perspectiva, nos ayuda
a construir una explicación mecánica, del acontecer político. Lo
que, a su vez, implica, una explicación del conjunto del
movimiento de fuerzas, así como una interpretación integral del
acontecer político. Lo que de por sí es bueno, pues deja de lado el
análisis contable de la política; el balance de lo bueno y lo malo,
de lo positivo y negativo. El balance, que utiliza la balanza que
pesa, si se ha dado más de bueno que de malo, más positivo que
negativo. Esta contabilidad de cajero es muy infortunada para
responder a la problemática política.

La mecánica de las tendencias, que comprende, a su vez, la


mecánica de las fuerzas, corresponde al funcionamiento de las

367
propensiones, a su concurrencia, sus efectos múltiples; aditivos,
en unos casos, destructivos, en otros casos. Ciertamente, como
dijimos, las tendencias son abstractas, son resultantes, son
efectos de los campos de fuerzas. Por eso, hay que considerar, en
el juego de las fuerzas un tipo de “gravitación”, por así decirlo,
una “gravitación” política. ¿Cómo definir esta “gravitación”
política? ¿Las fuerzas se atraen o se repelen? Ambas cosas pueden
ocurrir, dependiendo de las fuerzas, de los contextos, de las
coyunturas. Pero, también las fuerzas se acumulan, se refuerzan,
por así decirlo; así como se debilitan mutuamente, se vacían, por
así decirlo. Las fuerzas, en política, son energía social, son
potencia social. Es la dinámica de estas fuerzas las que crea la
“gravitación” política. Este espacio-tiempo social de campos de
fuerzas conforma elipses, por así decirlo, de dos polos; uno “real”,
el otro ficticio. El polo “real” es el que tiene que ver con la
asociación de composiciones de la potencia social, su facultad
cooperativa, colectiva, comunitaria; el polo ficticio tiene que ver
con el efecto institucional y simbólico del polo “real”, con su efecto
de espejo. Aparece, como institución imaginaria, el polo ficticio,
como poder; es decir, como formas institucionales de poder. Las
elipses “orbitan” atraídas por estos dos polos, el polo “real”, el
polo ficticio. Orbitan por la “gravitación” del polo de la potencia
social y la atracción simbólica del polo del poder.

Ocurre como si en estas órbitas elípticas se ganara energía en


el polo “real” de la potencia social para perderlo en el polo
simbólico del poder. ¿Qué es lo que “orbita” estas elipses
alrededor de los dos polos? La energía social. Energía social
convertida en prácticas, en relaciones, en actividades, en acciones.
Energía social capturada por instituciones, convertida en ciclos de
reproducción institucional. Energía social que escapa a las capturas
de la maquinaria estatal, creando líneas de fuga. Energía social
que hace de la sociedad una sociedad alterativa, dinámica,
cambiante, vital, creativa. Energía social entonces que emerge
pujante en el polo de la potencia social, que pierde parte de su
energía en el polo del poder, para volver a alimentarse de vigor en
el polo de la potencia social.

Este croquis nos puede servir para aproximarnos a la


contradictoria y contrastante relación entre potencia social y
poder, entre sociedad y Estado. Sobre todo, puede ayudarnos a
usarla como herramienta gráfica de un balance del llamado
“proceso de cambio”. A propósito, las preguntas son las
siguientes: ¿En el “proceso de cambio” cuál es la relación entre
potencia social y poder, entre sociedad y Estado? ¿En la pérdida
de energía social, al pasar del polo de la potencia social al polo del
poder, en su retorno a la órbita de la potencia social, por qué la
energía social no ha podido vigorizarse orientando su energía a la
368
autogestión, a la autodeterminación, a la participación, dejando
que, más bien el poder adquiera proporciones inhibidoras de la
potencia social?

Mapa de la potencia social

La potencia social no es la organización, tampoco el


movimiento; es lo que se expresa en el movimiento, en la
movilización, en las composiciones de sus dinámicas. La
organización es una creación de la potencia social, en el
movimiento y la movilización se manifiesta la potencia como fluido
gigantesco de la energía social. Los saberes puestos en juego al
momento de la movilización son composiciones cognitivas e
interpretativas del colectivo social. Los objetivos que se plantea,
en el momento del movimiento, el conjunto o el conglomerado
social involucrado, es consensuado por las singularidades y
composiciones de la potencia social. La potencia es la capacidad
inventiva social, es la capacidad asociación, de articulación, de
participación social.

La potencia social es capacidad de asociación, así como la


fuerza y la acumulación de la fuerza social, fuerza inmediatamente
vinculada con la capacidad intelectiva de crear. La potencia social
es posibilidad, también condición de posibilidad histórica; deviene
fuerza social, fuerza histórica, cuando las asociaciones múltiples
acumulan una disponibilidad de fuerzas capaces de afectar en el
curso de los acontecimientos.

La potencia social efectiva se da cuando las múltiples


asociaciones, las múltiples composiciones, se orientan a cruzar los
umbrales del mapa institucional dado. Esto equivale no sólo a una
integración de fuerzas, sino también de voluntades, así como de
apreciaciones e interpretaciones compartidas, de saberes
activistas, que inciden, a través de las acciones, en las coyunturas
de procesos.

Potencia social en Bolivia

La potencia social efectiva en Bolivia tiene que visualizarse


teniendo en cuenta distintos periodos, distintos contextos,
escenarios y coyunturas. Podríamos hablar de la genealogía de la
potencia social; empero, esta tesis supone un nacimiento, una
emergencia, un momento constitutivo, además de su
desplazamiento en el tiempo histórico. ¿Es así? ¿Hay continuidad?
¿No es más bien discreto? Distintos nacimientos, distintas

369
emergencias, distintos momentos constitutivos, manteniendo
todavía este concepto zavaleteano212.

Los hombres y mujeres que hicieron la revolución de 1952 no


son los hombres y mujeres que se movilizaron de 2000 al 2005,
durante la movilización prolongada. Hay una memoria social, es
cierto; pero la memoria social tampoco es continua, no se da en
un sujeto, llamado pueblo, como si fuese el mismo, además de
suponer un sujeto. El supuesto de sujeto es una pretensión
insostenible, aunque lo nombremos como sujeto social. No hay tal
persona, salvo en el imaginario político. Se trata de multitudes,
conformadas por singularidades subjetivas y corporales. La
memoria social se reconstruye colectivamente, mediante la
recuperación de lo acontecido, recurriendo a remembranzas,
orales o escritas, incluso ahora, audiovisuales. La memoria social
se reconstruye en el debate, en la interpelación, retomando el
pasado como referente. Se trata de un pasado representado, de la
representación del pasado. Es imposible sostener que se habla del
pasado, como una entidad ontológica perdurable. Ese
acontecimiento, que tuvo su presente, ya no está. Lo que se trae a
escena es su representación, cuyo valor es servir no sólo como
argumento, no sólo como ejemplo y referente, sino como artefacto
representativo en las luchas del presente.

Si esto pasa con dos acontecimientos modernos, la revolución


de 1952 y la movilización prolongada de 2000 a 2005, lo mismo
pasa, con mayor relevancia, cuando nos remontamos a un pasado
más lejano; por ejemplo, la guerra federal, así como los
levantamientos indígenas del siglo XVIII. No son, con toda certeza,
ni los mismos hombres ni las mismas mujeres. La memoria social
de estos acontecimientos se reconstruye en otras luchas,
acudiendo a las representaciones forjadas de estos pasados, para
comprender mejor las luchas del presente en cuestión. Hay pues
una invención del pasado; invención en pleno sentido, como
recreación representativa, como constitución de una memoria
social, selectiva y creativa. Esto significa que lo que tienen a
mano, por así decirlo, los y las combatientes, es el presente. Lo
que hacen es dilatar este presente en el espesor rescatado por la
memoria social.

No hay pues, precisamente, una genealogía de la potencia


social. Lo que hay es una constante reproducción de la potencia
social, la que recurre a la invención y recreación del tiempo
histórico, del pasado. Lo que hace la memoria social es construir
un pasado constitutivo para lograr dilatar un presente, haciendo

212
Nos referimos al concepto usado por René Zavaleta Mercado de momento constitutivo. Leer Lo
nacional-popular en Bolivia; Plural, La Paz.

370
de este momento el lugar y la perspectiva desde donde se abre un
nuevo horizonte.

El asenso

El análisis de la movilización prolongada de 2000 al 2005 debe


efectuarse a partir de su propio estallido, su campo de
singularidades, de sus propios mecanismos y engranajes
conformados. En relación a la historia, lo que interesa es
comprender cómo los movilizados se reinventan el pasado, como
espesor representado de su propio presente, como imaginario
social y como recurso en la formación discursiva de la
movilización.

Los insurrectos son los que defienden el bien común del agua,
los que defienden la tierra, los que defienden los recursos
naturales, los que defienden los hidrocarburos, los que se levantan
en defensa de los derechos de los pueblos indígenas, los que se
levantan contra el proyecto y el modelo neoliberal, cuyo costo
social destruyó parte de la cohesión social y parte del aparato
productivo. Este conglomerado social, de organizaciones, de
multitudes, de masas, de pueblos, articuló un bloque popular e
indígena capaz de lograr la secuencia de victorias políticas durante
los seis años de luchas213.

La potencia social derrotó al modelo neoliberal, si se quiere, al


Estado neoliberal, expresado en la mega-coalición conservadora;
derrotó la forma de dependencia extrema ocasionada por el
neoliberalismo. Abriendo el camino a un “proceso” politico,
llamado “proceso de cambio”. ¿Qué viene después? La potencia
social es capturada por el Estado-nación. ¿Cómo ocurre esto? Para
responder esta pregunta requerimos de una digresión sobre el
Estado214.

Límites del Estado y transición

El Estado-nación es el Estado moderno. Bolivia es este Estado-


nación, desde la independencia. Hablar de Estado aparente, para
distinguir la condición de más Estado de la condición de menos
Estado, no es otra cosa que diferenciar, si se quiere, grados y
formas del mismo Estado. En todo caso, lo aparente, la condición
de aparente, es el mismo Estado. El Estado como tal, como sujeto,

213
Revisar de Raúl Prada Alcoreza Horizontes de la descolonización. En publicación Abya Yala; Quito
2014. Horizontes Nómadas, Dinámicas moleculares, pradawordpress.com; La Paz 2012, 2013, 2014.
214
Revisar de Raúl Prada Alcoreza Genealogía del Estado. Dinámicas Moleculares; La Paz 2013.

371
como unidad, como entidad trascendente, no existe; lo que existe
es el campo institucional, el campo burocrático, el campo político,
el campo social, el campo escolar, que reinventan la institución
imaginaria del Estado.

Una tesis sugerente es la que define el Estado como campo de


luchas. Como si distintas formas de Estado se disputaran la
hegemonía, la definición del perfil. Esta tesis es ilustrativa;
empero, de ahí a creer que una de las formas de Estado es la que
va a liberar al pueblo, a la sociedad, a los pueblos indígenas, no es
más que “ideología”. Pueden, algunas formas de Estado, mejorar
las condiciones sociales, mejorar las condiciones de las relaciones
de intercambio del país con el sistema-mundo capitalista; empero,
de ninguna manera puede quebrar los límites del Estado, la
estructura nuclear del Estado; no puede modificar la función
estatal. El Estado, como campo institucional, como campo
burocrático, como campo político, no puede sino reproducir su
mapa institucional, que no es otra cosa que la reproducción de los
diagramas de fuerzas, de las relaciones de dominación y de las
estructuras de poder, inscritas en el programa de esta fabulosa
maquinaria. El problema en las sociedades periféricas, en los
Estado-nación subalternos, es que están, en el marco del orden
mundial, en el contexto del sistema-mundo capitalista, para
administrar la transferencia de recursos naturales a los centros y
potencias emergentes del sistema-mundo. Aún cuando sean más
progresistas los gobiernos de los Estado-nación, no pueden
romper los límites impuestos por la dependencia. Para hacerlo,
están obligados a trastrocar no sólo los perfiles de los términos de
intercambio, sino las mismas estructuras y la geopolítica del
sistema-mundo capitalista. Este trastrocamiento no puede
efectuarse en las condiciones de Estado-nación. Se requiere de
una transición política que vaya más allá del Estado-nación.

La potencia social, desplegada en la movilización prolongada,


no pudo atravesar los umbrales del Estado-nación. El gobierno
progresista preservó el Estado-nación como defensa; usó el Estado
para efectuar reformas, logró mejorar los términos de las
relaciones de intercambio, al nacionalizar los hidrocarburos, a su
modo. Empero, al ser una forma “progresista” del Estado-nación,
no podía cumplir con la Constitución, que establece tres
condiciones de transición: las condiciones de plurinacional,
comunitaria y autonómica. En términos de transformaciones
institucionales, esto equivale a la destrucción del Estado-nación y
a la construcción del Estado plurinacional. El gobierno progresista
hizo lo que estaba en su “instinto” político, preservar el Estado-
nación, optando por el camino de las reformas.

372
Esta es la contradicción del gobierno progresista con la
Constitución. Para los movimientos sociales, la Constitución es un
ideal plasmado, que debe realizarse. Para el gobierno la
Constitución es un texto de propaganda. Esta es la contradicción
del gobierno con los movimientos sociales, por lo menos con los
movimientos sociales efectivos, que se dieron desde el 2000 hasta
el 2005. Estas dos contradicciones son como generadoras, por así
decirlo, del resto de contradicciones, que se dan proliferantemente
en las dos gestiones de gobierno.

La potencia social, mejor dicho, la composición lograda por la


potencia social, tal como se plasmó, de acuerdo al alcance de su
irradiación, al no atravesar los umbrales del Estado-nación, fue
capturada por este mismo Estado. Sus fuerzas sirvieron para
reproducir la nueva forma de Estado-nación. Una forma populista
investida con simbología indígena. Se puede decir, con cierta
aproximación, que la composición histórico-política plasmada de la
potencia social, las fuerzas de los movimientos sociales, fueron
capturadas por su propio “producto”. Fueron capturadas por el
Estado-nación, por mediación, de un gobierno progresista, que
también fue un “producto” de los movimientos sociales, aunque
también lo haya sido del mayoritario voto electoral.

Ciertamente, la potencia social no desaparece, aunque parte de


sus fuerzas sean capturadas y sirvan para la reproducción del
poder. La potencia social sigue generando su energía vital, sólo
que ahora se encuentra en otra parte, generando resistencias a la
política económica del gobierno, que optó por el modelo
extractivista. Generando alteratividades minuciosas, detalladas, en
la filigrana del campo politico y del campo social. Desplegando
nuevas fuerzas, todavía no articuladas, en la consecución de
alternativas. Resistiendo desde lo comunitario, lo común, a la
expropiación privada y pública. ¿Cuándo se dará lugar una nueva
articulación, un nuevo bloque popular, aprendiendo de esta
experiencia dramática, que repite la trama política? No lo
sabemos. Lo que se sabe, no se puede perder de vista, es que las
tareas del momento corresponden a articular las nuevas
resistencias, buscando una nueva composición de la potencia
social, capaz de atravesar los umbrales del Estado-nación.

Las gestiones de gobierno

En el polo del poder, el gobierno es la acción política del Estado.


El gobierno es la ejecución, es el ejercicio de poder como
institucionalidad concentrada. El gobierno es la administración y la
conducción de la nave del Estado. Es el lugar donde se definen las
políticas públicas. Se toman las decisiones sobre la coyuntura y el
373
periodo; se enfrentan los problemas, los conflictos, de una u otra
manera. Aunque la política económica se encuentra condicionada por
el sistema financiero internacional, de todas maneras, el gobierno,
puede definir márgenes de maniobra o entregarse de brazos llenos a
las determinaciones del sistema financiero mundial. Hablamos no del
gobierno de sí mismo, no del gobierno del hogar, tampoco del
gobierno de la ciudad, sino del gobierno del país, del gobierno del
Estado.

La primera gestión de Evo Morales Ayma se hizo cargo de un


Estado en crisis. Seis años de luchas sociales desnudaron la crisis
múltiple del Estado-nación. El gobierno, resultado de una victoria
electoral contundente, al asumir el lugar vacío del ejercicio
institucional del poder, se vio ante el dilema inicial. ¿Qué hacer? ¿Qué
clase de gestión efectuar? ¿Administrar el Estado? ¿Efectuar cambios
radicales, desde el inicio? Seguramente la decisión ha sido difícil,
incluso si no había mucha “conciencia” respecto a la implicación de
las opciones. De todas maneras, la cúpula adivinaba lo que se
jugaba, desde las primeras decisiones de gobierno. Sabemos que la
opción se inclino por el realismo político. Se entiende que había más
argumentos a favor de esta alternativa; se corría menos riesgos y se
ganaba tiempo.

Esa primera decisión ya muestra la psicología de los


gobernantes. Hombres cautos, excluyendo de antemano toda
audacia. La audacia quedó para el discurso, no para la acción. En un
ambiente de alta legitimidad social, con movimientos sociales que
salían victoriosos de una lucha de seis años, contando con una
movilización que ya había ventilado la autogestión, que había
mostrado vigorosos movimientos, capaces de sitiar y tomar ciudades,
la cautela de los gobernantes, es un síntoma de debilidad, no de
firmeza. Seguramente el temor de gobernar sin tener experiencia en
la administración pública influyó también en la decisión.

Digan lo que digan al respecto los voceros, sobre todo el


ideólogo del gobierno, no se puede ocultar esta primera ambigüedad.
Todo lo que se pueda decir a favor del realismo político, se lo hace
argumentando a favor de esta tesis; pero, no explica, de ninguna
manera, el por qué se optó por continuar con un forma de
administración liberal, continuando la gestión institucional del Estado,
en un momento favorable de correlación de fuerzas. Este primer
paso, direcciona los siguientes.

Ciertamente no se puede explicar la primera gestión de


gobierno sólo a partir de las estructuras de poder heredadas,
haciendo abstracción de los individuos que conforman el gobierno.
Como tampoco se puede explicar de manera inversa, sólo atendiendo
a los perfiles individuales de los gobernantes. Ambas perspectivas
374
pecan de sesgo; la primera, porque convierte al gobierno en la
ejecución antelada de lo establecido en las estructuras de poder; la
segunda, porque convierte al gobierno en una comedia de
conspiraciones banales. Aunque la primera perspectiva tenga, sin
lugar a dudas, más peso, sea más consistente analíticamente, no se
puede obviar la incidencia de las personas influyentes. En este
sentido, vamos a intentar interpretar la secuencia de la primera
gestión a partir del la visualización del periodo desde ambas
perspectivas.

Evo Morales Ayma es el caudillo, el mito, la convocatoria del


mito. El constructo del imaginario colectivo. El símbolo carnal del
gobierno, convertido por la propaganda gubernamental en el símbolo
del “proceso de cambio”. De máximo dirigente de la Federación del
Trópico de Cochabamba pasó a ser el primer presidente indígena de
la Republica de Bolivia, después del Estado plurinacional de Bolivia,
que de plurinacional sólo tiene el nombre. Las decisiones políticas las
toma el presidente, en primera o en última instancia. Su carácter
imperativo, su carisma, influyen mucho en el comportamiento de su
gabinete, incluyendo al mismo vicepresidente. Es difícil hablar de él
como un estratega, más es la espontaneidad, muchas veces
improvisada, y la intuición, algunas veces equivocada, acaecida
erróneamente cada vez más seguido en el segundo periodo de su
gestión. Como en todo caudillo, su imagen atrayente no es
perdurable, se desgasta; es mantenida con desesperación con
publicidad y propaganda, como si estos medios restituyeran el ánimo
de la gente.

La persona de más influencia en el gobierno, después del propio


presidente, es Álvaro García Linera. Por su formación política y
académica, por venir de la experiencia de una organización que se
propuso la guerrilla como medio para resolver la cuestión del
poder215, por venir de un colectivo de interpelación radical, de
investigación y activista216, tenía plena “consciencia” de lo que estaba
en juego en la decisión inicial del gobierno. El vicepresidente se
convirtió de radical en el ideólogo del realismo político. Es muy
probable que haya sido él quien más haya influenciado en la
inclinación por la decisión inicial, fuera de ser el responsable de la
argumentación y justificación de la opción tomada. Vamos a dejar las
conjeturas sobre por qué lo hizo, por qué se convirtió en un
“pragmático”, pues esto nos llevaría a la especulación. A partir de
este momento, el vicepresidente asume el rol de ideólogo del
gobierno, pretendiendo también ser el teórico del “proceso”, que es
otra cuestión. Sus discursos, sus libros, publicados por la
Vicepresidencia, sus intervenciones, son la más clara expresión de

215
Hablamos del Ejército Guerrillero Tupac Katari (EGTK).
216
Hablamos del colectivo Comuna.

375
una ideología “pragmática”, que persigue sostener la justificación del
decurso de un gobierno, que optó, desde un principio por el
reformismo y no por la transformación.

Los ministros fueron un resultado de la composición de las


fuerzas, aunque el presidente sea el que tome la primera y la última
palabra al respecto. No se puede decir que había una pugna de
tendencias, como el apresuramiento de los medios de comunicación
hicieron entender, recurriendo a esquemas acostumbrados. En un
ambiente confuso, donde había primero que orientarse, es difícil
hablar de pugna de tendencias. Menos decir que había una tendencia
“alvarista” y otra tendencia “evista”. Estas hipótesis hablan de la
carencia del periodismo y de los medios de comunicación. El
consenso sobre el realismo político fue compartido por todos.

Los celos individuales y mezquinos que pudiera haber habido no


pueden tomarse en cuenta para explicar el decurso de este gobierno
popular. Eso queda en los pasillos y nada más. La autoridad del
presidente era indiscutible; se acataba por consenso compartido o por
decisión del presidente. La relación de los hombres más influyentes
con el presidente ciertamente no es la misma, hay variedad y
jerarquías. Empero, todos, sin excepción, anteponían, en primer
lugar, su voluntad para satisfacer las demandas del presidente. No
había, entonces tendencias, lo que había es una adecuación de todos
en el escenario institucional. Además de la necesidad de aprendizaje
y ganar experiencia.

En relación a la medida más importante de las dos gestiones de


gobierno, que es la nacionalización de los hidrocarburos, se puede
decir que el hombre de influencia en la formulación del Decreto
“Héroes del Chaco” fue Andrés Solíz Rada. Sobre todo por su
formación en la izquierda nacional, viniendo de un grupo político de
características marxistas nacionalistas, que tenía como estrategia y
convicción política la defensa de los recursos naturales, la
recuperación soberana de los mismos a través de las
nacionalizaciones217. El ministro de la nacionalización salió del
gabinete, cuando se tuvo que tomar nuevas decisiones
“pragmáticas”, en relación a PETROBAS. En una coyuntura cuando se
comenzó a ceder ante esta empresa trasnacional del país vecino, el
ministro nacionalizador estaba demás.

Un paso dado condujo a otros. Del no cobro, como corresponde,


a PETROBRAS, por el excedente calorífero del gas húmedo, se llegó a
contratos de operaciones desnacionalizadores, entregando el control
técnico de la producción de hidrocarburos a las empresas
trasnacionales. La ventaja del gobierno, al nacionalizar fue mejorar

217
Hablamos del Grupo Octubre.

376
los términos de las relaciones de intercambio, mejorar notoriamente
los ingresos del Estado, por concepto de la explotación de los
hidrocarburos. Este incremento repercutió en la disponibilidad del
Tesoro y de las instituciones involucradas en el reparto. El problema
es que esta mejora no puede ser el fin de una nacionalización, que
debería continuar dando pasos urgentes hacia la industrialización. Sin
embargo, el gobierno prácticamente se contentó con este logro. Las
plantas separadoras no pueden considerarse como el inicio de la
industrialización, son sencillamente plantas separadoras de la
composición de los hidrocarburos.

La convocatoria a la Asamblea Constituyente fue la otra medida


crucial de la primera gestión del gobierno. Esta convocatoria fue
planteada, en primer lugar por las organizaciones indígenas, CIDOB y
CONAMAQ, apoyadas por el Pacto de Unidad, que incluye a las tres
organizaciones campesinas, CSUTCB, CNMCIOB “BS”, CSCIB. Aunque
una versión de los dirigentes de las juntas de vecinos de El Alto dicen
que la convocatoria a la Asamblea Constituyente no estaba incluida
en la Agenda de Octubre, la verdad es que la Agenda de los
movimientos sociales del país si la incluyeron. Por lo tanto, llegar a la
Asamblea Constituyente recogía el anhelo de las mayorías por fundar
o refundar el Estado.

No vamos a entrar al detalle de la dramática historia de la


Asamblea Constituyente. Nos remitimos a los textos que han tratado
el tema218. Lo que interesa, en este balance, es anotar que cuando
por fin se promulga la Constitución Política del Estado (2009), la
segunda gestión de gobierno no la cumple. No aplica la Constitución.
Prefiere continuar por el camino optado en la primera gestión, el
camino de las reformas, ocultando la distancia de sus políticas con la
Constitución con una abrumadora propaganda. ¿Por qué ocurre esto?

Hipótesis

La Constitución es lo que constituye normativamente,


legalmente, jurídicamente; es la composición jurídica y política de un
Estado. Son los cimientos jurídicos y políticos, si se puede hablar así,
del Estado. El que se haya elaborado una nueva Constitución,
después de la de 1826, considerando todas sus reformas
constitucionales, es la manifestación clara y la voluntad determinante
de construir un Estado en transición sobre nuevas bases. La principal
inquietud constituyente tiene que ver con la colonialidad, la herencia
colonial, el haber dejado de lado a las naciones y pueblos nativos al

218
Revisar de Raúl Prada Alcoreza El espesor de la Asamblea Constituyente; Bolpress, La Paz, 2012.
Dinámicas moleculares; La Paz 2013. También, del mismo autor, Descolonización y transición; Dinámicas
moleculares; La Paz 2013.

377
momento de la primera Constitución. En la república no se incluyeron
a las mayorías nativas. Ahora se trataba que las mayorías plasmen su
voluntad en la Constitución y en la construcción del nuevo Estado.

El Estado que establece la Constitución de 2009 es un Estado


plurinacional comunitario y autonómico, integrado por la
interculturalidad, en la perspectiva del sumak Kausay/sumaj
qamaña219. Para construir este Estado plurinacional se tiene que
demoler lo que sostiene al Estado-nación y al Estado-nación mismo:
la institucionalidad moderna, homogénea, única. Un Estado
plurinacional se construye sobre el pluralismo institucional. Frente a
este requerimiento, el gobierno progresista retrocedió, “consciente” o
“inconscientemente”. Vaya a saber cuántos del gobierno entendían la
significación histórica y política del Estado plurinacional, las
implicaciones y consecuencias de asumirlo y construirlo. Lo cierto es
que prefirieron desgañitarse en la publicidad y propaganda de que ya
somos un Estado plurinacional, como arte de magia de la
promulgación de la Constitución. Era muy cómodo cambiar el vestido
a la misma persona, que cambiar de persona, que dejar nacer a otra
persona. Como dijimos en otros escritos, el gobierno progresista cayó
en el mal de la época: la inclinación desesperada por la simulación220.

Para el gobierno, cuyo contenido “ideológico” es el


nacionalismo, cuya composición redefine populistamente el perfil
reformista, cuya retorica izquierdista repite el discurso de un anti-
imperialismo del siglo pasado, es inaplicable la Constitución, pues su
aplicación implica la destrucción del Estado-nación. En otras palabras,
dejar de ser gobierno bajo los códigos liberales y la gestión pública
institucionalizada. Ser otra clase de “gobierno”, como establece la
Constitución, en el marco del sistema de gobierno de la democracia
participativa y pluralista, era también la desaparición de los
privilegios, de las jerarquías, de la burocracia. Después de conquistar
el poder, lo menos que quería era perderlo. Al optar por conservar el
poder, en vez de destruirlo, decidió por el camino de la reproducción
del Estado-nación, optó por la misma trama de todas las
“revoluciones”, que cambian el mundo; empero, se hunden en sus
contradicciones.

Segunda gestión

La primera gestión de gobierno tuvo como referente la Agenda


de Octubre, la segunda gestión de Gobierno tiene como referente la

219
Revisar de Raúl Prada Alcoreza Potencia, existencia y plenitud. Rebelión; Madrid 2013. Dinámicas
moleculares; La Paz 2013.
220220
Revisar de Raúl Prada Alcoreza El meandro de los gobiernos progresistas; Rebelión; Madrid 2013;
Dinámicas moleculares; La Paz 2013.

378
Constitución. En la primera gestión se cumple parcialmente la Agenda
de Octubre; en la segunda gestión no se cumple con la Constitución.
Este decurso nos muestra que el gobierno progresista se aleja cada
vez más de los objetivos plasmados por los movimientos sociales, las
naciones y pueblos indígenas. El gobierno llega a situarse en una
posición contrastante en el decurso del “proceso de cambio”, se
coloca como contra-proceso221.

Dos son los conflictos que sitúan el lugar de alejamiento del


gobierno, su distanciamiento respecto de la Constitución; uno es el
conflicto del llamado “gasolinazo”; el otro es el conflicto del TIPNIS.
El conflicto del “gasolinazo” devela la relación concomitante del
gobierno con las empresas trasnacionales de los hidrocarburos. El
pedido conocido de estas empresas era de que no invertirían en
exploración, tampoco lo hicieron en la producción de carburantes, si
no se modifican los precios congelados del mercado interno; lo que
equivale a revisar la Constitución. El gobierno, con el argumento de
la insostenible subvención a los carburantes llega a subir los precios
en un incremento insostenible para el pueblo, alcanzando subidas
hasta de un 80% y más. El levantamiento popular contra la medida
del gobierno lo obligó a retroceder. En otro texto dijimos,
parafraseando a Sergio Almaraz Paz, que el gobierno había cruzado la
línea, sin darse cuenta, se encontraba del otro lado de la vereda
enfrentando a su pueblo222.

El conflicto del TIPNIS fue más grave. Retomando la misma


figura, el gobierno cruzó una segunda línea, esta vez con plena
“consciencia” nacionalista, ahora se encuentra del lado de la vereda
del modelo extractivista colonial del capitalismo dependiente,
enfrentándose a las naciones y pueblos indígenas, enfrentándose a
las comunidades indígenas. No vamos a narrar aquí el dramático
conflicto del TIPNIS; nos remitimos a los textos que han tratado, de
manera más pormenorizada el conflicto223. En este balance nos
interesa apuntar este hito en la conmensuración del desplazamiento
del gobierno, alejándose cada vez más de la Constitución y de los
objetivos del “proceso de cambio”.

El camino sinuoso de las reformas

Tres bonos marcan la política social del gobierno; el Bono


Juancito Pinto, La Renta Dignidad, El Bono Juan Azurduy. El primero,
221
Revisar de Raúl Prada Alcoreza Reflexiones sobre el “proceso” de cambio. Rebelión; Madrid 2013.
Dinámicas moleculares; La Paz 2013.
222
Revisar de Raúl Prada Alcoreza Monopolio y desposesión. Horizontes nómadas; La Paz 2012.
223
Revisar de Raúl Prada Alcoreza La guerra de la madre tierra. Horizontes nómadas, Dinámicas
moleculares; La Paz 2011, 2012, 2013. Rebelión; Madrid 2013. Autodeterminación; La Paz 2012.
También revisar Madre tierra y vivir bien; Dinámicas moleculares; La paz 2013.

379
como un estipendio provisional para los estudiantes de primaria, con
el objeto de evitar la deserción escolar; el segundo, como un bono a
los adultos mayores; el tercero, como una atención a las madres
embarazadas, con el objetivo de incidir en los altos niveles de
mortalidad materno infantil. Tres bonos, cuyas características son de
alcance coyuntural. Para lograr efectos estratégicos se requiere
inversión logística, de largo plazo, que impacte estructuralmente en
las condiciones y causas de los problemas que se quieren atender.

Tres logros económicos distinguen la política económica del


gobierno; la acumulación de las reservas internacionales, la
estabilidad económica y el mantenido crecimiento económico.

En el campo político ha mantenido su hegemonía y


preponderancia desde las elecciones de 2005. Con las elecciones del
2008 ha logrado controlar los 2/3 del Congreso; con esta mayoría
plena tenía las manos libres para cumplir con la Constitución.

En los demás terrenos son inciertos sus logros, hasta


discutibles.

Una nueva reforma educativa definida por la Ley Avelino Siñani


y Elizardo Pérez, con enunciados recogidos de la Constitución;
empero, contrastando en los artículos operativos. Una reforma
educativa consensuada corporativamente con el gremio de los
maestros; uno de los estamentos más conservadores de la sociedad,
inclinados a la demanda economicista, aposentados en el privilegio de
contar con trabajo y sueldo garantizados. Una reforma educativa, que
como en el resto de la administración estatal, mantiene la misma
institucionalidad escolar y educativa, teniendo como núcleo el aula,
médula del diagrama disciplinario de la modernidad, no tiene
perspectiva de impacto en la tarea de descolonización. Esto a pesar
de la retórica del modelo social comunitario productivo.

La movilidad social se ha debido al impacto del incremento


presupuestario en los gobiernos, del país, de los departamentos, de
los municipios, incluyendo a las universidades. También se puede
decir que se ha debido al impacto del crecimiento económico, sin
entrar en detalles que representa este indicador estadístico. Nos
remitimos a los textos que analizan el tema224.

El proyecto de industrialización es un soberano fracaso. Las


empresas públicas implementadas por el gobierno o no se ponen en
marcha, o son deficitarias, o son un reverendo bluff. La Empresa de
Apoyo a la Producción de Alimentos (EMAPA), se ha convertido en

224
Revisar de Raúl Prada Alcoreza Extractivismo colonial y política monetarista. Rebelión; Madrid 2013.
Bolpress; La Paz 2013; Dinámicas moleculares; La Paz 2013.

380
una agencia comercializadora; está muy lejos de haber dado un
primer paso en la consecución de la soberanía alimentaria. Lo grave
es que esta dedicación comercializadora, justificada para evitar la
escalonada de precios de los bienes alimentarios, ha comenzado a
afectar a la producción del país; por ejemplo, a los pequeños y
medianos productores de arroz, quienes no pueden competir con los
precios del arroz importado de Paquistán. No hablamos aquí de las
empresas estatales ya establecidas desde antes y después de la
revolución de 1952; YPFB y COMIBOL.

El programa Evo Cumple ha desatado una escalada sin


precedentes de corrupción. No se rinden cuentas, no aparecen las
obras, cuando aparecen están muy mal construidas, mostrando
papablemente que disminuyeron los costos reales, aunque se
mantuvieron los costos ficticios en los presupuestos. Lo peor ocurrió
en el programa de vivienda; empresas fantasmas que se llevaron la
plata, dejando sin casas a los supuestos beneficiarios. Cuando se
terminan de construir las viviendas, aunque sea en parte, suben los
costos, y terminan acabados con materiales baratos. Si
recientemente ha habido un esmero en corregir este desastre, de
ninguna manera compensa el desfalco al erario del país. Sorprende
que la Contraloría tenga los ojos vendados ante estos lamentables
sucesos conocidos por todos, sobre todos los involucrados, de las
zonas y regiones referenciales de los proyectos.

La decantada lucha contra la corrupción ha terminado siendo un


instrumento de persecución de los opositores. Un ministerio, el
Ministerio de Transparencia Institucional y Lucha contra la
Corrupción, se encarga de investigar más sobre las corrupciones
pasadas, de los anteriores gobiernos, que la expandida corrupción
desatada en el presente, el habido en las gestiones del gobierno
progresista. Este programa de lucha contra la corrupción y por la
transparencia más parece una capa estridente que cubre la efectiva
corrupción proliferante.

Lo que notablemente ha avanzado es la construcción de


carreteras. Podríamos decir que la vertebración caminera del país ha
sido de los proyectos mejor ejecutados, sin descontar los problemas
relativos a los acabados de algunos tramos, sin tomar en cuenta la
repetida inclinación a los sobreprecios.

En el plano internacional, el principal emblema del gobierno fue


la defensa de la madre tierra. Este postulado cayo a los suelos por el
doble discurso, como dice James Petras, discurso radical afuera y
ortodoxo en la implementación de políticas monetaristas dentro;
pero, sobre todo ortodoxo en el modelo extractivista. El último
discurso creíble del presidente fue en Copenhague, Cumbre del Clima
de Copenhague 2009 (COP15), cuando habló ante cien mil activistas
381
del mundo, declarando la guerra al capitalismo en defensa de la
madre tierra. En Cancún, (COP 16), la posición boliviana quedó
solitaria, mientras los aliados del ALBA se apresuraban a aceptar la
ilusión y la dependencia del capitalismo verde. El presidente ya no
gozaba de credibilidad, sobre todo después del conflicto del TIPNIS.

Como dijimos en otros textos, las políticas, los programas, las


alianzas de integración continental, son más una ocupación
burocrática, de encuentros altisonantes de presidentes y cancilleres,
con efectos comunicativos; empero, ocurre, paradójicamente, que
esta pose integracionista contrasta con efectivas realizaciones hacia
la integración de la Patria Grande. Es como calmar la consciencias
con escenarios grandilocuentes, mientras nuestros pueblos padecen
la separación225.

Como podemos ver, el camino de las reformas, escogido por el


gobierno, es sinuoso y contradictorio. No se puede decir, de ninguna
manera, que no ha mejorado ciertas condiciones de vida de las
mayorías, sobre todo de los sectores organizados y corporativizados.
Sin embargo, no hace otra cosa que repetir, en menor escala, y de
una manera inacabada, la experiencia del Estado de Bienestar. Sus
políticas están muy lejos de lo que exige la perspectiva del sumak
kausay/sumaj qamaña. Ya lo dijimos, no es el camino de la
Constitución, sino se trata de un recorrido contrastante.

Una pregunta es pertinente: ¿Estaba en manos de los


gobernantes hacer algo distinto? Se puede decir que dentro de
determinados márgenes sí; pero, el problema son los márgenes de
los que no podía salir. Su límite ineludible. Al optar por el camino de
las reformas y no por las transformaciones estructurales e
institucionales, se embarcó en la trama política ya tejida e inscrita en
la geopolítica del sistema-mundo capitalista. Los márgenes de lo
posible en los ciclos del capitalismo excluyen transformaciones que
puedan afectar las estructuras de poder y la reproducción ampliada
de capital. Todo lo demás, al interior de estos márgenes, puede estar
permitido, incluso si se logra en pugna con las políticas vigentes del
orden mundial y del sistema financiero internacional. Lo que está
permitido es la querella por los términos de relaciones de
intercambio; de ninguna manera, el cuestionamiento a las estructuras
de poder definidos.

En parte, se puede decir, que asistimos a la reiteración del


drama de las “revoluciones”, particularmente de los gobiernos
reformistas, ahora llamados progresistas. En principio pueden tener
buenas intensiones, creer en la certeza de su realismo político,
encaminarse en reformas de impacto; empero, en la medida que

225
Revisar de Raúl Prada Alcoreza La lucha por el porvenir. Dinámicas moleculares; La Paz 2013.

382
forman parte de una maquinaria chirriante, acoplada, del Estado,
cuyas lógicas inherentes escapan a los ocupantes de turno; ellos
terminan convertidos en engranajes de esta instrumentalidad estatal.
Los márgenes de maniobra dejan de ser tales, se convierten en los
márgenes de lo ilícito en el marco de lo lícito. Los individuos terminan
optando por salidas privadas. Quizás nunca lleguen a saber en qué
momento dieron el primer traspié que los arrastró a la vorágine de la
estafa. Enmascarados, llenos de escudos, tienden a usar retoricas con
pretensiones de radicalismo, creyendo, en el fondo, que lo que hacen,
puede estar permitido, mientras se siga sosteniendo la lealtad al
“proceso”, compartiendo una figura desvencijada del “proceso”, como
fatalidad o como finalidad.

Conclusiones

1. No se sale de la trama política, inscrita como formato, si no se


teje otra trama.

2. Para que las composiciones de las dinámicas moleculares de la


potencia social, para que las fuerzas constituidas por la
potencia social, no sean capturadas por las redes institucionales
del poder, es menester la desmesura y la proliferación
abundante de las líneas de fuga.

3. La organizaciones sociales no son, de por sí una garantía, para


resistir a la atracción del poder, del polo ficticio del poder, que
se alimenta de potencia social. Es menester que la movilización
pueda atravesar los límites de las representaciones, que son
otras prácticas, delegadas, de las formas polimorfas de poder.

4. Para mantener la permanente creación de la potencia social, es


menester mantener abierta, de manera permanente, la
capacidad inventiva, la flexibilidad de las composiciones y
organizaciones sociales, haciendo recaer el condicionamiento en
la facultad dinámica y participativa, no en los efectos molares,
estadísticos, orgánicos e institucionales.

5. El polo ficticio del poder, las instituciones imaginarias, deben


ser absorbidas por el polo “real”, la potencia social. Esto puede
ocurrir en transiciones continuas emancipadoras y liberadoras.

6. La caída de la potencia social, de las fuerzas y composiciones


de la potencia social, de la movilización prolongada boliviana,
en las redes institucionales del Estado-nación, se debió a que
las anteriores condiciones de posibilidad no se cumplieron.

383
Ceremonialidad y comedia política

De aquí a un tiempo atrás la práctica política se ha convertido


en una comedia. Sólo que el teatro donde se efectúa es grande, todo
un país. La comedia se nombra como la trágica historia del Estado
plurinacional comunitario y autonómico. Es la increíble y triste
historia de un proyecto no realizado, cercenado antes de nacer; este
crimen se comete a nombre de la misma semilla que se impide
germinar. Es una tragedia digna de Sófocles; no es el hijo que mata
al padre; son los encargados de hacer germinar la semilla los que la
matan, en sus inicios. ¿Por qué lo hacen? ¿Valga a saber? Los
asesinos no reconocen su crimen; dicen más bien, que dejaron que
crezca la planta, la presentan señalando que está ahí, gozando de la
luz del sol. Lo que muestran es el viejo árbol del Estado-nación, una
anciana señorona vestida con traje nativo, adecuado para una
adolescente. El cuadro no podía ser más grotesco.

El 22 de enero se festeja el “nacimiento” del Estado


plurinacional. Toda una ceremonialidad del poder, todo un regocijo
por casi el quinquenio de vida del “Estado plurinacional”. Este festejo
coincide con un golpe certero y mortal a la organización indígena de
tierras altas, el CONAMAQ. ¿Se celebrará también la intervención
desdichada a la sede de CONAMAQ y la usurpación de su
representación por unos comediantes, prebendalistas vendidos al
mejor postor, ex sindicaleros, que ungen de nada menos autoridades
originarias. Ambos festejos coinciden; la “victoria” inescrupulosa y
artera en contra de una organización, que supo defender la
Constitución, los derechos de las naciones y pueblos, los territorios
indígenas. Una comedia repetida cada año, sobre el cadáver del
germen del Estado plurinacional.

Este es el guión de una trama refrendada en las “revoluciones”, tanto


nacional-populares como socialistas, con contadas excepciones;
excepciones que confirman la regla. El poder, si podemos hablar así,
con el gran peligro de convertirlo en un sujeto, que no es, es
despiadado. Después de victimar a la potencia social, se vanagloria a
su nombre. La historia política es dramática. Los pueblos parecen no
aprender, se ilusionan con sus propias criaturas; los mitos, los
caudillos, los políticos que dicen representarlos. Hay pues una
concomitancia entre usurpadores y usurpados. No podría sino
explicarse la reiteración de esta trama política, repetida tantas veces.

384
¿Esta es la condena? ¿No se puede salir de ella, como de una
fatalidad inscrita?

Es difícil saberlo. Empero, no se puede renunciar a romper con


esta trama, a desafiar la “fatalidad”. Ese es el acto heroico. Es
posible, que de tanto insistir, se quiebre el tejido antiguo de la trama
del poder. Cuando desaparece esta voluntad creativa, desaparece
también la posibilidad concreta de desafiar al entramado político. La
voluntad desafiante muta en una voluntad de sumisión, renunciando
a la creación, optando por el “pragmatismo” de las pequeñas cosas.
Esto parece preponderar en el ambiente. Este es el secreto de
gobiernos demagógicos; los gobernantes saben jugar con la miseria
humana.

Alison Spedding una vez, tiempo atrás, cuando se daba lugar la


movilización prolongada, criticó a Comuna, diciendo que las
vanguardias de hoy se convierten en los amos de mañana. No sé si
esta apreciación es de todo acertada respecto de Comuna; empero,
este no es el tema. Es una apreciación lúcida. Alison Spedding tenía
razón. ¿Dónde lleva este enunciado? ¿No hay vanguardias? ¿Toda
vanguardia incuba la serpiente? ¿Todos, al final luchan por lo mismo,
el poder? Hay que sacar las consecuencias de este enunciado.

Las “revoluciones”, hablando en general, buscando en la figura


de las experiencias extremas, sin hurgar en las gradaciones, son
paradójicas; están preñadas de pasado. El pasado es gravitatorio,
atrapa. Las “revoluciones” cambian el estado de cosas, la situación de
las estructuras de poder, la correlación de fuerzas; empero, cuando lo
hacen, es para edificar una nueva estructura de poder, nuevas
formas de los viejos dominios. Nuevos aditamentos de la máquina
fabulosa del Estado. Las “revoluciones” no son puras, como sus
propagandas pretenden hacerlas parecer. Las “revoluciones” son
mezclas pavorosas; los sueños emancipadores se cruzan con los
proyectos de poder. Para los más sagaces todo se resume a cambiar
la élite, a sustituirla por otra élite. De lo que se trata es de gozar de
los privilegios que otros tuvieron. ¿Tienen razón, no tienen razón? ¿La
“verdad” es tan cruda, que a eso se reduce la lucha social?

Este cinismo, pues no es otra cosa, supone lo que los teóricos


burgueses políticos del Estado conjeturan: que el hombre es el lobo
del hombre. En otras palabras parten de la tesis del mal. Aunque este
cinismo no tenga el alcance teórico de estos cientistas políticos,
dicen, al final, lo mismo. Una conclusión de esta tesis es que nunca

385
saldremos del círculo vicioso del poder. La trama se repetirá en
distintos escenarios, en distintos contextos, con distintos personajes,
con otras indumentarias y más tecnología.

El gran error de esta tesis es no solamente suponer el mal,


como esencia explicativa de la historia política; supuesto moralista,
basado en la discriminación de los condenados de la tierra, los
explotados, los pobres. Esta tesis no toma en cuenta, la raíz del
poder, la violencia usurpadora, que instaura la legitimidad
institucionalizada de la dominación. El gran error de esta tesis es
obviar la energía y la fuerza de la que se alimenta el poder, la
potencia social. Los poderosos no son nada sin la fuerza derivada de
la potencia social; no existirían. Los poderosos están donde están,
usufructuando del poder, por que los y las que contienen la potencia
social y la despliegan creen que son indispensables. ¿Indispensables
para qué? ¿Para gobernar? Este es el imaginario social conservador,
que sustenta esta subordinación.

¿Cómo destruir este imaginario social? ¿Cómo sustituirlo por un


imaginario radical? Este es el quid pro quo. Los imaginarios no son
solamente ilusiones, constelaciones de ideas; se sostienen en
materialidades institucionales, en prácticas reiterativas, en relaciones
repetidas. No es un problema de convencimiento, no es un problema
de demostración racional, como creen ciertas “vanguardias”; es un
problema integral. Si no se demuele la materialidad institucional, si
no se abolen las prácticas, si no se desplazan las relaciones, sobre las
que se sostiene el imaginario conservador de la subordinación, es
imposible transformar el imaginario conservador por un imaginario
radical. El problema es que las “revoluciones” no quieren cambiar el
mapa institucional; quieren modificarlo, pero no abolirlo. En el mejor
de los casos, el de las “revoluciones socialistas”, trastrocaron el mapa
institucional; empero, para edificar otro mapa institucional de poder.

Nadie dice que no se ha “avanzado”, usando esta palabra tan


discutible; las “revoluciones” cambian el mundo, el mundo no será lo
que fue antes; pero, las “revoluciones” se hunden en sus
contradicciones. No está en discusión la incidencia de la
“revoluciones” en la historia; lo que está en discusión es su decurso
sinuoso, contradictorio, ambiguo y, finalmente contra-revolucionario.

Como dijimos antes, no se puede renunciar a la utopía; no


solamente entendida como el no-lugar, en ninguna parte, sino como
el lugar que hay que crear. En la revisión histórica, no sólo nos

386
encontramos con la repetición de la trama política, sino también con
los nacimientos de las nuevas rebeliones. La historia - el peligro de
hablar así, es convertirla en un sujeto, que no es - parece jugar a los
dos lados, a la condena y a la esperanza. No hay fatalidad. Lo que
reaparece es una constante lucha entre poder y potencia social, entre
“pragmatismo” oportunista y sueño utópico.

Las nuevas generaciones de combatientes parecen aprender de


la historia. Ya no quieren ser “vanguardias”, pues observan que allí se
incuba la serpiente. Buscan nuevas formas de convocatoria, formas
colectivas y participativas de orientación de las prácticas políticas.
Cuestionan las representaciones y las delegaciones, como
usurpaciones de la voz y la palabra. Tal parece, que en el nuevo
horizonte de luchas, la perspectiva es una guerra prolongada contra
las formas polimorfas de reproducción del poder, la creación de
matrices sociales, políticas, culturales, de formas de consenso y
participación.

Lo acaecido, el desenlace político de la movilización prolongada,


su salida populista y nacionalista, que no es otra cosa que
conservadurismo estatal, no es el fin; como creen graciosamente los
voceros del gobierno, sobre todo su ideólogo, considerando a lo que
está más allá de ellos es nuevamente derecha. Lo que denota una
falta de imaginación. No hay fin, ninguna “revolución” es el fin; que
es la misma tesis, usada por otros, que la del teórico conservador
Francis Fukuyama. Hay recomienzo, nuevos nacimientos; la vida no
deja de fluir. Son estos jóvenes rebeldes que se levantan en las
ciudades en defensa de la educación, derecho común; son los jóvenes
y pueblo que se levantan por el pasaje libre, el uso del transporte
gratuito, pues se trata de un bien común; son los pueblos indígenas
que defienden sus territorios contra las trasnacionales extractivistas,
defensa de la madre tierra; son los pueblos del mundo que se
levantan contra la opresión inaudita del sistema financiero
internacional. Una nueva revolución mundial se abre en el horizonte,
esta vez de todos los pueblos del mundo contra sus gobiernos y
estados, contra el imperio, la opresión mundial, que forman parte del
mismo orden mundial de dominaciones.

387
Un discurso anacrónico

De alguna manera un discurso tiene que ver con su contexto,


donde se lo emite, con la coyuntura, a la que se responde; pero, ¿qué
decir, de un discurso que parece encontrarse el 2006, cuando el
gobierno popular asumía el mandato, cuando tenía sentido distinguir
dos periodos, diferenciados, por la movilización prolongada? El
vicepresidente, el 22 de enero de 2014, expone un discurso, en la
apertura del Congreso; como si estuviera al inicio de la primera
gestión de gobierno, como si no hubiera trascurrido ocho años, como
si nada hubiera pasado, como si no hubiera corrido agua bajo el
puente. Toda su exposición se ha dirigido a distinguir entre las fases
correspondientes al gobierno de Evo Morales Ayma y las fases de los
gobiernos neoliberales. Una verdad trillada. Todos o casi todos, si se
quiere, la gran mayoría, saben, hay una evidente diferencia entre
ambos lapsos de periodos. Eso no está en discusión. El tema es otro,
la pregunta de la gran mayoría es: ¿Qué pasó?

A esta pregunta no responde el discurso del vicepresidente,


aunque lo pueda hacer, para explicar afirmativamente lo acontecido.
Habla como si no hubiera problemas, como si no hubiera preguntas a
las que responder, como si no hubiera un desplazamiento de sucesos
que hay que tomar en cuenta, de una u otra manera, para observar
su contingencia, ya sea para defender las hipótesis del gobierno o
para descartar las observaciones críticas. Nada, esto no existe. El
vicepresidente vive otro mundo, está en otra parte.

Este ha sido una conducta repetida por el presidente nato del


Congreso, este es un síntoma constante en sus discursos. Un
desprecio desenvuelto a los hechos, a los conflictos, a las
preocupaciones de los mortales. Sencillamente eso no existe; lo único
digno de tomar en cuenta son sus certezas, que sabe dios dónde se
sustentan; lo único valido son los conceptos que maneja; lo único
importante es el esquema abstracto, un esqueleto deductivo, al que
recurre una y otra vez. Un esquema elemental, maniqueo, de buenos
y malos, de víctimas y de patrones. Llama la atención una exposición
tan simple en una persona que se reclama de teórico marxista; las
clases sociales, la lucha de clases, la dinámica de la lucha de clases
ha desaparecido.

Otra cosa notoria, en el discurso anacrónico, es su constante


alabanza al presidente del Estado, que, en verdad, no necesita de
esos halagos, ¿o sí?; requiere más bien de crítica, para corregir los

388
garrafales errores que hunden al proceso en profundas
contradicciones. ¿Por qué lo hace? ¿Una estrategia de poder? Es
cierto, que ninguno de los que están en el gabinete sería algo sin la
popularidad que todavía goza el presidente. ¿Esta aseveración lo
incluye al vicepresidente? Se puede decir que no, pues ya tenía
ganado un prestigio por arriesgar su vida en la lucha aniti-colonial.
¿Pero, entonces? El problema es si el vicepresidente se mantendría
donde está si fuese consecuente con el perfil construido en sus años
de lucha. No, no podría estar ahí, pues es incompatible con la guerra
anti-colonial. El vicepresidente ha escogido en su dilema: ¿O continúa
la lucha o se inclina por el “pragmatismo”? Lo que al final es una
renuncia a la lucha anti-colonial. No hay que dar muchas vueltas
sobre este asunto, tal como lo ha hecho la vocería de la derecha,
durante el periodo de conflictos (2006-2009), convirtiéndolo en un
monstruo; tal como lo hace una vieja izquierda que ve en él un
traidor. Ninguna de las dos cosas, eso es reducir la explicación de los
comportamientos y de los procesos a un moralismo de cura de
provincia o a al esquematismo de principiante en su militancia.

Lo que ha pasado le ha ocurrido a León Trotsky cuando


comandó el ataque y la masacre a la vanguardia de la revolución rusa
en Kronstadt, contra los marineros revolucionarios; yendo un poco
atrás, eso es lo que le ocurrió a Vladimir Lenin, cuando decidió la ruta
de la Nueva Política Económica. Le ocurrió a Mao Zetung cuando
abandonó a su suerte a los guardias rojos en su lucha contra la
burocracia. Estando en el poder, llega un momento donde hay que
escoger: seguir conservándolo o intentar destruirlo. Este
“pragmatismo” no es sólo atributo del vicepresidente de Bolivia, es un
síndrome compartido por los líderes progresistas populares. Lo que es
propio del vicepresidente es su inclinación por sustituir los hechos por
anti-hechos, para usar esta palabra contrastante, para sustituir la
“realidad” por un mapa de representaciones, como lo hacía Daniel
Salamanca, durante la guerra del Chaco. Se ganaba la guerra en el
mapa y en la mente de Salamanca y se la perdía en el campo de
batalla.

¿Es esta una defensa psicológica? Sobre todo cuando se puede


conjeturar, que en el fondo, sabe lo que ocurre. ¿Una manera
inaudita de concentrar la voluntad para continuar adelante, a pesar
de todas las contingencias, todas las debilidades, todas las
contradicciones, todas las miserias? Puede ser; entonces estamos
ante un ser desgarrado, escindido, entre el deber ser y lo que se es.

389
Terrible. Hay un drama solitario que sufren los caudillos, los líderes,
los personajes públicos, quienes se ven obligados a aparentar lo que
representan, la figura que creen que son los demás. Luchan
denodadamente por parecerse a una imagen construida, que no es
más que eso, una imagen pura, imposible. Son personajes que
pierden la poca humanidad que nos queda en un mundo corroído por
la compulsión comercial.

El drama no solamente es de las mayorías, que confiaron en un


gobierno llamado “su gobierno”, “nuestro gobierno”, que se
encuentran desencantados y sorprendidos, que no saben qué ocurrió,
cuando ven repetirse las mismas práctica de los anteriores gobiernos.
El drama es también de estos personajes, embarcados en cumplir con
la demanda de su imagen, estos personajes públicos que se pierden
en su propio laberinto.

La política no ha dejado de ser, digan lo que digan los cientistas


sociales, digan lo que digan los llamados “analistas políticos”, lucha
por las emancipaciones y liberaciones múltiples. Lo otro, lo que hacen
los “políticos”, es policía, defensa del orden establecido. No se trata
de convertir en monstruos a estos hombres públicos de la política, a
estos encargados de hacer cumplir la Constitución, cuando lo que
hacen es todo lo contrario, haciendo de esta manera una catarsis; se
trata de comprender las dinámicas complejas y entrelazadas, que se
tejen en las entrañas mismas de los procesos. Es menester la crítica
constante, mirando en el presente la oportunidad y la ocasión de
influir en los acontecimientos, con la participación colectiva, por más
imposible que parezca. Es indispensable la continuidad de las luchas;
separarse radicalmente de esa conjetura de que este es el fin, la
realización de un desenlace definitivo; de decir que así no más son
las cosas, es mejor desentenderse; optar por salidas desesperadas o
por salidas “pragmáticas” electorales.

Poniendo los puntos sobre las íes

Retórica y realidad del discurso gubernamental

¿Cuál es el problema? ¿En qué consiste? ¿Cuál es su


composición? El debate que no se da, empero, se plantea, con los
voceros del gobierno, con el gobierno mismo, con su ideólogo, se da

390
en torno al desistimiento de la Constitución, al incumplimiento de las
trasformaciones estructurales e institucionales que deberían darse,
por las que se peleo en la movilización prolongada (2000-2005). No
se da el debate porque los voceros, el gobierno y su ideólogo no
quieren debate. Les basta, seguros del control absoluto que ejercen
del Estado, con acudir a la propaganda, a la publicidad y a
elementales interpretaciones oficiales, que reducen la narrativa del
proceso a los contrastes con los gobiernos anteriores. No dicen nada
respecto a los contrastes de lo que hacen respecto de lo que
establece la Constitución, salvo justificaciones espantosamente
estrambóticas, que no explican sino embrollan. El gobierno cree que
debate con una “derecha” tradicional, prácticamente insignificante
como convocatoria política; en realidad discute con el fantasma de
una “derecha” desaparecida con su derrota política en El porvenir-
Pando. Lo hace pues necesita de esa “derecha” para parecer
“izquierda”. Es la búsqueda de un contraste comunicacional lo que
busca como parte de la imagen electoral perseguida. Esa discusión
con una “derecha” insignificante no es más que pantalla; no asume la
interpelación de los hechos, no ve, se enceguece, ante las evidentes
contradicciones; no quiere responder a la crítica desde la “izquierda”,
usando también este término tan discutible, desde la perspectiva
histórica y desde la complejidad de los procesos.

No está en discusión el contraste positivo con los gobierno


neoliberales, no está en discusión los beneficios de la nacionalización,
en los límites que el propio gobierno la ha dejado, no está en
discusión lo que ha habido de redistribución del ingreso, a partir de
la política de los bonos, de alcance de impacto coyuntural; también
como efecto del crecimiento económico. No está en discusión la
expansión de la infraestructura de carreteras, que es notorio, a pesar
de los síntomas de corrupción. Tampoco está en discusión que, a
pesar de todo, a pesar de que sólo se ocupa el lugar del otro, se ha
dado un empoderamiento indígena y popular, ciertamente sin
transformar la misma arquitectura estatal y manteniendo las mismas
prácticas de gestión. Esto no está en discusión. Lo que está en
discusión es que no se dieron las transformaciones estructurales e
institucionales que establece la Constitución. No hay Estado
plurinacional comunitario y autonómico, por más que se desgañite el
sistema de propaganda y comunicación del gobierno. La publicidad no
sustituye a la “realidad”. La discusión está en que a pesar de la
nacionalización, el gobierno no la continuó; prefirió entregar el
control técnico de la producción a las trasnacionales, el problema es

391
que el gobierno tiene una política minera muy parecida, sino
equivalente, a la política minera neoliberal, salvo la demagógica
extensión de concesiones a las cooperativas mineras. El problema es
que el gobierno no ha realizado una segunda reforma agraria,
preservando a los grandes latifundistas. El problema es que el
gobierno, debido a su “pragmatismo”, ha preferido pactar con la
burguesía, por lo menos con los sectores que se inclinaron por la
política económica del gobierno, convirtiéndose, poco a poco, en un
gobierno que administra los intereses de la burguesía recompuesta,
la anterior y los nuevos ricos. El problema es que el gobierno,
contentándose con haber mejorado las condiciones de las relaciones
de intercambio, por medio de la nacionalización, ha renunciado a una
lucha sostenida y efectiva por la independencia económica, por la
soberanía alimentaria, convirtiéndose en un Estado que vuelve a
administrar la transferencia de los recursos naturales a los centros
del sistema-mundo capitalista, como la hacen casi todos los Estado-
nación subalternos. Estos son algunos de los problemas, puestos en
la mesa, tanto por la crítica como por la evidencia de los hechos.

No vamos a entrar, ahora, en otros problemas, que tienen que


ver con la consistencia misma del llamado “proceso de cambio”, no
en lo relacionado a las contradicciones histórico-políticas, sino a la
“materia”, a la corporeidad, a las subjetividades, inherentes a las
prácticas y estructuras ético-morales que acompañan al propio
proceso. Estos problemas son importantes, pues, al final de cuentas,
son “sujetos” sobre los que se sostiene la voluntad política, la
posibilidad de mantener, continuar e incluso profundizar el “proceso”.
Si no hay condiciones ético-morales para sostener el desafío, el
“proceso” puede hundirse en el marasmo de la corrosión y las
prácticas paralelas. Estos temas los tratamos en otro escrito, nos
remitimos al mismo226.

Tampoco vamos a tocar los conflictos sociales, políticos y


territoriales que han desenmascarado al gobierno. Lo hicimos en
otros escritos, también nos remitimos a estos 227. Lo que importa
ahora es concentrarse en un perfil ilustrativo del problema, el relativo
a la retorica del gobierno, a su excedente especulativo, a su desborde
irreal respecto a lo que acontece. Este es el tema, que aunque no sea

226
Ver de Raúl Prada Alcoreza Diagrama de poder de la corrupción. Bolpress; La Paz 2012. Horizontes
nómadas, Dinámicas moleculares; La Paz 2012-2013.
227
Ver de Raúl Prada Alcoreza La guerra de la madre tierra; Autodeterminación, La Paz 2013. Bolpress;
La Paz 2012. Horizontes nómadas, Dinámicas moleculares, http://pradaraul.wordpress.com/, La Paz
2011-2014.

392
de fondo es importante. Si el gobierno, sobre todo su ideólogo,
mantuvieran el discurso sólo en lo que efectivamente hacen, en el
reformismo, si no se embarcarían en la especulación, que también es
una mentira, diciendo que ya estamos en el Estado plurinacional,
comunitario y autonómico, que se ejerce la democracia participativa y
comunitaria, que se consolida el bien común, pretendiendo que se
tiene una base comunitaria como núcleo de las políticas públicas,
cambiaría el lugar de la discusión. Quizás esto sería más saludable.

Un argumento sostenible, aunque no estemos de acuerdo,


empero, con el que se tiene que tener una consideración a partir de
la exigencia de objetividad, es el que sostiene que no es posible ni
viable una radicalización del proceso, que lo importante es sostener
modificaciones paulatinas, graduales, para prolongar el “proceso de
cambio”. Que lo que se hace es lo que se puede. Que para comenzar
a construir el Estado plurinacional, primero, tenemos que concluir lo
pendiente, lo faltante en el Estado nación. Este es un argumento
fuerte, aunque no estemos de acuerdo. La discusión se traslada a
otro terreno, al terreno de lo posible. Ya no se discute lo que dice
hacer el gobierno y, en verdad, no ocurre eso, pues esa pretensión
no es más que una grotesca impostura.

Hipotéticamente, si fuera este el caso, si la discusión fuera esta,


hagamos un ejercicio: Supongamos que este argumento realista es
válido, tiene razón. No se puede ir más lejos ni más rápido, las
condiciones de posibilidad histórica lo impiden. ¿Cómo respondemos
ante semejante argumento?

Respuesta

¿Qué es lo posible? ¿Es lo que se puede hacer, considerando las


circunstancias? ¿Es lo que considera el realismo que es posible como
“realmente” posible? Esto no es hablar de lo posible, sino de la
continuidad de lo real, en los cánones del tiempo-cronograma, del
tiempo institucionalizado. Lo posible es lo que anida en el espesor del
momento, dependiendo de la voluntad para hacerlo emerger. Lo
posible, por más paradójico que parezca, es la utopía. Utopía
realizable por el gasto heroico, que se enfrenta a la realidad y a la
historia. Lo posible es la creación de la potencia social.

Ahora bien, esto puede parecer teórico y hasta romántico,


doblemente utópico. Es cierto; empero, la cuestión es que, en

393
determinadas circunstancias, esta utopía se hace posible, emerge de
la matriz de la “realidad” efectiva. Esto ocurre cuando acontece
masivamente el gasto heroico, la rebelión contra la realidad y la
historia, la rebelión contra el destino, contra la fatalidad. Con esto
llegamos a un núcleo, si podemos hablar así, del problema. La
“realidad” no es real, es una construcción institucional. No conocemos
lo que es, eso que la filosofía ha reducido al concepto esencialista de
ser. Lo que si podemos comprender es que cuando nos proponemos
colectivamente a cambiar, a crear, la llamada “realidad” cambia. A
esto se ha llamado, en la modernidad, “revolución”.

Entonces el problema está en lo que quieren hacer las


colectividades. El mundo cambia cuando quieren las colectividades
cambiarlo. Es demasiado restringido, demasiado conservador, decir
que lo que es se reduce a lo que conocemos, a lo que parece seguro,
desechando la audacia y los riesgos. Lo que es hay que crearlo, lo
que es, es lo que creamos. No se puede renunciar a crear, a
inventar, sin renunciar a la vida misma, que es precisamente eso,
potencia, creación, invención. El Estado, entendiendo que es la
sociedad, conformada en todo su conservadurismo, en toda su
vulnerabilidad, en todo su anhelo de seguridad y de estabilidad, es el
mecanismo, el procedimiento, la estrategia y el aparato descomunal
para inhibir la capacidad creativa de la sociedad, manteniéndola en
los reductos conocidos.

Bajando, como se dice popularmente, es decir, ubicándonos en


el objeto de la discusión, lo posible en el “proceso de cambio”
boliviano es lo se puede crear, lo que se puede inventar, teniendo en
cuenta el horizonte abierto por la Constitución, que no es otra cosa
que el horizonte abierto por el poder constituyente, los movimientos
sociales. Empero, lo posible se hace posible cuando la colectividad,
como integración de voluntades, lo quiere. Tal parece que la
colectividad lo quiso durante las jornadas del 2000 al 2005; pero,
ahora, no parece quererlo. El conservadurismo de gobierno, en parte
responde, al conservadurismo actual de las y los que podrían formar
parte de los movimientos sociales presentes.

Nuestra respuesta, hay que reconocerlo, tiene sus condiciones y


sus límites. Teóricamente puede ser sugerente, aperturante,
adecuado; empero, si la mayoría, usando este término democrático,
no quiere y prefiere la seguridad del momento, lo posible no es
posible. Eso es lo que parece pasar ahora.

394
En estas condiciones, si fuesen ciertas, pues no se sabe, pues el
pueblo actúa pasionalmente en los momentos de congregación de
voluntades heroicas, qué es lo que queda. ¿Hacer lo mismo, es decir
renunciar? Esto sería grave, pues sería una aceptación general,
absoluta, de la impotencia. En la historia, se ha mostrado que ocurre
algo interesante, inquietante, cuando se da una depresión
generalizada o un conservadurismo generalizado, si se quiere, un
conformismo generalizado; cuando ocurre esto, siempre se da, por
otro lado un radicalismo, un inconformismo, el germen de una nueva
subversión. Hoy asistimos a una nueva subversión de la nueva
generación de luchas sociales; los zapatistas continúan con su utopía
autonómica, implementada en las comunidades de la selva
lacandona. El germen de la subversión de la praxis renace en los
jóvenes heterodoxos, que reclaman el derecho a una educación de
calidad, como bien común; en los jóvenes y pueblo indignado, que
exige un transporte gratuito; en los pueblos despojados, que se
levantan contra la dominación del sistema financiero internacional; en
los pueblos indígenas que se oponen a los proyectos extractivistas,
defendiendo sus territorios y la madre tierra. Estos contrastes
alientan, pues nos muestran los ciclos de las luchas sociales. Es
indispensable seguir, decir, ¡La lucha continua!

El mapa, usando esta metáfora cartográfica, del


acontecimiento, configuración adecuada para expresar lo que vivimos
en términos de espacio-tiempo, es amplio. Supone distintos estratos
y sedimentaciones. Nada es homogéneo ni puro, el acontecimiento es
plural y profuso; hay momentos o lapsos del acontecimiento que
pueden estar compuestos por una candente efusión que empuja a
transformaciones generalizada; empero, también se dan situaciones
donde prepondera un clima más templado, cuando se prefiere el
ritmo de la calma. En este mapa, siguiendo con la representación
cartográfica, la distribución de la configuración contiene de todo; es
decir, se da lugar a una conjunción no solamente de diferentes
tendencias, sino también de diferentes funciones. La tendencia
radical, usando una expresión conocida y popularizada, sin discutir si
es o no adecuada, cumple una función, dejar abiertas las puertas de
la utopía, de la creación, de lo imposible en la matriz de lo posible.
Esta es la razón, que en los momentos más grises, que no
corresponden al nuestro, al vivido por los bolivianos, aparece siempre
el anuncio de de un nuevo día, de un nuevo horizonte, por más
delirante que parezca.

395
Bajo estas consideraciones, en esta perspectiva, no se puede
aceptar el papel de jueces. Los que juzgan a los “pecadores” por
haber roto los mandamientos. Esta perspectiva moralista es la
expresión más extrema del poder y la violencia contra la condición
humana. El juez es la manifestación del terror que se siente ante lo
desconocido, es un acto de castigo y disciplinamiento en contra de lo
que se considera es una desmesura de la misma humanidad
compartida.

¿Cuál es el papel? La crítica, la saludable y necesaria crítica,


que forma parte de los campos de luchas, en las entrañas mismas del
“proceso”. No juzgar, sino interpelar, convocando al ajayu, a la
qamasa, de las singularidades subjetivas, de las composiciones
comunitarias y colectivas. Si la convocatoria no es escuchada en el
momento, si no es viable la asamblea, la deliberación y el consenso,
no es señal que no es posible, sino que no hay condiciones
“objetivas” y “subjetivas”, como antes se decía, para que esto
acontezca ahora. Sin embargo, la tarea de la crítica es mantener el
fuego encendido para cuando haya que incendiar la pradera,
recurriendo a la metáfora de Mao, tan conocida.

Incertidumbres y vicisitudes políticas

El dilema para el tipo generalizado de político es ¿cómo


conservar el poder? El problema para una coyuntura política, en un
periodo descendente, si se puede hablar así, conservando la analogía
con el comportamiento de los ciclos medios económicos, propuestos
por Kondrantieff, es como volver a encontrar un punto de inflexión
que convierta la curva descendente en una curva ascendente. El tema
crucial de un partido gobernante, más si es un gobierno progresista,
es ¿cómo evitar quedar atrapado en la mirada del espejo del poder?
Mirada que lo desconecta de la “realidad”, le hace creer que la
“realidad” es la imagen que tiene de ella el poder, que no es otra
cosa que una perspectiva vista desde el palacio. Si no se resuelven
estos problemas, incluyendo la obsesión del político por preservarse
en el poder, el decurso probable es el del desgaste cada vez mayor,
mayor vulnerabilidad ante las contingencias, sobre todo por asentarse
en fuerzas internas cada vez más corroídas.

La coyuntura política por la que pasa Bolivia es particularmente


complicada. Un proceso de cambo en crisis, plagado de

396
contradicciones, a pesar de sus reformas. Una segunda gestión de
gobierno de carácter, mas bien, regresivo, en contraste con la
primera gestión de gobierno. La paradoja es que la primera gestión
no contaba con la Constitución, en cambio la segunda gestión sí. En
la primera gestión se convoca a la Asamblea Constituyente y se
nacionalizan los hidrocarburos; en la segunda gestión se incumple
con la Constitución, a pesar de contar con los 2/3 del Congreso.
Gobernantes, cuya psicología narcisa y engreída los enajena, cada
vez más alejados de una lectura adecuada de la “realidad”, cada vez
más apegados a la ilusión de su propia propaganda. Una segunda
gestión donde preponderan errores crasos, como la medida del
“gasolinazo”, el conflicto del TIPNIS, la represión en Chaparina,
cooptación indiscriminada, sin institucionalidad, de los Órganos del
Estado, cooptación descomedida de todas las dirigencias sociales, sin
darles espacio para su propia autonomía, autogestión y deliberación.
Una política exterior sin rumbo, salvo los conocidos chauvinismos de
todos los gobiernos. Lo de la defensa de la madre tierra quedó atrás;
el último gesto, en esta perspectiva, fue la contra-cubre de Tiquipaya.
Entrega cada vez más notoria a la dependencia de las empresas
trasnacionales, en minería y en hidrocarburos, a pesar, que en este
último caso, se los nacionalizaron. Un desborde de excesos
electoralistas, que imprimen un sello artificial al llamado proceso de
cambio, dejando de lado la evaluación “objetiva” de lo que ha
acontecido y de lo que acontece. Todo esto, errores garrafales, en
política, encubiertos por una compulsiva y descomunal propaganda y
publicidad, como si estos recursos comunicacionales pudieran
cambiar los hechos, los eventos y los sucesos.

La particularidad de la coyuntura radica no tanto en que está


teñida por el ambiente electoralista, sino que el gobierno ya comienza
a enfrentar un cierto reagrupamiento de la llamada “derecha”,
además de un “centro”, y sobre todo de una ofensiva retomada por
los dispositivos de intervención del orden de dominación mundial.
Esto último no tiene nada que ver con el esquematismo repetido del
“antiimperialismo” del siglo pasado, discurso mecánico con el que
pretenden legitimarse los regímenes progresistas, a pesar de sus
contradicciones, ungiéndose con el fantasma de antiguas luchas
heroicas contra el imperialismo real de entonces. Esto último, la
intervención de los dispositivos de dominación, tiene, mas bien, que
ver con el aprendizaje de los dispositivos mencionados, de las
lecciones aprendidas por éstos, de las revueltas, rebeliones,
levantamientos y movilizaciones populares contra el proyecto de

397
despojamiento y desposesión neo-liberal. Las convocatorias de las
resistencias a los gobiernos progresistas, como en el caso de
Venezuela, tienden a ser masivas, debido, no tanto a la conspiración,
como a las contradicciones de los gobiernos progresistas y sus
inconsecuencias. Las convocatorias de las resistencias a los
gobiernos autoritarios, como en el caso de la “primavera árabe”, han
sido multitudinarias. No se puede explicar estas movilizaciones, de
ninguna manera, por la intervención foránea, aunque la haya habido.
Ocultar los núcleos de las crisis no ayuda en nada a comprender la
mecánica de las fuerzas en juego en estas crisis políticas.

En cierto sentido, la geopolítica de dominación del orden


mundial es nueva, debido a este aprendizaje. La simulación de
revoluciones, de revueltas y movilizaciones, otorgándoles un carácter
anti-autoritario, por lo tanto “democrático”; revueltas, revoluciones y
movilizaciones que no se inventan, pues son generadas por el
descontento de la gente y por las contradicciones de los procesos en
cuestión. La intervención no está en inventar estos sucesos, no
podrían hacerlo, está en participar en ellos, buscando un desenlace
propicio a sus intereses. Para enfrentar este tipo de intervención no
sirve para nada recurrir al viejo discurso “anti-imperialista”, de un
“imperialismo” que ya no está, aunque haya dejado su fantasma. Lo
importante es visualizar las transformaciones del imperialismo, su
nueva estructura de funcionamiento, su carácter histórico en el
presente, su relación categórica con el sistema financiero
internacional y las trece mega-empresas trasnacionales
extractivistas. Lo indispensable es comprender su fisonomía política
actual, el proyecto de poder inherente, la participación en este orden
mundial del capital de las nuevas potencias emergentes, sin caer en
el ingenuo discurso de que son las nuevas potencias que disputan al
“imperialismo” la hegemonía, sin ver que forman parte del imperio,
cuya estructura se fortalece con su participación.

La intervención de estos dispositivos no se la combate negando


la “realidad”, negando que hay descontento, que hay contradicciones,
que hay movilizaciones, sino aceptando estas manifestaciones como
expresiones sociales de la crisis política. La habilidad consiste en
separar lo que corresponde al descontento social de lo que
corresponde a la intervención, que puede ser mediática o adquirir un
tono más directo. El reconocimiento de que hay problemas ayuda a
avanzar en su resolución. Los conflictos sociales no se resuelven con
represión, ni con la estigmatización de la movilización; se los resuelve

398
buscando desvanecer las causas del conflicto, buscando soluciones de
consenso. El aprendizaje político es permanente, la adecuación a la
coyuntura y nuevas circunstancias debe ser continua; cerrarse a esta
flexibilidad es como decir lo que sé ya es todo, eso basta; las
verdades que manejo son las últimas, definitivas. Todo lo que
contradice estas verdades es reaccionario y debe ser descartado.
Cuando se tiene este tipo de actitudes es como anunciar el comienzo
del fin. Se anuncia el crepúsculo de un régimen que ya no quiere
aprender nada, tampoco quiere adaptarse a las exigencias de la
coyuntura.

La aparición de Gonzalo Sánchez de Lozada en la televisión,


respondiendo a una entrevista, reconociendo errores, confesando
presiones, concluyendo que él prefirió renunciar a enfrentar una
guerra civil, es sintomática, en esta coyuntura. Una coyuntura
signada además por las denuncias del ex-fiscal Soza, del oficial
Ormachea, por la fuga de ciudadano estadounidense Jacob Ostreicher
y del senador Roger Pinto. En un momento cuando sale a relucir que
la operación en el Hotel de las Américas en Santa Cruz de la Sierra,
contra el supuesto grupo terrorista y separatista, fue un montaje
sangriento. Independientemente de las conexiones de este grupo con
los empresarios cruceños o, en su defecto, con el gobierno. A esta
situación pavorosa hay que añadirle la extensión dramática de la
economía política de la cocaína. No es pues casual esta aparición,
teniendo en cuenta la proximidad de las elecciones.

Las hipótesis de los escenarios pueden ser variadas; empero,


interesa, especulativamente, hurgar en alguna. Desde la caída del ex-
comandante de Policía René Sanabria hasta la detención del oficial
ex jefe anticorrupción de la Policía boliviana Fabricio Ormachea, los
dispositivos de inteligencia cuentan con información, que sea de un
tipo o de otro, sea o no verificada, puede ser usada en contra de un
gobierno progresista. ¿Qué hay entre manos? ¿Qué es lo que saben?
¿Cómo usaran esta información antes de las elecciones? En otras
palabras, el problema no son los frentes que contiende el MAS, para
las elecciones, fuera de ser el MAS también parte del problema, sino
esta ofensiva de los dispositivos de dominación del orden mundial.

Para dibujar una figura ilustrativa, el proceso de cambio, que no


es ninguna persona, ni sujeto, como suele confundirse, sino un
acontecimiento, se encuentra abandonado a su propia suerte;
vagando entre las corrientes de la turbulencia política, en la
composición de una trama ya contada. Un proceso de cambio no
399
asumido por el gobierno progresista, salvo demagógicamente o en el
festejo simbólico de transformaciones ausentes; un proceso de
cambio en crisis, que si no ha muerto ya, enfrenta la ofensiva de los
dispositivos internacionales frente a los gobiernos progresistas de Sud
América.

Obviamente, la defensa de estos procesos de cambio no se


encuentra en la estridente retórica de gobiernos progresistas, que
dicen enfrentar el “imperialismo”, cuando no pueden ocultar sus
contradicciones ni sus alarmantes corrosiones y corrupciones. Menos
en la opción violenta de la represión. La defensa de estos procesos se
encuentra en la crítica, en la movilización crítica, en la lucha contra
esta ofensiva internacional, acompañándola con la lucha contra la
burocracia, la demagogia, la impostura, la suplantación del proceso
de cambio por un gobierno que usa su nombre para limitar los
alcances del mismo, sino es para hacerlo desaparecer, convertido en
figura retórica.

La defensa del proceso de cambio no radica en descalificar a los


frentes de oposición como “derecha”, aunque lo sean, teniendo en
cuenta que la nueva “derecha” ya es el gobierno. La defensa del
proceso de cambio requiere resolver, en la encrucijada, los
problemas, las contradicciones y los obstáculos que lo afligen. La
defensa del proceso de cambio es su profundización. Esto requiere
del desmontaje del poder, del Estado, de los aparatos de poder y la
maquinaria estatal, aunque sea en forma de transiciones desiguales y
combinadas; en unos casos más rápido, en otros casos más lento. Lo
que no se puede aceptar es seguir en la trampa, entrampados en la
demagogia, en prácticas políticas sin escrúpulos, en costumbres
políticas bochornosas reiteradas, además efectuadas a nombre del
mismo proceso de cambio. Esta manera de actuar es la de
sepultureros dentro de casa.

400
La política como campo de fuerzas

El llamado análisis político, sobre todo el relativo al comentario


político, ha reducido el análisis al comentario; comentario de lo que
hace o deja de hacer el gobierno, de sus contradicciones, de sus
faltas. Incluso pueden pretender un balance y sopesar lo positivo en
contraste con lo negativo. Este análisis supone que la política se
concentra y resume en el gobierno. Este es un punto de vista
nucleado en la gestión de gobierno. Esta perspectiva no alcanza a ver
el contexto en el que se mueve el mando y la autoridad política,
perdiendo de vista la interacción del gobierno, si se quiere, usando
una metáfora sistémica, con su entorno. Las claves para entender lo
que hace o no hace la jurisdicción y administración gubernamental,
sus contradicciones, sus faltas, sus aciertos, sus balances, se
encuentran precisamente en esta interacción. Por lo tanto este tipo
de análisis se queda sin explicación o deja muchas preguntas
pendientes.

Sin embargo, tampoco es suficiente con abrirse al contexto,


manteniendo la perspectiva, que llamaremos “sistémica”, sin mayor
discusión, por razones ilustrativa, pues el concebir un centro y un
entorno, si se quiere una periferia, es establecer, como conjetura
espacial, la predominancia del centro, la iniciativa del centro,
respecto de una subordinación y de una pasividad del entorno. Eso
tendría que demostrarse primero, antes de sólo suponerlo. Sin
embargo, el suponer el centro es desde ya tener una pre-concepción
de la política, reducida a gestión de gobierno, reducida a gestión
pública, a administración de conflictos, en torno al ejecutivo, aunque
se tome en cuenta a los demás poderes del Estado. En el mejor de
los casos, es el Estado, el que se convierte en el centro y la sociedad
en el entorno.

¿Cómo explicar el Estado sin la interacción con la sociedad?


Ahora bien, tampoco se trata sólo de interacción, manteniendo la
perspectiva que hemos llamado “sistémica”, pues queda por
demostrar que, para explicar las dinámicas políticas es necesario
colocar al Estado en el centro del campo de fuerzas de la política.
Esta centralidad forma parte del imaginario estatal. Al respecto, no
basta decir que se trata de diferentes perspectivas, que se puede
tener una perspectiva estatal, como se puede tener una perspectiva
societal, en la cual la preponderancia radica en las dinámicas sociales.
De lo que se trata es de comprender cómo funciona el campo de
fuerzas de la política, independientemente de estas perspectivas.
401
Partamos, de manera diferente, del juego horizontal228 de
perspectivas, tratando de percibir el acontecimiento político desde su
multiplicidad de singularidades. Este es un cambio, no de perspectiva,
sino de construcción de la mirada y de constitución de la
comprensión, retomando la experiencia de la percepción social, es
decir, retomando la experiencia social como matriz de la memoria
social. Desde esta manera de articular perspectivas, horizontalmente,
el gobierno es una de las fuerzas en el juego, en la dinámica y la
correlación de fuerzas en el campo político. El Estado es una maraña
de fuerzas, más o menos afines, que también juegan, con sus pesos,
sus direccionalidades, sus tendencias, en el campo de fuerzas de la
política. Las otras fuerzas no es que sean sociales, a diferencia de las
fuerzas del Estado, pues las fuerzas del Estado son también sociales;
sólo que son fuerzas sociales capturadas en la malla institucional del
Estado. En lo que respecta a las otras fuerzas, hablamos de fuerzas
sociales no capturadas por las mallas institucionales; en unos casos,
no del todo; en otros casos, preservando su autonomía creativa.

La política concebida como campo de fuerzas, donde las fuerzas


actúan en la horizontalidad del despliegue de sus dinámicas físicas,
nos exige comprender la mecánica de las fuerzas en su mutua y
plural afectación. La fuerza del gobierno no actúa en espacio vacío,
sino en un espesor habitado por fuerzas convulsionadas. De lo que se
trata es de explicarse la actuación del gobierno no sólo por voluntad
de sus gobernantes, que es lo que se acostumbra, sino a partir de la
interacción con las fuerzas del campo político. Lo que hace el
gobierno también depende de lo que dejan hacer o impiden hacerlo
las otras fuerzas. Con esta tesis salimos de la casilla jurídica-política,
que evalúa la actuación del gobierno a partir del cumplimiento o
incumplimiento de las leyes. También marcamos la diferencia con las
teorías que se explican el comportamiento gubernamental por la
voluntad o falta de voluntad de los gobernantes.

Sin hablar de corresponsabilidad de todas las fuerzas del campo


político en el comportamiento del gobierno, pues lo de
corresponsabilidad tiene una connotación moral, sino hablando de la
incidencia de todas las fuerzas, podemos sugerir que todas las
fuerzas inciden en el comportamiento del gobierno, dejando hacer o
impidiendo hacerlo. Contando, claro está con el peso de las fuerzas
concurrentes.

228
Usamos el término horizontal como metáfora. La espacialidad y el espaciamiento es más complejo.

402
Al respecto es ilustrativo y aleccionador observar, que cuando
las fuerzas, que se movilizaron para dar apertura un proceso de
cambio, se conforman con lo conseguido, que puede ser la llegada al
gobierno de la opción considerada propia, el gobierno considera este
conformismo como un permiso para actuar como vea conveniente.
Este conformismo es un dejar hacer, permitiendo que la fuerza del
gobierno se explaye en las consecuencias de sus incursiones políticas.
Estas incursiones políticas y sus consecuencias cuentan no solamente
con el aval de las fuerzas sociales, sino que estas fuerzas sociales se
limitan a una función pasiva. Al hacerlo, su conformismo y pasividad
afecta a la fuerza gubernamental, dejando que las tendencias
inherentes se desplieguen libremente, por así decirlo. Si estas
tendencias son conservadoras, que es lo más probable, pues se trata
de funcionarios interesados en administrar, no en transformar, las
tendencias gubernamentales van a limitar los alcances abiertos y
posibles del proceso de cambio.

Entonces debemos explicarnos la crisis de un proceso de


cambio no solamente por los errores de los gobernantes, tampoco por
sus perfiles personales, sus caprichos, sino, sobre todo, por el
conformismo generalizado en los que se movilizaron por la apertura
del proceso de cambio.

Ciertamente las fuerzas sociales que se movilizaron no son las


únicas otras fuerzas del campo político, sino parte de estas fuerzas.
Hay otras que también intervienen en el decurso de los sucesos e
inciden en el comportamiento del gobierno.

De estas otras fuerzas, visibles, podemos identificar a las que


se reconocen como de oposición, que visto, como fuerzas, no como
reducidas expresiones partidarias, corresponden a fuerzas sociales.
Se trata, en primer lugar, de fuerzas sociales vinculadas a dominios
económicos, culturales, monopolio de relaciones y de influencias; se
trata de fuerzas sociales nucleadas, acostumbradas al mando y a la
administración.

En el contexto, también están otras fuerzas, de magnitud más


amplia, vinculadas a dominios profesionales, también a dominios
técnicos, también a saberes urbanos específicos, como el
conocimiento y desplazamiento en los recorridos de lugares de
entretenimiento, en el recorrido del manejo de redes urbanas de
amistades, en el manejo de las técnicas de impacto comunicativo.
Estas fuerzas sociales, más numerosas y dispersas, que las

403
nucleadas, inciden en las selecciones de opciones, también en los
cómputos electorales. Aunque no se puede generalizar una amalgama
de tendencias, en este caso, se puede decir, con cierta incertidumbre,
que estas fuerzas tienden a lograr la estabilidad, el equilibrio, las
pausas, ya sea en coyunturas de cambio o, al contrario, en
coyunturas regresivas.

Las fuerzas populares, las vamos a llamar así, por razones de


simplificación ilustrativa, contienen una pluralidad de estratificaciones
sociales, perfiles, transiciones, incluyendo a las variaciones del
proletariado, a las variaciones migratorias a las ciudades, no sólo por
antigüedad, sino por procedencia, además de las polifacéticas
formaciones sociales “rurales”. De ninguna manera se descarta la
participación en el espesor de lo popular de los estratos
profesionales, técnicos, de redes urbanas afincadas en sus dominios
de la ciudad visible. Todo depende de las características de los
periodos, de las perspectivas que tejen los discursos ideológicos.
Ciertamente, lo popular es cuantitativamente más numeroso, son
fuerzas que cuentan, además de las cualidades que contienen, con la
“fuerza” de la cantidad.

Estas fuerzas identificadas no son todas las fuerzas del campo


político. Hay otras, menos visibles, opacas que, sin embargo, pueden
incidir con mayor influencia en el comportamiento del gobierno.
¿Cuáles son estas fuerzas? ¿Qué clase de fuerzas son estas? ¿Dónde
se encuentran? Cuando hablamos de campo político no se crea que el
campo, que es una representación abstracta de los espesores donde
se desplazan las fuerzas, se circunscribe dentro las fronteras de la
geografía política del país; de ninguna manera. Estamos en un mundo
no solamente globalizado, sino integrado, en el sentido de su
concomitante articulación; un mundo compenetrado. Un mundo de
espacios entrelazados. No hay afuera, ni exactamente adentro. Todo
está entrelazado. Estas certezas, que devienen de la experiencia
social contemporánea, adquieren mayor connotación cuando nos
referimos al campo económico.

Las fuerzas de las que hablamos son como los nervios del
cuerpo del sistema-mundo capitalista. Una economía-mundo
integrada por el sistema financiero mundial; sistema financiero
hegemónico y dominante, que ha desplazado la valorización del
capital, de su subsunciones formales y reales, a la valorización
especulativa. Sistema-mundo, que en la actualidad, conforma dos
dimensiones reproductivas del capital. Una aparente, la que podemos
404
llamar ficticia, pues se basa en la especulación y en la inflación; la
otra, “real”, en el sentido material, que definitivamente sostiene la
valorización especulativa, que no tendría ninguna consistencia, si no
fuera por la valorización material. Esta valorización material tiene su
base primordial en el expansivo modelo extractivista, cada vez más
destructivo, debido a las tecnologías de efectos desbastadores en
uso. La valorización real se efectúa por despojamiento y desposesión,
la valorización ficticia es matemática.

Estas fuerzas actúan no solamente en el campo económico, sino


también en el campo político. En el campo político se conectan con el
Estado y los gobiernos a través de contratos, convenios, concesiones,
proyectos, programas y leyes. Estos contratos se aplican, se realizan,
se ejecutan técnicamente, haciéndose posibles a través de los canales
financieros. Los congresos, los poderes legislativos, son los que
ratifican estos contratos, convenios, concesiones, proyectos,
programas y leyes. El cuadro de la participación de estas fuerzas del
sistema-mundo capitalista, de la economía-mundo capitalista, en el
campo político especifico del país, es como de una malla envolvente.
Están las representaciones, las oficinas de las representaciones, los
personeros de las empresas, localizados en lugares identificados. Pero
también están las reuniones, los lobby’s, los acuerdos, las unidades
técnicas, como movimientos crono-gramados y agenda-dos. En los
espacios concretos, están la geografía de las concesiones, así como la
geología de las concesiones, son los territorios donde funcionan los
enclaves trasnacionales. Los vínculos con altos personeros de
gobierno y presidentes, gerentes y directores de empresas públicas
son los nudos de influencias y complicidades. También deberíamos
nombrar, en este espaciamiento, a los pasillos de tránsito; abogados
o directores técnicos de las empresas públicas terminan contratados
en las empresas trasnacionales. Toda esta malla, tejida de meollos,
es como parte de la topología del sistema-mundo capitalista en el
campo político. Esta parte topológica es ciertamente estratégica.

La influencia de las fuerzas “trasnacionales”, las llamaremos


así, para no buscar un término teórico adecuado, sobre todo teniendo
en cuenta la mirada genética de la teoría de los campos, es
determinante, sobre todo cuando los gobernantes son vulnerables a
sus encantos.

Entonces, la tesis es la siguiente:

405
La dinámica de las fuerzas en el campo político, entendiendo
como una de esas fuerzas al gobierno, no solamente da lugar a una
especie de resultante, en la geometría de estas fuerzas, sino afecta
diferencialmente a todas las fuerzas involucradas. El comportamiento
de la fuerza gubernamental se explica por la mecánica de estas
fuerzas, por la geometría de estas fuerzas, también por la afectación
de esta mecánica, de esta geometría, de estas dinámicas, en
periodos y coyunturas determinadas.

Al respecto, es caricaturesco pretender explicar el


comportamiento gubernamental a partir de la conjetura moral de la
culpa. Esta interpretación es sugerentemente compartida por
“derechas” e “izquierdas”; ambas parten del paradigma de la
culpabilidad. Ambas son profundamente cristianas. Esta crítica, de
ninguna manera, sostiene tampoco la interpretación gubernamental;
una interpretación, que también usa la teoría de la culpabilidad para
defenderse y para explicar sus propios dramas y contradicciones.
Sólo que, en este caso, la culpa la tienen los otros, los de la
oposición, los conspiradores, el “imperialismo”. La culpa circula como
discurso, en unos y en otros. Este discurso devela el conservadurismo
encarnado en unos y otros.

La crítica activista recorre su mirada por el campo político,


busca develar, a través de las contradicciones, los síntomas, la
sucesión de hechos, el mapa de los eventos, las formas complejas de
la reproducción del poder y de las dominaciones polimorfas. De
ninguna manera busca culpables, sino busca comprender las
relaciones, las estructuras, los diagramas y las cartografías de
fuerzas en las que están insertos los personajes, ilusionándose que
controlan y deciden, cuando son apenas engranajes de formas de
poder.

La hipótesis interpretativa que hemos manejado, a propósito de


la segunda etapa del proceso de cambio, la que corresponde a las
gestiones de gobierno, es que el gobierno progresista ha repetido el
guión de la trama del poder, con otros personajes, en escenarios
retocados con otros coloridos229. Sin embargo, los desenlaces son
conocidos. Los cambios se dan como acontecimientos políticos,
empero, en la medida que los “revolucionarios” no desmontan el
Estado, no desmantelan los diagramas de poder, terminan

229
Ver de Raúl Prada Alcoreza Retórica y drama de un gobierno reformista. Dinámicas moleculares; La
Paz 2014.

406
convertidos en los nuevos “contra-revolucionarios”, que reprimen al
pueblo a nombre de la “revolución”. El desenlace sucinto es que la
“revolución” por este decurso termina tragada por la restauración
descomunal del Estado, termina formando parte de la reproducción
inaudita del poder.

Crisis militar y colonialidad

En la Asamblea Constituyente no se tocó el régimen de las Fuerzas


Armadas y de la Policía, se mantuvo tal cual la anterior Constitución,
por orden del Presidente. La demanda de los suboficiales es legítima
interpretando la integralidad de la Constitución. No puede avanzarse
en la construcción del Estado Plurinacional comunitario y autonómico
sino se efectúan transformaciones estructurales e institucionales,
fundamentalmente en aquellas instituciones que son los lugares de
emergencia, es decir, de defensa, del viejo Estado, que no
desaparece, mas bien, se lo restaura. Las Fuerzas Armadas y la
Policía siguen siendo las mismas instituciones, fiel derivación de las
centralidades y burocracias del Estado-Nación. Ni siquiera se dieron
transformaciones que tienen que ver con la defensa del “proceso de
cambio”; el mismo cuoteo político, la misma obediencia y
subordinación disciplinaria de los ejércitos del siglo XIX y XX. En el
continente, particularmente en Bolivia, las mismas discriminaciones
institucionalizadas. Lo grave es que nadie se sorprenda de estas
conductas continuistas y perseverantes en los códigos coloniales de
estas instituciones; desde el presidente hasta los oficiales de alto
rango, pasando por el vicepresidente. Todos toman como algo natural
la estructura colonial, discriminadora, burocrática, e ineficaz
militarmente. Todos ocultan estas graves falencias con seminarios,
talleres y foros sobre la descolonización. ¿Cómo se puede entender
estas contradicciones evidentes?

Los oficiales de alto rango, los gobernantes, los funcionarios y


políticos oficialistas, creen que es suficiente con estas ceremonias,
estas reuniones, estos seminarios, sobre descolonización. Es como un
culto; repetir de memoria frases y consignas que se pretenden
descolonizadoras; incluso las mesas que pueden haber puesto en
consideración requeridas transformaciones, por más mínimas que
sean, son escamoteadas a la hora de las conclusiones o de las

407
memorias. El discurso descolonizador en el gobierno es un canto a la
bandera; en la práctica, perduran habitus discriminadores, raciales,
patriarcales, acompañados por violencias conocidas, desatadas por
los mandos sobre los soldados, suboficiales y hasta oficiales. Ahora
también sobre la mujeres, las que no dejan de sufrir vejámenes de
parte de sus camaradas.

Los medios de comunicación al comentar las marchas de los


suboficiales ponen adjetivos como “insólito”, “increíble”,
“desacostumbrado”, para intentar describir y comprender lo que
pasa. Para estos medios también es normal que en las instituciones
de defensa y del orden se mantenga la disciplina heredada,
acompañada por jerarquías y estratificaciones. Si bien no apoyan la
demanda de los suboficiales, los medios hablan de violencias
orgánicas. De todas maneras, sorprende que no se ponga en mesa la
gran diferencia, la gran distancia, de estas arquitecturas armadas y
de estos dispositivos de defensa y del orden, con las
transformaciones estructurales e institucionales que establece la
Constitución. Cuando los suboficiales dicen que no puede haber
oficiales de primera y oficiales de segunda, ponen en el tapete no
sólo el problema de las jerarquías heredadas, no sólo, algo que es
importante, la estructura racial y las relaciones raciales inherentes a
estas instituciones, sino también la misma organización de un
ejército, una armada, una policía, que mantienen formas
burocráticas, que en el mundo contemporáneo no son, de ninguna
manera efectivas, ni en la movilización y desempeño militar, ni en el
cuidado de las ciudades.

Este gobierno se ha pasado de lado sobre cuestiones estratégicas, de


defensa, incluso de orden, orden dinámico, por cierto. Se trata de un
gobierno apegado a la demagogia, creyendo que con esta locución se
solucionan los problemas. La verdad es que estamos ante un
gobierno que no cuenta con una estrategia de defensa del “proceso
de cambio”, por lo tanto del país donde debería darse este “proceso”.
Estamos ante instituciones armadas y del orden donde los oficiales se
contentan con recibir su sueldo cada mes y contar con los beneficios
que les otorga la institución. Son otros funcionarios más. La
preparación militar queda en generalidades geográficas, en una
distribución espacial de cuarteles, que deja vacíos, en las fronteras;
más preocupados por controlar las ciudades, los centros del conflicto,
incluso a los contrincantes policías. El servicio militar, fuera de seis
meses de cierta preparación en armas, terminan el resto del tiempo

408
en “chocolateadas”. La formación de oficiales deja mucho que desear,
en cuanto a la actualización de contenidos, tecnologías, información.
Están muy lejos de haber estudiado seriamente las guerras, la
experiencia en las guerras de los ejércitos, incluso las guerras que
están cercanas, las que nos ha tocado sufrir. Si esta es la formación
de los oficiales, qué se puede esperar de la formación de suboficiales.
En el Colegio Militar se han introducido materias universitarias, como
si esto mejorara la formación. La formación de un militar, mucho más
si se trata de un militar de un Estado en transición, embarcado
supuestamente en un “proceso de cambio”, no puede ser un colaje de
materias. Es indispensable tener en cuenta los perfiles apropiados de
un ejército que debería contar con la capacidad de la movilización
general de un pueblo armado, para la defensa del “proceso”. Estos
temas pasan desapercibidos. No se van a resolver con cambios de
símbolos, con nuevos saludos, con nuevos estribillos, con discursos
superficiales sobre la descolonización. El servicio militar de la cual se
sienten tan orgullosos los militantes de base del MAS no es más que
un dispositivo colonial, un dispositivo de articulación estatal, de
estatalización, es decir, de institución imaginaria de la nación, aunque
el mismo servicio pueda servir para el juego de prestigio en las
comunidades.

La descolonización es el desmontaje de los aparatos del Estado-


nación, de su arquitectura institucional, de sus códigos coloniales, así
como de sus códigos pretendidamente modernos. La descolonización
implica la des-constitución de sujetos subalternos y la constitución de
sujetos emancipados. La descolonización es liberar potencialidades,
capacidades, creatividades, memorias sociales. Estas tareas no son
atendibles demagógicamente, requieren subversiones de las praxis,
desmontaje de habitus, de jerarquías instituidas; requieren
destrabarse de las mallas institucionales que capturan y atrapan
cuerpos. Los recorridos de la descolonización comienzan por tomar
en serio la condición intercultural, retoman prácticas participativas,
profundizan el ejercicio de la democracia en su sentido pluralista. En
lo que compete a las transformaciones pluralistas, comunitarias,
interculturales, que atañen a las necesarias mutaciones de las
instituciones de defensa y del orden en cuestión, es indispensable su
territorialización, las gestiones territoriales de defensa y de cuidado
de la población.

La asonada de los suboficiales es una buena oportunidad para leer los


signos de la crisis, no solamente del “proceso de cambio”, sino

409
también del Estado. Es un buen momento para aprender, analizar sin
tapujos, evaluar críticamente el “proceso” que naufraga. Así como es
una gran oportunidad para efectuar cambios. Sin embargo, es de más
probable que el gobierno actué como siempre, como lo ha hecho en
distintas crisis, la de los cooperativistas y mineros, la relativa a las de
la demanda de autonomías regionales, como las dadas en Potosí,
como las del “gasolinazo” y el conflicto del TIPNIS. Es de esperar que
el gobierno recurra a la justificación de lo que hay, volviendo a
cubrirse con su ilusoria propaganda, cerrando los ojos y los oídos a lo
que ocurre, optando por la represión. El gobierno habría perdido la
oportunidad de reconducir, de retomar cursos abandonados, desde la
primera gestión, encaminándose a un hundimiento, lento o más
rápido, dependiendo de las circunstancias.

Estado-nación versus Estado plurinacional

¿Qué es lo que está en juego en la asonada de los suboficiales y en la


respuesta represiva del gobierno? Como en otros casos, como en el
conflicto del TPIPNIS, lo que se enfrentan es el Estado-nación y el
Estado plurinacional; aunque el primero es la institucionalidad de la
colonialidad que se niega a desaparecer, aferrándose con todo, para
persistir y continuar; en tanto que el segundo, es apenas un germen,
un proyecto, que anida en la Constitución y en los colectivos sociales
que luchan por que se den las transformaciones estructurales e
institucionales establecidas en la carta magna. En el TIPNIS el
Estado-nación declaró la guerra al Estado plurinacional, al germen del
Estado plurinacional, declarando también la guerra al proyecto
constitucional. ¿A qué se opone el Estado-nación? A la
descolonización.

El Estado-nación, dispositivo político de la colonialidad, se opone a la


descolonización, pues esta deconstrucción implica la desaparición del
Estado-nación. Las bases del Estado-nación radican precisamente en
la homogeneización, en el equivalente general del ciudadano,
individuo abstracto, que cuenta con derechos individuales, civiles y
políticos; sin embargo, esta equivalencia general hace desaparecer a
las naciones y pueblos indígenas, a las culturas resistentes, a la
heterogeneidad lingüística y social. El equivalente general, el
ciudadano, se estructura en la economía política colonial, economía

410
política que diferencia hombre negro de hombre blanco, hombre indio
de hombre blanco, hombre de color de hombre blanco, diferencia
efectuada sobre la matriz de género, la diferenciación hombre de
mujer. La dominación colonial es también, al mismo tiempo,
dominación patriarcal. El equivalente general, el individuo abstracto,
el ciudadano universal, es pues el hombre blanco. La modernización
consiste en parecerse a este arquetipo colonial.

Los derechos conquistados en la historia del Estado-nación, derechos


sociales, derechos de trabajo, derechos democráticos, no terminan de
efectuarse, pues se pronuncian en el espacio indeterminado del
equivalente general, el individuo, el ciudadano; no se dan en los
espesores abigarrados, plurales, heterogéneos, de las
territorialidades sociales y formaciones sociales concretas. La
herencia colonial se transfiere de las administraciones coloniales a los
Estado-nación, después de las independencias. Hablamos de estados
que se construyen sobre cementerios indígenas. Hablamos de estados
que tienen como proyecto democrático la mestización; es decir, la
desaparición de los pueblos indígenas, y aunque parezca paradójico,
la desaparición de las mezclas dinámicas dadas, pues el mestizaje de
los Estado-nación es un mestizaje abstracto, el perfil del individuo y
ciudadano concebido como síntesis de las culturas, culturas también
sometidas a la estatalización, sintetizadas en la cultura moderna.

La Constitución interpela la composición colonial del Estado-nación,


cuestiona el mito de la modernidad, cuestiona el mito del mestizaje
abstracto, develando la composición plural efectiva de las
formaciones sociales, de la sociedad heterogénea. La Constitución
deja en claro que la profundización democrática, la realización
efectiva de los derechos democráticos, sólo pueden materializarse
mediante la descolonización. Esta deconstrucción histórico-política
emancipa la pluralidad frente a la representación homogénea, liberal
la potencia social, la riqueza heterogénea de lo diverso. La
descolonización restituyen los derechos conculcados de las naciones y
pueblos colonizados, dando lugar a integraciones efectivas, opuestas
a la institución imaginaria de la nación, haciendo evidente las
naciones posibles. El Estado-plurinacional es la transición
descolonizadora hacia sociedades autogestionarias y auto-
determinantes; a sociedades compuestas e incrementadas, que se
integran a través de complementariedades y solidaridades. En Bolivia
el Estado plurinacional se constituye sobre las matrices culturales y
civilizatorias de las naciones y pueblos componentes de la sociedad

411
heterogénea, incluyendo los mestizajes concretos. Esto equivale a
pasar de la institucionalidad homogénea, disciplinaria, moderna, al
pluralismo institucional, abierto a composiciones creativas; pasar al
pluralismo jurídico, pluralismo administrativo, pluralismo de
gestiones.

Uno de los lugares neurálgicos de la activación de la condición


plurinacional del Estado en transición es la institución defensa del
Estado-nación, las Fuerzas Armadas. Esta institución de emergencia
del Estado es el crisol del diagrama disciplinario, de la inscripción en
los cuerpos de la dócilización de las conductas y comportamientos. En
Bolivia, como en los países andinos y amazónicos, es el aparato
disciplinario por excelencia de la colonización interna, modulando los
cuerpos su incorporación al Estado en condiciones de ciudadanos de
la nación mestiza. El cuartel modula los cuerpos haciéndolos aptos a
los requerimientos del mercado, de la producción capitalista, a los
fetiches de la modernidad universal, de-culturizando, decodificando,
por lo tanto, borrando la memoria larga de los pueblos,
sustituyéndola por la memoria corta de la institución imaginaria del
Estado-nación.

Sin embargo, a pesar del proyecto disciplinario del cuartel, los


espesores corporales no desaparecen, se ocultan, se los destierra a
las sombras; mostrando, en contraste, los perfiles modulados,
uniformados, pretendidamente modernos. El ejercicio de poder
disciplinario se tropieza con la manifestación de los cuerpos; cuando
esto ocurre, se opta por la ejecución de discriminaciones, por la
estratificación racial institucionalizada, por jerarquizaciones
patriarcales. La asonada de los suboficiales pone en evidencia estos
procedimientos coloniales en el dispositivo por excelencia
disciplinario, el cuartel. Acudiendo al pliego petitorio de los
suboficiales, en realidad, el pedido explicito es modesto; que no haya
oficiales de primera y de segunda, que se los considere oficiales
técnicos, que puedan acceder a equivalentes beneficios y servicios.
Sin embargo, incluso ante esta demanda modesta el gobierno y la
jerarquía institucional de las Fuerzas Armadas han reaccionado
represivamente, dando de baja a más de setecientos suboficiales.

De todas maneras, a pesar de la demanda modesta explícita, la


misma pone en evidencia la crisis profunda de las Fuerzas Armadas y
del Estado-nación, que se niega a desaparecer. Las fuerzas armadas
son un dispositivo de la colonialidad reiterativa. Es un aparato de la
colonización interna, que no solamente modula los cuerpos, sino
412
también, marca, hendiendo en ellos la historia política colonial,
inscribiendo en ellos discriminaciones, violencias minuciosas,
detalladas, raciales. ¿Cómo se puede construir un Estado
plurinacional a partir de la permanencia de la malla institucionalidad
de la colonialidad?

Nuevamente estamos ante la manifestación elocuente de las


contradicciones profundas del llamado “proceso de cambio”, ante los
contrastes evidenciados entre el discurso gubernamental y las
prácticas efectivas, ante grotescas simulaciones de un gobierno y los
órganos de poder del Estado, que se nombran como plurinacionales,
en tanto que en la práctica niegan la condición plurinacional de la
formación social.

La respuesta oficial del gobierno es recurrir a la Ley de las Fuerzas


Armadas cuestionada, puesta en duda, deslegitimada por la
Constitución. La medida represiva gubernamental de las centenas de
bajas de suboficiales se sostiene sobre la argumentación de la
subordinación y la obediencia disciplinaria, clausulas que
corresponden a la institución armada del Estado-nación. Este discurso
se invalida inmediatamente ante la estructura normativa y conceptual
de la Constitución. En todo caso, los suboficiales hablan desde el
proyecto de una nueva institucionalidad, aquella que establece la
Constitución. Las bajas dadas por la jerarquía del ejército y por el
gobierno no son legítimas desde la composición jurídico-política de la
Constitución. La demanda de los suboficiales es legítima.

Dirigencia de llunk’us

La dirigencia de lo que un día fue el Pacto de Unidad, es decir, las


tres organizaciones campesinas y las dos organizaciones indígenas
originarias, estas últimas divididas por la intervención
gubernamental, se ha apresurado, sin consultar a sus bases, sin
previas asambleas, simplemente por comedida, a apoyar al gobierno
y a la jerarquía castrense en la crisis militar, puesta en evidencia por
la asonada de los suboficiales. Los argumentos son de libreto:
defensa del “proceso” contra el golpe militar en ciernes. Se nota en
esta alocución no solamente una repetida mecánica discursiva,

413
pronunciada con falta de ingenio, pues no se les ocurre otra cosa que
acusar de sedición, sino también la asombrosa desconexión con lo
que ocurre. Incluso si quisieran defender al gobierno en su
diletantismo, en su regresivo comportamiento, se debe tener, de
alguna manera, una conexión con lo que acaece. Empero, parece que
la dirigencia cooptada, que ya no responde a las bases sino a las
instrucciones del ejecutivo, levita en las nubes de la propaganda,
cumpliendo un papel patético de subordinación y llunk’iriu.

Esta dirigencia cooptada habla de defender la Constitución. ¿Qué


clase de defensa es esa? La Constitución establece como sistema de
gobierno la democracia participativa, el ejercicio plural de la
democracia, directa, comunitaria y representativa. La Constitución
establece la construcción colectiva de la ley, de la decisión política y
de la gestión pública. Lo que piden los suboficiales es que
mínimamente, aunque sea por aproximación, se den pasos hacia este
cumplimiento y mandato constitucional. La reacción del gobierno, de
la jerarquía militar y del Estado-nación es represiva, se ha dado de
baja a más de setecientos suboficiales. ¿Esta es una defensa de la
Constitución? ¿La dirigencia sabe de lo que habla, ha leído la
Constitución, la ha entendido?

El Estado plurinacional supone la muerte del Estado-nación, las


transformaciones pluralistas, comunitarias, interculturales y
participativas; implica el pluralismo institucional, administrativo,
normativo y de gestiones. En lo que respecta a las Fuerzas Armadas,
la transformación plurinacional, intercultural y comunitaria configura
un ejército popular, cuya matriz es el pueblo armado. Ciertamente en
este ejército popular desaparecen las jerarquías y estratificaciones
raciales. No comprender esto es hablar de la Constitución sin ton ni
son, en la práctica aniquilar el nacimiento de la mariposa, la
construcción del Estado plurinacional. Esta dirigencia es la expresión
más patética de la colonialidad cristalizada en los huesos. Su
sumisión al poder, su apego y obediencia a la institucionalidad
colonial vigente en el Estado-nación restaurado, su inclinación por el
beneficio personal, su corrosión moral y prácticas prebendales,
comprometida por corrupciones, desvío de fondos, hablan
elocuentemente de la reiteración del comportamiento colonial del
colonizado; el deseo del amo, de ocupar su lugar. Esta dirigencia es
el brazo social de un gobierno entrabado en su crisis, un gobierno
que recurre a la represión en su desesperación; que recurre a la
demagogia buscando convencer, pero solo lo hace con los

414
convencidos. Esta dirigencia, en plena crisis de representación, pues
no responde a la representación orgánica, conformada por una
democracia comunitaria, por la selección consensuada y en
asambleas, sino al dedo digitado desde el gobierno, es la que se
lanza contra la rebelión de los suboficiales. Es la misma dirigencia
que se estrelló contra las comunidades indígenas del TIPNIS, es la
misma dirigencia que avaló las leyes inconstitucionales promulgadas
por el gobierno; seguramente también va avalar la Ley Minera, que
ha sido declarada por el propio presidente como una traición a la
patria, aunque después el mismo presidente reculó, dejando que sólo
se discuta el artículo 151 y otros más, cuando toda la Ley vulnera la
Constitución y atenta contra la propiedad de los recursos naturales de
los y las bolivianas.

¿Qué valor tiene lo que dice esta dirigencia? Sólo el valor de toda
amenaza, blandiendo el chicote contra toda crítica al gobierno y a los
que han usurpado el “proceso de cambio”. El contenido de lo que
expresan no puede ser más colonial. Su apego a la institucionalidad
colonial es manifiesto. Tendrían que mover camiones de gente,
pagados por el gobierno, de una manera no orgánica, pues saltarían
toda la estructura orgánica de las organizaciones sociales; traerlos a
la sede de gobierno y enfrentarlos a los hermanos suboficiales y sus
esposas. ¿Qué sentido tiene esta amenaza? Es de todo reaccionaria;
se coloca del lado de los que se oponen a la descolonización, a las
transformaciones estructurales e institucionales. La dirigencia es
parte del contra-proceso y de la vulneración sistemática a la
Constitución.

Ante este panorama lamentable de las representaciones sociales, es


indispensable exigir congresos orgánicos, abrir el debate y la
evaluación del “proceso” en las comunidades, en las subcentrales, en
las centrales, en las federaciones y en las confederaciones. Esta
dirigencia es un peligro para la “defensa del proceso”; corroe la
fuerza social, la cohesión de las organizaciones, evita la formación y
el aprendizaje colectivo de la experiencia del periodo y de las
coyunturas, desarma de la crítica a las comunidades y a los
sindicatos. En el momento de exigencias, de peligro, las fuerzas
sociales estarán tan carcomidas que no habrá oportunidad de
defender lo que queda del “proceso”. Los y las llun’kus se esfuerzan
por mostrarse tan serviles y obedientes, creen que con esto, con
decir que defienden el “proceso”, lo hacen, cuando ocasionan todo lo
contrario. Son las termitas que se comen la madera con la que hay

415
que construir el Estado plurinacional comunitario y autonómico.
Usando el viejo lenguaje de la política, que se define identificando al
enemigo, podemos decir, como metáfora, que esta dirigencia,
sumada al llunk’iriu de los funcionarios y militantes, de los
asambleístas legislativos, es el enemigo dentro de casa. Son los
sepultureros internos del “proceso de cambio”.

El dedo en la llaga

Yendo a las trayectorias de vida, al detalle secuencial del evento


presente, en este caso, de la asonada de suboficiales, es menester
detenerse en la mecánica de la reproducción de clases sociales, no
solamente en la estructura de reproducción, sino en las historias
concretas. ¿Qué es lo que pasa? ¿Quiénes son los suboficiales que se
revelaron al régimen colonial de las Fuerzas Armadas? Ciertamente
no se puede generalizar; sin embargo, es indispensable contar con
algunos itinerarios, para poder comprender, de manera específica lo
que ocurre. La mayoría de nuestros jóvenes no se encuentran en
condiciones de competir en el ingreso de las universidades, así como
resulta difícil responder a los exámenes de las normales, tampoco es
fácil ingresar al Colegio Militar; entonces recurren a otras
alternativas. Escuelas técnicas, que deberían ser, más bien, las más
valoradas y apoyadas, sin embargo, no es así, escuela de
suboficiales, otras opciones de formación, para afrontar las exigencias
de la vida230. Por otra parte, tampoco, en el caso de que todos
podrían competir, en equivalentes condiciones, tampoco habría cupos
suficientes para que accedan los que cumplan con las condiciones
institucionales. ¿Dónde radica el problema, la génesis del problema?

Yendo directo a uno de los factores generadores del problema, se


puede decir que es el sistema educativo el generador de esta
deficiencia y falencia de la mayoría de los bachilleres. El sistema
educativo, no solo por las inequidades en las opciones, sino por la
lamentable formación fiscal, tanto urbana como rural, mucho más en
este último caso231. No se resuelve esta diferencia con la unificación
artificial de la educación en un solo sistema, descartando la división
administrativa y rural. Menos se puede reducir la cuestión a un
230
Conversación con Víctor Hugo Quintanilla.
231
No mejora mucho esta situación en la mayoría de los colegios privados.

416
problema administrativo; es un problema estructural. El sistema
educativo se ha convertido en un espacio que garantiza trabajo
seguro, sueldo garantizado y beneficios, por más bajos que sean,
pues tampoco los y las maestras ganan como corresponde. Lo que no
se tiene es garantizada la vocación de los y las maestras. Tampoco se
les dio la oportunidad de una formación adecuada, para afrontar, en
su debido momento, la pedagogía requerida, la transmisión de
conocimientos, la educación integral y especializada. La
responsabilidad educativa, los desafíos contemporáneos de la
formación, no son las preocupaciones relevantes ni del gobierno ni
del magisterio. El gobierno busca controlar el magisterio, el
magisterio busca resolver y lograr materializar las demandas
gremiales, que ciertamente son justas. Sin embargo, por más justas
que sean, la educción y la formación no se circunscriben a las
demandas laborales.

Estamos ante un círculo vicioso. No hay estrategia educativa y


formativa de parte del Estado, a no ser que se crea que la
manipulada Ley Avelino Siñani y Elizardo Perez y su reglamentación
derivada sea una estrategia. La Ley ha quedado en enunciados
descolonizadores e interculturales, contradichos en los artículos
operativos; peor aún, en la práctica educativa implementada, que es
sustancialmente la misma que la anterior, salvo el cambio de
nombres. El cambio de la malla curricular habla de ello; más que un
cambio de contenidos se trata de un cambio de nombres. Fuera de
esta falencia, lo que se da efectivamente es la preservación de una
herencia educativa carente de presupuesto, de infraestructura, de
logística, de actualización y de interculturalidad. Lo que prepondera
es la provisionalidad en la aplicación de la Ley Educativa. No se han
resuelto los problemas heredados, no se atienden a los desafíos de la
Constitución; se opta por la demagogia, ocultando con la propaganda
las graves falencias.

En contraste, las expectativas de los jóvenes crecen, más aún


cuando se sienten en un periodo prometedor. Cuando no pueden
acceder a las opciones seleccionadas, recurren a todos los medios,
incluyendo la protesta, las marchas y los bloqueos para lograrlo.
Están en su derecho pues el Estado debe garantizar su educación y
formación, tal como establece la Constitución. El tema es cumplir con
estos derechos, efectivizar el mandato constitucional; obviamente no
hacerlo de manera demagógica, como lo hace el Ministerio de
Educación, prebendalizando la relación con el magisterio. Acudiendo

417
al montaje de la actualización, al escamoteo en formación docente, y
al teatro de la pretendida descolonización, entregando títulos
“nobiliarios”, que avalan licenciaturas y posgrados en los papeles,
cuando los cursos dejan mucho que desear. Este autoengaño
complica la situación; las supuestas transformaciones se dan en los
papeles; empero, se mantienen las viejas prácticas de aula y la
enseñanza deficiente. Muy lejos de la descolonización efectiva.

Es en este panorama donde se da la rebelión de los suboficiales. Este


panorama sumado a las estructura institucionales mantenidas, hacen
de contexto y clima a la asonada de los suboficiales. El problema
entonces no atinge sólo a la institución de defensa del Estado, las
Fuerzas Armadas, sino al mapa institucional del Estado,
particularmente al mapa institucional del campo escolar, educativo y
formativo. Las transformaciones institucionales requeridas y
establecidas por la Constitución deben darse integralmente en el
espacio de la malla institucional del Estado. En lo que respecta a la
descolonización en el campo escolar, la transformación estructural
exige la conformación de un sistema educativo integral, transversal a
todo el campo social; un sistema integral que opere técnicamente en
la des-constitución de sujetos subalternos y en la constitución de
sujetos emancipados. Esta perspectiva constitutiva de subjetividades
y de sujetos comprende el cometido fundamental en la
descolonización del sistema educativo.

Entonces si partimos del sistema educativo integral, como sistema de


apoyo constitutivo de las subjetividades emancipadas, no se puede
mantener la estructura y la composición del campo escolar; esta
integralidad educativa requiere del desplazamiento hacia
articulaciones dinámicas de los campos sociales. Articulaciones que
restituyan, en las sociedades humanas, las condicionantes iniciales de
los ciclos de la vida. En pocas palabras se trata de integrarse a la
vida, a si como valorar la vida, dejando la “ideología”, la institución
imaginaria y los fetichismos que la acompañan. El sistema educativo
se convierte en el gran activador de las memorias sociales. El sistema
educativo aporta en la formación continua en todas las composiciones
sociales, en todas las organizaciones sociales, en todas las
estructuras de la sociedad. Apoya en la resolución de problemas y en
las decisiones políticas. El sistema educativo integral convierte a la
sociedad no en un sistema productivo, sino en un sistema de vida, en
sistema de aprendizajes de las experiencias sociales, de
sistematización de las experiencias, de sistematización de las

418
memorias sensibles, apuntando a la creatividad constante. La
producción es parte de las respuestas en los contextos de las
reproducciones vitales.

Pasando a temas técnicos, esto quiere decir que, la inversión


primordial, tomando en cuenta el presupuesto del Estado en
transición, es la inversión educativa, no así, la inversión productiva,
mucho menos, el gasto rentista, asistencial. En otras palabras, la
inversión educativa es la mejor inversión productiva, en el mediano y
largo plazo. Visto de esta manera, la tarea primordial de un gobierno
“revolucionario” es la inversión educativa. Esto exige la extensión
completa del sistema educativo integral en la configuración de la
formación social y del Estado en transición. Exige también la
transformación estructural, institucional y conceptual del sistema
educativo heredado; sistema disciplinario y moderno. No solo de las
prácticas educativas, de las mallas curriculares, sino también de la
arquitectura misma del sistema educativo. Lo que implica también la
transformación de las tradicionales formaciones de maestros y
docentes, acudiendo a formaciones que liberen capacidades creativas
y vocacionales. Quizás la selección de maestros y maestras deba ser
la más cuidadosa, pues requiere de entrega y vocación. Esta demás
decir que este estrato social no puede verse ante la contingencia de
necesidades económicas y la obligación de reivindicaciones gremiales.
La tarea que les compete es estratégica. Este es un tema que debe
ser tratado como cuestión de Estado en transición; es uno de los
temas que debe estar resuelto, independientemente de las
contingencias coyunturales, periódicas, políticas.

Hay temas de Estado en transición que deberían estar definidas,


acordadas, consensuadas, independientemente de los gobiernos de
turno. Ente estos temas estratégicos se encuentran las políticas sobre
los recursos naturales. La Constitución establece que los recursos
naturales no pueden ser mercantilizables y están destinados al vivir
bien. Los recursos naturales no pueden ser reducidos a materias
primas, no pueden ser cosificados como objetos de producción,
menos de la acumulación capitalista. La relación con los recursos
naturales debe formar parte de la eco-producción, de la eco-
industrialización y de la eco-tecnología. Esta es la manera de cortar
con la condena de la dependencia, condena que reitera la colonialidad
económica a partir del modelo extractivista. Ningún gobierno tiene el
permiso de afectar esta política de Estado en transición.

419
El sistema educativo integral debe, entonces, preparar profesionales
y técnicos, para su desempeño en la eco-producción, eco-
industrialización y eco-tecnología, fuera de científicos en estos
campos, fuera de administradores en estos espacios, fuera de
teóricos que agudicen en la interpretación de estas experiencias y sus
vinculaciones con los ciclos vitales.

Otro tópico estratégico tiene que ver con la construcción del sistema
de gobierno de la democracia participativa. Ciertamente no es fácil
pasar a este sistema de gobierno participativo; se requiere de
transiciones transformadoras de las condiciones socio-políticas
heredadas. La única manera de construir este sistema participativo es
de manera participativa. Haciendo participar a la gente, a las
comunidades, a las organizaciones sociales, a las poblaciones
territoriales, a los pueblos, a los individuos. No se puede construir un
sistema de gobierno de la democracia participativa sin la participación
de la gente.

El sistema educativo integral puede colaborar en el apoyo a la gente,


a los grupos sociales, a los individuos, a las comunidades, a las
organizaciones sociales, a las poblaciones territoriales, en la
preparación en temas que debe manejar la participación. Temas
diversos, pues atingen a las políticas públicas, a los problemas
sociales, a los problemas políticos, a los problemas económicos, a los
problemas culturales.

Otro tópico estratégico es la integración continental. El Estado


plurinacional es tal no sólo respondiendo a una transición que toma
en cuenta las condiciones plurales de naciones, pueblos y culturas del
país, sino también porque se proyecta a la integración de los pueblos
del continente, por lo tanto a la constitución de la patria grande. Los
problemas de las emancipaciones y las liberaciones múltiples no se
resuelven en un país, sino en el conjunto de países del continente,
por lo menos partiendo del subcontinente, Sur América. La transición
del Estado plurinacional empuja a la Confederación de pueblos del
continente. Hay que hablar pues del Estado plurinacional también
continentalmente, efectuando la geografía emancipadora de Milton
Santos.

Hay pues, como se puede ver, grandes diferencias histórico-políticas


y geográficas entre El Estado-nación y el Estado plurinacional. No es
pues la comunidad imaginada de la nación la que se recrea en las
condiciones del Estado plurinacional. Estamos ante el despliegue de

420
otro imaginario. Como no tenemos la experiencia del Estado
plurinacional, pues nos mantenemos en la institucionalidad del
Estado-nación, podemos conjeturar que se trataría de un imaginario
que valoriza no la homogeneidad ni unicidad, sino la
complementariedad articulada de lo múltiple, la confederación
conjugada de los pueblos.

El sistema educativo integrado tiene que encarar el proceso


instituyente de este imaginario del juego de las complementariedades
y de la confederación conjugada de los pueblos; no de la nación.

Quedándonos, por de pronto, con estos temas, el de la concepción


no-mercantil de los recursos naturales, que suponen relaciones no
cosificante de los recursos, el de la eco-producción, de la eco-
industrialización, de la eco-tecnología, el de la democracia
participativa y el de la integración, vemos que las transformaciones
del campo escolar, del sistema educativo heredado, exige contenidos
concretos, no generales. La descolonización como desmontaje de los
dispositivos de poder que se encarnan en los cuerpos, no es una
tarea discursiva, ni de cambio de nombres; la descolonización no es
una tarea abstracta ni general. La descolonización se efectúa
desmontando diagramas de poder concretos, instituciones de la
colonialidad heredadas, actuando sobre órdenes de relación,
trastrocando estos órdenes y relaciones, desplegando prácticas.
Estos tópicos no son los temas ni la preocupación de la reforma
educativa del gobierno popular.

La asonada de los suboficiales devela nuevamente que nada ha


cambiado, que la malla institucional del Estado-nación sigue intacta,
que el sistema educativo, incluyendo a universidades, colegios
militares, de policías, escuela de suboficiales, no ha cambado. Se
trata de la misma reproducción del poder, sólo que acompañada de
otro discurso; se trata de la misma ceremonialidad de poder, sólo que
efectuada con otros símbolos y colores. Se trata de la misma
colonialidad, sólo que ahora efectuada por “indígenas” y
“revolucionarios”.

Las crisis son al mismo tiempo una gran oportunidad para resolverlas,
pues hacen visible los nudos problemáticos que la generan. Sin
embargo, esta oportunidad es aprovechable si se da una condición
fundamental, la voluntad o el conglomerado de voluntades para
hacerlo. Esto es precisamente lo que falta en el gobierno reformista.
A preferido llenar este vacío con el fácil recurso de la propaganda y

421
publicidad, como si este recurso pudiera sustituir la ausencia de esta
condición de posibilidad histórica de carácter subjetivo; no puede
hacerlo. Sencillamente se trata de un autoengaño institucionalizado.
La opción gubernamental es la opción de la época, la simulación.

¿Qué sentido tienen las elecciones?

A estas alturas del partido esta pregunta es pertinente: ¿qué sentido


tienen las elecciones? Fuera de ser el mecanismo democrático
periódico de la evaluación cuantitativa de las fuerzas, la crisis del
“proceso de cambio”, la crisis del Estado, no se resuelve
electoralmente. Menos cuando asistimos a la tercera elección general,
después de la crisis y las movilizaciones sociales del 2000 al 2005,
elección que viene acompañada por apatía, desencanto, falta de
entusiasmo y muchas dudas. Elecciones donde tanto el oficialismo
como la oposición se parecen cada vez más. Ambos se refieren a la
Constitución de una manera referencial, ambos se acusan de no
cumplirla, ambos reducen la Constitución a una interpretación
jurídica, eludiendo su evidencia histórica como acontecimiento
político. La oposición acusa al gobierno de ser responsable de actos
de corrupción, de alterar inapropiadamente la institucionalidad, de
atentar contra los derechos, así como lo acusa de autoritarismo; en
algunos casos, de terrorismo de Estado. El gobierno acusa a la
oposición de conspiración, de no contar con un programa o propuesta
de país, de representar a una minoría de la minoría. También ha sido
acusada de actos de corrupción, sobre todo pasados. Como se puede
ver, su debate es intrascendente. No toca los problemas
fundamentales de la coyuntura y del periodo político.

Un problema fundamental tiene que ver con la Constitución, con las


propuestas transformadoras de la Constitución. Tiene que ver con la
condición plurinacional, comunitaria, autonómica, intercultural y
participativa del Estado en transición. Ni la oposición ni el gobierno
tocan estos tópicos; el gobierno, porque considera que estas
condiciones se cumplen en la segunda gestión de gobierno. La
oposición porque ha decidido no tocarlos, quizás porque se ha dado
cuenta que como no hay cambios al respecto, si el Estado
plurinacional es tan parecido al Estado-nación, que lo único que
cambia son los nombres, entonces es mejor aceptar este Estado

422
plurinacional “realizado” por el gobierno, que pelear contra el
proyecto de Estado plurinacional, como lo hizo en el inmediato
pasado, cuando se lanzó a la ofensiva contra el proceso constituyente
y contra la aprobación de la Constitución. El debate en el que se han
entrampado oposición y gobierno los aproxima más que alejarlos. Lo
único que disputan son caudales de votos. Nada más.

Entonces estas elecciones que vienen no tienen el valor histórico que


tuvieron las elecciones de 2005, tampoco las del 2009, cuando se
aprueba la Constitución y se le otorga al MAS los 2/3 de la votación,
transfiriéndole el control de todo el Estado, de todos los órganos de
poder, el control del Congreso. Las elecciones del 2014 son grises,
opacas, sin gracia, sin transcendencia. ¿Tiene importancia quién salga
cuando oficialismo y oposición se parecen en sus prácticas políticas,
en sus discursos, en sus imaginarios nacionalistas? Quizás sólo como
símbolo, el recuerdo de un presidente al que se llamó el primer
presidente indígena. Quizás por nostalgia; no por política, pues la
práctica política es parecida en ambos bandos.

Es triste y gris el panorama. El MAS se solaza restregando en los


rostros de la oposición que no cuentan con un candidato que le haga
frente a Evo Morales Ayma. Esta afirmación es casi aceptada por la
oposición, que se esfuerza por conformar un solo frente para
enfrentarse al MAS. Pero, ¿Qué tiene el MAS? Apenas un símbolo
carcomido por sus dudas y vacilaciones, por la cantidad de errores
que arrastra. Su candidato a la presidencia ya no cuenta con la
vitalidad que desplegó el 2006-2009, tampoco al principio de la
segunda gestión 2009-2014. Es un candidato que dice algo sobre un
tema conflictivo, para después decir lo contrario. Es un candidato
plagado de contradicciones, una imagen deteriorada. Ya no es el líder
internacional de la izquierda, de los pueblos, de los indígenas; de
alguna manera todos descubrieron el doble discurso puesto en
marcha, salvo esa “izquierda” oficial, gubernamental, que se empeña
por mantener el mito con los recursos retóricos de la propaganda. Si
la gente popular va votar de nuevo por el candidato oficial lo hará sin
entusiasmo, más por persistir en una creencia, puesta en duda, más
por evitar que vuelvan contra los que luchó y derrotó. Ya no por
convicción, como antes, cuando sentía que al hacerlo lanzaba piedras
contra las edificaciones del poder. Ahora el poder es el MAS, es Evo
Morales Ayma, pero ese poder no es tan distinto al poder de la
derecha derrotada.

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Las elecciones que vienen serán como una constatación ordinaria,
tanto como repetición, orden y letargo. Se constata que el poder,
como dominaciones, se reproduce, ya estén unos o estén otros en el
gobierno; que al poder, en cierto sentido, le es indiferente quienes
estén. Lo importante es que el poder, las estructuras de
dominaciones, funcione, dentro de determinados márgenes de
maniobra, intervalo en el cual se pueden distinguir los matices.
Cuando se den los resultados electorales, se podrá decir: “el proceso
de cambio ha concluido”, ha terminado. El oficialismo entenderá que
es así porque continúa, porque ha sido ratificado, porque ha
cumplido. Pero esto no es más que imaginario. En realidad el
“proceso” muere en manos de los que lo condujeron a ese final;
decrépito, sin fuerzas para continuar; otoñal, vejestorio; empero,
investido de oropeles. Casi un cadáver vestido de traje de gala para
disimular.

Esto parce confirmar la curva biológica de los organismos, en este


caso de las instituciones; se nace, se crece, se llega a una cúspide;
cumbre desde la cual se desciende, en unos casos estrepitosamente,
en otros de una manera más lenta. Sin embargo, hay que decirlo;
esto ocurre cuando un “proceso de cambio”, cuando una “revolución”,
se institucionaliza; entonces va sufrir del deterioro de los organismos
y de las instituciones. Otro es el cantar cuando un “proceso”, una
“revolución”, no se institucionalizan, cuando mantienen el ímpetu y la
intensidad desbocada de la potencia social, de la potencia de la vida,
y se mantienen permanentes, renovadas, en la bullente composición
creativa de la alteratividad social. Sin embargo, esto de la potencia
instituyente y constituyente abierta, permanente, bullente, no suele
ocurrir. Lo regular es que el “proceso”, la revolución”, se
institucionalice. Condenando a la potencia social, atrapada en las
mallas institucionales, a recorrer la curva de su ciclo, de asenso y
descenso.

Este panorama interpretado desde la hipótesis de las capturas del


mapa institucional y de las consecuencias que conlleva esta captura
al atrapar la potencia social, condenando a la energía social, que es
energía de vida, a la entropía y desgaste de las singularidades.
Energía social manifestada en cuerpos, potencia social realizada en
composiciones, ciclos sociales entrelazados, que son como las
ecologías, biodiversidades y nichos, donde anidan las interrelaciones
y entrelazamientos de los ciclos vitales; por tanto, vida social, en
cierto sentido, “eterna”. En otras palabras, los ciclos de la vida, sus

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entrelazamientos, la perspectiva del Oikos, no se puede figurar,
configurar y refigurar, desde la perspectiva individual de los
organismos; estos nacen, crecen, llegan a su cúspide, para luego
descender hasta morir. En cambio, la vida como integralidad, no
funciona ni se despliega de esa manera. La vida, en su forma,
contenido, expresión, mecánica, dinámica, integral, como memoria
sensible, como genoma y la proliferación de sus formas, no muere, es
si se quiere metafóricamente, “eterna”. La vida se mueve en los
espesores del espacio-tiempo curvo; el genoma, en sí, no se mueve
en el tiempo; en su dimensión virtual, sustentada en la materialidad
energética de las dinámicas moleculares, no hay tiempo, aunque el
tiempo aparezca, como espacio-tiempo, en la proliferación plural de
las formas de vida y sus ciclos.

Por lo tanto, no se puede reducir la vida a la vida de los organismos


singulares; así como tampoco se reduce la potencia social a sus
capturas institucionales. La potencia social, en su forma libre, de
fuga, de creación y composiciones posibles, sigue sus propios
recorridos alterativos. Si no fuese así, las instituciones no tendría
potencia que atrapar. Si bien parte de la potencia social atrapada en
la malla institucional sigue el curso institucional, la otra parte de la
potencia social, en verdad, gran parte de la potencia social, aunque
dispersa, sigue sus propios cursos proliferantes. El “proceso de
cambio”, la “revolución”, atrapado en su institucionalización, va a
encaminarse por la vía ordinaria de su propio deterioro; de modo
diferente, la potencia social no atrapada, autónoma, desata y teje, a
partir de sus dinámicas moleculares, otras composiciones. Este es el
secreto, si se quiere, de que la historia no termine, no tenga fin.

Hay dos formas con que la potencia social abre horizontes; una es
por la irradiación misma de su propia potencia; otra es cuando choca
en los bordes del espacio estriado con las mallas institucionales.
Cuando ocurre esto último, las estructuras institucionales son
afectadas, impugnadas, exigidas, interpeladas, buscando sus
transformaciones. Volviendo al caso que nos ocupa; el “proceso de
cambio” puede haberse institucionalizado; empero, la potencia social,
de donde proviene el “proceso” no se institucionaliza, se mantiene
como alteridad. La potencia social que produjo el “proceso de cambio”
se mantiene como alteratividad, con capacidad de ocasionar
alternativas. Los choques entre potencia social y “proceso de cambio”
institucionalizado se dan lugar, develando la impotencia de la
institucionalidad de capturar totalmente la potencia, de controlar

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absolutamente la potencia, de llegar a la “utopía” reaccionaria del
poder, el fin de la historia.

En lo que respecta al “proceso de cambio” boliviano, estos choques se


han dado varias veces, en lo que va del periodo de las dos gestiones
de gobierno. Nombraremos tres importantes, la crisis del
“gasolinazo”, el conflicto del TIPNIS y la asonada de los suboficiales.
En los tres casos, en los bordes institucionales, las composiciones de
la potencia social chocaron, en sus formas concretas de demandas,
de protestas e interpelaciones, con la institucionalidad del poder, con
sus pretensiones representativas del “proceso de cambio”
institucionalizado, afectando a los objetivos propuestos por el
gobierno. El pueblo movilizado paró el gasolinazo, deteniendo las
pretensiones de las empresas trasnacionales de descongelar los
precios de los carburantes en el mercado interno, parando en seco los
compromisos del gobierno con estas empresas. En el conflicto del
TIPNIS las comunidades indígenas del Isiboro-Sécuré, las
organizaciones indígenas, todavía no divididas, el pueblo que apoyo
las marchas indígenas, sobre todo en la VIII marcha, lograron
detener la construcción de la carretera extractivista, que atenta
contra el núcleo del Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro-
Séure. La asonada de los suboficiales, denunciando las
discriminaciones, el régimen racial, de las Fuerzas Armadas, vuelven
a develar la permanencia de la colonialidad en el Estado-nación, que
se nombra rimbombantemente Estado plurinacional.

Estos choques de la potencia social, mas bien, de sus composiciones


concretas, afectan el decurso institucional optado, alteran su
recorrido, obligan a modificaciones. La historia efectiva no es el curso
programado por el diseño político de los gobernantes, por el delirio
“metafísico” de algún clarividente, sino, mas bien, el efecto múltiple
de las fuerzas intervinientes. La capacidad del “proceso de cambio”
no se encuentra en el gobierno, en los órganos de poder del Estado,
en los usurpadores del “proceso”, sino en los y las que interpelan la
institucionalidad del “proceso de cambio”. Son las y los movilizados
contra el “gasolinazo”, las comunidades y pueblo movilizado contra
la carretera extractivista, los suboficiales rebelados contra el régimen
colonial del ejército, los que abren la posibilidad de que el proceso no
esté concluido, no termine en el imaginario fin de la historia de
gobernantes, políticos y apologistas.

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