Sunteți pe pagina 1din 8

FRANCISCO DE GOYA

Vida y análisis de sus obras

24 DE ENERO DE 2019
DAVID DE HARO GONZÁLEZ
2º BACH CP
Índice

Biografía ....................................................................................................................... 1, 2
Influencia ...................................................................................................................... 3

Obras
La carga de los mamelucos ........................................................................................... 4
Los fusilamientos del 3 de Mayo .................................................................................. 5

Bibliografía ....................................................................................................................... 6
Goya fue el artista europeo más importante de su tiempo y el que ejerció mayor
influencia en la evolución posterior de la pintura, ya que sus últimas obras se consideran
precursoras del impresionismo.

Goya aprendió de su padre el oficio de dorador, pero, decidido a dedicarse a la pintura,


se trasladó a Madrid para formarse junto a Francisco Bayeu, con cuya hermana se casó
en 1775, año de su establecimiento definitivo en Madrid. Bayeu le proporcionó trabajo
en la Real Fábrica de Tapices, para la que realizó sesenta y tres cartones, en su mayor
parte con escenas idílicas y de la vida diaria, plasmadas con colores claros y vivos e
impregnadas de alegría y romanticismo.

Simultáneamente, Goya empezó a pintar retratos y obras religiosas que le dieron un


gran prestigio, hasta el punto de que en 1785 ingresó en la Academia de San Fernando y
en 1789 fue nombrado pintor de corte por Carlos IV. Diez años más tarde, en 1799,
pintó para el soberano el famoso retrato La familia de Carlos IV, que se considera una
de sus obras maestras. Es un retrato oficial, formal en apariencia, pero en el que el autor
se permite cierta ironía al plasmar a los personajes con un realismo crítico.

Goya trabajó como retratista no sólo para la familia real, sino también para la
aristocracia madrileña, y de hecho entre estos retratos se encuentran algunas de sus
obras más valoradas, como La condesa de Chinchón o las famosas La maja vestida y La
maja desnuda; sobre estas últimas dice la leyenda popular que representan a la duquesa
de Alba, quien habría mantenido con el artista una relación de tintes escandalosos. En
los retratos de Goya destaca, en líneas generales, su atento estudio de las posturas y las
expresiones, así como los contrastes de luces y sombras que realzan la figura del
protagonista.

Hacia 1799, el pintor concluyó una de sus grandes series de grabados, Los caprichos,
ochenta y dos aguafuertes que constituyen una crítica feroz de la sociedad civil y
religiosa de la época. En esta serie aparecen ya algunos personajes extraños y macabros
que acabarán protagonizando obras posteriores del maestro. Por esos mismos años,
Goya se ocupó de la decoración al fresco de la ermita de San Antonio de la Florida,
donde realizó una obra de gran impacto escenográfico.

En 1808, la invasión de España por las tropas napoleónicas colocó al artista en una
situación delicada, ya que mantuvo su puesto de pintor de corte con José Bonaparte.
Pese a todo, no se privó de plasmar los horrores de la guerra en obras como El 2 de
mayo y Los fusilamientos del 3 de mayo, que reflejan los dramáticos acontecimientos
de aquellas fechas en Madrid. Además, en los sesenta y seis grabados de Los desastres
de la guerra (1810-1814), dio testimonio de las atrocidades cometidas por los dos
bandos y acentuó visualmente la crueldad de la guerra como protesta contra ella,
lanzada a la posteridad desde la impotencia.

Por haber trabajado para José Bonaparte, el artista cayó en desgracia tras la restauración
de Fernando VII, y en 1815 se retiró de la vida pública. En 1819 experimentó una
recaída en la misteriosa enfermedad que en 1792 lo había dejado completamente sordo.
Ello, unido a su nueva vida en soledad en la Quinta del Sordo, casa solariega que había
comprado poco antes, debió de contribuir a la exacerbación imaginativa de que el artista
dio muestras en la decoración de su nueva vivienda: catorce murales de gran tamaño
con predominio de los tonos marrones, grises y negros, sobre temas macabros y
terroríficos.

Estas obras, conocidas en la actualidad como Pinturas negras, han contribuido con el
paso de los años a la consolidación del reconocimiento del genio de Goya, tanto por su
originalidad temática como por su técnica pictórica de pincelada amplia y suelta. El
pintor se trasladó en 1824 a Burdeos, donde residió hasta su muerte sin dejar de cultivar
la pintura y el grabado. La lechera de Burdeos y algunos retratos ilustran la evolución
del genio hacia una concepción de los valores plásticos que anuncia el impresionismo.
Su obra, fecunda y versátil, de gran libertad técnica y brillantez de ejecución, no ha
dejado de acrecentar la importancia de su figura hasta nuestros días.

La pintura de Goya es fiel reflejo de sus crisis individuales y de las colectivas que
afectan al pintor y a la sociedad.

La evolución histórica y la pictórica-biográfica coinciden, tras una etapa optimista que


coincide con los Tapices; la sordera y la involución como consecuencia de la
Revolución francesa hacen que aparezca ya un espíritu crítico y pesimismo en los
grabados conocidos como los Caprichos.

Durante la guerra de independencia se produce un dilema una división de su corazón


entre sus ideas ilustradas y afrancesadas y su patriotismo que le llevará a la denuncia de
la violencia y a una evolución fundamental de su estilo con pinceladas rápidas, sueltas,
manchas de color y un gran contenido expresivo.

Después de la guerra se produjo la vuelta al absolutismo de Fernando VII. Goya ve con


desilusión como la ignorancia y la irracionalidad dan al traste con sus esperanzas de
cambios, como se refleja en sus grabados de los Disparates y en las Pinturas Negras.
Goya acaba autoexiliándose y muriendo en Burdeos en 1828.

En el Museo del Prado se conserva La joven de Burdeos o La lechera de Burdeos (1825-


1827), una de sus últimas obras. Pero acaso su auténtico testamento había sido fijado ya
sobre el yeso en su quinta de Madrid algunos años antes: Saturno devorando a un hijo,
es sin duda, una de las pinturas más inquietantes de todos los tiempos, síntesis
inimitable de un estilo que reúne extrañamente lo trágico y lo grotesco, y espejo de un
Goya visionario, sutil, penetrante, lúcido y descarnado.
A caballo entre dos siglos, Goya fue un pintor tan profuso y original que bien puede
afirmarse que no sólo cierra con broche de oro el elegante arte dieciochesco, sino que
anticipa la libertad creativa que adoptarían los creadores románticos y anuncia las
innovaciones formales del impresionismo y del expresionismo, a la vez que remite por
su versatilidad a los grandes maestros de la pintura, como Velázquez y Rembrandt, y
prefigura, en su paleta y en la fantasía desbordada de sus dibujos y grabados, la fiereza
de grandes artistas del siglo XX, como Otto Dix, Picasso o Francis Bacon.

No obstante, ese Goya que va más allá del tenebrismo de Alessandro Magnasco, del
misticismo de William Blake o del demonismo de Johann Heinrich Füssli, ese Goya que
no perece con el paso del tiempo y cuya obra sigue sorprendiendo en nuestros días por
sus inagotables aportaciones es, ante todo, un crítico precursor de las formas de ver el
mundo en la época contemporánea.

El rococó plasmó, de modo elegante y amable, la gracia dieciochesca de la primera


mitad del siglo. Goya rasgó, definitivamente, esa amabilidad, como se pone
abiertamente de manifiesto en sus retratos, veraces y en ocasiones despiadados, ricos en
color y de luces difuminadas, donde los tejidos adquieren magnificencias y
luminosidades increíbles y donde los personajes aparecen en su realidad más viva, cruda
e inimaginable. Por su visión temática y por la técnica que emplea (pincelada rápida,
color denso unas veces, y muy escaso otras, formando manchas de gran frescura y
valentía) es uno de los artistas que más ha influido en el arte moderno.

La fascinación de Goya por las distintas manifestaciones de la cultura popular es el


precedente de una forma de realismo social que se reveló muy fecunda durante los
siglos XIX y XX. El tono satírico y la voluntad documental de muchos de sus grabados
reaparecen en las obras que realizó, a mediados del siglo XIX, Honoré Daumier: este
artista francés heredó de Goya tanto la fortaleza del dibujo (que, a menudo, rayaba lo
caricaturesco) como el compromiso social. La obra de Daumier dio continuidad a una
tendencia artística que desembocó, ya en el siglo XX, en el realismo crítico de los
pintores alemanes Otto Dix y George Grosz y en la caricatura moderna.

Por otra parte, la visión trágica y tenebrosa de la condición humana plasmada en las
llamadas "Pinturas negras" de Goya dio origen a la importante tradición expresionista
en pintura. La pincelada libre y emocional de obras como El aquelarre y Saturno
devorando a un hijo fue recuperada por el pintor belga James Ensor y por los
expresionistas alemanes a principios del siglo XX. La pincelada gestual, que Goya
utilizó para expresar estados emocionales, también la emplearon otros artistas de dicha
centuria: fue un recurso con el que experimentó el pintor español Antonio Saura y con
el que trabajó la generación del «retorno a la pintura», cuyos principales exponentes
fueron el estadounidense Julian Schnabel, el alemán Georg Baselitz y el italiano
Francesco Clemente.

El interés por las imágenes del subconsciente y por los aspectos oscuros de la
existencia, evidente en algunas obras de Goya, prefiguró los movimientos artísticos
modernos que otorgaron gran importancia a la actividad psíquica irracional. Así, pues,
tendencias creativas como el simbolismo o el surrealismo, que centraron su interés en
los procesos mentales en los que la razón ya no ejerce control, tuvieron su precedente en
las obras del pintor español.
La carga de los mamelucos.

El cuadro más que patriotismo lo que se refleja es la violencia ciega e irracional. Es un


tema histórico hecho que influirá en el romanticismo. Goya representa representa el
levantamiento del pueblo madrileño en la Puerta del Sol, en 1808, contra los soldados
del ejército invasor de Napoleón (iniciándose la Guerra de la Independencia) con
cuchillos y mal armados, contra los mamelucos “soldados egipcios “al servicio de los
franceses. El cuadro fue pintado en realidad en 1814.

Sobre el suelo yacen soldados o patriotas con los brazos abiertos composición que luego
recogerá en los fusilamientos del 3 de mayo y en los Desastres de la guerra.

Los escorzos, que dan sensación de profundidad, las líneas curvas y las diagonales
transmiten movimiento. Las expresiones son violentas y brutales. Los colores muy
contrastados están aplicados con pincelada suelta.

En el centro de la composición, un mameluco, cae ya muerto del caballo pero el patriota


sigue apuñalándole y otro hiere con rabia irracional al caballo que no es enemigo de
nadie. De esta forma Goya manifiesta la irracionalidad de la guerra.

Al fondo, las figuras de los madrileños, con los ojos llenos de rabia acuchillan con sus
armas blancas a jinetes y caballos mientras los franceses rechazan el ataque e intentan
huir con los ojos desorbitados incluidos los propios caballos.En resumen gran violencia.

La composición esta formada por curvas, diagonales, escorzos, grandes


pinceladas que crean gran dinamismo, movimiento. Está realizado el cuadro de una
forma que contribuye al ritmo de acción y violencia, como si estuviera impregnado
también de rabia.

El color se ejecuta con fuertes contrastes y se realiza con grandes manchas o


pinceladas rápidas aplicando un colorido en el que se permite libertades como la
cabeza verde del caballo que es un efecto de la sombra, llama la atención la distribución
del rojo de la sangre para acentuar el dramatismo y violencia.

En definitiva, las grandes aportaciones o claves del cuadro son el movimiento y la fuerte
expresividad manifiesta en rostros desencajados e incluso en los caballos, los cuales
parecen querer huir.
Los fusilamientos del 3 de Mayo.

Al día siguiente del levantamiento contra las tropas de Napoleón, los patriotas
sublevados fueron fusilados por las tropas francesas.
El protagonista de la composición es la masa anónima. A la izquierda, destacando sobre
el fondo de la montaña de Príncipe Pío y las casas que se recortan en el cielo nocturno,
vemos a un grupo de hombres arrodillados que van a ser fusilados, mientras otros
esperan su castigo. Los cadáveres de los que acaban de ser ejecutados se encuentran
amontonados en el suelo, ensangrentado. Al fondo aparece también una mujer sentada
con un niño en los brazos. Son civiles y humildes, según aparentan sus vestimentas. Los
condenados muestran diversas actitudes ante su inminente muerte: rezan, se tapan el
rostro, se muerden los puños, se desesperan, están horrorizados. El personaje principal,
con camisa blanca, valiente y digno, mira a los franceses y levanta los brazos en cruz. A
la derecha, los soldados napoleónicos, anónimos, sin rostro, colocados en fila, levantan
los fusiles para disparar. Es una escena brutal y patética.

Hay bruscos contrastes lumínicos. Goya utiliza el tenebrismo para conseguir un efecto
dramático. Sobre un fondo oscuro, el foco de luz único proviene del farol, que ilumina
fuertemente la zona de los patriotas, mientras los soldados franceses aparecen en
penumbra, dibujándose sus sombras en el suelo. La luz separa simbólicamente las dos
zonas.

El colorido es arbitrario y muy expresivo. Predominan los tonos oscuros, en fuerte


contraste con el blanco, el amarillo y el rojo. Hay también algún toque rosa. La mancha
roja de la sangre destaca dramáticamente, para expresar la violencia de la acción
descrita, así como el blanco de la camisa potenciado por el amarillo del pantalón.

Tal vez este cuadro sea el máximo referente de denuncia frente a la guerra que se ha
pintado. Es una obra definitiva y contundente. Es imposible comprender tanta violencia.
Sobrecoge contemplar la trágica escena de los fusilamientos llevados por los franceses
el tres de mayo de 1808 contra los patriotas españoles sublevados contra el invasor.
Hay un fuerte contraste entre, por un lado, la máquina de matar de los franceses, que,
para deshumanizarlos todavía más, Goya no nos permite ver sus rostros. Y por otro,
frente al pelotón de fusilamiento, las pobres gentes se enfrentan a su castigo, unos no
pueden sostenerse en pie, otros se tapan los ojos para no ver; sin embargo, aparece un
valiente con los brazos en alto, vestido con una blanca camisa y fuertemente iluminado
desafiando a los soldados franceses.
Bibliografía.

https://temasycomentariosartepaeg.blogspot.com/p/blog-page_908.html

http://www.empresas.mundor.com/historiadelartepazromero/web/Historia%20del%20ar
te.htm/13.arteneoclasicoyromantico/13.3.goyasegundaparte.htm

https://www.biografiasyvidas.com/biografia/g/goya.htm

https://www.biografiasyvidas.com/monografia/goya/

S-ar putea să vă placă și