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Sonia Burgos Cantor ▪ Universidad de Cartagena
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ÓSCAR DELGADO
Obra poética
Poemas y prosas
ÓSCAR DELGADO
Obra poética
Poemas y prosas
Edición
Lázaro Valdelamar Sarabia
·
▪
Resumen
Óscar Delgado (1910-1937) es el autor de una veintena de
poemas y prosas publicados en la prensa colombiana en
la década de 1930, que lo sitúan como una de las mejores
voces de la poesía de su tiempo. Por no haberse recogido en
volumen, la obra de Delgado fue relegada al olvido hasta
1982, cuando el entonces Instituto Colombiano de Cultura
publicó una muestra de su trabajo poético y periodístico bajo
el nombre de Campanas encendidas. Desde ese momento
el poeta costeño ha ido recobrando el lugar que merece en
la poesía colombiana, y su protagonismo en el movimiento
literario vanguardista de Piedra y Cielo.
Summary
Óscar Delgado (1910-1937) is the author of about twenty
poems and prose works published in Colombian newspapers
during the 1930’s. He has been considered as one of the best
voices of his time. As his works were not fully collected, he
was longtime forgotten. In 1982, the Colombian Institute
of Culture published a sample of his poems and journalistic
works signed as Campanas encendidas. Since then, the poet
has started to recover the spotlight he deserves amongst
Colombian poetry as well as his protagonism in the avant-
garde literary movement known as Piedra y Cielo.
El Octavo Piedracielista
El poeta Óscar Delgado (1910-1937) perteneció por
generación, amistad y afinidades literarias al grupo que en
1939 se congregó en torno a la publicación de los Cuadernos
de Piedra y Cielo, cuyos integrantes fueron Jorge Rojas,
Eduardo Carranza, Tomás Vargas Osorio, Arturo Camacho
Ramírez, Gerardo Valencia, Darío Samper y Carlos Martín.
Sin embargo, Delgado murió dos años antes del boom de
Piedra y Cielo y en aquel momento su obra no fue recogida
en volumen, razones por las que quizás su nombre rara vez
es asociado al movimiento que se venía gestando desde
inicios de la década, con notoria participación suya.1
10
Delgado igual que ellos, compartía vivamente el anhelo de
renovar la poesía colombiana, y su aporte en el momento fue
tan significativo que en 1936 el mismo Eduardo Carranza
(1937) –“orgulloso Capitán de Piedra y Cielo”-, tomó la
obra de Delgado como punta de lanza para contrarrestar los
ataques que Laureano Gómez venía haciendo a la nueva
poesía colombiana que eclosionaría en Piedra y Cielo.
11
Por otra parte, quienes ven en Piedra y Cielo una estética
grupal que trasciende la coincidencia generacional y las
intenciones literarias, pueden encontrar en Delgado otros
elementos que lo acercan al piedracielismo: ciertos giros
del idioma, ciertas imágenes recurrentes, ciertos temas, e
incluso algo de ese “galimatías de confusión palabrera” que
tanto incomodaría a Juan Lozano y Lozano (1940: 2):
12
los poetas de aquella generación, y la atmósfera que rodea
a aquel nombre lo convierte hoy en un mito, sin nómina
ortodoxa ni cerrada como algunos han pretendido. Así
Piedra y Cielo cobra más importancia como fenómeno de
una época que como reducido grupo de poetas; la prueba:
las réplicas del piedracielismo en el caribe colombiano con
grupos como Mar y Cielo en Cartagena o Arena y Cielo en
Barranquilla, que hablan del furor y alcance nacional del
suceso literario.
13
o no gustaban, pero eran tenidas en cuenta por las gentes de
letras”.
Sol
de abril:
siete flechas
de música en los arcos
de los caminos trémulos de viajes. (Preludio de Sol)
14
camaradería que por crítica como es la usanza colombiana.3
Una de esas voces anónimas de los diarios –quizás la de
su paisano Antonio Brugés Carmona- reconocía en 1935
dos de los elementos indisociables de la poesía de Delgado:
calidad y novedad:
15
mismo año un redactor de El Tiempo lo ratifica como una
de las novedades poéticas de Colombia, a propósito de la
reciente publicación de Canciones para iniciar una fiesta
(1936), primer poemario de Eduardo Carranza, con el que se
sepultaría oficialmente lo que quedaba del Romanticismo y
del Modernismo en Colombia: “Los beocios y filisteos que
se quedaron en don Miguel Antonio Caro, Flórez y Abel
Marín, y se pasmaron en Pombo, no captan estos versitos
del joven Carranza o de Camacho Ramírez, otro joven que
está componiendo lindo, o de Óscar Delgado, como antes
nos pasó con León de Greiff y Barba Jacob” (Anónimo,
1968: 18). Pese a la relevancia de estos comentarios, no
dejan ellos de ser alusiones escuetas a una obra brevísima
que apenas consolidaba su discurso, con el agravante de no
hallarse recogida en volumen.
16
reducen a una forma libre, vaga, generalmente
asonantada, sarpullida de vocablos exóticos y en
donde la calificación encargada a los adjetivos
utiliza un truco bastante ingenuo que consiste,
por lo general, en una trasposición de las
sensaciones: así, las cosas de gustar se oyen, las
de oír se ven, las de oler se palpan, etc. (Ventura,
1936b).
Aldea.
Gris. Blanco en azul.
Nubes hilando y deshilando
en las ventanas el color
del tiempo. (Azorín)
17
por título Los Poetas (de la Naturaleza), era uno de los cien
volúmenes de una muestra que pretendía dar un panorama
de los valores de las letras de Colombia y llegar a todos los
rincones del país y al extranjero.
18
periódicas sentenciaron sobre su poesía un olvido casi total,
pese a que el crimen se convertiría momentáneamente en
un fatídico detonante publicitario para la obra y figura del
poeta (ver la cronología anexa en esta edición). Fue así
como en el lapso de pocos meses escribieron sobre el bardo
malogrado: Lino Gil Jaramillo, Hernando Téllez, Carlos
Ariel Gutiérrez, Rafael Caneva Palomino, José Constante
Bolaño, Enrique Caballero Escobar, Antonio Salcedo y
otros tantos menos conocidos, pero igual de importantes en
la vida intelectual del país en aquellos días. Los adjetivos
elogiosos de su brevísima obra llovieron entonces por
montón: ágil, telegráfica, esbelta, aérea, fresca, sinóptica,
novedosa, limpia… Luego el largo silencio de casi
cincuenta años, con escasísimas reminiscencias de aquella
voz nueva, en una que otra nota que recordaba el aniversario
del asesinato del poeta. En este período sobresalen, por
ejemplo, la inclusión del poema Canción lenta en el especial
“Treinta años de poesía colombiana” (Anónimo, 1939) de
Lecturas Dominicales, y la aparición de varios poemas en
la antología Ecos de poesía, Líricos de la Costa Atlántica
publicada por Rafael Caneva Palomino (1943: 120).
19
lo había marginado del público lector. En dicha colección
de cuadernillos, Óscar Delgado se reencontró medio siglo
después con Eduardo Carranza, Aurelio Arturo, y otros
pocos de aquella generación que ya habían alcanzado la
gloria del canon, e incluso, la revista Semana comparó el
suceso editorial de Colcultura con la entonces ya lejana
colección de Piedra y Cielo (Anónimo, 1982: 13).
¿Cuál novedad?
Entre los adjetivos recurrentes dados a Óscar Delgado
desde su advenimiento a la poesía está el de novedoso.
El calificativo obedecía a lo extraño que resultaba su
versificación dislocada, a la brevedad sistemática en un país
devoto de la profusión y a cierto uso particular del lenguaje.
20
“Novedoso miniaturista del verso y la prosa” sintetizaría
Lino Gil Jaramillo (1968: 13).
21
ventanas del país a los nuevos aires poéticos que soplaban
en el ámbito de la lengua española con las generaciones
del 98 y del 27, Huidobro, Neruda… El logro no es, desde
luego, una inventiva personal ni privilegio suyo, pues en
una cultura literaria subsidiaria como la de entonces, su
mérito radica en haber sido el más insistente promotor
en los medios de la época de esos cambios en el país.
Una revolución en lo formal que hoy pasaría totalmente
desapercibida:
Esquema de diciembre
Pulveriza
vidrios de frío
el sol nuevo.
Va
la neblina
teñida en cantos de pájaros.
El río
falsifica
estatuas de nubes.
De extremo a extremo
de la mañana
22
el trópico
cuelga
sus hamacas de colores.
23
ahora, ha querido voluntariamente encerrarse y,
abandonando toda imitación, ensaye volar con
sus propias alas.
Delgado:
Luna para piano
Oye
la luna de la alberca.
(El agua
toca la luna escrita para piano
por Claudio Debussy).
Oye
la luna de la alberca…
Lorca:
Debussy
Mi sombra va silenciosa
por el agua de la acequia.
24
Pero Delgado no se quedaría en la imagen y la metáfora lor-
quiana, ni en el paisajismo piedracielista, sino que experi-
mentaría con su propio lenguaje; así lo ve el poeta Samuel
Serrano (1994: 24) cuando afirma que: “Óscar Delgado […]
no se conformó con alcorzar postales de nuestra geografía,
como lo harían sus contemporáneos Piedracielistas, sino que
buscó a través del rechazo de la lógica inmediata, otra reali-
dad más profunda para la creación artística, convirtiendo su
poesía en una metafísica de la imagen”.
25
Osorio y él mismo, y con otros poetas asociados al grupo
como Antonio Llanos y Aurelio Arturo.
26
los intelectuales de Latinoamérica asumieron otra postura
frente a lo propio. El vuelco de la generación colombiana
a lo americano no fue sólo hacia el paisaje tropical, sino
a sus costumbres y a su gente, ya no como exótico fondo
histriónico sino como protagonistas:
27
Podríamos concluir afirmando que al grupo de Piedra y
Cielo y sus contemporáneos no se los puede acusar de haber
hecho una poesía vacua y despreocupada, sin admitirles
paralelamente la frescura de su lenguaje y la renovación
que aportaron a las letras colombianas de entonces.
Tampoco se corresponde con la realidad histórica y social
en que surgieron estos poetas, considerarlos hoy como aedas
cantando a espaldas de los grandes temas que conmovían al
mundo, volcados “a las cosas intranscendentes” como diría
Lino Gil Jaramillo (1937: 98) de Óscar Delgado. No hay
que olvidar que eran jóvenes sin grandes preocupaciones
ni amarguras europeas de entreguerras, testigos jubilosos,
además, de la modernización del país iniciada en 1930 por
los gobiernos liberales.
28
Poemas
Canciones Falsas
29
30
Preludio en sol
Sol
de abril:
siete flechas
de música en los arcos
de los caminos trémulos de viajes.
31
Canción morena
32
Invitación a la Costa
33
Canción cálida
34
Costa nocturna
Atarrayas calientes
el látigo bravo de la rumba
pinta en la espalda de la noche.
Racimo de tambores maduros
suda el olor geográfico de la danza.
A bejucos de candela
se enrosca la serpiente de la brisa mulata
que siembra axilas vírgenes en el olfato
de la temperatura.
35
Canción fácil
Arena de campanas:
playa de tus cabellos.
Arena de campanas:
playa bajo las nubes.
36
Mañana
37
Breves canciones de antes
I
Yo vi crecer tu nombre
como una flor de ausencia y de silencio
bajo la madrugada de tus ojos.
Yo vi crecer tu nombre
como una flor de ausencia y de silencio
bajo la madrugada de tus ojos.
38
II
Abramos la ventana de tu ausencia.
39
Canción lenta
40
Canción íntima
(Rumor azul
de nubes
en la inconsútil desnudez
del agua).
(Ausencia azul
de nubes
en la mirada musical
del agua).
41
Tarde
42
Waldteufel
43
Canción lunática
44
Canción leve
La luna nueva
de octubre
sobre el mar,
guitarra anocheciendo.
45
Luna para piano
Oye
la luna de la alberca.
(El agua
toca la luna escrita para piano
por Claudio Debussy)
Oye
la luna de la alberca…
46
Esquema de diciembre
Pulveriza
vidrios de frío
el sol nuevo.
Va
la neblina
teñida en cantos de pájaros.
El río
falsifica
estatuas de nubes.
De extremo a extremo
de la mañana
el trópico
cuelga
sus hamacas de colores.
47
Azorín
Aldea.
Gris. Blanco en azul.
Nubes hilando y deshilando
en las ventanas el color
del tiempo.
48
Canción monótona
Llueve
en fa menor.
A la luz de la lluvia leo tu recuerdo.
La lluvia
toca en los pianos vespertinos
una música como las rejas
de tu antigua ciudad.
El gris bemol de la tarde
suena en la escala de las gotas
de las hojas.
Tu recuerdo termina
pero la ventana oye toda la lluvia
en fa menor.
49
Canción
Infancia:
lluvia sobre las rosas,
guitarra anocheciendo…
Y el ágil aire
y el día de las nubes recorriendo
el geométrico sol de las ventanas.
Infancia:
penumbra de jazmines,
guitarra anocheciendo…
50
Vieja canción
Fin
de la honda canción de alguna noche.
Mujer,
vieja canción de alguna noche:
51
Jardín
52
Paz
53
54
Prosas
Notas Artificiales
55
56
Añoranza del retablo estival
El paisaje
Cuando comienza diciembre a hojear su álbum de amane-
ceres, los almendros giran ya bajo una brisa de pájaros.
La estrella
Ante una cálida opacidad de cigarras, el crepúsculo ilumina
la leyenda de la estrella nunciadora, desflecada entre la
cabellera del río claro.
57
La noche
Convertidas por afán eglógico de los habitantes en angostos
bosques de arbustos teñidos por una liviana floración de
papeles alegres, las calles entran al murmullo de la noche
gozosa pobladas de faroles rústicos que tiemblan en el
ramaje como brillantes frutas de colores.
El milagro
Surge de la temperatura recóndita de los pechos el canto
que desenvuelve la interpretación lugareña del inefable rito
iluminado por una calurosa liturgia de cobres.
La Virgen morena
Nocturnas trenzas onduladas por la recia evocación de los
bejucos que fortalecen el rancho nativo. Pupilas tostadas
por el viento oloroso que agiliza la fecunda lejanía de
los maizales. Brazos disciplinados en la gimnasia de los
cántaros rítmicos para el ritmo maduro de la maternidad.
Voz vegetal como la risa de las mazorcas. Piel profunda
como la tiniebla líquida de los estanques montañeros…
58
La Virgen morena, sembrada en el centro del retablo estival,
conforta la ambición paterna de aquellos hombres nutridos
por el ácido misticismo de la tierra.
59
Hoja de álbum
60
Croquis de la lluvia
61
Acuarela de Berta Álvarez
62
Mi pueblo centraliza ese leve territorio de álbum. La
torrecilla eclesiástica reparte irónicamente su horario de
voto y sus palomas. Y cuando los gallos, influidos por Jules
Renard, orquestan el avance del alba, todas las ventanas
componen con los pájaros y las trinitarias una escena de la
más vistosa ortodoxia decembrina.
63
Ramona
I
Fue en este pueblecito de calles que van y vienen sin prisa
donde a través de los discos ortofónicos descubrí a Ramona,
instalada en su caluroso escenario sembrado de palmeras
falsas.
II
En todas las grafonolas habitaba entonces un barítono que
imponía a su voz, como sentimental gimnasia, un elástico
suspiro por el amor de Ramona.
III
¡Ramona! La lente de ese nombre fotogénico proyectaba en mi
pensamiento una imagen de mujer deliciosamente selvática,
vestida de morenas desnudeces. Sus tres sílabas, impulsadas
por el cordaje de un violín palúdico, giraban como trompos
de colores sobre la superficie del silencio pulido.
IV
El paisaje conjugado en siete tonos rurales me hizo amar a
Ramona dentro de la égloga. Desde la mañana columpiada
en vientos azules y verdes, hasta la tarde tendida en el
chinchorro del crepúsculo, Ramona recorría bucólicos
itinerarios en mi imaginación, movilizada por la mecánica
oculta del aparato parlante.
64
V
Era un amor absurdamente abstracto: fue vana la búsqueda
de una concreción femenina capacitada para servir de
envase a la melodramática idea de mi amada.
VI
Inesperadamente desapareció. El sitio fue abandonado por
las grafonolas, y las gaitas lugareñas que sostenidas por los
tambores de piel de chivo alzaban luces rojas en la plaza
nocturna, desconocían el nombre que adoptó elasticidades
imprevistas en el suspiro solfeado de los barítonos.
VII
¿Qué rumbo tomarían las prófugas bocinas que difundieron
por los ángulos cardinales de mi fastidio la silueta de esa
mujer musical?
VIII
Yo utilicé un olvido endecasílabo que aprendí de ciertos
rapsodas para borrar el eco que las cadencias de Ramona
dibujaran en mi reloj provincial.
IX
Bajo temperaturas de añoranza cultivé aquel olvido.
Cuando la creí para siempre retirada de la ortofónica espiral
del disco, recordábala llorosamente, como se recuerda a las
novias románticas que mueren de una enfermedad literaria.
65
X
Sin embargo, cada vez que contemplo el avance de la
civilización, en mi ánimo flamea la fe en la muerte de
Ramona.
XI
Cualquier día la peste de los voltios inoculará a la vida de
este pueblecito el microbio que ha de acelerar el ir y venir de
sus calles, y dislocará la inefable geografía y la astronomía
simplísima que patrocinan hoy su panorama.
XII
Y quizá no sobreviva yo a la tragedia de que, asomados a
algún altoparlante público, todos los barítonos me anuncien
el retorno de Ramona, enjoyada de colores eléctricos y
envuelta en el pentagrama tórrido del saxofón.
66
Elegía de Guty Cárdenas
67
Alguna grafonola febril prolongó en la distancia de una
noche cualquiera de mayo o de septiembre la voz cálidamente
dolorosa de Guty Cárdenas, el trovador inolvidable que
infundía resonancias arrebatadoras a su instrumento de
nerviosas cuerdas estremecidas de nostalgia indescifrable
como la sombra rítmica de los almendros.
68
La tragedia de los organillos
69
Cuando prosperó ese amor moroso que enredado a la
arquitectura de su época como un rosal parásito, hacía
depender su destino de media docena de compases de
vals asociados a la luna y demás celestes utensilios de
uso retórico, alcanzaron el vértice de su gloria todos los
instrumentos anémicos que sometieron a irrigaciones de
melancolía el otoñal jardín donde distribuyó sus gracias la
risa de la Marquesa Eulalia. La ventilación de los abanicos
cortesanos fue utilizada por los poetas endecasílabos para
crear en pleno trópico un amanerado escenario de artificial
vegetación propicia a exquisitas complicaciones amorosas
y a las lentas escenas de las romanzas crepusculares;
gemían entonces los organillos lejanos, atareados en la
suave canción oportunamente antigua…
70
Hecho para el quedo vaivén del amor de antes, fracasa
cuando intenta convertir sus tubos en incubadora de
músicas veloces. Y a través del estridentismo callejero, la
hegemonía de los cobres satiriza la flácida musculatura con
que el decadente aparatillo remeda el brinco altisonante.
71
Carta con paisaje al fondo
72
La aritmética del bridge se olvida por completo detrás del
sol exacto que recorta para la edición de lujo de la tarde a
la adolescente que pasea por la costa la fotogenia de sus
quince años sobre el nivel del mar.
73
Alma y paisaje de Margot Manotas
74
Loa de las estrellas menores
75
donde funcionan las estrellas menores. Allí los nombres y
los rostros ejercitan su magia espectral y pendulan de la
luz a la sombra sin las intervenciones del impulso teórico.
Cada mujer acarrea su feminidad y su atmósfera, libre de
cualquier varillaje libresco que interfiera la fluidez de su
ademán o la proyección de su belleza.
76
aptitudes van desde los automóviles hasta el saxofón. En
cambio, el comportamiento de Greta Garbo ante un teléfono
es igualmente detestable al de Marlene Dietrich frente a
los pianos de cola. Y ambas han dejado constancia de su
torpeza en el uso de los ferrocarriles.
77
Visión de Berta Singerman
78
A la orilla de los versos húmedos de temblor matinal,
clarificados de rumores aéreos, las pupilas de Berta
modulan el asombro de la distancia rítmica por donde las
mariposas vegetales de sus manos perseguirán el viento
de su voz… (Viento de oro que incendia la fronda sorda
de las palabras mesuradas, esa voz debiera sólo recorrer la
clave diáfana que concatena los colores de la primavera en
una ronda fácil). Penetra a la atmósfera de los cromáticos
símbolos vernales con la alegría de una deidad adolescente
que danzase a la música de su propia risa.
79
Júbilo de la tierra y la vida, liturgia de la noche y el día, grácil
ráfaga de los ímpetus claros: esa voz de Berta Singerman,
encendida en el epitalamio de la estación madura y en
el panteísmo de la maternidad perfecta, grita las intactas
lontananzas que en el corazón extiéndese a la idolatría del
mundo.
80
Portada
81
Bar hacia el alba
I
Jaime Barrera Parra fue un profesional del mutismo. El
mutismo fue su predilecto género de conversación. Aquella
noche, mientras Juan Roca Lemus hablaba copiosamente
alrededor de la teoría y la práctica de la caza del cocodrilo,
Jaime construía su silencio al compás del corazón y del
saxofón que desde la orquesta elevaba la temperatura del
bar con una enfática música de las Antillas. Pero de pronto,
en inverosímil ejercicio de locuacidad, inició el ditirambo
de las grafonolas en una laboriosa plática que después de
complicarse con cierta erudita exégesis portuaria del amor
desembocó de manera imprevisible frente a la decadencia
de la marimba para concluir con una fundamental metáfora
sobre el asesinato. Y volvió a callar. Por única vez vi
entonces intervenir en su conversación unos cuantos
elementos de esa literatura suya que siempre pareció como
compuesta entre la atmósfera nocturna de algún bar donde
ardiera la cobriza música de las Antillas.
II
En su camarote de periodista, bajo el aturdimiento litográ-
fico que desplegaban tres dibujos de Covarrubias, cuarenta
y cinco retratos de Marlene Dietrich y un mapamundi, Jai-
me Barrera Parra escribía su prosa impregnada en anilinas
locomotrices. A bordo de su “Remington Typewriter 12”
aterrizó en los temas de todos los climas. Los recuerdos de
su adolescencia provincial y de su juventud internacional
82
coloreaban sus párrafos con una tintura de veloz trascen-
dencia geográfica. Por eso quienes cubrían los itinerarios de
su estilo comentaban luego la aventura con esa premurosa
sintaxis que se usa para redactar los boletines de turismo.
83
paisajes y animales, Jaime Barrera Parra inauguró un
inolvidable funcionamiento del adjetivo y una sorpresa
técnica de la metáfora.
III
Jaime Barrera Parra deseaba envejecer en un puerto. Una
playa, un faro, un bar. De noche impulsado por el humo
de las pipas trashumantes y por un viento de narraciones
con nombres de archipiélagos, el bar iría navegando hacia
el alba. Jaime recordaría que allá dentro de sus mejores
páginas ocultó la música de su acordeón trasoceánico
que fue, como el acordeón de Pierre Mac Orlan, una
cartera llena de documentos sentimentales. Y quizá en la
madrugada marina le hubiera sido grato ejecutar en él un
vals de Waldteufel.
84
Nocturno de Diego Fallon
85
ciones respectivas al alma y a la muerte, a la gramática y a la
historia universal. Fue de la luna un enamorado categórico y
gesticulante. La luna pudo así anticiparse medio siglo a las
mujeres del cinematógrafo italiano.
86
Gregorio Castañeda Aragón o el mar no visto
87
Orquesta Negra, poemas de Castañeda Aragón
88
A través del jazz, difícil armonía del anarquismo
instrumental, donde la música es agua accidentada que
conducen el humorismo del piano y la gimnasia de los
cobres y la epilepsia de la batería, Castañeda Aragón va
desenvolviendo sus interpretaciones de muestrario urbano.
89
Luis Carlos López o la aldea perdida
90
Jorge Artel
91
Cuando adquirió conciencia de su pigmento y con un libro de
Leopoldo Marechal en el bolsillo, Jorge Artel se encaminó
a la bahía nocturna donde los muelles y los mástiles
componen su viejo dibujo al carbón. De paso por las calles
inmóviles, iba colgando greguerías de los faroles apagados.
Cantó en la madrugada con los marinos borrachos de ron
Cristóbal y esperó la llamarada del alba para tenderse sobre
la piel mineral de las playas y besar los caracoles que son
las encías de esas risas que riegan un alegre sabor de coco
por la sombra del paladar meridiano.
92
Quizás cuando Jorge Artel extirpe de su instrumento poético
la cuerda de las musiquillas vacilantes, el trópico se madure
en sus versos y en los versos y en las prosas de los que
vamos sintiendo canciones violentamente nuestras como
nuestra brisa, nuestra música, nuestras estrellas, nuestros
ríos y nuestros árboles.
93
Croquis de Barrancabermeja
94
Es entonces cuando un hombre interrumpe la crónica de sus
andanzas y llena de nuevo su vaso de cerveza para iniciar
la historia de José Joaquín Bohórquez, infeliz y maravillosa
como la de Juan Augusto Suter.
95
Tamí Espinoza, comedia de Antonio García
96
Bajo la despedida de Tamí, su hijo, y de Blanca, el fantasma
postrero de su juventud, Juan Bautista Espinoza siente la
desolación de sus escombros espirituales, el abandono de
su vejez solitaria. El lamento de su paternidad derrotada se
une a la queja de su último hijo, Juan Carlos: un anormal
imaginativo que llora la fuga de Lelé... Lelé, adorable
sombra de niña amada por un idiota sentimental que sueña
verla junto a un vuelo de gaviotas en una mañana marina.
Cada cual está solo entre todos, cada cual emite una
individual irradiación de angustia que lo aísla dentro de la
atmósfera dramática.
Monologan…
97
Una carta de Óscar Delgado
La ciudad, febrero 6
Don Jaime Barrera Parra, calle 14.
Mi querido Jaime:
98
Por otra parte, soy un devoto admirador de Gabriel
D’Annunzio y la devoción por el poeta de “Los sueños
de las estaciones” me aleja de tomar por danunzianismo
la instalación dentro del estilo de una cómoda tintorería
decadente.
Te abraza
Óscar Delgado
99
Infierno y Caricatura
I
Aquel hombre que en una novela de Henri Barbusse acecha
la desnudez de la vida y de la muerte por el agujero de un
tabique, arrancando cuerpos y voces a la dramática arcilla
de la sombra y martillando el metal de los días sobre un
amargo yunque de soledad, extrajo de su acechanza la hebra
que enhebra las torturas del infierno terrestre.
II
Los dueños de almas abiertas al zodíaco de la emotividad
sufren un oscuro impulso de confrontaciones que los lleva a
la psicosis incluida dentro de las miserias corporales bajo la
advocación de Dupré: asomados a un punto de vista desde
el cual las ideas y los hechos aparecen aplastados por la
escueta perspectiva de su pequeñez, adquieren la inquietud
inútil de precisar la palabra que circunscribe la única
certidumbre del mundo: NADA.
100
Es de esa selva hiperemotiva, de esa inextricable enredadera
de reacciones cuya sorda mecánica aspira a definir Achille
Delmas, de donde surge como el brote de una enlutada
estación interior la orquídea alucinante del suicidio.
III
¿Fue Rendón hacia el suicidio preso en la red patológica
urdida por los psiquiatras? ¿Adoptó al suprimirse alguna
filosofía equivalente a la de cualquiera de los suicidas
literarios del cortejo que integró Paul Morand sobre la obra
de Chateaubriand, Daudet, Goethe, D’Annunzio, Flaubert,
Dostoievski?
101
Y una de esas horas en que la profunda canción de Porfirio
Barba Jacob nos recuerda que somos tan sórdidos, tan
lúgubres “un día en que ya nadie nos puede retener”,
consumó la humanización de la muerte llevándola al
reservado de un bar para empaparle en cerveza los cabellos,
los ojos y la boca.
102
Glosa de Josefina Albarracín
I
Ha podido comprobarse definitivamente que la mujer de
Colombia confía demasiado en la salvación por la retórica.
Pretende adquirir completa personería sexual evadiéndose
de su sexo, entrando en sonora beligerancia con el manejo
de gramaticales maquinarias.
103
II
Josefina Albarracín, en cambio, labra la piedra y la madera.
Trabaja sobre los naturales volúmenes con la certeza que
tiene el genio femenino para expresarse en el espacio.
III
El amable ingenio de Mark Twain compuso el registro de las
impresiones que llenaron los primordiales días de Eva. Allí
aparece la concepción cósmica de la mujer inicial. El árbol
y la nube, la estrella o la luna, todas las piezas pintorescas
del mundo quedan reducidas a utensilios aprovechables por
ella de acuerdo con el pueril funcionamiento de su espíritu.
104
Probablemente desde entonces para una mujer estrictamen-
te femenina el universo es antes que todo materia de orna-
mentación.
105
Elegía de San Pedro Alejandrino
106
irrefutable aspecto de almacén de artículos para regalos. Y
los lustrosos accesorios del simbolismo oficial completan la
fronda de festones, coronas, papales y banderas cuya espe-
sura desterró de aquellos lugares a la dignidad del recuerdo.
107
hayan oído mentar los importantísimos miembros de las
sociedades de mejoras públicas, las juntas de conservación
y ornato y otras asociaciones secretas.
108
La decadencia de las profecías
109
pacíficos animales son sustituidos por una fauna monstruosa
que puebla el fuego de formas diabólicas.
110
Anexos
111
112
Lecturas y testimonios
sobre el autor y su obra
Óscar Delgado
Anónimo
El Tiempo, enero 21 de 1935, p. 5
113
galante de Hubert Marshall y una frase humorística sobre
el problema social en las bananeras; Greta Garbo y el
ferrocarril de Santa Marta; la decadencia de Occidente y la
rumba costeña; el amor y sus relaciones con las dulcísimas
naranjas que se cosechan en los Huertos de Santa Ana. El
empaque de su prosa, coloca a Óscar Delgado en puesto
de avanzada, pues se comprende que con tan rica vena
imaginativa y un acopio vocabular tan espléndido, su obra
literaria no podrá subestimarse o relegarse a sitio inferior.
114
Óscar Delgado
Tomás Vargas Osorio1
El Heraldo, mayo 30 de 1936, p. 13
115
sombrea con carboncillos azules la red delgada y minúscula
de las pestañas.
116
Homenaje a Óscar Delgado
Eduardo Carranza2
El Tiempo, abril 18 de 1937, segunda sección.
Firmado en octubre de 1936
117
aros, o a denunciar el delicioso contraste del traje de Conchita
Espine y un fondo de azaleas familiares. No se dedicó a la
manera de Antonio García a confeccionar veleros de bruma
con unas gotas de ausencia y una pequeña dosis de marxismo,
para echarlos a navegar por arroyuelos octosílabos. Ni se
entretuvo, como Arturo Camacho Ramírez, en diagnosticar
la taquicardia que padecen frecuentemente los luceros y las
margaritas. Ni descubrió, como Tomás Vargas Osorio, las
ciudades perdidas en la sangre y el palpitar de las campanas
en el pecho del campanario. Ni pegó como Antonio Llanos,
los labios de avidez al abierto costado de la noche. Ni puso
como yo, trampas de agua al vuelo de las nubes, doncellas
rizadas permanentemente por rizadoras brisas celestiales.
118
Óscar Delgado nos ha entregado también importantes
conclusiones referentes a la sismografía sentimental: nos
ha dicho que por la temperatura de una carta de amor se
puede establecer exactamente el color del crepúsculo en
que fue escrita, nos ha dicho que podemos averiguar la
dirección del viento sobre los jazmines, según la intensidad
con que se recuerden las últimas palabras de aquella
muchacha abandonada al borde de una música de guitarras;
Óscar Delgado cantó también, con memorable éxito, a una
doncella que tenía “quince años sobre el nivel del mar”, y
a Kay Francis y sus ciento once mil voltios de sombra, que
en la ventana de una prosa suya, asoma su boca “húmeda y
enervante como un mal clima” y el extremo de las manos
pulsadoras del sueño y del deseo.
119
En su poesía hay una cálida palpitación americana. Un
violento sabor de tierra caliente, filtrándose en el cristal de
una sensibilidad depurada por el paso de los rumores de
la cultura. Poesía con aguas y cielos tatuados de nubes y
mujeres morenas sobre el vitral de la mañana con los cabellos
como arena cayendo y descolgando olor de nísperos en la
noche del Magdalena, sus orillas y sus islas.
120
plena luz. Óscar Delgado nos trae los aires salinos de Santa
Marta y su bahía que nos dice Lino Gil Jaramillo, parece
haber sido construida bajo la dirección de un director de
orquesta. Nos trae sus palabras con las eses guillotinadas y
sus ideas fugaces y brillantes como pájaros de colores.
121
Óscar Delgado
Hernando Téllez3
El Tiempo, abril 13 de 1937, p. 5
122
días emocionado tributo a todas las cosas del mundo tocadas
con la mano de la belleza. Un artista puro, incontaminado,
había en Óscar Delgado. Para él todo se planteaba, a la
postre, en un problema de estética. Si fugazmente apareció
interesado en la política, esa actitud suya debe entenderse
nada más que como un afán intelectual y curioso de su
inteligencia, afanada por completar un experimento más.
Ni pasión sectaria, ni entusiasmo proselitista le servían de
acicate en ese juego bárbaro de la política en que se vio
envuelto sin premeditación y sin gusto. Le era singularmente
placentero mirar el mundo, observar todas las peripecias del
ejercicio vital y, de esta suerte, la política le parecía nada
más que una ventana propicia como ninguna otra. Para él sí
que resultaba exacta la sentencia del filósofo de Weimar: el
mundo es un espectáculo, pero nada más que un espectáculo.
123
para la acre sonrisa del humorismo. Y su innata sagacidad
alimentada y fortificada por bellas lecturas, había convertido
su pupila en un instrumento maravillosamente apto en la
tarea nada fácil de saber observar a los hombres y a los
hechos. Su corazón que una artera mano detuvo en su ritmo
sosegado y dichoso, fue un corazón leal, extremosa, radical,
hermosamente leal. Si hay una política de los sentimientos
como hay una política de las ideas, esa política fue en Óscar
Delgado la de la lealtad. Corazón de veintiséis años que
ayer dejó de repicar en ese pecho de hombre joven, y que
iba por el mundo sin alimentar y sin probar la amargura. El
sabor de ceniza que la muerte nos dejó ayer en los labios, al
herirnos tan cerca y tan hondo, solo se atempera recordando
la risa jubilosa del amigo ausente.
124
Óscar Delgado
Carlos Ariel Gutiérrez4
El Tiempo, mayo 9 de 1937, p. 8
125
abrigada de pieles azules, con marimba de puerto loca y
cosmopolita. En sus versos casi siempre se asomaba, en
primeros planos, el mar. En su “hidrografía poética” se
destacó el mar, pero no ese mar peinado con las consabidas
gaviotas de las oleografías; ni tampoco el custodiado por
palmeras, con indias de labios lánguidamente diseñados,
de voluptuosas caderas con movimientos de oleajes que se
desangra en espumas sobre el pecho de los acantilados; ni el
mar de navíos abiertos en gallardetes que hacen la primavera
de los puertos. Ni tabernas brumosas, ni blusas cebradas, ni
bocinas que cantan un himno nuevo al amanecer. Su mar
era de magazine, con aullantes colores de rumba antillana,
urbanizado con “maillots” y mujeres que hieren con sus
tacones finos la arena alegre de la playa.
126
Orilla del recuerdo
Lino Gil Jaramillo5
Revista Tierra, mayo de 1937, p. 98
127
extrañas cabalgatas solíamos instalar nuestro diálogo. O
al amparo de esas pequeñas cantinas que por momentos
parece que van a zarpar. O en los bares centrales. O por
innominadas callejas de penumbra. Nuestros afanes nos
trajeron al interior y no volvimos a verle. Hasta que una
mala tarde los periódicos anunciaron su fin dramático en
una emboscada de baja ley que la reacción política les
tendiera a él y a su padre en Santa Ana, villa natal. Una
página miserable que vale más no mencionar.
128
Breve obra rescatada
Armando Barrameda Morán6
El Heraldo, mayo 12 de 1983, p. 2
129
En ciertos aspectos de su música interior, la menuda poesía
de Óscar Delgado tiene mucho de elación aldeana, de
arrobamiento ante el paisaje bucólico. De encantamiento
ante el vuelo de una alondra, de placidez ante el vuelo
agonizante de la luz crepuscular, de romántica embriaguez
bajo el plenilunio totalitario que ya solo ejerce embrujo
sobre las parejas enamoradas que dejan el automóvil a la
vera de la carretera y en el punto más frondoso del boscaje
aledaño hacen el amor, bajo la mirada azul y complaciente
de esa celestina de los noctívagos bohemios.
130
de la poesía colombiana, fue Esteban Coimbra. Después
del asesinato del poeta escribieron sobre su personalidad
literaria, Hernando Téllez, Eduardo Carranza, Lino Gil
Jaramillo, Enrique Caballero Escobar y Tomás Vargas
Osorio. Entre todos los que he nombrado, quien captó con
mayor exactitud la suave, fina y límpida musicalidad de la
poesía de Óscar Delgado, fue Vargas Osorio, cuando escribió:
“Leyendo un poema de Óscar Delgado […] recordamos, no
sabemos por qué extrañas y sutiles afinidades, las sinfonías
musicales de Claudio Debussy”.
131
La mirada breve, Campanas encendidas
Guillermo Martínez González7
Revista Ulrika No. 10, Bogotá, 1987, pp. 40-41
132
con la naturaleza que recorre a los textos. De allí su rumor
de guitarra que se enciende en jardines perfumados, la
luz que invade la tiniebla: aún la noche es anticipo de la
claridad: abre su párpado ante el alba de oro.
133
para no morir, es lo que nos guía en cualquier presente para
no desviarnos o caer. Y por eso en el paraíso de Delgado se
confunden las nociones del tiempo: es lo antiguo nuestro, el
origen, pero también el mañana, la feliz orilla de un día en
que por fin se “desnuda la brisa del agua”:
Abramos la ventana de tu ausencia.
134
Óscar Delgado
Por Hernán Vargascarreño8
Revista Exilio No. 1, Santa Marta, abril de 1994
135
Lunas y estrellas alargadas en los ríos, sinfonías soñadas
de Debussy que se confunden con los sonidos que riega
la tarde, hamacas para oscilar un poema, guitarras como
fantasmas de mujeres que sin cesar pasan por el país de las
ventanas, ausencias en todas las presencias, nombres que
crecen en silencio ante la caligrafía de las gotas de lluvia,
violines que alargan la canción de las cigarras, gimnasia
de las palmeras que saludan a los habitantes de la noche.
Ese es el universo poético de Óscar Delgado, ubicable en
cualquier trópico del mundo, posible de traducir a cualquier
idioma terrenal o divino, prolongable en la historia futura.
136
Óscar Delgado o el azar de las imágenes
Hernando Cabarcas Antequera9
Folleto de la exposición itinerante “Ala y latido. Tres poetas
colombianos en las publicaciones periódicas (1920-1970):
Leopoldo de la Rosa, Tomás Vargas Osorio y Óscar Delga-
do”, inaugurada en la Biblioteca Nacional de Colombia, el 16
mayo de 2005. Beca Nacional 2004 del Ministerio de Cultura.
137
recuperar 27 poemas que son la realidad viviente de un
artista que concebía que la existencia estaba “en lo que
tiembla en las hojas de los árboles o en las hojas de los
libros”. Estas composiciones de Óscar Delgado son, pues,
una “Invitación a la Costa” para ver el mar y liberar la
imaginación y alcanzar “ese estado de gracia que nos hace
apasionarnos por el espíritu de la danza y la geometría”.
138
Óscar Delgado
Por José Luis Garcés González10
Literatura en el Caribe colombiano, señales de un proceso.
Tomo I
Universidad de Córdoba, Montería, 2007, pp. 178-180
Campanas encendidas
La poesía de Óscar Delgado es sencilla. Su verso es claro.
Sus temas los tiene cerca del corazón. Le canta a la luna, al
sol, a la lluvia, al jardín, al mes de diciembre. Pero no hay
en él sensiblería alguna. Muchos de sus poemas se titulan
“Canción”. Y sí, falta la lira para completar la vocalización
del texto. Dado el tiempo en el que vivió, la poesía de
Delgado es de estricta vanguardia y de una majestuosa
contemporaneidad. Parece de hoy. Es más: algunos poetas,
hoy, no son capaces de escribirla con ese tono y ese lenguaje.
139
Poeta en verso y en prosa: poeta
La prosa de Óscar Delgado es espléndida. Él narra en
poesía. Por eso sus textos son poemas en prosa. Muy pocos
escritores (y estamos hablando a principios del siglo XXI)
manejan en América Latina el uso que Óscar Delgado le
da al adjetivo. El adjetivo de él es un adjetivo brujo. Él lo
utiliza de manera asombrosa; a veces bordea el exceso pero
sabe detenerse a tiempo. Y entonces el lector percibe que
ese es un vocablo virginal, que antes de Óscar Delgado el
adjetivo era sombra o luz muerta.
140
Cronología de Óscar Delgado
1910
1919-1923
141
Delgado y sus hermanas hacia 1915
1924-1925
142
1926-1928
14 A los 20 años Oscar Delgado escribe una diatriba contra el obispo de Santa
Marta, Joaquín García Benítez, porque éste lanzó desde el púlpito de la
iglesia de Santa Ana una sentencia de fuego contra la gente del lugar que
convivía en unión libre. El texto nos muestra a Delgado como un anticlerical,
no obstante esto no era impedimento para que el mismo obispo se hospedara
en su casa. Ver: “La decadencia de las profecías”. (1930a).
15 Conversaciones con Margot Pachón de Delgado, cuñada del poeta.
143
vanguardia latinoamericana. Habitualmente llegaban tam-
bién grupos de teatro y zarzuela españoles, las proyecciones
cinematográficas eran permanentes y el paso de uno que otro
intelectual animaba la ciudad (Bacca, 1998: 56).
144
Óscar Delgado, recién graduado de bachiller con honores
en el Colegio Americano a finales de este año, seguía atento
todos esos hechos para actuar más tarde como político.
1929-1930
145
Había llegado pues para los liberales la anhelada toma del
gobierno. Ahora los papeles se invertían en un país biparti-
dista, sectario y mayoritariamente analfabeta. Temístocles
Delgado, el padre de Óscar, fue uno de los favorecidos con
el cambio de mandato al ser designado como alcalde liberal
en un pueblo conservador como Santa Ana.
1931-1934
146
Paralelamente estrecha amistad con integrantes de los
movimientos literarios que surgieron en Bogotá en las
décadas del veinte y treinta, los Nuevos y los Piedracielistas.
Y justamente, a la par de varios de los futuros miembros de
este último grupo, Delgado empezará a publicar su obra,
sobre todo en Lecturas Dominicales de El Tiempo, hasta el
mismo día de su muerte.
147
contemporáneo suyo, “captar y caricaturizar los gestos
de nuestros más hábiles parlamentarios y estudiar las
inutilidades de aquellos que constantemente van ungidos
con el voto popular” (Bermúdez, 1935: 14).
1935
148
A Óscar Delgado, sin embargo, parecía no atraerle el ejer-
cicio de la política con el mismo ímpetu que a la mayoría
de los jóvenes intelectuales de su época, e incluso Antonio
Brugés Carmona (1937a: 1) decía que sus amigos lo consi-
deraban sin menosprecio “falto de temperamento político”16.
Otros, por el contrario, se emocionaban al imaginarlo alter-
nando “con parlamentarios diestros de la talla de Laureano
I, Turbay II y Gaitán III” (Bermúdez, 1935: 14). Delgado se
declaraba liberal de izquierda y con esas convicciones haría
una corta pero vertiginosa carrera en la vida pública.
1936
149
Credencial del Congreso de Colombia
1937
150
alcalde, e incluso, el periódico El País lo había denunciado
por presuntamente intentar incendiar el pueblo vecino de
San Zenón (Ariza, 1937: 3). Contrario a la opinión de sus
amigos, a Delgado se lo ve en estos días entusiasmado por
la política, prometiendo cosas y reiterando su posición de
izquierda ¿Demagogia? Así le habla a un amigo pocos días
después de las votaciones:
151
Delgado y su padre habían sido invitados por Rodríguez
a la manifestación política, pero Temístocles consideró
que no era prudente asistir e intentó inútilmente
disuadir al hijo. Convinieron, entonces, en quedarse a
pocos metros del lugar, en casa de Brugés Carmona.
Temístocles Delgado había sido advertido por su padre
de un presunto complot en su contra, a lo que el hijo
respondió tajantemente: “Vea papá, sabe lo que le
digo: que yo me muero en el puesto como perro de
montería”17. Aunque una premeditación de los hechos
nunca se pudo probar, se constató el corte de los cables
del telégrafo y nunca se pudo explicar la presencia de
cientos de garrotes en un lugar estratégico cerca de la
concentración política con los que efectivamente se
proveyó la turbamulta. Por este último hecho, Carlos
Alemán llamaría paródicamente este episodio “la noche
de los guayacanes cortos” (Alemán, 1987: 3), mientras
el pueblo sobrenombró a la principal sindicada como
“Juana Garrote”.
152
Temístocles Delgado fue sacado de la casa de Brugés
Carmona con amenazas de dar muerte a su familia que
milagrosamente se había salvado del linchamiento al huir
a una casa vecina. Y tal como se esperaba, el jefe liberal
salió a la calle y revólver en mano se presentó en la casa
bastión de los conservadores, a reclamar por el orden y las
acusaciones que le hacían18. Al gritar en la puerta “¿Con
quién me las entiendo; con hombres o con mujeres?”, fue
baleado en una pierna, y luego en plena calle macheteado
en la espalda y el rostro le fue desfigurado a garrotazos.
La justicia no halló culpables y todos los sindicados
fueron declarados inocentes cuatro años después19. A todas
estas, Óscar Delgado que había salido en defensa heroica
y suicida de su padre, fue alcanzado por una bala por la
espalda, en hechos siempre confusos. Logró devolverse
moribundo a casa de Brugés Carmona donde se desplomó
pidiendo agua20. Luis Mejía López, un joven de 20 años se
declaró victimario y pagó 5 años de cárcel en el panóptico
de Santa Marta; al salir afirmó que había sido pagado por
inculparse21.
153
de Santa Ana El Tiempo publicaba en la mañana la última
prosa de Delgado (1937b: 3), testamentaria e indulgente
con su pueblo que lo sacrificaba:
154
Fuentes de la Cronología
155
Anónimo (1937b, 17 de abril). “La última Carta de Óscar
Delgado”. Periódico Rumbos, Plato (Magdalena): 6
Arango, Gustavo (1995). Un ramo de nomeolvides, García
Márquez en El Universal. El Universal. Cartagena: 361
Ariza G. Manuel (1937, 19 de abril). “Los primeros
informes que se le dieron a la Gobernación sobre los sucesos
ocurridos en Sta. Ana.” El Siglo: 3
Bacca, Ramón Illán (1998). Escribir en Barranquilla. Uni-
norte. Barranquilla: 281
Bermúdez, Luis A. (1935, mayo 11). “Óscar Delgado”. El
Heraldo: 14
Castillo Mier, Ariel (2007-2008). “Germán Espinosa,
un poeta que novela la historia”. Revista Aguaita, 17-18,
Cartagena: 164
Delgado, Óscar (1930a, agosto), “La decadencia de las
profecías”. Revista Civilización, Barranquilla.
Delgado, Óscar (1930b, 22 de noviembre). “Bajo la noche”,
pasillo para piano. Revista Mundo al día, Bogotá.
Delgado, Óscar (1937b, 11 de abril). “Luis Carlos López o
la aldea perdida”. El Tiempo: 3
Delgado, Óscar (1982). Campanas encendidas. Colcultura.
Cuadernos de Poesía, Vol. 11, Bogotá: 69
Expediente del Tribunal Superior de Santa Marta sobre los
sucesos de de Santa Ana, 7 de febrero de 1940 (Incompleto,
Archivo de la Fundación Amigos de la Historia de Santa Ana).
García, J. María y Martínez, Julio. (28 de mayo). “Telegra-
ma”. El Estado, Santa Marta: 4
156
Salcedo, Antonio (1937, 13 de abril). “Última alusión de
Óscar Delgado”. La Prensa: 4
Samper Ortega, Daniel (1936). Los poetas (de la naturaleza).
Biblioteca Aldeana de Colombia, Tomo 83. Ministerio de
Educación Nacional-Editorial Minerva. Bogotá: 306
Téllez, Hernando (1937, 13 de abril). “Óscar Delgado”. El
Tiempo: 5
Vizcaíno T, Otoniel (1937 13 de mayo). “Óscar Delgado”.
El Heraldo: 12
157
158
Noticia Bibliográfica
1930
“La decadencia de las profecías”, revista Civilización,
Barranquilla, (fotocopia sin fecha, firmada en 1930 desde
Santa Ana, Magdalena, archivo de Ramón Illán Bacca).
“Bajo la noche” (pasillo, partitura para piano), revista
Mundo al día, Bogotá, noviembre 22 de 1930
1931
“Paz” y “Diciembre” (primera versión de “Esquema de
diciembre”, sin estrofas y con error en la diagramación),
Lecturas Dominicales de El Tiempo, mayo 24 de 1931, pp.
9 y 11 respectivamente.
“Ramona” (con auto caricatura, Lecturas Dominicales de
El Tiempo, junio 7 de 1931, p. 4
“Invitación a la Costa”, Lecturas Dominicales de El
Tiempo, junio 21 de 1931, p. 8
“Costa nocturna”, Lecturas Dominicales de El Tiempo,
agosto 16 de 1931, p. 31
“La tragedia de los organillos” (con dibujo sin firma),
Lecturas Dominicales de El Tiempo, agosto 30 de 1931, p. 11
159
“Poemas de Óscar Delgado” (“Preludio en sol”, “Breves
canciones de antes”, “Canción lunática”, “Diciembre”
(Segunda versión de “Esquema de diciembre”), con
un dibujo de Óscar Delgado por Serrano), Lecturas
Dominicales de El Tiempo, septiembre 13 de 1931, p. 12
“Canción morena”, Lecturas Dominicales de El Tiempo,
octubre 11 de 1931, p. 8
“Orquesta Negra, poemas de Castañeda Aragón” (con
dibujo sin firma), Lecturas Dominicales de El Tiempo,
octubre 18 de 1931, p. 5
“Jorge Artel”, Lecturas Dominicales de El Tiempo,
noviembre 8 de 1931, p. 11
“Infierno y caricatura”, Lecturas Dominicales de El
Tiempo, noviembre 29 de 1931, p. 2
“Añoranza del retablo estival”, Lecturas Dominicales de
El Tiempo, diciembre 27 de 1931, p. 9
1932
“Tamí Espinosa, comedia de Antonio García” (con
dibujo de Serrano), Lecturas Dominicales de El Tiempo,
enero 31 de 1932, p. 12
“Una carta de Óscar Delgado”, Lecturas Dominicales de
El Tiempo, febrero 21 de 1932, p. 11
“Alma y paisaje de Margot Manotas”, El Tiempo, mayo
14 de 1932, p. 5
“Elegía de Guty Cárdenas”, El Tiempo, Bogotá, abril 17
de 1932, p. 8
160
“Visión de Berta Singerman” (con foto de Berta Singerman
en escena), Lecturas Dominicales de El Tiempo, agosto 14
de 1932, p. 1
“Canción íntima”, Lecturas Dominicales de El Tiempo,
agosto 28 de 1932, p. 7
1933
“Portada” (con dibujo de Jaime Barrera Parra por Vargas
Codazzi), Lecturas Dominicales de El Tiempo, Bogotá,
julio 30 de 1933, p. 1
1934
“Acuarela de Berta Álvarez” (fechada en diciembre de
1933, con dibujo sin firma), Lecturas Dominicales de El
Tiempo, febrero 4 de 1934, p. 8
“Canción fácil” (con dibujo de Robles Aponte), Lecturas
Dominicales de El Tiempo, enero 21 de 1934, p. 11
“Glosa de Josefina Albarracín”, (con dibujo de Serrano),
Lecturas Dominicales de El Tiempo, mayo 20 de 1934, p. 5
“Croquis de Barrancabermeja” (con caricatura de
Jaramillo Arango, sin firma), Lecturas Dominicales de El
Tiempo, marzo 4 de 1934, p. 3
“Nocturno de Diego Fallon”, Lecturas Dominicales de El
Tiempo, marzo 18 de 1934, p. 12
1935
“Loa de las estrellas menores”, El Tiempo, Bogotá, enero
19 de 1935, p. 22
161
“Sinopsis de Berta Álvarez”, Página Literaria de El
Heraldo, Barranquilla, julio 12 de 1935
1936
Canciones falsas y Notas artificiales (“Canción fácil”,
“Canción leve”, “Canción lenta”, “Croquis de la lluvia”,
“Hoja de álbum”, con presentación de Tomás Vargas Osorio),
El Heraldo, Barranquilla, mayo 30 de 1936, página literaria.
Canciones falsas (con fotografía de Óscar Delgado,
aparecen: “Vieja canción”, “Canción cálida”, “Canción
monótona”), El Tiempo, octubre 11 de 1936, segunda
sección, p. 2
Cinco canciones falsas (“Canción”, “Jardín”, “Esquema de
diciembre”, “Canción íntima”, “Tarde”), El Heraldo, 1936
Canciones falsas (“Luna para piano”, “Canción”, “Tarde”,
“Canción íntima”, “Canción leve”), El Tiempo, 1936
“Canción lenta” (Con presentación de Tomás Vargas
Osorio), El Tiempo.
“La luna nueva de octubre” (“Canción lunática”), en:
Samper Ortega, Daniel Los Poetas (de la naturaleza). Bi-
blioteca aldeana de Colombia, tomo 83. Bogotá: Ministerio
de Educación Nacional-Editorial Minerva, p. 105
1937
“Luis Carlos López o la aldea perdida” (por un error de
diagramación aparece con el título invertido con el soneto
“María, como un jazmín de lágrimas” de Eduardo Carranza,
también por error atribuido a Óscar Delgado). El Tiempo,
abril 11 de 1937, segunda sección, p. 3
162
2. Sobre esta edición
163
De este modo, queda pendiente una edición crítica y
completa de la obra de Delgado, en la que figuren las
diferentes versiones que el autor hizo públicas, ejercicio
atractivo para el estudio del estilo y la evolución estética
de su poesía. Los cambios de nombres, la versificación
diferente e incluso la reescritura de un texto como “Nocturno
de Diego Fallon”, nos hablan de una constante revisión de
la obra y del ejercicio creativo del escritor.
164
Anónimo (1982, 30 de agosto). “La última cosecha. Con
profusión de géneros, tendencias, tamaños y colores,
Colcultura se expone, otra vez, a la complacencia y la ira”.
Semana.
Barrameda Morán, Armando (1983, 12 de mayo). “Breve
obra rescatada”. El Heraldo, 2A.
Bacca, Ramón Illán (2006, 26 de marzo). “Óscar Delgado”.
El Heraldo: 2.
Bonnett, Piedad (2003). Imaginación y oficio, conversacio-
nes con seis poetas colombianos. Medellín: Universidad de
Antioquia.
Bueno, Raúl (1985). Poesía hispanoamericana de vanguar-
dia. Lima: Latinoamericana Editores.
Caneva Palomino, Rafael, compilador (1943). Ecos de
poesía, líricos de la Costa Atlántica. Ciénaga: Estudios
Tipográficos de la Escuela Complementaria.
Carranza, Eduardo (1936). Canciones para iniciar una
fiesta. Bogotá: Ediciones de Derechas.
Carranza, Eduardo (1937). “Homenaje a Óscar Delgado”.
El Tiempo, abril 18 de 1937. Sección 2.
Cobo Borda, Juan Gustavo (2003). Historia de la poesía
colombiana siglo XX, de José Asunción Silva a Raúl Gómez
Jattin. Bogotá: Villegas Editores.
Delgado, Óscar (1931a, 30 de agosto), “La tragedia de los
organillos”. Lecturas Dominicales: 11.
Delgado, Óscar (1931b, 8 de noviembre), “Jorge Artel”.
Lecturas Dominicales: 11.
Delgado, Óscar (1932, 18 de abril). “Carta”. Archivo de la
familia Delgado.
165
Delgado, Óscar (1937, 18 de abril). “Hoja de álbum”. El
Tiempo, sección 2.
Delgado, Óscar (1982). Campanas encendidas. Bogotá:
Colcultura. Cuadernos de Poesía, Vol. 11.
Diego, Gerardo (1932). Poesía española. Antología 1915-
1931. Madrid: Signo.
García-Peña, Roberto (1936, 29 de marzo). “Nómina de la
nueva literatura colombiana”. El Tiempo: 8.
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167
168
Índice
Artículo introductorio
Una estimulante anonimia: Óscar Delgado en
la poesía colombiana________________________ 9
Poemas
Canciones Falsas
Preludio en sol______________________________ 31
Canción morena_____________________________ 32
Invitación a la Costa__________________________ 33
Canción cálida______________________________ 34
Costa nocturna______________________________ 35
Canción fácil_______________________________ 36
Mañana ____________________________________ 37
Breves canciones de antes_____________________ 38
Canción lenta_______________________________ 40
Canción íntima______________________________ 41
Tarde_____________________________________ 42
Waldteufel_________________________________ 43
Canción lunática____________________________ 44
Canción leve_______________________________ 45
Luna para piano____________________________ 46
Esquema de diciembre_______________________ 47
Azorín____________________________________ 48
Canción monótona___________________________ 49
Canción___________________________________ 50
Vieja canción_______________________________ 51
169
Jardín_____________________________________ 52
Paz_______________________________________ 53
Prosas
Notas Artificiales
170
Anexos
171