Sunteți pe pagina 1din 312

BIBLIOTECA DE AUTORES QUINDIANOS

Poesía
La Biblioteca de Autores Quindianos

Recopilar en una colección bibliográfica el pensamiento,


la identidad, la cultura y la memoria histórica de nuestro de-
partamento a través de la mirada de los escritores quindianos,
es la gran apuesta de este proyecto conjunto entre la Goberna-
ción del Quindío y la Universidad del Quindío.
La Biblioteca de Autores Quindianos se constituye en una
manifestación cultural que nos permitirá conservar y, sobre
todo, hacer visible ante la ciudadanía la esencia de nuestra
región.
Difundir y visibilizar la tradición literaria e intelectual del
Quindío es nuestro deber. Queremos que las letras que narran
nuestra vida y plasman la visión de los poetas, historiadores,
narradores y ensayistas quindianos estén al alcance de la co-
munidad del departamento y se conviertan en referente para la
investigación sobre nuestra cultura.
Esta recopilación se hizo pensando en Ustedes, los lecto-
res; esperamos que la disfruten y que sean los principales pro-
motores de la diversidad literaria del Quindío.

Padre Carlos Eduardo Osorio Buriticá


Gobernador del Quindío

José Fernando Echeverry Murillo


Rector de la Universidad del Quindío
Nelson Osorio Marín

Alguien recogerá mis remos


(Poesía reunida)

Estudio y edición:
Carlos Alberto Castrillón
Libaniel Marulanda

Universidad del Quindío

BIBLIOTECA DE AUTORES QUINDIANOS


Alguien recogerá mis remos (poesía reunida)
© Nelson Osorio Marín

Estudio y edición:
© Carlos Alberto Castrillón
© Libaniel Marulanda
Universidad del Quindío

Biblioteca de Autores Quindianos


Secretaría de Cultura, Gobernación del Quindío
Editorial Universidad del Quindío
Armenia

Primera edición
2017

ISBN 978-958-8593-xx-x

Asesoría editorial:
Licenciatura en Español y Literatura
Universidad del Quindío
Edición al cuidado de los editores
Diseño de la cubierta: © Lina María Cocuy
Todos los derechos reservados.
Impresión: Centro de Publicaciones, Universidad del Quindío
Nelson Osorio Marín
(1941 - 1997)
Índice

Prólogo
Juan Guillermo Álvarez 9
Nelson Osorio Marín, el poeta de los años inmensos
Libaniel Marulanda 17
La poesía de Nelson Osorio Marín:
También se pudren las flores en el sueño
Carlos Alberto Castrillón 27
Nota sobre la edición 57

Cada hombre es un camino (1963)


Cada hombre es un camino 61
Lleva este mensaje, marinero 62
Poema del ayer y del presente 63
¡Bumerangs! 64
Mi respiración se eleva hacia el futuro 65
Canción a Laura 66
Poema del adiós afásico 67
Retrospección 68
Poema del asesinato universal 69
A mi padre 70
Aquella tarde con tu aroma y con tu boina 71
Al amigo adolescente 72
Poema en la muerte de un amigo 73
Canción por un niño pobre 75
Poema del sueño cotidiano 76
Bogotá en domingo 77
La ciudad sin ti 78
Cita 79
En la muerte de Antonio Larrotta 80
Despedida 81
Canción por el primer obrero 82
Poema de la infancia y de la ira 83
Santa Bárbara, abril de 1963 84
Los compañeros cantaban limpiando los fusiles 85
La noche vendrá sin tus cabellos 86
Quiero gritar tu herida, Venezuela 87
5
Palabras desde la muerte 89
Mensaje para una ciudad que resucita 90
Cuando yo digo camisa 91
Quisiera penetrar tu calavera 92
Poema al hijo futuro 93

Algo rompe la mentira (1969)


Alguien tuyo resucita
Bosquejo 101
Silencio para un Tiempo Mínimo 102
Color 105
Porque sabemos cada cuánto cambia de mentira 106
La sangre viene y va 107
Un día los ene ene nos robaremos América 108
Si no te reconstruyes morirás de trampa 109
Todo el odio 110
Todo el amor 111
Te habitaba 112
Fogonazos
Plataforma de lanzamiento 115
Rompecabezas 119
Por Nazim Hikmet 121
César Vallejo sin que Barba-Jacob lo sospechara 122
Hasta el final del gran vómito 123
Conteo 125
Relámpagos 126
Diaria premonición en Wall Street 127
Bogotá, carrera séptima, destellos 128
Uno de esos días, simplemente 130
Para iniciar un dibujito 131
Pequeña historia de Mañana 132
Rotunda combustión de nieve 133
Canción de cucharitas 136
Fósforo - Alfiler en la boca de la Ausencia 139
Los Innombrables del Insecto 147
Edades 157

Al pie de las letras (1976)


Elegía a María Antonieta Pons 167
Metidos en el amanecer 169
6
No hacía falta conocerlo 171
Todavía siento un nudo en la garganta 173
Decreto de emergencia 176
Hombre amaneciendo 179
Al compás del corazón 180
Asistencia técnica 181
Altos mandos 182
Padre nuestro que estás en nuestras venas 183
Bolero-tango para decirle adiós a Ella la dulce 185
Caso 12k37x, tarjeta IBM ítem 25, nota
aclaratoria y final de tres renglones 187
Prensa libre 190
Hazte bien a mi izquierda, compañera 191
Feliz navidad próspero año nuevo 194
Exilio y retorno 195
Oyendo «Sur» de Pichuco Troilo 197
Argentina 1976 199
Esquirla 200
Inauguración 201
Recordada sor Trinidad: 202
La justicia cojea pero llega... ¡coja! 205
Cantata en Sol mayor para un hombre muy teso 206
¿Torturas? ¡Cuáles torturas! 208
Bomba de tiempo... ¡completo! 210
A la larga se trata de ser cangrejo o liebre 211

Trueno que da miedo (1980 - 1997)


Crónica Colombia comenzando década 219
Sólo me queda una duda… 223
Mi casa 224
Aquí y ahora 225
Poemas a la traga 227
Poemas en salsa 232
Patricia 240
Este dolor no cabe en argumentos 242
¡Méjico lindo y qué herido! 244
Radiografía 247
Violeta 248
Renacimiento 250
In Memoriam 251
Aquanauta 253
Instantes de cara o sello 254
Resúmenes 255
Imagen 256
7
Banquete 257
Los pasajeros del humo 258
Los pasos nunca dados 259
Soledad 260
Relojes 261
¡Apuesto! 262
Al poeta 263
Que en paz descanse 264
Concierto audiocromático del Condortauro 265
Bogotá, cuatrocientos sin cuenta años 267
Crónica de una batalla 269
Los viejos boleros 271
Quimera 272
Panorama mundo 273
Pañuelitos en el muelle 274
Pereira ahí… 275
Militancia 277
Selvacolombia 278
Medellín 279
Aquí estoy 280
Astral 281
Ecos de galopes estelares 282
Dejamos de ser ajenos 283
La resistencia es un río 284
Hospitales 285
Lo único fiel de un recuerdo 286
Si el poema brota 287
Anuncio 288
¡Ah Bagdad! 289
La sesión del misterio 290
Quiero 292
Soy 293
Faltamos 294
Polvo cósmico 295
Conmigo 296
Lectura 297
Viento amigo 298
Soborno 299
Piano 300
Hasta cuándo y dónde 301
Ayer, hoy y mañana  302
Después de los despueses: el mar  304

8
Prólogo
¿Quién es ese
que empuja por salir de mí?
Nelson Osorio Marín

¿Puede concebirse un gesto más generoso que la edi-


ción y publicación póstumas, el homenaje de los vivos al
innombrable, al muerto? Y, sin embargo, la justicia poéti-
ca no encuentra impedimento alguno una vez el ruido de
la vida personal cede el turno a la voz de la obra.
Nelson Osorio Marín aparece aquí, en el dintel de
su obra poética, que es tanto el gavión de sus canciones
como sus poemas inéditos, en su estatura de arte. Dema-
siado dos palabras atrevidas, nos atreveremos con Pascal
a llamarlo uno de los poetas mayores de Colombia. Tanto
más atrevidos si no lo considera don Andrés Holguín en
su filosofada antología, ni la del “donjuán” Luis Panero
(¿dictada por Pedro Gómez Valderrama?); tampoco la de
Rogelio Echavarría, ni la de Ramón Cote Baraibar para
Visor de Poesía —que llega sólo hasta 1980—, ni siquiera
el heterodoxo Harold Alvarado Tenorio en su Ajuste de
cuentas. De allí la importancia de que este libro vea la luz
y caiga en las manos de sus lectores. Juzguen ellos.
Esta nota, que empieza con una celebración un tanto
ligera, se fractura a partir de la llegada a mi buzón de los
poemas inéditos de Nelson. Si María Mercedes Carranza
se sostiene con diez de sus poemas en el panteón de nues-
tros poetas mayores, no creo que otra suerte le sea depa-
rada a quien escribió: “Escucho el silencio subterráneo /
de mi vida que comienza a dudar de su destino”; noso-
tros no dudamos ya, Nelson: tu destino está en nuestra
memoria, a salvo de los reveses que todo se lo llevan.
En una nota de nadaísmo para dummies se partiría de
una sucinta definición a tono con su objeto: autoprocla-
mados poetas con algo en común, el esplín, y poco en co-
mún con la literatura, a menudo metidos en política y con
talentos de rufián.
9
Juan Guillermo Álvarez

En este escenario nulo o nihilista, en ese istmo de la


inteligencia colombiana, pobre parodia apenas parónima
de la estética Dadá, Nelson Osorio Marín es un artífice
atípico: trasciende su generación —los “desencantados”—
y puede ser leído en la actualidad porque tiene la frescura
de los clásicos. Nos invita a leerlo en un envión, al vaivén
de su ritmo.
Clásico, cómo no, porque su verso se ajusta a todos los
moldes y se lee, no como si hubiera sido acabado de es-
cribir, sino como si se estuviera escribiendo. «Después de
los despueses: el mar», poema inédito que recién cae en
mis manos, me trae el regusto a sal marina de «La Mer»,
de Baudelaire, su calma chicha, la música del oleaje, pero
no su melancolía, que Nelson cambia por una dicha vis-
ceral, whitmaniana, y sin embargo dueño de una unidad
—insospechada a partir de la aparente llaneza de los pri-
meros versos: la muerte, un episodio central de la vida, se
funde en ésta cuando nos deshacemos en el elemento del
que hemos provenido, cerrando el círculo:

¿Existió alguna vez alguna casa


distinta a este mar
donde soy guardián de mis cenizas y mis sueños?

¿Será que todo clásico crea sus precursores y el Ataúd


tallado a mano tiene en este Mar nelsoniano su perfecta an-
ticipación?

Vendrán los cuartos de los hoteles costaneros


con tertulia o con puñaladas.
Vendrán lejanías de tangos,
presencias de sones caribeños
o despedidas de Bitles y Betóvenes.
Pero el mar y yo
nos sentaremos a manteles y devoraremos
esa pasión de ir siempre más allá
de cualquier más acá de las incógnitas.

La muerte no llega después de que el Tiempo ha acu-


mulado en silencio sus momentos y da el gran zarpazo,
sino simplemente porque no podemos durar toda la vida
(«Hoyo negro»), y
10
Prólogo

Después del Requiescat in pace


o del último fragor de llama que prefiero
(cuando ni yo mismo espero
mi regreso a casa
y no lo creo aunque me aparezca)
quiero sonreír aunque sea de soslayo:
al fin y al cabo —que recuerde—
es mi primera muerte en serio.

Fábrica del tiempo y de insondables causalidades,


efecto de ese canto caprichoso que echa a rodar después
de que pasó “lo único que podía pasar”, volveremos a en-
contrar —dándole la razón a Georgy, a Borges— ese tono
en Flóbert Zapata: “Voy a morir y mañana habrá fútbol, /
espasmos, desvanecimientos”.
Nelson despierta a su más perdurable vigilia, aquella
que conjuga la canción y el poema. Porque fue un polí-
grafo sesudo, digno tal vez de otra cofradía, como la de
Mito. Un compositor de canciones que aún se recuerdan
y merecen cantarse. Un militante del fragor de las ideas,
escorando a la izquierda pero sin intransigencias dinami-
teras. “Un artesano de ideas”, como se llamó a sí mismo
en tanto publicista y como lo recapitulamos hoy en una
acepción más amplia.
Un lúcido de la poesía de la segunda mitad del siglo
XX, rescatable junto a Jaime Jaramillo Escobar, el poeta
con “nombre de placa de carro” de Los poemas de la ofensa
(1968), y el santarrosano Amílcar Osorio de Vana Stanza
(1984), tan “desencantado” como José Manuel Arango,
Giovanni Quessep, Elkin Restrepo, Antonio Caballero,
Raúl Gómez Jattin, la Carranza o Juan Gustavo Cobo
Borda, autor de otra antología poética en la que tampoco
aparece el calarqueño.
Nato entre Alberto Rodríguez Cifuentes, el “nadaís-
ta de Cartago” que se atosigó con tapetusa, y Armando
Orozco Tovar, periodista bogotano que aún coordina el
taller de cuento del Externado, en la llamada Generación
Desencantada, Nelson Osorio Marín ve la luz en 1941 (la
otra fecha, como decía Borges, es 1997, y el otro lugar,
Bogotá), calarqueño como dejamos dicho ya y bien tem-
prano residenciado en Pereira.
11
Juan Guillermo Álvarez

Se lo podía ver en la sede de Renovación Nacional, sema-


nario que hacía y dirigía Miguel Álvarez de los Ríos, sito
en la calle 21 entre 8ª y 9ª, corazón de una incipiente pero
inquieta Pereira; con Lucho Mejía, el poeta de la Resurrección
de los juguetes, premio Nacional de Poesía a los 23 años, se
daban cita a diario en el local para departir con el maestro
del periodismo grancaldense, humanista de largo aliento.
Visitador médico por entonces, Nelson ganaba valio-
sos minutos a la persuasión farmacéutica de los consul-
torios para hilvanar microcuentos y poemas y canciones.
Los nombres, las teorías, los libros del día a día literario
en el mundo proveyeron esa mesa común, fueron el pre-
texto para entretejer esa amistad, o viceversa.
Su primera mujer —después llegaría su Pato, celebra-
da en los poemas inéditos, y en el final la muy cantada
soledad— abogada, compañera y lectora y por supuesto
cómplice de aventuras en el arte clandestino.
Ya era desde temprano de “siniestras inclinaciones po-
líticas”. A la izquierda se llegaba por la vía ipsilateral del
corazón y por la fatalidad, asumida con honestidad dia-
léctica, de la historia. Actitud afirmativa la suya, en esa
“fe roja” a la que tan proclives eran aún los adolescentes
y tan reacios los propietarios de algún bien raíz o puesto
oficial, crisálidas de una sola primavera.
La suya, por el contrario, fue siempre una concepción
holística en la que cabía su inmensa sensibilidad doliente,
sensual y sensitiva, tan orgánica que no se quedaba en
la queja pedestre y lapidaria, porque la redimía su fe en
el cambio inmanente, en ese pueblo que sabe dónde va a
pesar de estar condenado a pan y circo, a promesería y
olvido. Su palabra plástica echa mano del recurso calleje-
ro, de los juegos de palabras, de retruécanos y paradojas
para hacerse pegajosa al oído de la gente común, a la que
está después de todo destinada.
Su libro Cada hombre es un camino, de 1963, recuerda
al ya mentado amigo Luis Fernando Mejía, a Neruda, y
tiene la ironía nadaísta sin su sarcasmo.
El punto de encuentro en Renovación Nacional quedará
eventualmente clausurado después del atentado que su-
friera su director a manos de dos pistoleros, también —por
12
Prólogo

burda paradoja sin efecto en la economía del drama—


calarqueños, que van a parar a la cárcel.
Se dirigió entonces a Bogotá, saboreó la soledad desa-
brida que conocieron allí, según confesión propia, desde
Gabo hasta nuestro Rigoberto Gil.
Leo Burnett recibió un buen día en su prestigiosa agencia
de publicidad una solicitud de empleo que llamó su aten-
ción, y quiso corroborar sus referencias. Era el résumé de
Nelson, recomendado por “el grande Miguel”, quien apos-
tó siempre por sus quilates. De allí sus primeros y luego
más audaces y brillantes pasos en su artesanía de ideas. Y
pasó a convertirse en publicista, una segunda naturaleza en
muchos nadaístas, que el mote “publipoetas” sabe recoger.
El café La Sultana, en Bogotá, pasó a ser el epicentro
de su producción intelectual. En su mesa favorita, entre la
infusión estimulante y el coloquio fraterno, hacía versos
y empezó a tararear sus canciones. De ese tiempo es su
segundo libro publicado, Algo rompe la mentira, poemas
en prosa (1969).
Le presentaron a Gonzalo Navas, que se hacía llamar
Pablus Gallinazo. El comienzo de una amistad fecunda y
entrañable. El cantautor hacía parte de esa bohemia crio-
lla pero siempre intentó conservar su seriedad política y
su propósito testimonial.
Vendrá entonces un libro definitivo: Al pie de las letras
(1976), compuesto de textos heterogéneos, “poemas, can-
ciones, microfantasías”, maduro, ambicioso, salpicado de
un humor eficaz y humanístico, que recuerda al Tuerto
López y no muchos más. La advertencia tiene el sello na-
daísta: “Quedan absolutamente permitidas la reproduc-
ción total o parcial, las imitaciones, variaciones, tergiver-
saciones y hasta el plagio burdo o solapado”.
Desde «Elegía a María Antonieta Pons», pasando por
«Metidos en el Amanecer», «Decreto de emergencia»,
«Hombre amaneciendo», «Altos mandos», «Padre nuestro
que estás en nuestras venas», «Bolero-tango para decirle
adiós a Ella la dulce», «Hazte bien a mi izquierda, compa-
ñera»; hasta «La justicia cojea pero llega... coja» y «Cantata
en Sol mayor para un hombre muy teso», el libro es una
verdadera antología policroma, con dibujos de Fernando
13
Juan Guillermo Álvarez

Jaramillo y Augusto Rendón, entre otros, y fotografía de Pe-


dro Pérez, un ariete que se enfila contra el inicuo estado de
cosas de una patria boba pero inflamada de reivindicación.
Y estas canciones, himnos inmortales como «Ricardo Se-
millas», «Juntos», «Etcétera etcétera», «Manuel», «Semillas
que caminan», «De ti depende», «Zamba de Víctor», «Triste
sabor de ausencia», «Lava que lava», «Cada cual tiene el de-
recho», «Zamba Colombia», «Aquí entre nos», «Don Prome-
sa», despertaron el entusiasmo de Ana y Jaime, Luis Gabriel,
Eliana, Norman y Darío, y fueron cantados a voz en cuello o
sotto voce por generaciones de jóvenes de juventud cronoló-
gica y psicológica y aun psicodélica hasta nuestros días.
Fresco y nostálgico, ágil como bailarín malevo, cosechan-
do cada vez los materiales que precisa, a lo Neruda, a lo Ló-
pez, nos pone “un dedo gardeliano aquí en la llaga” y se hace
perdurable en nuestra memoria. Y su sombra es más larga
que la esperada para los mezquinos años de un hombre.
Quién no recuerda un estribillo de aquella época:
“Mula revolucionaria / Viva la revolución”, o aquel otro:
“Donde cayó Camilo nació una cruz / pero no de madera
sino de luz”, que traducían la sensibilidad de entonces, y
cargaban la atmósfera de un galvanismo político inevita-
ble; se abrazaba esa fe y cundían los abrazos fraternos.
Versos que vibran en el aire común de la nostalgia y
vuelven a escucharse con nitidez cuando soplan vientos
de pueblo o suenan timbres de rebeldía entre los grises
clarines marciales:
“Nunca apuntes a este lado
porque a este lado, soldado,
está tu pueblo luchando
por una patria sin amos”.

“En un pedazo de tierra


ajeno como su rancho
se encuentra Juan trabajando
con medio siglo gastado”.

“Cada dos años sin falta


por barrios y por veredas
como por arte de mafia
aparece Don Promesa”.
14
Prólogo

“Es de noche en mi pueblo y en la vida,


mis árboles te lloran.
Es de noche en mi cuerpo y en tu ausencia
es de noche en la luz”.
Canciones que desde ahora se entretejerán con los
poemas recién llegados (el poema sólo existe cuando su
lector lo descubre), cápsulas de un saber desengañado
que debemos tragar y digerir sin dilación:
La madre fantasía agoniza
entre discos duros y señuelos de chequeras.
[…]
La música se parece más al ruido
y el ruido a un caos donde los jeroglíficos no saben
si están al borde de la locura o del suicidio.
El hombre solloza en las muletas de la noche
y una mano ebria
le extiende pañuelos macabros.
En la tumba
del fundador de la calma
se enredan medusas de tempestades.
Cada día
es un borrón y cuenta nueva
que le cobramos al vecino más débil e inocente.
Cuando le preguntan al futuro por este momento
sale humo negro de las cavernas cibernéticas («Este tiempo»)
La estética de Nelson se salva por su hallazgo y prome-
sa de libertad, y se desafía en una actualidad sin ambages,
en la que se reconcilian el realismo mágico y la dialéctica
rigurosa de Brecht, en una fusión feliz:
La pompa oficial
celebra sus genuflexiones
maquillando cocteles
con el delineador de la palabra “encuentro” («500 años»).
Y ahora
—acunadas en púas por un silbo ciego
que cae del cielo
(tu cielo de lámparas maravillosas)—
nacen las mil y una noches de las hecatombes:
40 ladrones de oriente y oeste
15
Juan Guillermo Álvarez

montados en alfombras de espanto


desembotellan millones de muertes
en las palpitaciones de tu poesía.
Y el genio del mal campea su dátil podrido
por las arenas de tu alma esotérica
donde alborearon sus primeros pasos
la imaginación ardiente y la sabiduría cósmica,
¡ah Bagdad! («¡Ah Bagdad!»).

Que no riñe con la incertidumbre borgesiana:


Bajo otros astros
no sé cuántos otros hombres habré sido
palpitando en el pulso
de ciudades que hablaban lenguas asombrosas
tal vez articuladas sin palabras («Si ven mi sombra...»).

Ni con el haikú de su «Espejismo»: “En la cima de la


montaña / no / están más cercanas las estrellas”.
Sus microfantasías evocan a Kafka, a Beckett, a Haw-
thorne, hechas de carne de aldea, de mito indígena y juegos
de identidad, espejos y sueños. Y pesadillas, por supuesto,
los sueños del hombre contemporáneo. Como «La deuda»,
ese duelo entre Aparicio y Caricortao, entre la muerte y las
hembras, o «Jugarreta», donde se eleva y desvanece otra
vez Remedios La Bella.
Nelson queda en una antología definitiva de la poesía
de su “generación incandescente” y en un Quindío que
recupera del pasado sus voces vigentes no puede faltar la
suya. Menos aún cuando en nuestro auxilio y para nues-
tra mayor felicidad, los 153 folios de su poesía inédita
—entre originales y transcripciones—, esos poemas que
buscara en vano Harold Alvarado Tenorio para incluir a
su autor en un indispensable Ajuste de cuentas de la poesía
colombiana del siglo XX, tocan a nuestra puerta y empie-
zan a vibrar en la grata concavidad de la memoria:
Un pájaro llameante
prende el anuncio del siglo nuevo
al pie de mi ventana.

Juan Guillermo Álvarez

16
Nelson Osorio Marín,
el poeta de los años inmensos

Recuerdas hermano que nos marginaron


por creer despiertos en el hombre nuevo,
por ser los espejos del gran desconcierto
y por romperle el cuello a la indiferencia.
Recuerdas hermano cafetín y entrega
y viendo a Colombia tras muchas cervezas
y en un rojo trasfondo de frases y emblemas
oro, negro y tinto eran nuestra mezcla.
Recuerdas hermano...
«Los años inmensos», grabado por Ana y Jaime.

Aunque el agua de Calarcá ahora está contaminada


por los constructores del túnel de La Línea, un manosea-
do embuste parroquial, que se graduará de mito, la señala
como causa de la superpoblación de poetas. Nadie ha ela-
borado un cálculo creíble sobre el número de versificado-
res por metro cuadrado, pero la reiteración de esta falacia
sirve para la quimérica pretensión de atraer el turismo a
Calarcá, un municipio que poco tiene que mostrarles a los
forasteros, a diferencia de las otras poblaciones del Quin-
dío. Algunas vallas y promociones oficiales describen al
pueblo como cuna de poetas y antena cultural quindiana.
La millonaria repetición de una mentira se volverá ver-
dad, tal como sucedió con la fama de las pereiranas. Pero
a la hora del té, apenas dos o tres nombres se escapan del
anonimato nacional. Siempre habrá que comenzar la lista
por Luis Vidales, punto aparte en la lírica del siglo veinte.
Cuando se pronuncia el nombre de Nelson Osorio Ma-
rín, tanto en el Quindío como en el resto del país, en unos
y otros aparece una mueca que traduce: Y ese, ¿quién es?
Y ahí es donde aquellos que conocen y admiran su poe-
sía y su paso por la historia de los años sesenta deben
mencionar la música social, la que cantaron Ana y Jaime,
Arnulfo Briceño, Eliana, Norman y Darío, los Hermanos
17
Libaniel Marulanda

Escamilla y muchos más. Entre sus letras, en la memoria


colectiva suena siempre, de primera, «Ricardo Semillas».
Incluso en esta última década, cuando el país le expidió
salvoconducto a la extrema derecha, todavía sobreviven
esta y otras creaciones suyas. El importaculismo o la ig-
norancia política de mucha gente permite que, saltando
la cerca generacional o ideológica, se oiga cantar una can-
ción sobre la que gravitan dos pecados: ser un bambuco y,
encima, tener inequívoco sabor de insurgencia militante.
Recién comenzaba a navegar por la década de los seten-
ta cuando mi generación se cortó el cordón umbilical del
bipartidismo frentenacionalista. Y aunque teníamos que
buscar las sombras y pliegues que nos ofrecían los bares
o las reuniones en nuestras casas, por pavor al estado de
sitio, terminamos por meter pies, manos y corazón en las
vertientes de la ideología subversiva. El final de los años
sesenta y el comienzo de los setenta resultó pródigo en
sucesos que amamantaron nuestros ímpetus políticos. El
mayo francés pudo ser el prólogo de aquello que llamaron
los prochinos “un gran desorden bajo los cielos”. Aunque
distantes en apariencia, el peace and love, con la yerba por
símbolo, y el auge de la ideología izquierdista, cubrieron,
cuestionaron y le movieron la silla a las viejas ideas; a ese
imperturbable más de lo mismo. La rebeldía tuvo enton-
ces cultores en las diversas clases colombianas.
Don Arturo Osorio Vásquez, casado con doña Lau-
ra Marín Ocampo, llegó a vivir a Calarcá a finales de los
años treinta, en calidad de Inspector de Rentas Departa-
mentales. En este pueblo nacieron cuatro de sus ocho hi-
jos: Nelson, Jorge, Fanny y Dory. En la descendencia de
los Osorio Marín hubo estricta paridad geográfica porque
los otros cuatro hermanos, Mario, César, Ruby y Laura
Inés, nacieron en Pereira, en una casa sexagenaria cercana
al centro, que se ha puesto en venta en estos días porque
resulta enorme para las dos hermanas que todavía la habi-
tan. Cuando Nelson estudiaba en la Universidad Libre se
casó con Marina Velásquez, una abogada con quien tuvo a
Sergio Fernando, su primer hijo y heredero del gusto por la
pantalla chica. El primogénito fue el director de la serie A
corazón abierto, emitida por RCN en 2010 - 2011, ganadora
del premio India Catalina en varias modalidades.
18
El poeta de los años inmensos

La música sesentera, al final de la década, recibió una


transfusión venturosa y oportuna. La influencia de los sa-
cudones políticos y sociales en la creación artística, de la
mano del comercio fonográfico que le hinca los colmillos
a cuanto suceso sea explotable en términos de mercado,
propició un boom de la canción protesta. El género de la
balada romántica pasó la década sin cambios en su es-
tructura y dominó el panorama del espectáculo. Con el
ascenso de las luchas sociales de los campesinos, la clase
obrera sindicalizada y los estudiantes, músicos y artistas
en general pusieron bajo su mirada el nuevo giro de la
historia. Latinoamérica comenzó a transitar la nueva dé-
cada entre canciones revolucionarias. De manera abier-
ta o clandestina, desde Chile hasta Méjico iban y venían
nuevas melodías o viejas tonadas que se reacomodaban a
las circunstancias particulares, como «La tortilla», famoso
vals, supérstite de la lucha republicana española.
En 1963, Nelson ya estaba instalado en el salón de las
letras colombianas con su libro de poemas Cada hombre es
un camino, de editorial Celza de Bogotá. Según el escritor
y médico pereirano Juan Guillermo Álvarez Ríos, ese poe-
mario “recuerda a Luis Fernando Mejía, a Neruda, y tiene
la ironía nadaísta sin su sarcasmo”. En aquellos años de
su irrupción editorial, según refiere Laura Inés, su her-
mana, Nelson Osorio trabajó como visitador médico de la
transnacional Merck Sharp & Dohme en Pereira.
Los hijos del segundo matrimonio son Nelson Alejan-
dro y Violeta. Nelson tenía 4 años cuando murió su padre,
en 1997. Violeta es actriz, vive en Argentina, y es imposi-
ble contactarse con ella a pesar de la facilidad que ofrecen
las redes sociales. Durante esa época, cuando el poeta se
vivía a Pereira, una frase de Camilo Torres alimentaba el
febril sarampión revolucionario: “Las vías legales están
agotadas”.
En el corazón y la mesa de la familia Osorio Marín los
temas políticos y el fervor por unas ideas que sacudían
los cimientos de una sociedad que recién estaba saliendo
de la Violencia liberal - conservadora, debieron tener la
cotidianidad del tinto. Cuando aún no era todavía per-
ceptible del todo la ruptura chino - soviética que con-
vulsionó el campo socialista, tanto Mario como Nelson
19
Libaniel Marulanda

fueron militantes del Partido Comunista Colombiano.


Este hermano, tan cercano en lo generacional y por com-
pleto afín en lo ideológico, se casó con Constanza Vieira,
hija del vitalicio secretario del Partido Comunista Colom-
biano, Gilberto Vieira. Es decir, logró conciliar lo contes-
tatario con lo romántico. Aunque al principio caminó por
la misma acera que su hermano, el poeta publicista, años
más tarde, cuando nació el M-19, no quiso participar de
aquello que consideró una peligrosa aventura política
que sedujo a la generación que vivió el fraude electoral
de 1970.
¿Dónde estaba parado Nelson Osorio cuando surgie-
ron las canciones y los intérpretes de su música? Si nos
apoyamos en su condición de militante, resulta obvio que
recibía a manotadas la influencia política y cultural de sus
pares en el continente, con Cuba y Carlos Puebla a la ca-
beza, lo que debe sumarse a la creación del cancionero
social de los países del sur, donde es forzoso mencionar
a Atahualpa Yupanqui, Daniel Viglietti, Alfredo Zitarro-
sa, los hermanos Jara, Violeta Parra o los venezolanos Alí
Primera y Manuel Jota Laroche. Colombia, para entonces,
solo tenía en su haber el cancionero limitado de una do-
cena de melodías, como «Ayer me echaron del pueblo»,
«A la mina no voy». En realidad la canción comprometida
tuvo su florescencia a la par con el movimiento estudian-
til de 1971 que, justamente, coincidió con la epifanía de
Nelson Osorio Marín y la oportuna irrupción de Ana y
Jaime.
Las concepciones políticas se trasladaron a tarimas y
escenarios, mientras que el movimiento estudiantil con
sus debates, manifestaciones y asambleas fue la arena
ideal para la confrontación de la estética burguesa con
aquella de anhelados afectos proletarios. En la China her-
vía el caldo de la Revolución Cultural. Colombia, enton-
ces, cantaba sus discordancias a tres voces caníbales que
reclamaban para sí la verdad absoluta: El PCC, el Moir
y el trotskismo. Y claro, los teatreros estaban en prime-
ra fila. Se cuestionaban desde los métodos de creación
hasta las teorías académicas más rígidas. De esos años
de discusión, dogmatismo y crítica proviene lo mejor del
teatro colombiano. Lo que para el Partido Comunista era
20
El poeta de los años inmensos

un arte revolucionario de vanguardia, para la contraparte


pro China solo era una decadente estética revisionista del
social imperialismo soviético. Pasados los años, el cartel
y la consigna fueron derrotados y el único ganador fue el
teatro mismo.
El arte revolucionario, por entonces sometido a la
rigidez de cada comité central, recibió el aire fresco de
la música hecha en casa. El dúo juvenil de Ana y Jaime
arrolló a los demás, de la mano del cancionero de Nel-
son, cuando buena parte ya poblaba sus libros. En esos
días, supongo que él ya percibía los aromas del pastel
que empezaba a cocinarse en los sótanos de la política
colombiana: el regreso al poder de un dictador, primero
puesto y bajado luego por los dueños del país. El auge
de la izquierda corrió paralelo a la entronización de la
Alianza Nacional Popular, que el 19 de abril de 1970 fue
víctima de un fraude electoral orquestado por el gobier-
no de Carlos Lleras Restrepo. Creo acertado suponer que
nuestro poeta estaba a punto de desertar de la vieja co-
rriente cuya militancia fue estigmatizada a perpetuidad
con el nombre de mamertos.
La oportuna relectura de una nota que escribió Jota-
mario Arbeláez en El Tiempo de noviembre 17 de 1997, me
ayuda a corroborar que Nelson colgó su militancia comu-
nista por la misma razón que mueve a muchos artistas
revolucionarios de todas las épocas, de todas las tenden-
cias y todos los países, eso sí, quede claro, con notables
excepciones. Y bueno, ¿cuál es la razón? Pues la rigidez
del dogma, la obligada sumisión a los principios. Jotama-
rio lo describió de un modo genial, echando mano del
lunfardo: “Desencantado de la ortodoxia le sacó el orto
y se fue a templar en otras aventuras libertarias donde
cupiera la imaginación y cupiera el sueño”. La rebeldía
del arte frente al establecimiento también fue tocada por
G. G. M., cuando dijo que él hubiera sido rebelde en cual-
quier sistema político y económico. Creo que la piel y el
tacto de la historia es el arte.
Durante las fiestas de aniversario de Calarcá, en junio
de 1984, a Nelson Osorio Marín le fue impuesta la meda-
lla al mérito literario. Estas fueron sus palabras:
21
Libaniel Marulanda

Hoy sucede aquí algo con la poesía. Un reconocimiento


limpio pues nadie lo ha solicitado y ustedes lo otorgan sin
contraprestaciones. Hoy sucede, entonces, que la poesía
puede hablar en prosa. La poesía: ese juego de fantasmas
que se nos deslizan por la mano hasta quedar convertidos
en palabras. Palabras que pueden ser piedras sin eco si no
las soltamos encadenadas a la magia. Magia total como es
el primer estallido del universo, navegante del aire como el
fuego, inagotable como la intensidad natural de un limón,
concreta como un arma irrebatible porque no hay poesía
inocente.

Por eso les cuento que galardonar mi trabajo poético, ade-


más de un acto desinteresado, es un hecho comprometido
ya que no concibo poesía que no subvierta la tristeza, el
amor de pacotilla, las vacas profanas y sagradas, la músi-
ca de escaparate, la mentira frentera o maquillada, el sol
racionado y todos los etcéteras que nos rodean, visibles o
invisibles. No imagino poesía que no se meta en el tuétano
de la vida y la enfrente allí donde la muerte, momentánea
o definitiva, aparezca con sus millones de caretas. Y es que
la poesía odia o ama como cualquiera de nosotros, persi-
gue un buen libro para gozarlo letra a letra, come algodón
de azúcar en los parques, va a la guerra tarareando una
salsa como himno, grita el gol de su equipo del alma, mi-
lita en la fantasía, inventa volcanes para rugir al silencio
borrego y al miedo obligatorio.

Vista así y sentida así la poesía, cuando yo digo que el


nuestro es un país de poetas me refiero a […] un pueblo
inagotablemente creativo y cojonudamente bello en las
buenas y en las malas… y esto sin nombrar a los poetas y
artistas que figuran en mi subjetiva escala de valores.

Y como la poesía es, en resumen, historia viva en carne


viva, futuro desde hoy, presente que se mueve, quiero,
para terminar, pedirles un favor: que este reconocimiento
que hacen ustedes de la mía, sea también una exaltación
extensiva a la paz. Subrayo, ni más faltaba, pues poesía y
mordaza nunca riman, que paz no es sólo enmudecer fusi-
les. Es destripar los perros del hambre. Mandar al carajo el
desempleo. Pegarle un tiro a la insalubridad. Encarcelar en
22
El poeta de los años inmensos

el limbo la ignorancia. Por una paz así es que mi poesía ha


librado desde siempre su propia y pequeña guerra. Con-
migo y mi gaviota a bordo. Hasta el final de mis estrellas.

El homenaje

Si Luis Vidales puso a sonar los timbres de la nueva poesía


en los albores del siglo que recién agonizó, Nelson Oso-
rio Marín —calarqueño él también— puso sus poemas a
cantar de pie con el puño en alto, durante la década de los
setenta, en una Colombia cuya juventud soñaba y luchaba
por una igualdad social.

Sin duda fue Nelson Osorio Marín el exponente mayor de


una canción que se empina por encima del canto paisaje-
ro que bosteza su indiferencia ante la historia, para mirar,
crítico, desde la marginalidad hacia el hombre y la inequi-
dad, el conflicto y nuestro país.

A cuatro años de su muerte, acaecida en Bogotá, justo en


la fecha de noviembre que la patria consagra a las reinas y
monarquía de la silicona, nos rehusamos al olvido e insoli-
daridad con su vida y su obra. Porque, recordando a Silvio
Rodríguez, es preciso que la guitarra pida la palabra.

Este es la razón del primer encuentro de la canción en con-


travía, que habrá de llevar siempre su nombre y lo que
representó y pervivirá de su obra1.

Cuando comencé a escribir la presente crónica dispo-


nía de semanas y semanas para conseguir un digno res-
paldo documental. Me vi frente a tres libros de poemas
y una docena de discos de larga duración; pero en lo bi-
bliobiográfico, poco o nada. Eso sí, las visitas a Pereira
fueron decisivas porque pude hablar con su hermana,
Laura Inés, quien estuvo más ligada a Nelson cuando los

1
Tomado del programa de mano del Primer Encuentro Nacio-
nal de la Canción en Contravía “Nelson Osorio Marín”, realizado en
2001 en el Centro de Documentación Musical de Armenia. Texto de
Libaniel Marulanda.
23
Libaniel Marulanda

dos trabajaron en Bogotá con la firma Tevecine. Luego,


gracias a ella, pude establecer contacto con su hermano
Mario, igual que con Sergio, su hijo. Al cabo de meses de
tratar de dialogar con Violeta, la hija que vive en Buenos
Aires, el correo electrónico me trajo una amable nota suya.
Supe que ella hizo del teatro, la maternidad y el feminis-
mo, una causa y razón de existencia. Pero hasta ahí llegó
nuestra comunicación por Internet. Los años inmensos del
poeta seguían oscuros para mí.
Me debatía entre la vergüenza y la frustración por mi
incapacidad de avanzar en la tarea cuando aparecieron
dos personajes calarqueños, contemporáneos de Nelson.
El primero, Óscar Jiménez Leal, un revoltoso muchacho
de los tiempos del MRL, y ahora un apacible exmagis-
trado de la Corte Electoral, que con frecuencia quince-
nal se evade del infierno bogotano y viene a La Villa de
Vidales. Pues bien, Óscar me puso en la senda correcta y
por fin pude conocer al otro personaje, clave en el aspec-
to laboral durante los últimos años del poeta publicis-
ta: Jorge Ospina Cantor, un abogado de la Universidad
Nacional del año 63 y que estuvo vinculado a la misma
como director de Bienestar Universitario hasta cuando
el presidente Lleras Restrepo ordenó que fuera invitado
a renunciar, como represalia por el soberbio mitin que
le armó el estudiantado cuando quiso visitar la univer-
sidad acompañado de Rockefeller. Nacía la insurrección
actual.
Jorge Ospina se vinculó a la cadena Caracol como se-
cretario general. Fernando Londoño Henao, gerente ge-
neral, decidió luego ponerlo a aprender los tejemanejes
de la televisión, cuando Inravisión le concedió a Caracol
45 horas de programación. Esta circunstancia lo convir-
tió en fundador, como también lo fue de Colombiana de
Televisión y Coestrellas. A finales de 1985, fundó Teveci-
ne, otra programadora histórica. Desde esos días Nelson
comenzó a laborar como asistente, supervisor de textos y
hombre de confianza de Jorge Ospina y allí permaneció
hasta su muerte, el 7 de noviembre de 1997. La llegada del
publicista a la televisión coincide con los primeros pasos
en las negociaciones de paz del M-19 con el gobierno, lue-
go de la toma del Palacio de Justicia, en noviembre 6 de
24
El poeta de los años inmensos

1985, durante el período de Belisario Betancur, aunque en


el curso de las negociaciones se dieron varias rupturas y
solo hubo desmovilización en 1990.
Nelson también realizó trabajos como creativo de Leo
Burnett y la firma ARVA de Julián Arango (padre). A ese
período televisivo corresponden las series Romeo y buseta,
La posada, Pecado Santo y El Cristo de espaldas. Son numero-
sas las anécdotas de su paso por Tevecine y Jorge Ospina
recuerda cómo el poeta faltaba con frecuencia a la progra-
madora con los pretextos menos originales y más repeti-
dos. Sergio, su hijo, mensualmente se quebraba un hueso y
su señora madre falleció varias veces. Pero, en opinión de
su jefe de entonces, el publicista no dedicaba el tiempo ca-
pado al trabajo a nada distinto de la bohemia pura, como
todo un señor poeta, intelectual contestatario y miembro
activo de un círculo bautizado como publipoetas, del que
hacían parte William Ospina, Fernando Herrera y Jota-
mario Arbeláez, el último nadaísta, quien escribió un tra-
gicómico obituario.
Pese a que las voladas de Nelson y sus excusas perte-
necían ya a lo agendado por Jorge Ospina, el publipoeta
se ausentó por más de una semana de la programadora.
El país otra vez respiraba zozobra por los poros. Luego
de varios intentos, el M-19 firmó la paz definitiva el 9 de
marzo de 1990 y se lanzó a la arena política como par-
tido, como Alianza Democrática M-19. Carlos Pizarro
Leongómez se consolidó como el candidato con mayor
ángel entre la población colombiana. Y en esa proyección
de su imagen estuvo la bendición mediática de Nelson
Osorio Marín. Esta vez la desaparición tuvo una excusa
fundamentada: acompañado de un equipo completo de
grabación y asesores, estuvo en las montañas del Cauca
realizando las tomas, registros, gestualidad y hasta es-
cogencia del sombrero apropiado. Su trabajo consiguió
acaparar las simpatías hacia quien habría de pasar a la
historia como el Comandante Papito.
Nelson, en un hecho ignorado, hizo la campaña pu-
blicitaria de mayor dimensión histórica en el país. Re-
cuérdese la expectativa que produjeron los avisos en la
prensa, como aquel de “¿Parásitos… gusanos? Espere
M-19”. O este otro: “¿Decaimiento… falta de memoria?
25
Libaniel Marulanda

Espere M-19”. La campaña de lanzamiento de la candi-


datura de Carlos Pizarro, diferente por cuanto se hizo
dentro de la legalidad democrática, tuvo tanto éxito que
contribuyó a que las fuerzas oscuras del establecimien-
to, con el DAS incluido, ordenaran el asesinato del líder
guerrillero el 26 de abril de 1990, 46 días después de la
entrega de armas realizada en el municipio de El Hobo,
Huila, el 9 de marzo de 1990.

Libaniel Marulanda

26
La poesía de Nelson Osorio Marín:
También se pudren las flores en el sueño

Nelson Osorio Marín (Calarcá, 1941 - 1997) es un poeta


de la palabra y de su función, claramente expuesta, sin
renuncias ni aparatosos lamentos. Isaías Peña Gutiérrez
(1985) lo sitúa entre los poetas colombianos de su genera-
ción que optaron por la ironía, junto con María Mercedes
Carranza, Juan Gustavo Cobo Borda y Darío Jaramillo
Agudelo. En el oficio de asediar el lenguaje e invocar la
idea, Osorio Marín configura un lector que puede recono-
cer la poesía por sus señales más simples: las imágenes, la
omnipresencia, los sentimientos, la ironía y la audacia, su
compañera de viaje. Es poesía encaminada a la interlocu-
ción, a la complicidad y al gesto fraterno, como un discur-
so compartido; alguien está siempre al otro lado del verso
para escuchar el verbo solidario o sufrir las admonicio-
nes. Un eterno deseo de diálogo anima al poeta en sus
tres libros publicados: Cada hombre es un camino (1963),
Algo rompe la mentira (1969) y Al pie de las letras (1976), y
esto se prolonga en sus poemas inéditos, reunidos bajo el
título Trueno que da miedo (1980 - 1997).
María Mercedes Carranza anota que Osorio Marín
“incorpora a su poesía los elementos de los mass-media: el
texto del periódico, letras de tangos y boleros, los mitos
del cine y utiliza un lenguaje prosaico” (1984: 818). Los
rasgos de su escritura muestran indicios de incomodi-
dad ante la poesía excesivamente lírica o trabajosamente
“social”, aunque no se evidencia la voluntad de sostener
un equilibrio que responda a una ruta poética particular.
Con todo, el verso conversacional que habla sin ataduras,
la imbricación de discursos disímiles y los referentes co-
tidianos, hacen de la obra de Nelson Osorio Marín uno
de los mejores ejemplos de lirismo urbano en la poesía
nacional. Según Carranza, el autor tiene además “el valor
de recrear un mundo netamente colombiano y de crear
para él una épica que lo representa”.
27
Carlos Alberto Castrillón

La reconocida inquietud social de Nelson Osorio Ma-


rín está en sus poemas y en sus canciones, pero no es una
preocupación que se explicite sólo en el verso militante:
también en la búsqueda de una conexión entre la realidad
ideológicamente sentida y el intimismo que se alimenta
de la cultura popular, como en Al pie de las letras. Esto
aporta a su poesía un ropaje distintivo, con matices entre
el poema transparente y la oscuridad alucinante. A dife-
rencia de los escritores que asumen el compromiso como
un ejercicio de compasión o de alarido, Osorio Marín sabe
que el mundo está abajo y arriba, adentro y afuera, y que
los planos de la realidad son inseparables.

El Hombre y el Mundo

Desde su primer libro, Cada hombre es un camino (1963),


Nelson Osorio Marín define el campo de batalla de su
poesía en dos dimensiones: el compromiso social, en
su vertiente más extrema, y el ámbito de los afectos (la
amada, los hijos, la madre, el padre, los amigos), como
un escenario para desplegar las “rojas esperanzas” y las
nocturnas pesadumbres, que a lo largo de su obra encon-
trarán refugio y consuelo en “el futuro rojo”:

los fusiles maduran


en mis noches rojas
y en la mirada ilímite
del hijo que ya viene.

Esta introspección devela un llamado a la conciencia


sobre lo que el mundo esconde: el horror, la vergüenza.
La visión queda rápidamente codificada en el tercer poe-
ma del libro, con el significativo título de «Poema del ayer
y del presente»:

Hoy que veo


el sudor de las fábricas
exiliarse en la indiferencia de las nubes,
la agonía del Hombre
exiliarse en la indiferencia del Hombre
y la mirada de los búhos
28
La poesía de Nelson Osorio Marín

dibujando paisajes de esqueletos,


pienso que la sonrisa
es un pasaporte falso
para sentir el Mundo.

El Mundo, que en adelante, al igual que muchos otros


vocablos, tendrá su mayúscula inicial como estandarte, no
está para la grácil mirada de los poetas; el Mundo es duro
de sentir, trágico de ver, y exige palabras que martillen
sobre las discrepancias: “el Mundo / es resumen cenicien-
to y mudo / de generaciones y taladros”. Y el Hombre,
con su respectiva mayúscula, no importa si campesino o
poeta, es foco natural de la indiferencia y víctima propicia
de la ignominia.
El poemario se concentra también en los motivos senti-
mentales —como la «Canción por un niño pobre», el hijo
del obrero “que no conoce / zapatos ni diciembres”—, los
anhelos de un alma sedienta y el insistente sueño de mar.
Y en medio del libro, la «Canción por el primer obrero»,
una epifanía que señala el rumbo en lo poético y en lo
personal:

En Pereira verde,
donde las muchachas
quieren frente al sol,
por primera vez
yo vi un obrero.

Me llevó
a su casa sin espacio y con palomas,
me enseñó
los hijos sin cartilla ni cometas,
me habló
de barricadas y ferrocarriles
y me invitó
a la ausencia de legumbres
en su mesa.
[…]
Nos abrazamos en la aurora.
Y juré
sobre sus brazos transparentes de fatiga,
29
Carlos Alberto Castrillón

sobre su frente ensangrentada de salarios


y sobre esas frases rojas
de su boca dura.

El juramento es, además, la declaración de una poética


de la reciprocidad que se propone compartir las “frases
rojas” de combate. De allí nace una preocupación por Co-
lombia en su historia, entendida como “un dolor vestido
de maíz, café y petróleo”, un dolor “de sangre diaria”,
de muerte y llanto eterno. La masacre de Santa Bárbara
(1963) es el motivo que inserta en la poesía de Nelson
Osorio Marín la crónica de la violencia, pero con “una
pausa en la furia / para llorar conscientemente”. Y cuan-
do la palabra se hace más directa, aparece una figura de
gran importancia en toda su obra: himnos de imágenes
reiterativas para el guerrillero anónimo o el combatien-
te reconocido, el heredero del Ché Guevara, héroe y re-
ceptáculo de utopías. La primera elegía recuerda al líder
revolucionario Antonio Larrotta:

No tenía otra cosa


que amor por el Hombre y los arados,
algún recuerdo del Zulia que dolía,
palabras y dedos de batalla.

¡Y también se los quitaron!

Se exalta a los “compañeros” que cantan limpiando los


fusiles después de la batalla o “en los calabozos / con las
manos inocentes”, a los que trabajan “abriendo subterrá-
neos / para llegar a los verdugos”. Por eso “muy pronto
/ el alba tendrá / escuelas y simientes. / Te esperamos”.
Luego las proclamas se extienden a un universo histórico
más amplio: “El Hombre de América Latina / tiene roja
la camisa de lucha y esperanza”. El mundo es ajeno, nos
dice Nelson Osorio Marín, y hay que apropiárselo, pero
no simbólicamente: la acción devolverá la tierra al cam-
pesino, la dignidad al obrero, el lápiz al niño. Por eso la
insistencia en el futuro; la tierra, la fábrica y el petróleo
son los signos concretos de esa apropiación, porque “en
nuestras manos está la brújula / que señala hacia nosotros
mismos”.
30
La poesía de Nelson Osorio Marín

En los momentos más altos y rítmicos del verso solida-


rio es clara la presencia de Neruda y su palabra dilatada.
Con estos poemas iniciales, Nelson Osorio Marín aspira a
unirse al coro de los poetas del canto americano; los poe-
mas muestran familiaridad con una vertiente de la poesía
latinoamericana de la época, la que centraba su interés
en celebrar al “Hombre de América Latina”, el que vive
enajenado, el obrero que “tiene las manos ensangrenta-
das / de máquinas y días / que no le pertenecen”, el cam-
pesino abatido por todas las formas de miseria. Sánchez
(1985) confina la obra de Osorio Marín a ese compromiso
explícito de “denunciar” la violencia y la injusticia, una
interpretación poco atinada de la complejidad estilística
que se percibe en el conjunto.
A esa complejidad apuntó Eduardo López Jaramillo en
la primera lectura crítica que se conoce de la poesía de Nel-
son Osorio Marín, su reseña de Cada hombre es un camino:
“El poeta logra realizar sus más íntimas voces de protesta,
sus más dolorosas quejas de cósmica angustia, su rebeldía
varonil, sincera y firme” (1964: 22). Con esa clave vital, Ló-
pez Jaramillo explica la función del canto: “Es entonces el
momento del canto social —pero no sociable—, del himno
proletario, orgulloso, ardiente; de las voces lacerantes por
el dolor humilde que en ellas se ha vertido, de los vocablos
traspasados de ira y de esperanza, de la palabra hombre
escrita con mayúscula para que en ella empiece a vislum-
brarse el futuro del mundo”. Y procede a la mimesis del
tono del libro para un resumen de lo que intuye como fun-
damento del verbo iracundo:

Hiroshima levanta su arquitectura de promesa y sus rui-


nas radioactivas barren el mundo convertidas en un viento
que “relata Batallas” y anima tempestades, el hijo cristali-
za en el futuro y su “ira fresca” es un nuevo derrotero para
el verso; el poeta siente cada vez más su compromiso, y su
esperanza, amasada con amor, sílaba a sílaba, es un pan
universal para los hombres que no se resignan a aceptar
un mundo estático y un dolor infinito entre sus manos.

Por otra parte, en Cada hombre es un camino la ciu-


dad se impone como el espacio privilegiado de los poe-
mas orientados a lo personal. En el ambiente urbano se
31
Carlos Alberto Castrillón

percibe algo más que el tedio asociado; la ciudad, “señora


de gris”, “señora anestesia”, es el horizonte sombrío que
retiene la vida para prolongar la agonía; así en el bello
poema «Bogotá en domingo»:

Hasta los gamines


dejan sus camisas de noticias viejas
y se visten de hastío.
Y no van a los cines,
ni aman,
ni pueden matarse
pues no hay automóviles
y los pisos altos están prohibidos.

El “hastío rutinario” del paisaje urbano y los cielos


agredidos por el humo de las fábricas muestran a un
poeta abatido en soledad, aunque “también / en el gris
de la ciudad / habrá esperanzas”.
Para terminar, el «Poema al hijo futuro», donde se con-
densan las líneas de fuga que el libro propone. El Hom-
bre puede ser apenas “el número ochenta y cuatro / de
una nómina”, perdida la identidad en la maquinaria del
mundo:

por el hastío crepuscular de la ciudad


bajaron los oficinistas
buscando inútilmente
un sitio sin relojes.
Pero nadie prestó
un pensamiento o unos hombros
para ayudar
a la ampliación de su horizonte.

El padre ofrenda entonces sus “palabras iracundas”


para nombrar “el futuro que le roban al Hombre”; así, el
hijo es la promesa de una “ira fresca”, de un “fusil sin es-
trenar” para recomenzar la lucha, porque “tengo también
/ miedo de quedarme solo en la trinchera”. Esta especie
de paternidad de miliciano demuestra hasta qué punto la
cósmica angustia que advertía López Jaramillo impregna
la poesía de Nelson Osorio Marín.
32
La poesía de Nelson Osorio Marín

Cada hombre es un camino parece la bitácora de una


toma de conciencia que marca los momentos de transfor-
mación de la palabra poética, desde la inocencia hasta el
choque frontal con la realidad del dolor humano. Cierta
rigidez en el tono se explica por la seriedad que el poe-
ta ha identificado como “pasaporte” para su trato con el
Mundo; la memoria personal surge en unas pocas estam-
pas del entorno íntimo o en enigmáticos poemas de amor,
pero el exterior impera y la voz poética no se desata.

El oficio de ser Hombre

En su segundo libro, Algo rompe la mentira (1969), Nel-


son Osorio Marín alcanza la mayor densidad poética por
la palabra que tiende a cierta independencia semántica.
Los poemas se deleitan en todas sus posibilidades, desde
la prosa plena hasta el juego estructural, desde la nitidez
hasta el enigma. Incluso la disposición de los apartados
del poemario, con sus títulos, subtítulos y secuencias, in-
vita al lector a una mirada de conjunto por la interdepen-
dencia de los fragmentos. Con versos ríspidos e imágenes
de dura percepción, alegorías superpuestas, síntesis mor-
fológicas y lexicales de gran expresividad y una voluntad
de entrar en contienda con el lenguaje, esta es, sin duda,
su mejor obra.
El verso sufre una evidente transmutación, pero los
motivos no han cambiado. Siguen ahí Hombre, Vida y
Mundo, con las mayúsculas obstinadas que convierten los
vocablos en categorías y los empujan al arcano, como sig-
nos de una cosmogonía particular. Disgregación cósmica
y deseo de fundirse en el verbo son los dos movimientos
que definen la voz poética, dura y tierna, vengativa y soli-
daria, con palabras similares a “muros tangibles” que ele-
van su grafía. Podemos “enfermarnos con palabras” como
Guerra, Miedo, Herida; hay pocas en el otro extremo de
la escala, pero basta con Hombre y Futuro para que la ilu-
sión no muera porque algún día los “ene ene” se tomarán
el mundo y recuperarán el nombre que les pertenece.
Se percibe un desasosiego permanente, el de la con-
ciencia que descubre una a una todas las discrepancias
y apenas logra registrarlas en caótica enumeración. No
33
Carlos Alberto Castrillón

es, sin embargo, un asunto puramente individual: los


poemas nos informan de una agitación en la historia y
de una revolución sin rostro cierto, pero con momentos
concretos que se pueden narrar y con combatientes cuyos
actos heroicos se pueden cantar. Y hay otros momentos,
arquetipos de la infamia, como Vietnam e Hiroshima; el
primero recreado en «Conteo», una de las mejores piezas
del libro; el segundo, que nunca se borra y crece hacia el
futuro; y ambos como constantes en la obra de Nelson
Osorio Marín.
El epígrafe de la primera parte es perfecto para la atmós-
fera general: “El que ríe, no ha recibido todavía la terrible
noticia”, escribe Bertolt Brecht en «A los hombres futuros»
(1938). En Algo rompe la mentira, Nelson Osorio Marín asu-
me como fundamento de su poética el sumario de la situa-
ción que Brecht incorpora en su poema, cuando “hablar
sobre los árboles es casi un crimen / porque supone callar
sobre tantas alevosías”. Deberíamos vivir sin miedo esta
vida breve, dice Brecht, pero en los “tiempos sombríos” no
se puede; hay que poner rostro fiero y endurecer el len-
guaje porque “el odio contra la bajeza desfigura la cara. /
También la ira contra la injusticia / pone ronca la voz”.
Tenemos, entonces, a Nelson Osorio Marín con esta in-
vestidura, pero con menos indulgencia. Él quiere darnos
la “terrible noticia”, para que borremos la sonrisa de la
cara, y recordarnos que vivimos en la orilla más sombría,
el tiempo de Hiroshima: “la H ya no es muda: / habla y
deja un Hongo / cubriendo lo que queda”. El primer poe-
ma del libro, «Bosquejo», exhibe el reconocimiento del
misterio individual:

el más mínimo detalle en otro y alguien tuyo resucita:


tiempo agobiante que te sorprendió cazando mariposas
cuando el camino hacia ti mismo era sólo un pensamiento
de neblina.

Y en el último poema, después de tamizar las palabras


de Brecht en las proclamas de Fidel Castro y el Ché Gue-
vara, el verso que se convirtió en su lema personal preten-
de responder a ese enigma: “Ser con Miedo pero no dejar
de Ser por Miedo”.
34
La poesía de Nelson Osorio Marín

El tono de los poemas concuerda con lo que se espera-


ría de esta amalgama. El poemario está animado por un
discurso oscuro que subyace a la invocación persistente,
como acusación, solidaridad y advertencia. La mentira y
su ruptura, los caminos cerrados y la obligación de buscar
salidas, son los términos de una inmersión profunda del
poeta en las posibilidades expresivas del lenguaje: imáge-
nes que violentan la semántica en formas inusitadas, enun-
ciados yuxtapuestos para extrañas coherencias, la sintaxis
endurecida por la necesidad de apuntalar la alegoría y la
alucinación. Es como si Nelson Osorio Marín especulara
en sus versos entre César Vallejo y Leonel Rugama.
La mentira sobre el Hombre y el Mundo es omnipre-
sente pero elusiva, y el poeta la asedia en este libro. Para
desenmascararla, pone en juego todo su arsenal, desde
la palabra directa que se enfrenta desnuda a los innume-
rables rostros del horror y la injusticia, hasta la palabra
enigmática que trata de conjurar la historia y el presente
con trágica insistencia:

señor, a lo largo del aire tuve hijos que brillaban. pero


regresando de sus muertes, el mismo hombre de la bata
blanca siempre me conversó de proteínas.
Beethoven mudo.

Y en medio de eso, la incongruencia y el absurdo,


como en este «Color»:

la cabeza del hombre resquebrajándose entre las puertas


del ascensor.
transcurre mucha gente pensando en sus pequeños
negocios y al notar los nudos en la yugular del hombre,
observa agudamente: yea yea, yea yea!
el ascensor —sonrojado— nada puede hacer.

Todo lo que el poeta ve, ya ha sido colonizado por la


mentira, que va siempre delante del verbo, camaleónica,
sembrando silencios y levantando muros entre los afectos:

levanto del andén los ojos: suben lentos a mí por la


escalera química de la imparidad que llevo además de
mis Edades y un pañuelo.
35
Carlos Alberto Castrillón

desconozco —hace varias quintas de Beethoven—


cablegramas de la ionosfera inmortal de mis amigos:
nada sé de sus estelas, sus conflagraciones, sus mudas
palabras o sonoras.
sin noticias voy rumiando asfalto y no dejo de sentir la
sangre que camina de la cotidianidad del grito hacia
los basureros públicos, ni dejo de calentar las fabulosas
luciérnagas que me traen el abrazo de los amigos que no
están pero que permanecen conmigo lloviendo pertinaces
púas, acelerando el ritmo y perpetuando los cometas para
la Caza Final del Camaleón quien a pesar de hechicerías
sigue consumiéndose lívido, turbio, epiléptico.

Pero no se puede ser incauto ante el encantamiento de


la palabra, nos dice el poeta: “desde todos los Principios
cada palabra significó millones de emboscadas”. Por eso
retornan las voces beligerantes. El protagonista es el mis-
mo Hombre en el mismo Mundo, ahora más inerme por
la ausencia de consuelo: “suda tu esfuerzo por encajar fe-
lizmente algún final pero... también se pudren tus flores
en el sueño”.
En la segunda parte del libro, apropiadamente titula-
da «Fogonazos», la proclama del comandante Héctor Bé-
jar Rivera disipa la alucinación y se propone como marco
para las palabras de fuego: “es la hora de la cólera y la
sangre”. En este otro paraje del itinerario del Hombre, el
poeta cumple una función, definida en el poema dedica-
do a Nazim Hikmet:

Ser Poeta es —en el momento justo— convertirse en


nitroglicerina pura.
Nazim: en mil novecientos sesenta y tres
Hikmet: en mil novecientos Siempre:
Ser Poeta es tener, además de incontables ademases,
dos manos planetarias.

En medio de fuerzas enigmáticas y mentiras innomi-


nadas, el Hombre sobrevive convertido en un cúmulo de
profanaciones, en carne violentada, en hueso descoyun-
tado. La tragedia del Mundo se prolonga en la conciencia
y es una bomba pronta a estallar. La ciudad es la misma,
36
La poesía de Nelson Osorio Marín

pero ahora se mira con una ironía que acentúa las incon-
gruencias, como en «Bogotá, carrera séptima, destellos»:

caricaturas de hippies transmitiendo axilosis a un


libro de Ray Bradbury. (qué trauma cuando el héroe
—despertando— bostece, se arme de esqueleto, tome
impulso, trace un brinco sin órbita y rebase la carátula
del texto para plantarse frente a ellos ocluyendo la nariz
entre las manos).
[…] (salto triple del epiléptico antes de chocar contra el
asfalto del Circo y su taquicardia de taxímetros: hora y
media de espuma, veintiséis neuronas con dendritas).

Las imágenes se suceden como en una galería del opro-


bio: niños abandonados, “sueños desflorándose sobre los
andenes”, la infancia marcada por el ansia de retaliación,
masacre, manipulación, amenaza atómica. Pero “el Hom-
bre / empezó a fabricarse Historia propia” y “un día los
ene ene nos robaremos América”.
Al condensar los remanentes de su prosa alucinada, el
poeta aporta una definición: “el Oficio de Ser Hombre es
calabozo en perspectiva, cruento bofetón, exilio a largo
plazo, forzada soledad, y los caminos parecen acabarse
en esos días hechos a quemazón de cigarrillos”; ser “un
alguien-sin-recuerdos” que no puede adaptar sus anhelos
al mundo que le ofrecen; vivir en plena anonimia, como
en «Rotunda combustión de nieve»:

Cualquier lunes en Bogotá (Nagasaki sin Hongo todavía)


con su perdurable mentira de luces de mercurio, con sus
acogotados habitantes que se rasgan para sobreaguar
en estos días cítricos de esfínteres afuera, días de
veinticuatro gallinazos grandes y toneladas de sangre en
las muñecas, debajo de la ingle, en el tálamo del sueño;
sangre, más sangre por siquiera robarle unos zapatos a la
Vida que nos quitan.

La mentira habita en la ciudad, pero “sobre la espalda


de la montaña, algo arde, algo rompe la mentira azul de
la montaña”; ese algo que viene del monte es conocido en
la poesía de Nelson Osorio Marín: la esperanza de reden-
ción ataviada con los símbolos de la lucha armada:
37
Carlos Alberto Castrillón

es la incontrovertible actitud del Hombre-Nuevo


es el Hombre-Pólvora con su canto al fondo de la Selva
es tu Yo-Social disparado hacia el Futuro
es la Paz naciendo del ¡hurra! en las Batallas

La tercera parte, «Fósforo - Alfiler en la boca de la Au-


sencia», bajo la influencia de Poesía de paso de Enrique
Lihn (1967), es un avance hacia lo críptico, con eventuales
destellos entre las palabras mayúsculas que sostienen el
libro. Se dispersa el ser con intensidad en la recuperación
de fragmentos de vida, visiones cósmicas, ráfagas de ago-
nía. Al final, todo lo construido se descifra en la estancia
que concluye ese intenso viaje interno:

más allá del hombre que espera por su turno en una


esquina de la guerra queda el Hombre.
cuando estalle mi rugido llevando dinamita en cada
bisectriz del aire, no estarás. adivinándote en el tiempo
de la Selva volverán sin tus duraznos mis recuerdos y yo
no suicidaré por ello mis Mañanas:
la Revolución, amor, es como los trenes: no podemos
asomar fantasías por las ventanillas.

Luego, en «Los Innombrables del Insecto», una serie


alfabética delinea la compleja alegoría del poder. Los in-
nombrables somos nosotros, los objetos del dominio, las
víctimas de la conspiración del Insecto, con sus innume-
rables tentáculos:

somos —desde ya y sin tiempo fijo en adelante— los


Innombrables de la lista sentenciada, los ene ene señalados
por huellas digitales y voces encubiertas en la sombra.
habla de nosotros el Insecto como de estalagmitas
deletéreas, de úlceras, de ácidos. habla sin designación
de apellidos queriendo embozalar el rictus de pavor que
lo espolea a ras de la tiroides y la bilis, que lo sacude en
rígidas volutas sin antídoto.
y es que —ciertamente— somos su cáncer, su agonía en
gonococos.

Finalmente, cae el Insecto ante la rebelión universal,


que se extiende bajo las consignas del Ché: “hay que llevar
38
La poesía de Nelson Osorio Marín

la guerra hasta donde el enemigo la lleve: a su casa, a sus


lugares de diversión; hacerla Total”. Sucumbe el Insecto
en la revolución que “suena estrepitosa en la campana
verde de las cordilleras”:

el aire es una probeta de zumos metálicos y acústica


caliente: simultáneamente, célula por célula, las uñas de los
que trabajan las máquinas lo pelan, lo salan y lo hierven
produciéndole circunvoluciones de estertores afiebrados y
pálido terror en sus anillos de betún deshecho.
babea el Insecto su agonía purulenta, tangible,
irremediable, y chilla retorciéndose en el estallido
zumbón de punzones insaciables sobre su aparato
digestivo “porque esta Gran Humanidad ha dicho:
¡Basta! y ha echado a Andar”.

Con este final altisonante, el canto de guerra desordena


la alegoría, que queda reducida a una gran paráfrasis de los
discursos más encendidos del Ché Guevara y Fidel Castro.
En el capítulo que cierra el libro se compendian las
“Edades del Hombre”, en una cronología fantástica que
va desde el líquido primigenio hasta el nacimiento del
poeta en 1941. Un nosotros confunde lo individual y lo co-
lectivo, sin límites pronominales; es el sello de esa historia
total del “Erecto Navegante de la Búsqueda”, el “busco-
nauta”, es decir, el poeta. Nelson Osorio Marín cuenta en
ella su historia personal, sincera y descarnada, con terri-
bles angustias y bellos descubrimientos, entre el asombro
y la locura, para proyectar la síntesis de su proclama:

Espejos Nuevos empujándome a la defensa de los


Mundos revividos y a la preservación de los que
vendrán: tierno, desnudo abrazo de Profética Violencia:
el Odio sin desviarse dirigido en contra de su Causa. Ser
con Miedo pero no dejar de Ser por Miedo:
¡la Masacre como bumerang de las Edades!

En Algo rompe la mentira Nelson Osorio Marín entre-


gó lo más intenso de su poesía: su propio yo inestable
y la necesidad de interlocución, no para recibir respues-
ta a los crueles dilemas de la vida, pero sí para que, al
39
Carlos Alberto Castrillón

menos, la pregunta tenga algún sentido. “No hablas más


que a la sombra deteriorada de tu perspectiva amorfa”,
dice el poeta, y ese diálogo íntimo y perturbador pone en
crisis una conciencia hipertrofiada: sabe bien que, antes
del grito, las fuerzas que la agobian ya la han condenado
al silencio, pero, aún así, lanza su alarido y comparte su
iracundia.

La historia personal del Hombre

Al pie de las letras (1976) es el libro más conocido de


Nelson Osorio Marín. Además de 26 poemas escritos
entre 1970 y 1976, el volumen incluye 31 canciones y 28
“microfantasías”, como denominaba el autor a sus relatos
breves1.
Los poemas recorren en su conjunto los puntos críticos
de la evolución de una conciencia. Ante el triste espectá-
culo de la ciudad poblada de “ceros humanos” en rutina-
ria acción enajenada, ante las discrepancias que crecen y
la iniquidad que no da tregua, el poeta propone un alivio
en el recuerdo: recordar y decir para que nadie olvide y
quede marcada a fuego la palabra.
Fuego literal y pólvora cierta, como en la visón le-
gendaria de Tirofijo, convertido en héroe y mito; en
una nueva elegía, esta vez al comandante guerrillero
Ciro Trujillo; en poemas al fusil del miliciano, según la
concepción idealizada de la lucha armada en una época
que quedó en la tradición de la poesía latinoamericana.
En esta vertiente de su obra, Osorio Marín es al mismo
tiempo directo y fabulador, ingenuo en la intención y
perspicaz en el hallazgo, como si intuyera que un con-
texto tan dispar sólo alcanza una dimensión poética im-
perecedera bajo la ironía que erosiona el mensaje. Así lo
vemos en «Argentina 1976»:

1
El inventario de Nelson Osorio Marín en el Cancionero Mayor
del Quindío (Álvaro Pareja, 1995) reporta un total de 41 canciones; 16
microfantasías adicionales se publicaron en el Magazín Dominical
de El Espectador (agosto 1 de 1982; p. 5).
40
La poesía de Nelson Osorio Marín

Si oyes
que alguien canta el tango así:
Corrientes 3 - 4 - 7
no te desconciertes.
Es algún compañero
pasando cierto dato
en clave.

El Ché Guevara, el “Compañero”, “el Asmático Gi-


gante”, a quien Osorio Marín dedica poemas y cancio-
nes, contribuye con las poderosas palabras que reiteran
la invocación, el faro que ilumina la angustia presente y
la injusticia que todo lo domina. Sus consignas bélicas se
prolongan sin reposo para dar sentido a la batalla cotidia-
na. El Ché es paladín de liberación, combatiente hipertro-
fiado en las odas, estilizado en las invocaciones y objeto
de fábula, como en «Esquirla»:

Nunca desenfundes el Diario del Ché


si no lo piensas usar.
Y cuando lo empuñes
que sea hasta terminar tu trabajo.

Sin embargo, lo que se impone en Al pie de las letras es


el relato personal en medio de los fragores bélicos. Ese re-
lato, ligado a la cultura popular, comienza con la «Elegía
a María Antonieta Pons», una de las “lejanas muchachas
cinematográficas” del libro anterior, las que propiciaron
el “onanismo culpablemente repetido en multiformes ga-
lerías de mantas, manos, jabones”. En la sucesión del bre-
viario de la vida se encuadra cada punto de la memoria:
el cine, las incertidumbres de la adolescencia, la ruta pi-
caresca; tangos, boleros, música del Caribe en general, la
rica sonoridad de América Latina, con figuras rutilantes
como Pérez Prado, el “camaján apocalíptico”, o el “piro-
maníaco” Beny Moré:

Cremita mía,
reina del contoneo afrodisíaco
y dueña y señora de los mambos y guarachas
que alumbraron la década
41
Carlos Alberto Castrillón

de mis pantalones largos de bota bien estrecha,


camisas de chillidos multicolores,
gomina, llavero de cadena y monedero,
anillo de cobre, peinilla y espejito,
ron con Freskola,
Chesterfil, tranvía y Vargas Vila.

En «Bolero-tango para decirle adiós a Ella la dulce» y


«Recordada sor Trinidad» se hace un ajuste de cuentas
con ese pasado, al que se agregan algunas pistas litera-
rias: los cómics, Julio Flórez, Nicolás Guillén, de nuevo
Vargas Vila y el tango; en una «Poética» que escribió en
1978, Nelson Osorio Marín menciona otras influencias
heterogéneas: “De la Biblia al Kamasutra, del Quijote a
Corín Tellado, del refranero popular al Catecismo Aste-
te, del Llanero Solitario a los discursos de Fidel, de los
Tratados de alquimia a la valla publicitaria”. Son recurren-
tes la irreverencia, el descreimiento, el desparpajo en la
vida, la ironía en la palabra y los sentimientos más ele-
mentales que enaltecen la historia personal. Luego, en
«Todavía siento un nudo en la garganta», con el mismo
acento evocador, irrumpe una realidad que excede el
presente:

ya estábamos habituándonos
a que el país cada mañana estrenara
una alfombra de cadáveres
y decidimos un viraje en nuestro estilo.

Entonces “cambiamos de rumbo / hacia rojas lati-


tudes”, que tienen nombre propio en el «Bolero-tango
para decirle adiós a Ella la dulce». La asociación con el
desaliento poético de Mario Rivero no es casual, pero en
Nelson Osorio Marín lo íntimo no acentúa el desarrai-
go porque se cruza sistemáticamente con la promesa de
“la hora de la pólvora total” y “el Hombre Nuevo / que
estamos construyendo aquí Futuro en mano”. El amor,
al amparo de la música y del cine, pero en clave de com-
promiso político, queda condicionado y sometido al des-
tino del poeta, a su pacto de fuego, y la queja de amor es
banal:
42
La poesía de Nelson Osorio Marín

Si nos quedamos parados en mitad de un ayayay


cuando llegue la hora de la pólvora total
los Compañeros nos encontrarían
a la derecha del camino

El relato de la génesis y consolidación de la concien-


cia del hombre y del poeta alcanza el punto poético más
alto y perdurable en «A la larga se trata de ser cangrejo o
liebre», como una expansión en tono grato del apartado
final de Algo rompe la mentira.
Previamente, en «Hazte bien a mi izquierda, compañe-
ra», se contextualiza el motivo del poema: El paso al ano-
nimato y a la lucha armada en medio de las ataduras del
amor; el hombre exige y la mujer duda, pero en el rumbo
asumido de modo inexorable “la esperanza es siempre
roja / y es una cita que se cumple / en calles y monta-
ñas”. Es difícil la decisión, pero se abraza con fría cata-
dura, “pues no estamos luchando por cambiar / lágrimas
por lágrimas”. En su arenga para convencerla, el hombre
no la llama “ella” ni “amor”; la llama “ella-amor”, como
antes “Ella la dulce”, para marcar la distancia entre la va-
cilación y la certeza, como si con esa fórmula anulara los
afectos. La mujer flaquea, con “esa tara de cangrejo / que
nos tira de narices a lo fácil”, y el estrenado combatiente
pronuncia entonces las terribles palabras, más que trági-
cas porque no esconden ningún misterio:

hazte bien a mi izquierda compañera


porque si te quedas en el medio
todo lo nuestro se vendría abajo
ya que pase lo que pase
yo no detendré la marcha
y lo más seguro es que cualquier día
nos veamos las vidas
en el espejo de un combate
y yo tendría que...

El compañero lloró.
El compañero que era tan duro de pelar
como un coco con la yema de los dedos.
Lloró al estilo nuestro. A lo latinoamericano:
43
Carlos Alberto Castrillón

pólvoramente y con cojones


pero sin quitar los ojos de la mira.

Cuesta imaginar una escena más patética que esta, cons-


truida sobre los convencionalismos del relato de guerrillas
y sentimentalizada según las versiones más extremas de la
poesía militante. En «Los pasos nunca dados», uno de los
poemas de su libro inédito, Nelson Osorio Marín ratifica
el carácter inmutable y absoluto del compromiso:

al ver cangrejos en los ojos de tu miedo,


los pasos que te niegas a dar
estiran las piernas
y corren a meterse en los zapatos de otros

Estos tópicos confluyen en «A la larga se trata de ser


cangrejo o liebre» para desatar los nudos simbólicos y
despejar el itinerario personal. Los ídolos populares, la
ciudad, el choque con un mundo que responde a otros
referentes, la pérdida de la inocencia política, la asunción
del compromiso, en el poema más intenso y descarnado
de Nelson Osorio Marín. En el inventario de los impulsos
hacia la transformación de la conciencia, el poeta resume
paso a paso su vida y declara una mixtura que explica
buena parte de su poesía:

Yo mezclé como en un salpicón


la angustia existencial
con el fantasma que recorre el mundo
desde la primera página del Manifiesto
… y la oscuridad fue hecha:
y como a falta de luz
buenas son cuchillas yilet
fui a parar dos veces a una clínica de reposo
para que mis venas rotas asistieran mansas
a largas sesiones de choques eléctricos
de insulina y de moral made in occidente.

Queda así explicado el origen del delirio final de Algo


rompe la mentira, donde los dilemas y los episodios auto-
destructivos están codificados en medio de la alucinación
y la psicosis:
44
La poesía de Nelson Osorio Marín

runrunes de suicidio como puentes multicolores


tendiéndose al oído de los sordos que me señalaban con
las uñas de mi paranoia: sanatorios hediendo a solomillo
verde-mosca que me dejan al salir lagunas cuaternarias
donde se hundieron irremisiblemente neuronas
electrocutadas en nombre de la más Bella, Intemporal y
Profunda de las Ciencias.

En «A la larga se trata de ser cangrejo o liebre» la


disyuntiva implica el cruce de un umbral sin regreso po-
sible, aunque se mueran los afectos, “porque este tren de
América no puede detenerse / y yo ya voy en él hasta los
huesos”. Nada se encubre, ni siquiera la voz, para recla-
mar a la amada por la duda y el miedo a seguir en la lu-
cha que justifica el amor, por desertar del futuro rojo que
promete el Manifiesto y personifica el Ché Guevara:

mientras compartíamos camino


anduviste de fantasía en fantasía
con tu miedo saltarín disfrazado de ternura
con tu tira-y-afloja
con tu estilo de nadar entre dos aguas.
[…]
tú que también podrías estar metida ya
en este difícil trance de fabricar Mañanas:
el presente es de lucha, el Futuro es nuestro
repetía y repite
entre tableteos y cigarros el Asmático Gigante.
Además
Nelson y su Combo me enseñaron:
hay que ser con miedo
pero no dejar de ser por miedo.

Un comentarista anónimo de la revista Alternativa es-


cribe sobre Al pie de las letras: “infunde a la raquítica y
previsible poesía que actualmente se redacta en el país un
tono más beligerante y contagioso” (1976: 23); y agrega
una valoración: “la indagación de Osorio Marín es total:
no desdeña ningún aspecto de nuestro mundo y siempre
es capaz de señalar hacia el punto de donde comienza
una auténtica liberación, liberación que su lenguaje en-
carna y hace real”.
45
Carlos Alberto Castrillón

En el mismo sentido, Cobo Borda (1982: 130) afirma


que “estos poemas instauraban varios acordes desco-
nocidos dentro del tono uniforme de nuestra poesía”, y
entiende los dilemas que apremiaban a Nelson Osorio
Marín como el escenario poético para varias contiendas:
“contra sí mismo; contra la urbanidad de Carreño; contra
un país anacrónico y mediocre”.

Trueno que da miedo

En los poemas inéditos de Trueno que da miedo (1980


- 1997), Nelson Osorio Marín revela otra faceta para el
cierre de su obra: una interioridad apasionada y una ter-
nura poderosa; el poeta es un cúmulo de emociones y se
deleita en lo más íntimo, en la lúdica de actos y palabras.
Fragmentos de la historia personal, como los que conoci-
mos en Al pie de las letras, pero ahora más cercanos al pre-
sente, con los regocijos de la paternidad, la fraternidad
y el amor. “El poeta es el hombre”, decía Aleixandre, y
ese hombre, en este caso, reside en las coordenadas de los
afectos, en los límites del ambiente familiar, contrapeso a
su preocupación constante por el acontecer histórico, con
la lucha política como anclaje y voz de esperanza. El idilio
vital es coraza y un optimismo trágico persiste a pesar de
todo: el valor de la poesía, la perennidad de los apegos, la
burbuja sentimental.
Al poemario lo circundan la certeza del cambio y la
lucidez de la cotidianidad; el pasado y el futuro son cada
vez más breves para el poeta que habla en estos versos,
que se conjugan en la expresión contenida o se dilatan en
la celebración del fin como clausura de vida. En buena
parte del manuscrito Osorio Marín se muestra más lírico,
más próximo al mundo propio; se despliega en tranqui-
las inmersiones en su ser para codificar la aceptación de
la existencia y en el asombro por lo que la vida entrega
cada día. El lirismo se revela en actos evaluativos de pe-
queña envergadura, pero amplios en trascendencia. “Re-
leo mis libros / y no figuras en ninguno de mis cantos”,
dice, y así se consagran los rescoldos de la memoria, los
momentos que definieron una razón para existir. Más
46
La poesía de Nelson Osorio Marín

lejano todo y más cercana la muerte, a la que dedica sus


últimos poemas. En uno de ellos, «Ayer, hoy y mañana»,
el poeta se expone:

Escucho el silencio subterráneo


de mi vida que comienza a dudar de su destino.
[…]
La heroicidad es la piel de un ayer
que ahora desnuda mi irremediable desgaste

Es la muerte propia, la del poeta y su verbo, que su-


cumben al enemigo interno, inmune a la bala de fusil; no
la muerte heroica de quienes cayeron en combate, con
el ideal que les sobrevive y un grito de resistencia para
cerrar la trama. Es también la muerte enamorada que se
lleva uno a uno a los amigos, como si debilitara el círculo
afectivo para preparar el golpe final:

Hoy tengo más amigos bajo tierra


que los que contestan a lista en los bares,
en los retazos del delirio
o en los retozos del domingo.

La nostalgia se cuela a cuentagotas


por el patio de atrás de mi futuro breve,
frágil y poroso. Pero no es la derrota:
como la serpiente y el águila,
luchan por sobrevivir mis recuerdos y mi muerte.
Sé quién ganará:
nacer es empezar a perecer
y morir no es otra cosa que una metamorfosis de las alas
en otros campos de batalla. Allá me espero.

En este libro, que se suma a la obra poética de Nelson


Osorio Marín, se encuentran varios de sus poemas más
memorables, con una postura diáfana para afrontar la en-
fermedad y la muerte, sin alaridos ni gestos obscenos, y
reiterar su fe en la función reparadora de la poesía. Aun-
que “por ahora el mal es ganador”, vendrán el triunfo de la
palabra y la apoteosis del símbolo, siempre diferidos por la
historia. En el último poema, «Después de los despueses:
el mar», fechado en enero de 1997, el sueño del fin:
47
Carlos Alberto Castrillón

Después de mi entierro
(cuando regrese a casa compungido
porque amaba mucho al muerto)
quiero seguir navegando.
Empeñando el porvenir en el lomo de las olas
o gastándome el presente nuevo
bajo los pilotes verde y terracota
de un muelle que atraviesa los océanos.
[…]
quiero sonreír aunque sea de soslayo:
al fin y al cabo —que recuerde—
es mi primera muerte en serio.
Y eso me da derecho
a preguntarle al universo:
¿Existió alguna vez alguna casa
distinta a este mar
donde soy guardián de mis cenizas y mis sueños?

Este último poema es un regreso al primero, «Cada


hombre es un camino», que da título al libro de 1963: el
trayecto hacia el mar como metáfora de la vida, después
de engendrar “pensamientos, espigas, hijos y gaviotas”:

Cada Hombre es un camino


hacia el Mar.
(A veces,
en mitad del camino
nace un féretro.
Otras,
el hombre mismo lo construye
cuando las flagelaciones
han gastado sus espaldas).

Nelson Osorio Marín cantó a la vida, a la acción, a los


combatientes que compartían su credo, a la incomprensi-
ble historia. Ahora quiere cantar a “la niña eterna”, a los
hijos, a los amigos, a los parajes de una nostalgia crecien-
te; y se permite el poema de amor pleno, desenfadado,
a veces irónico por la certidumbre del fin. Es una ironía
regresiva por aquello que el amor descubre, pero es tam-
bién la intensidad del amor frente al tiempo que sonríe
con un rostro cada vez más breve.
48
La poesía de Nelson Osorio Marín

En Trueno que da miedo se retoman, además, los moti-


vos conocidos en su poesía, como la música, especialmen-
te en la serie de «Poemas en salsa»; la cultura popular en
todos sus colores; la “despiadada belleza” de las calles
bogotanas, la “ciudad-vientre” de “cielo y cieno”; el mar
soñado y la iracundia interna, como en «Radiografía», el
poema que aporta el título para el libro:

Ya hicieron un paraguas
con mi piel.

Y soy casi eficiente


en la rutina.

Pero olvidaron algo:


me convierto en tempestad
cuando ellos creen que duermen.

Y trueno que da miedo.

Pero el espíritu combativo no se ha esfumado. Cuando


parece adormecido en el encanto, despierta de pronto y
reanuda la palabra pública, contra la infamia y la injusti-
cia, en poemas encauzados a los sucesos de la historia de
Colombia, el país de la angustia eterna, del dolor que “no
cabe en argumentos”, como dice el poema dedicado a la
muerte de Álvaro Fayad. La “alfombra de cadáveres” se
extiende; más amigos muertos en la insania de la violen-
cia y, por consiguiente, nuevas elegías; más discrepancias,
otras ignominias. El “futuro rojo” vive todavía, tal cual,
como si los referentes hubieran saltado del Mundo a la
Poesía para petrificarse en el discurso, y se intensifican los
trazos de la fábula, como en «Crónica de una batalla»:

Las horas pasan como un grito espeso


por la boca negra de la sangre.
Maquillándose para salir a escena
en las páginas rojas de los diarios,
los silbidos de las balas
baten sus picos estriados
de uno a otro confín del horizonte.
49
Carlos Alberto Castrillón

Y el reencuentro con el Ché inagotable, figura tutelar


de la poesía de Nelson Osorio Marín. En «Imagen», por
ejemplo, después de tantos años, aún con optimismo, para
una invitación a Mañana que suena ingenua tras tanta
derrota, la efigie del Ché, con su “sombra huracanada”,
sigue proyectando “huellas de guerra en América”. Si en
«El libro de la historia del Ché», Leonel Rugama detalla
la genealogía mítica del “Asmático Gigante”, a lo largo de
su obra Nelson Osorio Marín nos ofrece un recorrido por
su descendencia.

La poesía: ni pancarta ni cadáver

En su «Poética» de 1978, Nelson Osorio Marín expuso


con vehemencia una consigna para su trabajo de poeta:
“La fantasía pura es una pura fantasía”; con esto señalaba
su orientación hacia la realidad, con la palabra guerrera
como divisa:

En Latinoamérica la tempestad arrecia y la palabra está


en guerra contra sí misma, contra la invasión, contra los
manipuladores del hombre, contra los perpetuadores del
hambre, contra la oscuridad dirigida. Es una guerra que
nos congrega a todos —querámoslo o no— poetas o no
[…] Guerra que exige perentoriamente que el poeta rebase
los contornos del quehacer literario para sumergirse ente-
ro en los combates que a diario libra su pueblo. Son bata-
llas que le irán señalando su sitio exacto como hombre y
como poeta (1978: 160).

A continuación, rechaza el “aislamiento aureolado”


del poeta y propone calar profundamente “en cada poro
que se abre buscando la nueva respiración de nuestra tie-
rra” y esgrimir “cada palabra como un arma que refleje,
recree, ficcione y devele todo acto minúsculo o grandioso
de esta inmensa, dolorosa y revolucionaria realidad”.
Allí mismo se define “como poeta y como trabajador
político” en la tarea de transformar la realidad del país
y de “la gran patria latinoamericana”, y hace un lista-
do de aquello que interfiere con su propósito durante
la escritura poética: “Divagaciones sin ton ni son para
50
La poesía de Nelson Osorio Marín

enhebrar imágenes gratuitamente en nombre de la vi-


sión íntima, para empujar formas gráficas tan originales
como el agua tibia, para oscurecer el lenguaje a través
de rebuscamientos manipulados con criterio de aportes
idiomáticos, para establecer situaciones sobrantes con
ánimo explicativo, para elaborar gritos políticos que lu-
cirían mejor como consignas de murallas o pancartas”
(1978: 162).
Es claro que Nelson Osorio Marín no pudo cumplir
con todos sus ideales estilísticos, pues esos “vicios” so-
bresalen aquí y allá en el conjunto de su obra, a veces con
exceso, pero no se puede negar su fidelidad al compromi-
so de la poesía con la historia. Toda literatura es política,
dice él, y escribir poesía es “empuñar un arma que, si bien
no tumba gobiernos […], por no ser adormecedora em-
puja, incita a buscar soluciones porque permite que las
causas de una situación concreta sean detectadas por lo
menos a un nivel literario”.
Años después, en junio de 1984, Osorio Marín leyó en
Calarcá un manifiesto que se publicaría con el título «País
de poetas». En él cifró su poética en distinto tono, pero sin
retoques ni revisionismos:

La poesía: ese juego de fantasmas que se nos deslizan por


la mano hasta quedar convertidos en palabras. Palabras
que pueden ser piedras sin eco si no las soltamos enca-
denadas a la magia. Magia total como el primer estallido
del universo, navegante del aire como el fuego, inagotable
como la intensidad natural de un limón, concreta como un
arma irrebatible porque no hay poesía inocente.

[…] No concibo poesía que no subvierta la tristeza, el


amor de pacotilla, las vacas profanas y sagradas, la músi-
ca de escaparate, la mentira frentera o maquillada, el sol
racionado y todos los etcéteras que nos rodean, visibles o
invisibles. No imagino poesía que no se meta en el tuétano
de la vida y la enfrente allí donde la muerte, momentánea
o definitiva, aparezca con sus millones de caretas. Y es que
la poesía odia o ama como cualquiera de nosotros, persi-
gue un buen libro para gozarlo letra a letra, come algodón
de azúcar en los parques, va a la guerra tarareando una
51
Carlos Alberto Castrillón

salsa como himno, grita el gol de su equipo del alma, mi-


lita en la fantasía, inventa volcanes para rugir al silencio
borrego y al miedo obligatorio.

[…] La poesía es, en resumen, historia viva en carne viva,


futuro desde hoy, presente que se mueve (1984: 17).

Y en una prosa encendida del 19 de enero de 1991, ti-


tulada «El panorama brutal de mis cincuenta», afronta lo
sombrío del mundo y presenta una de sus últimas procla-
mas; ante el inventario de la ignominia, ante los muertos
que la guerra entrega, “es una infamia maquillar la pala-
bra, pues sería como dar de comer quimeras al hambrien-
to. Cruda y desnuda y despellejada debe salir. Catapulta
y taladro y bandera debe ser. La flecha se alimenta de dis-
tancias y la palabra de premoniciones: basta entonces de
oropeles y golosinas”.
En el poema inicial de Trueno que da miedo, «Crónica
Colombia comenzando década», el poeta ofrece las claves
para identificar la poesía que le interesa: vida, audacia, le-
vitación, magia, desparpajo, y en «La resistencia es un río»
aboga por “la poesía sin riberas”. En su «Poética» descri-
be el procedimiento: “Tomar un aspecto de esa realidad
y reelaborarlo dentro de un contexto poético que retorne
como una obra que vale por sí misma, independientemen-
te de la realidad de la cual ha partido. Una obra que abra
nuevas perspectivas en el sentido de enriquecer las viven-
cias del lector” (1978: 164).
En todos sus libros, Nelson Osorio Marín se brinda al
mundo que le tocó en suerte, desnuda su interioridad de
hombre vertiginoso y nos entrega los periódicos reportes
de la situación del país, con parábolas de victoria revolu-
cionaria o cantos de esperanza por la justicia y la paz. Así
entendía su oficio de poeta: “la labor del comején / en la
vieja madera”.
Bajo estas premisas, su voz es de clara y honda hu-
manidad, de solidaridad ineludible, “ni pancarta ni cadá-
ver”, como él lo dice. Desde la “nitroglicerina pura” y las
“manos planetarias” del poema a Nazim Hikmet hasta la
poética más elemental en «Si el poema brota»:
52
La poesía de Nelson Osorio Marín

Ante un papel en blanco


las palabras urden su aurora
para salir radiantes de la fragua donde arden
invocaciones, sortilegios, salmodias y milagros.
Saben que la Magia
es la ciencia subterránea del planeta,
la sangre de la Vida
que se dispara por la venas de la Muerte
para que las tinieblas sean otra forma de la luz
y el caos una germinación de la armonía.

Ante un papel en blanco


las palabras cantan su silencio embrujado
por la mirada de la esfinge
y por el secreto de los viajeros del tiempo.
Si el poema brota
la razón se retira a sus cuarteles de invierno
y la Magia habrá vencido nuevamente.

El poeta es el hombre y el secreto de la poesía “no


consiste tanto en ofrecer belleza cuanto en alcanzar pro-
pagación, comunicación profunda del alma de los hom-
bres”, dice Aleixandre (1950: 10). A eso aspiró Nelson
Osorio Marín con la terquedad de su palabra. De allí
su fe inquebrantable en la función de la poesía; aunque
“por ahora el mal es ganador”, el poeta es el custodio de
la Magia, la gran humillada de una historia abyecta que
impone sus rigores. Algo rompe la mentira termina con
estos versos:

la Selva declaró Guerra Milenaria a la palabra inútil:


y será profundo y duro
el luminoso oficio de extraer desde Hoy la Poesía a
la ternura de Mañana trepando con la vida el fulgor
ineludible de la Pólvora.

Con lo visto hasta aquí, no sorprende en Nelson Oso-


rio Marín la analogía entre la escritura poética y la lucha
armada; una especie de poética del fusil está desde siem-
pre en su obra y regresa en Trueno que da miedo para la
«Crónica de una batalla»:
53
Carlos Alberto Castrillón

Y aunque aún no den en el blanco mis palabras


seguiré apretando con impertinencia su gatillo
desde la fosforescente barricada
de una poesía que gravita en la esperanza
de llegar a subvertir la Sombra y sus alrededores.

Carlos Alberto Castrillón


Universidad del Quindío

54
La poesía de Nelson Osorio Marín

Referencias

Aleixandre, Vicente (1950). Vida del poeta: el amor y la poesía.


Madrid: Real Academia Española.
Arbeláez, Jotamario (1997, noviembre 17). “Nelson Osorio
Marín”. El Tiempo, Bogotá.
Brecht, Bertolt (1968). Poemas y canciones (trad. Vicente Roma-
no y Jesús López Pacheco). Madrid: Alianza Editorial.
Carranza, María Mercedes (1984). “Poesía post-nadaísta”. Re-
vista Iberoamericana, 50(128-129): 799-819.
Castrillón, Carlos A. (2000). Quindío vive en su poesía. Bogotá:
Tercer Mundo.
Cobo Borda, Juan Gustavo (1982). La otra literatura latinoame-
ricana. Bogotá: Procultura.
Jaramillo, Rosa (1978). Oficio de poeta. Poesía en Bogotá. Bogotá:
Universidad de San Buenaventura.
Lihn, Enrique (1967). Poesía de paso. La Habana: Casa de las
Américas.
López Jaramillo, Eduardo (1964). “La voz poética de Nelson
Osorio Marín”. Anuario del Colegio Nacional Deogracias Car-
dona, Pereira; pp. 22-23.
Mutis, Santiago (1986). Panorama inédito de la nueva poesía en
Colombia. Bogotá: Procultura.
Osorio Marín, Nelson (1963). Cada hombre es un camino. Bogo-
tá: Editorial Celza.
Osorio Marín, Nelson (1969). Algo rompe la mentira. Bogotá:
Ediciones Testimonio.
Osorio Marín, Nelson (1976). Al pie de las letras. Poemas, cancio-
nes, microfantasías. Bogotá: Editora Babel.
Osorio Marín, Nelson (1978). “Poética”. En Rosa Jaramillo,
Oficio de poeta. Poesía en Bogotá (pp. 159-164). Bogotá: Uni-
versidad de San Buenaventura.
Osorio Marín, Nelson (1982, agosto 1). “Microfantasías”. Ma-
gazín Dominical de El Espectador, Bogotá; p. 5.
Osorio Marín, Nelson (1984, julio 15). “País de poetas”. Maga-
zín Dominical de El Espectador, Bogotá, (68): 17.
Pareja, Álvaro (1995). Cancionero mayor del Quindío. Armenia:
Comité de Cafeteros del Quindío.
55
Carlos Alberto Castrillón

Peña Gutiérrez, Isaías (1985). “La literatura del Frente Nacio-


nal”. En Raymond Williams (comp.), Ensayos de literatura
colombiana (pp. 227-233). Bogotá: Plaza y Janés.
Revista Alternativa (1976). “Dos libros colombianos”. Alterna-
tiva, Bogotá, (111): 23.
Rivero, Mario (1995). Mis asuntos. Antología poética (1960-
1994). Bogotá: Arango Editores.
Sánchez, Rafael Antonio (2007). “Ironía e intertextualidad en
la obra poética de Nelson Osorio Marín”. Revista Universi-
dad del Quindío, (13): 79-92.

56
Nota sobre la edición

Este libro tiene como propósito reunir en un volumen


la poesía de Nelson Osorio Marín, que comprende tres
libros publicados: Cada hombre es un camino (1963), Algo
rompe la mentira (1969) y Al pie de las letras (1976), y un
manuscrito de 153 folios que la familia del poeta conservó
como cuerpo central de su memoria literaria.
En el manuscrito el poeta agrupó un centenar de poe-
mas, firmados y fechados entre 1980 y 1997, algunos de
los cuales se conocieron en periódicos y revistas. Luego
de descartar los textos sin marcas de conclusión y estable-
cer la versión definitiva en cada caso, se seleccionaron 56
poemas para conformar el cuarto libro, al cual se sumaron
tres poemas publicados que no aparecen en el legajo pero
se sitúan en la misma época y corresponden a los mis-
mos tópicos: «Poemas a la traga» (1983), «In Memoriam»
(1986) y «Renacimiento» (1986). No se incluyen otros poe-
mas dispersos que el poeta no acogió en sus libros ni con-
servó en su manuscrito, el primero de los cuales, «Poema
de mimbre y grúa», data de 1964.
Como el poeta no agregó un rótulo para el conjunto,
un verso de uno de los poemas, «Radiografía», se usó
como título para el cierre simbólico de una obra intensa y
jubilosa: Trueno que da miedo. Un fragmento de Algo rompe
la mentira (1969) proporcionó, además, el título general
para la compilación, Alguien recogerá mis remos, como cla-
ve de la comunicabilidad que Nelson Osorio Marín pro-
curó siempre en sus versos:

y en lo que a mí respecta, Amor, es posible que sucumba


—pintada de otro yo mi nueva balsa viva— pero alguien
recogerá mis remos, mi cuaderno de notas, mi pluviómetro.

Para esta edición de la poesía reunida de Nelson Oso-


rio Marín se usó un ejemplar de Algo rompe la mentira
corregido a mano por el autor. De Al pie de las letras se
57
tomaron sólo los 26 poemas de la primera parte del libro;
no se incluyen las canciones ni las “microfantasías”, como
denominaba el autor a sus relatos breves.
Este libro fue posible gracias a la colaboración de los
parientes del poeta, en especial Mario Osorio Marín, su
hermano, que proporcionó el manuscrito, y Sergio Fer-
nando Osorio, su hijo, que en nombre de la familia auto-
rizó la publicación.

58
Cada hombre es un camino
(1963)
Cada hombre es un camino

Cada hombre es un camino

Cada Hombre es un camino


hacia el Mar.

(A veces,
en mitad del camino
nace un féretro.
Otras,
el hombre mismo lo construye
cuando las flagelaciones
han gastado sus espaldas).

El Mar es una transformación


de besos y lenguaje:
las cicatrices de las manos
se cambian por libros
y son propios los tractores
y la risa propia.
Propio el por qué de las voces,
de las luces y el descanso.
Propia la dimensión de los ojos,
de los pies y del cerebro.

… y gentes que no conocemos,


nos escriben cartas cósmicas
anunciando pensamientos,
espigas, hijos y gaviotas.

61
Nelson Osorio Marín

Lleva este mensaje, marinero

Marinero:
Lleva este mensaje al Mar:
“El Hombre de América Latina
tiene las manos ensangrentadas
de máquinas y días
que no le pertenecen”.
Dile que soy nuevo.
Que no tengo pipa
ni alcatraces.
Que sólo he visto cocoteros
en el litoral moreno
de mi compañera.
Que los fusiles maduran
en mis noches rojas
y en la mirada ilímite
del hijo que ya viene.
Vete, marinero. Dile al Mar:
“El Hombre de América Latina
dialoga con los brazos, las montañas,
las grúas, el aire, las ideas, los cuchillos...
y sonríe dibujando carrileras
para llegar a Ti”.

62
Cada hombre es un camino

Poema del ayer y del presente

Cuando creía
que los Hombres eran azules
y que las alondras portaban
mensajes de azucenas,
sonreía a los espacios.

(Los inviernos eran ineluctables


pero pasajeros,
y la miel virgen de mis dedos
se esparcía por páginas en blanco).

Hoy que veo


el sudor de las fábricas
exiliarse en la indiferencia de las nubes,
la agonía del Hombre
exiliarse en la indiferencia del Hombre
y la mirada de los búhos
dibujando paisajes de esqueletos,
pienso que la sonrisa
es un pasaporte falso
para sentir el Mundo.

63
Nelson Osorio Marín

¡Bumerangs!

A ti

Es la hora del combate.


Me siento gris.
Siempre me siento gris
porque pienso
que no quieres conversar.
Pero el silencio
dirá lo mismo:
¡Somos instrumentos!

Odio tu afasia
que quiere ser pez
en la mano de la verdad:
¡Somos instrumentos!

Conversemos.
Todo lo incierto huirá.
Y vendrán rojas esperanzas
cuando desatemos
la actitud definitiva:
¡¡ b u m e r a n g s !!

64
Cada hombre es un camino

Mi respiración se eleva hacia el futuro

Marina

No. Definitivamente no estoy solo,


porque mi respiración se eleva
con el hollín de las fábricas
hacia la escaramuza,
y ella me piensa en la ciudad.

Porque encontré
un hombre cabizbajo en el crepúsculo
y le dije que la batalla
apenas había comenzado.
Entonces sus ojos
reiniciaron la búsqueda
del horizonte próximo.

Porque hoy vi un niño


y le conté
que quería ser como él.
Entonces me dejó un domingo diminuto
sobre los recuerdos tristes.

No. Definitivamente no estoy solo,


porque mi respiración
se eleva hacia el futuro
con la respiración del Hombre,
y ella me piensa en la ciudad.

65
Nelson Osorio Marín

Canción a Laura

Mi madre es sencilla
como sus vestidos y palabras.

Huele a tierra fresca


cuando enseña
el diccionario de hijos
que guarda en la cintura.

Ama las horas


pues las aves llegan
trayendo sol entre las alas
y un susurro de harina
a los labios de los Hombres.

Es carnaval
con serpentinas de arroz.

Y porque mi madre
siempre ha tenido
panales en la frente,
algunas noches está triste:
quizá piensa que las garzas
no alcanzaron para todos.

Entonces es invierno.

66
Cada hombre es un camino

Poema del adiós afásico

Un día
—igual a todos
según los medidores insensibles
del sol y la llovizna,
pero para nosotros plomizo
porque estábamos tristes—
sin hablar siquiera
de cosas cotidianas,
sin mirarnos,
sin pensarnos siquiera,
conocimos el cansancio.

La ciudad
olía a hastío rutinario
y los parques estaban
tan bellos e insinuantes
como un dios griego impúber.

La melancolía
era un niño de numerosas manos
buscando unas pupilas.
Carruseles omnicolores
nos poblaron los ojos
y fuimos dos sombras
—con las frentes absorbidas por los pechos—
caminando de espaldas
por la misma avenida
hasta reducirse al tamaño
de nuestros lentos zapatos.

67
Nelson Osorio Marín

Retrospección

Siempre
habrá que volver los ojos
sobre los cadáveres
porque los desiertos
jamás dejan de hablar
de los riachuelos.

En esta noche de cicuta


me he puesto las pupilas en la espalda
para buscarte.

Y te he encontrado:
los dedos iracundos
apuntando
al polo norte de mi adiós.
Y he vuelto a sentir
tus llamas en mi cuerpo
que fue resbaladizo entre tu amor.

Siempre
habrá que volver los ojos
sobre los cadáveres
sin dejar de mirar
al horizonte.

68
Cada hombre es un camino

Poema del asesinato universal

Soy un domingo de veinticuatro estrellas


jugando canciones lejanas
en el hueco de las manos cósmicas
de los niños que desconocen
el nombre de pila de los días.

Ellos miran y sonríen


ignorantes de metas y principios,
de que las definiciones
son círculos sin color ni aire
donde yace el paisaje de las ciencias.

Caminan con el silencio


de relojes de arena
sin saber que las playas
son agujas en las raíces del Hombre
y muslos de las geografías.

Viajan
con lentitud de ociosos divinos
sin pensar que el Mundo
es resumen ceniciento y mudo
de generaciones y taladros.

Pero sus piernas sonámbulas


morirán lisas y azules
cuando la geometría se alargue
llenando las mentes y las avenidas
de limitaciones diurnas y nocturnas
creadas por la rutina del hombre.

69
Nelson Osorio Marín

A mi padre

Mi padre
siempre ha querido
arar en su pecho
una semilla universal.
¡Cómo hemos recostado la fatiga
en su biología
de panela y agua!
Tiene huellas de plomo.
Las hortalizas
le brotan de los dedos
como niños saliendo de la escuela.
La mesa madura
en su mirada distante.
Y la casa azul y grande.
Y el patio de sonrisas vegetales.
Cuando miro sus cabellos
pienso en las mujeres
que acarició y lo amaron.
Porque aún es bello mi padre.
Ha fecundado tantos peces
en su saliva quindiana
que ya camina lentamente.
¡Ha sufrido
tantos salarios incompletos!
Pero sigue siendo un río infinito
con los hombros vigorosos
y las tardes sombreadas.
Los pensamientos de mi padre
deben ser una canción de bayonetas.
¡Cómo hemos recostado la fatiga
en su biología
de panela y agua!
70
Cada hombre es un camino

Aquella tarde con tu aroma y con tu boina

Tu anhelo de distancias
se ensanchaba
bajo la bóveda inmensa
de tu ilusa boina.
Un muro de azucenas
te cercó las pestañas
y todo parecía
una canción fugada
de una risa larga.

Caminabas del brazo de las grullas


con un jardín invisible
poblándote los senos,
y nunca comprendías
por qué te miraban la cintura.

II

Desterramos el futuro
mientras las aves de papel
de Agosto
nos hacían sombra.

No pensamos
en el mensaje infantil
que nos traían,
y tu pequeña primavera
estalló entre nosotros y la tarde.

71
Nelson Osorio Marín

Al amigo adolescente

Uriel

Únicamente llevábamos
dedos en las manos
y algún anillo
que robábamos para comer o divertirnos.

Pero éramos inocentes


aunque pensábamos morir
el domingo en que los alcatraces
no vinieran a jugar
con nuestras palabras oceánicas.
O el día en que los buses y los parques
no llovieran mujeres otoñales
con anillos y besos.

Me decía que los árboles


eran sus cómplices
y que mi amiga estaba triste
porque sus veinte años
amaban a un poeta.

Una tarde de ciudad y búsqueda


—una de esas tardes de nosotros dos—
llegaron los alcatraces
y encontraron su frente morena
tranquila de suicidio inútil.

72
Cada hombre es un camino

Poema en la muerte de un amigo

A Rogelio Osorio Velásquez

En un instante incompleto,
quedaste suspendido de la muerte
como una interrogación.

(Era mayo en la aurora


y en las palabras
que no llegaste a pronunciar).

El día quedó por nacer


en tus venas
que estallaron al espacio
con la sencillez de tu sangre.

Nadie supo por qué.


Ni tu asesino.

Amabas el silencio
y los pentagramas pausados
como tus ojos huérfanos.

Una vez dijiste que el Hombre


era un silencio sublimado;
que las bayonetas
vendrían a nosotros
dibujando perspectivas luminosas.
Entonces sentí la ilusión de una furia
y tu mirada campesina
golpeó sobre mi juventud
para enseñarme a odiar.

Aquella tarde caminamos


hasta muros desconocidos
con los sueños puestos

73
Nelson Osorio Marín

en el Futuro Común
de los que vamos sin futuro,
y cuando te lastimaba Caldas
te llevabas la mano
a la cintura sin revólver,
y llorabas un bambuco
mientras las aves
confundían tus cabellos
con maní.

Tu pecho fue robando


lentamente tu cabeza.

Y en una aurora incompleta


nadie supo por qué,
ni tu asesino.

Pero no has muerto,


compañero vivo:
te has detenido simplemente:
desde tu calcio gritas
silencios sublimados
y bambucos mal heridos.

74
Cada hombre es un camino

Canción por un niño pobre

Todos los crepúsculos se recuesta


con la soledad de sus dedos
en un pedacito de futuro.

Quiere tener los pasos largos


para irse a columpiar
en el sueño de los gnomos.
Animalitos de felpa
para decirles que no conoce
zapatos ni diciembres.
Cometas multicolores
para robar canciones
a los otros niños.

Y más que todo,


un lápiz
que sepa dibujar casitas y trigales.

Pero los deseos acaban


cuando regresa el padre
con los overoles moribundos.

75
Nelson Osorio Marín

Poema del sueño cotidiano

Hoy, como siempre,


he soñado con el Mar

Cuando el carnaval termine


llegaremos al Mar
los que vamos y somos
desnudos como un río.
No los que iban,
con caretas de río,
poblando de cactus las gargantas,
negando acuarelas al paisaje.

El Mar
tiene muchos peces cardinales
con escamas rezumando
palomas y tardes plenas
de manos limpias,
libres, laboriosas.

Hoy, como siempre,


he soñado
que al Mar caen millones de redes.

76
Cada hombre es un camino

Bogotá en domingo

Para Oswaldo Osorio Velásquez

Sólo provoca irse a los cines,


doblar mil esquinas
en demencia de brújulas,
amar a la ausente de cabellos cortos...
o suicidarse.

Quiero vivir
y no encuentro los labios
que indiquen la ruta.
No encuentro los brazos
que midan el tedio diciendo caricias.

Bogotá en domingo:
señora de gris
con los ojos sin iris
y los muslos trazando
perspectivas gélidas.

Hasta los gamines


dejan sus camisas de noticias viejas
y se visten de hastío.
Y no van a los cines,
ni aman,
ni pueden matarse
pues no hay automóviles
y los pisos altos están prohibidos.

Bogotá en domingo:
señora anestesia
con los senos bajos
soñando Saharas.

77
Nelson Osorio Marín

La ciudad sin ti

Con la fatiga de los venados


vendrás a mis cabellos.

La ciudad caminará
hacia cualquier bar
llena de labios tristes
como los tuyos.
De besos que no empiezan.
De niños que se acaban.
De ruidos, afiches y odio.

(Alguien intentará cambiar


sus brazos verticales por harina
sin entender
las sonrisas maliciosas).

Con la ciudad sin ti


estaré en un bar:
los ojos puestos en tus ojos
de juventud inútil,
el cerebro sobre los relojes
que nunca aproveché.

Pero también
en el gris de la ciudad
habrá esperanzas.

78
Cada hombre es un camino

Cita

En la esquina de mis sueños


hay un arsenal.
Un día de puñales
entraré para estrenarlo.

Los inválidos
estarán repitiendo monedas
en un rincón ignominioso
del sol desalentado.
Nadie sentirá
que alguien llora en la ciudad
con los recuerdos rotos
mientras baraja
perspectivas ciegas.
Los vigilantes
llevarán hombros caídos
por el peso de la luna
y verán niños durmiendo
bajo noticias de Alianzas y agasajos.
Entre la brisa
vendrán mazorcas incompletas
trayendo la historia blanca
de los muertos recientes.

Y todos llegarán
el día de puñales
a la esquina de mis sueños.

79
Nelson Osorio Marín

En la muerte de Antonio Larrotta

Mayo 6 de 1959

Antonio Larrotta,
que era un guerrillero
como pudo haber sido
una fábrica o un canto,
volvió de la tarde
enrojecido:

Las manos quietas,


dormidos los cabellos,
olor a pólvora
desde la camisa,
la historia desnuda
en la respiración del tiempo,
las ideas y el fusil calientes.

No tenía otra cosa


que amor por el Hombre y los arados,
algún recuerdo del Zulia que dolía,
palabras y dedos de batalla.

¡Y también se los quitaron!

80
Cada hombre es un camino

Despedida

Sabías que la lluvia


era mensajera
de cosas cenicientas.

Cuando tu silencio
gritaba
que sólo querías
vivir en mi recuerdo,
tus caricias huidizas
sintieron que el aire,
como yo,
estaba derrotado.
Y que mi voz
se alargaría hasta alcanzarte
porque en mis gaviotas
jamás haría verano.

81
Nelson Osorio Marín

Canción por el primer obrero

En Pereira verde,
donde las muchachas
quieren frente al sol,
por primera vez
yo vi un obrero.

Me llevó
a su casa sin espacio y con palomas,
me enseñó
los hijos sin cartilla ni cometas,
me habló
de barricadas y ferrocarriles
y me invitó
a la ausencia de legumbres
en su mesa.

¡Cómo me gustaron
sus himnos de hojalata
y el recuerdo de acantilados
que me trajo su estatura!

Nos abrazamos en la aurora.


Y juré
sobre sus brazos transparentes de fatiga,
sobre su frente ensangrentada de salarios
y sobre esas frases rojas
de su boca dura.

82
Cada hombre es un camino

Poema de la infancia y de la ira

Cuando el sol rompió mi dermis,


ya Colombia inclinaba su cabeza atlántica,
pero no de geografía:
un dolor vestido de maíz, café y petróleo
le dolía.

Y su brazo amputado.
Y los pies acorralados de sus campesinos.
Y sus noches partidas en mujeres muertas
antes de llegar al Mar.
Y la campana de sus escuelas
gimiendo siempre con algún ahorcado.
Y sus cordilleras crecidas
por galerones tiritando de pánico y distancias.
Y sus ciudades caminando en la punta de los dedos
para no despertar
a los estudiantes y a los obreros sepultados.
Todo, todo le dolía:
aun sus hijos asesinos.

Y mientras yo jugaba con los otros niños


a soldados invencibles,
Colombia lloraba
con sus ojos planos de cactus y de arena
hasta llenar a Maracaibo.

II

Hoy que la sangre diaria


se abalanza sobre mis ojos de hombre,
sé que si los brazos continúan sumisos,
Maracaibo inundará hasta la Argentina.

83
Nelson Osorio Marín

Santa Bárbara, abril de 1963

Préstame tu tristeza, compañero.


Dejémosla aquí, sobre la tierra.
Esta tierra nuestra que no tenemos todavía:
trece overoles han sido detenidos
en la localización del Mar.

Trece Hombres
que no volverán por las quincenas
con las vértebras atomizadas
y las protestas prisioneras
ante el recuerdo
de los labios pordioseros de los hijos.
Trece Hombres
que no volverán de los eneros
con las palabras vencidas,
las arterias dobladas entre la impotencia
y las maldiciones en susurro
porque tampoco este año
los lápices llegarán hasta los hijos.

Pero el Mar aniquilará a los asesinos.


Nosotros somos su Tempestad.
Somos los brazos del Mar
y estamos enlutados.
No tenemos algas ni peces saltarines
este día:
sólo las escamas negras
y una pausa en la furia
para llorar conscientemente.

84
Cada hombre es un camino

Los compañeros cantaban limpiando los fusiles

Todas las mañanas


íbamos a mirar los compañeros
y el despertar
de los albaricoques.

Los compañeros cantaban


limpiando los fusiles
y regalando abecedario y cisnes
a los campesinos
antes de trazar esperanzas
en la llama de la escaramuza.

Regresaban siempre tristes


aunque traían la victoria
entre la sangre:
Alguno se quedó abrazado
a los olores verdes de la tierra.

La derrota.
Dijeron aves sucias de los compañeros.
Pero los surcos hablaban
de labios satisfechos.

Los compañeros cantan


en los calabozos
con las manos inocentes.

85
Nelson Osorio Marín

La noche vendrá sin tus cabellos

Algún Oriente

Te espero.
La noche vendrá con la luna mordida
por la dimensión del Hombre.
Sin ti.
Nadie me traerá tus palabras fronterizas.
Nadie tu geografía casi anochecida.

Sólo tus uñas en mis ojos


llegarán hasta mis pasos indecisos.
Pero no tu pubis ni tu piel.

La noche vendrá incompleta


y no caerá sobre los hoteles
porque tu sonrisa está lejana.
Y tu lengua.

La noche vendrá sin tus cabellos.

No estarás en la inclinación de mi cabeza


ni en el vigor de mis trópicos
y las tardes rodarán
sin nuestros cuerpos húmedos de nosotros mismos.

Pero te espero siempre


desde mis palabras solitarias
con la boca mordida
por tus dientes que no empiezan en mi cuerpo.

86
Cada hombre es un camino

Quiero gritar tu herida, Venezuela

Otra vez Venezuela ensangrentada.


Herodes Betancourt guardó silencio.
Pablo Neruda

Quiero gritar tu herida,


Venezuela que no he visto
pero que lastimas como este libro mío,
que es un obrero mutilado
en una calle oscura.

Déjame beberte poro a poro,


llorarte escuela a escuela,
gritarte Hombre a Hombre,
soñarte de garzas y pañuelos.

Quiero gritar los ojos dolorosos


de los universitarios de Caracas
que caen como lluvia sublimada,
y su sangre prematura
que en el Norte convierten en petróleo.
El vientre de Maracaibo,
sucio de látigo
y columnas vertebrales rotas
como las manos medioevales de los Amos.
El lamento del Apure,
escondido blanco y bello
como un cementerio de elefantes.
Las muchachas de Mérida
cosidas de miedo y cordillera brava.
San Antonio y San Cristóbal
tan cercanos
a mi sangre colombiana.
Puerto Cabello
y su viento remendado
con el maíz de los himnos revolucionarios.

87
Nelson Osorio Marín

Déjame gritar tus muertos


desde los míos iracundos.
Déjame gritar tus vivos
desde las cárceles de Anarkos,
donde están encerradas las palabras
y los ríos y los pentagramas.
Quiero gritar tu geografía
y tus hijos guerrilleros:
Julián Torres
que acostó sobre Barquisimeto
su barba poblada de obreros y perdices.
Juan Vicente Cabezas
embutido en “El Charal”
como en un sombrero campesino.
Fabricio Ojeda
que desayuna con la aurora
y el orín de los barrotes.
La Quebrada de las Carpas
dividida en alfabeto y proyectiles.
Vásquez Torres, Raúl Henríquez,
César Ríos y Chico Velásquez
que no han muerto
porque aún afilan bayonetas
en los dientes invencibles
de las Unidades Tácticas de Combate.
Las melenas despreocupadas
de los muchachos que estiran sus canciones
por la estatura del Zulia
y ríen anocheciendo
cuando gime de dolor
un oleoducto del Sicario Búho.
Las montañas de Falcón
con los dedos señalando las orillas
del futuro rojo.
Quiero gritar tu herida,
Venezuela proletaria,
Venezuela amante,
Venezuela madre.
¡Quiero gritar tu herida
desde mi Colombia que agoniza!
88
Cada hombre es un camino

Palabras desde la muerte

A Oscar Álvarez, Ramón Bacca


y Alberto Enrique Fernández,
con quienes tanto amo a América Latina.

Si cuando yo muera
el Hombre viajara hacia el Hombre
antes que al cosmos,
podría cantarse
que alguien que hablaba trincheras,
y risas y casas,
y trigo y murciélagos,
y días y días sin labios,
y noches y noches de ira,
y meridianos largos de cadáveres,
y mujeres tristes de éxodos veloces,
y cabellos cansados de caminos,
y caminos sonámbulos de ausencias,
y zapatos insomnes de avenidas,
y futuros sin niños ni amenazas,
y dientes sin legumbres ni soberbia,
y aguas heridas de fronteras,
y ciudades sin geografía ni camisas,
y manos con nada,
y nada sin besos ni palmeras,
y todo sin manos...

... podría cantarse


que alguien que hablaba del Hombre
movió su anatomía hacia la tierra.
Que los cabellos de alguien
que hablaba del Hombre
incumplieron la cita
con el Viento Nuevo.

89
Nelson Osorio Marín

Mensaje para una ciudad que resucita

Entre los árboles se dice


que el viento del oriente
cruza todas las montañas
con una herida inmensa en la cabeza.
Luego desciende a conversar
con las olas y los labradores
en un idioma nuevo de color de acero.

También los árboles pregonan


que los mutilados
con sus hijos y el recuerdo de aquel día,
trabajan por las noches
abriendo subterráneos
para llegar a los verdugos.
Y cuando están cansados,
se animan entre risas
porque el viento herido les ha dicho:
“El Hombre de América Latina
tiene roja la camisa de lucha y esperanza”.

Hiroshima de axilas dolorosas:


te cuento que los tractores no son nuestros,
ni las vidas, ni el subsuelo,
ni los ríos, ni las frutas,
ni los taladros ni los amaneceres.

Tenemos solamente
la camisa roja y húmeda,
millones de músculos y voces
abriendo subterráneos
y un viento vigoroso
que nos dice batallas.

Muy pronto
el alba tendrá
escuelas y simientes.
Te esperamos.
90
Cada hombre es un camino

Cuando yo digo camisa

Cuando yo digo camisa,


ejércitos de salarios mutilados
escriben colmillos en la ira.
Manzanas cabizbajas.
Palabras fallecidas
en un atisbo del alba.
Manteles con anemia.

Cuando yo digo camisa,


el sudor inunda
la fatiga de mi pueblo.
De tu pueblo.

Las uñas me saben a carbón.


La juventud a robo de esmeraldas.
La saliva a petróleo mal herido.
El aire a calabozos y alfileres.

Cuando yo digo camisa


estoy diciendo poesía
y tanques invencibles.

91
Nelson Osorio Marín

Quisiera penetrar tu calavera

Quisiera penetrar tu calavera


y hacerte comprender
que en nuestras manos
la rotación del Universo
sería otra:
Habría terremotos y canciones
en el sepelio de los días dolorosos.
Las aguas seguirían el curso
de nuestros pensamientos.
Los libros llegarían
hasta las pupilas sordas de los ciegos.
Los edificios extenderían su altura
para abrazar nuestra alegría.
El pan haría viajes cotidianos
hasta los dientes del último enemigo.
Las ciudades velarían nuestra siesta
y las cordilleras se abrirían
para nuestros gritos.
El miedo sería como el recuerdo
de la novia celosa que se hastió
de nuestros ojos inquietos.
Serían otras las palabras
en el mismo idioma
y las mismas fábricas
en distintas manos: ¡nuestras manos!
Nos podríamos mirar abiertamente
tejiendo futuros en voz alta,
pensando hijos en voz alta
porque ya los cuerpos
podrían repetirse sin fronteras.
En fin,
quisiera penetrar tu calavera
para hacerte comprender
que en nuestras manos está la brújula
que señala hacia nosotros mismos.
92
Cada hombre es un camino

Poema al hijo futuro

Hijo:
tengo veintidós años,
la tarea larga
y el camino corto.
Los ojos reventados
de aire melancólico,
las manos y los labios
solitarios de palabras y abrazos de miel,
porque aquí llueven,
diariamente,
indiferencia y sapos.

Tengo, además,
una compañera
que va a partirse en ti.
Sólo sus dientes de algodón
te mostrarán mi nombre,
pues para los demás
soy el número ochenta y cuatro
de una nómina.

Tengo también
miedo de quedarme solo en la trinchera,
o de que los cuervos
hagan su siesta en mi cerebro
antes de haber comenzado yo
mi jornada de edificaciones.

93
Nelson Osorio Marín

II

Hijo:
quiero decirte
que los árboles caminan heridos
y sumisos los Hombres;
pero que con mis palabras iracundas
estoy germinando, lentamente,
millares de vestidos verdes.
Y que con mis palabras iracundas
asesiné la luna
para cantarle al Hombre.
Para decirle trigo.
Para decirle tierra.
Para poner en sus brazos
un camino propio.
Una casa. Una fábrica. Un fusil.

La tarea es larga,
mi camino corto,
y por eso necesito de tu ira fresca.
Hoy, por ejemplo,
pasaron las aves
atravesadas de éxodo,
y nadie pensó en la mirada muerta,
los pies desalentados
y los músculos tristes
de los campesinos.
También
por el hastío crepuscular de la ciudad
bajaron los oficinistas
buscando inútilmente
un sitio sin relojes.
Pero nadie prestó
un pensamiento o unos hombros
para ayudar
a la ampliación de su horizonte.

94
Cada hombre es un camino

III

Hijo:
Cuando vengas
sabrás que la primavera
es espía de la Muerte,
que en los parques
se duerme un rato el día
y que el día es un resumen
del futuro que le roban al Hombre.

Y necesito de tu ira fresca


para que en los prados
recueste su jornada el Hombre,
y la circunferencia del tiempo
sea un movimiento de todos
hacia el Norte Común.

Sabrás que tenemos racionado el aire,


el alcance de los ojos
y de los zapatos.
Que cuando pasan los soldados
sienten frío las palomas
y los niños y sus ositos de felpa,
mientras las mujeres
se cubren los oídos
con sus dedos gastados por el miedo
para que no se abalance la noticia
de la fuga reciente
de párpados queridos.

95
Nelson Osorio Marín

IV

Por último,
quiero que sepas
que por decirte estas cosas
tal vez mermarán tu pan y tu futuro,
pues los números de las nóminas
no podemos pronunciar nunca
una palabra exacta.

Y porque tú siembres siempre


los vocablos
y las realizaciones claves,
porque tu vida
sea pantera o golondrina
sobre los almanaques y los hombres
que te han correspondido,
te aventuro
a la ausencia del trigo.

Hijo:
Por esto y mucho más,
necesito de tu ira fresca,
de tus ideas y tus brazos nuevos
... de tu fusil sin estrenar.

96
Algo rompe la mentira
(1969)
Alguien tuyo resucita

el que ríe, no ha recibido todavía la terrible noticia

Brecht
Algo rompe la mentira

Bosquejo

el más mínimo detalle en otro y alguien tuyo resucita:


tiempo agobiante que te sorprendió cazando mariposas
cuando el camino hacia ti mismo era sólo un pensamiento
de neblina.

101
Nelson Osorio Marín

Silencio para un Tiempo Mínimo

no tienes derecho a andar así.


¿No sabes que contamos contigo?
James Baldwin

esquina

arrojar las palabras y las peras descompuestas en el mo-


mento exacto de luz gris-angustia...
amor:
los pájaros presos nunca cantan ni los niños que perdie-
ron las alas y los dientes en el Miedo.
hagamos entonces la cita de hoy en la esquina de acá de
tus veinte años: vive en ella —chorreando tumbas, gasas y
mercurio cromo— un periódico con notas de la Guerra.

fragmentos

tal vez fueron las elucubraciones, esa maldita manía de


enfermarnos con palabras.
(las palabras como muros tangibles entre tú y el mundo
y yo).
pero ya es tarde para recordar los peces o la magia que
incineramos buscando explicación a nuestras brasas.

mínimo interior y viceversa

llegada desde siempre, irás por todas partes


Rimbaud

balsa estrecha y húmeda —pintada de ti— en la que rom-


pes tu vida impermeabilizándola, miniaturizándola.
Miedo en tus mapas y en el puente, Miedo tuyo complejo,
corredizo, amortiguado en tu cruzarte de brazos y en tus
camisas largas, cómplices, mientras las Heridas aún no
han rescatado el Dique.
102
Algo rompe la mentira

llamas.
entras y es posible que te quemes, que incrustes algas
o ángeles caídos en tus ojos-horizonte tan vidriosos de
arenas donde estuve (mejor dicho, algo parecido a lo que
cierta vez sintiera Enrique Lihn en Market Place: “estoy
de paso como la muerte misma: poeta y extranjero”).
llamas que despiertan:
duerme, fúgate en tu relámpago de propulsión color
imagen.
y en lo que a mí respecta, Amor, es posible que sucumba
—pintada de otro yo mi nueva balsa viva— pero alguien
recogerá mis remos, mi cuaderno de notas, mi pluvió-
metro.

la muerte se paga viviendo


Ungaretti

detente ya. ¡párate te digo!


ahora, dale varias vueltas a tu vida y mírame:
estuve a la Altura de mi Muerte.

rayos equis

ahí
en el lado exterior de la vitrina compraste lentes cloro-
formo-oscuro para tus visiones ávidas cuando más cerca
estabas de la puerta de la Jaula, cuando menos debías re-
tornar al Mar amniótico.
luchó la última neurona pero tú la fuiste adormilando:
ribetes de Pánico negando los asteroides de tu cuerpo,
arrimando metal viciado a tu saliva seca. el ocre invasor
no encontró resistencia en tus paredes y esta Noche que
se diluye en ciencia-fantasía ni siquiera es nuestra, sino
de cada uno en otros seres diurnos e inocentes.
ahora, a tientas lloramos de todos los colores por tu in-
sondable Estar Ahí comiéndote las uñas y equivocando
índice y pulgar, cutícula y falange.

noche

el silencio se extendió hasta llanuras ajenas, los recuerdos


conservaron sus inhalaciones luego del fragor planetario:
103
Nelson Osorio Marín

rojo, cuarzo, uva, platino, verde-trébol y alguno que otro


sin vientre pero con viejos cartones.
los copos de nieve que nunca quemó mi estratosfera, se lle-
varon mis barcos de humo hacia la Deshabitación. heridas
astrales prendieron bordes y estrías de espejos borrándose
suave, desordenada, rabiosamente como los primeros di-
bujos de un niño o como sus fábulas contagiosas.
una estrella (algo la persigue para amarla o desaparecer-
la); tú (montoncitos de órbitas diluviando sobre el «Con»
de Charles Aznavour); esta iluminación desgarrada de
Rimbaud (“en los pasillos de gasa negra siguiendo los
pasos de los paseantes con linternas y con hojas”); y nue-
vamente tú.
en el umbral de las primeras luces balbucientes, el repar-
tidor deja dos botellas y una honda de T.V.; al oído me
quema su química de huesos triturados por ese pasarse
de jardín en jardín llevando a los demás lo que nunca ha
conocido: señor, a lo largo del aire tuve hijos que brilla-
ban. pero regresando de sus muertes, el mismo hombre
de la bata blanca siempre me conversó de proteínas.
Beethoven mudo.

mínimo exterior en medianoche

disuelve sus sueños gris-azul-serpentina mi pipa que ja-


más intentó un braceo en altamar. no duermen los habi-
tantes de la próxima galaxia y mis recuerdos de ti van
cazando formas humeantes: el olvido es uno mismo en-
trando a un túnel que termina en otro olvido.
nubes:
letargo de barcazas hundidas en el aire preso subrayando
la pulmonía de lianas que me aplastan desde mi Hebefre-
nia: desperezarse de soles y sensaciones del Cuaternario
en un pantano de semioscuridad matizado por esperas
gigantescas.
desmoronándote, las manos antiguamente nuevas tambo-
rilean en mi insomnio regresivo mientras suena un perro al
filo de mi pipa advirtiendo que la luna se ha partido en dos
porque sigues siendo mi retorno hacia el Futuro. Pero pre-
fiero sacarme las vísceras y exponerlas antes que morir así.

104
Algo rompe la mentira

Color

la cabeza del hombre resquebrajándose entre las puertas


del ascensor.
transcurre mucha gente pensando en sus pequeños ne-
gocios y al notar los nudos en la yugular del hombre,
observa agudamente: ¡yea yea, yea yea!
el ascensor —sonrojado— nada puede hacer.

105
Nelson Osorio Marín

Porque sabemos cada cuánto cambia de mentira

levanto del andén los ojos: suben lentos a mí por la es-


calera química de la imparidad que llevo además de mis
Edades y un pañuelo.
desconozco —hace varias quintas de Beethoven— cable-
gramas de la ionosfera inmortal de mis amigos: nada sé
de sus estelas, sus conflagraciones, sus mudas palabras o
sonoras.
sin noticias voy rumiando asfalto y no dejo de sentir la
sangre que camina de la cotidianidad del grito hacia los
basureros públicos, ni dejo de calentar las fabulosas lu-
ciérnagas que me traen el abrazo de los amigos que no es-
tán pero que permanecen conmigo lloviendo pertinaces
púas, acelerando el ritmo y perpetuando los cometas para
la Caza Final del Camaleón quien a pesar de hechicerías
sigue consumiéndose lívido, turbio, epiléptico.

106
Algo rompe la mentira

La sangre viene y va

el Lastimado de los Grandes Viajes habló: dijo palabras


pero mucho más que eso.
desde todos los Principios cada palabra significó millo-
nes de emboscadas y ahora pienso (como Herido de mis
Grandes Viajes) que tus dedos intermultiplicables no al-
canzarán a relatar lo nunca expresado por los vocablos de
los Busconautas.
todo porque la Vida —simultáneamente—
es un Ir hacia
Estar en
Ser dentro y fuera de...
ejemplo: el Campeón Occidental patina sobre leche con-
densada y, ocho canecas de residuos más abajo, un niño
conoce la primera muestra de su sangre:
asombrada de Asombro
única de Magia
balbuciente de Volcanes
la sangre viene y va por esferas que no son redondas ni
poliedros: sangre de los Huracanados Busconautas cuan-
do la escasez de todo te aporrea robándote las Naves.

107
Nelson Osorio Marín

Un día los ene ene nos robaremos América

dentro del vértigo


se agrupan sombras espirales envolviendo toda la mul-
tiplicidad de un hombre inexpresado quien parece de-
tenerse por momentos para abismarse de sí mismo y
estrellarse contra el Universo que hasta entonces se
redujo a una calle
sus cadenas
sus buses atestados
sus periódicos afirmando lo contrario.
de un hombre inexpresado estalla el Hombre y de ese Res-
plandor nace la Guerra cincelada por un Niño-Adulto.

108
Algo rompe la mentira

Si no te reconstruyes morirás de trampa

te acuestas a recordar el futuro ayudado por el zigzag de


lo que te circunda: en cada Edad asoma un otro-tú más
angustiado.
suda tu esfuerzo por encajar felizmente algún final pero...
también se pudren tus flores en el sueño.

109
Nelson Osorio Marín

Todo el odio

no.
no se trata de olvidar los desgarramientos
el sur de las ciudades
los asuntos sin salida
el ir dejando de pertenecerse
los engranajes desangrados
la indecisión de los primeros trazos
las iluminaciones tísicas
ni los ojos fijos de la Gran Herida.

110
Algo rompe la mentira

Todo el amor

ya no pueden aturdirnos tanto: descubierta su hemofi-


lia y radiografiado el foco, ya no pueden aturdirnos más
porque bullen en nosotros los matices del verde-sangre-
canción.
giran los rayos sobre el Tiempo y —adelantando el Sol
hasta las premoniciones— en cada redescubrimiento apa-
recen Tilín y El Principito.

111
Nelson Osorio Marín

Te habitaba

en el Fondo de Todo
ni siquiera hubo un ruido extraño:
los perros en coito
los hombres aparentemente idénticos
el estallido de las primeras palabras
los saltos de la juventud
lo arrastrado hasta ahora
nada
nada era un ruido extraño.

el Rumor estaba en Ti.

112
Fogonazos

nos hemos separado de nuestra sombra y la hemos dejado


como un traje vacío para el cuerpo de los que se conforman.
sabemos que esta hora que no hemos encendido es la hora
de la cólera y la sangre… rechazamos sentarnos a la mesa.
rechazamos los manteles del ocio, las migajas que nos
tenían destinadas. rechazamos los cómplices trajines, las
conciencias tranquilas, las casas construidas con huesos
y limosnas. Para empezar el canto, abandonamos aquella
vida fácil y cobarde a los perros.

Comandante Héctor Béjar Rivera


Algo rompe la mentira

Plataforma de lanzamiento

este no es un corazón, felizmente,


sino un mocasín de piel de búfalo que marcha sin cesar...
Nazim Hikmet

recuerdo
escribo
lloro
como cuando nací.
(y he nacido tantas veces
esta tarde sin alas).
escribo
tiemblo.
una bofetada
se me enreda en el cuello,
se me queda
como cuando fui mudo.
mis martes se atrasan.
igual los demás días
y mi historia me dejó plantado
—ciego—.

quiero correr, alcanzarla, me impulso,


lloro como cuando me asesinan.
asisto a mis pequeños funerales
esta tarde tuerta como otras:
me acompaño, no me duelo
pero estoy apachurrado
porque se están quedando mi cuerpo y mis sentidos
en todas las esquinas.

hoy —es mejor decirlo—


enterré otra parte de mi vida.
hoy —es mejor denunciarlo—
115
Nelson Osorio Marín

me insinuaron:
vuélvete de espaldas

¡y me fusilaron!

esta tarde con fecha


asisto a mis otros pequeños funerales.
regresaré vivo como siempre
—tal vez no—
pero te invito.

recuerdo
lloro
escribo
como cuando convalezco
pero nadie
—nunca—
me ha visto de rodillas.

te tienes —impar—
para caminar tu vida.
caminar se volvió triste
desde que sólo te tienes a ti
solo.

vete desde ya:


si estorba tu pasado, ¡quémalo!
si tus tardes con amiga, ¡púnzalas!
si la flor o una de tus piernas, ¡arráncalas!
si un viernes, ¡cámbialo a domingo!
si la seda, ¡vuélvela gusano!

vete que llegarás a encontrarte:


te estrecharás,
te darás besos como dinosaurios
e irás a los otros que te quieren
desde este día sin año
cuando emprendiste la búsqueda.

116
Algo rompe la mentira

volverás:
mutilado o no
te necesitas, ¡te necesitan
cuando regreses Nuevo!
luego
—para todos—
caminar será un poco
como cantar en coro.

He estado pensando: ¿se convierten alguna vez


los gérmenes en gérmenes más grandes?
Ray Bradbury

adiós todos.
volveré conmigo Nuevo.
con herrumbre y cicatrices
traeré otras señas
de la vía equivocada.

después —lo espero—


saldrán ustedes
conociendo ya algo de esa ruta,
sus heridas.
así arribarán más limpios, más enteros.
seré mi plataforma:
me verán
mis millones de pupilas angustiadas (suicidas)
que no llevaré,
que dejaré conmigo viejo.

es la Vida
la coartada exacta.
es
y a ella iré con mis cosmonaves
—ásperas ahora, mohosas—
para encontrarme en ella.

117
Nelson Osorio Marín

me espero planeando
este párrafo en Mañana
sentado en los adjetivos del pretérito,
orinándolos, muriéndolos.
adiós todos.
¡volveré conmigo Nuevo!

118
Algo rompe la mentira

Rompecabezas

a. m.

te han enseñado que solamente son antisépticos los so-


nidos si el dentífrico es picante-blanco-escarcha. desde
entonces no hablas más que a la sombra deteriorada de
tu perspectiva amorfa, al eco retardado de lo que una
vez pensaste que querías ser, empapado de unos ojos
diferentes.

te domesticaron para desperezarte cuando te hablen de


camisas de fuerza; para canturrear “la vida es bella en
su aluminio” cuando el tajo en la nuca te la doble hasta
llegar al olvido del engranaje menos oxidado de tu silla
de ruedas; para destrozarte el umbral en los afiches que
repiten como un niño idiota que la vacuna contra el polio
es suficiente aun en las parálisis de imágenes.

m.

sudas en los restaurantes porque no te alcanzaron los es-


fuerzos y mientras te embadurnan con la misma sopa de-
bes quebrarte la cabeza buscando obtener en términos de
piel el último modelo mejorado del pequeño frigorífico
xy317-terracota.

el cigarrillo digestivo te recuerda a la amante despeinada


que tenía ojos muy distintos, te acariciaba las manos y
unía extrañísimas palabras como Selvamor, Cuchiyosoy,
Micifusil, Bacteriambre. pero te agachaste cuando te lan-
zaron la orden de reptar y ya te pareció ceniza transitar
con ella robándole intensidad vital a todos los momen-
tos mientras crecía en gnomos la magia de la lluvia y en
cordilleras lo inevitable de un Futuro como los ojos de tu
amante.

119
Nelson Osorio Marín

p. m.

tu amiga lenta que amas y te ama porque tú, como una


oscilante marioneta, sabes acomodar a ciegas los frag-
mentos de su cráneo y en sus gestos adivinas la reciproci-
dad que te hace tan feliz.

se va la tarde de idéntica manera sin haber pasado por


tu cuerpo ni el de ella pues también la ternura se te hizo
humo entre la farsa y los tornillos no dan el ángulo si-
guiente para virar y revivirla:

la ternura es un muerto que has dejado morir como a la


violencia porque tu bazo se colmó de patadas de elefante,
de ciénagas, de leche cortada por los colmillos de tu Estar
Ahí como cualquier alambre de vecino.

a. m. m. p. m.

la sombra deteriorada de tu perspectiva amorfa en tér-


minos de piel xy317-terracota que te hace tan feliz como
una oscilante marioneta pues también la ternura se te
hizo humo entre la farsa y los tornillos no dan el ángulo
siguiente que has dejado morir como cualquier alambre
de vecino.

120
Algo rompe la mentira

Por Nazim Hikmet

estamos en la Noche de ojos que ven turbio. Cerca, las bo-


cas desdentadas de un long-play se quejan, ululan, creen
cantar.
pero Nazim Hikmet ha muerto en mil novecientos sesenta
y tres y su importancia es que no ha muerto aun cuando
las voces sean crótalos, salgan como crótalos y yo piense
que estoy bien conmigo ebrio; aun cuando el mundo que
me toca sea esta pelotica olor-residuo que no tengo.
Nazim Hikmet en mil novecientos sesenta y tres no ha
muerto porque Yo Estoy y Tú y Nosotros Gigantescos Es-
tamos Creciendo.
en mil novecientos sesenta y tres sucedió que un Poeta
sigue Vivo en el Tiempo del Espacio y viceversa.

Ser Poeta es más difícil que vivir a medias, sin ellas o sim-
plemente sin zapatos.
Ser Poeta es también tener un hijo lejos cuando los ca-
minos —Memet, hijo de Nazim; Sergiofernando, hijo—
cuando los caminos...
Ser Poeta es —en el momento justo— convertirse en
nitroglicerina pura.
Nazim: en mil novecientos sesenta y tres
Hikmet: en mil novecientos Siempre:
Ser Poeta es tener, además de incontables ademases,
dos manos planetarias.

121
Nelson Osorio Marín

César Vallejo sin que Barba-Jacob


lo sospechara1

Era una llama al viento


¡y el viento se incendió!

Una versión de este poema se publicó como “microfantasía” en


el Magazín Dominical de El Espectador, agosto 1 de 1982; p. 5.
122
Algo rompe la mentira

Hasta el final del gran vómito

cuando blancos que no se conocen hablan entre sí,


es porque va a morir un negro.
La puta respetuosa

uno

lo escupían y hasta le fabricaron letrina en los suburbios.


tampoco lo dejaban arrimarse a los grandes escaparates y
cuando gritaba lo metían en la perrera federal. sorpren-
dido en sus danzas, le embutían yerba en el cerebro y lo
exhibían en el zoo. y la luna ahí... pensando tonterías.

y la ciudad con su tálamo de fiebre enhebrando acero


mientras las burguesitas caminan hacia los bares con sus
vasos pilosos tinturados de basura en gestación.

y el pavimento más resbaladizo que la barriga de la balle-


na de Jonás. (les cuento que Jonás compró con sus ahorros
una bomba de cobalto y asegura que sus amenazas son
un dragón domesticado).

y miles de dedos regordetes de gerentes discutiendo los


beneficios demográficos de la Coca-Cola bien helada.

y raquitismo, leucemia, tufos, analfabetismo, etc., etc.;


algo así como una música de mierda sostenida a garrota-
zos hasta el final del gran vómito...

dos

... él gritaba que cuando volviera a nacer desmenuzaría a


los aplastadores en la fiesta de su primera excomunión,
buscaría petróleo para quemar a Jonás y arrebatarle la
bomba, encontraría hojalata para rebanar los tridentes de
las catedrales.
123
Nelson Osorio Marín

luego —despacio— con la camisa por fuera del pantalón


y del mundo, se bebería un río de impenetrables corazas.

tres

había que injertarle pies a los relojes para que también


jugaran al fútbol descalzos pero sin remordimientos.

había que encontrar una nueva propulsión.

dejar los fulanos de boca batracia para aniquilarlos en su


propio gran vómito, en toda su lepra secular. meterse el
Mar en un bolsillo y llevarlo —limpio de asuntos viejos—
hacia la deshabitación momentánea.

tomó dos cervezas y un camino sin mentiras: el Mar se


convertiría en muchos hombres que afilando planes can-
tarían con César Vallejo: “ya va a venir el día, ponte el
cuerpo...”

le enseñaría al Mar los sonidos lúgubres, largos, oscu-


ros Mississippi abajo; la lucha del jazz, las luchas en los
estados del sur, del norte, del oriente; le recordaría sus
líderes pacíficos y los millares de muertos en nombre de
la paz.

se volverían entonces la tempestad del Mar para escupir-


les: “¡porque somos tiernos, pacíficos e insobornables, a
veces no somos tan pacíficos!”

y de nuevo retornaron,
para retomar las Llamaradas que conducen al Agua.

124
Algo rompe la mentira

Conteo

five...
polvorosa luz en los resquicios del espacio.
hacia él
los ojos oblicuos tienden sus expectativas.

four...
hace bromas la Gravedad con los bombarderos:
áreas
donde el movimiento sale abrupto de los cañones
inyectando pavor en el hígado al piloto.

three...
mapas de cuadros diminutos
atravesados
por serias horizontales y verticales tímidas
que ignoran su papel agresivo.

two...
negro brillante en uno de los cuadros
ubicando latitud y longitud exactas,
indicando
un purulento, chamuscado olor de genocidio avecinándose.

one...
briznas de aire en último combate contra el monstruo:
epigastrios, chatarras, fémures, casas que ya no van a ser,
obturador inamovible a la espera del pulgar:

zerooo!!!
en Hanoi
otros mil niños
no comerán más caramelos.
125
Nelson Osorio Marín

Relámpagos

el arroz rojo de Vietnam con sus rojos habitantes * genes


perfeccionándose para el gran asalto mutativo * el mur-
ciélago que no se deja ver porque no le conviene y el que
da inesperadamente de narices * La Habana: hay pala-
bras únicas diciendo de un manotazo Todo * un hombre
que va por la avenida más hermosa sin mirarla pues tie-
ne prisa por llegar y vender sus específicos * la peluque-
ría de enfrente donde el señor subvenciona golpes de
estado con un cómic y dos moscas * el médico cardiólo-
go que envía su hija a norteamérica para que le cambien
el corazón por un enlatado de aceitunas * las cadenas
que hacen rugir o que sitian de rodillas al Herido * los
anticonceptivos que paulo sexto no se traga ni oficiando
sus falsos compromisos * el copo de viento limpio que
no ha bajado todavía * los oscuros bares y una guitarra
masticando cosas notables * la teoría tan relativa del vie-
jito que inventó además otros asuntos: Hiroshima tiene
hoy estatuas (de bronce y varios otros metales) pero una
especial de desaparecidos en nombre de la paz y tiene
—como cláusula de no repetición— este punto donde se
ahorcan las palabras porque hay que Guerrear:
¿cierto, América Latina?
¿verdad que sí, Vietnam?
¿de acuerdo, Harlem, Newark, Oklahoma?
¿estamos, África?

126
Algo rompe la mentira

Diaria premonición en Wall Street

siluetas insinuando formas definidas de personas que, sa-


liendo del andén, parecen entrar a la vida recortándose.
como por entre bastidores avanzan en furibundo forcejeo
con la realidad estampando ángulos macabros entre la
calzada y los zócalos de los rascacielos y patinando sobre
la aprensión de tus cabellos en punta:
sombras amorfas de niños
de muñones ahumados
de narices distorsionadas
de retazos vesiculares
de encías amoratadas
de antebrazos como catapultas
de contaminaciones en aquelarre enloquecido.
trae el final de la calle cierta afasia que deja escuchar hasta
tus pensamientos; el bumbum de tus arterias se confunde
ilimitadamente con tu reloj de pulsera y tus órbitas visua-
les son ahora llantas concéntricas buscando despavoridas
la rueda de tu tiempo:
a una indicación imperceptible casi, las sombras se aco-
modan estableciendo un orden de letras hasta concluir la
admonición irreversible:
¡Somos mil novecientos cuarenta y cinco en Hiroshima!

127
Nelson Osorio Marín

Bogotá, carrera séptima, destellos

taquicardia de taxímetros.

el billar es un retorno a la escuela, a sus triángulos y cua-


driláteros apresurados: hora y media de juego, siete pesos
con cincuenta.

caricaturas de hippies transmitiendo axilosis a un li-


bro de Ray Bradbury. (qué trauma cuando el héroe
—despertando— bostece, se arme de esqueleto, tome
impulso, trace un brinco sin órbita y rebase la carátula
del texto para plantarse frente a ellos ocluyendo la nariz
entre las manos).

droguerías bramando su testosterona garantizada por


dos fines de semana. (el play-boy sabe que para él se-
rían cuatro pues el coche deportivo representa su tercer
testículo).

alguno agacha los recuerdos buscando su extraviada


soledad. encuentra unas sandalias de once dedos, unas
llantas girando hacia sí mismas, un perro olisqueando
hambre.

sonríe dificultosamente porque ahorró toda la vida y le


dio úlcera, pero ahí transcurre orondo con su meñique en
el diamante y paraguas traído de una ciudad llamada...
llamada... bueno, ahora no recuerdo, pero le aseguro que
esa ciudad no vive por estas latitudes.

(salto triple del epiléptico antes de chocar contra el asfalto


del Circo y su taquicardia de taxímetros: hora y media de
espuma, veintiséis neuronas con dendritas).

negro trallazo entre dos amantes y se escucha —muy


de cerca— el crac de la distancia encarnizada sobre los
128
Algo rompe la mentira

meteoritos que pretendieron enlazar haciendo acrobacias


con las flores pero descuidando imprudentemente los
obuses.

en el Ice Cream acostumbrado, los intelectuales de comi-


llas divagan alrededor del hallazgo último de la Universi-
dad de Wisconsin. y preparan arietes contra los tabiques
aduaneros que les impiden disfrutar ese maravilloso tubo
transparente de orificio blando y telepático que al tiempo
hace el amor y la taquigrafía.

en rutilantes colores distribuyen la primicia: hoy, estre-


no de gala, «¡La Felicidad!», y pasa el mitin con sus pan-
cartas y sus jugos gástricos: “¡salarios! ¡aumento de sala-
rios!”. se ve la respiración de los desempleados —blanca
y translúcida como una botella de leche—, se caldean sus
hinchados tobillos, se sienten sus hijos deambulando so-
bre catetos igual que ratoncitos de alambre sin cuerda en
los pulmones.

129
Nelson Osorio Marín

Uno de esos días, simplemente

esos días que parecen hechos a piedra. esos días cuando


los caminos regresan porque las mentiras también y los
cangrejos.
(el Oficio de Ser Hombre es calabozo en perspectiva,
cruento bofetón, exilio a largo plazo, forzada soledad, y
los caminos parecen acabarse en esos días hechos a que-
mazón de cigarrillos).
comenzando el crepúsculo, una bomba lacrimógena se te
instala en los tejidos y puedes llegar a creer que los detec-
tives o la historia de orín de las estatuas no son suscepti-
bles de derrota, ni Supermán, ni el antifaz bacteriológico
de Batman.
esos días hechos a manotazos de escopolamina en un
bongó, levantados esos días desde el pómulo de algún
remordimiento, incrustados en rostros fustigados por ti,
por ti arañados.
estás en uno de esos días y se entreteje más la náusea cuan-
do las micro-ondas vuelven sobre los eslogans trajinados,
sobre las estrellas acuñadas en alto-relieve de perfiles:
“... barrotes para los que piensan que las cárceles serán un
día un bumerang de odio y los cuarteles el érase una vez
de cierta anécdota con final de ceniza coagulada... asesine
pescadores que Max Factor dejará sus manos como nue-
vas... haga planes con nosotros y recibirá gratis esqueletos
de Hiroshima... conozca las excelencias de la guerra quí-
mica ingresando a los Cuerpos de la Paz... un té-canasta
hizo trizas el futuro de diez niños para invertir sus huesos
en la construcción de iglesias-catedrales...”
es uno de esos días desalentadores, casi pegajosos, pero
tu camisa pide otra camisa y te miran tus zapatos como
estimulándote porque Somos Inmensos, Somos casi todo
el mundo, ¡Somos más largos que el camino largo!
130
Algo rompe la mentira

Para iniciar un dibujito

sergiofernando
hoy grité un grito que no se oyó

érase un árbol que no existe aún sin la tranquilidad de


nuestra respiración amiga porque Ahora no deben repo-
sar las sombras ni las hojas.
nacerá si crecemos en nosotros agigantando al Mundo,
transformándolo.
y crecerá frondoso a la orilla de la Vida, vigilante.
y como las cerezas empezarán a estar maduras pero habrá
que prevenirlas de la Ortografía de los Buitres, detrás de
cada señal de clorofila encontrarás la Pólvora que me inva-
dió hasta llegar a tu clavícula y a mis puntos suspensivos.
para entonces —hijo— es posible que ya no tenga tiempo
de sentir el Tiempo pero...

131
Nelson Osorio Marín

Pequeña historia de Mañana

It’s good to have a friend like you


Tilín

Carlitos —el de la cabecita calva—


b
a
j
ó —de polizón en un mensaje navideño— a las
canteras de América Latina. traía nueces y no quiso orien-
tarse por los programas del turismo sonrosado: en ellos
nunca salen fotografías de bostezos ni de sueños desflo-
rándose sobre los andenes.

llegó con su suéter a rayas como el cuadro de una fiebre


que camina mucho por las laderas de los rayos y salió a
buscar amigos sin notar que tiritaba el círculo incompleto
de su único cabello, sin saber que, también, a quien bus-
caba era a sí mismo.

el encuentro fue como una lucecita de esas que se divisan


desde lejos y que permanecerán encendidas aun cuando
cierres los ojos apretadamente.

con la noche casi tocando la frescura de la hierba, Carlitos


y los otros niños dejaron de hacer bromas cuando supie-
ron que la magia que tenían era insuficiente para cambiar
las nueces por lápices de colores, aros o ciruelas que al-
canzaran para todos.

entonces se pusieron a gritar mentalmente para no des-


pertar a las estrellas que dormían todavía: al instante,
llegaron Lucy, Lino y Tilín en su avioncito.

y emprendieron la Vida con sus boinas vengadoras y sus


rayos láser.

132
Algo rompe la mentira

Rotunda combustión de nieve

no llueve y hoy es la Ciudad como pudo haber sido lunes


mientras los niños maúllan en la cola de los gatos y las
droguerías suenan sus cajas de caudales sobre el muro
que hace tres minutos aplastó a cualquiera.

tú transitas esa calle hasta que una tilde de neón se te in-


crusta mayúscula en el páncreas obligándote al bar más
cercano para dilapidar tu vida entre tus codos y envidiar
aquel helado de chocolate que secreta más hormonas que
tu vana trayectoria de hoy por la Ciudad dormida.

te tomas prestada una uña para rayar sobre la mesa el


nombre de alguna muchachita mientras pasan frente al
bar dos horas, varios áscaris, un periódico con su habi-
tual astigmatismo y hasta un pensamiento tuyo sobre el
Hombre: en décimas de segundo pasa el pánico picado
por la prisa para que no descubras que eres un alguien-
sin-recuerdos (ni siquiera de tu muerte) y te acuestes a
evacuar fantasías mientras los niños maúllan en la cola
de los gatos:

es tu tiempo pasado por las barras de los bares que con


las vísceras trenzadas regresa, asesta palmadas secas en
la tráquea porque hace frío y la noche como un temblor te
sacude, te desencajona de ti: miedo afásico de espasmos y
maderas cuando no encuentras ovejas que salten el abis-
mo de tu angustia: naciente grito esotérico que con Todo-
Tú va puliendo la forma ascendente de Cambiar, pues
no puedes adaptar tus veintisiete años al mundo que te
ofrecen. (igual sucede cuando la camisa puede más que
tus asuntos y que las armas forjadas diariamente para
realizarte).

entonces, vamos a comprarnos uñas, a cambiarnos algo:


de piel por ejemplo. lo sabes: hoy es cualquier lunes sin
cabeza en todos los que zumbamos tras las espuelas
133
Nelson Osorio Marín

de los vampiros calvos que golpean talones. Cualquier


lunes en Bogotá (Nagasaki sin Hongo todavía) con su
perdurable mentira de luces de mercurio, con sus acogo-
tados habitantes que se rasgan para sobreaguar en estos
días cítricos de esfínteres afuera, días de veinticuatro ga-
llinazos grandes y toneladas de sangre en las muñecas,
debajo de la ingle, en el tálamo del sueño; sangre, más
sangre por siquiera robarle unos zapatos a la Vida que
nos quitan.

pero sabes también que si uno quiere los relojes explotan


a horas determinadas de antemano, explotan bajo la pla-
centa de las cosas que tildaron inmutables, de los hom-
bres que rotularon imprescindibles, y miras que Allá, un
poco lejos, sobre la espalda de la montaña, algo arde, algo
rompe la mentira azul de la montaña:

es la incontrovertible actitud del Hombre-Nuevo


es el Hombre-Pólvora con su canto al fondo de la Selva
es tu Yo-Social disparado hacia el Futuro
es la Paz naciendo del ¡hurra! en las Batallas
es el ir girando en torres espirales alrededor de la mar-
cha invisible de un tiempo tremendo sobre raudos ca-
ballos espaciales que revuelcan —desde quién sabe cuál
estrella— el fluir de tensiones efervescentes por las yu-
gulares vietnamitas.
es también decirte con los tuyos: por mí —ni aun por
ti— olvidaré mi sitio exacto en esta Historia. no seré otro
aplazado pudiendo concursar mis brazos incontables en
la Vida y sus cañones. no seré por ti el patito feo de mi
muerte. por mí tampoco, ni aun por él, que no entien-
de del todo sus juguetes. por eso, haz la risa Amor si
traemos la noche hasta nosotros a pesar del cobalto que
hierve y amenaza. pero haz la ira cuando al arroz le ta-
jen la garganta y a cada paso sientas ojos oblicuos sobre
reses muertas y terrenos ahumados donde vivieron las
aldeas
y niños donde nada ha vivido
y mujeres donde sin embargo viven grandes gritos, enor-
mes griteríos sin habitaciones pues fueron destinadas al
incendio colectivo.
134
Algo rompe la mentira

mujeres que Hacen el Amor a pesar del cobalto que hierve


y amenaza mientras los compañeros vigilan la bazooka
que es como la boca de la aldea.

así, en este fragor salpicado de venas y dendritas, el hijo


escribirá cartas largas a ninguna parte porque los hom-
bres empezando no tienen geografía. pero al filo de un
Día Ineludible auscultará las cuencas de su Vida y habrá
bosquejado el primer itinerario que lo enrollará sobre sí
mismo haciéndolo cruzar de los vasos capilares a las hue-
llas que aún no ha alcanzado a linear:

¡y será una combustión de nieve en su rotundo interac-


tuar de puño con garganta!

135
Nelson Osorio Marín

Canción de cucharitas

la tristeza es tanta:
van cucharitas solas

sin labios
o sus jugos.
naranjas

un maestro baja por la calle


buscando entre pequeñas piedras
salario y —ojalá—
un texto menos arrugado;
pero los militares reclaman todo el oro
porque el Hombre
empezó a fabricarse Historia propia.
“y hay que defenderse” —gritan—

II

la más solitaria cucharita


esta mañana
dejó en el buzón de los correos
una carta
para todas las cucharitas de América.
un político también hizo su envío:
a los invasores del Vietnam
la cabeza de un obrero que había dicho ¡basta!

III

la noche amarrada a sus gestos


como un mudo enamorando.
sergiofernando —mi hijo— es la noche.

136
Algo rompe la mentira

y me contó del viaje:


“a pesar de los kilómetros y aduanas
los zapatos de la carta llegaron casi intactos
—tal vez dos puntillas claudicaron—
pero desembarcaron en mí con íntegra su esencia”

IV

míster ye que vive en una casa grande


ha declarado:
“nelson osorio marín está maniático:
hoy canta
que su hijo es una cucharita”.
míster ye tiene en Milwaukee
una fábrica de bombones metálicos
para los labios monstruos
de los niños de la próxima Hiroshima.

el maestro baja por la calle.


los ojos mutilados de su búsqueda
llevan pequeñas piedras solamente.

hijo:

y como también le cercenaron las palabras,


empecemos entonces desde ahora:
uno más uno = lo que tú sientas.
la H ya no es muda:
habla y deja un Hongo
cubriendo lo que queda.
en América
van los caballos a jinete,
los automóviles en hombre,
el hambre siente estómagos,
la tristeza trae rostros
y Hoy ha muerto
porque a Mañana lo pusieron preso.

137
Nelson Osorio Marín

sin embargo América se dobla


cerca de tus hombros
para insinuarte su Camisa Nueva:
¡la misma que tejerás con tus volcanes!

VI

diez p. m.
duermes con tu caballito de agua —hijo—
y con tus recién estrenados cien centímetros.
se desliza la esencia de la carta
y cae despacio en mi esperanza,
cerca del perro-lobo de mi sangre:
es una canción con ritmo de batalla:
“el horizonte de los Hombres
empieza
despertando un 26 de Julio”.

138
Fósforo - Alfiler en la boca de la Ausencia

en mi memoria y en la tuya
allí nos desencontraremos para siempre

Enrique Lihn
Algo rompe la mentira

anoche fui sobre la misma calle donde hablamos de mis


mundos, del de fuera también y de sus vínculos, sus cla-
rines, llagas, cucharadas de amonio y sacarina.

sorpresivamente,
tampoco tronó ni hubo miasmas o teléfonos pero sí los
mismos pozos y absurdos saludando a las sombras que
pasaban como cables en un tren abriendo brechas por la
jungla:

fue

un repelón de aire pugnando contra estómagos sufridos:


cosas repetidas al cansancio que todos ustedes conocen
de memoria y, por favor, ¡entiéndanme mi Hambre!

II

con su gran ojo, el sol no ve lo que yo veo


Keats

un jet.

itinerario que arrancó la lengua del sonido como si hu-


biesen puesto una careta de cemento al eco en mi buhar-
da, como si el onirismo con alas de esa noche no eructase
el salvavidas run run para salir ileso de los laberintos
zozobrantes.

una calle.

voy con la cabeza doblada en el bolsillo de atrás de mi ca-


misa biológica esperando la bomba. (todo tiene un sabor
a tu ir mirando y tralalá, incluido mi cadáver que llevo
con cuidado para que no muera del todo, para que no se
pudra).
141
Nelson Osorio Marín

un recuerdo.

domingo cuando la luna se acostó menstruando porque


el hombre desayunó teluro en cacerolas de estroncio ¡y tú
ya eras mi Hiroshima!

una lezna.

hondonadas de angustia (tijeras y alacranes) donde bra-


man las hojas de un incendio distante. cálculo infinitesimal
de vida que siente el trayecto de un silencio ontológico,
espectral orgía de tenazas en el tórax. azufre esgrimido
cuando la soledad se hace más espesa dentro de un chis-
porroteo de cosas, acontecimientos y lugares disfrutados,
compartidos en las hendiduras de la piel habitada ahora
por un par de espuelas recurrentes.

un hombre.

claroscuro como determinante de las respuestas de som-


bra tangenciales a mi sombra: textura, malabares de color,
profundidad y otros. mi perfil engrandeciéndose bajo la
bombilla y derritiéndose ante la impresión tridimensio-
nal de una melancolía diferente y antropófaga. mi otro
yo: intrincado efecto de superficie, de volumen, mi otro
yo es un bisonte que se extingue dentro de una forma re-
lativamente topológica.

claroscuro como determinante de mi objeto, mis sujetos,


mis conceptos: se invierte la ecuación, chilla el logaritmo
y sobre los accidentes de mi topografía el ánimo se va res-
quebrajando por la impresión de un todo sin física pre-
sencia: gilma lleva su gabardina y sus interrogaciones por
una jaula de cemento armado en somníferos, chatarras y
silencios; cambio nebuloso de impresión en geométrico
alarido de imparidad alucinada: se fue con veinte años
en los senos, roto el eco y un libro sobre Freud; segundo
túnel macerado alrededor de mi tristeza nuclear: está en
Me Duele Recordarlo y a diario viste sin saber el pequeño
cadáver de otra de mis grandes muertes.

142
Algo rompe la mentira

tu ausencia.

preagonía diminuta como tus locuras. en ella, una esqui-


na te nombra, te da contornos: calle veinticinco con tres
de la tarde, tarde fea, igual: los vendedores de frutas las
echan a rodar por sus voces vendedoras; vienen sin libros
los muchachos porque es más importante la vida de Tilín,
la de Carlitos; ahogada, abre una mujer su cinturón eró-
geno al ícono de barro; por el tubo digestivo del aire suda
la fábrica de enfrente y siempre tan gordos los ejecutivos,
tan color a desesperación los no empleados, tan rodillas
los oficinistas viejos.

calle veinticinco contigo. estuvimos también con el origen


del hombre y yendo plenos retornábamos cada tarde más
enteros. ahora te escribo: la ciudad —esta que amamos—
resucita en la oficina de correos, en los tachos de basura,
en los barrios de invasión, en las constelaciones de todas
las horas y minutos porque nada permanece inmóvil: sa-
bemos que la vida misma es lo único que perdurará toda
la Vida y que en eso de mover montañas es la dinami-
ta —y no la fe— lo que funciona. ejemplo irrefutable: ya
los muchachos cambiaron las aventuras del domingo en
los periódicos por un texto complejo de energía humana
cuesta arriba.

una zancadilla.

tan mellizos estos días a mí: lluviosos, nuca sanguinolen-


ta y agachada. niebla tu ausencia y sin cigarrillos sien-
to similitudes aplastantes: pueden los días —si les da la
gana— llamarse lunes, gilma-reina-de-picas o sencilla-
mente días. un rayo agudo aterriza en el pescuezo y lo
que me circunda trata de clavar su estoque al masoquis-
mo: es que, como viene en el Marzo anterior de José Balza,
es “imposible llorar; una ausencia para toda la vida impi-
de lo biológico y se queda —abstraída— en un sello que
le presta la dimensión que faltaba a la realidad...”

143
Nelson Osorio Marín

un erguirse.

porque en estas tardes ceniza de florecitas tísicas ventea


—aun en el espacio indeterminado— y caen del árbol de
mi biología atómica:

cansancio
soledad
hojas amarillas barba silenciosa
frustraciones
y puntos suspensivos

capitalismo que te quema vivo:


hambre
verdes hojas roedores
trapo con mezcla de piel como vestido
esquemas de inflamable mierda

caen y Newton cierra el libro cuando un poeta bucea el


melodrama donde una vez dijera sin pelos en la lengua:
“en mi memoria y en la tuya, allí nos desencontraremos
para siempre”.

voy, palpo los bolsillos y comprendo que hoy será sin


maltratos mi tartamudeo: tosen las florecitas, estornudan
y yo decido decirte que te extraño a toda hora cualquier
día y que Siempre es una palabra relativa lo mismo que
Ceniza y Roedores, que Mezcla y Capital, que Ausencia
y Frustración: es el tiempo presente que se va-viniendo
fatigado de Prólogos, decidido a las Borrascas.

una voz.

después de no sé cuántos siglos con este punzón partién-


dome la hipófisis, vuelvo a mirar al mundo, llenos mis de-
siertos de mi sangre. he comprendido que viví sin tiempo
en el espacio de mis brazos tullidos y que —aun cuando
un perro ladraba noche y noche detrás mío— los relojes
no alcanzaron a verme con sus lentes.

144
Algo rompe la mentira

pegó mi sangre su afiche en el interior de mis murallas:


“no llegará el empellón definitivo. tendrás que sacarlo de
tu velocidad en ti”
y he decidido irme con mis quistes, mi sangre, tú (si quie-
res), mi demás y yo.

una avenida.

partir con mis tibias congeladas, mis sueños subterrá-


neos, mi esqueleto que detesta los piyamas. hundirme un
poco en el trac del intestino grueso de Louis Armstrong
para colocarme su blue-jean de resplandores: “you’ll ne-
ver walk alone”. sobre la despejada estación sin trenes de
Vivaldi escribir memoriales al mundo pidiéndote, pidien-
do más morteros para el brazo de Hanoi, otorgándome
un tiquete de ida hacia Mañana.

mis pares craneanos se lastimarán en Prévert y de bruces


habré de acomodarlos en su ómnibus sin frenos que no
quiere dar la vuelta por París sin antes colocar una de hi-
drógeno justo en el duodeno de las esferas asfixiantes.

la decisión.

un gesto sin tiempo... luego, doblar a la izquierda


Paul Blackburn

toma tu abrigo viejo (sirve aún): en el mar o en la ciudad


ciega puede suceder lo que esperas que suceda. toma tam-
bién tus odios que vienen desde atrás, tu cansancio umbi-
lical del comienzo nocturno, tus medias que recogieron las
calles de hoy, de siempre, y que huelen a ácido sulfídrico o
lavanda, poco importa, han vivido y no como robots pre-
cisamente. recoge tus exclamaciones bajo tus dientes que
castañean furor y leguminosas y llévalas a la punta de tu
nariz y sus varios pequeños pelos que viajarán contigo.

si ella quiere, tómala con su gabardina a las rodillas, sus


senos a los veinte años y llévala en la luz que esparci-
rás relievante contra los postes del telégrafo del mar o de

145
Nelson Osorio Marín

la ciudad sin lentes de contacto. tómala y búscate hasta


en los tontos dramas de tu cepillo de dientes, búscate y
encuéntrate con los caminos recogidos por tus medias
que son tuyas porque están cansadamente rotas y huelen
como los caminos.

después, un tinto que humea y tú contigo armado de Ti


hacia lo que venga.

y el vuelo

más allá del hombre que espera por su turno en una es-
quina de la guerra queda el Hombre.

cuando estalle mi rugido llevando dinamita en cada bi-


sectriz del aire, no estarás. adivinándote en el tiempo de
la Selva volverán sin tus duraznos mis recuerdos y yo no
suicidaré por ello mis Mañanas:

la Revolución, amor, es como los trenes: no podemos aso-


mar fantasías por las ventanillas.

146
Los Innombrables del Insecto

porque la única que podía oponerse a ello y tenía


suficiente poder para hacerlo había empezado a pudrirse
bajo una plataforma de plomo. Sólo faltaba entonces
que alguien recostara un taburete en la puerta para
contar esta historia... que mañana miércoles vendrán los
barrenderos y barrerán la basura de sus funerales, por
todos los siglos de los siglos.

Gabriel García Márquez


Algo rompe la mentira

esa Cosa mineral, viva en su corteza, acelerando pulsacio-


nes de termómetro en delirio. esa Cosa con papel carbón
por cromosomas liberando histamina, duplicándose en
ofidios bisexuales y antropófagos:
quelonio bailoteando hace siglos de vudú sobre el vien-
tre de mujeres aletargadas por el resplandor de la droga
metafísica.

humo omnipresente en el bostezo vivencial de los hom-


bres que trabajan las máquinas made in para desembocar
en sarcófagos sin fechas.

imperceptible caja acústica devorando íntegra la campa-


na verde de las cordilleras y ángulo de colmillos en pica-
da cuando el espacio se infla de Innombrables.

Herodes furtivamente repetido según cada país, cada fa-


milia, cada recién Ser.

embozado garfio de gelatina atravesando puertas y ven-


tanas, libros y epidermis; enrollándose, desenvolvién-
dose oportunamente de acuerdo a cada vaso capilar del
Sentenciado.

peluda Cosa mineral, Gusano hermafrodita:


un Día de estos… ¡o de Aquellos!

otra vez el Insecto cenó jugo de niño con banano. tem-


poralmente saciado, sintió su ojo derecho subiendo, des-
cendiendo, moviéndose en ondas soñolientas como un
distraído caracol.
149
Nelson Osorio Marín

desde los primeros años de esta Noche y para siempre, su


ojo derecho le pertenece igual que su respiración:
es territorio aliado, incondicional y ciego.

hoy toca al Insecto revisión de sacristías:


sobre el cemento hace girar sus garras, restregándolas con-
tra la muchedumbre arremolinada alrededor del Hambre
elíptica.

antes de cambiar Impresiones con el sacerdote, se pavonea


en temblorcillos graduales, secretamente ríe de sus cúpulas
y consume un té en pus de sinusitis. por las nubes ronrone-
an Impresiones que se alejan del Hombre como un felino
huyendo con el botín en la barriga y volviendo a plazos la
cabeza para un ademán de adiós y... ¡hasta la próxima!

de regreso, acaricia su forúnculo más sobresaliente y fes-


teja con el cianuro de sus ganglios al notar la presencia de
seres reventados por la carretera:

—cronch, cronch, cronch, ¡hip!


atrás, el sacerdote repasa sus monedas:
—nomine patris... (ciento ochenta y tres)
—et filii... (cuatrocientos treinta y dos)
—et... un millón seiscientos mil... ¡hip!... amén.

su lengua se marchó irritada: siempre el mismo encéfalo


de niño con banano, los mismos vellos de antebrazos en-
grasados, los mismos bazos rebosantes de manigua.

—volveré, dijo al Insecto, con algo diferente.

descolgándose por los primeros minutos meridianos, cae


en las esquinas atestadas y a ojo infalible saborea en salsa
de tomate imaginaria las viandas de mañana: hombres
medios entonando golpecitos de impaciencia con sus
150
Algo rompe la mentira

paraguas de nailon, procuran no salpicar sus zapatos de


charol mientras esperan el microbús de lujo y aprietan la
axila para que no resbalen la fruta o el periódico. en sus
dedos —reluciente a fuerza de pomadas— el anillo verde
refleja su mentira en la revista de modas del vecino.

además de los propios, el ojo derecho del Insecto engulle


por los poros de ustedes los que garrapatean Vida como
jugando a los trazos en la arena. ustedes los que preci-
pitan sedimentos de aguarrás para que los Inflamables
ardan en el paisaje presuroso, deshilachado y leporino.
ustedes los que escriben, transpiran, aman, degluten sin
sentir en realidad lo que pretenden. ustedes los que ges-
ticulan a veces como humanos pues el bando del Insecto
ordena: “cuando vean entre sueños a Beta o a Fulano, ha-
blen con el Eminente Dragón o la Langosta Diluida: trepi-
den, suelten hipos, dancen, rían”.

el grito se paró antes de correr (como quien dice, el grito


huyó hacia adentro).

en la penumbra que adquirieron arrojando diariamente


cantidades de Vida al ombligo del Insecto, la voz de su
mujer desmaya todo el ámbito a medida que recorre las
aristas de las últimas palabras que fielmente eructase el
mimeógrafo:

“… lo felicitamos por sus trece años de servicios abnega-


dos y abrigamos la certeza de que usted enten
derá
esta
deci
sió
n...”

el perro —en la despensa— dijo muchos guaus esa noche.


151
Nelson Osorio Marín

el típico silencio de universitarios almorzando reverbera


en los restaurantes sin categoría.

cruza el Invertebrado por las alas del hidrógeno enmasca-


rando en su negrura un hedor reconocido de cadáver in-
mediato y sus timbres de hojalata retumban depositando
larvas sobre los muñones de los Nuevos Hombres que le
roban tendones a la Selva.

a nivel de las bandejas lamidas rueda una quietud de


moscas boquiabiertas y dormita el meridiano frustrado:
libros acusando hidropesía porque los cursos de verano
no se acercan, músculos secretando polio porque cada
miedo se apropió una teoría y una taza de café licuado a
mil revoluciones por segundo.
—¿cuánto debo?
—cinco pesos con cincuenta.

algo atrás se queda —algo de nosotros— envuelto en


olores de un reciente réquiem mientras el Insecto cua-
druplica ofidios antropófagos y encías.

somos —desde ya y sin tiempo fijo en adelante— los In-


nombrables de la lista sentenciada, los ene ene señalados
por huellas digitales y voces encubiertas en la sombra.

habla de nosotros el Insecto como de estalagmitas de-


letéreas, de úlceras, de ácidos. habla sin designación de
apellidos queriendo embozalar el rictus de pavor que lo
espolea a ras de la tiroides y la bilis, que lo sacude en rígi-
das volutas sin antídoto.

y es que —ciertamente— somos su cáncer, su agonía en


gonococos.
152
Algo rompe la mentira

¿sabe usted qué es, cómo se forma una nube?

en mi país —Colombia— sí que lo sabemos: por eso, cuan-


do llueve sangre clausuran los niños sus ojos con canda-
do para no llorar: “tal vez —piensan— también nosotros
somos nubecitas”.

¿ve usted qué simple, míster johnson?


pero... ¡por favor! no crea que estamos protestando.
no... eso nunca:
¡estamos Guerreando!

se te vuelve la Vida tan sencilla, tan compleja, como la


elemental unión de tres letras que a su turno son Mundos
de equis días en ene puntos suspensivos cada una:
¡b u m!

eleva el Insecto su producción de chatarra asegurando


que los cables submarinos tienen resuelto el problema de
la Comunicación y grazna: “bastan las palabras para sen-
tirse humanos”.

alarga y baja su ojo derecho hasta el hocico para transmi-


tir resollando después de cada nocturno tableteo:

“hay que adaptarse a nuestras condiciones


“hay que adaptarse a nuestras condiciones
“hay que adaptarse a nuestras condiciones
“hay que adaptarse a nuestras condiciones...”

sobre su última y gangrenada letra, gira en el trinitroto-


lueno y arde la respuesta de los Innombrables porque en
canecas aberrantes de vitriolo los Cuervos estrangulan la
primera perspectiva de los niños en tanto con la otra boca
piden, persiguen y entregan terrones nebulosos; porque
ancianos alcohólicos anónimos y tristes no caminan ya:
153
Nelson Osorio Marín

bajo su excremento, serpentean su gemido; porque atan


las gasas del agua para que no hagan el amor en la herida
del soldado nuestro, en su paladar reseco; porque millo-
nes de labios antárticos viajan verticalmente a la canícula
sin el recuerdo del humo de una sopa, del heno de una
noche; porque el iris óptico no muerde ya colores al sentir
por fuerza reducida su gimnasia; porque Escarabajos mo-
vidos desde el imán de las brújulas quieren enredarnos a
mundos psicodélicos echando hilo y aguja a los caminos
que vamos abriendo con los dientes de la Vida...

pero a uno, duele la nuca como cuando un palo lo golpea.


así las cosas, todo se fuga en el alambre de púas de la tar-
de y recuerda uno con la nuca en borbotones hasta lo que
aritméticamente pasará Mañana.

y a uno duele la nuca como a un caminante trémulo su


hora de comer. y a dos las nucas duelen impotentes como
los labios y el amor que conversaron para llegar a nada.
pero a todos las nucas duelen bellísimamente como este
pasado meridiano que se enganchó de mis costillas en
el instante en que ocurría un desfile de cucharas vacías
por íntegro el espacio: era la guerra de las nucas que
aun doliendo rasgaron la topografía para zarandear ciu-
dad y jungla con el sordo, seco, inaguantable ruido del
Futuro.

adiós mi dócil nuca, mi alcoholemia; adiós amante y tus


riñones: también mi cuchara tiene un sonido monocorde,
insoportable, sin orejas
¡y tiene un Hambre planetaria mi cuchara!

en su frigorífico color coágulo-viejo de los sábados, abona


el Insecto su sed de metales más sonoros. pero tiembla:
por la espina dorsal de la galaxia, vuelan entornándose
154
Algo rompe la mentira

hilvanadamente ondas muy distintas, ondas imparables


como un que entrando hasta en el más insospechado rin-
cón de las Edades:

que “no podemos eludir el llamado de la hora”


que “nos empujan a esa Lucha”
que “nadie se engañe cuando la vaya a iniciar”
que “nadie vacile en iniciarla por temor a los resultados”
que “el odio intransigente al enemigo... impulsa más allá
de las limitaciones del ser humano”
que “hay que llevar la guerra hasta donde el enemigo la
lleve: a su casa, a sus lugares de diversión; hacerla
Total”
que “eso significa una guerra larga... una guerra cruel”
que “en cualquier lugar que nos sorprenda la muerte,
bienvenida sea, siempre que ese, nuestro grito de
guerra, haya llegado hasta un oído receptivo y otra
mano se tienda para empuñar nuestras armas”

y que “otros hombres se apresten a entonar los cantos luc-


tuosos con tableteo de ametralladoras y nuevos gritos de
Guerra y de Victoria”… pues en las montañas de Todas
Partes Nadie ha muerto porque a pesar de rayas, garras y
colmillos el Tigre sigue siendo de papel.

cruje alertándose el Insecto, revolcándose en el contrapun-


to de sus glándulas internas: ya la Hora suena estrepitosa
en la campana verde de las cordilleras y articulaciones In-
nombrables lo apabullan, lo ahogan lentamente entre los
tobillos de la Historia que treparon la pipa y el día, el asma
y los dedos, la Vida y miles de planetas, las cerezas y los
leucocitos.

el aire es una probeta de zumos metálicos y acústica ca-


liente: simultáneamente, célula por célula, las uñas de los
155
Nelson Osorio Marín

que trabajan las máquinas lo pelan, lo salan y lo hierven


produciéndole circunvoluciones de estertores afiebrados
y pálido terror en sus anillos de betún deshecho.

babea el Insecto su agonía purulenta, tangible, irremedia-


ble, y chilla retorciéndose en el estallido zumbón de pun-
zones insaciables sobre su aparato digestivo “porque esta
Gran Humanidad ha dicho: ¡Basta! y ha echado a Andar”.

156
Edades
Algo rompe la mentira

bajo el Mar incandescente los gigantescos Huevos viejos


dormían sin podrirse. en sus gelatinosos muros galácticos
hacíamos juegos tan extraños que no recuerdo si fuimos
Felices ni cómo lucíamos porque únicamente conocí los
Espejos cuando empecé a saberme solo y desangrado.
además no teníamos ojos todavía: éramos la más elemen-
tal química ignorada, una rudimentaria lámina a colores
en los libros sinópticos de hoy.

sin embargo muchos perecimos dentro pero también


hemos sobrevivido los mejores y más fuertes: dibujo re-
motísimo de Selectos Busconautas transcurriendo planos
espacio-temporales apenas sospechados por una fantasía
impenetrable.

vino entonces la hendidura pacientemente elaborada:


años-luz para encontrar el primer esguince de la Luz y la
necesidad de salir al encuentro de nuestras pupilas per-
plejas. sufrimos hielo y pánico en el Líquido desconoci-
do hasta adaptarnos, atravesarlo y recibir el sol, vigoroso
Progenitor de Mutaciones.

a hurtadillas de la superficie misma, miles de nosotros


mirábamos las playas y venciendo la proximidad de otras
Masacres arribamos batallando por penetrar en el Secre-
to. los enfermizos nos quedamos a vivir entre el océano y
la tierra: colosales, lentos y rugosos perecimos en grupos
de a millones. los demás tuvimos que arrastrarnos hacia
adentro serpenteando el laberinto de la Búsqueda y par-
tiéndonos: algunos fuimos por el aire sin regresar jamás
ni tropezar con nada excepto, claro está, con otro Tiempo
de Masacre. otros aprendimos a Comunicar mamando
mientras los anémicos no lograron corretear su plástica
por espacios distintos al del Óvalo: líneas dividiendo la
oscuridad de los Períodos por las que emprendimos nue-
vos viajes muriendo cada Instante, dragando torpemente
la Vida de la Luz, creciendo interiormente:
159
Nelson Osorio Marín

y he aquí que hemos estallado fulgurantes en la configu-


ración de la Energía cuando dimos al fin con el Sitio In-
memorial del Hombre: el Hombre éramos nosotros desde
el Momento Único de incendiar los lazos que todavía nos
ligaban a los gigantescos Huevos viejos de muros menos
galácticos ahora:
Mano huracanada revolcando Eras, instrumentando ob-
jetos, impulsando el ruido subterráneo de la boca en su
primera nave con rumbo a la Palabra, celebrando en Sím-
bolos la primigenia conformación del Erecto Navegante
de la Búsqueda.
fatigado entonces y resguardándome las Manos en los ti-
bios túneles del Tiempo, dormí durante siglos incontables.

2
más pequeño el Cascarón, el nuevo lazo reptando en la
Caverna y casi atragantándome, he despertado Hoy de
mil novecientos cuarenta y uno en equis punto y una Ma-
sacre diferente empieza a vislumbrar el tallo genital del
Hongo que atestiguará la Demencia y el desmoronarse
de lo Indivisible.
esta vez mi fase de instrumentación fue envenenada por
el gesto infanticida del No-Ser creado por la Angustia
en un principio y luego maquillado y sostenido por los
Ebrios de Anticiencia:
semioscuridad fangosa donde me fueron arrimando pau-
tas oxidadas con el delirio de quien transplanta un dino-
saurio a una inerme cabeza de alfiler: taladros y cloacas; se-
guetas, recitaciones y alicates; vitriolo, somníferos y tijeras
en devastador ejército contra los diamantes de mi Magia.
el Hongo.
lejos de él pero jamás lo demasiado, los ojos sumisos de
mi madre se volvían más rodillas cuando se enzarzaba
con sus libreticas sucias de pulgares ranurados por pe-
lar cebollas. en unas —las pequeñas— anotaba centavos
y hablaba de que la vida subía diariamente. yo pensaba
160
Algo rompe la mentira

que sí, que trepábamos, y que por eso yo crecía. con las
otras conversaba sola frente a un cirio apagado y yo me
ponía tan triste de mirarlo ahí, blanco y silencioso, que
robarme unas cerillas me costó el dolor de sentir la verda-
dera mentira de mis costillas falsas.
mi padre —metido en un rincón con taburete— me mi-
raba duro sin decirme tantas cosas que yo quería recrear.
con alguna frecuencia venía hasta donde yo me hallaba
y el reconocido escozor en las piernas y la espalda retor-
naba más sanguinolento, más sin lágrimas. entonces mi
odio a las manos de mi padre se volvía grande y entendí
la inocencia de mis pantalones cortos y la inutilidad de
esconder los garrotes que llenaban la casa.
un día —morena— llegó con sus mismos años míos y a
flor de Búsqueda me enseñó su Mundo dividido en dos
de labios para afuera. en medio del Asombro supe que el
Sol nunca se va, sino que con las siete de la noche estalla
en brillantes pedacitos tan lejanos como el abrazo que no
me regaló mi padre.

3
dificultad en los trazos porque no pudieron comprender
que mis dedos eran gramilla maravillosa de gimnasia: la a,
semejaba un rombo con un caracolito en el ombligo; la í se
ladeaba según el humor de mi torpeza; la e, pobre huevo
con muletas entrecruzadas jugando a no caerse; y me ne-
gaba a hacer la o pues había muchas de todos los tamaños
colgando de los árboles. (más tarde aullarían al notar que
no construí para mi hogar ni una flaca casa de barajas).
Aquí me fabriqué un Rincón y lo forré en Espejos. perió-
dicamente salía para saludar al único maestro que no me
sembró sus garrotazos y que alababa la finura de mis le-
tras; pero siempre regresé como una iguana deshabitada
a succionar mi Sangre y conocerla.
con los pies hinchados me alimenté de la fauna y el zinc
de mis Edades y un nuevo Espejo aparecía después de
cada alud: golpes como piedras miliares de recuerdos
orgánicos registrando decisiones afrontadas en las Crisis
161
Nelson Osorio Marín

menos previstas: mi único maestro, por ejemplo, era ma-


rica y hube de aceptar la realidad de mi escritura.
sed:
onanismo culpablemente repetido en multiformes galerías
de mantas, manos, jabones, susurros de nombres escalo-
nados del fraternalismo a las lejanas muchachas cinemato-
gráficas, a las inasibles de otros planetas que casi sobre la
polución tenían bocas como tubos y vientres huecos gratifi-
cando mi prurito de retorno a la Caverna: Edad de la inicial
reafirmación de los Espejos ante el inexplicable navegar del
Fluido logrado en los viajes por mi cuerpo que me dejaban
también el primer deseo expiatorio de mutilar mis manos:
promesas de amor etéreo en inquebrantables giros de
decencia supervigilados por el perro-lobo de las pautas
inyectadas en graduales dosis homicidas
mientras que
con la morenita que fragmentó al Sol en puntos titilantes
conocía las taras de mis dedos, imbéciles adherencias que
no iban tan veloces como el tímido ondular de su placer
de niña recién elevada a Busconauta
derivando en ebrio,
obvio recorrido por las putas con billetes temblando de
delito en el fondo del zapato.
Espejos donde lloré mis mundos que no lograría hacer en
este Tránsito, donde tiernamente sepulté los que nunca
pude ni podrán habitarme.
destellos de Rechazo.
sed:
morfología de reptante por socavones de libros básicos,
por ese no sé qué atrapado detrás de cada signo igual que
una célula danzando en clorofila y burlándose de mí, de
mis jaulas y mis escaramuzas desorientadas.
retornos zozobrantes sin sonidos salvavidas que me libe-
rasen de la asfixia:
sábados de café-acetilsalicílico y pantomimas de amor por-
que también era sábado en nuestras camisas de fuerza.
angustia o hallazgos marihuanos sin Tiempo en el Espa-
cio y viceversa, sin esclerótica en el llanto ni comunica-
ción en los conductos.
162
Algo rompe la mentira

runrunes de suicidio como puentes multicolores tendién-


dose al oído de los sordos que me señalaban con las uñas
de mi paranoia: sanatorios hediendo a solomillo verde-
mosca que me dejan al salir lagunas cuaternarias donde
se hundieron irremisiblemente neuronas electrocutadas
en nombre de la más Bella, Intemporal y Profunda de las
Ciencias.
transcurrir de helio por la vertiente fácil de la esquizofre-
nia; exhumación simultánea del otro-yo que confundía la
Vida con la Fuga:
círculos de moda donde el oxígeno tiene confines dimi-
nutos para resbalar en complicidad conmigo por laceran-
tes concesiones.

4
en él redescubrí mi Edad arbórea y hasta lo bautizamos:
sal acuosa y exorcismos entretejiendo lepra sobre la ines-
paciabilidad de la reciente Luz.
“... Como dice la regla, ningún padre es bueno; no nos
quejemos de los hombres, sino del lazo de paternidad que
está podrido. ¡Qué bien Hacer hijos, pero qué iniquidad
es tenerlos!”
Sartre

5
la lluvia nos hablaba de los hilos imperfectos y esa tarde
mi hijo entre Silencios me nombró tantos planetas que re-
visé mi alquimia. y teníamos razón. sólo que cuando casi
éramos Uno, retiró sus ojos hacia la Nebulosa que nunca
pude percibir. luego refregó su cabecita y me explicó: “la
sangre no se borra con palabras”.

6
Sed:
recuerdos biológicos de la superación de lianas, pantanos,
bestias y tinieblas que me ungieron Erecto Busconauta.
163
Nelson Osorio Marín

Espejos Nuevos empujándome a la defensa de los Mun-


dos revividos y a la preservación de los que vendrán: tier-
no, desnudo abrazo de Profética Violencia:
el Odio sin desviarse dirigido en contra de su Causa. Ser
con Miedo pero no dejar de Ser por Miedo:
¡la Masacre como bumerang de las Edades!

7
porque esta Gran Humanidad ha dicho:
¡Basta! y ha echado a Andar
Fidel

somos otra vez millones sobre el agua en el lugar de los


Espejos Nuevos y el buque debe llegar a Siempre por en-
cima de lo más Alto: debe revisar, entre otros, el criterio
huidizo de la Muerte porque ahora, cuando me meto de-
finitivamente en mí tratando de agrandarme en cada Ins-
tante, sale a borbotones la pregunta-sangre:
¿qué haré con mi energía a estas horas en la Selva?
(el buque —antes de ti, Amor— eras tú saltando estrellas
para llegar a ser: Luz en todo, aguas navegables, innova-
ción de tiempo en virajes redondos hacia el Sol. el buque
eres tú descubriéndome la cuadratura de los días).
lo primero que perderás, poeta, son tus dientes, que tal
vez no Hicieron el Amor en una playa (pequeñas grande-
zas en un comienzo tasajeadas, sepultadas luego) pues la
Selva declaró Guerra Milenaria a la palabra inútil:
y será profundo y duro
el luminoso oficio de extraer desde Hoy la Poesía a la ter-
nura de Mañana trepando con la vida el fulgor ineludible
de la Pólvora.

Bogotá, enero 67 - septiembre 68

164
Al pie de las letras
(1976)

Es difícil permanecer, ya no indiferente,


sino inactivo...

Mario Benedetti
Al pie de las letras

Elegía a María Antonieta Pons

Cremita mía,
reina del contoneo afrodisíaco
y dueña y señora de los mambos y guarachas
que alumbraron la década
de mis pantalones largos de bota bien estrecha,
camisas de chillidos multicolores,
gomina, llavero de cadena y monedero,
anillo de cobre, peinilla y espejito,
ron con Freskola,
Chesterfil, tranvía y Vargas Vila.
Cuántas noches, amor mío
—desde la butaca más barata
del Teatro Pereira (dedo, pulgas y pecueca)—,
tuve la dicha de sentir tus caderas epilépticas
viniendo de la pantalla hacia mis ojos
como un tren repleto de deseo;
de casi tocar y oler las escasas lentejuelas
que adornaban tu trasero principesco,
oh trasero tuyo nunca mío,
en continuo movimiento de espirales,
escalera de caracol bajando al fondo
de cada manotazo de bongó
que retumbaba Pérez Prado,
ese camaján apocalíptico del ritmo afro-antillano.

Y tu ombligo mundial Mariantonieta


—antro celeste
para mis fantasías de muchacho treceañero—
fue el abismo anunciador
de una tempestad de pelos y de estrellas.
Pero para qué seguir contando
las cosas que jamás nos sucedieron.
Lo único real, sismo voluptuoso,
es que tengo en mi prontuario dos narices rotas
(creo que se llamaban Restrepo y Jaramillo)
pues andaban diciendo por el barrio

167
Nelson Osorio Marín

que la Tongolele
movía mejor los senos y las pantorrillas:
un sacrilegio contra ti
rumbera de paso demoníaco
cremita de mis manos afiebradas
soledad de mis cobijas
arena movediza de mi moral monástica
pluma de todas mis cosquillas.
Inclusive hoy
—como un brindis al túnel que tendí
entre tu cuerpo de celuloide
y mi primera apremiante soledad de entonces—
intentaría quebrar dientes y palabras
a quien afirme que tú no fuiste la serpenteante
la diva del cabaret
la hechicera del guaguancó, de la conga
y del merengue apambichao
la rubia cósmica con zapatos de tacón puntilla
la muy mía de lejitos… ¡mi primera dama!

168
Al pie de las letras

Metidos en el amanecer

A Sergio Fernando, compañero-hijo;


a la compañera que encontrará.

Les cuento lo que cuentan:


que bajo el petulante calor del litoral
sentían agujas en los ojos
cuando pasaban los trenes
cargados de racimos verdes y amarillos
cortados entre silbidos, sudor y palabrotas.
Que un día ella le dijo en la cuadrilla:
“te compré estas botas nuevas
pa que caminés conmigo muchos años”
y que él —apretándole un beso en la boca—
le llenó los oídos de “toda la vida, negra”
mientras la voz del capataz
caía mueca, empantanada en ron y moscas:
¡a trabajar cabrones que para eso les pagan!

Que una noche


sintieron los primeros murmullos.
Que vieron los murmullos
viajando por las cuadrillas
hasta formar palabras,
frases como el despertar del mundo:
¡el capataz nos roba! ¡el extranjero nos asalta!
Que las frases y los puños y el machete
fueron alumbrando caminos
para que llegaran miles de asaltados.
Que se volvieron fuertes
(casi gigantes, dicen los testigos).
Que entonces vino la promesa eterna:
“reúnanse todos, vamos a arreglar este asunto”
pero detrás de la promesa
había tropas acantonadas, tropas ebrias
... y que metidos en el amanecer

169
Nelson Osorio Marín

del 6 de diciembre de 1928 en Bananeras


lo último que ella alcanzó a ver
—herida y antes de ser rematada a bayoneta—
fueron miles de cadáveres y a él, despedazado,
con un gesto de “toda la vida, negra”
entre los dientes.
Que mirando la sombra enrojecida
de las botas que un día le compró
“pa que caminés conmigo muchos años”
ella supo
que los asesinos reinarían algún tiempo
bajo otros nombres, otros rostros y masacres
pero que también las botas se multiplicarían
hasta la victoria siempre.

Como racimos
transportaron sus cuerpos
de la estación del tren al fondo del mar.

170
Al pie de las letras

No hacía falta conocerlo

Tenía suficiente la voz.


Y vivía mucho el Compañero.
A veces
llevaba la camisa sucia, mucho odio
y un afecto como el tiempo de su gente:
gris también... o luminoso.
Y más que aquella voz rotunda
tenía suficiente el ir peliando,
el ir diciendo con sus huellas
que árbol viejo es esta vida
y fuego nuestras hachas.

Amaba el Compañero las manos, los poemas


—su asma odiaba por supuesto—
amaba el sitio de su infancia y su Futuro
(América Latina a secas)
y también odiaba
esas barcazas orilladas en el lastre del pasado
y en las que jamás despegó a ninguna parte:
ni un paso innecesario atrás
porque huir no entró en sus planes,
ni una fábula gratuita
porque volar no entró en sus pasos.
Así conocimos de terrestre al Compañero,
de inclusive.
Así sin verlo nunca. No hacía falta.

Pero más que todo


amaba el Compañero no dormirse en los laureles
y a fe nuestra que no cerró su historia:
ni siquiera pensó fabricarse llave alguna
ni siquiera puerta diseñó para enclaustrarse.
Por eso vivo quedará como el puño que pegó primero
que dos veces pega
que sigue pegando más continental y duro
más veces

171
Nelson Osorio Marín

en más partes a más gente más certeramente,


porque a pesar de muertes o plácidos olvidos
no es la hora aún del reposo del guerrero.

172
Al pie de las letras

Todavía siento un nudo en la garganta

Queríamos ser
todo lo que nos prohibían con palabras
pero que nos enseñaban con actos:
mentirosos, descrestadores, maniobreros
donjuanes de atrio y circo y antro
cocodrilos expertos en lágrima y mordisco
lobitos de pantalón de dril entre semana
y vestido de paño los domingos
(el mismo que un día perteneciera al viejo
y que nos adaptaba el sastre de la esquina
colocándole una etiqueta Valher
para que no vayan a notar sus compañeros
que el traje es de segunda…
El mismo que lucíamos —brillante ya el trasero—
en la misa de 7 donde debíamos implorar
por la salvación de nuestras almas
y porque Pereira creciera más que Manizales
“pues además de la eterna
nosotros poseemos también un alma cívica”).

Queríamos ser hombres


tal como nos dijeron que era un hombre
y jugábamos los sábados
a jugarnos la vida arrebatadamente
—cicatrices no faltan
ni cierto aire de pachuco bailarín—
impidiéndole al cantinero
llevarse los envases de la mesa
pues entre más botellas bebidas más machera,
solapiando al mancito
que se pusiera a echarle pupila muy seguido
a mi muchacha de carmín, popelina y pachulí
mi mocita que mezclaba Águila con Coca-Cola fría
y sólo me cobraba los diez pesos de la pieza
porque nos queríamos tanto

173
Nelson Osorio Marín

que bailábamos «Pachito E’ché»


como si lo hubiéramos ensayado toda la vida.

Pero ya estábamos habituándonos


a que el país cada mañana estrenara
una alfombra de cadáveres
y decidimos un viraje en nuestro estilo:
ahora se trataba
de imitar más en serio a los mayores
—a quienes debíamos rendir un profundo respeto
según el compendio de Urbanidad
del alegremente célebre Carreño—
y por eso intentamos
ser campeones de la zancadilla
líderes del golpe bajo
prestidigitadores de la hipocresía
dueños del revólver y la víctima.
Tengo entendido que varios lo lograron.
Que muchos no pudieron
a pesar de los esfuerzos perpetrados.
Que algunos no quisimos: cambiamos de rumbo
hacia rojas latitudes
que nuestros mayores no ven con buenos ojos
y no precisamente
porque sean tuertos o sufran de miopía:
lo que pasa es que no pudieron ver más allá
de sus folclóricas narices.

(También tengo entendido


que empecé a cambiar de rumbo
—entre otras cosas—
cuando comprendí que no comprendía
la escena de mi viejo
en el cotidiano tinglado de la casa:
regresaba reventado de cansancio
blasfemando del sueldo
que apenas si alcanzaba para maldecir,
pero hablando maravillas
del gamonal del pueblo…).

Claro que el cambio ha sido relativo

174
Al pie de las letras

pues todavía suelto la furtiva


con las notas de la Vieja Guardia,
muevo a saltitos la barriga
si oigo por ejemplo
a Beny Moré en su piromaníaco «Babarabatiri»
y cada que me encuentro un amigo de esa época
siento un nudo en la garganta,
lo abrazo
y para deslumbrarlo con mi originalidad de poeta
le digo así con inspirado acento:
“¿te acordás hermano qué tiempos aquellos?”

175
Nelson Osorio Marín

Decreto de emergencia

El hambre era tanta


que el pueblo se comió la ausencia del pan.
Pero no tenía donde cocinar: se la comió cruda
... y sin sal, claro está.

Ese mismo día


—lo que puede la eficiencia—
el Señor Presidente de la República
en uso de sus destrucciones legales
y en especial las que le confieren
los artículos de primera necesidad,
consideró que la situación era urgentísima
y como por entre un tubo
vendió el subcielo de la patria a Disneylandia
porque el subsuelo ya pertenecía a gringolandia.
Contrató los mejores astrónomos
para que instalaran una fábrica de soles
pues a los generales
se les estaba agotando la energía
de tanto propinar benevolencia al pueblo.
Impuso el castigo
de escribir cien veces “no lo vuelvo a hacer”
a los magnates que exportaron de contrabando
el azúcar de consumo interno:
“sólo siendo drásticos
podremos superar estos amargos incidentes
y además el tinto no me gusta muy cargado”.
Decretó que Colombia se dividía en dos
y que por consiguiente también él
eran dos Presidentes
que de puro buenos cobraban el salario de uno.
Nacionalizó los huecos de las calles
las revistas pornográficas
el pito de los carros
el silencio de la h
el latín de los obispos

176
Al pie de las letras

las citas de las casas


los dientes de los serruchos
la polución de las ciudades
y las hormonas de la doctora Aslam
“ya que únicamente saldremos del atraso
colombianizando los recursos naturales”.
Hospitalizó a la Universidad
y la operó del Alma Máter
utilizando como anestésico un bolillo
culata para la convalecencia
y cruz gamada
para prevenir una segura recaída.
Condecoró con la Orden de la Bonanza
al verano que llegó tan a tiempo
“pues ahora sí tendremos buenas cosechas”
pero luego lo descondecoró
porque se demoraba mucho en irse
“y ahora no tendremos buenas cosechas”.
Por tratarse de un antiguo funcionario
muy bien recomendado desde Roma
ratificó como General en Jefe Espiritual
al Corazón de Jesús —“mi amigo del alma”—
le reajustó el sueldo
y le nombró como asistentes plenipotenciarios
a Supermán, Kunfú y Cornelius.
Denunció que “minúsculos grupos
sin escrúpulos”
habían forzado al Orden Público
para que amaneciera
más turbado
“y el país está muy joven todavía
para permitirle semejantes maniculiteteos”.
Como corrían las bolas
de que los abnegados servidores de la patria
estaban descargando toda su amabilidad
contra los huéspedes de las cárceles,
“no puede haber torturas
donde no hay torturados” decretó el Presidente
y los presos desaparecieron
como por arte de mafia.
Institucionalizó

177
Nelson Osorio Marín

los campeonatos mundiales de boxeo


para noquiar la influencia de los subversivos
con un estudiado gancho de derecha
o con un jab de centro-izquierda a la mandíbula.
Y elevó a la categoría de delincuentes
contra la moral, el hígado y las buenas costumbres
a quienes no tuvieran qué comer
o se comieran algo crudo
... y sin sal, naturalmente.

Publicóse y cumplióse (a bala, claro está).

Pero he ahí
que cuando los que nada tenían para comer
lograron elevar al Señor Presidente
y a su combo “Rock and dólar”
a la categoría de tiranos inconmutables,
se armó un despelote general
(de patria o muerte, claro está)
y aquí fue Troya
y cayó el andamiaje
y voló mierda al zarzo
y muchos pájaros volaron a Mayami.

178
Al pie de las letras

Hombre amaneciendo

Sólo escuchando
con los oídos pegados a la Vida
puede percibirse un ruido sordo
seco, fiel, premonitorio:
es este ruido subterráneo
que sale del hambre (algarabía silenciosa)
y de la sangre (color rabia de siglos)
y de las calles (fragores de sonidos nuevos)
y de las fábricas (brújula indudable)
y de las cordilleras (frailejón de pólvora)
y de los tugurios (puñetazo al ojo)
y de los campos (machetazo limpio)
y de ti (un ruido que se eleva)
y de mí (un ruido que se infla)
y de nos (un ruido que se suma)
y de pueblo (un ruido que se triunfa)
... pero sólo escuchando atentamente
como lo hace aquel
que quiere involucrarse al ruido
y ser su voz (parte de batalla)
su brazo (parte de presente)
su mirada (parte de avanzada)
su combate (parte de victoria)
su estallido final (parte de Futuro)
y su sonrisa: Hombre Amaneciendo
Hombre Hombre
Hombre Nuevo.

179
Nelson Osorio Marín

Al compás del corazón

Tango de Federico y Expósito.


Canta Raúl Berón. Orquesta de Miguel Caló.
Me parece verte regresar por el ayer…

Cuando en mi vida
dejes de ser la gran película
porque cualquier día
empezarás a pasar lentamente lenta
hasta quedarte inmóvil
como una fotografía tomada al descuido,
alguna tarde canosa por venir
haré requisa de recuerdos
y te sacaré y sé que extrañaré
estas noches contigo de hoy
que para entonces serán quietas viñetas.
Y juro
que te besaré la boca y el pasado
casi fraternalmente.
Como amándote en sepia.

180
Al pie de las letras

Asistencia técnica

Después de discutir el asunto


(en castellano pues la Casa Matriz
ordenó
una práctica intensiva del idioma
para lograr un mejor entendimiento
con los representantes del gobierno
y los concesionarios nativos)
decidieron no dejar al azar
ni el más mínimo detalle:
venderían los tractores a crédito,
los repuestos de contado
y regalarían a cada usuario
—para ser empleados en caso de accidente—
un par de brazos ortopédicos.

181
Nelson Osorio Marín

Altos mandos

Al principio
se llamaba Pedro Antonio Marín.
Pero se cansó de que lo mataran
de hambre a cada rato
y resolvió llamarse Manuel.
Sin embargo,
como el cambio de nombre implicó
una mutación de vida,
periódicamente los Altos Mandos
dan la noticia de su muerte
—cada vez en un sitio diferente—
cuando la realidad nos cuenta
que Manuel vive en las mismas:
trepando futuros incansablemente.
Por eso es que siguen
siguiéndole los pasos
y sólo han conseguido comprobar
que sus huellas se van multiplicando,
y que en cada combate
los emisarios de los Altos Mandos
salen despachados
con el rabo entre las piernas
y entre ceja y ceja con un tiro fijo.

182
Al pie de las letras

Padre nuestro que estás en nuestras venas

Cuiviar:
Verbo inventado en los Llanos Orientales
colombianos para designar la práctica
consistente en cazar y matar indios Cuivas.

Padre nuestro que estás en nuestras venas


con los ojos escondidos
en terribles testimonios.
Hermano-fuego de tu selva y tu alimento.
Poeta fabulador de dioses bellos y guerreros.
Compañero
con los pies untados de tierra recorrida
durante tantas lunas
como recuerdos tiene el mundo:

Te matan el idioma entre los dientes


y lo encierran
en el cuarto del Jamás Retorno.
Te dicen
que son iguales el chigüiro, tú y las piedras
y como a chigüiro te alimentan y cortan a pedazos.

Te arrancan las alas del ir nomadeando


sin escuchar tu historia:
“cuando nos asentamos en un sitio
nos volvemos pálidos y nos moriremos”.

Cargan tu espalda hasta reventarla de trabajo,


te dan el líquido
que alborota los espíritus malignos
y hace girar tu cabeza como el remolino del río
para luego abrirte los muslos
y escupirte más la raza.

183
Nelson Osorio Marín

Con hierro y latigazos te marcan un dios único


devorador de tu horizonte y tu llanura
(que vino de arcabuz y de a caballo
y ahora te exorciza
con temible oración de metralletas
cuando tratas de romper la cerca
que encarceló tus tierras
tu música y leyendas).

Padre nuestro
que aprendiste los números del blanco
contando los muertos de tu tribu:
siembra curare en las promesas que te hagan
el Amo que gobierna y sus enviados,
el Enviado de dios,
el Gigante Rubio de lengua entrecortada
y el Hombre Verde de los palos que vomitan fuego
porque todos son emisarios
del Gran Amo de las montañas del norte.
Siémbrale curare a sus palabras,
quítales el palo que vomita muerte,
píntate la vida de relámpagos y guerra,
llama a tu gente
y nosotros a la nuestra de fábricas y campos
(pues somos como el árbol y sus hojas,
Padre nuestro)
para que unidos matemos como tigres
y no muramos como perros,
¡Padre nuestro!

184
Al pie de las letras

Bolero-tango para decirle adiós a Ella la dulce

Con las monedas que me cambió el cajero


(muy vivo el hombrecito
pues me dio cuatro de 20 por un peso)
fui hasta la radiola y retrocedí varios años:
Juan D’Arienzo, Trío Matamoros,
Charlo, Celia Cruz y su «Desvelo de amor».
De repente la música me puso
un dedo gardeliano aquí en la llaga:
no puedo cerrar la puerta
porque dejándola abierta
me hago ilusión que volvés
y claro... par lagrimones, otro aguardiente
y eso te pasa por cabeciduro, por pendejo.
Cuando ya andaba entre un paréntesis de esos
en que a fuerza de fantasías embotelladas
arreglamos la tierra y sus alrededores,
me asaltó el recuerdo de este chiste rosa
que no sé por qué diablos asocié contigo:
“había una vez una ovejita
que le tenía alergia a la lana”.

Yo creo que sonreí muy raro


pues el recuerdo me miró
como si me hiciera falta algo o alguien
y se alejó gritándome: ¡el mundo es un pañuelo
y tú eres un mocoso sin remedio!
Al fondo, por dos caminos que no se unirán
del empedernido bigotazo Bienvenido Granda.

Al otro día lo primero que sentí


fue un dolor de cabeza regado por todo el cuerpo
y una cascada de naranjas girando
en la voz del vendedor de frutas de la esquina
y me dije: decir adiós
es como atreverse uno a insultar a Mohamed Alí
sabiendo de antemano

185
Nelson Osorio Marín

la mano que le van a dar (a uno, por supuesto)


pero pensándolo bien nada se va a solucionar
con tener los ojos amoratados
pues la nostalgia sigue ahí
y el llanto sigue ahí
y la vida sigue ahí
y el mundo sigue ahí
y todo hay que cambiarlo de raíz
desgarradoramente y sin quejiditos,
la hora no es de lágrima y pañuelo
sino de machete en mano
decía Nicolás Guillén con su famosa puntería.
Sin embargo, no te lo niego Ella-la-Dulce:
se sufre
se sufrirá todavía cada vez menos
porque estamos luchando tieso y parejo
cada vez más.
Si nos quedamos parados en mitad de un ayayay
cuando llegue la hora de la pólvora total
los Compañeros nos encontrarían
a la derecha del camino
y bien sabido lo tenemos
que ni a ti ni a mí Mayami nos atrae
pues dejamos de ser gusanos hace muchos siglos.

Nos atrae
inmensa, irreversiblemente el Hombre Nuevo
que estamos construyendo aquí Futuro en mano.
Tampoco te niego Ella-la-Dulce
que a veces vuelvo a nuestros sitios
sabiendo que no estarás.
¿Qué vaina, no?

186
Al pie de las letras

Caso 12k37x, tarjeta IBM ítem 25, nota


aclaratoria y final de tres renglones

Para los Estados Unidos es más rentable un dólar


invertido en Planificación Familiar que nueve en
Alianza para el Progreso u otros planes similares.
Lyndon B. Johnson (q.e.p.d.)

Dudoso,
rumoroso vagar por opios intangibles
y por ladrillos corrugados
que adquieren trazos de realidad fantástica
cuando Occidente empieza
a hacer sonar sus pitos y sus muertos:
doble niebla de ciudad y campo
penetrando aspiraciones populares
que a veces se ven rotas también
por la cohabitación dilatoria
de rubios ojiazules, pacifistas-azucenas,
zurdos turistas en nombre de la sangre,
veteadores de becas
y sociólogos traductores de micro-mitos
que pretenden recortar equilibradamente
el semen de los muchos
que viven vida bien angosta
para que la vida de unos pocos
se viva cada vez más ancha:

Caso 12k37x (Referencia: Juancito Trucupey)

* Fue amarrado a la máquina todos los días unas horas


más.
* Cortó su sombra en diez tajadas pero el frío persistió
en el bazo de los hijos.
* Hirvió sus uñas en aguas de cansancio pero el hambre
de la familia siguió sintiendo estómagos.
* Torció sus dedos en figuras toscas y nadie —ni siquiera
187
Nelson Osorio Marín

él mismo— logró adivinar ninguna letra.


* Alimentó sacros baldosines con sus rodillas cie­gas, y
tampoco esa noche habitó cuatro paredes.
* Se quejó a sabiendas de que cada sílaba costaba
centurias entre rejas.
* Y recordó al salir los cantos luctuosos con tableteos de
ametralladoras y nuevos gritos de guerra y de victoria.

Tarjeta IBM de Crítica, Codificación y Análisis

Clase : baja-baja-baja
Eficiencia : inveterado abúlico
Condición : irresponsable fálico
Religiosidad : ignorante bíblico
Destino : condenado histórico
Hábitos : pertinaz necrófilo
Sociabilidad : grado misantrópico
Procedencia : el trópico

Ítem 25

Remítase la presente tarjeta al Profesor Joseph Mayone


Stycos de la Universidad de Cornell en Ithaca, Estado
de New York, para gozar el inmerecido homenaje de
recibir a vuelta de correo 1766 condones, 437 píldoras
y varios miles de churruscos, elementos que serán
conscientemente empleados en la solución radical de la
problemática colombiana.

Desperately yours,

Tony Sánchez

Nota aclaratoria

Dudoso, rumoroso vagar por opios intangibles.


Vasectomía, ligazón de trompas de Falopio
o muerte
rondan la tóxica niebla occidental
que remodela fábulas cada que precisa:
profesionales del púlpito y la demografía,

188
Al pie de las letras

hipocrateros, leguleyos y sociólogos


enzarzados en polémica voraz Ogino vs. Píldora,
y por debajo de cuerda conservando
los mismos monumentos malthusianos
y el mismo pacto clasista
sobre distribución caníbal
del Hombre y su Futuro.

Final de tres renglones

Pero al fondo de ciudades y montañas,


el semen del Grito y del Fusil
dibuja perspectivas de Hombre Nuevo.

189
Nelson Osorio Marín

Prensa libre

Primero fue la paliza que lo dejo medio vivo:


culata y bolillo a veinte manos
entre insultos y carcajadas
(algunas llenas de dientes de oro
y todas rebosantes de escupitajos).
Luego los celosos fusiles del orden
tronaron a boquejarro
sobre el obrero en huelga.

El periodista
—allá donde hay noticias
allá estamos ojos abiertos oídos despiertos—
presenció todo con lujo de detalles
y tomó las fotografías
que serían retocadas
mientras él redactaba el fatal accidente
con un estilo limpio y persuasivo
para que la SIP le otorgara la beca
de especialización en nuevas técnicas.

190
Al pie de las letras

Hazte bien a mi izquierda, compañera

Listo ya a pasar
a los vericuetos del anonimato
tan indispensable para que mañana
la patria tenga nombre propio,
descubrió el compañero su universo:
estaba en esta parte de América Latina
que se encuentra a la izquierda
de la fábrica, del campo y de la mira.
(Como quien dice, el compañero decidió
seguir su vida en estruendoso mudo claroscuro
y si otros más tarde
quieren llenarla de color o de metáforas
mucho ojo:
recuerden que la esperanza es siempre roja
y es una cita que se cumple
en calles y montañas... desde ya).
Descubrió también el compañero
—porque es hora de ir ahorcando
nuestras mentiras grandes y pequeñas
para que luego
no tengamos que reprocharnos
a voz en cuello: ¡lo que huele tan feo
es tu cadáver dentro de ti!—
descubrió que su universo temblaba de temor
y quería quedarse en el lazo
que ella le emboscaba
desde cómodos cálidos ayeres deslumbrantes.
Supo el compañero entonces
que el miedo y la nostalgia
seguirían jalándole fuerte la camisa
como huérfanos hambrientos antropófagos.
Y sintió que a ella
debía decirle mucho más que palabras. Decirle:
oye ella-amor de mis veinte y mis centurias
deja la remembranza inofensiva
por ahí tirada en el cesto de papeles;

191
Nelson Osorio Marín

empínate sobre los cadáveres


de tus muertes cotidianas:
es bueno llorar, muy cierto ciertamente,
pero a su debido tiempo
y con lágrimas propias de la época;
empínate y agigántate en ti cuando te asalten
los “me muero de miedo, hasta aquí llegué,
es imposible, no doy un paso más”.
Y si quieres
ella-amor de mi hondura y superficies
nunca estarás sola. Nunca.
Otros vendrán mejores que nosotros
—quizá nosotros mismos pues hoy por hoy
nadie puede matar del todo a un compañero—
y te dirán: hay que ser felices
hasta el tuétano
y hasta más allá o más acá de las desgarraduras
pues no estamos luchando por cambiar
lágrimas por lágrimas.

Listo ya para el luminoso viaje


hacia el anonimato
imprescindible a quien íntegro se da
porque hay que llevar la guerra
hasta donde el enemigo la lleve,
descubrió que ella reculaba
(esa tara de cangrejo
que nos tira de narices a lo fácil).
Tenía entonces que hablarle
mucho más que palabras. Aclararle:
hazte bien a mi izquierda compañera
porque si te quedas en el medio
todo lo nuestro se vendría abajo
ya que pase lo que pase
yo no detendré la marcha
y lo más seguro es que cualquier día
nos veamos las vidas
en el espejo de un combate
y yo tendría que...

192
Al pie de las letras

El compañero lloró.
El compañero que era tan duro de pelar
como un coco con la yema de los dedos.
Lloró al estilo nuestro. A lo latinoamericano:
pólvoramente y con cojones
pero sin quitar los ojos de la mira.

193
Nelson Osorio Marín

Feliz navidad próspero año nuevo

De su televisor
su periódico o su radio
saldrán pulpos invisibles
llevando en cada tentáculo
avisos envueltos en papel navideño.
Usted mirará, escuchará
y a lo mejor pensará
“qué caramba, diciembre sólo hay uno”
y cederá
y se dará al consumo de cuotas iniciales
y besará a la familia junto al árbol iluminado
y enviará tarjetas felices a personas lejanas
y será más amigo de los enemigos
y oirá El brindis del bohemio
y reirá como nunca
y trabajará mucho menos
y llorará el 31 a las 12 de la noche
y bailará yo no olvido el año viejo
porque me ha dejado cosas muy buenas
y hará cuentas alegres
y quedará debiendo esta vida y las otras
y el nuevo año llegará
con un hermoso embargo judicial
envuelto en papel sellado
que lo hará exclamar entre rejas:
¡son cosas del DAStino!

194
Al pie de las letras

Exilio y retorno

Exiliamos la realidad
durante el tiempo que estuvimos alimentándonos
de labios y ficciones y mar y ojos cerrados
y sólo dos cuerpos:
los nuestros sin pasado,
sin los cuerpos que los habitaron antes.

Nos devoramos con esa sed medio loca


tan necesaria a veces
para calmar la sed que nos reseca
al sabernos manejados como a ceros humanos
—de 8 am a 8 am—
bípedos más impersonales
que un pequeño, viejo y fiel empleado
rumiando decretos, caspa y estampillas
dentro de un aberrante círculo juicioso.

Nos arrancamos dulce y apresuradamente


la piel, la piel de los sentidos
los mínimos detalles
y hasta fragmentos del futuro
que no viviríamos juntos
porque sabíamos que exiliar la realidad
era andar
por el filo de una cuchilla de afeitar
creyéndola playa.
Lo hicimos
como quien fabrica un barquito de papel
para navegar por otra persona —proa a popa—
sin pensar en salvavidas
a pesar de estar seguros del naufragio.
(Ah... tu proa luminosa tan parecida a un viaje,
tu velamen, tus corales enredados en mi ancla).

195
Nelson Osorio Marín

No nos interesó saber cuánto estuvimos así


porque todo transcurrió en un tiempo de la Vida
y no de nuestras vidas.
Tampoco nos importó saber
que cada exilio tiene su retorno,
que hoy llevaríamos en las plantas de los pies
huellas de playa que va y viene
como el recuerdo de la catástrofe más bella,
ni que volveríamos a sentirnos tan solos
que tal vez cada uno por su lado
esté pensando ahora —de 8 am a 8 am—
que todo fue
una tempestad en tu vasito de agua,
un sorbo que nos dio más sed
porque de apresurados
olvidamos ponerle papel carbón
para siquiera repetirlo en sueños,
en puertos fugaces o en espejos...

De todas maneras,
la muerte
ha sido la parte más larga de lo nuestro.

196
Al pie de las letras

Oyendo «Sur» de Pichuco Troilo

Santucho:
No sólo de muerte vive el hombre... vos sabés.

Viejo mago arañado por bohemias viejas


y por un bandoneón lunfardo
cazador de anécdotas:
oyendo tu «Sur»
siento un dardo de nostalgia en pleno fuelle
porque sé
que ya nunca te verán como te vieran
recostado en la vidriera
de ese gran escaparate suburbano
que exhibe estrellas rojas, corazones rotos,
consignas murales retadoras
y boquitas pintadas de fábrica y deseo
en el corazón de tu querido Buenos Aires.
Aníbal Troilo, Pichuco de compases compadrones,
trashumante de San Juan y Boedo antiguo,
de Pompeya y más allá La Inundación:
por los barrios cantados y contados
en tus tangos y milongas y candombes
—barrios que jamás he visto
pero que siempre he recorrido
en el coche sin tiempo de tu música—
van ahora rondando
a cien revoluciones por minuto
compañeros del E. R. P. y de Montoneros
con la vida sembrada de Partido y de gatillos,
con los ojos en hoy, en Mañana y los obreros,
con la vigilia en tu país y en América Latina,
con los labios dispuestos al beso subversivo
y a silbar quedamente alguno de tus tangos
porque vos sabés que los hiciste
pa estrujar el alma o pa soltar euforia

197
Nelson Osorio Marín

en la mala o en la buena,
cebando un mate,
comiendo mierda o celebrando algo.

Es posible que nunca te haya interesado


esto que te cuento.
O tal vez sí,
cosa que me alegraría Don Pichuco.
Sea como fuere, seguirán los compañeros
entrándole al combate
como un martillo terco
que hará saltar todas las astillas
hasta redondear esa luna proletaria y limpia
que brillará continental y entera
(porque en tu país, como en el mío
o en el de Fulano, Zutano o Perencejo
también se cuecen miseria y metralletas).
Y entreverado en los ires y venires
del rojo quehacer americano
se oirá a veces
el inquieto tarareo de tus tangos
y de los tangos de aquellos
que como vos han muerto
sin hacer concesiones académicas:
con un requiebro de bandoneón entre las manos
y con una estrofa de los bajos fondos
en los labios.

198
Al pie de las letras

Argentina 1976

Si oyes
que alguien canta el tango así:
Corrientes 3 - 4 - 7
no te desconciertes.
Es algún compañero
pasando cierto dato
en clave.

199
Nelson Osorio Marín

Esquirla

Nunca desenfundes el Diario del Ché


si no lo piensas usar.
Y cuando lo empuñes
que sea hasta terminar tu trabajo.

200
Al pie de las letras

Inauguración

“... ¡porque esta magna obra sí


traerá paz duradera
a un inmenso sector
de las clases menos favorecidas!”.
Y en terminando la perorata
resonó la ovación cerrada
que le tributó
el amplio círculo de sus amistades íntimas,
sus aduladores y correveidiles.
Luego miró reverentemente
a Su Eminencia,
carraspeó con toda la seriedad del mundo,
cortó la cinta
y declaró oficialmente inaugurado
el Cementerio para las Mayorías Silenciosas.

201
Nelson Osorio Marín

Recordada sor Trinidad:

Como poeta soy


que no le pone taparrabos al recuerdo,
sobre el pupitre de mi memoria
tengo su imagen casi fotográfica
embutiéndome a mansalva
el seno de Abraham:
alta usted, de hablar lento
rápida sonrisa y lujuriosamente monja
me habló de los veniales y letales
de Satán el pobre diablo
de vivir Otravida allá en las nubes
de la paja del pesebre y
reine Jesús por siempre
reine en mi corazón
que en nuestra patria y nuestro suelo
es de María la nación.

Pasaron los años


entre El derecho de nacer
de Félix B. Cañé
y los mandados a la tienda de la esquina
donde me fui enredando
con una patota de muchachos calaveras
—no por flacos, sí por anarquistas—
quienes a fuerza de mamarme gallo
me arrancaron de pezón
la teta teológica de Astete
y me pusieron a succionar en otras fuentes:
el Llanero Solitario
que hizo justicia por su propia mano
y desterró de mis praderas al ángel de la guarda
enseñándome de paso
que es mejor enmascarado de plata conocido
que espíritu emplumado por conocer;
Vargas Vila
y la muchacha del servicio y yo

202
Al pie de las letras

metiéndonos la mano por allá


mientras todos en la casa entonaban
los misterios dolorosos y gozosos del rosario;
Julio Flórez
y la vecina citada el domingo en matinal
para chupar trompa como locos
(perdón, Sor Trinidad,
para intercambiar largos besos con lengua).
Boccaccio y la primera hembra
en casa destartalada y catre chirriador:
el tren pasó muy cerca de la ventana abierta
y yo no sentí el hollín que me caía a toneladas
sobre el culo y las espaldas.

Obviamente, Sor Trini,


hoy me arrepiento de todo corazón
por no haberle dicho en aquel tiempo
que mi mayor deseo
era aprender a gozar con usted
aun cuando fuera un ratico del castigo eterno,
con hollín o agua bendita
con ventana cerrada o sin cobijas
con cama delatora o en el suelo.

Pero este es un secreto


entre mis versos, yo y mis morbos.
Ni siquiera
cuando vaya a ver a algún siquiatra
—si es que el sueldo me permite tal locura—
mencionaré una palabra acerca del asunto
pues, dios no lo quiera Sor Trinidad,
en una de esas sesiones de diván monologante
podría llegar a descubrir
que también usted me amaba
y yo me pego un tiro —se lo juro por ésta—
y no quiero que lleve sobre su conciencia
semejante peso:
estoy sobrepasando los 67 quilos.

Sin particulares para más


se despide respetuosamente, Nelson:

203
Nelson Osorio Marín

el mismo que usted felicitaba


acariciándole la cabecita
cada que hacía coro en
soy pirata y navego en los mares
donde todos respetan mi voz...

204
Al pie de las letras

La justicia cojea pero llega... ¡coja!

Perdió el hombre
su mano derecha
en un accidente de trabajo.
Hizo eternas antesalas en el Ministerio
para reclamar su indemnización:
le dieron 12 meses de cárcel
porque cuando le exigieron la cédula
se identificó con la izquierda.

205
Nelson Osorio Marín

Cantata en Sol mayor para un hombre muy teso

Ciro-nuevo, Ciro-muerto, Ciro-cierto:


un día colgaste tus quehaceres
entre un par de árboles robustos.
En tu selva. Entre tus botas y tu lucha.
Junto al arma, justo al alba Ciro-tierra.
Cuando ya tus pasos sonaban tan rotundos
pero con el silencio de gatos y culebras,
cuando ya conocías de memoria tus caminos
y habías elegido el atajo de la izquierda.
Tal vez por eso fue que te mataron Ciro-duro:
porque ya sabías por dónde era el asunto,
por dónde iba el agua hasta el molino;
porque ya te habías bebido muchos ríos
y te habías tragado mucho monte Ciro-Ciro;
porque ya
hasta las amibas y los piojos tenías dominados
de tanto comer hambre, de tanto cagar pólvora;
porque ya te las estabas aprendiendo casi todas
y las que no te sabías
las tenías apuntadas en la mira del fusil.

¿Y sabes una cosa, Ciro-fuerte?


Te mataron y ahora lo pregonan:
“¡nadie volverá a ver a ese individuo!”.
Yo creo que eso es verdad, mi comandante,
pero todo depende del cristal con que se mire
porque el guerrillero como tú nunca se muere.
La prueba
es que están llegando noticias de tu gente,
la gente que dejaste Ciro-sangre
y que sigue pelando micos y enemigos
con un odio tan filudo
que corta hasta los pelos,
que sigue derrotando yucas e infecciones
con dientes cariados y recetas de esperanza,
que sigue descascarando porvenir y lagartijas

206
Al pie de las letras

y trepando sin descanso friolentas cordilleras


para que su griterío de balazos
rompa el cielo y las orejas
y llegue hasta todas las Edades
y sirva de comienzo en las ciudades
Ciro-nuevo, Ciro-muerto, Ciro-cierto
Ciro Trujillo nada conciliador
y además muy teso,
Comandante-Compañero-Ciro-Astuto
¡presente
en el frente del presente y del Futuro!

207
Nelson Osorio Marín

¿Torturas? ¡Cuáles torturas!

Los hombres de sombrero alicaído


gafas oscuras
y gabardina de cuello alzado,
y los hombres con condecoraciones
hasta en la parte posterior del quepis
se levantaron de sus sillas en silencio
para no incomodar al prisionero,
le dieron tres
amigables palmaditas en el hombro,
le sobaron los cabellos con cariño
y le dijeron dulcemente:
hijo, dinos quiénes son tus compañeros
dónde viven
cuáles son sus planes
en qué sitio se reúnen
cómo son sus nombres de batalla...

Pero el prisionero siguió mudo.

Entonces los hombres con tristeza


tomaron la histórica decisión
de hacer una reunión en La Cumbre
(así se llamaba el cafetín de al lado)
para estudiar serenamente el caso.
Luego de varias cervezas
de intensas deliberaciones
llegaron a un acuerdo unánime
que les dolió unánimemente
en el fondo de sus almas:
tenían que lograr que hablara
apelando inclusive al método más cruel
por ellos conocido:
hacerle malacara al prisionero
decirle feo varias veces
y en último caso
pellizcarle una oreja con delicadeza extrema.

208
Al pie de las letras

Por eso fue que cuando declaramos


que lo vimos salir con los ojos reventados
la boca desdentada
el cuerpo lleno de quemaduras y magulladuras
el cerebro anegado en pentotal
cojo y sin uñas en los dedos,
nos ordenaron
presentarnos ante la autoridad competente
a responder por el cargo de calumnia
contra las instituciones democráticas.
“Recibirán buen trato, hijos,
y tienen derecho a elegir
el abogado que les designemos”.

209
Nelson Osorio Marín

Bomba de tiempo... ¡completo!

“La bomba no era de tiempo


mi General
era simplemente una bomba de gasolina
mi General
y aprovechamos para llenar los tanques
de los radiopatrullas
gratis... mi General”.
El General se retiró a su recámara
y lloró a mandíbula batiente:
todo el despliegue realizado
había sido inútil
y el anhelado y prometido sol
ya no alumbraría sobre sus ambiciones.
Mirando entonces el retrato del amado Fiurer
se llevó la mano al cinto,
sacó su pañuelo tricolor,
secó sus patrióticos mocos
y con palabras firmes
escribió una carta a mi muy estimado Ministro
y demás miembros del Estado Mayor
(ellos sabrían interpretarla a discreción).
Después se puso el uniforme de gala
y se colocó minuciosamente las condecoraciones.
Lanzó una palabrota impublicable
contra esos “hijueputas revolucionarios”
... ¡y estalló de la ira!

210
Al pie de las letras

A la larga se trata de ser cangrejo o liebre1

Toditas las noches cariñito


me las paso en vela, mi amor,
en ti pensando y por ti sufriendo.
«Pedacito de mi vida». Cantan Celina y Reutilio

Te cuento
que en la Alegría de leer descubrí
que el enano bebe, que yo amo a mi mamá
que piano peineta pie…
en medio de golpes
“¡por desaplicado, necio, vago!”
en medio de tardes llenas de ojos puestos
sobre el potrero del frente
y el balón desinflado
mientras soñábamos
ser más bacanos que Diestéfano o Pedernera,
y mientras el matón del curso
pegaba chicles en el asiento del maestro
y nos hacía señas
de rompernos las narices al recreo
si sapiábamos su nombre
cuando nos llamaran a rectoría.

Tardes de Catecismo Astete


repletas de apodos
y de hojas arrancadas al cuaderno,
rebosantes de cinco centavos
para el roscón y la gaseosa
(más lo que robábamos al viejo
muy de mañana
antes que terminara de bañarse),

Una versión previa de este poema se publicó en la revista Estra-


vagario, del periódico El Pueblo de Cali, número 17, mayo 18 de 1975;
p. 4.
211
Nelson Osorio Marín

colmadas
de madrazos aprendidos en susurro picarón
y de primeros juegos de manos
(debajo del pupitre).
Tardes de pantalón corto y muchas dudas:
¿si un ratón se traga una hostia
queda comulgado?
¿cuántos ángeles
caben en la cabeza de un alfiler?
¿se ahogaron los peces en el diluvio?
Y la eterna respuesta contundente:
“fe es creer lo que no vemos”
y la insistencia coreada con risitas:
¿entonces los ciegos tienen fe a dos manos?
y... “Giraldo, Ossa, Osorio,
¡fuera de clase por sacrílegos!”.
Tardes que fueron creciendo
con los pelos en las piernas,
con los pelos allí donde tú sabes
—que también era un bolero de Los Panchos—
y con las frases que nos llenaban el pecho
de alegría indescriptible
oh júbilo inmortal:
“mirá que ya soy macho,
mirá qué grande que lo tengo,
mirá qué lejos mando el chorro”.
Más la gloria inmarcesible
de ser el matón aunque fuera por un día
hazaña que logré
siguiendo el consejo de un tío calavera:
“perdé el año y quedás de matón
... seguro que quedás”
y el año repetido me sirvió también
para no olvidar nunca
que la bandera el escudo y el himno nacional
pertenecían a la clase de Cívica
y no a la de Trabajos Manuales
(vos siempre confundiendo la mierda con la pomada),
y para sentir que siempre fue más nuestro
Ramón Hoyos Vallejo
que Francisco de Paula Santander y Cía.

212
Al pie de las letras

porque el pentacampeón olía a carretera


sudaba en la montaña
amaba nuestras flores baratas en la meta
y frente a los micrófonos
acezaba siempre la misma letanía de combate:
“aprovecho la oportunidá que me brinda
para dedicarles este triunfo
a mi patrocinador, a miapá, a miamá
y a mi noviecita allá en el pueblo…”

Te cuento
que luego vino eso de pi erre al cuadrado
y orínese aquí para que hagamos
una práctica acerca del ácido úrico
y mañana traen memorizados estos párrafos
de La Ilíada y La María
porque si en la antigüedad hubo grandes clásicos
nuestra patria
también los ha producido por montones
basta conocer algo de don Andrés Bello
lo que pasa es que ustedes no leen
vienen aquí a perder el tiempo
mientras sus padres y nosotros
—que somos sus segundos padres
y esta afirmación
no mancha el honor de sus familias—
nos sacrificamos tratando de formarlos
para que lleguen
a ser hombres útiles a la sociedad.
Ah...
y deus creavit caelum et terram intra sex dies
bonjour monsieur bonne nuit madame
this is a pencil and this is a book
… y en medio de esta Babel peculiarísima
lo único que nos quedó en claro
fue la geometría que aprendimos
por nuestra propia cuenta trazando en el billar
carambolas libres o a tres bandas,
y las primeras fugas nocturnas a tirar paso
con la movida chévere de Pérez Prado
taratatatatatá... uggg

213
Nelson Osorio Marín

mambo qué rico mambo


mambo ¡qué rico es… es… es!
acompañado por un baterista pantallero
que hacía su agosto
desde la tarima que ponían sobre la radiola
para poder cobrar
veinte centavos más por la cerveza;
a ponernos llorosos
sintiéndonos atrasados de amor con
las once y media en un reloj tal vez serían
de Olimpo Cárdenas;
a matricularnos
en el kínder de tristeza de Los Cuyos;
a jalarle a los tangos
que dejaban en cada rezongo arrabalero
sabores a madrecita buena y a mil cuernos;
y a gozar las hembras
que pagaban nuestra adolescencia
y que luego en ritual de borrachera
nos enseñaron a rendir nochemente un homenaje
al inquieto anacobero gran jefe Daniel Santos
vengo a decirle adiós a los muchachos
porque pronto me voy para la guerra...

Te cuento:
después fue Bogotá (en la capital, mijo,
te harás un hombre de verdad
llegarás a ser un doctor respetado y rico
jesús maría y josé que vuelva pronto)
donde encontré una gente extraña
que en vez de gozarse
la salsa de la Sonora Matancera
se enmarihuanaba con el jazz,
decía cosas raras,
leía a Henry Miller para practicarlo en cama
(gracias a dios
aún conservo su imaginería erótica,
tú lo sabes a fondo
tú tan izada sobre mis capricornios)
y devoraba a Juan Pablo Sartre
para poder hablar de cosas raras.

214
Al pie de las letras

También había otra gente


que mencionaba a un tal Carlos Marx,
peleaba con la policía en la Plaza de Bolívar,
hablaba del futuro en las fábricas
y contaba historias
de los que luchaban en el monte.
Yo mezclé como en un salpicón
la angustia existencial
con el fantasma que recorre el mundo
desde la primera página del Manifiesto
… y la oscuridad fue hecha:
pero como a falta de luz
buenas son cuchillas yilet
fui a parar dos veces a una clínica de reposo
para que mis venas rotas asistieran mansas
a largas sesiones de choques eléctricos,
de insulina y de moral made in occidente,
que es algo parecido
a recibir palmaditas en el hombro
mientras le están vendando los ojos y la vida
para que uno no sienta que a la larga
el dilema está entre ser cangrejo o liebre,
decisión que ya tomé,
tú lo sabes mejor que nadie:
el tal Carlos,
quien lo ve con su barba de abuelo bondadoso
con su expresión de
“ese no es capaz de matar una mosca”
y sin él nunca hubiera comprendido
lo de antes, lo de ahora y Después
lo de Abajo y lo de arriba
lo del medio y lo Nuevo
y sobre todo no hubiera entendido claramente
por qué carajos hoy no estás conmigo
ni por qué mientras compartíamos camino
anduviste de fantasía en fantasía
con tu miedo saltarín disfrazado de ternura
con tu tira-y-afloja
con tu estilo de nadar entre dos aguas.

215
Nelson Osorio Marín

Por eso te cuento


que ahora me toca reventar soledad
—esa vieja enemiga que sólo me regala pánico—
hasta cuando pueda
volver a decirle a alguien estas cosas
pero con otro final por aquello de que
a soldado avisado no lo capan dos veces
y porque aun cuando hoy sienta
que mis calles y palabras
están insomnes, gelatinosas, ciegas, quemantes
(no cantes hermano no cantes
no cantes que ella no vuelve
como diría Agustín el Magaldi)
no voy a suicidarme ni a sacar el cuerpo
pues regresar de liebre a cangrejo
no está ni estará jamás dentro de mis planes
tú lo sabes
tú que también podrías estar metida ya
en este difícil trance de fabricar Mañanas:
el presente es de lucha, el Futuro es nuestro
repetía y repite
entre tableteos y cigarros el Asmático Gigante.
Además
Nelson y su Combo me enseñaron:
hay que ser con miedo
pero no dejar de ser por miedo.
Te lo cuento así, rasgada y desentonadamente,
como haciendo una ranchera mejicana
que respira por la herida pero en cuyos ayes
es imposible esperar por tu retorno
porque este tren de América no puede detenerse
y yo ya voy en él hasta los huesos.

No puedes volver atrás


porque la vida ya te empuja
como un aullido interminable
interminable...
José Agustín Goytisolo. Canta Paco Ibáñez.

216
Trueno que da miedo
(1980 - 1997)
Trueno que da miedo

Crónica Colombia comenzando década

Para Violeta, mi hija a flor de labios.

Te narro: hoy la poesía


se reconoce porque entre líneas cuenta
patadas derechas a mansalva
en plena boca estomacal de sus renglones
y que no se propinó a sí misma
(como dicen por ahí las balas lenguas)
pues poemas y autogol nunca han rimado.

Identifícala
por los peldaños que se anuda en los talones
para levitar hasta el ojo de Mañana
retornando con imágenes tan vivas
que han sido sorprendidas merodeando
por las interrogaciones carne-y-hueso
de veteranos de quimeras y descaminados.

Otras señas:
le gusta la vida como esa bocanada de aire
que se espera desesperadamente
mientras zumban oídos, retumban pulmones
y desorbitan narices
en obligatorias albercas hasta el tope;
con la Audacia forman pareja de uña y mugre
y salen cuerpo a cuerpo
por Pedro Navaja o la Tocata y Fuga
y no pierden el paso ni encubren el brindis;
habita a meses cuartuchos de fuerza
sin sentirse pancarta ni cadáver
y pasa el tiempo de los claustros
viendo el universo en las pizarras,
y circulando su dedo índice de César Vallejo
a manera de honda de David

219
Nelson Osorio Marín

para estallar en cada periódico mural


y en cada mina de bolígrafo
esta metáfora de tanqueta total y soñadora:
¡vivan los compañeros de afuera
a pesar de este buitre en mis adentros!;
en la tienda de la esquina
y demás recovecos y escenarios
del ambiente-hombre
fía realidades crudas y las frita
en colores amasados en sudor,
heridas, pilaspuestas, miel y desparpajo
hasta convertirlas en globos de ilusión salada,
que después pone a funcionar
como un relojito de cucú
que asoma exacto y sin tapujos
para señalar la hora
de amaos los unos a los otros
y la de armaos los unos y los otros;
cuida el lado flaco de cualquier asunto
pues su propio lado flaco
(la certidumbre de ser
cueste lo que cueste)
es su fortaleza, su relámpago,
su litoral de humor y fantasía;
cuando se le acusa
de cometer prosas comunes
piensa en sus estrofas que perdieron
cuerdas vocales, letra, tinta y marco
antes que revelar su música secreta
en tinglados penumbrosos
donde la canción no tiene cupo
(porque —dicho sea muy al trote—
hombres hay jamás poetas
concebidos en sordera y des-concierto),
piensa en sus estrofas otras
que tienen que ver salir el sol
desde la sombra
pues encajonadas están por el momento
en un lunes que le cerró camino al martes,
y en las inéditas piensa
y en las por pensar —bienvenidas sean—

220
Trueno que da miedo

y en el papel de su Mayúscula
y en su tiza de números impares
y en su pañuelo blanco a medio usar
piensa
y diente por diente digiere acusaciones
mientras eructa sin bombo ni platillos:
poesía
me autodenomino en muros de emergencia,
en panes y peces sin papel carbón
que los repita
así sea en espejismos descarnados,
poesía en telarañas de bolsillos
y sus rotos ya sin dedo ni erotismo,
en nacidos sin el signo pesos
en oscuridad de soles verde oliva
en mimeógrafos con puntos en las íes
en fiebres altas de los bajos de estatura
en el túnel que desemboca en otro túnel
que desemboca en otro mundo
en piedras que trae el mal de muchos
en detalles de pelos y señales
en el oficio difícil del silencio
en puntos suspensivos y en etcéteras.

Reconócela:
con el correr de los años y tus fábulas
te vibrará esa poesía en los huesos
como un río hinchado de galaxias
que se retuerce en un hilo de plata,
fórmula ideal de tempestades.
Desbórdala cuando sientas
que el nudo en la garganta de tu mundo
se te va cordal izquierda arriba
y te lanza fuera de órbita los pómulos
para que te salgas, te asombres y te busques,
te encuentres y te sigas.
Arréciala hasta más allá del huracán
y viaja
por su furia de platos boquiabiertos
con todas tus sopas y premoniciones:
en Macondo, donde llueve sol a cántaros,

221
Nelson Osorio Marín

el viejo que está amarrado a un árbol


tiene pistas que aterrizan
en el sistema nervioso de tu gente.
Desátalo sin que los buitres te perciban
y echa a andar:
¡bienvenida seas, magia joven!

[1980]

222
Trueno que da miedo

Sólo me queda una duda…

El tren cree
que puede ir adonde quiera
porque no sabe que puede ir
hasta donde la carrilera quiera.

Pero… ¿lo sabe la carrilera?

(1981)

Una versión de este poema se publicó como “microfantasía” en


el Magazín Dominical de El Espectador, agosto 1 de 1982; p. 5.
223
Nelson Osorio Marín

Mi casa

A Pato y Violeta, mis moradoras.

Aquí, en la planta de mis pies,


habita mi casa:
madriguera gitana de corredores descalzos
que pasan sus noches
en cuartos repletos de espacio y mi alquimia,
que salen al alba con sed de maderas
y enroscándose en sus propios crujidos
van formando escalones que bajan y suben
a un típico patio de sangre y galaxias:
el mundo.

(1982)

Una versión de este poema se publicó como “microfantasía” en


el Magazín Dominical de El Espectador, agosto 1 de 1982; p. 5.
224
Trueno que da miedo

Aquí y ahora

A Violeta, amor-hija,
a los amigos que vivirá.

Los amigos tuvieron que partir.


Cada uno con un corazón de hojalata
que retumba como una cacerola cordial
llamando siempre a retorno,
a desayuno casero, a fuego conversado.
Van por cualquier lugar del mundo
con los ojos clavados en esta tierra,
y afecto que no requiere
de tarjetas postales:
por eso sus leves pisadas más lejanas
se sienten tan al pie
de las fronteras del alma.

Tuvieron que irse


porque aquí la muerte
se estaba enamorando de sus sueños
y en cada esquina les guiñaba
un pasaje de ida solamente,
pero qué va,
más bello y menos cursi que morir
es seguir viajando
en el enorme cuento luminoso
de poetas de la acción,
imaginación a dos manos,
magia del verbo hecho realidad.
Y están aquí y ahora
en el apartado vacío de correos
en el número del portón que habitaron
en el aire que pintaron de leyendas
en los hijos que se llevaron
en las escaleras que iban construyendo
a medida que subían,

225
Nelson Osorio Marín

en el traje que canjearon


por una piel de camaleón
para poder regresar
vestidos de ellos mismos
tal como se fueron.

Están. Con alegría. Irreversibles.


Y en mi cuarto
todas las mañanas un tierno y duro
rumor de cacerolas
me obliga a mirar por la ventana
con la esperanza de soslayo.
“Mañana sí vendrán”, me digo convencido,
y entonces escribo
muchos abrazos invisibles
que van afilando aquí y ahora
este jubiloso oficio
de ser macondianamente yo
y aguardarlos
en mi caliente corazón de hojalata
que aprendí con ellos.

(Febrero de 1983)

226
Trueno que da miedo

Poemas a la traga

A Pato, mi ella

Vadear tus aguas


por cauces que ni siquiera
tú misma sospechabas.
Bebérmelas con boca
que hasta hace poco no tenía.
Nadar a brazadas
que van mucho más lejos
que las puntas de mis dedos.
Sumergirme
respirando ansiosamente
la arena de tu fondo.
Flotar
con los peces que anidan
en la locura joven
de tus remolinos.
Ahogarme
en cada burbuja que revienta
bajo el arañazo
de tus remos queridos.
Eso haré, río mío, cuando vuelvas
a mi desembocadura.

Tu ausencia tiene dientes


que rasgan mi hambre por ti,
codos en punta
que me tiran al vacío que me rodea.

Magazín Dominical de El Espectador, número 4, abril 10 de 1983;


pp. 10-11.
227
Nelson Osorio Marín

Vuelve:
tu ausencia huiría de sólo verte
y yo
volvería a ser nosotros mismos.

He amado tu sombra, cariño.


Pero ven y dile que me gusta
mucho más caminar contigo.
Y que no se entristezca por eso:
ella, al fin y al cabo, se entiende
mejor con mi sombra.
Las he visto.

Calle arriba y calle abajo,


giran nuestros ojos
pegados al estómago vacío
de la gente
que transcurre como racimos de sombras.
¡Nada de sentimientos de baratillo!
La rabia
(más vieja que cualquier noticia
de la formación del mundo)
trepa nuestros puños
demoledoramente
—vida arriba y vida abajo—
hasta llegar a la luz donde
haremos estallar los intestinos
de los forjadores del hambre.
Y por el camino
—endureciéndonos
sin perder la ternura—
tú y yo
cuerpo arriba y cuerpo abajo,
como un nudo
de caricias y panteras.

228
Trueno que da miedo

No estoy solo del todo. Aprendí


a vivir tu ausencia.
Fue anoche: salimos.
Media cuadra abajo,
el montón de basura ahí sembrado
y las putas
que se saben dueñas de la séptima
nos hicieron pensar
—como siempre—
que sería bueno
cambiar de apartamento.
Su camisa escotada
(la blanca de lino
que tanto nos gusta)
y mi brazo rápido
sobre sus hombros
tratando de que el frío
no subiera a su cuello
y sus palabras.
Mi beso grande,
mi mirada hambrienta
encima de sus jeans forrados,
su risa fresca
y comentarios alrededor
de la paella trasnochada
de la cafetería de la esquina.
Dos calles más abajo me dijo
“mañana
no podemos vernos al mediodía”.
Quise replicarle, convencerla,
pero me decidí
por el silencio y una caricia caliente
porque —pensé— si la presiono,
¿qué tal que también tu ausencia
se me vaya?

229
Nelson Osorio Marín

Llave mía: al irte,


¡me dejaste encerrado afuera!

Insomnio.
En el techo,
nacidas desde la lámpara del piso
(la misma que a veces no apagas
por pereza),
ramas iguales
a una muchedumbre de muñones.
Puños de viento
en el ring de vidrio de la ventana:
en esta esquina, con 37 años
en cada uno de sus instantes,
mis ojos sin ti.
En esta otra,
con un Sahara en cada poro,
mi cuerpo sin tu piel.
Y el recuerdo,
árbitro de tiempo completo,
advirtiendo
con su voz de lápiz recién tajado:
¡prohibido
que el sueño intervenga!

Contigo soy un domingo


de piñata y música a volumen:
cobija y tiras cómicas,
mesita para dos
en el rincón del restaurante,
película, frases sueltas,
palabras de fondo
y mordiscos acezantes…

230
Trueno que da miedo

Sin ti,
un remedo cojo de sol
luchando por salir entre las nubes.
Una caricatura de lunes.

Leyendo, hoy viajé contigo


por galaxias y sorpresas
que estallaban
para parir asombros.
¡Qué cara pusiste
cuando nos acercamos
a la velocidad de la luz,
miedosa mía!
Luego te dormiste
(Comprendo:
sucede las primeras veces
que recorremos páginas
donde la gravedad se pierde).
Pero no te preocupes
por lo que siguió:
fui hasta el futuro
y te cuento, amor,
que allá estábamos.

Donde las palmeras


echan pupila sobre América,
estás.
Y desde nuestro país
—a muchas olas del sol
que te lame con mi lengua—
te escribo para recordarte
que estoy tanto contigo,
que no olvides
traerme cuando vuelvas.

231
Nelson Osorio Marín

Poemas en salsa

A Violeta y Pato, mi música clásico-bacana

Pedro Blades - Colón

Galán de página roja


vampiro de zaguanes
guasón de uniformados
teatrero permanente
ídolo con pies de plomo
cuchillero limpio
sentimental sin hígados
pachuco marca paso
poeta de rufianes
autodenominado dientedioro
borsalino alicaído
conejero de cuchitriles
desintelectual del todo:
ojo alerta
con los adoradores del análisis
que ya andan esculcándote
a izquierda y a derecha
para que mañana
sólo seas reconocido
por tu manoseada anécdota
y no por tu corte clásico,
Señor Pedro Navaja.

Los primeros cuatro «Poemas en salsa», sin los títulos individua-


les que tienen en el manuscrito, se publicaron en el Magazín Domi-
nical de El Espectador, número 15, junio 26 de 1983; pp. 18-19.
232
Trueno que da miedo

Alucinado Willy

Cuentan que una noche


de humos y de especias
rondaron al alucinado Willy Colón
los sortilegios de Don Jorge Amado,
viento y timbal de la novela mágica.
Y que en la sesión
sirvió de médium Chico Buarque,
otro manirroto
en cuestión de invocaciones lúcidas.
Dicen las lenguas de fuego
que los fantasmas ensoñaron al Willy
y entre sales marinas lo llevaron
a viajar las estrechas callejuelas
que vivieron piel a piedra
Doña Flor y sus dos maridos.
Y que de retorno Willy
sabía que las notas debían pulsarse
como si el violín tuviera maderas
de un pedazo de espuma nocturna
o las trompetas ocuparan el cuerpo
de elefantes medio desquiciados.
Sabía también que las frases
tenían que adobarse
como si cada palabra fuese una alcoba
donde suceden muchas otras alcobas
insondables de lo puro escuetas.
Eso rumoran.
Y que así nació «¿Oh qué será?»
de cuerpo entero y sin ningún ruidito:
melodía a la Música
verso al Poema.

233
Nelson Osorio Marín

Dámaso Mayor

Se decía “me erizó los nervios”


Se pedía “¿bailamos esta?”
Se bebía “tragos moderados”
Se indagaba “¿hacemos el amor?”
Hasta que en el 48 apareció el Diablo,
el Hechicero Dámaso Mayor
y nos volvió un solo
puerco espín
tirapaso
bebelargo
catreador
(pero eso sí: más clásicos
más amantes de nuestras mierdas
y universo).
Don Dámaso Mambo Jambo
Don Pérez Politécnico
Don Prado Número 5
Don Uggh Caballo Negro:
como no uso sombrero
me descubro ante usted
dejándome caer el pelo,
ante usted que sí sabe
lo que es una trompeta
metiéndose en el tuétano,
usted que sí siente
un cuero retumbando
de las yemas de los huevos
a los muros del cráneo,
usted que sí puede
encrespar la melodía
y desenrollarla
como quien envuelve y desenvuelve
un riel o un manojo de luz,
usted que sí Don Dámaso
Tocineta-Ruletero-Mambo en Sax,
usted que sí... ¡Ni Hablar!

234
Trueno que da miedo

Callaste Yiriyiribón

Callaste Yiriyiribón,
gran faringe de guarapo e caña
que hacías temblor de tierra
a millones de zapatos carmelita
con rejilla blanca.
Caballo maniguá,
vena abierta de América Latina,
voz en cuello:
moriste de pura hoja de vida
como cualquier hijo de vecino
que jamás se aleja
porque nunca duele,
y nos sigue acompañando el alma
y la punta de los pelos
igual que ahora cuando después
de muchas lunas ciegas
y dolor Karabaly
tu voz Anabacoa nos alumbra
estas noches de cuero Batá
y contagioso caderamen.
Gracias viejo Beny Moré
onomatopeya de tormenta marina,
gracias por el desorden afinado
y la alegría Mangolele
que al oírte nos recorren
desde el dedo gordo
hasta la madrugada tibia.
Padre de los vozarrones,
pulmón urbano y Mucho Corazón,
dios eco-canela de La Habana:
que en paz jamás descanses
porque el moho
de los fabricantes de ruidos
se nos instalaría
en las pantorrillas y el delirio,
piromaníaco Babarabatiri
de la voz color muslo de mulata.

235
Nelson Osorio Marín

Cortijo y su Combo, con Ismael Rivera

El esqueleto nos tiembla


nos cimbra y quiere salirse
como río de madre
y tratar de amarrarlo
es darle posada
a algún polio de esos
(música disco y afines le dicen)
pero qué va, muchacho embrujado,
estamos tan vivos,
tan llenos de insania
como el Bombón de Canela
que Arrecotín se chupa
después de Calambre.
Por eso la piel se nos brota
en burbujas eléctricas,
se nos va viajando
por arenas lúcidas
pues estamos cansados
de tanta cordura
… y ahí suena, gozones:
Cortijo y Rivera
arrancan la noche de arrebato
con una de sus tantas estrellas:

“Algunos me creían muerto


pero qué va,
aquí estoy yo, ya llegué…”

236
Trueno que da miedo

El dedos de incendio

De pronto
—y en medio del rito
formado sin saberse dónde,
con quiénes ni cuándo
(la rumba que llaman en prosa)—
el solo de piano
se dispara en zigzag
para solazarse cazando tristezas.
Es «Humo»
naciendo contigo del piso,
es descarga de notas imanes
que te limpia de sordos ayeres
para que tu paso levite
sobre baldosas de algodón-embrujo.

Los espirales te arroban


y en ese pedazo de vida
lo único vivo es la marca del piano
que te desencadena palabras:
el Salpicador Imparable
el Beethoven Matanzas
el Dedos de Incendio
el Clave de Sol de la Madre Sonora,
Lino Frías el Divo.

237
Nelson Osorio Marín

Bambalinas famosas

Caíto y Rogelio
(rumor de caracoles agripados)
paladean la jabonosa gloria
que se alcanza
desde la más oculta antesala
del resbalón fugaz del aplauso:
en regurgitante tono
desenfadado-rítmico
nasal-acompasado,
fueron la voz con sordina
la letanía sin afeites
el transfondo rumboso
y el meollo del asunto
de los sonados arúspices
de la Sonora Matancera.
Cuerdas viscerales
de acompañamiento cabalístico,
muestran más sus entrañas
mientras más nos metemos
en el socavón de los rones
que mojan su dejo.

Como el mar
que se empapa a sí mismo
de murmurios ajenos y propios,
como niños Caribe que queman
la voz de la brisa
con la voz de los sueños.

238
Trueno que da miedo

Celia Cruz, bruja mayor

Celia con Sonora:


Changó ta Vení y teas de guaracha
en llamado tan ritual
como la primera patadita fetal
del primer hombre del mundo
que hoy repetimos al embrujado paso
de calientes Rinkinkallas
y al Son del Pilón que el Yerbero Moderno
aprendió en los oráculos del gran Trucupey
invocando congas de afro-sabor a bembé.
Sin embargo, Bruja Caoba,
a muchos atrae la blanca vergüenza
que mama su esencia
en un cliché de plástico
que jala hacia el norte
borrando Caribe y donando parálisis
para que el frenesí se esfume, se cambie.
Contra ese adefesio
descargamos sin límite tu salsa picante,
Celia Batalá,
Madre Cumbanchera Antillas.
Y que el canto Mandinga que sale fluido
de tu boca de Música
nos conserve febriles
para que no se apaguen
ni la fe ni el delirio,
Celia Omelenkó Tabaco,
Sonora Yemayá Matanzas.
Lo demás es lo de menos
cuando cada nota no es parida con vida:
desafines ajenos, excrementos del ruido.
Por eso los dioses de todos los hombres
te harán siempreterna,
Celia Cruz de barro de sueño
de encanto esotérico
de playas hipnóticas a flor de garganta.
(1983)

239
Nelson Osorio Marín

Patricia

Poema acerca de un gran amor, con intervención de


varios elementos de la naturaleza, sólo tres órganos de
los sentidos, alguna que otra alusión galáctica y una
enorme intención expresiva, intención que el autor no
siente realizada en lo más mínimo debido precisamente a
lo inexpresable de ese inmenso amor que siente por Pato,
su nena / hembra / compañera / novia, con quien vive
como si cada día fuera el último de la vida: así sin más
preámbulos, así de intensamente.

Habitantes fantásticos del detalle,


luna y asterisco de cada uno:
ahí vivimos.

Oímos el cuero de los tambores dormidos,


oímos el paso de caracol del tiempo,
oímos la historia que cuenta la madera:
eso oímos porque ahí vivimos.

Cosmonautas de nosotros mismos,


alas y espacio y luz de cada uno:
así volamos.

Vemos la cápsula de la semilla del mundo,


vemos los sueños de los ojos de la noche,
vemos la imaginación de las palabras:
eso vemos pues así volamos.

Brújula y huella de nuestro viento cósmico,


camino por recorrer de cada uno:
así marchamos.

Olemos las axilas del agua escurridiza,


olemos el sudor de los caballos de fuerza,
olemos la boca de la alegría transparente:
eso olemos pues así marchamos.
240
Trueno que da miedo

Tú y yo en nuestra yunta libre,


los dos en la respiración de cada uno:
así somos.

Somos dos que son uno del uno,


somos uno en dos sin paralelas,
somos dos en piel y porvenir de uno,
somos uno.

Una vez finalizado este poema, el autor piensa que


hubiera sido más diciente mirarla toda de norte a sur
y hacerle sentir su amor piel adentro, fantasía adentro,
vibración adentro y afuera y en los cuatro costados. Todo
lo cual no significa que vaya a arrepentirse del poema; lo
contrario: lo entrega con la pluma en alto.

(Bogotá, marzo 2 de 1984)

241
Nelson Osorio Marín

Este dolor no cabe en argumentos

Para Pepi, Nana y Tata, con la desgarradora emoción


de saber que la muerte llegó con alegría.

No fue la úlcera, Turco Inacabable,


ardor y sombra fiel
que siguió tu estómago a punzadas
del valle al altiplano.
Fue la guerra
vestida de emboscada
—corte de luz y de teléfono—
en el centro nervioso
del país que amas:
Colombia donde el miedo
es el pan diario
y pánico la cama,
hambre el sueño
y desencuentro el ritmo.
Fue la guerra
a boquejarro y en la frente,
en pleno corazón
de tus dientes y coraje,
al borde de mi rabia
y mi impotencia.
Fue la guerra hermano
y fue aquí
en esta tierra bruja
que linda con la mierda
el mamagallismo y el corte de franela,
la poesía, el recurso nato,
la carcajada y la fatiga.
Fue en marzo y ya de noche
pero para todos muy temprano
porque tu energía nuclear
242
Trueno que da miedo

apenas despuntaba.
Déjame bañarme en ella entonces
y llorarte y pedirte que regreses
para decirte cara a cara
que sin ti
la alegría ha enloquecido
y el olvido
ha empezado a padecer amnesia.
Déjame
—incansable lector de tempestades—
que llueva mierda
sobre tanta teoría dura
pues este dolor de vida cercenada
no está descifrado en ningún texto:
va con mi piel, alma al sol,
y con mis huesos, viento al mar,
y con mis cenizas, final al fin.
Déjame abrazarte pequeño gran hombre
y sacudirte ese letargo
y besarte los ojos horadantes
y arrimarte el hombro y el aliento
para echarte a andar de nuevo
por Cali, Caquetá y Corinto,
por las hijas, la compa y los amigos,
por la séptima, la rumba y el humor.
Déjame hacer algo, cualquier cosa,
por ti, por Pablo Pueblo el Hechicero,
por Don Lucho y por el zorro Iván,
por el viejo Andrés y Chiqui la Gigante
... y mejor no sigo, Turco Frontal y Decisorio,
porque la lista ya es bastante larga
y pesa toneladas de emociones contrahechas.
Eso sí, te advierto:
no me vengas con aquello
de que guerra es guerra
pues este dolor de laberinto
no me cabe en planos argumentos

(Marzo de 1986)

243
Nelson Osorio Marín

¡Méjico lindo y qué herido!

Guión en blanco y negro.


Cualquier semejanza con la coincidencia
es una simple realidad involuntaria.

Crédito con logotipos de los patrocinadores.

Escenas iniciales:

con su hermosa voz casi viril


María Félix
vende aguamiel en la acera de la estación
a un montón de pedros con sombrerotes
que viajan apretujados
—sarna, odio o flor de ojo y escopeta—
en un vagón de tren destartalado
rumbo a los ejércitos de Villa.
La Doña, su garganta sargentona
y el flaco producido del negocio regresan
—luego de varios pellizcos en las nalgas—
a la hacienda donde otro pedro peón
(el Armendáriz)
motilado a lo indio y ceji-alto
la espera para hablar de rebeldía
entre besos acezantes
que saben a sudor de mero macho.
Ella dice que sí, que está dispuesta
“pero apúrele mi hombre,
voy de pasada no más
pues tengo que cumplir sin falta
un recado urgente del patrón”.

Primer espacio para comerciales.

Santiago Mutis (1986). Panorama inédito de la nueva poesía en Co-


lombia. Bogotá: Procultura; pp. 86-89.
244
Trueno que da miedo

Escenas intermedias:

ahora la Ronca
—con la cucaracha a cuestas
porque la pobre caminar casi no puede:
metió la pata en un combate
cuando estaban por llegar a Pénjamo—
deja que los pedros retaquen al green go,
ganen la furrusca a ratos
y se sientan como por su casa
mientras ella circula relaciones públicas
en cada antesala de la capital.
(No revelar al desnudo sus reales logros:
señorona, forrada en joyas y mierdita
diputada, reclutando cantinflas y otras yerbas
generala, de cama franca y charreteras falsas.
Mejor, en leve contraplano sin sonido
y sin que el asunto se sienta
como un empantanamiento de la historia
ni una traición de la heroína,
filmarla ayudando a destejer —mañosa—
el sarape que los pedros remallaron
con el alambre de púas expropiado
a punta de escopetazos y carajos).

Segundo espacio para comerciales.

Escenas finales:

se espinan la mano en un comienzo


pero las Doñas y los Dones consuman
punto a coma lo previsto en el libreto
(rematado a lo best-seller
para que cualquier asomo de verdad
se esconda en el currucucú de una ranchera):
muchísimos pedros y marías minúsculas
dormidos sobre su agraria brújula,
sobre la impotencia, los tequilas
y las frases pizpiretas de la Ronca,
dan la pelea del todo por triunfada,
se tragan varios chilis

245
Nelson Osorio Marín

sin hacer un solo gesto


—y nos volvimos tanto tan cuates
que por eso Mejicolindo es no más nuestro
de cabo a rabo mano (o viceversa)
y venga le muestro monumentos de postín:
en una jaula de oro
las pirámides y los muralistas
pendiente de un balcón
el recuerdo de los héroes
se hallaba una calandria
el único PRI del mundo y sus contornos
cantando su dolor
el bigote disecado de Negrete
hasta que un gorrioncillo
amplio con los ajenos y manodura adentro
a su jaula llegó
acapulco lleno de ombligos oji-verdes
si usted quiere sacarme
miles de chicanos encerrados afuera
con usted yo me voy
el hambre que espanta en Pedro Páramo
y la ingrata calandria
el fusil de Pancho en fotos pa turistas
después que la sacó
sombras escuálidas cruzando la frontera
tan luego se vio libre
la gloria azteca en calzoncillos rotos
voló, voló y voló
las olimpiadas del 68.

Nota: asesinar en la edición lo inconveniente.

Último espacio para comerciales.

The end

Post-final: a los innumerables muertos que hoy se


apilan en lotes comunales con vista al más allá, va
nuestro sincero agradecimiento ya que sin su decidida
colaboración esta coincidencia hubiera sido irrealizable.

[1986]

246
Trueno que da miedo

Radiografía6

Ya hicieron un paraguas
con mi piel.

Y soy casi eficiente


en la rutina.

Pero olvidaron algo:


me convierto en tempestad
cuando ellos creen que duermen.

Y trueno que da miedo.

[1986]

Santiago Mutis (1986). Panorama inédito de la nueva poesía en Co-


lombia. Bogotá: Procultura; p. 85.
247
Nelson Osorio Marín

Violeta

1986. Tiene 6 años y medio.


Durante mucho tiempo quise escribirle algo.
Hasta darme cuenta que ella, con lo que hace y dice,
ya lo había escrito.

Da de beber a las gallinas dibujadas


encuentra el bombillo de la oscuridad
viaja sentada en el humo de la locomotora
ve cómo una hormiga le hace señas
vuela en avión debajo de las mesas
despierta pensativa de alegría
sueña los sueños que se quedaron sin gente
recorre la casa montada en un mango maduro
pinta en la pared historias que nunca empiezan
canta a los tenedores y a las puertas
pregunta por la mamá de los huequitos
se baña sin pensar en el aseo
imita con las manos el vuelo de los peces
come arequipe en un columpio que no tiene
dice adiós adiós a los orines antes de soltar el agua
domestica tigres cuadriculándoles las rayas
mete el dedo donde no cabe una aguja
es amiga de los enanitos que empujan al viento
se aplaude sin rubores cuando quiere
caza un pedazo de domingo cada día.

Y me ha dicho:
la lámpara es muy buena
porque alumbra a Aladino
para que lo podamos leer.
Debajo de una gotera se puede cantar

Santiago Mutis (1986). Panorama inédito de la nueva poesía en Co-


lombia. Bogotá: Procultura; pp. 91-92.
248
Trueno que da miedo

pues las canciones no se ahogan


porque antes de nacer aprendieron a nadar.
El pavo real es un pajarito
con una mariposa grande en la cola.
Bolívar empezó a toser
la noche que nadie le hizo caso
a sus rabias y a su caballo.
El mar tiene sueños lindos
para que las sirenas
no se ahoguen de la sed que da
estar siempre despiertas.

A los colores
hay que dejarlos descansar
porque si no se ponen bravos
y no nos vuelven a hablar
aunque les demos mucho papel.
Si yo fuera Presidente
le haría cosquillas al Presidente
para que se ría con los niños,
es tan serio que cada que habla
parece que se fuera a morir
… y habla casi todos los días.
Cuando llueve tanto
es mejor montarse en el triciclo
para irse a vivir en otro cuento.
¿Te acuerdas que hace tiempos
era mañana
y yo estaba muy grande?

Claro que me acuerdo, Princesa:


como saber que hay uvas
en las peras de tus olmos
y tempestades
en tus vasitos de silencio.

(1984)

249
Nelson Osorio Marín

Renacimiento

Agonizo
y, Caballo loco-triste,
la noche pasa.
De su crin
(que huele aún a rizo de tu pubis)
se prende mi soledad
para no caer al recuerdo vacío.
De su filo, péndulo chino,
se defienden mi piel y mi camino
porque saben mis huesos
que al final de estas horas
siempre asoman verdes tierras
para nuevos aires.

Mientras desnudo mi historia


corren las horas
con sus pies de agua lenta.
Caballo fatigado entonces,
la noche olvida su sombra en mi puño.
Es la última instancia:
como mago al pie del patíbulo
aprieto con todo,
me la juego entera
... y una madrugada nueva
se descuelga tímida
entre mis nudillos:
vivo, me he parido de nuevo.

El resto viene por añadidura:


aprender el fuego, la risa, la hembra
y las lunas que vienen en potros desnudos.

Magazín Dominical de El Espectador, número 186, octubre 19 de


1986; p. 17.
250
Trueno que da miedo

In Memoriam

Entre diálogos y silencios


chupaba naranjas encapuchadas
para que cada frase le saliera fresca
como una bala exacta,
para que ningún esfuerzo
fuera a rebotar en el olvido.
Por las noches
amarraba los relinchos
de los caballos briosos que retumbaban
en la pradera de sus imaginaciones,
y luego los quemaba con su aliento
para armar esa gran tea
que llegaría veloz
alumbrando la buena nueva:
hemos dado a la fuga las tinieblas
¡viva el zumo de trópico
cayendo en la boca
de estos tiempos sedientos!

Empacó, sin proponérselo,


sus ojos horadantes
y su frente ancha
y sus cejas berberiscas
y su escritura a medias
y su alegría apoteósica
y su biblioteca ambulante
y sus chontaduros con sal
y su estatura entera (úlcera incluida)
y se fue con sus vivas
a descansar de tanta muerte diaria.
(La suya parece una tumba cualquiera
pero yo sentí que en ella

Magazín Dominical de El Espectador, número 186, octubre 19 de


1986; p. 17.
251
Nelson Osorio Marín

la vida acostó un paréntesis


para hamacarse
durante un sonoro silencio
que pega este grito
en todos los muros de la eternidad:
no se acaba el Sueño
ni acribillando al Soñador).

252
Trueno que da miedo

Aquanauta

Este mar que ahora me salpica


es como una casa moderna:
sin zaguanes, sótano o recovecos
donde parir a borbotones
los acantilados del miedo o el asombro.
En sus aguas petróleo
ni en sus playas de arena-draga china
se ve venir
(como antes a la hora de la magia)
a huracanados Barbanegra
timoneando un escondido calipso
que silba la luna a dúo
con el viento del tiempo color poema vivo,
para enamorar a la sirena enamorada
del rostro de un rey lejano
que monta guardia en la cara
de un doblón español ahogado.
Y no es falta de imaginación:
sucede que la fantasía no anida
entre arrecifes de insomnio sucio
ni la locura danza en las palmeras anémicas
de un malecón cuadriculado en grises.
Sin embargo para mí no llega la derrota.
A pesar y en contra
de tanta prosa sin corales
jamás dormiré al lado del luto
pues siempre espero el Sueño
con los ojos abiertos y las alas dispuestas:
donde más queme el delirio,
donde el hechizo reverbere
abriendo las noches cerradas,
allí vela y vuela
el mar de mi Mar.

(1987)

253
Nelson Osorio Marín

Instantes de cara o sello

La vida se ofusca
y sobrevienen momentos
que son monedas al aire.

Tomarlos es caminar a ciegas


por la cuerda loca.
Dejarlos,
andar a cubierto
pero luego la nada
ocupará palco especial
en los recuerdos futuros.

Y varias nadas protagonizando algo


logran lleno completo
en el teatro de los acontecimientos vacíos.

(1987)

254
Trueno que da miedo

Resúmenes

Puede que todo


no sea más
que mi trajinado corazón de viento
que se inflama al más leve guiño
de una música caliente
o se desconcierta
al descubrir cada día a cada hora
que uno es uno
y todo el mundo y mucho más.

Si es así,
gracias por todo.
Gracias por dejarme comprender
que la realidad
sólo se vive caminándola
a varios centímetros del suelo
como hacen los niños, los locos
o este trajinado corazón de viento
que ya sabe
que los fantasmas somos nosotros
en un planeta joven
que es apenas la orilla
del infinito más acá.

(1987)

255
Nelson Osorio Marín

Imagen

Después de tanto de no verte, hoy,


desem­pacando papeles y otras cosas,
te miré en el Afi-Ché.

La quietud muerta de los hombros


proyecta sobre el piso
huellas de guerra en América.

En el rostro
la muerte ha hecho su escondrijo.
Pero sabe
que a pesar de todo
perdió la partida:
no cesan de crecer
—con otros rizos—
el revolcado pelo negro
ni la sombra huracanada
que desde todas partes
cubre a América.

Te invito a Mañana.

[1987]

256
Trueno que da miedo

Banquete

El hueso a medio roer


se refleja
en el hueco sin fondo
del sueño trunco
de un pueblo frío
jamás invitado.

Tintinean cristales
y se mece el brandy.

Eructos, de una parte.


Túneles de la otra.

[1987]

257
Nelson Osorio Marín

Los pasajeros del humo

En la tibia penumbra del tabaco


el hombre sueña con volver a casa
y sus pasos se dejan ir
por el camino del humo:
Desandan amigos,
dolores de patria,
tierras solitarias
bajo los tamarindos,
y olores a espuma y a cebolla frita
en puestos de pescado a la orilla del mar.
Desandan botellas y algunas caderas
religiosamente oficiadas
en camastros fugaces con palabras al rojo
y monedas cobrizas de dudoso origen.
Desandan la guerra
que de gaje en gaje los llevó al encierro.
Desandan y llegan los pasos
hasta la puerta de seca madera
tabla a tabla querida:
al fondo, en la silla de mimbre,
teje una hembra recuerdos de macho.
Con pisadas de gasa se acercan,
piden disculpas por viudeces de ahora
y anuncian tiempos mejores que vienen.
“Díganle al compa que venga,
que venga y se quede del todo”
ella les urge,
pero ellos le hablan de un túnel de luz
por donde se meterá el sueño
de volver a casa ganando la guerra.

El mismo camino del humo


sirve de regreso a los pasos
que de nuevo se integran
al hombre que excava en la celda.
[1987]
258
Trueno que da miedo

Los pasos nunca dados

Los pasos
que te niegas a dar
no entienden la quietud.
Al principio se enroscan
como gato en tobillo
pensando que sólo
apacientas temores
para tomar impulso
en tazas rebosantes de carnaval y plomo.
Luego,
al ver cangrejos en los ojos de tu miedo,
los pasos que te niegas a dar
estiran las piernas
y corren a meterse en los zapatos de otros
que van imparables
por silencios y túneles
buscando
el nuevo maullido de la luz
aquí y ahora.
Otros que conocen
la otra residencia de las nubes,
el rugido del idioma desnudo,
la labor del comején
en la vieja madera.
Y saben poetizar
la hecatombe que anuncia
la caída de altos y maduros cocos
sobre la multitudinaria arena reseca.

[1987]

259
Nelson Osorio Marín

Soledad

Esa enredadera
que trepa acribillante
(como un dolor de oído en el alma)
por el muro mudo que se levanta
entre la primera medianoche
y el último recuerdo
que aún da griticos de esperanza
desde el olor de la almohada.

(1987)

260
Trueno que da miedo

Relojes

Si hoy es el ayer de mañana


¿en cuál espacio de tiempo
cabe el ahora de un mundo
ignorante todavía
de los innumerables universos
que simultáneamente
habitan en él
y en todos los millones de seres
que somos cada uno?

¿Ah?

(1987)

261
Nelson Osorio Marín

¡Apuesto!

Cuando los apocalípticos discurren


se nota que jamás han visitado
las esquinas del sub-amor,
ni la inmortalidad limitada,
ni las tardes de domingo
mentirositas como una tarjeta postal,
ni a los hombres tan anónimos
que se lanzan del edificio más alto
para poder caer en la primera página
de algún periódico de provincia.

Yo sí.
Por eso, contra quienes sentencian
que el olor a Nadie
será el color final del Viaje,
apuesto por la Vida.

(1987)

262
Trueno que da miedo

Al poeta

Puedo escribir los versos más agrios esta noche.


Escribir, por ejemplo, la luna no es la misma
y nos espía el satélite a lo lejos.
Sentir que nada tengo, que todo está por verse
y que se me disuelven nada y todo
en el zumo del preciso instante
en que debo encontrar el extravío
para exprimir los versos más verdes esta noche
en el vaso de una luna menos nuestra.
Y puedo bocetar los gestos más duros esta noche
porque la estrella del Gran Pablo
marchó tras la sinfonía de Neruda
y ya Neruda lleva afónico su lápiz
pues Pablo ni rima ni modula en Isla Negra:
es que el Poeta anda tan lejos
que sólo el Poema sabe a dónde ha ido
a hornear en el frío de los huesos
el calor enigmático de semilla y cementerio
sobre el papel futuro de esa luna
que, por Pablo y por Neruda,
volverá a nosotros bravía y latinoamericana
como la presencia que ronda sibilante
cuando escribimos a pulmón herido
los versos más silentes
para sentir en vivo y en directo
la patética presencia de la ausencia
de Pablo y de Neruda.

Algo así como una Canción Desesperada


con una sonrisa inacabable
en la comisura de los labios de una luna llena
que se prodiga —hembra y macho en amasijo—
por los versos más tristes esta noche,
por los Pablos más Nerudas esta Vida.
(Diciembre de 1987)

263
Nelson Osorio Marín

Que en paz descanse

He muerto
a chuzones de espalda
en el pecho mismo de la entrega,
como si la vida fuera
un arquitecto de castillos de naipes,
con paredes levantadas
sobre cálculos de incompletos ábacos
palabras de antifaz
frescura ácida
lechos de azufre y lija y semen de robots.

De nuevo
el traje de moho y naftalina
para ir a estos otros funerales míos
con girasoles en cerrada medianoche.
Pero ahora no me lloro:
pienso y duelo
la mirada congelada, la osamenta en llaga,
y en la mano un espejo retroactivo
para medirme la complicidad
en mi propio asesinato.
Veo y palpo
que no hay signos de cadáver duradero
pues esta muerte jamás la he merecido.
No así, no con puñales tan absurdos.

¡A nacer, entonces!
A iluminar el gris cabizbajo que me sitia.
Ave fénix de un siglo epileptoide,
renaceré de mis escombros al amor:
licor transparente de manzanas compartidas,
risa y mar de barba blanca,
hijo, pan tibio, pies con alas
y el futuro en bandolera
como pasaporte de vida irreductible.
[1988]

264
Trueno que da miedo

Concierto audiocromático del Condortauro

El cóndor de los Andes vivirá... renacerá.


«El cóndor pasa»

Andareguiando por el alto ceremonial del medioevo


Alejo el Obregón
—polifónico magno de las cortes pictóricas—
ganó un caldero con anillas de jade
en una justa de cetrería que le retó su camarada,
el señor de los dominios alquímicos.
En él apresta su alegoría de hoy
mientras permite a sus colores
elegir el instrumento musical favorito
y afinarlo con almíbares míticos
y almizcles del lejano país de las apariciones.
Abrió en la partitura espacios ad libitum
para facilitar la irradiación de tonos invocatorios
durante el cocimiento del milagro,
y se despoja ahora de todos sus asbestos
y se concentra en el despegue de la conflagración.

(Escuchamos los carraspeos del mar


antecesores al silencio de un rito fecundo).

Nada ni nadie prohíbe el comienzo con un clímax.


Levanta entonces su mano
y la abate fogosa sobre el lienzo:
la sensación vislumbrante de un nuevo mundo
—con Cartagena Caribe en palco de proscenio—
anuncia que arderá otra flama
en el pincel de Obregón el Alejandro.
Irrumpe con un solo de bermellón de trompetas
que quiebra y quema la blanca corona de la tela
y destapa los oídos al silencio.
La batería imperial de los añiles
retumba en la espesura del hechizo
con su tam-tam de yugular ensalmada,
265
Nelson Osorio Marín

y el clavicémbalo del terracota


es pródigo en alusiones subrepticias.
Entran los pífanos de los ambarinos
y el tornasol del corno abundante
agudizando el llamado del Mago
a la clave de sol de la escala cromática
para que transmute su boceto en misterio encendido.
Ya asoma una cabeza de cóndor por cielo y subcielo
pero su candorosa primera mirada
interpreta interludios agónicos
en los azabaches del órgano sacro.
Vienen con furia el pianoforte del glauco,
los dorados lluviosos de fagots y de tubas
y el oscilante vibráfono de las gamas del púrpura,
mas la cabeza de cóndor ha oteado panzudos endriagos
morando el planeta que será su casa
y transmite pavura de proseguir el vuelo
hacia el templo del viento donde espera su cuerpo.
Acaballado en ardorosas paletas
y dispuesto a jugarse el atril de su fiebre,
crescendo total oficia el pintor nigromante:
alabastro de arpas lascivas,
concentrado de lapislázuli en violas,
ocre lumínico de clavicordio y trombones
y quemante carmín de címbalos a una,
refuerzan el desborde del último fragor:
chispea entonces la nova en el pincel estruendoso
y la cabeza de cóndor ingresa a la vida
con el cuerpo agraviante de un toro que embiste
a la opaca sordera de los criadores del miedo.
El gong de una rúbrica honda
cierra el concierto de sonantes colores
con un trazo hierático que pasará al Otrotiempo:
Alejandro el Cromonauta, alias Obregón.

(Entre espejeante y ebrio


lo verán enlunado esta noche brillando un caldero
—el de las anillas de jade—
y sacándole filo a otro de sus vibrantes portentos
en la piedra filosofal de las rumorosas murallas).

(1988)

266
Trueno que da miedo

Bogotá, cuatrocientos sin cuenta años

A Oswaldo Osorio, soñador despierto.

Como carabelas a empellones


peregrinan por mis venas
estas criaturas llamadas calles
con su despiadada belleza a bordo.
Y me dejo habitar e invado
sin retórica y con corazón de esponja
para aprender de sus transeúntes
la palabra que brota y busca
el parque donde se arremolina
el ritmo del nuevo diccionario.
Para sentirme
profesionalmente vivo en todos ellos.
Para leer la cábala que llevan
en su sombra de las seis de la tarde
cuando los afanes empiezan a diluirse
en las crónicas nocturnas
de una ciudad-vientre que prodiga
meollos de asuntos brutales y sutiles.

Las fachadas son recuerdos que estallan


en una mesa de leyendas proyectando
los espejos del futuro,
mientras cielo y cieno
juegan cartas hoy con una realidad
que traza devoradora y maternal
la jungla de las ladrilleras
en el brandy silencioso del hoyo 18:
vida bamboleante
del prodigioso circo bogotano
que igual cuelga su trapecio sin red
del bostezo que renquea por ahí
como rocinante consuetudinario,

267
Nelson Osorio Marín

o de la aparición esplendorosa
de un sueño que dábamos por muerto.

Existidoras ad honorem,
las metáforas murales
testimonian una ciudad sin miedo
a siluetear con ácido
los ángulos agudos de su pánico
y el amor eterno que ayer
se embolsilló un bellaco imprevisto.

Una Bogotá parapetada


entre el conjuro de la poesía
y la prosa del sudor de la frente:
caos luminoso
que bordea techumbre y subterráneos
de los infatigables homonautas
que lo transpiran a horcajadas
de sus propios caballitos de batalla.
Galeón de hechizos asfaltados
con olas de cerros en sabana,
gente como arena
y todo el Mar de la Vida por delante.

(1988)

268
Trueno que da miedo

Crónica de una batalla

Las horas pasan como un grito espeso


por la boca negra de la sangre.
Maquillándose para salir a escena
en las páginas rojas de los diarios,
los silbidos de las balas
baten sus picos estriados
de uno a otro confín del horizonte.
Algunos las sienten llegar,
otros no saben leer
el vahoroso espejo de la muerte en carne propia.
La tierra destripada hace cabriolas en el aire,
relinchan las semillas malheridas
y los hombres imprecan en idiomas extraños
antes de hundir la palanquita
que une su miedo con el bulto de enfrente,
listo también a probar la puntería de su pavor.
Brilla el fuego abrasador y resplandece el acero
en corazones
que un día tuvieron vocación de alas blancas.
Y envueltos en banderas de colores deshilachados
por ese trajinar kilómetros
para ganar un milímetro de vacío,
ninguno da su espada a torcer: nadie acepta
padecer la demencia del círculo vicioso.

La fatiga de pertrechos
abre paréntesis al fragor alucinante.
El humo se arrastra en finas hebras canosas
por laderas y fronteras torturadas.
Las cercas hechas añicos y las frutas desvisceradas
chillan su inocencia de pájaros mudos
en la garganta del silencio momentáneo.
Pero el silencio no es la paz:
es una nota en contravía
de esta época sin lucidez ni torniquetes,
y no tardan en volverlo trizas

269
Nelson Osorio Marín

los gritos de dolor


las voces pidiendo agua
los gestos implorando dioses
la orden de “remátalo” y los alaridos
que trepan a gatas por el sol calcinante.
Más tarde
las siluetas gimientes se quedarán quietas,
se esparcirá un hedor de combatiente anónimo
y las tumbas, si las hay, serán poco profundas:
lo suficiente para que quepan
palabras tasajeadas a medio camino
gestas sin pulir
recuerdos sin pronunciar
heroicidades gaseosas y cuerpos empapados
pregonando el victorioso despilfarro de la muerte.

Cada bando mentirá lo indispensable


para empacar el triunfo en la mochila de su historia
y labrar otra muesca en su macabro bisturí.
A ras del trigo chamuscado se alejarán buscando
el nervio óptico de la próxima contienda
y ni el suelo escuchará las huellas
de sus zapatos felinos.
Pero el silencio no es la paz
ni la paz nace del silencio.
Y aunque aún no den en el blanco mis palabras
seguiré apretando con impertinencia su gatillo
desde la fosforescente barricada
de una poesía que gravita en la esperanza
de llegar a subvertir la Sombra y sus alrededores.

(1988)

270
Trueno que da miedo

Los viejos boleros

Para Elkin y Juan Harvey


con mi saludo especial:
Hola, buenos días, nostalgia.

Atacados por la peste de los nuevos ruidos


y tras el dolor de sordinas astilladas,
se refugian los viejos boleros.
Ya ni salen a dejar sus versos tibios
en lo que fueron gargantas heroicas
de quienes un día los pasearon rutilantes
por los trópicos del corazón.

Estandartes de pasiones congeladas,


de tanto agonizar en el recuerdo
los viejos boleros
se volvieron desconocidos murmullos.

Y hoy son duendes afónicos


sin donde pasar la noche bailando nostalgias
con el lujurioso Mar Caribe,
su gran amor de cuna y juventud.

(1988)

Huellas, Universidad del Norte, Barranquilla, número 26, agosto


de 1989; p. 69.
271
Nelson Osorio Marín

Quimera

Es imposible
sólo porque no lo crees posible.

Si lo deseas
la noche quedará patasarriba
y podrás coger estrellas,
anillos de planetas
y hasta viajeros chorros de luz.
Basta desperezar tu quimera
y quedarán atrapados un segundo:
tiempo suficiente
para ser feliz toda una vida.

Pero hazlo hoy. La tiniebla apremia.

(1988)

Huellas, Universidad del Norte, Barranquilla, número 26, agosto


de 1989; p. 69.
272
Trueno que da miedo

Panorama mundo

Grandes pies de plantas carnívoras


devoran el camino.
Bocazas indolentes
degüellan las uvas de la imaginación.
El corazón olvidó volar
y las pezuñas de la guerra
trazan los límites del mundo:
leviatanes al norte
dragones y basiliscos a oriente y sur
polifemos al oeste.

Vienen por mares amnióticos


los próximos niños
mientras el Hongo-Nada
señorea en la cabeza de los días
y las páginas del Misterio
se descuadernan
en manos de la Lógica.

Queda (tómala o déjala)


la última esperanza
y muy pocos sabemos (tú también ahora)
que su residencia está en ti.

(1988)

Huellas, Universidad del Norte, Barranquilla, número 26, agosto


de 1989; p. 70.
273
Nelson Osorio Marín

Pañuelitos en el muelle

Miles de millones de galaxias


navegan la armonía del océano cósmico
desde el nunca comienzo de los tiempos.
En el suburbio de una,
impera a flote la Vía Láctea
—espinazo de la noche nuestra—
como archipiélago portentoso
de innumerables islas entrelazadas
por canales hormigueantes
de estrellas y planetas.
Estrenando ampulosas canoas
fletadas por el asombro
y cargadas de milenarias interrogaciones,
el rey de la creación del punto Tierra
se dispone a zarpar.

Buen viento, buena mar


y mucha calma cuando descubras
el anonimato total de tu soberbia
y la microscópica invisibilidad de tu grandeza.

(1988)

Huellas, Universidad del Norte, Barranquilla, número 26, agosto


de 1989; p. 70.
274
Trueno que da miedo

Pereira ahí…

A Don Hugo Forero, Humberto Giraldo, Héctor Escobar,


Armando Ossa, Javier Arroyave, Mario Jiménez...
en fin, a todos los tripulantes de esa época intensa.

Caen las gotas de las primeras ausencias


con su mensaje de botella arrojada
a las olas de mi océano en llamas
y Pereira está ahí: en el recuerdo con rostros
de un acorde tanguero pegado al navío nocturno
de quienes llegamos a ser
escanciadores de enigmas
y coleccionistas de tifones errantes.
La carpa viajera de un circo de lunas
estacionado muy cerca al colegio
pernocta aún en un vagón de mis sueños.
Sin embargo
trapecistas y magos están ahora cubiertos
por una leve capa de ocaso en almíbar
y desmemoria implacable:
hoy —con casi medio siglo arrebatado al asombro—
cumplo incontables desenfrenos y oasis,
dos hijos, conflagraciones y libros
y la voz de mi padre reaparece brillante
como un clarín secundado
por faros fantásticos que prenden y apagan
mi primer batir de ilusiones
y mi última lid con su muerte en Pereira,
la olorosa a labios
embadurnados de oración y extravío,
a caja registradora de comerciantes sin hígados
y a chispas de tranvía entrañable
fugado del paisaje infantil como un ave de espuma.

La vida nos mira


y mientras nos sigue se esfuma en vapores tan tenues

275
Nelson Osorio Marín

que nadie siente su itinerario impalpable.


La piel de quienes cantábamos boleros en curda
(siempre hay una torre de viento
por la que vale la pena jugarse la lógica)
pronto será ceniza de calcio en el umbral del olvido.
Pero el corazón de la música
rebota contra el misterio del tiempo
y cae en la red sin orillas de los nuevos muchachos
que como escamas de pez bajo un río espejado
resplandecen y fluyen
en la pista de baile de la primera quimera.

No ha sido fácil llegar hasta hoy


pero siempre ha sido hermoso
pues nada en mí se ha marchitado:
ni la nostalgia ni el éxtasis.
La sed, mi profesión más lúcida,
ha morado en cuencas de húmedas cábalas
sin perder nunca de vista
la carpa viajera del circo de lunas
adonde la sombra de mi padre todavía me lleva
para agradecer a esta vida tan sabia
que cedió a la gramática de la incertidumbre
la última palabra sobre cada destino.

Y en todo
(en caminos de algodón de azúcar
o en laderas agrias de cristales molidos)
Pereira ahí, esculpida y líquida,
colosal y frágil
como la leyenda de una estrella embrujada
invocando calles y gentes y efigies
para reflejar en ellas su hechizo.

(1989)

276
Trueno que da miedo

Militancia

Si en tu mesa se dan frutas


cosechadas en el zumo de la sed de otros.
Si las plumas de tu almohada
despluman las pestañas del insomnio de otros.
Si la risa de tus bolsillos
nada en las lágrimas del sudor de otros,
no lo dudes:
eres uno de los mariscales de campo
del ejército de la infamia.

(1989)

277
Nelson Osorio Marín

Selvacolombia

Se agazapa la acechanza
en cada hoja de vida.
La Muerte
—guardaespaldas de nuestro árbol genealógico—
cobra su salario en especie.
La enredadera del Miedo trepa silvestre
por el cuerpo astral de la esperanza.
La confianza se pudre
en el lodazal de la sospecha
y las altas copas de la catástrofe
no dejan ver la Luz.
En recipientes improvisados
los jefes de la tribu
machacan las exóticas raíces del engaño:
alrededor de la hoguera
una a una bebemos sus pócimas
para espantar el espíritu del pánico.

Por ninguna trocha aparece el chamán


y quienes se atreven a vestir sus alquimias
caen en las horas extras de la Muerte.
¿No merecemos aún el exorcismo?

(1990)

278
Trueno que da miedo

Medellín

No. En Medellín
ya no hay que buscar lunas atroces
ni calles descarriadas
ni hoteles desesperados
ni amores movedizos
ni empresas perdidas.

No. Ahórrate el viaje:


en sorpresas de ignominia
hoy la Muerte te llega a domicilio.
Y como el silencio
es su clímax predilecto,
sólo te salvas si la enfrentas
empuñando el canto a la Vida
hecho en Medellín.

(1990)

279
Nelson Osorio Marín

Aquí estoy

¿Quién es ese
que empuja por salir de mí?

¿Será que ahora soy el que no quiso ser?


¿Será que estoy ahogando
a quien debí representar?
¿Será que me espero en otra vida
para cambiar papeles y volver?

Y si al regreso
el escenario que encuentro
no es el mismo
¿qué haré conmigo en el pellejo de otro?
¿Cómo identificaré la voz de mis ecos
y las huellas digitales de mi canto?
¿Cómo sabré quién escribió por mí
esta duda inconfesable que me hizo retornar?

Sea como fuere


aquí estoy para reiniciar la incertidumbre.

(1990)

280
Trueno que da miedo

Astral

Para Patosa y Margarita,


por ser vientos y espacios que subliman mi vuelo.
Para Artu Estrada, el timonel cósmico de ese vuelo.

Era 1985
en la cartografía picante
de aquellos días medio ebrios de julio.
Era París en mis alas plegadas
y todo lo soñado vino a mis ojos
pero tan raído como un mito de arena,
todo lo escuchado se oía sin eco
y lo fabulado moría sin brillo
excepto el suceso de esa noche enlunada:
mientras paseaba muy cerca a la llama que avivan
los poetas sonámbulos que alimentan la tierra
del bello y extraño Cementerio Montparnasse,
en un rellano de los escalones del tiempo
una astróloga resplandeciente y eterna
me espera, me invita y me lleva
a surcar insondables imágenes
por los sellados caminos de templarios herméticos.

Aún no sé si habré vuelto


o si estoy habitando en ambas edades.
Pero donde sea que ahora me halle,
donde quiera que dancen despiertos mis sueños
ahí vivo
y me siento creciendo con las alas abiertas.

(Julio de 1990)

281
Nelson Osorio Marín

Ecos de galopes estelares

No se rinden voz, leyenda o destino…


Pero es tarde, cada vez más tarde.
Eugenio Montale

En nosotros están. Y nos esperan:


vinos de luz
servidos en copas de sueños dorados.
Ríos de leche azul
desbordando las dimensiones de la fábula.
Arcanos de magia sexual
reordenando las chispas
para que retornen a la llama.
Y guardados en castillos
donde queda atónita la imaginación,
los siglos maravillosos del hechizo blanco
también esperan
que iniciemos el galope inmortal
por la música de las esferas infinitas.

Pero es tarde, cada vez más tarde


y sólo los mejores en alquimia
galoparán primero:
sin cuerpo que estorbe ni mente amordazada
serán jinetes del tiempo que no pasa
recorriendo el espacio que no está.
Y volverán a la llama
con un sabor de vino luminoso en la memoria,
y entre las alas
con la sed eterna de llegar más alto
para ser uno
para ser destino
para ser el Dios.

(Agosto de 1990)

282
Trueno que da miedo

Dejamos de ser ajenos

Si la leyenda trata de volverse realidad,


insiste en la leyenda.
John Ford

Hemos quemado las máscaras


que nos hacían partícipes
del festín de los engaños.
Ya no tenemos gestos robados
a la gramática de la arrogancia.
Ni producimos actos que se rompen
como cristales baratos.

El frenético impulso de arrasarlo todo


no nos conmueve ahora.
La memoria de la prosopopeya
ha sido olvidada definitivamente.
Y aunque siempre nos rebela una voz prisionera
un caballo herido
un manotazo de poder
un niño callado
una silla de ruedas
un sueño muerto...
no dejamos de sentir
que por quemar las máscaras
hemos ganado muchos enemigos.

No somos ángeles
pero dejamos de ser ajenos.
Y estamos vivos en el chorro de luz
de un aliento diferente
que nos proyecta hacia la nueva fábula.

(Octubre de 1990)

283
Nelson Osorio Marín

La resistencia es un río

El mal sale vencedor.


Sólo por ahora.
Un ahora sin decencia
aceitado en todos sus periodos
para perpetuar la oscuridad de los matones.

Pero la resistencia es un río


de cataratas iluminadas
por la poesía sin riberas.
Crepitan en su caudal
olvidados instrumentos de maderas desconocidas
en los que levitaremos sonatas
para lanzar como trombas
contra el litoral y la manigua
de la penumbra cancerosa.

Por ahora
el mal es ganador.
Pero la resistencia es un río de fuerzas interiores
y embarcados en él
desembocaremos en la escena
y encontraremos a los matones
embelesados con su propia sombra.

(Octubre de 1990)

284
Trueno que da miedo

Hospitales

Los enfermos
esperan con sopor de quietud
la llegada de la palabra húmeda
que dará nombre al vacío que los invade
como un espíritu devorador.
Para robarse un poco de su propia angustia
tejen coronas de arrepentimiento con la cal
de las cuatro paredes descascaradas
donde está adelgazándose ahora
el hilo de sus vidas.
Y prometen jamás regresar a la guerra,
al accidente, al descuido o al abuso
que los registró en las listas de
“prohibidas terminantemente las visitas”.

Con la chispa enyesada


y esparadrapo en la memoria de la alegría
susurran algún chiste recalentado
que el vecino celebra
como un ejercicio de los labios
que le impide volverse estatua de algodón.

Los enfermos esperan con sopor de quietud


la llegada de la palabra definitiva:
para algunos vendrá con rótulo luctuoso
y los demás, los afortunados,
darán el salto a la calle jurando no volver
y sin recordar que la muerte
también extiende sus dominios
afuera de los hospitales.

(Octubre de 1990)

285
Nelson Osorio Marín

Lo único fiel de un recuerdo

Inmóvil en su lenguaje de silencio


el recuerdo se calcina a fuego lento.
Pasadas las primeras llamas
sólo quedan sitios borrosos,
risas mudas en rostros sin definición,
los restos de una frase
que sonó a música imborrable en su momento
y la cruda impotencia de lo irreconstruible.

Fantasmas. Eso queda.


La cremación del tiempo no perdona.
Se salvan tal vez algún objeto,
el relámpago de un guiño
o el desasosiego de una sensación no precisada.
Pero, tercos, temerosos del borrón de la memoria,
empezamos a darle cuerda a los espectros
para narrar los acontecimientos
como si el fuego no los hubiera devastado.
Y todo vuelve a recomponerse
en la danza de las tergiversaciones:
lo que fue azul se torna una pared
lo que fue ayer se unta de hace años
lo que fue beso se vuelve una palabra
lo que fue parque se cuenta como puerto.

Mentira.
La cremación del tiempo no perdona:
lo único fiel de un recuerdo es su fantasma.

(Octubre de 1990)

286
Trueno que da miedo

Si el poema brota

Ante un papel en blanco


las palabras urden su aurora
para salir radiantes de la fragua donde arden
invocaciones, sortilegios, salmodias y milagros.
Saben que la Magia
es la ciencia subterránea del planeta,
la sangre de la Vida
que se dispara por la venas de la Muerte
para que las tinieblas sean otra forma de la luz
y el caos una germinación de la armonía.

Ante un papel en blanco


las palabras cantan su silencio embrujado
por la mirada de la esfinge
y por el secreto de los viajeros del tiempo.
Si el poema brota
la razón se retira a sus cuarteles de invierno
y la Magia habrá vencido nuevamente.

(Noviembre de 1990)

287
Nelson Osorio Marín

Anuncio

Un pájaro llameante
prende el anuncio del siglo nuevo
al pie de mi ventana.

Cada noche a la misma hora


me canta su canción de fuego:
arde tu mundo, poeta,
tus ciudades son bombas de tiempo
y los relojes corren más aprisa.
Se angostan los sueños,
se desboca la sed de los comerciantes del miedo
y la indiferencia se manufactura en jornada continua.

Pájaro ígneo, juglar del otro tiempo:


dame un atisbo de salida,
un boceto de esperanza.

Cada uno es ala y horizonte, canta.


Y vuela al sol.
¿Volverá mañana?

(Diciembre de 1990)

288
Trueno que da miedo

¡Ah Bagdad!

Misterio viajando en bajeles dorados


por los cuerpos astrales de un tiempo de luz
que duerme despierto
sobre almohadas de almizcle, oh Bagdad:
tantas lunas dándole cuerda
a las alas de mis sueños eternos,
tantos sueños derramando estrellas
desde jofainas que perduran brillantes
en el alféizar de mi infancia lejana.
Y el eco mágico de tus alminares
dejando salir por las ventanas de un cuento
la oración cantada de imanes y fieles
que sumergen su meditación de sándalo
en la desmemoria del Tigris, ¡oh Bagdad!

Tanto de ti, casi toda tú en mí


si es que puede agolparse el mar
en una gota.

Y ahora
—acunadas en púas por un silbo ciego
que cae del cielo
(tu cielo de lámparas maravillosas)—
nacen las mil y una noches de las hecatombes:
40 ladrones de oriente y oeste
montados en alfombras de espanto
desembotellan millones de muertes
en las palpitaciones de tu poesía.
Y el genio del mal campea su dátil podrido
por las arenas de tu alma esotérica
donde alborearon sus primeros pasos
la imaginación ardiente y la sabiduría cósmica,
¡ah Bagdad!

(1991)

289
Nelson Osorio Marín

La sesión del misterio

Al Conde Saint Germain,


conocido también —entre otros—
como “El Trabajador del Arte Mágico”.

En el deambulatorio de la catedral de la alquimia


bullen poetas y magos oficiando zodíacos
para desentrañar el ensalmo antiapocalíptico:
te conjuramos arcano y te protegeremos
del sicario estilete de la ciencia egocéntrica,
te citamos Custodio del Séptimo Plan
y en La Esfera Giratoria de tus fuentes vitales
bañamos el talón de la agonizante esperanza.

Así, al son de enchiridiones salmódicos,


pactan el vino de la cofradía
antes de timonear las huestes astrales
que encenderán el crisol del Invocador de la Ira
sobre el asfaltado espíritu de nuestro siglo sombrío:
somos los siempre centinelas de enigmas
apostados al este de la faz de la esfinge
para aprender de su parabólico verbo
las alas profundas del número 7 batiendo huracanes
hacia los verdugos del derecho a volar.
Antagonistas de los carceleros de estrellas,
nos cubrimos con linimentos babélicos
y develamos el argot del tiempo que viaja
a bordo del cósmico embrión de la fábula.
Contra los embalsamadores de sueños
somos futuro de oceánicos ojos previendo naciones
de gentes pobladas por El Avatar Acuarius.
Somos la lengua del dragón refulgente
donde arde el legado de la prosa bastarda.
Somos el día de las mil y una noches
proyectando su espejo de rayos violeta
sobre la otra cara de la verdadera moneda.

290
Trueno que da miedo

Somos el médium de la flauta embrujada


y la olímpica antorcha de la triple llama
que inunda de soles el lado oculto de todas las cosas.
Somos poetas y magos por oráculo ungidos:
hágase entonces la Luz del Asombro
en el filo galáctico de la ígnea Espada del Iniciador.

[1991]

291
Nelson Osorio Marín

Quiero

Quiero escribir
pero me sale alcantarilla.
Quiero reír
pero me sale noche mueca,
gesto de purgante o piedra pómez.
Quiero leer
pero me sale trampa de pensar en nada,
ojos al vacío entre renglones.
Quiero placer
pero me sale momento repetido,
orgía de remedos, paraíso perdido.
Quiero dormir
pero me sale pupila dilatada,
monstruos de mí mismo,
alma descompuesta.
Quiero querer
pero me sale piel mordida,
ganas de huir
sobre un caballo de alaridos.
Quiero olvidar
pero me sale ella con su olvido,
sus palabras congeladas,
su distancia matemática.

(1994)

292
Trueno que da miedo

Soy

Soy la cáscara de mi piel


(algo así como el forro del viento)
y cada mañana hago jugo de mí
con las naranjas de mis desastres personales.

Por eso siempre


llego a la oficina
como los demás salen de ella:
vuelto un salpicón de etcéteras y pánicos.
Entonces inicio la jornada
proponiéndome ser mi propio vencedor
y resuelvo lo pendiente
como si lo hubiera tramitado un hechicero.
Pero a veces olvido la varita mágica
en el patio de atrás de mis recuerdos
donde vibra
tu jugo, mujer, hecho con mis frutas,
con la funda de esta Eternidad
que hoy se me parece más a un espejo
que a una metáfora sin espacio ni memorias.

(1994)

293
Nelson Osorio Marín

Faltamos

Faltan tantos mundos


para que se acabe el tiempo
que no sé qué hacer con esta vida
que me prometieron corta.
Ni con este amor que me aseguraron largo
pero que se ha ido parcelando
entre los adioses y los desencuentros.
Ni con Dios que no aparece
ni yo que me le escondo
ni mi escondite que no existe.

Faltan tantos infinitos


para ser eterno
que no me atrevo a suicidar
esta brevedad tan insultante.

Faltan tantos tantos


que me estoy convirtiendo
en la cola de ratón de lo muy poco.
En menos que nada de la Nada.

Faltamos yo y la Inmensidad:
por eso atravesaré su túnel
con tal cabeza de león
que ni yo mismo me daré cuenta
que alguna vez compré el tiquete de ese Viaje.

(Octubre de 1994)

294
Trueno que da miedo

Polvo cósmico

De pronto descubro, Mujer,


que cada instante feliz contigo
es un poema que jamás haré.
Entonces elijo el tiempo sin ti
porque más que amarte, Mujer,
prefiero escribirte, Poesía.

Mago o no
Hombre o sí
algún día de las eternidades
las llevaré a las dos, a ti y a ti,
Mujer y Poesía,
hasta el centro de mi cama,
se los juro.
Y entre los tres seremos Uno.

(Octubre 27 de 1994)

295
Nelson Osorio Marín

Conmigo

Para ti,
que siempre que sientes una piedra en tu zapato,
me cortas el pie.

Después de cada mundo paso a otro


con un conmigo menos.
Pero mis yos escasean
como el verde en el tronco chamuscado.

Yo que me feriaba en la galaxia


hoy veo estallar estrellas como si el universo fuese
un vidrio astillado a martillazo oscuro.
O como si mi martillo fuese el ebrio recién llegado
a la fiesta donde nunca me invitaron
por no tener el aspecto de un astro que marca los destinos.
Ahora me siento mutilado
con un conmigo menos en mi cuenta:
nadie me llamó a la quebrazón de lo ya roto.

Pero no acepto ser


el precio rebajado de un mercado persa
o el baratillo de andén del moho de las pulgas.

Hago míos este vacío que me envuelve en hoyos negros


y esta soledad que por lo menos
me devuelve a mí mismo así sea con un conmigo menos.

(Noviembre 24 de 1994)

296
Trueno que da miedo

Lectura

Releo mis libros


y no figuras en ninguno de mis cantos.
Por eso, no soy tu autor.
Pero me siento tan tú
—tan mi estilo y yo, niña poema—
como quien ama y habita tu vida
sin ser su creador
pero tampoco su inútil inquilino.

(Agosto de 1995)

297
Nelson Osorio Marín

Viento amigo

¿Será verdad
que el viento se lleva las palabras?
me dices entre seria y despreocupada.
Lo ignoro, niña de la búsqueda.
Lo único seguro es que las trae.
Ayer, hablándome de ti,
el viento me dijo:
ojo, poeta, hay un adiós agazapado
acechándolos
detrás de los espejos de todos sus días.

(Agosto de 1995)

298
Trueno que da miedo

Soborno

“Nadie se muere la víspera”


escuchaste en una charla.
Asustada, indagas:
¿eso quiere decir
que al otro día sí?
Tranquila, niña eterna.
Yo ya soborné al día que sigue
después de tu víspera.

(Agosto de 1995)

299
Nelson Osorio Marín

Piano

Qué bello
que no te asombres, niña de mis notas,
cuando las teclas se alzan
para tocar tus dedos
y que tu melodía continúe.
La magia es tan natural en ti
como tu cabellera de noches azabache
que aún no han sucedido.

(Agosto de 1995)

300
Trueno que da miedo

Hasta cuándo y dónde

Me preguntas
hasta cuándo y dónde te amaré.
Te respondo, niña de mis ojos:
hasta unas siete horas
después de la eternidad,
en el corazón
que me prestó el infinito.

(Agosto de 1995)

301
Nelson Osorio Marín

Ayer, hoy y mañana

Escucho el silencio subterráneo


de mi vida que comienza a dudar de su destino.

Todos los días


el hilo de la noche es más largo y sereno:
igual a la delgada sonrisa del escepticismo.

Pocas palabras van quedando


en el diccionario de mi tiempo,
y son abrumadoramente elementales.

La heroicidad es la piel de un ayer


que ahora desnuda mi irremediable desgaste
cuando la obsesión de ser joven
me lleva a usarla como antes.

Los sueños son bufones de sí mismos


y la locura
se ruboriza cuando la invitan a bailar bolero.

Hoy tengo más amigos bajo tierra


que los que contestan a lista en los bares,
en los retazos del delirio
o en los retozos del domingo.

La nostalgia se cuela a cuentagotas


por el patio de atrás de mi futuro breve,
frágil y poroso. Pero no es la derrota:
como la serpiente y el águila,
luchan por sobrevivir mis recuerdos y mi muerte.
Sé quién ganará:
nacer es empezar a perecer
y morir no es otra cosa que una metamorfosis de las alas
en otros campos de batalla. Allá me espero.

302
Trueno que da miedo

En la lejanía de galaxias no paridas


brilla mi nueva mente
como una friolenta fogata por arder.
Buscaré en ella las flamas de todos mis amigos
para intentar otra vez
la reinvención de nuestro mundo
con menos yerros entre pecho y espalda
... ¡y con baraja propia!

(Septiembre de 1996)

303
Nelson Osorio Marín

Después de los despueses: el mar

Después de mi entierro
(cuando regrese a casa compungido
porque amaba mucho al muerto)
quiero seguir navegando.
Empeñando el porvenir en el lomo de las olas
o gastándome el presente nuevo
bajo los pilotes verde y terracota
de un muelle que atraviesa los océanos.

Después de mi sepelio
(cuando sienta el pañuelo del occiso
húmedo de lágrimas
por alguien que se queda lejos
mientras yo regreso a casa)
quiero vivir amigos
respirar hijos
crucificar advertencias
oler y lamer amantes al milímetro.
Igual que hace la espuma
que se aprieta al final de cada ola
para meterse en el corazón
de los agujeritos de la playa.

Después del cementerio


(cuando escuche en el camino a casa
que yo era un tipo bueno
porque jamás hay muerto malo)
vendrán y pasarán las guerras,
los presidentes y las servilletas.
Vendrán los cuartos de los hoteles costaneros
con tertulia o con puñaladas.
Vendrán lejanías de tangos,
presencias de sones caribeños
o despedidas de Bitles y Betóvenes.
Pero el mar y yo
nos sentaremos a manteles y devoraremos

304
Trueno que da miedo

esa pasión de ir siempre más allá


de cualquier más acá de las incógnitas.

Después del Requiescat in pace


o del último fragor de llama que prefiero
(cuando ni yo mismo espero
mi regreso a casa
y no lo creo aunque me aparezca)
quiero sonreír aunque sea de soslayo:
al fin y al cabo —que recuerde—
es mi primera muerte en serio.
Y eso me da derecho
a preguntarle al universo:
¿Existió alguna vez alguna casa
distinta a este mar
donde soy guardián de mis cenizas y mis sueños?

(Enero de 1997)

305
Este libro se terminó de imprimir
en los talleres del Centro de Publicaciones
de la Universidad del Quindío
(Armenia, Colombia)
en el mes de agosto de 2017.

S-ar putea să vă placă și