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Los receptores que son estimulados continuamente por un NT o por fármacos (agonistas) se hacen
hiposensibles (infrarregulados); aquellos que no son estimulados por su NT o son bloqueados
crónicamente (antagonistas) se hacen hipersensibles (suprarregulados). La suprarregulación o
infrarregulación de los receptores influye de forma importante en el desarrollo de la tolerancia y
dependencia física. La retirada es un fenómeno de rebote debido a una alteración de la afinidad o
densidad del receptor. Estos conceptos son particularmente importantes en el trasplante de órganos o
tejidos, en los que los receptores están deprivados del NT fisiológico por denervación.
Los receptores colinérgicos se clasifican en nicotínicos N1 (en la médula adrenal y los ganglios
autónomos) o N2 (en el músculo esquelético) y muscarínicos m1 (en el sistema nervioso autónomo,
estriado, corteza e hipocampo) o m2 (en el sistema nervioso autónomo, corazón, músculo liso,
cerebro posterior y cerebelo).
Los receptores de GABA se clasifican en GABAA (activan los canales del cloro) y GABAB
(activan la formación del AMP cíclico). El receptor GABAA consta de varios polipéptidos distintos
y es el lugar de acción de varios fármacos neuroactivos, incluyendo las benzodiacepinas, los nuevos
antiepilépticos (p. ej., lamotrigina), los barbitúricos, la picrotoxina y el muscimol.
La dopamina
La dopamina es el neurotransmisor que controla los movimientos voluntarios del cuerpo y está
asociado con el mecanismo de recompensa del cerebro. En otras palabras, la dopamina regula las
emociones placenteras, y las drogas como el alcohol, cocaína, la heroína, la nicotina, el opio e
incluso aumenta el nivel de este neurotransmisor, por lo que el usuario de estos fármacos se siente
bien. Disminución del nivel de dopamina se asocia con la enfermedad de Parkinson, mientras que
los pacientes de la esquizofrenia se encuentran generalmente a tener un exceso de dopamina en los
lóbulos frontales del cerebro.
La serotonina
Glutamato
La epinefrina y norepinefrina
Las endorfinas
Las endorfinas son neurotransmisores que se asemejan a las de los compuestos opioides como el
opio, la morfina y la heroína en la estructura. De hecho, su efecto sobre el cuerpo es también similar
al efecto producido por los compuestos opiáceos. Al igual que los opiáceos, las endorfinas pueden
reducir el dolor, el estrés y promover la calma y la serenidad. Estos son los neurotransmisores que
permiten a algunos animales a invernar al disminuir el metabolismo, la respiración y el ritmo
cardíaco.
De las prolongaciones de las neuronas, algunas no salen del sistema nervioso central, sino que
comunican unas neuronas con otras dentro del mismo, y serían como los soldados que llevan
mensajes de un general a otro dentro del cuartel. Otras prolongaciones, en cambio transmiten al
sistema nervioso central información del resto del organismo o del medio externo, o llevan las
órdenes del sistema nervioso central a los órganos periféricos. Estas prolongaciones se agrupan en
los nervios, y constituyen el sistema nervioso periférico. El sistema nervioso periférico sería como
los mensajeros que llevan la información de la batalla a los generales, o los que llevan ordenes desde
los generales al frente.
El sistema nervioso central está organizado de forma jerárquica, es decir en niveles. Cada nivel
controla a los niveles que tiene por debajo, y es controlado por los que tiene por encima.
El nivel más alto es la corteza cerebral. En la corteza cerebral están localizadas las funciones
superiores del sistema nervioso central, como la percepción consciente, la memoria, o el
razonamiento lógico. Debajo de la corteza cerebral se encuentran otras estructuras que ajustan de
forma inconsciente los detalles de los movimientos, por ejemplo el cerebelo y los ganglios basales.
El hipotálamo es el que controla el medio interno del organismo. Más abajo está el tronco del
encéfalo, que debe su nombre a que tiene forma de un tallo sobre el que se asienta el cerebro, y
controla aspectos más básicos de la función, como el mantener el equilibrio en la posición erecta, el
control de la presión arterial, y movimientos automáticos como la respiración, la deglución o la
masticación. El nivel más básico es el de la médula espinal, que controla los movimientos más
sencillos, como el caminar, o el retirar la mano ante un estímulo doloroso.
La enfermedad de Parkinson, es el trastorno del movimiento más frecuente, afectando alrededor del
2% de individuos. Se trata de la segunda enfermedad neurodegenerativa más frecuente después de la
enfermedad de Alzheimer. La edad medio de comienzo es de 55 años, y la incidencia aumenta
significativamente con la edad.
Mientras que hay algo menos de un 10% de enfermos de Parkinson que padecen la enfermedad por
una mutación genética hereditaria, la mayoría (90-95%) de los casos de esta enfermedad no es de
causa genética, desconociéndose su causa, por lo que se engloba dentro del grupo de patologías
idiopáticas. No obstante, los factores ambientales y psicosociales (ambioma), juegan un papel
importante como factores desencadenantes.
Los síntomas clínicos aparecen como consecuencia de una pérdida progresiva y selectiva de las
neuronas dopaminérgicas en una zona específica del sistema nerviosos central. Desde el punto de
vista clínico, la enfermedad de Parkinson se caracteriza por: 1) rigidez de la musculatura o aumento
del tono muscular, 2) temblor en reposo, y 3) una seria incapacidad de iniciar el movimiento,
denominada acinesia o bradiquinesia. Además, aparecen otros síntomas a lo largo de la edad
Podemos, entonces, resumir, que las mitocondrias de las neuronas dopaminérgicas de la sustancia
negra constituyen el desencadenante de la sintomatología de la enfermedad de parkinson cuando se
dañan y, precisamente por este motivo, son las dianas terapéuticas sobre las que hay que actuar para
prevenir su disfunción y estimularlas para que produzcan ATP suficiente para mantener las neuronas
dopaminérgicas vivas.