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COLECCIÓN POPULAR

634

La nación como problema


Serie Breves
dirigida por
Elías Palti
ENRIQUE TANDETER

La nación
como problema
Los historiadores y la
"cuestión nacional"

FONDO DE CULTURA ECONÓMICA


México - Argentina - Brasil - Chile - Colombia - España
Estados Unidos de América - Guatemala ~ Perú - Venezuela
Primera edición, 2003
Segunda reimpresión, 2006

¿Cómo puede uno evitar hundirse


en la ciénaga del sentido común si
no es convirtiéndose en extranjero
de su propio país, lengua, sexo e
identidad?

JULIA KRISTEVA

Él descubrió el punto arquimédico,


© 2002, FONDO DE CULTURA ECONÓMICA DE ARGENTINA S.A.
pero lo usó contra si mismo; parece
El Salvador 5665; 1414 Buenos Aires
que le fue permitido encontrarlo
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sólo con esta condición.
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Hecho el depósito que marca la ley 11.723
Introducción
La nación, su historia
y la historia de su historia

La nación, en el concepto actual del término, es, se-


A las víctimas gún se afirma, una creación relativamente reciente (y,
inocentes de Irak. en última instancia, arbitraria). Su desarrollo se en-
cuentra íntimamente asociado a una serie de proce-
sos y fenómenos históricos típicamente modernos,
como la burocracia, la secularización, el capitalis-
mo, la revolución, etcétera. De allí que los orígenes
de las naciones, contra lo que afirman los propios
cultores del nacionalismo, que suelen ubicarlos en
un lejano pasado mítico, no podrían rastrearse más
allá de fines del siglo dieciocho. De este modo, los
historiadores buscan dislocar las narrativas naciona-
listas que describen aquellas formas de agrupamien-
to social (como las tribus, las ciudades-Estados, los
. imperios, etcétera) bajo los cuales, de hecho, la ma-
yor parte de la población ha vivido, como meras
formas preliminares e incompletas de las modernas
naciones-Estado, las que constituyen una suerte de
telas hacia el cual se orientaba todo el desarrollo
histórico precedente, y le dan sentido. En el curso
del último siglo los historiadores denunciaron siste-
máticamente el anacronismo implícito en este pun-
to de vista.
Tal historización del concepto de nación no es, en
fin, ideológicamente neutra, sino que busca minar las
aún difieren de los miembros de otras nadones: es-
bases del moderno nacionalismo. En definitiva, a fin to es precisamente lo que la cienda tiene que ex-
de articularse, el nacionalismo debería permanecer plicar ([1924] 1996: 41).
ciego a sus propias premisas. La revelación de sus
fundamentos contingentes lo privaría de su sustento La nación debía, en efecto, dejar de aparecer como
conceptual, evitando así -o al menos obstaculizando- un hecho natural (o cuasinatural) a fin de que pu-
su desarrollo en un jingoísmo. diese volverse susceptible de análisis crítico, lo que
Algo en lo que se ha insistido menos, sin embargo, sólo ocurre a fines del siglo XIX y comienzos del si-
es que, si la nación es un fenómeno reciente, mucho glo XX. Hasta entonces, las narrativas nacionales se
más lo son los estudios sobre ella: la nación y el na- limitarían a relatar los supuestos orígenes de la na-
cionalismo sólo surgen como tópicos en el período ción respectiva, tratando de revelar las característi-
de entreguerras (su hito fundacional lo marcarían, en cas que la identifican y distinguen de las demás, así
los años veinte, los trabajos de Carlton Hayes y Hans como las lineas maestras que orientarían su evolu-
Kohn), y se afirman como tales recién en la segunda ción y determinarían su destino último. En fin, esas
posguerra. En última instancia, también estos estu- narrativas articularían el éoncepto genealógico de la
dios tienen sus propias precondiciones históricas de nacionalidad.
existencia, las que, podemos decir, no datan de más Como lo muestra la cita de Bauer, la problemati-
allá de comienzos del siglo veinte. zación de este concepto no necesariamente supuso el
En la que es probablemente la primera obra siste- rechazo de la entidad histórica de la idea de nación:
mática escrita sobre el tema, Die Nationalitiitenfrage según puede leerse, Bauer insistía aún en la existen-
und die Sozialdemokratie [La socialdemocracia y la cia de "caracteres nacionales" diferenciales que pue-
cuestión nacional] (1924), Otto Bauer deja traslucir den identificarse claramente. Sí tiene como premisa,
algunas de las premisas necesarias para que la nación sin embargo, el supuesto de que, cualesquiera·· que
pueda convertirse en objeto de escrutinio. Las pala- sean estas características, no tenían que ser necesaria-·
bras con que abre dicho estudio son reveladoras al . mente así; ellas no se encuentran inscriptas desde sus
respecto: orígenes en el concepto mismo de la nación respec-
tiva. Tal señalamiento abre ya una primera fisura en
El carácter nadonal no es una explicadón~ e; algo el concepto genealógico, haciendo posible de este
que debe ser explicado. Establedendo la variadón modo, por primera vez, la reflexión frente a un obje-
de los caracteres nadonales, la denda no resuelve to (la "nación" como tal) que, al perder su anterior
el problema de la nadón, sino que s~plemente lo velo de naturalidad, contendría ahora un interrogan-
plantea. Cómo surge la comunidad relativa de ca-
te que debe ser develado. En fin, como decié¡ Bauer,
rácter, cómo es que todos los miembros de una na-
dón, a pesar de todas sus diferendas individuales, el "carácter nacional", lejos de servir de expjicación
aún coindden en una serie de rasgos y, a pesar de última de todo desarrollo histórico particular, debe-
toda su identidad física y mental con otros pueblos, ría ser él mismo explicado. El explanans se había

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vuelto el explanandum (que requiere, a su vez, un ex- homogéneas, en permanente antagonismo, para tra-
planans). tar de reconstruir los contextos de debate específicos
Lo dicho parece justificar la afirmación de Eric y las condiciones en que ambas perspectivas enfren-
Hobsbawm en su "Introducción" a Nations and Na- tadas pudieron eventualmente articularse¡ en fin,
tionalism Since 1780 [Naciones y nacionalismos desde intentar lo que Pierre-André Taguieff llama una
1780], de que "ningún historiador serio de las nacio- perspectiva "polemológica":
nes y el nacionalismo puede ser un nacionalista polí- La historia del nacionalismo debe incluir, además,
ticamente comprometido" (1991: 12). Sin embargo, una historia de las historias del nacionalismo. Aho-
esta perspectiva tiende a engendrar en el historiador ra bien, ésta sólo puede escribirse, desde nuestra
la ilusión de encontrarse libre de toda presión ideo- perspectiva polemológica, como una historia de las
lógica: "afortunadamente, al disponerme a escribir el interacciones polémicas de las historias nacionalis-
presente libro -son las palabras con que Hobsbawm tas y antinacionalistas del nacionalismo (¡perdóne-
concluye tal "Introducción"- no tuve que dejar de la- seme lo tedioso de la formulación1). Las paradojas
y las dificultades metodológicas surgen claramente
do mis convicciones no-históricas" (1991: 13). Como
apenas se toma en cuenta el que "nacionalismo" Y
señala Tom Nairn: "antinacionalismo" se dicen en varios sentidos, Y
Los prejuicios del nacionalismo (incluso los de un que estos diversos sentidos se organizan y se cons-
nacionalismo vago y genérico) son fáciles de detec- truyen en y por ciertas interacciones conflictuales.
tar. Sin embargo, los del internacionalismo lo son (1993: 66)
menos. Un nacionalista (o aun un pannacionalista)
Una aproximación polemológica tal requiere, pues,
habla, por definición, desde un lugar; el internacio-
nalista, en cambio, no habla desde ningún lugar la puesta previa entre paréntesis de la autopercep-
particular (1996: 268). ción de los cultores del enfoque antigenealógico que
concibe su critica de las ideas nacionalistas de la na-
El carácter alegadamente objetivo y científico de ción como fundadas en meras comprobaciones em-
los estudios historiográficos ha colaborado, en reali- .píricas. Sólo entonces pueden tomarse visibles los
dad, a ocultar el hecho de que el discurso· an.tige- dispositivos conceptuales que se ponen en funciona-
nealógico tiene, al igual que su opuesto, sus propios miento en la articulación de su propia perspectiva
presupuestos frente a los cuales debe también per- antigenealógica (y, en definitiva, revelar los profun-
manecer ciego a fin de articularse como tal. Esto dos lazos conceptuales que la ligan a la de sus con-
nos lleva al tópico del presente trabajo. Dicho sin- tendientes).
téticamente, de lo que se trata aquí es de historizar
· la propia contienda antigenealógica; y para ello es
necesario dejar de ver a nacionalistas y antinaciona-
listas como conformando dos corrientes estables y

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El nacionalismo y sus historiadores se hacia el exterior -o incluso contra él-, es decir,
antes de asumir una actitud hostil hacia otra na-
ción, es conciencia plena de sí misma, de su propia
"individualidad", constituida por el pasado y por el
Como vimos, las naciones, según se asegura hoy, son· presente, tanto de las tradiciones históricas como
creaciones recientes. Las formas estatales preceden- por la voluntad actual de ser nación (1987: 22).
tes, como las monarquías del Antiguo Régimen, no
podrían considerarse aún verdaderamente como ta- En definitiva, no son las naciones las que crearon los
les. "Tales soberanías"; señala Elie Kedourie, "estaban Estados modernos, sino los Estados modernos los que
lejos de ser 'naciones', según se las entiende en el dis- crearon las naciones, tal corno las conocemos. Y aqué-
curso nacionalista" (1993: 73). De hecho, esas sobe- llos, a su vez, serían el resultado contingente de una
ranías no estaban fundadas en principios de naciona- serie de eventualidades históricas. Volviendo a Ke-
lidad, sino que se organizaban a partir de sistemas de dourie "Francia es un Estado", dice, "no porque los
autoridad personales que se extendían a través de te- france~es constituyan una nación; el Estado francés
rritorios diversos, los cuales, muchas veces, no eran es más bien el producto de las ambiciones dinásti-
siquiera contiguos entre sí. Para que pudiese surgir la cas, las circunstancias, la suerte en las guerras, la ha-
idea moderna de la nacionalidad fue necesario antes bilidad administrativa o diplomática" (1993: 72). Tal
que se quebraran las orientaciones universalistas de afirmación busca revelar la naturaleza contingente
los imperios dinásticos que dominaron Europa hasta de los orígenes y fundamentos de las naciones mo-
el estallido de la Revolución Francesa. Así, frente a dernas. "Sabemos hoy", afirma Karl Deutsch, "que la
aquellos autores que creyeron encontrar una conti- humanidad existió mucho antes que las naciones, Y
nuidad esencial entre las primeras formaciones esta- tenernos buenas razones para esperar que seguirá
tales europeas y los Estados nacionales modernos, los existiendo mucho después de que éstas desaparez-
historiadores tienden hoy a enfatizar la especificidad can" (1966: 1).
de estos últimos. Ya en los años cuarenta, Federico Ahora· bien esta conclusión no se sigue necesaria-
Chabod cuestionaba las afirmaciones de aquellos .mente de las ~onsideraciones precedentes, que arti-
que, como Johann Huizinga, creían ver los rasg9s di- culan sólo una crítica "débil" del concepto nacionalis-
ferenciales entre los franceses y los alemanes esboza- ta se limitan a comprobar que la idea nacionalista
dos en el siglo XIII. Según señalaba, rn.'oderna que surge a comienzos del siglo XIX es cier-
tamente moderna, es decir, que no existía antes del
de esa manera [Huizinga] ha caído en un gran equí- momento en que efectivamente surgió. Hasta aquí la
voco: confundir las expresiones y signos de contras- crítica al concepto genealógico de la nación puede
te entre pueblos econtrastes que, por cierto, han considerarse como una mera precisión histórica. Sin
existido) con la idea moderna de nación, algo del
embargo, en la medida en que pretende e~1:raer ~e
todo distinto precisamente porque, antes de dirigir-
allí orientaciones normativas, el discurso antigenealo-

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gico debe necesariamente moverse más allá del pla- resulta obvio que las naciones no ·son cosas que
no histórico fáctico. En efecto, la critica "débil" del existan independientemente de las creencias que
nacionalismo no descarta todavía la posibilidad de las gentes tengan acerca de ellas, en la forma en que
que existieran, ya bajo el Antiguo Régimen, otras for- lo son, por ejemplo, los volcanes y los elefantes
mas de nacionalidad, distintas de las modernas, lo [ ... ]. Así, sí decimos de unas personas que compo-
nen una nación, no sólo estamos diciendo algo acer-
cual resulta profundamente perturbador puesto que
ca de sus características físicas o de su comporta-
hace surgir inmediatamente la sospecha de que, de miento, estamos diciendo algo acerca de cómo se
ser así, las naciones bien podrían sobrevivir a la ero- conciben a sí mismas (1997: 33).
sión del concepto genealógico a que los historiadores
del nacionalismo se encontrarían consagrados (invir- Bernard Joseph sostiene el punto aun más enfátic·a.,
tiendo así la máxima de Deutsch). mente.
Una crítica "fuerte" del concepto genealógico de la
nación debe poder sostener, pues, no sólo la afirma- No es fácil imaginar -afirma- que una nacionalidad
ción -absolutamente irrefutable, pero aún fuertemen- exista como tal antes de que sus propios miembros
te tautológica- de que antes de fines del siglo XVIII tengan conciencia de su unidad y se sientan a sí
no existían las naciones modernas, sino que la nación mismos formando una comunidad. [ ... ] Así, en la
como tal no existía anteriormente. Y es aquí que la medida en que la nacionalidad se basa en el senti-
miento, la existencia de este sentimiento de con-
primera máxima del discurso antigenealógico (que
ciencia grupal constituye un factor de importancia
señala el carácter moderno de las naciones) entron-
primaria en la constitución de la nacionalidad
ca con la segunda de ellas, esto es, su naturaleza de (1929: 126).
"constructo mental", entendido esto ahora en un do-
ble sentido: no sólo las ideas modernas de la naciona- De allí, en fin, que las naciones no preexistan a la
lidad serían meramente ficticias, carentes de funda- emergencia del propio nacionalismo. "Es el naciona-
mentos objetivos, sino que las nacionalidades como lismo", concluye Ernest Gellner, "el que engendra las
tales, al igual que toda otra forma de comunidad más naciones" (1992: 55). Aun cuando fuera el Estado el
allá "de la villa elemental en contacto cara a .cara", se- que crea la nación, ésta no existiría hasta tanto no se
gún las palabras de Benedict Anderson, seriañ ellas afirmara un sentido de pertenencia entre sus miem-
mismas "comunidades imaginadas", que expresan bros que ligara horizontalmente a unos con otros, in-
formas de identidad ficticias o discursivamente cons- dependientemente de los sistemas de autoridades, en
truidas (1991: 6).
fin, una nacionalidad.
En efecto, el surgimiento de las nacionalidades, En definitiva a fin de articular una crítica "fuerte"
aun cuando responda a procesos materiales objeti- de las doctrina; g~nealógicas de la nación que per-
e
vos, no sería independiente de los modos de concien- mita sostener no sólo la suerte de tautología de que
cia subjetiva. Como señala David Miller, la idea moderna de nación no existe antes de la mo-
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demidad, sino que tampoco existiría la "nación" sin dad, por razón de su vida comunal en el pasado, y
más), los historiadores deben producir un doble mo- sus logros y experiencias nacionales" (1929: 133). Y
vimiento conceptual por el cual reducen primero la esto nos devuelve a la crítica "débil" del concepto
nación a sus modos de representación y, luego, redu- genealógico.
cen éstos al concepto genealógico de la misma, el Ésta, como vimos, no negaba, en principio, la po-
que sólo surge, efectivamente, a fines de siglo XVIII. sibilidad de otras formas de conciencia nacional dis-
Este doble movimiento conduce, finalmente, a la tintas de las propias del nacionalismo del siglo dieci-
afirmación de Gellner de que "las naciones sólo pue- nueve. Incluso puede decirse que, de algún modo, las
den ser definidas en términos de la era del naciona- presuponía. Lo único que negaba tajantemente era la
lismo" (1964: 168). existencia de una continuidad lineal entre estas últi-
Ahora bien, este tipo de operación (que conduce mas y aquella otra que le sucedió históricamente.
de la versión "débil" a la versión "fuerte" del enfoque Como señalaba Boyd Shafer,
antigenealógico) se termina de consolidar recién en
los últimos veinte años. Hasta antes de que se pro- la lealtad, el patriotismo y la conciencia nacional
dujera la oleada reciente de estudios relativos al te- son ingredientes en el nacionalismo y le preceden
ma, las posturas de los historiadores no eran en ab- en el tiempo. El sentimiento nacional se desarrolla
a partir de estas y otras ideas y condiciones, pero
soluto unánimes al respecto. De hecho, no sería
mientras sólo ellas existieron, no existía todavía el
fácilmente aceptable la hipótesis, fuertemente con- moderno nacionalismo. A menos que uno suponga
traintuitiva, de que las naciones modernas son meras un determinismo histórico injustificable, aquéllas
"construcciones ideológicas" que no guardan ningún bien podrian no haberse combinado y nunca con-
tipo de conexión con las supuestas formaciones pro- vertido en nacionalismo (1955: 5).
tonacionales que les preceden. Tales enfoques, en
principio, no podrían explicar por sí mismos (es de- No obstante, esta versión "débil" del concepto antige-
cir, sin apelar a la idea de alguna suerte de comuni- nealógicci contiene dos ambigüedades fundamenta-
dad nacional preexistente) por qué ciertas articula- les. La primera, en realidad menos grave, se relaciona
ciones ideológicas nacionalistas y no otras·,:ganan, con la cronología. Gran parte de quienes sostenían
eventualmente, credibilidad, o por qué sóld algqnos la tesis modernista, como Hugh Seton-Watson, bus-
de los Estados modernos logran imponer el tipo de caban básicamente señalar con ella que las nacio-
ficción de homogeneidad cultural ·que supone la nes, tal como hoy las conocemos, no datan de la
idea de nacionalidad (Smith, 1996: 191). Incluso pa- Edad Media, como postulaban los nacionalistas, sino
ra autores fuertemente críticos del nacionalismo, co- que cabe situar su origen a comienzos del siglo XVI
mo Joseph, no cabía duda alguna de que "el deseo de (ya para entonces, afirmaba, "se había completado
ser una nación" no podía ser sino "la expresión de un la formación de la conciencia nacional inglesa";
deseo consciente de los miembros de una nacionali- 1977: 11y33). Aun cuando Seton-Watson y Hobs-

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bawm coinciden en cuanto al carácter moderno de las rece aún de un carácter discriminatorio suficiente co-
naciones, la modernidad de Seton-Watson precede mo para distinguir tajantemente los modos de con-
al menos dos siglos a la de Hobsbawm. En fin, la pri- ciencia nacional propios del siglo XIX respecto de
mera fuente de equívocos deriva del propio concep- aquellos que los precedieron (¿cuándo puede decir-.
to de modernidad, cuyos límites temporales han sido se de una nación que cobró "conciencia plena de su
siempre difusos. individualidád"?). En todo caso, Huizinga bien po-
De todos modos, la segunda y más fundamental dría haber acordado con esa definición sin que por
ambigüedad radica en la propia definición del con- ello se hubiera visto obligado a revisar su afirmación
cepto genealógico de la nación. Como vimos, las ver- (ciertamente, no sería difícil encontrar rasgos de una
siones antigenealógicas se sostienen todas (tanto las conciencia tal en el siglo XVI).
"débiles" como las "fuertes") en la distinción radical Para citar un caso más reciente, Benedict Ander-
del nacionalismo del siglo XIX respecto de todas las son define el tipo de conciencia de la nacionalidad
formas precedentes de "patriotismo" o lealtad pro- que surge de la disolución de los antiguos imperios
tonacional. Sin embargo, esto aún no aclara cuáles dinásticos en términos de la percepción compartida
serían aquellos rasgos que especifican los modos mo- de la existencia de vínculos subjetivos horizontales:
dernos de conciencia nacionalista. Esta segunda am- "la nación", dice, "se la concibe siempre como un en-
bigüedad explica, en última instancia, la anterior: la raizado sentimiento horizontal de camaradería"
vaguedad de las definiciones del concepto genealó- (1991: 7).Ahora bien, si tornamos esta definición co-
gico de la nación es, en definitiva, lo que da pábulo rno base, es perfectamente posible encontrar nacio-
a las versiones que afirman encontrar vestigios cla- nes, en este mismo sentido supuestamente moderno
ros del nacionalismo muy anteriores al siglo XIX. del término, ya en la Edad Media (y, probablemente,
¿Cuál es el concepto de nación de los nacionalis- también en la Antigüedad). Rastreando el uso del
tas?, ¿qué distingue radicalmente a la de éstos de to- término natío, distintos autores pueden refutar rápi-
da otra forma de identidad colectiva precedente? Un damente el tipo de exégesis difundida recientemen-
ejemplo de la vaguedad de las respuestas a tales pre- te por Hobsbawrn (quien la toma, mayormente, de
guntas podemos encontrarlo en la definición""'"'de Cha- Kedourie, 1993: 5-7), destinadas a demostrar su pre-
bod anteriormente citada. En su crítica i Huizinga, sunta modernidad. David Miller, por ejemplo, en-
Chabod negaba que la idea de nación del siglo XIX se cuentra citas en el Diccionario Oxford de Inglés que
reduzca a "asumir una actitud hostil hacia otra na- datan de mediados del siglo XV y que refieren a es-
ción" como sería el caso de Francia e Inglaterra, o de pañoles, escoceses y otros pueblos como "naciones",
Fran~ia y de Alemania a lo largo de la Edad Media y en un sentido no muy distinto al anteriormente men-
la modernidad temprana. Esta idea, aseguraba, "es cionado (esto es, expresando un cierto vínculo cultu-
conciencia plena de sí misma, de su propia 'indivi- ral horizontal, y no meramente político vertical). "No
dualidad"' (1987: 22). Sin embargo, tal definición ca- podemos, por tanto, decir que el concepto de na-

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ción", señala Miller, "haya entrado en el discurso po-
Miller, Hastings y otros sirven para mostrar que no es
lítico sólo con el surgimiento del nacionalismo del
tan sencillo distinguir este concepto de las formas de
siglo XIX; ya era reconocible con claridad al menos
identidad nacional, o protonacional, que le precedie-
un siglo antes en francés, y mucho antes en inglés"
ron. Y ello plantea cuestiones más vastas, de orden
(1997: 46-47). "Existe de hecho evidencia abruma-
epistemológico, relativas a la disciplina particular en
dora", afirma por su parte Adrian Hastings, "de que
que el presente trabajo se inscribe, la historia intelec-
la palabra natío se usó regularmente en la Edad Me-
tual (este estudio no busca aclarar cómo y cuándo
dia en la Vulgata en el sentido de un pueblo particu-
surge la "nación", sino interrogar las diversas concep-
lar por 'su lengua, leyes, hábitos, modos de juzgar y
ciones existentes al respecto). En definitiva, para pe-
costumbres', para decirlo según la frase casi defini-
netrar la especificidad del discurso sobre la nación
toria de Bernard, el primer obispo normando de St.
propio del nacionalísmo del siglo XIX es necesario
David cuando describía en 1140 ante el Papa a los
traspasar su instancia textual para tratar de recons-
galeses como una 'nación"' (1997: 17). "La frecuen-
truir el dispositivo argumentativo que la sostiene, ac-
cia y consistencia en el uso de la palabra desde el
ceder al substrato de categorías y presupuestos que
temprano siglo XIV", concluye, "sugiere una base en
la subyace y del que toma su sentido. Como señalan
la experiencia: los ingleses se sentían a sí mismos co-
Quentin Skinner, J. G. A. Pocock y los demás miem-
mo formando una nación" (1997: 15).
bros de la llamada "Escuela de Cambridge" (véase
Inglaterra sería el caso paradigmático de emergen-
Richter, 1990), sólo así podría prevenirse el tipo de
cia temprana de una conciencia nacional. Según Liah
anacronismos (lo que Skinner llama la "mitología de
Greenfeld, ésta nace en el primer tercio del siglo XVI
la prolepsis"; 1988: 44) que en el nivel de los enun-
(1992: 14). Para el medievalísta Joseph Strayer ya en
ciados de los textos resultan siempre inevitables, co-
el siglo XV "Inglaterra era claramente un Estado-na-
mo lo ilustra el caso que analizamos.
ción" (1971: 347). En fin, aun cuando no hay acuer-
Ahora bien, si logramos descubrir los rasgos que
do en cuanto al momento preciso de su emergencia,
particularizan las diversas formas de concebir la na-
para los especialístas del período parece irrefutable
ción y distinguir claramente el tipo de discurso na-
el hecho de que entre la Guerra de los Ci~n Años y
cionalista de otros precedentes, podremos entonces
la Reforma comienza ya a gestarse entre 1os ingleses
los franceses y otros pueblos de Europa "un enraíza~
concluir que el concepto genealógico de la nación es
efectivamente, reciente, no preexiste a su propi~
do sentimiento horizontal de camaradería", para de-
emergencia. Pero, ¿podremos también asegurar que
cirlo en las palabras de Anderson.
la nación, como tal, no existia antes de fines del siglo
Es cierto que la afirmación de que en una fecha
XVIII? Esto, en realídad, resulta indecidible desde un
tan temprana puede encontrarse ya esbozado el con-
punto de vista estrictamente histórico ecomo señala
cepto nacionalísta que surge en el siglo XIX es senci-
Seton-Watson, "no hay una 'definición cientifica' que
llamente anacrónica. Aun así, las observaciones de
pueda elaborarse" al respecto; 1977: 5). Resolver di-
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cha cuestión supone ya un deternúnado concepto
En definitiva, a fin de tornar las recientes aproxi-
respecto de qué es la nación. En fin, cualquiera fue-
ra la respuesta a esta pregunta, no podría considerar- maciones historiográficas a la nación corno objeto
de escrutinio crítico es necesario antes desprenderse
se corno una mera comprobación empírica, puesto
de la autopercepción de sus autores acerca de que se
que siempre moviliza una serie de supuestos, con-
trata de estudios objetivos e imparciales, libres de
ceptos y categorías que son, precisamente, los que en
toda carga teórica o ideológica distorsiva, corno la
las páginas que siguen trataremos de descubrir, y tra-
que teñiría o afligiría a los relatos de sus contendien-
zar históricamente su origen y fundamentos.
tes, los "nacionalistas". Según veremos, tanto unos
Lo cierto es que, contra lo que suelen imaginar
corno otros son, corno afirma Anthony Smith, igual-
hoy los cultores del enfoque antigenealógico, resol-
mente "míticos",' si por esto entendernos que no se
ver el punto en cuestión (la preexistencia o no de las
encuentran fundados exclusivamente en realidades
nacionalidades) no es algo que pueda realizarse inde-
objetivas ni tampoco la lógica de su discurso tiene
pendientemente de toda red discursiva, corno si se
un sustento perfectamente racional, sino que contie-
hablara desde ningún lugar particular, según indicaba
nen puntos de fisura y quiebres conceptuales frente
Nairn. Podernos decir que en los estudios recientes se
a los .cuales, corno cualquier otro tipo de discurso,
encuentran ya sedimentadas aquellas operaciones
deben permanecer ciegos a fin de poder articularse
conceptuales que permiten la transición de una ver-
corno tales.
sión "débil" a otra "fuerte" de discurso antigenealógi-
Perrnitaserne, pues, puntualizar lo señalado hasta
co. En el curso del último siglo se habría producido,
aquí. 1) La hipótesis de la cual parte este trabajo es
pues, entre los historiadores, algo similar a lo que
ocurrió en el siglo anterior, según señaló Kedourie,
entre los forjadores del concepto nacionalista. Lo 1
"Tres puntos pueden plantearse respecto de esta con-
que fue originariamente un invento (la "nación"), di- cepción. El primero es que ésta también contiene elementos
ce Kedourie, cuya justificación demandaba argumen- '.míticos', en el sentido de una interpretación dramática, que
tación, persuasión, apelación a evidencia de diverso es ampliamente aceptada y que, mientras refiere a hechos pa-
tipo, etcétera, pronto se difunde y afirma al:.punto de sados, sirve a propósitos presentes o metas futuras. El 'mito de
aparecer corno autoevidente y natural, que no re- la nación moderna' remite a una era premodema que c·arece
quiere explicación alguna (Kedourie, 1993: 5). Del de Estado, y dramatiza la narrativa de una modernización que
da nacimiento a las naciones; y las naciones representan en es-
mismo modo, lo que fue inicialmente una distinción te cuadro un estadio más o menos lamentable en la historia
analítica, la diferencia entre el "patriotismo protona- humana, forma parte de una ruptura radical entre las socieda-
cional" y el "nacionalismo", se naturalizó y aparece des agraria, tradicional e industrial moderna, que serán supe-
hoy, para los historiadores del nacionalismoI corno radas una vez que la modernidad sea completamente realiza-
una simple verdad de hecho que no admite réplica da. Tal 'contramito' busca relativizar el nacionalismo y refutar
racional. y explicar los postulados y supuestos del propio mito naciona-
lista" (Srnith, 1996: 192).
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la premisa antigenealógica de que el concepto de nes normativas que desenvuelve el discurso antigenea-
nación de los nacionalistas (es decir, la idea genealó- lógico lo obligan, sin embargo, a traspasar en forma
gica de la nación) efectivamente no existe antes del constante el plano estrictamente histórico, enmas-
siglo XIX (o fines del siglo XVIII). Afirmar lo contrario, carando de este modo orientaciones morales sustan-
como veremos, es sencillamente anacrónico. 2) No tivas bajo el velo de la imparcialidad científica, y só-
obstante, las definiciones del concepto genealógico ln así puede éste articularse como tal (véase Taguieff,
de la nación que suelen utilizarse carecen todavía de 1993: 67-68). Como veremos, tan pronto como esos
un carácter discriminatorio suficiente como para presupuestos se tomaran visibles, el discurso antige-
distinguirlo de aquellos que lo precedieron. Como nealógico comenzaría a fisurarse. Es, en definitiva, es-
señalamos, a fin de descubrir los rasgos diferenciales te proceso de corrosión de las certidumbres en que
de cada forma particular de discurso deberemos tras- se sostiene el concepto antigenealógico el que hace
cender su instancia textual para remitirla a la serie posible hoy objetivarlo y escrutar críticamente su for-
de sus presupuestos, el subsuelo de ideas de la que ma de discursividad.
emerge (que incluye hipótesis científicas, doctrinas De la consideración precedente se desprenden
filosóficas y religiosas, teorías lingüísticas, etcétera). tres objetivos para el presente trabajo. En primer lu-
3) El hecho de que la idea genealógica de los nacio- gar, trataremos de analizar cómo emerge el discurso
nalistas no existiera antes del siglo XIX no necesaria- genealógico de la nación y de especificar su senti-
mente permite afirmar que la idea de nación, como do. Éste, como veremos, remite a transformaciones con-
tal, fuera desconocida previamente. Esta última afir- ceptuales más fundamentales que entonces se pro-
mación resulta legítima sólo bajo el supuesto de que dujeron en la cultura occidental y que, por lo tanto,
el único concepto "verdadero" de nación es el mo- atraviesan de conjunto al pensamiento del periodo,
derno, que surge en el siglo XIX con los nacionalistas incluyendo las doctrinas liberales. A continuación,
(que, efectivamente, no tiene absolutamente nada veremos cómo dicho concepto genealógico empieza
en común con otras formas precedentes de identi- a."revelar sus aporías inherentes y da lugar así al sur-
dad colectiva). Esto no niega, sin embargo, que sea gimiento de las corrientes antigenealógicas que do-
perfectamente posible encontrar naciones~, al me- minaron a lo largo del siglo XX. Nuevamente, el tra-
nos, embriones de naciones- en periodos'muy diver- zado de las condiciones que hicieron posible su
sos, dependiendo, por supuesto, de cuál sea el con- emergencia nos remite al tipo de ruptura conceptual
cepto de nación que se adopte. En todo caso, el que se produjo hacia fines del siglo XIX, de la que
punto es que esto no puede decidirse sobre la base tampoco las ideas nacionalistas permanecerían aje-
de consideraciones puramente empíricas; requiere nas. J\.sí como las ideas de "nación" que aparecen an-
ya la aceptación previa de ciertas categorías y concep- teriormente no tienen ninguna conexión directa
tos, ciertos a priori que, como tales, no se encuen- con la de los nacionalistas del siglo XIX, tampoco
tran fundados en ninguna evidencia. Las aspiracio- existe una continuidad lineal entre las ideas román-

26 27
ticas nacionalistas y el tipo de nacionalismo que
surge en el último siglo een definitiva, como señala
Taguieff, el nacionalismo, al igual que el liberalismo,
se dice de muchos modos). No obstante, si los his- 1. El nacimiento del concepto
toriadores tienden a perder de vista las transforma-
ciones conceptuales producidas dentró de la tradición
genealógico de la nación:
de pensamiento nacionalista (interpretándolas co- su sustrato de ideas
mo una mera acentuación de los rasgos xenofóbicos
ya presentes en su discurso original) es porque sólo
así pueden obliterar los profundos lazos intelectuales La idea moderna de nación tendría, en realidad, un
que ligan su propio enfoque antigenealógico al de sus doble origen, lo que da lugar a una antinomia de la
contendientes. El punto es que el ignorar estas trans- que, alegadamente, resultamos aún herederos. Usual-
formaciones conceptuales lleva a los historiadores del mente se distinguen dos ideas modernas de nación,
nacionalismo a errar su blanco. Si bien la contienda cuya oposición atravesaría todo el pensamiento occi-
antigenealógica es decididamente devastadora de las dental hasta nuestros días. Una correspondería a la
premisas en que se fundaba el nacionalismo de ma- Ilustración, la otra emergería con noción herderiana de
triz romántica que surge en el siglo XIX, no alcanza Volksgeist o "espíritu del pueblo". La primera inscribe
aún a rozar el núcleo de las doctrinas nacionalistas la nación dentro de una perspectiva artificialista según
más recientes que pretende combatir. Finalmente ana- la cual se funda en un vínculo contractual. La segun-
lizaremos cómo, en los últimos años, el propio concep- da, en cambio, concibe a las naciones como entidades
to antigenealógico comen,zaría a descubrir sus pun- objetivas, independientes de la voluntad de sus miem-
tos ciegos, a hacer manifiestos aquellos supuestos en bros. La idea ilustrada define así un contexto demo-
él implicitos y que resultan sencillamente impensa- crático y se proyecta en un horizonte cosmopolita, en
bles desde dentro de su universo de discurso. el que las naciones tenderían históricamente a fusio-
narse en una única comunidad sostenida en los princi-
pios universales de la razón. Por el contrario, la idea ro-
mántica primero formulada por Herder (y en la cual
distintos autores encuentran ya "prefigurada la teoría
hitleriana de Blutund Boden"¡ Rouché, 1940: 25 y 91)
imagina las naciones como totalidades orgánicas, dis-
cretas y singulares (inconmensurables entre sí), y orga-
nizadas en su interior jerárquicamente.
Esta misma antinomia de base se reproduce hoy,
aunque en diversas versiones, entre los historiadores

28 29
del nacionalismo. Algunos la definen en términos de tintas). Como veremos, entre unas y otras (matrices
una oposición entre los nacionalismos en países de filosóficas e implicancias ideológicas) no hay una re-
"alta" y "baja" cultura (Plamenatz, 1973; Gellner, lación lógica, necesaria, sino que media siempre un
1992), u Occidentales y Orientales (Hayes, 1926; proceso de traducción conceptual abierto, en diver-
Kohn, 1982), o naciones "nuevas" y "antiguas" (Se- sas instancias, a distintos cursos alternativos posibles
ton-Watson, 1977). Otros (Ma, 1992; Snyder, 1954; y en cuya definición participan inevitablemente con-
Hobsbawm, 1991) distinguen entre un nacionalismo sideraciones tanto teóricas como extrateóricas. Algo
con bases estatales e integrativo (los "nacionalismos aun más fundamental en el contexto de la presente
oficiales") y un nacionalismo "mentalmente construi- discusión, tal antinomia pivota sobre la base del su-
do" y esencialmente perturbador (disruptive) (los puesto de la relativa transparencia del concepto de
"pequeños nacionalismos"). Finalmente, algunos au- organismo, de que existe una (y sólo una) idea de or-
tores, como Edward Hallett Carr (1945) y Snyder ganismo, cuya definición ha sido uniforme y consis-
(1954), a fin de dar un sentido más claramente his- tente a través del tiempo, y que puede formularse de
tórico a estas tipologías, introdujeron en ellas una di- forma más o menos sencilla (y lo mismo ocurriría, en
mensión temporal, lo que resultaria en una periodi- consecuencia, con su derivada, la llamada concep-
zación (luego retomada, entre otros, por Hobsbawm) ción organicista de la nación). Dicho supuesto, sin
de acuerdo con la cual, en lineas generales, en los si- embargo, no resiste el análisis histórico. De hecho, tal
glos XIX y XX primarían, respectivamente, una y otra concepto sufrió una serie de redefiniciones sucesivas
variante de nacionalismo. En todos los casos subyace fundamentales a lo largo del período que estamos
una misma matriz de pensamiento: a un nacionalis- considerando. Así, antes de preguntarnos si Herder Y
mo progresista y democrático de raíces iluministas se los nacionalistas del siglo XIX se fundaron o no en
opondría un concepto autoritario y reaccionario fun- una perspectiva organicista de la sociedad, debemos
dado en un ideal social organicista (que habría surgi- primero tratar de comprender qué entendían éstos,
do originalmente a fines del siglo XVIII o comienzos en cada caso, por tal cosa (véase Palti, 2001).
del siglo XIX como reacción a las visiones atomistas o
mecanicistas de la Ilustración).
Ahora bien, tal dicotomia. entre un nacionalismo El sustrato preformista de
organicista y autoritario y otro atomista y democrá- pensamiento de la Ilustración
tico es, en realidad, profundamente simplista. En pri-
mer lugar, porque las relaciones entre matrices con-
ceptuales y sus eventuales implicancias ideológicas En realidad, la idea iluminista de nación no era me-
no son nunca determinables a priori (se puede ser o nos organicista que la romántica, sólo que se funda-
bien "reaccionario" o bien "progresista" de muy diver- ba en un concepto distinto de organismo. En efecto,
sos modos, y a partir de premisas filosóficas muy dis- toda la historia natural de la Ilustración (el término

30 31
biología sólo aparece con Larnarck a comienzos del nía, pues, en su origen, un significado opuesto al que
siglo XIX) se sostenía en la idea preformista de ese posteriormente adquiriría: lejos de suponer una
concepto. De acuerdo con dicha teoría, primero for- idea de transformación o generación de nuevas for-
mulada por Marcello Malpighi (1628-1694), si aisla- mas (fulguratio), significaba un mero desenvolvi-
mos la hipótesis de una intervención sobrenatural miento de los caracteres ya preformados. Sólo tal
continuada en el desarrollo de todo organismo, debe- concepto fijista permitiría a Leibniz recluir la inter-
mos suponer que todos sus estados posteriores se vención divina en el momento único de la Creación
contendrían en su germen. El proceso de gestación (p. 40; idea que forma el núcleo de su polémica con
no sería más que un mero crecimiento, producido Newton; Alexander, 1956) y construir conceptual-
por la ingestión de alimentos, de rasgos depositados mente la naturaleza como un sistema. La teoría del
originalmente en el embrión. El descubrimiento, por preforrnismo gerrnínal constituirá, pu~s, la base de
Jan Jakob Swammerdam (1637-1680), de la perfec- la historia natural de la Ilustración.
ta preformación de la mariposa en la crisálida pare- El concepto iluminista de la sociedad no se pue-
cía confirmar tal teoría. Y ello consolida una visión de comprender abstraído de las visiones fijistas pre-
fijista de la naturaleza (ya que hasta entonces se pen- forrnistas de la Naturaleza. La idea de una mutación
saba como perfectamente concebible la transmuta- radical, tanto en las especies animales como en los
ción de los seres, así como de los metales, en especies procesos culturales, resultaba por completo extraña
distintas), precondición, a su vez, para el proyecto ta- al mismo (veáse Radl, 1988). "La naturaleza", decía
xonómico de Linneo: el universo de especies debía, Voltaire en el prólogo a su Ensayo sobre las costum-
en efecto, perder su movilidad a fin de poder fijarse bres, "es la misma en todas partes; así los hombres
su Orden subyacente Oa "escala del Ser"). han debido adoptar necesariamente las mismas ver-
Leibniz provee el sustrato filosófico para tal em- dades y los mismos errores" ([1765] 1990: 26). Esto
presa. 1 Él retoma la distinción escolástica entre ful- no implica, de todos modos, que el pensamiento ilus-
guratio y evolutio para diferenciar entre la génesis de trado ignorase la diversidad entre culturas y épocas:
una nueva forma de vida (fulguratio, la que sólo "las inclinaciones y los caracteres de los hombres",
puede emanar de Dios, puesto que, con'.!;ó-'"señaló aseguraba Voltaire, "son tan diferentes como sus cli-
Spinoza, ninguna sustancia puede ser, sin contradic- mas y como sus gobiernos" ([1764] 1956: 348). "Na-
ción, atributo de otra sustancia), por un lado, y su da hay inmutable fuera de la geometría", insistia, "to-
desenvolvimiento posterior (evolutio), por otro do el resto es variación continua" ([1765] 1990:
(Leibniz, 1710: 395). El concepto de evolución te- 239). Tampoco incluso que careciera de una noción
de relativismo cultural. "Lo que será justo a lo largo
del Loira", decía también Voltaire, "será injusto en las
1
En varios textos, Leibniz hace explíáta esta relaáón orillas del Támesis, porque mis leyes no son úniver-
(véase (1710] 1946: 40). sales" ([1764] 1956: 276). Y lo mismo aseguraba

32 33
Montesquieu: "trasladar a siglos remotos las ideas del mano y lo particular cultural. Los debates que se
siglo en que uno vive, es la más fecunda fuente de produjeron a mediados del siglo XVIII en el seno del
error" ([1748] 1984: 14). Mucho antes de la emer- pensamiento biológico ilustrado ayudan a entender
gencia del moderno nacionalismo, la Era de las explo- el contexto más específico de ideas del que emer-
raciones había abierto la visión de los europeos a la gen las primeras "filosofías de la historia" ~expresión
inmensa variedad de formas culturales existentes en acuñada por Voltaire en el ensayo antes citado) Yen
el mundo, y ningún pensador del período podía sim- qué sentido el surgimiento del concepto evolu~io­
plemente ignorar tal hecho. nista de la historia abrió una fisura en el pensarruen-
Aun así, ni Montesquieu ni sus contemporáneos to occidental.
jamás pondrían en duda la idea de la unidad esencial
del género humano que subyacería tras dicha diver-
sidad. El "hombre en general" (ese "elemento de natu- Las primeras versiones transformistas
raleza inmutable" sin el cual, para Voltaire, "el uni- de la naturaleza y la historia
verso sería un caos" [1764] 1956: 138) servía, en
última instancia, de sustrato unitario y daba un or-
den lógico a las transformaciones históricas (pp. 191 El proceso de emergencia de las doctrinas nacionalis-
y 293). Pero tampoco Herder, por ejemplo, cuestio- tas del siglo XIX es algo sumamente complejo, en el
nó nunca tal arraigada convicción de que "los hom- que se conjugan diversos órdenes de fenómenos cu-
bres en toda la Tierra constituyen una sola especie" yo análisis escapa definitivamente el alcance del pre-
([1784] 1956: 193). La fórmula básica en uno y otro sente ensayo (cuyo objetivo más específico es discu-
seguiría siendo la misma: diversidad cultural / unidad tir los diversos enfoques con que los historiadores
de naturaleza (véanse Voltaire, [1756] 1963: II: 820; abordaron el tema). Aquí sólo intentaremos recons-
Herder, 1956: 302). Esto no significa que el alegado truir aquellas premis~ conceptuales sobre las cuales
quiebre conceptual que se produjo entre ambos no esas doctrinas pivotarían. En definitiva, si bien no
haya existido. Sólo que no es aquí donde pueden puede ignorarse la influencia en su gestación de fac-
encontrarse las diferencias que separan a ung_y otro tores de orden econó"mico, político o social (o inclu-
universo de pensamiento. Ni el Iluminism'o negaba so, quizá, biográfico, como los que alega Kedourie
la diversidad cultural, ni el Romanticismo negaba la cuando explica el surgimiento del nacionalismo ro-
unidad esencial del género humano. Plantear en es- mántico como resultado de la reacción de un sector
tos términos antinómicos la diferencia entre ambos de jóvenes con escasos recursos marginados de los
resulta groseramente simplista, además de servir de puestos de prestigio académico; 1993: 36), ningún
base y conducir a toda suerte de anacronismos. La cuadro de su emergencia estará completo si omite el
pregunta que cabría formular es, más bien, cómo contexto de transformaciones intelectuales más ge-
concebía cada uno la relación entre lo genérico hu- nerales que entonces se producen.

35
La más fundamental de ellas, desde el punto de fon (1707-1788), y abriría una perspectiva a la idea
vista del proceso que nos ocupa, es la desarticulación de la posible mutación de las especies mediante me-
progresiva a la que se ve sometida la noción prefor- canismos puramente naturales. Sin embargo, los de-
mista clásica. En este proceso convergen una serie de fensores del preformismo aún podían fácilmente re-
fenómenos. El deterioro de las instituciones del An- futar dicha hipótesis demostrando que no sólo era
tiguo Régimen, que se inicia con el Asunto de las contraintuitiva ede hecho, ninguna observación pare-
Cédulas (17 50-17 56) y la Guerra de los Siete Años ce confirmar la posibilidad de que surjan especies
(1756-1763), no sería ajeno a tal proceso, puesto que nuevas a partir de las existentes), sino que tampoco
instala un clima ideológico menos hostil a la idea de era capaz de sostenerse por sí misma. De la i:IDsma
posibles transformaciones cualitativas, tanto en el manera en que Leibniz mostró cómo el empirismo
mundo social como natural (véase Diderot, [1769] lockiano implicaba ya ciertas capacidades que sólo
1962: 15 y 1753: 81). Esto coincide, por otro lado, podían ser innatas (el intellectus ipsus), Charles Bon-
con el descubrimiento de restos fósiles de especies net (1720-1793) señalaría también cómo el epigene-
extintas, lo que daría origen al concepto de eras geo- tismo buffoniano presuponia siempre al menos algún
lógicas. El orden y estructura visible del universo elemento de preformación (Buffon hablaba de "mol-
empezaba así a perder su apariencia inmutable. La des internos"), que, en definitiva, explicaría la repro-
pregunta que entonces se planteaba era cómo una ducción sistemática de las formas específicas de vida,
única especie podía dar lugar a infinidad de formas y, con ello, el orden y estabilidad visibles del univer-
de vida cualitativamente diversas entre sí, sin que el so de las especies vivientes.
mundo se convirtiese en un caos eo bien evitando Del espíritu de las leyes, de Montesquieu, es la me-
tener que reintroducir la idea de una tutela provi- jor traducción ai plano histórico social de las concep-
dencial permanente que garantice la coherencia de ciones evolucionistas, de matriz epigenetista, de la
su desarrollo y funcionamiento) .. Ilustración tardía. Éstas le permitían concebir cómo
En el ámbito del pensamiento biológico surgen formaciones culturales diversas podían eventual-
hacia esos años dos teorías diferentes que intentan ~ente surgir por la acción de agentes puramente fí-
dar una respuesta a este interrogante: el epi~netis­ sicos. Sin embargo, más decisivos en la dislocación de
mo y el vitalismo. El epigenetismo concebía la for- las tendencias antievolucionistas del período fueron
mación de los cuerpos no como un proceso inter- los desarrollos producidos en el seno de la otra de las
namente generado a partir de un germen, como corrientes de pensamiento biológico que se opondría
postulaba el preformismo (lo que, como vimos, hacía al preformisrno: el vitalismo.
inconcebible toda idea transformista), sino como el El vitalismo es una teoría cuyo origen moderno re-
resultado de la composición de moléculas orgánicas mite a William Harvey (1578-1657), quien en Exer-
originalmente aisladas. Esta teoría conocería un im- citationes de generatione animalium [Estudios sobre la
portante desarrollo por intermedio del conde de Buf- generación de los animales] (1651) afirmó la forrna-

36 37
ción progresiva del embrión debido a la acc~ón de Una figura clave en la reformulación de las doctri-
un fluido vital que residiría en el esperma. Este le nas vitalistas en el campo de la biología fue Xavier Bi-
trasmitiría su poder vital al germen ("como el imán chat (1771-1802). Él redefme la idea de "fuerza vital"
le presta su fuerza magnética al hierro") activando como la facultad de los cuerpos vivientes que les per-
así el proceso generativo. En el siglo XVIII el vitalis- mite realizar sus funciones inherentes. Siguiendo el
mo es reactualizado por Georg Ernst Stahl. Conoci- modelo de la química de Lavoisier, Bichat clasifica las
do por su teoría del flogisto, Stahl, en Theoria medica diversas "fuerzas vitales" de acuerdo con el grado de
vera [Teoría médica verdadera] ([1707] 1737), sos- desarrollo de sus capacidades respectivas (que deno-
tenía que el alma ~ la vida (anima) era algo previo e mina "sensibilidad" y "contractibilidad") para reaccio-
independiente de la materia; una suerte de substan- nar ante la influencia del medio y ejecutar su función
cia inmaterial que simplemente circula a través de los determinada. Cada sustancia viva (o tejido orgánico)
cuerpos, en sus jugos orgánicos, evitando su descom- constituye así, para él, un "sistema simple" que, al
posición, que se produciría tan pronto como tales igual que las sustancias químicas, conserva sus propie-
cuerpos quedasen librados a fuerzas exclusivamen- dades específicas independientemente del contexto
te físicas. Esta teoría intentaba así dar cuenta del factor orgánico en que se inscribe. Las "fuerzas vitales" po-
que distingue a los organismos vivos de los mecanis- drían, desde entonces, ser estudiadas como propieda-
mos inanimados. En realidad, retenía todavía fuertes des histológicas; la vida no sería más que la unidad sis-
connotaciones místicas que minaban su credibilidad temática de las reacciones de la materia.
científica. Sin embargo, hacia fines de siglo, una serie El aporte fundamental de estas corrientes vitalis-
de desarrollos asociados al surgimiento de nuevas dis- tas será el de otorgar sustento empírico a la idea de
ciplinas científicas, como el galvanismo, la química, una naturaleza teleológicamente orientada, idea que
el magnetismo animal, etcétera, permitirían refor- hasta entonces se encontraba recluida en el campo
mular las teorías vitalistas clásicas. La idea de subs- de la metafísica (todavía en Kant aparece el supues-
tancia vital habría de asociarse entonces a una fuerza to de que las únicas explicaciones científicas legíti-
física o fluido imponderable (como la electricidad, el mas eran las causales [1790] 1981: 281). Desde la
magnetismo o la gravedad) cuya naturaleza.o.podría perspectiva de los vitalistas de fines del siglo XIX, el
analizarse experimentalmente. Los expe~entos de concepto que articulará forma y proceso será el de
Galvani con patas crispadas de sapos, quien logra en función, en el que la idea de una finalidad inherente
1789 reactivar materia muerta mediante impulsos se encuentra condensada (la estructura de un órgano
eléctricos, parecían abrir a la ciencia todo un nuevo estaría determinada no por su proceso de formación
universo de cuestiones al volver posible la tematiza- sino por la función que debe realizar).
ción de los fenómenos vitales y tratar finalmente de Sin embargo, los desarrollos más importantes se
develar el secreto de los mecanismos de la autogene- producen en el terreno de la embriología. En las pri-
ración orgánica. meras décadas del siglo XIX, una serie de hallazgos

38 39
r-
'

en ese campo lleva al "redescubrimiento" de Caspar En Über Entwickelungsgechichte der Thiere [Historia
Friedrich Wolff y su Theoria Generationis [Teoría de la de la evolución de los animales (1828 y 1837)], Von
generación] (originalmente formulada en 17 59, y que Baer apela para ello a la teoría de la correlación de
permaneció olvidada por casi medio siglo). Wolff Cuvier. Dicha teoría, que le había permitido a este
había señalado que, contra lo que afirmaban las teo- último convertirse en el paleontólogo líder de su tiem-
rías del preformismo germinal, en el desarrollo del po, explicaba la economía animal sobre la base de la
embrión surgen partes y órganos que no se encon- mutua correspondencia entre órganos y partes. Como
traban presentes previamente. Wolff describió este mostraba Cuvier en Lefons d'anatomie comparée [Lec-
desarrollo como el resultado de un proceso de se- ciones de anatomía comparada] (1800-1805), sólo al-
gregación y solidificación de substancias orgánicas gunos órganos pueden coexistir. El ejemplo estándar
impulsado por una fuerza formativa o vis essentialis. de Cuvier es el de los mamíferos: para poder sobrevi-
La noción de un principio vital sería, así, reinterpreta- vir, requieren dientes filosos y garras para atrapar a sus
da en términos de una fuerza (Kraft) o nisus Jorma- presas, así como un estómago e intestinos adecuados
tivus fijo y, a la vez, lo suficientemente plástico como para digerir carne, etcétera. El concepto clave aquí es
para permitir la generación de formas y órganos di- el de condíciones de existencia ecomúnmente llamado
versos. Tal doctrina epigenetista vitalista presenta- "causa final", según él admitía), que afirma que ningún
ba, sin embargo, una serie de problemas teóricos que animal puede subsistir sin las condiciones que hacen
llevaron en su momento a descartar la teoría de Wolff posible su existencia, es decir, que sus distintas partes
(y que se asociarían íntimamente y explican las di- deben estar mutuamente correlacionadas y en armo-
ficultades observadas por los estudiosos en el roman- nía con su medio ambiente. Siguiendo este principio,
ticismo temprano, en la trayectoria que va de Her- afirmaba que podía reconstruir un animal completo a
der a Fichte, pasando por Schelling, en la medida en partir de un solo hueso.
que intentarían pensar la historia y la naturaleza se- Von Baer traslada este concepto al plano ontoge-
gún el modelo de las fuerzas formativas o Kriifte). . nético (la formación del embrión). A la idea de gra-
Como mostró Albercht von Haller, esta teoría no dación, correlato embriológico del transformismo
podía aún explicar cómo todos aquellos óriatios di- de Buffon, le opone la de formación, es decir, proce-
versos correspondientes a un mismo ser, resultantes sos genéticos que siguen "planes de desarrollo" es-
de una serie de transformaciones operadas sobre una pecíficos (Von Baer distinguió, con Cuvier, cuatro
substancia originariamente inorgani2:ada, pueden, fundamentales). Von Baer reinterpretaba así el de-
sin embargo, mantenerse siempre perfectamente sarrollo embrional como el pasaje sucesivo a través
correlacionados, trabajando armónicamente entre sí. de formas diferentes pero funcionalmente correla-
Sólo en la década de 1820 surgiría una teoría em- cionadas, es decir, corno un proceso formativo pro-
briogenética consistente de la mano de Karl Ernst gresivamente divergente en el que, en un primer es-
Von Baer. tadio, aparecen en el embrión sólo los rasgos más

40 41
generales comunes que identifican a la clase respec- los autores del período encontraban disponibles para
tiva, luego los de su orden más específico, hasta que abordarlas y definirlas. Volviendo a nuestra pregunta
aparecen aquéllos correspondientes a su especie par- pendiente sobre las diverge~ci~s entre los conce~t~s
ticular y, finalmente, sus características individua- históricos iluministas y romanticos, el resultado ulti-
les. Mediante esta síntesis entre las ideas de Cuvier mo de la serie de transformaciones mencionadas se-
YWolff, Von Baer pretendía discutir a ambos. Contra rá un nuevo modo de pensar las relaciones entre lo
las doctrinas preformistas (Cuvier), afirmaba la idea universal y lo particular, asociado a un concepto es-
de un proceso formativo progresivo ontogenético. pecífico de la temporalidad (i.e., la relación entre
Contra las vitalistas (Wolff), rechazaba el concepto cambio y permanencia).
de fuerzas motoras primordiales distintas de las for- En los marcos del concepto evolucionista román-
mas en que éstas se manifestaban. tico lo universal no consistiría ya en un conjunto de
El resultado será un concepto nuevo de la prefor- car~cteres o propiedades comunes observables en las
mación, un modelo de gestación progresiva en el que formas desplegadas en el espacio homogéneo de la
lo que se encuentra preformado no seria ningún con- superficie visible de los fenómenos, sino que remite
junto de ra_sgos definidos, sino el principio que los a su proceso genético. Lo general, en ellas, no es un
conforma. Este, sin embargo, contra la idea de los vi- valor promedio que pueda descubrirse comparando
talistas, ya no seria ninguna "substancia" o "fuerza unas con otras sino que reside en su principio oculto
formativa" sino un orden lógico de transformaciones de formación (Kraft). Así, formas absolutamente di-
sucesivas, mutuamente correlacionadas, algo pareci- versas entre sí podrían, sin embargo, analogarse en la
do a lo que hoy llamamos un programa genético. La medida en que obedecieran a un mismo impulso ge-
teoría embriogenética de Von Baer representa una e
nerativo e inversamente, formas semejantes podrían
suerte de temporalización de la teoría de las correla- eventualmente disociarse analíticamente, si el princi-
ciones de Cuvier. Así como ésta le permitía a Cuvier pio de su formación obedeciera a lógicas diversas,
reconstruir, a partir de un hueso, la estructura com- aun cuando los resultados fueran similares).
pleta de un animal, aquélla abría la posibilidad de . Del mismo modo, la permanencia en el tiempo no
partiendo de un punto particular en el desarroll0c..d~ excluye la producción de mutaciones cualitativas.
un ser, reconstruir todo su proceso formativo, trazar Corno vimos, estas fuerzas formativas serían lo su-
las fases necesarias en su gestación progresiva. ficientemente plásticas corno para admitir Y dar lu-
Analizar algo más en detalle las complejidades de gar a la generación de formas culturales mutuamen-
este proceso de transformaciones conceptuales nos te inconmensurables. En fin, el concepto de fuerza
desviaría de nuestro objeto específico. De lo que se abre finalmente la posibilidad a la concepción de la
trata aquí es, simplemente, de situar el tipo de cuestio- idea de la ocurrencia de fulguraciones producidas
nes que por entonces se debatían, y cuáles eran aque- históricamente. El orden y estructura del universo
llas herramientas conceptuales fundamentales que tanto físico como moral no se habría, pues, fijado
42 43
de una vez y para siempre, sino que se iría confor- alógica) de nación, también llamada historicista.
mando progresivamente en su mismo devenir. En- ~:ntra lo que suele afirmarse, el historicis:U~ :º1:1~­
contramos aquí una primera versión de la "flecha del tico no afirmaba simple~ente que no existina ~di­
tiempo". El devenir se convierte, entonces, en un cur- viduo, nación o agrupamiento humano alguno situa-
so irreversible (hasta entonces se pensaba que, con do por fuera de la historia (es decir, colocad~ por
sólo revertir el proceso de gestación de los seres -el encima de su tiempo y cultura dados).2 La afirma-
que, según vimos, se trataría de un mero crecimien- ción opuesta seria, en realidad, una defll!-ció~ ªu:1
to de rasgos preformados como producto de. la in- más correcta. Para el historicismo no habna histona
gestión de alimentos-, se podría devolver al orga- alguna fuera de cierta nación~ a~~a~ento.h~a­
nismo a sus formas originales). Frente a un Diderot, no de la que emane, ni deverur histonco posible .m-
para quien "el tiempo no es nada para la naturale- dependientemente de algo que deveng~. Para decrrlo
za" (1769: 15), Goethe aseguraría pocos años más en las palabras de Michel Foucault, el tiempo es con-
tarde que "el tiempo es de por sí un elemento" cebido entonces como "algo que le viene a las cosas
(1818-1829: 2197). desde adentro" (1986). .
Aun así, persiste todavía la idea de la existencia de Corno señala Benedict Anderson, la idea organi-
un sustrato que da coherencia a dicho proceso gene- cista de la nación se asocia así estrechamente a una
rativo (véanse Herder, [1784] 1956: 57; Goethe, noción específica de la temporalidad. Sin embargo,
1808: 598). Encontramos aquí la síntesis, paradójica, en la idea de Anderson del devenir de la nación co-
de un preforrnísmo dinámico. Contra lo que afirma- rno "un transcurso homogéneo y vacío" (1991: 26),
ba el epigenetismo a la Buffon, la acción mecánica fundado en la noción de simultaneidad, se confun-
del medio físico puede, eventualmente, alentar o de- den dos conceptos muy distintos. En la idea e:olu-
salentar potencialidades inherentes en un organismo cionista, el tiempo es homogéneo pero no se piensa
dado, pero no puede por sí misma producir formas corno un fluir abstracto y genérico, sino que aparece
nuevas de vida. El proceso generativo sólo podría como una dimensión inmanente al sujeto, algo que él
responder a tendencias evolutivas inherentes al pro- · mismo produce de sí. En este contexto de pens~­
pio ser, que son las que presiden y explican,. el} últi- miento no se podría hablar de un antes y un despues
ma instancia, su desarrollo efectivo. "La fuerza gené- sin reicitirlos al estadio de desarrollo particular del
tica", aseguraba Herder, "es la madre de todas las ser al que se hace referencia. En un mismo instante
formaciones sobre la Tierra, cuya acción es fomenta-
da o retardada por parte del clima mediante un me- 2 Voltaire, por su parte, tampoco lo negaba . "Todo hom-
ro concurso causal" ([1784] 1956: 206). bre" aseguraba "es una hechura de su siglo, muy pocos pue-
La idea de un desarrollo generado en forma inma- den'alzarse sobre las costumbres de su época" ([ 17 56] 1963 •
nente define un nuevo paradigma de la temporali- 1: 774). Esos "muy pocos" a que se refería Voltaire serán los
dad, del que nace, en definitiva, la idea moderna (ge- que luego los románticos designarán como "genios".

45
44
convivirí~ siempre, en consecuencia, pluralidad de Lo mismo ocurre, en segundo lugar, respecto de la
temporalidades diversas, tantas como seres existen- idea de voluntad individual. El concepto genealógico
tes. No h~bría, pues, un tiempo genérico, singular, si- de la nación, aun cuando, en efecto, concibe a las na-
no plu_r~lidad de temporalidades inconmensurables ciones como entidades objetivas, independientes de
~n?"e s1, irreductibles a una única escala temporal ob- la voluntad subjetiva, no se piensa, sin embargo, a sí
1etiva, abstracta (véase Palti, 200la: 21-82). mismo como opuesto a la idea de libertad individual,
. Este modelo evolucionista preformista del orga- sino sólo al supuesto de la existencia de una voluntad
msmo q~e subyace a este nuevo paradigma de la individual incondicionada. Este concepto, en reali-
temporalidad habrá de traducirse en el principio fun- dad, plantea un problema previo al de la libre elec-
d~m_e~tal de que, si bien las naciones se modifican ción, que es el de sus precondiciones. El supuesto, en
hist?ncamente, ninguna transformación puede intro- este caso, es que cualquiera puede, en efecto, elegir lo
duc1~se en ~llas si no es ya una de sus alternativas po- que quiera, pero no puede, sin embargo, querer cual-
t:nc1ales de desarrollo. Otto Bauer, en la obra antes quier cosa. El carácter nacional define, para tomar la
citada,
. . sintetizó
. l"este concepto en la idea de "aper- expresión de Reinhart Koselleck, el "espacio de expe-
cepc10n
" . nac10na . La "apercepción nacional" m . d·rea riencia" que explicarla las orientaciones prácticas
que n~guna nación adopta elementos foráneos en personales (su "horizonte de expectativa"), y, al mis-
forma malterada; cada una los adapta a su ser total y mo tiempo, proveería el marco objetivo necesario
l~s so~ete al cambio en su proceso de adopción de para el desenvolvimiento del sistema de las libres
d1gestlon mental" ([1924] 1996: 68). ' elecciones individuales (es decir, les permite a éstas
Tratar de comprender cuál era el sentido del pro- constituirse en mayoría, o bien en minoría, de algo).
yecto :n. función del cual se articula el concepto Desde el púnto de vista de la historia conceptual,
genealog1co de la nación permite aclarar en él dos este segundo aspecto es el decisivo, dado que explica
aspe~t~s fundamentales. En primer lugar, la idea ge- por qué, en definitiva, el surgimiento del concepto
~e~log1ca nacionalista no era necesariamente exclu- evolucionista marcó un umbral del que ya no era po-
s1v1sta (como algunos prefieren insistir de mod d . sible un simple regreso. El pensamiento occidental se
od ." f 1 "f , o e
P er as1 re utar a ácilmente). Como señala B vio entonces trasladado a un nuevo terreno -en un
co ·d d " auer
n su I ea e apercepción nacional" ésta~o . - sentido, lógicamente anterior a aquél en el que se
gala posibilidad de "digerir" elementos' extraños~~- desplegaba el universo de ideas iluminista- que es el
1? plante~ que la P.ªi:ticularidad nacional im;one de las condiciones de posibilidad de la voluntad sub-
siempre ciertas cond1c10nes de apropiadón. En todo jetiva. Incluso los mismos planteas adquirieron en-
caso, lo que tal concepto no permite es la posibili- tonces un nuevo significado en función de los nuevos
dad de que una nación pueda asimilar tales elemen- sistemas de coordenadas a partir de las cuales ahora
tos _e~traños sin antes adecuarlos a su constitución se definirían. La Ilustración, en fin, había muerto. És-
orgamca. ta era indisociable (entre otras cosas) de la historia

46 47
natural y las ideas preformistas del desarrollo em-
brional. Quebrada la serie de presupuestos en que se
sostenía, ya nada podría resucitarla. Y ello revela por
qué las perspectivas dicotómicas antigenealógicas
que dominan la literatura sobre el tema llevan a apla-
2. La descomposición del
e
nar la historia intelectual de hecho, las orientaciones concepto genealógico
normativas que la guían exigen oposiciones claras, de
validez transhistórica, y cuyo contenido ético sea fá-
cilmente perceptible). A fin de poder ver un supues-
Como se señaló en el capítulo anterior, el concepto
to legado de ideas ilurninistas proyectadas hasta el
evolucionista preformista instala el nicho epistemo-
presente, es necesario antes desprender tal corriente
lógico particular, el vocabulario de base dentro del
de pensamiento del aparato discursivo en que esas
cual cabe inscribir tanto las corrientes nacionalistas
ideas se sustentaban, arrancarlas del suelo de nocio-
como sus contendientes, y sólo en ese contexto am-
nes y categorías en función de las cuales adquieren
bas resultan inteligibles. No obstante, esto no quiere
sentido, para reducirlas a una serie de máximas más
decir que dicho concepto no se viera sometido a lo
o menos triviales edescubribles, efectivamente, en los
largo del período a un proceso de desgaste, que lo iría
contextos más diversos). Una visión tal obliga, en fin,
minando progresivamente.
a violentar la historia intelectual. Lo cierto es que, a
La erosión del concepto genealógico de la nación
lo largo del siglo XIX, el concepto evolucionista ge-
comenzó, en efecto, en la segunda mitad del siglo
nealógico proveería el suelo de categorías en función
XIX. Dos textos famosos resultan ilustrativos al res-
de las cuales tanto los nacionalistas como sus oposi-
pecto. El primero es el de lord Acton, "Nacionali-
tores podrían abordar la "cuestión nacional", articu-
dad" ("Nationality"), publicado originalmente en
lar públicamente sus puntos de vista respectivos, y
The Home and Foreign Review en 1862; el segundo,
comprender aun el sentido de su misma disidencia.
el de Ernest Renan, "¿Qué es una nación?" ("Qu'est-
~e qu'une nation?"), una conferencia dictada en La
Sorbona en 1882. No sólo se trata de versiones muy
tempranas que intentan ya problematizar la idea ge-
nealógica de la nación, sino que aportan, además, al-
gunos de los que luego se convertirán, reelaborados,
en los tópicos centrales de las aproximaciones anti-
genealógicas. Aun así, como veremos, no pueden to-
davía considerarse como tales. Las críticas a las co-
rrientes nacionalistas de cuño romántico historicista
que estos autores elaboran pivotaban a~ sobre la
48
49
base de sus mismos presupuestos y se inscriben, de Polonia) determinarían en esas regiones el nacimien-
hecho, dentro de una misma matriz organicista de pen- to del primer esbozo de una idea de nacionalidad.
samiento. Sin embargo, el concepto de nación (en su sentido
genealógico) tiene, en reálidad, un doble origen. El
nacionalismo, originariamente un movimiento an-
Nación, Estado y revolución: tirrevolucionario, pronto devino antimonárquico.
los límites difu,sos El Congreso de Viena, que impone la restauración
monárquica en Europa, en su afán de preservar las
legitimidades dinásticas fue muy poco receptivo
El primero de los textos mencionados, el de lord Ac- del principio de la nacionalidad (que entonces se
ton, consiste en un panfleto en el que su autor reac- había ya puesto en movimiento). El resultado fue
ciona contra el fuerte impulso dado al principio na- que éste, a fin de desplegarse, debería finalmente
cionalista en Europa por el Risorgimento italiano. trabarse en una lucha contra las dinastías reinantes.
Lord Acton comienza así a indagar en los orígenes "Metternich", dice, "es, luego de Napoleón, el prin-
del principio de la nacionalidad a fin de minar sus cipal promotor de esta teoría" (p. 180). El naciona-
fundamentos ideológicos, elaborando una narrativa, lismo se convirtió así en Europa en un baluarte del
que luego se convertirla en canónica, destinada a re- liberalismo y el progresismo social ("mismo espíri-
velar la modernidad de la idea de nación. Según se- tu, distintos amos", dice el británico; p. 181). La am-
ñala, el pensamiento ilustrado carecía aún de un con- bigüedad ideológica del nacionalismo se encontra-
cepto tal, y ello se manifiesta en los principios que ría, pues, ya inscripta en su origen.
habrían de orientar el curso de la revolución de De este modo, lord Acton pretendía mostrar, con-
1789. El dogma de la libre elección individual (en tra lo que era la opinión predominante en su tiem-
que la revolución se fundó), dice, "era absolutamen- po (que aún identificaba al nacionalismo con el libe-
te contradictorio con la teoría nacionalista de que ralismo), que el nacionalismo no era necesariamente
ciertas fuerzas naturales debiesen determinar el ca- progresista y liberal. Por el contrario, el pretender
rácter, la forma y la política del Estado, con lo-:..cual el fundar el orden político sobre bases supuestamente
destino se pondría en el lugar de la 'libertad" naturales (como la raza, el lenguaje, etcétera) aten-
([1862] 1949: 176-177). taba contra el desarrollo del principio de la libertad
Según muestra este autor, la idea moderna de na- individual, la que, para él, sólo puede comprenderse
ción surgió históricamente, y de un modo nada for- como una creación humana (y, por lo tanto, "artifi-
tuito, precisamente como una reacción en contra de cial"). El autor distingue así dos tipos de patriotismo
la revolución y, en particular, contra los intentos de su opuestos entre sí, uno representado por la naciona-
expansión por parte de Napoleón. El avance fran- lidad Oa nación fáctica), otro por el Estado Oa na-
cés sobre Italia y Alemania (y, antes, la partición de ción moral).

50 51
La diferencia entre la nacionalidad y el Estado se
muestra en la naturaleza de la adhesión patriótica. bos polos de aquella antinomia. Si las instituciones
Nuestra conexión con la raza es meramente natural políticas fueran formaciones completamente artifi-
o física, mientras que JlUestros deberes hacia la na- ciales, es decir, si se fundaran exclusivamente en la
ción política son éticos. Una es una comunidad de voluntad individual, dice, no habría forma de consti-
afectos e instintos infinitamente más poderosos en tuir unidades políticas en absoluto, con lo que el pro-
la vida salvaje, son más propios del animal que del pio principio de la autodeterminación individual
hombre civilizado; la otra es una autoridad que go- perdería también sentido desde el momento en que
bierna según leyes, impone obligaciones, y da una todo derecho individual presupone ya un cierto mar-
sanción moral y un carácter a las relaciones sociales
co en el que pueda ejercerse. En definitiva, en su
naturales [ ... ]. El gran signo del verdadero patrio-
tismo, la conversión del egoísmo en sacrificio, es el
perspectiva, si bien la identificación nacionalista en-
producto de la vida política. El sentido de deber tre Estado y nación destruye su carácter moral, la
provisto por la raza no se separa completamente idea del Estado como una pura construcción política
del egoísmo y las inclinaciones instintivas; el amor artificial, desprendida de todo fundamento natural
al país, como el amor matrimonial, se fundan en resulta, en última instancia, autocontradictoria.
una base o bien moral o bien material. El patriota La conclusión de lord Acton es que la verdadera
debe distinguir entre ambas causas u objetos de de- "libertad" (i.e., lo "artificial") no niega lo "nacional"
voción (pp. 188-189). (i.e., lo "natural") sino que sólo surge de la combina-
ción de unidades políticas menores (i.e., las "naciona-
De la perspectiva de lord Acton es necesario desta- lidades") en organizaciones más abarcadores (i.e.,
car, sin embargo, dos. aspectos que separan aún su "plurinacionales"). El fundamento de la libertad no
discurso de las versiones antigenealógicas que surgen radica, en fin, en el Estado, sino en la mutua oposi-
en este siglo. En primer lugar, aunque dicho autor se- ción y balance recíproco entre nacionalidades diver-
ñala el origen reciente de la idea de nacionalidad, no sas en el seno de un mismo Estado. Esta conjunción
cuestiona el supuesto de sus fundamentos naturales. tendría además un sentido dinámico: sólo ella hace
~osible el progr~so histórico. De este modo, asegura,
1

Por el contrario, en su intento de fundar el Estado y


el orden político en un principio distinto.c?el mera- "las razas inferiores son así elevadas por la conviven-
mente natural aportado por la nacionalidad, mantie- cia con las razas intelectualmente superiores. Nacio-
ne así, de hecho, la antinomia entre naturaleza (na- nes exhaustas y decadentes son revividas por el con-
ción) y artificio (instituciones políticas). En segundo tacto con una vitalidad más juvenil" (p. 186).
lugar, la preservación de esa antinomia le permite, al Por debajo de este concepto existe un cierto telos
mismo tiempo, rechazar el principio revolucionario presupuesto: la idea de que la humanidad marcha
(necesariamente anárquico) de una libertad indivi- históricamente hacia una unificación progresiva,
dual absoluta e incondicionada. Pero, llegado a este siendo el principio de la nacionalidad una suerte de
punto, debe moderar la mutua oposición entre am- estadio intermedio hacia el objetivo final, que es el

52 53
de la unión de varias nacionalidades en formas supe- antigenealógico junto con los tópicos antinaciona-
riores de organización política. Este punto de vista se listas que él elaboró y quedarán inscriptas en este
encuentra muy claramente determinado por el ca- concepto).
rácter plurinacional de la propia constitución británi- Antes de analizar estas ambigüedades es necesario
ca. Más decisivo aun es, sin embargo, el proceso de señalar que lord Acton no se limita a oponer a la no-
expansión imperialista que comienza a producirse en ción objetivista romántica de la nación el principio
esos años: el mencionado artículo es, muy claramen- liberal de la primacía de la voluntad individual. Des-
te, una traducción de lo que Rudyard Kipling luego graciadamente (o, quizá, por suerte, ¿quién sabe?), la
llamaría "la responsabilidad del hombre blanco" historia intelectual no es tan lineal; el proceso de des-
(white man's burden). Según sostiene, composición de la idea genealógica de la nación será,
en realidad, bastante más complejo que el resultado
un pueblo apenas emergiendo de la barbarie, un
pueblo estéril por los excesos de una civilización de una lucha entre dos conceptos opuestos en pugna
lujosa, no puede poseer los medios de autogobierno; eterna y claramente delimitados entre sí (de hecho,
un pueblo dedicado a la igualdad, o a la monarquía tampoco sus oponentes liberales sostenían ya la doc-
absoluta, es incapaz de producir una aristocracia; trina sofística de los derechos individuales). 1 Lo cier-
un pueblo reacio a la institución de la propiedad to es que, de haber sido así, su crítica habría sido sen-
privada carece del primer elemento de la libertad. cillamente trivial, no plantearía ningún problema
Cada uno de ellos puede ser convertido en un miem- conceptual serio a la idea genealógica de la nación.
bro efectivo de una comunidad libre únicamente Para lord Acton, como para los nacionalistas, la
a través del contacto con una raza superior, en
adscripción a una nacionalidad no es algo que pueda
cuyo poder radica el prospecto futuro del Estado
(p. 192).
decidirse arbitrariamente. La mediación de la volun-
tad, de la que nace la libertad, participa únicamente
en la combinación de diversas nacionalidades en un
De hecho, existe históricamente una evidente corre- único Estado. Esto presupone ya que el único sujeto
lación entre los primeros intentos de problematiza- legitimo de una voluntad autónoma es la nacionali-
ción del concepto nacionalista y el surgimieJ.!!:o de la dad 1 entendida como una totalidad orgánica, no sus
era del imperialismo (algo que, como seáala Bene- mie mbros individuales considerados aisladamente
dictAnderson, estudiosos posteriores del nacionalis-
mo frecuentemente prefieren ignorar; 1996: 5). Sin
1 Según lord Acton, "el principio estricto de la soberanía
embargo, se observa en este escrito un problema más
serio, desde un punto de vista conceptual: al mismo popular conduce a la destrucción del Estado que lo adopta"
tiempo que señala las ambigüedades ideológicas del ([1862] 1949: 198). Pero también el liberal Mazzini coincidía
en ello: la doctrina de la autodeterminación individual, decía,
nacionalismo, lord Acton las reproduce en su propio "es puramente negativa", "sólo sirve para destruir; es impoten-
discurso (y éstas también se trasladarán al concepto te para fundar" ([1872] 1974: 159).

54 55
(para él, son las nacionalidades las que deben aso-
colectiva abstraída de la historia y las tradiciones lo-
ciarse, no los ciudadanos en tanto que tales). Y ello es
cales, a las que repudia, crea una unidad ficticia que,
perfectamente coherente con su idea de la sociedad
una vez objetivada, se opone brutalmente.ª una vo-
(véase Lang, 2002). Al igual que para el resto de sus
luntad individual privada ya de sus sustentos colecti-
contemporáneos, para lord Acton la sociedad no esta-
ba formada exclusivamente por individuos, sino por vos objetivos.
grupos sociales, cada uno de los cuales encarnaba una La Francia histórica cayó junto con el Estado fran-
función particular. La sociedad, en su concepto, no cés, que había sido el producto de siglos de gesta-
era una suma de elementos, sino una totalidad inte- ción[ ... ]. La nueva autoridad central necesitaba es-
grada de funciones. Como señala Gertrude Himmel- tablecerse sobre un nuevo principio de unidad. El
farb en su prólogo a los Ensayos sobre la libertad y el estado de naturaleza, que era el ideal de sociedad,
poder, "el denominador común a estos juicios es el de- se volvió la base de la nación; la descendencia seco-
seo de ver el poder político diseminado en un con- locó en el lugar de la tradición, y el pueblo francés
fue visto como un producto físico; una unidad étni-
junto de grupos sociales, multiplicar las fuentes de
ca, no histórica. Se supone entonces que esta uni-
autoridad, de modo de quebrar la identidad entre dad existe separada de la representación y del go-
Estado y sociedad" (Acton, 1949: lxi). En ello coin- bierno, completamente independiente del pasado, y
ci~e, pues, con su contendiente, Giuseppe Mazzini, capaz de expresarse o cambiar de opinión en cual-
quien se basa en ese mismo principio y lo traslada a un quier momento. En palabras de Siéyes, no era más
plano mundial a fin de justificar la necesidad de plu- Francia, sino un país desconocido aquel al que la na-
ralidad de naciones. "Todo trabajo colectivo", asegu- ción fue transportada. El poder central poseía auto-
raba Mazzini, "necesita de la división del trabajo: la ridad en la medida en que obedecia al conjunto, y
existencia de naciones diferentes es una consecuen- ninguna divergencia respecto del sentimiento uni-
cia de dicha necesidad" ([1872] 1974: 172). La ope- versal era permitida. Este poder, investido con vo-
ración que realiza lord Acton, y confiere su origina- luntad propia, fue personificado en la República
Una e Indivisible ([1862] 1949: 173).
lidad al escrito que estamos analizando consiste en
definitiva, en poner las nacionalidades ~n~l lug~ de
La nación fáctica (una entidad ficticia) entra entonces
los grupos funcionales en el seno de una i:mica forma-
en colisión con la nación moral, que es también la na-
ción estatal, y así poder concebir la estructura de un
ción histórica representada por el Estado absolutista
organismo político plurinacional eque sirve, a su vez,
(que había sido "el producto de siglos de gestación'').
tanto de sustento ideológico al rechazo de las ten-
En su interpretación de la Revolución Inglesa (y tam-
dencias nacionalistas como de apoyo a los proyectos
imperialistas británicos). bién de la Reacción en Francia) éste invierte, sin embar-
go, los términos. La verdadera unidad moral, en este ca-
La crítica de lord Acton a la Revolución Francesa
so, la entiende como desprendida de -y en oposición a-
radica, precisamente, en que, al invocar una voluntad
la unidad, meramente fáctica, del Estado.
56 57
Hay un país moral y político, en el lenguaje de Bur- samente, ningún lazo puramente objetivo, sin .alguna
ke, distinto del geográfico, el cual puede entrar en mediación voluntaria o vinculo comunal racional Y
colisión con él. El francés que se alzó en armas con-
éticamente asumido ees decir, legalmente estableci-
tra la Convención era tan patriota como el inglés
que se levantó contra el rey Carlos, dado que reco-
do). La conjunción unidad estatal-pluralidad nacional
nocían un deber moral superior a la obediencia al quebrarla la antinomia entre anarquía y despotismo,
soberano existente (p. 189). entre pura voluntad y pura determinación. Sin e~­
bargo, ambos ejemplos antes citados amenazan abnr
El deber moral se liga así a la idea de una nación his- sendas fisuras en esa conjunción. El ejemplo inglés
tórica; y esto sirve de base, a su vez, a la distinción en- parece revelar la posibilidad de que la nación se dis-
tre el "liberalismo inglés" econsiderado como progre- tinga del Estado, y ello plantea un primer prob~ema
sista y éticamente fundado) y el "liberalismo francés" conceptual (del que deriva, en última instancia, la
(considerado como autoritario y retrógrado). Encon- ambigüedad ideológica anteriormente señalada): el
tramos aquí, sin embargo, la primera de las ambigüe- del locus de la "nación ética", es decir, cómo identifi-
dades antes señaladas: lord Acton reproduce en su car aquel lugar en que los fundamentos norillativos
propio discurso el tipo de indefinición ideológica adscriptos a la adhesión patriótica se encuentran ~s­
que señala en el nacionalismo. Como vemos, la invo- talizados (¿el Estado?, ¿la sociedad?, ¿o una secc1on
cación a la nación histórica sirve indistintamente a la de ella?). Como lo muestra el caso francés, desprendi-
revolución o bien a la reacción, dependiendo en ca- da del Estado, la "nación histórica" corre el peligro de
da caso de si se identifica la nación con el Estado o terminar convirtiéndose en una entelequia, una enti-
con las fuerzas que pugnan contra él. Pero llegado dad ficticia (de trasladarse a una "patria desconocida",
a este punto, su propio concepto revela sus puntos como la llamaba Siéyes), lo que necesariamente con-
de sutura ideológica. En realidad, no hay ningún ar- lleva un principio anárquico ("sofístico"). En fin, para
gumento, más allá de las propias simpatías persona- lord Acton (como para Hobsbawm en nuestros días),
les, que permita justificar la afirmación de que el tipo la nación concebida como una entidad separada del
de adhesión patriótica a la nación que llevó a la de- Estado se convierte en una mera construcción mental
posición de Carlos I tenia fundamento~ éticos, pero (arbitraria, por definición y potencialmente divisiva).
no así la que condujo al destronamiento de Luis XVI. Aun así identificarla sin más con el Estado conduce
Y esto nos conduce a la segunda de las ambigüeda- e
necesariamente al despotismo del que también la
des presentes en su argumento; esta vez, de orden Revolución Francesa sirve de ejemplo). Como lo
conceptual. muestra, por su parte, el caso inglés, si no pudiese dis-
El núcleo de su argumento radica, en definitiva, en tinguirse la nación del Estado, no habría forma de po-
que la voluntad colectiva, por sí misma, desprendida nerle coto a la tiranía. Esta oscilación entre Estado Y
de todo fundamento objetivo, no podía servir de ba- nación abre así una impasse conceptual que no en-
se a la libertad, como tampoco podía hacerlo, inver- cuentra solución en los marcos del concepto genealó-
gico, y terminaría dislocándolo puesto que revelaría tidad moral, a fin de distinguirla (y eventualmente
que tampoco éste ofrecía alternativa alguna a las doc- oponerla) a la voluntad subjetiva. Pero, por otro lado,
trinas ilustradas, incapaces, por definición, de delimi- con ello, según su propio concepto, destruye toda
tar el uso legítimo del derecho de insurrección de la idea de libertad, que es justamente la base en que se
pura sedición. funda la noción de una nación moral como distinta
El caso francés hace surgir, a su vez, un segundo de una entidad meramente física, natural; es decir,
problema, aun más conflictivo que el anterior: cuáles positiviza a la nación moral Oa vuelve independie~te
serían las relaciones entre fundamentos objetivos y de toda mediación subjetiva), con lo que se hace m-
voluntad subjetiva. Mientras que en el caso inglés, distinguible de la nación natural (según la entienden
para lord Acton, fundamentos objetivos Oa nación los nacionalistas, y también él mismo).
real) y voluntad subjetiva (el pueblo) aparecen uni- Como veremos, es por esta segunda linea de fisu-
dos en su oposición a la autoridad artificial estable- ra (entre nación y pueblo) que terminará verdadera-
cida (el Estado), el ejemplo francés, sin embargo, mente desintegrándose el concepto genealógico de la
muestra que la voluntad colectiva podria eventual- nación (dando lugar a un nuevo concepto de la sub-
mente entrar en contradicción con sus propios fun- jetividad). Rota la identidad entre nación, pueblo Y
damentos objetivos, es decir, la voluntad subjetiva Estado, la nación debería recomponerse a otro nivel
-asociada a la autoridad artificial del Estado- podría (superior) de realidad. Pero, para que esto ocurra, se-.
distinguirse, e incluso trabarse en una lucha mortal rá antes necesario que tenga lugar una serie de trans-
con la nación real, histórica. Ésta, pues, ya no se iden- formaciones conceptuales (asociadas a la quiebra de
tifica ni con el Estado, ni tampoco con el sujeto na- las doctrinas evolucionistas preforrnistas), que no co-
cional. Así, el primero de los ejemplos abre la pre- menzarán a producirse sino a fines del siglo XIX,
gunta sobre cuál es el objeto al que debemos nuestra marcando una suerte de nueva mutación conceptual
adhesión, el qué con el que nos identificamos colec- en el pensamiento occidental, rearticulando, en fin,
tivamente (cómo reconocer a "la nación verdadera"). los lenguajes politicos subyacentes.
El segundo ejemplo plantea, en cambio, cuál es el su- . Dicha ruptura aparece más claramente, como ve-
jeto de dicha adhesión, el quién de la adsctjpción pa- remos, en el texto ya mencionado de Otto Bauer.
triótica (aparentemente, éste ya no sería 'el pueblo, ni Todavía, sin embargo, estamos lejos de ella. En últi-
individual ni colectivamente considerado). Mientras ma instancia, lo que articula la perspectiva de lord
el primer caso tiende a abrir una brecha entre nación Acton (impidiendo que las ambigüedades y proble-
y Estado, el segundo lleva a problematizar las rela- mas conceptuales antes mencionadas se revelen co-
ciones entre nación y pueblo. Y esto plantea una se- mo tales) y organiza su crítica del nacionalismo es
gunda impasse. Lord Acton, por un lado, necesita cri- el supuesto de que las nacionalidades (ese sustrato
terios objetivos para identificar no sólo la nación natural sobre cuya base se levantan las formaciones
natural, sino también la nación real, en tanto que en- políticas) tienen existencia objetiva, y son even-

60 61
tualmente reconocibles como tales. La definición de siana (1871). Esas regiones fronterizas presentaban
la nacionalidad no es aún, para él, un asunto de posi- un caso particular, puesto que, aunque mayoritaria-
ble controversia (y mucho menos un espacio de in- mente germanohablantes, la voluntad de sus habitan-
tervención agonal), sino un mero dato de la reali- tes era, aparentemente, la de mantener sus lazos con
dad y el punto de partida para toda construcción Francia. Y esto explica, a su vez, algunas de las carac-
artificial. Lo mismo sucede con el pueblo, en tanto teristicas que hacen del escrito de Renan un docu-
que unidad primitiva de la imputación soberana, y mento sumamente peculiar en su momento.
a partir de la cual debe fundarse el Estado (ya sea La reflexión sobre el caso lorenoalsaciano lleva a
nacional, como exigen los nacionalistas, o bien plu- Renan a descubrir que las naciones no sólo son una
rinacional, como él aspira). Esto, en fin, le permite creación reciente, como ya había señalado lord Ac-
relegar la idea de una posible contradicción entre ton, sino que además carecen de fundamentos ob-
nación histórica y nación ética al plano meramente jetivos. En su reseña del desarrollo de las diversas
empírico, fáctico (no conceptual); ella aparece en nacionalidades europeas, Renan muestra claramente
su horizonte como expresando una mera desviación que ninguno de los supuestos factores en que se ba-
circunstancial del curso evolutivo lógico natural, e
sa la nacionalidad como la unidad de lengua, raza,
producto de su trastocamiento accidental. Este su- religión, geografía, etcétera) puede explicar cómo las
puesto en que aún se sostiene la perspectiva de lord naciones se formaron y delimitaron mutuamente.
Acton Oa objetividad y naturalidad de la nacionali- Frente a cualquier criterio que pretenda utilizarse
dad) es, precisamente, el que Ernest Renan habría para definir "objetivamente" una nación, este autor
de poner en cuestión, marcando así un punto supe- encuentra siempre contraejemplos que lo refutan, es
rior en el proceso de de_scomposición del concepto decir, casos de naciones existentes de las que nadie
genealógico (sin llegar, sin embargo, a quebrarlo ver- cuestiona su entidad y, sin embargo, no se concilian
daderamente). con el criterio propuesto -esto es, o bien de naciones
que albergan pluralidad de razas, o lenguas; o bien,
de razas o .lenguas compartidas por naciones que se-
El "voluntarismo" renaniana. rían, no obstante, claramente diversas entre sí-.
' Renan extrae de ello dos conclusiones. En primer
lugar, la falta de criterios objetivos revela el carácter,
El trabajo seminal de Renan, "¿Qué es una nación?" si bien no arbitrario, sí al menos constrn.ido de la na-
(1882), tiene en su punto de partida un contexto de ción: a fin de constituirse como un todo homogéneo
problemas muy distinto del que dio origen al escrito y único, toda nación debió antes ser capaz de rellenar
de lord Acton. Aquél fue elaborado en el marco del sus fisuras internas y olvidar los antagonismos que la
conflicto suscitado tras la anexión de Alsacia y Lore- dividieron históricamente ("el olvido, y yo diría, el
na por parte de Prusia, luego de la guerra franco-pro- error histórico", decía, "son factores esenciales en la

62 63
creación de una nación, y por ello el progreso de los Vuelve a plantearse aquí el primero de los problemas
estudios históricos es con frecuencia peligroso para la vistos en relación con el escrito de lord Acton: el de
nacionalidad"; [1882] 1947: 27). Esto conlleva, a su los fundamentos objetivos de la voluntad subjetiva,
vez, la idea de la naturaleza subjetiva de la nación. El el qué de la adscripción patriótica. Como señalarla
hecho de que la nación sea algo históricamente cons- Bauer,
truido implica que, si bien hunde sus raíces en el pa-
¿qué es eso de lo que los alemanes son conscientes
sado y encuentra determinaciones naturales que con-
cuando recuerdan su germanidad? ¿Qué los hace
dicionan su carácter, no emana directamente de ellos. miembros de la nación alemana, perteneciendo
Su articulación supone una me9iación subjetiva, la juntos con otros alemanes? Un criterio objetivo pa-
manifestación de una voluntad que, para perpetuar- ra esta pertenencia debe ciertamente encontrarse
se, necesita renovarse permanentemente (de allí que ya presente antes de que uno pueda ser consciente
la nación sea, para Renan, según su conocida expre- de ello (p. 40).
sión, "un plebiscito diario"; p. 40).
De acuerdo con la interpretación más aceptada Toda elección supone, de hecho, un marco en el que
entre los historiadores, el texto· de Renan señala el dicho acto pueda resultar significativo. Mazzini había
origen de la concepción que Bauer bautizó "psicoló- ya señalado esto en 1872, justamente en un articulo
gico voluntarista" de la nación, lo que, siguiendo las crítico sobre Renan. 2 El sufragio, decía Mazzini, care-
antinomias tradicionales, equivaldría a un regreso a ce de sentido "a menos que éste se base, parta y ex-
una visión de corte iluminista ([1924] 1996: 71). Di- prese la aceptación previa de un principio moral que
cha afirmación, sin embargo, cabe reconsiderarla. lo presida" (1974: 158). La nación es, en fin, la con-
Como afirma John Breuilly, dición de posibilidad del sufragio; éste presupone a
aquélla, y de ningún modo la funda. Sólo entonces
si se toma el punto de vista de Renan de este mo- surge la pregunta por cuál es, entonces, su origen (de
do [como la re afirmación de un puro voluntaris- alli que la misma se haya planteado únicamente tras
mo ], el mismo es un sinsentido. La afirmación
la quiebra del concepto iluminista). Renan, como el
reiterada de la frase "yo soy francés" es vacua a
menos que se la conecte con algun~. noción de resto de sus contemporáneos, no podía ya ignorar es-
qué significa ser francés. A su vez, tal significado to. La supuesta vuelta a la idea contractualista de la
puede tornarse políticamente.significativo sólo si nación hubiera significado llanamente la clausura a
es compartido por un cierto número de personas un universo de problemas que ya no podía, sin em-
con una organización efectiva. Es más bien este bargo, simplemente desconocerse (no, al menos, sin
significado compartido y su organización política
lo que constituye una forma de nacionalismo, an-
tes que las elecciones individuales de los france- 2 Las ideas de Renan se conocían desde 1870, puesto que
ses (1985: 8). habían sido anticipadas en sus "Cartas a Strauss".

64 65
David Miller explica esta paradoja en los siguientes
volver su postura trivial). En última instancia, en el
caso de que la nación pudiera ser concebida como un términos:
"Deben ser olvidados" implica al mismo tiempo
'.11ero lazo contractual voluntariamente asumido la
que los hechos se recuerdan y que la memoria es
mterrogación misma de Renan carecería de sentido. deliberadamente suprimida. El sigrúficado de lo
Por otro lado, tal postura se encontraría en com- que dice Renan, tal como lo interpreto, es que rún-
pleta co~tradicción con todos sus escritos anteriores gún francés puede reconocer como sus antepasados
y poste~wres. Corno había ya nQtado Georges Sorel a aquellos que llevaron a cabo las masacres. No se
en su mtroducción a la edición italiana de 1915 rúega que los hechos ocurrieran, pero no forman
(nunca c~mpletada) de La refonna intelectual y moral parte de la historia que la nación se cuenta a si mis-
d~ Francza (y cuyo título es ya elocuente: "El gerrna- ma (1997: 58).
msmo . e. historicismo
d de Ernest Renan") , las huell as
romant1cas e1 pensamiento de Renan resultan ino- }ndudablemente, esta relación entre nación y olvido
cultables. Según señaló más recientemente Martin que establece Renan contiene algo enigmático, lo que
~hom, "un repaso de sus trabajos anteriores mostra- se hace de algún modo manifiesto en el barroquismo
na que [Renan] estaba menos comprometido con el de su sintaxis. Sin embargo, tratar de interpretar el
arg~m~~to 'voluntarista' que lo que esta conferencia sentido de una expresión aisladamente es una tarea
sugiere (1990: 2_3). Ciertamente, se puede alegar decididamente ímproba. Incluso el propio texto de la
que Ren_an postenormente modificó su concepto. El conferencia, sumamente escueto, deja planteada una
punto, sm embargo, es que en el propio texto de la serie de interrogantes que no encuentran respuesta
confe_rencia se encuentran elementos que obligan a en él. Sólo el ariálisis de otros textos del autor puede
c:iestionar, o al menos matizar su supuesto volunta- ofrecemos algunas claves para intentar descifrar el
nsmo.
sentido de dicha expresión.
Benedict Anderson ha llamado ya la atención so-
bre la peculiar y compleja sintaxis de la expresión de
Renan cuan~o. afirma la nece_sidad de "olvidar" para Evolución y nación en Renan
pode~ con~tuir una nación. Este dice que el pueblo
frances dozt avoi~ oublié ("debe haber ol\Tidado") en
v~z ~~'como sena más lógico, doit oublier ("debe ol- La pregunta que aquí se plantea es: ¿era realmente
vidar_). En su apéndice a la edición de 1991, en la "voluntarista" la idea de Renan de la nación? 1 y, de ser
que mtroduce esta observación, Anderson la inter- así, ¿en qué sentido lo era? Su obra El origen del len-
P,reta en el. s~ntido_ de que el olvido es, para Renan, guaje contiene las pistas para responder a esta pre-
el deber c1v1co pnmordial", pero al mismo tiempo gunta. Esta obra tuvo dos ediciones distintas, escritas
asurr;; ya que sus lectores recuerdan qué es aquello con diez años de diferencia, una en 1848 y la otra en
que deben haber olvidado" ("la San Bartolorné").
67
66
1858, en cuyo transcurso se produce un giro teórico
en Renan (des~tado por su polémica con su amigo, el ca sólo puede tener lugar desde dentro de una gra-
co~de de Gobmeau, el principal teórico de las teorías mática dada. Ésta, por lo tanto, debió haber surgido en
:ac1stas de la nacionalidad), por el cual abandona las un solo acto; "el establecimiento de la gramática es
ideas étnicas de la nacionalidad y adopta una postu- un hecho primitivo, imposible de traspasar" (p. 32).
ra volu:itarista. Como veremos, las secciones en que En ella se contienen, pues, los principios que gobier-
~e~~n mtroduce la consideración del papel de la sub- nan toda su evolución subsecuente. "Las lenguas",
jetividad en la constitución de las lenguas aclaran as- afirma, "deben ser comparadas, no al crisol que se
pectos fundamentales de su idea de la nación como forma por aglomeración alrededor de un núcleo, si-
un plebiscito diario". no al germen que s~ desarrolla por su fuerza íntima
El o:z~er1 del lenguaje revela claramente las raíces y por la atracción necesaria de sus partes" (p. 160).
ge~ealog1cas del pensamiento social de Renan. Su En síntesis, cada lengua, dice Renan siguiendo el mo-
º?1.eto, afirma, es constituir "una embriogenia del es- delo del concepto organicista establecido por Cu-
pmtu humano" ([1858] 1946: 39). De hecho este vier, constituye una totalidad discreta, autogenerada
ensay~ constituye una de las mejores síntesis es~ritas y autocontenida.
en el siglo XIX del concepto preformista evolucionis-
La zoología ha reconocido la imposibilidad de or-
ta d~_los orígenes y formación del lenguaje y, por ex-
denar los animales en una sola serie progresiva, en
tensmn, de las sociedades humanas. La evolución de que un mismo tipo iria perfeccionándose poco a
!as lenguas sirve justamente, para él, de modelo a la poco desde el pólipo hasta el hombre; admite tipos
idea de un desarrollo inmanentemente generado. primordiales distintos, de los cuales cada uno es
susceptible de llegar por sí mismo a una perfección
Las lenguas, como los productos organizados de la relativa. El mamífero no ha comenzado por ser un
naturaleza, están sujetas a la ley de desarrollo gra- reptil; ni éste por un molusco. Del mismo modo, las
dual; pero tal desarrollo no es ninguna concreción lenguas indoeuropeas y semiticas no han comenza-
g:osera y que se opera por el exterior. Las lenguas do por ser análogas a la china. Los diversos sistemas
V!Ven del modo ~ue el hombre y la humanidad que de lenguas son determinaciones adoptadas de una
las habla, es dear, en un fieri continuo; se. compo- vez por cada raza, sin salir unas de otras y bastán-
nen y s: _des.componen sin cesar por uni especie de dose plenamente (1946: 28-29). 3
vegetaaon mterior y de circulación de dentro a
fuera. La semilla que se siembra encierra potencial-
mente todo lo que un día será el ser (p. 67).
3
Recuérdese que el concepto "evolucionista" en este
contexto remite al plano ontogenético, es decir, designaba la
Es~o supone dos principios. Dado su carácter de to- idea de la formación progresiva del embrión. La misma tenia
talidades orgánicas, las lenguas no pudieron haberse un carácter marcadamente antievolucionista a nivel filogené-
formado progresivamente. Toda evolución lingilisti- tico, es decir, tendia a hacer inconcebible la transformación de
las especies.
68
69
De este modo, Renan intentaba refutar las concep- dones, no puede salirse jamás; y de otra, dicho rno~­
de es bastante amplio para que pueda sufrir consi-
ciones ilustradas, las que, decia, "tenían una muy
derables movimientos y perpetuas vicisitudes
marcada tendencia a las explicaciones artificiales, en
(1946: 68-69).
todo cuanto hace referencia a los orígenes del espíri-
tu humano" (p. 45). Esto llevó a imaginar que la len-. Esta afirmación servirá de base para _la primera v_er-
gua es una especie de construcción progresiva, el re- sión del "voluntarismo" de Renan. Esta se inscnbe
sultado de la acción de una voluntad reflexiva. claramente dentro de los marcos del concepto genea-
Así el lenguaje constituía una invención como cual- lógico. . . .
Según se observa, encontramos aqut un pnmer ru-
quier otra: el hombre había un día imaginado la pa-
labra corno las artes útiles o de recreo. Y esta inven-
vel de indeterminación que es propío de ese concep-
ción se la sujetaba a las mismas leyes de progreso to: siguiendo el modelo de los Kréifte, tal molde pri-
sucesivo que todos los productos de la inteligencia mitivo, si bien establece límites estrictos al rango de
reflexiva (1946: 45). desarrollos evolutivos posibles dentro de sus marcos,
es aún lo suficientemente flexible como para alber-
Esta crítica de Renan parecía no dejar lugar a la volun- gar en sí diversidad de desenvolvimientos alternati-
tad del sujeto. Como veremos, definir cuál es el ám- vos. Y es en este punto que emerge la subjetividad, la
bito para la acción intencional en la constitución de acción creativa humana. Indudablemente, se trata
las sociedades se va a terminar revelando sumamente aún de una versión débil de voluntarismo. Hay toda-
problemático para él. Pero ello no debía ser necesaria- vía, sin embargo, una segunda instancia de indeter-
mente así. En principio, su idea voluntarista no contra- minación posible en tal modelo. .
decía la existencia de determinaciones objetivas. Para Renan, no sólo el germen primitivo contiene
Volviendo al modelo preformista evolucionista siempre capacidades plásticas de desarrollo, sino que,
del lenguaje, éste postulaba que en su núcleo primi- por otro lado, las circunstancias en que el proceso
tivo se encontrarían ya contenidas virtualiter todas evolutivo tiene lugar son siempre enormemente va-
sus posibles alternativas de desarrollo ("el roble", riables. "El devenir del mundo", dice," es una vasta red
comparaba Renan, "no es innato en la semilla, pero la en que mil causas se cruzan y se contrarian Y en que
bellota está organizada de manera que elroble saldrá la resultante no parece nunca en perfecto acuerdo
infaliblemente de ella con todos sus caracteres natu- con las leyes generales que se la pretende deducir"
rales"; p. 25). No obstante, esto no significa que la de- (1946: 36). Ambos principios combinados conllevan
finición de su curso efectivo se encuentre predeter- ya la disolución del presupuesto de lord Acton: la de-
minada. Según señala: terminabilidad del sustrato objetivo; y esto abre un
segundo sentido a la intervención subjetiva. .
De una parte, en efecto, hay un molde impuesto,
En efecto, la convergencia de pluralidad de senes
del que cada idioma, sean cuales fueren sus varia-
causales hace que los fenómenos sociales y naturales

70 71
sean siempre infinitamente complejos. Ello, en fin, constitución de una nación (un deber) y la prueba de
impone estrictos límites a la noción de ley natural: su existencia como tal (un hecho). La nación se cons-
"no hay dos hechos que se sucedan de la misma ma- tituye a sí misma en el propio acto de olvidar s~ an-
nera, ni dos seres que entren en la misma categoría: tagonismos. Y, sin embargo, para que haya olvido es
sólo hay casos individuales dirigidos por las causas necesario que exista un sujeto que olvide. El hecho
fortuitas del momento" (1946: 36). No es otra cosa de haber olvidado da la pauta de que ciertos indivi-
lo que ocurre con las naciones. Si es imposible fijar duos forman ya parte de una determinada comuni-
objetivamente las condiciones que permiten su emer- dad de olvido. La voluntad es, en fin, a la vez un in-
gencia no es porque no existan, sino simplemente por- dice y un modo de constitución de la comunidad
que, al ser siempre complejas y cambiantes, no pue- nacional. En su.conferencia "¿Qué es una nación?",
den descubrirse según fórmulas genéricas. Ningún Renan insiste en esta dialéctica entre presente y pa-
observador puede decidir, a partir de leyes objetivas sado, este doble carácter, subjetivo y objetivo, de la
y universales, si un pueblo o una porción de territo- nacionalidad.
rio dados forman o no una nación eo una parte de Una nación es un alma, un principio espiritual.
una nación). De allí la apelación de Renan a la volun- Dos cosas que, a decir verdad, no son más que una
tad popular: ésta sería el único signo exterior confia- sola, constituyen esta alma, este principio espiri-
ble de la existencia de una nación. En fin, mediante tual. Una es la posesión en común de un rico lega-
el sufragio las poblaciones de Alsacia y Lorena no ha- do de recuerdos, la otra el consentimiento actual,
brían de decidir su adhesión a Francia o Alemania si- el deseo de vivir en común, la voluntad de conti-
no que harían manifiesto lo que efectivamente ya son. nuar haciendo valer la herencia indivisa que se ha
La voluntad subjetiva no es, en este concepto, consti- recibido. El hombre, señores, no se improvisa. La
tutiva de los sentidos de identidad, sino su índice: si nación, como el individuo, es la culminación de un
deciden permanecer en Francia, ésa es la mejor de- largo pasado de esfuerzos, sacrificios y devoción
mostración -la única posible- de que ya eran france- ([1882] 1947: 39-40).
ses antes del sufragio.
Así, quebrada la inteligibilidad al nivel delos fun- En esta formulación del modelo genealógico se esbo-
damentos objetivos (que era el presupuesto todavía za, sin embargo, un problema conceptual fundamen-
vigente en lord Acton), la deterrninabilidad de la na- tal porque plantea el riesgo de una suerte de regreso
ción se tr~slada al plano subjetivo. Tenemos aquí una al infinito. La imposibilidad de establecer parámetros
base para una primera interpretación posible de la objetivos para definir la nación lleva a radicar la cues-
complicada expresión de Renan respecto de que los tión en el ámbito de la voluntad subjetiva; sin embar-
franceses "deben haber olvidado". De acuerdo con lo go, ésta presupone siempre, a su vez, la existencia de
visto hasta aquí, lo que afirmaría con ello es que el formas substantivas objetivas de organización social,
olvido es al mismo tiempo una condición para la las cuales, no obstante, no pueden, según vimos, ex-

73
72
plicar su propio origen y conformación sin apelar a cos propios del pensamiento or_g~~ista ~volucionis­
un elemento subjetivo, esto es, no podrían alcanzar ta. Ambos niveles de indeterrrunac1on senalados por
a definirse sin una mediación de la voluntad, y así al Renan en los fenómenos evolutivos abrirían las puer-
infinito. Esta primera fase en la reflexión sobre la na- tas a la acción intencional subjetiva, sin romper por
ción que culmina con Renan dejaría, en última ins- ello con las premisas del organicismo biologista. En
tancia, abierta una tensión en su seno. En definitiva, efecto dada la plasticidad del sustrato material de los
no es el supuesto voluntarismo iluminista de Renan, proce~os evolutivos Oas Krafte) ~la_ complejid~d Y
sino esta circularidad, esta oscilación entre sujeto y ob- variabilidad de su desarrollo subs1gu1ente, las onen-
jeto, entre presente y pasado, lo que terminaría por abrir taciones subjetivas constituirían una parte funda-
una brecha en el discurso genealógico de la nación reve- mental en los desarrollos evolutivos. Concretamente
lando las aporías que él contiene. en lo relativo a la nacionalidad, la voluntad de formar
De todos modos, no es en el pensamiento de Re- una comunidad expresa y al mismo tiempo produce
nan que esta tensión habría de estallar. Este pensa- esa comunidad. La acción humana es, en este sentido,
miento encuentra aun en la idea de una subjetividad verdaderamente creativa, puesto que ninguna forma-
nacional su punto de sutura. La consistencia del suje- ción nacional se despliega de un modo puramente
to (aquel que debe haber olvidado) es, en fin, no sólo lógico sin que el sujeto tenga ningún papel en la de-
la garantia de la determínabilidad de la nación (su finición de su desenvolvimiento efectivo. Llegado a
condición epistemológica de posibilidad), sino también este punto, sin embargo, a fin de preservar su mode-
la condición de su misma permanencia como tal, lo lo preforrnista evolucionista (que era el único, por
que asegura la unidad del proceso evolutivo. Como otra parte, que tenia disponible), Renan deb_e adop-
veremos, la ruptura del concepto genealógico habría tar lo que podemos llamar una primera ~ed1da pro-
de producirse sólo cuando se quiebre la idea de la tectora: recluir la acción creativa del su1eto en los
consistencia y unidad del sujeto de la voluntad, lo que marcos de los moldes preexistentes Oos que, si bien
no tardaría en ocurrir. El propio Renan daría los pri- _son sumamente plásticos, no son por ello menos de-
meros pasos en esa dirección (asomándose así al abis- terminantes y constrictivos).
mo conceptual que poco después habría de a~rirse). Esta medida protectora se concilia perfectamen-
' te de todos modos, con su concepto: si el sujeto no
p~ede traspasar los limites de sus determína~ion_es
Los límites del ideal orgánicista objetivas es, precisamente, por el hecho de que el mis-
mo no preexiste a ellas. Volviendo a su argumenta-
ción anterior el interrogante que su postura plantea
Según lo expuesto, el voluntarismo y. el subjetivismo es si la volun'tad subjetiva (el "plebiscito diario") tie-
renanianos de ningún modo suponen un regreso al ne o no la capacidad de redefinir las identidades ~o­
iluminismo, sino que se inscriben dentro de los mar- lectivas (si las poblaciones de Alsacia Y Lorena, por

75
Sin duda, el hombre produce en un sentido todo lo
ejemplo, podrían reconvertirse, según su pura deci-
que resulta de su naturaleza; emplea en ello si: ac-
sión, de francesas en alemanas, o viceversa). Eviden-
tividad; provee la fuerza bruta que conduce al re-
temente, esto resulta imposible para Renan. Si así sultado; pero la dirécción de esta fuerza no le ?er-
fuera, se quebraría la dinámica genealógica, y la his- tenece; provee la materia pero la forma le viene
toria se tomaría un caos. La pregunta que aquí surge desde lo alto. El verdadero autor de las obras espon-
es cómo es posible, entonces, concebir un modelo de táneas de la conciencia es la naturaleza humana, o,
acción subjetiva que quiebre efectivamente las pre- si se prefiere, la causa superior de la naturale~a. En
misas del concepto evolucionista, sin volver por ello estos limites es indiferente atribuir la causalidad a
a la idea, ya definitivamente desacreditada, de la Dios o al ho~bre. La espontaneidad es a la vez di-
existencia de un sujeto que preexista a sus condicio- vina y humana. Éste es el punto de conciliació~ de
nes históricas de existencia. Tal pregunta nos devuel- opiniones incompletas más bien que contra~cto­
rias, que, según se refieran a un aspecto del fenome-
ve al escrito sobre el origen del lenguaje y su crítica
no 0 al otro, tienen sucesivamente parte de verdad
de las teorías ilurninistas. En definitiva, la línea argu-
(1946: 23).
mentativa por la que Renan terminaría minando el
concepto evolucionista preformista de la nacionali- Esta afirmación se encuentra, en principio, perfecta-
dad, lejos de suponer un retomo a ideas de corte ilu- mente en linea con su crítica del voluntarismo ilurni-
minista, surge, por el contrario, de la radicalización nista. Sin embargo, la teoría de la acción espontánea
de su critica de las mismas. introduce un nuevo giro en su concepto organicista
El eje que organiza ese trabajo consiste en distin- evolucionista, el cual conlleva, a su vez, una interpre-
guir dos instancias diferentes de la acción subjetiva: tación distinta de la mecánica del olvido (la segunda
la voluntad reflexiva, que es modelo de la subjetivi- posible). La expresión "debe h~ber olvidad~", como
dad propio de las doctrinas ilustradas, y la acción es- distinta de la de "deber olvidar, cobra sentido en el
pontánea. "El siglo XVIII", asegura, "no comprendió lo marco de dicha teoría en la medida en que ambas re-
suficiente la teoría de la acción espontánea" ([1858] ferirían, respectivamente, a dos instancias diversas ~e
1946: 55). La expresión de la voluntad, dice, no es el la acción intencional. La expresión "debe haber olvi-
resultado de una decisión arbitraria, sino que en ella dado" habría que interpretarla aquí como indicando
se hace manifiesto un determinado tipo de ser. 4 una suerte de necesidad de segundo orden, esto es, la
necesidad del olvido del olvido. Para que exista una
4
comunidad no sólo es necesario que se olviden las
El lenguaje es el mejor ejemplo de ello: "El hombre más
antinomias del pasado sino que también (al contrario
sabio no tiene al hablar conciencia alguna de los mecanismos
que producen la palabra; pero estos mecanismos obran en él de lo que afirma Anderson) es necesario olvidar este
sin su cooperación reflexiva, del mismo modo corno obran en olvido. El olvido (el "deber olvidar") implica una ~e­
el niño y corno han debido obrar en el hombre primitivo" cisión colectiva de formar uno de muchos; el olvido
(1946: 23). del olvido (el "haber olvidado") es, en cambio, el me-

76 77
muy diferente; y es que en el lenguaje [ ... ] hay una
canismo espontáneo por el cual se constituye un sen-
parte de voluntad libre y de latitud" (194~: 15). En
tido de identidad. Es en este segundo olvido que se
principio, tal afirmación sólo retoma la idea de la
hace manifiesta la existencia de un auténtico sujeto
plasticidad de las determinaciones objetivas. Sin em-
nacional.
bargo, el paso crucial que realiza aquí Renan es pro-
En este mecanismo del olvido, en el "deber haber
yectar esa idea al momento mismo de la constitución
olvidado", se conjugan, pues, libertad y necesidad,
del molde originario. Esto signinca que la voluntad
subjetividad y objetividad. Esto no significa, sin em-
subjetiva habría participado no sólo en el desarrollo
bargo, que la manifestación de la voluntad subjetiva
subsecuente de la lengua, sino en la propia gestación
sea, para Renan, sólo "la conciencia de un determi-
de la gramática primitiva. Según anrma ahora, ello
nismo", como afirmaría más tarde Maurice Barres
distinguiría, precisamente, las formaciones sociales
(véase Jenkins, 1990: 87). Renan avanzará todavía un
paso más en el proceso de descomposición del con- de las naturales.
cepto genealógico de la nación -colocándose en su El lenguaje, según Heyse, ha sido creado por el
límite- a partir del momento en que, a partir de los hombre libremente, pues al crearlo no ha obedeci-
años cincuenta, introduce en éste la idea de una ter- do a ninguna causa determinante y ha puesto en él
cera instancia de indeterminación. La teoría de la ac- su individualidad personal, lo que no sucede con las
ción espontánea nos coloca ya en un terreno fenome- funciones propiamente orgánicas. La solución de
nológico anterior a la instancia articuladora de la Heyse, aunque ligeramente distinta de la nuestra en
voluntad subjetiva. La acción espontánea precede, en los términos, está en el fondo perfectamente de
acuerdo con las conclusiones expuestas en nuestro
definitiva, al sujeto portador de cierta identidad na-
ensayo. El autor se sirve casi de los mismos térmi-
cional y, por ende, al propio objeto de esa adhesión nos que nosotros para expresar el carácter a la vez
(la nación). Ahora bien, a fin de salvar la idea de li- libre y necesario, individual y general, objetivo Y
bertad, Renan debe abrir en él una fisura por la que subjetivo, divino y humano, de la producción del
pueda emerger la subjetividad, introducir también a lenguaje (1946: 26).
este nivel un elemento de indeterminación. Así, en
la segunda edición de su ensayo sobre el origen del
A pesar de su insistencia en la continuidad de sus
lenguaje incorpora una hipótesis nueva, q~e no se
ideas, la reformulación que esta hipótesis produce no
encontraba presente en el texto original.
podía ser más crucial. El romanticismo, como vimos,
Contra lo que afirmó Littré en 1857 en la Revue
había planteado la problemática relativa a las condi-
de Deux lvlondes, acerca de que una misma raza de
ciones objetivas de posibilidad de la voluntad subje-
hombres situada en un mismo medio natural daría
tiva. La conciencia de las aporías y contradicciones
origen a una misma lengua, Renan asegura entonces
que el Romanticismo contenía no habrá, sin embar-
que "dos hermanos, que estuviesen a un cuarto de le-
go, ya de devolverlo a un concepto ilurninista de la
gua uno de otro y sin contacto, crearían un lenguaje
79
78
subjetividad; por el contrario, lo llevará a profundizar
moldes dentro de los cuales se despliega su actividad.
su crítica de ese concepto. La teoría de la acción es-
La creatividad humana romperla sus limitaciones, d~­
pontánea busca ahora romper esa circularidad entre
sujeto y objeto a que la crisis del modelo organicista finidas por sus determinaciones objetivas, par~. adq1:11-
rir un sentido nuevo. Habría que entender el plebis-
evolucionista conducía remitiendo ambos a un ámbi-
cito diario" entonces como la recreación/reinvención
to de constitución precategorial de sentidos de iden-
diaria de la nación -lo que resultaria destructivo de
tidad, una instancia de subjetividad que preexiste no
su mismo concepto-. Llegado a este punto, Renan de-
sólo a sus determinaciones objetivas sino, en conse-
be tomar una segunda medida protectora. La prime-
cuencia, también al propio sujeto de la voluntad re- .
ra consistió en recluir la intervención subjetiva en los
flexiva (el sujeto nacional), sin poder, sin embargo, al-
marcos de las determinaciones objetivas; la segunda,
canzar a tematizarlo. De hecho, Renan no podría
que surge una vez aceptada la posible creatividad
abordar aún toda una serie de preguntas que surgen
inmediatamente de tal afirmación: cómo se formó, humana, en el sentido fuerte del término, la limita al
cuál es la naturaleza de aquel ser que "ha puesto su momento exclusivo del origen, que se proyecta a un
individualidad personal" en la generación del germen pasado remoto, mítico. Lo que le .sigue inm.~diata­
mente a ese momento sería la súbita reduccion del
primitivo de la nacionalidad, en fin, cuál es esa len-
gua antes de la lengua (de la gramática primitiva). Ser a mero sujeto portador de identidades cultural-
Preguntas tales escapaban completamente a su uni- mente (históricamente) determinadas. Las palabras
verso de discurso, y sólo se volverían inteligibles, co- con que cierra El origen del lenguaje son elocuentes al
respecto:
mo luego veremos, en el curso del último siglo, lo
que señalará una nueva mutación conceptual funda- Que no se pregunte pues: si el hombre ha inventa-
mental, esto es, instalaría un nuevo nicho epistemo- do el lenguaje, ¿por qué no lo inventa de nuevo? La
lógico en que tanto las corrientes antinacionalistas, respuesta es muy sencilla: porque ya no hay nada
de carácter ya definitivamente antigenealógico, como que inventar; la era de la creación ha pasado ya. ~as
las nuevas tendencias nacionalistas que entonces sur- grandes obras de los tiempos primitivos, improVISa-
gen habrían de inscribirse. . das bajo el imperio absoluto de la imaginación Ydel
No podria, sin embargo, evitar una de suS- p--¿sibles instinto en medio de la excitación producida por
consecuencias. La existencia de una subjetividad que las p~eras sensaciones, nos parecen ahora imposi-
bles, porque están por encima de nuestras faculta-
opera no sólo en los intersticios de la ley natural, sino
des reflexivas ([1858] 1946: 152).
que, de algún modo, serviría para crearla (y, por lo tan-
to, se colocaría parcialmente por fuera de ella) amena-
Para comprender el tipo de cuestiones que aquí se
za con tomar posible precisamente aquello que para
Renan, como vimos, resultaba simplemente incon- P onían en 1·uego y cómo éstas repercuten en la ges-
' .... 7"
tación de su ensayo de 1882 "¿Qué es una nacion. ,
cebible: que la acción intencional pueda redefinir los
es necesario, sin embargo, analizar otro texto de Re-
80
81
nan, escrito inmediatamente tras la derrota ante Pru-
sia, La refonna intelectual y moral de Francia (1871). La pregunta que esto obviamente plantea es: ¿por
La pregunta que surge de su lectura refiere, más es- qué la ocupación del Languedoc por parte de los re-
pecíficamente, a cuál es el contenido del olvido, qué yes de Francia tuvo un sentido institutivo, sirvió para
es eso que los franceses debieron haber olvidado pa- constituir la nacionalidad, y no así la anexión alema-
ra ser franceses. El repaso que realiza allí Renan de la na de Alsacia y Lorena? ¿Cómo negarle a la acción de
historia pasada de su pais arroja una respuesta clara: Bismarck una capacidad que se le admite a los Cape-
el acto originario de violencia institutivo de toda for- tas? Definitivamente, la introducción de la idea de la
mación nacional. El hecho de que la nación francesa contingencia en los orígenes de toda formación na-
sea una creación en parte artificial, que en la gesta- cional, la aseveración de la violencia como el modo
ción de su germen primitivo haya participado una primitivo de constitución de una nacionalidad5 -que
acción intencional, significa, en definitiva, que en su es la marca más radical del voluntarismo de Renan-
punto de partida se encuentra siempre un hecho de conducían directamente al punto opuesto exacto al
fuerza, una conquista. que se dirigían sus reflexiones: no podía sino legiti-
mar la ocupación por parte de Prusia de las provin-
El imperio franco, tanto bajo los merovingios co- cias en disputa. Esto explica por qué Renan debía
mo bajo los carolingios, es una construcción artifi- proyectar la acción creativa a un pasado remoto. Pe-
cial cuya unidad sólo radica en la fuerza de los con- ro hay aun una razón más profunda que las de índo-
quistadores. El tratado de Verdún que rompe esta le exclusivamente político ideológica, una de orden
unidad, divide el imperio franco en tres franjas,
conceptual: podemos ver ahora que, de no ser así, la
una de las cuales, la parte de Carlos o carolingia,
responde bien poco a lo que nosotros llamamos violencia se revelaría no sólo como el origen sino
Francia [ ... ] La política de los Capetas redondea también como el principio permanente en el que se sos-
este colgajo incorrecto y, en ochocientos años, hizo tiene y por el que se produce o reproduce todo sentido de
a Francia como nosotros la entendemos, la Francia identidad.
que ha creado todo aquello de que vivimos, lo que Así, a fin de evitar que se manifiesten las conse-
nos une, lo que es nuestra razón de ser. Francia es, cuencias potencialmente devastadoras de su concep-
pues, el resultado de la política cape~ana conti- to implícitas en esa comprobación, Renan debe re-
nuada con una admirable perseverancia. ¿Por qué producir el mecanismo del olvido en su propio texto.
razón el Languedoc fue unido a. la Francia del nor- Este autor entonces no sólo debe olvidar la contin-
te, unión que ni la lengua, ni la raza, ni la Historia, gencia de los orígenes de la nación, proyectándolos a
ni el carácter de las poblaciones pedían? Porque los
reyes de París, durante todo el siglo XTII, ejercieron
sobre estas regiones una acción persistente y victo- 5 "La unidad se consumó siempre de modo brutal; el en-
riosa ([ 1871] 1972: 16). lace de la Francia del Norte con la del Mediodía resultó de una
exterminación y de un terror continuados durante cerca de un
siglo" ([1882] 1947: 27). ·
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un pasado remoto, sino que debe, además, olvidar ese
olvido, encubrir la serie de operaciones conceptuales
que realiza bajo el velo de la cientificidad, esto es, in-
tentar naturalizarlas identificándolas como resulta- 3. Emergencia y
dos de una mera comprobación empírica respecto de
los modos objetivos en qm::, supuestamente, se cons- descomposición del discurso
tituyen las lenguas y las sociedades. 6 En defmitiva, el antigenealógico de la nación
"haber olvidado" es el olvido de un tipo de indeter-
minación que se instala no en el pasado sino en el
presente, el modo de ocultamiento de la contingen- La idea de nación de Renan, según vimos, aunque
cia del propio acto del olvido. aún permanece dentro de los marcos del concepto
La revelación de estas operaciones intelectuales genealógico, se sitúa en su límite. La introducción
como tales, en fin, la aceptación de la radical contin- de un momento de indeterminación en los orígenes
gencia de los orígenes y fundamentos de la naciona- amenaza quebrar la lógica preformista evolucionis-
lidad (su carácter de mero constructo ideológico) daría ta. Su voluntarismo, sin embargo, no es un mero re-
origen a las perspectivas antigenealógicas por las que greso al iluminismo. Por el contrario, resulta de la
la nación y los nacionalismos se constituyen final- radicalización de la crítica al preformismo, que es
mente en objetos de escrutinio y análisis sistemático una herencia que el romanticismo recibe del pen-
-y también marcaría la transición a una nueva forma samiento ilustrado (incorporándole una dimensión
de nacionalismo, que es el que surge en el último si- dinámica que, como vimos, era, en un principio, con-
glo-. Nuevamente, esta transición se trató de un fe- tradictoria con éste). En definitiva, toda su argu-
nómeno sumamente complejo cuyo análisis detalla- mentación se despliega en un terreno ajeno por
do escapa al alcance del presente estudio. Importa sí completo al pensamiento ilustrado. Así, el elemen-
observar los marcos conceptuales en que se operó tal to de indeterminación que Renan introduce remi-
mutación ideológica. tirá ya a un ámbito anterior a la voluntad subjetiva,
se instalará en el nivel de sus condiciones de posi-
bilidad, remitirá a los modos de constitución del su-
jeto de esa voluntad. Encontramos aquí, en fin, el
punto en que los marcos genealógicos habrían fi-
nalmente, a su vez, de estallar. Podemos, pues, volver
" "Lo que hemos de realizar es delicado", dice, "se trata de ahora al escrito de Otto Bauer y observar las con-
una vivisección; vamos a tratar a los vivos como se trata de or- diciones más precisas que hicieron posible la emer-
dinario a los muertos. Hemos de hacerlo con la frialdad e im- gencia de las perspectivas antigenealógicas con-
parcialidad más absolutas" ([1882] 1947: 24). temporáneas de la nación.

84 85
Para que la nación se volviera algo que debía ser Las adscripciones nacionales se definirían y redefini-
explicado históricamente, y no el principio que ex- rían, pues, constantemente. Así, tras esta crítica de las
plica y contiene el sentido de la historia, fue antes perspectivas nacionalistas no se busca ya tampoco
necesario que se quebrara la relación entre presente simplemente romper los límites del Estado-nación:
y pasado, entre sujeto y objeto. El texto clásico de desde el momento en que no habría forma de saber
Otto Bauer ilustra esta ruptura. Aun cuando, como cuándo un grupo de personas constituye o no una
señalamos, este autor no niega el concepto de nacio- nacionalidad, también la idea de lord Acton de un es-
nalidad, la nación, dice, "pierde su carácter substancial, tado plurinacional se volvería absurda.
esto es, la apariencia de que exista algo duradero y Entramos aquí en un nuevo universo conceptual.
persistente en el flujo de fenómenos". Para él, "no es Según vimos, el romanticismo nace de la quiebra del
nada más que un precipitado de la historia, cambia a concepto iluminista, de matriz preformista fijista,
cada hora, con cada acontecimiento que experimen- del hombre en general (aquel sustrato inalterable, ver-
ta, ella es tan cambiante como los hechos que refle- dadero átomo de sociabilidad que garantizaba la es-
ja [ ... ] no es más un ser persistente sino un constan- tabilidad de las respuestas ante la acción de factores
te devenir y perecer" (1990: 58). y condiciones externas análogas). El romanticismo
El carácter cambiante y dinámico de la nacionali- incorpora un sentido dinámico ajeno al concepto ilu-
dad no era, según vimos, extraño al concepto genea- minista, dando así lugar a lo que Hegel llamó el pa-
lógico. Sin embargo, el tipo de devenir por el que se so del concepto del Yo como substancia al concepto
constituye la nación ya no seria concebido como una del Yo como sujeto ([1807] 1985: 15). Lo que se dis-
mera evolución, es decir, no se enmarcaría más dentro loca hacia fines de siglo XIX es la idea de la unidad
de los moldes de ciertas determinaciones objetivas de ese Sujeto que garantizaba la continuidad del pro-
primitivas (una gramática originaria), sino que sería ceso evolutivo. La aparente vuelta a un concepto de
un proceso auténticamente constructivo de los senti- raíces ilurninistas de la subjetividad ensayada por las
dos de nacionalidad. De allí que, para Bauer, no pue- corrientes neokantianas y fenomenológicas de fines
dan nunca establecerse de una vez y para siempre los del siglo XIX y comienzos del siglo XX esconde, en
límites y alcances de una nación. "¿Dónde trazar la lí- realidad, la completa inversión de ese concepto. El
nea entre las comunidades de carácter que ' se consi- sujeto de la acción intencional se convierte entonces
deran naciones independientes y aquellas que vemos de garantía del orden en la historia, de soporte unita-
como asociaciones más estrechas dentro de una na- rio que mantiene su coherencia ante la presión de
ción?" (1996: 59). Según señala, no habría ningún acontecimientos externos (siempre cambiantes) que
parámetro, objetivo o subjetivo, válido para ello. De amenazan desgarrarla, en la fuente de la contingen-
hecho, los alemanes, dice, fueron por mucho tiempo cia, aquel que introduce en ella una novedad radical
considerados (y ellos mismos se consideraban) sólo y quíebra su unidad. Como señala, en una vena típi-
un grupo dentro de una comunidad nacional mayor. camente neokantiana, Reinhart Koselleck: "En la his-

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toria s~cede siempre más o menos de lo que está la inteligibilidad de la nacionalidad en su sujeto, el
contemdo en los datos previos"; por detrás de "este que actúa como el soporte y garante último de la
más o este menos", dice, "se encuentran los hombres" unidad de su desenvolvimiento histórico. Rota ahora
(1993: 265-266). 1 la solidaridad entre presente y pasado (la adecuación
La acción intencional dislocaría así la lógica de la entre horizonte de expectativas y espacio de experien-
preformación. La pregunta que entonces surge es có- cia), se resquebraja este soporte unitario; se produce,
mo es posible que, si una situación B nace necesaria- en fin (algo apenas esbozado en Renan), la tempora-
mente de ciertas condiciones A, pueda encontrarse lización del propio sujeto nacional (el pueblo) en tan-
en B algo que no estaba, sin embargo, de algún mo-. to que condición de posibilidad de la nación eque es
do contenido ya en A, o al menos prefigurado como la que sirve, a su vez, de condición objetiva de posi-
~n~ _de sus _alternativas de desarrollo posible. La po- bilidad de la voluntad subjetiva).
s1b1hdad rmsma de una historia, entendida ahora co- Tras la quiebra del concepto genealógico de la na-
mo algo más que una mera evolución, supondria en ción subyace, pues, una transformación conceptual
definitiva, la presencia de un ser preexistente a la; es- más vasta, que expresa, en última instancia, la emer-
tructuras, formas o sistemas de organización social. Y gencia de una nueva noción de la temporalidad. Este
ello traslada nuevamente todo el terreno del debate. fenómeno señala un giro fundamental en el pensa-
El sujeto de la acción intencional no sería ya, propia- miento occidental que dará origen y definirá los ras-
mente hablando, un sujeto nacional, sino una entidad gos característicos de las perspectivas antigenealógi-
que precede a la constitución del mismo (y puede, cas contemporáneas -y también, como veremos, a las
por lo tanto, eventualmente emerger y alterar los nuevas formas de nacionalismo-.
modos de identidad subjetivos, introducir en el con-
secuente "ese más o menos" que no estaria;·sin. em-
bargo, ya presente en su antecedente). · · Naci.ón, contingenci.a y prefonnaci.ón
De este modo, traspasamos un nuevo umbral en la
historia intelectual respecto del cual no cabria ya
tampoco un mero regreso. Renan comenzá.su refle- Como señalamos al comienzo, sólo luego de la Pri-
xión introduciendo la temporalidad al itivel de las mera Guerra la nación y los nacionalismos se con-
condiciones de posibilidad de la voluntad subjetiva, vierten en objeto de reflexión sistemática. Los nue-
esto es, revelaba una instancia de contingencia en sus vos enfoques pivotarán ya sobre la base de una visión
fundamentos objetivos (las determinaciones natura- claramente antigenealógica, esto es, sobre el supues-
les de la nacionalidad). Y ello le llevó a hacer radicar to de la modernidad y el carácter de construcción men-
tal del concepto de nación. Este cambio de perspec-
1
Sobre las raíces neokantianas del concepto de la subje- tivas resulta, como dijimos, del rechazo que genera la
tividad de Koselleck, véase Palti, ZOOlb. exacerbación de los nacionalismos; pero el modo co-

88 89
mo este rechazo se articula revela una serie de des- cuya composición y recomposición resulta espontá-
plazamientos conceptuales que por entonces se ope- nea y repentina, sin obedecer, supuestamente, a nin-
ran, modificando al pensamiento occidental en su gún patrón genético de formación progresiva. La no-
conjunto, incluido el ideario nacionalista. ción de totalidad eestructura) se desprendía así de la
Dichas transformaciones se condensan en la emer- de finalidad (función).
gencia de un nuevo concepto de la temporalidad en Un camino convergente recorrerían diversas dis-
el que se invierten las formas como se concibieron ciplinas, 2 como la biología. En una serie de escritos
hasta ese momento las relaciones entre continuidad iniciados en 1883, August Weismann postula la idea
y cambio. Según una larga tradición de pensamiento de la radical discontinuidad entre soma (el individuo
en Occidente, el caos (lo efímero) es lo inmediata- adulto) y gennen, lo que descarta la posibilidad de
mente dado, el mundo de las apariencias, por debajo la herencia de los caracteres adquiridos (como re-
del cual subyace un substrato de orden -las estructu- sulta intuitivamente evidente, si un individuo sufre
ras de lo inteligible situadas más allá del alcance de una mutilación por un accidente, por más que ese
nuestros sentidos-. Por el contrario, en el fin del siglo accidente se repita con las generaciones la mutila-
pasado comenzó a pensarse que la homogeneidad, la ción no se transmitiría a la descendencia; 1891). En
continuidad (el orden) existen sólo en el nivel del 1900, Hugo de Vries da el golpe final a las concep-
mundo fenoménico. Lo real, la verdadera estructura ciones evolucionistas holísticofuncionalistas del si-
del universo (que no puede verse, pero puede expe- glo diecinueve, iniciando el camino que llevaría a la
rimentarse) es con?nuamente cambiante (caótica). formulación de la teoría de la Gran Síntesis. Para
El físico y filósofo Emile Boutrou:x fue el primero en De Vries, los fenómenos evolutivos a nivel filogené-
señalar en De la contingence des lois de la nature tico resultan de transformaciones súbitas o mutacio-
(1874) [Acerca de la Contingencia de las leyes de la na- nes globales azarosas. De este modo, las mutaciones
turaleza] que, como muestra la termodinámica, la es- (el cambio) se ven reducidas a ocurrencias impre-
tabilidad de los sistemas existe sólo a nivel macros- decibles, generadas internamente, pero sin ninguna
cópico, mientras que a nivel microscópico (en su meta o finalidad perceptible (aun cuando éstas sir-
estructura molecular) permanecen caóti~ós; siendo vieran a un proceso adaptativo de las especies a su
su comportamiento errático e impredecible. Más in- medio, la selección se produciría sólo a posteriori,
fluyente aun que la termodinámica fue el paradigma sin ningún impacto inmediato en los procesos gené-
emergente de la electrodinámica. En la teoria elabo- ticos mismos; véase Rasmussen, 1991).
rada por Maxwell y Faraday, los campos magnéticos Estos desarrollos contribuyeron a dar nacimiento
no serían meros agregados de elementos, sino con- a un nuevo paradigma del tiempo. Los procesos no
juntos de relaciones que conforman sistemas integra-
dos de fuerzas interactuantes. Sin embargo, tales sis- 2 En psicologia, por ejemplo, da lugar al nacimiento de las
temas aparecen como constelaciones de elementos teorías gestálticas.

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90
teleológicamente ordenados, en la medida en que cuenta, en fin, de por qué ciertas ficciones de comu-
suponen la ocurrencia de recombinaciones súbitas nidad y no otras logran imponerse socialmente. Este
de elementos, quiebran la linealidad de los desa- nuevo concepto de la temporalidad va a proveer así
rrollos de la materia. Cada momento discreto en la una nueva base para la figuración de los orígenes y el
secuencia de las transformaciones operadas en un sentido de las formaciones sociales, en general, y las
sistema introduce una auténtica novedad, es decir, naciones, en particular (véase Palti, 200la: 27-82).
conlleva la reconfiguración total, según un arreglo En primer lugar, este concepto de la temporalidad
nuevo y peculiar, de sus elementos constituyentes. conllevará un nuevo punto de vista respecto del sen-
"Los movimientos", diría entonces Henri Bergson, tido de los discursos por el cual se distingue su fun-
"son autosuficientes, no anuncian lo que sigue" ción expresiva de su dimensión meramente referen-
(l 960: 12). Para Bergson, dicho concepto equivalía cial. Como señala Friedrich Kittler, "la red discursiva
a un "descubrimiento del tiempo", lo que ahora pa- de 1800 jugaba el juego de no ser una red discursiva
só a significar lo opuesto a lo que significó en los simulando ser la voz y la interioridad del Hombre; en
orígenes de la llamada modernidad: que el tiempo 1900 un nuevo tipo de escritura asume una fuerza
fluya hacia adelante implicaría la ocurrencia de que no se condice con los sistemas tradicionales de
quiebres cualitativos permanentes en el orden y es- escritura sino que radicaliza la tecnología de la escri-
tructura del mundo; como decía Bergson en su fa- tura en general" (1990: 211-212). Especialmente sin-
mosa máxima: "el tiempo es invención o no es na- tomáticos de estas transformaciones son los despla-
da" (1985: 294). zamientos que entonces se producen en el propio
Por debajo de este constante devenir subyacería, pensamiento nacionalista, que abandona ya sus fun-
sin embargo, una suerte de substrato presimbólico damentos genealógicos. Mussolini expresaba clara-
(que Bergson asocia a una especie de plasma vegeta- mente el nuevo punto de vista en uno de sus discur-
tivo), un sujeto que es, en realidad, un no sujeto, an- sos pronunciados en 1922:
terior a la distinción entre sujeto y objeto, y a partir
Nosotros hemos creado nuestro mito. Nuestro mi-
del cual se configuran espontáneamente, precatego-
to es fe y pasión. No es necesario que éste sea una
rialmente, las identidades subjetivas. Estas. identida- realidad. Es una realidad en el hecho de que es un
des ya no son aquellas que provienen'de nuestras estimulo, una esperanza, de que es fe y valor.
determinaciones culturales objetivas sino que las ¡Nuestro mito es la nación, nuestro mito es la gran-
preceden y, en última instancia, las explican. En de- deza de la nación] Y es a este mito, a esta grandeza,
finitiva, todo el pensamiento contemporáneo busca- que queremos traducir en realidad, que subordina-
ría instalarse en este nivel prediscursivo, explorar los mos todo (1984: 32).
modos de articulación de los sentidos (imaginarios)
de identidad, que serían los que confieren eventual- Aunque aún se invocan aquí el pasado y las tradicio-
mente credibilidad a los discursos y permiten dar nes nacionales, lo que importa ahora no es tanto la

92 93
historia como tal, como la imagen construida de ella.
E~ definitiva, la nación, para el fascismo, ya no es verdad" (1988: 151). En realidad, no se trataba tanto
nmguna realidad preexistente que evoluciona, sino de la emergencia de "un nuevo concepto de verdad"
una que emana del élan del Führer y sólo con él es como, más sencillamente, de un desplazamiento de
coextensiva. Tampoco el "alemán eterno" al aue Hi- los fenómenos bajo consideración. Para el pensamien-
tler glorificaba guardaba ninguna semejanza· con el to fascista el mito no podía contradecir la realidad ya
alemán histórico, esa "mezcolanza racial miserable" a que, aunque su contenido fuera absurdo, él mismo
la que él aspiraba a purificar. La utopía tradicionalis- era una realidad como tal mito, es decir, constituía
ta prometida por el nazismo no aparecía como el una fuerza histórica efectiva (indicaba, precisamen-
producto de una proyección lineal del presente, sino te, esa instancia prediscursiva por la cual se constitu-
que suponia una auténtica revolución, la paradoja de yen espontáneamente los sentidos de identidad). Los
una "revolución conservadora". El fascismo, pues, no elementos ideológicos de la nación se desprendían
puede ser reducido a una mera exageración de los así de su componente cognitivo. No es el contenido de
componentes étnico o lingüístico dentro de la fórmu- verdad del mito lo que entonces importa, sino el mi-
la romántica original para definir la nación como se- to como tal; no "lo dicho" sino "el decir", y los efec-
ñalan hoy algunos autores (véase Hobsba~m, 1991: tos sociales que esto pudiera generar.
102), sin producir una simplificación conceptual. La En todo caso, tal giro representa sí un vuelco en
emergencia de la ideología fascista supuso, en reali- relación con los modos de producción social de sen-
dad, una ruptura con la idea organicista romántica de tido: ya no es la nación sino el propio mito de la na-
la nación. El núcleo de las diferencias entre ésta y las ción el que se convierte en objeto de análisis, mate-
nuevas doctrinas nacionalistas fue condensado por el . ria de debate y, eventualmente, en el centro de un
conocido ideólogo del nazismo, Alfred Rosenberg, en culto laico. El punto es que tal giro sitúa el naciona-
D~ Myth_us des zwanzigsten Jarhunderts (1930) [El lismo fuera del alcance de la crítica tradicional de las
nuto del S?glo XX] cuando señala: "La vida de la raza ideologías. Si el objeto de las narrativas antigenealó-
un pueblo, no es una filosofía que se desarrolla lógi~ gicas era privar de sustento ideológico a las tendencias
camente, ni un proceso desenvolviéndose. según la más radicalmente jingoístas del nacionalismo, hay que
ley natural, sino la expresión de una síntesis rnistica" decir que definitivamente erraron el blanco. La reve-
((1930] 1978: 751). lación de sus fundamentos contingentes resulta des-
Henri Lefebvre (intelectual y líd~r del Partido Co- tructiva sólo respecto del concepto genealógico del
n:unista francés) asoció las transformaciones produ- siglo XIX; deja intacta, en cambio, lo que Adorno lla-
cidas en el pensamiento nacionalista en este último mó la "razón cínica" del nacionalismo del último si-
siglo al surgimiento de "una nueva concepción del glo, desde que el mismo no niega la contingencia de
mundo" paralela a un "nuevo concepto de la verdad" sus basamentos ni reclama para sí ningún estatuto
e
según el cual "la idea falsa el mito) no contradice la de verdad (véase Sloterdijk, 1987). En fin, la ten-
dencia, casi inherente al punto de vista antigenealó-
94
95
gico, a ver la historia toda del pensamiento occiden- habría surgido sólo posteriormente, como una reac-
tal como una lucha eterna entre los sujetos racionales ción frente a aquéllos, por lo que tuvo un carácter
defensores de un punto de vista atomista de la socie- esencialmente divisivo y, en última instancia, "irracio-
dad y los irracionales creyentes en el ideal totalitario nal" (i.e., sin ninguna base objetiva de sustentación).
de un modelo de sociedad organicista conduce a per- El fantasma del "abismo étnico" se vio así traspuesto
der de vista la naturaleza específica de las transfor- del fascismo a los separatismos (véase Smith, 1996:
maciones operadas en el pensamiento nacionalista en 267). Tal definición, sin embargo, no puede conside-
el último siglo. rarse como una mera comprobación empírica, des-
Algo más significativo aun, dicha perspectiva obli- provista de toda motivación ideológica "distorsiva",
tera los profundos vasos comunicantes que ligan a según afirma. Como señala Anthony Smith, lo que
ambas corrientes opuestas de pensamiento, que re- subyace a este concepto (y sostiene las pretensiones
miten al nivel de sus premisas discursivas, los lengua- normativas que acompañan a los estudios recientes
jes subyacentes. De hecho, el nuevo tono asumido sobre el tema) es un a priori, a saber: una idea teleoló-
por el nacionalismo resulta convergente con el surgi- gica de la historia según la cual existe una meta pre-
miento de un enfoque antigenealógico de la nación. supuesta para el desarrollo de la humanidad -que es
Sin embargo, tales relaciones conceptuales que atan su progresiva integración- y que los "pequeños nacio-
su propio tipo de discurso al punto de vista de sus nalismos" vendrian a subvertir.3
contrarios no habrán de manifestarse sino cuando el
propio discurso antigenealógico de la nación comien-
ce a revelar sus fisuras, lo que sólo ocurre hacia fines 3 Véase Smith, 1996, 175-197. El inmenso volumen de

del siglo XX. material publicado recientemente sobre el tenia, incluido el li-
bro de Hobsbawm, ha sido motivado por un pánico similar an-
te las consecuencias probables de un rebrote nacionalista. Se
supone que este rebrote amenaza la supervivencia de prácti-
Las fisuras en el concepto antigenealógico camente todas las naciones europeas actuales, siendo que nin-
guna de ellas quedaria indemne en caso de que los reclamos
de autodeterminación fueran atendidos. Como señaló Ernest
En la que es hoy probablemente la obra má's ;_fluyen- Gellner, hay aproximadamente ocho mil lenguas en el mundo
te de esta corriente, Naciones y nacionalismos desde y más de doscientos reclamos de autodeterminación (Gellner,
1780, Hobsbawm ofrece una versión de dicha antino- 1964: 44). Algo aun más preocupante, más de veinte de estos
últimos, según asegura E. H. Can; se encuentran localizados en
mia propia del modelo interpretativo antigenealógi-
Europa. "El solo hecho", dice Can; "de que haya hoy en Euro-
co, según la cual el nacionalismo "progresista", como pa más de veinte, y en el mundo más de sesenta unidades Pº:
vimos al comienzo, se identifica con aquel que acom- liticas reclamando el status de Estados soberanos habla por s1
pañó los procesos de centralización y afirmación de mismo del agravamiento de los males del nacionalismo en es-
los Estados nacionales, mientras que el "reaccionario" te tercer periodo" (Carr, 1945: 25).

96 97
En una serie de trabajos recientes sobre el tema hoy rondando en tomo de las naciones y el naciona-
Jürgen Habermas desarrolló este supuesto en form~ lismo", son las palabras con que Hobsbawm cierra su
más elaborada y sistemática a fin de oponerlo a los re- • obra (1991: 183). En los años inmediatamente pos-
clamos nacionales de las minorías. Este autor parte del teriores, sin embargo, una serie de hechos bien cono-
concepto rousseauniano de autodeterminación del in- cidos vino a contradecir brutalmente esta predicción.
dividuo como base para distinguir el principio de ciu- y ello obligaría a ambos autores a revisar su posición
dadania del de nacionalidad. Siguiendo el consenso anterior. Según afirma ahora Hobsbawm, '1a xenofo-
antigenealógico, afirma que "el Estado nacional se fun- bia parece convertirse en la ideología de masas de es-
dó sólo transitoriamente sobre la base de una cone- te fin de siglo. Lo que mantiene a la humanidad jun-
xió~ estrecha entre ethnos y demos[ ... ]; entre republi- ta hoy es la negación de lo que la raza humana tiene
canismo Y nacionalismo existe un nexo contingente en común" (1996: 265). Esta nueva perspectiva, sin
nunca conceptual" (1991: 127). La introducción del~ embargo, planteará una serie de problemas concep-
noción moderna de ciudadania vino, para él, a quebrar tuales que terminarán dislocando los marcos del mo-
las formas de identidad sustantiva de las sociedades delo antigenealógico.
prepolíticas para definir un modo hasta entonces iné- Dicho en palabras de Habermas, lo que en estos
dito Y más integrativo de convivencia social, articula- años se produjo fue la fractura entre legitimidad
do en tomo a un marco jurídico político puramente (voluntad subjetiva) y validez (normatividad ?bjeti-
f~rmal (l 991: 132). Así, para Habermas, el republica- va). Ahora bien, llegado a este punto, producido tal
msmo y el nacionalismo no sólo no se suponen mu- divorcio entre razón y voluntad, el rechazo a los recla-
tuamente sino que, en el largo plazo, resultan contra- mos de autodeterminación nacional conllevaría ne-
dictorios entre sí, puesto que se basan en dos modos cesariamente también la negación de la existencia de
competitivos de identidad (formal y normativa, la pri- derechos individuales soberanos en materia de iden-
mera; cultural y fáctica, la segunda). La afinnación del tidades nacionales. Hobsbawm empieza entonces a
republicanismo tiende, así, a abolir las diferencias na- denunciar el concepto de autodeterminación nacio-
cionales; "ciudadania (Staatsbürger) y cosmopolitismo nal, al que identifica ahora con el principio wilsonia-
(Weltbürgerschaft)", asegura, "forman un continuum el no-leninista (de matriz genealógica) de "un Estado
/
cual hoy comienza a esbozarse" (1991: 146): """
para cada nación". Según afirma, la identificación in-
En los ~ñas en que escribía esto, Habermas partía correcta que en esta doctrina se establece entre de-
de la certidumbre, también compartida por Hobs- mocracia y autodeterminación nacional es la respon-
bawm cuando elabora Nadones y nadonalismos des- sable última de la tragedia actual en los Balcanes.
de 1780 (esto es, en 1990), de que la era de "las na- Pero, para llegar a ello, debe también repudiar la idea
ciones y el nacionalismo" estaba tocando a su fin. "La (de origen, para él, austromarxista) de la autodeter-
lechuza de Minerva, que trae sabiduría, decía Hegel minación del individuo en lo relativo a sus adscrip-
que vuela al anochecer; es una buena señal que esté ciones nacionales.
98
99
La razón específica de la actual ola de nacionalis- complemento necesario. La nación (el ethnos) se ins-
mo separatista en Europa es histórica. Hoy seco-
tala precisarl).ente en la brecha que el concepto for-
secha lo que se sembró durante la Primera Gue-
rra Mundial. Los acontecimientos explosivos de malista del Estado (el demos) deja abierta, p:r?_que,
1989-1991 han sido creados, en Europa, y, agre- sin embargo, constituye su condición de pos1bihdad.
garía, en Medio Oriente, por el colapso de los im-
Hay una brecha conceptual en la construcción legal
perios multiétnicos habsburgo, ruso y otomano
del Estado constitucional que invita a ser llenada
en 1917-1918, y la naturaleza de los acuerdos
por una interpretación naturalista de la nación. La
posbélicos respecto de sus estados sucesores. La
extensión y los limites de una república no pu:den
esencia de esto, recordarán, fue el plan de Wilson
establecerse sobre la base de criterios normativos.
de dividir Európa en estados territoriales étnico
En términos puramente normativos, no puede ex-
lingüísticos [ ... ]. La teoría leninista de las nacio-
plicarse cómo se compone el universo de aquellos
nes sobre la que la URSS (y Yugoslavia) fue poste-
que se unen a fin de formar una as~~ación libre e
riormente construida es básicamente la misma,
igualitaria[ ... ], quiénes deben y qwenes no deb~n
aunque en la práctica al menos en la URSS fue
pertenecer a dicho círculo. Desde un punto. de VIS-
complementada por el sistema austromarxista de
ta normativo, los limites territoriales y sociales de
la nacionalidad como una elección individual, la
un Estado constitucional son contingentes [... ]_El
cual cualquier ciudadano tiene derecho de hacer a
nacionalismo encuentra su propia respuesta prac-
la edad de 16 años, venga de donde viniera (1996a:
tica a un punto que no puede ser resuelto en la
259, énfasis agregado).
teoría (1996a: 287-288).
De este modo, la argumentación antigenealógica tra- La solución propuesta ahora por Habermas consiste
za un círculo completo por el cual comienza apelan- en intentar retomar el ejemplo nacionalista Yconver-
do, en contra del concepto nacionalista, al principio tir el propio principio constitucion~l en la. base de
de la soberanía individual Oa cual se encontraría con- una tradición moral substantiva. La cmdadarua demo-
densada, supuestamente, en la fórmula de Renan de crática dice, debe ser "más que un status legal; debe
la nación como "un plebiscito diario"), para terminar ~onve~se en el foco de una cultura política". "El na-
negándolo como único medio de prevenir los recla- cionalismo", asegura, "debe ser reemplazado por el
mos de autodeterminación nacional. ' . patriotismo constitucionalista" (1996a: 289). Haber-
En sus escritos últimos, Habermas intenta dar mas intenta con ello superar las limitaciones de un
cuenta de esta paradoja de la supuesta existencia de concepto estrictamente formalista del orden político.
y
una contradicción entre democracia autodetermi- El estado de derecho (Rechtsstaats), ese marco valora-
nación individual en materia de identidades naciona- tivamente neutral pero no por eso despojado de una
les señalando algo que en su obra anterior había pa- dimensión ética, se convertiría así en la fuente de for-
sado inadvertido. La nación, según descubre ahora, es mas de identidad colectiva libradas de toda carga. cul-
lo opuesto al republicanismo y, al mismo tiempo, su tural particular y compatibles con principios urnver-

100 101
sales de justicia. De este modo, afirma, el "universal siones metafísicas", lo que le permite justificar su res-
concreto de Hegel [Sittlichkeit] se sublima en una es- paldo a las fuerzas aliadas durante la Guerra del G_~l­
tructura comunicativa purificada de todo elemento fo (incluyendo el bombardeo masivo de la poblac1on
sustancial" (1996a: 228). civil; 1994: 20-21). .
Habermas instala así su argumento racionalista Esta última conclusión, sin embargo, ya no se si-
constitucionalista y antinacionalista en ese ámbito gue necesariamente de las premisas de su concepto
precategorial de constitución de sentidos de identi- filosófico, sino que en ella partici~an _claramente
dad. Y esto resulta perfectamente coherente con su consideraciones extrateóricas (mot1vac1ones pura-
sistema filosófico y su idea del "mundo de la vida" mente "ideológicas", digamos). En definitiva, se ?a-
(Lebenswelt) como aquel en que, según afirma, se en- ce manifiesto aquí el segundo de los supuestos im-
cuentran alojadas las premisas para una racionali- plícitos 0 a priori en que se _sos~e~e el presente
dad comunicativa. Lo cierto es que, cualesquiera que consenso genealógico. La prerrusa ultima que su~ya­
sean los méritos o aportes de su concepto filosófico ce a los enfoques más recientes, y que hace posible
(los que no cabe discutir aquí; véase Palti, 2001 a: la transición de la crítica débil a la crítica fuerte de
233-279), éste no basta aún para operar una transi- las doctrinas nacionalistas (es decir, permite extraer
ción hacia una crítica fuerte del concepto genealógi- consideraciones normativas de la evidencia del_ :a-
co de la nacionalidad. Sólo en la última de sus gran- rácter moderno y construido del concepto de nac10~)
des obras, Faktizitat und Geltung (1991) [Facticidad y es que sólo dentro de los marcos de los Estados exis-
validez], escrita en medio de la crisis de los Balcanes tentes los individuos pueden ser portadores de una vo-
(la que se produce, recordemos, a las puertas mismas luntad legítima. En fin, a esa entidad ficti~a de las
de la República Federal Alemana, en la cual Haber- nacionalidades, los historiadores le opond~ian la r~a­
mas ve encarnado su modelo de racionalidad políti- lidad objetiva de los actuales Estados nacionales JU-
ca), produce la serie de operaciones conceptuales rídicamente establecidos.
que permiten conectar su idea de una racionalidad . Tal conclusión, según se afirma, resultaría inme-
comunicativa con una crítica de los nacionalismos. diatamente de la revelación del carácter artificial del
Habermas traslada entonces los contenidos valorati- concepto de nación. Como señala David George, ella
vos universales supuestamente inscriptos llo~tiva­ prueba que el derecho a la autodeterminación .~º
mente en la idea de una racionalidad comunicativa al puede ser considerado como un "derecho ~atural y,
concepto de la Ley, el cual termina, asu vez, identi- por lo tanto, que el mismo se encuentra suieto a re-
ficando con el actual orden internacional. La defen- gulaciones y limitaciones.
sa del derecho internacional remite ahora, para él, a
principios morales que son transculturales y "en total Un derecho humano, pues, es un reclamo universal,
y moralmente justificable, por beneficios especia-
armonía con la substancia normativa de las grandes
les; un reclamo que puede ser demandado por cual-
doctrinas proféticas históricomundiales y cosmovi-

102 103
r
i

quiera y en cualquier lugar. Se sigue de ello que si


lo que para él significa lisa y llanamente q~e aque:l~s
el derecho putativo a la autodeterminación carece
e disienten del sistema jurídico establecido, el uru-
de esta universalidad, y/o no conduce a beneficios
relevantes, no puede ser un derecho humano no-le-
qu derecho que conservan es el de renunciar a la co-
gal (o moral) (I 993: 507). :unidad a la que pertenecen, es decir, el derecho a
emigrar (1996b, 124-126). Así, en su aparen:e r~gre­
Dado que se trata de un "derecho legal", presupone, so a las posturas de lord Acton, Habermas mvierte,
pues, al Estado como instancia soberana que puede de hecho, la doble ecuación (nación= natural= ob-
conferirlo. Ello implica que este derecho no puede ser jetivo / Estado = artificial = subjeti~o) en que se sos-
dirigido sin contradicción contra el propio Estado: tenía el concepto de aquel autor. Mientras que la na-
desprendida del mismo, una minoría formaría una me- ción, el supuesto sustrato natural de sociabilidad,
ra masa informe carente de todo derecho más allá de aparece ahora como una construcción _meramente
los "naturales" (dentro de los que, como vimos, Geor- subjetiva, el orden internacional emergena como ~na
ge no incluye el derecho a la autodeterminación); realidad a la vez artificial (contractualmente articu-
"sostener un referéndum o un plebiscito", afirma, "no lada) y objetiva (independiente de la voluntad de los
unirá a los individuos en una nación" (1993: 510). El sujetos).
mero deseo de una minoría de ser una nación inde- Llegado a este punto se desnuda el prnr:ero de
pendiente no sería suficiente para conferirle ningún los profundos lazos que ligan el proyecto antig~n~a­
derecho especial por sobre los de la entera comuni- lógico fuerte a su opuesto, el concepto genealog~co
dad a la cual, en ese momento dado, pertenece. de la nación: el orden internacional, como las nacio-
Llegamos así a la idea de que existe una contradic- nes para los nacionalistas, aparece e~ él como un or-
ción conceptual, de principio, entre las ideas de de- den de validez objetiva y que debe imponerse a sus
mocracia y de autodeterminación nacional de las mi- miembros, llegado el caso, incluso en contra de su
norías.4 Aunque por distintas vías, las conclusiones de voluntad. La sola exposición de este supuesto reve-
los estudiosos del tema resultan hoy convergentes al la sin embargo las aporías inherentes al concepto
~tigenealógico de nación (en definitiva, a ~n d~ ar-
1

respecto. Para Habermas, la autolegislación debe rea-


lizarse, y sólo puede hacerlo, a través del medi_g legal, ticularse este concepto, al igual que el nac10nahsta,
1

' necesita permanecer ciego a sus propias premisas):.ª


ciertas formaciones sociales históricamente devern-
4
En palabras de George: "El compromiso con la demo- das, como son los actuales Estados nacionales, se las
cracia como una forma legítima de gobiemÓ conlleva, por lo pretende, no obstante, instaurar co~o. una suerte de
tanto, el no compromiso con el reclamo a la autodetermina-
horizonte intrascendible (excepto, umcamente, des-
ción nacional. Cualesquiera que sean los méritos de la auto-
determinación nacional, no hay buenas razones para supo- de dentro de los marcos de la legalidad que los Es-
nerlo un derecho no legal irrestricto de cualquier nación" tados mismos establecen). La arbitrariedad de esta
(1993: 512). operación conceptual no tardaría en manífestarse.

104 105
De hecho, el punto verdaderamente paradójico en repercusiones inmediatas del resurgimiento del na-
este postulado reside en el hecho de querer consa- cionalismo en Europa, que se resiste a postular cual-
grar como intangible (asignándole una validez no quier tipo de identidad social substantiva. Ellos re-
contingente) al orden surgido con la Carta de Hel- tomarán la idea de la imposibilidad de la clausura
sinski (que es la que intentó fijar el mapa de las na- estructural de todo orden social convirtiéndola en
ciones tal como éste había emergido al final de la la base para su crítica de las ficciones de identidad
Segunda Guerra Mundial) precisamente en un mo- nacional, y tratando, al mismo tiempo, de evitar to-
mento en que tal orden ha colapsado (y, en gran par- da substancialización subjetiva, es decir, de oponer
te, por la propia acción de aquéllos supuestamente e
a las identidades nacionales alegadamente ficti-
encargados de preservar el mismo). cias) alguna otra forma de objetividad (alegadamen-
En definitiva, la postulación de la Ley como el te no ficticia). En fin, esta corriente aceptaría llevar
fundamento primitivo en que se basa el actual or- hasta sus consecuencias últimas la revelación del
den internacional no podrá evitar dejar expuesta la carácter inventado ("imaginado") de todo tipo de ads-
arbitrariedad de la serie de operaciones conceptua- cripción colectiva; y con ello terminará conducien-
les por las cuales se intenta velar la contingencia de do al concepto antigenealógico a aquel límite en el
sus fundamentos y orígenes, su vacío constitutivo. cual se volverá autocontradictorio, dando lugar a su
La revelación de su radical historicidad vuelve así a propia dislocación.
plantear el problema de cómo establecer la exten-
sión y los límites de las comunidades nacionales· y
esto tiende necesariamente a reabrir esa ''brecha c~n­ Ficciones de identidad y liminalidad
ceptual" en el concepto constitucional que Habermas en el discurso de la nación
trataba de cerrar ("en términos puramente normati-
vos", decía, "no puede explicarse cómo se compone
el universo de aquellos que se unen a fin de formar Volviendo atrás en nuestro relato, el enfoque anti-
una asociación libre e igualitaria [ ... ], quiénes deben genealógico de la nación parte, como vimos, del su-
y ~uiénes no deben pertenecer a dicho~ drculo"). puesto de la modernidad y el carácter de construc-
Privado de un fundamento de objetividad que opo- ción mental del concepto de nación. Como decía
nerle a la objetividad de la nación,. tal brecha habrá Elie Kedourie, el nacionalismo es un sentimiento
de demostrarse como inherente al discurso antige- poderoso pero "en cuyo núcleo se encuentra un va-
nealógico de la nación, lo que resultará devastador do" (1993: 89). No sólo el qué de la nación, sino
del mismo. el propio quién de la adscripción patriótica, el su-
Existe, sin embargo, otra vertiente dentro de las jeto nacional (aquel que "debió haber olvidado",
actuales tendencias antigenealógicas, conformada por según Renan) no sería más que una entidad ficti-
un grupo de autores algo menos atormentados por las cia, una construcción discursiva. Ahora bien, la pre-

107
106
gunta que entonces nace es cómo surgen tales ficcio- lo que se torna ahora objeto de escrutinio no es la
nes de identidad, cómo se constituye discursivamen- nación sino los mecanismos de construcción social
te un sujeto nacional. En última instancia, dichas de ese sujeto del olvido en que ella se funda, Y que
ficciones discursivas tendrían, a su vez, condiciones en Renan se encontraba simplemente presupuesto.
materiales de posibilidad que expliquen por qué Esto es, más precisamente, lo que Verdery llama "el
sólo algunas de ellas logran eventualmente credibi- problema de las subjetividades naci??ales" c:·có~.º
lidad y no otras. se asimila la homología entre la nac1on y el md1v1-
Encontramos aquí el rasgo determinante de los duo e internaliza deviniendo parte de su 'interior"';
estudios sobre el nacionalismo. Su piedra de toque 1996: 229).
la constituye un desplazamiento que se produce, ini- Luego de la Segunda Guerra Mundial, prolifera-
cialmente en forma inadvertida, en el objeto de aná- ron los estudios (fuertemente marcados por la im-
lisis. La pregunta original de Renan era: "¿Por qué pronta sociológica) que buscaron sist~matizar los p~­
Suiza, con tres lenguas, dos religiones y tres o cua- rámetros e indicadores que permitieran descubnr
tro razas es una nación, mientras que la Toscana, cómo bajo qué circunstancias y de qué formas (si-
por ejemplo, que es tan homogénea, no constituye guiendo qué procesos) surgen y se difunden fi.cdones
una de por sí?" (194 7: 29). Como vimos, según él des- de identidad del tipo de las nacionales. De lo que se
cubre, tal pregunta no puede responderse apelando trataba, en palabras de uno de los pioneros en este ti-
a elementos puramente objetivos; por qué Suiza es po de análisis, Karl Deutsch, era de "lograr una com-
una nación y no Toscana depende, en parte, de las prensión científica del nacionalismo", esto es,_" a~or­
representaciones que de sí mismos tienen los suje- dar el problema de manera empírica cuantitativa,
tos. El interrogante que ahora se planteará será un probabilista y combinatoria, para desarrollar un mo-
corolario natural de esta revelación: ¿qué es, pues, lo delo que diese cuenta de los numerosos rasgos comu-
que lleva a determinados sujetos a imaginarse a sí nes en la ascensión de los movimientos nacionalistas"
mismos como formando una nación?; para decirlo (1993: 408). Ello dio lugar, en fin, a ~a serie de c~asi­
en las palabras de Katherine Verdery, "¿cómo se cons- ficaciones y tipologías a las que refenmos al cormen-
tituyen socialmente las identidades y cómo .se ha- zo de este trabajo.
cen las personas que tienen identidades?'' (1996: Toda la reflexión de Hobsbawm sobre el tema se
228). Una vez sentada la premisa de que la nación inscribe en los marcos de este desplazamiento con-
(en el sentido de los nacionalistas) ~s una inven- ceptual hacia lo que podemos llamar un segund_o_ ni-
ción, un mito, de lo que se tratará entonces es de vel de análisis (las representaciones de la nac1on).
analizar los procesos de generación y difusión de ta- Este desplazamiento, piensa Hobsbawm, permitiría
les mitos, las condiciones materiales objetivas para fijar aquello que a un primer nivel de análisis (la n~­
la formación de subjetividades ilusorias, como son ción como tal) aparece como elusivo ("ni las defini-
las llamadas identidades nacionales. En definitiva, ciones objetivas ni las subjetivas", dice, "son satisfac-

108 109
torias"; 1991: 8). Como afirma en su artículo "Algu- una amplia aceptación, y cuando determinados auto-
nas reflexiones sobre el nacionalismo", res emplean el término, tienden a no definirlo" (1985:
420). La conclusión a la que llega uno de sus autores
al abordar la "cuestión nacional" conviene comen- preferidos, Kedourie, es ilustrativa al respecto. Inme-
zar con el concepto de "nación" (es decir, con el "na-
diatamente tras la publicación de Naciones y naciona-
cionalismo") antes que con la realidad que éste re-
presenta. Porque a la "nación", tal como la concibe
lismos desde 1780, aparece la cuarta edición de la obra
el nacionalismo, se la puede conocer prospectiva- clásica de Kedourie, Nationalism (publicada original-
mente; mientras que la "nación" real sólo puede re- mente treinta años antes), que contiene un posfacio
conocerse a posteriori (1991: 9). en que su autor señala ya la ingenuidad de pretender
realizar predicciones sobre el surgimiento y desarro-
Hobsbawm retoma así la tarea de clasificación siste- llo de los nacionalismos. "Si el nacionalismo -o cual-
mática de las diversas formas de nacionalismo y de los quier otra ideología- se difundirá en una sociedad
contextos en que los mismos han aparecido (siguien- particular y se convertirá en una fuerza política, y
do particularmente de cerca las propuestas de Gell- cuáles serán las consecuencias de ello", afirma, "no es
ner en Naciones y nacionalismos y de Hroch en Social algo que pueda describirse con anterioridad a que se
Preconditions of National Reviva[ in Europe [Precondi- produzca el hecho" (1993: 139). La asimetría que es-
ciones sociales para el resurgimiento del nacionalismo en tablece Hobsbawm entre ambos niveles de análisis se-
Europa]). En este punto, el trabajo de Hobsbawrn re- ria, pues, ilusoria. Respecto del nacionalismo (al igual
sulta, sin embargo, claramente anacrónico. El fenóme- que de "la realidad que éste representa'), para Kedou-
no decisivo ocurrido en los últimos veinte años en los rie lo único que puede aspirar el historiador es a na- .
estudios en el área consiste, precisamente, en la quie- rrar su desarrollo a posteriori. Pretender anticipar o es-
bra de la creencia en la posibilidad de comprender tablecer juicios sobre el nacionalismo escaparía al
cientificamente la formación de los movimientos na- ámbito historiográfico estricto.
cionalistas. Ya nadie parece compartir la confianza de
Deutsch, quien en los años cincuenta aseguraba, res- Para tal tipo de interrogación -como la que se in-
tenta en los dos últimos capítulos de este libro- es
pecto de sus trabajos anteriores, que "en su·!;;,.onjun-
inapropiado, e incluso imposible, tratar de estable-
to, estas predicciones generales hechas de--Sde 1942
cer si la difusión del nacionalismo fue evitable o
se han visto confirmadas" (1993: 410). De hecho, inevitable, si fue normal o sólo una "aberración".
las discusiones surgidas en tomo de Ía.obra de sus se- Éstas no son categorías posibles del pensamiento
guidores y la proliferación de las teorías al respecto histórico (1993: 139).
pronto pondrían en tela de juicio tal posibilidad, dan-
do lugar, por el contrario, a una profunda confusión Ciertamente, a Hobsbawm no le son ajenas la preca-
conceptual. Corno señala Arthur Waldrorn, "ninguna riedad de las clasificaciones y, sobre todo, las dificul-
teoria particular del nacionalismo ha podido suscitar tades para realizar generalizaciones y predicciones

110 111
r

respecto del surgimiento y difusión del nacionalismo. comunidades mayores que la villa primordial en
contacto cara a cara (y quizá también ésta) son
En última instancia, para él, lo elusivo del tema deri-
imaginadas (1991: 6).
va (y es la mejor prueba) del carácter irracional de
los "pequeños nacionalismos". Sin embargo, él no Anderson distingue así el carácter "imaginado" de la na~
puede aceptar la idea de la radical irracionalidad de cionalidad de la noción fuerte antigenealógica de la
todo tipo de adscripciones nacionales puesto que ella nación, que la concibe como resultado de alguna suer-
derrumbaría la serie de antinomias sobre las que re- te de manipulación ideológica (véase Balakrishnan,
posa su enfoque antigenealógico, haciendo manifies- 1996b). La "construcción imaginaria" de una comuni-
ta la arbitrariedad de sus posturas. De hecho, no hay dad indicaría, en última instancia, las condiciones pa-
en su teoría concepto alguno, salvo sus propias incli- ra la plausibilidad o no, en cada caso, de las apelacio-
naciones personales, que permitan considerar a los nes ideológicas respectivas de los nacionalistas, pero
"grandes nacionalismos", los "nacionalismos estatales", no se confunde con éstas, puesto que las precede.
menos irracionales que los "pequeños nacionalismos". La idea de "comunidad imaginada" no refiere, pues,
No es otra la conclusión a la que todo el discurso an- a la nación en tanto que construcción ideológica, co-
tigenealógico de la nación conduce (aun cuando, co- mo suele interpretarse, sino que remite al sujeto de tal
mo veremos, esta comprobación terminará volvién- construcción (el pueblo). Paul Piccone explica esta
dose en contra de él mismo, revelándolo como, en diferencia:
última instancia, autocontradictorio). Anderson se-
ñala esto cuando compara su propio punto de vista Ambos se instalan en dimensiones noéticas cualita-
tivamente diferentes. Una es una mera construc-
respecto del carácter "imaginado" de las comunida-
ción conceptual, mientras que la otra refiere a una
des nacionales con el de Gellner, que las considera dimensión precategorial lógicamente anterior al
como meros "constructos mentales": desarrollo de conceptos en cuyos términos la expe-
riencia es estructurada. La primera es contingente,
Con cierta ferocidad, Gellner plantea un punto
comparable cuando señala que "el nacionalismo no mientras que la segunda es necesaria para que ex-
es el despertar de las naciones a la autoconciencia: periencia social alguna sea posible (1996: 164). 5
él mismo inventó a las naciones donde n.oi::xistían".
El inconveniente con esta formulación, sin embar- Esta idea indica, en fin, los modos de constitución
go, es que Gellner está tan ansioso de mostrar que del sujeto (ilusorio) de las ilusiones nacionales. Sin
el nacionalismo se enmascara bajo falsas apariencias embargo, más que ofrecer una clave para compren-
que asimila "invención" con "fabricación" y "false- der y predecir la emergencia de los nacionalismos, la
dad", en vez de hacerlo con "imaginación" y "crea- noción de "comunidad imaginada" vendría a explicar
ción". De este modo implica que existen comuni-
dádes "verdaderas" que pueden ser contrapuestas 5 El presente estudio puede leerse también como una
ventajosamente a las naciones. En verdad, todas las respuesta diferida (y algo oblicua) a la respuesta de Piccone.

112 113
í

precisamente por qué tal fenómeno contendría siem- Class que tiende, dicen, a desarticular todo vinculo
pre, y en todos los casos, cierto residuo ineliminable social substantivo, disgregando y atomizando a la so-
de arbitrariedad, es decir, por qué los nacionalismos ciedad.
resultarían siempre inexplicables, y, como señala
Kedourie, su surgimiento sólo podría describirse a Precisamente por su carácter imaginario, estas co-
posteriori. munidades orgánicas cumplen una fundón critica
De la idea del carácter "imaginado" de las identi- como alternativas potenciales a los arreglos políti-
dades nacionales no se sigue necesariamente, sin cos existentes meramente contractuales, cuya legi-
embargo, un rechazo del nacionalismo. De hecho, timidad liberal, si se los analiza detenidamente, se
revela tan decisionista -y, por lo tanto, "irradonal"-
autores como Piccone (junto con el colectivo edito-
como la de los otros sistemas no enraizados concre-
rial de la revista Telas que él dirige) extraen de allí tamente en la vida sedal concreta (1996: 164).
consecuencias ideológicas opuestas a los autores
hasta aquí mencionados Oo que muestra, una vez, En realidad, la identificación del discurso antigenea-
las relaciones siempre complejas y ambiguas entre lógico con una suerte de versión tardía de iluminis-
presupuestos filosóficos y sus posibles derivaciones mo lleva a Piccone y los suyos a perder de vista el nú-
políticas). cleo de su argumentación. Como vimos con relación
La ficción de homogeneidad que articula una co- al concepto de Habermas de "patriotismo constitu-
munidad nacional es definida por Piccone en térmi- cional", lo que plantea la crítica antigenealógica es la
nos de una doxa o "redes informales unidas no por posibilidad de constituir los vínculos contractuales
meras obligaciones contractuales sujetas a la renego- en fuente de identidades colectivas substantivas, es
ciación, [ ... ] sino por pactos irrevocables enraizados decir, busca emplazarse y discutir al nacionalismo en
en realidades que trascienden las voluntades indivi- su misma dimensión noética. En definitiva, el concep-
duales e implican una transmisión axiológica transge- to antigenealógico surge y se encuentra directamen-
neracional" (1996: 163). En una vena populista na- . te asociado a la serie de desplazamientos concep-
cionalista, según ellos mismos definen su postura, los tuales que se producen a fines de siglo XIX, que es
editorialistas de Telas identifican ese ámbito_.__de arti- precisamente cuando emerge la idea de un ámbito
culación prediscursiva de identidades coÍ~ctivas con precategorial tal. Justamente porque los lazos políti-
las "comunidades orgánicas" del Me_dio Oeste nortea- cos contractuales no serían más, pero tampoco me-
mericano. Estas comunidades, dicen, proveen senti- nos "imaginados" que los nacionales, constituirían
dos espontáneos de pertenencia que los lazos con- también una forma de doxa. La antinomia entre "co-
tractuales no pueden alcanzar a generar. De este munidades orgánicas" y "arreglos políticos artificia-
modo, oponen tales "comunidades orgánicas" a los in- les" no enraizados "en la vida social concreta" Oa vie:-
tentos de manipulación ideológica por parte de una ja oposición entre Gemeinschaft [comunidad] Y
clase burocrático gerencial de funcionarios, la New Gesellschaft [sociedad]) sólo reproduce, en forma in-
114 llS
vertida, el tipo de operación ideológica que conduce Para Bhabha, todo intento de reconfigurar las iden-
a la crítica antigenealógica fuerte, postulando la exis- tidades subjetivas conlleva necesariamente la remisión
tencia de un sustrato -paradójico- de realidad social, a ese ámbito noético en que sus modos cristalizados de
al mismo tiempo artificial (subjetivamente articula- definición son puestos en suspenso. Toda confronta-
do) y objetivo (independiente de la voluntad de sus ción radicada en este plano no busca, pues, revisar
miembros; en palabras de Piccone, fundada en "pac- conceptos establecidos sino reinventar los propios
tos irrevocables"). modos de su definición.
Este último punto conduce a un segundo aspecto
implícito en los argumentos de Habermas, que Pic- La posibilidad misma de contestación cultural, la ha-
bilidad de cambiar las bases del conocimiento, o de
cone opta por ignorar. Aun cuando aquél obtura esta
comprometerse en una "guerra de posiciones", de-
última conclusión connotando éticamente las opcio- pende no sólo de la refutación o substitución de con-
nes alegadamente en disputa ("cosmopolitismo" y ceptos. La analítica de la diferencia cultural intenta
"derecho internacional" versus "nacionalismo" y "ata- comprometerse con ese espacio "anterior" al signo
vismo particularista"), la argumentación de Haber- que estructura el lenguaje simbólico de prácticas
mas tiende a hacer manifiesto el hecho de que, si culturales antagónicas alternativas (1990b: 313).
bien los mecanismos de constitución precategorial
de identidades no pueden reducirse a una mera ma- Bhabha refiere así el origen de toda ficción de iden-
nipulación ideológica, esos mecanismos, de todos tidad, no a algún tipo de ser prediscursivamente arti-
modos (y precisamente por ello), articulan un espa- culado, como serían las "comunidades orgánicas" de
cio agonal, abierto a la oposición de opciones políti- Piccone, sino, por el contrario, a esa "brecha concep-
cas radicales, esto es, diferencias radicadas al nivel de tual" de que hablaba Habermas y que, de algún mo-
los presupuestos mismos en los cuales se funda toda do, le precede. Toda ficción de identidad no sería si-
politicidad. En fin, Piccone instala la formación de no un intento de llenar simbólicamente ese vacío
identidades en un ámbito eminentemente político, en originario constitutivo de todo orden social. Ahora
el sentido schrnitteano del término, para vaciarlo in- bien, siendo esto así, el propio discurso nacionalista
mediatamente de su rasgo defrnitorio: el ant~gonis­ no podría tampoco evitar reproducir esa misma bre-
mo. Llegamos aquí a la última de las corrl:entes de cha. La máxima que Habermas aplica al concepto
pensamiento antigenealógico que analizaremos. Los del Estado, como entidad jurídico formal, se traslada-
intentos por recuperar la naturaleza inherentemente ría ahora a las formas substantivas de identidad co-
conflictiva de las configuraciones precategoriales de lectiva, como son las nacionalidades.
sentido se encuentran en el centro de las aproxima- En efecto, como señala John Barrell, la obsesión
ciones antigenealógicas a la nación de matriz decons- por obtener una visión holista de la sociedad hace
truccionista, cuyo representante más conspicuo es manifiesta la incertidumbre por sus límites (1983).
hoy Homi Bhabha. De hecho, según muestra Claude Lefort, en el mismo

117
intento de obliterar la contingencia de sus orígenes
en el reconocimiento de que el discurso nacionalista
el discurso nacionalista no hace más que reactivar-
no se agota en su momento genealógico, que es el del
la,° revelando la plenitud comunal Oa "comunidad
tiempo homogéneo ("pedagógico") de la narración,
orgánica" de Piccone) como sólo un efecto del pro-
sino que contiene en sí un elemento de constructivi-
pio discurso que la instituye como tal.7 En definiti-
dad ("performatividad") que le es inherente. A fin de
va en condiciones de modernidad, y "privado de la
"reprimir" su residuo de liminalidad, el discurso na-
vi;ibilidad inmediata del historicismo", el discurso
cionalista debe, en efecto, como la crítica antigenea-
de la nación debe comprometerse en un doble mo-
lógica ha denunciado, proyectar un ilusión de homo-
vimiento permanente por el que terminará dislo-
geneidad, esto es, la idea de una nacionalidad que
cándose: la constante remisión de la realidad a los
discursos, y viceversa.
e
preexiste a su constitución efectiva el momento ge-
nealógico). Pero, al mismo tiempo, vaciada de la legi-
El discurso ideológico que estarnos examinando no timidad tradicional, la nación necesita articularse en
tiene reaseguro, se vuelve vulnerable por su intento un espacio distinto, que es aquel en que ésta hace
de hacer visible el lugar desde el cual la relación so- manifiesta su capacidad presente de sustentar hori-
cial podría hacerse concebible (tanto pensable corno zontes de vida substantivos eel momento performa-
creable) dada su inhabilidad para definir ese lugar tivo). 8 De este modo,
sin dejar que aparezca la contingencia, sin conde-
narse a si mismo a deslizarse de una posición a otra, la nación se convierte de símbolo de la modernidad
sin evitar hacer de este modo manifiesta la inestabi- en el síntoma de una etnografía de lo "contemporá-
lidad de un orden al cual se lo intenta elevar al sta- neo" dentro de la cultura. Tal cambio de perspecti-
tus de una esencia (Lefort, 1986: 213-214). va emerge con el reconocimiento de la interpela-
ción ininterrumpida de la nación, articulada en la
Siguiendo este concepto de Lefort, el punto esencial tensión significante del pueblo como un a priori
que habrá de diferenciar la perspectiva de Bhabha de
las naciones y el nacionalismo respecto de las de los
8
otros autores que hemos analizado hasta aq~í radica "Tenemos, pues", dice Bhabha, "un territorio cultural es-
cindido en donde el pueblo debe ser pensado en una tempo-
1
' ralidad doble; el pueblo corno el 'objeto' histórico de una pe-
• "En la metáfora de la comunidad nacional del 'muchos
dagogía nacionalista, dando al discurso una autoridad basada
como uno', el 11110 es ahora tanto la tendencia a totalizar lo so-
en un evento u origen dado o preconstituido; el pueblo es tam-
cial en un tiempo homogéneo vacio corno la repetición de ese
bién el 'sujeto' de un proceso de significación que debe bo-
déficit en su origen" (citado en Bhabha, 1990b: 306).
7 rrar toda presencia anterior u originaria del 'pueblo-nación' a
"Sólo la autoridad del amo", dice Lefort, "permite ocultar
fin de demostrar el principio de vida prodigioso del pueblo
la contradicción, pero él mismo es un objeto de representación;
como el proceso continuo por el cual la vida nacional es redi-
presentado como poseedor del conocimiento de la regla, permi-
mida y significada como un proceso reproductivo y reiterati-
te a la contradicción aparecer a través de él" (1986: 213-214).
vo" (1990b: 297).

118 119
histórico, un objeto pedagógico, y el pueblo como
tigmatiza, a su vez, el espacio de fisura en la idea de
construido en la realización (perfonnance) del len-
guaje, su enunciación "presente" marcada en la re-
nación (en tanto que construcción discursiva); seña-
petición y pulsación del signo nacional. El tiempo la, pues, su límite, su condición de posibilidad-impo-
pedagógico funda su autoridad narrativa en la tra- sibilidad ("el sujeto", dice Bhabha, "se toma aprehen-
dición de un pueblo. [ ... ] Lo performativo intervie- sible sólo en el pasaje entre lo 'contado' y 'el contar',
ne en la soberanía de la autogeneración de la nación entre el 'aquí' y el 'más allá', y, en esta doble escena,
(1990b: 298-299). la posibilidad del conocimiento radica en la propia
alienación del sujeto"; 1990b: 301).
El error de Anderson, para Bhabha, yace en recluir la Bhabha descubre, así, en este segundo nivel de aná-
dimensión perforrnativa del discurso nacionalista en lisis Oas representaciones de la nación), el mismo ti-
un momento "originario" en que el sujeto nacional se po de ambivalencia y circularidad conceptual que
habría supuestamente constituido en tanto que "co- Renan, un siglo antes, encontró alojado en un primer
munidad imaginada", sin ver que se trata, en reali- nivel de análisis Oa nación como tal). La ambivalen-
dad, de un fundamento permanente (1990b: 309). cia del discurso nacionalista (el tener que postular
De allí que, para articularse, tales narrativas deban a la nación como algo al mismo tiempo objetivo y cons-
reactivar continuamente la contingencia de las bases trnido), que produce una permanente oscilación, un
de su objetividad, reactualizar constantemente ese deslizamiento continuo de lo simbólico al sistema de
residuo de "irracionalidad" inasirnilable al relato ho- la significación, de lo constatativo a lo perforrnativo,
mogeneizante de su momento genealógico. La reve- del objeto al sujeto de la narración, es, precisamen-
lación del carácter contingente de su constitución te, la que abre, para Bhabha, el espacio de "liminali-
obliga, a su vez, a plantear el problema de la realidad dad", permite el traslado a ese ámbito noético en
objetiva del sujeto al que el discurso nacionalista in- que las identidades subjetivas cristalizadas son pues-
terpela (el momento constatativo), el "pueblo" como tas en suspenso. "Lo que emerge como un efecto de
sujeto (y no sólo como objeto) de la narración, y así tal 'significación incompleta"', dice Bhabha, "es la
ad infinitum. Es, en definitiva, en la articulación de conversión de las fronteras y límites en espacios in-
estos dos momentos que el "pueblo" se constituye tersticiales (in-between) en los cuales se negocian
discursivamente, pero también el punto en que se los significados de la autoridad política y cultural"
desarticula. El presente de la nación se ve de este mo- (1990a: 4).
do marcado por la diferencia, por su inevitable dis- Este mismo peligro se plantearía, sin embargo, tam-
yunción respecto de sí misma. En fin, el sujeto sólo bién para las contranarrativas anti.genealógicas de la
aparece en su misma imposibilidad de constituirse nacionalidad. La pregunta que surge aquí, nuevamen-
plenamente como tal. Así como la nación, según te, es cuál es el horizonte de objetividad en el que se
mostraba Habermas, es la marca visible de la brecha sostiene el propio discurso antigenealógico decons-
ineliminable en el concepto del Estado, el pueblo es- truccionista; más precisamente, cuál es el estatuto

120 121
de ese sujeto al que ese discurso interpela, que ya no cia" ("la figura lirninal del espacio-nación aseguraría
es el pueblo, sino su negación (por lo que ya no sería que ninguna ideología política pueda reclamar para
tampoco, en consecuencia, propiamente un sujeto, sí una autoridad metafísica o trascendente"; 1990b:
sino, más bien, una suerte de no-sujeto). La lectura 299), instalarse en ese punto en que el tiempo ho-
de Lloyd Kramer de este discurso tiende a revelar mogéneo de la narrativa nacional se desarticula, en el
una contradicción implícita en él. Según señala Kra- momento de la "unisonancia" de lo constatativo y lo
mer, desde la perspectiva deconstruccionista multi- performativo. Este momento de "unisonancia", Bhab-
culturalista, "la historia [del nacionalismo J es una ha lo descubre en "las minorías". La presencia de una
historia de lucha entre los que buscan una narrativa "minoría" haría, en fin, manifiesta la incompletitud
coherente de la existencia nacional y aquéllos cuya constitutiva de toda ficción de homogeneidad.
presencia, ideas, color o cultura cuestionan la posi-
La minoría no confronta simplemente al discurso
bilidad de tal coherencia" (1997: 537). Esto supone,
maestro pedagógico con un referente que lo niega
pues, la existencia de sujetos preconstituidos "cuya o lo contradice. Ésta no convierte a la contradicción
presencia, ideas, color o cultura cuestionan la posi- en un proceso dialéctico. Insinuándose dentro de
bilidad de tal coherencia". El "color" o la "cultura" de los términos de referencia del discurso dominante,
las minorías no serían ellos mismos construcciones el suplemento antagoniza la capacidad implícita de
narrativas. generalizar, de producir la solidez sociológica
Definitivamente, no es ésta la idea de Bhabha. "La (1990b: 306).
representación de la diferencia", dice, "no debe ser
leída como una reflexión de rasgos étnicos o cultura- No obstante, la lectura de Kramer no es arbitraria. A
les pre-dados" (1997: 2). Para él, ningún sujeto encar- fin de articularse, el discurso deconstruccionista, al
na, por su propia naturaleza, un proyecto emancipa- mismo tiempo que niega todo "momento de trascen-
dor. "No hay comunidad o grupo social dados cuya dencia", necesita proyectar una instancia de objetivi-
historicidad radical inherente emita los signos co- dad en que él mismo pueda fundarse. Es necesario,
rrectos" (1997: 27). De lo que se trata es, simplemen- en fin, identificar un determinado lugar como aquél
te, de postular un más allá de lo dado, un esp-ªcio de en que lo social encuentra su _punto de fisura. De lo
invención en que las adscripciones identitarlas subje- contrario, asegura, "si el interés del posmodernismo
tivas se vean dislocadas ("el verdadero salto", dice, se limita a la celebración de la fragmentación de las
"consiste en introducir la invención en la existencia"; 'grandes narrativas' del racionalismo postilustrado
1997: 8). El desafío para la articulación de un discur- [ ... ]sigue siendo una empresa trivial" (1997: 4). És-
so contestatario consiste así no en lograr postular, en ta es la trampa del multiculturalismo.
oposición de la nación, alguna otra forma alternativa
El sitio de la diferencia cultural puede devenir el
de identidad (alegadamente más "objetiva"), sino,
mero fantasma de una lucha disciplinar cruda en
justamente, en evitar todo "momento de trascenden-

122 123
la cual ésta no tiene espacio o poder. Los déspo-
clase obrera para Bauer. 9 No obstante, al colocar el
tas turcos de Montesquieu, el Japón de Barthes, la
China de K.risteva, los indios Nambikwara de De-
acento en la generación de "contranarrativas" ("las
rrida, los paganos Cashinahua de Lyotard, son otras contranarrativas de la nación que continuamente
tantas estrategias de contención en que el Otro evocan y borran sus fronteras totalizantes -tanto rea-
texto es por siempre el horizonte exegético de la les como conceptuales- perturban las maniobras
diferencia, nunca un agente activo de articulación ideológicas a través de las cuales las 'comunidades
(1997: 31). imaginadas' se dotan de identidades esencialistas";
1990b: 300), Bhabha estaría al mismo tiempo sugi-
Bhabha termina así postulando a los sujetos "margi- riendo que tales sujetos marginales, en tanto que
nales" (que él asocia con los pueblos coloniales, pos- "agentes activos de articulación" no serían sino, ellos
coloniales, migrantes y las minorías, que forman, en mismos, construcciones discursivas. "La textualidad",
su conjunto, una vox populi "relativamente inarticula- insiste, "no es simplemente una expresión ideológica
da") como la encarnadura histórica objetiva de la "li- de segundo orden, un sintoma verbal de un sujeto
minalidad". político pre-dado" (1997: 23).
Llegados a este punto, nos reencontramos con
En este punto debo dar lugar a la vox populi: a la nuestra pregunta original, aunque esta vez de forma
tradición relativamente inarticulada de los pueblos
invertida. Hasta aquí la cuestión era por qué ciertas
de los pagus -coloniales, poscoloniales, migrantes,
minarlas-, pueblos errantes que no pueden ser con-
narrativas nacionales lograban eventualmente cre-
tenidos en el Heim de la cultural nacional y su dis- dibilidad, pero no todas ellas. La pregunta que sur-
curso unisonante, pero que son ellos mismos la ge ahora es por qué ciertas contranarrativas, pero no
marca de un limite cambiante que aliena las fron- todas ellas, lograrían desarticular efectivamente la
teras de la nación moderna.[ ... ] Ellos representan serie de antinomias y presupuestos en que descan-
los muertos-en-vida de la idea de la "comunidad san las ficciones de homogeneidad del discurso pe-
imaginada" de la nación (1990b: 315).

La "liminalidad" aparece de este modo como- gn "lu- 9


"La clase obrera", decía Bauer, "blande la cuchilla de la
gar vacío" que tiene, sin embargo, a la vez, 'un locus crítica contra todo lo que es históricamente transmitido. Na-
propio en la sociedad y un agente histórico: los "su- da es valioso para ella por el solo hecho de existir, sino que
jetos marginales" en tanto que sujetos.y objetos a la debe probar su valor sirviendo a su propia lucha; [ ... ] dado
vez de las "contranarrativas" antigenealógicas multi- que los valores culturales nacionales no se encuentran en po-
sesión del proletariado, la valuación nacional no es una va-
culturalistas de la nación. Existiría, en fin, un proyec- luación proletaria. [ ... ] La clase obrera deviene así desenrai-
to que viene adscripto a estos "sujetos marginales" de zada, más libre de los poderes esterilizantes de la tradición
su misma condición como tales. Éstos vienen a ocu- que lo que lo estuvo cualquier otra clase anteriormente"
par el mismo lugar, con relación a la nación, que la ([1924] 1996: 66).

124 125
dagógico de la nacionalidad. Evidentemente, no discurso debe obliterar a fin de poder articularse: el
cualquiera de ellas lo hace. Para ello, cabe suponer carácter eminentemente político de la propia con-
que es necesario que éstas remit~~'. ~e algún mod~, tienda antigenealógica.
a lo que Alain Badiou llama un sitio de ~co~teci­ Como vemos, en su intento de desmontar el con-
miento" esto es, que logren establecer algun vmcu- cepto nacionalista, la crítica deconstruccionista mul-
lo efectÍvo con aquello en que la lógica identitaria ticulturalista lleva el impulso antigenealógico hasta
encuentra, objetivamente, su punto de fisura (1999). sus últimas consecuencias lógicas en que se vuelve
Sin embargo, éste sería, a su vez, sólo un efecto de contradictorio consigo mismo, haciendo así manifies-
la propia estrategia textual que lo co~stituy~ dis- ta su esencia política ocluida. Este discurso no puede
cursivamente como tal. De lo contrario caenamos ya evitar replicar el mismo tipo de deslizamiento en-
en una substancialización del sujeto, volveriamos al tre lo constatativo y lo performativo, lo contado y el
momento de la trascendencia. Pero, entonces, la crí- contar, que señala como inherente al discurso nacio-
tica que Lefort dirige al nacionali~mo se _aplicar~a nalista, con lo que mina sus propias bases de susten-
también a las propias contranarratlvas ant1genealo- tación. La paradoja es que sólo entonces, en su mis-
gicas, aunque de forma invertida. Según vimos'. este ma incapacidad de articularse como tal, el discurso
autor señala cómo, en el mismo intento de obliterar antigenealógico puede verdaderamente llevar a cabo
la contingencia de sus orígenes, el discurso naciona.- su vocación de evitar, como dice Kristeva en la cita
lista no hace más que reactivarla, revelando la pleni- que sirve de epígrafe a este trabajo, "hundirse en el
tud comunal como sólo un efecto del propio discur- pantano del sentido común" y hallar ese punto arqui-
so que la instituye como tal. Ahora cabría decir que médico en el cual "volverse extranjero a la propia na-
en el mismo intento de, en este caso, revelar la na- ción, lengua, sexo e identidad" (1986: 298). 10 "Sólo
turaleza contingente de los fundamentos de las asumiendo la posición mental del antagonista", dice
identidades nacionales, el impulso antigenealógico Bhabha, "y trabajando a través de la fuerza de des-
no haría más que reactivar su propia contingencia, centramiento y desplazamiento de aquella dificultad
haciendo manifiesto, en este caso, la incompletitud discursiva es que la 'porción de verdad' politizada es
comunal como sólo un efecto del discurso que la producida" (1997: 24). La condición para ello es, sin
instituye como tal. En fin, una vez que _el-~~c~rso embargo, según parece, usarlo, como el personaje de
antigenealógico se despoja del velo ~~ c1entif1c1~ad Kafka, contra sí mísnzo.
con que reviste originalmente su cnt1ca del nacio- Llegamos así al final de nuestro recorrido. Los
nalismo, no puede evitar confrontar la naturale~a enfoques multiculturalistas deconstruccionistas de
"mítica", en palabras de Anthony Smith, de sus mis-
mos fundamentos, no menos que el de aquellos cu-
ya aporética vino, en su momento, a desmontar. En 10
Para una crítica de las visiones substancialistas de las
definitiva, termina revelándose aquí aquello que tal "minorías", véase Butler, 1990, 80.

126 127
la nación, aunque orientados a confrontar los rela-
mente imaginable hoy que los enfoques de los his-
tos nacionalistas, representan, en realidad, el término
toriadores puedan aceptar acríticamente aquellos
último en el proceso de erosión del consenso anti-
supuestos en que se sostenía un punto de vista, el an-
genealógico sobre el cual descansó la reflexión so-
tigenealógico, cuyas fisuras inherentes se han vuel-
bre la nac!ón y los nacionalismos desde su origen un
to hoy manifiestas.
siglo atrás. Así corno el fin del siglo XIX marcó el co-
lapso del punto de vista genealógico de la nación, el
fin del siglo XX parece estar testimoniando la crisis
de las aproximaciones antigenealógicas, una vez que
sus premisas y fundamentos fueron corroídos y sus
puntos ciegos expuestos por h convergencia de una
serie fenómenos políticos recientes· con un conjun-
to de transformaciones conceptuales producidas en
el área. ¿Qué es lo que viene después? ¿Cuáles las
nuevas orientaciones que los historiadores habrán
de abrazar? ¿Qué alternativas quedan disponibles
tras las quiebra de los modelos con que hasta ahora se
orientaron los estudios sobre el tópico? De acuerdo
con lo expuesto, tales preguntas no aceptarían una
respuesta inequívoca. En la medida en que en todo
desarrollo conceptual siempre participan tanto fac-
tores teóricos corno extrateóricos, sería imposible
determinar a priori los senderos por los cuales la
presente crisis del modelo antigenealógico habrá
eventualmente de resolverse, y predecir las orienta-
ciones que seguirán las futuras elaboracion~s sobre
el terna. Lo único que parece cierto es qile,~uales­
quiera que éstas sean, la reflexión sobre la nación y
los nacionalismos ha comenzado ya. a atravesar un
nuevo umbral respecto del cual un mero regreso se-
ría ya impensable. Así corno la debacle del punto de
vista genealógico (y antes de éste, la del concepto
ilustrado) hizo imposible la restauración del tipo de
certidun;ibres sobre las cuales descansaba, es difícil-

128
129
Apéndice

Los relatos de la nacionalidad


en América Latina:
acerca de la construcción política
de la nación

Si nos concentramos más específicamente en las


construcciones narrativas por las cuales se elaboró a
lo largo del siglo XIX la idea de un pasado nacional
resulta claro que se trataron de operaciones ideológi-
cas, en un sentido tradicional del término. Esto seria
obviamente así, al menos, para el caso latinoamerica-
no. Tales narrativas nacen allí como resultado directo
del proyecto de las nuevas elites gobernantes de dar
un sustento de legitimidad a los Estados surgidos de
la disolución de los imperios ibéricos. Una vez insta-
la.dos, los Estados nacionales requeririan, para su afir-
mación, fundarse en principios menos contingentes
que los azares bélicos. La lucha contra el pasado co-
lonial se trocaria entonces en una lucha no menos ar-
dua por negar (o, al menos, velar) la eventualidad de
sus origenes y encontrarles basamentos más perma-
nentes (y, por lo tanto, históricamente incontesta-
bles). No obstante, la reconfiguración de los hechos
del pasado, tanto reciente como remoto, en un traza-
do genealógico nacional no sería una tarea en abso-
luto sencilla en América Latina.

131
En efecto, la conformación de una idea de identi- gentino, por ejemplo. Menos aun podría tal historia
dad nacional es algo más complejo de lo que puede ser celebratoria de tradiciones respecto de las cuales
suponerse a primera vista. Tal idea conlleva una serie se quiso romper brutalmente y a las que por mucho
de supuestos que no son, por sí mismos, siempre evi- tiempo se buscó erradicar. Resulta paradójico, pues,
dentes. Una identidad nacional presupone dos pre- que Anderson afirme hoy que en América Latina
misas: la de unidad ees decir, la existencia de ciertos las "comunidades de criollos desarrollaron tempra-
rasgos comunes que pueden reconocerse por igual namente concepciones de la nacionalidad [nation-
en los connacionales de todos los tiempos, regiones ness] mucho antes aun que en la mayor parte de Euro-
y clases) y la de exclusividad eque tales rasgos distin- pa" (1991: 50). Durante mucho tiempo se pensó aquí,
guen a éstos de los miembros de las demás comu- por el contrario, que la pretensión de aplicar al con-
nidades nacionales). La historia nacional habría así texto local modelos historiográficos válidos única-
de poder describirse como un curso evolutivo por el mente para las naciones de antigua data, como Francia
cual aquel principio que identifica la propia naciona- o Inglaterra, resultaba sencillamente absurda (véase
lidad se desenvuelve progresivamente y explica, en Chiaramonte, 1991).
última instancia, su transcurso efectivo. Una caracte- Lo cierto es que el alumbramiento de un concep-
rística adicional es que tal principio particular debe- to de nacionalidad será un fenómeno tardío y suma-
ría ser, sin embargo, reconocible como universalmen- mente complicado. De hecho, la lucha por la inde-
te valioso, es decir, encarnar valores incontestables pendencia se planteó exclusivamente en términos de
que justifiquen por sí su existencia y su defensa ante un enfrentamiento entre españoles americanos y espa-
cualquier posible amenaza interior o exterior. La his- ñoles europeos, cada uno de ellos encarnando, respec-
toria nacional genealógica tendrá pues, además, un tivamente, los principios de la libertad versus los del
carácter de~ididamente autocelebratorio ("un pasado despotismo. Según sus mismos actores, no se trataba
heroico, la gloria", decía Renan, "éste es el capital so- tanto de una lucha nacional como de un enfrenta-
cial sobre el cual se basa una idea nacional"; [1882] miento entre principios opuestos. Por ellos no se de-
1947: 40). finían aún criterios de identidad más allá de la espon-
En la América hispana, ninguno de aquell_gs ele- tánea adhesión a la causa de la independencia.
mentos a los que usualmente se apela como' base pa- La afirmación anterior debe, no obstante, matizar-
ra tales construcciones (lengua, etnicidad, tradicio- se. El hecho de que no existiera aún un concepto de
nes) parecía susceptible de llenar las exigencias de nacionalidad no quiere decir que no haya surgido un
unidad y exclusividad requeridas. En principio, no cierto sentido de nación (como vimos anteriormente,
habría forma de justificar racionalmente (más allá el concepto genealógico no es el único posible al res-
de la pura contingencia de la suerte en el campo de pecto). De no ser así, la idea independentista habría
batalla) por qué Bolivia o Paraguay son naciones in- sido simplemente inconcebible. Como pronto descu-
dependientes y no lo son las provincias del litoral ar- brirían los líderes patriotas, la sola invocación del

132 133
r
! principio de autodeterminación de los pueblos no al-
canzaba para legitimar su secesión de la metrópoli.
de ser otra cosa que la reunión libre y voluntaria-
mente formada de hombres que pueden y quie-
ren en un terreno legítimamente poseído, consti-
En contra de lo que algunos originalmente postula- tuirse en Estado independiente de los demás
ron (véase Mier, [1821] 1988: 196), la crisis del or- ([1822] 1963: 465).
den monárquico no necesariamente tornaba eviden-
te de un modo inmediato la idea del autogobierno de Para él, no cabía duda alguna de que México llenaba
las colonias americanas. ambos requisitos: conformaba un reino claramente
En efecto, si bien las Cortes de Cádiz habían esta- distinguible en el mapa, cuyos miembros habían he-
blecido el principio de que, en ausencia del monarca, cho, además, manifiesta su voluntad de autogober-
la soberanía retrovertía en el pueblo, dicho princi- narse. Tal supuesta evidencia habría, no obstante, de
pio dejaba aún indeterminado a qué pueblo se refe- problematizarse tan pronto como el surgimiento de los
ría, cómo delimitarlo. Las nuevas autoridades revo- primeros síntomas de descomposición interna del nue-
lucionarias, aun cuando gobernasen en nombre de vo Estado hizo que la cuestión relativa a la indepen-
Fernando VII, deberían poder justificar por qué una dencia se complicase con la de la delimitación hacia
determinada sección del Imperio podía ser conside- el interior de aquellos sujetos legítimamente dotados
rada portadora de una voluntad autónoma y separar- de una voluntad autónoma. Hacia 1822, Mora esta-
se de la representación común expresada en las Jun- ba persuadido de que los intentos de secesión expre-
tas españolas (y luego en el Consejo de Regencia); en saban meramente una incomprensión del sentido del
fin, por qué ciertas unidades administrativas -cuales- término "nación".
quiera que éstas fueren- constituían auténticas nacio-
nes o reinos. Se abriría así inevitablemente un primer El pueblo ignorante, persuadido de su soberanía Y
debate en torno de los alcances y límites de las res- careciendo de ideas precisas que determinen de un
modo fijo y exacto el sentido de la palabra nación,
pectivas naciones.
ha creído que se debía reputar por tal toda reunión
Autores como el mexicano José Luis María Mora de individuos de la especie humana, sin otras cali-
se abocaron entonces a la tarea de determinar cuán- dades y circunstancias. iConceptos equivocados
do un sector de la población constituía un'!. nación. que deben fomentar la discordia y desunión y pro-
Para ello Mora proveía dos criterios básicos: la pose- mover la guerra civil! (p. 463).
sión indisputada de un suelo y la voluntad y capaci-
dad para autogobernarse. La sola explicitación del concepto bastaba, pues, pa-
ra destruir las pretensiones de soberanía de los esta-
¿Qué es lo que entendemos por esta voz nación, dos. La caída del Primer Imperio que se produce al
pueblo o sociedad? ¿Y cuál es el sentido que le
año siguiente y la oleada secesionista que entonces se
han dado los publicistas, cuando afirman de ella
la soberanía en los términos expresados? No pue- desata habrán de revelar, sin embargo, las ambigüe-
dades contenidas en ese concepto.

134 135
r

En efecto, pronto se haría evidente que, contra lo moral para sostenerlo, son los constitutivos esencia-
que Mora creía suponer, no era en absoluto sencillo les de cualquier sociedad (p. 465).
justificar por qué ciertas unidades administrativas ma-
Tal principio, sin embargo, parecía justificarse plena- .
yores conformaban un auténtico "pueblo" y no así las
mente cuando de lo que se trataba era de garantizar
diversas secciones de que éste se componía. En prin-
la independencia respecto de España, pero no resul-
cipio, los estados parecían también cumplir con am-
taba igualmente eficaz como argumento en contra
bos requisitos antes establecidos, es decir, poseían un
de los reclamos de autonomía de los Estados. De he-
terreno legítimo y cabe pensar que, considerados in-
cho, la incorporación del principio del umbral, esto es,
dividualmente, su facultad para constituirse como en-
la capacidad física de un estado de sostenerse, tendía
tidades soberanas no podría ser nunca inferior a la de
a trasladar peligrosamente la cuestión al terreno de los
la unidad política que ellos mismos colectivamente
hechos: bastaba con que un Estado dado demostrara
formaban (en el modelo pactista, la suma de los de-
la capacidad de defender militarmente sus reclamos
rechos sería un valor siempre perfectamente desagre-
para convertirlos ipso facto en legítimos. Lo cierto es
gable). Previendo tal posibilidad, Mora adicionaba un
que, una vez consagrado el principio de autodetermi-
tercer criterio, similar a lo que autores contemporá-
nación, no habría forma de acotarlo sin contradecir
neos llaman el principio del umbral: que sólo aquellas
sus mismos postulados: ¿cómo negarles a los estados
que pueden conformar unidades políticas viables po-
el ejercicio de ese mismo derecho que México había
drían considerarse como auténticas nacionalidades,
reclamado para sí? Lorenzo de Zavala, el futuro fun-
dotadas de una voluntad autónoma.
dador de la logia yorkina, señalará la contradicción
Pero, ¿cuáles son estas condiciones necesariamente llana con los principios republicanos que implicaba
precisas para que una nación pueda constituirse? el intento de obligarlos a permanecer dentro de la fe-
Son indispensables: l º, la posesión legítima del te- deración por medio de la fuerza. Como explica en su
rreno que se ocupa; 2º, la ilustración y firmeza con- alegato a favor de la aceptación de la separación pa-
venientes para conocer los derechos del hombre li- .cífica de Guatemala (la que se produce inmediata-
bre y saberlos sostener contra los ataques internos mente tras la caída de Iturbide):
del despotismo y las violencias externas de Ja inva-
sión; últimamente, una población bastante [sic}que Pero entonces [se alega que] puede suceder lo mis-
asegure de un modo firme y estable la subsistencia mo en México y los demás Congresos. Quién sabe
del Estado por lo imponente de una fuerza armada, cuál seria en este caso la opinión pública; pero lo
que evite igualmente las convulsio~es internas pro- cierto es que siempre debe seguirse el voto de la
ducidas por el descontento de los díscolos pertur- mayoría. La comisión no podía menos que obrar
badores del orden y contenga los proyectos hostiles por los principios que ha expuesto, los mismos que
de un ambicioso extranjero. En una palabra, un te- han conducido al Congreso desde el año pasado: yo
rreno legitimamente poseído y la fuerza física y me acuerdo, señor, que en el seno de V S. clamaban
fuertemente contra las tropas que iban a atacar San

136 137
Salvador; pues señor, ¿por qué no respetamos los posrevolucionarias, que dotaba a los nuevos arreglos
derechos que entonces se respetaban? ¿Que había institucionales de un aire de precariedad y arbitrarie-
en Guatemala antes derecho para constituir un go-
dad inelirninable. Más decisivo aun fue el hecho de
bierno y ahora no? ([1823] 1969: 885)
que el proceso de descomposición política que se ini-
Según señalaba la prensa federalista, representada ció inmediatamente después de la independencia (y
por El Águila Mexicana, en un orden republicano, la que en México alcanza, hacia mediados de siglo, lue-
constitución de un poder político central sólo podía go de la derrota ante las tropas norteamericanas, el
fundarse en la voluntad libremente expresada de los punto de su casi completa desintegración nacional)
estados. Y ello incluía necesariamente la facultad de reactivaría en forma permanente aquello que todo
secesionarse. Era evidente, sin embargo, que, en ese Estado, a fin de articularse, debe ocluir: la radical
caso, no habría forma de constituir ningún poder contingencia de sus fundamentos. La principal obra
centralizado estable; en fin, si las partes conservaran histórica escrita en ese pais en el siglo XIX, la Histo-
el derecho de retirar en cualquier momento su adhe- ria de Méjico (1848-1852) de Lucas Alamán (el líder
sión a la nación, la posibilidad de su desintegración del partido conservador y la figura intelectual más
territorial estaría siempre planteada. El mismo prin- notable del periodo) ilustra claramente el punto.
cipio que había fundado el nuevo Estado contenía, En medio de la profunda crisis política que deja la
pues, en sí el germen de su propia destrucción. derrota militar ante los Estados Unidos (1846-1847),
Llegado a este punto era evidente que, así formu- Alamán vuelve su mirada, retrospectivamente, a los
lada, tal cuestión resultaba sencillamente insoluble. debates en tomo de la legitimidad del alzamiento re-
La definición de un concepto más fuerte de la nacio- volucionario y percibe ahora aquello que sus mismos
nalidad, fundado en el principio de la preexistencia actores no podían nunca alcanzar a admitir sin des-
de la nación eque es, más específicamente, el que de- truir toda su argumentación. Según muestra, la idea
fine la idea genealógica), resulta inmediatamente de que servía de justificación a la independencia de Mé-
la necesidad de desenredar este nudo, de salir de es- e
. xico así como del resto de las colonias españolas) era
te punto muerto en el que las nociones contractua- la de que, una vez depuesto el monarca (Femando
listas de la sociedad parecían quedar inevitablemen- VII), la soberanía retrovertia en el pueblo. Esta idea,
te atrapadas. De todos modos, como señal~os, no sin embargo, como señalamos, dejaba todavía indefi-
sería sencilla la elaboración de un concepto tal. Pero nido a qué pueblo se refería. Ahora bien, para Ala-
ello tendría menos que ver con las características de mán, afirmar que se trataba del "pueblo mexicano"
las nuevas sociedades posrevolucionarias (la ausencia era simplemente una petición de principio, tenía ya
de una identidad nacional fácilmente perceptible, al- como su presupuesto el que México constituía una
go que, como sabemos, nunca fue un obstáculo deci- nación, que era, precisamente, lo que se encontraba
sivo para la articulación de tal género de ficciones de en cuestión.
identidad) que con su mismo carácter de sociedades

138 139
La audiencia y los españoles miraban á la Nueva
al ámbito de la política y de la acción revolucionaria
España como una colonia [ ... ] y el ayuntamiento y
los americanos se apoyaban en las leyes primitivas (que es siempre, dice, contraria a derecho). Dicho ar-
y en la independencia establecida por el código de gumento formaría, en fin, el núcleo de su polémica
Indias, además de las doctrinas generales de los filó- con el otro "padre fundador" de la historiografía ar-
sofos del siglo anterior, sobre la soberanía de las na- gentina, Vicente Fidel López.
ciones, aun:que todas las aplicaciones que de estas En efecto, frente a la versión de López que desta-
hadan, suponian que Méjico fuese ya independien- caba el papel clave que tuvo la intervención del pa-
te y pudiese ya obrar como nacion soberana, que triota Juan José Paso, quien, según aseguraba López,
era precisamente lo que los otros resistian é impug- habría logrado destrabar la situación apelando a la fi-
naban (1848-1852, I: 191). gura jurídica del Negotiornm Gestor Oa facultad de
una parte de asumir la representación del conjunto),
Se observa aquí la paradoja de que, hacia mediados de Mitre alega:
siglo, en momentos en que la nueva elite gobernante
Pero esta confrontación prueba algo más, y es que
empezaba a ensayar sus primeros esbozos de un rela-
el discurso del doctor Passo no fue juridico sino po-
to genealógico de la nacionalidad, se afirmaba, por el
lítico. El accidente que, según el señor López, le
contrario, la sospecha de que la determinación de la imprimirá aquel carácter, no fue sino un mero ar-
legitimidad del principio de soberanía nacional sería gumento subsidiario, un recurso oratorio, que no
algo imposible de fundamentar, algo cuya determina- constituye su fondo, ni del cual se deduzca ninguna
ción escapa al debate racional, que nos traslada, en consecuencia juridica; por el contrario, sus premi-
fin, a un terreno de indecidibles eque es el propio de sas y conclusiones son: que la cosa se debía hacer,
la política). Resulta sugerente al respecto que un ca- que era necesaria, y que se haría de todos modos
mino convergente transitara también en esos mismos con doctrina jurídica o con teoría politica, o sin ellas;
años el llamado "padre fundador" de la historia argen- fue más que político, a~entuadamente revolucio-
tina, Bartolomé Mitre (véase Palti, 2000). nario, lo que es contrarío de jurídico, o sea arregla-
Según muestra Mitre en su análisis de los debates do a estricto derecho (1916, II: 180).
Esta fue la teoria que desenvolvió Castelli con
que tuvieron lugar en el Cabildo porteño (que termi- fogosa elocuencia en la tribuna Municipal del cabil-
narían con la ruptura del lazo con España),'la-estra- do del año X en presencia del caso ocurrente: y fun-
tegia discursiva de los realistas, representados por el dándola en el derecho positivo, tuvo también en es-
fiscal Villota, había desarmado los argumentos pa- ta parte del discurso su faz jurídica, como el de
triotas. Tal estrategia consistió en admitir el principio Passo, bien que de una manera accesoria como éste.
de soberanía popular, para trasladar entonces la dis- El punto en discusión era la soberanía, y si hay en
puta a la cuestión relativa a cuál pueblo se refería di- el mundo algo que pueda califkarse de principio
cho principio. Así formulada, Mitre reconocía que la político, es éste, como que de él fluyen todas las
cuestión se volvía insoluble. Ésta se desplazaba, pues, consecuencias y aplicaciones (1916, II: 189).

140 141
r

En definitiva, encontramos aquí un vínculo entre paradoja inherente a la noción moderna de ci~da­
nación y política. Éste, no obstante, no es de la mis- nía, paradoja que se encuentra ya expresad~ en la i.dea
ma naturaleza que el que sostienen hoy autores co- medieval del soberano, a quien se lo definía median-
mo Breuilly cuando afirman que "enfocar sobre la te la antífrasis pater et filus Iustitire (Lex facit regem,
cultura, la ideología, la identidad, la clase o la mo- decía una vieja máxima, pero, al mismo tiempo, la ley
dernización es ignorar el punto fundamental que es emanaba del rey, él era la ley, nonws empsychos o lex
que el nacionalismo refiere, ante todo, a la política" animata). El sujeto-ciudadano moderno, corno el so-
(1985: 1). El caso que venimos analizando muestra berano medieval, se encuentra colocado siempre en
que la acentuación de la crisis haría manifiesto el ca- una posición ambigua respecto de la Ley, a la vez por
rácter político de toda articulación nacional, entendi- encima (legibus solutus), pues sólo así es verdadera-
do esto, sin embargo, no en el sentido de que se tra- mente soberano (el subjectum de la Ley), Y por deba-
ta de una construcción estatal o de un subproducto jo de ella, puesto que no puede ser soberano de una
suyo (véanse Breuilly, 1985: 352; Armstrong, 1982: polis si no acepta, al mismo tiempo, s~m~terse a su
129), sino, por el contrario, en el sentido de que se- e
Ley convertirse en su subjectus), es decir, Sl no renun-
ñala precisamente aquello que yace más allá del Es- cia a sus derechos soberanos (con lo que la propia Ley
tado y, en última instancia, lo sostiene. Pero con ello -Iustitia- viene a ocupar una posición intermedia, co-
hace también manifiesta su limitación inherente. El mo la pater et filus populi; Kantorowicz, 1988: 99-100;
mexicano Alamán es particularmente preciso en se- D'Entreves, 1969: 69-95). Cómo puede ser ambas
ñalar este complejo vínculo que liga nación y Esta- cosas opuestas (subjectus y subjectum) al mismo tiem-
do, su naturaleza esencialmente política. po, no es algo que, para los editores de El Universal,
La indecidibilidad de México como nación, en de- pudiese explicarse racionalmente.
finitiva, para Alamán, no era más que una de las ex-
presiones de otra indecidibilidad radical: la del ejerci- De aquí lo inconciliable, lo incomprensible, lo em-
cio legítimo del derecho a la insurrección (que es brollado é ininteligible de nuestros sistemas; de
aquí la inestabilidad e inconstancia, porque de aquí
aquél en que se condensa el principio de la soberanía
procede naturalmente esa lucha constante de la ra-
popular). En los mismos años en que escribe _su His- zon y aun del solo instinto por conciliar lo qu~ es
toria de Méjico, Alamán lanza desde las páginas""de El esencialmente inconciliable: yo soy soberano Ylibre
Universal una campaña devastadora de los supuestos por derecho, pero de hecho súbdito y esclavo; yo
en que se funda el modelo liberal republicano de go- hago la ley, y la ley me repugna; yo mando Y obe-
bierno (véase Palti, 1998). En ella se dedica a demos- dezco; yo dirijo y soy dirigido; las autoridades Y los
trar por qué el principio de soberanía popular es no gobiernos deben ser la espresion de mi voluntad,
sólo perverso y "desastroso", en términos prácticos, si- pero si contra ellos me pronuncio, porq~e r:ie desa-
no, fundamentalmente, "irracional" en su mismo con- gradan, me fusilan y me persiguen; nadie tiene de-
cepto. Para ello se basará en el señalamiento de una rechos sobre mí, o todos me gobiernan; todos so-

142 143
r

mos iguales, mas diferentes todos: ¡quién puede


comprender tanto enigma!, ¡en qué cabeza caben nación ofrece el plus que brinda el marco posible
semejantes absurdos! ("Soberanía popular", El Uni- dentro del cual la voluntad puede articularse. El Es-
versal, 10 de diciembre de 1848, I, 25: 1). tado, por su parte, borra el residuo de facticidad que
impediría a la nación imaginarse como una comuni-
Alamán ligaba así la problemática de la nacionali- dad. De allí que ambos permanezcan siempre con-
dad a la cuestión política fundamental: el derecho ceptualmente atados. Pero este doble exceso también
de insurrección o de resistencia a la opresión een el explica su imposible coincidencia. Si el concepto de
cual se hacía manifiesta la inconsistencia radical de nación no necesariamente se identifica con los Es-
todo sistema institucional postradicional, privado tados existentes, si adquiere un carácter genérico res-
de toda garantía y sanción trascendente). La desin- pecto del Estado (en el sentido de Lefort, esto es, que
tegración del Estado, que hace manifiesta su esencia puede sostenerlo pero también esgrimirse para su
política, es también la que vuelve inconcebible la destrucción; 1990: 24-25), es precisamente porque,
nacionalidad, la que disloca las perspectivas genealó- al fundarlo, expresa no la instancia de su completi-
gicas del pasado nacional. Entre nación y Estado se tud sino de un vacío inherente, con lo que, al mis-
establece, así, una relación, aunque conflictiva, ines- mo tiempo que permite establecerlo, amenaza tam-
cindible. Nos reencontramos aquí, pues, con el argu- bién permanentemente fisurarlo.
mento de Habermas, cuando señala que la idea de Vemos, pues, por qué la idea de una antinomia en-
nación indica una "brecha" en el concepto contrac- tre liberalismo y nacionalismo, iluminismo y roman-
tualista del Estado: si bien el principio de naciona- ticismo, atomismo y organicismo, etcétera, no sólo
lidad contradice dicho concepto eentre etlznos y de- tiende a allanar la historia intelectual, convirtiéndola
mos hay, como señala Habermas, una antinomia de en una suerte de lucha eterna entre principios con-
principio), resulta al mismo tiempo su complemento trapuestos, sino que, además, oculta las profundas raí-
necesario. En fin, tal principio es a la vez destructi- ces que ligan las perspectivas antigenealógicas de la
vo y constitutivo del modelo pactista. Pero, inver- nación con las de sus contrarios. Las ideas de Ley o
samente, si bien la nación complementa a la idea .Estado, al igual que la de Nación, no son sino, en úl-
pactista del Estado, a su vez, como señala):-Iobs- tima instancia, modos diversos de rodear, sin nunca
bawm, requiere de éste para poder configu'rarse: en lograr abarcar, ese núcleo inasible de irracionalidad
definitiva, como lo muestra el caso latinoamericano que yace por debajo de todo ordenamiento institu-
del siglo XIX, es la crisis en el concepto de Estado la cional, tratar -siempre en forma precaria- de llenar
que haría manifiesto el punto ciego de discurso de simbólicamente aquel vacío originario constitutivo,
nacionalidad, la que desnuda la ficción de homoge- buscando dotar de sentido, volver inteligible (y so-
neidad en que se funda la nación como tal, revelan- portable) un universo que, una vez privado de toda
do la violencia originaria que le subyace. Entre na- garantía trascendente, no puede evitar eventualmen-
ción y Estado se produce, pues, un doble exceso. La te confrontarse a la radical contingencia de sus fon-

145
<lamentos. Y esto nos lleva a un último punto. El ca-
so analizado en último término parece decirnos que,
al contrario de lo que sugiere la crítica multicultura-
lista1 la desarticulación de las ficciones. de identidad Bibliografia
con que normalmente se definen a sí mismos los su-
jetos como tales no es una propiedad exclusiva de los
discursos, sino que se sitúa en la arista que limita a AcroN, John Emerich Edward Dalberg ([1862] 1949),
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Índice

Introducción. La nación, su historia


y la historia de su historia . . . . . . . . . . . . . . . . . 9

l. El nacimiento del concepto genealógico


de la nación: su sustrato de ideas . . . . . . . . . . . 29
El sustrato preformista de pensamiento
de la Ilustración . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 31
Las primeras versiones transformistas
de la naturaleza y la historia . . . . . . . . . . . . . . . 35

2. La descomposición del concepto


genealógico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 49
Nación, Estado y revolución:
los limites difusos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 50

3. Emergencia y descomposición del discurso


antigenealógico de la nación . . . . . . . . . . . . . . . 85
Ficciones de identidad y liminalidad en
el discurso de la nación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . l 07

Apéndice: Los relatos de la nacionalidad


en América Latina: acerca de la
construcción política de la nación . . . . . . . . . . 131

Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . 147
T
1

Esta edición de Li 11adó11 co!llo proble!lla, de Elfas Palti,


se terminó de imprimir en el mes de noviembre de 2006,
en Artes Gráficas del Sur, Alte. Solier 2450,
Avellaneda, Buenos Aires, Argentina.

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