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TRÍPTICO

Hugo Rocca

Tres artistas para un tríptico concebido por HGV: textos montados sobre piezas instrumentales
de José Pierre Sapere y Fernando Sor, la voz del cantautor Diego Presa, y la musicalización de la
guitarrista clásica Isabel Yanieri.

Porfiada (y predeterminada) aleación de seres, que empalmaron sus bondades para gestar el
florecimiento de la unidad. En el Jardín humano del poeta, la milonga y la vidala (compuestas
por José Pierri Sapere), emergen como voces de la tierra, auspiciando la fe; necesidad del
poeta por exorcizar la pena en flor y convertirla en esperanza.

Los versos se descuelgan para reconciliar el sol con la penumbra, mientras la inocencia perdida
deja caer sus vestiduras en el patio de la compasión.

Todo parecía una danza, escribe HGV en su “Requiem” escrito sobre un Estudio de Fernando
Sor, evocando el ayer: vida al galope que se vuelve trotecito. El remolino de juventud
intempestiva, se va transformando en páramo adusto al caer los almanaques.

El tiempo como patrón de cambio, y la fe del poeta decretando que no haya palomas muertas
en su corazón; tal vez soslayando que más allá del espejo fugaz de la existencia lo espera el
umbral de la infinitud.

Las palabras cayendo al unísono con el acento de la nota de la guitarra buscan generar la
alquimia que trasmute el llanto en mar de vida, el cielo en bocanada que perfuma la tierra, el
desconsuelo en plegaria que impregna el espacio de armonía; para que la luz se vuelva eterna.

No es casual la elección de las piezas musicales, donde HGV adjunta sus cuitas sobre armonías
que se entrelazan a la gramática, con naturalidad. La forma cuasi monódica (estructura donde
todas las voces musicales “cantan” la misma melodía), se nutre de tópicos barrocos,
demostrando que todos los lenguajes pueden convivir en un mismo circuito referencial.

El entramado auditivo global es una hibridación entre la guitarra clásica y un cantor pop ( ular);
mestizaje de escuelas que no se contraponen, sino que se alimentan de sus peculiaridades. La
transformación del dolor en luz balsámica es la pesquisa del poeta, parafraseada por la dicción
de Diego Presa; voz que sabe decir.

Un tríptico redentor, que sumerge el quebranto en la copa del abrazo. El poeta no se queda
anclado en melancolías paralizantes, sino que como un barredor de tristezas (remedando a
Silvio), va convirtiendo los residuos tóxicos en el agua del arcángel, mientras observa el
florecimiento de Venus.

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