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Psicoanálisis Relacional: La

Emergencia de una Tradición

Alumnos​: Javier Farías


Margot Quezada
Profesor: ​ Juan Pablo Araya
Asignatura:​ Epistemología de las Ciencias Sociales

​Universidad de Playa Ancha


28 de Enero de 2019
Introducción:

​A lo largo de las últimas tres décadas, el Psicoanálisis Relacional se ha ido


gestando como un nuevo enfoque dentro del campo psicoanalítico americano,
producto del acople y articulación de distintas teorías, que han llevado a humanizar
el psicoanálisis y a recuperar una tan necesaria dimensión emocional dentro de la
psicoterapia.
Como antecedente, dentro del marco psicoterapéutico, Velasco (2009) define “El
psicoanálisis relacional es una forma de hacer psicoterapia, cuyo principal objetivo
es el tratamiento del sufrimiento psíquico con el consecuente desbloqueo de
iniciativas necesarias para el desarrollo emocional de los pacientes.’’
Los primeros indicios de este enfoque surgen a mediados del siglo XX con autores
como ​Harry Sullivan, Ronald Fairbairn, Erich Fromm o Sandor Ferenczi, quienes
desarrollaron el psicoanálisis de enfoque interpersonal, buscando desmarcarse de la
teoría clásica Freudiana Clásica centrada en las pulsiones y estructuras
intrapsíquicas, dándole énfasis, por otro lado, a la relación terapéutica y las
implicancias del contacto con un otro.
Debido al carácter imperante del paradigma psicoanalítico freudiano en la primera
mitad del siglo XX, este énfasis en la relación quedó minado , siendo desechado por
las teorías ‘’oficiales’’. A pesar de esta situación, como bien resume Mitchell (1999)
en relación a los comienzos del enfoque interpersonal en psicoanálisis ‘‘La teoría
interpersonal contenía dentro de sí las semillas de una teorización de lo
intrapsíquico diferente del modelo estructural freudiano basado en la teoría
pulsional, esas semillas tenían todavía que germinar”.
Estos primeros antecedentes de lo que posteriormente se conoce como
Psicoanálisis Relacional fueron indagados por Stephen Mitchell, un excepcional
psicoanalista Americano,quien es considerado el ‘‘padre’’de esta tradición. La
orientación relacional en psicoanálisis ha sido una de las principales versiones
alternativas a la teoría freudiana clásica, y Stephen Mitchell fue tal vez el precursor
más importante de este nuevo movimiento psicoanalítico. Sin embargo, como él
mismo lo explica (Mitchell & Black, 2004), el movimiento relacional ha sido una
construcción conjunta y no la labor de un solo pensador. En su libro de 1983 ​Las
Relaciones de Objeto en la Teoría Psicoanalítica ​escrito en conjunto con Jay
Greenberg , realiza una revisión de la metapsicología psicoanalítica, distinguiendo
dos puntos de vista contrarios sobre la naturaleza humana, el modelo pulsional
clásico y el modelo relacional. La obra de Mitchell busca una integración teórica en
relación a la perspectiva relacional, nutriendo y generando puentes entre las
distintas teorías a-históricas que componen el cuerpo teórico relacional. Como dice
Sainz Bermejo (2017) ‘’La riqueza del psicoanálisis relacional reside en que ha
puesto en contacto a autores antiguos con autores y escuelas recientes,
manteniendo la libertad de pensamiento’’

Desarrollo:

En relación al desarrollo del presente trabajo, creemos pertinente comenzar


definiendo la epistemología del enfoque, para luego exponer algunas premisas que
caracterizan el cuerpo teórico que compone el Psicoanálisis Relacional.
Respecto a la epistemología psicoanalítica relacional, esta busca la
superación de los principios epistemológicos del psicoanálisis clásico, el cual está
basado en una diferencia sujeto-objeto(interior-exterior) cartesiana (Rodríguez,
Carlos, 2007, p12), la diferenciación epistemológica se manifiesta en la afirmación
de un paradigma anticartesiano (relacional) frente a otro cartesiano (clásico), así
como también de la descripción del comportamiento de forma mecánica, postulado
como una acción y una reacción entre un agente y un paciente. El psicoanálisis
relacional mantiene consonancias epistemológicas con el constructivismo social,
donde mantiene posicionamientos teóricos cercanos, cuyo inicio formal se suelen
situar con la publicación de la obra de Peter Berger y Thomas Luckmann ‘’​La
Construcción Social de la Realidad’’ ​(1966). En esta lógica, el enfoque
constructivista del psicoanálisis relacional ‘’Busca la capacidad para captar la
realidad desde la perspectiva del otro, pero no solo la realidad física, sino la realidad
dual, cultural o psicológica’’ (Rodríguez Sutil, 2007)
Por otro lado, Freud (1900) citado por Rodríguez Sutil (2007) planteó ciertos
criterios de delimitación entre lo que es y lo que no es psicoanálisis:
’’Puede, por tanto, decirse que la teoría psicoanalítica es una tentativa de
hacer comprensibles dos hechos – la transferencia y la resistencia -, que surgen de
un modo singular e inesperado al intentar referir los síntomas patológicos de un
neurótico a sus fuentes en la vida del mismo. Toda investigación que reconozca
estos dos hechos y los tome como punto de partida de su labor podrá ser
denominada psicoanálisis’’.
El psicoanálisis relacional ha emprendido la revisión de ambos conceptos,
eso sí, interpretando de forma distinta las conceptualizaciones, incorporando la
relación terapéutica en las consideraciones transferenciales y de resistencia, factor
no considerado en definiciones psicoanalíticas clásicas. En este sentido, para el
psicoanálisis relacional el significado de la transferencia difiere de la ‘transferencia’
freudiana, donde esta última ,consiste en el fenómeno de trasladar las imágenes o
representaciones del pasado al analista. La transferencia relacional, en cambio, deja
de considerarse como un fenómeno únicamente del paciente que proyecta hacia el
terapeuta, pasando a considerar el espacio analítico contextual formado entre
terapeuta y paciente, como un espacio de co-creación, donde además de la
transferencia, la ‘’contratransferencia’’ por parte del terapeuta hacia el paciente es
aceptada como un fenómeno de la relación surgido entre ambos (Rodríguez Sutil,
2007) . De esta manera, la subjetividad del terapeuta no queda excluida y es
explicitada en pos de la creación de significados en conjunto con el paciente, dentro
del espacio analítico que ellos conforman.
La resistencia por otro lado, desde una definición de la teoría freudiana, se
entiende como ‘’un obstáculo por parte del paciente que se opone a la prosecución
del trabajo analítico’’(Leibson & otros, 2012). Desde el enfoque relacional, la
resistencia no es considerada como una negación u obstáculo del paciente hacia la
cooperación con la terapia, sino más bien, una situación en la que se presenta un
impasse en la relación entre ambos. (IAARP Chile, 2016,p76). Esta situación
responsabiliza y supone creatividad por parte del terapeuta para abordar de la mejor
forma la situación y continuar el curso de la relación terapéutica. Este hablar acerca
del impasse en la relación y no de la resistencia del paciente hacia la terapia, obliga
la presencia de un terapeuta activo, partícipe y dispuesto a decir lo que percibe, en
un sentido fenomenológico, a traves del proceso intersubjetivo que supone la
terapia, con el fin de superar el impasse analítico y continuar la ayuda al paciente.
Retomando lo antes mencionado en la introducción, Mitchell propone que el
modelo pulsional clásico es incompatible con el modelo relacional, pues están
basados en concepciones epistemológicas y políticas diferentes. Al respecto. Marín
(2014) menciona lo dicho por Greenberg y Mitchell (1983) ‘’Toda teoría científica se
presenta inscrita en un determinado contexto social y político, y que las tradiciones
filosóficas que subyacen al modelo pulsional y al modelo relacional son
profundamente distintas’’
Siguiendo esta línea, el modelo pulsional clásico defiende en una idea del
hombre como ser individualista, en tanto poseedor de una mente aislada y personal,
con la cual conoce el mundo. Marín (2014) nos recuerda las palabras de Mitchell:

‘’La teoría de Freud sobre las pulsiones presenta una visión pujante de la naturaleza
y la experiencia psíquica humana; nos define como un conglomerado de tensiones
asociales y físicas representado en la mente por urgentes deseos sexuales y
agresivos que pugnan por expresarse. Vivimos en el choque de estos deseos con
las exigencias secundarias y más superficiales de la realidad social (…) La
búsqueda analítica clásica implica el descubrimiento de los impulsos infantiles
instintivos y la posterior renuncia a ellos’’ (Mitchell, 1993, p. 13)

En tanto, en el modelo relacional, se consideran los contenidos psíquicos como


producto de una matriz relacional, la cual es entendida como ‘’La experiencia de las
relaciones tempranas y su repercusión en la realidad presente’’ (Velasco,2009). Así,
Marín (2014) logra sintetizar de manera brillante las convergencias y divergencias
de ambos modelos, donde el modelo pulsional está más bien enfocado en un
determinismo biológico, recordando que para Freud (2004) ‘’La anatomía es el
destino’’, y por otro lado, el modelo relacional, mientras que no desconoce los
factores biológicos, enfatiza en la matriz relacional y contexto social en donde el
equipamiento biológico logra adquirir significado (Mitchell, 1993) logrando así,
desplegar las posibilidades epigenéticas (genes que determinan su expresión por el
tipo de ambiente) de desarrollo. De esta manera, para el enfoque relacional la
dimensión biológica y social permanecen en constante interacción.
En relación a las premisas que conforman el cuerpo teórico del Psicoanálisis
Relacional, consideramos relevante explorar las nociones de Matriz Relacional ,
Intersubjetividad y Vínculo afectivo regulador.
El concepto de matriz relacional es un concepto propuesto por Stephen
Mitchell, el cual pretende ‘’superar la dicotomía entre lo interpersonal y lo
intrapsíquico’’ ( Sainz Bermejo, 2017) , este concepto reconsidera la naturaleza de
la mente y las implicancias que de esto se desprende. Bermejo nos recuerda a
Mitchell (1988) ‘’La mente ya no puede definirse como un fenómeno en sí mismo y
aislado, por lo que la entendemos como un ‘’modelo de transacciones y estructuras
internas’’ derivadas de un campo interactivo e interpersonal’’. Así, desde este campo
interactivo se configura la mente como un producto social. Esta conceptualización
posee implicancias en psicoterapia, donde la indagación de la realidad ‘’externa’’ del
paciente, su narrativa de vida y vínculos primarios, cobra vital importancia para
conocer su organización mental. Es dentro de la matriz relacional brindada por la
madre o cuidador en la vida del infante, desde donde emerge el sí-mismo o self. De
esta manera ‘’No puede pensarse el sí mismo sin el objeto (“otro”), dado que lo más
primario en el sujeto humano es la relación desde la que existe y sin la cual
simplemente no es.’’ (Bedoya, 2012).
En cuanto a la Intersubjetividad, podemos trazar una distinción desde la
perspectiva biológica-evolutiva y desde el psicoanálisis. De la primera , Sainz
Bermejo (2017) nos dice ‘’Los autores que han trabajado desde esta perspectiva
han llegado a la conclusión de que el bebé, en la relación con el adulto cuidador,
establece un intercambio emocional y afectivo que opera dentro de lo que llamamos
mutualidad psíquica, exáctamente como habían captado los psicoanalistas por otra
vertiente’’. Estas ideas resuenan con los aportes de teóricos como Donna Orange,
Robert Stolorow o George Atwood sobre la intersubjetividad dentro del psicoanálisis.
Estos últimos, afirman que dentro de la terapia, entre paciente y terapeuta se crea
un campo intersubjetivo en el que pueden emerger principios organizativos de la
experiencia accesibles a la reflexión (Orange, Atwood, Stolorow, 1997). En este
campo intersubjetivo, el paciente es un guía, mientras el terapeuta es quien intenta
ayudar reorganizando la experiencia que ahí surge de maneras menos dolorosas y
más creativas. Ambos contribuyen al proceso y participan de este plenamente, con
toda su subjetividad presente. De esto último, se desprende la imposibilidad de la
denominada ‘’neutralidad del analista’’ , Sainz Bermejo (2017) afirma ‘’La neutralidad
no es posible, porque la mirada del terapeuta y su forma de escuchar y de entender
están inevitablemente tamizadas por su subjetividad. Pretender la objetividad pura
en el proceso psicoterapéutico representa una posición de omnipotencia´´
En este sentido, el trabajo terapéutico consiste en ofrecer al paciente un
nuevo campo de acción intersubjetiva en donde ‘’puedan producirse cambios,
deconstruyendo principios pre-reflexivos que han ido construyendo la experiencia de
este, de manera que pueda contrastar lo viejo de sus relaciones con la nueva
experiencia terapéutica reparadora’’ (Sainz Bermejo, 2017) . Así, sólo si se
comprende la matriz relacional del paciente, en este nuevo contexto intersubjetivo
de la terapia, el proceso de cambio es facilitado.

En relación al vínculo afectivo regulador, desde la infancia, el niño necesita formar


vínculos en los cuales hayan figuras que brinden protección, personas significativas
a nivel emocional que puedan ayudar a regular los afectos que este expresa. Según
cuán saludable o no sean estos vínculos, determinarán inherentemente la forma en
que nos relacionamos a lo largo del ciclo vital, lo que nos “configura” a priori
relacionalmente (Sainz Bermejo, 2017). Para Coderch y Espinoza (2016) los
estudios sobre la diada regulatoria madre-hijo se asemejan a la díada
paciente-terapeuta, donde en ambas existe mutualidad afectiva (mutua afectación y
regulación de los afectos), de manera que para ellos, junto con otras evidencias esta
​ n psicoanálisis. Así, el
semejanza contribuye en la articulación del ​giro relacional e
interés predominante por la organización de los estados internos -vinculado
generalmente al psicoanálisis clásico- se ha visto alterado por el interés en
comprender las dinámicas de la díada relacional paciente- terapeuta. Dado esto
último, Beebe y Lachmann (2003) nos señalan que ‘’Si reconocemos tanto los
procesos internos (intrapsíquicos) y relacionales, tendremos más posibilidades de
entender la manera en cómo las diadas terapéuticas reorganizan y regulan aquellos
procesos, y a su vez, cómo estos procesos de regulación modifican el proceso
interactivo entre paciente y terapeuta’’. Desde lo anteriormente expuesto, podemos
comprender que la díada terapéutica se conforma en un contexto intersubjetivo, en
donde se develan aspectos de la matriz relacional del paciente, los cuales
interactúan con la matriz relacional y subjetividad del terapeuta, con el fin de una
mutua regulación afectiva.

Conclusión

Para cerrar, a modo de síntesis, destacamos las palabras de Coderch (2013)


refiriéndose al giro psicoanalítico relacional, como ‘’la necesidad de ofrecer al
paciente no interpretaciones sobre pulsiones y defensas contra tales pulsiones, sino
una nueva experiencia de relación que repare los defectos estructurales
ocasionados por las insatisfacciones emocionales sufridas en la infancia y dé lugar a
un nuevo comienzo’’. De esta manera, la relación paciente-terapeuta se torna un
aspecto central, buscando superar la neutralidad y el determinismo pulsional del
psicoanálisis clásico, marcando el énfasis en la exploración emocional y la
re-integración de elementos escindidos del sí mismo, así como la regulación de los
afectos, en relación a nuestra propia historia vincular y emocional. El enfoque
relacional o intersubjetivo sigue dando una atención particular a lo inconsciente,
como hemos podido comprobar, pero no se limita a la concepción clásica del
inconsciente dinámico reprimido, si no más bien al llamado inconsciente ‘’relacional’’
(Coderch, 2017). El psicoanálisis relacional ​busca situar en un lugar de principal
atención a la matriz intersubjetiva, en donde de manera permanente ocurren
hechos fenomenológicamente relevantes y cruciales tanto para el paciente como
para el terapeuta, sean transferencias,‘’enactments’, contratransferencias, u otros.
Es entonces, que este nuevo enfoque demanda un nuevo recurso epistemológico,
donde el terapeuta pueda moverse entre la libertad, creatividad y cuidado, con el fin
de guiarse en la relación por una senda única, la cual es determinada por las
necesidades del paciente, y no sobre técnicas que supongan la ejecución
no-reflexiva de métodos probados, en contextos a-históricos y epistemológicamente
contrarios.
Por lo antes expuesto, podemos afirmar que el psicoanálisis relacional está
plenamente vigente y que cada día suma más adeptos, producto de poseer activas
líneas de investigación,y aperturas a la colaboración de distintas disciplinas como la
neurociencia, la antropología, sociología, etc. Además, destacamos su alineación
con algunas perspectivas postmodernas contemporáneas, alejándose de la
supuesta objetividad y neutralidad del analista, considerando la construcción de la
realidad de los sujetos, democratizando la relación terapéutica, regresando a la
exploración emocional y a la consecuente mutualidad vivida en el espacio
terapéutico, en el aquí y ahora.
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Relacional, 3

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