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¿EXISTE UNA PREGUNTA FILOSÓFICA

FUNDAMENTAL?
La inquietud por una pregunta filosófica fundamental nos obliga a
realizar una mirada interdisciplinar al tema del objeto de la reflexión
filosófica. Aquí deben confluir no solamente la filosofía, sino también la
antropología, la sociología, la lingüística, y todas aquellas disciplinas
que estudian al hombre como un ser que aspira al desarrollo, un ser
que responde a preguntas vitales de su existencia. Se hace necesario,
pues, que abordemos el tema con la amplitud apropiada, de manera
que lleguemos a la conclusión más objetiva posible.

La pregunta en concreto es: ¿existe una pregunta filosófica


fundamental, presente en toda cultura humana y por ello, punto de
encuentro entre las distintas filosofías? Iniciaremos dando a esta
incógnita respuesta afirmativa, seguida de algunas reflexiones de
porque se ha respondido de esta manera. Al final de nuestro ensayo
intentaremos, también, reflexionar sobre cuál es dicha pregunta
filosófica fundamental.

Una de las razones primordiales que nos hace creer en la


existencia de esta pregunta filosófica fundamental es el hecho de que
el filosofar es algo inherente al ser humano mismo. Y aquí nos apoya
la historia. El ser humano desde sus orígenes ha intentado dar
respuesta a sus inquietudes. Se ha preocupado por lo metafísico, ha
creado cosmogonías, ha formado su propia ética, ha explicado la
composición del mundo. Si bien algunos catalogan muchas de las
primitivas respuestas humanas como no filosóficas, estas preguntas si
revelan que existe una inquietud común, homogénea a la raza
humana, que ha llevado a las distintas culturas a buscar respuestas a
la misma. El ser humano, por su condición misma de raciocinio,
filosofa por naturaleza, y este ejercicio del pensamiento nos lleva a
sospechar de la existencia de una pregunta filosófica fundamental.
Otro motivo que nos lleva a pensar de esta manera es el
entendimiento de que todos los hombres tenemos el mismo Creador,
el cual colocó en nosotros las mismas inquietudes y reflexiones. Si
sacamos el hombre de las diferencias raciales y geográficas, nos
encontramos con un ser humano muy similar a nosotros, cuyas
preguntas en el universo son muy similares también a las nuestras.
Por ejemplo, encontramos la idea de Dios en prácticamente todas las
culturas del mundo, idea que no fue propagada por el contacto
intercultural, sino que fue fruto de cada micro-mundo por separado. De
igual modo, la idea de lo incorrecto, de lo prohibido, y de lo sacrílego
se encuentran en la cosmovisión de cada pueblo, acompañada de la
idea de la virtud y lo sagrado. Dios, creador supremo del universo, ha
colocado las mismas preocupaciones e inquietudes en los seres
humanos, de modo que nos acerquemos entre nosotros mismos, y
también hacia Él.

Un aspecto final que nos lleva a la conclusión ya mencionada es


que la filosofía se encuentra presente en cada cultura sobre la faz de
la tierra. Y en este punto quizá algunos se sientan heridos, pues
consideran que esta afirmación demerita de la filosofía y su valor
intrínseco. Pero, dicha reacción ocurre porque estamos
acostumbrados a un concepto de filosofía según el modelo occidental,
el cual hemos recibido como herencia cultural y educativa. Filosofía es
para nosotros la reflexión al estilo grecorromano, renacentista o
idealista; filosofía es la exposición de tesis para ser rebatidas en
público como muestra del dominio de la lógica y la argumentación; o
quizá filosofía es la escritura de libros de difícil comprensión y escasa
aplicación. Pero me atrevo a decir que no; filosofía es, por el contrario,
toda reflexión humana encaminada a la clarificación y entendimiento
de la realidad circundante. Por ello, es comprensible que la filosofía
esté presente en toda cultura humana, pues es una potencialidad
propia de la humanidad, que todos desarrollamos en menor o mayor
grado. Y el hecho de que esta potencialidad se desarrolle al interior de
cada ser humano y de cada conglomerado humano, nos indica que
las preguntas filosóficas son las mismas para todos, y actúan como
motores primeros del razonar humano.

Dilucidado este punto, nos sobresalta otra pregunta: si existe una


pregunta filosófica fundamental, ¿cuál es? Porque preguntas
filosóficas hay muchas. Como decíamos anteriormente el hombre se
ha preguntado (y se pregunta) por prácticamente todo lo que hay a su
alrededor. Sin embargo, existen ciertas preguntas que sobrepasan y
resumen a las demás, y que son universales en su aplicación: ¿de
dónde surgió el mundo? (cosmogonía); ¿qué es lo que debemos
hacer? (ética); ¿cómo está compuesto el hombre? (antropología); ¿es
posible conocer el universo? (epistemología); ¿cómo puede el hombre
vivir en comunidad? (sociología).

El cúmulo de estas preguntas quizá pudiera no tener fin, pero es


la humilde opinión del autor que sobre todas estas inquietudes (o
quizá como un resumen de las mismas) existe una inquietud
fundamental, que ha de ser abordada por cada ser humano y de la
cual depende su existencia en este mundo: ¿para qué estoy aquí en la
tierra? La respuesta a esta incógnita le dará al hombre un propósito en
este universo, en el cual estamos de paso, y le permitirá dirigir su vida
de la mejor manera posible para sí mismo y para los demás. Dicho sea
de paso, sólo el Creador del hombre y del universo, sólo el Dios de
toda sabiduría puede darnos la respuesta adecuada para esta
pregunta.

Obed Góngora P.

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