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Sobre el acto y la potencia en Santo Tomás de Aquino

Al adentrarnos en el pensamiento Tomista, podemos descubrir que hay dos nociones


fundamentales que constituyen algo así como los ejes rectores de la filosofía de Tomás de Aquino,
las cuales son la noción de la potencia y el acto. Dos conceptos que hallan su trasfondo en la filosofía
aristotélica, como es sabido; sin embargo, una de las cuestiones primeras que surgen, es
justamente, de si la idea de acto o de potencia en Tomás es la misma que la del estagirita o si ha
sufrido modificaciones. Esto nos permitirá conocer la idea primigenia de ambos términos así como
profundizar el pensamiento propio de Tomás.

Uno de los principales problemas de la filosofía tomista es determinar el sentido que él pudo otorgar
a los términos, pues no siempre son lo mismo a la filosofía aristotélica, y no podía ser de otro modo,
ya que, de lo contrario, Tomás no hubiese aportado nada nuevo a la filosofía; sin embargo, el teólogo
cristiano representa la cumbre del pensamiento filosófico-teológico de la Edad Media.

Lo singular en Tomás se puede observar en su cuidadosa traducción e interpretación del


pensamiento aristotélico que le serviría de basamento filosófico para la conglomeración teológica
que vendría luego.

Parece que Tomás, indica la existencia de varios sentidos par aun solo término, como es el caso de
potencia, que no puede significar lo mismo cuando se habla de una criatura (como una cosa
existente o el hombre mismo) y Dios, por lo que decimos, que este y otros términos no son unívocos,
pero tampoco enteramente equívocos; por lo tanto, es necesario hacer un ejercicio semántico para
determinar en qué sentido se habla de potencia en uno o el Otro, puesto que se pregunta si Dios
tiene potencia. La separación que existe entre un ser creado (el hombre) y el Creador (Dios), la cual
se da no por discordancia, sino justamente concordancia, y a esta relación Tomás la llama analogía
entis. Ahora bien, la potencia que en todo acto puede existir en Dios Tomás la bifurca en potencia
activa y pasiva. De igual forma se puede decir del acto, respecto a los dos sujetos de los que
hablamos.

Podemos pensar que esto es una discusión teológica, puesto que hablamos del Creador y la
creatura, pero no es así. La cuestión sobre el ser, es la pregunta predomínate en la cabeza del
hombre, basta echar un vistazo a la historia de la filosofía para identificar al ser en cada uno de los
pensadores o facetas del pensamiento, y es que la pregunta por el ser siempre es la fundamental
para que el resto se precie de sentido. Hasta la actualidad que, una pléyade de filósofos ah creído
prescindir del ser para pensar, pero como es lógico, de inmediato se incurre en una aporía, porque
el lenguaje mismo; las ideas mismas que niegan al ser son, por así decirlo, el ser del anti-ser.

Como decíamos, desde la filosofía griega, nos llega la pregunta por el ser, en una línea regular de
cuestiones afines y el problema de la potencia y el acto, aúna a este otro del ser, hasta podríamos
decir que la cuestión de la potencia y el acto pretende dar una explicación simple (que no sencilla)
a la pregunta por el tiempo. Esto que cuestionamos sobre el acto y la potencia ayuda a desembrollar
el problema del tiempo. La pregunta por el ser es pues el leimotiv, de todo el pensamiento
occidental. Quizás por esta identificación del ser con occidente es que los filósofos post-modernos
han querido dejar atrás la cuestión del ser, la cual tuvo su último gran exponente con Heidegger a
quien paradójicamente, algunos post-modernos reconocen como padre. Lo curioso está en que
semejante filósofo aportó una inigualable renovación a tal cuestión, dándole una perspectiva nueva
y tan profunda que puede resulta, en ocasiones, incomprensible. Deducimos que los hombres, en
nuestro majestuoso mecanismo de pensamiento, no hemos alcanzado la hondura y la anchura del
ser, que es como decir, que no nos hemos encontrado a nosotros mismos: somos el único ser que
no se basta a sí mismo, cuando ni si quiera agotamos la profundidad de lo que somos.
Analógicamente del Creado, somos en algún sentido un ser en acto, pero potencialmente siendo.
Lo cierto es que, si en la antigüedad, Aristóteles nos descubrió la pregunta sin respuesta, la más
fundamental de toda filosofía, hay que preguntarnos si Tomás, en el siglo XIII, iluminó de una forma
efectiva y novedosa esta cuestión ahora con el recurso de la Revelación; ¿Dios nos revela el meollo
del asunto? ¿Adquirió una nueva significación con la fe la razón pura en su estado precristiano?

En el pensamiento moderno hay un desplazamiento de la pregunta del ser a la del conocimiento,


sin embargo, el conocimiento en sí mismo no se concibe como un mecanismo cuyo objeto es el ser,
sino como un ser en cuanto tal, y de este modo se está objetivando el ejercicio del conocimiento y
el conocimiento

Hemos puesto un interés regular pero desmedido en la razón, y poca en los sentimientos. Dirigidos
por un afán constante de medir, cuantificar y encuadrar cuanto tocamos con las manos y los
sentidos nos testifican que perdimos de vista los sentimientos y, en el mejor de los casos los
abordamos en una cavidad casi tangente al centro sustancial donde orbitan los problemas y
preocupaciones del ser humano.

Según la concepción Aristotélica, la filosofía es una elaboración de la razón y con ello se decía que
es fruto de la capacidad natural del ser humano; más tarde, la filosofía se encontró con la ayuda de
la teología, durante los siglos cristianos, así que los datos revelados vinieron a dar n plus acerca de
la reflexión del ser, hecho común a los cristianos tanto como a los judíos y Musulmanes. En la
modernidad, el divorcio establecido entre la teología y la filosofía, la fe y la razón trajo consigo un
desplazamiento del problema, en algunos casos; y una transformación del mismo, en otros, e
inclusive en algunos casos, ya bien entrada la posmodernidad, podemos hablar de una disolución
del problema—una deconstrucción de la realidad-una desaparición del ser. Para los primeros
pensadores modernos resultó necesario desasirse de cualquier sustancia teológica y proceder con
los medios de la razón natural. Puesto que vieron en la servicialidad de la Filosofía, durante la Edad
Media, algo así como una esclavitud prolongada, no podía ser menos ahora el buscar la entera
autonomía a cualquier precio, de ahí que la luz natural y la experiencia serían los mecanismos
emancipatorios de una filosofía autónomo.

Sin embargo, Santo Tomás considera que, si bien la filosofía es una elaboración de la razón natural,
la Teología viene a completar lo que por sí sola no puede alcanzar la primera y en este sentido,
alcanza un mayor propósito la razón que se incorpora a la fe para ir detrás de la verdad. Pero ante
todo, Tomás concibe la filosofía clásica, como un campo común entre todos los buscadores de la
verdad, prueba de ello es que echó mano para su propia investigación, tanto de los griegos como
de los árabes y en las discusiones mantenidas con ellos, concede a la filosofía este papel: ser el punto
común con el cual iniciar todo diálogo y así establecer acuerdos. Quizás esta sea una de las funciones
más importantes de la filosofía que puede rescatarse. Junto a esto, está el hecho de concebir la
filosofía como una “formación u organización dinámica” del espíritu, una actividad del
conocimiento, de investigación y de juicio, la cual se especifica por el objeto al que se dirija tal
actitud. Más allá del sujeto que cumple con el oficio de pensar, la filosofía es afín a su objeto. Una
expresión del espíritu significa una fijación en con cierto sentido, y por lo tanto, con una intención
la cual no puede ser indeterminada. La filosofía se considera así como el intervalo entre la potencia
al hábito. Un tercer sentido de la filosofía en cuanto tal es, justamente, el de ser una ciencia y es
quizás el logro más meritorio de la modernidad: haberle dado ese status científico bajo las
exigencias que el pensamiento de entonces armó para la ciencia. Bajo su entender, la epistemología
de toda ciencia supone una estructura, un objeto y una construcción plenamente diseñada que
otrogue este status de ciencia. Desde luego que tanto en la filosofía clásica como en el Medioevo,
la filosofía se considera ciencia, pero sobre todo en el segundo poeriodo, se habla de ciencia en el
sentido de saber, y consecuentemente, en como un don del Espíritu Santo. También en Grecia la
filosofía es un saber, en ambos casos conserva su sentido científico.

Tomas está convencido que la Filosofía en cuanto ciencia, no agota sus objetos con la sola potencia
de la luz natural y así sucede, en consecuencia, con el reto de las ciencias, las cuales se van
especificando cada vez más hasta alcanzar objetos sumamente determinados, sin embargo, se
reconoce que cada ciencia no agota el contenido de su objeto, por el contrario, continua en una
serie interminable de nuevos hallazgos, pero que el entendimiento, a pesar de su capacidad de
penetración siempre se queda inconcluso. Por esta razón Tomás piensa que la filosofía solo puede
ser el basamento multiforme sobre el cual, la fe consigue iluminar con más profusión. Si el objeto
de la fe es Dios, en algún sentido, la filosofía, que entronca con la teología, encuentra su punto más
álgido cuando se deja iluminar por la fe, puesto que comprendiendo a Dios, se adentra el
pensamiento en el conocimiento de todas las cosas. La fe aprehende la verdad más simple, más
pura, pero la filosofía prepara el camino para un alcance de fe certero. Analógicamente, la fe no es
posible si no encuentra un sustento racional, por lo tanto, la facultad racinal y la virtud de la fe
constituyen los dos bloques para el itinerario cognoscitivo del ser humano. Se acentúa una vez más
que la filosofía se entiende como un espacio común de diálogo, de encuentro en el que creyentes e
incrédulos han de situarse para iniciar el camino de lo cognoscible. Lo cierto es que el filósofo en
cuanto tal (prescindiendo de la fe) considera las premisas teológicas no como tesis, sino como
hipótesis; y así con el teólogo, que jamás se verá determinado por premisas filosóficas a manera de
tesis, sino más bien como hipótesis para abrir el entendimeinto.

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