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Somos nuestro cerebro, somos nuestros genes, somos lo que comemos, proponen las tapas
de libros que buscan venderse en los aeropuertos. ¿Somos nuestros datos? "Claro que no",
dice el filósofo y ensayista francés Eric Sadin, quien se dedica a investigar qué está
realmente en juego en el estadio actual de desarrollo y uso masivo de tecnologías
"inteligentes". Lo que ocurre, más bien, es que esos datos, recolectados y analizados por
dispositivos y algoritmos alojados en el teléfono celular, en redes sociales, en cajeros
automáticos, en sistemas con los cuales trabajamos, producen uno, dos, varios perfiles o
dobles de nosotros mismos que nos "asisten" en la vida cotidiana. "Y orientan nuestra vida
hacia dos objetivos --asegura--: la mercantilización integral de la existencia y el aumento
del rendimiento".
La segunda parte disecciona esa voluntad anticipatoria de nuestra cultura que huye de la
improbabilidad y el azar como de la peste. En el tercer libro, afirma que estamos inmersos
en una matriz informática capaz de ampliar sin medida conocida nuestras capacidades
cognitivas. "Mucho se ha dicho sobre la inteligencia artificial --comenta Sadin desde Paris
en esta entrevista por escrito--; en particular, que se rebelará contra sus padres. Esa es una
fantasía grotesca: no es la especie humana la que está en peligro, sino nuestra facultad de
juzgar y actuar libremente y con conciencia".
--Para usted un momento clave es 2007, con la aparición de los smartphones. ¿Por qué?
--La introducción del smartphone instituyó una conexión espacio temporal virtualmente
ininterrumpida, así como el uso de aplicaciones que permiten gozar de servicios
personalizados y geolocalizados. Recordaremos más tarde que fue a partir de él que
emergieron las premisas del acompañamiento algorítmica de la vida. Denominé
"antrobología" a esta nueva condición humana asistida cada vez más vez secundada por
robots "inteligentes". Los datos que generamos son recolectados sobre todo por empresas
privadas y procesados por sistemas de inteligencia artificial capaces de operar una presión
creciente sobre la decisión humana, como cuando las empresas hacen que los sistemas
digitales "sugieran" al personal lo que debe decir porque es posible ver en tiempo real
cuánto mide su performance. Esto no sólo violenta el derecho laboral, sino también la
integridad y la dignidad humanas.
--La nueva envoltura tecnológica del mundo, sugiere en el libro, da lugar al desarrollo de
una "industria de la vida" que procura obtener beneficios de todas nuestras acciones.
--Es así. Asistimos al advenimiento de una "industria de la vida", que se hizo posible por el
cruce entre la difusión de dispositivos de captación y la sofisticación continua de la
inteligencia artificial. Google, empresa que desde 2015 se ha rebautizado Alphabet, se
ubica a la vanguardia de esta industria. La empresa ya no se conforma con obtener
beneficios económicos de su motor de búsqueda. También ofrece su plataforma de videos
en línea, YouTube; su sistema operativo, Android; su servicio de cartografía, Google Maps;
sus departamentos de investigación sobre la salud, Calico; sobre la educación, Google para
la Educación; sobre las infraestructuras de red, Google Fiber: sobre robótica, Boston
Robotics; sobre urbanismo, Sidewalk Lab; sobre inteligencia artificial, Google Brain y
Google DeepMind; el laboratorio dedicado a los "proyectos más audaces", Google X, en el
que se desarrollaron vehículos autónomos. Tiene su sociedad de inversiones de riesgo,
CapitalG, y otra sociedad de inversiones más pequeña, GV, especializada en el apoyo a la
creación de empresas o start-up. El nombre, Alphabet, debe tomarse al pie de la letra, ya
que atestigua la aspiración de jugar con el alfabeto de la vida, para dominar sus diferentes
aspectos, para capitalizar sus manifestaciones, haciendo emerger una economía adosada al
flujo ininterrumpido de la vida y del mundo.
--No sólo una empresa concentra decenas de sectores; también se vuelven "empresariables"
todas las dimensiones que uno pueda imaginar...
--Exacto. De pronto, está emergiendo un horizonte económico virtualmente infinito. Por
ejemplo, un chupete con sensores estará conectado al registro de salud del niño, y procederá
a realizar un examen de saliva periódico, aconsejará la leche "apropiada" o los productos
alimenticios adecuados. El aparato de TV puede obtener información sobre las prácticas de
visión, analizar las conversaciones que se mantienen cerca de él y recomendar programas
de manera personalizada. Incluso el sueño, que permanecía como el continente inaccesible,
ahora puede cuantificarse y ser objeto de explotación comercial. El camino ha sido largo en
la historia del capitalismo, pero el tecnoliberalismo realiza el último sueño del capitalismo
histórico: se lanzó al asalto de la vida, de toda la vida.
-- En 1995, Nicholas Negroponte publicó su famoso "Being digital", que fue el manifiesto
del optimismo tecnológico de la era digital. Allí Negroponte afirmaba: "el futuro ya está
aquí, y solo existen dos posibilidades: ser digital o no ser". Hace pocas semanas, Martin
Hilbert, un asesor tecnológico de la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos, afirmaba
en una entrevista que la inteligencia artificial ya es una parte inseparable de nuestra
sociedad. "Podrás irte a la cordillera, dejar tu celular atrás y demás, pero ya no serías parte
de nuestra sociedad. Dejarías de evolucionar con nosotros'", aseguraba. ¿Estamos en una
nueva etapa imparable, o estos discursos forman parte de lo que usted llama "la dimensión
totémica de la tecnología"?
--La ideología tecnoliberal de Silicon Valley se ha impuesto. Se convirtió en el nuevo
axioma TINA (There is no Alternative), celebrado como virtuoso, no sólo por la economía
sino por la sociedad en su conjunto. Ante el poder de tales discursos es importante analizar
las cosas, poner en cuestión las evidencias, exponer los intereses en juego así como la
magnitud de las consecuencias. Es tiempo de desarrollar una crítica en todos los niveles de
la sociedad, en las ciencias humanas, en los sindicatos, en las asociaciones de
consumidores... Porque si no tomamos el asunto en nuestras manos, será el
tecnoliberalismo el que diseñará la forma de nuestras vidas individuales y colectivas, y eso
es inaceptable.