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18/05/2017 - 20:01

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100° aniversario del nacimiento de Juan Rulfo

Por Rafael Toriz:

Vigencia de Rulfo en el infierno


mexicano
Celebración de un narrador único, autor de Pedro
Páramo y El llano en llamas, cuya obra es de una
actualidad tan vital como aterradora.

Violentos desde la luz que los incendia, los paisajes compuestos por Juan
Rulfo son el testimonio crudo de un territorio envilecido por la mala
fortuna y sobre todo por la impune sevicia histórica de un mal gobierno
criminal que demuestra, en lugares como México, que la muerte no es
sino la primera de una larga serie de calamidades. Como otros antes que
él, Rulfo supo que el infierno es mexicano, y si no exclusivo de aquellas
tierras, bastante se lo parece: aquello está sobre las brasas de la tierra, en
la mera boca del infierno. Con decir que muchos de los que allí se
mueren al llegar al infierno regresan por su cobija.

A 100 años de su nacimiento, bajo el nombre de Juan Nepomuceno


Carlos Pérez Rulfo Vizcaíno, no es necesario hurgar demasiado para
comprender, leyendo la prensa de todos los días, la pavorosa vigencia de
su obra en un país que vive en llamas. Al margen de sus valores
específicos, que desdoblan sus textos en lecturas fecundas
imprimiéndoles su cáracter y valor universales –invención de una lengua
al interior de la lengua, instauración de un tiempo mítico y circular que
comunica la vida con la muerte, construcción de imágenes precisas de un
lugar que ya no existe– la esencia de su literatura fue nutrida por los
estragos de haber sido testigo y víctima de la Cristiada, otra guerra civil
que continuó el reguero de pólvora, destrucción y sangre emanados de la
Revolución Mexicana.

Rulfo, cuya niñez estuvo signada por asesinatos y crueldades recurrentes


–a su padre lo mató de un balazo en la cabeza el hijo adolescente de un
cacique cuando él tenía 6 años y dos años después, se dice que de pena,
moriría también su madre– sería conocido por su carácter silente, como
le sucede a los hombres a los que el espanto les ha robado el
aliento. ¿Por qué lloras, mamá? –preguntó; pues en cuanto puso los
pies en el suelo reconoció el rostro de su madre. –Tu padre ha muerto…
Han matado a tu padre. –¿Y a ti quién te mató, madre?

La vigencia de su obra no sólo radica en la permanencia y multiplicación


de pobres y miserables, saldo de los gobiernos emanados de aquella
revolución corrupta traicionada desde el siglo pasado, descrita en tono
didáctico por Carlos Fuentes en La muerte de Artemio Cruz. Los pobres
de Rulfo, como los de Graciliano Ramos, son seres hambrientos en vida
y en muerte, por eso sus fantasmas son susurros, murmullos, hilachas de
espíritus que tampoco del otro lado encontrarán justicia ni
sosiego, afuera, en el patio, los pasos como de gente que ronda. Ruidos
callados. Y aquí, aquella mujer, de pie en el umbral; su cuerpo
impidiendo la llegada del día; dejando asomar, a través de sus brazos,
retazos del cielo, y debajo de sus pies regueros de luz; una luz
aspergada como si el suelo debajo de ella estuviera anegado de
lágrimas. Y después el sollozo. Otra vez el llanto suave pero agudo, y la
pena haciendo retorcer su cuerpo.

En su novela Pedro Páramo, atravesada por espectros y voces que se


comunican desde la tumba, todos están muertos, lo sepan o no. Y en esa
circunstancia, la de muertos inquietos que buscan la tranquilidad y el
consuelo de la sepultura, radica su más terrible vigencia, toda vez que
buena parte del territorio mexicano se ha convertido en una fosa
clandestina; una multitudinaria tumba sin nombre sembrada de mujeres,
estudiantes, choferes criminales, amas de casa, niños, periodistas,
policías, militares, migrantes y maestros a lo largo, ancho y hondo del
país.

En el México contemporáneo no resulta inconcebible que al buscar a 43


estudiantes desaparecidos aparezcan narcofosas con osamentas de 600
desconocidos, como en el caso del estado de Guerrero. O que en los
últimos dos años haya más de 500 desaparecidos en Veracruz, y que
apenas en marzo de 2017 se contabilizaran 117 cuerpos en Morelos, 196
en Tamaulipas, 131 en Guerrero, 413 en Sinaloa… y contando con
suspicacia, porque las cifras oficiales suelen estar maquilladas. Lo que es
un hecho es que en México se vive un estado de terror en partes cada vez
más vastas del país, lo que permite hablar de estado fallido y en
descomposición en medio de una debacle generalizada, de lo que no
sabemos nada es de la madre del gobierno.

Este estado de la crisis humanitaria en México ha sido denominado por


la académica tijuanense Sayak Valencia como capitalismo gore, definido
en sus palabras como el “derramamiento de sangre explícito e
injustificado, al altísimo porcentaje de vísceras y desmembramientos,
frecuentemente mezclados con la precarización económica, el crimen
organizado, la construcción binaria del género y los usos predatorios de
los cuerpos, todo esto por medio de la violencia más explícita como
herramienta de necroempoderamiento”. Un panorama espeluznante,
parecido al que describe la novela del narrador guerrense Federico
Vite, Bajo el cielo de Ak-pulco, primera obra mexicana en abordar el
negocio millonario del transplante de órganos derivados del altísimo
porcentaje de asesinatos. Más que capitalismo, necrocapitalismo gore.
Porque donde hay miseria, odio y podredumbre nada se desperdicia, todo
se reutiliza. La semana pasada no conseguimos pa comer y en la
antepasada comimos puros quelites. Hay hambre, padre; usté ni se las
huele porque vive bien.

Los amargos frutos de la tierra mexicana son regados con sangre y


cultivados con cuerpos desmembrados de los que no se sabe a ciencia
cierta ni el número ni el nombre, salvo que se trata de los más pobres. Es
muy probable que de tener datos confiables la cifra prendería las alarmas
de una alerta humanitaria ante la ONU.

Desde luego, esta lectura dista de pecar de presentista. En México, desde


tiempos de la Revolución, hay muertos que no son noticia y nunca lo han
sido. Se trata de los muertos recurrentes del gobierno. De los
campesinos, estudiantes y maestros. De los periodistas, indios y
disidentes. De gente que la paga sin deberla ni beberla: el México
bronco, pobre, mestizo. Esos muertos de muerte violenta que marcaron
la mirada de Juan Rulfo. Esos cadávares indóciles que incluso sin cabeza
siguen hablando desde la muerte. Porque hasta eso ha sido fatalmente
envilecido. En el presente, como en el pasado, para la gran mayoría de
los mexicanos hasta la dignidad de la muerte es un despojo consumado.
La actualidad de los conflictos retratados en sus páginas es absoluta:
miseria del campo que nutre a las ciudades, migración forzada por
necesidad a los Estados Unidos (allá te presentas con Fernández. ¿No lo
conoces? Bueno, preguntas por él. Y si no quieres cosechar manzanas,
te pones a pegar durmientes. Eso deja más y es más durable. Volverás
con muchos dólares); abuso de poder a todas las escalas y tres palabras
que son una llaga purulenta: impotencia, impunidad y corrupción: los
pilares de una cultura que envenenan a todo el pueblo, esa Comala
maldita que es la boca del averno: yo sé que usted lo odiaba, padre. Y
con razón. El asesinato de su hermano, que según rumores fue cometido
por mi hijo; el caso de su sobrina Ana, violada por él según el juicio de
usted…Olvídese ahora, padre. Considérelo y perdónelo como quizá
Dios lo haya perdonado. Pedro Páramo es el grandísimo hijo de la
chingada que corroe todo a su paso, pero que también morirá con la
destrucción que engendra su espíritu corrupto, como ya sucede en la
mayor parte del país… Después de unos cuantos pasos cayó, suplicando
por dentro; pero sin decir una sola palabra. Dio un golpe seco contra la
tierra y se fue desmoronando como si fuera un montón de piedras.

El genio de Rulfo, que sólo mediocres azuzados por la inquina se atreven


a poner en entredicho, habla a gente de todas las épocas y todos los
tiempos porque sus verdades son la representación de dolores profundos
y alevosos que suceden en todos lados, con otras caras y otros nombres,
pero bajo cielos idénticos donde brilla ilesa una estrella junto a la luna.

¿Hubiéramos querido que Juan Rulfo contara otras historias? Desde


luego: también hubiéramos querido que la vida hubiera sido de otra
manera, donde no fuera necesario darle forma con palabras tan austeras,
recortadas por la pérdida, el desierto y la violencia, a lo que de a poco
mata por dentro.

Pero aquí estamos, desde nuestro infierno personal –que a veces se llama
México– rindiéndole homenaje a un hombre al que apenas un puñado de
palabras secas y preciosas le valieron para hacernos saber que estamos
muertos y estamos juntos.

Semana Rulfo

Viernes 19 de mayo 19 hs en Librería Eterna Cadencia, Honduras 5574,


CABA “Rulfo desde el presente de la literatura latinoamericana”, con las
participaciones de Liliana Colanzi, Federico Falco y Rodrigo Márquez
Tizano y la moderación de Rafael Toriz. Vino de honor.

Sábado 20 de mayo 19 hs en Sala David Viñas, Museo del Libro y de la


Lengua, Las Heras 2555 Proyección de la película mexicana
“Purgatorio: relatos de Rulfo”, del director Roberto Riochín. Entrada
libre hasta llenar la capacidad de la sala

Link: https://www.clarin.com/revista-enie/literatura/vigencia-rulfo-
infierno-mexicano_0_ryOQKtolW.html

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