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ansiedad, y consiste en el miedo a los síntomas de ansiedad, el cual se supone debido a la creencia
de que la ansiedad y sus sensaciones poseen consecuencias peligrosas o dañinas; la sensibilidad a la
ansiedad fue propuesta como un factor de predisposición para el desarrollo de los trastornos de
ansiedad.
Mientras que la sensibilidad a la ansiedad-somática parece estar más relacionada con el trastorno
de pánico, la sensibilidad a la ansiedad-social presenta una relación más estrecha con la fobia social
y la sensibilidad a la ansiedad-cognitiva presenta una cierta asociación con la depresión mayor.
(Sandínet. al.. (2005). Propiedades psicométricas del índice de sensibilidad a la
ansiedad. Psicothema, 17, 478-483.)
La sensibilidad a la ansiedad se relaciona con la interpretación de los síntomas físicos (por ejemplo,
la sensación de los latidos cardiacos) con los síntomas cognitivos (por ejemplo, pensar que el
corazón está fallando) y estas percepciones cognitivas traen consigo preocupación. Los niveles altos
de sensibilidad a la ansiedad se han asociado con la presencia de trastornos de ansiedad, depresión,
suicidio y dificultad para realizar ejercicio. Las alteraciones cognitivas que involucra son
interpretaciones negativas de estímulos ambiguos. Por ejemplo, un individuo con alta sensibilidad
a la ansiedad puede atribuir el aumento de la frecuencia cardiaca a la presencia inminente de un
infarto. Mientras que una persona sana pensaría que esto se debe a que ha realizado una caminata
intensa.
El modelo de expectativa asume que el miedo ante un determinado estímulo o situación es función
de dos componentes: expectativas y sensibilidades (también llamadas “miedos fundamentales”).
Las expectativas se refieren a lo que teme el sujeto y las sensibilidades a porqué tiene miedo. Existen
tres tipos de expectativas (de daño/peligro, de ansiedad y de evaluación social) y también tres tipos
de sensibilidades (al daño, a la ansiedad y a la evaluación social)
(Murray et. al. (1999). Heritability of Anxiety Sensitivity: A Twin Study. The
American Journal of Psichiatry, 156, 246-251.)