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UNIVERSIDAD NACIONAL

FACULTAD DE FILOSFÍA Y LETRAS

ESCUELA DE FILOSOFÍA

ENSAYO

“Dificultad de un protocolo para el tratamiento de la Anorexia nerviosa, situación


actual en Costa Rica”
“Antinomia de principios de autonomía y beneficencia”

BIOÉTICA

PROF. MPh DIANA SOLANO VILLAREAL

ESTUDIANTE ANGELA MURILLO QUIROS

II CICLO

2018

1
El presenten ensayo expondrá la situación de la anorexia nerviosa crónica en
pacientes en los últimos años, enfocándonos en algunos casos específicos de interés para
el escrito. Para esto es necesario revisar la existencia o no existencia de protocolo médico
de abordaje y seguimiento aplicado Costa Rica para la trata de personas con este trastorno,
para visualizar mejor dicha situación, se partirá en la revisión de algunos antecedentes y así
finalmente hacer una relación al concepto de autonomía del paciente que padece el
trastorno alimenticio.

Primeramente, antes de hablar de la autonomía de un paciente que sufre de anorexia


nerviosa crónica, debemos definir qué se entiende por trastorno alimenticio cuyo
significado se trabajará a lo largo de este ensayo para evitar confusiones. Seguidamente,
cómo se entiende la anorexia nerviosa, sabiendo de antemano la existencia de las
diferencias entre los diferentes tipos de anorexia nerviosa (el tipo restrictivo y el tipo
compulsivo/purgativo); a lo largo del presente ensayo se tomará la concepción general que
englobe dichas distinciones. Por último, es menester aclarar el concepto de autonomía en
la bioética médica, así como la prioridad al principio de beneficencia muy aplicado en
nuestro sistema de salud.

Partamos por definir qué podemos entender por trastorno alimenticio o, mejor
dicho, trastorno de comportamiento alimentario (TCA); Según Vargas (2018) estos
trastornos son una enfermedad conductual producida por una multiplicidad de factores,
entre estos factores se hallan, factores psicológicos, biológicos y sociales. Por una parte los
factores psicológicos serían aquellos que afectan a la psique, tales como un pobre
autoconcepto, distorcion corporal, entre otros. Por otro lado, los factores biológicos
refieren a aquellos como el sexo, rasgos de personalidad, y similares. Por último, los factores
sociales vendrían siendo, según el autor, aquellos como la presión por una imagen ideal,
medios de comunicacion, entre otros. El hostital Clínica Bíblica ha hecho sus esfuerzos en la
labor de cuido respecto a pacientes con TCA, sin embargo, un trastorno alimenticio implica

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más que realizar una dieta para perder peso, pues presenta una serie de prácticas
alimenticias extremas, con una condición que se acompaña de comportamientos
disfuncionales, desajustados y de alto riesgo. (Hospital clínica bíblica, 2014)

La Anorexia Nerviosa (AN) esta clasificada como un TCA según el Comité Elaborador del
DSM-IV (2000), caracterizada por un miedo intenso a ganar peso, una alteración de la auto
imagen o tamaño corporal, o no mantener un peso normal. Rosler (2017) nos dice que la
etimología de la palabra Anorexia, que proviene del griego, significa carecer de apetito, por
su parte, la etiomología de la palabra Nerviosa, tambien proviente del griego, hace
referencia a un estado de tristeza, cansancio, temor o emotividad. A diferencia de las
muchas creencias presentes en la ignorancia referidas a los transtornos de conductas
alimenticias como la conducta o tendencia a dejar de consumir alimentos que traen consigo
una perdida de apetido; el Comité Elaborador del DSM-IV (2000) nos aclara que el término
anorexia es equívoco ya que es poco común tener pérdida de apetito en los pacientes, así
mismo la disminución de la ingesta no es necesariamente generada por una perdidad de
apetito sino mas bien por una voluntad a no comer a pesar del apetito, de igual manera la
utilización de purgas o el ejercicio excesivo.

Normalmente la anorexia nerviosa va acompañada de comportamientos repetitivos con


tendencias obsesivas compulsivas maniacas, en las cuales el paciente se pesa
compulsivamente, controla la cantidad calórica o peso de lo que consume, crea comidas
“seguras”, entre otros comportamientos. El paciente entra en sí mismo en una suerte de
“autonomía”, pues se crea un ambiente de control sobre lo que éste puede consumir
evitando que terceros afecten la propia modificación de conducta alimentaria. Lo que lo
lleva a conflictos de relación social, al punto de caer en estados de aislamiento y por
consecuencia comienzan a aparecer síntomas de ansiedad, depresión y obsesión que
determinan una conducta totalmente rígida.

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Principio de Autonomía

Para hablar de autonomía, en el sentido presente en la bioética médica nos es


imposible no hablar a su vez del principio de beneficiencia, recuperado y reproducido como
el actuar siempre en beneficio de los otros relacionado con la moral en sí mismo. Como lo
indica Figueroa (2008), que primeramente define la autonomía como la capacidad legitima
de un paciente para tomar decisiones sobre cuestiones de salud que le afectan vitalmente
y esto siendo un derecho que todo paciente posee. El concepto de autonomía no es
unívoco, puesto que a lo largo de la historia se le han añadido criterios que la relacionan
con el autogobierno, derechos de libertad, respeto a la intimidad, elección individual, el
ejercicio de la propia voluntad, pero uno de los que más nos compete acá, es el criterio de
elegir el propio comportamiento y el ser “dueño de uno mismo”. Sin embargo podemos
tener algo claro, todas las teorías que nos hablan de la autonomía, se centran en dos ejes,
por un lado la libertad y por otro lado su componente práctico, en otras palabras, el logro
de ser un agente capaz de actuar intencionadamente. (Tom L. Beauchamp, 1999)

Se hace necesario mencionar datos importantes que se mencionan en el ensayo de


Figueroa Bioética de la anorexia nerviosa ¿autonomía, beneficiencia o responsabilidad?
(2008) tales como la verdad de que debido a la naturaleza de la AN los pacientes se ven con
una profunda alteración en la capacidad de decidir según la razon, por lo que cuando se
considera la capacidad que tiene un paciente para ser catalogado “en su total uso de sus
capacidades” se debe someter al paciente a pruebas especializadas y repetidas
constantemente para medir su rendimiento y sus reacciones tanto como capacidades de
elección, también se deja claro que el diagnóstico no es igual a un diagnóstico de
incapacidad, porque el paciente se considera competente para tomar decisiones en otros
campos de su vida. Lo que abre un serio portillo a la hora de decidir si el paciente es o no
capaz de tomar desiciones, que como sabemos es una base fundamental para si a caso optar
por la defensa del principio de autonomía.

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Tal es el nivel de complejidad que se ha llegado a considerar la AN crónica con el mayor
índice de mortalidad, de la mano con el agotamiento profesional del personal sanitario y
terapéutico que llevan estos casos. Por lo que se ha relacionado directamente como símiles
los casos de anorexia nerviosa con pacientes de esquizofrenia. Acá podemos ver
directamente un conflicto de principios de la autonomía por la conducta del paciente como
con la beneficencia, antinomia que se tratará más adelante.

Pero la prioridad del principio de beneficiencia por sobre todo otro principio médico ha
sufrido un cambio en el ultimo siglo, explicado por Figueroa, en "El caso Ellen West": la ética
en los albores de la anorexia nerviosa (2011), como el giro ético en el cual inundó todo
pensamiento occidental y tambien las ciencias de la salud, hubo un giro en el cual se pasa
de la excelencia absoluta del médico a el reconocimiento del derecho del paciente a su
autonomía; pasamos de la phrónesis1, como Aristóteles la explicaba, a los derechos.

A su vez cabe decir que el giro ético que propone Figueroa no ha sido total ni
aplicado en un universal, pero es identificable en la historia de la medicina como así lo indica
el autor, incluso aventura a proponer que ha habido un cambio de la bioética a la biolaw2
identificable, es claro el descontento e incluso cuestionamiento creciente en la población
hacia los médicos, las demandas crecientes por multiples casos de discrepancia, busquedas
de segundas opiniones, el uso de medicina alternativa, entre otras, son índices del cambio
de imagen que ha sufrido la profesión médica a los ojos de la población, no podemos hablar
de una generalización pero la presencia creciente es innegable.

1
Es la prudencia o phrónesis la que atiende a los casos particulares y a lo que en este caso el
medico consideraría como correcto o incorrecto.
2
Bio-leyes
5
La Anorexia Nerviosa en Costa Rica y la ausencia de un protocolo.

En Costa Rica actualmente no nos encontramos un protocolo sistematizado para el


trato de pacientes con TCA, esta carencia se mencionan en los trabajos de Porras (2014) y
Maya (2018), por otra parte Cantero (2014) nos indica que existen acercamientos a
estrategias de intervención para adolescentes y niños, pero estas consisten en un trato
ambulatorio, en otras palabras no recurren en el total de los casos a la necesidad de
internación en la institución. Caso contrario sucede cuando por juicio de los profesionales
sanitarios del hospital consideren que el adolescente o niño se encuentra con riesgo de
suicidio, autolesiones o complicaciones graves, en cuyo caso se da hospitalizacion completa
al paciente; la estancia hospitalaria recomendada para TCA es de 40 a 140 dias; mientra que
en Costa Rica el promedio es de 21 a 42 días en casos graves.

El deficit de informacion sobre los TCA en la población costarricense es tal que no se


conocen la cantidad de casos existentes en Costa Rica y esto a contribuido a la dificultad de
protocolizar el trato de estos pacientes, esto nos hace considerar la carencia que posee el
sistema de salud que posee Costa Rica en estos campos. La misma Caja Costarricence del
seguro social ha comentado sobre la necesidad de incluir protocolos, sin embargo se han
dirigido los intereses en la población meramente adolecente. Aunque esto no quiere decir
que no se haya hecho un llamado a la concientización nacional referente a los crecientes
casos de TCA y especificamente anorexia nerviosa. (Chavarría, 2015)

Pineda (2013) comenta que este es uno de los mayores riesgos, la falta de
conocimiento de información adecuada y por ende del trato incorrecto de TCA, este
ocaciona de manera contraproducente, una mala praxis con el paciente. Lo anterior da pie
a criterios que como anteriomente se mencionó en nuestro país se prioriza el criterio del
médico aún cuando no se haya establecido de manera sistémica, el cómo proceder para el

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mejoramiento de las condiciones y tratamiento en sí de pacientes con AN, violando
totalmente el principio de autonomía.

Iratxe Aguirre Orúe (2017), congreso donde se habló de una paciente mujer de 42 años
que sufria de Aanorexia Nerviosa Restrictiva crónica grave. Esta mujer fue diagnosticada
por primera vez a los 25 años, tenido 12 ingresos hospitalarios debido a desnutricion
moderada-grave y el tratamiento que se ha dado hasta el momento es interrumpido. Varias
veces se ha utilizado la alimentacion forzada por Sonda Nasogastrica e ingresos
involuntarios con autorizacion judicial. La eficacia del tratamiento fue bastante deficitaria,
la paciente nunca mostró remisión clínica ni periodos de estabilidad dentro del promedio,
se lograba un aumento de peso durante el ingreso hospitalario pero este no se mantenía al
ser dada de alta, haciendo así que la paciente volviera al hospital por el mismo problema
durante las siguientes semanas. Demostrando de esta manera el fracaso médico por la
inexistencia de un protocolo y mal empleamiento de los criterios éticos.

Podemos deducir de esto, que el protocolo en este caso no era el adecuado.


Figueroa (2011) expone también a nivel casuístico, la situación pasada por una paciente
reconocida a nivel mundial, que, aunque quepa aclarar no sucedió a nivel nacional, no deja
de tener importancia relevente para la necesidad de un correcto manejo de esta población.
Hablamos acá del caso de Hellen West, donde también se toca sobre lo delicado que puede
ser un protocolo para pacientes que sufren de AN, Figueroa en ambos ensayos llega a la
conclusión de que la forma erronea para abarcar un paciente con AN es priorizando el deseo
de mantener con vida al paciente (principio de beneficiencia) por sobre el derecho de
autonomía que tiene el paciente, tal como sería la alimentacion forzada y el ingreso
obligatorio hospitalario.

Aunque Figueroa no nos alumbra sobre cuál sería el protocolo correcto a seguir, nos
explica un algunas de las dificultades para generar un protocolo generalizado que funciene
para todo paciente con TCA especialmente con AN, vamos a abarcar este tema no podemos

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dejar de lado lo que sería, el fracaso moral, la antinomia de ambos principios (beneficiencia
y autonomía), relación paciente-medico y la impredictibilidad del desarrollo del paciente.
Antinomia entre Autonomía y Beneficiencia, el paternalismo

La idea de que el principio de beneficiencia es la prioridad de los servicios médicos


sanitarios, es bastante antigua esto debido a que a lo largo de la historia, las obligaciones y
virtudes de los profesionales en la salud, han sido tomadas desde el criterio que enfatiza la
beneficencia como compromiso. Prueba de ello es observar las expresiónes del mismo
Hipócrates mecionado por Tom L. Beauchamp (1999) quien escribía que en el ejercicio de
la salud, es necesario enfocarnos en dos cosas, ayudar y al menos no causar daño a los otros.
Sin embargo, si algo nos ha dejado la medicina tradicional es el caráctere tendenciero hacia
el paternalismo discimulado en la confianza de sis propios juicios sobre los tratamientos.
Por otra parte, se ha llegado al punto en la medicina de tomar mayor importancia a los
derechos de los pacientes lo que lleva al médico a generar un criterio independiente lo cual,
de manera efectiva a llevado a la medicina a enfocarse en los derechos derivados de la
autonomía. Lamentablemente esto genera problemas con el principio de beneficencia y
lleva a los médicos a optar por un paternalismo muchas veces inconciente y descuidado.

Comenzando con la antinomia de ambos principos, desde los inicios con Hipócrates,
como se mencionó, siempre se habia puesto el principio de beneficiencia como principio
por excelencia que debía ser seguido por todos los medicos, viendose a los medicos como
los portadores del conocimiento absoluto y los enfermos como personas, usando las
palabras de Aristóteles, incontinentes que se habían buscado su enfermedad.

“Hipócrates había enseñado que existían dos tipos de enfermedades, las afecciones katà
thýken y las afecciones kat´anánken, afecciones “por azar desventurado” o “infortunio” y
afecciones “por necesidad”.“ (Figueroa, "El caso Ellen West": la ética en los albores de la
anorexia nerviosa, 2011)

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En las primeras afecciones “curables” el médico puede atacarlas y venceras o como
minimo, hacerlas tolerables para el paciente. Lo que hoy en dia serían la mayoria de
malestares comunes de pacientes. En las segundas que son de la categoria “incurables” o
“mortales”, en las cuales el medico debe aceptar la inevitable muerte del paciente y aligerar
el camino al paciente, lo que hoy son las enfermedades en las cuales se apela a la muerte
digna y a cuidados paliativos.

Ahora, la antinomia de estos dos principios es facilmente visible especialmente cuando


se tratan de pacientes con TCA ya que normalmente las acciones o actos que hacen los
pacientes suelen atentar con sus vidas ya sea a corto o largo plazo. Se debe entender asi
como expone Figuero (2011) estos pacientes con AN no es que atenten contra su vida o que
su objetivo sea poner fin a su propia existencia, los objetivos normalmente son lejos de esto
pero estos mismos objetivos de los pacientes pueden llevar al fin de su propia existencia
como consecuencia.

“…. respetando las predilecciones en el momento de definir Ellen la calidad de vida que
quería llevar y, aunque no estaba de acuerdo con ella, aceptó que a lo que ella aspiraba era
a llevar una “vida humana”, “un razonable uso de la libertad”, y no una vida extraordinaria,
porque no deseaba estar presa en una “vida meramente biológica”.” (Figueroa, "El caso Ellen
West": la ética en los albores de la anorexia nerviosa, 2011)

Como expresado en la cita anterior lo que la paciente Ellen pedía, era lo que ahora
conocemos con el principio de autonomía, en la cual la dejaran que ella viviera su vida con
su ideal de perfección, vivir una vida como ella consideraba perfecta, aunque esto tuviera
como efecto una muerte. Podía optar por el uso de sus capacidades como sujeto agente de
sí misma.

Así expuesto podemos ver que en un paciente con algún TCA encontramos esa
antinomia, podríamos decir que incluso sería difícil para el médico encontrar un “justo
medio” entre ambos principios. La controversia que se ha venido generando entre los

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defensores de estos dos principios ha logrado llegar a tal punto de confundir ambos
principios y unificarlos de manera erronea en una beneficencia que compite con un
principio de respeto a la autonomía, así como en el principio de beneficencia que logre
incorporar la autonomía de los pacientes, sin embargo Tom L. Beauchamp (1999) deja claro
la característica paradigmática opuesta de estos dos principios por lo que deja inviable
dichas relaciones.

El mismo autor Beuchamp, argumenta que es necesario por lo tanto hablar del
paternalismo como opción para rescatar los dos enfoques que hablaba Hipócrates, sin
embargo el punto acá no es justificar el accionar médico paternalista de ciertas instituciones
médicas, sino más bien, recuperar y poner en conflicto la posiblidad de reforzar el criterio
de autonomía en pacientes con Anorexia Nerviosa.

Sin embargo, los problemas sobre cómo especificar qué principio se dispondría a
priorizar y en qué condiciones, tratando en lo posible respetar las decisiones hace ver la
necesidad de optar por lo que autor llama, un paternalismo justificado. Se argumenta que
dicho paternalismo sólo es viable en tanto cuando se logran sobrepasar la independencia
de la persona siempre y cuando sea mayor el evitar un daño que ocurra a nivel mayor (como
la situación de muerte de un paciente con anorexia crónica), cuando ya se haya logrado
determinar que dicho paciente no se encuentra en total uso de sus capacidades para la
toma de decisiones y más importante (aunque genere muchísimos debates), si la acción
paternalista consienta o llegue a consentir un mayor beneficio racional del caso médico
(Tom L. Beauchamp, 1999). Esto último se podría relacionar en el caso de Anorexia Nerviosa,
al punto donde el médico priorice la condición mortal del paciente por sobre su condición
de agente en la toma de decisiones.

Por otra parte, como se mencionaba páginas atrás, es bastante complejo resolver la
situación de la toma de decisiones, puesto que, en este caso, el paternalismo se justifica en
tanto no se deje morir al paciente, pero no altere su conducta con un cambio abrupto en su

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alimentación. Esto es, priorizar pese a las decisiones del paciente, la intervención en contra
de su propia muerte.
Ahora, todo esto nos lleva al fracaso moral y a la impredictibilidad del desarrollo del
paciente mencionado anteriormente. Ya hablada la dificultad que presenta buscar el medio
entre el principio de autonomía y el principio de beneficiencia, debemos contemplar por
otro lado la dificultad que posee a su vez tratar pacientes con AN, ya anteriormente hemos
aceptado en el trabajo que existen diferentes tipo de AN, ademas de esto cada paciente es
único e irrepetible en cuanto a síntomas, razones y formas de actuar, así expuesto por el
Comité Elaborador del DSM-IV (2000), a esto debemos agregar que la resistencia de cada
cuerpo humano a la desnutrición varía de persona en persona, tambien afecta el nivel de
gravedad que tiene los pacientes con AN, cuánto tiempo ha tenido el TCA, así como en el
caso de Ellen West y el caso expuesto por Iratxe Aguirre Orúe (2017) un paciente puede
durar varias decadas con el transtorno, pero también el caso expuesto por Pineda (2013)
funciona como ejemplo de la existencia de pacientes que mueren a una muy corta edad. Es
imposible para un doctor estimar con certeza el tiempo que le queda de vida a un paciente
con AN, así expresado en el caso de Ellen West, Binswager (el médico principal en el caso).

“En el fondo, él era consciente que en el hombre no se puede hacer nunca exactamente lo
que se debe, es el moral gap o fracaso moral inherente a la existencia (Hare, 1996).”
(Figueroa, "El caso Ellen West": la ética en los albores de la anorexia nerviosa, 2011)

La cita está afirmando que el médico carece de una ciencia cierta que le ayude a producir
un tipo de moral universal que aplique a todos los pacientes, Figueroa llamandolo así
fracaso moral, debido a la impedictibilidad y el carácter único de cada paciente con AN.
Punto también apoyado por Bouchamp (1999) sobre el comportamiento empederdino del
paternalismo por buscar una moral universal que ayude a salir de estos conflictos.

Por último Figueroa habla sobre la relación paciente-medico, visto por Iratxe Aguirre
Orúe (2017), muchas veces el médico puede verse con una vinculación afectiva con el
paciente debido a que los casos tienden a ser largos, Cantero (2014) nos comparte:

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“La duración del tratamiento psicológico debe ser al menos de 6 meses cuando
se realiza de manera ambulatoria (con exploración física de control) y de 12 meses
en pacientes que han estado en hospitalización completa.” (Cantero, 2014)

Por lo que no es de extrañar que ocurra el problema de vinculación afectiva entre el


paciente y el doctor, para contrarestar esto podemos citar dos trabajos en los cuales ambos
nos indican la necesidad de un equipo multidiciplinario que atienda al paciente, en este
citaremos el de la tesis realizada aquí en Costa Rica en la cual se recomienda lo siguiente.

“La mayoría de personas con trastornos de alimentación pueden tratarse a nivel


ambulatorio, por un equipo multidiciplinario conformado por un médico de Atención
Primaria, nutricionista, odontologo, psiquiatra y técnico de salud mental.” (Cantero,
2014)

Creando así un equipo terapeutico con la esperanza de eliminar cualquier problema


de intereses que pudiese surguir, también Figueroa (2008) llama la atención a otra
problemática que suele pasar con la relación medico-paciente, esta otra problemática es el
desgaste profesional de parte del equipo terapeutico producto de las largas estadias, la
sensación de ser desbordados por las exigencias cambiantes e insaciables y contradictorias
del paciente.

“…suelen ser personas que no trabajan, consumidoras de servicios sociales, gastos


sanitarios por complicaciones asociadas, con gran afectación del clima familiar y
frecuente agotamiento de cuidadores y terapeutas, tal como hemos visto en el caso
presentado.” (Iratxe Aguirre Orúe, 2017)

Visto en la cita anterior, Iratxe Aguirre Orúe concuerda con Figueroa en esta
problemática que suele ser común en las relaciones con estos pacientes, en estos casos de
desgaste profesional cae a discreción del médico medirse para siempre cumplir las éticas
del profesionalismo, ponderando, como es debido, los intereses y beneficios del paciente
en contraposición con ideas inconscientes tomadas como autónomas. Hace unas cuantas
páginas mencionamos dicho inconveniente.

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Además, los pacientes suelen ser retraídos y desconfiados ya que es muy raro que
estos busquen ayuda por sí mismos, normalmente, informa el Comité Elaborador del DSM-
IV (2000), es la familia o conocidos quienes llevan al paciente a un medico por la
preocupación del estado de salud del paciente, al ser forzados a salir de su zona de confort
suelen desconfiar de los medicos.

Debido a que comparten criterios con la fobia social y el transtorno obsesivo


compulsivo, pueden verse molestos o humillados al verse obligados a comer en publico o
que se vean obligados a comer en cantidades o comidas que no son las adecuadas a los ojos
del paciente.

Ya que sabemos que la naturaleza de estos pacientes es comunmente de


desconfianza y resistencia a los tratamientos invasivos como hemos justificado
anteriormente, y más bien al ser obligados a tratamientos sin consentimiento de parte del
pacient,e suele no encontrarse ninguna mejora real o permanente para el estado del
paciente e incluso pueden encontrarse empeoramientos en el estado de salud del paciente
debido a los tratamientos forzados.

Gracias a la documentación de casos documentados por Figueroa (2008)(2011) y de


Iratxe Aguirre Orúe (2007) podemos corroborar lo dicho anteriormente e incluso nos
proporcionan un serie de datos importantes que nos ayudarían a comenzar a desarrollar un
posible protocolo adecuado para estos casos, ambos casos tienen la similitud en la cual hay
un paciente de AN crónica con una historia larga hospitalaria, ambos pacientes con
experiencias negativas sin mejoras a largo plazo.

El médico en casos de paciente con AN crónica debe buscar convencer al paciente


de mejorar su calidad de vida mejorando su alimentación y salud, no solamente suprimir
los síntomas y salvar la vida, así como sucede cuando se sobrepone el principio de
beneficiencia en el cua,l es un arreglo temporal a un trastorno crónico.

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“…considerarse recíprocamente como interlocutores igualmente facultados o válidos y, por
otro, que tienen algo en común, como es trabajar cooperativamente para comunicarse y
comprenderse, aunque existan desacuerdos de principio.” (Figueroa, Bioética de la anorexia
nerviosa ¿autonomía, beneficiencia o responsabilidad?, 2008)

Dicho en la cita anterior, la única forma de contrarestar todas las experiencias


negativas del paciente y poder generar un progreso real en el estado del paciente es
comenzar por intentar fortalecer el vínculo de confianza entre el médico y el paciente,
asegurándole al paciente que no se busca únicamente el aumento de peso sino más bien
una mejora en la calidad de vida, este método da mejores resultados así comprobados por
el caso de Ellen West (2011) y el caso hablado en Iratxe Aguirre Orúe (2017), en el cual la
paciente muestra un detenimiento del empeoramiento e incluso muestra una mejora en su
estado.

Entonces, según lo recomendado por los ensayos sobre los casos, el médico debe
procurar anteponer el principio de autonomía, debe siempre obtener el consentimiento
informado del paciente sobre cualquier tratamiento que se le vaya a practicar al paciente,
nunca debe optar por mantener al paciente dentro del hospital de manera forzada ni optar
por la alimentación forzada mediante una Sonda Nasogastrica. Se hará la excepcion cuando
el médico presente frente al equipo terapéutico una justificación ética con razones
poderosas del por qué se debe inclinar por el principio de beneficiencia y el quipo
terapéutico debe aceptar, ya sea el caso de que el paciente no cumpla con las pruebas para
medir su capacidad como se ha especificado anteriormente u otros.

“El consentimiento informado evalúa de manera objetiva su capacidad de autonomía radical


-facultad para decidir voluntariamente sin coerción ni manipulación- para vivir de acuerdo a
su concepción de existencia digna y, por ello también, para optar por la calidad de vida que
le parezca más suya como persona.” (Iratxe Aguirre Orúe, 2017)

A su vez los textos recomiendan el uso de los cuidados paliativos para estos
trastornos crónicos y tratarlos como no curables. Ser siempre honestos con el paciente no
poniendo expectativas no realizables, y a su vez, el médico debe ser honesto consigo mismo
y entender que así como esta enfermedad es comparada con la calidad de vida de un

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paciente Esquizofrenico (Iratxe Aguirre Orúe, 2017) esta enferemdad AN no tiene cura y
tomar medidas como las recomienda Hipócrates en estos casos.

“…aunque tiene tratamiento potencialmente eficaz, es propia de la medicina abocada a los


cuidados paliativos. Así, no se trata ni de una enfermedad aguda de tratamiento poderoso
en que se conquista un éxito estrepitoso, ni de defender ideales utópicos, ni alcanzar las
metas por encima de cualquier consideración…Es una interelación, negociaciones estrechas
y calidas, en las que ambos aspiran a entregar y recibir confirmación y apoyo y, de esta
manera, conquistar un consenso confiado.” (Figueroa, Bioética de la anorexia nerviosa
¿autonomía, beneficiencia o responsabilidad?, 2008)

Siempre el médico siendo prudente de mantener y no lastimar esa delicada


confianza que se tiene con el paciente. De igual manera el equipo que trata con estos
pacientes deben recibir una educación distinta, que les permita entender con más exactitud
y sin mitos sobre los TCA, con esta educación que les permita deliberar y justificar de
manera diferente los conflictos que pudieran surgir por la diferencia de estos trastornos a
otras enfermedades. Manteniendo una armonía entre el cuidado-proximidad-confianza y la
equidad-principios-ideales-obligaciones.
Siempre optando por permitirle en los posible al paciente tener una autonomía
radical que le permita optar por la calidad de vida que le parezca mas suya como persona y
así poder autorealizarse como humano.
Respetar lo que el paciente considera como sus ideales privados para su propia
realizacion, los cumplimientos de proyectos íntimos, permitirle vivir su idea de vida virtuosa
o felicidad.
Y de esta forma poder, dentro de lo posible brindarle una mejor calidad de vida con
una mejora relativa. Así demostrado con el caso visto por Iratxe Aguirre Orúe (2017) que al
aplicar todo lo mencionado anteriomente sucede y se observa lo siguiente.

“Se produce una mejoría ponderal progresiva, con un peso al ingreso de 30 kg y un peso al
alta de 36 kg tras seis semanas de ingreso, mejoran notablemente los parámetros analíticos
y se observa una marcada mejoría en el estado de ánimo y el resto de variables clínicas. ….
Ha presentado leves fluctuaciones ponderales, episodios de aumento de restricción

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relacionados con cuestiones emocionales e interpersonales, pero recuperación posterior
facilitada por el seguimiento, asistencia y apoyo desde el Hospital de Día. …. observando la
propia paciente una marcada mejoría en su calidad de vida, ha reiniciado actividades y
relaciones sociales y se siente motivada y con proyectos para el futuro.” (Iratxe Aguirre Orúe,
2017)

Con todo lo expuesto anteriormente podemos ver la problemática en la que se


encuentra Costa Rica, se reportan crecientes en las cantidades de pacientes admitidos en
hospitales sufriendo TCA pero no sabemos cantidades exactas en el territorio Costarricense.
Carecemos de un protocolo adecuado y centros especializados para tratar
especializadamente estos TCA, que como demostrado en el trabajo no se pueden tratar
como otras enfermedades, lo más cercano que tenemos serían las estrategias de
intervención para niños y adolescentes expuestas por Cantero (2014) en su tesis,
La información recopilada del trato que se brinda hoy en día en el país nos
demuestra que estamos cometiendo los errores que justamente se exponen en este
ensayo, tratando los pacientes con TCA sin seguimientos y en cortos periodos que no es lo
recomendado, que, como expuesto anteriormente, puede guiar a un empeoramiento de
estos pacientes y una creciente desconfianza a los centros médicos.
Sumándole a la falta de protocolo y de preparación de parte de los médicos,
tenemos la problemática de que vivimos en un país en el que se sobrepone el principio de
beneficencia por encima de cualquier otro, demostrado así por las trabas que se han puesto
para aprobar leyes como el aborto, la eutanasia, entre otros. Incluso tenemos el principio
de beneficencia tan arraigado que se denota en el hablar y el discurso de los médicos,
comprobado así por el discurso del Dr. Rafael Pineda (2013) en el cual se expresa que la vida
es el supremo valor del ser humano y debe ser conservada a toda costa, también expresado
así por Ávalos (2018) en la cual reporta como el colegio de medicos en Costa Rica expresa
el derecho a los medicos a negarse a realizar abortos en caso de que vaya en contra de sus
principios.

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Lamentablemenste al imponer el principio de beneficiencia en los casos de TCA no
se percatan que estan contraproduciendo e incluso empeorando la situación. La falta de
preparación hace que médicos vean a los TCA como si fueran enfermedades curables
transitorias, cosa que es descartable ya que se sabe que no se cura pero se puede entrar en
“remisión” (significando que los síntomas y los signos remiten pero la enfermedad aun
subyace allí), por lo que sería absurdo tratar a estos pacientes de otra forma que no fuera
con cuidado paliativos, informándoles lo mejor posible e intentando informarles sobre
cuáles serían formas de tener una mejor calidad de vida, pero que la decisión final sea por
parte del paciente por lo mencionado anteriormente sobre la autorealización.
A su vez se sabe como nos informa Yaselli (2001), que la comida es un derecho pero
no un deber por lo que se deben respetar las decisiones personales, que en el principio de
autonomía se debe respetar el consentimiento informado y atravez del consentimiento
informado del paciende al acceder o no a someterse a algún régimen dietético, y siempre
se debe respetar los habitos o costumbres alimentarias vinculadas o no a creencias
religiosas; Por lo que forzar una alimentación (en muchos casos totalmente contraria a la
que el paciente esta acostumrbado) sería inclumplir con lo anteriormente dicho.
Ante todo debe imperar la libertad y autonomía como concuerda Rubio (n° 47/99),
donde el estado no debe ser capaz de interrumpir en la libertad de los ciudadanos de decidir
sobre su forma de expresarse ya sea en su apariencia o en sus acciones, el derecho debería
tener como misión grarantizar la libre expresión de la voluntad individual.

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Referencias
Ávalos, Á. (22 de Octubre de 2018). Colegio reitera derecho de médicos de negar abortos a mujeres
en riesgo de muerte si va contra sus principios. Obtenido de La Nación:
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