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UNIVERSIDAD CATÓLICA DE

HONDURAS
NUESTRA SEÑORA REINA DE LA PAZ
CAMPUS SANTIAGO APÓSTOL

CLASE: PSICOPATOLOGÍA I

CATEDRÁTICA: LIC. PATRICIA LÓPEZ

INTEGRANTES:
KAREN LILY ESPINAL
ANLLY ROSELÍ SOSA
ANA VALERIA SOSA
CYNARA MELISSA BAQUEDANO

INTRODUCCIÓN

La psicoterapia es el tratamiento que tiene como objetivo el cambio de pensamientos,


sentimientos y conductas.
Se lleva a cabo entre un profesional con la formación y las habilidades necesarias para
facilitar el cambio psicológico, y el paciente/cliente que requiere la ayuda para aliviar los
síntomas que le producen un grado de sufrimiento importante.
La persona que llega a terapia, cualquiera que sea la naturaleza de sus síntomas
psicológicos, se encuentra en un estado de desmoralización que puede ser caracterizado
por: pérdida de la autoestima, sentimientos de incompetencia, desvalimiento y
desesperanza.
La psicoterapia propicia cambios congruentes con los objetivos que desea alcanzar el
cliente. Proporciona orden al caos facilitando la comprensión de ideas y acciones que
habían sido confusas. Conduce a cierto alivio al capacitar a la persona para afrontar
ansiedades y tensiones que habían sido evitadas. Conduce a nuevas oportunidades para
aprender modos diferentes de pensar, sentir y actuar. En definitiva, provoca que la
sensación de malestar progresivamente vaya dejando paso a la de dominio y control
personal.

La psicoeducación hace referencia a la educación y/o información que se ofrece a las


personas que sufren de un trastorno psicológico. Es un tipo de intervención sanitaria
educativa que pretende la modificación de la conducta del paciente y sus actitudes hacia la
enfermedad con el objetivo de mejora de la adherencia terapéutica y por tanto el curso
del trastorno.
Este tipo de intervenciones psicológicas también incluyen el apoyo emocional, la
resolución de problemas y otras técnicas.

PSICOTERAPIA

El término psicoterapia fue empleado por primera vez por Reil en 1803 para referirse a “la
aplicación de métodos psíquicos en el tratamiento de las enfermedades mentales”.
Durante demasiado tiempo, la medicina no había tenido en cuenta la repercusión que los
factores psicológicos tienen sobre el cuerpo, por ello la psicoterapia estuvo relacionada en
sus inicios con las prácticas religiosas o chamánicas. Para algunos autores, los estudios de
Breuer y Freud (1895) sobre la Histeria fijarían el comienzo de la” psicoterapia científica”.
En la actualidad, la psicoterapia se incluye entre las disciplinas médicas y está considerada
una “arma terapéutica” más a disposición del médico.
Psicoterapia es el uso de cualquier técnica en el tratamiento de trastornos mentales o
inadaptaciones... El término no implica la gravedad del desorden, la duración o intensidad
del tratamiento o la orientación teórica del terapeuta. Pero el término se reserva para el
tratamiento llevado a cabo por un profesional: psicólogo clínico, psiquiatra o trabajador
social psiquiátrico. Dado que todas las formas de influencia personal pueden afectar el
sentido de bienestar de una persona, la definición de psicoterapia debe ser,
necesariamente, algo arbitraria. Consideraremos como psicoterapia sólo aquellos tipos de
influencia caracterizados por:
1. Una persona que cura, capacitada y socialmente autorizada, cuyos poderes curativos
son aceptados por el que sufre y por su grupo social o por una parte importante de él.
2. Una persona que sufre que busca alivio en la persona que cura.
3. Una serie de contactos circunscritos, más o menos estructurados, entre la persona que
sufre y la que cura, por medio de los cuales el que cura, a menudo con la ayuda de un
grupo, intenta producir ciertos cambios en el estado emocional, las actitudes y la conducta
del que sufre.
Algunas definiciones resaltan el valor del proceso interpersonal entre cliente y terapeuta
como característico de la psicoterapia. Otras destacan fines específicos en términos de la
modificación de la personalidad del cliente, o de sus pautas de comportamiento, siendo en
ello la de la FEAP bastante exhaustiva. No obstante, en la actualidad, más que una
definición del campo, los psicoterapeutas se plantean la necesidad de construir una
metaperspectiva de la personalidad y la intervención, que abarque todo lo que hemos
aprendido hasta ahora y que promueva el crecimiento y el desarrollo del área (Zeig y
Munion, 1990). La construcción de esta metaperspectiva constituye lo que en este texto
hemos denominado el reto de la integración, sobre el que volveremos en el capítulo final.
Pero antes de entrar en los problemas implicados en la construcción de semejante
metaperspectiva, hay que conocer los principales elementos de la psicoterapia.
El Cliente
En un sentido operativo, el diente o paciente1 en psicoterapia es la persona que acude a
los servicios psicoterapéuticos. Aunque resulta arriesgado hablar de un modo genérico del
usuario de los servicios psicoterapéuticos dada su diversidad, con propósitos ilustrativos,
se puede afirmar que lo que todas las personas que acuden a psicoterapia tienen en
común es que experimentan algún tipo de dificultad, malestar o trastorno, que es lo
suficientemente importante en sus vidas como para provocar un deseo consciente de
cambio. Por lo general, antes de acudir a un psicoterapeuta, los individuos han intentado
solucionar sus dificultades recurriendo a otras fuentes, tales como amigos, médicos,
sacerdotes, etc. Habitualmente, los clientes expresan conflictos con otras personas y
síntomas, tales como ansiedad, desesperanza, incomunicación con su compañero/a,
conducta de evitación, insomnio, ideas obsesivas, amnesia, sentimientos de hostilidad,
jaquecas, pérdida de apetito, falta de concentración, etc. Resulta común que estos
sentimientos se expresen como algo «extraño a sí mismos», desconocido y que no pueden
controlar; en consecuencia, es frecuente que los clientes acudan a la terapia con
expectativas poco realistas, es decir, buscando que el terapeuta les dé «la» solución a sus
problemas del mismo modo que el médico les receta una pastilla para su catarro. En este
sentido es importante tener en cuenta que «el proceso de la terapia se diseña no para
cambiar a los pacientes sino para ayudar a los pacientes a que se cambien a sí mismos».
Si nos situamos en la piel de la persona que tiene dificultades y se está cuestionando
acudir a la consulta de un psicoterapeuta, vemos que se halla en una posición muy
particular. Por un lado, tiene que poder admitir que ella no puede resolver la situación por
sí sola, lo cual supone el reconocimiento de un cierto fracaso personal (o, por lo menos, un
sentimiento de cierta incapacidad). Pero, por otro lado, va a ingresar en un proceso, el
psicoterapéutico, en el que lo que interesa es incrementar el sentimiento de competencia
personal. Así pues, en el mismo momento en que el cliente pide ayuda se coloca en la
posición opuesta que se quiere conseguir con la psicoterapia. Esta situación, aunque
puede no afectar a algunas personas que ven el hecho de pedir ayuda como una forma
aceptable de resolver su problema, para otras puede resultar muy invalidante, hasta el
punto de no acudir a psicoterapia en un intento de preservar in extremis su autoimagen.
Otro elemento a tener en cuenta respecto al rol del cliente es la ansiedad que puede
despertar el hecho de iniciar una psicoterapia. Esta ansiedad puede relacionarse con la
falta de referentes que existen en nuestra cultura sobre lo que es una psicoterapia.

El Psicoterapeuta
La pregunta sobre quiénes son los que practican la psicoterapia en la actualidad puede
plantearse, al menos, de dos formas distintas. Por un lado, puede plantearse desde el
punto de vista de los requisitos formales que se requieren para ser socialmente autorizado
como psicoterapeuta, área que abarca la formación profesional de los psicoterapeutas.
Pero, por otro lado, también puede formularse desde el punto de vista de las
características personales asociadas con la elección de la profesión de psicoterapeuta, área
sobre la que existe en la actualidad un incipiente cuerpo de datos empíricos.
Con relación a los requisitos formales, conviene tener presente que, aunque el rol social
del psicoterapeuta es muy antiguo, la profesión de psicoterapeuta es muy reciente. Hasta
mediados de este siglo no se inició el proceso de institucionalización de la profesión de
psicoterapeuta que, gracias al fuerte incremento de la demanda social, empieza a
consolidarse en nuestros días. En este sentido, a la psicoterapia se le ha llamado la quinta
profesión.
El papel de psicoterapeuta se ha ejercido tradicionalmente en el marco de la medicina, la
pedagogía, la asistencia social y la religión, y por otro que, en la práctica, cada una de estas
profesiones necesita recurrir actualmente a los conocimientos y técnicas
psicoterapéuticas.
Considerar a la psicoterapia como la quinta profesión significa, en última instancia,
reconocer tanto que la psicoterapia comparte aspectos importantes con las profesiones
antes mencionadas, como que no puede identificarse correctamente con ninguna de ellas.
En definitiva, la psicoterapia tiende en la actualidad a consolidarse como una profesión
autónoma.
Esta consolidación de la psicoterapia como profesión autónoma lleva consigo el problema
de la formación del psicoterapeuta. Tradicionalmente, esta formación se ha venido
realizando de un modo más o menos estructurado dentro de los contextos profesionales
que habían asumido la psicoterapia entre sus funciones.
Para poder desempeñar su labor, los psicoterapeutas necesitan poseer conocimientos
específicos sobre los procesos de aprendizaje, la dinámica de la personalidad, los
procedimientos y técnicas de la evaluación psicológica, la psicopatología, los principios de
la interacción social, los procesos cognitivos y emocionales, el desarrollo durante el ciclo
vital, etc... Junto a estos aspectos básicos de la formación de los psicoterapeutas sobre los
que existe un consenso razonable, existen otros aspectos que resultan específicos de cada
modelo psicoterapéutico y sobre los que el consenso no es tan claro.

Con relación a las características personales de los que practican la psicoterapia, Guy
(1987) ha realizado una interesante sistematización de la investigación sobre las
características personales asociadas con la elección de la profesión de psicoterapeuta. Los
datos en los que se basa esta revisión están extraídos de encuestas realizadas a
psicoterapeutas profesionales. Este autor ha distinguido entre motivaciones funcionales,
es decir, las que resultan beneficiosas para el ejercicio de la profesión, y motivaciones
disfuncionales, que son las que pueden minar la eficacia psicoterapéutica y reducir la
satisfacción profesional.
— Capacidad de escuchar. Es uno de los principales instrumentos curativos del
psicoterapeuta. Las personas inclinadas a convertirse en psicoterapeutas parecen tener
una tendencia natural a disfrutar oyendo a los demás hablar de sí mismos, aunque esta
habilidad también puede mejorar con una preparación adecuada.

— Capacidad de conversar. Los que devienen psicoterapeutas suelen tener buenas


habilidades verbales y conversar les resulta reforzante y reconfortante.

— Empatía y comprensión. Estas personas son capaces de reflejar el significado y la


motivación de la conducta, los pensamientos y los sentimientos de sí mismos y los demás.

— Capacidad de discernimiento emocional. El conocimiento y la aceptación de las propias


emociones promueve una actitud natural y genuina que facilita la curación
psicoterapéutica de los demás (Rogers, 19 6 1); de igual modo, el trabajo del
psicoterapeuta no solo requiere tolerar un amplio rango de emociones, tristeza, ira,
alegría, desilusión... sino que puede requerir también su facilitación.

— Capacidad introspectiva. La tendencia a la introspección en los psicoterapeutas puede


ayudarles a facilitar la autoexploración del cliente (Rogers, 1951).

— Capacidad de autonegación. La capacidad de abnegación y de negación de las


gratificaciones personales resulta beneficiosa para la práctica de la psicoterapia, en el
sentido de que la tarea requiere que el terapeuta deje a un lado sus propias necesidades
personales y se centre exclusivamente en las necesidades del paciente.

— Confortable con el poder. Aquellos que disfrutan sintiéndose en una posición de poder
e influencia pueden sentirse atraídos por la profesión de psicoterapeuta, dado que pueden
llegar a tener gran influencia sobre las vidas de sus clientes. Sin embargo, el
psicoterapeuta eficaz debe saber evitar la trampa de sentirse omnipotente.

— Capacidad de reír. Aquellos que tienen un buen sentido del humor y disfrutan riendo
con otros pueden sentirse cómodos en el papel de psicoterapeuta. Esta capacidad de reír
es interesante para la práctica de la psicoterapia no solo por la inherente cualidad
tragicómica de muchas situaciones de la vida, sino también porque el humor, cuando se
expresa en el momento oportuno, tiene ciertas propiedades curativas.

La Relación Terapéutica

La relación entre terapeuta y cliente es uno de los elementos distintivos esenciales de toda
psicoterapia. Aunque existen muchos tipos de relación que pueden resultar de ayuda,
como una charla con un amigo, un familiar, etc., el tipo de relación que se crea entre
terapeuta y cliente es distinto. De hecho, para que la relación sea verdaderamente
terapéutica, debe ser diferente de otras relaciones en la vida del cliente. La diferencia
esencial reside en que se trata de una relación profesional: el terapeuta se interesa
genuinamente por el cliente, pero no forma parte de sus relaciones interpersonales
cotidianas. De su carácter profesional se desprenden otras características de la relación
terapéutica, tales como su asimetría, su carácter retributivo
y su encuadre.

La relación terapéutica es asimétrica, porque se inicia a partir de la demanda del cliente y


se centra en sus necesidades. Además, al terapeuta se le retribuye por su trabajo. Este
aspecto es importante, porque el centramiento en la persona del cliente no debe suponer
una actitud abnegada, sacrificada y altruista por parte del terapeuta. Esta podría generar
en el cliente un sentimiento de deuda contrario a la salud mental que espera obtener con
la psicoterapia. Por ello es necesario y saludable que el cliente compense al terapeuta por
su dedicación, bien sea mediante los honorarios que el profesional establezca de acuerdo
con los baremos vigentes en el contexto profesional, bien sea mediante el sistema
contributivo que sostienen los servicios públicos.

Asimismo, al ser una relación profesional, la relación terapéutica requiere una


estructuración especifica. Tradicional mente, se ha utilizado la noción de encuadre
terapéutico para hacer referencia al conjunto de reglas fijadas por el terapeuta para hacer
viable la psicoterapia. Estas incluyen los honorarios (en el contexto privado), la duración y
frecuencia de las sesiones, el lugar donde se realizan, las vacaciones, así como cualquier
otro detalle que afecte al desarrollo de la psicoterapia. Al margen de otras
consideraciones, la relación terapéutica resulta más útil cuando se establece con un
encuadre preciso que contribuya a alejar la confusión de roles. También conviene indicar
que existe un consenso generalizado en recomendar que terapeuta y cliente no
mantengan ningún otro tipo de relación, ya sea comercial, profesional o personal, fuera de
las sesiones terapéuticas. Así, a menudo resulta desaconsejable que el terapeuta acepte
como cliente a un familiar, un amigo o un conocido, con quien mantiene una relación
previa.

Bordin';(1979) ha sugerido que la noción de alianza terapéutica, originada en el seno del


modelo psicoanalítico, resulta en la actualidad ampliamente generalizable a los otros
modelos. En efecto, este autor defiende que el desarrollo de una adecuada alianza
terapéutica es un factor de cambio esencial en todas las formas de psicoterapia, aunque su
naturaleza particular varíe según la modalidad de terapia. Un primer componente de esta
alianza es el vínculo establecido entre cliente y terapeuta. La calidad de este vínculo
determina el tono emocional de la vivencia que el cliente tiene del terapeuta, que influye
en su colaboración en el proceso terapéutico. Por ejemplo, es muy distinto que el cliente
sienta que el terapeuta es alguien con quien puede compartir todos sus problemas, que le
apoya y que le va ayudar, a que sienta que es alguien que está juzgando su. conducta.
Un segundo componente es el grado de acuerdo en los objetivos de la terapia. Se trata de
si cliente y terapeuta orientan sus esfuerzos en la misma dirección. A veces, el cliente
presenta un síntoma y está más interesado en resolverlo que en entender sus orígenes y
causas. Si la meta del terapeuta es un análisis profundo del problema y sus orígenes,
probablemente la alianza terapéutica no será muy buena. Igualmente, si el cliente está
más preocupado por entender con profundidad su problema que por su resolución
inmediata, y el terapeuta insiste en modificar únicamente el síntoma, la alianza no estará
muy bien establecida.

Finalmente, el tercer componente, propuesto por Bordin (1979), es el acuerdo en las


tareas de la terapia, es decir, en el acuerdo acerca de los medios que son adecuados para
conseguir los objetivos propuestos.
Ciertamente, si cliente y terapeuta concuerdan en que la finalidad de la terapia es resolver
una depresión, pero el terapeuta cree que la forma de hacerlo es explorando sus
emociones y el cliente espera prescripciones directas, la alianza terapéutica no será muy
positiva.

La visión actual de esta cuestión es que los tres aspectos, vinculo, acuerdo en los objetivos
y en las tareas, no son independientes, sino que se influyen mutuamente. Si el terapeuta
concuerda con el cliente acerca de los fines de la psicoterapia y con los medios de
alcanzarlos, es mucho más probable que sienta que el terapeuta puede serle de ayuda y le
comprende.
Dada su enorme importancia, los estudios empíricos en psicoterapia han intentado
investigar la relación terapéutica. Las preguntas esenciales han girado aquí en torno a
saber cuáles son las condiciones esenciales para promover una relación verdaderamente
terapéutica y cual, es la importancia de la relación terapéutica en el proceso de cambio.

El Proceso Terapéutico

Cuando hablamos de proceso terapéutico en sentido amplio, hacemos referencia al


conjunto de procesos psicosociales que tienen lugar desde el inicio al fin de la
psicoterapia. La concepción del proceso terapéutico depende, en gran medida, del modelo
psicoterapéutico que se adopte. No obstante, existen algunos planteamientos que abarcan
el proceso psicoterapéutico en general, es decir, independientemente de un modelo
terapéutico especifico. Se trata de concepciones muy abstractas y generales de las fases
del proceso terapéutico.

Ya Rogers (1942) había propuesto un modelo general del proceso terapéutico que
constaba de tres etapas básicas: catarsis, insight y accion. Carkhuff tomo este mismo
modelo como punto de partida, pero enfatizando el papel de la tercera fase más de lo que
hizo Rogers, y sometiéndolo a investigación empírica.
Según esta propuesta el cliente sigue las siguientes fases en el proceso terapéutico:
a) Exploración de la situación;
b) Comprensión de la situación en relación con los objetivos; y
c) Actuación para conseguir los objetivos.

Carkhuff (1969) apunta que la terapia centrada en el cliente tiene su foco de aplicación en
la primera fase, el psicoanálisis en la segunda y la modificación de conducta en la tercera.
Esta propuesta es interesante en la medida en que puede tomarse como un antecedente
de la problemática introducida por los intentos de integración de las psicoterapias. Pero
resulta difícil pensar que un mismo terapeuta pueda pasar de un enfoque centrado en la
persona a uno psicoanalítico, y de ahí a la terapia de conducta.
En la actualidad, existen varios modelos secuenciales del proceso terapéutico, y a modo de
ilustración expondremos el modelo de Egan (1986), que resulta especialmente útil a la
hora de trabajar con problemas de ajuste, de falta de habilidades o con casos en los que el
objetivo terapéutico puede operacionalizares claramente.

Modelo de Egan de las Fases del Proceso Terapéutico

A partir de esta secuenciación del proceso psicoterapéutico, Egan describe las habilidades
que el terapeuta debe utilizar en cada fase, así como las habilidades que deben ser
entrenadas en los clientes.
RAÍCES DE LA PSICOTERAPIA

La psicoterapia hunde sus raíces en diferentes tipos de saberes, presentes en la cultura


occidental, tales como la magia, la medicina, la filosofía y la religión. Para poner de
manifiesto los aspectos psicoterapéuticos presentes en estas tradiciones, hay que tener en
cuenta que la reconstrucción del pasado de la psicoterapia es diferente de la
reconstrucción de su historia.

La psicoterapia, en, sentido estricto, aparece durante el último cuarto del siglo pasado.'5
Este es un periodo en el que los descubrimientos se suceden con rapidez y los
conocimientos acumulados en el pasado comienzan a ser vistos bajo una nueva luz: la
medicina oficial reconoce la naturaleza psicogénica de la neurosis. Tal como afirma
Caparros (1983), ≪sin una autentica psicogénica no es posible una autentica
psicoterapia≫. Aunque el problema de la influencia de la mente sobre el cuerpo
preocupaba a los médicos/’ la vía que hizo posible la aparición de la psicoterapia se
desarrolló al margen de los esquemas de la medicina oficial y solo hacia finales del siglo
pasado se integró dentro de esta. La descripción de este proceso, que culmina con la
formación del psicoanálisis, es lo que nos va a ocupar en este apartado.

La importancia de la hipnosis en la historia de la psicoterapia es clara porque representa el


vínculo de unión entre las curaciones pie-psicológicas de la antigüedad y el psicoanálisis,
entre los fenómenos de posesión por el Otro (con ≪o≫ mayúscula, el diablo) y los
fenómenos de posesión por el otro (con ≪o≫ minúscula, el inconsciente).

La historia moderna de la hipnosis comienza con el controvertido asunto del magnetismo


animal. Van Helmont (1 577-1644), influido por Paracelso, había postulado la existencia de
un fluido al que la voluntad podía guiar para influir en la mente y en el cuerpo, y al que
llamo ≪magnetismo animal≫. Pero la verdadera historia del magnetismo animal
comienza con F.A. Mesmer, un médico Vienés. Aunque sus teorías fueron rechazadas y sus
procedimientos psicoterapéuticos resultaron polémicos, y aunque, en conjunto, su figura
quede más cerca del antiguo mago que del psicoterapeuta moderno, Mesmer proporciono
un impulso clave para el desarrollo de la psicoterapia. En esencia, su contribución consistió
en presentar lo que hasta entonces se había considerado como cosa del diablo y de las
brujas, como cosa de la ciencia. Rechazo las practicas exorcistas, aunque estas le
proporcionaron su punto de partida, en especial las practicadas por Gassner.

DESARROLLO DE LA PSICOTERAPIA
A finales del siglo XIX y principios del XX, a instancias públicas y privadas, algunos
psicólogos académico-experimentales comienzan a interesarse por problemas sociales
prácticos, y a aproximarse a ellos con su ciencia y con un cierto optimismo baconiano.
Como hemos visto, especialmente en Alemania, la psicología académica se resiste a este
proceso. La posición de Wundt es representativa: argumenta en contra de la aplicación de
la psicología científica a la solución de problemas prácticos propugnada por sus discípulos
(Meiimann, Munsterberg, Catell, etc.) porque sería ≪precipitada ≫ antes de una mayor
fundamentación experimental y teórica de la psicología ≪pura≫. Ante la fuerza irresistible
del funcionalismo y el pragmatismo americano, Titchener radicalizaría la postura de
Wundt. Pero, finalmente, se impusieron tesis como las de Munsterberg: igual que la
medicina no ha podido esperar que las ciencias biológicas culminasen su desarrollo, es
importante desarrollar la ≪psicotecnia≫ como ciencia de la aplicación práctica de la
psicología científica.

Progresivamente se desarrolló en los EE.UU. una psicología profesional orientada a la


resolución de los problemas prácticos de sus clientes.

Desde su creación el movimiento psicoanalítico se desarrolló de una forma autónoma y


paralela en relación con la psicología académica, la psicología clínica psicométrica y la
psiquiatría. Contribuyó a esta separación el propio Freud, quien nunca, como observa
Caparrós (1983), se esforzó por entrar en la comunidad de psicólogos, orientada ya en
aquel entonces hacia la experimentación y la medida. Este proceso exige, sin embargo,
algunas madzaciones que conciernen a la psicología clínica en su constitución como
profesión, producida originariamente en los Estados Unidos.

En los años cuarenta surge la aproximación más importante que en la historia de la


psicología se haya producido entre psicoanálisis y psicología experimental-académica: la
llevada a cabo en el Instituto de Relaciones Humanas de la Universidad de Yale, en la
década de los cuarenta, tal como quedó plasmada en la obra de numerosos psicólogos
neoconductistas dirigidos e inspirados por Hull.

Con la Segunda Guerra Mundial la conciencia terapéutica de los psicólogos fue en


aumento; se apoyaba, además, en una fuerte demanda social. Esta conciencia llevó al
reconocimiento definitivo de la dimensión terapéutica de la psicología clínica gracias, en
gran parte, al trabajo realizado por los psicólogos en la selección de personal militar y en el
tratamiento de los veteranos de guerra, para lo que dispuso de fondos imiy sustanciales.
Este reconocimiento se vería confirmado por los reajustes de la APA y de sus divisiones, así
como los de algunos currículos universitarios.

El modelo del psicólogo clínico como cien tífico-practican te ha inspirado los programas de
formación de psicólogos clínicos de todas las universidades americanas, desde 1949 hasta
la década pasada, en la que las contradicciones implícitas en este modelo se hicieron
especialmente visibles. El modelo subraya que los psicólogos clínicos deben recibir
formación en tres áreas: el diagnóstico, la investigación y la terapia. Es la primera vez que
se reconoce la psicoterapia como una competencia de los psicólogos y la reacción de los
psiquiatras no se hizo esperar.

Aproximación Teórica
Clasificación de las Psicoterapias:

 Modelo Psicodinámico

En psicoterapia, el término «psicodinámico» se suele identificar con el psicoanálisis y, por


extensión, con aquellas concepciones en las que el conflicto intrapsíquico tiene un papel
central.
El psicoanálisis fue el primer sistema integrado de la psicoterapia moderna. Abarca una
teoría de la estructura y el desarrollo de la personalidad, así como de la psicopatología, la
relación terapéutica y el proceso terapéutico. Pero el psicoanálisis es también algo más
que un modelo psicoterapéutico. Los puntos de vista de Freud sobre la naturaleza humana
han contribuido a cambiar profundamente la imagen que el hombre occidental tenía de sí
mismo. Durante el siglo XIX, el progreso tecnológico y científico había alimentado una
imagen del hombre como ser racional. Pero las teorías de Freud, junto con otras corrientes
irracionalistas, fulminaron esta imagen. En el psicoanálisis el ser humano no sólo no es un
ser racional, sino que a duras penas resulta razonable. El hombre es un animal gobernado
por fuerzas instintivas que desconoce.
En psicoterapia el término psicodinámico hace referencia a aquellos modelos en los que el
conflicto intrapsíquico tiene un papel central. El modelo con mayor relevancia histórica es
el psicoanalítico.

El psicoanálisis se dirige a descubrir las fuentes del conflicto inconsciente en el pasado y a


reestructurar la personalidad del paciente. Es el tratamiento en el que el paciente yace
sobre un sofá, con el psicoanalista fuera de la vista, y dice lo que le viene a la mente. El
paciente relata sueños, fantasías, recuerdos, junto con los pensamientos y sensaciones
asociados con éstos. El psicoanalista ayuda al paciente a interpretar estas asociaciones y el
significado de la relación entre el paciente y él mismo.

Todas las corrientes psicodinámicas coinciden en la importancia del fenómeno de la


transferencia/contratransferencia como elemento fundamental para el análisis.

 Modelos Humanísticos – Existenciales


Los modelos humanistas abarcan a las concepciones "fenomenológicas", "humanistas" y
"existencialistas" desarrolladas en el campo psicoterapéutico.

Para los psicólogos de la escuela humanista el hombre es psicológicamente distinto de los


animales (su concepción psíquica). El Hombre es por naturaleza bueno, además cada
hombre, posee una naturaleza específica que le permite elegir mientras adquiere
conciencia sobre la bifurcación entre lo "bueno y lo malo"; además de la naturaleza como
raza o sea como a otros hombres, posee una naturaleza individual, que es única e
irrepetible. Por ser cada hombre distinto a los demás, como tal debe ser tratado y
estudiado de forma particular.

Para Maslow la persona progresa al ir superando una serie de necesidades ordenadas


jerárquicamente de mayor a menor importancia biológica y de menor a mayor importancia
psicológica (la pirámide de Maslow). El hombre se realiza cuando sus necesidades
prioritarias llegan a ser las de autorrealización (como son la contemplación de la belleza, la
búsqueda de la verdad y el encuentro religioso).

 Modelos Conductuales

La terapia de conducta parte de la idea de que la mayor parte de la conducta (incluida la


inadaptada) es aprendida y de que los principios descritos por las teorías del aprendizaje
pueden utilizarse en la práctica clínica. Así pues, en lugar de investigar sobre posibles
conflictos subyacentes, los terapeutas de conducta centran el tratamiento en el cambio de
la conducta observable en sí misma. Para ello, desarrollan una metodología de diagnóstico
y evaluación conductual que les permita identificar e intervenir en las contingencias y
parámetros que mantienen la conducta inadaptada en el presente. Además, los terapeutas
de conducta conciben la terapia como una empresa empírica a la que hay que aplicar el
rigor y los procedimientos experimentales de la investigación científica.
Estos principios han convertido a la modificación de conducta en una orientación
«revolucionaria» en la conceptualización de los problemas psicológicos y su tratamiento,
que ha contribuido decisivamente a la génesis de una psicoterapia científica.

 Modelos Cognitivos

El rasgo común más destacable que unifica a todos los modelos cognitivos reside en la
importancia que otorgan a las cogniciones, tanto en la génesis de los trastornos
psicopatológicos como en el proceso de cambio terapéutico. El término «cognición» se
utiliza aquí en un sentido amplio que incluye ideas, constructos personales, imágenes,
creencias, expectativas, atribuciones, etc. En este sentido amplio, este término no hace
referencia únicamente a un proceso intelectual sino a patrones complejos de significado
en los que participan emociones, pensamientos y conductas.
Otro rasgo importante es el énfasis en el método científico, que está presente no sólo en la
investigación sobre los procesos y resultados terapéuticos, sino también en los mismos
modelos teóricos propuestos en psicopatología y psicoterapia. Por último, su alto nivel de
sistematización constituye otro rasgo destacable que es compartido por la mayor parte de
las terapias cognitivas y que ha contribuido en gran medida a acercar la investigación
psicoterapéutica a la psicología científica.

 Modelos Sistémicos
La terapia sistémica se centra en el paciente no en solitario sino en su contexto social
primario, la familia. La atención otorgada a la comunicación y a la interacción dentro de la
familia conduce a un énfasis mucho mayor sobre la conducta real.

Clasificación por el número de pacientes en tratamiento:

 Psicoterapia individual. Cualquier tipo de técnica en la que la única relación es la


relación médico-enfermo sin que intervengan otros miembros.
 Psicoterapia familiar. Dentro de la misma se puede incluir la modalidad de terapia de
pareja. Se pueden usar técnicas dinámicas, cognitivo-conductuales, y por supuesto
sistémicas. En función del modelo, el trastorno del paciente se puede entender como
parte de un sistema familiar disfuncionante (modelo sistémico), o viceversa: ha sido la
patología individual del paciente la que ha provocado la disfunción familiar observable.
 Psicoterapia grupal. Al igual que en la terapia familiar, las técnicas grupales pueden
tener diferentes fundamentos doctrinales (Psicoanalítica, gestáltica, cognitivo-
conductual)

CATEGORÍAS TERAPÉUTICAS
I. Psicoterapias Clínicas Profundas: intentan una reorganización de la estructura de
Personalidad, de su dinámica y mecanismos de defensa. Indicadas para diagnósticos
severos y/o crónicos; psicosis, cuadros limítrofes, neurosis de carácter. Entre ellas se
encuentran: el Psicoanálisis, psicoterapias de orientación analítica (lacanianas, Mahler,
Spitz, kleiniana, etc.), Psicoanálisis directo, Psicoterapia bioanalítica; Psicoterapia expresiva
(0. Kernberg), análisis existencia, psicoterapia del Yo, y otras.
La mayoría de las intervenciones profundas se sustentan en alguna medida en principios
psicoanalíticos, variando según el énfasis teórico: Lacan (lingüístico), Klein (relaciones
objetales), Mahler (desamparo originario): con encuadre terapéutico: tiempo, frecuencia,
duración. Basadas en el pensamiento de Freud, su creador, quien observó que el paciente,
entregado a su libre asociación, llegaba a expresar acontecimientos traumáticos antiguos,
aparentemente olvidados; que los sueños expresaban simbólicamente los deseos y
temores inconscientes, cuyo sentido se oculta tras una apariencia incomprensible, pero
posible de descubrir a través de asociaciones e interpretaciones; y que el paciente
experimenta, a lo largo de él, deseos y sentimientos semejantes a los experimentados en
la infancia respecto a las figuras parentales, el paciente va tomando conciencia de
contenidos inconscientes, desarrollando su Yo, manejando su angustia, definiendo una
identidad y organizando su juicio de realidad, modificando los aspectos más profundos de
su personalidad.

Cuando una intervención de esta naturaleza, basada en los principios del psicoanálisis,
pero de menor duración y fundamentalmente dirigida a problemas concretos, y/o se
introducen variaciones importantes en el modo en llevar a cabo el proceso terapéutico, o
en el encuadre (diván, frecuencia de las sesiones, duración del proceso), se habla de
Psicoterapia de Orientación Analítica.

II. Psicoterapias Clínicas Sintomáticas: Son aquellas que tienen como objetivo primordial
la atenuación o supresión de la ansiedad y otros síntomas clínicos, como modo de
favorecer un retorno a la situación de homeostasis, previa a la aparición del síntoma o
crisis sintomático. Su estrategia básica consiste en establecer un vínculo terapéutico
restaurador y protector, que permite la implementación de técnicas supresores del
síntoma: de sensibilización, imaginaría, hipnosis, sugestión, programas de reforzamiento y
otras. Sugerida en: Neurosis sintomáticas, síntomas asociados a cuadros orgánicos,
cuadros psicosomáticos, adicciones.
La intervención fundamental es de tipo sugestivo y/o directivo. Entre las psicoterapias
clínicas sintomáticas se encuentran:

Terapias Conductuales: Adscritas a un modelo científico de la conducta humana y al uso de


la metodología científico-experimental, ha dado origen a distintos enfoques de terapia
conductual: Condicionamiento operante (Skinner), Condicionamiento clásico (Pavlov), De
sensibilización sistemática (Wolpe), Modificación cognitivo-conductual, Terapia multimodal
(Lazarus), Aprendizaje social (Bandura).
Terapias de Cambio: Centradas en la localización de un síntoma, desarrollan técnicas
breves de intervención, con la finalidad de suprimir la manifestación patológica. Existen
distintas modalidades: según las bases teórico-prácticas, las técnicas utilizadas o los
síntomas que puede erradicar.

Terapia breve o ericksoniana. Terapia racional emotiva (Ellis), Neurolingüista (Grinder-


Bandler). Terapia sexual.

III.- Psicoterapias Humanistas. Corresponden a alternativas de tratamientos psicológicos,


que coexisten dentro o fuera del ámbito clínico. Organizadas en tomo a un marco
conceptual, generalmente, de un psicoterapeuta prestigioso, se delinean las bases para
intervenir en pro de un cambio, a veces sintomático y, otras, en algún aspecto parcial de la
personalidad de paciente. Se funda en teorías filosóficas humanistas, que se orientan a
concepciones valóricas trascendentes: libertad, autor realización, responsabilidad, sentido
vital, espiritualidad, entre otros.
Se sugiere en Neurosis de carácter (no severa), Sintomáticas, Trastornos de desarrollo,
Crisis vitales o Desarrollo transpersonal. Las más conocidas son: Terapia gestáltica (F.
Peris), Terapia rogeriana (C. Rogers), Análisis transaccional (E. Berne), Logoterapia (V.
Frankl),Terapias bioenergéticas (A. Lowen).

IV. Psicoterapias Sistémicas: De reciente aparición, enfatizan los aspectos contextuales y


situacionales, y los patrones de relación que se encuentran. Concibiendo al paciente, la
pareja o familia como un sistema, pretende intervenir en las reglas de operabilidad de]
sistema, para inducir un cambio que elimine los factores perturbadores. Sugerida en
conflictos familiares, dificultades de adaptación, crisis de pareja.
Sus modalidades son:

 Terapia Familiar: la familia como sistema.


 Terapia Interaccional: comportamientos referidos a interacciones críticas.
 Terapia Comunicacional: se centra en los modos específicos de comunicación.
 Terapias Sistémicas: actúan sobre aspectos propios de un sistema (entropía,
homeostasis, cambio, creatividad, etc.).
PSICOEDUCACIÓN
Es un recurso habitual en las consultas de psicología, y va de la mano de intervenciones de
psicoterapia o con otras iniciativas sanitarias, siempre llevada a cabo por el profesional a
cargo del tratamiento, constituye la antesala a muchos de los tratamientos psicológicos
aplicados en las consultas y hospitales. Esto no quiere decir que la psicoeducación se tenga
que utilizar únicamente al inicio del proceso terapéutico, sino que se puede dosificar para
asegurar que se comprende el problema por parte del paciente o del cliente.

En general, se explica en qué consiste el trastorno (aunque en muchos casos no es


necesario etiquetar el problema como “trastorno” de cara al paciente, sino explicar las
características del mismo para que él o ella lo entiendan y puedan afrontarlo de forma más
adaptativa), cómo afecta el trastorno a la vida del paciente, síntomas frecuentes, qué
tratamientos existen, qué se puede hacer para mejorar, etc.

La psicoeducación es terapéutica en sí misma. Algunos pacientes suelen relatar que


después de haber podido aprovechar las sesiones de psicoeducación y de comprender lo
que les sucede se deshinchan como un “globo”, se sienten más tranquilos, con mejores
expectativas. De hecho, muchas de las personas que padecen ansiedad reducen la
sintomatología al entender los mecanismos y las causas de la misma.

la psicoeducación puede ser de gran utilidad como fase inicial del tratamiento en la
mayoría de trastornos o problemas psicológicos documentados. A modo de ejemplo, ésta
se utiliza de forma muy extendida entre los profesionales en trastornos tan conocidos
como:

 Trastornos de ansiedad: trastorno de pánico, fobia selectiva, trastorno de ansiedad


social, agorafobia, trastorno de ansiedad generalizada, trastorno de ansiedad ante la
enfermedad (hipocondría)…
 Trastorno Bipolar y trastornos relacionados.
 Trastorno por estrés postraumático.
 Duelo patológico.
 Trastornos alimentarios: bulimia nerviosa, anorexia nerviosa, ortorexia...
 Disfunciones sexuales.
 Adicciones.
 Problemas de autoestima: cómo se genera y mantiene la baja autoestima

La psicoeducación puede ser individual, grupal, familiar, incluir solo a los pacientes,
realizarse en un entorno clínico o en el hogar; tener una duración de días hasta años. En
definitiva, implica una gran variedad de enfoques, desde aquellos que enfatizan la entrega
de información a aquellas que privilegian el apoyo mutuo o la resolución de problemas.
Psicoeducación Grupal: Con grupos de pacientes o familiares en los que se informa sobre
las características de una enfermedad, tratamiento y prevención. El conocimiento facilita
una participación activa en el tratamiento. Alianza terapéutica centrada en la colaboración,
la información y la confianza.

Factores Terapéuticos del Grupo:


 Aceptación: Sentimiento de ser aceptado por otros miembros del grupo; de tolerar las
diferencias de opinión y con ausencia de censura.
 Altruismo: supone el hecho de que un miembro sirva de ayuda a otro anteponiendo la
necesidad de otra persona y aprendiendo que es positivo entregarse a los demás.
Constituye uno de los factores principales en el establecimiento de la cohesión del
grupo y el sentido de la comunidad.
 Empatía: la capacidad de un miembro del grupo de ponerse en el marco de referencia
psicológico de otro y comprender su pensamiento, sentimiento o conducta.
 Imitación: la emulación consciente o modelado de la conducta de uno después de la
de otro.
 Cohesión: la sensación de que el grupo trabaja unido hacia un objetivo común:
también se refiere a la sensación de “nosotros”. Es el factor más importante
relacionado con los efectos terapéuticos positivos.
 Validación consensuada: confirmación de la realidad comparando las ideas propias
con las de otros miembros del grupo y de este modo se corrigen las distorsiones
interpersonales.
 Universalización: la conciencia del paciente de que no está solo cuando tiene
problemas, otros comparten quejas similares o dificultades en aprender, el paciente no
es único.
 Inspiración: proceso de comunicar un sentimiento de optimismo a los miembros del
grupo. La capacidad de reconocer que uno puede resolver problemas.

Psicoeducación Familiar: Está centrada en el conocimiento de la enfermedad y la


dificultad para identificar que es o que no es enfermedad.

Objetivos de la Psicoeducación Familiar:


 Dotar a la familia de conocimientos que permitan mejorar la comprensión de la enfermedad,
así como facilitar ciertos cambios en sus actitudes y conductas.
 Aceptación de la enfermedad (reacciones de negación, ira, ansiedad, ambivalencia,
hipervigilancia,…).
 Reducción del estrés familiar.
 Disminuir la carga experimentada por los familiares. Importancia de las atribuciones.
La psicoeducación puede ocurrir en discusiones de uno a uno o en grupos y son llevadas a
cabo por especialmente por educadores sociales, aunque también puede ser llevada a
cabo en alguna medida por psicólogos, médicos, profesionales de enfermería o cualquier
miembro del equipo de Salud; aunque también existen psicoeducaciones por pares o en
grupos de autoayuda. En los grupos, se informa a varios pacientes sobre su enfermedad al
mismo tiempo. También, los intercambios de experiencias entre los pacientes en cuestión
y el apoyo mutuo, juegan un papel en el proceso de sanidad.

Nada desdice de la participación en un grupo psicoeducativo. Sin embargo, los pacientes


con enfermedad aguda se agravan, con frecuencia, en exceso con psicosis esquizofrénica y
sufren de copiosos pensamientos, trastornos en la atención y en la concentración al
comienzo de la enfermedad. Es por ello que algunos autores recomiendan que, en la
esquizofrenia, la psicoeducación no considere en un período agudo al paciente, sino que
comience con la familia. En general, se debe tener cuidado de no abrumar al paciente o
familia con demasiada información, ya que el principio no es transformarlos en expertos
sino lograr una re-estructuración cognitiva que por ejemplo potencie la aceptación de la
enfermedad y el tratamiento. Además de los efectos positivos de una medida terapéutica
como la Psicoeducación, en principio, también se deben considerar otros riesgos posibles.

“Intervención psicoeducativa” abarca un conjunto de técnicas y estrategias de


acompañamiento, basadas en las teorías del aprendizaje y del desarrollo evolutivo, cuyo
objetivo fundamental es facilitar y optimizar ambos procesos dando impulso a las
habilidades cognitivas y sociales.

Esta forma de resolución tiene una dimensión tanto preventiva como correctiva y se
caracteriza por una visión holística del ser, comprensiva, ecológica, crítica y reflexiva que
demanda ser llevada a cabo en un espacio acondicionado para tal fin y primordialmente
de forma personalizada.

Se inicia con una evaluación psicopedagógica que sienta las bases de trabajo, expone
objetivos claramente definidos y cronogramas detallados de lo que se hará y presenta una
propuesta de acción. Se concibe y diseña bajo la forma de «Programa» e involucra un
trabajo de apoyo familiar, social e institucional, así como la participación de un equipo
multidisciplinario.

La intervención psicoeducativa es primero una interacción entre un joven que debe


comprometerse en un planteamiento de readaptación y un equipo de educadores
profesionales que compartiendo con él una vivencia educativa en el “aquí” y “ahora”,
construirá con él una relación educativa. Un miembro del equipo será escogido para
sostener al joven de una manera específica en este planteamiento, como acompañante,
tutor o padrino.
La intervención psicoeducativa no tiene sentido si no se inscribe en la perspectiva más
amplia del medio social del joven (incluyendo a su familia, aún si la intervención se
desarrolla en un medio especializado). Los problemas de inadaptación del joven no
pueden ser comprendidos haciendo abstracción del medio social en el cual ellos se dan,
porque es en este medio que el joven deberá generalizar las adquisiciones de su
planteamiento de readaptación, aprendiendo a vivir de manera autónoma. Una de las
tareas esenciales del educador es asegurarse que su intervención y la dinámica del medio
de vida, tengan en cuenta este ambiente y preparen al joven para insertarse en el medio
de manera funcional y satisfactoria para él y su entorno.

La Psicoeducación según la terapia del comportamiento tiene sus orígenes en las


habilidades sociales y emocionales del reaprendizaje del paciente. En los últimos años se
han desarrollado cada vez más programas de grupo sistemáticos, con el fin de hacer que el
conocimiento sea más entendible para los pacientes y sus familiares.

Modelos de Psicoeducación

Centrados en la Información:
 Psicoeducación Informativa:
Son breves o muy breves, entre 5 o 6 sesiones, trata de priorizar la transmisión de
información acerca de la enfermedad.

Centrados en la Conducta:
 Psicoeducación Conductual:
Son programas largos y prioriza cambios de conductas:
– Trabajo práctico en detección e intervención precoz de un nuevo episodio de la
enfermedad.
– Manejo de síntomas.
– Regularidad de Hábitos.
– Reestructuración de prejuicios sobre la enfermedad.
– Identificación de desencadenantes.
– Medicación y adherencia.
Conclusiones

 La psicoeducación se ha mostrado como un tratamiento eficaz junto con la medicación


para reducir el número de recaídas e ingresos.

 El tratamiento integral de los trastornos debe contar con el tratamiento farmacológico y


con la intervención psicológica y rehabilitadora y para ello hacen falta profesionales
formados específicamente en este campo
Bibliografía

Guillen Feixas
Maria Teresa Miró Aproximaciones a la Psicoterapia

Fernando Lana Moliner


Salomé Juan Vidal Introducción a la Psicoterapia

Dr. Héctor Anleu Castillo Psicoeducación

Asunción Pino Pino


Martha Belenchón Lozano Trastorno Bipolar y Psicoeducación: Desarrollo de un
Pilar Sierra programa para clínicos
Lorenzo Livianos Aldana

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