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HONDURAS
NUESTRA SEÑORA REINA DE LA PAZ
CAMPUS SANTIAGO APÓSTOL
CLASE: PSICOPATOLOGÍA I
INTEGRANTES:
KAREN LILY ESPINAL
ANLLY ROSELÍ SOSA
ANA VALERIA SOSA
CYNARA MELISSA BAQUEDANO
INTRODUCCIÓN
PSICOTERAPIA
El término psicoterapia fue empleado por primera vez por Reil en 1803 para referirse a “la
aplicación de métodos psíquicos en el tratamiento de las enfermedades mentales”.
Durante demasiado tiempo, la medicina no había tenido en cuenta la repercusión que los
factores psicológicos tienen sobre el cuerpo, por ello la psicoterapia estuvo relacionada en
sus inicios con las prácticas religiosas o chamánicas. Para algunos autores, los estudios de
Breuer y Freud (1895) sobre la Histeria fijarían el comienzo de la” psicoterapia científica”.
En la actualidad, la psicoterapia se incluye entre las disciplinas médicas y está considerada
una “arma terapéutica” más a disposición del médico.
Psicoterapia es el uso de cualquier técnica en el tratamiento de trastornos mentales o
inadaptaciones... El término no implica la gravedad del desorden, la duración o intensidad
del tratamiento o la orientación teórica del terapeuta. Pero el término se reserva para el
tratamiento llevado a cabo por un profesional: psicólogo clínico, psiquiatra o trabajador
social psiquiátrico. Dado que todas las formas de influencia personal pueden afectar el
sentido de bienestar de una persona, la definición de psicoterapia debe ser,
necesariamente, algo arbitraria. Consideraremos como psicoterapia sólo aquellos tipos de
influencia caracterizados por:
1. Una persona que cura, capacitada y socialmente autorizada, cuyos poderes curativos
son aceptados por el que sufre y por su grupo social o por una parte importante de él.
2. Una persona que sufre que busca alivio en la persona que cura.
3. Una serie de contactos circunscritos, más o menos estructurados, entre la persona que
sufre y la que cura, por medio de los cuales el que cura, a menudo con la ayuda de un
grupo, intenta producir ciertos cambios en el estado emocional, las actitudes y la conducta
del que sufre.
Algunas definiciones resaltan el valor del proceso interpersonal entre cliente y terapeuta
como característico de la psicoterapia. Otras destacan fines específicos en términos de la
modificación de la personalidad del cliente, o de sus pautas de comportamiento, siendo en
ello la de la FEAP bastante exhaustiva. No obstante, en la actualidad, más que una
definición del campo, los psicoterapeutas se plantean la necesidad de construir una
metaperspectiva de la personalidad y la intervención, que abarque todo lo que hemos
aprendido hasta ahora y que promueva el crecimiento y el desarrollo del área (Zeig y
Munion, 1990). La construcción de esta metaperspectiva constituye lo que en este texto
hemos denominado el reto de la integración, sobre el que volveremos en el capítulo final.
Pero antes de entrar en los problemas implicados en la construcción de semejante
metaperspectiva, hay que conocer los principales elementos de la psicoterapia.
El Cliente
En un sentido operativo, el diente o paciente1 en psicoterapia es la persona que acude a
los servicios psicoterapéuticos. Aunque resulta arriesgado hablar de un modo genérico del
usuario de los servicios psicoterapéuticos dada su diversidad, con propósitos ilustrativos,
se puede afirmar que lo que todas las personas que acuden a psicoterapia tienen en
común es que experimentan algún tipo de dificultad, malestar o trastorno, que es lo
suficientemente importante en sus vidas como para provocar un deseo consciente de
cambio. Por lo general, antes de acudir a un psicoterapeuta, los individuos han intentado
solucionar sus dificultades recurriendo a otras fuentes, tales como amigos, médicos,
sacerdotes, etc. Habitualmente, los clientes expresan conflictos con otras personas y
síntomas, tales como ansiedad, desesperanza, incomunicación con su compañero/a,
conducta de evitación, insomnio, ideas obsesivas, amnesia, sentimientos de hostilidad,
jaquecas, pérdida de apetito, falta de concentración, etc. Resulta común que estos
sentimientos se expresen como algo «extraño a sí mismos», desconocido y que no pueden
controlar; en consecuencia, es frecuente que los clientes acudan a la terapia con
expectativas poco realistas, es decir, buscando que el terapeuta les dé «la» solución a sus
problemas del mismo modo que el médico les receta una pastilla para su catarro. En este
sentido es importante tener en cuenta que «el proceso de la terapia se diseña no para
cambiar a los pacientes sino para ayudar a los pacientes a que se cambien a sí mismos».
Si nos situamos en la piel de la persona que tiene dificultades y se está cuestionando
acudir a la consulta de un psicoterapeuta, vemos que se halla en una posición muy
particular. Por un lado, tiene que poder admitir que ella no puede resolver la situación por
sí sola, lo cual supone el reconocimiento de un cierto fracaso personal (o, por lo menos, un
sentimiento de cierta incapacidad). Pero, por otro lado, va a ingresar en un proceso, el
psicoterapéutico, en el que lo que interesa es incrementar el sentimiento de competencia
personal. Así pues, en el mismo momento en que el cliente pide ayuda se coloca en la
posición opuesta que se quiere conseguir con la psicoterapia. Esta situación, aunque
puede no afectar a algunas personas que ven el hecho de pedir ayuda como una forma
aceptable de resolver su problema, para otras puede resultar muy invalidante, hasta el
punto de no acudir a psicoterapia en un intento de preservar in extremis su autoimagen.
Otro elemento a tener en cuenta respecto al rol del cliente es la ansiedad que puede
despertar el hecho de iniciar una psicoterapia. Esta ansiedad puede relacionarse con la
falta de referentes que existen en nuestra cultura sobre lo que es una psicoterapia.
El Psicoterapeuta
La pregunta sobre quiénes son los que practican la psicoterapia en la actualidad puede
plantearse, al menos, de dos formas distintas. Por un lado, puede plantearse desde el
punto de vista de los requisitos formales que se requieren para ser socialmente autorizado
como psicoterapeuta, área que abarca la formación profesional de los psicoterapeutas.
Pero, por otro lado, también puede formularse desde el punto de vista de las
características personales asociadas con la elección de la profesión de psicoterapeuta, área
sobre la que existe en la actualidad un incipiente cuerpo de datos empíricos.
Con relación a los requisitos formales, conviene tener presente que, aunque el rol social
del psicoterapeuta es muy antiguo, la profesión de psicoterapeuta es muy reciente. Hasta
mediados de este siglo no se inició el proceso de institucionalización de la profesión de
psicoterapeuta que, gracias al fuerte incremento de la demanda social, empieza a
consolidarse en nuestros días. En este sentido, a la psicoterapia se le ha llamado la quinta
profesión.
El papel de psicoterapeuta se ha ejercido tradicionalmente en el marco de la medicina, la
pedagogía, la asistencia social y la religión, y por otro que, en la práctica, cada una de estas
profesiones necesita recurrir actualmente a los conocimientos y técnicas
psicoterapéuticas.
Considerar a la psicoterapia como la quinta profesión significa, en última instancia,
reconocer tanto que la psicoterapia comparte aspectos importantes con las profesiones
antes mencionadas, como que no puede identificarse correctamente con ninguna de ellas.
En definitiva, la psicoterapia tiende en la actualidad a consolidarse como una profesión
autónoma.
Esta consolidación de la psicoterapia como profesión autónoma lleva consigo el problema
de la formación del psicoterapeuta. Tradicionalmente, esta formación se ha venido
realizando de un modo más o menos estructurado dentro de los contextos profesionales
que habían asumido la psicoterapia entre sus funciones.
Para poder desempeñar su labor, los psicoterapeutas necesitan poseer conocimientos
específicos sobre los procesos de aprendizaje, la dinámica de la personalidad, los
procedimientos y técnicas de la evaluación psicológica, la psicopatología, los principios de
la interacción social, los procesos cognitivos y emocionales, el desarrollo durante el ciclo
vital, etc... Junto a estos aspectos básicos de la formación de los psicoterapeutas sobre los
que existe un consenso razonable, existen otros aspectos que resultan específicos de cada
modelo psicoterapéutico y sobre los que el consenso no es tan claro.
Con relación a las características personales de los que practican la psicoterapia, Guy
(1987) ha realizado una interesante sistematización de la investigación sobre las
características personales asociadas con la elección de la profesión de psicoterapeuta. Los
datos en los que se basa esta revisión están extraídos de encuestas realizadas a
psicoterapeutas profesionales. Este autor ha distinguido entre motivaciones funcionales,
es decir, las que resultan beneficiosas para el ejercicio de la profesión, y motivaciones
disfuncionales, que son las que pueden minar la eficacia psicoterapéutica y reducir la
satisfacción profesional.
— Capacidad de escuchar. Es uno de los principales instrumentos curativos del
psicoterapeuta. Las personas inclinadas a convertirse en psicoterapeutas parecen tener
una tendencia natural a disfrutar oyendo a los demás hablar de sí mismos, aunque esta
habilidad también puede mejorar con una preparación adecuada.
— Confortable con el poder. Aquellos que disfrutan sintiéndose en una posición de poder
e influencia pueden sentirse atraídos por la profesión de psicoterapeuta, dado que pueden
llegar a tener gran influencia sobre las vidas de sus clientes. Sin embargo, el
psicoterapeuta eficaz debe saber evitar la trampa de sentirse omnipotente.
— Capacidad de reír. Aquellos que tienen un buen sentido del humor y disfrutan riendo
con otros pueden sentirse cómodos en el papel de psicoterapeuta. Esta capacidad de reír
es interesante para la práctica de la psicoterapia no solo por la inherente cualidad
tragicómica de muchas situaciones de la vida, sino también porque el humor, cuando se
expresa en el momento oportuno, tiene ciertas propiedades curativas.
La Relación Terapéutica
La relación entre terapeuta y cliente es uno de los elementos distintivos esenciales de toda
psicoterapia. Aunque existen muchos tipos de relación que pueden resultar de ayuda,
como una charla con un amigo, un familiar, etc., el tipo de relación que se crea entre
terapeuta y cliente es distinto. De hecho, para que la relación sea verdaderamente
terapéutica, debe ser diferente de otras relaciones en la vida del cliente. La diferencia
esencial reside en que se trata de una relación profesional: el terapeuta se interesa
genuinamente por el cliente, pero no forma parte de sus relaciones interpersonales
cotidianas. De su carácter profesional se desprenden otras características de la relación
terapéutica, tales como su asimetría, su carácter retributivo
y su encuadre.
La visión actual de esta cuestión es que los tres aspectos, vinculo, acuerdo en los objetivos
y en las tareas, no son independientes, sino que se influyen mutuamente. Si el terapeuta
concuerda con el cliente acerca de los fines de la psicoterapia y con los medios de
alcanzarlos, es mucho más probable que sienta que el terapeuta puede serle de ayuda y le
comprende.
Dada su enorme importancia, los estudios empíricos en psicoterapia han intentado
investigar la relación terapéutica. Las preguntas esenciales han girado aquí en torno a
saber cuáles son las condiciones esenciales para promover una relación verdaderamente
terapéutica y cual, es la importancia de la relación terapéutica en el proceso de cambio.
El Proceso Terapéutico
Ya Rogers (1942) había propuesto un modelo general del proceso terapéutico que
constaba de tres etapas básicas: catarsis, insight y accion. Carkhuff tomo este mismo
modelo como punto de partida, pero enfatizando el papel de la tercera fase más de lo que
hizo Rogers, y sometiéndolo a investigación empírica.
Según esta propuesta el cliente sigue las siguientes fases en el proceso terapéutico:
a) Exploración de la situación;
b) Comprensión de la situación en relación con los objetivos; y
c) Actuación para conseguir los objetivos.
Carkhuff (1969) apunta que la terapia centrada en el cliente tiene su foco de aplicación en
la primera fase, el psicoanálisis en la segunda y la modificación de conducta en la tercera.
Esta propuesta es interesante en la medida en que puede tomarse como un antecedente
de la problemática introducida por los intentos de integración de las psicoterapias. Pero
resulta difícil pensar que un mismo terapeuta pueda pasar de un enfoque centrado en la
persona a uno psicoanalítico, y de ahí a la terapia de conducta.
En la actualidad, existen varios modelos secuenciales del proceso terapéutico, y a modo de
ilustración expondremos el modelo de Egan (1986), que resulta especialmente útil a la
hora de trabajar con problemas de ajuste, de falta de habilidades o con casos en los que el
objetivo terapéutico puede operacionalizares claramente.
A partir de esta secuenciación del proceso psicoterapéutico, Egan describe las habilidades
que el terapeuta debe utilizar en cada fase, así como las habilidades que deben ser
entrenadas en los clientes.
RAÍCES DE LA PSICOTERAPIA
La psicoterapia, en, sentido estricto, aparece durante el último cuarto del siglo pasado.'5
Este es un periodo en el que los descubrimientos se suceden con rapidez y los
conocimientos acumulados en el pasado comienzan a ser vistos bajo una nueva luz: la
medicina oficial reconoce la naturaleza psicogénica de la neurosis. Tal como afirma
Caparros (1983), ≪sin una autentica psicogénica no es posible una autentica
psicoterapia≫. Aunque el problema de la influencia de la mente sobre el cuerpo
preocupaba a los médicos/’ la vía que hizo posible la aparición de la psicoterapia se
desarrolló al margen de los esquemas de la medicina oficial y solo hacia finales del siglo
pasado se integró dentro de esta. La descripción de este proceso, que culmina con la
formación del psicoanálisis, es lo que nos va a ocupar en este apartado.
DESARROLLO DE LA PSICOTERAPIA
A finales del siglo XIX y principios del XX, a instancias públicas y privadas, algunos
psicólogos académico-experimentales comienzan a interesarse por problemas sociales
prácticos, y a aproximarse a ellos con su ciencia y con un cierto optimismo baconiano.
Como hemos visto, especialmente en Alemania, la psicología académica se resiste a este
proceso. La posición de Wundt es representativa: argumenta en contra de la aplicación de
la psicología científica a la solución de problemas prácticos propugnada por sus discípulos
(Meiimann, Munsterberg, Catell, etc.) porque sería ≪precipitada ≫ antes de una mayor
fundamentación experimental y teórica de la psicología ≪pura≫. Ante la fuerza irresistible
del funcionalismo y el pragmatismo americano, Titchener radicalizaría la postura de
Wundt. Pero, finalmente, se impusieron tesis como las de Munsterberg: igual que la
medicina no ha podido esperar que las ciencias biológicas culminasen su desarrollo, es
importante desarrollar la ≪psicotecnia≫ como ciencia de la aplicación práctica de la
psicología científica.
El modelo del psicólogo clínico como cien tífico-practican te ha inspirado los programas de
formación de psicólogos clínicos de todas las universidades americanas, desde 1949 hasta
la década pasada, en la que las contradicciones implícitas en este modelo se hicieron
especialmente visibles. El modelo subraya que los psicólogos clínicos deben recibir
formación en tres áreas: el diagnóstico, la investigación y la terapia. Es la primera vez que
se reconoce la psicoterapia como una competencia de los psicólogos y la reacción de los
psiquiatras no se hizo esperar.
Aproximación Teórica
Clasificación de las Psicoterapias:
Modelo Psicodinámico
Modelos Conductuales
Modelos Cognitivos
El rasgo común más destacable que unifica a todos los modelos cognitivos reside en la
importancia que otorgan a las cogniciones, tanto en la génesis de los trastornos
psicopatológicos como en el proceso de cambio terapéutico. El término «cognición» se
utiliza aquí en un sentido amplio que incluye ideas, constructos personales, imágenes,
creencias, expectativas, atribuciones, etc. En este sentido amplio, este término no hace
referencia únicamente a un proceso intelectual sino a patrones complejos de significado
en los que participan emociones, pensamientos y conductas.
Otro rasgo importante es el énfasis en el método científico, que está presente no sólo en la
investigación sobre los procesos y resultados terapéuticos, sino también en los mismos
modelos teóricos propuestos en psicopatología y psicoterapia. Por último, su alto nivel de
sistematización constituye otro rasgo destacable que es compartido por la mayor parte de
las terapias cognitivas y que ha contribuido en gran medida a acercar la investigación
psicoterapéutica a la psicología científica.
Modelos Sistémicos
La terapia sistémica se centra en el paciente no en solitario sino en su contexto social
primario, la familia. La atención otorgada a la comunicación y a la interacción dentro de la
familia conduce a un énfasis mucho mayor sobre la conducta real.
CATEGORÍAS TERAPÉUTICAS
I. Psicoterapias Clínicas Profundas: intentan una reorganización de la estructura de
Personalidad, de su dinámica y mecanismos de defensa. Indicadas para diagnósticos
severos y/o crónicos; psicosis, cuadros limítrofes, neurosis de carácter. Entre ellas se
encuentran: el Psicoanálisis, psicoterapias de orientación analítica (lacanianas, Mahler,
Spitz, kleiniana, etc.), Psicoanálisis directo, Psicoterapia bioanalítica; Psicoterapia expresiva
(0. Kernberg), análisis existencia, psicoterapia del Yo, y otras.
La mayoría de las intervenciones profundas se sustentan en alguna medida en principios
psicoanalíticos, variando según el énfasis teórico: Lacan (lingüístico), Klein (relaciones
objetales), Mahler (desamparo originario): con encuadre terapéutico: tiempo, frecuencia,
duración. Basadas en el pensamiento de Freud, su creador, quien observó que el paciente,
entregado a su libre asociación, llegaba a expresar acontecimientos traumáticos antiguos,
aparentemente olvidados; que los sueños expresaban simbólicamente los deseos y
temores inconscientes, cuyo sentido se oculta tras una apariencia incomprensible, pero
posible de descubrir a través de asociaciones e interpretaciones; y que el paciente
experimenta, a lo largo de él, deseos y sentimientos semejantes a los experimentados en
la infancia respecto a las figuras parentales, el paciente va tomando conciencia de
contenidos inconscientes, desarrollando su Yo, manejando su angustia, definiendo una
identidad y organizando su juicio de realidad, modificando los aspectos más profundos de
su personalidad.
Cuando una intervención de esta naturaleza, basada en los principios del psicoanálisis,
pero de menor duración y fundamentalmente dirigida a problemas concretos, y/o se
introducen variaciones importantes en el modo en llevar a cabo el proceso terapéutico, o
en el encuadre (diván, frecuencia de las sesiones, duración del proceso), se habla de
Psicoterapia de Orientación Analítica.
II. Psicoterapias Clínicas Sintomáticas: Son aquellas que tienen como objetivo primordial
la atenuación o supresión de la ansiedad y otros síntomas clínicos, como modo de
favorecer un retorno a la situación de homeostasis, previa a la aparición del síntoma o
crisis sintomático. Su estrategia básica consiste en establecer un vínculo terapéutico
restaurador y protector, que permite la implementación de técnicas supresores del
síntoma: de sensibilización, imaginaría, hipnosis, sugestión, programas de reforzamiento y
otras. Sugerida en: Neurosis sintomáticas, síntomas asociados a cuadros orgánicos,
cuadros psicosomáticos, adicciones.
La intervención fundamental es de tipo sugestivo y/o directivo. Entre las psicoterapias
clínicas sintomáticas se encuentran:
la psicoeducación puede ser de gran utilidad como fase inicial del tratamiento en la
mayoría de trastornos o problemas psicológicos documentados. A modo de ejemplo, ésta
se utiliza de forma muy extendida entre los profesionales en trastornos tan conocidos
como:
La psicoeducación puede ser individual, grupal, familiar, incluir solo a los pacientes,
realizarse en un entorno clínico o en el hogar; tener una duración de días hasta años. En
definitiva, implica una gran variedad de enfoques, desde aquellos que enfatizan la entrega
de información a aquellas que privilegian el apoyo mutuo o la resolución de problemas.
Psicoeducación Grupal: Con grupos de pacientes o familiares en los que se informa sobre
las características de una enfermedad, tratamiento y prevención. El conocimiento facilita
una participación activa en el tratamiento. Alianza terapéutica centrada en la colaboración,
la información y la confianza.
Esta forma de resolución tiene una dimensión tanto preventiva como correctiva y se
caracteriza por una visión holística del ser, comprensiva, ecológica, crítica y reflexiva que
demanda ser llevada a cabo en un espacio acondicionado para tal fin y primordialmente
de forma personalizada.
Se inicia con una evaluación psicopedagógica que sienta las bases de trabajo, expone
objetivos claramente definidos y cronogramas detallados de lo que se hará y presenta una
propuesta de acción. Se concibe y diseña bajo la forma de «Programa» e involucra un
trabajo de apoyo familiar, social e institucional, así como la participación de un equipo
multidisciplinario.
Modelos de Psicoeducación
Centrados en la Información:
Psicoeducación Informativa:
Son breves o muy breves, entre 5 o 6 sesiones, trata de priorizar la transmisión de
información acerca de la enfermedad.
Centrados en la Conducta:
Psicoeducación Conductual:
Son programas largos y prioriza cambios de conductas:
– Trabajo práctico en detección e intervención precoz de un nuevo episodio de la
enfermedad.
– Manejo de síntomas.
– Regularidad de Hábitos.
– Reestructuración de prejuicios sobre la enfermedad.
– Identificación de desencadenantes.
– Medicación y adherencia.
Conclusiones
Guillen Feixas
Maria Teresa Miró Aproximaciones a la Psicoterapia