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LOS ESENIOS

Los esenios, una tribu o secta judía de ascetas monásticos y origen


semítico sirio que había tenido su origen en Palestina, vivió apartada
de las otras tribus predominantes de la época y estaba dedicada a la
artesanía y a la práctica de la caridad y santidad.
Los esenios hacían una vida comunitaria y con excepción de un
sector, los restantes permanecían en el celibato. Éstos eran los
activistas; los otros contemplativos, pero ambos grupos eran
poseedores de acrisoladas virtudes.
N o ejercían el comercio, pero se destacaban como albañiles,
carpinteros, tejedores, orfebres y practicaban la caridad. Rechazaban
los placeres y consideraban como una virtud el dominio de las
pasiones.
Una de sus prácticas despertaba la admiración de los demás
aspirantes a la virtud, puesto que ni entre los griegos o los extranjeros
había existido algo semejante. Era la suya una práctica muy antigua, y
es la de tener sus bienes en común. El rico no obtiene de su propiedad
mayor beneficio que el que carece de todo. Y ésta era una práctica
respetada por más de cuatro mil hombres.
Entre ellos ninguno era más rico que otro, puesto que, de acuerdo con
su ley, los que ingresaban en la secta debían entregar su propiedad a
fin de que fuera común a toda la orden, tanto que en ella no existía
pobreza ni riqueza, sino que todo está mezclado como patrimonio de
hermanos.
Consideraban el aceite como contaminante. Si alguno de ellos lo
tocaba, aunque fuera accidentalmente, le frotaban el cuerpo.
Consideraban conveniente conservar la piel seca y vestir siempre de
blanco. Elegían administradores encargados de sus propiedades
comunes, quienes eran tratados con absoluta igualdad en cualquiera
de sus necesidades.

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El nombre significa “los piadosos” y les fue dado por las gentes que los
conocían.
Tenían propiedades en varios sitios, por lo cual no vivían en una sola
ciudad, pero en cada una moraban muchos de ellos. Cuando de otro
lugar llegaba algún miembro, le ofrecían cuanto tenían como si fuera
de él, y le trataban como si fuese íntimo, aunque no lo habían visto
jamás. Por esta razón cuando salían de viaje no llevaban nada
encima, excepto sus armas como defensa contra los ladrones.

En cada ciudad había un encargado de la orden para cuidar de los


forasteros y proporcionarles vestidos y todo lo necesario.
Su circunspección y su porte correspondían al de jóvenes educados
bajo rigurosa disciplina. No renovaban la ropa ni el calzado hasta que
estaban rotos o desgastados por el uso; no compraban ni vendían
nada entre ellos, pero cada uno daba lo que otro podía necesitar,
recibiendo a cambio algo útil. Independientemente de los trueques,
nada les impedía aceptar de cualquiera aquello que necesitaban.

El trato era de hermanos, su vestimenta, túnica blanca. Se oraba de


rodillas al estilo de Salomón; con el rostro en tierra a la usanza de
David, de pié como el pueblo en el templo; y en los casos de súplica
con las manos extendidas y elevadas como el Patriarca y con el rostro
vuelto hacia el Santuario de Jerusalén.

Hoy visten, tratan y rezan así los musulmanes.

En aquel tiempo, todos conocían a "los hermanos y hermanas vestidos


de blanco". Los hebreos los llamaban "La Escuela de los Profetas";
para los egipcios, ellos eran "los Sanadores, los Médicos".
En Jerusalén había una puerta que llevaba su nombre: La Puerta de
los Esenios.

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A pesar de vivir enclaustrados eran libres, trabajando los unos con los
otros, no admitían ninguna clase de servidumbre por considerarla
ilícita, pero para ser alguien en la comunidad, era preciso soportar
penitencias, un estricto ascetismo, no solo en el primer año de su
iniciación, sino en los subsiguientes períodos, donde comenzaban a
ser invitados a los ágapes o cenas íntimas.

Las personas sentían en general respeto y estimación por los esenios,


por su honestidad, su pacifismo, su bondad, su discreción, y su talento
como sanadores, dedicados tanto a los pobres como a los ricos.
Sabían que muchos grandes profetas hebreos provenían del linaje de
la Escuela Esenia.
Los esenios no se limitaban a una sola religión, sino que estudiaban
todas para poder extraer de ellas los grandes principios científicos.
Consideraban que cada religión era un estado diferente de una misma
manifestación.
Le daban gran importancia a las enseñanzas de los antiguos caldeos,
de Zoroastro, de Hermes Trimegistro, a las secretas instrucciones de
Moisés y de uno de los fundadores de su orden, que había trasmitido
técnicas similares a las del budismo, así como a las revelaciones de
Enoc. Poseían la ciencia viviente de estas revelaciones.
Los esenios se consideraban separados de su entorno exterior, no por
causas físicas, como el color de la piel, el pelo, etc., sino porque la
iluminación de su vida interna y el conocimiento de los ocultos
misterios de la naturaleza eran desconocidos para otros hombres.
Aun cuando la Fraternidad era muy estricta sobre las leyes secretas
en relación con su doctrina interna, cultivaban muchos puntos de
contacto con las personas, principalmente a través de los sitios donde
daban alojamiento a peregrinos de todas partes, proporcionando
ayuda en los períodos difíciles, y especialmente a través de la
sanación de los enfermos.
Estos sitios donde se impartían las enseñanzas básicas y se
practicaba la sanación, estaban localizados en lugares que tuvieran
acceso público para que todas las personas pudieran acudir.
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Los esenios sabían diferenciar entre las almas que aún estaban
dormidas, las que estaban sólo a medio despertar y las despiertas.
Su tarea era ayudar, consolar y aliviar a las almas dormidas, tratar de
despertar a las que estaban a medias, y dar la bienvenida y guiar a las
almas despiertas.
Sólo las almas que se consideraban despiertas podrían recibir la
Iniciación en los misterios de la Fraternidad Esenia, integrada por
hombres y mujeres.
Una de sus más grandes preocupaciones era protegerse de cualquier
contacto con espíritus del mal, para poder preservar la pureza de sus
almas.
Sabían que estarían en la tierra durante un corto período de tiempo y
no querían prostituir sus almas eternas. Fue esta actitud, esta estricta
disciplina, esta absoluta negativa a mentir o a comprometerse, lo que
les hizo objeto de muchísimas persecuciones a través del tiempo.
Los esenios se consideraban guardianes de las Divinas Enseñanzas.
Poseían un gran número de manuscritos muy antiguos, algunos de los
cuales databan del inicio de los tiempos.
Una gran parte de los miembros de la Escuela pasaban el tiempo
descifrando sus códigos, traduciéndolos a varias lenguas,
reproduciéndolos para perpetuar y preservar este avanzado
conocimiento, y consideraban este trabajo como una tarea sagrada.
Ellos pensaban que eran herederos de los antiguos hijos e hijas de
Dios, herederos de su antigua y gran civilización. Poseían avanzados
conocimientos y trabajaban arduamente en secreto por el triunfo de la
luz sobre las tinieblas en la mente humana.
Sentían que les había sido confiada una misión, y estaban apoyados
en este esfuerzo por seres altamente evolucionados que dirigían la
fraternidad.
Eran verdaderos Maestros de Sabiduría, hierofantes de las antiguas
artes maestras. Ellos mismos se denominaban “Orden de los Hijos de
la Luz”.

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Se considera que su misión fue neutralizar, con la fuerza de sus
pensamientos y poder vibratorio de su oración, las bajas vibraciones
del entorno en el área donde habría de nacer el Mesías. Hoy se
considera a la tribu esenia como la cofradía que plantó la semilla para
que las enseñanzas de Jesús cayeran en tierra fértil.
Casi todos los principales fundadores de lo que luego se denominó la
cristiandad fueron esenios: Santa Ana, José y María, Juan el Bautista,
Jesús, Juan el Evangelista, etc.
La Sabiduría esenia permaneció oculta al conocimiento profano por lo
hermético de su enseñanza, por la elevada misión que les
correspondió cumplir y por no ser mencionada en la Biblia.
De hecho, no existe referencia de ellos ni en el Antiguo ni en el Nuevo
Testamento, pero si la hay; a través del historiador y cronista Flavio
Josefo (Libro Guerra de los judíos II, 119-161), de Filón, Plinio y
muchos otros, coincidiendo todos en elogios sobre su Regla y del
espíritu que les inspiraba.
De los esenios Plinio dijo “son gente solitaria y muy superior al resto
de la Humanidad”.
La Orden de los Hijos de la Luz fue destruida durante la represión del
año 70, cuando Qumran fue arrasada por los romanos y muchos
Esenios murieron. Los que escaparon se refugiaron junto a hermanos
suyos en las comunidades cristianas.
Estos últimos Esenios serían uno de los tres grupos de iniciados que
formaron el misterioso Priorato de Sion, prolongación oculta de la
Orden del Temple.
Las enseñanzas esenias se hicieron conocidas en nuestra cultura a
partir del hallazgo, en el año 1947, de 800 rollos de Evangelios
Apócrifos, conocidos hoy como los Papiros de Qumran o los Rollos del
Mar Muerto.
El monasterio de Khirbet Qumrán, en el noreste del Mar Muerto, era
una zona que el erudito romano Plinio (24-69 d. de C.) había descrito
como sede de una numerosa colonia de esenios, una secta judía del
siglo I a. de C. que se llamaba a sí misma Nueva Alianza.

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Los papiros del Mar Muerto están reconocidos como uno de los
descubrimientos papirológicos más importantes de la historia, al
contener la colección de textos hebreos más antigua y completa que
se ha descubierto, por lo que se los considera el mayor tesoro
manuscrito jamás encontrado.
Es uno de los hallazgos arqueológicos más importantes del siglo XX,
ya que han permitido la validación y revisión de los textos bíblicos del
Antiguo Testamento,
El contenido de los papiros del Mar Muerto, indica claramente que los
autores fueron un grupo de sacerdotes que mantenían una vida
comunal estrictamente dedicada a Dios.
La Iglesia, que se había opuesto en un comienzo a la divulgación de
estos textos a los cuales llamo herejes, levantó la interdicción y, previa
traducción, autorizó que fueran publicados.
De esa lectura surge que Jesús era esenio y que el Nuevo Testamento
era su Obra Divina, apoyándose por ejemplo en el hecho de que Jesús
hablaba arameo, la lengua asirio babilónica usada en todo el Asia
occidental y propia de los esenios, y en la que fueron transmitidos los
Evangelios.
Se dice que Jesús no hablaba griego y el hebreo no lo comprendía
bien, y que posteriormente los apóstoles Juan, Mateo, Marcos y Lucas
tradujeron los escritos a otros idiomas, de donde surgieron diversas
interpretaciones.
Entre los papiros descubiertos, algunos correspondían al manuscrito
de Isaías (es el texto más antiguo que hoy en día disponemos del
Antiguo Testamento).
El descubrimiento del Gran Código Isaías en las cuevas del Mar
Muerto ha revelado claves sobre nuestro papel en la creación Entre
estas claves se encuentran las instrucciones de un modelo “perdido”
de orar que la ciencia cuántica moderna sugiere que tiene el poder de
sanar nuestros cuerpos y traer paz duradera a nuestro mundo.
Los esenios, con palabras de su tiempo, nos recuerdan que cada
oración ya ha sido contestada.

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Cualquier resultado que podamos imaginar, y cada posibilidad que
seamos capaces de concebir, es un aspecto de la creación que ya ha
sido creado y existe en el presente como un estado “dormido” de
posibilidades.
las profecías de Isaías nos recuerdan dos cosas:
-Primero, a través de la ciencia de la profecía podemos vislumbrar las
futuras consecuencias de lo que hacemos en el presente.
-Segundo, representamos el poder colectivo para elegir qué futuro
queremos experimentar.

Mediante el respeto hacia los demás en nuestra vida cotidiana,


podremos encajar las experiencias que traerán el futuro que
deseamos.
Este es el efecto Isaías, la expresión de una antigua ciencia que
afirma que podemos cambiar el resultado de nuestro futuro a través de
las decisiones que tomamos en el presente.
Los antiguos Esenios nos recuerdan que hay una poderosa relación
entre lo que pasa en nuestro mundo interior de sentimientos y las
condiciones del mundo que nos rodea.
Quizá increíblemente sencilla, esta relación establece que la condición
de nuestra salud, nuestras sociedades, e incluso los patrones del
clima, son espejos de la manera en que lidiamos con la vida
interiormente.
Experimentos recientes en la ciencia de las energías sutiles y la física
cuántica ahora arrojan credibilidad precisamente a esas antiguas
tradiciones.

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