Documente Academic
Documente Profesional
Documente Cultură
La visión nocturna es, por lo tanto, la habilidad para poder ver objetos en
entornos con muy bajos niveles de iluminación. En completa oscuridad
nuestros ojos tardan aproximadamente unos 20 minutos en acostumbrarse a
la poca luminosidad que caracteriza las guardias de las horas nocturnas. Por
ejemplo, cuando a las 03:45 hs ingresamos al puente, lo hacemos tanteando
con las manos a medida que avanzamos caminando por el interior del
mismo, el que está completamente a oscuras, a excepción de la tenue
iluminación que proviene de los instrumentos de navegación. A medida que
pasa el tiempo iremos viendo cada vez más cosas al principio “estaban
ocultas” en la oscuridad y de seguro a las 4 de la mañana ya podremos
caminar por el interior del puente con total solvencia y sin la ayuda de las
manos, porque nuestros ojos ya se acostumbraron casi por completo “a la
visión nocturna”.
Algunos autores consideran que nuestros ojos alcanzan ese estado cuando en
completa oscuridad se puede ver el reflejo de un pequeño led (diodo emisor
de luz) de color rojo sobre una pared a unos 6 metros de distancia.
Volviendo entonces a los años de 1950, hay que comprender que en esa
época los radares eran del tipo de tubo de rayos catódicos con pantallas
revestidas de fósforo. Se trataban entonces de pantallas muy brillantes y la
sola mirada de las mismas, aunque sea por breves instantes, anulaba
inmediatamente el acostumbramiento adquirido, por lo que debíamos
emplear los siguientes 15 minutos en volver a acostumbrar los ojos a la visión
nocturna. Si en el puente había además un marinero cumpliendo las
funciones de vigía, éste lograría ver cualquier cosa que apareciera en el
horizonte, ya que sus ojos seguían acostumbrados a la visión nocturna
porque su obligación de vigía no era observar el radar sino el horizonte. Pero
si no había ningún vigía, la situación se tornaba riesgosa, ya que el barco
debía navegar durante varios minutos con su oficial de guardia incapacitado
por tener éste un estado de visión nocturna completamente inadecuado.
Si bien es cierto que los conos están preparados para detectar colores y finos
detalles, sin embargo, tienen una gran limitación: necesitan que haya un
gran nivel de luminosidad para poder cumplir con este propósito.
Para evitarlo, hay dos técnicas: la primera consiste en cerrar un ojo hasta que
otro vehículo haya pasado, y luego abrirlo. De esta manera habremos
conservado por lo menos un ojo a la visión nocturna mientras que el otro
deberá tomar unos 20 minutos en volver a hacerlo. La otra consiste en ver
con ambos ojos la línea blanca que queda por nuestro lado derecho, hasta
que el vehículo haya pasado. Si ambos vehículos hacen lo mismo, deberían
pasarse lo más separadamente posible. Para que los bastones puedan
cumplir con su propósito, deben generar un pigmento muy particular, el que
está compuesto por una parte proteínica (opsina) y por una vitamínica (la
vitamina A). El mencionado pigmento recibe el nombre de “rodopsina” y
hace que los bastones se vuelvan altamente sensibles a la luz más tenue. Pero
como ya se dijo, la rodopsina se destruye si recibe una fuente de luz de gran
intensidad, aunque hay una excepción que debemos conocer: la rodopsina
no resulta afectada por fuentes de luz roja y por este motivo, durante las
horas de guardia nocturna, en los puentes de navegación se utiliza este color
de luz para iluminar distintos sectores del puente, ya que la luz roja no causa
efectos negativos sobre el acostumbramiento de los ojos a la visión nocturna.
Según lo que hemos visto hasta ahora, los tiempos de adaptación de los
conos y de los bastones a los distintos cambios de luz son entonces muy
diferentes: así por ejemplo, si salimos del puente y pasamos a un lugar muy
iluminado, los conos se adaptan al cambio de luz casi inmediatamente,
mientras que al revés no ocurre lo mismo y se necesitan, como ya se dijo, de
unos 20 minutos para que los bastones puedan generar la rodopsina
necesaria para facilitar la visión nocturna.
Fuentes: