CIAS EN LA COMUNIDAD DE BARCELONA
mar en serio una vid,a ética. Todos los golpes que el destino descarga
sobre un pueblo son justos y merecidos, ya que es Dios quien los en-
vía; solo hay que sacar las consecuencias y llevarlas como una carga
que Dios nos impone16.
Cualquier pueblo puede equivocarse y puede venirse abajo; pero
puede a continuación enderezar de nuevo el rumbo y tomar el cami-
no de Dios; pues Dios ignora cualquier diferencia entre los pueblos,
salvo que este hace su voluntad y aquel otro no. Dios sigue siendo
el Santo, el Justo implacable, en cuya presencia, también hoy, ha de
postrarse aun lo más encumbrado de la humanidad. Sin embargo) ca-
minar junto a Dios significa tomar un duro camino; un camino por
el que se ha hecho correr y por el que corre la sangre de los mejores.
Baste para enseñárnoslo la figura de los profetas. iEs necesario que a
continuación lo apliquemos a nuestro tiempo? Quien tenga oídos para
oír habrá oÍdo, y al volver su mirada a nuestros días, tendná otra vez
ante sus ojos el mundo perdido de los profetas de Israel.
L6. Cf. la misma idea, de forma más concreta, en la «Conferencia sobre la guerra,
de Bonhoeffer y en su predicación sobre 1, ln 4, 16.
38
2
JESUCRISTO Y DE LA ESENCIA DEL CRISTIANISMO1
( I¡¡ndo en nuestros días tomamos decisiones sobre lo que nos concrer-
rrc cle lleno, sobre nuestravida y la de nuestro pueblo, itiene Cristo
,rr'in cabida? Esta es la pregunta que hoy nos planteamos. tEs o no el
cs¡ríritu de Cristo el que aún tiene que decirnos lo decisivo, lo defi-
rritivo y último? De esto vamos hablar hoy. Todos sabemos que, de
lrt'cho, Cristo ha sido eliminado de nuestra vida. Le construimos un
trrnplo, eso sí, pero vivimos en nuestra propia casa; Cristo se ha con-
vcrrido en asunto de la Iglesia o, mejor dicho, de la devoción eclesial
,lt' trn grupo de personas, no de la vida. Paralapsique de los siglos xlx
I \x, la religión juega el papel de lo que se llama una estancia acoge-
.L rrll, a la que uno se retira con gusto unas horas, pero solo para vol-
vcr inmediatamente después a su gabinete de trabajo.
Una cosa, sin embargo, es clara: que solo entendemos a Cristo si
rros decidimos por él en un terminante oo lo uno o lo otror2. É1 t o sr'r-
lriri a la cnúzpara adorno y embellecimiento de nuestra vida. Si lo que
( rcremos es hacernos con é1, entonces él reclama el derecho a pronun-
lr
t i;rr la palabra que es decisiva para nuestra vida entera. No le entende-
rrros si solo le concedemos una pequeña demarcación de nuestra vida
l. La conferencia tuvo lugar el martes 1 1 de diciembre de 1928. En la carta a sus
¡r.rrlrcs del 27 de noviembre de 1,928, hace referencia a los aspectos más generales del
l|illr¡ que aquí trata.
2. Alusión ala obrade Kierkegaard que lleva este título, en la que plantea la ne-
,,'sitlrrd de una resolución sin componendas entre una vida estética y una vida ética.
Vrr.rsc S. Kierkegaard, Escritos 2 y 3. O lo uno o lo otro. Un fragmento de uida I y ll,
lirrrta, Madrid,2006 y 2007.
39
 JESUCRIST
CONFERENCIAS EN LA COMUNIDAD DE BARCELONA

Así, nuestra primera y principal pregunta se dirige a la esencia del

interior; por el contrario, únicamente le entenderemos cuando solo
rnensaje cristiano, a la esencia del cristianismo.
a él orientemos nuestra vida, o cuando lisa y llanamente digamos:
No ya entre legos, sino incluso dentro de círculos teológicos es-
no. Claro que a quien le traiga sin cuidado eso de tomar en serio 1o
pecializados hay una absoluta falta de claridad al respecto. Desde los
que Cristo requiere de cada uno cuando le pregunta si está o no ple-
púlpitos y las cátedras oímos que se señalan y se predican como esen-
namente dispuesto, es mejor que no mezcle sus asuntos con los del
cialmente cristianas cosas que el sutil disertador podría encontrar asi-
cristianismo; con lo que quedarían los asuntos del cristianismo mejor
nrismo, o incluso mejor, en Platón, en Buda o en Goethe. Y encima,
servidos, puesto que ese ya nada tiene en común con Cristo. La reli-
cl extenso trabajo en historia de las religiones de las últimas décadas,
gión de Cristo no es un bocado exquisito después del pan, sino que
hasta tal punto ha incluido al cristianismo en el sincretismo religioso
es el pan o no es nada. Esto al menos es lo que uno debería entender
rlc la cultura helenística, que gradualmente se ha ido perdiendo de
y confesar mientras se llame cristiano.
vista lo que en él es exclusivo, y lo que, a fin de cuentas, le permitió
Se han hecho diversos intentos, en la actualidad, por eliminar a Cris-
triunfar sobre Mitra y las religiones mistéricas3.
to de la vida del espíritu; y por cierto, lo más seductor de esos intentos
Laideacentral de los cultos helenísticos, por la época en que surge
es que parece como si solo gracias a ellos Cristo hubiese encontrado el
cl cristianismo, es la idea de redención. Se habla en ellos, por ejemplo,
lugar que le corresponde y es digno de é1. Se interpreta a Cristo, según
.lc un redentor del mundo nacido de una virgen; de un ser primige-
categorías estéticas, como genio religioso; o se dice que fue el hombre
rrio que desciende al mundo y cuyas partes dispersas son las almas de
ético más sublime; o se admira su camino hasta la muerte como sacri-
Ios hombres, que un día volverán a iuntarse, de modo que ese hom-
ficio heroico por su idea. Solo hay una cosa que no se hace: no se le
hre primigenio resucitará con todos sus miembros. Se habla del dios
toma en serio. Quiero decir: que el núcleo de la propia vida no quiere
Osiris, cuyos restos buscan las mujeres después de su muerte, hasta
tratos con esa pretensión suya de ser él quien dice y es la revelación
t¡ue consiguen reunirlos; entonces el dios resucita. Esto es análogo a
de Dios, que se mantiene cierta distancia entre uno mismo y la pala-
Io que todavía hoy es un uso tradicional de la Iglesia griega: la noche
bra de Cristo, y no se da lugar a un encuentro serio. Puedo muy bien
rlc resurrección, las mujeres buscan a Jesús, hasta que por la mafrana
vivir con o sin Jesús en tanto genio religioso, en tanto hombre ético o
t'stallan en gritos de júbilo: niHa resucitado!". Algo semejante ocurre
de gran nobleza-del mismo modo que, al fin y al cabo, puedo vivir
cn los cultos de Anteo, de Atis y de Dioniso. Los mitos sobre dioses
sin Kant ni Platón-, pues todo eso tiene solo un significado relati-
(lue mueren y resucitan son mitos de la naturaleza, que simbolizan el
vo. Sin embargo, si hay algo en Cristo que reclama mi vida de patte a
nrrrrir hibernaly la primavera que renace. Se habla además de comi-
parte, con toda la seriedad que corresponde al hecho de ser Dios mis-
tlas sacramentales, semejantes a la cena cristiana, en las cuales, a través
mo quien aquí habla, ya que solo en Cristo se hizo unaYez presente la
tlc la unión corporal con el dios, uno mismo aspira a divinizarse. Hay
palabrade Dios; en tal caso, Cristo ya no tiene parumí un significado
st'rnejanza hasta en los detalles: así como aún hoy el obispo bendice
solo relativo, sino absoluto y apremiante. Es cierto que, aun en tal caso,
,rl pueblo con tres dedos extendidos y dos cerrados, así bendecíaya a
siguen quedando francos paramí el sí o el no; pero ya no ocurre que
srrs fieles en época remota el sacerdote del dios Sabacioa.
a fin de cuentas me resulten indiferentes. Entender a Cristo significa
Vemos, pues, que el cristianismo está como incrustado en las formas
entender esa pretensión, tomar en serio a Cristo significa tomar en se-
lcligiosas de su tiempo. Cosa que se puede decir también de la semblanza
rio ese derecho suyo absoluto a reclamar del hombre una decisión'
Lo que ahora nos importa es poner en claro la seriedad de este
asunto, sacando a Cristo del proceso de secularización en que se ha
.1. En relación con este problema, cf. A. Drews, Die Christusmythe, Jena, 1924,
visto envuelto desde la época ilustrada; Y, Por último, mostrar que , pp. 3-9.
'¡rcc.
también en nuestros días la pregunta a la que Cristo da respuesta 4. Sabacio fue venerado como dios frigio y tracio de Ia agricultura y de la vida,
es incisiva hasta lo más hondo, que el espíritu de Cristo levanta con l rrsirnismo como médico que hacía su aparición sobre todo en los partos. La diáspora
justo título su pretensión. ¡rr,lírr cr.r Asia Menor lo sincretizó con Yahvé como Dios del sabbat.

41,
40
 CIAS EN LA COMUNIDAD DE BARCELONA
de Jesús de Nazaret. Tal como nos ha sido presentada esta semblanza
por los únicos evangelios que entran .r, .onrid.rrción tres prime-
ros de nuestro Nuevo Testamento-, está hasta tal punto -losrecubierta de
una fronda legendaria que solo en unos pocos pasajes resulta posible
para la ciencia entreverla a través de la hojarasca. En la transmisión
de dicha semblanza, se confeccionó enseguida el atuendo conven-
cional de santo y de taumaturgo para colgárselo a Jesús. Motivos de
cuentos antiguos, que en parte habían viajado desde la India por todo
el Oriente; relatos prodigiosos, tal como luego eran contados de oídas
incluso a los famosos emperadores romanos, contribuyeron al mito de
Jesús de Nazaret. De modo que hoy, de la humanidad de aquel hom-
bre, es sencillamente muy poco lo que se puede captar con seguridad.
Así es que el resultado más cierto de siglo y medio de estudios
críticos sobre las fuentes del Nuevo Testamento se resume enlafra-
set Vita Jesu scribi non potests.
Ahora bien, la razón principal de esto último está en que nuestro
Nuevo Testamento tuvo su origen en una comunidad que veneraba
a Jesús no como personalidad histórica, sino como el Kyrios, el Se-
ñor
-la palabra griega es traducción del hebreo Yahvé-, es decir,
como el mismo Dios; con lo cual es natural que falte todo interés por
andar psicologizando e historizando. El interés puro e inmediato es-
taba más bien en lo que tenían delante, en adentrarse hasta el núcleo
mismo de la manifestación de Jesús de Nazaret; frente a lo cual todo
lo histórico resultaba sin importancia. Incluso los Sinópticos, es de-
cir, los tres primeros evangelios, interesados al parecer en el aspecto
histórico, manifiestan una tendencia predominante a representar a
Jesús como Hijo de Dios, bien es cierto que basándose en sus hechos
y dichos. La ordenación histórica no es en absoluto fiable.
El estado en que se encuentra todo este asunto ha dado ocasión a
que un grupo de doctos provoque un cortocircuito, una interrupción
de la corriente histórica, pretendiendo rachar todala figura de Jesús de
mitológica, producto de la comunidad; algo así como Mitra. Se ha
5. oNo es posible escribir la vida de Jesús,. Cf. el comienzo de la "Consideración
final,, de A. schweitze¡ en su Geschicbte der Leben-lesu-Forschung: oQuienes gustan ha-
blar de teología negativa no lo tienen difícil, en vista del resultado que ha tenido la inves-
tigación sobre la vida de Jesús. Este reiultado, en efecro, es negarivo, (Ttbinga, a1,926,
p. 631). Hay traducción castellana, aunque en edición bastante descuidada y con un
título que no corresponde al original: Inuestigación d¿ la uida de lesús, Edicep, Valencia,
vol. I, 1990; vol.II,2002. La frase citada se encuentra en el vol. 11,p.675.
42
JESUCRTSTO y DE LA ESENCTA DEL CRtST|ANtSMO
clemostrado que esto es un completo error6. Así y todo, hay sobradas
razones para afrontar nuestras fuentes muy críticamente en lo que
c«rncierne a los datos históricos que nos transmiten. Pero, en todo caso,
lray que pasar por encima de todas estas cosas si queremos captar la
csencia del cristianismo, si queremos desentrañar lo que de hecho está
presente de modo exclusivo'en el mensaje cristiano, pese a estar en
apariencia incluido de lleno en las religiones de su tiempo. Una breve
consideración de carácter general puede encaminarnos.
Hay en general dos posibilidades al considerar la historia, admi-
tiendo de momento que es tarea específica de los estudios históricos
trnto la comprensión de la historia como su interpretación. Una de
lrrs vías está bajo la influencia de la filosofía idealista: se interprera
la historia según un sistema previo, se está en posesión del método
para poder interpretarla; se dispone de la ldea, y con ella, manifies-
t;rmente, también de la historia.Paraesta forma de considerar las co-
sas, la historia no puede, por principio, decir nada nuevo, pues está
claro que todo se ajusta y se somete al sistema que de antemano po-
scemos. Es decir, que entonces la historia ya no puede tener para mí
rrrr significado absoluto; la historia queda relativizada por la ldea. En
concreto esto significa que para entender los datos históricos, no se
srrle uno de los criterios de valoración de que dispone por adelanta-
tkr; aun cuando tales criterios no hagan justicia a los datos. Uno no
rleja que la historia le diga nada nuevo; la historia no puede venirle
rl uno con requisitos apremiantes.
Completamente distinta es la orra posibilidad: se interesa uno por
la historia solo en la medida en que esta riene para él un significado
:rbsoluto; es decir, se carece de ideas preconcebidas, categorías y ta-
lrlas de valores con arreglo a las cuales se jazga; se deja que la historia
hable, y se escucha. No se dispone por adelantado de 1o que la his-
toria pueda decirle a uno, sino que respetamos el derecho que tiene
sr¡bre nosotros. Permitimos que, en caso necesario, nuestros propios
conceptos sean quebrantados, porque la historia es más que la ldea.
Solo nos incumbe aquello que, desde la historia, tiene fuerza para di-
rigirnos lapalabra affavés de los milenios e interpelarnos; interpela-
ción ante la que hemos de responsabilizarnos con nuestra existencia
6. Sobre la disputa en torno a la historicidad deJesús, cf. A. Schweitzer,Geschich-
tt rler Leben-Jesu-Forschung, cit., pp. 444-546. En la citada edición castellana, vol. II,
¡r¡r. 551 ss.
43

entera, no ya con nuestro sistema de ideas. Porque solo así se hace
el tiempo transparente. Solo hay contemporaneidad con el aconte-
cimiento histórico cuando el hombre atiende a la interpelación de la
historia, es decir, deja que Ie afecte en lo más hondo de su existencia,
sea para aceptarla o para rechazarla. Con esto queda clara esta vía.
En el primer caso, somos nosotros los que ya hemos dispuesto 1o
que un tal Jesús de Nazaret tiene que decir; esto es, conocemos básica-
mente las leyes y probabilidades psicológicas, y hablamos con el pleno
convencimiento de quien, en el fondo, ya lo sabe todo de antemano
sobre la psicología de Jesús. A renglón seguido, por supuesto, ya po-
demos dar rienda suelta a nuestra fantasía, cosa que tan ingenuamen-
te han hecho hasta el presente las novelas sobre Jesús. Por si faltaba
algo, conocemos, por nuestra propia filosofía, la mejor ética posible
y la idea de Dios más alta posible; de modo que no tenemos más que
suponer ambas cosas en las palabras de Jesús.
En el otro caso, por el contrario, dejamos que de verdad el Nue-
vo Testamento hable, y somos nada más que oyentes; escuchamos la
interpelación que con todas sus fuerzas nos plantea, y de este modo
vamos directamente al núcleo del asunto, teniendo un encuentro real
con la historia. Este ha de ser nuestro camino. No tiene valor alguno,
por más vueltas que le demos, leer el Nuevo Testamento según los
conceptos del siglo xx, sino solo poder leerlo según su propia inten-
ción. Al hacerlo así, encontramos más de una cosa que ni por asomo
cuadra con nuestras modernas psicología y filosofía.
Para empezar, nos encontramos con una desconcertante falta de
interés del Nuevo Testamento entero por todo lo que se refiere tanto
a la psicología de Jesús como a la cronología. En primer plano está la
vivencia estremecedora que la comunidad tuvo junto a la persona de
Jesús de Nazaret, quien a sí mismo se llamaba el Cristo, esto es) el Me-
sías, el Ungido de Dios; es decir: la revelación de Dios en el mundo.
Y no nos interesa saber de otra cosa. De hecho, para el propio Jesús,
esto fue 1o único importante, y viene a ser Ia esencia del cristianismo.
}{aciala mitad de los tres Sinópticos, se cuenta cómo Jesús pregun-
tó a sus discípulos qué decía la gente de é1, y la respuesta que le dieron
fue: unos dicen que eres Elías resucitado, otros, que Juan el Bautista
o alguno de los profetas.
Pero díceles él: "Y uosotros, équién decís que soy yo?". Simón Pedro
contestó: "Tú eres el Cristo, el Hiio de Dios yi.ys». lesús replicó di-
44
JESUCRTSTO Y DE LA ESENCTA DEL CRtSTtANtSt,lO
ciéndole: <Eienauenturado eres Simón, hiio de Jonás, porque no te ha
reuelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cie-
los". [...1 Entonces mandó a sus discípulos que a nadie dijesen qwe él
cra Jesús el Cristo (Mt 16, 15-20).
He aquí el instante supremo y crucial en la vida de Jesús. É1, el hi¡o
tlel carpintero, oye que los demás lo llaman el Hijo de Dios, el Cristo;
y envuelve este secreto en el silencio más profundo. Se sabe enviado
,rl mundo por Dios con plenas y poderosas atribuciones. É1 es el que
trae al mundo el Reino de Dios:
si por el Espíritu de Dios expwlso yo al demonio, es qwe ha llegado a uo-
v¡tros el Reino de Dios (Mt 12,28).
O bien dice, con una extraña imagen:
I le uisto a Satanás caer del cielo como un rdyo (Lc 10, 18),
lo que significa que el Reino de Dios ha llegado.
A la pregunta tcuándo vendrá el Reino?, respondió:
I:l Reino de Dios no uiene con signos externos; y no dirán:
"iVedlo aquí
t¡ allá!r,, pwes sabedlo, el Reino de Dios ya está entre uosotros [la tra-
tltrcción «en vosotros, es errónea). Los ciegos uen, los cojos andan, los
lcprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan y se
lnuncia a los pobres el rnensaje de saluación (Lc 17,20 s.; Mt 11, 5).
Este es el grito de júbilo de Jesús por el tiempo nuevo. Él actúa con
rrtribuciones plenas del espíritu de Dios. Su venida pone al mundo en
rrna encrucijada: con él afavor de Dios, o contra él en oposición a Dios.
Quien no está conmigo está conlra mí, y qwien no recoge conmigo
tlasparrama (Mt 12, 30).
En é1, en su palabra, se decide la vida del hombre, ya que es el
¡rortador de la revelación de Dios, es el Cristo.
No be uenido a traer la paz, sino la espada. Pwes be uenido a leuantar al
lxtmbre contra su padre y a la hija contrd sw madre t...1 El que ama a su
45
 JESUCRTST
CONFERENCIAS EN LA COMUNIDAD DE BARCELONA

Entrad por el portal estrecho, pwes ancho es el portal y espacioso el

-hiio o a su madre
pad.re mtis que a mí no es digno de mí, y el que amd a su
camino qwe lleua a la perdición, y son muchos los qwe por él cami-
o a sw hiia mtis qwe a mí no es digno de mí (Mt 10, 34 ss)'
nan; mts estrecho es el portal y angosto el camino que lleua a la uida,
y pocos son los que lo encuentran (Mt7,13).
Y en otra ocasión, con palabras aún más tremendas:
Dicha alternativa del todo o nada, solo Jesús puede plantearla a
Si alguno uiene a mí y no odia a su padre, a su'rnadre, a su muier' a
los hombres, porque se sabe con plenas atribuciones de Dios:
,r, üi¡or, a sus hermanos, a sws hermanas y hasta su propia uida, no
puede ser discíPwlo mío (Lc'1,4,26).
Dichoso aquel que no halle escándalo en mí (Mt 11, 6).
De una decisión sin rodeos ni componendas, depende todo para
de Dios, que lleva consigo la Y sin embargo) pataJesús, todo lo que concierne a su persona en
Jesús; de una decisión por la voluntad
"participación tanto que personalidad, es decir, a sus cualidades, acaso fascinantes,
en el Reino de Dios. A uno que lamentaba desconsola-
acaso repulsivas, carece infinitamente de importancia frente a lo único
do la muerte de su Padre, le dice:
que importa: decidirse por la voluntad de Dios. Cuenta Lucas:

Deia que los mwertos entierren a sus muertos, y tti uete d anunciar el
Y swcedió que, estando lesús hablando de estas cosas, akó la uoz una
Reino de Dios (Lc 9, 60).
muier de entre la gente y exclannó: "iDichosas las entrañas qwe te lle-
uaron y los pechos que te d.rndrnantaronlrr. Pero él diio: "iDichosos
O bien:
más bien los qwe oyen la palabra de Dios y la gwardan!" (Lc 11,27 s.).
uista atrás no dpto pdra
Quien pone la mhno en el arado y uuelue la
es
(Lc 9, He aquí una negativa rotunda a cualquier culto ligado a su
el Reino de Dios 62).
manifestación humana individual y personal. No entiende aJesús quien
El Reino de los Cielos es la exigencia del todo o nada:
lo venera como genio, como personalidad fascinante, sino solo
quien permite el encuentro con su mensaje, quien lo acoge como
enviado de Dios.
El Reino d.e los Cielos es semeiante a un tesoro que estaba sepultado
Esa consciencia de sus plenas atribuciones mesiánicas da ocasión
en un carnpo. Lo encontró un hombre, uoluió a escondeilo y de la ale'
enseguida a que sus parientes lo tengan por un demente. Van por él
gría que le entró, uendió todo lo que teníay compró el campo aquel' El
"nt¡"L parallevárselo a casa:
at bs Cielos es semeiante a un mercader de perlas que andaba
buscand.o peilas finas, como encontrara wna peila de gran ualor, fue
Llegó sw madre y también sws hermanos, y quedándose fuera, le
y uendió todo lo que tenía y compró la perla (Mt 13, 44-46)'
mandaron llamar, porque había mucha gente sentada a su alrededor.
Le dijeron: ,,Tu madre y tus bermanos están fuera y ¡s fius¿an»; y él
cuando se trata de la voluntad de Dios, no hay consideración al-
replicó: "iQwién es mi madre y mis hermanos?".Y rnirando a los qwe
guna con lo humano:
estaban sentados en corro a su alrededor, dijo:
"iMirad, estos son mi
madre y mis hermanos! Quien curnpld la uolwntad de Dios, ese es
Si tw oio te extrauía, sácatelo y anóialo de ti; pues meior es que uno
mi bermano, mi hermana y mi madrer, (Mc 3, 31 ss).
d.e tus'miembros se pierda, que no qwe todo tu cuerpo sea arroiado
a
la gehena. Si tu mano te extrauía' córtatela y anóiala de ti; pues me-
tu cuerpo De nuevo Jesús da el mismo giro, de su persona a la cosa misma,
¡oi es que uno de tus miembros se pierda, que no qwe todo a lo único importante y apremiante: decidirse por el Reino de Dios.
ud.ya a. la gehena (Mt 5, 29 s).

46 47

He uenido a hacer que un fuego prenda en la tierra; icuánto me gws-
taría que ya estwuiese encendido! (Lc 12,49).
Vemos, pues, que Jesús camina por las alturas glaciares de una
exigencia implacable con la humanidad éQuién se atreverá a ir
con él?, iquién emprenderá su seguimiento? No es casualidad que
elBrand de Ibsen, donde la exigencia de todo o nada destroza una
vida familiar, se desarrolle a bastante altura, en las regiones del hie-
lo nórdico. Implacablemente frío es ese «o lo uno o lo otro". Y no
sin razón representa Dostoievski al Gran Inquisidor preguntando a
Jesús: "Pero ies que Tú viniste francamente solo para los selectos y
por los selectos? [...] Te lo juro: el hombre es una criatura más débil
ybaja de lo que Tú imaginaste. iEs posible, es posible que él hiciera
lo que Tú? Al estimarlo en tanto, Tú te condujiste como si dejases
de compadecerlo, pues le exigías demasiado..., y eso Aquel que lo
amaba más que a sí mismo. De haberlo estimado en menos, menos
también le hubieses exigido [...] Tu gran profeta en visión y alegoría
dice que vio a todos los participantes en la primera resurrección y
que había de ellos, de cada generación, doce mil. Pero si tanros ha-
bía, no serían hombres, sino dioses. Habían padecido tu cruz; habían
padecido decenas de años de hambre y desnudez en el desierto, sus-
tentándose con saltamontes y raíces..., y claro que Tú podías, ufano,
mostrar estos hijos de la libertad, del libre amor, libres y magníficas
víctimas de tu nombre; sin embargo, no oluides que solo eran unos
pocos miles, y que eran dioses. iY en qué son culpables los demás
hombres débiles que no pudieron agtrantar lo que los fuertes? iEn
qué es culpable el alma débil que carece de fuerzas para reunir estos
terribles dones?,7.
En todas partes nos encontramos con que los hombres retroceden
espantados ante la durezatremenda de la exigencia de Jesús. Él se ha
dirigido solo a los héroes éticos, no se dignó mirar siquiera a los dé-
biles; fue ala cabeza por el camino hacia el superhombre8.
7. F. Dostoievski, Los hermanos Karamázou II, 5, 5 ("El Gran Inquisidor,). Re-
producimos aquí la versión directa del ruso de R. Cansinos Assens, en F. Dostoievski,
Obras Completas, yol. III, Aguilar, Madrid, 1977, pp. 21.2 y 21L. La frase en cursiva
no aparece en la edición castellana.
8. En esta conferencia y en la que sigue, Bonhoeffer recupera para la esencia del
cristianismo muchas de las nociones centrales de la filosofía de Nietzsche. Puede evitar-
se algún malentendido en torno a dichas nociones, en particular la del
"superhombre,,
48
JESUCRTSTO y DE LA ESENCTA DEL CRtST|ANtSMO
Y sin embargo, si miramos más de cerca, nos encontramos con
algo inesperado: aquel que parecía tan inaccesibre con su tajante .o
l. uno o lo otro, no anda entre ros ascetas, los héroes éticos, L lo, fa-
riseos; por el contrario, se dirige a dos grupos humanos que, inad_
vertidos por completo hasta entonces, vivían sin aflorar a la súperfi-
cie, y que eran al parecer los menos capacitados para cumpli,
ár *
cxigencia: Jesús se dirige a los niñose, y a quienes moral y socialmen-
te son seres menguados y menospreciados. Esto es algo que resulta
.ra novedad del todo inaudita en la historia universal; y en la per-
s.na de Jesús, aparentemente, una ruptura. platón ubriá ,, escuera
¡rara los que amaban la sabiduría, los filósofos, que aspiraban a una
vida ética; Buda tenía sus adeptos entre los ascetas, que volvían
la
cspalda al mundo; Jesús, en cambio, se acerca a los niios y los pone
c«rmo ejemplo ante los más resueltos moralizadores. cuando
Éntró
c, Jerusalén, lo conocían ya por lo visto tantos niños que se precipi-
trrron donde él y le cantaron en el Templo un hosannár,, pura farti_
rlio del partido de los fariseos, de los moralizadores. Los Ápocrifos,
.s decir, los evangelios excluidos de la Biblia, cuentan *r.iro y.o,
f rttrtasía de cómo
Jesús jugaba con los niños en ra caile11. Cuando
l:rs mujeres
llevaron a sus hi¡'os a Jesús para que los bendijese, ros
(rLle se
tenían por los verdaderos y auténticos seguidores de
Jesús se
c,trometieron bruscamente queriendo echarlos de allí. Entonces
Itre cuando Jesús pronunció las palabras:
(cf. Mt 1.9,14). "Dejad que los niños...,
Yendo él una vez de camino con los discípuros, disputaban estos
(',tre sí sobre cuál sería la recompensa por háber dedicado
su vida a
seguirle,
,rtcrrdiendo a las explicaciones de Heidegger (cf., por eiemplo,
M. Heidegger, éeué sig-
trifica pensar?, Trotta, Madrid,32O1.O, p. 97).
9 .
En sus estancias en Barcelona y en América, Bonhoeffer se dedicó
sobre todo,
,lt rnanera muy activa, al trabajo con los niños y los jóvenes. El uds5g¿6.¡mlento
del
rritio, y el proyecto de un tratado dedicado a la «teolsgi¿ del niño,
se sitúan en este
( {)lltexto biográfico.
I 0. cf . Mt 21, 1-9 y texto paralelo. Mt 21, 7s hace referencia a los niños al narrar
l,r t.rrtrada de Jesús en Jerusalén.
I 1.
cf.Thomas-Euangelium,cap. 2 (Hennecke-schneemelcher I,353). Hay edición
, rír ica ybilingüe del Euangelio de Tomás en Euangerios Apócrifos,gec, Madrrd,
tssr.
Vtlirsc también Textos gnósticos. Biblioteca de Nag Hammadi
II, Trotta, Mad rid, s2016,
¡r¡r. .53-97. Bonhoeffer asistió en 1925 aunaconferencia de Harnack sobre «His¡o.i, ¿.
l,r forrnación del Nuevo Testamento y de los Evangelios Apócrifos,.
49
 :IAS EN LA COMUNIDAD I
tomó lesús a un niño, lo pwso en medio de ellos, lo acarició y diio:
oOs asegwro que si no cambiáis y os hacéis como niños, no entraréis
en el Reino de los Cielos" (Mt 18, 2 s.).
Y en otra ocasión dijo:
Al qwe escandalice a uno de estos pequeños que creen en mí, meior le
sería qwe le colgasen una piedrd de molino al cuello y lo arroiasen a
lo más profundo del mar (Mc 9, 42).
El ser niño es para Jesús, no ya una etapa de tránsito a la edad
adulta, algo por lo que hay que pasar sin más remedio, sino, por el
contrario, algo que tiene entidad propia y a lo que el adulto debe
prestar la mayor atención; pues en verdad que Dios se encuentra más
cerca de los niños que de los adultos. Jesús se convierte así en el des-
cubridor del ser niño. Jesús tiene los ojos en los niños, quiere ser de
los niños, iquién iba a ponerle impedimentos? De los niños es Dios;
de los niños, la Buena Nueva; de los niños, la alegría del Reino de
los Cielos.
iAy de aquel que escandalice a uno de estos pequeños!
Cosas de este tenor son tan sumamente extrañas para los hom-
bres antiguos, que solo una cosa podía resultarles aún más extÍaí7a)
y es que Jesús, el hombre del no lo uno o lo otro" sin contemplacio-
nes, se acercara a los niños y a los pecadores. Quienes le rodean son
los parias de la sociedad, el quinto estado, los publicanos y estafado-
res, y las prostitutas. A é1, que predicaba lapueza y la santidad, se
le pudo ver comiendo con esta gente escena aborrecible para
un rabino judío-, -una
entrando en sus casas, hablando con ellos en la
calle, defendiendo contra todo el mundo al adúltero. Con estupor
se escucharon las palabras que iban dirigidas contra los más resuel-
tos moralizadores:
En uerdad qwe los publicanos y las rameras llegan al Reino de los Cie-
los antes que uosotros (Mt 21, 31).
IJna vez una prostituta, durante una comida, fue donde estaba
é1,lo ungió con perfumes y, vencida por su mirada, cayó de rodillas
y rompió a llorar, de modo que sus lágrimas mojaron los pies de Je-
sús; entonces ella, apurada, echó mano de sus propios cabellos para
50
JESUCRTSTO y DE LA ESENCTA DEL CRtSTtANtSMO
secarle los pies; y como los fariseos, enojados por el espectáculo, se
rrlborotaran, Jesús les dijo:
Deiadla en paz; mucho se le ha perdonado porque mwcho ha amado
(cf. Lc 7,37-47).
Cuenta Jesús una parábola de dos hermanos, uno de los cuales sale
con la heren cia paterna hacia tierra extraíta y la derrocha en banquetes
y prostitutas; el otro en cambio permanece en casa junto a su padre.
Cuando el primero regresa arrepentido, sale el padre a su encuentro,
rrl encuentro del pecador, del hijo pródigo, con más amor que nun-
ca recibiera el hermano, aun habiendo este permanecido en el hogar
(cf. Lc 15, 11-32). Cuenta Jesús de un fariseo que rcza en el Templo
presentando a Dios todos sus méritos, y de un publicano que no trae otra
cosa a la presencia de Dios sino un corazón quebrantado que dice: niOh,
Dios! iTen compasión de mí, que soy pecador!r; yJesús acaba diciendo:
l:ste baió A su casd justificado y aquel no (Lc 18, 10-14).
Todos los valores tradicionales parecen derrumbarse y sufrir una
transmutación12. Laecuación
"ética igual a religión, parece tambalear-
se cuando el enviado de Dios se pone de parte de los hombres malos y
no de los justos. El comportamiento mismo de Jesús parece estar lleno
cle profundas contradicciones.
La solución, o mejor, la paradoja, reside en la idea de Dios que
tiene Jesús, novedosa hasta lo inaudito. Dios, que está sin más por
cncima del mundo, que es sin más trascendente, es decir, alejado del
rnundo, enteramente otro, diferente por completo del hombre y su
csencia, por siempre inaccesible al pensamiento y la voluntad huma-
nos; Dios quiere del hombre solo una cosa: que sea nada ante él; no
pretende otra cosa que la más absolutafaltade pretensiones del hom-
bre; quiere que el hombre sea por denrro pobre de solemnidad, de
rrna ignorancia solemne; quiere un espacio vacío en el hombre donde
ól pueda instalarse, quiere solamente la mano que alarga el mendi-
12. oTransmutación de todos los valores,, otro concepto fundamental de Nietz-
sche, que asigna esa tarea a la voluntad vigorosa y arbitraria del superhombre. Para Bon-
hocffer, en cambio, solo la idea del Dios absolutamente Otro y la noción de «gracia de
l)ios» trastocan toda valoración humana.
51
 CONFERENCIAS EN LA COMUNIDAD I JESUCRTSTO
go para poder llenarla; quiere, pues, al que nada tiene; es decir, no
pecador'
[uiere u[¡rrrto, al sabio, al santo, sino al iniusto, al necio, al
Todo saber y toda pretensión moral en presencia de Dios vulne-
ran el derecho exclusivo de Dios a ser glorificado, tientan su honor,
su majestad. Dios es soberano absoluto, está sin más por encima del
hombre, así fuese un santo; no hay puente para salvar esa distancia'
El saber humano sobre Dios sigue siendo precisamente eso, un saber
humano: limitado, relativo, antropomórfico; la voluntad humana de
creer sigue siendo precisamente eso, voluntad humana, que no tiene
en definitiva sino motivaciones y fines humanos. El camino religioso
del hombre a Dios parte de uno mismo y lleva al no-Dios que nues-
tro corazónidolatra, que nosotros creamos a nuestra imagen' No hay
saber ni moral ni religión que conduzcan a Dios; la misma religión
no es más que un pedazo de nuestra carnalidad, dijo en una ocasión
Lutero. No hay, en modo alguno, camino del hombre a Dios, pues
un camino tal depende del humano ingenio: la construcción de la
torre de Babel es esaaltivez que quiere meter la mano en la gloria
de Dios13. Para que el hombre y Dios se encuentren, solo hay un ca-
mino: el camino de Dios al hombre. Entonces cesa toda pretensión
que proceda del hombre, entonces únicamente a Dios corresponde la
gloria. Dios envía soberanamente su gtacia a. guien le place; équién
se atrevería a protestar si esta le es negada¡ Él es el alfarero y noso-
tros la vasija, según dice Pablo (cf. Rom 9, 21).
Dios acude a aquellos que nada reclaman. En palabras de Pablo:
Lo que es necio ante el mundo es lo que Dios ba escogido' para confwn-
dir á tos sabios; y lo qwe es débil ante el mwndo es lo que Dios ha esco-
gido, para confundir lo que es fuerte. Lo plebeyo ante el mwndo y des-
preciable ha escogido Dios; lo que nada es, pttra reducir a la nada lo que
es; para que en sw presencia ningtna cctrne se gloríe (1 Cor 1, 27-29)'
Cuando el hombre es solo el que escucha, es solo receptivo; es
decir, cuando sin religión y sin moral parece más alejado de Dios, en-
tonces es cuando Dios está más cerca. La religión y la moral llevan
dentro el germen dela bybris, esa síntesis conceptual griega de toda
enemistad con Dios, esto es, del orgullo y la altivez. Hasta cree uno
L3. Cf., entre otros, Martín Lutero, Predicación y comentarios sobre san luan,
caps. XIV y XV (1538/15 37), y, del mismo, Deuocionario para el hogar (1554)'
52
y DE LA ESENCTA DEL CRISTtANtSMO
rlescubrir en lo más profundo de sí algo parecido a Dios, algo divino,
rrlgo que nos eleva al plano divino y nos da derecho a plantear alguna
cxigencia.-Así la religión y la moral pueden convertirse en los enemi-
gos más peligrosos de la venida de Dios a los hombres, es decir, de la
buena nueva cristiana; de ahí que el mensaje cristiano sea, por princi-
¡rio, amoral y arreligioso, por'más paradójico que suene.
Al decir esto, no hacemos sino formular una crítica de principio
contra la más grandiosa de todas las tentativas que el ser humano ha
hecho por llegar a lo divino: contra la lglesia. El cristianismo alber-
ga en sí un germen anticlerical. Pues a la vista está que queremos ba-
sar nuestras pretensiones con respecto a Dios, ni más ni menos que en
rluestra condición de cristianos y miembros de la Iglesia; con lo que
cle nuevo entendemos mal y distorsionamos completamente el pensa-
rniento cristiano. Y sin embargo el cristianismo necesita de la Iglesia.
He aquí laparudoja que solo en la próxima sesión podremos aclarar
y hacer comprensible. En esto radica la enorme responsabilidad que
pesa sobre la Iglesia.
Etica, religión e Iglesia caen en la dirección del hombre a Dios, pero
Cristo habla única y exclusivamente de la dirección de Dios al hombre;
no de un camino humano hacia Dios, sino del camino de Dios al hom-
bre. Por eso, buscar en el cristianismo una nueva moral es desbarrar
por completo. De hecho, Cristo apenas dio precepto ético alguno que
no estuviera ya acreditado en los rabinos judíos contemporáneos o en
la literatura pagana. La esencia del cristianismo radica en la noticia del
Dios soberano, el único a quien por encima del mundo corresponde la
gloria; en la noticia del eternamente otro, alejado del mundo; el
cual, saliendo por amor del fondo primordial de su ser, se compadece
de aquel que solo a Dios glorifica, y recorre el camino a los hombres
para buscar los recipientes de su gloria en quienes ya no son nada, en
quienes enmudecen, en quienes solo a Dios dan cabida.
Y es entonces cuando laluz de la eternidad desciende sobre los que
son insignificantes y pasan siempre inadvertidos: los débiles e indig-
nos; sobre los que son ignorados: los menguados, los oprimidos y los
despreciados; entonces resplandece sobre las casas de las prostitutas
y los publicanos (baste recordar el Raskólnikoz de Dostoievskila); en-
tonces la luz es derramada desde la eternidad sobre la masa traba-
1.4. F. Dostoievski, Crimen y castigo (1,926); aparecido también con el título Raskól-
nikou.
53
 CONFERENCIAS EN LA COMUNIDAD DE BARCELONA
jadora, atormentada y pecadora. Lapalabra de gracia crtzala atmós-
fera cargada y sofocante de las grandes ciudades; pero ante las casas
de los interiormente satisfechos, de los que saben, de los que gozan de
un patrimonio espiritual, se detiene y no entra. Esa palabra pronuncia
,, iro*.r, de eternidad más allá de la muerte de hombres y pueblos:
permaneced conmigo y vivi
"Oi he amado desde toda la eternidad;
réis,. El valor infinito de lo que en apariencia carece de valia, y Ia in-
finita falta de valor de lo que al parecer tiene tanta valía, eso es lo que
predica el cristianismo. Lo débil se hará fuerte por mediación de Dios,
y lo que muere volverá a la vida.
nr/Cont u esta interpretación del cristianismo, se subleva en nosotros
,ilo qr" yollamaríael espíritu griego que nos habita; algo que, desde
tiempo inmemorial, es el peor enemigo del cristianismo: el humanis-
-o. E, el espíritu que nosotros, hiios de los siglos xlx y xx, por decir-
lo así, hemoi mamado con la leche materna. Tras el Renacimiento y la
Ilustración, llegó a su mayor difusión en el periodo clásico de la poesía
y la filosofía alemanas. Nació de la convicción de que la civilización y
ia crltura pueden salvarnos; cree en lo que hay de divino en el hom-
bre, en las posibilidades ilimitadas de desarrollo del espíritu humano
en general,-y en el progreso de la historia hacia Dios. Ahora bien, lo
qr. .orot, la obra cultural de la humanidad es la ética y la religión;
po. trrrto, el hombre ético-religioso (es característico que ambas co-
sas se asocien) es lo más parecido a Dios. Un alma divina alienta en el
hombre; y si es verdad que en el mundo hay pecado, eso se debe solo
a la servidumbre del alma con respecto al cuerpo, en el que se halla
enqerrada como en una Prisión.
,// tl,- aquí pensamientos que van diameralmente en contra del cris-
tianismols. Por lo pronto, el concepto de hombre es radicalmente
diferente. No es el cuerpo el que es malo, sino la voluntad o el espí-
ritu; es decir, precisamente el alma del hombre es la que es mala, es
sede de la maldad. La tesis del valor infinito del alma es contraria a lo
cristiano. En los pasajes del Nuevo Testamento que hablan del alma;
en la mayor parte de los casos, debe restituirse el concepto "vida''
El concepto de alma es griego. Un iudío, en cambio, concibe al ser
humano como unidad corpóreo-espiritual, cteada por Dios y luego
15. con esta afirmación Bonhoeffer se separa claramente de la concepción de
Harnack sobre el .valor infinito del alma humana, (cf. A. von Harnack, Das Wesen des
Christentums, Leipzig, 1900, pp. 40-4 5).
54
JESUCRISTO Y DE LA ESENCIA DEL CRISTIANISMO
caída. De aquí resulta todo lo demás. Nada hay en er hombre que
lo
haga parecido a Dios; con lo cual aquella concepción de la cuitura,
que por lo demás es rambién específicamente griiga, y no
oriental ni
semítica, sufre a su vez la correspondiente crítica. El cristianismo no
pone su salvación en la cultura ni su fe en el progreso. Demasiado
hondo ha mirado en las dos realidades más hándás de la vida, con
demasiada fuerza se apoderó de él el estremecimiento ante la culpa
y ante la muerte. Demasiado espantosos son los rigores de todo te_
ner-que-soportar-una-culpa y de todo tener-que-morir (es decir, del
común destino humano) para permitirnos la esp eÍanzade que obra
humana alguna ponga remedio a semejante necesidad.
El cristiano ve que una tremenda hendidura recorre el mundo,
irreparable si partimos del hombre; y sigue viendo esa hendidura
aquí lo trágico de su vida- enlasflrturas de la humanidad, en
-he
la cultura; e incluso con mayor razónftr hombre griego no ro en-
tiende; su buena estrella le_concedió por lo visto al .rr..i ,.r, aregría
sin fisuras. solo 7¡í se explica la ingenua creencia del helenismo en
la inmortalidadxiendo divina el alma humana, no tiene más reme-
dio que ser eterna. El cristianismo ignora esta creencia en la inmor-
talidad, pero pone en su lugar la esperanzaen la resurrección de los
muertos. El hombre muere en cuerpo y alma; pero el Dios sobera_
no, por un acto de autoridad, llama a los muertos a la vida; a una vida
realmente nueva, realmente pura y santa. Todo nos .ondrc. de nue-
vo a las profundidades de la concepción cristiana de Dios. Donde do-
m\g el espÍriru griego,la concepción cristiana de Dios no se entiende.
gilEl espíritu griego, al incidir en la religión, conduce al misticismo.
La mística y la buena nueva, sin embargo, se excluyen radicalmente.
La
mística es ese religioso empeño del hombre por procurarse, desde
sí
mismo, alguna forma de unión con ra divinidád, án virtud de que hay
en él facultades divinas. Ya sea esa unión de índole intelectual, volun-
tarista o intuitiva, es, en todo caso, no cristiana, ya que pasa por alto
la distancia enrre Dios y el hombre, insalvable pu.ti."a" ael Éombre;
distancia que sigue existiendo, como distancia dil creador ala criatura,
incluso cuando Dios desciende a nosotros. Humanismo y mística, que
aparentan ser la religión cristiana en su mayor esplendor, venerados
hoy como los más altos ideales del espíritu humano y, por tanto, muy
a menudo, como culminación de la concepción cristiana, justo
han de
ser rechazados por esta concepción como deificación de ía
criatura y,
por tanto, como atentado contra la gloria exclusiva de Dios. La
deidad
55

del humanismo, su idea de humanidad, así como la deidad de la mística,
no son sino el no-Dios que las aspiraciones humanas idolatran; solo
la idea cristiana de Dios orienta las aspiraciones humanas como tales.
Al volvernos así contra ética, religión e Iglesia, en tanto constitu-
yen el saber del hombre aceÍca de Dios; contra humanismo y mística,
en su intento de salvación por la culturay la deifícación de la criatura,
parece que hemos despojado a la humanidad de lo más elevado que
poseía. Solo en la próxima sesión podremos mostrar cómo todo esto
queda restablecido gracias al cristianism su derecho
-también
profundamente limitado y relativo;de momento, sin embargo, lo que
procede es cancelarlo de forma radical.
iQué tiene entonces que contraponer a estas cosas el cristianis-
mo? <Simplemente una nueva religión, una nueva concepción de la
cultura? tMostró simplemente un camino del hombre a Dios toda-
vía no recorrido? No; lo que el pensamiento cristiano concibe es el
camino de Dios a los hombres, y su objetivación visible: la cruz. En
este punto del cristianismo es en el que solemos dar media vuelta ne-
gando con la cabeza. Pablo habría sido el primero en poner Ia cruz
en el punto central del mensaje cristiano, ya que Jesús nada dijo al
respecto. Y sin embar go, \a recta interpretación de la cruz de Cristo
no es más que la idea de Dios del propio Jesús, solo que agudizada
de la forma más abrupta y terminant e. La cruz es, por decirlo así, la
forma histórica visible que esa idea de Dios ha adoptado.
Dios viene al hombre que no tiene otra cosa sino un espacio para
Dios esa cavidad, ese vacío en el hombre, es lo que se llama "fe"
-y
en lenguaje cristiano-16. Esto significa que en la persona de Jesús de
Nazaret, reveladora de Dios, este se inclina por el pecador; Jesús, en
efecto, busca la compañía del pecador, se dirige a él con un amor ili-
mitado. Donde el ser humano ya no es nada, allí quiere estar presente.
El significado de la vida de Jesús no es otro que ser el testimonio de
esa voluntad divina en favor del pecador, en favor del hombre indig-
no y sin valor. Donde está Jesús, está presente el amor de Dios. Ahora
bien, ese testimonio solo es del todo firme cuando Jesús o el amor de
Dios no solo está presente donde el hombre se encuentra en el pecado
y la miseria, sino cuando Jesús además toma sobre sí la condición que
gravita sobre toda vida: la muerte; es decir, cuando Jesús, que es el
16. Sobre la fe como cavrdad, cf. K. Barth, Carta a los romanos 11.9221, BAC,
drid, 1998, entre otros pasajes, Proemio, pp. 81-82 y 87-90.
56
JESUCRISTO y DE LA ESENCTA DEL CRtSTtANtSMO
amor de Dios, muere efectiva y realmente. Solo así puede el hombre
estar seguro
*/qur el amor de Dios lo conduce y acompaña a través
de la muerteY/Es más, la muerte de Jesús en la cruz de los criminales
pone de manifiesto que el amor de Dios se abre paso incluso hasta
la muerte del criminal. Y cuando Jesús muere enla cruz clamando:
nDios mío, ipor qué me has ábandonadof olT, eso significa que Dios,
en su eterna voluntad de amar, tampoco abandona al hombre cuando
este se halla a punto de desesperar sintiéndose abandonado por Dios.
Jesús muere, de hecho, desesperando de su obra y de Dios; pero
justo esto significa precisamente la culminación de su mensaje: Dios
ama a los hombres hasra tal punto que junto con ellos y por ellos, como
testimonio de su propia voluntad de amar, toma sobre sí la muerte. y
solo porque Jesús, en la humillación de la cruz, da prueba del amor
suyo y de Dios por el mundo, tras la muerte viene la resurrección;
pues la muerte no puede retener al amor. nEl amor es más fuerte que
la muerte, (Cant 8, 6). He aquí el sentido del Viernes Santo y del Do-
mingo de Resurrección; a saber, que el camino de Dios al hombre con-
duce de regreso a Dios.
Así se cierra el círculo que forman unidas la idea de Dios del pro-
pio Jesús y la interpretación paulina de la cruz; así se convie rte ra crtz
en el centro y en el símbolo paradójico del mensaje cristiano. Un rey
que camina ala cntz es sin duda el rey de un extraño reino. Solo quien
entiende la profunda paradoja que representalactuzrpuede entender
todo el sentido que encierran las palabras de Jesús:
Mi reino no es de este mwndo (}n 18, 36).
Jesús no podía sino hacer pedazos la corona real que le ofrecían,
no podía sino rechazar aquella idea de Imperiwm Rornanum que le
llegó por vía de tenración, al seguir siendo fiel a su concepcián de
Dios, que le llevó ala cruz.
De esta interpretación de la cruz de Cristo se sigue además la res-
puesta a otra pregunta apremiante: icómo hay que considerar las demás
religiones ?, ino represen tan nadacomparadas con el cristianismo ? No-
sotros respondemos que la religión cristiana, como religión, nada tiene
cle divina; antes bien, es solamente otro camino humano hacia Dios,
como el budista y algunos otros; aunque, naturalmente, de otra índole.
Ma-
. Mt 27, 46; Mc 15, 34; cf . Sal
17 22, 2.
57

Cristo no es el portador de una nueva religión, sino el portador de
Dios. Por tanto la religión cristiana, como camino imposible del hombre
hacia Dios, no está por encima de las demás religiones; y el cristiano
no puede nunca hacer alarde de su condición de cristiano, condición
que sigue siendo .humana, demasiado humana"; 1o único que hace es
vivir de la gracia de Dios que viene a los hombres, que viene a todo
hombre abierto a esa gracia, cuyo significado aprende en la cruz de
Cristo. Por tanto, no es con la religión cristiana con lo que Cristo nos
obsequió, sino con lagraciay el amor de Dios, que culminan en la cruz.
Y a estas alturas hemos de abordar ya la pregunta de qué tiene
que decirnos la cruz hoy a nosotros, y si está en condiciones de re-
emplazar los ideales del humanismo. La cÍvz y el siglo xx: he aquí la
cuestión. Al plantearla, pasamos de lo doctrinal a 1o personal.
Nuestra época tiene, como la época del Imperio romano, sed de
ultimidad y sustancia, de algo que esté por encima de todo lo acostum-
brado y banal; tiene sed de redención. Esto es lo que ponen de mani-
fiesto el movimiento de la juventud y fenómenos como las sectas, el
misticismo, la antroposofía, las llamadas ciencias ocultas; y también
habla en favor de esto queremos creerlo- la gana insaciable de
-así
sensaciones y placeres de nuestros días; una sed que al beber se vuel-
ve cada vez más ardiente. Pues bien, preguntémonos si el deiarreglo
de nuestros días no lleva escrita en la frente la sentencia de que to-
dos los deseos humanos son pasajeros, de que todo en el mundo está
entregado a la muerte; preguntémonos si los que tenemos una guerra
mundial a nuestras espaldas, los que vivimos en la era de la competen-
cia económica más tremenda y del declinar de los valores espirituales;
si no cargamos todos nosotros con una pesada culpa que podría aplas-
tarnos contra el suelo.
Y en esta situación inada tiene que decirnos la cruz, cuyo contenido
es el amor compasivo de Dios, que da nueva vida al que muere y al cul-
pable? A la vista dela cnn de Jesucristo, ino se nos abre ampliamente
la mirada más allá de nuestro tiempo hacia los días en que Dios todo
1o renovará? Y una cosa más: antroposofía, misticismo, las sectas y sus
iniciados, todos, para abrirse paso hasta Dios, ponen requisitos que no
todo ser humano puede satisfacer (como también lo hacía el humanis-
mo). Todo lo contrario que el cristianismo, que no exige ni formación
ni una especial aptitud para entender las honduras de la vida y de la
divinidad, que exige únicamente reconocer la gloria exclusiva del Dios
eterno y la propia nulidad en su presencia. El cristianismo habla de la
.58
JESUCRTSTO y DE LA ESENCTA DEL CRtSTtANtSMO
gracia de Dios derramada sobre los pecados de las grandes ciudades.
l)onde la miseria y la culpa se acumulan espantosamente, donde
las manos encallecidas se crispan desafiando quizá al destino; allí pre-
cisamente el cristianismo habla del amor de Dios: oÓyeme bien: seas
r¡uien seas, eres hijo de Dios, y por pura e inconcebible gracia divina,
cl amor de Dios te envuelve. Acépta esta palabra, cree en ellay con(ta
cn lo que ordena; y no confíes en ti, ni en tu partido, ni en tu traba-
i<r, ni en tu religión. Dios hace según su voluntad. Haz tú que tu mi-
scria se convierta en la presencia salvífica de Dios; escucha, desde tu
cnlpa y tu necesidad, lavoz del Dios vivo y eterno».
El emperador Constantino, antes de la batalla que había de llevar-
Ir¡ a la victoria y al poder, vio, según cuentan, el signo de la cruz en
cl cielo junto con estas palabras: áv toútrp vrrcflg...lS. Pues bien, nues-
rro pueblo atraviesa por luchas espirituales de dimensiones insólitas;
e I nacimiento de la modernidad resulta doloroso y difícil, y de eso se
resiente nuestro tiempo; pero ya va hacia su desenlace. tllegaremos
rl tener dominio sobre lo que nos oprime y sobre nuestro futuro, o
sucumbiremos? iSerá el siglo xx la hora de la muerte de Alemania y
de Europa? Es ahora cuando cumple hacer referencia a aquel signo de
la cruz: el Dios del universo está por nosotros, que no somos más
que polvo en su presencia, a condición de que nos pongamos solo
cn sus manos y solo u É1 demor gloria; hace que la graciay el per-
dón resplandezcan por encima de la sombría culpa de este siglo y de
nuestra generación; entra en nuestro tiempo, vive con nosotros, vive
por nosotros hasta la muerte; hace el camino al ser humano, y lo
hace hasta la cruz.
Paisanos alemanes: este es el Dios de vuestra fe; É1 os formó como
pueblo y con vosotros estará. En pugna por vuestro futuro, mirad a la
cruz, el símbolo más asombroso de vuestro Dios; y podéis estar segu-
ros: isolo con este signo venceréis!
18. oCon este signo vencerás', (Eusebio, Vida de Constantinol,2S).
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