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Dominio Propio: Si estás decidida a

esforzarte por ser una joven virtuosa y


estás poniendo todo tu empeño en vivir
de acuerdo al conocimiento que
adquieres de la Palabra de Dios, te vas a
encontrar en una lucha cuerpo a cuerpo
contra tus propios deseos. Vives en una
sociedad que ha puesto en el trono a las
emociones y los deseos carnales, así que
si quieres crecer en tu caminar con
Cristo, entonces tienes que decidir
quién estará en el trono de tu corazón.
Necesitas silenciar esos mensajes
constantes que te gritan: satisface tus
propios deseos, libera tus emociones,
sigue tus instintos; mientras subes el
volumen de la Palabra de Dios que te
dice: sé sobria, prepara tu mente para
actuar conforme a la Palabra de Dios,
entrena tus sentidos para agradar a
Dios, somete tus emociones al Señorío
de Cristo. Vas a necesitar mucho más
que “fuerza de voluntad” para romper
malos hábitos alimenticios, o la
adicción a una sustancia que controla
tu cuerpo o quizás un pecado sexual al
que te sientes atada y hasta para
callarte cuando no puedes parar de
hablar. Necesitarás el poder del
Espíritu Santo obrando en ti, porque el
dominio propio es un fruto del
Espíritu.(Gal. 5:22) Así que sé
intencional al ceder el control de cada
mal hábito y de todo lo que te domina al
Señor, ríndete a su señorío y esfuérzate
en decir “no” por el poder de Dios que
mora en ti.
Perseverancia: Una de las cualidades
que caracteriza la juventud es la
inconstancia, esa actitud tan voluble de
ver la vida. No me refiero
específicamente a cuantas veces una
joven cambie de carrera o de corte de
cabello, si no de la capacidad de
permanecer firme en la fe. La
perseverancia es la paciencia en
soportar lo que sea necesario por
levantar el nombre de Cristo en
nuestras vidas, es la capacidad de
resistir en medio de las presiones y el
pecado que nos arropa; es la
persistencia que no se da por vencida
porque tiene muy claro cuales son las
promesas de Dios que alimentan el
alma. Aún en tu corta edad, aunque
todavía no estés tomando
“trascendentes” en tu vida (más que la
ropa que te vas a poner y la hora en la
que harás tus tareas) quiero animarte a
que te esfuerces en ser fiel a Dios todos
los días, a ser constante en tu
determinación de perseguir la virtud, el
conocimiento de la Palabra de Dios y en
ejercitar el dominio propio. ¡Sé fiel en
cada detalle de tu vida! Persevera ante
cada tentación y te aseguro que llegará
un día en el que Jesús vendrá y te dará
la corona de la vida, que Él ha
prometido a los que le aman. (Stgo.
1:12) Jovencita, esa es toda la esperanza
que necesitas para esperar con
paciencia.
Piedad: Una joven que se esfuerza en la
piedad, se caracteriza por su lealtad y
reverencia ante Dios, ella tiene sus
prioridades claras y todas están
marcadas por su amor por Dios. Ella
vive enteramente para agradar a Su
Salvador, así que no hay división ni
departamentos en su conducta, ella es
cristiana las 24 horas del día. La piedad
no es una aureola resplandeciente, ni un
aro dorado que flota encima de tu
cabeza, no necesitamos sobre-
espiritualizar este concepto, la piedad
es tu desempeño como hija de Dios, es
tu devoción y dedicación a adorarle con
tu vida y a través de tu servicio a otros.
¡Recuerda 1 Pedro 1:3! Lo mejor de todo
es que este mandato a que nos
esforcemos en la piedad, incluye la
garantía de que tenemos TODO lo que
necesitamos para crecer en ella.
Esfuérzate al máximo por cultivar un
corazón sometido a Dios, porque
tendrás beneficios en esta vida y para la
eternidad. (1 Tim. 4:8)
Fraternidad: Si has nacido de nuevo a
la familia de Dios, necesitas esforzarte
en amar a tus nuevos hermanos en la fe.
Este tipo de afecto fraternal no es
pasivo y no se limita a buenas
intenciones, es un amor decidido en
buscar oportunidades para demostrarlo
con sacrificios, es un amor que pasa por
alto la ofensa (1 Pedro 4:8) y que no
hace acepción de personas. Esto incluye
a las hermanitas de la iglesia que no te
caen bien y a las señoras que miran tu
ropa antes de mirar tu rostro, incluye a
las personas que son muy fáciles de
amar (a esas que admiras) y también a
esas que no están en tu listado de las “10
favoritas”. Cuando se nos hace muy
difícil amar, necesitamos regresar al
Calvario para recordar cuanto amor
hemos recibido a pesar de nuestro
horrible pecado y para buscar esa
abundante gracia que nos ayuda a
poner en perspectiva el pecado de los
demás y el nuestro. Se requiere esfuerzo
para ver que los demás necesitan de la
misma misericordia que nosotras
pedimos a Dios cada día, para buscar
con diligencia evidencias de gracia en
los demás y para hacer del amor a los
creyentes, la bandera que identifique lo
auténtico de nuestra fe. (Juan: 13:35)
Amor: El amor es la virtud más
excelente, es la garantía más fiel de
nuestra fe. El amor a Dios y al prójimo
es el resumen de la vida cristiana, todas
las demás virtudes se desprenden de
nuestra obediencia a este gran
mandamiento. El mundo ha definido
incorrectamente el amor como un
sentimiento o una atracción física, pero
la Biblia nos enseña de qué se trata, nos
dice cuáles son las formas en las que
necesitamos esforzarnos mientras
amamos a Dios y a los demás.
Necesitamos ser intencionales en amar
con paciencia, con toda bondad,
echando a un lado la envidia, la
jactancia, la arrogancia y toda ofensa.
Siendo diligentes en buscar el bien de
los demás, sin irritarnos, ni tomar en
cuenta el mal que recibimos,
persiguiendo la justicia y la verdad. Este
amor todo lo sufre, todo lo cree, todo lo
espera, todo lo soporta. (1 Cor. 13:4-7)
Para amar a la manera de Dios
necesitamos de Su poder en acción en
nuestras vidas, necesitamos ser llenas
del Espíritu Santo, porque el amor
también es un fruto del Espíritu y es la
esencia de Dios mismo; ¡Decide vestirte
de amor cada día! (Col. 3:14)

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