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24.11.16
El Estado y la justicia son la urdimbre y la trama que se extienden por toda la textura.
Y cuando la constitución del Estado está completa, la justicia no se descarta, sino
que va apareciendo bajo el mismo o diferentes nombres a lo largo de toda la obra
de Platón, la ley interna del alma del individuo, y finalmente, como el principio de
recompensas y castigos en una vida futura.
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Platón, Diálogos de Platón: La República, México, Libuk, 2010, 349 p.
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hace aquello para lo que está preparado. Las virtudes están basadas en la justica,
y ésta está basada en la idea del bien, lo que crea la armonía en el mundo, y se
refleja tanto en las instituciones como en los Estados.
Educación que abarca tanto moral como religión, tanto ciencia, como arte; y ésta
educación no se daría solo durante la juventud, sino durante toda la vida. Un Estado
así es difícil de levantar en un mundo como éste, y si en algún caso se llegara a
lograr, se degeneraría muy rápido. El ideal perfecto declina en el gobierno del
soldado y el amor al honor, pero esto se degenera a largo plazo en una democracia,
y ésta en tiranía.
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Vegetti, Mario, Quince lecciones sobre Platón, España, Gredos, 2010, 304 p
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empezamos otra vez un nuevo ciclo de la vida humana, sino que pasamos de lo
mejor a lo peor, y es ahí donde acabamos, repitiendo el mismo ciclo.
Sin embargo, la poesía es expuesta, siendo una imitación que nos aleja de la verdad
y Homero, por ser uno de los grandes poetas, es declarado como imitador, y es
enviado al destierro intelectual junto con la poesía. Y la idea del Estado es
suplementada con la revelación de una vida futura. Pero esta pregunta ya se ha
hecho mucho, tanto en los tiempos antiguos como en los modernos.
Justo como los judíos profesaban el reino del mesías, o “el día del señor”, o el “Sol
de la justicia con sus alas sanadoras”, solo nos transmiten, al menos para nosotros,
sus grandes ideas espirituales, por eso a través del Estado griego, Platón nos revela
sus propias ideas acerca de la perfección divina que es la idea del bien, como el sol
en el mundo visible.
Acerca del mundo que es la encarnación de ellos, acerca de un reino que no existe
en la tierra, sino en el cielo, para ser el patrón y regidor de la vida humana. Cada
sombra de luz y oscuridad, de verdad, y de ficción que es el velo de la verdad, es
permitida en un trabajo de imaginación filosófica. No todo está en el mismo plano;
se puede pasar fácilmente de ideas a mitos y fantasías, de hechos a figuras
discursivas.
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No es prosa, sino poesía, al menos una gran parte de ella, y no debería ser juzgada
por las reglas de la lógica y las probabilidades de la historia. El escritor no está
exponiendo sus ideas en un modo artístico; ellas toman posesión de él y son
muchas para él. No necesitamos exponer si un Estado como el concebido por Platón
es posible o no.3
La practicidad de sus ideas no tiene nada que ver con su verdad; y los pensamientos
tan altos que tiene Platón, pueden llegar a ser su más grande marca de identidad,
la justicia por encima del marco externo del Estado, la idea del bien por encima de
la justicia.
La atención respetuosa que es mostrada por Sócrates hacia él, le lleva a preguntar
cuestiones que todos los hombres, ya sea viejos o jóvenes, deberían preguntarse o
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Vernant, Jean-Pierre, Los orígenes del pensamiento griego, España, Paidós, 1992, 145 p.
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tener interés. ¿Quién mejor para levantar la pregunta acerca de la justicia que él,
quien la vida parece ser la misma expresión de ésta?
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La inequidad de la situación agrega un gran humor a la escena. El pomposo y vacío
sofista, esta indefenso en las manos del gran maestro de la dialéctica., quien conoce
como tocar todos los muelles de la vanidad y debilidad en él. Éste es en muy gran
medida irritado por la ironía de Sócrates, pero su ruidosa e irracional furia solo hace
más y más grande la sonrisa de su agresor.
Cuando es atacado por Glaucón, es defendido por Sócrates, como alguien que
nunca fue su enemigo y es ahora su amigo. Cuando Trasímaco es silenciado, los
dos principales personajes que respondían, Glaucón y Adimanto, aparecen en
escena. Aquí tres actores nuevos son introducidos: a primera vista, los dos hijos de
Aristón, parecen tener un aire familiar, pero en una examinación posterior de ellos
la similitud desaparece, y son vistos como personajes completamente distintos.
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Cuando Glaucón insiste en que la justicia y la injusticia deben ser consideradas sin
ponerse de por medio sus consecuencias, Adimanto comenta que estas son
consideradas por la humanidad solamente por estas mismas; también dice, al inicio
del libro cuarto, que Sócrates falla al hacer a los ciudadanos felices, y éste le
contesta que la felicidad no es la primer cosas que se busca, sino la segunda; no el
objetivo principal sino la consecuencia secundaria del buen gobierno de un Estado.
En una de las partes más grandes del libro sexto, las causas de corrupción de la
filosofía y la concepción de la idea del bien son discutidas con Adimanto. Glaucón
se reserva su lugar de argumentado principal, pero tiene dificultad en comprender
la educación tan alta de la que está dotado Sócrates, y se equivoca varias veces en
el transcurso de la discusión.4
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Taylor, Alfred E., Platón, el hombre y su obra, Inglaterra, Methuen, 1955, 588 p.
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distinguibles, y, al igual que en cualquiera de los diálogos de Platón, no hay ningún
personaje que se repita.
Se vuelve incluso más dogmático y constructivo. Pasando más allá del rango de lo
político y de lo especulativo de las ideas del Sócrates real. En un pasaje, Platón
mismo parece intimar que ha llegado el tiempo de que Sócrates, que ha pasado
toda su vida en la filosofía, de una opinión propia, y no estar, como siempre,
repitiendo lo que dicen otros hombres.
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Reale, Giovanni, Por una nueva interpretación de Platón, España, Herder, 2003, 958 p.
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No podemos estar absolutamente seguros de que Sócrates mismo enseñó la
inmoralidad del alma, que es totalmente desconocida para su discípulo Glaucón en
la Republica; no hay ninguna razón para suponer que él no usó mitos o revelaciones
de otros mundos como vehículos de instrucción, o que pudo desaparecer la poesía
griega o denunciar su mitología.
Su juramento favorito es retenido, solo se hace una muy vaga mención del daemon,
o signo interno, al que hace alusión Sócrates como un fenómeno peculiar de él
mismo. Un elemento real en la enseñanza de Sócrates, que es más prominente en
la republica que en cualquier otro dialogo, es el uso del ejemplo y la ilustración,
“vamos a aplicar la cuestión a instancias comunes”, a lo que Adimanto en el libro
sexto contestó, que él (refiriéndose a Platón) no era de los que estuvieran
acostumbrados a hablar en imágenes.
El animal compuesto en el libro noveno, es una alegoría a las partes del alma. El
capitán noble, el barco y el piloto en el libro sexto hacen referencia a la relación de
la gente con los filósofos en el Estado que ha sido descrito.
Los hombres en general son incapaces de filosofar, y por esto se crean una
enemistad con los filósofos, pero el mal entendimiento de él es imperdible: para
aquellos que nunca lo han visto como verdaderamente es en su propia imagen, solo
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están provistos con sistemas artificiales sin poseer palabras de verdad alguna, y
con unos líderes que no tienen nada con que medirse, y son ignorantes hasta de su
propia estatura.
Los filósofos si bien pueden ser los reyes, no están obligados a serlo, no es su
responsabilidad, aunque a pesar de todo esto, es lo justo para el Estado, ya que
ellos son los único que saben lo que es el bien para todos, y los únicos que pueden
obrar en torno al bien común para la comunidad.
Bibliografía:
Platón, Diálogos de Platón: La República México, Libuk, 2010, 349 p.
Reale, Giovanni, Por una nueva interpretación de Platón, España, Herder, 2003,
958 p.
Taylor, Alfred E., Platón, el hombre y su obra, Inglaterra, Methuen, 1955, 588 p.
Vegetti, Mario, Quince lecciones sobre Platón, España, Gredos, 2010, 304 p.
Vernant, Jean-Pierre, Los orígenes del pensamiento griego, España, Paidós, 1992,
145 p.
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