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ADOPCIONES QUE FRACASAN

Jesús Palacios

Raquel Rupérez Bautista


¿Qué es una adopción fracasada?
No existe un acuerdo en cuanto a cómo definir qué se considera una adopción fracasada
ni tampoco sobre los criterios que han de ser tenidos en cuenta para valorar si una
adopción ha sido fracasada o, por el contrario, exitosa.
En el texto, se propone, que una adopción fracasada es una separación no deseada y sin
retorno que se produce con un/a menor adoptado/a y una vez constituida jurídicamente
la adopción.
¿Cuántas adopciones fracasan?
Al formular una cifra, en referencia al número de casos en que se ha fracasado en la
adopción, hemos de tener en cuenta diversos factores:
¿Hemos de incluir, como adopciones fracasadas, aquellos casos en que el proceso se
interrumpe durante el acogimiento preadoptivo? En caso afirmativo, se obtendría una
cifra mucho más elevada, que si consideramos únicamente los casos en que la adopción
ya ha sido formalizada mediante el proceso judicial. En tal caso, la cifra desciende
considerablemente.
Otro factor a considerar, así mismo, es el hecho de que el número de adopciones que
fracasan puede variar de forma notable, según si tenemos en cuenta las adopciones
nacionales o las adopciones internacionales. La mayoría de estadísticas de las que se
disponen en España, hasta el momento, se refieren a adopciones nacionales. Aun así, las
cifras varían; van desde un 5% hasta un 30% de casos en que se considera la adopción
como fracasada.
En cuanto a los fracasos en adopciones internacionales, los datos son escasos.
¿Por qué se producen los fracasos?
Los fracasos, en las adopciones, se producen como consecuencia de un conjunto de
factores, que son considerados de riesgo, en los cuales se combinan ciertas
características de los/as menores adoptados/as, de las personas adoptantes y de la
intervención profesional. Tales factores no son constituyen elementos causales del
fracaso en la adopción, sino que en conjunto con otros factores determinados, aumenta
la probabilidad de que el proceso de adopción transcurra con mayor dificultad.
Entre los factores de riesgo encontramos:
Características de los/as adoptados/as
La edad elevada del/a menor en el momento de la adopción; que el/la menor presente
problemas de conducta (relacionado con la exposición a situaciones de adversidad en su
historia previa a la adopción); dificultades en la vinculación; país de origen del/a menor.
Por su parte, el papel del género no está aun claro. Lo mismo ocurre al hablar de los
casos en que los/as menores presenta en necesidades especiales específicas; no parece
guardar relación con un número más elevado de fracasos, pero no se puede asegurar con
certeza.
La adopción simultánea de varios hermanos, por otra parte, podría aumentar el riesgo de
fracaso en la adopción, por el hecho de que es muy probable que, entre varios menores
se reúnan algunas de las características que han sido citadas.
Características de los adoptantes
Si consideramos a las personas que adoptan, se observa un mayor número de
adopciones fracasadas en aquellos casos en que los adoptantes presentan un nivel
educativo alto. Se propone que puede deberse estos adoptantes quizás se formen unas
expectativas en cuanto al menor, sobre todo en el ámbito académico, que quizás éste no
puede cumplir.
En cuanto a la estructura de la familia y a su composición, no se ha demostrado, hasta el
momento, que ninguna composición familiar guarde relación con una tasa más elevada
de fracasos en la adopción.
Una variable que sí constituye claramente un factor de riesgo es la ausencia de una red
de apoyo, de la que la familia pueda servirse en momentos críticos, o para pequeñas
necesidades de la vida diaria. La necesidad de esta red de apoyo se hace especialmente
necesaria en los casos de familias monoparentales.
Otro factor de riesgo lo constituye la existencia de hijos/as previos, a la adopción, en la
familia. No obstante, se ha de tener en cuenta, en tales casos, la diferencia de edad que
pueda haber entre hermanos. Por ejemplo, que el/la menor adoptado/a tenga la misma
edad, o aproximada, que otro hijo de la familia puede conllevar un riesgo mayor de
fracaso en la adopción.
Otro elemento a considerar son las posibles motivaciones que los adoptantes presenten.
Existen casos en que la principal motivación para adoptar a un/a menor no consiste en
ejercer de padre/madre con un/a niño/a, sino que aparecen otro tipo de motivaciones. Un
ejemplo puede ser cuando la adopción se solicita para dar un compañero de juego a
otro/a hijo/a que ya tienen los adoptantes. Constituye un riesgo adoptar a un/a menor en
tales condiciones.
También, grandes discrepancias entre respecto a la motivación para adoptar y
diferentes expectativas en el proceso parecen guardan relación con el fracaso en la
adopción.
Aumentan la probabilidad del fracaso en una adopción, también, ciertas características
personales que hacen difícil que un/a menor y el adoptante creen una vinculación (por
ejemplo, frialdad en la persona que adopta). Asimismo, dificultades en la resolución de
problemas educativos (rigidez educativa), también aumenta el riesgo que de que la
crianza del/a menor se complique.
Características de la intervención profesional
Un factor de riesgo, en este ámbito, lo constituye la ausencia de formación específica
para la adopción. Tal formación, ha de ser obligatoria para los adoptantes, pues les
ayuda a conocer el proceso de adopción, a conocer posibles dificultades que pueden
encontrar y cómo podrían solucionarse, qué tipo de atenciones y cuidados podría
necesitar el/la menor adoptado/a…
La intervención de profesionales que no conocen el sentido completo de la valoración
de idoneidad, así como del complejo proceso de adopción, constituyen un elemento de
riesgo que podría complicar el proceso de adopción de un/a menor.
La escasez o ausencia de seguimientos y apoyos tras la adopción, contribuye al fracaso.
¿Qué se puede hacer ante este problema?
Se propone el “Modelo de necesidades-capacidades”. Tal modelo implica: un proceso
formación para los adoptantes, que ayude a mejorar sus conocimientos, a resolver sus
dudas, a sensibilizar a los adoptantes ante las necesidades de los/as adoptados/as, para
que puedan responder ante tales.
Se formula la valoración de idoneidad como una ayuda a la reflexión acerca de la
adopción y se resalta la importancia de decidir en qué medida se considera que unos
solicitantes determinados reúnen las capacidades necesarias para adoptar a un/a menor
concreto. La idoneidad se presenta como una cualidad específica entre unos adoptantes
concretos con un/a menor.
Se destaca la relevancia de realizar seguimientos tras la adopción, pues constituye un
medio que podría ayudar a prevenir el fracaso en una adopción.
Ofrecer un servicio de postadopción (asesoramiento profesional, intervenciones
terapéuticas, mediación en la búsqueda de orígenes), también, es una forma útil de
ayudar y apoyar a las familias adoptantes.
Sin duda, se hace necesario adoptar una serie de medidas que protejan tanto a
adoptados/as como adoptantes y familias, de tales factores de riesgo, y que favorezcan
el desarrollo de factores protectores. En la medida en que se consiga, se ayudará a
prevenir algo tan devastador para el/la menor como una adopción fracasada, que
añadida a su historia previa de adversidad, podría tener un gran efecto perjudicial sobre
su persona, dificultando su desarrollo integral.

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