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EDWARD DERATANY
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REFUGIO
EN EL
LUGAR
SECRETO
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Edward Deratany

REFUGIO
EN EL
LUGAR
SECRETO
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Literatura Evangélica
REFUGIO EN EL LUGAR SECRETO
Originally published in the USA under the title
REFUGE IN THE SECRET PLACE
© Copyright 1971 by G/L Publications
Glendale, Calif.

© Copyright 1974 por CLIE. Ninguna parte de


este libro puede ser reproducida sin el permiso
escrito de los Editores, a excepción de breves
citas.

Versión española del Dr. Samuel Vila

ISBN 84 - 7228 - 154 - X


Depósito Legal: B. 51.944 - 1974
VIMASA I.G. - Dr. Moragas y Barret, 113-115. - TARRASA
Printed in Spain
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INDICE

PREFACIO 7
RECONOCIMIENTOS 9
Así ES COMO SUCEDIÓ . 11

Cap. l. EL SALMO, EL SALMISTA Y USTED 17


» 2. EL LUGAR SECRETO . 25
» 3. PROHIBIDA LA ENTRADA A LOS
NIÑOS 29
» 4. LA SOMBRA DEL OMNIPOTENTE. 37
» 5. INCLUYE AMBAS COSAS 45
» 6. EL NOMBRE QUE ESTA EN JUEGO 51
» 7. LIBERACION GARANTIZADA 55
» 8. SEGURIDAD DE ARMAS SECRETAS 61
» 9. COBIJO ADECUADO . 67
» 10. GARANTIAS CONTRA EL TERROR. 75
» 11. «NO VA A OCURRIRME A MI» . 87
» 12. ¿POR QUE? 93
» 13. PERFECTA PROTECCION 97
» 14. VICTORIA COMPLETA 103
» 15. LA LLAVE DEL LUGAR SECRETO. 111
» 16. BENDICIONES ILIMITADAS . 119
» 17. «DIRE YO... LA EXPRESION DE
CONFIANZA» 131
» 18. DOS DESIGNIOS A PRUEBA. 147
» 19. «YO LO HARE ... DICE DIOS TRIUN-
FANTE» 159
» 20. CONCLUSION 171
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PREFACIO
Pocos escritores de libros devocionales han son-
deado las profundidades o subido a las alturas de la
Palabra de Dios como lo ha hecho Edward Deratany,
estudiante de la Biblia, predicador y maestro espe-
cializado en el estudio del salmo 91.
El autor ha podido acrecentar su comprensión de
la Biblia mediante varios viajes a la Tierra Santa y
por sus personales experiencias. Hay nubes que oscu-
recen la vida de todo cristiano. Ninguno de nosotros
escapa a las tristezas, pruebas y pesares de la tierra.
Sin embargo, cada prueba a la que hacemos frente
es permitida por la mano de Dios y tiene como pro-
pósito acercarnos más al Lugar Secreto.
Los poemas que encontramos en el libro de los
Salmos son sublimes en su mensaje y admirables por
su belleza. Fueron experiencias reales para las per-
sonas cuya fe y sentimientos, reflexiones y triunfos
dieron lugar a su producción.
Relacionado con su propia experiencia en el Lugar
Secreto, el autor ha encontrado en el salmo 91 un
catecismo de confianza en Dios. Puede hablarnos
con la seguridad del hombre que conoce a Dios. El
énfasis está en un acercamiento mayor a Dios para
depender enteramente de El. El alma confiada que
ha hecho a Dios su refugio, encuentra que el mal es
limitado y que él está seguro.
Estoy cierto de que cada lector será bendecido
e inspirado por este libro, como yo lo fui leyendo su
manuscrito.
GoROON A. FoUBISTER

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RECONOCIMIENTOS
Estoy profundamente agradecido a Mildred Melzer
Collier y a Kay McClelland por el generoso trabajo
de preparar el manuscrito; a los comisionados Glenn
Ryan, Alfredo J. Gilliard, Marta Galbraith, Doris
Greig y Gordon Foubister, por leer el manuscrito y
alentarme a completar la obra. Pero, por encima de
todos ellos, va mi gratitud a mi amada esposa Ana,
que compartió las experiencias que dieron lugar a
estos estudios y fue todo lo que una compañera pue-
de ser en amor, paciencia y aliento. A ella y a la
gloria de Dios dedico este libro.
El valor espiritual de este volumen ha sido gran-
demente aumentado por el uso de citas de otras per-
sonas cuyo dominio de la teología y del arte de la
exégesis bíblica han enriquecido mi propia vida, y
estoy seguro de que enriquecerá la de los que lean
este libro. ·
También va mi gratitud a quienes amablemente
me permitieron citar sus publicaciones, a saber:
The Macmillan Co.
Harper and Row Publishers Inc.
The Colonial Press
The Salvation Army
Campfield Press
Bethany Fellowship Inc.
Abingdon Press
Harvest Publications
Moody Press
Wm. B. Eerdmans Publishing House Co.
Fleming H. Rewell
Zondervan Publishing House

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ASI ES COMO SUCEDIO


Es peligroso, a menos que seáis muy sinceros,
orar con el salmista: «Escudríñame, oh Dios, y cono-
ce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamien-
tos; y ve si hay en ellos algún camino de iniquidad
en mí y condúceme por el camino eterno:P (Salmo
139:23-24).

PORQUE DIOS PUEDE TOMAROS LA PALABRA ...


¡Y PROBAROS!
Experimentar crecimiento y desarrollo espiritual
es normal en la vida de un cristiano. Testificar de
esto es también necesario. Somos amonestados a
«que anunciéis las virtudes de Aquel que os ha lla-
mado de las tinieblas a su luz admirable» (1ª Pe-
dro 2:9). Dentro de la experiencia normal hay el
peligro de sentir y pensar: «Ya lo he conseguido.»
El proceso de Dios para el desarrollo espiritual
nunca llega a un término de absoluta perfección,
de absoluta santificación.
Las pruebas constantes tienen como propósito de-
sarrollar y multiplicar los frutos del Espíritu. Jesús
dio testimonio de esta verdad en su último mensaje
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a sus discípulos antes de ir al Calvario: «... todo


pámpano que lleva fruto lo limpiará para que lleve
más fruto» (Juan 15:2). Dios no tan sólo quiere fruto,
sino que desea una más alta calidad de fruto. Cuando
El poda, quita mucha superficialidad.
¡Así. es como empezó conmigo! Después de casi
cuarenta años de crecimiento espiritual y gozoso
servicio, me encontré en el crisol de Dios, experi-
mentando como nunca antes el intenso fuego de la
purificación. No es que no hubiese sido antes pro-
bado; pero esta vez, para usar una apta figura bí-
blica: «Encendió el fuego siete veces más.»
Desde que yo era un adolescente tomé la determi-
nación de llegar hasta el cabo en lo que se refiere
a fidelidad, fiel servicio ¡:iJ Señor y búsqueda por su
voluntad; y mis trabajos por su Reino fueron since-
ros e intensos. Yo quería de todas las maneras que
El se revelara a mí. Esto era característico en mi
naturaleza y tenía en mi favor la exuberancia y en-
tusiasmo de la juventud.
Gradualmente, con la madurez, pero sin propósito
especial de mi parte, recibí las bendiciones normales
y el buen éxito que Dios concede generalmente a sus
siervos sinceros. Tuve en mi beneficio la seguridad
de una organización de alto prestigio y una posición
elevada en sus filas; la promesa de futuras promo-
ciones, un sueldo regular (no excesivo pero suficien-
te); una segura y generosa promesa de retiro por
los años que había trabajado; sin olvidar el cariño
de mi jefe y la buena reputación entre mis compa-
ñeros y asociados en la obra. Yo, sin quererlo y muy
naturalmente, empecé a poner más confianza en
estas cosas de lo que yo mismo creía, y ¡entonces
vino el golpe!
Como un torbellino que se forma repentinamente
en un cielo azul, me encontré conque Dios me pedía
abandonar todas estas cosas, incluyendo el posible

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peligro de perder a todos mis amigos, favor y fortu-


na en el altar de mi obediencia. Más aún, tuve que
hacer frente a la posibilidad, más tarde experimen-
tada, de mala comprensión y oposición de muchos.
Sólo tuve un recurso: una confianza absoluta en Dios
sólo. El resultado de treinta años de servicio ante
los hombres podía ser sacrificado y llegar a lugares
más profundos si yo obedecía lo que parecía ser
la voz y la voluntad de Dios. Era, en verdad, muy
dura la lección, a la que podía bien llamar una ex-
periencia traumática.
Al principio, y en medio de estas circunstancias
de prueba, cuando la práctica de la fe personal en
los valores eternos estaba en contra de otros valo-
res, fui llevado por el Espíritu Santo a considerar el
salmo 91. Su oportuno mensaje sobrecogió mi alma
de tal modo que me vi literalmente en él. Por cer-
ca de dos años comí, bebí, respiré, me bañé y an-
duve en la consideración de este salmo. Sus palabras
fueron realmente mi aliento vital, medicina y aliento;
mi felicidad y mi refugio. Era este salmo la base de
mis devociones por la mañana y por la noche. Me
servía de fortaleza y consuelo durante el día, y de
meditación e inspiración en la quietud de la noche.
En una palabra, encontré en este pasaje bíblico todo
lo que me faltaba para darme fortaleza espiritual,
confianza y valor.
Apenas pasaba un día durante este tiempo sin que
hallara nuevas luces para guiarme y fortaleza para
mi vida espiritual en este salmo.
Por supuesto, su verdadero valor consistía en ser
Palabra de Dios y la base para mi comunión con El.
Durante todo este tiempo yo me sentía más y más
atraído al Lugar Secreto, y al mismo corazón de
Dios. Además era el desafío a mi propio corazón, a
la honestidad y franqueza para valorar mis propios
motivos, deseos y esperanzas. Ante la deslumbran-

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te luz del proceso purificador de la Palabra de Dios,


yo me sentía arrancado de cualquier posible senti-
miento de vergüenza ante los hombres, y de preten-
sión racional.
Hay una inclinación general y una fuerte tenta-
ción en todos nosotros a medir y pesar todas las
cosas en la balanza del aquí y ahora. Las cosas
físicas y materiales, que acarician nuestros sentidos,
cualesquiera que sean, tienden a influenciar nues-
tra comprensión e interpretación de la Sagrada Es-
critura. A menudo miramos a la Escritura incons-
cientemente y en relación con nuestras posesiones
terrenas: nuestra salud, nuestra posición y prestigio,
nuestro futuro y nuestros amados. Como es de com-
prender, aun cuando hayamos pasado por un nuevo
nacimiento espiritual y una nueva experiencia santi-
ficante, no dejamos de ser de la tierra, terrenos ...
(l.ª Corintios 15:47). Ciertamente nosotros ... «tene-
mos este tesoro en vasos de barro> (2.ª Corintios 4:7).
Todavía conservo un vivo retrato de cómo duran-
te mi infancia espiritual, y en mi encuentro inicial
con las Sagradas Escrituras, interpreté las bienaven-
turanzas en este sentido material. «Tener hambre y
sed» y «ser saciado» era para mí en aquel tiempo
una promesa de que Dios satisfacería mis necesida-
des físicas si yo era recto.
Para fortalecer este punto de vista, propio de mi
ignorancia, hubo el factor de que mi regeneración
espiritual tuvo lugar durante los años de la gran
depresión en América, o sea en los años treinta del
presente siglo, cuando llenar el estómago no era
cosa muy fácil. Me costó varios años antes de llegar
a comprender el verdadero significado espiritual de
este bendito pasaje.
Ahora, después de cerca de cuarenta años de cre-
cimiento y experiencia espiritual, Dios vio la nece-
sidad que yo tenía de un nuevo proceso de nueva
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valoración. Sus balanzas tienen diferentes sistemas


para medir libras y onzas, dólares y centavos, en
posición y prestigio. Yo había predicado siempre que
éstas y otras cosas eran secundarias en la devoción
y dedicación a El y a su voluntad. Ahora El quería
pesar la sinceridad de mis palabras y purificarme
de cualquier residuo que pudiera quedar. El fuego
fue muy vivo, pero el consuelo de su Palabra -el
salmo 91- y su presencia en mi vida eran preciosos
y deliciosos. Yo he experimentado y gozado literal-
mente todas las bendiciones que este salmo subraya.
Durante el mencionado período de dos años tuve
tan sólo el Espirito Santo como mi maestro e intér-
prete. Había leido y releído muchas veces antes este
salmo, pero entonces tomó para mí un nuevo signi-
ficado.
Durante esta experiencia fui invitado a dar una
serie de mensajes en un retiro espiritual para pas-
tores, y yo estaba tan lleno y emocionado con la ex-
periencia de estar en el Lugar Secreto del Altísimo
que me atreví a explicar este tema sin la ayuda de
notas escritas, hablando de la abundancia del cora-
zón. Nunca lo había intentado antes, y no hubiese
podido hacerlo sino por la extraordinaria experiencia
en que me hallaba, con y bajo la inspiración del
Espiritu Santo.
Por mucho tiempo continué leyendo este salmo
de vez en cuando. Después me sentí de nuevo llevado
a intensificar su lectura y estudio. Casi explosiva-
mente Dios me condujo a esta porción de su Palabra,
por el fuerte deseo de tratar de compartir por es-
crito algunos de los ricos favores y bendiciones que
estaba abundantemente gozando.
Hasta este momento no había sentido inclinación
a estudiar los escritos de otras personas sobre este
salmo. Estaba bastante contento (con un poco de pre-
sunción) en poder alimentar y fortificar mi propia

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alma según el Espíritu Santo me hablaba y enseña-


ba, pero desde entonces Dios me llevó a explorar lo
que El había inspirado que otros escribieran. Inevi-
tablemente aprendí de ellos muchas cosas.
Con gran admiración de mi parte, tras un largo
período de intensa búsqueda experimentando y go-
zando las verdades descubiertas, cuando intenté po-
ner estos pensamientos por escrito, el Espíritu Santo
continuó dándome nuevas ideas, de modo que varios
capítulos han sido escritos de nuevo con el propósito
de ensanchar la participación con otros de los teso-
ros de su Palabra.
El escribir ha sido siempre una pesadilla para mí,
pero en este caso me he gozado grandemente, por
anticipado, al pensar que estos pensamientos serían
recibidos por otras personas y que los lectores cose-
charían, por lo menos, una parte de la rica bendi-
ción que Dios me permitió sacar de este salmo, bajo
su presencia y con la enseñam.a del Espíritu Santo.
Este libro ha sido, pues, una experiencia en mi
vida, y el principio de una nueva vida de comunión
con El.
¡ASI ES COMO OCURRIO!

EDUARDO DERAtANY

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CAPITULO 1

EL SALMO EL SALMISTA
Y USTED

«El que habita en el Lugar Secreto del Altísimo»


(vers. l. Versión inglesa).

El dulce cantor de Israel, el pastor judío, el gue-


rrero invencible, el monarca majestuoso, fue algo
más que esto, pues el rey David ha hecho un impacto
indeleble en la historia, no por su espada, sino por
su débil pluma. Aquella pluma inspirada por el Espí-
ritu Santo nos dio los eternos salmos de alabanza,
lágrimas, arrepentimiento, adoración y... el SAL-
MO 91.
El comentario llamado The Interpreter' s Bible
(página 493) describe este salmo como: <~La ala-
banza, no con confianza propia, sino de uno cuya
esperanza está arraigada en Dios», y «Un exuberante
canto de fe».

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Las metáforas de este salmo parecen sacadas de


la vida nómada, que por lo general iba acompañada
de noches de brujería y encantos mágicos.
Gunkel y otros escritores han observado que tiene
este salmo ciertas cualidades didácticas.
«Se parece mucho al salmo 46.>
El Talmud Babilónico se refiere a este salmo
como: «El salmo contra la mala suerte>, y «El cán-
tico contra las plagas:..

EL AUTOR
Algunos autores antiguos creen que Moisés fue su
autor. Según ellos tiene que ser considerado como
un salmo nacional y Moisés lo usaría como antífona
en el desierto, del mismo modo que Josué hizo apren-
der a los hijos de Israel la antífona de bendiciones y
maldiciones entre el monte Gerizim y Ebal después
de su entrada en la tierra de Canaán (Josué 8:33-35).
La mayoría de los eruditos están en favor de que
David fue el escritor. Hay buenas razones para acep-
tar este punto de vista y considerarlo como la expe-
riencia personal del rey guerrero, en sus huidas del
envidioso Saúl. Sus correrías por el desierto, así
como su estancia en la cueva de Adullam, le propor-
cionaron grandes oportunidades para meditar. Al fin
del salmo parece referirse a su ascensión al trono.
Las siguientes opiniones apoyan este punto de vista:
«Estas son las palabras de alguien que había re-
cibido más que cualquier otro hombre los dardos
de la ingratitud y las saetas mortíferas de las tribu-
laciones de la vida, pues nadie probablemente, ex-
cepto el Hijo de David, igualó al gran rey en pena-
lidades, desengaños y contradicciones. Y éste es su
testimonio de que en medio de todo hay un Lugar
Secreto en las alturas, bajo el amparo de la Omni-

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potencia divina, a la sombra de la mano de Dios>


(J. Vaughan, Fifty Sermons, 9.ª serie, p. 134).
«La imperturbable y profunda confianza que el
salmo revela hace, suponer que es la meditación de
un individuo» (Wycliffe Bible Commentary, p. 529).
«Da la impresión de que se trata de un joven
alegre y entusiasta> (lnterpreter's Bible, p. 493).
No puede ser olvidada, en apoyo de que David
fue el escritor, la simpatía .que el lector siente por
él a medida que se estudia este salmo, alentador e
inspirador.

EL TEMA
Hay una estrecha armonía y unanimidad entre
los comentaristas de la Biblia cuando llegan al men-
saje de este cántico. Con exquisita belleza revela
la profunda confianza y seguridad del autor. Los
que están en comunión con Dios se sienten seguros
con una santa serenidad y calma en todos los tiem-
pos. Jehová es una segura defensa. «Ningún mal
caerá sobre ti. Dios enviará a sus ángeles que te
guarden en todos tus caminos. ¡Qué cosa tan gloriosa
es tener una fe como ésta!> (H. H. Halley, Pocket
Bible Handbook, p. 237).
El Comentario Bíblico de Abingdon (p. 568) su-
giere la idea de que la palabra «feliZ» formaba parte
del original y sería leído así: «Feliz es el hombre
que habita en el Lugar Secreto.» El sentido general
de este cántico es que aquel que se refugia en el
Lugar Secreto del Altísimo es feliz y está seguro.
Según las mejores reglas de la Hermenéutica, la
ciencia de la interpretación, la Sagrada Escritura
ha de ser tomada en un sentido general y no ha de
ser espiritualizado en una jota ni en un tilde a menos
que el asunto y el contexto le obliguen a uno a ello.
Debemos prestar atención a las palabras de un sa-

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bio, y no exprimirlas demasiado; sin embargo, es


justificable, y no podría ser de otra manera, inter-
pretar este cántico de confianza desde un punto de
vista simbólico. En apoyo de esta premisa debemos
considerar tan sólo las pintorescas figuras de «Lugar
Secreto» y «bajo la sombra de sus alas». ¿Qué otra
cosa podrían ser estas expresiones sino metáforas
de verdades espirituales que constituyen el meollo de
este cuadro idílico?
El hecho admirable es que estas promesas de ben-
dición son verdad tanto hoy día como en el tiempo
en que fueron expresadas.

EL PROPOSITO

En cuanto a este punto, las opiniones e ideas son


muy diversas entre los intérpretes del salmo. Hemos
encontrado bosquejos de este salmo que lo dividen
en seis puntos principales. La mayoría creen que
intervenían tres voces diferentes en su canto, pero
no hay unanimidad del criterio respecto a cuándo
principia y termina una voz. Otros comentaristas
no hacen referencia alguna a diversas voces, pero
dividen el salmo en asuntos. «Schmid sugiere que los
peregrinos que llegaban al templo cantaban los ver-
sículos de apertura a la persona que tenía el cargo
de abrir las puertas del templo, la cual replicaba a
los peregrinos con los textos siguientes. En cambio,
Leslie, así como Gunkel, suponen que los versículos
1 al 13 eran un discurso de los sacerdotes dirigido a
los laicos. Hay razones para suponer que los ver-
sículos 14 a 16 eran dichos por un sacerdote en nom-
bre del Señor» (Interpreter's Bible, p. 494).
Más bien que tratar de resolver este enigma lite-
rario, dejaremos al lector escoger el plan del salmo
que prefiera, sin dar ninguna opinión particular. Sin

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embargo, para aquellos a quienes gusta seguir un


plan, presentamos los siguientes para su considera-
ción:

EL COMENTARIO DE CLARK
I. Una proposición general en la cual se da
Vs. 1 seguridad de ayuda y protección a todo
hombre piadoso.
II. La prueba de esta verdad por tres ex-
Vs. 2 presiones:
Del hombre justo.
3-13 Amplificación por parte del profeta enu-
merando los peligros, la ayuda de Dios
y la protección de los ángeles.
14-16 De Dios mismo.
EL TARGUM. - Un diálogo entre David, Salomón y
Jehová.
Vs. 1 Declaración de David.
2 Respuesta de Salomón.
3-13 Respuesta de David.
14-16 El Ser Supremo confirma todo lo que Da-
vid ha declarado.

COMENTARIO DE LA BIBLIA DE WYCLIFFE.


Bosquejo de los privilegios de David:
Vs. 1- 2 Protección divina.
3- 8 Providencia divma.
9-13 Recompensa di-v ma.
14-16 Promesa divina (un oráculo de Dios).
WYCLIFFE trata este salmo también como una an-
tífona.
Vs. 1- 2 Primer cantor.
3- 4 Segundo cantor.
5- 8 Primer cantor.

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9-13 Segundo cantor.


14-16 Tercer cantor (que habla en una especie
de soliloquio divino en nombre de Je-
hová).

DELITZCH. - Sugiere una antífona variada.


Vs. 1 Primera voz.
2 Segunda voz.
3- 8 Primera voz.
10-13 Segunda voz.
14-16 Tercera voz (en nombre de Dios).

RALPH MITCHELL. - Atribuye este salmo a Moisés


y lo considera de una forma general, sin
divisiones literarias.
l.º El Lugar Secreto.
2.º El privilegio secreto.
3. º Posición segura.

DERATANY. - En el retiro de pastores ya mencio-


nado expliqué este salmo en cuatro perío-
dos y añadí consideraciones útiles para
el lector, bajo el tema general de «En el
Lugar Secreto»:
Vs. 1 La sombra del Todopedoroso.
4- 8 La seguridad del Todopoderoso.
9-13 El sostén del Todopoderoso.
14-16 La cumbre del Todopoderoso.

Evidentemente, en este pasaje, como en rnuchos


otros, la diversidad de ideas de los comentadores y
escritores es muy amplia. No hay que deplorar este
hecho, pues que da lugar a valoraciones personales
y abre la puerta a la posibilidad de descubrimientos
propios, no siempre aceptados por los eruditos sin

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hacer violencia al salmo. Ciertamente, el propósito


de la aplicación personal es ilimitado. Permítaseme
decir algo muy significativo y es que hay en este
salmo NO MENOS DE VEINTINUEVE (posiblemen-
te treinta y uno) BENDICIONES DIVERSAS Y DI-
FERENTES. Esto es suficiente para resolver una
gama muy amplia de necesidades, según las circuns-
tancias de cada alma humana.
Roberto Lewis Stevenson escribió: «Yo recojo el
trigo de muchos campos, pero lo muelo en mi propio
molino.» Tan sólo el Espíritu Santo es quien puede
dar una interpretación exacta aplicable a cada uno
de nosotros. Este es el principal deseo y oración del
autor al escribir este libro.

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CAPITULO 2

EL LUGAR SECRETO

«El que habita en el Lugar Secreto del Altísimo'>


(vers. 1).

Un lugar secreto no es un lugar común. Se dice


que el secreto mejor guardado es el poseído por
una sola persona. A veces es compartido por otra
o varias personas seleccionadas, quizás incluso bajo
juramento, que no lo compartirán; pero al hacer esto
siempre hay el peligro de un desliz. En el momento
que compartís un secreto, le quitáis o disminuís su
misterio y seguridad.
Se ha dicho que cuando comunicáis algún secreto
a una persona lo habéis comunicado, por lo menos, a
diez personas. Esto no es verdad siempre, pero la
naturaleza humana, por su flaqueza, no tiene la ten-
dencia de retener aquello que contiene una aureola
de misterio.

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Aunque de momento se resista a, decirlo al oído


de otro, con el paso del tiempo puede ser comuni-
cado hasta esparcirlo a todos los vientos. Pero el
Lugar Secreto es diferente; solamente tú y Dios co-
nocéis sus corredores y puertas secretas, pues para-
dójicamente no puede ser localizado en el tiempo o
el espacio. Es un estado de tu propio ser con respec-
to a Dios, y tan solamente tú, «el que habita», pue-
des entrar en él. Es peculiar y privadamente tuyo.
Tuyo sólo, nadie más puede penetrar en este lugar
y ocuparlo. No hay dos seres humanos que puedan
ocupar o compartir el mismo lugar con Dios.
Aunque este lugar es el lugar tuyo y no está al
alcance de otros, no hay límite para tales lugares.
Dios designa, y en gran manera desea, proveer de
lugares secretos para muchos más que los que los
están poseyendo. En su economía y bondad sobera-
nas tiene tantos lugares secretos personales como
individuos quieran vivir en tales alturas.
Lo curioso es que tal Lugar Secreto no puede ser
descrito. Los que lo poseen lo saben, pero definir y
describir esta morada mística es imposible. Traduce
Delitzch (pág. 60): «El que está sentado bajo la pro-
tección del Altísimo.» Esto se basa en el hecho de
que la palabra «habitar» implica estar bajo «SU»
inmediata protección.
Wycliffe (pág. 529) sugiere que este «Lugar Se-
creto» puede ser traducido por la palabra abrigo, y
que podría tener simbólica referencia a una de estas
tres cosas:
c:Los lugares en que se ocultó David cuando huyó
de Saúl. Por ejemplo, la cueva de Adullam.
»La habitación central del castillo de un jefe mi-
litar al cual sólo pueden tener acceso sus más ínti-
mos. (Dice que esto se encuentra representado en
el Tabernáculo de los hijos de Israel en el desierto.)
La morada del Eterno estaba en el centro del caro-

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pamento y en el lugar más resguardado, el Lugar


Santísimo. El Tabernáculo estaba rodeado por las
tiendas de 8.500 levitas por sus cuatro costados, y
este campo sagrado del Señor estaba circundado por
otro campamento más extenso de todos los israelitas,
incluyendo a los guerreros de Israel.) El Lugar San-
tísimo sólo era accesible a una persona, el sacerdote,
una vez al año.»
Aunque todos estos pensamientos son interesantes
y ayudan a comprender el sentido de esta frase, la
interpretación espiritual va más allá. «Pues esta ayu-
da y defensa es una fortaleza secreta conocida tan
sólo por unos pocos fieles» (Clarke, pág. 511). Así
que es un lugar en el que solamente Dios puede ser
encontrado y el enemigo no puede penetrar. Es un
lugar conocido sólo por el ojo de la fe. Con las pala-
bras de un piadoso y sencillo creyente: «Es algo
más fácil de sentir que de explicar.»
Finalmente, aunque el Lugar Secreto no puede
ser localizado o visto de ninguna manera, no signi-
fica que no pueda ser identificado de otro modo que
como lo expresa el salmista: «Es para mí una roca
de refugio a donde recurra yo continuamente . . .. pues
porque Tú eres mi roca y mi fortaleza» (Salmo 71:3);
o como lo traduce el Antiguo Testamento Amplifica-
do: «Es para mí una roca de refugio en la cual yo
habito, y una fortaleza de abrigo a la cual yo siem-
pre recurro, pues Tú eres mi roca y mi fortaleza.>
Debemos concluir de este y de muchos otros ver-
sículos que el Lugar Secreto está centrado en una
persona; esta persona es el Altísimo. Pablo resume
esta vida elevada con las palabras: «Vuestra vida
está escondida con Cristo en Dios» (Colosenses 3:3).
Esto no ha de ser confundido con alguna clase de
retiro monástico, pues con más frecuencia ha sido
la experiencia de personas rodeadas por un torbe-
llino de actividades.
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Por el otro lado, el ejerc1c10 de la oración, aso-


ciado tan a menudo con la vida de reclusión espiri-
tual, es el meollo de este Lugar Secreto. Sin embar-
go, es oración del tipo más elevado cuanto más
simple es. Rosalind Rinker lo dice en esta forma:
«La oración es la expresión del corazón humano en
conversación con Dios ... ; un diálogo entre dos per-
sonas que se aman.> Otro autor lo pone de esta ma-
nera: «La oración es tan simple, que es como abrir
suavemente una puerta y deslizarse a la misma pre-
sencia de Dios, y allí, en el silencio, escuchar su voz.
Presentar una petición, o solamente tener una es-
cucha, no importa, puesto que el mismo hecho de
estar en su presencia es ya una oración» (Seleccio-
nado).
¡Qué contraste con el rezo apresurado que practi-
can tantos cristianos antes de entrar en la cama!
¡Si es que llegan a practicarlo!
McAfee expresa el verdadero sentido de esta ex-
periencia mística cuando escribe:

Hay un lugar de quieto descanso,


Cerca del corazón de Dios.
Un lugar donde el pecado no puede molestar,
Cerca del corazón de Dios.
Hay un lugar de dulce consuelo,
Cerca del corazón de Dios.
Un lugar donde encontramos a nuestro Salvador,
Cerca del corazón de Dios.

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CAPITULO 3

PROHIBIDA LA ENTRADA
A LOS NINOS

«El que habita en el Lugar Secreto del Altísimo»


(vers. 1).

El Lugar Secreto, como el tesoro escondido, no


tiene valor a menos que sea descubierto y se apro-
veche plenamente. Asimismo, las ricas promesas es-
condidas en este salmo son accesibles tan sólo a
aquellos que las conocen, o mejor a los que han ex-
perimentado este Lugar Secreto y literalmente «habi-
tan allí».
¿Qué significa «habitar»? ¿Hay algún significado
especial en este verbo? La definición preferible y
más simple es la de uno que «se acomoda y se siente
completamente en casa».
Una cosa es tener acceso a un aposento y otra
cosa es habitarlo a gusto. Y aún más, habitarlo, no

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simplemente como un forastero, ni siquiera como


un huésped bienvenido, sino más íntimamente, como
el que ha tomado posesión y se encuentra cen casa>.
Un orador, evangelista o predicador itinerante,
puede hallarse rodeado de expresiones de amabili-
dad, aprecio y afecto por sus hospedadores. En su
deseo de expresarle plenamente su amor y simpatía
le ofrecen lo mejor que tienen: comida deleitosa y
toda clase de comodidades. A veces con exceso, por-
que van más allá de las costumbres normales del
visitante y quizá con verdadero sacrificio personal
por parte del hospedador. Cualquiera podría ser con-
siderado como ingrato si, a pesar de todas estas
amabilidades, el huésped prefiere sencillamente, y
desea con anhelo, hallarse de nuevo en su casa. Sin
embargo, esto es muy natural y común. Hay un con-
fort íntimo y natural en hallarse al lado de aquellos
a quienes uno ama, un lugar donde puede escoger
libremente cualquier habitación de la casa, vestir
de cualquier forma y gozar con franqueza sus platos
favoritos y pedirlos sin ser mal juzgado. Entonces
es cuando puede sentirse enteramente libre y no co-
hibido. Ciertamente, se dice que: «No hay sitio bajo
el cielo más dulce que el hogar.» cEl hogar es el
castillo de todo hombre.>
Pues ésta es la experiencia del alma que habita
en el Lugar Secreto del Altísimo. Como es en el caso
de un matrimonio ideal, no hay jamás falta de res-
peto o consideración, y aun de secreta admiración,
por parte de la otra persona. Las dos almas pueden
estar en lugares separados de la casa, pero existe
una unidad y seguridad entre ellos. Una mera frase
por cualquiera de los dos, puede ser el principio de
un río de conversación congenia!, pue5 el uno se goza
con expresar al otro todos los secretos, o si están
en silencio, siempre queda en ambos una atmósfera

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de simpatía y libertad para romper éste en cualquier


momento.
Sin embargo, existen hogares habitados por una
mujer de mal genio o por un marido borracho donde
las relaciones son muy tensas y el ambiente es frí-
gido como el Polo Norte. No es así en la morada
del Altísimo, en la cual existe perfecta armonía. El
Lugar Secreto es un lugar de plena comunión, pues:
c¿Cómo andarán juntos dos si no estuvieren en con-
cierto?> (Amós 3:3). ¡Qué mayor tesoro de comunión
puede haber que el hallarse en el lugar ().Dhelado
para aquel que se ha crucificado a si mismo hacién-
dose nada en su propia estima sólo para resucitar
y experimentar y poseer una morada favorecida en
el Lugar Secreto del Altísimo! ¡Allí el gozo es sin
medida! Es sentirse, no un extraño, ni un visitante
o transeúnte, ni siquiera un huésped, sino «habitar>,
encontrarse perfectamente en casa con el Altísimo.
Este no es un privilegio exclusivo para las perso-
nas de alta categoría, los ricos o los sabios, sino en-
teramente lo contrario.
«La persona común o poco ilustrada es a menudo
la que más íntima comunión puede tener con Dios.
No es que tenga que desdeñar la educación, pero
encuentra que el tiempo más precioso es el estar con
Dios. Puede que no sea capaz de discutir filosófica-
mente acerca de la existencia de Dios, pero tiene
la experiencia práctica: "Estad quedos y sabed que
yo soy Dios." Puede fallarle la ostentación de aque-
llos que buscan flores, pero Dios es el Maestro sin
igual para aquellos que quieren conocerle. Cuando
Jim Elliot era estudiante en Wheaton College escri-
bió a su padre: "Me avergüenzo al pensar en las
cosas que yo he dicho como si supiera algo acerca
de lo que la Sagrada Escritura enseña, y al llegar
a este colegio he visto que no sé nada." La religión
de mi padre es algo que no he visto todavía en nin-

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gún lugar. Su teología no podía ser expresada en


palabras porque era tan real y práctica que abarcaba
todos los "sistemas" de doctrinas que yo he visto. El
no podía definir el teísmo, pero conocía a Dios. ¡Ha-
bíamos tenido momentos tan felices juntos y no pue-
do expresar ni valorar la riqueza espiritual que ob-
tuve trabajando algunos meses con él!
»Si una persona quiere conocer a Dios, puede ser
consciente de Dios. Puede pensar de. acuerdo con
Dios. Uno puede conocer a otro y ser completamente
extraño en cuanto a carácter y personalidad, incluso
hostil; pero Dios no se revela a un buscador, a menos
que profundamente desee apropiarse las virtudes di-
vinas. El poder de Dios es irradiado por la vida de
aquel que desea vivir con Dios. La indiferencia a
Dios y a sus cosas es a veces cubierta con un fingi-
miento de comunión con El» (The Standard, 10 de
marzo de 1969).
El Lugar Secreto no es necesariamente sinónimo
de un ejercicio diario de oración a cierta hora seña-
lada. No se trata de los que hacen visitas rápidas,
sino de los que «habitan».
No se trata de un retiro físico del ordinario trajín
de los deberes de la vida, aunque este retiro puede
tener sus valores inherentes. Algunas veces ello es
físicamente imposible, como en el caso de una ma-
dre que vivía en una buhardilla sin comodidades de
ninguna clase y rodeada por una familia extraordi-
nariamente numerosa. Cuando las cosas se ponían
demasiado difíciles e insoportables, esta mujer in-
terrumpía las obligaciones del momento, se arrodi-
llaba al pie de una silla de brazos y, cubriendo su
cabeza con un delantal, se ponía en comunicación
con su Señor y Salvador. Automáticamente, los miem-
bros de la numerosa familia, conociendo el signifi-
cado de este acto, quedaban en silencio, mientras la

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madre obtenía de nuevo su compostura y paz interior,


tan necesaria para mantener su testimonio cristiano.
Esta morada en el santuario del Altísimo no es
una garantía contra la tuberculosis, el cáncer u otras
plagas que puedan herirte. Como observaremos en
el último capítulo, la verdadera religión no es un
seguro contra toda clase de adversidad, o una inmu-
nidad de todas las tentaciones, las dificultades y los
fracasos; más bien es el consuelo y la confianza de
tener un Lugar Secreto para gozar constantemente
de las lecciones de la universidad de la experiencia,
o sea la vida. Un lugar donde se pueda añadir un
conocimiento tras otro y poner en práctica lo que
Jesús nos amonestó en Lucas 18:1: «Os es necesario
orar siempre y no desmayar.»
Recordad que el que habita en el Lugar Secreto
del Altísimo, habita CON el Altísimo, quien es su com-
pañero constante. Aunque es una relación muy sa-
grada y muy íntima, nunca debe abusarse de ella
por exceso d_e familiaridad. Es algo permanente y
constante, ya sea en el campo o en el taller, en el
hogar o en el hospital, en la oficina o en la calle, en
el abrigo de montaña o en un hotel, en la ciudad o
en el campo, en el trabajo o en el descanso. «El que
habita ... » es aquel cuyos pensamientos están conti-
nuamente en Dios, cuyo corazón late constantemente
por El. Es por medio del ejercicio diario de la vida
y sus confrontaciones con las dificultades y apuros
que se vuelve un amigo y consejero de confianza,
siempre a mano, a quien por ocupar el mismo santua-
rio puedes preguntar: «¿Qué piensas, Señor, de esto?
¿Qué curso de acción tomaremos?»
No es natural para nosotros llegar a este lugar,
a este nivel de vida, con facilidad o rápidamente.
Al principio de nuestra vida cristiana somos inclina-
dos a hacerlo a prisa, a efectuar breves visitas al
trono de la Gracia. Durante nuestra falta de madu-

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rez espiritual entramos y salimos de su presencia


pensando que nuestro servicio a El es medido por
la actividad y la energía, cuando lo que El desea
más de nosotros es que aprendamos el secreto de
morar con El. Para expresarlo de un modo sencillo
y resumido: Si tratamos de ocupar esta preciosa
habitación con ligereza o descuido, nos exponemos
a encontrar aquel conocido letrerito que dice: «Pro-
hibida la entrada a los niños.»
Este llamamiento a la madurez es un eco de las
palabras de los profetas y del Maestro: «... los que
esperan en el Señor ... » (Isaías 40:31). «... este géne-
ro no sale sino con oración y ayuno» (Mateo 17: 21).
« ... os es necesario orar siempre y no desmayar» (Lu-
cas 18: 1).
«Los cristianos evangélicos somos lentos en aban-
donar algunas de las tradiciones hereditarias que
nos han venido de otras personas de diferentes for-
maciones teológicas.
»Por ejemplo: El Nuevo Testamento recomienda a
los cristianos el ayuno, pero cuando estamos ante un
plan de actividades misioneras, o de comunión fra-
ternal, lo más propio es hacerlo culminar con un
gran banquete, y la bendición de preparar la mente
y el espíritu mediante el ayuno queda perdida.
»Los cristianos somos exhortados a no conformar-
nos a este siglo. Triste es tener que decir que hay
demasiada conformidad con este mundo, y los que
toman en serio tal recomendación caen en ridículo
y son censurados más severamente por aquellos que
deberían estar al frente de la separación con el
mundo.
»Hay, sin embargo, una tercera esfera de práctica
religiosa que no está limitada al Cristianismo, pero
es vital en la práctica de la meditación contempla-
tiva. Cualquier discípulo, de cualquier religión, que
practica la meditación contemplativa puede testifi-
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car el valor de la reflexión y la soledad en el curso


de una vida ocupada. La meditación ofrece, empero,
a los cristianos otra dimensión de vida. El creyente
con la Biblia en su mano y una oración en su corazón
recibe los beneficios de la mirada interior, así como
la fortaleza para mirar arriba. Cristo es ofrecido a la
gente por los cristianos que tienen una vida activa
de contacto con la gente, pero Cristo quiere de ellos
un tiempo apropiado de quietud con el lib.ro en la
mano. La soledad intencionada no es contraria a un
punto de vista activo en la expresión cristiana; ni
tampoco un cristiano inactivo es señalado por su ca-
pacidad de meditación.
»En todo el trabajo para Dios debemos no perder
nuestra identificación, como pueblo que conoce a
Dios. Savonarola apareció con lágrimas en los ojos
en su clase de San Marcos para exponer la Sagrada
Escritura, y sus estudiantes tuvieron la impresión
de que sus homilías sufrían "no haber sido tanto
estudiadas como meditadas". Pero ¡cuán tentador es
llenar la hora de quietud sustituyéndola por cosas
que contienen menos recompensa! Felipe Henry dijo
en el siglo xvn: "Es más fácil andar seis millas para
escuchar un sermón, que emplear un cuarto de hora
para meditar lo que se ha oído, cuando uno llega a
casa."
»Dios tiene maneras de hacer SU obra para la
gente que se toma tiempo en comunicar con El»
(Editorial de la revista The Standard, 16 de junio
de 1968).
Digamos finalmente:

cEl servicio es bueno cuando El lo pide.


El trabajo es justo en su propio lugar;
Pero hay todavía una cosa mejor:
Es mirar arriba y contemplar su faz.~

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CAPITULO 4

LA SOMBRA DEL
OMNIPOTENTE

«El que habita en el Lugar Secreto del Altísimo


morará bajo la sombra del Omnipotente» (vers. 1).

Una sombra puede ser sin significado o amena-


zadora, o, como en este salmo, tener un gran valor
e importancia. En Tierra Santa la sombra es muy
deseada, particularmente para el viajero como re-
fugio del ardiente calor del sol. Hubo dos ocasiones
durante una visita al Oriente Medio en las que sentí
vivamente esta necesidad.
Eramos un grupo pequeño de seis viajeros. Nues-
tro viaje empezó en Egipto, en pleno verano. En una
ocasión estábamos conduciendo en el desierto un au-
tomóvil que no tenía la moderna comodidad de aire
acondicionado, para ver las ruinas de Menfis. Por
varias millas no vimos nada sino arena ardiente que
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nos hacía sentir el reflejo del calor. Después entra-


mos en un valle y dimos la vuelta a una colina; allí
estaban las inspiradoras ruinas con toda su majes-
tuosa belleza. Las palabras del profeta: « ... como ia
sombra de un peñasco en tierra seca» (Isaías 32: 2)
adquirieron un gran realismo para nosotros cuando
saltamos del automóvil y pudimos ponernos al abrigo
de los ardientes rayos del sol tras las imponentes
ruinas de los antiguos templos que nos proporciona-
baban sombra y protección. Con gran admiración
sentimos la diferencia cuando miramos el termóme-
tro y vimos que había bajado a la mitad de la tem-
peratura, sólo con dar unos pasos y ponernos en
la sombra.
De Egipto viajamos al otro lado de Tierra Santa,
cuando visitamos Byblos, a las orillas del Mediterrá-
neo. Allí otra vez las antiguas ruinas (éstas de la
época romana) nos proporcionaron alivio del sol de
mediodía que caía sin misericordia sobre nosotros.
Después de transitar en el calor del día por las
partes de la ciudad donde había bastantes edificios,
proseguimos hacia el valle y subimos por una cuesta
hasta la cumbre de una colina, desde la cual se podía
ver el mar Grande. En esta localidad las ruinas no
eran muy altas y no nos proporcionaban abrigo del
calor del sol. En nuestro grupo hubo un anciano que
tuvo un ataque de corazón. Con la ayuda de su es-
posa pudo llegar hasta arriba, pero al llegar a la
cumbre el esfuerzo bajo el sol ardiente había sido
demasiado para él y cayó desmayado. Aunque nin-
guno de nosotros tenía conocimientos médicos, tra-
tamos de auxiliarle lo mejor que pudimos y lo lleva-
mos entre todos a la única sombra que estaba a
mano; era, en este caso, un solo árbol. Con admi-
ración de todos, ya que el ataque no fue muy grave,
este simple cambio, unido a la brisa del cercano mar,
le restableció lo suficiente para poder volver andan-

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do al coche, para completar el resto del viaje con


el grupo.
Probablemente eran experiencias de esta clase
las que hicieron hablar al salmista de la «sombra
del Omnipotente». Este salmo se refiere a ello como
el cumplimiento de lo que había buscado en otro
salmo (17:8): «Guárdame como ia niña de tu ojo,
escóndeme bajo la sombra de tus alas.» Aquí él can-
ta acerca de esto con una fuerte nota de confianza,
y alaba a su Dios. Sabe que esto será cierto en él
porque lo había sido otras veces, como lo expresa
en uno de sus cánticos: «Porque has sido mi socorro,
y en la sombra de tus alas me regocijaré» (Salmo
63:7).
Es muy importante tener en mente dos cosas: La
primera, que la sombra, en esta figura, es el Todopo-
deroso, y que su extensa sombra es bastante grande
para abarcar a las almas que pueden ser atacadas
por el enemigo y se sienten totalmente olvidadas y
faltas de fuerza hasta el extremo de que no pueden
dar un paso más en el camino de la fe. Aun cuando
el sol y la luz son importantes y esenciales para la
vida, la excesiva exposición a la luz y el calor puede
ser desastrosa. El Todopoderoso controla ambas co-
sas, sabe cómo y cuándo proveer el consuelo de la
sombra. Dios no nos evita los exhaustivos viajes por
el desierto hacia nuestro Canaán, ni nos garantiza
una completa exención del calor y de la lucha; más
bien somos amonestados a «extendernos hacia la
meta que está delante» (Filipenses 3:14), a «pelear
la buena batalla de la fe» (l.ª Timoteo 6:12). Pero
en el preciso momento en que su buen juicio advierte
nuestra necesidad nos provee el abrigo necesario,
donde podemos tomar fuerzas y refrigerarnos. Como
peregrinos o guerreros fatigados podemos creernos
olvidados, pero refrigerados y fortificados en nuestra
fe podemos, en esta sombra protectora, calmar nues-

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tro espíritu, renovar nuestra estrategia y extendernos


hacia el próximo objetivo y futura batalla.
La segunda cosa que tenemos que recordar es la
parte esencial que representa la determinación de
habitar bajo la sombra. Esto es indispensable para
el crecimiento y el morar en el Lugar Secreto. Lo
uno garantiza lo otro, pero la elección inicial es nues-
tra. Jesús lo hace notar cuando dice: «Si vosotros
estáis en Mí y mis palabras habitan en vosotros,
pedid lo que quisiereis y os será hecho» (Juan 15:7).
La palabra traducida en español «estáis» o «per-
manecéis», en el hebreo tiene el significado etimoló-
gico de «habitación». En cierto sentido el habitar
bajo la sombra es temporal. Sin embargo, es de bas-
tante duración para que podamos refrigerarnos en
El hasta que el sentimiento de seguridad sea capaz
de hacer frente a los temores o frustraciones y nues-
tra paz sea restaurada.
En esta edad de turbulencia y rebeldía, cuando
las frustraciones y la fatiga mental, las úlceras de
estómago y los colapsos nerviosos están a la orden
del día, los hombres, en su azoramiento y frustra-
ción, se preguntan: «¿Es posible estar sereno y en
calma? ¿Puede uno encontrar la verdadera paz?» La
respuesta es: «NO, SI VAS SOLO.» Esta ha sido la
experiencia de generaciones pasadas, y lo es más
hoy día.
Pero tal posibilidad existe. Con el Todopoderoso
y bajo su sombra hay perfecta paz y serenidad.
«... bajo la sombra del Deseado me senté ... » (Can-
tares de Salomón 2:3). «Tú le guardarás en perfecta
paz, cuyo pensamiento en Ti persevera porque en Ti
se ha confiado» (Isaías 26:3).
«El autor del salmo 91 tiene un alma sencilla pero
una fe profunda. En medio de los peligros de este
mundo encuentra que su única seguridad para morar

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es la sombra del Todopoderoso» (lnterpreter's Bible,


pág. 493).
Job, en su tribulación (por cierto muy profunda),
sabía cómo mantener su fe habitando «a la sombra
del Todopoderoso». Otro piadoso cristiano de tiempos
antiguos expresó una verdad similar diciendo: «Si
ves a una persona en calma en medio de peligros,
indemne a las pasiones, feliz en la adversidad, tran-
quilo en la tempestad, ¿no diréis que un poder divino
ha descendido sobre él? De la misma maner'ª que
los rayos del sol tocan la tierra pero permi:mecen
todavía en contacto con la fuente que los envió, así
el alma grande y santificada, a pesar de hp.llarse
unida a nuestro cuerpo, todavía se halla asidP. a su
punto de origen. De esta fuente depende, allí se vuel-
ve, allí retorna su mirada y desea ir» (Sénec¡:l).
Hay otro aspecto de «la sombra del Todopoderoso»
que Isaías menciona. Un escritor desconocido lo co-
m~n.ta.. m.a..<&~\.tka..m.~n.t~ <i~\. m.<l.<i<l. ~\.<&ci.~~t~-.
«La mano de Dios es mencionada a memtdo en
las Escrituras como confortadora. Es una de las
grandes fuentes de fortaleza y lo será de su ¡:iueblo.
Es la mano todopoderosa de Dios la que "saca las
islas de la nada". La mano de infaltable liberalidad
que suple todas nuestras necesidades.
»Es la mano de artista genial que pinta lo~ lirios
del campo y del pastor que conduce a sus ovejas a
pastos deleitosos. Es aquella mano de la cu~l dice
el profeta: " ... me cubrió con la sombra de su
mano ... " (Isaías 49: 2).
»Hay un profundo sentido en el cual cada cre-
yente vive continuamente una vida oculta; lil vida
que tenemos escondida con Cristo en Dios desde el
principio al fin de nuestra carrera cristiana. Pero
el abrigo al cual se refiere aquí al profeta no es el
habitar constantemente en el Padre, sino un e&Pecial
abrigo temporal a causa de su amor.
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>Hay ocasiones, en toda vida espiritual, cuando la


mayor de todas las necesidades es un retiro quieto.
Para la cosecha espiritual de la vida la sombra es
tan necesaria como el sol, y uno de los grandes pro-
pósitos de la fe es aprovechar los períodos de sombra
en la vida y reconocerlos como "la sombra de Su
mano".
>No se trata del conjunto de la fe, por la cual es-
tamos seguros de que la mano de Dios nos guía a
través de todos los años, sino de horas y momentos
especiales en los cuales somos como puestos aparte,
separados, reducidos a una clausura temporal, apar-
tados de las facilidades de nuestro diario traginar.
En tales horas es un gran consuelo el ser suficien-
temente fuertes para transformar las sombras oscu-
ras interpretándolas como "la sombra de su mano".
>A veces El extiende su mano para que la peque-
ña llama no sea extinguida. "Dice que no quebrará
la caña cascada, ni apagará el pábilo que humeare."
Cuando un fuego pequeño ha sido recientemente en-
cendido, el más ligero soplo de viento puede apagar-
lo; entonces nosotros lo mantenemos rodeándolo con
la sombra de nuestra mano. ¡Y cuán a menudo la
llama celestial que alumbra nuestra alma no podría
resistir el torbellino del viento si no fuera protegida
de la misma forma por la mano de Dios.
>Esto tuvo lugar cuando Pablo fue enviado a Ara-
bia, después del gran momento de su conversión. Por
esto muchos pastores y ministros del Evangelio han
encontrado como si Dios rehusara sus primeros ofre-
cimientos de servicio. Por esto es que El nos pone
en nuestros hogares, protegidos en los días de nues-
tra infancia, para que las cosas invisibles nos sean
hechas reales al ser aceptadas por nuestra ingenua
fe infantil. El retiro del apóstol en Arabia, la bendita
reclusión de nuestra infancia, el secreto que existe
sobre el origen de cualquier vida, ora de una dalia
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o de un ser humano, son recursos de valor para que


la pequeña llama de la existencia no sea extinguida
antes de tiempo. Es Dios que oculta las cosas bajo
la sombra de su mano.
>A veces nos oculta en la sombra de su mano para
que nuestra vida pueda regocijarse y enriquecerse.
Pensad, por ejemplo, en el caso de Martín Lutero
en el castillo de Watburgo; de Guillermo Booth, el
fundador del Ejército de Salvación; del comisionado
Brengle y de muchos otros personajes que alcanza-
ron el clímax de sus vidas; su influencia y testimonio
fue tan amplia por su predicación del Evangelio, y
después por sus escritos, que han ido alrededor de
todo el mundo. Y cuando recordamos la historia de
sus vidas, podemos ver la sombra de "la mano de
Dios" en su retiro, y cómo aquella sombra les for-
taleció. Así vosotros y yo podemos mirar atrás a
cosas que cuando vinieron nos asustaron y nos hicie-
ron preguntar inquietos si aquello venía realmente
de un Dios de amor; pero ahora reconocemos con
perfecta claridad que todas ellas eran "la sombra
de su mano"> (Matthew Henry, pág. 348, vol. 2, Gra-
cia Soberana, Marshallton, Delavare).
Hay una interesante historia de un niño que, ha-
blando cerca de su padre, exclamó de repente en-
tusiasmado: «Mira, papá, estoy andando bajo tu som-
bra.» ¿No hay aquí una lección espiritual para nos-
otros? Mientras un niño permanece bien cerca de
su padre puede ser cubierto totalmente por su som-
bra. En la célebre cueva del Mammuth, en Kentucky,
hay un lugar llamado «La Catedral», que recibe este
significativo nombre por la magnificencia de sus
estalactitas y estalagmitas. Un viajero nos relata
que entraron en aquel lugar en silencio. El guía dejó
el grupo en la parte baja y, subiendo al lugar lla-
mado el púlpito, pronunció -lo que dijo iba tl. ser-
un buen sermón. Fue simplemente la frase: «iMAN-

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«TENEOS TODOS CERCA DE VUESTRO GUIA!»


Aquí está la clave para nosotros: El morar y habitar
que nos expresan en preciosos detalles los siguientes
textos: «Alégrense todos los que en Ti confían, den
voces de júbilo para siempre; porque Tú los defien-
des, en Ti se regocijan los que aman tu nombre.»
«Porque Tú, oh Jehová, bendecirás al justo. Como
con un escudo lo rodearás de tu favor» (Salmo 5:
11-12).
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CAPITULO 5

INCLUYE AMBAS COSAS

«Diré yo a Jehová, esperanza mía y castillo mío,


mi Dios en quien confiaré> (vers. 2).

La firme piedra angular de la entera estructura


de este salmo es la gran confianza manifestac}a por
su escritor. Por esto sus dos verbos «diré> y «con-
fiaré> son muy importantes para la comprensión de
toda la frase. Sin estas fuertes afirmaciones y esta
perfecta confianza todo el edificio caería. Eisto no
significa dudar del soberano poder de Dios, pero son
imperativos un fuerte asentimiento espiritual y men-
tal por parte de la persona para gozar de los privi-
legios del Lugar Secreto. Para expresarlo con otra
metáfora: La fuerza que abre todas las bendiciones
y privilegios de este salmo gira sobre los dos goz-
nes: «diré y confiaré en El>.
Como toda obra de arte, este salmo es un mosaico
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magnífico que sería incompleto si le faltara alguno


de sus componentes. Ciertamente, el tema de este ca-
pítulo está de tal manera ligado al capítulo siguiente,
llamado «El salmo del ciervo», que casi hace dudar
de si precede el uno al otro o si es un solo salmo del
principio al fin.
Lo más destacado de este versículo es la doble
declaración que hace el salmista: En primer lugar
da testimonio de su fe, luego expresa una total en-
trega al objeto de su fe. Es este testimonio, seguido
por su santa resolución, lo que le asegura el retiro
en el Lugar Secreto del Altísimo con todas sus ben-
diciones. Veamos cada una de estas frases separa-
damente:

«DffiE YO»
Notad, ante todo, cuán íntimo y personal es este
testimonio. Un pronombre posesivo precede a cada
confesión de fe. No se TefieTe al SeñoT, con piadosa
entonación, como el Dios de Abraham, de Isaac o de
Jacob, o el Dios de Israel, sino que dice «MI DIOS».
Este lenguaje no era generalmente muy usado por
los antiguos. Ni aun por los patriarcas del Antiguo
Testamento, que no se atrevían a pronunciar el nom-
bre de Yahvé; tal era su respeto al Todopoderoso.
Por el contrario, el salmista aquí habla de El con
la más íntima familiaridad.
«La posesión de una cosa siempre la hace preciosa
al poseedor y es un motivo para que nos aferremos
a ella con tenacidad. No tienen para nosotros mucho
valor las cosas que no son nuestras. Esto nos re-
cuerda el orgullo patriótico con que hablamos de "lo
mio"; "mi tierra nativa". Pues bien, el hombre que
tiene su deleite en Dios y que se una a El por una
fe viva en todo tiempo, es el que mejor puede decir
de El: "Es MI Dios"» (Pulpit Commentary, pág. 272).
Además, uno es impresionado con todo lo que

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abarca esta confianza del salmista en su Señor. La


fe se levanta con fuertes alas y canta espontánea-
mente: «Es mi refugio, mi fortaleza, mi Dios.» Y esta
declaración es como un bosquejo preliminar de todo
lo que sigue. Llama al Señor:
Mi Santuario o Mi Cuidante
Mi Fortaleza o Mi Apoderado
Mi Soberano o Mi Proveedor

No se necesita una gran imaginación para recono-


cer que todo lo que el autor dice lo expresa desde el
punto de vista de un guerrero. Cada hijo de Dios, y
especialmente los ocupantes del Lugar Secreto, pue-
den expresar estas palabras como luchadores cris-
tianos.
1) ES MI REFUGIO. - Cuando estoy débil, exhaus-
to o perseguido, me vuelvo a El. «Porque El me
recogerá en su Tabernáculo en el día del mal, me
ocultará en lo reservado de su morada, me pondrá
en Alto» (Salmo 27:5). Allí, mientras yo respiro
con dificultad a causa del fragor de la batalla,
El, como mi cuidador, me alimenta, cura mis he-
ridas, consuela mis tristezas, seca mis lágrimas,
corrige mis yerros y levanta mi decaído espíritu.
Cuando todo lo demás falla y los amigos me vuel-
ven la espalda, El es mi refugio: un Santuario
sagrado y eterno.
2) EL ES MI FORTALEZA. - Cuando estoy reco-
brando fuerzas me ayuda, afilando mis armas,
abrillantando mi armadura de fe, esperanza y
amor y estructurando mis planes de batalla. El
me da valor para luchar «Za buena batalla de la
fe»; El cuida de la estrategia y junta al poder de
mi armamento el poder de su arma siempre mis-
teriosa: «la espada del Espíritu». Con El, en esta

'17
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ciudadela firme y segura, tengo una posición de


gran ventaja desde la cual lanzar mis ataques
espirituales y sobreponerme al enemigo.
3) EL ES MI DIOS. - Cuando juntos hacemos frente
al ataque y al asalto, estoy confiado de la vic-
toria, pues El es mi caudillo, mi comandante en
jefe, mi soberano, y siendo todopoderoso, es infa-
liblemente el vencedor de mi enemigo. «Tú eres
mi refugio; me guardarás de la angustia; con cán-
ticos de liberación me rodearás» (Salmo 32:7).

«YO CONFIARE»
El autor termina este segundo versículo con una
resonante y climática nota de confianza: «En El con-
fiaré.» No hay roturas en su armadura de fe; ni
talones de Aquiles de duda. Aquí está la aplicación
de sus palabras: «En quietud y confianza.. . (o sea,
mientras descansáis y reposáis en el lugar secreto)
será vuestra fortaleza» (Isaías 30:15). Pues «El, sola-
mente, es mi roca y mi salvación: es mi refugio; no
resbalaré» (Salmo 62:6).
Aunque la fe y la confianza son nombrados a me-
nudo como sinónimos, hay una considerable diferen-
cia en sus detalles más particulares e íntimos. Es
posible tener fe en Dios sin ejercer una completa
entrega de plena confianza. Para decirlo de un modo
sencillo: La confianza está por lo menos un grado
más arriba de la fe. La primera intensifica la se-
gunda, mientras que la segunda sostiene a la primera.
Viajando a través del Atlántico en el majestuoso
buque «Queen Mary» fuimos advertidos por las seña-
les de socorro de un barco más pequeño. Nuestro
plan de viaje fue alterado para correr en su rescate.
Había gran agitación entre los pasajeros. Después
que hicimos un contacto visible con el barco sinies-
trado, un viento huracanado del Sur se desató y em-
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pezó a impedir nuestros esfuerzos. Con gran desalien-


to por mi parte vi que era muy difícil acercarnos al
lugar del siniestro. Yo había estado separado por
tres meses de mi querida esposa, a quien me ima-
ginaba estaba esperándome sola en la vasta ciudad
de Nueva York, donde era completamente forastera;
así que pregunté a mi camarero si nos detendríamos
mucho. Con calma, y de una manera confiada, sacu-
dió su cabeza, señaló arriba con el dedo a la cabina
del capitán y dijo: «Tenemos un buen patrón arriba.»
Esto simboliza la confianza del salmista y representa
la verdadera confianza de un hijo de Dios, quien
puede declarar con toda seguridad: «Yo actúo a su
mandato; quiero y puedo confiar en El. YO TENGO
UN BUEN PATRON ARRIBA.»
El curso del tiempo, el apremio de las circuns-
tancias y las fuerzas del mal pueden combinarse
para probar la paciencia y la fe; pero la preciosa
relación personal con Dios nos impulsa a declarar
con el salmista y a exclamar como Job en la anti-
güedad: «Aunque me matare, en El confiaré ... » (Job
13:15). Aquel gran corazón que se llamó Elena Keller
(la famosa autora ciega y sordomuda) lo expresó de
un modo gráfico y similar al escribir:
«Yo confío, y nada de lo que ocurra puede pertur-
bar esta confianza ... Experimentar una gran tristeza
es como entrar en una cueva. Nos hallamos rodea-
dos de tinieblas, de soledad y de añoranza. Pensa-
mientos tristes rondan alrededor nuestro como mur-
ciélagos. Sentimos que no hay escape de la prisión
del dolor; pero Dios, en su amante bondad, ha en-
cendido la lámpara de la fe, cuyos rayos nos guiarán
para regresar a la luz del sol, donde trabajo y ami-
gos nos aguardan.»
Todo esto testifica el salmista con una confianza
que parece ser el punto de partida para una inevi-

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table consecuencia. Un natural corolario para una


declaración positiva y confiada que hallamos en el
próximo texto: «¡TE LIBRARA!>
Aunque me afronten mil peligros
En el camino de la fe,
Tendré tu gracia cada día
Y en ella siempre confiaré.

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CAPITULO 6

EL NOMBRE QUE ESTA


EN JUEGO

« ... Por cuanto ha conocido mi nombre> (vers. 14).

En la Sagrada Escritura los nombres generalmen-


te tienen un gran significado etimológico; pueden
referirse a muy diversas cosas: Un suceso ocurrido;
un propósito, un fin, etc. Por ejemplo: después que
Dios hubo salido en Peniel al encuentro de Jacob, el
suplantador fue llamado Israel, «príncipe de Dios>.
Ichabot fue el nombre que describe un bajo nivel
espiritual en la caída nación israelita, y su signifi-
cado literal es: «La gloria de Dios ha partido.> Cuan-
do los ángeles anunciaron el nacimiento de Jesús,
tal como había sido anunciado ya a los antiguos pro-
fetas, definieron su nombre del modo siguiente:
«... Llamarás su nombre Emanuel, que declarado
es: Con nosotros DioS> (Mateo 1:23).
«... Y llamarás su nombre JESUS, porque él sal-
vará a su pueblo de sus pecados> (Mateo 1:21).

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Una de las razones que se dan en este salmo por


la abundante bendición de Dios que obtendrá aquel
que more en el Lugar Secreto, es porque conoció el
nombre de Dios (vers. 14). «Conocer el nombre de
Dios es equivalente a conocerle a El. Implica, ade-
más de conocimiento, fe y confianza en el Todopo-
deroso» (Pulpit Commentary, pág. 269).
Los títulos dados a Dios en los primeros dos ver-
sículos fundamentales de este salmo son repetidos
en varios lugares y tienen cierta relación entre si,
pero para el propósito de este capítulo diremos que
cada uno de ellos tiene un profundo significado para
los que viven con Dios en el Lugar Secreto. Helos
aquí:
El Altísimo se refiere a la posición de Dios, su
elevada condición.
El Todopoderoso se refiere a la fortaleza de Dios,
o sea su poder.
El Señor se refiere a la soberanía de Dios, o sea
su autoridad.
El uso del superlativo «ísimo», que aparece en el
primer nombre, y el prefijo «todo» que precede al
segundo, indican una fuerza y poder superior a todos
los poderes.
El Altísimo indica que es el que está sobre todas
las cosas y lo ve todo, pues nada puede ocultarse
de su mirada, y desde su trono lo gobierna todo.
Para usar el lenguaje de los muchachos, diremos
que es el más alto de todos. El está más arriba y
por encima de todas las cosas, de modo que nadie
puede igualarle ni sobrepasarle. Esta es la caracte-
rística escogida del salmista para el nombre más
antiguo con que Dios era conocido: «Para que los
hombres conozcan que tú sólo eres JEHOV A, el altí-
simo sobre toda la tierra» (Salmo 83: 18).
Como todopoderoso ejerce todo el poder y es todo-
suficiente. A esta respecto, no tiene igual ni superior.
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Este título divino se halla también en otros fugares,


como en el salmo 68:14, y ayuda a crear una atmós-
fera de majestad apropiada al tema de este hermoso
salmo. Es con el nombre de «Yo soy el Todopoderoso»
que Dios se presentó a Abraham e hizo un pacto con
él. Han pasado centenares de generaciones; sin em-
bargo, la historia ha ratificado esta verdad una y
otra vez para todos los que le conocen más íntima-
mente. Este nombre es tan lleno de significado, es
tan importante hoy día como lo fue en tiempos de
los patriarcas.
El atributo de Señor se entiende por sí mismo. Los
dos primeros títulos son más bien descriptivos del
carácter de Dios. El último, aunque es también des-
criptivo, tiene una mayor referencia a su persona-
lidad. Fue el título que Dios escogió para ser usado
con más frecuencia en la Sagrada Escritura al darse
a conocer a los hombres: «Habla a Aarón y a sus
hijos .. . , para que no profa nen mi santo nombre. . . Y o
soy el Señor» (Levítico 22: 2).
« ... temiendo este nombre glorioso y temible: EL
SE!VOR TU DIOS» (Deuteronomio 28:58).
«Así dice Jehová Dios, creador de los cielos ... ; el
que extiende la tierra y sus productos; el que da
aliento al pueblo que mora sobre ella, y espíritu a
los que por ella andan: Yo soy el Señor» (Isaías
42:5-8).
¡Qué consoladora seguridad se encuentra en estos
tres elevados nombres tan significativos! Juntos cons-
tituyen una garantía al piadoso morador del Lugar
Secreto de que su fe y confianza nunca serán defrau-
dadas. La Sagrada Escritura está llena de testimo-
nios a esta verdad que ha sido confirmada por la
experiencia.
«Jehová será refugio del pobre, refugio para · el
tiempo de angustia» (Salmo 9:9).
<<En Ti confiarán los que conocen tu nombre, por

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cuanto Tú, oh Jehová, no desamparaste a los que te


buscaron> (Salmo 9:10).
«Torre fuerte es el nombre de Jehová; a él corre-
rá el justo, y será levantado> (Proverbios 18:10).
Aun a riesgo de ser redundantes, no quisiéramos
terminar este capítulo sin llamar la atención a un
hecho: El salmista pone delante de cada uno de estos
tres títulos el pronombre «mi>: «Esperanza mía; cas-
tillo mío; mi DIOS ... > Conocer el nombre de Dios
es intimar con Dios. Intimar con Dios es conocer su
carácter, su amor, sµ misericordia, su poder. Ser
intimo de Dios es conocer la libertad de valerse uno
mismo de todo lo que El tiene.
«Perowne lo comenta acertadamente de esta for·
ma: "Dios es el Altísimo; por lo tanto, está por en·
cima de la malicia y la mentira de los enemigos.
Todopoderoso, de modo que nadie puede oponerse a
su poder; Jehová, o sea el Dios del pacto y de la
gracia, que se ha revelado a su pueblo. De este Dios
el salmista dice con santa confianza: 'El es mi
Dios'"> (Pulpit Commentary, pág. 278).
No es extraño que el salmista termine este ver-
sículo de su cántico con una suprema, inevitable e
irresistible expresión de fe: «En El confiaré.> Y la
natural consecuencia de todo esto es la fuerte segu-
ridad que vamos a comentar en el próximo capítulo:
«EL TE LIBRARA.>
Nada te turbe,
Nada te espante,
Todo se pasa.
Dios nunca muda,
La paciencia
Todo lo alcanza.
Quien a Dios tiene
Nada le falta;
Sólo Dios basta.
Santa Teresa
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CAPITULO 7

LIBERACION GARANTIZADA

«El te librará del lazo del cazador y de la peste


destruidora» (vers. 3).

Terminamos los dos últimos capítulos con una


alta nota de afirmación de confianza por parte del
salmista con respecto al Todopoderoso.
Al pasar de la experiencia personal a la experien-
cia aplicada a otra persona (en este caso al lector
del salmo y de este comentario a tan preciosa por-
ción inspirada), el inspirado autor empieza su ar-
gumento con un significativo complemento directo.
Efectivamente, el adverbio «te» implica una seguri-
dad personal. El Dios Altísimo y Omnipotente, en
quien el salmista tiene toda su confianza y esperan-
za, es a la vez un ser Omnisciente que trata con los

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hombres de un modo personal. No es un Dios pan-


teísta, sujeto él mismo a las contingencias de la vida;
ni un dios deísta, alejado de la maquinaria del Uni-
verso que un día, como sabio y poderoso arquitecto,
puso en movimiento; sino que este Ser altísimo, todo-
poderoso y soberano, tiene un interés particular y es-
pecial en ti personalmente: «Te librará.» Y más ade-
lante lo destaca con vibrantes ejemplos, distinguien-
do «al que mora en el Lugar· Secreto» de otros seres
que le rodean.
Esta rotunda afirmación es como la respuesta del
zumbido de una escuadra de un centenar de aviones
que acude en apoyo del solitario guerrero que, lu-
chando contra un enemigo muy superior, ha dirigido
su tímida y angustiosa llamada al cuartel general.
Sostiene su confianza. Aquel a quien ha clamado
como «SU Dios» es el Todopoderoso; no puede, por
tanto, fracasar ni fallar. Puede depender de El con
toda confianza. La ha ejercido y no es en vano.
Cierto pastor, al visitar a una ancianita de gran
experiencia cristiana, tratando de animarla, escogió
este salmo y al llegar a este versículo se paró y
comentó: «¿No es cierto que ésta es una promesa
maravillosa?» «¿Promesa, promesa? -exclamó la
anciana-; no se trata aquí de una promesa, sino
de UN HECHO.»
Las palabras te librará indican, como puede ver-
se en los versículos siguientes, que el habitar en el
Lugar Secreto no garantiza inmunidad de los ataques
del enemigo; más bien al contrario. Es muy proba-
ble que la persona piadosa, más que ninguna otra,
experimente la aflicción y los asaltos de Satanás. Los
impíos, los indiferentes y los tibios no son una gran
preocupación para el adversario; pero sí puede tras-
tornar a un santo de Dios, a una persona de noble
\!arácter, bien conocida y respetada; no solamente

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daña a ésta, sino también a los más nacos en la fe


que pueden mirar a ella como ejemplo e inspiración.
Pensad lo que ocurrió en Israel después de la caída
de David. Imaginaos lo que habría sufrido 1<1 cau-
sa de Cristo si Pablo hubiese faltado a la fe. Pero,
¡gracias al Dios de toda liberación, que no fue así!
Pablo dio testimonio de sus experiencias pasa.das Y
de su esperanza para el futuro con la mismil con-
fianza que declaró el salmista al decir:
«Muchos son los males del justo: mas de todos
ellos lo librará el Señor» (Salmo 34:19).
«Tú sabes todas mis persecuciones, afliccion~s que
me vinieron, pero de todas ellas el Señor me libró.
Y todos los que quieran vivir piadosamente en Cristo
Jesús sufrirán persecución» (2.ª Timoteo 3:10-J2).
«Y el Señor me librará de toda obra mala, Y ni.e
guardará para su reino eterno, a quien sea la gloria
por siglos de siglos. Amén» (2.ª Timoteo 4:18)·
¡No! , repetimos; el morar en el Lugar Secreto no
garantiza a los fieles contra la tribulación; antes,
como señalamos en otro capítulo, puede que la tri-
bulación sea permitida por algún propósito especial.
Pero de lo que podemos tener seguridad es ele que
el creyente será librado de todas las tentaciones Y
males de cualquier clase que pudiera sufrir.
«Durante el siglo xv1 un hombre fue aprisionado en
Francia por motivos políticos. Su vida estaba efl gran
peligro, por lo cual sus amigos planearon su escape.
Al tiempo señalado alguien abriría la puerta de la
prisión y él pasaría al jardín, corriendo hacia ta mu-
ralla. Así lo hizo, pero cuando llegaba al muro fue
descubierto y sonó la alarma. El fugitivo quecló ate-
rrorizado al ver la altura de la muralla y oír a los
enemigos que se le acercaban por todas partes. Cuan-
do se creía perdido oyó una voz que le decía: •' i Mira
ARRIBA!" Al mirar, vio una cuerda pendiente del
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muro, que le habían tirado desde afuera. Se agarró


a ella y pudo trepar con firmeza. Pronto se halló al
otro lado de la muralla, donde le aguardaban sus
amigos con un caballo ligero que le trajo a la liber-
tad. "¡Mira ARRIBA!" decimos a los que se sienten
indefensos, atrapados y perdidos por todas partes.
Hay esperanza con mirar arriba ... ¡Mira a Cristo,
la esperanza del mundo!» (El Mensajero, pág. 4).
En este particular versículo se mencionan dos
tipos específicos de pruebas o tentaciones: «El lazo
del cazador» y «la pestilencia». Sin embargo, en un
sentido más amplio, la liberación de que se habla
aquí abarca todas las fases de la vida; no sólo en
el campo de batalla, sino en la reclusión del Lugar
Secreto. ¿Qué piadoso creyente no tiene que confesar
que aun estando de rodillas, en posición de oración,
ha sentido el ardiente soplo de «Su Majestad Satá-
nica» con pensamientos de tentación?
«Uno no puede menos que sentirse impresionado
por la forma realística con que Jesús nunca permitió
a sus discípulos que desestimaran la fortaleza del
enemigo» (The Master Plan of Evangelism, Roberto
E. Coleman, Revell, pág. 87).
«Moller observa con razón que las promesas de
liberación que tenemos aquí no se refieren a una u
otra clase de mal, sino a todas las calamidades, pú-
blicas o personales, y puede ser aplicado a cualquie-
ra de ellas. Algunas son para la noche, otras nos
protegen abiertamente durante el día, pero la pro-
mesa, como hace observar Bellarmine, es general.
Ya sea que el peligro venga de día o de noche, los
que confían en Dios están protegidos por su escudo,
pues "si Dios es por nosotros, ¿quién será contra
nosotros?"» (Romanos 8:31) (Comentario de Clarkes,
pág. 512).

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Puede observarse la firmeza de esta promesa


para el hijo de Dios, en que se menciona tres veces
en este salmo, el único en el cual recibe tan.to én-
fasis. Dos veces más aparece, como una afirrnación
digna de ser creída, en los versículos 14 y 15. Son
una declaración y promesa definida de Dios.
En primer lugar, el salmista declara de qué cosas
Dios le librará. Ya sea aquellas dos que se especifi-
can en el salmo, o las que no se mencionan. :En se-
gundo lugar, Dios deja sin definir las persontlS que
serán objeto de liberación; de este modo la promesa
es más general. No es caprichosa ni vaga por parte
de Dios, pues El es Todopoderoso. Su salvación in-
cluye a todos; nada ni nadie escapa a su atención
y de su providente cuidado.
El hombre, como frágil humano, puede divagar,
puede faltar y fallar y aun perder toda esp~ranza
en el Señor y huir en completa derrota delante del
enemigo; pero Dl.os no puede l a11ar; no puede negar-
se a sí mismo ni a sus promesas. Como Affü;imo Y
Todopoderoso es el único que puede decir: «fo soy
el Señor y no cambio ... "> (Malaquías 3:6). «¡Yo he
prometido y lo cumpliré!»
Finalmente, el escritor ha comprendido sjempre
que cuando Dios habla y repite cualquier paliibra o
frase en la Escritura lo hace para dar más fuerte
énfasis. Esto es una posible interpretación de l¡:,t doble
referencia que hallamos en el versículo final.
Por otro lado, los comentadores y teólogos sugie-
ren que el doble uso de la palabra librar indiCª una
doble liberación, en la vida y en la muerte. Una libe-
ración en la tribulación y de la tribulacióü; una
liberación para el presente y una liberación para el
futuro, que podría ser completada con las palabras:
«Bienaventurados los muertos, ... descansarán de sus
trabajos'!> (Apocalipsis 14:13).
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Sería insensato forzar una interpretación exclusi-


va a esta promesa de liberación; pero, sea cual sea
entre las antes indicadas, significa un gran consuelo
y una «liberación garantizada~.

Es el Señor nuestro refugio


Y siempre permanecerá.
Puesto que El nos ha creado
Y su promesa nós ha dado,
Su obra no abandonará.
¡En vano ataca el enemigo;
Dios es más fuerte, y vencerá!
Samuel Barnard
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CAPITULO 8

SEGURIDAD DE ARMAS
SECRETAS

«Te librará del lazo del cazador y de la peste des-


truidora» (vers. 3).

¿Qué son este «lazo» y esta «peste destruidora»?


¿A quién alude el salmista cuando dice «el cazador:.?
¿De quién, o de qué, quiere Dios librar a aquel que,
como aparece al principio, se halla ya seguro en el
Lugar Secreto? ¿Cuáles son estas fuerzas que requie-
ren la atención y esfuerzo del Todopoderoso?
Una de las primeras reglas de la estrategia mi-
litar es saber con las fuerzas que cuenta el enemigo.
Es primordial y extraordinariamente importante para
todo hijo de Dios conocer esto lo más pronto posible.
En primer lugar debemos quitar la máscara del
cazador y reconocerle como es. Indudablemente este
enemigo es Satanás, y sus intenciones son malas.

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«Nunca desestimes la fuerza de tu enemigo» es


un axioma que cada hijo de Dios debería tener en
cuenta al hacer frente a este enemigo en el campo
de batalla. La habilidad de Satanás y su hábil ca-
muflaje son sus armas más efectivas. Sus maniobras
son tan sutiles y estratégicamente tan bien pensadas
que incluso al soldado maduro en la guerra cristiana
le es difícil reconocerlo. Pablo se refiere a este poder
diabólico tratando de los malos obreros que intro-
ducían división en la Iglesia, y los desenmascara
diciendo que se disfrazan como «ángel de luz» (2.ª Co-
rintios 11:14).
Su estrategia es básicamente la misma, lo cual se
demuestra tanto cuando engañó al primer hombre,
Adán, con el fruto del árbol, como cuando tienta al
«segundo hombre>>, el Señor Jesucristo, con «el pan»
y otras cosas atractivas. El apóstol Juan (l.ª Juan
2:16) lo resume en la siguiente forma: «Todo lo que
es del mundo, la concupiscencia de la carne. la con-
cupiscencia de los ojos y el orgullo de la vida, no es
del Padre, sino del mundo», y sabemos que «Satanás
es el príncipe de este mundo» (Juan 16:11). Aunque
el cebo no es siempre el mismo, en todos los casos es
atractivo para los sentidos. No podría ser menos, ya
que Satanás conoce bien lo que atrae más al corazón
humano.
La figura del «lazo» muestra la astucia del ma-
ligno, el engaño de la peor clase a que siempre ape-
la. Sabe que lo que es atractivo para una persona
puede ser abominable para otra; de modo que, como
los sastres, corta un traje a medida para cada una
de sus propuestas víctimas. «El cazador no intenta
atrapar a toda clase de aves de la misma manera,
sino que estudia su naturaleza y sus gustos y cons-
truye la trampa del modo conveniente» (Pulpit Com-
mentary, pág. 275).
Esto lo sabe, empero, muy bien el Padre Celestial,

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que protege a sus hijos, pero es el gran problema


para el protegido; tiene que hacer frente a un ene-
migo muy superior, del que por sí solo no podría es-
capar.
Sería imposible catalogar todas las artimañas y
maniobras que Satanás emplea. Una mirada a las
tácticas que empleó con Eva en el Edén y con Jesús
en el desierto, revela que sus trampas no significan
siempre un ataque directo; más bien trata de enga-
ñar con sugestiones que parecen muy propias y ló-
gicas. Si puede mover al tentado a dar un paso por
el camino del compromiso, ha ganado una gran ven-
taja táctica. ¡Cuán propio era para nuestros prime-
ros padres comer del fruto prohibido! Después de
todo, Dios lo había puesto allí, ¿no es verdad? Y ¿no
era atractivo y bueno para comer? Además, ¿qué
mal les podía hacer aumentar un poco su conoci-
miento? ¡Seguramente había habido un mal entendi-
do acerca de tal prohibición!
Y en el caso de la tentación en el desierto: ¿No
era lógico satisfacer el hambre después de un ayuno
tan prolongado? Si la misión de Cristo tenía que ser
cumplida en la tierra, ¿no necesitaba salud y forta-
leza? ¿Por qué había de perecer de hambre allí ... ?
¡Qué insensatez no sería! Además él estaba en el
desierto, y ¿quién sería testigo de que empleaba su
poder divino en favor de sí mismo? Consideremos
ahora esto:
«A menudo los cristianos son tentados a mezclar-
se con el mundo y asociarse con los que no son ami-
gos de Cristo en sus diversiones, con el pretexto de
que estas personas indiferentes o impías pueden ser
traídos a una influencia buena y así conseguir su
salvación. El resultado es generalmente al revés de
lo esperado» (Pulpit Commentary, pág. 273).
La comparación que hace con frecuencia el sal-
mista del alma del hombre con un pájaro debería

63
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ser suficiente advertencia para subir nosotros al re-


fugio del «Altísimo», quien puede observar y conocer
todas las trampas de Satanás. Teniendo en cuenta
nuestra propia flaqueza humana y nuestras inclina-
ciones, haremos muy bien en permanecer bajo la pro-
tección divina que nos garantiza «librarnos».
«Bendito sea Jehová que no nos dio por presa a
los dientes de ellos.
Nuestra alma escapó cual ave del lazo de los ca-
zadores. Se rompió el lazo y escapamos nosotros.
Nuestro socorro está en el nombre de Jehová que
hizo los cielos y la tierra» (Salmo 124:6-8).
Cuando Satanás falla en atraparnos en sus redes,
no titubea en cambiar de táctica y de armas. Conoce
el valor estratégico de la «peste destruidora». Mu-
chos que, como Elias, han luchado y ganado victo-
rias en el monte Carmelo, se retiran a una cueva
para escapar de la pestilencia destruidora. Podía
el profeta desafiar a todo un ejército de falsos pro-
fetas y a una nación apóstata, pero sucumbir ante
una enfermedad perniciosa.
Entre los microbios aparentemente menos peligro-
sos están los de la llamada «gripe común». Los cien-
tíficos han realizado grandes progresos en favor de
enfermedades más graves, llegando hasta al tras-
plante de órganos; sin embargo, la gripe común ha
evadido las mayores habilidades de la terapéutica, y
cuando llega a ser una peste endémica puede causar
graves trastornos y muertes. No obstante, los médi-
cos no pueden curarla y lo mejor que pueden hacer
es aliviarla. Un médico, impacientado por la insis-
tente demanda de un paciente quejumbrón, afectado
de gripe, que le pedía: «Pero, doctor, ¿no puede
hacer nada por mí?», respondió: «Salga fuera y coja
una pulmonía; entonces podré hacer algo por usted.»
La «Peste destruidora» no significa siempre una
«peste literal». Una enfermedad común puede ser

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considerada como una de las expresivas figuras de la


Biblia para designar males y pecados subrepticios,
como la plaga de la maledicencia y sus consecuen-
cias, que ponen a prueba la paciencia, quitan la paz,
amenazan nuestra fe y, si no tuviéramos la adecuada
protección, producen efectos aplastantes, si no de-
vastadores.
Satanás conoce todo esto y mucho más; es astuto
y maniobra estratégicamente, del uno al otro. Si no
puede atraparnos en el pecado de la holganza, trata
de vencernos agotando nuestra resistencia; si no pue-
de ponernos trampas en terreno desconocido, las es-
conde de modo que no podamos verlas. Pero gracias
a Dios que hay segura liberación de todo esto.
«Para el que "habita en el Lugar Secreto", hay
refugio asegurado en la confianza en El. La mente
no está obsesionada por los peligros que aterrorizan
por la noche, o la "saeta que vuela de día", sino que
permanece en perfecta seguridad ... » (lnterpreter's
Bible, pág. 493).
El Todopoderoso puede defender con la misma
facilidad en campo raso como ante las armas secre-
tas, y de ambas te librará con toda SEGURIDAD.
¡Ciertamente lo hará!
«Mantén el buen ánimo para las grandes afliccio-
nes de la vida, cultiva la paciencia para las peque-
ñas, y cuando hayas cumplido tu tarea diaria, vete
a dormir en paz, pues ¡DIOS VELA!» - Víctor Hugo.

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CAPITULO 9

COBIJO ADECUADO

«Con sus plumas te cubrirá y debajo de sus alas


estarás seguro. Escudo y adarga es su verdad» (ver-
sículo 4).

«El hombre bien vestido es bien aceptado», es una


frase comercial que obtiene éxitos para convencer a
las personas de cuán importante es su aspecto exte-
rior. Para tener éxito en la vida, es una frase que
apela al yo, «indicando que será bien recibido y bien
aceptado por gente honorable cuando le convenga,
solamente si va bien vestido ... »
Si el vestir bien es importante para el hombre
exterior, ¿no lo es más para el hombre interior? El
alma, que no solamente tienen que estar un tiempo
en la vida sino que ha de vivir por una eternidad,
¿no es muchísimo más importante que la vida pre-
sente? La figura de este capítulo no se refiere, em-

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pero, al vestido de «justicia», sino a un manto pro-


tector para aquel que ya posee el vestido interior
de justicia imputada que le hace amado de Dios.
Todos estamos empeñados en una guerra prolon-
gada que empezó en los albores de la historia. Cuan-
do Satanás infligió un golpe de muerte a la Huma-
nidad en el jardín del Edén, Dios le declaró la guerra
a él y a su simiente. Por tanto, todo aquel que acepta
la salvación que Dios ofrece, se alista simultánea-
mente en la batalla a su favor. En esta guerra no
hay lugar para neutralistas u «objetores de concien-
cia».
Hay veces cuando el alma se encontrará en lo
más recio de la batalla. Otras veces, en cambio,
después de la fatiga de la lucha, el comandante en
jefe dirá: «Venid aparte y reposad un poco en un
lugar desierto» (Marcos 6:31).
Para ambas ocasiones el Altísimo ha provisto re-
fugio; para buenos tiempos y para tiempos malos.
En orden inverso, en el versículo 4, se nos llama
la atención al «escudo y adarga». No es necesario
explicar lo que es el escudo, pues la misma palabra
lo indica. Aunque ya no es un instrumento de guerra
actual, todo el mundo sabe que se trata de una cora-
za protectora; pero la adarga es otra cosa. Era una
cobertura de cuero, más ligera de peso, que protegia
el brazo que usaba la espada o la lanza; por tanto,
no solamente servía de protección, sino que tomaba
parte en el ataque cubriendo el brazo que lo produ-
cía, como una especie de escudo todo alrededor del
mismo.
El escudo puede ser considerado, por tanto, un
elemento protector, mientras que la adarga está uni-
da al propósito de ataque en la batalla. De este modo,
en medio de graves peligros, ambos instrumentos,
obrando juntos, hacían la defensa completa.
¿Y qué diremos en cuanto a la palabra verdad?

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Toda la Biblia enseña que la verdad es la defensa


y sostén del alma. En este caso, más específicamen-
te y efusivamente, Su verdad, Su fidelidad. Podemos
unir este pensamiento al de Pablo cuando nos habla
de «la espada del Espíritu que es la Palabra de Dios».
Es el arma que Jesús usó en la hora de su grande
batalla con Satanás, la cual sabemos es suficiente
para todos los tiempos y circunstancias.
El mayor de los sabios, en su exhortación a bus-
car la sabiduría, subraya que ésta es el conocimiento
del Señor, y añade con plena seguridad: «Es escudo
a los que andan rectamente» (Proverbios 2:7).
Asimismo, David, en el salmo 18, al hacer un re-
sumen de los beneficios y bendiciones semejantes
a los que se detallan en este salmo, testifica en el
segundo versículo: «El Señor es mi escudo.» (La tra-
ducción inglesa, de acuerdo con el hebreo, dice «mi
adarga», lo que parece indicar que, aunque su con-
fianza en Dios es lo más importante, también es ne-
cesaria la acción de su parte.) Luego, en el versícu-
lo 30, prorrumpe en una exclamación de victoria con
palabras que son el eco de su cántico de acción de
gracias que hallarnos en 2.º Samuel 22:30. Sin em-
bargo, el pleno impacto de estas palabras puede sen-
tirse mejor en relación con el contexto, que dice así:
«Contigo desbarataré ejércitos y con mi Dios asal-
taré muros. En cuanto a Dios, perfecto es su camino
y acrisolada la palabra de Jehová; escudo es a todos
los que en El esperan.»
Una de las figuras más tiernas e íntimas que ha-
llamos en la Escritura se muestra en la primera
parte de este versículo 4. Aunque, naturalmente, la
palabra «alas» (plumas) es una figura de lenguaje
simbólico. Puede que le fuera sugerida por las alas
del dios-sol egipcio, o por las alas de los querubines
del Tabernáculo; pero la verdadera relación y ejem-
plo se hallan en las alas protectoras de un pájaro

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que cobija a sus polluelos. Las palabras «alas» y


«plumas> van siempre juntas y sugieren lo siguiente:
Una intima y estrecha relación.
Protección y seguridad.
Refugio y recompensa.
El deseo por parte de Dios de ser todo esto está
gráficamente expresado en el angustioso clamor de
nuestro Señor Jesucristo el día de su entrada triun-
fal, tal como lo tenemos en San Mateo y Lucas:
c¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas
y apedreas a los que son enviados a ti! ¡Cuántas
veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta
sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste!» (Ma-
teo 23:37).
Algunos inteligentes escritores nos hacen notar
que los polluelos bajo las alas de su madre no sola-
mente sienten la suavidad y calor de las suaves plu-
mas, sino el latir del mismo corazón de la madre.
«Es de acuerdo con la soberana y benévola con-
descendencia de Dios el usar tal emblema ... Nosotros
no podríamos jamás habernos atrevido a semejante
comparación, pero El lo ha hecho, comparándose a
si mismo con la madre pájaro que cubre, acaricia y
protege a sus polluelos> (Pulpit Commentary, pági-
na 274).
Recuerdo de mis días en una granja de Francia
durante la guerra, cuando la gallina, sintiendo el
peligro, intensificaba excitada su cacareo y extendía
sus alas para cubrir su nidada.
Aunque los polluelos tienden más bien a huir ante
un enemigo natural en tales circunstancias, se ha
observado que la madre permanece firme y, en con-
tra de su naturaleza, extiende el cuello y ataca con
fiereza al enemigo.
Y cuando el peligro ha sido vencido, es interesan-
te ver a los pequeños sacar sus cabecitas y unirse

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en un coro de pio, pio, pio, como diciendo: <Aquí


estamos confortablemente, contentos y seguros.>
Ha habido casos cuando, al pegarse fuego en una
casa o gallinero, la gallina ha dado su vida para
proteger a sus polluelos, y más tarde se ha encon-
trado a éstos sanos y salvos bajo el manto de segu-
ridad y protección que ha representado para ellos
el cuerpo quemado de la madre. Aunque las alas y
las plumas forman un gran contraste, en cuanto
a fortaleza, con lo:¡ escudos y adargas, hay ocasio-
nes en que la ternura 'Y el cuidado amoroso son, en
un sentido moral y espiritual, mayor fortaleza que
la mejor protección. Esto es lo que expresa el s:il-
mista en algunos de sus salmos escogidos:
«Guárdame como la niña de tu ojo, escóndeme
bajo la sombra de tus alas> (Salmo 17:8).
«Escóndeme del consejo secreto de los malignos ... ,
de los que hacen iniquidad, que afilan como espada
su lengua; lanzan cual saeta suya, palabra amarga>
(Salmo 64: 2-3).
Hay peligros que no podemos evitar, cosas para
las cuales los instrumentos de guerra serían pobres
armas. En estos casos nuestra mejor defensa es un
buen refugio. Uno de estos peligros a que se refería
David, y que es empleado con gran éxito por el ma-
ligno, es aquel que Santiago describe más extensa-
mente en el capítulo 3 de su epístola: «La lengua
maligna.» Esta puede principiar con una observación
aparentemente inocente durante un rato de conver-
sación. Desgraciadamente la murmuración parece
ser un pasatiempo favorito entre personas que pro-
fesan ser cristianos. «No hay ningún mal en ello>, se
arguye. No se dice con mala intención, sino con lás-
tima; pero aun así es peligroso ... «jHe aquí un pe-
queño fuego que un grande bosque enciende!; y la
lengua es un fuego, y está inflamada con fuego del
infiernoo (Santiago 3:5-6). La palabra imprudente,

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la observación poco caritativa en el proceso de co-


municación con otras personas, pronto es abultada y
desfigurada, convirtiéndose en calumnia, que en nada
se parece a la verdad del caso, y se transforma en
una de las más diabólicas y devastadoras armas de
Satanás. El portador de la noticia impremeditada
viene a ser, aun sin quererlo, el origen de un torbe-
llino devastador. La comunicación y extensión de
medias verdades tiene el efecto destructivo de un
huracán.
¡Ay del que como instrumento de Satanás ha caí-
do en esta trampa! Es como dice Santiago: <i.Si algu-
no se cree religioso entre vosotros, y no refrena su
lengua, sino que engaña su corazón, la religión del
tal es vana» (Santiago 1: 26).
Pero gracias a Dios que, si la víctima de la ca-
lumnia se refugia bajo la sombra de las alas del
Padre Celestial, está segura de desafiar la tempes-
tad, como dice el salmista:
«Porque en Ti ha confiado mi alma, y en la som-
bra de tus alas me ampararé hasta que pasen los
quebrantos» (Salmo 57: 1).
A lo que podemos añadir: «En Dios alabaré su
Palabra; en Dios he confiado, no temeré; ¿qué pue-
de hacerme el hombre?'J>
«T<Xios los días pervierten mi causa contra mí
con todos sus pensamientos para mal.'1>
«Se reúnen, se esconden, miran atentamente mis
pasos, como quienes acechan a mi alma» (Salmo 56:
4-6).
«En lo secreto de tu presencia los esconderás de
la conspiración del hombre, los pondrás en un taber-
náculo a cubierto de contención de lenguas'!> (Salmo
31:20).
Uno de los pensamientos más preciosos de esta
metáfora, aunque no está en estrecha relación con
lo que acabamos de expresar, es que las alas son

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instrumentos del vuelo y denotan una gran premura


para librar. El Señor dijo a los hijos de Israel por
medio de Moisés: «Vosotros visteis lo que hice a los
egipcios, y cómo os tomé como con alas de águilas y
os he traído hasta aquí» (Exodo 19:4). ¡Qué refugio
tan confortable!
Finalmente, este refugio es un lugar que debe ser
ardientemente anhelado. Provee protección, seguri-
dad y defensa, a la vez que viene a ser un lugar de
comunión y gozo. Los polluelos, aunque por lo gene-
ral nunca están demasiado alejados del ojo de la
madre, normalmente se hallan separados de ésta
para aprender a escarbar y a alimentarse ellos mis-
mos; pero el volver bajo las alas es su regresar al
hogar. «Porque has sido mi socorro, y así en la som-
bra de tus alas me regocijaré» (Salmo 63:7). Cuando
Booz descubrió la identidad de Rut y su acto de abne-
gación en favor de su madre política, no pudo menos
que pronunciar su bendición con aquellas significa-
tivas y gráficas palabras: «Jehová recompense tu
obra, y tu remuneración sea cumplida de parte de
Jehová Dios de Israel, bajo cuyas alas has venido
a refugiarte» (Rut 2: 12).
Aun los mayores santos necesitan este manto de
protección para sus almas. Para Jonás la protección
divina tomó la forma de una ballena; para Elías fue
un enebro. Lutero tuvo también sus momentos de
desaliento. En una ocasión cuando volvió a su hogar,
encontró la casa cerrada como si hubiese un muerto
en su interior, y su esposa vino a abrirle completa-
mente vestida de negro. Cuando preguntó con extra-
ñeza qué ocurría, su calmada y solemne respuesta
fue: «Dios ha muerto.» El gran reformador compren-
dió en el acto la gran lección objetiva que su esposa
quería darle. ¡Oh, sí, nadie menos que el Todopode-
roso es quien te protege! Nunca temas. El te cubrirá
siempre con el vestido adecuado para protección,

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abrigo o festejo. El tiene siempre el vestido adecuado


para el tiempo y el lugar adecuados. Como dice el
conocido himno:
«Descansaré, sí, descansaré
Bajo sus alas preciosas;
Descansaré, sí, descansaré
Bajo sus alas preciosas.>

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CAPITULO 10

GARANTIAS CONTRA
EL TERROR

«No temerá de terror nocturno, ni de saeta que


vuele de día, ni pestilencia que ande en oscuridad,
ni de mortandad que en medio del día destruya> (ver-
sículos 5 y 6).

«Francamente, estoy mortalmente aterrorizado.»


Estas fueron las palabras del doctor Harold Urey,
uno de los inventores de la bomba infernal llamada
«bomba de hidrógeno»; y añadió: «A veces siento
que la oración es la única solución; debería estar en
directa comunión con el Todopoderoso para pedir
su dirección.»
«Hay una palabra que resume la situación mun-
dial en nuestros días; es la palabra ¡TENSION!»
Esto es lo que dijo el Dr. Arnold T. Olson, presidente
de la Asociación Nacional de Evangélicos y de la

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Iglesia Evangélica Libre de América. Esta tensión


es múltiple; hay tensiones en el pueblo sobre asuntos
de raza, mirrorías y pobreza. Hay tensiones como re-
sultado del problema llamado «crisis de la juventud»,
invitándonos a reexaminar nuestro modo de tratar
a los jóvenes. Hay tensiones sobre la guerra. Y al
lado de estas tensiones colectivas hay las individua-
les que resultan del aumento tlel uso tlel alcohol y
los narcóticos. La controversia acerca de la «píldora»
y del «aborto». Las tensiones traen el temor que ate-
naza los corazones de los hombres. Como resultado
han surgido enfermedades psíquicas y males socia-
les, debidos al sentimiento de frustración. Todo esto
está reflejado en el aumento sin precedentes de hos-
pitales mentales. Los psiquiatras están multiplicán-
dose y haciendo, al parecer, mucho negocio. Tensio-
nes emocionales han puesto a los hijos contra los
padres, a los jóvenes contra los adultos, los negros
contra los blancos, las naciones contra naciones, y
el fin de todo ello es imprevisible. El suicidio es un
medio de escape que se ha multiplicado en forma
alarmante.
La juventud, fruto de nuestro pasado y esperanza
de nuestro futuro, está enzarzada en la red del temor
hasta el punto de que la mitad de los suicidios se
producen, contra todo sentido y lógica, entre jóve-
nes. Considerad que en Nueva Jersey, en un período
de tres años, 41 jóvenes menores de veinte años se
quitaron la vida y 740 más lo intentaron. En una
de nuestras mayores universidades del Este se dice
que en un año 67 jóvenes trataron de suicidarse.
La atmósfera de aprehensiones de los adultos ha
llegado a contagiar hasta a los niños, que están au-
mentando considerablemente la población recluida y
los intentos de suicidio de un modo alarmante.
Alguien ha dicho. No hay emoción más desastrosa
para el corazón que el temor. En sus formas más

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intensas hasta llega a paralizar el cerebro; entumece


todo el cuerpo y produce «sudor frío y temblor>. En
sus formas menos acentuadas, de preocupaciones di-
versas, contribuye a hacer blanco el cabello y a pro-
ducir profundos surcos o arrugas en la frente hu-
mana.
Harold L. Proppe comenta: «El temor asedia a
sus víctimas con sombrías fobias; produce histeris-
mo, quita el gozo de la vida y turba la paz de la
mente. Sus víctimas tienen temor a la vida y temor
de la muerte; hasta que aprisionados entre ambos
buscan muchos, con frecuencia, la salida del suici-
dio.>
Los teólogos y estudiantes bíblicos están volviendo
a examinar el discurso del monte de los Olivos que
tenemos en Mateo, Marcos y Lucas, en el cual Jesús
predijo que antes de su Segunda Venida habría una
tal situación en el mundo que baria que «los hombres
se secaran por el temor viendo "tas cosas que suce-
derían sobre la faz de la tierra ... » (Lucas 21:26).
Tenemos BUENAS NOTICIAS para los afectados
por el temor. ¡Más que realizar los más fuertes an-
helos instintivos del ser humano de comunicar con
Dios, pueden morar a la sombra del Todopoderoso
con perfecta libertad del temor!
La presencia del temor no puede ser desterrada
fácilmente con palabras místicas o ejercicios de psi-
coterapia, repitiendo maquinalmente «no temerás»,
«no debes temer». Tenemos algo mejor que todo esto:
Son las seguridades que hallamos abundantemente
esparcidas por toda la Sagrada Escritura. Las pala-
bras «temor» y «no temas» se encuentran seiscientas
veces en el Antiguo Testamento y quinientas en el
Nuevo. Es grandemente significativo que al procla-
mar la venida de Cristo en la primera Navidad, las
palabra «no temáis» fueron dichas no menos que cua-

T1
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tro veces por los ángeles que anunciaron esta noticia


a los hombres.
Hay un tipo de temor que es un sentimiento ins-
tintivo puesto en el alma del hombre cuando fue
creado por Dios. Este temor significa un sentimiento
de reverencia para la autoridad constituida, espe-
cialmente con respecto a la divinidad. En este sen-
tido es una cosa buena, es el temor anormal en el
hombre, que Dios trata de desvanecer.
El mundo es un conjunto de pueblos y naciones
formados por individuos, cada uno de los cuales con-
tribuye a fortalecer la estructura de la sociedad, o la
debilita.
Aunque una simple persona parece nada, en rela-
ción con la población total del mundo y sus proble-
mas, la estructura de la sociedad depende de la salud
física y espiritual de cada individuo. Cada cual puede
infectar y afectar la totalidad, para bien o para mal.
A la luz de esto, cada persona es de gran importan-
cia. Los temores del mundo y de las naciones son
los de los individuos; por lo tanto, para desterrar
el temor de los hombres se necesita una relación
personal e individual de cada uno con el Altísimo.
Volviendo a nuestro texto, vemos, en significati-
vas figuras, que la victoria sobre el temor, mediante
la confianza en el Altísimo, abarca cuatro esferas:
El temor de noche.
La saeta. . . de día.
La pestilencia en la oscuridad.
La destrucción en medio del día.
Debemos recordar otra vez que la promesa no es
de que tales factores serán eliminados. La noche
vendrá, y la noche es un tiempo propio para trai-
cionar, asaltar y robar. «Los ladrones trabajan de
noche; los ataques repentinos de los enemigos en
tiempos de guerra se realizan por la noche. El ángel
de la pestilencia hiere por la noche; las bestias fie-
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ras rondan por la noche. Los fuegos destructores se


propagan generalmente de noche» (Pulpit Commen-
tary, pág: 280).
«Cuando nos retiramos a nuestras camas y abri-
mos nuestros lechos, después de habernos rodeado de
todas las posibles seguridades, continúa, sin embar-
go, el temor de ladrones, vientos y tempestades; y
además de las cosas imaginarias, que con frecuencia
aterrorizan más que las cosas reales» (Matthew
Henry, vol. IV).
¡Cuántos son los temores, los problemas, los ata-
ques personales que sólo existen en la imaginación!
Nos despertamos por la noche revolviéndonos en
nuestras camas, y luchamos con nuestros pensamien-
tos hasta altas horas de la madrugada. Son temores
que hemos llevado en nuestras mentes y corazones
durante el día, desde nuestra casa a nuestros debe-
res en la tienda o en la oficina. Nos han asaltado y
llevado a veces nuestra imaginación a extremos iló-
gicos, sumiéndonos en un laberinto de frustración.
Sólo después que la crisis ha pasado hemos com-
prendido, al mirar atrás, cuán necios e infundados
eran tales temores. Los obstáculos y amenazas que
nos parecían inminentes e inevitables, nunca se han
hecho reales; eran premeditados, pero no existentes.
Y si se hubiesen materializado, probablemente hu-
bieran sido menores de lo que temimos.
En cambio, ¡cuán seguro y cierto es el consuelo
que tenemos en el Lugar Secreto del Altísimo! No
sólo escapamos de las enervantes experiencias de
nuestra imaginación, sino que, como observamos en
las vidas de muchos creyentes, hay gran consuelo
en esta posición privilegiada. Sin decir que, cuando
nosotros mismos estamos allí, podemos ser torre de
fortaleza a los que nos rodean, mostrando calma y
confianza en nuestro Gran Protector.
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<Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Seflor


Jesucristo, Padre de misericordia y Dios de tQda con-
solación, el cual nos consuela en todas nuestras tri-
bulaciones para que podamos también nosotl"os con-
solar a los que están en cualquier tribulación, por
medio de la consolación con que nosotros sonws con-
solados por Dios> (2.ª Corintios 1:3-4).
Nuestra confianza y experiencia en el S~ñor nos
guardará de temores inmotivados. No solam!;!nte nos
guardará del mal, sino del temor del mal. Descan-
samos en Su promesa: .«Cuando te acuestes no ten-
drás temor, sino que te acostarás y tu sueño será
grata~ (Proverbios 3:24). Este sueño será grato y
seguro porque «no se dormirá ni se ador~cerá el
que te guarda. He aquí no se adormecerá el que
guarda a Israel» (Salmo 121:3, 4).
El ataque directo y abierto de la saeta Q\le vuela
de dia está en contraste con el terror de no~he. Las
<f'd'étcí':>' H~"fél'f ~-.f¡nUla":f r llll"'lWM, r ,<t,\51.Trd\'f d.espreve-
nidas a las personas atacadas. Así ocurre en H terre-
no moral cuando nos encontramos sin una fe vital
y pronta» (Pedro Marshall).
«Porque he aqui los malos tienden el arC(>, dispo-
nen sus saetas sobre la cuerda para asaetar en oculto
a los rectos de corazón» (Salmo 11: 2).
Esta es otra figura que implica el complot y la
calumnia: «Escóndeme del consejo secreto de los ma-
lignos, de la conspiración de los que hacen iniquidad,
que afilan como espadas su lengua; lanzan cuai saeta
suya, palabra amarga para asaetear a esconuidas al
íntegro. De repente lo asaetean y no temen. Obstina-
dos en su inicuo designio, tratan de esconder los lazos
y dicen: ¿Quién los ha de ver?» (Salmo 64:2-•o.
«La pestilencia que anda en la oscuridad y la mor-
tandad que en medio del día destruye», forQian una
bien contrastada pareja. La primera repre~enta el
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ataque sutil, mientras que la segunda es repentina


y viene sin advertencia.
Algunos creen que David escribió este salmo en
aquel tiempo cuando, después de haber hecho el
censo de Israel, en desobediencia a Dios, ocurrió
la pestilencia que causó la muerte de muchos israe-
litas. Otros lo relacionan con la matanza de los pri-
mogénitos de los egipcios, o la peste que destruyó
el ejército de los asirios; y, con referencia a estos
casos, a cualquier enfermedad corriente. Algunos su-
ponen que los versículos 3 al 6 y la alta mortalidad
sugerida en el vers. 7 indican una epidemia general.
Las palabras «anda» y «destruye» dan idea de sus
devastadores efectos.
«La mortandad que en medio del día destruye»,
puede referirse también al viento siroco, que era el
terror de los moradores en territorios adyacentes al
desierto de Arabia. Hace pensar en el calor ardiente
del desierto y el violento torbellino que, con la ra-
pidez de la saeta, heria de un modo general a los
habitantes del país.
Puesto que este salmo es particularmente simbó-
lico, podríamos aplicarlo a otros sucesos, que los pu-
ramente materiales, que tienen lugar a veces en la
vida de los hijos de Dios.
El terror de noche puede referirse a la infancia.
El terror atenaza los corazones de las personas ante
peligros imaginarios. ¿Qué niño no se ha sentido ate-
rrorizado en la oscuridad, imaginando espíritus, fan-
tasmas y demonios? Para evitarlo, muchas familias
tienen la costumbre de dejar luces encendidas en las
habitaciones de los niños hasta que, pasada la infan-
cia, ya no son víctimas de su vivaz imaginación. Del
mismo modo, el niño, en el sentido espiritual, puede
sentir terrores inmotivados con respecto a las fuerzas
desconocidas del mal. Hay muchos errores, y peno-
sos tropezones, que experimentan en la vida los hijos

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de Dios recién nacidos. Como en la infancia física,


el niño espiritual necesita mucha protección y segu-
ridad en contra de tentaciones secretas cde los go-
bernadores de las tinieblas de este mundo» (Efesios
6:12).
La juventud, con su habilidad y fortaleza de es-
píritu, hace frente más fácilmente a la saeta de día,
sin aprehensión. En este período de la vida son los
varones obligados a entrar en el ejército, porque es
la edad de su fortaleza, más apta para afrontar el
peligro de las batallas. Así es en la esfera espiritual.
Los ataques de Satanás contra la juventud se dirigen
principalmente a los impulsos del sexo o los deseos
de obtener prestigio y posiciones en la sociedad.
A menudo sobreviene la tentación de alcanzar me-
jores puestos a costa de las convicciones adquiridas
en la infancia y los mejores deseos de consagración
a Dios. Satanás sabe cómo aprovecharse en este
tiempo de las más fuertes pasiones e impulsos juve-
niles y arroja sus saetas con fuerza especial.
El mediodía de la vida puede ser, otras veces, el
tiempo más peligroso. Es la época cuando la energía
de la juventud ha producido sus frutos y ya los mis-
mos esfuerzos no producen iguales resultados. Sucede
el cansancio, y las fuerzas no se restablecen tan
a prisa como antes. En algunos casos se sufre el
desengaño de no recibir el reconocimiento y aprecio
que merecen los pasados esfuerzos en favor de otros.
Se ha llegado a la cumbre de la vida, y el futuro
parece menos prometedor que en los días de la ju-
ventud. cLa mortandad que destruye en medio del
día> viene en forma de desengaños, críticas, recelos
y calumnias, que atenazan el corazón como un cán-
cer destruidor.
Finalmente llega el ocaso de la vida, cuando apa-
recen las sombras de la vejez («el período de la
pestilencia que anda en oscuridad»). El alma expe-

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rimenta otra clase de temores, los procesos físicos y


mentales son más lentos y parecen detenerse. Las
secretas esperanzas y aspiraciones de tiempos pasa-
dos se ven incumplidas. El cuerpo, que ha sido fuerte
y eficaz en otros tiempos, viene a ser fácil presa de
enfermedades, y los dolores se multiplican. Los me-
jores amigos han pasado a la eternidad y el mundo
que se mueve alrededor parece poco interesado en
aquellos que están en el otoño de la vida. Son trata-
dos como una carga, si no como un problema. El
temor de venir a ser inútiles e improductivos termina
con la muerte, que parece ser la única salida. En tal
situación un espíritu de apatía puede apoderarse de
los ancianos a quienes el maligno les sugiere: «¿De
que sirve todo?>
En ninguna de las diversas situaciones o épocas
de la vida pueden ser disipados los fantasmas del
temor y las frustraciones como en la perfecta con-
fianza en el Todopoderoso. Allí, el que habita en el
Lugar Secreto goza de la más perfecta fortaleza y
confianza frente a cualquier tentación que le asalte.
Ha desarrollado sus músculos espirituales para de-
safiar y vencer los ataques de Satanás, y tiene la se-
guridad del Todopoderoso. No temerá, porque «Dios
no nos ha dado el espíritu de temor, sino de poder,
amor y confianza> (2.ª Timoteo 1:7). Por esto testi-
fica: «El Señor es mi ayudador, no temeré lo que me
hará el hombre» (Hebreos 13:6).
«El mundo moderno se ha entregado a la prose-
cución de la seguridad. Los hombres y las naciones
procuran proveer para todas las épocas de la vida
y así quitar los motivos de temor; pero han fraca-
sado. Adquieren dinero, y la inflación le quita valor.
Invierten sumas colosales en armas de defensa, y se
encuentran con sus ciudades destruidas de la noche
a la mañana. Descubren nuevos remedios y hacen
progresos enormes en cirugía, pero son derrotados

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por el creciente número de nuevas enfermedades de


la civilización. Ni las victorias bélicas ni los progre-
sos de la técnica pueden salvar al mundo. Lo que se
necesita es una fe adecuada; una seguridad de que
a través de todas las eventualidades y cambios de la
vida hay un Protector Divino en cuya sabiduría y
gracia podemos hallar paz» (Interpreter's Bib1.e, pá-
gina 497).
Esta es la parte y privilegio del que habita en el
lugar secreto. Con frecuencia surge la pregunta:
«¿Es la Biblia digna de confianza ?:i> La cuestión es,
no si la Biblia es digl'la de confianza o no, sino si
estamos aprovechando todos los recursos previstos
por Dios cuando buscamos 'y moramos en el Lugar
Secreto, haciendo frente a los temores y frustracio-
nes con la calma y confianza que proviene del hecho
de que «Dios gobierna el mundo en verdad y gracia».
«No temeré lo que me hará el hombre», pues «Ange-
les y hombres se postran ante El; y los demonios
huyen en tropel».
«Ha sido dicho por los psicólogos modernos que
no son las batallas exteriores, ni las luchas de la
vida, lo que deshace y altera la personalidad, sino
los conflictos internos. Si una persona es feliz y
hace las cosas de todo corazón, puede normalmente
hacer frente y vencer todas las dificultades que pro-
ceden de fuera. Por ejemplo, un hombre que está
casado con satisfacción y puede volver cada día a
casa y encontrar un hogar feliz, no es probable que
sea derrotado por las dificultades y luchas del tra-
bajo» (Your God Is Too Small, Phillips, pág. 34).
Esto es lo que ocurre con el Hijo de Dios que
mora en el Lugar Secreto de un modo superabundan-
te. «En el temor del Señor hay fuerte confianza, y
sus hijos habitarán en lugar segura» (Proverbios
14:26).

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Su fortaleza se funda en el hecho de que: «En


el amor no hay temor, mas el perfecto amor echa
fuera el temor ... » (l.ª Juan 4:18).

BUENAS NOCHES
¡Buenas noches! Descansa bien tranquilo,
Tu alma en paz y tu cuerpo en reposo;
El que te ama es el que te guarda.
Y sabes que es el Todopoderoso
Quien promete librarte del apuro.
Jamás se duerme el que te protege.
¡No hay otro apoyo tan firme y seguro!

Francisco Quarles

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CAPITULO 11

NO V A A OCURRIRME A MI

«Caerán a tu lado mil, y diez mil a tu diestra; pero


a ti no llegará. Con tus ojos verás la recompensa de
los impíos» (vers. 7 y 8).

Un amigo mío que vivía cerca del lago, en un dis-


trito popular, tenía que cruzar su superficie helada
en automóvil, para evitar hacer varias millas dentro
del tráfico de la población. Al principio hacía estos
viajes con grandes precauciones, pues conocía casos
de personas que se habían hundido en el lago. Pero
después de varios años de realizar estos viajes todos
los inviernos, se desarrolló en él esta actitud propia
de los norteamericanos: «Esto no va a ocurrirme a
mí.» Y así fue, hasta el día que le ocurrió. Su difícil
escape del vehículo, que se hundió a veinte pies de
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profundidad, demostró la falacia de tal razonamiento


del subconsciente.
Este ejemplo es típico. Los hombres se lanzan a
velocidades excesivas, sin pensar en lo que signifi-
cará tener sus cuerpos destrozados entre cristales
y hierros retorcidos. Esto, en el afortunado caso de
que no pierdan sus vidas. Lo mismo se repite en otras
esferas, jugando con el fuego al hacer experimentos
con explosivos; ingiriendo bebidas alcohólicas de re-
sultados nocivos; fum&ndo tabaco, cuyos efectos han
sido denunciados mil veces por la ciencia, o entre-
gándose a los narcóticos. Todas estas personas tienen
una apariencia de satisfacción y de placer. Se entre-
gan al peligro desestimando las advertencias. Todas
son rechazadas por el estribillo de: «¡Bah .. ., esto no
me ocurrirá a mí. .. !» La imprudente confianza se
hace trizas porque las leyes de Dios en la Naturaleza
son firmes y no pueden ser violadas.
Sin embargo, hay un lugar de absoluta y bendita
confianza: no motivada por las habilidades que los
propios seres humanos saben hacer, sino que es fruto
de la fe explícita en el Altísimo y de su compañía en
el Lugar Secreto. Este es el mensaje de los versícu-
los 7 y 8 del salmo 91.
Hay una fuerte relación entre lo que se dice aquí
y los dos versículos precedentes. «No temerás ... » La
fuerte seguridad de estar libre de temores y frustra-
ciones se basa en la sagrada garantía hallada en el
Lugar Secreto.
Muchos cristianos jóvenes, sin experiencia, han
sido vencidos o heridos mortalmente por los dardos
pasionales de las concupiscencias de la carne. Algu-
nos que han sobrevivido a éstas, han llegado a la
madurez tan sólo para agostarse bajo el sol del me- e

diodía, vagando confusos por el calor de la batalla y


terminando paralizados e ineptos para la guerra es-
piritual. Otros han superado los ataques de esta épo-

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ca, para caer víctimas de la pestilencia del desalien-


to, convirtiéndose en obreros amargados, más aptos
para ser guardias de acuárium que pescadores de
hombres.
El hecho importante que debemos destacar aquí
es que el que habita en el Lugar Secreto tiene un
grandísimo consuelo en la promesa de completa pro-
tección y absoluta seguridad. Sólo será un testigo a
los millares que caen, ora desde el nivel de una pa-
sada experiencia en Cristo rica y radiante o como
antiguo enemigo e instrumento de Satanás.
Aun cuando la caída puede ocurrir a muchos, el
que «habita al abrigo del Altísimo» puede decir con
perfecta modestia: «¡ESTO NO VA A OCURRIRME
A MI!>
El salmista declara, en resumen: «Yo puedo ser
un testigo a los que empiezan entusiásticamente a
andar por el camino de Dios, pero son descarriados.
Puedo verles contender, luchar, tratar de manipular
y esforzarse en obtener beneficios materiales, pose-
siones, reconocimientos, poder y gloria. Pueden le-
vantarse aparentemente a tales alturas de éxito que
yo sea tentado a envidiarles. Sin embargo, todos
ellos, tarde o temprano, ahora o en la eternidad,
tendrán que aprender que todas sus ganancias fue-
ron tan sólo el oro de los necios y dulzura amarga.»
Jesús, en la condenación, les dirá: «Ya tuvieron su
recompensa», no han de tenerla aquí (Mateo 6:2).
Podemos considerar, en contraste, el contenta-
miento de los que ponen su confianza en el Señor.
Dos ilustraciones acuden a mi mente. La primera
es de un hombre cercano a los cincuenta años. Su
ambición de juventud era por un éxito material que
fue destruido por las artimañas de un superior pre-
dispuesto en su contra. En vez de sucumbir a las
tentaciones del odio, la ira y la amargura de alma,
o, siguiendo la figura del texto, en lugar de secarse

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bajo el sol del mediodía, buscó refugio en la sombra


del Omnipotente, para comprender el verdadero sen-
tido de los valores y fortificar su alma, que perma-
neció firme en las experiencias de los años subsi-
guientes. El otro era un caballero de unos sesenta
años, cuyo reconocimiento por sus trabajos de más
de cuarenta años en el servicio del Señor fue muy
escaso, o prácticamente nulo, humanamente hablan-
do. Vio a sus compañeros levantarse a posiciones
de prestigio y buenos sueldos, mientras él era pos-
puesto y olvidado. También él tuvo que luchar con
las tentaciones normales del enemigo de su alma.
Ambos servidores de Dios buscaron y hallaron refu-
gio y consuelo en el santuario interior con Dios y
evitaron la muerte espiritual. Por el contrario, se
desarrollaron espiritualmente y dieron un brillante
testimonio de victoria y hermosa comunión con el
Altísimo.
Para una foterpretación completa de estos ver-
sículos no podemos olvidar los comentarios y las
observaciones de varios comentadores. Hay la opi-
nión entre algunos de que ver «la recompensa de los
impíos» se refería a cuando los israelitas contempla-
ron los cadáveres de los egipcios en las orillas del
mar Rojo. Otros opinan de otro modo; pero todos
están de acuerdo en que el significado es: «Los ene-
migos no podrán alcanzarte ni dañarte» (Clatke, vo-
lumen III, pág. 510). Este autor lo resume del modo
siguiente: «No tan sólo estarás a salvo tú mismo,
sino que verás a todos tus enemigos desolados y
arrojados fuera.>
Ya sea con referencia a los enemigos o a los com-
pañeros de peregrinación caídos por los ataques del
maligno, oímos en este versículo la voz de contento
y confianza procedente del que habita en el Lugar
Secreto, exclamando dulcemente: «¡ESTO NO PUE-
DE OCURRIRME A MI!>

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«Mi vida está entre leones; estoy echado entre


hijos de hombres que vomitan llamas; sus dientes
son lanzas y saetas, y su lengua espada aguda. En-
salzado seas en los cielos, oh Dios; sobre toda la
tierra sea tu gloria. Red han armado a mis pasos;
se ha abatido mi alma; hoyo han cavado delante de
mí; en medio de él han caído ellos mismos. Selah>
(Salmo 57: 4, 6).

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CAPITULO 12

¿POR QUE?

«Porque has puesto a Jehová que es mí esperan-


za, al Altísimo por tu habitación, no te sobrevendrá
mal ni plaga tocará tu morada» (vers. 9-10).

«jYo he llegado!» Casi podemos oir al salmista


proclamar este hecho con un sentimiento de exalta-
ción.
Estos dos versículos parecen ser, a la vez, una
especie de prólogo y epilogo. Bien pensado, son un
sumario de todo lo que expresa el salmo y de todas
sus promesas, aunque antes se ha expresado con más
detalle la esperanza de: «... no te sobrevendrá mal,
ni plaga tocará tu morada».
Estas últimas son tan sólo dos de las seis u ocho
calamidades que se mencionan en el curso del salmo,

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las cuales quedan declaradas sumariamente con estas


palabras: «NINGUN MAL» y «NINGUNA PLAGA».
Es decir: nada absolutamente; ninguna clase de mal,
de cualquier tipo, te vencerá. Para continuar la inter-
pretación metafórica de este salmo debemos recor-
dar que esta promesa no es de orden físico, sino que
más bien se refiere a lo espiritual. Sería erróneo
complacernos con una consolación infundada. Pode-
mos esperar un cielo donde no existirán los dolores
y el sufrimiento, pero no que esto ocurra en la tierra.
Dios mismo, en la persona de su Hijo, sufrió crueles
dolores físicos; ¿podemos nosotros esperar ser me-
nos siendo parte de la familia de Dios?
«Si sufrís por causa de la justicia sois bienaven-
turados> (l.ª Pedro 3:14). Dios está siempre cerca
de nosotros en nuestro sufrimiento. Tenemos la her-
mosa posibilidad de ser atraídos más y más cerca
de El a causa de nuestros apuros. Esto ha sido des-
crito en el hermoso pensamiento de que a menudo,
en tiempos de tinieblas en nuestra vida, nos encon-
tramos bajo la sombra de sus alas, o sea que El se
acerca a nosotros para bendecirnos a causa de tales
circunstancias.
¡No!, no tenemos aquí una promesa de inmunidad
contra las pruebas o dolores terrenales. Podemos
citar el versículo: «Ningún mal ocurrirá al justo ... »
(Proverbios 12:21). Pero es necesario recordar que
hay una gran diferencia entre mal y sufrimiento.
Del mismo modo que por el lado negativo, el resto
de este cántico nos da los aspectos positivos del
favor de Dios, nos interesa considerar aquí la razón
fundamental de los tres beneficios prometidos, los
cuales aparecen bajo la palabra «porque». En este
versículo hay el primero de los tres usos de la pa-
labra «Porque», llevando nuestra atención a la ley
de causa y efecto.
La última mención de la palabra «porque ... » en-

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tra en la frase que en correcto español es traducida


«por cuanto ha conocido mi nombre> (vers. 11), y ya
ha sido explicada en el versículo anterior. La otra,
o sea: «Porque en mí ha puesto su voluntad», será
objeto de un amplio comentario en el capítulo próxi-
mo. Aquí la palabra aparece como un epílogo, por
la razón ya expresada en los dos primeros versículos
de este salmo.
El salmista insiste en recomendar la previa elec-
ción y muestra cómo la habitación del Señor es el
Señor mismo. Luego vuelve a hablar de los grandes
favores inherentes al privilegiado habitante del Lu-
gar Secreto. Estas promesas y bendiciones son la
consecuencia de la elección original, al haber esco- .
gido el Lugar Secreto del Altísimo como personal
morada.
Es interesante observar que en este versículo «tu
habitación» es descrita con énfasis, como la misma
persona del Señor. No será redundancia repetir que
el Lugar Secreto no es un retiro monástico fuera de
la corriente del mundo, sino un santuario místico cen-
trado en esta sagrada Persona. El lugar geográfico
no importa. ¡La relación es lo que vale!
Notad el uso del pronombre posesivo «SU> que
precede a los nombres de «habitación» y «morada».
La referencia inicial en el salmo se refiere de un
modo general a la persona que «habita» en el Lugar
Secreto. A esto sigue la decisión del salmista: «Diré
yo al Señor ... ». Aquí hay una evidencia de progreso,
puesto que ahora se da un título definido a esta ha-
bitación: Es Dios mismo.
Al proceder a un análisis de este salmo, el escri-
tor presenta un bosquejo en el cual los primeros
cuatro versículos son como una descripción de «la
sombra del Todopoderoso». Después de esto, en los
otros cuatro, el salmista reclama la promesa de «la
seguridad del Todopoderoso». Pero estas promesas

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son tan solamente efectivas para la persona que ha


hecho una entrega propia bien definida. Esto es lo
que el salmista afirma aquí en las palabras: «Diré
yo al Señor, refugio mío y fortaleza mía: mi Dios,
en El confiaré.»
En resumen, para buscar una metáfora moderna,
el salmista suscribe una póliza de seguro con Dios.
Sus obligaciones consisten en mostrar confianza en
Dios ante toda necesidad en que se pueda encontrar.
Su inversión recibe div,idendos seguros, empezando
por el versículo que se refiere al «sostén del Todo-
poderoso». Aquí llega a la cumbre del Todopoderoso,
como vamos a verlo en los versículos finales.
Podemos, con razón, creer que la palabra «T~
es como el sello de Dios que da autoridad al derecho
legal del Lugar Secreto, con todos los tesoros que
contiene. Por esto el autor puede humildemente, pero
con entusiasmo, exclamar: «jYo he llegado!»
Ocultos en su seno,
Benditos en su mano,
Seguros del peligro
De cruel traidor humano;
Ni una sombra de duda,
Ni de preocupación,
Turba allí la dulzura
De la feliz comunión.
Los goces y las pruebas
Proceden de lo alto,
Por el reloj marcadas
De Aquel que es soberano.
Puedes confiar en El
En todo lo que hace;
Lo hallarás verdadero,
Su amor te satisface.

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CAPITULO 13

PERFECTA PROTECCION

«Pues a sus ángeles mandará acerca de ti que te


guarden en todos tus caminos. En sus manos te lleva-
rán para que tu pie no tropiece en piedra» (versícu-
los 11-12).

No hay límites para Dios, pero los hay para el


hombre. Por esta razón, y a causa de su entera de-
pendencia de lo divino y por estar sujeto a las fragi-
lidades humanas y a sus variadas emociones, el hom-
bre necesita seguridad y ayuda de una clase u otra.
El Todopoderoso ha provisto todo esto en su bondad.
Una de las tales provisiones es en forma de ánge-
les, «... espíritus administradores, enviados para ser-
vicio en favor de aquellos que serán herederos de la
salvación» (Hebreos 1:14).
La angelología es una ciencia que merece una ex-
posición mucho más extensa que la que puede dár-

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sele en este breve estudio. 1 Aunque ha habido mucha


incomprensión a causa de los vuelos imaginativos de
poetas, artistas y predicadores, el hecho del minis-
terio de los ángeles es indisputable. El autor Harold
L. Proppe (The Watchman Examiner) dice: «Los án-
geles de Dios son mencionados 108 veces en el Anti-
guo Testamento y 165 en el Nuevo. Sus actividades
en el cielo y sobre la tierra son referidas en ambos
Testamentos de un modo prominente y detallado. Sus
futuras acciones y manifestaciones son preanuncia-
das en la profecía. Sólo personas ignorantes de la
Biblia negarán la existencia de estos seres sobrena-
turales.»
Con el propósito de interpretar a fondo este salmo
hemos hecho énfasis en el lado simbólico, pero, como
ha sido dicho, no hay una sola interpretación para
las Sagradas Escrituras. La recta Hermenéutica no
proscribe diversas aplicaciones, con tal de que éstas
no hagan violencia al significado básico.
Para que el énfasis espiritual no excluya el as-
pecto físico, debemos decir que el interés de Dios
con los hombres abarca sus necesidades y protección
corporal. Solamente tenemos que recordar las pala-
bras de Jesús: «Pero los mismos cabellos de vuestras
cabezas están todos contados; por tanto ... , no os afa-

l. Recomendamos el libro Todo sobre los ángeles, de


C. Leslie Miller, recientemente traducido al español, publi-
cado por CLIE, el cual presenta, junto con una breve expo-
sición de los ya conocidos incidentes bíblicos, algunos casos
de la historia de las misiones y de sucesos contemporáneos
en los que, cuando hijos de Dios se han hallado en extraor-
dinario apuro, la ayuda ha venido, al parecer, por medio de
tales seres celestiales, según testimonios dignos de toda con-
fianza. En oportunas notas se exponen otros casos de los que
el mismo traductor fue testigo, no ocular, pero sí de lo que ma-
nifestaron personas creyentes, en pleno uso de sus facultades,
momentos antes de partir para la eternidad. - S. Víla.

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néis por vuestra vida, qué comeréis; y por el cuerpo,


qué vestiréis; ... mas buscad el Reino de Dios, y
todas estas cosas os serán añadidas» (Lucas 12:22-
31); «... pues vuestro Padre sabe de qué cosas habéis
menester antes de que vosotros le pidáis» (Mateo 6:8).
Una de las ilustraciones más emocionantes de la
providencia de Dios es el cuadro de cierto artista
famoso que representa a dos pequeños jugando al
borde de un gran precipicio, ajenos al peligro, mien-
tras que un ángel guardián aparece en el cuadro en
ademán de protegerles.
Cierta madre misionera me contó el siguiente
caso:
«Poco después de haber dicho a nuestro hijito que
iríamos al Africa, asistió a una reunión con su padre
en la que vio una película que representaba al hijito
de un misionero que fue mordido por una serpiente
y murió. Esta proyección hizo tal impacto en la men-
te de nuestro hijito que decidió no ir al Africa, e
iba pidiendo a todos nuestros amigos si querían adop-
tarle para que pudiera permanecer en este país. Una
noche, durante nuestro culto doméstico, su padre le
dijo: "¿No crees que Dios puede cuidarte en el Africa
lo mismo que en América?" El muchacho no semos-
tró del todo seguro, por cuya razón el padre le su-
girió que sacara una tarjeta con un versículo de la
caja de las promesas. Fue a buscar la caja y tomó
la tarjeta que su padre le extendió, la cual decía:
"A sus ángeles mandará acerca de ti que te guarden
en todos tus caminos"; y el otro versículo que dice:
"Sobre el león y el basilisco pisarás." Tras la expli-
cación del padre, el muchacho quedó convencido.
Fuimos al Africa, y el padre le compró una bicicleta
para ir a la escuela. En su primera vacación invita-
mos a un amiguito, hijo de otros misioneros, a pasar
unos días con nosotros. Los niños pidieron permiso
para tomar sus bicicletas y pasear por el sendero

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del bosque. Los arbustos alrededor de nuestro hogar


eran entonces de más de un metro altura. Su padre
le dio permiso con la advertencia: "No entréis en el
bosque, recordad que puede haber serpientes." Dick
y su amigo pedalearon por el camino que cruza el
bosque, cuando de repente Dick vio una boa atrave-
sada en el camino con la cabeza levantada a punto
de atacar. Comprendió que no tenía tiempo para
parar la bicicleta, así que trató de rodear la serpien-
te apartándose hacia el borde del camino, pero ésta
le atacó en la pierna, y aunque no logró alcanzarle
con su aguijón, su cabeza fue a enredarse con la
rueda y su cuello quedó roto. Los dos muchachos
volvieron a casa arrastrando una cobra de seis pies
de largo.
»Cuando salimos para comentar el hecho, con una
oración de acción de gracias en nuestros corazones,
el muchacho dijo: "¿Sabes, papá, que tenías razón?
Dios envió a sus ángeles; ¡de otro modo esta ser-
piente habría acertado a morder mi pierna!"»
Una ilustración del ministerio de los ángeles a
favor de los seres humanos la hallamos en el testi-
monio de Daniel: «Mi Dios ha enviado su ángel y ha
cerrado las bocas de los leones para que no me da-
ñasen» (Daniel 6: 22); así como la experiencia del
apóstol Pedro y de los otros apóstoles cuando el
ángel del Señor vino de noche y abrió las puertas
de la prisión y los sacó afuera (Hechos 5:19). Ya
sea para necesidades físicas o espirituales, y segura-
mente para ambas cosas, sabemos que los ángeles
vinieron a servir a Jesús después de su tentación
(Mateo 4:11).
Ateniéndonos, sin embargo, a la estricta interpre-
tación de esta alegoría, volvamos al significado es-
piritual de estos versículos. El uso de la palabra
«pues», en el versículo 11, indica el encargo particu-
lar dado por Dios a los ángeles, como resultado de

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haber éste elegido al Señor Todopoderoso como su


habitación.
Ningún mal sobrevendrá al que habita en Dios,
pues El ha provisto con gran cuidado por y sobre
sus santos. Un escritor lo ha resumido del modo si-
guiente:
«Los ángeles de Dios tienen el encargo especial
de defenderte y guardarte, y la influencia de los es-
píritus malos no puede prevalecer sobre estos seres
poderosos. Ellos dirigirán tus pasos, cuando sea ne-
cesario, fuera del peligro; te advertirán cuando so-
brevenga por el camino ordinario; sugerirán a tu
mente pensamientos prudentes, ideas provechosas y
propósitos piadosos. De este modo te servirán, como
hijo de Dios que eres, y heredero de la salvación.»
Esta amante providencia de Dios incluye todos
los detalles. Su cuidado y atención para las cosas
pequeñas aparece en la promesa: «Te guardarán en
todos tus caminos, para que tu pie no tropiece en pie-
dra.»
«La protección angélica designada en favor del
que confía en Dios aparece en los versículos 11 y 12
como un hecho universal, no como algún caso aislado
que se produce tan sólo en circunstancias extraordi-
narias» (Delitzch, Commentary on the Psalms, pági-
na 64).
La gráfica expresión «te llevarán en sus manoS»
indica, una vez más, el tierno cuidado de Dios. Es
el mismo cuidado que una madre prodiga a su hijito.
Le enseña a andar en vistas a su completo desarro-
llo, pero atenta a evitarle cualquier daño, le sujeta,
o lo levanta, al menor tropezón. Del mismo modo
Dios ha prometido guiar tus pasos sobre las piedras,
o sea los obstáculos de la vida e impedimentos mo-
rales con que puedas tropezar. «Por Jehová son
ordenados los pasos del hombre, y él aprueba sus

101
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caminos. Cuando cayere no quedará postrado, porque


Jehová sostiene su mano» (Salmo 37:23-24).
La caída de un alma no es, de costumbre, un
trauma instantáneo, del mismo modo que la ascen-
sión al santo monte de Dios no se realiza de un solo
salto. Es generalmente un proceso gradual que im-
plica suprimir «las pequeñas zorras que echan a per-
der las viñas». ¿Significa esto que el cuadro del
ángel velando por los niños cerca del precipicio fuera
mal ideado? No; ciertamente, Dios cuida de nosotros
en caso de peligros físicos, cuando es su voluntad;
pero también da a sus ángeles el encargo de prote-
gernos contra las pequeñas piedras u obstáculos mo-
rales, y guardarnos en todos nuestros caminos. Puede
aumentar nuestra confianza y consuelo la palabra
«mandará». Sus angélicos servidores son responsa-
bles «A EL», así como «A NOSOTROS».
«El eterno Dios es tu refugio, y acá abajo los bra-
zos eternos» (Deuteronomio 33: 27).
«El ángel del Señor acampa en derredor de los
que le temen y los defiende» (Salmo 34:7).

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CAPITULO 14

VICTORIA COMPLETA

«Sobre el león y el áspid pisarás; hollarás al ca-


chorro del león y al dragón» (vers. 13).

Las tentaciones son instrumentos, ¡tan sólo instru-


mentos! ; pero son instrumentos poderosos en las
manos de Satanás para engañar y entrampar a los
amados de Dios. A este respecto haremos bien en
atender el axioma «nunca desestiméis la fortaleza
del enemigo»; no hacerlo es exponerse mucho en los
ataques del maligno.
Por miles de años ha sido costumbre en todas
las guerras hacer uso del espionaje. El empleo de
espías infiltrados en las filas de los oponentes para
medir su fuerza, conocer su estrategia y diezmar sus
filas desde dentro ha sido siempre muy ventajoso.
Por esto, el apóstol, sabiendo que la mejor defensa
es un ataque acertado, pone en guardia a los san-
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tos de Dios recordándoles: «Para que Satdnás no


gane ventaja alguna sobre nosotros; pues no ignora:
mos sus maquinacioneso (2.ª Corintios 2:11).
El consuelo previsto por el salmista en los dos
versículos anteriores, asegurando el escape ciel mal
y la custodia de los ángeles, continúa en el -versícu-
lo 13 con una nota ascendente que asegura y garan-
tiza la total victoria. Para esto emplea figuras del
reino animal como analogía para exponer la~ diver-
sas estratagemas que Su Majestad Satánica ~mplea.
De acuerdo con la repetición rítmica de la poesía
hebrea, el león y el basilisco corresponden al cacho-
rro de león y el dragón en la línea siguiente. «El
"león" representa aquí todos los ataques viol~ntos, Y
el "basilisco" los secretos y malignos. La l)alabra
hebrea (kephir) significa literalmente, no un cacho-
rro de león, sino un "león joven" en la plenitui:I de su
fuerza; y la palabra "dragón" (en hebreo tannin)
<¡,\.i,~\.{\.c::..c.. \.c.. W,.~<¡, \.-cw..\.~\.<e ~<e \.c..'b 'b<C'>.<p\.<e~\.<e'b'» fJ!1¡]zyJ.
Commentary, Salmos, vol. II, pág. 269). Au11que en
el lenguaje simbólico estas dos clases divei-sas de
ataque tienen una cosa en común: que amvas son
mortales.
En tiempos primitivos el león ofrecía adecuadas
imágenes al lenguaje poético de la Escritvra. Su
prodigiosa fuerza y agilidad, su majestuoso Y temi-
ble aspecto, su apetito rapaz y su rugido peculiar
eran el terror del bosque; pareciendo decir: «¡Des-
pierta! ¡Está alerta!» Como dice Pedro: «Vuestro
adversario el diablo, como león rugiente anJa alre-
dedor vuestro buscando a quien devore» (l." Pedro
4:8).
Su hábito de rondar por la noche buscando su
presa, presenta un ejemplo vivo de malH~nidad:
«Acecha en oculto, como el león desde su cueva;
acecha para arrebatar al pobre ... Se encoge, se aga-
cha y caen en sus fuertes garras muchos d~sdicha-

104
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doS> (Salmo 10:9-10). De igual modo, los hombres


malvados que persiguen y oprimen son comparados
a leones que aterrorizan, destrozan y matan. «Hay
conjuración de sus profetas en medio de ella; como
león rugiente que arrebata presa, ckvoraron almas>
(Ezequiel 22: 25).
Hay una variedad de pareceres entre los eruditos
respecto a la traducción de la palabra basilisco. Al-
gunos creen que se refiere a la cobra venenosa, que
prevalecía en algunos lugares densamente poblados
del Asia del Sur. Donde pocos de los nativos llevan
calzado, las muertes por mordeduras de cobra son
bastante frecuentes.
Otros lo traducen como «víbora», cuya mordedura
produce terribles síntomas y ha dado lugar a muchas
muertes entre los seres humanos.
Otros lo consideran el diminutivo de «áspid», que
es una de las serpientes venenosas del Oriente y
mata irremisiblemente. La víctima muere en un sue-
ño fatal entre las tres y ocho horas de haber sido
mordida. En todos los casos la mordedura de la ser-
piente representa la tentación sutil, engañosa y fatal
del maligno.
Hace pocos meses el escritor tuvo ocasión de vi-
sitar a un amigo cuya diversión es el encantamiento
de serpientes. Las serpientes eran de diversos tama-
ños, pero no venenosas. Esto trajo a mi mente la
historia del actor de circo que permitía a estos rep-
tiles enroscarse alrededor de su cuello. Su última
escena era permitir a una gigantesca serpiente pitón
enroscársele completamente, ante el terror y fasci-
nación de su auditorio. Pero un día la gigantesca
serpiente continuó apresándole sin poder él dominar-
la y le destrozó literalmente, rompiendo los huesos
de su amo. La enseñanza es que el que se permite
cortejar con la tentación y el pecado encontrará al
fin muerte y destrucción.

105
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¡Cuán insidiosa y subrepticia es la persona de


Satanás! Cuando sus ataques abiertos parecen in-
fructüeros y sus víctimas se defienden heroicamen-
te, cambia rápidamente su estratagema. Aprovechán-
dose del cansancio del luchador cristiano, se le apa-
rece sutilmente come ángel de luz y le insinúa el
veneno de la duda y el desaliento. Le hace ver cuán
poco apreciado es y cuán mal interpretado. Aun sus
amigos amados le odian. Satanás le sugiere, con apa-
rente simpatía, que, aun cuando ha luchado por rec-
tos principios y trabajado con sacrificio a favor de
Dios y para la causa de Cristo, sufriendo en el calor
de la batalla, la recompensa y el reconocimiento van
a parar en manos de otros menos dignos. Entonces
le hiere con la sugerencia: «¿Vale la pena todo esto?
¿Hay alguien que cuida de ti? ¿Cómo es que de mí
no se hace ningún caso, mientras que el impío florece
como el cedro verde? (Salmo 37:35). ¿Dónde está
Dios en todo esto?> El sentimiento de autocompasión
se apodera rápidamente de la víctima del ataque
satánico, y si no es contenido y neutralizado con es-
pritual rigor, la muerte del alma le acecha.
«La estrecha relación entre el león y el basilisco
debe de tener ciertamente un propósito. El primero
significa los males externos, Jo.s vicios mortales arrai-
gados en nuestros corazones: los malos pensamien-
tos, los malos hábitos que atacan y dañan el alma.
Lo adecuado de la metáfora puede verse en el hecho
de que la hallamos también en la filosofía pagana.
La figura típica del libertador del mundo griego era
el héroe Hércules; parece que los antiguos compren-
dieron que el que quiera conquistar el mundo debe
conquistar antes su propio corazón. Esta enseñanza
moral aparece en la conquista del león Nemeano.
Cada persona tiene su propio león, y todas las futu-
ras victorias dependen de la victoria sobre él: Ma-
tadlo y, por el resto de vuestra vida, lo que era antes
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un terrible enemigo se convierte en vuestra arma-


dura y defensa. Como Hércules, estaréis vestidos con
la virtud de esta conquista» (F. Farrar, Christian
World Pulpit, vol. 111, pág. 33). Farrar continúa di-
ciendo: «El que es capaz de estrangular serpientes
en su juventud, puede matar monstruos en su edad
madura» (ibid.).
Otro diverso tipo de engaño aparece en la figura
del «león joven». Cuando son cachorros, los leones
tratados como animales domésticos son hermosos e
inofensivos y se dejan acariciar. Dadles tiempo y
sobrevendrá su naturaleza salvaje y se volverán en
contra de sus dueños. ¡Cuán a menudo esta tragedia
ha tomado realidad por el h~cho de tolerar pequeños
hábitos pecaminosos! La bebida en sociedad, la aven-
tura estimulante de los narcóticos, el permitirse rela-
ciones al principio juguetonas con personas del sexo
opuesto, el aparentemente inofensivo juego de azar,
todo esto parece agradable e inocente al principio;
pero pueden convertirse, al fin, en la más destruc-
tiva y mortal esclavitud. Nadie se propone ser un
alcohólico, un adicto a las drogas, un pervertido
moral y un criminal; ¡todo ello empieza tan simple-
mente! Podemos ver otra analogía en el joven león,
que abandona la protección de sus mayores y de su
cueva para cazar independientemente. Sale sediento
de sangre y ferocidad. El ejemplo se refiere a las
tentaciones de la pasión, que se hacen cada vez más
poderosas, como las que se han descrito antes: Las
saetas de un amor ilícito, el odio o la envidia. ¿,Qué
adolescente, joven o adulto no ha sentido su fuerza?
El dragón es un misterio. Un comentador sugiere
que significa un animal acuático; pero inmediata-
mente reconoce que el significado no está claro.
Puesto que David no vivía en ninguna región costera,
no parece muy probable esta versión. Otra inter-
pretación de la palabra es volvernos a la definición

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secular. El dragón era un «monstruo mitológico, a


menudo representado como una serpiente orlada con
una cresta y poseyendo alas que terminaban con ga-
rras. En relación con este mito, la palabra Draco,
que en latín significa dragón, fue aplicada a una
especie de lagarto que habitaba en los bosques del
Asia del Sur, las islas Filipinas y las Indias Occiden-
tales» (Enciclopedia Americana, vol. 9, pág. 293).
De esta incertidumbre acerca de la verdadera
naturaleza del ejemplo, ¿no podemos deducir que la
figura se refiere a los temores imaginativos que Sa-
tanás pone en nuestra mente, y sobre todo la duda?
Esta fue el arma que empleó con Adán y Eva acerca
de su Creador: «¿Conque ha dicho Dios ... ?> ¿No es
éste el antibiótico que Satanás prescribe en contra
de la fe firme en nuestro Señor y Salvador? ¿No es
significativo que Satanás es llamado el Dragón (Apo-
calipsis 12:9; 20:2) a causa de su poder, malicia y
dañino carácter?
La fuerza de este versículo está centrada en los
verbos activos «pisarás» y «hollarás bajo tus pies>.
El enemigo es fuerte, sin duda. Su estrategia y
astucia son perfectas. Nadie puede igualarle en el
conflicto. Pero, protegido por el Altísimo y Todopo-
deroso, tú pisarás y hollarás bajo tus pies todas las
huestes del príncipe de este mundo. Dirigido por el
ángel del Señor serás invulnerable y victorioso; lo
que te permitirá exclamar: «¡Victoria completa!»
Notad la fuerza de los verbos. El diccionario defi-
ne la palabra pisar como «aplastar bajo los pies, sub-
yugar y vencer». Hollar es todavía una palabra más
fuerte, pues significa «pisar repetidamente hasta des-
menuzar» e implica «victoria completa».
Tenemos una ilustración de esto en la narración
de J osué y los cinco reyes atrapados en la cueva de
Makkedah. Antes de darles muerte, Josué hizo que
sus capitanes pusieran los pies sobre los cuellos de
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los malvados reyes, como símbolo de completa vic-


toria. Para hacer más viva y comprensiva la figura,
Josué declaró: «No temáis ni os amedrentéis, sed
fuertes y de buen ánimo, pues así el Señor hará con
todos los enemigos que pelean contra vosotros» (Jo-
sué 10:25).
Volviendo al Nuevo Testamento, recordamos el in-
cidente de los setenta discípulos que fueron comisio-
nados por el Señor Jesús. Cuando volvieron, su gozo
no tenía límites y decían: «Señor, aun los demonios
se nos sujetan en tu nombre» (Lucas 10:17). En los
próximos versículos Jesús profetiza la caída de Sa-
tanás y promete: «He aquí yo os doy poder para
hollar las serpientes y escorpiones, y todo poder del
enemigo ... » (Lucas 10:19). ¿,No es esto un eco de la
promesa contenida en el Salmo 91?
Este glorioso triunfo sobre un enemigo derrotado
está de acuerdo con la victoria del Señor Jesucristo
que celebramos cada Pascua. Es el cumplimiento de
la profecía que Dios dio en el jardín del Edén acerca
de que «la simiente de Eva quebrantaría la cabeza de
la serpiente» (Génesis 3: 15).
Como discípulos que nosotros somos del Señor,
Jesús nos dice: «... y nada os dañará». Sin embargo,
«no os gocéis de esto, de que los espíritus se os suje-
ten, antes gozaos de que vuestros nombres están
escritos en el cielo» (Lucas 10:19). Es decir, gozaos
porque vosotros vivís en el Lugar Secreto. Tenéis
una relación activa conmigo y obtendréis la «victoria
final».

El rompe el poder del pecado cancelado


Y pone el prisionero en libertad.
Su sangre derramada fue el gran precio;
El don que me asegura su amistad.

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CAPITULO 15

LA LLAVE DEL LUGAR


SECRETO

«Porque ha puesto en Mí su voluntad ... ; por tanto,


yo también ... » (vers. 14).

En este punto del himno antifonal que estamos


considerando, todos los comentadores están de acuer-
do en que es la voz de Dios la que habla.
La diversidad de voces que encontramos a través
del salmo expresan todas absoluta confianza. Excep-
to el vers. 2, que indudablemente representa el mis-
mo salmista, hay diferencia de opinión entre los
comentadores de quién está hablando y cuándo, pero
no la hay en la declaración de los tres versículos
que concluyen el diálogo. Es natural que Dios tenga
la última palabra, y en este caso es la suprema pa-
labra de autoridad.

111
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En el bosquejo que presentamos al princ1p10, el


escritor, después de hablar de «la sombra» del Altí-
simo ... , «la seguridad» ... y luego «el sostén» del To-
dopoderoso, llega a «la Cumbre», a la piedra angular
de su relación con el Altísimo, al lugar más íntimo,
desde el cual tiene acceso al almacén del Lugar Se-
creto, repleto de bendiciones.
En algunos aspectos este bendecido huésped ha
aprendido, bajo la dirección del Espíritu Santo, a
contener al enemigo de modo que ninguna amenaza
exterior le amedrenta. Sin embargo, la experiencia le
ha enseñado a no descuidar la guarda. La confianza
infantil del principio le ha convertido en una con-
fianza madura que goza sin temor de los frutos del
Espíritu. Se recrea en la atmósfera espiritual de la
manera que, en forma alegórica, se halla expresado
en las palabras: «Bajo la sombra del Deseado me
senté y su fruto fue dulce a mi paladar. Me trajo
ai banquete de su casa, y su bandera sobre mí fue
amor;¡) (Cantares de Salomón 2:3, 4).
La clave de toda esta figura retórica es el AMOR.
Desafortunadamente esta palabra ha sufrido mucho
en manos de los modernos escritores, los cuales han
hecho aparecer, tanto en sus novelas como en la pan-
talla, a las pasiones carnales y propias gratificacio-
nes de los hombres como si fuera amor.
El amor de Dios nunca es de baja calidad. Es po-
sible que haya quienes deseen la comunión con El
por razones menos dignas que el puro amor. Hay
muchas razones personales y legítimas tales como
el deseo de salvación, seguridad, protección, con-
suelo, etc. Se puede aún conocer a Dios en el sentido
de respeto y temor, pero no de un modo íntimo y
sobre la base del amor elevado y sincero que El
desea. Si11. embargo, cualquier relación con Dios no
podrá quedar por mucho tiempo en un bajo nivel.
Para asegurar la más dulce relación con el Altísimo

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de un modo significativo e intimo, el motivo básico


y definitivo debe ser el amor.
El amor nunca puede ser obligado, aunque haya
una obligación en el amor. Esto se encuentra bien
ilustrado por el incidente que la historia cuenta acer-
ca de la reina Victoria de Inglaterra. Se dice que el
príncipe consorte, Alberto, cansado de verse tratado
como un mero súbdito de la gran soberana en los
negocios de Estado, tuvo unas palabras con la reina,
llegando el altercado a tal punto que el rey consorte
se retiró a su habitación y cerró la puerta. Con indig-
nación oficial la reina le siguió y llamó a la puerta
cerrada. A la pregunta «¿Quién es?», ésta respondió
autoritariamente: «Su majestad la reina.»
«La reina puede esperar», fue la respuesta.
Aquella gran mujer, comprensiva como era, tras
un momento de deliberación, llamó otra vez tímida-
mente y de nuevo se oyó la voz del príncipe.
«¿Quién es?»
Entonces, entre sollozos y con un tono amante,
respondió la reina:
«Tu esposa.»
La puerta se abrió y pronto se vio rodeada de
dos brazos que la estrechaban con tierno amor.
Hay también el ejemplo de la fábula de Esopo
que cuenta que el viento y el sol discutieron acerca
de quién era más poderoso. Para poner fin a la dispu-
ta determinaron que ambos intentarían hacer que
cierto viandante se quitara la capa. Todos conocemos
el resultado. Los esfuerzos del viento sólo llevaron
al hombre a apretarse más la capa contra su cuerpo.
En cambio, el sol produjo el resultado deseado. Del
mismo modo el amor de Dios, especialmente cuando
es buscado y experimentado, derrite toda resistencia.
Puesto que es cierto que el amor no puede ser
coaccionado ni dado con recelo, resulta evidente que
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siempre ha de escoger con libertad el objeto de sus


deseos. Amor engendra amor. El motivo de desear
la comunión con el Altísimo puede que al principio
no sea tan noble y alto como pudiera ser, pero la
respuesta al amor de Dios pronto se desarrollará y
madurará.
Hace treinta años que yo encontré en la escuela
del Ejército de Salvación a un muchacho cadete.
Siendo camaradas se formó una amistad bastante
nominal. Subsecuenteoiente nuestros campos de labor
nos separaron centenares de millas y continuamos
manteniendo una cierta amistad. Sin embargo, algún
tiempo después vinimos a trabajar en la misma po-
blación y nos encontramos vecinos. Entonces, a cau-
sa de nuestro anterior conocimiento empezamos a
relacionarnos las dos familias, juntamente con nues-
tras respectivas esposas. Ibamos juntos a muchos
lugares y nos visitábamos con frecuencia. Aunque
teníamos algunas fuertes diferencias de opinión en
ciertas cosas, había una gran afinidad por los mo-
tivos más altos, ya que ambos trabajábamos para
el Señor. Con los años se desarrolló una amistad y
un amor tan íntimo que bien podría ser descrito con
aquellas palabras: «El alma de Jonatán fue unida
al alma de David, y Jonatán le amó como a su pro-
pia alma» (l.º Samuel 18:1).
Puedo presentar otro ejemplo muy personal. Al-
gún tiempo después de salir de la escuela donde me
gradué, fui destinado al cuerpo administrativo de la
misma. Allí encontré a una señorita oficiala que po-
seía muchas virtudes. No me llamó de momento la
atención, posiblemente porque uno y otro teníamos
otros pensamientos. Pero por una serie de circuns-
tancias empecé a fijarme más y más en ella y pronto
me encontré profundamente ;nteresado en ella. Vino
el día cuando la convencí de unir su suerte a la mía
para toda la vida, y delante del altar hicimos votos
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de entregarnos el uno al otro en un amor único y


supremo. Hay muchos que han dado este mismo paso,
pero algo ha ocurrido en el camino y el capullo del
amor se ha secado sin llegar a su madurez. Al revés
de otros casos, nuestro amor ha crecido y aumentado
hasta el punto de que actualmente no sabríamos vivir
el uno sin el otro. A través de los años nuestras
vidas se han entretejido por experiencias mutuas,
goces y tristezas, victorias y fracasos, pérdidas y
ganancias. A causa de esta íntima relación y com-
partimiento de cargas y problemas en la intimidad,
nuestro amor se ha intensificado y sobrepujado, de
un modo natural, a todos los otros amores y afectos
jamás experimentados.
Muy superior a cualquiera de estos dos ejemplos
es el amor que empezó hace cuarenta años en mi co-
razón. El principio y desarrollo fue semejante a los
otros que he referido, pero a causa de que es el amor
perfecto de Aquel que nos entiende mejor, y que con
infinita paciencia soporta nuestras flaquezas y caí-
das y derrama su misericordia y gracia, juntamer.te
con su afecto, me he hallado de acuerdo con el autor
de aquel himno que dice:
¡Avergonzarme del mejor amigo,
Mi apoyo, mi esperanza y mi sostén!
No; mi vergüenza es que, aunque le amo tanto,
No le amo siempre corno al sumo bien.

La forma en que fue forjada la llave del Lugar


Secreto se revela en la expresión: «En Mí ha puesto
su voluntad.» El morador del Lugar Secreto no sólo
ha escogido amar a su Señor por propia voluntad,
sino que ha puesto en El todos sus afectos. No es
un capricho pasajero, sino una de las tres marcas
del verdadero servidor de Dios descritas en el último
versículo de este salmo. Las otras dos son: «Ha co-

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nocido mi nombre» y «Me llamará». En relación con


esto, el alma prendida en el amor hace estas tres
cosas:
Se decide a amar a Dios.
Busca la intimidad con el Altísimo.
Muestra constantemente su dependencia del Todo-
poderoso.
Por tal causa, y especialmente por las rr1anifes-
taciones de aquello que Henry S. Drummond ha titu-
lado «La cosa más grande en el mundo», Dios expre-
sa su aprobación y divino deleite.
¡Las declaraciones de Dios jamás son hechas a
la ligera! El había puesto a prueba al salmista,
como lo ha hecho y lo hará con todos sus santos.
Abraham ganó el titulo dado por Dios mismo de «Mi
amigo» (Isaías 41 :8). Enoc fue trasladado por Dios
«porque tuvo testimonio de haber agradado a Dios».
Ju.n.tamen.te con. lltl.a larga lista de saludos hay una
expresión de Pablo que expresa esta misma idea
cuando dice: «Saludad a Apolo aprobado en Cristo»
(Romanos 16:10); o como lo expresa otra versión:
«Aquel probado y verdadero cristiano.» Cuando Jesús
trató de restaurar a Pedro al Lugar Secreto, puso a
prueba su devoción mediante las tres incisivas pre-
guntas: «¿Me ama más que éstos?» (Juan 21:15).
Del mismo modo, la aprobación de Dios en cuanto
al salmista es introducida por el triple uso de la pa-
labra «Porque», la cual, por muchas razones y moti-
vos, es la más importante de las tres causas, pues
el amor es lo fundamental para hacer del Altísimo la
propia habitación y conocer personalmente su nom-
bre. A los ojos de Dios el salmista ha pasado la prue-
ba y le ha sido entregada la llave a la cámara más
intima de esta bendición elegida. El placer y las
bendiciones de Dios son reservadas para esta perso-
na favorecida. Dios no tiene favoritos, pero cual-
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quiera que escoge de todo corazón fijar Sll amor en


El, es apto para recibir tal favor.
«PORQUE ... POR CUANTO ... » Si puec:Ies llenar
con acción los puntos suspensivos de esta~ dos fra-
ses, podrás disponer de las preciosas b~ndiciones
enumeradas en los versículos finales de este salmo.

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CAPITULO 16

BENDICIONES ILIMITADAS

«Porque en Mí ha puesto su amor, yo también lo


libraré; lo pondré en alto, por cuanto hll conocido
mi nombre. Me invocará, y yo le responderé; con él
estaré yo en la angustia; le libraré y lo glorificaré.
Lo saciaré de larga vida y le mostraré mi salvación»
(vers. 14-16).

Y a hemos dicho que en este punto del i:;almo Dios


es quien da el discurso final. Del mismo modo que el
presidente del comité hace un resumen de los hechos,
reacciones y consecuencias del asunto, 8-quí, Dios,
después de hacer un resumen del contenido del salmo,
le da una deseable conclusión. Y, para satisfacción
del lector, lleva la escena final al más favorable y
emocionante clímax. El doctor R. S. Clandish (The
Gospel of Forgivennes, pág. 227) dice q\le «lo que
Dios mismo promete al final de este salmo, es la glo-
riosa piedra angular de este edificio de la confianza».

119
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La primera frase expresa satisfacción por parte


del que está hablando, así como una alabanza a la
actitud y acción del que mora en el Lugar Secreto:
«Por cuanto en Mí ha puesto su amor ... »
Hay muchos aspectos interpretativos de estas pa-
labras: «Por cuanto en Mí ha puesto su amor»; pue-
de entenderse como: «Porque su amor es sincero en
propbsito y deseo; también puede entenderse «¡:¡D't-
que su amor a Mí es ardiente y absoluto»; «porque
me ha hecho objeto supremo de su amor»; «porque
en su amor ha mostrado absoluta confianza en MÍ»;
«porque se ha apoyado dulcemente sobre Mí» (así
lo interpretaba Juail Calvino); <<POR CUANTO ... », y
a ello sigue una serie subsecuente de bendiciones.
¿Qué son estas bendiciones? ¿Representan un mo-
delo fijo? ¿Hay en ellas un plan progresivo? Cuando
las tiene aseguradas, ¿puede el creyente refugiado
en este santuario esperar y más y más? ¿Hay peli-
gro de perder estas bendiciones?
Al considerar estas preguntas vamos a explorar
el pensamiento de algunos comentaristas y luego aña-
diremos algunos pensamientos propios.
Clarke, en su comentario, divide las primeras
cuatro promesas citadas en estos tres últimos ver-
sículos como pertenecientes a esta misma vida y las
cuatro últimas para la vida más allá.
Según Dwight L. Moody (Moody's Last Sermons,
Wilson, Moody Press), estos últimos versículos del
salmo 91 contienen siete altos beneficios y los relata
del modo siguiente:
Yo lo libraré. - Las manos de Dios.
Le responderé. - La voz de Dios.
Con él estaré en la angustia. - La constante pre-
sencia de Dios.
Le honraré. - La recompensa terrena.
Le saciaré de larga vida. - La promesa divina
de vida eterna.
120
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Pondrelo en alto. - La divina promesa de he-


rencia.
Le mostraré ... mi salvación. - La gracia de Dios.
Otro escritor desconocido expone estas bendicio-
nes de un modo algo semejante a este bosquejo de
Moody:
La MANO de Dios para liberación.
La VOZ de Dios dando seguridad.
La PRESENCIA de Dios en la tribulación.
El DON de Dios de honrar a los fieles en la Se-
gunda Venida de Cristo.
LA PROMESA de Dios de vida eterna.
La RECOMPENSA de Dios ~n el más allá.
La RÉVELACION de Dios mismo.
Aunque hay aquí enumeradas ocho bendiciones,
la promesa de «librar» se repite. Esto podría ser
interpretado, como sugiere un comentarista, que al
principio habla de liberación «para el tiempo presen-
te», y la segunda liberación es «Para el más allá».
Otra posibilidad, no ajena al contenido de las Es-
crituras, es que una repetición de parte de Dios sig-
nifica un énfasis más fuerte, o sea: «repetición para
efecto». No está en el ánimo del escritor incluir o
defender la numerología, pero hay motivo para su-
gerir que uno de los propósitos o puntos en estos
versículos es poner en evidencia la perfección de
Dios simbolizada con el número 7. Por tanto, nos
inclinamos en favor de la segunda interpretación,
pues al hablar Dios aquí muestra su propósito de
expresar la perfección de sus bendiciones; o sea, el
perfecto e ilimitado número de bendiciones que ten-
drá aquel que le ama firmemente. Por tanto, el re-
ceptor de estas bendiciones puede descansar en ellas
con toda seguridad. El propósito de Dios es absolu-
tamente seguro.
Permítasenos considerar estas bendiciones con un
sencillo análisis.

121
r-
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LE LIBRARE
Este asunto fue tratado ya con amplitud en el ca-
pítulo titulado «Liberación segura». En el versículo
tres de este salmo la liberación puede ser tratada
como una observación de fe por parte del lector, o
como una expresión de esperanza y confianza por
parte del que habita en el Lugar Secreto. Pero, aquí,
la doble promesa de liberación que expresan estos
dos últimos versículos tienen la divina autoridad y
el sello del Todopoderoso. Esta promesa se refiere,
no sólo a los peligros y vicisitudes antes enumerados
en el salmo, sino a las bendiciones futuras. En otro
salmo hay una expresión similar de confianza: «Sea
para mí una roca de refugio a donde recurra yo
continuamente; Tú me has dado mandamiento para
salvarme, porque Tú eres mi roca y mi fortaleza»
(Salmo 71 :3).
El propósito de Dios en el salmo 91 no es sólo de
salvar sino también de salvar para algo. El no salva
tan sólo del mal, sino para el cielo. Basta con re-
cordar aquí la historia de José. Hablaremos más
acerca de esto en los capítulos que concluyen este
libro.

LE PONDRE EN ALTO
Este «poner en alto» no debe ser confundido con
una elevada posición de honor. Es otra bendición
prometida que lleva más bien la idea de que Dios
pondrá a sus amados fuera del alcance de sus ene-
migos. Es lo que Dios dijo a Satanás en el caso de
Job: «Hasta aquí llegarás y no pasarás.» La versión
de la Biblia amplificada lo expresa de la manera
siguiente: «Lo pondré en alto porque él conoce y en-
tiende Mi nombre (tiene un conocimiento personal
de Mi misericordia, Mi amor y Mi bondad; confía y
se apoya en Mí, sabiendo que yo nunca le olvidaré).»

122
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LE RESPONDERE
Esta promesa es en respuesta al llamamiento del
salmista. Este llamamiento no es la causa fundamen-
tal de la respuesta divina, como un comentarista su-
giere, sino que la razón para ésta, como para todas
las bendiciones, es el ardiente afecto desplegado ha-
cia El por la persona que se halla en el Lugar Se-
creto. Es evidente que no todos los que invocan al
Señor tienen garantizada su respuesta, pues leemos
también: «Si en mi corazón hubiese mirado yo la ini-
quidad, el Señor no me oyera» (Salmo 66:18). Pero
éste no es el caso del que «habita con el Altísimo»;
por tanto, se cumple lo que declara el salmo 21:2, 4:
«Le has concedido el deseo de su corazón, y no le
negaste la petición de sus labios ... ; vida te demandó,
y se la diste; largura de días eternamente y para
siempre.»

CON EL ESTARE YO EN LA ANGUSTIA


El sentido literal del original hebreo lo expresa
aún con mayor belleza: «¡Yo estoy con él; tan pronto
como llega la tribulación yo estoy allí!» Los comen-
taristas se explayan en el comentario de esta decla-
ración. Posiblemente porque todos los hombres co-
nocemos la adversidad y algunos tenemos también
la experiencia de la tal respuesta. Su benigna pre-
sencia como un amigo en tiempos de tribulación es
un gran consuelo y fortaleza. He aquí algunos de los
comentarios antedichos.
«El tomará nota de sus tristezas; conoce a sus
almas en adversidad, las visitará benignamente por
su Palabra y por su Espíritu y conversará con ellos;
compartirá sus aflicciones; les sostendrá y consola-
rá, y santificará en ellos sus aflicciones, las cuales
vendrán a ser el dulce toque de su presencia.» -
M. Henry.

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«Quizás habéis andado milla tras milla hasta que


el día se hizo oscuro y no había estrellas sobre vues-
tras cabezas, ninguna voz amiga para guiaros, y sa-
béis cómo os sentisteis cansados y doloridos en los
pies; parecía como si por todo el camino no había
más que piedras para tropezar. Podéis recordar que
cada vez que tropezasteis, en las densas tinieblas,
contra las piedras, el dolor era punzante en cada uno
de los nervios; y la falta de luz y la inseguridad os
hacía temer que cada paso os conducía al precipi-
cio ... ; todo esto os enervaba. Pero ¡cuán diferente
si un amigo bien amado hubiese estado con vosotros,
especialmente si fuese un amigo que conociera el
camino y el país perfectamente bien!» (Pulpit Com-
mentary, pág. 281).
«Yo me uniré muy junto a él, iré a la prisión con
él si es necesario, sufriré con él y me sentiré per-
seguido cuando él lo sea; le daré entonces consuelo.
Esto es lo que sentían y cantaban en la prisión los
mártires de la fe. El no les libró de la muerte, pero
jamás les dejó ni olvidó» (Clarke, pág. 513).

«Dios no promete un cielo azul,


Senda de flores, plena salud;
Días sin pena, paz sin temor.
No ha prometido que no vendrá
Ningún quebranto ni turbación,
Ningún disgusto ni tentación;
Que no habrá cargas que soportar
Ni amargas penas para llevar.
Pero nos dice que nos dará
Fuerza diaria y bendición,
Dulce reposo al viador,
Gracia en conflicto y en el dolor,
Grato consuelo en la aflicción,
Su simpatía y fiel amor.»
(Autor desconocido)

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Escuchad la más grande de todas las promesas:


«He aquí yo estoy con vosotros siempre» (Jesús).

LE HONRARE
Honrar a alguien es ponerle en tal posición que
obtenga las alabanzas y admiración de sus compa-
ñeros. Un comentador lo expone así: «Le cargaré de
honores. De aquel honor que viene de Dios. Mos-
traré a los hombres en cuán grande aprecio lo tengo.»
Esto está expresado en las palabras de Dios al sacer-
dote Elí. «... yo honraré a los que me honran ... >
(l.º Samuel 2:30).
No es fácil aceptar todo esto cuando nos hallamos
bajo la dureza de la prueba y la adversidad. Muchas
personas han proclamado su fe y devoción a Dios en
tiempos de bonanza, pero han capitulado tan pronto
como se han visto combatidos y humillados. Pero el
hombre que ha hecho frente a las tempestades de
la prueba y mantiene su fe anclada en el Señor,
tendrá gloriosos resultados de un modo inevitable.
Esto fue demostrado en la vida de Jorge L. Carpen-
ter, que estaba destinado a ser el quinto general del
Ejército de Salvación. Su historia se halla relatada
por Alfredo J. Gilliard en el libro Todos mis días
(pág. 62):
«Había llegado a una terrible batalla con las ban-
deras desplegadas, quizá sin darse cuenta de la se-
veridad de la prueba.
»Meses antes, cuando había sido por once años
el secretario y el hombre de confianza del general
Bramwell Booth, había sentido que era su deber po-
ner algunos reparos a su bien amado líder en asuntos
que afectaban a la eficacia del Ejército de Salva-
ción. (No interesa entrar en detalles.) Lo que intere-
sa es que el coronel Jorge L. Carpenter vio sola-
mente un camino para tomar, así que lo tomó y habló

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cuando otros habrían guardado silencio. El rtsultado


fue casi inevitable. Hubo dos opiniones donde debía
haber habido una sola. Dos hombres, uno 1m gran
líder con una vasta experiencia, acostumbrado a la
plena sumisión de sus subordinados en sus planes Y
propósitos. Por el otro lado el secretario, devoto de
su general pero con profundas conviccione~ perso-
nales. Y los dos no se hallaban de acuerdo.
»Había algún fallo en alguna parte; era ele espe-
rar una actitud de sumisión a la voluntad divina en
un hombre religioso. El corazón sencillo prevaleció.
>El general Carpenter, con su humildad caracte-
rística, testificó a un grupo de cadetes que el final
de todo esto significó ser enviado a un de~tino de
menor importancia, donde ya había estado dtstinado
muchos años atrás. Para edificación de sus oyentes
testificó: "Yo tracé un círculo alrededor de mí Y dije:
Esto es la voluntad de Dios; todo lo que mE' ocurre
tl<cb<c v<cn)y tl\Y<cctam<cn\<c tl<c E\."?>
Sólo la persona que ha vivido con seguridad en
el Lugar Secreto puede experimentar con verdad este
privilegio de estar en el Santuario con el Altísimo
sin temor ni duda alguna. Escuchad el fin~l de la
historia, como evidencia de la fidelidad de Dios de
«honrar a los que le honran'1J.
«Dentro de pocos años este mismo hombre, que
había sido degradado de su anterior posición ~ceptán­
dolo con la máxima sumisión y humildad, fue elevado
al cargo de general en jefe del Ejército de Salvación,
con autoridad sobre muchos millares de oficiales Y
soldados, administrando disciplina, oyendo ofensas
reales o supuestas, probando a las personalidades,
descubriendo la verdad y pesando los problemas;
siempre llamando a sus hombres a volver a Jos prin-
cipios iniciales de completa confianza en Dios. Su
más poderoso argumento y ejemplo no era tr~ído con
frecuencia a la vista, pero cuando lo creía necesario

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este general podía decir: "Yo sé cómo usted siente,


pues yo he pasado por la misma prueba, pero confié
en Dios y Dios lo trajo todo a bien a mi favor."»
Quizás algunos objetarán: «¡Pero no todo el mun-
do termina sus pruebas y humillaciones siendo nom-
brado general!> ¡Es cierto! Pero el sistema de Dios
de honrar a los que le honran no falla, como trata-
remos de demostrarlo en el último capítulo que se
refiere a la voluntad definitiva de Dios.

LE SACIARE DE LARGA VIDA


Largura de días era considerado siempre en el
Antiguo Testamento como una bendición y recompen-
sa especial a la obediencia, fo cual se halla en con-
traste con el deseo del Nuevo Testamento de «partir
y estar con el Señor». La diferencia entre el Anti-
guo y el Nuevo es debida a la revelación física de
Dios en carne humana, en la persona del Señor Jesu-
cristo, pero hasta la encarnación, ésta era la súplica
que hallamos a menudo en los labios de los santos.
La traducción literal del hebreo añade un signi-
ficado más profundo y podemos ampliarlo con otro
versículo: «Porque largura de días y años de vida y
paz te serán aumentados» (Proverbios 3:2).
Una larga vida es una vida satisfactoria tan sólo
si es usada y útil a Dios y al prójimo. Esto no siem-
pre está determinado por su duración en cuanto al
tiempo. Considerad la vida del mayor hombre que
jamás ha existido. Vivió comparativamente una vida
muy corta; sin embargo, en aquel breve tiempo cum-
plió la salvación para el mundo. Se ha escrito más
acerca de El que de cualquier otro hombre que jamás
ha vivido.
El propósito espiritual de esta frase, «larga vida»,
es que será una vida plena y que no morirá antes de
su tiempo. Y más aún, que su vida será «una conti-

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nuac10n de bendiciones por la eternidad, pues sin


eternidad la largura de vida no puede satisfacer,
como se demuestra en muchos ancianos que se han
quejado de lo corta que ha sido su vida» (Clarke, pá-
gina 513).

LE MOSTRARE MI SALVACION
El salmista se refiere, naturalmente, a liberacio-
nes de parte del Señor. La liberación sólo es apre-
ciada cuando hay de ella verdadera necesidad. Cuan-
do ocurre, si la presencia del Señor nos trajera tan
sólo alguna clase de consuelo y no plena liberación
nos volveríamos a algún otro lugar para hallar solu-
ción, pero puesto que El es el Todopoderoso, nos vol-
vemos siempre a El, como se expresa en el llama-
miento: «En tu mano están mis tiempos, líbrame de
la mano de mis enemigos y de los que me persiguen»
(Salmo 31:15). En nuestras tribulaciones esperamos
resultados efectivos. Su respuesta es: «Le mostraré
mi liberación»; o según otra traducción: «Le haré
ver y contemplar mi salvación.»
«Para los israelitas la salvación significaba el Me-
sias. El punto culminante de todas las esperanzas
de Israel, en el Antiguo Testamento, era verle a El,
ser testigos de su presencia y poder. Lo mismo en-
contramos en el Nuevo Testamento, con una seguri-
dad y una esperanza todavía más clara y gloriosa»
(Delitzch, pág. 65). Por esto el anciano Simeón, en
el templo, teniendo en sus brazos al niño Jesús, ex-
clamó: «Mis ojos han visto tu salvación» (Lucas 2:30).
Los habitantes del Lugar Secreto podemos ver hoy
día tan sólo como «en espejo en oscuridad» (l.ª Corin-
tios 13:12). Pero en la eternidad veremos a Jesús,
nuestra salvación. Por eso concluimos con el comen-
tario de Clarke (pág. 411), que resume todo lo dicho:
«El nos descubrirá amplias visiones de cómo he-

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mos sido tratados en su providencia. El continuará


glorificándome, acrecentando por toda la eternidad
mi semejanza a El. Su satisfacción en mí, y yo en
El: "Así se hará con el hombre en quien Dios tiene
su delicia y quiere honrar." El se complace en hon-
rar a aquel que pone su voluntad y afecto en El. En
una palabra, tendrá una larga vida en este mundo
y una bendición en el mundo venidero.»

Aunque temblara el mundo de polo a polo


Y rugiera furiosa tempestad,
No temeré, pues me hallo cobijado
En Jesús, mi refugio sin igual.

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CAPITULO 17

"DIRE YO ... LA EXPRESION


DE CONFIANZA"

«Diré yo al Señor: El es mi refugio y mi fortaleza;


mi Dios, en El confiaré» (vers. 2).

«Nuestra libre voluntad es parte de la voluntad


de Dios», fueron las palabras del doctor Paul S. Rees
sobre el tema: «Su voluntad y la nuestra». «Esta vo-
luntad -continuó el orador- fue otorgada al hombre
para que pudiera entrar en comunión con Dios sobre
un terreno de libertad»; e insistió: «Aquí hay el dere-
cho de libre opción.»
¿Significa esto que Dios tiene limitaciones? No os
extrañéis, en cierto sentido El es limitado; se ha
limitado a sí mismo.
Evitando enzarzarnos en una discusión teológica
demasiado profunda, nos limitaremos a considerar
la voluntad de Dios con respecto a su plan y propó-

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sito para nosotros. Para entender las bendiciones


finales de este su Lugar Secreto, es básico reconocer
y llevar siempre en mente que hay tres fases en
este aspecto de la voluntad de Dios:
La voluntad ACTIVA de Dios.
La voluntad PERMISIVA de Dios.
La voluntad FINAL de Dios.
Consideraremos cada uno de estos tres aspectos
de la voluntad de Dios por capítulos separados y
trataremos de demostrar cómo obran en una hermo-
sa y perfecta armonía. Al hacer esto es de la mayor
importancia tener en mente que el aislamiento ex-
clusivo de cada una de estas frases es totalmente
imposible. De hecho están tan relacionadas y entre-
tejidas que no sólo es imposible separar sus compo-
nentes, sino aun distinguir dónde empieza la una y
dónde termina la otra. En nuestra consideración de
esta fase será necesario repetirnos un poco, con el
fin de tratar de hacer una descripción clara de los
objetivos de los tres próximos capítulos, los cuales
son, de cierta forma, lo más importante en el estudio
de este salmo.
Antes de entrar en el estudio específico de la vo-
luntad ACTIVA de Dios tenemos que hacer algunas
consideraciones.
El plan y propósito de Dios para nuestra vida
como individuos nunca es una isla separada, sino
una parte y parcela de su plan, en relación con los
propósitos generales que El tiene para toda la Huma-
nidad y, finalmente, para su propia gloria. No nos
equivoquemos. La voluntad de Dios para nosotros
siempre tiene como final la gloria inherente del mis-
mo Cristo. Por tanto, en la medida en que una per-
sona coopera sin reservas con Dios mediante una
absoluta dedicación a El, la voluntad de Dios, su
propósito y plan son cumplidos mediante la vida de

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aquel creyente. Dios dijo: «Yo lo he creado para mi


gloria ... » (Isaías 43: 16). Considerad, además, estos
tres versículos que se refieren al mismo tema:
«Así alumbre vuestra luz delante de los hombres,
para que vean si vuestras obras son buenas y glori-
fiquen a vuestro Padre que está en los cielos~ (Ma-
teo 5:16).
«En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis
mucho fruto» (Juan 15:8).
«Pues comprados sois por precio, glorificad a Dios
en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales
son de Dios» (l.ª Corintios 6:20).
«Y serán llamados árboles de justicia, plantío de
Jehová para gloria suyaD (lsaías 61:3).
Una cosa debemos subrayar además: La voluntad
de Dios no está centrada en cosas materiales como
posición, prestigio, influencia, buena salud, aprecio
humano o riquezas. Estas cosas pueden venir o no
venir a nosotros. Como criaturas terrenales muy a
menudo valoramos las bendiciones y la voluntad de
Dios a la luz de lo que poseemos. Esto es una falacia.
Si la voluntad de Dios, que incluye su voluntad ac-
tiva así como su voluntad final, pudiera ser puesta
en una palabra o frase, sería la palabra «perfección»,
o «la perfección de sus santos» para su honor y
gloria.
La voluntad activa de Dios, que es el tema de
este capítulo, parece ser la más sencilla de entender.
Esto es, empero, sólo verdad en parte y está en cier-
to modo complicado por el hecho de que ésta tiene
también dos fases, a saber:
El plan general de Dios.
El plan específico de Dios.
El uso de la palabra «general» se emplea tan sólo
para decir que es común a toda la Humanidad, y no
se refiere a ningún grado de importancia. Este plan
general abarca todos los aspectos de la salvación,

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lo que incluye, no sólo la experiencia de la regenera-


ción, sino también de la santificación y la glorifi-
cación; todo lo cual forma parte de lo que ha sido
llamado con razón «plena salvación:.. Aquí habría
lugar para un debate teológico acerca del proceso y
su exención. Pero, puesto que no es el propósito de
este libro ir más adelante en la consideración de la
voluntad específica de Dios, bastará decir, basado
en la Sagrada Escritura y la experiencia, que Dios
tiene un propósito y un plan particular para cada
individuo.
Antes de ir adelante debe ser subrayado y enfa-
tizado con fuerza que, aunque estas dos fases de la
voluntad activa de Dios se tratan como entidades
separadas, en realidad en la vida cristiana práctica
NO ES POSIBLE SEPARAR LA UNA DE LA OTRA.
Si una se desarrolla y tiene éxito hasta cierto punto,
la otra se mueve en la misma dirección.
¿Cuál es la voluntad de Dios para mí? ¿Qué clase
de obra quiere Dios que haga? ¿Qué direcciones debo
tomar? ¿Cómo puedo estar seguro de cuál es su plan?
Estas y otras cuestiones nos inquietan.
Como Paul S. Rees dice: «La voluntad de Dios
para nuestro carácter ha sido fijada; la voluntad de
Dios acerca de nuestro modo de hacer las cosas ha
de ser buscada.>
Muchas almas sinceras, totalmente entregadas a
Dios, se han torturado para conocer la voluntad del
Señor. Deseosos de armonizar su voluntad con la de
El, han buscado conocer ardientemente su plan y
propósito. Aunque este problema es particularmente
propio de los jóvenes, no es, sin embargo, ajeno a
los cristianos más maduros y aun a los pastores y
lideres espirituales.
Indudablemente, algunos se apartan de la volun-
tad y el plan de Dios. Enfangados en los cuidados
de este mundo, el engaño de las riquezas y las codi-

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cias de otras cosas (según lo dijo Jesús), temen


pagar el precio y el sacrificio que ello implica.
Igualmente, el comprender la voluntad de Dios
supone un problema real, intrinseco, para muchos
cristianos. A veces necesitamos una especial visión
y mucha paciencia para comprenderlo. El problema
se agrava con el hecho de que este conocimiento no
nos viene automáticamente. Dios no siempre nos lo
revela en el acto. Hay tres razones, por lo menos,
para esto.
Se ha dicho que el negocio de Dios es fabricar
santos. El no está tratando de divertir a unos pocos
favoritos. Su Lugar Secreto no e~ una especie de
hotel para huéspedes distinguidos; no trata de mimar
o engordar a sus amados, má~ bien su plan es desa-
rrollar y habilitar a sus escogidos para una vida
superior de grandes hechos y perfecta paz. Desafor-
tunadamente no todo el mundo aspira a los privile-
gios del Santuario del Lugar Secreto. Dios lo desea
para todos, aunque nosotros no. A este fin, El sabe
que del mismo modo que las tempestades hacen más
fuerte al árbol, los sufrimientos hacen más fuerte
al creyente. Sabe también que si revelara al cristia-
no todo aquello a lo cual tendrá que hacer frente y
soportar, le abrumaría hasta el punto del desespero;
de ahí que, aunque el proceso puede no ser siempre
bien recibido con amor, su revelación es gradual y
su voluntad final será siempre la mejor.

Encendido hasta el colmo el horno de la prueba,


Contemplaba en el crisol a su oro amado
Y, acercándose más, miraba atentamente
Si el líquido precioso era purificado.
Sabía que era oro capaz de soportarlo
Y lo quería aún más precioso hacer,
Para que, cual corona de imponderable precio,
Brillar pudiera un día en la frente del Rey.

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Por esto dejó el oro en el ardiente horno,


Aunque «YO» dijese: ¡No puedo más! ¡Ay, no!
Pues veía la escoria que yo no percibía,
Y todo lo que hacía era en mi favor.
Y más brillante se hizo el oro apreciado.
Mientras se deshacían mis ojos de llorar
Yo sólo veía el fuego, no veía la Mano;
Por esto preguntaba: ¡Ay! , ¿cuándo cesará?
Mas mi oro brillaba con esplendor excelso
Cuando ya reflejaba el rostro del Señor,
Y amante me miraba con ojos compasivos,
Previendo en su Omnisciencia mi glorificación.
¡No, no pensemos nunca que un corazón amante
A sus amados quiere causar dura aflicción!
Si no fuera por darles superior honra y gloria,
Por los siglos eternos, en celestial mansión.
Autor desconocido ( Adapt. por S. Vila)

Dios busca probar nuestra fidelidad. Decir como


el salmista: «En El confiaré», no es el fin, sino tan
sólo el principio. Es como los votos nupciales de la
Iglesia, detrás de los cuales vienen las dificultades
de la vida diaria y las grandes contrariedades que
tienen que ser soportadas unánimemente por ambos.
Las pruebas del cuerpo y de la mente pueden ser
grandes, y no menos lo resultan a veces las del alma
y espíritu. Hasta el punto de que las corporales pue-
den parecer menos importantes. Ha habido grandes
hombres que fueron capaces de vencer difíciles mo-
mentos de dolor físico, pero que desfallecieron ante
dificultades morales diarias o grandes confrontacio-
nes espirituales.
«Elías, en el Carmelo, cumplió una espléndida ha-
zaña, pero hallamos al mismo Elías angustiado, echa-
do con desespero debajo de un enebro. Jonás fue
capaz de poner a Nínive de rodillas clamando mise-
ricordia, pero el petulante profeta discute con Dios

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por haberse secado un arbusto y pierde, por tal ni-


ñería, su reputación a través de los siglos» (Por el
Espíritu Eterno, Jaime Elder Cumming, pág. 162,
Bethany Fellowship Inc.).
En la prueba y proceso de purificación, Dios sabe
que el apoyarse absolutamente en El es la única ga-
rantía de armonía perfecta con su voluntad, y el
único medio de alcanzar el bien final que El desea
hacernos, y la paz del alma.
Si todo fuera fácil, brillante y placentero,
¿Do estaría la lucha?, ¿do estaría la cruz?
Pero es en los pesares que Dios te ofrece ahora
Mostrar que es verdadero el brillo de tu luz.
Tu Dios es poderoso, pero es Omnisciente
Y está de ti muy cerca, guiándote muy bien,
Porque bien te comprende; conoce tu flaqueza
Y quiere que algún día admires su grandeza.
Confía en El y espera ver tu anhelo cumplido,
Cuando en suprema gloria, cual santo redimido,
Le adorarás gozoso en el eterno Edén.
Lucy Booth-Hellberg ( Adapt. por S. Vila)

Dios se propone prepararnos para futuras tareas


y responsabilidades para las cuales nosotros no es-
tamos equipados. Conoce nuestras limitaciones y ha-
bilidades y no nos pedirá lo que no podemos rendir.
Pero El tampoco se contenta con la mediocridad,
conoce nuestro punto flaco y nuestro potencial in-
completo.
A pocas personas Dios les confía un gran cargo
en los días de su juventud. A la mayoría necesita
someterlos a un largo proceso preparatorio de refi-
namiento y purificación. Los temperamentos necesi-
tan ser ajustados, y desarrolladas las cualidades. Un
éxito rápido y grande no es confiado pronto a todo
el mundo, y a veces puede ser perjudicial.

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Una influencia santa y permanente no se produce


con facilidad; un espíritu humilde, abnegado, apto
para glorificar a Dios, no es una cualidad innata
en la mayoría de nosotros. Todos tenemos la ten-
dencia a apoyarnos sobre nuestra fortaleza y habi-
lidad y a atribuirnos el mérito cuando el éxito se
presenta. Dios sabe todo esto y es parte de su acti-
vidad el transformarnos, limpiarnos y hacernos vasos
útiles para su obra.

Cuando Dios quiere moldear a un hombre


A un instrumento de su Verdad,
Para que actúe como El desea
Y sea grande como El anhela,
Ve lo que hace; y no te asombre:
Pone este hombre en el escombro.
Así le humilla porque le ama;
Con mano dura crees le trata,
Pero no sabes por qué maltrata.
¡Sí, le golpea!; mas con cuidado,
Porque es un hijo, porque es amado.
Le dobla y tuerce, mas no le rompe;
Pues Dios comprende lo que es el hombre
Y le renueva, cuando le prueba,
Para que pueda al fin brillar
En la gloriosa eternidad.

Autor desconocido (Adapt. por S. Vila)

Sír Francisco Bacon dijo una vez: «La virtud es


como los olores preciosos, que echan más fragancia
cuando son agitados en el incensario o desmenuza-
dos; la prosperidad es lo que más descubre el vicio;
pero la adversidad descubre la virtud.>
Sólo después de pasar por tales experiencias com-
prendemos que El sabía... y que Su camino era el
mejor.
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e¿ ... no nos ocurre a veces que, cuando estamos


a punto de realizar cierta empresa que habíamos
considerado y planeado, somos detenidos de repente
por una voz interior para que hagamos alguna otra
cosa y nos vemos obligados a seguir otro camino
para el cual no vemos la razón, sintiéndonos poco
dispuestos a tomarlo, si no por otro motivo, porque
ello estorba nuestros planes trazados ya? Y hemos
sabido por propia experiencia tanto lo que es rehu-
sar obediencia a esta voz, como lo que resulta de
obedecerla. En el caso de- haberla rechazado, descu-
brimos haber perdido una oportunidad inesperada
que se nos ha escapado para siempre ... ; en el caso
de obedecerla, nos vemos favorecidos por bendicio-
nes que han venido también inesperadamente y que
no podían habernos venido por ningún otro camino>
(Por el Espírittt Eterno, Jaime Elder Cumming, pá-
gina 147, Bethany Fellowship, Inc.).
Queda la pregunta: PERO ¿COMO PODREMOS
SABER QUE ES LA VOLUNTAD DE DIOS? La ora-
ción contribuye niucho a la comprensión de Su vo-
luntad. Esto significa no tanto un ejercicio externo
como una comunión constante con el Todopoderoso.
Por ejemplo, cuando los discípulos buscaban la guía
divina para la Iglesia Primitiva, se dice que, «minis-
trando ellos al Señor, y ayunando, el Espíritu Santo
dijo: "Separadme a Bernabé y a Saulo para la obra
a la cual les he llamado." Y cuando hubieron ayu-
nado y orado, y 1JUéstoles las manos encima, les en-
viaron» (Hechos 13:2, 3).
Pablo, en su cuidado por el rebaño, escñbió:
«... nosotros no cesamos de orar por vosotros, y de
pedir que seáis llenos del conocimiento de su volun-
tad en toda sabiduría e inteligencia espiritual. .. > (Co-
losenses 1: 9-10).
Para mejor iluminación y comprensión de su vo-
luntad, debemos recordar que Dios ha provisto su

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revelación escrita, las Sagradas Escrituras, y su di-


vino intérprete y guía, el Espíritu Santo, cumpliendo
lo que dijo el profeta:
«Entonces tus oídos oirán a tus espaldas palabra
que diga: "Este es el camino, andad por él; no echéis
a la mano derecha, ni tampoco torzáis a la mano iz-
quierda"» (lsaías 30: 21).
Esta voz guiadora no habla porque sí, hay una
condición básica: Una adecuada relación con El.
«¿Cómo conocemos la voz de un amigo? Porque
hay algo diferente en ella de todas las otras voces
que no podemos definir o explicar. El niño, aun el
bebé, conoce la voz de la madre en la oscuridad, y
no se equivoca. Podemos tan sólo decir que la voz
del Espíritu Santo en el alma es conocida únicamen-
te por aquellos que obedecen» (Por el Espíritu Eter-
no, Jaime Elder Cumming, pág. 150).
Vamos a considerar ahora el otro lado del asunto:
La respuesta del hombre (en el ejercicio de su libre
voluntad para escoger) en relación con la voluntad
de Dios. Debemos recordar que aun cuando los pla-
nes generales y específicos de Dios son diferentes,
van, sin embargo, unidos y estrechamente relacio-
nados unos con otros; no puede cumplirse el uno sin
el otro.
En primer lugar, nosotros atendemos su voluntad
para nuestra salvación, que es una parte del plan
general de Dios: «De tal manera amó Dios al mundo
(a todos los seres humanos ... ) que ha dado a su Hijo
unigénito, para que todo aquel (cada individuo, en
uso de su libre elección) que en él cree, no se pierda,
mas tenga vida eterna» (Juan 3:16).
Más adelante encontramos, empero: «Esta es la
voluntad de Dios, vuestra santificación ... '> (l.ª Tesa-
lonicenses 4:3). Esta parte del plan general de Dios
es objeto de una advertencia a los creyentes: «Andad
como es agradable a Dios ... » (l.ª Tesalonicenses 4:1).

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Juntamente con el ejerc1c10 de la voluntad indi-


vidual humana hay también una condición fundamen-
tal, como lo hemos observado ya al referirnos a la
ocupación del Lugar Secreto. Por la anticipada pro-
mesa de los dones de su Hijo y de su Espiritu Santo,
Dios puso el Lugar Secreto a la disposición de todos
desde hace muchos siglos. Lo que el hombre hace
acerca de ello es asunto de su propia voluntad. Cier-
tamente, Dios quiere, y aun influencia, al hombre
para que tenga comunión con El en el camino de la
salvación, pero nunca viola la voluntad del hombre.
Esto no es negar en absoluto la soberanía de Dios,
es tan sólo afirmar que El ha concedido al hombre un
poder para optar en cuanto a su destino espiritual.
Es el propio respeto de Dios para nosotros, como
agentes morales libres.
Pero nosotros debemos elegir. Para la buena com-
prensión en cuanto al privilegio que nos ofrece este
salmo, podemos, o bien retroceder hasta ser meros
cristianos nominales, o determinarnos a buscar y ase-
gurar esta codiciada habitación o morada con el
Altísimo. No hay lugar aquí para casualidad o ca-
pricho; no es asunto de yo querré o no querré, según
mi buen humor; no es cuestión de capricho, imagi-
nación o deseos variables.
Como sabéis, un murciélago parece ser una mez-
cla entre pájaro y ratón. Hay una leyenda que dice
que el murciélago estuvo en una batalla entre los
animales y los pájaros. Cuando los pájaros empeza-
ban a ganar, él extendía sus alas y exclamaba: «¡Soy
un pájaro!, ¡soy un pájaro!», pero cuando los anima-
les ganaban, escondía sus alas y se asemejaba a un
ratón. De este modo la suerte exterior determinaba
lo que quería ser. Hubiese podido, o bien extender
sus alas y estar permanentemente con los pájaros,
o plegarlas y situarse con los ratones; pero no, deja-

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ha que sus acciones fueran determinadas por las


circunstancias a las cuales él se sometía.
No debe haber tal clase de actitud ni proceder,
si queremos gozar del Lugar Secreto. Para asegurár-
noslo debemos ejercer una fe que suene clara como
una campana, brille como el cristal y, en frente
de todos los obstáculos, muestre una determinación
firme.
Aun cuando el poder del amor de Dios es impor-
tante para asegurar la bendición del Lugar Secreto,
no es suficiente. Por extraño que parezca, la obten-
ción de esta sagrada morada puede ser o no moti-
vada inicialmente por el amor; pero tiene que incluir
la voluntad, y este paso inicial es la opción del ser
humano.
Para hacer esto claro tengo que extenderme algo
más. Fenelon dice que «la religión pura reside sola-
mente en la voluntad»; pero esto significa que, como
la voluntad es el poder gobernante en la naturaleza
humana, si la voluntad es recta todo el resto de la
naturaleza debería seguir en armonía. Por la volun-
tad no quiero decir el deseo del hombre, ni siquiera
su propósito, sino la elección deliberada, el poder
decidir aquello a lo cual el hombre debe rendir obe-
diencia. Es el hombre, en otras palabras: el «ego»
que sentimos dentro de nosotros mismos.
A veces se piensa que las emociones son el poder
gobernante en nuestra naturaleza; pero yo creo que
todos sabemos por experiencia práctica que hay algo
dentro de nosotros, detrás de nuestras emociones y
de nuestros deseos, un «YO» independiente que es el
que decide después de todo, y lo controla todo.
Nuestras emociones nos pertenecen y las sufrimos
o las gozamos, pero no son ellas mismas nuestro
eyo». Y si Dios ha de tomar posesión de nosotros,
ha de ser de esta voluntad central, o sea de esta
personalidad. Si El reina allí por el poder de su Espí-

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ritu, todo el resto de nuestra naturaleza debe quedar


bajo su mandato: «Como el hombre quiere, así es él.>
Si el amor es la llave que abre la puerta, ¡la vo-
luntad es el poder que da vuelta a la llave!

Ante todos los hombres


Se abren dos caminos,
Hacia arriba o abajo.
Dios o condenación.
Y unas pocas almas
Ascienden hacia arriba
A gozar ya ahora
De feliz comunión,
Pero otras se apresuran,
Para su desventura,
A eterna perdición.
Y entre unos y otros
Divaga todo el resto,
Andando entre la niebla
De la indecisión.
Ante todo hombre
Se abren dos caminos,
Y todo, ¡ay!, depende
De su libre elección.
Juan Oxenham (Adapt. S. Vila)

El entero meollo de este salmo consiste en este


poder de escoger. Es la acción propia y determinada
de la voluntad del hombre, y la acción de Dios, con-
juntamente, lo que hace correr la bendita corriente
de las bendiciones prometidas por Dios.
Después de la proposición que describe las con-
diciones para morar en el Lugar Secreto que halla-
mos en el versículo primero, el salmista responde
con una entrega total, resumida en la cuarta decla-
ración: «Diré yo al Señor: . .. en El confiaré» (vers. 2).

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Esta fue la decisión más difícil que yo he tenido


que hacer; ¿no ha tenido el lector tal experiencia?
Realmente, aunque estas bendiciones son difíciles,
si hicimos ya una vez la decisión más importante en
favor de Dios, entonces, de un modo místico impre-
visible, y a su propio tiempo, Dios revelará lo que
tenemos que hacer. Del mismo modo que El no tolera
vacilación en la elección humana, no obra tampoco
caprichosamente en la revelación de sus planes o pro-
pósitos. Si esto no fuera cierto nos habríamos exce-
dido en nuestra comprensión de Dios y mal interpre-
tado la Escritura: «Oirás a tus espaldas palabra que
te diga: "Este es el camino, andad por él; no os vol-
váis a mano derecha ni a mano izquierda"», y ten-
dríamos que buscar otro modo de obrar o entregarnos
a un total desespero. Pero esto no es necesario; Dios
existe, Dios tiene voluntad y experimentaremos que
Dios nunca falla. Sin embargo, para experimentar
esto debemos mantener fuertemente nuestra entrega
y decisión y esperar con paciencia, y Dios nos pro-
bará que no es en vano confiar en El.
En el curso de cierta guerra un oficial dio órdenes
al sargento de tomar un puente en poder del enemi-
go. La conversación que tuvo lugar es muy signifi-
cativa.
«Trataré de hacerlo, señor», replicó el sargento.
«Yo no digo que trate de hacerlo, yo digo que lo
tome.»
«Lo haré, o moriré en la empresa ... », respondió
el sargento.
«Yo no le digo que lo haga o que muera, le digo
que lo tome.»
«Sí, señor.»
Y lo tomó.
Esto es un ejemplo de la resolución descrita por
Jesús cuando dijo: «En el reino de los cielos se hace
fuerza y los valientes lo arrebatan» (Mateo 11: 12).

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Si el Lugar Secreto es una valiosa experiencia a


la que debemos aspirar, y así es; si el morador en
tal lugar es una persona privilegiada, y de cierto lo
es; si para realizarlo tenemos que cumplir las con-
diciones, y tenemos que cumplirlas, entonces nuestra
voluntad debe ser dirigida totalmente y estar en ar-
monía con la suya ... ¡y lo obtendremos!
Que el salmista lo hizo así, se demuestra por la
cuádruple declaración de este segundo versículo. La
realidad de esta entrega es confirmada en el ver-
sículo 9: «Porque has puesto a Jehová (por tu propia
elección) como señor . .. , al Altísimo como tu habita-
ción.» Lo cual es ratificado de un modo más notable
en las mismas palabras de Dios que hallamos en el
versículo 14: «Por cuanto en Mí ha puesto su volun-
tad.» Ha querido poner (por encima de todo) su amor
en Mí; por tanto (y éste es el mejor testimonio en
favor del salmista, que había llegado al Lugar Se-
creto con banderas desplegadas), ahora tiene autori-
dad y poder para dar vuelta a la llave y entrar en la
tesorería de las bendiciones que siguen.

Dulce voluntad de Dios,


Acércate más a mí,
Hasta que me halle fundido
Absolutamente en Ti.

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CAPITULO 18

DOS DECISIONES A PRUEBA

«En El confiaré» (vers. 2).


«Pondrelo en alto» (vers. 14).

Si la voluntad de Dios puede ser claramente dis-


tinguida en tres partes, como mostramos en otro ca-
pítulo, la voluntad permisiva de Dios podríamos con-
siderarla como el segundo acto en el drama de la
vida cristiana. Para llegar a este punto tenemos que
recordar que Satanás, no solamente trata de usurpar
el lugar de Dios, sino también echar a perder Su
plan para el hombre, tanto en lo que se refiere a su
voluntad general como a su voluntad específica. Sa-
tanás no está contento de intervenir en el drama,
sino que trata, por todos los medios, de ser el autor
y director en la vida de cada alma.
Sus ataques a los santos de Dios pueden tener un
doble carácter, como objetivos o como instrumentos

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y agentes. El complot del maligno incluye otros indi-


viduos, organizaciones y circunstancias. Cualquiera
de estos recursos potenciales, o instrumentos, son
usados por el diablo para desconcertar el plan de
Dios. Resumiéndolo, para hacerlo más claro, diremos
que hay cuatro factores que pueden obrar conjunta-
mente para impedir o hacer imposible la voluntad
activa de Dios:
La propia voluntad del individuo.
La de otras personas, que pueden obrar como in-
dividuos o como organizaciones humanas.
Fuerzas pasivas, como el tiempo, la enfermedad,
accidentes o muerte, etc.
Satán mismo, que ataca directamente o mediante
alguno de los factores antes expresados.
En la medida que Satanás tiene éxito en su plan
desviatorio, la voluntad activa de Dios queda deteni-
da, cambia su curso o puede ser totalmente impe-
dida. Esto es cierto con preferencia al propósito
(o plan) de la «plena salvación». (La voluntad activa
de Dios) o su plan específico para la vida del hom-
bre. Pablo lo muestra en una experiencia propia:
«Yo quería venir a vosotros, una y otra vez, pero Sa-
tanás me lo impidió» (l.ª Tesalonicenses 2:18).
Pero Satanás no puede cumplir esto por sí solo,
también él está limitado; sus limitaciones son acepta-
das por la voluntad del hombre o por la voluntad de
Dios. Por razones que no pueden ser totalmente com-
prendidas por el hombre, Dios siempre derrota a
Satanás; pero sus actuaciones son una parte de la
voluntad permisiva de Dios. Debemos hacer notar
que aun cuando la voluntad activa de Dios es siem-
pre un buen propósito, la voluntad permisiva puede
conceder ciertas facilidades al adversario.
El hecho de la misma existencia de Satanás en
la economía divina ha sido un enigma para la Hu-
manidad durante siglos. Se ha discutido mucho sobre

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este punto, pero el hecho es que Satanás existe. La


Escritura y la experiencia humana bien lo demues-
tra. Tenemos que aceptar su presencia y proceder
en contra de su actividad cuando la voluntad per-
misiva de Dios le permite obrar contra nosotros.
Para hacer frente a sus maquinaciones debemos
tener en cuenta lo que dijo el senador Walter Judd
respecto al comunismo: «Seamos prácticos; consi-
derad el caso del diablo; no podemos luchar contra
un enemigo a quien no conocemos. Esto es una regla
fundamental en toda guerra. Aprended las doctrinas
básicas de Satanás, su estrategia, sus prácticas y la
de sus agentes.»
Admitiendo la existencia del diablo y su éxito con
el alma no regenerada en mantenerle bajo su domi-
nio, este salmo nos muestra cómo debemos concen-
trar nuestra atención a sus ataques contra el cre-
yente, y la voluntad de Dios al respecto. Nuestro
primer estudio se referirá a sus intentos para dis-
poner la voluntad del creyente en contra de Dios, ya
sea para impedir su crecimiento y desarrollo espi-
ritual, que es la voluntad general de Dios, o para
algún plan específico de Dios en su vida.
¡Qué choque de voluntades hay entre la voluntad
de Dios y la del hombre en los sucesos diarios! Pero
esto no puede ocurrir con el que reside en el Lugar
Secreto del Señor. Ello estaría diametralmente opues-
to al tono general de confianza y sumisión que se
hace evidente en este salmo: «¿Cómo pueden andar
dos juntos si no estuvieren de concierto?» (Amós 3:3).
Es en esta esfera que se libra la más dura ba-
talla, después que la persona es convertida, para
evitar su entrega total a Dios. Aunque Satanás em-
plea sus mayores y más hábiles armas, Dios no se
queda pasivo, como un testigo inoperante, mientras
se libra la batalla entre el convertido y Satanás. El
Espíritu Santo de Dios trata constantemente de ganar

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al ser humano y traerle al Lugar Secreto, por el


calor de su amor y su bendita influencia. El factor
decisivo, aquí, no es ni Dios ni Satán, sino la volun-
tad del individuo. Con respecto a esto, el decantado
adagio de que «Dios no pierde ninguna batalla» es
discutible. Cada vez que el hombre rechaza la volun-
tad de Dios, Dios pierde una batalla en lo que se re-
fiere a su voluntad permisiva. ¿No es a tenor de
esto que Jesús dijo: «El que no es conmigo, contra
Mí es ... »? (Mateo 12:30).
Así que la respuesta negativa del hombre no so-
lamente le deja fuera del Lugar Secreto sino que le
hace más vulnerable a los ataques de Satanás y a
su total derrota. Jorge W. Watson dijo: «Viviendo
como vivimos bajo un estado de protección no hay
ningún grado de gracia que no pueda ser perdido.
Esto no contradice la doctrina tan claramente ense-
ñada en muchas partes de la Sagrada Escritura que
afirma que el creyente puede sentirse seguro de su
salvación; sin embargo, en Corintios leemos: «El que
piensa estar firme, mire que no caiga.» El original
dice más: «El que anda con toda seguridad, que
preste cuidado.» Esto significa que el creyente más
avanzado, el que tiene la más plena seguridad de la
fe, es el que debe estar atento, no sea que caiga.
¡Muchas son las artimañas del enemigo! Sería
imposible detallarlas. Algunas están metafóricamente
expresadas en este salmo bajo las figuras de trampa,
pestilencia, saeta, destrucción a la luz del día, etcé-
tera, que ya hemos tratado extensamente en capítulos
precedentes. El apóstol Juan se refiere sumariamen-
te a estos peligros cuando dice: «La concupiscencia
de la carne, la concupiscencia de los ojos y la sober-
bia de la vida» (l.ª Juan 2:16). No nos extenderemos
más acerca de estos puntos por amor a la brevedad,
pero vamos a considerar otras fuerzas usadas por

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el enemigo de Dios para oponerse a la plena entrega


del creyente y al plan de Dios.
Hay algunas cosas que ocurren en la vida de un
hijo de Dios que jamás podemos considerarlas como
parte de la voluntad activa de Dios. A causa de esto,
y sabiendo que Dios es omnisciente y omnipotente, la
mente humana queda confusa y extrañada. El ejem-
plo clásico de esto es la historia de Job en el Anti-
guo Testamento. Dios, en su voluntad permisiva,
autorizó a su archienemigo poner a prueba la fe de
Job. ¡Qué cosas consintió que le ocurrieran!
¡Pobre Job! Sus amigos y su esposa le fueron de
poco consuelo; habría sido mejor su ausencia que
su compañía. Sin duda, Job tuvo preguntas y pensa-
mientos que son comunes a todos cuando nos halla-
mos bajo el fuego de la prueba. ¿No conoce Dios
todo esto? ¿Fue Dios que lo permitió? ¿Por qué?
¿No se preocupaba Dios de ello? Desde nuestro pun-
to de vista actual podríamos hacernos estas pregun-
tas: «Si Job era tan perfecto, ¿por qué Dios le per-
mitió todo aquello?» Ciertamente no era para mejo-
rar su posición con Dios. «¿Cuál era, pues, el propó-
sito? ¿Cómo podía un Dios de amor permitir tanta
prueba a un hijo amado suyo?»
El hecho es que Dios lo permitió y que Job tuvo
una confianza que resistió toda prueba. ¿Cómo se
aplica esto a los creyentes en el Señor de nuestros
días? ¿A mí, por ejemplo?
El mismo comentario puede hacerse a muchas
otras cosas de las Sagradas Escrituras.
Una señora joven cuyo marido joven había sido
muerto domando caballos (en un momento de des-
cuido de su parte) estaba terriblemente enojada con-
tra Dios por habérselo quitado. Según se cuenta en el
libro Dig or Die Brother Hyde (Harper and Brothers,
págs. 82-83), su joven pastor tuvo con ella el siguiente
diálogo:

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«Otras personas han sido arrojadas por un caballo


más lejos de lo que fue él y no murieron; ¿por qué
Dios no le salvó?»
«Señora Molly, ¿qué clase de Dios se imagina us-
ted? ¿Se figura usted que Dios tenía que ablandar
por milagro el suelo donde su marido cayó, para
corregir su error de no sujetarse bien al caballo?»
«Pero ¿no dice que Dios cuida de los pajaritos del
campo?»
«Sí, y El cuida también de nosotros; pero esto no
significa que somos guardados de todo daño. También
los pájaros tienen que soportar las tempestades y
caen por millares; sin embargo, podemos decir que
de un modo general Dios cuida de ellos. Ha provisto
suficiente comida para ellos en los campos y les ha
dado admirables alas protectoras, pero no pueden
escapar a los azares de la existencia. Los peligros
nos rodean por todas partes. Nosotros usamos nues-
tra inteligencia y evitamos la mayoría de ellos, pero
a veces nuestra mejor inteligencia y nuestros mejo-
res propósitos no son suficientes y el infortunio nos
alcanza. Es como cuando alguien huye de una tem-
pestad, pero a veces la lluvia empieza antes de que
pueda llegar a cubierto.»
Y proseguí diciéndole: «Yo lo veo así; Dios ha
hecho un mundo bueno y ha hecho gente inteligente,
pero a causa de que ni el mundo "ni la gente son
perfectos hay azares desafortunados. Por ejemplo,
la enfermedad no es Dios quien la envía; por el con-
trario, El ha puesto en nuestro organismo, y en la
naturaleza que nos rodea, toda clase de recursos
para combatirla. Dios no fabrica la tragedia, y cuan-
do ésta llega El procura ayudarnos en todo. Dios
obra siempre para bien. Ahora mismo El está ayu-
dándole a usted, al encontrar un trabajo con el cual
podrá vivir cómodamente con su hijita Berta. Dios
está más cerca de nosotros cuando más le necesita-

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mos. ¿No quiere usted hablar con El ahora mismo


y darle gracias porque El está proveyendo para su-
plir la pérdida de su marido?»
A veces las personas y las organizaciones que
Satanás usa son honorables y llenas de buenos propó-
sitos; otras veces hay personas que suben al poder
por la gracia de Dios, pero son cegadas en su posi-
ción y ambiciones. Esta es una tentación normal y
la natural inclinación de muchos.
Pocas personas pueden permanecer incólumes
cuando el éxito les corona. Muchos resbalan y dejan
una sombra desagradable sobre su anterior carác-
ter e influencia. Es muy raro el individuo que, ascen-
dido a una posición de poder, puede permanecer hu-
milde ante los hombres y ante Dios. Podéis estar
seguros de que si vuestro carácter ha de mantenerse
en un nivel elevado, será pasando por la escuela de
la aflicción y la humillación. Y cuando habréis pasa-
do la prueba con banderas desplegadas, mostrando
gracia, paciencia y tolerancia, tendréis una entrada
más íntima y constante en el Lugar Secreto.
La mayoría de los individuos que han sido puestos
en circunstancias de aparente injusticia, discrimina-
ción y desfavor, son inclinados a separarse entera-
mente de Dios o hacerse amargos y supercríticos,
particularmente cuando los reconocimientos y pues-
tos que obtienen no son según su gusto y ambición.
Puesto que Dios no está siempre activo ni tam-
poco meramente pasivo; aun cuando El puede ser
permisivo, podemos entender el porqué de tales su-
cesos considerando su voluntad final. Hemos de dejar
este asunto para el capítulo próximo, pero vamos a
formular aquí nuestra premisa, mediante diversas
ilustraciones, recordando que «ahora vemos por es-
pejo, en oscuridad, pero algún día veremos cara a
cara; ahora conocemos en parte, entonces conocere-
mos como somos conocidos» (l.ª Corintios 13: 12).

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Entretanto, cuando vienen estas experiencias, es bue-


no recordar que Dios fija sus ojos en cada detalle
y ve las cosas desde el principio hasta el fin.
Ciertamente no era la voluntad activa de Dios el
poner a Pablo en un calabozo, ni Pablo podía prever
lo que aquello significaría para futuras generacio-
nes, pero Dios sí que lo sabía. Por eso permitió que
Pablo fuera impedido de viajar y de organizar igle-
sias y predicar, porque en la cárcel tenía más tiempo
para orar, reflexionar y meditar. De allí salieron
las epístolas a los Gálatas, a los Efesios, Colosenses,
Filipenses, a Timoteo y a Filemón; y ¿quién puede
medir la amplitud de bendiciones para la eternidad
que estas cartas han cumplido a través de los siglos?
Si no hubiese habido la experiencia de la prisión en
la vida de Pablo, el mundo habría sido privado de
estas joyas de la Sagrada Escritura. Gracias a Dios
por su voluntad permisiva.
O tomemos una página de la biografía de aquel
santo varón de Dios que se llamó Samuel Logan
Brengle. Después de recibir su título en la Universi-
dad de Pauw y haber sido ordenado ministro, mien-
tras se graduaba en el seminario de Bastan vino en
contacto y echó su suerte con el Ejército de Salva-
ción, que en aquel tiempo era una entidad mal com-
prendida y despreciada de todas las formas. Después
de otros dos cargos inferiores, fue nombrado capi-
tán del primer cuerpo en Boston. ¡Un cargo bien
diferente del pastorado de la rica iglesia Studebaker
de South Bend que le había sido ofrecido!
Ved ahora lo que le ocurrió: «Tal como había
previsto, sus amigos y parientes le inundaron de des-
denes y desaprobación. Al encontrar a dos profeso-
res del Seminario de Boston con los cuales había
estado relacionado e íntimamente vinculado por die-
ciocho meses, uno de ellos volvió el rostro cuando
pasó por su lado en una calle estrecha, y el otro se

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giró de espaldas cuando se encontraron en un ascen-


sor. El profesor Juan B. de Mott, de Pauw Univer-
sity, vino a su casa a rogarle que volviera atrás, di-
ciéndole: "Samuel, no hay ningún porvenir para ti
en el Ejército de Salvación; tus hijos tendrán que
llevar vestidos de segunda mano y no tendrás ningu-
na clase de privilegios. Cuando sean mayores, tus
hijos te maldecirán por esta decisión tuya. Vuelve
otra vez al pastorado al que perteneces")) (Samuel
Logan Brengle, Clarence Hall Colonial Press, pági-
nas 106, 197).
Pero esto no fue lo peor. Cuando estaba en Bos-
ton, yendo un día a visitar a los obreros de una casa
en construcción, encontró a un tozudo que se paró en
la escalera y no quería dejarle pasar. Brengle trató
con firmeza, aunque con amabilidad, de hacerle a
un lado, y como represalia el terco individuo cogió un
ladrillo y se lo arrojó a la cabeza con tanta fuerza
que Brengle estuvo entre la vida y la muerte y fue
impedido de trabajar por casi dos años. Mientras se
recuperaba escribió artículos para la revista del
Ejército de Salvación, los cuales fueron más tarde
coleccionados en forma de libro, bajo el titulo de
Helps to Holiness (Ayuda para la santidad), los cua-
les tuvieron una venta fenomenal, publicándose mu-
chas ediciones en una docena de países orientales y
occidentales. Aun hoy día, ochenta años después, es
una de las mejores obras que pueden obtenerse del
Ejército de Salvación.
Cuando alguien le decía cuánta bendición espiri-
tual había recibido por la lectura de su libro, Brengle
sonreía y decía: «iSi no hubiese habido ladrillo no
habría habido libro!»
Cuando estuvo totalmente recuperado, Brengle
halló un día a su esposa pintando el ladrillo; el texto
escogido que estaba dibujando sobre él era: «Vos-
otros pensasteis hacer mal contra mí, pero Dios lo

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tornó en bien ... para salvar la vida de muchos» (Gé-


nesis 50:5). (lbid., pág. 108.)
¿No vemos un ejemplo de los procedimientos per-
misivos de Dios en este incidente? ¿No lo vieron el
señor Brengle y su esposa? ¿No lo vieron sus com-
pañeros del Ejército de Salvación? Si el diablo fuera
un poco más sabio de lo que es lo habría visto tam-
bién; pero el diablo no veía en Brengle sino un for-
midable enemigo y amenaza para su reino. No es
extraño que usara sus saetas, andando alrededor de
él como león y susurrándole como culebra: «iAban-
dónalo todo, deja este trabajo, no seas loco!»
Pero Dios sí, conocía el fin, su voluntad final; la
cual era desconocida para todo el mundo en aquel
tiempo. Los resultados ocultos y potenciales de la
voluntad permisiva de Dios no son nunca visibles
ni pueden ser calculados, pero Dios sí los conoce. Lo
que quizás está ocurriéndote ahora mismo no es una
desafortunada casualidad; quizá te ocurre para pro-
bar tu fe y está planeado «para traer alabanza, ho-
nor y gloria el día cuando Jesucristo se revelará»
(l.ª Pedro 1:7, 8).
Pero es un gran dilema para el hombre a causa
de su conocimiento limitado. La única actitud acep-
table en tales casos es decir como Job: «Aunque me
matare, en El esperaré"> (Job 13:15). O lo que reco-
mienda el salmista: «Estad quietos y sabed que yo
soy Dios» (Salmo 46: 10). En medio de muchas voces
el servidor de Dios continuará «andando en la luz,
como El está en luZ» (l.ª Juan 1 :7), aun cuando no
pueda ver el fin desde el principio. Los hombres y
los demonios pueden cerrar muchas puertas, pero
de acuerdo con lo que expresa el salmista, «el que
habita bajo la sombra del Altísimo» demostrará con
palabras y hechos la fe que ha declarado, al decir:
<<En El confiaré.»

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No podemos hacer nada mejor para concluir este


estudio sobre la voluntad permisiva de Dios, y ani-
mar al creyente a mantenerse firme en su consagra-
ción al Señor, que citar las palabras del ya mencio-
nado general Jorge L. Carpenter el día que se retiró
de su trabajo activo. Su testimonio fue una exhorta-
ción realística admirable, digna de ser atendida:
«Mi responsabilidad por las vidas de millares de
oficiales del Ejército de Salvación me enseña más
y más cada día que el éxito espiritual depende de
obedecer la voluntad de Dios. Cuando tengo el deber
de investigar algún fallo, a menudo descubro que en
la raíz del asunto ha habido algún apartamiento de la
completa consagración a la voluntad de Dios, que
fue el inicio de aquel servicio.
»No estoy pretendiendo que todas las disposicio-
nes del llamado Ejército de Salvación son la perfec-
ta voluntad de Dios. Tenemos que reconocer que ele-
mentos humanos entran en todas las cosas. Surgen
obstrucciones, incomprensiones, pereza, prejuicio, ig-
norancia y otros defectos, sobre los cuales es impo-
sible tener ningún control; pero, mirando atrás a mi
vida, estoy convencido de que, cuando existe una
confianza inquebrantable, hay siempre una victoria
final. No siempre parece victoria juzgado bajo el
punto de vista humano, pero el creyente tiene siem-
pre un sentido interior de victoria cuando cumple la
voluntad de Dios. Bien dijo Jesús: "Confiad, yo he
vencido al mundo."
»Ha habido tiempos en mi vida cuando yo he obe-
decido mi conciencia sin reparar en las consecuen-
cias. Mi única consideración ha sido el mayor bien
del Reino de Dios, y el final ha sido el bien.
»Cuando miro a los próximos meses, en que tendré
que separarme de lo que ha sido por tanto tiempo
mi incesante actividad, oro ardientemente para que

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camaradas más jóvenes puedan tener el espíritu de


obediencia a la voluntad de Dios, y a ellos digo:
>"Levantad vuestras cabezas, andad de un modo
digno a vuestra vocación, entrad de pleno en la he-
redad de hijos del rey."
>De en medio de esta civilización arruinada, ba-
sada en el materialismo, está emergiendo incólume
la verdad de que la voluntad de Dios debe ser abra-
zada por los hombres si quieren andar por la tierra
en paz.
>El triunfo definitivo es del Reino de Dios: ¡Jesús
ha de reinar! ¡Todos los reinos de la tierra le esta-
rán sujetos!» (Del libro Todos los días, por Alfredo
J. Gilliard, pág. 74).
«Bueno es haber sido afligido, para que aprenda
tus estatutos» (Sallllo 119:71).

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CAPITULO 19

"YO LO HARE. . . DICE DIOS


TRIUNFANTE"

«Por tanto, yo le ... , yo le ... , yo le ... > (vers. 14-16).

La experiencia cumbre de bendición prometida


en los últimos versículos del salmo 91 es maravillo-
sa. Y lo más admirable es la nota de ccrescendo>
que reverbera toda esta parte del salmo, con toda una
serie de bendiciones a la vista... Dios mismo res-
ponde garantizando tales futuros con la más plena
seguridad.
Observad que todas estas promesas son persona-
les. Parece como si Dios mismo pasara de su volun-
tad permisiva e inactiva a una atención personal en
favor del creyente refugiado en el Lugar Secreto.
Para venir en su ayuda no delegará ni siquiera a
sus ángeles.

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Por esta serie positiva de declaraciones Dios ase-


gura que su voluntad y su plan serán cumplidas para
aquel individuo que ha vivido para su honra y gloria.
Lo que Dios quiere, no tan sólo puede realizarlo, sino
que lo hará si la voluntad del creyente está en ar-
monía con la suya. ¡Esto es una verdad axiomática!
Mantengamos en mente y repasemos tres cosas.
Su voluntad final no tiene relación con los rebel-
des incrédulos. Es verdad que Dios nuestro Salvador
quiere que todos los hombres sean «salvos y vengan
al conocimiento de la verdad» (l.ª Timoteo 2:1-4),
pero también dice: «Si le negaremos, El también nos
negará» (2.ª Timoteo 2:12). Su voluntad no se cumple
en tales casos. En la medida que el pecador rehúsa
aprovecharse de la salvación ofrecida por Dios, cie-
rra a Dios el obrar según su voluntad activa o final.
La falta de entrega y sumisión del cristiano hace
que no pueda cumplirse tampoco una parte de la
voluntad final de Dios. Aunque ha recibido a Cristo
como su Salvador, por la buena voluntad permisiva
y la gracia de Dios «... la persona será salva así
como por fuego» (l.ª Corintios 3:15). Nunca alcanza-
rá el clímax del plan de Dios para su vida.
El propósito de Dios es que nuestro espíritu, así
como nuestra voluntad, estén rendidas a El, y de
este modo la totalidad de nuestra naturaleza entrará
bajo su dirección y responderá a su querer. La razón
del porqué vemos a tantos cristianos viviendo una
vida de lucha y fracaso es porque han rehusado ser
ejercitados o someterse a la mano correctora de
Dios. No tienen un espíritu quebrantado.
Aun cuando el hijo de Dios no sometido pueda
ver más tarde los errores de su camino y hacer una
tardía pero total entrega, tendrá que aprender, con
pena, que ha pecado y que ha perdido oportunidades
por su decisión. Aun cuando los hombres tienen el
poder de elegir no tienen el poder de escoger los
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resultados de su elección. Puede que aún vivan vidas


para la gloria de Dios, pero en un grado menor de
lo que El había originalmente planeado para ellos.
Con su estilo característico el doctor Paul S. Rees lo
describe así:
«No todo lo que ocurre es conforme a la voluntad
de Dios. Nada de lo que sucede puede impedir su
voluntad final. Aceptar la voluntad final de Dios
es nuestro privilegio, pero recortar la voluntad de
Dios es nuestro peligr:o.»
Escuchad el lamento de alguien, que es un caso
típico de una multitud de personas que han experi-
mentado que torcer la voluntad de Dios es a costa
de ellos mismos:
«Yo tengo que acusarme por una gran parte de
mis desgracias. Yo quería a Tom, cuando Dios me
decía: "¡No!" Pero Dios es bueno y me ha condu-
cido maravillosamente en este año pasado, y ha su-
plido todas mis necesidades. Y o tengo ahora una
experiencia más rica y más plena hoy que jamás
había tenido con Tom, y mi todo está completamente
sobre el altar. Sólo quiero poder rehacer algunos
de mis errores, y que pueda ser usada por Dios de
cualquier forma que El desee. Yo no puedo ser ya
el vaso que El había planeado originalmente, pero
seré lo mejor que El quiera, de una forma secun-
daria.»
La plena aplicación de la voluntad final de Dios
es reservada tan sólo para aquellos que han alcan-
zado el Lugar Secreto mediante una constante devo-
ción y dedicación.
Esto implica una especie de matrimonio espiri-
tual. La unión perfecta de la voluntad del hombre
con la voluntad de Dios. Como el azúcar en el te,
como las gotas en el mar y como la levadura en la
pasta, el habitante del Lugar Secreto funde su volun-
tad con la de Dios.
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«Si habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas


de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de
Dios» (Colosenses 3:1-3).
Hemos dejado sentado ya el hecho de que la vo-
lunta de Dios para nuestro carácter o estado final
fue establecido en el Calvario, y es iniciado indivi-
dualmente en cada uno de nosotros cuando aceptamos
a Jesucristo como nuestro Salvador personal. A con-
secuencia de ello debemos buscar la voluntad de
Dios. Para ello, y para que nuestro carácter sea
moldeado según su voluntad, debemos constantemen-
te doblegar nuestra voluntad a la suya. Aquí es donde
surgen las dificultades y son resueltos los problemas.
Porque nosotros somos criaturas de la tierra,
«porque tenemos este tesoro en vasos de barro»
(2.ª Corintios 4:7), el aquí, y ahora, tiene gran im-
portancia para nosotros. Hace algunos años un explo-
rador descubrió, en una pequeña isla de los mares
del sur, algunos grandes pájaros que habían perdido
su facultad de volar, dada por Dios. La aparente
causa de ello era que había tal abundancia de comi-
da en aquella isla, que podían obtenerla con sólo
andar o saltar unos pocos pies. Debido a la falta de
uso de sus alas, fueron perdiendo progresivamente
la facultad de volar de tal modo que, al intentarlo,
apenas llegaban a levantar sus cuerpos del suelo.
Esto ocurre también en nuestras vidas espirituales:
no nos levantamos al nivel que Dios querría para
nosotros, porque estamos comúnmente bastante satis-
fechos y ligados a lo temporal.
Otro problema relacionado con esto es que somos
inclinados a confundir la obra de Dios con la volun-
tad de Dios. Existe lo que se llama «esterilidad de
la actividad». Cuando tenemos que hacer frente a
alguna decisión que puede afectar a nuestro trabajo,
o cuando tenemos que sufrir alguna pérdida física,
mental o social, nos imaginamos que, puesto que

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nuestras labores presentes son para su Reino, no po-


demos admitir que nuestra agilidad frenética no sea
lo que El desea, y que probablemente El quiere refi-
nar el precioso oro cargado de escoria, para traernos
con ello un perfecto gozo y paz celestial, superior a
nuestras circunstancias presentes.
Entonces es cuando Dios tiene problemas a causa
de nuestros motivos. ¿No es cierto que son muy po-
cos los hombres cuyos motivos sean absolutamente
puros? ¿No es por esto que Jesús dijo: «Amarás a
tu prójimo como a ti mismo»? (Mateo 19:19). ¿Y quién
es que no se ama a sí mismo? Pablo responde:
e: ••• nadie aborrece su propia carne ... » (Efesios 5:29).
Reconociendo esta verdad y puesto que son contadí-
simas las personas que pueden decir sinceramente
como Jorge Muller: «Yo morí a la aprobación y a
la crítica de mis hermanos», por tal razón el proceso
purificador de Dios se hace necesario.
«Amados, no os extrañéis del fuego de prueba
que os ha sobrevenido como si alguna cosa extraña
os aconteciese, sino gozaos por cuanto sois partici-
pantes de los padecimientos de Cristo, para que tam-
bién en la revelación de su gloria os gocéis con gran
alegría> (l.ª Pedro 4:12-13).
cEs verdad que ninguna disciplina al presente pa-
rece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero des-
pués da fruto apacible de justicia a los que en ella
han sido ejercitadoS» (Hebreos 12: 11).
¿Habéis oído alguna vez de alguien que pregunte
acerca de si rs o no la voluntad de Dios cuando le
sobreviene aigún honor, alguna promoción, un au-
mento de salario o alguna herencia? Raramente se
hace tal pregunta en tales casos; sin embargo, quizás
os extrañará si digo que estas cosas puede que al-
guna vez no sean conforme al plan de Dios; pueden
ser un ardid o un instrumento de Satanás como ten-
tación y bloqueo de nuestra vida espiritual. Puede

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que él trate de conseguir, con tales beneficios, orgu-


llo y propia estimación, lo cual es tan desagradable
a Dios como la envidia, el odio y el asesinato. Si el
carácter de la persona no ha sido formado de un
modo resuelto y firme antes de hacer frente a deci-
siones cruciales puestas por Satanás, no es probable
que escoja la senda mejor, más honesta y abnegada,
que conduce a recompensa celestial, a costa de lo
que es más provechoso y más favorable de un modo
inmediato. En crisis de este tipo la mayoría de los
hombres capitulan en favor de lo inmediato, sin mi-
rar a los valores eternos.
La voluntad final de Dios ha de ser cumplida tan
sólo si con el salmista afirmamos fervorosamente:
«Diré yo al Señor: ¡El es mi Dios ... !; y, como Elí,
añadimos: «Haga lo que bien le pareciere ... » (2.º Sa-
muel 15:25). Esto debe incluir una abnegación total,
una entrega absoluta a la voluntad soberana de Dios.
Ha sido dicho: «Dios tiene que ser Señor de todo
o de nada.» Esto no es fácil para la mayoría de nos-
otros, a menos que hayamos sido purificados en el
crisol de Dios. Nuestra obediencia y respuesta a la
voluntad de Dios es a menudo muy lenta; tan lenta
que a veces Dios tiene que usar métodos punzantes
para con nosotros.
El autor recuerda el caso de un primo suyo, joven,
a quien le dieron un dólar para Navidad. En aquellos
días un dólar era de mucho más valor que hoy día.
El gozo de Jorge no tenía límites y con infantil en-
tusiasmo mostraba a todo el mundo aquel regalo de
Navidad. Cansando a causa de las festividades del
día, se echó en el diván del salón y cayó profunda-
mente dormido con el dólar apretado en su mano,
que tenía puesta, además, debajo del sobaco de su
otro brazo. Cuando su padre le requería repetida-
mente que se fuera a la cama, respondía con un gru-
ñido somnoliento. Finalmente su padre gritó de un

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modo decidido: «¡Jorge, dame el dólar!» Como un


relámpago se levantó Jorge y corrió por las escale-
ras a su cuarto. ¿No se aplica esto, en un sentido
moral, a nosotros, hijos de Dios?
Jaime Elder Cumming, en su libro Por el Espí-
ritu Eterno (Bethania Fellowship, Inc.), refiriéndose
al «Bautismo de fuego» como un proceso purificador
del Espíritu Santo, dice:
«Esto se refiere, no meramente a la purificación
personal, sino a la pureza personal en relación con
la obra de Dios.
»¿Significa esto una crisis total? Estoy inclinado
a responder que así es a veces, y otras no. A veces
el fuego es como un horno en el cual parece que
somos metidos por un tiempo breve. Tales casos ocu-
rren en la experiencia secreta de algunos servidores
de Dios.
»Pero con más frecuencia no es una crisis total,
sino como un fuego lento que Dios permite, año tras
año, a las personas que son así bautizadas con fuego
purificador, para probar si se rebelan y tratan de
suprimir la dura prueba, o dándoles ocasión de ha-
cerlo, o deciden continuar aceptándola tal como su
Espíritu la aplica.»
Uno de los principales propósitos de Dios puede
ser el desarrollo de un sentimiento adecuado del va-
lor de las cosas. Los valores del mundo y de Dios
son polos opuestos; sin embargo, en algunos casos
parecen tan unidos que se pisan los talones. Esto
último es particularmente cierto en las esferas de
las necesidades de la vida diaria. Trabajar, comer,
amar, cumplir objetivos, adorar, son todo cosas nor-
males y ordenadas por Dios; sin embargo, pueden
convertirse en un fin ellas mismas y ser usadas para
gratificar los sentidos, y esto es lo que el diablo pro-
cura en nosotros. Es en esta cantera que los santos
de Dios pueden hallarse en apuro, a menos que hayan

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deliberadamente entrado en el Lugar Secreto. Esto


es en sí mismo un testimonio en cuanto al sentido
apropiado de los valores.
La voluntad final de Dios no es un misterio. No
es una mente celestial que nos hace inaptos para
este mundo. Sin embargo, es, por el otro lado, un sis-
tema de valores totalmente opuesto al de este mundo.
Jesús dijo: «No te ruego que los quites del mundo,
sino que los guardes del mal; no son del mundo, como
yo tampoco soy del mundo» (Juan 17:16).
Posiblemente algunos lectores estarán preguntán-
dose todavía: «¿Cuál es, entonces, la voluntad defi-
nitiva de Dios?» Aunque la ~espuesta no es fácil,
puede ser definida como «el plan o programa de Dios
para formar de nuevo al hombre a su propia imagen
y así revelar su gloria en la vida y servicio de aquel
individuo». Pablo lo resume de la siguiente manera:
<<Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descu-
bierta como en un espejo la gloria del Señor, somos
transformados de un grado de gloria a otro, lo cual
viene del Señor mediante su Espíritu» (2.ª Corintios
3:18. Versión parafrásica inglesa).
Esta definición puede ser ampliada como aquella
parte de la voluntad activa o perfecta que se cumple
según, y a pesar de, los impedimentos y obstáculos
del mal y otras fuerzas externas no controladas por
Dios de un modo directo. Sin embargo, aquellas mis-
mas cosas obran para bien, pues conducen a aquel
servicio por el cual Dios es más glorificado y que
es más satisfactorio para su servidor. ¿Qué forma
de servicio será éste? Es difícil de adivinar; sin em-
bargo, no importa; lo más interesante es la absoluta
sumisión a la voluntad de Dios. El que reside en el
Lugar Secreto con entera confianza, no tiene proble-
ma en cuanto a avanzar o esperar. Esto último puede
ser a veces más difícil que lo primero; pero el hijo
de Dios puede confiar aunque no pueda obrar. En el

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edificio destinado a retiros espirituales de la Asocia-


ción Bautista de Kreen Lake, Wisconsin, hay una
placa dedicada a los primeros misioneros que tra-
bajaron en Filipinas. En ella hay grabados un par
de bueyes entre un altar y un yugo, y debajo estas
palabras: «LISTOS PARA LO UNO O LO OTRO.»
Esta es la actitud típica del que habita en el Lugar
Secreto.
Lo que parece ser la voluntad de Dios, puede te-
ner muchas interferencias y parecer postergada in-
necesariamente por pruebas y tribulaciones de tipo
humano. El hijo de Dios obediente, aceptará su vo-
luntad permisiva y confiará en que El cumplirá su
voluntad final en el tiempo oportuno. Acepta la pro-
mesa de Dios de que «no le tocará mal» y cree con-
fiadamente que, ocurra lo que ocurra, nada será
para mal, antes servirá todo para su santificación.

¡El me cuida y me conoce!


Nada sus ojos cegará
Y lo mejor otorgará
A quien de entero se le da
Y su querer escoge.

Las Escrituras nos presentan un hermoso cuadro


de este principio en la historia de José. Muchos de-
talles, sin duda, están omitidos en el relato bíblico, y
si pensamos de José, no como un héroe perfecto,
pues nadie lo es en absoluto, sino como un ser huma-
no, podemos imaginarnos lo que tendría en su ima-
ginación en medio de la prueba; en los soliloquios
de noche tras noche y día tras día que se haría en
la cárcel. Probablemente recordaría lo que su pa-
dre le había enseñado en su juventud acerca de
Jehová, en sus votos de entrega a El y en sus ambi-
ciosos planes de servir al Todopoderoso de acuerdo
con los sueños que éste le había revelado. Sin em-

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bargo, ahora se encuentra en una situación apurada


y sin esperanza.
Satanás le atacaría, sin duda, en tales momentos
con todas sus armas. Es normal que se hiciera pre-
guntas como éstas:
«¿Por qué ha permitido Dios que todo esto me
ocurriera?»
«¿De qué sirve vivir una vida pura? Yo no me
di a la sensualidad como mis hermanos. ¡Cuán indi-
ferentes eran ellos a las leyes de Jehová! Planearon
mi muerte y me vendieron como esclavo tan sólo
porque sostenía mis convicciones. Y éste es el resul-
tado: Mientras que ellos están gozando de comodi-
dades, buena comida y todas las cosas buenas de
la vida, yo me estoy pudriendo aquí.»
¡Y qué pesadilla no sería recordar el caso de la
esposa de Potifar! Se diría: «Aun cuando me man-
tuve y resistí la tentación nadie me creyó. Después
de todo era una mujer bonita y atractiva; podía
haber pasado horas muy buenas recreándome con
ella a espaldas de su marido.»
«¿Qué bien me ha resultado de ser honrado? ¿Dón-
de está Jehová y todas las promesas de que mi padre
me hablaba? Solamente la cárcel y la "burla" del
carcelero cuando trato de contar la verdad.»
«¡Qué tonto fui de resistir la tentación! ¡Si fuera
ahora, lo haría bien diferente!»
Podemos figurarnos que reflexiones como éstas
acudirían a su mente, poniendo a prueba su fe y con-
fianza en Dios. Pero ésta prevaleció. Llevando el so-
liloquio a un camino positivo, podemos imaginarnos
a José diciendo en su fuero interno: «Jehová, Tú
eres todavía el Todopoderoso. Yo no puedo entender-
lo, pero me apoyo en Ti; pues "eres mi refugio y for-
taieza: mi Dios, en Ti confiaré".»

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Hace muchos años que el poeta William Cooper


escribió la experiencia de todos los Josés, Jobs, Bren-
gles, Carpenters y muchos otros hijos ele Dios a
través de los siglos. He aquí cómo describió la vo-
luntad de Dios en el famoso himno God moves in
misterious ways, una de cuyas versiones españolas
es como sigue:
En sendas misteriosas Dios
Se mueve, y su poder
Se muestra en la oscuridad,
Do brilla su saber.
Medrosos santos, recobrad
Confianza y valor;
Las nubes que tanto teméis
Traerán bendición.
Al Omnisciente no juzguéis
'P<n: 'l'l.~""t~a <:i~Rd.a a<J,1.lÍ.\
Confiad en El y le veréis
Benigno y fiel al fin.
La ciega incredulidad
Pretende adivinar
Los planes del eterno Dios;
Burlada quedará.
Sólo Dios puede interpretar
Sus obras con verdad
Y todo al fin aclarará
A quien supo esperar.

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CAPITULO 20

CONCLUSION

Una anciana creyente a quien se preguntó qué le


parecía el nuevo pastor, replicó titubeando: «Está
bien, sí, está bien, pero a mí me gustaba un poco
más el otro.» Cuando le preguntaron por qué razón,
respondió: «El otro pastor decía "finalmente" y con-
cluía en seguida. Mientras que el nuevo predicador,
cuando llega cerca del fin de su sermón, dice "final-
mente" y sigue hablando y hablando.»
El plan original de este libro era dedicar un ca-
pítulo a «la Voluntad de Dios», pero bajo la guía del
Espíritu Santo comprendí que sería impracticable
limitar este tema a un capítulo; por consiguiente,
decidí tratar las tres fases de este tema en capítulos
separados y un capítulo de conclusión. Sin embargo,
una posterior inspiración del Espíritu Santo me ha
llevado a añadir algunas consideraciones a lo dicho
ya, aunque pueda ser acusado de hacer algo seme-

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jante al pastor de la anécdota. Mi sola defensa es


lo que dice el salmista: «Se enardeció mi corazón
dentro de mí; en mi meditación se encendió el fuego»
(Salmo 39:3). «Por consiguiente, rebosa mi corazón
palabra buena» (Salmo 45:1).
Si se me hubiese sido asignado escribir este libro,
me habría negado alegando que era una tarea supe-
rior a mi capacidad. Por mí mismo nunca habría
sabido cómo empezar, y menos cómo seguir.
No me hago la ilusión de que este escrito es una
obra maestra o que gozará de un éxito fenomenal.
Más de una vez he sentido que era un escrito muy
elemental y deficiente en conjunto. Muchas veces
me he preguntado interiormente: «¿Qué puedo yo
escribir que no haya sido escrito ya? ¿Qué puedo
decir que no haya sido dicho?» Y, en cuanto a la
agudeza, ciertamente le falta el toque de un genio.
Cuanto más, es un esfuerzo para compartir y trans-
mitir una inspiración y bendición. Si resulta útil y
efectivo, será la obra del Espíritu Santo en el lector,
como lo ha sido en el escritor.
Permítasenos decir que el atribuir el mérito al
Espíritu Santo no es una humildad fingida. Después
de las experiencias relatadas en el capítulo intro-
ductorio ocurrieron varias cosas que proveen mate-
rial para nuevas ilustraciones. Ha habido períodos
cuando durante días y meses el Espíritu Santo pa-
recía bloquear mi pluma, aun cuando surgía en mi
mente un río de nuevos pensamientos relacionados
con nuevas experiencias que estaba pasando. Pero
reflexionándolo ahora me doy cuenta de que el pro-
pósito del Espíritu Santo era guardar estas cosas
para el final; por tanto, el propósito de este último
capítulo es compartir de<>.cubrimientos más recientes,
verdades admirables, y concluir con un «banquete
espiritual de victoria». Esto incluirá unos pocos tes-
timonios.

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Debemos observar, en primer lugar, que el «futu-


ro perfecto» gramatical es usado no menc>s de vein-
tinueve veces en este salmo, mostrando la segura
disposición y propósito por parte de Dios Je proteger
y ayudar al que reside en el Lugar Secrete'· Podemos
decir, como los agentes de seguros, que hªY en este
salmo plena garantía. El «futuro perfecto» se emplea
como sigue:
I. Tres veces para decir lo que Dios ¡-¡ará de un
modo activo:
l. Librará (vers. 3).
2. Cubrirá (vers. 4).
3. Mandará a sus ángeles acerca {l,e ti (ver-
sículo 11).

II. Estas tres acciones son ilustradas de las si-


guientes maneras:
l. 1..,J.beradbn de11azo de1 cazador.
2. Liberación de la peste.
3. Cobijo bajo sus alas (cobertura)·
4. Su verdad será escudo (protección).
5. Su verdad será adarga (proteccibn).
6. Estarás bajo el cargo de sus ár.geles que
te guardarán ...
7. Los mismos ángeles te llevarán . ..
III. El Lugar Secreto provee, directa o indirecta-
mente, catorce bendiciones para su morador:
l. Habitará.
2. Confiará.
3. No tendrá temor, libertad del mi~mo temor.
4. . .. no tendrá temor de terror d<? noche.
5. . .. no tendrá temor de saeta que vuele de
día.
6. . .. no tendrá temor de pestilencia en la os-
curidad.
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7. . .. no tendrá temor de la destrucción del


mediodía.
8. . .. mirará y verá la recompensa de los im-
píos (verá cumplida la promesa de Dios de
que los malos serán castigados).
9. . .. no se acercará el mal a ti (liberación
del pago de los impíos).
10. . .. pisará sobre el león (victoria final).
11. . .. pisará sobre el basilisco (victoria final).
12. . .. hollará al león joven (victoria final).
13. . .. hollará al dragón (victoria final).
14. . .. me llamará y le responderé (gozará de
una línea directa y eficaz de comunicación
con el Todopoderoso).

Ya hemos considerado estos puntos, pero no de


un modo ordenado como aquí. El escritor no pretende
comprender o interpretar todas estas figuras de un
modo absoluto y completo, a pesar de que ha tratado
de hacerlo en el curso del libro; solamente las re-
sume para que el lector tenga una idea concisa de
su valioso significado.
Para lo cual queremos añadir lo siguiente:
l. Las tres acciones de Dios simbolizan la perso-
nalidad divina.
2. Las siete acciones de parte de Dios simbolizan
su obra perfecta.
3. Las catorce (dos veces siete) bendiciones re-
presentan la doble lluvia de bendiciones concedidas
al creyente, como prueba de la perfecta obra de Dios.
4. El número 4 según los numerologistas repre-
senta al hombre, y en este caso hay cuatro peligros
de los cuales el salmista es librado:
a) Caerán a tu lado mil.
b) Diez mil a tu diestra.
e) La derrota arriba mencionada no llegará a ti.
d) Ni plaga tocará tu morada.

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Sea cual sea la opinión del lector acerca de la


numerología, debe admitirse que lo expresado arriba
ilustra la belleza rítmica y el misterio de la escritura
bíblica.
Profundizando una vez más en el insondable pozo
de la Palabra de Dios, podemos hacer notar que
por cada declaración de entrega o confianza que hay
en este salmo Dios responde al morador del Lugar
Secreto con una doble promesa de bendición. Al co-
mentarlas, no podemos menos que destacar con gozo
que nadie puede sobrepasar a Dios. Observemos, por
ejemplo, que la expresión de confianza del salmista
que hallamos en el versículo 2 es contestada en los
versículos 14-16 del siguiente modo:

LA CONFIANZA DEL LA DOBLE RECOMPENSA


HOMBRE DE DIOS

Es mi refugio Le libraré (vers. 14)


Le responderé
El es mi fortaleza . Pondrelo en alto
Le libraré (vers. 15)
El es mi Dios Le honraré
Saciarele de larga vida
En El confiaré Con él estaré en la angustia
Mostrarele mi salvación
En resumen, el morador del Lugar Secreto em-
pieza con una segura confianza y termina con un
triunfo absoluto. Se entrega al poder soberano de
Dios y asciende al lugar seguro, que es Dios. Soporta
las malas intenciones de los hombres y de los demo-
nios, pero se deleita en los propósitos eternos de
Dios. ¿Podemos encontrar experiencias de esto en
los escritos de grandes hombres de Dios que busca-
ron y alcanzaron este santo lugar? Alejandro McCla-
ren escribió:

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«Todavía es cierto que el que vive cerca de Dios


tiene una visión interior de sus propósitos, y por tal
motivo no se siente tan desesperado. José mostró su
simpatía a sus dos compañeros de prisión, y su pre-
gunta «¿Por qué estáis tan tristes?» abrió sus cora-
zones. José no estaba obsesionado por sus propias
aflicciones hasta el punto de no ver y simpatizar con
las de otros, ni fue remiso en tratar de consolarles.
Aunque la aflicción tiende a hacernos egoístas, el
propósito de Dios es que nos haga tiernos de cora-
zón y prontos para extender nuestra mano a los que
sufren como nosotros. Encontraremos consuelo para
nuestras propias tristezas al tratar de suavizar las
de otros.»
G. D. Watson revela una profunda visión espiri-
tual en el cuadro que presenta del morador del Lugar
Secreto en su famoso artículo

«¡OTROS PUEDEN, TU NO PUEDES!»


«Si Dios te ha llamado para ser realmente como
Cristo, puede que te lleve a una vida de crucifixión
y humillación y te exija tales rasgos de obediencia
que no exigirá a otros cristianos, y de muchas mane-
ras parecerá permitir a otras personas buenas hacer
cosas que a ti no te permitirá.
»Otros cristianos, que parecen muy religiosos y
útiles, pueden llevar a cabo sus propios planes; si
tratas de hacerlo te encontrarás con tales fracasos
que te harán arrepentirte.
»Otros pueden alabarse de su obra, de sus éxitos,
de sus escritos; pero el Espíritu Santo no te permi-
tirá a ti tal cosa; y si tratas de hacerlo te llevará
alguna profunda humillación y mortificación que te
hará despreciarte a ti mismo y tus buenas obras.
»A otros se les permitirá tener éxito en enrique-
cerse, recibir un legado, habitar en casas lujosas;

176
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pero puede ser que Dios te mantenga a ti pobre por-


que quiere que tú tengas algo mejor que el oro y que
tú dependas enteramente de El, para que El tenga el
privilegio de suplir a tus necesidades, día por día,
de su invisible tesoro.
»El Señor permitirá a otros ser honrados y pues-
tos en lugares prominentes, y te pondrá a ti en la
oscuridad porque quiere producir algún fruto fragan-
te para su Venida en gloria, que sólo puede culti-
varse en la sombra.
»Permitirá a otros ser grandes, pero tú pequeño;
a otros trabajar para El y ser reconocidos, pero hará
que tú tengas que trabajar y esforzarte sin que se
sepa mucho de lo que tú estás haciendo. Quizás hará
tu obra más preciosa permitiendo que otros obten-
gan crédito por la obra que tú has hecho, y esto au-
mentará mucho más tu recompensa cuando Cristo
venga.
»El Espíritu Santo pondrá sobre ti una estrecha
vigilancia, con amor celoso, y te reprenderá por tus
más ínfimos sentimientos y palabras ociosas, o por
tu pérdida de tiempo; mientras que otros cristianos
nunca parecen preocupados por ello. Hazte cargo,
por tanto, que Dios es un soberano infinito y tiene
derecho a hacer lo que quiera con lo suyo. El no te
explicará diez mil cosas que extrañarán a tu razón
con respecto a sus procedimientos contigo. Te toma-
rá la palabra de que tú quieres ser enteramente para
El, y si tú te das enteramente para ser esclavo de
su amor, te rodeará de un amor celoso y permitirá
que otros digan y hagan muchas cosas que tú no
puedes hacer.
»Ten por seguro, entonces, que estás en contacto
directo con el Señor Jesús y que él tiene el privilegio
de atar tu lengua, encadenar tu mano y cerrar tus
ojos a todo aquello que El hace, sin tratar de com-
pararte con otros. Ahora bien, cuando estés tan po-

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seído del Dios viviente y te halles en el Lugar Se-


creto de su corazón y estés plenamente de acuerdo
con su custodia peculiar, personal y privada y con
el trato que El está dando a tu vida, entonces es
cuando te encontrarás EN EL MISMO VESTIBULO
DEL CIELO.»
Tenemos de la pluma de E. E. Shelhamer un tes-
timonio y advertencia acerca de cómo la surnisión
a Dios es la llave del Lugar Secreto y la cumbre del
gozo del alma:
«Aunque es duro desde el punto de vista natural,
doy, sin embargo, gracias a Dios por todas las crí-
ticas y el ostracismo que ha sobrevenido a mi vida.
Algunas veces he sido maltratado de tal modo que
no podía cantar. ¡Aleluya! Pero por la gracia de Dios
fui capacitado para mantenerme sonriente. Aunque
los golpes venían de arriba y de abajo, yo no recibí
ninguno que me hiriera de verdad. Cierto que algunos
de ellos eran totalmente inmerecidos, y algunos eran
muy desagradables, pero Dios los ha vuelto en bien
a mi favor, y ha ensanchado y enriquecido mi alma.
»Aunque yo estaba sin un penique y sin amigos,
tuve que aceptarlo todo. Más tarde, cuando Dios se
mostró a mi favor y me dio un poco más de recono-
cimiento, vino la sutil sensación que ha arruinado a
más de uno: "Bien, ya has sufrido bastante; tienes
también tus derechos y es contra tu dignidad el guar-
dar silencio a tan injustas acusaciones."
»Gracias a Dios que yo no cedí a esta tentación.
Muchos hombres de Dios, después de haber estado
años ascendiendo a lugares de influencia y poder, han
resbalado, simplemente, porque no pudieron afron-
tar, de un modo magnánimo y semejante a Cristo,
las cosas que han venido contra ellos. Entonces em-
pezaron a pelearse con sus hermanos, especialmente
con aquellos que tuvieron el valor de decirles sus
faltas o inconsistencias. Después han navegado como

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nave sin rumo en alta mar, sin brújula ni timón, y


finalmente vino el naufragio o algo peor: Una en-
trega al pecado y al mal ejemplo. ¡Que Dios nos
ayude a todos!
»Cuando lleguemos al juicio encontraremos que
las incomprensiones y tratos injustos han jugado ma-
yor papel en mantenernos humildes y en hacernos
llegar triunfantes al fin de nuestras vidas que cual-
quier otra cosa en el mundo, excepto la sangre de
Cristo.>
En vez de ser trastornados o debilitados por la
oposición y la crítica, deberíamos DAR GRACIAS A
DIOS POR ELLA. ~.Dad gracias en todo, pues esta
es la voluntad de Dios en Cristo Jesús respecto a
vosotros» (1.8 Tesalonicenses 5: 18).
En resumen, permítasenos dar un testimonio per-
sonal: En el capítulo de introducción hice referencia
a la experiencia que me indujo a escribir este libro.
En medio de aquellos sucesos hubo muchas veces en
que mi alma era severamente probada. Hubo inci-
dentes muy acongojantes, humillaciones e injurias
por personas y amigos muy amados que me dejaron
enteramente solo, de tal modo que aquello parecía
más allá de lo que podía soportar. He de confesar
que más de una vez, casi en desespero, clamé secre-
tamente: «¿Hasta cuándo, oh Señor, hasta cuándo?»
Pero es entonces cuando el refugio en el Lugar
Secreto de Dios vino a ser una creciente experiencia
benéfica. Durante este período Dios me trajo a un
nuevo sentir en mis devociones personales diarias.
Más que leer algunos versículos de la Sagrada Escri-
tura, fui dirigido, como el ganado en medio de los
pastos, a meditar, además del salmo 91, pasajes im-
portantes de la Sagrada Escritura; algunos de ellos
durante días, semanas y aun meses. La inspiración,
fortaleza, consuelo y los tesoros espirituales que des-
cubrí en este ejercicio es algo inexpresable. Aprendí

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verdaderamente los valores del Lugar Secreto, a ve-


ces como un refugio y otras veces como una forta-
leza. Entre muchos de tales textos voy a citar sola-
mente dos. El primero es Isaías 54:17:
<<Ninguna arma forjada contra ti prosperará, y
condenarás toda lengua que se levante contra ti en
juicio. Esta es la herencia de los siervos de Jehová,
y su salvación de mí vendrá, dice Jehová.»
Comprendí más el valor de este texto leyéndolo
en la versión llamada Paráfrasis del Antiguo Tes-
tamento: «Pero ninguna arma forjada contra ti pros-
perará, y de toda lengua que se levante contra ti en
juicio podrás demostrar que está equivocada. Paz,
justicia, seguridad y triunfo es la heredad de los
servidores del Señor; aquellos en quienes el siervo
ideal del Señor es reproducido. Esta es la justicia o
vindicación que yo impartiré en ellos como justifica-
ción, dice el Señor.»
¡Cuán a menudo los golpes y ataques vienen de
los lugares más inesperados, trayendo heridas al
alma y desconsuelo al espíritu! Las pruebas del es-
píritu no son cosa sencilla. No sería exagerado decir
que a veces son realmente traumáticas. Sin embargo,
el aliento de estos y otros versículos fueron igual-
mente grandes y suficientes. Aunque las armas de
ataque eran poderosas, las promesas de Dios lo eran
más. En medio de este trauma, la paz, la seguridad
y el sentimiento de triunfo sobre el enemigo del alma
me consolaban y deleitaban de un modo indescrip-
tible. Como el pajarito en la historia que dio lugar
al himno Roca de los siglos Tú, que escribió Carlos
Wesley, la tempestad parecía traerme más cerca del
corazón de Dios, quien era mi refugio, mi fortaleza
y mi Dios. Cuando la censura venía de fuentes in-
justas, como realmente eran, su justicia, vindicación
y justificación fueron superiores.

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Muchas veces estuve en verdadera agonía de es-


píritu, investigando si no había en mí elementos de
propia justicia o espíritu de envidia o venganza.
Estos elementos tienen que ser reconocidos y guar-
darnos de ellos como armas que son del enemigo.
Sólo una rectitud concedida por Dios puede ser ade-
cuada para pelear contra el maligno. Sólo esto podía
atravesar la nube de tinieblas con que trataba de
abrumarme. En medio de todo esto Dios tenía que
administrarme raciones del pan rle humillación, que,
tengo que confesarlo, no siempre me gustaban ni
hallaba fácil digerirlas. Fue solamente cuando me
sentí totalmente desnudo de toda propia confianza
en mí mismo que la paz de Dios y la prosperidad
vinieron a mi vida como un torrente y han perma-
necido como una fuente incesante de las Alturas.
Por coincidencia, mientras me hallaba en estas cir-
cunstancias hallé en mis archivos una poesía que
había escrito treinta años atrás, en los días del idea-
lismo de mi juventud, cuando acababa de iniciar mi
ministerio en el Evangelio. La idea me había venido
cierto día después de leer la historia de Job.

HAZME, SE&OR, UN HOMBRE ASI

Yo quiero ser un hombre valiente de verdad


Que impávido afronta la ruda tempestad
Cuando su barco a punto se halla de perecer,
Y él, resuelto, exclama: «Yo no he de ceder.»
Y aunque es azotado por el viento implacable,
Apretando los dientes murmura inquebrantable:
«Resistiré las olas, ¡va en ello mi vida!
No temeré, ¡no!, la mar enfurecida.»
Me gusta ver un hombre que en las olas bravías,
Cuando las esperanzas parecen ya perdidas,
Se agarra fuertemente al timón de la vida

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Y prosigue adelante, con invariable brío,


Afrontando los hechos con noble desafío.
Que no recurre a excusas por no poder subir,
Mas reemprende la marcha dispuesto a resistir
Y en los malos momentos prosigue adelante,
Firme y con pie seguro, decidido y constante.
Este tipo de hombre es difícil de hallar;
Si algún día lo encuentro, de cierto lo he de honrar.
Pero, Señor, ¿qué digo? ¡Si depende de mí!
Por esto te suplico: ¡HAZME UN HOMBRE ASI !
Cuando volví a leer este verso me hice la pregun-
ta: «¿Es que Dios está tratando, en estos últimos
años, de responder a esta súplica puesta aquí en
forma poética? ¿Había yo resistido con paciencia y
decidido esfuerzo todo lo que estaba ocurriéndome?
¿O era necesario que me mantuviera más tiempo en
el crisol e intensificara el calor?»
Mi nebulosa e incierta comprensión de la voluntad
de Dios se me hizo más clara; aprendí a tener en
Dios una confianza más sincera e infantil, con la
seguridad de que nada ocurre que pueda impedir
la voluntad final de Dios. ¡SI! Y este sí es muy im-
portante: mi voluntad está en perfecta armonía con
la suya. Esto que yo había predicado por muchos
años, era ahora más que una teoría superficial. Ha-
bía aprendido que los beneficiarios de la voluntad
definitiva de Dios están más bien en la minoría que
en la mayoría. Los moradores del Lugar Secreto son
más una excepción que la regla común. Desafortu-
nadamente este lugar nunca está muy lleno de mora-
dores. No hay muchas personas de tal manera some-
tidas a la voluntad de Dios que sean capaces de
decir: «AUNQUE ME MATARE, EN EL ESPERA-
RE» (Job 13:15). Entonces yo incliné humildemente
mi cabeza y dije de todo corazón otra vez: «SE&OR,
HAZME UN HOMBRE AS!.»

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El otro pasaje de la Escritura era Isaias 54:2-4:


«Ensancha el sitio de tu tienda, y las cortinas de
tus habitaciones sean extendidas; alarga tus cuerdas
y refuerza tus estacas. Porque te extenderás a la
mano derecha y a la mano izquierda. No temas, pues
no serás avergonzada, y no te avergüences, porque
no serás afrentada.»
Durante el período de esta larga prueba ocurrió
que, por circunstancias fuera de mi control, pero
ciertamente bajo la voluntad permisiva de Dios, yo
no pude realizar mi más acariciado privilegio y res-
ponsabilidad: Predicar la Palabra de Dios desde el
púlpito. Siempre había tenido un fuerte deseo de pre-
dicar la Palabra (2.ª Timoteo 4:2). No será inmodes-
tia decir que había en mí algo similar a lo que se
expresa en Isaías 61:1-3, aunque ello sea una profe-
cía directa del Mesías :
<<El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me
ungió Jehová, me ha enviado a predicar buenas nue-
vas a los abatidos, a vendar a los quebrantados de
corazón, a publicar libertad a los cautivos, y a los
presos apertura de la cárcel; a proclamar el año
de la buena voluntad de Jehová y el día de gloria del
Dios nuestro; a consolar a todos los enlutados, a or-
denar a los afligidos de Síón que se les dé gloria en
lugar de ceniza, óleo de gozo en lugar de luto, manto
de alegría en lugar del espíritu angustiado; y serán
llamados árboles de justicia, plantío de Jehová para
gloria suya.»
Era una experiencia extraña, casi increíble y frus-
tradora. La tarea que yo siempre había pedido hacer,
con un ansia semejante a la que Pablo expresa cuan-
do dice: «¡Ay de mí si no predicare el Evangelio!>,
me había sido quitada, y parecía hallarme en un ca-
llejón sin salida.
Estas y otras experiencias me trajeron más cerca
de Dios y de su palabra. Aunque no tenía la menor

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idea de cómo podría cumplir mi ministerio, aprendí


más intensamente a afirmar, desde el interior del
Lugar Secreto: «En El confiaré.»
Y ahora, desde que empecé a escribir este libro,
tengo un ministerio ensanchado, no solamente de
palabra sino también por escrito, lo que significa
que puede ir más allá de la propia vida. ¡Qué cum-
plimiento de su promesa! Mi tienda extendida como
nunca antes, ensanchándose a izquierda y a derecha.
¡Aleluya!
«Hay un espíritu de acción de gracias que abarca
todos los cambios que ocurren en la vida: "Dandi)
gracias siempre por todas las cosas al Dios y Padre
de nuestro Señor Jesucristo" (Efesios 5:20). Esto sig-
nifica que bajo la influencia del Espíritu Santo nos
damos cuenta de que Dios toma a su cargo lo que
nos ocurre; y lo que nosotros llamamos circunstan-
cias adversas son medios escogidos por El, del mis-
mo modo que lo son las bendiciones. Al escogerlos,
Dios está mostrando su amor y sabiduría, haciendo
que todas las cosas nos ayuden a bien. Por tanto,
aunque algunas sean penosas, podemos darle gracias
por haberlas enviado. A menudo me doy cuenta de
que lo hago con un corazón amargo, sin sentir viva
gratitud; pero también es posible amar a Dios con
toda el alma, aun cuando la bendición no haya veni-
do todavía, dando gracias por fe, "siempre, en todas
las cosas"» (Por el Espíritu Eterno, Jaime Elder
Cumming, págs. 169-170).
¡Imaginaos! A veces había llegado a la conclu-
sión, y me había conformado a la idea, de que había
terminado mi ministerio por el cual había sido orde-
nado.
Juntamente con esto, como mencioné al principio,
fui puesto en circunstancias aún más difíciles. No
quisiera que el lector pensara que estoy tratando de
despertar simpatía o compasión a mi favor, ni tam-

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poco gloriarme; sólo quiero explicar estas experien-


cias para dar gloria a Dios. Pues bien, simultánea-
mente vino un río de mensajes escritos y orales,
directos e indirectos, testificando la bendición y la
inspiración que Dios había producido en mi anterior
ministerio. He titubeado mucho en decir esto, para
que no pueda ser interpretado como vanagloria de
mi parte. Igualmente en cuanto a escribir este libro.
Pero, por otro lado, ¿no ha dicho El «honraré al que
no se avergüence de mí»? En varias ocasiones he
roto en sollozos, literalmente, al leer algunas alaban-
zas sinceras que jamás hubiera podido obtener si las
hubiera buscado. Esta expresión emocional no era
tanto por lo que se decía a mi favor, como porque
me sentía completamente abrumado por la fidelidad
de Dios; por su modo de honrar completamente, en
contraste con los sistemas humanos de valoración.
<<El secreto (la comunión íntima, dulce y satisf ac-
toria) del Señor es para los que le temen (le reve-
rencian y adoran), y a ellos les hará conocer su
alianza (les revelará su más profundo sentido)» (Sal-
mo 25:14. Biblia amplificada).
Con el propósito y deseo de no herir a las per-
sonas y organizaciones implicadas en mis traumáti-
cas experiencias, así como para evitar incompren-
siones y erróneos juicios, tanto para ellos como para
mí, era mi propósito no explicar los hechos en deta-
lle ni aun a los miembros más íntimos de mi famlia,
a excepción de mi esposa, que compartió mis más
profundos sentimientos. Los demás sabían que me
hallaba en dificultades, pero no el qué, concretamen-
te. A veces se mostraban ansiosos de ofrecerme su
ayuda; sin embargo, respetaban mi silencio. Cuando
inquirían las cosas con atenta simpatía yo les res-
pondía simplemente que se lo explicaría todo al tiem-
po debido. En una ocasión, después que la inspira-
ción de este libro había empezado a tomar forma

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escrita, hice referencia a las bendiciones que estaba


recibiendo como consecuencia de intentar escribir
un libro. Enigmáticamente añadí: «Cuando haya es-
crito el último capítulo os lo contaré todo.» Uno de
los miembros de m1 familia, que comprendió el sig-
nificado, solía preguntarme cada vez que me encon-
traba: «¿Has escrito ya el último capítulo?»
Aunque aquí termina materialmente el libro, hay
en mí el sentimiento que expresó la poetisa Anny
Johnson Flint:

Y cuandú se terminan los humanos recursos,


Las fuerzas escasean y eJ dia acaba ya;
Cuando al fin parece que nada más podemos,
De Dios las bendiciones acaban de empezar.

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