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2 DE FEBRERO
Lo que debería promoverse en cualquier acto público de Fe, tomado de La Doctrina actual de la Iglesia:
La Alegría del evangelio del Papa Francisco:
Todos tienen derecho de recibir el Evangelio y los cristianos tienen el deber de anunciarlo sin excluir a nadie.
"La parroquia tiene que estar en contacto con los hogares y con la vida del pueblo, y no puede convertirse en una
prolija estructura separada de la gente o en un grupo de selectos que se miran a sí mismos"
"El corazón de Dios tiene un sitio preferencial para los pobres, tanto que hasta Él mismo se hizo pobre"
A lo largo de los siglos, las Hermandades han sido fragua de santidad de muchos que han vivido con sencillez
una relación intensa con el Señor. Es necesario, pues, seguir caminando con decisión hacia la santidad, no
conformándose con una vida cristiana mediocre.
Esta fe, que nace de la escucha de la Palabra de Dios, las cofradías y hermandades la manifiestan en formas que
incluyen los sentidos, los afectos, los símbolos de las diferentes culturas… Y, haciéndolo así, ayudan
a transmitirla a la gente, especialmente a los sencillos, a los que Jesús llama en el Evangelio «los pequeños».
Los miembros de las cofradías y hermandades han ser misioneros del amor y de la ternura de Dios.
Mons. Romero:
Hacemos un llamado a la cordura y la reflexión. Nuestro país no puede seguir así. Hay que superar la indiferencia
entre muchos que se colocan como meros espectadores ante la terrible situación, sobre todo en el campo. Hay que
combatir el egoísmo que se esconde en quienes no quieren ceder de lo suyo para que alcance a los demás. Hay
que volver a encontrar la profunda verdad evangélica de que debemos servir a las mayorías pobres“
La justicia social no es tanto una ley que ordene distribuir; vista cristianamente es una actitud interna como la de
Cristo, que siendo rico, se hace pobre para poder compartir con los pobres su amor. Espero que este llamado de
la Iglesia no endurezca aún más el corazón de los oligarcas sino que los mueva a la conversión.“
El hombre es tanto más hijo de Dios cuanto más hermano se hace de los hombres, y es menos hijo de Dios cuanto
menos hermano se siente del prójimo“
Mons. Gerardi:
Siembra verdad y justicia y cosecharás reconciliación.
No puede haber paz sin una nueva justicia.
Ecclesia
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El Templo de Jerusalén era para los judíos palestinenses el lugar sagrado de culto a Yahvé. A lo largo de la historia
del pueblo de Israel hubo tres Templos. El primero fue construido por el rey Salomón, constaba de varios atrios
y de un santuario y se hallaba unido al palacio real, pero fue destruido por Nabucodonosor, rey de Babilonia. El
segundo fue construido por los judíos a su regreso de su cautividad en Babilonia sobre las ruinas del primero,
pero de más modestas proporciones. El tercer fue totalmente construido por el rey Herodes, el Grande, en forma
totalmente nueva, siguiendo las huellas del primero, aunque con mayor altura y con explanadas más amplias y
será destruido por los emperadores Vespasiano y Tito en el año 70 d. C.
Este tercer Templo se levantaba sobre una gran explanada en forma rectangular, protegido por tres grandes
murallas. La cantidad de materiales y de personal empleado para realizar esta suntuosa obra fue muy grande y
costosa para aquellos tiempos. Su interior estaba formado por atrios y por el santuario, cuya parte anterior, llamada
el santo, contenía el altar de oro, la mesa para los panes de la proposición y el candelabro de oro de siete brazos,
y la parte posterior, llamada el santo de los santos, era morada de Yahvé, en la que había estado el Arca de la
Alianza, pero en tiempos de Jesús de Nazaret era un lugar oscuro y vacío. En santuario únicamente entraba el
sumo sacerdote un día al año en la fiesta del Yonquippur.
Este tercer Templo fue el que vio y conoció Jesús de Nazaret. De recién nacido en Belén fue presentado por sus
padres José y María en dicho Templo, según la Ley mosaica. A los doce años le visita en compañía de sus padres
que tenían por costumbre venir todos los años a visitarlo. Durante su vida pública vino varias veces a Jerusalén
en compañía de sus discípulos siguiendo el camino por Jericó y ascendiendo por el monte que conduce a Berfagé
y Betania
En torno al Templo giraban todas las discusiones religiosas de las escuelas judías, las enseñanzas mosaicas y
tradicionales judías, el juicio sobre las causas penales y civiles y toda la actividad religiosa, administrativa y
comercial judía. A finales de marzo o primeros de abril del año 29, Jesús de Nazaret viaja a Jerusalén con motivo
de la Pascua judía. Encuentra en el Templo a vendedores de bueyes, ovejas, palomas y a cambistas en sus puestos
haciendo negocios y operaciones mercantiles, cuya la labor no es propia de un lugar de adoración y oración a
Yahvé. Esto hirió profundamente sus sentimientos religiosos.
Entonces, hace un látigo con cuerdas y los echa a todos fuera del Templo con sus animales y derrama el dinero
de los cambistas, y dijo a los que vendían palomas: “Mi casa es casa de oración y vosotros la habéis convertido
en cueva de ladrones” (Lc. 19 v.45). Unos judíos que presenciaban estos hechos de Jesús, le preguntan: “¿Qué
señal o razón nos das para obrar así”? Les contesta: “Destruid este Templo y en tres días lo reconstruiré”. Ellos
le responden: “Cuarenta y seis años llevó su construcción, y ¿tú lo vas a levantar en tres días?”, pero Jesús hablaba
del templo de su cuerpo” (Jn. 2, 18-21).
La sinagoga era el centro de oración e instrucción religiosa judía para aquellos que por su lejanía de Jerusalén no
podían acudir al Templo. Su origen se halla en el cautiverio del pueblo judío en Babilonia al no poder acudir al
mismo. En los días de Jesús de Nazaret las sinagogas se encontraban muy extendidas tanto en Palestina como
fuera en la diáspora. Casi todos los poblados palestinense tenía la suya. Una de las primeras cosas que los judíos
de la diáspora hacían era levantar una sinagoga en la tierra donde se encontraban. Para ellos la sinagoga no solo
era un lugar de oración e instrucción, sino también de reunión y confraternización para mantener la unidad
nacional y las costumbres del pueblo judío.
Las sinagogas, decoradas con pinturas o mosaicos, eran un edificios en forma de sala, generalmente rectangular
y orientada al Templo de Jerusalén. En algunas, en el atrio de entrada había una pila para abluciones, y a sus lados
había pequeños edificios destinados a escuelas y albergues de peregrinos. En el interior de la sinagoga había una
pequeña capilla donde se encontraba un armario o arca donde se custodiaban los rollos de las Escrituras sagradas,
existía también un púlpito fijo o amovible desde donde un lector las leía y unos bancos para sentarse que ocupan
el resto de la sinagoga. El jefe de la sinagoga era un archinagogo escogido entre los ancianos judíos del poblado.
Su misión era guardar los objetos de culto y mantener el orden de las reuniones. Bajo sus órdenes tenía otra
persona que le auxiliaba en sus funciones.
Las reuniones de la sinagoga se celebraban obligatoriamente todos los sábados y días festivos judíos por la
mañana y por la tarde. El resto de los días era voluntaria su asistencia. En ellas se leían las Escrituras sagradas,
se recordaban las tradiciones, se recitaban plegarías, se fortalecía la unión nacional del pueblo judío propiciando
el nacionalismo religioso y se terminaba con la bendición sacerdotal contenida en el libro de los Números. Las
Escrituras sagradas, aunque estaban escritas en hebreo, en tiempos de Jesús de Nazaret existían muchas
traducciones en arameo llamadas “Targunín”, que fueron las que posiblemente él utilizó y conoció en Galilea por
ser el lenguaje habitual y popular de las gentes galileas.
Jesús de Nazaret, después de estar cuarenta días en el desierto de las montañas de Judea orando y haciendo
penitencia, enterado de que Juan Bautista había sido detenido y encarcelado, se viene a Galilea a proclamar el
Evangelio de Dios, diciendo: “Sea cumplido el tiempo y está cerca el reino de Dios. Convertíos y creced en el
Evangelio” (Mc 28, 14-15).
Entra en la sinagoga de Nazaret, le entregan el rollo del profeta Isaías y desarrollándolo encontró el pasaje donde
está escrito: “El Espíritu de Dios está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado a evangelizar a los pobres,
proclamar a los cautivos la libertad, a los ciegos, la vista, a los oprimidos la libertad y proclamar un año de gracia
del Señor. Enrolla el rollo y se lo devuelve al que le ayudaba y se sienta. Toda la asamblea tenía los ojos clavados
en él. En entonces, comenzó a decirles: Hoy se ha cumplido la Escritura que acabáis de oír. Todos expresaban su
aprobación y las palabras que salían de su boca” (Lc. 4, 17-22).
Viene desde Nazaret a Cafarnaúm y pasando junto al lago de Galilea invita a los hermanos, Simón Pedro y
Andrés, Santiago y Juan, que se hallaban echando sus redes en dicho lago para pescar peces, a ser pescadores de
hombres. Ellos dejando sus redes le siguen y entran con él en Cafarnaúm, ciudad donde vivía Simón Pedro y su
hermano Andrés. El sábado entra en la sinagoga a predicarles a los judíos presentes quedando asombrados de su
enseñanza porque les hablaba con autoridad y no como escribas y cura a un endemoniado. Va a la casa de Simón
Pedro y de Andrés y sana a la suegra de Simón y otros muchos enfermos y endemoniados que les presentan (Mc.
28, 16-34).
Jesús de Nazaret fija su residencia en Cafarnaúm y su hogar en casa de los hermanos Simón y Andrés. Desde aquí
desplegará toda su actividad evangélica en Galilea. Se hallaba en la ruta de Damasco a Galilea y a Jerusalén. En
dicha ciudad había un pequeño y activo puerto sobre la ribera del lago de Galilea, una guarnición romana al
mando de un capitán al que Jesús de Nazaret sana a su criado enfermo y un puesto de recaudación de impuestos
al frente de cual se hallaba Mateo que se convierte en discípulo suyo y será uno de los doce apóstoles y autor de
uno de los Evangelios.