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El camino teúrgico, como toda senda espiritual, debe establecerse sobre unos sólidos
pilares morales. Esto es algo que no mucha gente comprende pero que resulta capital a la
hora de desarrollar una espiritualidad sincera.
Pero no hay que olvidar el núcleo, el objetivo, de todo camino espiritual sincero: la
transformación interior, la purificación y la elevación del alma. Esto, en la teúrgia, se realiza
sin imposiciones ni forzamientos. Cada uno es libre de vivir como quiera. Pero los espíritus
afines que se reúnen en torno al Fuego Secreto hermético deben demostrar una disposición
interna hacia los grandes Ideales platónicos, como el Bien, la Belleza, la Justicia, la Verdad.
Estas estrellas deben brillar en el alma con el poder de mil soles, pues son los verdaderos
Dioses del Pensamiento.
Esta idea la podemos encontrar en los antiguos filósofos de la Magna Grecia. Un claro
ejemplo lo vemos en Sócrates y su intelectualismo moral, que decía que si una persona
puede contemplar con su pensamiento el Bien, entonces será incapaz de hacer el mal.
Muchos filósofos posteriores se han reído de esta asunción básica, tachándola de ingenua,
argumentando que saber lo que es el Bien no significa llevarlo a cabo. Pero el problema es
que el intelectualismo moral ha sido completamente mal entendido.
Estas Ideas Platónicas son las esencias arquetipales que se esconden detrás de las
máscaras imaginales de los Dioses y Diosas, y son, en ese sentido, los verdaderos Dioses
del Pensamiento, a quienes se les rinde un culto noético en el templo del alma
contemplativa. Observar estas esencias y abrir el alma a la transformación moral por su
influencia es encontrar el sentido de un culto cósmico y noético dentro de uno mismo.