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INTRODUCCION

LOS ESCRITOS PAULINOS

La importancia de Pablo en los orígenes del cristianismo es


evidente. De los 27 escritos que forman en el N.T., 13 son del
Apóstol de las gentes (actualmente se le niega casi únicamente
la paternidad de la Carta a los Hebreos).

A él deben su origen en su mayoría las primitivas


comunidades cristianas de la cuenca mediterránea (y a esta
tarea evangelizadora dedica el autor de los Hechos de los
Apóstoles más de la mitad de su libro). Los escritos dirigidos por
él a estas iglesias son el testimonio más antiguo de la fe que
profesaban los seguidores de Cristo en la primera generación.

Por otro lado, la procedencia rabínica de Pablo y su


condición de ciudadano romano nacido y educado en la
Diáspora, hacen de él y de su enseñanza el puente que une el
A.T. con el N.T. , propiciando al mismo tiempo el encuentro con
el mundo grecorromano y la aceptación del cristianismo por los
pueblos extraños a la raza de Abraham.

Nuestro estudio del “Corpus Paulinum” deberá abarcar los


siguientes bloques:

a. La persona de Pablo:

Es necesario un conocimiento básico de las


circunstancias de la vida de Pablo (formación y carácter,
conversión, viajes apostólicos...) para comprender y juzgar
debidamente sus escritos. Para ello pueden servir las
introducciones que se hallan en cualquier manual, aunque
es preferible la lectura de alguna biografía más completa
de S. Pablo. Entre las muchas existentes, conviene
destacar:
J. HOLZNER, San Pablo, heraldo de Cristo
Ed.Herder (obra ya clásica que destaca por el gran
conocimiento que el autor tenía del ambiente
geográfico, cultural, histórico y religioso del Imperio
Romano, escenario de la vida y actuación del
Apóstol).

G. BORNKAMM, Pablo de Tarso. Ed.Sígueme


(Obra más reciente y crítica cuya segunda parte está
dedicada al pensamiento y teología del Apóstol)

Un resumen amplio y completo se puede encontrar


en:
J.CAMBIER,art.Paul (Vie et doctrine de Saint),
en DBS,Vol.VII,col.279-383.

También pueden ser útiles las obras de divulgación:


S. MUÑOZ IGLESIAS, Por las rutas de San Pablo.
Ed. Palabra.
E. COTHENET, San Pablo en su tiempo, C.B.26
Ed. Verbo Divino

b. Introducción a los escritos paulinos

Es necesario situar los escritos de S. Pablo en el lugar y


tiempo en que fueron redactados dentro del marco de sus
viajes apostólicos, así como conocer la problemática de las
comunidades cristianas que coyunturalmente provoca el
tratamiento y solución que formula Pablo de diversas
cuestiones teológico-pastorales. Esta ambientación se
puede encontrar en las introducciones a los diversos
comentarios de cada carta o también en otras obras entre
las que destacamos:
ROBERT-FEUILLET, Introducción a la Biblia,
T.II. Ed. Herder
GEORGE-GRELOT, Introducción crítica al N.T.,
Tomo.I ( el tomo segundo para la Carta a los
Hebreos) Ed. Herder.

También conviene notar la interesante obra de


divulgación:
A.BRUNOT, Los escritos de S. Pablo. Ed. Verbo
Divino.

Notemos igualmente como estudio psicológico sobre las


facultades literarias de S. Pablo:
A.BRUNOT, El genio literario de S. Pablo, Ed.
Taurus.

c. Exégesis y teología.

Esta será la tarea principal de nuestro estudio y a la


cual dedicaremos fundamentalmente las clases. Supuesto
el conocimiento de la vida y figura de S. Pablo y de la
ambientación de cada una de sus cartas, nos interesa
comprender orgánicamente el pensamiento paulino sobre
los temas más esenciales que estructuran la fe cristiana.
Para ello partiremos de la exégesis detallada de diversas
perícopas fundamentales -sobre el texto griego- hasta
llegar a captar las líneas fundamentales de la teología
paulina.

Las clases se centrarán, por tanto, en este último


bloque. Los alumnos prepararán por su cuenta los dos
primeros, aunque también sobre ellos se harán en clase
las oportunas referencias. También se pide al alumno la
lectura detenida de las cartas paulinas hasta llegar a una
familiaridad profunda con ellas.
Al hilo de las cartas, perícopas y temas, iremos dando la
correspondiente bibliografía. Aquí indicamos la de carácter
general.

a.- En cuanto a comentarios, he aquí las


colecciones de comentarios bíblicos existentes en
castellanos:
PROFESORES DE LA COMPAÑIA, La Sagrada
Escritura, Vol. II, BAC.
PROFESORES DE SALAMANCA, Biblia
comentada, T. VI. Ed. BAC
COMENTARIO BÍBLICO “SAN JERÓNIMO”,
Nuevo Testamento, Vol.III y IV Ed. Cristiandad.
COMENTARIO DE RATISBONA AL NUEVO
TESTAMENTO, Vol. VI y VII (y el VIII para la
Carta a los Hebreos). Ed. Herder.

Y entre las colecciones sencillas y divulgativas


merece resaltar:
El N.T. y su mensaje, (varios volúmenes, uno
para cada carta) Ed. Herder.
El mensaje del N.T. (Tres volúmenes para los
escritos de S. Pablo). Casa de la Biblia.

b.- Entre las muchas obras sobre la teología de S.


Pablo podemos mencionar:
J.M. BOVER,Teología de S. Pablo. Ed. BAC.
H.SCHLIER, Linee fondamentali di una
teologia paolina,(original en alemán) . Ed.
Queriniana.
L. CERFAUX, Itinerario espiritual de S. Pablo.,
Ed.Herder.
F. PRAT, La teología de S. Pablo. Ed. Jus. (Mex)
F. AMIOT, Ideas maestras de S.Pablo, Ed.
Sígueme.
J.A. FITZMYER,Teología de S. Pablo. Ed.
Cristiandad.

TEMA I
LA VIDA Y LA OBRA DE SAN PABLO

1.- Las grandes líneas de la vida de S. Pablo

*El Fariseo convertido


*El Apóstol de los gentiles
*Los tres viajes misioneros
*El prisionero y mártir de Cristo
*Tabla cornológica de S. Pablo

2.- La personalidad de S. Pablo

*La vocación como centro


*Rasgos naturales de su personalidad

3.- Producción literaria de S. Pablo

*Los cuatro grandes bloques del “corpus paulinum”


*Género literario: ¿cartas o epístolas?
*El problema de la autenticidad
*Cronología de las Cartas
*¿Cartas perdidas?
*Lenguaje y estilo
*Crítica textual
*Amanuenses y correos

4.- Trasfondo del pensamiento paulino

*Influencias farisaicas y rabínicas


*Helenismo
*La revelación de S. Pablo
*S. Pablo y la tradición primitiva
*Experiencia apostólica de S. Pablo

TEMA II
LAS DOS CARTAS A LOS TESALONICENSES

Con bastante probabilidad nos encontramos ante los


primeros escritos de todo el N.T.; ciertamente, los primeros de
S. Pablo.

En este momento, Pablo lleva unos 15 años de irradiación


apostólica.

En estas cartas podemos captar el evangelio en sus


primeros brotes en las grandes ciudades griegas. Menos de 20
años después de la muerte y resurrección de Jesús, vemos
cómo nace, cómo crece y cómo sufre una joven comunidad
cristiana en una de las mayores ciudades del Imperio Romano.
1.- La Iglesia en Tesalónica

A.- La ciudad de Tesalónica.


Tesalónica (la actual Salónica) era entonces la capital y el
puerto principal de Macedonia, y contaba con más de
trescientos mil habitantes. Situada en el fondo de un golfo
grandioso, era una ciudad cosmopolita en la que se veneraban
las diversas divinidades griegas, romanas y orientales (entre
otras, el culto a Dionisos era original de Macedonia)

Fundada en el año 315 por los macedonios, había obtenido


del emperador Augusto el privilegio de ser ciudad libre. Tenía,
pues, su senado (), su asamblea del pueblo (µ), y sus
magistrados llamados politarcas (Hch 17,8). Ciudad mercantil y
puerto floreciente, registraba una gran afluencia de población
extranjera. Los judíos eran lo bastante numerosos para poseer
una sinagoga (1 Tes 2,14-16; Hch 17,2). Las inscripciones
descubiertas mencionan toda clase de naciones, y los judíos
aparecen citados con frecuencia.

B.-Evangelización de Tesalónica (Hch 17,1-9)

Durante su segundo viaje misionero, Pablo a través de la


vía Egnatia había llegado a Tesalónica procedente de Filipos y
acompañado de Silas y Timoteo.

Según su costumbre, Pablo se dirigió a la sinagoga lo


mismo que en Antioquía de Pisidia, demostró por las Escrituras
que Jesús, el Crucificado, es el Mesías (Hch 17,1-3). Le dejaron
hablar durante tres sábados seguidos pero luego le expulsaron.
Los prosélitos le acogieron con agrado y se le unieron algunas
personas entre ellas Jasón, en cuya casa predicó a partir de
entonces.

En adelante, Pablo se consagró al apostolado en ambiente


pagano (cfr. 1 Tes 1,9), trabajando con sus propias manos para
no ser gravoso a la comunidad (1 Tes 2,9; 2 Tes 3,8).
El éxito de la predicación de Pablo provocó una viva
oposición entre los judíos (cfr. 1 Tes 2,14-16). Le acusaron ante
los politarcas de actuar contra los edictos imperiales,
pretendiendo que había otro Rey, Jesús (Hch 17,6ss). Se trataba
de una acusación muy hábil, ya que presentaba al Apóstol
como un perturbador del orden público, como partidario de un
rey enemigo del pueblo romano. Bajo el mando de un
Emperador tan suspicaz como Claudio, los politarcas no podían
permanecer indiferentes; se contentaron, sin embargo, con una
fianza para dejar en libertad a Jasón y a los demás inculpados,
mientras que Pablo, Silas y Timoteo se marchaban cuanto
antes, preocupados por el cariz que tomaban los
acontecimientos.

2.- Las Cartas a los Tesalonicenses.

A.- Ocasión de las cartas y situación de la


comunidad

Es difícil precisar la duración de la estancia de Pablo en


Tesalónica. Probablemente fue bastante corta, dos o tres meses
como máximo. De ahí que la formación religiosa de la
comunidad todavía inacabada, fuera motivo de preocupación
para el Apóstol. De hecho, en Atenas, donde se había unido
Timoteo, “no pudo resistir más” (1 Tes 3,1) y decidió enviar a su
compañero a Tesalónica quedándose el sólo. Estando en Corinto
llegó Timoteo (con Silas, según Hch 18,5), portador de buenas
noticias, que dan nueva vida a Pablo (1 Tes 3,6-10). Pero
también se entera Pablo de las calumnias que levantan los
judíos y de sus persecuciones contra los hermanos (1 Tes
2,14ss); temiendo que quede frustrado su trabajo apostólico (1
Tes 3,5), les escribe inmediatamente.

Por tanto, la primera carta va dirigida a una comunidad que


por ser de reciente fundación, es aún pequeña e inestable; que
está en peligro por encontrarse rodeada de un ambiente
adverso y pagano, y que padece persecución y sufre tribulación
a causa de su fe.
Pablo sabe cuántas deficiencias hay que remediar en los
cristianos recién convertidos (3,10) y cuán necesitada están de
fortalecimiento (3,2.13) y de la gracia de la perseverancia
(5,23ss) en la fe recién adquirida. Es consciente de que los
vicios del antiguo paganismo, lujuria e injusticia, siguen
constituyendo un peligro para los recién convertidos (4,3-8);
sabe que hay hermanos perezosos (4,11ss), hermanos
“inquietos”(5,14), “débiles” y “pusilánimes” (5,14), “tristes”
(4,13). Y sabe también que la comunidad está perseguida y que
estos ataques -tras los cuales, está Satán- pueden hacer vacilar
a la comunidad (3,3-5). A todo ello el Apóstol intenta dar
respuestas instruyendo, corrigiendo, animando, exhortando,...

En cuanto a la segunda carta, parece estar escrita a muy


poca distancia de la anterior. Si con la Primera Carta los
Tesalonicenses habían quedado tranquilos en cuanto a la suerte
de su familiares muertos, parece que persistía el problema de la
creencia de que la Parusía sobrevendría en un plazo muy breve;
las mismas afirmaciones de Pablo de que vendrá de improviso,
como ladrón en la noche, y de que hay que estar preparados,
quizás contribuyeran a acentuar el problema. Sobre todo,
algunos exaltados hacían circular noticias sobre el particular,
apoyándose en propias revelaciones y en supuestas cartas de
Pablo (2 Tes 2,2;3,17). Y además, había debido aumentar
considerablemente el número de los que no querían trabajar (2
Tes 3,6-15), que cuando la primera carta debían estar todavía
en numero restringido (1 Tes 4,11;5,14). Ante esta situación
Pablo siente la necesidad de poner remedio y enviar una nueva
carta.

B.- Lugar y Fecha.


Parece claro e indiscutible que ambas cartas se escriben
desde Corinto, cuando Pablo, Timoteo y Silas (1 Tes 1,1) están
echando los cimientos de la Iglesia en Corinto.

En cuanto a la fecha, parece claro que 1 Tes se escribe


recién llegado Timoteo de la visita a Tesalónica (1 Tes 3,6), tal
vez en el invierno del año 50.
La 2 Tes debe ser muy poco posterior. La situación de
Tesalónica es prácticamente la misma que se describe en 1 Tes.
Pablo les ruega que “no se desconcierten tan pronto” (2 Tes
2,1). El encabezamiento (2 Tes 1,1) presenta juntos a Pablo,
Timoteo y Silas y la petición de oraciones “para que podamos
así vernos libres de los hombres malvados y perversos” (2 Tes
3,2) pudiera referirse a la denuncia que le entregó al tribunal
del procónsul Galión en el verano del 52.

C.- Autenticidad.

La autenticidad paulina de estas epístolas está bien


apoyada por la crítica externa si se tiene en cuenta la escasez
relativa de informes sobre este particular durante los dos
primeros siglos de la Historia de la Iglesia. A lo largo del siglo
segundo aparecen numerosas referencias a estas cartas
(Ignacio de Antioquía, Policarpo, Pastor de Hermas, Ireneo,
Tertuliano, Clemente Alejandrino, Marción, Canon de
Muratori....)

Sólo en el s. XIX la escuela de Tubinga puso en duda la


autenticidad, pero con argumentos bastantes subjetivos.

Hoy no se discute la autenticidad de Primera a


Tesalonicenses

En cuanto a 2 Tes, algunos la ponen en duda basándose en


las diferencias de estilo entre 1 Tes y 2 Tes y subrayando la
dependencia de las ideas de la segunda respecto a la primera
con lo que atribuyen 2 Tes a un autor posterior. Sin embargo el
90% del vocabulario es común con las auténticas cartas
paulinas, y las expresiones y el estilo reflejan la personalidad y
la mano de Pablo. Las diferencias de estilo, de tono y hasta de
perspectivas doctrinales entre 1 Tes y 2 Tes se explican por el
tiempo transcurrido, por la evolución de la comunidad y por el
hecho de que Pablo se ve obligado a insistir en los errores y
peligros que aparecen.
D.- Algunos aspectos histórico-teológicos.

*La Iglesia de Tesalónica es un iglesia joven. 1 Tes y 2 Tes


expresan la primera reacción al anuncio del Evangelio. A pesar
de ser ya presentada como una iglesia modelo tiene sus
problemas de crecimiento en la perspectiva de un compromiso
de cristianismo vivido en totalidad.

*Resalta la aportación personal de Pablo en la predicación


del Evangelio y la relación de entendimiento y amistad que se
establece entre él y los tesalonicenses (cfr. 1 Tes 2,8).

*Aún no conteniendo una eclesiología elaborada


específicamente, las dos Cartas contienen muchos elementos
típicos de la vida eclesial: “hermanos”, “elección” de parte de
Dios (1 Tes 1,4; 5,24), “en Cristo” (1 Tes 1,1; 2,14), don del
Espíritu (1 Tes 1,5-6; 4,8; 5,19), vida nueva caracterizada por la
fe, la santificación, la oración, la alegría, el discernimiento de lo
mejor, el amor y el interés mutuo (cfr. 1 Tes 5, 12-22), el trabajo
(2 Tes 3, 10-12).

Incluso aparece una cierta estructuración de la vida


eclesial: “los que presiden en el Señor” (µ) “los que
se fatigan” por la vida de la Iglesia () y “los que
amonestan” () (1 Tes 5,12).

*Finalmente, los dos problemas que estudiaremos a


continuación sobre la suerte de los muertos con respecto a la
Parusía y el momento de la Parusía misma, con las
consecuencias opuestas de espera anhelante y de desorden
ocioso.

3.- Estudio de algunos puntos particulares.

1.- El apostolado de Pablo


En estas cartas, sobre todo 1 Tes, Pablo manifiesta su
corazón de Apóstol más que en las grandes epístolas. Tiene
conciencia de ser elegido y avalado por Dios para anunciar la
Buena Nueva (1 Tes 2,4; 2 Tes 1,10b), lo que realiza con una
seguridad que viene de Dios (1 Tes 2,2), con la sola mira de
agradar a Dios (1 Tes 2,6), renunciando incluso a los derechos
de Apóstol de Cristo (1 Tes 2,7; 2 Tes 3,9; cfr. 1 Cor 9). Dios
mismo le acredita visiblemente por las obras de poder llevadas
a cabo en el Espíritu Santo y por la fecundidad de su acción (1
Tes 1,5).

Veamos más en detalle algunos de los rasgos más


destacados del Apóstol (en 1 Tesalonicenses):

a.- La oración del Apóstol


b.- La predicación.
c.- Audacia apostólica
d.- Sinceridad de motivos
e.- Aprobado por Dios
f.- Actitud materna y paterna
g.- Conciencia de la acción de Satanás.

a.- La oración del Apóstol.

Deseo eficaz de Gracia y Paz (cfr. Lc 10,5ss; 1 Tes 1,1).


Oración como contacto con Dios (“en presencia de
Dios”), como acción de gracias. Es una acción de gracias
continua de quien reconoce la acción de la gracia en las
personas y en la comunidad, aún siendo consciente de la
deficiencias, y como súplica (precisamente en razón de
esas deficiencias cfr. 3,10). Además de esta gratitud, que
rezuma admiración por la acción de la gracia, aparece en
la oración el rasgo de un gran amor que lleva a acordarse
de ellos sin cesar, y que se apoya en ver a los cristianos
como amados y elegidos de Dios (1,2-4).
b.- La predicación.

La predicación (el “Evangelio” - La Buena Noticia) no es


sólo de palabra sino que esta va acompañada de la acción
del Espíritu Santo, caracterizado por la fuerza ( µ).
Esta acción y esta fuerza puede referirse a la acción
interior del Espíritu Santo que acompaña al anuncio
exterior de la palabra (cfr. Hch 10,44; 11,15); de hecho es
esta fuerza la que caracteriza y manifiesta la acción del
Espíritu Santo (Hch 1,8), sobre todo en la predicación del
Apóstol (1 Cor 2,4); esta manifestación del Espíritu como
fuerza no hay por qué referirla a prodigios extraordinarios
o a carismas singulares: el contexto indica más bien que el
Apóstol se está refiriendo al hecho -de suyo maravilloso-
de que los tesalonicenses recibieran esa palabra con la
alegría del Espíritu Santo en medio de muchas
tribulaciones (1,6), abandonasen los ídolos, y se volviesen
a Dios, dedicándose a servir al Dios vivo y verdadero (1,9);
y se convirtieran en modelo, de modo que gracias a ellos
la palabra del Señor se difundiera por toda la región (1,7-
8).

Todo ello ha sido fruto de la predicación del Apóstol y de


la potente acción del Espíritu que actuaba a través de ella.
Siendo interior, la acción del Espíritu se manifiesta en
frutos visibles que sólo su energía infinita puede realizar.

Este parece ser el sentido de la frase; pero no excluye


que esa potencia se refiera también a la “convicción
profunda” (  ) que el Apóstol ha predicado:
lejos de ser “solas palabras” , la predicación del Apóstol ha
ido acompañada de la “fuerza del Espíritu Santo” que se
manifiesta en esa seguridad personal, en esa convicción
profunda (a diferencia de los predicadores de palabras
huecas, vanas y estériles - cfr. 2,1: -). La fuerza, la
convicción y la seguridad de Pablo daban impresión de
“plenitud” y han hecho ver que tras su predicación, estaba
la acción del Espíritu Santo.
*Toda la acción del Apóstol es en favor de ellos
(µ 1,5)
*La predicación produce conversión real y produce
alegría.
*El mismo dinamismo de la predicación lleva a los
convertidos a transformarse en apóstoles y testigos
(1,7-8)
*El Apóstol no se siente fuera o separado de la
comunidad sino unido a ellos en una misma tarea y
en un mismo camino (cfr. el “nos” salva 1,10).

c.- Audacia apostólica.

Otro preciso rasgo del Apóstol es la audacia, la valentía:


“tuvimos valor, apoyados en nuestro Dios, para anunciaros
el Evangelio de Dios en medio de fuertes luchas” (2,2).

Hace falta considerar el contexto para entender esto:


los Apóstoles han sido “maltratados e injuriados”,
azotados, metidos en la cárcel y obligados después a
abandonar la ciudad (Hch 16,16-40). A pesar de esto -y
previendo que también en Tesalónica tendrán dificultades-,
nos atrevimos (µ) a predicar el Evangelio.
Este verbo expresa la libertad interior y la vez la valentía
para hablar con claridad y sin timidez con la firmeza y
constancia propias de quien está persuadido de poseer la
verdad. Y esta actitud se apoya en Dios (  ), de ahí lo
sorprendente. Frente a tanta dificultad y persecución (
 ), sólo apoyado en Dios es capaz el Apóstol de
continuar anunciando con libertad el Evangelio; lo que
podría parecer atrevido e imprudente es, en realidad,
suma prudencia y pleno valor y confianza (de ahí el fruto
que ya desde el principio se produce en Tesalónica).

Las persecuciones lejos de desanimar al Apóstol le


estimula a proseguir su labor misionera, pues son signo e
instrumento de su envío y de su eficacia.
d.- Sinceridad de motivos

Un signo de autenticidad del Apóstol es la sinceridad de


sus motivos (2,3ss): ni error, ni astucia, ni motivos turbios,
inconfesables o impuros, ni adulación paro conseguir
aplauso de los hombres, ni ambición, ni deseo de honores
(2 Cor 4,1-2); esta firmeza incorruptible da valor a la
predicación.

Pablo sabe que es Dios quien le “confía” (2,4) su


Evangelio y por eso busca “agradar (complacer) no a los
hombres sino a Dios” (2,5). Pablo es consciente de su
responsabilidad ante Dios: “si estuviera yo todavía
tratando de agradar a los hombres, no sería servidor
() de Cristo” (Ga 1,10). El enviado actúa en nombre
del que le envía y si desfigura una sola palabra actúa
contra su ser de enviado, desnaturaliza su misión y pierde
sentido su tarea. Y todo ello, aún a sabiendas de que la
fidelidad al mensaje le acarreará persecuciones.

e.- Aprobado por Dios:

Para esta misión Dios mismo ha puesto su confianza en


él (     ), le ha confiado el
Evangelio. El encargo o misión recibida de Dios supone
que realmente Dios se fía (2,4) de aquel en cuyas manos
pone el Evangelio como heraldo y mensajero (cfr. 1 Tim
1,11.12  µ ). Este gesto de confianza por parte
de Dios pasa por probar antes al candidato; µ
significa probar y aprobar; pero no se trata de una simple
verificación, sino que hay una acción de Dios que
trasforma y hace capaz a la persona como ministro del
Evangelio (en 1 Pe 1,6-7, la fe se aquilata en las pruebas lo
mismo que el oro se acrisola mediante el fuego; podemos
entender que Dios ha considerado a Pablo digno de que se
le confíe el Evangelio después de separar en él la ganga
mediante el fuego del sufrimiento y las persecuciones Cfr.
Rom 5,3-4).

f.- Actitud materna y paterna:

Estas actitudes se dan en Pablo a la vez. Es evidente


que el Apóstol se siente comunicando vida. Para él no se
trata de una simple metáfora. Si se establece una relación
padre-hijo es porque primero Pablo “ha engendrado”; para
él, el anuncio del Evangelio y la consiguiente conversión a
la fe de los individuos y comunidades es literalmente
engendrar (µ : 1 Cor 4,15; Flm 10).

El corazón del Apóstol es inmensamente grandel, de ahí


que para expresar toda la realidad de su acción apostólica
y sus actitudes interiores, Pablo se apropia tanto de los
aspectos masculinos como de los femeninos. Por eso, no
sólo llama “engendrar” a la conversión inicial, sino que
toda la tarea de crecimiento en la fe es concebida por él
como una gestación: toda la acción del Apóstol es
maternal, haciendo que el que ha comenzado a ser
cristiano por la fe se transforme plenamente en Cristo
(µ  µ   µ: Gal 4,19). La imagen es de lo
más sugerente: lo mismo que la madre va “formando “ en
sí al hijo que ha concebido, el Apóstol va formando en
cada hombre el Cristo que ha concebido por la conversión
y la fe; y como la maternidad no se da sin dolor, el Apóstol
ve en la fatigas apostólicas auténticos dolores de parto
(: ibid.). Esta concepción tan realista es la que está
como base de las restantes imágenes que Pablo usa en 1
Tes; lejos de imponer con fuerza su autoridad de Apóstol,
prefiere presentarse pequeño, amable.

El Apóstol se siente madre que amamanta con afecto y


ternura (2,7): las expresiones indican la nodriza que
amamanta o alimenta con su propia leche () y la
actitud de ternura y cariño de la madre que acuna a su
niño contra su propio seno (); no ha podido encontrar
imágenes más expresivas. Son exactamente las mismas
palabras que en Ef 5,29 se usan para indicar lo que Cristo
hace por su Iglesia y como la trata (  ).

S. Pablo no se recata en el cariño por su comunidad, ni


tampoco en decírselo a ellos ; así les llama “queridos”
(2,8: mismo verbo de 1,4 “queridos por Dios; quizás se
sugiere que el amor de Pablo ha surgido y se alimenta de
contemplar el amor de Dios a esas personas). Por otra
parte - a imagen de Dios y de Cristo- este amor no tiene
nada de egoísta; es un amor oblativo de donación:
“deseamos daros -µ- no sólo el Evangelio sino a
nosotros mismos “ (2,8). Es un amor esforzado, que llega
hasta la fatiga (2,9) ( es el sustantivo que en 1,3
caracteriza al ): una fatiga causada tanto por la tarea
evangelizadora en sí misma como por el trabajo
voluntariamente impuesto para subvenir al propio
mantenimiento y no resultar una carga (2,9) trabajando
“de noche y de día”. Así, dando el Evangelio de balde y
actuando de manera totalmente desinteresado , Pablo ha
dado testimonio (µ µ  ), actuando santa,
justa e irreprochablemente (2,10).

Pablo trata a los suyos con el amor de un padre que


educa, tratando y formando a los hijos uno a uno,
exhortando y animando a cada uno (2,11); lo mismo que
los hijos se engendran uno a uno, también se forman uno
a uno. Este amor paterno “exhorta y alienta” a caminar de
manera digna del Señor que llama a ser Reino y Gloria
(2,12), busca “afianzar y dar ánimos” en la fe para que
nadie vacile en las persecuciones (3,2) - preavisa las
mismas persecuciones (3,4), no las disimula, que sería
engañar y hacer un flaco servicio- y “completar” lo que
falta a su fe (3,10). Este efecto paternal es tan real que
suscita en él un intenso deseo de verlos (2,17; 3,6),
intentándolo varias veces (2,18), aunque se siente lejos
físicamente -no con el corazón (2,17)-, lo pide a Dios
continua e insistentemente (3,10).

El Apóstol sufre, se inquieta y preocupa por los peligros


de una comunidad que es aún inestable (3,5; 2,18);
literalmente, el Apóstol no vive ante el temor de que el
tentador derrumbe la fe de ellos (3,5): “ahora si vivimos, si
vosotros permaneceis en el Señor “(3,8). Siente gran
consuelo y alivio cuando recibe noticias de que se
manifiesta la fe (3,7); más aún, se alegra delante de Dios
profundamente y da gracias a Dios al recibir buenas
noticias (3,9), pues ellos mismos son su gozo y su gloria
(2,19).

g.- Conciencia de la acción de Satanás:

Llama la atención la claridad con que el Apóstol habla de


la presencia y de la acción de Satanás: “quisimos ir a
vosotros...una y otra vez, pero Satanás nos lo impidió” (1
Tes 2,18). Sabe que más al fondo de las dificultades que
encuentra en la predicación del Evangelio hay un
verdadero responsable, Satanás; él es quien en realidad
provoca las persecuciones, pone los obstáculos... Por lo
mismo, el Apóstol sabe que el problema no está sólo en
que los creyentes sean “débiles”, sino que está por medio
la acción del tentador ( ) que puede inutilizar o
hacer vanos ( ) todos los esfuerzos apostólicos ( 
µ) (3,5). De ahí también la exhortación que Pablo hace a
sus cristianos a estar vigilantes (µ: 5,6) y a
revestirse de la coraza de la fe y del amor, teniendo como
yelmo la esperanza de la salvación (5,8).

El Apóstol sabe por experiencia que se trata de un


verdadero combate () en el que hay que defenderse de
las “asechanzas del diablo” y luchar, no contra la carne y
la sangre, sino contra los Principados, contra las
Potestades, contra las Dominaciones de este mundo
tenebroso, contra los espíritus del mal que están en las
alturas”, de ahí que haya que “vestirse las armas de Dios “
(   ): Ef 6,10-20.

En 2 Tes el Apóstol manifiesta más claramente esta


realidad: en todas las resistencias que encuentra el
anuncio del Evangelio de salvación, él descubre un
auténtico misterio de maldad (µ  µ: 2 Tes 2,7):
Satanás actúa a través del hombre impío, que mediante
milagros, signos y prodigios engañosos seducirá a los que
no tienen amor a la verdad produciendo en ellos la
“apostasía” (2,9). Es verdad que su poder es nada en
comparación al de Cristo, ya que el Señor lo destruirá con
el soplo de su boca el Día de la Parusía (2,8); pero su
poder de seducir y engañar es tan grande que hace temer
al Apóstol (1 Tes 3,1-5); sólo la fidelidad del Señor da
confianza al Apóstol, pues el Señor fortalece a los suyos
() y los guardará del Maligno (   ) (2
Tes 3,3).

Por lo demás, esta no quita para que S. Pablo denuncie


clara y abiertamente a los que estorban la predicación del
Evangelio ( 1 Tes 2,14-16), y ruegue para que la Palabra
siga su avance y ellos se vean libres “de los hombres
perversos y malignos” ( 2 Tes 3,1-2). El reconocer la acción
poderosa y seductora de Satanás no impide reconocer,
poner al descubierto y denunciar la de aquellos que son
sus agentes, pidiendo a Dios verse libre de ellos.

h.- Colaborador de Dios:

Aunque referido a Timoteo, aquí Pablo se considera a sí


mismo y a su ayudante colaborador de Dios ( 
) en la tarea de anunciar la buena noticia que es
Jesucristo (   ) (1 Tes 3,2).

Hay otros colaboradores (1 Tes 5,12) a los que designa


como personas que “se fatigan”, “presiden en el Señor” y
“amonestan”.

2.- La escatología
El tema central de ambas cartas es sin duda su doctrina
escatológica (más concretamente, lo relacionado con la Parusía
o segunda venida del Señor); más aún, estas cuestiones de tipo
escatológico son el motivo mismo de que Pablo escribiera.

Esta doctrina estaba muy presente en la predicación de


Pablo y aparece de un modo u otro en la mayor parte de sus
cartas, hasta el punto de que alguna de sus exposiciones no se
comprende si no se sitúan en esta perspectiva (ej. 1 Cor 7 sobre
el celibato; Rom 13,11-14; las consideraciones sobre la salud de
los judíos en Rom 9; 1 Cor 15, etc.)

A.- LA SUERTE DE LOS MUERTOS Y LA VENIDA DEL


SEÑOR: exégesis de 1 Tes 4,13-5,11.

Entre las cosas que no habían quedado suficientemente


claras en la predicación de Pablo estaba el significado y alcance
de la Parusía o segunda venida de Cristo. La expectación de
este acontecimiento como algo inminente les hacía lamentar la
suerte de los que iban muriendo sin llegar a presenciarlo. Pablo,
sin oponerse a la creencia en la proximidad de la segunda
venida de Cristo, que probablemente compartía, los consuela
explicándoles que los creyentes en Cristo fallecidos antes de la
Parusía participarán en ella resucitando previamente. Su suerte
no es inferior a la de aquellos que entonces se encuentren
vivos.

Toda la perícopa 4,13-5,11 constituye una unidad literaria,


dividida en dos unidades literarias menores (a saber: 4,13-18 y
5,1-11), como aparece por varios indicios: introducción del
argumento (4,13:   µµ; 5,1:    ),
conclusión (4,18:    5,11:  
) y conexión entre las dos partes (5,1:    ).

El género literario es didáctico-parenético, fuertemente


coloreado de lenguaje apocalíptico (hay subyacente un
probable estrato lingüístico pre-paulino).
Exégesis detallada:

V.13 “”
Se trata de un desconocimiento de aspectos de la fe que
Pablo quiere colmar. Esta fórmula paulina llama la atención
sobre una cuestión importante (cfr. 1 Cor 12,1)

 µµ
Participio presente: “los que están durmiendo”. Si bien
es un eufemismo difundido en todas las literaturas y es
una imagen empleada en el A.T. (Gn 47,30; Dt 31,16; 1 Re
2,10; etc.), entre los cristianos cobrará un sentido nuevo a
causa de la fe en la resurrección (Mt 9,24; Hch 7,60 ; 1 Cor
15,18.20.51, etc). La muerte tiene un sentido pasajero.

 µ 
Una vida sin esperanza es una vida triste.

 
Paganos y judíos cuyas creencias en el mas allá se
limitan a un tipo de vida menor (hades, seol); en cambio,
la esperanza cristiana promete una vida en plenitud.
Indirectamente se definen a los cristianos como los que
tienen esperanza.

V.14 Del hecho de la fe (  µ), condición real


(“puesto que de hecho creemos” se presupone la certeza
de la fe), en la muerte y resurrección de Cristo se sigue
(  “así también”) la certeza de la resurrección de los
cristianos. La resurrección de Cristo tiene una relación
causal con la resurrección de los cristianos (1 Cor
15,13.16). Asociados a Cristo por el bautismo, participan
plenamente de las dos fases del evento pascual, muerte y
resurrección.

  
La resurrección final es presentada como una reunión de
todo el Pueblo de Dios entorno a Cristo.

  I
Referido a  indica una participación activa de Jesús,
“Señor” en la reunión escatológica del Pueblo de Dios. En
Cristo y por Cristo se realiza nuestra redención; de El
procede toda salvación y de El procede también esta gran
acción salvadora final. Entre el cristiano y Cristo perdura
un vínculo en la vida y la muerte (Rom 14,7-9; 1 Tes 5,10).

V.15 v  K
Apoyados en la palabra del Señor. S. Pablo se remite a la
palabra del Señor (cfr. Mt 24-25), pero no hace falta pensar
en una cita propiamente dicha (un agrafon?); es una
referencia a la revelación del Señor que Pablo, como los
profetas del A.T. (“oráculo del Señor”), está manifestando,
y movido por una inspiración se limita a aplicar la doctrina
de Cristo a esta situación.

µ    µ


“Nosotros” es precisado y limitado por “vivos”; “vivos” a
su vez, es determinado y limitado por “supervivientes”.
Pablo precisa sucesivamente el ámbito de la categoría,
restringiéndolo cada vez más.

 v v
El término (µ, “vengo”) es usado en el griego
profano para indicar la venida o la visita oficial de un
personaje importante, p.ej. el rey, su “alegre entrada” en
una capital. Está además cargado de evocaciones bíblicas
ya que lo utiliza el A.T. para hablar de las visitas de Dios a
su pueblo y a todas las naciones, sea para recompensarles
y darles la salvación, sea para probarles y castigar sus
delitos. En el N.T. es un término apocalíptico (cfr. Mt
24,3.27.37.39) que indica la venida de Cristo para concluir
la Historia de la Salvación . Este es el significado que
 tiene en Pablo.
Por tanto, Pablo presenta la venida de Cristo como un
cortejo triunfal al que también se incorpora los”
dormidos”. Ese día se manifestará la victoria de Cristo y
aparecerá claro que Dios tenía razón. La esperanza de
participar en esa fiesta alegra al cristiano y le anima en
medio de las contrariedades.

V.16 La Parusía nos es presentada con gran aparato escénico


(la orden, la voz del arcángel, el sonido de las trompetas).
Conviene no olvidar que la descripción está hecha en
ropaje apocalíptico y es muy difícil saber dónde termina el
símbolo y cuál ha de ser en concreto la realidad. Todos
ellos son elementos con que se adornan constantemente
las teofanías bíblicas (cfr. Ex 19,16; Mt 24,31; 1 Cor 15,52;
Ap 5,2; 19,17) sin que sea preciso tomar esas expresiones
en sentido literal; probablemente se trata de una misma
realidad, es decir, una potente y misteriosa intervención
de Dios, expresada con tres fórmulas apocalípticas
distintas: la orden divina, la voz del arcángel y el sonido de
las trompetas.

En todo caso, lo central de la afirmación está en que


esa acción de Dios (que se expresa como un “bajar del
cielo”) tendrá como consecuencia que “los muertos en
Cristo resucitarán”.

Para notar: para hablar de la resurrección de los


cristianos se emplea el mismo verbo que para la
de Cristo (v.14); y además se subraya de nuevo
la unión con Cristo, pues los que resucitaran son
“los muertos en Cristo”, es decir, en unión con
El, los que no han renegado de la unión
realizada con El en el bautismo.
V.17 µ
“Arrebatados”: la voz pasiva indica que el mismo Dios es
la causa de este rapto.

 
La nube es el velo y acompañamiento tradicionales de
Dios y de Cristo resucitado como Hijo de Hombre (Dan
7,13; Ap 14,14-16; Mc 9,7;13,26; Hch 1,9).

   K
El término se puede traducir por “encuentro”; en el
lenguaje helenista designaba el encuentro solemne entre
los dos cortejos oficiales: el que estaba compuesto por el
pueblo y las autoridades de la ciudad que salían en una
gran procesión con coronas y hábitos blancos; y el del
personaje principal que llegaba para ser recibido. Pablo se
sirve de este lenguaje para expresar el encuentro del final
de los tiempos: el cortejo de la Iglesia saliendo al
encuentro de su Esposo escoltado por los ángeles, y el del
Esposo bajando entre nubes para hacerse acoger por su
Pueblo en fiesta . Se trata de la reunión de los cristianos
con su Rey, Cristo (cfr. también Ex.19,10-18).

“Y así estaremos siempre con el Señor”


En esta afirmación desemboca toda la perícopa. Más que
en la resurrección de nuestros cuerpo, Pablo insiste en
nuestra vida con el Señor. Cristo no sólo es garantía de la
esperanza del cristiano, es su objeto. Si con Cristo “se nos
ha dado todo” (Rom 8,32) y toda la vida cristiana es unión
con Cristo y tendencia hacia El (recordar el vocabulario
paulino), Pablo no podía dejar de subrayar desde su
primera predicación que para el cristiano toda la
bienaventuranza es Cristo. Estar con El (cfr. v.14) es la
plenitud y la felicidad plena; en cambio, la “condenación
eterna” consiste en estar “alejados de la faz del Señor” (2
Tes 1,9). “El murió por nosotros para que despiertos o
dormidos vivamos con El” (1 Tes 5,9-10): a esto confluye
todo. Por tanto, la bienaventuranza eterna no consiste en
la posesión de un algún lugar o cosa, sino en el encuentro
con una persona, con el amigo, con el Señor.
V.18 Estas palabras de la fe son fuente de consuelo y los
cristianos se las han de proporcionar mutuamente.

Capítulo 5

V.1 “Tiempos y momentos” -Son términos sinónimos y


escatológicos: los momentos de la intervención divina
determinados por Dios (Dan 2,21; 7,12). El conocimiento
de estos tiempos constituye una temática tradicional en
los escritos apocalípticos (Dan 9,2.24-27;Mt 24,3).

V.2 “Como ladrón en la noche” -Se refiere a un dicho de


Jesús y es retomado a lo largo del todo el N.T. (cfr. Mt
24,42-44; Lc 12,30-40; 2 Pe 3,10; Ap 3,3; 16,15). La
imagen no alude al momento del día, sino a lo
indeterminado del tiempo y a lo repentino de la venida;
por tanto, a la exigencia de vigilancia continua que de ello
se deriva (1 Tes 5,6).

“Día del Señor” -µ K - La expresión, tomada del


A.T. (cfr. Is 13,6.9; Ez 13,5; Jo 1,15; 2,1.11; 3,4.14; Am
5,18.20; etc), indica una intervención de Dios en la historia
como Juez, para salvar o castigar. Para Pablo, el “Día de
Yahvéh” se convierte en el “Día del Señor Jesús” (cfr. 1 Cor
1,8; 5,5; 2 Cor 1,14; Fil 1,6.10; 2,16; 1 Tes 5,2; 2 Tes 2,2), y
se refiere a la intervención conclusiva de la Historia de la
Salvación.

“Sabéis con precisión” - Pablo tiene conciencia de


haberse expresado muy claramente: la fecha del Día del
Señor es indeterminada.
VV 3-11
Pablo extrae del principio que ha establecido,
apoyándose en la palabra de Cristo, varias consecuencias
prácticas referentes al presente.

Síntesis teológico-bíblica:

* Ante el problema de los muertos y de la Parusía, Pablo


reaviva la fe en la resurrección de Cristo de la que se sigue
la resurrección de los cristianos

* Tanto para los vivos como para los muertos habrá una
comunión escatológica con Cristo en un ambiente
sobrehumano (“en el aire”, “entre las nubes”, “en el
cielo”...); esta comunión será actuada por la energía de
Dios que entrará en nuestra historia.

* La sucesión cronológica está voluntariamente


indeterminada, lo cual exige al cristiano un estado de
vigilancia serena.

Todo esto representa el objeto de la esperanza cristiana.

EXCURSUS: IDEA Y ACTITUD DE PABLO ANTE LA


PARUSIA

Con frecuencia se afirma que Pablo -y consiguientemente


sus comunidades- estaba convencido de la inminencia de la
Parusía y que sólo con el paso del tiempo se fue desengañando.
Esta creencia y su posterior desengaño habrían tenido
importantes consecuencias tanto en el planteamiento de la vida
personal como de la vida de las comunidades. ¿Qué podemos
decir de todo esto?.
En primer lugar, el hecho de que el Apóstol se incluya en el
grupo de los que pueden recibir a Cristo en vida no significa que
él enseñe la inminencia de la Parusía. Se trata de aclarar la
suerte de ambos grupos: de una parte, los que ya murieron; de
otra, los que todavía viven, entre los cuales él se cuenta.

Dada la ignorancia sobre la fecha exacta del


acontecimiento, nada tiene de particular que Pablo pensara en
la posibilidad de presenciarlo en vida. Parece que lo pensó (1
Cor 15,51-53) y ciertamente lo deseó (2 Cor 5,1-4). La
infalibilidad del Apóstol no le exime de la ignorancia en que
Cristo quiso que quedara la fecha de su Parusía: “de aquel día y
hora nadie sabe nada, ni los ángeles de los cielos, ni el Hijo,
sino sólo el Padre” (Mt 24,23). Y supuesta esa ignorancia, Pablo
pudo pensar en su proximidad como nosotros hoy pensamos -
con la misma posibilidad de error - en su lejanía. Era un punto
sobre el que Pablo no tenía revelación y podía opinar
equivocadamente como cualquiera de nosotros.

Ahora bien, dentro de la natural y explicable expectativa


que Pablo acariciaba, se mantiene firme su enseñanza sobre la
incertidumbre en que Cristo dejó la fecha, como recalca en 1
Tes 5,1-3. En este sentido, mantiene su valor la respuesta de la
P.C.B. del 18-junio-1915 sobre la Parusía en las cartas de S.
Pablo: “Pablo no dijo nada en sus escritos que no concuerde
perfectamente con la ignorancia del tiempo de la Parusía, que
el mismo Cristo dijo ser propia de los hombres”.

Más aún, precisamente 2 Tes tiene por objeto dejar bien


sentado que la Parusía no es un acontecimiento inminente.
Alguien había hecho correr la idea de que el Espíritu Santo a
través de algún profeta había revelado la proximidad de la
segunda venida de Cristo; otros creían deducir esa misma
conclusión de pretendidas afirmaciones de Pablo cuando estuvo
en Tesalónica, o de alguna carta que figuraba como suya. Pablo
rechaza enérgicamente el error: 2 Tes 2,1-3. Es posible que
algunos hubieran interpretado mal 1 Tes 4,13-18. Pero a Pablo
no le cabe en la cabeza que de palabras suyas o de lo que él
haya escrito se pueda sacar semejante conclusión. Así, la
afirmación tajante de 1 Tes sobre la ignorancia respecto a la
fecha de la Parusía se convierte en 2 Tes en negación, no menos
tajante, de su inmediatez.

Sin embargo, hemos de notar que -independientemente de


que Pablo y la Iglesia primitiva esperasen o no una Parusía
inminente- para ellos, como para nosotros, el hecho de la
Parusía tiene un impacto determinante en la vida actual. Para
Pablo se trata de un elemento central de la fe, que engendra
una actitud espiritual consecuente. Lo esencial no es la fecha
de la Parusía sino su significado. S. Pablo puede haber tenido o
no la impresión de que Cristo iba a volver pronto; eso es en
realidad indiferente, pues el problema no es cronológico sino
teológico. Lo que importa es que, para él y los primeros
cristianos, nuestros días son los últimos (Hch 2,16ss). La última
hora ha comenzado con la muerte y resurrección del Señor (1 Jn
2,18).

En consecuencia, la vida cristiana es de índole


esencialmente escatológica. El período actual puede ser largo o
corto. Pero, sea cuál fuere la fecha concreta de la Parusía,
estamos en la plenitud de los tiempos (cfr. Gal 4,4) y estamos
simplemente esperando la consumación; estamos en la etapa
final de la historia y, aunque puede estar todavía
cronológicamente lejos, la Parusía se cierne sobre nuestra vida
y matiza nuestra actitud ante las cosas y los acontecimientos.
Los que se han convertido al Dios vivo, y verdadero “viven
esperando -µ- a su Hijo Jesús, que vendrá de los cielos “(1
Tes 1,9-10).

De ello se deducen importantes consecuencias para la vida


cristiana: la actitud de vigilancia y la exigencia de vivir en la luz
(1 Tes 5,1-11); la esperanza y la expectativa por el futuro (“el
Día se echa encima”) con todas sus incidencias en el presente
(“daos cuenta del momento en que vivís”) (Rom 13,11-14); el
sentido de provisionalidad y el consiguiente desprendimiento de
todas las cosas de este mundo, pues “el tiempo es
apremiante”, literalmente “ ha plegado velas” y “la apariencia
de este mundo pasa” (1 Cor 7,21-31). Sólo una sana actitud
escatológica impide instalarse en este mundo y apegarse a las
cosas de aquí abajo, pues la vida cristiana es peregrinación
hacia la casa del Padre. Todo esto es esencial a la vida cristiana,
se considere la Parusía cercana o lejana, y no se basa en una
ilusión por una Parusía inminente.

En cambio, el mismo Pablo arremeterá con toda energía


contra aquellas actitudes prácticas que no se deducen de una
sana actitud escatológica, sino de una idea equivocada acerca
de la inminencia de la Parusía: una vida desordenada y
desocupada (2 Tes 6,3-15).

B.- COMO DIOS DESTRUIRÁ EL MAL: exégesis de 2 Tes


2,1-8.

Desarrollo literario de la perícopa.

Introducción.- No se turben los tesalonicenses a propósito


de la inminencia de la Parusía (2,1-2).

El verdadero sentido de la Parusía de Cristo, como


conclusión de un proceso que se actúa en la historia (2,6-8).

El sentido de la Parusía de Cristo es iluminado por la Parusía


de Satanás, ya presente y operante (2,9-12).

Genero literario

Tras la introducción el lenguaje y el mensaje son


típicamente apocalípticos: expresan, parafraseando pasajes del
A.T. y recurriendo a imágenes y frases características de la
apocalíptica judía, categorías interpretativas del momento que
se está viviendo de la Historia de la Salvación.

Exégesis
V.1-2
- Asamblea final del pueblo de Dios
(“confluencia”): noción apocalíptica y profética tradicional
(cfr. Is 27,13; Ecl 36,11; Sal 106,47; Mt 24,31).

- : fácilmente (valor cualitativo más que temporal).


Algo ha turbado (: aoristo inf.) la paz de los
tesalonicenses para que estén en un estado de ánimo
agitado (: inf. presente).

: mente, pensamiento, modo de pensar. Su manera


de pensar o valorar la vida religiosa es correcta; pero
corren el riesgo de ser desconcertados por:

a.- µ “espíritu”.- carisma, probablemente


de profecía (revelación profética: cfr. 1 Tes 5,19-
21).

b.-  “discurso”.- quizás carismático de


sabiduría o ciencia (1 Cor 12,8) o algún supuesto
informe de Pablo.

c.-  cartas que presenta como nuestras


( µ: literalmente:”como a través de
nosotros”).

VV.3-4
El riesgo de ser seducidos por el error en los últimos
tiempos es uno de los temas del N.T. (Mt 24,4.11.24; 1 Cor
6,9; 15,33; 2 Tim 3,13).

La venida del Señor ha de estar precedida de dos


signos:
a.- La apostasía: se trata de un alejamiento en
cierto modo colectivo, de un abandono del culto y de
la adoración a Dios (cfr. Jos 22,22; Jer 2,19; 2 Cro
28,19). Entre los judíos se produjo una defección de
este tipo en tiempos de las persecuciones de Antíoco
IV Epífanes (1 Mac 2,15; Dan 9,4-11). Y desde
entonces en la apocalíptica judía, la apostasía se
convirtió en señal clara del drama final (cfr. el
enfriamiento del amor ante la “anomía”-”iniquidad”
en Mt 24,12). Se trata del último intento de Satanás
para destruir el Reino de Dios con las defecciones de
los hombres.

b.- “El hombre de la impiedad (o iniquidad)” (


  µ): es un personaje negativo que
encarna la independencia absoluta de la ley de Dios,
(-µ: palabra que designa toda oposición a Dios, cfr.
2 Cor 6,14-16) y como tal, está destinado a la
perdición ( :” hijo de la ruina”).

-Para caracterizarlo mejor, Pablo le atribuye


-sin citar directamente, según el estilo de la
apocalíptica- algunos trazos que se encuentran
en Antíoco Epífanes (175-164), tal como es
presentado por Daniel: “El rey actuará a placer;
se engreirá y se exaltará por encima de todos
los dioses, y contra el Dios de los dioses,
proferirá cosas inauditas” (Dan 11,36). También
en Ez 28,2 a propósito del rey de Tiro (Et-baal II):
“soy un dios, estoy sentado en un trono divino,
en el corazón de los mares” (cfr. Is 14,13-14).

-El hombre de pecado se rebela contra toda


forma de religión y culto (µ: objeto de
culto) y se arroga honores divinos (“sentarse en
el templo de Dios” es una forma literaria de
expresar la usurpación de los honores divinos,
pues, en la mentalidad bíblica se considera el
templo de Jerusalén el lugar donde Dios tiene su
trono, cfr. Is 6).
-Es al mismo tiempo el “adversario” (
µ) de Dios y de sus planes: representa
una fuerza de orden moral que se relaciona con
Satán (cfr. la equivalencia de los términos
“adversarios y Satán” en ciertos textos de los
LXX) y que juntamente con él prosigue el
combate comenzado por la antigua serpiente en
el jardín de Edén, oponiéndose a Dios y a su
Reino entre los hombres.

En definitiva, el hombre de pecado es el


agente de Satanás en esta tarea y representa a
todos los que en la lucha escatológica en el eón
presente están aliados con Satán contra Cristo

En cuanto a su indentificación, probablemente no


hay que pensar en un personaje histórico
determinado. Si existió alguna alusión histórica, esta
ya no nos es asequible. En todo caso, tal alusión sólo
tiene un carácter transitorio y secundario.

La atribución a este personaje de características


históricamente diversas hacen de él -según el estilo
apocalíptico- un símbolo, un esquema que expresa un
cúmulo de negatividades (cfr. Ap 13) y que podrá
actuarse en la historia de maneras concretas
diversas.

Al final de la historia esta realidad negativa


multiforme será aislada del contexto del que se
inserta, será “manifestada” en su verdadera
fisonomía y ello comportará su destrucción por obra
de Cristo (cfr. v.8)

V.5 
“Os lo decía repetidamente” (imperfecto). El lenguaje
conciso que Pablo usa, había sido explicado difusa y
repetidamente de palabra.
V.6 Los versículos siguientes amplían los versículos 3 y 4
mediante una descripción apocalíptica y teológica del
conflicto entre Cristo y el hombre de pecado, actualmente
y al final de los tiempos.

El conflicto actual se produce y continúa ocultamente,


porque hay alguien o algo que impide la revelación del
hombre de pecado. Y los tesalonicenses, gracias a las
repetidas instrucciones de Pablo, sabían que la
manifestación -destrucción de la fuerzas históricas
negativas- no sería inmediata. (: momento oportuno
determinado por Dios).

V.7 “El plan de Dios ( µ), en efecto, ya ahora está en


acción, el que se refiere a la iniquidad; sólo que ahora
(está en acción) el que retiene hasta que (la iniquidad) sea
quitada de en medio”.

Si gramaticalmente es posible (lo que parece que sí)


esta traducción, parece preferible. Encaja perfectamente
con el lenguaje y la ideas de tipo apocalíptico (que domina
todo el pasaje), aunque tengo la impresión de que queda
un poco forzada. Pero la traducción usual (¿tradicional?)
parece abocar necesariamente a un callejón sin salida,
particularmente por lo que se refiere a la interpretación del
, ninguna de las cuales resulta convincente, pués
son traídas “ab extrínseco”, es decir, no se fundamentan
en el contexto próximo ni remoto de la carta o de los
escritos de Pablo en general (en cambio, nuestra
interpretación tiene apoyo en el vocabulario paulino del
µ; aunque, ¿se puede demostrar que es lenguaje de
esta primera época y no sólo de las Cartas más tardías? Sí.
En 1 Cor -muy poco posterior a Tesalonicenses- aparece
este uso en cfr. 1 Cor 2,1; 4,1; 15,51.
 µ  µ- La traducción corriente “misterio
de la iniquidad” se refiere al mal que actúa
escondidamente, misteriosamente. Pero µ tiene en
Pablo el sentido “proyecto de Dios concebido antes de los
siglos y manifestado ante de la historia” (cfr. p.ej. Ef 1,9), y
tiene relación también con el mal colectivo que ha de ser
superado (misma expresión con el mismo sentido en
Qumran: ej. 1 QHV, 36).

La superación del mal histórico-colectivo parte del plan


o proyecto de Dios y se realiza -según la apocalíptica-
mediante un desarrollo largo y complejo, dialéctico, de
fuerzas positivas y negativas contrapuestas. No sucede
instantáneamente, hay un tiempo de espera, y esto por
voluntad de Dios (cfr. ej. Ap 6,9-11). Por tanto, “lo que
retiene” ( ) sería el plan de Dios, y “el que retiene”
( ) sería Dios mismo en cuanto que quiere destruir
el mal mediante un desarrollo histórico: este plan o
proyecto está ya en acción y hará que la iniquidad sea
completamente quitada del medio; pero su destrucción
final sucederá al final, en la Parusía. (- idea de
estabilidad y solidez).

Por tanto en un estilo enigmático, propio de la


apocalíptica, Pablo llama a la comunidad al compromiso de
combatir el mal en el presente con la conciencia de que
así se insertará en el plan de Dios que prepara el tiempo
de la Parusía.
(Para otras interpretaciones de , cfr.
L.TURRADO, 360-62)

V.8  “aniquilará”.

 “reducirá a la impotencia” (: inerte).

 la palabra se usaba para la manifestación de las


divinidades helenísticas y la llegada gozosa de los reyes
divinizados. En los LXX se aplica a la manifestación de Dios
(2 Sam 7,23; 2 Mac 2,21).
Usando lenguaje bíblico (cfr. Is 11,4), Pablo quiere
subrayar la victoria final e irresistible del poder de Cristo
sobre el impío ( µ), y acentuar lo esplendente e
irreversible de ese triunfo de Cristo y lo efímero de la
victoria del anticristo.

Cuando el plan de Dios acerca de la iniquidad haya


llegado a su cumplimiento histórico, el impío -las fuerzas
negativas que representa- será “puesto de manifiesto”
(sentido del pasivo?; lit. “será manifestado”, como en vv. 3
y 6) y será reducido a la impotencia y destruido.

Esta destrucción se llevará a cabo por una acción


positiva y eficaz de Cristo, que ya está ahora presente y
activa en la Historia de la Salvación, y se manifestará
plenamente, aniquilando el mal “con el soplo de su boca”,
fácilmente.

V.9 Parodia de la Parusía de Cristo (cfr. Ap 13,11-14). Lo mismo


que la manifestación de Dios (Ex 7,3; 11,9), la actividad de
Dios (Hc 2,22) y la de los Apóstoles (Hc.5,12; 6,8; 2 Cor
12,12), también la acción de Satanás va acompañada de
signo y prodigios.

Es una llamada de Pablo al discernimiento y a estar en


guardia frente a los engaños de Satanás como ángel de
luz.

V.10 En efecto, el engaño (), la maldad () y la


perdición (µ) son los rasgos escatológicos de los
enemigos de Dios en contraste con la verdad (), la
justicia () y la salvación ().

Frente a la tentación de dejarse seducir por los signos y


prodigios de Satanás, o ceder ante la persecución, Pablo
propone un discernimiento en perspectiva escatológica: el
resultado definitivo muestra, mejor que cualquier otra
cosa, la validez o autenticidad de las realidades
inmediatas intramundanas.

V.10-12
Este pasaje indica la tremenda responsabilidad de la
libertad humana. El Evangelio ha de ser aceptado
libremente por parte del hombre y puede ser rechazado (1
Tes 1,6;2,13).

Buscando la salvación del hombre (   ),


Dios infunde en él un atractivo por la verdad (  
). Pero al que rechaza este impulso o atractivo (
), Dios le entrega a los engaños de Satanás (se pone
en positivo la acción permisiva de Dios, que envía “un
poder de engaño “, cfr. 1 Re 22,23), de modo que acaba
dando crédito a la falsedad o mentira (  )
(cfr. Rom 1,25-26; 1 Cor 5,5). En este sentido no dar
crédito a la verdad equivale a complacerse en la maldad
(  ), por lo que se hacen merecedores de
juicio y de castigo ( ).

C.- LA ESPERANZA CRISTIANA.

Al hablar de la Parusía, Pablo no se contenta con presentar


verdades. Al escribir estas dos cartas, Pablo pretende presentar
el Evangelio de la esperanza.
En medio de un mundo en efervescencia, lleno de
esperanzas (las posibilidades de la civilización romana,
heredera de la cultura helenista, la “pax romana”) y a la vez de
desilusiones, que busca ansiosamente la salvación y la felicidad
(proliferación de cultos mistéricos y orientales..) pero que ve
cerrado el horizonte, que permanece desconcertado y
experimenta la angustia, que se encuentra sin salida y sin
esperanza, Pablo presenta a Cristo bajo el signo de la
esperanza.

Ya desde el principio, cuando narra la conversión de los


tesalonicenses, Pablo presenta ésta en tres fases: abandono de
los ídolos, convertirse a Dios para servir al Dios vivo y
verdadero, y vivir aguardando (µ      ) a su
Hijo que vendrá de los cielos, a quien resucito de entre los
muertos y nos libra del castigo futuro (1 Tes 1,9-10). Con la
resurrección de Cristo el horizonte del hombre ya no está
cerrado. Hay alguien que ha traspasado el muro de la de la
muerte y nos ha abierto el camino.

Por otra parte, ese mismo texto indica también el objeto


de la esperanza del cristiano: el que se ha convertido a Cristo
aguarde no el encuentro y la posesión de un lugar o una cosa,
sino el encuentro con una persona, con Cristo, el amigo, el
Señor.

Cristo no es sólo el que garantiza nuestra esperanza gracias


a la resurrección (1 Tes 4,14), sino que El mismo es el objeto de
la esperanza. En ello insistirá, Pablo a lo largo de las dos cartas:
“Así estaremos siempre con el Señor”    µ (1 Tes
4,17). Lo esencial de la bienaventuranza eterna será la
comunión con Cristo, lo mismo que la ruina o pena eterna
( ) equivale a estar “lejos de la presencia del Señor y
del esplendor de su fuerza” (2 Tes 1,9). Más aún Pablo resume
la salvación que Dios quiere concedernos y la finalidad misma
de la muerte de Cristo, en esta comunión de vida con el Hijo de
Dios: “El murió por nosotros, para que  despierto o dormidos
vivamos juntos con El” 1 Tes 5,9-10: µ   µ.
Así pues, para Pablo, la esperanza es la marcha decidida
hacia el encuentro y la posesión de Cristo, porque para el
cristiano toda la bienaventuranza es Cristo. Así se entienden
sus afirmaciones de otras cartas: “preferimos salir de este
cuerpo para vivir con el Señor” (µ   ) 2 Cor 5,8;
“Para mi el vivir es Cristo y el morir una ganancia ...deseo
disolverme () para estar con Cristo (  ) lo cual,
ciertamente, es con mucho lo mejor” (Fil 1,21-23). La
realización de la esperanza no será otra cosa más que el
desarrollo de una amistad: estar con Cristo para siempre jamás.
El cristiano experimentará entonces en plenitud lo que ya desde
ahora experimenta veladamente en la fe (2 Cor 5,6-8).

Por otra parte, si Pablo insiste en este aspecto no es porque


desprecie a los demás, sino porque esta comunión con Cristo es
lo esencial y lo demás deriva de ella. Por ejemplo, la
esperanza de la gloria. El cristiano ha sido llamado a heredar
la gloria: “Para esto os ha llamado por medio de nuestro
evangelio, para que sea vuestra la gloria de nuestro Señor
Jesucristo” (     µ : 2 Tes 2,14). Por
tanto, la glorificación del cristiano consistirá en poseer la gloria
de Cristo. En efecto, el Día del Señor, el día de la Parusía, será
ante todo glorificación personal de Cristo, pués vendrá para
(sentido final de los infinitivos) “ser glorificado () en
sus santos y ser admirado en todos los que han creído” (2 Tes
1,10): se manifestará su poder (v.9) y será motivo de
admiración y alabanza lo que Cristo ha hecho en los suyos. Pero
la finalidad de la redención y la vida cristiana es no sólo que
Cristo sea glorificado en los cristianos (   µ 
...  µ), sino que también los cristianos sean glorificados
en él (    2 Tes 1,12). Por tanto, la vida eterna de los
cristianos con Cristo será una verdadera gloria, pero ésta
porque y en la medida en que están unidos con Cristo y
permanecen en él. Es decir, que los cristianos no gozaremos de
nuestra plena felicidad más que gracias a una participación
plena de toda nuestra persona, cuerpo y alma, en la plena
glorificación de Cristo.

También la resurrección corporal es objeto de la


esperanza cristiana precisamente en la unión con Cristo.
Cuando Pablo describe la Parusía afirma que “los muertos en
Cristo resucitarán” (1 Tes 4,16;      ¡y
sabemos el significado, la fuerza y la importancia que la
expresión   tiene en Pablo!). Y deduce esta resurrección
de los cristianos del hecho cierto de la fe en la resurrección de
Cristo (  : “así también” 1 Tes 4,14):; la resurrección de
Cristo tiene una relación causal con la resurrección de los
cristianos, unidos a él por el bautismo.

Es este sin duda uno de los aspectos de la novedad


cristiana que más subraya Pablo en las cartas a los
Tesalonicenses. Frente a la situación de tristeza y de
desesperación de los paganos “que no tienen esperanza” (1 Tes
4,13); Pablo afirma con fuerza la esperanza sobre las tumbas.
La esperanza ilumina con nuevo sentido la muerte del cristiano,
pues con Cristo se derrumba el muro con que la humanidad
chocaba. Es aquí donde cobra fuerza la expresión “los que
duermen” (1 Tes 4,14). El creyente propiamente no muere, sino
que “ se duerme en Cristo” y tiene seguro el despertar. El
creyente guarda en si una semilla de vida eterna. La muerte
nada puede contra el que está en Cristo, lo mismo que tampoco
pudo derrotar a aquel que resucitó como primicia de los que
duermen. Por eso Pablo exclamará desafiante: “¿dónde está, oh
muerte, tu victoria?” (1 Cor 15,55). El cristiano ha vencido a la
muerte porque Cristo le ha dado participación en su victoria:
“¡gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por nuestro
Señor Jesucristo!” (1 Cor 15,57). Una luz nueva y una esperanza
nueva se extiende sobre la tumbas. Y esto llevará incluso a
cambiar el nombre de los lugares de enterramiento: ya no como
los paganos “necrópolis” (ciudad de los muertos), sino
“cementerio” (dormitorio), a la espera de su despertador en la
resurrección.

La esperanza cristiana también ilumina el misterio del


mal, presente en este mundo. La comunidad de Tesalónica sabe
por experiencia que el mal continua presente en forma de
persecución y hostilidad (1 Tes 2,14; 3,3-5). Conocen la
presencia y la acción del impío, que “se eleva sobre todo lo que
lleva el nombre de Dios”, “hasta el extremo de sentarse él
mismo en el Santuario de Dios y proclamar que él mismo es
Dios” (2 Tes 2,4); más aún, su acción va rodeada de “toda clase
de milagros, señales y prodigios engañosos” (2 Tes 2,9). Ante
esto, los cristianos pueden sentirse tentados y desfallecer,
porque el mal parece triunfar en este mundo. Por ello, Pablo
quiere infundir la certeza de que todo esto está en el plan de
Dios y el final de la historia humana, la fuerza de Cristo - ya
ahora presente y activo- vencerá definitiva e irreversiblemente
todo mal, pués al impío “el Señor le destruirá con el soplo de su
boca y aniquilará con la manifestación de su venida” (2 Tes
2,8). En la Parusía Cristo vendrá como Señor de la historia y
triunfador sobre todas las fuerzas del mal, y todos los de Cristo
serán asociados al cortejo triunfal de Cristo y participarán para
siempre de su victoria (1 Tes 4,15-17).

En este sentido habla Pablo del “aguante de la


esperanza” (µ   1 Tes 1,3): la auténtica esperanza
es fuente de aguante y paciencia. En medio de las dificultades,
tribulaciones y persecuciones de esta vida, la esperanza de que
el Señor va a venir, vencerá definitivamente el mal y estaremos
siempre con El, hace que el cristiano tengo paciencia y valor y
conserve la firmeza de ánimo.

Por todo esto, frente a un mundo en sombras y sin


horizonte la Iglesia aparece como la comunidad de la
esperanza. Al denominar a los paganos como “los que no
tienen esperanza” (1 Tes 4,13), Pablo está implícitamente
definiendo a los cristianos como “los que tienen esperanza”.
Una esperanza que como hemos visto, no es indefinida, sino
que tiene objetos muy concretos, y que marca toda la vida del
cristiano. Hasta el punto de que si la característica de los que
no tienen esperanza es estar triste (cfr. 1 Tes 4,13), la
esperanza cristiana es fuente de alegría (  : Rom
12,12). En definitiva, la Iglesia es la comunidad de aquellos que
Cristo “ha llamado a su reino y gloria” (1 Tes 2,12) y que
“tienen amor a su venida” (2 Tim 4,8).

3.- Rasgos de la moral cristiana

Como en la mayor parte de sus cartas, Pablo insiste ya en


estas primeras -sobre todo 1 Tes- en el obrar del cristiano, en
cuanto que va estrechamente unido a las realidades que
presenta la fe en Cristo muerto y resucitado (cfr. el estudio y
presentación detallada de ésto en otro lugar).
Nos detenemos ahora, no en los contenidos particulares y
determinados del obrar cristiano, sino en algunos que
caracterizan dicho obrar:

a.- “Agradar a Dios”.


b.- Una vida en crecimiento incesante.
c.- Moral de santidad.
d.- Moral y conocimiento de Dios.
e.- Motivación escatológica.
f.- Moral de interioridad.

a.- “Agradar a Dios”.

Aparece como rasgo fundamental de la orientación


moral, tal como se expresa en la exhortación, el “agradar
a Dios” ( : 4,1). El cristiano busca en su conducta
() agradar a Dios en todo; busca comportarse de
manera que agrade a Dios, para agradar a Dios (
 ). Esta afirmación, situada al inicio de la
exhortación, es más que significativa y define el carácter
de la moral paulina:

*En primer lugar, el sentido religioso: no se trata de


una moral puramente horizontal, sino que toda ella
está marcada por la impronta del agrado a Dios, es
decir, cada precepto concreto, que luego será
detallado, ha de ser vivido en referencia a Dios.

*En segundo lugar, su carácter personal: lejos de


ser un simple cumplimiento de normas frías y
objetivas, toda la conducta moral está marcada por
este tono de relación personal con el Dios vivo y
verdadero (1,9).
*La expresión indica también que es una moral de
interioridad: lo mismo que el Apóstol, imitándole a él
(1,6), todo cristiano debe buscar “agradar no a los
hombres sino a Dios, que escudriña los corazones”
(2,4). Esta cita paralela indica también cómo la
moral cristiana está en las antípodas del fariseísmo;
precisamente por este carácter de interioridad no se
presta a agradar a los hombres (Ga 1,10).

*Sin embargo, siendo fundamentalmente interior,


no es puramente interior, al ser concretada en la
práctica de detalles diversos.

*Este agradar a Dios no es un puro sentimiento


afectivo, sino que es equivalente a vivir lo que Dios
quiere, la “voluntad de Dios” (µ  : 4,3;
5,17), y a la actitud de quien, con toda su existencia,
se dedica a servir a Dios ( : 1,9).

*Sin embargo, no se excluye el matiz afectivo:


() es el mismo verbo que se usa en 1 Cor 7,34
para decir que la mujer casada busca en todo agradar
a su marido (también allí indica un cumplir la
voluntad del marido, pero con ese tono afectivo
propio de una esposa).

*Finalmente, dado el carácter escatológico de toda


la Carta, quizás la expresión incluya también una
motivación escotológica de la moral: todo va dirigido
a ser encontrados irreprochables delante de Dios en
la Parusía de Jesucristo (3,13); siendo Dios el que
escruta los corazones (2,4), al final “vengará “ todo
mal realizado (4,6). Y es la venida final de Cristo
como Juez la que motiva el vivir como hijos de la luz e
hijos del día, vigilantes para no ser sorprendidos por
el Señor como “ladrón” en la noche (5,4-11).

b.- Una vida en crecimiento incesante


Precisamente porque es vida, la moral cristiana no se
conforma con el cumplimiento de unas normas que
señalan mínimos. Es significativo que en estos versículos,
S. Pablo insiste reiteradamente en que sigan progresando,
en que crezcan aún más, en que sigan adelante
( µ: 4,1.10).

El Apóstol está contento de cómo marcha la comunidad


(“según lo hacéis”: 4,1); no les reprocha nada especial;
pero eso no significa que se conforme o se dé por
satisfecho: han de seguir creciendo; busca completar lo
que falta a su fe (3,10) y pide al Señor que les “colme
hasta rebosar” (  : 3,12).

Si en Cristo habita la “plenitud” (Col 1,9; 2,9: µ),


el cristiano unido a El, está llamado a ser llenado hasta la
total plenitud de Dios (     µ  : Ef
3,19); debe alcanzar de manera dinámica () la madurez
de la plenitud de Cristo, el hombre perfecto (Ef 4,12-13).

c.- Moral de santidad.

Todos los detalles que S. Pablo irá desarrollando en los


versículos a lo largo de la parte exhortativa quedan
caracterizados desde el principio: se trata de una tarea de
santificación (“esta es la voluntad de Dios: vuestra
santificación” 4,3). El sustantivo µ indica el esfuerzo
de parte del hombre para ir alcanzando esa vida
moralmente. Para darnos más cuenta de la importancia del
tema, conviene subrayar que el sustantivo aparece tres
veces en los primeros versículos del 4º capítulo (4,3.4.7);
además, 4,3 forma inclusión1 con 5,23 () abarcando
toda la parte parenética y dando a esta una orientación
clara: no se trata de una ética moral, sino de una moral de
santidad cristiana. Esa santidad es obra de Dios ( 
) y debe abarcar al hombre entero (: 5,23).
1
Inclusión: se repiten palabras al principio y al final del fragmento, quedando marcada toda la perícopa o texto por estas palabras, y siendo lo que queda en
el centro, la explicación de esas palabras. A estas palabras repetidas al principio y al final, se les suele llamar “palabras gancho”.
S. Pablo es consciente de que “falta” algo a la fe y a la
vida de sus cristianos (1 Tes 3,10), y por esto concibe esta
santificación como un progreso.

Cristo mismo ha sido constituido para nosotros µ,


es decir, causa y fuente de santidad (1 Co 1,30). La
santificación es también obra de Cristo (3,12-13) y obra
del Espíritu Santo (4,8; 2 Tes 2,13). Esta santidad tiene
relación con el no tener tacha, reproche, ni mancha
(µµ) y ser encontrados así en la Parusía del Señor
(5,23; 3,13). Esta santidad es la vocación de cada cristiano
en la comunidad, para eso ha sido llamado ( µ :
4,7).

d.- Moral y conocimiento de Dios.

Es significativo que Pablo al exhortar a la santidad,


alejándose de la fornicación y poseyendo el propio cuerpo
con santidad y honor, lo haga contraponiéndolo a los “que
no conocen a Dios” ( µ   ) los cuales se dejan
dominar por la pasión (  µ: 4,4-5). Ello parece
indicar (lo mismo que Rom 1,21-32; sobre todo v. 28, pero
también v. 24: ; v.26:  ) que la inmoralidad está
puesta en relación con el desconocimiento de Dios. Por el
contrario, el verdadero conocimiento de Dios (conocido y
“reconocido”) es el fundamento de una autentica vida
moral. De ahí, sin duda, la continua referencia a Dios en la
parénesis paulina, en su motivación de la moral cristiana:

Se trata de “agradarle” a El (4,1), de hacer “su


voluntad” (4,3), de “conocerle” (4,5), ya que El “ha
llamado” a la santidad (4,7) y a El se “rechaza” cuando se
vive inmoralmente (4,8)... Igualmente la referencia a
Cristo: se “exhorta” en su nombre (4,1), se transmiten los
“mandatos” de parte suya (4,2)...
e.- Motivación escatológica de la moral. (5,1-11)

El saber que el Señor vendrá como ladrón en la noche


determina una conducta coherente que se caracteriza por
la actitud de vigilancia y por la sobriedad. El que sabe que
va a venir el Señor y vive en consecuencia, vive en la luz y
en el día; y la llegada del “Día del Señor” no le coge por
sorpresa. En cambio, el que no vigila ni vive sobriamente
está en la tiniebla, está dormido, está en la noche; más
aún, está embriagado, y por eso no ve la realidad tal como
es, sino deforme.

El cristiano, al estar en la luz ve la realidad y está en la


realidad y vive realistamente, esperando al Señor; y éste
estar en la luz se manifiesta no sólo en la sobriedad y
vigilancia sino en una vida de fe, esperanza y caridad.

El mejor comentario a ésto es Rom 11,13-14, ya más


desarrollado y mejor formulado el pensamiento paulino:
“daos cuenta del momento en que vivís” (  ); la
noche pasa, el día se acerca, y hay que despertar del
sueño, dejar las obras de las tinieblas y revestirse con las
armas de la luz, es decir, caminar ( en sentido
moral) dignamente en el día (o sea, nada de comilonas,
lujuria, pleitos...) y revestirse de Cristo.

Por tanto, la proximidad de la venida del Señor, “el


Día”, está urgiendo y motivando una conducta coherente
con ese momento () que está en el extremo opuesto
de una postura adormilada (  ); de ahí que sólo
el que se sitúa en esa perspectiva es verdaderamente
realista (está en el día, en la luz), mientras que quien no
espera la venida del Señor o no vive en consecuencia con
ella, está de espaldas a la realidad (cfr. también 1 Cor
7,29-31 “el momento es apremiante” -  µ
literalmente “el tiempo ha plegado velas”- y “la apariencia
de este mundo pasa”   µ  µ ).
De ahí, la consecuencia de “usar del mundo” como si
no se disfrutase de él: ante la característica de la situación
presente () hay la urgencia de plantearse la vida y
toda la conducta moral de manera diversa. La realidad de
la escatología está determinando y motivando la moral del
cristiano. Por el contrario “si los muertos no resucitan,
comamos y bebamos, que mañana moriremos” (1 Cor
15,32).

f.- Moral de interioridad.

Al hablar de la caridad, Pablo dice: “en cuanto al amor


fraterno, no necesitáis que os escriba, ya que vosotros sois
instruidos por Dios ( : literalmente
“teodidactas”) para amaros mutuamente” (4,9).

Se trata del cumplimiento de la promesa de la Nueva


Alianza (Jer 31,33-34: “pondré mi ley en su interior y la
escribiré en sus corazones, y no tendrá que adoctrinar uno
a su prójimo, sino que todos me conocerán”).

Lejos de un código escrito en el exterior, al que hay que


obedecer, el cristiano debe obedecer a la ley interior que
lleva grabada en su corazón (cfr. Jn 6,45). Pero hay más, la
afirmación le ha venido sugerida al Apóstol por lo que ha
dicho en el versículo anterior: “Dios nos ha dado su
Espíritu Santo”; en la mente del Apóstol van ligadas las
dos realidades:

*El cristiano es un  porque ha


recibido en su interior el Espíritu Santo (cfr.
Rom 5,5; 2 Cor 1,22; Ga 4,6). El que enseña
interiormente la ley moral y el
comportamiento cristiano es el Espíritu
Santo: es a El a quien hay que escuchar,
por quien hay que dejarse guiar; de ahí que
S. Pablo pueda decir en 4,8 que “quien
desprecia estas cosas no desprecia a un
hombre sino a Dios, que nos ha dado su
Espíritu”.

*El que rehusa vivir según la ley moral no


rechaza solo una ley, sino que desprecia la
enseñanza interior del Espíritu que le
recuerda la voluntad del Padre. También
aquí se alude a Ez 36,27, más explícito aún
que Jer: “infundiré un Espíritu en vosotros y
haré que os conduzcáis según mis
preceptos y que observéis y practiquéis mis
normas”. De hecho el texto de Ez no habla
sólo de “escribir” las leyes en el corazón,
sino de una acción del Espíritu que renueva
interiormente (“les daré un corazón
nuevo”) y capacita para cumplir esa ley.

Cuando S. Pablo desarrolle su pensamiento, hablará de


una “ley del Espíritu” Rom 8,2, ya que el Espíritu Santo se
convierte en motor, impulso y verdadera ley interior del
creyente renovado en Cristo, ya que le capacita para vivir
la novedad de la vida filial (“los que se dejan llevar por el
Espíritu de Dios, esos son hijos de Dios”: Rom 8,14). Por
eso, para el justo no hay ley (1 Tim 1,9), por un lado no la
necesita, por otro la sobrepasa, pues “el que ama al
prójimo ha cumplido la ley” Rom 13,8-10. De hecho, el
fruto del Espíritu es patente (Ga 5,16ss).

BIBLIOGRAFIA específica sobre 1 Tes y 2 Tes.


*SANTO TOMAS DE AQUINO, Comentario a los dos
espístolas de San Pablo a los Tesalonicenses. Ed. Tradición
(México).

*H. SCHLIER, El Apóstol y su comunidad. 1


Tesalonicenses. Texto y Comentario. Ed. Fax.

*L.M.DEWAILLY, La joven Iglesia de Tesalónica. Ed.


Studium

*J.A.UBIETA, La Iglesia de Tesalónica. Ed. DDB

*P.GUTIERREZ, La paternité Sprituelle selon Saint Paul.


París 1968

*O. CULLMANN, El carácter escatológico del deber


misionero y de la conciencia apostólica de Pablo. Estudio
sobre el “katéjon” (2 Tes 2,6-7), en “Del Evangelio a la
formación de la teología cristiana”. Ed. Sígueme

TEMA III
LAS CARTAS A LOS CORINTIOS

Después de tener que abandonar Macedonia debido a la


oposición de los judíos (Hch 17,14-34), se dirigió a la provincia
de Acaya. Y tras el fracaso en Atenas (Hch 17,14-34), se dirigió
a Corinto, capital de la Acaya romana; allí fundó una Iglesia,
que es de las mejor conocidas entre todas las del N.T. gracias a
la abundancia de datos de 1 y 2 Cor, pues son las cartas más
extensas de Pablo.
1.- Pablo y Corinto

A.- Aspectos históricos y sociológicos de la ciudad.

Situada en un istmo de sólo 6 Km, que unía la península del


Peloponeso con continente griego, Corinto acababa de cumplir
100 años de existencia cuando llegó Pablo a ella. Reducida a
escombros en su conquista por los romanos el a. 146, había
sido reconstruida por Julio Cesar el año 46 a.C.: Laus Julia
Corinthus.

Su importancia radicaba en su doble puerto: el de Cencreas


al Oriente, sobre el mar Egeo, y el de Lejaión al Occidente, cara
al Adriático. Esto hizo que la ciudad creciera con gran rapidez, y
a los colonos latinos se unieran habitantes de toda la cuenca
mediterránea, griegos y orientales, alcanzando muy pronto los
500.000 habitantes, de los que más de un tercio eran hombres
libres o libertos. Desde el a. 27 a.C. fue la capital de la Provincia
Senatorial de Acaya, gobernada por un procónsul. Por tanto, la
población de Corinto era cosmopolita, practicaba todo tipo de
religiones y se dedicaba sobre todo al comercio.

Para evitar el largo y peligroso periplo de la península del


Peloponeso, las naves de carga que traficaban entre oriente y
occidente descargaban en el puerto de llegada sus mercancías,
que a través de un pasadizo apropiado (diolkos) eran
transportadas por esclavos al otro puerto y embarcadas
nuevamente hacia su destino. Esta operación de transbordo,
con la presencia de hombres de mar, proporcionaba una
extraordinario animación de Corinto. Los impuestos y tasas
constituían una apreciable fuente de ingresos y el comercio
progresaba, convirtiendo a Corinto en una ciudad floreciente.
Esto estaba favorecido, además, por el hecho de que durante
cinco meses la navegación estaba cerrada (mare clausum).

Todo esto contribuía a fomentar el vicio y la corrupción en la


ciudad. En la cima del Acrocorinto había un santuario de
Afrodita, servido por más de 1000 cortesanos que ejercían la
prostitución sagrada. Y es significativo que “corintizar” era
sinónimo de vida lujuriosa, “muchacha corintia” equivalía a
mujer de mala vida, y con el nombre de “morbo corintio” se
significaba las enfermedades venéreas.

En el aspecto religioso, además de los grandes templos


dedicados a Apolo y a Afrodita, la ciudad contaba con seis
santuarios dedicados a otras divinidades griegas, veinte
estatuas levantadas en las plazas, cinco “templos” o espacios
sagrados dedicados a los “señores” (a los que alude 1 Cor 8,5)
de las religiones de misterios (en ellos se celebraban los
banquetes sagrados en honor de los dioses: de ahí el caso de
conciencia de 1 Cor 10,20-22).

También era muy frecuente la existencia de cofradías de


carácter profesional, deportivo o artístico, puestas bajo la
protección de un dios. Y junto a ellas otras de carácter
estrictamente religioso, todas de carácter voluntario y libre.
Esta dispersión religiosa explica que los convertidos de Corinto
secundaran tan fácilmente al espíritu de división (1 Cor 1,10s).
E igualmente existían los cultos estáticos, a los que parecen
haber pertenecido algunos convertidos de Corinto (cfr. 1 Cor
12,2; 13,1).

Finalmente, eran famosos los juegos en honor de Poseidón,


que tenían que jugarse en el istmo todos los años. De ellos se
acordará Pablo cuando evoque los esfuerzos de los corredores
del estadio o de los pugilistas (1 Cor 9,24-27).

B.- Evangelización de Corinto.

La estancia de Pablo en Corinto (Hch 18,1-18) abarca


dieciocho meses: desde finales del 50 a Julio del 52.

A su llegada a Corinto, Pablo trabaja en casa de Aquila y


Priscila, un matrimonio de comerciantes judíos, expulsados de
Roma tras el decreto de Claudio. Los sábados tomaba la palabra
en la sinagoga. Pero, tras algunos choques con la comunidad
judía (en la que encuentra cada vez más oposición: cfr. 1 Tes
2,14-16, escrito en estas circunstancias), Cayo Ticio Justo, que
habitaba en la casa vecina, acogió a Pablo y a los convertidos
(Hch 18,7). Lucas habla de un versión alentadora (Hch 18,9-10;
cfr. 2 Cor 12,9).
Pablo, que jamás quiso aceptar dinero de los corintios,
realizó un apostolado fructuoso entre los paganos. Se desarrolló
con bastante rapidez una comunidad realizada especialmente
entre los estratos más bajos de la sociedad (1 Cor 1,19-20.26-
31).

Acusado por los judíos, Pablo tuvo que comparecer ante


Galión, procónsul de Acaya, de origen español. Este, con gran
sentido común se desentendió del asunto dejando libre a Pablo
(Hch 18,14-17).

C.- La comunidad de Corinto.

No pueden comprenderse los problemas que se plantearon


en la Iglesia de Corinto si no se tiene en cuenta la enorme
diversidad de su reclutamiento.

Había convertidos procedentes del judaísmo (ej. Crispo y su


familia: Hch 18,8), que sin embargo estaban en minoría. Se
comprende sus escrúpulos en la cuestión de los idolotitos (1 Cor
8), pues una vez que las carnes han sido ofrecidas a los ídolos
han entrado en contacto con los demonios (cfr. 1 Cor 10,20), y
según ellos tienen que estar absolutamente prohibidas.

La mayor parte de los convertidos son de origen pagano y


consideraban, como la mayoría de sus contemporáneos, que
carecía de importancia el tratar con las prostitutas. El pseudo-
Demóstenes expresa la opinión más general: “tenemos amigos
para nuestro placer, concubinas para el cuidado cotidiano de
nuestros cuerpos y esposas para tener hijos legítimos y saber
que está en buenas manos la administración de nuestra casa”.
El mismo ambiente de Corinto debía ser una dificultad en este
aspecto para los neoconversos (1 Cor 5-7).
También constituía una dificultad, para los cristianos de
origen pagano, la enseñanza de la resurrección; pues, la
mentalidad griega consideraba el cuerpo cárcel del alma.

En el aspecto étnico, dado el carácter cosmopolita de la


ciudad, la mayor parte de las provincias orientales del Imperio
estarían representadas, junto con los griegos y latinos, en la
comunidad cristiana. En esta perspectiva, adquiera mayor
fuerza la proclamación de Pablo: “Todos nosotros, judíos o
griegos, esclavos o libres, hemos sido bautizados en un mismo
Espíritu para formar un solo cuerpo” (1 Cor 12,13).

En el plano social también había diferencias. La mayor


parte era gente humilde (1 Cor 1,26-29), cargadores del puerto
o esclavos “lo plebeyo del mundo” (v.28). “La gente de Cloe”
(1,11) son esclavos o libertos, empleados por aquel rico
comerciante. Los que llegan tarde para la Cena del Señor no
son gente acomodada, sino trabajadores que han estado
bregando todo el día y no encuentra nada para comer cuando
llegan (1 Cor 11,21). A los esclavos, Pablo los invitará a que
permanezcan en su estado (1 Cor 7,21-22).

Pero también hay personas acomodadas que se meten en


pleitos (1 Cor 6,1-8). Hay intelectuales que se precian de
“sabios” y piden enseñanzas más elevadas (1 Cor 3,1ss). Entre
las personas acomodadas están Aquila y Priscila, Cloe, Crispo (1
Cor 1,14), Gayo y Erasto...

La convivencia con convertidos tan diversos, constituye la


originalidad de la Iglesia de Corinto, asegura su dinamismo,
pero explica también sus dolorosas tensiones. Pablo tendrá que
insistir en que Cristo es “uno” y no puede ser dividido (1 Cor
1,13ss), para llevar a los corintios a la práctica del ágape como
virtud suprema del cristiano (1 Cor 13).
2.- Las dos cartas

A.- Autenticidad.

La crítica literaria nunca ha discutido prácticamente la


autenticidad paulina de estas dos cartas.

*1 Cor está apoyada abundantemente por la crítica


externa; a partir de Ireneo, que la cita
abundantemente, es aceptada en todas las Iglesias. Y
la crítica interna la corrobora: veracidad del cuadro
de costumbres de Corinto y de la personalidad del
Apóstol que se refleja en toda la carta, así la relación
de vocabulario, contenido y estilo con Gálatas y
Romanos, cartas sensiblemente contemporáneas.

*2 Cor aborda los problemas interiores de la misma


comunidad que 1 Cor, aunque en momentos
diferentes y en circunstancias que en gran parte
ignoran y que es inútil tratar de reconstruir en forma
demasiado conjetural. También el análisis del estilo,
que manifiesta al vivo el corazón y el espíritu de
Pablo, confirma el nexo con 1 Cor.

B.- Unidad e integridad.

Si bien no hay problemas serios en torno a la autenticidad


paulina de estas cartas, sí que existen dificultades en cuanto a
la unidad, de manera que algunos críticos consideran 1 y 2 Cor
un conglomerado de diversas cartas escritas en distintas
ocasiones (algunos distinguen hasta 6 cartas); otros por el
contrario, se inclinan por la unidad.

La razón para suponer varias cartas en 1 Cor es


simplemente la complejidad de tener en ella tratados. Pero esta
complejidad se puede explicar suficientemente por las
diferentes informaciones que Pablo ha tenido de los problemas
de la comunidad y por las diversas cuestiones que los corintios
se han planteado por carta (1 Cor 7,1).

Más complicado es el caso de 2 Cor. El pasaje de 6,14-7,1,


parece un interpolación que rompe el hilo del discurso entre
6,13 y 7,2; el capt.9 es considerado por algunos añadidura que
no encaja bien con el capt.8. El tono violento de los capítulos
10-13 choca con la ternura paternal que inspira en los primeros
capítulos.

Concretamente, pudo la comunidad de corinto agrupar en


un volumen diversas cartas del Apóstol recibidas en diferentes
ocasiones. Pero también cabe que en una carta larga, que hubo
de ser dictada en algunos días o incluso en semanas,
circunstancias especiales o nuevas noticias recibidas de Corinto
provocaran cambios de tono en Pablo. En todo caso, las
reconstrucciones propuestas siempre permanecen en el terreno
de la hipótesis y muchas veces no resultan convincentes.

Otro problema es la doble alusión de 1 Cor 5,9ss a una


carta anterior, y de 2 Cor 2,3-9 a otra carta desconocida escrita
“con muchas lágrimas” (2 Cor 2,4). Tampoco resultan
convincentes los intentos de identificar estas cartas con
determinados pasajes de 1 o 2 Cor. Tal vez se trate de cartas
perdidas...2 Para una exposición más detallada de todo esto, cfr. M. Canez,
“Pablo y la Iglesia de Corinto” en A.George - P.Grelot, Introducción crítica al
N.T., I,pp 541-548

C.- Fecha y lugar de composición.

Ambas cartas son escritas por Pablo en el transcurso de su


tercer viaje misionero. 1 Cor fue escrita y enviada desde Éfeso
por la Pascua del año 56. Y desde Macedonia -concretamente
durante su estancia en Filipos- debió escribir 2 Cor en el año 57.
2
D.- Ocasión

1 Cor parece estar motivada por una serie de informes


llegados a Pablo por medio de los Cloe (1,11), acerca de la
situación de la comunidad, y a la vez por consultas, que los
mismos corintios han hecho a Pablo por escrito (7,1), en una
carta llevada probablemente por Estéfanas, Fortunato y Acaico
(16,17). La carta nos da a conocer un conjunto de hechos que
muestran que la comunidad no está aún madura en cuanto a
los criterios y a la conducta.

2 Cor a parece marcada por un hecho nuevo: misioneros


judaizantes han trabajado por derribar el prestigio de Pablo.
Pero éste defenderá con energía su autoridad apostólica en la
comunidad por él fundada.

Entre 1 y 2 Cor parece situarse una visita intermedia de


Pablo a Corinto para actuar con rigor con los que no acataban
sus directrices (1 Cor 4,21). Parece que Pablo realizó esta “visita
hecha con tristeza” (2 Cor 2,2), teniendo que usar de autoridad
hasta el punto de que sus adversarios le acusaron de querer
dirigir despóticamente la fe de sus fieles (2 Cor 1,24), pero no
logró reunir toda la comunidad entorno a su persona y, ante las
dificultades sobrevenidas, prefirió no prolongar su estancia.

Durante esta visita debió ser ultrajada gravemente la


autoridad del Apóstol (2 Cor 2,5 y 7,12), quizás por los
misioneros judaizante (los “superapóstoles” que censura en 2
Cor 10-13). Para corregir este abuso debió enviar una carta
severa, la “carta escrita con lágrimas”, que había obtenido el
resultado de que los corintios aceptasen mejor la autoridad del
Apóstol (2 Cor 2,3-9; 7,8-12). Pero la hostilidad de un grupo
debía persistir y Pablo escribe 2 Cor para mostrar su ternura a
su hijos (que todavía prestan oído a los judaizantes) y volver a
ganarles el corazón (de ahí las efusiones del corazón sobre todo
en los cap.1-9, interpelándolos directamente en segunda
persona) y para rechazar definitivamente a los misioneros
judaizantes (de ahí el tono polémico y severo de los cap. 10-13,
dirigidos a ellos en tercera persona).

3.- 1 Corintios

Estructura

Varios indicios literarios (como palabras-gancho, relieves en


el tono literario, etc) sugieren el esquema estructural de la
Carta y resalta también los temas teológicos:

*Introducción.- 1,1-9: 1-3: Saludo


4-9: Doxología
*I Parte.- 1,10-3,23: el problema de los
“partidos”, con todas sus
implicaciones: sabiduría de
la Cruz, función de los
Apóstoles

*II Parte.- 4,1-6,11: situación inmadura de la


comunidad (“hinchazón”: 4,
18) con sus consecuencias:
tolerancia del incestuoso,
acusación de los hermanos
ante los tribunales
paganos,..

*III Parte.- 6,12-11,1: aplicación de la ley del


Espíritu (la libertad
cristiana) a la corporeidad:
santificación del cuerpo,
matrimonio y virginidad; y a
las relaciones con los otros:
el respeto de los demás en
la cuestión de los idolotitos,
así como el abandono total
de la idolatría.

*IV Parte.- 11,2-16,14: las asambleas litúrgicas (la


cena, los carismas), la
resurrección y algunos
problemas concretos (la
colecta, Apolo).

*Conclusión y saludos.- 16,15-24

Teología.

Encontramos en 1 Cor lo que podríamos llamar una


“teología aplicada” de gran interés: el Evangelio, anunciado y
aceptado, ha arraigado y se desarrolla en una comunidad que
ya tiene algunos años; de ahí la exigencia de una
profundización que nace del encuentro entre el compromiso de
llevar el Evangelio a toda la vida y los problemas concretos de
la vida misma.

Mientras las Cartas a los Tesalonicenses nos presentan los


inicios de una comunidad recién evangelizada, y la Carta a los
Gálatas pone de relieve la novedad cristiana respecto al
judaísmo, 1 Corintios y 2 Corintios son las cartas de la
profundización en la fe, vivida en una comunidad
particularmente ferviente.

CRISTO, NUESTRA SABIDURIA: Exégesis de 1 Cor 1, 18-


31

Contexto
La perícopa se sitúa en la primera parte de la carta (1,10-
3,23). En ella se plantea un problema: existen divisiones entre
los fieles que han formado partidos religiosos, tomando como
cabeza diversos personajes conocidos: Pablo, Cefas, Apolo;
otros, en cambio, rechazan a todos estos personajes: “Yo Soy”
(1,12).

Pablo responde: Cristo, en cuyo nombre han sido bautizados


los corintios, es indivisible. Como en todas las cuestiones
importantes, Pablo reacciona con energía y vigor mostrando lo
absurdo de esta postura: (µµ ); “¿está dividido
Cristo?” (1,13). Las divisiones dividen en trozos a Cristo. Siendo
la Iglesia Cuerpo de Cristo (12,12), dividir la Iglesia es desgarrar
al propio Cristo.

Por otra parte, las divisiones desfiguran también a Cristo en


cuanto que presentan a los diversos grupos de creyentes como
perteneciendo a otro Señor distinto de Cristo (“yo soy de Pablo,
yo de Apolo...”: genitivos de pertenencia), cuando en realidad
ninguno ha muerto por ellos (“¿acaso fue Pablo crucificado por
vosotros?”) ni han sido bautizados en nombre de nadie (“¿o
habéis sido bautizados en el nombre de Pablo?”).

Semejante postura es tan monstruosa como blasfema, pues


en el fondo desfigura el Kerigma y lo esencial de la fe cristiana:
que Cristo murió por nosotros (15,3) y el cristiano ha sido
bautizado en su nombre (cfr. Rom 6,3; Gal 3,27) para vivir en la
pertenencia a Cristo (Rom 14,8-9; 2 Cor 5,15).

De ahí que Pablo insista en que Cristo une personalmente


así mismo a cada creyente; aunque se sirva de los apóstoles y
de los predicadores, Cristo y la relación directa con El tiene una
importancia absoluta, a la que el anuncio queda subordinado. El
anuncio, tanto en su contenido como en su modalidad, se sitúa
en un contexto de la sabiduría cristiana, que se contrapone a la
sabiduría contraria -la “sabiduría del mundo”-; la cual es en
realidad “no-sabiduría”, “necedad”.
Desarrollo literario-temático de la perícopa

El texto se articula sobre la contraposición de dos series de


valores: “sabiduría de la Cruz”-”sabiduría del mundo”. La
contraposición literaria se desarrolla a través de pasos
sucesivos:

1) µ (los que se están salvando).-µ


(los que se están perdiendo): son dos categorías
reales y contrapuestas (1,18). La reacción de unos y
otros al “mensaje de la Cruz” permite comprender
mejor la “salvación” y la “perdición”; en efecto, esta
reacción al mensaje de la Cruz revela una nueva
contraposición:

2) µ  (fuerza de Dios).- µ (necedad).


Hay una contraposición entre la sabiduría humana
(que en relación con los problemas más importantes
se revela ineficaz) y la intervención eficaz de Dios. La
sabiduría humana se presenta como tal, pero de
hecho es una sabiduría inerte, una “necedad”; en
cambio, el mensaje de la Cruz se presenta “necedad”,
como “no-sabiduría”, pero tiene una energía salvífica
real (1,19-24).

3) La realidad “según la carne” ().- la


realidad “según Dios”. La realidad según la carne, es
decir, desde un punto de vista meramente humano,
no tiene valor delante de Dios; tiene valor en cambio,
la iniciativa-llamada () de Dios, la elección
() de Dios (1, 26-33).

Finalmente, las antítesis desembocan en una presentación


sintética del contenido soteriológico del mensaje de la Cruz.
Este contenido brota de la elección de Dios y se concreta en
“Cristo-para-nosotros” como “sabiduría, justicia, santificación,
redención”. Esta salvación lleva a “estar en Cristo”, de manera
que sólo en el Señor cabe gloriarse (1,30-31).
Exégesis:

v.18   : “el mensaje de la Cruz”.


Es el mensaje que tiene por objeto la “Cruz”. Esta cruz
se expresa y se prolonga en dicho mensaje: es decir, Cristo
crucificado referido a la realidad actual.

µ: “los que se están perdiendo”, de hecho,


existencialmente.
Por su opción negativa, que implica el rechazo del
anuncio de Cristo, están en vías de perdición.

µ: “necedad”, “insensatez”, “locura”, “no-sabiduría”.

µ: “los que se están salvando”, de hecho.


Por su reacción positiva (de fe) prestada al anuncio están
en vías de salvación. Pablo se coloca a sí mismo y a los
corintios en esta categoría.

µ: es una “fuerza”.


Una energía proveniente de Dios, de carácter
sobrehumano en conexión con la resurrección de Cristo,
que opera activamente en el cristiano produciendo en él la
justificación.

v.19 Pablo intenta una comprensión teológica más profunda con


la ayuda de Is 29, 14 citado según los LXX 3:

Con esta cita Pablo muestra que ya, en el AT, Dios no


había aceptado la sabiduría sólo verbal, que no alcanzaba

3
Es iluminador ver la cita en su contexto: sobre el trasfondo de la amenaza asiria, de la que el pueblo busca salvarse con
estrategias y sabiduría puramente humanas, y en el contexto de un culto vacío, que se queda sólo en palabras, Dios afirma:
“puesto que este pueblo se acerca a mí con su boca y me honra sólo con sus labios, mientras que su corazón está lejos de mí, y
el temor que me tiene son preceptos enseñados por hombres... destruiré la sabiduría de los sabios e inutilizaré la inteligencia de
los inteligentes”
su fín. Ahora, en el NT Dios no se limita a no aceptar este
tipo de sabiduría, sino que ofrece una alternativa.

vv.20-21
No hay lugar (- “¿dónde?”) ni para el sabio griego
(), ni para el escriba hebreo (µµ), ni para
ningún tipo de investigador o buscador () que se
mantenga al nivel de este mundo, de la sabiduría
puramente humana. ¿Por qué?.

Pablo da por supuesto un hecho, expresado con una


pregunta retórica que espera una respuesta afirmativa (:
“¿acaso no...?”, “¿no es verdad qué...?”). El hecho es el
siguiente: el mundo de los hombres en general no ha
logrado conocer a Dios mediante su sabiduría, ha
fracasado en lo referente a la sabiduría que tiene a Dios
por objeto (cfr. Rom 1, 18-23; Sab 13, 1-9). Por tanto, este
tipo de sabiduría humana se ha revelado inadecuado, una
“no-sabiduría”, una necedad.

Ahora bien, este fracaso de la sabiduría humana forma


parte del designio de Dios que así lo ha dispuesto en su
Sabiduría divina (    ), hasta el punto de que -en
una manera de expresarse semítica- Pablo llega a afirmar
que Dios mismo “entonteció” () la sabiduría del
mundo.

Este fracaso de la sabiduría humana es sólo el aspecto


negativo de un designio positivo: Dios “estableció en lo
más íntimo de sí” (: lit. “se complació estableciendo
que”) en salvar a los que creen mediante la necedad de la
predicación, la no-sabiduría del Kerigma. Por tanto, Dios
interviene positivamente, pero no mediante la sabiduría
humana, sino mediante un anuncio cuyo contenido
(Kerygma) aparece como una necedad, una locura.
v.22 Era una característica constante de los judíos la búsqueda
(inauténtica) de signos: cfr. Mc 8,11; Mt 12,38ss.; Lc 11,16;
Jn 6,30.

La “sabiduría” buscada por los griegos es más bien un


intelectualismo decadente (cfr. Hc 17,21), un subproducto
de la gran filosofía griega.

Tanto en el caso de los judíos como en el de los griegos,


el hombre se coloca en primer plano, sea con la búsqueda
de “signos” o con la búsqueda de una sabiduría que él
mismo se construye.

v.23 El objeto del anuncio del evangelio que Pablo hace en


nombre de Dios (µ: el anuncio solemne y oficial
del heraldo, ) se contrapone a la mentalidad tanto
judía como griega: tal objeto es Cristo crucificado que
tiene un influjo y una actualidad permanente como tal
(µ: participio perfecto, indica una acción iniciada
en el pasado cuyos efectos perduran en el presente).

Cristo crucificado (muerto y resucitado) es “tropiezo”,


“escándalo” () para los judíos: choca y molesta a
su mentalidad legalista, sobre todo choca contra su
tendencia a construir “su propia justicia” (cfr. Rom 10,3).

Para los griegos y para los paganos del tipo griego


(), repugna la aceptación de una salvación que viene
del exterior y que exige ser aceptada sin tener una lógica
humana persuasiva: aparece como negación de la
sabiduría, como necedad y locura.

v.24 Cristo, anunciado por Pablo, es para aquellos que han sido
llamados y han aceptado la llamada, tanto judíos como
griegos, “fuerza de Dios”, energía irresistible 4 y “sabiduría
de Dios”, es decir, participación de la Sabiduría propia de
Dios.

v.25 Las posiciones se vuelven al revés: la no-sabiduría se


convierte en sabiduría eficaz; la aparente debilidad o no-
fuerza se convierte en una energía activa. Esta paradoja se
realiza porque está detrás Dios, el cual, actuando como
Dios, es el “semper maior”.

A la luz de esta paradoja se entiende mejor la


afirmación de Pablo en 1,17: habiendo sido enviado por
Cristo a evangelizar, no lo hace “con sabiduría de palabra”
(  ), es decir, con los medios de la sabiduría
humana. Pues, si hubiese evangelizado con sabiduría
humana, habría “desvirtuado” y “hecha vana” () la
Cruz de Cristo.

En cambio, consciente de que el mensaje de la Cruz es


“fuerza de Dios” (1,18), de que Dios “ha entontecido” la
sabiduría del mundo (1,20) y “se complace” en salvar por
medio de la predicación (1,21), Pablo predica a “Cristo
Crucificado” (1,23), único que puede salvar al que le
acepte por la fe ( : 1,21). Si predicara otra
cosa, se acabaría el escándalo de la Cruz (Gal 5, 11); pero
lejos de eso, Pablo exclamará: “¡Dios me libre de gloriarme
si no es en la Cruz de Nuestro Señor Jesucristo!” (Gal
6,14). Este carácter paradójico de la predicación -basada
en la sabiduría de la Cruz- lo explicitará en 2,1-5.

vv.26-29
Por otro lado este carácter paradójico de la acción divina
tiene lugar en la misma elección de los corintios. La
elección por parte de Dios, especificada por la vocación
( es la llamada por el nombre), produce en quien la
acepta mediante la fe, una situación tan alta que hace
4
Participación de la energía de Dios manifestada en la resurrección de Cristo y capaz de “justificar” al hombre.
insostenible la confrontación con lo que podría dar de sí
cualquier capacidad, valoración o fuerza humana.

En efecto, cualquier categoría o valoración humana


permanece “confusa” (: “avergüenza”, “hace
enrojecer”) ante los efectos de la elección divina.

Pablo enumera los diversos “valores” humanos


contraponiéndolos a la elección divina y constata, con un
razonamiento cada vez más apasionado, que “lo que es
necio” ( µ), “lo que es débil” ( ), “lo que no es de
un género noble” ( : lo “plebeyo”), “lo que ha sido y
permanece estimado en nada” ( µ, participio
perfecto pasivo: “lo despreciado”, “lo que no cuenta”),
incluso “lo que no es” ( µ : “la nada”, lo que
simplemente “no existe”), es precisamente lo que Dios ha
elegido (por 3 veces reitera la expresión  ).
De todo ello Dios obtiene efectos de sabiduría, de
fuerza, de nobleza, de manera que todo lo que está a nivel
puramente humano palidece y desaparece (:
“destruir”, “reducir a la nada”) ante la acción de Dios 5.

De ahí que todo hombre -incluso salvado- deba recordar


que delante de Dios es simplemente un ser frágil e
impotente (, “carne”, en el sentido genérico del AT), de
manera que, no existe motivo para “gloriarse” 6 (:
“enorgullecerse”, “envanecerse”, en el sentido de poderse
atribuir hipócritamente, como producidos por uno mismo,
efectos propios de Dios, cfr. nota de la B.J. a Rom 3,27)
casi como contraponiéndose a Dios (“frente a Dios”: 
 ).

v.30 Síntesis final: la sabiduría se pone en relación con la


“justificación-santificación-redención” y se identifica con el
mismo Cristo (cfr. 1,23-24).
5
Más aún, al afirmar que Dios elige “lo que no es”-”lo que no existe”, parece sugerir que es característico de la acción de
Dios el crear de la nada, produciendo lo que no existe, y esto sin necesidad de los valores y cualidades humanas.

6
Postura del judío que pretende salvarse por sus propias obras.
Pablo, refiriéndose a la acción creadora de Dios ( :
“de El”, “proviniendo de El”, “en virtud de El”), afirma
ahora que los corintios “están en Cristo Jesús” (µ  
 I). La expresión, muy querida para Pablo (cfr. Ef
2,13), indica una relación profunda con Cristo (sugiere que
por la fe el cristiano está “enraizado y edificado en El”: Col
2,7): habiendo aceptado la elección, habiendo acogido el
Evangelio con la fe, los corintios, bautizados, están unidos
irreversiblemente a Cristo, y lo que es de Jesús se
convierte en propio de ellos (µ). Esta totalidad de
apropiación se expresa con los sustantivos abstractos que
siguen: sabiduría, justificación, santificación, redención.

 - Cristo “de parte de Dios”, es decir, de parte


del Padre (), especialmente ( ), conserva en Pablo
una carga de significado propia del AT. Pero asume
también el significado propio del NT: Dios-Padre, Padre de
Cristo y Padre nuestro, siendo la paternidad la expresión
máxima de la divinidad. Cristo es visto por Pablo como un
don, el máximo don de parte () del Padre (cfr. Rom 8,32).

“Sabiduría... justificación también y santificación


y redención”.
La construcción gramatical sugiere que Cristo-Sabiduría
está unido con los otros 3 elementos, los cuales supone, y
son como un punto de llegada. De ahí que los sigamos en
el orden inverso al que aparecen; contienen en sí aspectos
centrales de la teología paulina.

* “redención” (en sentido activo),


“liberación realizada pagando un precio”:
-La metáfora es común tanto en el AT como en el NT- he
aquí los términos usados:

padhah, ga'al - “volver a adquirir”, “rescatar”.


kopher - “cubrir”, “expiar”.
 - “precio pagado”.
 - “adquirir pagando”.
 - “adquisición, compra efectuada”,
“redención”.

Significado:

Se supone una no-pertenencia de hecho, una alienación


de los hombres respecto a Dios (por ejemplo: la esclavitud
en Egipto). Hay una iniciativa que realiza el paso de la no-
pertenencia a la pertenencia.

Tal acción es de carácter oneroso:

*AT: “con brazo tenso y mano fuerte”, Dt 5,15;


Ex 6,6.

*NT: “sangre”, vida de Cristo como precio


pagado, Rom 3,24-25).

El paso se efectúa gradualmente: después de un primer


cambio sustancial hay una progresividad en la
desalienación y en la pertenencia, hasta llegar a la
plenitud de la fase escatológica.

Cristo se ha convertido en nuestra “redención” porque


realiza el paso de la no-pertenencia a la pertenencia, nos
“vuelve a comprar” para Dios (cfr. Ap 5,9); y esto lo hace
dando su “Sangre” (=vida) por nosotros: hay un nexo
entre este don-Sacrificio y nuestra desalienación, lo mismo
que hay un nexo entre el precio que se paga y el bien
adquirido.
*µ- “santificación” en sentido activo, causa de
santificación.
El hombre liberado de su alienación, de su no-
pertenencia a Dios, es convertido en “propiedad” de Dios,
recibe como una participación de Dios mismo.

En el AT “santo-santidad” (qds, qados) son de suyo


atributos propios y exclusivos de Dios: indican la
trascendencia de Dios, lo que Dios es en cuanto Dios,
infinitamente diferente del hombre.

Pero el Dios Santo supera la barrera de su


trascendencia viniendo al encuentro del hombre,
manifestándose y comunicándose a él de manera general
(“gloria”, Kabod) o de manera más personal (en el
templo): lo que hay en el templo está separado del ámbito
profano y dedicado directamente a Dios, participando de la
sacralidad divina.

En el NT el templo, el “lugar” del encuentro entre el


hombre y Dios es Cristo (cfr. Col 2,9; también de Cristo se
dice que es el fundamento del templo que son los
cristianos: 1 Cor 3,10-17). Unido a Cristo mediante el
bautismo, el cristiano queda “consagrado de modo
permanente” (µ : cfr. 1 Cor 1,2; 2 Cor 1,1; Ef
1,1): en consecuencia, debe separarse cada vez más de lo
profano y dedicarse a Dios que se le comunica. ¿Cómo?.

Dado que la paternidad es la expresión de la divinidad


de Dios, tal comunicación significa filiación; es decir, el
cristiano se convierte en hijo de Dios participando de la
realidad del Hijo propia de Cristo (Gal 3,26) y realizando
así su santidad.

La participación dinámica en la realidad de Cristo en


cuanto Hijo sucede de manera concreta mediante el don
del “Espíritu de Cristo” (Rom 8,9), que es el “Espíritu de
Dios”, el “Espíritu Santo” (1 Tes 4,7-8).
Por tanto, que Cristo es para nosotros “santificación”
significa que Cristo nos da su Espíritu, el cual constituye la
máxima comunicación que Cristo hace de sí y nuestra
máxima participación en la vida de Dios Padre, nuestra
“santidad”. Los frutos del Espíritu lo expresan en la
práctica.

*: “justificación”, “situación de justificación”.

* - “justificación” en el sentido activo,


“acción de justificar”.

*µ - “acción justa”, expresión externa


de la justificación.
* - “justo”.

* - “hacer justo”, “justificar”.

Unido estrechamente con la santificación, este término


expresa la situación del hombre que está en la relación
justa con Dios y que por consiguiente realiza la “medida”
(sedaqah) que Dios ha pensado para él, es decir, que hay
una adecuación entre esa “medida” ideada por Dios (el ser
imagen de Dios, imagen de Cristo) y la vida concreta que
el hombre lleva ya inicialmente y que llevará plenamente
en la fase escatológica.

Presupone la redención (superación de la situación de


alienación) y la santificación (que posibilita la participación
de la santidad de Dios y de Cristo mediante el don del
Espíritu): sólo en estos dos elementos previos se puede
obtener la “adecuación”.

Que Cristo es nuestra “justificación” significa que Cristo


mismo, participado por nosotros, viviendo en nosotros (cfr.
Col 1,27; 3,11), se constituye El mismo en la “adecuación
entre el ideal que ha pensado para el hombre y nuestra
situación concreta.

*: “sabiduría”.
El concepto tiene una larga evolución en el AT (hokmah):
partiendo de la constatación empírica, significa lo que es
válido en la vida (Prov; Sir); algunos problemas concretos
de la vida (sufrimiento, retribución) impulsan al Sabio a
poner la vida de cada día en relación con el Dios
trascendente (Job, muchos salmos), y por otra parte lo
concreto de la experiencia cotidiana se revela insuficiente
y ambiguo (Qoh.); puesta la vida concreta en relación con
Dios, la sabiduría retorna a la vida, iluminando la realidad
concreta y organizando la vida misma desde Dios y según
Dios.

“Sabio” en el sentido del AT -que Pablo retoma- es el


que sabe interpretar la vida concreta a la luz de Dios; el
Sabio no es un “especulativo”, sino uno que sabe elegir y
optar.

En el cristiano esta “sabiduría” supone una maduración


ya alcanzada (cfr. 1 Cor 2,6): consiste en la capacidad de
valorar (µ) momento por momento, caso por caso,
lo que “es voluntad de Dios, lo que es bueno, lo que es
agradable a Dios, lo perfecto” (Rom 12,2). Esto lo podrá
realizar el cristiano en cuanto, teniendo el Espíritu, puede
valorar concretamente a la luz del Espíritu mismo, todas
las cosas (  µ  , “el hombre guiado
por el Espíritu valora todo”: 1 Cor 2,15 -ver toda la
perícopa: 2,6-16).

El Espíritu -de Dios y de Cristo-, entendido en este


sentido dinámico, es una justificación viva y activa de
Cristo, ya participado en la justificación: es como tener la
valoración que Cristo hace de las situaciones concretas, es
“tener la mente de Cristo” (µ    µ: 1 Cor
2,16).
Que Cristo es nuestra “Sabiduría” significa que El,
presente y activo en nosotros mediante su Espíritu, valora
las cosas con nosotros deduciendo su comprensión.

En resumen

Cristo es para nosotros “sabiduría” en cuanto que es


“justificación” (nos pone en la justa relación con Dios), lo cual
presupone a la vez que es “santificación” (nos hace partícipes
de su santidad mediante el don del Espíritu) y “redención” (nos
libera del pecado que separa de Dios). Y todos estos bienes los
realiza en nosotros uniéndonos a El, estando en Cristo (µ  
).

V.31 Puesto que todo se realiza en Cristo y por Cristo no tiene


sentido ningún tipo de orgullo o vanidad (cfr. 1,29). Sólo
cabe gloriarse en Cristo que ha hecho que los que no
existían (1,28), existan en Cristo (1,30) y que constituye el
todo para el cristiano (sabiduría-justificación-santificación-
redención). El Padre que elige y crea realiza toda su obra
en Cristo (cfr. Col 1,16).

Visión de conjunto:

Dios Padre, en su trascendencia, toma la iniciativa de la


elección, por encima de cualquier posición o realidad humana.

Su elección-vocación se expresa en el anuncio del


evangelio, que tiene como contenido la salvación mediante
Cristo crucificado.
Hay una reacción negativa a este anuncio: la del
hombre que permanece cerrado en su sistema, que busca su
justicia, su sabiduría, y rechaza la adhesión a la fe. Pero, su
supuesta sabiduría y justicia se revela, de hecho, no-sabiduría,
pues es ineficaz. Los hombres que la siguen se encaminan
hacia la perdición escatológica.

Hay una reacción positiva: la de la fe. Para los que


acogen por la fe el mensaje de la Cruz -”necedad” para la
sabiduría humana-, este mensaje se manifiesta
verdaderamente sabio al ser portador de una eficacia que es
propia de Dios: los creyentes son sólo unidos a Cristo, el cual se
convierte para ellos en redención, santificación, justificación y
sabiduría. De este modo, los creyentes están en el camino de la
realización escatológica de la salvación.

MOTIVACIONES DE LA CASTIDAD (1 Cor 6,12-20)

En una sociedad totalmente licenciosa en materia sexual,


donde el libertinaje y la sensualidad estaban a la orden del día,
Pablo propone decididamente la castidad cristiana: ¡hace falta
fe y audacia!. Pero Pablo lo cree posible y lo cree un bien. Por
eso lo propone y lo motiva insistentemente con razones
abundantes, pero siempre desde la fe. Veamos algunos
aspectos:

a) En el párrafo inmediatamente anterior (6,9-10) Pablo les


recuerda -y sin concesión a la blandura- que, aparte de
otros géneros de pecadores, ni los impuros, ni los
adúlteros, ni los afeminados, ni los homosexuales
heredarán el Reino de Dios. Por tanto, es el celo pastoral el
que le impulsa a hablar así: callar o disimular la verdad
sería una traición, un engaño; de ahí la interpelación: “¡no
os engañéis!” (µ ).

Pablo siente la necesidad de hablar claro y firme a unos


recién convertidos que tienen la tentación de volver a
Egipto (cfr. 6,12) y de no dar importancia a abusos graves
(cfr. 5,1-2).

Por lo demás, si Pablo habla así no es porque no sepa a


quién se dirige: “así érais algunos de vosotros” (6,11).
Quizá es eso mismo lo que lleve a denunciar el mal con
claridad y a proponer el bien con fuerza.

b) Ante todo, Pablo se apoya -como siempre- en un hecho


fundamental: el bautismo.

Dice, en efecto: “habéis sido lavados, habéis sido


santificados, habéis sido justificados en el nombre del
Señor Jesucristo y en el Espíritu de nuestro Dios” (6,11).
Los que antes eran así, como los demás, han sido
transformados en lo más íntimo de su ser; han sido hechos
ázimos y por tanto han de purificarse de la levadura vieja
(malicia e inmoralidad) y vivir el gozo festivo de ser una
masa nueva con ázimos de sinceridad y verdad (5,7-8). Por
tanto, todo se fundamenta en el bautismo: sed lo que sois;
sois puros, purificaos.

c) Todavía antes de hablar expresamente de la castidad da


otra razón: “no todo me conviene”.

No se trata de ver lo que está prohibido y permitirlo,


sino de determinar lo que favorece y ayuda el crecimiento
del hombre nuevo regenerado en Cristo. La otra expresión
de este versículo 12 “¡no me dejaré dominar por nada!”
está explicando la 1ª; aunque algo no esté prohibido por la
ley -judía o civil- no es bueno si me esclaviza y
compromete el crecimiento y el desarrollo de la vida en
Cristo.
d) Ante todo, Pablo insiste en que la sexualidad no es algo
intrascendente como el beber un vaso de agua: está en
juego la dignidad del cuerpo humano (6,13). A partir de
aquí Pablo despliega una auténtica “teología del cuerpo”:

1.- En primer lugar, Pablo afirma que el cuerpo no es


para la fornicación sino “para el Señor” (6,13). Lo cual
no es mas que una aplicación de lo dicho en Rom
14,8: “vivimos para el Señor” ( K µ). Si nuestra
vida entera es para el Señor, está claro que también
el cuerpo lo es.

El cristiano ha sido “comprado”, “rescatado” y no


se pertenece a sí mismo (cfr. 6,19-20). Vive para el
que por él ha muerto y resucitado (2 Cor 5,15);
muerto al pecado vive en Cristo para Dios (Rom
6,11). Podemos decir que el cristiano por el bautismo
se define como un “ser para” Dios y para Cristo.

Es posible vivir la castidad en la medida en que el


cristiano tiene esta conciencia de “ser para” o -con
otras palabras- de ser un consagrado (: 6,11);
lo mismo que un lugar sagrado es para Dios, el
cuerpo del cristiano ha sido consagrado por el
bautismo y es para el Señor y no para la fornicación.

Por tanto, “ser para” es lo mismo que “estar


dedicado a”, “estar consagrado a”.

Así 1 Tes 4,3-5 dice: “esta es la Voluntad de Dios


vuestra santificación ( µ µv), que os alejéis de la
fornicación (, como en 1 Cor 6, 13), que cada
uno de vosotros sepa poseer su cuerpo con santidad
( µ) y honor y no dominado por la pasión, como
hacen los gentiles que no conocen a Dios”. Motiva la
castidad a partir del hecho de que han sido
consagrados y están llamados a vivir de una manera
sagrada (v.7).
2.- Esta primera afirmación es novedosa, para uno
que viene del paganismo: frente a la autonomía
moral (cfr. el moderno “mi cuerpo es mío y hago con
él lo que quiero”) san Pablo proclama que “el cuerpo
es para el Señor” que le está dedicado y consagrado.

Sin embargo, más sorprendente es la siguiente


afirmación: “el Señor es para el cuerpo”, ( K 
µ: 6,13). Quizá con esta expresión audaz Pablo
está aludiendo a la Eucaristía: “el pan que partimos,
¿no es comunión con el Cuerpo de Cristo?” (
 µ  : 10,16). En efecto, en la comunión
eucarística Cristo se da “corporalmente” al hombre
que le recibe también en su cuerpo.

Tal vez el apóstol está indicando que hay una


contradicción formal entre la fornicación (pecar con el
propio cuerpo: v.18) y recibir al Señor en el propio
cuerpo. El apóstol invita a no pretender unir a Cristo y
al pecado, a Cristo y al Diablo (cfr 10,21), invita a
“examinarse” y a “discernir”, consciente de que
quien como indignamente el Cuerpo del Señor come
su propia condenación (11,27-29).

Por otra parte, la fórmula parece sugerir un cierto


carácter esponsal del cuerpo; en efecto, es difícil no
advertir la alusión a Cant 6, 3 (= 2,16): “Yo soy para
mi amado y mi amado es para mí”. Es una fórmula de
mutua pertenencia, similar a la fórmula del
matrimonio.

Con ello el texto se abre a una luz insospechada:


el pecado de fornicación atenta contra la alianza
esponsal que Cristo ha establecido con cada hombre
en el bautismo y que hace que el cuerpo sólo pueda
ser vivido en relación (mi cuerpo es para el Señor,
que a su vez se me da corporalmente: una relación
conyugal, por tanto, sólo es posible cuando Cristo te
lo da y con la persona que Cristo te da, que a su vez
te convierte en signo de Cristo Esposo).
3.- Otra razón que aduce San Pablo en un verdadero
torbellino de ideas acerca de la dignidad del cuerpo
(cfr. 15,32: “si los muertos no resucitan, comamos y
bebamos, que mañana moriremos”) y para motivar la
castidad es que el cuerpo está llamado a resucitar
(6,14).

Aunque no menciona el cuerpo expresamente, es


evidente que está hablando de resurrección corporal
(como desarrollará explícitamente en el cap. 15,
sobre todo a partir del v.35; cfr. Rom 8,11); además
todo el contexto del c. 6 está hablando del cuerpo
(explícitamente dos veces en el versículo anterior y
una vez en el siguiente). He aquí otro dato para ver la
eminente dignidad del cuerpo: lo que ahora es
corruptible será incorruptible y lo que es mortal será
inmortal (15,53).

Si el cuerpo está destinado a ser eterno y


glorioso, ¿cómo mancharlo con un pecado que
empañe la gloria que ha de tener?.

4.- En el fondo dando vueltas a lo mismo, pero desde


perspectivas distintas y con matices distintos, ahora
Pablo argumenta con el hecho de que somos
miembros de Cristo, intentando conducir la
argumentación “ad absurdum”, de manera incisiva: si
somos miembros de Cristo (v.15), más aún, si al
adherirnos a El por la fe y el bautismo somos una sola
cosa con El ( µ: v.17), y por otra parte el que se
une a una prostituta se hace una sola cosa con ella (
µ), la conclusión no puede ser más aberrante (µ
): fornicar es convertir los miembros de Cristo
en miembros de prostituta.
Como se ve, San Pablo está razonando siempre
desde la fe y a partir de la realidad fundamental de la
incorporación a Cristo por el bautismo: un ejemplo
más de la coherencia que se pide al cristiano, de
cómo el ser tiene que determinar el obrar en su
totalidad.

5.- el que fornica peca contra su propio cuerpo.

En efecto, otros pecados quedan fuera y otros


afectan sólo a la parte espiritual del hombre (ej. el
odio), pero la fornicación (además de la malicia
espiritual) lleva una sobrecarga: el pecado es
también contra el propio cuerpo, es un pecado que
afecta al hombre entero, alma y cuerpo.

Y es pecar contra el propio cuerpo porque lo


desvía de su propia vocación, que es ser para Cristo
(v.13) y -en el caso del desposado- para la propia
mujer (Gn 2,24); peca contra el propio cuerpo porque
lo separa del Señor y le priva de su destino glorioso
(v.14).

6.- en la misma línea, el apóstol da un nuevo paso


adelante: el cuerpo es templo del Espíritu Santo que
habita en él.

El cuerpo es por tanto una realidad santa, un


lugar sagrado, un santuario a semejanza del Cuerpo
de Cristo (Jn 2,21). Por tanto, el pecado de fornicación
es una auténtica profanación, un sacrilegio.

Estamos en las antípodas de una visión


secularizada del propio cuerpo y de la propia realidad
personal. El cristiano ha sido santificado, consagrado
(v.11) por el bautismo y esta consagración alcanza
también a su cuerpo.

Ahora bien, un lugar consagrado se emplea como


tal (de nuevo el “sé lo que eres”) de acuerdo con su
finalidad propia: para el culto; de ahí la exhortación
que sigue a continuación: “glorificad a Dios en
vuestro cuerpo” (v.20). Este verbo () tiene
resonancias cultuales: el cristiano sirve a Dios en el
santuario de su propio cuerpo y procura apartar todo
lo que pudiera profanarlo. Cfr. 10,31: “ya comáis, ya
bebáis, ya hagáis cualquier cosa, hacedlo todo para
gloria de Dios” (   ). Cfr. también Rom
12,1: “os exhorto, hermanos, por la misericordia de
Dios, a ofrecer vuestros cuerpos como hostia viva,
santa, (), agradable a Dios”. Aunque de manera
menos explícita, ya apuntaba Pablo por aquí al
prevenir a los Tesalonicenses contra la fornicación:
“no nos llamó Dios a la impureza, sino a la santidad;
así pues el que esto desprecia, no desprecia a un
hombre, sino a Dios, que os hace don de su Espíritu
Santo” (1 Tes 4,7-8).

7.- Finalmente, otra razón que se agolpa con las otras


que presenta el apóstol y en cierta relación con ellas:
“no os pertenecéis”.

La motivación no puede ser más radical: no sois


vuestros” (v.19). Se trata, por tanto, de una radical
expropiación: si el cristiano no se pertenece a sí
mismo, no puede disponer de sí mismo ni de su
propio cuerpo a su antojo.
Quizá la razón sea el mismo hecho de ser templo:
ha quedado “expropiado” para ser lugar santo,
dedicado y consagrado al Señor.
Pero lo que está de fondo es la costumbre
contemporánea de la manumisión; es lo que alude la
expresión: “habéis sido comprado a precio”, “habéis
sido bien comprados” (v.20).
Sobre la imagen de fondo de la manumisión,
Cristo derramó su Sangre como rescate para libertar
a los esclavos del pecado. “Rescatados mediante
pago”, somos libres, hemos sido liberados. Ahora
bien, el rescatado por la Sangre de Cristo se vuelve
esclavo de Cristo, a quien reconoce como su único
Señor (8,6); pertenece en cuerpo y alma a su
Salvador y se somete voluntaria y alegremente a su
yugo suave y ligero, no para el libertinaje, sino para
vivir en la santidad (7, 22-23).

Por tanto su identidad consiste en “ser de Cristo”


(µ  : 3,23) (cfr. Gal 3,29); y consecuencia de
esta “expropiación” radical es la pérdida de su
autonomía en el terreno moral y en toda su vida y en
toda su conducta y en todas sus decisiones (cfr. Rom
14,8-9).

MOTIVACIONES DE LA CASTIDAD (1 Cor 6,12-20)7

En una sociedad totalmente licenciosa en materia sexual,


donde el libertinaje y la sensualidad estaban a la orden del día,
Pablo propone decididamente la castidad cristiana: ¡hace falta
fe y audacia!. Pero Pablo lo cree posible y lo cree un bien. Por
eso lo propone y lo motiva insistentemente con razones
abundantes, pero siempre desde la fe. Veamos algunos
aspectos:

a) En el párrafo inmediatamente anterior (6,9-10) Pablo les


recuerda -y sin concesión a la blandura- que, aparte de
otros géneros de pecadores, ni los impuros, ni los
adúlteros, ni los afeminados, ni los homosexuales
heredarán el Reino de Dios. Por tanto, es el celo pastoral el
que le impulsa a hablar así: callar o disimular la verdad

7
Para completar el tema son muy recomendables las catequesis de Juan Pablo I sobre la “Teología del cuerpo”.
sería una traición, un engaño; de ahí la interpelación: “¡no
os engañéis!” (µ ).

Pablo siente la necesidad de hablar claro y firme a unos


recién convertidos que tienen la tentación de volver a
Egipto (cfr. 6,12) y de no dar importancia a abusos graves
(cfr. 5,1-2).

Por lo demás, si Pablo habla así no es porque no sepa a


quién se dirige: “así érais algunos de vosotros” (6,11).
Quizá es eso mismo lo que lleve a denunciar el mal con
claridad y a proponer el bien con fuerza.

b) Ante todo, Pablo se apoya -como siempre- en un hecho


fundamental: el bautismo.

Dice, en efecto: “habéis sido lavados, habéis sido


santificados, habéis sido justificados en el nombre del
Señor Jesucristo y en el Espíritu de nuestro Dios” (6,11).
Los que antes eran así, como los demás, han sido
transformados en lo más íntimo de su ser; han sido hechos
ázimos y por tanto han de purificarse de la levadura vieja
(malicia e inmoralidad) y vivir el gozo festivo de ser una
masa nueva con ázimos de sinceridad y verdad (5,7-8). Por
tanto, todo se fundamenta en el bautismo: sed lo que
sois8; sois puros, purificaos.

c) Todavía antes de hablar expresamente de la castidad da


otra razón: “no todo me conviene”.

No se trata de ver lo que está prohibido y permitirlo,


sino de determinar lo que favorece y ayuda el crecimiento
del hombre nuevo regenerado en Cristo. La otra expresión
de este versículo 12 “¡no me dejaré dominar por nada!”
está explicando la 1ª; aunque algo no esté prohibido por la
8
Es lo que fundamenta la moral del cristiano.
ley -judía o civil- no es bueno si me esclaviza y
compromete el crecimiento y el desarrollo de la vida en
Cristo.

d) Ante todo, Pablo insiste en que la sexualidad no es algo


intrascendente como el beber un vaso de agua: está en
juego la dignidad del cuerpo humano (6,13). A partir de
aquí Pablo despliega una auténtica “teología del cuerpo”:

1.- En primer lugar, Pablo afirma que el cuerpo no es


para la fornicación sino “para el Señor” (6,13). Lo cual
no es mas que una aplicación de lo dicho en Rom
14,8: “vivimos para el Señor” ( K µ). Si nuestra
vida entera es para el Señor, está claro que también
el cuerpo lo es.

El cristiano ha sido “comprado”, “rescatado” y no


se pertenece a sí mismo (cfr. 6,19-20). Vive para el
que por él ha muerto y resucitado (2 Cor 5,15);
muerto al pecado vive en Cristo para Dios (Rom
6,11). Podemos decir que el cristiano por el bautismo
se define como un “ser para” Dios y para Cristo.

Es posible vivir la castidad en la medida en que el


cristiano tiene esta conciencia de “ser para” o -con
otras palabras- de ser un consagrado (: 6,11);
lo mismo que un lugar sagrado es para Dios, el
cuerpo del cristiano ha sido consagrado por el
bautismo y es para el Señor y no para la fornicación.

Por tanto, “ser para” es lo mismo que “estar


dedicado a”, “estar consagrado a”.

Así 1 Tes 4,3-5 dice: “esta es la voluntad de Dios


vuestra santificación ( µ µv), que os alejéis de la
fornicación (, como en 1 Cor 6,13), que cada
uno de vosotros sepa poseer su cuerpo con santidad
( µ) y honor y no dominado por la pasión, como
hacen los gentiles que no conocen a Dios”. Motiva la
castidad a partir del hecho de que han sido
consagrados y están llamados a vivir de una manera
sagrada (v.7).

2.- Esta primera afirmación es novedosa, para uno


que viene del paganismo: frente a la autonomía
moral (cfr. el moderno “mi cuerpo es mío y hago con
él lo que quiero”) san Pablo proclama que “el cuerpo
es para el Señor”, que le está dedicado y consagrado.

Sin embargo, más sorprendente es la siguiente


afirmación: “el Señor es para el cuerpo”, ( K 
µ: 6,13). Quizá con esta expresión audaz Pablo
está aludiendo a la Eucaristía: “el pan que partimos,
¿no es comunión con el Cuerpo de Cristo?” (
 µ  : 10,16). En efecto, en la comunión
eucarística Cristo se da “corporalmente” al hombre
que le recibe también en su cuerpo.

Tal vez el Apóstol está indicando que hay una


contradicción formal entre la fornicación (pecar con el
propio cuerpo: v.18) y recibir al Señor en el propio
cuerpo. El Apóstol invita a no pretender unir a Cristo y
al pecado, a Cristo y al Diablo (cfr 10,21), invita a
“examinarse” y a “discernir”, consciente de que
quien como indignamente el Cuerpo del Señor come
su propia condenación (11,27-29).
Por otra parte, la fórmula parece sugerir un cierto
carácter esponsal del cuerpo; en efecto, es difícil no
advertir la alusión a Cant 6, 3 (= 2,16): “Yo soy para
mi amado y mi amado es para mí”. Es una fórmula de
mutua pertenencia, similar a la fórmula del
matrimonio.

Con ello el texto se abre a una luz insospechada:


el pecado de fornicación atenta contra la alianza
esponsal que Cristo ha establecido con cada hombre
en el bautismo y que hace que el cuerpo sólo pueda
ser vivido en relación9 (mi cuerpo es para el Señor,
que a su vez se me da corporalmente: una relación
conyugal, por tanto, sólo es posible cuando Cristo te
lo da y con la persona que Cristo te da, que a su vez
se convierte en signo de Cristo Esposo).

3.- Otra razón que aduce San Pablo en un verdadero


torbellino de ideas (agolpar las ideas) acerca de la
dignidad del cuerpo (cfr. 15,32: “si los muertos no
resucitan, comamos y bebamos, que mañana
moriremos”) y para motivar la castidad es que el
cuerpo está llamado a resucitar (6,14).

Aunque no menciona el cuerpo expresamente, es


evidente que está hablando de resurrección corporal
(como desarrollará explícitamente en el cap. 15,
sobre todo a partir del v.35; cfr. Rom 8,11); además
todo el contexto del c. 6 está hablando del cuerpo
(explícitamente dos veces en el versículo anterior y
una vez en el siguiente). He aquí otro dato para ver la
eminente dignidad del cuerpo: lo que ahora es
corruptible será incorruptible y lo que es mortal será
inmortal (15,53).

Si el cuerpo está destinado a ser eterno y


glorioso, ¿cómo mancharlo con un pecado que
empañe la gloria que ha de tener?.

4.- En el fondo dando vueltas a lo mismo, pero desde


perspectivas distintas y con matices distintos, ahora
Pablo argumenta con el hecho de que somos
miembros de Cristo, intentando conducir la
argumentación “ad absurdum”, de manera incisiva: si
somos miembros de Cristo (v.15), más aún, si al

9
Crf. Juan Pablo II, catequesis del 16 de Enero de 1980
adherirnos a El por la fe y el bautismo somos una sola
cosa con El ( µ: v.17), y por otra parte el que se
une a una prostituta se hace una sola cosa con ella (
µ), la conclusión no puede ser más aberrante (µ
): fornicar es convertir los miembros de Cristo
en miembros de prostituta.

Como se ve, San Pablo está razonando siempre


desde la fe y a partir de la realidad fundamental de la
incorporación a Cristo por el bautismo: un ejemplo
más de la coherencia que se pide al cristiano, de
cómo el ser tiene que determinar el obrar en su
totalidad.

5.- El que fornica peca contra su propio cuerpo.

En efecto, otros pecados quedan fuera y otros


afectan sólo a la parte espiritual del hombre (ej. el
odio), pero la fornicación (además de la malicia
espiritual) lleva una sobrecarga: el pecado es
también contra el propio cuerpo, es un pecado que
afecta al hombre entero, alma y cuerpo.

Y es pecar contra el propio cuerpo porque lo


desvía de su propia vocación, que es ser para Cristo
(v.13) y -en el caso del desposado- para la propia
mujer (Gn 2,24); peca contra el propio cuerpo porque
lo separa del Señor y le priva de su destino glorioso
(v.14).

6.- en la misma línea, el Apóstol da un nuevo paso


adelante: el cuerpo es templo del Espíritu Santo que
habita en él.

El cuerpo es por tanto una realidad santa, un


lugar sagrado, un santuario a semejanza del Cuerpo
de Cristo (Jn 2,21). Por tanto, el pecado de fornicación
es una auténtica profanación, un sacrilegio.

Estamos en las antípodas de una visión


secularizada del propio cuerpo y de la propia realidad
personal. El cristiano ha sido santificado, consagrado
(v.11) por el bautismo y esta consagración alcanza
también a su cuerpo.

Ahora bien, un lugar consagrado se emplea como


tal (de nuevo el “sé lo que eres”) de acuerdo con su
finalidad propia: para el culto; de ahí la exhortación
que sigue a continuación: “glorificad a Dios en
vuestro cuerpo” (v.20). Este verbo () tiene
resonancias cultuales: el cristiano sirve a Dios en el
santuario de su propio cuerpo y procura apartar todo
lo que pudiera profanarlo. Cfr. 10,31: “ya comáis, ya
bebáis, ya hagáis cualquier cosa, hacedlo todo para
gloria de Dios” (   ). Cfr. también Rom
12,1: “os exhorto, hermanos, por la misericordia de
Dios, a ofrecer vuestros cuerpos como hostia viva,
santa, (), agradable a Dios”. Aunque de manera
menos explícita, ya apuntaba Pablo por aquí al
prevenir a los Tesalonicenses contra la fornicación:
“no nos llamó Dios a la impureza, sino a la santidad;
así pues el que esto desprecia, no desprecia a un
hombre, sino a Dios, que os hace don de su Espíritu
Santo” (1 Tes 4,7-8).

7.- Finalmente, otra razón que se agolpa con las otras


que presenta el Apóstol y en cierta relación con ellas:
“no os pertenecéis”.

La motivación no puede ser más radical: no sois


vuestros” (v.19). Se trata, por tanto, de una radical
expropiación: si el cristiano no se pertenece a sí
mismo, no puede disponer de sí mismo ni de su
propio cuerpo a su antojo.
Quizá la razón sea el mismo hecho de ser templo:
ha quedado “expropiado” para ser lugar santo,
dedicado y consagrado al Señor.
Pero lo que está de fondo es la costumbre
contemporánea de la manumisión; es lo que alude la
expresión: “habéis sido comprado a precio”, “habéis
sido bien comprados” (v.20).

Sobre la imagen de fondo de la manumisión,


Cristo derramó su Sangre como rescate para libertar
a los esclavos del pecado. “Rescatados mediante
pago”, somos libres, hemos sido liberados. Ahora
bien, el rescatado por la Sangre de Cristo se vuelve
esclavo de Cristo, a quien reconoce como su único
Señor (8,6); pertenece en cuerpo y alma a su
Salvador y se somete voluntaria y alegremente a su
yugo suave y ligero, no para el libertinaje, sino para
vivir en la santidad (7, 22-23).

Por tanto su identidad consiste en “ser de Cristo”


(µ  : 3,23) (cfr. Gal 3,29); y consecuencia de
esta “expropiación” radical es la pérdida de su
autonomía en el terreno moral y en toda su vida y en
toda su conducta y en todas sus decisiones (cfr. Rom
14,8-9).

SENTIDO DE LA VIRGINIDAD CRISTIANA: 1 Cor 7

Es probablemente este capítulo, sobre todo en sus vv.29-


35, el que, en todo el NT, más profundiza en el valor y sentido
de la virginidad cristiana (Cfr. Gn 2,18) 10.

Premisa

Lo que San Pablo habla de la virginidad lo aplica igualmente


al hombre y a la mujer. Contrapone por un lado µ a

10
Crf. Juan Pablo II, catequesis del 26 de Junio, 7 de Julio y 14 de Julio de 1982. Y Juan Pablo II, Exhortación Apostólica
Mulieris Dignitatem, n. 20.
µ (v.32-33) y por otro  µ   a µ
(v.34).

Mientras que el casado tiene que agradar a su mujer y la


casada a su marido, tanto el virgen como la virgen agradan al
Señor y se ocupan de sus cosas. Es notable la referencia de San
Pablo durante todo el capítulo a los dos hechos, también
cuando habla del matrimonio (por ejemplo vv.2-4,12-16).

Por tanto habla de la virginidad masculina y femenina; ello


tiene importancia resaltarlo, como veremos más adelante.

Motivación escatológica

Es indudable que Pablo plantea la opción por la virginidad


en un contexto fundamentalmente escatológico (cfr. sobre todo
las expresiones “necesidad presente” -v.26- y “el tiempo se
acaba” -v.29-).

Para Pablo los cristianos están ya viviendo “los últimos


días” o “plenitud de los tiempos” (   : 10,11). Por
tanto, el esjaton se hizo realidad en la resurrección gloriosa de
Cristo.

La humanidad está ya redimida y glorificada en el Señor


Resucitado, que ha ocupado su puesto a la derecha del Padre
(Rom 6,3-4; Col 2,12-13).

Por la fe y la esperanza, el cristiano está ya situado en el


futuro. Vive su vida en este mundo con los ojos puestos en el
cielo, esperando pacientemente la revelación gloriosa del Señor
en la Parusía y en la expectación anhelante de su propio Cuerpo
(Rom 8,9-11.23).
El Espíritu Santo, que el creyente ha recibido en el bautismo
mora en él como “arras” y garantia de la paga completa de la
herencia cristiana de la gloria (Ef 1,13-14; 2 Cor 1,22; 5,5).

Pues bien, esta situación escatológica ilumina la


virginidad en doble sentido:
a) Puesto que “en la Resurrección ni ellos, tomarán mujer,
ni ellas tomarán marido” (Mt 22,30), el virgen anticipa la
vida de la Resurrección; puesto que “ha llegado el Reino”
(Mt 4,17), la virginidad elegida “por amor del Reino” (Mt
19,12) es un signo expresivo de la llegada de este Reino.

Ciertamente San Pablo no lo dice así, al menos de un


modo expreso, pero problablemente está apuntando a la
virginidad como plenitud en cuanto que anticipa la vida
escatológica, vive ya ahora lo que será el futuro
escatológico, cuando “Dios sea todo en todos” (15,28);
puesto que “el Reino de Dios no es comida ni bebida, sino
justicia y paz y gozo en el Espíritu Santo” (Rom 14,17), el
virgen manifiesta que sobre él Dios reina totalmente, tanto
en su cuerpo como en su espíritu (cfr. v.34).

b) Sin embargo, San Pablo parece insistir en la otra cara


de esta situación escatológica: la precariedad de este
mundo que pasa (v.31).

Puesto que “el tiempo es breve” (v.29), el cristiano


debe vivir las realidades de este mundo con un fuerte
sentido de provisionalidad (v.29-31); dada la “necesidad
presente” (v.26), la virginidad es la mejor manera de vivir
este momento apremiante.

El célibe al estar libre de los lazos de este mundo, vive


absorbido por la urgencia escatológica de esta hora
presente.
También en este aspecto aún sin afirmarlo
expresamente, Pablo parece dar a la virginidad un cierto
valor de signo para los demás: puesto que los que tienen
mujer deben vivir como si no la tuviesen -v.29- el que de
hecho no la tiene ayuda al casado a vivir con
provisionalidad las realidades de este mundo, sin afincarse
en ellas, al recordarle mediante su propio testimonio que
“el momento es apremiante”.

En este mismo sentido, Pablo ve la importancia de estar


“libre de preocupaciones” (µµ: v.32), que
proporciona la virginidad, en función de la espera del
Señor que ha de venir “como un ladrón en la noche” (1 Tes
5,2); las preocupaciones del mundo pueden distraer.

Es quizá por esto, “a causa de la necesidad presente”


(v.26), por lo que Pablo considera la virginidad “mejor”
(: v.38) y “más dichosa” (µ: v.40) que el
matrimonio. Porque de suyo, en sí mismo no dice el
Apóstol que sea mejor: cada cual ha recibido de Dios su
gracia particular (  µ  : v.7).

Sentido esponsal

Hay un detalle que no debe pasarnos desapercibido.


Sorprendentemente, Pablo parece contradecir el texto del
Génesis:

a) Al narrar la creación de la mujer el texto sagrado lo


motiva así: “no es bueno que el hombre esté solo” (Gn
2,18); de ahí la necesidad de hacerle “una ayuda
adecuada”.

b) Sin embargo, Pablo parece contradecirlo frontalmente


al afirmar: los no casados es bueno () que permanezca
como yo (v.8) (en otro texto dice que, si es bueno casarse,
es mejor no casarse: v.38). Si Pablo propone como “bueno”
y mejor lo que antes era “no bueno”, ello significa que ha
habido un cambio decisivo.

La simple urgencia escatológica no parece suficiente para


motivar este cambio, que “corrige” expresamente la Palabra de
Dios.

La solución debe ir en la misma linea del texto de Gn 2,18


que en realidad no queda negado ni corregido: y si la virginidad
es buena debe ser porque ahora el hombre virgen no está solo;
si la no bondad de la soledad originaria del hombre es debida a
la falta de una “ayuda adecuada” o semejante, la bondad de la
virginidad se explica porque el virgen ha encontrado esta
“ayuda adecuada” en otro ser, en otro ser humano puesto que
su situación es “buena” habiendo renunciado al matrimonio.

Por otro lado, no es casual el estrecho paralelismo entre el


casado y el célibe que Pablo presenta en los vv.32-35: ello está
indicando y sugiriendo (implícitamente, pero con gran fuerza
expresiva) que Cristo es para el virgen lo que el marido para la
mujer.

Ambos datos nos presentan la virginidad con un fuerte


carácter esponsal. Es verdad que San Pablo no lo dice de
manera expresa. Pero aquí como en otros tantos textos hemos
de captar las alusiones, que a veces son más claras de lo que
parecen.

En efecto, cualquier lector de la Biblia y conocerdor de la


misma está familiarizado con el hecho de que:
- Desde Os 2, el amor de Yahveh a su pueblo estaba
representado por el amor del esposo a la esposa (Jer 2,1-7;
3; 31,22; 51,5; Is 49,14-21; 50,1; 54, 1-10; 62,4-5; Ez
16,23).
- El NT retoma la imagen y presenta a Cristo como el
Esposo (Mc 2,19; Mt 9,15; 22,2; 25,1ss; Jn 2,1-11; 3,28-29;
Ap 19,7; 21,2).

- El mismo San Pablo en 2 Cor 11,2 usa la expresión


“casta virgen” para describir la unión esponsal de la Iglesia
con Cristo, suponiendo que la vida virginal es una imagen
viviente de esa unión; y en Ef 5,25-33 el amor de Cristo a
la Iglesia es el modelo y fundamento del amor del esposo
a la esposa.

Por tanto, la imagen de Cristo como Esposo es de Pablo; si


en este texto no se dice de manera más explícita puede ser
porque el pensamiento y la reflexión del Apóstol aún no se ha
desarrollado hasta explicitarse del todo o bien porque considera
suficientes las alusiones dichas para poder ser entendido.

En todo caso, aunque se reconozca que no hay mayor


explicitación, me parece que es tarea de la exégesis recoger las
virtualidades que el texto contiene, aunque -esto sí-
manteniendo el grado de certeza que el mismo texto ofrece y
distinguiendo entre lo que es seguro y meramente problable,
posible.

En cuanto al realismo del tema en su vivencia concreta


basta considerar con qué sentido de lo real y concreto habla
Pablo en estos versículos de “agradar al Señor”, de ocuparse de
“las cosas del Señor”, etc.

Ante la dificultad de cómo Cristo pueda ser Esposo para el


célibe varón, hay que recordar la expresión de Gal 3,2-8: en
Cristo, “ no hay hombre ni mujer”, no porque queden abolidas
las diferencias fisiológicas, psicológicas, etc, sino porque en el
nivel más profundo y radical -”en Cristo Jesús”- no hay
diferencias ni de sexo, ni de raza o nacionalidad, ni de escalafón
social...
Por lo demás, desde aquí se iluminan mejor las expresiones
de los vv.32-35, que a su vez motivan el sentido de esta
relación esponsal:

a) Se preocupa de las cosas del Señor (vv.32.34).

El verbo µµ aquí significa “cuidar con solicitud”:


de manera parecidad a como la casada se dedica con
solicitud a atender las cosas de su marido (en el texto “las
cosas del mundo”), el virgen o célibe se dedica a “las
cosas del Señor”.

La idea no puede ser más bella. El célibe se dedica a las


cosas del Señor (apostolado, etc...) con el mismo amor fino
y delicado, detallista y solícito, con que una esposa buena
atiende los asuntos de su marido (todo lo que tiene que
ver con la casa, los negocios, etc...).

b) Se preocupa de “agradar al Señor” (v.32).

Por tanto, no sólo atiende las cosas del Señor, sino que
se establece una relación personal: buscar agradar al
Señor.

Dado que tanto “las cosas del Señor” como la


interrogativa indirecta “cómo agradar al Señor” dependen
del mismo verbo (µµ) ambas afirmaciones no son
yuxtapuestas, sino que la segunda explicita la primera: “se
ocupa con solicitud de las cosas del Señor buscando
agradar al Señor”; es decir, se ocupa de las cosas del
Señor, pero no de cualquier manera, sino buscando
agradarle; con otras palabras, mientras se dedica a los
asuntos del Señor está con la mirada, el corazón y el
pensamiento puesto en el Señor preguntándose-
preguntándole qué y cómo le agrada (la misma
interrogativa sugiere con fuerza esta tonalidad personal y
vital-existencial).
Por lo demás, el verbo () puede tener un sentido
muy fuerte; sin excluir el aspecto efectivo, significa la
disposición a complacer, casi a servir (1 Cor 10,33; Gal
1,10); el virgen pertenece a Cristo como la mujer
pertenece al marido; agradar a Cristo significa estar
totalmente dedicado a El, compartiendo sus ideas y
deseos y adoptando su punto de vista en todo (cfr.
Legrand).

c) Consagrado en cuerpo y espíritu.

Toda la actividad la realiza con la finalidad (: “para


que”; o bien, “de manera que”) de ser santo en cuerpo y
alma.

El adjetivo  no significa ante todo una cualidad moral


(tampoco lo excluye, sino más bien la implica), sino
religiosa y teológica: está indicando que el virgen es
consagrado, dedicado a Dios; es decir, es apartado de la
esfera natural o profana para ser introducido en la esfera
de lo divino.

Y ello tanto en relación (doble dativo de relación) al


cuerpo como al espíritu: el virgen que vive esa relación
esponsal con Cristo la vive de manera santa, divina, en el
nuevo rango de su dedicación al Esposo, Cristo y ello en su
totalidad personal (cuerpo y alma).

Esta matización (“cuerpo y espíritu”) es muy


importante, porque la vida virginal no abarca solo al
cuerpo (el que no viviera la dedicación personal interior,
espiritual, a Cristo no sería realmente virgen), ni sólo al
espíritu (una supuesta actitud virginal no es tal sino
incluye también el cuerpo con sentido y actitud de
consagración y dedicación a Cristo como el Esposo).
d) “Libres de preocupaciones” (µµ: v.32).

También este detalle se entiende mejor en la clave


esponsal. El casado se preocupa de diversos asuntos y
está ansioso por muchas cosas (cfr. el caso de Marta, Lc
10,41); consiguientemente, se encuentra dividido (
µµ: v.34), dividido interiormente, en partes (cfr.
1,13).

Por el contrario, el ideal que propone Pablo es verlos


libres de preocupaciones, de ansiedad y agitación, sin
división (traducción de la B. J. del adverbio ,
v.35), sin distracciones (en el caso de Marta la
preocupación se evita al tomar “una sola” -  - de
las diversas partes, es decir, la mejor -  µ- y ello
como “elección” --: Lc 10,42).

Ahora bien, entendido en clave esponsal no es una


despreocupación egoista, sino que viene de la caridad y a
ella conduce: está en función del trato asiduo con el Señor
(v.35), de agradar al Señor, de consagrarse al Señor en
cuerpo y alma y de cuidar de las cosas del Señor (y
sabemos lo que esto supone en la experiencia de Pablo:
trabajos, fatigas, persecuciones, la preocupación por todas
las iglesias (2 Cor 11,23-29; “de nuevo sufro dolores de
parto”: Gal 4,19; “vivimos si permanecéis firmes en el
Señor”: 1 Tes 3, 8).

N.B.- Finalmente, conviene indicar que lo que el


Apóstol presenta como ideal de vida es a la vez una
virginidad fecunda. El dedicarse a “las cosas del
Señor” es, efectivamente, una alusión al apostolado
(o al menos incluye este aspecto).

Ahora bien, Pablo en cuanto apóstol se siente


comunicando vida; frente a los diversos
“preceptores” o “pedagogos” el apóstol virgen tiene
conciencia de ser padre en el sentido más realista,
pues engendra para la vida en Cristo ( µ :
4,14-15; cfr. Flm 10).

Más aún, no sólo el inicio de la vida en Cristo, sino


todo su desarrollo en los cristianos, el Apóstol la
experimenta como una gestación con frecuencia
dolorosa (: sufro dolores de parto) hasta que
Cristo sea plenamente formado en cada uno (Ga
4,19).

De ahí que, consecuentemente su relación con las


comunidades -y en ellas con cada uno: 1 Tes 2,11-
sea de padre a hijo (1 Cor 4,14; 2 Cor 6,13), incluso
con la ternura de una madre (1 Tes 2,7-8), y pida ser
imitado (µµ µ : 1 Cor 4,16).

Por lo demás, interesa notar que la acción de


“engendrar” en Cristo se hace mediante la
predicación o anuncio del Evangelio (  : 1
Cor 4,15).

Notar también el testimonio personal de Pablo


que se presenta a sí mismo como virgen: v.7.8-9.

ASPECTOS DEL MATRIMONIO: Cap. 7

Aunque no hay un tratamiento del matrimonio desde una


perspectiva teológica (cosa que Pablo hará en Ef 5,22-33), sino
sólo respuesta a cuestiones puntuales, sin embargo Pablo nos
da sobre la marcha indicaciones preciosas sobre el
matrimonio en diversos aspectos:

1. De modo general, Pablo tiene una clara conciencia de


la igualdad entre hombre y mujer.
En efecto, es muy significativo el hecho de que sus
reflexiones vayan en la doble dirección hombre-mujer,
mujer-hombre, reiterando a veces una afirmación dada
(por ejemplo en v.2.3.4.12-13.14.15.16.32-34). Ello es
consecuencia de su afirmación radical “en Cristo no hay
hombre ni mujer” (Ga 3,28): si las diferencias de sexo
evidentemente perduran, se afirma una unidad
fundamental a nivel profundo.

2. Llama la atención también el paralelismo entre


matrimonio y virginidad:

A menudo se evoca la virginidad a propósito del


matrimonio y viceversa. Ello sugiere la
complementariedad entre estos dos estados, que no
pueden entenderse el uno sin el otro, porque ambos a su
vez hacen referencia a Cristo.

Así, por ejemplo, el matrimonio ilumina el carácter


esponsal de la virginidad como dedicación total e indivisa
a Cristo (v.32-35), y a su vez la virginidad recuerda y
testimonia a los casados la provisionalidad de las
realidades de este mundo -entre las que se encuentra el
matrimonio- ayudándoles a no apegarse al propio cónyuge
y a fijar la vista en los bienes definitivos (vv.29-31).

3. El casarse no sólo no es pecado (vv.28.36), sino que


es presentado por Pablo como un don (µ) que
proviene de Dios ( ): cada uno tiene el suyo propio
().

Por tanto, lo mismo el matrimonio que el celibato son


gracias o carismas de Dios, ambos para edificación de la
Iglesia, para “provecho común” (12,7).
Más aún Pablo indica de algún modo cómo conocer si
uno ha recibido un don u otro: el que puede fácilmente
vivir en continencia dado su autodominio o autocontrol
(: v.9) es que ha recibido el don de la virginidad;
el que, por el contrario, es incapaz de vivir en continencia
dada la intensidad de su deseo () quiere decir que
debe casarse, ya que no puede en la condición célibe
“servir al Señor con decoro y sin impedimentos” (v.35) y
es mejor que se case (cfr. 1 Tim 5,11ss).

4. Encontramos en el v.4 una afirmación semejante e


importante: ni el marido ni la mujer disponen del propio
cuerpo sino el cónyuge respectivo.

El verbo  significa “tener derecho o poder”


sobre algo o alguien (de ). Ello significa que en los
cónyuges se produce una auténtica expropiación: por el
sacramento del matrimonio cada uno se da al otro de
forma irrevocable, de ahí que en cierto modo deje de
poseerse y sea el otro quien tiene derecho y poder sobre
él.

Es quizá este el sentido de la frase del Cantar: “mi


amado es para mí y yo soy para mi amado” (Ct 2,16; 6,3);
el auténtico amor lleva una real donación de amor de sí
mismo al otro, donación sellada y consagrada por el
sacramento y que hace que cada uno no se pertenezca a
sí mismo, sino al otro, hasta el punto de que cada una de
las donaciones concretas y puntuales son algo debido (
: v.3) en cuanto al peligro de abuso de uno de los
cónyuges, notar que la obligación es mútua (de ambos
cónyuges entre sí); y además que la obligación es antes
que nada con respecto a Dios (en cumplimiento de su
mandato “de ser una sola carne”): por tanto es una
obediencia a la voluntad de Dios (por parte de ambos
cónyuges en común), lo que difiere del individualismo y
del egoismo.
Si relacionamos esta afirmación con 6,3, donde afirma
que el “cuerpo es para el Señor” podemos entender que
de algún modo es el Señor quien entrega el cuerpo de un
hombre o de una mujer -que sólo a El pertenece- a su
respectivo cónyuge, quien a partir de ese momento
comienza a “tener derecho” sobre ese cuerpo que le ha
sido dado por el Señor; ello ocurre cuando hombre y mujer
se casan “en el Señor” (7,39).

Por otra parte, este versículo 4, referido directamente


por San Pablo al cuerpo y a las relaciones sexuales podría
aplicarse -creo que legítimamente a toda la vida de los
cónyuges: cada uno “no dispone” de su tiempo, de su
afecto, de sus cosas... sino el otro; este vivir para el otro,
como perteneciendo a él, responde al dinamismo del amor
y del sacramento del matrimonio, que constituye a los
esposos como un ser para el otro (y más profundamente
todavía, responde al hecho esencial y constitutivo de “ser
una sola carne”, según el plan creador de Dios).

5. San Pablo insiste también en que la mujer no se


separe del marido y que el marido no despida a su mujer.

El mandato categórico µ  (v.10) lo presenta


como un mandato del Señor. Esto es una alusión a las
palabras de Jesús sobre el divorcio (Mt 19, 1ss) y en último
término a Gn 2,24.

Ello significa que el mandato de no separación está


motivado por el hecho fundamental de que “los dos son
una sola carne” (cfr. 1 Cor 6,16) -notar que la misma
imagen es muy sugerente: si los dos esposos son una sola
cosa, cualquier separación es un desgarrón en el propio
ser, por tanto fuente de sufrimiento, insatisfacción e
infelicidad para ambos cónyuges que se realizan siendo
uno.
Por eso, en caso de que se separen sólo cabe la opción
de volver al marido o a la mujer o permanecer sin casar de
nuevo.

El texto está sugiriendo que no sólo el divorcio sino


cualquier separación afectiva o efectiva está
contradiciendo la tendencia impresa por el amor mutuo y
el sacramento del matrimonio de ser una sola cosa. En
efecto, este ser una sola cosa supone la tendencia a estar
juntos, a vivir juntos y a unirse sexualmente, de modo que
una eventual separación está regulada por condiciones
claras: de mutuo acuerdo, por tiempo limitado y para
dedicarse a la oración; después de esto, “volver a estar
junto”; y fuera de este caso, “no negarse el uno al otro”
(v.5).

6. Por otra parte, este versículo 5 indica un criterio que


puede ser indicativo de todo un estilo de planteamiento y
actuación matrimonial, no sólo en este punto sino en todo:
“de mutuo acuerdo” ( µ); es decir, “a una voz”
concorde, sinfónicamente y con armonía.

Este criterio de actuación se desprende de los dos


aspectos anteriormente indicados: si los dos esposos son
una sola cosa y además ninguno dispone de sí mismo, sino
que es el otro quien dispone, no hay otra manera de
actuar si no es de mutuo acuerdo.

No actuar de mutuo acuerdo es romper la unidad


esencial y la vocación a ser uno, que es tendencia e
impulso a la vez, introduciendo la división y la separación;
y además es completamente ilegítimo desde el momento
en que cada uno se ha dado al otro irrevocablemente y no
dispone de su cuerpo, de su tiempo, de su afecto... 11

11
Notar que esto introduce, por así decir, una corrección al poder disponer del cuerpo del otro; este derecho podía hacer
temer el peligro de abuso o la arbitrariedad; ahora bien, desde el momento en que el criterio del mutuo acuerdo se introduce
queda regulado el criterio o principio del derecho a disponer. Y los que quedan radicalmente transformados por el criterio del
amor de donación y sacrificio al estilo de Cristo, tal como aparece en Ef 5.
Por lo demás, parece claro que si entre los que se
adhieren al Señor por la fe se produce la unión de los
corazones y las almas, la unanimidad en el pensar y actuar
y el tener en común los bienes (Hc 2, 42ss; 4, 32ss; 5,
12ss), sea mucho más intenso entre los esposos cristianos,
es decir, los que se casan “en el Señor” (1 Cor 7, 38):
tienen una sola alma, el mismo Espíritu, que les une en un
sólo Cuerpo, les hace hijos de un mismo Padre y les da una
misma fe y una misma esperanza, y todo ello gracias al
bautismo (Ef 4, 4-6) nada más lejos de los criterios de
independencia, de derechos propios que se exigen y se
reclaman...; el casado está “ligado” (: v.39) al propio
cónyuge.

7. Precisamente de esta profunda unión y mutua


pertenencia nacen algunas dificultades para los casados
en la situación presente.
Mientras el virgen se dedica a las cosas del Señor
buscando agradar al Señor (vv.32.34), está libre de
preocupaciones de este mundo (v.32) y se puede dedicar
al trato asíduo con el Señor sin división (v.35), el casado
tiene que dedicarse también a las cosas del mundo y debe
contentar y agradar al propio cónyuge (v. 33.34), lo cual le
hace estar dividido (µµ: v.34); es decir, el cuidado
solícito por las cosas del mundo (µµ) y la atención de
agradar al propio cónyuge, al que se debe, provoca, un
estar interiormente dividido en partes.

Parece que San Pablo presenta estas dificultades no


como un peligro posible sino como un condicionamiento
inevitable; en efecto, no pone en guardia ni dice como
evitarlo, sino que lo afirma como un hecho, que poco antes
que ha denominado “tribulación en la carne” (v.28); es
decir, se deriva de la propia vocación, del propio
compromiso natural; de ahí los presentes usados de modo
absoluto: “se preocupa”.

Por eso afirma que el que se casa obra bien (el


matrimonio es una realidad buena en sí misma); pero el
que no se casa obra mejor (: v.38) y la viuda que
no se vuelve a casar es más feliz (µ:v.40) si
elige la vida de virginidad consagrada. En este sentido,
ante el peligro de dejarse absorver por las realidades de
este mundo a las que el casado debe atender con
solicitud, y ante el hecho de que “el tiempo es corto”
(v.29) y “la apariencia de este mundo se termina” (vv.31),
San Pablo advierte a los casados que vivan como si no (
µ) tuvieran mujer (v.29).

Ante la inminencia de la parusía y la brevedad del


tiempo presente, el matrimonio -como las demás
realidades de este mundo: cfr. v. siguiente- queda
relativizado (es decir, es relativo a Cristo y a su Reino); por
tanto, no debe equivocar al hombre de tal manera que le
haga olvidarse de lo que es definitivo.

8. A propósito del matrimonio, es interesante subrayar el


principio 3 veces repetido (v. 17.20.24) de que “cada uno
permaneza en el estado en que fue llamado”.

A los recién convertidos quizá se les ocurría que para


seguir a Cristo era necesario dejar sus compromisos y
realidades naturales; por eso Pablo reitera que cada uno
camine (: v.17) en el estado en que fue llamado
por Dios ( : v.24), pues ese es el que Dios le ha
asignado (µ K: v.17), no hay que buscar otra
situación teóricamente, sino permanecer en aquella en
que estaba (µ: v.20.24).
Ello expresa una doble convicción: que cada uno tiene
su propio puesto, su propia vocación, su propia gracia
(µ: v.7) en la Iglesia; y además la certeza de la
posiblidad concreta de vivir en cristiano y santificarse
dentro del matrimonio. La única condición es que esa vida
se realice “delante de Dios” ( : v.24), en su
presencia, y en Cristo ( : v.39), cristianamente.
9. La profunda unidad del matrimonio es tal que San
Pablo llega a afirmar, si uno de los cónyuges no es
cristiano, el cónyuge cristiano santifica al no cristiano
(v.14: mejor “queda santificado en su cónyuge”:   
)12.

Una vez más San Pablo razona sobre la marcha pero


con una profundidad increible y una lógica implacable: si el
cristiano está consagrado a Dios por el bautismo y además
es una sola cosa con su cónyuge síguese que también el
cónyuge queda santificado y consagrado por la unión con
un miembro de Cristo.

Y esta consagración se refiere tanto tal aspecto de


pertenencia y vinculación a Cristo y a su Iglesia como al
aspecto de santificación interior y de santidad moral (notar
el  del v.16: en este versículo se pone en duda si el
cónyuge cristiano logrará salvar al otro cuando este quiera
separarse y no acepta vivir en paz, pero eso mismo
refuerza la posibilidad y el sentido que damos de santificar
y salvar al que si acepta vivir en paz con el cónyuge
cristiano).

Se podía decir que Pablo cree en la gracia del


sacramento del bautismo y del matrimonio. Pero de todos
modos, aunque esto haya que entenderlo en un sentido
atenuado, lo cierto es que Pablo concibe el matrimonio
como una unión inimaginable, no sólo de los cuerpos, sino
también de las almas, de la persona entera. Por otra parte,
esta santificación alcanza también a los hijos.

10. Finalmente, si el cristiano que está “libre” quiere


contraer matrimonio solo puede hacerlo en el Señor (µ
 K: v. 39).

12
El “privilegio paulino” consiste en: matrimonio natural pagano, uno de ellos se convierte y la parte pagana no acepta el
matrimonio, entonces el matrimonio queda disuelto.
Efectivamente, el cristiano está en Cristo (µ  
 I: 1,30), ya que ha sido injertado en El por el
bautismo; y esto que el cristiano es a nivel ontológico
debe desarrollarse a nivel moral: todas sus decisiones,
toda su conducta, etc deben realizarse y vivirse “en
Cristo”. Concretamente aquí significa: con criterios y
planteamientos cristianos en coherencia con la fe en
Cristo; quizá también que el cónyuge sea cristiano.

LA IGLESIA, CUERPO DE CRISTO: 1 Cor 12

Las cartas de Pablo son cartas a las comunidades o Iglesias


y en ellas encontramos una referencia constante a la realidad
eclesial. A través de las diversas menciones se descubre una
verdadera eclesiología, expuesta no de manera sistemática,
sino vital13:

* A partir de diversas expresiones podemos deducir que


para Pablo la Iglesia particular o local (por ej. la Iglesia
de Corinto) es la agrupación de los fieles creyentes en
Cristo, que han sido bautizados, han recibido el Espíritu
Santo y participan en la Eucaristía (cfr. 1 Cor 1,2; 2 Cor
1,1).

* A veces Iglesia designa a los fieles mismos reunidos


en asamblea.

* Y junto a la dimensión local aparece la dimensión


sagrada (santos, santificados, llamados a ser santos: Ef
1,1; Col 1, 2) y la referencia al Padre y a Jesucristo
como origen de la Iglesia (1 Tes 1,1; 2 Tes 1,1).

* También se menciona a los responsables de la Iglesia


(epíscopos y diáconos: Fil 1,1).

13
Cfr. Pio XII, Encíclica Mystici Corporis.
Pero es sobre todo la imagen de Cuerpo de Cristo la que
más profundamente refleja la concepción paulina del misterio
de la Iglesia.En el pensamiento paulino sobre la Iglesia Cuerpo
de Cristo hay dos momentos sucesivos:

a) en un primer momento (1 Cor 12; Rom 12)14 la


atención se fija sobre el hecho de que todos los
cristianos son miembros de un Cuerpo:

Habiendo bebido de un mismo Espíritu en el bautismo


(1 Cor 12,13) y participando del mismo pan eucarístico (1
Cor 10, 17), todos los fieles han sido hechos “uno” en
Cristo. La preocupación paulina es sacar la consecuencia
de la intercomunicación y servicio mutuo de unos
miembros para con otros, de la unidad y caridad entre los
creyentes.

b) en un segundo momento, representado sobre todo


por las cartas de la cautividad (Col 1,18; 2,18; Ef 1,22-23;
4,15-16; 5,23), el pensamiento del Apóstol se centra en el
hecho de que ese cuerpo tiene como Cabeza a Cristo,
que influye en todos los miembros:

Este destacar la capitalidad de Cristo obedece a la


necesidad de exaltar su papel sobre los otros mediadores
o intermediarios angélicos que las doctrinas judaizantes
proponían. De este modo, la idea de la Iglesia como
Cuerpo de Cristo trabado en sus junturas por la acción de
Cristo Cabeza adquiere una nueva dimensión que
enriquece considerablemente la primera intuición de
Pablo.

Por tanto se trata de una concepción de la Iglesia


enormemente fecunda, pues subraya tanto el misterio de

14
Lugares donde se desarrolla el tema eclesiológico.
unión con Cristo como el aspecto comunitario de la
Iglesia. En efecto, esta concepción subraya la realidad de la
Iglesia como comunión de vida divina:

- comunión que deriva de Cristo Cabeza que infunde su


virtualidad, su mismo y único Espíritu, en todos y cada uno
de sus miembros. De este modo el hombre queda
asimilado a Cristo Cabeza, vive su misma vida.

- comunión entre los miembros del mismo Cuerpo,


comunión que brota del hecho de participar de la misma
vida de Cristo, comunión real, ontológica y sacramental,
que debe traducirse en comunión vital existencial (vida de
unidad mutua, de servicio mutuo, de unidad en el mismo
Espíritu).

De este modo, la vida nueva en Cristo aparece no de


manera individualista, sino comunitaria, fraternal,
profundamente solidaria, referida a la Cabeza y a los demás
miembros, trabada hasta formar un solo Cuerpo.

Nota - La Concepción de Cristo como Cabeza de la


Iglesia está estrechamente asociada a la de Cristo
Esposo de la Iglesia.

En Ef 5,23-31 se ilustra la capitalidad de Cristo


sobre la Iglesia con un gran “derás” sobre la base del
varón cabeza de la mujer -más concretamente sobre
la concepción bíblica de matrimonio de Adán y Eva:
Gn 2-.
La Iglesia es la Esposa y el Cuerpo del Nuevo Adán,
Cristo. La Iglesia brota de Cristo, es alimentado por
El, forma con El una unidad: “Serán los dos una sola
carne” (Ef 5,31 citando Gn 2,24).
En el texto de 1 Cor 12 que vamos a analizar, Pablo utiliza
la imagen del Cuerpo para iluminar la doctrina de los
carismas. Partiendo de la imagen del Cuerpo humano, el
Apóstol explica el misterio de la Iglesia en su unidad y
diversidad. Veamos algunos detalles:

1.- Ante todo el Apóstol insiste en la unidad de este


Cuerpo ( : 12,12):

Es verdad que no se niega -se afirma explícitamente- la


diversidad: “tiene muchos miembros” (µ ); pero el
movimiento de la frase desemboca en un acentuar la
unidad: “todos los miembros del Cuerpo, no obstante su
pluralidad, no forman más que un sólo Cuerpo”.

Quizá es lógica la insistencia porque la diversidad se


impone a simple vista (se trata de personas distintas),
mientras la unidad sólo es captable desde la fe -también
por el testimonio: cfr. Hch - y es en cierto modo misteriosa;
por otro lado, el Apóstol recalca la unidad ante el hecho de
las divisiones que existen en la comunidad (1,11-12). Una
unidad que se realiza por encima de las diferencias
raciales y religiosas (judios y griegos) y de las diferencias
sociales (esclavos y libres): 12,13.

Con más vigor y expresividad se dirá esto en Gal 3,28:


“no hay judio, ni griego, esclavo ni libre, hombre ni mujer,
ya que todos vosotros sois uno en Cristo Jesús”.

Y es unidad por encima de la diversidad de carismas y


ministerios que hay en la Iglesia (12,4-6): de hecho, este
es el motivo -la rivalidad por la preeminencia del propio
carisma- que ha movido a Pablo a insistir en la unidad.

2.- Pero no menos interesante es cómo y en qué


fundamenta Pablo la unidad:
Ante todo, nos une un sólo Espíritu: “hemos bebido de
un sólo Espíritu” (   µ: 12,13). El es la
fuente y principio de unidad de todos los cristianos en un
mismo y único Cuerpo. De ahí que la diversidad de
carismas no puede ser en absoluto causa de división, pues
todos los carismas los produce el mismo y único Espíritu
(         µ), que distribuye a cada
uno en particular según su voluntad (12,11).

La imagen del “beber” sugiere que el Espíritu está


dentro de nosotros; si cada uno de los cristianos ha bebido
el mismo y único Espíritu, no puede haber unidad mayor ni
más fuerte (en Gal 3,27 la imagen -también en conexión
con el bautismo- es “revestido de Cristo”: del revestirse
todos y cada uno brota la unión).

3.- Y además la donación del Espíritu y su acción en


nosotros está en conexión con el bautismo:

“hemos sido bautizados en un sólo Espíritu”. Por tanto,


el bautismo produce la unión entre los cristianos.

Sin embargo San Pablo resalta todavía con más firmeza


cómo el bautismo tiene un dinamismo eclesial “todos
hemos sido bautizados para (formar) un sólo Cuerpo”
(   µ µ: 12,13); la gracia del bautismo
incluye en sí el impulso y la tendencia () a ser y a formar
un solo Cuerpo y a vivir esa unidad tan real y profunda.

Como siempre en Pablo, las exhortaciones diversas a


vivir y a cuidar la unidad están basadas en el ser: “somos
un solo Cuerpo”. Por lo demás, la expresión quizá no
signifique sólo la pertenencia al Cuerpo de la Iglesia que el
bautismo produce, ni sólo el cuidar que no haya cismas ni
divisiones en este Cuerpo, sino que conlleva una actitud
positiva de edificar la Iglesia, como sugiere el contexto
(12,7: “para provecho común”; y la expresión “edificar la
Iglesia”: 14, 4.12.26).

4.- De hecho, San Pablo no prohibe la diversidad de


carismas (hubiera sido lo más fácil, pero lo menos acorde
a la verdad y al ser de la Iglesia); más bien los reconoce
y acepta expresamente, como se indica en los
versículos siguientes, razonando siempre desde el símil
del Cuerpo:

*Así, afirma la diversidad de hecho: no hay un


miembro sino muchos (12,14).

*Más aún, afirma que esta diversidad es necesaria:


“si todo el Cuerpo fuera ojo, ¿dónde quedaría el
oido?” (12,17); en efecto, si hubiera un solo miembro
ya que no habría Cuerpo (12,19).

*En realidad, todos los miembros forman parte del


Cuerpo (12, 15-16); estas expresiones sugieren que
algunos miembros se considerasen menos por no
tener los carismas que otros poseían y que parecían
más importantes por ser más vistosos.

Sin embargo, todos son parte del Cuerpo y cada uno


ocupa el lugar que Dios le ha asignado (12,18): esto da
sentido y fundamento a cada uno; todo ministerio o
servicio viene de Dios, que reparte según quiere (cfr.
12,11; cfr. v. 5-6); por tanto, cada uno recibe los talentos
que Dios determina y no hay motivo para echar de menos
otros que parecieran más importantes (el más importante
es la caridad y a ese sí que hay que aspirar: 12,31).

*Más aún, todos los miembros son necesarios: “no


puede decir el ojo a la mano: no te necesito. Ni la
cabeza a los pies: no os necesito” (12,21).
5.- Toda la “lógica” del pensamiento de Pablo viene a
subrayar la importancia del cuerpo en su conjunto:

No es que se niegen la importancia y el valor de cada


uno; al contrario. Pero san Pablo insiste en que cada
miembro está en función del Cuerpo, en función de la
totalidad.

*Esto -podríamos decir- en cuanto al ser: cada uno


está en el lugar que Dios le ha puesto, cada uno es
necesario en su especificidad en favor de la totalidad.

*San Pablo lo afirma explícitamente en el orden del


obrar: “cada uno ha recibido la manifestación del
Espíritu para provecho común” (  : 12, 7).
Y ello hasta el punto de que este será precisamente
el criterio de discernimiento de la bondad de un
carisma: si se han de buscar y desear los carismas es
en tanto en cuanto edifican la Iglesia (  µ
    : 14,12). Si la
profecía es especialmente alabada y recoemendada
es precisamente porque edifica la Iglesia (14,4). En
definitiva, todo ha de estar orientado a este fin (
 µ : 14,26).

Esto lleva de la mano a las imágenes del cap. 3. Puesto


que los carismas para edificación vienen todos de Dios
(12,4-6.11), Dios es el verdadero constructor de su Iglesia;
por eso, a esta se la llama “edificación de Dios” (
µ : 3,9).

Sin embargo la tarea de cada uno -sobre todo de los


Apóstoles- es también real: todos colaboran en la
construcción (3,10ss), son “colaboradores de Dios”
(: 3,9). “Construyen sobre” (µ) el único
cimiento que existe y puede existir: Cristo (3,11).
Y es tan real esta colaboración en la edificación de la
Iglesia que San Pablo realiza una llamada a la
responsabilidad: “mire cada uno como construye” (3,10).
En efecto, al igual -en “el día”- aunque a veces ya antes,
se pondrá a prueba (µ) mediante fuego lo
construido y quedará manifiesto el valor de lo contrario
por cada uno (3,13).

Será válido -y en consecuencia recibirá recompensa- lo


que permanece (  µ µ: 3,14). Y la
advertencia de Pablo se hace más grave e insistente
porque lo construido no sólo es edificación de Dios, sino
templo de Dios (  : 3,16), y por tanto Santo (:
3,17). De ahí la inmensa gravedad de destruir el templo de
Dios.

¿Piensa Pablo que se identifica el que destruye el


templo de Dios con aquel cuya construcción no permanece
porque es abrasada por el fuego? ¿o piensa en dos
categorías de predicadores, además de los que construyen
con solidez?.

Tendríamos así tres clases de Apóstoles:

*los que edifican la Iglesia realmente -lo cual se


verá sobre todo en la solidez de la comunidad en las
pruebas-.

*los que parecen edificar -pero en realidad no


hacen nada, lo cual también al final se manifestará:
su obra quedará abrasada, reducido a cenizas lo que
parecía algo-.

*y los que no sólo no construyen, sino que


decididamente destruyen -su obra es sacrílega y
serán castigados, destruidos.
La otra imagen -plantación de Dios- subraya más la
acción de Dios:

*No son nada los colaboradores, sino Dios que es


quien da el crecimiento ( : 3,7). Son simples
servidores () por medio de los cuales habéis
creido.

*Por otra parte, se subraya también la colaboración


de estos ministros entre sí: el que planta y el que
riega son una sola cosa - - además, lo que cada
uno es o tiene como ministro le ha sido dado por el
Señor (3,5)).

6.- Dios mismo ha formado el Cuerpo de modo que no


hubiera división (µ: 12,25):

Es tan profunda la unión y la solidaridad entre los


diversos miembros que se preocupan por igual los unos de
los otros (12,25), hasta el punto de que si uno sufre “todos
sufren con él” (µ: “padecen con “) y si uno es
“glorificado” “todos toman parte en su gozo” (:
“con-gratulan”).

Es interesante notar que los verbos (se preocupan


-sufren con- toman parte en su gozo) van todos en
indicativo: san Pablo no manda (imperativo) que se
preocupen, sufran y se alegren, sino que lo da como un
hecho; puesto que todos son un sólo Cuerpo (12,12-13), es
algo connatural, algo que brota del propio ser el que se
preocupen unos por otros y sienta como propios los
sufrimientos y las alegrías de los demás.

Más aún se subraya y se repite el “todos”: no es cosa


que corresponda a alguno que tenga ese carisma especial,
sino algo propio de todo miembro del Cuerpo; con ello se
sugiere que el miembro que no reaccioa y actúa así, que
no se preocupa por los demás que no sufre y se alegre por
ellos, está de algún modo separado o desgajado del
Cuerpo: en él está presente la división (µ) con
respecto al Cuerpo, aunque parezca estar unido a él.

7.- Por otra parte, en el Cuerpo de la Iglesia, los


miembros considerados más débiles son totalmente
necesarios (12,22):

Por tanto, no se debe despreciar a nadie o


desconsiderarlo porque “parece” más débil: precisamente
“Dios ha escogido lo débil del mundo para confundir a lo
fuerte” (1 Cor 1,27).

Más bien la comunidad debería dedicarse o “rodear de


mayor honor” precisamente a aquellos miembros que
“parecen” más viles o menos honorables humanamente
hablando (12,23-24), pues lo necesitan más.
Finalmente, el himno a la caridad (1 Cor 13) que sigue
“esta exposición sobre la Iglesia Cuerpo de Cristo sugiere
que la caridad es la vida o el alma de ese Cuerpo, la “ley”
que debe regular las relaciones entre los diversos
miembros”

EL HIMNO A LA CARIDAD: EXEGESIS DE 1 COR 12,31-


14,1

Aunque no se trata de un himno propiamente dicho, es el


texto más importante de todo el NT referente a la caridad. Diez
veces aparece el sustantivo , calificado de diversas
maneras15.
15
Podemos encontrar tres palabras que designan el amor: “eros” (amor humano hombre-mujer), “filía” (amor de
dependencia e interés, o amor de amistad), “agapé” (amor de donación). El N.T. excluye las dos primeras.
Crítica textual.

La perícopa presenta muchas variantes de importancia y en


varios casos resulta difícil decidir cuál es la adecuada. No nos
detenemos en ellos ahora (cfr. Spicq, Agape, 459-65), aunque
haremos referencia al hilo de la exégesis.

Perfil literario.

Ciertamente se trata de un texto de gran belleza literaria:


ritmo, eufonía de las palabras, imágenes, equilibrio, paralelismo
y antítesis... se puede decir que la forma acompaña al
contenido.

Se trata de una parénesis: el Apóstol quiere subrayar la


importancia fundamental de la caridad en la vida cristiana.

Esta exposición didáctica se suele dividir en tres


partes:

a) La primera (indica por la repetición “si no tengo


caridad”) incluye tres proposiciones en que se
compara µ y , en una progresión que
desemboca en el valor absolutamente único y la
necesidad de la caridad (v.1-3).

b) La segunda parte señala las características y


belleza moral de la  en tres grupos de
proposiciones16:
* lo que hace el  (las notas positivas).
* lo que no hace (8 notas negativas).

16
Se encuentran 15 verbos que indican el dinamismo de la caridad.
* lo que hace (4 positivas, subrayadas por
cuatro  que marcan la progresión
ascendente) (v.4-7).

c) La última exalta la perfección y duración eterna


de la caridad y se caracteriza por las múltiples
antítesis (ahora-entonces, imperfecto-consumación,
infancia-madurez, pasajero-eterno) que desemboca
en la afirmación de la preeminencia de la caridad
sobre los demás dones y virtudes.

Para redactar esta exposición San Pablo probablemente se


ha servido de textos e imágenes del mundo judío y pagano.

Exégesis

Para corregir la mentalidad de los Corintios, siempre


propensa a sobrevalorar los carismas, San Pablo compara
µ y  para resultar que esta es el único don divino
indispensable y duradero.

12,31
San Pablo no desprecia los carismas, pues son dados por
el Espíritu Santo y son signo de la vitalidad de la Iglesia;
pero insiste en que son concedidos para la edificación de
la Iglesia (14,12.26): por eso, tras esbozar el paralelismo
entre la Iglesia y el cuerpo humano, insiste en aspirar a los
más grandes (el acento se pone en µ), es decir, más
útiles para la edificación.

Pablo, como jefe de la comunidad, se dispone a mostrar


ese camino de la verdad, de la vida y de la salvación
traídas por Cristo ( era un término corriente para
designar una doctrina religiosa y moral, y la conducta
práctica que está con ella conforme).
 (cfr. 2 Cor 1,8; Ga 1,13) no es un
comparativo (como si la caridad supusiese un grado
superior de perfección con respecto a los carismas), sino
un superlativo (es la vía por antonomasia):

Si se puede ser cristiano sin poseer ningún carisma, es


imposible pretender ser discípulo de Jesús sino se posee la
caridad, único “camino” del Reino celeste (v.12).

1ª Parte:

Este valor absoluto de la caridad es lo que enseña en la


primera parte del himno al evocar los dones espirituales
de glosolalía (v.1), de profecía, de sabiduría, conocimiento
y fe (v.2) y de asistencia (v.3): sin caridad toda esa riqueza
carismática no serviría de nada.

13,1- “las lenguas de los hombres y los ángeles”:


la asociación de términos contrarios o extremos es un
procedimiento para expresar la totalidad.

: “he incluso de los ángeles”.


Se trata del don de lenguas en sentido perfecto y a nivel
del culto y de una realidad sagrada.

Pero todo esto tan sublime es algo muerto, comparable


a su sonido metálico, vacío y pasajero (notar la
onomatopeya): hablar sin  es hacer ruido como los
más pobres instrumentos de música, es desplazar aire
pero sin producir convicción; el que así habla está hueco
como un címbalo, es como un objeto inanimado (cfr. :
14,7); su sermón no hace más que manifestar el vacío que
hay en él.
13,2:
Del don de lenguas pasa a los carismas intelectuales
bajo su forma más perfecta ( / ).

- Aquí no se refiere a la virtud de la fe teologal,


sino al carisma del taumaturgo (Mt 17,20; 21,21); “mover
montañas” es una locución rabínica para significar “hacer
posible lo imposible”.

 µ- “No tengo ningún valor” (Mt 23,16; 1 Cor 7,19),
“soy inconsistente o ilusorio” (Jn 8,54), “soy inexistente” (2
Cor 12,11): cristianamente, este profeta o gnóstico no
existe. La negación es más fuerte y absoluta que en v.1.

13,3:
Se refiere a los carismas de asistencia presentando sus
formas más extremas y heroicas.

µ significa reducir a pedazos o a bocados para


distribuir (cfr. Hch 4, 34-36). Y no una simple limosna de
los superfluo, sino de quedarse en la miseria ( 
 µ) para socorrer al prójimo según el consejo del
Señor (Mt 19,21).

Y junto a dar los bienes, el don máximo: el de la


persona, entregando el cuerpo, sacrificando la propia vida.
Sin embargo, este don total no sirve para nada (
) sin la caridad; la antítesis es muy expresiva, al
oponer el don total a la nulidad del resultado.

Pero por otra parte el inciso     sugiere que el


amor valorizaría esas renuncias, que la caridad es
“provechosa” y valiosa ante Dios, constituyendo un tesoro
mayor que el que fue dilapidado.
2ª Parte (cuerpo central)

Después de subrayar de manera contundente la nulidad


de las manifestaciones carismáticas -incluido los actos
exteriores brillantes que se suelen considerar expresión
del genio y virtud- y de presentar el  como el máximo
bien, el único necesario, paso ahora a explicar
positivamente en qué consiste este don mejor, necesario
para que el creyente haga algo de valor y sus acciones
sean reconocidas cristianas.

Para ello San Pablo personifica la  y -en lugar de


aplicarle calificativos- le atribuye -mediante 15 verbos- la
iniciativa de la conducta de los fieles en dominios muy
diversos.

Con ello subraya el dinamismo de la , su autonomía


y eficacia. Por lo demás, los 15 verbos se refieren al
prójimo.

13,4  µµ


La paciencia suele aparecer en los salmos como un
atributo divino en la expresión “canto a la cólera”: es la
longanimidad ante las injurias, padecidas sin responder,
sin dar curso al µ.

Lo mismo que Dios frena su Cólera, los Hijos de Dios


deben vencer sus resentimientos y hacer callar sus deseos
de venganza. Es una virtud que va unida al amor y a la
humildad (2 Cor 6,6; Ga 5,22; Ef 4,2; Col 3,12; 2 Tim 3,10).

Supone una gran fortaleza de espíritu y corona al que la


posee de dulzura y mansedumbre (cfr. Ef 4,2). Esta alianza
entre la energía y la benignidad habla claramente de
autodominio.
La µµ establece al cristiano en la serenidad y
paz de ánimo al hacerle clemente para con los que le
ofenden y animoso en la adversidad, triunfante frente a los
males que pueden venir de los hombres o de los
acontecimientos.

Se trata de un amor de nobleza, de respeto y de


generosidad, incluso ante los enemigos. Si el cristiano
puede soportar todas las situaciones ingratas de la vida
cotidiana es porque participa, gracias al Espíritu Santo (Ga
5,22), de la paciencia de Dios.

 - Connota nobleza y excelencia (),


benevolencia y afabilidad ( buen corazón) y
liberalidad.

Sugiere la acogida delicada y generosa del cristiano


para con sus hermanos. Entregado y servicial, se vuelve
útil, se multiplica en previsiones, en ayudas y
beneficencias, siempre teniendo en cuenta la amabilidad,
incluso sonriente.

Indica lo noble del amor fraterno que se prodiga en


cuidados delicados, en detalles de ternura, en
prestaciones espontáneas, en medio de una atmósfera de
encanto y de dulzura exquisita.

Se muestra la alegría por permanecer junto al prójimo


al tiempo que se está dispuesto a la prestación
incondicional. El que tiene el  posee un espíritu
comprensivo y acogedor, un corazón abierto, reparte su
tiempo y sus bienes y se da a sí mismo.

 - Hecho de magnanimidad y generosidad, la


caridad es absolutamente contradictoria a la envidia (que
separa y marca las distancias); el  es satisfacción y
felicidad, mientras que la envidia es esencialmente una
tristeza.

Tales sentimientos de envidia (que incluye también


animosidad y cólera) deben ser repudiados en nombre de
la caridad dulce y magnánima, que se complace en
aclamar la grandeza de los mejor dotados y se contenta
con lo que le ha caído en suerte. Que un caritativo sea
envidioso sería un contrasentido incluso filológico.

 - Difícil de precisar; como en el caso de


 es este el único uso en toda la Biblia y apenas es
usado en el griego profano.

El  se opone a la ligereza de espíritu, al


atolondramiento, a la necia vanidad; es todo lo contrario
de la falta de medida, de la arrogancia y de las palabras
desconsideradas, sean de frivolidad o de insolencia; ignora
la ostentación y la jactancia. La caridad es discreta y
modesta, observa la medida y el modo conveniente, se
caracteriza por la seriedad y claridad de juicio, y jamás
obra de forma desconsiderada.

 - “No se hincha”.


La verdadera caridad es lo contrario de la vanidad de
quienes se creen virtuosos y dan muestras de su
superioridad sobre los demás. El verdadero amor de
caridad no se engríe, no rechaza ni ofende a nadie, sabe
situarse al nivel de los más humildes, le repugna toda
falsificación, todo apropiarse de una falsa grandeza.

13,5  µ
La caridad no emplea malos procedimientos, evita lo que
puede chocar o escandalizar, toda conversación mal
educada o hiriente. Se trata en el fondo de la virtud de la
decencia, que actúa de manera delicada y evita los malos
modos y cualquier grosería.
    colocada en el centro de la descripción, es
la nota más característica del amor al prójimo, como
también del amor de Dios y de Cristo hacia nosotros: la
gratuidad, el desinterés (Lc 6,35-36; Rom 5,6-8; 15,1-3). La
caridad es desinteresada.

San Pablo, que ha renunciado a su derecho de vivir el


Evangelio (1 Tes 2,9; 2 Tes 3,8; 1 Cor 9,15; 2 Cor 11,9ss),
invita a los fieles a que no exijan ásperamente lo que les
pertenece, siendo preferible dejarse despojar y padecer la
injusticia ante que levantarse contra los hermanos (1 Cor
6,7).

El  no busca el provecho personal, sino el bien del


prójimo (1 Cor 10,33). Esto se inspira en la conducta de
Cristo, que “no buscó su propio agrado” (Rom 15,3). Si el
discípulo no se pertenece (1 Cor 6,19) ha de vivir en el
olvido total de sí mismo: “que nadie procure su propio
interés sino el de los demás” (1 Cor 10,24; Fil 2,4).

En las relaciones fraternas se piensa en el prójimo más


que en sí mismo, llegando el amor a sacrificarse
personalmente para favorecer el bien del prójimo. La
caridad necesariamente desinteresada al considerar el
prójimo como algo propio (Ef 5,33).

  la caridad no tiene de ningún modo un


carácter punzante ni agrio, no provoca ni irrita, no
exaspera, no se deja llevar por la agresividad ni conserva
sentimientos de aspereza.
    Este verbo puede tener cuatro
significados:

a) “No piensa mal”, es decir, no sospecha del


prójimo.
b) No concibe ninguna de las maquinaciones o
complots (cfr. Zac 8,17) que, según el salmista, es lo
propio de los perversos y orgullosos (Vulgata: “non
cogitat malum”).

c) “no da importancia al mal”, es decir, no


aprecia el mal que descubre en el prójimo, no juzga ni
condena (2 Cor 5,19).

d) “no acusa el mal que se le hace”, es decir


“no lo tiene en cuenta”, “no lo aprende de
memoria”; no sólo que perdona y no guarda rencor,
sino que incluso olvida, de manera que sus
reacciones no están determinadas por el mal recibido
(cfr. Is 38, 17: Yahveh echa nuestros pecados a su
espalda, no quiere pensar en ellos y los olvida).

13,6     


No se alegra por el mal o la injusticia ni siquiera cuando
estos se ceban en los enemigos. El que realmente ama es
imposible que se alegre de un mal que aflige al amado.

    Se alegra por el bien y la virtud (según


la concepción bíblica  es sinónimo de rectitud moral,
de justicia: Rom 2,18; 2 Tes 2,12; 3 Jn 4), incluso en
personan antipáticas.

El verbo  subraya la intensidad y


exteriorización de esta alegría; ambos verbos con la
misma raíz constituyen un superlativo: el caritativo toma
parte en la verdad que reconoce en el prójimo y que hace
suya gozosamente; más aún, lo manifiesta, de manera que
se congratula y aplaude lo bueno y verdadero: no solo se
alegra, sino que manifiesta su adhesión y prodiga
alabanzas.
Por tanto, la caridad es un amor que sabe discernir los
verdaderos valores y se inclina gozosamente a ellos,
aprobándolos y exaltándolos.

13,7  


Este verbo puede significar “soportar” (igual al del
µ final) o bien “cubrir”, “ocultar”.

Tomando este segundo sentido, significa que la caridad,


lejos de proclamar el mal del prójimo, lo encubre con el
manto del olvido, lo disimula con su silencio y discreción.

En lugar de envenenar las relaciones fraternas, el


caritativo presenta las cosas de un modo favorable, calma
los espíritus, excusa los errores y faltas, lima las aristas.

  Llevando consigo un juicio de aprecio y


estima, la caridad está propensa a interpretarlo todo en
buen sentido, de manera favorable, y no por ingenuidad,
sino porque confía en el prójimo. La caridad no es
desconfiada.

  Ante la evidencia del mal, no desespera del


porvenir. Hecho de magnanimidad, espera el triunfo del
bien.

 µ “Todo lo aguanta”.


La caridad resiste sin flaquear todos los males
(ingratitudes, injurias), creyendo y esperando en el prójimo
contra toda esperanza. Es la paciencia incansable que
frente a todas las oposiciones y rebeldías no se
descorazona.

3ª Parte
Después de mostrar el dinamismo del , presenta su
prerrogativa suprema, por la cual es superior a todos los
carismas: es imperecedera.

13,8  -Lit. “La caridad no cae nunca”.


A diferencia de los carismas -que desaparecerán y
caerán- y del amor humano (eros-filía), que es cambiante y
versátil, el amor de caridad se caracteriza por su
permanencia. Esta afirmación general tiene, a la luz del
contexto, dos matices:

a) “No decae”, no deja de obrar; su actividad no


es ocasional o esporádica, sino que el  está
siempre obrando.

b) “Es inmutable, eterno”: la caridad no cambia


su sustancia, sino que permanece eternamente, no se
marchita. A través de toda la evolución del cristiano
la  permanece siempre.

13,9-12
Estos versículos, marcados por la antítesis “ahora-
entonces” ( - ), indican una doble fase de la
economía cristiana: una actual, que es pasajera; otra
futura, que será definitiva y perfecta.

Centrándose en el conocimiento, Pablo afirma las


limitaciones de la condición actual, caracterizado por un
conocimiento limitado de las realidades divinas, de
manera fragmentaria ( µ: de manera parcial, en
datos fragmentarios), al modo del conocimiento infantil (5
veces ) que sólo alcanza a balbucear.

Los carismas, propios de esta etapa de los que tanto


alardean los Corintios, pasarán y desaparecerán (4 veces
el verbo : “reducir a la nada, destruir, anular,
perder su valor”) cuando llegue “lo perfecto”, en la etapa
de la adultez que se caracterizará por un conocimiento
luminoso, consumado, de Dios visto “cara a cara”.

En cambio, la caridad que el cristiano ya posee en este


mundo subsistirá en el otro.

 “Por un espejo”: se trata de un conocimiento


indirecto y sumamente imperfecto, como el que se podía
realizar por medio de los imperfectos espejos de la época.
Frente al conocimiento directo por la visión del objeto, el
conocimiento “por espejos” es conocimiento por un
intermediario (cfr. Rom 1,20: conocimiento de Dios a
través de sus obras en la creación).

 µ Se trata de un conocimiento confuso y oscuro


(cfr. Num 12,6-8) que ha sugerido a san Pablo estas
expresiones). Los carismas de conocimiento y profecía son
un conocimiento todavía muy imperfecto de la realidad
divina.

   “Cara a cara”.


Se trata de un conocimiento directo y sin oscuridad.
Probablemente aparece también aparece una alusión a Ex
33,20: nadie puede ver a Dios sin morir.

Pero se trata de una visión no sensible, sino espiritual


(al µ actual se contrapone el futuro µ, que
es un verbo de conocimiento intelectual). Frente al
conocimiento actual, parcial y oscuro, ver “cara a cara”
será ver íntegramente y en plena luz.

   “Conoceré como soy conocido”.


Nuestro conocimiento celeste estará en función del que
Dios tiene de nosotros. El conocimiento humano se pone al
nivel del divino, pero en dependencia de él: se le asemeja
como participando de su misma naturaleza 17.

  Aparece 25 veces en San Pablo y tiene un valor


exacto de comparación (“lo mismo que”), pero incluye a
veces un matiz cronológico de sucesión y de imitación (“al
modo de”, “de la misma forma que”), sobre todo cuando
se pone a Dios o a Cristo como modelo (Rom 15,7; Ef 4,32;
5,2.25.29; Col 3,13).

Por tanto, “conoceré como soy conocido” no sólo


designa la consecución, sino una participación de la causa
ejemplar y formal: conoceré ya que soy conocido como en
razón o por causa de que soy conocido (cfr. Ef 4,4).

El ver a Dios cara a cara tiene su motivo o razón de ser


en el conocimiento amoroso que Dios tiene de nosotros. Y
al mismo tiempo nuestro conocimiento corresponderá
exactamente al suyo, que lo suscita, y será del mismo
orden.

Frente a la , que desaparecerá (v.8), la 


consiste en un conocimiento directo y práctico, en el
sentido bíblico del término: un conocimiento por
experiencia y connaturalidad, que implica posesión y
comunión de vida con Dios y que conlleva el amor (cfr. 1
Cor 8,3).

13,13:”Todavía ahora subsiste en la fe, la esperanza, la


caridad”.
Siendo los carismas que tanto aprecian los Corintios algo
accesorio y hasta excepcional, sin embargo tampoco todo
queda reducido a la caridad: fe, esperanza, son tres
realidades estrechamente unidas (su actividad se
caracteriza por el verbo “subsiste” en singular).

17
Es un conocimiento también afectivo y amoroso.
µ Significa que las tres virtudes teologales son
estables, pero que también que son de un orden diferente
a los carismas, ya que frente a la transitoria actividad de
estos, como dones pasajeros, fe-esperanza-caridad
“habitan” como morada fija en el creyente.

“La mayor es la caridad”: según todo el contexto es


la mayor sobre todo en la razón de su donación externa.

14,1: “Perseguid la caridad”.


Es la conclusión de todo el capítulo, que ha contado las
excelencias de la caridad, y empalma con 12,31: “aspirad
a los carismas más altos” (el mayor es la caridad: 13,13).

Si los demás dones tienen su valor y se puede aspirar a


ellos, la caridad ha de ser “perseguida”, buscada con
ardor. La expresión sugiere que el cristiano que ha recibido
el don de la caridad (Rom 5,5), debe esforzarse en
ejercitarla en actos concretos; ella debe concentrar toda la
atención y la fuerza del cristiano.

Síntesis teológico-bíblica.

* Todo el capítulo habla, evidentemente del amor al


prójimo. Incluso cuando se afirma que “el amor no pasa
nunca”: frente a lo efímero de los carismas, la caridad
hacia el prójimo permanece como un elemento
constitutivo de la bienaventuranza celestial.

* Sin embargo, asociada a  y  (v.13), se percibe


que el  tiene por objeto a Dios y al prójimo. Más aún,
puesto que los cristianos son “los que aman a Dios” (1 Cor
2,9; 8,3), hemos de referirnos a este amor predominante
cada vez que se trata del amor fraterno (en la línea de la
enseñanza de Jesús sobre el mandamiento principal y
sobre el segundo que se le asemeja: Mt 22,34-40).

* Este amor es presentado como una disposición interior.


Como los carismas es un don de la Gracia, pero superior a
ellos sin comparación (: 12,31). Es la única
realidad religiosa de la tierra que subsiste en el mundo
futuro, más allá de la muerte. Siendo interior al hombre
aparece como un dinamismo extraordinario, una fuerza
que le impulsa a actuar.

* Esta caridad del hombre hacia el prójimo es fruto del ser


amado por Dios (1 Cor 8,3; 13,12). Este amor de Dios al
hombre es el primero y el fundamento; derramado en el
corazón del hombre (Rom 5,5), mana y se difunde hacia el
prójimo.

Por tanto, es una capacidad divina de amar, puesta por


Dios en el hombre, es una fuerza, es plenitud
(radicalmente distinta del  platónico que era deseo e
indigencia). Es efecto y participación del amor por el que
Dios conoce y ama a los hombres: de ahí su impulso a
buscar el bien del prójimo; de ahí que sea tan generoso,
universal y eterno.

Por tanto, es el mismo y único amor aquel que hay en


Dios y aquel por el que hace vivir a los creyentes (si
ponemos a Cristo como sujeto del  en todos los verbos
de 1 Cor 15 nos daremos cuenta no sólo de que le cuadren
bien, sino de que sólo en él se cumplen de manera
perfecta).

* Pablo subraya que la caridad es un valor absoluto. Sin


ella el supuesto cristiano no hace nada de valor (13,1), no
gana nada para sí mismo, no saca ningún provecho (13,3);
más aún, no es nada, es inexistente como cristiano (13, 2:
 µ).

Por contraste está presentando la caridad como el alma


o la vida del creyente, como su principio de acción
inmanente. En relación con 1 Cor 1,30, se puede afirmar
una conexión entre “existir en Cristo” y “existir en la
unidad” más aún, siendo el ágape participación del amor
divino a los hombres, el “ser cristiano” está constituido por
esta relación a Dios, por un lado, y al prójimo al otro.

En este sentido, la moral cristiana no será más que el


desarrollo de este amor: consistirá en vivir conforme a lo
que se es.

* Precisamente por esto no se presenta la caridad de modo


abstracto ni por referencia a un código escrito. Los 15
verbos expresan algunas manifestaciones concretas de
este dinamismo interior. El  en acción es el despliegue
de una fuerza divina que somete las pasiones y los
sentimientos del hombre para orientarlos al beneficio del
prójimo (cfr. Ga 5,13).

* Finalmente, resalta la dimensión escatológica de la


caridad. El amor no pasa nunca, permanece para siempre,
porque es una realidad propia del “eón celeste”,
participada ya en este mundo; es decir, el cristiano, el
amor a los hermanos con la caridad de Dios infundida en
su alma, no hace otra cosa que vivir en la tierra el amor
propio del cielo; el amor cristiano no desaparece porque
tiene la misma naturaleza que la vida eterna, hay una
continuidad entre la vida en caridad y el cielo.
EXCURSUS: LOS CARISMAS.

Al leer 1 Cor encontramos que los carismas parecen ocupar


un lugar importante dentro de aquella comunidad. Los Corintios
apreciaban singularmente estas manifestaciones del Espíritu en
sus asambleas, durante las cuales unos se ponían a profetizar,
otros a hablar en lenguas...

Pablo se ve en la obligación de discernir y clarificar. En


efecto, si los carismas manifiestan la presencia y la acción del
Espíritu en la comunidad cristiana, no es menos cierto que los
cristianos de Corinto aparecen muy aficionados a la
experiencia, a la inspiración, a creerse investidos de la
sabiduría. Pablo descubre que en esta floración de carismas
puede resurgir el antiguo paganismo de los corintios con su
tendencia a las emociones intensas, a las experiencias
extáticas, a los fenómenos orgiásticos y frenéticos... (recordar
los cultos dionisíacos).

Más aún, la especial predilección por el don de lenguas y


por el don de profecía pone en guardia a Pablo frente al peligro
de que estas manifestaciones pongan de manifiesto su secreto
deseo de brillar y llamar la atención en las asambleas, en las
consiguientes disensiones y enfrentamientos.

Como de ordinario, esta situación de hecho da pie a Pablo


para remontarse a los criterios de fe e iluminar desde ellos la
realidad concreta.

Además de 1 Cor 12-14, Pablo trata de los carismas con


amplitud en Rom 12, 3-8 y en Ef 4,1-16. Aunque nunca se da
una definición de los carismas podemos decir que se trata de
dones de Dios -multiformes y abundantes-, distribuidos por El
según quiere, para utilidad común -general y recíproca- en la
edificación de la Iglesia (es significativo que en los tres textos
mencionados se habla de los carismas en un contexto en que
Pablo presenta su visión de la Iglesia como Cuerpo de Cristo y
en función de su unidad):
* En 1 Cor 12-14 Pablo puntualiza que, frente a la
sobreestima de las manifestaciones aparatosas del Espíritu
-y en particular del don de lenguas- los carismas no
pueden ni deben dividir a los cristianos, puesto que, aun
siendo múltiples y variadísimos, todos provienen del
mismo Dios, todos son necesarios o convenientes a la
Iglesia, y todos han sido dados para la edificación del
único Cuerpo de Cristo.

Subraya, además, la primacía de la caridad sobre todos


los carismas; esta primacía exige no romper la caridad por
cuestión de preeminencias carismáticas. Finalmente,
establece la jerarquía de los distintos carismas, que debe
medirse en razón de su utilidad para el bien común de la
Iglesia.

* Los otros 2 textos, de Rom y Ef, insisten de manera


parecida en que la variedad de carismas no rompe la
unidad sustancial del Cuerpo de Cristo; más aún, siendo
los unos miembros de los otros en el único Cuerpo, los
carismas son ejercidos en beneficios de los demás, sin
engreimiento y con espíritu de servicio).

Los diversos catálogos de carismas no son exhaustivos:

* Se cuentan al menos 24 carismas distintos (aparecen


menciones de carismas también en 1 Tes 5,12.19,22; 1 Cor
7,7; Rom 1,11; Ef 3,1-10; Fil 1,1; 1 Tim 4,14; 1 Tim 1,6.

* Y fuera del “Corpus Paulinum”: Mt 7,22; Mc 16,17; Lc


10,17-20; 1 Pe 4,10-11; 1 Jn 4,1ss), que se pueden
clasificar de la siguiente manera:

a) carismas de inteligencia, que consisten en una


especial iluminación de la mente del carismático,
normalmente en orden a la instrucción de los
oyentes: revelación, conocimiento, discernimiento de
espíritus, profecía, hablar en lenguas e interpretarlas,
enseñanza...

b) carismas de servicio, que consisten en cierta


capacitación para realizar en la comunidad diversas
tareas distintas de la enseñanza; a su vez se
subdividen en:

- carismas asistenciales (asistencia, diaconía,


realización de colectas y distribución de
limosnas, beneficencia...)

- carismas de gobierno eclesial (Apóstoles,


profetas, doctores, los que presiden, los que
gobiernan...)

c) carismas de poderes extraordinarios, como la


glosolalía, las gracias de curación, el don de hacer
milagros, el exorcismo...

Finalmente, intentaremos recoger lo que San Pablo afirma


aquí y allá acerca de los carismas y que constituye un hermoso
conjunto de criterios de discernimiento:

1 - Todo auténtico carisma es don del “mismo y único


Espíritu”, que distribuye a cada uno “según su
voluntad” (1 Cor 12, 4 - 11; en este texto aparecen
como sinónimos “carismas”, “ministerios” y
“operaciones”); por tanto, en sí mismo es bueno y
santo.

2 - Frente a la exuberancia carismática de los


corintios, Pablo insiste en que los carismas son
numerosísimos y no necesariamente espectaculares.
El primer criterio de verificación es que estén al
servicio de la fe, que lleven a una fe más nítida y
convencida en el señorío de Jesús (1 Cor 12, 3).

3 - El valor de los carismas está en proporción directa


a su aportación al bien común (1 Cor 12, 7), a su
capacidad de “edificar la Iglesia” (1 Cor 14, 4. 12.
26). De ahí que un carisma más llamativo -como el
hablar en lenguas- que los corintios consideraban
importante, sea de hecho inferior a otros muchos (1
Cor 12, 28-29; 14, 1-25).

4 - Ello indica también que no hay que entender los


carismas única ni principalmente como algo
extraordinario. El símil del Cuerpo, al que recurre el
Apóstol siempre que trata expresamente de los
carismas, sugiere que todos los creyentes tienen
algún carisma, como todos los miembros del cuerpo
tienen alguna función en el conjunto (aunque la
afirmación directa es que todo carisma es para
edificar la Iglesia, también parece indicar que todo
miembro de la Iglesia tiene su carisma: 1 Cor 12, 12-
21).

5 - Más aún, el Apóstol enumera entre los carismas


funciones eclesiales que han ido quedando
integradas en instituciones estables (asistencia,
gobierno, maestros...). San Pablo considera “carisma”
el ministerio de los obispos - presbíteros de la
primitiva Iglesia: “Te insisto en que reavives el
carisma de Dios que hay en ti por la imposición de
mis manos” (2 Tim 1, 6; 1 Tim 4, 14). Y en 1 Cor 7 da
a entender que el matrimonio y el celibato son
carismas. Hablando de su deseo de que todos fueran
célibes como él, afirma: “pero cada uno tiene de Dios
su propio carisma: unos de una manera, otros de
otra” (1 Cor 7, 7).

6 - La variedad de los carismas auténticos no turba la


unidad de la Iglesia, del mismo modo que la variedad
de miembros no atenta contra la unidad del cuerpo.
La unidad se funda en realidades más profundas (un
sólo Cuerpo, un sólo Espíritu, una misma esperanza...
Ef 4, 1-6).

7 - La caridad no sólo es el más alto de los carismas,


sino el alma de todos ellos, pues sin caridad todos los
demás dones no son nada ni aprovechan nada (1 Cor
13, 1-3). (Esto mismo nos sugiere la misma
colocación del capítulo 13 en el centro del todo el
tratamiento de todos los carismas en 1 Cor 12-14).

8 - Por lo dicho, se ve que no existe una


contraposición entre carismas y autoridad, entre
carisma y jerarquía. Como hemos visto, las funciones
de magisterio y gobierno forman parte de los
carismas que el Espíritu concede a su Iglesia (1 Cor
12,28).

Pero además, Pablo afirma que estos carismas de


magisterio han sido “dados” por Cristo a la Iglesia
“para el recto ordenamiento de los santos” (Ef 4,11-
13); ocupan, por tanto, un lugar preeminente entre
los diversos carismas, pues a ellos corresponde la
función de ordenar y aceptar todos los carismas en
orden a la edificación del Cuerpo de Cristo,
garantizando así la unidad de la Iglesia en su
diversidad.

De hecho, Pablo interviene autoritativamente en


los conflictos carismáticos de la comunidad de
Corinto, a la que escribe: “si alguno se considera
profeta o espiritual, reconozca ser mandato del Señor
lo que os escribo; y si alguno lo desprecia, sea
despreciado” (1 Cor 14, 37-38).
EL KERIGMA CRISTIANO: Exégesis de 1 Cor 15,1-11

Desarrollo literario de la perícopa

vv.1-2
Pablo introduce su reflexión sobre “el Evangelio”, en
referencia a su predicación y a la reacción de fe de los
Corintios.

vv.3-5
Recuerda el contenido esencial del Evangelio, que él ha
transmitido después de haber recibido (... 
); y expresa este contenido con 4 frases
kerigmáticas, todas ellas introducidas con .

vv.6-10
Partiendo de la última frase kerigmática ( K: “se
apareció a Pedro”), Pablo engarza al testimonio primitivo
una serie de testimonios sobre la resurrección,
introducidos todos por , entre los cuales incluye el suyo
propio.

v.11 Resume lo dicho, refiriéndose al contenido del anuncio,


suyo y de los otros Apóstoles, y a la fe que ha recibido.

Contexto teológico de la perícopa

Pablo se centra en la predicación del Evangelio, cuyo


contenido esencial es Cristo muerto y resucitado. Insiste
particularmente en la resurrección de Cristo (15,1-11).

Partiendo de la resurrección de Cristo, con el mismo grado


de certeza, se afirma la resurrección de los cristianos, estas dos
resurrecciones, unidas, dan sentido a nuestra vida presente
(15,12-34). Con ello, Pablo da respuesta a algunos cristianos de
Corinto que negaban la resurrección de los muertos (15,12). La
resurrección de Cristo como primicia es causa de la resurrección
de los cristianos (vv.20ss).

Finalmente, los vv.35-58 responden al “cómo” de la


resurrección: con qué cuerpo tendrá lugar. Pablo afirma que el
cuerpo futuro será distinto y superior al actual, aunque en
continuidad de personas. A la presente frase “adamítica”-
terrestre sucederá la futura “crística”-celeste, que superará
cualitativamente la anterior. El día de su venida (15,23), gran
“día de la victoria”, todo lo negativo para el hombre -incluida la
muerte- será definitivamente superado.

Exégesis
v.1  - “Notificar”, “hacer manifiesto”, “dar a conocer”.
El verbo expresa una cierta solemnidad y es usado por
Pablo para introducir un tema importante (cfr. Ga 1,11; 1
Cor 12,3; 2 Cor 8,1). Pablo ya ha anunciado el Evangelio a
los corintios; se trata, por tanto, no de una primera
manifestación, sino de una profundización.

 - “El Evangelio”. El término , lo mismo


que sus afines  y , son particularmente
queridos de San Pablo:

Mt Mc Lc Jn Hc Pabl Hb 1 Pe Ap

 4 8 - - 2 60 - 1 1
 1 - 10 - 15 21 2 3 2
 - - - - 1 2 - - -

Por tanto, usa  60 veces sobre un total de 76, y


 21 veces sobre un total de 54. Pero, ¿de dónde
toma Pablo el término y qué significado le da?.
En el ámbito helenístico, , no sólo por su
etimología, sino en el uso concreto, significa “anuncio
gozoso”, unido de algún modo con la divinidad.

En el AT el término correspondiente hebreo besorah


aparece sólo 6 veces (2 Sam 4,10; 18,20.22.25.27; 2 Re
7,9) y siempre con valor profano: “anuncio de un mensaje
gozoso, recompensa por este anuncio”. En cambio, es
relativamente frecuente el verbo correspondiente (bissar:
23 veces), especialmente en el participio mebasser: la raíz
semítica bsr para contener la idea de “gozo que ha de ser
anunciado”. De particular relieve es el uso del Deutero-
Isaías (Is 40,9; 41,27; 52,7): aquí el anuncio tiene un
carácter claramente religioso-escatológico (cfr. también: Is
60,6; 61,1; Sal 96,2; 1 Cor 16,23). El término era
probablemente usado en la iglesia primitiva, pero con un
significado más limitado (cfr. ¿Mc 1,15: prevalentemente
escatológico?); sin embargo, Pablo le da una impronta y
una amplitud de significado radicalmente nuevo.

Para Pablo, el “Evangelio” es Cristo muerto y


resucitado, que se presenta a la persona y la interpela,
para un sí o para un no, en perspectiva escatológica.
“Evangelizar” es proclamar ( - µ) este
anuncio. La idea de “alegría” no aparece en Pablo unida
estrechamente al contenido y al anuncio del Evangelio. Es
una consecuencia de su aceptación, en cuanto que es
Evangelio de salvación (cfr. v.2). Los corintios ya han
recibido antes este anuncio y ahora Pablo lo recuerda para
que expliciten las consecuencias correspondientes.

 - Los corintios ya han dado una respuesta


plena y positiva aceptando (µ) el Evangelio.

  - “En el que habéis encontrado y mantenéis


(perfecto) vuestra consistencia”, “en el cual permanecéis
firmes”. Precisamente en el Evangelio han encontrado en
el pasado una consistencia estable y la mantienen: Cristo,
objeto del anuncio del evangelio, comunica activamente el
efecto de su muerte y resurrección. Basada en esta
participación (), la comunidad tiene consistencia
permanente.

v.2    - “En virtud del cual sois también salvados”


(lit. “estáis siendo salvados”: presente confirmativo).
Cristo, muerto y resucitado, aceptado mediante la
adhesión de la fe (aquí es la fe a primer nivel), comunica,
mediante la participación en su muerte y resurrección, la
salvación: ésta, según el esquema del AT (liberación de los
enemigos para ser Pueblo de Dios), es la realización plena
de las promesas de Dios, que -superando todas las fuerzas
contrarias- se cumplirán de modo pleno y definitivo en la
fase escatológica.

 - “Si lo mantenéis con firmeza” (también puede


significar “si tenéis bien en mente”). Parece que la eficacia
del Evangelio de Cristo se efectúe plenamente, se requiere
por parte de los corintios que ellos mantengan
permanentemente el Evangelio con su pureza originaria
(“tal como os lo prediqué”) de lo contrario, su adhesión a
la fe (: aoristo ingresivo “creísteis”,
“comenzasteis a creer”) se manifestaría superficial; es
decir, aquella primera adhesión a Cristo se mostraría vana
(: “temerariamente”, “en vano”, “con ligereza”). La
adhesión iniciada a la fe ratificándose y confirmándose con
una actitud semejante y consecuente a la del principio.

vv.3-5
...  - Pablo explica (: “en
efecto”, remite a lo que ha dicho antes) el contenido del
Evangelio. Y lo hace refiriéndose a una tradición que él
dice haber recibido. Las expresiones ... 
 están tomadas del vocabulario técnico rabínico
(cfr. 11,23) e indican la fidelidad absoluta en la transmisión
de lo recibido, la conciencia de no innovar nada, sino de
ser mero transmisor. Tenemos así el testimonio
documentado más antiguo acerca de la Resurrección. Y
esta tradición tiene para Pablo una importancia
fundamental: es lo que antes que nada ( ) anunció a
los corintios (ya al inicio de los años 50, en su segundo
viaje misionero).

     µ µ- “Murió por


nuestros pecados”. Se afirma el hecho de la muerte de
Cristo en relación con nuestros pecados. El carácter
salvífico de la muerte de Cristo forma parte de la
proclamación tradicional anterior a Pablo. Aunque no se
precisa el tipo de relación entre la muerte de Cristo y
nuestros pecados (expiación, sustitución...), la frase
parece aludir al Cuarto Cántico del Señor de Yahveh (Is
53,5: “él fue herido por nuestros pecados”; 53,6: “el Señor
descargó sobre él la culpa de todos nosotros”). Esta
alusión la confirma el remate de la frase “según las
Escrituras” (aunque esta expresión, en plural “Escrituras”,
indica una cierta totalidad: la muerte de Cristo por
nuestros pecados se encuadra en el marco del AT en su
conjunto, releído en perspectiva cristiana).

 - La expresión subraya la cruda realidad de la


muerte. La sepultura es la separación de Cristo de nuestra
percepción sensible inmediata; y la separación se subraya
por la insistencia cronológica: Jesús permanece sepultado
durante tres días.

 - La resurrección de Jesús se presenta con un


verbo que luego llegará a ser de uso común en el NT: ,
“despertar” (y “hacer resurgir”), en sentido activo (cfr.
Rom 4,24; 8,11; Ga 1,1; 1 Tes 1,10; Col 2,12; Ef 1,20, etc...;
el sujeto agente es el Padre); o bien, en sentido pasivo,
“ser despertado” (y “levantado”) (cfr. Rom 6,4-9; 8,34; 1
Cor 15,13.16). Precisamente en 1 Cor 15 las dos formas
gramaticales se alternan: activa (15,15); pasiva
(15,4.13.14.16.20). Es esta con mucho la imagen que
prevalece en Pablo y en el NT en general; la otra,
“levantarse” (: cfr. 1 Tes 4,14) es más bien rara.
La imagen, en su simplicidad semántica, expresa la
situación de muerte (el “sueño” del que uno es
despertado: cfr. Mc 5,35-42) y el paso a una nueva fase de
vida. Después, más allá de la imagen originaria,  /
µ adquieren el significado específico y único del
resucitar de Cristo.

Aquí encontramos este significado: la resurrección es


presentada como un hecho que, iniciado en el pasado,
continúa también en el presente (perfecto). Y el pasivo
(pasivo divino) apunta a que Jesús fue resucitado por el
Padre (cfr. Rom 6,4).

 µ  - El dato cronológico proviene de una


tradición primitiva, nacida probablemente de los hechos
concretos (descubrimiento del Sepulcro vacío...) y que
luego es referida constantemente. Expresa, por la duración
de la sepultura, la realidad plena de la muerte de Cristo y
la distancia que ella comporta con respecto a la vida
presente.

  - Lo mismo que la muerte, también la


resurrección es proclamada “según las Escrituras”. De
hecho, la tradición primitiva encuadra una y otra en el
contexto global de la Escritura (cfr. Lc 24,25-27), a veces
con algún texto preciso como punto de referencia.

Nuestro versículo podría hacer referencia a Os 6,2 (“Nos


dará la vida después de dos días, al tercero nos resucitará
y viviremos delante de él”), pero este texto no se usa en la
catequesis primitiva. En cambio se usa la alusión al Sal
16,10 (“porque no abandonarás mi vida -lit. “mi alma”- en
el Sheol, y no harás que tu santo vea la corrupción”) citado
y comentado ampliamente en Hch 2,24-32.

- “Se apareció”, “fue visto físicamente” (la raíz -, la


misma del latín oculus, indica el ver del ojo). La aparición
es un complemento de la resurrección; el “ser visto”
físicamente implica una manifestación de la presencia de
Cristo resucitado, como un romperse momentáneamente
el velo de la fe (cfr. Jn 20,29).

“Cefas”: (Kephá, “roca”: es nombre que Pablo da


constantemente a Pedro (1 Cor 1,12; 3,22; 9,5; 15,5; Ga
1,18; 2,9.11.14; Juan nos habla expresamente del cambio
de nombre: Jn 1,42). Tanto el nombre como la tradición
que coloca a Pedro en primer lugar en la lista de las
apariciones (Lc 24,34; Jn 20,6.8) indican una preeminencia
de Pedro.

“Los doce”: son los Apóstoles, vistos como grupo;


tienen la función de “testigos de la resurrección “.

vv.6-7
Pablo añade a las apariciones de la primera tradición
otra serie, distinta y quizás independiente. Pone como
cabeza a Santiago, “el hermano del Señor” (Ga 1,19),
personalidad de primer plano en la Iglesia de Jerusalén.

“Todos los Apóstoles” equivale al grupo de los Doce


(es un indicio de la independencia de esta tradición con
respecto a la anterior).

“Más de quinientos”: no se conservan otros


testimonios de una aparición colectiva.

Es de notar la insistencia de Pablo sobre las


apariciones: ellas prueban la existencia de Cristo como
resucitado. Por otro lado, la variedad y la abundancia de
testigos oculares del Resucitado intentan suscitar la
certeza del hecho de la resurrección de Cristo; dada la
importancia central de este hecho para la predicación y
para la fe cristiana (cfr. 15,14.17), Pablo intenta asegurar a
los corintios de que su fe en la resurrección de Cristo se
apoya en un testimonio seguro.
vv.8-10
Pablo aporta también su testimonio, aunque lo pone en
último lugar, ya que los otros testimonios fueron
cronológicamente anteriores y fueron determinantes en el
desarrollo de la fe cristiana en la resurrección. Sin
embargo, conviene resaltar que Pablo usa el mismo verbo
 al hablar de las apariciones de Jesús entre la
Resurrección y la Ascensión y la aparición a él ocurrida
después de la Ascensión. Probablemente, se refiere a la
aparición de Jesús en el camino de Damasco (cfr. Hch 9,17:
I  , en boca de Ananías; Hch 26,16:  ,
en boca de Jesús; Hch 22,14:   , en boca de
Ananías; en los dos últimos relatos se añade además que
Pablo ha de ser testigo “de lo que ha visto” y oído: 22,15;
26,16), aunque no se excluyan otras “visiones y
revelaciones” también experimentadas por el Apóstol (cfr.
2 Cor 12,1-6). En todo caso es este hecho el que hace que
Pablo -que no ha visto ni conocido al Jesús terreno- se
considere Apóstol en el mismo grado y con los mismos
derechos que los Doce (cfr. Ga 1,1.11-12; 2,7-8).

Por lo demás, esta conciencia -a la que Pablo apelará


frecuentemente para imponer su autoridad a sus
comunidades- no le impide considerarse simultáneamente
“el último (o “el más pequeño”) de los Apóstoles”, “indigno
(...: no están a la altura) de ser llamado Apóstol”,
“aborto” (µ tiene un sentido genérico de tono
despreciativo), debido a su condición de perseguidor de la
Iglesia.

Como en otros textos, Pablo se debate entre la


conciencia de su indignidad y la conciencia, no menos
clara, de ser plenamente Apóstol. Este contraste es
superado por la  creadora de Dios (“por la Gracia de
Dios soy lo que soy”). La  es la “benevolencia activa y
eficaz de Dios” que le ha preparado, le ha convertido en
Apóstol (cfr. sobre todo Ga 1,15-16) y lo sigue
manteniendo y confortando en sus fatigas apostólicas,
hasta el punto de que la Gracia se convierte en sujeto y
protagonista principal de su actividad (“no yo, sino la
Gracia de Dios conmigo”: es decir, Pablo reconoce trabajar
hasta la fatiga (), y al mismo tiempo descubre que
el impulso de este esfuerzo no sale de él ( ) sino de la
fuerza poderosa de la Gracia que le toma consigo ( µ))
(otros textos paralelos: Ef 3,8; 1 Tim 1,12-16; 2 Cor 3,5;
5,20; 6,1).

v.11
Pablo retoma el tema fundamental de la perícopa, en
referencia explícita de la misma (v.1 y 11: ): el
Evangelio que Pablo y los otros Apóstoles anuncian y que
los corintios han acogido con fe tiene precisamente este
contenido específico: Cristo, muerto y resucitado, presente
y activo como tal.

BIBLIOGRAFÍA específica sobre las Cartas a los


Corintios

A) Comentarios
* J. HUBY, Première épître aux Corinthiens. Ed.
Beauchesme. (Trad. española: Col. “Verbum Salutis”.
Ed. Paulinas; trad. italiana: Col. “Verbum Salutis”. Ed.
Studium).
* C. K. BARRETT, A commentary on the first Epistle
to the Corinthians (Londres, 1971) (trad. italiana: Ed.
EDB).

B) Estudios diversos
* L. CERFAUX, La Iglesia en San Pablo. Ed. DDB.
* C. SPICQ, Agape en el Nuevo Testamento. Ed.
CARES.
* L. LEGRAND, La doctrina bíblica de la virginidad.
Ed. Verbo Divino.
* J. SANCHEZ BOSCH, “Gloriarse” según san Pablo.
Sentido y teología de µ. Ed. Pontificio Instituto
Bíblico.

EL MINISTERIO DE LA NUEVA ALIANZA: Exégesis de 2


Cor 3,1-6

Contexto

La tensión que se había producido entre Pablo y los


corintios ofrece a Pablo la ocasión de profundizar
personalmente y exponer el sentido de su apostolado, y lo hace
con claridad y con pasión.

El apostolado es una misión confiada por Dios (4,1) -como


lo había hecho con Moisés y otros personajes del A.T.- con el fin
de establecer la Nueva Alianza, superior a la primera (3,7-11).

La Nueva Alianza se realiza en Cristo, objeto del anuncio del


Evangelio. El cristiano aceptando a Cristo, es transformado
interiormente por el Espíritu, que le asemeja a Cristo de manera
progresiva y hace de él una imagen de Dios, como Cristo mismo
(3,16-18).

Pablo es “mediador” de esta Nueva Alianza: debe anunciar


el Evangelio, ser “embajador” de Dios y de Cristo (5,20). Ello
comporta en él un contacto particular con Dios y con Cristo y
una apertura sin limite a los corintios.
De ahí que en la vida del Apóstol aparezca una tensión
continua entre la altura de su misión y su fragilidad personal.
Pablo experimenta de modo permanente la desproporción entre
la grandeza de su ministerio y su propia insuficiencia: “Este
tesoro lo llevamos en vasijas de barro para que se vea que una
fuerza tan extraordinaria es de Dios y no proviene de nosotros”
(4,7).

Por tanto, la tensión se resuelve apoyándose en el poder de


Dios, ya que “basta la gracia” y “la fuerza se realiza en la
debilidad” (12,9).

Perfil literario

Pablo parte de la idea de “recomendación” (),


“presentación”.

De ahí pasa a la de “cartas de recomendación”


( ).

Y la idea de carta, a su vez, le lleva a considerar a los


corintios como una carta viviente escrita en el corazón; esta
carta ha sido escrita por el Espíritu, que se ha servido del
ministerio () de Pablo.

Ahora bien, una carta así supera con creces lo recibido y


vivido en la Antigua Alianza.

Exégesis
3,1 Todo tipo de presentación o recomendación es
completamente superfluo. No lo necesita ante los corintios
que lo conocen de sobra. Ni lo necesita de parte de ellos:
la misma comunidad por él fundada, obra del Espíritu, es
una carta de recomendación viva.

3,2 “Nuestra carta sois vosotros”


Pablo es consciente de que la colaboración activa y
eficaz de su ministerio ha producido fruto. La fe y la vida
cristiana que han brotado en el corazón de cada uno de los
creyentes garantizan y autentifican su ministerio como
acción de Cristo a través suyo (v.3: carta de Cristo
redactada por nuestro ministerio).

Por otra parte esta carta no es algo meramente interior


(“en los corazones”), sino visible y legible por todos los
hombres, pues la vida cristiana de la comunidad todos
pueden constatarla.

3,3 Pablo, según su estilo habitual, no desarrolla


coherentemente toda la metáfora de la carta, sino que
considera solo algunos aspectos:

“Vosotros demostráis que sois una carta de


Cristo”
Son una carta que pertenece a Cristo y que es
expresión de Cristo (son los dos matices del genitivo 
). Cristo es el autor verdadero y principal de esta
carta, pues los corintios son como comunidad creyente
una “nueva creación” de Dios en Cristo (2 Cor 5,16-18; 1
Cor 1,30).

El papel de Pablo en esta carta aparece también


precisado, colocado en un verdadero lugar: se trata de un
papel subordinado, pues él es instrumento, servidor,
mediador, ministro ( µ).

Esta carta es realizada mediante la acción interior del


Espíritu (µµ: significa “escrita dentro”) que actúa
en los corazones. El Espíritu, presente y activo en la vida
de los corintios, hace participar a los creyentes de la
realidad y de la energía propias de Dios.

El contenido de esta carta es Cristo mismo en cuanto


grabado por el Espíritu en el corazón de los creyentes
(“carta de Cristo”, carta que es expresión de Cristo), y al
mismo tiempo es una realización de lo que Dios quiere, de
su Ley; pero esta Ley, a diferencia de la antigua, que
estaba escrita en tablas de piedra, está grabada en el
interior del hombre, en su “corazón”.

Se trata del cumplimiento de la profecía de la Nueva


Alianza (Jr 31,33; Ez 36,26), que anunciaba que la Ley de
Dios quedaría inscrita en el corazón del hombre mediante
el don del Espíritu que realiza en el hombre un corazón
nuevo.

3,4 Este orden nuevo de cosas está basado en la confianza o


familiaridad en el acceso a Dios gracias a Cristo. El
ministerio apostólico, como colaboración en el
establecimiento de esta Nueva Alianza, es signo y
expresión de esta confianza.

3,5 Este versículo viene a ser la respuesta a 2,16, donde


Pablo, ante la grandeza del ministerio apostólico, había
exclamado: “para esto, ¿quién es capaz?”.

Ahora reconoce que para este ministerio tiene


capacidad (: “idoneidad”, “capacidad”). Sin
embargo, reconoce igualmente que esta capacidad no
proviene de él (“no que por nosotros mismos seamos
capaces de atribuirnos cosa alguna como propia nuestra”),
sino de Dios (  : notar el valor de la preposición que
indica la raíz de donde brota esa capacidad).

En efecto, Dios mismo ha capacitado al Apóstol (:


v.6), como ministro de la Nueva Alianza.

Por tanto, no sólo reconoce Pablo que él es simple


instrumento o ministro de una obra cuyo autor principal es
Cristo o el Espíritu (v.3), sino que el mismo hecho y
capacidad de colaborar (que experimenta particularmente
eficaz por los frutos que descubre en los corintios)
provienen de Dios, son don y gracia suya, pues por sí
mismo sería incapaz de semejante colaboración por la
altura y responsabilidad que conlleva (2,16), incapaz de
“apuntarse” o atribuirse () nada como logro
propio.

3,6 Pablo es consciente de la novedad que tiene entre manos


(para la cual él y sus colaboradores han sido eficazmente
hechos idóneos): ser ministro de una Alianza Nueva.

Y la novedad consiste en el don del Espíritu, que es el


que vivifica ( µ ). La “letra” de la Ley (alianza
antigua) “mata” al mandar algo para lo que en realidad no
se tiene capacidad (la Ley “no puede vivificar”: Ga. 3,21,
mismo verbo que aquí).

Por el contrario, Pablo es ministro de la Nueva Alianza,


en la cual, mediante la colaboración del Apóstol, el Espíritu
mismo actúa en el interior del hombre (3,3) y lo vivifica
(3,6), capacitándole para cumplir plenamente lo que antes
era imposible: la Ley de Dios, que es la expresión de su
voluntad.
LA COLECTA. Exégesis de 2 Cor 8-9.

Introducción

Con ocasión del encuentro de Pablo y Bernabé con los que


eran considerados “columnas” de la Iglesia de Jerusalén, en el
que quedaron de acuerdo en que S. Pablo iría a los gentiles y
ellos a los circuncisos, S. Pablo dice: “solamente nos rogaron
que nos acordáramos de los pobres, cosa que he procurado
cumplir con todo esmero” (Ga 2,9-10).

Ya en Antioquía, cuando el hambre asoló Palestina, “los


discípulos, cada uno según sus posibilidades, decidieron enviar
algunos recursos a los hermanos que habitaban en Judea; así lo
hicieron y se los enviaron a los ancianos por medio de Bernabé
y Saulo” (Hch 11,29-30).

Luego, a lo largo de sus viajes apostólicos, S. Pablo siguió


preocupándose por los fieles de la Iglesia Madre de Jerusalén. S.
Pablo da mucha importancia a estas ayudas, que considera
expresión de la unidad de la Iglesia y de comunión con esta
Iglesia Madre. Más aún, considera que los gentiles tienen una
deuda con los cristianos de Jerusalén por haber recibido de ellos
los bienes espirituales (Rm 15,27).

En el tercer viaje organizó una colecta general en la que


participaron las Iglesias de Galacia, Macedonia y Acaya.

En 1 Cor 16,1-4 se lo recuerda a los Corintios, dándoles


instrucciones: “Cada primer día de la semana, cada uno de
vosotros ponga aparte lo que haya podido ahorrar”. Y en Rm
15,25-28 afirma que se dirige a Jerusalén para llevar en mano
esta colecta. Sabemos que la colecta finalmente llegó a su
destino por el testimonio de Hch 24,17.

Comentario.
En estos cap. 8 y 9 de 2 Cor, Pablo anima a los de la capital
de Acaya con el ejemplo de la generosidad que han mostrado
las Iglesias pobres de Macedonia (2 Cor 8,1-5) y nombra a Tito
delegado suyo para llevar a término la colecta que había
iniciado en Corinto que espera sea copiosa (8,6-15).

Resulta particularmente interesante analizar las


motivaciones que Pablo despliega para despertar la
generosidad de los corintios en favor de los hermanos de
Jerusalén:

En primer lugar con gran realismo, Pablo presenta el


testimonio de otras iglesias (µ) para estimular la
generosidad de los corintios.

Ahora bien, tiene interés en subrayar que esa generosidad


no consiste en un esfuerzo puramente humano, sino que es una
gracia concedida por Dios (     µ: 8,1); en
realidad, el don de Dios () suscita el don de los cristianos.

Ellos no tenían los medios que tienen los corintios


(“abundancia” 8,14), sino que han dado en situación de prueba
y sufrimiento, han dado desde “su extrema pobreza” (8,2) y lo
han hecho con “rebosante alegría”, dando incluso “por encima
de sus posibilidades” ( vµ:8,3).

Más aún, lo han hecho “espontáneamente” (: 8,3),


hasta el punto de que más que pedírselos a ellos, eran ellos los
que “insistentemente suplicaban que se les concediera la gracia
de participar en este servicio en favor de los santos” (8,4): de
nuevo se califica la limosna y (8,1) el participar en la colecta
como una “gracia”, a la vez que como un “servicio”
().

Por otra parte, quizás San Pablo mira, más que la


materialidad de lo recogido, “el tesoro de su generosidad” (
   : 8,2), es decir, la riqueza interior de
virtudes que la colecta ha suscitado y puesto de manifiesto.
Ello aparece también puesto de relieve en la expresión “se
dieron a sí mismos” ( : 8,5), lo cual sugiere que la
belleza y el valor de un donativo o limosna consiste sobre todo
en la caridad y generosidad del que da, es decir, en que es
signo del don de la propia persona.

Y finalmente, aparece el aspecto “vertical” de la limosna, el


sentido religioso de la misma como ofrenda en cuanto que es
un darse “primero al Señor” (  K); el dar o darse a
nosotros viene después, en la medida en que es “voluntad de
Dios” ( µ ).

Basado en ese testimonio, Pablo vuelve a la comunidad de


los corintios, para pedirles que lleven a término su generosidad
(8,6).

*La palabra  significa tanto “generosidad”


cuanto “gracia”; puesto que en 8,1 ha dicho
expresamente “la gracia que Dios ha otorgado”,
aquí podría estar incluyendo ambos aspectos:
llevar a término esta generosidad, llevar a
término esta gracia dada por Dios.

En 8,7 va a mencionar los diversos dones de los corintios


para invitarles. En primer lugar, también que sobresalgan en
esta gracia-generosidad.

Aparece también aquí el tacto pastoral de Pablo. Tal vez si


lo hubiera mandado sería más fácil y rápida la colecta, sin
embargo, el verdadero fruto de la colecta -el fruto espiritual-
quedaría frustrado. Por eso no lo manda (8,8) ( )

En 8,10 prefiere aconsejar (µ µ), aunque -eso sí-


con toda la fuerza de la fe y de la caridad: “esto os conviene”
(  µ µ). Quiere que abunden en gracia y
generosidad (8,7), en caridad (8,8). Quiere que cosechen en
abundancia (9,6), que aumenten en ellos los frutos de justicia
(9,10).

Nada más lejos de la intención de Pablo que alguno puede


dar “de mala gana o forzado” (µ    : 9,7); al
contrario, insiste en que “dé cada uno según haya decidido en
su corazón”.

Por eso, su insistencia es motivar la actitud interior; si esta


no existe, a Pablo no le interesa la mera obra o fruto exterior; S.
Pablo no instrumentaliza a nadie.

Lo expresa con más claridad y fuerza en otro texto en que


habla de las ayudas recibidas para sí mismo de parte de los
filipenses (Flp 4,10-19): “No es que yo busque el don, sino que
busco que aumenten los intereses en vuestra cuenta” (v.17).

Por eso, Pablo presenta como modelo de generosidad a


Cristo (8,9). Este es el “máximo argumento”: puesto que el
cristiano está “injertado” en Cristo, su comportamiento
encuentra en Cristo la norma, la motivación y el impulso (cfr. el
 inicial).

Ahora bien, el camino de Cristo ha seguido un movimiento


de descenso “siendo rico se hace pobre”:   
(Flp 2,6-11:  ); sin embargo, paradójicamente
-este es el misterio Pascual-, ese descenso conlleva
consecuentemente un movimiento de ascenso: para el mismo
Cristo (Flp 2,9:  ) y para nosotros (se empobrece para --
enriquecernos).

Es la razón fundamental para la generosidad del cristiano:


“vuestra abundancia remedia su necesidad” (8,14).

El cristiano da desde su pobreza, es decir, haciéndose


pobre; caridad -o generosidad- y pobreza van inseparablemente
unidas. Y ello porque esta ha sido la norma del actuar de Cristo;
podía haber dado desde su riqueza -es decir, sin renunciar a sus
prerrogativas divinas-,pero no lo ha hecho así.

Tampoco el cristiano da “desde arriba”; el dinamismo del


misterio Pascual -impreso en él por el bautismo- le lleva a
vaciarse, a despojarse, a hacerse pobre, para vivificar desde la
pobreza.

     K µ I  

  

µ µ

    

Está resumido aquí todo el misterio de la Encarnación, con


el dinamismo consiguiente de despojo hasta la muerte. Y todo
el proceso es presentado como  :gracia y generosidad. El
que ha hecho esto es “Nuestro Señor Jesucristo”: por esta
generosidad suya, por esta gracia amorosa, gratuita y
benevolente somos lo que somos, estamos salvados con todas
las consecuencias temporales y eternas.

Sin esta gracia-generosidad estaríamos definitivamente


perdidos. ¿Cómo no vamos a imitar y continuar esta
generosidad de Cristo? Además, el que ha hecho esto es el
K: ¡cuánto más nosotros! (cfr. Jn 13,12-15). Por otra parte,
¿no sugiere este texto que al hacerse pobre el cristiano no sólo
ayuda a los demás materialmente sino que los enriquece con
los bienes propios de la , es decir, de la gracia de Cristo?. Al
menos es seguro en todo caso que la auténtica generosidad es
la que comparte la pobreza (es lo que indica el µ). Y es sólo
este dinamismo de abajarse a compartir la suerte del pobre, el
que realmente eleva y dignifica al pobre (del mismo modo que
en la estructura de la frase, Cristo, al abajarse, levanta al
hombre a su nivel, dándole a participar de su propia riqueza).

Finalmente, el contexto está sugiriendo la poquedad del


desprendimiento nuestro de bienes materiales en comparación
con el “empobrecerse” de Cristo: Él sí que se despojó de verdad
al renunciar libremente a la gloria -dignidad manifestada y
reconocida- que por derecho propio le correspondía; Él no se ha
dado a medias, reservándose parte, sino que más bien “se
vació”.

De hecho, esta ha sido la actitud del Apóstol: renunciar


libremente a sus derechos en favor del Evangelio: “yo de
ninguno de esos derechos he hecho uso” (1 Cor 9,4-15).

Al proponer el ejemplo de Cristo, Pablo les está invitando a


dar, no de lo que les sobra, sino a “vaciarse” y a “hacerse
pobres” (al estilo de Cristo), dando -como las Iglesias de
Macedonia- “por encima de sus posibilidades” dentro de “su
extrema pobreza” (8,2-3). De esta forma haciendo presente el
misterio Pascual de Cristo, también el cristiano -de manera
misteriosa, pero real- enriquece desde y con su pobreza (
   : 6,10).

Los donativos o limosnas de la colecta son una


comprobación de la sinceridad de su caridad (8,8). Cuando el
Apóstol les invita a la generosidad, no les manda; sí es, en
cambio, el interés por los demás (  ) en esta
colecta, una manera de discernir o comprobar (µ: como
quien separa el oro de la ganga) la autenticidad ( ) de
la caridad específicamente cristiana, que es de suyo interior
().

Un criterio para dar, es según lo que se tenga (  :


8,11), “conforme a vuestras posibilidades” (B.J.). En este
sentido, lo que cualifica y da valor a la acción es la prontitud de
ánimo ( µ: 8,12); ella hace que sea agradable a los ojos
de Dios y de los hombres (), pues la realización
concreta depende de los medios que cada uno tenga (  )
(cfr. Lc 21,1-4: el óbolo de la viuda).

Estos dos últimos aspectos se iluminan mutuamente. Por un


lado, lo interior necesariamente ha de manifestarse hacia fuera,
pues la limosna es comprobación de la autenticidad de la
caridad. Por otro, lo decisivo e importante es lo interior, la
prontitud de la voluntad, pues lo exterior depende de las
posibilidades de cada uno.

Otra motivación es que se trata de establecer la igualdad


(): vv.13.14. La abundancia de unos remedia la necesidad
de otros, de modo que todos tengan lo necesario (v.15). Quizá
al motivar esta igualdad con la cita de Ex.16,18, está queriendo
decir el Apóstol que Dios -donador del maná- es siempre justo y
equitativo, da a cada uno según lo que necesita, y por tanto el
hombre debe imitar la equidad de Dios. Además, tal vez insinúa
que esos desequilibrios -abundancia/necesidad- no vienen de
Dios y que el que disfruta de la abundancia en realidad no es
dueño de ese superávit, ya que Dios ha hecho las cosas de
modo que a nadie le sobre ni le falte.
Quizá también la afirmación del v.14, está aludiendo a la
comunión de bienes, materiales y espirituales, que se da en la
Iglesia, Cuerpo de Cristo (cfr. Rm 15,26-27). Con estos
versículos estaríamos en la línea de los sumarios de Hechos (en
cuanto a la relación de las diversas comunidades entre sí y no
ya de los individuos entre sí en el seno de una comunidad):
nadie llamaba suyos a sus bienes, sino que todo era común
(4,32); no había entre ellos ningún necesitado (4,34); se
repartía a cada uno según su necesidad (4,35).

Esta gracia-generosidad es un servicio realizado


(µ µ) para gloria del Señor (   K ):
8,19. En efecto, mediante este servicio de caridad, los que lo
experimentan “glorifican a Dios por vuestra obediencia en la
profesión del Evangelio de Cristo y por la generosidad de
vuestra comunión con ellos y con todos” (9,13). Y es que esta
profesión del Evangelio y esta generosidad manifiestan “la
gracia sobreabundante que en vosotros ha derramado Dios” (
    µ: 9,14). El servicio de caridad
manifiesta la eficacia de la gracia y por ello lleva a glorificar a
Dios que concede esa gracia (cfr.9,15).

Otro motivo es el del testimonio. Lo mismo que ellos han


recibido el testimonio de otras Iglesias (8,1), son también
invitados a dar testimonio de su caridad a las demás Iglesias:
“mostrad vuestra caridad ante la faz de las iglesias” (8,24) (
   µ...µ    ). Y el
testimonio se convierte en estímulo: “vuestro celo ha
estimulado a muchísimos” (9,2).

Ante el posible temor de pasar necesidad o a quedarse sin


nada, San Pablo invita a la confianza: Dios ama al que da con
alegría y Dios es poderoso para dar al que es generoso todo lo
necesario para su vida en este mundo (9,8). Más aún: Dios es
infinitamente generoso y al que se desprende de algo es favor
de los demás no sólo se compromete a darle lo necesario para
su sustento sino también “multiplicará” y “aumentará” los
frutos de su justicia (9,10); por tanto, la limosna material
produce también un fruto espiritual en el donante, pues
aumenta su santidad.

Incluso aparece una especie de ley del obrar divino (en la


linea de la sentencia evangélica “dad y se os dará”: Lc.6,38): la
generosidad de Dios para con el hombre está en cierto modo
condicionada por la generosidad del hombre para con su
prójimo (9,6: “el que siembra con mezquindad cosechará
también con mezquindad; el que siembra en abundancia
cosechará también en abundancia”).

Por tanto, S. Pablo invita a dar confiando en Dios,


empalmando así con el más puro corazón del Evangelio (los
textos sobre la providencia: Mt 6,25-34; Lc 12,22-34). De esta
forma, el cristiano realiza el ideal del justo del A.T. presentado
en el Ps.112 (citado en 2 Cor 9,9): confiando en Yahvéh, da con
largueza a los pobres y crece su justicia.

Otro beneficio o ganancia de la generosidad de los corintios


-y por tanto otro motivo para ella- es que provocará abundantes
acciones de gracias a Dios (9,11-12.15).
Finalmente, es de notar que en la realización de esta
colecta (que debía llegar a constituir una suma importante) S.
Pablo procede con absoluta transparencia. Es esta una de las
razones que le ha impulsado a pedir a las Iglesias que elijan
delegados para realizar la colecta y llevarla a Jerusalén (8,16-
24): “Así evitaremos todo motivo de reproche por esta
abundante suma que administramos; pues procuramos el bien
no sólo ante el Señor, sino también ante los hombres” (8,20-
21).

LA LEY FUNDAMENTAL DEL APOSTOLADO. Exégesis de


2 Cor 12,1-10.

Las particulares circunstancias en que se encontraba S.


Pablo al escribir 2 Cor le obligaron a tratar abundantemente
sobre la esencia del apostolado auténtico. Especialmente
confidencial e incisivo es el texto que ahora comentamos.

Tras referirse a las “visiones y revelaciones del Señor”,


al hecho de que “fue arrebatado al paraíso oyó palabras
inefables que el hombre no puede pronunciar” (12,1-4); Pablo
añade: “Para que no me engría con la sublimidad de esas
revelaciones,fue dado un aguijón a mi carne, un ángel de
Satanás que me abofetea para que no me engría” (12,7).

Este “aguijón en la carne” se ha interpretado de diversas


maneras18 (una enfermedad, una tentación...). Lo que parece
seguro según el contexto es que, sea
cual fuere su naturaleza concreta, se trata de una prueba que
Pablo considera un obstáculo para su apostolado.

18
Diversas interpretaciones: 1.-una enfermedad, 2.-una tentación (referencia a la carne: el hombre influido por el pecado)
que implicaría el hombre débil, frágil e inclinado al pecado, 3.-pruebas, dificultades, contrariedades de tipo apostólico (se
excluye la primera, por el sustantivo empleado).
v.7 En el San Pablo caracteriza este aguijón clavado en su
carne como un “mensajero de Satanás”, un mensajero
del que tanto para S. Pablo como para la Biblia es
esencialmente:

* el “adversario del Reino de Dios”, el “enemigo del


género humano”, celoso de su dicha primitiva (Sb
2,24).
* el que impide al Apóstol ir a Tesalónica (1 Tes
2,18) o “ciega los espíritus de los incrédulos para que
no brille en ellos la luz del Evangelio, de la gloria de
Cristo” (2 Cor 4,4).

* el que “arrebata la palabra del corazón de los que


escuchan para que no crean y se salven” (Lc 8,12).

v.8 Por tanto las “bofetadas” del “emisario de Satanás”


han constituido una dificultad seria para del trabajo
misionero de S. Pablo. De ahí que haya pedido por tres
veces al Señor verse libre de ellas.

vv.9-10
Caracteriza esta situación como “debilidad” ( ,
palabra ya usada en el v.5 al introducir el tema) y
especifica lo que entiende por “debilidades”: “los oprobios,
las necesidades, las persecuciones, las angustias”, es
decir, aquello que constituye para S. Pablo las pruebas
habituales de la vida apostólica, que ya ha enumerado
antes (2 Cor 4,8-10; 6,4) y que son sufridas “por Cristo”
(12,10).

De hecho, esto cuadra con el uso paulino del sustantivo


 (y el verbo y adjetivo correspondientes); mientras
en el resto del N.T. suelen indicar una enfermedad
corporal, en S. Pablo tienen casi siempre un sentido
“religioso”, designando una debilidad de orden espiritual:
la limitación del hombre en su condición natural, que tiene
necesidad de la ayuda del Espíritu.

Ante la petición de verse libre de esta debilidad (v.8),


que S. Pablo considera un obstáculo, recibe del Señor una
respuesta tajante: “Te basta mi gracia” (v.9; cfr.1 Cor
15,10).

Es decir, lo que consideraba un estorbo que limitaba el


ejercicio de su misión es en realidad una condición que le
permite cumplir su misión sin limites: “En la flaqueza llega
al colmo el poder” (v.9b).

Por tanto, el poder de Dios que actúa en el Apóstol y


por medio de él llega a su culminación, al máximo (es el
sentido del verbo  en la debilidad del instrumento).
El poder de Dios parece como si tuviera necesidad de esta
debilidad para desarrollar todas sus virtualidades, surtir
todos su efectos, llegar hasta el fin.

Se ha producido un cambio en la mente y en la actitud


del Apóstol. Lo que le parecía motivo de intranquilidad se
ha convertido en motivo de confianza.

De ahí su reacción: “Por tanto, con sumo gusto seguiré


gloriándome sobre todo en mis debilidades, para que
habite en mi la fuerza de Cristo” (v.9c).

“Gloriarse” (µ).- Significa la suficiencia del


hombre que se apoya en sí mismo y en sus obras. Propia
del judío, que buscaba la justificación en el cumplimiento
de la ley, la noción paulina de justificación por la fe
excluye radicalmente el gloriarse (Rm 3,27), pues en el
acto de fe el hombre atestigua su insuficiencia de manera
más explícita que en ningún otro acto.
Sólo es legítima la “suficiencia” que el hombre coloca
“en el Señor” (1 Cor 1,30) o, lo que es lo mismo, en su
propia debilidad.

Por tanto, la doctrina acerca de la “debilidad” está


profundamente ligada a la noción paulina de fe, según la
cual la fuerza de Dios opera en el hombre que reconoce su
nada delante de Dios. Así el cristiano se gloría en la cruz
de Cristo (Ga 6,14), símbolo de fracaso y sin sentido,
escándalo, pero manifestación y realización de la infinita
fuerza salvífica de Dios (1 Cor 1,18); por lo mismo, se
gloría también en las propias tribulaciones (Rm 5,3).

“Para que habite en mí la fuerza de Cristo”: el


verbo elegido aquí por S. Pablo () es el que en el
A.T. expresaba la presencia de la gloria de Yahveh sobre el
Arca de la Alianza, después en el templo de Jerusalén,
lugar de la morada de Dios (cfr. Ex 40,34-35; Nm 9,18.22;
2 Cor 5,7-6,2), y el que en el N.T. expresa la presencia del
Verbo de Dios encarnado (Jn 1,14:   µ).

El Apóstol, consciente de su debilidad, y en la medida


en que lo es, viene a ser como una encarnación del poder
mismo de Cristo.

v.10 Conclusión: “Por eso () me complazco en las


debilidades, en las injurias, en las persecuciones y
las angustias sufridas por Cristo, pues cuando
parezco débil entonces soy fuerte”.

Esta especie de “ley” probablemente le fue revelada a


S. Pablo a través de su experiencia apostólica. En el
segundo viaje misionero ha experimentado una serie de
fracasos sucesivos:
- Contradicciones y persecuciones de parte de los
judíos en Filipo (Hch 16,16-40), en Tesalónica (Hch
17,5-9) y en Berea (Hch 17,13-14);
- fracaso de la predicación en el areópago de
Atenas (Hch 17,32-33);

- fuerte oposición en su primera predicación en


Corinto (Hch 18,6).

Pero en este preciso momento Pablo recibe una “visión


del Señor” encaminada a infundirle valor (Hch 18,9-10).

Entonces S. Pablo despojado de toda esperanza


humana, plenamente consciente de su debilidad y
poniendo su confianza en solo Dios, obedece la voz del
Señor. Y Corinto fue probablemente una de las
comunidades más florecientes fundadas por el Apóstol. El
Señor no le había engañado: “Tengo yo en esta ciudad un
pueblo numeroso” (Hch 18-10).

En 1 Cor 2,1-5 encontramos otra confidencia de


S. Pablo, hecha a los mismos corintios, cuando
afrontó la evangelización de su ciudad: “Me
presté a vosotros en debilidad, temor y mucho
temblor; mi palabra y mi predicación no fue en
persuasivos discursos de humana sabiduría, sino
en la manifestación del Espíritu de fortaleza,
para que vuestra fe no se apoye en la sabiduría
de los hombres, sino en el poder de Dios”. Por sí
solo constituye un comentario a nuestro texto de
2 Cor 12,9.

Por lo demás, esta “ley” dirige de algún modo toda la


historia de la salvación y la han experimentado todos
aquellos de quien Dios se ha querido servir para llevar a
cabo su designio salvador.

* Es típico el caso de Gedeón, elegido de la familia


más insignificante de Manasés y siendo el más
pequeño de la casa de su padre (Jc 6,12-16); cuando
se dispone a salvar a Israel Dios le dice:”Es
demasiada la gente que tienes contigo para que yo
entregue en tus manos a Madián. Israel se puede
gloriar luego contra mí diciendo: `Ha sido mi mano la
que me ha librado'“, y “Dios salva Israel con un
pequeño puñado de hombres” (cfr. Jc 7,1-7), como
indicando que el poder del instrumento es un
obstáculo para Dios, mientras que su debilidad le
permite desplegar toda su fuerza.

Dios quiere realizar su designio de salvación por


medio de hombres, pero dejando bien claro que ellos
no son más que instrumentos en manos de Dios (cfr.
2 Cor 4,7).

* Este es también el caso de Abraham, sin


descendencia, ni esperanza, en país desconocido....

* De Moisés, “libertador” de Israel habiendo sido


condenado a muerte antes de nacer (Ex 1,22),
“Salvado” él mismo de las aguas (Ex 2,5-10).

* De David, elegido siendo el más pequeño y en


quien no había pensado ni Jesé ni Samuel (1 Sam
16,6-12), vencedor de un enemigo que le supera
ilimitadamente gracias a que va “en nombre del
Señor de los Ejércitos” (1 Sam 17,45-47), etc.

* Y en el N.T. vemos cómo Jesús quiso que la pesca


milagrosa sucediera después de una noche de
fracaso total (Lc 5,5-11). De este modo los Apóstoles
aprendieron a ser en las manos de Dios instrumentos
capaces de obrar prodigios sin creerse ellos los
verdaderos autores (cfr. también el pasaje ya
comentado de 1 Cor 1,26-29).

S. Pablo ha aprendido esta lección a la luz del


acontecimiento del Calvario:
* En 1 Cor a la luz del misterio de la cruz ha
entendido que en la suprema debilidad reside el
máximo poder (1 Cor 1,18-25).

* En 2 Cor insistirá en que en el apóstol -y en todo


cristiano- se hace presente el misterio Pascual de
Cristo: sufrimientos y consuelo (1,3-7; 7,4), muerte y
vida (4,10-12; 6,9), pobreza y riqueza (6,10; 8,9),
debilidad y fuerza (12,9-10).

Particularmente en el c.11, ha evocado la abundancia


de tribulaciones inherentes a la vida apostólica pruebas
físicas (prisiones, azotes, naufragios, hambre y sed, frío...),
pruebas morales (oposición de los judíos a su predicación,
hostilidad abierta y persecución, hostilidad de los mismos
hermanos cristianos, los judaizantes, a quienes llama
“falsos hermanos”),...

Y así toda su vida. Poco antes de su muerte exclamará


en 2 Tm, carta que es como su testamento: “En mi
primera defensa nadie me asistió, antes bien todos me
desampararon” (2 Tm 4,14-18). Así el Apóstol completa su
configuración con el Maestro, que también fue
abandonado de todos (Mt 26,56).

Pero todo ello Pablo no lo ha vivido con desaliento, sino


con la certeza de la victoria que proviene del misterio
pascual, como cantará con tono exultante en la Carta a los
Romanos: las tribulaciones no sólo nos separan del amor
de Cristo (8,35), sino que son el lugar y como el
“sacramento” en el cual y a través del cual los creyentes
alcanzan la victoria (µ: se trata de un
“supertriunfo”) gracias a “Aquel que nos ha curado” (Rm
8,37).
BIBLIOGRAFIA

a) Comentarios

K.H. SCHELKLE, Segunda Carta a los Corintios. ed.


Herder (col. “El N.T. y su mensaje”)

b) Estudios

L. MONLOUBOU, Oración y evangelización. San Pablo y la


oración. ed. Verbo Divino.

C. SPICQ, Spiritualité sacerdotale d'après Saint Paul. ed.


Dy Cerf, (col. “Lectio Divina”).

S. LYONNET, La Ley fundamental del apostolado


formulada y vivida por San Pablo (2 Cor 12,9), en DE LA
POTTERIE-LYONNET, La vida según el Espíritu. ed.
Sigueme.

TEMA IV
LA CARTA A LOS GALATAS

INTRODUCCION: LA CONTROVERSIA CON LOS


JUDAIZANTES.

Conviene detenernos un poco a examinar el tema de las


relaciones de Pablo con los judíos conversos que seguían
aferrados al valor de la circuncisión y demás prácticas
de la Ley mosaica.

Este es el trasfondo y el tema central de la Carta a los


Gálatas y -en buena parte- de la dirigida a los Romanos.
Pero son también errores judaizantes los que se tienen a la
vista en las Cartas de la Cautividad y en las pastorales, y
contra acusaciones de antiguos correligionarios se
defiende Pablo en 2 Cor.

Ya en el discurso de Antioquía de Pisidia Pablo


contrapone la ineficacia de las obras de la Ley a la eficacia
salvadora de la fe en Cristo (Hch. 13,38s).

Por otra parte, Pablo, que comienza normalmente su


predicación en las sinagogas de los judíos, al ser
rechazado por ellos terminará dedicándose
preferentemente a los gentiles (Hch. 13,45ss; 18,5ss;
19,8ss).

* Por su parte, los judíos convertidos mantenían su


ferviente adhesión al rito de la circuncisión y al
cumplimiento cuidadoso de las prescripciones de la Ley
mosaica.

* La fe en Cristo se consideraba necesaria, pero


cumulativamente con las prácticas mosaicas.
* Si bien es cierto que en la predicación de Jesús quedaba
claro que los bienes mesiánicos estaban destinados a todos
los hombres sin distinción de raza, a los judíos conversos les
parecía natural que la concesión de dichos bienes
estuviera vinculada a las prácticas impuestas en la
Alianza del Sinaí, extendidas ahora a todos los pueblos de la
Tierra.

Ya el hecho de que Pedro bautizase al pagano Cornelio


sin previa circuncisión (Hch. 10) creó problemas a los
judíos convertidos de Jerusalén, a los cuales Pedro tuvo
que dar una explicación (Hch. 11,1-18).

Del mismo modo, Bernabé y Pablo bautizaron a


numerosos paganos en Antioquía sin imponerles
previamente la circuncisión. Pero a la vuelta de su primer
viaje apostólico encontraron soliviantada a la comunidad
porque “algunos que habían bajado de Judea enseñaban a
los hermanos: `Si no os circuncidáis según la costumbre de
Moisés, no podéis salvaros`” (Hch. 15,1) 19.

La controversia determinó un viaje de Pablo y Bernabé


a Jerusalén para consultar el asunto con los Apóstoles y
ancianos. Allí hubieron de enfrentarse con “algunos de la
secta de los fariseos que habían abrazado la fe, los cuales
decían que era necesario circuncidar a los gentiles y
mandarles guardar la Ley de Moisés” (Hch. 15,5).

El concilio de Jerusalén.

El asunto era importante, pues no se trataba de


conversiones de paganos aislados, sino de saber cuál era el
puesto que había que dar en la Iglesia a comunidades enteras.

19
Tesis judaizante.
Por otra parte, es un tema de gran trascendencia
doctrinalmente hablando. Lo que a primera vista puede parecer
pueril es en realidad un problema de enorme gravedad.

En el momento de establecer su Alianza con Abrahán y su


descendencia “para siempre”, Dios había hecho de la
circuncisión el “signo de la Alianza” (Gn 17,11). Y la Ley no sólo
valía para los descendientes directos del patriarca, sino también
para los esclavos y los prosélitos. De esta forma, la circuncisión
se presentaba como la señal de entrada en el pueblo de la
promesa.

Por tanto, ¿cómo dudar de la validez perpetua de semejante


Ley, teniendo en cuenta además que Jesús no había dicho nada
al respecto? A los ojos de los judeocristianos de Jerusalén, los
paganos convertidos al cristianismo pero no circuncidados
corrían el peligro de parecer cristianos de segundo orden, pues
-según sus concepciones- sólo los que aceptaban la circuncisión
pertenecían al pueblo Santo.

Por otra parte, obligarles a la circuncisión era oponer a la


evangelización un obstáculo considerable, ya que para los no
judíos la circuncisión era considerada como una mutilación
degradante.

Pero por encima de las razones de oportunidad pastoral, la


discusión se sitúa en un nivel más profundo: se trata del lugar
de Cristo en la historia de la salvación, del significado del
Evangelio respecto a la Ley; ¿qué novedad han aportado la
muerte y resurrección de Cristo?

Reunida la asamblea, Pedro dice que no salva la Ley de


Moisés, sino la gracia del Señor Jesús (Hch 15,7-11). Santiago,
aduciendo un texto de Amós, apoyó la tesis de que “no se debe
seguir molestando a los gentiles que se convierten a Dios”,
aunque por motivos pastorales, para no herir los sentimientos
de los judíos conversos que, a fuerza de oír todos los sábados la
lectura de la Ley, sentían gran repugnancia a determinadas
cosas, sugiere escribirles “que se abstengan de las
contaminaciones de los ídolos, de la fornicación, de lo
estrangulado y de la sangre” (Hch 15,19-21).

El decreto-carta conciliar se limitará a repetir los términos


de la declaración de Santiago (Hch 15,22-29). En consecuencia,
los gentiles que aceptan la fe, no tendrán que circuncidarse ni
cumplir la Ley mosaica, aunque por motivos pastorales se les
recomienda que se abstengan de comer carnes que hayan sido
sacrificadas a los ídolos y que como tales se venden en los
mercados, que no coman sangre de animales ni -por
consiguiente- animales sofocados (que no hayan sido
debidamente desangrados), y que no contraigan matrimonio en
los grados de consaguinidad y afinidad prohibidos en Lv 18, que
es a lo que se llama “ZENUTH” o impureza (estas
recomendaciones coyunturales desaparecerán cuando las
comunidades cristianas sean exclusiva o mayoritariamente
étnico-cristianas).

El incidente de Antioquía.

Pedro, que al principio no tiene dificultad en compartir la


mesa con los paganos convertidos, se retrae después y se pone
aparte, temiendo a los partidarios de la circuncisión (Gal
2,12ss).

Para comprender la escena es preciso recordar que las


leyes de pureza fueron conociendo en el judaísmo una
interpretación cada vez más rigorista. Era una manera de
defender la propia fe frente a la creciente penetración del
helenismo en el corazón de Palestina. Aunque la Ley de Moisés
no decía nada sobre ello, se introdujo la costumbre de prohibir
las comidas con los paganos, por miedo a verse manchados con
su presencia o con sus alimentos no KASHER.

Ya conocemos las reticencias de Pedro cuando la visión


celestial le invita a casa de Cornelio (Hch 10,10-16). Por su
parte, la comunidad de Jerusalén permanecerá fiel a las
observancias judías. Pablo no se lo reprochará (cfr. 2 Cor 9,20;
Rom 14), pero tampoco admitirá que una observancia libre se
convierta en una cuestión de principio, dividiendo con ello a la
Iglesia. En este sentido, lo que Pablo le reprocha a Pedro no es
un error doctrinal, sino una falta de coherencia en la práctica,
su pusilanimidad ante el grupo de presión judeo-cristiano (Gal
2,14). La comunidad en la mesa tiene que ser un signo de la
unidad en la fe, de la unidad en una sola Iglesia (cfr. 1 Cor
10,17).

La postura de Pablo.

Se comprende que cuando el Apóstol llega a Jerusalén, al


regreso de su tercer viaje misionero, Santiago y los presbíteros,
alarmados por lo que se dice de Pablo, tengan miedo a que la
comunidad judeocristiana lo reciba con hostilidad. Las noticias
del altercado con Pedro iban más allá del Concilio de Jerusalén:
No contento con que no se impusiera a los étnico-cristianos la
circuncisión y la Ley mosaica, Pablo intentaba suprimir las
diferencias entre judíos y gentiles; que fueran iguales ante Dios
y que Pedro hubiera de comer con ellos, les parecía demasiado.

Se comprende que los exaltados de Jerusalén estuvieran en


ascuas, y que incluso los moderados le aconsejaran a Pablo
contemporizar (Hch. 21,23-25).

Y se comprende la opinión encarnizada y permanente de los


judíos en la Diáspora, donde Pablo estaba haciendo estragos
desde el punto de vista del judaísmo ortodoxo.

A juzgar por los datos que aparecen en varias de sus cartas,


tenemos la impresión de que hay unos predicadores judaizantes
que siguen al Apóstol paso a paso, sembrando la confusión
entre las comunidades que iba fundando, y esforzándose en
recuperar para Israel a los gentiles convertidos.

Para obtener mejor lo que deseaban, los judaizantes se


entregaron a una campaña de descrédito; hicieron de Pablo un
apóstol de segundo orden, ya que no había seguido a Jesús en
su ministerio itinerante e incluso había perseguido a la Iglesia
madre.

En este contexto se entienden las frecuentes auto-apologías


de Pablo. Al responder a las acusaciones que se le hacen, Pablo
defiende la autenticidad de su misión para defender de ese
modo la autenticidad de la Salvación evangélica (Gal 1,6-9).

Sobre este trasfondo, se comprende mejor la postura de


Pablo. Es mérito suyo haber descubierto el verdadero alcance
teológico de la cuestión: lo que está en juego es el meollo
mismo del evangelio, la novedad aportada por Cristo.

Por encima de aspectos accesorios, Pablo afirma con fuerza


que lo que salva no es la Ley, sino la fe; lo que justifica, es
decir, lo que hace al hombre justo al hombre delante de Dios,
no son las obras que él mismo realiza cumpliendo la Ley, sino la
fe que, reconociéndose pecador, lleva al hombre a acoger la
redención operada por Cristo en la cruz. Pero si el hombre se
justificase por las obras, entonces Cristo habría muerto en
vano, su redención sería innecesaria e inútil (Gal 2,21).

En este sentido, como veremos más detalladamente en la


exégesis, no hay diferencia entre judíos y gentiles (Gal 2,15-16).
Los privilegios de que han gozado los judíos (Rom 9,4) no
pueden salvarles. La Ley sólo enseña lo que hay que hacer,
pero no da la capacidad para realizarlo, pues es incapaz de
vivificar (Gal. 3,21); incluso aumenta más la culpabilidad al
ocasionar que se peque con conocimiento de causa. Por tanto,
“no hay diferencia alguna, pues todos pecaron y están privados
de la gloria de Dios” (Rom 3,22-23). No hay razón, pues, para
“gloriarse” (Rom 3,27), pues lo que importa no es ni la
circuncisión ni la incircuncisión, sino la nueva creación (Gal
6,15) realizada por Cristo.

De ahí la postura tajante de Pablo: si salva la fe en Cristo y


no la Ley, ni paganos ni judíos tienen por qué vivir sometidos a
ella. La Ley ha tenido el papel de pedagogo hasta que llegase
Cristo (Gal 3,24). Venido Cristo, hemos sido liberados de la Ley:
“ya no estáis bajo la Ley, sino bajo la gracia” (Rom 6,14).
Por lo demás, en la práctica el Apóstol ha sido muy
comprensivo y condescendiente, recomendando abstenerse de
comer carnes consagradas a los ídolos -aún afirmando que
todos los alimentos son puros y que no tiene importancia comer
idolotitos, puesto que los ídolos no son nada- si el comerlos
escandalizaba o molestaba a los hermanos (1 Cor 8,10; Rom
14,15). Pero cuando se trata de “preservar la verdad del
Evangelio” (Gal 2,5), Pablo es inflexible.

LA JUSTIFICACION POR LA FE: Exégesis de Gal 2,15-21.

Después de haber referido su interpelación a Pedro (2,14)


en el contexto del incidente de Antioquía, en estos versículos se
dirige expresamente a los destinatarios de la carta. Por
consiguiente, esta perícopa constituye la transición de la parte
autobiográfica a la parte doctrinal.

En efecto, la parte doctrinal (3,1 - 5,12) va a estar marcada


por el contraste entre fe y obras de la Ley y en 2,16 presenta
Pablo la proposición fundamental que está a la base de todo
el desarrollo posterior.

División.
Se puede dividir la perícopa en dos partes:

a) 2,16:
expresa la posición tomada por los Apóstoles: (µ) fe
en Cristo en vez de confianza en las obras de la ley. Y
lo hace con aserciones positivas que explican la
situación de los cristianos.

b) 2,17-21:
se presentan de manera tumultuosa diversos
argumentos.

A su vez se puede dividir en tres partes:


17-18; 19-20; 21.
La primera y la tercera están caracterizadas por
proposiciones condicionales que expresan
argumentos contra la posición de los judaizantes y
constituyen pruebas “ab absurdo”.

Como es frecuente en Pablo, al argumentar


muchas cosas permanecen implícitas.

vv. 15-16
Pablo introduce el tema de la justificación (el verbo
 3 veces en el versículo):

Se trata de un tema paulino fundamental:


NT 39 veces;
Pablo 27 veces:

Pero no caracteriza todas las cartas paulinas, sino sólo


Gálatas (8 veces) y Romanos (15 veces); está ausente de
2 Cor, Ef, Fil, Col, 1 y 2 Tes, 2 Tim, y Flm.

Más difundida está la palabra , que sólo falta


en Col, 1 y 2 Tes y Flm.

En nuestro texto se plantea el problema del modo con


el que un hombre puede obtener la justificación, ser
reconocido justo, se entiende delante de Dios, de parte de
Dios (3,11:   ).

Estructura.
La estructura literaria pone de relieve las oposiciones
(lo cual corresponde al temperamento de Pablo):

 
(-a)   
(-b)   µ  µ
(+c)    I
(+c +a )   I µ 
µ
(+c )    
(-b )   µ
(-b )   µ
(-a )    

La disposición general sigue una simetría concéntrica.

La afirmación central expresa la posición de los judíos


creyentes: “en Cristo Jesús hemos creído para ser
justificados”. Los elementos precedentes y sucesivos
explicitan las razones de esta toma de posición. Al final se
observa una insistencia en el aspecto negativo.

Pablo introduce innovaciones importantes. En la


predicación cristiana primitiva el elemento negativo del
que era necesario ser salvados y liberados era el pecado.

Sin embargo, Pablo considera aquí de modo negativo la


actividad conforme a la ley, lo cual es enormemente
llamativo, porque se trata de obras justas y buenas. En
efecto, las obras de la Ley son obras justas que procuran la
justificación. La ley define lo que es justo delante de Dios.
Quien quiere ser justificado delante de Dios debe observar
la ley de Dios, realizar las obras de la ley. De por sí, el
hombre es justificado por las obras de la ley (cfr. Lc 1,6).
Sin embargo, Pablo proclama paradójicamente: 
    µ. Más aún, la estructura
literaria revela una fuerte insistencia sobre esta exclusión
de las obras legales, con repeticiones innecesarias desde
el punto de vista lógico y gramatical para rematar la frase
con la negación.

El problema se le ha planteado a Pablo con ocasión de


su apostolado entre los paganos. Para un judío no había
oposición entre fe y ley, no había necesidad de elegir entre
una y otra. Pero Pablo ha visto un problema teológico de
fondo. Ha reflexionado sobre las implicaciones del acto de
adhesión a la fe (notar que µ es un aoristo
ingresivo) y ha visto que se trata de una elección
fundamental entre dos actitudes religiosas opuestas:

* una que consiste en presentarse delante de Dios


con las propias obras,
* otra que consiste en acoger la obra de Dios
realizada en Cristo:

*La primera es una actitud de auto-


justificación;
*La segunda una actitud de renuncia a la auto-
justificación para abrirse al don divino de la
justificación.

Para apoyar su análisis, Pablo ha encontrado un


argumento escriturístico en el Salmo 143, que afirma que
la auto-justificación es un callejón sin salida. En la carta a
los Romanos, Pablo desarrollará este argumento en una
larga demostración (Rom 1,18 - 3,20).

() - Pablo presenta el resultado de su análisis


diciendo que la adhesión de fe a Cristo implica un “saber”.

Se trata de un conocimiento de fe (cfr. Rom 6,9; 2 Cor


4,14). El carácter exclusivo de la frase corresponde al
sentido de la predicación primitiva, que presenta a Cristo
crucificado como el único salvador (cfr. Hch 4,12; Jn 14,6):
el hombre no se justifica sino por medio de la fe en Cristo.
Pero Pablo añade   µ, explicitando algo que estaba
implícito en la aserción fundamental.

De esa manera quiere hacer conscientes a los judíos de


que eligiendo la fe en Cristo, necesariamente han excluido
las obras legales como medio de justificación. Y lo expresa
en el contraste entre   µ y    en
orden a la justificación (expresión cercana a la de Pedro en
Hch 15,10-11).

La justificación.

Ante todo, hay que notar que el problema no se refiere a las


obras de los creyentes. El problema es distinto del tratado en St
2,14-26. En Gal 5,6 Pablo dará una indicación en este sentido.

Pablo considera la base para encontrarse en una buena


posición ante Dios, para ser reconocido justo por él. Se trata del
origen de la justificación:   (4 veces se usa la
preposición ; ¿de dónde obtiene el hombre la justificación?).

La respuesta de Pablo es tajante: la justificación no se


puede “extraer” de las obras de la Ley; el único fundamento
posible para la justificación es la fe en Cristo. Tratándose de la
base del edificio, las obras no valen nada, la única elección
válida es la fe.

*En las proposiciones negativas el verbo va en


presente o futuro: imposibilidad de justificación bajo
el régimen de la Ley.

*En la afirmación central positiva va en aoristo: la


justificación es un evento preciso, un hecho único
completo (valor puntual del aoristo), lo que indica que
la justificación se refiere a la transformación
fundamental del hombre obtenida en el momento de
la adhesión a Cristo por medio de la fe y del bautismo
(1 Cor 6,11; cfr. Rom 5,1.9).

Obras de la Ley.

Según el contexto precedente, Pablo piensa sobre todo en


las observancias de pureza legal y en la circuncisión
considerada como un rito de purificación. Pablo niega su valor
para la transformación profunda del hombre: “la circuncisión no
tiene ninguna eficacia” (Gal 5,6); “no es nada” (Gal 6,15; 1 Cor
7,19).

Pero la fórmula de 2,16 es muy general y se refiere a


cualquier obra mandada por la Ley. Más aún, si no justifican las
obras de la Ley, garantizadas por Dios mismo, ya que la Ley
manifiesta lo que agrada a Dios (Bar 4,4; Sal 147,19-20; Dt 4,8),
con mayor razón son rechazadas todo tipo de obras buenas.

Rom admitirá explícitamente que la Ley es santa, y el


precepto santo, justo y bueno (Rom 7,12), pero negará que este
privilegio se extienda al plano de la justificación. Y dará la razón
(Rom 3,9-19): el hombre se encuentra en una situación de
pecado (cfr Gal 3,22).

La justificación requiere, por tanto, una transformación


personal profunda, de la cual el hombre se encuentra incapaz
siendo pecador; la Ley es externa y no puede operar la
transformación interna necesaria, no hace más que revelar más
claramente el pecado (Rom 3,20; 4,15; 7,7). Con otras palabras,
la Ley no puede vivificar (Gal 3,21).

Fe y Ley.
Ante esta situación desesperada, tanto del judío como del
pagano, Dios propone una solución: creer en Cristo para
encontrar en él la justificación.

La contraposición entre  µ y   subraya que


los creyentes renuncian a buscar su salvación en la Ley para
ponerla en la persona de Cristo mediante la adhesión a él por la
fe. La Ley deja al hombre a merced de sí mismo, pues es él
quien realiza las obras. En el sistema de la Ley el valor del
hombre se funda sobre sus propios esfuerzos, sobre sus propios
méritos; en definitiva, el hombre no tiene otro fundamento que
él mismo.

En cambio, la fe hace al hombre renunciar a sí mismo,


porque consiste en fundar la propia existencia en otra persona,
en apoyarse sobre otra persona para ser hecho justo, en vez de
apoyarse sobre las propias acciones y los propios méritos. La fe,
por tanto, hace salir al hombre de sí mismo, no lo deja
encerrado en sí mismo como la Ley, sino que lo libera
radicalmente del propio egocentrismo poniéndolo en comunión
con Cristo.

Es claro que las dos posturas se excluyen mutuamente


porque se trata de una elección fundamental. En el fondo se
trata de elegir entre Cristo o yo como fundamento último de mi
existencia delante de Dios.

Fil 3,9 lo explicita al identificar la justicia “proveniente de la


Ley” (  µ) con “mi justicia” (µ ) -la que Pablo
ha buscado en su época de fariseo-, contraponiéndola a la
justicia “que viene de la fe en Cristo” (   ), la
cual se especifica como “justicia que viene de Dios” (  
); por eso, Pablo repudia su pasado y considera
pérdida lo que antes consideraba ganancia, buscando “ser
encontrado en Cristo” (no “en sí mismo”) y “apoyado en la fe”
(  ); se gloría en Cristo Jesús y no pone su confianza en la
carne (Fil 3,3).
Ahora bien, esto no significa que Pablo rechace todo tipo de
obras. No tienen ningún valor como base para la justificación,
pero sobre la base de la fe las obras son exigidas; mejor dicho,
el dinamismo propio de la fe requiere las obras. Pero éstas ya
no son las obras de la Ley (aunque puedan corresponder
materialmente a los preceptos de la Ley), sino las obras de la
fe, la cual obra a través de la caridad: (   µ)
(Gal 5,6).

No se trata, por tanto, de una polémica contra las obras sin


más. Es significativo que en el escrito más antiguo de Pablo lo
primero de que habla el apóstol es “la obra de la fe” (  
: 1 Tes 1,3) y que en la Carta a los Romanos (la que más
ampliamente expone la justificación por la fe) insiste a los
creyentes en la necesidad de poner sus miembros al servicio de
la justicia (Rom 6,13.19). Y a lo largo de sus cartas alaba de
diversas maneras las buenas obras. Conviene distinguir los
niveles para no situarse en una perspectiva falsa.

Establecida la única base que puede justificar al hombre


ante Dios, es necesario producir obras, correspondiendo a la
gracia, que no ha de ser recibida en vano (2 Cor 6,18; cfr 1 Cor
15,10). Cfr. 1 Cor 3,11: “nadie puede poner otro fundamento
fuera del ya puesto, Jesucristo”. Pero sobre este fundamento
cada uno debe construir y Pablo dice: “mire cada uno cómo
construye” (1 Cor 3,10).

Situación de los judeo-cristianos.

Puesto que las obras de la Ley no valen en orden a la


justificación, se sigue que la posición de los judeo-cristianos y
de la de los cristianos de origen pagano es exactamente la
misma al nivel más profundo. Lo cual no era fácil de admitir por
un judeocristiano, pues en cuanto judío estaba acostumbrado a
considerarse privilegiado en el plano religioso.

Es lo que evoca 2,15 no sin cierta ironía. Los paganos eran


considerados pecadores, pues no pertenecían al pueblo judío y
no vivían según la Toráh (cfr. Sab 19,13). Pero Pablo sugiere que
también los judíos eran pecadores (lo explicitará Gal 3,11 y
Rom.) y han debido aceptar el camino de la fe para ser
justificados (cfr. Hch 15,11: “creemos ser salvados de la misma
manera que ellos”).

Sin embargo, en cuanto conjunto de preceptos buenos y


justos la Ley no se abandona. Pablo admitirá implícitamente
que es necesario cumplir la Ley, pues la caridad lleva a cumplir
toda la Ley (Gal 5,13-14; Rom 13,8-10; 8,3-4).

 - Se trata de un genitivo objetivo (Cristo,


objeto de la fe). Aunque  sea frecuentísimo en el NT
(241 veces) nunca en todo el NT se expresa la relación de Jesús
con Dios como relación de fe. Por otra parte, en el contexto de
nuestro versículo se habla de creer  . Por tanto se trata
de “fe en Cristo”.

Pero  no expresa sólo la actitud de quien se apoya en


otro, sino también la cualidad de quien asegura a los otros un
apoyo firme.  expresa la cualidad correspondiente al
adjetivo . El adjetivo puede significar “fiel” o “creyente”,
pero también “digno de fe”; más aun, éste es el sentido más
propio. En este sentido, Pablo lo refiere a Dios (1 Cor 1,9; 10,13,
etc.) y habla en Rom 3,3 de la   , es decir, de la
firmeza de Dios, de su veracidad y de su fidelidad
indestructible. Un acto de fe es normalmente el encuentro de
dos : la de quien ofrece un apoyo firme y la de quien se
confía a este apoyo.

Cristo es  (2 Tes 3,3; Heb. 3,2) en el sentido de que


ofrece un apoyo firme, es digno de fe en cuanto Hijo de Dios
glorificado (Heb 3,6). Gal 2,20 muestra otra razón de la 
de Cristo: Cristo nos ofrece un apoyo firme porque ha llegado
hasta el extremo del amor por nosotros; perfectamente
acreditado ante Dios y perfectamente abierto a los hombres y
por tanto capaz de obtener para los hombres la perfecta
comunión con Dios. La fe del hombre en Cristo requiere como
condición de posibilidad la   en este sentido
difícilmente traducible: “sabiendo que el hombre es justificado
gracias a la `fidelidad` de Cristo, en Cristo hemos creído...”
Creemos en Cristo porque Cristo es fundamento seguro de fe.

v.17 Después de la declaración fundamental del v. 16, Pablo


argumenta contra sus adversarios, mostrando que sus
posiciones son ilógicas.

  . Pablo precisa que la justificación es


buscada “en Cristo”. Esta expresión ocupa el lugar de 
  del versículo anterior; la sustitución muestra
que la fe consiste precisamente en salir de sí mismo para
establecerse en Cristo.
El sentido de conjunto del v. es el siguiente: se plantea
la hipótesis ( ) de que los judíos, que buscan la
justificación en Cristo, en vez de mejorar su situación
religiosa la han empeorado (pecadores también nosotros).
Pablo parece rebatir la siguiente tesis judaizante: al
rechazar las observaciones legales que impedían la
comunión de mesa con los creyentes de origen pagano,
Pablo y los demás se han colocado en una situación
religiosa negativa, es decir, la situación de los paganos
pecadores, que “no tienen Ley” (cfr. 1 Cor 9,21).

Si esta hipótesis fuese verdadera, Cristo estaría en


consecuencia () al servicio del pecado. En efecto, la
rectitud de Pablo y los demás era consecuencia de su fe en
Cristo. Por tanto, Cristo habría arrastrado al pecado a sus
apóstoles y discípulos.

Ante esta posible conclusión Pablo reacciona


enérgicamente como ante algo absurdo, impensable. µ
 expresa un rechazo escandalizado, es una
conclusión escandalosa que ha de ser rechazada sin más.
Con ello, Pablo muestra su fe indestructible en la sántidad
de Cristo.
V.18 Aquí el pensamiento es claro: si después de haber
demolido un edificio, un hombre criticado por ello lo
reconstruye como antes, confirma así la crítica recibida,
confiesa que la demolición no estaba justificada.

Pues bien, Pablo ha demolido el edificio de la Ley


dejando de lado diversas observancias y negando el valor
de la Ley para su justificación. Si ahora, cediendo a las
presiones de los judaizantes, reconstruye lo que había
demolido -es decir, proclama con su conducta que la Ley
sigue siendo válida-, reconoce que su comportamiento
anterior era una violación de una Ley válida, una
transgresión. Esto confirmaría el v. 17: buscando la
justificación en Cristo, ha sido encontrado pecador.

Presupuesto de la posición de los judaizantes.

Para ellos sólo hay dos situaciones religiosas


fundamentales:

a) La situación privilegiada de los judíos que poseen la


Ley: “dichosos nosotros, oh Israel, porque nos ha sido
revelado lo que agrada al Señor” (Bar 4,4).

b) La situación catastrófica de los paganos, “sin Ley”,


“extraños a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin
Dios en este mundo” (Ef 2,12), “pecadores”.

Para los judaizantes la fe en Cristo no cambiaba en realidad


esta distinción, pues era el cumplimiento de la promesa, y por
tanto confirmaba la situación privilegiada de Israel.

Sin embargo, Pablo descubre que la venida de Cristo ha


instituido una tercera categoría, nueva. Si los judíos no admitían
la asimilación de un judío al mundo pagano, Pablo se opone a la
asimilación de los paganos al mundo judío, pues percibe otro
nivel de existencia religiosa.
Se trata de la nueva existencia fundada sobre la 
, que se distingue tanto de la situación de los judíos como
de la de los paganos. Es posible una nueva existencia porque
hay un fundamento nuevo, el de la   que no tiene
nada que ver con las obras de la Ley. Pablo ha afirmado la
contraposición en el v.16; y en los vv.19-20 dará cuenta de esta
contraposición definiendo la situación del cristiano, diversa de
la del judío y de la del pagano.

Notar a este respecto Gal 5,6 y 6,15:

 µ
( )
   (= 
µ)
( )
 

En sentido equivalente Gal 3,26-28:


 I (=µ)
      I
(=      
   I/ = 
  , 
)
 E (=)

Es el tema paulino de la justificación como nueva creación


(2 Cor 15,17; Ef 2,15; Rom 6,4, Ef 2,10; 4,24; Col 3,10).
2,19 Los vv.19-20 son los más importantes de la perícopa, pues
definen la situación del cristiano. Y lo hace con
expresiones antitéticas, una negativa y otra positiva.
*La negativa se refiere primero a la relación con la
Ley y luego a la relación con el propio “yo”;
*La afirmación mira a la relación con Dios y con
Cristo.

El v.19 es típicamente paulino en cuanto presenta


expresiones fuertemente antitéticas y paradójicas.

Tres interpretaciones.- (Cfr. S. Juan Crisóstomo: PG


61, col.645):

1.- “Por medio de la Ley de la gracia he muerto (he


sido liberado) a la Ley antigua” (en referencia al
contraste de Romanos 8,2-4 entre la “ley del espíritu
de vida” que libera de la “ley del pecado y de la
muerte”).

2.- “He muerto a la Ley por medio de la Ley” (en


cuanto que, en referencia a Dt 8,15, para obedecer a
este texto de la Torah Pablo ha escuchado a Cristo y
ha abandonado la Ley).

3.- “Por medio de la Ley de Moisés he muerto a la Ley


de Moisés” (todos hemos muerto por ella en cuanto
que ninguno la ha cumplido).

Sin embargo, ninguna de las tres es satisfactoria, entre


otras cosas porque no toman en serio el aoristo .
Para entender la frase hace falta leerla hasta el final:
“estoy crucificado con Cristo”, pues esta afirmación
determina la perspectiva en la que debemos entender la
muerte de Pablo a la Ley.
Tenemos una alusión clara a un hecho histórico
(mismo verbo que en Mt 27,44; Mc 15,32; Jn 19,32).
Pablo usa el perfecto y lo aplica a sí mismo: “he sido
crucificado y permanezco aún crucificado”.
Se trata de una actualización del evento del
Calvario en la propia existencia (de nuevo en 6,14).

 µ
Demuestra una gran unión afectiva y espiritual, una
identificación con Cristo, pero manifiesta ante todo una
doble convicción:

Que Cristo ha tomado consigo otros hombres en su


muerte y que este acontecimiento supera los límites
de la cronología histórica y tiene una actualidad
siempre presente.

Y esta unión con Cristo no la considera un privilegio


suyo (el “yo” que utiliza es un “yo” de ejemplo), sino la
condición de todo cristiano (cfr. Rom 6,6; Gal 5,24), que
actualiza en sí la Pasión de Cristo para participar
plenamente en su resurrección (cfr. Fil 3,10).

Gracias al “estoy crucificado con Cristo” podemos


entender que “el morir a la Ley” se refiere de algún
modo al acontecimiento del Calvario. La muerte de Pablo
en cierto modo es contemporánea de la muerte de Cristo
en el Calvario el Viernes Santo (cfr. 2 Cor 5,14).

Pero quizá Pablo piensa más bien en la aplicación


concreta de este misterio a su existencia, el bautismo,
que es una muerte sacramental según Rom 6,3-4:
Al adherirse a Cristo, muerto por nuestros pecados y
resucitado para nuestra salvación, Pablo ha participado de
la muerte de Cristo. ¿En qué sentido ha muerto?

Pablo ha sido liberado de la Ley mosaica al nivel de su


vida espiritual. La Ley mosaica no tiene ya para él valor
religioso.

Tendrá que someterse a ella en cuanto que viva en


Palestina, como realidad sociológica, lo mismo que uno
que vive en Roma observa el derecho romano. Pero su
existencia religiosa ya no se apoya en este fundamento,
de manera que cuando se encuentre en otro ambiente
podrá cambiar de modo de vivir.

Ahora bien, la ruptura con la Ley no se presenta como


una abrogación, sino que está estrechamente ligada a una
transformación de la existencia. Si fuera una abrogación,
daría permiso para hacer cosas prohibidas por la Ley,
cualquier cosa, y conduciría a un nivel de moralidad
inferior a la Ley.

Se trata de morir a la Ley para vivir para Dios. Esta


expresión no indica una simple intención de vivir al
servicio de Dios, sino una cualidad de vida definida por
una relación perfecta con Dios: vivir en la pertenencia a
Dios (cfr. Rom 6,10).

Por tanto se trata de un movimiento hacia un nivel


religioso más alto, en el que los contenidos esenciales de
la Ley son observados incluso mejor que antes, no por
fidelidad a la Ley, sino gracias al dinamismo interno de la
vida divina. Es lo que Pablo explicará en la última parte de
la carta (5,13 -6,10), excluyendo el libertinaje e invitando
al progreso de la caridad, la cual -dice- cumple toda la Ley
(Gal 5,14).
2,20 Este v. expresa ante todo el aspecto positivo de la vida
cristiana. Subraya todavía la negación del propio “yo”
completando el aspecto negativo descrito en el v.19. Pero
desarrolla sobre todo el tema de la vida, ya presentado en
el v.19.

El texto es riquísimo, pues expresa la relación entre


Cristo y Pablo con una profundidad insuperable, con un
tono de testimonio personal en el que Pablo nos descubre
el secreto de su propia vida. Lo cual no quita que la
afirmación tenga valor general en cuanto que quiere
describir la situación de todo cristiano.

El v. tiene dos partes (la primera hasta  µ ).


Esta primera va estrechamente unida al v. anterior (en
cuanto que  µ es el fundamento de todo)
y expresa la situación fundamental, es decir, la unión a
Cristo crucificado, con sus dos consecuencias, una
negativa (“no vivo yo”) y otra positiva (“Cristo vive en
mí”). El siguiente gráfico puede ilustrarlo:

  

 µ

     µ 

La afirmación “vivo no yo” explica el “morir” del


v. 19. Sólo que , aoristo, refería el hecho de la
muerte como un evento pasado;     expresa la
situación presente. Pero notar que Pablo no dice “no
vivo”, pues sería falso, admite una vida suya () pero
precisa que el sujeto de esta vida suya no es ya el
propio yo ( ) (“vivo, no yo”), otro ha tomado el
puesto principal.

En esto las dos frases se completan: la muerte a la


ley del v. 19 es presentada aquí como una muerte al
propio “yo”. Con ello se ve lo lejos que está Pablo de
una libertad absoluta, de una liberación de la Ley que
conduce al egoísmo. Está indicando que la liberación
con respecto a la Ley no es posible sin la renuncia al
propio “yo” (cfr. Flp 3,9  µ ).

Por otra parte, el “vive en mí Cristo” explica el


“para que viva para Dios” del v.19. El que vive para
Dios es Cristo resucitado, como Pablo explicará en
Rom 6,10. Mi muerte no puede desembocar en una
vida para Dios sino por medio de la unión al misterio
de Cristo. Sólo si Cristo vive en mí, y en la medida en
que dejo a Cristo vivir en mí, mi vida se desarrolla a
nivel divino, en justa relación con Dios.

La frase describe de manera muy expresiva la


transfiguración cristiana del hombre. En la carta a los
Rom., Pablo -en una elaboración más anvanzada- afirmará
la participación en la resurrección: “consideraos muertos
al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús” (Rom. 6,11).

Pero nuestro texto indica que el hombre no puede


alcanzar directamente a Cristo glorioso. La fe une a Cristo
crucificado ( µ) y se deja llevar por el
movimiento del misterio de Cristo, movimiento que lleva a
la aceptación de la muerte en un abajamiento completo, al
cual Dios responde con un ensalzamiento glorioso ( 
).

Al hombre pecador le es imposible alcanzar al Cristo


glorioso; el contacto con Cristo glorificado (  µ )
está siempre condicionado a la adhesión a Cristo
crucificado.

Por lo demás, la manera de hablar Pablo aquí muestra


la estructura interna de la fe, que supera los límites de la
cronología. Si la muerte de Cristo es un hecho pasado, se
presenta como un acontecimiento actual, capaz de
ejercitar un influjo decisivo en mi existencia, capaz de
tomarme en su dinamismo que me lleva a Cristo glorioso y
me transforma en él.

Por otra parte, el creyente es asociado


simultáneamente a la pasión de Cristo y a su glorificación.
Está en la cruz y recibe al mismo tiempo la vida de
resucitado: “estoy crucificado con Cristo ... y vive Cristo en
mí”. (Cfr. 2 Cor 1,4; 4,10-11; 7,4).

Notar, finalmente, la novedad de la expresión “vive


Cristo en mí”. Se trata de un hombre, Cristo, que vive en
otro hombre, el creyente, de modo tan real que la vida del
creyente se atribuye a Cristo más que al creyente mismo.

La segunda parte de la frase se relaciona


estrechamente con la primera, completándola.

Antes ha dicho “vivo ya no yo”; ahora retoca esta


afirmación admitiendo vivir aún sobre la Tierra. Su
existencia mortal no ha terminado. Su asociación a la
muerte de Cristo no se ha completado. Vive aún “en la
carne”, es decir, en la condición humana con todas sus
limitaciones y debilidades, en una existencia sujeta a la
tentación, al sufrimiento y a la muerte. (  puede
significar en Pablo “vida en el pecado”, como en Rom 8,8-9
y Gal 5,16-24, o bien “existencia terrestre” como en 2 Cor
10,2-3).

Antes ha dicho “vive en mí Cristo”; ahora precisa


diciendo “vivo en la fe del Hijo de Dios” mostrando en qué
sentido Cristo toma posesión de la vida de Pablo. La vida
de Cristo penetra en el creyente por medio de la fe y a la
vez el “yo” del cristiano entra en Cristo entrando en la
    . Cristo no se impone, sino se propone,
abre ante el hombre la posibilidad de la vida en la fe, la
cual es vida de él en mí y de mí en él. La fe no se presenta
como adhesión a ciertas verdades, sino como acogida de
la vida de Cristo por parte del creyente. Es de notar que la
expresión es de una interioridad recíproca: Cristo vive en
mí, y yo en Cristo.
Pablo usa la expresión  , pero habla menos de la
presencia de Cristo en el creyente (cfr. Ef 3,17: “que Cristo
habite por la fe en vuestros corazones”); en nuestro texto
subraya esta segunda perspectiva uniéndola a la otra. El
final de la frase da el fundamento de todo. Retomando una
fórmula kerigmática tradicional (1 Cor 15,3; Gal 1,4; Mt
20,28; Mc 10,45), Pablo la transforma revelando
maravillosamente su relación personal con Cristo. He aquí
las novedades:

a) No usa el verbo “morir” ni “darse a sí mismo”,


sino “entregarse a sí mismo” (µ), que añade
al aspecto de don voluntario una connotación más
concreta de contexto penoso; este verbo con un
complemento de persona significa en la Biblia
“entregar a uno a sus enemigos”, “abandonarlo en
sus manos” para que hagan con él lo que quieran.

El verbo evoca la Pasión y es de hecho


característico de los relatos de la Pasión (como del
cántico del Siervo: Is 53,6-12); pero la originalidad
consiste en que aquí es usado con el pronombre
reflexivo: Jesús se entrega a sí mismo; así, la Pasión
de Jesús es presentada como una Pasión voluntaria,
aceptada por los otros.

b) Sustituye el   por el singular  µ. Es


verdad que el singular está contenido en el plural,
pero aquí no hay una afirmación general, sino la toma
de conciencia de una relación personal (  µ:
“a sí mismo por mí”), una relación de persona a
persona que no se deja abstraer en lo genérico.

c) Esta entrega personal de Cristo se presenta


como un gesto de amor ( µ). Además usa
el aoristo, en relación estrecha con : el Hijo
de Dios me dio esta prueba de amor: entregarse por
mí; es decir, llevó su amor por mí hasta entregarse a
sí mismo por mí. Los sinópticos nunca explicitan este
aspecto; Juan insistirá luego mucho.

d) No refiere este acto de amor a “Cristo” o al “Hijo


del Hombre”, sino al “Hijo de Dios”, título que expresa
el ser personal de Cristo en su relación más profunda
y misteriosa, realidad que se ha revelado en la
glorificación de Cristo y de la que Pablo ha recibido
una revelación directa en su conversión (Gal 1,16). El
acto de amor manifiesta la desproporción (el Hijo de
Dios ... por mí) y a la vez su eficacia decisiva, capaz
de transformar todo en la propia vida.

Con ello vemos cómo esta frase muestra el


fundamento y la riqueza de la fe en todas sus
dimensiones. Se puede, por tanto, vivir en la 
, porque Cristo es perfectamente : relación
perfecta con Dios (“Hijo de Dios”) y relación perfecta
con los hombres (“me amó y se entregó a la muerte
por mí”).

2,21 Es una conclusión rápida, tajante.

“No anulo la gracia de Dios” empalma con el


pensamiento dejado implícito: “si buscase la justificación
por medio de la Ley, anularía la gracia de Dios; en efecto,
si la justicia viene por medio de la Ley, entonces Cristo
murió en vano”.

Notar el contraste con el kerigma: “Cristo murió por


nuestros pecados” -”Cristo murió en vano”.

La , el don gratuito de Dios, consiste en el hecho de


que Cristo murió por nuestros pecados (cfr. Rom 3,24-25;
5,8). El que pretende que la justicia se obtiene por medio
de la Ley anula este don gratuito, porque pretende que el
medio para salir de la situación de pecado sea la Ley.
 (lit. “gratuitamente”) toma un sentido irónico
(“en vano”, “inútilmente”, “por nada”).

Si es grave “anular un mandamiento de Dios” (: Mc


7,9), más grave es anular la gracia de Dios, su don
gratuito, pues hiere su corazón en el momento de la
máxima generosidad. Por otra parte, este rechazo pone al
hombre en una situación sin salida al cerrarse a sí mismo
el recurso a la misericordia.

Con Gal 3,1 comienza una nueva parte de la epístola,


preparada en nuestra perícopa y en la que continuará
desarrollando el tema fundamental con sucesivos
argumentos.

LA LIBERTAD CRISTIANA, LA CARNE Y EL ESPIRITU:


Exégesis de Ga 5,13-26

La misma presencia de una parte parenética en esta carta,


constituye, por sí sola,un hecho importante. En efecto,
fácilmente se podría concluir, después de las abundantes y
polémicas argumentaciones de Pablo, que en la enseñanza
cristiana no queda lugar para una parte moral, sino sólo para la
proclamación de la fe, que justifica sin las obras.

Sin embargo, Pablo demuestra con esta parte parenética


que la salvación cristiana no consiste en una salvación por
medio del sólo conocimiento (como en algunos misterios
paganos y en la gnosis herética).
La fe toma al hombre entero, recrea a todo el hombre, y por
eso requiere la adhesión no sólo intelectual, sino también
efectiva y activa: “lo que vale es la fe, que obra por la caridad”
(Gal 5,6).

Por eso, a la predicación de la fe, Pablo une también la


llamada a vivir de la fe:

* Al indicativo que afirma el don de Dios, hace seguir el


imperativo que exige la correspondencia del hombre.

* El indicativo está siempre en la base, como


proclamación de dones interiores, la transformación
radical del hombre.

* Sin embargo, el indicativo no basta: los dones de Dios


tienen que ser realmente recibidos y, como estos dones
son comunicación de vida y de actividad, no son realmente
recibidos sin una correspondiente actividad.
* La actividad requerida por el imperativo no precede al
don proclamado por el imperativo, sino que es posible en
virtud de este don, de esta transformación interior.

En la vida de fe, lo primero es la justificación concedida


gratuitamente por Dios, la cual transforma interiormente al
hombre; y este don interior constituye la base que permite
actuar según el imperativo.

Desarrollo literario

vv.13-15.
Explicitan lo que acabamos de decir, pues se articulan
en dos proposiciones sobre el esquema indicativo-
imperativo.
v.13 -  

vv.14-15.-

vv. 16-25.
Se basan en la contraposición -µ.

Primero se afirma una contraposición de principio


entre la carne y el Espíritu (vv 16-17).

Siguiendo el Espíritu se supera la carne y la Ley


(v.18).

Luego se detalla el comportamiento según la carne


(   ): vv.19-21, al cual se contrapone el
comportamiento según el Espíritu ( µ),
vv.22-23.

Finalmente, carne y Espíritu se ponen en relación con


Cristo: la carne está crucificada con El y su Espíritu da la
vida, que se debe manifestar en la práctica (vv.24-25).

Estilo:

Sigue siendo el de toda carta. Pablo no se preocupa de


dar a su pensamiento una expresión clara, coherente, sin
peligro de confusión. En vez de buscar fórmulas
equilibradas, acentúa un aspecto y después el aspecto
opuesto, con lo que logra un cierto equilibrio, pero no
estático, sino un equilibrio de tensiones contrastantes.
De ahí que Pablo puede ser entendido de manera
unilateral y uno pueda llegar a formarse una idea falsa de
su pensamiento (2 Pe 3,16).

A.- La libertad cristiana

v.13
 es un pasivo teológico: el sujeto sobreentendido
es Dios.(La llamada expresa una intencionalidad de parte
de Dios -elección- que luego se hace personal -vocación:
llamada por el nombre-).

 con dativo puede tener diversos sentidos; el sentido de


destino es el más probable: la vocación cristiana es una
vocación a la libertad, o al menos caracterizada por la
libertad.

“Pretexto para la carne”.


“Carne” (basar) en el A.T. (270 x) expresa la dimensión
corporal del hombre o del animal o bien el hombre entero
bajo el aspecto de la corporeidad en su dimensión visible y
palpable.

Normalmente tiene un sentido negativo: el hombre


como ser transitorio y débil delante de Dios. En Qumrán se
acentúa el sentido negativo: basar significa
“pecaminosidad”.

Este sentido peyorativo es el que predomina en Pablo:


“carne” es el hombre concreto, en su dimensión corpórea,
en cuanto que tiende al mal y al pecado.

Por tanto, la libertad no es indeterminación moral: eso


desataría toda la negatividad del hombre-carne. La
libertad cristiana no se confunde con el libertinaje, el cual
no es verdadera libertad, sino esclavitud camuflada, pues
deja al hombre a merced de sus instintos y tendencias
egoístas ().

Pablo es realista y no ignora las posibles ilusiones. Ve la


necesidad de combatirlas abiertamente, como Pedro en 1
Pe 2,16.

.- Pablo parece contradecirse, pues después de


afirmar en 5,1 que no deben volver a la esclavitud aquí
aconseja hacerse esclavos.

Sin embargo, el uso de  aquí es distinto del que


se hace en 4,25; 4,8-9 o de  en 5,1 pues va
determinado por los complementos:
a)   .- Siendo motivado por el amor y
abrazado por amor, este  no es una opresión
exterior que humille a la persona y le quite su
dignidad, sino un compromiso libre que honra a la
persona y la promueve al nivel más bello y hermoso
del servicio por amor.

b) .- Tratándose de un servicio mutuo, se


evita toda actuación opresiva del , pues no
cabe que se instituyan relaciones de dominación; en
este servicio mutuo todos son siervos y todos son
señores. La fórmula de Pablo expresa una
transformación profunda de las relaciones personales.

Por tanto la verdadera libertad compromete; alejándose


de una libertad egoísta, lleva a “hacerse esclavos” de
manera permanente (el imperativo presente  tiene
un valor continuativo) bajo el impulso () de la caridad, a
imitación de Cristo (Fil 2,5-7).

v.14.
Aparentemente Pablo vuelve a contradecirse: en 5,3 ha
presentado como un hecho negativo el estar obligado a
cumplir toda la Ley. Implícitamente afirma aquí que los
cristianos son fieles a la Ley (esto lo desarrollará en Rom
13,8-10).

La afirmación “la Ley en su totalidad ( µ) ha


encontrado y mantiene su pleno cumplimiento
(, perfecto) en una sentencia” corresponde a
una enseñanza evangélica (Mt 15,17; 7,12; 22,40).

En realidad, no se contradice. La frase no habla a favor


del sistema de la Ley, sino contra este sistema.

En efecto, sugiere que es inútil, pues basta el precepto


del amor al prójimo y todos los demás son innecesarios.

Por otra parte, tampoco dice que la observancia de este


precepto sea la base de las relaciones con Dios. La base es
la fe, por medio de la cual se recibe el Espíritu (Gal 3,2) y
el Espíritu produce en el creyente la caridad (Rom 5,5).

La caridad no es por tanto una observancia por la cual


el hombre se convierte en justo delante de Dios, sino una
vida divina a la que el hombre corresponde en la fe (es
fruto del Espíritu: 5,22 y es actuada por la fe: 5,6).
“Amarás a tu prójimo”:

- la expresión, tomada de Lev l9,l8, no tiene el


sentido restrictivo del A.T., sino
- el sentido amplio que asume en el N.T. (p.e. Mt
5,43-48; Lc lO,25-37).
- Comenzando por los propios hermanos en la fe,
trabaja por el bien de todos ( ) (Gal 6,lO).

v.l5
Probablemente alude -con una amarga ironía- a la
actitud práctica que han asumido los gálatas (“morderse y
devorarse mutuamente”), absolutamente contraria a la
caridad (notar el contraste con v.l3: “servíos
mutuamente”).

B.- La acción liberadora del Espíritu

La perspectiva paulina anteriormente indicada, se pone de


manifiesto en la fuerte insistencia de Pablo acerca de la
docilidad del Espítu:

5,l6 - µ 

5,l8 -   µ 

5,25 -  µ µ, µ  µ

Estas tres frases tienen gran importancia para precisar


la naturaleza de la libertad cristiana y sus condiciones de
posibilidad.

La libertad cristiana no es sólo liberación de la Ley, sino


también liberación de la carne.

Más aún, Pablo muestra aquí que la liberación de la Ley


no existe sin la liberación de la carne, pues quien vive bajo
el dominio de la carne comete acciones que la Ley
justamente castiga. Para ser librados del dominio de la
carne, y por tanto de la Ley, es necesario ponerse del lado
del Espíritu:

- liberación de la carne: v.l6.


- liberación de la Ley: v.l8.
El imperativo (“caminad con el Espíritu”, o “en virtud
del Espíritu”) presupone el indicativo, es decir, la presencia
en nosotros del Espíritu (Gal 3,2). No es posible conformar
la propia conducta a la exigencia del Espíritu sin haber
recibido el don del Espìritu con su luz y con su fuerza.

Y al mismo tiempo, el indicativo se prolonga


necesariamente en imperativo: es decir, para ser
coherente con la transformación operada por el Espíritu, el
que ha recibido el Espíritu debe actuar según el
dinamismo del Espíritu.

Es lo que afirma el v.25: “si tenemos en nosotros la vida


del Espíritu, regulemos también nuestra conducta por
medio del Espíritu.

Antagonismo carne-Espíritu.

La exigencia parenética de Pablo en estos versículos es


muy fuerte.

Pablo no predica un cristianismo fácil, irénico, sin


luchas. Al contrario, nos coloca frente a una opción
necesaria entre dos principios opuestos, la carne y el
Espíritu.

No nos deja en la ilusión de una posible conciliación,


sino que afirma claramente un antagonismo radical: “la
carne desea contra el Espíritu y el Espíritu contra la carne;
son entre sí antagónicos” (5,17). Por tanto son deseos y
tendencias (µ) contradictorios () que provocan
una tensión en el hombre.

Y Pablo afirma que el antagonismo de los principios de


acción presentes en nosotros nos hace imposible realizar
todo lo que quisiéramos: “de modo que no hagáis todo lo
que quisieráis”. Esta segunda parte del versículo no es
idéntica a Rom 7,19 (“no hago el bien que quiero, el mal
que no quiero es lo que hago”);  con subjuntivo no
significa “lo que queréis”, sino “todo lo que quisieráis”.

Por tanto es imposible satisfacer los diversos impulsos


sucesivos, provengan de la carne o del Espíritu. Es
necesario elegir, lo que significa renunciar decididamente
a uno u otro principio de acción.

Por tanto, el camino de la libertad requiere una


renuncia a la carne. Es lo que Pablo afirmará en 5,24: “los
que son de Cristo Jesús han crucificado la carne con sus
pasiones y deseos”.

Lo que queda crucificado es precisamente lo que


constitruye obstáculo a la verdadera libertad (“la carne
con sus pasiones y deseos”, Cfr. 5,13), y esta crucifixión es
unión a Cristo en el amor: Pablo retoma aquí el tema
fundamental de 2,19-2O (“estoy crucificado con Cristo”) y
expresa una renuncia radical, realizada de una vez por
todas (aoristo), la cual incluye sufrimientos (el estar
crucificado no es una posición cómoda).

Esta exigencia, que corresponde a la enseñanza de


Jesús en el Evangelio de “tomar la cruz y seguirle” (Mc
8,34 y par.), preserva de las ilusiones y muestra el camino
de la verdadera libertad y del auténtico amor (a la vez que
manifiesta la profunda unión entre el misterio de la muerte
de Cristo y el don del Espíritu: Cfr. Rom 8,13b).

Superioridad del Espíritu.

Sin embargo, el antagonismo entre carne y Espíritu no


significa que se trate de dos principios antitéticos iguales,
como las doctrinas dualistas.
En efecto, hay una diferencia de naturaleza (no se
habla de Espíritu del bien y Espíritu del mal, sino de carne
y Espíritu) y hay una diferencia de efectos.

Para la carne Pablo enumera una serie de obras ()


malas: pecados en materia de sexualidad, de religión, de
relaciones humanas y de templanza.

En cambio, para el Espíritu no habla de obras, sino de


frutos (), no en plural de dispersión, sino en el
singular de unidad. La palabra “fruto” evoca una
fecundidad profunda en vez de una simple actividad
externa (“obras”).

En Ef 5,11 se subraya el contraste entre “obras” y


“fruto” con la expresión ( ) (“obras
infructuosas”).

La lista correspondiente a  no es una simple lista


de virtudes, sino que incluye el gozo y la paz, que son
dones de Dios y signos de su bendición.

Esta superioridad da sentido a la exhortación de 5,16:


“Caminad con el Espíritu y no correréis el riesgo de llevar a
término el deseo de la carne”. Con ello, Pablo subraya que
el Espíritu es más fuerte y da la victoria sobre la carne.

Por tanto, la actividad del cristiano consiste ante todo


en un esfuerzo positivo de docilidad a los impulsos del
Espíritu Santo. Como indica 5,18, se trata de “dejarse
guíar”:  en sentido medio indica la aceptación dócil y
activa de los impulsos que da el Espíritu Santo. La actitud
cristiana no es meramente defensiva; quien es dócil al
Espíritu vence las tendencias de la carne casi sin darse
cuenta (cfr. 1 Jn 4,4).
En conclusión, la libertad cristiana aparece así como un
don de Dios, una victoria divina realizada por medio de la
cruz de Cristo y hecha efectiva en nosotros gracias a la
presencia y a la acción del Espíritu Santo, que debemos
acoger en toda nuestra vida (5,16.25).

a.- Obras de la carne y frutos del Espíritu.

Finalmente, veamos en particular el significado de cada


una de estas obras de la carne:

: “Fornicación”
Todo tipo de relación sexual ilícita.

: “impureza”
Estado general de contaminación, referido a todo la
vida;
es el contrario de “santificación”.

: “Libertinaje”
Actitud licenciosa y disoluta de quien se abandona
a la instintividad pasional en el campo sexual.

: “Idolatría”
Culto a los ídolos;
referido a los cristianos, probablemente indica
alguna práctica unida a ella (banquetes sagrados,
prostitución sagrada...) o a una concepción idolátrica
de la vida (como esperar supersticiosamente del ídolo
curaciones).

µ: “Hechicería”
Uso de infusiones, filtros, drogas, estupefacientes,
en daño de otros o en provecho propio, como práctica
supersticiosa.

: “Enemistades”
Actos repetidos de hostilidad recíproca.

: “Discordias”
Litigios, pleitos.

: “Celos”
Un amor fuera de sitio.

µ: “Ira”, “cólera”


Ataques o brotes violentos de ira.

: “Intrigas”
Una mezcla de adulación y prepotencia.

: “Discordias”
Falta de acuerdo, de entendimiento, que tiende a
formar grupos contrapuestos.

: “Disensiones”
Divisiones sectarias e intolerantes.

: “Envidias”
En sus diversas formas.

µ: “Borracheras”
Con todos los efectos que se siguen de ellas.
µ: “Orgías”
Actitud disoluta en las comidas.

Acerca de estas obras de la carne, Pablo afirma


tajantemente: “Quienes hacen tales cosas, no
heredarán el Reino de Dios”.

(Cfr. los diversos “catálogos de vícios”: Rom 1,29-


31; 13,13; 1 Cor 5,10-11; 6,9-10; 2 Cor 12,20-21; Ef
4,31; 5,3-5; Col 3,5.8).

b.- El fruto del Espíritu se especifica en los


siguientes aspectos:

: “Amor al prójimo”


Como valor absoluto de la vida cristiana (cfr. 1 Cor
13).

: “Alegría”
Conciencia de ser salvados, individual y
comunitaria.

: “Paz”
Sinónimo de “alegría”, tiene un significado más
objetivo: es el bien (Shalom) mesiánico, Cristo mismo
(cfr. Ef 2,14) que se comunica al hombre;
la paz psicológica es una una toma de conciencia
de todo esto, unida directamente con la acción del
Espíritu .

µµ: “Longanimidad”
Apertura, amplitud de ánimo, de corazón;
incluye la paciencia pero va más allá, indicando una
disponibilidad sin límites hacia los otros.
: “Benevolencia”
Es el querer constantemente el bien de los otros en
sentido activo.

: “Bondad”
Es la bondad entendida como base de la
benevolencia: probidad, rectitud, ordenadas siempre
a la búsqueda del mayor bien de los otros.

: “Confianza”
Es aquella confianza que uno da y recibe de los
otros, propia de la fe en sentido estricto. También
“fidelidad”.

: “Mansedumbre”
Es la bondad, la serenidad, la benevolencia a pesar
del mal de los otros.

: “Dominio de sí”


Referido muchas veces al comportamiento sexual
(cfr. 1 Co 7,9), tiene de por sí un significado más
general e indica la superación de la pura
instintividad, que permite no seguir “la carne”.

“Contra personas de este tipo -concluye


Pablo- no hay Ley”.
La Ley no tiene nada que decir contra las actitudes
que el Espíritu produce en la existencia cristiana.
Por eso 5,l8 afirma: “Si os dejáis guiar por el
Espíritu, no estáis bajo la Ley”.
La vida cristiana está caracterizada por el don del
Espíritu y, por tanto, no queda encerrada en el viejo
sistema de la Ley, sino que se sitúa a otro nivel.
(Cfr. Los “catálogos de virtudes”, menos extensos
y esquematizados que los catálogos de vicios: 2 Cor
6,6; Ef 4,2-3.32; Col 3,12).

BIBLIOGRAFIA específica de la Carta a los Gálatas


a) Exégesis y comentarios:
-H.SCHLIER, La Carta a los Gálatas. Ed. Sígueme
-J.M.GONZALEZ RUIZ, Epístola de San Pablo a los
Gálatas. Madrid, 1964 (Insti. Español de Estudios
Eclesiásticos)
-A.VIARD, Saint paul. Epitre aux Galates. Ed. Gabalda
(col. “Sources Bibliques”)
b) Estudios diversos:
-L.CERFAUX, El cristiano en San Pablo. Ed. DDB
-B.REY, Creados en Cristo Jesús. La nueva creación
según San Pablo. Ed. Fax
-C.SPICQ, Vida moral y Santísima Trinidad según San
Pablo. (original en francés: Ed. Du Cert trad. Ed.
Benedctinas, México)
-F.PASTOR RAMOS, La libertad en la Carta a los Gálatas.
Ed. Verbo Divino

TEMA V
LA CARTA A LOS ROMANOS

DIOS JUSTO Y JUSTIFICADOR: Exégesis de Rm 3,21-26

Perfil literario.
El estilo, complejo y forzado, no da a la perícopa un
desarrollo claro. Siguiendo la palabra-clave ,
“justificación”, podemos fijar estos puntos de desarrollo:

3,21-22a:
La justificación es preparada por el A.T. y realizada por
Cristo; el hombre la recibe mediante la fe.

3,22b-24:
Los hombres se encuentran todos, de hecho, en una
situación de pecado, completamente opuesta a la
justificación, que se realiza como puro don de Dios en
virtud de Cristo.

3,25-26:
Dios, justo y justificador, ha manifestado esta
característica suya en el pasado y la manifiesta ahora:
siempre en relación de dependencia con respecto a Cristo.

vv. 21-22a
 .- “Pero ahora”.
Tras una exposición detallada de la situación de pecado,
primero con referencia a los judíos (2,17-3,8), luego
generalizada (3,9-19), Pablo afirma la justificación
mediante la fe (3,21-31).

Pablo tiene conciencia de estar viviendo en una etapa


nueva y definitiva de la historia: el misterio escondido
desde siglos eternos se ha manifestado “ahora” y ha sido
dado a conocer a todos los gentiles (Rm l6, 25-26; Col
1,26); cuando llegó “la plenitud del tiempo” envió Dios a
su Hijo para rescatar a los que estaban bajo la Ley (Ga 4,4-
5).

Frente a la situación de pecado en que se encontraba la


humanidad -judíos y gentiles- de manera irremediable, nos
encontramos en la era escatológica, pues la salvación de
Dios ha irrumpido en la historia.

 µ.- “Fuera de la Ley”, “independientemente


de la Ley”.
Se trata, evidentemente, por todo el contexto, de la Ley
del A.T., la cual, no siendo cumplida de hecho (2,17-24), ha
llevado a una situación de condena, provocando al mismo
tiempo una mayor conciencia del pecado (3,19-20).

 .- “ La justicia de Dios”.


Se trata de la justicia salvífica de Dios, que justifica al
hombre gratuitamente mediante la fe (cfr. 1,16-17),
aquella justicia por la que Dios hace al hombre justo.

La justificación es el “equilibrio” entre la “medida”


establecida por Dios con respecto al hombre y su
actualización real y concreta en cada hombre. Es “de Dios”
en el sentido de que es Él la causa eficiente de su
realización.

.- “Se ha manifestado y permanece”


(perfecto).
Es la manifestación permanente iniciada con Cristo y
que perdura la Iglesia.

“Testimoniada por la fe y los profetas”.


Toda la Escritura en su conjunto expresa la acción
justificante de Dios, que aparece en los diversos tipos de
intervenciones en favor del pueblo de Dios.

La afirmación no es exagerada ni gratuita, y de hecho


Pablo procurará a lo largo de su carta demostrar lo que
dice mediante argumentos tomados de la Escritura; las
citas son abundantes pero baste sólo algún ejemplo de los
más importantes en relación con cada una de las tres
grandes partes de la Escritura:
*de la Ley (Torah):

Pablo cita especialmente Gn 15,6, en que se


habla de la fe de Abraham ante la promesa que Dios
le hace de una gran descendencia (Rm 4,3 y todo el
cap. 4; cfr. Ga 3,6ss). “Abraham creyó y le fue
reputado como justicia”.

Como la promesa de Dios y el acto de fe en


Abraham son anteriores a la circuncisión, Pablo
deduce que la justificación no está ligada a la Ley, no
depende del cumplimiento de la Ley y de la
circuncisión, sino de la fe.

*de los profetas:

Pablo aduce el texto de Habacuc 2,4 (“el justo


vivirá por la fe”), ya que en la conexión entre justo y
fe ve una afirmación de la justificación por medio de
la fe (Rm 1,17; Ga 3,11), en contraste con Lev 18,5
(vivir por las obras), según un método de
interpretación rabínico común en su época.

*de los salmos:

-”no hay quien sea justo, ni siquiera uno solo”


(Sal 14,1 = Rm 3,10).

-”nadie será justificado ante él” (Sal 143,2 =


Rm 3,20; Ga 2,16).
-”dichoso el hombre a quien se le han
perdonado los pecados... a quien no le han
imputado sus delitos” (Sal 32,1-2 = Rm 4,7-8).

  I .- “justicia de Dios por medio de


la fe en Jesucristo”
Propia de Dios, la acción justificante requiere en el
hombre la apertura de la fe. Se trata de “fe en Jesucristo”
(lit. “de Jesucristo”: cfr. comentario a Ga 2,16) en cuanto
que él es el objeto de la fe y, al mismo tiempo el
fundamento de ella.

   .- “para todos los que creen”.


Esta justicia o justificación de Dios va dirigida a ()
todos los que creen. Es decir, para la realización de la
justificación se requiere por parte de todos,
indistintamente y continuamente (: participio
presente), la fe.

vv.22b-24
   .- “pues no hay diferencia”.
Todos -judíos y griegos- están al mismo nivel: sólo por la fe
se obtiene la justificación.

  µ
He aquí la explicación () de por qué todos están al
mismo nivel: ha habido una situación de pecado que
afecta a todos () globalmente.

Esta afirmación Pablo la ha razonado y fundamentado


abundantemente en los capítulos anteriores: tanto los
gentiles (1,18-32) como los judíos (2,1-11) están bajo la
cólera de Dios porque han pecado; y concluye en 3,10,
citando el Salmo 14: “ya demostramos que tanto el judío
como el griego están todos bajo el pecado, como dice la
Escritura: 'No hay quien sea justo, ni siquiera uno solo'“.

     


A este pecado que Pablo constata en el pasado (µ,
“pecaron”, aoristo), realizado históricamente,
corresponde una situación permanente que se extiende
también al presente: “todos están privados” (:
carecen, presente continuativo) de la gloria de Dios.

La “gloria” (Kabôd).
En el lenguaje semítico el valor que se manifiesta y se
participa. Referido a Dios, “gloria” es una manifestación,
una participación de lo que Dios es20.

Dios toma la iniciativa de esta manifestación-


participación (aspecto descendente de la gloria) y el
hombre se da cuenta, reconoce esta manifestación-
participación y reacciona aceptando: glorifica a Dios,
expresando en su comportamiento lo que ha recibido de
maneras diversas (glorificación litúrgica, de la vida, etc.),
las cuales constituyen el aspecto ascendente.

Ahora bien, el pecado conlleva un cerrarse a esta


manifestación-participación de Dios: la “gloria” no es
recibida y por tanto tampoco tiene lugar la dimensión
ascendente de la gloria (cfr. 1,21: “no le glorificaron ni le
dieron gracias”).

Por tanto, los hombres, como consecuencia del pecado,


están en una situación de carencia y cerrazón, de manera
que, mientras permanece, impide la recepción de la
participación-manifestación y priva por tanto de aquella
“gloria” de Dios que debería tener lugar como aceptación
y reacción.

20
Referencia a “imagen y semejanza de Dios” en Génesis.
Probablemente hay en esta expresión una alusión a Gn
1,26-27. El hombre, hecho a imagen de Dios, en cuanto tal
constituye una manifestación de lo que es Dios; de algún
modo, la “imagen” expresa y concreta lo que es la gloria.
Ahora bien, se puede decir que el hombre está
“privado” de la gloria de Dios en cuanto que esta de algún
modo le pertenece, y tal pertenencia está apoyada en el
hecho de ser “imagen de Dios”.

Por tanto, el hombre que ha pecado y está “bajo el


pecado”( µ: 3,9) y está “privado de la gloria de
Dios” (privado de la aceptación y reacción a la
manifestación-participación de Dios), no realiza aquello
que Dios ha pensado para él, aquello para lo cual Dios le
ha creado: ser imagen de El.

µ.- “Justificados”.
Siendo pecador y estando privado de la gloria de Dios, el
hombre es incapaz de ser justo, es decir, es incapaz de
conformarse a la “norma” ideal que Dios ha pensado para
él (ser imagen de Dios) y es incapaz de encontrarse en la
justa relación con Dios, es decir, en una relación que haga
posible el acuerdo y la comunión.

Pues bien, frente a esta incapacidad, Dios mismo


interviene activamente haciendo al hombre justo
(µ, “justificados”, como resultado de una acción),
es decir, colocándole en la justa relación con Dios y
restableciendo el equilibrio entre la norma ideal pensada
por Dios y la vida real del hombre.

.- “Gratuitamente”.
Hay una absoluta y radical desproporción entre
cualquier actividad humana y la acción de Dios que
justifica eficazmente.

  .- “por su benevolencia”, “por su gracia”


Es el amor mismo de Dios que se manifiesta y actúa
eficazmente en la historia de la salvación (es el hesed del
A.T.).

      I.- “en virtud de la


Redención (realizada) en Cristo Jesús”.
La benevolencia activa de Dios, en referencia al hombre
que ha de ser justificado, produce una “liberación”: se
trata del paso de la alienación (producida por la esclavitud
del pecado -Ef 1,7; Col 1,14- y por la servidumbre de la Ley
-Ga 3,13; 4,5-), de la no pertenencia, a ser propiedad de
Dios, mediante un empeño oneroso (el precio de este
rescate y esta adquisición ha sido la sangre de Cristo: ver
exégesis de l Cor 1,30, sobre esta metáfora de la
“compra”).

Esta liberación, ya iniciada en el A.T. (p.e. la liberación


de Egipto), es realizada plenamente en Jesucristo, es decir,
en relación de dependencia y de asociación con él.

vv. 25-26.


Según el valor de la preposición  (puede significar
“delante” o “antes”), el verbo se puede traducir como
“exhibió”, “expuso”, “colocó delante” (referido a la
evidencia con que es percibido Jesús crucificado, ilustrado
en la predicación: cfr. Ga 3,1) o como “destinó a ser”,
“predestinó” (en referencia al proyecto salvífico y
trascendente de Dios: cfr. Rm 8,28). La insistencia del
contexto sobre lo concreto (sobre todo el doble 
“acción manifestativa”) hace preferir el primer significado,
aunque el segundo es también posible y no queda
excluido.


Esta palabra (cfr. Hb 9,5) indica en los LXX -muy
familiares a Pablo- la cubierta del arca sobre la que se
asperjaba la sangre el día de la expiación (Lev 16,15).
Pablo ve en Cristo crucificado el lugar de la expiación, de
la reconciliación, de la bondad. La sangre de Cristo ha
realizado eficazmente la purificación del pecado que el rito
antiguo sólo prefiguraba. Cristo es “el lugar” donde se
realiza la reconciliación entre Dios y el hombre, donde se
manifiesta eficazmente la bondad de Dios que tiende a
superar el mal del pecado.

  .- “por medio de la fe”


La fe, como apertura radical al anuncio del Evangelio, y
a través de él a Dios y a Cristo, es la condición que hace
posible que el hombre reciba el fruto de la expiación de
Cristo y se realice la reconciliación entre Dios y el hombre.

   µ.- “en su sangre”


Esta expresión en relación con , especifica el
sentido de este último. Indica la muerte de Cristo, pero
vista como el don que Cristo hace de su vida (“sangre”),
del cual depende la eficacia reconciliadora entre Dios y el
hombre.

    .- “para la acción


manifestativa de su justicia”
Se trata de una acción que al mismo tiempo realiza y
expresa la justicia o justificación de Dios, en dependencia
de Cristo que da su vida y se convierte así en lugar del
encuentro (propiciatorio) entre Dios y el hombre. Lo que se
realiza y expresa es “la justicia de Dios” (o sea, la acción
salvífica por la que hace justo al hombre), la cual, antes
que nada “pasa por alto” (: “no imputación”,
“remisión”, “tolerancia”) “los pecados cometidos
anteriormente” ( µµ). La justificación
del hombre requiere como primera cosa la remoción del
pecado, que priva de la gloria de Dios (v.23).
    .- “en (el tiempo de) la paciencia de
Dios”
Los pecados pueden ser “soportados” ( de -) por
Dios, tolerados temporalmente; pero deben acabar
desapareciendo, o perdonados o castigados. Los pecados
ocurridos antes del encuentro con Cristo no han sido
castigados irreversiblemente, sino que han sido
“soportados” pacientemente por Dios en vista de su
eliminación mediante la remisión (  ). Cristo que
da su vida en la cruz realiza y expresa esta remisión de
parte de Dios.

   .- “en el tiempo de ahora”, “en el tiempo


presente”
Frente al tiempo pasado, caracterizado por la paciencia
de Dios ante los pecados de los hombres, está el tiempo
nuevo, inaugurado por la Cruz de Cristo, que se
caracteriza por una acción nueva de Dios que perdona los
pecados y justifica al hombre en Cristo. Es la “plenitud de
los tiempos” (Ga 4,4), el momento fijado por Dios en su
plan de salvación (Rm 16, 25-26) para realizar la
Redención en Cristo y que inaugura los tiempos definitivos,
la era escatológica (cfr v.21).

  .- “Justo y justificador”


Dios es perfectamente coherente consigo mismo en el
actuar (es fiel a sus promesas porque es fiel a sí mismo:
cfr. 2 Tm 2,13: “si somos infieles, él permanece fiel,
porque no puede negarse a sí mismo”): esto significa que
es “justo” (corresponde plenamente a la “norma” que es él
mismo). Y como tal hace justo al hombre, le hace participe
de su coherencia.

   I.- “Al que (vive) de la fe en Jesús”


Se indica una proveniencia, una derivación () que
abarca toda la personalidad (): es la fe en Jesús, es decir,
la fe que tras la apertura inicial al contenido del Evangelio-
Cristo muerto y resucitado- se convierte en la dimensión
vital, la estructura portante de la vida del cristiano, de tal
manera que el Jesús acogido inicialmente en la fe llega a
ser el valor que penetra toda la vida.

Con otras palabras, la fe como adhesión a Cristo (


: cfr. Ga 2,16) se ha de profundizar hasta llevar al
creyente a “vivir de la fe en Cristo ( ), pues “el
justo vive de la fe” (Rm 1,17:     ). Se
trata de la fe en el segundo nivel, en cuanto que tiene que
impregnar toda la vida del cristiano (cfr. Rm 1,17: “de fe
en fe”: la fe es el ámbito de la vida cristiana). Quizá en
este sentido hay que interpretar Rm 14,23: “todo lo que no
procede de la fe es pecado” (     µ ),
en cuanto que todo pensamiento o acción del cristiano que
no brota de la fe () o se inspira en ella es deficiente y
comporta una carencia (µ).

Conclusión

Se entiende entonces toda la profundidad de la


justificación. Teniendo como primer paso necesario la remisión
de los pecados, la iniciativa de la benevolencia de Dios que
justifica al hombre, acogida en la apertura de la fe, lleva al
creyente a vivir de la fe; esta acción de Dios que incluye el
bautismo, transforma al hombre y -siempre en dependencia de
Cristo- le hace capaz de vivir una vida nueva (Rm 6,4) pues al
ser removido el pecado recobra su capacidad de vivir como
imagen de Dios (cfr. v. 23).

En efecto, si Dios es justo y justifica al hombre, hay una


continua actividad creadora de Dios que produce la justificación
en el que la recibe por la fe, hasta llevarlo a vivir plenamente
de la fe (cfr. el tema de la “nueva creación” en Pablo, p.e. Ga
6,15).

EXCURSUS:El Evangelio de Pablo


Según hemos visto en la exégesis de Rm 3,21-26, la
justificación es para Pablo, en primer lugar, el acto por el que
Dios nos reconcilió consigo por el sacrificio expiatorio de su
Hijo, nuevo propiciatorio en su sangre; es la “justicia de Dios”,
el amor misericordioso de Dios que perdona en Cristo. Y al
mismo tiempo la justificación es el acto por el que el hombre
mediante la fe se apropia el valor redentor, el fruto del
Sacrificio de Cristo; es la acción de “creer” en el amor
misericordioso revelado en la sangre del Hijo, de abandonarse
en la misericordia de Dios que se nos muestra salvador en su
Hijo.

Y el Evangelio de Pablo consiste en proclamar esta verdad


de la justificación por la fe en Cristo, que “fue entregado por
nuestros pecados y resucitado para nuestra justificación” (Rm
4,25). Dirá explícitamente: “No me avergüenzo del Evangelio,
que es fuerza de Dios para la salvación de todo el que cree, del
judío en primer lugar y también del griego; porque en él se
revela la justicia de Dios” (Rm 1,16-17).

Ahora bien, al proclamar la justificación por la fe, ¿es Pablo


fiel al Evangelio proclamado por Jesús? Podemos responder sin
vacilar que sí: el Evangelio de Pablo sobre la justificación por la
fe está íntimamente relacionado con el mensaje del Reino,
proclamado por Jesús, tanto en signos como en palabras:

* Dios nos ama (Lc 15; cfr. Jn 14,23; Rm 5,1-11; Jn


13,16).

* Dios nos invita a participar en su Reino cercano (Mt


4,17; Col 1,13).

* Dios ofrece el perdón a los pecadores (Mt 18,21-35; Rm


3,21ss).

* El Hijo del hombre ha venido a curar y a salvar lo que


estaba perdido, pues no necesitan médico los sanos, sino
los enfermos (cfr. Mc 2,17; 1 Tm 1,15).
* Las parábolas de la misericordia expresan lo esencial
de la justificación por la fe: el pastor que busca la oveja
perdida, el padre que sale al encuentro del hijo pródigo y
lo abraza (Lc 15; 1 Tm 1,15).

* La parábola del fariseo y del publicano (Lc 18,9-14)


emplea incluso el mismo término de justificación: el
publicano vuelve a casa justificado y el fariseo no, porque
todo el que se ensalza será humillado y el que se humilla
será enaltecido (no las obras externas, sino la fe que lleva
al arrepentimiento).

* Todos los hechos de perdón de Jesús (la pecadora en


casa de Simón: Lc 7,36-50; Zaqueo: Lc 19,1-10; el Buen
Ladrón: Lc 23,39ss) nos llevan al Evangelio como
manifestación de la voluntad salvífica de Dios en Cristo
(Rm 1,16).

Sin embargo, Pablo nunca es un mero repetidor. Bajo el


influjo de las circunstancias de su apostolado (la incorporación
de los gentiles a la fe), su potente pensamiento realiza una
notable profundización y explicitación del mensaje evangélico.

Ante todo, es propio de S. Pablo haber descubierto en la


cruz de Cristo la irradiación esplendorosa de este Evangelio.
Cristo crucificado es el nuevo propiciatorio, el trono del perdón
divino, el lugar donde tiene su cumbre la proclamación y
realización de la misericordia Salvadora. Y ha visto en la
Resurrección de Cristo la plena eficacia del acto redentor, la
plena capacidad de dar vida; resucitado por la gloria del Padre,
resucitado por el poder de Dios, Cristo es fuente de vida para
todos los que creen.

Por otra parte, al fruto de este propiciatorio, de esta


expiación, se tiene acceso únicamente mediante la fe. No valen
los méritos, ni las fuerzas naturales, sino la fuerza del amor
reconciliador, de la voluntad salvadora de Dios revelada en
Cristo; a este don salvador, concedido gratuitamente, el
hombre se abre por la fe que es adhesión a Cristo y lleva a
participar en su muerte y resurrección y a recibir el fruto de
ellos; fe que es confiarse plenamente a recibir el fruto del
sacrificio de Cristo y que conlleva la incorporación a él, ya que
él nos llevaba consigo en su entrega en la cruz.

LA CONCEPCIÓN PAULINA DE LA FE

Ciertamente, resulta difícil definir lo que San Pablo entiende


por fe, ya que su contenido es sumamente amplio y rico.

Ante todo, conviene subrayar que la fe está en la base de la


vida cristiana. Todo el caminar cristiano encuentra en ella su
fundamento.

La esperanza y la caridad vienen a ser como un


despliegue de la virtualidad interna de la fe (cfr. Ga 5,6: la
fe actúa por la caridad).

Y las virtudes morales aparecen como iluminadas y


vivificadas desde dentro por la fe (cfr. los casos ya vistos
en 1 Cor 6 acerca de la castidad y en 2 Cor 8-9 acerca de
la generosidad).

La fe es la respuesta del hombre a la obra salvífica de Dios


en Cristo (Rm 3,21-28). Por tanto, sólo la fe justifica. La fe
conlleva un encuentro con Cristo -el único que justifica y salva-
y una permanencia en El. Pero en cuanto acogida de la
salvación, la fe despliega su virtualidad en toda una vida
cristiana consecuente.

(Para percibir la riqueza de esta concepción paulina de la fe,


notar la densidad de textos como Ga 3,26: “Sois hijos de Dios
por la fe”).
1.- La fe como acogida del Evangelio.

La fe es para Pablo ante todo acoger la Palabra divina que


se ofrece en la predicación (Rm 10,14-17).
Creer es aceptar el kerygma transmitido por la palabra de
los Apóstoles y testigos (1 Cor 15,1-8). Al aceptar el kerygma el
hombre se somete al camino de salvación querido por Dios y
manifestado en Cristo; al aceptar lo que el Kerygma proclama
(Cristo ha muerto por nuestros pecados, ha resucitado), el
creyente se confía a Dios que nos salva por medio de esas
acciones salvíficas. En efecto, el Evangelio es para todo el que
cree fuerza de Dios que conduce a la salvación (Rm. 1,16).

2.- La fe como obediencia.

Aceptar el kerygma supone en el hombre una profunda


actitud de obediencia a lo que Dios le revela.

El mensaje cristiano no es evidente en sí mismo, pues


supera la lógica y la razón humanas; más aún, el mensaje de la
cruz resulta “escándalo” y “necedad” (1 Cor 1-23) para el que
se aferra a una visión puramente humana, pues “el hombre
naturalmente no capta las cosas del Espíritu de Dios” (1 Cor 2-
14).

En cambio, la fe se abre a la luz superior del Espíritu y


acepta en obediencia el plan de Dios, que supera y
desconcierta al hombre, pues reconoce que “lo necio de Dios es
más sabio que los hombres y lo débil de Dios más fuerte que los
hombres” (1 Cor 1,25). Para expresar esto, Pablo crea la
expresión “obediencia de la fe” ( : Rm 1,5; 16,26).

Tomando pie de algún pasaje del A.T. (Dt 9,23; Sal 119,66),
la expresión indica la actitud del hombre que somete o rinde
libremente su entendimiento (2 Cor 10,4-5: µ es lo que el
hombre tiene de más elevado y personal) para obedecer a
Cristo y aceptar su doctrina (Rm 6,17).

Por tanto, por la fe el hombre voluntariamente rinde su


entendimiento a la Palabra de Dios que le es anunciada por los
mensajeros, asintiendo a un mensaje que supera su lógica y su
razón humanas (cfr. Rm 10,16 donde aparecen como
expresiones paralelas “obedecer al Evangelio” y “creer a la
predicación”).

3.- La fe como confianza.

Hemos visto que la obediencia al mensaje del Evangelio es


en el fondo obediencia a Cristo.

La fe nos introduce en una relación personal. En efecto, no


se reduce a la aceptación del mensaje, por importante que éste
sea. Si se acepta el mensaje predicado es porque se considera
digno de crédito al que lo dirige. Es lo que expresa
vigorosamente Pablo en 2 Tm 1,12: “sé de quién me he fiado”.
Es a Cristo a quien se cree y de quien uno se fía: la fe lleva a
apoyarse totalmente en El.

* Creer es confiar en el valor redentor de la Sangre de


Cristo y en el amor misericordioso de Dios que nos abraza
en Cristo crucificado (Rm 3,21-28).

* Creer es abandonarse en Cristo, que “murió por


nuestros pecados y resucitó para nuestra justificación”
(Rm 4,25).

Al contemplar la entrega personal -”por mí”- de Cristo hasta


la muerte por amor, el hombre le ve digno de crédito y se
entrega a El -también personalmente- mediante la fe (Ga 2,20:
notar que la fe aparece como comunión de vida con Cristo: son
equivalentes las expresiones “vivo en la fe del Hijo de Dios” y
“vive Cristo en mí”).
4.- La seguridad de la fe.

El que se apoya por la fe en Dios experimenta una perfecta


seguridad. En el texto citado de 2 Tm 1,12 el perfecto 
expresa a la vez lo inmutable y lo absoluto de la confianza:
“hace tiempo puse en él mi confianza y conservo una confianza
total”.

La fe es una firme “persuasión” (cfr. Ga 5,8). Es propio de


los cristianos permanecer “sólidamente cimentados en la fe,
firmes e inconmovibles en la esperanza del Evangelio” (Col
1,23), “enraizados y cimentados en Cristo y apoyados en la fe”
(Col 2,7).

Por tanto es propia de la fe la firmeza: al apoyarse en la


fortaleza y en el poder divinos, el creyente participa de la
firmeza de Dios, no vacila ni cede. El verdadero creyente no se
encuentra zarandeado y a merced de cualquier viento de
doctrina (Ef 4,14), sino que experimenta la seguridad de Dios,
que es Fiel (1 Tes 5,24) y cuyas palabras son seguras y fieles (1
Tm 1,15; 3,1; 4,9; Tt 1,9; 3,8).

Por eso, es un contrasentido hablar del riesgo de la fe, pues


la fe es la más segura de la garantías () y una
demostración de lo invisible (): Hb 11,1. La fe produce
firmeza, pues el creyente está “como viendo al Invisible” (Hb
11,27).

5.- Creer en la fuerza de Dios.

Además de la fidelidad de Dios y la redención de Cristo, la


fe encuentra su apoyo en el poder de Dios. Escribiendo a los
colosenses, Pablo dirá: “vosotros habéis resucitado con El
(Cristo), porque habéis creído en la fuerza de Dios que le
resucitó de entre los muertos” (Col 2,12).
La fe se apoya en la omnipotencia de Dios que se ha
manifestado de manera particular en la obra maravillosa de la
resurrección de Cristo. Como toda su teología, también la fe
está centrada para Pablo en el evento pascual.

6.- Fe en la verdad.

Frente a los incrédulos que “no han creído en la verdad” (2


Tes 2,12), los creyentes han sido elegidos para tener “fe en la
verdad” (2,13).

La proclamación de la Buena Nueva es proclamación de una


palabra verdadera (2 Cor 6,7; Ga 2,5) y el oyente que le da su
asentimiento obedece a la verdad (cfr. Ga 5,7). Los creyentes
son “sensatos” (Rm 11,25), pues viven en la verdad,
habiéndose apartado de todo tipo de apariencias engañosas. De
ahí el esfuerzo del Apóstol -sobre todo en sus escritos más
tardíos- en:

* asegurar la conservación intacta y la transmisión fiel


de la Palabra de la verdad (2 Tm 2,15),

* las palabras de la fe (1 Tm 4,6),

* la doctrina de Dios (Tt 2,10),

* para preservar a los creyentes de aquellos que se


alzan contra la verdad (2 Tm 3,8),

* para ponerles en guardia contra los falsos maestros,


engañadores y engañados, charlatanes (2 Tm 3,13) que
sólo difunden el error.
Poco antes de su muerte, Pablo exhorta a Timoteo a
mantener en su integridad el tesoro del Evangelio que se la ha
confiado: “¡Conserva el bello depósito!” (2 Tm 1,14), lo que
puede comentarse con las sentencias de Sexto: “De Dios no
digas nada si no lo has de aprendido de El”.

7.- La fe de Abraham y la fe del cristiano.(Rm 4):

Para ilustrar la doctrina de la justificación por la fe, San


Pablo echa mano del ejemplo de Abraham. Partiendo de la
afirmación de Gn 15,6 (“Abraham creyó”) todo el capítulo 4 de
la Carta a los Romanos va desglosando la fe de Abraham como
la actitud que define su identidad religiosa y que le constituye
en modelo para los creyentes de todas las épocas y lugares.
Pero aunque sólo se expliciten algunos rasgos, es el personaje
mismo el que se pone como modelo con su historia entera (Gn
12-25) lo mismo que en Hb 11,8-19.

Al ver la fe de Abraham como modelo de la fe del cristiano


aparecen algunos de los aspectos ya indicados junto con otros
matices:

* La fe de Abraham es respuesta a la palabra de Dios


que irrumpe en su vida como iniciativa total y absoluta por
parte de Dios (Gn 12,1). Esta palabra es una promesa (Gn
12,2-3: “te bendeciré”, una promesa cuyo cumplimiento
depende en exclusiva de Dios mismo en forma de don
gratuito) y a la vez un mandato (Gn 12,1: “Sal de tu
tierra”, un mandato que exige la respuesta del hombre).

* En efecto, a la promesa-mandato de Dios Abraham


responde con la fe (Gn 15,6), pero una fe que es
obediencia (Gn 12,4:”marchó abraham como se lo había
dicho Yahveh”). Hb 11,8 lo explicita: “por la fe, Abraham,
al ser llamado por Dios, obedeció y salió...”. Es una
respuesta incondicional (Abraham no pone objeciones;
simplemente se fía de Dios y se pone en camino), apoyada
en la palabra de Dios, en su promesa.
* Esta fe no es un mero asentimiento intelectual, sino
que compromete toda su existencia (deja su país, su
parentela... Gn 12,1). Es la fe la que le lleva a ponerse en
camino; ella determina toda su conducta, es el motor que
le pone en movimiento, es principio de acción.

* A la vez esta fe está cualificada por una relación


personal con el Dios vivo, que interviene en su vida
dialogando familiarmente con él, que toma la iniciativa
constantemente, a cada paso, llamándole, prometiéndole,
probándole, enviándole...

* Esta fe es también confianza en una promesa


humanamente irrealizable (edad avanzada: Gn 17,1; su
mujer estéril: Gn 16,1). Se trata de una opción que se
realiza sin apoyaturas humanas: “Salió sin saber a dónde
iba” (Hb 11,8). Todas las promesas se refieren al futuro (“la
tierra que yo te mostraré”, “te bendeciré”...); no se le dan
pruebas, ni él las exige. De ahí que Rm 4,18 caracterice
esta fe como un “esperar contra toda esperanza”.

* Precisamente esta ausencia de evidencias racionales y


de seguridades humanas llevan a Abraham a apoyarse
totalmente y exclusivamente en Dios, “con el pleno
convencimiento de que poderoso es Dios para cumplir lo
prometido” (Rm 4,21).

En el fondo su fe se apoya en la omnipotencia creadora


de Dios (es el signo que se le ofrece en Gn 15,5), que es
capaz de hacer existir lo que no existe y de resucitar los
muertos (Rm 4,17; Hb 11,19; la fe del cristiano se apoya
en la máxima manifestación de este poder, la resurrección
de Jesús: Rm 4,24).

Mirando la omnipotencia de Dios Abraham cree que


Dios puede realizar lo que es humanamente imposible y da
crédito a la palabra de Dios (Rm 4,20) más que a lo que ve
y constata (su vejez, la esterilidad de Sara: 4,19).
* Frente a la búsqueda de “gloriarse” (Rm 3,27), es
decir, de apoyarse en los propias obras y de pretender
realizar el destino sobrenatural con las propias fuerzas, el
que cree se apoya totalmente en Dios. El que como
Abraham se fía de Dios y da crédito a su palabra “da gloria
a Dios” (Rm 4,20), es decir, reconoce su lugar propio a
Dios, que es presentado frecuentemente en el A.T. como
una roca firme o una fortaleza estable (ej. Sal. 18, 2-3).

Esta actitud de fe agrada a Dios (“sin fe es imposible


agradar a Dios”: Hb 11,6) y coloca al hombre en la actitud
justa ante El (Rm 4,9): Dios justifica gratuitamente al que
cree (Rm 4,4-5) en vez de buscar vanamente apoyarse en
sus obras (Rm 4,2).

* Finalmente, la fe de Abraham se nos muestra


acrecentada al ser sometida a prueba (Hb 11,17); lejos de
debilitarse ante las dificultades, Abraham “no vaciló en su
fe” (Rm 4,19), “no cedió a la duda con incredulidad”, sino
que salió “fortalecido en su fe” (Rm 4,20).

La fe de Abraham crece y se purifica ante la prueba del


desarraigo (renunciar a su patria, cultura y familia), ante la
ignorancia del futuro (se pone en camino sin saber a
dónde iba), ante la incapacidad humana (la vejez, la
esterilidad), ante la prueba de los aplazamientos (Dios se
demora en cumplir la promesa), e incluso ante la prueba
del sacrificio aparentemente absurdo (Gn 22: Dios le pide
la inmolación del hijo amado de quien dependerá el
cumplimiento de la promesa y Abraham obedece a ojos
cerrados poniendo su fe en Dios por encima de todo: “Dios
proveerá”).

Gracias a esta fe de Abraham fue posible la existencia del


pueblo de Dios en el A.T., se puso en marcha la historia de la
salvación y él se convirtió en padre de todos los creyentes.
EL BAUTISMO QUE UNE A CRISTO: Exégesis de Rm 6,1-
11.

Desarrollo literario de la perícopa:

vv.1-2
Pregunta retórica (v.1) con respuesta negativa (v.2a);
nueva pregunta retórica que, refiriéndose al hecho
acontecido de la muerte al pecado, se pregunta cómo sea
posible vivir todavía en él.

vv. 3-10
Reflexión explicitativa que se desarrolla en tres fases:

a) vv.3-5: “es que ignoráis...?”.


Referencia a la unión a Cristo en el bautismo, que
se convierte en participación en su muerte y
Resurrección.

b) vv.6-7: “Sabiendo esto...”.


Referencia al mismo hecho fundamental del
bautismo, con insistencia en la liberación del pecado
y en la resurrección futura.

c) vv.8-10: “Sabiendo que...”.


El mismo hecho, con insistencia en la
irreversibilidad.

v.11
Se concluye (: así), volviendo al punto de partida (la
segunda pregunta: v.26), ya aclarado.
Contexto teológico.

Al comienzo de la “tercera sección” (5,12) Pablo ha


retornado al tema de la pecaminosidad humana en
contraposición a la justificación: el hombre que peca tiene
en sí una “afinidad ontológica” (µµ) misteriosa con
Adán pecador, pero es salvado por la intervención de
Cristo: “donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia”
de la benevolencia divina (5,20).

A continuación, Pablo profundiza en la relación


instaurada con Cristo y que lleva al cristiano, bautizado, a
excluir definitivamente el pecado de sí mismo.

Esta profundización se desarrolla en tres etapas, todas


ellas introducidas por la misma expresión:   µ;
(“¿Qué diremos por tanto?”: 6,1; 6,15; 7,7).

v.1 “¿Qué diremos por tanto? ¿Debemos permanecer


en el pecado
de manera que la gracia abunde?”

La afirmación de 5,20 sobre la abundancia de la gracia


con relación al pecado podría sugerir una actitud de este
tipo.

“en el pecado” (µ): en la situación de insuficiencia,


de alienación radical.

“la gracia” () es un concepto “bipolar” en Pablo:


indica la benevolencia activa de parte de Dios y el efecto
que ella produce en el hombre. El contexto acentúa uno u
otro de estos dos aspectos, siempre correlativos.
v.2 “¡De ningún modo! Precisamente nosotros que
hemos muerto
al pecado, ¿cómo viviremos todavía en él?”.

µ  (cfr. Ga 2,17) expresa un rechazo escandalizado:


¡nada más lejos de la intención y del pensamiento de
Pablo!.

La sobreabundancia que se ha verificado de la gracia


sobre el pecado (5,20) era debida a la bondad de Dios que
sabe superar el mal. Lejos de invitar a permanecer en el
pecado, la sobreabundancia y eficacia de la gracia tiende a
establecer al hombre en una vida nueva de modo
definitivo (v.4.11).

µ.- “Morir a” significa cortar decididamente


con algo, separarse definitivamente de ello. El aoristo
“morimos” se refiere a un momento preciso del pasado,
con el bautismo.

“Precisamente nosotros”:  va en posición


enfática (“nosotros que morimos...”)

“¿Cómo viviremos todavía en él?”. Permanecer en el


pecado, vivir en la situación de pecado significa para el
cristiano el absurdo de uno que está muerto pero continúa
viviendo. Con ello se indica que el bautismo es una ruptura
irreversible con el pecado.

v.3 “¿O es que ignoráis que cuantos fuimos bautizados


en
Jesucristo fuimos bautizados en su muerte?”.
El bautismo “en Cristo” se refiere al rito que une a
Cristo. Lo mismo que la fe (Ga 2,16), el bautismo tiene un
dinamismo de adhesión a Cristo y de unión personal con El
( ).

La preposición  (lit. “hacia”) indica esta tendencia o


impulso a una comunión cada vez más plena con él: la
adhesión a Cristo que se produjo en el momento del
bautismo queda inscrita como un dinamismo permanente
en el ser del bautizado.

“En su muerte” (   ): uniendo a Cristo, el


bautismo une también a la muerte de Cristo, haciendo que
el bautizado participe en ella y reviva en sí mismo toda su
eficacia salvífica.

Bautizado en la muerte de Cristo, el cristiano recibe en


sí la tendencia y el impulso () a una muerte continua y
definitiva al pecado; puesto que “murió al pecado” en el
momento del bautismo (v.2), debe considerarse a sí mismo
muerto al pecado (v.11) y se le exhorta a que no deje
reinar el pecado en su vida obedeciendo a sus pasiones, ni
ponga sus miembros al servicio del pecado (v.12-13).

v.4 “Fuimos, pues, sepultados con él en la muerte por


medio
del bautismo, de manera que como Cristo resucitó
de entre los muertos en virtud de la gloria del
Padre, así también nosotros caminemos en novedad
de vida”.

µ.- (con-crucificado) Creación lingüística de Pablo


para expresar la idea de asociación a Cristo. Subraya ante
todo el realismo de la muerte al pecado que el bautismo
produce en el cristiano; lo mismo que la sepultura de
Cristo expresaba la realidad de su muerte y la ruptura
irreversible con el modo de vida precedente, así también
el cristiano es “sepultado”: no sólo muere al pecado, sino
que queda muerto; ya no hay marcha atrás, porque la
sepultura sella esa muerte definitiva.
... .- (con...El) Ahora bien, esta muerte al pecado, en
lo que tiene de hecho y en lo que tiene de tarea, no ocurre
como algo abstracto, o autónomo, separado de Cristo.
Puesto que la fe y el bautismo son adhesión a Cristo y
unión a El ( : v.3), toda la realidad de muerte,
sepultura y resurrección tiene lugar en Cristo. El hecho de
que San Pablo llegue incluso a crear nuevas palabras para
expresar esto, indica su convicción de que el cristiano es
ininteligible sin Cristo.

Por otra parte, subraya el realismo y la eficacia del


bautismo, que revive y reproduce en el cristiano todo el
misterio de Cristo. Esta convicción, que es a la vez
experiencia, la expresa S. Pablo de diversas maneras,
sobretodo con su expresión  , pero es útil recordar
brevemente esta reproducción del misterio pascual de
Cristo en la vida del cristiano por la gracia del bautismo:

-crucificado con Cristo ( µ): Ga


2,19; Rm 6.6.

-muerto con Cristo (µ  ): Rm 6,8; Col


2,20.

-sepultado con Cristo (µ ): Rm 6,4; Col


2,12.

-resucitado con Cristo (  ): Col 3,1;


Ef 2,6.

-vivificado con Cristo (µ µ  ): Col


2,13; Ef 2,5.

-sentado en la gloria con Cristo (  


  ): (afirmación más audaz) Ef 2,6.
-su vida está escondida con Cristo en Dios (  µ
   ): Col 3,3.

-se manifestará con Cristo en gloria ( 


  ): Col 3,4.

-vivirá con Cristo (µ ): Rm 6,8.

... .- Esta expresión subraya precisamente lo


que acabamos de decir: la asociación a Cristo realizada
por el bautismo es completa y radical; todo lo que es
propio del Cristo del Evangelio, tanto la muerte como la
resurrección, se hace igualmente propio del cristiano.

    .- Se explica la resurrección como una


participación plena ( en el sentido semítico de “realidad
manifestada y participada”) y manifestada de la realidad,
de la vida del Padre (como en Flp 2,9-11 y en Jn 17,1.5).

  .- Es la vida nueva, propia del Padre, que se


comunica plenamente a Cristo resucitado (vive ya en la
total pertenencia al Padre: v.10).

La participación completa para nosotros tendrá lugar


con nuestra resurrección escatológica (notar el futuro del
versículo 8: µ); pero esta vida está ya
incoativamente presente y real en nosotros; de ahí que
nuestro comportamiento actual (nuestro “caminar”:
µ) debe expresar esta novedad de vida.

v.5 “pues si nos hemos hecho una misma cosa con él


por la
semejanza de su muerte, también lo seremos por
la de la resurrección”
µ.- “partícipes”, “afines”, “connaturales”.
Frecuente en griego (a diferencia de los otros
compuestos con ), el término µ expresa
“participación en algo”, “connaturalidad con”.

El bautizado ha sido hecho afín a Cristo y permanece tal


(notar el perfecto µ).

El adjetivo µ indica una unión íntima, vital,


permanente.

 µµ.- Esta palabra, que aparece otras veces en


Pablo (Rm 1,23; 5,14; 8,3; Flp 2,7), parece significar -sobre
las huellas del uso de los LXX del que Pablo depende- no
“semejanza” abstracta, sino “expresión concreta” de
alguna otra cosa a la que se asemeja (expresada esta
última con el genitivo).

Por tanto, mediante al bautismo que asocia a Cristo, la


muerte de Cristo se ha hecho real en el cristiano. Así, hay
algo en el cristiano que expresa la muerte de Cristo, casi
como una reproducción de ella.

“también lo seremos de la resurrección”. También


seremos partícipes por la semejanza de la resurrección. La
“reproducción” de la muerte de Cristo en nosotros
comporta, con el mismo grado de verdad, la
“reproducción” de su resurrección.

v.6 “Sabiendo esto: que nuestro hombre viejo fue


crucificado
con (Cristo), de modo que el cuerpo del pecado
fuera destruido, para que ya no seamos esclavos del
pecado”.
“Sabiendo esto”: Pablo explica ahora las frases
condensadas que acaba de usar.

 .- Nuestro hombre viejo”: La


expresión probablemente ha sido acuñada por Pablo.
Significa la personalidad del hombre que no ha sido
alcanzada por la novedad de Cristo. Es sinónimo de
“carne” (notar el paralelo de Ga 5,4: “Los que son de
Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y
deseos”).

.- Lit.”concrucificado”: Otro término


típico de Pablo. La “concrucifixión” tuvo lugar en el
momento del bautismo (notar el aoristo), como indica el
contexto; en aquel momento se realizó la asociación a
Cristo y por tanto la participación en su crucifixión.

 µ  µ.- Lit. “el cuerpo del pecado”: µ


indica aquí el hombre entero en su aspecto concreto y
relacional (es la parte corporal y visible a través de la cual
la persona entra en relación con los demás).

Con el genitivo  µ significa la “personalidad


pecadora”, es decir, el hombre en cuanto que está bajo
el signo y el influjo del pecado y se manifiesta como tal.

Pues bien, esta personalidad pecadora ha sido


“destruida” (), es decir, neutralizada, reducida a
la impotencia, ha quedado inerte. Tan real es la
participación del bautizado en la crucifixión de Cristo, que
lo mismo que un crucificado queda inmovilizado y
finalmente muere, así el bautizado queda como inmóvil,
incapaz de movimiento en orden al pecado.

Y gracias a esta participación real, el cristiano ha sido


liberado de la esclavitud del pecado. Como tantas veces,
quedan aquí elementos implícitos en la argumentación de
Pablo. Probablemente quiere decir que el hombre viejo, la
personalidad pecadora, el cuerpo de pecado, conduce
inexorablemente al pecado, de manera que constituye al
hombre en esclavo del pecado (notar el realismo y la
fuerza del verbo ).

Por tanto, aquel cuyo hombre viejo ha sido crucificado y


cuya personalidad pecadora -el cuerpo del pecado- ha sido
destruida, gracias al bautismo, ya no es esclavo del
pecado, no vive sometido a los impulsos tiránicos e
inexorables del pecado, que habían llegado a ser en él
algo consustancial. Esa personalidad pecadora ha sido
reducida a la impotencia.

v.7 “Pues el que ha muerto ha sido justificado del


pecado”.

“El que ha muerto”-El que ha sido concrucificado con


Cristo también ha muerto con él (v.2.8: “hemos muerto”,
siempre en referencia a Cristo).
Mediante la asociación del cristiano a la muerte de
Cristo se tiene ya un inicio sustancial de la justificación,
pues se ha dejado el pecado, de suyo de manera
definitiva.

Es la parte primera, negativa, de la justificación (la


parte positiva -aunque en realidad es simultánea- es la
transformación en Cristo, el don de la vida nueva). Es
necesario quedar libre del pecado para ser justo delante
de Dios.

Ello es efecto de la acción justificante de Dios


(, pasivo divino), que se inicia con la liberación
del pecado. Y es un efecto permanente (,
perfecto: ha sido justificado y permanece tal).

v.8 “Si hemos muerto con Cristo, creemos que también


viviremos
con él”.

Del hecho de la muerte de Cristo, participada ya por


nosotros y sobre la que Pablo ha insistido en los versículos
precedentes, se sigue un compromiso de fe: creemos
confiadamente que viviremos juntamente con él (futuro),
en la plenitud de vida de la resurrección.

v.9-10
“Sabiendo que Cristo,resucitado de entre los
muertos, ya no muere más, la muerte ya no tiene
dominio sobre él. Por el hecho de que murió, murió
al pecado una sola vez; por el hecho de que vive,
vive para Dios”.

“no muere más” -La muerte de Cristo, lo mismo que la


resurrección, constituye el acontecimiento irreversible.

“por el hecho de que” ( interpretado como acusativo de


relación).

Pablo reflexiona ahora sobre la muerte y resurrección


de Cristo, con el intento de penetrar su significado más
profundo: la muerte, realizada históricamente, concluida y
definitiva, es la muerte del pecado, condenado en la
“carne” de Cristo y anulado potencialmente de una vez
por todas en la muerte de Cristo (cfr. Rm 8,3).

Cristo, por tanto, por el hecho de que murió, mediante


este mismo hecho, ha marcado una ruptura completa y
definitiva con el pecado: ha “muerto al pecado” nuestro
(cfr. 2 Cor 5,21: “Al que no conocía pecado, (Dios) lo hizo
pecado por nosotros, para que nosotros llegásemos a ser
justicia de Dios en él”).
  .- “vive para Dios”. Mediante la reflexión sobre
la resurrección, Pablo muestra que ésta consiste en una
vida plena y permanente ( presente continuativo) como
participación en la vida de Dios y orientada a Dios,en total
referencia a él; es una vida en la pertenencia total a Dios.

v.11 “Así también vosotros, consideraos a vosotros


mismos
muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo
Jesús”.

 siempre sobre la base de la asociación real, efectiva


y total del bautizado al misterio de Cristo, Pablo afirma
ahora una participación del cristiano en el nuevo modo de
vida propio de Cristo resucitado y que se caracteriza por
un vivir para Dios, en la pertenencia a él.

Es verdad que la vida plena de resucitado es aún futura


en el cristiano (v.8: “viviremos con él”), pero ya ahora
experimenta en sí mismo esta novedad de la vida
resucitada como participación de la de Cristo (notar el
nexo entre los v. 9-10 y el v.11).

El bautizado ya no vive para sí (cfr. Rm 14,7-9; 2 Cor


5,15), sino que unido a Cristo y a su misterio pascual por
el bautismo, participa de este dinamismo propio de Cristo
de muerte radical y definitiva al pecado y de vida nueva
caracterizada por la total pertenencia a Dios, por un vivir
para Dios en referencia total a él, en una vida orientada
hacia Dios.

Y todo ello ocurre no de manera abstracta, sino “en


Cristo Jesús” (  I): lo que define al cristiano es
la adhesión a Cristo por la fe, sellada en el bautismo (
: v.3), que produce una unión íntima, vital y
permanente entre el cristiano y Cristo (µ: v.5), de
manera que el cristiano ha quedado como injertado en
Cristo y vive en Cristo (v.11); por eso tanto su muerte al
pecado como su vivir para Dios se realizan “en Cristo”, en
cuanto que injertado en El, el cristiano recibe su misma
vida, sus mismos impulsos y tendencias, participa de su
dinamismo interno.

Por eso Pablo considera lógico y normal (se diría


“natural” supuesto el bautismo que injerta en Cristo y
“connaturaliza” con él) que el bautizado reproduzca la
muerte y la vida de Cristo (  µ: “así también
vosotros”).
 .- “Consideraos”. Se trata de que los
cristianos tomen conciencia de lo que son y lo vivan: de
que su ruptura con el pecado es total e irreversible, están
“muertos al pecado”, y de que su vida entera está
dedicada a Dios de manera permanente, participando ya
(  ) de la vida de la resurrección.

Visión de conjunto:

Nuestro texto -aunque no sea un tratado explícito y


completo- manifiesta toda la riqueza del bautismo
cristiano tal como lo concibe San Pablo. Recojamos
sus aspectos fundamentales en perspectiva de teología
bíblica:

* Considerado como un rito (siempre se hace referencia a


él en aoristo como un hecho puntual), el bautismo une al
cristiano a Cristo de manera profunda y vital, de tal modo
que el cristiano queda como injertado a Cristo, como
“soldado” a él; se trata de una unión que en un lenguaje
teológico podríamos llamar ontológica.

Esta unión hace al cristiano partícipe de Cristo


(µ), connatural a El. Es decir, consecuencia de esta
unión es que lo que es propio de Cristo toma consistencia
real también en el cristiano. Este llega a ser solidario y
partícipe de todo el misterio de Cristo, que tiende a
desplegarse en toda su vida: crucificado con Cristo,
muerto con Cristo, sepultado con Cristo, participa ya de la
vida nueva del Resucitado y participará plenamente en la
resurrección futura.

* En consecuencia, Pablo insiste en que lo que el


cristiano ya es en su ser más profundo debe manifestarse
también en la conducta moral (  
µ):

Y escribe para que los cristianos de Roma tomen


conciencia de lo que son y vivan de manera coherente con
su ser más auténtico y profundo recibido en el bautismo.

Estas consecuencias del bautismo en la vida del


cristiano se concretan en muerte al pecado y vida nueva
vivida en referencia a Dios y en la total pertenencia a El.
Pero ambas cobran por la unión con Cristo un cierto
carácter de definitividad, de radicalidad, de totalidad.

La muerte al pecado en el cristiano es tan real y tan


definitiva como la muerte de Cristo (v. 9-10:  “una sola
vez”;  “ya no más”). Y lo mismo su vida nueva es tan
real y tan auténtica como el hecho de la resurrección de
Cristo y la vida nueva del Resucitado.

* Ahora bien, si esto es así, ¿cómo es que Pablo insiste


inmediatamente después en que no se dejen llevar por el
pecado?. En efecto en el v.12 exhortará: “Por tanto, no
reine el pecado en vuestro cuerpo mortal de modo que
obedezcáis a sus deseos”.

Se trata de una de esas paradojas del cristiano, que por


lo demás resulta enormemente luminosa.
Pablo, en efecto, no se hace ilusiones pensando que ya
está todo hecho. Por eso exhorta a traducir en toda la
conducta lo que se es a nivel radical y profundo (notar el
, “por tanto”) en la doble dimensión antes mencionada:
no obedecer los deseos del pecado ni entregar los propios
miembros a su servicio (v. 12-13a), sino ofrecerse a Dios y
entregar los propios miembros al servicio de Dios,
conforme a lo que se es (“vivientes que han salido de
entre los muertos”) (v.13b).

Esto significa que si la personalidad pecadora ha


quedado radicalmente reducida a la impotencia de manera
definitiva por medio del bautismo y el cristiano ya no es
por tanto esclavo del pecado, sin embargo perduran en él
deseos o tendencias pecaminosas (µ) a las cuales
es preciso no obedecer (), pues de lo contrario
volvería a reinar el pecado (µ  µ) y el
cristiano volvería a ser esclavo del mismo ( 
µ: v.6).

* Por tanto, el don recibido en el bautismo ha de ser


hecho real de manera eficaz en la vida concreta:

Es la llamada tensión indicativo-imperativo, tan


frecuente en las cartas paulinas, y que expresa esta
profunda paradoja (cfr., también en un contexto bautismal,
Col 3,3 “habéis muerto” y 3,5 “dad muerte”).

El don (indicativo) ha de ser desarrollado mediante el


esfuerzo moral del cristiano (imperativo), pues no alcanza
aún a la totalidad de la personalidad (ésta ha sido
radicalmente renovada, pero no en su totalidad, no en
todas sus dimensiones, ni en toda su actuación). El texto
paralelo de Ga 5,4 quizá sugiere que la “carne” -la
personalidad pecadora- ha sida crucificada, pero sus
pasiones y deseos aún no han muerto del todo, y por eso
deben ser “mortificados” : Col 3,5.
* Ahora bien. la insistencia de Pablo va en una dirección
que no tiene nada que ver con un moralismo estéril y
superficial:

Es verdad que exhorta a que el pecado no reine en los


bautizados. Pero esta exhortación es una consecuencia
() de todo lo anterior:

- Del hecho de que por el bautismo han muerto al


pecado (v.2) de manera definitiva e irrevocable
(aoristo), de que en relación al pecado ( µ es
dativo de relación) son como muertos.

- De que su personalidad de pecadores (es cuerpo


de pecado) ha quedado radicalmente destruida,
neutralizada, reducida a la impotencia al ser
crucificado el hombre viejo (v.6).

- De que el bautismo ha dejado inscrito en ellos un


dinamismo (  : v.3.4) que les lleva a morir al
pecado, pues siendo la muerte de Cristo una muerte
al pecado (v.10) y habiendo sido bautizado el
creyente en la muerte de Cristo (v.3) queda inscrita
en él la tendencia a morir al pecado.

- Y si exhorta a ofrecerse a Dios y a entregar los


propios miembros al servicio de Dios (v.13) es porque
siendo el bautismo una participación en la vida del
Resucitado (v.10) lleva en sí la tendencia a vivir en
Cristo en la pertenencia a Dios (v.11).

De ahí que Pablo quiera ante todo lograr que sus


cristianos tomen conciencia de este hecho () y
aprendan a considerarse a sí mismos () desde este
ser más real y más profundo (v.11), de manera que dejen
desplegar toda la virtualidad del bautismo.
* Quiere que adquieran conciencia de la gracia recibida
( v.14b: “no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia”: es
decir, es posible que el pecado no domine ya sobre
vosotros -14a- puesto que -- el triunfo sobre el mismo
no depende del cumplimiento de la ley con las propias
obras y el propio esfuerzo, sino de la gracia).

* Es esta certeza de fe (el saberse muerto  en


relación al pecado y viviente en Cristo    I en
la pertenencia a Dios) lo que posibilita el esfuerzo del
cristiano en su lucha contra el pecado. Podríamos
parafrasear con una expresión muy querida de los Santos
Padres: “Cristiano, sé lo que eres”.

* En definitiva, resalta la confianza que Pablo tiene en la


vida nueva otorgada al cristiano por el bautismo.

N.B. Acerca de esta paradoja del cristiano, ver en


San Juan el contraste entre “os escribo esto para que
no pequéis” -1 Jn 2,1- y “todo el que ha nacido de
Dios no peca” -1 Jn 5,18-.

Tanto San Pablo como San Juan parecen coincidir


en que la nueva vida depositada en el cristiano por el
bautismo es incompatible con una vida de pecado;
ahora bien, esto no impide que persistan en el
bautizado tendencias pecaminosas y que éstas le
lleven a caídas ocasionales; de ahí que tenga que
estar atento para “no someterse” a ellas -Rm 6,12- y
para “darles muerte” -Col 3,5- y que tenga que
reconocer sus pecados y recurrir al perdón de Cristo
-1 Jn 1,8-2, 21.
EXCURSUS: LA TENSIÓN INDICATIVO-IMPERATIVO EN
SAN PABLO

Es un hecho notado por los comentaristas que en las cartas


paulinas aparece una curiosa contradicción en cuanto que el
Apóstol a veces exhorta a vivir un cierto aspecto de la vida
cristiana que en otro lugar de la misma carta -a veces en el
versículo inmediato- daba por hecho.

Esto es lo que se ha denominado “tensión indicativo-


imperativo”, pues la misma realidad aparece en un lugar
como realizada -en indicativo- y en otro como mandada
-en imperativo- y por tanto como pendiente de realizar.

He aquí algunos ejemplos:

1) Ga 5,24: “Los que son de Cristo, han crucificado la


carne con sus pasiones y deseos”.

Ga 5,13: “No toméis de esa libertad pretexto para


la carne”.

Ga 5,16: “No dar satisfacción a las apetencias de la


carne”.

Si la carne está crucificada, se ha de considerar


inmóvil e incluso muerta; ¿cómo, entonces, necesita
San Pablo insistir en que no le den cabida, dándola
por viva y activa, hasta el punto de que hace la
guerra al Espíritu (5,17)?.

La  no está destruida en sus apetitos (µ en


5,16 y 24), sino que más bien pide al cristiano que los
sacie.
2) Rm 6,11: “Consideraos a vosotros mismos muertos al
pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús”.

Rm 6,12: “No reine, pues, el pecado en vuestro


cuerpo mortal, de modo que obedezcáis a sus
apetencias”.

Si están “muertos al pecado” parece que no haría


falta exhortarles a que el pecado no reine el ellos. ¿O
acaso tendrá razón la teoría del “simul iustus et
peccator?”.

3) Rm 8,9s: “Vosotros no estáis en la carne, sino en el


espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en
vosotros... Si Cristo está en vosotros, aunque el
cuerpo haya muerto a causa del pecado, el espíritu
es vida a causa de la justicia”.

Rm 8,12s.: “Así que, hermanos, no somos deudores


de la carne para vivir según la carne, pues, si vivís
según la carne, moriréis. Pero, si con el Espíritu,
hacéis morir las obras del cuerpo, viviréis”.

Si no están ya en la carne, no sé por qué tenga que


exhortarles a no vivir según la carne.

Para resolver esta tensión y estas supuestas


contradicciones (conviene subrayar que indicativo e imperativo
son simultáneos y referidos con todo realismo a las mismas
personas), se han propuesto diversas soluciones que aquí no
nos detenemos a exponer.

*Por ejemplo, algunos creen encontrar la


solución mediante una explicación psicológica:
Pablo usa el indicativo cuando se siente
enardecido por ejemplos de vida sin pecado en
la comunidad, pero cuando contempla la
realidad total y ve las faltas y pecados de los
cristianos se inclina a la exhortación.

Simplemente nos detenemos en la explicación que


parece la correcta. (En realidad, no existe tal contradicción):

* En primer lugar, hay que notar que no es a quien


todavía está en la carne ( ) a quien se pide que no
permita dominar el pecado ni poner a su disposición los
miembros, sino que se le pide a quien ha crucificado y
dado muerte a la carne (y por tanto vive ya  µ; no
se dirige a aquel que todavía vive para el pecado, sino al
que está muerto para el pecado).

* La solución radica en que Pablo mira al cristiano al


que exhorta como existiendo en un ser nuevo, en el que lo
ha puesto el bautismo, un ser que ahora tiene que
conservar en su conducta y que, por tanto, tiene que
ganar continuamente.

* Por tanto, la tensión indicativo-imperativo, lejos de


introducir una antinomia insoluble, representa la
verdadera clave de interpretación de la dialéctica del ser-
cristiano.

* El cristiano “es” para “llegar-a-ser”.

* Esta tensión la podríamos resumir en una expresión


por lo demás muy querida para algunos Padres: “Cristiano,
sé lo que eres”.

* O con las mismas palabras de San Pablo: “En otro


tiempo erais tinieblas, pero ahora sois luz en el Señor;
vivid (: “comportaos”; lit. “caminad”, referido a
la conducta práctica) como hijos de la luz. El fruto de la luz
consiste en...” (Ef. 5,8s).
* El bautizado es un hombre nuevo, en cuanto que ha
recibido un nuevo origen, esto es, de Cristo en vez de
Adán.

* Este nuevo ser se traduce en una nueva existencia y


en una nueva conducta. Al bautizado, que yo no vive en la
carne, sino en el Espíritu, se le pide que progrese y actúe
basándose en ese fundamento y apoyándose en él, que se
comporte como lo que es.

* Pero en cuanto justificado por la fe y el bautismo se


encuentra continuamente expuesto a recaer en el pecado
y de ahí la exhortación a no caer nuevamente en el
pecado.

* Con la exhortación Pablo demuestra que la salvación


por medio de la fe no es una salvación por medio del sólo
conocimiento teórico, sino que toma al hombre entero
renovándolo y por ello requiere no sólo la adhesión
intelectual, sino afectiva y activa (cfr. la expresión 
 µ: Ga. 5,6). De ahí que Pablo a la
predicación de la fe una siempre la llamada a vivir de la fe.

- Al indicativo que afirma el don de Dios hace


seguir el imperativo que exige la respuesta del
hombre.

- El indicativo está siempre en la base y


proclama no sólo dones externos, sino también
dones internos, es decir, la transformación
radical del hombre.

- Sin embargo, el indicativo no basta.

- Los dones de Dios deben ser realmente


recibidos y puesto que estos dones son
comunicación de vida y de actividad, no se
reciben sin una correspondiente actividad
humana.

- La actividad requerida por el imperativo no


precede al don proclamado por el indicativo,
sino que por el contrario es posibilitada por el
don, por la transformación interna. Y este don
interior constituirá la base que permite actuar
según ese imperativo.

Por ejemplo, el imperativo “caminad según el Espíritu”


(Ga 5,6) presupone el indicativo, es decir, la presencia en
nosotros del Espíritu (Ga 4,6). No es posible conformar la
propia conducta a la exigencia del Espíritu sin haber
recibido el Espíritu con su luz y su fuerza.

Y a la vez el indicativo se prolonga necesariamente en


imperativo: es decir, para ser coherente con la
transformación interna operada por el Espíritu, quien ha
recibido el Espíritu, debe actuar según el dinamismo del
Espíritu.

Es lo que expresa Ga 5,25: Si vivimos en virtud del


Espíritu, si tenemos en nosotros la vida del Espíritu,
regulemos también nuestra conducta según el Espíritu.

En el caso de Rm 6 se ve también claro cómo el


imperativo nace de la virtualidad interna del indicativo, es
su reverso natural fáctico: bautizados y sepultados con
Cristo para caminar en novedad de vida (6,3.4),
crucificado el hombre viejo para no servir más al pecado
(6,6), muertos con Cristo y seguros de vivir con El (6,8),
muertos al pecado y vivos para Dios (6,11), viene la
exhortación a que no reine el pecado en nosotros (6,12) y
a que nuestros miembros sean armas de justicia al servicio
de Dios (6,13). El dinamismo interno del indicativo,
claramente afirmado a nivel asertivo, se transforma a nivel
práctico en imperativo.

Con ello, San Pablo se nos presenta como excelente


maestro de pastoral en esa profunda y armoniosa
coherencia interna entre doctrina y praxis:

* Unas veces porque desde cuestiones prácticas se eleva


a los fundamentos doctrinales y a la motivación teológica
del comportamiento que impone (1 y 2 Ts, 1 Cor, Fm).

* Otras porque desde la exposición doctrinal desciende a


la exhortación en que plasma las exigencias prácticas de
la doctrina expuesta (Ga, Rm, Ef, Col).

De este modo la predicación de San Pablo es


perfectamente equilibrada:

* Jamás se queda en el aire de unas disquisiciones


teológicas sin proyección en la conducta.

* Pero tampoco se reduce a recomendaciones prácticas


voluntaristas sin conexión con las verdades de la fe

(notar que una absolutización del imperativo a


costa del indicativo supondría una nueva forma de
restablecimiento del sistema judaico de la ley y, en
definitiva, la clausura del hombre en su proyecto
utópico de autoconstruirse exclusivamente desde su
propio esfuerzo).

Bibl. *L. ALVAREZ VERDES, El imperativo cristiano en San


Pablo. Valencia, 1980.
LA INTERCESION DEL ESPIRITU Y EL DESIGNIO DE DIOS:
Exégesis de Rm 8,26-30

Contexto teológico y perfil literario de la perícopa

A lo largo del cap. 8, Pablo desarrolla de manera particular


el comportamiento del justificado.

El cristiano, justificado inicialmente, está animado por el


Espíritu y es capaz de observar la ley del Espíritu, al mismo
tiempo que los elementos válidos de la antigua ley (8,3-11).

La vida guiada por el Espíritu es la vida propia de los hijos,


que teniendo el mismo Espíritu de Jesús pueden dirigirse al
Padre con la misma confianza que Jesús lo hacía. (8,12-17).

Hijos y partícipes de la vida del Hijo, los cristianos reviven la


suerte del Hijo: sufrimos con El para ser también con El
glorificados. Nuestra salvación está en devenir, como lo está
-paralelamente a ella y en dependencia de ella- la redención del
mundo físico (8,18-25).

En nuestro texto, Pablo primero completa el cuadro de


nuestra salvación en devenir, individual y cósmica, poniendo el
acento en el elemento de fondo: la oración (8,26-27). Después,
en una visión sintética, resume todo el camino de la
justificación, desde el proyecto eterno en la mente de Dios
hasta la realización escatológica de la plenitud en la
glorificación (8,28-30).
Exégesis

v.26 El nexo con lo que precede no está claro; Pablo se refiere


de manera genérica a todo el contexto de la salvación-
filiación (vv. 18-25). “El Espíritu viene en ayuda de nuestra
flaqueza”. Se trata del Espíritu de Dios y de Cristo, que,
comunicado a nuestro espíritu, viene en ayuda de nuestra
debilidad, supliendo sus lagunas, pero actuando siempre
con nosotros y en nosotros (es el sentido de --
µ: “junto a nosotros -en lugar nuestro-
interviene”).

“No sabemos qué y como pedir según conviene”.


Pablo supone que la oración de petición es un medio
indispensable para llevar adelante la salvación en devenir.

Pero precisamente en relación a este cuadro de la


salvación que es el proyecto de Dios ( , lit. “como es
necesario”: según la “necesidad” de la lógica divina que
organiza el desarrollo de la salvación), nosotros
confesamos nuestra ignorancia, no sabemos concretar
nuestra oración ni en cuanto a su objeto ni en cuanto a su
modo (  : “qué y cómo”).
“Pero el Espíritu mismo intercede por nosotros
con gemidos inefables”.
El Espíritu mismo interviene, se “interpone” a favor
nuestro (--: “a favor -en (nosotros)- llega”). Y lo
hace con un tipo de invocaciones (lit. “gemidos”), que son
sinónimo de oración expresada, completa e insistente.

.- puede significar “inexpresados” (lit. “no-


dichas”) o “inexpresables” (“in-decibles”, “in-efables”). En
el primer caso quería decir que esta oración, propia del
Espíritu, se formula en nuestro interior, se suma a nuestra
oración, pero no se manifiesta, no es captada por nuestra
percepción psicológica directa. En el segundo, se trataría
de una oración que no se puede expresar o percibir a nivel
psicológico. En todo caso, dada la insistencia en las
factores interiores, difícilmente se puede referir a la
glosolalía carismática.

v.27 “El que escruta los corazones”

La expresión (cfr. Jr 11,20) significa que Dios ve y


comprende todo lo que hay en la conciencia, en el interior
(“corazón”) del hombre, tanto lo que el hombre pone de
suyo en la oración como lo que viene del Espíritu.

“Conoce cuál es la aspiración del Espíritu” ( µ:


“deseo”, “aspiración”). “Porque intercede por los
Santos según Dios”
La intervención del Espíritu en favor de los santos (los
cristianos, que en cuanto redimidos viven su vida como
consagrados, en un culto permanente) es “según Dios”: es
según el plan de Dios, hace que lo que la oración
puramente humana tenía de ignorancia (v.26) y por tanto
de indeterminación con respecto al plan de Dios (“qué y
cómo”), quede suplido por la acción del Espíritu que ora en
ellos (-).

Por tanto, el cristiano que por sí solo no sabe pedir qué


y como conviene (según el plan de Dios), bajo la guía del
Espíritu (que ora en él y en favor suyo) se hace capaz de
pedir según Dios (hasta la equivalencia de las expresiones
“como conviene”, v.26, y “según Dios”, v.27), ya que Dios
conoce la aspiración del Espíritu y ésta es según Dios. Así
es como el Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad,
aunque el contenido de nuestra oración “según Dios”
permanece desconocido para nuestra conciencia
psicológica (se trata de gemidos inefables).

v.28 “Sabemos sin embargo...”


Pablo hace una referencia explícita al “no sabemos” del
v.26: aun ignorando los detalles particulares del plan de
Dios y cómo detallar o especificar el contenido de las
peticiones en referencia a ese plan, sabemos con certeza
que existe un plan de Dios, en virtud del cual todo (y en
primer lugar los sufrimientos y dificultades, como
explicitará Pablo después: 8,35-39) coopera o concurre al
bien salvífico de los que aman a Dios.

Por lo demás, esta doctrina no es nueva, sino que era


una idea corriente en el judaísmo en tiempos de Pablo (cfr.
por ejemplo el dicho de Rabí Aqiba: “Un hombre se
acostumbre siempre a decir: `Todo lo que hace el
omnipotente lo hace para el bien'“).

“Para los que aman a Dios”


El amor del cristiano a Dios es ante todo respuesta a la
iniciativa de Dios (cfr. 1 Cor 8,3), al amor de Dios que le
guía (cfr. 8,31-39).

Para Pablo, en línea con el A.T., se trata de una amor


total y efectivo (Dt 6,4-5), que incluye también el aspecto
afectivo (en el sentido de Oseas y Cantar de los Cantares).

“Para los que según su designio han sido llamados”


Existe un proyecto trascendente y propio de Dios
(: “consejo”, “decisión”, “designio”, “plan”) que
posteriormente se manifiesta y realiza “fuera” de Dios.
Esta realización consiste en la elección y en la llamada-
vocación, en el sentido de una intención por parte de Dios
que se dirige a la persona concreta llamándola por su
nombre.

v.29 “A los que de antemano conoció”

La preposición  indica una anticipación en el plano


del tiempo que al mismo tiempo es símbolo de una
anticipación absoluta en el plano ontológico (estrictamente
hablando para Dios no existe la dimensión del tiempo). El
conocimiento de que se habla es, en sentido semítico,
interés activo por la persona e implica conocimiento,
cuidado atento y delicado, amor, ayuda.

“Los predestinó a ser conformes a la imagen (de El)


que es su Hijo”. “Predestinó” (“pre-determinó”,
“prefijó”):
“de El”: genitivo explicativo. En su plan eterno y
trascendente Dios los destinó, los dirigió a este fin.

El hombre pensado y concebido por Dios es el hombre


que realiza los rasgos de la imagen de Dios tal como ella
se expresa en Cristo, que es de manera sustancial el Hijo y
-por tanto- la Imagen perfecta de Dios (Col 1,15).

Participando en la vida del Hijo realizamos en nosotros


la imagen de Dios que es el Hijo mismo y de ese modo nos
convertimos también nosotros en imagen de Dios.

Es así como surge una multitud de hijos, hermanos


entre ellos, y de los cuales Cristo es el primogénito.

v.30 Pablo resume aquí de la manera más sintética posible toda


la acción divina en favor del hombre:

predestinación > vocación > justificación >


glorificación

Pablo muestra la coherencia de la obra de Dios


resaltando la estrecha concatenación entre los diversos
momentos en que ella se realiza: partiendo de Dios
(“predestinó”), se concreta en la vocación (“llamó por su
nombre”); a la vocación sigue la justificación (“hizo
justos”), que, iniciada ahora, se concluirá en la fase
escatológica con la plena comunicación que Dios hará de
sí mismo: la glorificación (“glorificó”, “hizo gloriosos”).

La continuidad entre los distintos momentos es tan


estrecha y evidente para Pablo que los considera todos
como ya realizados (aoristos, perfecto profético).

BIBLIOGRAFIA de la Carta a los Romanos

Comentarios
-H. SCHLIER, La lettera ai Romani, Ed. Paideia
(original en alemán)
-V. WILCKENS, La Carta a los Romanos, Ed.
Sígueme

Estudios
-J. DE GOITIA, La Iglesia de Roma. Ed. DDB
-S. LYONNET, La historia de la Salvación en la
Carta a los Romanos, Ed. Sígueme
-S. LYONNET, De peccato et redemptione (2
vol.) Ed. PIB
-S. LYONNET, Estudes sur l'epitre aux
Romains. Ed. PIB
-L. ALVAREZ VERDES, El imperativo cristiano
en San Pablo, Ed. Verbo Divino
-E. CARRILLO MORALES, Ley del Espíritu y ley
moral en San Pablo, Ed. Estudio Teológico de
San Ildefonso de Toledo
-O. KNOCH, El Espíritu de Dios y el hombre
nuevo, Ed. Secretariado Trinitario
-P. BENOIT, La loi et la croix d'après Saint
Paul, en “Exegese et Theologie”
-A. FEUILLET, Loi aucienne et morale
chrétienne d'après l'Epître aux Romains, en
N.R.T. (1970), 785-805
-S. LEGASSE, Etre baptisé dans la mort du
Christ. Etude de Romains 6,1-14, en R.B. (1991)
544-559
-S. LYONNET, La soteriología paulina, en
ROBERT-FEUILLET, Introducción a la Biblio, T. II,
pp. 746-787

LAS CARTAS PASTORALES

A partir del siglo XVIII se suele dar este nombre a las cartas
de Timoteo y a la Carta de Tito, ya que las tres son cartas
dirigidas no a una comunidad, sino a Pastores de Iglesias
particulares con normas pastorales para el gobierno de la grey.

Por lo demás, es bastante notable la unidad entre las tres


cartas, tanto en la temática que desarrollan, como en el
trasfondo histórico que manifiestan y en los aspectos literarios
(vocabulario y estilo).

Canonicidad.
Su entrada en el canon oficial de las Escrituras no provocó
ningún problema en la antigüedad. Utilizadas desde los tiempos
de Ireneo y Clemente de Alejandría, son explicitamente citadas
en el canon de Muratori (canon de los escritos del N.T.
promulgado por el Sínodo de Roma en la segunda mitad del
siglo II-hacia el 180- contra Marción), lo que atestigua que por
estas fechas habían sido reconocidas en la Iglesia de Roma.

Autenticidad Paulina.

En los dos últimos siglos ha sido muy discutida la


autenticidad paulina de estas cartas.

Muchos críticos afirman que estas tres cartas son escritos


pseudo epigráficos puestos bajo el patrocinio de San Pablo.
He aquí en resumen los principales argumentos:

- las falsas doctrinas denunciadas por las Pastorales serían


los posturas gnósticas de mediados del siglo II.

- es notable la diferencia de vocabulario entre estas cartas


y el resto del Corpus Paulino.

- La organización de la comunidad eclesial, tal como


aparece en las Pastorales, sería de época tardía (bien
entrado el
siglo II) y resultaría ageno al pensamiento de Pablo en
cuanto excesivamente enraizado en instituciones judaicas.

- El marco histórico de las Pastorales no encuentra sitio en


las noticias que nos ofrece el Libro de los Hechos.

Por el contrario, la tesis clásica de la autenticidad


paulina, jamás discutida hasta el siglo XIX, argumenta de la
siguiente manera:
* Las Cartas Pastorales han estado integradas en el Corpus
Paulino ya desde el siglo II sin que se alzara ninguna voz en
contra.

* Es notable la cantidad de noticias personales que en las


tres cartas se dan sobre Pablo, sobre los dos destinatarios y
sobre otras 24 personas (la mayoría conocidas por el resto del
N.T.), lo que hace muy difícil que las cartas puedan provenir de
un falsario.

* Las falsas doctrinas no son el gnosticismo del siglo II, sino


en todo caso un gnosticismo insipiente de carácter judaizante
(lo cual, por otra parte, impide identificarlas con la herejía de
Marción, enemigo declarado del A.T.).

* En cuanto a la organización eclesial ya en Fil 1,1 aparecen


mencionadas las mismas instituciones eclesiásticas(“obispos y
presbíteros”) y por otra parte dicha organización es todavía
muy imprecisa (a diferencia de lo que encontramos en las
cartas de San Ignacio de Antioquía -primeros años del siglo II-
donde dichas figuras eclesiásticas aparecen perfectamente
delimitadas y diferenciadas). En todo caso, la evolución que
ciertamente existe en la organización eclesial con respecto a las
grandes cartas es explicable por la necesidad que Pablo debió
sentir de consolidar su obra tras la primera cautividad romana.

* En cuanto al marco histórico es evidente que los Hechos


no abarcan toda la vida y actividad de Pablo. Las referencias de
Clemente Romano (entre el 90 y el 100), del canon de Muratori
y de las Actas Petri cum Simone sobre el viaje de San Pablo a
España indican que tras los dos años de la primera cautividad
romana Pablo fue liberado y pudo moverse libremente antes de
ser apresado de nuevo e iniciar la segunda cautividad romana
que terminó con el martirio.

* Finalmente, las diferencias de temática y vocabulario son


explicables, dentro de una evolución normal, a causa de los
viajes, la diversidad de situaciones y temas tratados, etc.
En Conclusión: resulta razonable mantener la postura
tradicional que admitía la procedencia paulina de las Pastorales;
las razones aducidas en contra no parecen convincentes.

Sin embargo, la autenticidad paulina no se contradice por la


posible intervención de un secretario -tal vez Lucas- lo que
explicaría, de un lado, el paulinismo fundamental de la doctrina,
y de otro, el tono de estas cartas, muy diferentes del resto. De
hecho, según la 2 Tim 1,18.16;2,9, Pablo no sólo está prisionero
sino encadenado en un calabozo, lo cual dificultaría
enormemente el dictado; el Apóstol se limitaría a indicar lo
esencial, dejando al cuidado del secretario el desarrollo de las
ideas.

Lugar y fecha.

Según esto, Pablo habría escrito la carta a Tito y la primera


a Timoteo tras la primera cautividad romana (en torno a los
años 65-66) desde Macedonia.

En cuanto a la segunda a Timoteo debió ser escrita por


Pablo durante la segunda cautividad romana, pocas semanas
antes de su muerte (año 67).

Los destinatarios

Los destinatarios, sobre los cuales se ofrecen algunos datos


nuevos en sus respectivas cartas, son suficientemente
conocidos por el libro de los Hechos y por el resto de las cartas
paulinas.

Timoteo. Natural de Listra, de padre griego y madre judía


convertida al cristianismo (He 16,1), fue compañero de Pablo
durante su segundo viaje. Pablo lo circuncidó para evitar todo
tipo de susceptibilidad de parte de los judíos (Hch 16,3). A partir
de entonces Timoteo siguió al Apostol en la mayoría de sus
viajes (Hch 17,14-15;18,5;19,22); es también uno de los
portadores de la colecta en favor de la Iglesia de Jerusalén (Hch
20,4). Gozaba de la plena confianza de Pablo, que le envía en
momentos dificiles o situaciones delicadas (1 Tes 3,2-6;1 Cor
4,17; 16,10-11;Fil 2,18-24; Rom 16,21). Igualmente figura junto
a Pablo como mitente de varias cartas (1 y 2 Tes,2 Cor, Fil, Col,
Flm). Finalmente Pablo dice haberle rogado que se quedara en
Efeso para resistir ahí a la herejía naciente ( 1 Tim 1,3).

Tito. Cristiano de origen pagano, tal vez convertido por


Pablo que lo llama “verdadero hijo según la fe común” (Tit 1,4),
es presentado en Gal 2,1-5 como compañero de Pablo,
incircunciso venido a Jerusalén para ser testimonio vivo de la
libertad de los paganos frente a las prescripciones de las ley
judía. Supo reconciliar a los Corintios con el Apóstol (2 Cor 7,6-
16), impulsó la realización de la colecta proyectada (2 Cor 8,6)
y desempeñó misiones difíciles (2 Cor 12,17-18). Liberado Pablo
de su primera cautividad romana, en su viaje a oriente dejó a
Tito en Creta para establecer presbíteros (Tit 1,5).

La herejía que Timoteo y Tito han de combatir.

Nunca se la describe sistemáticamente, pero en ocho


ocaciones al menos se habla de ella con rasgos bastante
parecidos, y cuya suma nos brinda una idea aproximada en que
debió consistir. He aquí los textos:

1 Tim 1,3-11 2 Tim 2,14-16 Tit 1,10-16


4,1-11 3,1-9 3,9-11
6,3-10
6,20-21

De estos textos aparecen un buen número de datos: se


trata de “doctrinas extrañas”, y de “mitos y genealogías
interminables”, de “vana palabrería”; los herejes “prohiben el
matrimonio y el uso de alimentos”; son “orgullosos que no
saben nada, sino que padecen la enfermedad de las disputas”;
su doctrina es una “falsa ciencia” y los que las profesan se han
apartado de la fe; “se han desviado de la verdad al afirmar que
la resurrección ya ha sucedido”; hay que prevenir a los fieles
para que “no den oidos a fábulas judaicas”...

En resumen, la herejía no es la de Marción, que rechazaba el


A.T. Se trata, por el contrario, de un error enraizado en lo
judaico, que no puede identificarse con el gnosticismo de la
segunda mitad del siglo II. Probablemente se trata de un
gnosticismo incipiente, de tipo dualista, que rechazaba el
matrimonio, determinados alimentos, y el cuerpo como cosas
malas. Debió encontrar terreno abonado par algunas de sus
prohibiciones en la distinción cúltica de cosas puras e impuras
propugnada por la ley mosaica. La desmesurada afición a las
genealogías estaba ya muy en voga en determinados apócrifos
del A.T. (p.e. Libro de los jubileos). Por tanto, la herejía descrita
en las Pastorales no es la de Marción ni todavía el abierto
gnosticismo del siglo II, sino un gnosticismo incipiente
enraizado en el judaísmo.

Mensaje de las Cartas Pastorales.

El contenido de estas cartas encaja perfectamente con las


ideas paulinas de las grandes cartas; sin embargo, hay un
desplazamiento de acento con respecto a ellas:

1) La fe a pasado a ser doctrina, no solo vínculo personal


entre el hombre y Cristo.
2) Se insiste sobre la necesidad de las “bellas obras” más
que sobre la vida según el Espíritu.
3) La vida cristiana integra una “moral de equilibrio”,con
su centro en la “piedad”.
4) El Espíritu opera la regeneración del hombre en conexión
con el bautismo, “baño de regeneración”(Tit 3,5), pero
es también el garante del “depósito” confiado.
5) El amor no es la virtud por excelencia, sino una virtud
junto a las otras.
6) En todo caso, es la gracia la que sostiene los esfuerzos
humanos.

Es de notar el título “Dios salvador” (Tit 2,10.13;2 Tim 1,9)


aplicado ya al Padre, ya a Cristo Jesús (Tit 2,13): el título Dios
aplicado al Hijo es muy poco frecuente en el N.T. (Cfr. Rm 9,5,
único caso en las cartas paulinas).

También aparecen recomendaciones generales a los


cristianos: que sean sumisos a las autoridades civiles (Tit 3,1; 1
Tim 2,2), que eviten el orgullo y hullan de la codicia (1 Tim 6,3-
10)...y otras recomendaciones a grupos particulares: a los ricos
para que administren bien sus riquezas (1 Tim 6,17-19), a los
ancianos y ancianas (Tit 2,1-5), a los jóvenes (Tit 2,6 ss), a los
esclavos (1 Tim 6,1-2; Tit 2,9-10).

La organización eclesial.
Es sin duda uno de los temas centrales de las Cartas
Pastorales.

Presbíteros-epíscopos.

Los títulos dados a los que ejercen las funciones en las


Iglesias no son ya los que se encontraban en las grandes cartas
de Pablo. El vocabulario empleado entremezcla el de Pablo
(“epíscopos y diáconos”: Fil 1,1), el del judeocristianismo
primitivo (Presbíteros o ancianos:Hch 11,30;14,23;15,22; St
5,14) y el que testifican los Hechos (Presbíteros-obispos:Hch
20,17.28; evangelista: Hch 21,8).

A la cabeza de cada Iglesia hay Presbíteros-epíscopos con la


función de presidir las asambleas, enseñar la palabra de Dios y
refutar las falsas doctrinas velando por la fe. Tienen por tanto,
una misión de enseñanza (1Tim 3,2;5,17;Tit 1,9) y de gobierno
(1Tim 3,5;Tit 1,7). Y por encima de estos responsables locales
están los colaboradores directos de Pablo, Timoteo y Tito,
encargados de vigilar la evangelización y la oraganización de
las Iglesias en toda la región.
No está clara la relación entre los títulos de Presbítero y
epíscopo. La palabra “epíscopo” aparece siempre en singular
(1Tim 3,2;Tit 1,7). Para algunos esto significa que nos
encontramos ya ante un episcopado monárquico (tal como
aparece claramente en las cartas de San Ignacio de Antioquía);
para otros el epíscopo es un presbítero con una autoridad
superior, tal vez designado por turno entre el colegio de los
presbíteros para ejercer determinadas actividades (Cfr. 1 Tim
5,17).

Nos encontramos con un rito de imposición de manos (1


Tim 4,14;5,22;2 Tim 1,6), empleado de forma general para los
presbíteros, que confiere un don espiritual en orden al
ministerio.

En el plano de la organización eclesial existen indicios muy


precisos de sucesión apostólica (2Tim 1,14;2,2) e incluso una
tradición constituida que recibe el nombre de “depósito” (ibid y
1Tim 6,20). En las reglas dadas a Tito y a Timoteo aparece una
disciplina eclesiástica ya bastante desarrollada.

Diáconos.

Tampoco está clara su figura. Tanto en 1 Tim 3,8-13 como


en Fil 1,1 aparecen en estrecha relación con los epíscopos.
Quizá estamos todavía en la institución de Hch 6,1-6 y se
dedique a la administración y al servicio material de la
comunidades. Quizá han desempeñado una función de
colaboradores respecto de los evangelizadores.

Las “mujeres” de 1 Tim 3,11 no parecen ser las esposas de


los diáconos, sino mas bien “diaconisas” (Cfr. Rm 16,1, donde
encontramos a Febes, “diaconisa de la Iglesia de Cencreas”,
probablemente la portadora de la carta). En todo caso, no
encontramos todavía el celibato referido a los ministros; en el v.
11 solo se excluye del ministerio a los casados en segundas
nupcias (misma exigencia para los presbíteros: Tit 1,6, y para
los epíscopos: 1 Tim 3,2); en unas circunstancias en que los
herejes consideraban malo el matrimonio (1Tim 4,13) era
impensable la insistencia en el celibato.
Institución de las viudas.

Parece que en la 1 Tim 5,3-16 se trata de una verdadera


institución de la primitiva Iglesia. Se hace referencia a mujeres
viudas que no se pueden valer solas ni tiene familia que cuide
de ellas y que se acojen a la caridad de la Iglesia.
Probablemente se comprometían a no casarse de nuevo y a
rezar por la comunidad. En todo caso, se insiste en que las que
tienen familiares sean atendidas por éstos. Por otra parte, el
límite de la edad (no menores de 60 años) evitaba el escándalo
de las que tras haberse comprometido se volvían atrás y se
casaban.

Esta imagen de viuda perfecta, que “tiene puesta la


esperanza en el Señor y persevera en sus plegarias y oraciones
noche y día” (v.5), que vive enteramente consagrada a Dios
(como Ana la profetiza:Lc 2,37), dará origen con el tiempo a la
institución eclesial de las vírgenes entre jóvenes no casadas
que vivían la misma actitud de consagración.

Ordenación del culto.

También este aspecto o dimensión eclesial aparece


notablemente reglamentado. 1 Tim 2,1-7 regula la oración
litúrgica y establece que se ore por las autoridades,
reconociendo la voluntad salvífica universal de Dios y la
mediación -universal y única- de Cristo Jesús hombre; hay que
orar por todos porque Dios quiere la salvación de todos y por
todos se entregó Cristo como rescate.

Igualmente se regula (1Tim 2,8-15),con una curiosa


fundamentación rabínica, el papel de las mujeres en el culto.
CARTAS DE LA CAUTIVIDAD

Se suele agrupar bajo esta denominación Filipenses,


Colosenses, Efesios y Filemón. Entre ellos, cada vez se
diferencia más entre Filipenses y los restantes, dirigidas a los
cristianos de Asia. Colosenses, Efesios y Filemón, aparecen
especialmente unidos entre sí: una teología más desarrollada,
un mismo mensajero (Ef 6,21; Col 4,7). El billete a Filemón, está
en estrecha relación con Colosenses.

La opinión más común, es que la cautividad a la que Pablo


hace alusión en estas cartas (Flp 1,7.12ss; Ef 3,l-41; 6,12; Col
1,24; 4,3-18; Fl 1,9) es la primera cautividad romana (años 61-
63). Algunos, sin embargo, defienden la cautividad de Cesarea
(Entre el 58 y el 60), como el momento en que se escriben; pero
en ese caso el intervalo entre Ef Col y las grandes epístolas
sería demasiado corto. Otros proponen, -sobre todo para Flp - la
cautividad en Efeso (a. 54-57), durante la larga estancia (dos
años y tres meses) de San Pablo en esa ciudad.

Por otra parte, una carta escrita también en prisión (2 Tm)


se clasifica normalmente entre las cartas pastorales.

LA CARTA A LOS FILIPENSES

Aunque según algunos las palabras de Flp 3,1 indicarían


que existió otra carta anterior y San Policarpo habla en su carta
a los Filipenses de las “epístolas” que Pablo les envió, lo cierto
es que esta es la única carta que se conserva dirigida por San
Pablo a la comunidad de Filipos.
Entre todos los escritos de San Pablo, es este el que tiene
más aspecto de carta. Todo son noticias personales y relativas a
la relación entre él y la comunidad, acompañadas de
abundantes efusiones afectivas y de exhortaciones paternales a
vivir cristianamente.

1.- La ciudad y la Iglesia de Filipos.

Filipos era una colonia romana, fundada para acoger a los


veteranos de Octavio. Por ser colonia romana disfrutaba de
considerables ventajas; regida por el “ius italicum” -los mismos
estatutos que las ciudades de Italia-, elegía sus propios
magistrados. Cuando San Pablo llega a Filipos, esta ha perdido
su antiguo esplendor y su categoría de capital. Cohabitaban
pacíficamente en ella los cultos más variados. También había
judíos, pero el hecho de no tener sinagoga (Hch l6,l3), indica
que debían ser poco numerosos.

Filipos fue la primera ciudad europea que acogió el


Evangelio (Hch l6,llss). La primera convertida fue una mujer de
origen asiático, Lidia (Hch 16,14). No tenemos muchos datos
sobre la duración de la misión de San Pablo (a fines del año 49
o principios del 50), pero la vitalidad de la comunidad de Filipos
nos hace pensar en una estancia de varios meses. La
evangelización fue realizada por Pablo en unión de Silas y
Timoteo (y tal vez de Lucas). Como en otros lugares, no tardó
en estallar la tempestad, seguida de un corto encarcelamiento
(Hch 16,16-40).

Esta comunidad, compuesta sobre todo de antiguos


paganos, profesó un gran afecto al Apóstol, siendo
correspondida por él. Fue la única Iglesia de la que Pablo aceptó
donativos (2 Cor ll,7-9), mientras que rehusó los de todas las
demás (1 Tes 2,9; 2 Tes 3,7-9; 1 Cor 4,12; 9,l5). Y fueron
precisamente estos donativos los que dieron lugar a la
correspondencia epistolar de Pablo con la Iglesia de Filipos (Flp
4,10-20).
2.- Contenido de la carta.

Esta carta, de cuya autenticidad nadie duda, es de las


menos ricas teológicamente hablando. He aquí los puntos
principales de su contenido:

a) La mención expresa de “epíscopos y diáconos” (Flp 1,1);


es difícil precisar el alcance de esta primera referencia en los
escritos paulinos a una de las funciones que en las Cartas
Pastorales aparecerán más desarrolladas.

b) La plegaria de acción de gracias (1,3-11), la más larga


en el epistolario paulino.

c) El hecho de que la prisión no encadena al Evangelio,


pues su estancia en la carcel ha servido para que se difunda el
evangelio por todo el pretorio y para que los hermanos se
animen a predicar a Cristo (1,12-18).

d) Una exposición muy densa sobre la esperanza cristiana


(3,8-14) en conexión con alusiones de Pablo a su conversión;
alusiones al día de Cristo (1,6.10; 2,16) que contemplan la
Parusía en la misma línea que 1 Tes y 1 Cor; y, sobre todo, una
afirmación clara y precisa de la escatología individual
intermedia, el convencimiento de que los creyentes que mueren
en Cristo comienzan a estar con El antes de la Parusía (1,21-
24).

e) Finalmente, -y este sí es uno de los textos más


importantes del epistolario paulino-, el himno a Cristo (2,6-11).
En el contexto de una cálida exhortación a la unidad, puesta en
peligro por falta de humildad, el Apóstol presenta el ejemplo de
Cristo. Pero pronto la preocupación moral cede el puesto a la
afirmación cristológica y soteriológica. En este cántico -himno
litúrgico preexistente o bien compuesto por Pablo-, aparece una
clara antítesis entre Cristo y Adán; este, simple hombre y siervo
de Dios, quiso soberbiamente ser como Dios y su desobediencia
le mereció la pérdida de la amistad divina; Cristo, en cambio,
siendo Dios y correspondiéndole presentarse como tal, no tuvo
afán de ser como Dios, sino que se despojó de su rango, tomó
la forma de siervo y se hizo obediente hasta la muerte, por lo
cual Dios le exaltó junto a sí como Señor y Salvador.
Encontramos así un eco de Rm 5,1-9. Teológicamente, el himno
profesa la fe en la preexistencia divina de Cristo, en la realidad
de la Encarnación asumiendo la forma kenótica de siervo, y en
la exaltación y glorificación de Jesús como Señor.
LA CARTA A LOS COLOSENSES

1.- La ciudad de Colosas y su Iglesia.

Colosas era una ciudad frigia del valle del Lico en la


provincia romana de Asia, a doscientos km. al este de Efeso,
capital de dicha provincia. En tiempos de San Pablo no es más
que una pequeña ciudad, sin especial renombre, no lejos de
Laodicea e Hierápolis. Los judíos eran numerosos en aquel fértil
valle, cruzado por el camino del mar a Siria.

La Carta a los Colosenses es la única de Pablo -junto a la de


los romanos-, dirigida a una comunidad no fundada por él, y tal
vez no visitada por él con anterioridad (2,1). Probablemente fue
fundada, -lo mismo que la de Laodicea y la de Hierápolis_ por
Epafras, nativo de Colosas, durante la larga estancia de Pablo
en Efeso, en el curso de su tercer viaje misionero (Col 1,7; cfr.
Hch 19,10). De ahí que los lazos entre Pablo y la joven iglesia
fueran muy estrechos a través de sus más cercanos discípulos:
de hecho la carta alude al efecto de los colosenses hacia Pablo
(1,7-8) y del interés de este por ellos (l,9.24; 4,8-18).

2.- Ocasión de la carta: la crisis de Colosas.

Epafras está en el origen de la carta (1,7). Probablemente


ha visitado a Pablo y le ha informado de una crisis que estaba
atravesando la comunidad de Colosas. Estas noticias mueven al
Apóstol a escribir.

Es difícil precisar con exactitud en qué consiste el error por


el que se ven amenazados y tentados los colosenses. Pablo
escribe de manera bastante oscura, como refiriéndose a algo
conocido por sus interlocutores.

Por las alusiones que hace, vemos que insiste en que no


deben permitir que se les engañe (2,4), no deben ser “fácil
presa” (2,8) ni plegarse a ciertas ordenanzas (2,20). La doctrina
herética tiene estas características: el culto de los ángeles
(2,18), de los elementos del mundo (2,8; cfr. Ga 4,3), la
observancia de ayunos, del plenilunio, del sábado (2,16);
normas sobre alimentos (2,16.21), una cierta ascesis (2,21) o
represión del cuerpo (2,23); ello prepararía visiones de ángeles
(2,18.23), pero son prácticas sin valor, sombra de lo que ha de
venir (2,17), enseñanzas fundadas en la especulación religiosa
(2,8) o en doctrinas humanas (2,22).

En resumen, podemos decir que la herejía de Colosas (¿pre-


gnóstica? cfr. 1 Cor 15,24ss; Ga 4,3-10) presenta un aspecto
intelectual y otro ascético. Por un lado, las especulaciones sobre
los “elementos del mundo”, es decir, las fuerzas astrales y
cósmicas del mundo griego, y sobre los ángeles de la teología
judía; la creeencia en las potencias celestes favorece el
determinismo y lleva consigo una concepción de la vida
marcada por la sumisión a las fuerzas de la naturaleza. De ahí
se deriva, por otro lado, la observancia de ciertas prácticas
complejas en las que ocupan un lugar privilegiado los temas del
calendario, los ritos como la circuncisión, el régimen de
alimento...

Sabido es que Frigia fue siempre una caldera en ebullición


de filosofías extrañas y místicas morbosas. El error de Col lleva
un espíritu judío muy marcado, pero a la vez manifiesta un gran
sincretismo con diversas corrientes del paganismo, sobre todo
de las religiones iraníes.

En todo caso, la presencia de estos errores, ha dado a Pablo


ocasión para profundizar más en su reflexión sobre el misterio
de Cristo , en el que se contiene toda la sabiduría (2,3), y le ha
dado pie para subrayar la preeminencia absolutamente única
de Cristo sobre todo el universo creado, ya que en El habita
toda la plenitud (1,19; 2,9). El es el único Mediador, no sólo
entre Dios y el hombre, sino entre Dios y el cosmos: como Hijo
de Dios encarnado, sólo El une el universo y el hombre a Dios.
El es el principio y el fin de la Creación (1,16), y ningún ser
creado le puede sustituir en esta misión, ya que es la cabeza de
todo y de todos, incluidos los ángeles (2,10). Y la redención
mediante su sangre alcanza a toda la creación: reconciliando
los hombres con Dios, restaura en el universo el orden querido
por el Creador.

También las prácticas quedan relativizadas: es la unión


personal con Cristo la que salva; El es el principio () único
de vida nueva que ha de penetrar toda la vida y actividad del
cristiano (3,17), hasta renovarlo totalmente (3,10).

3.- Autenticidad y fecha.

Comparada con las grandes cartas, Col presenta


diferencias de estilo (frases amplias, incisos, redundancias,
verbos con muchos complementos...) y de vocabulario (hasta
16 términos que no se encuentran en las cartas cuya
autenticidad está fuera de duda; palabras que experimentan
evolución en su sentido: Cabeza, Cuerpo, Iglesia, pléroma,
conocimiento, misterio...). También hay diferencias en cuanto a
la teología (alcance cosmológico de la soteriología; el misterio;
la noción de Iglesia; los efectos del bautismo son más actuales
que en Rm 6...).

El siglo pasado fue negada la autenticidad paulina de la


carta haciéndola remontar a los círculos apostólicos del S.II.
Hoy, sin embargo, se generaliza cada vez más la aceptación de
la autenticidad de la carta como consecuencia de diversos
trabajos. Las diferencias de estilo no son tan notables. La
ausencia de ciertos conceptos típicamente paulinos (gloriarse,
ley, justificación...), tampoco es argumento demostrativo. Pablo
no era monolítico, y por otra parte, las circunstancias nuevas de
los errores de Colosas, han podido muy bien servir de reactivo
para el pensamiento vigoroso y original de Pablo, que sabía
adaptarse con rapidez y elevarse a nuevas síntesis. En
definitiva, no hay ninguna razón seria para negar a Pablo la
paternidad de Colosenses.

En cuanto al lugar y fecha, dependen de qué cautividad se


determine como momento de composición de la carta. Aunque
son admisibles la cautividad de Efeso (a.56-57) o la de Cesarea
(a.58-60), sigue siendo la más probable la opinión tradicional de
la primera cautividad de Pablo en Roma (a.61-63).
LA CARTA A LOS EFESIOS

NUESTRA BENDICION EN CRISTO: Exégesis de Ef 1,3-14

Nos encontramos, sin duda, ante una de las perícopas más


ricas del epistolario paulino.

Estructura literaria

Diversas estructuraciones del texto han sido propuestas.


Sin embargo, nos quedamos con la que parece más clara por
basarse en criterios exclusivamente literarios.

En efecto, resalta un fenómeno literario característico


que se repite a lo largo del himno; se trata de la
combinación de estos dos elementos gramaticales:

-  ( ) (en El): 4.7.11.13


-  (para, hacia): vv. 5-6 (repetidamente).10.12.14.

Basándonos en este fenómeno literario, se pueden


distinguir los siguientes bloques:

a) vv. 4-6
b) vv. 7-10
c) vv. 11-12
d) vv. 13-14

Queda aislado el v. 3, que constituye como un título


general para toda la perícopa.

De este modo resulta una cierta estructura “cíclica”: se


siguen las diversas partes, introducidas y concluidas con los
mismos elementos, que apuntan a los mismos contenidos
teológicos de fondo, desarrollados y retomados desde distintas
perspectivas.

Género literario y teología de la perícopa

En cuanto al género literario, está claro que es el género


típico de las bendiciones, que suele ir caracterizado por una
cierta solemnidad y un cierto ritmo.

El tema de fondo de la teología de esta perícopa es el plan


salvífico de Dios. Este es una “bendición” de Dios, que nos
sustrae a todas las insidias negativas, nos coloca en el espacio
salvífico de Cristo, “en El”, y amándonos con el don del Espíritu
nos impulsa como hacia una meta (  : “hacia”, “ad”).

Este plan de Dios se subraya en su transcendencia divina:


depende total y exclusivamente de Dios; se presenta como
expresión de una “elección”, de una “predeterminación” que
Dios ha realizado tomando como punto de referencia sólo su
“voluntad”, su “beneplácito”.

Este plan de Dios se actúa en Cristo. Cristo es nuestro


“ambiente” de salvación; ha llegado a ser tal mediante su
pasión, muerte y resurrección. De este modo, en El se
desarrolla toda la historia de la salvación, la cual llevará a una
convergencia final de todas las cosas, siempre en El.

Asociado a Cristo, animado por el Espíritu, el cristiano debe


tender hacia el fin que Dios mismo se ha prefijado, pero que el
cristiano debe realizar concretamente. Este fin tiene varios
aspectos:

- inmediato y personal: ser santos y sin mancha,


- más amplio y universal: la confluencia de todo
hacia Cristo,
- último y definitivo: la glorificación del Padre.

Exégesis

v.3
Según hemos dicho en la estructura, es como el título de
toda la perícopa.

Este versículo retoma el tema y el módulo literario de las


bendiciones del A.T. (cf. Gn 9,26;14,19s.; Sal 18,47; 31,22).
En ellas el hombre celebra a Dios; se dirige directamente a
Dios -especialmente en un contexto litúrgico- y le expresa
su alabanza. Es un movimiento ascendente, hacia Dios,
que presupone un movimiento descendente, de Dios hacia
el hombre.

En efecto, Dios, origen de todo bien, dirige al hombre


una palabra de favor, de benevolencia: le “bendice”. Una
palabra que no se limita a un deseo, sino que produce
eficazmente lo que contiene: bendición de parte de Dios
significa un volcar activamente en los hombres un
conjunto de bienes (en cada caso el contexto determina o
especifica de qué bienes se trata).

El hombre al que se dirige la bendición divina se da


cuenta de lo que Dios ha hecho por él, lo aprecia, y
reacciona celebrando a Dios y expresando con la alabanza
el reconocimiento por lo que ha recibido; es decir, bendice
a Dios.

“Dios y Padre...” - La bendición se dirige a Dios Padre,


que es fuente y origen en el seno de la divinidad y es
también causa eficaz de todo desarrollo de la historia de la
salvación.

“Nuestro Señor Jesucristo” - Sin embargo, esta


bendición aparece en estrecha conexión con Cristo. Toda la
historia de la salvación se actúa “en Cristo”, en Jesús
“Señor”.

K (“Señor”) es un título atribuido a Cristo por Pablo


con gran frecuencia (275 veces).
- En el griego profano tiene un valor cercano a
 (“dueño”).

- En los LXX es particularmente frecuente,


traduciendo los términos hebreos “El” (60 veces),
“Elohim” (193 veces) y “Yahveh” (6156 veces);
además aparece 192 veces aplicado a los hombres.
Por tanto, el uso religioso es netamente prevalente y
prácticamente viene a identificarse con el nombre
propio del Dios del A.T.

- Este parece ser el significado del título K en


Pablo. El himno cristológico de Fil 2,6-11 desemboca
en la “confesión” (que supone el reconocimiento
solemne por parte de todos y lleva a la adoración) de
que “Jesús es K “. Por tanto, “Señor” es el nombre
que Jesús ha recibido como don, y el contexto
solemne de adoración en que está situado resalta la
correspondencia que aparecía en los LXX en K y
Yahveh (cf. 1 Cor 8,5-6;2 Cor 4,5;1 Tes 4,15).

Por tanto, “Señor” es el título dado a Cristo tras la


resurrección y como consecuencia de ella, e indica una
igualdad -”dada” a Jesús- entre él y Dios (Yahveh del A.T.).

Pero no es sólo una prueba “teórica” de la divinidad de


Jesús. Como Yahveh significa en el A.T. “el que hace ser” a
su pueblo (cf. Ex 3,14), en el N.T. “Señor” es el Cristo
glorioso que -en virtud de su misterio pascual desde su
actual condición gloriosa- “hace ser” el nuevo pueblo de
Dios que es la Iglesia.
Por tanto, la confesión de fe conlleva la actitud práctica
de confianza en la poderosa acción que en su situación
gloriosa despliega el “Señor” en su Iglesia y en favor de
ella (cf. Ef 1,15-23), impulsándola hacia su plenitud
escatológica.

“nos ha bendecido con toda clase de bendición


espiritual”. La bendición divina que se vuelca sobre los
cristianos es “múltiple”, hasta el punto de alcanzar una
totalidad: “toda clase de bendiciones”.
µ - se trata de una bendición “espiritual”, es
decir, unida con el Espíritu. Puede referirse, en el contexto
de la teología paulina, al Espíritu de Cristo (por tanto, una
bendición en relación con la acción del Espíritu Santo) o
bien al espíritu del hombre (una bendición que afecta a la
parte superior del hombre). Pero el adjetivo puede incluir
los dos aspectos: la acción del Espíritu Santo, de hecho, se
actúa en el espíritu del hombre.

“en las regiones celestes” (o “en los cielos”). Esta


expresión designa genéricamente una realidad
trascendente en relación, de algún modo, con Dios. En
efecto, en el lenguaje y en la mentalidad hebreos “cielo”
designa una pertenencia a Dios en sentido exclusivo; el
“cielo” era imaginado como la sede inaccesible de Dios.

Por tanto, una bendición dada en las regiones celestes


indica, de algún modo, una relación de particular cercanía
con Dios (es decir, algo propio de Dios). La bendición de
Dios -el volcarse de los favores divinos- pone al hombre en
una zona o nivel propio de Dios (en “los cielos”).

“en Cristo” La bendición transcendente del Padre nos


alcanza “en Cristo”, en cuanto que permanecemos unidos
y asociados a Cristo.

La fórmula   indica siempre en Pablo la relación


particular de unión y asociación a Cristo que se inicia con
el hecho del bautismo.
Según nuestro contexto, Cristo es el “lugar”, el espacio
ideal en el que se realiza la bendición del Padre. Los
creyentes, en cuanto presentes en el ámbito de este
espacio “vital”, se apropian de la abundancia de los bienes
concedidos por la bendición.

a) vv. 4-6

Tras el v.3, se determina y concreta en qué consiste la


bendición del Padre: el Padre nos ha bendecido “en cuanto
que (  ) nos ha elegido en El antes de la fundación del
mundo”.

v.4 “nos eligió en El...” - En relación con Cristo, “en el


ámbito de Cristo”, los cristianos somos objeto de una
elección por parte de Dios.

A diferencia del uso corriente (donde elegir algo o a


alguien implica excluir otras cosas o personas), el término
 referido a Dios subraya sobre todo el aspecto
positivo: voluntad dirigida a una persona, intencionalidad
referida a lo que se elige. Por tanto, al hablar de los
cristianos como elegidos por Dios, no se contraponen,
como tales, a un resto no elegido, sino que simplemente
se insiste en la acción positiva de Dios que elige y que
toma a los elegidos como objeto particular de su acción
benéfica.

“antes de la fundación del mundo”.- La elección ha


tenido lugar “antes de la creación del mundo”.

Pero se trata de un “antes” () que no tiene tanto un


valor cronológico cuanto un valor cuantitativo:
independientemente de la creación del mundo, con
precedencia de valor con respecto a la creación misma. Lo
mismo que en el v.3 encontrábamos una metáfora de tipo
espacial -”en los cielos”-, aquí encontramos otra de tipo
temporal. El significado es que la elección tiene lugar a
nivel exclusivamente divino, se radica en Dios y sólo en El,
supera y precede toda otra cosa, es incondicionada.

“para que seamos santos e inmaculados”.- Es la


finalidad concreta de la elección divina en nuestro favor.

Unidos a Cristo por el bautismo, hemos sido hechos


“santos” (cf. 1,1), y esta cualidad debe extenderse a toda
nuestra vida concreta y a nuestra conducta de manera
permanente y en totalidad.

Esta santidad se especifica como un vivir “sin mancha”,


sin hacer nada digno de reproche.

Si queremos precisar mejor el valor del término (µµ),


que es usado en los LXX (es muy frecuente en Levítico y
en Números) para indicar la integridad ritual de las
víctimas, una vida sin mancha significa una vida dedicada
a un culto continuo a Dios, una vida digna de este carácter
permanente de sacralidad cultual y coherente con él.

“en su presencia”.- Se trata de una vida que -en un


contexto de sacralidad e integridad- sea válida a los ojos
de Dios.

En el A.T. “estar delante de Dios” tiene un valor cultual:


está “delante de Dios” el que realiza una ofrenda o el que
-como los sacerdotes- está dedicado a su culto.

En nuestro contexto, empalmando con “santos” e


“inmaculados”, la expresión “en su presencia” subraya el
hecho de que toda la vida del cristiano es un estar
permanentemente delante de Dios, en actitud de culto.
“en el amor”. La expresión puede referirse a lo que
precede o a lo que sigue. Los autores, antiguos y
modernos, se dividen entre las diversas interpretaciones.
He aquí las principales:

a) Referido a lo que sigue, la expresión “en el


amor” aparece complementando a “habiéndonos
predestinado”; de ese modo, la acción de Dios que
predestina aparece determinada por el amor. Apoyan
esta postura S. Jerónimo, Ecumenio, Sto. Tomás,
Calvino, Westcott, Huby, etc.

b) Referido a lo anterior, se puede entender unido


al verbo “nos eligió” (al inicio del v.4): “nos eligió en
el amor para que seamos santos”. En este caso, tanto
la elección como su finalidad (ser santos e
inmaculados) son expresión del amor. Así S. Juan
Crisóstomo, Teodoreto, Teofilacto, von Soden,
Driessen, Schlier...

c) También “en el amor” puede referirse a “en su


presencia”: entendida esta última como una
expresión de culto continuo dirigido a Dios, la
expresión “en el amor” añadiría la idea de un amor
continuo hacia Dios que debe invadir el culto a El
dirigido.

v.5 “habiéndonos predestinado a la filiación en virtud


de Jesucristo”
 - Pablo vuelve a lo indicado al inicio del
versículo anterior: la iniciativa de nuestra salvación. Esta
iniciativa es sumamente libre, depende sólo de Dios, que
la organiza, la pre-determina según quiere, antes e
independientemente de todo otro factor o elemento de
cualquier tipo.

Esta salvación tiene uno de sus quicios fundamentales


en la adopción como hijos.
El término  es típico de san Pablo, pues sólo él lo
usa en todo el N.T. (además de este texto, cf. Ga 4,5; Rm
8, 15.23;9,4). Pablo lo toma del derecho grecorromano (la
adopción era prácticamente desconocida en el mundo
hebreo) y lo aplica a los cristianos.

Los cristianos son hijos de Dios “en virtud de Jesucristo”,


no por naturaleza, sino -como ocurría en el caso jurídico de
la adopción- por una intervención de Dios que ha
transformado su “status”.

“(tendentes) hacia El” (   )


Se entiende “hacia Dios”, tendentes y orientados hacia
él; la predestinación que se concreta en la filiación divina
produce en nosotros una tendencia hacia Dios, que es y
permanece siempre como el término último al que se
dirige toda nuestra vida cristiana.

“según el beneplácito de su voluntad”


La elección, la predestinación, la adopción como hijos...,
todo este conjunto salvífico, es querido por Dios y
corresponde a una íntima disposición suya: algo que Dios
desea y en lo que interiormente se complace precisamente
en cuanto Dios.

v.6 “para alabanza de la gloria de su gracia”


La realidad de Dios, lo que Dios es, se manifiesta a
nosotros. En un contexto hebreo, “gloria” (kabod) no
significa “fama” o “celebridad”, sino el “peso”, el “valor”
de Dios, de la benevolencia (gracia) divina que -en un
movimiento descendente- se manifiesta y comunica a los
hombres.

A su vez, los hombres, recibiendo y apreciando todo el


conjunto de los dones de Dios, le expresan -en un
movimiento ascendente- su reacción mediante la alabanza
y la glorificación.
“con la que nos agració en el Amado”
Nosotros hemos sido hecho objeto de la benvolencia
activa de Dios, de su gracia, de sus beneficios, en cuanto
que estamos unidos a Cristo y en conexión con El (ya
hemos visto que esta es una de las claves de todo el
himno).

Cristo aparece aquí como “el Amado” por excelencia, el


amado en sentido absoluto. El amor de Dios nos alcanza a
nosotros juntamente con Cristo y a través de El en cuanto
“amado”.

b) vv.7-10

v.7 “en el cual tenemos la redención por medio de su


sangre, el perdón de los pecados”
Pablo usa diversos términos para indicar el pecado:

- µ designa el pecado en su generalidad y


radicalidad, hasta convertirse a veces en una fuerza,
en una potencia maligna personificada.

- µ /  (lit. “transgresión” y “paso


falso que hace caer”, “acto de pecado”) indican más
bien cada concreto acto pecaminoso.

El pecado, tanto en su generalidad y radicalidad como


en los actos concretos que son su consecuencia y
expresión, hace al hombre hostil a Dios, lejano y separado
de El (cf. Ef 2,1-3). El hombre en situación de pecado no
vive en la pertenencia a Dios, es como extraño a El.

Sólo Dios en su misericordia puede superar al abismo de


esta separación, resucitando al que estaba muerto por los
pecados y haciéndolo vivir en Cristo (cf. Ef 2,4-10). Esta
intervención de Dios recibe diversas designaciones
comprendidas bajo el término genérico de “redención”.

Los diversos vocablos hacen referencia a  y


contienen la idea fundamental de un precio que hay que
pagar.

El término aquí utilizado -  - indica la acción del


rescate (cf. Rm 3,24;8,23;1 Cor 1,30;Ef 1,7.14;4,30; Col
1,14). Supone un nexo imprescindible entre la persona o
cosa comprada y el precio pagado en el acto de la compra.

Referida a Dios en el A.T. esta “acción de comprar”


indica un compromiso activo y oneroso para liberar al
pueblo de Israel de los enemigos (cf. Ex 6,6;Dt 5,15).

Referida a Cristo, implica su muerte, su “sangre” (cfr.


fuera del Corpus Paulinus, p.ej. Ap 5,9).

Esta imagen no debe ser considerada como un


verdadero “pago” o “compra”, sino como una metáfora. En
efecto, en cuanto al A.T. es ininteligible y contradictoria la
idea de un precio que Dios tenga que pagar a quien quiera
que sea. Y en cuanto al N.T., se ha hablado de un precio
pagado al diablo, pero esta interpretación no tiene sentido,
pues el diablo no tiene ningún derecho sobre los hombres,
y mucho menos un derecho que pueda hacer valer ante
Dios.Y tampoco tiene fundamento la interpretación de un
precio pagado al Padre, pues aunque en el N.T. aparece
como voluntad del Padre la muerte de Cristo para nuestra
salvación, nunca encontramos que el Padre exija el precio
de la sangre de Cristo en categorías de justicia
conmutativa.

Por tanto, se trata de una metáfora: la remisión de los


pecados depende de la sangre derramada de Cristo, de
manera semejante a como una compra depende del precio
desembolsado. Y entre los dos elementos hay un nexo
oneroso: implica una actividad o un “esfuerzo” de parte de
Dios o de Cristo, “esfuerzo” o “fatiga” que en la muerte de
Cristo encuentra su manifestación más impresionante.
Y la razón es que con el pecado nos hemos alienado de
Dios, no somos verdaderamente suyos, pues hay algo que
nos separa de El: el compromiso es oneroso porque se
trata de superar esta alienación, y lo es en proporción a la
alienación misma. Mediante este compromiso oneroso la
alienación desaparece y nosotros quedamos íntimamente
unidos a Dios y en perfecta armonía con El, somos
interiormente suyos. En este sentido somos adquisición
suya, “propiedad suya”.

Somos, por tanto, propiedad de Dios y de Cristo, como


individuos y como pueblo, como comunidad. Y esta unidad
íntima con Dios y con Cristo tiene una proyección
escatológica: esta adquisición será completa y definitiva al
final de la historia de la salvación (cf. Rm 8,23).

“según la riqueza de su gracia”


Este compromiso oneroso que lleva a Dios y a Cristo a
realizar la obra de nuestra redención es un compromiso de
bondad, es expresión de su benevolencia, que tiene como
medida y punto de referencia la riqueza propia de Dios,
una grandeza que tiene algo de infinito.

v.8 “que (El) hizo sobreabundar en nosotros en toda


forma de sabiduría y de prudencia”
La abundancia de la bondad divina volcada sobre
nosotros comporta una reacción adecuada que, también
ella, es don de Dios y se expresa en términos de sabiduría
y prudencia prácticas.

Sabiduría y prudencia se refieren aquí al hombre y


reflejan la terminología propia de la literatura sapiencial.
Implican la observancia concreta y detallada, la
iluminación de los problemas clave de la vida humana
(sentido de la vida, del dolor, de la muerte...), etc.
La benevolencia de Dios vuelca sobre el cristiano la
abundancia de la “sabiduría”, gracias a la cual él podrá,
mediante un conocimiento propio producido por la fe,
darse cuenta de todos los problemas de su vida religiosa y
comprender sus implicaciones; y podrá también tener
aquella sabiduría práctica, aquel discernimiento, que le
permitirán la aplicación a la vida concreta.

v.9 “habiéndonos manifestado el misterio de su


voluntad según su beneplácito que en sí mismo
estableció de antemano”
La redención y los demás dones de la bendición divina
se encuadran en el contexto del “misterio”, es decir, del
plan de Dios, querido por El, pensado por El, y en
conformidad con lo que El es.

µ - significa originariamente “lugar del secreto”,


con referencia a las prácticas de las religiones mistéricas
(especialmente Eleusis). Más tarde pasó también a
significar “secreto revelado por Dios”.

En la literatura apocalíptica del A.T., tanto canónica


(Daniel) como apócrifa (Apocalipsis de Baruc, IV Esdras,
etc.), y en los textos del Qumrán, el “misterio” es un
secreto revelado que hace referencia a la historia, a los
acontecimientos humanos. Es un secreto revelado y
contenido en las palabras de los profetas, y es
particularmente familiar a quien -como el Maestro de
justicia de Qumrán- es destinatario de una revelación
especial de Dios.

En el N.T. tiene el sentido fundamental de una verdad-


valor revelada por Dios a los hombres, un “secreto
abierto”. El contexto especifica en cada caso los diversos
matices de este significado base.

En Pablo “misterio” asume estos significados: es el plan


de Dios y hace referencia a la historia. Ahora bien, puesto
que Pablo ve toda la historia como un desarrollo de la
“economía” divina que lleva a la realización completa de
Cristo-Iglesia, el “misterio” prácticamente se identifica con
Cristo mismo (su persona, su obra...).

v.10 “para una organización de la plenitud de los


tiempos”
Versículo central con varios elementos importantes:

- µ significa literalmente “ley de la casa”,


“administración”, “organización”. Aplicada a Dios,
esta “organización” expresa la concreción detallada
del “misterio”.

-  µ , “de la plenitud”: se trata de una


plenitud que indica un culmen y supone una acción
que la produce.

-   , “de los tiempos”. Pero  no indica


el tiempo en general (en ese caso se usaría  ),
sino una parte del tiempo bien determinada, y la
determinación resulta del contexto: se tratará de un
tiempo particular, de una ocasión propicia...

Por tanto, “organización de la plenitud de los tiempos”


significa el plan de Dios en cuanto estructurado, concreto,
determinado; un plan que pasa por todas las épocas
particulares y por todas las etapas históricas, las engloba
en sí y las conduce a realizar aquella plenitud-culmen que
es el fin de la historia misma.

¿En qué consiste esta plenitud? Pablo lo expresa en las


palabras que siguen.

“hacer que todo tenga a Cristo por Cabeza, lo que


está en los cielos y lo que está en la tierra”
 es un término difícil, usado sólo por
Pablo en el N.T. (aquí y en Rm 13,9). Puede tener dos
matices de significado según que se considere derivado de
 (“cabeza”) o de  (“capítulo”, “resumen”,
“recapitulación”).

En los dos casos indica un movimiento ascendente


(expresado por la preposición  , “arriba”, “hacia lo alto”):

- en el primero, este movimiento ascendente va


dirigido hacia Cristo como Cabeza de su Cuerpo, la
Iglesia (cf. Ef 1,23).

- en el segundo, el término del movimiento


ascendente es Cristo como punto de convergencia,
de síntesis suprema de todo. Filológicamente es
preferible esta segunda interpretación.

  , “todas las cosas”, el universo, incluyendo todo


tipo de realidad humana, física, etc. Pablo subraya esta
totalidad mediante el uso semítico de los dos extremos:
cielo-tierra.

Por tanto, la plenitud que debe alcanzarse es la suprema


síntesis de todas las cosas que, desarrollándose en un
movimiento ascendente, encontrarán en Cristo su punto
último de convergencia.

c) vv.11-12

v.11 “en el cual también hemos sido elegidos como


heredad predestinados según el proyecto...”
En relación con Cristo, en unión con Cristo -que
constituye la realización del misterio- los cristianos han
sido elegidos como “suerte” o “heredad” según el
proyecto de Dios: los cristianos forman parte de ese
proyecto, siempre en dependencia de la iniciativa divina
que es el fundamento de todo.
“... de Aquel que realiza todo según la decisión de
su voluntad”
Dios es el autor de este gran plan de salvación e impulsa
dinámicamente, pone en movimiento - este es el valor de
 -, toda la realidad hacia adelante en orden a la
realización total y perfecta del misterio. Dios realiza este
impulso sólo porque así lo quiere, sin estar condicionado
por necesidad alguna, porque así lo ha establecido en su
voluntad interior, plena y libre.

v.12 “para que nosotros, los que ya antes esperábamos,


seamos en Cristo para alabanza de su gloria”
Los judíos que han esperado en la salvación incluso
antes de la venida de Cristo encuentran ahora en Cristo el
cumplimiento de su espera. Dios, en su plan, lo ha querido
así.

Puesto que la bendición divina tiene como origen la


acción de Dios, su liberalidad, su benevolencia gratuita, la
gracia manifiesta lo que Dios mismo es, su grandeza, su
gloria; por ello, el cristiano que recibe esa gracia no puede
menos de ser “alabanza de su gloria”: puesto que todo
procede de Dios, a El debe volver en reconocimiento,
gratitud y alabanza.

Y ello ocurre “en Cristo”. Antes de que el cristiano


glorifique con sus labios la gloria de Dios, el hecho de
estar en Cristo -de haber sido bendecido y agraciado por
Dios en Cristo-, le hace ser alabanza de su gloria, de esa
gloria que se ha manifestado eficazmente y gratuitamente
en El.

d) vv.13-14

v.13 “Evangelio”: cf. exégesis de 1 Cor 15,1ss.


“en el cual también vosotros, creyendo, fuísteis
sellados con el Espíritu Santo de la promesa”
Se hace mención explícita del Espíritu Santo
(implícitamente en el v.3). Los cristianos, con su acto de fe
y de adhesión a Cristo, están unidos a Cristo y son
“marcados”, “sellados” por el Espíritu.

 indica una marca o sello que es grabado sobre


un objeto o sobre una persona (ej. un esclavo) como signo
de propiedad (y propiedad permanente). El Espíritu, que
mora en los cristianos y actúa en ellos, sella su
pertenencia a Dios y a Cristo. Hay una referencia implícita
al bautismo.

v.14 “el cual es prenda de nuestra herencia, para


redención de su propiedad, para alabanza de su
gloria”
El don del Espíritu Santo, su acción presente y actual en
los creyentes, constituyen una prenda que obliga a Dios
(este es el sentido de la metáfora usada:  , “arras”) a
darles en el momento debido la plenitud de la herencia
escatológica. De hecho, el Espíritu y su acción marcan y
cualifican al creyente precisamente en vista de esta
redención completa que Dios llevará a cumplimiento
haciendo completa y definitivamente suyo lo que ya ahora
es su propiedad.

LA ORACION DE PABLO POR LOS CRISTIANOS. LA


IGLESIA, CUERPO Y PLEROMA DE CRISTO: Exégesis de Ef
1,15-23

Estructura literaria

La estructuración de esta perícopa es relativamente simple:


- Pablo ha tenido noticias (  :v. 15) de la situación
de los fieles a los que escribe.

- Ante esas noticias reacciona orando incesantemente


por ellos (  µ  : v.16).

- Los versículos siguientes (17-23) expresan el contenido


de su oración (introducido por  , “a fin de que”), a su
vez especificado de la siguiente manera:

- Acción de revelación e iluminación de parte de


Dios en favor de los fieles (vv.17-18a).

- Diversas consecuencias en el plano del


conocimiento (determinadas por el pronombre
relativo  /  , “cuál”); los fieles, iluminados
interiormente, podrán saber:

- cuál es la esperanza de su vocación (v.18b)

- cuál es la riqueza de la gloria de la herencia


escatológica (v.18c)

- cuál es la soberana grandeza del poder de


Dios tal como se revela en su obra de salvación
(vv.19-23). Esta obra de salvación se especifica
como:

* la resurrección de Cristo operada por el


Padre,
* la entronización de Cristo por encima
de todo,
* la consecuente acción de influjo de
Cristo sobre la Iglesia.
Exégesis

v.15 “Por esto”


La contemplación del plan salvífico de Dios induce a
Pablo, que ha recibido noticias de la fe de los cristianos en
Efeso, a orar para que alcancen una profundización mayor
de esta fe según el designio de Dios.

“Habiendo tenido noticia de la fe que hay entre


vosotros y que os pone en contacto con el Señor
Jesús
Según Pablo, la fe es la respuesta afirmativa de plena
adhesión que da el hombre al anuncio evangélico. Esta
primera adhesión se convierte en habitual, se profundiza,
se desarrolla en un conocimiento propio de la fe y tiende a
plasmar toda la vida del cristiano y a modelar toda su
personalidad y toda su actividad. Finalmente, esa fe
asimilada en profundidad por cada uno se manifiesta en
una vivencia también comunitaria de la misma fe. Esta
dimensión comunitaria de la fe -que se expresa sobre todo
en la oración litúrgica- es la que aparece indicada aquí.

“y el amor que tenéis a todos los santos”


El amor (  ) deriva de Dios. El amor que Dios nos
tiene (cf. Rm 8,31) se manifiesta y se realiza en Cristo (cf.
Rm 8,35). El Espíritu Santo “derrama” este amor de Dios
en nuestro interior (cf. Rm 5,5). Entrando en nosotros, el
amor de Dios toma consistencia y se desarrolla en nuestro
amor para con los otros (  ), encontrando así en la Iglesia
(“para con todos los santos”: se trata de los cristianos en
cuanto consagrados por el bautismo) su ambiente natural
de desarrollo y llegando a constituir la síntesis y la
perfecta realización de la ley, haciendo ésta innecesaria
(cf. Gal 5,14; Rm 13,8-10).

Además de la dimensión “horizontal”, el amor de Dios


derramado en nuestros corazones tiene otra “vertical”:
Dios mismo es el objeto de nuestro amor (cf. Rm 8,28;1
Cor 8,3). De ahí la grandeza de este don de la caridad, su
transcendencia sobre todos los demás dones y su
permanencia en la situación escatológica (cf. 1 Cor
13,8.13).

v.16 La noticia de la fe y de la caridad de los cristianos es


motivo para Pablo de acción de gracias. Y a la vez le lleva
a “hacer memoria” en favor de ellos en sus oraciones de
súplica. Tanto la acción de gracias como la súplica son
incesantes (“no dejo de”, “no ceso”).

vv.17-19
Encontramos especificado el objeto de la plegaria de
Pablo. El centro de la petición es el conocimiento que
proviene de la fe. Evidentemente, no se trata del primer
conocimiento de Cristo que produce la adhesión de fe (en
los versículos anteriores ha reconocido la fe que ya tienen
los efesios y ha dado gracias por ella), sino de un
conocimiento más en profundidad que ha de ser concedido
por Dios (“que Dios os dé...”).

El origen de este conocimiento es, por tanto, Dios mismo


y su Espíritu, que con su acción sobre los fieles hacen que
estos queden “iluminados” ( µ , participio
perfecto que significa “fueron iluminados y todavía ahora
permanecen iluminados”)

La iluminación se produce en “los ojos de vuestro


corazón”. El “corazón” en sentido semítico es la
conciencia, la interioridad del hombre en su aspecto
racional (aunque no se excluye la dimensión afectiva). Al
hablar de “ojos” del corazón parece insinuar que se trata
de un conocimiento intuitivo más que discursivo.

Con esta iluminación el hombre obtiene “un espíritu de


sabiduría y de revelación”. La palabra “espíritu” ( µ )
no se refiere aquí al Espíritu Santo, aunque indica una
relación con El. Se trata del espíritu del hombre investido
por el Espíritu Santo y constituido centro de “sabiduría” y
“revelación” en toda circunstancia existencial de la vida;
es un espíritu dinámico de conocimiento.

“Revelación” (  ) es la manifestación que Dios


hace de sí mismo. “Espíritu de revelación” es la capacidad
de captar, en su núcleo más profundo, la Revelación dada
por Dios, pero también la revelación que sigue
comunicando a los diversos individuos.

El fruto primero y principal de esta iluminación, de este


espíritu de sabiduría y revelación, es un conocimiento más
profundo de Dios (   ). Este conocimiento,
propio de la Iglesia, se alcanza con el ejercicio de la vida
cristiana vivida en plenitud.

Y junto a este conocimiento fundamental, la iluminación


que se pide a Dios lleva también a “conocer”:

- “cuál es la esperanza de su llamada”: la


esperanza que va unida a la llamada de Dios en favor
de su pueblo; es preciso darse cuenta de las riquezas
futuras que implica la llamada.

- “cuál es la riqueza de la gloria de su heredad


junto con los santos”. Es la riqueza de gloria que Dios
otorga como heredad a los creyentes entre los
santos. Es la heredad escatológica, la perfecta y
definitiva posesión de Dios. La heredad que en el A.T.
era la Tierra prometida, en el N.T. es la intimidad con
Dios, que corresponde a Cristo, y en El a nosotros (cf.
Rm 8,17).

- “cuál es la grandeza excepcional de su poder para


con nosotros los creyentes, conforme a la eficacia de
su fuerza poderosa”.- Pablo usa tres sinónimos para
expresar al máximo la idea de la potencia de Dios,
potencia que ha puesto en acción sobre todo en
Cristo y que ha manifestado , sobre todo,
resucitándolo de entre los muertos. Esta fuerza de
Dios es activa y dinámica, nos impulsa (la ha puesto
en acción “hacia nosotros”).

v.20 “En Cristo”


Dios despliega al máximo su fuerza en la resurrección de
Cristo, resucitándolo de entre los muertos y sentándolo a
su derecha en el lugar propio de Dios (“en las regiones
celestes”).- Gracias a esta entronización Cristo se
convierte en “Señor”.- “A su derecha” indica comunicación
de poderes; Cristo es puesto al nivel de Dios Padre y
participa de su poder.

v.21 “por encima de todo principado...”


Según una concepción de la literatura judía apócrifa de
tipo gnóstico, por encima del lugar que habitan los
hombres -la tierra-, había una zona habitada por fuerzas
angélico-demoníacas superiores al hombre -el aire- (cf. Ef
2,2). Estas fuerzas estaban organizadas, según
especulaciones gnósticas, en varios cielos y tomaban
varios nombres (Principados, Potestades...).

Pablo no discute la existencia o no existencia de estos


seres; simplemente afirma el señorío y dominio de Cristo
sobre ellos.

“y de todo cuanto pueda tener un nombre no sólo


en este mundo sino también en el venidero”
“Lo que puede tener un nombre” equivale a decir “todo
lo que pueda existir”, “todo lo que pueda ser realizado”.

Cristo, entronizado a la derecha del Padre, está por


encima de toda realidad imaginable y por encima de todo
poder que domina o acecha al hombre. Es Señor de
manera absoluta e incondicional.

v.22 Al citar el Salmo 8, que habla de la grandeza del hombre,


Pablo sugiere que Cristo ha sido entronizado y constituido
Señor precisamente en cuanto hombre (cf. Fil 2,6-11).
Más aún, puesto que el salmo canta la grandeza y
dignidad del hombre, la cita sugiere que Pablo ve a Cristo
como el hombre perfecto. En efecto, Cristo glorificado y
entronizado a la derecha del Padre es la sublimación
máxima del hombre. El es el hombre ideal. Este Cristo que
somete a sí todas las cosas es el hombre perfecto que
realiza perfectamente la imagen de Dios y domina el
universo, el hombre tal como Dios lo había pensado (cf.Gn
1,28: “llenad la tierra y sometedla”).

“y le constituyó Cabeza sobre todas las cosas para


la Iglesia”
Literalmente dice Dios “lo dió como Cabeza”; es un
hebraísmo para decir que ha sido “puesto” o “constituido”,
pero también incluye el sentido de “dado como don a la
Iglesia”.

De este modo se funden o al menos se empalman las


imágenes: Cristo entronizado como Señor sobre todas las
cosas es a la vez Cabeza con relación a la Iglesia. Por
tanto, su influjo sobre la Iglesia se realiza no a distancia,
sino unido a ella, formando parte de ella (la imagen
Cabeza-Cuerpo la desarrolla sobre el modelo del cuerpo
humano).

v.23 “la cual es su Cuerpo, la Plenitud del que lleva a


plenitud todas las cosas en todos”
Es un versículo fundamental para la eclesiología paulina.
Su significado depende del sentido que se dé al verbo
µ , de  , que puede tener valor activo y
medio:

- Significado activo: “llevar al máximo”, “colmar”.

- Significado pasivo: “realizarse a sí mismo”,


“llevarse a sí mismo a plenitud”.
Tomamos el significado activo porque en otros textos san
Pablo usa esta forma media con valor activo.

Se puede referir al Padre o a Cristo. Parece más


convincente referido a Cristo, puesto que está en relación
con la imagen del Cuerpo: Cristo lleva a plenitud a la
Iglesia, la “colma”, en cuanto que es Cabeza del Cuerpo
que es la misma Iglesia (notar que según la concepción
antropológica del tiempo de Pablo toda la vida del hombre
dependía de la cabeza).

Por tanto, la Iglesia es el Cuerpo de Cristo, pero un


Cuerpo dinámico, un Cuerpo que está tendiendo hacia una
plenitud en virtud de una acción de Cristo. Esta acción de
Cristo engloba todas las realidades del mundo (“todas las
cosas”) y actúa “en todos” (los hombres o los detalles).

Con este texto se explicíta lo afirmado en Ef 1,10,


indicando claramente que el Pléroma es la Iglesia. El
designio de Dios es “recapitular todas las cosa en Cristo”,
hacer que todo tenga a Cristo por Cabeza, que la totalidad
de la realidad (“lo que está en los cielos y lo que está en la
tierra”) sea vivificada por Cristo. Ahora bien, tener a Cristo
por Cabeza, ser vitalmente influido por El, es lo mismo que
formar parte de su Cuerpo, ser incluido en el Pléroma que
es la Iglesia. Por tanto, la Iglesia es Pléroma en cuanto que
incluye en sí toda la humanidad nueva, regenerada y
vivificada por Cristo, Señor y Cabeza. Pero es una plenitud
relativa en cuanto que está en crecimiento ilimitado: de
manera dinámica Cristo va influyendo en las personas y
realidades y las va integrando simultáneamente en su
Cuerpo, en su Pléroma, hasta llegar a la Plenitud total y
definitiva en que Cristo llene “todas las cosas en todas”.

Por tanto, la Iglesia es “Cuerpo de Cristo”; no se trata de


una simple imagen -por hermosa y gráfica que fuera-, sino
de una realidad ontológica. La Iglesia es Cristo mismo; es
el conjunto de hombres que,vivificados por Cristo, forman
una sola cosa con El, aglutinados en un Cuerpo que es el
Cuerpo mismo de Cristo. Cristo es inseparable de la Iglesia
y la Iglesia es inseparable de Cristo. Cristo y la Iglesia son
una sola cosa como la Cabeza y el Cuerpo son una sola
cosa (cf. Ef 5,28-30).

En este versículo, Pablo ha alcanzado el punto


culminante en su reflexión sobre el misterio de la Iglesia.
La imagen que había empezado a usar en 1 Cor 12 para
resaltar la unidad entre todos los cristianos se revela ahora
en toda su realidad y profundidad al expresar la unión
ontológica de la Iglesia con Cristo y de todos los cristianos
entre sí al participar de la misma vida de Cristo.

Por lo demás, es interesante subrayar que Pablo llega a


esta afirmación a partir de su reflexión sobre la Eucaristía,
que expresa y crea esta unidad (cf. 1 Cor 10,16-17).

Conclusión

- La Iglesia es el Cuerpo de Cristo. Los fieles en su


pluralidad forman una unidad que brota del influjo vital de
Cristo en todos y cada uno. Esta unidad se funda en el
bautismo (1 Cor 12,13) y en la Eucaristía (1 Cor 10,17),
que hacen que todos los fieles tengan en sí mismos la vida
de Cristo y, por consiguiente, estén unificados entre sí por
la participación en la misma vida que les constituye un
solo Cuerpo.

- La Iglesia es la Plenitud de Cristo. El dinamismo de la


Iglesia es obra del influjo de Cristo que la “colma”, que
está “llenando” progresivamente hasta conducirla a la
Plenitud escatológica definitiva (cf. también Ef 3,19; 4,13).
Este influjo se ejercita sobre la totalidad y sobre cada
individuo en particular. De este modo, Cristo “se realiza”
en su Iglesia al plenificarla mediante la energía y la acción
poderosa de su Señorío ejercido eficazmente.
EL MATRIMONIO CRISTIANO: Exégesis de Ef 5,21-33 (cf.
SCHLIER)

Teología

La gran novedad de este texto es que presenta la unión


entre Cristo y la Iglesia como modelo y fuente del matrimonio
humano. Ahora bien, en el razonamiento de Pablo no se trata de
una superposición, como si se tomase pie de la relación
esponsal para iluminar el misterio de Cristo y de la Iglesia; es al
revés: el “tipo” primigenio y original en que Dios ha pensado es
esta unión y relación Cristo-Iglesia y a imagen suya ha creado el
matrimonio. Esto es lo que indica al referir el texto de Gn 2,24
(“el hombre... se unirá a su mujer y serán los dos una sola
carne”) a Cristo y a la Iglesia: en eso consiste el “gran (=
importante) misterio”. Esto, por lo demás, va plenamente de
acuerdo con la teología de la Carta: en la creación se esconde
ya la prevista redención en Cristo. En Cristo se redescubre la
criatura. Y enlaza con el conjunto de la teología de Pablo: Adán
es   µ (Rm 5,14), el cual, en cuanto 
 ,  (   ) y  remite al  y 
Aµ , que es el µ  (1 Cor 15,44ss.). Ef 5,12ss.
confirma esta relación, en cuanto que en Adán, hombre
primordial, creado por Dios, está ya realmente presente,
aunque oculto, el Cristo futuro. En efecto, Adán guarda en sí el
µ (el que va a venir) y a él remite, pues es el que le
rescatará. Con Cristo aparece también el hombre primordial. Y
Col 1,15-16 pondrá de relieve que todo ha sido creado en Cristo
y para Cristo, primogénito de toda criatura:  
 ,       ...   '    
 ; incluso el v.17:         
 .

Por tanto, todo matrimonio (y no sólo el cristiano y


eclesiástico: nótese la referencia a Gn 2,24 que expresa el
designio originario de Dios Creador) de por sí hace referencia y
está orientado a la unión Cristo-Iglesia. En la base está la
voluntad del Creador en el momento de la Creación: en la
presentación de Eva a Adán; inaugurando la institución
matrimonial, está implícita -dice Pablo en el v.31 interpretando
Gn 2,24-, realmente aunque ocultamente, la presentación de la
Iglesia a Cristo que trasciende la creación, porque la Iglesia,
proviniendo de Cristo (Ef 2,11ss) ha sido destinada a ello desde
la eternidad (Ef 1,4s.; cf. 1 Cor 11,2; Col 1,22: coincidencias de
vocabulario µ /  / µµ ). Es decir, que en todo
matrimonio se actúa la relación Cristo-Iglesia -en función de la
cual está la otra-; es decir, en todo matrimonio se hace
presente la relación de redención Cristo-Iglesia prevista ya en la
voluntad de Dios en el momento de la Creación.

En este sentido el matrimonio es sacramento: en cuanto


que es signo (es decir, manifiesta) eficaz ( es decir, hace
presente de manera misteriosa pero real) de la unión entre
Cristo y la Iglesia. Y ello no como un añadido, sino como algo
que arranca de la voluntad creadora de Dios, antes de la
Creación del mundo. En este sentido, el matrimonio humano es
participación y reproducción de este unión íntima, profunda y
misteriosa. Es decir, no sólo que la relación Cristo-Iglesia
esclarece la relación matrimonial, sino que esta se funda en
aquella (la particula  tiene en 5,29 el significado
comparativo y causal; en 5,2 incluso prevalece el significado
causal).

Ahora bien, puesto que esto es así, el matrimonio debe


demostrar su naturaleza de copia y reproducción de la unión de
Cristo con la Iglesia en la existencia concreta de manera
consciente y voluntaria. Es decir, debe realizar en su vida
concreta y en su mútua relación el estado en que desde la
creación se encuentran respecto a Cristo y a la Iglesia. Es decir,
están ordenados el uno al otro, orientados el uno al otro.

Así, la mujer actúa al estado conyugal sometiéndose en


todo al hombre y contribuyendo así al cumplimiento de la
subordinación de la Iglesia a Cristo que hace resaltar el fin del
misterio de la creación. Y el hombre actúa su estado
matrimonial amando a la mujer y dándose por ella, nutriéndola
y protegiéndola, y reproduciendo de este modo la donación y el
cuidado de Cristo por la Iglesia, al cual se remite el misterio de
la Creación.
De esta manera, en la obediencia y el amor de los cóyuges
se desvela el misterio de la unión de Cristo y la Iglesia, ocultado
por Dios en la creación, pero expresando como tal su eficacia
en el matrimonio.

Todo el amor salvífico de Cristo por su Iglesia es


manifestación de aquel amor que había sido prefigurado en el
“adherirse” de Eva a Adán: el amor de Cristo a la Iglesia es el
“principio” al que se remite el amor humano, es su
“significado”. Y, a su vez, el amor marido-mujer se funda en el
amor salvífico Cristo-Iglesia y en él se hace manifiesto.

Exégesis
En cuanto a las particularidades, notar:

v.22   
Se entiende a la luz de 23s.: la esposa debe obedecer al
marido porque él representa al Señor en el seno de la
institución matrimonial. Por tanto, en el marido ha de ver y
considerar a Cristo, ha de prestarle obediencia mirando en
él a Cristo; más aún, en el propio marido la mujer obedece
al mismo Cristo.

v.23 Se dá la razón de lo anterior; al estado debe corresponder


una conducta coherente.

v.24 La superioridad de Cristo como  se actúa en la


obediencia de la Iglesia. Como reproducción de este
relación en el matrimonio, la mujer está sometida “en
todo” (   ) al hombre; esta subordinación completa
reproduce la subordinación de la Iglesia a Cristo. Pero se
trata de una subordinación específica. A la luz de 1,22;
4,15s. y Col 1,18, Cristo es tal Cabeza que la Iglesia crece
por El; sometiéndose a Cristo, obedece al que es su Señor
para el bien de sí misma, pues Cristo le hace crecer;
también el varón es Señor de la mujer para bien de ella.
v.25  : valor comparativo y causal (v.5,2): la relación
marido-mujer no sólo se esclarece en la relación Cristo-
Iglesia, sino que está fundada en ella. El amor del marido a
la mujer reproduce el amor de Cristo a la Iglesia.  )
(cf. 5,2): se trata de la Iglesia preexistente en Dios en
virtud de su pretemporal elección. La prueba y expresión
de ese amor es que se ha entregado (el  tiene valor
explicativo): cf. Ef 5,2; 1,4; Gal 2,20; Tit 2,14; 1 Tm 2,6. El
amor de Cristo se ha manifestado en el ofrecimiento de sí
por el bien de la Iglesia.   : liberación del pecado. Por
tanto, también el amor del esposo -reflejo y participación
del de Cristo-, es un amor de donación, oblativo,
sacrificado y crucificado (  hace referencia en
Sinópticos y Pablo a la pasión y la cruz). Podemos decir
que es un amor olvidado de sí: se entrega por ella, en
favor de ella; más aún, en lugar de ella (sentido de  ).
Finalmente, un amor que busca purificar a la esposa (valor
de  que será desarrollado en el v. siguiente).

v.26 Cristo se ha donado para santificar a la Iglesia: esta es la


finalidad de la entrega (  ). La santificación tiene su
fundamento en la ofrenda que Cristo hace de sí mismo,
pero se actúa con la purificación. Y este  (cf. 1 Cor
6,11) es una elevación a la esfera de Dios. Por
consiguiente, el amor esponsal al donarse debe buscar
también como fin primordial la santificación de la esposa,
no sólo en el sentido moral, sino en el que acabamos de
decir, de elevación a la esfera de Dios. En efecto, si se vive
el matrimonio como lo que es, como reproducción de la
unión entre Cristo y la Iglesia, no puede menos de
santificar; precisamente porque es una realidad sagrada -
µ -, una auténtica vivencia del mismo no puede
menos de consgrar a los cónyuges (introduciéndoles más y
más en la esfera de lo divino), de modo parecido a como
santifica el ejercicio del ministerio sacerdotal en virtud del
sacramento del orden. Notar, además, que este santificar
es partiendo de una situación de mancha y pecado: se
realiza “purificando” y “lavando” (implícito el aspecto de
misericordia).

v.27 Cristo conduce a sí mismo esta “Prometida” una vez


lavada y purificada. El es mediador para sí mismo. Si
hacemos la trasposición -aunque en este punto san Pablo
no la haga-, se puede decir que Cristo es mediador entre
esposo y esposa: El presenta y conduce a la esposa,
adornada y dispuesta, al esposo (cf. Gn 2,22: Dios mismo
conduce - - Eva a Adán). En este vers. “santificada”
equivale a hacerla gloriosa (partícipe de la gloria divina),
inmaculada (es decir, sin mancha), peremnemente joven
(las arrugas son signo de vejez), santa (en la esfera de
Dios). Por tanto, el amor del esposo humano - en cuanto
encarnación del amor de Cristo-, es un amor salvífico (en
los vv.25-27 el amor de Cristo a la Iglesia está
representado por un proceso salvífico) y un amor
perfectivo, es decir, un amor que perfecciona a la esposa
(en contra de Schlier -nota 31-, me parece que sí es
admisible la interpretación del Pastor de Hermas en el
sentido de un rejuvenecimiento de la Iglesia, ya que todo
el contexto está hablando de un proceso de purificación y
salvación, que en esa clave simbólica estarían
representadas por el rejuvenecimiento, siendo la situación
de pecado vejez y envejecimiento -cf. el tema del hombre
viejo/hombre nuevo en san Pablo-). En cuanto al
 , indica que la esposa está frente al esposo o en
su presencia (sin dejar de estar, al mismo tiempo,
sometida a él).

v.28 Este amor del marido a la mujer está también motivado en


el hecho (  no tiene valor de exhortación, sino de
constatación objetiva) de que la mujer forma parte de su
propio cuerpo. Indudablemente está haciendo referencia a
Gn 2,24, que va a citar después: constitutivamente,
marido y mujer son una sola cosa y están llamados a vivir
consciente y existencialmente tal unión (    
µ ). Ahora bien, teniendo en cuenta que tanto µ
como  no significan sólo la corporeidad, sino el
hombre entero en su aspecto corporal, indudablemente se
está hablando de una unión personal, que incluye el
aspecto sexual, pero no se limita e él; la manera de amar
el marido a su mujer es considerarla como formado parte
de sí mismo; en otras palabras, sin dejar de ser dos, los
esposos vienen a formar como una única personalidad
común (   µ ). Por tanto, el marido no ha de
considerar a la mujer propia como alguien extraño o ajeno
a él. En efecto, en consecuencia, el que ama a su mujer se
ama a sí mismo; por tanto, no puede amarla menos que a
sí mismo (por lo demás, ¿no se estará apuntando que el
amor a la propia mujer es una forma peculiar de la
caridad, del “amarás a tu prójimo como a tí mismo”?).

v.29 Y que cada uno ame su propio cuerpo es algo demostrado


por la experiencia. También aquí aparecen dos nuevos
aspectos de este amor del esposo a la esposa: la nutre y la
cuida o protege. Y también aquí se trata de nutrirla y
cuidarla como a sí mismo, pues los miembros de la esposa
(v.30) son miembros del esposo. Más aún, no sólo como a
sí mismo, sino como Cristo a la Iglesia (encontramos aquí
el mismo modelo y fundamento de la caridad que en Juan,
el amor de caridad típicamente cristiano a semejanza del
de Cristo y como participación del mismo).

vv.31-32
Como hemos indicado en la explicación global, el
misterio reside en esta unión de amor y de obediencia
entre Cristo y la Iglesia; a ella hace referencia el designio
de Dios Creador; y de este misterio participa cada
matrimonio humano. El matrimonio es, por tanto,
reproducción de la relación existente entre Cristo y la
Iglesia. En el matrimonio humano se conserva en su
esencia la relación de Cristo con la Iglesia. En este sentido,
el matrimonio humano es misterio también, en cuanto que
participa del misterio de la unión de Cristo con la Iglesia.

v.33 Vuelve a insistir en lo ya dicho. El marido ama a la mujer


como a sí mismo (   : se aclara lo dicho en v.28
“como al propio cuerpo”). También se ramacha el que la
mujer “tema” (en el sentido de “temor de Cristo”: v.21) al
marido, es decir, se someta a él y le obedezca.
LA CARTA A FILEMON

Es interesante detenernos -aunque sea brevemente- en


este escrito, el más corto de entre todos los de San Pablo,
porque en medio de su brevedad, tiene mucho que enseñarnos.

1.- Genero literario.

Más que una carta propiamente dicha, es un brevísimo


billete que el Apóstol envía a un miembro de la comunidad de
Colosas llamado Filemón. Es, por tanto, una carta privada; pero
a la vez es pública, pues Pablo asocia al destinatario con la
iglesia que se reúne en su casa (quizá dando a entender que un
tema como el que trata la carta no es meramente privado, sino
que tiene una repercusión comunitaria y eclesial)

2.- Autenticidad paulina.

Llama la atención que esta breve misiva sea uno de los


pocos escritos paulinos cuya autenticidad ha sido generalmente
admitida desde los primeros tiempos de la Iglesia. Sólo la
absoluta certeza de su procedencia paulina, pudo hacer que un
escrito de tan escasa relevancia fuera incorporado sin la más
leve oposición al canon de los libros inspirados del N.T.

3.- Destinatario.

Filemón es un cristiano rico de la comunidad de Colosas,


probablemente catequizado por Pablo en Efeso (v.19), que
había puesto su casa a disposición de la comunidad para sus
reuniones (v.2), y que debía ayudarle económicamente (v.7);
muy ligado a Pablo como su “amigo y colaborador” (v.1).
4.- Motivo de la carta.

Enviada al mismo tiempo que la carta a los colosenses (Col


4,7-9), el motivo de esta misiva es recomendar a Filemón que
acoja cariñosamente a su siervo Onésimo, que se había fugado
de su casa ocasionándole perjuicios económicos (tal vez le
había robado: v.18), y que ahora, convertido y bautizado por
Pablo, éste vuelve a su amo confiando que lo acogerá sin
rencor, y hasta con alegría al saber que ya es hermano en la fe.

Ello da pie a que aparezca al descubierto el corazón de


Pablo, que fundamenta su petición, además de en la caridad y
fe del destinatario, en el cariño que Pablo mismo tiene al
fugitivo (“este hijo mío, a quien he engendrado entre cadenas”:
v.10; “te devuelvo a este, mi propio corazón”: v.12; “acógele
como a mí mismo”: v.17) y en la deuda que Filemón tiene con
Pablo (“tú mismo te me debes”: v.19). Pablo, pudiendo mandar,
prefiere rogar en nombre de la caridad (vv.8-9).

5.- Actitud de San Pablo ante la esclavitud.

Esta carta tan hermosa se convierte para algunos en piedra


de escándalo porque San Pablo parece mantener y apoyar la
situación de la esclavitud al devolver a Onésimo a su amo. (En
otros lugares recomienda a los esclavos obedecer a sus amos:
Col 3,22; Ef 6,5-8; 1 Tim 6,1-2; Tt 2,9-10).

Intentemos dar algunos elementos de juicio que iluminen la


actitud de Pablo y, en general, del cristianismo primitivo:

1.- La primitiva comunidad cristiana no quiso exigir -y


menos de modo violento- sus derechos frente a los demás.
Entre otras cosas, el cambio sociológico rápido era
desaconsejable, porque habría acarreado males mayores,
incluso para los propios esclavos. En Atenas, por ejemplo,
se contaban unos 300.000 esclavos frente a 22.000
ciudadanos libres. Por otra parte, los cristianos
representaban una pequeña minoría el todo el Imperio.
Cualquier rebelión habría desembocado ciertamente en
represiones tremendas.

2.- La predicación cristiana, evitó el camino fácil -pero


estéril y dañino- de rebelión y prefirió otra revolución más
lenta y silenciosa -pero incomparablemente más profunda
y eficaz-: la transformación de las conciencias y de los
corazones, de las mentalidades y las actitudes. En este
sentido, la predicación del Evangelio, actuó como potente
fermento que acabaría eliminando radicalmente la
esclavitud:

a) Ante todo, San Pablo predica la igualdad de


todos ante Dios. En el orden nuevo instaurado
por Cristo no hay esclavos ni libres (Ga 3,28; 1
Cor 12,13; Col 3,11). Pero es importante
subrayar que no se trata de una igualdad
meramente exterior o superficial. Los tres textos
presentan la abolición de las antiguas
diferencias (no sólo sociales, sino también
étnicas y religiosas) en función del nuevo orden:
somos “uno en Cristo”, hemos sido bautizados
“para formar un solo cuerpo”, Cristo es “todo en
todos”. Por tanto, la igualdad nace de una
profunda unidad: ser una sola cosa, formar un
solo cuerpo, tener la misma vida de Cristo. En
Cristo se derriban todos los muros (Ef 2,14ss). Y
es en esta línea como dijera Pablo a Filemón que
trate a Onésimo “como un hermano querido”
(v.16).

b) Además, el nuevo orden traído por Cristo


relativiza radicalmente las situaciones anteriores
y las diversas configuraciones externas o
sociales: por una parte, la libertad interna que el
bautismo confiere hace de los esclavos
verdaderos hombres libres; por otra, la libertad
verdadera conlleva un profundo vínculo de
pertenencia a Cristo, de forma que el que es
socialmente libre, llega a serlo realmente al ser
rescatado por Cristo y convertirse en esclavo de
Cristo (1 Cor 7,22). Más aún, la auténtica
libertad lleva a “hacerse esclavos unos de otros
por amor” (Ga 5,13). Por tanto, si en este
sentido el esclavo es libre y el libre es esclavo,
era lógico que terminase por desaparecer la
diferencia entre esclavos y libres.

c) finalmente, la predicación cristiana no dejó


de promover en los amos una nueva actitud
ante los siervos pro motivos religiosos (Col 4,1;
Ef 6,9). No se trata simplemente de exhortarles
a que no obren abusivamente; al recordarles
que el verdadero y único Amo es el del cielo,
está subrayando con fuerza inigualable que
ningún hombre es dueño de otro hombre, y que
toda autoridad humana sólo puede ser
ejercitada vicariamente (cfr. Mt 23,8-12); de ese
modo queda excluída toda actitud despótica.

d) Por lo demás, la ternura y el cariño con que


habla Pablo de este esclavo -Onésimo_, ¿No
constituyen la mejor prueba de que el verdadero
creyente ya no conoce a nadie “según la carne”
y de que “lo viejo ha pasado y todo es nuevo” (2
Cor 5,16-17).

Por tanto, ni Pablo ni los demás autores del N.T. aprobaron


nunca la situación legal de la esclavitud. Se limitaron a tolerar
como cual menor un estado de cosas que hubiera sido
desastroso pretender cambiar rápidamente. En cambio,
sembraron el germen que habría de florecer en una nueva
civilización. El Evangelio va a la raíz, a transformar el corazón
de los hombres. De nada serviría abolir la esclavitud o cualquier
otra lacra social si no cambia el corazón de los hombres. Es lo
que parece sugerir Pablo en el texto que sigue al anteriormente
citado de 1 Cor: “No os hagáis esclavos de los hombres” (1 Cor
7,23). Con otras palabras: en la medida en que los principios
cristianos no sean aceptados y vividos, seguirán existiendo
esclavitudes...
LA CARTA A LOS HEBREOS

1.-Género literario y finalidad de la carta.

De entrada notamos que esta 'carta' tiene un estilo muy


particular: no se menciona el autor ni los destinatarios, no
encontramos el habitual saludo...; el autor entra directamente a
desarrollar el tema; varios indicios apuntan a que el autor no
está usando el género epistolar.

Nuestro autor define él mismo su escrito como”palabra de


exhortación” (13,22: logos tes parakleseos). La 'paraklesis' es
una llamada insistente, que persigue el fin de reconfortar,
alentar y sostener, con un matiz tanto de consolación como de
advertencia y recomendación. En efecto, vemos que se propone
un fin práctico: animar a cristianos en dificultad, que se
encuentran perseguidos y experimentan la tentación de
desertar. Puesto que están probados y vacila su fe-fidelidad, la
carta les añade nueva luz sobre Cristo y elabora una teología
del sacerdocio; en este sentido es un tratado de apologética:
una demostración de la superioridad de la Nueva Alianza sobre
la Antigua (kreitton, 13 veces), de Jesús el Hijo de Dios sobre
Moisés y los ángeles.

La carta está redactada según las reglas de la retórica más


refinada del siglo I. Aparece como una obra oratoria y
representa el tipo clásico de la predicación misionera de la
Iglesia primitiva, más exactamente, el kerygma de la salvación
por medio de Cristo, o mejor (dada la altura intelectual de la
exposición), como la didajé sobre el Hijo de Dios esternamente
salvador.

Puesto que la elocuencia de Hebreos se desarrolla bajo la


forma de un comentario escriturístico, este escrito puede ser
considerado como una homilía, el sermón de un predicador-
misionero (notar sobre todo la tendencia a exhortar con el
ejemplo de las generaciones pasadas: especialmente el cap.
11).

Con fervor expone el fruto de su contemplación bíblica bajo


la forma de exégesis homilética para animar e iluminar a estos
cristianos probados. Así elabora una teología del Mesías, rey y
Sacerdote, que ofrece un sacrificio eficaz en el santuario del
cielo y que consigue para los pecadores purificados el acceso
seguro a Dios. Es característico a este respecto que las
exhortaciones desemboquen en un desarrollo especulativo que
las fundamenta, o bien que la exégesis escriturística vaya
seguida
de una parénesis que es su conclusión y su aplicación
espiritual.

2.-Autenticidad y canonicidad.

Los diversos juicios sobre el autor de la carta a los Hebreos


fueron la causa del retraso en incluirla en el canon de las
Escrituras inspiradas.
En Oriente se la considera generalmente como paulina y
canónica, aunque el hecho de que los diversos manuscritos la
sitúan en lugares diferentes hace suponer que su integración en
el corpus paulino fue tardía y no dependía de una tradición bien
establecida.

En Occidente, la autenticidad de Hebreos sufrión un eclipse


considerable. Por ejemplo, hasta el fin del siglo IV las iglesias de
Africahan ignorado casi totalmente la carta a los Hebreos. San
Jerónimo distinguirá entre la autenticidad paulina de la carta,
que muchos contestan, y su inspiración divina, su autoridad
canónica atestiguada por el uso de las iglesias en su liturgia.
Los siglos posteriores consagrarán esta distinción.

El documento más solemne acerca de su inspiración y


canonicidad es el decreto del Concilio de Trento del 8 de abril de
1546 sobre el canon de las Escrituras, recogiendo una tradición
atestiguada en numerosos textos de los Padres de la Iglesia y
de antiguos concilios.

3.-El autor.

El estilo de este sermón no se parece en absoluto al estilo


de san Pablo; su autor es una persona de un temperamento
muy diferente. Mientras que san Pablo es espontaneo y
apasionado, este autor es reservado y moderado. San Pablo,
muy consciente de su autoridad apostólica, afirma
enérgicamente su propia posición en la Iglesia; este autor, por
el contrario, mantiene una marcada reserva acerca de sí
mismo. San Pablo manifiesta poco cuidado en escribir bien, y
siempre hay un cierto grado de improvisación cuando desarrolla
sus temas; en cambio, este autor compone su sermón
cuidadosamente.

Sin embargo, la atribución de la carta a san Pablo está muy


enraizada en las iglesias orientales y no puede ser desechada
sin más. Ya Orígenes proponía como solución distinguir entre el
pensamiento, que sería del apóstol, y la expresión y
composición, realizadas por alguno que refería las enseñanzas
del apóstol.

Los autores modernos proponen diversos nombres, en


particular el de Apolo, el judío alejandrino mencionado en los
Hechos de los apóstoles y en dos epístolas de san Pablo
(He.18,24-28; 1Cor.3,4-6; 16,12; Tit.3,l3), discípulo de Pablo y
personaje de primer plano en la Iglesia primitiva. Hecho
cristiano, había puesto sus dones oratorios y su conocimiento
de la Biblia al servicio de la fe. Apolo responde mejor que
ningún otro a los datos que nos proporciona la carta a los
Hebreos. Lo que conocemos caerca de él nos permite atribuirle
con bastante probabilidad la composición de la carta a los
Hebreos, aunque sobre este punto es imposible tener certeza
absoluta.

En todo caso, las semejanzas entre la doctrina de la carta a


los Hebreos y la enseñanza de san Pablo -especielmente en las
cartas de la cautividad- sostienen suficientemente la tradición
de la procedencia paulina.

4.-Los destinatarios.

El título tradicional 'a los Hebreos' no forma parte


integrante de la obra original; fue añadido por los copistas a
esta carta anteriormente a su inserción en el canon, muy
tempranamente, permaneciendo vago para nosotros su
significado.

Muy probablemente los destinatarios son un grupo


homogeneo y particular de judeo-cristianos. Estos cristianos
están viviendo momentos difíciles. Desde el instante de su
conversión han debido soportar dolorosas pruebas (10,32),
tales como prisión, confiscación de sus bienes, vejaciones
diversas... Ha pasado tiempo (5,12), pero la situación es de
nuevo amenazadora y empiezan a cansarse (12,3-4.12).
Además, tienen dudas acerca de asuntos de fe y de prácicas
religiosas (13,9; cfr.3,6; 4,14; 10,22-25). De ahí que se hiciera
necesario no sólo devolver la confianza a estos cristianos
desconcertados, sino también proporcionarles una mayor
profundidad doctrinal; esto explica por qué el autor va más allá
de los temas ordinarios de predicación (6,1) y presenta todo el
contenido de la fe en una nueva síntesis -desde la perspectiva
del sacerdocio de Cristo- que produce nueva luz.

Por lo demás, estos judeo-cristianos podrían ser sacerdotes.


En efecto, sabemos por Hechos 6,7 que “una gran multitud de
sacerdotes abrazaba la fe”. Se comprende su situación de
persecución por parte de las autoridades jerosolimitanas tras la
predicación de Esteban. Se comprende el desánimo de estos
sacerdotes judíos que han perdido todos sus privilegios
materiales y espirituales de hijos de la tribu de Leví,
empobrecidos y miembros de una secta despreciada. Se
comprende que se sientan de4salentados (12,12-13; 13,5-6) y
tentados de volver al judaismo (3,12-14; 6,4-6; 10,39) ante el
contraste entre la suntuosa liturgia del Templo y la simplicidad
del nuevo culto. Y se comprende que el autor oriente su fe
hacia el santuario celestial (13,14) donde oficia el Sumo
Sacerdote (3,1) y que suprime toda posibilidad de ofrenda y de
sacrificio en esta tierra(10,l8).

5.-Fecha y lugar de composión.

Parece imposible situarla después del año 70, pues después


de la destrucción del Templo toda la argumentación contra el
templo de Jerusalén, su sacerdocio y su culto no tendrían ya
razón de ser (10,1-2.11-12), y la mención de esta destrucción
sería indispensable. El autor se refiere a la liturgia del templo
como algo actual. Por tanto, hay que situar Hb. hacia el a. 68, al
inicio de la guerra judía, periodo turbulento, de pillajes,
encarcelamientos arbitrarios y violencia.

En cuanto al lugar, no tenemos ninguna indicación precisa,


pues la fórmula “los de Italia os saludan” (l3,24) puede
interpretarse de diversos modos.
6.-Estructura de la carta.

Ya hemos indicado que el autor compuso su sermón muy


cuidadosamente. Basándose en diversos indicios literarios
(palabras-gancho, inclusiones, alternancia de géneros
-exposición/exhortación-, simetría concéntrica (4,15 - 5,10),
contrastes, términos característicos), los estudiosos de la carta
suelen dividirla en cinco partes, además del exordio (1,1-4) y de
la conclusión-doxología final (13,20-21). Es de notar que cada
parte es previamente anunciada (1,4; 2,17-18; 5,9-10; 10,36-
39; 12,13).
He aquí la estructura de la carta:

Exordio: intervención divina en la historia humana (1,1-4)

Parte I: Situación de Cristo (1,5 - 2,18)


1,5-14(exposición): Hijo de Dios superior a los ángeles
2,1-4(exhortación): tomar en serio el mensaje
2,5-18(exposición): Hermano de los hombres

Parte II: Sumo Sacerdote digno de fe y misericordioso (3,1-


5,10)
A.-Digno de fe (3,1 - 4,14)
3,1-6(exposición): Jesús, digno de fe, superior a Moisés
3,7 - 4,14(exhortación): prestarle nuestra fe
B.-Misericordioso (4,15 - 5,10)
4,15-16(exhortación): vayamos a obtener misericordia
5,1-10(exposición): compartió nuestra miseria

Parte III: Valor incomparable del sacerdocio y del sacrificio de


Cristo (5,11 - 10,39)
5,11 - 6,20(exhortación): la explicación es difícil,
¡atención!
A.-Sumo Sacerdote a semejanza de Melquisedec (7,1-28)
B.-Llegado a la perfección por su sacrificio(8,1-9,28)
8,1-6: culto antiguo terreno e imagen
8,7-13: primera alianza imperfecta y provisional
9,1-10: antiguas instituciones impotentes
CRISTO, Sumo Sacerdote de los bienes venideros
9,11-14: nuevas instituciones eficaces
9,15-23: nueva alianza válidamente establecida

9,24-28: acceso al cielo; verdadera relación con Dios


C.-Causa de salvación eterna (10,1-18)
(frente a la ineficacia de los antiguos sacrificios, la
ofrenda personal de Cristo elimina el pecado y nos
santifica)
10,19-39: exhortación a una vida cristiana generosa

Parte IV: Fe y paciencia (11,1 - 12,13)


A.-Fe de los antepasados (11,1-40)
(exposición): realizaciones y pruebas de la fe en A.T.
B.-Necesidad de la paciencia (12,1-13)
(exhortación): acoger la prueba, necesaria para la
educación de los hijos de Dios)

Parte V: ¡Enderezad el camino! (12,14 - 13,18)


12,14-29: santificación (relación con Dios)
13,1-6: actitudes cristianas
13,7-19: la verdadera comunidad

Conclusión y doxología (13,20-21)

Despedida (13,22-25)
Como se ve, juega un papel importante la alternancia entre
exposición y exhortación. El autor nunca olvida que la palabra
de Dios es semilla de vida. Según esto, no se conforma con
consideraciones teóricas, sino que intenta continuamente hacer
que la fe entre en la totalidad de la vida. Por ejemplo, dos
exhortaciones insistentes (5,11 - 6,20 y 10,19-39) resaltan la
enseñanza de la partye central: la mediación de Cristo no es
una idea fría, sino una realidad viviente que quiere llegar a ser
efectiva en nuestra vida.

También la estructura subraya los dos aspectos del misterio


de Cristo, su cualidad de mediador en relación a Dios y en
relación a los hombres. El Cristo glorificado es reconocido como
Hijo de Dios (1,5-14) y es también hermano de los hombres
(2,5-18). Esta doble relación hace de él Sumo Sacerdote
perfecto y ejerce su sacerdocio mediante la ofrenda de sí
mismo a Dios por la salvación de los hombres.

Finalmente, hay que notar que para poner más de relieve la


revelación de Cristo el autor continuamente le compara con el
A.T. De ese modo muestra la continuidad entre A.T. y N.T., a la
vez que insiste en las diferencias y subraya que en el N.T.
pasamos a un plano superior de 'perfección' o 'cumplimiento'.

7.-La teología de la carta a los Hebreos.

A.-El pueblo de Dios peregrinante.

Los destinatarios de la carta a los Hebreos son una


comunidad de personas en camino. Su vida espiritual se dibuja
sobre el esquema de Israel atravesando el desierto para llegar a
la tierra prometida: son caminantes (13,9), peregrinos sobre la
tierra (11,13), fugitivos (6,18) o nómadas (11,9) que avanzan
hacia la ciudad del Dios viviente, sólidamente construida
(12,22; 13,14), o mejor, hacia el Santo de los Santos celestial
(9,8; 10,19); a él se acercan cada día más (proserjomai: 11,6;
12,18-22), como en una procesión litúrgica hacia el trono de la
gracia (4,16). Creer en Dios es acercarse a El para darle culto
(12,28). Los cristianos son “los que acceden” (7,25; 10,1),
siendo aptos para entrar en el santuario y oficiar allí (10,14),
desenraizados de aquí abajo y enraizados allá arriba.

Por tanto, para un creyente la vida terrestre es un éxodo, un


migración permanente, que se define por los siguientes
aspectos:

a) la palabra de Dios (2,1-4; 4,12; 5,12; 6,13-14) que fija el


fin y promete el descanso en recompensa de los esfuerzos y
sacrificios realizados. En efecto, la fe consiste en fiarse Dios,
que realizará lo que ha prometido (10,23; 11,11; 12, 26), pues
El es la fidelidad misma y su voluntad es inmutable.

b) las pruebas providenciales, las 'tentaciones' (2,18; 12,5-


11) que parecen oponerse a la realización de la esperanza
(10,23), pero que son en realidad las ocasiones de manifestar la
fidelidad, por la cual se es agradable a Dios (11,2.4.5.39); se
trata de la travesía de un desierto, es decir, de un mundo hostil
y lleno de peligros (3,7 - 4,13).

c) para vencer las dificultades es necesario no quedar


aislado, sino permanecer incorporado al “pueblo de Dios” (4,9)
y como “partícipes de Cristo” (3,14), que es el jefe y guía de
esta peregrinación colectiva (arjegós: 2,10; 12,2); es necesario
permanecer unidos a los que creen (4,2) y dóciles a las
indicaciones de los 'dirigentes' (13,7.17.24), animar a los
compañeros de camino y tomar sobre sí una parte de sus
cargas (10,25.33.34; 12,15). Aislarse, o rechazarla solidaridad
del grupo (10,25) sería arriesgarse a extraviarse y a perecer.

d) la victoria definitiva sólo es para los pacientes y


perseverantes, para los que se mantienen firmes hasta el fin.
De ahí la insistencia en la perseverancia (6,12.15) y en la
paciencia (10,32.36; 12,1-4.7), así como en las expresiones
'hasta el fin' (3,14; 6,11), 'firmemente' (10,23), etc.

B.-Jesús, Hijo de Dios y Sacerdote.


Para llegar a Dios y ofrecerle un culto que le agrade, los
hombres necesitan un jefe cercano a ellos que les preceda y les
conduzca, como un pastor a su rebaño (13,20; cfr.6,20:
'precursor'); él abre el camino (10,20), precede y acompaña a
los que le siguen (2,18), les conduce hasta el término (2,10;
12,2). Y necesitan a la vez de un Pontífice inoceente y perfecto
que sea capaz de purificarles de sus pecados y de santificarles.

Pues bien, ese Pontífice es Jesús, enviado de Dios (3,1;


9,26), hombre verdadero (2,6.11.12.14.17; 5,7), que ha
compartido las debilidades inherentes a la naturaleza humana
(4,15; 5,2), sobre todo la muerte (2,14; 5,7-8). Sin embargo, él
permanece sin pecado (4,15; 7,26). Existía antes de su venida
a la tierra (1,10-12; 13,8) y posee una vida imperecedera
(7,3.16; 9,14). Es el propio Hijo de Dios (1,2.5), en el sentido
más estricto: es Dios (o zeos: 1,8-9) y posee la misma
naturaleza que el Padre (1,3). A tal título ha participado en la
creación (1,2) y sihue rigiendo el universo (1,3), ejerciendo su
señorío tanto sobre los ángeles como sobre los hombres (1,6;
2,5.8; 3,6).

Puesto que posee a la vez la naturaleza divina y la


naturaleza humana, Jesús es constituido Sacerdote (5,6;
7,11.14-15.17.20-21; 8,4), Sumo Sacerdote (2,17; 3,1; 4,14-15;
5,10; 6,20; 7,26; 8,1; 9,11), es decir, perfecto mediador y causa
de salvación (2,10; 5,9). Dios mismo le ha otorgado este título
(Sal.110,4; cfr. Hb.5,6.10; 7,17.21) desde su entrada en el
mundo (10,5-10), ya que todo sacerdote es “tomado de entre
los hombres” (5,1) y él ha tomado sobre sí desde ese día a sus
hermanos los hombres (2,13). En cuanto hombre, es un
sacerdote sometido al sufrimiento (2,10), lo cual le hace capaz
de ser compasivo con todos los que son probados (2,17); en
cuanto Dios, permanece sacerdote eterno y celestial (7,28).

En efecto, es en el santuario celestial donde Cristo debe


oficiar (9,24), como intercesor y dispensador de los bienes
divinos (8,1-2). Su presencia delante de Dios es activa (9,11-
12), es decir, la de un 'leitourgos' (8,2.6; 9,21), un ministro del
culto que oficia de manera permanente (7,25). Esta proximidad
con Dios y el valor de la ofrenda de su sangre hacen a su
mediación totalmente eficaz (7,25; cfr.12,24).
C.-La obra de Cristo.

Pastor y Sacerdote, Cristo realiza su misión de llevar a la


gloria una multitud de hernanos (2,10), ante todo como
Revelador. Dios nos ha hablado “en el Hijo” (1,2) y su
enseñanza sobrepasa la de todos los profetas. El ha predicado
(2,3) y su doctrina permanece inmutable para todos los
creyentes (3,7s.14-15; 4,2).

Este sacerdote es además Victima, pues los hombres que


debe salvar son pecadores y el cielo no les será accesible más
que si son purificados en su conciencia y perdonados por Dios
(8,12; 10,17-18). Habiendo sido ineficaces las inmolaciones del
culto levítico, el Hijo de Dios se encarnó para ofrecerse a sí
mismo como la única víctima capaz de ser agradable a Dios
(10,5-10; 7,27; 9,14.25). Esta ofrenda tuvo lugar eb el Calvario,
lo cuakl significa que su muerte es un auténtico sacrificio.

En consecuencia, Jesús es a la vez el único Sacerdote y la


única Victima del nuevo culto y de la religión que él instaura. La
carta acentúa la espontaneidad y el carácter decidido de la
ofrenda personal de Jesús, en oposición a la inercia de los
animales inmolados en la antigua Alianza. Es en realidad esta
ofrenda ('prosferein', 'anaferein'), y no la simple muerte, lo que
constituye la esencia del sacrificio. Por eso, no es tanto la
muerte de Cristo lo que tiene valor redentor cuanto la voluntad
de oblación de la víctima y la santidad del sacerdote que la
presenta a Dios (10,5ss).

Esta única ofrenda (10,14) no necesita ser renovada,


permanece válida para siempre, pues Jesús se ha ofrecido “en
un Espíritu eterno” (9,14), lo cual permite comprender que el
Sumo y eterno Sacerdote está siempre oficiando en acto, ya
que él mantiene perpetuamente la voluntad de ofrecer su
sangre . Por tanto, hay un sacrificio celeste (8,3), pues de otro
modo no se podría decir que Cristo es Sacerdote en el cielo, ya
que el papel del sacerdote es en primer lugar y ante todo la
oblación de una víctima (5,1).
Gracias a esta ofrenda Dios es propicio (ilaskomai: 2,17) y
los pecadores son reconciliados con El. Efectivamente, sus
ofensas son expiadas. La metáfora del rescate (lytrosis: 9,12)
significa que la sangre de Cristo es como el precio de la
liberación de los esclavos o de los cautivos (9,15).

Ya desde el prólogo de la carta, los frutos del sacrificio de


Cristo son presentados como una “purificación de los pecados”
(1,3). Mientras que la sangre de los animales era imporente
para limpiar una conciencia manchada (9,13) -aunque la sangre
era considerada como medio universal de purificación: 9,22- la
de Jesús borra completamente estas manchas (9,14; 10,22). Si
los ritos mosaicos eran incapaces de procurar una santificación
real (9,13), el Cristo-Santificador santifica religiosa y
moralmente al Pueblo de Dios (2,11; 10,10.29; 12,10; 13,12),
haciéndole apto para ver a Dios (12,14) y penetrar en su
Templo (12,22). El nos “acerca” a Dios (7,19). Por eso, Cristo es
el 'mediador' (8,6) y el 'garante' (7,22) de la nueva Alianza, que
procura los bienes celestes (9,11), la salvación.

D.-Liturgia celeste y vida cristiana.

En el cielo Cristo continúa bajo una nueva forma su oficio


sacerdotal “por nosotros”. Radicalmente separado de los
pecadores (7,26), en el santuario celeste ejerce su liturgia
propia (8,1-2.6).

Según nuestra carta, un sacerdocio sin sacrificio es


inconcebible (8,3; 10,11; cfr.5,1; 9,23). Entonces, ¿en qué
consiste el sacrificio celestial?

El autor de la carta a los Hebreos establece la analogía


entre el rito levítico del Dia de la Expiación (yom kippur) y el
sacrificio de Cristo. Según Levítico16, el Sumo Sacerdote,
después de inmolar dos víctimas, asperja con su sangre el
propiciatorio (vv.11-15), y es este último rito el que constituye
la acción sacrificial propiamente dicha. Así, la muerte de Cristo
corresponde a la inmolación del novillo y del macho cabrío por
el sumo sacerdote aarónico, y la entrada en el Santo de los
Santos celeste a la ofrenda de la sangre.

Es cierto que Jesús no ha tenido que presentar


materialmente su sangre en el nuevo santuario, pero la efusión
de su sangre fue el medio de acceso al Santo de los Santos
(9,6-7.22.24-25). Su muerte habría sido vana si él no hubiera
podido explotar su valor (9,15) franqueando el velo y
consumando así su sacrificio. Por tanto, no hay otro sacrificio
que se añade a la inmolación del Calvario, sino que es esta la
que el Sacerdote eterno sigue ofreciendo (9,14). La liturgia
celeste consiste en esta oblación permanente.

El efecto de esta liturgia celeste es purificar y consagrar a


los creyentes para que se acerquen a Dios (9,14). Este culto no
se limita a una asamblea litúrgica; teniendo una cobciencia
pura y un corazón sincero (10,19ss; 13,16) se ejerce una
función cultual en espíritu de profunda reverencia (12,28) que
se despliega en alabanza y acción de gracias (13,21).

Estos creyentes (4,3), estos santos (3,1), son hermanos


(3,12; 10,19; 13,22) que, llamados al cielo (3,1; 9,15), profesan
la misma fe y viven de esperanza (10,23; cfr.3,6; 4,14; 6,18;
11,1ss) con la certeza, el ánimo y la alegría de llegar (cfr.
parresía: 3,6; 4,16; 10,19.35).

El cristiano es un hombre reflexivo. Fija su atención en las


palabras oidas (2,1.3; 12,25). Comprende que el mundo ha sido
creado por una palabra de Dios (11,3), de manera semejante a
como Abraham reflexionando comprendió que Dios es poderoso
para resucitar muertos (11,19). Cuida su formación doctrinal
(5,11ss), de manera que sólo los adultos llegan a esta madurez
doctrinal y progresan en la inteligencia del misterio de Cristo.
Entonces están perfectamente 'equipados' para presentarse
ante Dios(13,21).

E.-Dios.
A diferencia de la de san Pablo, la teología de la carta a los
Hebreos es teocéntrica más bien que cristocéntrica. El Dios que
habla (1,1) es escuchado (12,25) y adorado (12,29; 13,21). Su
existencia es objeto de fe (11,6). Es el Dios Altísimo, Señor del
cielo y de la tierra (7,1), el Dios temible del Sinaí (12,21), pero
también el Padre de los cristianos (12,7-8) y de los espíritus
(12,9), santo (12,10), omnisciente (4,13), todopoderoso (11,19),
absolutamente verídico (6,18), sabio (2,10), inmutable en sus
designios (6,17), fiel a sus promesas (10,23), justo (6,10),
misericordioso (4,16), bienhechor (6,7).

Dios vivo, es decir, activo (3,12; 9,14; 10,31; 12,22), ha


creado el universo (3,4) y los espíritus puros (1,7) por su
palabra (11,3) y con su Hijo (1,2). Es a la vez el primer principio
y el fin último de todo lo que existe (2,10), autor del plan de
salvación (2,9) tanto como de su ejecución en todas sus fases y
en todos sus elementos (13,20-21), ha determinado la
economía de la peregrinación y de la redención del pueblo
elegido. Ha ordenado la simetría de las dos alianzas (9,9), ha
fijado el tiempo de la reforma (9,10; cfr.8,13) y las ventajas
reservadas a los miembros de la nueva alianza (11,39-40).

Más particularmente, es Dios quien decide la encarnación


de su Hijo (3,1-2), su envío al mundo como revelador y redentor
(1,1-3) y como Sumo Sacerdote (5,5-6.10; cfr.1,9). El le da un
cuerpo (10,5), le hace perfecto por el sufrimiento (2,10), le
resucita (13,20), le sienta a su derecha (1,13) y le somete todo
el universo (2,5.8). Ha construido el templo en que este
Pontífice oficiará (8,2; 9,11) y es el arquitecto de la ciudad
bienaventurada en que se reunirán los santificados (11,10;
12,22). Es a El a quien se dirige la intercesión del Mediador de
la nueva Alianza, tanto aquí abajo (2,17; 5,7; 9,14) como en el
cielo (9,24), lo mismo que el servicio cultual de los creyentes
(10,36; 11,4; 12,28; 13,21). Bajo este aspecto es el Dios de la
paz (13,20).

Providente, Dios “se acuerda” de los hombres (2,6), es


decir, cuida de ellos y viene en su ayuda. No se avergüenza de
llamarse Dios de los creyentes (11,16). Toma la iniciativa de
concertar con ellos las alianzas (8,8s). No abandonando nunca a
sus fieles (13,5), los protege y los conduce (cap.11), les asiste
(13,16), les da su gracia (4,16; 12,15; 13,21.24), los educa
(12,5-11) y se complace en sus sacrificios espirituales
(13,16.21).

Se puede decir que el único deber de los hombres es dar la


adhesión de fe a Dios y a sus intervenciones (4,3), acoger su
palabra (2,3; 10,26), escucharla (2,1; 3,7.15; 4,7), serle fiel.
Esta fe es por tanto sumisión a la palabra revelada (3,7; 11,8; la
incredulidad es desobediencia: 3,12-19; 4,6-11), pero a la vez
está intrínsecamente unida a la esperanza (11,1; cfr.6,11;
10,23), pues no tiene nada que ver con el mundo visible; la
palabra de Dios se refiere al futuro, se trata de promesas. El
cristiano se confía a la voluntad de Dios y a su providencia, se
deja conducir, desprecia las satisfacciones pasajeras del pecado
(11,25), no considera más que lo invisible. La fe que guía esta
convicción y esta conducta es sinónimo de fidelidad.

El creyente es estimulado a esta fidelidad por “la cercanía


del Día (10,25), por la certeza de que Dios es el Juez de todos
(12,23; cfr.10,30), justo remunerador (11,6; cfr.2,2; 10,25), a
quien cada uno deberá dar cuenta (4,13). Fuego devorador
(12,29), se reserva la venganza (10,30-31) respecto de los
incrédulos y profanadores (10,38; 12,17), de los fornicarios y
adúlteros (13,4), pero recompensará las buenas obras, sobre
todo las de misericordia (6,10), y asociará a los fieles a su
propia dicha. En esta perspectiva, la carta no es una
consolación, sino una vigorosa exhortación (cfr.12,11).

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